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CELEBRAR LA SEMANA SANTA EN PEQUEÑAS

COMUNIDADES.
Libro para animadores sin Presbítero.

DOMINGO RAMOS
DE LA PASIÓN DEL SEÑOR O DE RAMOS
NOTAS DOCTRINALES Y PASTORALES
I - Sentido de la celebración de este domingo
1. El domingo de la Pasión o de Ramos es fundamentalmente un domingo que, como
los demás domingos, celebra la Pascua del Señor, es decir, su tránsito de la muerte a
la resurrección. Los ritos litúrgicos de este domingo —la celebración eucarística en
primer lugar, pero también los otros ritos más propios del día— conmemoran y
actualizan el tránsito pascual de Jesús para que el pueblo fiel, unido a su Señor, pase
también con él de la muerte a la vida.
2. Los ritos más propios de este domingo son dos: la conmemoración de la entrada del
Señor en Jerusalén y la solemne proclamación de la Pasión. Estos ritos propios
resultan especialmente populares y eficaces para subrayar lo que significa y contiene
el domingo cristiano como contemplación y aclamación a la victoria de Cristo sobre
la muerte.
3. En la celebración de este domingo conviene, pues, se subraye por encima del mero
hecho histórico de la entrada del Señor en Jerusalén el significado espiritual de este
acontecimiento: el Señor entra en la Jerusalén de este mundo como profecía de su
entrada en la Jerusalén definitiva del reino eterno.
4. A través de los ritos de la celebración Jesús invita hoy nuevamente al pueblo
congregado a que le siga en su camino hacia la victoria pascual (las palmas
simbolizan bien esta victoria) aunque para ello sea necesario el camino de la cruz (que
se recuerda en la larga lectura evangélica).
5. Aunque la forma más tradicional y más expresiva para significar y revivir la
entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén sea la procesión del pueblo que sigue al
Señor (representado en el celebrante) y lo aclama con palmas en las manos y cantos
en los labios, también los otros ritos, más simples y más fáciles de realizar en las
pequeñas comunidades —la procesión simple por el interior de la iglesia o la sola
lectura del salmo 23 al comienzo de la misa—, si se realizan debidamente pueden
expresar de manera suficiente los matices mayores del misterio de este día.

II - Puntos a subrayar en la catequesis de los ritos de la Entrada solemne


6. Cuando los ritos que preceden a la misa se hacen fuera del presbiterio (Entrada
solemne), la catequesis previa a la celebración conviene que se centre sobre todo: a)
en la procesión del celebrante hacia el altar, símbolo de la entrada del Señor en
Jerusalén y profecía de su entrada en el cielo, y b} en la aclamación al Señor, Rey
mesiánico, que puede realizarse o bien durante la procesión del celebrante hacia el
presbiterio o, si no hay lector, antes de iniciar la procesión en el mismo lugar de la
bendición. Que los fieles aclamen al Señor como Rey mesiánico en el inicio de la
Semana Santa es un rito especialmente significativo de su participación activa y
consciente en la Pascua de Jesús.

III - Los cantos del pueblo en la celebración del domingo de Ramos

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7. En la celebración de este domingo los cantos tienen, como siempre, gran influencia
para la vivencia del misterio del día. Por otra parte, en las comunidades pequeñas —a
veces constituidas preferentemente por ancianos— pueden presentar especial
dificultad. En estas circunstancias hay que procurar, en la medida de lo posible, usar
aquellos cantos conocidos, pero que se adapten bien a la celebración de este día. La
melodía del Bendito el que viene en nombre del Señor, aunque usada habitualmente
en la misa, puede resultar expresiva para intercalar en diversos lugares del rito propio
de este día, como se indica en el interior de los ritos. Unos cantos demasiado comunes
alejarían del misterio celebrado y, de hecho, impedirían una verdadera participación
espiritual en el mismo. Por lo que se refiere a la misa, en este domingo el pueblo
debería cantar por lo menos el Santo.

IV - Preparativos
8. Altar y presbiterio: Es oportuno adornar discretamente la mesa del altar con
algunas ramas de olivo, palma o laurel. Es mejor hacerlo a manera de guirnalda que
colocar los ramos en floreros. También se puede adornar discretamente con ramas la
cruz que preside el presbiterio.
9. Atrio de la iglesia u otro lugar oportuno: Si se hace la Entrada solemne, es oportuno
colocar un facistol para la proclamación del evangelio en el atrio de la iglesia o en el
lugar donde se realice la bendición de los ramos. También debe estar preparado un
recipiente con agua bendita, a no ser que un acólito o alguno de los presentes lleve
este agua. En este lugar no debe, en cambio, colocarse ningún altar.

CONMEMORACIÓN DE LA ENTRADA DEL SEÑOR EN


JERUSALÉN

(Si se hace el rito en el atrio o cerca de la puerta de la iglesia)


El celebrante se dirige al atrio u otro lugar oportuno fuera del presbiterio donde pueda
ser visto y oído por los fieles. Los fieles, con los ramos en las manos, pueden
esperarle en este mismo lugar o, si son numerosos, en sus lugares habituales en la
iglesia.
Mientras el celebrante se acerca al lugar donde están congregados los fíeles, éstos
pueden cantar Bendito el que viene en nombre del Señor. ¡Hosanna en el cielo! (si
conviene con la misma melodía del Santo de la misa).

Llegado el celebrante al lugar donde está congregada la asamblea, saluda a los fieles
como de costumbre:
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
Si durante la entrada del celebrante no ha sido posible el canto pero se dispone de un
lector, éste, después del saludo del celebrante, puede recitar la siguiente antífona:

Antífona Mt 21,9
¡Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene en nombre del
Señor, el Rey de Israel ¡Hosanna en el cielo!
Seguidamente el celebrante puede leer la siguiente monición:

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Monición inicial
Queridos hermanos: Ya desde el principio de Cuaresma nos venimos
preparando, por medio de la oración y de la penitencia, para las
celebraciones pascuales. Hoy, cercana ya la Noche santa de Pascua,
nos disponemos a inaugurar las fiestas de la Muerte y Resurrección de
Jesucristo, y lo hacemos conmemorando su entrada en la ciudad santa
de Jerusalén, entrada que simboliza ya su llegada victoriosa al reino
del cielo después de la resurrección. Que esta celebración y los demás
actos que celebraremos durante la Semana Santa nos ayuden a
acompañar a Jesús participando de su cruz, para que tengamos
también parte en el triunfo de su resurrección.
Luego, con las manos juntas, dice una de las siguientes oraciones:

Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
santifica con tu bendición estos ramos,
y, a cuantos vamos a acompañar a Cristo,
aclamándolo con cantos,
concédenos entrar en la Jerusalén del cielo,
por medio de él.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
O bien:

Oremos.
Acrecienta, Señor, la fe de los que en ti esperan
y escucha las plegarias de los que a ti acuden,
para que quienes alzamos hoy los ramos
en honor de Cristo victorioso
permanezcamos en él
dando fruto abundante de buenas obras.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
A continuación rocía con agua bendita los ramos. Seguidamente se lee el evangelio
del ciclo que corresponda.

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Evangelio
Año A:
† Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 1-11
Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte
de los
Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles:
—«Id a la aldea de enfrente, encontraréis en seguida una borrica atada
con su pollino, desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo,
contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto.»
Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta:
«Decid a la hija de Sión: "Mira a tu rey, que viene a ti, humilde,
montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila".»
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús:
trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se
montó. La multitud extendió sus mantos por el camino; algunos
cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que
iba delante y detrás gritaba:
—«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del
Señor! ¡Hosanna en el cielo!»
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada:
—«¿Quién es éste?»
La gente que venía con él decía:
—«Es Jesús, el Profeta de Nazareth de Galilea.»
Palabra del Señor.

Año B:
† Lectura del santo evangelio según san Marcos 11, 1-10
Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los
Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:
—«Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un
borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si
alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: "El Señor lo
necesita y lo devolverá pronto."»
Fueron y encontraron el borrico en la calle, atado a una puerta, y lo
soltaron.
Algunos de los presentes les preguntaron:
—«¿Por qué tenéis que desatar el borrico?»
Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el borrico, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó.
Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas
cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban:

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—«Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el
reino que llega, el de nuestro padre David. ¡Hosanna en el cielo!»
Palabra del Señor.

O bien:
† Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 12-16
En aquel tiempo, la multitud que había acudido a la fiesta, al oír que
Jesús llegaba a Jerusalén, salió a recibirlo con ramos de palma,
gritando:
—«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el que es
rey de Israel!»
Pero Jesús encontró un borriquillo y se montó en él, como estaba
escrito:
«No temas, ciudad de Sión, mira a tu rey que llega montado en un
borrico.»
Sus discípulos no comprendieron esto a la primera, pero, cuando Jesús
fue glorificado, se acordaron de que habían hecho con él lo que estaba
escrito.
Palabra del Señor.

Año C:
† Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 28-40
En aquel tiempo. Jesús echó a andar delante, subiendo hacia
Jerusalén.
Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los
Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles:
—«Id a la aldea de enfrente; al entrar, encontraréis un borrico atado,
que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os
pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", contestadle: "El Señor lo necesita."
Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras
desataban el borrico, los dueños les preguntaron:
—«¿Por qué desatáis el borrico?»
Ellos contestaron:
—«El Señor lo necesita.»
Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a
montar.
Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos.
Y, cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa
de los discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos,
por todos los milagros que habían visto, diciendo:

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—«¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el
cielo y gloria en lo alto.»
Algunos fariseos de entre la gente le dijeron:
—«Maestro, reprende a tus discípulos.»
Él replicó:
—«Os digo que, si éstos callan, gritarán las piedras.»
Palabra del Señor.
Después puede hacerse una breve homilía que conviene concluya invitando a los
fieles a participar espiritual y conscientemente en el significado de la entrada de Jesús
en Jerusalén, entrada que se simboliza en la procesión del celebrante que va hacia e!
altar como figura del Señor que se dirige a Jerusalén para inaugurar su tránsito
pascual.

Después de la homilía, o en lugar de la misma, el celebrante puede decir:

Imitemos, hermanos, al pueblo que aclamó al Señor, diciendo:


¡Gloria y honor al que viene en el nombre del Señor!

R. ¡Gloria y honor al que viene en el nombre del Señor!


El celebrante —o un lector— puede continuar diciendo:

Himno a Cristo Rey


Como Jerusalén con su traje festivo,
vestida de palmeras, coronada de olivos,
viene la cristiandad en son de romería
a inaugurar tu Pascua con himnos de alegría.
R. ¡Gloria y honor!
Ibas como va el sol a un ocaso de gloriar
cantaban ya tu muerte al cantar tu victoria.
Pero tú eres el Rey, el Señor, el Dios Fuerte,
la Vida que renace del fondo de la Muerte.
R. ¡Gloria y honor!
Tú, que amas a Israel y bendices sus cantos,
complácete en nosotros, el pueblo de los santos;
domingo de la pasión del señor
Dios de toda bondad que acoges en tu seno
cuanto hay entre los hombres sencillamente bueno.
R. ¡Gloria y honor!
Terminada la homilía —o las anteriores aclamaciones—, el celebrante, acompañado si
es posible de algunos fieles, se dirige solemnemente por la iglesia al presbiterio.

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Antes de iniciar esta entrada, si no se ha invitado al pueblo a participar en las
anteriores aclamaciones, el celebrante puede decir la siguiente monición:

Monición
Sosteniendo los ramos en honor de Cristo, el Rey del universo,
acompañad, hermanos, al Señor que, simbolizado en mi persona, se
dirige a su victoria pascual.
Mientras el celebrante se acerca al altar, si es posible, un lector puede recitar el salmo
46 y los fieles pueden intercalar la antífona Bendito el que viene en nombre del Señor
u otro canto mientras sea verdaderamente apropiado al significado de esta
celebración.

Ant. Bendito el que viene en nombre del Señor. ¡Hosanna en el cielo!


Esta antífona se puede repetir entre los versículos del salmo 46.

Salmo 46
Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
R. Bendito.
Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga la naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.
R. Bendito.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad;
porque Dios es el Rey del mundo:
tocad con maestría.
R. Bendito.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado;
los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.
R. Bendito

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Cuando el celebrante llega al presbiterio, si se dispone de un lector, éste puede leer el
responsorio Al entrar el Señor, y los fieles pueden intercalar la antífona Hosanna en el
cielo.

Al entrar el Señor en la ciudad santa,


los niños hebreos
profetizaban la resurrección de Cristo,
proclamando, con ramos de palmas:
«Hosanna en el cielo.»
R. Hosanna en el cielo.
Como el pueblo oyese
que Jesús llegaba a Jerusalén,
salió a su encuentro,
proclamando, con ramas de palmas:
«Hosanna en el cielo.»
R. Hosanna en el cielo.

CELEBRACIÓN DE LA PALABRA
Cuando el celebrante llega al presbiterio va a la sede y, omitido el acto penitencial y
el Señor, ten piedad, dice la siguiente oración colecta:

Oración colecta
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno,
tú quisiste que nuestro Salvador se hiciese hombre
y muriese en la cruz,
para mostrar al género humano
el ejemplo de una vida sumisa a tu voluntad;
concédenos
que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de testimonio,
y que un día participemos en su gloriosa resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Luego la misa sigue con la Liturgia de la Palabra.

LITURGIA DE LA PALABRA
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Dada la importancia que tiene en este día la proclamación de la Pasión, nunca se
omitirá su lectura, por lo menos en su forma más breve aunque los fieles sean poco
numerosos. En caso de verdadera necesidad puede omitirse, en cambio, una o incluso
las dos lecturas de antes de la Pasión.

Primera lectura
Del libro de Isaías 50, 4-9a
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,
para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los iniciados.
El Señor me abrió el oído; yo no resistí
ni me eché atrás:
ofrecí la espalda a los que me apaleaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba:
no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes:
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R.:2a)

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,


hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo:
que lo libre, si tanto lo quiere.» R.

Me acorrala una jauría de mastines,


me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.

Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú. Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.

Contaré tu fama a mis hermanos,


en medio de la asamblea te alabaré.
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Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R.

Segunda lectura
De la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2,6-11
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo nombre
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.

Evangelio
Antes de empezar la lectura de la Pasión, no se dice: El Señor esté con vosotros, ni se
signa el Evangelio, pero se dice el título: Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san
N.
Si se dispone de dos lectores, éstos pueden proclamar respectivamente las partes del
cronista (C) del pueblo (S) mientras el celebrante lee las palabras del Señor (†).

Año A.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 26, 14—27, 66

C. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a


los sumos sacerdotes y les propuso:
S. —«¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces
andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le
preguntaron:

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S. —«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
C. Él contestó:
† —«Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi
momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis
discípulos."»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon
la Pascua.
Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
† —«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. —«¿Soy yo acaso, Señor?»
C. Él respondió:
† —«El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a
entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay
del que va a entregar al Hijo del hombre!, más le valdría no haber
nacido.»
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. —«¿Soy yo acaso, Maestro?»
C. Él respondió:
† —«Tú lo has dicho.»
C. Durante la cena. Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
† —«Tomad, comed: esto es mi cuerpo.»
C. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio,
diciendo:
† —«Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza,
derrama da por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no
beberé más de fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el
vino nuevo en el reino d mi Padre.»
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos. Entonces
Jesucristo les dijo:
† —«Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito:
"Herir al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero cuando
resucite, ir antes que vosotros a Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. —«Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»
C. Jesús le dijo:
† —«Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás
tres veces.»
C. Pedro le replicó:
S. —«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.»
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C. Y lo mismo decían los demás discípulos.
Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les
dijo
† —«Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a
entristecerse y a angustiarse.
Entonces dijo:
† —«Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»
C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
† —«Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero
n se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos.
Dijo a Pedro:
† —«¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para
no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es
débil.»
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
† —«Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba,
hágase tu voluntad.»
C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos
cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las
mismas palabras.
Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
† —«Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el
Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.»
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los doce
acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por
los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había
dado esta contraseña:
S. —«Al que yo bese, ése es; detenedlo.»
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. —«¡Salve, Maestro!»
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
† —«Amigo, ¿a qué vienes?»
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo.
Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un
tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote.
Jesús le dijo:
† —«Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas
tú que no puedo acudir a mi Padre? El me mandaría en seguida más
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de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la
Escritura, que dice que esto tiene que pasar.»
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
† —«¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un
bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo,
no me detuvisteis.»
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los
profetas.
En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo
sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro
lo seguía de lejos, hasta el palacio del sumo sacerdote, y, entrando
dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello.
Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un falso
testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban,
a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente,
comparecieron dos, que dijeron:
S. —«Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo
en tres días."»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. —«¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que
levantan contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. —«Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el
Hijo de Dios.»
C. Jesús le respondió:
† —«Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el
Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que
viene sobre las nubes del cielo.»
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. —«Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?»
C. Y ellos contestaron:
S. —«Es reo de muerte.»
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo
golpearon, diciendo:
S. —«Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada y
le dijo:
S. —«También tú andabas con Jesús el Galileo.»
C. Él lo negó delante de todos, diciendo:
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S. —«No sé qué quieres decir.»
C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. —«Éste andaba con Jesús el Nazareno.»
C. Otra vez negó él con juramento:
S. —«No conozco a ese hombre.»
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S. —«Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:
S. —«No conozco a ese hombre.»
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras
de Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y,
saliendo afuera, lloró amargamente.
Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del
pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y,
atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.
Entonces Judas, el traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió
remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos
sacerdotes y ancianos, diciendo:
S. —«He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.»
C. Pero ellos dijeron:
S. —«¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se
ahorcó. Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. —«No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son
precio de sangre.»
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del
Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama
todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el
profeta:
«Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que
fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con
ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor.»
Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
† —«Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no
contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. —«¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
p. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy
extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la
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gente pidiera. Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás.
Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. —«¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien
llaman Mesías?»
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras
estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. —«No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho
soñando con él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente
que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús.
e1 gobernador preguntó:
S. —«¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. —«A Barrabás.»
C. Pilato les preguntó:
S. —«¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. —«Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. —«¡Que lo crucifiquen!»
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba
formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de
la multitud, diciendo:
S. —«Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. —«¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás: y a Jesús, después de azotarlo, lo
entregó para que lo crucificaran.
Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y
reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le
pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de
espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano
derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. —«¡Salve, rey de los judíos!»
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la
cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa
y lo llevaron a crucificar.
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo
forzaron a que llevara la cruz.
15
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La
Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó,
pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa,
echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su
cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de
los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y
otro a la izquierda.
Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. —«Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate
a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban
también, diciendo:
S. —«A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de
Israel? Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en
Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era
Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.
Desde el mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda
aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
† —«Elí, Elí, lama sabaktaní.»
C. (Es decir:
† —«Dios mío. Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. —«A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja
empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber.
Los demás decían:
S. —«Déjalo, a ver si viene Elias a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la


tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos
cuerpos de muchos que habían muerto resucitaron. Después que él
resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se
aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el
terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. —«Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que
habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María
16
Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los
Zebedeos.
a1 anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que
era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo
de Jesús.
Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de
Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo
que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la
entrada del sepulcro y se marchó.
María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas enfrente
del sepulcro.
A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en
grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. —«Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en
vida, anunció: "A los tres días resucitaré." Por eso, da orden de que
vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos,
roben el cuerpo y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los
muertos." La última impostura sería peor que la primera.»
C. Pilato contestó:
S. —«Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como
sabéis.»
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la
vigilancia del sepulcro.
Palabra del Señor.

