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SILVANA MARTINEZ

SUEÑOS ROTOS…
VIDAS DAÑADAS

Violencia hacia las mujeres en contextos


familiares

Prólogo del Dr. Juan Carlos Volnovich

1ª Edición
Editado en el Invierno de 2009
ISBN 978-987-23931-6-8
Por Fundación La Hendija
Gualeguaychú 171 CP 3100
Paraná, Entre Ríos, Argentina
2

A Juan Agüero,
por alegrar infinitamente mis días.
A mis hijos Abril y Mauro,
por su amor incondicional.
A mi gran amiga Rossana Benitez
A Gaby y Marga por su colaboración generosa
A mi compañera y colega Graciela Maidana
por compartir un momento tan importante de mi vida
A mi querida Rosario Badano
por transitar juntas las páginas de este libro
A todas las mujeres,
que padecen o han pedecido
situaciones de violencia,
en especial aquéllas
que con sus valientes relatos
aportaron a este libro.
3

PRÓLOGO

Este es un libro necesario. Y es un libro necesario porque se presta al estudio y al


debate. Es un libro de consulta que, más que libro, es un compendio, un manual de esos
que no se agotan en una única lectura; uno de esos textos que se conservan siempre al lado
para releer por partes, para pedirle ayuda cada vez que uno tiene que abordar temas tan
significativos como lo es, en este caso, la violencia hacia las mujeres y los contextos
familiares. Es la obra de Silvana Martínez, una trabajadora social y una trabajadora del
lenguaje, la teoría y la práctica, que logró -casi un milagro- escribir un riguroso texto
académico (que responde a todas las exigencias del caso) en un estilo tan fresco y
transparente que hacen de la lectura una experiencia lúdica que incita a la reflexión: atrapa
y convoca.

Silvana Martínez es una autora generosa y apasionada. Pasión y generosidad que hacen
evidencia en este texto. Porque Sueños rotos…vidas dañadas es un libro pródigo y
generoso. En una etapa tan gris de la historia como la que nos ha tocado vivir, en un medio
como el nuestro, donde de la mezquindad se hace virtud y donde los bienes simbólicos se
retacean para glorificar el individualismo; aquí, en nuestra comunidad científica, donde
frecuentemente las instituciones demandan la sacralización de las teorías y donde los
maestros exigen una adhesión acrítica; aquí, donde tan a menudo el anatema reemplaza a la
controversia y, en su lugar, las guerras de prestigio se desatan para ahogar la reflexión;
aquí, entre nosotros, contrasta el trato personal respetuoso, el aliento y el desprendimiento
con el que Silvana Martínez ha ido construyendo un espacio para la producción teórica,
para la solidaridad entre pares; espacio que hoy amplía sus bordes y se enriquece al recibir
este libro.

Silvana Martínez es mi amiga, una amiga nueva si se quiere, pero el vínculo afectivo no
reemplaza la lectura. Es sólo a través de la lectura de estos textos que tuve la posibilidad de
entrar en contacto con la profundidad y la complejidad de su pensamiento. Es solo a través
de la lectura de estos textos que tuve la posibilidad de entrar en contacto con una intimidad
que es muy diferente a la otra intimidad. Intimidad de sus conceptos y de sus teorías,
relación textual, que es irreductible a la corporeidad de los afectos. Son de variado tipo las
4

transferencias que se disparan al enfrentarse con su libro. Son transferencias múltiples las
que se ponen en juego:

-la transferencia con el tema: violencia hacia las mujeres.

-la transferencia con el texto

-la transferencia con la autora.

Por eso, las que aquí escribo, son palabras de lector atravesado, conmovido, por esas
transferencias múltiples.

Y hay algo más que quisiera aclarar. Los sentimientos y las ideas que me atrevo a
compartir con las lectoras y lectores surgieron de una lectura que no ha sido una lectura
solitaria. Quiero decir: frente a este libro, a medida que me internaba en el océano de esta
producción de más de 300 páginas, otras dos mujeres me acompañaron. Con Marie
Langer1 y con Isabel Larguía2 leí este libro; con ellas disfruté de la lectura; con ellas discutí
cada uno de los conceptos que a lo largo de estas páginas se iban desplegando. Y llegué a
la conclusión que éste era -aun sin saberlo, aun sin habérselo propuesto- un libro homenaje
que Silvana Martínez le hacía a esas dos mujeres que fueron parte de mi vida, que también
fueron mis amigas, viejas amigas a las que mucho extraño. Mujeres extremadamente
significativas en los inicios de estas cuestiones del género, de la violencia hacia las
mujeres, en este asunto de la crueldad del poder.

Decía que Sueños rotos…vidas dañadas más que un libro es un compendio, un


manual, una enciclopedia que nada tiene de enciclopédica. La diferencia estriba en el
procesamiento que la autora hace de lo mejor de la bibliografía sobre cada uno de los
temas que aborda; referencias que no caen en la mera apoyatura textual, que no aluden a la
mención de tal o cual autor para sintetizar sus aportes, sino que el profundo conocimiento
de esos autores y de esas autoras, le sirve para desarrollar sus propias ideas y para arribar a
conclusiones novedosas e inéditas.

Tal vez, una de las más admirables sorpresas del libro sea ésa: verificar cómo a partir
del dominio de esas citas bibliográficas, con la solidez que solo el conocimiento maduro y
metabolizado de lo producido hasta el momento permite desplegar, toma posición propia,
critica, se diferencia y construye su peculiar manera de afirmar un polo conceptual que, de
1
Langer, Marie: “La mujer, sus limitaciones y sus potencialidades”, en Cuestionamos 2.
2
Larguía, Isabel; Doumoullin, John: “Hacia una concepción científica de la emancipación de la mujer”
5

aquí en más, será referencia obligada para quienes estén dispuestos a reconocer que sólo a
costa de seguir transitando el camino de la decadencia y del desprestigio, se puede seguir
ignorando el desafío que el feminismo académico, las teorías de género de producción
anglosajona o las teorías de las relaciones entre los sexos, le imponen al tema. Sueños
rotos…vidas dañadas se postula, también, como texto de referencia para investigadores
de otras disciplinas, que estén interesados en saber en qué puede aportar el Trabajo Social a
la emancipación de las mujeres.

Si bien han existido experiencias donde fue denunciada y visibilizada la violencia hacia
las mujeres, si bien han existido períodos calientes de la historia en que las mujeres se
incorporaron masivamente al trabajo productivo y a los movimientos sociales (desde la
Grecia Antigua hasta nuestra era, pasando por la Revolución Francesa), casi siempre, una
vez consolidado el nuevo sistema, todo vuelve a la situación anterior.

“Una vez más -dice Nicole Loreaux refiriéndose a la guerra del Peloponeso- una vez
más se dibujaba la muy notable contigüidad de lo sexual y la guerra: cuando terminada la
guerra las mujeres legendarias como las esposas muy reales de los ciudadanos encontraban
nuevamente su destino de mujeres”.

Y en aquellos tiempos de la Revolución Francesa, Olimpia de Gouges, por ejemplo,


redactó la Declaration de Droites de la Femme et Citoyenne, pero haber creído que el lema
revolucionario de Libertad, Igualdad y Fraternidad abarcaba también a las mujeres, le costó
perder la cabeza en la guillotina. También la Revolución Soviética de 1917 incluyó la
promulgación de leyes laborales que promovían la igualdad de derechos de las mujeres,
pero estas conquistas se cumplieron solo a medias3. Y, una vez finalizada la Segunda
Guerra Mundial, cuando los soldados regresaron del frente de batalla, hubo que convencer
a las mujeres para que volvieran al hogar, a criar y amamantar a sus hijos, y dejaran, así,
libres los puestos de trabajo que habían ocupado dignamente durante los años de guerra. El
psicoanálisis británico de postguerra contribuyó ampliamente con la teoría kleiniana del
“pecho bueno” (presente) y del “pecho malo” (ausente) a darle un fundamento teórico a los
prejuicios patriarcales que regulaban y regulan el mercado de trabajo. Y otro tanto pasó en
los Estados Unidos con la prédica del Dr. Spock que marcó las pautas de crianza -y, por lo
tanto, del sesgo sexista laboral- de varias generaciones de norteamericanos. Bastaron unos

3
Langer, Marie; Palacio, Jaime del; Guinsberg, Enrique: “Memoria, Historia y Diálogo Psicoanalítico”,
Folios Ediciones, México, 1981.
6

pocos años para que la mujer argelina que Fanon4 nos legó, invisible durante siglos detrás
de los muros del harén y de su velo, expusiera su rostro limpio y orgulloso, su cuerpo
entero, para luchar junto a sus compañeros contra el yugo francés. Y puedo dar testimonio
desde dentro, por haber participado allí, que otro tanto ocurrió en los momentos
fundacionales de la Revolución Cubana, en Montoneros y en la Nicaragua Sandinista. Las
mujeres participaron casi en igualdad de condiciones durante el auge de la lucha pero en el
seno de la familia y en las relaciones conyugales su realidad no cambió significativamente.
Las mujeres participaron casi en igualdad de condiciones durante el auge de la lucha pero
después, poco después, esos logros pasaron al olvido.

Decía que bastaron unos pocos años para que las mujeres invisibles expusieran su rostro
y su cuerpo entero para luchar junto a sus compañeros, pero hizo falta mucho menos
tiempo para que todo eso quede rápidamente desmantelado y reemplazado por las viejas
costumbres. Esas costumbres con permanencia garantizada por el superyo: la marca que el
“Otro” grabó en nosotros y que nos predispone a quedar subordinados al Poder.
Costumbres a las que Freud, muy obligado a la segunda tópica, había hecho alusión cuando
afirmó la existencia de un dominio extranjero interior -dominio extranjero en el seno de lo
íntimo- así como la realidad, decía Freud, “es un dominio extranjero exterior”5. La cuestión
es de fondo y se reduce a un solo interrogante: ¿Pasa la emancipación de la mujer por la
incorporación plena al trabajo productivo en la sociedad capitalista?

¿Pasa la emancipación de la mujer por la incorporación a los movimientos sociales que


desafían al sistema capitalista?

Un intento de respuesta podría ser: todo depende de cómo se expresen, en cada


momento, las tensiones entre las Fuerzas Productivas y las Relaciones de Producción.

Otro intento de respuesta debería sostenerse en la lógica que preside la acumulación del
capital, la que en última instancia determinará el triunfo de un aspecto instituyente,
innovador, sobre lo reaccionario instituido, o viceversa. Quiero decir: la incorporación de
la mujer al trabajo y a los movimientos sociales será un paso ineludible y un estímulo para
su emancipación de acuerdo a la posición jerárquica que ocupen en esos movimientos

4
Fanon, Franz: “Los condenados de la tierra”
5
Freud, Sigmund: “Nuevas lecciones introductorias al Psicoanálisis”, Lección XXXI: Disección de la
Personalidad Psíquica, en Obras Completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1948.
7

sociales y, por sobre todo, de acuerdo al lugar que esas iniciativas tengan en el conjunto de
la sociedad. Esto es: si junto con el acceso pleno al liderazgo laboral y social se produce en
la esfera doméstica una redistribución de las tareas que reclama la reproducción de la
fuerza de trabajo, y se les ahorra a las mujeres la pesada carga de la segunda jornada
laboral.

Aunque necesariamente hablemos de mujeres, tal vez debamos reconocer la cuota de


encubrimiento que “mujeres” conlleva. Tal vez, debamos reemplazar por femenino a las
“mujeres” e interrogarnos acerca de cómo transita y cómo se va conformando y
trasformando lo femenino en los movimientos sociales. Lo femenino de las mujeres y lo
femenino de los hombres a la manera que Nicole Loraux lo hace en ese texto ineludible:
“Las experiencias de Tiresias. Lo femenino y el hombre griego”. Lo femenino en la
medida en que “lo político griego se constituye sobre una negación: la negación reiterada -
cada vez refundadora- de los beneficios que tendría para el hombre cultivar dentro de sí
una parte femenina”. Quiero decir con esto que habría que intentar desmontar el prejuicio
que supone, desde la Grecia antigua hasta nuestros días, sostener una virilidad que se funda
en la exclusión de todo aquello femenino que pudiera cuestionarla. Desde la epopeya
homérica hasta la leyenda heroica de los ándres6, el hombre digno de ese nombre es más
viril en cuanto alberga en sí, algo de femineidad. Y la femineidad de las mujeres (cómo
cultural naturalizado y como discurso falologocéntrico), no necesariamente se ve
cuestionada por su desempeño en la esfera pública, aunque ese recorrido -las mujeres en
los movimientos sociales- parezca desacostumbrado, por fuera de sus costumbres. En otras
palabras: ¿hasta dónde la participación de las mujeres en los movimientos sociales va
contra su naturaleza femenina (entendiéndose por naturaleza femenina la cultura
encarnada) y hasta dónde esa participación refuerza los estereotipos patriarcales más
tradicionales?

¿Bajo qué formas y en qué circunstancias los movimientos sociales como realidad
exterior -cuando se transforma cierta rutina, cuando se alteran las ceremonias cotidianas de
la vida común que para las mujeres es “naturalmente doméstica; violencia natural”- afecta
el funcionamiento psíquico, al punto tal que nos habilita a hablar de un cambio en la
feminidad; esto es, un cambio en la manera de subjetivarse como mujeres?

6
Ándres designa a la colectividad de hombres varones-ciudadanos-combatientes, al punto tal que plantea una
equivalencia entre ándres=polis. La ciudad son los hombres.
8

En otras palabras: ésta experiencia de inclusión, de participación ¿cómo impacta sobre


la construcción subjetiva y sobre qué instancias actúa? ¿Cuál es el efecto sobre la tópica
psíquica?

Sueños rotos…vidas dañadas arriesga una respuesta a estos interrogantes. Sueños


rotos…vidas dañadas denuncia e ilumina el proceso de dominación que las prácticas
sociales, los discursos sociales y las relaciones de Poder convalidan y promueven.

Antes decía…esas costumbres con permanencia garantizada por el superyo: la marca


que el “Otro” grabó en nosotros y que nos predispone a quedar subordinados al Poder.
Costumbres a las que Freud, muy obligado a la segunda tópica, había hecho alusión cuando
afirmó la existencia de un dominio extranjero interior -dominio extranjero en el seno de lo
íntimo- así como la realidad, decía Freud, “es un dominio extranjero exterior”. Pues bien,
la realidad que instituye al superyo es indudablemente exterior al sujeto. Es una realidad
discursiva pero coagulada, atrasada en el tiempo. Pertenece a generaciones pasadas. Sus
enunciados están constituidos por imperativos que vienen de afuera pero que el sujeto
percibe como propios, como originados dentro suyo. En ese sentido, el superyo que sufre
los efectos de la realidad exterior, que se articula con la realidad psíquica del inconsciente,
no tiene una relación directa con la realidad exterior al aparato, con la realidad actual, y en
virtud de eso es probablemente la instancia más ajena al embate de la realidad. De ahí que
transmita una legalidad que regula al aparato psíquico a partir de un dispositivo
anacrónico. Dicho en otras palabras: la realidad, el contacto con la realidad nada o casi
nada modifica al superyo. Las experiencias novedosas, la participación en guerras,
asambleas o movimientos sociales deja una profunda huella en el yo, pero a las
identificaciones superyoicas, apenas las roza en el curso de una generación. Gran parte del
debate respecto a las transformaciones posibles en el campo ideológico circulan alrededor
del derecho o de la interdicción de las mujeres a transgredir mandatos superyoicos y
reformular el contrato social acorde a los tiempos que corren. Gran parte del debate
respecto a los cambios en las costumbres circulan alrededor del sometimiento o de la
rebeldía a ciertos imperativos superyoicos. Y es así como se explica el desempeño heroico
en la esfera pública de algunas mujeres, disociado totalmente de una intimidad
convencional y pacata; mujeres que en momentos de guerra o de catástrofes sociales dejan
su claustro y sus hábitos para sumarse al tumulto y que después, una vez que pasa la crisis,
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vuelven a instalarse en el lugar tradicional que los criterios patriarcales más reaccionarios
le adjudican.

Es aquí, entonces, cuando los movimientos sociales aparecen como espacio privilegiado
para recuperar la esperanza, para desafiar esa temporalidad sin futuro, para desplegar las
ilusiones en una prosperidad por venir.

A pesar de lo que acabo de enunciar -que los movimientos sociales aparecen como
espacio privilegiado para recuperar la esperanza, para desafiar esa temporalidad sin futuro,
para desplegar las ilusiones en una prosperidad por venir- no renuncio al interrogante
primordial: ¿Pasa la emancipación de las mujeres por la incorporación en los movimientos
sociales que desafían al sistema capitalista?

Hace mucho tiempo que vengo sosteniendo que la lucha de las mujeres contra los
efectos más dañinos del patriarcado no puede darse sin que eso involucre a la lucha contra
los efectos más dañinos del capitalismo. Desde tiempos inmemoriales vengo afirmando
que, para las mujeres, la toma de conciencia de su condición de expropiadas es la base que
soporta los esfuerzos por reemplazar la actual por una organización social no capitalista. Y
eso supone lo que Deborah King ha llamado el riesgo múltiple7. Las múltiples formas de
subordinación que soportan las mujeres por villeras, por pobres, por lesbianas, por
bolivianas, por putas, por obreras, las encuentra afiliadas a más de un movimiento social a
la vez: supone todo un juego de fidelidades y de traiciones cruzadas entre la lealtad a su
género, la lealtad a su clase social, lealtades étnicas y políticas.

Si hasta hace muy pocos años atrás se concebía a las mujeres subordinadas a dos
sistemas opresivos y se insinuaba que la lucha contra uno de ellos (cualquiera sea:
capitalismo o patriarcado) tendría efectos sobre el otro, a partir de Chantal Mouffe 8, esas
presunciones quedaron sin efecto. La práctica política del Movimiento de Mujeres y del
Feminismo influye significativamente en la construcción de prácticas políticas
anticapitalistas a partir de conceptos y criterios propios pero hay que estar muy alertas
porque esa democracia directa que reemplaza a la democracia representativa puede hacerle
el juego al discurso de la no gobernabilidad de las mujeres; dispositivos democráticos

7
King, Deborah: “Multiple Jeopardy, Multiple Consciousness”, Signs 14, Nº 1, 1988.
8
Mouffe, Chantal: “Clase obrera, hegemonía y sociedad” en Los nuevos procesos sociales y la teoría
política contemporánea, Siglo XXI, México, 1986.
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directos que se imponen en los momentos de crisis pero que son inmediatamente
descartados cuando las aguas vuelven a su nivel.

Entonces: ¿Pasa la emancipación de las mujeres por la incorporación a los movimientos


sociales que desafían al sistema capitalista?

No. No, si esta participación dura lo que dura el tiempo de la crisis y se sostiene en
función del refuerzo de ciertos estereotipos patriarcales que le adjudican a la mujer el lugar
de madres abnegadas capaces de las mayores audacias y de cualquier exceso cuando les
tocan a los hijos. No, si esa participación queda clausurada en la función de madres leonas
que defienden su territorio como ningún hombre podría hacerlo. Siempre más violentas
que los hombres en los movimientos sediciosos al decir de Tucídides.

No, si quedan reducidas al espacio interior de la fábrica o el movimiento cuando las


verdaderas batallas se libran fuera de los muros y en la cúspide de una pirámide a la que
tienen prohibida la entrada. No, si esa participación sólo sirve para convalidar la falta y el
exceso como “virtudes” de lo femenino que puede encarnar tanto en varones como en
mujeres. No, si nos conduce a aceptar la naturaleza temible de las mujeres. Mujeres
asesinas. Naturaleza que se define por el exceso y que hace evidencia cuando las mujeres
entran en acción y se muestran capaces de “lo peor”. Nuevamente es Nicole Loreaux la que
lo dice: “es necesario saber admitir que ninguna explicación de orden legal o político
podría dar cuenta de la intervención asesina de las mujeres de Atenas en Heródoto. Por
cierto, su acción ha duplicado la de los hombres que ya se caracterizaba por su violencia
inmediata pero, respecto (del asesinato) de la mujer y los hijos del bouleuta, nadie les había
pedido nada: ellas escucharon sólo su impulso y, en el autokelées por el cual ellas se
dirigen “por su propio movimiento” hacia las casas de sus víctimas, se comprenderá que
sólo han obedecido a su naturaleza de mujeres, temible cuando se desata”.

¿Pasa la emancipación de las mujeres por la incorporación a los movimientos sociales


que desafían al sistema capitalista?

Sí. Si esa participación es sostenida. Sí, si esa participación promueve una modificación
de las relaciones del Yo con el Superyo. Sí, si supone un estímulo para la maduración del
Yo que pueda entonces conciliar la demanda del Ello con el Superyo. Sí, si permite
imaginar nuevas formas de participación en la vida urbana y nuevas formas de ejercicio del
poder. Sí, si es lo femenino y no las mujeres lo que empieza a transitar con carta de
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ciudadanía y prestigio merecido por los movimientos sociales para encarnar no sólo pero
también, en aquello que en la Grecia antigua connotaba al más viril de los varones, el
hombre digno de ese nombre: el héroe feminizado, esto es, enaltecido.

L@s dejo, entonces, introducirse en éste océano de buenas ideas sobre malos hábitos;
en las apasionantes contingencias del proceso de dominación y del proceso de
emancipación que Silvana Martínez ha sabido plasmar de manera ejemplar.

Juan Carlos Volnovich


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PREFACIO

Quiero referirme brevemente aquí, a la autora de esta obra, a quien conozco desde hace
unos diez años. Si bien este lapso podría parecer más bien breve, no lo es en el sentido de
que lo que voy a exponer intentará reflejar lo más fielmente posible los relatos
autobiográficos y reflexiones de la propia autora, como también mi propio conocimiento
construido como observador participante en este lapso, durante el cual se fue constituyendo
la relación entre la autora y su obra. Es decir, intentaré dar cuenta de los significados de
esta obra para su autora y, a su vez, de los significados de ella para esta obra. Lo que
quiero decir es que me voy a referir a la autora no en forma independiente de su obra, sino
como constituyente y a su vez constituida por ella. Con esto pretendo que l@s lector@s
tengan más y mejor información a la hora de iniciar la lectura de esta obra y aumenten de
esta manera sus posibilidades de comprensión de la misma.

Todo sujeto se va constituyendo a lo largo de su vida de múltiples maneras, en un


proceso continuo que nunca es lineal ni predecible, sino multifacético, fragmentado,
complejo y dialéctico. Cuando se intenta decir algo acerca de un sujeto, uno se topa con la
dificultad insalvable de por dónde y cuándo comenzar o terminar, ya que todo va y vuelve,
reiniciándose de manera interminable con nuevas configuraciones y significados. Esto es lo
más maravilloso del ser humano: la posibilidad de reinventarse continuamente, de
redescubrirse en cada instante como algo nuevo, es decir, de ser un proyecto de vida. Esto
sucede también con la autora de esta obra. Cuando uno entra en contacto con ella, queda
envuelto en un torrente de cosas nuevas y frescas: ideas, proyectos, utopías, en fin,
sensaciones y emociones que llenan de entusiasmo, como un torrente de agua que baja de
la montaña y todo lo llena de vida. Es una mujer absolutamente creativa, que se va
reinventando a si misma y va construyendo y generando cosas a su paso que, con una
mirada superficial, a veces parecen sin sentido, pero que -sin embargo, para ella- siempre
tienen el sentido profundo de la vida, de la vida que ella ama profundamente.

Esta capacidad de crear no deja espacio para la rutina y el aburrimiento y mucho menos
para la repetición sin sentido o la reproducción, emulación o apropiación de lo que otros
producen o crean. No hay copia alguna en Silvana Martínez, todo en ella es original: su
modo de ser, de estar y de hacer. Así como ella se va reinventando continuamente, también
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va reinventando continuamente todo lo que produce o crea. Este libro no es una excepción.
Desde sus mismos inicios como idea, luego transformada en sueño, fue objeto de mil
transformaciones. No quedó parte alguna que no sufriera este proceso de reinvención de la
autora. Las ideas fueron tomando cuerpo y se fueron entremezclando unas con otras, como
una prenda que una artesana va tejiendo habilidosamente con sus manos, cada título, cada
frase, todo se fue reconfigurando una y otra vez y fue adquiriendo nuevos significados y
sentidos. Todo se fue llenando de la autora y no hay página ni párrafo alguno que no refleje
algo de ella.

Como lo dije anteriormente, un sujeto se va constituyendo o reinventando


contínuamente en su trayectoria de vida, pero esto no significa que lo haga de cualquier
manera y sin sentido. Al contrario, hay algo que lo identifica consigo mismo, una singular
manera de ser, de estar o de hacer y esto lo hace auténtico y fiel a si mismo. Cuando esto
no se da, aflora lo extraño, lo ajeno y nos cuesta reconocer que se trata de un mismo sujeto.
Aparecen las falsedades y las mil caras del actor desplazando al sujeto. Silvana Martínez es
absolutamente fiel a si misma y hay algo, tres rasgos, que la identifican consigo misma: sus
profundas convicciones, su capacidad de lucha y su tenacidad para emprender lo que se
propone. Es muy difícil obtener algo de ella que no haya decidido entregarlo libremente.
Todo lo hace por convicción y adhesión y no hay espacio para la compra de voluntad, la
cohersión o la extorsión, porque provocan su repugnancia y rechazo. Ama profundamente
la libertad, no sólo la de ella sino también la de los demás. No concibe la vida sin libertad,
es su gran apuesta. La otra gran apuesta es la justicia social. La libertad y la justicia social
son sus dos grandes ejes de lucha social y política y los ejes de su vida cotidiana y de su
práctica profesional. Cree en la libertad y la justicia social porque cree que es posible una
vida feliz y esto explica su profundo rechazo de toda forma de dominación y opresión. Por
eso estudió, investigó, escribió y decidió publicar sobre un tema tan duro como la violencia
hacia las mujeres en contextos familiares. Es la cara más cruel de la dominación y la
opresión. Ella lo vivió en carne propia y fue testigo e intervino en muchos casos. Pero,
sobre todo, sufrió y padeció con muchas mujeres, lloró con ellas, aunque sus convicciones
más profundas, su capacidad de lucha y su tenacidad la impulsaron a sobreponerse y no
sucumbir sino más bien redoblar la apuesta y continuar con la lucha por la libertad y la
justicia social.
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Los sujetos se van constituyendo de manera compleja y atraviesan por múltiples


procesos, cada uno de manera diferente. Esto los convierte en versiones únicas e
irrepetibles. Algunos se concentran en una o dos cosas, mientras que otros son más
versátiles y pueden abarcar varias cosas al mismo tiempo o de manera secuencial. Este es
el caso de Silvana Martínez, una mujer absolutamente versátil, que pasa rápidamente de
una cosa a otra y es capaz de ocuparse de varios “frentes” al mismo tiempo. Hay una
multiplicadad de facetas en ella y esto la convierte en alguien muy complejo. Sin embargo,
¿no se da esto también en otros seres humanos?, ¿en qué radica la diferencia? En que se
trata de una mujer sofisticada, donde lo complejo se combina con lo más simple, lo
refinado con lo más sencillo, la dureza de la lucha con la escena más tierna de verla sufrir y
conmoverse profundamente ante el dolor, el sufrimiento y la injusticia. Como autora, su
obra también está atravesada por el juego de lo complejo y lo simple, lo refinado y lo
sencillo, lo duro y lo tierno. Quería contar el drama de la violencia y lo ha logrado, pero
también ha logrado reflejar en su obra una gran capacidad de reflexión teórica y de análisis
metodológico, para transformar los relatos más sencillos en refinados dispositivos de
análisis e interpretación teórica.

Esto también refleja otra faceta de Silvana Martínez: su predisposición a aceptar los
desafíos que se presentan en su vida. Esto incluye, por ejemplo, hacerse cargo de las causas
que parecen perdidas, la de aquellos sujetos que parecen no tener ningún valor o por los
cuales ya nadie apuesta nada o que ya no despiertan expectativa o interés alguno. Los
desafíos despiertan en ella una especial dedicación y energía, un apasionamiento tal que es
capaz de resistir el cansancio, el sueño o el hambre, aunque luego tenga que pagar las
consecuencias físicas o emocionales de la sobreexigencia. No le apasionan sólo los
desafíos, sino todo lo que hace en su vida. Todo lo vive intensamente. Cada día de su vida
es como si fuese el último. Pareciera estar hecha de una sola pieza, porque no tiene medias
tintas, ni puntos indefinidos. En su rostro, y especialmente en su mirada y en sus ojos color
miel, llenos de expresividad, se reflejan nítidamente la aprobación o la desaprobación, el
entusiasmo o el fastidio, la alegría o la tristeza. Es muy difícil que pase desapercibida en un
grupo, al contrario, su capacidad de liderazgo es enorme y suele generar adhesión con la
misma intensidad con que genera rechazo. Sus discursos se destacan por el apasionamiento
y la fuerza con que defiende sus ideas y sus convicciones. Uno puede estar de acuerdo o en
desacuerdo con ella, pero lo que resulta sumamente difícil es asumir una posición neutral.
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En su obra esto ha quedado plasmado de manera admirable. Es un texto lleno de pasión


y compromiso, profundo y desafiante. Las convicciones de la autora se desgranan por
doquier y hay una acertada combinación de racionalidad y emotividad. Las ideas están
expuestas con mucha fuerza y rigurosidad, pero con un lenguaje que cautiva y entusiasma.
Es muy difícil asumir una posición neutral ante este libro, es casi imposible, porque uno se
siente tocado de una u otra forma, se siente movido a decir algo, a reflexionar, a tomar una
posición. Ésta es, precisamente, la intencionalidad de la autora con este libro. Lo escribió
desde una posición política e ideológica comprometida con un trabajo social emancipador,
que busca transformar la realidad social. En Silvana Martínez no hay distancia ni divorcio
entre el trabajo social, el compromiso político y la vida cotidiana. Ama la política con la
misma pasión con que ama a un hombre y al trabajo social. Es fiel a si misma como es fiel
a un hombre, a una causa política y a su profesión de trabajadora social. Su obra refleja
esta complejidad de mujer, de sujeto político y de profesional absolutamente
comprometida con la causa de la libertad y la justicia social.

Juan Omar Agüero


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INDICE
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1
DOMINACIÓN Y EMANCIPACIÓN
1. Entender el poder
2. En qué se apoyan las relaciones de poder
3. Qué produce el poder
4. El patriarcado
5. La construcción histórica de la “inferioridad” de las mujeres
CAPÍTULO 2
LA CUESTIÓN DEL GÉNERO
1. Los orígenes del género
2. Lucha política y desarrollo teórico
3. La reconceptualización del género
4. El debate actual
5. El dilema del género
6. A modo de (in)conclusión
CAPÍTULO 3
VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES EN CONTEXTOS FAMILIARES
1. Los estudios sobre violencia hacia las mujeres
2. Las transformaciones en los contextos familiares
3. En qué consiste la violencia hacia las mujeres en contextos familiares
4. Violencia hacia las mujeres en las políticas públicas
CAPÍTULO 4
HISTORIA NATURAL
1. Elección del tema de tesis
2. Construcción del objeto de investigación
3. Diseño del plan de tesis
4. Enfoque epistemológico
5. Diseño metodológico
CAPÍTULO 5
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SUEÑOS ROTOS… VIDAS DAÑADAS


1. Los relatos de vida
2. La lucha de una mujer
3. Niña mimada…mujer violentada
4. Dios lo quiso así
5. Él me eligió a mí
6. El miedo a quedarse sola
7. Una cadena de tristezas
8. La ficción del hijo
9. La ficción del tiempo
10. Inocencia interrumpida
CAPÍTULO 6
LAS PRÁCTICAS SOCIALES
1. Las prácticas sociales
2. Repertorio de prácticas sociales de dominación y emancipación
3. Análisis de las prácticas de dominación
3.1. El abuso de poder como práctica hegemónica
3.2. La construcción socialde la dominación: Los mandatos sociales
3.3. Trampas mortales: ocultamiento, ingenuidad y ficción
4. Análisis de las prácticas de emancipación
CAPÍTULO 7
LOS DISCURSOS SOCIALES
1. Los discursos sociales
2. Repertorio de discursos de dominación: significados y categorías
3. Análisis de los discursos de dominación
3.1. Cuando los discursos construyen “rehenes”
3.2. Los discursos justifican, minimizan y crean ficción
CAPÍTULO 8
LAS RELACIONES DE PODER
1. Las relaciones de poder
2. Repertorio de recursos y estrategias de dominación y emancipación
3. Análisis de los recursos y estrategias de dominación
18

3.1. El disciplinamiento de los cuerpos: Cuando alguien decide ser


“amo y señor”
3.2. Los “benditos” mandatos sociales: manipular, dañar, violar
4. Análisis de los recursos y estrategias de emancipación
4.1. El mito de la “pasividad femenina” estalla en mil pedazos
4.2. Estrategias de supervivencia e importancia del contexto
CAPÍTULO 9
LOS PROCESOS IDENTITARIOS
1. Los procesos identitarios
2. Repertorio de elementos identitarios de dominación y emancipación
3. Análisis de los procesos identitarios de dominación
3.1. Infancias violentadas, futuros hipotecados
3.2. Las huellas profundas de la violencia
3.3. Las marcas de la dominación
3.4. La religión construye subjetividad
4. Análisis de los procesos identitarios de emancipación
4.1. Cuando el reconocimiento empieza por casa
4.2. Mirar la vida con nuevos ojos
CAPÍTULO 10
LOS PROCESOS DE DOMINACIÓN / EMANCIPACIÓN
1. Las prácticas sociales
2. Los discursos sociales
3. Las relaciones de poder
4. Los procesos identitarios
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
ANEXO I
ANEXO II
ANEXO III
ANEXO IV
19

INTRODUCCIÓN

En este libro9 intento comprender, interpretar y describir los procesos de dominación /


emancipación de las mujeres en contextos de violencia familiar, tomando como referente
empírico un grupo de mujeres de la provincia de Misiones, que han accedido a ser
entrevistadas y a contar sus historias. Mi interés es indagar estos procesos con una mirada
política, analizando cómo se configuran los mismos por las prácticas sociales, los discursos
sociales, las relaciones de poder y los procesos identitarios.

Si bien en sentido estricto la violencia hacia las mujeres no es un fenómeno nuevo, ya


que podríamos afirmar que es tan antiguo como la misma existencia humana, sí es reciente
su visibilización como problema social a partir de la década de 1960, su incorporación en
la agenda pública internacional en la década de 1970 y en las agendas nacionales a partir
de la década de 1980. Han pasado largos siglos para que este fenómeno deje de
considerarse un asunto privado y sea instalado en la agenda pública como cuestión social e
incorporado como objeto de políticas públicas específicas.

Los estudios realizados demuestran la generalización del fenómeno de la violencia hacia


las mujeres y cómo constituye la cara más oscura de las relaciones sociales basadas en la
dominación y la subordinación. En toda práctica social violenta hay abuso de poder y esto
implica siempre dispositivos socioculturales y político-ideológicos de disciplinamiento de
los sujetos, de ordenamiento de los cuerpos y de jerarquización de relaciones sociales.
Estos dispositivos siempre tienen un fundamento político-ideológico, se justifican
mediante discursos sociales y son convalidados por las prácticas sociales de los sujetos.

En este libro, intento responder a la siguiente pregunta principal: ¿cómo se configuran


los procesos de dominación / emancipación de las mujeres en contextos de violencia
familiar? Para responder a este interrogante, me interesan dos cuestiones específicas: a)
¿cómo interactúan en dicha configuración las prácticas sociales, los discursos sociales, las
relaciones de poder y los procesos identitarios? y b) ¿qué condiciones objetivas y
9
Que constituyó mi tesis de maestría en trabajo social en la Facultad de Trabajo Social de la Universidad
Nacional de Entre Ríos, con el título de “Procesos de dominación / emancipación de mujeres en contextos de
violencia familiar”.
20

subjetivas posibilitan los procesos de dominación / emancipación de las mujeres en


contextos de violencia familiar?

¿Por qué resulta de interés este problema? ¿Cuál es su relevancia social? En principio,
toda la sociedad es responsable de la convalidación de un orden basado en relaciones
asimétricas de poder, que privilegia a los varones y condena a las mujeres a lugares
sociales de poca relevancia o alejados de la toma de decisiones políticas y económicas.
Aun subsiste la hegemonía de los varones en las instituciones y organizaciones sociales,
religiosas, sindicales, académicas y, obviamente, en los procesos de construcción de poder
político, simbólico y económico.

Los medios de comunicación social y el marketing siguen utilizando diversas imágenes


de mujeres como mercancías y objetos de deseo y placer, con el único propósito de
aumentar la tasa de rentabilidad económica de las empresas. Estos medios tienen un papel
relevante en la producción y reproducción de imaginarios sociales, donde las mujeres se
vinculan sólo a la reproducción de la vida, al espacio hogareño, al cuidado de los hijos, la
atención de los varones y siempre aparecen dependiendo de éstos, tanto en lo económico
como en la búsqueda de identidad y reconocimiento social.

Por otra parte, es alto el grado de desprotección legal y social de las mujeres en
contextos de violencia familiar, porque aun subsiste una visión privada del problema. Son
escasos los organismos públicos e instituciones sociales que se ocupan del problema. En
general, las situaciones de violencia siguen invisibilizadas socialmente y las mujeres que
quieren salir de ellas o buscan ayuda, son doble o triplemente victimizadas.

Aún subsiste en muchos funcionarios y agentes policiales, judiciales y administrativos


una escasa preparación para comprender la magnitud y la gravedad del problema de la
violencia familiar y, por tanto, para proveer ayuda urgente y eficaz. En una gran
proporción de casos, las intervenciones son contraproducentes o extemporáneas, por
ejemplo en los casos de suicidios u homicidios ocurridos como crónicas de muertes
anunciadas.

Por el mero hecho de ser tales, las mujeres siguen siendo una población en situación de
vulnerabilidad social. Largos siglos de patriarcado y androcentrismo no fueron en vanos ni
tampoco asépticos. Muy por el contrario, aun subsiste un orden construido históricamente
21

que condena de antemano a la mitad de la humanidad, a un modo de ser y de estar en el


mundo, condicionado por la mirada y el discurso de la otra mitad.

Las prácticas sociales en contextos de violencia familiar tienen un gran efecto


multiplicador, por el proceso de socialización que se lleva a cabo en las familias. Un niño o
una niña que son objetos de violencia o al menos testigos de situaciones de violencia,
posiblemente sean en el futuro potenciales hombres violentos y mujeres violentadas,
respectivamente. En efecto, la violencia es una experiencia traumática y una forma de
relación social que se vivencia y se tiende a reproducir en el seno de las familias. Esto
torna absolutamente relevante y necesario abordar el tema en este ámbito, con el objeto de
aportar elementos que ayuden a la comprensión del problema y permitan mejorar la
intervención que realicen los organismos públicos, las instituciones sociales y los
profesionales.

En el ámbito académico, se ha generado a partir de la década de 1990, mucha


producción escrita sobre experiencias de trabajo con mujeres en contextos de violencia
familiar. Sin embargo, desde el Trabajo Social no hay una suficiente teorización del tema,
que permita contar con categorías analíticas, construcciones conceptuales y otros
elementos que posibilitarían un abordaje más científico del problema. Los Trabajadores
Sociales tienen necesidad de conocer y comprender cómo se configuran las subjetividades
de las mujeres en contextos de violencia familiar, para poder actuar con más competencia y
eficacia profesional.

Por otra parte, las universidades son ámbitos académicos atravesados por la realidad
social. Por lo tanto, un problema tan agudo y dramático como es el de las mujeres en
contextos de violencia familiar, no puede estar ausente de la tarea investigativa, la
enseñanza y la extensión, salvo que se considere el conocimiento científico como vaciado
de contenido ideológico y social o como un quehacer aséptico no atravesado por valores y
alejado de toda preocupación por el mundo real, donde los sujetos sufren, luchan y mueren.

¿Cómo se relaciona específicamente mi objeto de estudio con el Trabajo Social? En


primer lugar, el Trabajo Social es en su mayor parte una práctica interventiva, que opera en
los escenarios de la vida cotidiana y en los micro-espacios sociales donde se condensa la
vida social y el contexto se transforma en prácticas concretas. Es en estos espacios donde
se producen y reproducen las situaciones y prácticas violentas hacia las mujeres.
22

En segundo lugar, el Trabajo Social opera en el terreno de los derechos humanos,


particularmente cuando éstos son vulnerados. En este sentido, la violencia hacia las
mujeres constituye, según lo han reconocido los organismos internacionales, una grave
violación de los derechos humanos.

En tercer lugar, si bien el Trabajo Social interviene también en el terreno de la


materialidad, opera fundamentalmente en el terreno de lo simbólico, en la construcción de
subjetividades, de identidades, de sentido, de autoestima y de vínculos sociales. Este
campo simbólico, constituido por creencias, prejuicios, mitos y estereotipos, es un gran
generador y motivador de prácticas sociales violentas hacia las mujeres, por la gran carga
de prejuicios sociales que han pesado históricamente y siguen pesando sobre ellas.

La apuesta central de este libro en relación al Trabajo Social es demostrar que si se dan
determinadas condiciones objetivas y subjetivas, las mujeres violentadas en el ámbito
familiar pueden emanciparse. En esta apuesta, el eje central es la relación entre la
dominación y la emancipación. Estas dos categorías son claves, tanto en el ejercicio
profesional de los Trabajadores Sociales como en el campo disciplinar del Trabajo Social y
en la construcción de especificidad de la Maestría en Trabajo Social.

Este libro se estructura en diez capítulos. Los primeros tres abordan cuestiones teóricas
e históricas, desde las categorías más amplias de opresión, dominación y emancipación,
hasta el problema de la violencia hacia las mujeres en contextos familiares, pasando por un
análisis de la cuestión de género. En el capítulo cuatro se incluye una descripción detallada
de los aspectos metodológicos de la investigación, con el fin de mostrar todo el proceso de
construcción de la tesis. En el capítulo quinto, hago una presentación de las mujeres
entrevistadas, sus mundos de vida, sus relatos y la construcción de sí mismos.

Los siguientes cuatro capítulos constituyen el núcleo analítico de este trabajo. En ellos
hago un análisis cualitativo de los datos y una interpretación de los significados de los
mismos. Estos cuatro capítulos desarrollan analíticamente las cuatro dimensiones centrales
de este trabajo: las prácticas sociales, los discursos, el poder y las identidades, en relación
con los procesos de dominación y emancipación.

Finalmente, en el último capitulo se integran los procesos de dominación /


emancipación y las cuatro dimensiones señaladas, con el fin de mostrar cómo interactúan
en forma dialéctica y se imbrican mutuamente. Esta integración permite, finalmente,
23

comprender, interpretar y describir los procesos de dominación / emancipación de las


mujeres en contextos de violencia familiar.
24

CAPÍTULO 1

DOMINACIÓN Y EMANCIPACIÓN

1. Entender el poder

Las dos categorías teóricas principales que utilizo en este trabajo, para comprender,
interpretar y describir el problema de las mujeres en contextos de violencia familiar, son la
dominación y la emancipación, por lo que en este capítulo me referiré a los conceptos de
poder, patriarcado y a las significaciones sociales imaginarias construidas históricamente
en torno a las mujeres.

Para mi reflexión sobre el poder me baso en Michel Foucault 10 y en la interpretación del


mismo que realiza Esther Díaz11. Hay una primera concepción negativa del poder en
Foucault, hasta fines de la década de 1960, que lo considera como negación, exclusión y
represión. A partir de la década de 1970, en una segunda concepción ya con sentido
positivo, considera el poder como dispositivo, tecnología, recursos y estrategias.

Para Foucault, el poder no es una cosa, es una relación social entre alguien que,
mediante el uso de ciertos recursos, es capaz de generar obediencia o sumisión en otros.
Es una relación situada, que se da siempre en un contexto histórico de saber, verdad,
valores, creencias, discursos, dispositivos institucionales y prácticas sociales. El poder es
una relación política, que implica orden, normas, recursos, reconocimiento, aceptación y
legitimación.

Foucault critica los seis postulados tradicionales formulados en los estudios sobre el
poder y que se refieren a: 1) la propiedad, 2) la localización, 3) la subordinación, 4) la
esencia o el atributo, 5) la modalidad y 6) la legalidad. En su crítica, sostiene en relación a
cada uno de estos postulados, lo siguiente:

10
Foucault, M. (1977) Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Siglo XXI, México; (1999) Estrategias
de poder, Paidós, Barcelona.
11
Díaz, E. (2005) La filosofía de Michel Foucault, Biblos, Buenos Aires.
25

a) El poder no es propiedad de un grupo social ni surge de una conquista o


apropiación, sino de condiciones históricas que permiten posicionamientos
estratégicos.
b) El poder no se encarna solo en el Estado, sino en la multiplicidad de sujetos y micro
relaciones sociales.
c) El poder no es externo a las relaciones sociales sino que está enraizado en ellas y
circula entre los sujetos.
d) El poder no es un atributo ni tiene esencia, es una relación que pasa por y a través
de sujetos que actúan.
e) El poder ordena la realidad social, produce verdad, significados discursivos e
identidades subjetivas.
f) El poder crea el orden jurídico como distribución de ilegalismos: privilegio para los
que dominan y compensación para los dominados.

En este sentido, el poder es un acto, algo que se hace, se utiliza o ejerce. Un sujeto no
tiene poder estando aislado, sino solo cuando se relaciona con otros sujetos y puede influir
en ellos. El poder implica dependencia entre un sujeto y otro. Implica obediencia y
sumisión. El poder requiere reconocimiento y aceptación del otro. Todo interrogante,
cuestionamiento, resistencia o disputa, erosiona el poder de quien lo ejerce.

De igual manera, el poder produce privilegios y discursos considerados verdades, cuya


finalidad es el reconocimiento y la aceptación del otro. Estos discursos se instalan en el
imaginario social y se reproducen por las prácticas sociales de los sujetos, como normas y
valores aceptados por el conjunto. De esta manera, estos discursos se naturalizan como
“sentido común”, legitimando el ejercicio del poder.

2. ¿En qué se apoyan las relaciones de poder?

En las relaciones de poder, los sujetos utilizan una diversidad de recursos, estrategias y
dispositivos, para generar obediencia y sumisión en otros sujetos: recompensa, coerción,
castigo, símbolos, tradiciones, referencia, carisma, mesianismo, conocimiento,
información, liderazgo, control de los recursos, posición, situación límite y exclusividad,
entre otros.

Así tenemos, por ejemplo, el poder de recompensa, que se basa en la capacidad que
tiene un sujeto de conceder a otros sujetos, ciertos beneficios, prestaciones, dinero, bienes,
26

contactos o influencias, a cambio de obediencia y sumisión. En este caso, la relación de


poder se torna más asimétrica en la medida en que son más necesarios los bienes o las
necesidades más urgentes o los beneficios sean prometedores. En este poder se basa, por
ejemplo, el clientelismo político o el sometimiento en las empresas y otras organizaciones.

Otro dispositivo es el poder de coerción, que se basa en la capacidad que tiene un sujeto
de subordinar a otros sujetos por la fuerza física, la amenaza o el miedo. En este tipo de
poder se apoyan los estados nacionales, las fuerzas armadas y de seguridad, los
imperialismos, el terrorismo internacional y también, en un sentido más cotidiano, la
subordinación física de las mujeres, ancianos, niños y otros grupos sociales vulnerables.

Otro recurso es el poder de castigo, basado en la capacidad que tiene un sujeto de


sancionar, castigar o condenar a otros sujetos. En este poder se apoyan los jueces,
funcionarios públicos, patrones, empresarios y, en un sentido más cotidiano, los padres,
tutores y docentes. También en la amenaza de castigo o condena se basa en gran medida el
poder de los sacerdotes, pastores y dirigentes de las iglesias y grupos religiosos.

En el caso del poder simbólico, se basa en los significados o significaciones que se


atribuye a una cosa, sujeto o elemento, por ejemplo, el lenguaje, las imágenes, los gestos,
los colores, las fechas, los relatos, los personajes o ciertos acontecimientos y lugares. Este
es el poder que tienen las instituciones, los símbolos patrios, los uniformes, los logotipos,
los slogans, los medios de comunicación social, las doctrinas, los discursos y las
ideologías, entre otros.

Como parte del poder simbólico, los mandatos sociales y culturales implican creencias,
valores, costumbres, normas, rituales y prácticas sociales. Las tradiciones sociales y
familiares reproducen estos mandatos, que se transmiten de generación en generación, a
través de las familias, las escuelas y otras instituciones sociales. Estos mandatos se
naturalizan y operan como “sentido común”.

Otro recurso es el poder de referencia, que tiene que ver con la capacidad de un sujeto
de poder influir en otros sujetos como modelo, parámetro o referente. Este es el poder de lo
que se pone de moda, de los personajes televisivos, de los dirigentes políticos y sociales, de
los que predicen el futuro, de las agencias y agentes que producen opinión o generan
tendencias y también, en un plano más cotidiano, de los padres, docentes y asesores en
general.
27

Un recurso importante que genera relaciones de poder es el carisma que posee un


sujeto. Se trata de una capacidad de comunicación tal que le permite a un sujeto convencer
y lograr la adhesión espontánea de otros sujetos, para una determinada idea, acción o
decisión. Estos sujetos se sienten atraídos por quien tiene carisma y actúan bajo la
influencia de éste, estableciéndose de esta manera una relación de dependencia que genera
poder. Muchos liderazgos políticos y sociales se basan en este poder.

Muy vinculado al carisma se encuentra el liderazgo, que es la capacidad de un sujeto de


generar la adhesión de otros sujetos. Estos sujetos aceptan voluntariamente ser conducidos
por el líder, aceptan sus decisiones y están dispuestos a acompañarlo en sus ideas y
proyectos. Los líderes movilizan a los grupos y organizaciones y, cuando se ausentan por
algún motivo, no resulta fácil llenar el vacío y la sensación de carencia. En las crisis o
situaciones límites, el miedo, la incertidumbre o la desesperación suelen producir
liderazgos emergentes y colocar a algunos sujetos en posición de exigir obediencia y
sumisión a otros sujetos.

Relacionado también con el poder simbólico mencionado anteriormente, se encuentra el


mesianismo, que es la capacidad de un sujeto de convencer a otros mediante promesas de
salvación que crean una relación mística de convencimiento y aceptación del poder
sobrenatural del supuesto mesías, de su papel providencial y de su misión sagrada y única
destinada a mostrar y conducir a otros por el camino de la salvación. En este poder se
basan, por ejemplo, los líderes religiosos.

Otro recurso muy utilizado en las relaciones de poder es el conocimiento que posee un
sujeto, en cualquiera de sus formas, especialmente el científico o tecnológico. Éste, puede
llegar a afectar la vida o el futuro de otros sujetos, en un sentido positivo o negativo, y esto
coloca a quien lo posee en una posición privilegiada de poder, capaz de generar obediencia
y sumisión. De igual manera, la información, como posibilidad de reducir la incertidumbre,
permite tomar decisiones y también puede afectar la vida o el futuro de los sujetos, en
sentido positivo o negativo. En esto se basa el poder de quien posee información o puede
acceder a ella y tiene esta capacidad en relación a otros sujetos.

Cuando ciertos recursos son vitales para un grupo, quien puede disponer de los mismos
o proveerlos, se encuentra en una posición privilegiada en la relación de poder con el grupo
y está en condiciones de generar obediencia y sumisión. El privilegio aumenta cuando los
28

recursos son más necesarios o escasos. Esto tiene que ver también con la posición que
ocupa un sujeto en una organización o en un grupo social, ya que puede colocar al mismo
en una situación que le permite tener acceso a la información, controlar los recursos, gozar
de ciertos privilegios o ejercer influencia, de tal manera que adquiere la capacidad de
generar obediencia y sumisión en otros sujetos.

En el caso del poder del privilegio, se da, por ejemplo, cuando algunos sujetos gozan de
ciertos derechos, atribuciones o beneficios que otros sujetos o el conjunto no poseen. Esta
posición de privilegio o exclusividad coloca a unos en inferioridad de condiciones o en
situación de desventaja en relación a los otros, que de esta manera pueden aprovechar su
posición para generar obediencia y sumisión.

3. ¿Qué produce el poder?

Toda relación de poder afecta tanto a los sujetos como al orden que se establece entre
ellos, es decir, produce cierto estado de cosas. En términos generales, podemos referirnos a
cuatro estados bien diferenciados: opresión, dominación, liberación y emancipación. La
opresión es un estado de imposibilidad de autodesarrollo humano. Consiste en procesos
sociales que impiden el desarrollo de las capacidades y posibilidades como sujetos, de
interactuar con otros sujetos, de aprender y usar habilidades, de expresar las ideas y los
sentimientos y de participar activamente en la vida social (Young, 2000:68).

Iris Young identifica cinco caras de la opresión: la explotación económica, la


marginación social, la carencia de poder, el imperialismo cultural y la violencia. En el caso
particular de la violencia, es una forma de opresión no por los hechos particulares que
afectan a algunos sujetos, sino por el contexto social que los rodea y que los hace posibles
y hasta aceptables, es decir, su carácter sistemático o su existencia como práctica social
(Young, 2000:107).

La dominación es un estado de imposibilidad de autodeterminacion. Consiste en


procesos sociales que impiden que los sujetos puedan decidir sobre sus propias acciones y
las condiciones de dichas acciones. Normalmente, la opresión implica dominación, pero no
siempre la dominación implica opresión, porque ésta es más amplia y comprende aspectos
que no provienen de una relación de dominación (Young, 2000:68).
29

Para este trabajo, considero más útil la categoría dominación, porque es más específica
en cuanto a la relación que establecen las mujeres con sus parejas o ex parejas en contextos
de violencia familiar, donde ellas no sólo no pueden decidir sus propias acciones, sino
también las condiciones de dichas acciones. Esto no significa dejar de lado la opresión o
no tenerla en cuenta para comprender los relatos de vida de las mujeres o los contextos
sociales que hacen posible “y hasta aceptable”, como dice Iris Young, la violencia como
práctica social sistemática contra las mujeres.

La liberación es un estado de libertad y posibilidad de elección. Liberarse implica cortar


las ataduras, lazos o cadenas de la prisión y poder elegir dónde, cómo y con quién ser o
estar. En cambio la emancipación implica no sólo un estado de liberación, sino -además-
tener capacidad, posibilidades y condiciones reales para la autonomía y el desarrollo pleno
como sujetos sociales. De nada le vale a un sujeto la libertad si no puede hacer uso de ella
porque no tiene las capacidades necesarias o las posibilidades o las condiciones. De nada
sirve la libertad si uno no sabe qué hacer con ella o uno no puede hacer nada con ella
porque no tiene posibilidades materiales o no están dadas las condiciones.

4. El patriarcado

El poder se legitima por la autoridad y carece de legitimación cuando se pierde


autoridad o se carece de ella. La autoridad es el derecho a mandar y exigir obediencia, ya
sea en virtud de un orden establecido por normas jurídicas o bien por normas sociales o
prácticas culturales.

Para Max Weber hay autoridad cuando hay legitimación, es decir, cuando se obedece
porque se reconoce que los que conducen tienen derecho a pedir obediencia. De hecho, se
puede ejercer el poder sin autoridad, pero no existe ni se tiene autoridad sin legitimación.

La autoridad puede deformarse y transformarse en autoritarismo, cuando hay abuso de


poder con fachada de autoridad. El autoritarismo es una forma autocrática de ejercicio del
poder, que carece de legitimación. La autoridad que se invoca en este caso está
desnaturalizada, corrompida y transformada en relaciones fácticas de poder, basadas en
alguna de las formas descriptas anteriormente.

El patriarcado es una forma muy antigua de organización social basada en la autoridad


y el poder ejercido por los “patriarcas”. En la antigüedad, el “patriarca” era el jefe de
30

familia. Tenía plena autoridad y poder sobre los bienes, los hijos, la esposa, los esclavos y
otros miembros del grupo.

La familia patriarcal regula la reproducción y la descendencia, delimita el “dominio” del


patriarca y permite la transmisión de la herencia. La sucesión de la autoridad y del poder
patriarcal recae en el “primogénito” o primer hijo varón. El patriarcado se incorpora en el
derecho romano en la figura del “pater familias”, que luego sirvió de antecedente y modelo
para muchos códigos civiles.

Como práctica social, el origen del patriarcado se remonta ya a la antigua Mesopotamia


(Lerner, 1990), pero fue en Grecia donde Hipócrates, considerado el padre de la medicina,
atribuye a las mujeres una congénita condición de debilidad física, desorden e inestabilidad
emocional, que sirve como fundamentación para justificar la superioridad de los varones,
al que los griegos atribuyen la racionalidad, el orden, el coraje, la fuerza, la inteligencia, la
sabiduría y la estabilidad emocional.

Desde la filosofía griega y luego desde la filosofía y teología cristiana, se justificó aún
más esta supuesta condición de inferioridad de la mujer, ubicándola como parte de la
naturaleza, portadora sólo de alma concupiscible, llena de deseo, causa de pecado y de
perdición, hereje, bruja, indigna del sacerdocio e impura por naturaleza. En la modernidad,
se agrega la condición de sexo bello destinado al placer, al adorno y al decoro,
prohibiéndose a las mujeres todo acceso a la educación y la cultura.

Desde la ciencia, se refuerza este imaginario social con nuevas representaciones que
supuestamente fundamentan la naturaleza inferior de la mujer. El capitalismo culmina este
prolongado proceso patriarcal sometiendo a las mujeres a interminables jornadas laborales
de explotación y miseria, pagadas con salarios inferiores al de los varones, situación que se
mantiene intacta.

El patriarcado es un sistema de opresión y dominación construido desde, por y para los


hombres. Con una visión androcéntrica del mundo, a lo largo de muchos siglos se fue
construyendo un orden social basado en la condición de inferioridad atribuida a las mujeres
en relación a los varones y que ha subsistido como ideología durante siglos por el
mecanismo eficaz de la naturalización del orden social.

Este orden social se ha reproducido a lo largo del tiempo por el imaginario social,
validado a su vez por las prácticas sociales y los dispositivos discursivos. En efecto, la
31

condición de inferioridad de las mujeres atraviesa toda la historia de la humanidad, si bien


con críticas y resistencias en distintas épocas que, sin embargo, no lograron modificar los
discursos hegemónicos que sostuvieron esta representación.

5. La construcción histórica de la “inferioridad” de las mujeres

La cuestión de los imaginarios sociales, en tanto universos de significaciones que


instituyen una sociedad, es inseparable del problema de la violencia hacia las mujeres. Para
Cornelius Castoriadis, “Todo lo que se presenta a nosotros en el mundo social-histórico,
está indisolublemente tejido de lo simbólico. No es que se agote en ello. Los actos reales,
individuales o colectivos -el trabajo, el consumo, la guerra, el amor, el parto- los
innumerables productos materiales sin los cuales ninguna sociedad podría vivir un
instante, no son (ni siempre ni directamente) símbolos. Pero unos y otros son imposibles
fuera de una red simbólica” (Castoriadis, 1999).

Este autor sostiene que la unidad de la sociedad refleja la cohesión interna de la red
inmensamente compleja de significaciones que permea, orienta y dirige la vida de la
sociedad, como la de los individuos concretos que la integran. Denomina a esta red el
magma de significados sociales imaginarios, que, además de ser llevados por la sociedad,
están encarnados en sus instituciones y le dan vida. Define el imaginario social como la
creación socio-histórica y psíquica de figuras, formas e imágenes con contenidos
significativos que forman las estructuras simbólicas de la sociedad.

Las significaciones sociales imaginarias (Castoriadis, 1998) crean un mundo propio


para cada sociedad. En realidad, ellas son ese mundo y ellas construyen a los sujetos.
Crean una “representación” del mundo, incluso de ella misma como sociedad y del lugar
que ella ocupa en ese mundo, como también el lugar que ocupa cada sujeto en esa
sociedad.

En consecuencia, no queda nada fuera de las significaciones sociales. Hasta los sujetos
resultan “creados” y existen en virtud de ese mundo de significaciones. Por lo tanto,
varones y mujeres, masculinidad y feminidad, son productos culturales, son construcciones
sociales. Tal como lo afirma Claudia Laudano (1994) “las significaciones imaginarias, en
tanto producciones y creaciones incesantes, más que ser reales, construyen lo real”.

Siguiendo esta línea de pensamiento, sostengo que para comprender el problema de las
mujeres en contextos de violencia familiar, es indispensable analizar las significaciones
32

sociales imaginarias acerca de las mujeres a lo largo de la historia, dado que la condición
de inferioridad que se atribuye a las mismas, es producto de tales significaciones. Un
ejemplo de esto, es la idea de la “pasividad femenina”. La pasividad está feminizada
porque el imaginario social atribuye a las mujeres la condición de debilidad e inferioridad
en relación a los varones.

Los discursos acerca de las mujeres tienen una gran importancia a lo largo de la
historia, ya que fundamentó la construcción de prejuicios sociales, religiosos, científicos,
culturales, que a su vez justificaron diversos sistemas políticos y económicos que
profundizaron la discriminación, la subordinación y la explotación sistemática de las
mujeres.

Este discurso es ordenador de la realidad. “Las matrices discursivas terminan cuajando


una realidad a través de las prácticas sobre los cuerpos” (Forster, 2005). A lo largo de la
historia de la humanidad, se construyeron diversos discursos sobre las mujeres, que fueron
constituyendo sus subjetividades, a través de las representaciones.

Si bien son muchas las representaciones de las mujeres construidas a lo largo de la


historia, aquí me referiré a tres que considero centrales por su enorme influencia en lo que
respecta al ordenamiento de los cuerpos de las mujeres en el mundo y a la producción y
reproducción de la violencia hacia las mismas: a) las mujeres como seres inferiores, b)
como seres débiles y c) como parte de la naturaleza.

Estas representaciones aparecen fundamentalmente en los discursos filosóficos,


teológicos y científicos de distintas épocas históricas y permiten observar una continuidad
en las ideas e imágenes acerca de las mujeres.

En la Ética a Nicómano, Aristóteles sostiene que la amistad entre los hombres y las
mujeres “se funda en la superioridad, como la del padre hacia el hijo y en general la de
todo gobernante hacia el gobernado”. Para este filósofo la inferioridad de las mujeres se
da en todos los planos. Utilizando las categorías metafísicas de forma y materia, sostiene
que el semen de los hombres es el que da al ser en formación la identidad, la esencia y la
idea, mientras que las mujeres aportan únicamente la materia del futuro ser, esto es el
cuerpo. Esta es la teoría del vaso vacío. Las mujeres son consideradas meros recipientes,
vacíos de contenido y elementos pasivos. Esto marcará a fuego la construcción histórica de
33

las mujeres como seres inferiores y objetos de ordenamiento por parte de los varones,
como seres superiores.

Para Aristóteles, las mujeres no tienen alma, son sólo cuerpos. Esta condición de mera
materialidad y carencia de alma las hace moralmente inimputables. En palabras del
filósofo, “el alma concierne únicamente a los hombres y no a las mujeres; es ése el motivo
por el cual si pretendemos comprender el oscuro proceder femenino por el camino de la
moral, no arribaremos a ningún resultado, pues no existe alma en ellas...el único camino
que nos conduce a la comprensión del comportamiento de las mujeres ha de ser el de la
anatomía”. Esta carencia de alma es el mejor sustrato para justificar la manipulación
histórica de las mujeres como objetos, como cosas. Eurípides también sostenía, en este
sentido, que “la mujer es una cosa cuya tarea es cuidar el hogar y procrear hijos”.

A diferencia de Aristóteles, para quien el alma está fuera del cuerpo, Platón desarrolla
en El Timeo la teoría anatómica de las tres almas: una alojada en la cabeza, el alma
racional, fuente de todo conocimiento; otra alojada en el pecho, el alma irascible, fuente
del coraje y la valentía; y otra alojada en el vientre, el alma concupiscible, fuente de todos
los deseos.

En esta geografía del cuerpo, aparece la superioridad de los hombres -poseedores de


almas racionales y almas irascibles- y la inferioridad de las mujeres, poseedoras de almas
concupiscibles, ubicadas precisamente en la parte inferior del cuerpo, donde se ubica la
matriz.

En la concepción platónica, la inferioridad de las mujeres no está dada sólo por tener
matriz y ser portadoras de almas concupiscibles, sino que en su origen devienen de
hombres castigados, “ya que el demiurgo creó un ser humano varón, pero los machos que
fueron cobardes y vivieron mal, en un segundo nacimiento fueron transmutados en
mujeres”.

Este discurso filosófico platónico construye la representación de las mujeres como


hombres castigados, defectuosos, en falta, fallados, cuyos cuerpos están destinados sólo a
la procreación por mandato divino originario. Esta misma concepción de inferioridad
congénita de las mujeres está presente también en Sigmund Freud, cuando equipara el
clítoris de las mujeres con penes atrofiados.
34

Otro filósofo griego, Pitágoras, sostiene que “existe un principio del Bien que creó el
orden, la luz y el hombre y un principio del Mal que creó el caos, las tinieblas y la mujer”.
Este maniqueísmo pitagórico, como asimismo las representaciones aristotélicas y
platónicas de las mujeres, constituyen el fundamento de la filosofía cristiana y, muy
particularmente, de la escolástica medieval. Para San Agustín, toda mujer es “una bestia
inestable”.

Para Santo Tomás de Aquino, las mujeres son hombres frustrados y simples
receptáculos. Afirma en este sentido que “cuando la mujer engendra un hombre el alma
penetra en el feto al vigésimo día, pero si ha concebido a una mujer, el alma penetra a los
cincuenta días. Por ley natural, la mujer está sujeta al varón, por eso el padre debe ser
más amado que la madre”.

En el renacimiento se redescubre al ser humano como tal, destacándose de diversas


maneras su cuerpo, su belleza y sus creación artística, como contraposición al
oscurantismo de la edad media. Es un tiempo que transcurre durante los siglos XV y XVI,
durante el cual hay una relación armónica entre el hombre y la naturaleza. Es un tiempo
donde se destacan la imaginación, la sensibilidad, los sentidos, la fantasía y la fábula. Es
un tiempo de profundo humanismo. Los hombres reasumen su autonomía respecto al Dios
del medioevo, reemplazándose la concepción teocrática del mundo por una concepción
androcéntrica.

A pesar de este profundo cambio generado por el movimiento renacentista, la


representación de las mujeres, construida por el discurso filosófico en la antigua Grecia y
en el medioevo, no sufre modificación alguna. Petrarca, que dedicó tantos poemas a su
amada Laura en Remedios de una y otra suerte, afirma que “la mujer es un verdadero
diablo, un enemigo de la paz, una fuente de impaciencia, una ocasión de disputas, de las
que el hombre ha de mantenerse alejado si quiere gozar de tranquilidad”.

En el siglo XVII se instala la modernidad, como una forma de experiencia vital


(Bergman, 1985), un proyecto totalmente novedoso basado en un sujeto absolutamente
autónomo y autista, que se crea a si mismo y se funda sólo en la certeza del cogito
cartesiano, que luego se traslada a la ciencia y a la utopía de progreso ilimitado del género
humano por la supremacía absoluta de la razón y la dominación de la naturaleza por los
hombres.
35

La modernidad es un tiempo de ruptura, de ruptura profunda, en donde, como lo


sostiene Marx, “todo lo sólido se evapora en el aire”. Tal como había ocurrido con el
movimiento renacentista, también en la modernidad, a pesar de la profundidad de esta
ruptura con el pasado y la instalación de un sujeto que emerge como página en blanco, sin
historia y desfondado (Forster, 2005), la representación de las mujeres como seres
inferiores, débiles y partes de la naturaleza, continúa intacta e incluso se profundiza con el
nuevo discurso filosófico.

Si bien para Descartes la razón no tiene sexo, Spinoza en La Ética reafirma la


inferioridad natural de las mujeres respecto a los varones, sosteniendo que esta inferioridad
no es por convención, como lo plantea Hobbes, sino totalmente natural. Spinoza se
contradice cuando afirma que todos los seres humanos tienen libertad interior y solamente
se diferencian por el poder y la cultura, transmitida a través de la educación. Sin embargo,
recomienda no educar a las mujeres, como forma de mantener la paz social.

