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Persisten deudas sociales con el mundo del trabajo que se han aplazado desde la expedición
de la Constitución de 1991, como sería la reglamentación de un estatuto del trabajo que
contenga los derechos, principios y valores mínimos en la materia. Es el momento de
saldarlas en la generación de la Paz.
Es clave subrayar que nuestro longevo Código Sustantivo del Trabajo, requiere de su
actualización en algunos temas complejos que permitan su integración a la perspectiva del
trabajo actual. Por ejemplo, así se satanicen algunas de las recomendaciones de la OCDE en
materia laboral para el ingreso del país a esta organización o no se hayan reglamentado
determinados pactos de la OIT, más allá de acertadas acciones, como la implementación de la
oralidad en la técnica procedimental, es necesario avanzar, en desarrollos normativos que
posibiliten más garantías como que la negociación colectiva sea sectorial y regional o por
rama de actividad; se regulen los pactos con trabajadores no sindicalizados y se imponga que
se conforme un solo equipo negociador, con unidad de pliegos, cuando haya varios sindicatos
en una misma empresa; se permita el derecho de asociación y de negociación colectiva en la
fuerza pública y se amplíen los derechos del trabajo en la ruralidad; se admita el derecho de
huelga en las organizaciones de trabajadores de segundo y tercer grado; y se pueda, por
ejemplo, concertar el salario mínimo sectorial o regional, entre otros asuntos que hacen parte
de la agenda laboral para la Paz, en las políticas públicas del trabajo decente en Colombia.
Esta política pública, además de mejorar las relaciones laborales en el país, fortalecer el
diálogo social, desarrollar los derechos fundamentales del trabajo, implementar los Acuerdos
de Paz y de avanzar en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, entre otros
como la abolición del trabajo infantil, de la discriminación laboral, o para el establecimiento de
un piso de protección social en la ruralidad y de porcentajes de inclusión, con estabilidad
reforzada, a población vulnerable y en debilidad manifiesta, entre otros a mujeres, personas
con discapacidad, víctimas, desmovilizados, etnias, enfermos de actividades riesgosas; así
como es importante que a través de la política de trabajo decente, se ponga freno a la
progresiva informalidad laboral, subcontratación ilegal y a la intermediación laboral irregular, y
coto a la implementación de dispositivos, tal vez como el contrato sindical, que hacen elástica
la tercerización.
Otro asunto, fundamental para la sana armonía en el mundo del trabajo, tiene que ver con la
lucha contra la discriminación, segregación y violencia contra líderes o trabajadores
sindicalizados. Allí es clave avanzar en la reparación colectiva del movimiento sindical con
más de 3000 víctimas en las noches de niebla; para esto se requiere hacer sostenible la Mesa
Permanente de Concertación con las Centrales Sindicales, que acuerde y desarrolle las
medidas de restitución, compensación, rehabilitación, satisfacción y garantías de no
repetición, y en los componentes político, material y simbólico. Es allí cuando se demanda
fortalecer la protección a organizaciones sindicales, sus líderes y afiliados y hacer eficaces las
sanciones frente a conductas contra la libertad sindical. Si se elimina la violencia contra
sindicalistas, aumentará la tasa de sindicación, de esta manera, en un círculo virtuoso, se
garantizarán aún más los derechos fundamentales del trabajo en las organizaciones de
trabajadores y se harán las empresas más sostenibles, más productivas y con menos
conflictividad laboral.