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El origen de la laguna y la sirena de

cabellos dorados
Una de las leyendas que explica el origen de la laguna cuenta
que Dios bajó a la antigua ciudad de Jauja con la intención de
darle una lección a sus pobladores por su avaricia, vida pagana y
libertinaje. Convertido en un anciano pobre, recorrió las
casas de la ciudad pidiendo algo de ayuda, pero solo recibió
negativas e insultos. “¡Apártate viejo!”, le decían los pobladores
mientras bebían y se entregaban a los placeres de la vida. Para
él resultaba incomprensible que ninguno de ellos, a pesar de sus
riquezas, le brindara ayuda.

Cuando llegó a la casa más humilde, tocó la puerta, y fue recibido


por una mujer que lo invitó a pasar. Una vez dentro, le dio pan y
agua. Tras haberse alimentado, le pidió a la mujer una flor que
olió profundamente y le dijo: “En agradecimiento a tu bondad,
mujer, saldrás con tus hijos de este pueblo y subirás el
cerro. Escucharás gritos y lamentos que no podrás ignorar,
pero no voltees jamás y sigue tu camino”. La mujer salió
inmediatamente junto a sus hijos. El anciano salió de la casa y
caminó por el pueblo tocando el tambor que llevaba consigo. Por
cada golpe que daba al tambor salían chorros de agua cada vez
más intensos hasta que el tambor explotó e inundó rápidamente
el pueblo. Dicen que los gritos de la gente eran desgarradores y
espeluznantes. Incapaces de controlar su curiosidad, la mujer y
sus hijos cometieron el error de voltear para ver lo que estaba
sucediendo e inmediatamente se convirtieron en piedra. Los
pobladores aseguran que la figura en piedra de la mujer se
encuentra en el pueblo Pichjapuquio, Paca.

Cuentan que, en noches de luna llena, la campana de oro de la


plaza del pueblo sigue sonando en lo más profundo de la laguna.
Se dice también que se escucha el canto de unas sirenas y los
gritos de los pobladores pidiendo misericordia, como en la
fatídica noche del diluvio. Si eso te parece espeluznante, espera,
que ahí no acaba la historia. Se dice que en esas noches, desde
lo más hondo de la laguna, sale un toro negro que quiere
escapar, pero que está amarrado a una larga cadena de oro que
una sirena de ojos azules y cabellos dorados hasta la cintura
sujeta fuertemente. Esta es la misma criatura que canta y
encanta a los hombres mientras se peina a orillas de la laguna.
Dicen que ningún hombre que se acerque puede resistirse a su
belleza, ya que quedan embobados por su mirada y la siguen
hasta las profundidades del lago, donde mueren ahogados.

Si te atreves, te invitamos a pasar una noche en la laguna.


Cuéntanos si escuchas gritos o logras ver a la sirena. Y ya sabes,
no te acerques demasiado a ella.

¿Conoces otras leyendas o mitos peruanos? Si es así, no


olvides comentarlo en nuestra página de Facebook. Quizá nuestra
próxima entrega sea sobre ella.

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