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PENINSULA Agnes Heller Sociologia de la vida cotidiana V. Los esquemas de comportamiento y de conocimiento mas corrientes en la vida cotidiana En todo nuestro discurso precedente, no hemos podido en ningiin momento hablar de las objetivaciones genéricas en-si sin tener en cuenta los modos de apropiacidn relatives. De hecho la estructura de las objetivaciones —que precisamente son activida- des objetivadas— contiene también la manera en que el hombre puede apropiirselas. Pero hasta ahora nos hemos fijado sobre to- do en Ia estructura como tal; nos detendremos aqui a analizar con mis precisién el modo de apropiacién. De esta forma, perfeccio- naremos su imagen: tomando en consideracién los modos de com- portamiento comunes hacia las objetivaciones genéricas en-f, al ‘mismo tiempo iluminaremos mejor cualquier aspecto de su parti- cular cardcter. Describiendo los tipos de comportamiento y de conocimiento necesarios para apropiarse las objetivaciones genéricas en-s{, aban- donamos ya, empero, la esfera de las objetivaciones examinadas hasta ahora y nos situamos en el terreno de los esquemas genera: tes de apropiacién de la vida cotidiana. De hecho, es caracteristico de la vida cotidiana que las formas de actividad mds heterogéneas estén ordenadas a través de la estructura relativamente fifa de las objetivaciones genéricas en-si. Por tanto, para infundir algin or- den a estas actividades heterogéneas, es necesario precisamente apropiarse de las objetivaciones. En el seno de tales estructuras fijas pueden presentarse los hechos y las acciones mAs inespera- das, las motivaciones y las tendencias més imprevistas; la repeti- cién es la que indica el camino en medio de tantos hechos casua- les y tinicos. Los esquemas de Ia vida y del pensamiento cotidia. nos son, por tanto, los de la subsuncién (producida mediante el pensamiento repetitive 0 intuitivo): las tendencias, acontecimien- tos, situaciones, elecciones tinicas, casuales, inesperadas, del parti- cular son ordenadas a través suyo de modo que sean asumidas en arte o totalmente bajo lo que es habitual v acostumbrado. EL PRAGMATISMO EI pensamiento y el comportamiento cotidianos son en primer lugar pragméticos. Como sabemos, el particular se apropia —de un modo econémico— del significado (Ia funcién) de las objetiva- clones genéricas ens{ prescindiendo pricticamente del por qué 293 de Ja funcién, reaccionando a ésta tal como es y sin cuestionar cudl es su génesis. Preguntarse el por qué, el origen de las funcio- nes, normalmente es, en el plano de las objetivaciones genéricas ens, infantil. Cuando un nifio pregunta estas cosas, el adulto responde a menudo afirmando pragméticamente su serast. ¢Por qué hay que saludar? ¢Por qué esta bien saludar? ¢Por qué hay que cortar con las tijeras? Porque las tijeras estin hechas para ello. @Por qué hay que decir esto de este modo? Porque se dice Pero se pueden formular también preguntas de tipo no infan- til, cuando la forma concreta de la objetivacion genérica ensi es puesta en discusion a partir de una objetivacién superior o es elegida como objeto de estudio. Lo cual sucede también en el mar- co de la vida cotidiana —son sometidas a discusién o refutadas costumbres que en Ia actualidad han cristalizado en convencio- nes—, pero la mayoria de las veces esto sucede fuera del radio de accién de Ta vida y del pensamiento cotidianos: un reexamen ope- rado con conceptos morales, artisticos y, especialmente, cientifi- La actitud pragmatica constituye un signo de la unidad inme- diata entre teoria y praxis® Puesto que el significado de las objeti vaciones genéricas en-si se presenta en su uso, a menudo en el marco de la vida y del pensamiento cotidiano no se tiene hacia ellas una relacién puramente teorética. Ni tal relacién es necesa ria para operar con ellas. Se puede muy bien encender la luz, sin comprender nada de las leyes de la electricidad. Estos conoci. mientos ni siquiera son necesarios para cambiar unos plomos fundidos: bastan poquisimas nociones técnicas para desenroscar los viejos y enroscar los nuevos. El pragmatismo, por tanto, no es un edefecto» presente en Ia vida cotidiana. Por principio es imposible adoptar una actitud teorética hacia todo objeto de uso. Si sélo utilizasemos los objetos cuando conociésemos su estruc ra cientifica, no podriamos sobrevivir. Pero esto nos muestra que el comportamiento pragmitico hacia las objetivaciones genéricas ensi implica la unidad inmediata centre teorfa y praxis solamente como tendencia. Hay casos —to- talmente accidentales, pero existentes— en los que es precisa: ‘mente la actitud pragmaética la que exige la renuncia a esta unidad inmediata y la asuncidn de una actitud teorética. Respecto a los ‘objetos, el ejemplo mas claro es el fracaso. Si una accién habitual fen una ‘0 més ocasiones no conduce al éxito, es precisamente el pragmatismo, la aspiracién al éxito, el que nos obliga a cuestio- nar el por qué: y constituye el comienzo de la actitud teorética. Lo mismo sucede con el lenguaje. La apropiacién tiene lugar como en el caso de los objetos. Cuestionar por qué es infantil 24, De este problema se ocupa extensamente G, Fukdes en el primer ca pitulo de le Esta 294 ‘menudo es un hecho que pertenece a a lingiiistica. La gramética ¥ el significado de las palabras son tratados como cosas obvias, Pero también aqui sucede a veces que la actitud pragmatica re- quiere algiin principio de actitud teorética: por ejemplo cuando es necesaria una definicion del significado de las palabras. No nos referimos al caso en que se quiere precisar el significado de un término desconocido ain, porque no se trata aqui del modo en que se presenta su aspecto pragmético, (La introduccién de nue- vos conceptos en el uso lingilistico no forma parte del pensa- miento cotidiano.) Nos referimos, por el contrario, al fenémeno denominado en lingiifstica emetalenguajes. Jakobson™ dice, en nuestra opinién justamente, que los elementos del metalenguaje se hallan también presentes en el uso cotidiano cuando es nece- sario, Ciertas expresiones son usadas espontineamente en un sen- tido determinado, hasta que no se esté en situaciones en las que esta obligado a definir el significado (porque de otro modo no podriamos reaccionar de un modo adecuado). Supongamos que un hombre diga a una mujer: «Te amo»; si la mujer pregunta: «zQué entiendes por amor?», la respuesta, para ser adecuada al fin (al problema planteado con la pregunta), se moveré dentro de ciertos limites en el plano del metalenguaje, Aunque atin no estamos més alld del pragmatismo: de hecho la pregunta es for- mulada por Ia mujer con el fin de elaborar una reaccién ade- cuada propia, un comportamiento prictico propio. En el campo de los sistemas de usos sociales el problema es mis complicado. En lo referente a las roglas més corrientes de Ja convivencia social: aqui el pragmatismo es inevitable al igual gue en los otros momentos de la objetivacién genérica en-sf; 10 mismo puede decirse de la unidad inmediata de teorfa y praxis, La misma tendencia se da en los usos relativos a unidades par ticulares, aunque su observancia, su contenido y el modo de la observancia, ¢ incluso su transgresién, pueden también estar me- diados por’ motivaciones morales. Esto significa que sino el uso propiamente dicho, la intensidad, el modo, etcétera, de Ia ob- servancia también pueden ir mds allé del dmbito del puro prag- matismo. Por lo demés, un determinado sistema de usos puede ser puesto en discusién por quien siga un sistema distinto, y no ‘6lo por razones éticas, sino también pragméticas. Esta actitud puramente pragmitica hacia los sistemas de usos distintos es mis caracteristica de los miembros de sociedades orientadas ha- cia el pasado que de miembros pertenecientes a las sociedades orientadas hacia el futuro, esté més ligada al estado de alienacién subjetiva que a Ia liquidacién de este estado en el seno de una sociedad orientada hacia el futuro, TLitbwvne, Le language et la socidte, op. cit 295 LA PROBABILIDAD Las acciones concernientes a las objetivaciones genéricas en- sf se basan siempre en la probabilidad. ¥ esto no sélo ¢s vélido ara estas acciones, sino también para todas las actividades efec- fuadas en el plano de la vida cotidiana. Spinoza distinguia ya Gel siguiente modo el pensamiento cotidiano del cientifico: «En ja vida ordinaria estamos obligados a seguir lo verosimil; pero cen la especulacién estamos obligados a perseguir la verdad. EL hombre morirfa de hambre y de sed si se negase a comer y a beber antes de haber alcanzado una demostracién perfecta a la tutilidad de la comida o de la bebida. Pero esto no ocurre en fl caso de la contemplacién, donde por el contrario debemos fguardamnos muy bien de admitir como verdadero algo que sea Solamente verostmil.»™ Lo que Spinoza nos hace notar es que fa accién basada en Ia probabilidad constituye una, consecuencia coherente de la unidad entre economia y pragmatismo, y de la Sepeticién. Puesto que en la vida cotidiana se deben levar a cabo michisimas operaciones heterogéneas, si no se actuase en base 2 valoraciones probabilistas no se podria vivir. Si tuviese que aleular con exactitud cientifica la posibilidad de atravesar antes {que los automéviles me rebasasen, munca alcanzaria la otra acera. La valoracién probabilista es el maximo a que puedo aspirar en a cjecucién de las actividades cotidianas, pero también el mi mimo, De hecho, para orientarse en la vida cotidiana no basta Zon actuar solamente sabre ta base de fa posihitidad: esto puede Conducir —como demuestra la praxis— a catdstrofes de la vida ‘de modo que es mejor no fiarse tnicamente de las probabitidades. Consideremos el ejemplo de Spinoza, En nues Tra sociedad se nos pone delante un alimento; es probable que no sea nocivo (s6lo en casos extremos y excepcionales pensa Tamos hoy que se nos quiere envenenar, y sélo entonces evita: Hamos tocar él alimento). Comemos, por tanto, sin ninguna prucba de la comestibilidad del alimento. Si, por el contrario, Reontece en una isla deshabitada ¥ encontramos un fruto desco- focido, no lo comeremos a ojos cerrados (es decir, sin una veri- Feacién més cientifica). Ciertamente es posible que el fruto sea comestible y no nocivo, pero el riesgo ligado a la mera posibilidad ee tan grande que en la mayor parte de Jos casos no se asume, Este ejemplo muestra que el fundamento objetivo de Ta ac- cién probabilista es el hébito y Ia costumbre, es decir, la repeti- (ién. Dado que en la sociedad a menudo se reciben alimentos Comestibles, uno se conffa, Dado que a menudo se ha atravesado {a calle ante automéviles que proceden a una determinada velo- Cidad, y dado que nosotros lo hemos hecho va (Io hemos apren- Gido ‘con el efercicio), podemos evar a cabo esta accién con 2B. SeNor4, Eplsolario, Turin, Einaudi, 1951, pp. 2228, 296 ————E———<—<_— ~~. tun clerto valor de probabilidad, Aparece claro aqui que la repe- tictén viene obligatoriamente complementada por la intuicién, cosa de la que ya hemos hablado. Si el automévil aumenta de {mproviso Ia velocidad se puede (cuando los reflejos sean bue- nos) intuitivamente saltar répido. Evidentemente también una accién Hevada a cabo sobre Ia base de la probabilidad puede Conducir a la catéstrofe. Esto sucede sobre todo cuando Ia si- tuacién 0 el acontecimiento al que se aplica el eriterio de la probabilidad claborado en Ia praxis repetitiva por cualquier Inotivo se desvia de la norma: piénsese en el ejemplo del ali- Jnento envenenado, En aquellos tipos de accién en que las catés- trofes son frecuentes, en. el célculo del valor de probabilidad se tiene en cuenta incluso la eventualidad. Cuando conducimos un automévil tenemos presente el espacio de. frenada preveyendo cualquier caso fortuito (por ejemplo, un defecto del vehicula que hos precede). Sin embargo, no se pueden tener en cuenta todas fas eventualidades y prevenirlas, si se quiere (como es necesa- rio) permanecer en el plano de la accién probabi "sacién probabilista significa que el éxito, dado el tipo de accién y dada la situacién, es probable. Por ejemplo, es muy alto el grado de probabilidad de que la observancia de las nor- mas elementales de la convivencia social sea coronada por el Gxito, Es posible fiarse aquf de la simple repeticién. Con igual probabilidad Ia repeticién llevaré al éxito en el manejo de Tos Ebjetos de uso, En las situaciones de la vida cotidiana més com- plicadas, cuando existen muchas posibilidades de eleccién, Ia Prubabilided sive. de vector de mds factores. Actuar sobre. la fase de la probabilidad en este tipo de_situaciones significa pctuar sobre la base de fundamentos suficientes, pero donde estdn unidos contenidos y motivos heterogéneos. Piénsese en la Gleceién del cényuge, Durante mucho tiempo esta eleccién ha Sido realizada sobre la base de Ia costumbre (en general no Gran los esposos los que elegian, sino sus padres). Era el uso {1 que establecia las familias de las que podian ser elegidos fa mujer o el marido. Sin embargo, la sola observancia de este uso no constitufa un sfundamento suficientes. Para obtener un buen matrimonio habia que tener también en cuenta otros fac: tores, incluso en un ambiente guiado por Ia tradicién, Era nece- farlo, por eiemplo, considerar si la joven era apta para engen- rar hijos sanos, si el estado financiero cra adecuado, etcétera. Cuanto mayor peso tiene la tradicién, tanto mds mumerosos son {os factores que entran en el «fundamento suficientes; y vice Nersa, cuanto mas se afirma la conviccién de que los matrimo- hnios no deben durar obligatoriamente toda la vida, menos fac- Tores con considerados, puesto que se considera también un Gaito. un matrimonio feliz. aunque de breve duracién. No Gbstante, por numerosos aule sean los factores que determinan ePfundamento suficiente de tales decisiones, éstas son tomadas 297 sis nbn lr de poh Oinaiepeer ea toe ated ee pile or de tomar cualquier decisién. Beene SEO concious i shsacn a i ee re ea Loaeherrinager greeters erage guir el uso (el habito) para tener un indicador adecuado en el eget ona ie eg oh ee ro See ines ee valde eras fm coaster rele ae a a ae ra ea ee tne Zon ae oe oe ee ee ee tidianas una parte importante corresponde a la fe, que es acom- pice wm pes ionomers a Se at ee ee ein Se pales OF cate aes a a ae ee a soley is concen 0 ener i. ere: Ee ao LA IMITACION ee soa 7a acne oe cn es ee pera fe ne ee a eels ee aca ee 298 La imitacidn de acciones (el aprendizaje) La actividad imitativa es también notoria en el reino animal. La imitacién de acciones es también imitacién de actividades, ero en su especifica forma humana: en la accién, recordemos, objeto y motivacién son distintos y esto sélo es posible en el hombre. Si repetimos una palabra delante de un pavagayo hasta ue —por imitacién— la haya aprendido, su actividad continda siendo una imitacién de actividades por numerosas que sean estas palabras. Si decimos una palabra a un nifio y ésta Ia repite (por ejemplo, «mamés), al inicio puede ser solo imitacion de actividad, en cuanto que éi se apropia de la palabra «mamé> no como palabra, sino como un conjunto fonético. Pero apenas Ja palabra «mama» comienza a explicar una funcién signica uti lizable en varios contextos (emamé, ven», «mama tengo ham bre»), el nifio se ha apropiado del significado de la palabra y se puede hablar de apropiacién de accién. La imitacién verbal del nifio, por tanto, no se limita simplemente a la promumciacién de Ia palabra, sino que sirve también a un fin (separado); quiere asi obtener algo. En la apropiacién de Ia lengua la imitacién constituye solamente uno de los momentos, es una parte orgé nica de una creacion, al igual que en el aprendizaje de una me lodéa. No es necesario insistir en Ia importancia de ta imitacién de acciones en Ta apropiacién de la vida cotidiana. Pero hay ‘ue poner de relfeve un aspectu. En las esferas del mundo de los usos y del Ienguaje —es decir, en aquellos tipos de accién y de pensamiento guiados por los’ usos y la lengua la imita: ‘cién de acciones raramente aparece aislada; en general consti: tuye una parte 0 momento de la imitacién de un coniunto de comportamiento. Cuando un nifio va a la escuela encuentra a aleuien que Je muestra cémo debe alzar la mano cuando quiere decir alao, dénde debe poner los libros y los cuadernos; pero el nifio imitard estas formas de accién como parte de la apropia- ‘én de Ins normas generales del comportamiento de tn eesco- lars. Por el contrario. es muy importante ta imitacién de accio- nes aisladas en ta esfera det mundo objetual, tanto para el uso como para Ia produccién de objetos. Cuando aprendemos a en cender 1a luz, no imitamos Ios actos necesarios para mover el interruptor como parte de un tivo de accién de comportamiento. Cuando el tornero muestra al aprendiz determinados actos rela: tivos a su trabajo. éste intentard imitarlos tal como los ha visto ciecutar al overario. también de un modo relativamente inde. pendiente de un coniunto de comportamiento. El soldado imita ‘a quien Te ensefia a anuntar, pero no como si éste apuntar fuese luna parte del comportamiento del soldado: la imitacién de los eestos tiene Iusar también en este caso de un modo relativa: mente independiente de la imitacién de un comportamiento. 299 En este contexto son necesarias algunas palabras sobre el aprendizaje. Pero no tenemos la intencién de ofrecer una teoria unitaria del aprendizaje: es tarea ésta de la psicologia, y ade- ‘més no creemos que una teorfa unitaria sea correcta. El apren- dizaje depende en gran parte de qué se aprende. Sin embargo, muy en general se puede decir que la invencidn (comprender y resolver problemas nuevos) y la repeticién conscientemente in- tencionada tienen la funcién decisiva. En la accién consciente- mente repetida se apunta al objetivo, se abrevia el proceso men- tal, se transforman determinados procesos mentales inventivos ‘en’ procesos repetitivos, etc. En el aprendizaje humano la imita- cién de acciones tienen una parte subordinada, aunque no se puede negar su presencia. Sin embargo, no por casualidad ha- blamos de aprendizaje precisamente en este punto. El hecho es que en dos momentos de la objetivacién genérica ensi —en Ia manipulacién de los objetos y medios, y en los usos— ésta posee una parte notablemente mAs importante que los otros tipos de aprendizaje. El aprendizaje de los particulares, concretos procesos de tra: bajo, tiene lugar a través de una imitacién plenamente cons- ciente, paralelamente a la repeticién (ejercicio). La imitacién del comportamiento Entre los tipos de imitacién usuales en la vide cotidiana, Ta imitacién de los modos de comportamiento ocupa un lugar’ de primer plano. Esta no se limita a determinados usos, sino que comprende unos 0 mis tipos de conducta complejos. El fend- meno en sociologia es denominado «imitacién del rol» 0 «apro- Piacién del rol». Pero nosotros no usamos el término «rob» en €l sentido anodino de los estereotipos de comportamiento, sino ‘cuando nos enfrentamos con sus formas cristalizadas en clichés, fen modelos.” Por esta raz6n en el curso del razonamiento sobre este fendmeno evitaremos el concepto de rol. Pero Ta apropiacién de los tipos de conducta, de los esterco- tipos de comportamiento, no se verifica solamente a través de ‘imitacién, Las solicitaciones mediante el Ienguaje (adverten cias morales, preguntas) son también importantes en Ja guia de Ia apropiacién, Sin embargo, la gufa a través de las palabras no es munca independiente de la invitacién (presentacién) del ejemplo, del modelo, puesto que hace también de motivacién de Ja imitacién. Cuando explicamos a un nifio cémo se debe com: portar en una determinada circunstancia, afiadimos (si pode- 27, Sobre este punto véase, mis extensamente, A. Heist, Historlay vida cotidiana, Bareelons, Ed. Grialbo, 197, pp. Tv 86. (+De os. prejuicion) ¥ 13 y s8, (Sabre Tos roles). 