Hay una doble contradicción en Spinoza respecto a las mujeres, ya que no sólo las
excluye de la educación, sino que para él son seres naturalmente débiles e inferiores y, por
tanto, carentes de toda libertad, exterior e interior. Tampoco son sujetos en el contrato
social. Las mujeres aparecen como seres precívicos (Amorós, 1991). La posición de
Spinoza también es sostenida por Kant y Hegel, reafirmando estos grandes filosóficos la
linealidad de la representación de las mujeres como seres inferiores y débiles por
naturaleza.

Rousseau es la arquetípica voz de la modernidad (Berman, 1985). Su concepción acerca


de las mujeres constituye un legado muy pesado y cruel que llega hasta nuestros días.
Afirmaba “una mujer es la plaga de su marido, de sus hijos, de su familia, de sus criados,
de todo el mundo”. En El Emilio sostiene que “la educación de las mujeres deberá estar
siempre en función de la de los hombres. Agradarnos, sernos útiles, hacer que las amemos
y las estimemos, educarnos cuando somos pequeños y cuidarnos cuando crecemos,
aconsejarnos, consolarnos, hacer nuestras vidas fáciles y agradables. Éstas han sido
siempre tareas de la mujer y eso es lo que se le debe enseñar en la infancia”. Pensaba
además que “las mujeres en general, no aman ningún arte, no son inteligentes en ninguno
y no tienen ningún genio”.
36

El pensamiento de Rousseau es la base de la Revolución Francesa de 1789 que,


paradójicamente, proclama la libertad, la igualdad y la fraternidad, aunque excluye
expresamente a las mujeres. Además, en Rousseau se inspiró el Código Napoleónico, que
luego sirve de base para otros códigos sancionados por una gran cantidad de países.

Schopenahuer es la figura cumbre del misoginismo de fines del siglo XIX y comienzos
del XX y también del nihilismo y pesimismo típicos de esta época. Es un ferviente
admirador de Kant y, si bien su obra cumbre es El mundo como voluntad y representación,
es en Los dolores del mundo y El amor, las mujeres y la muerte en donde plasma su
desprecio absoluto por las mujeres. Para él “las mujeres son inferiores a los hombres en
todo lo que atañe a la equidad, la rectitud y a la honestidad escrupulosa, a causa de lo
débil de su razón...”

Sostiene además este filósofo “menester ha sido que el talento del hombre se viera
oscurecido por el amor para llamar „bello‟ a ese sexo de pequeña estatura, de hombros
estrechos, de anchas caderas y de piernas cortas...La conformación toda de la mujer
indica que no ha sido hecha para los grandes trabajos de la inteligencia o del cuerpo, sino
para la propagación de la especie...La mujer es un animal de cabellos largos e ideas
cortas”. Este discurso de Schopenahuer no es una novedad respecto a los discursos de los
filósofos griegos, medievales, renancentistas y modernos, constatándose una continuidad
lineal en lo que hace a la representación de las mujeres.

A pesar de la riqueza y genialidad de su filosofía, Nietzche no escapa a esta linealidad


discursiva prejuiciosa acerca de las mujeres. Admirador de Schopenahuer, sostiene que “el
hombre ha sido creado para la lucha y la mujer educada para el recreo del guerrero, todo
lo demás es desatino. La mujer es la segunda equivocación de Dios...¡Qué delicia
encontrar criaturas que tienen la cabeza llena siempre de danza, caprichos y trapos! Son
el encanto de todas las almas varoniles demasiado tensas y profundas, cuya vida va
cargada de enormes responsabilidades”. En esta frase, Nietzche reafirma la representación
de las mujeres como seres superfluos, que sólo tienen sentido como objetos de placer de
los hombres. Este discurso es muy similar al de Rousseau y, más recientemente, al de
Schopenahuer.

Estos discursos filosóficos tienen repercusión no sólo en el campo de la religión sino


también de la ciencia. Ya Darwin lo había expresado al considerar que “ciertas cualidades
37

propias de la mujer (la intuición, la percepción rápida y acaso la imitación) eran atributos
de las razas inferiores”. De ahí que concluya que “la diferencia fundamental entre las
facultades intelectuales de ambos sexos resulta sobradamente probada por los resultados
obtenidos, siempre superiores en el hombre que en la mujer”.

Por su parte, Wieninger en Sexo y carácter sostiene “el hombre situado al nivel más
bajo se halla todavía a una altura infinita por encima de la mujer situada en el nivel más
alto...No hay hombres que hayan reflexionado sobre la mujer y luego hayan seguido
teniéndola en estima, sólo desprecio por la mujer se encuentra en esos hombres...La mujer
no tiene el sentido de la profundidad, ni de la nobleza, no es astuta ni recta; es todo lo
contrario: insensata y absurda”.

A comienzos del siglo XX se publica La inferioridad de la mujer de Moebius. En él


sostiene que “la mujer es algo intermedio entre el niño y el hombre, tanto corporal como
espiritual...La mujer está obligada a obrar de una manera instintiva...El instinto sitúa a la
mujer al nivel de animal, dependiente, inseguro y superficial...No cabe esperar de la mujer
otra cosa sino que esté sana y bella”.

Estas ideas de Moebius no tienen originalidad ni fundamento científico alguno, sólo


provienen de mitos, prejuicios y estereotipos ancestrales trasladados a la ciencia.
Supuestamente, desde el conocimiento científico, se convalida la condición de inferioridad
de las mujeres como simples reproductoras de la especie humana, única función que
justifica su lugar en el mundo. A pesar del carácter progresista de la teoría psicoanalítica de
Freud, en lo que respecta a la representación de las mujeres no se aparta de los prejuicios
conservadores y reaccionarios de la época.

Las representaciones sociales de las mujeres como seres inferiores, débiles y partes de
la naturaleza han tenido una continuidad histórica que abarca algo más de veinticinco
siglos. Estas representaciones son construidas por los varones, especialmente desde el
campo de la filosofía y juegan un papel medular en la constitución de las subjetividades de
las mujeres y de las relaciones de poder a lo largo de los siglos.

La implicancia fundamental de esta acción continuada en el tiempo es la naturalización


de un mundo ordenado exclusivamente por los varones, en su propio beneficio y con
diversas formas de dominación de las mujeres, a través del poder, de los discursos sociales,
de las prácticas sociales y de los ámbitos donde estos se manifiestan: la educación, las
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leyes, la ciencia, las religiones, la economía, el Estado, los medios de comunicación social
y, actualmente, los procesos de planetarización.

El capitalismo profundiza aún más este prolongado proceso, sometiendo a las mujeres a
interminables jornadas laborales de explotación y miseria, pagadas con salarios inferiores
al de los varones, situación que se mantiene intacta. En las relaciones conyugales y en las
familias, este dispositivo alimenta, sostiene y refuerza el abuso de poder de los varones
hacia las mujeres. La violencia constituye la máxima expresión del patriarcado como
sistema histórico de dominación y opresión.

Si bien se han hecho varias críticas al patriarcado como categoría teórica, que analizaré
en el siguiente capítulo, y se ha intentado reemplazarla por la categoría género, sostengo
que estas categorías no son excluyentes ni intercambiables entre si, sino más bien
complementarias.

En efecto, no se puede entender la categoría género como ficción reguladora que


produce la masculinidad y la feminidad, sin contextualizarla en un orden social más amplio
y más complejo como es el patriarcado, dado que es a partir de este orden social y cultural
construido históricamente, desde donde se otorga significaciones sociales imaginarias a
cada género.

En el capítulo siguiente, analizo en profundidad el debate en torno a la cuestión de


género y su importancia para el objeto de este trabajo.
39

CAPÍTULO 2

LA CUESTIÓN DEL GÉNERO

La conceptualización teórica y política de la categoría “género” y su desvinculación


de la categoría “sexo”, constituye la mayor conquista del feminismo contemporáneo, que
ha utilizado la misma para cuestionar y deconstruir el discurso esencialista, determinista y
naturalizado en torno a las mujeres y lo femenino.

Entendiendo que como categoría analítica el género es fundamental para interpretar y


explicar el fenómeno de la violencia hacia las mujeres, en este capítulo hago un recorrido
por la trayectoria histórica del mismo, desde sus orígenes, en una especie de genealogía del
género, con el fin de problematizar el concepto, analíticamente, como punto de partida y
no como algo clausurado, a la luz de los ricos debates feministas que se fueron suscitando
en distintos momentos históricos.

¿Cuál es la trayectoria histórica del género?, ¿Cuáles son los usos y significados del
mismo en la política, en la ciencia y como ideología? y ¿Qué sentido tiene hoy en día
hablar de género? Estos son los interrogantes que orientarán mi exposición en este
capítulo.

1. Los orígenes del género

Etimológicamente, la palabra género proviene del verbo latino generare (engendrar) y


del prefijo latino gener (raza, clase). Cruza, en su raíz misma, la dimensión propiamente
sexual del engendramiento, con la dimensión taxonómica que remite a un principio de
identificación y clasificación, de tipificación de propiedades y diferencias y de fijación de
atributos mediante definiciones (Nelly, 2002).

El término Género fue acuñado en 1952 por el psicólogo y psiquiatra John Money, en
su tesis de doctorado “Hermafroditismo: una investigación sobre la naturaleza de la
paradoja humana”, defendida en la Universidad de Harvard. En dicha investigación,
describió el Rol de Género como el conjunto de conductas socialmente atribuidas a los
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varones y a las mujeres y la Identidad de Género como “la propia categorización que uno
tiene de si mismo como varón o mujer, experimentada como proceso mental propio o como
conducta propia actual” (Money, 1952).

En 1968, el psicólogo norteamericano Robet J. Stoller, en su obra “Sexo y Género:


Sobre el desarrollo de la masculinidad y la feminidad”, investiga el desarrollo de Género y
la dinámica de la excitación sexual. Basado en Freud, analiza la relación edípica que queda
interrumpida desde muy temprano cuando se construye la Identidad de Género. Identifica
tres componentes de la misma: 1) Las influencias biológicas y hormonales, 2) Lo asignado
sexualmente al nacer y 3) Las influencias ambientales y psicológicas con efecto similar a
una impresión.

Al distinguir el sexo del género, Stoller plantea que el primero se refiere al hecho
biológico de que los humanos se reproducen a través de la diferenciación sexual, mientras
que el segundo guarda relación con los significados sociales atribuidos a esa diferencia de
orden biológico (Rodríguez, 2001).

Bonder sostiene que los análisis basados en la noción de género, se concentraron


insistentemente en explicar cómo los sujetos adquieren y actúan los roles e identidades de
género. Es decir, “…afirmaba que la sociedad tiene un libreto que debe ser aprendido y
que ese aprendizaje garantiza la reproducción de un orden de género sin fisuras. Como es
evidente, esta concepción no tardó en ser cuestionada por su sesgo funcionalista y
mecanicista” (Bonder, 1999).

Al respecto, Cháneton sostiene que “aunque los feminismos desarrollan


tempranamente una crítica de la dicotomía naturaleza/cultura, esa crítica no se extendió a
la par sexo/género sino más tarde, por lo que se reprodujo largamente la noción de género
deudora de la formulación biologisista aportada originariamente pos Stoller” (Cháneton,
2007:29).

2. Lucha política y desarrollo teórico

En la década de 1970, las feministas norteamericanas rescatan el concepto de género y


lo utilizan como bandera política, profundizando su análisis y desarrollándolo como
categoría. Comienzan a utilizar el término género como una forma de referirse a la
organización social de las relaciones entre los sexos, insistiendo en la cualidad
fundamentalmente social de las distinciones basadas en el sexo. El concepto género
41

denotaba rechazo al determinismo biológico implícito en el empleo de términos tales como


“sexo” o “diferencia sexual” y también destacaba los aspectos relacionales de las
definiciones normativas de la feminidad.

Cháneton afirma que, en esos años, el esfuerzo político y epistemológico del


feminismo estuvo centrado en “…retomar los el indicativo beauvoiriano, en el sentido de
rescatar a las mujeres del „mundo natural‟. Subrayando el carácter social e
históricamente construido de sus identidades: es decir, entender el género como lo
inscripto por la cultura en los cuerpos sexuados” (Cháneton, 2007:29-30)

El género, como categoría de análisis, introduce una noción relacional, es decir, toma
el punto de vista tanto de las mujeres como de los varones, definiendo a ambos uno en
relación con el otro. Desde esta perspectiva, se sostenía que no podía entenderse a ninguno
de los dos, varones o mujeres, con estudios completamente separados. Por este motivo,
algunas feministas criticaban los denominados Estudios de las Mujeres, porque lo
consideraban un enfoque sesgado y limitado, que excluía a los varones y, por tanto, no
mostraban la vinculación entre ambos términos de la relación.

Una de las exponentes de esta época es la historiadora Natalie Davis, quien sostenía
que “Deberíamos interesarnos tanto en la historia de las mujeres como en la de los
hombres…nuestro propósito es comprender el significados de los sexos…descubrir el
alcance de los roles sexuales y del simbolismo sexual en diferentes sociedades y períodos,
para encontrar qué significados tuvieron y cómo funcionaron para mantener el orden
social o para promover el cambio” (Davis, 1975).

Desde el punto de vista metodológico, las feministas adoptan dos enfoques diferentes.
Uno, de tipo descriptivo, basado fundamentalmente en la mera descripción de fenómenos o
realidades, sin interpretación, explicación o atribución de causalidad alguna. Estas
feministas describen las relaciones entre los sexos como relaciones sociales y utilizan el
género como una categoría social impuesta sobre cuerpos sexuados, pero no dicen nada
acerca de porqué esas relaciones están construidas como están, cómo funcionan y cómo
cambian. Otro enfoque, de tipo causal, teoriza sobre la naturaleza de los fenómenos o
realidades, buscando comprender cómo y por qué adoptan las formas que tienen (Scott,
1986).
42

A su vez, desde el punto de vista teórico, las feministas adoptan tres perspectivas
diferentes de abordaje del género: a) el patriarcado, b) el marxismo y c) el psicoanálisis y
la identidad de género del sujeto.

Las feministas que adoptan el patriarcado como marco teórico focalizan su atención
en la subordinación de las mujeres y encuentran su explicación en la necesidad del varón
de dominar a la mujer. Mary O‟ Brien define esta dominación como “el efecto del deseo de
los hombres de trascender su alienación de los medios de reproducción de la especie” (O‟
Brien, 1981), en tanto que para Firestone, “la reproducción era también la amarga trampa
de las mujeres” (Firestone, 1970). Para MacKinnon, “la sexualidad es al feminismo lo que
el trabajo es al marxismo: lo que nos es mas propio, pero se nos quita más…la
objetivación sexual es el proceso primario de la sujeción de las mujeres…asocia acto con
palabra, construcción con expresión, percepción con imposición, mito con realidad. El
hombre toma a la mujer: sujeto, verbo, objeto” (MacKinnon, 1982).

Este enfoque tuvo dos grandes críticas. En primer lugar, las teóricas del patriarcado no
demuestran cómo la desigualdad de género afecta a aquellas áreas de la vida que no
parecen conectadas a él y, además, cómo se estructuran las otras desigualdades sociales. El
patriarcado explica una parte de las desigualdades, pero no todas y en esto consiste su
limitación. En segundo lugar, si la dominación procede de la forma de apropiación por
parte del varón de la labor reproductora de la mujer o de la objetivación sexual de las
mujeres por lo hombres, el análisis se sesga y se reduce a una diferenciación física,
tornándose ésta universal y a-histórica.

Las feministas marxistas elaboran una explicación material en relación al género. En


el debate de estas feministas, el concepto de género ha sido abordado durante mucho
tiempo como el producto secundario de estructuras económicas cambiantes. Es decir, el
género carecería de status analítico independiente. Esto postergó su desarrollo como
categoría de análisis.

Estas feministas rechazan el esencialismo de quienes argumentan que, en el


capitalismo, las exigencias de la reproducción biológica determinan la división sexual del
trabajo. Por el contrario, sostienen que es el modo de reproducción el que está determinado
por el modo de producción y no a la inversa. Por ejemplo, Heidi Hartmann (1976), si bien
destaca la importancia de considerar el patriarcado y el capitalismo como sistemas
43

separados que interactúan entre si, “su razonamiento revela que la causalidad económica
tiene prioridad y que el patriarcado siempre se desarrolla y cambia en función de las
relaciones de producción” (Scott, 1986).

La crítica a esta posición sostiene que los sistemas económicos no determinan


directamente las relaciones de género, dado que la subordinación de las mujeres precedió
al capitalismo y subsiste en el socialismo.

Joan Kelly en su ensayo “La doble visión de la teoría feminista” intentó superar este
debate, al plantear que los sistemas económicos y de género interactúan para producir
experiencias sociales e históricas y que si bien ninguno de los dos sistemas son causales,
ambos operan simultáneamente para reproducir las estructuras socioeconómicas y de
dominación masculina de un orden social particular. Sin embargo su postura marxista la
lleva a acentuar el rol preponderante de los factores económicos, incluso en la
determinación de género. “La relación entre los sexos actúa de acuerdo con y a través de
las estructuras socioeconómicas, como también las relaciones sexo/género” (citado por
Scott, 1986).

En 1983 se publica en Estados Unidos, con el título de Powers of Desire: The Politics
of Sexuality (“Los poderes del deseo: La política de la sexualidad”), una compilación de
artículos de feministas marxistas norteamericanas, influenciadas por Foucault, que se
centran en el poder y la política sexual. Todas hacen referencia a la causalidad de los
contextos sociales y a la importancia de la estructuración psíquica de la identidad de
género. Jessica Benjamín sostiene que la política debe prestar atención a los componentes
eróticos y fantásticos de la vida humana.

Las feministas norteamericanas vinculan el análisis estrictamente marxista -basado en


las relaciones de producción- con la ideología, la cultura y la psicología. Es una visión
relativamente amplia y exploratoria. En cambio, las feministas marxistas inglesas
continúan con planteos más cerrados y tienen dificultades para superar los límites
explicativos de la teoría marxista en este campo.

Las feministas que adoptan el enfoque psicoanalítico y de identidad de género se


dividen en dos grandes grupos, según las escuelas y la nacionalidad de las fundadoras. Por
un lado, las feministas angloamericanas, que trabajan dentro de los términos de las
relaciones objetales, haciendo hincapié en la experiencia real del niño/a en relación con sus
44

padres y/o cuidadores en cuanto a los procesos de identificación de género. Nancy


Chorodow (1978) es una de sus principales exponentes.

Por el otro, las feministas francesas. Se basan en lecturas estructuralistas y post


estructuralistas. Influenciadas por la semiótica y el movimiento de las mujeres, dejan de
lado el patriarcado como categoría de análisis y rescatan como positivas las tradiciones
culturales y las experiencias de las mujeres. Además, acentúan la función central del
lenguaje en la comunicación, la interpretación y la representación, como constitutivos del
sujeto, entendiendo como lenguaje a los sistemas de significados que preceden al dominio
real del habla, la lectura y la escritura.

En la década de 1980, se dividieron las aguas en forma antagónica entre estas dos
escuelas: Las teóricas del género -de la escuela angloamericana- que reducían todo a lo
social como existencia histórica material, y las teóricas de la diferencia sexual -de la
escuela francesa- que reducían todo a lo discursivo.

Las feministas francesas desarrollan la teoría de la diferencia sexual basada en la


lingüística, la literatura, la semiótica, la filosofía, la historia, la antropología y las teorías
psicoanalíticas del sujeto. Dentro de esta perspectiva teórica se destacan, entre otras, Luce
Irigaray (1974, 1977, 1984) y Hélène Cixous (1974, 1986, 1987).

Inspiradas en Simone De Beauvoir, critican la heterosexualidad como institución


reguladora y normativa de la sociedad y acentúan la importancia de la sexualidad humana
como localización del poder. Las feministas radicales norteamericanas, como Gayle Rubin
(1975) y Adrienne Rich (1976, 1985, 1995), trasforman esto en una bandera política.

La poeta y ensayista norteamericana, Adrienne Rich, escribe un texto fundamental


para la teoría feminista, “Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana”, en él esta
autora, sostiene que la heterosexualidad es una institución política y una norma social
obligatoria, que mantiene a las mujeres bajo el poder masculino a través del control de su
sexualidad, desviando así, el poderoso caudal de energía y poder suscitado en la
experiencia entre mujeres (D‟Uva, 2007).

Rich desarrolla las nociones de política de localización y continuum lesbiano, que se


relacionan con la idea de que el sujeto femenino se localiza en el cuerpo de la mujer y, por
lo tanto, es incardinado, porque ocupa un lugar en el espacio y en el tiempo. Rich resalta la
45

positividad de la diferencia específica que tienen las mujeres, pero también las diferencias
que las separan, entre las cuales las más importantes son la raza y la etnia.

Otra feminista radical, Monique Wittig (1977, 1991) critica a Rich y la noción misma
de mujer, oponiéndose a la valoración de la diferencia sexual como positiva. Sostiene que
la idea de mujer es una creación del imaginario masculino y del sistema social dominado
por los hombres, que está políticamente contaminada y es teóricamente esencialista.
Propone reemplazarla por la categoría lesbiana, como posición política, para salir del
imaginario masculino y de la dicotomía hombre/mujer impuesta por el patriarcado.

Lesbiana sería, para esta feminista, una especia de tercer sexo superador de lo
femenino resaltado por las feministas francesas de la diferencia sexual.

Para las teóricas de la diferencia sexual, el cambio resulta de las relaciones de poder y
de conocimiento, y constituye una red de intersección de las estructuras materiales y
simbólicas (Foulcault, 1980). Critican la noción de género porque se basa en factores
sociales y materiales, sin tener en cuenta los aspectos semióticos y simbólicos. Asimismo,
acentúan lo femenino con nuevos significados y representaciones. Esta postura se identifica
con las tendencias deconstructivas y postestructuralistas, que quiebran la linealidad del
relato antipatriarcal, basado en una construcción demasiado homogeneizante de las
identificaciones sexuales (Nelly, 2002).

3. La reconceptualización del género

Si bien existen claras y profundas divergencias entre las teóricas del género y las
teóricas de la diferencia sexual, ambas posiciones enriquecieron el debate teórico y político
de la teoría feminista. Sin embargo, al radicalizarse, este debate se cristaliza y el desarrollo
de la teoría feminista se estanca.

Aquí resulta importante el artículo publicado en Estados Unidos12 por Joan Scott con
el título Gender: A Useful Category of Historical Analysis (Género. Una categoría útil del
análisis histórico). Por primera vez un artículo de historia tiene como único objeto el
género y explora metódicamente su campo conceptual.

Scott plantea una nueva conceptualización del género que intenta superar el
antagonismo estéril en que había caído el debate. Para esta historiadora, si bien el género
12
Scott, Joan W.: Gender: A Useful Category of Historical Analysis, American Historical Review, volumen 91,
número 5, Diciembre 1986, New York.
46

se encuentra ausente de las teorías sociales más importantes que surgieron en el siglo
XVIII, reconoce que su desarrollo como categoría teórica y política -en la segunda mitad
del siglo XX- es el resultado del esfuerzo de las feministas, que insistieron en la
insuficiencia de los cuerpos teóricos existentes para explicar la persistente desigualdad
entre hombres y mujeres.

El concepto de género que propone Scott tiene dos componentes, que se


interrelacionan de modo integral. Por un lado, afirma que “El género es un elemento
constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los
sexos…” y, por el otro, que “es una forma primaria de relaciones significantes de poder”.
El primer componente tiene, a su vez, cuatro aspectos: a) los símbolos culturalmente
disponibles; b) los conceptos normativos; c) el parentesco, la economía y la política; y d) la
identidad subjetiva. Estos aspectos funcionan de manera conjunta pero no
simultáneamente.

Los símbolos culturalmente disponibles evocan representaciones múltiples y a


menudo contradictorias. Como ejemplo, Scott señala el caso de Eva y María, símbolos de
la mujer en la tradición cristiana. Una representa la oscuridad, la contaminación y la
corrupción, y la otra la luz, la pureza y la inocencia, respectivamente.

Los conceptos normativos expresan las interpretaciones de los significados de los


signos, en un intento de limitar y contener sus posibilidades metafóricas. La autora
menciona como ejemplos las doctrinas religiosas, educativas, científicas, legales y
políticas, que afirman categóricamente los significados tanto de varón y mujer, como de
masculino y femenino.

El género se construye a través del parentesco, pero no en forma exclusiva. Se


construye también en la economía y la política, que operan en la actualidad de modo
ampliamente independiente del parentesco. Esta concepción de Scott supera el uso del
género reducido al sistema de parentesco centrado en la familia como base de la
organización social, incorporando el sistema político y económico, que se expresa por
ejemplo en el mercado de trabajo.

Si bien Scott reconoce la importancia de la teoría psicoanalítica como explicación de


la identidad subjetiva, rechaza su pretensión de universalidad, ya que las identidades de
47

género se relacionan también una variedad de actividades, organizaciones sociales y


representaciones culturales históricamente específicas.

Estos cuatro aspectos constituyen, en el pensamiento de Scott, un esquema para


analizar los procesos de construcción de relaciones de género. Sin embargo, no es
específico del género, ya que podría usarse también para analizar la clase social, la raza, la
etnia y, en sentido general, cualquier proceso social. Por esta razón, la autora teoriza
específicamente sobre el género al analizar el segundo componente de su
conceptualización.

Al definirlo como una forma primaria de relaciones significantes de poder, Scott se


refiere al género como el campo primario en el cual y por medio del cual se articula el
poder. Tiene una función legitimadora en relación a la construcción del orden social y la
distribución del poder. Las relaciones de género forman parte del significado del poder, es
decir, el significado del género se construye desde el poder y, a su vez, el significado del
poder se construye desde las relaciones de género. En palabras de Scott, “el género
construye la política y la política construye al género”. La política es el ámbito desde el
cual, por ejemplo, se establece, como orden “natural” o “divino”, la subordinación de la
mujer al varón.

Este planteo agudo de Scott tiene una enorme influencia en la década de 1990. No
sólo es superador del enfrentamiento entre dos posiciones antagónicas radicalizadas, sino
que produce un verdadero cambio de perspectiva teórica y política en relación con el
género, ya que éste “entendido como aquello que marca una serie de inter-relaciones
entre las variables de opresión, puede ayudarnos a comprender la intersección del sexo, la
clase, la raza, el estilo de vida y la edad en cuanto ejes fundamentales de diferenciación”
(Braidotti, 2004).

Scott aboga por una definición de género que exprese la intersección del orden
simbólico con el orden material, es decir, que lo interpretemos “como una nueva y
vigorosa manera de vincular el discurso con la realidad, lo simbólico con lo material y la
teoría con la práctica” (Braidotti, 2004).

4. El debate actual

Tras esta incursión de Scott, el debate en torno a la cuestión del género se orienta
hacia varias direcciones. Braidotti sostiene que habría una nueva generación de pensadoras
48

a las que ubica en cinco grupos: a) las feministas alemanas vinculadas a la escuela de
Francfort, entre las que se destacan Benhabib y Cornell (1987), Benjamín (1988) y Flax
(1991, 1992); b) las feministas formadas en la escuela francesa que se incorporaron al
ámbito académico norteamericano, entre las cuales se destacan Miller (1986, 1987),
Jardine (1985), Schor (1987, 1988), Spivak (1987, 1988, 1990) y Stanton (1989) ; c) las
feministas italianas, entre las cuales se destacan Muraro (1991) y Cavarero (1990); d) las
feministas lesbianas radicales, entre las que se destacan Wittig (1977, 1991) y Butler
(1990) y e) las feministas étnicas y poscoloniales norteamericanas, entre las cuales se
destacan Spelman (1989), Walker, Morrison, Moroaga y Anzaldúa (1981, 1983), Spivak
(1987, 1988, 1990), Mohanty (1987, 1994), Smith (1983, 1985) y Trinh Minh-ha (1989),
cuyas ideas modificaron radicalmente el pensamiento de teóricas como Teresa De
Laurentis (1987, 1988, 1990), Donna Haraway (1990) y Sandra Harding (1986, 1987,
1991).

Gloria Bonder identifica siete líneas de debate actual en torno a la cuestión de género:
a) la crítica al dualismo sexo/género; b) el cuestionamiento del supuesto de que existen
solamente dos géneros, c) la crítica a la construcción esencialista de la mujer desde el
género; d) la crítica a la concepción victimista de la mujer; e) la crítica al determinismo de
género; f) la crítica al reduccionismo de género como cuestión de identidades y roles; g) la
crítica a la existencia de un sujeto o identidad personal anterior al género (Bonder, 1999).

Braidotti (2004) adopta una postura radicalizada y sostiene que, en la actualidad, el


género está en crisis. La noción de género es teóricamente inadecuada y políticamente
amorfa e imprecisa, tal como lo sostienen las teóricas postcolonialistas, feministas negras,
epistemólogas feministas y pensadoras lesbianas.

Las feministas italianas critican la dicotomía sexo/género por su especificidad cultural


anglosajona y por su pérdida de sentido en otros contextos culturales. Por otra parte, el
éxito científico de los estudios de género desvió la atención hacia la construcción social de
las diferencias entre los sexos y dejó de lado la agenda feminista, constituyendo esto un
debilitamiento de la lucha política.

Para esta feminista italiana, las teóricas del género constituyen hoy una nueva
generación transdisciplinaria y transnacional de pensadoras, que se basan en las
49

humanidades, la filosofía, las ciencias sociales, la antropología, la historia, la semiótica y


los estudios literarios, como es el caso de De Laurentis, Haraway y Butler.

La nueva forma de concebir el género responde a una multiplicidad de variables


constitutivas de la subjetividad femenina: raza, clase, edad, sexo y estilos de vida. Esta
subjetividad resulta de una red material y simbólica de poder, tiene una naturaleza situada
específica y es incardinada. En síntesis, no hay esencialismo ni biológico ni psíquico de la
subjetividad femenina.

Teresa De Laurentis relaciona conocimiento y poder como componentes constitutivos


de la subjetividad femenina. Para esta autora, el género es un proceso donde el poder y el
conocimiento producen el sujeto material. Hay una doble constitución, del sujeto y de la
identidad, donde se entrecruzan o intersectan las variables de sexo, raza, edad, etnia, clase
y estilos de vida. Este proceso resulta de prácticas materiales y discursivas. Estas prácticas
tienen un sentido positivo y regulador.

De esta manera, el género adopta una función reguladora, es una ficción reguladora,
porque produce categorías como masculino, femenino, heterosexual, lesbiana, entre otras.
El género como ficción reguladora debe interpretarse en el marco del concepto de política
identitaria, es decir, como crítica al significado etnocéntrico y unívoco del término género,
posición que sostienen especialmente las feministas negras y postcoloniales.

Para Braidotti (2004) existe una “hibridación de género”, dado que las diferencias
entre los sexos se diluyen por la moda, la apariencia corporal y los comportamientos
sociales. Hay una crisis de la función reguladora de las identidades basadas en el género.
El problema central es la identidad como el sitio de las diferencias, es decir, el sujeto
ocupa una variedad de posiciones en diferentes momentos a través de una multiplicidad de
variables: preferencia sexual, raza, etnia, clase, edad y estilos de vida, entre otras.

Judith Butler (1990) es una continuadora del pensamiento de Wittig. Critica el


dualismo sexo/género, el esencialismo de “la mujer” y la concepción prescriptiva de
género, es decir, la heterosexualidad sostenida e impuesta por el patriarcado. Para esta
autora, no hay una subjetividad femenina, sino una multiplicidad de procesos de
subjetivación de “las mujeres”.

Concibe el género no como un concepto, sino como una actividad que produce
categorías. Propone una noción performativa de género, es decir, actuar en calidad de
50

varón, mujer, lesbiana, entre otros. Como política de la mascarada, propone identidades
alternativas, en un desdibujamiento deliberado de las fronteras sexuales y de las
identidades sexuadas. En definitiva, propone ir más allá del género.

Por su parte, Donna Haraway (1990) plantea un sujeto feminista que denomina
cyborg, en una visión post humana de discursos tecnocientíficos, de comunicación masiva
y de tecnologías de la vida y de la muerte. El cyborg es una criatura no dualista, una figura
híbrida que representa una simbiosis pre-edípica, que sólo reconoce y corporiza la
especificidad de estar situado en alguna parte. Es un rechazo al pensamiento normativo,
regulador, hegemónico y excluyente. El cyborg es una mezcla de lo humano y lo
tecnológico.

Haraway enfatiza la especificidad situada e incardinada, en oposición al pensamiento


abstracto y desincardinado. Habla de saberes situados como una teoría fundacional,
multifacética, basada en las diferencias y en una subjetividad material y simbólica
históricamente localizada, no centrada en el género ni tampoco etnocéntrica. Denomina
“figuración” a esta nueva forma de representar el sujeto femenino. Esto implica una nueva
figura del habla y un nuevo paradigma y es, por lo tanto, una nueva práctica teórica, que
resulta conveniente para el feminismo, política y epistemológicamente.

Al respecto, Braidotti sostiene que estas nuevas teorías ponen de manifiesto la


necesidad de redenominar el sujeto feminista femenino, no como sujeto soberano
jerárquico y excluyente, sino como una entidad múltiple.

5. El dilema del género

Nancy Fraser (2000), sostiene que en la actualidad la lucha por la justicia comprende
dos dimensiones: a) la redistribución y b) el reconocimiento. La dimensión de
redistribución, está relacionada la injusticia socioeconómica, es decir, a las desigualdades
económicas, la explotación y la privación. La dimensión de reconocimiento, está
intrínsicamente relacionada a la injusticia cultural y simbólica.

Si bien esta autora desagrega analíticamente estas dimensiones, reconoce que en la


práctica, la injusticia socioeconómica y la injusticia cultural se entrecruzan, se encuentran
imbricadas hasta el punto de reforzarse dialécticamente la una a la otra.
51

En su artículo, la autora analiza –de un modo conceptual- diferentes clases de


comunidades sociales (de tipo ideal). En un extremo, ubica las formas de comunidades que
se ajustan al modelo de justicia de redistribución13. En el otro, ubica las formas de
comunidad que se ajustan al modelo de reconocimiento14.

En el medio, sitúa a lo que ella denomina comunidades bivalentes, ya que se ajustan


simultáneamente a ambos modelos de justicia. Es decir, pueden ser víctimas tanto de una
distribución socioeconómica desventajosa como de un reconocimiento cultural inadecuado.
Implican, por consiguiente, tanto redistribución como reconocimiento.

Fraser sostiene que tanto el género, como la raza –aunque cada una de ellas tiene sus
propias particularidades- constituyen comunidades bivalentes. En el género, por ejemplo,
intervienen dimensiones económicas-políticas, en donde se refleja por un lado, la división
fundamental entre trabajo productivo (asalariado) y trabajo reproductivo (doméstico y no
pagado), asignando a las mujeres la responsabilidad principal sobre este último, por el otro,
la división en el seno de trabajo y la diferenciación salarial que se estructura en base a las
diferencias de género. Bajo esta perspectiva, la injusticia de género se presenta como un
tipo de injusticia distributiva. De un modo similar a la clase, la justicia de género requiere
transformar la economía política con el fin de eliminar su estructura de género. Es decir, si
el género no fuera más que una diferenciación económico-política, la justicia exigiría su
abolición.

Sin embargo, el género también implica una diferenciación de valoración cultural.


Como tal, abarca además elementos que lo asemejan mas a la sexualidad que a la clase y
que lo introducen de lleno en la problemática del reconocimiento. Desde esta perspectiva,

13
Esta comunidad se diferencia, en tanto comunidad, en virtud de la estructura económica de la sociedad y
no de su orden cultural. La autora ubica aquí a la clase obrera explotada, constituida por un conjunto de
personas que tienen que vender su fuerza de trabajo bajo un orden que autoriza a la clase capitalista
apropiarse de un excedente de la producción para su propio beneficio. La injusticia de dicho orden es una
cuestión de puramente de distribución. Para acabar con la injusticia, el proletariado debería abolirse así
mismo como clase…sacar el proletariado como grupo de tal juego..
14
La autora ubica aquí a lo que ella denomina la sexualidad despreciada, por ejemplo, la comunidad de
homosexuales. Si bien reconoce que los gays y las lesbianas también sufren injusticias económicas graves,
las mismas están originadas por una injusta estructura de valoración cultural. Por consiguiente, las soluciones
pasan por el reconocimiento –por valorar la “grupalidad” del grupo mediante el reconocimiento de su
especificidad- y no por la redistribución.
52

una de las características fundamentales de la injusticia de género es el androcentrismo y el


sexismo cultural15.

Este tipo de injusticia se encarna en una amplia gama de ofensas que sufren las
mujeres, entre las que se encuentran: la violencia familiar generalizada, las agresiones
sexuales, la explotación sexual, aquellas acciones que las trivializan, objetualizan y
denigran en los medios de comunicación; el acoso y el desprecio en todas las esferas de la
vida cotidiana; la sujeción a normas androcéntricas según las cuales las mujeres son
consideradas inferiores; las actitudes discriminatorias; la exclusión y marginación con
respecto a las esferas públicas, entre otras.

Estas ofensas constituyen injusticia de reconocimiento. Son relativamente


independientes de la economía política y no son meramente “superestructurales”. Por
consiguiente, no pueden solucionarse únicamente, mediante la redistribución económico-
política, sino que requieren soluciones adicionales e independientes de reconocimiento.

Superar el androcentrismo y el sexismo requiere transformaciones de las valoraciones


culturales. Es decir, requiere descentrar las normas androcéntricas y volver a valorar un
género despreciado. La lógica de la solución es análoga a la lógica referente a la
sexualidad: “se trata de lograr un reconocimiento positivo a la especificidad de un grupo
desvalorizado” (Fraser, 2000).

A través de estos argumentos, Fraser sostiene que el género es un modo de comunidad


bivalente. Tiene una dimensión económico-política que requiere de un tipo de justicia de
redistribución y, a su vez, tiene una dimensión de valoración cultural, que requiere de un
tipo de justicia de reconocimiento. Son dos caras de una misma moneda que se entrelazan
para reforzarse mutuamente de manera dialéctica.

El resultado es un círculo vicioso de subordinación cultural y económica. Este carácter


bivalente del género es la fuente de un dilema, debido a que estos dos tipos de injusticia
que sufren las mujeres requiere de, al menos, dos tipos de soluciones analíticamente
diferentes: precisa de la distribución, como así también del reconocimiento.

Sin embargo estas dos soluciones van en direcciones absolutamente opuestas. Es


decir, mientras que la lógica de la redistribución consiste en poner el género como tal al

15
Desvaloración y desprecio generalizado por todo aquello que ha sido codificado como „femenino‟.
53

margen del juego, la lógica del reconocimiento consiste en valorar la especificidad del
género. Fraser resume su planteo con una pregunta ¿cómo pueden las feministas luchar
simultáneamente por la abolición de la diferenciación de género y por la valoración de la
especificidad de género? He aquí el dilema.

6. A modo de (in)conclusión

En este capítulo he tratado de abordar, de manera muy sintética, un largo y rico debate
en torno al género a la luz de las teorías feministas. A pesar de que algunas feministas
radicales sostienen que el género está en crisis y plantean ir más allá del mismo, no
podemos desconocer que, como categoría teórica, política e ideológica, sigue presente y es
objeto de disputa, no sólo entre las feministas, sino también entre los sectores más
conservadores y reaccionarios de la sociedad. Este debate, lejos de plantear un obstáculo,
demuestra la vitalidad y el valor del concepto.

La importancia fundamental del género reside en que visibiliza teóricamente la


diferencia entre (a) cuerpos sexuados y (b) construcción social y simbólica de la diferencia
sexual, convirtiendo esta diferencia en sitio de intervención conceptual y de trasformación
política de lo femenino que se opone al determinismo biológico.

Además, destaca el carácter representacional de las identidades, es decir, el modo en


que las posiciones genérico-sexuales de los cuerpos se entretejen con un aparato discursivo
de significación que moldea culturalmente las imágenes de lo masculino y femenino. En
este sentido, es crucial el aporte de Joan Scott, al plantear una resignificación y
reconceptualización del género como categoría analítica.

Cuando se vincula el género con la ideología, surgen al menos dos interrogantes


relacionados entre sí: ¿Hay una ideología de género o más bien deberíamos referirnos a los
usos ideológicos del género? Es decir, ¿ideología de género o el género como ideología?

Estamos enfrentando aquí dos posiciones sobre este tema, cuyo análisis excede el
alcance de este trabajo y que, por su importancia, deberían ser estudiados en profundidad.
Aparentemente, a la luz de los debates existentes, parecería que existe más bien un uso
ideológico del género.
54

Más allá de los planteos lúcidos y agudos de algunas feministas radicales, que critican
la noción de género, esta categoría de análisis es absolutamente pertinente y enriquecedora
para el abordaje del problema de las mujeres en contextos de violencia familiar.

Tal como los sostiene Scott, las relaciones de género forman parte del significado del
poder, es decir, el significado del género se construye desde el poder y, a su vez, el
significado del poder se construye desde las relaciones de género.

La denominada violencia de género, se fundamenta en la dinámica del poder y es


atravesada por él en todas sus partes. Como lo sostiene Foucault, los discursos son ámbitos
por donde circula el poder. Los discursos, el imaginario social y los aparatos ideológicos,
legitiman, disciplinan y ordenan los cuerpos. Definen los lugares y los modos de existencia
de los sujetos en los espacios sociales y subjetivos, incluyendo el ámbito familiar.

Sostengo que desde un punto de vista político, sería más pertinente referirnos a este
fenómeno como violencia hacia el género femenino, para hacer visible a las mujeres como
principales sujetos que padecen distintos tipos de violencia.

Entiendo por violencia hacia el género femenino, la trama de relaciones que se


configuran históricamente a través de una constelación de prácticas discursivas y sociales
violentas, encarnadas en relaciones abusivas de poder por parte de los varones hacia las
mujeres.

En este sentido y parafraseando a Ana María Fernández “la violencia es constitutiva


de la relaciones entre los géneros” (Fernández, 1994).

En el capítulo siguiente, presento un panorama histórico, conceptual y político, de la


problemática de las mujeres en contextos de violencia familiar, que abarca tanto el ámbito
internacional como el nacional y provincial, considerando para este último el territorio de
la provincia argentina de Misiones. Este capítulo condensa los antecedentes del problema
que constituye el objeto de este trabajo.
55

CAPÍTULO 3

VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES


EN CONTEXTOS FAMILIARES

Después de referirme en los capítulos anteriores a las categorías teóricas que utilizo en
este trabajo, para comprender, interpretar y describir los procesos de dominación y
emancipación de mujeres en contextos de violencia familiar, en este capítulo hago un
desarrollo sobre el estado del arte en relación a este tema, abordándolo como fenómeno,
problema social, cuestión y objeto de políticas públicas.

1. Los estudios sobre violencia hacia las mujeres

Desde el punto de vista teórico, la explicación del problema de la violencia hacia las
mujeres se inicia en la década de 1960 y se centra en el masoquismo femenino y las
“desviaciones psicológicas” que las mujeres golpeadas presentaban. Este enfoque
psicoanalítico se basa en Freud, quien consideraba como fruto de la imaginación de sus
pacientes femeninas los presuntos recuerdos de abuso sexual e incestos que éstas le
relataban.

A partir de esto, Freud crea la imagen de la mujer masoquista desarrollando la teoría de


que las niñas desean inconscientemente llevar a cabo experiencias sexuales con sus padres
y de adultas satisfacen esta necesidad a través de la creación de fantasías, productos de su
inmadurez (Pleck, 1987). Según Pleck, los primeros psicoanalistas que aplican la teoría del
masoquismo son a las mujeres golpeadas o violadas Deutsch y Horney.

Este enfoque psicoanalítico es desarrollado en Estados Unidos por J. Snell, R.


Rosenwald y A. Robey, en un estudio pionero de 1964 y luego en Inglaterra una década
más tarde por E. Pizzey y J. J. Gayford, quienes se convierten en autores populares muy
consultados. Este enfoque también es sostenido en otros estudios (Scott, 1974; Millman,
1975; Waites, 1977; Morgan, 1981; Weitzman y Dreen, 1982; Koslof, 1984; Loseke y
Cahill, 1984 y Mazzola, 1987).
56

La explicación masoquista, que ubica a las mujeres como causantes de situaciones de


violencia, es cuestionada por otros estudios que demuestran que las mujeres rara vez
provocaban los ataques y poco o nada podían hacer para impedirlos. Se introduce así la
idea de la mujer golpeada, no como causante sino como víctima impotente a merced de su
pareja (Marden y Owen, 1975; Lion, 1977; Walker, 1979; Clearhout y otros, 1982; Jackson
y Rushton, 1982; Walker, 1984; Marin, 1985).

En Estados Unidos, Lenore Walker se vale de la teoría de la desvalidez aprendida


desarrollada por Seligman en 1975 y, en 1979, elabora la teoría del ciclo de la violencia
conyugal. Walker, a partir de cientos de casos estudiados, describe un ciclo de violencia al
cual las mujeres golpeadas se ven sujetas. Según la autora, este ciclo “enseña a las mujeres
a ser indefensas y pasivas”.

La expresión desvalidez aprendida ya se conocía en la psicología y se refería a la


reacción de los perros que habían recibido descargas eléctricas mientras estaban encerrados
en jaulas. Estos perros aprendieron a responder con pasividad a tales pruebas. Al final,
cuando se les daba la posibilidad de escapar, ya no intentaban hacerlo. La conclusión era
que habían aprendido a ser desvalido.

Breines y Gordon (1983) critican a Walker la utilización de conclusiones de


experimentos con perros para explicar la conducta de mujeres golpeadas, señalando que el
comportamiento animal en laboratorio no podía ser tomado como representativo de una
situación humana, social, emocional y estructuralmente compleja como es el maltrato en la
pareja.

Otras críticas se refieren a esta imagen de mujer víctima e indefensa como victimismo
(Barry, 1979) y se dice que construye un nuevo estereotipo que no considera el poder que
las mujeres ejercen sobre sus vidas. Por otra parte, Walker no cuestiona el supuesto
masoquista de que la mujer golpeada sufre desviaciones psicológicas y necesita un cambio
de conducta por problemas de personalidad individual (Kirkwood, 1999).

Además, esta adaptación y aplicación de la teoría de la desvalidez aprendida para


explicar la inacción de una mujer maltratada frente a una amenaza física o verbal, también
es cuestionada por los mismos autores de la teoría original de la desvalidez aprendida
(Peterson, Maier y Seligman, 1993). Estos autores argumentan que, al aplicar la teoría, se
57

dejan de lado los esfuerzos activos de muchas mujeres por resistir, evitar y escapar de las
situaciones de violencia (Dutton, 1997).

En la década de 1980, se desarrolla otro enfoque psicológico en Estados Unidos e


Inglaterra, que se diferencia de la visión masoquista y de víctima pasiva. Por el contrario,
plantea el gran esfuerzo que realizan las mujeres en situación de violencia en su intento por
modificar la misma.

Ferraro y Johnson (1983) formulan seis mecanismos psicológicos de racionalización


empleados por las mujeres que vuelven con sus parejas abusadoras: a) apelar a la ética de
la salvación, b) negación del victimario, c) negación del menoscabo, d) negación de la
victimización, e) negación de opciones y f) apelación a la lealtad superior.

Ginny NiCarthy (1987) construye la imagen de la mujer sobreviviente antes que


víctima. Esta supervivencia tiene que ver no sólo con el abuso en si, sino con construir
progresivamente la capacidad de superar las consecuencias del mismo al intentar salir de
su situación: depresión, ansiedad y resurgimiento de sentimientos románticos para con su
pareja.

Hasta aquí he desarrollado cuatro enfoques psicológicos de violencia hacia las mujeres:
a) masoquismo, b) desvalidez aprendida, c) mecanismos de racionalización y d)
sobrevivencia. A la par de éstos, se desarrollan los estudios sociológicos. Los primeros
datan de inicios de la década de 1970 y ponen el acento en la interpretación de la violencia
hacia las mujeres como recurso compensatorio al que se apela cuando no se puede acceder
a ningún otro tipo de poder o control.

Algunos estudios asignan una mayor incidencia de la violencia en la clase trabajadora


(Brown, 1974), pero otros demuestran su incidencia en todas las clases sociales (Stieinmetz
y Straus, 1974). Una parte de estos estudios interpreta la violencia desde la sociedad y la
cultura. La violencia hacia las mujeres es vista como una compensación por las exigencias
que a su vez la sociedad ejerce sobre los varones, en términos de logros (O‟Brien, 1974) o
bien como herramienta para el control y la dominación social (Hanmer, 1978; Hanmer y
Mynard, 1987).

Otros estudios se centran en la dinámica familiar. Richard Gelles (1974) realiza un


pionero estudio cuantitativo en este campo. Si bien utiliza expresiones ambiguas como
violencia en pareja y abuso conyugal, que no identifican al agresor, en su estudio
58

demuestra que los maridos eran por lo general más violentos que las esposas y que en la
mayor cantidad de casos éstas recurrían a la violencia como reacción defensiva.

Este estudio es adoptado por muchos autores y sirve para instalar la violencia como un
problema social, en contraste con la posición psicologista de desvíos de conductas
individuales.

Las investigaciones sociológicas sobre la dinámica familiar toman a la familia como


unidad de estudio y la describen como un lugar de conflicto y de violencia, más que de
paz, amor y seguridad emocional, tal como lo sostienen los enfoques psicologistas (Straus,
Gelles y Steinmetz, 1980).

Una de las teorías sociológicas predominantes entre mediados de la década de 1970 y


principios de la década de 1980 es la idea de un “ciclo de violencia intergeneracional”.
Straus y Steinmetz (1974) muestran un alto grado de correlación entre la experiencia con
violencia doméstica en la niñez y la posterior violencia en relaciones adultas. Por su parte,
Steinmetz (1977) concluye que los niños al ser adultos resolvían sus problemas de un
modo similar al que habían visto en sus padres en cuanto a la interacción y métodos de
disciplina.

Pagelow (1981) critica estas conclusiones porque no distinguen entre el niño espectador
de violencia doméstica y el niño víctima de violencia paterna. Sostiene, en este sentido,
que no hay correlación entre el ser testigo de la violencia y el tener una relación violenta
más adelante en la vida y que incluso puede haber una relación negativa entre el haber sido
víctima de violencia familiar en la niñez y el permanecer en una relación conyugal
violenta.

Desde el feminismo, se realizan dos tipos de críticas a estos enfoques psicológicos y


sociológicos. Por un lado, no tienen en cuenta que la violencia ejercida sobre las mujeres
es la manifestación del mecanismo de opresión machista institucionalizado. Esta crítica
apunta a destacar el hecho de que las mujeres estarían constante y estructuralmente
controladas por los varones, dentro de una cultura dirigida a beneficiarlos y satisfacer sus
necesidades. De este modo, el significado de la violencia masculina hacia las mujeres, no
se puede ver con la perspectiva de la victimización individual o de la dinámica de la
relación de pareja.
59

Por otro lado, se basan en el paradigma funcionalista, que sostiene que las estructuras
que observamos en la sociedad cumplen funciones esenciales, ya sean biológicas,
fisiológicas, individuales o sociales. Parsons describe el núcleo familiar como una
estructura creada para servir a estas funciones esenciales. Esto justifica también la división
sexual del trabajo (Kirkwood, 1999).

Catherine Kirkwood destaca, de entre los múltiples enfoques feministas en general, dos
posiciones que considera como las más relevantes para explicar el problema de la violencia
hacia las mujeres: a) La que se centra únicamente en la posición de las mujeres dentro de la
familia y b) la que considera la violencia hacia las mujeres dentro de la familia como
expresión de un sistema más general de violencia masculina.

En el primer enfoque, el feminismo critica tanto la ideología como la estructura de la


familia tradicional heterosexual, de dos progenitores e ingresos monetarios unilaterales
(Branca, 1975; Barret y McIntosh, 1982; Gittins, 1985; Hooks, 1984 y Segal, 1983).
Dobash R. E. y Dobash R. P. (1980) son las primeras que basan su análisis en la idea de la
dominación masculina y, en un estudio de 137 mujeres golpeadas, descubren varias
características de dicha dominación, entre ellas que las palizas son un modo mediante el
cual los hombres controlan a las mujeres y son parte de un sistema de control más amplio,
reflejado en leyes históricas acerca de la propiedad masculina y el matrimonio, como así
también en los papeles sociales de los sexos y en las estructuras que garantizan la
dominación de los hombres sobre las mujeres.

En el segundo enfoque, el feminismo revela que la violencia hacia cualquier mujer tiene
un significado singular, porque se da en un contexto cultural específico y contribuye a
destacar el lugar que ocupan las mujeres respecto a los varones. Los estudios sobre mujeres
violadas demuestran que a las mujeres se las define a través de su sexualidad y que es
precisamente ésta la que los hombres procuran controlar y dominar por la fuerza (Griffin,
1971 y Brownmiller, 1975).

Como extensión de esto, se sostiene que la obligatoriedad de la heterosexualidad


apuntala las oportunidades del control masculino sobre las mujeres, tanto en las relaciones
íntimas como dentro de la cultura en un sentido general (Griffn, 1981; Dworkin, 1987 y
Pharr, 1988).
60

De esta manera, en todo tipo de violencia hacia las mujeres está presente el propósito
social de mantener el control y la dominación de los varones sobre las mujeres (Edwards,
1987 y Hanmer, 1987). Como otra conclusión más elocuente aun, “la violencia masculina
contra las mujeres está socialmente construida para perpetuarse a si misma” (Hanmer y
Saunders, 1986).

Por último, hay una enorme dificultad para generalizar cualquier tipo de explicación
respecto al problema de la violencia hacia las mujeres, ante la diversidad de casos y
situaciones de mujeres extranjeras, lesbianas, negras, discapacitadas, indígenas, entre otras
(Kirkwood, 1999).

En Argentina se instala socialmente la expresión “violencia familiar” con el


advenimiento del actual período democrático iniciado en 1983. Adquiere tres tipos de
inscripciones: a) como un problema de derechos humanos, b) como un problema de salud
pública y c) como un problema de seguridad ciudadana.

La dimensión de la violencia hacia las mujeres como problema de derechos humanos se


basa en que la violencia, en todas sus expresiones y manifestaciones, atenta contra la
libertad y la vida misma de quienes la padecen. Como problema de salud pública es
sostenida fundamentalmente desde la Organización Panamericana de la Salud a comienzos
de la década de 1990. Como problema de seguridad ciudadana es más reciente y se plantea
como responsabilidad del Estado, que debe garantizar la seguridad de todos los ciudadanos
sin distinción entre espacio público y privado.

En nuestro país, a partir de la segunda mitad de la década de 1980, la violencia hacia las
mujeres en el ámbito familiar es objeto de investigación como problema social, por las
repercusiones que tiene en distintos ámbitos de la sociedad: el trabajo, la educación, la
salud, el desarrollo humano y la economía. Desde los Organismos Financieros
Internacionales se financian estudios para determinar los costos de la violencia familiar
para el Estado y para el diseño de políticas públicas preventivas y correctivas.

2. Las transformaciones en los contextos familiares

Este trabajo se centra en la configuración de los procesos de dominación / emancipación


de mujeres en contextos de violencia familiar. Sabemos que la violencia, en todas sus
expresiones, se puede manifestar en diversos contextos o ámbitos. Las familias son uno de
los contextos en donde la misma se produce y reproduce de una forma alarmante y cruel.
61

Por las repercusiones que las situaciones de violencia en el ámbito familiar han ido
teniendo en los medios de comunicación social, pareciera ser que se trata de un fenómeno
actual o reciente. Sin embargo, como lo sostienen Doménech e Iñiguez, “…se trata de algo
tan antiguo como la familia misma y sus huellas se pueden rastrear en la producción
literaria clásica y moderna, que de hecho, constituye una buena parte de nuestra memoria
histórica” (Doménech e Iñiguez 2002).

Ahora bien, cuando hablamos de “familias”, ¿a qué nos estamos refiriendo? Si tomamos
las investigaciones existentes en América Latina en relación a este campo, podemos
observar que existen dos grandes líneas investigativas. Por un lado, están las que centran la
mirada en las variaciones que se han producido en los indicadores sociodemográficos e
indagan en qué medida estos cambios han impactado en las estructuras familiares.

Por otro lado, están las que centran la mirada en el tipo de relaciones que se promueven
dentro del grupo familiar. Esta línea investigativa puede ser analizada desde diversas
concepciones teóricas: Aquéllas en que prevalece la convergencia de fines y tareas o
aquéllas que ponen la mirada en la familia como un espacio microsocial en donde se
juegan relaciones de autoridad y poder y donde el conflicto está presente (Palermo, 2007).

Lo que se denomina comúnmente “familia” es una construcción histórica y cultural.


Desde la sociología clásica, “se concebía a la familia como institución social que regula,
canaliza y confiere significado social y cultural. (…) Incluía también la convivencia
cotidiana, expresada en la idea del hogar y el techo: una economía compartida, una
domesticidad colectiva, el sustento cotidiano” (Wainerman, 1994:23).

Elizabeth Jelin sostiene que la definición clásica de “familia” está configurada por tres
dimensiones básicas: la sexualidad, la procreación y la convivencia. Estas dimensiones, sin
embargo, han sufrido enormes transformaciones y han evolucionado en direcciones
divergentes. En este sentido, se dice que “la familia está en crisis” (Jelin, 1994).

Podemos distinguir tres grandes “momentos” en la trayectoria sociohistórica de esta


institución denominada “familia”, que Graciela Di Marco (2005:25-51) denomina,
siguiendo a varios autores, “familia precapitalista o premoderna”, “familia moderna” y
“familia contemporánea o posmoderna”.

El surgimiento del capitalismo y de las sociedades industriales marca un antes y un


después en la trayectoria sociohistórica de la institución familiar. Aquí se produce un
62

cambio profundo, que llega hasta nuestros días. ¿Cómo podemos reconocer las
transformaciones sufridas por la institución familiar en su devenir sociohistórico?

Siguiendo a Di Marco, podemos analizar estas transformaciones a través de varios


rasgos o características que fueron asumiendo las familias. En los apartados siguientes, me
refiero a estas transformaciones.

a) Familias precapitalistas o premodernas

Estas familias eran unidades económicas, sociales y políticas. Había una


interdependencia entre las tareas de producción económica, reproducción biológica,
socialización, educación, subsistencia diaria y control social. Eran familias extensas,
compuestas por varias generaciones, que a su vez eran controladas por el “patriarca”.

Las uniones entre varones y mujeres dependían básicamente de la decisión del


“patriarca”, que tenía en cuenta la continuidad del linaje o de la producción económica.
Esta producción consistía fundamentalmente en actividades agrícolas y artesanía.

Los varones gobernaban las familias con un poder indiscutido y las mujeres aceptaban
la subordinación a cambio de protección y status social. Este vínculo incluía el control
sobre sus cuerpos, sus emociones, sus hijos y su trabajo. En general, los vínculos eran
estables y sujetos a la autoridad y el control del “patriarca”. Las familias marcaban los
límites de las posibilidades económicas, sociales y sexuales de los sujetos. No había
alternativas por fuera de ellas.

b) Familias modernas

Surge con las sociedades industriales y la expansión del modo de producción capitalista.
Las familias dejan de ser unidades de producción económica. La producción y la
reproducción se llevan a cabo en distintos ámbitos. El trabajo productivo con valor
económico se lleva a cabo en el “mercado”, sale del ámbito de las familias y es asumido
fundamentalmente por los varones. En cambio, las mujeres se ocupan de la reproducción
biológica, las tareas de subsistencia diaria, la socialización y la educación, tareas que
quedan reservadas al ámbito familiar.

Al dejar de ser “unidades de producción”, las familias dejan de tener el control social y,
en cambio, son controladas por el Estado, la nueva “institución” que nace con este tipo de
sociedades. La “familia nuclear” se constituye como modelo de “la familia”, que se
63

reduce a una pareja unida en matrimonio y sus respectivos hijos. El Estado regula la vida
familiar, para asegurar la reproducción de la fuerza de trabajo.

Los roles se dividen rígidamente entre varones y mujeres. Los varones son los
proveedores económicos, ejercen la autoridad y controlan a las mujeres e hijos, tal como se
venía haciendo con el patriarcado. Las mujeres se encargan de la crianza de los hijos, la
provisión de afecto y la tarea educativa y de socialización. Esta tarea, al no tener un valor
económico como en el caso del trabajo de los varones, es subestimada y desvalorizada y
las mujeres quedan socialmente invisibilizadas, reforzando su dependencia y subordinación
hacia los varones.

La maternidad se transforma en la principal tarea social y valor de las mujeres, y en


fuente de poder sin autoridad ni legitimidad dentro del grupo familiar. La maternidad
relega a las mujeres al ámbito doméstico y extiende su responsabilidad no sólo a los hijos,
sino también a todos los miembros del grupo familiar, en desmedro de si mismas y de su
propia realización personal.

Las expresiones “ama de casa”, “reina del hogar” y otras, hacen alusión precisamente
a este pseudo poder de las mujeres y al “nuevo” lugar de ellas en las familias nucleares. Se
instala en el imaginario social la idea de la supuesta “naturalidad” y “universalidad” de
la maternidad. Ser madre se equipara con ser mujer y se atribuye a las mujeres un supuesto
“instinto maternal” propio de su “naturaleza”.

Las familias nucleares se forman no por decisión de un “patriarca”, como ocurría en las
familias precapitalistas, sino por lo que se ha dado en llamar “amor romántico”. Las
uniones entre varones y mujeres son “voluntarias”, se basan en “lazos afectivos” y no en
cuestiones de linaje o producción económica, como también ocurría en las familias
precapitalistas.

Este modelo de “familia nuclear” se naturaliza y universaliza como “la familia”,


imponiéndose como norma o parámetro, al menos en Occidente. Cualquier otra forma de
familia, es vista como desvío o anormalidad. El “amor romántico” y la exaltación de la
“maternidad” se transforman en ideologías que reproducen y profundizan la desigualdad
entre varones y mujeres. Este modelo de familia es fundamentado desde la teoría
sociológica estructural-funcionalista por Talcott Parsons (1952).
64

c) Familias contemporáneas

Los profundos cambios sociales, políticos y económicos, de las décadas de 1960 y


1970, ponen en jaque el modelo de “familia nuclear”. Entre estos cambios, se destacan los
avances científicos y tecnológicos, la prolongación de la esperanza de vida, los nuevos
movimientos sociales, la incorporación masiva de las mujeres en el mundo del trabajo, los
fracasos matrimoniales, las modificaciones legislativas en materia de divorcio y patria
potestad, las uniones de hecho heterosexuales y homosexuales, el aumento de la
incertidumbre derivada de la guerra fría, entre otros.

Los procesos de globalización, desregulación económica y mundialización del


capitalismo, en su versión neoliberal, aceleran y profundizan la crisis del modelo de
“familia nuclear”. Surgen nuevas formas de familias, basadas en la sexualidad como
opción y no como norma, el intercambio de roles intrafamiliares, la democratización de las
relaciones familiares, el regreso a las familias extensas y también la existencia de familias
monoparentales, entre otras. Al respecto, Irene Meler sostiene que “las familias de
nuestros tiempos están fuertemente afectadas por la crisis del trabajo y del empleo, que ha
generado a su vez una de las más severas crisis históricas de la masculinidad “(Meler,
2007).

3. En qué consiste la violencia hacia las mujeres en contextos familiares

En 1993, la Organización de las Naciones Unidas define la violencia de género como


“…todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado u daño o sufrimiento
físico, sexual y psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la
coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública
como en la vida privada”.

En 1994, la Organización de los Estados Americanos aprueba la Convención


Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida
como Convención de Belem do Pará. En su artículo 1º, define la violencia hacia las
mujeres como “cualquier acción o conducta basada en el género, que cause muerte, daño
o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como
privado”.

Cuando se habla de violencia se hace referencia a al abuso del ejercicio del poder por
muchos medios: la fuerza física, la intimidación, la coacción, la privación de la libertad, la
65

descalificación, las amenazas, entre otros. Se puede decir entonces, que no hay una sola
violencia, sino muchas formas de violencias o también que la violencia tiene múltiples
expresiones.

Las violencias se sostienen sobre relaciones de poder, basadas en la diferenciación


jerárquica entre sujetos que interactúan en posiciones de desigualdad. Es decir, son
relaciones de dominación, basadas no sólo en la fuerza, sino también en la manipulación o
en la permanente descalificación de un sujeto hacia otro, que no está en condiciones de
enfrentar la situación.

En el caso de la violencia hacia el género femenino, este abuso del ejercicio del poder se
inscribe en el entramado de una cultura patriarcal que ha establecido un orden asimétrico
entre varones y mujeres. Como ya lo sostengo en el segundo capítulo de este trabajo, se
puede pensar en la violencia hacia el género femenino como la trama de relaciones que se
configuran históricamente a través de una constelación de prácticas discursivas y sociales
violentas encarnadas en relaciones abusivas de poder por parte de los varones hacia las
mujeres.

Según un informe presentado en Beijing, en 1995, “La violencia contra la mujer es uno
de los mecanismos fundamentales mediante los cuales se coloca a la mujer en una
posición subordinada frente al hombre”...“Es una manifestación de las relaciones de
poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres, que han conducido a la
dominación, la discriminación contra la mujer y la interposición de obstáculos contra su
pleno desarrollo”16

En el artículo 2° de la ya mencionada Convención Interamericana para Prevenir,


Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, se determinan tres esferas en las que se
manifiesta habitualmente la violencia física, sexual y psicológica contra las mujeres: a) la
que se produce en la familia, incluyendo los malos tratos, el abuso sexual de las niñas en el
hogar, la violación por el marido, la mutilación genital femenina y los actos de violencia
perpetrados por otros/as miembros de la familia; b) la perpetrada dentro de la comunidad
en general, incluyendo la violación, el abuso sexual, el acoso y la intimidación en el
trabajo, en instituciones educacionales y en otros lugares, la trata de mujeres y la
prostitución forzada; y c) la perpetrada o tolerada por el Estado, donde quiera que ocurra.

16
Informe de la IV Conferencia Internacional sobre la Mujer, Beijing, Naciones Unidas, 1995
66

En un sentido genérico, se puede decir que la violencia en contextos familiares consiste


en el abuso de poder que acontece entre miembros de un grupo familiar originado en el
matrimonio o en uniones de hechos, sean convivientes o no, y que puede comenzar en el
noviazgo. Este abuso de poder se expresa en prácticas violentas cuya finalidad es el control
y la coerción de un miembro de la familia hacia otro/s.

Las estadísticas internacionales muestran que el 75% de los sujetos que padecen
situaciones de violencia en contextos familiares son mujeres, un 23% son niños, ancianos y
discapacitados y un 2% son varones (Consejo Nacional de la Mujer, 1999). Esta
constatación empírica da cuenta de la importancia del abordaje del problema de la
violencia hacia las mujeres, en los contextos familiares, por ser sus principales
destinatarias.

Como sostiene Marcela Rodríguez “se trata de acciones, conductas u omisiones que,
directa o indirectamente le provocan sufrimiento por diversos medios, tales como la fuerza
física, las amenazas, el engaño o cualquier forma de coerción. El propósito es forzarla u
obligarla a realizar actos que él le impone, sin tener en cuenta sus derechos, deseos o
necesidades; castigarla, humillarla o intimidarla, socavar su autoestima sexual;
mantenerla dentro de los roles sexuales estereotipados; menoscabar su integridad física,
mental y moral; atentar contra sus bienes; menoscabar su seguridad, autoestima y respeto
a si misma; o de cualquier modo pretender disminuir sus capacidades físicas o mentales”
(Rodríguez, 2001).

El problema de la violencia hacia las mujeres en contextos familiares, se manifiesta de


distintas formas:

 Violencia física –la más conocida-es la agresión corporal o el empleo de la


fuerza física para forzar un acto no deseado, tales como patadas, empujones,
cachetadas, ataques con objetos o armas, tirones de pelo, rasguños, golpes, entre
otros.

 Violencia sexual es la agresión que se expresa a través de comportamientos


sexuales forzados, por ejemplo toda acción en que las mujeres son obligadas,
inducidas o presionadas a realizar o presenciar prácticas sexuales. Incluye tanto
la violación como la denigración sexual.
67

 Violencia emocional son todas las conductas que causan daño psicológico o
emocional, tal como la degradación y subestimación permanente. Provoca una
continua pérdida de autoestima y de auto respeto. Se encuentran entre éstas los
insultos, amenazas, intimidaciones, críticas, burlas, entre otros.

