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CRECIMIENTO ECONÓMICO,
ESTRUCTURAS Y MENTALIDADES
SOCIALES EN LA EUROPA DEL SIGLO
XVIII. LAS TRANSFORMACIONES
POLÍTICAS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO
XVIII.
INTRODUCCIÓN.
Un resumen.
Los conflictos internacionales entre los bloques liderados por
Francia y Gran Bretaña dominaron todo el siglo XVIII. El triunfo final
fue de Gran Bretaña gracias a su economía más moderna, al ser la
cuna de la Revolución Industrial.
Como en todos los periodos históricos, las manifestaciones de la
cultura estarán estrechamente relacionadas con la cultura del periodo
anterior, con el marco histórico y con las novedades de la época.
Hay que distinguir dos ideologías políticas, ambas reformistas,
pero muy distantes en el trasfondo político: el Despotismo Ilustrado
(defensor de una monarquía reformista pero absolutista) fue
dominante en el continente, mientras que el Parlamentarismo
(defensor de la doctrina de la separación de poderes) era la
alternativa británica, más pactista y conveniente para adaptarse a las
reformas a largo plazo.
El Despotismo Ilustrado (que ponía un límite a las reformas en
cuanto tocaban el absolutismo) estaba en contradicción con los
principios profundos (la libertad individual y el triunfo de la razón) de
la misma Ilustración, que era la ideología de la burguesía y la
aristocracia cultivadas, y de la mayoría de los monarcas, por lo que
las ideas políticas evolucionaron hasta legitimar la rebelión contra las
monarquías del Antiguo Régimen, que sufrieron las consecuencias de
la Revolución Francesa de 1789.
La reforma agraria fue el principal problema político, social y
económico del siglo XVIII e incluso de la Edad Contemporánea en
España, un país predominantemente rural hasta por lo menos 1960,
por lo que exige un tratamiento específico.
El problema de la datación.
Hay un evidente problema de datación para el siglo XVIII.
Desde un punto de vista cronológico se dataría entre 1700 y
1799, pero, desde un punto de vista histórico, gran parte de la
historiografía data el siglo XVIII como el periodo comprendido entre
dos grandes acontecimientos políticos, entre la Revolución inglesa de
1688, que lleva al poder a Guillermo III y establece la primera
monarquía constitucional (parlamentaria) en la Gran Bretaña, y la
Revolución francesa de 1789, que abre el camino para las
revoluciones burguesas del siglo XIX. Muchos historiadores españoles
lo inician en 1700 (muerte de Carlos II de España) y lo finalizan en
1808 (inicio de la Guerra de Independencia). Muchos historiadores
franceses lo inician en 1715 (muerte de Luis XIV) y lo finalizan en su
revolución de 1789. Algunos historiadores norteamericanos lo
finalizan en 1783, año de la independencia de los Estados Unidos de
América.
Desde el punto de vista literario, el Siglo de las Luces, de la
Razón o del movimiento de la Ilustración se sitúa incluso en unos
márgenes más estrechos, entre 1720 y 1770, una vez finalizada la
edición de la Enciclopedia de Diderot, donde este, Voltaire, Rousseau
y otros ilustrados dejan su impronta de búsqueda de la verdad y la
libertad.
1.1. LA POBLACIÓN.
La demografía del Antiguo Régimen era estacionaria, con una
natalidad elevada, pero con una mortalidad también alta por las
guerras, malas cosechas, hambres y epidemias.
El incremento de la población.
Este equilibrio se rompe en el siglo XVIII, cuando hay una prime-
ra aunque moderada explosión demográfica: la población pasa de 120
millones en 1700 a 187 millones en 1789 y unos 200 millones en
1800.
No fue un aumento lineal. En la primera mitad del siglo el
crecimiento fue lento, para aumentar desde 1750 y ser mayor incluso
desde 1780, al mismo tiempo que la prosperidad económica.
Es una población predominantemente rural. La población
urbana no llegaba al 50% ni siquiera en los Países Bajos y Gran
Bretaña. Pocas ciudades tenían más de 100.000 habitantes.
Las diferencias entre la Europa Oriental y la Occidental.
El mayor crecimiento se dio en la Europa Oriental y del Norte:
Rusia pasó de 14 millones de habitantes a 36, hasta convertirse en el
Estado más poblado, Suecia de 1,4 a 2,3, Noruega de 0,3 a 0,8. Pero
las densidades eran todavía mucho menores que en la Occidental.
En la Occidental hubo notables diferencias: Alemania de 12 a
23, Austria-Hungría de 7,3 a 28, Gran Bretaña de 9,4 a 16, Francia
pasó de 19 a 27, Italia de 13 a 18, España de 7 a 11, Portugal de 1,7 a
2,8, Bélgica de 1,7 a 3. Algunos países se estancaron relativamente:
Polonia de 3 a 4, Holanda de 1,9 a 2,1, Dinamarca de 0,7 a 0,9.
