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Este documento es una traducción oficial del foro Eyes Of Angels, por y

para fans.

Agradecemos la distribución de dicho documento a aquellas regiones en


las que no es posible su publicación ya sea por motivos relacionados con
alguna editorial u otros ajenos.

Esperamos que este trabajo realizado con gran esfuerzo por parte de los
staffs tanto de traducción como de corrección, y de revisión y diseño, sea
de vuestro agrado y que impulse a aquellos lectores que están
adentrándose y que ya están dentro del mundo de la lectura. Recuerda
apoyar al autor/a de este libro comprando el libro en cuanto llegue a tu
localidad.
Moderadora de Traducción:

Pily

Traductoras:

Alisson Lectora

Agoss Pily

Katiliz94 Vessky

Kmi25

Corrección:

Pily

Revisión y Recopilacion:

Pily

Diseñadora:

DayiCullen
Sinopsis

Eros, MyLove

Sobre la Autora
Gabrielle Foster, nunca pensó que iba a enamorarse de un personaje
mitológico. Después de leer las páginas de un misterioso blog, se encuentra
todavía enamorada y sintiendo simpatía hacia un joven que dice ser el
dios griego Eros. La revista lo pinta como un dios trágico y solitario con un
corazón generoso que anhela compañía. Pero el blogger anónimo es una
mujer clínicamente loca, así que Eros no podría existir... ¿verdad?

Mientras trabajaba el turno de noche en un restaurante local de la ciudad,


un admirador secreto revela su verdadera identidad y Gabrielle se da
cuenta de que él puede ser la clave de su propia angustia.
El autobús de las cuatro y cuarto llegaba tarde esta mañana. Me froté
las manos para mantenerlas en calor mientras mi mirada recorría
frenéticamente la atareada calle. Suspiré con impaciencia, y mi
respiración parecía que explotase por las hinchadas nubes contra el frio
aire.

Los taxis me pasaban en la medio derretida calle, y ojala hubiese tenido


dinero para poder para uno. Imaginé entrar en el acogedor calor del
interior del coche. Desafortunadamente, todo lo que tenía era un mísero
pase de autobús. Era mediados de enero en el centro de Boston, y uno de
los días más fríos del mes, sin duda no el ideal para esperar en una parada
de autobús.

Cuando miré alrededor, noté que no era la única sufriendo el incansable


clima de invierno. Escuché los dientes de las personas castañeando y las
manos frotándose. Todos en la espera del autobús estaban congelándose.

Tan pronto como el autobús se detuvo, nadie supo cómo formar una
línea ordenada. Algunas personas empujaban y oprimían a otras. Todos
queríamos el alivio del amargo tiempo. Justo cuando pensé que no podía
volverse peor, fui a bizquear un momento cuando un copo de nieve
aterrizó en mi nariz. Ahora estaba más ansiosa por meterme dentro del
autobús.

El viaje fue relativamente pacífico, considerando que los pasajeros


ocupaban cada asiento. Miré fuera de la ventana. El exterior estaba
oscuro, pero las ventanas de las tiendas y las farolas iluminaban las calles
de la ciudad. Ahora estaba caliente y sentía pena por las pobres almas
caminando de un lado a otro de la calle.
Pronto la charla en el autobús desapareció, y los pensamientos internos
me llevaron a un lugar donde nunca hace frio y los copos de nieve no
aterrizan en la nariz de las personas. Me visualicé en una isla tropical,
absorbiendo el sol y no teniendo ni un solo pensamiento sobre mi fondo de
armario de invierno. Las inmaculadas aguas azules y el exuberante bosque
verde me rodeaban en mi perfecto refugio. Mi fantasía no estaría
completa sin alguien especial con quien compartirlo. Soñé con un alto y
hermoso hombre con un cuerpo escultural de dios Griego y una piel
besada por el sol. Sus ojos brillaban como gemas aguamarinas y me
miraba sin nada más que adoración. Sería mi mejor amigo, mi amante y mi
alma gemela.

De repente, mi mente movió los engranajes después de que reflexionase


en las palabras “Dios Griego.” Pensé en el extraño blog que había leído la
noche anterior. En realidad era un diario de una mujer anónima ahora
residiendo en una sala psiquiátrica. Ella reclamaba haber conocido al
mitológico dios griego Eros. Se había enamorado de él y documentó todo
sobre su tiempo juntos. En una entrada, dijo que sus visitas pronto le habían
torturado el alma, y amarle le hizo doler el corazón porque él conocía sus
sentimientos pero no los correspondía. Él había confesado que estaba
enamorado de alguien más.

No solo la autora había hablado sobre sus sentimientos por Eros, también
había narrado sus conversaciones. Eros decía haber pasado miles de años
influenciando los corazones de los hombres pero nunca podía satisfacer su
propia necesidad de amor y compañía. Le había dicho a la mujer que su
padre, Hermes, le había prohibido aceptar una amante mortal en la Tierra.
El diario tenía pintado a Eros siendo un egoísta y trágico dios griego del
amor.

