Portada
Epigrat
Parte | El destierro
Capitulo 1 Un descubrimiento poco ortodoxo
Capitulo 2 Buscando la primicia
Capitulo 3 Endl vontice
Capitulo 4 Los pueblos del mar
Capitulo 5 Enel banquillo los acusados
Capitulo 6 Aytidame
Parte II La ciudad de los circulos concéntricos
Capitulo 1 La fuente inteda de energie
Capitulo 2 Las mentes brillantes de Poseidonis
Capitulo 3 El monopolio de las técnicas
Capitulo 4 Ito al cielo
Capitulo 5 th rencor
Capitulo 6 Templo de las Paredes Transparentes
Capitulo 7 Profecias
Parte III Los dioses tecnologicos
Capitulo 1 Habia una vez
Capitulo 2 Dioses 0 demonios
Capitulo 3 Vestigios del pasado
Capitulo 4 Fuerza bruta
Capitulo 5 Dudas y sospechas
Capitulo 6 Atentado en el zoolégico
Capitulo 7 La cade andor
Capitulo 8 La gracia de la emperatriz,
Parte IV Los excesos del poder
Capitulo 1 El juego de Mehen
Capitulo 2 Nervios
Capitulo 3 El festin
Capitulo 4 La jugada de Eros
Capitulo 5 Encrucijada
Capitulo 6 La isla txica
Capitulo 7 La caverna de los antiguos
Capitulo 8 Lagrimas amargas
Notas
Créditos
Parte I
El destierroCapitulo 1
Un descubrimiento
poco ortodoxo
1898. Excavaci6n en los alrededores de Nazbet Khater, Egipto medio.
Dos arquedlogos ingleses junto con un grupo de nativos se hallan
trabajando sin descanso dentro de unas trincheras cavadas en las arenas
del desierto. El sol quema y todos estan sofocados, empapados de sudor.
El viejo profesor Morgan tiene la cara roja y los labios secos, y no
pudiendo soportar mas la atmésfera cargada de la zanja, decide salir a
tomar un poco de aire. Una vez arriba y siempre manteniendo su perfecta
pose de gentleman que delata su origen britanico, alza la cantimplora y la
bebe con gran estilo y una bien disimulada ansiedad. Después, haciendo
alarde de su flema inglesa, se acomoda en una piedra como quien
estuviera en el mejor divan europeo, y procede a encender su gastada
pipa, compajiera de incontables correrias acacémicas. Asi, mientras el
humo de! tabaco entra lentamente a sus pulmones, Morgan se queda
absorto contemplando a los peones. De pronto alguien lo aborda.
—jAdmirando el paisaje, Profesor? -dice Oliver en tono jovial a su
maestro.
—Todo lo que hay que ver aqui esta enterrado bajo esta maldita
arena...—responde él de mala gana—. ;Cémo van los trabajos?
—Los pozos tienen cinco metros de profundidad, pero los hallazgos
son escasos -reporta el chico, optando por ignorar el mal caracter de su
mentor, al que admira mucho a pesar de todo.
—Era de suponerse. Estos estratos corresponden a némades salvajes
que cogian los peces con las manos, —contesta el otro suspirando de
aburrimiento y sefiala con su pipa a los trabajadores— creo que prontotendremos que mover nuestro campamento, sino estos infelices van a
empezar a protestar.
En eso, un repentino alboroto en la excavacién llama la atencién de
los cientificos. Los peones estan exaltados, uno de ellos viene corriendo
donde los ingleses.
— (Profesor Morgan!... jProfesor Morgan! -grita un egipcio en inglés
masticado con acento oriental.
—z Qué ocurre? ;Por qué tanto lio?
—jEntierro! ;Entierro! En la roca... —alcanza a decir el operario, y
fue suficiente para que Morgan abriera sus ojos de par en par.
—Un entierro? gAqui?
—No puede ser. Los primitivos de este periodo sepultaban a sus
muertos cubriéndolos con arena y asi los cadaveres no se conservan -dice
confundido el asistente, pero Morgan no lo escucha y sin pensarlo dos
veces ya esta bajando al foso. Todos lo siguen en tropel.
Cuando el pequeiio grupo llega al fondo de la excavaci6n encuentra a
los demas obreros amontonados y aturdidos susurrando en copto. El
arquedlogo hace un ademén con sus manos con la confianza de quien
ejerce habitualmente la autoridad, y al instante la gente se dispersa para
que él pueda observar con sus criticos ojos azules. Lo que ve lo asombra.
Ene las arenas, en un estrato rocoso, se asoma una loza de piedra.
Hay un silencio denso. Nadie dice nada.
Morgan, distante, examina el hallazgo mientras fuma su pipa. Oliver,
en cambio, sin mas preambulos, se lanza sobre la roca y con una pequefa
brocha empieza a limpiar meticulosamente la superficie pétrea,
—Parece labrada, profesor, pero los caracteres estén muy
erosionados. No puedo distinguir ninguna figura conocida. jJamas habia
visto algo asi en un nivel tan antiguo!
—Yo tampoco, amigo Oliver... yo tampoco -y ordena en dialecto
egipcio que remuevan con cuidado la piedra.
En el acto los sirvientes obedecen con eficiencia y habilidad,
demostrando asi que pese a su supuesto bajo nivel cultural, se
desenvuelven muy bien en el campo empirico. Es que saben que las
reliquias deben tratarse como el mas fino de los cristales y que basta el
menor descuido para causar un dajio irreparable. Poco a poco van
moviendo la pesada mole, avizorandose en la roca una abertura oscura
por donde comienza a colarse la célida luz del sol, quizd después de milesde afios. Como ya se puede distinguir el fondo, el profesor detiene la
operacion.
—jEsperen! ¢Qué es lo que ve, Oliver?
El ayudante se asoma por el agujero. La emocién le desborda.