Las causas de esta crecimiento general en Europa son:
1.- En Europa Occidental el crecimiento vegetativo por el descenso de
la tasa de mortalidad mientras que la tasa de natalidad se mantiene
elevada. Habían desaparecido las grandes hambres y epidemias,
junto a la disminución de las guerras totales, los progresos de la
medicina, la mejora climática, el aumento de la producción agrícola,
la mejora del transporte.
2.- En Europa Oriental el crecimiento vegetativo y migratorio porque
si la tasa de mortalidad permanece elevada (30 a 40%.) la tasa de
natalidad es aun más elevada (40 a 50%.), y se reciben inmigrantes
de Europa Central y Occidental.
1.2. LA ECONOMÍA.
Un siglo de prosperidad.
El siglo XVIII fue de prosperidad, aunque, como en la población,
no hubo un aumento lineal. En la primera mitad del siglo el
crecimiento fue lento, para aumentar desde 1750 y ser mayor incluso
desde 1780, especialmente en Gran Bretaña. Un incentivo esencial de
este cambio de tendencia parece ser un aumento persistente de los
precios desde el periodo 1730-1740, coincidiendo con un aumento de
la producción de metales preciosos (oro del Brasil, plata de México).
Hubo una convivencia entre dos modelos económicos, la
economía tradicional del Antiguo Régimen y la economía industrial
naciente, que se irá difundiendo a través de Europa hasta imperar en
el siglo XIX en la mayor parte de Europa Occidental y Central.
Podemos ejemplificar ambos modelos en Francia (que representaría al
resto de Europa) y Gran Bretaña:
La agricultura.
En Gran Bretaña comienza la revolución agrícola del siglo XVIII,
basada en dos puntos:
1.- Las nuevas relaciones de producción: expulsión de los
pequeños campesinos y su reducción a jornaleros, y las
enclosures o cerramientos de los campos (antes comunales)
que impiden la entrada del ganado en los cultivos. Se crean
grandes explotaciones agrarias, controladas por el señor o un
arrendatario, con un uso intensivo del capital y una
especialización para la comercialización de toda la producción.
2.- Los nuevos métodos y técnicas de cultivo: rotación de
cultivos (más productiva que el barbecho), nuevas plantas,
selección de semillas, estabulación y selección de ganado,
maquinaria agrícola (arados de vertedera que aran más
profundamente, segadoras), abonos (naturales y químicos),
mejor almacenamiento y transporte, etc.
El rendimiento pasó de 7/1 en el siglo XVII a 10/1 en el siglo
XVIII. El aumento de la producción de alimentos con precios más
baratos y menor necesidad de mano de obra, libera cada año una
gran cantidad de campesinos que acuden a las ciudades a encontrar
empleo.
La industria.
El comercio.
Gran Bretaña se erige en primera potencia comercial del
mundo, exportadora de manufacturas e importadora de alimentos y
materias primas. En 1750 exportaba a Europa más del triple que al
resto del mundo, pero en 1798 ya exportaba a los otros continentes el
doble que a Europa. En 1780 2/3 de las exportaciones eran de
productos industriales.
El comercio colonial se expande vertiginosamente al abrirse
nuevas rutas al Extremo Oriente, Australia... creando un gran
mercado mundial. La más rentable era la ruta triangular, común con
otros países europeos: Europa vende a África manufacturas (telas,
armas) a cambio de esclavos, vendidos en América a cambio de
productos coloniales (azúcar, algodón, metales...) que son vendidos
en Europa.
El mercado interno aumenta gracias a la mejora del nivel de
vida; los mejores transportes de las carreteras y canales (antes de la
revolución del ferrocarril), los puertos marítimos; la producción
agrícola e industrial orientada a la comercialización; la especialización
y división social del trabajo (la gente debe comprar casi todo lo que
necesita).
El desarrollo de la banca (la más poderosa del mundo), las
compañías comerciales, los seguros marítimos y el papel moneda
ayudaron al progreso comercial y financiero.
La agricultura.
La agricultura sigue siendo la actividad fundamental para la
inmensa mayoría de la población. Se cultivan nuevas tierras, se
introducen nuevos cultivos y técnicas, con ganado estabulado y
abonos, roturaciones, regadíos..., mejoras impulsadas por las
Sociedades Reales de Agricultura.
Pero las relaciones de producción se mantienen invariables:
domina una antieconómica servidumbre, que dificulta la aportación
de mano de obra a la industria y un mayor avance técnico. Los
nobles, ante el aumento de los precios agrícolas, presionan para que
los campesinos les aumenten las rentas y ocupan tierras comunales y
tierras incultas, pero invierten pocos capitales en las tierras. Los
campesinos, por su parte, sufren esta presión señorial mientras que
las tierras disponibles disminuyen por el aumento de la población.