Hablando de dolor, la autora había pintado un retrato del hombre del


que decía ser un dios mitológico. Cuando posé por primera vez los ojos en
el joven hombre del retrato con piel de marfil y oscuro pelo castaño, me
había fascinado… tenía un rostro etéreo, los ojos de la más vibrante
sombra azul, y un esbelto cuerpo grabado con fuertes músculos. El único
aspecto poco humano en él eran las largas alas emplumadas pintadas de
un dorado miel.

La parte más peculiar del diario de la mujer había sido el final.


En la entrada se leía: Eros, mi amor. Si conoces a la que tu corazón
busca, entonces debes decírselo antes de que sea demasiado tarde.

Obsesión hasta el punto de la locura con él, clamó la autora. Hasta este
día, fue persistente en que Eros existe y habita en nuestro mundo. Después
de leer su diario, concluí en que él solo era un hombre normal que había
sufrido un intenso dolor de corazón a largo plazo y enfermedad mental.
Sentía pena por la autora. Estuvo tristemente desilusionada, crédula, y
quizás tan sola como el joven del que se había enamorado.

Sabía que llegaría tarde para trabajar porque el autobús tenía la hora
atrasada. Saqué el teléfono para ver la hora. Eran las cinco menos diez,
normalmente la hora en la que comenzaba mi turno en el Tic-TocDiner.

Tic-Toc es una finca familiar, clásica, de veinticuatro horas, dirigida por


uno de los chicos más amables del mundo… mi jefe, Jack Clemmons.
Hace un año, deje la Universidad de Boston, y había sido difícil encontrar
un trabajo para el que estuviese cualificada y de buen salario. Jack fue la
persona que finalmente me dio un respiro y me ofreció una posición como
camarera a tiempo completo.

No era becada, y mis luchadores padres no podían permitirse la


matricula, así que tuve que considerar mis opciones. Dejar la universidad
fue la decisión más difícil que jamás tomé. Aun quiero continuar mi
educación, así que estoy intentando ahorrar el suficiente dinero para
volver a la universidad en el futuro.

Al autobús tenía un par de bloques a los que ir, y no se estaba moviendo


con prisa. Suspiré y presioné el número guardado para el Diner.

Mi compañera de trabajo Tanya, cogió el teléfono.

—Tic-TocDiner, ¿en qué puedo ayudarle?

—Hola, Tanya. Soy Gabby.

—Oye chica. ¿Dónde estás?

—Mi autobús no llegó a tiempo, pero casi estoy ahí. Dile a Jack que voy
a llegar unos pocos minutos tarde.

Ella suspiró.
—Uh, se lo imaginaba. No te preocupes por eso. Solo llega aquí cuando
puedas. No es gran cosa. De cualquier manera ahora no estamos
ocupados, y probablemente no lo estaremos. Si las personas son listas, se
quedaran en casa con este tipo de clima.

Miré fuera de la ventana y vi la nieve caer en grandes trozos blancos.

—Sí, también espero eso —dije melancólicamente.

—Bueno, me tengo que ir. Te veré cuando llegues aquí.

Pasaron otros quince minutos antes de que el autobús llegase a mi


parada.

Cuando salí, el viento me golpeó en la cara, así que me puse la


capucha sobre la cabeza. Mis botas de cuero se arrastraban con rapidez
a través de la manta de ligera nieve sobre la acera. Crucé la calle con
lentitud, agradeciendo que el pavimento no estuviese demasiado
resbaladizo. El invierno anterior había tenido una desagradable caída en el
hielo negro y me torcí el tobillo.

Entré en el Diner a través de las puertas frontales y de inmediato me di


cuenta de que Tanya había tenido razón —solo teníamos unos pocos
clientes, y la atmosfera era tranquila y calmada.

Nuestra anfitriona, Brooke, me saludó con una sonrisa.

—Hola, Gabby, ¿hace frio ahí fuera, verdad?

Me preguntaba si mis mejillas estaban irritadas. Me burlé.

—Ese es un buen eufemismo.

Tanto Brooke como yo tenemos veintiún años, pero en contraste con mi


pelo castaño u ojos a juego, ella tiene el pelo rubio y los ojos azules. Lleva
una camiseta blanca de manga corta con un diminuto reloj en el pecho
izquierdo.

Sobre él estaban las palabras Tic-TocDiner. Pensé que estaba loca por
llevar una falda de lana, medias, y obvios zapatos de cuero Mary Jane en
este tipo de tiempo.
Caminé hacia la parte trasera del Diner para colgar el abrigo y puse el
bolso en la taquilla. Lo había puesto en el mostrador cuando Tanya salió
de la cocina con una jarra de soda en la mano. Cuando me notó, una
ensanchada sonrisa apareció en su cara. Su pelo negro azabache estaba
estilizado en unos rizos sueltos que le golpeaban los hombros. Llevaba el
mismo uniforme monocromo que tenía yo debajo del abrigo: un suéter
blanco con el logo de Tic-Toc en el pecho izquierdo y vaqueros negros.
Jack requería que vistiéramos de blanco y negro, normalmente blanco
arriba y negro abajo.

