Professional Documents
Culture Documents
ALUMNOS:
CURSO:
ETICA Y DEONTOLOGIA
DOCENTE:
Dra. SILVA RAMOS, LIDIA MERCEDES
TRUJILLO – PERU
2018-I
Ética de la virtud
Hay quienes defienden la ética de la virtud y afirman que ser virtuoso es realizar
nuestro potencial de convertirnos en agentes morales por completo. Pero solo
podemos realizar ese potencial al máximo haciendo posible que otros individuos
también satisfagan sus propias necesidades, según han afirmado teóricos y
teóricas como Stephen Clark,3 Bernard Rollin,4 Rosalind Hursthouse5 y Martha
Nussbaum.6 Puesto que los seres sensibles se ven perjudicados cuando no
pueden satisfacer sus propias necesidades, el enfoque de la ética de la virtud
implicaría el respeto a los intereses de los demás. Por otra parte, debido a lo que
se ha señalado anteriormente en relación con la insensibilidad, también
podríamos afirmar que la acción más virtuosa no sería simplemente no hacer
daño, sino en realidad, hacer el bien, y tratar de ayudar a los animales siempre
que sea posible.
Se podría pensar que, debido a esto, la ética del cuidado podría servir de base
para un punto de vista antropocéntrico que excluya a los animales no humanos.
La supuesta razón para esto sería que, ya que normalmente tenemos relaciones
más sólidas con los seres humanos, deberíamos dar prioridad a sus intereses, y
prestar menos atención a los intereses de los animales no humanos. 7 Este
argumento ha sido rechazado por quienes defienden la consideración de los
animales no humanos desde una perspectiva ética del cuidado, como Josephine
Donovan y Carol J. Adams.8 Donovan ha argumentado que no podemos ser
considerados agentes de cuidado si no somos capaces de cuidar de los intereses
de los seres que sabemos que están sufriendo.9 Ser un o una agente de cuidado
implicaría tener una respuesta humanitaria hacia el sufrimiento. Por lo tanto,
debemos preocuparnos por los intereses de todos aquellos que puedan sentir el
sufrimiento y el bienestar. En consecuencia, algunas defensoras de la ética del
cuidado han abordado no solo los deberes que podemos tener hacia los
animales no humanos con los que estamos relacionados, sino también hacia
otros con los que no nos relacionamos, como los animales que viven en estado
salvaje.10
Si solo tuviéramos que atender a aquellos con los que tenemos relaciones
cercanas, cuidaríamos a muy pocos individuos. No cuidamos a la inmensa
mayoría de la humanidad, ya que no tenemos relaciones con ellos y, de hecho,
muchas personas tienen una estrecha relación con algunos animales no
humanos. Si hiciéramos de las relaciones la base del cuidado, entonces
tendríamos que aceptar el abandono de la mayoría de la humanidad como ético,
y que algunos animales no humanos merecen más consideración que muchos
humanos. Una alternativa a esto es, por supuesto, rechazar la relevancia de las
relaciones con respecto a las consideraciones morales, a pesar de que esto
signifique rechazar parte de lo que sostienen las especialistas en ética del
cuidado.
1. PRUDENCIA.
Nos hace conocer y practicar los medios mas conducentes para obrar el
bien.
• Esta se basa en el buen juicio; en actuar reflexivamente y con precaución
para discernir el bien y elegir los medios adecuados para acometer una
acción evitando todo posible daño.
• En la prudencia se halla el valor para adquirir conciencia de las
situaciones que se deben enfrentar en la vida y actuar desde la calma y
la reflexión para adoptar, finalmente, la decisión más acertada.
2. JUSTICIA.
Hace que demos a cada uno lo suyo y lo que le corresponde.
• Es una virtud esencialmente moral, regular las relaciones del hombre con
su prójimo.
• Nos dispone a respetar los derechos de los demás, a dar cada cual lo que
le pertenece. Entre las virtudes anexas a la justicia están:
Religión, que regula las relaciones del hombre con Dios, y lo dispone a
darle el culto debido a su Creador.
