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LA META SUPREMA
Salmo 84:2
Muchos papás y mamás desde antes
de ser padres ya visualizaban cómo
serían sus hijos, a quién se iba a
perecer más, si nacería sano, qué va a
ser de grande, si va a tener una
profesión y cómo le irá.
El caso es que todos desean cosas
para sus hijos. Quieren una buena
educación, que tengan un buen
trabajo, que tengan un buen
matrimonio, que tengan hijos sanos,
que tengan una buena casa y que les
vaya bien en todo.
Pero, si pudieran desear una cosa para
sus hijos, ¿qué sería?
Más allá de las casas, los carros, los
trabajos y la esposa o esposo que
quisieran que sus hijos tengan, ¿qué
quieren para sus hijos?
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David captura lo que debe ser la meta


suprema de todos sus esfuerzos con
sus hijos al describir sus propios
deseos:
“Anhela mi alma y aun ardientemente
desea los atrios de Jehová; mi corazón
y mi carne cantan al Dios vivo.” (Salmo
84:2)
Lo que expresa David, en pocas
palabras, es un corazón para Dios.
Sobre todas las cosas, esta debe ser
la meta de sus esfuerzos con sus hijos.
Esta es la característica que ustedes
deben desear ver en sus hijos. Porque
esto será lo que guiará a sus hijos en
todos los aspectos de sus vidas.
No deben estar ocupados formando
otra cosa que no sea un corazón para
Dios en sus hijos.
No sigan las normas de la cultura que
elevan la educación y la profesión por
encima de cualquier otra cosa.
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Esta meta de tener un corazón para


Dios refleja el propósito de nuestra
creación como seres humanos. El
catecismo menor de Westminster lo
dice bien, que el fin principal del
hombre es el de “glorificar a Dios y
gozar de él para siempre”.
¿Deben ustedes conformarse con algo
menor para sus hijos? No. Sin
embargo, la triste realidad en muchos
hogares cristianos los padres han
fallado en inculcar un corazón para
Dios. Puede ser que profesen ser
cristianos, pero son mundanos en la
manera en la que viven.
Bueno, ¿en qué han fallado los
padres? Algunas respuestas posibles
son:
1. La familiaridad. Muchos padres no
les enseñan a sus hijos, les repiten o
recuerdan continuamente el privilegio
de haber nacido en una familia de fe.
Necesitan ayudarles a ver que la
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“normalidad” de su hogar cristiano, no


es algo común en este mundo.
Ustedes no pueden relajarse si sus
hijos no tienen aprecio por Dios, por
ser amados por él, y ser escogidos
para vivir para su gloria. Necesitan
reconocer humildemente que una
razón por la que no han transmitido
esto a ellos es porque tal vez no es una
realidad en ustedes. Muchos de
nosotros hemos llegado a ser “miopes
y ciegos” habiendo olvidado que
hemos sido limpiados de nuestros
pecados pasados (2 Pedro 1:9). Los
hijos no entenderán que la redención
es un regalo y un privilegio, si nosotros
mismos no la consideramos así.
2. La segunda respuesta está
relacionada con el estilo de vida. En la
cultura agraria antigua, la familia
estaba junta todo el tiempo. Los
miembros de la familia estaban
presentes físicamente unos con otros
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la mayor parte del tiempo. Los padres


en esa cultura podían hablar con sus
hijos literalmente desde el momento de
despertar al momento de irse a dormir
(Deut 6).
Es importante reconocer cuán
radicalmente diferente es el estilo de
vida familiar típico de hoy en día en
comparación con la vida familiar antes.
El hogar ya no es el punto focal de la
vida de los miembros de la familia. De
hecho, los miembros de la familia en
raras ocasiones pasan tiempo juntos.
Nuestros hogares tienden a ser más
parecidos a moteles a los que
llegamos por la noche a dormir, para
que a la mañana siguiente cada uno
tome de nuevo su propio camino. La
palabra que captura el estilo de vida
familiar moderno no es unidad, sino
separación.
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Esta separación afecta nuestra


habilidad para comunicar el asombro
redentor a nuestros hijos.
Necesitamos reconocer cómo el estilo
de vida de separación afecta la
habilidad de cultivar a los hijos como
Dios nos ha llamado a hacerlo. Si es
que vamos a preparar hijos para la vida
adulta, los padres necesitan ser
enfocados y disciplinados. Necesitan
manufacturar oportunidades para
hablar de manera relajada acerca de
cosas importantes con sus hijos.
Sencillamente, no puedes ser el
mentor, pastor, discipulador de tu hijos,
ni puedes desarrollarlos si casi no los
ves.
Esto significa apagar la televisión.
Significa hacer un esfuerzo mayor para
hablar diariamente con cada hijo,
mostrar interés en su vida. Significa
menos enfoque en el desarrollo laboral
o profesional. Significa preguntarse si
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han transferido a sus hijos un amor por


Dios y un compromiso de vivir para su
gloria.
3. La tercera respuesta a la pregunta
del porqué no hemos transferido a
nuestros hijos un aprecio por Dios, es
una respuesta difícil de enfrentar, pero
debe ser considerada. Es la
hipocresía. Los hijos cuyos padres han
vocalizado un compromiso fuerte con
su fe pero no viven
correspondientemente con ella,
tenderán a despreciar dicha fe. La vida
consistente con la fe de uno no
significa que vivas perfectamente, sino
que vivas de tal manera que se revela
que Dios y su Palabra son las cosas
más importantes para ti. Tal padre
inclusive puede honrar a Dios en sus
fracasos, con su confesión humilde y
su determinación de cambio
(arrepentimiento).
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El llamamiento de Dios es para que


vivamos vidas que sean dignas del
Evangelio que hemos recibido (Efesios
4:1). Si no hacen esto como padres,
sus hijos tenderán a desechar, e
inclusive, a despreciar el mismo
Evangelio que decimos es de
importancia suprema. Tenderán a
rechazar al Dios que hemos
representado tan mal, y también ellos,
terminarán sirviendo los ídolos de la
cultura circundante (Jueces 2:6-15).
Examina tu Corazón
Si ves tus pecados y fallas, no te
justifiques. No tienes que vivir con
remordimiento. El Evangelio no sólo te
da esperanza respecto a tus hijos,
también te da esperanza respecto a ti
mismo. Cristo, amorosamente, te invita
a arrepentirte y a permitir que él realice
una nueva obra en tu vida.
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Nunca es demasiado tarde para


confesarse y arrepentirse. Reconoce
que Dios es capaz de restaurar.
Señales de un Corazón para Dios
¿Qué apariencia tiene un corazón para
Dios en la vida diaria de un
adolescente? La característica central
de un corazón para Dios es su sincera
y profunda hambre de conocer y
honrar a Dios. Es decir, no un mero
cumplimiento farisaico y externo de los
deberes cristianos. (Is. 29:13)
Lo que verás en un hijo que tiene un
corazón para Dios son
comportamientos, actitudes,
relaciones y actividades que reflejan
una búsqueda personal de Dios. No es
motivado por las amenazas, la culpa,
los ultimatums y la manipulación por
parte de los padres.
Si tus hijos tienen un corazón para
Dios, verás estas cosas.
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Señales de una búsqueda de Dios


1. Existirá una vida independiente de
adoración y devoción personal. Este
hijo pasará tiempo personal con el
Señor. Deseará leer la Biblia y pasar
tiempo en oración. ¡No! probablemente
no se levantará a las 5:00 AM para leer
y orar por dos horas, pero tendrá una
vida en desarrollo de devoción
personal.
2. Tendrá el deseo de participar en la
adoración e instrucción corporativa. Un
hijo que con gusto va a los cultos, que
no tiene que ser amenazado para
asistir. Porque disfruta la adoración.
Encuentra el gozo en estar con gente
que comparte su deseo de alabar a
Dios.
Los hijos que tienen un corazón para
Dios no evitarán los tiempos de
enseñanza y predicación; al contrario,
los procurarán. Y no estarán en la
última fila de la Iglesia, casi recostados
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en la banca, mirando como si apenas


