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Precisa Giddnes: “La globalización influye en la vida diaria tanto como los acontecimientos
que se suceden a escala mundial”. (Giddnes, A, p, 5). Esta frase expresa, tanto la forma
como el autor concibe la globalización, tema del estudio, como la línea orientadora del
mismo, expresada, según sus palabras, “este libro incluye una extensa reflexión sobre la
sexualidad, el matrimonio y la familia. En muchas zonas del mundo las mujeres están
reclamando una autonomía mayor que la que han gozado hasta ahora y están entrando en
el mercado laboral masivamente. Estos aspectos de la globalización son al menos tan
importantes como los que se producen en el mercado global”. Cada uno de estos aspectos,
a criterio del autor han recibido un especial impacto de la globalización, una de las
principales características de la sociedad posmoderna.
Otro de los aspectos señalados por el autor en su tratado es el tema del lugar del ser
humano en todo este proceso de desarrollo científico y tecnológico característico de la
globalización, especialmente la actitud que éste debe asumir ante una realidad, a la vez
tan inevitable como influyente. “Nunca seremos capaces de ser los amos de nuestra
historia, pero podemos y debemos encontrar maneras de controlar las riendas de
nuestro mundo desbocado”. (Giddnes, pág. 5). En este mismo sentido se pronuncia
Heidegger, hablando de la antropología de Kant y citando a Scheler, al escribir:
“Ninguna época ha sabido conquistar tantos y tan variados conocimientos sobre el
hombre como la nuestra, sin embargo, ninguna época ha conocido al hombre tan poco
como la nuestra”. (Gevaert, J., 1984, pág.13, citando a M. Scheler). Es un reto del
hombre posmoderno que, si no puede intervenir su historia, encuentre la manera de
controlar su mundo y los efectos de éste en su vida.
“Tenemos que seguir democratizando las instituciones existentes y hacerlo de forma que
respondan a las demandas de la era global”, escribe Giddnes, con lo que se indica el papel
del ser humano en todo este proceso de crecimiento y desarrollo de la tecnología actual.
Los cambios, los avances y las conquistas del mundo no pueden ser ajenas al hombre, del
mismo modo, no lo pueden ser su interés por garantizar su bienestar, promoviendo todo lo
que sirva para enaltecer su condición y dignidad personal. La globalización no dejará de ser
un fenómeno social, tan peligroso como avanzado, si no promueve las condiciones que
favorezcan la vida y condición del ser humano, tanto a nivel individual como colectivo, y al
contrario, es empleado por las minorías para seguir aumentando su poder y dominio:
manipulación y control sobre las mayorías, y los países poderosos imponer sus condiciones
sobre los menos favorecidos.
Ante toda esta situación, referida por el autor como derrumbe del mundo o “mundo
desbocado”, hay una gravísima responsabilidad que no podemos obviar. Ciertamente el
hombre ha provocado toda esta situación, evidentemente en beneficio del mismo
hombre y de la sociedad: promoción del desarrollo; pero se le ha “salido de las manos”
a causa de la ambición y de las ansias de poder y de dominio que caracteriza al ser
humano. Si el mundo se “desboca”, ahí está el hombre para repeler, para frenar su
estampida. Para ello cuenta con su inteligencia y voluntad, la educación, se capacidad
resiliente, su sentido de la responsabilidad y su necesidad de preservar la vida y todo lo
que la rodeé: bienestar, armonía, paz. Como reseña Giddnes, podemos confiar en que
triunfe una actitud cosmopolita. La tolerancia de la diversidad cultural y la democracia
están estrechamente ligadas, y la democracia se está extendiendo por el mundo.
Arguye también que la globalización “no es sólo cuestión de que la gente añada
parafernalia moderna a sus vidas: vídeos, aparatos de televisión, ordenadores
personales; vivimos en un mundo de transformaciones que afectan casi a cualquier
aspecto de lo que hacemos. Para bien o para mal nos vemos propulsados a un orden
global que nadie comprende del todo, pero que hace que todos sintamos sus efectos.
Puede que globalización no sea una palabra particularmente atractiva o elegante, pero
absolutamente nadie que quiera entender nuestras perspectivas puede ignorarla. No
hay un solo país en el que la globalización no esté siendo exhaustivamente discutida”.
(Giddnes, p, 6).
Hace un llamado de atención para que, así como todos nos servimos de los beneficios
y aporte de la globalización, también aprendamos que hay una serie de efectos
perniciosos que afectan la estabilidad de diversas instituciones humanas que necesitan
ser sometidas a un proceso de reingeniería. “La impotencia que experimentemos no es
señal de deficiencias de nuestras instituciones. Necesitamos reconstruir las que
tenemos o crear otras nuevas. Pues la globalización hoy no es accesoria en nuestras
vidas”. (Giddnes, p, 11).
Su mensaje está dirigido a:
Giddnes emplea un lenguaje universal para que lo entienda todo lector interesado en
conocer qué es la globalización, cuáles son sus implicaciones, límites y alcances.
Por otro lado, es una invitación a posar nuestra mira en la globalización con optimismo
y compromiso, porque, así como hay muchos factores favorables, hay otros que
necesitan ser replanteados y recompuestos. La globalización es un giro en las propias
circunstancias de nuestra vida. Es la manera en que vivimos ahora (Giddnes, p, 1).