Piedad, que nos dispone al cumplimiento de los deberes debidos a
nuestros padres y a la patria (patriotismo).
Gratitud, que nos inclina a reconocer los beneficios recibidos:
Liberalidad, que restringe el desmedido afán por la riqueza.
Afabilidad, por la cual uno está adecuadamente adaptado a sus
congéneres en las relaciones sociales para tratarlos apropiadamente.
3. FORTALEZA.
Nos da valor para amar y servir a Dios con fidelidad.
• La fortaleza remueve de la voluntad aquellos obstáculos que surgen de
dificultades en hacer lo que requiere la razón. Por lo tanto, la fortaleza,
que implica cierto coraje y fuerza moral, es la virtud por la cual uno se
enfrenta y padece peligros y dificultades, incluso la muerte misma, y
nunca nos desalienta el miedo a perseguir el bien que dicta la razón.
• Las virtudes anexas a la fortaleza son:
Paciencia: que nos dispone a sobrellevar los males presentes con
ecuanimidad; el hombre paciente es uno que sobrelleva los males
presentes de tal modo de no dejarse abatir excesivamente por ellos
Munificencia: la que nos dispone a incurrir en grandes gastos para
realizar adecuadamente una gran obra. El hombre munificiente es uno
que da con generosidad real, que no hace las cosas en una escala
mezquina sino magnífica, siempre, sin embargo, de acuerdo con la recta
razón.
4. TEMPLANZA.
Hace que frenemos las pasiones bajas . Hace que frenemos las pasiones
bajas
• Es la que restringe el impulso indebido de concupiscencia por el placer
sensible, mientras que la fortaleza hace al hombre fuerte cuando de otro
modo huiría, contrario a la razón, de peligros y dificultades inherentes a
aquellos actos por los cuales la naturaleza humana se preserva en el
individuo se propaga en la especie.
• La templanza, entonces, considerada más particularmente, es esa virtud
moral que modera de acuerdo a la razón los deseos y placeres del apetito
sensual.
• Las clases subordinadas de templanza son:
Abstinencia, que dispone a la moderación en el uso de la comida.
Sobriedad, que nos inclina a la moderación en el uso de bebidas
espiritosas.
Castidad, que regula el apetito respecto a los placeres sexuales; a la
castidad se puede reducir la modestia, la cual se relaciona con los actos
subordinados al acto de procreación.
Referencias
Adams, C. J. & Donovan, J. (eds.) (1999) Animals & women: Feminist theoretical
explorations, Durham: Duke University Press.
Annas, J. (1993) The morality of happiness, New York: Oxford University Press.
Crisp, R. (ed.) (1996) How should one live?, Oxford: Clarendon Press.
Crisp, R. & Slote, M. (eds.) (1997) Virtue ethics, Oxford: Oxford University Press.
Donovan, J. & Adams, C. J. (eds.) (2000) Beyond animal rights: A feminist caring
ethic for the treatment of animals, London: Continuum.
Gardiner, S. (ed.) (2005) Virtue ethics, old and new, Ithaca: Cornell University
Press.
Held, V. (2006) The ethics of care: Personal, political, and global, Oxford: Oxford
University Press.
Horta, O. (2009) “El neoaristotelismo y la consideración moral de los animales
no humanos”, Devenires: Revista de Filosofía y Filosofía de la Cultura, 19, pp.
43-68 [referencia: 12 de mayo de 2014].
Hudson, S. (1986) Human character and morality, Boston: Routledge & Kegan
Paul.
Pettigrove, G. (2011) “Is virtue ethics self-effacing?”, Journal of Ethics, 15, pp.
191-207.
3 Clark, S. R. L. (1984 [1977]) The moral status of animals, 2nd ed., Oxford:
Clarendon Press.
4 Rollin, B. (2006[1981]) Animal rights & human morality, 3rd ed., New York:
Prometheus.
8 Adams, C. J. & Donovan, J. (eds.) (2007) The feminist care tradition in animal
ethics: A reader, New York: Columbia University Press.