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Revista de cultura | Ato XX + Némero $8 Buenos Aires. agosto de 1997 3 Hugo Vezzetti, El cuerpo de Eva Perin Oscar Terin, Pensa el pasado 9 Anahi Ballent, “Allabout Exe”, Eva Perdn y los equivecos de la biografia 15 Beatriz Sarto, Cuando la politica era joven 20 Radl Beceyro, Orra ver los fantazmas del pasado lio de Ipola, Un legado trunco s. Liberalismo y populisma aqui y ahora 35. Alberw Sato, ;Para qué sirven las cosas? 43° Alejandro Blanco, La “cuestién social” afin de sigio a B Oo Este niimero est ilustrado con collages especialmente realizades para Punto de Vista por Adolfo Nigro (Rosario, 19 Consejo de direceiin: Carlos Altamizano José Aried (1931-1991) Adin Gorelik Maria Teresa Gramuglio Hugo Vezrewt Consejo asesor: Radil Beceyro Federico Monjean Oscar Terén Directors Beatriz Sarto Disefio: Estudio Vese Este ndmero ha recibide apoyo de la Fundaciéa Antorchas. 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Estas Iineas pretenden seleccionar un aspecto, central pero no excluyente, de la década del setenta: el que se re- fiere a ta implementaci6n de un pro- yecto poiftico revolucionario y van- guardista mediante la violencia armada, Se trata de un period ini do en 1969-70, que celebra su méxi- ‘mo triunfo el 25 de mayo de 1973, y que a partir del retomo de Juan Perén comienza a perder terreno al persistit ‘en ura via ahora destegitimada por cl apoyo electoral recibiéo por el viejo general y golpeada duramente por la represiGn legal ¢ ilegal montada des- de ese mismo gobierne. La dictadura instalida en 1976 dard los golpes fi- nales sobre fuerzas politica y militar- mente diezmadas, y a través del icrro- rismo de Estado extendera con inusitada erueldad una represién de re- disciplinaaniento social y cultural des- finada a destemar los elementos t st entender disolventes que en un clima de radicalizacién social ¢ innovacion cultural habian emergido desde la dé- ‘ada del sesenta. El balance final arro- 46 como resultado una de las derotas mas catastroficas de la izquicrda argentina en sus cien aos de tencia, Para reflexionar sobre ese dato his \Grice, la orientacién que quisiera aten- dr es Ia indicada por Todorov: “La memoria Jebe ser sometida a ka justi- cia, que ¢s el verdadero objetivo so- cial”. Inmediatamente esta afirmacion plantca una cuestién wériea y ético- politica de graves dimensiones: ;<6- mo someter cl pasido a la justicia 0, dicho de otro modo, para qué ta his- toria’ ,Para comprender lo que los ac {ores sentian en ese pasido cuando atin cra presente, 0 10 que nososros poxte- mos explicar » valorar porque cono- cemos lo que fue su futuro y por ende sabemos lo que ellos (que en este ca. s0 también es un nosotros) no podan saber? Sin una decision al respecto, los juicios que se puedan emitir sobre cualquier pasado corren el riesgo de carecer de sentido. He aquf entonces un clisico pro- blema historiogréfico, que ofrace al menos dos respuestas potarizadas: Ia teleoldgica y la contextualista. El re- lato del pasado en clave tieoldgica fue defendido explfcitamente por George Mosse en 1979 cuando, res- pecto de su libro Hacia la sotucién final, escribi6: “Todo libro concemnicn- te a la experiencia europea de raza debe comenca por el final y no por el principio: seis millones de judfos ase- sinados por los herederos de la civili- zaci6n europea”. En cuanto al extre- ‘mo coniextualisino, propone no juzgar ninguna época por fuera de la “len- gua” 0 conjunto de ideas y valores que ‘conoctan los contemporineos de di- ccha época, y de este modo acusa de anacronismo Ia vision del pasado a partir de categorias 0 valoraciones del presente. La primera alternativa ha ‘mostrado la manera inmoderada en que caian bajo el ubro “precursores” det nazismo 0 del stalinismo figuras co- mo Niewsche, Marx, Hegel 0 Platén. El comtextualismo por su parte denun- cia esta hermenéutica por sus excesos de anacronismo, pero amenaza con bloquear todo pronunciamiento valo- rativo sobre un pasado que observa ‘como cerrado sobre sus propios