Esta tensión social estalló en la Revolución Francesa, que
convirtió al campesino en dueño único de sus tierras, no sujeto al
pago de derechos al señor. Así apareció un nuevo modelo de
propiedad agraria, muy distinto al inglés: pequeñas explotaciones de
campesinos que se autoabastecen y destinan una pequeña parte de
la cosecha a la comercialización.
La industria.
Las industrias textil y de lujo son muy importantes, pero la
industrialización se atrasa respecto a Gran Bretaña.
Sobrevive en Francia el viejo taller artesano medieval, sometido
a la reglamentación gremial, junto a las manufacturas reales —
fábricas de propiedad o protección estatal— dedicadas a las
industrias de lujo y especializadas en porcelana, seda, tapices y
armas.
El comercio.
El comercio francés se beneficia de la gran dimensión de su
mercado interno, con más de 25 millones de consumidores, de las
exportaciones de lujo a Europa y del comercio colonial con las
colonias del Caribe. Los puertos se expanden y enriquecen con el
tráfico colonial y las compañías de comercio aumentan de número y
tamaño, con lo que se produce una masiva acumulación de capitales
en manos de la burguesía.
1.3. LA SOCIEDAD.
La sociedad estamental.
La sociedad era estamental, con dos estamentos privilegiados:
nobleza y clero, y un estamento no privilegiado, el Tercer Estado o
Estado Llano.
Los estamentos privilegiados tenían derechos legales
superiores: estaban exentos de impuestos, monopolizaban los
principales cargos públicos y contaban con el dominio predominante
de la tierra y derechos feudales sobre los campesinos. Se distinguía
entre la alta nobleza y la pequeña nobleza, así como el alto y el bajo
clero.
El Tercer Estado era muy heterogéneo, compuesto de modo
distinto en la ciudad o en el campo, de acuerdo con una división por
la riqueza que derivaría en las clases sociales del siglo XIX (que
liquidarían la división estamental):
1.- En la ciudad lo integraban la burguesía industrial/comercial
(el grupo dominante dentro del estamento), profesionales
liberales, funcionarios, artesanos (maestros, oficiales), tenderos,
obreros (el proletariado urbano) y gentes sin oficio.
2.- En el campo lo componían los campesinos propietarios
(grandes o pequeños), arrendatarios/aparceros y los jornaleros
(el proletariado agrícola).
El ascenso de la burguesía.
El Tercer Estado accede crecientemente al poder económico y
político, sobre todo en Gran Bretaña. Será la nueva clase dominante,
que accederá al poder político en Francia con la Revolución Francesa
de 1789 y en Europa con las guerras napoleónicas. Aspira a la libertad
(política y económica) y a la igualdad con los estamentos
privilegiados, como señala Anes en El Antiguo Régimen: los
Borbones: ‹‹El siglo XVIII, en su conjunto, fue para Europa y para las
economías con ella interdependientes, un siglo revolucionario. Las
posibilidades creadoras del siglo supusieron en todas partes un paso
decisivo para la superación del viejo orden estamental y para la
organización de lo que podríamos llamar la sociedad burguesa (...).
Los cambios económicos que tuvieron lugar en Francia durante
el siglo XVIII permitieron la consolidación de una burguesía
emprendedora que dirigió la actividad económica, el mercado de
trabajo y la producción. La burguesía francesa creció en riqueza, en
poder económico, en número y en civilización mientras la aristocracia
acumulaba una riqueza y gastaba unas rentas que percibía
pasivamente, en base a la persistencia de unos privilegios heredados
del pasado. La burguesía francesa proliferó físicamente, en cuanto
aumentó mucho el número de burgueses, pero, sobre todo, ganó
terreno económicamente, en las ciudades en plena expansión,
durante el siglo XVIII. Su toma de conciencia política y su gestión
económica le permitieron ejercer sobre la sociedad en su conjunto la
atracción de clase ascendente y victoriosa, con lo cual pudo unir a su
causa a elementos tradicionales del Antiguo Régimen y, sobre todo,
dirigir la acción del artesanado urbano y del campesinado para
derrocar el antiguo régimen político, de forma revolucionaria, en
1789.››
El individualismo burgués.
En esta sociedad crecientemente burguesa, volcada hacia la
búsqueda del beneficio económico y la verdad científica, el concepto
moderno de hombre individual predomina sobre los conceptos
tradicionales de familia, comunidad, estamento y nación, que pierden
importancia relativa. Pero no debemos exagerar la importancia de
este cambio: en el siglo XVIII también se asientan los nacionalismos
actuales, aunque sea como reacción (irracional y mítica) a los ideales
racionales.
La libertad política.
Se abre paso la idea de que la verdadera naturaleza del hombre
es la libertad, y por ello las ideas políticas de la Ilustración, con la
limitación de la monarquía absoluta, abren una era de libertad.
