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JUICIO: “MARIZA CONCEPCIÓN ALIENDRE C/ MIGUEL COSME MENDOZA

Y ROSA MARY SANABRIA S/ NULIDAD DE ACTO JURÍDICO POR


SIMULACIÓN”.
ACUERDO Y SENTENCIA Nº 84 de fecha 27 de julio de 2.006,
dictado por el Tribunal de Apelación en lo Civil y
Comercial, Tercera Sala.

Se discute aquí la procedencia de la acción de


simulación intentada por la Sra. Mariza Concepción
Aliendre. Fundamentalmente, ella tiene como sustento el
hecho de que el bien simuladamente transferido fue
adquirido cuando ella ya se hallaba en situación de unión
de hecho con quien luego fue su esposo, Miguel Cosme
Mendoza; por lo que la venta fue simulada a los efectos de
sustraer el inmueble del patrimonio conyugal a ser
disuelto.
La Ley Nº 1.215/86, Convenio sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la
Mujer -CEDAW por sus siglas en ingles-, que permite una
lectura un tanto diferente de las relaciones familiares
extraconyugales con carácter de permanencia o estabilidad y
su repercusión patrimonial entre las partes.
Desconocer el aporte que el trabajo de la mujer
en el hogar, independientemente de su estado o situación de
casada o soltera, significa para la formación de la masa de
gananciales constituye sin duda una expropiación del
trabajo de la mujer en beneficio del varón y un
enriquecimiento indebido a favor de éste. Normalmente no se
desconoce el aporte que se hace al patrimonio de otro.
Hacerlo así porque se trata de la mujer y de relaciones
privadas, esto es, familiares, es desigualitario en
términos de equidad de género. Tampoco se desconoce en la
ley formal el aporte que hace la mujer casada al patrimonio
familiar, por ello la ley presume ese aporte y crea la
comunidad de gananciales entre esposos. Desconocerlo solo
porque se trata de mujer soltera también es desigualitario
en términos de equidad de género. Ambas cosas resultarían
en una evidente discriminación y una violación de la norma
precitada, máxime, considerando que la mentada norma exige
en todo caso no distinguir a la mujer ni privarle de sus
derechos sólo por la situación o estado civil en que se
encuentre, en este caso, de soltera para la ley civil.
Esta situación se halla prevista genéricamente
en el art. 1 de la Convención de marras, y en su artículo
16, inciso h), que prevé expresamente la necesidad de
asegurar, en condiciones de igualdad entre hombres y
mujeres, los mismos derechos a cada uno de ellos en materia
de propiedad, compras, gestión, administración, goce y
disposición de los bienes, tanto a título gratuito como
oneroso. La Convención no limita la protección contra la
discriminación en el matrimonio, sino que la extiende a
“todos los asuntos relacionados con las relaciones
familiares”.
Se entiende, pues, que la interpretación de la
normativa civil, a la luz de dicha norma internacional,
permite construir un sistema de participación de la mujer
en los beneficios económicos derivados de la vida en común,
sobre la base del aporte del trabajo doméstico y de crianza
del hijo habidos en común durante la convivencia, que es
atribuido a la mujer y que en este caso, había aportado
desde la fecha de la convivencia.
Las presunciones que, tradicionalmente, han
permitido acreditar la existencia de acuerdo simulatorio
entre las partes, pues, se cumplen todas en autos.

JUICIO: “RAÚL RICARDO RECALDE ALMIRÓN C/ YOLANDA TOMASA E.


CHILAVERT S/ DIVORCIO”.
ACUERDO Y SENTENCIA Nº 126 de fecha 25 de agosto de 2.005,
dictado por el Tribunal de Apelación en lo Civil y
Comercial, Tercera Sala.

La cuestión aquí apelada se centra en torno de


la responsabilidad y culpabilidad de los cónyuges en cuanto
a las causales de divorcio, no así en cuanto a la
disolución del vínculo.
En primer término debemos determinar si la
falta de reconvención inhabilita al juez para juzgar sobre
la responsabilidad de la disolución del vínculo, o si,
planteada la cuestión por la demandada, ella se convierte
en parte del thema decidendum, independientemente de una
demanda para disolver el vínculo matrimonial. La segunda
tesis es la correcta, pues la pretensión en sí es la
extinción del vínculo matrimonial, la discusión sobre las
causales está implícita en este pedido, máxime si, como en
estos autos, la parte demandada hizo un expreso pedido en
su petitorio en tal sentido al contestar la demanda, en
carácter de excepción de fondo, y lo volvió a reiterar en
su expresión de agravios en alzada.
Nuestro país es signatario de numerosos
convenios y tratados que han regulado la materia de
discriminación y de violencia en razón de género. En este
orden se inscriben instrumentos internacionales como la
Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y
Erradicar todas las formas de violencia contra la mujer –
Ley Nº 605/95 firmado en Belém do Pará tiene disposiciones
que hacen relación con este punto, así como la Convención
de la CEDAW y su Protocolo Facultativo, también
incorporados a nuestro ordenamiento jurídico por Ley Nº
1215/86 y la Ley Nº 1638/01, respectivamente. Impedir que
una mujer pueda demostrar que la disolución del vínculo de
su matrimonio se ha debido a la violencia física y/o moral
a que pudiera haber sido sujeta, es también una forma de
violencia, esta vez orgánica o institucional. Con tales
consideraciones queda esclarecido que la cuestión de la
imputabilidad de la culpa ha sido planteada y es parte del
thema decidendum en esta causa.
Una situación de maltrato continuado y serio,
que es un elemento importante a la hora de juzgar la
conducta injuriosa atribuida por el marido a la esposa. En
efecto, es sabido que en situaciones de maltrato físico o
moral serio y continuado la persona afectada desarrolla una
serie de características en su personalidad, a las cuales
se ha dado en llamar “ciclo de violencia”. La ruptura de
tal ciclo, es una ardua tarea personal para la persona
violentada y que muchas veces no llega a tener éxito. Es
por ello que los agravios al otro cónyuge que pudieran
haberse producido en tal proceso no pueden verse de modo
unilateral, sino en el contexto general en el que se
produjeron. Las manifestaciones verbales, que el actor
presenta como las bases del agravio e injuria a su persona,
no escapan del contexto antes descrito y tomarlas en modo
aislado vulneraría seriamente normas de rango preeminente,
como son los diversos tratados suscritos por nuestro país
en relación con dicha cuestión y ya referidos más arriba.

