HOMERO
LA ODISEA
‘Texto adaptado
2 EDITORIAL ANDRES BELLO
Buenos Aires * México D.P + Santiago de ChileNinguna parte de esta pubescién,includo el esata de a euberta
pueda ser raprocueid, almacariagao ransmida en manera alguna
Iipr ningin medio, ya sea eléctico,quimica, mecdnica, tien, de
‘F@bac6n 06 fotooop.a. sin permiso previo el er.
Toners
| TID Gcana adepado por nea Aten, -1a.64. 5a.
acne ae ants bal Agertina, 21
sen 97a 067-100625
4. Literatura Grog Ce, Amoi Ante, at.
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Primera ecilén, 2008
Tercera reimpresién, 2011
1 Eto Andrés Ballo Argentina S.A
Gon 8204 (14148) Buenos Aires
‘andresbello@andresbaloarcom
Esta ercora reimpresién so tains do
frei mes de abril de 201%,
ngresores: Buenas Airs Print
Inpreso en Argentina Printed in Argentina
ISBN 978-987-1908.254PROLOGO.
Entre los postas de la Grecia arcatea cuyo nombre
se reeuerda, Homero fue el mis antiguo y conocido. No se
sube a ciencia cierta euindo ni dénde vivi6, pero respecto
de él se contaban diversas historias que Tos eriegos ereian
‘verdaderas
Se dice que al final de su vida estaba ciego y pobre,
‘pero que continuaba su recorrido por ciudades y campos
sgriegos cantando su maravillosa poesia, Algunos autores
estiman que vivi6 en el siglo vit antes de Cristo.
En una época en que casi nadie sabia leer ni eseribir
cexistian trovadores ambulantes que, de eiudad en ciudad,
cantaban largos poemas, narrando acontecimientos de la
prehistoria del pueblo griego. Entre ellos, Homero fue ef
mas famoso, y los poemas que se le atribuyen, La Mada y
La Odlsea, ban llegado hasta nosotos. Ellos consttuyen los
primeros poetas heroicos occidentalesy son tan atrayentes
prevoco
para el lector modemo como lo fueron para los antigues|
stiegos. La Mliada’ narra un episodio del sitio de Trova,
tua guerra que duré diez fis y en la eual los prineipes de
Jos dlistintos Estados griegos sitiaron y destruyeron aquella
ciudad.
‘Troya fue tomada porque los griegos, incapaces de
drribar sus murallas, fingieron retirarse y dejaron como
tegalo par os stiados un gran caballo de madera en cuyo
imerior se ocaltaban guorteros, Los troyanos lo introdujeron
en la ciudad, como sefal de triunfo, pero durante la noche,
Jos soldados que habian permanecido escondidos dentro del
artefacto sin ser deseubiertos,salieronsigilosamente, abrie-
ron las puerta de la fortaleza y permitieron el ingreso del
resto del ejécite,
Asi destruyeron Troya y, terminada Ia guerra, los
prineipes griegos emprendieron el camino de regreso a sus
paises. Ente ellos se encontraba Odiseo ~0 Ulises, que es el
nombre latino, y que por ser mis conocido hemos preferido
conservar-. Se lo canoefa como “el astuto Ulises” por su
prodigalided de recurses, entre ellos, la idea del caballo de
madera,
La Odisea narra las aventuras que altonté. Ulises
para volver a su pais natal, Era rey de Itaca, una isla situa
dal oeste de Ia Grecia continental, y en ella lo esperaban
su mujer Penélope y su hijo Telémaco. En sus pequetios
* ‘oo silo deena cole.bareos, 10s eriegos de esa época navegaban, por Io gene
ral, sin perder de vista la tierra y el viaje habeia demorado
normalmente dos o tes semanas; sin embargo, Ulises tard
diez aos en volver a Taca. Las aventuras ¢infortunios que
‘ausaron esta incretble demora consttuyen el tema de La
Odisea, Los griegos, dentra de su fantasia, hacfan participar
1 sus dioses en los acontecimientos humatos. Por es0, e
La Odlicea aparece Poseidén, el dios del mar, como el prin-
cipal enemigo de Ulises y que quiere destuirlo; en cambio,
‘Atenea, diosa de la sabidusia se empeitba en salvar.