Rousseau escribe: ‹‹Un pueblo libre obedece, pero no sirve; tiene
jefes, pero no amos; obedece a las leyes, pero no obedece más que a
sus leyes; y es por la fuerza de las leyes, no de los hombres. (...)
Instituyamos unos reglamentos de justicia y de paz, a lo cuales
tengan todos la obligación de conformarse, que no eximan a nadie.
Contrato social, deber y garantía de la nueva sociedad,
fundamentalmente libre e igual.››
2.1. LA POBLACIÓN.
El aumento de la población.
La población aumentó vigorosamente: pasó de 7 millones en
1700 a 11 millones en 1800. Las causas del crecimiento fueron las
mismas generales de Europa, pero hubo una diferencia: la natalidad
(42%.) y mortalidad (38%.) fueron elevadas y el crecimiento
vegetativo se debió más bien a la falta de graves epidemias.
2.2. LA ECONOMÍA.
La agricultura.
El crecimiento de la demanda americana y del mercado interior
benefició a la agricultura con un aumento sostenido de los precios
desde 1750, lo que empujo la producción.
El principal aumento de la producción se debió a la roturación
de tierras marginales, más que a la introducción de nuevos cultivos y
técnicas.
Había acusadas diferencias regionales:
En el interior (Meseta, valles del Ebro y Guadalquivir), se
mantuvo la agricultura tradicional: secano, barbecho, predominio del
cereal (trigo, centeno), rendimientos bajos, amplias zonas incultas.
En las regiones periféricas (Cataluña, Valencia, Murcia, zona
cantábrica), en cambio se modernizó la agricultura: se mejoraron los
regadíos (el trigo de secano producía 4/1 y el de regadío catalán
15/1), se diversificaron los cultivos (patatas, maíz, alfalfa, nabos,
arroz, algodón, lino, cañamo, legumbres, frutales...), la vid y el olivo
se dedicaron a la comercialización, se aumentó la ganadería
complementaria.
La ganadería estabulada y la trashumante —y la exportación de
lana— también aumentaron en un largo periodo entre 1700 y 1770:
‹‹Sin duda el siglo XVIII es el siglo de apogeo de la Mesta, y con él, de
sus críticos más acerbos.›› [Fernández de Pinedo, en Tuñón. Historia
de España Labor. 1980: vol. VII, p. 40.]
La propiedad agraria.
Durante el siglo XVIII no varió apreciablemente la estructura de
la propiedad agraria. Al finalizar el Antiguo Régimen (h. 1800)
aproximadamente entre el 80% y el 90% de la tierra era propiedad de
las manos muertas (un 80% para Madoz, según datos no
corroborados plenamente). Unos 4 millones de has pertenecían a
bienes de Propios (de propiedad de los municipios), 10 millones al
menos a los bienes comunales (de uso por los vecinos, pero sín título
individual de propiedad) y unos 12 millones a bienes eclesiásticos.
Otros 20 millones de has estaban amortizados en manos de
mayorazgos y señoríos territoriales de la aristocracia. Puede hablarse
así de un verdadero monopolio legal sobre la tierra.
Además, la Iglesia percibía en sus propiedades diezmos,
primicias y muchos derechos propiamente señoriales. Los diezmos
eran particularmente gravosos porque se cargaban sobre el producto
bruto, con lo que en muchas tierras se quedaban hasta con la mitad
del producto neto. Además desincentivaban las mejoras porque éstas
requerían capital y el diezmo se constituía como un impuesto más
gravoso cuanto mayor fuera el capital utilizado, de modo que podía
ser más beneficioso no invertir nada para aligerar así la carga del
diezmo. Era un freno radical a las inversiones productivas que
necesitaban los campesinos para elevar su competitividad. El catastro
de Ensenada (bastante fiable sobre la realidad de 1750-53, calculaba
que la Iglesia poseía 1/7 de las tierras cultivables y producía 1/4 de la
riqueza nacional.
La industria.
La industria creció vigorosamente gracias al proteccionismo, el
comercio indiano y el fomento de las manufacturas reales.
La hundida industria textil de Segovia, Guadalajara, Béjar,
Palencia y de muchas ciudades castellanas recuperó parte de su
posición, doblando su producción algunas.
Las manufacturas reales eran establecimientos estatales para la
producción de tapices, porcelana, cristal, armas, paños de
Guadalajara, estampados de Barcelona.
Las “fábricas de indianas” de Cataluña fueron los primeros
establecimientos que siguieron el modelo inglés de fábrica capitalista,
introduciendo el maquinismo en la industria textil.
El comercio.
El comercio interior aumentó gracias a la libertad de comercio
de granos, la supresión de las aduanas interiores (excepto en el País
Vasco), el mejor nivel de vida, la mejora de la comunicaciones, el
desarrollo de las compañías (los Cinco Gremios de Madrid) y la banca
(aparecen las embrionarias primeras Cajas de Ahorros españolas). Las
regiones costeras fueron las más beneficiadas, sobre todo Cataluña,
con un intenso comercio europeo y americano.