300 ; «Mira lo que hace fulano 0 mengano, y haz lo mismo.» Pero la imitacion funciona tambien sin este tipo de guia verbal: es suscitada por Ja simple necesidad de saberse «mover» en el ambiente. Un niio apenas legado a un colegio imita 1o que ha- cen, 1os santiguos», y evita as{ los equivocos mis graves y las catdstrofes de la vida cotidiana. Con Ja imitacién del comportamiento, el particular (de un modo distinto que en la pura imitacion de acciones) se apropia siempre de un comportamiento dotado de un contenido de valor conereto y socialmente significative y de una carga més o me- nos ideoldgica: es decir, asume su propia conducta bajo modos de comportamiento que poseen un contenido de valor social y lun alcance ideolégico. Cuando un nifio se comporta por imitar al padre de una forma grosera con los criados negros (conscien- femente 0 no) se apropia de un prejuicio social. Si un nifio, por el contrario, siempre bajo la impronta del padre, trata a los criados como hombres iguales a él, se apropia también de un comportamiento con significado social: el rechazo del prejuicio, En las épocas historicas, en los ambientes y en los periodos de Ja vida en los que el particular, a propésito de un determi. nado aspecto, encuentra un solo género de comportamiento, el hecho de que lo imite no dice nada sobre su nivel moral. Si, pon- ‘gamos por caso, los dos nifios citados han observado tinicamente Ja actitud de su padre hacia los negros, es posible que més tarde, enfrentados con otros tipos de comportamiento, se aver- giiencen del propio y que el primero se atrepicnta de haber observado de nifo un mal comportamiento, y el segundo uno bueno. Cuanto més numerosos son los modos’ de comportamiento con los que el particular se enfrenta para un determinado as- ecto, tanto mayor es Ia posibilidad de eleccién de lo que debe imitar, qué comportamiento debe asumir como modelo: es de- cir, en mayor medida 1a imitacién del tipo de conducta y su contenido concreto se convierten en una cuestién moral, Sin embargo, hay que recordar que no existe un hombre en’ esta tierra —y no hablamos sélo de los nifios, sino también de los adultos— de cuya apropiacién y de cuyo ejercicio de un com- Portamiento esté totalmente excluida la imitacién (con o sin eleccién). El caricter de las relaciones sociales fija en gran parte a 4ué tipo (més amplio o mas restringido) de complejos se refiere (0 puede referirse) la imitacién del comportamiento, Existe una Telacién directa entre la densidad y Ia intensidad de los siste- ‘mas de usos particulares y 1a amplitud, la universalidad de los tipos de comportamiento, Pero incluso cuando los tipos de con- ducta forman un blogue casi unitario, este complejo se verifica Por la homogeneizacién de diversas unidades concretas de com- Portamiento. La conducta del noble frente al rey, de las muje- res, de los criados, etc, es homogeneizada en el denominado 301 comportamiento aristocratico; en la imitacién se intentaré al canzar este ultimo, pero esto s6lo seré posible apropiindose conjuntamente de todos aquellos tipos de conducta. Solamente con la sociedad burguesa se observa el fenémeuo tipico segiin el cual los tipos de conducta heterogéneos, los estereotipos de comportamiento ya no forman una sintesis, sino que se yuxta- ponen coexistiendo de un modo relativamente independiente el ‘uno del otro. Es en este marco donde los estereotipos de com- portamiento cristalizan en roles. La imitacién evocativa aircon csc pe de nttn ge ph acy pep loafer SEE Lace eel saan le ee el a ae el ae Sie a oe be er eels as ele ete ge seu ee ee ee es aires ee cae gee mae nee aie oe conte coe en es fre emacs ee Se, cata itn lo ml ree er ttierd face te onions Semen Ea omy icin pace me fee ae cet ee | De Ta imitacién evocative habla extensamente Lukes en Ios captuls ein Extéea sobre la mime woe LA ANALOGIA Em Ja analogia estén también contenidos algunos momentos de ia imitacion. Pero mientras que en la imitaciou un contexto, ‘un comportamiento, un acto existente inducen a producir exac. Famente la misma cosa, la analogia, por el contrario, lleva a pro- Gueir algo similar. La anaiogia juega un papel de primer plano en el desarrollo estructural de la objetivacton generica enst, y fen tales y tantos aspectos que aqui sélo podemos examinar ak ‘unos, y por afiadidura de un modo incompleto y casual. En el mundo de los medios objetuales la analogia es impor- tante tanto para la produccién de nuevos objetos como para stt uso, Durante el largo (no el primerisimo) periodo de «inven- idm» de los medios de produccién el hilo conductor fue la ana- logia con las funciones del organismo humano y, mas en general, con el natural, Se intenté transmitir las funciones del puiio, de la ui o del diente canino a los utensilios, fabricando. estos Uiltimos en analogia con los caracteres funcionalmente impor. tantes de aquéllos. Marx indica esta tendencia incluso en algunos tipos de magquinas del periodo de a revolucién industrial. Las primeras ideas (y las primeras tentativas pricticas) del aero- Plano estaban basadas en la analogia con el vuelo de los pAjaros: Se pensaba en maquinas con alas moviles. Luego este tipo de analogia fue disminuyendo en importancia con la desantropo- morfizacién de la técnica y especialmente con el predominio en ella de la ciencia, Solamente el arte vuelve a representar el objeto mecnico de un modo analdgico y antropologizado, pero un plano superior. ‘Ademds los productos intencionados tienden a la analogi ‘con los precedentes: la convencién social impulsa en este sen- tido. En sus inicios Jos recipientes de materias plisticas no fue. Ton mas que imitaciones del cristal y de la porcelana; sélo mas tarde se ha desarroliado un estilo auténomo del plistico. Sélo Ia moderna industria consumista, fuertemente manipuladora, es capaz de hacer Ia competencia a esta necesidad de analogia. En lo referente al uso de los objetos, la analogia opera te- niendo presente la funcién concreta. Si no tenemos a mano pre- cisamente el clavo que necesitamos, cogemos tno similar; si no tenemos un vaso bebemos de un récipiente que cumpla la fun cién de un modo andlogo. La presencia determinante de la analogia en el lenguaje es bastante conocida. Saussure la considera directamente el medio ccapaz de eliminar Ja casualidad lingiistica. Las palabras extram Jeras son asimiladas en una lengua en base a la analogia; y la ‘analogia se 1a encuentra por todas partes, desde Ia formacién de los modos verbales hasta la armonia vocal de los prefijos. Los sentidos desplazados nacen también por esta via (pata de Ia ‘mesa, pie de la montafia, «encender» la luz eléctrica, etoétera). 303 Como se desprende de estos ejemplos, 1a analogia linglif tica nos revela también otra cosa, a saber, ef caracter general analogico del pensamiento cotidiano. Frente a nuevas conexio- nes, en el pensamiento cotidiano nos apoyamos en las viejas. Y es esta apoyatura la que nos ayuda a alcanzar nuevos conoci- mientos, aunque mis tarde se haga superflua. Hemos recordado ‘a menudo que la imagen cotidiana de la naturaleza (al igual que Ja imagen religiosa del mundo) se basa en Ia analogia y que ha sido necesario un largo proceso de desantropomortizacién para ‘que fuese climinada (al menos tendencialmente) del mundo con- ceptual de las ciencias naturales. Aunque una analogia contro- Jada —consciente, metodol6gica— (el modelo) es siempre indis- pensable. Esto es vilido en lo referente a la imagen del mundo de las clas naturales; las ciencias sociales, por el contrario, estan hoy completamente entretejidas de analogias (en primer lugar Jas ciencias histéricas). Mas que iluminar el nexo entre el ser- asi de las formaciones o de los hechos y el proceso historico, incluso hoy se nos remite frecuentemente a la analogia (pién- ssese en los innumerables andlisis en los que la victoria politica de Stalin sobre Ia oposicién ha sido parangonada con el ‘Termi- dor o con el bonapartismo). En este dmbito la fuerza del pensa- miento cotidiano es enorme. Un signo de Ja naturaleza analégica del pensamiento coti- Giano es que sus conceptos 0 al menos una gran parte de ellos son de naturaleza tipologica: designan lo que es andiogu desde €l Angulo visual del pensamiento cotidiano. Este fenémeno lo encontramos (entre otros) en el frecuente equivoco de las pala: bras con que es clasificado Io que es «andlogo». El concepto de «pequefioburgués», por ejemplo, se basa en una analogia vista desde un cierto ngulo pragmatico (0 desde varios éngulos pragmndticos) y fuertemente cargada de afectividad. Lo mismo puede decirse de Ia palabra «soldado» (gqué significa «soldado de la paz»?). Observamos que Ja investigacién social (y ante todo Ia filo- sofia) ya en la Antigiicdad habfa declarado la guerra al pen: samiento analégico, sobre todo en el estudio de los hechos sociales. Platén afitma incluso que a filosofia comienza con la maravilla, y cqué es la maravilla, sino el maravillarse del ser- asi del fenidmeno, la suspension de la analogia? Considera qué es verdaderamente lo que ti ves, antes de decir que es «preci: samente como»: he aqui la maravilla como base del pensamiento filoséfico, (Otro asunto es que precisamente la filosofia de Pla 1t6n esté plagada de las analogias mas diversas.) En cuanto a los ‘conceptos tipoldgicos, la batalla contra ellos fue emprendida por Aristételes, La capacidad aristotélica de distinguir, refinada en ‘andlisis cientificos, no tiene otro significado que’ la edescom- 304 postcidn» de los conceptos cotidianos, la separacién de las cosas fndlogas en base a sus diferencias, donde las. expresiones de 3a vida coidiana se covirten en thnnnstenicoy (en buen sentido) con un significado definido (y ya analdgicamente con. sent ig (ya analdgicamente con Pero sobre la naturaleza analégica del pensamiento cotidiano seria necesario un estudio exprofeso; aguf deberemos Limitarnos a decir alguna cosa més sobre Ia analogia en ef mundo de los 10s, Entre tanto podemos observar que todos los uses validos para cl conjunto de la sociedad (y casi todos los usos condicio- hnados) surgen sobre una base anologica, Usos de este tipo no pueden ser sinventados». Por el contrario, una vez que existen, bueden alejarse de Ia objetivacion en. afalogia a’ 1a cual han Surgido; entonces se mueven auténomamente ¥, por analogia con. sigo mismos (0 por ampliar su propia funcioa), producen nucvas ramiicaciones. El ritual cristiano ante el altar” puede tambien hhaber nacido, por ejemplo, en base al rito del sacrticio romano ante el ara. Sin embargo, primero la comunidad especifica que lo ejercia y luego las nuevas telaciones sociales han cambied ampliamente, enriquecido, dilatado las. formas coneretas.y el ejercicio de este ritual, (Existe toda tna literatura especializada Sobre los precedentes ‘de cada ‘ritual cristiano, sobre los. ritos en base a los cuales 0 a partir de los que cade uno de ellos se ha originado. Pero, en cada caso, todos se han alejado de Ia forma originaria.) Con esto no queremos afirmar que no existe nada nuevo bajo el ca, sino simplemente que cada hecho auto, {nctuidos tos ideoldgicos, es incorporado sobre un base analogica en esquemas de usos, precisamente para divulgar lo nuevo, Marx observa que los jacobinos divulgaron su lucha de clases, bur. guesa de-arriba abajo, bajo los ropajes de la romanidad y que Incluso Napoleén denomind «consulador e\simperion a su nueva fora’ de gobiemo, que no feta modelo en i historia. abemos, acemés, que en la vida cotidiana el pensamiento Ja actividad forman ‘una unidad indisoluble de un modo abso. Ito por To que afecta a la apropiacign de las objetivaciones ge- néricas enh, sdlo como tendencia en otros casos. Y nuestra actividad cotidiana esta conducida sobre todo. por analogias. Cuando en una cierta coyuntura debo tomar una decision, 10 hare en la mayoria de los casos operando esponténenmente tuna analogia, es decir, subsumiendo el caso especiico bajo un caso tipico corriente y tomando fa decisién que usualmente Se toma en aquel caso tipico.” (Repetimos que esto sucede en general e_un modo itreflesivo, esponténeamente) Lo mismo ‘ocurre cuando ‘debo emitir un juicio sobre una persona o sobre un 2, Subsunclén y analogs, que en Ia clencla eatin netamente separadas, en fl pensamiento cotidiano aparecen normalmente sides. La mayoria dela’ ve fes'ln subsuncién esth mediags por analogies 305 Hos 144. 20 caso, Subsumo la persona o el caso bajo el correspondiente tipo analogico y aplico, por tanto, la norma, el modo de juzgar, la ‘opinion (socialmente vigentes y aceptados por mi) «que le co- rrespondens, En este caso el pensamiento (praxis) intuitivo y repetitive operan una vez mas simultdneamente: por medio de la praxis intuitiva yo «sé» donde esté situada la cuestién, por medio de la praxis repetitiva tomo la medida (tomo la decisién, emito el juicio). Instituir analogias es, por tanto, absolutamente necesario para actuar de un modo econdmico en Ia vida cotidiana (también juzgar es actuar). Pero existe una subforma de analogia —también usual en la vida cotidiana— en la que la tendencia econémica no se resuelve fen ahorro de tiempo, en velocidad de decisién sino que apunta, por el contrario, a la seguridad. Interviene aqui ya la refle: xin, Estamos hablando de la referencia a los «precedentes». Cuando en una situacién quiero decidir (cémo actuar o juzgar), busco puntos de referencia, Estos puntos de referencia son los ca- sos andlogos al caso en cuestidn. Las decisiones tomadas en casos andlogos servirén de modelo y yo, por tanto, configuraré mi decisién actual de un modo andlogo. La referencia a los «precedentes» quiere ser también un des- cargo, en cuanto que, con el crecimiento —aunque ilusorio— de la seguridad de la decisién disminuye el sentido de la responsa- bilidad y se hace mas facil Ia decision misma. Pero hay que subrayar Ia ilusoriedad de la seguridad. Dado que, de hecho, la decién basada en. los precedentes no es praxis repetitiva, {que sirve para edescargar» la praxis intuitiva e inventiva, con posibles errores ain mas numerosos respecto del serasi que en las otras formas de analogia. En las distintas épocas histéricas ha cambiado el papel de Jos precedentes, que son mas importantes en las comunidades naturales y menos en las sociedades «puras». Se detecta también examinando el sistema jurfdico. En la Antigiiedad solamente el derecho romano revolucionado se aparté de la estructura cons- truida sobre el precedente; en la moderna sociedad burguesa hha sido el Cédigo de Napoleén el que ha roto definitivamente Jos vineulos con el derecho medieval. El mismo proceso se veri fica en la fijacién de un ideal y en el juicio sobre una situacién politica. El ideal, el modelo, es también por su naturaleza un precedente relative a un comportamiento humano: para Alejan- Gro Magno era Aquiles. Cuanto mas dinémica es una sociedad, tanto menor es la funcién constructiva de estos ideales. El dina mismo restringe el valor del precedente, en cuanto hilo conduc: tor, incluso en las decisiones politicas. Con la aparicién de la ‘sociedad burguesa, entre el serasi de las situaciones particulares y el de las situaciones precedentes existe una diferencia mucho Inds grande que la que existia en las sociedades orientadas hacia el pasado, Quien en la actualidad juzga (o analiza) con el mé- 306 todo de los «precedentes», se confia a una falsa conciencia: este mndtodo silo ‘ores ua pseudoseguridad « ipde el conc into concreto tendente a una seguridad efectiva, relativamente creciente, * ‘Wa, rela " LA HIPERGENERALIZACION Tanto en la imitactén del comportamiento como en ta decisi sobre la base de la analogin eal como tambien en in apreciacion de Tos precedentes nos encotiramos con el fendmeno de ls hiper senaralicaion. Es evidente que subsuimiendo eapontancament th cis oro aslogo geerlaor i seu el ue) de muc TO cA80, PUESIO Gue aplicamos a ete las Nowa, peneraen a rrientes. De este modo podemos conseguir —cosa que a menudo 40 depende de nosotros, ino del caso determinado—-que ef asunio Tesulf eliguidado», es decir, satisacemos las exigencas dein vida ¥ del pensamiento cotdiano relaivas al easo eonereto, Pero caste do en'lon casos que se presentan prevalece el elemento singular especlfieo, cuando nos enfrentamos con un fenomend, nuevo, la generalizacon conduee a un talamiento aprosimanvo deta age ira’ y inlay enndo se conser como norma inept Tos fracasosy ls eatstrofes de ln Vda cotidiana” Cuaido aparece este tratamiento aproximativo de la siogularided que etna inevitable que ene curso dela pranis'y del poneamionto roped vo surjan tales generalizciones exageradas! por fo cual com fean_penuchas 0" grandes, (El pensaimicnto Iiulive aetde de contapeso) ero para comprender mejor Ia problematica de In hipergene ralizcion, debemos preguntarnos de donde tomamos tor hibion, Tos tipos, las normas de aecion bao los cuslessubsomimos crpon téneamente cl hecho singular” Muchos los tomames simplemente Y se trata, por tanto, de datos que presedon sla experienc del Particular’ Los definiremos come normas, tips ¥ jucios procons Bor Lokal no signin ge po hayes tn munca clas personales af respecto (Io que es perectamente Dost sino solamente: que eruadramoy siempre las enpeencies personales en tales csquemas sin. poderlos ampliar 9 ef Parte Cambiar o revisar, De este mod aparece un lip sacl de accion (Y pensamiento) que, au slendo.pstcoldpteamenie activo, on Plano del conocimienio'y de la moral es plstvo Blase de govmae, tiposy jueios como daios preconsttuides la union de ln sett dad psicolépiea con Ia pasividad cognosctiva y tica- consitye el pilar de la hipergeneralizacién. - 307 Pero llegados a este punto se plantea la siguiente pregunta: glrente a qué decimos que la generalizacién es exagerada? De hecho no esta excluido que la subsuncién se realice bajo un tipo preexistente, que este género de juicio o de modo de actuar sea suficiente para la vida cotidiana, y que, por tanto, rio conduzca —y seguramente no lleva en-seguidd— a la catéstrofe. Y también: por cesta via es posible ademés tener por un cierto periodo —a menudo incluso durante toda la vida—una vida cotidiana correcta, es decir, cs posibie que el particular consiga conservarse en un determinado ambiente. Sin embargo, dado que de este modo se hacen imposi- bles nuevos conocimientos e impedida la decision moral individual, ‘0 sea la fronesis (de la que hemos hablado extensamente en la segunda parte de este volumen), lo que no puede tener lugar es el desarrollo del particular como’ personalidad. Y esto pudee crear problemas no sélo en el plano ético —como mostraremos mas adelante, sino también en Ia conducta de la vida cotidiana. Sur girdn problemas apenas el particular se encuentre en situaciones imprevistas, inesperadas, 0 porque cambien las circunstancias so- ciales 0 su condicién personal. En tales casos proceder sobre 1a bese de juicios preconstituidos puede conducir a resultados fatales para el particular incluso considerando solamente su simple con- servacién en la vida cotidiana, Por ello dijimos que la subsuncién por si sola a veces no conduce a la catistrofe e incluso no con- Guce nunca pero que puede producirla si la critica prictica al comportamiento cristalizado del particular es dificil, Mas fre- Cuente que la historia de Robinson Crusoe es que el particular en una situacién totalmente nueva sea incapaz de orientarsc, y ‘dado que Ja pura subsuncién ya no es funcional, se rinde y se hhunde (pignsese en la suerte de la mayor parte de los descla- sados), La decisién u opinién hipergeneralizada sobre la base de tipos y juicios preconstituidos cumple una doble funcién en la vida cotidiana. Por un lado es indispensable ¢ inevitable para la eco- omia en la conducta de la vida cotidiana, Cuando no se tienen ‘experiencias personales, en la vida cotidiana no se puede actuar de otro modo (mientras que en la ciencia si): en el marco de Ia vida cotidiana ia simple subsuncién de las experiencias en ge neral es «adecuada». Sin embargo, la vida cotidiana requiere tam- bien una modificacién (de dimensiones y a un nivel distinto) y a veces incluso la suspensién préctica de los tipos y juicios precons- tituidos cofientes. Si esto no sucediese, no podrian acumularse en Ia vida cotidiana las nuevas experiencias que son necesarias para el desarrollo de la produccién y de la sociedad, y ademas para que nazea y se