Professional Documents
Culture Documents
INTRODUCCIÓN
El mito de Sísifo es un ensayo filosófico de Albert Camus,
originalmente publicado en francés en el año 1942 como el
nombre original, Le Mythe de Sisyphe (El mito de Sísifo).
El título del ensayo proviene de un atribulado personaje de
la mitología griega. En él, Camus discute la cuestión del
suicidio y el valor de la vida, presentando el mito de Sísifo
como metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre.
El ensayo contiene 4 capítulos de los cuales Camus recorre
cada capítulo explicando sus pensamientos, dando como
ejemplo al personaje de la mitología griega Sísifo.
RESUMEN
CAPITULO I
El razonamiento absurdo
Para desarrollar su análisis, Camus cuestiona fundamentalmente si vale la
pena vivir la vida. Establece que encontrar una razón para vivir es equivalente
a encontrar una razón para morir. Concluye que para la mayoría de los
hombres, la verdad no es una razón de peso para sacrificar la vida, y
ejemplifica que Galileo abjuró de una verdad científica porque esa verdad no
valía la hoguera. Se desprende entonces que las cosas obtienen su
importancia en función de a qué actos nos obligan. No parece, además, que el
suicidio será la salida que todo individuo buscará en una situación
desesperada. Según Camus, el suicidio es un mal interior antes que un mal
social.
Camus pasa a mencionar que el ser humano tiene la necesidad compulsiva de
racionalizar, entender y explicar todo. En su análisis identifica dos formas de
pensamiento, la de Perogrullo y la de don Quijote. El mítico personaje de
Perogrullo se va a la evidencia excesiva, casi ridícula, como cuando uno dice
“está lloviendo”. Don Quijote va al lirismo extremo, la imaginación, el sueño, la
fantasía, la utopía. Según Camus, el ejercicio de la razón oscila entre las
verdades de Perogrullo y las abstracciones quijotescas. La combinación de
ambas da el equilibrio entre evidencia y fantasía, entre conocimiento y
emoción.
Hay 3 posturas que el hombre puede adoptar con respecto al absurdo:
1.- El suicidio como salida. La fatal confesión de que la vida nos ha superado,
que no la entendemos, que no la podemos explicar y que concluimos que no
vale la pena vivirla.
2.- La evasión, ya sea por abrazar los placeres hedonistas como distracción de
la realidad, o por cifrar toda esperanza en el ejercicio de la fe en credos
religiosos. En el primer caso, se ignora o se niega el absurdo, se soslaya la
muerte, se evita traer estos temas a colación. En el segundo caso se explica el
absurdo con dogmas: Donde el hombre ya no es capaz de encontrar
explicación empieza el concepto de Dios. Ese es el famoso "salto" del que
hablan, entre otros, Leon Chestov y Soren Kierkegaard, ambos pensadores
citados por Camus.
3.- La tercera postura es la aceptación y la vivencia del absurdo. Aceptar el
absurdo, renunciar a buscar explicación y vivir la vida con la independencia, la
autodeterminación y la significancia individual que se desprenden del supuesto
de que esto es todo cuanto hay, de que no hay Dios ni vida futura en otro
tiempo y lugar, pero sin jamás perder de vista que, a pesar de todo, la vida vale
la pena vivirla.
¿Cómo llega el hombre a esa encrucijada? La sensibilidad o el sentimiento del
absurdo es el proceso gradual de toma de conciencia del paso de tiempo y sus
nefastas consecuencias para nosotros: deterioro, envejecimiento y muerte. Ese
mismo proceso ocurre durante los años y años de rutina repetitiva, mismos que
anteceden a la noción del absurdo, el despertar del hombre, el momento en
que tomamos plena conciencia de la futilidad y fugacidad de la existencia, de
que el mundo y la vida superan por mucho nuestra capacidad de razonamiento,
entendimiento y comprensión.
Es evidente, entonces, que cuando Camus habla de los muros absurdos, alude
al tiempo y la rutina, a los decorados con que construimos la realidad a la que
nos circunscribimos y limitamos. Cuando llegan la lasitud y el hartazgo, la
frustración y el sinsentido; el despertar del absurdo derrumba los decorados y
nos deja frente a la realidad desnuda: La vida no tiene sentido, la vida es
absurda.
