Introducción La sinceridad deriva de la ética, un sujeto que se proyecte a ser ético debe partir pro uno de los principios básicos, de raíz, un principio epistémico que es la sinceridad, que no es otra cosa que la transparencia que debe llevar tanto con su cliente, que es quien debe conocer todo respecto de su asunto, sin generarle falsas expectativas, y las demás partes, ya que eso hace parte de la lealtad procesal. En el momento histórico donde nos encontramos, existe un grave problema con la sinceridad, toda vez que ante la falencia que tiene la profesión por conseguir profesionales éticos, la sinceridad se adjunta como un vicio que se expande desde las facultades hasta los estrados judiciales, e incluso, toman escenarios tan importantes como son los escenarios de la representación política pública. El presente escrito hace una reflexión respecto del problema de la sinceridad aplicada en la profesión del derecho, pero dejando claro que esta se desprende de la ética misma del abogado. 1. ¿Qué entendemos por sinceridad? Existía un mito popular que afirmaba que la palabra sincera, venia de sin-cera, haciendo muchas anécdotas, afirmando que se trata de un caso en la época griega de la polis, en donde los escultores colocaban cera en los rostros, haciendo de la obra falsa, porque no era pura, porque había sido resaltada con un elemento adicional. Esta afirmación es incorrecta, toda vez que el concepto de sinceridad etimológicamente es solo la forma femenina de decir sincerus (puro, simple y sin dobles). La sinceridad entonces, es todo acto natural que nace la persona sin el fin de persuadir, de engañar, de aducir cosas, hechos y resultados que no son ciertos. La sinceridad en lo antónimo de la mentira, de la falsedad. La sinceridad es un acto que se deriva de la naturaleza misma de las personas, es un acto del ser, puro, por eso los niños nacen con el alma pura y son capaces de decir todo lo que ven y lo que siente de manera claro, sin ambigüedad, pero es la sociedad y el hombre mismo, el que va transformando su espíritu libre y puro, por uno egoísta, falso y embustero. Dice el Poeta De Lorenzo de Roman, ‘‘Nadie me enseñó a ser sincero Por eso no aprendí a mentir Ni a decir palabras que no puedo sentir Mas allá de lo que siento y quiero’’
2. Sobre los abogados, resaltar la ética como origen de todo
“Habéis perdido el caso, es verdad… pero seguro que habéis disfrutado de la defensa que os he hecho”. Daumier (1808 – 1878) El abogado no puede ser un lobo para el hombre, con este título empieza el texto Joaquín García, esto, se debe entender en el sentido de que la profesión del abogado no debe enmarcarse dentro de un punto de vista fuera de lo humano, tanto las partes, como el cliente, el adversario, el acusado, la víctima, el condenado, etc., tienen que percibirse como sujetos que son dignos, y de los cuales se les debe garantizar que todas las actuaciones serán conforme a derecho, sin cometer daño con sus interés. (García, 2013; pág. 12) Manuel Atienza decía que ´´el primer problema (y a veces el único) con el que uno ha de enfrentarse cuando tiene que impartir un curso de ética para abogados es que tanto los abogados en ejercicio como los candidatos a serlo no suelen pensar que necesiten para nada la moral. Mejor dicho, aceptan, obviamente, que hay un código deontológico que regula algunos aspectos de la profesión y que, en consecuencia, deben conocer, pero no les parece que esas normas difieran en algo que pueda considerarse relevante del resto de las normas del ordenamiento jurídico. De manera que, en definitiva, todo se reduce –según ellos- a Derecho positivo, y el abogado no necesita –ni debe- adentrarse en disquisiciones de carácter propiamente moral’’, esto que plantea Atienza es muy grave, porque lo que hace el abogado es despersonalizarse de su función, la cual, por un lado como jurista, que implica tener unos conceptos, unas teorías, un reconocimiento teórico y adjetivo del ordenamiento jurídico, pero que deja de lado otro papel que debería ser fundamental, el cual es su función en relación a su quehacer jurídico, es decir, su papel como sujeto jurídico que debe tener ante todo una actividad honesta, con principio, despojado de ultrajes morales. Dice además Atienza, Ese particular rol institucional que ocupa el abogado es lo que ha llevado a muchos a hablar de “interna ambigüedad”, “doble compromiso”, “conflicto de deberes”, etc. de la profesión (vid. La Torre 2013), puesto que el abogado tendría que satisfacer tanto los intereses del cliente como los de la justicia en abstracto. Y genera, en consecuencia, lo que podría