Si pensamos que fos barcos griegos de ese tiempo
eran muy pequetios y eran impulsados por una sols vel
Yun grupo de remeros, se comprende ef enorme desafio
‘que representabs un dilatado viaje por mary los derroteros
inesperados a los que serian arrastados por los vientos y
las comtentes
Por fansticas que parezeat las aventuras narradas
‘en La Osea, n0 son, sin embargo, pura imaginacién. Ged-
rafos y viajeros modemos, como Emnle Bradford, entre
‘otros, han credo reconstruir con bastante exactimd gran
parte de las travesias de Ulises en el mar Mediterrineo.
Peto indepeniientemente de la realidad hist6rica, La
‘Odlisea constituye un Viaje de amor y de peligro, de ente-
reza y constaneia, que la ubican mis alli de cualquier épo-
ca, En el “mundo de Ulises” estarin siempre mezelados las
aventuras marinas, Iss inrigas de palacio y el poder de la
eterminacién humans.
LA ODISEA| terminar la guena de Troya, Ulises decidié
volver a su patria. Era este héroe el més fuer-
te y valeroso de cuantos al lado de Agame-
nnén lucHtran por culpa de Helena; era también el més pru-
dente y asuto de todos, Durante el sitio de Troya, que como
se sabe duré diez largos aiios, dio prucbs muchas veces de
estas cualidades, y por eso, amigos y enemigos lo llamaron
“el prudente Ulises”. Una vez se disfrazb de pordiosero con
tanta habilidad que lout entrar en Ja ciudad sitiada, obser-
vando de cerea cosas de gran interés para su ejércto, Pero,
cuando se disponia a salir de la ciudad, los enemigos 10
reconocieron y debid enfrentarlos con valor y abrirse paso
con su espada. Muchos troyanos cayeron aquel dia por la
fuerza de su brazo, pero él llegé sano y salvo hasta las naves
sricgas que lo aguandaban. Cientos de hazafias como ésta se
contaban del prudente Ulises.
a‘Ahora, terminado ef sitio de Troya, poseedores los
griegos del rico botin que aguardabun, Ulises pensé en
regresar a sb patria, In mas lejana de todas cuantas habian
cenviado a sus héroes al sitio de Troya. Ulises era un alto y_
poderoso monarca y, como tal, poseia un reino, Haca, una
pequefa isla situada al oeste de Grecia, Esta isla, formada
por rocas inaccesibles, estaba coronada por una montafia
ailtisima y poblada de bosques frondosos. En ella ha-
bbfan quedado Penélope, Ia dulee esposa del héroe,
‘Telémaco, el nico hijo de ambos, que ets un nifio de corta
‘edad cuando su padre partia la guerra. Tambiénelabueto de
‘TFelémaco, padre de Ulises, habia quedado en Ia isla al
‘cuidado de la esposa y de su nieto muy amado.
‘Al embarcar Ulises en la nave de afilada proa para
partir hacia su patria, el corazén le latia violentamente de
070, Recordaba con el mayor carifio a su anciano padre,
1 su dulce esposa y a su tierno hijo y, pensando en ellos y
‘en la bella patria todavia lejana, sus ojos se inundaron de
igrimas, Pensaba con jubilo en el momento en que pisara
de muevo aguella tierra para él bendita y en el instante en
‘que los brazos de Penélope se anudaran a su cuello y el
nifo le ofreciera su carita para que la besara. Pero no le fue
dado lograr esta dicha hasta que transcurrié largo tiempo.
El espiritu guerrero de Ulises y aquellos diez tiltimos aitos
pasados en continua guerra eran causa de que no pudiera
su espada permanecer tranquila en la vaina y, doquicra que
fuera, lo acompafiaban la lucha y el combate.
2
En la isla de Jos cicones, situada en la antigua Tracia,
adonde 10s vientos lo levaron en su travesia, junto con sus
compafieros obtuvieron un riquisimo botin. Cusndo lega-
a su patria, Ulises queria oftendarselo # su esposa, Pero
‘cuando él y los snyos se disponian a abordar las naves, Ja
gente del interior de la isla, conocedores de su presencia
y de su ataque, cayeron sobre ellos tan espesos ~dice el
[poeta como las hojas de las flores en el drbol,
Se tabé asi un violento combate y todo el dia Tucha-
ron uno y otro bando con gran valentia, Los cicones eran
muchos y los navegantes, pocos; asi, éstos fueron vencidos.