El suicidio filosófico
Es llamativo que Camus use la metáfora de “el salto” para identificar el
momento en que dos de los pensadores que cita, Kierkegaard y Husserl, dan
paso a algo eterno e inexplicable con la razón humana, pero a la vez, en ese
acto niegan el absurdo e intentan explicarlo.
La libertad absurda
Lo contrario del salto o suicidio filosófico es la libertad absurda. Si al
contemplar el absurdo, en lugar de buscar explicarlo (saltar), buscamos
asumirlo, aceptarlo y vivirlo, entonces encontramos la libertad absurda.
CAPITULO II
El hombre absurdo
El que acepta vivir el absurdo sin explicarlo ni saltar, es el hombre absurdo.
Asume que esto es todo, que no hay salida ni esperanza. Y lo asume con
valentía. Esta vida en la que niega los dioses y es dueño de sus actos es todo
lo que tiene, pero vale la pena vivirla, agotarse en el afán de agotarla.
Camus ubica en esta categoría al Don Juan, al actor y al conquistador.
El donjuanismo
Es un grave error tratar de ver en Don Juan a un hombre que se alimenta con
el Eclesiastés. Pues para él no es vanidad sino la esperanza en otra vida. Lo
prueba, puesto que la juega contra el cielo mismo. No le pertenece el pesar por
el deseo perdido en el goce, ese lugar común de la impotencia. Eso está bien
en Fausto, quien cree en Dios lo bastante para venderse al diablo… Fausto
reclamaba los bienes de este mundo: el desdichado sólo tenía que tender la
mano...
Don Juan no amaba a una sola mujer, aunque pudiera decirse que al momento
de tenerla, la amaba con todo su ser. No era que la anterior ya no le gustara,
era más bien que ya quería otra, y eso no es lo mismo. Don Juan se extingue
en la forma menos egoísta de “amor”, más “generosa”, la que no conlleva
propiedad, exclusividad o anulación. No significa que Don Juan despreciara la
devoción de un hombre por una única mujer, aunque viera en eso una cosa de
santos y no de hombres. El caso es que Don Juan no teme castigo ni
consecuencia. No aspira a otra vida por cuanto vive en esta todo cuanto puede.
La comedia
Camus admira al actor porque recorre en tres horas su nacimiento, esplendor,
ocaso y muerte: el ciclo que le tomará al espectador toda una vida. Para
cuando el actor muere en el último acto del absurdo que representó tantas
veces en las tablas, ya ha muerto mil veces. Porque el actor ha elegido vivir
muchas vidas y no una sola, incluso llegando a anular la suya propia. No hay
mucha diferencia entre él y los personajes que representa, por cuanto los vive,
los siente y los cree, se mimetiza. Eso no es más absurdo que la vida, donde él
es apenas uno que también morirá.
La conquista
Si, el hombre es su propio fin. Y es su único fin. Si quiere ser algo, tiene que
serlo en esta vida… Los conquistadores son solamente aquellos hombres que
sienten su fuerza lo bastante como para estar seguros de vivir constantemente
a esa alturas y con la plena conciencia de su grandeza...
El conquistador reconoce que su tumba puede ser una fosa común, que su
muerte puede ocurrir antes de tiempo, que su esfuerzo puede ser en vano si es
derrotado. Pero la conquista va más allá de lo geográfico. El hombre conquista
sus temores y sus limitaciones, rompe obstáculos y barreras y, aun en la
derrota, vence. Esa aceptación de la fatalidad inminente, el riesgo asumido por
la consecución de la gloria y el honor, lo de hoy, lo único cierto, es otra
característica del hombre absurdo.
CAPITULO III
La creación absurda
Camus pasa a indicarnos que el ser más absurdo es el creador. Porque el Don
Juan, el actor o comediante y el conquistador, solo se nutren de recrear
personajes, amores y logros una y otra vez. Pero el creador capta el absurdo y
lo copia en su obra. Bien sea por el arte, la imagen, la música o la novela. El
creador monta su propio mundo, lo limita para la representación, establece sus
muros. ¿Qué hay más absurdo que copiar el absurdo? Por supuesto, Camus
habla de buenas y malas muestras de arte, en tanto más cercanas sean al
objeto real y concreto que copian, y más se alejen de conferirle algún elemento
abstracto, superior o significante. Arte sin salto.