Pero frenó su desarrollo la muy lenta integración en un único
mercado nacional: las ciudades eran pocas y poco pobladas; las
comunicaciones eran difíciles; el campesinado tenía un escaso poder
adquisitivo y tampoco tenía un gran excedente agrario
comercializable, mientras que los grandes propietarios sólo
almacenaban y especulaban con su trigo (9/10 del total) sin
comercializarlo;
El comercio con América creció con las reformas en la marina
de 1713-1720 y la libertad de tráfico de 1779, aunque siempre chocó
con una fuerte competencia europea y la oposición de los intereses
criollos. Se centró en los puertos de Cádiz y desde finales de siglo se
extendió a Barcelona, Málaga, Vigo... Consistía en la exportación de
productos manufacturados españoles y europeos y la importación de
oro y plata, azúcar, café, tabaco...
El comercio europeo consistía en la exportación de lana, vinos,
aguardientes, frutos secos, productos americanos y la importación de
productos manufacturados y algodón (de Malta). Era un comercio
deficitario, pero se compensaba con el excedente americano.
2.3. LA SOCIEDAD.
La nobleza.
La aristocracia se dividió en dos grupos: los nobles ilustrados,
que no rechazaron dedicarse al comercio o la industria, y los
tradicionales, que seguían anclados en la economía tradicional.
El clero.
El número relativo y el poder del clero se redujo persistemente
durante el siglo. Las causas fueron el regalismo de la monarquía, la
crítica contra el atraso cultural achacado a la Iglesia, la mejora de la
situación económica... Pero todavía mantenían un papel esencial en la
estructura estamental del Antiguo Régimen y su influencia se
evidenció en la crisis de 1808.
La burguesía.
Al principio, la burguesía era débil, sin cohesión de grupo ni
conciencia de tal, sin organismos de presión (aparte de los
Consulados del Mar de la periferia), y como clase social apenas
duraba en los negocios una o dos generaciones, puesto que
procuraba a los pocos dineros que podía recoger que sus
descendientes accedieran a la hidalguía.
Pero en el siglo XVIII creció el número de burgueses que habían
acumulado capitales en el comercio, la industria y las finanzas.
Además hubo un aumento significativo de la ocupación en
profesiones liberales: abogados, funcionarios, eclesiásticos,
profesores, escritores... La burguesía afianzó su presencia hasta
conseguir hacia su final una posición de incontestable dominio
económico. Sus centros eran Madrid, Sevilla, Cádiz, Barcelona: ‹‹La
burguesía se fue enriqueciendo notablemente durante la segunda
mitad del siglo XVIII, sobre todo, como es bien conocido, en las
ciudades mercantiles y marítimas de la periferia. En las últimas
décadas tiene poder económico, pero le falta el poder político,
todavía detentado por los estamentos privilegiados de una sociedad
encuadrada aún dentro de los módulos del Antiguo Régimen. Cuando
éste caiga, la burguesía se hará con el poder político.›› [Tomás y
Valiente. El marco político de la desamortización en España. 1971: 46-
47.]
El artesanado y el proletariado.
Las clases populares de la ciudad estaban compuestas por un
artesanado organizado en gremios y por un proletariado que
trabajaba a sueldo o carecía de oficio.
El campesinado.
Ya hemos visto como se crearon dos grandes grupos sociales:
una minoría de campesinos acomodados que se habían beneficiado
de los arrendamientos con bajas rentas de las fincas de la Iglesia y de
la nobleza absentista, y una mayoría de campesinos con pequeñas
propiedades o de jornaleros que vivían del trabajo en los latifundios.
El reformismo.
La gran innovación de los Borbones fue un cambio ideológico en
la concepción política del Imperio español: el interés de los reyes
dejaría de ser la monarquía universal de los Habsburgo para centrarse
en el reino de España. Las ambiciones de Isabel de Farnesio en Italia
no serían ni la sombra de los sueños del pasado. Este cambio en los
objetivos era un beneficio indudable para un país empobrecido y
harto de aventuras excesivas e imponderadas. De este modo el
primer reformismo borbónico tendió a la centralización, mientras que
el fomento de la industria y del comercio era el centro de su política
económica. Había que desarrollar las fuentes de riqueza si se quería
mantener a España en el concierto de las grandes potencias.
Continuando la corriente de renovación que había nacido hacia
1680, el reformismo borbónico se inició con Felipe V y siguió con
Fernando VI, pero es el reinado de Carlos III el momento más
importante del reformismo español.