Pero Ulises y algunos de sus hombres lograron aleanzar sus
raves, mas sin el ico botin y con la gran pérdida de muchos
de los que los acompaiiaban,
Se hicieron a la mar afligidos todavia por la cruel
derrota. ¥ entonces, como si el cielo quisiera castigarlos
por su osadia, esta una tempestad espantosa; enormes to-
rentes de agua hinchaban las olas; las naves griegas fueron
cempujadas por el viento hasta alta mar, y las velas, hechas
mil jirones, arrebatadas de los mastiles. Dos largos dias lu-
charon los navegantes entre el mar y el cielo y, al cabo del
fercero, vieron, por fin, el iris de paz.
Después de reparar tos desperfectos de Ins naves y
de arbolar velas nuevas, pudieson, con viento en popa, emi-
prender de nuevo la ruta hacia Itaca. Sin embargo, no tard6
cl tiempo en serles otra vez desfavorable. Un violento vien-
to norte los desvié una vez mas de su derrotero y empujé
8Jas naves siempre mar edentro, Avanzaron durante nueve
largos dias, sin rambo y, al décimo, legaron a la isa de fos
lotéfagos. Este era el nombre que recibfan tos habitantes
de aquel pais, porque se alimentan con la flor det lto, que
«es al poladar tan dulce como la miel, pero que hace olvi-
dar a los que la prucban lo mismo el pasado cercano coms
el remote, y Jos proyectos para el porvenir, Asi, los loté-
fagos no recuerdan sus deberes ni se atormentan con sus
pesares,y tampoco gozan con anticipadas alegrias. Se dice
aque petmanecian largas horas de dia y de noche echados
perezosamente en el suelo, felices y descuidados, softando
sus suetos.
‘Los largos dias de lucha con los elementos habian
agotado la provisin de agua que Hevaban las naves de Uli-
ses, Ante esta situaciOn, al descubrir Ia isla de Tos lotbfa-
05 a lo lejos, Ulises ordené a sus hombres que pusieran
rumbo a ella para enterarse de qué gente la habitaba y para
saber si alli podrian aprovisionarse convenientement, Bl
permaneeié en el barco esperando las noticias. Los lotéfa-
gos recibieron con gran amabilidad a los navegantes, y no
sélo les dieron el agua que requerian sino que les dieron a
probar el dulisimo frato que consttuia su tnico alimento.
‘Luego de comerlo, los hombres de Ulises olvidaron a su
jefe, olvidaron su deber, elvidaron la tierra prometida de
Ttaca y olvidaron, en fin, que debian regresat a las naves.
Sélo se tendieron en el suelo, entre los bosques, como los
habitantes de la ciudad, y Unicamente desearon quedarse
“4
para siempre en aquel lugar delicioso, saborear de auevo la,
flor del loto que hace olvidar penas y peligros, y dedicarse a
sofiar aquellos gratisimos sueflos de felicidad.
isSREPELELELEEE EEE E
u
ULISES Y LOS CICLOPES
so de sus hombres; pero, al ver que las horas
pasaban sin que los navogantes retomaran
a los bareos, empezd a inguictarse y temié que hubie-
ran caido en alguna emboscada de los naturales del pats.
Descendié de la nave y se intern a su vez en la isl, sin ser
visto, No tardé en darse eventa de Io que les veuria a sus
guerreros al verlos dormidos y al observar que n0 querian
apartarse de aquellos lugares por nada del mundo. Empero,
Ulises ain contaba con los remeros del barco que no habian
bajado a Ia isla. Con la ayuda de éstos -no sin antes pro-
hibirles que comieran dela flor funesta~, arrane6 de aque
lugar a fos ottos navegantes, los hizo llevar hasta las naves,
Jos até fuertemente a los bancos de los remeros y dio orden
de partir inmediatamente para impedir que ninguno volvie-
1a a comer Ia flor del lato, que have olvidar penas, deberes
ete aguardé durante largo tiempo et regre-
6
y amor. ¥ aquellos hombres, recordando ahora sis suefios
dichosos, iban lorando por fener que abandonar aquet ma-
ravilloso lugar.
Las naves de Ulises siguieron su ruta, cortando con
ta afilada proa Ins encrespadas olas. Durante largos dias na-
vvegaton con buten viento hasta que aleanzaron a divisar una
hermosa isla, en la que Ulises quiso detenerse.