—Es un entierro, profesor, puedo ver restos de huesos humanos...
con varios utensilios rodeando al cadaver.
—jBien! jSaquenlo!
Tras grandes esfuerzos, el feretro es finalmente colocado sobre el
piso, dejando al desnudo un hueco cuadrado en la roca. Entonces el
contenido del atatid queda expuesto a la vista de un montén de ojos
perplejos. Morgan absorbe una bocanada del humo de su pipa y luego se
pone en cuclillas al pie de la sepultura, mirandola con detenimiento y
cierta incomodidad. Hay algo ahi que le molesta. Algo que no encaja.
Frente a él hay un esqueleto casi deshecho yaciendo tranquilamente
en un singular tablado prehistérico. No tiene joyas, solo unas sencillas
cuentas de cerémica regadas alrededor de las vértebras cervicales.
Cualquier owo adorno ya se habria convertido en polvo', Hay unas pocas
vasijas y numerosas tablillas de barro cuidadosamente apiladas a los
lados de la tumba.
—jCaramba! jEs toda una biblioteca! ¢Qué le parece profesor? -
pregunta Oliver entusiasmado.
—No lo sé, aunque el estrato es antiquisimo al igual que el cadaver,
esta forma de entierro no fue practicada sino en etapas muy posteriores.
Y las tablillas, ni hablar... eso es muy tardio. No tendrian por qué estar
aqui’.
—Quizé nuestras cronologias estén erradas y la escritura sea mas
antigua de lo que siempre hemos creido.
—Mmm... creo que hay una explicacién mas simple, mi impetuoso
amigo. Quiza esto esté aqui por accidente. De repente fue una tumba
moderna que cavaron bien profundo en la tierra para ocultarla de los
ladrones. Por eso no corresponde con el estrato tan arcaico,
En ese momento empiezan a correr los vientos de la tarde y, sin el
permiso de nadie, un brusco soplo deshace los huesos como si fueran de
arena.
—jOh no! jMire la momia! ;No queda nada! -exclama el asistente,
descorazonado, notando que su colega permanece inmutable y frio.
—No habia forma de preservarla, Oliver. Tan pronto comointentésemos tocarla se habria deshecho de todas maneras.
Desgraciadamente ocurre con frecuencia en estos lugares.
Entonces el viejo saca sus raidos espejuelos del bolsillo de su casaca
para intentar leer una de las tablas, pero el joven se le adelanta y se
arrodilla frente a las ceramicas que descansan en el fondo de la tumba.
—Bueno, todavia nos quedan las tablillas -dice y toma una de las
piezas grabadas, la limpia con su propio aliento y empieza a descifrarla,
sumido en un prolongado mutismo.
El profesor, con su acostumbrada postura fiscalizadora, mira de reojo
a su alumno, quien va dibujando una expresién de asombro en su rostro
en tanto va leyendo la tableta. Eso a Morgan le pica la curiosidad.
—{ Pasa algo, Oliver?
—jEsto... esto es increible, profesor! —tartamudea el joven con los
ojos desorbitados y la vista fija en la cerémica.
— Qué demonios sucede?
—Es que... hay escritos aqui... escrito... muy... eh... peculiares...
—Deben serlo para que mi mejor estudiante de la facultad esté con
esa cara de idiota. ;De qué se trata?
—Parece... una narracién autobiografica de la persona que descansa
en la tumba.
—jOh! ;Vaya!
en lenguas muertas?
—Ese es el problema, sefior. El relato no esté elaborado con
ideogramas como seria lo normal.
—,Caracteres cuneiformes, tal vez?
Al asistente le invade un repentino nerviosismo y comienza a mirar a
todos lados. Traga saliva. No sabe como explicar lo que esta viendo, ni él
mismo lo cree.
—Creo que, por raro que parezca... el dialecto utilizado en la
redaccion es el vulgar y comin... inglés.
La afirmacidn cae como una piedra sobre el agua.
—En inglés... —se limita a repetir mecanicamente el académico
mientras digiere esas palabras, botando distraido el humo de su pipa.
De pronto, el pesado y ominoso silencio del ambiente explosiona con
una gran risotada del profesor. El joven esta confundido.
—Habia algo alli que no cuadraba. jLo sabia! {Lo sabia! —masculla
Morgan riendo feliz de la vida como si le hubieran quitado un peso de
éY me puede decir desde cuando es usted expertoencima.
—{Lo sabia?
—jClaro! jEra de figurarse! No podia haber un nicho como este en un
habitat tan temprano... y, gcdmo dijo?... una autobiografia en inglés...,
{Qué horror! ¢No se da cuenta, hijo? jEs obvio! -El muchacho sigue
turbado, sin entender— ;Es que no lo ve, Oliver? {Esto es un fraude! {Un
tremendo fiasco!
—zEso piensa, sefior? Pero el cuerpo era auténtico, Usted lo vio.
—Correcto. Es que justamente asi son los fraudes arqueoldgicos:
confusos, ambiguos. Se mezclan elementos auténticos con meras
imitaciones. ;Recuerda el famoso caso de Piltdown?’ Fue una
falsificacién tan bien hecha que sdlo después de un exhaustivo anilisis se
logré detectar el engajio... Pero esto ya es el colmo! ¢Se puede imaginar
a los antiguos pobladores de estos desiertos, con sus riisticas
herramientas de hueso, escribiendo... en inglés? ;Por favor! jQué
disparate!
Morgan vuelve a soltar sonoras carcajadas, ignorando el desaliento
del egresado que todavia sigue sujetando la muestra en sus manos.
—Pero profesor, las tablillas... parecen originales... de cuatro o
cinco mil afios, minimo’.
—Todavia tiene mucho que aprender, hijo. No crea esos adefesios.