Cuando Tanya llegó a mí, su sonrisa despareció, y sus cejas se fruncieron.

—¿Pasa algo malo ahí fuera?

—Sí, podrías decir eso. La nieve está cayendo con fuerza, y realmente
está frío en el exterior.

Se chupó los dientes.

—Odio caminar a casa en este tipo de clima.

—Sé a lo que te refieres. El viento lo vuelve peor. Tengo la esperanza de


que tengas un gorro y bufanda, o que tú abrigo tenga capucha, o de lo
contrario vas a ser un carámbano humano en el momento que llegues a
casa.

Tanya pareció reflexionar sobre mis palabras, se sorbió los dientes de


nuevo y dejó salir un suspiró por la nariz.

—Diablos, y también me quedan tres horas de turno. Juro que voy a


estar realmente molesta cuando me vaya.

Me encogí de hombros arrepentida.

Con todo, de repente, sonrió cuando miró sobre mi hombro.

Cuando sus ojos encontraron los míos, dijo:

—Puedes encargarte del chico que acaba de entrar.

Volví mi cabeza y vi a un hombre alto usando un abrigo negro con una


capucha gris sobre su cabeza. La capucha no combinaba con el saco,
entonces asumí que usaba una sudadera debajo.
Mantuvo la cabeza baja mientras se cepillaba la nieve de su abrigo y
sacudía sus botas en la alfombra. Lo reconocí como un habitual en el
restaurante.

—Juro que ese tipo viene aquí todas las noches. Debe amar realmente
la comida —dijo Tanya antes de que se fuera.

Oí a Brooke saludarlo con un amistoso “Bienvenido a Tic –TocDiner ".

Me acerqué rápidamente a la parte posterior del restorán para estar lista


para mi turno.

Pasé por la oficina de Jack, pero él dijo mi nombre, por lo que di marcha
atrás y asomé mi cabeza en la puerta.

—¿Qué pasa?

—Llegas más de quince minutos tarde, Gabby.

Suspiré.

—Sí, lo sé. Lo siento. Mi autobús tardó.

—Está bien. Entiendo que los autobuses llegan tarde a causa del
tiempo. Sólo ponte en tu tiempo normal, ¿de acuerdo?

Me dio una sonrisa, y vi las arrugas a los lados de sus ojos avellana. No
pude evitar sonreír de nuevo. Jack era un jefe comprensivo, y me gustaba
eso de él. Algunas veces, tuve que terminar mi turno temprano porque me
daban calambres menstruales. Tan pronto como había mencionado
"calambres," no me preguntó más. Sólo me dijo que fuera a casa. Jack
tiene dos hijas mayores y una esposa, por lo que había aprendido a nunca
cuestionar a una mujer cuando está en esa época del mes.

—Gracias. Aprecio esto.

—No hay problema, chica. —Bajó la cabeza y volvió a la tarea que


estaba haciendo en su escritorio. No me miró cuando dijo:

—Ahora a trabajar.

Brooke sentó a mi primer cliente en el mostrador. Todavía llevaba abrigo


y capucha, así que no pude ver su cara mientras hojeaba el menú. Me
quedé en el lado opuesto de la mesa y saqué mi cuaderno de pedidos y
la pluma del bolsillo del delantal. Hice un punto de poner la libreta en la
encimera delante de él por lo que sabía que estaba lista para tomar su
orden.

Me incliné hacia él, porque siempresoy amable y abierta con mis


clientes. A pesar de que este tipo rara vez habló o hizo contacto visual
conmigo, nunca dejé de ser cordial.

—Entonces, ¿qué puedo hacer por usted esta noche? —pregunté


alegremente. Nuestro especial es salmón negro con arroz pilaf1 y una
deliciosa mezcla de verduras.

Para mi sorpresa, lentamente levantó la cabeza. En el momento en que


nuestras miradas se encontraron, me quedé sin aliento en estado de shock.
Había visto esos ojos antes, brillantes, cerúleos y tan profundos como
piscinas. Nunca olvidaré los ojos en el retrato de Eros.

Tragué el nudo nervioso en mi garganta mientras contemplaba el resto


de sus características. Una piel suave, nariz aristocrática recta, pómulos
altos y labios de coral con una curva sensual. Parecía joven,
definitivamente de mi edad. No podía hablar porque mis labios estaban
secos, por lo que precipité mi lengua para humedecerlos.

El joven sonrió. Sus dientes blancos rectos me impresionaron. Nunca lo


había visto sonreír. Él venía al restaurante todas las noches, pedía comida,
y me dejaba una propina generosa. Muchas veces, se quedó en silencio
en la cena después de terminar su comida. Pensé que ésta noche debía
ser una ocasiónespecial porque en realidad me miró.

Respondió en voz baja, educado:

—No estoy de humor para el especial, así que creo que voy pedir un
sándwich de pollo a la parrilla y patatas a la francesa, por favor.

Habló con claridad esta noche, y detecté un acento extranjero. Su voz


me sorprendió porque por lo general hablaba entre dientes, y a veces
tenía que pedirle que repitiera su orden.