En aguella isla habitaba cl pueblo de los ciclopes;
era una tierra hermosisima, cubierta de fértiles campos,
de generosos villedos y bosques uinbrosos. Habia también
on sus orillas un hermoso puesto natural, y, en el extremo
de Ia tierra que lo formaba, una fuente de agua purisima,
rodeada de Arboles frondosos que datan una sombra
_gonerosa, Aquel puerto natural, refugio de las naves que por
alli pasaban, inspiré a Ulises el vivo deseo de hacer un alto
en aquel pais
Pero hay que saber que los ciclopes, o sea los habi-
tantes de aquella isla, eran un pueblo salvaje de gigantes
‘enormes que vivian en eavemas sin reconocer ley ni jefe,
ni confiar en los dioses; que no se tomaban el trabajo de
cultivar las files tieras, tan generosas, sin embargo, que
les daban ricas cosechas de trigo y de cebada, al misino
tiempo que los vifiedos espléndidos les proporcionaban el
mas exquisito de los vinos.
Cuando Ulises Hlegé con sus hombres al pais de los
ciclopes era de noche y no habia luna. No obstante, pudo
anctar en la orilla perfectamente y dormir con tranguilidad
”hasta que despunt6 la aurora, Entonces, él y sus hombres
cempezaron a explorar ia isa, en la que kallaron mumerosos
animales, habitantes tinicos de los bosques; cazaron algu-
nos y con su came prepararon un gran festin, Mientras co-
‘ian, vieron que en el interior de aquella tierra se elevaba al
cielo una multtud de pequefias columnas de humo y oyeron
voces de hombres y balidos de ovejas. Ulises y sus guerre-
10$ pasaron el dia regalindose con los frutos del rico pais y,
al llegar la noche, de nuevo durmieron sobre la arena tran-
quilamente, sin que nadie los molestara, Al despuntar otra
‘vez la nueva aurora, Ulises dijo a sus hombres:
—Vuelvan a as naves, mientras yo, con algunos de
los nuestros, me intemo en esta tiera para ver qué clase
de gente la habita
silo hicieron los navegantes, y Ulises, en compaaia
ddelos doce héroes mas valientes con que contaba, se aden-
116 en la tierra de los cfelopes. No tardaron en ver una gran
cueva cuya entrada permanecia oculta por un espeso ram
je de laurel, semejante a las que hacen los pastores para
‘guardar su ganado, rodeada por una cerca alta de troncos
gruesos y piedras inmensas.
Ulises, Hevando un peligjo de cabra Hleno de vino ri-
uisimo, tan dulce como la miel, ¥ una bolsa bien repleta
con la caza conseguida el dia anterior, entré en la cueva. El
recinto era la guarida de un horrible gigante, tan espantoso
como ¢s dificil imaginar; su estatura era colosal y su cor-
pulencia, como la de una mote de piedra. En medio de ta
18
frente tenga un solo ojo que espantaba el énimo de quien lo
‘mirara, Era el hijo predilecto de Poseidén, dios del mar, que
se llamaba Polifemo y se ocupaba en guardar sus rebatlos y
cen hacer quesos con la leche que sus cabras le daban.
‘Cuando Ulises y sus hombres entraron en la cueva
de Polifemo ef gigante no estaba alli, Tampoco estaba el
tebaito, al cual habia ido a apacentar en sus fértiles campos.
‘S6lo permanecfan ali los eabritos mas tiernos.
‘Las paredes de la cueva estaban cubiertas de estantes
‘con quesos riquisimos y por todas partes se vefa esparcida
‘una multitud de tarros y ollas, en los que el gigante gua
‘aba Ia leche. Los compaiieros de Ulises hablaron asf a su
jefe:
{Por qué no nos apoderamos de estas cosas y las
levamos a la nave? También algunos de nosotros podria~
mos volver para llevamos los cabritos, y asi no sakdriamos
de este pais sin algiin botin,
Pero Ulises era generoso y no le gustaba portarse
como un ladrén. El retenia para si el botin ganado en la gue-
ra y en a lucha legitima, pero desdefaba tales raters. No
hizo caso, pues, a ls insinuaciones de sus hombres, y tes
dijo que su intencién era aguardar a que el gigante volviers
para proponerle que lo tratara como amigo; le ofreceria el
vvino y Ia viandas que ellos Hlevaban a cambio de os bienes
que el eclope quisiera darle voluntariamente.