Desde el Despotismo Ilustrado se trenzaron unas acertadas
medidas a corto plazo que aseguraron unas décadas más de
supervivencia al Antiguo Régimen, aunque la intención del monarca
parece que no fue potenciar a la burguesía y la producción sino en
cuanto a que ello podía suponer una mejora de la Hacienda Pública y
del poder real. El regalismo y la supremacía absoluta de la monarquía
fueron el norte de la política y así puede comprenderse que España
participara en guerras tan poco fructuosas como las de los Siete Años
y de la Independencia de los Estados Unidos. Lo primordial, como en
tiempos de los Austrias, eran los intereses dinásticos de la Corona,
pero había una conciencia clara de cuáles eran las medidas más
adecuadas para ello.
Para promover el reformismo, se crearon las Juntas de Comercio
y las Sociedades Económicas de Amigos del País, que extendieron el
espíritu ilustrado y establecieron una eficaz organización de los
grupos de presión a favor de las reformas económicas.
El hispanista Lynch ha criticado el reformismo borbónico, porque
a pesar de los innegables avances, el gasto público se orientó sobre
todo al reforzamiento del ejército y la marina y la monarquía siguió
apoyándose sobre todo en las clases privilegiadas y permitió el
aumento de los mayorazgos.
La centralización de la Administración.
Las reformas administrativas, militares y económicas de los
ministros Patiño, Campillo y Ensenada iniciaron la modernización de
España, a través del Consejo de Castilla.
Fueron suprimidas la libertades y privilegios de las regiones
periféricas, excepto de las leales Navarra y País Vasco.
Los Decretos de Nueva Planta de Valencia (1707), Aragón
(1711), Mallorca (1715) y Cataluña (1716) suponían la pérdida de
autonomía de los reinos de la Corona de Aragón.
Se creó un modelo único de administración territorial (excepto
para Navarra y País Vasco), dividiendo el territorio en provincias
(distintas de las actuales) dirigidas por un Capitán General y una
Audiencia. Se creó la figura del intendente (1718) para la
administración económica del ejército y de las provincias. Todo el
poder se centralizó en Madrid, siendo los anteriores funcionarios sólo
delegados del poder central.
La administración central se reformó, sustituyendo el poder de
los consejos por los ministros. Durante el siglo se consolidaron los
ministerios de Hacienda, Guerra, Marina, Justicia, Indias y Estado
(Asuntos Exteriores). Sólo el Consejo de Castilla (que absorbió en
1707 al de Aragón) mantuvo su poder, como cuerpo consultivo del
monarca, proponente de leyes y tribunal de justicia.
Sólo quedaron las Cortes de Castilla, cuya única función fue la
jura del heredero.
La reforma de la Hacienda.
Las cargas fiscales mucho más moderadas en proporción a la
riqueza real que las soportadas en el siglo anterior, gracias a que la
política exterior fue menos belicosa y a que crecieron las remesas
fiscales de América eran hasta llegar a un 1/4 de los ingresos de la
Hacienda (aunque su interrupción en las guerras era por ello muy
grave).
Pero además la Hacienda se saneó mediante la reforma fiscal,
que aumentó la recaudación, con un mejor equilibrio entre las clases
productivas y ociosas. Los dos puntos básicos fueron:
1.- Fondo común de los impuestos, totalmente centralizado
(excepto Navarra y País Vasco).
2.- Impuestos más modernos y equitativos, basados en el
catastro que censaba todos los bienes y permitía gravar la
riqueza rústica y urbana mediante un reparto equitativo (todos
pagaban) y las rentas del trabajo (de esto estaban exentos los
estamentos privilegiados). Este sistema se aplicó en la Corona
de Aragón, con gran éxito, pero se fracasó en su aplicación en
la Corona de Castilla, debido a la resistencia de los estamentos
privilegiados a pagar por los bienes. Ensenada tuvo que dimitir
en 1754 por la reacción popular a su catastro de 1750 y Carlos
III tuvo que abandonar el proyecto en 1776 por lo mismo.
La reforma financiera.
La creación del Banco de San Carlos (1782) y de los vales
reales, que fueron la primera moneda en papel de curso obligatorio,
consolidaron la estabilidad monetaria.
La reforma de la industria.
En la primera mitad del siglo predominó una política
mercantilista, con medidas intervencionistas y proteccionistas:
1.- Se promovieron manufacturas reales, pero fracasaron casi
en su totalidad.
2.- La prohibición de importación de tejidos de seda y algodón
de Asia (1717-1719), los aranceles fuertemente proteccionistas
de la seda (1744) y la lana (1747).
En la segunda mitad del siglo, algunas medidas fueron
fisiocráticas, de desreglamentación:
1.- La reglamentación liberal (sin trabas gremiales) de las
fábricas de indianas (1767).
2.- En 1790 se concedió plena libertad de fabricación, para toda
clase de oficios y productos, sin someterse a los reglamentos de
los gremios, lo que benefició sobre todo a la industria textil
catalana, pero también a los restantes sectores.