pueden soportar el aburrimiento. ¡No!
de algún modo, de alguna manera
demostrarán un hambre por aprender
más acerca de Dios, su voluntad y su
camino. Tendrán aprecio por los
maestros que Dios ha puesto en el
cuerpo de Cristo, y desearán estar
donde se ofrezca instrucción bíblica.
3. Un hijo que tiene un corazón para
Dios también buscará compañerismo
con el cuerpo de Cristo. Deseará pasar
tiempo con otros que tienen la misma
mentalidad. Buscará compañeros que
compartan su fe y su deseo de estar
involucrados en la comunidad
cristiana.
4. El hijo que tiene un corazón para
Dios estará relajado y abierto a las
discusiones sobre las cosas
espirituales. Evalúa a tus hijos. ¿Cómo
reaccionan cuando se menciona en la
conversación la Biblia o la voluntad del
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Señor? ¿Habla de alguna manera de


las verdades de la Palabra? ¿Habla
alguna vez de la oración o de buscar la
dirección espiritual para una decisión?
¿Buscan tu ayuda para ver qué
piensas acerca de un asunto, o te
piden que ores por ellos por algo que
ocurrirá pronto? ¿Son consumidores
devotos de las cosas del Señor,
hambrientos, necesitados y
buscando? ¿Se sienten relajados y
cómodos con la verdad de Dios y con
la gente que la sostiene?
5. Los hijos que tienen un corazón para
Dios se acercarán a la toma de
decisiones desde una perspectiva
bíblica. Tendrán un corazón para lo
que es correcto. No se conformen con
que sus hijos tomen decisiones
impulsivas, egoístas y dirigidas por la
emoción. Deben desarrollar una
referencia divina constante en todo lo
que hagan, es decir, crecer hijos que
realmente vivan para la gloria de Dios.
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Su meta suprema con sus hijos es que


tengan un corazón para Dios. Por lo
tanto, busquen evidencia de una vida
devocional personal, de un deseo por
la adoración e instrucción corporativa,
de una amistad y compañerismo con el
cuerpo de Cristo, de una apertura
relajada hacia las cosas del Señor, y
de toma de decisiones desde una
perspectiva bíblica. No busquen estas
cosas de una manera legalista, sino
como señales naturales de un corazón
que realmente ama a Dios, que
realmente desea conocerlo y vivir para
traerle gloria. No caigan en el
pensamiento de que es imposible para
sus hijos. El Evangelio es para ellos y
el Espíritu Santo puede obrar la piedad
en el corazón de sus hijos como en el
de cualquier otra persona. Si creen
estas cosas, trataran de funcionar
como los instrumentos de la piedad en
su vidas.
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Estrategias para impulsar un


corazón para Dios
Si la meta suprema para sus hijos es
un corazón para Dios, entonces
necesitan preguntarse qué cosas
prácticas ustedes pueden hacer para
esto en ellos.
1. Haz que el culto familiar sea una
prioridad y hazlo atractivo. Esto
implica, primero que nada, que captes
la atención de tus hijos. Implica
atraerlo e involucrarlo. También
significa atraerlo y ganarlo hacia la
voluntad y el camino de Dios. Para
lograr esto, nuestros tiempos de culto
familia necesitan ser agradables,
relevantes, desafiantes e interactivos.
El culto familiar no necesita ser una
faena monótona y aburrida para
nuestros hijos; puede ser un tiempo
familiar agradable que está centrado
en la Escritura.
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Haz que estos tiempos sean