considerarse como el problema fundamental de la deontología de los abogados: ¿cómo es posible armonizar la defensa de los intereses de los clientes con el cumplimiento de lo que parecen ser deberes morales bien establecidos fuera de esa profesión: no dañar a un inocente, decir la verdad, ¿etc.? Pues bien, para hacer frente a ese problema, me parece que pueden distinguirse tres posturas que, sintéticamente, pueden expresarse así: 1) negar que exista el problema; 2) aceptar que la abogacía es una profesión intrínsecamente inmoral; 3) optar por alguno de los dos polos de la contraposición –por los intereses del cliente o por lo que requeriría la moral- 4 para deshacer de esta manera el conflicto. Pasaré ahora a ocuparme de cada una de esas alternativas. (Pag. 3) El ejercicio del abogado, por tanto, debe lograr unos fines, para ello deben seguirse unos principios y valores, que a nuestro parecer deben estar normativizados, sobre este punto García ha opinado ‘’ Que la ley se ocupe de la práctica profesional del abogado parece perfectamente justificado, pero ¿por qué es necesario un control ético? Las respuestas a esta pregunta son variadas. La primera de ellas dice simplemente que la ética profesional no es necesaria. Es la respuesta cínica: “usted cumpla la ley, para que no lo castiguen, y no se meta en más líos” Ahora, la corte constitucional en varia de sus sentencias se ha pronunciado respecto del ejercicio del abogado, por ejemplo, en la sentencia C 328 de 2015, dice al respecto ‘’ La Corte ha explicado que, dentro de los parámetros que enmarcan el ejercicio de la profesión, el abogado ejerce su labor, principalmente y de manera general, en dos escenarios o frentes diferentes: (i) por fuera del proceso, a través de la consulta y asesoría en favor de quien se lo solicite; y (ii) dentro del proceso o juicio, mediante la representación judicial en favor de aquellos que son requeridos o acuden a la administración de justicia para resolver sus controversias. Aquello que implica fuera del proceso y dentro del proceso, debe estar regido por unas normas que vigilan su que hacer como profesional. La corte igualmente, hace mucho énfasis en los mínimos de lealtad que debe tener el abogado, y de lo cual hace parte de su ética, dice por ejemplo la corte, en sentencia C 212 de 2007, ‘’Ajustar el ejercicio de la profesión de abogacía al imperativo mínimo de lealtad que se desprende de la norma demandada no significa de ninguna manera obstaculizar su libre ejercicio’’
3. La sinceridad del abogado, primer acto derivado de la ética
El abogado debe actuar, ante todo, de forma sincera, ¿Qué es entonces actuar sinceramente desde la ética del profesional en derecho? Es ejercer toda actividad, enfocándose siempre, y tratando en todo momento, bajo las premisas de la franqueza, la pulcritud, la transparencia; es actuar dirigir en todo momento el actuar bajo el sendero de la luz, de la verdad.’’. Las etapas de la sinceridad en la profesión del abogado Estudiante: el primer filtro por el que pasa un estudiante es por su pregrado, es ahí donde adquirirá las bases que cimentaran toda su profesión. No solamente se debe propender por fijar sus bases teóricas, es menester que se fije sus bases éticas, de ahí que un estudiante sincero desde sus inicios, garantizara la rectitud ante la justicia. Profesional: el profesional ya sale formado en su aspecto ético e intelectual del pregrado, los vicios o virtudes ya se encuentran determinadas. Sin embargo, eso no quiere decir que seguirá siendo ético, o contrario sensu, seguirá siendo deshonesto. El mundo laboral es un reto, porque en él se encontrarán muchas zanjas, y tentaciones. Hay que tener unos fuertes pilares éticos para lograr actuar con plenitud, pero también es una oportunidad para redireccionar su actuar profesional, toda vez que la deshonestidad pronto se verá reflejada en fracasos, procesos judiciales o disciplinarios en su contra etc. Conclusiones Ser sincero implica un actuar bajo las líneas de la verdad, de la justicia, de la transparencia, no se puede concebir a una profesión como el derecho, cuya finalidad es la justicia, los vicios éticos, como la deshonestidad. El profesional del derecho en su búsqueda por la rectitud y la aplicación de la justicia, debe anteponer sus intereses vacuos y egoísta, para aplicar su ética, para ser sincero, para tener la alcurnia profesional. La búsqueda del abogado esta, en la búsqueda de la ética, y esta no se es otra que la realización de la altísima existencia. Ya decía el historiador Thomas Carlyle ‘’ Sólo en un mundo de hombres sinceros es posible la unión’’