 Violencia económica se genera manejando los recursos de las mujeres o


bien utilizándolos como manera de coartar el desarrollo personal o bien
explotando a las mujeres para obtener recursos económicos. También se
manifiesta controlando los gastos o restringiendo el uso del dinero y excluyendo
a las mujeres de la toma de decisiones financieras.

 Violencia social se refiere a las conductas que buscan debilitar los vínculos
psicosociales de apoyo y sostén de las mujeres. Incluye acciones como el
aislamiento social de sus familiares y amigos/as, impedirles trabajar, estudiar,
participar en actividades sociales, entre otras.

 Violencia ambiental se refiere a la destrucción que los sujetos violentos


realizan de elementos personales que son muy significativos para las mujeres,
tales como objetos de la casa, documentación, cartas, fotos familiares, plantas,
mascotas, títulos profesionales, entre otros.

Es importante destacar que estas formas abusivas de poder, si bien se pueden dar de
manera autónoma, en la mayoría de las veces coexisten y se presentan en forma conjunta.
Por ejemplo, la violencia emocional está siempre presente y atraviesa a las otras formas
abusivas de poder, como la económica, física, entre otras.

Desde el punto de vista teórico, se han desarrollado hasta el presente diversos modelos
interpretativos que abordan este problema.

El modelo psiquiátrico o individual considera que la conducta violenta del agresor se


debe a su personalidad, a alguna enfermedad mental, al consumo abusivo de alcohol o
drogas o a conductas patológicas. No contempla los aspectos culturales, sociales ni
económicos para explicar las situaciones de violencia. Es un modelo unicausal, que reduce
68

el problema y lo limita a situaciones excepcionales, invisibilizando los alcances y


magnitud del mismo17.

El modelo psicosocial sostiene que la violencia es una conducta aprendida. En este


sentido, la relaciona con la violencia que las personas han sufrido en sus familias de
origen, ya sea porque han sido testigos de hechos de violencia o porque han sido objetos
directos de la misma. La agresión constituye, para esta postura, un medio por el cual el
agresor quiere obtener ciertos resultados. En general estas posiciones parten de
concepciones esencialistas y no tiene en cuenta cuestiones significativas como el género o
las relaciones sociales de poder, subordinación, entre otras18.

El modelo sociocultural considera la violencia como una consecuencia de estructuras y


relaciones sociales construidas sobre la desigualdad. Toma como prioritarias las variables
socioeconómicas, la distribución de poder dentro de una sociedad, la política y las
instituciones sociales. Según este modelo, la violencia es mirada como una forma de
control social sobre la mujer, particularmente en la institución familiar. Según esta
posición, cuando el varón siente amenazado su poder, reacciona acudiendo a la violencia.

El modelo ecológico. Varios autores han aplicado un modelo ecológico al


comportamiento humano (Brofenbrenner, 1977, 1979, 1986) y al problema de la violencia
íntima (Belsky, 1980; Carlson, 1984; Dutton, 1988, 1995; Edelson y Tolman, 1992). Es
Mary Ann Dutton (1997) quien adapta el modelo ecológico a los casos de violencia hacia
las mujeres y hace hincapié en la función del contexto. Este enfoque sostiene que la
violencia se inscribe en la interacción de múltiples sistemas que actúan en diferentes
niveles: el macrosistema; el exosistema, el mesosistema, el microsistema y el nivel
individual.

El primero se refiere a la sociedad y la cultura en general. La singularidad social y


cultural definida por factores étnicos, de clase y culturales y el significado que implica esta
singularidad para las mujeres.

El segundo, a las instituciones sociales que mediatizan las relaciones entre los sujetos, la
sociedad y la cultura. Las grandes redes comunitarias en las que las mujeres no interactúan

17
Ver Gutiérrez, Ana María (1994) Relaciones posibles e imposibles. Sistematización de un programa de
intervención en violencia doméstica, Creación Colectiva, Casa de la Mujer la Morada, Santiago de Chile.
18
Rodríguez, Marcela (2001) Violencia Contra las Mujeres y Políticas Públicas UNIFEM, Argentina
69

directamente pero que tienen influencia sobre ella, la historia de estas redes y el significado
que tienen para las mujeres.

El tercero se refiere a los lazos entre las redes o sistemas que definen el medio social de
las mujeres, la historia de esos lazos y el significado que tienen para las mujeres. El cuarto,
a la dinámica familiar: La familia, amistades, lugar de trabajo y otras redes de vínculos
personales, la historia de cada uno y el significado que tienen para las mujeres.

El último sistema se refiere a las dimensiones constitutivas del sujeto. La singularidad


de la mujer en situación de violencia, su historia personal y el significado que tiene para
ella (Dutton, 1997). Este modelo reconoce la complejidad del fenómeno y la importancia
del contexto, no lo aborda desde una perspectiva de género.

El modelo de género se basa en la consideración de la relación entre varones y mujeres


como el elemento central y determinante del problema. Para este enfoque, la violencia se
genera a partir de una relación asimétrica basada en la subordinación y sometimiento de la
mujer como resultado del poder y autoridad del varón. “Este enfoque integra los diferentes
marcos teóricos, no desde una mirada ecléctica, sino unificada y enriquecida desde la
perspectiva de género como eje organizador” (Rodríguez, 2001).

La violencia hacia las mujeres en contextos familiares, se caracteriza


fundamentalmente- aunque no necesariamente, como lo demuestro en el último capítulo de
este trabajo - por el carácter cíclico y la intensidad creciente de la misma. Walker (1979),
como producto de sus investigaciones, elabora el modelo del ciclo de la violencia y lo
resume en tres fases: a) acumulación de tensión, b) incremento de la violencia y/o
explosión de la misma, c) arrepentimiento o luna de miel.

La acumulación de tensión se caracteriza por comenzar con incidentes menores, a veces


muy sutiles, que se van incrementando por su intensidad y hostilidad: una mirada, una
palabra, un gesto. En esta fase, la violencia consiste en atacar y destruir la autoestima de la
mujer. Esto provoca un efecto devastador en las mujeres debilitando sus defensas psíquicas
y su capacidad de respuesta.

La explosión de la violencia se caracteriza por producirse una descarga de la violencia


originada y contenida en la fase anterior. En esta fase, se producen los episodios más
agudos de violencia -en todas sus expresiones- y pueden variar desde un insulto agraviante,
un empujón hasta el homicidio. En algunos casos es el momento en que la mujer sale a
70

pedir ayuda y realiza la denuncia correspondiente. En otros, se refuerza el aislamiento, en


el intento de ocultar las lesiones provocadas. La mujer queda en un estado de perplejidad.

La luna de miel se caracteriza por un cierto periodo de “tranquilidad”. Comienza la


manipulación afectiva del varón hacia la mujer. Éste manifiesta arrepentimiento, pide
disculpas y promete cambiar. Además le hace creer a su pareja que por culpa de ésta, él
reacciono de manera violenta y que si ella no lo hubiera provocado, él no habría
reaccionado de ese modo.

Luego de la fase de explosión de la violencia, los varones, en general, suelen tener


conductas muy amables, cariñosas y afectivas para con sus mujeres. La mujer se aferra a la
necesidad de creer que él va a cambiar, se siente confundida, con miedo y culpable de la
situación. Si antes había realizado la denuncia, es muy probable que en esta fase la retire.

La intensidad de la violencia aumenta a medida que pasa el tiempo y la duración de


cada una de las fases es cada vez más acotada. Este ciclo puede continuar por muchos
años, a veces, sólo finaliza cuando uno de los miembros de la pareja muere por causas
naturales, por suicidio o por homicidio. En general, se interrumpe por la intervención de un
tercero, ya sea familiar, amigo o profesional o cuando las mujeres advierten que todas sus
estrategias han fracasado y toma conciencia que su vida o la de sus hijos corre serio
peligro.

Una mirada política del problema de la violencia hacia las mujeres implica poner en
cuestión la dominación, explotación y opresión que se materializa en las relaciones
sociales asimétricas entre varones y mujeres. Tal como sostiene Marcela Rodríguez “la
violencia contra las mujeres va mucho más allá de los golpes u aún de otras prácticas que
tradicionalmente han conformado el espectro de la violencia. Procesos de desigualdad,
discriminación, explotación, exclusión, descalificación y desvalorizaciones diversas, se
encuentran invisibilizados y naturalizados, es decir, son atribuidos a la naturaleza y no a
adquisiciones culturales” (Rodríguez, 2001).

Que la violencia se exprese en contextos familiares no significa que sea un problema


privado. Así como sostiene el feminismo que lo personal es político, la violencia hacia las
mujeres, es un problema político, por cuanto siempre se da en un marco y en un entramado
de violencia simbólica que se ejerce cotidianamente sobre las mujeres, desde los lugares de
autoridad construidos desde, por y para los varones.
71

En este sentido, sostengo que la violencia hacia las mujeres en contextos familiares, no
es otra cosa que la máxima expresión de la ideología patriarcal. La violencia simbólica,
intencionalmente invisibilizada y naturalizada, está presente en la vida cotidiana de las
mujeres, “se observa en la sobrecarga de tareas, en la falta de un espacio propio, en las
diferencias de jerarquía y poder. El escenario matrimonial o familiar se constituye en el
espacio privilegiado para las formas de producción y reproducción de la desigualdad
entre los géneros” (Rodríguez, 2001).

4. Violencia hacia las mujeres en las políticas públicas

El fenómeno de la violencia hacia las mujeres en contextos familiares no es algo


reciente, tal como ya lo expuse anteriormente. En efecto, tiene un largo recorrido histórico
que se remonta a la misma existencia humana (Plek, 1987; May, 1978; Tomes, 1978;
Clark, 1988; Dobash y Dobash, 1992; Freeman, 1979; Smith, 1989; Maynard, 1993; Pahl,
1985; Lerner, 1990).

¿Desde cuándo y por qué ha cobrado relevancia social este fenómeno? Indudablemente,
no hay un solo factor, sino una gran diversidad de factores, entre los cuales se destacan la
circulación de la información on line, la expansión de los medios de comunicación social,
el surgimiento de los grandes movimientos sociales, los procesos libertarios de los pueblos
y las luchas de las propias mujeres por su reconocimiento político y social como sujetos de
derecho, entre otros.

Al cobrar relevancia social, este fenómeno comienza a ser objeto de investigaciones que
muestran la gravedad y las consecuencias del mismo. A escala mundial, atraviesa a todos
los países, etnias, culturas, religiones y clases sociales. Este proceso de visibilización
obliga a los organismos internacionales y a los Estados a incorporar el problema como
cuestión en las agendas públicas. Los países recorren entonces caminos diversos en materia
de políticas públicas que abordan la misma.

En este apartado analizo tres cuestiones: a) ¿cómo y cuándo se manifiesta en el mundo y


en Argentina como problema social el fenómeno de la violencia hacia las mujeres en
contextos familiares?, b) ¿cómo y cuándo se constituye como cuestión en la agenda pública
en el mundo, en Argentina y en Misiones? y c) ¿cómo se aborda esta cuestión como objeto
de las políticas públicas en Argentina y en Misiones?
72

Estos interrogantes implican tres dimensiones de abordaje del tema al que me estoy
refiriendo. Por un lado, la transformación de un fenómeno muy antiguo en problema, en un
momento de la trayectoria histórica de la humanidad. Por otro, la transformación de este
problema en una cuestión que se instala en la agenda pública, en un determinado contexto
histórico. Finalmente, su abordaje como cuestión que intenta resolverse desde las políticas
públicas.

a) La violencia hacia las mujeres como problema social

¿Cómo y cuándo se produce el proceso de transformación en problema social, del


fenómeno de la violencia hacia las mujeres en contextos familiares? La proclamación de
los derechos de libertad, igualdad y fraternidad por la Revolución Francesa (1789), que
excluye intencionalmente a las mujeres de los mismos y provoca su reacción, implica el
comienzo de un largo proceso de vindicación de los derechos de la mujer y de
construcción de nuevas subjetividades.

El primer antecedente de este proceso lo constituyen la francesa Olimpia De Gouges


(1771) y la inglesa Mary Wollstonecraft (1772) que plantean por primera vez la condición
de la mujer como sujeto de derecho y que, precisamente, la revolución francesa no lo
reconoce. Este mismo planteo se da también después de la lucha por la independencia de
los Estados Unidos (1776), cuando las mujeres y los esclavos que habían participado
activamente en la guerra, reclaman sus derechos (Amorós, 2000).

El Código Napoleónico de 1804 echa por tierra estas pretensiones y humilla aun más a
la mujer, equiparándola con los niños. En 1848 con la Declaración de Séneca Falls en
Estados Unidos y en 1851 en Inglaterra, comienza la lucha por el reconocimiento del
derecho político de sufragio de la mujer, que recién se aprueba en Inglaterra en 1917 y en
Estados Unidos en 1918. Esto significó la visibilización de la mujer como sujeto político.

Sin embargo, recién con el libro El segundo sexo de Simone de Beauvoir, publicado en
1949 y difundido diez años después en Francia, se reinicia el proceso de vindicación de los
derechos de la mujer, que en la década de 1960 se constituye como problema social. Esta
autora hace referencia a la construcción social de la mujer, que lo sintetiza en su célebre
afirmación “no se nace mujer, sino que se llega a serlo” (De Beauvoir, 2005).

En este proceso de visibilización de los derechos de la mujer, Betty Friedan publica en


1963 en Estados Unidos La mística de la feminidad y en 1966 funda la Organización
73

Nacional de Mujeres (NOW). Posiciones más radicalizadas como las obras Mujer,
resistencia y revolución (1972) y La conciencia de la mujer en el mundo de los hombres
(1973), de Sheila Rowbotham, y Política sexual (1971) de Kate Millet, van desde un
planteo anticapitalista del problema de la opresión de la mujer hasta un planteo más
general de orden patriarcal, ante la constatación de que también esta opresión se daba en
los regímenes comunistas.

Este mismo proceso mueve a las Naciones Unidas a proclamar el período 1975-1985
como Década de la Mujer, instalando en la agenda pública internacional los derechos de la
mujer y el problema de la discriminación, la desigualdad y la opresión social.

La problemática de la violencia hacia las mujeres se instala a partir de la década de 1970


en países desarrollados como Australia, Canadá, Europa y Estados Unidos, en el marco de
este proceso de visibilización de los derechos de la mujer. Los primeros debates y acciones
del Movimiento Feminista se centraron en el problema de la violación, la explotación
sexual y el control de la sexualidad femenina por parte de los varones. Se crearon centros
de ayuda para mujeres violadas y se luchó por reformas legales. Años más tarde, surge el
Movimiento de Mujeres Golpeadas a raíz de los numerosos pedidos de auxilio a dichos
centros, realizados por mujeres maltratadas (Heise y Chapman 1992).

En los países no desarrollados, en cambio, la violencia hacia las mujeres comienza a


visibilizarse en el marco de los movimientos políticos democráticos y de organizaciones de
mujeres en lucha contra los regímenes autoritarios. La protesta de las mujeres contra la
represión incluyó la lucha contra la opresión que padecían en sus propias vidas, tal como se
sostiene en Schuler (1992) para el caso de Argentina, Brasil, Chile y Filipinas.

El 10 de Diciembre de 1983 se inicia un nuevo período democrático en Argentina, como


sucediera en otras tantas ocasiones anteriores cuando concluían los lapsos de dictaduras
militares que sucesivamente se instalaron en el país desde 1930 en adelante. Vuelve la
esperanza, renacen los sueños de libertad, de participación política y de justicia social. La
frase del nuevo Presidente constitucional, que asume con más del 52 % de apoyo popular,
resume el valor de la democracia recuperada: “Con la democracia se come, se cura y se
educa...”.

La democracia aparece como la panacea, el remedio que cura todo y tiene un poder
infinito y mágico. En 1983 había fascinación con este tema de la democracia, como
74

sostiene Daniel Illanes19, porque se recuperaban ciertas libertades y quedaba atrás el


fantasma de la persecución, el miedo, la desaparición y la muerte (Martínez y Agüero,
2008:107).

Las demandas del pueblo al nuevo gobierno son muchas y variadas: juicio y castigo a
los responsables del genocidio de más de 30.000 personas “desaparecidas” por aplicación
de la denominada “Doctrina de la Seguridad Nacional”, reivindicación de los derechos
humanos, restablecimiento de todas las garantías, derechos e instituciones sociales,
reparación del hambre y la desnutrición, reactivación económica, redistribución del
ingreso, investigación de la “legitimidad” de la deuda externa, repatriación de los capitales
argentinos en el exterior, bloqueo de nuevas fugas de capitales, desmantelamiento de la
patria financiera, juzgamiento de los responsables del vaciamiento económico ocurrido
entre 1976 y 1983 y reestablecimiento del aparato productivo desmantelado por la
dictadura militar, entre otras demandas (Martínez y Agüero, 2008:108).

En este contexto de reivindicación de derechos humanos, se instala en el debate público


el problema de la violencia familiar. A partir de la segunda mitad de la década de 1980, se
inicia el estudio del fenómeno como problema social, definido como situación, estado o
condición que afecta a un número significativo de sujetos sociales, que emerge como tal
cuando se hace visible y determinados actores sociales demandan o encaran acciones para
una resolución del mismo.

b) La violencia hacia las mujeres como cuestión social

Ante todo, es necesario clarificar dos conceptos centrales para el desarrollo de este
punto: qué es una agenda pública y qué entendemos por cuestión social. En la teoría
política, una agenda pública “consiste en el elenco de cuestiones priorizadas sobre las que
se han de poner en marcha procesos sociales de encadenamientos y entrecruzamientos
decisorios, concretados en acciones y omisiones de actores sociales y fundamentalmente
estatales” (Díaz, 1998).

Se distinguen tres tipos de agendas públicas: sistémica, gubernamental y política


(Draibe y Henrique, 1988). La primera, contiene los problemas instalados como cuestiones
prioritarias en la sociedad por determinados actores sociales que disponen de los recursos

19
Illanes, Daniel (2000) “Algunas consideraciones previas para la emergencia de un nuevo pensamiento” en
Lozano, Claudio (comp.) “Democracia, Estado y Desigualdad”, Eudeba, Buenos Aires.
75

necesarios para hacerlo. No todos los problemas de una sociedad integran la agenda
sistémica, sino sólo aquellos seleccionados por ciertos actores como prioritarios. La
segunda, corresponde a los temas instalados por los organismos gubernamentales, mientras
que la tercera es la que efectivamente tiene un carácter operativo como materia de decisión
política.

¿Cómo se transforma un problema social en una cuestión prioritaria para ciertos actores
sociales, organismos gubernamentales o funcionarios públicos? Evidentemente, no todo
problema social se instala como cuestión en la agenda pública, sino únicamente aquellos
que se transforman en cuestión social. ¿Qué es la cuestión social y cuál es su origen?20

En un sentido amplio, Robert Castel concibe la cuestión social como “una aporía
fundamental, una dificultad central, a partir de la cual una sociedad se interroga sobre su
cohesión e intenta conjurar el riesgo de su fractura. Es, en resumen, un desafío que
cuestiona la capacidad de una sociedad de existir como un todo, como un conjunto ligado
por relaciones de interdependencia” (Castel 1997:15).

La cuestión social resulta de un estado o situación estructural de tensión o conflicto


social, entendido como “una forma de interacción entre individuos, grupos,
organizaciones y colectividades que implica enfrentamientos por el acceso a recursos
escasos y su distribución…” (Lobato, 2000)

¿Cuál es entonces el origen de la cuestión social? La respuesta es posible a partir de la


experiencia histórica existente en relación con la cuestión social. Ninguna sociedad tiene la
capacidad ni los recursos para atender al mismo tiempo todas las necesidades de sus
miembros. Sólo algunas son instaladas en la agenda transformándose en cuestión, es decir,
en un asunto sobre el cual recae la atención pública y que amerita algún tipo de
intervención con el fin de resolverlo o al menos neutralizarlo.

¿Cuándo una necesidad se instala en la agenda pública y se transforma en una cuestión?


Cuando amenaza el orden establecido por quienes detentan el poder para gobernar la
sociedad. ¿Cuándo una necesidad constituye una amenaza al orden vigente? Cuando la
necesidad se transforma en una demanda capaz de generar un conflicto con suficiente
fuerza como para atraer la atención de quienes detentan el poder para gobernar la
sociedad.
20
Este interrogante es abordado con mayor amplitud en Martínez y Agüero (2008:77-82).
76

¿Cuándo y cómo la violencia hacia las mujeres en el ámbito familiar se instala como
cuestión en la agenda pública? El problema social de la violencia hacia las mujeres en el
ámbito familiar se instala en la agenda pública por la acción sistemática de los
movimientos feministas en la década de 1970.

A partir de la Década de la Mujer, establecida por las Naciones Unidas, el tema de la


violencia hacia las mujeres es instalado en la agenda internacional respondiendo a las
demandas de las organizaciones de mujeres de todo el mundo, que le asignan un carácter
prioritario a su consideración y tratamiento. Un paso importante fue, primero, su
reconocimiento como un problema social, y posteriormente su inclusión como una
violación de los derechos humanos de las mujeres.

En 1979, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprueba la “Convención sobre la


Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer”. En la 2ª Conferencia
Mundial sobre la Mujer realizada en Copenhague en 1980, se plantea directamente el
problema de las mujeres golpeadas y la violencia familiar, adoptándose la resolución “La
Mujer Maltratada y la Violencia en la Familia”.

En 1981 entra en vigor la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de


Discriminación contra la Mujer. Ésta reafirma los principios de la declaración universal de
los derechos humanos y enfatiza la erradicación de todas las formas de discriminación
contra las mujeres. En 1985 se lleva a cabo en Nairobi la III Conferencia Mundial de las
Naciones Unidas sobre la Mujer.

En la década de 1990, comienzan a difundirse estudios respecto de los costos de la


violencia hacia las mujeres en el ámbito familiar. Los estudios que han llevado a cabo los
organismos internacionales han podido corroborar que este problema repercute
negativamente, no solo en los miembros del grupo familiar, sino, en todos los ámbitos de la
sociedad, señalando la importancia de trabajar fuertemente sobre el tratamiento y la
prevención del mismo.

En 1990 la Comisión sobre la Mujer de las Naciones Unidas publica las conclusiones y
recomendaciones de la Consulta Interamericana sobre Mujer y Violencia. En 1992 el
Comité de las Naciones Unidas para Erradicar la Discriminación contra la Mujer adopta la
Recomendación Nº 19 sobre violencia contra la mujer. Esta recomendación declara que la
violencia contra la mujer es una forma de discriminación contra las mujeres, que refleja y
77

perpetúa su subordinación, y pide que los Estados eliminen la violencia en todas las
esferas.

En 1993 la Conferencia Mundial de los Derechos Humanos realizada en Viena reconoce


los derechos de las mujeres como parte de los derechos humanos universales, inalienables
e indivisibles. Considera a la violencia hacia las mujeres como un problema de derechos
humanos y hace un llamado para que se desarrollen mecanismos con enfoque de género en
todos los niveles, tendientes a eliminar la violencia y la discriminación contra las mujeres.

También en este mismo año, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprueba la
Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En 1994 la Comisión de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas indica la primera Relatora Especial sobre
Violencia contra la Mujer, para un período de tres años, con mandato que le permite recibir
reclamos e iniciar investigaciones sobre violencia contra la mujer en todos los países
miembros.

A nivel regional, en 1994 la Organización Panamericana de la Salud, a través del


programa Mujer, Salud y Desarrollo, incorpora como tema prioritario el de la violencia
contra la mujer, a la que consideran como una causa significativa de la morbilidad
femenina.

La Organización de Estados Americanos adopta la Convención Interamericana para


Prevenir, Punir y Erradicar la Violencia contra la Mujer, también conocida como
Convención de Belém do Pará, un instrumento internacional que reconoce toda la violencia
de género como violación de los derechos humanos.

Esta convención constituye la pieza central de la legislación sobre la violencia de


género en América Latina y el Caribe y contempla el derecho individual de petición y el
derecho de organizaciones no gubernamentales de acoger reclamos junto a la Comisión
Internacional de Derechos Humanos.

En 1995 se realiza la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing. Dedica toda


una sección de su plataforma de acción al tema de la violencia contra la mujer. En 1996 la
Comisión sobre la Condición de la Mujer de las Naciones Unidas considera la propuesta de
creación de un protocolo opcional para la convención sobre la mujer, estableciendo un
procedimiento de reclamos individuales que les permite a las mujeres desafiar las políticas
y prácticas discriminatorias de los Estados.
78

En 1999 la Asamblea General de las Naciones Unidas adopta el Protocolo Opcional a la


Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer,
por medio del cual un Comité pasa a tener competencia para recibir denuncias sobre
violaciones de los derechos humanos de las mujeres. Además, declara el 25 de Noviembre
como Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, un logro
alcanzado por el movimiento de mujeres de América Latina.

¿Cuándo y cómo la violencia hacia las mujeres en el ámbito familiar se instala como
cuestión en la agenda pública en Argentina y en Misiones? La instalación de este problema
como cuestión en la agenda de los organismos internacionales significó una gran presión a
los países miembros para que lo instalaran también en las agendas nacionales. En el caso
argentino, esto coincide con el proceso de recuperación de la democracia y la fuerte
demanda popular por la reivindicación de los derechos humanos.

En 1985 se crea una Comisión de Trabajo en el ámbito del Ministerio de Salud y


Acción Social de la Nación, que luego se convierte en la Comisión Nacional de Prevención
de la Violencia Doméstica y Asistencia a la Mujer Golpeada dependiente de la
Subsecretaría de la Mujer, creada en marzo de 1987 por Decreto 280/87.

Las acciones de dicha Comisión promueven la incorporación en la agenda pública de la


problemática de la violencia hacia las mujeres en el ámbito familiar, a través de campañas
de sensibilización en todo el territorio del país y apoyo para la formación y desarrollo de
organizaciones especializadas, tanto gubernamentales como no gubernamentales. Se trata
de acciones que instalan la problemática como cuestión en la agenda sistémica y
gubernamental. Este proceso es acompañado, además, por la ratificación legislativa
nacional de varias convenciones internacionales sobre la materia.

Como hecho relevante que acelera este proceso, Graciela Ferreira describe cómo el
asesinato de la pareja de ex campeón mundial de boxeo Carlos Monzón instala el tema en
los medios masivos de comunicación social y en la agenda pública en Argentina. “El
homicidio de Alicia Muñiz fue el detonante que permitió descorrer el oscuro velo,
entretejido de terror y vergüenza, de prejuicios y de intolerancia, que la comunidad tenía
sobre el drama de miles de personas sufrientes que hoy sabemos denominar como mujeres
golpeadas…A partir del 14 de Febrero de 1988, el público, los profesionales, los
funcionarios, quisieron saber más acerca de aquello que muy pocos de nosotros sabíamos
79

que se llamaba violencia familiar. Muchos periodistas encararon y difundieron el tema


con seriedad y respeto, cumpliendo una relevante tarea pedagógica y preventiva. Algunos
policías empezaron a comprender el drama de las mujeres denunciantes y cumplieron con
su deber de protegerlas. Unos cuantos jueces percibieron los entretelones del proceso que
afecta a las mujeres golpeadas y dieron inicio a una nueva jurisprudencia en la que
tuvieron espacio las perspectivas aportadas por los psicólogos especializados, que dieron
testimonio calificado para estos casos. Algunos servicios hospitalarios destinaron una
parte de sus recursos humanos y materiales para atender la demanda proveniente de las
víctimas de la violencia familiar. Las conferencias sobre el maltrato conyugal se
multiplicaron en instituciones y entidades barriales de la capital y de las provincias.
Muchos abogados, médicos, amigos, parientes, vecinos o compañeros de trabajo de
mujeres golpeadas se animaron a apoyarlas y derivarlas hacia los lugares de asistencia y
asesoramiento. Las ex mujeres golpeadas encabezaron una red solidaria de salvataje
hacia sus congéneres atrapadas en la violencia. Se inauguró la primera comisaría
femenina en La Plata y en 6 meses tuvieron más de 2.000 denuncias, en su mayor parte de
violencia conyugal y violaciones”21

En noviembre de 1988, se organiza el Primer Encuentro Nacional de Centros de


Prevención de Violencia Doméstica y Asistencia a las Víctimas, que se desarrolla en
Chapadmalal, Buenos Aires. En 1989, con el apoyo de las Naciones Unidas, se publica el
libro “Mujer Golpeada”, que recopila las ponencias y conclusiones producidas en ese
encuentro22.

El recambio presidencial, en 1989, determina el cese de la Comisión Nacional de


Prevención de la Violencia Doméstica y Asistencia a la Mujer Golpeada y el de la
Subsecretaría de la Mujer23. A partir de ese momento se produce un vacío institucional a
nivel nacional, que se subsana en 1991 con la creación del Consejo Nacional de la Mujer 24,
dependiente de la Presidencia de la Nación.

21
Texto publicado en Cartas al país del diario Clarín el miércoles 14 de Junio de 1989 por Graciela B.
Ferreira.
22
Consejo Nacional de la Mujer (2002) La Mujer y la Violencia en la República Argentina, Buenos Aires.
23
Ver Chejter, Silvia.(1997) “Mujeres de los 90. Violencia sexista y políticas públicas, 1983-1996. Pág. 177
Centro Municipal de la Mujer de Vicente López, Buenos Aires.
24
El Consejo Nacional de la Mujer es el organismo del Estado Nacional que tiene la obligación de velar por
el cumplimiento de las convenciones internacionales, entre los cuales se encuentran los pactos y los tratados
de derechos humanos. La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la
Mujer tiene rango constitucional desde la reforma constitucional del año 1994 (art. 75 inc. 22). El objetivo
80

En cuanto a la provincia de Misiones, la temática de la mujer se instala en la agenda


pública a partir del 10 de Diciembre de 1987, cuando asume como gobernador el
justicialista Julio César Humada, quien reivindica el protagonismo de las mujeres en el
espacio político provincial. El antecedente de María Eva Duarte de Perón estaba muy
presente y vivo en lo que respecta al papel de las mujeres en el espacio público, como
justicia social y no como concesión patriarcal. Evita encarnaba la continuación de la lucha
de muchas otras mujeres que ya desde principios del siglo XX en Argentina exigían su
reconocimiento como sujetos políticas y sociales.

En 1988 se crea el Ministerio de Bienestar Social, la Mujer y la Juventud, una cartera


que resultaba novedosa en el país y en la provincia, al incorporar explícitamente a nivel
ministerial un área especializada en la problemática de la mujer y de los jóvenes. Fue una
decisión política acertada y progresista, ya que la temática de la mujer comenzaba a tener
espacio propio en la agenda pública nacional, como parte del proceso de reivindicación de
los derechos humanos, tras la recuperación de la democracia en 1983. (Agüero, 2008:195).

Otro espacio donde claramente aparece en la agenda pública la temática de la mujer en


Misiones es en relación a la creación e integración del Consejo Provincial de la Mujer. Por
iniciativa del gobierno nacional que asume el 8 de Julio de 1989, se promueve en cada
provincia la creación de Consejos Provinciales de la Mujer. En Misiones, se conformó con
dos mujeres representantes de cada uno de los 75 municipios de la provincia, que debían
ser designadas por los intendentes.

En su primera asamblea, el Consejo Provincial de la Mujer, dependiente de la


Subsecretaría de la Mujer, aprueba el Programa Casa de la Mujer, cuya sede central se
inauguró el 18 de Diciembre de 1989. Tenía por finalidad constituirse en una estructura
aglutinante de las mujeres, es decir, un espacio físico, político y social donde podían
converger abiertamente, especialmente las que tenían experiencia de trabajo comunitario

Institucional: Promover un nuevo modelo de contrato social basado en la plena e igualitaria participación de
las mujeres en la vida social, política y cultuela del país. Dicho modelo estará fundado en una nueva
concepción de la ciudadanía que reconoce la existencia de desigualdades e inequidades que afectan el
ejercicio plena de la misma, promoviendo la responsabilidad compartida entre mujeres y varones. Objetivos
específicos: Legitimar ante la sociedad la relevancia de la equidad de género para el fortalecimiento de la
democracia; impulsar políticas públicas con perspectivas de género que contribuya a la superación de las
diversas formas de discriminación contra las mujeres y promuevan las condiciones sociales adecuadas para
garantizar a las mismas el ejercicio efectivo de sus derechos; fortalecer institucionalmente las Áreas Mujer
provinciales y locales y la articulación de acciones conjuntas.
81

con comedores, distribución de bonos solidarios, comunidades eclesiales, docencia o


militancia política, entre otras (Agüero, 2008:196).

En lo que hace a la problemática de la violencia hacia las mujeres en contextos


familiares y su instalación como cuestión en la agenda pública, en Misiones se configura
en sentido inverso al proceso seguido en la agenda internacional y Argentina desarrollado
anteriormente. En efecto, contrariamente a lo que había ocurrido a nivel internacional y
nacional, donde la lucha de los movimientos feministas y de las organizacionales sociales
de mujeres habían instalado el problema de la violencia hacia las mujeres como cuestión en
el espacio público y luego de varios años de lucha logran instalarlo en la agenda de los
organismos internacionales y de los gobiernos, en Misiones la cuestión se instala desde el
Gobierno y a partir de dicha acción la población comienza a tomar conciencia del
problema y a demandar la intervención creciente del Estado en el mismo.

c) La violencia hacia las mujeres como objeto de las políticas públicas

¿Cómo se transforma la cuestión de la violencia hacia las mujeres en el ámbito familiar,


en objeto de políticas públicas en Argentina y en Misiones? Ante todo, ¿qué entendemos
por políticas públicas? No hay consenso entre los autores respecto a una definición única
en este tema. Para algunos, se resume en “la acción de las autoridades públicas en el seno
de la sociedad”25. Para otros26, las políticas públicas deben ser entendidas como un
proceso de doble vía: hacia la sociedad y hacia el interior del propio Estado.

Por un lado, tiene incidencia en la toma de posiciones que asumirán otros actores
sociales y, por otro, generan procesos al interior del propio Estado, a través de
repercusiones verticales y horizontales que se manifiestan en la asignación de
competencias y recursos a quienes estarán a cargo del diseño y ejecución de esta políticas.
Estos movimientos en el Estado producen nuevas políticas y estructuras especializadas
que, a su vez, generan nuevas redefiniciones de las políticas. En todo este proceso, se abren
espacios para la interrelación entre el Estado y la sociedad.

25
Meny, Yves y Thoenig, Jean-Claude (1992) Las políticas públicas, Ariel, Barcelona.
26
Oslak, Oscar y O‟Donnel, Guillermo (1982) Estado y políticas estatales en América latina: hacia una
estrategia de investigación, en la revista venezolana Desarrollo Administrativo Nº 1, Caracas.
82

Otro autor27 relaciona las políticas públicas con el concepto de régimen político,
definido como la forma de ejercicio del poder político y de relación entre el estado y la
sociedad28. Esto implica que las políticas públicas dan cuenta de un determinado grado de
conflicto en la sociedad y que expresan el grado de control que tiene el gobernante sobre el
aparato estatal.

Según Medellín Torres, “las políticas revelan y especifican la puesta en juego de un


proyecto de dirección política del Estado y la sociedad que se gobierna y un proyecto de
dirección ideológica acerca de cómo debe moldearse el Estado para que interactúe con la
sociedad y viceversa” (Medellín Torres, 1997).

En una forma extensa, otra autora define la política pública como un “proceso social
complejo, a lo largo del cual es posible ver desagregados en su accionar a los sectores de
los aparatos estatales y a sectores de la sociedad, que bajo formas institucionalizadas y en
torno a una cuestión, configuran campos de relaciones sociales (relaciones de poder, que
implican relaciones de fuerza en la producción instrumental y simbólica) al adoptar
sucesivas tomas de posición y actuar en consecuencia, transformando la realidad”29

La relación entre políticas públicas y género es un fenómeno bastante reciente en


nuestro país. Efectivamente, las políticas públicas en todos los ámbitos han sido diseñadas,
elaboradas y ejecutadas por los grupos que detentan más poder en la sociedad. En este
sentido, las voces, las ideas, los valores y las experiencias que han transcurrido fuera de los
caminos en los cuales el poder transita, no han sido tenidos en cuenta por estas políticas
públicas.

Las mujeres, hasta no hace mucho, fueron relegadas sistemáticamente del ámbito de lo
político, principalmente de la esfera de toma de decisiones. Como sostiene Marcela
Rodríguez “La incorporación de la equidad de género como tema de debate y de políticas
públicas es el resultado de un largo proceso social y político. Sólo a partir del
reconocimiento y la crítica respecto de la construcción cultural, social, política y

27
Medellín Torres, Pedro (1997) Inestabilidad, incertidumbre y autonomía restringida: Elementos para una
teoría de la estructuración de políticas públicas en países de baja autonomía gubernativa, revista Reforma y
Democracia Nº 8, CLAD, Caracas.
28
Carretón, Manuel Antonio (1995) Hacia una nueva era política, FCE, México.
29
Díaz, Cristina (1997) El ciclo de las políticas públicas locales: Notas para su abordaje y reconstrucción,
Universidad Nacional de Rosario.
83

económica de las desigualdades entre los géneros se comenzó a pensar en la necesidad de


políticas públicas que incorporen esta dimensión30.

La cuestión de las políticas estatales y las mujeres debe superar la mera atención de sus
necesidades y demandas en un contexto determinado. En este sentido, se han diferenciado
las necesidades prácticas de género de las necesidades estratégicas de género31.

Así, se ha considerado que las necesidades prácticas de género se refieren a aquellas


relacionadas con los roles tradicionales que las mujeres desempeñan en la sociedad, tales
como los de madre, esposa, ama de casa. En este caso, no cuestionan los estereotipos y
roles establecidos ni la situación social de subordinación de la mujer que ellos conllevan.
Se trata de necesidades que surgen en relación con las condiciones de la vida cotidiana de
las mujeres, en general en situación de inferioridad, de pobreza, de falta de servicios
básicos, entre otros.

Por su parte, las necesidades estratégicas de género claramente aluden a la situación de


desigualdad de género, a la diferencia jerárquica entre varones y mujeres en distintos
ámbitos de la sociedad, a la división sexual del trabajo, a la falta de acceso al poder en lo
público, entre otras cuestiones.

Las políticas públicas que apuntan a estas necesidades proponen la transformación de


estructuras políticas, sociales, económicas y culturales, con el fin de garantizar la plena y
activa ciudadanía de las mujeres, fortaleciendo su autoestima, promoviendo su
empoderamiento, para que puedan elegir y materializar libremente sus planes de vida, para
que puedan hacer oír sus voces en el debate público, para que se construyan los cimientos
de una sociedad más igualitaria, equitativa y justa.

Por eso, cabe distinguir aquí las políticas dirigidas a las mujeres del concepto de
políticas públicas con perspectiva de género. De acuerdo con Patricia Gómez “las políticas
públicas dirigidas a las mujeres no necesariamente conllevan una perspectiva de género,
dado que no siempre dan cuanta del proceso diferencial de socialización entre varones y
mujeres y sus consecuencias en el desarrollo de los individuos y de la comunidad. Más
bien, parten de prácticas asistenciales y muchas veces son entendidas y ejecutadas como
acciones puntuales dirigidas a una población determinada. En el mejor de los casos, las
30
Rodríguez, Marcela (2001) Violencia Contra las Mujeres y Políticas Públicas, UNIFEM, Argentina.
31
Ver, en este sentido, Guía para la formulación y ejecución de políticas municipales dirigidas a mujeres,
Red Mujer Hábitat América Latina – HIC, CICSA UNIFEM Oficina Regional para Brasil y Cono Sur, 2000.
84

mismas son formuladas a través de un proceso participativo con las mujeres de la


comunidad en cuestión y otras tantas llevadas a la práctica por este grupo social. Sin
embargo, ello no necesariamente da lugar a cambios en las relaciones sociales y, muchas,
veces, estas políticas se encuentran “arrinconadas” en algún lugar del organigrama
estatal” (Rodríguez, 2001)

Como sostiene Marcela Rodríguez32, básicamente se trata de formas asistenciales de


intervención estatal, donde la mujer no resulta sujeto autónomo de derecho ciudadano sino
intermediaria entre los programas sociales y sus familias33. En otros casos, el factor que
resulta central en estas políticas es la situación de pobreza, sin tener en cuenta la condición
de género ni el desarrollo de su autonomía o empoderamiento.

Por su parte, las políticas públicas que incorporan las perspectivas de género, parten de
las premisas de que las instituciones estatales son partícipes de la construcción política y
social de los géneros y, por lo tanto, pueden combatir la inequidad y la desigualdad entre
varones y mujeres.

Estas políticas se plantean en un contexto más amplio tendiente a optimizar y promover


una mejor calidad de vida para todos y todas, a través del pleno ejercicio de la ciudadanía.
Parten de una concepción basada en el respeto de las mujeres como sujetos sociales activas
y participativas en el desarrollo. Las políticas de género conciben a las mujeres no como un
sujeto homogéneo susceptible de asistencia, sino como ciudadanas que son portadoras de
derechos y en tanto miembro de la comunidad política (Rodríguez, 2001).

Con la creación del Consejo Nacional de la Mujer en 1991, este organismo concentra la
tarea de diseño de políticas públicas en torno a la cuestión de la violencia hacia las mujeres
en el ámbito familiar. Una de las acciones es la elaboración, en forma coordinada con
UNIFEM Argentina, de los manuales que componen la Serie “La violencia contra las
mujeres en el ámbito de las relaciones familiares" destinada a profesionales y personal de
organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, con el objetivo de brindar
información y difusión de modalidades para la intervención en casos de violencia. Otra
acción es la elaboración del proyecto de la ley nacional nº 24.417 de violencia familiar. El

32
Rodríguez, Marcela (2001) obra citada.
33
Provoste, Patricia (1995) La construcción de las mujeres en la política social, Instituto de la Mujer,
Santiago de Chile.
85

organismo participó activamente en las negociaciones y reuniones parlamentarias para


lograr su sanción a fines de 1994.

La reforma de la Constitución Nacional de 1994 incorpora a su texto diversos tratados


internacionales de derechos humanos, entre los que se encuentra la Convención sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Este instrumento
reafirma y garantiza el derecho de todas las mujeres a una vida libre de violencia. A partir
del año 2000, se crea en el Consejo Nacional de la Mujer un área denominada Prevención
de la Violencia contra la Mujer, lo que significó llevar adelante acciones más específicas
en esta problemática34.

En la provincia de Misiones se implementa en 1988 desde la Subsecretaría de la Mujer,


dependiente del nuevo Ministerio de Bienestar Social, la Mujer y la Juventud, el Programa
de Prevención de la Violencia Familiar y Asistencia a las Víctimas. Hasta ese momento,
como se expuso anteriormente, la violencia hacia las mujeres en contextos familiares no
estaba visibilizada como problema social.

Si bien existían numerosos casos de maltrato de toda índole, esto no era visibilizado
como problema por la población ni por las instituciones sociales. Todavía no se había
tomado conciencia socialmente de la existencia y de las graves consecuencias del
problema, a pesar de que afectaba a una gran parte de la población, especialmente a las
mujeres y a los niños.

El Programa de Prevención de la Violencia Familiar y Asistencia a las Víctimas


incorporó un servicio telefónico gratuito de emergencia conocido como Línea 102, con
cobertura en todo el territorio provincial, que permitió la denuncia de numerosos casos de
violencia familiar. Esta línea gratuita fue difundida con el eslogan El Número de los Niños,
lo que favoreció la rápida instalación en el imaginario social como un dispositivo de
denuncia eficaz, tanto de prevención como de asistencia a las víctimas de violencia.

Esto posibilitó un acelerado proceso de visibilización social del problema y


desencadenó un volumen tal de denuncias y de demandas de atención de casos, que
desbordó la capacidad operativa de los organismos públicos, que no contaban con la
capacitación específica ni con los recursos necesarios para abordar la problemática.

34
Ver La Mujer y la Violencia en la República Argentina. Convenciones Internacionales, Legislación
Nacional y Provincial, Cooperación Técnico Financiera BID, Buenos Aires, 2000.
86

El Programa de Prevención de la Violencia Familiar y Asistencia a las Víctimas se


apoya en una estructura administrativa con nivel de Departamento dependiente de la
Subsecretaría de la Mujer. Con esta estructura mínima funciona durante toda la década de
1990, transformándose recién en el año 1997 en Departamento de Prevención de la
Violencia Familiar y recién en el 2004, por el Decreto Nº 851, se eleva al rango de
Dirección de Violencia Familiar y Género.

No obstante esta importante jerarquización institucional y la incorporación de la


perspectiva de Género, el área nunca contó con presupuesto propio, ni con otros recursos
humanos y materiales básicos para un adecuado abordaje del problema.

Entre las principales líneas de trabajo desarrolladas, se destacan las acciones de


contención y asesoramiento a las víctimas, las visitas domiciliarias para la constatación de
los casos denunciados telefónicamente, la intervención y seguimiento de los casos
denunciados, la elaboración de informes sociales y psicológicos con fines judiciales, la
terapia psicológica, los grupos de autoayuda, la capacitación a los miembros de organismos
públicos e instituciones sociales, las campañas de difusión y sensibilización a través de los
medios masivos de comunicación social, el asesoramiento legal y, fundamentalmente, la
presencia en todo tipo de eventos públicos, reuniones, encuentros, congresos, conferencias
y otros, reivindicando el derecho de las mujeres y de los niños a vivir sin violencia.

El 5 de Septiembre de 1996, la Cámara de Representantes de la Provincia de Misiones,


sanciona la Ley 3325 de Protección a las Víctimas de Violencia Familiar. Se trataba de una
réplica de la ley nacional nº 24.417 referida anteriormente. Se firma además un Convenio
de Colaboración Recíproca entre los Ministerios de Bienestar Social, la Mujer y la
Juventud, de Cultura y Educación, de Salud Pública, de Gobierno y el Poder Judicial de la
Provincia de Misiones, con el fin de crear el dispositivo interinstitucional mínimo para
atender los casos de violencia denunciados.

Por la imposibilidad de abordar todos los casos denunciados en la provincia, se ponen


en marcha varias redes municipales y de organizaciones no gubernamentales, para la
contención, asesoramiento y derivación de las víctimas de violencia familiar.

En el año 2003 se crea la primera Comisaría de la Mujer en la ciudad de Posadas, como


experiencia novedosa en la materia. Sin embargo, esta dependencia no cuenta con
profesionales especializados en la problemática de la violencia hacia las mujeres en el
87

ámbito familiar ni tampoco con los recursos materiales suficientes como para atender las
denuncias radicadas.

En el año 2005 toman estado parlamentario dos proyectos de ley de modificación de la


ley 3325, con el fin de ampliar su alcance y mejorar sustancialmente el mecanismo
procesal para la tramitación de denuncias y la actuación de los funcionarios públicos,
policiales y judiciales, en los casos de violencia familiar.

Finalmente, en el año 2007 la Cámara de Diputados de la provincia de Misiones,


sanciona la ley 4405, en donde se modifica sustancialmente los artículos de la ley 3325,
amplía su alcance notablemente y mejora los mecanismos procesales.
88

CAPÍTULO 4

HISTORIA NATURAL

1. Elección del tema de este libro

La elección del tema de este libro se basa, en primer lugar, en mi propia historia
familiar. Cuando tenía cuatro años mis padres se separan. Mi madre vuelve a formar pareja
con un hombre alcohólico, que ejercía sobre ella violencia psicológica. Fui testigo de su
sufrimiento cuando la echaba a la calle a las cuatro de la mañana con sus dos hijos. Fui
testigo de las largas jornadas laborales por las que tuvo que pasar para poder mantenernos
a mí y a mi hermano. Fui testigo de los insultos y malos tratos que recibía de su pareja.

A su vez, fui testigo de la violencia que sufría y aun sufre una de mis tías por parte de su
esposo, quien en una pelea le llegó a pegar de tal manera que perdió la retina de uno de sus
ojos. Fui testigo del terror que ella sentía y que siente, dado que a pesar de más de veinte
años de padecimiento, de sufrimiento, de golpes y humillaciones, y de que casi en una
golpiza matara a su hija más pequeña, sigue con su esposo. Siempre me pregunté por qué
mi tía seguía al lado de este hombre. En el caso de mi madre se separa de su pareja tras
cuatro años de convivencia y logra sobrevivir al infierno de la violencia que me tocó vivir
tan de cerca.

En segundo lugar, y tal vez como producto de esta misma historia, siempre tuve en claro
lo que no quería para mi vida, sin embargo, más allá de esto, he padecido episodios de
violencia tanto en la infancia, como al formar mi primera pareja con la cual tuve a mi hijo
varón. Era apenas una adolescente, sin embargo, pude poner fin a esta relación. Reconozco
que no fue para nada fácil, ya que tuve que soportar presiones, que me amenazaran de
muerte, que me amenazaran con quitarme a mi hijo e incluso apuntarme con un arma
cargada estando yo en mi casa durmiendo con mi hijo. No sé cómo no soy un caso más de
esos que salen en la televisión. Puedo decir que sé del miedo que sienten las mujeres en
esta situación, de la angustia, de su parálisis. Yo también lo sentí. Nunca lo denuncié.
89

En tercer lugar, desde lo más profundo de mí ser siempre rechacé y cuestioné cualquier
sistema de opresión y explotación que generara injusticia y desigualdad. Como mujer y
como Trabajadora Social, he decidido asumir un compromiso político de denunciar e
intervenir en casos del violencia hacia las mujeres e investigar cuales son las causas más
profundas que hacen a la reproducción y perpetuación de este grave problema social.

Con motivo del interés que siempre tuve en el tema de la violencia hacia las mujeres en
el ámbito familiar, ya durante el cursado de la licenciatura en trabajo social, me dediqué a
buscar bibliografía específica y a estudiar el mismo. Esto hizo que varios de mis trabajos
en grupo e individuales versaran sobre el tema.

Cuando cursaba el cuarto año de la carrera, comencé a trabajar en el entonces


Departamento de Violencia Familiar del Ministerio de Bienestar Social, la Mujer y la
Juventud de la Provincia de Misiones, actualmente transformado en la Dirección de
Violencia Familiar y Género. Esta experiencia laboral pre-profesional fue enriqueciendo
mi formación, ya que tuve contacto con muchos casos reales de violencia, que me
permitieron no sólo compararlos entre sí, para analizar las semejanzas y diferencias, sino
también contrastarlos con los antecedentes de mi propia historia personal en relación al
tema.

Cuando me gradué como Trabajadora Social, continué trabajando en el mismo


organismo, asumiendo nuevos roles y responsabilidades ya como tal. De esta manera,
integré equipos de trabajo multidisciplinarios, organicé y coordiné grupos de autoayuda de
mujeres violentadas y de hombres violentos, realicé muchas visitas domiciliarias ante
denuncias de casos de violencia realizadas al organismo, intervine en numerosos casos de
mujeres que concurrían voluntariamente a pedir ayuda y elaboré muchos informes sociales
requeridos por la Justicia. Esta experiencia de campo duró tres años y medio.

De esta manera, fui incorporando esta experiencia profesional a mi formación teórica


sobre el tema, que a su vez se fue ampliando y profundizando con la participación en
congresos, conferencias, jornadas y seminarios, como asimismo con nueva bibliografía y
contacto con autores. Sin embargo, sentía necesidad de una formación sistemática más
amplia y profunda en mi campo disciplinar.

A raíz de esta necesidad, comencé a buscar alternativas de carreras de postgrado por


internet. Es así como descubrí la oportunidad de cursar la Maestría en Trabajo Social en la
90

Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Como yo trabajaba y


vivía en Misiones, el cursado semipresencial de esta maestría me parecía una alternativa
viable. Cuando me contacté con el área de la maestría, me informaron que la cohorte
estaba cerrada, pero que podía cursar algunos seminarios de la maestría como seminarios
de postgrado, que luego me reconocerían al inscribirme en la próxima cohorte 2005-2007.

Era una situación nueva para mí, debido a que tenía que viajar a otra provincia que no
conocía, contactarme con gente que no conocía, poner en cuestión mi propia formación,
poner el cuerpo, invertir económicamente una suma importante por mes, dejar a mi familia.
Por supuesto que esto me llenaba de ansiedad y de angustia. Me preguntaba si realmente
tenía la capacidad suficiente como para cursar una maestría y elaborar una tesis. Si bien fue
una situación tensa, a su vez me llenaba de alegría, de esperanza y de ilusiones.

Y ahí estaba yo, con mi bolso, en la Terminal de Paraná, sin saber siquiera dónde
quedaba la Facultad de Trabajo Social y dónde me alojaría. Y comencé la aventura de
encontrarme conmigo misma y de saber si era capaz de transitar por dos años ese enorme
desafío que tenía por delante. En la maestría me encontré con personas sumamente cálidas
y cordiales, en especial la directora de la maestría Susana Cazzaniga y la secretaria de la
misma Susana Bugdhal. Me hicieron sentir que estaba en casa. El primer seminario que
cursé fue el de Problemática Cultural con la doctora Ana María Quiroga y allí se produjo el
encanto, tanto del seminario como de la docente, y también se produjo la ruptura.

Sentí una gran felicidad al encontrarme con docentes y colegas sumamente


profesionales y muy serios en lo que hacían. Al estilo de Descartes, me cuestioné de punta
a punta toda mi formación. Sentí que comenzaba de nuevo. Mi cabeza no paraba de dar
vueltas. Se me presentaban cientos de interrogantes, muchas ganas de leer cosas nuevas y
de escribir. Las ideas fluían. Debo reconocer que en ese momento se produjo un cambio
muy importante en mi subjetividad como mujer y como trabajadora social.

Los días volaron y no veía la hora de que llegara el momento de viajar a Paraná para
cursar mi seminario. Se acercaba otro desafío: escribir el trabajo final para aprobar el
mismo. Decidí escribir sobre La construcción de identidad de mujeres maltratadas, ¡de
qué otra cosa podía escribir! No sabía por dónde empezar, ¿qué cosas interesantes y de qué
manera le iba a escribir a una prestigiosa doctora en antropología? Comencé a escribir
ideas y frases que luego fueron tomando forma. Este trabajo final lo aprobé con diez y
91

luego lo presenté como ponencia en unas jornadas de servicio social en la Ciudad


Autónoma de Buenos Aires y fue premiado epor ser uno de los mejores trabajos
presentados.

Reconozco que este primer trabajo, como tantos otros, no hubiera sido posible sin la
ayuda de mi compañero de vida, quien con su excelente formación académica y su
experiencia como docente universitario le dieron a mis ideas y palabras, contenido y forma
científica. Con él compartí los textos de Stuart Hall, las experiencias de los encuentros del
seminario, los interrogantes, las dudas, los miedos, las alegrías y los sueños. Nuestra pareja
siempre se caracterizó por compartir la vida, la crianza de nuestros hijos, el compromiso
social y político, las ideologías, los proyectos. La maestría fue un aspecto más que nos tocó
compartir y fue allí donde surgió la idea de comenzar a cursar juntos la maestría e
inscribirnos como alumnos de la cohorte 2005-2007.

2. Construcción del objeto de investigación

Debo reconocer que al transitar por el cursado de la maestría, he sufrido varias crisis en
relación a mi tema de investigación, ya que existen numerosas publicaciones e
investigaciones respecto a este tema. No quería escribir más de lo mismo. ¿Qué cosas
nuevas podría aportar yo en este tema? Por momentos sentí una saturación y pensé en
cambiarlo.

Sin embargo, al cursar el Seminario de Metodología de la Investigación Social y


posteriormente el Taller de Tesis, pude formular el objeto de mi investigación y, de esta
manera, salir de la crisis al darme cuenta que, si bien el tema había sido abordado por
muchos autores, nadie lo había hecho desde los interrogantes que yo me planteaba con
relación al mismo. Esto me permitió recontratar mi objeto de investigación con nuevas
reflexiones sobre el mismo e identificar las cuestiones centrales que me interesaban
investigar y que están plasmadas en los objetivos formulados en la introducción.

Mi objeto era novedoso y rico en aportes, al menos desde mi punto de vista. Cuando
hice la revisión de los antecedentes y del estado de arte, me percaté que existe un gran
vacío teórico en relación a mi objeto y, por sobre todas las cosas, desde el Trabajo Social
como campo disciplinar. No fue fácil definir el objeto. Los aportes de los docentes de
ambos seminarios fueron decisivos y también las críticas de mis compañeros de maestría.
El uso de imágenes fue novedoso y un aporte importante a la hora de presentar mi objeto
92

de manera no convencional en el último encuentro del Seminario de Metodología de la


Investigación Social.

3. Diseño del plan de tesis

Durante el cursado del Seminario de Taller de Tesis, aprendí aspectos muy importantes
en cuanto al diseño del plan de tesis, métodos cualitativos y estrategias de recolección de
datos. Otra vez se me planteaban muchos interrogantes.

Después de mucho leer y de dar vueltas sobre el diseño del plan de tesis, me decidí a
abordar mi objeto de investigación mediante la estrategia cualitativa, dada las
características del mismo. Debido a que me interesaba comprender, interpretar y describir
los procesos de dominación y emancipación de las mujeres en contextos de violencia
familiar, la influencia y materialidad de los imaginarios sociales y los procesos de
configuración de identidades de los sujetos, me decidí a utilizar el método biográfico. Este
método me permitió rescatar las singularidades con las que estas mujeres dan cuenta de su
posición en el mundo.

En ese momento me llenaba de angustia pensar que esta etapa tan importante de mi vida
estaba por concluir: mis viajes, los encuentros con mis compañeros y mis docentes, mis
noches en Paraná, todo llegaba a su fin. Era como la canción que en los setenta interpretaba
Vox Dei “todo concluye al fin, todo tiene un final…” Esto me llenaba de temor, tenía que
transitar por otro camino más difícil aún: hacer la investigación y elaborar la tesis.
De todas maneras, sabía que no estaría sola, porque tenía el apoyo, el asesoramiento y la
contención, no sólo de mi compañero, sino también de Rosario Badano, mi directora de
tesis, que me honró con dirigir la misma. Debo confesar que, a lo largo de este proceso,
sentí la gran influencia que ejercieron en mí, autores como Norman Denzin, Stella
Villarmea, Sandra Harding, Donna Haraway, Stuart Hall, Clifford Geertz, Nancy Fraser,
Saúl Karsz, Wright Mills y Roland Barthes.

4. Enfoque epistemológico

En este punto es importante explicitar la concepción epistemológica desde la cual se


abordé la investigación. ¿Por qué conocer?, ¿desde dónde conocer? y ¿para qué conocer?,
son cuestiones que me interesan visibilizar brevemente aquí. Denzin (2003) propone hacer
cultura al escribirla. Defiende un enfoque performativo de la etnografía, en el sentido de
crítica social emancipadora, cuyo objetivo es la acción política y la transformación social.
93

Es sumamente importante la perspectiva de este autor, para quien la performance es una


herramienta para poner en cuestión el textualismo etnográfico, un textualismo que produjo
libros como cultura escrita, pero no vivida. Usando métodos de inscripción y descripción
densa, los etnógrafos del pasado transformaron la cultura en un ensamble de palabras
escritas. Este textualismo privilegia la distancia y el alejamiento, lo dicho y no el decir, lo
hecho y no el hacer.

Denzin propone, en cambio, poner la cultura en movimiento, donde el contexto


reemplace al texto, los verbos reemplacen a los sustantivos y las estructuras se transformen
en procesos. Se trata, entonces, de ver el conocimiento como acción y no como algo fijo,
estático y cristalizado.

Si bien es importante la hermenéutica para comprender e interpretar los significados de


los discursos y prácticas sociales, desde la totalidad de la trama de significados sociales de
una cultura, época y lugar específico (Geertz, 1987), no alcanza sólo con comprender una
situación problemática -de subordinación y de opresión- si no la utilizamos para producir
conocimiento que genere una conciencia emancipatoria (Villarmea, 2001).

Mi tesis es un intento de producción de conocimiento situado, como lo propone Harding


(2001), en el cual el investigador está históricamente posicionado y localmente situado, no
es un observador objetivo, autorizado, políticamente neutral, situado por fuera y por
encima del texto.

Por el contrario, como lo sostiene Haraway (1993), mi intención es producir un saber


ubicado en un punto o nodo del poder. La ciencia tradicional es retórica, se basa en
prejuicios y en una neutralidad ilusoria, como lo diría Karsz (2007). Mi tesis pretende
construir un saber situado, corporizado, parcial, que implica asumir una postura política,
entendida como toma de posición. En este sentido, me baso en una epistemología de
perspectivas parciales. Como lo ha sintetizado maravillosamente Haraway, es un intento
por construir “una mirada amplia desde un lugar particular”.

¿Cómo construir conocimiento que incluya al otro? En esta tesis, las mujeres
entrevistadas son coautoras de las narraciones que se construyeron para abordar el objeto
de investigación. La construcción de conocimiento se llevó a cabo mediante una estrategia
cualitativa. Esta elección se fundamenta en las propias características del objeto de estudio
seleccionado. En efecto, se trata de una indagación de aspectos simbólicos y subjetivos de
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la realidad social, que tiene que ver con significaciones sociales imaginarias, mundos de
vida, procesos sociales de dominación y emancipación, trayectorias personales, que
difícilmente podrían abordarse desde otro enfoque.

5. Diseño metodológico

Como método de investigación utilicé el estudio biográfico (Pujadas, M. 1992), que


incluye relatos de vida, autobiografías e historias de vida. Traté de construir una narrativa
biográfica-interpretativa (Denzin, N. 1989) de la vida de mujeres en contextos de
violencia familiar, tanto de las que continúan en dichos contextos, como de las que se han
emancipado de ellos. Los relatos se inscriben en el entramado de relaciones familiares y en
contextos políticos, económicos y socioculturales más amplios.

Este método me permitió centrar la mirada en las subjetividades de los actores y


ponerlos en el centro del entramado de significaciones sociales, con el fin de llevar a cabo
una doble hermenéutica (Giddens, 1997) que incluyó, por una parte, la propia singularidad
de las miradas de aquéllos, al construir e interpretar sus propios mundos de vida y sus
prácticas sociales y, por otra parte, mi mirada como investigadora inscribiendo dichas
miradas en una trama de sentido más amplia. Con este método, traté de poner como texto
las vidas de las mujeres entrevistadas y, al mismo tiempo, inscribirlas en un contexto más
amplio de interpretaciones (Bruner, J. 1998).

En esta investigación utilicé el método de teoría fundamentada de Glaser y Strauss


(1967), tanto para la selección de la muestra, como para la recolección, sistematización,
análisis de datos e interpretación teórica de los mismos. El objeto de esta tesis son los
procesos de dominación / emancipación de mujeres en contextos de violencia familiar. Son
dos procesos mutuamente implicados el uno en el otro, de tal manera que no puede darse
un proceso de emancipación sin un proceso previo de dominación, en tanto que, a la
inversa, los procesos de dominación implican necesariamente una pérdida, ausencia o
disminución de emancipación.

Por supuesto que no son procesos simples ni lineales. En los casos estudiados, pude
constatar cómo se alternaban entre sí estos dos procesos, cómo las mujeres avanzaban y
retrocedían, cómo adoptaban diversas estrategias que no eran lineales, sino circulares y
transversales, cómo se iban diferenciando las situaciones en lo que respecta a diversos
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tipos de dominación y emancipación. En fin, tuve que afrontar la complejidad de la vida


social, en este caso referida al contexto familiar.

El objeto de mi investigación lo abordé desde cuatro dimensiones: las prácticas sociales,


los discursos, el poder y las identidades de los sujetos. Estas dimensiones me permitieron
aplicar el método comparativo constante e ir incorporando nuevos casos hasta la saturación
teórica.

Mi universo de análisis se conformó con mujeres que recurrieron a la Dirección de


Violencia Familiar y Género de la ciudad de Posadas, y a las que recurrieron ala Dirección
de la Mujer de la Municipalidad de Oberá, Misiones, Argentina, por encontrarse en
contextos de violencia familiar, en los últimos diez años, es decir, entre 1997 y 2007.
Cuando digo contextos de violencia familiar me refiero a mujeres que son o fueron objeto
de violencia de cualquier tipo, por parte de sus novios, parejas o cónyuges, actuales o
anteriores. Este universo comprendió a mujeres de cualquier edad, clase o estrato social,
raza, credo o religión.

La actual Dirección de Violencia Familiar y Género, depende del Ministerio de


Desarrollo Social, la Mujer y la Juventud de la Provincia de Misiones. Este organismo
tiene a su cargo las acciones de prevención, asesoramiento, capacitación y asistencia en
casos de violencia familiar. Lleva un registro de casos denunciados que me permitió ir
seleccionando y construyendo mi muestra de casos a lo largo del proceso de investigación.
La Dirección de la Mujer de la Municipalidad de Oberá se creo recientemente y en ella
funciona un grupo de autoayuda de mujeres maltratadas, entre otras actividades que
tienden a propiciar y fortalecer los derechos de las mujeres.

Mis unidades de análisis fueron cada una de las mujeres que recurrieron tanto, a la
Dirección de Violencia Familiar y Género, y a la Dirección de la Mujer de la
Municipalidad de Oberá, por encontrarse en contextos de violencia familiar. La muestra
construida fue intencional, en función de criterios teórico-metodológicos vinculados con el
objeto de mi tesis. Fueron seleccionadas mujeres de distinta situación social, estrato
económico, credo religioso, nivel de estudios, grupo étnico y edad.

De acuerdo a los datos que fui obteniendo y analizando, fui incorporando casos
sucesivamente en la medida que aportaran nueva información. Este tipo de muestra tiene
96

que ver con el objeto de mi investigación y el tipo de diseño adoptado. No se trata de una
muestra estadística, sino teórica-cualitativa.

Como técnicas principales de recolección de datos utilicé entrevistas abiertas. Esto me


permitió un trabajo profundo y rico en la obtención de datos. Los relatos autobiográficos
de las mujeres me permitieron conocer el entramado de significaciones sociales, la
construcción de sentido, los procesos identitarios, de dominación y emancipación y la
construcción del sí mismo de cada una de las mujeres. Otra técnica utilizada fue el análisis
de documentos, como cartas y fotografías personales. Utilicé como instrumentos de
registro de datos la grabación, filmación, fotografía y el cuaderno de campo.

Tratándose de una investigación cualitativa, la construcción y el análisis de datos


constituyeron dos fases de un mismo proceso dialéctico, mutuamente imbricados uno en el
otro, en una secuencia sucesiva y progresiva de producción de conocimiento acerca de mi
objeto de tesis.

Para el análisis de datos, utilicé como técnicas la reducción de datos, el análisis de


contenidos, la construcción de si mismos, la selección de frases y palabras significativas, la
búsqueda de significados, la comparación constante, la relación entre los datos, la
inducción analítica y la interpretación teórica de los significados.

Este proceso analítico se basó en la perspectiva de las mujeres entrevistadas y también


en mi propia perspectiva como investigadora. En todo momento, tanto la elección de casos
como la recolección y análisis de datos, estuvieron orientados por los objetivos de la tesis y
el marco teórico-analítico seleccionado para abordar el objeto de este trabajo.
97

CAPÍTULO 5

SUEÑOS ROTOS…VIDAS DAÑADAS

1. Los relatos de vida

En este capítulo vamos a conocer a las verdaderas protagonistas de este trabajo: las
mujeres, que muy generosamente me abrieron las puertas de su intimidad y me permitieron
poder, al menos por un momento, compartir sus pensamientos, sus emociones, sus sueños,
sus miedos y tristezas. Ellas son las coautoras de este trabajo y a través de sus narraciones
voy a compartir este relato de sus mundos de vida.

Ante todo, resulta clave la comprensión del concepto de mundo de vida, ya que es el
mundo de la cotidianeidad de las mujeres violentadas en contextos familiares y su
configuración resulta de una peculiar forma de interacción social. La expresión mundo de
vida es acuñada por Husserl y definida por su discípulo Schütz como “el conjunto de las
experiencias cotidianas y de las orientaciones y acciones por medio de las cuales los
individuos persiguen sus intereses y asuntos, manipulando objetos, tratando con personas,
concibiendo planes y llevándolos cabo”. (Martínez y Agüero, 2008:166)

Esta expresión es retomada más tarde por Habermas en su “Teoría de la acción


comunicativa”. Este filósofo intenta realizar una síntesis entre “el sistema” y “el mundo de
vida”, refiriéndose a la dimensión objetiva y subjetiva de la vida social. La mayor
importancia del concepto de mundo de vida radica en que se configura un orden
microsocial que tiene sentido para los sujetos que lo integran, pero que a su vez se
constituye para éstos en un orden natural que es aceptado como algo dado sin
cuestionamiento alguno y reproducido rutinariamente.