Pero subsistía el mercantilismo en el proteccionismo:
1.- El arancel (25%) de tejidos de algodón (1760)
2.- Prohibición de importación de tejidos de algodón (1769).
3.- Prohibición de importación de ferretería (1775).
El reformismo centralizador.
El reinado de Felipe V se caracterizó en su política interior por el
reformismo centralizador, con los ministros Patiño, Campillo y
Ensenada. Ya hemos visto las numerosas medidas que se
promulgaron.
El reformismo y la neutralidad.
El rey nombra a dos ministros, Ensenada y Carvajal, de ideas
distintas, que mantienen un equilibrio en su política exterior mientras
estimulan las reformas internas. El pro-francés Ensenada reforma la
hacienda (catastro, simplificación impositiva): los ingresos aumentan
un 54% de media y se financia un programa de construcción naval en
los arsenales de Ferrol y Cartagena, que reforzó la Marina. En cambio,
el pro-británico Carvajal dirige la política exterior, neutralista respecto
a Gran Bretaña y Portugal. Tras la caída de Ensenada en 1754 y hasta
1759 se sigue una política antirreformista, mientras el rey vive en la
locura tras la muerte de su esposa. Pero el régimen no sufre por ello,
prueba de su estabilidad.
Carlos III era hijo de Felipe V. Desde 1735 era rey de Nápoles y
cuando sucedió a su hermano Fernando VI en el trono de España, ya
poseía una larga experiencia de gobierno ilustrado, con su excelente
ministro Tanucci.
El gobierno ilustrado.
El rey llegó acompañado de varios ministros italianos, como
Grimaldi y Esquilache, pero mantuvo a gran parte del gobierno
anterior. Los ministros más importantes fueron Floridablanca,
Campomanes y Aranda, quienes impulsaron las reformas políticas
(sobre todo regalistas) y económicas, que en este reinado llegaron a
su cenit.
El motín de Esquilache.
Este conflicto fue el punto culminante de los conflictos sociales
en la España borbónica del XVIII, por lo que merece un análisis
detallado.
El rey y su ministro decidieron transformar el aspecto de
Madrid, que pasó de ser “la Corte más puerca del mundo” a
convertirse en una ciudad limpia, bien iluminada de noche, con obras
monumentales, hasta el punto de que Carlos III fue llamado “el mejor
alcalde”.
Pero esto exigió cambiar ciertas costumbres incompatibles con
la higiene más elemental. Se ordenó a todos los vecinos regar y
barrer el espacio que rodeaba sus viviendas, después de retirar las
basuras que habitualmente se amontonaban en medio de la calle.
Después se pasó a exigir a los propietarios la pavimentación de las
calles y la colocación de faroles. La gente empezó a enfadarse y no
faltaron médicos que aseguraron que tanta higiene no servía para
nada.
A continuación se inició una campaña de “seguridad ciuda-
dana”. Se prohibió a los paisanos circular con armas y, para
completar la campaña, el 10 de marzo de 1766, se pegó en las
esquinas un bando que prohibía a los hombres el uso de capas largas
y sombreros de ala ancha. Este era el traje típico de las clases
populares de Madrid, pero también favorecía la circulación de
“embozados” que cometían toda clase de tropelías bajo el anonimato
de su atuendo. Se intentó hacer cumplir el bando por la fuerza, y en
pocos días el ambiente de la capital se puso al rojo vivo.
Por fin, el domingo de Ramos (23-III-1766), se produjeron los
primeros choques entre grupos de paisanos y la guardia valona del
rey. Hubo algunos muertos y los alborotadores, tras asaltar la vivienda
de Esquilache, se concentraron en tono amenazante ante el palacio
real. Un fraile del convento de San Gil, muy popular, se avino a actuar
de intermediario entre el rey y los revoltosos. El rey, en vez de
aceptar el consejo de los militares de una dura represión, aceptó el 25
de marzo (disposiciones en la Gaceta): el destierro de Esquilache, la
salida de Madrid de la guardia valona, la autorización para que cada
uno pudiera vestir como quisiera y la rebaja del precio de los
principales alimentos, especialmente del pan.
A partir del 1 de abril se produjeron algaradas y motines
populares en más de veinte ciudades. Se reclamaba el abaratamiento
del precio del pan. Era un síntoma de los efectos de la política
liberalizadora de Carlos III y sus ministros, respecto al comercio de
granos. Pero el régimen mantuvo las medidas liberalizadoras y estas
acabaron por tener éxito.
La política exterior.
En la política exterior se firmó el Tercer Pacto de Familia (1761)
con los Borbones, lo que cerró el periodo neutralista y se entró en
conflicto con Gran Bretaña al final de la guerra de los Siete Años,
sufriendo varias derrotas (Manila, La Habana). En la Paz de París
(1763) España pierde Florida, pero recibe de Francia en compensación
la enorme Luisiana. En cambio, con la afortunada intervención (1779-
1783) en la guerra de Independencia de EEUU se recuperan Florida y
Menorca, pero no se consigue tomar Gibraltar.
