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Miguel Lawner sobre guetos verticales: 'La precariedad habitacional ahora se extiende a la clase

media'
PLATAFORMA ARQUITECTURA
20:24 - 29 Octubre, 2017
por Nicolás Valencia

Una escena cotidiana en la comuna de Estación Central, Santiago. Image © Juan Pablo
Urrutia

En el contexto de la XX Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Chile, el arquitecto


chileno Miguel Lawner —ex director de la histórica Corporación de Mejoramiento Urbano
(CORMU) a comienzos de los años setenta— formó parte de la mesa de diálogo El Habitar
Común.
Lo que leerán a continuación es la transcripción del discurso leído por Lawner en su
presentación inicial, compartiendo escena con Gabriel Salazar, Premio Nacional de
Historia 2006; Doris González, dirigenta de UKAMAU; y Ernesto López, académico de la
Universidad de Chile, entre otros.
Lawner pone el foco en los denominados "guetos verticales", un fenómeno inédito en la
historia del urbanismo chileno definido por la intensa densificación residencial
aparentemente sin restricciones normativas y con departamentos de reducida superficie
vendidos a familias de clase media en Estación Central, comuna pericentral de Santiago
de Chile. El arquitecto chileno enlaza el fenómeno a la historia del hacinamiento de la
clase baja en Chile durante el siglo XX y advierte que "la precariedad habitacional ahora se
extiende a la clase media".
Miguel Lawner. Image © Nicolás Valencia

Discurso: Al final del siglo XIX y comienzos del XX, los pobres en la ciudad residían en los
llamados "cuarto redondos". Más tarde, en conventillos hasta que a mediados del siglo
pasado sus asentamientos tomaron el nombre de "poblaciones callampas", surgidas de la
noche a la mañana a raíz de las intensas migraciones del campo a la ciudad. Finalmente,
desde el año setenta al año de hoy se conocen como campamentos.
También la acción pública contribuyó a alimentar este hábitat precario del mundo popular
mediante la llamada "Operación sitios", consistente en la entrega de sitios con
urbanización básica y una caseta sanitaria, pero súbitamente en los últimos cinco a diez
años se ha producido un fenómeno nuevo: la precariedad habitacional ahora se extiende a
la clase media. Es lo que ocurre hoy en Estación Central, comuna donde las grandes
promotores inmobiliarios encontraron un nicho de acción, desprovisto en apariencias de
normas regulatorias, lo cual les ha permitido intensificar el uso del suelo urbano a niveles
inimaginables.
Estación Central es en estos momentos un territorio donde no rige altura máxima de
construcción, ni coeficiente de constructibilidad ni densidad habitacional ni rasante ni
distanciamiento a las medianeras. Nada, nada que ponga freno al interés lucrativo de sus
promotores.
Bajo el pretexto de carecer un plan regulador —argumento que Patricio Herman,
presidente de la Fundación Defendamos La Ciudad, ha dejado claramente establecido que
no es efectivo— se ha levantado un producto habitacional indigno. En la actualidad
existen 75 permisos de edificación aprobados o en trámite otorgados en los últimos 4
años y 31 anteproyectos aprobados en trámite durante los últimos 2 años. Si llegaran a
ejecutarse en su totalidad la comuna de Estación Central incrementaría su parte
habitacional en 57.800 departamentos, más que duplicando la población actual que existe
ahí.
Es un disparate técnico y social que desborda toda la infraestructura existente en la zona.
Estamos hablando de torres de 30 a 40 pisos, bordeando los 100 metros de alto, sin
consideración alguna a su entorno existente, donde predominan viviendas de uno o dos
pisos. Se trata de edificios sin antejardín, de edificación continua, que caen directo a
veredas de un metro y situados en calles de 15 metros de ancho.
Mencionemos el caso del conjunto Mirador Souper de 30 pisos de altura, con un total de
1.036 departamentos y la insólita cifra que constituye un récord Guinness de 37
departamentos por piso. Un ascensor alimenta a 259 departamentos.
Los que viven en departamento y están aquí presentes yo les digo que rápidamente hagan
un razonamiento y calculen cuántos departamentos por piso tienen en donde viven,
cuántos pisos tiene el edificio y cuántos ascensor disponen. Van a llegar rápidamente a
una conclusión.