1
Arroz pilaf: modo hindú de cocinar el arroz. con carne de borrego o res, acompañado
habitualmente de té y con algún condimento picante.
A causa de mi estado actual de las emociones, mi voz se escapó en un
susurro ahogado.

—¿Quiere algo de beber?

—Me gustaría el té helado con limón, por favor.

Mi mano se congeló en el aire mientras intentaba escribir su orden. No


podía apartar la mirada de él. Se quitó lentamente la capucha, y se me
cayó el bolígrafo. En mi visión periférica, lo vi rodar por el mostrador, pero
no tenía idea de dónde terminó.

Mi mirada se posó en su cabello oscuro y sedoso. Este chico siempre


llevaba una capucha, incluso en el verano, y oscurecía su rostro. Sus
hombros gruesos, como cerraduras rectas y casi cepillados y brillaba bajo
las luces en el comedor, revelando su brillo natural y salud. Mis dedos
picaban con el deseo de sentir la textura de su cabello.

Su mirada no vaciló cuando se sentó inmóvil y evaluó mi reacción.

Escuché a mi voz escapar de mis labios temblorosos en un susurro.

—¿Quién eres?

Se rió en voz baja entre dientes en su garganta.

—¿Sabes quién soy?

De repente, sentí su dedo haciendo pequeños círculos en la palma de


mi mano. Un segundo más tarde, mis mejillas sonrojadas. Miré hacia abajo
y vi su largo dedo con una manicura girando alrededor del centro de mi
mano.

Tartamudeé.

—Q-Que- ¿qué estás h- ha- haciendo?

Él me había paralizado y me perdí en sus ojos. Eran una bonita sombra.


Sentí envidia porque mi color de ojos era tan común. Nos miramos el uno al
otro, mientras su dedo seguía pincelando sobre mi piel en un toque ligero
como una pluma. Me sentí enrojecida por el calor de mi cuero cabelludo
hasta los dedos del pie. Mi corazón latía con fuerza, y mis labios se abrieron
para exhalar suavemente.
—Gabrielle, por tanto tiempo quería decirte lo que siento por ti.

Parpadeé rápidamente.

—¿Perdón?

—Vengo aquí todos los días sólo para verte.

Mi boca cayó.

—¿Qué? —Mis ojos se estrecharon cuando me di cuenta de lo que él


acababa de confesar—. ¿Cuánto tiempo has venido a verme?

—Desde que comenzaste a trabajar aquí.

Levanté mis cejas.

—¿Has venido aquí desde hace casi un año sólo para verme?

Él asintió.

—No recuerdo haberte visto aquí todos los días.

Se interrumpió la conexión con nuestras miradas y miró a su regazo.


Algunos segundos pasaron antes de que hablara en un tono serio,
tranquilo.

—El hecho de que no me has visto aquí cada día no significa que no te
he visto a ti. Has servido a muchos clientes, y me hice parecer como uno
más. Siempre has sido tan buena conmigo. Nunca dejaste de tratar de
conversar conmigo, aunque yo murmuraba unas palabras a cambio.

Suspiró.

—Sin embargo, no puedo ver de lejos por más tiempo.

Me sentía incómoda con nuestra conversación, y mi voz se elevó.

—Entonces, ¿me has acosado? ¿Eso es todo?

Los músculos de su mandíbula se contrajeron.

—No soy un acosador, Gabrielle. Simplemente... —Miró a su regazo de


nuevo.

—¿Me mirabas ? Acabas de decir que me has mirado de lejos.


La molestia era evidente en mi tono. No tenía ni la afirmación de su
identidad, y él emanaba una sensación espeluznante.

—Me intrigas, Gabrielle Foster, y confía en mí... no hay muchos seres


humanos que puedan mantener mi atención durante un largo período de
tiempo. El día que comenzaste a trabajar aquí, te vi salir después de que tu
turno terminó, y pensé... —Tragó saliva, y yo miré el movimiento de la
manzana de Adán en su garganta. Luego habló en voz baja—. Pensé que
tú eras el ser humano más hermoso que jamás había visto. Tú ves, además
de influir en las personas con amor, la lujuria y el sexo, me gusta verlos así.
Yo soy un observador, pero tengo que pasar desapercibido. —Suspiró
profundamente y frunció el ceño.

“Ya no te observare, Gabrielle. Quiero que sepas quien soy. He perdido


tanto tiempo. Debería haber luchado por ti. Antes de llegar aquí, todos los
otros dioses sintieron mi soledad en el Olimpo, y pronto me recluyeron. Mi
padre se me acercó un día y me dijo que podía tomar unas vacaciones.
Me permitió cierta cantidad de tiempo en la Tierra. Ves, no podemos
quedarnos aquí durante mucho tiempo, así que tenemos que volver a
casa. Sólo que nunca esperé... — Hizo una pausa y suspira de nuevo—. Hay
reglas que no se pueden romper entre los mortales y nosotros. Pero yo
solo… —Sonaba frustrado, y no entendía que intentaba decirme.