Berger y Luckmann, discípulos de Schütz, refiriéndose a la interacción social en el


mundo de vida, expresan “La experiencia básica que tengo de los otros es la que se
produce en la situación cada a cara, que es el prototipo de la interacción social de la que
derivan todos los otros modos de relación. El otro se me presenta de forma vivida, en un
98

presente que ambos compartimos...En la situación cara a cara el otro es completamente


real”. (Berger y Luckmann, 1986).

Parto de la idea de que la realidad está social y culturalmente construida y que no hay
una realidad, sino construcciones sociales de esa realidad cargadas de significados, por
consiguiente, no tenemos acceso a ella, si no a través del lenguaje. Para poder acceder a
esas significaciones y poder comprender los mundos de vidas de estas mujeres, resulta
sumamente importante zambullirnos en sus narraciones y sus relatos de vida. El relato es el
modo de comprensión y expresión de la vida, en el que está presente la voz del autor y
surge a partir del encuentro con el otro (Bolívar Botia, 2002).

En este apartado trataré de construir los “sí mismos” de las mujeres entrevistadas con
el propósito de rescatar la singularidad con las que las mujeres dan cuenta de su posición
en el mundo y sus producciones de sentidos. Como sostiene Carlos Piña, el “si mismo”
resulta de una interpretación que se logra a partir de la construcción de un personaje:
referente real o ficticio de un nombre propio y/o de sus sutitutos (Piña, 1988).

Este “si mismo”, se construye a partir de recuperar acontecimientos, hechos, actitudes,


sentimientos, concepciones, entre otros. Se trata de aproximarse a significaciones, que
como ventanas abiertas muestren las subjetividades de las mujeres entrevistadas, con el
objeto de ahondar en la comprensión de un universo cultural históricamente determinado
(Bertaux, 1988).

Estos relatos son frutos de un doble proceso de interpretación. Por un lado, el que
elaboran las mujeres entrevistadas para ir armándose como personjes y por el otro, el mío
como investigadora cuando reinscribo y resignifico los relatos de las mujeres.

Cabe aclarar que algunas mujeres no tuvieron inconvenientes en que aparezcan sus
nombres verdaderos, mientras que otras, en cambio, me pidieron que reemplace estos
nombres por otros de ficción, a fin de preservar su identidad, y así lo he hecho. A
continuación, las verdaderas protagonistas.

2. La lucha de una mujer

Elsa tiene 33 años, aunque uno a simple vista le daría más edad. La vida no le ha sido
fácil y eso se nota en sus ojos color café, que expresan una profunda tristeza, por
momentos su mirada se pierde y sus ojos se llenan de lágrimas. Es una mujer de tez
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trigueña, pelo castaño y estatura mediana. Tiene cuatro hijos de 17, 15, 12 y 11 años. A
veces, cuando su estado de ánimo se lo permite, le gusta escuchar algún que otro chamamé,
a veces sólo prefiere estar en silencio. Se reconoce como católica y le gusta leer la biblia.

Cuida sus gallinas y riega sus plantas. Su mundo transcurre entre su casa y el hospital.
Producto de años de violencia, Elsa ha quedado con graves problemas de salud. Tiene
traumatismo en la columna y en la cadera y padece de una profunda depresión. Esta
situación le impide trabajar y eso la deprime más aún. Actualmente es atendida por un
traumatólogo y una psiquiatra del hospital y concurre a los grupos de autoayuda que allí
funcionan.

Toma varios medicamentos que allí le suministran. Cuenta que a raíz de su tratamiento
psiquiátrico, la gente del barrio se aleja de ella, la rechazan porque dicen que está loca. Se
siente muy sola y desamparada, pero a pesar de eso no baja los brazos y sigue buscando
ayuda y golpeando puertas. Es muy habilidosa con sus manos y le gusta coser y tejer en
crochet cada vez que puede. Sus cuatro hijos, sus gallinas, las plantas y los médicos que
atienden en el hospital, hoy configuran el mundo de vida de esta mujer.

Elsa nació en la rivera del río Paraná, de origen muy humilde, ayudó desde muy
pequeña a sus padres. Su madre era lavandera y, a veces levantaba quiniela, su padre
pescador. Estas dos actividades son las más típicas de la población que habitaba hace unos
años la costa del río y que actualmente ya no existe por fueron “relocalizados” por la
Entidad Binacional Yacyretá.

La pesca era la principal sino tal vez la única actividad económica de los varones en la
costa del río. No era sólo una actividad económica sino una forma de vida. La pesca era
toda su vida. Nacían, crecían y morían en y con el río. Los que se dedicaban a esta
actividad, vendían los pescados a la población cercana de Posadas y eran conocidos por
todos los vecinos. Era gente sencilla y alegre. Vendían sus productos anunciando en voz
alta a los vecinos y todos se alegraban de poder comprar pescados frescos y charlar con
ellos. No ganaban mucho dinero sino que sólo les alcanzaba para sobrevivir en condiciones
muy precarias. Las canoas tenían más comodidad que su propia casa. Cansados de esperar
alguna pesca, era muy común ver a estos pescadores dormidos sobre sus canoas, mecidas
por el agua que en la costa de Posadas corre muy tranquilamente.
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La lavandería era también la principal actividad sino la única de las mujeres que vivían
en la costa del río. Lavaban a mano, usando el agua del río. Se metían en el agua hasta que
les llegaba a la pantorrilla y ahí lavaban la ropa para la población del centro de la ciudad
que las contrataba para ello. Las mujeres lavaban en grupo en distintos lugares del río.
Pasaban todo el día en el río, lavando y no les preocupaba los rayos del sol que, por el
contrario, quemaba su piel y por eso estas lavanderas tenían la piel curtida por el sol y un
dorado natural. Generalmente tenían el cabello largo y suelto, que se movía con el viento y
se podía observa a la distancia. A veces incluso lavaban de noche, cuando había luna llena.
Ellas lavaban y sus parejas pescaban también con la luna que, según los lugareños,
aumentaba el “pique”.

A los once años, Elsa comenzó a trabajar como empleada doméstica y como era la más
grande de las hermanas mujeres, tuvo que ayudar a su madre a criar a sus hermanos más
pequeños. Lo que recuerda de su infancia son las peleas y los golpes que su padre le
propiciaba a su madre. Recuerda que además, desde muy chica tuvo que ayudar a su padre
a construir la casa, hacía pozos, pasaba los tirantes de los techos, “siempre como un
varón” manifiesta.

A pesar del trabajo, la crianza de sus hermanos y la ayuda a su padre, Elsa terminó de
cursar su séptimo grado. Quería seguir estudiando, su sueño era ser maestra jardinera, pero
su padre se lo prohibió, porque “eso es para ir a joder nomás…y si mi papá decía que no,
bueno, mi mamá decía que no…”. A pesar de los llantos y súplicas, Elsa vio cómo su
sueño se hacía añicos. Al cumplir los 16 años, su padre le presenta a quién “debía” ser su
novio y por imposición familiar y sin alternativa alguna, comenzó a salir con ese
muchacho que apenas le llevaba dos años, “al cumplir mis dieciséis, me festejaron los
quince, ahí mi papá me presentó, ya iba a tener novio, yo no conocía tener novio, pero me
presentaron así nomás y listo”, como si su destino estuviese marcado.

Producto de la ignorancia, la pobreza, su corta edad y desinformación en cuanto a


métodos anticonceptivos, a los pocos meses de estar de novia, Elsa queda embarazada de
su primer hijo, “…yo no hablaba casi con mi mamá y mi mamá tampoco conmigo casi, no
me contaba de esas cosa, como quedar embarazada…y bueno cuando me doy cuenta yo ya
estoy de tres meses, y ahí nos casó obligatoriamente” recuerda. Cuando su madre se entera
le propicia una brutal paliza y sin opción alguna, la obligan a casarse “por civil” y “por
101

iglesia”, “primero era bueno y después se volvió malo y como quedé embarazada, tenía
miedo, no sabía qué hacer”, y así comienza una historia plagada de sufrimiento, golpes y
vejaciones, como lo expresa ella misma: “cuando nos casamos nos fuimos a vivir a la casa
de la madre de él y ahí empezó el calvario...ella era muy metiche y quería que yo sea la
esclava de él, no la señora…”.

La primer golpiza que Elsa recuerda es cuando estaba embarazada de ocho meses de su
primer hijo “me pegó mucho con el cinto, me marcó toda, me pegó brutal, fue en mi
embarazo, fue toda una marca en el cuerpo completo, y yo tenía miedo, no sabía qué
hacer...”. Sus ojos se llenan de lágrimas y dolor. Elsa estaba llena de miedos: miedo a la
vida, a no saber a dónde ir, a que la matara, a no poder salir adelante sola y eso la hacía
“aguantar” como ella lo expresa.

En esos momentos Elsa trabajaba de “pasera”, con su suegra y sus cuñados. Esta
actividad es una de las más típicas de Posadas, por su cercanía con Encarnación, que queda
del otro lado del río Paraná. El nombre de la actividad viene de “pasar” cosas de un lado al
otro del río. Esta actividad la realizan las mujeres hasta el día de hoy, a pesar del puente
internacional inaugurado en la década de 1990. Las “paseras” actualmente utilizan la línea
internacional de colectivos interurbanos para trasladar las mercaderías, pero siguen usando
además las lanchas de pasajeros que usaban antiguamente, que con la inauguración del
puente habían desaparecido, pero que fueron reinstaladas justamente para permitir el cruce
de las “paseras”. Las mercaderías son trasladadas en bultos y pesados bolsones que las
mujeres cargan en sus hombros y son ayudadas en esto por sus hijos. Estas mercaderías se
venden en pequeños puestos callejeros o en La Placita, una feria permanente de venta de
Posadas ubicada muy próxima al río Paraná.

Elsa recuerda que en esa época de su vida estaba sometida a duros controles por parte
de su ex pareja: “Yo siempre trabajando con mi suegra, con mi cuñada, con mi otra
concuñada, con mi cuñado, todos trabajaban de eso, todos juntos, todo el día, y nunca me
cree, inclusive la madre le mandaba una esquelita diciéndole acá ella se va recién a tal
hora, tal hora, y yo justo llegaba media hora de viaje en colectivo…hasta ahora tengo un
papelito, todavía por ahí anda, una esquelita donde la mamá le escribe a él que yo me voy
tarde, porque la mamá no sabe qué hacer para que no se enoje…y nunca creía él en nada
de lo que yo decía, siempre el yo apenas llagaba ya a veces me agarraba de los pelos, y a
102

veces llegaba un poquito más tarde y me decía que estaba con otro, o si venía muy
temprano me decía „qué, te largo muy rápido el otro?, que venís temprano ahora?‟, así
siempre me tenía. Y siempre me pegaba, me maltrataba, me golpeaba, hasta que llegó el
punto de que me lastimó tanto que me agarró traumatismo de columna y cadera”.

Así transcurrieron sus años de casada. En un contexto de pobreza, control absoluto,


violencia, sometimiento y soledad. Su esposo la había aislado de sus amigas y familiares.
La situación se fue agravando. Elsa intentó salir de ese infierno en una oportunidad y se
fue con sus hijos a la casa de su padre, pero su esposo a los pocos días la fue a buscar
pidiéndole perdón y prometiéndole que no lo iba a volver a hacer. Elsa regresó “…yo fui a
la casa de papá y él se fue pidiendo perdón de rodillas, habló con mi papá de un montón
de cosas y ahí yo pensé en mis hijos y cómo estábamos viviendo mal en la casa de mi papá,
chorreaba todo cuando llovía y esas cosa, volví…”.

Por supuesto, fueron solo promesas y a los pocos días, el ciclo de la violencia volvía a
comenzar. A pesar de todo, Elsa continuaba con el sueño de seguir estudiando “ en la
vivienda, esa donde vivíamos, allá tenía para terminar la secundaria en tres años, una
nocturna, tres horas, le decía que me lleve, vamos a estar junto conmigo, vos te sentás al
lado mío, si tenés tanta desconfianza, yo quiero estudiar, yo quiero terminar, tres año
tenía, menos tenía, yo le dije, estoy a tiempo todavía de tener un sueldo, por lo menos para
mí va a ser mejor que estar trabajando así como trabajo, a veces sí a veces no”, pero él, al
igual que lo había hecho su padre se negó y le negó la posibilidad de concretar su sueño
“‟es para ir a buscar otro macho nomás‟, directamente así me decía, y bueno ahí perdí de
vuelta la oportunidad…”. Mientras escuchaba a Elsa, no podía dejar de sentir una
profunda impotencia e indignación. Parecía que el tiempo se había detenido en el siglo
XVIII, cuando expresamente se les niega a las mujeres el derecho a la educación.

La tristeza de Elsa teñía su relato. Las peleas continuaban, los maltratos se agudizaban,
hasta que un día, tres meses después de su regreso, no “aguantó más” y producto de un
episodio que la hizo temer por su vida, la hizo dejar la casa “…se levantó malo y
empezamos a discutir, a discutir, y justo se había roto el termo, yo estaba tomando mate
temprano y yo le dije „no quiero discutir‟ y cuando salí me agarró del pelo y de los brazos
y me quemé acá con agua caliente y ahí fue la pelea, porque yo también me quise defender
y tiré la pava así, para atrás y no sé cómo fue la cuestión que fue por la cara de él y ahí
103

me trajo para adentro, para la pieza y me dijo que si le quemé la cara me mataba y mis
hijos estaba en la otra pieza…y cuando se va al baño a mirarse, yo salté por la ventana,
salte el tejido de la vecina, voy por el patio ajeno y salgo, voy por la otra cuadra, voy,
corro, corro, él me corre, yo corro hasta la policía hasta que llego, ahí vuelvo con la
policía a la casa y ya no estaba en la casa, agarré mis hijos, mi ropa nada más y ahí me
fui…fui a la casa de mi papá, solo con la ropa, dormimos en el piso, no me quería dar
colchones, no me quería dar la cama, no me quería dar nada, hasta que fuimos por
defensoría y le dije a la Defensora y ahí la Defensora le amenazó, bueno, me dio un
poquito, lo poco que tenía me dio, porque siempre vende todo lo que tiene y bueno…”.

De este incidente ya transcurrieron 8 años, y a pesar de que Elsa nunca más volvió a
convivir con su esposo, éste la sigue hostigando. Continúa yendo a la casa de Elsa y la
extorsiona. A cambio de unas monedas le exige que tengan relaciones sexuales. Elsa,
lentamente comienza a defenderse, y por primera vez, comenzó a decir que “no”…”el
domingo se fue malo porque no quise tener relaciones con él, le dije no, que ya no, que yo
no quiero que no y me insultó y me dijo que nunca más iba a venir, que no espere nada de
él, „yo no te voy a traer más plata‟, me dijo, „conmigo no querés tener relaciones, pero con
otro sí‟…”.

A pesar de las humillaciones, los malos tratos y las amenazas, Elsa siente lástima por su
ex esposo porque éste le manifiesta que se siente solo, pero reconoce que él no va a
cambiar más. Y que por ese motivo está decidida a no volver más con él. Admite que en
alguna oportunidad pensó en suicidarse “me iba a la plaza del fondo, de la última manzana
y me sentaba ahí, después pensaba en mis hijos y pensaba que tanto quería una casa para
mis hijos, para mis cuatro hijos y ahora que tengo una casa, tenés tus hijos, tarde o
temprano alguien me va a querer no cierto? Y así, yo me hablaba una y otra vez, sola...”.

En el tiempo en que está separada del padre de sus hijos, Elsa conoció y convivió con
otro hombre durante tres años. Es llamativo que durante toda la entrevista Elsa no
menciona el nombre de su esposo y se refiere a éste como el padre de los chicos o
simplemente “él”, sin embargo, sí nombra a quien sería su segunda pareja. Elsa destaca
que Pedro, era un hombre que no la maltrataba y que con él sí salían a pasear, iban a la
casa de la mamá de él, llevaban a los chicos de camping.
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Recuerda “estábamos bien, lo que no viví doce años con el padre de mis hijos, lo viví
con él”, pero reconoce que esa situación duró poco, al tiempo Pedro conoce una vecina y
luego de un tiempo de salir con ella, éste deja a Elsa para irse a vivir con su nueva pareja,
con quién hasta el día de hoy conviven y producto de dicha unión nació una hija. Pedro se
fue sin dar ninguna explicación y nunca más volvió a hablar con ella.

Reconoce que si bien no tuvo suerte en sus relaciones de pareja, sigue creyendo en el
amor y sueña con encontrar un hombre bueno, un compañero que la quiera y la respete,
alguien con quien tomar mate, ir a pasear, conversar. Como mujer, se siente muy sola
“...me levanto, miro a mis cuatro chicos, le acaricio, estoy con ellos, pero me voy a mi
cama y no tengo con quien hablar, no tengo…”, relata, pero reconoce que por sus hijos, no
sabe si volvería a formar otra pareja “porque ya están grandes y medio que ya vieron lo
que me pasó con el papá y con el otro también…”.

En la actualidad tiene una amiga, una señora que vive en su barrio y que también tiene
muchos problemas familiares, de vez en cuando se juntan para ir a la plaza a conversar. La
cuestión material es decisiva en la vida de Elsa, la dificultad de no poder trabajar, generar
sus propios ingresos y darles a sus hijos lo que ellos necesitan es central en el proceso de
recuperación y emancipación. Con sus hijos, se las arregla para sobrevivir, todos los días al
medio día, comen en el comedor comunitario de su barrio.

A veces Elsa hace masajes, teje a crochêt y realiza alguna costura. En el invierno hace
ropa de bebé de algún pullover que se puede desarmar, y a cambio de eso le dan una bolsa
de mercadería o un poco de plata, a veces cuida la beba de una señora y a cambio le da un
poco de azúcar o harina “...y así me mantengo…”. Llora, su respiración se entrecorta, el no
poder trabajar y que sus hijos estén pasando necesidades le produce bronca e impotencia,
no quiere pasar más por la situación de pedirle al padre de sus hijos el dinero que les
corresponde a ellos.

A pesar de que realizó las denuncias pertinentes y el reclamo ante la defensoría Oficial
de Menores y la Defensora obligó a su ex poso a depositar una cuota alimentaria, éste
nunca cumplió. Mientras habla, Elsa se aprieta las manos, y cuando los recuerdos son muy
dolorosos, no puede evitar llorar. Cuenta que a veces tiene días buenos y otros malos. Que
no puede dormir de noche y que padece de fuertes dolores de cabeza. Hoy no es un día
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bueno para ella, sin embargo decidió llevar a cabo la entrevista “…si no fuera por vos, a
esta hora estaría sola, mis hijos se van a la casa de sus amigos…” me dice.

Ese día, fui la única persona, aparte de sus hijos que habló con Elsa, por unas horas se
sintió acompañada, tenía a alguien con quien hablar. Mientras conversábamos, la noche se
iba asomando, nos quedamos en penumbras, Elsa prende una luz, ya es de noche. Me
despido de Elsa. Pronto nos volveremos a ver.

3. Niña mimada…mujer violentada

Verónica es una mujer de 33 años, su piel es blanca, de contextura pequeña, usa


anteojos con un grado importante de aumento. Su pelo es de color castaño oscuro y
siempre lo lleva suelto. Es analista de sistemas y tiene un local en el centro de la ciudad de
Posadas, junto con sus socia y amiga “Caro”, quién en este momento es un sostén
fundamental en la vida de Verónica. Vero –como le suelen decir y le gusta que la llamen-
es la menor de sus hermanos y con una diferencia de 8 años de edad, respecto del mayor.
Es por ese motivo que ella le atribuye que haya sido sobreprotegida por sus padres.

Los padres de Verónica son entrerrianos, del interior de la provincia, de Concepción del
Uruguay. Recuerda su infancia en Entre Ríos con un dejo de nostalgia “…era lindo todo
viste, porque nosotros nos bajábamos en Basalbilbaso y mi vieja se reunía con todas
conocidas, todas amigas, era re lindo, pero la gente era distinta yo tenía amigas allá en
Entre Ríos y eran otra cosa viste, también que otra cosa, otro tipo de gente” manifiesta. Su
padre era inspector de ferrocarriles y hace más de 35 años lo trasladaron a Posadas, y
aunque iba a ser sólo por un tiempo, por diversas razones, nunca más se fueron.

Permanentemente marca la diferencia entre la gente de Entre Ríos y de Misiones y


cuenta que a su mamá le costó mucho adaptarse, que sufrió mucho y que al principio
lloraba, “en Entre Ríos los amigos son amigos o sea es otra forma de ser… por lo menos
en esa época no había maldad. El cambio es terrible, la gente acá es distinta”. Su madre,
una mujer de carácter según ella, se encargaba de todas las cosas de la casa y de criarlos a
ella y a sus hermanos, dado que por el trabajo de su padre éste debía viajar
permanentemente. Con una sonrisa en el rostro recuerda lo terrible que era su hermano “le
robaba el auto a mi papá!” exclama, ella y su hermana sin embargo eran tranquilas, no
eran de salir, no hacían renegar a su madre.
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Su madre, había sido criada por sus padres de manera muy estricta y además concurrió a
una escuela religiosa a cargo de monjas, así que no quiso repetir la historia con sus hijos.
Es por ello, según Verónica, que su madre se encargó de todo en su casa y no dejó que a
sus hijos le faltara nada “…Mi vieja hacia todo en la casa, todo, absolutamente todo y
nunca dejó que hagamos nada, porque a ella siempre la tuvieron siempre de empleada en
la familia, cuando alguien estaba mal todo, entonces ya no quiso que nosotros pasemos
por eso…”, afirma que hasta el día de hoy le cuesta extenderse la cama cuando se levanta.
Su madre aparece como una figura central en su relato y determinante en su vida.

Atribuye a la crianza bonachona y hasta campesina de sus padres, la falta de viveza y de


picardía, se reconoce tímida e “ingenua”. A Verónica, nunca le gustó Misiones, nunca
terminó de adaptarse a la provincia, a su gente, a su forma de hablar. En la escuela, si bien
tenía amigas, le costó relacionarse, según ella “por su forma de ser”. Recuerda que iba de
la escuela a su casa y se pasaba la mayoría del tiempo leyendo. No salía casi, no le gustaba
ir a los boliches por el ruido y por el humo del cigarrillo, en ese entonces no fumaba, “era
rara viste” enfatiza.

Un día, cuando ella tenía 16 años conoce –a través de una amiga del colegio- al padre
de Facundo- así se refiere en todo momento a su ex esposo-. Comenzaron a frecuentarse
diariamente como amigos y aunque él le manifestaba su deseo de ser su novio, ella sólo
quería ser su amiga. Así pasaron varios años, hasta que un día finalmente, comenzaron a
salir como novios. Verónica recuerda que él comenzó a cambiar su forma de ser cuando se
fue a vivir sólo, y de ser tímido y reservado, pasó a ser todo lo contrario.

A pesar de que a su abuelo y a su padre no les caía bien ese muchacho que empezaba a
salir con ella y le decían que ese chico no era normal, Verónica siguió adelante con su
relación, al fin y al cabo, ella también era rara, y no se iba a dejar guiar por esos
comentarios. Recuerda que en una oportunidad él le dijo “yo te voy a salvar a vos”, como
si él fuera el mesías que traía la salvación a la vida de Verónica. Pasado el tiempo, se da
cuenta que desde una comienzo su novio fue obsesivo y celoso y que debido a eso, ella
comenzó a alejarse de sus amigos y de su grupo de estudio.

Él era de criticar a todo el mundo, todo el tiempo y ella por supuesto, no era una
excepción. Él le criticaba todo el tiempo, le criticaba su forma de vestir, de hablar, de ser,
hasta cómo tenía las cejas le recriminaba. Sin embargo, Verónica reconoce que por ese
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entonces ella no dimensionaba el problema y lo tomaba como una crítica más de todas las
que él le hacía al mundo. Hoy, reconoce que ella nunca estuvo enamorada de él, que sólo le
tenía un gran respeto y cariño. El embarazo de Facundo no fue una sorpresa ya que
“ambos” buscaron tener un hijo, sin embargo, Verónica reconoce que esa situación fue el
comienzo de una “película de terror”.

El embarazo no fue bien visto por sus padres, “…mamá se casó con el primer novio,
con el único novio que tuvo y que fue el hombre de toda la vida o sea y había que
casarse… ojo, ella era muy abierta para conversar todo, pero había que casarse”,
recuerda. Producto de su formación religiosa, su madre no veía bien el hecho de que se
vayan a vivir juntos sin casarse, y a raíz del mandato familiar y religioso, Verónica se ve
obligada a casarse. En ese tiempo, si bien ella tenía un auto -que le habían regalado sus
padres- y trabajaba para solventar sus gastos, reconoce que dependía económicamente de
sus padres.

Cuando se casa, se va a vivir con él al departamento de éste, “fue como una película de
terror”, repite, y comenta, con un dejo de perplejidad, que de tener su pieza, su auto, su
computadora, su aire acondicionado, pasó a ser una “intrusa” en el departamento de él, su
nuevo “hogar”, “…no me dejaba que toque la heladera, ni el equipo de música…me decía
que era todo de él…” Todo comenzó a empeorar, lo que recuerda de esas primeras
semanas de casados es, que como ella no sabía cocinar y se le quemaba toda la comida, él
hacía unos escándalos bárbaros, la insultaba, le gritaba, le rompía los platos. Ella comenzó
a tener problemas de hipertensión durante su embarazo.

Otra vez aparece su madre en la escena, “…la que me salvaba era mi mamá, porque mi
mamá como veía que era tanto él con el tema del almuerzo y que yo no sabía cocinar, vos
sabes pobre mi vieja se iba en el colectivo todos los días y me llevaba la comida, para que
él cuando venga él tenga la comida, y guai que yo empiece a comer antes que él…”. En
ese momento estaba confundida y desorientada, nunca había tenido que pasar por esa
situación con sus padres y encima estaba descubriendo a un sujeto totalmente distinto del
que conoció.

Verónica reconoce que si bien discutían todo el tiempo, todo empeoró cuando se hizo la
ecografía a los seis meses de embarazo y salió que era un varón. Debido a que él quería
tener una nena, no le habló por un día. Permanentemente le recriminaba que lo había
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“enganchado por el hijo”. Los meses pasaron, la situación se agravaba, insultos,


humillaciones, infidelidades y golpes fueron parte de la convivencia. Verónica ocultaba
todo para que sus padres no se enteren y porque no quería que Facundo “se críe sin un
padre”. Había que sostener la familia a toda costa, al fin y al cabo, durante toda su vida,
había escuchado de sus padres que “en el matrimonio hay que aguantar”.

Verónica cayó en una profunda depresión. Si durante el embarazo había engordado 40


kilos, luego de nacer su hijo y en el lapso de una semana, había adelgazado 15. No se
quería bañar, cambiar, ni comer. Al único que atendía era a su bebé, su mundo pasaba por
Facundo y Verónica no soportaba que los escándalos que su ex hacía, lo perturbaran al
bebé.

Recuerda que ella tenía la autoestima tan, pero tan baja, que si su ex esposo le hubiera
apuñalado, para ella habría estado todo bien. Recuerda que empezó a reaccionar cuando
esa situación de violencia estaba perjudicando a su hijo. Sin embargo, el mandato familiar
era más fuerte. Reconoce que ella zafó en realidad gracias a él, porque si no, hubiese
seguido toda la vida a su lado, “¡calculo que me hubiese muerto!” exclama.

Producto de una infidelidad de él en su propia casa y descubierto por ella, su ex esposo


la hecha de la casa, en ese momento, Verónica tomó la decisión de irse a la casa de sus
padres y optó finalmente por contarles todo lo que estaba sucediendo. Y otra vez entra su
madre en escena, esta vez para liberarla del mandato familiar “ahí mi mamá me ayudo, eso
me ayudó, que mi vieja me dijo que me apoyaban porque me hacían el aguante económico,
moral y afectivo”, en ese momento Verónica supo que no estaba sola y que su familia no
sólo que le creía, sino que la apoyaba.

Si bien el ex esposo de Verónica intentó persuadirla de que volvieran a estar juntos, ella
estaba decidida a no dar marcha atrás. Como ella bien lo señala “volvía a ser hija” y eso a
ella de daba seguridad. Los años pasaron, y a pesar de la separación, la relación siguió
siendo conflictiva, debido a que ahora el que padecía situaciones de violencia, era Facundo
cada vez que el padre se lo llevaba a su casa.

Ante los cambios bruscos de personalidad y de conducta de su hijo y las advertencias de


la maestra, Verónica comenzó a sospechar que su hijo estaba siendo abusado sexualmente
por su ex esposo y lamentablemente esas sospechas se confirmaron luego de una pericia
psicológica y un informe de una trabajadora social. Verónica, estaba decidida a defender y
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proteger a su hijo y comenzó a hacer todo lo que nunca antes había hecho por ella misma.
Concurrió a la Dirección de Violencia Familiar y Género, realizó varias denuncias en la
Comisaría de la Mujer y luego inició una causa judicial para que le suspendan a su ex
esposo, el régimen de visita que estaba estipulado. Finalmente, el régimen de visita fue
suspendido. Durante ese período, producto de una mala praxis fallece su madre. Dos
golpes duros que Verónica tuvo que enfrentar.

En la actualidad, Verónica atiende su negocio y trata de seguir adelante. Su vida gira en


torno a su trabajo y a su hijo de 8 años. Visita diariamente a su padre y se apoya en su
amiga y socia Carolina. Ahora confiesa que su único temor es a la mala justicia, es decir, a
la injusticia y que la apelación a la medida que hizo su ex, sea aceptada y la orden de la
jueza sea revocada. Esta es la historia de Verónica, una niña mimada y una mujer
violentada.

4. Dios lo quiso así

Mariel nació en Posadas, tiene 43 años de edad y es docente de una escuela primaria de
esta ciudad. Es de estatura mediana, rubia, de tez blanca, delgada y de rasgos muy bonitos.
En el momento de la entrevista, está muy bien arreglada; lleva puesto un pantalón de vestir
negro, una camisa blanca, un saco de lana negro y un pañuelo en el cuello.

Pareciera ser una mujer muy locuaz y extrovertida. Quizá, su profesión la ha ayudado a
desenvolverse ante los demás y a expresarse con facilidad. Mariel es una mujer que ha
sufrido grandes cambios en su subjetividad y así lo manifiesta. Viene de una familia
tradicional, católica y de clase media. Su madre, una mujer abnegada, dedicada a la crianza
de sus hijos y a la limpieza de su casa, ha dejado profundas huellas en ella y Mariel la ha
tomado como el modelo a seguir. “Es una buena madre”, afirma.

Su padre, el encargado de proveer los recursos económicos a la familia, descargaba toda


su frustración y su bronca los fines de semana tomando alcohol y escuchando música desde
las dos de la tarde hasta las ocho de la noche. Mariel no soportaba esa situación y se iba de
su casa, regresando recién cuando se aseguraba que su padre se había dormido.

Como una especie de refugio, se volcó a la religión. De joven, participaba activamente


en un grupo juvenil de la iglesia. Allí conoció a su primer novio, con el cual salió seis
meses y recuerda “él también era súper religioso y quería que llegáramos al casamiento,
así que era un franeleo nomás”. Pareciera ser que su virginidad era su única apuesta y
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tesoro más preciado, su único valor como mujer, si la perdía antes del casamiento, ¿quién
la iba a aceptar?, ¿quién la iba a querer después de haber pecado?

Resalta la religiosidad como un valor significativo para ella. Recuerda, casi con pena,
que en esa época ella tenía todas las “cualidades” “era reestructurada”, “era catequista e
iba todos los fines de semana a una capilla”, “hacía trabajos comunitarios”. Para Mariel,
tener todas las cualidades implicaba ser virgen, estructurada, una buena hija y una buena
cristina. Ese noviazgo no prosperó porque, según ella, su novio en realidad estaba
enamorado de su amiga y la había utilizado para acercarse a esta última. Fue allí donde
apareció Raúl, un viejo compañero de la secundaria, que por esas cosas de la providencia,
“Dios lo puso en su camino”, según ella.

Su destino estaba marcado. Se vieron un par de veces y en uno de esos encuentros, Raúl
la despojó de su virginidad. Ahora Mariel se da cuenta que ese hecho no fue producto del
amor, ni del consentimiento por parte de ella, sino que este hombre la había violado.
Recuerda ese momento de su vida con mucha angustia “me apalabró, yo tenía 23 años y
nunca había tenido contacto con nadie, cuando me di cuenta me estaba sacando la ropa y
yo le dijo no, y él como que me forzó, yo quise retroceder en ese momento y fue el más
horrible de mi vida, fue el más frustrante”, su mirada se pierde, ¿quién sabe qué imágenes
y sensaciones le vienen a la memoria?, luego un silencio prolongado, un mate.

Mariel estuvo ocho meses de novia con Raúl y observó las conductas violentas de él,
pero el destino estaba marcado. Ingenuamente, creía que ella lo iba a poder cambiar, sin
percatarse de que ella iba a ser la próxima destinataria de los golpes. Durante esos meses,
los padres de Raúl lo echan de la casa. Estaba solo y se quejaba de que nunca nadie lo
había valorado ni querido ¿quién mejor que ella entonces? Dios lo había puesto en su
camino, su misión era salvar a Raúl de esa vida triste y miserable que llevaba.

Ése era su destino, su apostolado, su obra de bien. Mariel soñaba con casarse con Raúl.
Ése era su último y único destino, casarse como Dios manda, con aquel hombre con quién
había perdido su virginidad. Sin embargo, él se niega a hacerlo, hasta que sucede otro
hecho que marcará la vida de Mariel, queda embarazada de su primer hijo. ¿Qué pensarían
los demás si se enteraban?, ¿quién la iba a querer con un hijo? Finalmente se casan y
Mariel cumple su sueño. Ahora sí se sentía realizada como mujer: casada y con un hijo.
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¿Qué otra cosa puede pedir una mujer?, ¿acaso la mujer no nació para casarse, tener hijos y
una familia a quien atender?

Y así fue que lo que para ella al principio era un sueño, rápidamente se transformó en
una pesadilla. Comenzaron los golpes, los insultos, las humillaciones. Para ese entonces,
Mariel se había recibido de maestra y Raúl era mecánico vial. Decidieron mudarse a
Bernardo de Irigoyen, una localidad del interior de la Provincia de Misiones, limítrofe con
Brasil. Embarazada de su primer hijo, Mariel se iba a hacer las compras, traía pesados
bolsos desde Brasil y comenzó a tener contracciones, muchos dolores y problemas con el
embarazo. Como consecuencia de esto, perdió el embarazo. Mira hacia abajo, se toca la
panza y exclama “la cuestión es que yo perdí a ese bebé porque era seis mesina”.
También perdió su segundo embarazo.

Luego vendrá su tercer embarazo y nuevamente las complicaciones. Tuvo que hacer
reposo absoluto y finalmente nació Fernando. Con el nacimiento de su hijo, las cosas
parecieron mejorar, pero al tiempo comenzaron los golpes y las peleas se fueron
agravando, Mariel no recuerda los motivos, seguramente porque nunca los hubo, y aunque
trata de anular de su memoria las cosas negativas, no lo logra.

Recuerda cuando le pegó un cachetazo, o cuando la agarró de los pelos y la tiró contra
la pared, o cuando le pegó una patada con el borceguí que tenía la punta de acero, o cuando
le revoleaba el mate, sólo por el hecho de no gustarle cómo se lo había preparado.
Recuerda en esa oportunidad, haberse ido de su casa con su hijo pequeño a lo de una tía.
Recuerda también, que él la buscó por todos lados, hasta que finalmente la encontró y la
convenció con frases dulces, torta y champagne.

Recuerda en voz alta “yo pensé que él iba a cambiar y me dije que iba a hacer todo lo
posible para recuperar mi matrimonio”. Fue así que decidió volver con Raúl y queda
embarazada nuevamente. Nace Daniela, pero a Raúl parece no importarle, “no quería
alzarla, ni cuidarla” manifiesta. Y todo volvió a comenzar: los golpes, las peleas y los
insultos eran cada vez peor. Mariel comenzó a descuidarse físicamente, había engordado
mucho y no se arreglaba. Ya no era atractiva. Así ella justifica de algún modo las
infidelidades de Raúl.

Su cuerpo expresaba el cambio profundo de su subjetividad. Frases como “vos sos una
puta igual que tu mamá” “loca de mierda” “gorda” “inútil” entre otras, comenzaron a
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instalarse en el repertorio cotidiano de Raúl y fueron configurando la identidad de Mariel.


Argumenta “linda no era para él, porque yo era siempre de familia, nunca tuve una
actitud incorrecta, para él todo lo que yo hacía estaba mal” Un vez más aparece el
significado que tiene para Mariel tener todas las cualidades, nunca tuvo una actitud
incorrecta.

Se reconoce como “una mujer muy de la casa”, se encargaba de que estuviera todo en
“orden, limpio”, pero al parecer esto no alcanzaba para tener el reconocimiento y el amor
de Raúl. El resultado de esta situación no es de sorprender, Mariel se terminó creyendo
todo lo que le decía Raúl, incluso de que era la culpable de que él la maltratara. Además de
la violencia física, ambiental y psicológica, Raúl comenzó a ejercer violencia financiera y
comenzó a endeudarse. Mientras que Mariel y sus hijos pasaban necesidades, Raúl se
compraba ropa de marca y no escatimaba en gastos personales. El matrimonio continuó así
por diez largos años.

Aunque en la intimidad Mariel vivía en un infierno, delante de los demás Raúl se


comportaba como el marido más dulce y atento que uno podía imaginarse. Entonces, se
produjo otro episodio significativo en la vida de Mariel, conoció a Juan, un docente que
trabajaba con ella y que al enterarse del contexto de violencia por el cual atravesaba Mariel
decidió brindarle su apoyo y contención.

La aparición de Juan en la vida de Mariel fue decisiva para que ésta se animara a
realizar la denuncia en la Línea 102, un servicio telefónico gratuito en donde se asesora y
se contiene a los sujetos violentados en el ámbito familiar. Raúl, una vez más, se puso en el
papel de víctima, lloró, pidió perdón y decidieron concurrir ambos a un psiquiatra. Sin
embargo el tratamiento no prosperó y la violencia continuó.

Mariel recuerda que en una oportunidad se había ido de vacaciones a Brasil con Raúl y
sus dos hijos y que, estando en la playa de la mano de Fernando y Daniela, comenzó a
meterse en el mar con la intención de matarse, cuando comenzaron a caminar hacia lo
profundo del mar, sus hijos le dijeron “mami nos estamos mojando”, ella reaccionó y
retrocedió cuando se dio cuenta de lo que estaba por hacer. Al recordar este episodio, a
Mariel se le llenan los ojos de lágrimas, hace un prolongado silencio y suspira. “Fueron
unos minutos de inconciencia” manifiesta y afirma que fue la primera y única vez que le
sucedió algo parecido.
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Evidentemente este fue uno de los momentos límites por el cual atravesó Mariel; sin
embargo, algo sucedió en ella que la hizo detener. Más allá de este episodio, Mariel se
reconoce como una mujer fuerte, exigente consigo misma, autosuficiente, “siempre fui una
mujer muy exigente en todo, antes yo bordaba, limpiaba la casa y no necesitaba empleada,
hacía todo y no me cansaba, yo tenía pilas siempre”, exclama. Una vez más explicita el
significado que para ella representa tener todas las cualidades. El estereotipo del deber ser
de la mujer toma cuerpo y se encarna en sus prácticas sociales.

Ayudada por los consejos de Juan, finalmente Mariel decidió separase y si bien Juan era
casado, en ese momento estaba separado de su mujer y comenzaron a vivir juntos. De esa
relación, Mariel queda embarazada nuevamente de una niña, que actualmente tiene tres
años. Luego de un tiempo de convivencia con Mariel, Juan regresa con su mujer. Mariel
cría sola a la niña. Ella recuerda “me quedé sola y Raúl se encargó de decirme todo el
tiempo que yo era una puta, una mierda”, a pesar de que Raúl había comenzado una
relación con una joven de dieciséis años, le reprochaba a Mariel el hecho de querer rehacer
su vida.

Actualmente, hace siete años que están separados de hecho con Raúl; sin embargo, éste
no deja de hostigarla, le dice que si no están juntos él se va a matar, se hace la víctima ante
los familiares y amigos de Mariel y la manipula a través de sus hijos. Mariel reconoce que
de esa ilusión que tenía al comenzar la relación ya no ha quedado nada, que no siente nada
por él, que es como un extraño para ella, que siente asco y repulsión hacia él. Si bien ha
comenzado a pensar más en ella, como lo manifiesta en la entrevista, “leo libros de
autoayuda, ahora pienso en mí, tengo ganas de arreglarme, me permito comprarme cosas
y hacer cosas por mí”, reconoce que todavía siente mucho miedo de Raúl y que ese temor
no le permite ser feliz.

El sueño de Mariel de casarse y ser feliz, fue solo eso: un sueño. Mañana, cual si fuera
la escena de una película que se repite una y otra vez, tendrá que ir nuevamente al trabajo,
atender a sus hijos, limpiar la casa, preparar la comida y, al anochecer, subsumida en sus
pensamientos, se quedará dormida, deseando que todo lo que le ha tocado vivir fuese una
pesadilla que se esfumará al despertar.
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5. Él me eligió a mí…

Dina es una mujer trigueña, de contextura mediana, de origen muy humilde y aunque
sólo tiene 35 años de edad, uno a simple vista, le daría más edad de la que tiene. Su rostro
y su piel curtida dejan traslucir una vida muy dura y sacrificada, cargada de dolor y
angustia. Hace 16 años que está casada con un changarín y, producto de ese matrimonio,
tiene cuatro hijos: una hija de 15 años, otra de 13, un varón de 9 años y una nena de un año
y cinco meses.

Se la observa ansiosa. Mientras compartimos un mate, me cuenta su historia. Lo


primero que destaca en su relato es que viene de una familia no violenta, en donde todo se
conversaba, se charlaba, se hablaba y subraya que ella, la primera vez que vio discutir a sus
padres, fue cuando ella tenía 13 años. Recuerda “Y para mí se me hacía que el mundo se
venía abajo y se terminaba todo, pero fue una discusión y después y eso se arregló fue lo
único que yo vi”.

Dina vivía con sus padres en una chacra de Colonia Aurora, un lugar del interior de la
provincia de Misiones ubicado en las cercanías del río Uruguay, lindando con Brasil. Si
bien terminó la escuela primaria, cuando llegó su adolescencia, decidió irse al pueblo para
comenzar a trabajar como empleada doméstica y allí conoció al que luego sería su marido.
En ese entonces, ella tenía dieciocho años y él veintidós, los dos iban a la iglesia
evangélica del pueblo.

Cuando recuerda cómo era él en ese momento lo describe así: “para mí era el hombre
que yo buscaba, era quieto, era todo, pero „aguas quietas, son profundas‟, bien como dice
el dicho, salíamos juntos así con un montón de chicos y chicas, en esos momentos él era
tranquilo, era buenito o así y qué sé yo, pero cambió desde la primera vez que nos
arreglamos y salimos solos, como novios”.

Dina relata un episodio que la marcó tanto que nunca más se pudo olvidar y expresa ese
dolor con lágrimas en los ojos. Era su primera salida con él como novios, él la había
llevado a cenar a lo de su hermana y, en un momento dado durante la cena, él le grita y la
ridiculiza delante de toda esa gente extraña para ella. Ese fue el comienzo de un largo y
doloroso camino: El camino de la violencia, del miedo, de la humillación, de la soledad.
Un camino sinuoso, oscuro y húmedo.
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Amargamente reconoce que ella en ese momento se dio cuenta que ese hombre que la
había maltratado y humillado, a una semana de haberse puesto de novia y en su primera
salida, no era para ella, no era el hombre que quería. Sin embargo, el contexto, la
ignorancia y los mandatos sociales y familiares, le tendieron una trampa mortal de la cual
no pudo salir y así lo expresa: “él era el único muchacho entre 11 chicas y era como una
competencia había una competencia como quien le iba ganar a él, y „él me eligió a mí‟, y
no me animé a dejarle por miedo o vergüenza de lo que digan las otras chicas, „hay ella
no sirve‟,‟ ella es mala‟ o qué sé yo, por miedo, siempre, yo siempre pensé en los demás.
Que es lo que iban a decir los otros, qué iban a decir la gente, qué iban a decir esto o
aquello, pero nunca pensé en mí misma, en lo que como yo sentía y de ahí de esa noche yo
ya empecé a sentir un rechazo, pero igual seguí, vivíamos peleando, discutiendo, pero
igual”. A los tres meses de estar de novios, Dina queda embarazada, una profunda
vergüenza la invadía. Se sentía una pecadora.

Su familia no debía enterarse dado que “eso” no era bien visto por sus padres. Era algo
que no se debía hacer. Al contarle a su novio, él decidió asumir la paternidad, así fue que
se casaron. Los suegros de Dina estaban separados, así que como el padre de su marido
vivía sólo y no tenía a nadie que le lave, le planche y le cocine, su marido decidió que sea
Dina quien los atienda, no sólo a él, sino también a su padre. Es eviente que el papel de ella
era el de empleada doméstica y Dina lo asume porque estaba acostumbrada a ello y
aparecía como algo “natural” que sea así.

Todo comenzaba a empeorar. Dina deja de trabajar, debido a que su esposo no quería
que ella salga de su casa. Comienza así el proceso de aislamiento y la violencia económica,
dado que en dieciséis años de casados, su marido jamás le contó cuánto ganaba, ni
compartió nunca una decisión respecto al destino del dinero. La violencia física empezó al
poco tiempo de casados. Cada vez que él venía borracho, le propinaba una paliza.

Hasta el día de hoy, y en todos los años que lleva de casada, su marido jamás le pidió
perdón, ni se arrepintió de las cosas que hizo y dijo. Si bien su familia de origen no quiere
que continúe con su marido, Dina reconoce que cuando les pide ayuda económica o alguna
solución, su familia no la ayuda. Manifiesta que con cuatro hijos, sin dinero y sin un lugar
a donde ir, es muy difícil salir de esa situación.
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Uno de los aspectos que se destaca fuertemente en el relato de Dina es la discriminación


racial, que permanentemente la familia de su esposo ejercía, y ejerce aún hoy hacia ella.
Esto la ha marcado, y se expresa en una mezcla de profunda tristeza y rabia. Con lágrimas
en los ojos cuenta las cosas que él le decía: “hija de puta, la puta que te parió, demonio,
Satanás, inmundicia, plaga del diablo, eso yo escucho todos los días. Y le grita a los
chicos negrada de mierda, peste, inmundicia, basuraje de todo, de todo…”

Su color de piel es objeto de duras críticas de parte de su esposo y de los familiares de


éste. Dina se defiende argumentando que su abuelo vino de Rusia, cuando tenía cuatro
años y que ella tiene “más sangre rusa y alemana” que la familia de él, que es de sangre
polaca. El abuelo de su esposo había nacido en Argentina, “así que si vamos hablar de
sangre y de raza yo soy más polaca o tengo más sangre de gente blanca que ellos”
asevera. El caso de Dina, es un claro reflejo de la profunda discriminación y xenofobia que
existe principalmente en el interior de la provincia de Misiones, a pesar de que se sigue
sosteniendo el mito de la integración cultural pacífica o del “crisol de razas”.

El relato de Dina está plagado de metáforas y denota una profunda sabiduría. Ella
reconoce un cambio profundo en su subjetividad, a raíz de la violencia psicológica que
padece. “No es que una crea en eso, sino que eso va aplacando, es como poner un ladrillo
sobre otro en la espalda de una y llega un momento que una no puede ni con la vida de
una, y sí, yo noto el cambio en mí cuando voy a la a mí familia, a mi casa, a mis raíces”.
Al hablar de sus raíces cambia su color de voz, añora la tranquilidad de esos días felices de
su infancia, estar junto a sus hermanos. Su hogar era su refugio, sus padres sus ídolos.

Esa es la familia que soñó que algún día iba a formar. Esta ficción que Dina configuró
acerca de la familia y de sus padres, podría ser una de las explicaciones de por qué no se
quiere separar de su marido, “no quiero sacarle el papá de ellos o sea separarme, y que
ellos sientan esa falta”. A su vez, se siente acorralada, siente que está entre la espada y la
pared, “no puedo ir para allá porque está la pared y vengo para acá y me mata la espada”
replica. Su refugio era la iglesia, formaba parte del coro, cantar la hacía muy feliz. Antes
iba de seguido, las palabras del pastor le producían la paz interior que ella tanto anhelaba.
Sin embargo, tuvo que dejar de ir porque su marido en cada discusión le reprochaba el
hecho de ir a la iglesia a “calentar el banco”.
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En definitiva, él siempre terminaba involucrando al pastor y a los “hermanos” que


concurren a la iglesia y a Dina eso no le parecía justo y aparte le dolía porque era lo que a
ella más le gustaba. Ahora, sólo va cada tanto. Actualmente, Dina trabaja en una tienda de
ropa que ella se pudo poner con sus ahorros y un pequeño préstamo que le otorgaron y que
ahora está devolviendo. La tienda funciona en la casa de su cuñado –hermano del marido-
y el poco dinero que ingresa lo invierte en la educación de sus hijos.

Ese es un aspecto crucial para Dina: la educación de sus hijos, y utiliza otra metáfora
para explicarle a su hija de quince años, la importancia de estudiar “siempre le digo que
estudie y que busque alguien que a la ame, porque el estudio le digo, es como que vos
subís una escalera, o un edificio, llegas a planta baja vas a encontrar la gente de planta
baja, te vas al segundo piso vas encontrar el segundo piso la gente que están ahí y así
cuanto más alto, más alta la categoría de gente que vos encontras, le digo vos estudia y en
cada nivel que vos vas estudiando, vas conociendo personas de otra cultura”.

El temor más grande de Dina, es que su hija repita su propia historia y que, el día de
mañana, se case con un hombre violento y sin educación. Desea profundamente mostrarle
a sus hijos que hay otro tipo de vida que la que llevan ellos, que hay otro tipo de gente y
otro tipo de relaciones. Además, la angustia que su hijo de nueve años haya aprendido del
padre el maltrato hacia las mujeres y la violencia como forma de relacionarse con sus
hermanas.

Dina no baja los brazos. Reconoce que ya desde hace un tiempo atrás comenzó a dejar
de darle explicaciones a su marido y que se anima a enfrentarlo. Ha realizado denuncias,
ha ido al juzgado, luego, como pudo, se puso su negocio. Esto la ayudó a levantar su
autoestima y a tener una pequeña independencia económica. Actualmente, cada vez que
puede, concurre a los grupos de autoayuda que funcionan en la Municipalidad de la ciudad
de Oberá.

Lleva una vida muy humilde y muy sencilla. Se levanta todos los días muy temprano,
calienta agua para el mate, carga su termo y se va caminando a su trabajo. Al mediodía
regresa, come algo que le ha preparado su hija y, si puede, duerme la siesta. Al levantarse,
118

toma un tereré35con sus hijos y nuevamente se va a trabajar. Llegada la noche, y antes de


irse a dormir, le pide a Dios que no se olvide de ella y que la ayude a salir adelante.

Por lo general, el fin de semana, se dedica a limpiar su casa y a carpir o plantar algunas
plantas en el terreno de su casa. Dina tiene un deseo, un anhelo profundo, un sueño y casi
susurrando lo expresa “estar en paz. Llegar en casa y poder hablar despacio, no que los
vecinos escuchen, despacio entre nosotros, estar en paz. No importa que no haiga uff
manjares para comer, pero estar en paz lo que se coma, se coma en paz”. No pide mucho
¿no?

6. El miedo a quedarse sola

Tatiana o Tati como a ella le gusta que la llamen, es una bella mujer de 27 años de
edad. Es muy delgada, rubia, de tez blanca y ojos verdes. Proviene de una familia
tradicional, muy religiosa y de clase media alta. Si bien su padre es oriundo de la provincia
de Córdoba, hace muchos años que están viviendo en Posadas. Son cinco hermanos: dos
varones y tres mujeres.

Como toda familia con estas características, los mandatos sociales y religiosos se
cumplen al pie de la letra. Ella recuerda que, siendo niña, su madre la obligaba a ir a
estudiar inglés y piano, porque eso estaba bien visto por la sociedad. Cursó su primaria y
secundaria en el Instituto San Basilio, una institución privada y religiosa de la ciudad de
Posadas.

Siendo niña, le gustaba jugar a las muñecas, a la casita y a la cocina, y por sobre todas
las cosas pintar, mientras acompañaba a su madre en una tienda que ésta tenía. Recuerda
una infancia tranquila, sin sobre saltos, en donde sus días transcurrían entre el juego y el
estudio.

En su relato, destaca que el día más feliz de su vida fue cuando nació su hermanita.
Tuvo una adolescencia tranquila, con amigos y a los dieciseis años se puso de novia con un
chico, con el cual salió unos tres años hasta que, una vez terminado el secundario, ella
decidió ir a estudiar diseño industrial a Córdoba, dado que su hermano mayor estaba
viviendo allí y, por este motivo, decide terminar la relación con el que era su novio.

35
El tereré es una práctica social de los pobladores del Paraguay, expandida también a las provincias de
Misiones, Corrrientes y Formosa, limítrofes con Argentina, por la influencia cultural. Consiste en una
infusión de yerba mate con agua fría o natural. Es una práctica muy difundida en la región, debido a las altas
temperaturas.
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Tati es muy vergonzosa, su voz es una especie de susurro, apenas se escucha lo que
dice. Al tiempo de comenzar su carrera universitaria en Córdoba, le presentan un
muchacho y lo primero que le sedujo de él es su belleza y su inteligencia. Estaba
estudiando ciencias económicas y era de la clase alta cordobeza.

Al principio, a Tati le costó adaptarse a la cuidad, grande y ruidosa. Extrañaba a su


familia y también la tranquilidad de Posadas. Sin embargo, decidió continuar sus estudios
allí. Relata que su novio al principio era muy bueno y que estaba muy enamorado de ella y
eso la hacía sentir segura y protegida. Sin embargo, como dice el dicho, no todo lo que
brilla es oro. De a poco, y con distintas artimañas, su novio comenzó a apartarla de sus
amigos y compañeros de la facultad. Las escenas de celos tiñeron la relación. La violencia,
lenta y progresivamente, se instala en la pareja.

Si bien Tati vivió un tiempo sola, su novio estaba permanentemente con ella, la
controlaba y absorbía. El primer episodio de violencia fue justamente en una salida y por
motivos de celos. A raíz de esto, ella le pidió un tiempo para pensar en la relación. Sin
embargo, reconoce que para ese entonces, él se había convertido en una necesidad para
ella. El estaba pendiente de ella, le facilitaba las cosas, la hacía sentir segura. La relación
continuó y, luego de un tiempo, decidieron vivir juntos.

Tati ya estaba aislada de sus vínculos más cercanos. Su pareja comenzó a ejercer
violencia psicológica sobre ella. Comenzaba el proceso de degradación de su autoestima:
“no le gustaba nada me decía que estaba fea... con el tiempo me llegue a creer súper fea
me decía horrible... Después del embarazo peor…pensaba que si me dejaba él me moría
porque me iba a quedar sola”.

Tati se empezó a acostumbrar al maltrato. Al tiempo queda embarazada. Su madre la


obliga a casarse y ella, por la presión familiar y los mandatos sociales y religiosos, accede
al casamiento. La convivencia y el embarazo, agravó la situación de violencia. Él comenzó
a romper todas sus cosas, a insultarla y a golpearla: patadas en la panza, empujones,
cachetadas, apretones de cuello.

Comenzó a decirle que ella había quedado embarazada a propósito, para “engancharlo”
y la despreciaba como mujer. La obligaba a tener relaciones, como una manera de
mostrarle fidelidad, dado que si ella se negaba, él le decía que era porque tenía otro. Le
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decía cómo tenía que ser y qué tenía que decir adelante de los demás, cómo se tenía que
vestir y maquillar.

Como si fuera una pieza de ajedrez, él manejaba el tablero, fijaba las reglas de juego y
manipulaba las piezas a su gusto. Esto implica un cambio profundo en la subjetividad de
Tati: “iba cambiando, la manera de vestir, dejé de usar tacos. Tenía que hacer otras cosas,
vestirme de otra forma y cuando estaba embarazada me hacía sentir que no encajaba, que
era patética…En realidad fue como que yo fui machacándome sola, descuidándome, me
fui dejando estar”.

Con el paso del tiempo, las sospechas que Tati tenía en cuanto a que su marido se
drogaba, se confirmaron y eso la hizo temer por su vida y por la de su bebé, dado que él se
descontrolaba y la amenazaba de muerte. Él nunca le pidió perdón a Tati. No se daba aquí
el modelo del ciclo de la violencia conyugal: no había ni arrepentimiento, ni “luna de
miel”.

Cuando Tati tiene su bebé, su marido la mantiene encerrada veintisiete días, sin dinero y
sola, en una provincia que no era la suya. El hermano de Tati, que era su único familiar
cercano, se había mudado al Sur y sólo mantenía contacto telefónico con él y con sus
padres y hermanos de Posadas, dado que él los había echado de su casa y les prohibió que
vayan a visitar a Tati.

Cuando la situación llegó al límite de que él, estando drogado, le pegaba en la cabeza
del bebé para no dejarlo dormir, Tati se desesperó y pudo reaccionar. Entonces, le pide a su
madre que la vaya a buscar. Tati organiza en secreto la huída, prepara algo de ropa del
bebé y espera que su mamá la vaya a buscar. Una mañana, cuando él no estaba, ella y su
bebé parten hacia Posadas.

Ahora, la pelea la tiene que dar en la justicia, pero también con ella misma para tratar de
no volver a repetir la historia. El sueño de Tati, como el de muchas otras mujeres, es tener
su casa, vivir con su hijo y formar una pareja. Hasta el día de hoy, vive con sus padres. De
a poco, y con ayuda de terapia psicológica, está tratando de salir adelante. Consiguió
trabajo como recepcionista de un sanatorio privado, quiere volver a estudiar y comenzó a
pintar nuevamente, como cuando era niña, como cuando era feliz.
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7. Una cadena de tristezas

Claudia tiene 32 años, su piel parece de porcelana, sus ojos son de color café, tiene un
hermoso cabello castaño y un lunar en la mejilla derecha. Es delgada. Cuando la vi, no me
imaginé la triste historia que había por detrás. Es una mujer muy bella, que ha tenido que
pasar por momentos muy duros en su vida.

Su infancia está marcada por el abandono de su madre y de su padre y por la pobreza.


En efecto, ella comienza su relato contando que fue criada por su abuela, dado que su
madre era de salir por varios días y, tanto a ella como a sus dos hermanitas, las dejaba
solas. Los vecinos, por lástima y al ver el estado de abandono en que se encontraban las
niñas, con heridas en el cuerpo y enfermedades, las atendían. Fueron estos mismos vecinos
los que hicieron la denuncia correspondiente y, al ser Claudia la más pequeña de sus
hermanas, la jueza decide darle la tenencia a su abuela.

A partir de ese momento, perdió el contacto con sus hermanas. Una de sus hermanas fue
operada, producto de un cáncer y, a raíz de esta enfermedad y de los malos tratos que su
madre le propiciaba, falleció. La otra hermana se quedó con su madre y a los doce años
sufrió un intento de violación por parte de su padrastro, la nueva pareja de su madre -con
quien tuvo siete hijos más- y cuando ésta le contó lo que había sucedido, no le creyó y la
echó de su casa.

Durante muchos años, Claudia no volvió a ver a su madre. Según lo que le contó su
abuela, su padre, cansado de que su madre se ausente por varios días, la abandona cuando
ésta estaba embarazada de ella. Cuando Claudia tenía siete años, su madre fue a verla y allí
ella se entera de que esa mujer era su madre biológica. Luego, vuele a desaparecer.

Un día, cuando Claudia tenía catorce años, estando sola en su casa, aparece un hombre.
Ella lo hace pasar y al preguntarle quién era, él le responde “soy tu papá”. Era un hombre
alcohólico. Claudia pudo compartir con su padre sólo dos meses y, durante ese tiempo,
intentó alejarlo del alcohol, pero todo el esfuerzo fue en vano. Al mes de que su padre
vuelve a su casa, le llega un telegrama a Claudia informándole que había fallecido,
producto de una sobre dosis de alcohol con medicamentos.

A los trece años, cuando Claudia termina de cursar la escuela primaria, comienza a
trabajar como empleada doméstica. Debía ayudar a su abuela, dado que apenas vivían con
lo que ésta ganaba del trabajo en la chacra. Cuando Claudia cumple dieciocho años, su
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abuela decide ir a vivir a Campo Grande, una localidad rural que queda en el interior de la
provincia de Misiones, pero, como ella quería seguir estudiando, decide quedarse en la
ciudad de Oberá.

Claudia alquila una pieza. De día trabajaba como empleada doméstica y de noche
comienza a cursar el secundario. Allí conoce al que luego sería su marido. En ese contexto
de abandono y soledad, Claudia nos da una pista de lo que significó para ella esa relación
“cuando yo lo conocí era una persona bien, yo siempre sola, siempre ausente de familiares
sin mi abuela estaba más sola que nunca. Entonces, le conozco a él y fue como que la
familia de él fue mi familia. Ese era mi vínculo”. ¡Por fin había encontrado una familia!, la
familia que nunca tuvo y que siempre soñó. Pero, lamentablemente, una vez más, el sueño
se transforma en pesadilla.

Claudia queda embarazada y desde ese momento para ella es como que comienza la
violencia. Él viene a Posadas a estudiar en la escuela de cadetes de policía de la provincia y
comienza a no ir a su casa los fines de semana. Empieza a poner distintas excusas, los
meses pasan y Claudia termina teniendo sola a su bebé, porque él llega recién a los cinco
días de haber nacido su hijo.

Viven en la casa de los padres de él y la situación va empeorando. Siendo ya policía,


llegaba de su trabajo, se bañaba, se cambiaba y volvía a salir. Claudia sabía que salía con
otras mujeres y eso le dolía en el alma. Él gastaba toda la plata y a veces no tenían ni para
comer. Con el correr de los años, a la violencia psicológica y económica, se le suma la
violencia física. En una oportunidad, le llega a romper el tabique de la nariz. Sus suegros la
presionan para que no realice la denuncia, porque, como era policía, iba a perder su
trabajo. Su suegra le dice que ella tenía que atender a su marido y comprenderlo, ya que
eran las otras mujeres las que lo provocaban.

Cuando su hijo fue un poco más grande y pudo dejarlo en el jardín, Claudia comienza a
trabajar como empleada doméstica. Después de ocho años de vivir con sus suegros, se
mudan y se van a vivir solos. La cosa empeoró aún más. Él comienza a ser cada vez más
agresivo y comienza la violencia sexual. “Comenzó a traer películas pornográficas a
casa…entonces después empezó conmigo, el tema del último tiempo fue que empezó a
dejarme de tratar como mujer y tratarme como una prostituta, me decía vos sos mi puta.
De querer por ejemplo romperme la ropa, si yo tenía un camisón me quería romper el
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camisón, o la ropa interior, no me decía mi amor, me decía sos mi puta, era muy agresivo,
me forcejeaba, me amenazaba con el arma, llegaba un punto que yo lloraba…mi hijo
escuchaba todo”.

Claudia se quiebra, llora desconsoladamente porque para ella es un recuerdo demasiado


doloroso. Un silencio profundo invade el lugar donde estamos llevando a cabo la
entrevista, le tomo una mano y le pregunto si quiere que suspendamos la entrevista. Ella
mueve la cabeza indicando que no y al cabo de unos minutos continúa su relato. Yo sentí
su dolor como si fuera mío…

Claudia estaba paralizada por el miedo, no sólo porque él era policía y con su arma
reglamentaria la vivía amenazando, sino que cuando iban en el auto con su hijo, aceleraba
con todo y le decía que se iba a estrellar y, de repente, frenaba de golpe y los hacía golpear.
Luego de cada episodio de violencia, su marido le pedía perdón y le decía que no lo iba a
hacer más y que los quería mucho. Pero pasaban dos o tres días y todo comenzaba
nuevamente.

Además de la violencia que su marido ejercía sobre ella, Claudia tuvo que soportar las
infidelidades de él. Producto de una de sus relaciones pasajeras, su marido tuvo una hija,
que actualmente tiene seis años de edad. Fueron once años de padecimiento de esta
situación: “creo que un año fui feliz el resto fue una cadena de tristezas de o sea de llegar
al punto tal que yo por ejemplo, me subía a un colectivo y me corrían lágrimas por los
ojos, pero yo no me podía controlar o sea lloraba sin querer”.

Las huellas de tantos años de violencia marcaron profundamente la subjetividad de


Claudia como mujer: “ yo estaba tan sometida que todo lo que él me decía yo era eso, o
sea yo estaba paralizada…Llegar al punto de que cuando él me decía, ‟vos estás loca‟ yo
pensaba ¿será que yo realmente estoy loca?, ponerme a pensar y decir ¿será que él no
tiene razón y yo soy la enferma? y todas esas cosas viste de creerse todo eso de tanto que
te dice”.

Claudia, a pesar de todo, trataba de mantener “unida” a su familia. Para ella, había
construido una familia y no podía permitirse perderla, porque era la familia que ella nunca
tuvo y siempre anheló. Lamentablemente, y más allá de sus esfuerzos, otro incidente
irrumpe en su familia: Su marido, producto de otra infidelidad, deja embarazada a otra
mujer. Cuando Claudia se entera de esta situación, lo enfrenta y le pregunta si ese hijo que
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iba a nacer era realmente de él. Él lo niega rotundamente en un primer momento y,


enfurecido, va a insultar a esa mujer por haberle contado todo a su esposa.

Claudia insiste en que le demuestre que ese hijo no es de él, yendo con ella a la casa de
esta mujer, para que él personalmente desmienta esta historia. Sin embrago, su marido no
sólo no lo hace, sino que, ante la presión de Claudia por este nuevo hecho, y luego de
varios días sin hablarle, decide retirar sus cosas e irse de la casa. “Cuando yo volví de mi
trabajo un día al mediodía, llegué a casa, se había llevado toda su ropa y se había ido y
bueno a partir de ahí la con la situación no tuve ningún tipo de contacto con él”.

Su marido se fue a vivir a la casa de sus padres. Sus suegros la culpan a ella de esa
situación reprochándole que no entendían cómo ella había cambiado tanto si antes era tan
“quietita”. Para los suegros de Claudia, quietita era sinónimo de ser sumisa, obediente,
pasiva, indefensa. En fin, de aguantar esa situación abusiva y humillante para cualquier ser
humano.

La paradoja de toda esta historia, como en otras que he narrado en este capítulo, es que
Claudia logra salir de esta situación de violencia, no por ella misma, sino porque su marido
la deja, la abandona. Sin embargo, en su relato, Claudia no lo percibe de esta manera: “no
quería ayudarme económicamente y esa fue la etapa más difícil, porque todos me dicen
hoy que cualquier mujer hubiese seguido aguantando, porque con él al lado, yo tenía una
mejor vida de la que empecé a tener después que él se fue”.

La falta de recursos económicos y el no tener redes familiares que la protejan y apoyen


fueron factores claves para que Claudia no pueda salir antes de esa situación. Ella reconoce
que si hubiera tenido recursos, una profesión o al menos una familia que la ayudase, ella no
hubiera aguantado tanto.

Actualmente, Claudia hace nueve meses que está separada de su marido. Hoy vive con
su hijo y se las arregla para vivir con sólo trescientos pesos por mes, producto de su trabajo
como empleada doméstica. Ahora viene la pelea en la justicia por la cuota alimentaria,
pero, si bien no tiene recursos económicos suficientes para vivir de manera digna, tiene
algo que no lo cambia por nada en el mundo: tiene paz, la paz que siempre soñó.

Claudia día a día se siente más segura, más fuerte, concurre a los grupos de ayuda
mutua que funcionan en la municipalidad y eso la hace sentir bien. Le gusta salir con
amigas, ir a alguno que otro cumpleaños, le gusta la naturaleza, sentarse en el parque e ir a
125

la iglesia. Valora las pequeñas grandes cosas de la vida, como por ejemplo, quedarse con
su hijo despierta hasta la una de la madrugada, y allí, en los sillones del jardín, poder
escuchar música, tomar un vaso de jugo y comer un pancho en paz.