JUICIO: “INGRID SUSANA COSTANTINI SALERNO S/ RECTIFICACIÓN


DE INSTRUMENTO PÚBLICO”
ACUERDO Y SENTENCIA Nº 141 de fecha 27 de septiembre de
2.005, dictado por el Tribunal de Apelación en lo Civil y
Comercial, Tercera Sala.

La cuestión central planteada por el recurso


interpuesto por la Agente Fiscal y expuesta en los
agravios, es la pertinencia del cambio de nombre solicitado
–en el caso, los apellidos-, atendiendo a las disposiciones
de la Ley Nº 985/96, modificatoria de la Ley Nº 1/92 y del
Cód. Civ.
El cambio de apellidos es una de las formas de
cambio de nombre, el que puede involucrar uno de sus dos
elementos: el nombre de pila y los apellidos. En cuanto a
este último elemento, el Cód. Civ. ha sido modificado
sucesivamente por las dos leyes ya citadas, que hacen
relación con la igualdad de derechos del hombre y la mujer
dentro del matrimonio y la familia, consagrada en normas de
rango internacional, como los tratados de la CEDAW,
suscriptos y ratificados por nuestro país en el año 1.986.
Lo referido implica para los sujetos que
cualquier cambio que se pretenda en relación con el orden
de los apellidos paterno y materno deberá solicitarse hasta
el cumplimento de la edad señalada y arguyendo una “justa
causa”. Fuera del límite de edad previsto, ya no se permite
ninguna inversión del orden de los apellidos.
Aquí la solicitante ha pretendido ejercer la
acción de cambio de apellido por inversión luego de haber
cumplido los 21 años.
Es sabido que las leyes rigen para lo futuro.
No obstante, pueden aplicarse a hechos pasados si no
afectan derechos adquiridos, a tenor de lo dispuesto por el
art. 2 del Cód. Civ. En efecto, tratándose de derechos en
expectativa las leyes nuevas son perfectamente aplicables.
Ahora bien, la cuestión está en determinar cuándo estamos
frente a un derecho adquirido y cuándo ante meras
expectativas. El propio art. 2 contiene un indicio en este
sentido, pues contrapone las facultades no ejercidas a los
derechos adquiridos.
En el presente caso estamos frente a facultades
no ejercidas, no ante un derecho adquirido.
Concluimos así que la inversión de los apellidos
paterno y materno se solicitó fuera del plazo previsto por
nuestra legislación vigente. En este punto es preciso hacer
una disquisición puramente doctrinaria. La Ley 985/96 no
solo es contraria a las disposiciones de la CEDAW, sino que
también introduce un elemento incomprensible entre los
requisitos para el cambio de apellidos, que es la justa
causa. Decimos incomprensible, puesto que tal posibilidad
ya existía en el Código Civil, en su redacción original, no
modificada. Con esta disposición en nada se avanza en
cuanto al sistema anterior de modificación de nombre,
cuando que lo que se ha pretendido con la Ley 1/92 es
precisamente acomodar la legislación interna a los tratados
internacionales que resguardan la igualdad de género dentro
de la familia.
Limitar la edad de inversión de los apellidos
paterno y materno, a la vez que exigir, simultáneamente,
una justa causa para el efecto no encuentra una ratio
legis que pueda resultar suficiente. Si la elección de los
padres es libre, la de los hijos lo debería ser también,
sin que se precise una “justa causa”, máxime considerando
que, por lo general, el orden de los apellidos se mantiene
en la realidad social en paterno-materno, y los cambios, si
los hay, se dirigen precisamente a hacer del apellido
materno el primero y principal. Ese estado de cosas es
completamente contrario a la normativa y al espíritu de la
CEDAW que compromete a los estados partes hacer todos los
esfuerzos, no solo en el ámbito legal, sino también
cultural y social, para revertir las desigualdades de
género. Sin embargo, si bien la crítica de las leyes es
libre, su tenor no habilita al magistrado a ignorarla o a
no aplicarla, por lo que esta Magistratura se ve
constreñida a ello.
JUICIO: “FELIPE GÓMEZ GÓMEZ C/ EMPRESA DE TRANSPORTE “SAN
GERARDO” S/ INDEMNIZACIÓN DE DAÑOS Y PERJUICIOS”
ACUERDO Y SENTENCIA Nº: 95 de fecha 05 de septiembre de
2.006, dictado por el Tribunal de Apelación en lo Civil y
Comercial, Tercera Sala.