Luché para asimilar todo lo que me había revelado y traté en vano de


mantener un control sobre mis emociones. Mi pecho se movía con
respiraciones rápidas, y mis latidos sonaban tan fuerte en mis oídos. Pensé
que había perdido mi mente cuando noté la cena borrosa fuera del foco.
Todo lo que vi fue a un joven sentado en el mostrador frente a mí. El tiempo
parecía haberse detenido, y los sonidos desaparecieron alrededor.

¿Qué diablos está pasando? ¿De verdad estoy hablando con un dios
griego?

En un intento de calmarme, tomé una respiración profunda.

—¿Qué quieres de mí? —pregunté en un estable, pero desesperado,


tono.

Su cabeza se movió más cerca, así que estaba lo suficientemente cerca


como para besarlo. El susurró:
—Quiero darte algo. —Se lamió los labios, y tragó saliva de nuevo—. Y
quiero que me des algo a cambio. Creo que va a ser de mutuo beneficio.

Mis cejas se levantaron con confusión.

—No entiendo.

—Ambos deseamos lo mismo. Sé que casi no me conoces, pero yo te


conozco— Sus labios se movieron muy cerca de los míos—. Lo siento, mi
encantadora Gabrielle, por no enviarte al hombre de tus sueños.

Su cálido aliento olía dulce y tentador.

—Tu corazón ha sufrido mucho, y soy la razón por la cual tus relaciones
nunca duran—. Sacudió la cabeza ligeramente y tenía una expresión
culpable—. Oh, mi querida niña, no es tuculpa.

Jadeé ruidosamente porque este extranjero sólo estaba mirado dentro


de mi corazón. Tantas noches me quedé despierta y me pregunté por qué
no podía mantener una relación. ¿Por qué no podía conectar con ninguno
de mis novios? ¿Estaba condenada a pasar el resto de mi vida sola? Los
hombres siempre me habían dicho que ellos eran la razón de que las cosas
no funcionaran... no yo.

Después de muchas relaciones fallidas, empecé a creer que realmente


era yo. Había llegado a la conclusión de que era incapaz de tener un
romance duradero con otra persona. Estaba convencida de que algo en
mi interior estaba roto. La peor parte era... no saber cómo arreglarlo.

Su voz trajo mi cabeza fuera de las nubes.

—Me tomó un tiempo darme cuenta por qué seguía con esto. Es porque
soy el que te necesita. Ya no puedo esperar más. Quiero estar contigo y
llevarte a casa conmigo. Es la única manera.

Me aparté de él, y de repente me volví a enfocar en la cena y los


sonidos a mi alrededor regresaron. Tropecé con mis palabras mientras
intentaba juntarlas.

—Yo... eh... tengo que... —Me aparté de la barra, pero él no apartó su


hipnótica mirada de mí—. Voy a pedir la cena ahora —dije con voz
temblorosa.
Tras el extraño final de su comida, tomó prestado el periódico de un
anciano sentado junto a él. Lo leyó lentamente, y supuse que trataba de
pasar el tiempo porque no tuvimos otra conversación, mientras yo
trabajaba.

Confirmó mis sospechas y se quedó en el comedor hasta que mi turno


terminó. Cuando fui a la parte de atrás para agarrar mi bolso y el abrigo,
se puso de pie junto a mi casillero. Grité por sorpresa y puse una mano en
mi pecho para calmar mi acelerado ritmo cardíaco. Parecía moverse con
una velocidad inhumana silenciosa.

—Por favor, ven conmigo ahora mismo — dijo en voz baja.

—Ni siquiera sé lo que eres.

—Entonces te lo mostraré.

Me sorprendió de nuevo cuando se inclinó y presionó sus labios en los


míos. Su cálida lengua se deslizó a través de mis labios, pidiendo permiso
para entrar. Agradecida lo dejé deslizarse dentro de mi boca. Mis ojos se
estrecharon, e inmediatamente aprovechó la oportunidad. Su boca tenía
un delicioso sabor a regaliz rojo, mi dulce favorito. Nuestras lenguas se
arremolinaban lentamente, y su beso casi me robó el aliento.

Por alguna razón inexplicable, me sentía contenta en su abrazo.

Calor reconfortante llenó todo mi cuerpo. La maravillosa sensación de


envolverme de manera protectora y traer un aroma celestial como una
suave manta de algodón, recién lavada y caliente de la secadora. Me
hizo sentirme a salvo y cuidada. Disfruté el sentimiento y quise estar en sus
brazos y envuelta en su fragancia. Aquí era donde yo pertenecía.

De repente, una emoción inmensa se apoderó de mí. Algo que no había


sentido en mucho tiempo. Vino con una fuerza tan fuerte que mi corazón
cantaba la palabra: amor.

Terminamos el beso, y su boca se movió al lado de mi oreja.

—Te encontraréfuera en el callejón de atrás —susurró.

Me soltó de su abrazo, y un frío vacío se filtró en mi cuerpo. Cuando abrí


los ojos, ya no estaba.
En ese instante, de pie junto a mi taquilla, olí la grasa de la cocina en el
aire y el zumbido de las luces fluorescentes por encima de mi cabeza,
tomé una decisión que sabía sería un cambio arriesgado y que
probablemente cambiaría mi vida para siempre. No traté de racionalizarlo,
o debatir conmigo misma, porque me di cuenta en ese momento que lo
que había estado esperando estaba justo fuera. El hombre de mis sueños
venía para llevarme con él.