Los hombres, sumisos siempre a los mandatos del hé-
roe, callaron, y en espera de que volviera el gigante, encen~
9ddieron una hoguera, se sentaron en tomo y se entretuvieron
comiendo queso y bebiendo vino.
El gigante tardé en regresar; recién hacia la caida de
Ia tarde lo vieron llegar conduciendo sus numerosos reba-
flos; sus hombros soportaban un enorme haz. de lela, tan
‘arande que pareeia que habia cortado un bosque entero.
‘Apenas entrd en la cueva, Polifemo, con una sola
‘mano, levanté su pesada carga y la arrojé al suclo, haciendo
‘un ruido fan tremendo que Ulises y sus hombres, sin poder
eontener su espanto, fueron a écultarse en Jos rincones mas
apartados de la cueva,
Detris del gigante entraron también, durante lar-
g0 rato, las cabras y ovejas. Despugs, Polifemo, sin
esfuerzo alguno, levanté una piedra tan enorme que
vyeinte eaballos no hubieran podido arrastrarla y cerré
con ella la puerta de la cueva. Asi, quedaron encerrados
también ali el prudente Ulises y sus doce hombres
‘Sin advertir su presencin, Polifemo empez6 a ordeflar
‘uno por uno a sus animales y coloeé a los corderillos junto
fa sus madres para que mamaran, Puso la mitad de la le-
‘che ordefiada en unas oflas enormes para hacer con ella sus
quesos, y Ia restante la dej6 a un lado, en una vasija muy
.grando, para bebérsela mientras comia, Luego encendié wna
hoguera tan grande que en ella se hubieran podido asar siete
bueyes:
Las llamas Hegaron al techo ¢ iluminaron con su
resplandor hasta los més ocultos recovecos de la cueva
2»
Asi, ¢ la luz de la llama, el gigante advirtié fa presencia
dle Ulises y sus hombres. Sorprendide y furioso, con voz,
escaloftiante, bramé:
~iqDe dénde son ustedes, de dénde vinieron, extran-
eros?! {Son mercaderes, marinas o piratas?! ;,Qué vienen
‘whacer a mi cueva?!
La voz del gigante atronaba de tal modo los émbi-
tos de Ta cueva que los hombres de Ulises sintieon un
inmenso terror. Pero el héroe, repuesto ya de la primera im-
presién que le causara el espanioso aspecto del gigante, le
contest:
Somos guerreros del rey Agamendn de Grecia, y
volvemos de Troya, donde hemos luchado por nuestro rey.
[Nos diriglamos a nuestra patria cuando los vientos nos han.
empujado hacia esta isla. A tus pies te rogamos nos des Ta
‘hospitalidad que nuestro dios omnipotente Zeus ordena que
se conceda a los extranjeros.
Perv el gigante, cruel como todos los de su raza, com>
prendiendo que nada tenia que temer de aquellos guerreros
rminisculos, sonrié desdefioso y le respondié:
“Los efclopes no tememes a los dioses, y por To tanto.
no acatamos en nada sus érdenes. Y ahora dime, extranje-
+0, ;qué los ha obligado a salir de su nave? ,Por qué estén
aqui? :Bsté anclada cerca de estos lugares 0 al otto extremo
de Ia isla la nave que hasta aqui los tra?
Ulises, siempre y ante todo prudente, comprendié que
el gigante Je hacia estas preguntas con el fnimo de apo-
2derarse de los hombres que en la nave pudieran quedar. ¥
entonces contest:
“La tempestad ha destrozado nuestras naves. Slo es-
tos hornbres y yo hemos podido escapar del naufragio.
Enionces Ulises y sus hombres vieron avanzar hacia
ellos la enorme mole humana de Potifemo. Este, con una
sola mano, levanté a dos de Tos navegantes y les golped la
cabeza contra cl suelo hasta rompérsela, Después los abrié
por la mitad, Jos as6 en Ta lama de a hoguera y, cuando
estuvierona punto, ls devord sin dejar ni tos huesos. Mien-
tras comia, bebia largos tragos de leche y, cuando estuvo
satisfecho su apetito, se tendi6 en el suelo de la eueva y se