cidi- 0%; valioso como indicacién metodo- logica para la historia de las ideas, nos ‘deja inermes ante. fenémmenos histor ‘cos que apelan a Tos juicios morales, Y ocurre que justamente al hablar de aquella década del 70 cs includible que Se crispe el posicionamicnto i- co-politico, en la estricta medida en que se trata de valorar una época cuyo sentido no es inerte. Enionces es po- sible que el eriterio de “resignifica- ci6n” resulte més atinado. Ya Hegel postulaba que el Gnico modo de que Ia historia tuviese wn sentido era que efectivamente bubiese terminado. Pe~ rolos modemos sabemos que hay una ploralidad de sentidos y, sobre todo, ‘que el significado de todo acio huma- no queda pendiente de un futuro que no podemos conocer, y por ene s pasible de nuevas interpretaciones. ‘Acabamos de verlo en una instancia colosal: la cafda del Muro de Bertin cambi6 radicalmente el sentido de la revolucién bolchevigue. EI ejemplo no € inocente, porque si se rata de pen- sat los setentas incluyendo la derrota como dato definitori, la situacién de esa reflexi6n es ain més compleja, porque a la débacle politico-militar se Te superpuso Ia crisis de Ia idea mis- ma de revolucién y aun del propio marxismo, O sea, que al fracaso del proyecto revolucionario se le sumo kt fractura del horizonte ieolégico da- dor de sentido de aquelias pricticas. Para colmo, sobre (olay estas pre ‘ocupaciones pesa una pregunta temi- bie que amenaza con poner un limite al pensamiento: cOmo no sumar a 1a derotz material la derrota simbstica, ‘cémo no vaciar de sentido lo que de legitimo contuvieron tantas mucrtes tantas vidas que se obstinan (y x2 las comprende bien) en retener el sentido de su pasado. Aceptando aquel limite, de todos modos dicho sentido no pue- de eludir la asuncién de los errores fracasos, asunciOn que convierta a su vez a aquellos protagonistas de Ios se tentas en seres manos habitados por sus ideales pero también por sus fa las fatales, Entonces, un acercamien toa ese pasado podria renunciar tanto al anaeronismo que mide otras épocas con la vara de la propia, cuanto al con textualismo relativista que conduce & dar todo lo sucedido por legitimo. En- te ambos poles se alza la més com picja posibilidad de reeonocer To que de destino pudieron contener aqucllas vidas, pero al mismo tiempo lo que de libre cleceién implicaron. Es al fin de cuentas un modo de devolverles a sus ‘actores no ese resio evanescente de sentido que dice “ahf est mi juven- tud, cuando Tas pasiones de la politica podtan ser ardientes aunque fucram moriales”. Pero sf de restituirles los derechos de su Gnica ¢ irrenunciable bertad. Y de su includible compaiie- re la responsabilidad, El cuerpo de Eva Perén Hugo Vezzeti La mitologéa establecida sobre la vida pablica y la accién politica de Eva Pe~ r6n se ha visto ampliada, recientemen- te, con la incorporacién de un capitu- Jo inguictante referido a las ominosas aventuras de su cadiver: el desplie- ‘gue de un fantasma siniestro sobre un ‘cuerpo que vence a In muerte investi- do de poderes extraordinarios. Santa Evita de Tomés Eloy Martinez ha es- tablecido y exaltado ese mito en un relato extrafio, en el que los testimo- nics y las precisiones documentales. sirvea sobre todo como pantalla de proyeccién de las obsesiones del na- Mey Fh 9p rrador, protagonista y suftida victima de una historia que s le impone por las vias mas misteriosas. Como era de ‘esperar, un tema que se toca con eso ‘que Frend llamé la “universal inclina- Cin hacia la credulidad y la milagre ria", ha quedado instalado y ha sido tratado diversamente por el periodis- mo y la televisién. Es claro que esa peripecia tinica excede el imagircirio del peronismo (y del antiperonismo), tan cierto como que un andlisis que busque interrogar ese mito exige separarse de los efec- tos de fascinacién propios de todo re- tomo al universo primario de la ma- gia. Y en la medida en que el borizonte hhistorico de ese relato fantéstico que de suprimido, lo que emerge es una derivacién adicional, ahora meditica, ‘del fantasmna siniesto, sostenigo