Me puse el abrigo y me abrigué. Entonces me apresuré fuera de la


puerta de atrás para reunirme con él en el callejón.

Estaba de pie en la penumbra. La tenue luz al lado del edificio revelaba


su expresión petulante. Sabía que iba a venir.

Mantuvo la voz baja.

—¿Estás lista para venir a casa conmigo ?

Mis ojos se estrecharon.

—¿Dónde exactamente está tu casa?

Sonrió.

—No dudes de tus creencias acerca de mí. Tú sabes dónde está mi


casa.

¿Es un lector de mente también?

—¿Vas a traerme de vuelta ?

—No —respondió en voz baja.

Me quedé boquiabierta con incredulidad y grité:

—¿Por qué no? ¿Qué pasa con mi familia? ¡No puedo dejarlos!

El negó, y su voz se volvió sombría.

—Lo siento, Gabrielle, pero si vienes conmigo… no podrás volver. Esta es


mi última noche en la tierra, y tengo que volver al Olimpo.

Volvió la cabeza a un lado.


—No podré volver. —Me miró con una expresión grave—. El acuerdo de
mi padre era, una única oportunidad. Me permitió un año mortal, para vivir
entre humanos, y una vez haya expirado ese tiempo, no habrá visitas de
retorno. Si te llevo a casa y te hago mi esposa, y no puedo volver a la
tierra, entonces tu tampoco.

—¿Por qué no puedes decirle a tu padre que quieres quedarte?

—Créeme, quiero, pero está permanentemente prohibido residir aquí.


Desobedecer se castiga con la muerte. Los dioses tenemos permitida una
sola visita a la tierra en nuestras vidas inmortales, por lo que debemos elegir
y utilizar sabiamente ese tiempo.

Fruncí el ceño con decepción. Una parte de mí se sentía triste porque,


nunca tuvo la oportunidad de conocerlo. Nunca me había hablado en los
once meses que había visitado el restaurante. Por alguna razón, se mostró
reacio a hablar conmigo. Brooke siempre lo había sentado en mi sección,
y me pregunté si era porque lo había solicitado. En algunas ocasiones
intenté entablar conversación con él, pero era difícil porque mantenía la
cabeza baja y murmuraba respuestas. Me imaginé que el pálido y
misterioso cliente, no era del tipo hablador, así que no le molesté. La otra
parte de mi estaba molesta porque, no puede entender porque esperó
hasta ahora para hablarme.

—Porque quería una relación contigo, pero eso habría sido imposible. Va
contra las reglas.

Fue cuando confirme su identidad. No había manera de que


respondiera a mi conflicto interno si fuera humano. Exhalé con dureza, el
labio inferior me tiembla.

Eros se acercó y rodeó mi cintura con sus brazos.

—¿Y si habláramos todos los días, Gabrielle? Finalmente, nos hubiera


gustado conocernos mejor unos a otros, pero ¿Cómo podría haber
ganado tu confianza si no podía decirte nada de mí? Todo lo que habría
tenido que decirte, habría sido una mentira. ¿Cómo podrías amarme
basado en una mentira? Envíe muchos hombres que temintieron, y yo no
sería uno de ellos. —Metió un mechón de pelo, detrás de mí oreja—. Pero si
te llevo a casa conmigo, podemos estar juntos. Algunas de las reglas para
nosotros en la tierra, no se aplican en el Olimpo. Tener un amante mortal es
una de ellas. —Me besó suavemente—. Prometo hacerte feliz por el resto
de tu vida, querida. Nunca voy a romper tu corazón. Te quiero, Gabrielle.

En ese momento, su promesa talló su camino en mi corazón. Las


palabras se escaparon de mi boca casi por su propia voluntad.

—Sí, iré contigo.

Me preguntaba exactamente como me llevaría a casa. ¿Sería tele-


transportada a otra dimensión, o habría un portal mágico abierto? Antes
de que pudiera preguntar, me soltó y se quitó el abrigo rápidamente, solo
para dejarlo en el suelo. Se quitó su sudadera gris, y mi garganta se secó
cuando mi mirada se posó en su torso desnudo. Su tono de piel parecía
nata fresca con un toque de cereza. Sus botas siguieron a su camisa, junto
con sus vaqueros. Mi boca se abrió completamente una vez que él estaba
completamente desnudo. Entonces, esto era un verdadero Adonis. Su
retrato me había asombrado, pero ver a Eros en su gloria desnuda se sentía
como una bendición para mis ojos. Una vez más me deslumbró. Mi mirada
recorrió arriba y abajo su divina forma, y luché solo para decir su nombre
por primera vez.

—Eros… —El me calla presionando su largo dedo índice sobre mis labios.

—Silencio, mi amor. No más palabras.