desarrolle la ciencia. La superactén de la hipergeneralizacidn de tos juicios preconstituidos es, por tanto, (segiin los casos particulares) un interés social (y no solamente relative al particular) al menos tanto como la prdctica generali- 308 zada de la subsuncién. (Pero esto no solamente es vilido para la vida cotidiana, sino también —e incluso mas— para esferas como Por ejemplo el derecho y la politica. Pero la cuestién queda al margen de nuestro actual campo de investigacién.) ‘Cuando 1a hipergeneralizacién basada en juicios y tipos pre- constituidos respecto del mundo de los objetos constituye un fenémeno general en una sociedad, elio conduce a una esp. de estancamiento técnico. Valen como ejemplo determinadas cul- turas animistas, en las cuales las normas de la actividad de tra: bajo estin prescritas de un modo tan riguroso y estin tan sobre cargadas de ritos que s6lo se hace posible Ja pura subsunciéa, por lo cual el desarrollo de las fuerzas productivas resulta impedido a nivel ideolégico. Es cierto que en tal caso la hipergeneralizacion no es Ia causa, sino simplemente la mediadora ideoldgica. Dada la rigider de la sociedad, y sobre todo de la division social del tra- bajo, la praxis puramente repetitiva (basada en normas preconsti tuidas) se generaliza de tal modo en cada zona de la produccién, de Ja distribucién y del intercambio, que a partir de un cierto unto se hace imposible cl desarroilo de Ia misma sociedad (modo de produccién asidtico). Cuando se considera Ia cuestién desde el punto de vista del particular, puede decirse solamente que la hipergeneralizacién respecto al mundo de los objetos conduce como méximo al fracaso personal del particular. Por el contrario, la hipergeneralizacién por parte del particu. lar respecto de las normas, opiniones y juicios sociales contiene también un momento ético especifiea (y quia aunbien politico)” La accidn exitosa desde el punto de vista de la vida cotidiana puede estar en contraste neto con lo que tiene valor moral (0 al menos puede ser diferente). Si acepto las normas y los juicios de mi sociedad (clase), considero sus usos particulares como estructa- ras absolutas y subsumo espontiineamente todas mis experiencias a tales normas y juicios, es ciertamente posible, incluso es proba- ble que consiga moverme éptimamente en mi ambiente, que pro- ceda correctamente desde el punto de vista de la vida cotidiana, que consiga permanecer a flote en este ambiente e incluso obte- niendo éxitos, y que evite Ias catdstrofes. Pero estas normas ¥ estos usos pueden contener también contradicciones morales ob- jetivas, e incluso desvalores, de tal modo que Ja soluciéa respecto al contenido moral en acciones particulares puede entrar en con- tradiecién con a prictica de la simple subsuncién. Lo que es ticularmente frecuente en cl perfodo de decadencia de ciertas inte graciones o clases, cuando Jos usos se han eristalizado en conven- jones. En tal caso los juicios preconstituides se convierten en prejuicios, que las experiencias no consiguen corregir o eliminar porque existe un interés afectivo (pero no tinicamente sentimental) Mi Of. A. Hausn, Térsadand szerep €8 elidel, op. ett 309 hacia ellos: piénsese en el conformismo 0 en los prejuicios reli: giosos, raciales, etc. Un juicio preconstituido slo puede ser eliminado, en cuanto prejuicio, cuando es objetivamente posible corregirlo, cuando Ia sociedad posee ya o al menos son configurables en ella otras sgeneralizaciones mas adecuadas a las experiencias, a lo nuevo, aunque los representantes del juicio preconstituido se resistan a ‘estas generalizaciones mas adecuadas. Nos referimos a las nuevas normas sociales y a los nuevos usos, pero también a las con- quistas cientificas. Evidentemente, los juicios preconstituidos y los prejuicios no existen sélo en Ia vida cotidiana, Sin embargo, cuando se actiia fen base a juicios derivados de’ prejuicios, se est igualmente fuera de la esfera de las objetivaciones genéricas para-si, en cuanto ‘que falta Ia libertad de movimiento que en tal esfera es indis- pensable. Un artista o un cientifico que en su trabajo (y no en su vida privada, aqui irrelevante) se deje guiar por prejuicios, se halla fuera del dominio del arte 0 de Ia ciencia, aunque en la vida cotidiana consiga afirmarse muy bien (quizd precisamente en virtud de sus prejuicios). La esfera de la economfa se encuentra a este respecto en una posicién histéricamente variable. En las sociedades guiadas por la tradicién los juicios preconstituidos (los uusos, los tipos de conocimiento, etc. tradicionales) bastan para orientarse en esta esfera. En la sociedad burguesa, por el con- trario, con su infinito desarrollo productivo, con la produccién por la produccién y con la compctencia capitalista, permanecer atadas a juicios preconstituides en cuanto prejuicios seria fatal (para las personas particulares siempre, pero a veces incluso para sociedades enteras) también en la esfera de la economia. De ahi —anngue no solamente de ah{— el apasionamiento con que la bur. guesfa en ascenso fustiga los prejuicios, EL TRATAMIENTO APROXIMATIVO DE LA SINGULARIDAD Examinemos ahora més atentamente qué significa que Ia es: tructura de fondo de la vida cotidiana conduce a un tratamiento aproximativo de la singularidad (del fenémeno tinico). Observemos ante todo que, una vez més, nos encontramos con una categoria extremadamente heterogénea, por lo cual —como en otras casos— sdlo tomaremos en consideracién algunos puntos, corriendo el riesgo de la casualidad. Aceptemos ademas que el tratamiento aproximativo de Ia singularidad deriva en todas sus formas principalmente de la esfera de las objetivaciones gené- ricas ensi, Cuando en la vida cotidiana operan las objetivaciones Sricas para-si o cuando surge una relacién consciente con esta genericidad, el tratamiento aproximativo de la singularidad va disminuyendo proporcionalmente a la funcién o a Ta relacién hasta desaparecer. Trataremos este problema dividiéndolo en dos partes (a su vez también heterogéneas). En la primera tomaremos en consideracién cémo y hasta qué punto la particularidad (el hombre particular) puede expresarse en su concrecién y cualidad dentro de Ia estruc- tura de la vida cotidiana, En Ia segunda analizaremos el modo ‘mediante el cual el hombre consigue captar en el mundo existente fuera de él la cualidad especifica del caso singular, del aconteci- miento singular, de la cosa singular. La expresabilidad de to singular El lenguaje, por su naturaleza, generaliza; es incapaz de ex presar adecuadamente los hechos interiores (percepciones, senti- mientos, sensaciones) del sujeto: esto ha sido analizado hasta la saciedad por la lingiifstica. Hemos visto brevemente un aspecto de este fenémeno al hablar de la homogeneizacién linglistica, Afrontaremos ahora el nticleo racional del problema, Es indudable que, por ejemplo, un sentimiento concreto ex: presado en conceptos cotidianos no puede ser expresado mediante tales conceptos en su concreto serasf. Un ejemplo palmario: ‘se prucban tantos sentimientos de amistad como amigos se tena, Sin embargo, refiriendose a todos estos amigos no se consigue mas que hablar de un esentimiento de amistad», No se trata ni de un caso aislado, ni de una prueba de la «incognoscibili dad» del alma, sino simplemente de una forma del tratamiento aproximativo de Ia particularidad como se experimenta en la vida 1a, La inexpresabilidad del ser.as{ de los sentimientos me- inte el sistema conceptual cotidiano no implica en absoluto la incognoscibilidad de éstos. (Si ésta existe, es por otros motivos. Podemos imaginarnos un lenguaje capaz de reproducir el ser.ast; pero si Ios particulares no estuviesen dispuestos a servirse de este lenguaje, se daria igualmente la incognoscibilidad.) Wittgenstein, dice con razén que se puede expresar adecuadamente Io «interior», pero no solamente con el lenauaje, y ni siquiera con Ia descripcién (1a forma cotidiana de la mimesis), sino mas bien con el compor- tamiento: mediante el modo concreto de comportarse, donde las palabras —como actos— son simplemente momentos (aunque necesarios): «Los criterios de verdad de la admisién segin la cual yo habia pensado esta cosa asf y asi, no son los criterios de a descripcidn conforme a verdades de un proceso. Y la importan- cia de la aceptacién verdadera no consiste en el hecho de que reproduce con seguridad y correctamente un proceso. Consiste mas bien en las consecuencias particulares que se pueden sacar aul de una aceptacién, cuya verdad esté garantizada por los criterios. particulares de la veracidad.»™ ‘Que Ia expresién de sentimiento o pensamientos privados me- diante el lenguaje cotidiano sea inadecuada, no es, por tanto, un «defecto» a eliminar. El Ienguaje sélo cs utilizable (y es len- guaje) porque —entre otras cosas— en este caso es 0 puede ser inadecuado. Solamente en una esfera diversa del lenguaje, es éste capaz de expresar adecuadamente (con Ia mediacién de esta esfe- ra) el estado subjetivo efectivo del particular, y en tal caso la expresién es realmente adecuada. Wittgenstein cita 1a comunica- cin mediada por el comportamient moral. En este caso son el comportamiento y Ia moralidad, tal como se expresan, los que in In autenticidad y el ‘contenido de verdad de las pa- labras, Ios que comprucban la adecuabilidad de la asercién y de las palabras. Pero se podria poner también otro ejemplo: el len- guaje poético (es decir, mediado por el arte) es capaz de algo que tl Ienguaje cotidiano no sabe hacer: esté en condiciones de ex- presar adecuadamente mediante palabras sentimientos y pensa- ‘mientos singulares. EI mundo de los usos puede ser mencionado como ejemplo también concluyente. Sabemos que Ia sola observancia de los 1usos elementales de la sociedad nada nos dice sobre el particular fen cuestién, Y sabemos también cémo, por el contrario, Ia inten: sidad con que son seguidos (0 refutados) los sos particulares nos ilumina ya sobre la singularidad del particular. Pero una vez mis nos cneontramos con que esté actuando una relacién diverea del mundo de los usos (de la objetivacién ensi), esto es, de nuevo Ia moral. En la actividad del trabajo son generalizadas también algunas capacidades. Las demés para poderse objetivar, a causa de la divisién del trabajo, se transforman en determinadas capacidades especiales, Después, en el producto del trabajo, el particular que Jo ha originado desaparece; sino desaparece del todo, tenemos tun tipo intermedi entre trabajo y actividad artistica. Fin mente, Ins cosas son usadas también de un modo t{pico y no gular: ‘personas profundamente distintas evan zapatos similares. Tos hombres no consiguen casi nunca o con dificultad adaptar sus objetos de uso a su propia personalidad o a ciertos rasgos de ella. ¥ ésta no se revela ni siquiera en el uso de las cosas tini cas. Cuando Ia personalidad se expresa, ello tiene lugar —una vez més por mediacién de fa moral o de la concepeién del mundo— sobre todo en el gusto individual. Aquello que instituye una escala de importaneia entre los objetos de uso, lo que fija su lugar en Ta conducta cotidiana, etc., constituye el gusto, en el que se sin- tetizan Ta moral, Ia concepcién del mundo, Ia cultura y Ios usos. 31, L. Winrensteny, Pilosophische Untersuchungen, op. eit, segunda parte, p. Bi 312 Esto significa que la expresién (Ia expresabilidad) de Ia par- ticularidad en la vida cotidiana es ciertamente posible, pero no por medio de las objetivaciones genéricas en-si, sino en primer lugar por medio de objetivaciones heterogéneas enfrentadas a ellas. (De todos modos, donde la objetivacién genérica en-si hace de sistema de confrontacién.) La oferrabilidad de to singular De un modo totalmente andlogo es posible describir Ia capa- cidad de aferrar Ia singularidad, Bs sabido gue las. palabras no expresan la singularidad de las cosas, ni siquiera los nombres ropios. «Maria Garcia» no nos dice nada sobre Maria Garcia, a ‘menos que la conozcamos. «La mesa de Garcia» designa efectiva- mente un nico objeto, pero sélo nos lo podemos representar cuando ya hemos visto la mesa de Garcfa, slo cuando podemos visualizarlo. El lenguaje se sirve de medios que tienen la funcién specifica de expresar la relacién con lo singular; como justamé te dice Wittgenstein: «“Yo" no denomina ninguna persona, “aqu ningtin lugar, “esto” no es un nombre [...]. Los nombres son expli- cados a través de ellos.»™ La intencién de aferrar singularmente lo no perceptible (0 no percibido) se presenta ademas en la descripcidn (mimesis evocat- va, prearte) y en la definicidn (en el pensamiento precientifico). Sin embargo, ta singularidad es, por principio, inagotable, Su des. cripcién y definicién sélo puede ser adecuada y satisfactoria desde el punto de vista de un objetivo determinado 0 de una situacién. Es posible aplicar adecuadamente los usos y en su interior las costumbres morales, los estereotipos y las normas, el caso par ticular (a la decisién particular) por medio de la frénesis, Pero pre- cisamente la frénesis, como ya hemos puesto de relieve, no es ‘mas que una categoria moral, y una categoria moral que exige la aplicacién del pensamiento y’de Ia praxis intuitivos e inventivos. De modo que nos encontramos de nuevo més alld de la objet vacion genérica ensi. Toda decisién singular no simplemente de subsuncién contiene un momento moral o la intencién de conocer lo nuevo; ademés puede poseer también en sf una intencién politica (como sucede a menudo). Cuando es oportuno impulsar una revuelta, no se pueden tomar las decisiones sobre la base de la pura subsuncién: son necesarios los andlisis de la situacién y de las posibilidades, ade- més de las reflexiones morales y politicas. Se puede elegir la propia carrera en base a la subsuncién (por ejemplo: el segundo hijo de un noble emprende, siguiendo la tradicién, la carrera eclesidstica), pero en este caso se tiene precisamente un trata- 52. idem, pp. 1624168 313 miento aproximativo de la singularidad y se halla dentro de la esfera de la objetivacién genérica ensi. Si, por el contrario, la carrera no es establecida o no lo es necesariamente por la tradk ci6n, se tiene al menos Ia posibilidad de tomar en consideracién Ja singularidad: se tiene en cuenta el propio carécter y las aptitu- des, se intenta juzgarse a s{ mismos de un modo adecuado, exa- Ia situacién; de modo que entran también en juego aspec- tos morales (se debe establecer qué es més importante para no- sotros: si ganar mucho dinero 0 servir con abnegaciGn). Nos encontramos atin, como es evidente, en el plano de Ia accién probabilista, no hemos superado ni un centfmetro la esfera del pensamiento y de la praxis cotidianos. Sin embargo, procedemos teniendo ampliamente en cuenta la singularidad, en cuanto que nuestra motivacién no esté dada solamente por las normas de la objetivacién genérica en-si, sino también por sistemas norma- tivos extrafios a ell Hemos legado asi al término de nuestras consideraciones sobre Ja apropiacién de Ia estructura fundamental de la vida cotidiana, Resumiendo podemos decir que tal estructura, como tendencia, guia a toda persona que se mueva en Ia esfera de Ia vida coti- diana, Las objetivaciones genéricas en-si delimitan rfgidamente el marco de este proceso de apropiacién. Sin embargo, la estructura puede ser también corregida, en el interior de la relacién con este liltimo, en el dmbito de aquet marco, fo que efectivamente sucede. Pero en este caso las objetivaciones genéricas en-si son conducidas por factores extrafos. Estos factores heterogéneos pueden influenciar (modificar) 1a relacién con Ja estructura fundamental de la vida cotidiana en dos direceiones. Por una parte, como hemos visto, suspendiendo provisionalmente el pragmatismo, haciendo aparecer la actitud te6rica dentro de la esfera cotidiana (preciencia) y provocando €l anélisis de los «conceptos tipoldgicos» (basados en la analogia) para asi impulsarlos en la direccién de los conceptos cientificos. Por otra parte, esto puede tener lugar en cuanto la singularidad se aferra sobre la base de la genericidad, es decir, elaborando un comportamiento o una relacién artistica, pero sobre todo una relacién moral, una vez mds en el interior de Ia esfera de la vida cotidiana, Para captar Ia estructura de la vida cotidiana en su fotalidad, debemos examinarla ahora como fundamento de las objetivaciones genéricas paras. 34 Cuarta parte LOS GERMENES EN LA VIDA COTIDIANA DE LAS NECESIDADES Y DE LAS OBJETIVACIONES QUE SE DIRIGEN A LA GENERICIDAD PARA-SI El saber cotidiano Afrontaremos el problema del saber cotidiano' desde diver- sas vertientes. Em primer lugar consideraremos el contenido det ‘saber cotidiano, y por tanto, su cardeter antropotdgico. Luego nos reguntaremos qué significa «saber algo» en la vida cotidiana y finalmente examinaremos las formas en ias cuales se manifiestan las actitudes relativas a las objetivaciones para-si en el pensa- miento cotidiano. EL CONTENIDO DEL SABER COTIDIANO Entendemos mediante la expresién «contenido del saber co- tidiano» Ia suma de nuestros conocimientos sobre la realidad ‘que utilizamos de un modo efectivo en la vida cotidiana del modo mis heterogéneo (como guia para las acciones, como temas de conversacion, eteétera). EI saber Cotidiano es, por tanto, una categoria objetiva y al mismo tiempo normativa. Es objetiva en cuanto la suma del sa- ber cotidiano de una época, de un estrato social, de una integra: cidn, es relativamente independiente de lo que de tal saber se con- vierie en patrimonio de un solo sujeto. Es normativa en cuanto que, para que un estrato o integracién cumpla su funcién, es la to- talidad de tal estrato o integracién la que debe apropiarse de este saber cotidiano, Pero hay que apuntar algunas precisiones. En primer lugar debemos poner de relieve la existencia de un determinado mfnimo de saber cotidiano: la suma de los conocimientos que todo sujeto debe interiorizar para poder existir y moverse en su ambiente. Nos referimos al conocimiento de la lengua, de los usos elemen- tales, de los usos particulares y de las representaciones colectivas normiales en su ambiente, del uso de Ios medios ordinarios, etc. Hay que notar que segiin ias épocas y los estratos sociales no s6lo 1, La idea sepin ta. cual el saber cotidiano constituye el fundamento de todo’ saber ha sido discutida por ‘Gyiray Mérkus en un estudio (init) lieve por titulo Tuddsunk fundamentumea (El fundamento de nuestro saber) El for tene Intenclén de exponer esta Tea en un trabajo de mayor exverpadurs; por tania, Io que. agol se dice —relativo solamente a algunos aspectos dele RRtatidn ay que entenderlo solamente como entayo preliminar- 37 cambia el contenido de tales conocimientos, sino también su extensién. El minimo necesario para el habitante de una ciudad moderna es mayor que el necesario para un campesino medieval, Hemos recordado ya que Ia lectura y la escritura solo en nuestro siglo se han convertido en conocirnientos obligatorios. Sin em- argo, la suma de los conocimientos necesarios para el funciona. miento de la vida cotidiana en un. determinado periodo puede no ser poscida por cada sujeto, y la posibilidad de que todos Posean tal suma de conocimientos disminuye paralelamente al desarrotlo de la division del trabajo. Y esto no solo es vilido, como es obvio, para el conocimiento del proceso determinado de trabajo; la posiciéa de clase o de capa social implica tambi numerosos conocimientos y capacidades especificas. El campesino medieval no conocia las reglas de esgrima, pero por otra parte sabia prever el tiempo mirando el estado de las nubes. Ninguno de estos conocimientos se basa en Ia experiencia personal: son to- dos aprendidos. El viejo pastor transmite al joven los conocimicn- tos relatives a la conexién entre el tipo de nube y la Iluvia al igual que el maestro de esgrima ensefa al joven aristécraia las modalidades de su arte, De esta summa de conocimientos quedan climinadas, por et filtro del saber cotidiano, aquellas nociones que los particulares ya no necesitan a ningiin’nivel de la division del trabajo. Simultanea: mente el saber se enriquece con aquellas nociones