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ÉTICA DE BIENES Y FINES

Ética de bienes. La ética de bienes surge del intento de superar el relativismo


anteriormente apuntado y el escepticismo en cuanto a la posibilidad de llegar a conocer
científicamente la normativa moral. Su punto clave es, pues, la afirmación de la existencia
real, objetiva del bien supremo, el cual, desde un punto de vista práctico, constituye el fin
último de la existencia humana. El punto de partida es la afirmación de que "todo agente
obra por un fin". El hombre concretamente se propone fines, escoge medios, los pone en
práctica y consigue realizarlos. El bien propio de cada actividad está, pues, constituido por
la persecución del fin que se propone alcanzar. El bien supremo humano será, así, la
prosecución y logro del fin específico y característico del hombre.
Aristóteles propone, existe un ‘Bien Supremo’ en pos del cual se hallan orientados los
actos del hombre. El bien de cada actividad lo constituye el fin que ella busca.
Contrario a la ética de bienes se encuentra la ética de los valores, la cual plantea, Los
valores no pueden ser confundidos ni con cosas ni con bienes, entendidos éstos como
propiedades de las cosas. Las cosas son buenas en la medida que ellas realizan y cumplen
en alguna medida un determinado valor o cualidad valiosa. Los valores no son “valiosos”
porque los deseemos o estimemos como tales, sino todo lo contrario: los estimamos y
deseamos su realización y cumplimiento en las cosas porque son de uso valioso. Poseen,
pues, objetividad.
Podemos decir que toda actividad humana tiene un fin, y considera que los bienes son
precisamente aquello a lo que se tiende en cada arte, oficio o actividad.
Desde mi punto de vista esta ética de bienes se aplica a los entes capitalistas ya que estos
buscan un bien supremo (dinero, poder), el cual intentan alcanzar sobre todas las cosas
sin respetar unos valores, dignidad y moral, aplicando aquella frase tan particular ‘el fin
justifica los medios.
LA ETICA FORMAL
La ética Formal, ética kantiana o la ética del deber mejor dicho, es un pensamiento que
hasta el día de hoy nos rige a todos nosotros. Y para Kant, la pregunta central de la ética
es ¿qué debo hacer? Con esto demuestra que la moral, está estrechamente relacionada
con el deber, con la pregunta por lo que debe ser hecho y lo que por supuesto, debe ser
evitado. Para poder comprender esto debemos comprender los rasgos generales de la
ética kantiana, que se basa más que nada en seis principios fundamentales. Tales son:
universalidad, racionalidad, del deber, formal, autonomía e intención.

En primera instancia se encuentra la universalidad, la máxima aspiración de Kant, ya que


aspira a formular una ética cuya validez sea de un alcance universal. Pues como ya
sabemos la ética es la que nos indica si lo que hacemos está bien o mal hecho y de aquí
partimos de buenas o malas conductas.

Pero para poder fundar una ética universal, es más que necesario el pilar principal, y éste
es la racionalidad, la segunda característica de su ética. Esta razón presente en todos los
hombres sin distinciones, y por ello es que Kant descarta de plano de la ética a los
intereses y a los sentimientos ya que para él son inclinaciones, es decir que ambos son
altamente subjetivos, cambiantes y relativos, y por ello contrarios a la razón, y en ellos no
es posible basarse para una ética universal.

Pues por medio de la racionalidad todos los seres humanos vivimos a diario y
desarrollamos muchas de costumbres diarias como son comer, dormir, bailar etc. De aquí
nace la petición de Kant para el desarrollo de las diferentes situaciones que se nos
presentan a diario, pues una persona enferma o discapacitada no puede realizar las
mismas funciones que otra persona que se encuentre en diferentes condiciones o
mejoras.

Para que una acción tenga valor moral, debe actuar conforme al deber y por deber, y este
es el tercer punto de su pensamiento, aclarando que ese deber procede de la razón y sólo
es descubierto a través de ella. Bajo ningún concepto proviene del exterior, con lo que
critica radicalmente el pensamiento religioso de la época. Esta ética como ven, no
propone contenidos concretos, sino que simplemente otorga una fórmula vacía, el obrar
por deber, y la formalidad es otra característica de su ética. Por ello es que podemos decir
que la ética nos ofrece su propia autonomía, el penúltimo punto de su pensamiento, y
esto alude en dos sentidos, por un lado porque el deber no procede de la sociedad, sino
de la razón. Y lo segundo es que no deriva de la Metafísica, sino de esa racionalidad ya
mencionada.
Ahora que están definidos estos puntos, comprenderemos que la pregunta ¿qué debo
hacer? no se refiere ni a lo que me gustaría hacer, ni lo que deseo o necesito hacer, ósea
no se parte de aquí con la intención de que el sujeto piense en el placer ni en su propio
interés, ya que éstos no serán jamás móviles de la acción moral.
ÉTICA VALORATIVA
La última y más moderna de las concepciones éticas examinadas en esta división
cuatripartita implica una inversión radical de las afirmaciones de la ética formal: "el valor
moral no se funda en la idea del deber, sino a la inversa: todo deber encuentra su
fundamento en un valor. Sólo debe ser aquello que es valioso, y todo lo que es valioso
debe ser. La noción de valor es, por ende, el concepto ético central" 4. La ética valorativa
admite, sin embargo, dos dimensiones radicalmente opuestas. Para una de ellas, el valor
tiene una existencia meramente inmanente a los sujetos que los formulan. Para otra, los
valores no son sino "materias y estructuras que determinan una especial cualidad en las
personas, relaciones y objetos en que se hallan" (Scheler). En este sentido, puede
afirmarse que el objetivismo axiológico coincide con el pensamiento kantiano en cuanto al
rechazo de las éticas fundadas en bases subjetivistas y empíricas.