Un segundo después, dos alas de oro se extendieron desde su espalda y


yo casi grité. Eran enormes y cien por ciento real. Sus alas de plumas
brillaban con iridiscencia, incluso con luz limitada. Me sentí honrada de que
me dejara ver la parte más espectacular de su divina anatomía. Me quede
boquiabierta. No podía cree lo que veía. Abrió sus alas un poco, y tuve la
sensación de que no las podía abrir en su totalidad porque estaba de pie
en un callejón estrecho.

Me faltaba el aliento. Mis pulmones se sentían como si fueran a explotar.


Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y amenazó con romper mi caja
torácica. Temblaba de pies a cabeza y tenía la imperiosa necesidad de
inclinarme ante este ser superior. No resistí. Caí de rodillas y lloré delante de
este ser de otro mundo. Las manos calientes de Eros ahuecaron mi cara.
Las lágrimas nublaban mi visión, cuando miré su angelical rostro. Sentí la
humedad en mis mejillas, pero solo por unos segundos antes de que el
gentilmente me la limpiara con sus dedos.
Extendió sus brazos, dándome la bienvenida en un abrazo.

—Por favor, Gabrielle. Deja que te lleve a casa conmigo.

Me levanté lentamente. Con un pesado suspiro, me di la vuelta par a ver


al Diner…una última vez. Después salgo de su abrazo. Digo un silencioso
adiós a mi familia y mis amigos y a la tierra que ha sido mi hogar por
veintiún años.

Chillo cuando Eros me alza en mis brazos como si no pesara nada. Me


sostiene contra su pecho de manera protectora, y escucho su voz
retumbar en su pecho.

—Puedes cerrar los ojos si tienes miedo, mi amor. —Me mira fijamente
desde debajo de la capucha con borde de piel. Me mira con un cariño
real, y una encantadora sonrisa se dibuja en sus labios—. Pero no creo que
quieras perderte esto.

Se apartó de la tierra y ascendió en el aire como un cohete. Aire frío


corrió por delante de mí, y mis lágrimas me cegaron. El viento dejó sin
aliento mis pulmones, y luchaba por respirar.

Pronto Eros y yo nos elevamos por encima de la ciudad. Envolví los


brazos alrededor de su cuello y lo sostuve por mi querida vida. Voló como
el águila más elegante y majestuosa, el susurro del aire invernal
acariciando sus plumas. Sus alas se extendieron por lo menos seis metros de
ancho.

Aunque las luces de la ciudad eran una borrosa raya de colores, la vista
aérea era impresionante. Me pareció extraño que volar con él no me
afectó un poco después. Al principio, mis oídos estallaron y no pude ver ni
respirar, pero entonces algo mágico sucedió. De alguna manera, volando
a velocidades de vértigo en esta gran altitud, Eros me protegía del peligro.

De repente, una luz brillante se rompió a través del cielo nocturno y me


cegó. Apreté los ojos cerrados, pero luego noté un aumento brusco de
temperatura,como si las estaciones hubieran cambiado
instantáneamente. El aire era tan caliente que se sentía como verano.

Oí el sonido de los pájaros. Abrí los ojos con cautela y vi que estábamos
volando sobre un bosque denso. Eros se sumergió hasta que volamos justo
por encima de las copas de los árboles. Me quedé boquiabierta de
asombro cuando me di cuenta de que la noche se había convertido en
día. El cielo lleno con tenues nubes blancas que se extendía hasta el
infinito.

Eros aterrizó sin esfuerzo en tierra firme. Me bajó suavemente, y me


sorprendió que no me sintiera desorientada. Miré a mi alrededor y me di
cuenta que nos quedamos en una orilla arenosa. El lago frente a mí de
ondulación de agua clara que brillaba bajo el sol. Sonreí cuando mi
mirada cayó sobre la magnífica cascada en la distancia.

Miré a Eros, su pelo ondeando con el viento y reluciente bajo el sol. Verlo
desnudo durante el día me robó el aliento. Su belleza física era injusta para
todas las mujeres.

Sonrió con picardía y se me acercó.

—Gabrielle, no es necesario llevar esto —dijo mientras tocaba mi pesado


parka.

Él tenía razón porque yo sudaba profusamente bajo mis capas de ropa.


Apresurada y descaradamente me desnudé hasta quedar en sujetador y
bragas mientras Eros miraba con una sonrisa de satisfacción. El aire cálido
acariciaba mi piel húmeda, desnuda, y picaba como la carne de gallina.

Me abrazó y habló con picardía.

—No necesitas usar esto tampoco.

Sus dedos se deslizaron bajo mi tirante del sujetador. Poco a poco se


deslizó de mi hombro, seguido por el otro. Luego usó un dedo para
desabrochar el sujetador, y en silencio cayó sobre la arena. Nuestras bocas
conectadas en un apasionado beso mientras sus grandes manos
ahuecaban mis pechos. Los apretó suavemente y movió mis pezones.