A pesar de todo su dolor y de la cadena de tristezas por las que tuvo que atravesar,
Claudia sabe que merece ser feliz y que la vida se encargará de compensar tanto
sufrimiento.

8. La ficción del hijo

Marta es del interior de la provincia de Misiones, más exactamente de la localidad de


Puerto Rico. Tiene 26 años, hace cuatro años que vive en pareja y, producto de esa
relación, tiene un bebé de 7 meses. Es muy bonita, tiene pelo bien oscuro y largo, aunque
siempre lo lleva recogido. De piel muy blanca, sus mejillas siempre están sonrojadas.
Detrás de sus ojos color café, se trasluce una mirada profunda. Es creyente y siempre le
reza a un santito que tiene en la mesita de luz. Es muy locuaz y habla sin parar, como si eso
la ayudara a apaciguar su dolor.

Lamentablemente, Marta no tuvo una infancia felíz. Sus recuerdos versan sobre
situaciones de violencia familiar. Viene de una familia humilde, con seis hermanos. Su
padre, alcohólico, le pegaba mucho a su madre. Ella comenta que, si bien siempre hicieron
muchas denuncias y fueron al juzgado, nunca le dieron ninguna respuesta. Siempre se
preguntó cómo su madre aguantaba tantos golpes, tantos maltratos. Producto de tanto
sometimiento, su madre decide irse de su casa y, tanto ella como sus hermanos, se quedan
al cuidado de su padre.

Marta toma la decisión de su madre como un abandono hacia ella y sus hermanitos. Su
madre, al mes de haberse ido de su casa, “decide” regresar, pero, por muchos años, sus
padres duermen en camas separadas. Así transcurrieron los años, su madre se iba por uno o
dos meses y luego regresaba. Cuando tenía trece años, su padre sufre un infarto y, si bien
Marta le guardaba mucho rencor, al no estar su madre, ella se hizo cargo de él y de sus
hermanitos. Eso la marcó e impactó fuertemente en su subjetividad.

Por muchos años, le guardó un profundo rencor a su padre y por momento deseó verlo
muerto. Además de esta situación de violencia, hubo otro incidente en su vida que la
marcará como mujer. Siendo adolescente, su hermano mayor, hijo sólo de su madre,
intentó abusar sexualmente de ella. Nunca pudo decir nada, quizás por miedo o por
126

vergüenza silenció este terrible hecho y recién pudo contárselo a su madre a los 21 años de
edad y su madre, producto de su historia de violencia, de sus miedos y limitaciones, hizo lo
peor que podía hacer: pedirle que se calle, que no le diga nada a nadie para evitar
problemas. Y ella, por su madre, se calló. Marta reconoce que esta situación fue un trauma
en su vida y que le ha llevado muchos años poder superarlo. Tenía miedo de tener novio,
de que la lastimen, miedo de hablar, en fin, tenía miedo a todo.

Esta historia de violencias, la hizo tomar la decisión de estudiar Trabajo Social.


Necesitaba comprender los complejos procesos sociales que configuran a las familias.
Necesitaba respuestas y creyó que allí las encontratría. Necesitaba comprender por qué le
había pasado todo eso. Decide mudarse a Posadas para comenzar la carrera. Se queda
pensativa, sólo se escucha un suspiro. Luego de un prolongado silencio, dice: “ahora estoy
pasando por lo mismo, y yo que decía que el día de mañana, cuando forme una pareja no
iba a repetir con mi hijo lo que yo viví…y todo lo contrario…del dicho al hecho hay
mucho trecho”. Marta se refiere a las situaciones de violencia que está atravesando con su
pareja y padre de su bebé.

Conoció a su pareja a través del primo de él, ya que aquél era su compañero de estudios.
Allí comenzó una amistad, él la aconsejaba y la consolaba, era su paño de lágrimas, ya que
ella estaba saliendo con otro muchacho y, según Marta, era una relación “un poco
enfermiza”. Finalmente, decide dejar a la otra pareja y acepta la propuesta de su amigo de
comenzar a salir como novios. A los cinco meses de comenzar esta relación, queda
embarazada.

Tanto su novio como la familia de éste la llevaron al médico para que ella se realice un
aborto, no obstante, ella hizo caso omiso y decidió seguir adelante con su embarazo, pero
al poco tiempo lo pierde, por causas que nunca supo. Supone que fue debido a tanto stress.
A Marta ya le habían diagnosticado como probable que, cuando quedara embarazada, ese
embarazo podría ser de alto riesgo y lo podría llegar a perder.

Estuvieron viviendo unos tres años en Posadas y luego se fueron a vivir al interior.
Marta manifiesta que “ya desde un comienzo estuve muy subordinada a lo que él le decía y
si bien ya eramos novios, para él ante la sociedad yo no existía…y así aguanté un año…”
La situación comenzaba a empeorar y la violencia psicológica se hizo presente. A veces,
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pasaban dos semanas y él no le hablaba. Llegaba a la casa, se bañaba, comía y se iba a


dormir. Era totalmente indiferente.

Ella aguantaba. A veces, tomaba la decisión de irse unos días a la casa de sus padres,
pero no les decía nada a ellos para no preocuparlos. “Me aguantaba, me comía todo el
garrón solita, pero igual yo había decido llevar hacia adelante la relación” ¿Que la
llevaba a eso?, me preguntaba yo mientras ella continuaba diciendo “siempre decíamos que
el día de mañana cuando tengamos un hijo, que no íbamos a repetir la historia de vida que
tuvimos nosotros cuando nos casemos, entonces siempre tratábamos de entre los dos de
hacernos como un soporte y tratar de seguir hacia delante. El tema comenzó y nuestro
gran problema fue, cuando vinimos a vivir a Oberá, un caos”.

Marta parece no percibir que su relación ya desde un inicio estuvo plagada de


violencias: él le propone un aborto, pasa semanas sin hablarle, le es indiferente y la niega
ante la sociedad como su pareja. Sin embargo, ella minimiza estos hechos e idealiza esta
etapa de su pareja. En Oberá, aparece en escena la gran culpable de todas sus desdichas: su
suegra. Marta lo afirma enérgicamente “cuando la mamá se empezó a meter en nuestra
vida, empezó todo. Para la mamá, que son una familia de alemanes bastante racista, yo
soy una negrita, una negrita con todas las atribuciones malas”. Aparece aquí una vez más
el problema de la discriminación racial en Misiones.

Su suegra le indilgaba que ella no era una “buena mujer” para su hijo, porque no lo
atendía como correspondía, siendo que para eso estaban las mujeres. Por supuesto que
quedan aquí en evidencia no solo los prejuicios raciales de esta mujer, sino también los
estereotipos de género y los mandatos sociales y culturales. Marta no se queda callada y le
dice a su suegra que ella no había nacido para ser esclava y que las tareas del hogar debían
ser compartidas. No obstante, las peleas continúan y se profundizan.

Marta va cambiando su forma de ser y de estar en el mundo. No sale, no habla con


nadie, no se maquilla más porque a él no le gusta, deja de cursar varias materias y muy
lentamente se va configurando ella nuevas identidades.

Finalmente, alquilan y se van a vivir solos. Era una pieza muy pequeña y el baño estaba
afuera, lo compartían con otros inquilinos. A pesar de estar viviendo solos, sin embargo, su
suegra seguía metiéndose en la vida de ambos. Él parecía no reaccionar ante los reclamos
de Marta y su única respuesta era que no podía hacer nada respecto a su madre. Se sentía
128

presionado por las dos y se lo hacía saber a Marta. Ella comienza a trabajar y va de su casa
al trabajo y del trabajo a su casa, sólo se relaciona con una vecina que vivía al lado de su
casa.

La situación fue empeorando. Una noche comenzaron a discutir porque él iba a salir,
ella se negaba y en un momento, mientras ella estaba acostada, él se le tira encima y
comienza a pegarle. Sus ojos color café se llenaron de lágrimas al recordar este episodio.
Toma un pañuelo descartable, se seca las lágrimas y lo aprieta fuerte entre sus manos. Una
de las cosas que más le duele a Marta es que su pareja siempre le reprochaba su historia
familiar.

Ella había confiado plenamente en él y le había contado los detalles más dolorosos de su
infancia, y él se basaba en ello para lastimarla. Esa noche, finalmente él no sólo que salió,
sino que la dejó encerrada en la pieza con candado hasta la madrugada. Ni siquiera podía ir
al baño, ya que éste estaba afuera de la habitación. Cuando él regresó, no le habló por tres
días.

Estos incidentes se fueron repitiendo cada vez con mayor frecuencia e intensidad. Marta
siempre culpó a su suegra de esta situación. En una oportunidad, ella decide irse a Puerto
Rico, a la casa de sus padres, y, por pirmera vez, les cuenta lo que estaba pasando. Sus
padres le dicen que regrese con ellos y cuando Marta decide ir a retirar sus cosas,
encuentra que ya no había nada en la habitación. Su pareja había apostado con sus amigos
que la dejaba en la calle sin sus pertenencias y así lo hizo. Marta radicó la denuncia en el
juzgado y pudo recuperar algo de sus cosas. No obstante, y a pedido de sus compañeros de
trabajo, decide quedarse en Oberá, seguir cursando su carrera y alquila otra pieza. A partir
de este hecho estuvieron separados dos meses.

Luego de este período, volvieron a encontrarse y él le dice que había hecho lo que hizo
porque estaba cansado de sus reproches, pero que él estaba enamorado de ella. Ella
recuerda todo lo que habían pasado y la promesa de que no querían repetir su historia
familiar e idealiza nuevamente la relación. Le da una nueva oportunidad, pero con la
condición de que él siga viviendo con su mamá y ella sola.

A los pocos días comienza con síntomas de embarazo. Finalmente, los análisis dieron
positivo: Marta estaba embarazada nuevamente. Ella quería llevar adelante su embarazo y
decidieron volver a vivir juntos. Expresa “que lo que más siempre queríamos era tener un
129

hijo”. En realidad, la que siempre quiso tener un hijo era ella, pero, en su relato, arma la
ficción del hijo deseado por los dos. De alguna manera, aparece la idea de que la llegada de
un hijo podría llegar a modificar la situación y que traería aparejado un cambio en él. Por
fin formarían una familia, la familia que siempre anheló, y su pareja ya no dejaría que su
madre se metiera más en sus vidas.

Pero este sueño se trunca nuevamente porque, a las dos semanas, Marta vuelve a perder
a su bebé. El mismo día que ella pierde su bebé, él se va a pesar de sus súplicas. Sin
embargo, a pesar de las marchas y contramarchas, deciden seguir adelante con la relación.
Se fueron a vivir a la casa de los abuelos de él para no tener que pagar alquiler. Marta
adelga 15 kilos y estaba muy decaída. Ella recuerda “bueno nos fuimos allá a vivir y nos
llevábamos bien, pero siempre había motivos de pelea, por ahí él era muy celoso, era muy
desconfiado, todo el tiempo la mamá le llenaba la cabeza de que yo andaba con uno, que
hacia esto, que hacia lo otro y él venía y me atacaba, entonces varias veces él decía un
montón de cosas a escondidas de mí y yo nunca me enteraba”.

En el personaje que se arma durante la entrevista, Marta se empeña en recalcar que se


llevaba bien con su pareja, sin embargo las situaciones de violencias continuaban. Ahora se
manifestaban a través del control y los celos de parte de él. A su vez, comienza la violencia
financiera: “El nunca me decía cuánto ganaba, figuraba a través del juzgado que él le
pasaba una mantención a la madre y yo nunca me había enterado”. A Marta le molesta
muchísimo que su pareja no le cuente lo que él hace. En definitiva, ella era “su mujer”, “su
señora” y no la madre.

Seguían las disputas de poder y el pedido de reconocimiento de ella hacia él. “Entonces
yo siempre le decía él, que yo me iba por no quedarme y pelear, porque si yo me quedaba
sabía que íbamos a terminar a los golpes y nos íbamos terminar matando, entonces todo el
tiempo nuestras discusiones eran y sigue siendo por la mamá, porque la mamá se mete, la
familia se mete, todo el mundo opina y como que yo ni pincho ni corto en la relación, o sea
el hace todas las cosas a escondidas y yo nunca me entero, hoy en día nosotros hace
cuatro años que vivimos juntos, yo no sé cuanto el gana”. Los episodios de violencia se
tornan cada vez más intensos.

La pareja se iba desgastanto cada vez más y Marta más se deprimía, pero igualmente
trataba de llevar la relación “hacia adelante”. Nuevamente apela a la ficción del hijo “yo
130

trataba de, de solucionar las cosas y seguía hacia adelante, y a mí me había quedado la
idea esa de que no podía tener hijos. Entonces le dije a él que yo quería hacerme todo un
estudio para saber si podía quedar embarazada o no, hacer un tratamiento para quedarme
embarazada, y bueno comencé hacer el tratamiento, entonces el doctor me dijo que recién
en dos años podía quedarme embarazada. Me quedé embarazada antes de tiempo, al mes
que comencé este tratamiento me quede embarazada”.

Una vez más, Marta queda embarazada y nace una nueva ilusión, una nueva esperanza,
sin embargo manifiesta “entonces cuando le dije a él que estaba embarazada, muy
contento no quedo, porque me dijo „los dos sabíamos que no te podías quedar
embarazada‟, pero le digo ahora está, por algo pasan las cosas, vamos a tratar de salir
hacia adelante y bueno durante los dos primeros meses de embarazo, todo fue muy lindo,
todo fue color de rosa”.

Pero las rosas también tienen espinas. Las peleas siguieron, que la madre, que los celos,
que los reproches, que las salida de él, así trascurrieron los meses. Otro gran episodio de
violencia es que él le pega estando embarazada y le tira todas sus cosas a la calle. Marta
tuvo desprendimiento de placenta “me hice ver con varios ginecólogos y todos me decían
que si yo ya había llevado mi embarazo hacia delante, era para que nazca el bebe, con
todas las complicaciones que yo empecé a tener me dicen para que tu hijo nazca y traiga
felicidad, por algo Dios hace las cosas me dicen”.

Marta se muda a un monoambiente y por cuarenta días se arregla como puede, con la
ayuda de sus compañeros de trabajo. Pero no recurre a su familia de origen, le daba
vergüeza volver a su casa, sola y embarazada. Para ella, era una vergüenza volver a su
pueblo, sola y con un hijo por nacer. No quería que le reprocharan nada. Cómo él no se
hacía cargo de ella ni de su embarazo de alto riesgo, Marta decide radicar una denuncia en
el juzgado por abandono de persona. Estuvieron separados un tiempo.

Cada vez que se veían, peleaban, hasta que finalmente nació el bebé. Marta recuerda
“bueno nació mi bebe por suerte nació bien, estuvimos juntos, hablamos bien y decidimos
seguir nuevamente como pareja y al mes él se fue a vivir con nosotros y bueno comenzaron
o sea nos llevamos bien un mes, después comenzaron otra vez los problemas, cuando yo
comienzo a trabajar, me vengo a enterar que la mamá de él viene a decir que el hijo que
yo tenía no era hijo de él”.
131

Lamentablemnte, hasta el día de hoy la historia sigue igual: insultos, golpes,


descalificaciones, amenazas. Y podría seguir igual hasta el infinito. Marta reconoce que a
veces se llevan bien por el bebé. Pone al bebé como fundamento de la pareja y sigue
aferrada a una ilusión, a un sueño que sólo fue, es y será de ella: su hijo. Sigue con la
esperanza de que con la llegada de ese bebé, vendrá la felicidad y su pareja finalmente
cambie.

9. La ficción del tiempo

Natalia tiene 23 años. Nació en Apóstoles, una localidad del interior de la provincia de
Misiones. Parece una muñeca de porcelana. Rubia y de ojos verdes, muy delgada y de piel
muy blanca. Usa anteojos y se sonríe muy tímidamente. Tiene dos hijos, un varón de dos
años y una beba de cuatro meses. Cuando le realicé la entrevista, hacía sólo un mes que se
había separado del padre de sus hijos.

Natalia estudiaba artes en la Universidad Nacional de Misiones y sueña con que algún
día podrá retomar sus estudios. Cuando le pregunto acerca de su infancia, relata que ella
viene de una familia muy sana: mamá, papá y tres hermanos. Mamá en casa, papá
trabajando y ambos se ayudaban. Los recuerda muy compañeros, más o menos
económicamente, pero siempre juntos. Sus padres salían juntos, incluían a sus hijos en sus
actividades, en sus proyectos, celebraban las fiestas, siempre juntos. Natalia recuerda una
infancia sana y en familia. Era una niña felíz. Tenía amigas y sueños.

Conoció a su pareja y padre de sus hijos, viviendo en una pensión cuando eran
estudiantes. Ella estudiaba artes y él ingeniería. Comenzaron siendo amigos y esa amistad
duró unos tres años, hasta que un día, se dieron cuenta que había algo más que una amistad
y decidieron ponerse de novios e ir a vivir juntos. Según ella, su pareja era como una
“ovejita”, dulce, compañero y caballero, al menos así lo recuerda y lo describe. Y confiesa
“era perfecto, pero ahora me doy cuenta que lo perfecto no existe”.

Al poco tiempo de vivir juntos, Natalia queda embarazada y es allí donde afirma ella
que todo cambió, dado que él no quería ese bebé y le propuso que aborte. Ella, junto con
los profesionales que la atendían, lo “convencieron” y él finalmente “aceptó” que ella
continuase con el embarazo. Natalia reconoce “Pero no del todo convencido, porque te das
cuenta en sus actitudes que no lo hacía con amor, no lo hacía con afecto, no lo hacía bien,
132

lo hacía como por obligación“. Su pareja seguía haciendo su vida de soltero, mientras que
a ella le prohibía que saliera con sus amigas.

Comenzó un proceso de aislamiento. Le prohibe ver a sus amigas, a la familia de él y,


por sobre todas las cosas, a sus propios padres, quienes se enteran de su embarazo cuando
ya estaba por nacer el bebé. Sus padres tuvieron que localizarla a través de citaciones
policiales, porque él la ocultaba, la iba cambiando de domicilio para que no la pudieran
encontrar. Natalia respetó la decisión de él, porque quería continuar a su lado, “yo lo
quería tanto que le terminaba creyendo cosa por cosa, aunque sepas que está mal, parece
que te convences” se lamenta.

Natalia, no sólo sufre privación de libertad, sino también todo tipo de violencias. Su
pareja comienza con la violencia física, a partir del primer mes de embarazo. O sea, a los
pocos meses de vivir juntos. Apretones de brazos, cachetadas, insultos, fueron moneda
corriente. Luego, siguiendo el ciclo de la violencia conyugal, le pedía perdón, lloraba y le
prometía que no lo volvería a hacer, aunque siempre le terminaba echando la culpa a ella.

Natalia estaba convencida que él con el tiempo iba a cambiar, que con el tiempo él la
iba a valorar como mujer y como mamá. Creía que si ella se queda al lado de él y le daba el
ejemplo, un día él se iba a dar cuenta, iba a madurar, iba a recapacitar e iba a entender. Sin
embargo, esto no sólo no sucedió, sino que todo fue empeorando. Como a él no le gustaba
que ella estudie, ella dejó de estudiar y comenzó a vivir sólo para y por él. Era su único
proyecto y pensaba que si ella le daba ese ejemplo, él algún dia lo valoraría y haría
exactamente lo mismo.

Lenta pero progresivamente, Natalia fué renunciando a ser ella misma. Dejó de
arreglarse, de maquillarse, de ver a sus amigas. Una de las cosas que más le duele a
Natalia, es que nunca pudo lograr la unión de las familias. Su gran anhelo era que sus hijos
pudieran disfrutar de sus abuelos, estar todos juntos en una gran mesa reunídos para
festejar la navidad. Sollozando, relata “me aguante, me aguante en silencio, llore en
silencio…porque yo quería unir no separar, no lo que él quería, yo quería unir la familia,
yo dije bueno, con el tiempo él se va dar cuenta y me va dejar estar con mi familia,
consuegros van a estar juntos, cuñados vamos a estar juntos, los nietos, todos vamos a
disfrutar de esta gran familia”.
133

La pareja de Natalia se empeñó en arruinarle todos los acontecimientos familiares que


eran muy significativos para ella, incluso su propio cumpleaños. Siempre había un motivo
para pelear y una excusa para pegarle. Ella no le pedía cosas materiales, sólo poder ver a su
gente, sus amigas y familiares. Pero cuanto más le pedía esto, más la aislaba. Reconoce
que estaba totalmente sometida, “lo atendía, lo cuidaba, le cocinaba, le lavaba su ropa, le
brindaba afecto, cuidaba a sus hijos, la casa todo y no salía, de vez en cuando lo llevaba
al médico, porque tenía que ir al médico y no siempre porque a lo último todo un
abandono, mi último embarazo fue un abandono total… casi la pierdo, nació con bajo
peso, tenía probables traumatismos, porque en las discusiones no le importaba que yo le
estaba dando de amamantar, caí varias veces con él”.

Para ella, sus hijos representan sus raíces, su descendencia, su proyecto de vida. No
entiende cómo su pareja no asume el rol de padre. Que a ella la maltrate vaya y pase, pero
con sus hijos ¡no! Ese era su límite de tolerancia. Sin embargo, la culpa la inmovilizaba,
sentía que si se separaba iba a “romper la familia”. Pero tenía un plan “yo voy a sacrificar
mi vida por los hijos y por él, voy a llegar a los 43 años que es más o menos cuando ellos
serían mayor de edad. Ellos puedan decidir hacer su vida, bueno en todo caso en aquél
entonces rompo la familia, pero ahí ya habrían crecido, ya estarían criados, ya tendrían
otra forma de ver las cosas, pero veía que cada día él no les daba el ejemplo como papá,
no estaba en la mesa, no venía después del trabajo, venía tarde, el no venía no veía sus
hijos no venían a mamá y a papá juntos, no veía el afecto, no veía eso que yo tuve antes en
mi vida”.

Una de las hermanas de Natalia, en una oportunidad, intentó sacarla de ese contexto de
violencia, pero no pudo hacerlo, no estaba preparada. Ella en realidad quería cambiarlo a él
y guardaba siempre esa ilusión. Se creó una ficción, que con el tiempo él iba a cambiar.
Pero era sólo eso, una ficción, que no le permitía aceptar la realidad y sólo la paralizaba.

Las situaciones de violencia se tornaron cotidianas, insultos por doquier: sos una puta,
una mierda, no servís para nada, entre otras descalificaciones, fueron parte de los discursos
que Natalia tenía que soportar. La comparaba con otras mujeres, se burlaba de ella. Estas
violencias cotidianas y desvastadoras, lleva a Natalia a sumergirse en un cuadro depresivo,
“yo ya ni me importaba, era alpargata, chinela, lo que sea así no más, ni maquillaje, ni
aritos, nada, el pelo así me lo cortaba sola si podía, hace dos años que no me cortaba el
134

cabello, nada, cosas simples y normales de una mujer nada de eso me lo hacía, o sea deje
de cuidarme yo”. Natalia estaba a pundo de rendirse. No encontraba una salida. Estaba
aterrada y se sentía sin fuerzas para seguir luchando.

La situación se torna cada vez más dramática, hasta que un día, dos de sus amigas de
toda la vida, pudieron localizarla. Cuando vieron el estado desesperante en que se
encontraba Natalia, y sin darle muchas opciones, la obligan a que tome apenas los
documentos de sus hijos y se la llevan lejos de quel lugar.

Natalia, gracias a esa intervención de sus amigas, pudo salir de ese contexto de
violencia y reencontrarse con sus padres. Ahora, viene lo más difícil, poder reelaborar toda
esa situación traumática, los momentos de soledad, de extrañamiento, de confusión y hasta
de nostalgia por aquel sueño truncado. Ahora viene la batalla legal, su pareja ha puesto
abogados para sacarle la tenencia de sus hijos, pero ella está decidida a pelear con uñas y
dientes por ellos.

Actualmente, Natalia vive con sus padres, y aunque le molesta que ellos le reprochen
los motivos por los cuales no salió antes de esa situación, ella los comprende. Y si bien
está con sus padres, todavía siente mucho miedo. Por las noches, no puede dormir y se
queda sentada al lado de la ventana, mirando cómo duermen sus hijos. A veces, se mira al
espejo y se pregunta si será cierto todo lo que él le decía.

Concurre a un grupo de autoayuda para mujeres maltratadas y eso la va fortaleciendo de


a poquito. Está aprendiendo a quererse y a valorarse como mujer. Después de mucho
tiempo, comenzó a recuperar el sueño de seguir estudiando. Por ahora, una carrera corta.
Pero, cuando sus hijos sean un poco más grandes, por ahí retome su licenciatura en artes.

Quiere recuperar el tiempo perdido, quiere empezar una nueva vida, en paz, junto a su
familia. Quiere trabajar, valerse por si misma, quién sabe, por allí, algún día encuentre un
compañero que la respete y la valore por lo que es y, finalmente, se cumpla el sueño de
tener a toda su familia unida.

10. Inocencia interrumpida

Soledad tiene apenas 22 años y una larga historia de sufrimiento y violencia. De naríz
repingada y blancos dientes. Su piel es trigeña, su pelo y ojos color negro azabache. Es una
135

hermosa mujer, pero sospecho que nunca nadie se lo ha dicho. Tiene dos hijos, uno de seis
años y el otro de cuatro.

La familia de Soledad es de origen muy humilde. De niña recuerda que su padre tomaba
mucho y que le pegaba a su madre, a ella y a sus hermanos. Pero que, cuando no bebía, era
un hombre cariñoso con ellos. A los siete años, comienza a trabajar en una casa de familia
como empleada doméstica, trabaja allí hasta los quince años. La plata que ganaba, se la
daba toda a su familia. A los catorce años, su padre la obliga a dejar el colegio porque
decía que ella era ya demasiado grande y debía ayudar en la casa. Ella siente mucho dejar
el colegio, porque le gustaba mucho estudiar, era su pasión. Quería ser alguien: quería ser
maestra jardinera.

Soledad nunca supo lo que era jugar, ni tener amigas, ni ir a los bailes. En las zonas
rurales y pueblos del interior de Misiones, el baile es toda la diversión y alegría posible
para quienes habitan en estas regiones. Esperan este acontecimiento, que no sólo sirve para
el esparcimiento, el placer y la diversión, sino también como expectativa de vida, de poder
encontrar una pareja con quien llevar adelante un proyecto de vida. Por eso la gente se
prepara, se pone la mejor ropa que tiene y gasta sus ahorros en el baile. Para una chica, no
poder ir nunca a un baile, significa no haber vivido nunca este acontecimiento en su vida,
esta oportunidad y, lógicamente, constituye una gran carencia.

Soledad iba de su casa al trabajo y del trabajo a su casa. Cuando llegaba de trabajar
como empleada doméstica, se cambiaba y se iba a tarefear36, picaba leña, acarreaba agua y
criaba a sus cuatro hermanitos menores. A los quince años, en el cumpleaños de su
sobrino, conoce a un muchacho de diecisiete años: era el músico de la fiesta. Ella se
enamora a primera vista. Es su primer novio y su primer y único hombre hasta el día de
hoy.

Al principio, recuerda que él era muy compañero y atencioso. La respetaba como mujer
y recién a los diez meses de noviazgo, le dio su primer beso. Este fue un momento muy
significativo en la vida de Soledad y lo recuerda así “cuando me beso la primera vez era
un invierno, estábamos al lado de la cocina a leña, era tipo las nueve de la noche, él ya se
iba a ir, porque vino a cenar con nosotros, me besó de sorpresa y yo le di un grito a mi

36
Tarefear significa trabajar en la tarefa, que en Misiones es cortar manualmente las hojas verdes de las
plantas de yerba mate y armar “ponchadas” para ser transportadas a los secaderos. Las “ponchadas” se hacen
con lonas atadas por sus cuatro puntas, que forman “bolsas” de hojas de yerba mate fácilmente manipulables.
136

papá, le digo papá por favor ¡yo estoy embarazada!, ¡yo no sé lo que hacer! ¿qué hago? y
se levantó mi papá re malo conmigo, me pegó dos cachetadas y me dice ¿qué pasó?, yo le
dije él me beso acá, ahora yo estoy embarazada, yo no quería, él me beso a la fuerza papá,
y él me dice ¡estúpida de mierda, ¿vos no sabes que con un beso no te podes quedar
embarazada?, yo no sé le digo y ahora ¿qué hago?, yo estoy embarazada, me dijo ¡vos no
estas embarazada mi hija! y ahí me puse a llorar y le dije que yo no le quería más, porque
él me había besado, entonces nos pusimos re mal ese día y bueno él se fue a su casa, yo me
quedé, mi mamá me explicó medio por arriba porque ella no se animaba a explicarme”.

A los seis meses de este episodio, comienzan a convivir como pareja. Un domingo, él
fue a buscarla y le dijo que si ella no se iba con él, él se iba a ir a Buenos Aires y nunca
más volvería a verlo. A Soledad, la situación la superó y, siendo todavía una niña de
apenas quince años, se fue con aquel muchacho. Su inocencia era tal, que pensó que ella
iba a dormr en una cama y él en otra y no entendía porqué en aquél lugar había ¡sólo una
cama! Tenía mucho miedo de qué le pasaría. Ni siquera había menstruado. Como no podía
ser de otra manera, su primera experiencia sexual fue traumática. El día después de esa
experiencia, Soledad se siente muy avergonzada y piensa que todos se iban a dar cuenta de
lo que le había sucedido. No salió de su casa por tres días. Una semana después, queda
embarazada.

Él comienza a ausentarse todos los fines de semana, con la excusa de que se iba a actuar
como músico en los bailes. Se iba un jueves y volvía al lunes siguiente. Con suerte, a
Soledad le dejaba cinco pesos, y ella con eso debía arreglarse. A veces pasaba días sin
tener nada para comer. En una oportunidad, ella le dice: “si vos no cobras el baile, no traes
plata en casa cuando te vas por ahí, me podes llevar junto, me dijo no, porque la mujer no
es para el baile, es para la casa, yo sé que es cierto eso le digo, porque mi mamá siempre
me lo dijo, y cuando uno se casa, la mujer no puede ir al baile, el derecho de la mujer es
quedar en la casa y cuidar de su marido le digo, pero yo, yo tengo miedo de quedarme
sola acá”. La pobreza estructural, la soledad, la inocencia, la ignoracia, sumados a los
estereotipos de género y los mandatos familiares, refuerzan la vulnerabilidad, la
dependencia y la subordinación de Soledad.

El pedido de que la lleve con él a los bailes fue en vano. Soledad pasó prácticamente
todo su embarazo sola y llorando sin poder contarle a nadie lo que le sucedía. A los siete
137

mese de embarazo, consigue trabajo como empledada doméstica a cambio de comida. Su


primer hijo lo tuvo a los dieciséis años. El día que estaba por nacer su hijo, la suegra de
Soledad le dice que estaba con una pareja que venía de Buenos Aires y que querían adoptar
al bebé. Soledad sintió pánico y, a pesar de su trabajo de parto, como pudo, llamó por
teléfono a uno de sus tíos explicándolé que le querían sacar a su bebé. Ella, como pudo,
esperó y se aguantó. Recién cuando vió que su madre entraba al hospital, ella le tomó
fuerte la mano y dio a luz a su primer hijo.

Cuando su hijo cumple siete días de nacido, su pareja trae a una chica, supuestamente
para que la ayude. Sin embargo, esta mujer y la pareja de Soledad, pasan la tarde y la
noche jugando a las cartas. Con la excusa de que llovía como para llevarla de vuelta hasta
su casa, la pareja de Soledad decide que ella se quede a dormir allí. Esa noche, como a las
tres de la madrugada, Soledad se despierta por el llanto del bebé y allí ve cómo su pareja y
esta chica estaban teniendo relaciones sexuales, al lado de ella, en su misma cama. Soledad
no puede evitar las lágrimas cuando recuerda este incidente. Esa madrugada, luego de que
ellos se durmieran, se levantó, prendió la cocina a leña, se puso a tomar mate y abrazó muy
fuerte a su bebé para evitar llorar. Le habían destrozado su corazón. Ella nunca dijo nada.

Luego de este episodio, Soledad le pide a su madre que le mande a su hermana menor,
para quedarse con ella, ya que su pareja se ausentaba por varios días y ella quedaba sola.
Así fue, su hermana se quedó con Soledad. En cada atardecer, la pareja de Soledad la
mandaba a buscar leche a la casa de la abuela de él, y en una oportunidad ella se arrepiente
por el camino, vuelve y encuentra a su pareja manoseando a su hermana. Ella lo enfrenta y
manda a su hermana nuevamente con su madre. Cuando le cuenta a su madre lo que había
sucedido con su hermana y con la otra chica, su madre no le cree.

Cada vez que iban a una fiesta, él la hacía pasar vergüenza, le decía que no servía como
mujer, que no servía para nada, que era una poquería y Soledad se lo creía. Pasó el tiempo,
nació su segundo hijo y todo fue empeorando. Soledad se puso a trabajar nuevamente
como empleada doméstica en dos casas y lo mantuvo a él por varios meses. Con un
pequeño préstamo, Soledad se puso un pequeño kiosco en su casa y, cuando venía de
trabajar, atendía el kiosco. Pero no pudo sostener estos tres trabajos por mucho tiempo, así
que le pide a su pareja si la podía ayudar en el kisoco. Cada vez que Soledad llegaba a su
casa, encontraba a su pareja y a unos quince o veinte muchachos tomando y comiendo lo
138

que había en el negocio, y así fue que, al poco tiempo, el kiosko se funde y Soledad lo
tiene que cerrar.

Además, él comienza a bañarse desnudo delante de sus hijos y lleva películas


pornográficas a su casa. Esta situación la angustia mucho a Soledad. Si bien estaba
desperada, ella seguía queriendo a su pareja y deseaba desesperadamente que él cambie. Le
pidió ayuda a su suegra, pero todo fue en vano. Él cada vez se volvía más violento. En una
oportunidad, estando Soledad con sus hijos durmiendo en la misma cama, le roció el
colchón con nafta y lo prendió fuego. Ella se despertó y pudo apagar el fuego con una
frazada. En ese momento, él agarra un puñal y le pide a Soledad que le diga a cuál de sus
dos hijos quería más, porque a ése él lo iba a matar.

Soledad se da cuenta del peligro que estaba corriendo y decide pedir ayuda. Primero
habla con el abuelo de él y éste le recomienda que pida ayuda a una mujer que trabajaba en
la municipalidad, y así lo hizo. Y aunque lo denunció, volvió con él. Todavía no estaba
preparada para tomar la decisión de irse. Su pareja comenzó a hacerle escenas de celos y a
controlarla todo el tiempo a través del celular y en varias oportunidades, la obligó a dejar el
trabajo.

Con el tiempo, Soledad deja de querer a su marido, ya no soporta que él la toque, le


hable, le pida mate. Su amor se transformó en asco y desprecio. Éste se encargó de matar
todo el amor que ella sentía por él. Soledad toma fuerza y lo enfrenta y, por primera vez, le
dice que no va a soportar más los malos tratos de él y que ella no será más su empleada y,
que de acá en más, hará todo lo que tenga ganas de hacer.

Hace poco más de una mes, ocurre el último incidente. Un incidente que la lleva a
tomar la decisión, por primera vez, de separarse. Era la recepción de su cuñada. Soledad le
compra un traje a su pareja, con la ilusión de poder disfrutar con él de ese evento. Era una
noche muy especial para ella. Se había ilusionado. Lamentablemente, esa ilusión se hace
añicos cuando él, estando borracho y delante de todo el mundo, comienza a gritarle y
vuelca un vaso completo de cerveza en la cabeza de ella. Esa fué la última humillación que
Soledad pudo soportar.

Y así fue como, luego de vivir siete años con este hombre, decide dejarlo e irse a vivir a
la ciudad con sus dos hijos. Hace sólo dos semanas de esta decisión. Actualmente, Soledad
trabaja como empleada doméstica y vive en una pieza con sus dos hijos. Se levanta todos
139

los días a la cinco de la mañana, despierta a sus hijos, los higieniza, le hace el desayuno y
se los lleva a trabajar con ella. Cuando regresa, después del mediodía, los hace dormir una
siesta y luego se pone a jugar con ellos y hace las tareas con el más grande.

Se siente felíz de haber tomado la dicisión de separarse. Ahora, se siente aliviada,


tranquila. Por las noches, mientras sus hijos duermen, y sólo se escucha el silencio,
Soledad se pone a escribir. Le gusta escribir poemas y sueña con otra vida para sus hijos y
en poder comprar un terreno, construir una casa para sus hijos y en ese mismo terreno,
construir un comedor, en donde le pueda brindar a todos los niños carenciados un plato de
comida digna. Esta es la historia de Soledad, una niña a la que, injustamente y sin ningún
derecho, le han arrebatado su inocencia y sus sueños, y ésta es también una historia que me
ha conmovido hasta lo más profundo de mi alma.

Hasta aquí, he intentado construir mi propio relato acerca de los relatos de las mujeres
con las cuales me entrevisté. En mi relato, he tratado de construir los “si mismos” de mis
entrevistadas, en un esfuerzo de resignificación y reinterpretación de sus propias
significaciones e interpretaciones, como un proceso de doble hermenéutica.

En los capítulos siguientes, de manera analítica y detallada, se extraen algunos


fragmentos y frases significativas de estos relatos, con el fin de interpretarlos teóricamente
y poder, finalmente, realizar un esfuerzo de comprensión, interpretación y descripción de
los procesos de dominación y emancipación de estas mujeres.
140

CAPÍTULO 6

LAS PRÁCTICAS SOCIALES

1. Las prácticas sociales

Para Bourdieu (1985) las prácticas y los procesos sociales son siempre
multideterminados, es decir que sólo pueden ser explicados a partir de un análisis que
vincule varios elementos simultáneamente. Precisamente, en este capítulo y en los
siguientes tres, analizo las prácticas sociales, los discursos sociales, las relaciones de
poder y los procesos identitarios, respectivamente, como dimensiones de las categorías
teóricas dominación y emancipación, que utilizo para la comprensión, interpretación y
descripción de la violencia hacia las mujeres en contextos familiares.

Expongo estas cuatro dimensiones, separadas unas de otras, sólo por razones
metodológicas, para mostrar el proceso analítico y describir sus elementos constitutivos.
Posteriormente, en un último capítulo, interpreto y describo los procesos de dominación /
emancipación, combinando e integrando estas dimensiones y mostrando cómo se imbrican
mutuamente unas en otras.

El contenido de este capítulo sigue el proceso metodológico que describo a


continuación. En un primer momento, transcribo los párrafos más significativos de las
entrevistas, donde se aluden a las prácticas de dominación y emancipación de los actores,
sus significados y categorías teóricas con las cuales se vinculan. El resultado de este primer
momento lo expongo como ANEXO I. En un segundo momento, comparo un párrafo con
otro de una misma entrevista y a su vez una entrevista con otra, buscando las semejanzas y
diferencias. El resultado de esta comparación, es un repertorio de prácticas sociales
identificadas en las entrevistas. Luego, en un tercer momento, analizo este repertorio de
prácticas sociales, describiendo sus modalidades y significados e interpretando
teóricamente las mismas.
141

2. Repertorio de prácticas sociales de dominación y emancipación

En los cuadros siguientes, presento un repertorio de prácticas sociales que identifiqué en


los párrafos de entrevistas que figuran en el ANEXO I. Para construir este repertorio, fui
comparando una entrevista con otra, identificando las semejanzas y diferencias, mediante
el método comparativo constante. El resultado lo presento en los siguientes cuadros:
a) Procesos de dominación
Prácticas Significados y categorías teóricas
La violencia ejercida hacia las mujeres Control, miedo, inmovilización
El ocultamiento y silencio de la situación Invisibilización de la situación de violencia
El casamiento por mandato Mandatos sociales, familiares y religiosos
El aislamiento social y familiar de las mujeres El matrimonio como institución
La subordinación física de las mujeres El sexo como tabú
La subordinación económica de las mujeres Mundo de vida androcéntrico / Celos obsesivos
El control físico de las mujeres Imaginario social / Estereotipos de género
El trabajo doméstico Discriminación social
La tenencia y crianza de los hijos División sexual del trabajo doméstico
La creencia ingenua en sus parejas Ficción de “la familia” / Ficción del hijo
La atención y el agrado ingenuo a sus parejas Dependencia económica
La desvalorización de las mujeres Patriarcado
La humillación y ridiculización de las mujeres Manipulación
El sufrimiento en silencio Minimización de la violencia
El aguante de la situación Sacrificio y sufrimiento
El servicio como esclavas de las parejas Estrategias ingenuas de las mujeres
La conservación de la virginidad Mandato religioso
El compromiso con un hombre Mandato social
El trabajo siendo niña Explotación infantil
La vivencia ingenua de la relación como un sueño Ficción del “príncipe azul”
La espera del milagro del tiempo Ficción del “tiempo”
Sacrificio de la propia vida por los hijos y la Inmolación
pareja

b) Procesos de emancipación
Prácticas Significados y categorías teóricas
El cuestionamiento Conciencia emancipatoria
La rebelión Búsqueda de autoprotección
La denuncia Independencia económica
El alejamiento Visibilización de la violencia hacia las mujeres
La respuesta a la agresión Lazos familiares y sociales
El trabajo Dispositivos institucionales
El estudio Autonomía del sujeto
Búsqueda de ayuda familiar, social e institucional Capacidad de lucha
La resistencia Capacidad de resistencia
La lucha Capacidad de decisión
La toma de decisiones Firmeza en las decisiones
La defensa de los propios derechos Proyectos de vida
La dedicación a la pintura La violencia como problema ético
La dedicación a las plantas y animales Revocación del mandato familiar
La salida de paseo Conciencia de la explotación
La constitución de nueva pareja Ausencia de culpa
142

3. Análisis de las prácticas de dominación

En este punto, analizo el repertorio de prácticas sociales de dominación, incluidas en el


cuadro anterior. Para el análisis, revisé los párrafos transcriptos de las entrevistas, los
significados y las categorías teóricas con las cuales se vincula cada práctica, como
asimismo los capítulos teóricos expuestos anteriormente, para buscar elementos que
permitieran interpretar cada práctica y describir sus modalidades y conexiones con otras
prácticas. Para el análisis, agrupo las prácticas incluidas en el repertorio anterior, utilizando
categorías teóricas, con el fin de unificar la interpretación y descripción de las mismas y
facilitar la lectura. Aquí, la teoría y la empiria dialogan, se fundamentan, se contraponen y
retroalimentan permanentemente.

3.1. El abuso de poder como práctica hegemónica

En este apartado presento la configuración del abuso del poder que se observa a través
de prácticas sociales como la violencia ejercida hacia las mujeres en sus diversas formas, el
control físico, el aislamiento, la subordinación, los celos obsesivos, la desvalorización, la
discriminación y la humillación, entre otras. Es decir, el abuso de poder adopta un amplio
espectro de prácticas sociales y por eso se constituye en una práctica hegemónica, que
termina configurando el mundo de vida de estas mujeres.

La violencia hacia las mujeres es ejercida por sus maridos, ex maridos, novios, parejas o
ex parejas. Adopta varias formas: física, sexual, psicológica o ambiental. Las prácticas
violentas buscan controlar al otro, generando miedo, paralización e inmovilización. En la
violencia física, los golpes pueden producir marcas físicas, emocionales y tener
consecuencias terribles: “Cuando tenía 8 meses de embarazo de mi nene el mayor, él me
pegó mucho con el cinto, me marcó toda…me pegó brutal, fue toda una marca en el
cuerpo completo y yo tenía miedo y no sabía qué hacer…Así siempre me tenía, siempre me
pegaba, me maltrataba, me golpeaba, hasta que llegó el punto que me lastimó tanto que
me agarró traumatismo de columna y de cadera…yo tenía casi 8 años, 9 años ya de
casados” (Elsa). Como señalo en los capítulos precedentes, existen prácticas violentas,
cuando se ejerce el poder de manera abusiva.

En la violencia física, el golpe expresa una intención muy clara de dominación de las
mujeres. “Me acuerdo que estaba acostada en la cama y me di vuelta y no le di bolilla, y
él me dice “¡te estoy hablando!”, y yo no me daba vuelta, “¡te estoy hablando!” me dice, y
143

entonces, como no me di vuelta, vino y se puso encima de mí, me apretó contra la cama y
me decía “¡te estoy hablando!” y me pegaba” (Marta). “En el segundo embarazo, una vez
habíamos discutido y él me pegó un cachetazo…Él me pega una patada con el borceguí
porque es mecánico vial. El borceguí tenía una punta de acero y me dio una patada”
(Mariel). “La violencia comenzó cuando empecé a contradecirlo, cuando no le llevaba el
apunte enseguida, durante el primer mes de embarazo. Ahí eran apretones de brazo,
cachetadas e insultos” (Natalia). Se observa aquí cómo la violencia física es la máxima
expresión del patriarcado.

La violencia física puede implicar incluso el encierro y privación de la libertad de las


mujeres. “Él agarró, salió y me dejó encerrada. En ese entonces, nosotros vivíamos en una
pieza re chiquita, donde compartíamos el baño. Él agarró, puso el candado del lado de
afuera, me dejó encerrada y se fue. Si yo necesitaba algo no podía salir afuera. Me dejó
encerrada hasta las cuatro de la mañana” (Marta). El encierro y la privación ilegítima de
la libertad es otra práctica habitual de dominación que encarna el sitema patriarcal, como
máxima expresión del autoritarismo que los varones ejercen hacia las mujeres, y, en este
sentido, se considera a las mujeres como cosas, objetos, propiedad privada de los varones,
es decir, se genera así un proceso de reificación de las mujeres, que lleva implícito un
proceso de deshumanización, tal como lo sostiene Marx, citado por Castoriadis (1999, v.I,
244).

La subordinación física incluye el control horario, sustentado en la desconfianza hacia


las mujeres. “Yo trabajaba con mi suegra, con mi cuñada, con mi concuñada, con mi
cuñado, trabajábamos todos juntos, todo el día y él nunca me creía, inclusive la madre le
mandaba una esquelita diciéndole “acá se va ella recién en tal hora”. Hasta ahora tengo
un papelito donde la mamá le escribe a él que yo me iba tarde, porque la mamá no sabía
qué hacer para que él no se enoje. Pero él nunca creía en nada de lo que yo le decía,
apenas llegaba a veces me agarraba de los pelos y a veces llegaba un poquito más tarde y
me decía que yo estaba con otro o si venía muy temprano me decía “qué, ¿te largó muy
rápido el otro que venís temprano ahora?”, así siempre me tenía” (Elsa). Los procesos de
dominación en contextos de violencia familiar se construyen, entre otros, en base a la
subordinación física de las mujeres, que se ven obligadas y conminadas a obedecer,
callarse la boca, no hablar, hacer exactamente lo que sus parejas les dicen que hagan,
cumplir ciegamente la voluntad de sus parejas, no contradecirlos en nada, responder
144

atentamente a todos sus deseos, ser sumisas o aprender a ser sumisas y obedientes,
esperarlos para comer, entre otras prácticas.

La subordinación física conlleva sólo derechos y ninguna obligación para los hombres
violentos, en tanto que para las mujeres sólo obligaciones y ningún derecho. “Tenía que
hacer lo que decía él y callarme la boca y nada más, no podía tener amistad, no podía
tener nada y él sí tenía todas las amistades que quería” (Elsa). “Él siempre fue de salir
con mujeres. La familia de él siempre mandó más en mi casa que yo, o sea era él, la
familia de él y después yo. Los familiares de él iban y me insultaban de arriba abajo en mi
casa, comían lo que yo cocinaba, me insultaban y se iban y yo me tenía que callar la
boca” (Dina). La subordinación física se condensa y resume en el control físico, la
obediencia debida, el sometimiento y la violencia física, que se materializan o encarnan
como prácticas de dominación social.

El sometimiento físico de las mujeres, en este caso, se da en el ámbito doméstico. “Yo


era la mujer que estaba en la casa, la que limpiaba, la que cocinaba, la que planchaba, la
que le tenía las cosas listas, la que tenía que cuidar el hijo y él venía y salía cuando
quería, hacía lo que quería, yo no podía preguntar nada” (Claudia). “Yo no sabía cocinar,
pobre mi vieja se iba en el colectivo todos los días y me llevaba la comida para que él,
cuando venga, él tenga la comida y ¡guai que yo empiece a comer antes que él!”
(Verónica). “Yo nunca fui de hacerle la contra, constantemente me callé. Yo era una
sometida total, porque lo atendía, lo cuidaba, le cocinaba, le lavaba la ropa, le cuidaba, le
brindaba afecto, cuidaba a sus hijos, la casa, todo” (Natalia). En encierro y el aislamiento
son una de las primeras prácticas de dominación de las mujeres en contextos de violencia
familiar. El corte con lo externo comienza de a poco, imperceptiblemente, las mujeres van
cediendo espacios de manera consciente o inconsciente.

La práctica del control físico de las mujeres en contextos de violencia familiar se


expresa en la vigilancia que se ejerce en cada uno de sus actos y movimientos,
transformando la vida en pareja en una cárcel. “Yo no tenía descanso, pasaba todo el día
corriendo, ordenando, limpiando, pendiente de él, no salía si no era con él, no me iba a la
esquina si no era con él, ni al médico a llevar a mi hijo” (Claudia). Las mujeres se sienten,
de este modo, perseguidas, acosadas y deben dar cuenta permanentemente de todo lo que
145

hacen. No tienen el mínimo espacio de libertad, transformándose en objetos de


manipulación.

Este control obsesivo transforma la vida de las mujeres en un infierno, tal como se ha
analizado o testimoniado. “Yo tenía la cabeza atormentada, llegaba a mi trabajo, hacía lo
que tenía que hacer y volvía a mi casa. Si perdía el colectivo, volvía caminando, porque yo
llegaba cinco minutos tarde y me decía “¿con quién estabas, dónde estabas?”. Me
llamaba a mi celular y yo sólo estaba trabajando. No podía quedarme ni un poquito más.
Un día estaba haciendo una pintura en el barrio Krause y me quedé hasta tarde, hasta las
ocho de la noche. Me mandó un mensaje diciéndome “¿dónde estás puta de mierda, dónde
estás? Aunque vos estés clavando con otro hombre, yo igual te quiero” y yo estaba
trabajando para llevarle el pan a mis hijos y a él” (Soledad). Viven atormentadas, con
miedo, angustia y la sensación de estar en manos de sus parejas, totalmente indefensas y
vulnerables.

Por otro lado, como parte del proceso de dominación de las mujeres en contextos de
violencia familiar, los hombres violentos van cortando los lazos sociales y familiares de
sus parejas, para poder controlarlas y evitar que pidan ayuda o cuenten a otros su situación.
“Yo le quería contar al médico y él no quería. Mis padres a través de citaciones policiales
me encontraban donde estaba, porque me ocultaba, me cambiaba de sitio. Después nos
fuimos a vivir con sus padres a Alem y ahí seguía como que todo se tapaba, los padres no
querían reconocer muchas cosas, tampoco me dejaban ver a mi familia” (Natalia). “Yo
tenía muchas ganas de trabajar, estaba muy aburrida, sola, no salía a ningún lado. No
hacía nada, no tenía televisión, radio, nada. Yo tenía un nudo en la garganta, no podía
decir nada a nadie, porque yo no conocía a nadie, no tenía confianza con nadie, entonces
me tragaba yo sola” (Soledad). De esta manera, se van configurando, en las mujeres que
padecen este tipo de violencia, nuevos procesos de subjetivación que configurarán a su vez
nuevas identidades.

Los hombres violentos justifican de varias maneras la práctica del aislamiento. “Yo
tenía amigas que eran de mi escuela y después se iban a visitarme. Un día llegó él del
trabajo y les corrió a todas mis amigas. Yo trabajaba, venía, me encerraba en mi casa,
miraba la tele, estaba con mis hijos, él no quería que salga, no tenía amistades, no podía
salir a pasear con mis hijos en la plaza, porque él decía que yo iba a mirar a otro por ahí,
146

tenía que hacer lo que decía él y callarme la boca y nada más, no podía tener amistad, no
podía tener nada y él sí tenía todas las amistades que quería” (Elsa). Una de las excusas
habituales es acusar a las mujeres de tener la intención de relacionarse con otros hombres.

Además de esta acusación, los hombres violentos justifican la práctica del aislamiento
en la fantasía de que ellos mismos son buscados por otras mujeres. “Cuando empecé a
salir con mi ex, en ese momento no me di cuenta de algunas cosas, el hecho de aislarme.
Yo tenía un grupo de chicos amigos, porque en la facultad había muy pocas mujeres. Me
fue apartando de los varones y me decía que me miraban el culo, que andaban atrás mío y
cosas así. Me quedé sin amigos. Después empezó con las chicas, la estrategia era decir
que las chicas estaban atrás de él” (Tati). Las mujeres que padecen violencia en contextos
familiares se van quedando cada vez más solas y aisladas. Esto favorece el sentimiento de
impotencia y la sensación de imposibilidad de salir de ese contexto.

En la práctica del aislamiento se expresan celos obsesivos y la vida cotidiana se vuelve


absolutamente androcéntrica, porque transcurre y gira en torno al varón. “Yo empecé a
estudiar en el Dachary y él dejó de estudiar en el Paraguay para empezar en el Dachary
conmigo, dejó tercer año. Era obsesivo, yo no podía tener un grupo de estudio donde él no
esté, quería acaparar todo, yo terminaba estudiando con él, si yo me hacía otro grupo
para estudiar era todo un planteo” (Verónica). “Durante todo un año era de mi trabajo a
mi casa y no me relacionaba con nadie. Vivía encerrada y hablaba solamente con una
chica que vivía al lado. Yo no tenía otra relación que no sea él, o sea no me relacionaba
más que con él” (Marta). En este contexto de control y obediencia debida, estas mujeres
viven por y para el varón.

La violencia sexual contiene un claro mensaje de propiedad, posesión y de hacer saber


al otro quién manda en la pareja. Es decir, es una clara expresión de la asimetría presente
en la relación. “Si quiero plata tengo que acostarme con él…si quiero el salario de los
chicos, tengo que hacer lo que él quiere” (Elsa). “Yo tenía 23 años y nunca había tenido
contacto con nadie. Él al tercer día, cuando yo me di cuenta ya estábamos, el me estaba
sacando la ropa y yo le dije no, no y él como que me forzó, yo quise retroceder en ese
momento y digamos que me forzó y fue el momento más horrible de mi vida, fue lo más
frustrante. Después, con los años, cuando yo me separé, el psicólogo me dijo que no fue mi
primera relación sexual sino que fue una violación, sí, porque fue un forcejeo, porque no
147

era que yo quería” (Mariel). En este relato podemos encontrar que el apropiarse del cuerpo
de las mujeres sigue siendo una de las prácticas de dominación más antiguas de la
humanidad.

Por otra parte, la violencia psicológica se expresa de varias maneras: descalificación,


ofensa, humillación, desvalorización, indiferencia, maltrato, negación del otro y
prohibición de hablar. “Él empieza a basurearme, que yo soy una puta, que soy una
basura, que soy una sucia” (Elsa). “Y después de nuevo, una excusa tonta era suficiente
para que te insulte, te rebaje como mujer, te diga que vos no valés nada, para que no
valore lo que vos haces. Cada cosa que hacía, todo estaba mal, nada encontraba sentido,
nada valoraba” (Natalia). “Salía cuando quería, hacía lo que quería, vos no podías
preguntar nada” (Claudia). “Los familiares de él iban y me insultaban de arriba abajo en
mi casa y yo me tenía que callar la boca” (Dina). “Tenía que hacer lo que decía él y
callarme la boca y nada más” (Elsa). “Por ahí pasaban dos semanas en que él no me
hablaba, venía, entraba, comía, se bañaba, se iba a dormir y no me decía una palabra, era
totalmente indiferente, simplemente me miraba y me ignoraba” (Marta). Las mujeres en
contextos de violencia familiar son desvalorizadas por sus parejas, aunque sean bellas,
inteligentes y llenas de virtudes. Hagan lo que hagan, nada tiene valor para sus parejas.
“Una excusa tonta era suficiente para pelear, suficiente para que te quiera pegar, es
suficiente para que te insulte, para que te rebaje como mujer, para que te diga que vos no
valés nada, para que no valore lo que vos haces, para que no valore lo que vos dejaste y el
lugar que estás asumiendo, cada cosa que hacía todo estaba mal, todo estaba mal, nada
encontraba sentido, nada valoraba” (Natalia). La violencia psicológica socava lentamente
la autoestima de las mujeres y produce distorsiones en la percepción que ellas tienen de si
mismas y del mundo que las rodea. Esta desvalorización opera como espejo permanente a
través del cual miran el mundo y proyectan su futuro.

Uno de los orígenes de esta desvalorización es la discriminación social, tanto económica


como racial. “Él siempre fue agresivo, siempre, no es por la bebida, porque él ya viene, el
papá es violento y nadie sirve para ellos, son así todos. Son de mirar por la plata y la
persona que no tiene plata no es gente, además que no sea negro, tiene que ser rubio y yo
soy morocha, soy una negra” (Dina). Las prácticas discursivas de sus parejas lentamente
van configurando el Yo de estas mujeres y constituyen claramente una práctica de
dominación social que se suma a las anteriores.
148

Otro origen de la desvalorización son los estereotipos de género, que se reproducen a


través de los imaginarios sociales y que configuran -social y culturalmente- no sólo “qué
debe ser la mujer o el varón”, sino también “qué es ser mujer” o “qué es ser varón” y qué
relación debe existir entre ambos. “La mamá me decía que yo le tenía que servir, que él no
tenía que hacer nada, para eso estaba yo, para eso era mujer” (Marta). “Yo le dije “yo me
voy, no me voy a quedar más sola acá, ¿por qué no me llevás con vos?, llévame con vos”.
Él me dijo “no, porque la mujer no es para el baile, es para la casa”. Yo sé que es cierto
eso -le digo- porque mi mamá siempre me dijo que cuando uno se casa, la mujer no puede
ir al baile, el derecho de la mujer es quedarse en la casa y cuidar a su marido, pero yo
tengo miedo de quedarme sola acá” (Soledad). Estos imaginarios se encarnan en las
prácticas sociales y se hacen cuerpo en las mujeres, quienes, no sólo responden a los
estereotipos de géneros, sino que los reproducen acríticamente, a través de la crianza y la
educación de sus hijos/as.

La humillación constituye una descalificación y un desprecio en público. Si está


acompañada de ridiculización, aumenta su impacto. “Fuimos a la casa de la hermana de él
y me acuerdo que hicieron un guiso y ahí todos se sirvieron, yo no me serví y le pedí a él
que me sirva. Me dijo: “¿vos no te vas a servir?” y yo le contesté “servime”. Me dijo:
“¿vos te pensás que yo te voy a servir toda la vida o algo así, no tenés manos para
servirte?” y me sirvió un montón. Yo no sabía si pasaba más vergüenza dejando la comida
en el plato, porque no podía tragar de la vergüenza que tenía. Hacía una semana que nos
habíamos puesto de novios” (Dina). El ridículo se relaciona con lo absurdo, lo inaceptable,
lo que queda fuera de lugar. En este caso, se busca que el desprecio sea compartido por
otros, que todos vean justificado el desprecio, ya que se trata de una ridiculez.

La humillación implica, a su vez, un desprecio absoluto del otro como ser humano. “A
eso de las tres de la mañana, escuché que mi nene lloraba, abrí mi ojo y él estaba con ella
al lado, en mi cama. Yo me quedé quietita en la cama, no me moví, no podía respirar…Yo
le ayudé a comprar un Fiat 128, él cargaba siete, ocho mujeres y su mamá, los fines de
semana y les llevaba al baile, donde sea. Él me hacía levantar de noche, a las diez de la
noche, a empujar el auto con todas las mujeres adentro. Yo lo hacía porque le seguía
queriendo” (Soledad). Se agravia al otro, se lesiona, se rebaja su condición humana. La
misma palabra “humillación” deriva de “humus” que en latín significa “tierra”, aquello que
se puede pisar, amasar, usar para abono o pisotear.
149

Otra práctica abusiva de poder es la violencia ambiental. En ella se intenta destruir


aquello que uno más ama o valora. “Cuando yo comencé a tener problemas en el
embarazo, mi sobrinita me había regalado un santito que era el divino niño. Ella me dijo
“guardá esto, este santito te va a cuidar a vos y a mi primito y no te va pasar nada”. Él
sabía que el santito que me había regalado mi sobrina tenía mucho valor sentimental para
mí, entonces agarró y me dijo “tanto creés en Dios, ahí está tu Dios, mirá como te tiene”,
me dice, agarró y estampilló mi santito contra la pared y ahí sí entré a enloquecerme y ahí
él agarró y me empujó. Cuando me volvió a empujar, yo le volví a pegar una cachetada
para que no me siga empujando. Y ahí sí, él me agarró y me pegó. Ni sentí el dolor”
(Marta). El destruir objetos significativos para las mujeres genera angustia, temor y miedo
a ser el próximo objeto de destrucción. Se reafirma, de este modo, el abuso de poder que
los varones ejercen hacia las mujeres, para hacerlas sentir quién manda en la casa.

En las prácticas de subordinación económica de mujeres en contextos de violencia


familiar, éstas quedan a expensas de sus parejas para sobrevivir, porque no tienen el
mínimo recurso económico para alimentarse o para alimentar a sus hijos o, menos aún,
para irse de la casa. “En ese entonces él no trabajaba, nos mantenía el padre, porque no
dejaron que mi familia se acerque, se cerró, se cerró” (Natalia). “Él salía con otras
mujeres, no le importaba en sí, gastaba toda la plata y a veces no teníamos ni siquiera
para comer y la madre me venía con un plato de comida, me compraba pañales, ropa para
mi hijo y todo lo que me hacía falta” (Claudia). Subordinar económicamente a las mujeres
genera no sólo dependencia sino mayor vulnerabilidad.

Esta situación subsiste aun después de la separación e incluso se agrava por la falta de
cumplimiento de la cuota alimentaria. “Hacía casi 1 año que él cobraba y yo le dije “vos
estás cobrando el salario de los chicos” y ahí me dijo que no me iba a dar nada, que yo
siempre le molestaba en cada empresa que trabajaba…Yo reclamé muchas veces en la
defensoría, como siete u ocho veces y nunca pasó nada. Él firma, dice que sí, que me va a
dar y luego no cumple. Tengo ahí el papel que me iba a dar el 30% la última vez. Él me
dijo que me iba a depositar en el banco. Cuando salimos del juzgado, abrí una cuenta
bancaria para no ir a pedirle a él, llevé a la empresa y esa tarde, ese mismo día, él fue y
renunció” (Elsa). Las mujeres en contextos de violencia familiar padecen violencia
económica y esto les dificulta enormemente encaminar sus procesos emancipatorios. En
general, son mujeres que si estaban trabajando, son obligadas a dejar sus trabajos y si
150

llegan a separase, les es muy difícil encontrar trabajo por varias razones: por la edad, por
su estado psicológico producto de años de violencia, por tener que criar a sus hijos
pequeños y no tener quien los cuide, entre otras razones.

La práctica de subordinación económica incluye la falta de información de las mujeres


sobre los ingresos de sus parejas. “Él hace todas las cosas a escondidas y yo nunca me
entero, hoy en día nosotros hace cuatro años que vivimos juntos y yo no sé cuánto el gana.
De los gastos me encargo todo, lo único que él hace es pagar la niñera y más que eso no,
no tiene otro gasto. Me acuerdo cuando vivíamos allá abajo, que él me decía que ganaba
850 ahora de repente gana 700, o sea realmente no sé cuánto gana” (Marta). La falta de
información genera asimetrías en la distribución de las responsabilidades de
mantenimiento del hogar y va acompañada de una liberación de obligaciones para los
hombres y una sobrecarga de responsabilidades para las mujeres.

En la subordinación económica, las mujeres no deciden los gastos y sin embargo son
obligadas a afrontarlos aunque sólo beneficien a sus parejas. “Nosotros habíamos
comprado un 0 km. Teníamos primero un Fiat 147 y todo lo que yo ganaba tenía que dejar
para la cuota del 0 km, un Duna full, el mejor en ese momento, porque él quería ese auto a
pesar de que apenas nos alcanzaba para pagarlo. A mi no me alcanzaba para comprarme
ni una ropa, las ropas que yo tenía era porque mi mamá me compraba, aparte de engordar
y todo eso. Él me dejaba las cuentas y no escatimaba en gastos, se endeudaba con la
tarjeta, gastaba mucho” (Mariel). Esta es otra manera de ejercer violencia económica muy
frecuente en la que se genera dependencia y es invisibilizada incluso por las mujeres que
padecen violencia en contextos familiares.

En muchos casos, la subordinación económica no comienza en la relación de pareja,


sino que las mujeres ya vienen con alguna historia de explotación anterior. El trabajo
infantil es una práctica legitimada en muchas culturas. “Desde los 11 años trabajé
ayudando a mi mamá. Trabajaba en la casa de mi tía como empleada y después dejé
porque yo trabajaba y mi mamá cobraba la plata… Después tuve que empezar a ayudarle
a mi mamá a criar a mis hermanos. Yo soy la más grande, la mayor de las mujeres… Y a
mi papá le tenía que ayudar a hacer la casa, hacer los pozos para la casa, siempre como
un varón. Hacía pozos con pala y pico en la construcción, todo, hasta los techos, los
balcones, los tirantes, todo, yo le pasaba a los techos, preparaba los clavos, todo” (Elsa).
151

Con sus 11 años, Elsa comienza a trabajar como empleada doméstica para “ayudar”
económicamente a su mamá, pero muy pronto se da cuenta que su mamá la explota y
entonces deja de trabajar fuera del hogar. Sin embargo, continúa con el trabajo doméstico
de criar a sus hermanos porque es “la mayor” de las mujeres y éste es un “trabajo de
mujeres”. Pero, además, tiene que “ayudar” a su papá en los trabajos físicamente más
pesados, “siempre como un varón”, como ella misma lo afirma.

Esta cuestión de la “ayuda” tiene un fuerte significado cultural. Se procrea para que los
hijos “ayuden” y “sirvan” a sus padres y esto incluye trabajar desde muy pequeños para
generar ingresos, hacerse cargo de las tareas del hogar si son niñas, asumir funciones
parentales como responsables de los hermanitos, atender a los ancianos que conviven en el
hogar, entre otras tareas. Estos niños no tienen niñez, no actúan ni hacen cosas como niños,
sino que son forzados a ser “pequeños adultos”. Esto refuerza la subordinación económica
de las mujeres por parte de sus parejas, al naturalizarse como práctica social.

3.2. La construcción social de la dominación: Los mandatos sociales

Al casamiento, en tanto práctica social muy antigua, se le atribuyen diversos


significados culturales. Antiguamente, era muy común el casamiento no por elección
personal sino por mandatos sociales, religiosos, familiares, intereses económicos, razones
de estado, étnicas, entre otras. Constituyen ejemplos, en este sentido, algunos relatos
bíblicos del antiguo testamento, escritos muchos siglos antes de la era cristiana. Estos
mandatos, transformados en normas y tradiciones, marcaban los límites de lo aceptable o
condenable, de lo que debía hacerse o no hacerse y de lo que estaba bien o mal.

Sin embargo, actualmente en muchas culturas y en muchos casos, resulta de una


elección personal, que puede estar fundada en el amor o en motivos varios como el interés
económico, el deseo de vivir con alguien, la necesidad de reproducción, el miedo a la
soledad, la búsqueda de prestigio social, la oportunidad de movilidad social, la obtención
de ciudadanía, la necesidad de supervivencia personal, entre otros.

No obstante, a pesar de ser predominante actualmente el casamiento por elección


personal, las mujeres entrevistadas no se casaron por opción personal ni mucho menos por
amor, sino por mandato social, religioso o familiar. Estos mandatos aparecen claramente
en las entrevistas. “El me pidió compromiso cuando estaba todo bien y teníamos planeado
casarnos en abril de ese año y como me quedé embarazada y qué sé yo, me casé por la
152

presión familiar. En mi casa son muy religiosos y lo veían como algo que no estaba bien.
Yo en un momento pensé en no casarme y ahí pensé en el qué dirán” (Tati). Se entrecruzan
aquí los diferentes mandatos, el familiar resumido en la frase “me casé por la presión
familiar”, el religioso condensado en la frase “lo veían como algo que no estaba bien” y,
finalmente, el social internalizado en la frase “ahí pensé en el qué dirán”.