Filosofía y novela
Este tema del suicidio en Dostoievski, es, por lo tanto, un tema absurdo.
Anotemos solamente, antes de seguir adelante, que Kirilov rebota en otros
personajes que también plantean nuevos temas absurdos. Stravoguin e Iván
Karamázov ejercitan en la vida práctica verdades absurdas. A ellos es a
quienes libera la muerte de Kirilov. Tratan de ser zares. Stravoguin lleva una
vida `irónica´, ya se sabe cuál. Despierta el odio a su alrededor. Y, sin
embargo, la palabra‐clave de este personaje se encuentra en su carta de
despedida. `No he podido detestar nada´. Es zar en la indiferencia. Iván lo es
también al negarse a abdicar los poderes reales del espíritu. A quienes como
su hermano, prueban con su vida que hay que humillarse para creer, podría
responder que la condición es indigna. Su frase‐clave es el `todo está
permitido´, con el matiz de tristeza que conviene. Claro está que, como
Nietzsche, el más célebre de los asesinos de Dios, termina en la locura. Pero
es un riesgo que hay que correr y ante esos fines trágicos el movimiento
esencial del espíritu absurdo consiste en preguntar: ¿Qué demuestra eso?
Camus considera que la novela es la manera más fiel de crear un mundo. Las
demás formas de arte se parecen más al ensayo intelectual. La novela, en
cambio, contiene personas, lugares y situaciones, y esa capacidad de darle
cuerpos al arte le permite mostrar el absurdo en total plenitud.
Kirilov
Dostoievski habla en el Diario de un escritor de lo que convino en llamar “el
suicidio lógico”: la existencia humana es una perfecta absurdidad para quien no
tiene fe en la inmortalidad, y la desesperación obliga al suicidio.
Kirilov, personaje de “Los poseídos”, encarna algo de esto pero va más allá. El
desea morir por una idea. Su idea de suicidio superior es una proclama de
insubordinación, de terrible libertad. Ningún dios dirige su destino. Kirilov
decide su fin y se vuelve Dios. Si Dios no existe Kirilov es Dios, y si Dios no
existe Kirilov debe matarse precisamente para ser Dios. Absurdo, pero es lo
que debe ser. Si Kirilov está loco, Dostoievski también lo está, pues el
personaje es parte del mundo que el autor ha creado.
Nótese que Kirilov toma distancia de Jesús, el Dios Hombre. Cree que Jesús
muere en vano, pues no va al paraíso y su tortura es en vano. En ese sentido,
Jesús vive y muere por una mentira y eso lo hace el hombre perfecto, pues
encarna todo el drama humano, el que ha realizado la condición más absurda.
Ya no es Dios-hombre sino Hombre-dios, puesto que su divinidad se limita a
este mundo terrenal.
¿Por qué entonces alguien que ve con tal claridad el absurdo decide
suicidarse? Kirilov sabe que eso es una contradicción, pero él es la antítesis de
Cristo. En lugar de disfrutar de su condición de hombre libre de dioses y
esperanzas, quiere mostrar a los demás hombres una vía real y difícil que será
el primero en recorrer, a manera de dechado. El suyo será un suicidio
pedagógico. Se sacrificará como Cristo, pero aunque se le crucifica no se le
engaña. Se sabe un hombre-dios y muere libre, sin esperanza ni porvenir.
Pero Dostoievski tiene otros planes. En las siguientes entregas del Diario
concluye esto: “Si la fe en la inmortalidad le es tan necesaria al ser humano
(que sin ella llega a matarse) es porque se trata del estado normal de la
humanidad. Siendo así, la inmortalidad del alma humana existe sin duda
alguna”. Como se ve, Dostoievski da el salto, y entonces deja sin efecto el
suicidio lógico, el sacrificio pedagógico de Kirilov. “Ciertamente, resucitaremos
de entre los muertos, volveremos a vernos y nos contaremos alegremente todo
lo que ha ocurrido”. Así, Dostoievski entrega la divinidad del hombre en cambio
por la felicidad. En consecuencia, el pistoletazo de Kirilov, su sacrificio, queda
lejos de la comprensión del mundo. Los hombres siguen fieles a sus
esperanzas ciegas en el otro sacrificio, el del hombre-dios que creen Dios-
hombre.