Necesitaba sentir cada centímetro de él. Mis manos recorrían arriba y


abajo de su torso. Llegué a la vuelta y agarré su culo, masajeando las dos
nalgas. Gimió profundamente y apretó sus caderas delgadas en mí. Se
resistió ligeramente contra mi vientre, así que metió la mano entre nuestros
cuerpos y acarició su pene sin cortar, empujando el prepucio hacia atrás
para revelar la punta.
Un dolor sexual palpitaba en el ápice de mis muslos y exigió alivio.
Ansioso por cumplir, Eros deshizo rápidamente de mi ropa interior que le
causaba molestia. Terminamos el beso, y me tiró hacia abajo hasta que
yacía desnuda en la arena blanca.

Se cernía sobre mí por un momento antes de acariciar mi mejilla.


Levanté mi mano para devolver el gesto cariñoso, y luego mis dedos
peinaron por su cabello chocolate espeso. Bajo sobre mí, susurró mi
nombre contra mis labios, un preludio a un beso dulce. Nuestras miradas se
encontraron, y caí en sus piscinas acuosas.

Su beso era un delicioso calor en mis labios. Nuestras lenguas


entrelazadas y explorando todos los rincones y hendiduras en la boca del
otro. Saboreé su sabor único y gemí de placer. Cuando lo sentí a crecer
con fuerza entre mis piernas, mi cuerpo reaccionó de inmediato. Mi coño
filtró la excitación, una clara señal de que estaba listo para que me
tomara.

Separamos nuestros labios y le hablé con mis ojos. Él sonrió y alisó mi


cabello de fuera de mi frente. No dijo una palabra—no lo necesitaba
porque su ternura hablaba más fuerte que las palabras. Eros entendió que
le estaba brindando una invitación para compartir mi cuerpo con él.

La mirada primitiva en sus ojos expresaba un único mensaje: Tú eres mía


ahora.

—Sí, Eros —respondí sin aliento.

No dudó en reclamarme mientras sumergía profundo su pene duro


como una roca dentro de mi empapado coño. Sus labios chuparon en la
delicada piel de mi cuello, sacando mi sangre a la superficie. Sabía que
había dejado su marca.

Mis uñas se clavaron en su omoplato, dejando pequeñas marcas rojas


de medialuna en su piel. Encalló sus caderas en mí en una pasión
desenfrenada, su pene creando una maravillosa fricción contra mis
sensibles paredes vaginales. Arqueé mi cuerpo al suyo y me sostuvo
apretadamente, moldeando el suyo al mío. Golpeó fuerte dentro de mí y
alcé mi pelvis y me encontré con él golpe tras golpe. Mis piernas envueltas
alrededor de su cintura posesivamente, e incliné mi cabeza hacia atrás,
gimiendo fuertemente en absoluto éxtasis.
Él libero mi cuello, y sentí su húmeda lengua lavar la sensitiva piel detrás
de mí oreja. Cuando levantó su cabeza encontró mi mirada, no gasté
tiempo atacando sus labios.

Mi amante se movió dentro de mí con una fuerza que nunca había


conocido.

Mis músculos internos tensaron su pene para hacerle saber que se


vendría conmigo. Nuestros cuerpos se encontraron en un desesperado y
frenético ritmo.

Él enredó sus dedos en mi pelo negro y bajó su cabeza para


mordisquear mi lóbulo de la oreja, bajo mi cuello, y luego mi clavícula. Se
detuvo en el hueco de mi garganta y hurgó con su caliente lengua dentro.

Jadeos y gemidos de placer llenaron el aire. El sonido de nuestros


cuerpos empapados de sudor viniéndonos juntos hizo eco en mis oídos.
Más rápido y más rápido, más fuerte y más fuerte subimos hasta que
alcanzamos nuestro punto.

Nos aferramos el uno al otro e hicimos el gran salto dentro del éxtasis. El
espectacular clímax entre nosotros había llegado y los dos gritamos con
pasión. Sentí que Eros se vino dentro de mí, su semen salpicándose contra
mi cérvix. Mi cuerpo le dio la bienvenida a su semen y aceptó cada gota.
Me vine duro, y comprimí su pene en un amable apretón. Sin aliento, cerré
los ojos y agarré a Eros en mis brazos. Él y yo compartimos nuestros cuerpos
y almas en el Monte Olimpo. Me preguntaba si los otros dioses estaban
cerca y habían presenciado nuestra erótica manifestación de amor.
Abril Bostic es una autora romántica de Nueva Jersey, que disfruta de
desatar su creatividad dejando que su imaginación funcione salvaje. Su
amor por los libros de romance la inspiró a convertirse no sólo en lectora,
sino también en escritora.

En diciembre de 2008, auto publicó su primera novela, un nuevo


romance para adultos con un toque sobrenatural titulado A Rose to the
Fallen.

Su historia corta, "RightHere, RightNow", fue lanzada en enero de 2012 y


fue su primer romance erótico contemporáneo.

Al año siguiente, lanzó su segundo cuento, una fantasía urbana


romántica inspirada en el mito griego de Eros y Psique titulado "Eros, mi
amor"

Después de cinco años, lanzará su segunda novela en la primavera de


2013, un romance paranormal que se adentra en el mundo de los dioses
nórdicos y hombres lobos llamado "TheHowlingHeart."

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