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El otro Perú: formalidad, informalidad y

economía delictiva
El Perú como sociedad no ha logrado un cambio auténtico y profundo...

Francisco Durand

Publicado: 2014-02-11

Por Carlos Castillo Peralta.

Francisco Durand ha escrito un libro titulado El Perú fracturado: formalidad, informalidad


y economía delictiva. Según el autor en nuestro país coexisten tres economías con distintos
niveles de legalidad: la formal, la informal y la delictiva. Y estas economías se caracterizan
por: operar a nivel nacional, tener todas una estructura piramidal, y tener vasos
comunicantes entre sí a pesar de sus diferencias.

A continuación, realizamos una breve reseña de los aspectos –según nuestro punto de vista–
más relevantes.

La economía formal está compuesta por las empresas y trabajadores que operan dentro de
la legalidad. Es decir, los agentes de esta economía están incorporados funcionalmente al
sistema, pagan impuestos y contribuyen al financiamiento del Estado. No obstante, que
estén dentro del sistema no quiere decir que no puedan cometer abusos o sacar provecho
gracias a la legalidad en condiciones de asimetría de poder. "La formalidad da poder y, por
lo tanto, privilegio, pero sobre todo para aquellos que lo concentran, las élites económicas y
los políticos de turno", advierte el autor.

Constituyen el sector formal desde grandes corporaciones nacionales y extranjeras –


mayormente de propiedad privada– hasta numerosas pequeñas y medianas empresas
(pymes). Sin embargo, son las grandes corporaciones las que llevan las riendas del sector,
aquellas que se caracterizan por producir mucho y emplear poco. Mientras las pymes
formales dan empleo a la mayoría de trabajadores del sector.

¿Qué tanto peso tiene la formalidad comparada con los otros sectores de la economía?
Usando como parámetro el empleo formal a nivel nacional se observa que éste bordea el
30%. Por tanto, el otro 70% tiene que estar empleado regularmente en las otras dos
economías.

La economía informal está constituida por empresas y trabajadores que operan en una zona
institucional poco clara. Según Durand "no es que sean ilegales sino que muchas de sus
operaciones no son legales… además, la mayoría aspira a la formalidad sin barreras". Se
trata de agentes económicos muchas veces invisibles o ignorados por el Estado, por tanto,
no están sujetas a control fiscal y contable. En muchos casos se mantienen así por la desidia
del Estado, literalmente desbordado para controlar a esta economía, pero también por efecto
de la corrupción. Por lo general los trabajadores están sujetos a un régimen abusivo de
explotación, mucho peor que el formal.

El síntoma más visible de la existencia de la informalidad es el comercio ambulatorio,


cuyos productos son comercializados mayormente en mercados informales, ya sea en
locales o en las calles, y cuyos demandantes son principalmente pobres. El origen de lo
vendido es variado, pueden ser productos formales, informales, de contrabando o incluso
robados. Observamos, entonces que los comerciantes informales venden parte de lo
producido por las otras dos economías aparte de la suya.

Este sector también está compuesto por grandes empresarios que constituyen la llamada
burguesía informal, generalmente de origen provinciano o popular. En muchos casos
conviven con sus trabajadores en los barrios menos acomodados, pero desde el punto de
vista económico son emergentes, es decir, en su sector forman una clase alta. Sin embargo,
a diferencia de sus pares formales, los mandamases del sector informal "se matan
trabajando".

Cuando esta burguesía informal es detectada afirma como todos los demás agentes
económicos que es pobre. Durand manifiesta que "tal argumento tiene un fondo de razón
mezclado con la necesidad de disfrazarse". De ocurrir operativos represivos, esta burguesía
informal moviliza a sus trabajadores y proveedores, ejerciendo presión social. De hecho,
probablemente los gremios, usados como escudos frente al abuso, la delincuencia y el
Estado, son dirigidos por estos burgueses informales.

Una curiosa situación que hace notar Durand es que en ocasiones "los comerciantes
formales se informalizan para evadir la ley y sus obligaciones y operar en el próspero sector
informal" y por el contrario "los trabajadores informales se intentan formalizar para
reclamar derechos". Tal situación nos sugiere que quienes ganan más con la informalidad
son las élites y quienes pierden más son los pobres.

La economía delictiva es aquella cuyas operaciones violan la ley, atenta abiertamente


contra el Estado y la sociedad, pues opera sobre la base de violencia y corrupción. Durand
afirma que solo así "gracias a eso dos perniciosos instrumentos, la economía delictiva
prospera para, al mismo tiempo, intimidar o acoplarse a la estructura formal del poder". Las
mafias o lumpemburguesía que manejan este sector de la economía se concentran en tres
grandes actividades: el narcotráfico, el contrabando a gran escala y la piratería de productos
y marcas patentadas internacionalmente.

La lumpemburguesía a diferencia de la burguesía informal no pasa desapercibida, al


contrario, al operar se disfraza muchas veces de formalidad. "Curiosamente, a veces llegan
a ser buenos cumplidores tributarios: sus empresas son un disfraz para continuar manejando
los grandes negocios ilícitos y pueden pagar sus impuestos cómodamente", afirma Durand.
Al respecto, debido a que esta economía es mucho más rentable que la informal puede
ascender posiciones en la alta sociedad, su escudo consiste en disfrazarse de riqueza para
aparentar respetabilidad.
Por tanto, esta economía es más peligrosa, no solo por ser delictiva, sino porque se camufla
en la legalidad y contamina la formal. Usa también la informal, la explota como mecanismo
de distribución de sus productos de contrabando o pirateados. En ese sentido, tiene fuertes y
variadas conexiones con las otras dos economías.

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