necesarias a ‘cualquier estrato social para poder llevar adecuadamente su pro- pia vida, El conocimiento de las nuhes est hoy desapareciende; el saber sobre el tiempo —al menos en las ciudades— se obtiene del boletin metercoldgico. Por el contrario, la capacidad de vestirse adecuadamente y con gusto continia formando parte del saber cotidiano, aunque indudablemente estos conocimientos han sido ¥ continiian siendo patrimonio de aquellas personas que poscen a base material sin la cual no se puede ni siquiera pretender el conocimiento de tales cosas. En Ia actualidad este saber —a part de un cierto nivel— se esta haciendo cada vez mas general, Ci Gucir un automévil s6lo se ha convertido en un conocimiento 2 disposicién de todos a partir del momento en que ha comenzado Ja fabricacidn industrial de automéviles. Y se podrian continuar multiplicando los ejemplos. La obligatoriedad de los conocimientos cotidianos es también muy relativa. Como hemos dicho, existe un criterio miaimo gene- ral, Pero de ahi en adclante, la medida de Ia obligatoriedad varia segin el puesto en la divisién del trabajo. Las mujeres (hasta hhace poguisimo tiempo, e incluso hoy existe sobre este punto un cambio en realidad solo tedrico) debian apropiarse de conoci- mientos distintos de los de los hombres. No obstante, los conoci mientos obligatorios y los posibles divergen notablemente segtin cl lugar en Ia divisin det trabajo. En cuanto al contenido del saber cotidiano, «saber qué y 318 «saber cmos son igualmente importantes y a menudo incluso in- separabies el uno del otro. El «saber qué» es, tendencialmente, la preparacion del «saber como». Cuando Marx escribe que los hombres «no lo saben, pero lo hacen», no quiere decir que actuan sin saber «qué» hacen, sino que no ‘poseen un saber adecuado, genérico, paras (cientifico, filos6fico) sobre lo que hacen, 0 dicho en otras’palabras, que actiian con un saber cotidiano, El «saber qué» es, en el plano de la vida cotidiana, una preparacién para el «saber como» y, viceversa, el «saber cémo» es el estadio preli- minar del «saber qué». Dado que tendremos que volver a tratar del aspecto pragmatico del saber cotidiano, nos contentamos por el momento con poner de relieve esta identificacién tendencial. Sin embargo, en la vida cotidiana, en el seno de la estructura del pensamiento cotidiano, existe un «saber qué» absolutamente del todo libre de vertientes pragméticas —que forma parte inte- grante de la orientacién social del particular. Saber que Dios ha creado el mundo, no provoca acciones practicas de ningin género; pero sin este saber los hombres no pueden moverse ade- cuadamente en un ambiente cristiano. Tiene, sin embargo —me- diadamente— una relacién con una habilidad practica, aunque ésta no se deriva de aquel saber. Considerando el problema desde otro aspecto: el «saber como» es totalmente posible cuando el «saber qué> no existe ni siquiera en el plano del saber cotidiano, cuando la nocién cotidiana por si sola dice sobre la cosa, sobre el origen de la acciGn, mis de lo que el particular sabe efectiva: eQuign y qué son los portadores y los trimites de los conte- nidos del saber cotidiano, es decir, de nuestros conocimientos cotidianos? ¥ gcudles son los factores que determinan Ia miedida de la apropiacién de éstos por parte nuestra? Los portadores del saber cotidiano. El saber etransmitidon y el saber eafadido» Portaciores del contenidc del saber cotidiano —que puede ser muy distinto seguin los estratos y las clases— son los mismos hombres, las generaciones «adultas», El saber cotidiano de las generaciones adultas es el que hard de fundamento del saber co- tidiano de las generaciones sucesivas. Sin embargo, a este res- ecto, las proporciones entre las sociedades orientadas hacia el pasado y las orientadas hacia el futuro no son las mismas. Mien- tras que en las primeras el saber cotidiano se deriva cusi exclusi- ‘vamente del saber de las generaciones precedentes, las segundas estan caracterizadas por el cambio del saber cotidiano. El desatro- lo de Jos medios de produccién y el cambio de las relaciones sociales pueden ser tan rapidos que no slo las generaciones mas jovenes toman una parte de su saber de otras fueates, sino que 319 Jas mismas generaciones mis viejas estin obligadas a aprender de nuevo, a apropiarse de un nuevo saber cotidiano, No obstante, incluso en presencia de tal orientacién hacia el futuro, la ma.ersa prima del saber cotidiano es llevada y transmitida sobre todo por Jas generaciones precedentes, ‘Aungue todos sean portadores y mediadores del saber cotidia- no, en toda sociedad existen algunas personas prineipalmente apli- cadas a su transmisién. En muchas formaciones sociales el trans- mitir tal saber a las nuevas generaciones es tarea de los padres. En las sociedades naturales esta funcién corresponde a los ancia~ nos, que por su edad son los portadores de la mayor parte de las. experiencias sociales. En ambos casos las formas y los métodos de la transmisién pueden més 0 menos —en diversa medida segin las épocas— estar institucionalizados. En las comunidades rigida- mente religiosas los sacerdotes desarrollan también una funcioa analoga: recuérdese lo que hemos dicho, en la segunda parte, sobre el papel de la religién en Ia vida cotidiana, Un canal institu: cionalizado (socialmente cada vez més importante) de este saber ¢s Ja escuela, Desde la aparicién de la forma escrita y de Ia opi nién publica burguesa, la prensa ejerce también en parte tal fun- cidn, y en la actualidad participan en ella todos los medios de co- municacién de masas. A través de Ia radio y de la televisién sabe- ‘mos qué dieta es sana, cOmo se hace gimnasia, cudnto tiempo hay ‘que dormir, como comportarse correctamente en puiblico, etc.: co- sas todas que antes eran transmitidas oral y personalmente por Ine generaciones mis viejaa, Este nuevo modo parece muy dudoso en el plano de los resultados. El lado positive es que se hace te6- ricamente posible proponer a toda una sociedad el saber cotidia- no de un estrato relativamente culto (otro asunto es que los me- dios de comunicacién de masas no exploten tales posibilidades). El aspecto negativo es que estas comunicaciones munca apuntan hacia cl particular. Cuando un padre transmite el saber a su hijo, inclu- 0 transmitiendo una experiencia cognoscitiva general, a causa del contacto directo la adapta a la persona a la que se dirige. La radio y la televisién, por el contrario, hablan a cientos de miles de hom: bres, a masas impersonales, por lo cual no pueden ser adaptadas al particular ni el mismo saber ni la forma de su transmisién, Ademés, la superacién de los limites de clase en el marco de las formas de conocimiento permite privar a determinadas clases (en primer lugar a las explotadas) de su saber, que se deriva de sus necesidades y las expresa, sustituyendolo por un saber portador de las necesidades y de los intereses de otras clases. De modo que Jos medios de comunicacién de masas se convierten en medios mas (© menos eficaces de manipulacién, Como hemos dicho, las generaciones adultas constituyen el principal vehiculo del saber cotidiano, Sin embargo, es evidente que el saber de la generacién sucesiva, incluso en las sociedades orientadas hacia el pasado, no es exclusivamente el saber transmi- 300 tido, La suma del saber disminuiré 0 se acrecentaré segin las, nocesidades sociales de las respectivas generaciones. Nos hemos referido ya a su disminucién: tiene lugar cuando un determinado saber se hace superfiuo en el uso cotidiano. Su aumento es ali- ‘mentado por dos fuentes. La primera est4 constituida por las nuevas experiencias sociales que se derivan de las situaciones so- ciales nuevas, de las nuevas tareas, y que se depositan bajo la for- ma de saber cotidiano. Estas experiencias son transmitidas luego a las generaciones sucesivas de modo tradicional. La segunda fuente estd representada por los conocimientos que de ta esfera de las objetivaciones genericas parasi descienden a la vida coti- diana, donde son introducidos tal como son o bien en una forma adaptada. ‘Algunas cogniciones religiosas, especialmente por lo que afecta a las religiones dogmaticas, son introducidas conscientemente en Ja vida cotidiana, sin que tengan un fundamento inmediato en la experiencia de esta esfera, Como sabemos, la estructura del pen- samiento religioso es afin a la del pensamiento cotidiano, especial- mente del pensamiento cotidiano del hombre particular. Esto no significa que Ios dogmas de las diversas religiones —cuando los tienen— hayan sido configurades a través de la simple intentio recia sobre la base de las experiencias cotidianas. El saber rel gioso es la ideologia de una objetivacién pare-si alienada y como tal debe ser introducido en el pensamiento cotidiano de los hom- bres particulares. Luego que un pensamiento religioso ha nacido ya, de nuevo es sélo el pensamicnto cotidiano de las generaciones Adultas el portador de sus elementos indispensables para el saber cotidiano. Son éstas las que lo transmiten a los jévenes. Sin em- argo, los representantes institucionales de la religiOn (sacerdo- tes, adivinos, funcionarios de la teocracia) intervienen continua- mente en este proceso e impiden el curso «natural» de la trans- mision del saber, evitando que la idea, contaminéndose con ex- periencias locales y cogniciones particulares, se aleje lentamente del dogma originatio. Esta intervencién continua de correccién es muy evidente, totalmente declarada la exigencia de no alejarse de la epureza» del saber originario, en las religiones mundiales (no sabriamos imaginamos el cristianismo sin sus luchas contra las supersticiones y las herejias). El saber cientifico cala de un modo anélogo en el saber cotidiano, Este proceso —en la forma de saber distinto del reli- ‘gioso— constituye un fenémeno totalmente moderno. La introduc- cién consciente de los conocimientos cientificos en el material cognoscitivo cotidiano es atin més reciente: se verifica paralela- mente a la difusién de los medios de comunicacién de masas Durgueses. La eilustracién» personal, por importante que sea en el plano ideol6gico, tiene aqui, desde el punto de vista social, tuna posicién subordinada. Sélo la Atenas del siglo v puede pro: porcionarnos un ejemplo de sociedad en la que el saber filoséfico 321 wes 144, 21 ‘se convierte en parte integrante del saber cotidiano de una inte- gracién social entera, y precisamente a través de la comunica- ion personal. Aunque el saber religioso transformado en saber cotidiano sea originariamente introducido también desde fuera, el pensamien- to cotidiano esté en condiciones de asimilar las cogniciones re- lativas tal como son (precisamente como consecuencia de la ali- nidad de los dos tipos de pensamiento); aunque primeramente de- ben ser «traducidas» al lenguaje de los conceptos cotidianos, Por el contrario, por lo que afecta al saber cientifico las cosas suce- den de otro modo. El saber cotidiano acoge (o puede suceder que acoja) ciertas adquisiciones cientificas, pero no el saber cientifico como tal. Cuando un conocimiento cientifico cala en el pensa- miento cotidiano, el saber cotidiano lo asimila englobsndolo en su propia estructura. Mas adelante hablaremos de la diferencia centre estos dos tipos de haber; nos limitaremos aqui a indicar algunos problemas. En primer lugar: las adquisiciones cientificas particulares se presentan en el saber cotidiano aisladas (aisladas de su medio homogéneo) e implicadas en el pragmatismo del pen- samiento cotidiano. Se convierten parcialmente en el trampolin Puramente intelectivo, en la gufa de una accién cotidiana; cum- len en parte la funcién de informaciones heterogéneas; y final- mente —y también aqui se trata de un uso prictico, aunque de alto nivei— contribuyen a desfetichizar la vida cotidiana, a for- mar la conducta de vida (Io que vale sobre todo para el sabe filoséfico). En el plano del saber cotidiano, por el eontrario, no e necesario conocer la génesis de todas las adquisiciones, nila de- rivacion ni la demostracién. Para la ciencia un resultado es en el verdadero sentido de la palabra un resultado, que se basa solo fen ultima instancia en determinados hechos evidentes, Para el Pensamiento y saber cotidianos, por el contrario, el saber cien- tifico es algo formado de antemano y es en si un' hecho evidente («eCémo 10 sabes?» «Por el periddico».) ‘Examinemos ahora los tres modos ‘de empleo del saber cien- tifico. Nosotros decimos a nuestros hijos que deben beber limo- nada porque contiene mucha vitamina C. Con esta aserciGn ex: Presamos un conocimiento cientifico, Pero si preguntamos a las madres que incitan a sus hijos a tomar vitamina C, qué son las vitaminas 0 cual es la formula quimica de la vitamina C, estas centusiastas partidarias de la vitamina no saben responder. Ni es necesario; para ellas la vitamina C no es el tema de una investiga- cin cientifica, sino un saber tomado de Ia ciencia, que es im- Portante para organizar la dieta de los nifios, es decir, para una actividad absolutamente prictica. Por ello aceptan a’ existencia de la vitamina C como algo formado de antemano, como un hecho tan indemostrable ¢ irrefutable como Ia estructura de los uusos y Ia utilizacién de los objetos 0, quinientos afios atrés, los consejos de las ancianas sobre la dieta. Un empleo tal de los co- 322 ocimientos cientificos, por tanto, no cambia en su esencia Ia es: tructura del saber cotidiano. ero las informaciones cientificas introducidas en el saber co- tidiano no sirven solamente como gufa del saber préctico. Pueden también satisfacer simplemente ef interés y Ia curiosidad del hom- bre. El interés y la curiosidad hacia el ser-asi de las cosas consti tuyen indudablemente cl germen de Ia actitud teorética en el pen- sariento cotidiano, Representando aquel comportamiento huma- no necesario para que surja la ciencia. Sin embargo, las infor- maciones obtenidas a través del interés y la curiosidad hacia el conocimiento del mundo aiin no constituyen saber cientifico. El ‘modo en que tales informaciones son aprendidas y asimiladas en el saber cotidiano no difiere sustancialmente de aquel en el que eran acumuladas en el pasado informaciones en absoluto cienti- ficas (basadas en mitos o supersticiones). En el saber cotidiano nos comportamos en relacién a la asercin segin la cual la tie- rra es redonda exactamente igual como hacia aquella segiin Ia ccual la tierra estarfa apoyada en una tortuga, No podemos de- ‘mostrar ninguna de las dos, ambas son acogidas como informa: ciones sobre hechos evidentes. Pero a veces sucede —y no tan Taramente— que la curiosidad y el interés inducen a alguien a no aceptar el resultado cientifico como un dato, como ley, sino a estudiar la génesis y a penetrar en el medio especifico de Ia ciencia, Pero en este punto ya no nos enfrentamos con el pen- samiento cotidiano, sino con el pensamiento cientifico (lo que no significa necesariamente que et particular se haya convertido én de informaciones cientificas y su englobamien- to en el saber cotidiano no son sélo consecuencia de la curiosidad y del interés. Hay ambientes sociales que exigen la posesién de festas informaciones, en cuanto forman parte simplemente de su cultura. Son necesarias para poderse mover en estos ambientes, fes decir, recuperan, aunque a través de algunas mediaciones, el caricter pragmético. Es cierto que los estudiantes de las ‘es cuelas superiores son instruidos a un cierto (bajo) nivel cientif- co, que les introduce en el medio homogéneo de as ciencias par- jculares, pero lo que «queda» de lo que se ha aprendido, si no se prosigue ocupdndose de la ciencia, es notoriamente sélo in- formacién cientifica, que los estudiantes podréin o deberdn usar mas tarde en un determinado ambiente social. Los conocimientos cientificos (y filos6ficos) sirven para plas. mar la conducta de vida. El influjo del saber cientificonatural no ideolégico es, en este sentido, irrelevante (el saber sobre mi enfermedad puede influir en un determinado aspecto —pero en ‘uno solo— sobre mi conducta de vida). Mucho més relevante es la accion de las ciencias portadoras de ideologia. Es sabido que el epicuretsmo ha guiado durante siglos la vida de sus seguidores Y que el conocimiento de las ideas marxistas ha cambiado la 33 conducta de vida de cientos de miles de trabajadores. Pero hay ‘que poner de relieve que no se trata, tampoco agui, de conoct miento cientifico y ni siquiera filosdfico. El abad de Coignard, de Anatole France, estaba en condiciones de vivir siguiendo los prin- ‘ipios epicureos sin ser capaz de refutar en e1 plano filosofico Jas teorias que negaban las doctrinas epictireas. Los trabajadores que cambiaron su conducta de vida en base al marxismo, sélo conocian algunas —pero decisivas— conclusiones de esta teoria y pocos de ellos habian lefdo ni tan solo El capital. En lo referente al arte las cosas son un poco distintas, por- {que su tarea principal no es el introducirse en el saber cotidiano, enriquecerlo. Mediante el goce artistico, mediante 1a catarsis, el hombre se eleva —de un modo distinto segin el grado de’ in- tensidad de su experiencia interior— sobre su propia cotidiani- dad y deviene, con auxilio del medio homogéneo del arte, en una esfera parasi, que de este modo se convierte en paraél. Pero cuando consideramos el enriquecimiento del saber cotidiano pro- vocado por el goce artistico, el modo en que este uiltimo se in- seria en Ja estructura de tal saber, encontramos hechos andlo- g0s (aunque no idénticos) a los de la ciencia y la filosofia. Toda Obra de arte comunica conocimiento (informacién) sobre el mundo y sobre los hombres, realizando al mismo tiempo una Jerarquia especifica de valores que corresponde a la jerarquia objetiva y auténoma de los valores genéricos. No pocas veces sucede que el material cognoscitivo (el contenido de la obra de arte) comienza a vivir una vida independiente sucesiva al goce de la obra de arte, que el particular interioriza como mera informacién, En este sentido podemos también «aprender» de Ja obra de arte un saber que se convierte en guia de nuestro ‘comportamiento practico (por ejemplo, como debe hacerse una declaracién de amor), Muestras precedentes (si otro to ha hecho asi, también yo puedo hacerlo del mismo modo), proporcionan ideales (los héroes como modelo de comportamiento), etc. La obra de arte puede también, como Ia informacién cientifica, sa- tisfacer simplemente el interés y Ia curiosidad. A partir de las novelas puede saberse cémo se vive en otros paises, cémo se comportan los miembros de otras sociedades con Ios’cuales no se tienen contactos personales, etc. Ademds, la estructura ba- sada en una jerarqu{a de valores de la obra de arte puede ejer- cer también una fuerte influencia sobre la conducta de vida: el edebes cambiar tu vida» es, segin Rilke, el enunciado de toda obra de arte, Es decir, Ia obra de arte comunica contenidos y Juicios morales que, como consecuencia de su carécter moral, pueden tener la capacidad de cambiar y ordenar una conducta de Vida (cumpliendo asf, una vez més, una funcién prictica su- perior). ‘Hemos visto, por tanto, los cambios en el contenido del saber cotidiano desde’ dos lados. Por uno hemos observado cémo éstos 324 se verifican «desde abajo», desde el lado de las necesidades socia- les y personales, partiendo de la expresién y generalizacién de la ‘experiencia social y personal. Por otro, hemos visto cémo inciden cen ellos la cala en el saber cotidiano y la mediacién de las objeti- vaciones genéricas para-s{. Examinaremos ahora brevemente c6- mo los dos tipos de saber derivados de tales fuentes se , lo que signi- fica «descubrir» los modos de actuar que corresponden a las normas € ideas con mayor contenido de valor genérico. En este sentido tenia perfectamente raz6n Jestis cuando, contraponiendo suis normas a las normas convencionales dominantes, declaraba: yo soy Ia verdad. Pensar y percibir. La carga afectiva del pensamiento cotidiano ‘Vimos que Ia percepcién est interrelacionada con el pensa- miento y el sentimiento. Pero puede decirse también lo contra. rio. El pensamiento