Los valores constituyen objetos ideales independientes de las estimaciones, apreciaciones


y valoraciones de los individuos y de los grupos sociales. Aunque no conociéramos ni
estimáramos un valor, éste sería igualmente valioso. Por esta causa, la filosofía de los
valores objetivista separa cuidadosamente el tema del conocimiento de los valores, que es
un problema eminentemente gnoseológico del tema del ser de los valores, en el que
necesariamente nos movemos en un nivel ontológico. El hecho de que sepamos que los
valores existen en virtud de nuestra conciencia estimativa no implica necesariamente que
sean una simple creación humana. Los valores son susceptibles de ser conocidos, pero su
ser no se agota en ser objeto de nuestras valoraciones.

Frente a las afirmaciones de la ética empírica, la axiología afirma el carácter apriorístico


del conocimiento ético. "El concepto de valor no se adquiere partiendo de la experiencia,
sino al revés: ésta sólo puede ser juzgada desde puntos de vista valorativos. Los hechos
nos muestran lo que realmente ocurre; nunca lo que debiera suceder" 5. En contra de la
ética de bienes, la filosofía de los valores niega que la noción de valor pueda deducirse de
la consideración del bien o de las cosas buenas. Existe en el hombre un criterio estimativo
anterior a la discriminación de acciones buenas y acciones malas. Por otra parte, tampoco
puede consistir el deber del hombre en la imitación de un modelo o la prosecución de un
fin trascendente y último. Los actos sólo son susceptibles de calificación moral a la luz del
ideal de perfección existente en el hombre. Con todo, el conocimiento de los valores
reviste unas características especiales. En él, como subraya Hartmann, más que
apoderarnos del objeto, somos "presa" de él. No estamos ane un proceso discursivo,
reflexivo, racional, sino emocional, intuitivo.
ÉTICA EMPÍRICA
Se llama moral o ética empírica dentro de la filosofía kantiana a una ética basada o
formulada a partir de la experiencia. Se opone a la ética formal.

La distinción entre la moral y formalismo ético fue establecida por Kant, en sus obras de
filosofía práctica, sobre todo en La Fundamentación de la metafísica de las costumbres. La
preocupación más honda del filósofo de Königsberg consistió en crear una doctrina libre
de elementos derivados del mundo de los hechos, es decir, un sistema exclusivamente
racional y a priori.

Entre la moral empírica y la ética formal existe una aguda oposición, en lo que atañe el
método que debe emplearse para llegar al conocimiento de las reglas rectoras de la
conducta moralmente buena. El subjetivismo es una de las variantes de la ética empírica.
Si las ideas morales varían de individuo a individuo o de sociedad a sociedad, lo bueno y/o
malo carecerán de existencia objetiva, ya que dependen de los juicios estimados de los
hombres. Así aparecen, por una parte, al subjetivismo ético social, llamado
antropologismo o subjetivismo ético específico.

Esta teoría también tiene ventajas e inconvenientes. De la ética kantiana se han destacado
algunas características que la puedan hacer convincente. En primer lugar, la preeminencia
de que goza la razón, al convertirse en el fundamento último de la moral. En segundo
lugar, que las acciones correctas dependan de normas morales parece captar el carácter
de obligatoriedad- y no de deseo, aunque racional- que tiene la moral. En tercer lugar, el
carácter universal de las normas morales, que hace que nadie pueda considerarse una
excepción, introduce el carácter de imparcialidad que tiene la moral. Y finalmente, que el
auténtico valor moral resuda en la intención, ya que parece más digno de valor moral
decir la verdad porque es un deber, que hacerlo por inclinación egoísta.
Los críticos han objetado a Kant el carácter absolutista de su teoría, es decir, que no
atienda a las circunstancias particulares de cada caso y, por tanto, que los deberes
morales no tengan nunca en cuenta las consecuencias de las acciones. Si el deber obliga a
no mentir, las consecuencias de que una persona que esconde en la buhardilla a una
familia judía diga la verdad a una patrulla nazi pueden ser tan perjudiciales que parecería
una inmoralidad confesar la verdad.
Otra objeción es que la teoría kantiana no parece que pueda resolver el problema del
conflicto de normas. Si algunos deberes, como los deberes perfectos, no admiten ser
limitados por otros deberes, y esto significa que se han de cumplir en toda circunstancia,
muchos dilemas pueden resultar irresolubles. Si por cumplir una promesa no se puede
salvar una vida, se incumple este deber. La alternativa es salvar una vida, pero incumplir la
promesa. Se haga lo que se haga parece que algún deber no se puede cumplir.

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