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Lo que para todos los seres es la noche, para el hombre disciplinado es tiempo de
vigilia; cuando los hombres velan, es noche para el sabio que ve.
El Sabio está despierto para las cosas sobre las que el hombre corriente está
dormido, y los ojos del Sabio están abiertos para las verdades cerradas para la visión
común, mientras, en sentido contrario, lo que es real para el vulgo, es ilusión para el
Sabio. 1
…El alma lo atrae poderosamente, lo cual produce una gran revolución en su vida
entera, considerando la palabra “revolución” en su verdadero sentido de dar una
vuelta completa. Esto acontece actualmente en escala universal en la vida de los
individuos y representa uno de los factores principales que producen la actual potencia
de las ideas experimentadas en el mundo moderno. El poder atractivo del alma aumenta
constantemente y la atracción de la personalidad se debilita paralelamente. 2
En las primeras etapas de la evolución, el alma emplea los cuerpos como centros
de experiencia consciente, y pone el énfasis sobre ellos y la experiencia. Pero a medida
que el tiempo avanza, el hombre llega a ser cada vez más consciente del alma, y la
conciencia que experimenta (como alma en los tres cuerpos) disminuye en importancia,
hasta que finalmente los cuerpos llegan a ser simples instrumentos de contacto
mediante los cuales el alma entra en relación comprensiva con el mundo del plano
físico, con los niveles del sentimiento y de la sensibilidad y con el mundo del
pensamiento. 3
Los tres aspectos de la divinidad se liberan en la tierra mediante una conciencia
encarnada y plenamente desarrollada de un Hijo de Dios. El Plan y el trabajo que
realiza la Deidad consisten en apropiarse conscientemente de la forma y luego volver a
apropiarse conscientemente de la divinidad. 4
El alma y su triple energía (la vida misma que expresa voluntad o propósito, amor
e inteligencia) actúa por intermedio de los siete centros mayores, mientras que los
cuerpos mental y astral actúan por intermedio de muchos centros aunque poseen
también en sí mismos siete centros, contrapartes trasmisoras de los que están en el
cuerpo etérico. Las integraciones que la evolución oportunamente efectúa se llevan a
cabo por intermedio de estos centros. Mediante la elevación de la vibración y por la
actividad de los centros y el consiguiente y subsiguiente desarrollo del mecanismo de
respuesta humano, comienzan a abrirse nuevos canales de acercamiento a la realidad,
aparecen nuevas cualidades de percepción, una nueva sensibilidad a lo que hasta ahora
no ha sido reconocido y nuevos poderes van apareciendo. 5
El descenso de la energía del alma al cerebro por conducto de los cuerpos mental
y emocional, produciendo así la subyugación de la naturaleza inferior, el
despertar de la conciencia cerebral a la percepción del alma y un nuevo
alineamiento de los cuerpos.
2
El correcto ordenamiento, de acuerdo al tipo de rayo, de las energías que animan y
despiertan dinámicamente los centros a la actividad, conduce oportunamente a que se
efectúe un alineamiento directo de los centros de la columna vertebral, para que la
energía del alma pueda ascender y descender a través de los centros desde el centro
rector de la cabeza.
Mientras se perfecciona este proceso a fin de que controle el alma, el tipo de rayo
al cual pertenecen los vehículos aparece constantemente, el rayo de la personalidad
comienza a controlar la vida; finalmente, el rayo del alma empieza a dominar al de la
personalidad y a subyugar su actividad.
3
La humanidad progresa de una realizada integración a otra; sin embargo la
integración básica del hombre se logra en el reino de la conciencia. 11
La integración debe considerarse como un paso esencial antes de pasar (en plena
conciencia vigílica) al quinto reino o espiritual. Consideramos al cuerpo físico como
un conjunto activo de órganos físicos, que tiene cada uno su propio deber y propósito y
cuando están combinados y actúan al unísono constituyen un organismo viviente.
Muchas partes forman un todo, funcionando bajo la dirección del Pensador consciente
e inteligente, el alma, en lo que al hombre respecta.
4
En el Sendero de Probación, el hombre empieza a servir conscientemente a la
humanidad aunque lo hace únicamente durante las últimas etapas a través de su personalidad
integrada, y de esta manera la conciencia de un todo mayor y más amplio reemplaza
gradualmente su conciencia individual y separatista. Sabe que él es sólo una parte.
La visión está siempre ante nosotros; elude nuestra comprensión; ronda nuestros
sueños y nuestros elevados momentos de aspiración. Sólo cuando el hombre pueda
actuar como alma y dirija su desarrollado ojo interno externamente al mundo de los
fenómenos e internamente al mundo de la realidad, comenzará a presentir el verdadero
objetivo y propósito de Dios, a obtener una breve vislumbre del propio canon de Dios y
del Plan, de acuerdo al cual voluntariamente condiciona Su propia Vida, para lo cual es
esencial el Eterno Sacrificio del Cristo cósmico. 13
Por lo tanto, podrá verse en qué forma el trabajo de la Jerarquía, en conexión con
el género humano, se divide en dos partes:
el trabajo que efectúa con los seres humanos individualmente, a fin de despertar
en ellos la conciencia del alma,
el trabajo que realiza con ellos como almas, para que (actuando en los niveles
del alma y como entes conscientes en el Reino de Dios) puedan comenzar a
visualizar el objetivo de Dios Mismo.
1
Bhagavad Gita – Annie Bessant, Pág. 29.
2
Tratado sobre los Siete Rayos - Tomo I , Págs. 267 / 68.
3
Tratado sobre los Siete Rayos - Tomo II , Pág. 269.
4
Tratado sobre los Siete Rayos - Tomo II , Pág. 284.
5
Tratado sobre los Siete Rayos - Tomo II , Pág. 362.
6
Tratado sobre los Siete Rayos - Tomo II , Pág. 296.
7
Tratado sobre los Siete Rayos - Tomo II , Pág. 289.
8
Tratado sobre los Siete Rayos - Tomo II , Pág. 366.
9
Tratado sobre Magia Blanca, Pág. 281.
10
Tratado sobre los Siete Rayos - Tomo II , Pág. 236.
11
Tratado sobre los Siete Rayos - Tomo II , Pág. 296.
12
Tratado sobre los Siete Rayos - Tomo II , Pág. 297.
13
Tratado sobre los Siete Rayos - Tomo II , Pág. 206
14
Tratado sobre los Siete Rayos - Tomo II , Pág. 208