cotidiano aparece siempre saturado de per- cepciones, 0 muy préximo a ellas, y cargado siempre de sen- timientos. De nuestros conceptos cotidianos hemos afirmado que son fuertemente figurativos. Es dificil distinguir el momento del pensamiento del de la imaginacién. Cuando digo «mesa» ¢pienso en Ia mesa o me a imagino? Sélo Ta ciencia trabaja con concep- tos puros, completamente abstraidos del elemento figurativo. Ni tiene sentido preguntarse cual de los dos momentos es priorita- rio. La percepcién, como percepeién humana, no tiene ninguna prioridad respecto del pensamiento conceptual, ni éste es prio- ritario con respecto a aquélla. Sélo cuando poscemos el concepto de mesa podemos percibir una mesa, y s6lo con el auxilio de la percepcién Iezamos al concepto de mesa. Se trata de un pro- eso cognoscitivo unitario e indisoluble. Esta saturacién perceptiva, naturalmente no sélo es valida en lo referente a los conceptos, sino en general en Io referente 1 todo el proceso del pensamiento cotidiano, Cuando pensamos algo con anticipacién, este algo (el resul- tado, el obietivo) lo imaginamos al mismo tiempo sobre la base de percenciones precedentes (los acontecimientos futuros «aps. recen» en nuestra fantasia, nos los «figuramos»). Es cierto que cen el pensamiento cotidiano puede también aparecer Ia concep- tualidad pura, pero sélo como resultado del saber «derivado» de la ciencia: ‘por ejemplo, cuando en un negocio calculamos Ja ‘suma de los precios de las mercancfas que hemos comprado. No obstante, este calculo cotidiano, en la medida en aue es puramente conceptual, se convierte simulténeamente en habilidad, en praxis repetitiva. Cuando, por el contrario, es inventive (en el nifio ‘ue aprende a catcular), es dificil Separarlo de la ilustracién (de ta imagen de las «2 perase, de Ia forma escrita). ‘De un aspecto importante de Ia saturacién afectiva del pen samiento cotidiano, a saber. de la fe, hablaremos més adelante. Observemos aguf solamente que Ia saturacién afectiva del pen- samiento cotidiano deriva también de su_orientacién hacia Ta praxis (cl éxito). El pensamiento anticipador esti permeado en 3a general por los sentimientos del temor y de Ia esperanza, segtin si el que piensa anticipa los peligros y las dificultades 0 el éxito, Peto incluso los enunciados més indiferentes pueden es- tar cargados de contenido afectivo, dado que a fin de cuentas afectan a mi vida. La frase «estamos a veintisicte de mes» puede ir acompafiada de alegria (es el dia de cobro) o bien de abatimiento (debo pager). La noticia de que mi hijo ha con- seguido buenas o malas calificaciones en la escuela puede e- narme de satisfaccién o de vergtienza, o quiz de célera, En la reflexi6n sobre el problema de acaso pasar la tarde con alguien Jos sentimientos tienen un Iuger relevante (si las personas me placen, si en su compafia me aburro, etcétera). Wittgenstein hace observar cémo en la forma condicional de una proposicion son detectables miltiples significados; en el «sf» existen abun- dantes significados con diferente carga afectiva. ¥ los ejemplos podrian ser numerosos. La pereepcién, el pensamiento y el sentimiento cotidianos son antropolégicamente primarios; no abstraen nunca ningiin senti- do del hombre como totalidad antropolégica. También por ello no aparecen nunca separados, Realizan colectiva y simulténea- ‘mente el conocimiento y la accién del hombre, y por tanto son inescindibles, Huser! denomina justamente Ia orientacién cot diana «actitud naturals, Lo cual no significa que la actitud artis- tica o cientifica no sean naturales, sino que son antropolézica y ontolégicamente secundarias. Como tales, pueden suspender el pragmatismo, poner en inarcha separdamente (distinguiendo entre ellos) los momentos que en Ia actitud natural son insepa- tables (percepcién, pensamicnto, sentimiento), pueden abstracr de Ja totalidad el ser-asf antropolégico ¢ incluso superar los limi tes copnoscitivos del hombre antropolégicamente determinad {por ejemplo, los mites plantendos por los érganos sensor La actitud natural El fundamento del saber para-si no viene dado solamente por los contenidos de nuestro saber cotidiano, en cuanto suscitan problemas que reciben respuesta de las objetivaciones genéricas Parasi, 0 en cuanto almacenan experiencias que luego serdn ele- vadas de las objetivaciones genéricas parasi a una conceptua- lidad de grado superior o a formas de expresién de universalidad humana genérica. La actitud antropolésicaontolégica (enatu- ral») cotidiana constituye también un fundamento de nuestra actitud cognoscitiva hacia todas las otras objetivaciones paras Las cuales’se desarrollan a partir de aquellos contenides, ¢ in: ccluso cuando —en Ia intentio obliqua— se contraponen a ellos, pueden en un cierto sentido volver-a entrar en relacién con Ia 342 vida y el pensamiento cotidiano (como en el caso de la intentio obligua 1). Cuando no pueden volver a entrar en relacién con Ia vida cotidiana en su totalidad (por ejemplo, ciertas ciencias naturales), ello es posible al menos para algunos momentos del serast formado en ta vida cotidiana. Tal relaci6n, como afirma Gyorgy Markus, es tan estrecha ‘que, por ejemplo, una verdad cientifica sélo puede convertirse en tal cuando y si esté en condiciones de refutar y de explicar fen su génesis las cogniciones de nuestro saber cotidiano que contradigan las cientificas. (En el arte esta funcién es cum- plida por la jerarquia de valores de Ia obra de arte como «cri- terio» de Ia vida cotidiana.) De ello se deriva que el saber co- tidiano como base de todo saber no cotidiano y Ja actitud natural cotidiana como fundamento de todas las otras actitudes no constituyen més que dos momentos distintos de un mismo nexo. (Las actitudes no naturales conducen a verdades de otro —genéricas para‘si— en contraste con las verdades del saber cotidiano.) ¢QUE SIGNIFICA «SABER ALGOs? iano —como ya Platén habfa puesto de relieve— ey solamente opinién (doxa), no es saber filosdfico 9 cieulifico (episceme), Este hecho no tiene nada que ver con Ta cuestién del saber absoluto o relativo, temporal o eterno. Ciertas cogniciones del saber cotidiano pueden muy bien ser més sélidas, indestructibles, eeternass, que las cogniciones mis exquisitamente cientificas, Desde el momento en que los hom- bres han sabido (y lo han sabido siempre y correctamente) que Tos objetos deiados libres caen al suelo, las verdaderas cogni- ciones cientificas sobre la cafda de los graves han cambiado a menudo y radicalmente, Desde que sabemos (valida y correcta. mente) que se pueden adauirir mercancfas a cambio de dinero, Ja teorfa cientifiea del dinero ha cambiado numerosas veces. Sin embarzo, una verdad cotidiana es siempre doxa, aunque se muestre constantemente verdadera, mientras que la verdad cien- tifica es episteme, aunque a la mafana siguiente sea sustituida por una verdad de nivel mds elevado. No podemos discutir aqui en detalle Ia diferencia entre el saberdoxa y el saberepisteme. Quisigramos solamente fijar_al- mos criterios de distincién, pero observando que no valen isladamente; solamente relacionados en un determinado con- into nos dicen si un saber posee el cardcter de doxa o de cpis- teme, M3 Doxa y episteme La doxa, como es sabido, no puede ser separada de la acciéa prictica, en ella esti uniea y exclusivamente su verdad. Pero fo en la praxis como totalidad, y'ni siquiera en un conjuito re Tativamente grande de acciones, sa verdad, por el contrario, s¢ Iucstra cida. ver en tipos particulares de" acciones.concretas onseguidas, Por ello los fragmentos particulares’ de saberdoxa fo’ se relacionan entre ellos, sino que estan siempre referidos folamente a una determinada praxis, y el eventual contacto rect proco es muy cfimero, Conocemos el sonigo emitido por los p& Jaros y el provocado por el trieno, somos capaces de’ reaccionar frente a amos, sin saber nada del sonido como tal ni pregun- tamos algo sobre él, Enos distinfos fendmenos s6lo perebimos ti elemento scomine si precisamente este elemento comin es importante para un cierto tipo de praxis cotidiana, La episteme, por el contratio, no constituye nunca un saber relativ a una Sola cosa, sino que es un saber sobre una cova eft relaciin con otras cosas (conjinfos), Esta actitad no es préctica, sino teore tien. Conocer un fenémeno en et plano de la episteme no sign fea simplemente poder reaccionar ante 41 (0 bien saberlo prod Gin, sino conocer la conexion que Io liga a otros fenémenos, cay far’ el" puesto. que. ceupa en el sistema. de otfos fendmenos Por ello las verdades del arte, de la ciencin y de otras objetiva. ones parest poseen uit doble sistema de referencia, Por un fado debon ver walidas en ta realidad (pranis), por tiv debe Ser situabtes dentro de um determinado sistema cognosctivo (en ia ciencia)o bien ser (en el arte) partes orgdnioas de la persona tidadtobrede arte. Cuando Tales afirma que todo es agua, con tsta_sola proposicign se eleva al plano de Ta episteme (aunque fe trate de una verdad caduca, mientras que la asercon «el agua Ge beber es agua» tiene inéudablemente una vader eterna) sim plemente porque pone a todos Tos entes un sustrato comin que Tos hace en un certo sentido interpretables en base ain fan Aamentounitario, Et mismo dab neo lo volvenos a encontrar ejemplo en el color de una pintura. La pintura entera debe Peproducir la realidad, y-por tanto el color’ debe también con formarse a esta funcign. Sin embargo, al mismo tiempo el color posee tambien otro sistema de referencia ‘con la verdad: Ta mis: ma pintura, en la que exactamente ese nico color en ese doter mninado puesto representa Ia verdad La evidencia La doxa es un saber para el cual Ias cogniciones y exigen- cies dadas en los contenidos del mundo de conocimientos y normas cotidianos son —globalmente y, como es obvio, no en ae cada caso particular— evidentes. Son verdades evidentes que €l sol sale, que los objetos caen al suelo, que los hombres muc- ren, que existe un_dios, que existen patronos y siervos, que el vino emborracha. En el plano del saber cotidiano estas verdades son evidentes y no son puestas en duda. Cuando son sometidas fa discusién, tenemos ya los gérmenes de un saber que leva a las objetivaciones para-si (un ejemplo: zpor qué existen amos y siervos?). La episteme surge allf donde puede ser puesto en discusién el contenido det saber recibido. El hombre que piensa en el plano de la episteme usa frente a la evidencia del saber dado» todas las posibles experiencias y argumentaciones en contra; puede suceder que al final acepte Ia comnicién prece- dente (no siempre la episteme implica la superacién de la acti ‘tud natural), pero ahora cémo saber que est en condiciones de retener los argumentos en contra y que ninguna experiencia opuesta puede refutar. Es cierto que Ia misma ciencia opera con verdades evidentes, pero se trata siempre, en el seno del deter- ado contexto, de verdades en ultima instancia en el plano I6gico y/o en el'de la experiencia. El hecho de la causalidad constituye una de las verdades evidentes del saber cotidiano, Como hemos visto, se establece ya en los primerisimos grados del proceso de trabajo. Pero se trata aquf de las causas concretas de los fenémenos concretos (no importa que tales catisas sean verdaderas 0 presuntas). El concento universal de causalidad (todo tiene una causa) es ya, por el contrario, un efecto de Ia actitud teorética y, al mismo tiempo, una de sus fuentes en el seno del pensamiento cotidiano, y, en consecuencia, una via hacia Ia episteme. Prueba y refutacién. Los hechos En el caso de Ia doxa refutar y probar tienen un significado distinto que en el caso de Ia episteme. En primer lugar los datos efectivos y preceptivos de ta doxa son por principio inde- mostrables e irrefutables. No es posible probar que un deter- minado saber suscita en mi un sentimiento de tristeza, as{ como no es refutable Io que significa para mi la imagen de mi abuela muerta. En este caso la demostracién es sustituida por la posi- cién probabilista, y la refutacién por la duda. Es también Witt genstein el que ha subravado el papel de la duda a este respecto. Si conozco el cardcter de un hombre, sé que una cierta palabra pronunciada por él en una determinada situacién expresa triste- za;_y por tanto, puedo poner en duda su afirmacién segin la cual no esté triste. Si alguien dice tener un sentimiento, mien- tras que sus actos traslucen otra cosa, tengo una vez més cl derecho de dudar del sentimiento afirmado por él. En el cam- po de Ia episteme cientifica, por el contrario, no existen aser- 35 clones indemostrables ¢ irrefutables. Pensar en el plano de 1a ciencia significa exponer los propios pensamientos a la demostra- cién y a la refutacién, Es evidente que Ia prueba y Ia refutacién existen también en 1 pensamiento cotidiano. Por un lado es Ia misma praxis la que prueba refuta las cogniciones, indicando si son adecuadas 0 no. Cuando, por citar a Engels, producimos alizarina, ponemos fa prueba la verdad de nuestras cogniciones en el plano de Ia cotidianidad —jpero sélo en este plano! En una perspectiva puramente Iégica el saber cotidiano no es ni comprobable ni refutable, Las pruebas y refutaciones corrientes en la vida coti- diana ‘se remiten a menudo a los hechos. Si um nifio ayer, en lugar de ira la escuela, fue a jugar a los jardines piblicos, puedo refutar su asercién segtin Ia cual habria ido a la es: cuela: es decir, he refutado una asercién relativa a un hecho particular, Las pruebas y refutaciones que conciernen a circuns- tancias de hecho son, al nivel de Ia doxa cotidiana, los pré- dromos del pensamiento juridico. Pero con la diferencia de que el derecho interpreta siempre Jas circunstancias de hecho en fl seno de su medio homogéneo. De hecho en el conocimiento cientifico es importante la verificacién de 1a situacién concreta, el conocimiento de los hechos (su refutacién o demostracién comprobada), pero en este Ambito deben ser analizados, proble matizéndolos, Tos hechos concernientes no a las acciones co tidianas, sino més bien a toda disciplina cientifica concreta. El medio homogéneo de Ia elencia tamiza Ios hechos de la cienci ¥, por tanto, son puestos de relieve v explicados con el auxilio de la teoria aquellos hechos que interesan para el estudio del fenémeno considerado, Volvemos asi de nuevo a la diferencia decisiva entre doxa y episteme. En Ia doxa la prueba o refuta- cién de los hechos tiene Iugar desde el punto de vista de un determinado contexto, de una situacién; su ser 0 no ser es afir mado nezado en el interior de una determinada situacién, y con ello el problema esti resuelto. Los hechos de la episteme son, por el contrario, de naturaleza universal (hechos que son universalizados a través de Ia teoria), sélo tienen un sentido en un contexto completo; por ello no 'sélo es necesario acertar su ser 0 no ser, sino que es preciso también explicar ¢ inter- pretar su ser (serasf) © noestar-presentes en el interior de un determinado sistema, contexto, de una teoria, Saber particular y saber genérico La doxa es el saber mediante el cual estoy en condiciones de actuar en la vida cotidiana con valor de probabilidad. Més ade- Tante veremos que la doxa es totalmente suficiente para el com- portamiento particular y que, ademés, aunque la mayor parte del 346 saber cotidiano incluso del hombre individual esté constituido por la doxa, sin embargo, en la regulacién de su conducta de vida esta también presente Ia episteme. Observamos aqu{ sola- mente que es erréneo contraponer el «eterno» saber de Ia epis- teme al saber «temporal» de la doxa, pero en esta diferenciacién existe también un momento racional. El lado «eterno», «ciertor de Ia episteme no proviene de la eternidad o certeza de sus cogniciones concretas, sino del hecho de que Ia episteme cada vez representa el estado alcanzado por el saber genérico y es, Por tanto, en cada época Ia portadora del mdximo posible de contenidos de verdad del conocimiento humano. ‘Volvemos ahora a la pregunta de la que hemos partido: equé significa en la vida cotidiana saber algo? Significa que el ‘par- ticular se apropia de tas opiniones (doxa) presentes, incorpora en ellas su propia experiencia, y adquiere as{ Ia capacidad de evar a cabo los heterogéneos tipos de acciones cotidianas, Witt- genstein sefiala justamente que «yo sé», «yo comprendo>, «soy capaz» («puedo») forman una iinica familia. Comprender sig- nifica apropiarse de una cognicién y ser capaz de emplearla, ser sentendido». Los planos del «comprender», «saber» y «poder> son en general paralelos, y pueden situarse a un nivel superfi cial, pero también profundo. Para tomar una mecanégrafa me basta con saber cémo escribe a méquina: en tal caso sélo debo saber juzgar Ia mecanografia, esto es Io que me hace capaz de seleccionar la persona justa. Para elegir un amigo debo conocer integramente cu cardcter y compronder al hombre con sus mo- tivaciones: sélo de este modo puedo (con valor de probabilidad) clegir un amizo justo. Los planos del comprender, saber y po- der, su superficialidad 0 profundidad, son, por tanto, distintos seatin el fin concreto, sein la funcién. (Si no se tiene en cuenta © incluso se olvida Ia existencia de estas diferencias de nivel, se puede avanzar hacia el fracaso de la vida cotidiana.) En relacién con el saber cotidiano encontramos ahora el problema de la fe. La fe En primer lugar quisiéramos confrontar nuestra concepcién de Ja «fe» con otras dos concepciones que, aun estando en un cierto aspecto en contradiccién, tienen entre ellas un elemento en comin. La primera desciende de Ia tradicién de Ia Tlustra- cién y contrapone la «fe» al «saber», De modo que creer algo significa no saber, mientras que el saber suspende la fe. Esta concencién es alimentada por dos fuentes: en parte por la po- Iémica contra la religién, en cuanto que en el lugar de la fe religiosa se quisiera poner el sélido y seguro saber de la cien- cia (cosa que, a propésito de Ia ciencia, aun podria ser «cref- 347 da» en tiempos de Newton); en parte por el uso lingitistico eotidiano, en el cual «yo creo» y yo sé» cumplen funciones distintas. La otra concepcidn ha surgido de la crisis de la cien: cia moderna y, sobre esta base, niega el caricter epistémico del saber cientifico. Su rasgo comin es que ambas consideran Ia fe como una categoria gnoseoldgica. Pero en realidad no 10 es; se trata, por el contrario, de un sentimiento que acompafia a comportamientos humanos radicalmente distintos y, entre éstos, también al conocimiento. Para Russell —y nosotros estamos aproximadamente de acuer- do— la fe es un sentimiento del si que acompafia a todo saber, {A decir verdad el concepto de sentimiento del sf es muy amplio. En sustancia todos los. sentimientos humanos, inchso los mas hieterogéneos,, pueden ser divididos en sentimientos del sf y sentimientos del no. A los sentimientos del si es mds 0 menos adaptable la definicién de Spinoza (concerniente al amor) segtin Ia cual entran en este grupo todos los sentimientos que zcrecien- tan la potencia de la personalidad (prescindimos aqui del conte- nido individual o particular de esta potencia), mientras que pert necen al segundo grupo todos los sentimientos que van acompati dos por una disminucién de la potencia del particular. Tal sub- division es legitima, en cuanto sabemos que la tarea primaria del Particular es conservarse en vida y dar el maximo espacio posible 1 su personalidad, En efecto, los sentimientos han surgido como reacciones afectivas a los diversos factores de esta aspiracién 0 a los impedimentos que ella encontraba. Vives habia hablado ya de ello, pero sélo Hobbes lo ha tratado sistemdticamente har iendo derivar todos los sentimientos humanos de la atraccién y de la repulsién. Dado que ni Hobbes ni Spinoza partian de una antropologia u ontologia social, se vieron obligados considerar la atracciénrepulsién y el amorodio como afectos primarios. y priotitarios de los que podian ser derivados todos los demés. Nosotros, ciertamente, no queremos hacer derivar los afectos de los sentimientos del sf y del no; nos basta con constatar que Jos afectos, después de haber partido