Se trata aquí de determinar la responsabilidad


derivada de un ilícito civil extracontractual, accidente de
tránsito, en el que intervino un peatón y un ómnibus de
pasajeros del trasporte público.
En cuanto al lucro cesante solicitado por el
accionante debemos decir que es un rubro que, habiendo
muerte de su titular, el heredero solo puede percibirse
iure hereditatis, no iure proprio; y además abarca el
período de tiempo en que la víctima dejó de percibir la
remuneración, mientras aún se encontraba con vida, habida
cuenta que la relación laboral –y productiva- cesa con la
muerte. Como el deceso se produjo instantáneamente, no
existe un lapso en el cual se haya visto impedida la
víctima de ejercer su labor, sino una inmediata terminación
de todas sus relaciones jurídicas por causa de la muerte.
No obstante lo dicho, el Tribunal, por el
principio de iura novit curia, puede encuadrar o
recalificar la pretensión del actor de ser resarcido por la
pérdida de las futuras aportaciones que a lo largo de su
vida eventualmente hubiera podido hacer la occisa a la
comunidad de gananciales que el actor tenía con ella. Esto
es lo que la doctrina denomina pérdida de chance y hace
referencia con la perspectiva o proyección de la vida útil
de la víctima. Siendo la expectativa de vida del país de
unos 65 años para el varón y de 70 años para la mujer,
según los datos de la Dirección Nacional de Estadísticas, y
habiendo fallecido la víctima a los 54 de edad –conforme
con los certificados de nacimiento y defunción glosados a
fs. 7 y 8-, sumado al promedio de vida laboral útil de una
persona, que alcanza aproximadamente hasta los 65 años de
edad, conforme con las leyes jubilatorias vigentes en el
país, le quedaban todavía 11 años de vida útil. Lo cual,
aún manteniendo el nivel de ingresos que tenía en el
momento de morir, significa una pérdida de chance para el
cónyuge equivalente económicamente a ese lapso. Todo ello
sin contar con la doble jornada laboral a que están sujetas
las mujeres por su sexo, que implica el aporte no
remunerado a los trabajos del hogar y que sin duda el actor
deberá recomponer y prever su provisión después del
fallecimiento de quien los realizaba hasta ese entonces, es
decir, su esposa. Este trabajo, existente pero no
remunerado, es reconocido expresamente en la normativa
positiva nacional que ha sido consagrada en tratados
internacionales, en especial el de la Convención para la
Erradicación de todas las Formas de Discriminación contra
la Mujer –CEDAW por sus siglas en inglés-. Los arts. 2 inc.
c), 3 y 13 de este Convenio resultan pertinentes y
especialmente el art. 16 establece: “1. Los Estados Partes
adoptarán todas las medidas adecuadas para eliminar la
discriminación contra la mujer en todos los asuntos
relacionados con el matrimonio y las relaciones familiares
y, en particular, asegurarán en condiciones de igualdad
entre hombres y mujeres: ...c) Los mismos derechos y
responsabilidades durante el matrimonio y con ocasión de su
disolución; ...h) Los mismos derechos a cada uno de los
cónyuges en materia de propiedad, compras, gestión,
administración, goce y disposición de los bienes, tanto a
título gratuito como oneroso”.

JUICIO: “PURA LIMPIA C. BRÍTEZ ALVAREZ S/ RECONOCIMIENTO DE


MATRIMONIO APARENTE
ACUERDO Y SENTENCIA Nº 103 de fecha 17 de octubre de 2.007
Tribunal de Apelación en lo Civil y Comercial, Tercera
Sala.

Debemos verificar los elementos que la ley


requiere para la determinación de una relación
extramatrimonial o unión de hecho.
La relación entre la actora y el causante no ha
sido propiamente negada en el escrito de responde, sino más
bien cuestiona que existiera una comunidad de “lecho y
techo” entre los mismos alegando “La convivencia común, que
es solapada, que no tiene la exteriorización de la
apariencia de un matrimonio no puede encuadrarse dentro de
la figura...” (sic).
Se cuestiona que el vínculo argüido fuera público
o estable de modo tal, a traer aparejado una relación de
marido y mujer en el ámbito social y familiar.
La dualidad de domicilios, éste no será per se un
impedimento para la existencia de la cohabitación necesaria
a la relación concubinaria, puesto que la existencia de
domicilios simultáneos o parciales y temporales no es
imposible jurídicamente; la susodicha circunstancia no
obstaría, pues, a la existencia de la unión de hecho. Lo
determinante aquí –más que el domiciliamiento- es la
situación de un relacionamiento permanente que produzca una
comunidad de vida y aportes, no solo patrimoniales y de
prestaciones personales, sino de carácter personalísimo,
todos dirigidos al desarrollo de la vida y al enfrentar un
destino común. Entonces, es perfectamente compatible
sostener que el causante tenía dos domicilios. En
consecuencia, deberemos establecer si esta dualidad de
domicilios o concurrencia de hogares, excluye o limita la
cohabitación requerida por la normativa de fondo para la
admisión de la demanda interpuesta.
Impedir que una mujer pueda demostrar la
convivencia requerida para acreditar una unión de hecho por
la sola situación de que uno de los concubinos cuente con
dos domicilios habituales, es ciertamente una forma de
discriminación que no puede ni debe darse en el marco
orgánico o institucional. Así también lo considera la más
autorizada doctrina: “La vida diaria nos enseña que una
persona pueda tener el asiento de sus actividades
comerciales y familiares en diversos centros. Se ha
sostenido como lógico que si concurren es más de un lugar
los supuestos o elementos necesarios para la formación de
un domicilio voluntario, la persona de que se trate habrá
de tener más de un domicilio” (Belluscio, Augusto y
Zannoni, Eduardo. Código Civil comentado, anotado y
concordado, Tomo I., Pág. 431, Ed. Astrea, Bs. As., Año
1993). “El principio teórico –vinculación de la teoría del
domicilio a la teoría de la personalidad- pierde autoridad
científica porque demuestra su no adaptación a las
exigencias de la realidad, por lo que en principio si bien
cierto en teoría, no lo es en la práctica, y se lo tilda de
sutileza doctrinal o bien abstracción infundada. Lo lógico
es que cuando concurren los supuestos de un domicilio
voluntario en varios lugares, la persona tenga un domicilio
plural (Busso, Eduardo, Código Civil Anotado, Tomo I, Pág.
431, Compañía Argentina de Editores, Bs. As., 1944)”
En este marco, y ante la viabilidad de que una mujer pueda
acreditar la convivencia requerida para la unión de hecho
pese a que su concubino cuente con dos domicilios
habituales, cobra gran importancia probatoria la deposición
de los testigos rendida en autos.

JUICIO: “RECONSTITUCIÓN DEL EXPTE. CARMEN GRACIELA DEL


PUERTO Y RAMÓN BENITO JOSÉ VERA VARGAS S/ DISOLUCIÓN Y
LIQUIDACIÓN DE LA COMUNIDAD CONYUGAL”.
AUTO INTERLOCUTORIO Nº: 129 de fecha 5 de marzo de 2.007,
dictado por el Tribunal de Apelación en lo Civil y
Comercial, Tercera Sala.

Se trata de determinar en este caso la calidad de


los bienes denunciados por uno de los cónyuges, como
pertenecientes originalmente al acervo comunitario y la
subsiguiente adjudicación de los mismos.
La existencia, pues, de un acuerdo particionario
entre las partes, homologado judicialmente, no es óbice
para denunciar nuevos bienes, ya que el mentado acuerdo
solo hace cosa juzgada para los bienes denunciados y
tratados antes del acuerdo, no para los que son denunciados
con posterioridad, respecto de los cuales se puede reabrir
la causa. Se entiende, pues, que lo que la denunciante
pretende no es desconocer la eficacia per se del acuerdo
particionario homologado respecto de los bienes en él
enunciados, sino su incompletitividad respecto de otros
bienes, ahora denunciados.
De la lectura del acuerdo surge que las acciones
ahora aquí denunciadas no forman parte del acuerdo
particionario, las mismas ni siquiera han sido mencionadas
en él, por ende debemos entender que se trata de otros
bienes y respecto de ellos se puede hacer la calificación
pertinente.
Finalmente no podemos dejar de mencionar la
situación personal de la denunciante como víctima de
maltrato, según se ha demostrado en autos con
instrumentales (fs.40/43 y 55/58), circunstancia que sin
duda fue determinante para provocar la anterior omisión de
las acciones en el juicio de disolución. Desconocer esto
es hacer caso omiso de realidades patentes y tabula rasa de
la normativa de rango supralegal que las recoge, como ser
las disposiciones de la Convención de Belem do Pará de
erradicación de toda forma de violencia contra las mujeres.
Con todo lo dicho, queda claro que el auto
recurrido se encuentra ajustado a derecho y debe ser
confirmado en sus tres primeros apartados, así como en el
apartado quinto y sexto.

JUICIO: “INCIDENTE DE EXCLUSIÓN DE HEREDITARIA EN LOS


AUTOS: GUILLERMO HEISECKE S/ SUCESION”
AUTO INTERLOCUTORIO Nº 1104 31 de diciembre de 2008,
dictado por el Tribunal de Apelación en lo Civil y
Comercial, Tercera Sala.

En estos autos se discute la procedencia de la


exclusión hereditaria de la Sra. María Graciela Rivarola
Paoli de la sucesión del causante Guillermo Heisecke. La
pretensión de la actora fue acogida favorablemente por la
aquo, quien fundamentó la exclusión en la separación de
hecho de la demandada y el causante tiempo antes del
deceso. La cuestión se centra en el desinterés del causante
de separarse de su otrora esposa, materializado en la
inexistencia de divorcio vincular o separación judicial de
cuerpos entre ambos. Asimismo, el accionado se ha referido
a la falta de culpa de la Sra. Rivarola Paoli en el
distanciamiento con el causante.
El artículo 2587 del Cód. Civ., de interpretación
controvertida para las partes, reza: “La sucesión entre
esposos no tendrá lugar: […] b) si se hallaren separados
por sentencia judicial, respecto del que hubiere dado causa
para ello; y c) si lo estuvieren por mutuo consentimiento,
o de hecho, sin voluntad de unirse.Nuestra normativa
ciertamente se muestra indiferente respecto de los efectos
que pueda llegar a tener la culpabilidad de las partes en
el distanciamiento o separación. Como principio, y para
preservar la intimidad de los esposos -entre otras muchas
razones-, se permite que en este tipo de procesos se
prescinda de traer a colación hechos imputables a título
alguno.
El derecho a heredar de los cónyuges -como bien
lo dice el Prof. Eladio Wilfrido Martínez- tiene una larga
pero lenta evolución en la historia del derecho
hereditario, sobre todo en lo que se refiere a las
restricciones concernientes a la mujer, cuyos derechos se
encontraban en rango subalterno. Si analizamos las
disposiciones del derecho hereditario veremos que la
sucesión por causa de muerte tiene su fundamento en una
vinculación entre causante y heredero. Dicho vínculo puede
ser legal, como en la sucesión ab intestato, o puede ser
convencional, como en la institución de heredero por
testamento. Como quiera que sea, la ley llama a heredar a
aquéllas personas que tienen un vínculo con el fallecido,
vínculo que en primer término es de parentesco –
consanguíneo o asimilado, como el establecido por
adopción-; en la sucesión entre cónyuges, aparecida con
posterioridad en el derecho hereditario, el derecho de
heredar se basamenta en el vínculo matrimonial. De modo,
pues, que precisando la sucessio mortis causa de una
vinculación entre causante y heredero, ella siempre debe
estar dada. Nuestro derecho civil considera que dicha
vinculación no existe cuando el matrimonio se extingue por
divorcio, o cuando se produce la separación judicial o de
hecho. Este último supuesto se imbrica y aproxima a la idea
del matrimonio consensual o de hecho, que ha sido
expresamente recepcionada en la ley 1/92 a través de la
admisión del concubinato permanente y decenal y su
asimilación a los efectos de un matrimonio legal.
La solución del Cód. Civ. Pyo debe ser examinada
a la luz de la Ley Nº 1.215/86, Convenio sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la
Mujer -CEDAW por sus siglas en ingles-, que permite una
lectura un tanto diferente de las relaciones familiares
conyugales y extraconyugales con carácter de permanencia o
estabilidad y su repercusión patrimonial entre las partes.
Atentos al mandato constitucional de no discriminación,
contenido en los arts. 46,47 y 48 de la Carta Magna y en el
art. 1 de la Convención precitada, se hace necesario el
control de no discriminación, a fin de arribar a una
resolución en perfecta congruencia con todo el orden
normativo.
La mujer ni privarle de sus derechos, solo por la
situación o estado civil en que se encuentre -en este caso
que analizamos, la situación de separada de hecho y sus
consecuencias hereditarias-. Se entiende, pues, que la
interpretación de la normativa civil, a la luz de dicha
norma internacional, permite construir un sistema de
participación de la mujer en los beneficios económicos
derivados de la vida en común, sobre la base del aporte del
trabajo doméstico y de crianza de los hijos habidos en
común durante la convivencia.
Ahora bien, una norma es discriminatoria cuando establece
diferencias entre sujetos que se encuentran en igualdad de
condiciones –sea de situación o de posición, jurídicas o
fácticas-; o cuando no distingue entre sujetos que se
encuentren en distintas circunstancias. Así, no puede
considerarse discriminatoria la norma si la distinción que
hace entre los sujetos, en cuanto a los derechos de unos y
de otros, es razonable y se corresponde con la diferencia
de posición, contingencia o situación de ellos. La
normativa civil antes aludida no constituiría una nomos
discriminatorio desde que se aplica por igual a varones y
mujeres; y a estas últimas por igual si son casadas o
solteras. La distinción solo se plantea para las
divorciadas o las separadas de hecho; en este caso la
distinción pudiera ser congruente con la filosofía y
valores consagrados en nuestra Constitución Nacional
respecto de la organización y constitución de la familia,
en la cual se entiende que la unión, concubinaria o
matrimonial, mientras sea monogámica, es la base de la
familia.
Luego, se ve que la interpretación de la
normativa civil, a la luz de antedicha norma internacional,
permite construir un sistema de participación de la mujer
en los beneficios económicos derivados de la vida en común,
sobre la base del aporte del trabajo doméstico y de crianza
de el hijo habido en común durante la convivencia que es
atribuido a la mujer y que en este caso, habría aportado
desde la fecha de dicho convivio. Pero estas
consideraciones apuntan todas ellas a la participación en
los gananciales; en nada se refieren a la adquisición por
herencia –que solo abarca los bienes propios y de la cual
los gananciales se encuentran expresamente excluidos- y
que, como ya vimos, exige la justificación de un vínculo o
título de sucesión.
En consecuencia, y en consecuencia con todo lo
dicho, aunque podamos opinar que la exclusión hereditaria
de la cónyuge separada de hecho constituye una solución
quizá poco feliz, no queda más que confirmar la resolución
que excluye a la pretendiente de la declaración
hereditaria.
JUICIO: “JAMES ANTONY CARUSO C/ CELESTINA ORUE SALINA
DE CARUSO S/ DIVORCIO VINCULAR”
AUTO INTERLOCUTORIO Nº 1105 DE FECHA 31 DE DICIEMBRE DE
2007, dictado por el Tribunal de Apelación en lo Civil y
Comercial, Tercera Sala.