Como ya le dije, no seria la primera vez que alguien usa materiales
legitimos para otorgarle crédito a un engafo. Ahora bien, zpor qué lo
hacen? ;Qué motiva a estos desadaptados a urdir semejantes artimaiias
como la que estamos viendo en estos momentos? No lo sé. En nuestra
noble carrera de historiadores siempre nos toparemos con bromas de este
tipo y es de vital importancia que usted se mantenga alerta para poder
desenmascararlas a tiempo, puesto que de no hacerlo su reputacién
quedaria manchada al punto que acabaria con su prestigio profesional.
gEso es lo que quiere?
Oliver continia desencajado. No reacciona. Entonces Morgan le da
unas palmaditas paternales en el hombro y aiiade:
—jVamos! Comprendo lo que siente y le aseguro que no es para
tanto. A cualquiera le sucede. Gajes del oficio.
Al terminar, con catedratica solvencia, su disertacién, el profesor se
abanica con su sombrero de explorador para refrescarse un poco y
después da la orden tajante:—jMafiana nos largamos de aca!
—Y qué haremos con estas piezas, sefior? ¢Quedaran abandonadas
en medio del desierto sin clasificar ni fotografiar?’
—No vale la pena gastar valiosas energias en patrafias baratas, mi
estimado. Nosotros invertimos nuestras fuerzas en hallazgos serios,
aunque no tengan la espectacularidad de una tribu prehistérica que
tomaba el té a las cinco de la tarde.
En esos instantes comienza a caer la penumbra que avizora el
creptisculo y de inmediato empiezan a arder las antorchas del
campamento, como luminoso recordatorio de que las obras del dia estén
por terminar y que cualquier actividad debe de ser postergada
indiscutiblemente hasta el siguiente amanecer. Morgan enciende un
Jamparin de gas facilitado por uno de los peones.
Oliver, desesperado, echa mano a su ultimo argumento.
—Profesor, ¢y si separamos la paja del grano? Podriamos ver qué
restos valen la pena o cuales no. ;Quién sabe? A lo mejor esta supuesta
farsa podria esconder un gran descubrimiento, ademés....
—Nada de lo que encontremos aqui es de fiar. ;Olvidelo!
Y como para finalizar la discusién, los vientos del atardecer irrumpen
con renovados brios, haciendo temblar las llamas de las antorchas. La
noche se prepara para envolver a todos en su oscuro y vibrante manto. Ya
se atisba el brillo de algunas estrellas en la boveda celeste. A estas horas,
Morgan siempre se siente inspirado por la atmésfera onirica que llena de
magia el desierto, por eso dice:
—Ordenaré la cena. Estoy muerto de hambre... ;Viene conmigo
Oliver?
—h... si, si, vaya adelanténdose, por favor, yo lo alcanzo -dice el
joven mientras se va sacudiendo la arena de la ropa.
El veterano londinense, sin mas, se alza de hombros y se va hacia el
campamento hasta perderse de vista. E] chico permanece inmévil, callado
y pensativo, Se muere de ganas de seguir hurgando en el entierro, pero
teme las dcidas criticas de su maestro. En medio de esos sentimientos
encontrados, en un arrebato, toma las tablillas, se las mete una a una en la
mochila y se va a la tienda como si nada.
Después de comer, todos se disponen a dormir en sus respectivos
lugares. Cuando el doctor ingresa a su carpa de Iona, le llama la atenci6n
ver que Oliver, contra la costumbre, ya se habia acostado.—Duerma tranquilo hoy, camarada —refiere Morgan al sentarse
pesadamente en su cama, mientras su asistente oculta una de las reliquias
bajo las sabanas.
—Fue un dia dur
nervios.
El canoso britanico no demora en darse cuenta lo que esta ocurriendo
y en tanto se saca las botas repletas de arena, insintia con ironia:
—A\j, y creo que fue especialmente duro para usted, mi buen amigo.
De lo contrario, no andaria perdiendo el tiempo examinando escritos
falsos. Tanto sol le ha evaporado el sentido comin.
—Confieso que me siento atraido por la historia que se cuenta alli,
profesor... Le ruego me disculpe. Prometo que haré de esto un ejercicio
edificante y beneficioso.
—E so espero. Serfa triste que desperdiciara su tiempo de descanso en
lecturas intiles. En fin, desperdiciar el vigor es un privilegio de los
jovenes que los viejos no nos podemos permitir. Procure terminar
temprano, mafiana moveremos el campamento y eso demandara de todas
nuestras fuerzas.
—Descuide, sefior... Despertaré tan fresco como una lechuga. Ya lo
vera.
El joven se siente aliviado pues solo ha recibido un ligero regaiio por
haber trafdo las tablas. Al poco rato, después que los dos se han dado las
buenas noches, se escuchan los ronquidos de Morgan por toda la carpa.
Entonces al fin, el estudiante puede revisar las tablillas de barro sin que
nadie lo censure.
—apenas puede decir el muchacho de losCapttulo 2
Buscando la primicia
Antes de comenzar la lectura, Oliver se ocupa de ordenar con diligencia
cada una de las tablas, pretendiendo seguir una secuencia lo més ldgica
posible. Cuando est todo listo, empieza a leer las primeras lineas.
—*Soy Helen Haiff, pero las gentes de este lugar me Ilaman Hebe.
En mi humilde opinion, éstas deben ser las crénicas del suceso mas
extraordinario jamas registrado desde la aparicién de la escritura. He
considerado mi deber conservarlas aqui junto conmigo, en un Ultimo
intento por brindar a las generaciones venideras una respuesta
convincente sobre muchos de los enigmas que tendran que enfrentar los
hombres y mujeres del siglo XX, tiempo al que antes perteneci.
Igualmente, estas memorias aspiran a ser una advertencia sobre los
extrafios fenémenos que han de producirse en la zona geografica
comprendida entre las islas de Cuba, Haiti y Bermudas, regi6n que en
eras modernas sera conocida como el Tridngulo del Diablo, en donde por
sus transitadas rutas comerciales, aéreas y maritimas, se perderan cientos
de personas que quizd habran de enfrentar destinos tan inverosimiles
como el que me dispongo a referir en las presentes notas”.