de las necesidades de Ia vida cotidiana, se distribuyen tendencialmente en estos dos grit pos. Los sentimientos del s{ son, por tanto, muchisimos. Sobre uno de estos, lo agradable, nos detendremos més adelante. Otros sentimientos'del sf, pero cada uno en sentido distinto, son Ta nos- talgia, Ia alegria, el amor, etcétera, De’ modo qué, diciendo que la fe es un sentimiento del sf, tno hemos dicho mucho. Pero la fe es un sentimiento del si ex: tremadamente especifico, es un sentido de certeza. Al igual que todos los otros sentimientos cotidianos, también el sentimtento de certeza tiene siempre un lado cognoscitivo. En el pensamiento intuitivo, por ejemplo, éste ocupa una gran parte. Cuando —pon: sgamos por caso— un hombre se casa con una muchacha después 348 de haberla visto solo dos veces porque «sabe que serd feliz» con ella, es evidente que este saber no se basa ni en la experiencia, nj en la reflexion, eteétera, sino en el pensamiento intuitivo, donde cl sentido de Ia’ certeza cumple una funcién de primer’ plano. Cuando durante una escalada en la montafia elijo entre dos vias, ‘ni decision est motivada por la fe —por el sentido de la certeza— fen que la via elegida seré mas hermosa, mas facil, quizi mas breve, eteétera. (Si en el pasado he hecho ya esta excursién, la fe se basa en la experiencia; si no la he realizado, solamente en la intuicion.) Puedo creer en la existencia de algo, 0 en la verdad de una idea, en el triunfo de una causa, en Ia bondad de los hom- bres, en la icaltad de un amigo: en todos estos casos la fe no es ‘mas que Ja alirmacién de la certeza subjetiva (del sentido de la certeza). El hecho de que creo no significa que no sé; es simple: mente una formulacién que nace de una perspectiva distinta. La frase «Sé que mi causa triunfaré» no implica (necesariamente) mas que la frase «Creo en el triunfo de mi causa». La primera formulacién posee un cardcter cognoscitivo, mientras que Ia segunda tiene un cardcter emocional (naturalmente sobre la base de algunos conocimientos), ‘Todo saber va acompaiiado por un sentido de ta certeza (fe). Por ello ia je no puede valer como criterio de verdad de una cognicién. La fe no implica ni ignorancia, ni saber. Las. propo- siciones «Creo en algos, «Creo que algo es asf» expresan en el uso lingilfstico cotidiano precisamente tal presencia. Aunque es cierio {quo el verbo «creer» en el lenguaje cotidiano sitve a menudo para expresar un grado menor de certeza: «Creo...», «Lo creo sin més, pero no lo sé de cierto», etestera. La fe esta presente en la vida cotidiana en el plano cuantitative jucho mas que en otras partes. De hecho, los hombres en su gran mayoria, como hemos visto, asumen como datos acabados Jas formas de la vida cotidiana, las objetivaciones genéricas en-si y el saber cotidiano; y precisamente su serasi, su inmutabilidad, ‘su aceptacién tal como son, se basan en Ia fe. La mayor parte de Jas personas interioriza las exigencias del sistema de los usos, Jos. principios morales predominantes, las ideas e ideologias cotidianas, como certezas. Ademés la fe, el sentido de la certeza, ocupa un puesto de primer plano en todas las decisiones en las que el hecho particular debe ser lo mas rapidamente posible (econémicamente) subsumido bajo los esquemas de las objetivay ones genéricas en-si adecuandolo a los estereotipos. Sin embargo, el hecho de que la fe esté tan difundida no nos dice nada sobre su intensidad. En Ja vida cotidiana se encuentran de hecho mu- cchas fes, pero es raro que alguna de cilas se transforme en ;pasidn. Lo cual sobre todo tiene lugar en las relaciones inmediata- mente humanas con las objetivaciones genéricas paras, en las elecciones que se derivan de la actitud consciente hacia la generi- cidad y en su afirmacién, Es un fenémeno que se encuentra ante 349 todo en la accién politica, en el dmbito de la moral y en la reli- gion, pero también en la ciencia y en el arte, Rectérdese lo que Pensaba Goethe a este respecto: las grandes épocas histéricas estan entretejidas de grandes fes. La fe, el sentido de Ia certeza, multiplica las fuerzas, da int pulso a quien cree, acrecienta su energia en la accidn y'es efec- tivamente capaz de mover montaflas; pero puede también llevar ‘a caminos equivocados, a catdstrofes, tragedias, al mal. Y esto puede suceder especialmente cuando el sentido’ de ia corteza es Lutilizado contra el saber, el razonamiento, y quizas incluso contra Ia evidencia, es decir, cuando se da un valor de conocimiento al sentido de la certeza'en si y para si ‘Aunque, en menor medida, esto también puede suceder en la vida cotidiana. He aqui por qué en el comportamiento cotidiano paralelamente a la fe es eliminado el sentido de la certeza, La duda ain no es el escepticismo: la primera es por asi decir la suspensién «localizada» de Ia fe relativa a una determinada exis: tencia, a una cognicién, a una persona, a una solucién, a una exi gencia, etcétera; el segundo es, por el contrario, un principio de vida, un comportamiento, en el cual no es eliminado un sentido de la certeza definido, sino el sentido de la certeza como tal. En el escepticismo todo (el saber, la verdad) es puesto a priori como incierto, y esta incertidumbre de principio es elegida como hilo conductor del comportamiento humano. El escepticismo, por tan- to, no constituye un comportamiento cotidiano, sino filos6fico, y al usisino enzo una concepeldn del mundo (aparece por primera vez en la filosofia de la Antigledad clisica). No queremos dete- nnernos en las formas muy variadas de este comportamiento filo- s6fico, pero no obstante diremos que la denominada duda metédica de Descartes no hace de la duda misma el principio ultimo del ‘comportamiento. Esta solamente es vilida para todo saber y ¢o- nocimiento «pasados» respecto al punto firme, al hecho ovidente del ego cogito, donde el sentido de la certeza emerge de nuevo, como evidencia, y se pone como fundamento seguro de toda nueva certeza. Nos interesa simplemente notar aqui que del mis- mo modo que la fe cotidiana constituye ef terreno del que se alimenta la fe que aparece en las objetivaciones genéricas parasi © que se refiere a ellas, también Ia duda cotidiana es el funda- mento de la duda elevada a principio, a comportamiento, a meétodo. Algunos ejemplos bastardn para ilustrarnos sobre el signifi. cado de la duda en la vida cotidiana, es decir, de la suspensién localizada del sentido de la certeza, Creo en la fealtad de alguien; pero si un indicio me dice que esta lealtad es incierta, suspendo mi fe e intento alcanzar la certeza (reforzar mi saber). Creo que mi método de trabajo es el mejor; pero sime entero de que alguien trabaja bien con otro procedimiento, suspendo mi fe. Creo en Io que alguien me cuenta sobre algunos paises extranjeros; pero cuando 350 igo que otro cuenta lo contrario, suspendo mi fe y no creo a ninguno de los dos, eteétera. También en la vida cotidiana puede generalizarse la duda, pero sin alcanzar el piano filosdfico. Nos referimos al comportamiento de quien acepta solamente lo que fs habitual, to que esta preformado, de quien solo sabe probar el sentido de la certeza por estas cosas y por tanto es @ priori es- céptico frente a lo que es insdlito, no preformado, tnico. De- nominamos este comportamiento «desconfianza», Después esta cl recelo, en el caso de la eliminacién exagerada del sentido de Ja certeza hacia las personas (en primer lugar hacia aquellas personas a las que no se est habituado). Siendo comportamien- tos afines 1a desconfianza y el recelo se presentan a menudo em- parejados, Nos hemos referido a que Ia filosofia puede elevar la duda a comportamiento general, a principio. Pero esto sélo sucede en ‘casos excepcionales. Por’ el contrario, tanto la filosofia como la ciencia presentan una actitud escéptica hacia los presupuestos del saber cotidiano, mientras que la religién eleva la fe a principio. Tertuliano da de este hecho una formulacién radical con su «credo quia absurdum est», En verdad la vida religiosa no ex- presa esta tendencia de un modo tan neto, también ella se esfuer- za por explicar, clarificar, motivar, No obstante, lo que a noso- {ros nos interesa es que la vida religiosa excluye por principio ta suspension del sentido de la certeza, la duda, respecto a las tesis religiosas. En la teologfa la filosofia esta subordinada a la religion, ene solamente ta posibllidad de expilcar, interpretar, motivar, sis temdticamente —filosoficamente—, y no la de suspender la certeza de las tesis religiosas aunque s6lo sea temporalmente. La desconfianza, el recelo y el escepticismo pueden conducir también, al igual que la fe, a catéstrofes y tragedias tanto en la vida cotidiana como en las objetivaciones genéricas pars-si. Per- maneciendo en el plano de Ia vida cotidiana: ¢cuintos pierden Ia gran ocasions de su vida es decir, la posibilidad de cambiar de vida, de mejoraria— por desconfianza hacia nuevos fenémenos, métodos y experiencias © por recelo hacia personas que serian, por el contrario, importantes? Para hallar una relacién justa entre fe y duda és necesario, en cada caso particular, la frénests aristotética, que evita los peligros de la hipergeneralizacion. Este ultimo aspecto es muy importante. Si es cierto que los hombres tienen la tendencia innata a dar confianza oa tener desconfianza de un modo unilateral y gratuito, ambas sélo se convierten en un comportamiento por una excesiva generalizaciOn de experiencias de vida particulares. Si una mujer me ha abandonado, sostengo {que todas las mujeres son infieles, ya no creo en ninguna. Si una tentativa falla, sostengo que este tipo de tentativas es siempre inutil, que la ‘cosa no funciona, que no soy capaz, etcétera. La duda ‘hipergeneralizada puede conducir a los prejtticios at igual que la fe hipergeneralizada. 351 Hasta ahora s6lo hemos hablado de la fe, del sentido de la certeza, en abstracto. Pero el contenido de ia fe puede variar notablemente segin el por qué (por qué motivo, en base a qué motivacién), de qué y el cémo se cree o bien el por qué, el cudndo y el como es suspendido el sentido de la certeza respecto a algo © a alguien. Desde el punto de vista ético estos casos en general no son en absoluto indiferentes. Por eso subdividiamos el sentido de la certeza en dos tipos principales totalmente distintos ética- mente: la fe ciega y Ia confianza’ Resumiremos brevemente el problema por lo que afecta a la vida cotidiana, La fe ciega es la fe del hombre particular, la confianza es la fe del individuo, El fanitico se aferra con sentido de la certeza a toda cognicién, causa, idea, etcétera que le permita realizar su propia particularidad, y s6lo deja de creer (se hace escéptico) cuando una cognicién, un saber, una causa, una idea ofende su particularidad. El hombre individual, caracterizado por la confianza, prueba un sentido de la certeza frente a toda cognicién, saber, causa, idea en la que vea incorporada la genericidad o al menos donde también esté la genericidad; por tanto, asume hacia tales sentimientos una actitud escéptica, cuando éstos ofenden los valores genéricos. Por ejemplo, uno que haya sido educado en el odio a los negros, puede no creer ya en la inferioridad de los negros cuando se entere de que no es un blanco puro y que tambien él sera objeto de discriminacién. Si esto no stcede, puede permanecer en su fe ciega (manteniendo sus cogniciones Convertidas asi en eettecas) aunque se Ie explique ampliamente Ja insostenibilidad, en el plano cientifico y de la experiencia, de sus principios. No renunciara a sus prejuicios puesto que ‘con ellos consigue moverse bien en su ambiente. El individuo, por el contrario, aceptara como valida la verdad cientifica, porque ve cen ella el contenido de valor de tipo superior, eteétera, Evidentemente la fe ciega y Ia confianza no sdlo tienen una funcién importante en la vida cotidiana, sino también en la cienciar cn el arte, en la politica y en la moral. En cuanto a la religion, a pesar de que ésta brinda apoyo a la fe ciega (permaneciendo tam- bien por esta via ligada a la particularidad), en el seno del com- portamiento religioso no son irrelevantes las diferencias entre fe ciega y confianza (en la interpretacién de los dogmas de fe, fn las decisiones précticas sobre determinados casos, etcétera), Quisiéramos observar, ademas, que la desconfianza y el recelo como formas de comportamiento son la expresién de reacciones articulares, Normalmente se llega a tales reacciones cuando la fe ciega defrauda (especialmente si la desilusién se verifica de una manera continua). Con esto no se pretende decir que no se pueda reaccionar en el plano de la particularidad cuando la desilusién 6. OF. A. Haan, Glaube oder Vertrauen, en sfatrnational Dislog Zeitschrift, 196 o 352 afecta a la confianza (el individuo también puede tener reacciones particulares), sino mas bien que es del todo posible que esta pro- Guzea desconfianza y recelo. Pero dado que 1a confianza del hom- bre individual se basa en el ligamen con los valores genéricos, dado que es un sentido de la certeza que se refiere a valores de este tipo, a menudo, la pérdida de confianza o es parcial (se desvia hacia otro objeto) o bien, cuando no se excuentra 0 se ree no encontrar un valor genérico adecuado, conduce a la de- sesperacién, Puede haber (pero no necesariamente) en la deses- peracién un camino que haga volver a la confianza apenas se fencuentre un objeto digno. Sin embargo, no siempre la fe ciega y Ja confianza estén netamente diferenciadas. A veces ambas permanecen para siempre indiferenciadas, otras es Ja desilusién Ja que las distingue pasando por la desesperacién (Shakespeare muestra ejemplos insuperables en este sentido en las figuras de Otello, el rey Lear y Edmundo). Las variantes son tales y tantas, {que aqui como maximo s6lo podemos indicar los rasgos mas im: Portantes de los tipos. E] sentido de la certeza tiene una estrecha relacién con la asuncién de responsabilidad respecio al saber cotidiano. Somos responsables de todo saber que comunicamos, de todo saber en base al cual actuamos (y como hemos dicho, también las pala- bras son actos): lo somos tanto hacia nosotros mismos como hacia los otros. Cuando considero que mis conocimientos son su- ficientes para cambiar una valvula, asumo una responsabilidad (si la atornilio de un modo equivocado, se me pueden pedir cucn- tas de mis escasos conocimientos). Cuando considero que un nifio, dadas sus capacidades, deberia ‘continuar los estudios, asumo tuna responsabilidad semejante (sobre sus capacidades, de su provecho en el estudio, etcétera). Cuando invito a alguien para ma- fiana por la noche, asumo la responsabilidad de estar en casa mafiana por la noche, de acoger a la persona en cuestién en mi casa, eteétera. Cuando digo que hoy hace calor, asumo la res- ponsabilidad del tipo de ropa que nos pondremos mi familia y yo, etcétera, Es cierto que la responsabilidad puede ser mayor ‘0 menor segiin las consecuencias de mis actos (de mis palabras), segin éstos sean de mucho peso o relativamente indiferentes, ramificados o simples, etoétera. En la vida cotidiana los hombres son en general espontaneamente conscientes de su responsabilidad, pero a menudo tal consciencia es fruto de Ia reflexién. Cuando nos expresamos con cautela, se quiere también atenuar la res- ponsabilidad. Si, en lugar de 'emafiana loveré», digo que creo que mafiana Hover; en lugar de «Pedro tiene mal caricters, digo due tengo Ia impresién de que Pedro tiene un mal cardcter; en lugar de xdebes detenerte aqui», digo que en mi opinién es nece- sario detenerse; en todos estos’ casos —tanto si se trata de he- cchos importantes como si no— atentio mi responsabilidad por las palabras que pronuncio (en relacién al acto). Tales tipos de ate- 353 es 14, 23, nuacién de la responsabilidad son menos numerosos en el campo de las acciones no verbales (un indeciso levantarse el sombrero, que podria ser interpretado como un saludo, pero también como un gesto cualquiera; actos imprecisos de preparacién, que poste- riormente podrian ser negados; etcétera) La preferencia acordada a estereotipos bien experimentados, el aferrarse al comportamiento de la media de los hombres, el uso de Ja praxis repetitiva en los casos en que seria necesaria Ja inventiva, nacen a menudo del temor a la responsabilidad. ¥ tam- bién muy a menudo es el temor a la responsabilidad el que vuelve convencional el sentido de la certeza (la fe) de la media de los hombres, el que lo hace degenerar en fe ciega, el que da tanta fuerza a la desconfianza y al recelo frente a lo nuevo (como sabemos, éstas son las otras caras de la fe ciega). Sin embargo, el temor a la responsabilidad no es obligatoriamente una catego: ria negativa, Es sabido de lo que han sido capaces los hombres que han superado este temor: piénsese en Nerén, que prendié fue- g0 a Roma para poder escribir una oda sobre el incendio. También un individuo que actia en base a normas con contenido de valor Positivo, conoce el temor a la responsabilidad, pero este temor, cuando ‘se trata de una causa cargada de valor, no lo induce a huir de la responsabilidad, sino mis bien a tomar una decision que implique la asuncién de 1a responsabilidad y la superacién del temor. Hamlet dice al final del primer acto: «Los tiempos estan desbaratados: jOh, maldito desasosiego; nunca deberia ha- ber nacidu para volverlos a poner en orden'» Shakespeare repre- senta en la figura de Hamlet la dialéctica de saber y responsabili- dad. Para Hamlet superar el temor de la responsabilidad significa ‘saber, estar seguro de que su acto es adecuado y no arbitrario (y 4que no se trata de una accién puramente convencional). TIPOS DE ACTITUD TEORETICA EN EL PENSAMIENTO COTIDIANO Hemos hablado ya de los fundamentos en el pensamiento co- tidiano de las particulares actitudes (no naturales) de las obje- tivaciones para-sf). Por ejemplo, las formas de actitud teorética en cl seno de la estructura pragmatica (el alejamiento en el tiempo yen el espacio de la praxis), entre las cuales el pensamiento anti- ipador, 0 bien la comprobacién de los hechos, la fe, la con fianza entendidos como sentido de la certeza respecto (entre otros) al saber. Hemos intentado demostrar que el saber cotidiano, con sus caracteristicas antropoldgicas y ontolégicas y con st conte: nido cognoscitivo, constituye el fundamento de las objetivaciones genéricas superiores. Examinaremos ahora la cuestién bajo un aspecto distinto. Tomaremos en consideracién tipos de pensa- miento que como tales no tienen ninguna relacién con el pragma- 354 tismo cotidiano, que se fijan en cuanto tales en la vida cotidiana, convirtigndose en habilidades y ademas en habilidades tipicas. Esto es, se trata de actitudes no cotidianas «puras», pero que so partes orgdnicas de la vida y del pensamiento cotidianos y que como tales se convierten en fundamento de las objetivaciones genéricas paras La contemplacién La contemplacién constituye un comportamiento humano pri- mordial. Aparece donde quiera que la relacién con la naturaleza no sea pragmdtica, cuando la naturaleza no es utilizada, vencida, pero tampoco temida, Su primordialidad es evidentemente relati- va, Para que se presente como comportamiento independiente deben existir hombres que, en parte, estén ya libres de Ia lucha por Ia autoconservacién, Como hemos dicho ya, en el hombre el mundo en el que vive suscita curiosidad e interés. Més tarde cuan- do no es ni necesario ni posible un comportamiento pragmitico, curiosidad e interés se convierten en fines en si mismos. Todas Tas cosas que por un lado son objeto del interés pragmitico, por otro —cuando reposamos y no consumimos— pueden convertirse fen objeto de contemplacion. El pastor que mira el cielo estrellado, no puede ni debe hacer nada con las estrellas: son bellas, forman figuras extrafias, suscitan interés, temor reverencial, estupor. Les da un nombre ¥ distingue las consteluciones. Aprende ubservur algo que fo usa y a experimentar placer frente a algo que "0 consume, A partir de esta observacidn, de Ia que encontramos hhuellas en diversas representaciones magicas, se Iega después de un largo camino a