La parte demandada solicitó la fijación de


alimentos como medida cautelar en base al art. 18 de la ley
45/91 que dice “…Podrá también determinar, en caso de
necesidad, los alimentos que se debe prestar a la mujer,
así como las expensas para el juicio…” y luego fijó -en
concepto de mensualidades adelantadas- la suma de G.
1.000.000 (un millón de guaraníes) y ordenó la apertura de
la Cuenta Judicial a nombre del presente juicio y a la
orden de la demandante. Luego, n la providencia de fecha 7
de noviembre de 2006, el inferior sostiene que el pedido de
ejecución de dicho auto es improcedente al no existir
sentencia firme.
El art. 48 de la Constitución Nacional estatuye
la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, cuando dice:
“El hombre y la mujer tienen iguales derechos civiles,
políticos, sociales, económicos y culturales. El Estado
promoverá las condiciones y creará los mecanismos adecuados
para que la igualdad sea real y efectiva, allanando los
obstáculos que impidan o dificulten su ejercicio y
facilitando la participación de la mujer en todos los
ámbitos de la vida nacional.”; y que además, nuestro país
es signatario de numerosos convenios y tratados que han
regulado la materia de discriminación y de violencia en
razón de género. En este orden se inscriben instrumentos
internacionales como la Convención de la CEDAW y su
Protocolo Facultativo, también incorporados a nuestro
ordenamiento jurídico por Ley Nº 1215/86 y la Ley Nº
1638/01, respectivamente que en su art. 2 prohíbe todo tipo
de discriminación por razón de sexo, ya sea ella directa o
indirecta, procurando también la igualdad real y efectiva
de condición, posición y situación de la mujer en la
sociedad. La discriminación indirecta se da cuando una
persona pertenece a un colectivo de personas por razón que
no son discriminados en razón de un elemento que es propia
a su personalidad como la raza y el sexo, sino a través de
circunstancias fácticas que, de conformidad con las
estructuras sociales o culturales le sitúan en una
condición o posición de hecho que es desventajosa y se
deriva de ese elemento personal. Esto afecta, naturalmente
a la igualdad efectiva. En el caso que estamos examinando
se da a través de la situación fáctica que atraviesa al
haber sido expulsada de su casa, sin tener oportunidad de
tan siquiera llevarse sus pertenencias, ni siquiera su
máquina de coser para poder dedicarse a la confección
además de tener que mantenerse con un sueldo de G. 200.000
(doscientos mil guaraníes) como limpiadora, sin tener una
vivienda. Obviamente, esta situación constituye una forma
de discriminación ya que la Sra. Celestina Orue Salina se
encontraba ante una situación económica desventajosa
afectando no solo a ella y a su hija en el deber
alimenticio, sino también afectando las resultas del
presente juicio.

JUICIO: “GRISELDA ELIZABETH BOGGINO VILLALBA C/ SUCESIÓN


DE ELIGIO TALAVERA GOIBURÚ Y OTROS S/ RECONOCIMIENTO
DE UNIÓN DE HECHO”.
AUTO INTERLOCUTORIO Nº 987 de fecha 27 de noviembre de
2.009, dictado por el Tribunal de Apelación en lo Civil y
Comercial, Tercera Sala.