Tati proviene de una “familia tradicional de clase media”, expresión con la cual
comúnmente se asocia una forma de vida fuertemente configurada por tradiciones,
costumbres y ciertos valores de un estilo de vida conservador, cercano a lo que Marx
llamaría pequeño burgués. Tati queda atrapada en este contexto familiar en el cual ella ha
crecido y ha sido educada, y no puede decidir libremente, es decir, por fuera del mismo,
como ella misma lo reconoce.

Muy distinta es la situación de Elsa, en cuanto a su origen social, que se identifica con
la pobreza estructural y no con la pequeña burguesía: “Yo no hablaba casi con mi mamá y
mi mamá tampoco conmigo casi. No me contaba nada de esas cosas, cómo quedar
embarazada…Y bueno, cuando yo me doy cuenta, yo ya estoy de tres meses, y ahí nos casó
obligadamente…mi mamá y mi papá…por civil y por iglesia”. Sin embargo, al igual que
Tati, ella tampoco decide casarse, sino que sus padres la obligan al quedar embarazada. No
sólo hay un mandato familiar, sino también un mandato social y religioso, ya que se casa
“por civil y por iglesia”. Ella tampoco elige quedar embarazada, ya que no sabe de qué se
trata y es completamente ingenua al no tener ninguna formación o al menos información en
materia de sexualidad. La frase “no hablaba casi con mi mamá y mi mamá tampoco
conmigo casi” da cuenta, entre otras cuestiones, del sexo como tabú.

También es distinto el caso de Verónica: “Cambió el tema cuando quedé embarazada y


me casé, pero yo quedé embarazada primero, lo buscamos a Facu. No vivíamos juntos y
mi mamá decía que había que casarse para irnos a vivir juntos. No querían en mi casa,
porque mi hermano mayor no había hecho eso, mi mamá se casó con el primer novio, con
el único novio que tuvo y que fue el hombre de toda la vida, o sea había que casarse.
Tenías que casarte y después te podías ir a vivir, porque aparte yo dependía porque estaba
estudiando en ese momento, si no me tenía que ir, no me decían nada, pero quedaba tácito,
sino, arréglate”. Aquí no nos encontramos con desconocimiento en materia sexual, al
contrario, Verónica busca quedar embarazada, pero queda atrapada por el fuerte mandato
153

familiar. Como no puede irse de su casa porque no tiene recursos económicos para
mantenerse sola, no tiene otra alternativa que acatar el mandato familiar. Aquí no hay
mandato social ni religioso, sino una fuerte tradición familiar que prescribe cómo deben
hacerse las cosas.

Por su parte, Mariel queda atrapada en su propia formación y creencia religiosa y en el


mandato familiar: “Después de esa primera vez que estuvimos juntos fue ya carnal, ahora
con el tiempo me doy cuenta que yo nunca estuve enamorada de él, lo que pasó fue que yo
me quedé embarazada porque él no se cuidaba y yo me cuidaba con los días, y él me decía
“yo con vos no me voy a casar” y en Enero me quedé embarazada y bueno él me dijo
“bueno, vamos a casarnos”, porque yo me había quedado embarazada. Yo me casé
porque me quedé embarazada y por la estructura familiar, yo tenía mis convicciones, yo
pensaba que nadie me iba a aceptar, ahora digo qué estúpida, con mi novio anterior
también era tradicional, me iba a casar virgen”. Mariel no elige quedar embarazada y
tampoco casarse, no siente amor, sino sólo algo “carnal”. Sin virginidad y embarazada,
ella cree que no tiene otra alternativa que casarse. Mariel pierde su virginidad y, con ella,
toda su autovaloración como mujer. Cree que ya nadie la va a aceptar en el futuro como
mujer y por eso se casa con un hombre que no ama, pero que al menos acepta casarse con
ella. Es indudable que la pareja se constituye en forma asimétrica, favoreciendo esto los
procesos de dominación.

En la religión cristiana, por ejemplo, al igual que en el islamismo y en otras religiones,


las relaciones sexuales antes del casamiento se consideran pecado y, por tanto, una mujer
debe conservar su virginidad hasta el matrimonio. La virginidad se considera una práctica
muy antigua, fundada en normas sociales, tradiciones culturales o creencias religiosas,
generalmente asociadas a ciertos significados como pureza, consagración, ofrenda o
exclusividad. Considerada en si misma, la virginidad constituye el límite de posesión del
cuerpo de una mujer y de acceso a su intimidad. A su vez, como mandato religioso, la
virginidad se constituye así en el valor más preciado para una mujer. En este contexto, al
perderla, ya nadie la aceptaría como esposa, porque pierde valor como mujer.

El caso de Dina tiene bastante similitud con los anteriores: “Salimos tres meses y ahí
nos casamos, por desgracia me quedé embarazada. Ahí le llamo, me fui, busqué un trabajo
y me fui. Ahí él fue a buscarme, porque me decía que tenía que asumir la paternidad. Y
154

bueno, ahí dijo “vamos a casarnos” y nos casamos. Mi familia no sabía nada porque yo
no podía contarle a mi mamá que estaba embarazada, porque eso para mi familia era algo
que no se debería hacer antes de casarse. Para mí era una vergüenza, después igual se
enteraron”. Dina tampoco elige quedar embarazada, al contrario, lo considera una
desgracia. Intenta trabajar e irse de su familia para no cumplir con el mandato del
casamiento, pero siente vergüenza y queda atrapada en la decisión de su pareja, que decide
cumplir con el mandato de la paternidad.

El compromiso se considera una práctica prenupcial muy antigua que sigue teniendo
vigencia. Las mujeres y los hombres se comprometen públicamente a contraer matrimonio.
Entre el compromiso y el matrimonio puede pasar un tiempo prolongado, durante el cual
esta obligación social impide cualquier otra relación con terceros. El compromiso
transforma a los novios en cuasi esposos y constituye una etapa de mayor formalización
del noviazgo. Es un camino sin retorno, o al menos de difícil retorno, hacia el matrimonio,
porque transforma la relación privada de noviazgo en una relación pública, en el sentido de
conocida por todos y encuadrada en normas sociales y culturales.

En este sentido, el compromiso constituye una formalización social del noviazgo, como
etapa previa al matrimonio. Es el caso de Tati: “El me pidió compromiso cuando estaba
todo bien y teníamos planeado casarnos en abril de ese año y como me quedé embarazada
y qué se yo, me casé por la presión familiar. En mi casa son muy religiosos y lo veían
como algo que no estaba bien. Yo en un momento pensé en no casarme y ahí pensé en el
qué dirán” (Tati). El embarazo de Tati acelera la nupcialidad, que de todas maneras se iba
a llevar a cabo porque ella ya estaba “comprometida”.

Otro de los mandatos sociales que contribuyen en la construcción social de la


dominación de y hacia las mujeres es la adjudicación y asunción de la tarea dómestica en
el género femenino. La consideración de las tareas cotidianas del hogar como “cosas de
mujeres” deriva de un orden patriarcal que se fue construyendo a lo largo de muchos
siglos, con aportes principalmente de la medicina, la filosofía, la religión y la ciencia.

Este orden se basa en la división sexual del trabajo, que los actores asumen como algo
natural, tal como sucede con Mariel y Claudia. “Nos casamos y nos fuimos a vivir a
Bernardo de Irigoyen porque él era mecánico vial y yo me había recibido, así que nos
fuimos a vivir al interior y toda la responsabilidad de la casa recaía sobre mí, yo estaba
155

embarazada y me iba a hacer las compras a Brasil y venía con los bolsos y con las
contracciones que a veces me agarraban” (Mariel). “Yo era la mujer que estaba en la
casa, la que limpiaba, la que cocinaba, la que planchaba, la que le tenía las cosas listas,
la que tenía que cuidar el hijo y él era el que trabajaba, que venía y salía cuando quería,
que hacía lo que quería, vos no podías preguntar nada” (Claudia). Las mujeres asumen la
totalidad de la responsabilidad de las tareas del hogar, por ser “cosas de mujeres” y porque
no son consideradas por ellas como un “trabajo” sino como “obligaciones” que tienen las
mujeres como tales. Los hombres, en cambio, son los que “trabajan” y esto, obviamente,
influye en los procesos de dominación de las mujeres en contextos de violencia familiar.
Aquí se considera “trabajo” solamente aquél que es remunerado.

En este orden patriarcal, las mujeres no sólo asumen todas las tareas del hogar, sino que
tienen la obligación de servir y atender a sus parejas. “Yo no sabía cocinar, tenía voluntad,
pero si se me quemaba la comida o no me salía bien, venía y me hacía un escándalo, hasta
de romper los platos y eso en la primera semana de casados” (Verónica). “La mamá me
decía que yo le tenía que servir, que él no tenía que hacer nada, para eso estaba yo, para
eso era mujer” (Marta). “Yo lo atendía, lo cuidaba, le cocinaba, le lavaba la ropa, le
cuidaba, le brindaba afecto, cuidaba a sus hijos, la casa, todo” (Natalia). “Yo hacía todo
en la casa. Cuando nos mudamos al departamento, me reprochaba sobre todo por la
comida, porque yo no estaba. Me decía que no le cocinaba, que no le cocía un botón de la
camisa, que era una mala mujer digamos, que no me ocupaba de él” (Tati). “Nos fuimos a
la casa de la mamá de él y ahí empezó el calvario, ella quería medio que yo sea la esclava
de él, no la señora de él…porque quería que le tenga bien, que le limpie, que le atienda”
(Elsa). Las mujeres asumen estos estereotipos de género y refuerzan de esta manera la
situación de subordinación.

En este orden patriarcal, también se consideran “cosas de mujeres”: quedar


embarazadas, gestar hijos, tenerlos, criarlos, cuidarse ellas y cuidar a sus hijos.
“Compartíamos todo hasta que apareció Mariano y ahí empezaron los obstáculos. Él
nunca se puso en el rol de papá, no se animaba a asumir la responsabilidad, seguía
saliendo, seguía estando con sus amigos. A mí me empezó a prohibir todo eso y yo me tuve
que hacer cargo, él no, él no, dijo que quería abortar…empecé a ir al médico, todas las
veces iba sola, mes a mes” (Natalia). La reproducción de la especie y la crianza de los
156

hijos pasan a ser históricamente exclusividad de las mujeres, quienes quedan recluídas al
ámbito privado por “naturaleza”.

Las mujeres asumen solas estas tareas y no tienen ni el acompañamiento ni el apoyo de


sus parejas. “Fuimos a vivir a Los Helechos. Yo vivía en Florentino Ameghino con papá. A
la semana, me quedé embarazada. La segunda semana de “casados”, él me dijo un jueves
“yo voy a salir, tengo un baile, vengo mañana” y yo le dije “bueno, está bien, andá
tranquilo” y me dejó cinco pesos. Volvió el lunes a la nueve de la mañana…Bueno, todos
los fines de semana él salía y así pasé todo el embarazo, yo me quedaba sola, lloraba,
lloraba y lloraba” (Soledad). Tienen que arreglarse solas y esto aumenta la vulnerabilidad
y favorece los procesos de dominación.

Hay muchas formas de servicio. El de los esclavos es la servidumbre, aquella situación


en la cual un ser humano se adueña de la vida de otro ser humano y decide ponerla
íntegramente a su servicio, destinarla a su uso y goce como si fuera una cosa. Elsa relata su
historia y tiene muy en claro la situación de esclavitud a la que fue sometida: “Nos fuimos
a la casa de la mamá de él y ahí empezó el calvario, porque la mamá de él quería que yo
sea la esclava de él, no la señora de él…porque quería que le tenga bien, que le limpie,
que le atienda, que le atienda más a él que al hijo, al nieto que ya tenía” (Elsa). Natalia
también reconoce su condición de sierva: “Yo era una sometida total, le atendía, le
cocinaba, le lavaba la ropa, le cuidaba, le brindaba afecto, cuidaba a sus hijos, la casa,
todo” (Natalia). Mariel se ve sometida a la servidumbre, aun poniendo en riesgo su
embarazo: “Yo estaba embarazada y me iba a hacer las compras a Brasil y venía con los
bolsos y con las contracciones que me agarraban…Me acuerdo que yo tenía que tener
reposo absoluto pero igual le tenía que atender a él”. Hay un proceso de reificación
social. Este constituye el límite de las mujeres sometidas a procesos de dominación en
contextos de violencia familiar. Más allá de esto, sólo queda la muerte, como una
liberación, es decir el homicidio o el suicidio.

La suegra le explica a Marta cuál era su deber de servicio como mujer: “La mamá me
decía que yo le tenía que servir, que él no tenía que hacer nada, para eso estaba yo, para
eso era mujer” (Marta). Muchas veces, este sometimiento o servilismo es trasmitido y
ejercido, como en este caso, por las propias mujeres al ser “domesticadas” en una cultura
patriarcal y androcéntrica.
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3.3. Trampas mortales: ocultamiento, ingenuidad y ficción

Ocultar la situación o no hablar de ella es una práctica común de las mujeres en


contextos de violencia familiar. Esto favorece obviamente los procesos de dominación,
porque impide la visibilización de la situación. Al hacerse visible, una situación de
violencia se transforma en un problema social, toma estado público y esto puede frenar,
detener o incluso disminuir la escalada de violencia, además de las posibilidades de ayuda
e intervención social.

¿Por qué callan las mujeres y no hablan en las situaciones de violencia? Obviamente,
por muchas razones. Una de ellas es para no preocupar a los demás: “Yo me tenía que
aguantar, por el simple hecho de no preocuparle a nadie porque yo no contaba a nadie,
me guardaba, me comía todo el garrón solita” (Marta). Si no se hace visible, la situación
permanece oculta, como si se tratara de una cuestión privada de la vida familiar o de la
intimidad de las parejas.

En ocasiones, lo hacen porque aman a sus parejas: “Mis padres se enteraron cuando ya
casi iba a tener el bebe, porque él no quería hablar ni con sus padres ni con los míos y yo
respeté su decisión, porque yo quería estar con él” (Natalia). El “amor romántico” es, en
muchas ocasiones, el motivo del ocultamiento de las situaciones de violencia. Las mujeres
quedan con la imagen del hombre del cual se enamoraron y esto no les permite ver la
situación de sometimiento por la que atraviesan.

También obedece a mandatos familiares: “Yo no le dije a nadie que me empujó, fue un
accidente le dije a mi papá, imaginate, vivíamos ahí, se complicaba si me tenía que
separar, iba a nacer el nene, todo con una crianza de que el padre y la madre tienen que
estar juntos, yo aceptaba en el fondo, respetaba eso que me habían dicho, lo que mi mamá
me decía, había que aguantar” (Verónica). Las familias, con sus presiones y mandatos,
muchas veces favorecen que la situación de sometimiento y dominación se perpetúe en el
tiempo.

Además, las mujeres ocultan y silencian la situación de violencia porque sienten


vergüenza: “Mi familia no sabía nada porque yo no podía contarle a mi mamá que estaba
embarazada, porque eso para mi familia era algo que no se debería hacer antes de
casarse. Para mí era una vergüenza, después igual se enteraron” (Dina). Lo hacen
también por desconfianza: “Había un colega en la escuela que era un amigo, porque yo en
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la secundaria tuve un amigo que era como un hermano y empezó una amistad con ese
colega, cuando era verano yo andaba con campera y fue al único al que confié, ese día me
bajé la campera y le mostré mi brazo negro y lastimado” (Mariel). “Yo con mi mamá no
podía contar, lo que pasa es que nunca confié en ella, podía confiar en otras personas,
pero no en ella” (Mariel). La estigmatización y culpabilización que han padecido
históricamente las mujeres, refuerzan el sentimiento de vergüenza y desconfianza de éstas.
Muchas mujeres no visibilizan la situación y no denuncian porque saben que de antemano
serán cuestionadas, interpeladas, victimizadas y hasta culpabilizadas por sus familias y por
las instituciones.

Otra trampa mortal que hace que las mujeres no puedan salir fácilmente de los
contextos de violencia familiar es, en muchas ocasiones, su propia ingenuidad. En efecto,
las mujeres creen ingenuamente en todo lo que les dicen sus parejas o ex parejas. “Él me
regalaba tortas, fresita para brindar, hacía todo para que le perdone y después
empezaban otra vez los golpes. Yo pensé que él iba a cambiar y yo dije que iba a hacer
todo lo posible para recuperar mi matrimonio, bueno entonces yo volví y ahí me quedé
embarazada de Daniela y ahí peor empezó” (Mariel). “En la recepción de mi cuñada yo
compré el traje completo para mi marido, para mí, pagué la tarjeta para estar bien con él.
Después él se empedó y eso que me decía que me amaba, que me quería, que todo, se
empedó con plata de su mamá por supuesto, me pidió plata a mí y le di con mucho cariño,
porque yo quería estar bien. Nos sacamos fotos, con la hermana de él, con su mamá, con
toda su familia” (Soledad). Esto renueva una y otra vez la ilusión, la esperanza y refuerza
los procesos de dominación.

Creyendo ingenuamente que con ello pueden frenar o evitar la violencia, las mujeres
hacen cosas para atender y agradar a sus parejas o ex parejas. “Yo lo hacía para que
cuando él llegara vea la casa limpia, la comida lista, pero el hombre no valora eso,
mientras vos estés pintada y le atiendas bien no importa cómo tengas la casa” (Mariel).
“Yo decía él con el tiempo va cambiar, con el tiempo va a entender, si yo le doy el ejemplo
y me quedo al lado de él como mamá, como mujer, él un día se va a dar cuenta, va a
madurar, va a recapacitar y va a entender, pero no, es peor todavía” (Natalia). “Cuando
nos mudamos, vinimos a alquilar en el pueblo. Yo agarré dos trabajos, lo mantuve cuatro
meses, él sin trabajar un solo día y así mismo yo le daba plata el fin de semana para que él
vaya al baile. No sé por qué yo lo hacía, no quería que él se vaya” (Soledad). Las
159

situaciones empeoran en vez de mejorar cuando los procesos de dominación se


profundizan.

Cuando alguien acepta el sufrimiento sin rebelarse o decide sufrir voluntariamente, lo


hace por una causa o por alguna razón, por ejemplo proteger a alguien, no desencadenar
situaciones de violencia, protegerse a si mismo, proteger a los hijos, pero también lo hace
por culpa, por vergüenza o por mandato social, familiar o religioso. Elsa siente miedo y
sufre en silencio la violencia de su pareja, para proteger a sus hijos. “Cuando tenía 8 meses
de embarazo de mi nene el mayor, que este año va a cumplir 17 años, él me pegó mucho
con el cinto, me marcó toda…Ya veníamos pelando siempre, si no era por la hermana, era
por la prima, por la mamá…Pero a los 8 meses me pegó brutal, fue toda una marca en el
cuerpo completo y yo tenía miedo y no sabía qué hacer, yo tenía miedo, aguanté 2, 3 años,
porque tenía miedo de salir con los chicos de esa casa y sin tener adónde ir” (Elsa).
Muchas mujeres deciden postergar sus sueños e ilusiones e incluso arriesgan su vida, por
proteger a sus hijos.

Sacrificar la propia vida por los hijos y la pareja tiene, de por sí, una connotación
heroica. Es el heroísmo del martirio, de la inmolación de la propia vida por una causa. El
sacrificio o la entrega de unos para salvar a otros es una forma de mesianismo y
apostolado. “Yo no quería romper la familia. Y me quedaba. Había días que yo me echaba
tan atrás que decía “yo voy a sacrificar mi vida por los hijos y por él, voy a llegar a los 43
años que es más o menos cuando ellos serían mayor de edad y ellos puedan decidir qué
hacer de su vida. En todo caso, en aquel momento rompo la familia, pero ahí ya estarían
crecidos, ya estarían criados, ya tendrían otra forma de ver las cosas” (Natalia). Es como
una misión sagrada que se debe cumplir por una razón mística que va más allá de lo visible
y se funda en un misterio indescifrable, en un mandato sobrenatural que se debe cumplir.

Verónica sufre en silencio la violencia de su novio porque está embarazada, es


estudiante, no tiene recursos económicos como para independizarse y fue criada con el
mandato de casarse y tener familia. “Yo no le dije a nadie que me empujó, fue un accidente
le dije a mi papá, imaginate vivíamos ahí, se complicaba si me tenía que separar, iba a
nacer el nene, todo con una crianza de que el padre y la madre tienen que estar juntos, yo
aceptaba en el fondo, respetaba eso que me habían dicho, lo que mi mamá me decía, que
había que casarse para irnos a vivir juntos. Mi hermano mayor no había hecho eso, mi
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mamá se casó con el primer novio, con el único novio que tuvo y que fue el hombre de toda
la vida. Tenías que casarte y después te podías ir a vivir, porque aparte yo dependía
porque estaba estudiando en ese momento” (Verónica). Muchas veces los mandatos
sociales son tan fuertes que hacen de las mujeres rehenes de éstos.

Dina decide sufrir en silencio la violencia de su pareja, para que sus hijos puedan seguir
teniendo padre. Es la “ficción del padre”, la suposición de que si ella se separa, sus hijos
pueden sentir la falta de padre. Esta ficción le produce miedo y culpa. “No quiero sacarle
el papá a ellos o sea separarme y que ellos vayan y que sientan esa falta. Entonces yo
estoy entre la espada y la pared” (Dina). Los mandatos religiosos y la idea del “padre de
familia” como sostén de “la familia” está muy presente en muchas mujeres y favorece la
perpetuidad de las situaciones de violencia.

Una ficción similar tiene Natalia, que también decide sufrir en silencio por la unión de
la familia. “Yo nunca fui de hacerle la contra, constantemente me callé, a mi suegra no le
dije nada. Me aguanté, me aguanté en silencio, lloré en silencio, porque yo quería unir, no
separar, no lo que él quería, yo quería unir a la familia” (Natalia). Es la “ficción de la
familia”, la creencia de que papá y mamá tienen que vivir con sus hijos como “familia”,
aunque el precio sea la violencia, el sufrimiento e incluso la muerte.

La “ficción de la familia” también está presente como justificación del aguante de las
mujeres en los contextos de violencia familiar. Soledad cree que aguanta por amor, pero en
realidad sólo recibe humillaciones de su pareja. Sufre y cree que tiene la culpa de su
situación de violencia. “Cuando nos mudamos, vinimos a alquilar en el pueblo. Yo le daba
plata el fin de semana para que él vaya al baile. No sé por qué yo lo hacía, no quería que
él se vaya. Me dolía en el alma cuando llegaban las chicas a mi casa, yo no podía decir
nada, porque yo era una empleada en la casa, peor que una empleada. El me decía que yo
no servía para nada, que yo me calle, que yo no sabía nada. Las chicas se reían y yo me
quedaba re triste, re mal. Yo no podía entender en qué yo fallé. Yo lo quiero, yo, yo no
podía pensar en otra cosa, no, yo pensaba sólo en mis hijos y en mi marido” (Soledad). La
idea de “la familia” como algo que hay que sostener a cualquier precio, se lleva puesta la
vida de miles de mujeres que mueren literalmente por este ideal.

Verónica también decide aguantar por la “ficción de la familia” y la “ficción del


padre”. Fue criada con la idea de que la mujer tiene que aguantar a su marido y
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sacrificarse por “la familia”. Es el precio que tienen que pagar las mujeres en este modelo
tradicional de familia. En el imaginario social que reproduce este modelo, las mujeres
nacen para sufrir y aguantar. “Yo había cambiado en realidad porque estaba más
vulnerable con el embarazo. Yo no quería tampoco que se vaya, porque quería el tema de
la familia. A mí lo que me hizo fuerte fue el tema del nene, si yo hubiese estado sola, le
hubiese pateado, tampoco iba a ser el único hombre, pero yo quería que el nene el día de
mañana tenga su papá, todo el tema de la familia” (Verónica). La “ficción del padre” y la
“ficción de la familia” también justifican el aguante de Marta: “Si yo no puedo estar con
él aunque sea voy a intentar de llevarme bien, porque no quiero que mi hijo crezca sin un
padre sin una madre, entonces aguantaba. Lo único que quería era que mi hijo tenga un
padre” (Marta). En general, cuando provienen de mandatos sociales, religiosos o
familiares, las ficciones operan a manera de “cárceles mentales” que se encarnan en
prácticas sociales de sometimiento y subordinación y no les permite ver a las mujeres,
otros modos de ser y de estar en el mundo.

Algunas mujeres son criadas y educadas como en los cuentos de hadas, donde la
calabaza puede transformarse en carroza y el sapo en príncipe, por lo que esperan a sus
príncipes azules. Al relacionarse con hombres reales, viven la relación como una fantasía y
atribuyen a estos hombres cualidades que corresponden al mundo ideal o irreal de la
fantasía y no de una realidad que se construye. Esto no les permite ver la situación como se
presenta y, entonces, viven la relación como un sueño. Se comportan ingenuamente,
fantasean y creen todo lo que les dicen estos hombres, porque son sus “príncipes” como en
los cuentos de hadas. Es la “ficción del príncipe azul”.

Natalia describe a su pareja como un ángel: “Él estaba en ingeniería, yo en artes y se


dio la amistad tres años. Era una ovejita, dulce, compañero, caballero. Había diálogo,
siempre había un tema para charlar horas, re bien, perfecto. Nos pusimos de novios,
tuvimos un lapso corto de noviazgo, porque ya nos conocíamos anteriormente, entonces
fue como cerrar ese círculo. Comenzamos a vivir juntos, al principio todo bien, perfecto,
re bien” (Natalia). Después, la realidad puede más que el sueño y todo se transforma en un
infierno para Natalia.

Otra ficción de las mujeres en contextos de violencia familiar es el tiempo. El tiempo


puede ser utilizado para muchas cosas o no, puede tener un gran valor o no, puede producir
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muchas cosas o no. En todo caso, la naturaleza tiene su tiempo y también la historia y los
fenómenos humanos. En las situaciones de violencia, el tiempo generalmente agrava las
cosas y los hombres violentos de por sí no se transforman un día en pacíficos por el mero
devenir del tiempo. “Yo decía él con el tiempo va cambiar, con el tiempo va a entender, si
yo le doy el ejemplo y me quedo al lado de él como mamá, como mujer, él un día se va a
dar cuenta, va a madurar, va a recapacitar y va a entender, pero no, es peor todavía”
(Natalia). “Yo pensé que él iba a cambiar y yo dije que iba a hacer todo lo posible para
recuperar mi matrimonio, bueno entonces yo volví y ahí me quedé embarazada de Daniela
y ahí peor empezó” (Mariel). Esperar que el tiempo produzca este milagro es otra
ingenuidad de las mujeres que atraviesan por estas situaciones. Es la “ficción del tiempo”.

4. Análisis de las prácticas de emancipación

En este punto analizo las prácticas de emancipación que, si bien corresponden a un


mismo proceso dialéctico de dominación / emancipación, se presentan aquí en forma
desagregada con el fin de analizar sus elementos constitutivos.

4.1. De resistencias y luchas, aunque no siempre conquistas

Las mujeres entrevistadas relatan diversas prácticas realizadas con intención de


modificar sus situaciones de violencia. Una de ellas es cuestionar la forma de relación con
sus parejas. “No tenía sentido que ahora yo sea esclava de él, aparte yo no nací para ser
esclava ni servirle a nadie, le digo yo, y ella me decía que no, que yo era una maleducada
y le dije “bueno, usted tómelo como quiera, pero yo no, no voy hacer lo que usted quiere”
(Marta). “La violencia comenzó cuando empecé a contradecirlo, cuando no le llevaba el
apunte enseguida, durante el primer mes de embarazo” (Natalia). El cuestionamiento de
ciertas situaciones de sometimiento, puede ser el comienzo del proceso de emancipación
de las mujeres en contexto de violencia familiar.

Marta no acepta la situación de dominación y servidumbre que pretende imponerle su


pareja o su suegra. Tiene plena conciencia acerca de qué tipo de posición y relación ella
pretende para su vínculo de pareja y lo manifiesta expresamente. Cuestiona y rechaza
cualquier tipo de sometimiento o servidumbre. Esta actitud, lógicamente, implica el
comienzo de un proceso de emancipación.
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De igual manera, Natalia no acepta el discurso de su pareja y atribuye a esto el inicio de


la violencia. Al contradecir a su pareja, se afirma como sujeto y esto modifica las
condiciones de dominación. Su pareja reacciona con violencia al ver cómo ella inicia el
proceso de ruptura y emancipación.

Otra práctica que favorece la emancipación es la rebeldía ante las situaciones de


injusticia o violencia. Elsa se rebela (“se retoba”, como dice ella) ante su propia madre,
cuando sólo tenía once años y es sometida a una situación de explotación laboral. Más
tarde, se rebela igualmente ante su pareja cuando, estando embarazada de ocho meses,
tenía que trabajar y no se sentía en condiciones físicas para hacerlo. “Desde los 11 años
trabajé. Yo no cobraba y yo quería algo de plata para comprarme unas cosas y no me
gustó y medio que me retobé para mi mamá y le dije no quiero irme más y no me fui
más…La mayoría de mis embarazos, del primero yo trabajé hasta los 8 meses, después no
quise trabajar más, fue por eso la pelea y ya no me sentía, me sentía muy pesada, no
quería trabajar más” (Elsa). La rebeldía puede ser otra forma de resistencia y no
claudicación de los derechos.

Claudia se rebela contra su pareja, al no ser respetada como mujer y ser sometida a una
situación de abandono y miseria. Tiene dignidad y siente que no tiene por qué seguir
aguantando esa situación. “Yo siempre pensaba y decía por qué tengo que aguantar esto,
por qué tengo que permitir si sabía que él salía con otras mujeres, que no le importaba en
sí, gastaba toda la plata y a veces no teníamos ni siquiera para comer. Yo pensaba por qué
tengo que aguantar” (Claudia). Comienza de esta manera, un lento proceso de conciencia
emancipatoria, tal como lo define Stella Villarmea y que he desarrollado en los capítulos
precedentes.

La rebelión de Elsa y Claudia marca los límites de la situación de injusticia y violencia


por la que estaban atravesando. La rebeldía jaquea el cerco de la dominación y pone a estas
mujeres en la búsqueda de alternativas para intentar una salida. Es una práctica de
requebrajamiento, que favorece los procesos de quiebre o discontinuidad de la relación de
pareja.

Una práctica que puede tener algún tipo de consecuencia es la denuncia de la situación
de violencia. “Desde el primer momento de que nos casamos, del embarazo ese que me
pegó, le hice un montón de denuncias, todo, no le llevaron preso porque la mamá tiene
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plata y siempre pone un abogado y sale libre” (Elsa). En algunos casos, las denuncias no
surten efectos, por la forma de interpretación o aplicación de las leyes, por falta de recursos
o por la parcialidad de la justicia.

Sin embargo, las denuncias suelen producir efectos y son una práctica frecuentemente
utilizada por las mujeres en contextos de violencia familiar. “Sé que con las denuncias me
puedo cuidar. Ya hice una denuncia, una exposición y ahora tengo que esperar” (Natalia).
“Como él me pegaba, yo le denuncié y esas cosas y el nombre de ellos quedó en la
policía” (Dina). “Yo hice la exposición que después pasó a ser una denuncia. La cuestión
que a la semana van y le sacan todas las cosas que él había llevado, llevan al juzgado, el
juez me llama y me entrega todo. Nosotros estuvimos separados dos meses” (Marta).
“Cuando pasó lo del fuego y el cuchillo, yo le hice la denuncia y fuimos al juzgado. La
jueza nos dijo que la próxima vez ella nos iba a sacar los chicos, porque de esa forma los
chicos no pueden vivir” (Soledad). La denuncia puede consistir en contar a otros lo que
está pasando, comunicar el hecho, ponerlo en conocimiento de organizaciones públicas o
privadas, realizar exposiciones policiales, informar a los medios de comunicación social o
bien hacer denuncias policiales y dar intervención a la justicia.

Una práctica efectiva, que favorece y posibilita los procesos de emancipación de las
mujeres en contextos de violencia familiar, es el alejamiento físico de las mismas en
relación a sus parejas. “Cuando volví de mi trabajo un día al mediodía, llegué a casa, se
había llevado toda su ropa y se había ido y bueno a partir de ahí no tuve ningún tipo de
contacto con él” (Claudia). “¿Yo gracias a qué zafé?, yo zafé gracias a él en realidad,
porque yo hubiese seguido con él toda la vida, iba a seguir en ese círculo, me hubiese
muerto. En realidad él después quiso volver, pero ahí yo ya no. Él me dio el motivo para
irme, me dio el pie para irme, porque me echó de la casa” (Verónica). El alejarse de sus
agresores es el comienzo de un crítico y largo camino que tienen que transitar las mujeres
en el proceso de su recuperación y emancipación.

El alejamiento físico puede darse de manera dramática, en un contexto de amenazas y


violencia física. En este caso, se transforma en una salida más que oportuna y eficaz. “Ahí
me trajo para adentro, para la pieza. Yo salté la ventana, salté el tejido de la vecina y, por
el patio ajeno, salgo y voy por la otra cuadra y corro, él me corre, yo corro hasta la
policía y ahí vuelvo, no estaba en la casa, vamos con la policía, agarré mis hijos, mis
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ropas, nada más y ahí me fui, fui a la casa de mi papá, sólo con la ropa” (Elsa). Muchas
mujeres deben huir para salvar sus vidas y la de sus hijos. Es un momento de quiebre y el
comienzo del proceso de emancipación.

Sin embargo, el alejamiento físico no siempre implica un corte en la relación de pareja o


un proceso de emancipación de las mujeres. A veces pasan varios años y la relación
continúa como una pesadilla. “Hace 7 años que estamos separados. Ahora él se encarga
de llorar, recorre todos mis vecinos, le lloró a mi vecina para que me convenza que vuelva
con él, pero yo ya me cerré y no quiero saber nada de esa época. Él fue, les lloró a mis
parientes, a mi mamá. Una vez, cuando yo ya vivía en el barrio docente, habíamos
discutido, porque el acoso siempre era constante, habíamos discutido y yo le dije “sabés
qué, andate o voy a llamar a la policía”, entonces me fui a la casa de mi vecina para
refugiarme” (Mariel). El alejamliento fisico de sus agresores no siempre implica la
emancipación de las mismas, ya que como vimos la dominación se expresa de múltiples
maneras. Muchas mujeres seguirán siendo sometidas por sus ex parejas, a través de
distintos dipositivos de control social, y abordar el complejo proceso de emancipación
implica, a su vez, desandar también el complejo proceso de dominación.

Otra práctica que favorece la emancipación es tomar decisiones en el momento preciso,


algo que puede modificar una situación de violencia, mientras que, no hacerlo, puede
empeorarla. La capacidad para tomar decisiones se desarrolla en los sujetos, al igual que
otras tantas capacidades. En las mujeres en contextos de violencia familiar, contar con esta
capacidad y poder ponerla en práctica, implica un gran paso en el proceso de
emancipación.

Elsa tiene esta capacidad y la pone en práctica. “Siempre cuando me pegaba mucho, yo
gritaba para que los vecinos me ayuden, para que alguien llame a la policía. Ningún
vecino llamaba a la policía, nada, nadie se metía y por eso también tomé la decisión, la
última, agarrar e irme, porque me di cuenta que no va a cambiar nunca, si él no hace un
tratamiento o algo así…La última vez él me dijo que me va a depositar en el banco todo.
Abrí la cuenta bancaria para no ir a pedirle yo a él” (Elsa). Luego de separarse, sigue
mostrando esta capacidad para intentar resolver el problema de la cuota alimentaria.

Las decisiones se toman por muchas razones. La razón principal que mueve a tomar
decisiones a las mujeres en contextos de violencia familiar, son sus hijos. Esta razón es tan
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fuerte, que las mujeres toman decisiones para proteger más a sus hijos que a ellas mismas.
“Cuando yo vi que él no respetaba al nene, cuando empezó esa violencia con el nene, sin
ser física, pero ya era una cuestión de no respetar, eso ya me había decidido que no podía
seguir así” (Verónica). Algunas mujeres, como el caso de Verónica, soportan infinidades
de humillaciones y malos tratos, sin embargo logran reaccionar cuando reconocen que esta
situación afecta directamente a sus hijos.

En el caso de Claudia sucede algo similar, “El motivo que me despertó fue mi hijo, el
que me hacia aguantar. Yo pensaba “mi hijo va a crecer con esa misma actitud, va a
crecer viendo eso, va a hacer lo mismo que está haciendo el padre y va a creer que todo lo
que él hace está bien” (Claudia). Para Claudia, la mejor decisión de su vida fue haber
tenido a su hijo, es decir, no haber abortado. Esto la llena de paz después de su separación,
porque puede disfrutar de su hijo sin la persecución de su ex pareja. “Yo logré hoy por hoy
la paz, no hay nada que yo haya hecho mejor que tener a mi hijo y la paz que tengo hoy
por hoy, que haya logrado llegar a esa tranquilidad y que él no me persigue, o sea dentro
de todo le doy gracias a Dios” (Claudia). Algunas mujeres se resisten a que sus hijos
reproduzcan “el modelo” violento y autoritario del padre y, por esta razón, comienzan a
pensar en otra vida para sus hijos.

También Soledad toma la decisión de separarse por sus hijos. “Yo le hice la denuncia y
fuimos al juzgado. La jueza nos había dicho que la próxima vez, ella nos iba a sacar los
chicos, porque de esa forma los chicos no pueden vivir Y eso es verdad, de esa forma no
pueden vivir. Entonces tomé la decisión, porque los chicos no pueden vivir entre el papá y
la mamá peleando de esa forma” (Soledad). El miedo a perder a sus hijos, puede ser, en
muchas ocaciones, el “clic” o el detonante para que las mujeres en contextos de violencia
familiar, comiencen a transitar el camino de la emancipación.

Mariel toma la decisión de alejarse, no por su hijo, sino por la brutalidad de su ex


pareja. Es un momento clave para ella, donde su capacidad de decisión se pone a prueba.
“Él me pega una patada. Entonces yo dije “yo me voy” y me fui con Fernando que era
chiquito y me acuerdo que me fui a la casa de una tía, él me buscó por todos lados y
después me fui a la casa de mi mamá” (Mariel). Los momentos límites, como ser el hecho
de sentir que real y efectivamente peligra su vida o la de sus hijos, ocasionan mecanismos
de autoprotección y el comienzo del alejamiento de sus parejas.
167

Otra práctica de autoprotección y construcción de emancipación es defenderse y


responder a la agresión. “A los tres meses corrí porque se levantó malo y comenzamos a
discutir…yo le dije “no quiero discutir” y salí afuera, me agarró del pelo y de los brazos y
me quemé acá con agua caliente y ahí fue la pelea porque yo también me quise defender”
(Elsa). “Agarró y estampilló mi santito contra la pared y ahí sí entré a enloquecerme y ahí
él agarró y me empujó. Cuando me volvió a empujar, yo le volví a pegar una cachetada
para que no me siga empujando” (Marta). La reacción agresiva por parte de las mujeres,
suele ser el último mecanismo de defensa para autoprotegerse.

Sin embargo, cuando se responde a la agresión, la violencia puede incrementarse y


transformarse en la mal denominada “violencia cruzada”. “Hace un año más o menos él
me agarró de los brazos. Antes de separarnos que yo ya me arté de someterme. Yo la
última ya me empecé a defender y de última cuando vivíamos en el departamento en Villa
Cabello yo le tiraba de todo para frenarlo, pero peleábamos todo el día, entonces él
después decía en la terapia que los dos éramos violentos y de esa vez que nos agarramos
yo dije que no iba a permitir que él me rebaje” (Mariel). En realidad, lo que algunos
autores denominan “violencia cruzada” tiende más bien a minimizar, invisibilizar y
justificar al sujeto que comienza a ejercer violencia en la pareja. Las mujeres responden a
la violencia con violencia, como un modo de defensa y autoprotección.

Otra práctica emancipatoria utilizada por las mujeres en contextos de violencia familiar
es pedir ayuda. Ésta suele ser una cuestión clave en estos casos. Las mujeres generalmente
apelan a aquellos con los cuales pueden contactarse de alguna manera. De esta manera, el
pedido de ayuda rompe el aislamiento y abre una brecha por donde puede pasar el proceso
de emancipación.

Sin embargo, lamentablemente, ante el pedido de ayuda, muchas mujeres no son


escuchadas sino que, por el contrario, son ignoradas, culpabilizadas y criticadas. Incluso
muchos crímenes derivados de situaciones de violencia son difundidos por los medios de
comunicación social con la denominación errónea de “crímenes pasionales”, cuando en
realidad son “crónicas de muertes anunciadas”, que después generan estupor y rechazo en
los mismos que le dieron la espalda ante los pedidos de ayuda de estas mujeres.

En este tipo de prácticas, las mujeres suelen pedir ayuda a los amigos o conocidos. “En
el segundo embarazo, una vez habíamos discutido y él me pegó un cachetazo, después vino
168

un amigo de él a Irigoyen, nosotros vivíamos solos, las pocas amistades que teníamos eran
recientes, así que le conté al amigo de él lo que había pasado con Raúl y el amigo de él no
me contestó nada, no me dijo está bien o está mal que hago, algo, entonces yo dejé pasar
esa situación” (Mariel). En este caso, las mujeres recurren a los amigos o conocidos, por
ser los más inmediatos y con la ilusión de ser escuchadas y comprendidas.

De igual manera, algunas mujeres suelen acudir a los parientes: “Y ahí le encontré al
abuelo de él y le conté. Me preguntó “¿no tenés adónde ir?”, yo le dije “a la casa de papá
yo no voy a ir” y ahí me dijo el abuelo “está loco polaco, qué le está pasando” (Soledad).
Otra práctica es llamar a la policía o pedir ayuda a los vecinos. “Una vez habíamos
discutido cuando yo ya vivía en el barrio docente y yo le dije “sabés qué, andate o yo voy
a llamar a la policía”, entonces me fui a la casa de mi vecina para refugiarme” (Mariel).
En general, las mujeres recurren a diversas estrategias para poder salir de la situación de
violencia y preservar su vida. Una de estas estrategias suele ser buscar y pedir ayuda a sus
redes sociales más cercanas.

Asimismo, otra práctica que favorece la emancipación es acudir a ciertos profesionales.


“Voy y vengo de mi tratamiento al hospital sola, sí, con el traumatólogo y la psiquiatra,
me ayudó mucho, porque yo estaba muy deprimida, muy decaída, que ya no tenía más
ganas y ya estaba a punto de caer en un pozo que no me iba a levantar más” (Elsa). Para
que las mujeres puedan iniciar el proceso de emancipación, es indispensable romper con el
aislamiento y pedir ayuda. Para que este proceso se pueda iniciar, es fundamental que ante
ese pedido, los profesionales que intervengan, estén lo suficientemente capacitados en la
problemática a los fines de que no vuelvan a sufrir una doble victimización.

También es importante la intervención de ciertas instituciones que pueden brindar


servicios especializados en violencia familiar. “Ahí yo vine acá, conté todo y me ayudaron.
Yo me fui desahogando, contando todo lo que me había sucedido y me ayudaron
muchísimo, yo logré sacarme ese miedo de hablar, me hizo mucho bien, trabajé con más
tranquilidad. Ahora estoy alquilando una pieza chiquita pero yo voy a salir adelante con
los nenes, tengo fe en eso” (Soledad). Las instituciones específicas y especializadas en la
problemática favorecen los procesos de emancipación de las mujeres que intentan romper
con la situación de violencia.
169

Por otra parte, las mujeres entrevistadas relatan diversas formas de resistencia. Marta
resiste apelando al discurso: “Estábamos por comer. En ese momento, él tenía un vaso y yo
me levanté y me di vuelta. Cuando me di cuenta, me rozó el vaso, tiró el vaso contra la
pared. Yo le dije que él estaba loco, o sea “sos un enfermo” le digo yo, “no te das cuenta
las cosas que hacés”. Ahí estaba mi tabla de planchar, se levantó y le pegó una piña y la
tiró a la mierda, agarró y se fue” (Marta). A veces, la única manera que encuentran las
mujeres, de resistir el avasallamiento de sus parejas sobre ellas y sus derechos, es a través
del discurso. La palabra, el contestar, el insultar, se tranforman en mecanismos de
resistencia y de no claudicación.

Elsa apela a diversas estrategias de resistencia: “Con la plata, yo por ahí me voy a la
casa de unos amigos, hay una bolsa solidaria acá, de la EBY, con eso yo me mantengo y el
comedor comunitario, eso sí todos los días…Había muchos abuelos que no tenían
documento, que querían una cama, me iba al hospital y yo me anotaba, así también me
mantenía, porque le anotaba así a las personas y cuando le llamaban y si podía entrar con
la persona yo le retiraba todos los remedios, todo a mi nombre, era para ganar para mis
hijos no más, porque si no tenían documento no le querían anotar en administración”
(Elsa). La resistencia de estas mujeres les permite sobrevivir e intentar alguna salida de su
situación de violencia.

La lucha es otra forma de resistencia, pero acompañada de acciones que intentan


modificar una situación. Elsa lucha por quedarse con una casa donde ella pueda vivir en
paz con sus hijos: “Después de la pelea con traumatismo de columna y cadera, salí del
hospital, de estar internada, y fui a la defensoría y ella me dio una orden, fui con los
policías. Después, fuimos otra vez y él me daba la casa, pero después vino la madre y me
dijo que si yo no me quedaba con el hijo en esa casa, no me podía quedar, es de ella, que
no y yo le peleé y ella no, no y no, fuimos otra vez a la defensoría, ahí tuvimos que irnos a
la casa de mi papá como dijo la defensora” (Elsa). Elsa es un ejemplo de lucha, de no
resignación, de búsqueda de salidas, de pelearle a la vida.

Dina lucha por sus hijos y por mostrarles que hay otra forma de vida. No quiere que
ellos reproduzcan en el futuro el modelo de relaciones familiares violentas que han vivido.
Lucha además por su propia autonomía y para no depender materialmente de nadie. “Y
siempre quiero mostrarle a la familia que yo no necesito nada de ellos y que no quiero
170

nada, pero nada, ni una aguja y mostrarles a mis hijos que yo puedo y que hay otra vida”
(Dina). Muchas mujeres deciden luchar a toda costa por dar a sus hijos una vida mejor que
la que ellas tuvieron. Esto constituye un gran factor motivador.

Claudia lucha y no se entrega, se rebela y resiste. “Cuando ya mi hijo era un poquito


más grande, empecé a trabajar de empleada doméstica otra vez, luchando para salir de
ahí. Por ahí eso me ataba, porque siempre pensaba yo decía por qué tengo que aguantar
esto, por qué tengo que permitir si sabía que él salía con otras mujeres, que no le
importaba en sí, gastaba toda la plata y a veces no teníamos ni siquiera para comer y la
madre me venía con un plato de comida, me compraba pañales, ropa para mi hijo y todo
lo que me hacía falta. Yo pensaba por qué tengo que aguantar. Aunque yo no tenga a
nadie, no tengo por qué aguantar esto. Entonces trataba de que salir de ahí” (Claudia).
Mientras hay resistencia, hay posibilidad de búsqueda de alternativas. Es una forma de
mantener la esperanza y la capacidad de lucha. Cuando ya no hay resistencia, las
posibilidades se reducen y los caminos se cierran.

La defensa de los propios derechos es otra de las prácticas sociales que impulsan y
sostienen procesos de emancipación. Implica un cierto grado de conocimiento y de
conciencia acerca de los propios derechos como mujer, esposa, madre, ciudadana, pero
también como miembro de una familia.

Verónica fue criada y educada en este marco de derechos transmitidos por su familia. Se
rebela al comprobar que su pareja tiene otra mujer, se siente injuriada y, al ver que su
propio derecho ha sido vulnerado, decide emanciparse. “Entonces ahí yo le conté a mi
mamá lo que pasaba, entonces mi vieja me dice no, ¡basta!, nosotros queremos que
termines de estudiar, vos no vas a estar sola, nosotros te ayudamos con el nene y me dice
“sepárate, no podés aguantar más”. Ahí mi mamá me ayudó, me dijo que sí, que me
apoyaban, que me hacían el aguante económico, moral y afectivo, no estaba sola”
(Verónica). Es importante el apoyo y la proyección que sobre Verónica y su futuro ejerce
alguien muy significativo como su madre. Muchas mujeres son criadas en relaciones
familiares democráticas y conocen sus derechos, lo que favorece que en algún momento
comiencen a ejercerlos efectivamente. Otras mujeres, sin embargo, vienen de familias
autoritarias, pero, al conocer los derechos que les asiste, comienzan a transitar el camino
del ejercicio de los mismos.
171

Otra práctica que puede utilizarse para la dominación o la emancipación es el trabajo.


En el primer caso, cuando favorece la dominación, ya lo analicé anteriormente. En el
segundo caso, en cambio, favorece la emancipación. “Los remedios, me ganaba 5, 6 o 7
pesos y así, a veces cuido bebés, una beba de una señora de allá, a veces ella me pide que
le acompañe al centro y por ahí me da un poco de azúcar, harina, algo siempre para los
chicos…hago masajes y cosas a croché, costuras…A cambio de eso me dan una bolsa de
mercaderías y un poquito de plata, y así me mantengo” (Elsa). “Yo trabajo, tengo una
tienda en la casa de mi cuñado, el hermano de mi marido y me dan ropa para vender. Yo
antes le daba mucha explicación de lo que yo hacía, hace un mes más o menos que yo deje
de darle explicaciones, porque él sale a desparramar por la familia de él y ellos se burlan
y me critican, porque ellos no quieren que yo prospere, quieren que yo toda la vida esté
debajo de los pies de mi marido, pidiéndole por favor” (Dina). “A los siete meses de
embarazo, empecé a trabajar afuera. Salía a las ocho de la mañana de casa y volvía a las
siete de la tarde. Traía todo para comer. Yo venía contenta porque traía un pollo o traía la
comida” (Soledad). Se observa en estas mujeres cómo el trabajo en general favorece la
autonomía, genera recursos y es un medio de realización personal y familiar. Además,
expresa que algo se puede realizar en el mundo particular de los sujetos sociales.

4.2. Los proyectos de vida: Componente central de los procesos emancipatorios

La posibilidad de seguir estudiando, de iniciar una carrera o terminarla y tener un título,


por ejemplo, son proyectos que sostienen la esperanza y alimentan los sueños y las
ilusiones de las mujeres en contextos de violencia familiar. “Yo esos meses seguí
estudiando, empecé a retomar compañeros que estaban rindiendo otras materias. Yo había
dejado pero estaba adelantada en la facultad” (Verónica). “Mi objetivo es poder trabajar
a la mañana y poder estudiar a la tarde, recibirme de algo, lo que sea, pero hacer algo.
Poder sacar bien adelante a mi hijo y seguir para adelante” (Claudia). Permiten pensar en
realizaciones y en otras formas de vida no violentas.

El estudio es un componente importante en el proceso de emancipación de las mujeres


en contextos de violencia familiar. “Voy a empezar una carrera corta nuevamente. Voy a
seguir estudiando, quiero retomar eso, porque es importante incorporar conocimientos,
para enseñar a los nenes y para mí, yo me siento bien” (Natalia). “Yo quería ser maestra
jardinera y no lo logré. Ahora quiero, quiero con muchas ganas y voy a poder. Voy a
172

trabajar unos años, quiero construir mi casa para mis nenes y al lado si tengo un lugar en
mi terreno quiero hacer un comedor para darles a los chicos la comida y la merienda,
quiero hacer un aula de costura y voy enseñar a cualquier chico” (Soledad). Sostiene la
esperanza de poder salir del infierno y de reconstruir la autoestima y el reconocimiento
social. Hay algo particular que pueden hacer. El lugar de la capacidad se vuelve a
construir.

Varias mujeres entrevistadas relatan sus habilidades para el arte y la artesanía: pintura,
literatura, costura, tejido, decoración, entre otros. Esta veta artística produce placer, por la
posibilidad de creación y de expresión de las propias ideas y sentimientos. Tati es una
artista que ha pasado por el infierno de la violencia y, tras liberarse de su pareja, se refugia
en la pintura. Esto le ayuda a reconstruir su subjetividad y afirma el proceso de
emancipación. “Ahora me siento re bien, porque tengo proyectos míos, hacer cosas,
comprar cosas para Ignacio, ahora que tengo mi plata y voy a empezar a planificar.
Volver a pintar me hizo sentir mejor, más relajada y estuve pintando en óleo, ahora estoy
pintando un cuadro y lo quiero poner en el sanatorio” (Tati). El arte libera lo mejor del ser
humano, aquello que hace feliz y produce emoción.

El contacto con la naturaleza, con las plantas y animales, ayuda a dejar atrás el infierno
de la violencia. Elsa atiende a sus hijos con lo poco que tiene dentro de su pobreza y se
refugia en la naturaleza, en aquello que le devuelve la paz y la tranquilidad después de
tanto padecimiento. “Hago el desayuno para los chicos, lo que tengo, lo que puedo hacer y
crio mis gallinas y después les despierto a ellos, les doy de desayunar y riego mis plantas,
a veces planto, a veces no” (Elsa). La naturaleza cobija y protege, reconstruye aquello que
la violencia ha destruido. En este caso, cura las heridas del sufrimiento.

El mundo de la violencia asfixia y consume. No da tregua ni tiene espacio para el


descanso. No hay respiro ni posibilidad de relajamiento o distensión. Se vive en áscuas,
esperando que en cualquier momento sobrevenga un nuevo hecho o forma de violencia,
más terrible aún que la anterior. “Tengo sólo una amiga, una señora también que tiene
muchos problemas como yo, y a veces por ahí nos juntamos y salimos entre las dos,
caminamos, hablamos y nos despejamos una a la otra” (Elsa). Salir de paseo y alejarse de
este mundo, aunque sea momentáneamente, ayuda a resistir y seguir luchando por la
emancipación.
173

Constituir una nueva pareja puede significar un corte de la relación violenta con la ex
pareja o bien puede significar un agravamiento y profundización de la violencia, cuando
las ex parejas no se resignan o no aceptan la nueva relación y deciden vengarse o tomar
revancha aumentando el daño, incluso hasta provocar la muerte. En el caso de Mariel y su
pareja, los dos forman nuevas parejas: “Cuando yo me separé Daniela tenía 11 meses, él
nunca la quiso. Él se puso de novio con una chica de 16 años y yo empecé a salir con el
que era mi compañero, que en ese momento era el único al que le tenía confianza, eso es
lo que me dijo mi vice, que él fue la contención que yo necesitaba en ese momento. Él era
separado y nos fuimos a vivir juntos; después, él volvió con su mujer y yo me quedé
embarazada y sola” (Mariel). El hecho de formar nuevas parejas, le da la posibilidad a las
mujeres de conocer otro tipo de relaciones y de reconocerse y valorarse como mujer.

Hasta aquí he analizado las prácticas sociales de dominación y emancipación que


identifiqué en las entrevistas realizadas a mujeres en contextos de violencia familiar. Más
adelante integraré estas prácticas, en un análisis más integral de los procesos de
dominación / emancipación de estas mujeres. En el capítulo siguiente, abordo los discursos
de dominación, como otra de las cuatro dimensiones analíticas de este trabajo, además de
las prácticas sociales, el poder y los procesos identitarios.
174

CAPÍTULO 7

LOS DISCURSOS SOCIALES

1. Los discursos sociales

Los discursos son constitutivos del mundo de vida de las mujeres en contextos de
violencia familiar. Son construcciones que circulan en una sociedad, con eficacia para la
producción/reproducción de representaciones perceptuales e interpretaciones conceptuales
o valorativas (Magariños de Morentin, 1995). Los discursos se hallan en permanente
transformación. En ellos, hay producción y reproducción de cosas dichas. A través de su
análisis, podemos aproximarnos a las formaciones discursivas presentes y en pugna y
comprender los nuevos sentidos que se están gestando (Foucault, 1990).

La importancia de los discursos en el tema de la violencia hacia las mujeres radica en


que, tal como lo sostiene García Hodgson, el sujeto no es una sustancia universal, sino un
resultado discursivo producido por las contingencias históricas, cuyo horizonte epocal le
establece los límites y las condiciones de posibilidades para su expresión. Este autor adopta
el concepto lacaniano de sujeto, en tanto producto de la diferencia significante, que no
puede situarse más allá de la materialidad discursiva que lo determina. En este sentido,
sostiene que “La subjetividad está hecha de la misma materia discursiva que atraviesa y
constituye al sujeto en su misma división” (Hodgson, 2005:28).

Para Foucault, el discurso puede ser definido como el “dominio general de todos los
enunciados”, o bien, “el conjunto de todos los enunciados, en tanto dependen de un mismo
régimen de formación”. Este filósofo introduce y define el concepto de práctica discursiva
como “un conjunto de reglas anónimas, históricas, determinadas en el tiempo y en el
espacio, y que han definido y establecido para una época dada las condiciones de
ejercicio de una función enunciativa”. (Foucault, 1980).
175

Foucault señala tres elementos formadores del discurso: a) el campo de prácticas no


discursivas, b) el régimen de apropiación de los discursos y c) la posición del deseo
respecto del discurso.

a) El campo de prácticas no discursivas se refiere al ámbito de influencia de un discurso


que traspone sus límites enunciativos para ejercer sus efectos en dominios que pueden
resultar co-extensivos o próximos a sus objetos específicos. Por ejemplo, el papel que ha
desempeñado la gramática general en el espacio de la pedagogía, o bien al análisis de las
riquezas en el ámbito de las decisiones política.

b) El régimen de apropiación de los discursos designa en este caso a la propiedad del


discurso, entendida en nuestras sociedades como el derecho a hablar en nombre de ciertos
discurso, y asimismo, la competencia para comprender y fijar su lícito acceso, servirse de
él; pues el uso y acceso a ciertos discurso se encuentra reglamentado y su capacidad de
acceso suele estar monopolizado por ciertos sujetos e instituciones “autorizadas”.

Sin embargo, esta autorización no sólo tiene que ver con las competencias específicas
de quienes son sus portadores, y que, por lo mismo, están capacitados para hablar en su
nombre, sino también con un estricto régimen de circulación, apropiación, uso y destino,
generalmente determinado y establecido por ciertas relaciones de poder y jerarquía.
Finalmente, c) la posición del deseo respecto del discurso se refiere a la forma de
apropiación de un discurso, ya sea fantasmagórica, simbólica, imaginada, escenificada o
como satisfacción sustituta donde se compromete una posición deseante.

A los efectos de este trabajo, resulta muy interesante esta perspectiva foucaultiana, dado
que nos insta a tomar cada momento del discurso en su irrupción como acontecimiento,
tratando de captar su existencia singular. En este sentido, entonces, es que los discursos
son entendidos por este autor como prácticas que forman sistemáticamente los objetos de
los que se habla. El discurso crea su propio objeto y en gran medida se forma por el
proceso de apropiación que señala el autor.

El discurso, es decir, el fluir de proposiciones dotadas de sentido, circula por la


sociedad. En toda práctica discursiva está implícito o explícito un objetivo. En este sentido,
sostiene Esther Díaz que “La eficacia del discurso depende del éxito en conseguir estos
objetivos. Pero, para alcanzar estos objetivos, los discursos deben estar avalados por las
prácticas sociales”. De la interrelación entre discurso y práctica social surgen valores,
176

apreciaciones acerca de la realidad, es decir, los sujetos conocen el sistema social de


valores. Cada existencia transcurre entre adhesiones y rechazos a ese sistema. Pero, en
general, los valores se dan por supuestos sin analizarlos demasiado. He aquí entre otras
cosas el origen de los prejuicios (Díaz, 1998).

En este capítulo analizo los discursos sociales, como dimensión analítica clave para
comprender e interpretar los procesos de dominación / emancipación de mujeres en
contextos de violencia familiar. La pregunta central en torno a la cual girará este capítulo
es la siguiente: ¿De qué manera los discursos configuran y constituyen los procesos de
dominación / emancipación de las mujeres en contextos de violencia familiar? El contenido
de este capítulo sigue el proceso metodológico que detallo a continuación.

En un primer momento, transcribo los párrafos más significativos de las entrevistas,


donde se aluden a los discursos sociales de los actores, sus significados y categorías
teóricas con las cuales se vinculan. El resultado de este primer momento lo expongo como
ANEXO II. En un segundo momento, comparo un párrafo con otro de una misma
entrevista y a su vez una entrevista con otra, buscando las semejanzas y diferencias. El
resultado de esta comparación es un repertorio de discursos sociales utilizados por los
actores. Luego, en un tercer momento, analizo este repertorio de discursos, describiendo
sus modalidades y significados e interpretando teóricamente los mismos.

2. Repertorio de discursos de dominación: significados y categorías

En el cuadro siguiente, presento un repertorio de discursos que surgen de los párrafos de


entrevistas transcriptos en el ANEXO II. Para construir este repertorio, fui comparando una
entrevista con otra, con el fin de descubrir las semejanzas y diferencias entre los diversos
discursos. Los párrafos de entrevistas transcriptos corresponden sólo a discursos de
dominación, ya que no se ha identificado párrafo discursivo alguno que pudiera vincularse
con procesos de emancipación. Esto está señalando una clara hegemonía del discurso de
dominación, que ha anulado la posibilidad de discursos emancipatorios. Desde el discurso
o mediante el discurso, las mujeres no han construido procesos de emancipación, como sí
lo han hecho con las prácticas sociales, tal como lo analicé en el capítulo anterior.
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Discursos de dominación
Discursos Significados y categorías teóricas
Discurso de la amenaza Lo que no se dice
Discurso del miedo Construcción de subjetividad
Discurso para acorralar al otro Construcción de la realidad
Discurso de desconfianza Paralizar con el miedo
Discurso de reproche permanente Baja autoestima
Humillar y descalificar a la mujer Celo obsesivo
Torturar con el discurso Complejo de inferioridad
No nombrar en el discurso Patriarcado
Manipular con el discurso Estereotipos de género
Sobreactuar con el discurso Discriminación social
Justificar la violencia con el discurso Doble fachada
Miniminizar la violencia con el discurso Clasificación discursiva
Hacer sentir culpable a la mujer Invisibilización de la violencia
Sostener la relación con el discurso Mundos de vida
Discurso para hacer creer a la mujer Culpabilización de la mujer
Crear una burbuja con el discurso Casarse para aguantar
Ausencia de discurso El sexo como tabú
Extorsionar con el discurso Abuso y violación
Nombrar en el discurso Poder de referencia

3. Análisis de los discursos de dominación

Entre los discursos identificados en las entrevistas amujeres en contextos de violencia


familiar, analizo los siguientes: la amenaza, el miedo, el acorralamiento del otro, la
desconfianza, el reproche permanente, la humillación y descalificación de las mujeres, el
discurso torturador, el no decir o no nombrar, la manipulación, la sobreactuación, la
justificación de la violencia, la minimización, la culpabilización de las mujeres y la
creación de ficción.

3.1 Cuando los discursos construyen “rehenes”

En este apartado, analizo cómo los discursos van transformando en “rehenes” o


“cautivas” a las mujeres que se encuentran en contextos de violencia familiar. Esto no se
da de un día para el otro, ni tampoco de una sola vez, sino en forma continuada y
sistemática, a la manera metafórica de una pinza o de un embudo que se va cerrando
lentamente, a través del uso de una serie de dispositivos de disciplinamiento como la
amenaza, el miedo, la humillación, la culpa, la manipulación o la tortura, que puede
desembocar incluso en el suicidio de las mujeres en estos contextos.

La amenaza consiste en una advertencia a alguien, para que haga o deje de hacer algo
que el amenazador pretende. Suele ser una forma de coacción, con el fin de obligar a
178

alguien a cumplir mi voluntad. Generalmente va acompañada de la posibilidad de algún


castigo o sanción. En el caso de las mujeres en contexto de violencia familiar, sus parejas
las amenazan con cosas terribles que les puede llegar a pasar si no cumplen con su
voluntad. “El siempre me amenazaba, me decía que yo sin él no iba hacer nada, que si yo
me iba, iba a ir debajo de un puente, que nadie nunca más me iba a mirar, que nunca iba a
salir adelante, me maldecía de todo, de todo me decía” (Elsa). Su pareja trata de provocar
miedo en Elsa, para aterrorizarla y paralizarla. Las palabras cargadas de violencia provocan
este impacto en las mujeres en contextos de violencia familiar y esto permite a los hombres
controlar totalmente a sus parejas y tenerlas a merced de su voluntad.

De igual manera, se puede extorsionar con el discurso. La extorsión es una amenaza de


daño si no se recibe lo que se pretende. Ante la necesidad de recursos para sus hijos, Elsa
soporta la humillación y la descalificación como mujer. “El empieza a basurearme, que yo
soy una puta, que soy una basura, que soy una sucia, que si quiero plata tengo que
acostarme con él, que si no, no me va a dar y si quiero el salario de los chicos, porque él a
veces trabaja en empresas, tengo que hacer lo que él quiere, sino no me da, hasta hora
siempre es así” (Elsa). Elsa soporta la extorsión sexual de su ex pareja, que la obliga a
tener relaciones sexuales con él, bajo la amenaza de no entregarle la cuota alimentaria
adeudada legalmente o la asignación por hijo que establece la ley para todo trabajador que
trabaje en relación de dependencia.

La amenaza de daño genera miedo en las mujeres, dado que tienen la sensación horrible
de que algo les puede ocurrir y provocar daño en cualquier momento, tal como lo
manifiesta Elsa. “Y yo tenía miedo sí, aguanté dos, tres años, porque tenía miedo de lo que
él me decía y yo tenía miedo de salir con los chicos de esa casa y dónde iba a ir” (Elsa).
Por eso, quien siente miedo, queda paralizado, al menos momentáneamente, y, en este
estado, no se anima a realizar la más mínima acción, aunque luego puede sobrevenir una
reacción para tratar de escapar del contexto de violencia.

Asimismo, el discurso puede acomodarse de tal manera, que el otro se siente acorralado
y no ve alternativa de salida, por más que objetivamente lo tenga. Es decir, queda
encerrado en la lógica del mismo discurso, tal como lo manfiesta Soledad, cuando le pide a
su pareja que la lleve al baile: “Él me dijo no, porque la mujer no es para el baile, es para
la casa. Yo sé que es cierto eso -le digo- porque mi mamá siempre me dijo que cuando uno
179

se casa, la mujer no puede ir al baile, el derecho de la mujer es quedarse en la casa y


cuidar a su marido, pero yo tengo miedo de quedarme sola acá” (Soledad). En virtud de
las normas culturales de la familia patriarcal, que su pareja le recuerda y ella misma lo
reconoce como “régimen de verdad” (Foucault, 1980), Soledad queda acorralada en su
casa, sola y llena de miedo, mientras su pareja sale a divertirse.

En general, las mujeres en contextos de violencia familiar son objetos de desconfianza


permanente por parte de sus parejas, tal como lo relata Tati. “Yo tenía un grupo de chicos
amigos, porque en la facultad había muy pocas mujeres. Me fue apartando de los varones
y me decía que me miraban el culo, que andaban atrás mío y cosas así, que no vaya a la
casa de los chicos, porque hacíamos los trabajos prácticos y me decía que no vaya y eran
mis compañeros de facultad” (Tati). La pareja de Tati utiliza diversas estrategias para
aislarla de sus amigos y familiares, poniendo excusas que reflejan la desconfianza hacia
ella y su propia inseguridad. En general, la baja autoestima y el complejo de inferioridad
de estos hombres los vuelve obsesivos con sus parejas.

En efecto, la inseguridad en si mismos que tienen estos hombres los vuelve


extremadamente violentos con sus parejas, de quienes desconfían obsesivamente y a
quienes acusan de tener todo tipo de fantasías con otros hombres, como lo relata Elsa.
“Con la mamá yo trabajaba siempre, pero él igual nunca me creyó, porque pensaba que
yo tenía otro y siempre salía el tema de los hombres. Él nunca creía en nada de lo que yo
le decía, apenas yo llegaba, a veces me agarraba de los pelos, a veces yo llegaba un
poquito más tarde y me decía que yo estuve con otro o, si venía muy temprano, me decía
qué ¿te largó muy rápido el otro que venís temprano ahora?, así siempre me decía”
(Elsa). En general, en este contexto, las mujeres son sometidas a permanentes
interrogatorios y pedidos de explicaciones, además de todo tipo de insultos y agravios
humillantes.