descubrir la belleza de ta naturaleza. Este escalén sélo se alcanza a través de la mediacién del arte. Pero tuna ver alcanzado, el hombre llega a una fuente inagotable de placeres cotidianos. En un rostro se descubren bellas lineas, en tun paisaje las Iineas onduladas del movimiento, en el sonido la armonfa, El hombre Iega asi a un tipo de placer que no tiene nada que ver con la satisfaccién de las necesidades de la vida. La observacién, Ia contemplacién se convierte en el fundamento de Ia cieneia y' del arte en las percepciones cotidianas. La deseripcion de tas cualidactes Una capacidad unida a la precedente es la descripcién de las, cualidades. Se trata, evidentemente, ante todo de un hecho prag- mitico, Las cualidades de una cosa son descritas para dar a conocer cémo y cuéndo usarla (cémo reaccionar frente a ella). Sin embargo, desde hace ya mucho tiempo la descripcién de las ‘cualidades se ha hecho auténoma, se ha separado de la intencién 355 pragindtica: junto a las cualidades que interesan a la praxis, se observan también cualidades irrelevantes en tal sentido. Estas observaciones se convierten después en un saber que es legado en herencia a las generaciones siguientes. Los dibujos de las caver- nas del Paleolitico muestran muy bien cémo la observacién se convierte en una intencién auténoma. En los animales representa- dos sobre la roca no slo estén presentes las cualidades que inte- resan desde el punto de vista de la caza o de Ia ulilizacion de Ja presa, sino también las cualidades La clasificacion En la clasificacién tenemos ya una especie de homogeneizacién, La clasificacién surge también en primera instancia de una nece- sidad pragmética. Por ejemplo, los hombres han tenido que dis- tinguir Jos frutos comestibles de los no comestibles, y_ulterior- mente han tenido que subdividir entre ellos las planias comesti- dies, etcétera. Para realizarlo fue necesario un particular tipo de clasificacién. Pero una vez existente la capacidad de clasificar no se detiene en los limites del pragmatismo, A la distincién entre plantas comestibles y venenosas sigue de inmediato, como mues- tra Lévi-Strauss, la distincién de las plantas venenosas sobre Ia base no de su grado de toxicidad, sino de los mas diversos crite- ios no pragmaticos. Las clases que surgen no tienen ningtin sig- nificado prictico. De este modo nace, por el contrario, una forma de homogeneizacién, el clasificar que se hace relativamente auté- nomo como habilidad, que ya sélo satisface un interés, Ia curiosi- dad, sirviendo @ la conquista teorética de la realidad y ya no solamente a la préctica, EL experimento La preparacién con vistas a un cierto fin, la adquisicién preven tiva de conocimientos, el deseo de seguridad, pueden hacer sur- gir también en la vida cotidiana una prepraxis que apunta al Pragmatismo, Ia forma del experimento muy frecuente en Ia vida cotidiana. Se trata de una actividad préctica sui generis, que yo mismo desarrollo o encargo a otros: no es un fin en sf mismo, pero no tiene ni siquiera el objetivo de desarrollar las habilidades hecesarias para ejecutar una determinada tarea (como ciertos Juegos). Su funcién es la de preparar la consciencia suficiente- mente para tomar una decisién, para permitir el actuar con un mayor valor de probabilidad, quiza suficiente para garantizar una accién segura. Aquel que usando un nuevo color tifie prime- ramente un pedazo de tela para ver si no perjudica el tejido, quiere precisamente procurarse el conocimiento (el saber) dei 356 color antes de usarlo efectivamente. (El mayor conocimiento sirve en este caso para disminuir la responsabilidad.) Resulta claro que nos encontramos aqu{ frente al germen de determinados métodos cientificos. Otro asunto, pero no podemos detenernos en tal cuestién, es Ia ambigtiedad y por tanto la problematicidad moral de los experimentos hechos con personas’ La sintesis 0 imagen det mundo Aunque el saber cotidiano, la doxa, no se inserte en la or- denacién de una imagen homogénea del mundo, aparece ya en el plano del pensamiento cotidiano a necesidad de una imagen del mundo unitaria, de wna sintesis. En parte son las cuestiones teleolégicas concernientes al particular (por qué o con qué obje- tivo estén en el mundo, por qué esta o aquella cosa debe suce- der precisamente por mi causa, etcstera) las que constituyen los fundamentos de esta necesidad. Pero evidentemente no sélo éstas se hallan también, indisolublemente ligadas a las preceden- tes, cuestiones teleolégicas concernientes al «nosotros» o deriva- das de Ia consciencia del nosotros (por ejemplo, sobre el origen de tuna estirpe), Ademés algunas cuestiones nacen del trabajo, aun- que luego se han separado de él (1a magia pseudopragmatica, es- pecialmente 1a forma analogizante que Frazer denomina magia contagiosa). Estas necesidades y modos de pensar que se d ide las fuentes mae variadae crean en sue comienzoe s6lo sintosis parciales bajo la forma de mifos, que constituyen modos de comportamiento religiosos y artisticos que atin no se han alejado del pensamiento cotidiano, Estos mitos explican el seras{ del ‘mundo del hombre, asi como el puesto del hombre en el mundo. Sélo Ja religién se ocupa —cuando lo hace— en fundir o incluso fen unificar orgénicamente estas sintesis parciales en una sintesis complexiva. Una sintesis filoséficocientifica la tenemos por pri- mera vez en el pensamiento griezo que, va en sus primeros pasos, se enfrenta con el modo de sintetizar de los. mitos ligados al carieter antropomérfico del pensamiento cotidiano y con sus contenidos. La primera imagen filoséficocientifica det_mundo ‘oue proporeiona. una explicacién complexiva del mundo dotada de wna solider propia, Ia debemos a Herdclito y a las ideas de Tos eléatas* Tas erandes sft impedido al pensamiento cotidiano el producir dia a dia s sis parciales, Asi tenemos por un lado sintesis de cardcter pi tive, mitolégieo, y por otro generalizaciones sintetizadas de fas ‘is en el plano de la genericidad no han inte: 1. A-este reynesto dstinginas dos polos: el poner a prueba a personas ‘aye Comstitve C1 nolo positives eFeea Eon personee, que ex el polo esate. aeSonre lush de la Imanen a! mundo, de la Anfabedad elsicn conta Tse el ultima capitulo de ta Fotaica de G. Letts. 387 experiencias cotidianas, Ia denominada «sabiduria popular», Ia «filosofia del campesino». Durante largos periodos histéricos ni Ja religién, nila filosofia (y mAs tarde la ciencia) han cedido ‘sus armas en la lucha por el «alma» del hombre, en la lucha por subordinar la vida y el pensamiento cotidianos a su propia sinte- sis, Solo en el ultimo siglo —por causas y motivos que no pode- mos analizar aqui— tal pretensién se ha atenuado, e incluso ha desaparecido parcialmente, y las objetivaciones genéricas para-si (parcialmente también el arte) han renunciado esponténeamente a Ja pretensién de dar una explicacién unitaria del mundo y de trasponerla al pensamiento cotidiano. Son también cada vez més raras las sintesis parciales, pero que aparecen conscientemente organizadas por la manipulacién y consumidas como mercancias ya confeccionadas. 358 Il. El contacto cotidiano Debemos decir ante todo que no es posible subdividir las ma- nifestaciones de la vida cotidiana en fenémenos concernientes al saber, a las relaciones y a la personalidad. Tomemos, por ejemplo, el edebates y el «juegos: se trata de dos fenémenos que pueden referirse (aunque no exclusivamente) al. saber y que al mismo tiempo tienen un papel relevante en el desarrollo de la persona: lidad. Por el contrario, es en cualquier medida arbitrario (y po- driamos citar otros ejemplos) discutir en el ambito del problema del contacto entre Ios hombres. Sin embargo, una cierta arbitra- riedad es inevitable si queremos comprender te6ricamente una esfera por su esencia heterogénea, en la cual todo fenémeno forma parte de conjuntos heterogéncos. En cada caso el arbitrio es relativo. Por tanto, examinaremos ahora aquellos fenémenos que cen primer lugar forman parte del contacto entre los hombres (aun teniendo también otros significados) 0 que parece necesario examinar también desde tal punto de vista. EL CONTACTO COTIDIANO COMO BASE Y REFLEJO DE LAS RELACIONES SOCIALES. IGUALDAD Y DESIGUALDAD Normalmente a través del contacto cotidiano no entran en contacto el chombre» con el shombres, sino una persona que ocupa un puesto determinado en Ja division del trabajo con otra persona que ocupa otro puesto. Entran en contacto cl sefior feudal con su siervo de Ia gleba 0 con su vasallo, el em} do con su jefe 0 con su subordinado, el revisor con el pasajero del tren, ei libre agricultor con su jornalero, Incluso los contac tos de aquellos que tienen vinculos de sangre son regulados por €l contenido, por los usos y por las normas posibles en presencia de determinadas formas de divisién del trabajo (incluso la rela- cién entre padre e hijo o entre hermanos se ha transformado mu- has veces en el curso de la historia), por no hablar de las formas de contacto entre hombres y mujeres, formas que, media- das por las costumbres, cambian ampliamente. Cuando uno dice a su interlocutor: «Quisiera hablar contigo de hombre a hombre», pretende decir que en esta circunstancia no quiere considerar los respectivos puestos en la divisién del trabajo o las costumbres que regulan Tos contactos en In medin de la sociedad. 359 oni a a nr omit cen cr ors dtr cael ue mei cote a a eer te Flach asadas en Ia futldad 'y Ins Bassdesven ie desigual renin 0 euchenrrrata, ay incies d cuando esta tltima asume otras formas (por ejemplo en las revoluciones). 360 cial y como consecuencia son por principio alienantes. El viejo suefio de la fgualdad surge en el hombre del odio y de la protesia contra este sistema de inferioridad-superioridad (incluso cuando esto sea evitable). Sin embargo, las relaciones de dependencia per sonal no contienen obligatoriamente el momento de la inferio. ridadsuperioridad, Cuando son el fruto de una libre eleccién, uando se basan en la diferencia de capacidad, cuando surgen por Ia necesidad de guiar, integrar una aceién o una serie de accio- res, se basan también en este caso en la desigualdad, pero no en Ja desigualdad social, sino més bien en la pe-sonal.'La relacién entre padres e hijos, entre ensefiantes y alumnos, serd durante un cierto perfodo de tiempo desigual, en vista de la diferencia (la desigualdad) de saber y de experiencia entre las dos partes. Pero esta desigualdad (noalienada) es siempre temporal, 0 bien surge en cierto punto de la actividad sin determinar la fotalidad de las relaciones interpersonales, En las sociedades de clase los contactos basados en la igualdad son correlativos a los basados en In desigualdad. Sefior feudal y Sefior feudal, director ministerial y director ministerial, ama de casa y ama de casa entran en contacto entre ellos de igual a igual. De modo que ta misma igualdad personal es alienada, en cuanto se convierte en funcién de ta desigualdad social, Se tiene ade- mds una relacién igualada entre desiguales, puesto que se pone el signo de iguales a personas desiguales por sus cualidades hu. ‘manas. No nos referimos solamente a que sea potenciada la apa. Tiencia de tas cualidades personales (quien tiche dinero, es het ‘moo, ingenioso, inteligente), sino ante todo al hecho de que solamente algunos lugares privitegiados en el seno de la division social del trabajo ofrecen ta posibilidad de desarrollar ciertas ca pacidades humanas (saber, cultura, gusto, ete.). Para los apoloze: tas de Ia sociedad de clase este fenémeno les sirve de rgumen. to contra Ta igualdad. (Un ejemplo entre muchos: las mujeres no pueden ser situadas al mismo nivel que los hombres, nunca han producido nada grande, atin hoy son incultas, votan_ de un modo reaccionario, eteétera. De una igualdad personal no alienada s6lo se podré hablar como fenémeno socialmente tipico cuando, en lugar de las relaciones de inferioridad-superioridad, existan relaciones de dependencia personal basadas uinicamente en la di ferencia de capacidad. El opuesto real de la desigualdad no es, por tanto, la igualdad, sino Ia «igualdad libre» en la que el con: facto interpersonal es efectivamente un contacto de hombre hombre, entre «este ser humano» y eaquel otro ser humano», Creemos que no es necesario detenernos en demostrar que las relaciones interpersonales son necesarias por el hecho antronolo- stico de la diferencia entre los hombres, Si no existiesen tales diferencias, cada particular no serfa «inico» en st éneva Vv tina ran parte de los tipos de contacto seria stmnerflua. Siti reac: cionases exactamente como yo, no serfa necesario que yo te acon: 361 seje, te convenza de algo, te explique algo, eteétera. Pero todo esto no tiene nada que ver con el programa de la igualdad y de Ia desigualdad. El contacto cotidiano constituye Ia base y el espejo de las for- mas de contacto del conjunto social. Lo examinaremos en primer lugar como base. El contacto cotidiano es siempre un contacto personal: una ‘© més personas entran en relacién con otra u otras personas. El «contacto personal» es entendido aqui en sentido amplio. No es necesaria una proximidad fisica propiamente dicha, una con- versacién telefénica 0 una carta significan también un contacto personal, que, por tanto, puede estar mediado por objetos (entre ‘comprador y vendedor existe un contacto personal). Pero, eviden- temente, no es sinénimo del concepto de relaciones interperso- nales. Todas las relaciones sociales son relaciones interpersona- les, pero en cuanto conjunto de relaciones no son relaciones de contacto personal, aunque estén basadas en éstas, A pesar de ello Jos contactos cotidianos pueden ser también alienados. Hemos dicho ya que Ia inferioridad-superioridad, como hecho cotidiano, es una forma en la que se expresa la alienacién. El grado de alienacién de una sociedad puede ser también revelado por los ‘contactos personales. No es el Estado, sino el funcionario del Juzgado el que hace el embargo, y es el funcionario del juzgado ‘con su dureza, los policfas que lo ayudan (también éstos como personas), quienes muestran al hombre cotidiano particular Ia extrafiacién del Estado. ‘Resulta claro que las relaciones mercantiles y monetarias de una sociedad (por ejemplo el capitalismo) no son simplemente factores del conjunto de contactos personales concernientes al intercambio de mercancfas. Sin embargo, no hay intercambio de mereaneias sin que el productor de trizo A venda (en un contrato personal) su producto al mavorista B, sin que el mayorista Ba través de sus agentes (fuiados en el Ambito de un contacto per- sonal) venda el trigo al detallista C, el cual Iuego (también él a través de un contacto personal) Io vende a sus clientes D. Todo acto de compraventa se desarrolla bajo la forma de contacto personal cotidiano, (Lo cual es valido incluso cuando el detal 2a telefénicamente el pedido a los delerados del mavorista.) © bien examinemos a relacién recforoca de las clases. El anta- gonismo entre proletariado y burguesfa surge de sus relaciones antagdnicas con los medios de produccién; de ahf los intereses opuestos de las dos clases y la posibilidad de una lucha entre ellas, Sin embargo, es evidente que Ia lucha de clases sélo se constituye cuando millares y millares de obreros particulares tie- nen una actitud de igualdad con sus propios compaficros de tra- aio v una actitud de desiqualdad con el capitalista o con el ca- rnataz (actitudes personales), cuando ademAs un agitador (eviden- temente de un modo personal) explica que la situacién es injusta. 302 Er obrero disate la cst con su compatero mis pring fasts neal est east cena (coerdas eindat asee seh, Peso) fade enon sea aa cana cama cm alco a ali (ene SERPs Sate contagion x liao de i ctu a dre ee ane ert sl se leven por mek Se in Laide 7 Ga cotcte cote nda i comnts Gy cies 8 coumeeie grades ain noe Je ee oe ate ca mec Me eae fee ena sobre beac ta eed te l case, are al adees ae eerste ata ine pions se come Es einen ee cae satan eens Bareemee marae pen reacones Mostar ev at ed rn comee ox par pion eldatea espera ea eee omar Se le taaions sole poe, pet eames eee pean watt ase ecient ees Soe ceo ness eee ines aoe Soe aes ane past emcee alco eae ae tee pale loan par ata cone a cae aa past a mrss aces cat eetaa sees teat ca cee el Darnton ala rm ant nares sfaea ha case naere eas feast LAS FORMAS DEL, CONTACTO COTIDIANO Para empezar, digamos algunas palabras sobre los tipos més importantes de contacto cotidiano, Se trata del contacto caswal, del contacto habitual, de la relacién y finalmente del contacto or. ranizado. Cada uno de estos tipos no se presenta obligatoriamen- te aislado, sino que. puede también estar interrelacionado con los otras. 4 Los tipos en sf rio nos indican cud es Ia intensidad del contac- to. Cuando dos hombres, uno junto al otro durante un incendio, se ayudan reciprocamente en la tarea de extincién, tenemos un contacto casual (no se han encontrado nunca antes y no se vol- verdn a encontrar en el futuro) pero muy intenso; el contacto hhabitual de algunos vecinos de casa puede ser por elemplo mu: ‘cho menos intenso. Si consideramos los tipos de contacto desde el punto de vista de la sociedad, los contactos oranizados son los ms intensos, puesto que son necesarios para su autorreproduc- cién (familia, grupos de trabajo, organizaciones religiosas, célu- 363 las de partido, etcétera). Si analizamos los fenémenos observan- do la intensidad de los sentimientos, ocupan el primer puesto las relaciones: la relacién es por su naturaleza un contacto perma nente (habitual u organizado) entre dos 0 més personas basado en un vinculo sentimental reciproco. Forman parte de él la amis- tad y el amor, pero a menudo también un fuerte sentimiento ne- fo (el odio) hace surgir relaciones. . ‘Dado que los tipos de contacto social (es decir, los organiza- dos: los grupos y las comunidades) han sido examinados en la primera parte, mientras que las relaciones serén analizadas mas adelante, nos flimitaremos aqu{ a analizar el cdmo del contacto. Son dos las formas a tomar en consideracién: la accién directa y la accidn verbal. Ambas pueden ser partes orgénicas del contac- to relativo al conjunto social (su funcién social es, como hemos visto, el constituir sus factores), pero puede tener lugar también tuna forma especial que existe de por si. Esta forma de por si de contacto, que encuentra en si misma su propio sentido, a saber el juego, la examinaremos separadamente? La accién directa (el otro como instrumento y como objetivo) Evidentemente fa accién directa no aparece siempre aislada de Ja accién verbal, Fs dscir, no se trata. de una accion cmudan, aunque puede serlo (dos personas caminan por la calle sin ha- Diary. com las manos coyidas). La acelén directa se distingue de Ja verbal poraue contiene también ut acto como factor swy0, porque se expresa inmegiatamente también en el acto, La inmen- En mayoria de los contactos cotidianos est4 constituida por ac- lones directas, mientras que Ts. accién verbal tiene importanc Como su anticipacion o como reflexién sobre aquéllas Tas formas de contacto cotidiano que se expresan en acciones directas son tan numerosas y tan heterogéncas que no podriamos hi siguiera enumerarles. Sin embargo, citaremos algunas: Ta ac ‘én en comiin (por ejemplo, un paseo en comin), a accién cor. orniente al respectivo compatero (Ie dov algo), ta. accién rect proca (el juego de pelota), Es posible establecer tipologias de ac- i Gn los eriterios mas variados, pero para nosotros de momento esto es irrelevante, Lo ote nos interesa es la otra per- Sona como objetivo o instrumento en el contacto cotidiano. TEs sabide que Kant sostenfa que tn hombre no debe ser un insteumento. para otre hombre. Kant ponfa este precepto en Ja {afera de Ta moral abstracta, 10 cual significa que consideraba co- fo un factum brut la fancion instrumental del hombre (para 9. Sahemas muy bien cue esta subdivision no se fondamente_en bases unitaris pero eveemos abetnos Justifeado mediante as Maras. nial e fste capitulo, 368 otro hombre) en el contacto humano guiado por la moral no abs- tracta, Pero en