En autos se discute la procedencia de la


excepción de falta de acción opuesta por todos los
herederos en un juicio de reconocimiento de unión de hecho
en una sucesión. La excepción de falta de acción se funda
sobre la base de que el causante s0e encontraba casado
hasta el momento de su fallecimiento, razón por la cual no
podría existir una unión de hecho con la demandada.
La Ley No.: 1/92 “De reforma parcial del Código
Civil”; artículos 83 y sgtes.- En efecto, ambas partes
deben ser capaces para contraer matrimonio (edad e
inexistencia de impedimento dirimente), haber realizado
vida común en forma voluntaria durante cuatro años, por lo
menos, en forma estable, pública y singular.
La Ley Nº 1.215/86, Convenio sobre la Eliminación
de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer
-CEDAW por sus siglas en ingles-, que permite una lectura
un tanto diferente de las relaciones familiares conyugales
y extraconyugales con carácter de permanencia o estabilidad
y su repercusión patrimonial entre las partes. Esta norma
tiene rango superior al Cód. Civ., pues consiste en un
Tratado internacional. Los Tratados y Convenios
internacionales tienen y han tenido prelación sobre la ley
nacional -aun la codificada- tanto en la Constitución de
1967 como en la hoy vigente, de 1992. Es, pues a la luz de
esta Convención que debe hacerse el análisis.
A los efectos de la mentada Convención, la expresión
“discriminación contra la mujer” denotará toda distinción,
exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por
objeto o por resultado menoscabar o anular el
reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer,
independientemente de su estado civil, sobre la base de la
igualdad entre el hombre y la mujer, de los derechos
humanos y las libertades fundamentales en las esferas
política, económica, social, cultural y civil o en
cualquier otra esfera.
Desconocer el aporte que el trabajo de la mujer
en el hogar, independientemente de su estado o situación de
casada, soltera o separada, significa para la formación de
la masa de gananciales, constituye sin duda una
expropiación del trabajo de la mujer en beneficio del varón
y un enriquecimiento indebido a favor de éste. Normalmente
no se desconoce el aporte que se hace al patrimonio de
otro. Hacerlo así porque se trata de la mujer y de
relaciones privadas, esto es, familiares, es desigualitario
en términos de equidad de género. Tampoco se desconoce en
la ley formal el aporte que hace la mujer casada al
patrimonio familiar, por ello la ley presume ese aporte y
crea la comunidad de gananciales entre esposos.
Desconocerlo solo porque se trata de mujer separada de
hecho también es desigualitario en términos de equidad de
género. Ambas cosas resultarían en una evidente
discriminación y una violación del artículo precitado,
máxime, considerando que la mentada norma exige en todo
caso no distinguir a la mujer ni privarle de sus derechos
sólo por la situación o estado civil en que se encuentre.-
la interpretación de la normativa civil, a la luz de dicha
norma internacional, permite construir un sistema de
participación de la mujer en los beneficios económicos
derivados de la vida en común, sobre la base del aporte del
trabajo doméstico durante la convivencia que es atribuido a
la mujer desde la fecha de la misma.
Si bien la unión de hecho no puede declararse con
las consecuencias personales y patrimoniales que ello
implica, según la ley 1/92 que abarca ambos ordenes, no
menos cierto es que durante todo el lapso de la presunta
convivencia que en este caso alega en 23 años, se pudo
haber producido un aporte de hecho al bienestar económico
del causante por parte de la demandante. El aprovechamiento
no remunerado de este aporte, sin compensación alguna,
podría derivar en el enriquecimiento sin causa del
patrimonio del difunto, merced a los aportes de la
demandante. Todas estas son circunstancias de hecho que
exorbitan la excepción de falta de acción manifiesta e
impiden su tratamiento como previa.

JUICIO:”GUILLERMO ROMERO C/ MARTA ERENIA RODRÍGUEZ ARAR S/


DIVORCIO”
ACUERDO Y SENTENCIA Nº 136 de fecha 1 de diciembre de
2.009, dictado por el Tribunal de Apelación en lo Civil y
Comercial, Tercera Sala.

Se trata de establecer si la disolución del


vínculo matrimonial entre el Sr. Guillermo Romero Riveros y
la Sra. Marta Erenia Rodríguez obedece a la culpa exclusiva
del primero.
La sentencia de primera instancia hizo lugar a la
demanda de divorcio incoada por el cónyuge, por el hecho de
que la Sra. Rodríguez abandonó el hogar marital, causal
prevista en el inciso “h” del artículo 4 de la Ley 45/91.
La recurrente en el que sostiene que la separación de hecho
por más de un año es una consecuencia lógica de las
denuncias hechas por su parte, consistentes en sevicias y
malos tratos, adulterio y abandono.
El actor se allana expresamente a los términos de
la reconvención, y –por increíble que parezca-, admitió la
sevicia y los malos tratos, el abandono voluntario y
malicioso del hogar, y el adulterio, denunciados.
Se ha conceptualizado la injuria grave como toda
especie de acto intencional o no, ejecutado de palabra, por
escrito o por hechos, que constituyen una ofensa para el
cónyuge, ataquen su honor, su reputación o su dignidad,
hiriendo sus justas susceptibilidades. Ambos cónyuges no
pueden estar situados en un mismo plano de culpabilidad. Se
ha demostrado que las actitudes injuriosas del demandante
no se configuran por la realización de un hecho aislado y
producen en la víctima que las padece un efecto destructivo
de dimensiones inimaginables. Son la reiteración y la
frecuencia las determinantes de la entidad del daño que se
causa. Cada una de las agresiones magnifica la siguiente y
el efecto se potencia. La causal en que incurre la Sra.
Rodríguez, la del abandono del hogar, debe ser reputada
como una consecuencia lógica de la sevicia, los malos
tratos, las injurias graves, el abandono malicioso del
hogar, el adulterio y la separación de hecho por más de un
año en que incurrió el demandante. Es decir, la actuación
de la demandada debe ser considerada como una reacción
normal –y porque no, hasta sensata- luego de haber padecido
el trato del que fue víctima durante varios años.
En el ámbito de las relaciones corrientes, y por
lo general, la injuria genera en el injuriado una reacción
que se traduce en una actitud que aislada de su antecedente
puede aparecer a su vez como injuriosa y ser tomada por
situación de agravios recíprocos. Ese habría sido el
razonamiento –aislar el hecho de la separación de la Sra.
Rodríguez de sus antecedentes- del aquo al declarar la
culpa concurrente de las partes.
Pero, tratándose de relaciones que se dan en el
ámbito familiar y de convivencia, las así llamadas
“injurias”, como ingenuamente lo denominara el Cód. Civ. y
lo repitiera la Ley 1/92, adquieren una connotación muy
diferente, según aportan hoy a nuestro conocimiento las
ciencias de la Sociología y Psicología. La injuria es
técnicamente un acto humano antijurídico, hecho con el
propósito de lesionar por medio de un ultraje de obra o de
palabra. La sevicia, por su parte, se refiere a actos
cometidos con brutalidad o crueldad excesiva y de carácter
sistemático.
Este último concepto, recepcionado igualmente en
la Ley 1/92 nos aproxima mucho más a la realidad que
subyace en las situaciones como las descriptas en esta
causa. El carácter violento y sistemático de la sevicia nos
lleva al concepto de violencia intrafamiliar y doméstica.
La violencia doméstica e intrafamiliar tiene unas
características y un desarrollo que han sido descritos por
la Psicología, y que se conoce como “ciclo de la
violencia”, que sumen a la persona maltratada en un
síndrome identificado con las ciencias psicológicas. Esta
situación lleva a la víctima a un estado de aislamiento, de
degradación de su autoestima y de sentimiento de
inexorabilidad de su situación y padecimientos, que le
impide ver una salida al problema. Por ello es que, las
personas que logran salir del círculo de la violencia lo
hacen siempre de modo traumático, ya sea por un acto
violento propio, como respuesta última de la
autoconservación y la autodefensa, ya sea por un acto o
ejercicio final de violencia del maltratador, que para
conservar el control sobre su víctima puede llegar a
terminar acabando con la vida de ésta. De este modo la
sevicia adquiere, en el ámbito familiar y doméstico, unas
connotaciones especiales que implican relaciones
asimétricas de poder en cuyo contexto se debe examinar el
actuar de la víctima. Así, la conducta agresiva de la
víctima como respuesta a esta situación crítica no puede
verse como una verdadera y autónoma agresión, dirigida a
provocar daño en la otra persona, sino como una respuesta
de autopreservación y de legítima defensa. Se entiende,
pues, que en la terminación del vínculo matrimonial en
tales circunstancias no se pueda hablar de culpas sobre la
persona que ha sido víctima de violencia.

