A pesar de las dificultades que suponen para los taxónomos la variabilidad
natural de las especies , la existencia de especies crípticas, politípicas, del fenó-
meno de especiación gradual y del fenómeno de parasexualidad, a la hora de defi- nir el concepto de especie estos fenómenos s610 alcanzan un procentaje bajo, que no invalida la aplicación de la morfología a la hora de determinar un taxon. Hoy día, existe un acuerdo más o menos comúnmente aceptado sobre el con- cepto de especie, y dice: "Dos poblaciones pertenecen a la misma especie cuando son capaces de hibri- darse entre sí y producir descendientes fértiles ." Aceptando que pueda faltar esta interfertilidad sólo por parámetros genéticos operando en el ciclo sexual com- pleto. Para táxones en los que la información necesaria o la aplicación de esto es imposible, hoy día se puede aplicar la siguiente definición pragmática : "Una espe- cie es una población que posee una serie de caracteres reproducibles , constantes (morfológicos, biológicos, etc.) y que razonablemente está separada de otras poblaciones. ti Después de exponer la opinión, criterios y dificultades de micólogos impor- tantes sobre el concepto de especie, llegamos a la pregunta que muchos micólogos nos hacemos: ¿ Cuántas especies de hongos existen en el mundo y cuántos de éstos han sido publicados hasta ahora? Según AINSWORTH & SUSSM MAN (1968), real- mente no se sabe. Esto no quiere decir que los micólogos no lancen propuestas más o menos infundadas de la rnáas variada interpretación . Así, por ejemplo, un gramo de tierra puede tener hasta un millón de esporas de hongos, dos millones de esporas de A crinomyceres y quince millones de bac- terias. Todo el problema está en la dificultad de distinguir entre individuos , clases de individuos y los nombres mediante los cuales individuos y clases de individuos son designados. De aquí surge la pregunta: ¿Qué es un individuo entre los hongos? , ¿una espo- ra?, ¿un carpóforo? Todo depende del organismo. Así pues, no será lo mismo el hablar de un Agarical (p. ej.: un Agaricus) o de una levadura (p. ej.: un Schizosac- charomyces). En el primer caso está claro que el individuo , pluricelular, se com- pone del micelio subterráneo y del carpóforo, mientras que en el segundo, unice- lular, una simple célula es el individuo. También hay que tener en cuenta, a la hora de definir al individuo , su longe- vidad, mientras que ciertos agaricales pueden llegar hasta los ciento cincuenta años (p. ej., el Marasmiusoreades) o incluso a seiscientos años ciertos Gasteromy- ceres (como la Calvaria cyanrhiformis), algunas levaduras no sobrepasan la hora de longevidad (salvo que estén enquistadas). Existen pocos criterios objetivos que puedan ser aplicados particularmente a nivel de especie. Para la mayoría de los micólogos, la roya del trigo (Puccinia gra- minis) es una especie única , mientras que para los fitopatólogos existen más de 250 táxones de este patógeno. A la vista de este hecho , ¿a qué nivel debemos tra- bajar para saber el número de hongos a considerar? La verdad es que todo depende de la finalidad de la enumeración y del impacto