E1 universitario se queda confundido. No comprende.
—Siglo XX? Rutas comerciales aéreas’. Pero, ¢qué diantres es esto?
No sabe si seguir leyendo. Sin embargo, una fuerza mas poderosa que
su propia razon lo impele a continuar la lectura prohibida.
—“Yo solia ser una ciudadana norteamericana comin y corriente.
Una mas del mont6n. Me habia dedicado al periodismo independiente,
escribiendo historias de misterios hasta el fatidico 5 de diciembre de
1945, fecha en que mi vida daria un vuelco”.—21945?
futuro!
—Hacia mucho que andaba tras un gran reportaje que hiciera algo
de ruido para impulsar mi carrera en este mundo dominado por hombres.
Por eso un dia decidi ir a la base naval aérea del fuerte Lauderdale en
. -murmura el joven, perplejo— |Eso es 47 afios en el
Florida’ a buscar a mi querido tio, el almirante Thornton Haiff, para que
me ayudara...”
Oliver, arrastrado por el influjo del polémico escrito, sigue leyendo y
ya no puede detenerse.
—“Recuerdo como si fuera ayer la tarde en que mi tio me recibio,
con el carifio de siempre, en su oficina. Luego de saludarnos, tomé
asiento y me ofrecio un refresco, asi empezamos a hablar.
—jAh! No sabes el gusto que me da tu visita, Helen. Siempre has
sido mi consentida
—A mi también me da gusto volver a verte, tio Thornton, después de
tantos meses —sonrei, y sin mas, ataqué— ;Leiste mi pedido que te hice
por carta?
—jVaya! —me miré divertido— Tu si que vas al grano.
—Lo que pasa es que quiero hacer el articulo, ya. La gente esta
cansada de leer sobre la guerra. Quieren otros temas, algo diferente, algo
que les haga olvidar todos los horrores y les haga sofiar con un poco de
magia.
—Pero hija, qué de magico puede tener ese lugar? —pregunté mi tio
y se acercé a un gran mapa en la pared donde traz6 con sus dedos un
circulo imaginario entre los paralelos 15° y 35° de latitud norte— En esa
region solo hay un grupo de islas con muchos nativos danzarines, frutas
sabrosas y hartos collares de flores.
—jVamos! Sabes bien a lo que me refiero —suspiré incémoda ante
su infantil comentario, entonces pasé a resumirle mis ideas en dos
palabras—. Desde que los europeos se lanzaron al Atldntico,
especialmente a la zona llamada Mar de los Zargazos, ese lugar ha sido
escenario de rarisimos accidentes: desde el mal funcionamiento de
brijjulas, luces fantasmagoricas y visiones _aterradoras _ hasta
desapariciones inexplicables. La Marina ha venido recopilando
Tigurosamente todo lo que ha ocurrido en ese sitio, que mas parece un
pedazo arrancado al mas alla.
Mi tio me miré como si fuera una nifia.—Sobrina, gqué tienes en esa cabecita? :No te parece que estds
exagerando un poco?
—iExagerando? —exclamé disgustada por su escepticismo y
entonces lo acribillé de pruebas— Y ; puedes decirme qué sucedié con La
Estrella de Westbury 0 con el USS Insurgente, 0 con el USS Pikring, el
James Chester y el USS Watt? Eso, sin contar al USS Gramfuss, al USS
Whitecat 0 al famoso Maria Celeste®. S6lo por mencionar algunos. Todos
casos sin resolver. Y no olvidemos los innumerables relatos sobre barcos
fantasmas y monstruos marinos que existen de la zona. Hasta Cristébal
Col6n decia haber visto luces extraiias ahi.
—Ay, Helencita, todo eso es muy facil de explicar. En la época en
que se perdieron esos barcos habia pocos recursos técnicos para efectuar
una investigacion que aclarara las causas. Pudo haberles ocurrido
cualquier cosa. ¢Entiendes? jCualquier cosa! Para nadie es un misterio
que esas aguas son dificiles de navegar y a la gente le encanta inventar
supercherias -objeté el almirante Haiff mientras paseaba de un lado a otro
sorbiendo su limonada.
Su observacion resultaba muy acertada, pero me vi en la obligacion
de defender mi posicién contra viento y marea, a pesar de los escasos
argumentos que tenia a mi alcance.
—Respeto tu posici6n racionalista, pero no he venido a echar abajo
una historia, sino a construirla. Querido tio, necesito fotos exclusivas
para mi articulo y ti eres el Unico que puede ayudarme a conseguirlas.
Comprende que ninguno de tus pilotos podria tomar las vistas que quiero.
Yo misma tengo que sacarlas... ;Puedo participar en la practica aérea de
esta tarde? Por favor.
El almirante suspiré y meneé la cabeza.
—jHelen! jHelen! Yo sé que eres muy buena piloto y que aprendiste
a la perfeccidn todo lo que te ensefié. Sé también que eres una excelente
reportera y fotdgrafa. Tengo frente a mi a una verdadera “mujer
orquesta” del mundo de las noticias. Tienes muchos talentos y te felicito.
Estoy muy orgulloso de ti.
¢Entonces aceptas?...
—jNo seas terca, hija, no puedo darte permiso! jLo siento! Sentaria
un mal precedente. Yo seria el responsable directo si te pasara algo a tio
al avin -luego enarbolé una sonrisa beatifica— Corazon de mel6n,
compréndelo, eso podria causar que me dieran de baja. ¢Eso quieres?—Pero, tio Thornton, ¢qué podria pasar? Te prometo que acataré el
curso de la maniobra y te devolveré tu avidn sano y salvo ;Confia en mi!
