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El mito del México mestizo

Dice Héctor Pérez Martínez (Pérez-Martinez, 2014), en su biografía de Cuauhtémoc, que La


Conquista es un hecho consumado, relevante como elemento formador de México como país
mestizo: tal planteamiento supone la cauterización de heridas que todavía en el tercer mileno
destilan pus. Si bien es cierto que la población mexicana es mestiza, caracterizar a México como
país mestizo es una simplificación que ignora la realidad de varios Méxicos distintos y contra
puestos: en una perspectiva mínima, el criollo, el mestizo, y el americano. Decía Paz en El
Laberinto de la soledad (Paz, 2015):

«En nuestro territorio conviven no sólo distintas razas y lenguas, sino varios niveles históricos. Hay
quienes viven antes de la historia; otros, como los otomíes, desplazados por sucesivas invasiones,
al margen de ella. Y sin acudir a estos extremos, varias épocas se enfrentan, se ignoran o se entre
devoran sobre una misma tierra o separadas apenas por unos kilómetros. Bajo un mismo cielo, con
héroes, costumbres, calendarios y nociones morales diferentes, viven "católicos de Pedro el
Ermitaño y jacobinos de la Era Terciaria". Las épocas viejas nunca desaparecen completamente y
todas las heridas, aun las más antiguas, manan sangre todavía. A veces, como las pirámides
precortesianas que ocultan casi siempre otras, en una sola ciudad o en una sola alma se mezclan y
superponen nociones y sensibilidades enemigas o distantes.»

México es nación apenas convencionalmente, sin embargo, basta que alguien cruce la frontera
para que se plante su mexicanidad por el mismo y por los otros.

La probada metodología de alcohólicos anónimos ha establecido la práctica de que el primer paso


para solucionar un problema es reconocer su existencia. México nunca podrá superar las
contradicciones fundamentales que han inhibido su desarrollo por siglos sin antes reconocerlas
plenamente.

En el proceso de sucesión presidencial en Estados Unidos se ha manifestado como tema central el


racismo contra la población nativa, particularmente expresado en los exabruptos antimexicanos
de Donald Trump. La reacción popular y de los medios de comunicación ha sido la de considerar a
Trump como un loco irresponsable y no ha faltado la obligada referencia a Hitler. Tal
planteamiento pasa por alto que Trump no hace más que articular el sentir de una gran parte del
pueblo gringo: Los Tea-partiers. Ignora también la endeble posición moral del gobierno mexicano,
que no solo propicia con su corrupción e ineficiencia el sustrato socioeconómico que provoca la
situación en primer lugar, sino que también permite y propicia un verdadero infierno para los
hermanos centroamericanos que entran a México ilegalmente.

Los argumentos y expresiones de Trump se pudieran utilizar verbatim en reversa, ya que las
políticas y acciones de los Estados Unidos provocan la crisis que empujan a los campesinos
mexicanos hacia El Norte: en plena justicia se puede exigir que los culpables paguen las
consecuencias de sus actos: las asimetrías de poder dictan la realidad de que los patos no le tiran a
las escopetas.

La frontera México-Estados Unidos, o México-Centroamérica, es un accidente histórico que nada


tiene de natural o fijo y que no es un argumento válido moralmente para negar el libre tránsito de
gente que tiene arraigo ancestral en tierras americanas.
References
Paz, O. (2015). El laberinto de la soledad. México: Fondo de Cultura Economica.

Pérez-Martinez, H. (2014). Cuauhtémoc, vida y muerte de una cultura. México: CONACULTA.

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