en un niicieo de creencias animistas, en el que los poderes de los muertos se am- plifican por las representacioncs ori- sinarias de la omnipotencia materna. De modo que si en la tragedia de ese cuerpo se condensa una densidad hhistérica que lo atraviesa, no es la via de una Epifanfa de sus poderes —be- néficos 0 satinicos— Ia que puede en tuegamos algo de un secreto que, fi- nalmente responda a una interrogacion fundamental Ia elacién que en la so- iedad argentina s¢ ha ido constitu- yendo entre la politica y 1a muerte, Y aunque dudo anticipadamente de las respucstas que hoy puedan ensayarse (y s6lo intento demarcar una proble- matica), es seguro que tal bisqueda deberia quedar bien slejada de los re- lates. de misterio y perversiGn sobre un cadiver que escapa de cualquier ‘encierro para recibir la oftenda de sus fieles mientras ejerce su maldici6n (en este caso de lujuria y de locura) y su implacable venganza contra los que quieren separarla de su pueblo, En to- do caso, si se trata de reconectar ese relato macadro con la Evita vivieate, ni el fervor religioso hacia la Santa, por parte deus seguidores, nila ima- ‘genes de lujuria ¥ seduccion perver- de la Cortesana que enloquecia a Jos hombres, en las representaciones antiperonistas, dejaron de formar par- te de la leyenda que ta acompaits en vida. a entera cultura funeraria ha estable- ido Ins condiciones de un trato con Tos muertos que, 3 Ia vez que sancio- ia una estrict on conel cuer- po de los difuntos, instituye diversos ‘anales de comunicacién ¥ rememo- racion que 10s evoca en su espiritu. Si se quiere situar un orden de experien- cia en el cual se ha construido cultu ralmente la existeneia de un alma in- corruptible separada de un cuerpo destinado a convertirse en polvo, hay que buscarlo ea ese territorio ambi- guo, conflictivo, limitrofe, en el que les vivos tributan a sus muertos signi sep ficativas evo helos y de deudas. Pero lo hi ausencta” de todo contacto con los Ccuerpos. que fan sido objeto de toda clase de imerdicciones. Sin embargo, en el siglo XX, GGricas muy especiales, pos piiblicos, revestidos de una sacra. Tidad investida desde el designio politico, fueron clegidos para vencer Ja destrucci6n matenal. Lenin, entre ‘otros lideres del comunismo triunfan. te, y Eva Pern compartieron esa suer- te: en es0s cuerpos susiraidos al dete rioro terrenal, regimenes politicos tan distintos (ideolégicamente opucstos) cencarnaron el fantasma de sv propia ctemidad, De no mediar la derma frida, seguramente los cucepos de Mu- ssolini y de Hitler se habrfan do a la lista de los elegidos. Y de haber muerto Pern en el ejercicio de su pri mer mandato quiz4 su cadaver habria sufrido igual suerte, Frenie a esta operacién sobre Jos pos que busca renegar de la im placable accién de la muerte, su! facilmente la asociacion con Los and lisis conocidos acerca del cuerpo det soberano en la monarguia y sus mula ciones en ef trinsito a la democracia En una investigacién ya ciisica, Emst Kantorowicz mostr6 el fundamento t ol6gico que. en cl imazinarin de Z yA Teapres, monarqufa, plasmo la ficcion jurtaica de los “dos cucmpos del Rey". En ella se exaltaba, por encima del cuerpo mortal, cI fantasia de “otro cucrpe, que no puede morir porque sosticne en su integridad la continuidad del ab- solutisino, en tanto “everpe politico” que es intangible y a la ver est en- camado en el soberano. Por su parte, Claude Lefort en su teoria de ta de- :mocracia, incorpor6 a esa problemti- ca una lectura original de la matriz conceptual freudiana sobre el Eipo y cl narcisismo en Ia constitucién sub- {etiva. Si el mito del parricidio estaba, para Freud, en el origen de la religivin monotefsia ¥ por Io tanto de la exaltae cir. reconstitucién del cuerpo social que se encama en el Iider. Pero, a di- ferencia del evexpo desdoblado del rey (ques visiblefinvisible, mortal/inmor- tal), en el cuerpo dinico del auvéerata, recneurnaci6n de la unidad fusional del poder con la sociedad, no hay separ ci6n sino coincidencia consigo mismo, y 14 mortaidad del der, en las