—Me temo que no es tan sencillo, carifio. No es tu destreza como
piloto lo que me preocupa, sino, para serte sincero, las cosas que estan
sucediendo en ese sitio -dudando, hizo una pausa—. Esta majiana
tuvimos una prueba cercana al area que deseas fotografiar. Los aviones se
hallaban a solo 35 millas al noroeste de la base, y justo cuando estaban a
punto de volver fueron sorprendidos por un viento de 180 millas por hora
que se produjo de la nada, sin el menor aviso, a plena luz del dia y con el
cielo despejado. [maginate que los instrumentos fallaron al punto que la
escuadra completa fue desviada 40 millas al este de la base. A las finales,
el equipo regres6 con dos horas de retraso’. ¢Puedes creerlo? Era un
grupo de pilotos experimentados y sin embargo se dieron el susto de su
vida. En esas condiciones no puedo exponer a un civil y menos a ti,
Helen querida.
Lo que acababa de contarme, lejos de desanimarme, me emocioné.
Lo que habia acontecido temprano en el fuerte Lauderdale seria un
magnifico material para un reportaje bomba. Tomaria fotos exclusivas y
lo titularia “La Zona Maldita” jOh, seria genial! Se me hacia agua la boca
con solo pensarlo. No podia dejar pasar esta oportunidad.
—zY crees que con lo que me has contado voy a marcharme con |
manos vacias asi como asi? Entonces, mis sospechas eran ciertas. Algo
raro viene sucediendo cerca de los 65° de longitud oeste desde hace
siglos o tal vez milenios y la gente tiene el derecho de saberlo. Es mi
deber difundir temas de interés ptiblico, y sin duda, esto lo es.
Mi tio habia dejado de sonreir y estaba serio, adusto, circunspecto.
Me miraba como si fuera una chica malcriada que necesitara un buen
jal6n de orejas.
—Lo siento, pero la conversacién que acabamos de tener no debe
trascender a los medios. Por ahora es un secreto militar y espero que no
traiciones la confianza que tengo depositada en ti. Tu nota sobre el
Tridngulo debe esperar.
—Entonces, ¢no me dards tu autorizacion?
—Linda, ti sabes que haria cualquier cosa por ti, pero no pondré en
peligro tu integridad fisica por nada del mundo. Si quieres, un dia de
estos haré que nuestros fotégrafos aéreos realicen algunas tomas del lugar
y te las enviaré por correo junto con toda la informacion que pueda serpublicada. Eso es lo tinico que puedo hacer.
A pesar de la férrea oposicién del hombre de los galones, yo era un
hueso duro de roer. Tenia que pensar algo rapido, entonces se me ocurrid
una cosa.
—Bien, tt ganas tio... —exhalé fingiendo ceder— Pero quisiera
pedirte un favorcito.
—Si esta en mis manos... —y me miré con cierto recelo.
—iMe dejarés ver el despegue de la practica?
Sorprendido por la minucia que estaba pidiendo, me quedé mirando
en silencio, como tratando de adivinar lo que estaba maquinando.
—Claro que si, hijita, si eso es lo que quieres. Ya deben estar
preparando los aviones en los hangares y no tardaran en salir. Pero te
asignaré una escolta para que te vigile -dijo, esgrimiendo una maliciosa
sonrisa, después abrié la puerta de su oficina y habl6 con la secretaria
Sefiorita, mandeme al despacho un subalterno disponible.
—Es que acaso piensas que puedo robar los archivos confidenciales
de la base?
—No te resientas, Helen, pero de ti se puede esperar cualquier cosa.
Tienes un espiritu endemoniadamente intrépido que a veces me asusta.
De manera que no te dejaré sola deambulando como un mosquito por alli
jPero, no pongas esa cara! Lo hago por tu bien, ademas asi me sentiré
tranquilo sabiendo que no meteras las narices donde no debes. Si te
pasara algo, la familia no me lo perdonaria nunca.
En ese momento alguien tocd a la puerta y Thornton le dijo que
pasara. Enw6 un joven alto y robusto, aunque un poco timido, ya que ni
siquiera se atrevia a mirarme.
—Cabo Cosner’, reporténdose, sefior —dijo, saludando a la usanza
militar—. ;Me necesitaba?
—Si, muchacho. Voy a encomendarle a una persona muy querida, mi
sobrina, la sefiorita Helen Haiff. Atiéndala bien y Ilévela donde ella
quiera. Pero eso si, no la pierda de vista ni un instante. ¢Entendido?
—jCon toda claridad, sefior! -contesté el chico, tieso como una
estatua y yo esgrimi una sonrisa de medio lado. No sé por qué siempre
esa postura militar me daba risa.
A continuacién nos despedimos mi tio y yo.
—Ve con dl, Helen, y disfruta de tu visita al fuerte Lauderdale. Ha
sido un placer volver a verte.—Claro, tio. Lo mismo digo yo.
—Iré por tu casa uno de estos dias para Ilevarles los regalos de
Navidad a todos. Nos vemos pronto.
—Te estaremos esperando. Adids y gracias -contesté y cuando cerré
la puerta de su despacho, hablé entre dientes—, gracias por nada. jBah!
El cabo no me escuché y solo se limits a mostrame el camino.
—Por aqui, sefiorita —dijo y mientras andabamos por los corredores,
el militar me pregunt6 todo correctito.
—Bueno, sefiorita Haiff... estoy a su disposicion. gA dénde desea ir
primero?
—Quiero ir a ver la partida del ejercicio aéreo. ;Podria conducirme
hasta la pista de despegue?
Las ideas bullian en mi cerebro como pop cor en una olla caliente.
Lo que me habia contado mi tio era increible y yo queria estar alli, en el
meollo de la accién, como sea, con o sin su permiso. Pero, gcémo? El
formal y respetuoso soldado accedi6 a mi inofensivo antojo,
conduciéndome al lugar donde los aviones estaban recibiendo el Ultimo
suministro de combustible, y ahi me hizo un curioso comentario.