realidad un contacto cotidiano en el que un hom- bre no haga de instrumento de otro bajo ningiin aspecto es im- posible (e incluso carece de sentido). Cuando tomo un contable, Jo utilizo (también) como instrumento para mejorar la gestién de los negocios. Cuando invito a unos huéspedes, los considero (también) como instrumentos de entretenimiento para mi. El coito puede servir (también) como instrumento para gene- rar. Los nifios pueden constituir (también) un instrumento pa- ra obtener de ellos una alegria particular o un apoyo en la vejez, para darnos prestigio, etcétera. En Ia vida cotidiana es ademas inevitable que en ciertos tipos de contacto otras personas sean Para nosotros solamente instrumentos (el cobrador esté para vender billetes, el electricista para reparar mi limpara, etcétera). La alienacién del contacto cotidiano (personal) no consiste, por tanto, en el hecho de que otras personas cumplan éambién la fun- cin de instrumentos 0 de que en algunos contactos (en general ccasuales) esta funcién sea exclusiva, La vida cotidiana esté alie- nada cuando (y en la medida en que) la funcion instrumental domina todas mis relaciones humanas, cuando la relacién con otro hombre, es decir, el otro hombre (ios otros hombres), como objetivo desaparece completamente (en la mayor parte de mis contactos, o también en las formas de contacto mas importantes ara mi). Cuando alirmamos que el papel de instrumento por parte del ety es inevitable en el contacto cotidiano, no negamos que Ja misma persona pueda ser también el objetivo de nuestro contac: to, El hombre que se casa con una mujer exclusivamente porque constituye un buen partido, porque acrecienta su prestigio, por. que le conviene casarse, porque los hijos son necesarios, consi dera a 1a mujer s6lo como un instrumento. Por el contrario, para el hombre que ve la esencia del matrimonio en la relacién amo- Tosa y que por ello se preocupa de la felicidad de la esposa tanto como de la propia, Ia institucién del matrimonio constituye una relacién con un fin en sf misma, con la esposa, es decir, median- te la relacidn con la esposa como objetivo, aun estando presen: te una cierta instrumentalidad. También puedo tomar un conti ble no pensando solamente en'la administracién, sino en los in- tereses del otro: lo que ganard con ese trabajo, si el trabajo os apto para él, etcétera, El otro hombre no deja de ser un instr mento, pero es al mismo tiempo un objetivo. Evidentemente, el otro hombre no es considerado como un ob- jetivo con igual intensidad en todos los tipos de contacto. La mé- xima intensidad es posible en las relaciones, la minima en los Contactos casuales. Sin embargo, podemos detectar la tendencia de fondo por la cual tanto mds humanizado es el contacto cati- diano cuanto mds numerosas son las relaciones personales en las que ta funcién instrumental del otro hombre estd subordinada, 365 cuanto mas es en ellas ef otro hombre (y ef contacto mismo) mn ia serie de relciones de desigualdad son tas relaviones de inferioridadsuperioridad aquellas en las que predominan ia ins {tumentalidad del otro hombre. El trabajador ca para el capita: lista un instramento para enriquecerse, el servo cs para cl amo tin instrumento-a emplear (para los servicios que afectan 5 persona), no son tomados en consideracion bajo ningun ov as ecto. O'inejon, cuando el oto hombre en esas relaconcs aps Fece comma objetivo, es porgue el fin mismo es suoerdinado ala funciom de trstrumentd (me coniene ser bueno con el ser¥O, Porgue asi me sirve mejor). Sot eliminando Ia inferioridadsupe: oridad en la vida cotiiana se hace posible que la funcién pri maria de instrumento de un hombre para otro pieréa su univer Ealidad soca. ° La relacion moral abstracta (aqui Kant tiene razén) pone siem- pre el voto a In pura funcion de instrumento del otro hombre. Ea Base-a las normnas morales abstractas no a las coneretas— debo tomar en consideracion tambien desde el punto de vista de sus hecesidades, deseos, etoétera, al ser que, como bombre, es igual mi, «Bien no es solo «bien para mi, sino el Bien simplemente fomo valor, y, por tanto, tambien bien para él Al mismo tiem: po (y ahi estiba la diatéetca de la pura moral abstracta) tem. bres en este caso cl hombre puede ser un instrumento para otro hombres cuando se trata de um objetivo moral abstracto en cuan- fo tal ¥ la moral ebstacta constivaye solo un ejemplo de was In slain an cl Hombre como isrunent so transforms onc ano del paresi, Picnsese en Ta politica (eel fin justia Tos me iso, en la Tancign instromental de la personaodelo en el a fe, en los experimentos clentifices efectuados con hombres ¥ $0. bie hombres, etettera, La accién verbal accién verbal como tipo espectico e diisimente distin: guible en sus formas elementals Be los aspectos lngitstcon de E'accon greta, Sus formas elementals ton la comumicaton, Ta denon Te peroucsion” Las tes pucden refereed temente ala acdbn, To que sucde en ia mayoria de los eases tnt omnic ae nen pri lt dry tc mis hago‘ fn de que si interlocutor tome el ten a teropor un gr po de trabajo, antes de empezar un trabajo, subdividira sus fases Fariclares'en el curso de una dscuslon: persuado amiga etrta forman parte dl 10, La pain, 0 orden, el ruego, te ita, ete pe, aet sspecto linglistco de Ie acriéa drecta, por esta rata 0 tatamos de. lk ste punto 366 Para que se ponga esta noche el vestide negro y no uno rojo bur- deos; etcétera. Sin embargo, poseen también funciones y signifi cado auténomos, Empecemos por la comunicacién. Comunicar no significa ne- cesariamente suscitar una reaccién correspondiente inmediata, Cuanto mas evolucionada es una sociedad, cuanto mas saber —no inmediatamente referido a las acciones del particular— es nece. sario para moverse en el propio ambiente, tanto mayor es la im. Portancia de las comunicaciones que no son realizables en accio. Res y a las cuales no se reacciona con actos. Cuando alguien me comunica que Thomas Mann ha muerto, que ayer en Uganda hhubo un golpe de Estado, que ha sido efectuado el centésimo transplante de corazén, recibo informaciones ante las cuales ‘no Puedo reaccionar con actos. Ni su misién es la de suscitar una accién, soy simplemente «informados, Aunque recibiese muchas informaciones de este género, no adquitirfa una mayor capacidad de accién, sino que solamente estaria mas informado. No hay que creer sin embargo que la comunicacién de noticias, como acciin verbal auténoma, sea un fenémeno «moderno»; en nuestra época simplemente han cambiado el espacio y el tiempo de la informa: cién, porque han cambiado los medios de comunicacién. La pren- sa, la radio y la televisién han hecho posible la répida difusion de las noticias, en la préctica Hegan simultineamente a los mas diversos puntos del espacio. Ademés, gracias a la técnica evolu. Gionada de las telecomunicaciones, estamos en condiciones de ob- tener més informaciéu de mas sitlos y de mayores distancias. Pero las noticias han existido siempre, siempre han sido comuni. ¢adas y siempre han tenido una importancia mayor o menor para Ja vida cotidiana. Basta pensar en la forma primitiva de la com: nicacién de noticias en el contacto personal, en los chismorreos, © en el papel que siempre han jugado, antes de la legada de los medios de comunicacion de masas, los viajeros, los extranjeros, los cantantes, los trovadores. La relacién entre la masa de infor. mzciones solo «memorizadas» y la masa de informaciones que suscitan acciones es siempre indicativo del desarrollo técnico ade- ‘mids del social de una época. Si la proporcién se decanta en be. neficio de las informaciones slo memorizadas, tenemos un signo cierto de saber creciente. Sin embargo, Wright Mills observa jus: tamente que la aspiracién a estar informados, a «estar ens, como comportamiento humano dominante, constituye un fenémeno mo- ralmente negativo, Cuando ef deseo de pura informacion repri. me totalmente ta exigencia de transformar las informaciones en actos, el saber del hombre en vez de ser activo se hace pasivo y ierde su funcién en la obra de replasmacién de la vida (que es, Por el contrario, un aspecto importante del saber cotidiano). Se Mega as{ —sea cual sea el crecimiento cuantitativo de las infor- maciones— a una desesencializaciOn de la personalidad humana. La discusidn como accién verbal relativamente auténoma es 367 sustancialmente una forma colectiva del pensamiento anticipador © diferido. Su tema no es obligatoriamente una accién inmediata (como en el caso de la discusién de trabajo), sino que puede ser también un acontecimiento lejano, que quizé no se verificaré nun- ca. Se distingue de 1a conversacién sélo porque en ella se debe egar a una decisién. Cuando una familia discute el futuro de los hijos, cada miembro expone sus propias ideas, se confrontan las diversas, y al final se decide algo. Por el contrario, cuando se dis- cute sobre un acontecimiento pasado, la decisién afecta a la valo- racién de tal hecho, No hay ni que decir la importancia de la dis- cusién en una especifica actividad genérica emergente de la vida cotidiana: la politica, Al igual que en muchas otras categorias de la vida y del pen- samiento cotidianos, también en este caso debe ser puesta de relieve la duplicidad del contenido de valor social y ético del fe- némeno, La discusién presenta innumerables aspectos positives preserva al particular de las decisiones equivocadas, de las ideas erréneas, de“las reacciones unilaterales; puede servir como anti doto contra Ia particularidad, en cuanto las concepciones orienta- das en este sentido se encuentran enfrentadas en Ia discusién con las opiniones de otros. Ademds, Ia discusién opera como prin- cipio de descargo facilitando las decisiones. Pero precisamente éste es el punto en el que hay que tomar en consideracién el justo medio aristotélico. Si se discute siempre sobre todo, si se confia siempre en las decisiones colectivas, 1a responsabilidad personal es disminuida hasta tal punto que la funcien de la discusion acu a por transformarse en su contrario: es cierto que disminuyen Jas posibilidades de tomar decisiones condicionadas por la par- ticularidad, pero se refuerza asi un afecto suyo fundamental, 1a cobardia. La persuasién (disuasién) no es més que una forma relativa- mente auténoma del aconsejar. De hecho su funcién no es s6lo Ta de dar tn consejo de aprobacién o desaprobacién sobre un de- terminado acto, su eficacia ademis no depende solamente del consejo dado, si es bueno 0 malo, sino también de la forma en ‘que es presentado. Es decir, se trata de una accién verbal con- tinuada, que esté construida voluntariamente de tal modo que tenga It maxima eficacia, En la medida en que (y si) la comuni- cacidn no es puramente informativa, sino que sirve también para transmitir un convencimiento (tiene como fin la formacién del mismo convencimiento), contiene siempre el momento de la persuasion. El sujeto de ésta puede ser un hombre particular, pero también una masa, En ef caso de la pura informacion am: bos participantes son relativamente pasivos (el informador no yhace mas que transmitir la informacién), en a discusién todos los participantes son actives; en la persuasiéa, por el contrario, uno (el persuasor) es activo, y el otro (el que es persuadido) es pasivo. 368 Dado que la persuasién se presenta ya en la vida cotidiana en una determinada forma preconstituida, para conseguir persuadir son necesarias facultades especiales. Se dice a menudo sobre al- guien que tiene una buena capacidad de persuasiOn: no es sola mente una cuestién de técnica, sino también de carisma perso- nal. Esta capacidad tiene grandisima importancia en la actividad politica, especialmente en los discursos politicos. Un discurso de hecho no es mas que un persuadir a la accién y/o al convenci- miento. En la Antigiiedad clisica la retorica era considerada un arie o ciencia especifica, se ensefiaban sus reglas y todo buen ciu- dadano debia practicarla. En verdad la retorica no es ni un arte ni una ciencia, sino una capacidad cotidiana afinada dominando determinadas ‘locuciones, una técnica, instrumentos tipicos al efecto. No es una ciencia, porque en la ciencia la personalidad debe quedar suspendida, mientras que una retérica que operase solamente con reglas y métodos generales seria vacia ¢ ineficaz. Para el éxito de la reiérica es necesaria, por tanto, Ia presencia de Ja personalidad, un estilo personal, una adaptacién rapida a la situacién, el encanto del orador. Pero tampoco es un arte porque Ja evocacién solo tiene en ella una funcién secundaria. Su obje- tivo no es el efecto obtenido indirectamente a través de la evoca- ion, sino precisamente el efecto directo. Sin embargo, la persua- sién'como accién verbal dramética es uno de los materiales fun- damentales del drama (piénsese en el arte persuasorio de Ricar- do junto al cadaver del marido de Ana). El sconfiarser es también un fenémeno clemental de Ia vida cotidiana. Malinowski cuenta que los miembros de algunas tribus primisivas se congregan todas las noches y luego cada uno de ellos «se conffa». El que habla esta en una situacién privilegiada y cada uno espera con impaciencia que Ilegue su turno. No es ecesario demostrar que nosotros diferimos poco de los. «salva- Jes» de Malinowski, Como maximo en el lugar de la confidencia Publica, han entrado gradualmente sus formas més intimas. No- sotros nos confiamos cara a cara: con un amigo, con la persona que amamos, con nuestro confesor, con el psicoanalista, etcétera. Cuanto més ‘compleja es Ia individualidad del particular, tanto ms (iy no menos!) se hacen valer las dos necesidades que se re- ficjan en la confidencia. La primera es el deseo de eabrirse»; ex- poner libremente el propio yo delante de otro o de otros, es una necesidad perenne que surge de un modo inmediato de la socia- lidad del hombre. La segunda exigencia es ambigua: a través de Ja confidencia se quiere reducir, desgravar en parte o del todo la responsabilidad (moral). Se trata de una exigencia positiva cuan- do la division de la responsabilidad se convierte en un medio para comprenderse mejor a si mismo y no para autoabsolverse. La confidencia, por el contrario, es negativa cuando el descargo de Ja responsabilidad sirve al particular para continuar del mismo modo. Por ello los diversos tipos de confidencia son siempre ca- 369 es 1H, 26 racterizadores en el plano ético, No es necesario explicar cémo el confiarse, en cuanto hecho de la vida cotidiana se convierte en el fundamento de actividades genéricas paras. Hace un mo- jento hemos hablado de su significado ético. Afiadamos sola- mente que la lirica subjetiva como género artistico se basa lampien en un tipo de coniidencia: es el «confiarse» del particular que se eleva a la genericidad, ‘La conversacion es también un hecho fundamental de la vida cotidiana. Llamamos conversacién a toda accion linglistica entre dos mas personas cuyo tinico objetivo es el intercambio de ideas. Este aparece si y cuando los particulares tienen ideas auto- nomas y divergentes, © sea, precisamente «intercambiabless, En ciertas épocas historicas, en determinados estratos sociales, don. de ideas de este tipo solo se presentan en momentos particula- res, la conversacién no es un jactor permanente de la vida, sino luna ocasion rara, podriamos decir, solemne. El campesino que viva en condiciones primitivas, sometido a un duro trabajo no tendra ocasion en toda su vida’ de «mantener una conversacién»; ara el ciudadano ateniense, por el contrario, conversar formaba parte de su vida como hacer gimnasia o comer. La presencia de la conversacién como fenémeno continuo sis tematico de la vida es, por tanto, indicio de un mivel cultural re lativamente elevado. Pero produce también, a ese determinado nivel cultural, sus formas alienadas. Dado que, en una tertulia que se ha reunido precisamente para conversar, «no queda bien» estar en silencio, las personas hablan aunque no tengan nada que decirse, aunque no tengan ideas que intercambiar. Hay que ha- lar simplemente porque el silencio constituye una descortesia. Este tipo de conversar alienado es el que denominamos parloteo, Se toman temas esteriotipados (el tiempo, los ultimisimos acon tecimientos, los chismes) y se habla unicamente por hablar. Un ejemplo de este conversar alienado son los didlogos grotescos de ionesco. Mientras en épocas y estratos sociales en los que la conversa- cin no e usual, el silencio en comuin es un hecho obvio, en los cstraios habituados a la conversacién (0 al parioteo) el silencio es ya un signo de intimidad, Cuando se encuentran juntos, solo pueden callar aquellas personas que tienen una relacién extrema- damente intima y que en el contacto ya no tienen necesidad (0 no siempre) del lenguaje. Una tinica conversacién (con excepcidn de las obras de arte, fen las que lo irrepetible ¢s también tipico) no nos puede re- velar hasta qué punto un estrato (comunidad, grupo) conversa © parlotea, hasta qué punto el contacto verbal es alienado 0 no. ‘Aun no existe un individuo pensante tan evolucionado que no sienta la necesidad de cuando en cuando de encontrar a otros, ‘casie, para chatlar cuatro cosas. (La intimidad caracteriza més 310 bien el encuentro de dos personas o de pocas.) Es necesaria una serie de conversaciones 0 charlas, hay que conocer su tendencia de fondo, para comprender cuil'es el contenido y la profundi- dad del contacto. Hablaremos ahora brevemente sobre el silencio, El existenci lismo hace de él un mito, pero no existe un «silencio» puro y sim- ple; en realidad se da siempre un silencio extremadamente con- ereto con un contenido concreto, Malinowski, a propésito de la citada forma primitiva del confiarse, nos refiere que son conside- rados «peligrosos» aquellos que en tal circunstancia permanecen en silencio; quien no se confia, tiene un secreto, es peligroso para los otros. Del mismo modo, cuando un escolar responde con el silencio a las preguntas del’ maestro, este silencio posee un con- tenido concreto, aunque totalmente distinto del precedente: en general significa que el escolar no sabe responder. Hay situacio- nes en las que callar significa realmente consentir. Hemos visto ahora que el silencio de quien no esta habituado a la conversa: cién tiene otro significado del que esté habituado a ella (segan Jas situaciones, puede darse: aburrimiento, descortesia, intimt dad). El juicio moral sobre el silencio varfa también segin las épocas y el puesto en la divisién del trabajo. En el pasado los nifios solo podian hablar si eran interrogados por un adulto, la mujer debia callar; en el proverbio latino «si tacuisses» el silen- cio es elevado a valor. La mitificacién del silencio por parte de los existencialistas proviene del hecho de que cousideriu la vida colidiaina (tal y ecesariamente alienada, y, por tanto, para ellos son alienadas todas las formas del contacto cotidiano, incluida la accién ver- bal. Quien calla, «se sustraev del contacto cotidiano, de la ac- ccién verbal en absoluto, y por tanto, de la alienacién, y se retira asf a la «existencia auténticas. En verdad, en un mundo alienado cl «silencio», el retirarse de la accién verbal es tan alienado co- mo la accién verbal misma, porque significa que se acepta Ia alienacién como un hecho. No eliminaremos subjetivamente nues- tra propia alienacién aceptindola como condicién del contacto cotidiano, sino revelindonos y actuando contra ella (es decir, también con acéiones verbales). Existe por tanto un silencio alienado, al igual que hay accio nes verbales alienadas. Pero con esto no'se fija una jerarquia en- tre los dos fenémenos. Es Ia situacién concreta la que cada vez establece cul de los dos es mas rico de valor, més verdadero, mds desfetichizador, mis humano, més moral. Cuando el acti vista ilegal silencia a la policia su propia identidad, tenemos un silencio de alto valor. Por el contrario, cuando Lohengrin calla a Elsa su procedencia y pretende ademas que la mujer lo ame sin conocer su identidad, tenemos un silencio que no es rico en absoluto, pero hecho pasar como tal por el mito del «descono- ido». a

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