condi- Cones propias de la imaginacién poli tica det totalitarismo, no puede separar- se del Fantasma de despedazamiento del cuerpo social! Et anilisis de Lefort aporta, enton= ces. un punto de vista dificil de eludir en ese destino contra natura recaido sobre algunos cadéveres, el de Eva Pe- r6n entre ellos, En efecto, Jo primero que alta la vistaes que el expedien- te del embalsamamiento de los Mideres fallecidos —destinados a la contem= placién pablica de su pucblo y a ta vez encamacién icdnica de ka conti nuidad y la Iegitimidad de los su res— es ajeno a Las tradiciones inst tucionales del liberalismo tanto como de la izquierda democrética, més ape sgadas, en principio, a los limites de la alternancia y la provisionatidad en el ejercicio del poder. Seria facil. en ese sentido, incorporar alguna de las fle- _gumentos adicionales a fas tesis cono- Cidas sobre los niicleos totalitarios del ‘quiero explorar, mw En laseric de los cucepos preservados mas allé de kx mucrte, Eva Perén, 2 diferencia de Lenin, no ocupaba ca cl momento de su muerte —ni 10 habia hecho antes— la cfspide del lidzraz~ 0; su posicién de poder estaba, en &3€ sentido, subordinada a la det ge~ neral Perén, jefe absoluto en Ia ¢s- tructuracién vertical que regia a la ver el movimiento y la direcciéin del esta do, De mado que en su caso no puede dejar de considerarse que en es igido algo se afadia la signi de lo que Evita habia sido en vida en su accién politica y en laasis- tencia a los humildes, algo que nece- siriamente involuera las representa clones de ta pareja publica que conformaba con el Lider. En verdad, hay sobrados elementos de juicio que indican que la euota de poder real de Eva Pern en ta céspide esiaba ente- ramente subordinada a la autoridad del General. Sus diseursos y sus eseritos, por ejemplo, nunca dejan de referirse a un Gnico lider y, en el mismo mo- mento en que lo exalta como uno de Jos grandes genios de lt humanidad, agregar “despues de Peron {00s so- ‘mos iguales"? E1 propio General no s6lo se mosiré siempre seguro de la stricta subondinaciin. dc su exponay sino que expres mas de una vee que €1 habia, propiamente, construido a Evita, Paro es cierto que Perén tendia una representacion del poder poco apcgada 2 las complicaciones institu- lonales y fusionaila con su propia per- sona y sus prolongaciones maritales, algo que qued nucvamentc en eviden= cia en su nuevo turmo de gobierno, en 1973, con fa inclusin de su segunda esposa en ta fEnmula presidencial y kas consecuencias posteriores a su muerte. No son los fantasmas politicos de Perén, ni su ereencia en la propia ine mortalidad, lo que queria interrogar, sino el cambio sobrevenido, a poste- fori. sobre ta representacién de los atributos de poser en esa pareja sobe- rana: ef mito de Evita ha opacado de- cididamente fa figura originariamente central det general Pertn. En efecto, de Martinez, Estrada a Marie Langer. desde la Evita de Hollywood hasta et izado semtido comin momtonc~ 4s aun, como un ingrediente cen- to, “ext mujer” vier en la figura fuerte y eje de power en las significaciones retrospectivas reca- fdas sobre la era peronisia. S que pudo pensarse como la incompora- cin de una bandera y un monumento destinados a reforzar la etemidad de ese régimen, vino a quedar d: tal mo- do asociada a la cafia de Pern que se 1a narra habitualmente como cedente inmediato del derrocamicnto, ese a que transcurtieron més de tres alos entre uno y ot79 acontecimiento, De modo que los poderes de la Evita iitica (y las aventuras épicas desata- das en su nombre) se acreceataron en la derrota y, en todo caso, cn la res tenia. Y las peripecias siniestray del cadaver no son pensables fuera de ese conjunto de representaciones. Vv Hay rearraciones del destino trigico de ese cuerpo que han acentuado el argu- mento conspirativo: una Santa objeto 1. Fant Kantorowica, Las das enemas del re Un estudio de teologia politica mediestl. Mo inl, Alianza, 1985. Claude Lefoe, Lt inven- ‘ibn democritice, Bucaos Aires, Nueva Visi 1990; especnlmeste “Stalin y el stalin “Laimagen del cuepo yel tu rmocraciay aivenimicilo de wn lugar acio” Ver también Jorge Belinsky. “Loe dos cxerpos «al padke: sobre la posible exstoncia te modeeno”, Panio de Vista, x é. diciembre ‘de 1956 2 Ea Perén, Historia del peromisme. Bie= tos Aires, Ei. CS, 1998, p67. de vejacién por pane de una oposi i6n inirinsecamente malvada de nada por el odio y la revancha, Las explicaciones antiperonistas se concen- traron en el papel de Perén y en su ‘capacidad inescrupulesa de eficulo po- Iitico extendida a las operaciones so- bre el cadaver. Quemfa adoptar otro punto de partids: las decisiones sobre su cuerpo, destinado a durar para siem- Pre, no pueden separase de! tratamicn- to de su imagen en vida y del lugar ‘que ocupaba Evita en est puesia en cescena muy reiterada de la pareja pre- sidencial, que se offecfa como una sin- tesis del estado y el pueblo, la cabeza y-¢l coraz6n, en fin, el poder crudo y fl amor a los desheredados. A partir de ello, querria interrogar el destino de ese cadaver y lo que sa muerte vi- no a significar como fragmentacién de sa pareja total que “ponia en esce- na’, si se quiere, la sfatesis de eso que Lefort llamé et “pueblo-uno”. Mis alld de Ios resultados, es po- sible postular que el repudio a un fan- tasma de despedazamicnto, encamado en ol destind mortal de ese everpo, habefa estado en el origen de ta ins6- lita decision de someterlo a las artes del embalsamador: preservado en su belleza y su juventud, destinado a la veneracion éel altar y proyectado co- mo motivo de un monumento grane dios (que iba a ser el mas alto del mundo), vendsfa a mostrar material- ‘mente —antes que a simbolizar— la fuerza y la perdurabilidad de un régi- men y de un liderazgo que se situahan as{ més alld de la muerte. Pero si esto es asf, tanto los agravios sufridos co- ‘mo las misteriosas aventuras del ca- déver no pueden ser separados de ese lugar imposible que estuvo destinado a llenar y que, sin duda, configura un aso Gnico (y. esperemos. irrepetible) en la historia argentina, Ya en las historias y las Keyendas sobre la vida de Evita las imagenes domminaban & las palabras. Y ¢s claro {gue con esto no estoy negando ni Ios hhechos ai las realizaciones en favor de los desposeidos, simplemente me concentra en las representacioncs mis extendlidas de Eva Perén asistiendo in- terminablemente a su pueblo. En el mismo sentido, hoy asistimos a una exalacidn de su memoria que recurre a la iconografia ya las imagenes y clude cuidadosamente cualquier juicio sobre su obra escrita, pese a la posi- cién Gnica de La racén de mi vida como un eatecismo moral y politico ddestinado a una conversién unificado- Fa de la sociedad, Puede decirse que ese mismo relieve det cuerpo, de la Juventud y la belleza, que dominé las representaciones de la Evita viviente, cestavo presente en las decisiones sobre su cadaver. En efecto, se busc6 soste- ner el anhielo de impedir que fuera ol- vidada (que esté presente en todo dve~ Jo), no en las inseguridades de Ia memoria ni en la perduracion de lis Jdeas sino en la materiaidad de un cuer- poretindo del ticmpo de los mortales. EI destino que se habia previsto (cuerpo exhibido pemmanentemente y monumento grandioso) sc ajustaba bien, hacia atrés, a las “estaciones” de ‘su viaje hacia la inmonialidad y com- ppletaba la leyenda: salida del barro.co- mo uno més de los desheredados, en- cumbrada por su propia fuerza, seductora del Principe y complemen- to necesario de su poder (al que com- Pletaba con el lugar mateo del sa- crificio y el don), puro impulso amoroso que consume su vida en la dedicacion a Ta causa de los pobres, en fin, mértr agraviada y datiada in- {erminablemente por las fuerzas oscu- ras del mal. Como ha sido sefialado, su imagen comprendia facetas diver- ‘sas: madre amorosa de sus deseamisa- dos, esposa que prockunaba su adora- ion y su fidelidad incondicional al Lider, podia ser también ta mititante que superaba a Perdn en ef fanatismo y las exaltaciones de lenguaje contra los enemigos: la oposicién que. por su sola existencia, en tanto mostraba