—Yo estaba dentro de la némina del vuelo 19, que es el que va a salir
en este turno, pero hice que me relevaran a la enfermeria.
—;De veras? No parece enfermo.
—Cierto, sin embargo todo el dia me he sentido muy nervioso, y es
mejor no volar asi. No sé... hay algo en esta pradctica que no me gusta...
en fin —y sacudié la cabeza como saliendo de un trance—. Tal vez estoy
con fatiga aérea.
—Es posible —repliqué pensativa mientras veia al soldado frotarse
las manos de frio por el extraio malestar que le habia embargado
inexplicablemente.
—E| teniente Taylor'! también pidié su cambio, pero se lo negaron —
siguid contando el recluta y sefalo a uno de los pilotos que se movia
entre los aviones, posados atin sobre la pista—. E1 dirigiré la maniobra.
—jVaya coincidencia! Dos que pidieron su receso en la misma
practica -me dije, reparando que empezaban a cotejar la lista de los que
participarian del vuelo, y viendo que mi oportunidad de lograr la
exclusiva de lo sucedido esa majiana en el fuerte Lauderdale se escurria
como arena entre mis dedos. {Qué hacer? ¢Cdémo haria para escabullirme
entre las maquinas y meterme en uno de esos malditos armatostes? Miguardaespaldas reanudo su perorata.
—tTuve suerte. Voluting se ofrecié a cubrir mi puesto. Es un gran
chico y le encanta volar. Parece no cansarse nunca -continué hablando,
pero yo ya no le prestaba atencidn, empecinada como estaba viendo la
manera de abordar uno de esos aparatos. Apenas faltaban unos minutos
para la partida.
De pronto, cuando los cinco hombres designados estaban montando
sobre sus ronroneantes pajaros de acero para emprender el viaje que los
lanzaria a la fama siniestra, escuché una voz impersonal por el
altoparlante.
—Cabo Voluting, repdrtese a la comandancia de inmediato —y al
repetir el llamado, el subaltemo sacé la cabeza desde su cabina.
— Qué rayos...? -apenas alcanz6 a balbucear Voluting para después
quitarse el casco, arrojarlo en el asiento del avién y de un salto abandonar
su transporte, dirigiéndose a paso veloz a la dependencia. Entonces miré
con avidez su maquina, que habia quedado vacante, zumbando, lista para
servir a mis temerarios propésitos. Claro, siempre y cuando me
deshiciera del pelmazo de Cosner. Entonces, se me ocurrié algo.
—jAy, Dios santo! ;Dejé olvidada la cémara en el despacho de mi
tio! ¢Seria tan amable de traérmela, cabo?
—Eh... lo haria gustoso, pero el almirante Haiff ordeno que...
—jPor favor! ¢Si? Quisiera tomarles unas fotos a los cazas antes que
salgan —le interrumpi entomando los ojos, no debia dejarlo pensar, y
entonces desplegando mis encantos, volvi a arremeter— Para un hombre
con un fisico perfecto como el suyo, no le Ilevard sino un minuto
complacerme ;Me negard ese favorcito?
El recluta me miré desconcertado y finalmente accedié con cierto
desgano.
—Bueno, esta bien, sefiorita, pero no se mueva de aqui hasta que yo
vuelva. {Me entendis?
—Aqui estaré esperdndolo...-maullé esgrimiendo mi mejor sonrisa
hipocrita.
Lo vi irse. Cada segundo era decisivo. Sabia que si en este momento
volvia Voluting a su avidn, ya no podria efectuar mi alocado plan.
En realidad, la cémara la tenia conmigo, dentro de mi gran bolso que
llevaba siempre colgado al hombro. El guardia perderia unos preciosos
minutos buscando algo que no habia en las oficinas de la base. Cuando sefue, sin mas, decidi probar suerte y hacer lo que tanto ansiaba. Entonces,
me saqué los tacos y me deslicé agachada hacia el avidn vacio,
aprovechando que los pilotos estaban dentro de sus respectivos aparatos
chequeando los controles. Asi, de un salto, trepé por un ala cuidando que
nadie me viera y me meti disimuladamente a la cabina desocupada. Una
vez dentro me coloqué el casco y después bajé la escotilla para ocultar mi
identidad. Ahora sdlo tenia que cruzar los dedos y esperar.
Mientras me quitaba con la mano el lapiz labial de la boca, uno de los
encargados se acercé a mi nave, seguramente con la finalidad de
comprobar si el supuesto Voluting habia retomado su puesto en el avién,
requisito indispensable para iniciar el despegue. El hombre me hizo unas
sefias desde abajo y yo, con la mayor desfachatez del mundo, asenti con
la cabeza muy campante. Todo dependia de ese instante. Un dpice de
duda del militar y estaria fregada. Aguanté la respiracion. Sudé.
Entonces, el sujeto parecié hacer un visto bueno en su lista. jCielos!
jApenas si podia creerlo! Me habia confundido con Voluting'’. Pero,
équé pasaria si el verdadero Voluting aparecia en este momento? Todavia
no podia cantar victoria. En eso, vi frente a mia uno de los técnicos
haciéndome sefiales ritmicas con las varillas marcadas que siempre se
usan en la pista. Me estaba invitando para colocarme en el lugar
adecuado junto a los otros aviadores para poder empezar el vuelo que nos
llevaria rumbo a lo inesperado.
Asi fue como despegamos y poco a poco fuimos dejando atris el
fuerte Lauderdale, a cientos de metros debajo de nosotros. Hubiera
saltado en un pie, si hubiera podido. Sabia que al regreso de la practica,
mi tio me mataria y me cortaria en pedacitos, pero, ga quién le
importaba? Aquella tarde lo unico que tenia en la cabeza era la estupenda
croénica que iba a escribir revelando un monton de secretos militares y
nada més me interesaba en el mundo en ese momento. Los riesgos eran
s6lo gajes del peligroso oficio de la informacién. Ya veria la forma de
enfrentar el problema cuando volviera. Total, no seria la primera vez que
tuviera que lidiar con machos alfa, siendo la tnica mujer en el trabajo.