3.5. CARLOS IV (1788-1808).
La política exterior.
Las guerras con Francia (1793-1795), Portugal (1801-1803) y
Gran Bretaña (1797-1801 y 1804-1808) llevaron al país a una
situación económica lamentable, sobre todo en Cataluña.
En el primer momento España formó parte de la gran alianza
antirrevolucionaria de las potencias europeas contra la Revolución
Francesa (1793-1795). Fue una guerra muy popular al principio que
terminó con un fracaso y una paz que concedía Santo Domingo a
Francia.
El cambio de alianzas supuso la guerra contra Gran Bretaña, en
dos periodos, 1797-1801 y 1804-1808. El tráfico americano fue
gravemente afectado y en 1805 la flota franco-española fue
aniquilada en Trafalgar.
La guerra con Portugal (1801-1803) fue poco importante y
España se apoderó definitivamente de la plaza de Olivencia (Badajoz).
Pero en 1807 la preparación de una nueva invasión de Portugal
posibilitó la entrada de un ejército francés que provocaría el conflicto
de 1808.
PROGRAMACIÓN.
36. CRECIMIENTO ECONÓMICO, ESTRUCTURAS
Y MENTALIDADES SOCIALES EN LA EUROPA
DEL SIGLO XVIII. LAS TRANSFORMACIÓNES
POLÍTICAS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII.
UBICACIÓN Y SECUENCIACIÓN.
ESO, 2º ciclo.
Eje 3. Sociedades históricas y cambio en el tiempo. Bloque 1.
Sociedades históricas. Núcleo 4. Las sociedades de la época moderna.
- Las sociedades del Antiguo Régimen en Europa; crisis político-
religiosas; arte Renacentista y Barroco, el Racionalismo y la
Ilustración.
TEMPORALIZACIÓN.
Cuatro sesiones de una hora.
1ª Lectura de un texto. Diálogo, con evaluación previa.
Exposición del profesor. Cuestiones.
2ª Exposición del profesor. Cuestiones.
3ª Exposición del profesor, de refuerzo y repaso; esquemas,
mapas y comentarios de textos.
4ª Exposición del profesor, de refuerzo y repaso; esquemas y
comentarios de textos.
OBJETIVOS.
1.- Comprender la ideología de la Ilustración.
2.- Sintetizar la sociedad europea en el siglo XVIII.
3.- Relacionar la sociedad y la economía en Europa en el siglo XVIII.
4.- Analizar el reformismo borbónico en España.
5.- Comparar el reformismo borbónico con el Despotismo ilustrado en
el resto de Europa.
CONTENIDOS.
A) CONCEPTUALES.
1.- La Ilustración.
2.- La sociedad y la economía en Europa en el siglo XVIII.
3.- El reformismo borbónico.
B) PROCEDIMENTALES.
1.- Tratamiento de la información: realización de esquemas del
tema.
2.- Explicación multicausal de los hechos históricos: en
comentario de textos.
3.- Indagación e investigación: recogida y análisis de datos en
enciclopedias, manuales, monografías, artículos...
C) ACTITUDINALES.
1.- Rigor crítico y curiosidad científica.
2.- Tolerancia y solidaridad.
METODOLOGÍA.
Metodología expositiva y participativa activa.
MOTIVACIÓN.
Una lectura de un texto sobre la Ilustración, con diálogo
posterior.
ACTIVIDADES.
A) CON EL GRAN GRUPO.
Exposición por el profesor del tema.
B) EN EQUIPOS DE TRABAJO.
1.- Realización de una línea de tiempo sobre el proceso.
2.- Realización de esquemas sobre la UD.
3.- Comentarios de textos sobre la Ilustración, las reformas
borbónicas...
4.- Contestar cuestiones en cuaderno de trabajo, con diálogo
previo en grupo.
C) INDIVIDUALES.
1.- Realización de apuntes esquemáticos sobre la UD.
2.- Participación en las actividades grupales.
3.- Búsqueda individual de datos en la bibliografía, en deberes
fuera de clase.
RECURSOS.
1.- Presentación digital (o transparencias, diapositivas, mapas).
2.- Libros de texto, manuales.
3.- Fotocopias de textos para comentarios.
4.- Cuadernos de apuntes, esquemas...
EVALUACIÓN.
Evaluación continua. Se hará especial hincapié en que se
comprenda la relación entre los procesos de España y europeo.
Examen incluido en el de otras UD, con breves cuestiones y un
comentario de texto.
RECUPERACIÓN.
1.- Entrevista con los alumnos con inadecuado progreso.
2.- Realización de actividades de refuerzo: esquemas,
comentario de textos...
3.- Examen de recuperación (junto a las otras UD).