Además de la desconfianza y los celos obsesivos, se suma el reproche a las mujeres en


contextos de violencia familiar, por parte de sus parejas, que adopta la forma de reclamos
permanentes de todo tipo y por cualquier motivo. “Yo hacía todo en la casa. Cuando nos
mudamos al departamento, me reprochaba sobre todo por la comida, porque yo no estaba.
Me decía que no le cocinaba, que no le cocía un botón de la camisa, que era una mala
mujer digamos, que no me ocupaba de él. No le gustaba nada, me decía que estaba fea.
180

Con el tiempo me llegué a creer súper fea, me decía horrible, después del embarazo peor”
(Tati). En este contexto de violencia y control, siempre hay un “motivo” para el reproche y
generalmente va acompañado de palabras hirientes y humillantes.

Este reproche permanente va lesionando la autovaloración de las mujeres,


disminuyendo su autoestima y aumentando su vulnerabilidad, tal como lo relata Verónica.
“El me cuestionaba todo, desde cómo tenía las cejas, me decía “qué largas tenés las cejas,
mirá cómo te vestís, cómo te parás, cómo caminás, lo que decís”. En el embarazo fue feo,
teníamos muchas discusiones muy violentas, yo subí 40 kilos, él mismo me decía que era
una bola de grasa. A mi no hay lo que no me haya dicho, me dijo de todo. Me decía que no
servía para nada y que en realidad no podía ni llamarme mujer porque no servía para
nada. No tenía ganas y cada vez era peor” (Verónica). Se observa cómo, en estos casos,
los reproches cotidianos van configurando una nueva subjetividad en las mujeres que son
sometidas a estos discursos, van debilitando su autoestima y, además, su capacidad de
reacción ante los agravios.

A su vez, los discursos buscan generar culpa en las mujeres en contextos de violencia
familiar, tal como lo relatan Elsa, Tati, Claudia y Mariel. “Él hasta el día de hoy me
reclama que yo le arruiné la vida” (Elsa). “Él me decía que yo me embaracé para
engancharle” (Tati). “Me decía vos te buscaste, porque vos no tenés que protestar, vos no
tenés que preguntar” (Claudia). “Yo siempre fui impulsiva y él decía que dentro de mi
impulsividad yo provocaba” (Mariel). Estos discursos se basan en los estereotipos de
género instalados en el imaginario social. Las mujeres son “para la casa”, “para tener
hijos”, “para atender a sus maridos” y no tienen que aspirar a otras cosas. Su mundo son
las tareas del hogar y el cumplimiento de los “deberes” como esposas y madres.

En este entramado de significaciones culturales, los hijos también se consideran “cosas


de mujeres” y no tienen que ver con el placer sexual buscado por los hombres, tal como lo
manifiesta Verónica. “Después que nació Facundo, él me dice “vos me enganchaste con
él”. El estaba ofendido conmigo y me decía “en realidad, vos nunca me quisiste; en
realidad, eso pasó porque vos nunca me quisiste, no querías estar conmigo”. Yo sentía que
la culpa era mía en realidad, que hizo eso porque yo no quería estar con él, re lloré”
(Verónica). De esta manera, que sobrevenga un embarazo de las relaciones sexuales,
termina siendo por “culpa” de las mujeres. Se trata, en este caso, de una forma de
181

manipulación del otro, para lograr ciertos objetivos que tienen que ver con la dominación y
el control.

En efecto, con el discurso se manipula a las mujeres en contextos de violencia familiar


y se ordenan las relaciones de pareja y las posiciones de los sujetos. También se ordenan
los propios discursos, estableciendo quiénes pueden hablar y quiénes no, tal como lo relata
Soledad. “Siempre me decía que yo no tenía que decirle nada, porque yo era la mujer de
la casa, que él no tenía que darme explicaciones. Y yo, como estúpida, no conocía nada.
Me quedaba quieta y me tragaba, pero eso me dolía el alma, el corazón, porque yo lo
quería mucho” (Soledad). En general, estos hombres son grandes manipuladores y las
mujeres quedan entrampadas en los discursos producidos por ellos, reforzando esto la
asimetría de poder en las relaciones establecidas con sus parejas.

El discurso, como toda práctica social, siempre es intencional y persigue algún interés.
En la búsqueda de este interés, se puede acomodar el discurso a la circunstancia, para
convencer al otro o para justificar una acción, tal como lo relata Elsa. “Él dice que está
bien, que no le hace falta ninguna ayuda, que él está consciente de lo que dice y de lo que
sabe. Después dice que él no se daba cuenta, que estaba borracho, pedía perdón, pero yo
estaba toda lastimada, toda golpeaba así tenía que ir a trabajar igual” (Elsa). Este juego
contradictorio del discurso se da en los contextos de violencia familiar.

Además, los discursos en estos contextos suelen ser altamente discriminatorios y


clasificatorios. Dina y Claudia lo expresan claramente. “Él me dijo “vos te podés pudrir
negra de mierda, morite y pudrite”. Claro, así él me trata, “hija de puta, la puta que te
parió, demonio, satanás, inmundicia, plaga del diablo”, eso yo escucho todos los días y les
grita a los chicos “negrada de mierda, peste, inmundicia, basuraje”, de todo” (Dina).
“Decía “vos no sos nadie, vos te crees gran cosa pero no sos nadie, fíjate de dónde vos
saliste, que tu familia a vos ni siquiera te quiere, tu familia no te da ni bolilla”, que tu
mamá es tal cosa, él sabía la situación como era, eso era lo que me afectaba, él sabía que
ése era el punto. Me decía “vos te dejás guiar porque estás loca y si vos querés yo te voy a
internar, porque vos estás loca ya” (Claudia). De igual manera como se daba en las
prácticas de dominación analizadas en el capítulo anterior, estos discursos favorecen los
procesos de reificación de las mujeres. Es decir, terminan por creerse “cosas” inservibles y,
por lo tanto, descartables, favoreciendo esto, sin dudas, los procesos de dominación.
182

En relación a esto, una práctica muy frecuente en estos contextos de violencia, es la


producción de discursos que humillan y descalifican a las mujeres, tal como se observa en
los siguientes relatos. “Me llegó a decir basura, mierda, puta. Yo no salía a ningún lado,
vivía para mis hijos. Después me decía que era una inservible, una inútil, me agredía
físicamente, me decía que había otras mujeres que eran mejores, que era gorda, me
comparaba todo el tiempo” (Natalia). “Él me decía que yo no servía como mujer, que yo
no servía para nada, que yo era una porquería y yo me lo creía” (Soledad). “Me decía que
había muchas mujeres mejores que yo y por un tiempo llegué a creer” (Elsa). “Por ahí me
decía “vos sos una puta igual que tu mamá”, siempre me decía gorda, loca de mierda.
Durante todo el embarazo, se encargó de decirme que yo era una puta y una mierda”
(Mariel). “Fuimos a la casa de la hermana de él y me acuerdo que hicieron un guiso y ahí
todos se sirvieron. Yo no me serví, le pedí a él que me sirva y me dijo “¿Vos no te vas a
servir? ¿Vos te pensás que yo te voy a servir toda la vida o algo así? ¿No tenés manos
para servirte?” y me sirvió un montón y yo no podía tragar de la vergüenza que tenía.
Hacía una semana que nos habíamos puesto de novios” (Dina). La carga de palabras
hirientes y el vínculo afectivo de quien pronuncia las mismas, va produciendo en las
mujeres un imperceptible pero eficaz efecto devastador en su subjetividad. Es decir, este
tipo de discursos, reforzados por ciertas prácticas sociales, va distorsionando la percepción
que las mujeres tienen de si mismas: Se sienten confundidas, abrumadas y finalmente
terminan creyendo en el discurso de sus agresores.

En efecto, las mujeres entrevistadas relatan cómo los discursos de sus parejas o ex
parejas tenían como objetivo hacerles creer todo lo que ellos decían, tal como lo relata
Natalia: “Uno se da cuenta pero se deja llevar a veces. Te mienten y te mienten y te dan
explicaciones de su mentira y vos le terminás creyendo. Y ahora veo que eran mentiras y
que todo era mentira y que todo lo que yo viví era sólo una mentira” (Natalia). De esta
manera, las mujeres terminan creyendo en los discursos de sus parejas, terminan creyendo
que son ciertos, que son verdad y esto favorece la dependencia y la dominación.

Sumado a todo lo expuesto hasta aquí, los discursos pueden ser más incisivos aún y
fastidiar de tal manera, que se transforman en tortura para las mujeres en contextos de
violencia familiar, tal como lo relatan Elsa y Verónica. “Yo me iba a trabajar de pasera y
después en casa de familia y él siempre me seguía por el camino, me encontraba y siempre
me torturaba psicológicamente. Hablaba y me dejaba mal antes de ir a mi trabajo” (Elsa).
183

“Después empezó el tema del destrato psicológico, que es peor. Ya era una tortura, „vos
no servís para nada‟, „mirá cómo quedaste‟, porque yo me quedé re gorda” (Verónica).
De esta manera, el discurso produce tal tormento y provoca tal dolor, que muchas de las
mujeres terminan considerando el suicidio como “la única” salida ante tanto sufrimiento.
Tal como lo expuse en el capítulo 3, en muchos casos la muerte puede constituirse en este
límite irreversible de la violencia.

3.2 Los discursos justifican, minimizan y crean ficciones

He analizado hasta aquí cómo los discursos construyen “rehenes”, de múltiples


maneras. Pero, no tienen sólo este atributo, sino que también pueden servir para justificar,
minimizar y crear “ficciones” en los contextos de violencia que estoy analizando.

En efecto, el discurso puede justificar de muchas maneras la violencia, aunque quienes


lo producen no tengan precisamente esa intención, tal como lo relata Elsa. “Papá siempre
me decía que piense, que piense bien si me quedaba o que me vaya, que el hombre lloraba
y yo le decía que no quería volver más, porque era demasiado lo que él me hizo” (Elsa).
La ex pareja de Elsa manipula con su llanto a su padre y éste trata de influir en ella para
que vuelva con él. Tal vez sin intención, piensa más en su ex pareja que en Elsa,
justificando de alguna manera la violencia.

Lo mismo sucede con la madre de Elsa. Justifica la violencia como una cuestión etaria
de juventud, que luego va a cambiar por el mero transcurso del tiempo, es decir, como una
cuestión transitoria que no requiere mayor atención. “Yo aguantaba y mi mamá siempre
me decía, antes de fallecer, que el hombre va a cambiar, que era joven todavía, que los
dos éramos jóvenes, que él iba a cambiar, pero nunca cambió ni va a cambiar” (Elsa). El
discurso materno es persistente; la expresión “mamá siempre me decía” señala la
insistencia de la madre de Elsa en mantener la relación con su ex pareja, justificando la
violencia.

Sin embargo, la cuestión etaria de la juventud, utilizada por los padres de las mujeres
como argumento para justificar los contextos de violencia, también es utilizada por las
propias mujeres, como es el caso de Mariel. “Yo decía él va a cambiar a lo mejor es
porque viene nervioso o porque somos jóvenes” (Mariel). En esta lógica, los discursos
crean la ficción del tiempo, de la edad, de la juventud, para intentar volver justificable lo
184

injustificable, como si la violencia fuera una mera cuestión de edad, en este caso de
juventud.

A su vez, en muchos casos, los discursos de los padres, basados en mandatos sociales,
buscan a toda costa sostener el matrimonio, aunque contribuyan a perpetuar los contextos
de violencia, como lo relata Verónica. “Las compras las hacían mi papá y mi mamá „para
que no se peleen, porque en el matrimonio hay que aguantar‟ decían” (Verónica). Los
mandatos sociales juegan aquí un papel importante. Los discursos construyen y reproducen
la idea de que “la familia” es lo primero y la familia se basa en el “el matrimonio”; por lo
tanto, la conclusión de este silogismo es muy simple: en el matrimonio, “hay que
aguantar”, para sostener “la familia”.

Además de intentar justificar la violencia, los discursos tienden a minimizarla, tal como
lo relata Verónica. “El me cuestionaba todo, desde cómo tenía las cejas, me decía “qué
largas tenés las cejas, mirá cómo te vestís, cómo te parás, cómo caminás, lo que decís”, yo
no le hacía caso, no me molestaba…Yo no le dije a nadie que me empujó, fue un accidente
le dije a mi papá” (Verónica). La obsesión de su ex pareja por controlarla no le molesta a
Verónica, tampoco el empujón que recibe, que ella lo cuenta como un accidente a su papá.
Se observa aquí cómo ella minimiza tanto los agravios verbales como la violencia física de
su ex pareja.

De igual manera, los apretones de brazo, las cachetadas y los insultos no tienen mayor
importancia para Natalia, a pesar de su primer mes de embarazo. “La violencia comenzó
cuando empecé a contradecirlo, cuando no le llevaba el apunte enseguida, durante el
primer mes de embarazo. Ahí eran apretones de brazo, cachetadas e insultos. Era eso
nada más” (Natalia). Seguramente no tienen importancia para ella en relación con la
gravedad y la crueldad de la violencia que sobrevendría después.

Los discursos no sólo producen verdad, sino que dicen lo que es real, es decir,
construyen la realidad como una ficción, tal como se observa en el relato de Natalia. “Viví
en una mentira. Esto es la vida, mucha gente alrededor cada uno con su problema.
Trabajando con sus metas y con sus proyectos, con su familia, con enfermedades, con
salud, sin salud, tristes, no tristes, pero esto es la vida, no esa casa de cuatro por cuatro
donde yo vivía, esa cajita de cristal que dice que él me estaba preservando del mundo, de
mi familia, eso no es la vida, hay mucho más y hay cosas que ni conozco y que las voy
185

hacer” (Natalia). Las mujeres en contextos de violencia familiar viven en un mundo


construido por el discurso de sus parejas o ex parejas, y creen que éste es el único mundo
que existe o que existe al menos para ellas. Es decir, el discurso crea una ficción, un mundo
de ficción que no es el mundo real. Las mujeres viven en este mundo de ficción, totalmente
artificial; una especie de caja de cristal construida por sus parejas o ex parejas. Les cuesta
ver o entender la realidad, porque los parámetros que tienen de ella son los construidos por
el discurso. De esta manera, aumenta su dependencia y dominación.

Una cuestión a destacar es que las mujeres entrevistadas generalmente no nombran a


sus ex parejas. Lógicamente, esto tiene un gran significado, que se vincula a la necesidad
de no otorgar existencia a alguien que desean olvidar y sacarlos de sus vidas. El discurso
crea a los sujetos y, en este caso, ésta no es precisamente la intención de estas mujeres. En
efecto, cuando se nombra a alguien en el discurso, se reconoce su existencia con alguna
identidad. El discurso otorga existencia y produce identidad. Por el contrario, cuando no se
nombra a alguien, se niega o se bloquea su existencia. Casi la totalidad de las mujeres
entrevistadas no nombran a sus ex parejas, sino que sólo apelan al pronombre “él”.

Mariel es la única mujer entrevistada que se refiere a su ex pareja por el nombre.


“Después, durante todo el embarazo, Raúl se encargó de decirme que yo era una puta, que
era una mierda” (Mariel). Lo hace por varias razones: porque después de siete años de
separada, todavía no puede cortar la relación y él la sigue acosando y persiguiendo; porque
con él perdió su virginidad y esto la marcó profundamente; porque la sigue humillando
como mujer y sigue presente como un fantasma que la persigue por todos lados.

Por otra parte, la “ausencia” de ciertos discursos, lo “no dicho”, es decir, “de eso no se
habla” en relación a ciertos temas, puede contribuir al proceso de dominación de las
mujeres en contextos de violencia familiar. Tal es el caso de Elsa, a quien ni su mamá, ni
su papá, ni la escuela, le hablan sobre la sexualidad humana. “Y cuando, bueno, no
hablaba casi con mi mamá y mi mamá tampoco conmigo, no me contaba nada de esas
cosas, de cómo quedar embarazada” (Elsa). Elsa no recibe ninguna información ni
formación en materia sexual, porque en el seno de su familia el sexo es considerado tabú.
Esto le impide ejercer sus derechos sobre su cuerpo y queda a merced de la voluntad de su
ex pareja.
186

Por otra parte, esta “ausencia” de discurso, este “no hablar”, puede significar además
una manifestación de violencia cuando implica indiferencia o bloquea la posibilidad de
comunicación humana, como una forma de negación del otro o de castigo psicológico. “El
maltrato que él tenía no era físico sino psicológico. Por ahí pasaban dos semanas en que
él no me hablaba, venía, entraba, comía, se bañaba, se iba a dormir y no me decía una
palabra” (Marta). En este sentido, el silencio producido por la ausencia de discurso tiene
una alta carga de violencia simbólica, que puede dañar más incluso que la violencia física.

Hasta aquí he analizado los discursos de dominación que identifiqué en las entrevistas
realizadas a mujeres en contextos de violencia familiar. Más adelante, integraré estos
discursos en un análisis más integral de los procesos de dominación / emancipación de
estas mujeres. En el capítulo siguiente, abordo el poder, como otra de las cuatro
dimensiones analíticas de este trabajo, además de las prácticas sociales, los discursos y los
procesos identitarios.
187

CAPÍTULO 8

LAS RELACIONES DE PODER

1. Las relaciones de poder

Sostiene Michel Foucault37 que, cuando se habla de poder, se lo entiende


inmediatamente como una estructura política, un gobierno, una clase social dominante o un
señor frente a un esclavo. Sin embargo, el poder no es una cosa que se puede dar o poseer,
sino una relación social. En las relaciones humanas, sea una comunicación verbal o
relaciones amorosas, institucionales o económicas, el poder está siempre presente. Por lo
tanto, una relación de poder es cualquier tipo de relación en la que uno intenta dirigir la
conducta de otro.

Las relaciones de poder son por lo tanto relaciones que se pueden encontrar en
situaciones distintas y bajo diferentes formas. Son relaciones móviles, es decir, pueden
modificarse y no están determinadas de una vez para siempre. Son relaciones reversibles,
inestables y es preciso subrayar que no pueden existir relaciones de poder más que en la
medida en que los sujetos sean libres.

Esta tesis es sumamente importante para comprender el problema de las mujeres en


contextos de violencia familiar. Para Foucault, si uno de los dos sujetos estuviese
completamente a disposición del otro y se convirtiese en una cosa suya, en un objeto sobre
el que se puede ejercer una violencia infinita e ilimitada, no existirían relaciones de poder.

Para que exista relación de poder, es necesario que exista al menos un cierto tipo de
libertad por parte de las dos partes. Incluso cuando la relación de poder está
completamente desequilibrada, cuando realmente se puede decir que uno tiene todo el
poder sobre el otro. El poder no puede ejercerse sobre el otro más que en la medida en que
le queda a este último la posibilidad de matarse, de saltar por la ventana o de matar al otro.

37
Foucault, M. La ética del cuidado de uno mismo como práctica de la libertad , en Obras esenciales, Tomos
I, II y III, Paidós, Barcelona.
188

Esto quiere decir que en las relaciones de poder existen necesariamente posibilidades de
resistencia, ya que si no existiesen posibilidades de resistencia, de resistencia violenta,
huida, engaño o estrategias de inversión de la situación, no existirían relaciones de poder.
Si existen relaciones de poder a través de todo el campo social, es porque existen
posibilidades de libertad y resistencia en todas partes.

No obstante, también existen efectivamente lo que Foucault denomina estados de


dominación. Estos se dan cuando las relaciones de poder son fijas, de tal forma que son
totalmente asimétricas y el margen de libertad es extremadamente limitado. Tal es el caso
de las familias patriarcales. En ellas no existe sólo el poder de los hombres, sino que las
mujeres pueden engañarlos, sustraerles dinero con maña o negarse a tener relaciones
sexuales. Sin embargo, subsiste un estado de dominación en la medida en que todas estas
formas de resistencia no llegan nunca a revertir la situación.

En este capítulo analizo las relaciones de poder que pude identificar en los relatos de las
mujeres entrevistadas. ¿De qué manera las relaciones de poder configuran y constituyen
los procesos de dominación / emancipación de las mujeres en contextos de violencia
familiar? La respuesta a este interrogante es el eje de este capítulo, cuyo contenido y
estructura siguen la misma trayectoria analítica ya descripta en los capítulos anteriores para
las prácticas y los discursos sociales.

En un primer momento, transcribo los párrafos más significativos de las entrevistas,


donde se aluden a los recursos y estrategias de poder utilizados por los actores, sus
significados y categorías teóricas con las cuales se vinculan. El resultado de este primer
momento lo expongo como ANEXO III. En un segundo momento, comparo un párrafo con
otro de una misma entrevista y a su vez una entrevista con otra, buscando las semejanzas y
diferencias. El resultado de esta comparación es un repertorio de recursos y estrategias
utilizadas por los actores. Luego, en un tercer momento, analizo este repertorio de recursos
y estrategias, describiendo sus modalidades y significados e interpretando teóricamente los
mismos.
189

2. Repertorio de recursos y estrategias de dominación y emancipación

a) Procesos de dominación

Recursos y estrategias similares Significados y categorías teóricas


Decidir dónde y cómo vive la pareja Patriarcado
Aprovecharse de la ingenuidad sexual Opresión
Castigar a la pareja Estereotipos de género
Generar miedo y terror Violencia física
Aislar, encerrar, acorralar Violencia sexual
Acosar y perseguir Violencia psicológica
Controlar los recursos económicos Coacción física
Limitar el estudio Poder de compensación
Limitar el trabajo Mandatos familiares
Dañar emocionalmente La ficción del matrimonio y la familia
Manipular a la pareja Complejo de inferioridad
Manipular el discurso Celo obsesivo
Manipular a los hijos Baja autoestima
Aguantar por los hijos Manipulación
Elegir la pareja de los hijos Patriarcado
Gozar de impunidad Opresión
Limitar la práctica religiosa Inmunidad
Extorsionar sexualmente La ficción del matrimonio
Violar sexualmente La ficción de la familia
Abusar sexualmente Violencia sexual
Negar la violencia Violencia psicológica

b) Procesos de emancipación

Recursos y estrategias Significados y categorías teóricas


Tener lazos familiares Lazos familiares
Bloquear la memoria Lazos sociales
Trabajar Autonomía económica
Alejarse Tomar distancia
Pedir ayuda Buscar ayuda
Hacer terapia Intervención
Resistir al abuso sexual Resistencia
Apoyarse en los hijos para defenderse Capacidad de lucha
Formar nueva pareja para defenderse Defensa
Reclamar la cuota alimentaria Protección
Conseguir recursos económicos Refugio
Luchar por condiciones de vida Contención
Gritar en caso de violencia Denuncia
Refugiarse en la religión Autodeterminación
Amenazar con denunciar
Buscar la protección de los padres
Tomar decisiones

3. Análisis de los recursos y estrategias de dominación

Analizo en este punto los siguientes recursos y estrategias de poder: decidir dónde y
cómo vive la pareja; aprovecharse de la ingenuidad sexual; castigar a la pareja; generar
190

miedo y terror; aislar, encerrar, acorralar; acosar y perseguir; controlar los recursos
económicos; limitar el estudio; limitar el trabajo; dañar emocionalmente; manipular a la
pareja; manipular el discurso; manipular a los hijos; aguantar por los hijos; elegir la pareja
de los hijos; actuar con impunidad; limitar la práctica religiosa; extorsionar sexualmente;
violar sexualmente; abusar sexualmente y negar la violencia.

3.1. El disciplinamiento de los cuerpos: Cuando alguien decide ser “amo y señor”

En este apartado analizo cómo las relaciones de pareja se transforman en relaciones de


amo y esclavo en los contextos de violencia familiar. Esto se da a través de una
multiplicidad de mecanismos que combinan recursos y estrategias para construir poder y
consolidarlo cada vez más en las parejas. Por supuesto que este proceso es deliberado y
planificado desde la constitución misma de la pareja y, más específicamente, desde el
mismo momento en que comienza la vida cotidiana en común.

En este sentido, una primera cuestión fundamental que deben resolver las parejas, antes
de iniciar la convivencia, es dónde vivir, de qué manera y con quién. En la búsqueda por
resolver esta cuestión intervienen muchos factores objetivos y subjetivos. Son factores
objetivos, por ejemplo, el nivel de ingresos de las parejas, la cercanía a los lugares de
trabajo, la disponibilidad de servicios, entre otros. Son factores subjetivos, en tanto, los
gustos o preferencias, los valores, las creencias, entre otros.

Mientras que, en general, las parejas deciden de común acuerdo dónde y cómo vivir, en
los contextos de violencia familiar las entrevistas revelan que las mujeres deben acatar lo
que resuelven unilateralmente sus parejas, tal como lo relatan Elsa y Tati. “Nos fuimos a la
casa de la mamá de él y ahí empezó el calvario…ella quería medio que yo sea la esclava
de él, no la señora de él” (Elsa). “Después nos fuimos a vivir a un departamento de los
padres de él y ahí empezaron los problemas. Venia la hermana y me hacían sentir como
que yo estaba demás, como que no era mi casa” (Tati). Elsa y Tati han quedado atrapadas
en el mundo de sus parejas, no pueden reclamar nada ni apropiarse de algo. No pueden
construir nada nuevo, sino que sólo pueden y deben acoplarse al mundo de sus parejas.

El relato de Verónica también da cuenta de este proceso de dominación“Cuando me fue


a vivir con él, ahí fue como una película de terror la convivencia. Yo me fui de mi casa al
departamento que él había alquilado y todo era de él. Imaginate, yo acostumbrada a tener
todas mis cosas, mi auto, mi pieza, mi aire, mi computadora, todo e ir allá. Ahí fue una
191

invasión, él al otro día se transformó en otra persona, te juro, fue de terror, porque no me
dejaba ni que toque la heladera, ni el equipo de música, que eran de él. Yo no tocaba
nada, porque se enojaba” (Verónica). No es que “él al otro día se transformó en otra
persona”, como cree Verónica, sino que el proyecto de convivencia, las condiciones de
vida y las reglas de la pareja, nacen de una decisión tomada exclusivamente por él, de
acuerdo a cómo él entiende y se imagina la vida con ella. Es una relación de poder donde
ella no decide, sólo tiene que aceptar y obedecer. En ese tipo de relaciones se manifiesta el
poder de decisión que prima en los varones y se les niega sistemáticamente a las mujeres.

Una de las estrategias de poder más utilizadas en los contextos de violencia y que se
observan en los relatos de las mujeres entrevistadas, es el aislamiento. “Hablé con mi
hermano. A él le molestaba que yo hablara mucho con mi hermano, que le pedía consejos”
(Tati). “Él no me dejaba a que yo me relacione o que salga más allá de lo que era él”
(Marta). “No tenía amigas porque a él no le gustaba. Le corrió a todas mis amigas, desde
ahí hasta hoy en día, mis amigas de soltera ni el saludo no me dan, no me quieren ver”
(Elsa). En efecto, con el fin de ser controladas y dominadas, las mujeres en contextos de
violencia familiar son aisladas por sus parejas. La destrucción sitemática de los lazos
familiares y afectivos de estas mujeres, puede considerarse el comienzo de todo proceso de
dominación. Esto se da como poder de coerción, a través de la fuerza física, la amenaza y
el miedo.

A su vez, el aislamiento no sólo corta los lazos sociales y familiares, sino que
profundiza la asimetría en la relación de poder, reduce los espacios de libertad de las
mujeres y provoca en ellas una sensación de miedo y soledad, tal como se observa en los
siguientes relatos: “Después, cuando nos cambiamos de vivienda, me alejé de mis
parientes y ahí sí que se empeoró la cosa. Yo me sentía sola, tenía miedo, no quería salir”
(Elsa). “Cuando me fue a pegar tantas veces por la cara yo reaccioné y me dejó
encerrada. En ese entonces, vivíamos en una pieza re chiquita. Él puso el candado del
lado de afuera, me dejó encerrada y se fue” (Marta). “Yo no le decía más nada porque
tenía miedo que él me eche de la casa, que yo me fuera y yo sabía que mi papá no me iba
aceptar de vuelta y él también lo sabía. Yo tenía siete meses de embarazo” (Soledad).
Además del aislamiento social y familiar, el ejercicio del poder incluye otros recursos y
estrategias, tales como encerrar físicamente a las mujeres o acorralarlas, de tal manera que
su supervivencia dependa solamente de la voluntad de sus parejas.
192

Sumado a la decisión de dónde y cómo vivir, tomada unilateralmente por sus parejas, y
al proceso de aislamiento social y familiar, muchas mujeres en estos contextos son
sometidas a violencia física, en forma sistemática, como estrategia de dominación. El
castigo físico muestra la brutalidad y el desequilibrio de las relaciones de poder que se
establecen en estos contextos. La crueldad del castigo es mayor aun tratándose de mujeres
en estado avanzado de embarazo, como por ejemplo en el caso de Elsa: “Cuando tenía 8
meses de embarazo de mi nene el mayor, me pegó mucho con el cinto, me marcó toda…ya
veníamos pelando siempre” (Elsa). No sólo en el caso de Elsa, sino en general, la violencia
física puede considerarse como la máxima expresión del patriarcado, en tanto sistema de
dominación y control social.

En efecto, el impacto del castigo físico aumenta infinitamente en el caso de las mujeres
embarazadas, al provocar la pérdida del feto y, más aún, cuando la pérdida es provocada en
más de una oportunidad en una misma mujer, como es el caso de Mariel: “Cuando me
pegó, yo estaba embarazada. Ese embarazo lo perdí y el segundo también” (Mariel). La
intensidad de la violencia psicológica y daño emocional que se provoca es enorme, por el
estado de indefensión y vulnerabilidad en que se encuentra la mujer, generando profundos
sentimientos de angustia y frustración. Como desarrollo en el primer capítulo de este
trabajo, el poder de castigo se basa en la capacidad que tiene un sujeto de sancionar,
castigar o condenar a otros sujetos. En los contextos de violencia familiar, los varones son
los que ejercen este poder, al configurarse de por sí una relación asimétrica entre los
géneros, sostenida y justificada por el orden patriarcal.

Otro recurso muy utilizado como estrategia de dominación en los contextos de violencia
que estoy analizando, se relaciona con el hecho de generar miedo, que puede transformarse
en terror cuando el daño que se puede provocar es grande, terrible o sistemático, tal como
lo relata Natalia: “Yo le tenía miedo, todavía le tengo, todavía miro la ventana y no
duermo, estoy sentada mirando a los nenes si están durmiendo o no, porque él conoce mi
casa, sabe cómo entrar, conoce los movimientos, ya entró una vez, rompió la cerradura.
Hay rejas, todo, pero igual” (Natalia). A pesar de estar separada, Natalia siente miedo y
vive aterrorizada por su ex pareja. En muchos casos, el miedo puede frenar o paralizar la
acción, aumentando la vulnerabilidad y favoreciendo el proceso de dominación.
193

En este sentido, una forma eficaz de provocar terror es, por ejemplo, la amenaza de
muerte, tal como lo relatan Natalia y Soledad. “Me decía que si yo me iba, los nenes
volvían y yo no, que me iba a matar, que a mis padres si yo me acercaba los iba matar, a
mi papá le levantó una barreta de hierro en una de las oportunidades, a mi hermana, a
mis hermanos, a todos nos amenazó, porque en distintas conversaciones el fue
amenazando a cada uno” (Natalia). “Me decía “te voy a prender fuego a vos y a los
chicos”. Siempre me decía así. Hacía amenaza de muerte pero jugando, nunca pensé ni
me podía imaginar que él lo iba a intentar” (Soledad). En estos casos, la sensación de
terror provocada por la amenaza de muerte, puede tener consecuencias psicoemocionales y
causar incluso trastornos de conducta o de personalidad en muchas mujeres que atraviesan
por este tipo de experiencia traumática.

Por otra parte, otro recurso muy utilizado en las relaciones de poder construidas en
contextos de violencia familiar, es el control del dinero, tal como se observa en los
siguientes relatos: “Él me daba lo que se le antojaba, me daba lo que quería y hacia lo que
quería con la plata. Yo trabajaba para comer” (Elsa). “Yo nunca tuve la suerte de
sentarme con mi marido en 16 años y que me diga “este mes tenemos tanta plata, qué
vamos hacer”, él hace y deshace y yo no sé nada” (Dina). “Hace cuatro años que vivimos
juntos y yo no sé cuánto gana” (Marta). Como se observa en estos relatos, es indudable la
asimetría de poder que se establece en estas parejas. Esto permite a los varones manejar
arbitrariamente los ingresos familiares, ocultar el monto y el destino del dinero,
malgastarlo, retacearlo o no proveer alimentos, es decir, tener el control absoluto de las
condiciones materiales de reproducción de la vida cotidiana.

Además, el control de los recursos económicos implica también aprovecharse del


trabajo y los ingresos obtenidos por las mujeres, como por ejemplo en el caso de Mariel:
“Todo lo que yo ganaba tenía que dejar para la cuota del auto, un Duna a full que era el
mejor en ese momento porque él quería y apenas alcanzaba para pagar el auto, a mi no
me alcanzaba para comprarme ni una ropa, las ropas que yo tenía era porque mi mamá
me compraba aparte de engordar y todo eso el me dejaba que las cuentas yo administre y
tampoco escatimaba en gastos, se endeudaba con la tarjeta, gastaba mucho” (Mariel).
Este relato da cuenta de cómo, históricamente, tanto el dinero como la violencia han
formado parte del repertorio masculino. A esto Clara Coria (1989) lo denomina la
194

sexuación del dinero. Este fenómeno genera condiciones insalubres para el psiquismo y
forma parte de la violencia invisible.

A su vez, el control del dinero favorece la manipulación y genera dependencia en las


mujeres, tal como lo reconoce Mariel: “él gana por semana y es como que le sobra la
plata para lo que sea, con eso me manipula” (Mariel). Además, constituye una estrategia
para retener a las mujeres y evitar que se alejen de sus parejas, como en el caso de Claudia:
“entonces empezamos, no quería ayudarme económicamente, esa fue la etapa más difícil.
El motivo que me atajaba siempre era el económico. El tema de irme, decir “bueno, yo me
voy”, pero ¿dónde?” (Claudia). Tanto Mariel como Claudia son manipuladas
materialmente por sus ex parejas y esto constituye un mecanismo eficaz para sostener en el
tiempo el proceso de dominación.

Por otra parte, como expresión del poder de privilegio, detentado históricamente por los
varones, se observa en los relatos de las mujeres entrevistadas cómo influyó en ellas, en
sus proyectos de vida, en su desarrollo personal y en los procesos de dominación, el hecho
de no haber podido estudiar o no poder trabajar, entre otras actividades.

En el caso del estudio, sin dudas constituye algo fundamental para la integración social,
la transmisión cultural, el desarrollo humano y las posibilidades de vida. Las mujeres
entrevistadas relatan cómo sus padres no les permitieron estudiar o seguir estudiando,
como en los casos de Soledad y Elsa. “Cuando tenía 14 años salí del colegio, porque mi
papá me obligó a salir de noveno año. Según él, yo era muy grande y tenía que ayudar
más en la casa” (Soledad). “Siempre quise estudiar y mis padres no me dejaron. Cuando
terminé el séptimo grado, mi papá me decía que para qué iba a estudiar la secundaria, que
eso era ir a joder nada más, que yo no iba a estudiar” (Elsa). Esta imposibilidad de
estudiar constituye una limitación que refuerza, produce y reproduce las relaciones
asimétricas entre los géneros y forma parte de la violencia invisible.

Pero no sólo los padres de estas mujeres les limitaron la posibilidad de estudiar, sino
también sus propias parejas, tal como lo manifiestan Elsa y Mariel: “Donde vivíamos, yo
tenía posibilidad de terminar la secundaria en tres años, en una escuela nocturna. Le
decía a él que me lleve, que íbamos a estar juntos, que se siente al lado mío si tenía tanta
desconfianza. Yo quería estudiar. Me decía que no, porque era para ir a buscar otro
macho no más, directamente así me decía” (Elsa). “Para él todo lo que yo hacía estaba
195

mal, por ejemplo si yo hacía un curso, para qué hacía el curso, por eso yo tengo pocos
cursos hechos, porque él no me dejaba hacer cursos, le molestaba que planificara
constantemente” (Mariel). En estos relatos se observa cómo la imposibilidad de estudiar o
perfeccionarse constituye un claro recurso de dominación utilizado por las parejas de estas
mujeres.

Como el estudio posibilita el desarrollo humano en general, en los contextos de


violencia familiar, en particular, genera como contrapartida, un aumento del complejo de
inferioridad y de la violencia ejercida hacia las mujeres por sus parejas, tal como lo relata
Tati: “Empecé la nueva carrera y cuando empecé a trabajar, me di cuenta que le molestó
que estudie y trabaje a la vez y ahí empezó a maltratarme, porque me creía demasiado
mujer y todo eso. Yo promocionaba todas las materias y él decía “bueno, no tenés que
promocionar tantas materias”. Yo iba todos los días a la facultad y el fin de semana
trabajaba y estaba re cansada y él quería que salgamos, que nos acostáramos tarde”
(Tati). Si bien en muchos casos se les niega a las mujeres la posibilidad de estudiar, de
manera directa o explítica, en otros, como en el caso de Tati, esto se da de manera indirecta
o sutil, utilizándose estrategias tales como generar culpa en las mujeres por “abandonar” a
sus hijos o “descuidar” las tareas de la casa, provocar escenas de celo, poner la excusa de
falta de dinero, generar actividades que compitan con el estudio o provocar ruidos
molestos, entre otras.

Otra de las limitaciones que padecen las mujeres en contextos de violencia familiar y
que los varones utilizan como estrategia de poder, es la que se da en relación al trabajo, tal
como lo relatan Dina y Tati: “Cuando tenía 16 ó 17 años, vine a trabajar acá a Oberá,
pero ahí sí tuve que dejar de trabajar porque él no quería. Nunca quiso que yo trabaje”
(Dina). “Trabajaba en un gimnasio y era secretaria. Eso a él le molestaba y trataba de
competir conmigo. Después, por el embarazo, dejé de trabajar y a él lo alegró. Al tiempo,
me ofrecieron para trabajar en una oficina y él me dijo que no” (Tati). La imposibilidad
de trabajar priva a estas mujeres de la oportunidad, no sólo de realizarse como seres
humanos, sino también, y en un sentido más inmediato, de obtener recursos económicos y
contar con posibilidades de autonomía.

En efecto, el trabajo provee recursos para la subsistencia. “Él me obligó a dejar el


trabajo en muchas ocasiones, diciendo que los chicos necesitaban que yo esté con ellos. Y
196

bueno yo dejaba mi trabajo dos semanas y no había qué comer en casa, porque en ese
entonces ya habíamos cerrado el kiosco. Él me obligó a cerrar el kiosco y yo lo cerré”
(Soledad). Soledad trabaja fundamentalmente para alimentarse y alimentar a sus hijos. Su
ex pareja no sólo le retacea el dinero para la alimentación, sino que coarta, prohíbe y
obstaculiza la posibilidad de que ella obtenga con su trabajo los recursos necesarios para
ello. En egeneral, cuando ciertos recusos son vitales para un grupo, como es el caso de una
familia, quien puede disponer de los mismos o proveerlos, se encuentra en una posición
provilegiada en la relación de poder con el grupo y está en condiciones de generar y exigir
sumisión y obediencia.

Otro recurso de dominación utilizado por las parejas de las mujeres entrevistadas es
prohibir o descalificiar sus creencias y prácticas religiosas, como lo relata Dina: “De vez
en cuando voy a la iglesia. Antes iba los miércoles a la noche, los domingos a la mañana,
domingo a la noche, siempre iba los jueves, tenía ensayo de coro, iba al coro. Y por los
problemas de la casa, porque mi marido involucraba mucho a la iglesia, decía que el
pastor y los hermanos me llenaban la cabeza, que yo iba a calentar banco, que esto y lo
otro, entonces yo dejé de ir” (Dina). Dina practicaba su fe religiosa antes de conocer a su
pareja. Incluso, ella lo conoce en este ámbito religioso, donde él también participaba. Sin
embargo, sabiendo lo que significaba para ella esta práctica y, como un recurso de poder,
él la descalifica y a través de distintas excusas, logra que ella finalmente deje su práctica.

En general, la práctica religiosa es constitutiva de la vida humana y está presente en


todas las culturas. Las creencias religiosas abonan la subjetividad y configuran las
identidades de los sujetos. Muchas veces, constituye el último recurso al que apelan los
sujetos, en este caso las mujeres en contextos de violencia, para poder soportar tanto dolor
y sufrimiento.

3.2. Los “benditos” mandatos sociales: Manipular, dañar, violar

En este apartado analizo de qué manera los mandatos sociales justifican y sostienen la
producción y reproducción de la violencia hacia las mujeres en contextos familiares. En
base a diversos relatos de las mujeres entrevistadas, presento, analizo y describo en este
apartado, un repertorio de recursos y estrategias de poder utilizadas por las parejas o ex
parejas de estas mujeres, para manipularlas, dañarlas o violarlas, mostrando claramente la
asimetría de poder sobre la cual se construyen los contextos de violencia.
197

En este sentido, siguiendo los mandatos sociales y culturales del orden patriarcal, los
padres deciden con quiénes se casan sus hijos. De estas manera, los noviazgos y
casamientos se vuelven obligatorios y no hay margen de libertad para pensar en otra
alternativa, como en el caso de Elsa: “Ahí mi papá me presentó, ya iba a tener novio, yo no
conocía tener novio, me presentaron así nomás y listo…y bueno, ahí ya venía a casa como
novio, seguimos así hasta los seis meses…Él quería casarse con otra chica, no conmigo,
pero yo me quedé embarazada. Igual que mi papá, a él lo obligaron y se tuvo que casar
conmigo” (Elsa). Se observa en este relato cómo las reglas que rigen la familia patriarcal
se vuelven imposiciones, tanto para las mujeres como para los varones.

En general, y tal como ya lo analicé en capítulos anteriores, estos mandatos sociales y


culturales, implican creencias, valores, costumbres, rituales, discursos y prácticas sociales.
Las tradiciones sociales y familiares reproducen estos mandatos, que se trasmiten de
generación en generación, a través de las familias, las escuelas y otras instituciones
sociales. Estos mandatos se naturalizan y operan como “sentido común”.

En el marco de estos mismos mandatos, y para sostener la institución familiar, otro


recurso que favorece los procesos de dominación es negar el contexto de violencia. En
muchos casos y por distintas razones, las mujeres niegan la situación de violencia por la
que están atravesando. Mariel no le cuenta a su mamá lo que está pasando, sino que, por el
contrario, lo niega: “Después mi mamá me dijo “pero Mariel, si él te pega…yo siempre
voy a defender el matrimonio, pero si él te pega, vos decime”, y yo le dije “no, no me
pega” (Mariel). Esta negación de la violencia deja a salvo la ficción del “matrimonio” y la
“familia cristiana” que Mariel convalida y no somete a ninguna discusión. En este caso,
reconocer la violencia hubiera significado terminar con la ficción.

Otra expresión de estos mismos mandatos se da cuando las mujeres no tienen


información ni formación en materia sexual y quedan expuestas a un aprendizaje empírico
que puede resultar traumático en caso de no tener el acompañamiento y la comprensión de
sus parejas. Elsa pierde su virginidad y queda embarazada ingenuamente: “Y bueno,
cuando yo me doy cuenta, yo ya estoy de tres meses, y ahí nos casó obligadamente” (Elsa).
En los contextos de violencia familiar, esta ingenuidad es aprovechada por los hombres
para apoderarse de los cuerpos de las mujeres mediante relaciones abusivas de poder.
198

Otro caso de esta ingenuidad en materia sexual es el de Soledad, que no sabe cómo
transcurrir su primera experiencia sexual y siente mucho miedo ante lo desconocido: “Y
bueno, ahí empezamos nuestra vida de matrimonio. Yo no le acepté el primer día, tampoco
el segundo porque yo tenía miedo, mamá no me había explicado. Él se puso furioso y me
dijo “¿por qué quisiste venir conmigo entonces?” y yo le dije “qué sé yo, ¿qué querés que
te diga? yo te tengo miedo…Cuando yo menstruaba, él quería hacer igual. Yo le pedía que
no, le decía que no podía, que me respetara, al menos esos días, pero él igual quería y lo
hacía” (Soledad). Soledad siente que no puede decidir sobre su cuerpo, porque para poder
hacerlo necesita información y formación. Su ex pareja dispone de ella a su antojo. Se
siente invadida y avasallada aún en lo más íntimo. Su ex pareja no la respeta en lo más
mínimo, sino que abusa de su cuerpo y lo toma para el placer, sin importarle incluso los
días de menstruación. En general, en el marco de los mandatos sociales de orden patriarcal,
el “matrimonio” se basa en el derecho exclusivo del marido sobre la sexualidad de la
esposa, algo que en el derecho se denomina “débito conyugal”.

Dentro de los mandatos sociales, tienen un lugar muy importante los mandatos
religiosos. Mariel es violada por su ex compañero de secundaria, con quien se casa al
perder su virginidad. Este hecho es fundacional en la relación asimétrica de poder que se
establece en la pareja: “Después terminé el último año del magisterio y me encontré con
Raúl, le volví a ver porque él era un compañero del secundario. Yo tenía 23 años y nunca
había tenido contacto con nadie. Me apalabró y a los dos o tres días, cuando me di cuenta,
él me estaba sacando la ropa. Yo le dije no, no, pero él me forzó. Fue el momento más
horrible de mi vida y lo más frustrante. Después, con los años, cuando me separé, el
psicólogo me dijo que no fue mi primera relación sexual, sino que fue una violación”
(Mariel). Este episodio se vuelve una huella imborrable en la vida de Mariel. En general, la
apropiación del cuerpo y del erotismo de las mujeres por parte de los varones, deja
profundas huellas en la subjetividad de las mismas.

Al naturalizarse los mandatos sociales, se cristalizan y no son cuestionados ni


cuestionables. De esta manera, se transforman en sentido común y facilitan el uso de la
manipulación como estrategia y recurso que utilizan las parejas y ex parejas de las mujeres
en contextos de violencia familiar, para dominarlas, como se observa en los relatos de
Mariel y Tati: “Cuando yo más le rechazo, por ejemplo no le llamo por teléfono, él más
loco queda, entonces por miedo a que él se descontrole y vuelva a la violencia, atiendo el
199

teléfono y estoy ahí” (Mariel). “Tenía que cumplir con él y si no lo hacía me hacía sentir
que era un bajón estar conmigo. Lo mismo ocurría cuando estaba embarazada, no me
sentía bien y no quería salir” (Tati). Se observa en estos relatos cómo la manipulación
busca dominar y controlar a las mujeres, a través de diversos mecanismos como el uso del
teléfono o generar culpa.

Precisamente, vinculada a la culpa, otra estrategia de poder utilizada para controlar y


dominar a las mujeres en contextos de violencia familiar, es apelar al daño emocional:
hacerlas sentir mal, culparlas de todo y bajar su autoestima. “Desde que empezamos a vivir
juntos, empezó a romper cosas mías. Era con mis cosas siempre, tiraba mis cosas. Me
hacía sentir mal, era como que él daba vuelta todo. Pasó de ser celoso a culparme que yo
buscaba a los hombres. En realidad, yo trabajaba, estudiaba y nos veíamos a la noche. Me
reprochaba sobre todo por la comida, porque yo no estaba. Me decía que no le cocinaba,
que no le cocía un botón de la camisa, que era una mala mujer, que no me ocupaba de él”
(Tati). Se observa en este relato de Tati cómo el reproche constante y por cualquier motivo
es una de las estrategias más utilizadas para confundir y debilitar la autoestima de las
mujeres.

Otra forma de manipulación, para dominar a las mujeres en contextos de violencia


familiar, tiene que ver con lo que comúnmente se conoce como “doble fachada” y que
puede observarse en los siguientes relatos: “No tenía amigos, me había alejado de un
montón de gente, porque teníamos amistades en común y nadie me creía, porque él tenía
una forma de ser con los demás y una forma de ser conmigo. El tipo era el mejor amigo, el
más bueno. A los pocos que les dije, él les decía que yo estaba loca” (Verónica). “Para
comprarle algo a ellos yo tenía que ir al Paraguay con él, porque supuestamente él no
sabía elegir, pero todas las cosas que él facturaba, no lo hacía gratuitamente, sino que
después se encargaba de decir a toda mi familia que yo le usaba. Aparte, constantemente
buscaba ganarse el cariño de ellos para manipularme” (Mariel). Como puede visualizarse
en estos relatos de Verónica y Mariel, la “doble fachada” no es más que una acción
deliberada, planificada y sistemática, utilizada por los hombres violentos, para construir y
mostrar una imagen ante los demás, con fines bien precisos: que nadie les crea a las
mujeres cuando cuentan a otros su contexto de violencia, hacerlas pasar por “locas”,
desacreditarlas, ocultar la violencia y, obviamente, mantener el poder de control de las
mujeres.
200

Siguiendo con esto mismo, el relato de Dina constituye otro ejemplo de “doble
fachada”: “Cuando él está con gente, con un abogado o un juez, es la persona más normal
y nadie va a decir que es así. Eso me da rabia y por eso lo odio. Cuando fuimos citados los
dos juntos para la audiencia, él mintió y mintió. Le mintió a la abogada, delante de la
jueza, me dejó como una trastornada mental, que le hago la vida imposible, que él hace
changa, trabaja y hace de todo para que yo tenga lo mejor, para darme lo mejor y yo soy
una desagradecida. Él me da todo y por eso él se largó a tomar así, poquito. Sin embargo,
él tomó toda la vida, toda la vida” (Dina). Dina no oculta su bronca y su impotencia ante la
manipulación que padece por parte de su pareja, quien, con una “gran actuación pública”,
la hace quedar como una trastornada mental.

En el uso de la manipulación como recurso de dominación, pareciera que cualquier


medio es legítimo para justificar el fin que buscan estos hombres. En este sentido, suelen
utilizarse a los hijos para manipular a las mujeres en estos contextos de violencia, como lo
relatan Soledad y Verónica: “Él a propósito le decía a Hilario “decile a mami que me dé
un beso” y él sabía que yo no quería darle un beso, pero yo le daba delante de los chicos
para que ellos no digan nada” (Soledad). “El problema fue cuando él empezó a llevarlo a
Facundo a partir de los tres años. Él no le daba ni cinco a Facundo y empezó a llevarlo a
la casa porque en realidad se quería acercar a mí y yo le corté. Él se dio cuenta que mi
debilidad era Facundo, entonces me devolvía sucio y lastimado. Como veía mi
desesperación y yo le imploraba para que me lo traiga, me cortaba el teléfono. Ahí se
sentía como un rey, porque yo jamás le había implorado, nunca me vio así, yo nunca había
estado así delante de él. Se sintió con poder, encima es el padre” (Verónica). Se observa
en estos relatos cómo la verdadera intención de estos hombres es manipular y controlar a
sus parejas, a través de los hijos que tienen en común con ellas. En realidad, a estos
hombres no les interesa en absoluto ni siquiera sus propios hijos, sino que sólo los usan y
manipulan para llegar a las mujeres y continuar con la relación de poder.

En muchas ocasiones, la relación de poder no termina con la separación de las parejas,


sino que continúa muchos años después, durante los cuales las mujeres en contextos de
violencia familiar son acosadas y perseguidas por sus ex parejas. “Después de separados,
él iba a la casa de papá, a veces iba borracho y de noche. A veces yo no salía y tiraba
piedras a la casa. Siempre tuvimos quilombos así. Me encontraba en el camino y me hacía
quilombo, me corría, me retaba” (Elsa). Se puede observar en este relato de Elsa cómo,
201

lamentablemente, aún después de separada y existiendo un alejamiento físico, esto a veces


parece no alcanzar para terminar con el abuso de poder.

En efecto, la ex pareja de Elsa, además de lo anterior, la extorsiona sexualmente ante el


reclamo de la cuota alimentaria adeudada a los hijos: “Y quería que vaya a la casa, que me
iba a dar plata y qué sé yo. Yo le decía que él me traiga nomas la plata, que no hacía falta
que yo me vaya. Hasta hoy en día ésa es la pelea, porque él me dice “vos querés plata,
andate en casa” y yo no me quiero ir, porque me voy y sinceramente tengo que pasar por
cosas malas” (Elsa). Ella rechaza la idea de someterse a los requerimientos sexuales de él,
pero no puede evitar que él la siga extorsionando en cada ocasión que le reclama lo
adeudado. En general, la apropiación del cuerpo de las mujeres es una clara estrategia de
dominación por parte de los varones.

Siguiendo con estos procesos de dominación que continúan más allá de la separación,
en muchas ocasiones, las ex parejas siguen hostigando, castigando y humillando a las
mujeres utilizando otros recursos y artimañas. “A mi lo que me martiriza es no estar
tranquila y Raúl es el que me impide estar tranquila. Me doy cuenta que pasaron siete
años y no hubo ese corte definitivo. Me dice que si nosotros no estamos juntos, se va a
matar” (Mariel). Observamos en el relato de Mariel cómo su ex pareja la sigue
manipulando, apelando a la amenaza de suicidio, generando en ella sentimiento de culpa y
esto, indudablemente, favorece la continuidad del proceso de dominación.

En general, la falta de leyes específicas, la no aplicación de leyes vigentes, la falta de


seguimiento de los casos, la poca seriedad en el abordaje de este grave problema, la
impunidad de la que gozan los sujetos violentos, entre otros, son algunos de los motivos
que hacen que las mujeres que logran separarse de sus parejas, sigan tan vulnerables como
cuando vivían con éstas, o aún más. La impunidad puede definirse como la falta de castigo
efectivo, cuando corresponde por un hecho que así lo amerita.

En este sentido, ante la impunidad, se tiene la sensación de desamparo y desprotección,


tal como se manifiesta en el relato de Elsa: “Desde el primer momento, desde el embarazo
ese que me pegó, hice un montón de denuncias. No le llevaron preso porque la mamá tenía
plata y siempre ponía un abogado y salía libre. Siempre hizo lo que quiso, hasta hoy en
día no puedo sacarle una mantención, no le puedo sacar nada, porque pone abogado”
(Elsa). Elsa tiene la sensación de que su ex pareja puede hacer cualquier cosa sin recibir
202

ningún castigo. En general, aunque existan normas que regulan u obligan, al ser violadas
sistemáticamente sin ningún castigo, estamos en presencia de un estado de impunidad.

De esta manera, se puede sostener en base a los relatos que he analizado en este punto,
que la violencia hacia las mujeres en contextos familiares se construye y se perpetúa en
base a relaciones asimétricas de poder entre los géneros y que esto requiere de mandatos
sociales que los legitime y justifique. Sin embargo, como analizo en el punto siguiente,
este dispositivo de disciplinamiento no es eterno ni para siempre, sino que puede ser
cuestionado, resistido y modificado de múltiples maneras por las mujeres, iniciándose
procesos de emancipación.

4. Análisis de los recursos y estrategias de emancipación

Inicio aquí el análisis del poder, pero desde un punto de vista contrario al realizado en
las páginas precedentes. Las mujeres en contextos de violencia familiar no están en una
actitud pasiva ni mucho menos paralizadas. Muy por el contrario, realizan una serie de
acciones de resistencia, que van en sentido contrario al proceso de dominación. En este
proceso de resistencia, movilizan recursos y ponen en marcha una variedad de estrategias,
con el fin de contrarrestar y oponerse a la dominación.

Analizo los siguientes recursos y estrategias de poder, identificados en los relatos de las
mujeres entrevistadas: tener lazos familiares, bloquear la memoria, trabajar, alejarse, pedir
ayuda, hacer terapia, resistir al abuso sexual, apoyarse en los hijos para defenderse, formar
nueva pareja para defenderse, reclamar la cuota alimentaria, conseguir recursos
económicos, luchar por condiciones de vida, gritar en caso de violencia, refugiarse en la
religión, amenazar con denunciar, buscar la protección de los padres y tomar decisiones.

4.1. El mito de la “pasividad femenina” estalla en mil pedazos

En este apartado, analizo cómo las mujeres en contextos de violencia familiar, utilizan
múltiples estrategias para resistir, frenar y evitar la violencia ejercida contra ellas por sus
parejas, iniciándose de esta manera procesos de emancipación. Esto viene a confirmar la
falacia del mito de la pasividad de las mujeres, que por largos siglos se sostuvo,
principalmente desde la filosofía, tal como lo desarrollé en el capítulo 1 de este trabajo.
Esto es importante, por cuanto complejiza la cuestión y demuestra que nada es lineal y
mucho menos irreversible. Es decir, si hay mucho camino andado y construido para
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justificar la violencia hacia las mujeres, también es cierto que se abre un gran abanico de
posibilidades de deconstrucción para desandar lo andado.

El proceso de liberación de las mujeres en contextos de violencia familiar se pone en


marcha, cuando las mismas deciden hacer algo en relación con dichos contextos. Esto
implica lo que Villarmea denomina “conciencia emancipatoria”, es decir, cuando un
sujeto, en algún momento de su vida, cae en la cuenta de que puede modificar el curso de
su historia. Tati relata este estado de conciencia emancipatoria que la lleva a tomar una
decisión: “Hablé con mi hermano y le pregunté “¿vos decís que puede cambiar?” Mi
hermano me dijo que las relaciones así nunca terminan bien y van a terminar mal.
Entonces yo le digo ya está, si él está mal yo no lo voy a poder ayudar, él tiene un
problema y no depende de mí ni soy la culpable. Yo le pedí a él que se vaya del
departamento y él no quiso y había que cortar de alguna forma y como él no se iba, bueno
me fui yo” (Tati). Sin embargo, y tal como sucede con Tati, para que las mujeres en
contextos de violencia familiar puedan tomar decisiones y sostenerlas en el tiempo, son
necesarias ciertas condiciones objetivas y subjetivas, por ejemplo tener un lugar a donde ir,
tener algún ingreso o ayuda económica que le permita sobrevivr, contar con familiares,
amigos o instituciones que la apoyen y la contengan, mejorar su autoestima, trabajar los
miedos y sentimientos de culpa, entre otras.

Una vez tomada la decisión, las mujeres que están en contextos de violencia,
generalmente apelan al pedido de ayuda. Mariel acude a un colega de la escuela donde ella
trabaja y a la línea 10238. “Había un colega en la escuela con quien empecé una amistad.
Yo andaba con campera en verano y fue el único en el cual confié. Un día me bajé la
campera y le mostré mi brazo negro y lastimado. Además, llamé al 102” (Mariel). Como
Mariel, muchas mujeres en contexto de violencia intentan modificar el mismo pidiendo
ayuda. En muchos, al no encontrar respuesta, las mujeres desisten en su intento de seguir
pidiendo ayuda. Sin embargo, cuando son escuchadas, contenidas y ayudadas en estos
momentos cruciales, pueden emprender el camino hacia la emancipación.

En el caso de Natalia, pide ayuda a dos amigas: “Pude salir por unas amigas que cada
tanto nos comunicábamos por mensaje de texto, ya que él me cambió el chip, para que

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En Misiones, la línea 102 es un servicio telefónico gratuito para denunciar casos de violencia familiar. Es
administrado por la Dirección de Violencia Familiar y Género dependiente del Ministerio de Desarrollo
Social, la Mujer y la Juventud.
204

pierdan el contacto. La última información que tenían era que yo estaba viviendo sola,
porque nos habíamos mudado y empezaron a averiguar. Los vecinos me conocían y
llegaron donde yo estaba” (Natalia). Tal como Natalia, muchas mujeres, para poder salir
de los contextos de violencia donde se encuentran, recurren a sus amigas o amigos, es
decir, aquellas personas de confianza con las que pueden contar de manera incondicional,
sin que les reprochen o reclamen nada a cambio.

Si bien es importante contar con amigos, colegas, vecinos o conocidos, a los cuales las
mujeres en contextos de violencia pueden pedir ayuda, mucho más importante aún es
contar con el apoyo familiar, tal como se observa en los siguientes relatos: “A mí me
ayudaron mucho mis viejos. Mi papá le compraba los zapatos a Facundo, la ropa, no me
faltó nada a mí. Por eso también pude zafar. Mi mamá me dijo que me apoyaba, que me
hacía el aguante económico, moral y afectivo” (Verónica). “Mi familia estaba todo el
tiempo conmigo por teléfono, incluso mi papa viajó y estuvo un día y se tuvo que ir por él.
Hablé con mi mamó y ella me fue a buscar” (Tati). “Les conté a mi mamá y a mi papá lo
que estaba pasando. Ellos me dijeron que no querían que vuelva más con él” (Marta). A
pesar del aislamiento provocado por sus parejas, estas mujeres pudieron preservar los lazos
familiares y esto fue decisivo para comenzar a transitar el proceso de emancipación.

Además de este papel decisivo en el momento de la separación, el apoyo familiar


también es fundamental como refugio y protección luego de este momento, tal como lo
reconoce Natalia: “Actualmente, estoy viviendo con mis padres, por el temor a estar sola,
que se me acerque esta persona y otra vez me quiera manipular o me haga daño por todas
las amenazas. Porque quería seguir sola, hacerme cargo, pero no voy a poder.
Conociéndolo, por el bien de los nenes y para preservar mi salud y la de los nenes”
(Natalia). Natalia se protege a si misma y a sus hijos en el seno familiar, ante el riesgo de
nuevas agresiones o daños que pudieren provenir de su ex pareja. Lo hace por esta razón
objetiva, pero también por tener miedo y sentirse vulnerable ante nuevos intentos de
manipulación de parte de él. En general, muchas mujeres que podrían vivir solas, porque
cuentan con recursos económicos para ello, no lo hacen, por las mismas razones que
Natalia.

Además de lo anterior, un apoyo muy importante para iniciar el proceso de


emancipación pueden ser los grupos de autoayuda o de ayuda mutua, como se observa en
205

los siguientes relatos: “Yo voy a un grupo de autoayuda y me hace bien” (Claudia).
“Desde el año pasado comencé a venir al grupo de autoayuda, cada vez que puedo”
(Dina). “Yo todavía estoy confundida por lo que me pasó. Empecé una terapia en un grupo
y me gustó, pero me encantaría hablar con otras personas también” (Natalia). “Yo seguía
viniendo acá, al grupo de autoayuda y me fue dando coraje para asumir que yo sí podía”
(Soledad). En estos grupos se trabaja fundamentalmente la dimensión subjetiva y esto
resulta clave a la hora de fortalecer la autoestima de las mujeres, trabajar los miedos y la
sensación de culpa y fracaso.

El hecho de pedir ayuda, en si mismo, es importante como mecanismo de visibilización


de la violencia. Entre las muchas formas de pedir ayuda, el grito puede ser otro recurso
para que los demás se enteren del contexto de violencia, como en el caso de Mariel: “Me
acuerdo que él me agarró contra una pared, de los pelos y me tenía golpeándome contra
la pared. Yo le dije “si vos no me soltás, yo grito” y ahí empecé a gritar, para que los
vecinos escucharan” (Mariel). Con este recurso, Mariel busca detener la agresión o al
menos reducir su intensidad. En general, el grito suele ser un recurso comúnmente
utilizado para pedir ayuda, en este caso por las mujeres en contexto de violencia.

Otro recurso eficaz para intentar detener la violencia o al menos reducir su intensidad,
puede ser la amenaza de denuncia, tal como se observa en el relato de Claudia: “Me solté y
le dije: “vos podés más que yo, pero si yo todavía me puedo mover, me puedo levantar,
salgo de acá y te meto preso, así que vos decidís si me vas a seguir pegando o no”.
Entonces intervinieron los padres y le agarraron. A partir de ese momento, él nunca más
logró tocarme físicamente, sólo discutíamos” (Claudia). Al igual que Claudia, muchas
mujeres amenazan a sus parejas con hacer la denuncia a la policía, a la justicia, a los
medios de comunicación social o a los respectivos lugares de trabajo de los mismos. Esta
estrategia o recurso es más eficaz cuando las parejas o ex parejas de estas mujeres son
funcionaros públicos, profesionales prestigiosos, policías, entre otros, ya que temen quedar
al descubierto ante la sociedad y perder sus privilegios, status y/o trabajo.

En igual sentido, la denuncia constituye otro recurso al que apelan las mujeres. Dina
concurre a un servicio municipal de atención de la violencia familiar y, además, hace la
denuncia en sede judicial: “Yo fui a la casa de la mujer a pedir ayuda, si me podían
conseguir un préstamo, algo. Después, vine y expliqué mi situación y de acá me llevaron al
206

juzgado, hice la denuncia, todo, porque justo mi marido me había pegado” (Dina). Al
hacer la denuncia, Dina inicia un proceso judicial y la violencia toma estado público,
sentando un antecedente importante para el futuro de la relación de pareja y del contexto
de violencia, ya que se pone en marcha un dispositivo de control social.

En general, como último recurso, las mujeres que se encuentran en contextos de


violencia, suelen apelar al distanciamiento físico de sus parejas, como recurso para intentar
interrumpir el proceso de dominación y emprender el proceso de emancipación. Mariel
relata este intento: “Él me pegó una patada con el borceguí porque es mecánico vial. El
borceguí tenía punta de acero. Entonces yo me fui con Fernando, que era chiquito y me
acuerdo que me fui a la casa de una tía. Él me buscó por todos lados. Después me fui a la
casa de mi mamá” (Mariel). Mariel, después de una brutal paliza que recibe de su pareja,
busca distanciarse, como una forma de protegerse a si misma y a su hijo.

Otro ejemplo de la importancia del alejamiento físico, como inicio del proceso de
emancipación, podría ser el de Natalia: “Mis amigas me dijeron “vamos de acá, vamos,
llévate los documentos y listo” y me ayudaron a juntar todo. Busqué un flete rápido y
como no conseguí dejé las cosas ahí y me vine con los nenes en colectivo” (Natalia). Como
Natalia y Mariel, muchas mujeres logran distanciarse de sus parejas violentas por un
tiempo corto, otras de manera más permanente y otras de manera definitiva. Cada mujer
tiene su tiempo para elaborar internamente la situación, pero el hecho de intentarlo, de por
sí, es un indicador importante para comenzar el proceso de emancipación.

4.2. Estrategias de supervivencia e importancia del contexto

Como lo señalé en el apartado anterior, tanto para iniciar como para sostener los
procesos de emancipación, no alcanza con la conciencia emancipatoria y la capacidad de
toma de decisiones de las mujeres en contextos de violencia familiar, sino que se requieren
también condiciones objetivas y subjetivas. En este apartado, analizo algunas de estas
condiciones, identificadas en los relatos de las mujeres entrevistadas, sin que esto implique
agotar el desarrollo de las mismas.

Una condición objetiva fundamental para el proceso de emancipación de estas mujeres


puede ser el trabajo, tal como lo relatan Mariel y Soledad: “Yo trabajaba doble turno,
tenía dos interinatos, dentro de la docencia estaba trabajando bien” (Mariel). “Yo
cobraba poco, no cobraba mucho, trabajaba en dos casas. Después, cuando cumplimos un
207

año acá, yo conseguí un trabajo mejor y saqué un préstamo de 1.000 pesos en el


PROMUJER. Me armé un kiosco y dos meses funcionó de maravilla, porque yo no le
permitía a él tocar la caja. Yo llaveaba el kiosco cuando salía para mi trabajo” (Soledad).
Tal como Mariel y Soledad, en general, las mujeres buscan trabajo y se las arreglan para
seguir criando a sus hijos, porque saben que la independencia económica les posibilitará
salir de la situación de sometimiento y subordinación.

En general, cuando las parejas se separan, debe garantizarse el derecho a la cuota


alimentaria de los hijos. Sin embargo, esto no es lo que sucede en los contextos de
violencia familiar: “Yo me fui y le pedí el salario de los chicos. Hacía casi un año que
cobraba en la empresa. Me dijo que no me iba a dar nada. Yo reclamé muchas veces en la
defensoría y no pasa nada. Él firma, dice que sí, que me va a dar, pero no pasa nada.
Tengo un papel que me iba a dar el 30 %” (Elsa). Elsa reclama el derecho que les
corresponde a sus hijos, como muchas otras mujeres en este mismo contexto y, aunque a
veces no obtienen resultados, porque -como sostiene Marcela Rodriguez- “la justicia tiene
cara de varón”, el hecho de comenzar a exigir y hacer valer estos derechos, constituye un
paso fundamental para el proceso de emancipación.