que algo quedaba fuera de esa sintesis bi comoral. venta a desmentir el efecti- vo cumplimiento de la totalidad unifi- cada que la pareja Peron-Evita pretendia encarnar. Como sea, la San= ta (en el amor al pueblo) y la Guerre: ra de la Fe (en el odio primario a los ‘enemigos “desincorporades” de la uni- ficacién peronista) se reunian en la raz. ‘comin, “integrisia” poxrfa docirse, ke ‘una mistica de la entrega, un fervor originario y personal que era el ingre- dicate que desde la figura de Eva Pe~ On investfa acciones y discursos. En esas circunstancias, la enferme- dad y la muerte que la arrebataban beu- talmente de la esceaa venfan a com- pletar el mito con su aureola tgica al mismo tiempo que lo cerraban so- bre una completud y una perfeccién que ya casi no debéa nada al General Pern. Si la Evita mortal habia sido, previsiblemente, sometida en sus as- Piraciones potiticas a la vicepresiden- cia, la Evita transfigurada y eterniza- Ines so uri en diveraos puntos con cea us ta en cvestin —y quads ea deenta — de al- ‘cance tis amspio qoeIe fas en pane eoctines y a la que estevo ligada; Inde Ta Rev tenia como transforacion radical, vie ta. y con sent postive de Ia entera soca 9 "Eto go significague ts hayan ext que nes ineitaron promover ese ashute. Cabe al respccto mencinnar doe aimstor de Ia evista Panto de Vata (mayo ¥ agosie de 1984), deli ‘cade ambos + ln crisis de la eultora de wz ‘qierda. TO. A veces, por razoncs de cra supeeviven I. Como sefalo en un arcu action, no estoy proponiendo que aha inicicmas ef de hte que no pu tect Togar ex fos $0, No ee trata de aptezae quince ai despa de fa c= ‘chs un “nuplenento tandio de plagngia” para resulvor una evestin que, en read, mera fstctamente hablando pedagsnica. sino gst ati, qc aleta 1s pena, para entender mjor el presente, que diseutames sobre Ine razinoe $ Tat eanseccn- tar de can ausencia de discusin. (Ver “Me- teriat de Marx”, om Ede Ips. Lar cosa el ‘reer, Ed. Avil, Buono Aites, 1992, pes 149 ya) 28 encia de un discurso politico is all4 Ue indudables diferen- clas, guarda poderosas analog! cl que estaba en vigencia décadas au Leo, siculo Utulado “El Che y los moderdos”, publicado reciente- nente por una revista extudiantil, a siguiente frase, extrafda de un Uiscur- so del Che Guevare “En un momento dado, mucho mis fuerte y positiva de Jas manifestaciones. pach un tino bien dado a qui dar.” Sedialé al comi ta que no hay que siderar estos hechos como akarmantes, Asi, por ejemplo, no seria irrazonable 1s (sic) es decir, parafrascando a Marx, que en Ia cita que acabo de reproducir la fra- S¢ desborda osentosunente al conte- ido. Me pregunto sin embargo si este modo de abordar aguello a to que ta cita (enunciado y enunciacién) refiere te el adecuado. Y no pretendo aqui deslivar, subrepticiamente, una tence i hip6tesis, Pretendo silo cenrar esta nota con Io que sue flexién en vor alta ‘Creo que en los tiempos actuales, 24 muchos —no s6lo para 10s est diantes de ciencias humanas © para la cmtera juventud— la politica, sentido pleno, euférico cast, en fs por eso ahora aiiorados) ha virado facia un estadio que raza y tal vez toe: audio de casi Individualis J, apatia, son las palabras que habitulmente nom- bran ese vaciamiento, Y estamos a me~ nado dispuesios, tl ¥ez con excesiva facilidad, « atrbuir tal pérdida de sen- tido al fre, eonsenso ncoliberal, con .e » 4 Namarse una re- Fos dias (qui- el sinsemtido, un cexaxperic “insensate7’ mo negativo, insolidarid su séquito de valores utilitaristas y pri- valistas, al que hoy mos toca asisti. Quizés haya que invertir el vector de Ia explicacién; quizas es la declin cion det imaginario que habito dese smpre a nuestra sociedad, con sus fituales, su espeso simbolismo y sus intensas pasiones politicas, Io que ha permitido el auge de esos valores. Y quizds las consignas de los 70, hoy apareatemente recuperadas, no ctr cosa que los significantes vacios de una busqueda desesperada y ciega del sentido perdido, En todo caso, 19 debemos responder a ello con un grito e alarma, sino situindonos de cura