Me habia abierto paso en mi carrera a codazo limpio y ya estaba curtida,
o eso creia. Mientras tanto tenia que mantener las apariencias. Durante el
ejercicio debia permanecer en formacién junto con el resto de los cazas,
tal como se lo prometiera al viejo almirante Haiff, porque de no hacerlo,
mi presencia seria detectada antes de tiempo. Tenia que ser cuidadosa en
extremo para conseguir las tomas deseadas, sin que nadie sospecharanada, Era imprescindible que el grupo pensara que yo era Voluting. Al
menos hasta regresar al fuerte. De modo que obedeceria al pie de la letra
cada minima indicacién que nuestro jefe de maniobras diera por radio a
los aviones. Entonces, me lancé a la aventura de no saber qué iba a
encontrar alla, sin imaginar lo que el destino tenia trazado para mi.
Capitulo 3
En el vértice
Eran cerca de las 5 de la tarde y por largo rato nos desplazamos en curso
de 91 grados, a una distancia como de 67 millas hacia Las Bahamas. El
vuelo hasta ese instante era placido y tranquilo. Los rayos del sol
pintaban de dorado las aguas del mar y quemaban mis mejillas al
traspasar el vidrio de la cabina. Viendo que era la ocasién perfecta, me
quité el casco, aprovechando que a esa distancia nadie me reconoceria y
saqué mi cdmara del bolso. Senti el triunfo absoluto. Lo habia logrado.
Alli estaba yo, en el centro de la accién, captando vistas exclusivas de la
noticia que asombraria al planeta entero: los fenémenos inexplicables que
por siglos habian aterrorizado a generaciones de marinos y ahora también
a los pilotos como aquella mafiana de diciembre durante la practica
matutina. Lo siento, tio, pero por mas que me sermonees, hablaré en mi
reportaje de todo y sin censura, aunque sea un secreto militar sellado con
siete Ilaves. A la gente le encanta los secretos.
Al rato, mientras disparaba una y otra vez el obturador de la camara,
escuché la voz del teniente Taylor, sonaba clara y nitida en la radio.
—Les habla Jefe Rojo, les habla Jefe Rojo. El ultimo movimiento
estuvo muy mal. Recuerden que este es un ejercicio de precision (*)"*.
Desde luego el entrenamiento no salia preciso. De seguro yo tendria
Ja culpa. Si bien volaba con propiedad, no era una experta y ademas me
distraia un poco cuando tomaba las fotos. Resultaba pues muy
comprensible la critica del entrenador, cuyas frases hasta este momento
habian sonado limpias, como en toda emisién normal y rutinaria. De
pronto, una rara estatica penetro en mi intercomunicador. Entonces le di
unos golpecitos al aparato, pero nada.—jVaya momento para que falle la radio! -pensé.
En eso llegé hasta a mi, y por tanto a todos los tripulantes, un
mensaje en cddigo del fuerte Lauderdale.
—5...5...9...15...10, cambio (*) —dijo alguien desde la base de
modo mecanico. El volumen oscilaba. No entendia bien lo que decia.
Una ligera brisa empezo a bambolear suavemente mi avidn como si fuera
un bote en un mar ondulante.
—2Qué pasa? -me dije.
Entonces oi la voz de Taylor hablando con el fuerte.
—jVuelva a decirlo, repitalo! No puedo escucharlos (*).
El también estaba experimentando las mismas interferencias que yo,
por lo tanto era un disturbio atmosférico y no un problema técnico de mi
vehiculo, como crei al comienzo. Entonces, el oficial al mando afadio
una cosa que me preocup6.
—jAlgo les sucede a mis instrumentos! (*)
De inmediato procedi a cotejar mi propio tablero de control, y vi que,
efectivamente, los indicadores habian comenzado a moverse
errdticamente. ¢Qué estaba ocurriendo aqui? ;Por qué este descontrol?
No existia ninguna raz6n para que esto sucediera. ;Acaso era esa rara
niebla que habia aparecido de la nada en el cielo caribefio? Seguro que ya
pasaria, 0 no? Era imposible saberlo, pero fuera lo que fuera me puso
nerviosa, muy nerviosa.
—Cola de Zorro 2—8 Hamando a Cola de Zorro 3—6. Mis
instrumentos enloquecieron. ;Hacia dénde van? :Me escucha Powers?
(*) -insistié Taylor tratando de comunicarse esta vez con uno de los
pilotos del ejercicio.
“Cola de Zorro” era la palabra clave de navegacién que teniamos que
usar en caso de contacto auditivo entre las naves en curso, como lo estaba
haciendo de manera apropiada el lider de la escuadra. Sin embargo, la
neblina se iba espesando cada vez més frente a mis ojos y el peligro de
chocar con los otros aviones se erguia como una amenaza latente. De
pronto, la pregunta que hizo Taylor’ fue respondida por Powers.
—Cola de Zorro 2—8, este es Cola de Zorro 3—6. También mis
instrumentos estan fallando. gDénde estamos? (*)
A estas alturas era imposible distinguir el punto geografico donde nos
encontrabamos. De hecho, envueltos en esa niebla de porqueria, ya no se
veia ni el mar ni el sol, que eran las referencias para ubicar los puntoscardinales en caso de emergencia. El tablero de control marcaba sin cesar
datos absurdos. La brijula y el osciloscopio se habian vuelto locos,
girando desbocadamente de un lado para el otro, mientras el velocimetro
y el altimetro mostraban cifras caprichosas. No sabia si estaba volando de
cabeza o de costado. En cualquier momento podia irme de narices contra
el mar de las Antillas y ni cuenta me daria hasta que fuera demasiado
tarde. Me sentia como caminando en la cuerda floja con un inmenso
precipicio abajo. {Oh Dios!... ;Nunca habia sentido algo tan horripilante!