Miguel Lawner, segundo de derecha a izquierda, en el conversatorio El Habitar común en


la XX Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Chile. Image © Nicolás Valencia

La superficie habitacional promedio es de 30 metros cuadrados por unidad con un


importante número de 18 a 20 metros cuadrados. El cuadro de vida es intolerable, un
gigante hacinamiento humano donde comparten ruidos, vistas, malos olores, discusiones
entre parejas, falta de soleamiento y de intimidad. En resumen, un producto altamente
precario orientado a satisfacer las demandas de los sectores medios, fenómenos inédito
en la historia urbana de Chile que con justa razón fue bautizada por el intendente de
Santiago, Claudio Orrego, como guetos verticales.
Desde que se destapó la polémica respecto a estas construcciones, los vecinos de la
comuna se han agrupado denunciando la irregularidad jurídica que permitió aprobarlos y
así dieron vida a la agrupación "Defensa de los barrios de Estación Central" y presentaron
un requerimiento al Ministerio de Vivienda respecto a la situación de estos permisos de
edificación. El Seremi (Secretaría Regional Ministerial) de Vivienda y Urbanismo respondió
a través del oficio 3.660 que declara la ilegalidad de 31 permisos de edificación
en Estación Central, y es más, el pasado 27 de septiembre la propia Ministra de Vivienda
respondió a la Cámara Chilena de la Construcción mediante el ordinario 532 expresando
que lo actuado por el Seremi se ajusta a derecho, es decir, en estos momentos todas esas
torres son ilegales. Ignoramos si se ha instruido un sumario administrativo a un director
de la municipalidad que ha generado un conflicto de tal gravedad, pero la solución de este
fraude es imprevisible. Los intereses envueltos son cuantiosos y ni hablar de
indemnizaciones si por algún motivo se planteara la posibilidad de demoler los edificios.
Estación Central no es el único ejemplo, pues la acción de las grandes inmobiliarias se
extendió a otros lugares: días atrás la Corte Suprema ratificó un dictamen de la Corte de
Apelaciones de Santiago dejando sin efecto el permiso de edificación del edificio Botero
ubicado en la comuna de Ñuñoa por haber construido 5 pisos de altura en circunstancias
que el plano regulaba establecer 4 pisos como altura máxima. Es una obra terminada y
habitada con 38 departamentos de alto valor. Además una concejala de Ñuñoa afirma que
existen otros 27 edificios ubicados en distintos sectores de la comuna con permisos de
edificación igualmente viciados.

Una esquina en la comuna de Estación Central, Santiago. Image © Juan Pablo Urrutia

Mientras tanto, en Providencia el Director de Obras Municipales se ha negado a rectificar


el permiso de edificación otorgado a un centro gastronómico ubicado en calle
Constitución, a pesar de las observaciones formuladas por el Seremi de vivienda y la
Contraloría. La obra sigue en marcha sin problemas. ¡Qué decir en Puerto Varas donde fue
necesario suspender por un año todos los permisos de edificación! La situación es análoga
a la ocurrida en Valparaíso, donde el alcalde se ha visto obligado a congelar los permisos
de los cerros porteños para obras mayores a 4 pisos de altura.
La ciudadanía parece indefensa ante esta ofensiva de las grandes empresas inmobiliarias y
no se advierte una reacción del gobierno por recuperar su capacidad de conducir el
desarrollo urbano. ¡Es hora de hacerlo! No solo eso, sino es urgente hacerlo
En el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano (CNDU) del que forma parte entregamos a la
presidenta Michelle Bachelet en abril de 2015 un informe conteniendo un conjunto de
medidas que habrían permitido un desarrollo en beneficio del bien común y no del lucro.
Propusimos un banco de suelos urbanos, mediante un catastro de las propiedades de
Bienes Nacionales, Fuerzas Armadas, Ferrocarriles del Estado, empresas portuarias,
ENADI, CODELCO, los SERVIU y otras, a fin de ponerlas a disposición de los programas de
interés público. Propusimos un cambio fundamental en la institucionalidad vigente
mediante la creación de servicios de desarrollo urbanos regional, teniendo el modelo
CORMU del pasado, dependiente de los gobiernos regionales a fin de recuperar la
capacidad del desarrollo urbano y territorial.
Propusimos la necesidad de establecer planes de remodelación y regeneración urbana,
con el objeto de recuperar zonas en estado de obsolescencia o deterioro, generalmente
localizadas en comunas pericentrales, contribuyendo además a detener la expansión
urbana hacia la periferia. Ninguna de estas propuestas ha sido acogida. En fin, percibo que
quienes pensamos así nos sentimos como Quijotes en lucha contra los molinos de viento.
Escasamente hacen referencia a este inmenso desafío los programas electorales de
quienes postulan en la próxima elección presidencial. Quizás esta bienal —la máxima
instancia de participación de nosotros los arquitectos— pudiera acordar un llamado
convincente para enmendar rumbos. Es una tarea impostergable.

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