momentos de conversación. Haz que
hablen para ver si entendieron, para
ver si tienen dudas o confusión, y para
ver si pueden conectar las cosas
discutidas con lo que está pasando en
sus propias vidas.
2. Busca oportunidades para dirigir a
tus hijos hacia Dios. No permitas que
vivan en un ateísmo funcional, un
punto de vista práctico de la vida en el
que Dios está ausente.
3. Sé positivo y cristocéntrico en tu uso
de la Escritura. Hay muchos hijos que
desarrollan una actitud negativa hacia
la Escritura por la manera en la que fue
usada por sus padres. No uses la
Escritura como una vara para infligir
culpa, para humillar a tus hijos o para
condenar. No avergüences a tus hijos
usando la Escritura. No los golpees
con la Biblia. Recuerda que la verdad
siempre debe ser dicha en amor. El
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propósito de la Palabra en la vida de


tus hijos no es golpearlos hasta el
suelo y desanimarlos, sino prepararlos
para estar “enteramente preparados
para toda buena obra” (2 Tim. 3:17).
No uses la Biblia de una manera que
cause que tu hijo corra y se esconda
de Dios. Úsala de tal manera que lo
anime a correr hacia Jesús para recibir
la ayuda que sólo Él puede dar.
4. Debes estar dispuesto a ser usado
como ejemplo del perdón, habilitación
y liberación de la gracia de Cristo. No
deben verse como cuadros que sus
hijos deben mirar, sino como ventanas
a través de las cuáles sus hijos puedan
ver la gloria de Cristo. Deben dirigirlos
hacia Cristo, y lo hacen cuando
admiten humildemente ante sus hijos
que eran y son personas en necesidad
de la ayuda de Dios.
5. Debes estar dispuesto a pedir
perdón, que se te pidan cuentas y que
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se ore por ustedes. Inclusive tu fracaso


paternal puede ser usado por Dios
para suavizar el corazón de tu
adolescente. ¡Qué esperanza hay en el
Evangelio! No permitas que esos
momentos de egoísmo, irritación,
palabras ásperas, impaciencia y enojo
sencillamente se desvanezcan.
Acércate a tu hijo y confiesa tus faltas.
Pide que ore por ti, invítale a que se
acerque a ti cada vez que sea
lastimado por las cosas que hayas
dicho o hecho. Sé un ejemplo de
humildad, dependencia en Cristo y de
esperanza.
6. Sé un modelo de la oración sin
cesar. Haz de la oración una parte
regular e importante de la vida familiar.
Ora constantemente con tu
adolescente. Si te comentan que
presentarán un examen difícil, no
prometas que orarás por ellos; hazlo
inmediatamente allí. Si te comparten
que están luchando con una relación,
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no les digas simplemente como


manejar la situación; ora con ellos.
Cuando estén saliendo en un viaje
familiar o de vacaciones, reúne a la
familia y ora. Cuando tus hijos estén
batallando con llevarse bien entre
ellos, no te entregues a los gritos
constantes; siéntate y ora con ellos.
Pregunta a tu hijo en donde está
luchando con dudas, temores, enojos,
desánimos y otras tentaciones, y ora
con él. Regresa más adelante y dile
que has continuado orando y
pregúntale cómo van las cosas. Ora,
ora, ora, ora. En la vida familiar, hay un
millar de oportunidades naturales para
orar con y por tu hijo.
7. Sé un ejemplo de un hambre de
Dios. Permite que tus hijos vean tu
compromiso con el estudio bíblico
personal y familiar, con estar
regularmente bajo enseñanza de la
Palabra de Dios y con estar en un
compañerismo y ministerio robusto
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con el cuerpo de Cristo. Pregúntate,


“¿Tengo hambre de Dios y lo pueden
ver mis hijos?” ¿Eres un modelo de lo
que estás tratando de establecer en
tus hijos?
Lo que deben buscar es que sus hijos
conozcan a Dios, valoren su amor, se
maravillen por su gracia y vivan para
su gloria. Que experimenten su amor
redentor y entreguen sus corazones a
él. Esfuércense por ser padres que
diariamente demuestran con su vida lo
que significa “buscar primeramente el
reino de Dios”, haciendo que sea su
prioridad la búsqueda de Cristo. Al
hacer esto, permitirán que Dios obre a
través de ustedes para establecer un
hambre por él en los corazones de sus
hijos.

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