Año B:
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 1—15, 47
C. Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos
sacerdotes y los escribas pretendían prender a Jesús a traición y darle
muerte. Pero decían:
S. —«No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo.»
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a
la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo
puro; quebró el frasco y lo derramó en la cabeza de Jesús. Algunos
comentaban indignados:
S. —«¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido
por mas de trescientos denarios para dárselo a los pobres.»
C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:
†—«Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está
bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis
socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha
17
hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la
sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se
proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta.»
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos
sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le
prometieron dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para
entregarlo.
El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual,
le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. —«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»
C. El envió a dos discípulos, diciéndoles:
†—«Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de
agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El
Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la
Pascua con mis discípulos?" Os enseñará una sala grande en el piso de
arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.»
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo
que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo, dijo
Jesús:
†—«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar: uno que está
comiendo conmigo.»
C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S. —«¿Seré yo?»
C. Respondió:
† —«Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que
yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del
que va a entregar Hijo del hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!»
C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo
partió y se lo dio, diciendo:
† —«Tomad, esto es mi cuerpo.»
C. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y
todos bebieron.
Y les dijo:
†—«Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os
aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que
beba el vino nuevo en el reino de Dios.»
C. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.
Jesús dijo:

18
† —«Todos vais a caer, como está escrito: "Heriré al pastor, y se
dispersarán las ovejas." Pero, cuando resucite, iré antes que vosotros a
Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. —«Aunque todos caigan, yo no.»
C. Jesús le contestó:
† —«Te aseguro que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos
veces, me habrás negado tres.»
C. Pero él insistía:
S. —«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.»
C. Y los demás decían lo mismo.
Fueron a un huerto, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
† —«Sentaos aquí mientras voy a orar.»
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y
angustia, y les dijo:
† —«Me muero de tristeza; quedaos aquí velando.»
C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era
posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
† —«¡Abbá! (Padre), tú lo puedes todo; aparta de mí este cáliz. Pero
no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Volvió y, al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
† —«Simón, ¿duermes?; ¿no has podido velar ni una hora? Velad y
orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne
es débil.»
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió,
y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y
no sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez y les dijo:
†—«Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad
que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.»
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los
Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos
sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una
contraseña, diciéndoles:
S. —«Al que yo bese, ése es; prendedlo y conducidlo bien sujeto.»
C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S. —«¡Maestro!»
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los
presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al
criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:

19
†—«¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un
bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me
detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras.»
C. Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto sólo en una sábana, y le
echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos
los sumos sacerdotes y los ancianos y los escribas. Pedro lo fue
siguiendo de lejos, hasta el interior del palacio del sumo sacerdote; y
se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio
contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues,
aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no
concordaban. Y algunos, poniéndose en pie, daban testimonio contra
él, diciendo:
S. —«Nosotros le hemos oído decir: "Yo destruiré este templo,
edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por
hombres."»
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios.
El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. —«¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que
levantan contra ti?»
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de
nuevo, preguntándole:
S. —«¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?»
C. Jesús contestó:
†—«Sí, lo soy. Y veréis que el Hijo del hombre está sentado a la
derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.»
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras, diciendo:
S. —«¿Que falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué
decís?»
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a
escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. —«Haz de profeta.»
C. Y los criados le daban bofetadas.
Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo
sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo:
S. —«También tú andabas con Jesús, el Nazareno.»
C. Él lo negó, diciendo:
S. —«Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.»
C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó.
20
La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. —«Éste es uno de ellos.»
C. Y él volvió a negar.
Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro:
S. —«Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo.»
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. —«No conozco a ese hombre que decís.»
C. Y en seguida, por segunda vez, cantó un gallo. Pedro se acordó de
las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos
veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los
escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo
llevaron y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él respondió:
†—«Tú lo dices.»
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
Pilato le preguntó de nuevo:
S. —«¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti.»
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado.
Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la
cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un
homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto
de costumbre.
Pilato les contestó:
S. —«¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por
envidia.
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la
libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. —«¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?»
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. —«¡Crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. —«Pues ¿qué mal ha hecho?»
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. —«¡Crucifícalo!»
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a
Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
21
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y
reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una
corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el
saludo:
S. —«¡Salve, rey de los judíos!»
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las
rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo
sacaron para crucificarlo.
Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre
de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz, Y llevaron a Jesús
al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron
vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron
sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la
acusación estaba escrito: «El rey de los judíos.» Crucificaron con él a
dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. —«¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días,
sálvate a ti mismo bajando de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él,
diciendo:
S. —«A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el
Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y
creamos.»
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media
tarde.
Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
†—«Eloí, Eloí, lama sabaktaní.»
C. (Que significa:
†—«Dios mío. Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. —«Mira, está llamando a Elías.»
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó
a una caña y le daba de beber, diciendo:
S. —«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.»
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.


22
E1 centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. —«Realmente este hombre era Hijo de Dios.»
C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas,
María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José, y
Salomé, que, cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y
otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
A1 anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado,
vino José de Arimatea, noble senador, que también aguardaba el reino
de Dios; armándose de valor, se presentó ante Pilato y le pidió el
cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión,
le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.
Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Éste compró
una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en
un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del
sepulcro.
María Magdalena y María la de José observaban dónde lo ponían.
Palabra del Señor.

Año C:
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 14—23, 56
C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
†—«He deseado enormemente comer esta comida pascual con
vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a
comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios.»
C. Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo:
†—«Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no
beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de
Dios.»
C. Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo
dio, diciendo:
†—«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros: haced esto en
memoria mía.»
C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:
†—«Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se
derrama por vosotros.
Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa.
Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero, ¡ay de
ése que lo entrega!»
C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser
el que iba a hacer eso.
23
Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser
tenido como el primero. Jesús les dijo:
†—«Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la
autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino
que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que
gobierne, como el que sirve.
Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad
que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como
el que sirve.
Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y
yo os transmito el reino como me lo transmitió mi Padre a mí:
comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos
para regir a las doce tribus de Israel.»
C. Y añadió:
†—«Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros
como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y
tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.»
C. Él le contestó:
†—«Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la
muerte.»
C. Jesús le replicó:
†—«Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces
hayas negado conocerme.»
C. Y dijo a todos:
†—«Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó
algo?»
C. Contestaron:
S. —«Nada.»
C. Él añadió:
†—«Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja;
y el que no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque os
aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: "Fue
contado con los malhechores." Lo que se refiere a mí toca a su fin.»
C. Ellos dijeron:
S. —«Señor, aquí hay dos espadas.»
C. El les contestó:
†—«Basta.»
C. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo
siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
†—«Orad, para no caer en la tentación.»

24
C. Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y,
arrodillado, oraba, diciendo:
†—«Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz; pero que no se haga mi
voluntad, sino la tuya.»
C. Y se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. En medio de su
angustia, oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un
sudor como de gotas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue
hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:
†—«¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la
tentación.»
C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente; y los guiaba el
llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.
Jesús le dijo:
†—«Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»
C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar,
dijeron:
S. —«Señor, ¿herimos con la espada?»
C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja
derecha.
Jesús intervino, diciendo:
†—«Dejadlo, basta.»
C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a
los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
†—«¿Habéis salido con espadas y palos, como a caza de un bandido?
A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano.
Pero ésta es vustra hora: la del poder de las tinieblas.»
C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del
sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego
en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos.
Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y
dijo:
S. —«También éste estaba con él.»
C. Pero él lo negó, diciendo:
S. —«No lo conozco, mujer.»
C. Poco después lo vio otro y le dijo:
S. —«Tú también eres uno de ellos.»
C. Pedro replicó:
S. —«Hombre, no lo soy.»
C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:
S. —«Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.»
C. Pedro contestó:
25
S. —«Hombre, no sé de qué me hablas.»
C. Y, estaba todavía hablando, cuando cantó un gallo. El Señor,
volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la
palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo,
me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, dándole
golpes.
Y, tapándole la cara, le preguntaban:
S. —«Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?»
C. Y proferían contra él otros muchos insultos.
Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos
sacerdotes y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le
dijeron:
S. —«Si tú eres el Mesías, dínoslo.»
C. Él les contestó:
†—«Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a
responder.
Desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios
todopoderoso.»
C. Dijeron todos:
S. —«Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?»
C. Él les contestó:
†—«Vosotros lo decís, yo lo soy.»
C. Ellos dijeron:
S. —«¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos
lo hemos oído de su boca.»
C. Se levantó toda la asamblea, y llevaron a Jesús a presencia de
Pilato. Y se pusieron a acusarlo, diciendo:
S. —«Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación,
y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es
el Mesías rey.»
C. Pilato preguntó a Jesús:
S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él le contestó:
†—«Tú lo dices.»
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. —«No encuentro ninguna culpa en este hombre.»
C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo:
S. —«Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea
hasta aquí.»

26
C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la
jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente
en Jerusalén por aquellos días.
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante
tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle
hacer algún milagro.
Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni
palabra.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con
ahínco.
Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y,
poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo
día se hicieron amigos Heredes y Pilato, porque antes se llevaban muy
mal.
Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al
pueblo, les dijo:
S.—«Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al
pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he
encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni
Heredes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno
de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo
soltaré.»
C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa,
diciendo:
S. —«¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.»
C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la
ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús.
Pero ellos seguían gritando:
S. —«¡Crucifícalo, crucifícalo!»
C. Él les dijo por tercera vez:
S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún
delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo
soltaré.»
C. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e
iba creciendo el griterío.
Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al
que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se
lo entregó a su arbitrio.

27
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene,
que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás
de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban
golpes y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
†—«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por
vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán:
"Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los
pechos que no han criado." Entonces empezarán a decirles a los
montes: "Desplomaos sobre nosotros", y a las colinas: "Sepultadnos";
porque, si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?»
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con
él.
Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron
allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
†—«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
C. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte.
El pueblo estaba mirando.
Las autoridades le hacían muecas, diciendo:
S. —«A otros ha sal vado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías
de Dios, el Elegido.»
C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y
diciendo:
S. —«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Este
es el rey de los judíos.»
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
S. —«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
C. Pero el otro le increpaba:
S. —«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y
lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en
cambio, éste no ha faltado en nada.»
C. Y decía:
S. —«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino»
C. Jesús le respondió:
†—«Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
C. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la
región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del
templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
28
†—«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.»
C. Y, dicho esto, expiró.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo:


S. —«Realmente, este hombre era justo.»
C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo,
habiendo visto lo que ocurría, se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres
que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado
(que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que
era natural de Arimatea, pueblo de Judea, y que aguardaba el reino de
Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo
envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la
roca, donde no habían puesto a nadie todavía.
Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo
habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el
sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta, prepararon aromas
y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al
mandamiento.
Palabra del Señor.
Terminada la lectura de la Pasión, el celebrante hace como habitualmente una breve
homilía. Acabada la homilía, el celebrante y los fieles hacen la profesión de fe:

Profesión de fe
Creo en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios,
Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres,
29
y por nuestra salvación
bajó del cielo,
En las palabras que siguen, hasta se hizo hombre, todos se inclinan.
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amen.
Luego sigue la oración de los fieles:

Oración de los fieles


Imploremos, hermanos, a Jesús, Pontífice de nuestra confesión, que en
la cruz ofreció al Padre oraciones y súplicas a gritos y con lágrimas, y
oremos también nosotros por todos los hombres:
1. Para que el Señor,
que en la cruz excusó a los ignorantes
y pidió perdón por los que le crucificaban,
tenga piedad de los pecadores,
les dé valentía para acudir al sacramento de la penitencia
y les conceda la alegría del perdón y de la paz,
roguemos al Señor.
30
2. Para que la sangre de Cristo,
que habla más favorablemente que la de Abel,
reconcilie con Dios a los que viven alejados de él
por ignorancia, por indiferencia, por maldad
o causa de sus propias pasiones,
roguemos al Señor.
3. Para que el Señor,
que en la cruz experimentó la amargura
de sentirse triste y abandonado,
se compadezca de los enfermos,
de los atribulados y de los oprimidos
y les envié su ángel para confortarlos,
roguemos al Señor.

4. Para que el Señor, que acogió en su reino al ladrón


arrepentido,
se compadezca de nosotros,
nos conceda un sincero arrepentimiento
y nos reciba, después de la muerte, en su paraíso,
roguemos al Señor.

Conclusión
Dios todopoderoso y eterno,
que enviaste al Hijo al mundo,
para que, con su muerte, destruyese el pecado y la muerte
y, con su resurrección, nos devolviese la vida y la felicidad,
escucha las plegarias de tu pueblo
y haz que podamos gozar de los frutos
de la cruz gloriosa de Jesucristo,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén

RITO DE LA COMUNIÓN
Concluida la oración de los fieles, el ministro se acerca al lugar en que se guarda la
Eucaristía, toma el vaso o copón con el Cuerpo del Señor, lo pone sobre el altar y
hace una genuflexión.

El celebrante inicia la preparación a la comunión, diciendo:


Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
31
nos atrevemos a decir:
El celebrante, junto con los fieles, dice:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
El celebrante solo prosigue:
Líbranos de todos los males. Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
El pueblo aclama:
Tuyo es el reino,
tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
El celebrante prosigue:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
«La paz os dejo, mi paz os doy»,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
R. Amén.
El celebrante añade:
La paz del Señor esté siempre con vosotros.
El pueblo responde:

32
Y con tu espíritu.

Luego, si lo juzga oportuno, el celebrante dice:


Démonos fraternalmente la paz.
Y los fieles se dan la paz.

El celebrante muestra el pan consagrado a los fieles, diciendo:


Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una
palabra tuya bastará para sanarme.
El celebrante comulga, diciendo en voz baja:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Después que el celebrante ha consumido el Cuerpo del Señor, si el pueblo no canta
durante la comunión, antes de empezar la distribución de la Eucaristía, el monitor (o
el mismo celebrante) lee la siguiente antífona de comunión:

Antífona de comunión
Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu
voluntad.
Durante la comunión, si es posible, el pueblo entona, como habitualmente, algún
canto apropiado.
Luego distribuye la Eucaristía a los fieles, como habitualmente.
Terminada la comunión de los fieles, si se encuentra algunos fragmentos sobre la
patena, el celebrante los echa en el copón y se purifica las manos, si lo juzga
necesario. Si quedan algunas formas, guarda el sacramento en el sagrario y hace una
genuflexión. Entonces si se juzga conveniente, se puede observar algún momento de
silencio, o se puede entonar algún salmo o cántico de alabanza. Luego el celebrante
dice la oración después de la comunión:

Oración después de la comunión


Oremos:
Fortalecidos con tan santos misterios,
te dirigimos esta súplica. Señor:
del mismo modo que la muerte de tu Hijo
nos ha hecho esperar lo que nuestra fe nos promete,
que su resurrección nos alcance
la plena posesión de lo que anhelamos.
33
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN
El celebrante despide al pueblo con la bendición habitual o bien con la propia,
teniendo juntas las manos, diciendo:

V. El Señor esté con vosotros.


R. Y con tu espíritu.
V. El Dios, Padre de misericordia,
que en la pasión de su Hijo
os ha dado ejemplo de amor,
os conceda, por vuestra entrega a Dios y a los hombres,
la mejor de sus bendiciones.
R. Amén.

V. Y que gracias a la muerte temporal de Cristo,


que alejó de vosotros la muerte eterna,
obtengáis el don de una vida sin fin.
R. Amén.

V. Y así, imitando su ejemplo de humildad,


participéis un día de su resurrección gloriosa.
R. Amén.

V. El Señor Omnipotente y misericordioso,


Padre, Hijo y Espíritu Santo,
nos bendiga y nos guarde.
R. Amén.
Seguidamente dice:
V. Podéis ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.

34
JUEVES SANTO
DE LA CENA DEL SEÑOR.
NOTAS DOCTRINALES Y PASTORALES
I - Las celebraciones del Jueves Santo durante el día
1. En las celebraciones del Jueves Santo conviene distinguir entre las que tienen lugar
durante el día —que pertenecen aún al tiempo de Cuaresma y, por ello, continúan
teniendo un marcado matiz penitencial y de contemplación de la Pasión del Señor— y
la misa vespertina que forma ya parte del Triduo pascual.

MISA VESPERTINA DE LA CENA DEL SEÑOR.


NOTAS DOCTRINALES
I - Sentido de la celebración de esta misa
2. El Triduo pascual celebra el paso o tránsito del Señor de este mundo al Padre a
través de su muerte, sepultura y resurrección, que tuvieron lugar en los tres días del
viernes, sábado y domingo. Por ello el Triduo pascual —como lo sugiere su propio
nombre— está formado por tres días (Viernes y Sábado Santos y Domingo de
Resurrección), no por cuatro, como acontecería si el Jueves se considerara también
como parte del Triduo.
3. La solemnidad máxima del Triduo pascual, como habitualmente los días más
solemnes del calendario cristiano, se inicia en las últimas horas del día precedente. En
esta máxima solemnidad el inicio consiste en una misa vespertina que, a semejanza de
las primeras Vísperas de las solemnidades, constituye como el pórtico o entrada al
Triduo pascual.
4. El carácter propio de la misa vespertina del Jueves Santo es, pues, el de constituir
como una introducción a las celebraciones de los días santos del Triduo pascual, no
como una celebración autónoma y festiva en honor de la Eucaristía, como a veces se
ha querido presentar.
5. La misa vespertina del Jueves Santo debe vivirse, pues, sobre todo bajo el prisma
de sacramento o signo que recuerda y hace presente el Misterio pascual de la muerte y
resurrección del Señor, que se celebrarán con solemnidad especial en los días del
Triduo pascual.
6. En este contexto debe entenderse la rúbrica del Misal según la cual conviene
subrayar en la homilía —y profundizar consiguientemente en la oración personal—
los misterios de "la institución de la sagrada Eucaristía, del sacramento del
orden y del mandato del Señor sobre la caridad fraterna" (rúbrica introductoria al
Jueves Santo, núm. 5). Tanto la Eucaristía como el ministerio ordenado que el Señor
dio a la Iglesia en la víspera de su pasión son los instrumentos de los que la Iglesia se
sirve, después de realizado el triunfo de su Señor, para vivir la nueva vida de Pascua.

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7. El gran día de la Eucaristía, el día en que ésta debe celebrarse con la Mayor
solemnidad y expresividad es, por consiguiente, la Noche santa de Pascua y el
domingo cristiano en general, días en los que se da gracias por la victoria del Señor ya
realizada. La misa vespertina del Jueves Santo representa más bien como la profecía
de lo que será el triunfo pascual que la Iglesia se dispone a celebrar con especial
solemnidad en la Noche pascual.

II - Cómo celebrar la misa de este día en las iglesias menores


8. El Jueves Santo tiene pocos ritos extraordinarios. Éstos son principalmente: a) el
repique de las campanas durante el Gloria a Dios en el cielo; b) el lavatorio de los
pies después del evangelio; c) las partes propias del Canon Romano; d) la procesión a
la capilla de la reserva al final de la misa; y e) la adoración eucarística después de la
procesión.
9. El repique de las campanas tuvo en su origen —y continúa teniendo en la
actualidad— como finalidad principal que los enfermos y ancianos que no pueden
participar de la asamblea eucarística adviertan el inicio del Triduo pascual y puedan
así unirse espiritualmente a las celebraciones. No parece por tanto oportuno que,
además de las campanas de la torre, suenen también pequeñas campanillas en el
interior de la iglesia ante los fieles que participan de la celebración. Si con todo quiere
hacerse este repique de campanillas, debería ser breve y discreto para no sobreponer
el sonido de las campanillas el canto o recitado del Gloria.
10. El lavatorio de los pies puede realizarse aunque el número de los que se lavarán
los pies no lleguen a doce, pues el significado de la acción del Señor conserva su
finalidad y, por otra parte, el Misal no exige este número. La circular sobre las fiestas
pascuales omite también a este respecto la alusión a doce hombres y dice
simplemente que "el lavatorio de los pies se hace en este día a algunos hombres
previamente designados (51: pardo 4494).
11. La procesión y reserva de la Eucaristía después de la misa conviene realizarla con
una cierta sobriedad (que ciertamente no tuvo en los últimos siglos). En vistas a esta
sobriedad el Misal de Pablo VI ha suprimido en ella el palio y otros elementos que
hacían de este rito una de las partes más llamativas del Jueves Santo.
12. Terminada la oración después de la comunión, si hay algún ministrante, el
celebrante inciensa el Santísimo; si no hay ministrantes, puede omitirse esta
incensación.
13. En la procesión con el Santísimo, si hay ministrantes, precede el crucífero, sigue
el turiferario, detrás de él va el celebrante con el Santísimo y finalmente el pueblo con
velas encendidas. Si no hay ministrantes se omite el incienso y en la procesión
precede el celebrante llevando el Santísimo y sigue el pueblo con velas encendidas.
14. Cuando no hay ministrantes, procúrese colocar el turíbulo en la capilla de la
reserva para que pueda incensarse el Santísimo Sacramento por lo menos antes de
cerrar el tabernáculo de la reserva.
15. Al llegar la procesión a la capilla de la reserva, el Misal indica un doble gesto de
adoración a la Eucaristía: a) un canto comunitario mientras el sagrario permanece
abierto (17); y b) un espacio de adoración personal en silencio después que el sagrario
ha sido cerrado (18). Si en las pequeñas comunidades el canto comunitario de
adoración resulta difícil, conviene suplir la adoración comunitaria proponiendo un
texto que invite a la adoración eucarística, tal como figura en el ritual.

36
16. Aunque no se trate de un rito litúrgico propiamente dicho, acabada la misa y la
reserva de la Eucaristía, conviene invitar a los fieles a una adoración eucarística
prolongada hasta medianoche. Pasada esta hora, si la adoración continúa, debe
hacerse en todo caso sin solemnidad, pues sería deseducativo convertir el Jueves
Santo en un día de adoración eucarística, cuando lo que debe subrayarse es la relación
de la Eucaristía con la "Muerte-Resurrección" del Señor.

III - Puntos a subrayar en la catequesis de este día


17. Hay que insistir en que la misa del Jueves es, como se ha explicado más arriba (cf.
núms. 14-17), una introducción a la celebración máxima de la Iglesia, el Triduo
pascual. Este Triduo, como lo dice su mismo nombre, consta de tres días, no de
cuatro. El Jueves Santo no es, pues, un día del Triduo; únicamente la misa vespertina
es su pórtico. Por ello conviene presentar esta misa con un cierto matiz de sobriedad.
Si se le diera un relieve excesivo y un carácter demasiado festivo, resultaría difícil
que el conjunto del Triduo conservara su propia dinámica, que va de la austeridad a la
alegría, de la muerte a la resurrección.
18. Con motivo de este día y en el contexto pascual de la Eucaristía, puede resultar
muy pedagógico explicar la obligación de participar en la misa los Domingos y de
comulgar al menos por Pascua: todo ello subraya la intensa relación que media entre
la Eucaristía, el domingo y la celebración anual de Pascua.

IV - Los cantos del pueblo en la celebración del Jueves Santo


19. En las pequeñas comunidades, en las que el canto resulta siempre difícil, conviene
jerarquizar los cantos de estos días, velando para que, entre los pocos que puedan
aprenderse, se prefieran sobre todo los más significativos. Por lo que se refiere en
concreto a los cantos propios del Triduo pascual el mayor esfuerzo hay que reservarlo
para algunos cantos de la Noche pascual, luego para algunos de los del día de la
Muerte del Señor y pensar finalmente en los del Jueves Santo.
20. La misa del Jueves Santo en concreto es, en el fondo, una celebración eucarística
habitual; los cantos fundamentales, por tanto, son: a) la respuesta al salmo
responsorial en la Liturgia de la Palabra; y b) algún canto de adoración a la Eucaristía
para la reserva del final de la misa.
21. Mientras el celebrante lava los pies, si es posible, conviene que el pueblo cante
alguna de las antífonas propias o bien algún canto verdaderamente apropiado. Si el
canto no resulta posible, un lector puede proclamar pausadamente alguna de las
antífonas, tal como se propone en el ritual, interponiendo entre ellas un espacio de
silencio.
22. Durante el traslado del Santísimo, si es posible, conviene cantar el Pange, lingua,
el Cantemos al Amor de los amores u otro canto verdaderamente apropiado. Si ello no
resulta factible pero se dispone de un lector, éste puede leer pausadamente durante la
procesión el himno Celebra, oh lengua mía, y, al llegar a la capilla de la reserva, sus
últimas estrofas: Admiremos tan grande Sacramento, tal como se propone en el ritual.
23. Por lo que se refiere a los demás cantos de la misa, hay que evitar los cantos no
apropiados o que den una ambientación poco expresiva de los misterios propios de la
primera parte del Triduo pascual, centrada sobre todo en la Pasión del Señor (cf.
Circular sobre las fiestas pascuales 42: pardo 4485). Es preferible cantar menos
cantos que dar al conjunto de la celebración una ambientación excesivamente común.
Los cantos tradicionales de este día tienen un marcado acento de Pasión (v. gr. el
canto de entrada Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor

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Jesucristo); este contenido debe reflejarse también en los textos semejantes de que
habla la Carta circular sobre las fiestas pascuales (42: pardo 4485).

V - Preparativos
Altar y credencia:
a) el sagrario vacío y abierto;
b) todo lo habitual para la misa;
c) pan suficiente para la comunión de este día y del siguiente;
d) velo humeral blanco;
e) algunos cirios para la procesión;
f) si hay ministrantes: Cruz procesional, incienso e incensario;
g) si se hace el lavatorio de los pies: lebrillo, jarro y toallas.
Capilla de la reserva:
El sagrario abierto (como no se celebra la Eucaristía, no es necesario que haya altar),
discretamente adornado, con luces pero mejor sin flores, para expresar mejor el
carácter austero de la primera parte del Triduo pascual.

LITURGIA DE LA CELEBRACIÓN DE LA CENA DEL SEÑOR

RITO DE ENTRADA
Mientras el celebrante se dirige al presbiterio, el pueblo puede entonar algún canto
que sea verdaderamente apropiado para este día.
El celebrante, una vez en la sede, dice:

V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.


R. Amén.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
A continuación, si el pueblo no ha cantado ningún canto de entrada el lector (o el
mismo celebrante) lee la siguiente antífona de entrada.

Antífona de entrada Cf. Ga 6,14


Nosotros hemos de gloriarnos
en la cruz de nuestro Señor Jesucristo:
en él está nuestra salvación,
vida y resurrección,
él nos ha salvado y libertado.

Acto penitencial
El celebrante dice:
Pidamos humildemente al Señor Jesús, que nos invita a su mesa, que
nos conceda también un sincero arrepentimiento de nuestros pecados:

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V. Tú que has puesto la salvación del género humano en el árbol
de la cruz:
Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
V. Tú que padeciste por nosotros para darnos ejemplo de
humildad:
Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
V. Tú que, cargado con nuestros pecados, subiste al leño para
que nosotros, muertos al pecado, vivamos en la santidad:
Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
Luego el celebrante con toda la asamblea dicen:
V. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
A continuación el celebrante y el pueblo dicen el Gloria a Dios en el cielo. Mientras
tanto, pueden hacerse sonar las campanas de la iglesia.

Gloria a Dios en el cielo

Gloria a Dios en el cielo,


y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
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porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre.
Amén.
Luego el celebrante añade la siguiente oración colecta:

Oración Colecta
Oremos:
Señor Dios nuestro,
nos has convocado hoy (esta tarde)
para celebrar aquella misma memorable Cena
en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte,
confió a la iglesia el banquete de su amor,
el sacrificio nuevo de la alianza eterna;
te pedimos que la celebración de estos santos misterios
nos lleve a alcanzar plenitud de amor y de vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA

Primera lectura

Del libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14


En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
—«Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para
vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel:
"El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia,
uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que
se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas;
y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.
Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.

40
Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de
Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos
jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.
Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin
fermentar y verduras amargas.
Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un
bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua,
el paso del Señor.
Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos
sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos
los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis; cuando vea la
sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando
yo pase hiriendo a Egipto.
Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del
Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 115, 12-13. 15-16bc. 17-18 (R.: cf. lCo 10, 16)

R. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Cómo pagaré al Señor


todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor


la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,


invocando tu nombre. Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

Segunda lectura

41
De la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26
Hermanos:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os
he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y,
pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:
—«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en
memoria mía.»
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
—«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto
cada vez que lo bebáis, en memoria mía.»
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz,
proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Palabra de Dios.

Evangelio

† Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 1-15


Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la
hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos
que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas
Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el
Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios
volvía, se levanta de la cena, se quita e1 manto y, tomando una toalla,
se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a
los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:
—«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó:
—«Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás
más tarde.»
Pedro le dijo:
—«No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó:
—«Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo:
—«Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo:
—«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque
todo está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
42
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis
limpios.»
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez
y les dijo:
—«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis
"el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el
Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis
lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo
he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»
Palabra del Señor.
En la homilía conviene comentar los grandes misterios del día: la institución de los
sacramentos de la Eucaristía y del orden y el mandato del Señor sobre la caridad
fraterna.

LAVATORIO DE LOS PIES


Terminada la homilía, si es posible, se procede al lavatorio de los pies. Los varones
designados ocupan los asientos preparados en un lugar visible a los fieles. El
celebrante (dejada la casulla, si es conveniente) se acerca a cada uno de ellos, les lava
los pies y se los seca.
Mientras el celebrante lava los pies, puede cantarse algún canto verdaderamente
apropiado.
Si no hay canto pero se dispone de un lector, éste puede proclamar alguno de los
siguientes textos, intercalando entre los mismos un breve espacio de silencio:

I
Cf. Jn 13,4.5.15
El Señor, después de levantarse de la Cena, echó agua en la jofaina y
se puso a lavarles los pies a los discípulos. Éste fue el ejemplo que les
dejó.

II
Jn 13,6.7. 8
«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?» Jesús le replicó: «Si no te lavo a ti
los pies, no tienes nada que ver conmigo.»
Llega a Simón Pedro y éste le dice: —«Señor, ¿lavarme los pies tú a
mí?»
Jesús le replicó: «Si no te lavo a ti los pies, no tienes nada que ver
conmigo.»
«Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más
tarde.»
—«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?» Jesús le replicó: «Si no te lavo
a ti los pies, no tienes nada que ver conmigo.»
43
III
Cf.Jn 13, 14
Si yo, vuestro Maestro y Señor, os he lavado los pies, cuánto más
vosotros habéis lavaros los pies unos a otros.

IV
Jn 13,35
«La señal por la que conocerán que sois discípulos míos será que os
amáis os a otros.»
Dijo Jesús a sus discípulos: «La señal por la que conocerán que sois
discípulos míos será que os amáis unos a otros.»

V
Jn 13,34
«Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo
os he amado», dice el Señor.

VI
1Co 13, 13
Queden en vosotros la fe, la esperanza, el amor, estas tres: la más
grande es el amor.
Ahora quedan la fe, la esperanza, el amor, estas tres: la más grande es
el amor. —Queden en vosotros la fe, la esperanza, el amor, estas tres:
la más grande es el amor.

VII
Al terminarse el lavatorio de los pies el lector puede añadir:

Ant. Donde hay caridad y amor, allí está Dios.


Nos congregó y unió el amor de Cristo.
Regocijémonos y alegrémonos en él.
Temamos y amemos al Dios vivo.
Y amémonos con corazón sincero.
R. Donde hay caridad.
Pues estamos en un cuerpo congregados.
Cuidemos no se divida nuestro afecto.
Cesen las contiendas malignas, cesen los litigios.
Y en medio de nosotros esté Cristo Dios.
R. Donde hay caridad.
Veamos, juntamente con los santos,
44
tu glorioso rostro, ¡oh Cristo Dios!
Éste será gozo inmenso y puro.
Por los siglos de los siglos infinitos. Amén.
Terminado el lavatorio de los pies o, si éste no ha tenido lugar, después de la homilía,
omitida la profesión de fe, se hace la oración de los fieles.

Oración de los fieles


Supliquemos, hermanos, a Cristo, el Ungido de Dios, en cuyas
manos el Padre ha colocado todas las cosas, y pidámosle que escuche
nuestras plegarias.

1. Para que todos los cristianos sepan seguir los ejemplos de


humildad del Señor, que lavó los pies de los discípulos, e imiten la
bondad de aquel que aceptó las lágrimas de Pedro que lo había
negado, roguemos al Señor.

2. Para que nuestro Obispo N. y sus presbíteros, que en estos


días han recordado el inicio de su ministerio y han renovado las
promesas del mismo, vivan plenamente conformados a Jesús y sean
siempre fieles a lo que han prometido, roguemos al Señor.

3. Para que el Señor, que se entregó a la muerte para reunir en


la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos, inspire
sentimientos de conversión a quienes por el pecado o por la
indiferencia se han alejado de su Iglesia, roguemos al Señor.

4. Para que los enfermos, al ser ungidos con el óleo de la


salvación que nuestro Obispo acaba de consagrar, experimenten la
protección del Señor y se sientan aliviados de sus dolores y
enfermedades, roguemos al Señor.

5. Para que el Señor, que con su humillación nos levanta, con


su entrega nos obtiene el perdón, con su sangre nos purifica y con su
carne nos alimenta, ilumine también nuestras mentes para que
comprendamos y amemos los misterios que hoy conmemoramos,
roguemos al Señor.

Conclusión
Señor Jesucristo,
ya que, mientras estamos todavía en la tierra,
nos invitas a tomar parte
45
en la mesa que prefigura el banquete eterno
y es pregustación del mismo,
escucha nuestras plegarias
y haz que quienes ahora nos reunimos
para celebrar los sacramentos de tu triunfo
podamos ser también tus comensales
en el banquete de la Pascua eterna.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

LITURGIA EUCARÍSTICA

RITO DE LA COMUNIÓN
Concluida la oración de los fieles, el ministro se acerca al lugar en que se guarda la
Eucaristía, toma el vaso o copón con el Cuerpo del Señor, lo pone sobre el altar y
hace una genuflexión.

El celebrante inicia la preparación a la comunión, diciendo:


Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
El celebrante, junto con los fieles, dice:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
El celebrante solo prosigue:
Líbranos de todos los males. Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
46
El pueblo aclama:
Tuyo es el reino,
tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
El celebrante prosigue:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
«La paz os dejo, mi paz os doy»,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
R. Amén.
El celebrante añade:
La paz del Señor esté siempre con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Luego, si lo juzga oportuno, el celebrante dice:
Démonos fraternalmente la paz.

Y los fieles se dan la paz.

El celebrante muestra el pan consagrado a los fieles, diciendo:


Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una
palabra tuya bastará para sanarme.
El celebrante comulga, diciendo, para el pan, en voz baja:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Después que el celebrante ha comulgado, si el pueblo no canta durante la comunión,
antes de empezar la distribución de la Eucaristía, el monitor (o el mismo celebrante
lee la siguiente antífona de comunión:

Antífona de comunión 1Co 11,24-25

47
Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Este cáliz es la nueva
alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo toméis en
memoria mía.
Durante la comunión, si es posible, el pueblo entona, como habitualmente algún
canto apropiado.
Luego distribuye la Eucaristía a los fieles, como habitualmente.
Acabada la distribución de la comunión, se deja sobre el altar el pixis con el pan
consagrado para la comunión del día siguiente.

La misa acaba con la oración después de la comunión.

Oración después de la comunión


Oremos:
Concédenos, Dios todopoderoso,
que la Cena de tu Hijo,
que nos alimenta en el tiempo,
llegue a saciarnos un día
en la eternidad de tu reino.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

TRASLADO DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Dicha la precedente oración, el celebrante pone incienso y, de rodillas, inciensa tres


veces el Santísimo Sacramento. Después se pone el velo humeral y toma el recipiente
que contiene la Eucaristía y lo cubre con el humeral.
A continuación se inicia la procesión al lugar de la reserva. Si hay acólitos, abre la
procesión la cruz (acompañada, si es posible, por dos ministrantes con cirios), sigue el
celebrante llevando el Santísimo Sacramento y detrás del mismo siguen los fíeles (que
pueden llevar también cirios encendidos). Mientras tanto, puede cantarse el himno
Pange, lingua o Cantemos al Amor de los amores u otro canto eucarístico
verdaderamente apropiado.

Si durante la procesión no ha sido posible el canto, pero en cambio, se dispone de un


lector, este puede leer pausadamente las estrofas del siguiente himno u otro texto
apropiado:

Celebra, oh lengua mía, el gran misterio


de este cuerpo y su sangre preciosísima,
que, para rescatar al mundo entero,
derramó con amor el Rey supremo,
fruto del santo vientre de María.
Nos fue dado y nació para bien nuestro
del seno de la Virgen sin mancilla,

48
y, después de vivir en este suelo
y de esparcir el germen de su verbo,
cerró su acción con una maravilla.
En la cena final cumplió con celo
las prescripciones de la ley antigua,
y, terminado el ágape fraterno,
dio su cuerpo y la sangre de su cuerpo
a cada comensal, como comida.
Con su palabra el encarnado Verbo
cambia el pan en su carne siempre viva,
y en sangre suya el vino verdadero:
Si los sentidos no perciben esto,
la fe se lo revela al alma limpia.
Cuando la procesión ha llegado al lugar de la reserva, el celebrante coloca la
Eucaristía en el sagrario y, antes de cerrarlo, se canta, si es posible, el Tantum ergo o
algún otro canto de adoración a la Eucaristía.
Si no es posible el canto, pero, en cambio, se dispone de un lector, colocada la
Eucaristía en el sagrario y antes de cerrarlo, éste puede leer las dos últimas estrofas
del himno anterior:

Admiremos tan grande Sacramento


y adorémoslo todos de rodillas;
que el viejo rito ceda al rito nuevo,
y que lo que no ven los ojos nuestros
lo vea claro nuestra fe firmísima.
Loor, salud, poder, honor eterno,
bendiciones y cantos de alegría
al Padre celestial y a su Unigénito,
y al Paracleto que procede de ellos
gloria igual en idéntica medida.
Mientras dura el canto —o, si no ha habido, después de concluir la lectura del himno
o de colocar la Reserva en el sagrario—, el celebrante inciensa el Santísimo
Sacramento. Luego cierra el sagrario y, después de un breve espacio de adoración,
hecha una genuflexión, vuelve a la sacristía.
Seguidamente se despoja el altar de sus manteles y se quitan la cruz y los candelabros.

49
VIERNES SANTO
DE LA MUERTE DEL SEÑOR
NOTAS DOCTRINALES Y PASTORALES
I - Sentido de las celebraciones de este día
1. El Viernes Santo no forma ya parte de la Cuaresma, sino que es el primer
día del Triduo pascual y como tal debe presentarse a los fieles y vivirse tanto
en la oración personal como en las celebraciones litúrgicas. La celebración de
la muerte del Señor, como parte de su Pascua, queda especialmente
subrayado en la primera colecta de la celebración: Jesucristo... instituyó, por
medio de su sangre, el misterio pascual. Por la Sangre de Cristo, es decir, por
su muerte, empieza pues la Pascua o tránsito del Señor.
2. Todas las celebraciones del Triduo tienen como objeto el conjunto del
Misterio pascual o tránsito de Jesucristo que, a través de las tres facetas de
muerte, sepultura y exaltación al cielo, pasa de este mundo al Padre y hace
pasar también consigo de la muerte a la vida y del pecado a la vida de
amistad y comunión con Dios a la humanidad entera.
3. Todos, pues, y cada uno de los días del Triduo y todas y cada una de sus
celebraciones conmemoran la totalidad del Misterio pascual. Este único
misterio se celebra, con todo, con matices propios y algún tanto diversos en
cada uno de los días del Triduo. No hay pues celebraciones ni días exclusivos
para celebrar la muerte o la resurrección del Señor, sino celebraciones del
único Misterio pascual con matices diversos.
4. La característica más propia y el matiz más subrayado del Viernes Santo,
primer día de Pascua, es la contemplación de Cristo que, con su muerte,
inaugura la Pascua venciendo la muerte de toda la humanidad. La Iglesia,
pues, en este primer día pascual contempla y celebra la totalidad del Misterio
pascual, pero subrayando sobre todo su punto de arranque: la muerte gloriosa
del Señor que sube a la cruz para pasar de ella a su reino. Pero, al subrayar en
este día la muerte del Señor, no se olvida la resurrección. Bajo este aspecto es
especialmente significativa la antífona: Tu Cruz adoramos. Señor, y tu santa
resurrección alabamos y glorificamos, antífona que es uno de los cantos más
antiguos de este día.
50
5. La austeridad de los signos litúrgicos y el ayuno de este día no son pues ya
signos o prácticas penitenciales ni signos de tristeza como lo eran en
cuaresma. Se trata más bien de signos sacramentales con los que se expresa y
se ayuda a los fieles a que, unidos intensamente a Jesucristo que pasa de la
muerte a la resurrección, vivan también su propio tránsito del pecado a la
gracia.
6. Para vivir y expresar, pues, este sentido dinámico de la Pascua como
tránsito o paso, las celebraciones litúrgicas de la primera parte del Triduo
pascual (Viernes y Sábado Santos) son intensamente sobrias (supresión de
flores, alfombras, música, etc.) mientras que las de la Noche santa y día de
pascua tienen un marcado sentido festivo que va aumentando en intensidad
desde el pregón pascual hasta el anuncio evangélico de la resurrección y la
eucaristía pascual.
7. En este contexto dinámico propio de las celebraciones pascuales es
importante dar todo su realce a la normativa que exige una fuerte austeridad
en el comienzo de Triduo (incluso por lo que se refiere a las flores de la
capilla de la reserva en el Jueves Santo) y el uso en cambio de elementos
muy festivos en la noche y día de Pascua.

II - Cómo celebrar los ritos de este día en las iglesias menores


8. Para la celebración de este día es muy conveniente disponer por lo menos
de un ministrante. Si ello resulta del todo imposible, convendría que uno de
los fieles, previamente avisado e instruido, terminada la adoración de la
Cruz, preparara el altar antes de que el celebrante llevara al mismo la reserva
eucarística.
9. Durante la procesión de entrada no hay canto, sino que el rito se hace en
silencio. También se omiten la salutación inicial y el acto penitencial.
10. La postración del celebrante al inicio de la celebración es un rito antiguo,
propio de este día y muy expresivo. El Misal de Pablo VI había debilitado
este significativo gesto, permitiendo que se supliera por un simple
arrodillarse. Recientemente ha sido restituido y hecho obligatorio por la
Circular sobre las fiestas pascuales (65: Documentación litúrgica
posconciliar. Enchiridion, preparado por Andrés Pardo [Barcelona, Editorial
Regina, 1992], 4508). Este rito debe realizarse con la mayor expresividad
posible.
11. La Liturgia de la Palabra se hace como habitualmente en la misa.
Únicamente la oración de los fieles tiene una forma propia y más solemne,
que Figura en el propio ritual.
12. La ostensión de la Cruz al pueblo puede hacerse de dos formas: a)
descubriendo progresivamente la cruz en el presbiterio; o b) llevando la cruz,
sin cubrir, desde el fondo de la iglesia y parándose en tres lugares de la nave
para mostrarla desde estos lugares al pueblo. En las iglesias menores
resultará seguramente más fácil el primer modo, que tiene además la ventaja
de ser un rito más propio de este día por cuanto no se asemeja a la procesión
del cirio pascual en la Noche de Pascua.
51
13. La adoración de la Cruz puede realizarse, según las posibilidades siempre
limitadas de las pequeñas comunidades, de una de las siguientes formas:
a) El celebrante, descubierta la cruz, la sostiene por sus brazos apoyada en el
suelo, mientras el pueblo pasa a adorarla. Mientras tanto, si es posible, se
cantan los improperios o un ministrante los lee, como se describe en el ritual.
b) El celebrante, descubierta la cruz, la entrega a dos ministrantes o fieles (a
poder ser varones) y ellos la sostienen por sus brazos, apoyada la base en el
suelo, mientras los fieles pasan a adorarla. El pueblo mientras tanto canta los
improperios o bien un lector o el mismo celebrante los lee.
c) El celebrante, descubierta la cruz, la coloca sobre un pedestal y el pueblo
pasa a adorarla, mientras el pueblo canta los improperios o el celebrante o un
lector los lee.
14. En los monasterios de monjas, en los que el celebrante no tiene ningún
ministrante, la forma más simple para la adoración de la Cruz probablemente
será:
a) Descubierta la cruz, el celebrante la presenta al pueblo a la entrada del
presbiterio, apoyada en el suelo o colocada sobre una peana, para que el
pueblo la adore, mientras las monjas entonan los improperios y otros textos.
b) Cuando el pueblo ha terminado la adoración, el celebrante acerca la santa
cruz al coro de las monjas, y dos monjas la reciben y la sostienen por los
brazos, para que las monjas la adoren. Si es posible, se colocan a los lados de
la cruz dos cirios. El celebrante, mientras las monjas adoren la santa cruz,
permanece sentado en la sede.
c) Durante la adoración de la Cruz, las monjas cantan los improperios u otros
cantos verdaderamente apropiados. Si las monjas no son capaces de cantar
los improperios u otros cantos verdaderamente apropiados, el celebrante o
una monja hace una lectura pausada de los improperios y otros textos.
15. Mientras los últimos fieles adoran la cruz, un ministrante o un fiel —
incluso una mujer— coloca discretamente sobre el altar un mantel y los
corporales.
16. Terminada la adoración, el celebrante coloca la cruz sobre el altar (o en
otro lugar honorífico y visible) y, si es posible, un ministrante o fiel coloca a
sus lados dos candelabros con velas encendidas. Mientras se traslada la cruz,
los fieles se arrodillan y un lector puede leer la siguiente antífona: Tu Cruz
adoramos, Señor.
17. Colocada la cruz en su lugar, si ningún lector ha leído la antífona Tu
Cruz, puede leerla el celebrante, mientras el pueblo continúa de rodillas.
18. Dispuesta ya la cruz en su lugar, si nadie lo ha realizado previamente, el
celebrante coloca el mantel y los corporales sobre el altar. Luego va a buscar
la Reserva eucarística y —acompañado, si es posible, por dos ministrantes o
fieles con velas— la lleva por el camino más breve al altar. Luego el
celebrante empieza la preparación a la comunión.
19. La preparación a la comunión se hace como habitualmente en la misa, tal
como se describe en el ritual. Durante la comunión, en este día, para subrayar
mejor la austeridad, es más expresivo no cantar.
52
III - Puntos a subrayar en la catequesis de este día.
20. Todos los ritos de este día son extraordinarios, y por ello es conveniente
que se procure hacer previamente al pueblo alguna explicación sobre su
sentido. Pero no puede olvidarse que, por una parte, los responsables de las
comunidades pequeñas no acostumbran tener en estos días mucho tiempo
para preparar los ritos (con frecuencia un mismo celebrante debe atender a
más de una celebración) y, por otra, los fieles de las pequeñas parroquias no
tienen a veces la suficiente capacidad para captar ritos a los que no están
habituados o que en otros tiempos les habían sido explicados en sentido casi
siempre alegórico.
21. Por ello, al preparar a los fieles de las pequeñas comunidades para las
celebraciones de los días santos, debe tenerse presente la sabia advertencia de
Juan Pablo II: llegar a una participación más plena y más activa en las
celebraciones puede ser para algunos una exigencia demasiado fuerte (cf.
Vicésimus quintus annus 11: Pardo 315). Conviene por lo tanto mesurar y
sobre todo jerarquizar las explicaciones según las posibilidades tanto de los
sacerdotes que están muy ocupados como de los fieles, especialmente de los
ancianos, a los que no se les puede exigir una comprensión que vaya más allá
de sus posibilidades.
22. Según este criterio de jerarquización las catequesis e instrucciones deben
empezar siempre por los ritos y facetas más importantes y más fáciles de
captar y seguir, en orden descendente, hacia los detalles menos importantes o
de captación más difícil. No puede pretenderse que la gente sencilla de las
pequeñas parroquias o comunidades capte en el primer año todos los matices
ni logre una vivencia de todas las facetas de la celebración.
23. La catequesis puede empezar subrayando la intensa diferencia externa
que se da entre la austeridad de la liturgia del Viernes Santo y el carácter
extraordinariamente festivo de la próxima noche (o día) de Pascua. El
Viernes Santo todo es sobrio y austero; a partir, en cambio, de la misa
pascual (de la noche y del día) todo es festivo y alegre. Con este cambio la
Iglesia trata de expresar y de vivir la Pascua o tránsito del Señor y unir a ella
la propia Pascua o tránsito de los fieles que con Jesús pasan de la muerte a la
vida, del pecado a la gracia, de la débil condición humana a la vida de
resucitado.
24. Con referencia concreta a la celebración del Viernes Santo, un rito muy
expresivo que conviene explicar es la postración del celebrante al inicio de la
celebración. Se trata de expresar la humillación del hombre terreno antes de
la Pascua liberadora de Cristo. Este antiguo y expresivo rito, que el Misal de
Pablo VI había debilitado permitiendo suplirlo por un simple arrodillarse, ha
sido restituido y hecho obligatorio por la Circular sobre las fiestas pascuales
(65: pardo 4508).
25. Las dos colectas iniciales de la celebración del Viernes Santo tienen
también un valor propio y son muy ricas y significativas. La primera,
Recuerda, Señor, que tu ternura, es ciertamente más sencilla y fácil de
53
comprender: presenta la muerte del Señor como comienzo de la celebración
de la Pascua (Jesucristo... instituyó, por medio de su sangre, el misterio
pascual). La segunda colecta, Oh Dios, tu Hijo Jesucristo, tiene un
significado aún más profundo, pero quizá más difícil: viene a ser como un
comentario eucológico de 1Co 15, 49. Para su inteligencia conviene haber
explicado lo que significa en el texto bíblico hombre terreno (Adán, hombre
pecador) y hombre celestial (Jesucristo y, consiguientemente también el
hombre bautizado).
26. Un texto al que debe dársele la mayor importancia en este día es lectura
de la Pasión según san Juan. Debe meditarse y explicarse, según las
posibilidades de cada asamblea, en un sentido que supere la mera historia de
la Pasión.
Se trata de una lectura llena de alusiones simbólicas a la Pascua y a sus
sacramentos (los soldados que caen en Getsemaní, la afirmación del reinado
de Cristo que no es de este mundo, la entrega del "Espíritu" por Jesús en su
muerte, las piernas de Jesús que, como los huesos del cordero pascual, no se
rompen, la sangre y el agua del costado, etc.). La narración de Juan presenta,
pues, un Cristo en cierta manera ya pospascual y ciertamente majestuoso en
su misma muerte.
27. Otro signo que debe cuidarse con gran esmero y expresividad es el rito de
la solemne ostensión de la Cruz, como signo de la victoria del Crucificado, y
su adoración por parte de los fieles, como gesto de reconocimiento, gratitud y
amor de la Iglesia- Esposa hacia su Señor que por ella sufrió la muerte.
28. El texto de las lamentaciones es también muy significativo y sería
ciertamente empobrecedor que durante la adoración de la Cruz fuera
substituido por cualquier canto popular sin verdadero contenido pascual (por
ello en el rito sugerimos preferir una lectura pausada de estos textos a unos
cantos poco significativos).
29. En vistas a expresar y vivir el sentido pascual o de "tránsito" propio del
Triduo pascual, puede resultar también muy significativo subrayar la
austeridad de la comunión de este día (sin misa, con una sola especie e
incluso en silencio [pensamos por ello que en este día es mejor omitir el
canto durante la comunión], con unos manteles de altar muy sencillos y
colocados sólo al final de la celebración, etc.). Estos signos, si se explican
brevemente (antes de empezar la celebración, nunca en el curso de la
misma), los comprende bien incluso el pueblo más sencillo.
30. Aunque no se trate de un rito litúrgico propiamente dicho, también debe
explicarse el sentido sacramental del ayuno prescrito para este día, que tiene,
como los ritos litúrgicos, un intenso carácter simbólico como expresión del
tránsito del hombre hambriento de salvación y de fiesta que se dispone a
vivir intensamente el gozo del domingo de resurrección con ánimo más
elevado y dispuesto (cf. Sacrosanctum Concilium 110.). Este ayuno se
recomienda observarlo también durante el Sábado Santo, a fin de que se
llegue el domingo de Pascua con espíritu de cambio y de alegría (Id).

54
IV - Algunos puntos de la normativa del Viernes Santo especialmente
importantes para las pequeñas comunidades
31. La norma del Misal (rúbrica 19) según la cual la adoración de la Cruz
podía hacerse sea de manera personal sea de manera comunitaria ha sido
modificada por la Circular sobre las fiestas pascuales. Vista, en efecto, la
importancia y significación que tiene para la piedad de los fieles la adoración
de la Cruz en el rito de este día, se ha establecido que cada uno de los
presentes adore personalmente el madero santo. Sólo en el caso de una
concurrencia de fieles verdaderamente extraordinaria —concurrencia que
nunca se da en las pequeñas comunidades— puede optarse por la adoración
común (cf. 69: pardo 4512).
32. En aquellas iglesias o comunidades en las que no se ha celebrado la misa
vespertina del Jueves Santo, tampoco pueden celebrarse en el Viernes Santo
los ritos de la Muerte del Señor.
33. Desde la adoración de la Cruz hasta el principio de la Vigilia pascual, se
hace genuflexión a la cruz.
34. Durante todo el día del Viernes Santo se puede llevar la comunión a los
enfermos: con todo, debido al carácter austero de este día, no parece ser el
más oportuno para llevar la Eucaristía a los enfermos, a no ser que se trate o
del Viático o de aquellos que comulgan con frecuencia.

V - Los cantos del pueblo en la celebración del Viernes Santo.


35. En este día hay que evitar los cantos demasiado comunes o no apropiados
porque darían a la celebración una ambientación poco expresiva de los
ministerios propios de este día, misterios muy caracterizados y centrados en
la contemplación de la Pascua, sobre todo de su primer paso, la Muerte del
Señor (cf. Circular sobre las fiestas pascuales 42: pardo 4485).
36. Es preferible en todo caso cantar menos que usar cantos que den al
conjunto de la celebración una ambientación excesivamente común. También
deben evitarse los cantos demasiado sentimental-dolorosos, porque no
responden bien al misterio de la Muerte gloriosa del Señor que se celebra en
este día.
37. A este respecto no puede olvidarse que muchos de los cantos populares
de Semana Santa se han heredado de un pasado reciente que no supo ver la
muerte del Señor como inicio de su pascua; por ello con frecuencia es mejor
limitarse a escuchar la lectura pausada de algún texto litúrgico apropiado,
antes que invadir la liturgia con acentos discordantes del espíritu de la misma
(cf. Circular sobre las fiestas pascuales 42: pardo 4485). Así, por ejemplo,
durante la adoración de la Cruz es preferible que se lean pausadamente y con
unción los improperios y otros textos que figuran en su lugar que cantar
textos poco apropiados al misterio de este día que podrían incluso desvirtuar
la fuerza de la celebración.
43. El canto más propio y expresivo de este día —uno de los más antiguos
también— es la antífona de la adoración de la Cruz que figura en el Misal:
Tu Cruz adoramos. Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos.
55
Este canto, que aúna la contemplación de la muerte y resurrección del Señor,
debería ser el primero que se aprendiera en las pequeñas comunidades.
44. Entre los cantos populares, uno de los que resulta especialmente
apropiado para la celebración de este día es el conocido texto Victoria, tu
reinarás; este texto puede resultar expresivo para la adoración de la Cruz,
sobre todo si se alterna o complementa con la lectura pausada de alguno de
los improperios o de algunos de los himnos que figuran en su lugar.
45. Por lo que se refiere a la comunión de este día, quizá resulta incluso más
expresivo comulgar en silencio, pues se trata de una comunión muy austera
(fuera de la misa, bajo una sola especie) y que ciertamente es bueno que
aparezca distinta de la de los demás días.

VI - Preparativos
46. Altar y presbiterio: Totalmente desnudo, sin manteles, ni cruz, ni
candelabros, ni alfombras. Si se quiere, se puede colocar al pie del altar un
cojín rojo para la postración del celebrante. Si, para la adoración de la Cruz o
terminada la misma, la cruz debe colocarse sobre una peana, esta peana debe
prepararse cerca del altar en un lugar poco visible.
Credencia: Un mantel muy simple y sencillo para colocar en su momento
sobre el altar simple (mejor que cubra únicamente la superficie de la mesa);
corporales y purificador.
Para el celebrante, las mismas vestiduras que en la misa (incluso la casulla),
de color rojo.
En una capilla lateral o en la misma sacristía. Una cruz grande y lo más bella
posible para la adoración de los fieles, cubierta con un velo rojo (a no ser que
la presentación de la cruz se haga sin descubrirla), y dos candeleros, si hay
ministrantes.
Altar de la reserva eucarística'. Velo humeral blanco o rojo y, si hay
ministrantes, dos candelabros que pueden iluminarse al empezar la
celebración (en esta capilla no debe haber ningún otro cirio encendido, sólo
la lámpara habitual de la reserva).

LITURGIA DE LA CELEBRACIÓN
DE LA MUERTE DEL SEÑOR
RITO DE ENTRADA
El celebrante, revestido de alba, se dirige al presbiterio y, hecha la debida
reverencia, se postra ante el mismo, mientras el pueblo permanece de rodillas
y todos oran en silencio.

Luego se dirige a la sede y allí, sin decir Oremos, inicia la celebración,


diciendo, con las manos extendidas, una de las siguientes oraciones:

56
Oración
Recuerda, Señor,
que tu ternura y tu misericordia son eternas;
santifica a tus hijos
y protégelos siempre,
pues Jesucristo, tu Hijo,
en favor nuestro
instituyó, por medio de su sangre,
el misterio pascual.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
O bien:
Oh Dios, tu Hijo Jesucristo, Señor nuestro,
por medio de su pasión ha destruido la muerte
que, como consecuencia del antiguo pecado,
a todos los hombres alcanza.
Concédenos hacernos semejantes a él.
De este modo, los que hemos llevado grabada,
por exigencia de la naturaleza humana,
la imagen de Adán, el hombre terreno,
llevaremos grabada en adelante,
por la acción santificadora de tu gracia,
la imagen de Jesucristo, el hombre celestial.
El, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA
La Liturgia de la Palabra se desarrolla como habitualmente en la misa. Si, por
falta de lectores, el celebrante debe proclamar todas las lecturas, conviene
que se haga un brevísimo silencio entre cada una de ellas, para que los fieles
capten el paso de un texto a otro.

Primera lectura

Del libro de Isaías 52, 13—53, 12


Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.
57
Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre
ni tenía aspecto humano,
así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y contemplar algo inaudito.
¿Quién creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;
como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
58
Le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte,
y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,
él tomó el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 30, 2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25 (R.: Lc


23, 46)
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

A ti. Señor, me acojo:


no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.

Soy la burla de todos mis enemigos,


la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R.
59
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,


sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9

Hermanos:
Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo
sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de
Dios.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de
nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo
exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso,
acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas,
presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte,
cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo,
aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se
ha convertido para todos los que le obedecen en autor de
salvación eterna.

Palabra de Dios.
Evangelio

Antes de empezar la lectura de la Pasión, no se dice: El Señor esté con


vosotros, ni se signa el evangelio, pero se lee el título: Pasión de nuestro
Señor Jesucristo según san Juan.
60
Si se dispone de dos lectores, éstos pueden proclamar respectivamente las
partes del cronista (C) y del pueblo (S), mientras el celebrante lee las
palabras del Señor (†).

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1—19, 42


C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado
del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y
sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque
Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces,
tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y
de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús,
sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
† —«¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. —«A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
† —«Yo soy»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Y
soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
† —«¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. —«A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
† —«Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar
a éstos.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a
ninguno de los que me diste.»
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al
criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este
criado se llamaba Malco.
Dijo entonces Jesús a Pedro:
† —«Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi
Padre, ¿no lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron
a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era
suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que
había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un
solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo
61
seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote
y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras
Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el
conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a
Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:
S. —«¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. —«No lo soy.»
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero,
porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con
ellos de pie, calentándose.
El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y
de la doctrina.
Jesús le contestó:
† —«Yo he hablado abiertamente al mundo-, yo he enseñado
continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen
todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas, ¿Por qué me
interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he
hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio
una bofetada a Jesús, diciendo:
S. —«¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
† —«Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si
he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.
Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. —«¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. —«No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a
quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. —«¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.
Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer,
y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y
poder así comer la
Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
62
S. —«¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. —«Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. —«Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. —«No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué
muerte iba a morir.
Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
† —«¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. —«¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te
han entregado a mí; ¿cilio has hecho?»
C. Jesús le contestó:
† —«Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este
mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos
de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. —«Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
† —«Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he
venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de
la verdad escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
S. —«Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les
dijo:
S. —«Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre
vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que
os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. —«A ése no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido.
Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados
trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le
63
echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él,
le decían:
S. —«¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas.
Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. —«Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no
encuentro en él ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto
color púrpura. Pilato les dijo:
S. —«Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias,
gritaron:
S. —«¡Crucifícalo, crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. —«Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro
culpa en
C. Los judíos le contestaron:
S. —«Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que
morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y,
entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. —«¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta.
Y Pilato le dijo:
S. —«¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para
soltarte y autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
† —«No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la
hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti
tiene un pecado mayor.»
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos
gritaban:
S. —«Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se
declara rey está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo
sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en
hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua,
hacia el mediodía.
64
Y dijo Pilato a los judíos:
S. —«Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. —«¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. —«¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. —«No tenemos más rey que al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio
llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota),
donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en
medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la
cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los
judíos.»
Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar
donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y
griego.
Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. —«No escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho:
Soy el rey de los judíos".»
C. Pilato les contestó:
S. —«Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa,
haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la
túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de
arriba abajo.
Y se dijeron:
S. —«No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le
toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y
echaron a suerte mi túnica.» Esto hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su
madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al
ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su
madre:
† —«Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
65
† —«Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su
término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
† —«Tengo sed.»
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja
empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la
boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
† —«Está cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para


que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque
aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les
quebraran las piernas y que los quitaran.
Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego
al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús,
viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino
que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al
punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, su
testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que
también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la
Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la
Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.»
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino
de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara
llevarse el cuerpo de Jesús.
Y Pilato lo autorizó. El fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó
también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo
unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas,
según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto
en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro
nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para
los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba
cerca, pusieron allí a Jesús.
66
Palabra del Señor.
Terminada la lectura de la Pasión, conviene hacer como habitualmente una
breve homilía.
Oración universal
En cada una de las peticiones, primero el celebrante—o un lector—dice el
invitatorio, luego se intercala un breve silencio y finalmente el celebrante
recita la colecta. Esta oración universal hoy se hace en todas las iglesias con
el siguiente formulario;

I
Oremos, hermanos, por la Iglesia santa de Dios, para que el
Señor le dé la paz, la mantenga en la unidad, la proteja en toda
la tierra, y a todos nos conceda una vida confiada y serena, para
gloria de Dios, Padre todopoderoso.

Dios todopoderoso y eterno,


que en Cristo manifiestas tu gloria
a todas las naciones,
vela solícito por la obra de tu amor,
para que la Iglesia,
extendida por todo el mundo,
persevere, con fe inquebrantable,
en la confesión de tu nombre.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

II
Oremos también por nuestro Santo Padre, el papa N., para que
Dios, que lo llamó al orden episcopal, lo asista y proteja para
bien de la Iglesia como guía del pueblo santo de Dios.

Dios todopoderoso y eterno,


cuya sabiduría gobierna todas las cosas,
atiende bondadoso nuestras súplicas
y protege al Papa,
para que el pueblo cristiano,
gobernado por ti
67
bajo el cayado del Sumo Pontífice,
progrese siempre en la fe.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
III
Oremos también por nuestro obispo N., por todos los obispos,
presbíteros y diáconos, y por todos los miembros del pueblo
santo de Dios.

Dios todopoderoso y eterno,


cuyo Espíritu santifica y gobierna
todo el cuerpo de la Iglesia,
escucha las súplicas
que te dirigimos por todos sus ministros,
para que, con la ayuda de tu gracia,
cada uno te sirva fielmente
en la vocación a que le has llamado.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
IV
Oremos también por los (nuestros) catecúmenos, para que Dios
nuestro Señor los ilumine interiormente, les abra con amor las
puertas de la Iglesia, y así encuentren en el bautismo el perdón
de sus pecados y la incorporación plena Cristo, nuestro Señor.

Dios todopoderoso y eterno,


que haces fecunda a tu Iglesia
dándole constantemente nuevos hijos,
acrecienta la fe y la sabiduría
de los (nuestros) catecúmenos,
para que, al renacer en la fuente bautismal,
sean contados entre los hijos de adopción.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

68
Oremos también por todos aquellos hermanos nuestros que
creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor asista y congregue
en una sola Iglesia a cuantos viven de acuerdo con la verdad que
han conocido.

Dios todopoderoso y eterno.


que vas reuniendo a tus hijos dispersos
liturgia de la palabra - 125
y velas por la unidad ya lograda,
mira con amor a toda la grey que sigue a Cristo,
para que la integridad de la fe
y el vínculo de la caridad
congregue en una sola Iglesia
a los que consagró un solo bautismo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

VI
Oremos también por el pueblo judío, el primero a quien Dios
habló desde
antiguo por los profetas, para que el Señor acreciente en ellos el
amor de su
nombre y la fidelidad a la alianza que selló con sus padres.

Dios todopoderoso y eterno,


que confiaste tus promesas a Abrahán y su descendencia,
escucha con piedad las súplicas de tu Iglesia,
para que el pueblo de la primera alianza
llegue a conseguir en plenitud la redención.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

VII
Oremos también por los que no creen en Cristo, para que,
iluminados por el Espíritu Santo, encuentren también ellos el
camino de la salvación.

Dios todopoderoso y eterno,


69
concede a quienes no creen en Cristo
que, viviendo con sinceridad ante ti,
lleguen al conocimiento pleno de la verdad,
y a nosotros concédenos también
que, progresando en la caridad fraterna
y en el deseo de conocerte más,
seamos ante el mundo
testigos más convincentes de tu amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
VIII
Oremos también por los que no admiten a Dios, para que por la
rectitud y sinceridad de su vida alcancen el premio de llegar a él.

Dios todopoderoso y eterno,


que creaste a todos los hombres
para que te busquen
y, cuando te encuentren, descansen en ti,
concédeles que, en medio de sus dificultades,
los signos de tu amor
y el testimonio de los creyentes
les lleven al gozo de reconocerte como Dios
y Padre de todos los hombres.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

IX
Oremos también por los gobernantes de todas las naciones, para
que Dios nuestro Señor, según sus designios, les guíe en sus
pensamientos y decisiones hacia la paz y libertad de todos los
hombres.

Dios todopoderoso y eterno,


que tienes en tus manos
el destino de todos los hombres
y los derechos de todos los pueblos,
asiste a los que gobiernan,
para que, por tu gracia,
70
se logre en todas las naciones
la paz, el desarrollo
y la libertad religiosa de todos los hombres.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
X
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, por todos los
que en el mundo sufren las consecuencias del pecado, para que
cure a los enfermos, dé alimento a los que padecen hambre,
libere de la injusticia a los perseguidos, redima a los
encarcelados, conceda volver a casa a los emigrantes y
desterrados, proteja a los que viajan, y dé la salvación a los
moribundos.

Dios todopoderoso y eterno,


consuelo de los que lloran
y fuerza de los que sufren,
lleguen hasta ti las súplicas
de quienes te invocan en su tribulación,
para que sientan en sus adversidades
la ayuda de tu misericordia.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

ADORACIÓN DE LA CRUZ
Terminada la Oración universal, el celebrante puede leer la siguiente
monición:

Monición
Ahora vamos a realizar un gesto lleno de significado:
venerar la Cruz santísima de Jesucristo. Que nuestro beso al
leño santo esté lleno de unción y de amor, que este nuestro
gesto sirva para manifestar nuestro agradecimiento a Jesucristo,
que por nosotros derramó su sangre en la cruz. Que, mientras
escuchamos (cantamos) los antiguos textos de lamentación del

71
Señor y la gloria de su Cruz, sepamos meditar y ahondar el
significado de la muerte del Señor.
El celebrante va a buscar la santa Cruz y la lleva al presbiterio, cubierta con
un velo rojo. Luego, de pie ante el altar, la muestra tres veces al pueblo,
descubriendo primero su parte superior, luego el brazo derecho y finalmente
todo el madero santo.
Cada una de las veces que muestra la cruz, dice o canta:
Mirad el árbol de la Cruz,
donde estuvo clavada
la salvación del mundo.
El pueblo responde cada vez:
Venid a adorarlo.
Y todos se arrodillan unos momentos en silencio y adoración, mientras el
celebrante sostiene la santa Cruz.

Si se prefiere, el celebrante puede también llevar la cruz descubierta en una


procesión que avance desde el fondo de la iglesia y, parándose en tres lugares
distintos, la muestra cada vez al pueblo, mientras dice cada vez: Mirad el
árbol. Pero, en las parroquias rurales y pequeñas comunidades será más fácil
—e incluso más expresivo— mostrar la Cruz desde el mismo presbiterio
descubriéndola progresivamente.

Si hay ministrantes, dos de ellos acompañan la cruz con candeleros o velas


encendidas que luego se colocan en el suelo cerca de la cruz.

Descubierta la cruz, se procede a la adoración de la misma. La cruz debe


presentarse a cada uno de los fieles para que la adore personalmente, pues se
trata de un gesto especialmente importante y significativo en la celebración
de este día (cf. Notas doctrinales y pastorales, nn. 12-17, p. 107).

DIVERSOS MODOS DE REALIZAR LA ADORACIÓN DE


LA CRUZ
Según las posibilidades, siempre limitadas en las pequeñas parroquias, el rito
de la adoración de la Cruz puede realizarse de una de las siguientes formas:

a) El celebrante, descubierta la cruz, la sostiene por sus brazos apoyada en el


suelo, mientras el pueblo pasa a adorarla. Mientras tanto, si es posible, se
cantan los improperios o un ministrante los lee como se describe en el ritual.

72
b) El celebrante, descubierta la cruz la entrega a dos ministrantes o fieles (a
poder ser varones) y ellos la sostienen por sus brazos apoyada la base en el
suelo. El pueblo mientras tanto canta los improperios o bien un lector o el
mismo celebrante los lee.

c) El celebrante, descubierta la cruz, la coloca sobre un pedestal y. durante la


adoración del pueblo, lee él mismo los improperios.

En los monasterios de monjas, en los que el celebrante no tiene ningún


ministrante, la forma más simple para la adoración de la Cruz puede ser la
siguiente:

1) Descubierta la cruz el celebrante la presenta al pueblo a la entrada del


presbiterio, apoyada en el suelo o colocada sobre una peana, para que el
pueblo la adore, mientras las monjas entonan los improperios v otros textos.

2) Cuando el pueblo ha terminado la adoración, el celebrante acerca la santa


Cruz al coro de las monjas, y dos monjas la reciben y la sostienen por los
brazos para que las monjas la adoren.
Si es posible, se colocan a los lados de la cruz dos cirios. El celebrante,
mientras las monjas adoran la santa Cruz, permanece sentado en la sede.

3) Durante la adoración de la Cruz, las monjas cantan los improperios u otros


cantos verdaderamente apropiados. Si las monjas no son capaces de cantar
los improperios u otros cantos verdaderamente apropiados, el celebrante o
una monja hace una lectura pausada de los improperios y otros textos.

El celebrante y los fieles se acercan a la santa Cruz y la besan con respeto


mientras se cantan o se leen los siguientes textos:

¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido?


Respóndeme.
Yo te saqué de Egipto; tú preparaste una cruz para tu Salvador.

R. Santo Dios, Santo fuerte. Santo inmortal: Ten piedad de


nosotros.

Yo te guié cuarenta años por el desierto, te alimenté con el


maná, te introduje en una tierra excelente; tú preparaste una cruz
para tu Salvador.
R. Santo Dios.
73
¿Qué más pude hacer por ti? Yo te planté como viña mía,
escogida y hermosa. ¡Qué amarga te has vuelto conmigo! Para
mi sed me diste vinagre, con la lanza traspasaste el costado a tu
Salvador.
R. Santo Dios.

Yo por ti azoté a Egipto y a sus primogénitos; tú me entregaste


para que me azotaran. Yo te saqué de Egipto, sumergiendo al
Faraón en el mar Rojo; tú me entregaste a los sumos sacerdotes.
R. Santo Dios.

Yo abrí el mar delante de ti; tú con la lanza abriste mi costado.


Yo te guiaba con una columna de nubes; tú me guiaste al
pretorio de Pilato.
R. Santo Dios.

Yo te sustenté con maná en el desierto; tú me abofeteaste y me


azotaste. Yo te di a beber el agua salvadora que brotó de la peña;
tú me diste a beber hiel y vinagre.
R. Santo Dios.

Yo por ti herí a los reyes cananeos; tú me heriste la cabeza con


la caña.
Yo te di un cetro real; tú me pusiste una corona de espinas.
R. Santo Dios.

Yo te levanté con gran poder, tú me colgaste del patíbulo de la


cruz.
R. Santo Dios.

¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido?


Respóndeme.

II

Brille la cruz del Verbo, luminosa,


brille como la carne sacratísima
74
de aquel Jesús nacido de la Virgen
que en la gloria del Padre vive y brilla.
R. ¡Victoria!, tú reinarás. ¡Oh cruz, tú nos salvarás!
Gemía Adán doliente y conturbado,
lágrimas Eva junto a Adán vertía;
brillen sus rostros por la cruz gloriosa,
cruz que se enciende cuando el Verbo expira.
R. ¡Victoria!, tú reinarás.
¡Salve, cruz de los montes y caminos,
junto al enfermo suave medicina,
regio trono de Cristo en las familias,
cruz de nuestra fe, salve cruz bendita!
R. ¡Victoria!, tú reinarás.
Reine el Señor crucificado,
levantando la cruz donde moría;
nuestros enfermos ojos buscan luz,
nuestros labios el río de la vida.
R. ¡Victoria!, tú reinarás.
Te adoramos, oh cruz que fabricamos
pecadores con manos deicidas;
te adoramos, ornato del Señor,
sacramento de nuestra eterna dicha.
R. ¡Victoria!, tú reinarás.
adoración de la cruz - 131
III
Las banderas reales se adelantan
y la cruz misteriosa en ellas brilla;
la cruz en que la Vida sufrió muerte
y en que sufriendo muerte nos dio vida.
R. ¡Victoria!, tú reinarás. ¡Oh cruz, tú nos salvarás!
Ella sostuvo el sacrosanto cuerpo
que al ser herido por la lanza dura
derramó sangre y agua en abundancia
para lavar con ellas nuestras culpas.
R. ¡Victoria!, tú reinarás.
En ella se cumplió perfectamente
lo que David profetizó en su verso,
cuando dijo a los pueblos de la tierra:
75
«Nuestro Dios reinará desde un madero.»
R. ¡Victoria!, tú reinarás.
¡Árbol lleno de luz, árbol hermoso,
árbol ornado con la regia púrpura
y destinado a que su tronco digno
sintiera el roce de la carne pura!
R. ¡Victoria!, tú reinarás.
¡Dichosa cruz que con tus brazos firmes,
en que estuvo colgado nuestro precio,
fuiste balanza para el cuerpo santo
que arrebató su presa a los infiernos!
R. ¡Victoria!, tú reinarás.
A ti, que eres la única esperanza,
ensalzamos, oh cruz, y te rogamos
que acrecientes la gracia de los justos
y borres los delitos de los malos.
R. ¡Victoria!, tú reinarás.
Recibe, oh Trinidad, fuente saluble,
la alabanza de todos los espíritus;
y tú que con cruz nos das el triunfo,
añádenos el premio, oh Jesucristo.
R. ¡Victoria!, tú reinarás.
Mientras los últimos fieles adoran la Cruz, un ministrante o un fiel — incluso
una mujer— coloca discretamente sobre el altar un mantel y los corporales.

Terminada la adoración de la Cruz, el celebrante coloca la cruz sobre el altar


(o en otro lugar honorífico y visible) y, si es posible, un ministrante o fiel
coloca a sus lados dos candelabros con velas encendidas. Mientras se traslada
la cruz, los fieles se arrodillan.

Mientras se lleva la cruz, a su lugar, un lector puede leer la siguiente


antífona.

Tu Cruz adoramos. Señor, y tu santa resurrección alabamos y


glorificamos; por el madero ha venido la alegría al mundo
entero.

El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre


nosotros y tenga piedad.
76
Tu Cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y
glorificamos; por el madero ha venido la alegría al mundo
entero.
Colocada la cruz en su lugar, si ningún lector ha leído la antífona Tu Cruz, la
puede leer el celebrante mientras el pueblo continúa de rodillas.
COMUNIÓN
Dispuesta ya la cruz en su lugar, si nadie lo ha realizado previamente el
celebrante coloca el mantel y los corporales sobre el altar. Luego va a buscar
la Reserva eucarística y, con el veo humeral— acompañado, si es posible, por
dos ministrantes o fieles con velas—, la lleva por el camino más breve del
monumento al altar. Luego el celebrante empieza la preparación a la
comunión.
El celebrante, con las manos juntas, dice:

Fieles a la recomendación del Salvador


y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:

El celebrante, junto a los fieles, dice:


Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
El celebrante solo prosigue:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
77
El pueblo aclama:
Tuyo es el reino,
tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
A continuación el celebrante dice en secreto:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo no sea para
mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad,
me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio
saludable.
Seguidamente muestra la Eucaristía al pueblo, diciendo como habitualmente:
Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una
palabra tuya bastará para sanarme.
Luego comulga y distribuye la Eucaristía como habitualmente.
Durante la comunión hoy es más expresivo guardar un austero silencio. Pero
se puede también cantar algún canto apropiado.
Terminada la comunión, el celebrante dice la siguiente oración después de la
comunión:

Oración después de la comunión

Oremos.
Dios todopoderoso, rico en misericordia,
que nos has renovado
con la gloriosa muerte y resurrección de Jesucristo,
nos dejes de tu mano
la obra que has comenzado en nosotros,
para que nuestra vida,
por la comunión en este misterio,
se entregue con verdad a tu servicio.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Luego, con las manos extendidas sobre el pueblo, dice:

78
Oración sobre el pueblo

Que tu bendición. Señor,


descienda con abundancia sobre este pueblo,
que ha celebrado la muerte de tu Hijo
con la esperanza de su santa resurrección;
venga sobre él tu perdón,
concédele tu consuelo,
acrecienta su fe,
y consolida en él la redención eterna.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Todos salen en silencio.

79
DOMINGO DE PASCUA
DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
NOTAS DOCTRÍNALES.
I - Sentido de la Vigilia pascual
1. De la misma manera que el Triduo pascual es la celebración culminante
del año litúrgico, así la Noche de Pascua es a su vez el punto culminante del
Triduo pascual. La Vigilia pascual es, pues, la mayor de las celebraciones del
año litúrgico, y como tal debe vivirse y presentarse a los fíeles.
2. Esta celebración, por un lado, forma parte del Triduo pascual y es el punto
culminante del mismo y, por otro, inaugura la Cincuentena festiva de Pascua
que, a la manera de un gran domingo, se prolonga desde esta noche hasta la
solemnidad de Pentecostés. La Noche pascual, por tanto, pertenece por una
parte el Triduo y por otra parte, sin dejar de formar parte de este Triduo,
inaugura a su vez la Cincuentena festiva de Pascua, de la que no formaron
parte ni el Viernes ni el Sábado Santos, aunque fueran ya parte de la
solemnidad pascual.
3. A partir de la Noche santa la Iglesia vive y manifiesta, con unos signos
más festivos y extraordinarios que habitualmente, como un anticipo de la
vida futura y de aquella felicidad en la que cree y en la que espera compartir,
ya sin velos ni figuras ni sombras, la vida del Resucitado.
4. Para expresar y vivir este como anticipo de la vida del cielo, a partir de la
misa de la Noche de Pascua, cambian muchos de los signos celebrativos
habituales en los otros tiempos. Así. si en los otros ciclos algunos signos
recuerdan las limitaciones de la vida peregrina propia de los días terrenos,
durante los días pascuales, en cambio, se suprimen estos signos y todo alude
a la vida definitiva de gozo y de victoria en la que pasada la etapa de las
figuras, el Resucitado introduce a la humanidad.
5. Por esta razón, en las celebraciones eucarísticas de los días pascuales se
omiten, por ejemplo, las lecturas del Antiguo Testamento, que constituyen
únicamente como una figura de los bienes futuros, se repite sin cesar el
Aleluya, que resuena en el cielo, se suprimen muchos de los signos
penitenciales, etc.
6. La Noche pascual fundamentalmente tiene el mismo contenido que la
celebración eucarística habitual: contemplar el mensaje de Dios (liturgia de la
Palabra) y actualizar esta misma buena nueva (ritos sacramentales del
bautismo y de la eucaristía). Pero en la Noche santa estas dos partes de la
celebración presentan una mayor expresividad y amplitud.
80
7. En la Vigilia pascual, en efecto, la liturgia de la palabra tiene más lecturas
presenta como una síntesis de toda la buena nueva evangélica, desde la
creación del mundo hasta el punto culminante de la historia, la resurrección
final de la humanidad, inaugurada ya por la resurrección de Jesucristo.
8. La liturgia sacramental, por una parte, celebra la Eucaristía con mayor
solemnidad, y, por otra, a ella se añaden los ritos litúrgicos de la iniciación
cristiana (Bendición del agua —bautismal o por lo menos común—,
Bautismo, Confirmación de los catecúmenos, renovación de las promesas
bautismales, la aspersión de la asamblea).
9. Incluso los mismos ritos iniciales de apertura son más amplios y
expresivos: la procesión de entrada no se limita al solo ingreso habitual de
los ministros, sino que incluye una expresiva procesión de toda la asamblea y
el acto penitencial queda substituido por el rito más solemne del Pregón
pascual.

II - Cómo celebrar los ritos de la Vigilia pascual en las iglesias menores

10. Para esta solemne Vigilia, conviene que, incluso en las iglesias menores,
haya por lo menos un ministrante que sirva al celebrante. Hay ritos, en
efecto, que difícilmente se celebrarán con decoro si el celebrante está solo en
el altar piénsese, por ejemplo, en la iluminación y adorno del altar durante el
canto del gloria). También hay que procurar, por lo menos, dos lectores que
proclamen alternativamente las lecturas y los salmos responsoriales. En los
monasterios conviene que, por lo menos, dos monjas de las que lean con
claridad se alternen con las lecturas y salmos responsoriales.
11. Por lo que atañe a las pequeñas parroquias hay que procurar que en la
noche pascual se reúnan entre sí en una celebración común (o bien pasando
la celebración de un pueblo a otro en años sucesivos o bien acudiendo todos
a una Iglesia mayor). Es, en efecto, importante que ningún fiel se vea privado
de la riqueza de los signos y textos de esta Vigilia que es la celebración
culminante del Triduo pascual e incluso de todo el año litúrgico; y esta
riqueza difícilmente se logra en una asamblea de pocos fieles y con un
número de ministros limitado
(Cfr. Circular sobre las fiestas pascuales. Documentación litúrgica
posconciliar. Enquiridión, preparado por Andrés Pardo [Barcelona, Editorial
Rebina, 1992], 1337).
12. Cuando varias pequeñas parroquias celebran conjuntamente la Noche
Pascual cada una de ellas puede llevar a la celebración común un cirio,
adornado a la manera del Cirio pascual; estos cirios pueden colocarse
estéticamente en los lugares donde están los fíeles de los respectivos pueblos
e iluminarse después de los cirios de los fieles, cuando, repetida por tercera
vez la aclamación Luz de Cristo, "se encienden las lúcesele la iglesia" (Misal
Romano, Vigilia pascual, n. 17). Terminada la Vigilia, cada parroquia puede
llevar su cirio iluminado en la Noche Santa a la propia parroquia y

81
encenderlo allí, a la manera del Cirio pascual, en las celebraciones de la
Cincuentena.
13. En aquellos casos en que resulte imposible la reunión de varias pequeñas
comunidades en una celebración común, como acontece por ejemplo en los
monasterios obligados a la ley de clausura, hay que hacer todos los esfuerzos
para que la Vigila pascual no se vea privada de sus elementos constitutivos,
celebrados con la máxima expresividad y participación espiritual posibles.
Debe evitarse sobre todo que esta Vigilia se asemeje simplemente a una misa
vespertina de un domingo celebrada al atardecer del sábado (Circular sobre
las fiestas pascuales 3: pardo 4446).
14. Por lo que respecta a los monasterios de monjas, debe subrayarse la
urgencia de que esta Vigilia se celebre ampliamente y durante gran parte de
la noche pues "a los que se dedican a la vida contemplativa les compete de
modo singular la oración en la noche, ya que con ella se expresa y se aviva la
espera del Señor que ha de volver: 'A medianoche se oyó una voz que decía:
Mirad, el Esposo viene, salid a su encuentro'9' (IGLH 72). La Vigilia pascual
es, en efecto, la "Madre" de todas las demás celebraciones nocturnas con las
que la Iglesia expresa y acrecienta el deseo de la venida del Señor. "Vigilia,
la de esta noche —afirma san Agustín—, que es tan grande que ella sola
reclama para sí como propio el nombre que luego pasó a ser común de todas
las demás vigilias" (Serme Guelferbytanus 5).
15. La celebración de la Vigilia pascual de forma abreviada o adelantada y la
omisión de alguna de las lecturas de esta Noche santa sería especialmente
grave si se tratara de comunidades contemplativas, pues resultaría
contradictorio con lo más específico de la vocación contemplativa. "Los
Padres, en efecto, con muchísima frecuencia, exhortan a los fieles, sobre todo
a los que se dedican a la vida contemplativa, a la oración en la noche, ya que
con ella se expresa y se aviva la espera del Señor que ha de volver: 'A
medianoche se oyó una voz que decía: Mirad, el Esposo viene, salid a su
encuentro'.'Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el amo de la casa; si
por la tarde, si a medianoche, o al canto del gallo, o a la madrugada: no sea
que, viniendo de repente, os encuentre dormidos'" (IGLH 72). El hecho de
que estas comunidades no tengan ministrantes no impide que las monjas sean
cristianas para las que la celebración nocturna tiene una especial importancia
y significatividad.
16. En las comunidades contemplativas, en las que el matiz orante de la
celebración nocturna resulta tan importante, conviene que las lecturas vayan
precedidas de una breve introducción que ayude a las monjas a orar a través
de unos textos que quizá no siempre comprenden en su significación más
plenamente cristiana.
17. En ninguna de las pequeñas comunidades —tanto si se trata de pequeños
monasterios como de pequeñas parroquias— puede permitirse que la
brevedad de la liturgia de la Palabra de esta Noche asemeje simplemente la
celebración de la Vigilia a una misa habitual de un domingo cualquiera

82
celebrada en las últimas horas del sábado (cf. Circular sobre las fiestas
pascuales 78: pardo 4521).
18. Los ritos introductivos (bendición del fuego y del Cirio pascual,
procesión de entrada y pregón pascual) conviene que guarden una cierta
sobriedad y proporción con las dos partes fundamentales de la celebración de
la Vigilia, la proclamación de las lecturas y los ritos del Bautismo y de la
Eucaristía.

El Pregón pascual en las pequeñas parroquias:


19. El pregón pascual se proclama desde el ambón y puede hacerlo un lector
o el mismo celebrante, después que el cirio pascual ha sido colocado en su
lugar, cerca del mismo ambón.

El Pregón pascual en los monasterios de monjas:


20 En los monasterios es recomendable que el pregón pascual lo proclame —
o mejor lo cante— una monja desde el facistol del coro, si están obligadas a
la clausura, o en el ambón, si pueden salir a la iglesia. Si el pregón pascual se
canta desde el coro, el celebrante, después de cantada por tercera vez la
aclamación Luz de Cristo, puede entregar el cirio a una monja y ella lo
coloca en su candelabro junto al facistol del coro. Si además de las monjas
hay también otros fieles, debe procurarse que el facistol del coro esté situado
de tal forma que tanto las monjas como los demás participantes puedan
escuchar bien el pregón.

Las lecturas en las pequeñas parroquias:


21. Por lo que se refiere a las lecturas en las pequeñas parroquias, con fieles
posiblemente poco formados y en su mayoría ancianos, quizá sea
conveniente suprimir alguna. No siempre, en efecto, estos fieles
comprenderán fácilmente el núcleo del mensaje pascual a través de una
multitud de textos que, hoy por hoy, les son a veces bastante ajenos. En estas
pequeñas parroquias es muy conveniente, en cambio, introducir las lecturas
con unas moniciones sencillas, para que los participantes logren descubrir y
vivir el sentido dinámico del conjunto de la historia santa que arranca de la
creación y culmina en la resurrección de Cristo.
Las lecturas en los monasterios de monjas:
22. En los monasterios de monjas, en cambio, no puede olvidarse que la
lectura prolongada de las Escrituras y la contemplación pausada del misterio
pascual de Cristo, "comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas y
los salmos" (cf. Le 24,27), es una de las dos partes constitutivas de la
celebración de esta santísima Noche. En manera alguna, pues, puede
permitirse que, por el solo hecho de tratarse de una pequeña comunidad, se
abrevie su número en esta Noche. El reducido número de participantes o de
ministros no justifica nunca reducir el número de lecturas que, de por sí,
deben leerse todas, tal como las propone el Leccionario (cf. Misal Romano,
Vigilia pascual 13; Carta sobre las fiestas pascuales 85: pardo 4528).
83
23- La liturgia de la palabra ha de tener en esta Noche, tanto en los
monasterios como en las pequeñas parroquias, una debida ambientación de
paz que facilite la oración y evite convertir las lecturas en un simple
cumplimiento de un rito. En el caso de que el mismo celebrante, a falta de
lectores, deba proclamar todas las lecturas, conviene que para cada una de
ellas, sentado en la sede, lea primero la monición introductoria; luego,
mientras el pueblo asume interiormente el contenido de la monición, se dirija
al ambón y, terminada la proclamación de la lectura y del salmo, vuelva a la
sede y, hecho un brevísimo silencio, diga la colecta.
24. Proclamada la última lectura del Antiguo Testamento con su salmo y
oración, conviene que algún ministrante —o, si no hay ningún ministrante,
algún fiel, hombre o mujer— discretamente ilumine los cirios del altar y lo
adorne, si es posible, con flores. En los monasterios en los que la clausura no
permite que ninguna monja salga del coro, si no hay otra persona que pueda
hacerlo, el mismo celebrante pausada y discretamente deja la sede y, durante
el canto del Gloria a Dios en el cielo, él mismo realiza estas acciones.
25. Es muy conveniente que el Gloria a Dios en el cielo, en esta noche, no se
limite a una simple recitación, sino que sea un verdadero canto festivo. Si es
posible, durante este canto conviene que resuenen las campanas del
campanario (no, en cambio, campanillas en el interior de la iglesia, pues el
repique tiene como finalidad anunciar la alegría pascual a los enfermos y
demás ausentes).
26. Acabada la epístola el celebrante desde la sede entona tres veces el
Aleluya pascual, elevando cada vez la voz. El Misal de Pablo VI no hace
alusión a esta tradicional elevación progresiva de la voz, pero sí explícita esta
elevación progresiva de la voz la más reciente Circular sobre las fiestas
pascuales (87: pardo 4530). Este Aleluya conviene que siempre sea cantado
por todo el pueblo. Para lograrlo es aconsejable usar alguna melodía
conocida por los fieles.
27. Si el celebrante tiene dificultad en entonar el Aleluya, puede hacerlo
alguno de los fieles desde el ambón. En los monasterios puede hacerlo alguna
de las hermanas en el lugar habitual de las lecturas. Repetido por tercera vez
el Aleluya, el cantor —o en su defecto el celebrante— proclama desde el
ambón los versículos del salmo pascual 117.
28. Terminado el evangelio, se hace la homilía como habitualmente.

Bendición del agua bautismal en las pequeñas parroquias:


29. Para la bendición del agua bautismal, si el número de fieles y la
disposición de la fuente bautismal permiten ubicar a los presentes cerca de la
fuente, es muy recomendable realizar el rito en el mismo bautisterio. En este
caso, terminada la homilía, el celebrante toma el Cirio pascual y, precediendo
a los fieles, se dirige en procesión al bautisterio. Al llegar, deja el Cirio
pascual en un candelabro y, colocado cerca de la fuente, procede a la
bendición del agua.

84
30. Si el bautisterio es muy pequeño, terminada la homilía, los ministrantes
—o algunos fieles, hombres o mujeres— colocan un recipiente con el agua
en el presbiterio. Situado el recipiente del agua bautismal en su lugar, el
celebrante, frente al mismo, procede a la bendición del agua.
31. Si ha de celebrarse algún bautismo, bendecida el agua bautismal, se
procede a la celebración del sacramento, tal como figura en las páginas 185-
187 (cf. también Ritual del Bautismo de niños, nn. 149-151 y 153-155 si se
trata de un niño no llegado al uso de razón, o en el Ritual de la iniciación
cristiana de los adultos si se trata de un niño con uso de razón, nn. 353-365 o
de un adulto, nn. 217-231). El rito bautismal en esta noche empieza
directamente por las renuncias (los ritos previos deben haberse celebrado en
otro día o en otro momento). En la profesión de fe se omite el asentimiento
de la asamblea, porque ésta tendrá lugar después de celebrado el bautismo.
Bendición del agua común en los monasterios o iglesias sin bautisterio:
32. En las iglesias no parroquiales (a no ser que se celebre eventualmente
algún bautismo), terminada la homilía, los ministrantes o algunos fieles—
hombres o mujeres— colocan ante el celebrante un recipiente con agua, sea
en el mismo suelo, sea en una mesita (la mesita, en caso de usarse, puede
recubrirse con algún paño festivo, pero que no parezca un mantel blanco a la
manera de los del altar); el recipiente del agua conviene sea suficientemente
grande para que sea significativo.
33. El celebrante, colocado ante el recipiente del agua, procede a su
bendición, tal como figura en las páginas 187-188.
34. Bendecida el agua —o celebrado el bautismo y, en el caso de bautizados
llegados al uso de razón, la confirmación—, se procede a la renovación de las
promesas bautismales. El celebrante se sienta en la sede y los fieles
encienden sus velas: el celebrante procede como se describe en las páginas
189-191.
35. Terminada la renovación de las promesas bautismales, el celebrante,
discurriendo por la iglesia, asperge al pueblo con el agua bautismal o pascual.
36. Durante la aspersión, el pueblo, si es capaz, canta la antífona Vi que
manaba agua u otro canto verdaderamente apropiado. Si los fieles no son
capaces de cantar pero se dispone de un lector o ministrante, éste puede
recitar con solemnidad y pausa durante la aspersión la antífona Vi que
manaba agua, en la que el pueblo puede ir intercalando Aleluya.
37. Acabada la aspersión, el celebrante retorna a la sede donde dirige la
oración de los fieles. Terminada ésta, el celebrante se sienta y los
ministrantes —o, si no hay ministrantes, algunos fieles, hombres o mujeres—
colocan sobre el altar los corporales, el misal, la patena, el cáliz, el pan y el
vino para la Eucaristía y todo prosigue como se indica en la página 192.
38. La liturgia de la Eucaristía pascual, aunque se trate de pequeñas iglesias,
debe hacerse con la máxima solemnidad y expresividad. La Plegaria
eucarística de esta noche, en concreto, es el punto culminante de la
solemnidad de Pascua, del Triduo pascual e incluso de todo el año litúrgico
(cf. Circular sobre las fiestas pascuales 91: pardo 4534). En esta noche
85
conviene usar el canon romano porque en él figuran para esta noche
embolismos propios y muy significativos.
39. Téngase también presente que para que el significado de la Eucaristía
alcance toda su plenitud en esta noche está recomendado que, con el
consentimiento del Ordinario, todos los fieles reciban la comunión pascual
bajo las dos especies (cf. Circular sobre las fiestas pascuales 92: pardo 4535).

III - Puntos a subrayar en la catequesis de esta celebración.

40. Un primer punto que conviene subrayar en la catequesis de la Vigilia


pascual es la relación intrínseca de esta celebración con la hora nocturna. El
paso de la noche a la aurora forma parte del mismo signo pascual y esto hasta
tal punto que celebrar la Vigilia a otra hora desvirtuaría el contenido mismo
de la celebración de Pascua. La Vigilia pascual es la única celebración
litúrgica cuya hora tiene un verdadero matiz sacramental. No se trata
simplemente de buscar una concordancia histórica con la hora de la
resurrección, como es, por ejemplo, el caso del atardecer de la misa del
Jueves Santo, que imita la hora histórica en que Jesús se reunió con los suyos
para la cena, o la celebración de la muerte del Señorón el Viernes Santo
alrededor de las tres, que puede evocar la hora en que murió el Señor. La
hora nocturna de la Noche pascual es de otra naturaleza: forma parte del
mismo signo sacramental de este día. A través del paso de la noche a la
aurora, se significa y se hace presente el misterio del tránsito de la Pascua en
la que Jesús, por su muerte y resurrección, hace pasar consigo a la Iglesia de
las tinieblas de la muerte y del pecado a la luz de la resurrección y de la vida,
simbolizados en el paso de la noche a la aurora pascual.
41. La Vigilia pascual es, pues, y debe presentarse en la catequesis de este día
como una verdadera Liturgia de las Horas, más incluso que el mismo Oficio
divino. La relación intrínseca que media entre la nocturnidad de la Vigilia
pascual y el contenido pascual de su celebración es la razón por la que la
normativa de la Iglesia exige, cada vez con mayor fuerza, que la hora
nocturna de su celebración ^interprete de manera estricta (cf. Circular sobre
las fiestas pascuales, 78-80: pardo 4521-4523).
42. Otra importante característica de la Vigilia pascual es el ser, por su propia
naturaleza, una celebración prolongada (cf. Circular sobre las fiestas
pascuales 85: pardo 4528). Se trata, en efecto, de pasar gran parte de la noche
velando mientras se espera el retorno del Señor. Bajo este aspecto puede
decirse que la Vigilia pascual es la más antigua y más significativa
celebración del Adviento cristiano como espera de la venida del Señor. A este
sentido nocturno y prolongado de la Vigilia el Misal de Pablo VI aplica las
expresivas frases bíblicas: la Vigilia pascual es una noche de vela en honor
del Señor (Ex 2, 42) y también: Tened encendidas las lámparas. Vosotros
estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle

86
apenas venga y llame, Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los
encuentre en vela Lc 12, 35ss.).
43. En la catequesis de la Vigilia pascual conviene subrayar también que el
esquema de la celebración coincide fundamentalmente con el esquema de la
celebración eucarística habitual. La Vigilia pascual, como la misa, está
formada fundamentalmente por una liturgia de la palabra y una liturgia
sacramental. La principal diferencia que media entre la celebración de esta
noche y la celebración eucarística habitual es que en la Vigilia los dos ritos
fundamentales —liturgia de la palabra y liturgia sacramental— están más
desarrollados y son más solemnes, expresivos e incluso más prolongados (la
liturgia de la palabra tiene hasta nueve lecturas en lugar de las tres habituales
y abarca contemplativamente desde el origen del mundo hasta la "etapa final
de la historia", la resurrección de Cristo) y la liturgia sacramental, por su
parte, queda enriquecida con la celebración —o por lo menos el recuerdo—
del bautismo, de la confirmación, y la eucaristía es celebrada con mayor
expresividad y solemnidad.
44. Otro aspecto importante que debería recalcar la catequesis es el sentido
global de las lecturas de esta Noche: se trata no de enterarse de unos hechos
desconocidos, sino de contemplar y revivir, a través de unas páginas muy
conocidas de la Escritura, las grandes maravillas de la Historia de la
salvación, desde los orígenes de la humanidad hasta la plenitud de los
tiempos que se inauguran para la humanidad con la resurrección de
Jesucristo. Esta finalidad de síntesis contemplativa de toda la historia santa
que tienen las lecturas de esta Noche comporta dos aspectos (a veces no
suficientemente valorados): la invariabilidad de las lecturas de Vigilia (en
todos los ritos y en todos los tiempos se han leído más o menos estas mismas
lecturas en la noche pascual) y la suma conveniencia de que en esta Noche,
más que en otras ocasiones, se hagan más breves moniciones que subrayen el
sentido de síntesis de la historia santa que arranca de la creación y culmina
en la resurrección. Como este dinamismo, cuya significatividad hoy los fieles
no siempre lo captan, conviene por ello antepondrá una breve monición a
cada lectura.
45. Otro punto que conviene subrayar es el paso de un grupo de lecturas a
otro. En nuestro ritual lo indicamos tanto por medio de títulos antepuestos a
cada grupo de lecturas como a través de las breves moniciones que
sugerimos.
Los diversos grupos son: a) lecturas de la Ley (la a 3a lectura); b) lecturas de
los Profetas (4a a 7a), y c) lecturas del Nuevo Testamento. Para subrayar el
paso del Antiguo al Nuevo Testamento al llegar a este momento aparecen en
la celebración la mayor parte de elementos festivos: entre la última lectura
profética y la primera del Nuevo Testamento se ilumina y adorna el altar, se
canta el Gloria, suenan festivamente las campanas y la música instrumental y
se entona el Aleluya pascual.
46. Otro aspecto a recalcar es el intenso significado que tiene en esta Noche
la Oración de los fieles (cf. Circular sobre las fiestas pascuales 91: pardo
87
4534). Si ha habido bautismo de adultos, los recién bautizados participan por
vez primera en esta oración de los fieles, pues por el bautismo y
confirmación han entrado a formar parte de los fieles, inaugurando así, al
orar por todos los hombres, su sacerdocio bautismal (Misal Romano, Vigilia
pascual, 49); por ello también es aconsejable que uno de ellos proponga en
esta noche las intenciones a la asamblea.
47. Con respecto a los ritos sacramentales conviene subrayar la presencia de
los ritos alusivos a la iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación, o alusión
a estos sacramentos a través de la bendición del agua, renovación de las
promesas bautismales y aspersión del pueblo).
48. También hay que destacar la especial significatividad de la Misa de esta
Noche de Pascua, presentándola como la más importante Misa del año. Si la
Eucaristía siempre celebra y hace presente "la victoria y el triunfo de la
muerte de Cristo" {Sacrosanctum Concilium 6: pardo 6), este triunfo se
manifiesta especialmente en los signos de esta Noche en la que también la
liturgia de la palabra ha proclamado el mismo triunfo que luego se hace
presente en el sacramento.
49. De la centralidad de la misa de la Noche de Pascua se deriva la suma
conveniencia de que, por lo menos en esta noche, la comunión alcance "la
plenitud del signo eucarístico". En este contexto conviene explicar el sentido
de plenitud que incluye el comulgar bajo las dos especies (cf. IGMR 240:
pardo 787; y Circular sobre las fiestas pascuales 92: pardo 4535).

IV - Los cantos del pueblo en la Vigilia pascual.

50. En las pequeñas comunidades en las que el canto resulta siempre difícil,
conviene, como ya hemos advertido, jerarquizar los mismos según las
posibilidades de cada asamblea y la importancia de cada celebración. Es
necesario velar para que, entre los pocos que generalmente pueden aprender
los fieles de estas pequeñas comunidades para los días del Triduo, se de la
primacía sobre todo a los más importantes y significativos que son, sin duda,
los de la Noche pascual.
51. Por otra parte se presenta la dificultad de que las pequeñas comunidades,
formadas sobre todo por ancianos, no acostumbran estar preparadas para ver
la Noche pascual como la celebración culminante, pues en el tiempo de su
formación catequética era común celebrar más la Semana Santa o el llamado
Triduo sacro (Jueves, Viernes y Sábado Santos) que el Triduo pascual, y el
Triduo sacro tenía su cumbre celebrativa en el Jueves y Viernes Santos; por
ello difícilmente los ancianos saben cantos apropiados a la celebración de la
Vigilia pascual.
52. En este difícil contexto habrá que contentarse con poco; pero al mismo
tiempo hay que hacer los esfuerzos posibles para que este poco responda lo
mejor posible al contenido más propio de la Noche Santa.
53. Entre los cantos a aprender los más necesarios son: un Aleluya que puede
servir tanto para el triple Aleluya de después de la epístola como para otros
88
momentos de la celebración (v. gr. para insertarlo en la antífona leída durante
la aspersión del agua; además podrá servir también para otras celebraciones,
sobre todo durante la Cincuentena pascual).
54. Un segundo canto importante en la Vigilia —que como el anterior podrá
servir en otras ocasiones— es el Gloria a Dios en el cielo, para el que
posiblemente sea suficiente el repaso de alguna melodía ya conocida.
55. Por lo que se refiere a los cantos de la parte eucarística de la Vigilia, éstos
no se distancian mucho de los de una celebración eucarística habitual. Aquí
deberán cuidarse sobre todo los más fundamentales que son: las
aclamaciones del Santo, Anunciamos tu muerte y Amén del final del Canon.
56. Un canto que acostumbran saber los fieles de las pequeñas comunidades
y que, sobre todo para los menos jóvenes, puede ser muy expresivo de
Pascua, es la antífona latina Regina caeli. Esta antífona podría servir muy
bien para el final de la celebración, antes del Podéis ir en paz, aleluya,
aleluya.
57. Por lo que se refiere a los demás cantos hay que evitar los textos
demasiado comunes y poco apropiados y los que den una ambientación poco
expresiva de los misterios propios de esta solemnidad pascual, centrada sobre
todo en la victoria del Resucitado (cf. Circular sobre las fiestas pascuales 42:
pardo 4485). Es preferible cantar menos cantos que dar al conjunto de la
celebración una ambientación excesivamente común.

V - Preparativos

58. Junto a la puerta de la iglesia:


a) El fuego que se ha de bendecir (conviene que sean brasas de carbón
suficientemente abundantes para que resulten visibles).
b) El Cirio pascual, que debe ser necesariamente de cera, nuevo cada año y
suficientemente grande (cf. Circular sobre las fiestas pascuales, 82: pardo
4525) a fin de que "pueda evocar realmente que Cristo es la luz del mundo"
(Ibídem).
c) Los granos de incienso (no son necesarios, pero sí muy significativos).
Conviene que sean granos de verdadero incienso (no bolas de una mezcla de
polvo de incienso y cera) y se incrusten en agujeros previamente preparados
en la cera (no pegados artificialmente al Cirio por medio de clavos).
d) Un punzón para marcar los signos sobre el Cirio.
e) Unas tenazas para poner el fuego en el incensario.
f) Una candela para encender el Cirio pascual (en cuya extremidad, cerca de
la mecha, se pueden atar algunas cerillas para facilitar su encendido en las
brasas de fuego).
g) El incensario vacío (si no hubiese ningún ministrante, el incensario se
suprime).
En los monasterios sujetos a la ley de clausura: Todo lo anterior conviene
colocarlo cerca del coro para que las monjas puedan participar mejor en el
rito.
89
59. En el presbiterio:
a) El altar se reviste con los mejores manteles festivos y las mejores
alfombras, pero con los cirios apagados y sin ningún otro objeto encima de la
mesa. Los adornos difíciles de colocar durante el Gloria a Dios en el cielo se
colocan ya desde el comienzo de la celebración.
b) El ambón o lugar de la palabra se cubre festivamente con un velo blanco y
eventualmente se adorna también con flores o plantas. Junto al mismo se
coloca el candelabro para el Cirio pascual.
c) En la credencia: todo lo necesario para la misa y las flores que se
colocarán sobre el altar durante el Gloria a Dios en el cielo; el acetre y el
aspersorio (o mejor algunas ramas verdes) para hacer la aspersión del pueblo;
el Crisma, si debe haber bautismos.
Cuando el agua no se bendice en el bautisterio: en una mesita (que no debe
recubrirse con mantel blanco, para que no aparezca como un segundo altar) o
en otro lugar oportuno: el recipiente con el agua bautismal o común para
bendecir.
d) En la sacristía: Las vestiduras blancas que se usan en la misa para el
celebrante (y para los ministrantes), las más festivas que tenga la iglesia.

CELEBRACIÓN DE LA NOCHE SANTA DE PASCUA

RITOS INICIALES

BENDICIÓN DEL FUEGO


El celebrante, revestido como para la misa con las mejores y más ricas
vestiduras blancas que tenga la iglesia, va al lugar donde se ha preparado el
fuego y saluda al pueblo como de costumbre:

V. El Señor esté con vosotros.


R. Y con tu espíritu.

Luego puede añadir la siguiente monición:

Monición.
Hermanos: Hace ya más de tres mil doscientos años, durante
una vela nocturna como la que ahora nos disponemos a iniciar, el
Señor libró a nuestros padres de Israel de la dura esclavitud de Egipto.
También en una noche como la de hoy, hace casi dos mil años, nuestro
Señor Jesucristo resucitó victorioso de entre los muertos y arrancó así
a la humanidad de la esclavitud de la muerte.

90
Para celebrar, pues, estas maravillas, para participar de la libertad de
la Pascua definitiva, nos reunimos en esta Noche santa, como lo hacen
también los demás cristianos diseminados por el mundo, y velaremos
largamente para contemplar, cantar y revivir la libertad de la Pascua
del Señor.
Iniciaremos la celebración con una procesión siguiendo el Cirio
pascual, figura de Cristo, como los israelitas siguieron la columna de
fuego y de nube que los conducía a la libertad.
Luego escucharemos y meditaremos, larga y pausadamente, la Palabra
de Dios, que nos irá anunciando las maravillas del Señor a través de la
historia, y finalmente haremos memoria de nuestro Bautismo y
celebraremos la Eucaristía pascual para hacer presente y para
participar en la maravilla culminante de la historia, el triunfo de
Jesucristo sobre la muerte.
Que, por la celebración de estos misterios, el Señor nos conceda llegar
un día a vivir, ya sin velos ni símbolos, sino en la plena visión de su
reino, aquella misma victoria sobre la muerte, el pecado y todo mal,
que ahora nos disponemos a celebrar por medio de los ritos de esta
Noche santísima de Pascua.

Seguidamente bendice el fuego, diciendo:

Oremos.
Oh Dios, que por medio de tu Hijo
has dado a tus fieles el fuego de tu luz,
santi † fica este fuego
y concédenos
que la celebración de estas fiestas pascuales
encienda en nosotros deseos tan santos
que podamos llegar con corazón limpio
a las fiestas de la eterna luz.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

PREPARACIÓN DEL CIRIO PASCUAL


Luego el celebrante con un punzón traza los signos sobre el Cirio que
sostiene el ministrante (o si no hay ministrante, sobre el Cirio colocado en la
mesita), de este modo:

1. Cristo ayer y hoy, (vertical de la cruz)


2. principio y fin, (horizontal de la cruz)
91
3. alfa (alfa sobre el trazo vertical)
4. y omega. (omega debajo del trazo vertical)
5. Suyo es el tiempo (primer número del año en curso)
6. y la eternidad. (segundo número)
7. A él la gloria y el poder, (tercer número)
8. por los siglos de los siglos. Amén. (cuarto número)

А
2 0

0 5

Ω
Luego incrusta en el Cirio los granos de incienso, diciendo:

1. Por sus llagas 1


2. santas y gloriosas,
3. nos proteja 4 2 5
4. y nos guarde
5. Jesucristo nuestro Señor. Amén. 3
El celebrante enciende el Cirio con el nuevo fuego, diciendo:

La luz de Cristo,
que resucita glorioso,
disipe las tinieblas
del corazón y del espíritu.

PROCESIÓN

Iluminado el Cirio pascual, el celebrante puede invitar a los fieles a


incorporarse a la procesión, que se dirigirá al presbiterio con la siguiente
monición:

Monición
Como en otro tiempo los hijos de Israel, guiados en la noche por la
columna de fuego, pasaron de la esclavitud de Egipto a la libertad de
Canaan, así también ahora nosotros, iluminados por la luz del Cirio
pascual, seguiremos a Cristo que sale resplandeciente del sepulcro y, a

92
la luz de su triunfo, nos dispondremos a inaugurar las fiestas
pascuales.

Luego, si hay algún ministrante, el celebrante pone incienso para la


procesión.
Iluminado el Cirio (y puesto el incienso), se ordena la procesión hacia el
altar. Procede, si lo hay, el turiferario, sigue el celebrante, con el Cirio
pascual encendido, y finalmente van los fieles con sus velas.
Antes de empezar la procesión, el celebrante, en el lugar mismo donde se ha
iluminado el Cirio, lo levanta y canta (o dice):

Luz de Cristo.

Y los fieles responden:


Demos gracias a Dios.

O bien:
Oh luz gozosa de la santa gloria
del Padre celeste inmortal,
santo y feliz Jesucristo.

En la puerta de la iglesia se repite por segunda vez la aclamación: Luz de


Cristo, y los fieles responden con la misma aclamación que la primera vez y
encienden sus velas.
______________________________________________________________

Al llegar al presbiterio, el celebrante canta por tercera vez la aclamación: Luz


de Cristo, y el pueblo responde corno las otras veces. Luego se encienden las
luces de la iglesia (no los cirios del altar).
______________________________________________________________

Cuando varias pequeñas parroquias celebran conjuntamente la Vigilia, a la


tercera aclamación: Luz de Cristo, pueden encenderse los cirios que,
colocados de modo estético en lugares apropiados de la iglesia, luego
suplirán el Cirio pascual en las parroquias que no hayan podido celebrar la
Vigilia.

PREGÓN PASCUAL

El celebrante coloca el Cirio pascual en su candelabro, junto al ambón; luego


pone incienso -si se usa— en el incensario.

93
Colocado el Cirio, el celebrante inciensa el libro y el Cirio pascual, y luego
proclama el Pregón. Durante el Pregón los fieles tienen en sus manos las
velas encendidas.
______________________________________________________________

El Pregón pascual lo puede proclamar también un ministrante u otro fiel que


sea capaz de hacerlo con la solemnidad y claridad que requiere este
importante texto. En los monasterios. si hay alguna monja capa/ de hacerlo
con la debida claridad, es muy recomendable que sea ella quien lo proclame
—si es posible cantado—- desde el ambón o en medio de! coro en el caso de
que estén obligadas a la clausura. Si el Pregón debe proclamarse desde el
coro, sería mejor que el celebrante, después de cantada por tercera \e/ la
aclamación: Luz de Cristo, entregara el Cirio a una monja, y ésta lo colocara
en su candelabro junio al facistol del coro. Si además de las monjas hay
también fieles, debe procurarse que el facistol del coro v el Cirio pascual
estén colocados de tal forma que todos (Hiedan escuchar e! pregón y ver el
Cirio con facilidad.
_____________________________________________________________

Forma larga del pregón pascual


Exulten por fin los coros de los ángeles,
exulten las jerarquías del cielo,
y por la victoria del Rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra,
inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del Rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla
que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo con las aclamaciones del pueblo.
[Por eso, queridos hermanos,
que asistís a la admirable claridad de esta luz santa,
invocad conmigo la misericordia de Dios omnipotente,
para que aquel que, sin mérito mío,
me agregó al número de sus ministros,
infundiendo el resplandor de su luz,
me ayude a cantar las alabanzas de este cirio.
V. E1 Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
94
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.]
En verdad es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto del corazón
a Dios invisible, el Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán
y, derramando su sangre,
canceló el recibo del antiguo pecado.
Porque éstas son las fiestas de Pascua,
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fíeles.
Ésta es la noche
en que sacaste de Egipto
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.
Ésta es la noche
en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
Ésta es la noche
en que, por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo
son arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y son agregados a los santos.
Ésta es la noche
en que, rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
95
en que Cristo resucitó de entre los muertos.
Esta es la noche
de la que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mi gozo.»
Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio,
trae la concordia,
doblega a los poderosos.
En esta noche de gracia,
acepta, Padre santo,
este sacrificio vespertino de alabanza
que la santa Iglesia te ofrece
por medio de sus ministros
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla,
porque se alimenta de esta cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa.
¡Qué noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano y lo divino!
Te rogamos. Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
arda sin apagarse
para destruir la oscuridad de esta noche,
y, como ofrenda agradable,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
y es Cristo, tu Hijo resucitado,
que, al salir del sepulcro,
brilla sereno para el linaje humano,
96
y vive y reina glorioso
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA
Terminado el Pregón pascual, se apagan las velas de los fíeles y el celebrante,
sentado en la sede, puede leer la siguiente monición introductoria a la
Liturgia de la Palabra.

Monición
Hermanos: Con el Pregón solemne de Pascua, hemos entrado
ya en la Noche santa de la resurrección del Señor. Escuchemos ahora,
largamente y en silencio meditativo, la palabra de Dios. Recordemos
las muchas y variadas maravillas que Dios ha realizado a través de
la historia para salvar al primer Israel y cómo, al llegar los últimos
tiempos, envió al mundo a su Hijo para que, con su muerte y
resurrección, la salvación alcanzara a todos los hombres. Mientras
contemplamos la gran trayectoria de esta Historia santa, oremos
intensamente, para que el designio de salvación universal, que Dios
inició con la creación del mundo, prosiguió salvando a Israel y
culminó con la resurrección de Jesucristo, llegue a su plenitud con
el anuncio del Evangelio a todos los pueblos y con la incorporación de
toda la humanidad a la victoria de la resurrección del Señor.

Luego se proclaman sucesivamente las diversas lecturas y salmos. Para estas


lecturas, a poder ser, deberían alternarse por los menos dos lectores. Pero, si
nadie es capaz proclamar con claridad estos textos, el mismo celebrante los
leerá pausadamente en el ambón.
La Liturgia de la Palabra ha de tener en esta Noche una debida ambientación
de paz que facilite la oración. En caso de que sea el mismo celebrante quien
deba proclamar todas las lecturas, conviene que en cada lectura se proceda de
la siguiente manera: a) primero, en la sede, lee la monición; b) luego,
mientras el pueblo asume interiormente el contenido de la misma, se dirige al
ambón y lee allí la lectura y el salmo; c) finalmente, vuelto a la sede, después
de un breve silencio, dice la colecta.

LECTURAS DE LOS LIBROS HISTÓRICOS

Primera lectura
Monición

97
Todo era bueno al comienzo de la creación. Sobre todo el
hombre que, hecho a imagen y semejanza del mismo Creador, fue la
cumbre de la magnífica obra de Dios. Pero el pecado destruyó la
hermosura y la bondad de la creación primera. Una nueva creación
fue entonces necesaria. Dios recreó entonces su obra, y otro hombre.
Cristo resucitado, ha sido la cumbre de esta nueva creación, más
hermosa aún y más llena de bondad que la primera.

Del libro del Génesis 1, 1—2, 2

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos


informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se
cernía sobre la faz de las aguas.
Y dijo Dios:
—«Que exista la luz.»
Y la luz existió.
Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla;
llamó Dios a la luz «Día»; a la tiniebla, «Noche».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.
Y dijo Dios:
—«Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de
aguas.»
E hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de
las aguas de encima de la bóveda.
Y así fue.
Y llamó Dios a la bóveda «Cielo».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.
Y dijo Dios:
—«Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que
aparezcan los continentes.»
Y así fue.
Y llamó Dios a los continentes «Tierra», y a la masa de las aguas la
llamó
«Mar».
Y vio Dios que era bueno.
Y dijo Dios:
—«Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles
frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la
tierra.»
Y así fue.

98
La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie,
y árboles daban fruto y llevaban semilla según su especie.
Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.
Y dijo Dios:
—«Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día
de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de
lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra.»
Y así fue.
E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el
día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. Y las puso
Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el
día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.
Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.
Y dijo Dios:
—«Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre
la tierra frente a la bóveda del cielo.»
Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua
hizo pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies.
Y vio Dios que era bueno.
Y Dios los bendijo, diciendo:
—«Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se
multipliquen en la tierra.»
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.
Y dijo Dios:
—«Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales
domésticos, reptiles y fieras según sus especies.»
Y así fue.
E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos
según sus especies y los reptiles según sus especies.
Y vio Dios que era bueno.
Y dijo Dios:
—«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine
los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los
reptiles de la tierra.»
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre
y mujer los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo:

99
—«Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los
peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la
tierra.»
Y dijo Dios:
—«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la
faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os
servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves
del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la
hierba verde les servirá de alimento.»
Y así fue.
Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.
Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos.
Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que habían hecho;
y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.

Palabra de Dios.

Salmo Responsorial.Sal 103. 1-2a. 5-6. 10 y 12. 13-14.24 y 35c (R.: cf. 30)

R. Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor;


¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,


y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas. R.

De los manantiales sacas los ríos,


para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R.

Desde tu morada riegas los montes,


y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre. R.
100
Cuántas son tus obras. Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R.

Terminado el salmo, el celebrante añade:

Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
admirable siempre en todas tus obras,
que tus redimidos comprendan
cómo la creación del mundo
liturgia de la palabra - 163
en el comienzo de los siglos
no fue obra de mayor grandeza
que el sacrificio pascual de Cristo
en la plenitud de los tiempos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén

Segunda lectura
Monición
Abrahán es como una profecía de la acción de Dios que, «para
rescatar al esclavo, entregó al Hijo». El Señor le había prometido una
numerosa descendencia, pero Abrahán sólo pudo ver realizada esta
promesa de una manera inesperada: después de aceptar el sacrificio de
su hijo. Abrahán es así «el Padre de nuestra fe», pues, seguro de que
Dios podría incluso resucitar a su hijo después de sacrificado, no dudó
en entregar a Isaac. Isaac, salvado de la muerte, alcanza la vida y es
como una figura de Cristo que resucita de entre los muertos y la
primicia y el inicio de la resurrección universal.

Del libro del Génesis 22, 1-18

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole:


—«¡Abrahán!»
Él respondió:
—«Aquí me tienes.»
Dios le dijo:

101
—«Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de
Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te
indicaré.»
Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a
su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que
le había indicado Dios.
El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y
Abrahán dijo a sus criados:
—«Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para
adorar, y después volveremos con vosotros.»
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él
llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre:
—«Padre.»
Él respondió:
—«Aquí estoy, hijo mío.»
El muchacho dijo:
—«Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el
sacrificio?»
Abrahán contestó:
—«Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.»
Y siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí
el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el
altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para
degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
—«¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó:
—«Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó:
—«No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que
temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en
la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en
lugar de su hijo.
Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy
«El monte del Señor ve».
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
—«Juro por mí mismo —oráculo del Señor—: Por haber hecho esto,
por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus
descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa.
102
Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas.
Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia,
porque me has obedecido.»
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 15, 5 y 8. 9-10. 11 (R.: 1)

R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;


mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.

Por eso se me alegra el corazón,


se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.

Me enseñarás el sendero de la vida,


me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.

Terminado el salmo, el celebrante añade:

Oremos.
Oh Dios, Padre supremo de los creyentes,
que multiplicas sobre la tierra
los hijos de tu promesa con la gracia de la adopción
y, por el misterio pascual,
hiciste de tu siervo Abrahán
el padre de todas las naciones,
como lo habías prometido:
concede a tu pueblo
responder dignamente a la gracia de tu llamada.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén

Tercera lectura
Monición

103
La salida de Egipto, a través del paso del mar Rojo, fue el
nacimiento de Israel como pueblo y, al mismo tiempo, es como una
profecía o figura del nacimiento del pueblo cristiano. El Faraón,
hundido en el agua, y los israelitas, liberados de la esclavitud, son la
imagen de un evento que nunca cantaremos demasiado: el mar Rojo
prefigura el bautismo; el faraón, hundido en el agua, es imagen de la
destrucción de nuestros enemigos, la muerte y el pecado; el pueblo,
que, atravesando el mar Rojo, alcanza la libertad, profecía del pueblo
cristiano que, a través del agua bautismal en que es sumergido, se ve
libre del pecado y de la muerte, absorbidos en la victoria de Cristo.
Cantemos, pues, al Señor porque su victoria es sublime.

Del libro del Éxodo 14, 15—15, 1

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:


—«¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan
en marcha. Y tú, alza el cayado, extiende tu mano sobre el mar y
divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto.
Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los
persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su
ejército, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcios que yo
soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del Faraón, de
sus carros y de sus guerreros.»
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de
Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se
desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento
de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era
tenebrosa, y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran
trabar contacto. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor
hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el
mar, y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del
mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e
izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras
ellos, en medio del mar, todos los caballos del Faraón y los carros con
sus guerreros.
Mientras velaban al amanecer, miró el Señor al campamento egipcio,
desde la columna de fuego y nube, y sembró el pánico en el
campamento egipcio.
Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar pesadamente.
104
Y dijo Egipto;
—«Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra
Egipto.»
Dijo el Señor a Moisés:
—«Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los
egipcios, sus carros y sus jinetes.»
Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al amanecer volvía el mar
a su curso de siempre. Los egipcios, huyendo, iban a su encuentro, y
el Señor derribó a los egipcios en medio del mar.
Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el
ejército del Faraón, que lo había seguido por el mar. Ni uno solo se
salvó.
Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las
aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda.
Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a
los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande
del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor, y
creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.
Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este canto al Señor:

Al final de esta lectura no se dice: Palabra de Dios.

Salmo responsorial Ex 15, 1-2. 3-4. 5-6. 17-18 (R.: 1a)

R. Cantaré al Señor, sublime es su victoria.

Cantaré al Señor, sublime es su victoria,


caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. R.

El Señor es un guerrero,
su nombre es «Yahvé».
Los carros del Faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes. R.

Las olas los cubrieron,


bajaron hasta el fondo como piedras.
Tu diestra. Señor, es fuerte y terrible,
tu diestra. Señor, tritura al enemigo. R.
105
Los introduces y los plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono. Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás. R.

Terminado el salmo, el celebrante añade:

Oremos.
Oh Dios, que has iluminado los prodigios
de los tiempos antiguos
con la luz del Nuevo Testamento:
el mar Rojo fue imagen de la fuente bautismal,
y el pueblo liberado de la esclavitud
imagen de la familia cristiana;
concede que todos los pueblos,
elevados por su fe a la dignidad del pueblo elegido,
se regeneren por la participación de tu Espíritu.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
LECTURAS DE LOS PROFETAS

Cuarta lectura
Monición
La creación primera, culminada por la nueva creación en
Cristo, el sacrificio de Isaac, figura de muerte y resurrección, el paso
del mar Rojo, profecía de nuestro camino hacia la libertad, han sido
páginas que nos han hecho orar en esta Noche contemplando la
Historia santa como acción de Dios en favor nuestro. Vamos ahora a
responder con nuestra propia historia a la historia que Dios ha
realizado. Las palabras que ahora escucharemos tienen, pues, otro
matiz: los profetas nos invitarán a la conversión como respuesta
nuestra a la salvación que Dios nos ha ofrecido. Y la primera llamada
a la conversión será un recordatorio de cómo el Señor está dispuesto a
acogernos y a renovar su amor, a pesar de nuestra infidelidad.

Del libro de Isaías 54, 5-14


El que te hizo te tomará por esposa;
su nombre es Señor de los ejércitos.
Tu redentor es el Santo de Israel,
se llama Dios de toda la tierra.
106
Como a mujer abandonada y abatida
te vuelve a llamar el Señor;
como a esposa de juventud, repudiada
—dice tu Dios—.
Por un instante te abandoné,
pero con gran cariño te reuniré.
En un arrebato de ira
te escondí un instante mi rostro,
pero con misericordia eterna te quiero
—dice el Señor, tu redentor—.
Me sucede como en tiempo de Noé:
juré que las aguas del diluvio
no volverían a cubrir la tierra;
así juro no airarme contra ti
ni amenazarte.
Aunque se retiren los montes
y vacilen las colinas,
no se retirará de ti mi misericordia,
ni mi alianza de paz vacilará
—dice el Señor, que te quiere—.
¡Oh afligida, zarandeada, desconsolada!
Mira, yo mismo coloco tus piedras sobre azabaches,
tus cimientos sobre zafiros;
te pondré almenas de rubí,
y puertas de esmeralda,
y muralla de piedras preciosas.
Tus hijos serán discípulos del Señor,
tendrán gran paz tus hijos.
Tendrás firme asiento en la justicia.
Estarás lejos de la opresión,
y no tendrás que temer;
y lejos del terror,
que no se te acercará.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 29, 2 y 4. 5-6. 11 y 12a y 13b (R.: 2a)

R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado


y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

107
Señor, sacaste mi vida del abismo,
y me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R.

Tañed para el Señor, fieles suyos,


dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;


Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R.

Terminado el salmo, el celebrante añade:

Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
multiplica, fiel a tu palabra,
la descendencia que aseguraste a la fe de nuestros padres,
y aumenta con tu adopción los hijos de la promesa;
para que tu Iglesia vea en qué medida se ha cumplido ya
cuanto los patriarcas creyeron y esperaron.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Quinta lectura
Monición
En esta Noche santa en muchos lugares del mundo serán
agregados a la Iglesia por el Bautismo nuevos cristianos. Y quienes
seguimos a Jesucristo, quizá incluso desde largos años, renovaremos
las promesas de nuestro Bautismo y nos propondremos avanzar, con
nuevo coraje si es posible, por las sendas de la vida cristiana. A los
nuevos cristianos, pues, y a quienes nos disponemos a renovar la
gracia de nuestro Bautismo Dios, por medio de un profeta, va a
describirnos el camino que tenemos por delante y las riquezas de la
salvación que se nos ofrece.

Del libro de Isaías 55, 1-11

Así dice el Señor:

108
«Oíd, sedientos todos, acudid por agua,
también los que no tenéis dinero:
venid, comprad trigo, comed sin pagar
vino y leche de balde.
¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta,
y el salario en lo que no da hartura?
Escuchadme atentos, y comeréis bien,
saborearéis platos sustanciosos.
Inclinad el oído, venid a mí:
escuchadme, y viviréis.
Sellaré con vosotros alianza perpetua,
la promesa que aseguré a David:
a él lo hice mi testigo para los pueblos,
caudillo y soberano de naciones;
tú llamarás a un pueblo desconocido,
un pueblo que no te conocía correrá hacia tí;
por el Señor, tu Dios,
por el Santo de Israel, que te honra.
Buscad al Señor mientras se le encuentra,
invocadlo mientras esté cerca;
que el malvado abandone su camino,
y el criminal sus planes;
que regrese al Señor, y él tendrá piedad,
a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Mis planes no son vuestros planes,
vuestros caminos no son mis caminos
—oráculo del Señor—.
Como el cielo es más alto que la tierra,
mis caminos son más altos que los vuestros,
mis planes, que vuestros planes.
Como bajan la lluvia y la nieve del cielo,
y no vuelven allá sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
para que dé semilla al sembrador
y pan al que come,
así será mi palabra, que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía,
sino que hará mi voluntad
y cumplirá mi encargo.»
Palabra de Dios.

109
Salmo responsorial Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6 (R.: 3)

R. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.

El Señor es mi Dios y Salvador:


confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R.

Dad gracias al Señor,


invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso. R.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel.» R.

Terminado el salmo, el celebrante añade:

Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
esperanza única del mundo,
que anunciaste por la voz de tus profetas
los misterios de los tiempos presentes:
atiende los deseos de tu pueblo,
porque ninguno de tus fieles
puede progresar en la virtud
sin la inspiración de tu gracia.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

Sexta lectura
Monición
Con harta frecuencia nos sentimos insatisfechos de nosotros
mismos, decepcionados de nuestra propia vida, sin ánimos incluso
para seguir el camino que quizá en otro tiempo habíamos proyectado
con una fe y una entrega que hoy quizá encontramos a faltar. ¿No será
quizá porque nos hemos dejado cautivar por otras sabidurías, por otros
110
«evangelios» que no son el de Jesucristo? ¡No entreguemos a otros
nuestra gloria! ¡No nos dejemos dominar por pueblos extranjeros, es
decir, por ideales ajenos al Evangelio!

Lectura del libro de Baruc 3, 9-15. 32—4, 4

Escucha, Israel, mandatos de vida;


presta oído para aprender prudencia.
¿A qué se debe, Israel, que estés aún en país enemigo,
que envejezcas en tierra extranjera,
que estés contaminado entre los muertos,
y te cuenten con los habitantes del abismo?
Es que abandonaste la fuente de la sabiduría.
Si hubieras seguido el camino de Dios,
habitarías en paz para siempre.
Aprende dónde se encuentra la prudencia,
el valor y la inteligencia;
así aprenderás dónde se encuentra la vida larga,
la luz de los ojos y la paz.
¿Quién encontró su puesto
o entró en sus almacenes?
El que todo lo sabe la conoce,
la examina y la penetra.
El que creó la tierra para siempre
y la llenó de animales cuadrúpedos;
el que manda a la luz, y ella va,
la llama, y le obedece temblando;
a los astros que velan gozosos
en sus puestos de guardia,
los llama, y responden:
«Presentes»,
y brillan gozosos para su Creador.
Él es nuestro Dios,
y no hay otro frente a él;
investigó el camino de la inteligencia
y se lo enseñó a su hijo, Jacob,
a su amado, Israel.
Después apareció en el mundo
y vivió entre los hombres.
Es el libro de los mandatos de Dios,
la ley de validez eterna:
111
los que la guarden vivirán;
los que la abandonen morirán.
Vuélvete, Jacob, a recibirla,
camina a la claridad de su resplandor;
no entregues a otros tu gloria,
ni tu dignidad a un pueblo extranjero.
¡Dichosos nosotros, Israel, que conocemos
lo que agrada al Señor!
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 18, 8. 9. 10. 11 (R.: Jn 6, 68)

R. Señor, tu tienes palabras de vida eterna.

La ley del Señor es perfecta


y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R.

Los mandatos del Señor son rectos


y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.

La voluntad del Señor es pura


y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.

Más preciosos que el oro,


más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R.

Terminado el salmo, el celebrante añade:

Oremos.
Oh Dios, que sin cesar haces crecer a tu Iglesia
agregando a ella nuevos hijos:
defiende con tu constante protección
a cuantos purificas en el agua del bautismo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
112
R. Amén.

Monición
Séptima lectura
A Israel, desterrado por sus culpas en Babilonia, el Señor le
anunció su futura restauración. Pero el oráculo del profeta se realiza
más plenamente aún en nosotros: el Señor, por medio del agua del
Bautismo —y por las lágrimas de la penitencia de nuestra Cuaresma
—, nos ha purificado y, sobre todo por medio de la Confirmación, nos
ha dado la efusión de su Espíritu y nos ha reunido en su nuevo pueblo,
que es la Iglesia.

Lectura de la profecía de Ezequiel 36, 16-28

Me vino esta palabra del Señor:


«Hijo de Adán,
cuando la casa de Israel habitaba en su tierra,
la profanó con su conducta, con sus acciones;
como sangre inmunda fue su proceder ante mí.
Entonces derramé mi cólera sobre ellos,
por la sangre que habían derramado en el país,
por haberlo profanado con sus idolatrías.
Los esparcí entre las naciones,
anduvieron dispersos por los países;
según su proceder, según sus acciones los sentencié.
Cuando llegaron a las naciones donde se fueron,
profanaron mi santo nombre;
decían de ellos:
"Éstos son el pueblo del Señor,
de su tierra han salido/'
Sentí lástima de mi santo nombre,
profanado por la casa de Israel
en las naciones a las que se fue.
Por eso, di a la casa de Israel:
Esto dice el Señor:
"No lo hago por vosotros, casa de Israel,
sino por mi santo nombre, profanado por vosotros,
en las naciones a las que habéis ido.
Mostraré la santidad de mi nombre grande,
profanado entre los gentiles,
113
que vosotros habéis profanado en medio de ellos;
y conocerán los gentiles que yo soy el Señor
—oráculo del Señor—,
cuando les haga ver mi santidad al castigaros.
Os recogeré de entre las naciones,
os reuniré de todos los países,
y os llevaré a vuestra tierra.
Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará:
de todas vuestras inmundicias e idolatrías
os he de purificar.
Y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne.
Os infundiré mi espíritu,
y haré que caminéis según mis preceptos,
y que guardéis y cumpláis mis mandatos.
Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo,
y yo seré vuestro Dios."»
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 41, 3. 5bcd; 42, 3. 4 (R.: 41, 2)

R. Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti,


Dios mío.

Tiene sed de Dios,


del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios? R.

Cómo marchaba a la cabeza del grupo,


hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta. R.

Envía tu luz y tu verdad;


que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,

114
hasta tu morada. R.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R.

Terminado el salmo, el celebrante añade:

Oremos.
Oh Dios, poder inmutable y luz sin ocaso,
mira con bondad a tu Iglesia,
sacramento de la nueva alianza,
y, según tus eternos designios,
lleva a término la obra de la salvación humana:
que todo el mundo experimente y vea
cómo lo abatido se levanta,
lo viejo se renueva
y vuelve a su integridad primera,
por medio de nuestro Señor Jesucristo,
de quien todo procede.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.

ILUMINACIÓN DEL ALTAR Y CANTO DEL GLORIA


PASCUAL
Dicha la última lectura del Antiguo Testamento con su salmo y oración, los
ministrantes iluminan los cirios del altar y lo adornan, si es posible, con
flores. Si no hay ministrantes éstos son pocos, algunos fíeles —hombres o
mujeres— pueden realizar discretamente esta disposición festiva del altar.
Es muy conveniente que en esta Noche el Gloria a Dios en el cielo no se
limite a una simple recitación, sino que sea un verdadero canto. Cuando se
entona el Gloria, si es posible resuenan las campanas del campanario.
Acabado el Gloria, el celebrante dice:

Oremos.
Oh Dios, que iluminas esta noche santa
con la gloria de la resurrección del Señor,
aviva en tu Iglesia el espíritu filial,
para que, renovados en cuerpo y alma,
nos entreguemos plenamente a tu servicio.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
115
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO


Y CANTO DEL «ALELUYA» PASCUAL

Epístola
Seguidamente, un lector —o, en su defecto, el mismo celebrante— proclama
desde el ambón la lectura apostólica:

De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-11

Hermanos:
Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos
incorporados a su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así
como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del
Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la
suya, lo estará también en una resurrección como la suya.
Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con
Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y
nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha
quedado absuelto del pecado.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también
viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de
entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio
sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para
siempre; y su vivir es un vivir para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios
en Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

Acabada la epístola, todos se levantan y el celebrante entona tres veces el


Aleluya pascual, elevando cada vez más la voz. Este Aleluya conviene que
siempre sea cantado, y para lograrlo es aconsejable usar alguna melodía ya

116
conocida por los fieles. El pueblo repite este Aleluya también tres veces en el
mismo tono que ha usado el celebrante.

Si el celebrante tiene dificultades en entonar el Aleluya, puede hacerlo


también alguno de los fieles; en los monasterios la entonación del Aleluya
pascual puede encomendarse a una de las hermanas. Repetido por tercera vez
el Aleluya, un lector —o, en su defecto, el mismo celebrante— proclama
desde el ambón los versículos del salmo pascual 117.

Salmo responsorial Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23

R. Aleluya, aleluya, aleluya.


Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.
La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.

La piedra que desecharon los arquitectos


es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.

Evangelio

Para el evangelio, si hay algún ministrante, es recomendable usar incienso.

Año A:

† Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 1-10


En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana,
fueron
María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto
tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del
cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era
de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas
temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las
mujeres:
—«Vosotras, no temáis; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado.

117
No está aquí. Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio
donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de
entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo
veréis." Mirad, os lo he anunciado.»
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas
de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
—«Alegraos.»
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo:
—«No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a
Galilea; allí me verán.»
Palabra del Señor.

Año B:

† Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 1-7


Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé
compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el
primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían
unas a otras:
—«¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?»
Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy
grande.
Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha,
vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo:
—«No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No
está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.
Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de
vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo.»
Palabra del Señor.

Año C:

† Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 1-12


El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al
sepulcro llevando las aromas que habían preparado. Encontraron
corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo
del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les
118
presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas,
despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron:
—«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha
resucitado. Acordaos de lo que os dijo estando todavía en Galilea: "El
Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de pecadores, ser
crucificado y al tercer día resucitar."»
Recordaron sus palabras, volvieron del sepulcro y anunciaron todo
esto a los Once y a los demás.
María Magdalena, Juana y María, la de Santiago, y sus compañeras
contaban esto a los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las
creyeron.
Pedro se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, vio sólo las
vendas por el suelo. Y se volvió admirándose de lo sucedido.
Palabra del Señor.

Terminado el evangelio, sigue la homilía como habitualmente. A


continuación en las parroquias o cuando debe celebrarse un bautismo sigue la
Liturgia bautismal.
En los monasterios y en las iglesias sin fuente bautismal a la homilía sigue el
rito con la bendición del agua pascual y la renovación de las promesas
bautismales, p. 187

El celebrante, colocado ante el recipiente del agua procede a su bendición:

BENDICIÓN DEL AGUA PASCUAL

Invoquemos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que


bendiga esta agua, que va a ser derramada sobre nosotros en memoria
de nuestro bautismo y pidámosle que nos renueve interiormente, para
que permanezcamos fieles al Espíritu que hemos recibido.

Luego prosigue:
Señor Dios nuestro,
escucha las oraciones de tu pueblo
que vela en esta noche santa,
en que celebramos
la acción maravillosa de nuestra creación
y la maravilla, aún más grande, de nuestra redención;
dígnate ben † decir esta agua.
La creaste para hacer fecunda la tierra
y para favorecer nuestros cuerpos
con el frescor y la limpieza.
119
La hiciste también instrumento de misericordia
al librar a tu pueblo de la esclavitud
y al apagar con ella su sed en el desierto;
por los profetas la revelaste
como signo de la nueva alianza
que quisiste sellar con los hombres.
Y, cuando Cristo descendió a ella en el Jordán,
renovaste nuestra naturaleza pecadora
en el baño del nuevo nacimiento.
Que esta agua, Señor, avive en nosotros
el recuerdo de nuestro bautismo
y nos haga participar en el gozo de nuestros hermanos
bautizados en esta Pascua.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Bendecida el agua bautismal o pascual, en te das las iglesias se procede a la
renovación de las promesas bautismales.

RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS BAUTISMALES


El celebrante, sentado en la sede, dirige a los fíeles, que previamente
encienden sus velas, estas palabras:

Hermanos: Por el misterio pascual hemos sido sepultados con Cristo


en el bautismo, para que vivamos una vida nueva. Por tanto,
terminado el ejercicio de la Cuaresma, renovemos las promesas del
santo bautismo, con las que en otro tiempo renunciamos a Satanás y a
sus obras, y prometimos servir fielmente a Dios en la santa Iglesia
católica. Así pues:

Celebrante:
¿Renunciáis a Satanás?
Todos:
Sí, renuncio.

Celebrante:
¿Y a todas sus obras?
Todos:
Sí, renuncio.

Celebrante:
120
¿Y a todas sus seducciones?
Todos:
Sí, renuncio.

Celebrante:
¿Creéis en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
Todos:
Sí, creo.

Celebrante:
¿Creéis en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de santa
María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y
está sentado a la derecha del Padre?
Todos:
Sí, creo.
Celebrante:
¿Creéis en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la
comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la
resurrección de la carne y en la vida eterna?
Todos:
Sí, creo.

Luego concluye el rito de la renovación de las promesas del Bautismo,


diciendo:
Que Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos
regeneró por el agua y por el Espíritu Santo y que nos concedió la
remisión de los pecados, nos guarde en su gracia en el mismo
Jesucristo nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Luego el celebrante, discurriendo por la Iglesia, asperge al pueblo con el


agua bautismal o pascual.

Durante las aspersión, el pueblo, si es capaz, canta la antífona Vi que manaba


agua u otro canto verdaderamente apropiado.
______________________________________________________________

Si los fieles no son capaces de cantar, pero se dispone de un lector o


ministrante, durante la aspersión éste puede recitar con solemnidad y pausa la
siguiente antífona en la que el pueblo puede ir intercalando Aleluya:

121
Vi que manaba agua del lado derecho del templo, aleluya.
R. Aleluya.

Y habrá vida abundante dondequiera que llegue la corriente, aleluya.


R. Aleluya.

Y todos cantarán: Aleluya, aleluya.


R. Aleluya.
______________________________________________________________

Acabada la aspersión, el celebrante retorna a la sede, donde dirige la oración


de los fieles:

Oración de los fíeles


Llenos de alegría por la santa y vivificante resurrección del Señor,
purificados nuestros sentimientos y renovados nuestros espíritus,
supliquemos insistentemente al Señor, diciendo: Oh Cristo, escucha y
ten piedad.

R. Oh Cristo, escucha y ten piedad.


1. A Cristo, que, por su resurrección, ha vencido la muerte y
ha destruido el pecado, pidámosle que todos los cristianos sean
siempre fieles a las promesas del bautismo que han renovado en esta
noche santa.

2. A Cristo, que, por su resurrección, ha hecho renacer a los


nuevos hijos de la Iglesia, engendrándolos por el agua y el Espíritu
Santo, pidámosle que confirme en ellos los dones que les ha
concedido en esta Pascua.

3. A Cristo, que, por su resurrección, ha dado la vida


verdadera al mundo y ha renovado toda la creación, supliquémosle
por aquellos que, por no creer en su triunfo, viven sin esperanza.

4. A Cristo, que, por su resurrección, ha abierto las puertas de


su reino a quienes gemían en el abismo y ha otorgado la vida al
hombre mortal, reguémosle por todos los que sufren.

5. A Cristo, que, en su resurrección, anunció la alegría a las


mujeres, y por las mujeres a los apóstoles, y por los apóstoles al
mundo entero, reguémosle por quienes nos hemos reunido para
celebrar su triunfo.
122
Conclusión
Señor Jesucristo,
que en el cielo eres glorificado por los ángeles y por los
santos
y en la tierra eres enaltecido y adorado por tu Iglesia,
en esta fiesta gloriosa de tu resurrección
te suplicamos que escuches nuestras oraciones
y extiendas tu diestra misericordiosa
sobre este pueblo
que pone toda su esperanza
en tu resurrección.
Tú que vives y reinas, inmortal y glorioso,
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

LITURGIA EUCARÍSTICA

RITO DE LA COMUNIÓN
El celebrante inicia la preparación a la comunión, diciendo:

Fieles a la recomendación del Salvador


y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:

El celebrante, junto con los fíeles, dice:


Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

El celebrante solo prosigue:


Líbranos de todos los males. Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,

123
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.

El pueblo aclama:
Tuyo es el reino,
tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

El celebrante prosigue:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
«La paz os dejo, mi paz os doy»,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

El sacerdote añade:
La paz del Señor esté siempre con vosotros.

El pueblo responde:
Y con tu espíritu.

Luego, si lo juzga oportuno, el celebrante dice:


En el Espíritu de Cristo resucitado, daos fraternalmente la paz.

Y los fieles se dan la paz.

Luego parte el pan consagrado y deja caer un fragmento del mismo en el


cáliz, diciendo:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, unidos en
este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna.

Mientras tanto, los fíeles cantan o dicen:


Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
124
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.

A continuación el celebrante dice en secreto:


Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de todas mis
culpas y de todo mal. Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permitas que me separe de ti.

Luego el celebrante muestra el pan consagrado a los fíeles, diciendo:


Éste es el Cordero de Dios, éste el que fue muerto y ahora
vive por los siglos de los siglos. Dichosos los invitados a esta mesa.

Y juntamente con el pueblo, añade:


Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una
palabra tuya bastará para sanarme.

El sacerdote comulga, diciendo, para el pan:


El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Después toma el cáliz y dice:
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.

Después une el celebrante ha sumido la Sangre del Señor, si el pueblo no


canta durante la comunión, antes de empezar la distribución de la Eucaristía,
el monitor (o el mismo celebrante) lee la siguiente antífona de comunión.

Antífona de comunión 1Co 5. 7-8


Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así pues,
celebremos la Pascua con los panes ázimos de la sinceridad y la
verdad. Aleluya.

Durante la comunión, si es posible, el pueblo entona, como habitualmente,


algún canto apropiado.

Luego distribuye la eucaristía a los fieles como habitualmente.

Terminada la distribución de la Eucaristía, el celebrante dice la oración


después de La comunión

Oración después de la comunión


Derrama, Señor, sobre nosotros
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tu espíritu de caridad,
para que vivamos siempre unidos en tu amor
los que hemos participado
en un mismo sacramento pascual.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

RITO DE CONCLUSIÓN

El celebrante despide al pueblo con la bendición habitual o bien con la


propia, diciendo:

V. El Señor esté con vosotros.


R. Y con tu espíritu.

Que os bendiga Dios todopoderoso


en esta noche solemne de Pascua,
y que su misericordia os guarde de todo pecado.
R. Amén.
Y el que os ha redimido
por la resurrección de Jesucristo
os enriquezca con el premio de la vida eterna.
R. Amén.
Y a vosotros, que al terminar los días de la pasión del Señor
celebráis con gozo la fiesta de Pascua,
os conceda también alegraros
con el gozo de la Pascua eterna.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo † y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén

Seguidamente dice:
V. Podéis ir en paz. Aleluya, aleluya.
R. Demos gracias a Dios. Aleluya, aleluya.

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