JUICIO: “ROBERTO JESUS ARAUJO VANN C/ MARIA DEL CARMEN


PAREDES PEREZ S/ DIVORCIO A PETICIÓN DE UNA SOLA DE LAS
PARTES”.
ACUERDO Y SENTENCIA Nº 45 de fecha 04 de mayo de 2.010,
dictado por el Tribunal de Apelación en lo civil y
Comercial, Cuarta Sala.

En el presente caso el actor ha peticionado se


declare el divorcio vincular por culpa de su esposa,
encuadrándola en la causal prevista en l inc. c) del art.
4 de la Ley Nº 45/91 “sevicia, malos tratos e injurias”. La
accionada reconviene por la misma causal
Nos encontramos ante un caso de violencia
familiar o intradoméstica, cuyas características y
desarrollo han sido descriptos por la Psicología y son
conocidas como “ciclos de la violencia”.
Ante casos reiterativos de agresión, la víctima
en un inicio no acude a las autoridades a denunciarlos, ya
sea por vergüenza o por las potenciales consecuencias que
ello implica para el agresor quien por lo general,
vehementemente promete no reiterarlos y que por los demás,
hace visible ante la sociedad un problema interno que
subyace en una relación violenta.
Esta situación lleva a la víctima a un estado de
aislamiento, de degradación de su autoestima y de
sentimiento de inexorabilidad de su situación y
padecimientos, que le impide ver la salida al problema. Por
ello es que, las personas que logran salir del circulo de
la violencia lo hacen siempre de un modo traumático, ya sea
por un acto violento propio, como respuesta última de la
autoconservación y la autodefensa, ya sea por un acto o
ejercicio final de violencia del maltratador, que para
conservar el control sobre su víctima puede llegar a
terminar acabando con la vida de ésta. De este modo la
sevicia-invocada por las partes- adquiere, en el ámbito
familiar y doméstico, unas connotaciones especiales que
implican relaciones asimétricas de poder en cuyo contexto
se puede examinar el actuar de la víctima. Así, la conducta
agresiva de la víctima como respuesta a esta situación
crética no puede verse como una verdadera y autónoma
agresión, dirigida a provocar daño en la otra persona, sino
como una respuesta de autopreservación y de legítima
defensa. Se entiende, pues, que en la terminación del
vínculo matrimonial en tales circunstancias no se pueda
hablar de culpas sobre la persona que ha sido víctima de
violencia”
No existe indicio o prueba de que la violencia
sea simétrica, es decir, aquella relación en la cual ambas
partes luchan por mantener el control de la situación y
recíprocamente en un mismo momento o después, con mayor o
igual intensidad, desplieguen entre sí acciones
constitutivas de violencia intrafamiliar en virtud del
equilibro de poder que ambas pretenden. Diferenciar entre
la violencia doméstica por desequilibrio de poder, la
violencia doméstica simétrica y la respuesta violenta ante
una agresión ilegítima, es muy importante a efectos de
determinar la culpabilidad ante estas situaciones de malos
tratos e injurias. Las leyes 1215/86 y la 1638/01, como el
Cód. Penal, modificado recientemente, así como las
disposiciones contenidas en las leyes Nº 1600/00 y 605/95
-tanto en el orden local como internacional-, son
aplicables al tipo de comportamiento que han sido
descriptos en la reconvención. Desconocer esto es hacer
caso omiso de realidades patentes y tabula rasa de la
normativa de rango supralegal que las recoge, como ser las
disposiciones de la Convención de Belem do Pará de
erradicación de toda forma de violencia contra las mujeres.

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