a nuestra responsabilidad, 12. ~fluevor para cambiar ts historia”, rev v he de la Asrupsciga Venceremes, No. 12 pe 3 Tignes EI gato Félix siempre renace de sus cenizas Liberalismo y populismo aqui y ahora Jorge E. Dotti 1. El sempiterno popalismo argentino encuentra el espacio para su actual re- lizaciGn en et vacfo dejado por el Uiberalisio, al volverse hoy evidentes los limites teGricos y, en consecuen- ia, también précticos del paadigma liberal prevalecicnte entre nosotros d= ante Ios dltimos wes lustros aproxi- madamente, En este perfodo, la recepeiGn del liberalismo en Argentina puede arti- cularse en dos momentos cronoligi ccamente sucesivos, de distinta pero n0 totalmente contrapuesta identidad con- ‘ceplual, EI primero es de cardicter pro gresista y tiene su pice en el 83 y aos inmediatamente siguicntes. La Iigarn irrupcién del liberalismo juridico- politico en clave soctaldemécrata hi- 20 posible el abandono de los eami- nos sin salida seflalizados por los simbolos imperantes hasta la guerra de las Malvinas, La nueva geografia demoeritica pudo configurarse no s6~ Joa panir del desplazamicato del mas- xismo hacia Jos mérgenes, Ia exi ida del nacionalismo y la hibernaciGn de los idcologemas peronistas tradi- cionales (en cualquiera de sus versio nes), sino también por —digumos— aactited de espera de! i moar- geutino wadicional, fuertemente eco- nomicista, cltista y prodictalorial. Una opiniGn piblica generalizada nenle para nuestro pais, 1a academia jug6 un rol forn vo destacado) recepi6 y, a su manera, concretiz6 cultural ¢ institucionalmente iertas pautas basicas del ethos liberal coniemporiinco, en el marco de un sen- timiento coleetive de asco y saludable prevencidn frente a los horrores de la dictadum, por entonces ‘conocidos en su detalle y tud. Asi, un ideario liberal lefdo como mensaje moral y constitucio: mas que econdmico, favoreci6 la ins- tauracién de la democracia, BoDbiO, algunos anglosajones y —en un técito trasfondo— Kelsen son referentes cla- ve de un registro cultural que perm: 1i6 afortunadamente la incorporacién de las pautas de convivencia asenta- das.en los “derechos humanos” al sen- tido coméin de la mayoria de los ar- gentinos, Este viraje ético se fue iando desde el derrumbe de la dic tadara y, especialmente, en los pri- meros afios de la democracia, pero —eabe admitirlo— se estabiliza en fa conciencia colectiva también bajo et ‘menemismo, Si hicieron posible el amr lismo ético en nu temporiineo, a su ver esta —entre n0- sotros inédita— legitimacién de moralidad y del constitucionalismo li berales facron, por su parte, condicién de posibilidad de una nueva econo ia, El proceso antiinflacionario y las privatizaciones no son la causa del éxi to liberal, sino el resultado de la pre disposicién 0 apertura de pablica a cicrtas consignas avtonres tativas de la modemidad liberal como nica racionalidad posible. Dicho de oto modo: la preparacin ideolégica de exa consagracién del economicis- mo extuvo en cl sancamicnto moral y vico, y en el reordenamiento consti tucional impulsado por el primer mo- mento de la recepeién més reciente cel literalismoen Argentina, Estat Porta literal-cticista no podia durar mis de lo que dur6, y la hiperinfla én fue el precio que hubo que pags fara que se instalara entre nosotros, en la forma de un populismo posmo- demnizad, el liberalismo real. La novediad que aporta el régimen menemista es que, con él, paradiz- ima liberal in toto (esto es, en bloque. 10 forzawdamente dualizado en una Buc ‘ta alma republicana y un cuerpo he: cmagerea Gnuevascc og > DIARIO DE, POESIA N° 42/Invierno de 1997 Poemas de Jean-Luc Godard Ensayo de Juan José Saer ‘ones: tan Aine & Cina Para Dossier: poesia concreta brasilefia Cons terol Reds: aime Alera Dae! Rall, Lin Bln Se Shar men en, pelts, ec, Det Kas Widen Kya) ice Taen no Pa Raber P,P Rex, Hane Rr, Beas Sa SUSCRIPCIONES: (4 numeros, 1 afio) Sn a Barges Caer» Aahr atv “Roman CPN ois aay omer eee Perea terre et) renee Ld name mpi se anon rE

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