Pero el panico no debia invadirme, los aviadores éramos gente recia. En
ese momento, pensé en las palabras de mi tio, quizd sf tenia razon
después de todo y no debi haberlo desafiado, pero ya era demasiado tarde
para lloriquear.
—{Qué diablos esta pasando? -murmuré espantada en tanto miraba a
través de la luna de la cabina. Durante breves intervalos pude vislumbrar
las aguas debajo de mi, como debia ser, pero habian aparecido unos
enormes remolinos'’ en el mar que facilmente podrfan tragarse un barco
completo. ~De donde carajo habian salido? Al rato, mientras seguia
batallando con el avién, volvi a escuchar en la radio al teniente al mando.
Su voz sonaba crispada.
—Habla el jefe de la escuadrilla. ;Me escuchan? Todas las unidades
deben abrir comunicacién por el canal 9—1—11—7—5—0—0. jNo
puedo escucharlos! (*) -nos ordend, pensando que al variar la frecuencia
radial se escucharia mejor.
Mientras pugnaba por efectuar el cambio de canal, of en la emisora,
para mi sorpresa, una voz militar sin interferencias, didfana, limpia,
serena.
—Fort Lauderdale, habla Cola de Zorro 7—4"°. Estoy recibiendo
mensajes por radio... ya sea de un barco o de algunos aviones que
parecen perdidos (*).
—Enterados, Cola de Zorro 7—4. Lo notificaremos. No corte (*) —
respondié el fuerte al aviador de la Marina que se encontraba
fortuitamente cerca de nosotros, a pesar de no ser parte de la practica.
De pronto se col6 por la linea de acceso una rafaga de ruidos extraiios
acompanados de un lacerante zumbido de estatica. Instintivamente, me
tapé los oidos.
—Repito, Cola de Zorro 7—4. ;No podemos escucharlo! (*) —dijo
Taylor, de seguro refiriéndose a ese chirrido angustiante que todosoiamos. Nuevamente se escuché la voz de Cola de Zorro 7—4 que
sonaba imperturbable, como si no le hubiera alcanzado ese sonido
exasperante.
—Frecuencia Mayday, aeronave extraviada. ¢Me escucha? ;Cambio!
(*) —por razones que desconozco Taylor no contesté, invitando a Cox a
insistir de nuevo— Frecuencia Mayday, aeronave extraviada Me
escuchan? ;Cambio! (*)
Nada. Quiza nadie més lo habia oido. Me moria de ganas de hablar,
de decir algo, aqui estoy, lo que sea, pero no debia. Tenia que
mantenerme callada, con perfil bajo. Sin embargo, me aterraba el silencio
de los demas.
Troc, troc, rash, rash, rash. Mis timpanos estaban embutidos de
enervantes golpeteos y rasqueteos que venian de todos lados, cuando en
eso of de nuevo al Jefe Rojo.
—ZéQué sucede Powers? (*)
El viento soplaba mas fuerte formando turbulencias que hacian crujir
mi vehiculo. Era tarde para arrepentirme, pero de verdad lamentaba haber
usurpado el puesto de Voluting. Por ironias del destino, él estaba bien y
yo, la nifia bonita del almirante Haiff, estaba a punto de morir.
—jEn qué puto lio me he metido! Si salgo de ésta juro que nunca mas
volveré a manejar un maldito avidn -me prometi livida del susto en tanto
mi aeroplano se zarandeaba como una hoja en la tormenta.
De pronto, escuché a Cox otra vez.
—Barco 0 avidn. Llamando a Powers. Soy Cola de Zorro 7—4. Favor
de identificarse para que les podamos ayudar (*).
Como Taylor no respondia, Cox intenté hablar con Powers, pero
tampoco funciond. ¢Qué les habia pasado a mis colegas? El solo pensarlo
me ponia la carne de gallina.
Asi, cuando estaba a punto de agarrar el micréfono para tratar de
hablarle yo misma a Cola de Zorro 7—4, aunque haciendo eso me iba a
poner en evidencia, llegé un Mamado, que se ofa lejano, del fuerte
dirigido al consternado entrenador.
Fort Lauderdale Hamando a Cola de Zorro 2—8. ¢Me escuchan?
Cambio (*).
iMierda! ¢Por qué no decian nada los de mi escuadra? A lo mejor la
tempestad ya los habia derribado a todos, y si era asi, yo seria la proxima
en sucumbir. Aterrada por esta horrible idea, me asomé lo mas que pudea la cipula de la nave y con la mano limpié el vaho acumulado en el
vidrio para poder ver algo. Entonces tras unos segundos de esfuerzo
consegui advertir la presencia de otro de los aviones a poca distancia del
mio, pero no sabia quién era. Sea quien fuese, estaba igual que yo,
luchando a diestra y siniestra contra las inclemencias de la naturaleza que
cada vez se tornaban mas violentas. En eso noté que el cielo empezaba a
oscurecerse. Venia la noche.
—jDios mio! ¢Y ahora? -gemi al darme cuenta.
Y para colmo, escuché en mi transmisor.
—Algo esté mal... jTodo es muy extrafio!... jEs como si
estuviéramos encerrados! jNo estoy seguro de ninguna direccidn! (*)
Habia reaparecido la voz de Taylor. El hombre sonaba desesperado, a
punto de perder la cordura, siendo un curtido y experto piloto y no una
aficionada como yo. Si un veterano como él estaba enloqueciendo por
esto, gqué se podia esperar de mi?
De improviso el viento amainé y la radio se despejé. Sin embargo,
noté que la neblina que nos tenia atrapados cobro un aspecto
fantasmagérico al comenzar a resplandecer con una_ espectral
iridiscencia. Cox volvié a hablar.
—