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Que nadie se lleve a engaños: el LSD fue sintetizado en 1938 por Albert Hofmann; sin
embargo las experiencias psicodélicas podrían estar conectadas con los misterios eleusinos,
uno de los ritos de culto religioso más importantes de la Antigua Grecia.
Hay que recordar que el LSD (RAE: Del al. LSD, sigla
de Lysergsäurediäthylamid ‘dietilamida de ácido lisérgico’.) lo obtuvo Hofmann de
la ergotamina, la cual es un alcaloide que se encuentra en el cornezuelodel centeno. Produce
efectos psicológicos alucinógenos y de alteración de la percepción. Es una
droga psicodélica que intensifica la estimulación de la percepción sensible.
Es importante señalar que la hipótesis de Hofmann no se restringe a la posible confirmación de
un dato historiográfico, sino que pretende revelar una relación entre las experiencias inducidas
por sustancias, como las psicodélicas, con el acceso a ciertos estados de la realidad que algunas
tradiciones religiosas predican. Esto enlaza con las experiencias descritas por Aldous
Huxley en Las Puertas de la Percepción, por virtud de las cuales la percepción en el estado
normal se encuentra filtrada y cerrada a ciertas dimensiones de lo real. Las drogas
alucinógenas abrirían la percepción posibilitando el acceso a tales dimensiones y estados de la
realidad supuestamente ocultos.
En este sentido, Luis Racionero en Filosofías del Underground sostiene que las experiencias
impulsadas por sustancias psicodélicas, tales como el LSD, concuerdan con la cosmovisión e
imágenes del mundo sobre las que, según él, el misticismo hace referencia. Racionero conecta
las representaciones de la psicodelia, químicamente inducidas, con la percepción de la realidad
de un Todo interrelacionado. Lo que se quiere decir es, por tanto, que el consumo de estas
sustancias va más allá de la mera alucinación o falsa percepción, excediendo la racionalidad
analítica mediante una expansión de la experiencia que enlaza con el conocimiento de
una cosmología unificada sin mediación alguna. Lo que se experimenta es la disolución de las
fronteras que separan al individuo de la naturaleza y del contexto social, revelando una
percepción holista y homogénea de la realidad.
En este contexto psicodélico, el uso que se hace de las sustancias se lleva a cabo según ciertas
convicciones. De este modo, el viaje propiciado por el ácido no es considerado como una
ilusión, sino como una agudización de los sentidos. Asimismo, no se trata de una evasión de la
vida hacia una construcción artificial, sino de una intensificación de la misma mediante la
potenciación de la conciencia. Según Racionero, los efectos perniciosos para la salud
psicológica de las sustancias psicodélicas pueden ser controlados y mitigados si se administran
“con la escrupulosidad de un tratamiento médico y la ritualidad de un sacramento”. A su vez,
llama la atención sobre el carácter no adictivo ni destructivo de estas drogas, a diferencia de la
cocaína, la heroína, el café, el tabaco o el alcohol.
La psicodelia formaría parte de los movimientos culturales que Racionero denomina
el underground. Se trata de un tipo de prácticas -que califica de filosóficas- no racionalistas que
pretenden evidenciar su objeto mostrándolo empíricamente sin recurrir a demostraciones
axiomáticas y rigurosas. Su interés radica en la exploración tanto de estados
mentales alternativos a los regidos por la lógica, como en la práctica de relaciones sociales no
autoritarias ni instrumentalizadas. Su expresión como movimiento cultural adquirió su fuerza
en la década de 1960. Sin embargo, dicho momento no sería más que la explosión de una
tradición heterodoxa irracionalista de largo recorrido.
En esta tradición underground confluyen la percepción propiciada por las drogas psicodélicas,
formas de pensamiento oriental, el hermetismo esotérico y un individualismo romántico.
Todo lo cual entronca con expresiones culturales como el movimiento hippie y la generación
beat. Así pues, conectan el uso de las drogas con las representaciones místicas y religiosas
rechazadas por el pensamiento racionalista: no reduciendo la experiencia religiosa a la
alucinación producida por la sustancia, sino considerando a la percepción inducida por
el estado alterado de conciencia como una dimensión verdadera de la realidad, no accesible
mediante la percepción habitual. Es por eso por lo que la hipótesis de Hofmann sobre lo que
ocurría en los misterios eleusinos adquiere especial relevancia en la cultura psicodélica.
Para este autor, dichas condiciones culturales radican en estados mentales, de tal manera que
apoya cierta tesis idealista por la que el cambio social depende de las circunstancias espirituales
del momento histórico. Asimismo, lleva a cabo una reducción en la comprensión del fenómeno,
dado que identifica la unidimensionalidad de la racionalidad de la sociedad industrial avanzada
-históricamente situada- con la rección de la razón en los procesos cognoscitivos en general. La
simplificación va más allá, pues concibe de modo homogéneo todas las formas de pensamiento
racional. Así pues, entiende el platonismo, el cartesianismo, la metafísica racionalista y el
neopositivismo como iguales formas de “actitud mental” que constituyen modos de
autoritarismo cultural y fundamentan el autoritarismo social. Por tanto, lo único emancipador
serían formas irracionales de actividad desligados de procedimientos inferenciales, quedando
únicamente la percepción, la cual se pretende aumentar.
Hay que, cuanto menos, mencionar algunas observaciones críticas usuales sobre este tipo de
discurso de acceso a una sabiduría oculta. A este respecto, cabe señalar que el irracionalismo
que se exhibe no es más que una construcción racional de una cosmovisión alternativa. No se
trata de un uso provisional de mecanismos conceptuales comunes, sino que lo que se propone
sólo es pensable racionalmente. Además, en lo concerniente a la legitimidad racional de esta
cosmovisión hay que resaltar problemas como el error categorial del dualismo mente-cuerpo, y
la dificultad analítica de mantener un mentalismo sustancialista. A su vez, resulta problemático
el mantenimiento de pseudoproblemas como aquellos que se preguntan por la Totalidad, así
como el carácter esotérico que restringe la “interpretación adecuada” sólo a individuos
“preparados” para las experiencias.
En conclusión, hay que destacar que la potencia contracultural no se anula frente a las críticas
que inciden en la legitimidad de la consistencia y la coherencia del discurso que posiciona a la
psicodelia como conocimiento de la realidad. Lo movimientos culturales, los estilos de vida
alternativos y las prácticas vitales heterodoxas que se forjaron a partir de tradiciones como la
psicodélica, enriquecieron la llamada civilización occidental y abrieron el camino a formas de
experiencia hasta ese momento desconocidas y marginadas.
Bibliografía: