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Mauricio Kalejman
Bajo este par�metro, har� una serie de reflexiones sobre la tem�tica puesta en
crisis en la sentencia dictada por la Sala B de la C�mara Civil de la Capital
Federal.
En primer lugar, es dable se�alar que el domicilio es el lugar que la ley fija como
asiento o sede de la persona para la producci�n de determinados efectos jur�dicos
como centro de imputaci�n para el ejercicio de sus derechos y cumplimiento de sus
obligaciones. Tal definici�n legal (conf. art. 90 del C�digo Civil) da la idea de
domicilio como concepto objetivo pura y exclusivamente jur�dico, dejando de lado la
antigua concepci�n subjetiva del domicilio de hecho seg�n la cual el domicilio es
aqu�l donde la persona se encuentra presente [1].
A su vez, se destaca que, ese centro de imputaci�n puede ser fijado -a los efectos
de un contrato- en un sitio distinto del domicilio de residencia efectiva de la
persona y por ello se lo denomina domicilio especial o de elecci�n o convencional.
Y cuando el mismo se encuentra perfectamente individualizado en un inmueble es
derecho del ejecutado y carga de ejecutante cursar all� la notificaci�n[2], m�xime
cuando el domicilio constituido por la parte lo fue en instrumento p�blico, de modo
que la notificaci�n a ella cursada y dirigida al sitio por ella fijada a los fines
de la regulaci�n de sus derechos con su cocontratante, surte todos los efectos
legales [3].
Sobre este particular expone claramente Llamb�as, en su "C�digo Civil Anotado" (t.
I, p. 223, n� 16) que no hay duda acerca de que el domicilio de elecci�n perdura en
su eficacia mientras surte efecto el contrato que lo contiene, agregando a
continuaci�n "siendo la constituci�n del domicilio convencional una mera cl�usula
del contrato, destinada a funcionar en tanto dure el r�gimen convencional
estructurado, su suerte est� ligada a �l y se extingue con �l".