Mas allá de exigir y pelear por la cuota alimentaria que les corresponde a sus hijos, Elsa
utiliza también otras estrategias para conseguir recursos económicos: “Me ayudó la
discapacidad que me dio la doctora. Me dieron para hacer una pensión. Todavía no
cobro, estoy esperando. Yo retiraba remedios y me ganaba 5, 6 ó 7 pesos. A veces cuido
bebés y por ahí me dan un poco de azúcar o harina. Hago masaje y costura en croché. En
invierno hago mucha ropita de bebé, de un pullover que se pueda desatar lo desato y hago
otra cosa. A cambio me dan una bolsa de mercadería o un poco de plata y así me
mantengo” (Elsa). Estas estrategias que pone en marcha Elsa, dan cuenta de la capacidad
de lucha de esta mujer para pelearle a la vida.

Esta lucha puede ser a veces por los bienes y servicios más básicos e indispensables que
requiere una familia para vivir, tales como la vivienda, la luz y el agua: “Yo luché mucho.
Donde nosotros vivíamos yo nací y fueron todos los de la EBY39 y nos querían sacar de
ahí. Tenían una orden de desalojo, pero no salimos. Tengo luz por un jefe de EMSA40.
Vino y me dijo que yo estaba enganchada. Le dije que no podía pagar, que pagaba cuando

39
Entidad Binacional Yacyretá, organismo responsable de la construcción de la represa Yacyretá.
40
Electricidad de Misiones Sociedad Anónima, empresa proveedora de energía eléctrica de Misiones.
208

trabajaba y después del traumatismo no pude pagar más. Me dijo que esperaban hasta que
cobre y solucione todo. El agua sigue viniendo la cuenta” (Elsa). Como Elsa, muchas
mujeres apelan a diversas estrategias de superviviencia y, en algunos casos, no les queda
otro recurso que las palabras.

Además de los recursos económicos que se necesitan para sostener los procesos de
emancipación en el tiempo, se requieren también otras condiciones, que tienen que ver con
defenderse de las amenazas o acosos de las ex parejas, intentar borrar los recuerdos de las
experiencias traumáticas vividas en los contextos de violencia y realizar actividades que
impliquen la construcción de nuevas subjetividades.

Para intentar defenderse de sus ex parejas, las mujeres suelen apoyarse en sus hijos
adolescentes o adultos, como sucede con Elsa: “Él sigue viniendo y esta vez no dejé que
me…después me llevó para el fondo, fuimos, “vamos a hablar” me dijo, quería tener
relaciones sexuales y yo no quería porque me indispuse y no, no, yo le dije que amistad
quería tener pero por los chicos, no, no más conmigo. Parece que mi hijo mayor me leyó
la mente. Él no estaba y yo le llamaba mentalmente que venga porque ya no aguantaba
más los nervios. Él no quiere saber nada de su padre, se queda por ahí o se acuesta y
escucha qué dice el padre, por si me quiere pegar o algo. Él me dice siempre “si te llega a
tocar otra vez como antes, que yo veía que te pegaba, yo le salto” (Elsa). Como muchas
mujeres, Elsa se apoya en sus hijos para defenderse del acoso continuo de su ex pareja.
Esta situación de potencial enfrentamiento entre padre e hijos podría derivar, obviamente,
en una tragedia familiar, tal como suele publicarse muy frecuentemente en los medios de
comunicación social.

Otra estrategia que también utilizan las mujeres, para intentar defenderse de sus ex
parejas, alejarlas o evitar que las sigan hostigando, suele ser formar una nueva pareja,
como en el caso de Elsa: “Me acompañé después de 2 años de separada. Yo me acompañé
más que nada para que el papá de los chicos no me joda más. Yo pensaba que si tenía a
alguien que me defienda, no me jodería más, no vendría a molestarme, ni a mi, ni a mis
chicos” (Elsa). Elsa forma nueva pareja buscando a alguien que la defienda. Intenta de esta
manera fortalecer su posición ante el continuo acoso de su ex pareja. Busca también
proteger a sus hijos y evitar el enfrentamiento directo con su padre. Con este recurso, Elsa
trata de disminuir el desequilibrio de la relación de poder con su ex pareja.
209

En este camino de consolidación del proceso de emancipación, las mujeres realizan


actividades que implican la construcción de nuevas subjetividades. Una de estas
actividades suele ser la práctica de la religión, como en el caso de Dina: “Yo iba a la
iglesia, uno escucha esos himnos, esos cánticos que te llega, que te da paz y te saca toda
esa angustia” (Dina). Para Dina, como para muchas otras mujeres, la religión se constituye
en una calma ante la tempestad de la violencia o un refugio ante la tormenta.

Por otra parte, bloquear en la memoria los recuerdos o experiencias traumáticas vividas
en los contextos de violencia familiar, suele ser otro recurso importante utilizado por las
mujeres para salir adelante en el proceso de emancipación, como en el caso de Mariel: “Yo
las cosas negativas traté de anular de mi mente, por eso muchas cosas no me vienen a la
memoria, por eso no me acuerdo de por qué discutíamos” (Mariel). Este constituye un
mecanismo de defensa que permite liberar la mente, para pensar en otra cosa, para generar
ideas o elaborar proyectos y ejecutarlos.

Hasta aquí, he analizado los recursos y estrategias utilizados en las relaciones de poder
construidas en los procesos de dominación y emancipación que identifiqué en las
entrevistas realizadas a mujeres en contextos de violencia familiar. Más adelante, integraré
estos recursos y estrategias en un análisis más integral de los procesos de dominación /
emancipación de estas mujeres. En el capítulo siguiente, abordo los procesos identitarios,
como otra de las cuatro dimensiones analíticas de este trabajo, además de las prácticas
sociales, los discursos y las relaciones de poder.
210

CAPÍTULO 9

LOS PROCESOS IDENTITARIOS

1. Los procesos identitarios

Las identidades son representaciones a través de las cuales los sujetos se reconocen a si
mismos, clasifican su mundo y se ubican en él. Es una construcción social y por lo tanto
resulta de disputas de sentido y de procesos de delimitación, exclusión e identificación. Es
un concepto relacional que, para construirse, necesita la presencia del otro con el cual se da
una aproximación o semejanza, pero también una distinción.

Los procesos identitarios implican juegos de reconocimiento. Éstos se dan como


relaciones de poder, con imputaciones de identidad impuestas al otro. Al establecerse a
través de un sistema relacional, las identidades se constituyen interna y externamente, a
través del lenguaje, los medios de comunicación, las leyes, entre otros, que reflejan el
reconocimiento social que tienen los sujetos.

Los sujetos no tienen una sola identidad, sino muchas identidades. Es decir, un mismo
sujeto tiene la posibilidad de asumir distintas identidades, según su posición y de acuerdo a
las situaciones con las cuales tiene que enfrentarse en su vida cotidiana. Algunas categorías
presentes en los procesos de construcción de identidad son el yo, el nosotros, el otro, las
marcas, los límites y los mecanismos de cohesión.

En los procesos de construcción de identidad, la constitución del yo tiene dos


dimensiones: una autodefinición y una definición atribuida. La primera se refiera a la
forma como los sujetos se ven a si mismos, mientras que la segunda resulta de la mirada de
los otros. La constitución del nosotros remite a cómo se identifican los sujetos como
colectivos sociales, cómo se autodefinen y cómo les gustaría ser vistos por los otros. Los
otros están fuera del yo y fuera del nosotros. Es el elemento de contraste que ayuda a la
construcción de identidades.
211

Como sostiene Stuart Hall (2003), las identidades son construidas dentro, y no fuera, del
discurso. Tenemos que entenderlas como producidas en localizaciones históricas e
instituciones específicas, dentro de formaciones y prácticas discursivas y por medio de
estrategias enunciativas específicas. Surgen dentro del juego de relaciones específicas de
poder y, por lo tanto, son más el producto de la marcación de la diferencia y la exclusión,
que signos de una unidad idéntica naturalmente constituida, una “identidad” en el sentido
de su concepción tradicional.

Para Hall, contrariamente a la forma en que se invoca constantemente, las identidades se


constituyen a través y no fuera de la diferencia. Esto implica el reconocimiento
radicalmente perturbante de que sólo a través de la relación con el Otro, la relación con
aquello que no es, con precisamente aquello que le falta, con lo que ha sido llamado su
afuera constitutivo se puede construir identidad.

Las marcas son exteriores y, por lo tanto, visibles, como por ejemplo, el hecho de ser
casado, soltero, varón, mujer, negro, blanco, entre otras. Son dispositivos distintivos
construidos por elementos conceptuales, identificaciones que se establecen a través de lo
que el grupo decide, define, defiende y lucha , por ejemplo el grupo de mujeres que lucha
por erradicar la violencia doméstica. Las marcas tienen un peso mayor en algunos lugares.

Los límites definen el grado de expansión, inclusión y tolerancia. Contiene o exige


reglas explícitas e implícitas que establecen hasta dónde va el nosotros, hasta qué punto se
toleran ciertas posiciones. Los mecanismos de cohesión son desarrollados por el nosotros
para la manutención del mismo. Articulan el fortalecimiento del nosotros y refuerzan la
distinción con los otros. Permiten destacar las semejanzas que fortalecen el nosotros y las
diferencias que lo separan en relación a los otros. Es decir, remiten a los mecanismos de
pertenencia internos y externos.

Finalmente, las identidades se construyen en el entramado de mitos, creencias y


prejuicios con los cuales se constituyen las relaciones sociales. Este entramado, aprendido
a través del proceso de socialización y endoculturación, actúa de manera consciente e
inconsciente en las prácticas sociales que producen y reproducen la vida social.

En este capítulo, analizo los procesos identitarios que pueden reconocerse en los relatos
de las mujeres entrevistadas. ¿Cómo se configuran las identidades en los procesos de
dominación / emancipación de las mujeres en contextos de violencia familiar? La respuesta
212

a este interrogante es el eje de este capítulo, cuyo contenido sigue el proceso metodológico
que detallo a continuación.

En un primer momento, transcribo los párrafos más significativos de las entrevistas,


donde se aluden a los elementos identitarios, sus significados y categorías teóricas con las
cuales se vinculan. El resultado de este primer momento lo expongo como ANEXO IV. En
un segundo momento, comparo un párrafo con otro de una misma entrevista y a su vez una
entrevista con otra, buscando las semejanzas y diferencias. El resultado de esta
comparación es un repertorio de elementos identitarios referidos a los actores. Luego, en
un tercer momento, analizo este repertorio, describiendo sus modalidades y significados e
interpretándolos desde el punto de vista teórico.

2. Repertorio de elementos identitarios de dominación y emancipación

Con los párrafos de entrevistas que expongo como ANEXO IV, realicé un trabajo
comparativo cuyo resultado es el siguiente repertorio de elementos identitarios de las
mujeres en contextos de violencia familiar.

a) Procesos de dominación

Elementos identitarios Significados y categorías teóricas


Crecer en la violencia La configuración familiar del “yo”
Sentir miedo El “nosotros” familiar
No poder seguir estudiando La configuración del “yo” en la pareja
Cerrarse o ser encerrada El “nosotros” como pareja
Pensar en suicidarse La mirada del “otro”
Creer en la pareja Las miradas de los “otros”
No tener ganas de arreglarse Las “marcas” de la infancia
Cambiar la forma de ser o de estar Las “marcas” de la violencia
Sentirse desvalorizada Las “marcas” de las identidades
Sentir vergüenza Los “límites” de las identidades
Trabajar desde pequeñas Los procesos de identificación
Sentir la responsabilidad de los hijos Los procesos de diferenciación
Sentir tristeza Los mecanismos de cohesión
Crecer sobreprotegida Los “símbolos” de las identidades
Caer en depresión Los procesos de subjetivación
Ser violada o abusada Las reconfiguraciones del “yo”
Quedar embarazada Las reconfiguraciones del “nosotros”
Creer que él va a cambiar Las relaciones de poder y las identidades
Sentirse sola Identidades personales y familiares
Acostumbrarse al maltrato Los mandatos sociales y familiares
Mostrar a los demás Los imaginarios sociales y las identidades
Las marcas de las palizas La configuración familiar del “yo”
Sentir lástima o lamentar El “nosotros” familiar
No querer otra pareja La configuración del “yo” en la pareja
Ser inocente o ingenua El “nosotros” como pareja
Sentir desarraigo o no adaptarse La mirada del “otro”
213

Sentir culpa Las miradas de los “otros”


Querer estar con otros Las “marcas” de la infancia
Sentirse comparada con otras Las “marcas” de la violencia
Sentirse avejentada Las “marcas” de las identidades
Perder la virginidad Los “límites” de las identidades
Tener todas las cualidades Los procesos de identificación
Sentirse elegida por Dios Los procesos de diferenciación
Ser de familia Los mecanismos de cohesión
Aguantar por el matrimonio Los “símbolos” de las identidades
No ser reconocida por la madre Los procesos de subjetivación
Sentirse sujeto con la familia Las reconfiguraciones del “yo”
Crecer abandonada por los padres Las reconfiguraciones del “nosotros”
Someterse como esclava Los imaginarios sociales y las identidades
Vivir enferma Los discursos y las identidades
Sentir rechazo por los hombres Mandatos sociales e identidades

b) Procesos de emancipación

Elementos identitarios Significados y categorías teóricas


Crecer en una familia no violenta La configuración del “yo” y del “nosotros”
Reconocerse y valorarse como mujer La mirada del “otro” y los “otros”
Hacer terapia Las “marcas” de las identidades
Tomar decisiones Los “límites” de las identidades
Valorar la paz y la tranquilidad Los procesos de identificación
Sentir asco o repulsión por la pareja Los procesos de diferenciación
Querer trabajar y tener ingresos Los mecanismos de cohesión
Darse cuenta que él no va a cambiar Los “símbolos” de las identidades
Distinguir un padre de un patrón La configuración del “yo” y del “nosotros”
Defender a la madre ante la violencia La mirada del “otro” y los “otros”
Querer imitar a otras parejas felices Las “marcas” de las identidades
Volver a cobijarse en la familia Los “límites” de las identidades
Conocer a otro hombre Los procesos de identificación
Ser consciente de la manipulación de él Los procesos de diferenciación
Ser realista y hacerse cargo de las decisiones Los mecanismos de cohesión
Refugiarse en el arte Los “símbolos” de las identidades

3. Análisis de los procesos identitarios de dominación

En este punto, analizo los siguientes elementos que identifiqué en los relatos de las
mujeres entrevistadas: crecer en la violencia, sentir miedo, no poder seguir estudiando,
cerrarse o ser encerrada, pensar en suicidarse, creer en la pareja, no tener ganas de
arreglarse, cambiar la forma de ser o de estar, sentirse desvalorizada, sentir vergüenza,
trabajar desde pequeñas, sentir la responsabilidad de los hijos, sentir tristeza, crecer
sobreprotegidas, caer en depresión, ser violada o abusada, quedar embarazada, creer que él
va a cambiar, sentirse sola, acostumbrarse al maltrato y mostrar a los demás. las marcas de
las palizas, sentir lástima o lamentar, no querer otra pareja, ser inocente o ingenua, sentir
desarraigo o no adaptarse, sentir culpa, querer estar con otros, sentirse comparada con
otras, sentirse avejentada, perder la virginidad, tener todas las cualidades, sentirse elegida
214

por Dios, ser de familia, aguantar por el matrimonio, no ser reconocida por la madre,
sentirse sujeto con la familia, crecer abandonada por los padres, someterse como esclava,
vivir enferma y sentir rechazo por los hombres.

3.1. Infancias violentadas, futuros hipotecados

En este apartado agrupo y analizo un conjunto de relatos que muestra cómo las
experiencias vividas en su infancia por las mujeres entrevistadas, construyeron su
subjetividad y dejaron en ellas, huellas y marcas profundas, que luego condicionaron, de
alguna manera, sus relaciones de pareja, favoreciendo los procesos identitarios de
dominación.

En efecto, en muchos casos, las infancias y las historias de vida de las mujeres
entrevistadas están “marcadas” por la violencia, como en los siguientes relatos de Elsa y
Marta: "Mi infancia de chiquita fue ver como mi papá y mi mamá se peleaban, eso me
quedó como un trauma, como una cosa, y después seguían peleando ellos y yo ya no me
hallaba en mi casa” (Elsa). “Mi papá tenía problema de alcoholismo. Recuerdo que hasta
los 10 años, mi papá le golpeaba mucho a mi mamá. Nosotros nos íbamos de la casa,
pedíamos ayuda y nunca tuvimos respuesta. Yo no entendía cómo mi mamá podía
aguantar tantos golpes, tanto maltrato” (Marta). Tal como en los casos de Elsa y Marta,
las primeras huellas de las mujeres en contextos de violencia familiar pueden provenir de
la infancia, infancias violentadas, marcadas por el maltrato, que sin dudas influirán en la
vida y decisiones futuras de estas mujeres.

Además, las “marcas” de la violencia no siempre son percibidas como tales por las
propias mujeres, como tampoco los “símbolos” que favorecen los procesos identitarios de
dominación, como en el caso de Soledad: “Mi infancia fue buena, digamos en parte,
porque mi papá tomaba mucho y le pegaba a mamá, a mí, a todos nosotros. Era malo sólo
cuando tomaba. Mi mamá trabajaba. Eran muy buenos conmigo, nunca me dejaron faltar
nada. De mi mamá y mi papá no tengo nada que decir. Sólo sentí cuando me sacaron del
colegio” (Soledad). Como sudece en este caso con Soledad, en general cuando se viven
infancias que transcurren en contextos de violencia familiar, de alguna manera estas
vivencias se aprenden e internalizan como naturales.

Otra experiencia de la infancia, que tiene una enorme importancia en la configuración


de procesos identitarios de dominación de las mujeres en contextos de violencia familiar,
215

suele ser el hecho de trabajar cuando eran niñas, como en el caso de Elsa: “A mi papá le
tenía que ayudar a hacer la casa, hacer los pozos para la casa, siempre como un varón”
(Elsa). La obligación de trabajar marca profundamente la infancia de Elsa, que no puede
jugar como una niña porque su padre la convierte en un peón.

En efecto, el trabajo marca también la infancia, la pubertad y la adolescencia de


Soledad, que no puede tener amigas, salir a pasear, bailar o divertirse, porque su vida
transcurre como empleada doméstica, tarefera41, ama de casa y “mamá” de sus hermanos:
“Yo trabajé en una casa de familia desde los 7 hasta los 15 años. Traía toda la plata a
casa, nunca fui a un baile, ni a la casa de mis amigas. Del colegio me iba a mi trabajo,
llegaba de mi trabajo e iba a tarefear. En casa, picaba leña para mi mamá, carreaba agua
de lejos y cuidaba a mis hermanitos más chicos” (Soledad). Como en el caso de Soledad,
cuando un niño o niña trabaja, asumiendo obligaciones y responsabilidades como si fuera
un adulto, en vez de ir a la escuela y jugar como cualquier otro niño, esto no le permite
disfrutar de esta etapa de su vida, compartiendo con otros niños, sino que tempranamente
lo convierte en un adulto, lleno de tareas que no son precisamente placenteras.

A su vez, el cuidado de los hermanos más chicos, como si fuera su madre, suele ser una
tarea que asumen las niñas por ser mujeres y especialmente si son “la mayor” de las
mujeres, como lo relatan Elsa y Soledad: “Después tuve que empezar a ayudarle a mi
mamá a criar a mis hermanos. Yo soy la más grande, la mayor de las mujeres” (Elsa). “En
casa, picaba leña para mi mamá, carreaba agua de lejos y cuidaba a mis hermanitos más
chicos” (Soledad). Elsa y Soledad, como muchas mujeres en general, cumplen un mandato
cultural basado en estereotipos de género, que asigna a las mujeres la tarea “natural” de ser
“madres” y la función “natural” de la “maternidad”, que incluye la reproducción, la crianza
y el cuidado de los hijos.

En este contexto de infancias violentadas, las mujeres entrevistadas sufren y se


lamentan por el hecho de no haber podido seguir estudiando, como se puede observar en
los siguientes relatos: “Yo hice la primaria, terminé cuando tenía 13 años y tuve que
empezar a trabajar como empleada doméstica” (Claudia) “Sentí cuando me sacaron del
colegio. Yo terminé la primaria con 14 años. Me encantaba ir a la escuela, mi pasión era

41
La tarefa es la tarea manual de podar las plantas de yerba mate, juntar las hojas en ponchadas y
transportarlas hasta el secadero para el proceso de industrialización. La ponchada es una cantidad de hojas de
yerba mate reunidas sobre una lona, cuyas puntas se anudan luego en forma cruzada formando un “atado”.
216

estudiar. Yo quería ser alguien, quería ser maestra jardinera, porque me encantaban los
chicos, eran mi pasión” (Soledad). Como en el caso de Claudia y Soledad, con la decisión
de no dejarlos estudiar, los padres sacrifican el futuro de sus hijas e hijos, aunque no lo
sepan o lo hagan con la mejor intención. La frustración que cargan las mujeres por no
haber podido seguir estudiando, suele ser como una pesada mochila que llevan consigo y
que les provoca mucha angustia e impotencia. Quizás el hecho de poder seguir estudiando
y valerse por si mismas, hubiera significado para estas mujeres otros cursos de vida,
alejados de la violencia o, al menos, hubieran tenido la posibilidad de contar con más
herramientas para intentar evitarla.

En relación a la oportunidad de seguir estudiando, puede resultar como una cruel


paradoja el hecho de que, cuando tienen la posibilidad de estudiar, ya no lo pueden hacer
por los estragos que ha causado la violencia en las vidas de estas mujeres, como se observa
en el relato de Elsa: “Yo quería ser maestra jardinera y no me dejaron, digo que no me
dejaron porque yo quería y lloraba, quería y no me dejaron…Muchas veces ya me
ofrecieron para estudiar, pero como yo a veces estoy bien y a veces no estoy bien de mi
cabeza, no quiero comprometerme porque por ahí justo cuando yo me levanto no estoy
bien” (Elsa). Como Elsa, muchas mujeres pueden quedar impedidas para trabajar o
estudiar, como consecuencia de años de violencia y sometimiento.

Siguiendo con las infancias violentadas, otro aspecto muy relevante en la configuración
de las identidades subjetivas de las mujeres entrevistadas, es la relación con sus padres en
lo que hace a la falta de reconocimiento, el abandono o las carencias afectivas, como en el
caso de Mariel: “Yo con mi mamá no podía contar. Lo que pasa es que nunca confié en
ella. Hasta el día de hoy, por ejemplo, no está de acuerdo con mi divorcio. Ella siempre
vio mis defectos y nunca resaltó lo que yo hago de positivo. Yo era súper exigente, muy
inflexible, era una persona muy nerviosa, con poca paciencia y muy estricta con mis hijos”
(Mariel). En el “yo” de Mariel tiene un lugar importante la falta de reconocimiento por
parte de su mamá. Esta carencia marca de tal forma su subjetividad, que la vuelve
perfeccionista y obsesiva. En general, las situaciones de carencia en el período de la
infancia, pueden condicionar la vida de las mujeres en contextos de violencia familiar.

Lo mismo sucede en el caso de Claudia, quien crece abandonada por su mamá y su


papá, a quienes conoce recién a los siete y catorce años respectivamente: “Vivíamos en la
217

casa de mi abuela. Cuando estábamos mejor, nuestra madre nos llevaba otra vez y así
quedábamos otra vez en la misma situación, hasta que el juez le intimó. Entonces ella
decidió que yo, como era la más chica, la más vulnerable y siempre estaba más enferma,
me quedara con mi abuela y mis otras dos hermanas se quedaron con ella, ahí nos
separaron”. El abandono de sus padres y la separación de sus hermanas, también marcan
profundamente el “yo” de Claudia y se constituyen en un elemento clave que favorece los
procesos identitarios de dominación en su relación de pareja.

Al crecer abandonada por sus padres, Claudia se aferra desesperadamente a su pareja y


éste aprovecha este hecho para someterla como esclava: “La historia con él se fue
empeorando. Yo era sometida, siempre estaba, lustraba sus zapatos, preparaba su
uniforme, el mate”. Esta búsqueda de contención y protección de Claudia se transforma en
una trampa mortal, ya que está sola y queda a merced de su pareja. Ella expresa en su
cuerpo el drama del abandono y la violencia: “Yo vivía enferma, con dolor de cabeza,
enferma del hígado. Prácticamente él me volvió inservible, una persona que no tenía
alegría”. Claudia vive con enfermedades que somatizan su padecimiento y su tristeza: El
abandono de sus padres, la separación de sus dos hermanas, la falta de estudio, el empleo
doméstico, la brutalidad y la violencia de su ex pareja.

Así como en Claudia, la experiencia de abandono de sus padres favorece los procesos
identitarios de dominación, sucede lo mismo con Marta, pero en relación con una
experiencia de abuso sexual intrafamiliar: “Fueron traumas que me costó mucho superar.
Eso fue uno de los temas por lo cual yo decidí estudiar la carrera de trabajo social. Yo caí
en un poso depresivo cuando llegué a cuarto año en la facultad, se removió mi pasado y
opté por contarlo a mi mamá y a mis hermanos. Lo que más me marcó fue que yo hablé
cuando cumplí 21 años recién, que yo tuve un intento de abuso sexual por parte de un
familiar. Nunca me animé a contar a nadie. Eso me reprimió mucho en mi etapa de
adolescente. Tenía miedo de tener novio, de estar con una persona, tenía miedo de contar
y que se entere mi mamá o mi papá”. Como sucede con Marta, las experiencias de abuso
sexual vividas en la infancia y en la adolescencia, dañan profundamente la subjetividad y
pueden producir traumas psicológicos difíciles de superar, que luego pueden transformarse
en depresión o incluso llegar al suicidio. Las mujeres que han padecido este tipo de
experiencias traumáticas en su infancia, pueden considerarse verdaderas sobrevivientes.
218

Sin embargo, es menester aclarar que no todas las mujeres que transitaron por contextos
de violencia familiar han tenido una infancia violentada ni traumática. Muy por el
contrario, muchas mujeres vienen de relaciones familiares saludables y algunas, incluso,
han sido sobreprotegidas por sus padres, como en el caso de Verónica: “Mi hermano me
lleva ocho años y seis mi hermana. Yo era súper protegida, demasiado protegida. Mi vieja
hacía todo en la casa, todo, absolutamente todo y nunca dejó que hagamos nada. Me
costó, por ejemplo, poder extender la cama al levantarme”. En general, la sobreprotección
suele consistir en una forma obsesiva de cuidado de los hijos, que no los prepara para ser
sujetos autónomos y construir sus propias vidas. En este sentido, y como lo analicé en los
relatos anteriores, tanto la falta de protección como la sobreprotección, pueden favorecer
los procesos identitarios de dominación.

3.2. Las huellas profundas de la violencia

Tal como lo realicé en el apartado anterior, también aquí agrupo y analizo un conjunto
de relatos que muestran cómo las experiencias traumáticas que van viviendo las mujeres
entrevistadas, en los contextos de violencia famliar, van reconfigurando sus identidades
subjetivas, dejando huellas indelebles, que van consolidando y profundizando cada vez
más los procesos identitarios de dominación. Esto se va dando en forma progresiva y
sistemática, en un proceso tal de degradación de la subjetividad que, finalmente, parecería
que la muerte constituye la única salida para estas mujeres en estos contextos.

Uno de los elementos que configuran los procesos identitarios de dominación de las
mujeres en contextos de violencia familiar, y que deja profundas huellas en éstas, suele ser
el miedo, como lo relata Mariel: “Sentía miedo. Una vez me llegó a lastimar los brazos,
tenía todo raspado los brazos y las piernas. Después me decía “no, pero yo no te hice eso,
yo no te pude haber hecho eso”, ahí me di cuenta que él estaba perdiendo la cabeza y me
podía llegar a matar. Cuando me separé, yo no sentí culpa, pero hasta el día de hoy
cuando yo discuto con Raúl, llaveo las rejas durante las 24 horas por ese temor a la
reacción de él”. En Mariel, como en muchas otras mujeres, la sensación de miedo perdura
aún después de la separación. Es una sensación que convive con ella y que subsiste, más
allá de que exista o no algún peligro objetivo.

¿Por qué o de qué sienten miedo estas mujeres? En algunos casos, no por ellas mismas,
sino por sus hijos. “No me animé a dejarle por miedo o qué sé yo. Tengo una hija de 15
219

años y el papá la trata muy mal. Tengo miedo que en la desesperación busque a alguien
parecido con el papá y termine como yo” (Dina). “Sentía pánico, pero no por mí. Miedo a
dormirme y que le haga algo al nene cuando estábamos viviendo juntos” (Verónica). “Yo
le tenía miedo, porque en una de esas estupideces, él podía hacerle algo a mi hijo o algo a
mí” (Claudia). Estas mujeres, como muchas otras, tienen miedo de que sus hijos o hijas
repitan la misma historia de violencia y sufrimiento, o bien de que puedan padecer algún
daño de parte de sus parejas.

También sienten miedo ante las amenazas de sus ex parejas, como en el caso de Tati:
“Sigo sintiendo miedo; capaz que es una fabulación mía, que nunca pase nada, pero él
siempre me amenazó, inclusive la última vez me amenazó”. El miedo que siente Tati es
real para ella y lo vive como algo muy inminente, aunque su ex pareja se encuentre en
Córdoba y ella en Misiones, es decir, a más de 1.000 km de distancia.

Pero, también sienten miedo ante lo desconocido o ante la incertidumbre de no saber


qué puede pasar, como en el caso de Elsa: “Como quedé embarazada, tenía miedo, no
sabía qué hacer. Mi mamá me pegó mucho…Tenía miedo de estar durmiendo en el brazo
de él, tenía miedo de la vida, no sé, tenía mucho miedo, no sabía qué me pasaría, hasta
hoy en día”. Elsa convive con varios miedos: a la reacción de su madre, al padre de su
hijo, a que la sigan golpeando, a lo que puede llegar a pasar y a la vida en general. En
general, muchas mujeres conviven con la sensación de amenaza aterradora que las
angustia, las paraliza momentáneamente, favoreciendo esto los procesos identitarios de
dominación.

Si bien el temor ante lo desconocido, comúnmente puede provocar angustia y ansiedad,


en otros casos, se puede sentir miedo ante lo conocido o comprobado por la propia
experiencia, por la posibilidad de que se repita, como el caso de Marta: “Yo sé que a mí me
va a costar mucho volver a empezar una relación, comenzar de cero, por miedo a volver a
pasar exactamente por lo mismo”. El miedo de pasar nuevamente por lo mismo, hace que
muchas mujeres, como en el caso de Marta, se sientan angustiadas e inseguras y esto las
puede llevar a privarse incluso, entre otras cosas, de inciar relaciones con nuevas parejas
que podrían resultar muy positivas para ellas.

Otro de los elementos que configuran los procesos identitarios de dominación de las
mujeres en contextos de violencia familiar, y que deja profundas huellas en éstas, suele ser
220

el encierro, como se puede observar en los siguientes relatos: “Después que me pasó todo
eso, empecé a ser más cerrada. No hablaba con nadie, me encerraba, me iba, trabajaba,
venía, me encerraba en mi casa, miraba la tele, estaba con mis hijos. Él no quería que
salga, no tenía amistades, no tenía nada, nada, no podía salir a pasear con mis hijos en la
plaza, porque él decía que yo iba a mirar otro por ahí” (Elsa). “Él no dejaba que yo me
relacione o que salga más allá de lo que era él. Dejé de lado mis amistades, dejé de salir”
(Marta). “Dejé de salir, de estar con mis amigos y de ir a la facultad. Yo quería terminar
mi carrera y tener un trabajo. Podría haberlo hecho, pero él no quería” (Natalia). Se
observa en estos casos cómo el encierro que padecen estas mujeres, va construyendo en
ellas la sensación de prisioneras o cautivas. Esto aumenta la vulnerabilidad y va
acompañado de una sensación de soledad e indefensión.

Desde manera, se inicia en estas mujeres un lento y progresivo cambio en su


subjetividad, como se observa en los siguientes relatos: “Yo me fui machacando sola, me
fui descuidando, dejando estar” (Tati). “Dejé de arreglarme porque me fue bajando la
autoestima, ya no me importaba, era alpargata, chinela, lo que sea, así no más, ni
maquillaje, ni aritos, nada” (Natalia). “Yo como persona me había descuidado mucho,
había engordado mucho, no me arreglaba” (Mariel). Si antes estas mujeres se arreglaban
para sentirse bien o sentirse más atractivas como mujer o simplemente porque apreciaban
la belleza o ésta era parte de su subjetividad, ahora la violencia va construyendo otras
subjetividades.

En este proceso, las mujeres no cambian sólo sus ganas de arreglarse, porque no se trata
sólo de una cuestión estética, sino que hay un cambio más profundo en ellas, de su manera
de ser y de estar en el mundo, como lo relata Tati: “Yo iba cambiando mi manera de vestir,
dejé de usar tacos, tenía que hacer otras cosas, vestirme de otra forma. Incluso yo tenía
que ser de determinada forma. Él me decía cómo ser, me obligaba a ser de cierta forma
con la gente de él. Yo tenía que hacer todo lo que él quería para que esté contento. Si yo
tenía sueño, me la tenía que bancar despierta, no le podía decir nada”. Se observa en Tati,
al igual que en muchas otras mujeres en contextos de violencia, cómo se va modificando su
forma de ser y de estar en el mundo, por las exigencias de su ex pareja. Es decir, su ex
pareja va contruyendo “otra” Tati y en esto, lógicamente, subyace un proceso de cambio de
personalidad y conducta.
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En efecto, la violencia modifica la personalidad y la conducta de las mujeres, como se


puede observar en los siguientes relatos: “La violencia te va aplacando, llega un momento
que uno no puede ni con la propia vida. Hubo un cambio en mí, soy histérica, exploto por
cualquier cosa, no tengo paciencia para terminar una conversación” (Dina). “Yo era una
persona de carácter fuerte, de imponer mis ideas y ahora soy muy sumisa. Cuando yo me
estaba por separar, me di cuenta que me estaba volviendo violenta, me estaba volviendo
histérica” (Mariel). “Dejé de pintarme, cambié totalmente la forma de vestirme. Él logró
que haya una distancia entre mi familia y yo. Por él me di cuenta que dejé todo” (Marta).
“Ahora veo en qué caí, cómo cambié de carácter, cómo me adapté y me fui amoldando a
él” (Natalia). Como se observa en estos relatos, los contextos de violencia van
construyendo “otros sujetos”, lo que implica nuevas identidades.

En este proceso de construcción de nuevas subjetividades e identidades, las mujeres en


contextos de violencia familiar, son sometidas a un profundo proceso de desvalorización y
degradación como seres humanos y como mujeres, como se puede observar en los
siguientes relatos: “Cada vez era peor el insulto y el desprecio, era de terror. Yo tenía tan
baja mi autoestima que si me hincaba una espada yo iba a decir que estaba bien. Él me
hacía entender que cualquiera era mejor, más linda, más todo, más inteligente que yo.
Encima yo no había terminado de estudiar, un montón de cosas, re mal. Cuando me
separé, yo sentía que tenía 30 años más” (Verónica). “Lo que más me duele es que él
nunca me valoró. Me decía que yo no servía como mujer, que no servía para nada, que era
una porquería y yo le creía” (Soledad). “Todo el mundo me decía que era una mamá muy
linda, que tenía una panza linda, pero él me decía que era gorda, que estaba horrible y me
hacía sentir fea” (Tati). El daño subjetivo es profundo y va corroyendo sistemáticamente
la autoestima de las mujeres: se sienten, se creen y se ven a si mismas realmente feas,
viejas, enfermas y gordas.

En este proceso, la tristeza es un rasgo muy presente en la subjetividad de las mujeres


en contextos de violencia familiar, como en el caso de Elsa: “Me levanto triste, a veces me
levanto temprano a veces me levanto más tarde, a veces no puedo dormir de noche, me
siento sola, me levanto les miro a mis 4 chicos míos, les acaricio a ellos, estoy con ellos,
pero me voy a mi cama y no tengo con quien hablar”. Elsa se siente sola sin una pareja, a
pesar de tener hijos y estar con ellos y esto le produce tristeza.
222

Al igual que Elsa, Claudia también siente una profunda tristeza: “Creo que un año fui
feliz, el resto de mi vida fue una cadena de tristeza, de llegar al punto tal que yo me subía
a un colectivo y me corría lágrimas de los ojos y no me podía controlar. Lloraba sin
querer. Llegué a un punto tal de depresión de no comer nada, pero me impulsaba mi hijo”.
La tristeza profunda se transforma en depresión, ese pozo anímico donde todo suele ser
cada vez más difícil y obscuro. Utilizando una métafora, es como un túnel donde la salida
se ve cada vez más lejos o tiende a desaparecer. Claudia vive en una “cadena de tristeza”,
como ella misma lo llama, pero se aferra desesperadamente a su hijo para sobrevivir y no
sucumbir.

Además de la tristeza, las mujeres entrevistadas cuentan cómo se sentían solas y cómo
esta soledad las condicionaba de tal manera que acentuaba la dependencia de sus ex
parejas, como relata Elsa: “Después falleció mi mamá cuando yo tenía 23 años. Mi nena
tenía 1 año y ahí me quedé más sola parece, hasta ahora a veces digo me hace falta mi
mamá ahora que yo estoy mal así”. Elsa se siente sola cuando fallece su mamá, pero en
realidad su mamá nunca la ayudó, es sólo una sensación de carencia porque se siente mal y
totalmente vulnerable ante la violencia de su ex pareja.

A su vez, Tati soporta la violencia de su ex pareja porque tiene miedo de quedarse sola
si él la abandona. “La primera vez que me golpeó, yo le pedí un tiempo para pensar y
como en ese momento no sabía y estaba sola volví con él. Yo pensaba que si él me dejaba
me moría, porque me iba a quedar sola”. Ella construyó su subjetividad con su familia y,
lejos de ella, se refugia en su pareja, buscando compensar lo que le falta. Es decir, se
construye subjetivamente una “familia postiza”, donde ubica a su ex pareja, y por eso
siente miedo ante la eventualidad de perderla.

En cambio, Soledad se siente sola porque no tiene a nadie en quien confiar. “Yo no
tenía en quién confiar, me sentía muy sola, tenía miedo por mis hijos, yo iba al trabajo
pensando qué va a ser de mis hijos si yo no voy a trabajar, qué van a comer”. Está aislada
socialmente y le aterroriza la idea de no poder ir a trabajar y no poder alimentar a sus hijos.

Una de las consecuencias de este proceso de construcción de nuevas subjetividades e


identidades, que se da en los contextos de violencia familiar, suele ser el hecho de
acostumbrarse al maltrato. Ante la persistencia de la violencia de su ex pareja, Tati se va
acostumbrando a ella, la va naturalizando, como si se tratara de una fatalidad: “Me
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acostumbré a estar con él”. Ella siente que no puede sobrevivir sin este hombre, que la va
construyendo a su imagen y semejanza, al igual que en el caso de Verónica: “Yo en
realidad me daba cuenta que fueron muchos años, no estaba enamorada, pero estaba re
encariñada, o sea acostumbrada al trato y también al maltrato. ¿Qué iba a ser de mi vida
si no me estaban diciendo inútil todo el día?”. La subjetividad de estas mujeres se fue
configurando desde y por la violencia, en un proceso lento pero inexorable. Se fueron
identificando con sus ex parejas y sólo ven en si mismas lo que ellos fueron construyendo.

El proceso de degradación de estas mujeres es tan profundo, que la muerte aparece


como la única alternativa para ellas, de poder terminar con el contexto de violencia donde
se encuentran, tal como se observa en los siguientes relatos: “Alguna vez pensé en
suicidarme…y después pensaba en mis hijos” (Elsa). “Quise suicidarme, pero creo que no
lo hice por mi hijo” (Claudia). “Pensé en suicidarme, pero pensaba ¡voy a abandonar a
mis hijos! ¡cómo me voy a ir!” (Natalia). “Yo me acuerdo que una vez fuimos a Brasil en
las vacaciones de julio y cuando estaba caminando por la playa con Fernando y Daniela
se me cruzó por la cabeza meterme en el mar con ellos, matarme con los dos. Me fui
metiendo cada vez más adentro, hasta que ellos se empezaron a mojar y me dijeron
“mami, nos estamos mojando” y ahí yo reaccioné y retrocedí” (Mariel). Como
observamos en estos relatos, los hijos suelen significar un “límite” ante la muerte. En
general, las mujeres en contextos de violencia piensan en el suicidio porque lo ven como
una liberación ante la falta de sentido de sus vidas, pero no lo hacen, porque piensan en sus
hijos y esto de alguna manera constituye una poderosa razón para seguir viviendo.

3.3. Las marcas de la dominación

Siguiendo con lo abordado en los apartados anteriores, en éste también agrupo y analizo
un conjunto de relatos que muestran otras experiencias traumáticas vividas por las mujeres
entrevistadas, en los contextos de violencia famliar, que van dejando marcas visibles e
invisibles, que se traducen en disminución de la autoestima, miedos, desvalorización como
mujer, entre otras, y que favorecen los procesos identitarios de dominación.

Un hecho que quizás resulte el más terrible en cuanto a secuelas y marcas en la


subjetividad de cualquier ser humano es la violación. Éste es el caso de Mariel, quien
mantiene intacta la memoria de lo que ella califica como “el momento más horrible” de su
vida: “Después terminé el último año del magisterio y me encontré con Raúl. Era un
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compañero del secundario. Yo tenía 23 años y nunca había tenido contacto con nadie, al
tercer día cuando yo me di cuenta, él me estaba sacando la ropa, yo le decía que no, pero
él me forzó. Fue el momento más horrible de mi vida”. Esta experiencia de Mariel con su
ex compañero de secundaria, que luego se transforma en su ex pareja, produce en ella una
“marca” tan profunda, que se transforma en “estigma”, y que seguramente la acompañará
por el resto de su vida.

De la misma manera que la violación, como violencia física, conlleva una enorme
secuela psicológica, los golpes dejan profundas marcas en el cuerpo y en la subjetividad de
Elsa: “Él me pegó brutal, yo estaba embarazada de 8 meses, fue toda una marca en el
cuerpo completo, yo tenía miedo y no sabía qué hacer”. Elsa tiene muy viva en la memoria
la “marca en el cuerpo completo” que le provoca el castigo, además del “miedo” y del
“no saber qué hacer” ante esa situación. Para ella, ya nada será igual después de este
hecho y esto constituye un hito en su historia de vida.

Sin embargo, como una paradoja, a pesar del daño físico y subjetivo que le provoca su
ex pareja, Elsa siente lástima y se lamenta por ella, por él y por el “nosotros” que hubiera
sido: “Siento lástima, porque a pesar de todo lo que me hizo, que me dejó destruida y que
ya no puedo trabajar más ahora, me da bronca, ganas de llorar, porque él viene y dice que
se siente solo, quiere que volvamos con él”. Ella está destruida y con incapacidad laboral,
pero llora porque le conmueve que él se sienta solo y le proponga volver con él. Llora
porque se identifica con él y con el “nosotros” que ya no es o que nunca fue.

A pesar de que Elsa ya no quiere tener otra pareja después de las experiencias de
violencia y de desengaño que vivió, sin embargo, ella lo hace por los hijos, no por ella,
porque si fuera por ella le gustaría encontrar a alguien: “Yo por mis hijos trato, no quiero
hacer más pareja porque ya están grandes y medio que ya vieron lo que me pasó con el
papá y después lo que me pasó con el otro. Si Dios quiere, como dicen, a lo mejor por ahí
encuentro una pareja que me entienda. Sí, porque todavía no encontré una pareja que esté
conmigo, alguien con quien tomar un mate, un tereré, salir a caminar”. Se obsevan aquí
las múltiples identidades que configuran la subjetividad de Elsa. Como “mamá”, siente la
necesidad de preservar a sus hijos, de otros hombres que pueden llegar a ejercer violencia
hacia ellos, pero como “mujer”, ella desea profundamente encontrar otro hombre, un
compañero, que la entienda y la contenga.
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Contrariamente al caso de Elsa, Soledad siente rechazo por todos los hombres: “No
quiero tener otro marido. No deseo y no creo que pueda, porque siento que va a ser lo
mismo. Tengo pavor del que me dice „qué linda que sos‟. Es como si me dijera „qué
asquerosa que sos‟ y siento rechazo”. Soledad siente que no puede superar el trauma
provocado por su ex pareja y le parece asqueroso cualquier halago que recibe de los
hombres. Ha quedado profundamente dañada por la violencia y esto marca un límite entre
ella y esos hombres.

Otro de los elementos en los procesos identitarios de dominación, es la construcción


ante la sociedad, de la ficción de un “nosotros” que, no sólo no existe en la realidad de la
relación de pareja, sino que oculta el contexto de violencia en que se encuentran las
mujeres, como se observa en los siguientes relatos: “Después, las cosas se fueron
agravando cada vez más. Eran peleas más fuertes sin motivos, pero nosotros delante de
los demás éramos una pareja ideal” (Mariel). “Cuando salíamos era otra cosa. Era re
atento, re adorable, sobre todo con la gente del trabajo” (Tati). “Cuando empezamos a
ser novios yo pasé las mil y una con él, porque ante la sociedad yo no era nada, no existía.
Vivíamos juntos. Toda la familia de él y mi familia sabían que éramos pareja, pero ante la
sociedad y sus amigos él decía que no, entonces no éramos nada y así estuvimos viviendo
un año. Yo me aguanté” (Marta). Mariel reconoce que muestra ante los “otros”, con su ex
pareja, una imagen “ideal”, que oculta totalmente la violencia creciente en la pareja. Tati
admite que este “ideal” se da cuando se muestran como “pareja” ante los demás y no en
la cotidianidad. En cambio a Marta le preocupa que ante los “otros” no exista un
“nosotros” como pareja, parece más preocupada por esto que por la violencia psicológica
que su ex pareja ejercía sobre ella. En general, la necesidad que tienen estas mujeres, de
“mostrar” que están “en pareja”, forma parte de los mandatos sociales, a los cuales ya me
referí anteriormente en varios apartados de este trabajo.

Por otra parte, las mujeres en contextos de violencia familiar construyen su subjetividad
en función de lo que les dicen sus parejas, en quienes terminan confiando ciegamente,
aunque todo lo que digan sea mentira, como lo relatan Soledad y Verónica: “Él me decía
que yo no servía como mujer, que yo no servía para nada, que yo era una porquería y yo
le creía” (Soledad). “A los pocos que les dije, él les decía que yo estaba loca. Yo también
creí que estaba loca” (Verónica). Los discursos de sus parejas lentamente van
construyendo “otros” sujetos en estas mujeres.
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¿Por qué creen estas mujeres en sus parejas? Podemos decir que por varias razones. Una
de éstas, es porque se terminan convenciendo después de escuchar tantas veces lo mismo,
como lo relata Claudia: “Todo lo que él me decía yo creía que era. Me decía “vos estás
loca” y yo pensaba “¿será que yo realmente no estoy loca?, ¿será que él no tiene razón y
soy yo la enferma?”. Uno cree de tanto que te dice”. Utilizando otra metáfora, es como la
gota de agua que cae insistentemente sobre una roca y finalmente logra corroerla, aunque
sea la más dura de las rocas.

Además, creen en sus parejas porque se sienten mal y están confundidas: “Tenía miedo
hasta de hacer terapia, porque me iba a tratar de loca. Hasta llegué a creer que estaba
loca, estaba mal y confundida” (Tati) o porque aman a sus parejas: “Querés tanto a esa
persona, que le terminás creyendo, cosa por cosa, aunque sepas que está mal, parece que
te convencés. Uno se da cuenta pero se deja llevar. Te mienten y te mienten y te dan
explicaciones de su mentira y vos le terminás creyendo. Ahora veo que eran mentiras, todo
era mentira, todo lo que yo viví era sólo una mentira” (Natalia). La afectividad juega en
estos casos un papel importante, porque no deja ver el daño que provoca la violencia.

En este sentido, con la esperanza de que “él va a cambiar”, las mujeres en contextos de
violencia familiar soportan y aguantan a sus parejas, aunque las consecuencias sean
dramáticas, como lo relatan Tati y Mariel: „Yo tenía la esperanza de que él cambie” (Tati).
“En la escuela nunca nadie se dio cuenta. Yo pensé que él iba a cambiar. Como decían, yo
le embarro a él, después él cambia y nos arreglamos y cómo va a quedar él delante de mi
mamá y mi papá” (Mariel). Es una ilusión ingenua de estas mujeres, una fantasía a la que
necesitan aferrarse para sostener tal vez la “ficción del matrimonio” o la “ficción de la
familia” con las cuales configuraron su “yo”.

Pero también creen las mujeres porque sus parejas descubren que pueden satisfacer en
ellas necesidades de atención, compañía, afecto, seguridad y protección, como relata Tati:
“Siempre estaba muy pendiente de si me faltaba algo. Se volvió una necesidad para mí:
me facilitaba las cosas, me hacía sentir segura, protegida, me acostumbré a estar con él.
Yo pensaba que si él me dejaba yo me moría, porque me iba a quedar sola”. Como Tati,
muchas mujeres no perciben que esta sensación de protección es sólo eso, una sensación,
basada en la idea de que los hombres protejen a las mujeres o que éstas necesitan
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protegerse o cobijarse en un hombre. Esta idea deviene del imaginario social construido en
torno a la imagen de los varones como fuertes, protectores y proveedores.

3.4. La religión construye subjetividad

Finalizando con lo abordado en los apartados anteriores, en éste agrupo y analizo un


conjunto de relatos que muestran cómo la religión, como componente simbólico de la vida
social y familiar, constituye un elemento central en la configuración de las identidades de
las mujeres entrevistadas, favoreciendo esto, en muchos casos, los procesos identitarios de
dominación en contextos de violencia familiar.

En este sentido, precisamente por su significación religiosa, perder la virginidad antes


del matrimonio fue algo terrible para Mariel. “Y yo que era re estructurada, que tenía el
sueño que me iba a casar con él, por la formación religiosa, porque yo era catequista. Yo
pensaba que nadie me iba a aceptar, ahora digo que estúpida, con mi novio anterior
también era tradicional, me iba a casar virgen, yo dije quién me va aceptar a mi después”.
Para ella y según sus convicciones religiosas, su máximo ideal era entregar su virginidad a
su futuro esposo después de contraer matrimonio cristiano y constituir una familia “como
Dios manda”, pero, al perderla, siente que ningún hombre la va a aceptar y que, por esta
razón, ya no tiene valor como mujer y jamás va a poder formar aquella familia.

En este mismo contexto religioso, Mariel se ve a si misma con “todas las cualidades”
como mujer: “Tuve un novio que salí 6 meses, que también era súper religioso y quería
que llegáramos al casamiento, así que era un franeleo nomás, nunca llegamos a nada. Yo
era re-estructurada, tenía todas las cualidades, era demasiado buena y él no quería
lastimarme y se alejó de mí”. Además, se siente elegida por Dios para “salvar” a su ex
pareja de la situación en que se encontraba: “Cuando yo empecé a salir con él los padres
lo habían echado de la casa, así que estaba en plan de victima y ahí fue cuando yo dije
“Dios me puso a este muchacho”. Yo pensé que mi misión era tener un apostolado con él.
En ese momento pensé, como él estaba mal en la vida, yo dije “Bueno, Dios me puso a él
en la vida”. Esta formación religiosa, favorece los procesos identitarios de dominación en
contextos de violencia familiar, ya que Mariel intenta llevar a cabo un apostolado con su ex
pareja, como una misión sagrada encomendada por Dios que ella debe cumplir
indefectivamente.
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Además, en este contexto religioso está muy presente la moral cristiana, como lo relata
Mariel: “Yo era de familia digamos, nunca tuve una actitud incorrecta, porque yo era muy
de la casa, que estuviera todo en orden, limpio”. Para Mariel, “ser de familia” significa
“ser de la casa” y la mujer cristiana es una mujer de la casa. Por eso ella se considera “de
familia”, en el sentido de “familia cristiana”, donde reina la virtud y la perfección
humana. Por eso se considera a si misma incapaz de cualquier actitud incorrecta.

Al igual que Mariel, Tati también crece en un contexto religioso: “Por el hecho de estar
lejos de mi familia, él me hacía sentir segura, protegida. Sin mi familia, siento que no
estoy completa”. La “familia cristiana” donde crece Tati es un factor decisivo en la
constitución de su “yo”, hasta tal punto que no se siente completa sin ella. Por este hecho,
al alejarse de su familia para ir a estudiar, se siente sola, insegura y desprotegida. Esto
favorece los procesos identitarios de dominación, dado que ella busca protección en su ex
pareja.

4. Análisis de los procesos identitarios de emancipación

En este punto, analizo los siguientes elementos, identificados en los relatos de las
mujeres entrevistadas: crecer en una familia no violenta, reconocerse y valorarse como
mujer, hacer terapia, tomar decisiones, valorar la paz y la tranquilidad, sentir asco o
repulsión por la pareja, querer trabajar y tener ingresos, querer imitar a otras parejas
felices, volver a cobijarse en la familia, conocer a otro hombre, ser consciente de la
manipulación de él, ser realista y hacerse cargo de las decisiones y refugiarse en el arte.

4.1. Cuando el reconocimiento empieza por casa

En este apartado, agrupo y analizo un conjunto de relatos que muestran cómo,


contrariamente a lo sucedido en el caso anterior, de dominación, el hecho de tener
experiencias felices en la infancia y relaciones familiares democráticas, favorecen
indudablemente los procesos identitarios de emancipación de las mujeres en contextos de
violencia familiar.

En este sentido, la experiencia de crecer en una familia no violenta, puede ser


fundamental para la emancipación de mujeres en contextos de violencia familiar, como lo
relatan Dina, Tati y Natalia: “Yo vengo de una familia no violenta. Se hablaba, se
charlaba” (Dina). “Mi mamá tenía una boutique para damas y mi papá tenía una
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distribuidora y yo siempre andaba jugando por ahí y ellos trabajando” (Tati). “Yo vengo
de una familia sana. Papá trabajaba, estaba con mamá, colaboraba, se ayudaban en todo,
salían juntos, había diálogo, se celebraban las fiestas” (Natalia). En general, estas
experiencias les permiten a las mujeres conocer otras formas de ser y estar en el mundo, de
amar y ser amadas, y de saber que es posible otro modo de relacionarse. Esto favorece, sin
dudas, los procesos identitarios de emancipación.

A su vez, para transitar procesos de emancipación, suele ser indispensable ir


reconociéndose a si mismas y valorándose como mujeres, como en el caso de Soledad:
“No me voy a dejar pisotear por nadie más. Me siento demasiada mujer. Yo pensaba que
no iba a poder, que no servía para nada, que era una basura, pero no es así, tengo mucho
valor. Yo aguanté tanto tiempo porque quería sentirme segura de poder darles lo mejor a
mis hijos. Hace un año atrás yo no me sentía segura; aunque yo mantenía casi sola la
casa, no me sentía segura de poder, ahora sí”. Soledad va adquiriendo seguridad en si
misma y se siente mujer, algo que es muy importante para el proceso identitario de
emancipación que está iniciando.

Por otra parte, este proceso implica ir recuperando la autoestima y los proyectos, como
lo hace Natalia: “Ahora volví a lo que yo era antes, aunque no del todo. Encontré
amistades que no podía ver y me están contando cosas, la señora que nos alquilaba me
está contando cosas y yo no quiero que él vuelva. Si quiero formar otra pareja, va a tener
que aceptar muchas cosas, cómo soy yo, mis hijos…No voy a dejar más mi carrera, no voy
a dejar más a mis padres, nunca más voy a resignar nada”. Ene general, la capacidad de
recuperar la ilusión de que otra vida es posible y que pueden comenzar una nueva etapa,
mejora la autoestima de las mujeres y fortalece su “yo”.

Además, implica ir tomando conciencia de la propia dignidad e ir perdiendo el miedo,


como en los casos de Marta y Dina: “No tenía sentido que yo sea esclava de él, aparte yo
no nací para ser esclava ni servir a nadie. Yo no tengo miedo, no le tengo miedo a él”
(Marta). “Después empecé a decir que no, dejé de pedirle perdón, dejé de correr detrás de
él. En las relaciones sexuales yo tomo la decisión. A veces me dice “entonces, yo voy a
buscar a otra y no te quejés” y yo le contesto “no importa, yo también puedo encontrar
otro, no te preocupes” (Dina). En general, para comenzar a transitar el proceso de
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emancipación, suele ser fundamental desterrar el sentimiento de miedo, que en la mayoría


de las veces paraliza a las mujeres en contextos de violencia familiar.

En este proceso, el autoreconocimiento implica recuperar el “yo”, pensar en si mismas y


redescubrirse como mujeres, como lo relata Mariel: “Ahora pienso diferente, ahora pienso
en mí, en comprarme una crema o lo que sea. Leo libros, pienso en mí, tengo ganas de
arreglarme y me permito comprarme cosas y hacer cosas por mí. Estoy mejor, aunque voy
a poder rehacer mi vida el día que Raúl me deje tranquila por completa, que no me
moleste más, el día que él rehaga su vida y se olvide de mí”. En general, el sentirse
nuevamente mujeres plenas y con derecho a rehacer sus vidas, favorece el proceso de
emancipación y las prepara para nuevos desafíos.

A su vez, para poner en marcha procesos de emancipación, suele ser fundamental el


hecho de saber tomar decisiones, como en los casos de Elsa, Claudia y Soledad: “A las
mujeres que están pasando por la situación que yo viví, les digo que no aguanten, que
tomen una decisión, porque el hombre que les pegó una vez no les va a dejar de pegar
nunca más. Yo un día me decidí y cambié” (Elsa). “Un día, de tanto que me quedé
llorando, cuando se fue dije no, a partir de hoy ya no voy a volver a llorar, o sea se
terminó” (Claudia). “Yo le dije ¿vos pensás que soy tu empleada? me cansé, no te quiero
más, de acá en adelante no me vas a dominar más, se acabó” (Soledad). Además de saber
tomar decisiones, se puede observar en estos relatos cómo en estas mujeres se da un
proceso previo de conciencia emancipatoria, que resulta indispensable para el acto
decisorio, ya que no surge de la nada, sino de este proceso.

Muchas veces estos procesos deben ser reforzados con ayudas externas. Hacer terapia
ayuda a la reconfiguración del “yo” de las mujeres en contextos de violencia familiar,
como lo reconocen Tati, Mariel y Soledad: “Yo empecé a hacer terapia y ahí me di cuenta
que yo me sentía culpable y que no era mi culpa, que no estaba loca. Ahora estoy re bien,
no tengo tristeza y me gustaría tener mi casa, vivir con mi hijo y formar una pareja”
(Tati). “Yo me doy cuenta que no me vendría mal un psicólogo, hacer un tratamiento y
tratar de superar todo lo que me cuesta superar, porque hay cosas que me afectan
muchísimo” (Marta). “Yo seguía viniendo al grupo de autoayuda y me fue dando coraje
para asumir que yo sí podía. Yo traté de olvidar, gracias al grupo de autoayuda, estoy
tranquila, estoy feliz de haberme separado y no siento rencor por él” (Soledad). En
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general, la terapia puede convertirse en el sostén principal en el proceso de recuperación de


las mujeres que han vivido en contextos de violencia.

En el caso de estas mujeres, al iniciar procesos de emancipación, suelen valorar la paz y


la tranquilidad por sobre todas las cosas, como lo relatan Dina y Claudia: “Mi sueño es
llegar a casa, poder hablar despacio, sin que los vecinos escuchen y estar en paz. No
importa que no haya manjares para comer, sino comer en paz” (Dina). “Hoy gracias a
Dios me siento bien, en paz. En mi casa hay paz. No tenemos muchas cosas, pero puedo
dormir tranquila. A veces viene alguien a casa, tengo amigas. Antes a las 8 de la noche yo
me iba a dormir, pero ahora es la una de la madrugada y estamos sentados afuera con mi
hijo, comiendo un pancho, tomando un jugo, escuchando música. Es lindo tener paz, es
algo muy lindo” (Claudia). La mayoría de las mujeres que han vivido en contextos de
violencia, valoran profundamente los momentos de paz y tranquilidad que se manifiestan
en las pequeñas cosas de la vida. Se produce en ellas un proceso de resignificación de
valores y prioridades en la vida.

En este proceso de resignificación, suelen emerger en las mujeres las ganas de trabajar y
querer tener ingresos propios, como se puede observar en los siguientes relatos: “Yo quiero
trabajar, pero me da bronca porque no puedo” (Elsa). “Desde que yo empecé con el
negocio, me empezaron a afectar menos las cosas, empecé a tener una personalidad más
fuerte, me ayudó a tener autonomía y dinero, a defenderme a mí misma, mis valores y lo
que soy” (Dina). “Me sirvió estar sola, a ser más independiente, a buscar trabajo” (Tati).
En este sentido, la independencia económica es vital para el proceso de recuperación de las
mujeres en contextos de violencia familiar, no sólo porque la cuestión económica genera
autonomía, sino porque las hace sentir útil y capaz de sobrellevar su vida y la de sus hijos
de manera digna.

4.2. Mirar la vida con nuevos ojos

Continuando con lo abordado en el apartado anterior, en éste agrupo y analizo un


conjunto de relatos, que muestran cómo las mujeres en contextos de violencia familiar, a
través de distintos recursos tales como la toma de conciencia, el hacerse cargo de sus
decisiones, la recuperación de los sueños y proyectos, las actividades, la vida familiar, los
amigos, entre otros, van reconfigurando sus subjetividades, favoreciéndose de esta manera
los procesos identitarios de emancipación.
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Como lo menciono en el apartado anterior, un punto de partida muy importante en el


proceso de emancipación, suele ser la toma de conciencia, es decir, el proceso en el cual
las mujeres se van dando cuenta de lo que les está pasando y de lo que puede ocurrirles en
el futuro si no toman una decisión, como lo relatan Elsa y Dina: “Me di cuenta que él no
va a cambiar nunca si no se hace un tratamiento o algo así. Me di cuenta cuando mi hijo
mayor se fue a vivir con él a los 13 años y volvió porque se peleó con el papá” (Elsa). “A
veces pienso que si yo sigo estando con el papá de mis hijos empeoro las cosas, porque él
nunca va a cambiar. Ellos nunca van a ver ni van a aprender que hay otra cultura, otra
educación, otra forma de vivir” (Dina). En general, el darse cuenta suele provenir de una
comprobación empírica, que, en los casos de Elsa y Dina, lo expresan con la frase “él no
va a cambiar”. Esto impulsa a las mujeres a iniciar procesos identitarios de emancipación.

Otro ejemplo de la importancia de la toma de conciencia para estos procesos, es el caso


de Dina: “Él no sabe definir entre el bueno y el estúpido. Yo fui buena y él creyó que yo
era estúpida, pero el bueno tiene un límite y él no se fijó en mis límites, fue cargando de
gota en gota hasta que rebasó el vaso y ahora no le doy más explicaciones”. Dina es
consciente de la manipulación de su ex pareja, ella se ve a si misma como una buena
mujer, mientras que él la ve como una estúpida. Esta imagen de si misma la lleva a
reaccionar y enfrentar a su pareja cuando la gota de agua rebasa los “límites” del vaso.

A su vez, el camino hacia la emancipación empieza por ser realista y hacerse cargo de
las decisiones que uno ha tomado en la vida, como lo reconoce Natalia: “Yo quería algo
así, lealtad hacia tu pareja, compañerismo, ayudarse en todo, afecto, cariño y no se me
dio. Podría estar recibida, trabajando y cuidando a mis hijos de otra manera. Y bueno,
pero las decisiones que uno toma tienen consecuencias y hay que hacerse cargo”. Natalia
sueña con tener una pareja que se parezca a sus padres. Creció en una familia con afectos,
donde se practicaba el compañerismo, el diálogo y la lealtad al “otro”. Ella busca este
modelo en su ex pareja, pero sólo encuentra violencia y, entonces, de un modo muy
realista, se hace cargo de su decisión.

En este camino, algunas mujeres no pierden la esperanza de volver a ser felices al lado
de otros hombres, como en el caso de Elsa: “A veces me sentaba en la plaza y miraba a las
parejas con los hijos felices y yo decía siempre cómo me gustaría estar a mí así, pero
nunca pudo ser. Si Dios quiere, como dicen, a lo mejor por ahí encuentro una pareja que
233

me entienda. Sí, porque todavía no encontré una pareja que esté conmigo, alguien con
quien tomar un mate, un tereré, salir a caminar”. A pesar del maltrato y del contexto de
violencia que vive, Elsa no pierde la imagen de la pareja feliz y sueña con ella. En general,
la esperanza de encontrar un compañero con quien compartir la vida, es un motor
importante a la hora de comenzar a transitar el camino de la recuperación y autovaloración
como mujeres.

Asimismo, la experiencia de conocer a otro tipo de hombre, que las ame y las proteja,
puede ser clave para el inicio y consolidación del proceso de emancipación, como lo
reconoce Mariel: “Lo que me ayudó fue mi otra pareja, porque él es la ternura
personificada. Me ayudó a superar eso, por ahí me quedaron muchos conflictos, pero en
esta parte masculina no tengo rencor. Fue él quien me ayudó a superar mi situación, pero
se volvió como algo enfermizo. Encima, seguimos trabajando juntos, estamos
constantemente hablando y seguimos siendo amigos. Cuando él se fue, me dijo que,
cuando seamos viejos, vamos a estar juntos”. Mariel pasa de la brutalidad de un hombre
violento a la ternura de otro hombre que la ayuda en el proceso de emancipación.

Por otra parte, algunas mujeres prefieren refugiarse en sus familias y no desean volver a
ser esposas o compañeras, sino hijas nuevamente, como ocurre con Verónica: “Después,
yo me enganché con la facultad de nuevo, empecé a ser hija, o sea, era madre pero era
hija también, estaba protegida con mis viejos. Eso me re ayudó”. Como un mecanismo de
protección y de reconfiguración de su “yo”, Verónica vuelve al seno de su familia y se
cobija en ella. Se vuelve a sentir hija y esto le permite revivir su infancia y su adolescencia
feliz. Esto la hace sentir bien y le ayuda en el proceso de emancipación.

En estos mismos procesos, otras mujeres prefieren refugiarse en el arte, como el caso
Soledad: “Ahora les doy la cena a ellos, ellos se duermen y yo me quedo un rato más
escribiendo en cualquier pedazo de papel. Me gusta escribir. Escribo muchos poemas. Me
hace sentir muy bien, saco las malas ondas del pasado”. Soledad se refugia en la poesía y
encuentra en ella una forma de reconocerse a si misma y de sentirse bien. Los poemas le
ayudan a reencontrarse consigo misma y a reconstruir su subjetividad como mujer.

He analizado hasta aquí diversos párrafos de entrevistas a mujeres en contextos de


violencia familiar, identificando y describiendo los elementos identitarios utilizados en los
234

procesos de dominación y emancipación, como asimismo sus significados y algunas


categorías teóricas con las cuales se relacionan.

En el capítulo siguiente, hago un esfuerzo de integración de las prácticas sociales, los


discursos sociales, las relaciones de poder y los procesos identitarios, en un único
proceso, buscando comprender e interpretar, de manera holística, dialéctica e interactiva,
los procesos de dominación / emancipación de mujeres en contextos de violencia familiar.
235

CAPÍTULO 10

LOS PROCESOS DE DOMINACIÓN /


EMANCIPACIÓN

En este capítulo integro los elementos teóricos y procesos analíticos desarrollados en


forma parcial, separada o fragmentaria en los capítulos anteriores. Los dos ejes en torno a
los cuales construyo este capítulo, son las dos grandes categorías teóricas, dominación y
emancipación, utilizadas para comprender, interpretar y describir el problema de las
mujeres en contextos de violencia familiar.

Para el abordaje del problema formulado inicialmente, analicé los procesos de


dominación y emancipación como si fueran independientes entre si, por una mera razón
metodológica y con el fin de identificar y analizar sus elementos constitutivos. Sin
embargo, en este capítulo abordo los mismos como procesos interdependientes y
mutuamente constituyentes, que interactúan de manera dialéctica. Por lo tanto,
estrictamente se trata de procesos dialécticos de Dominación / Emancipación.

Con el fin de develar, comprender e interpretar los procesos dialécticos de dominación /


emancipación de las mujeres en contextos de violencia familiar, utilizo cuatro dimensiones
analíticas: prácticas sociales, discursos sociales, relaciones de poder y procesos
identitarios. Estas cuatro dimensiones tampoco son independientes entre si, sino que están
mutuamente imbricadas.

1. Las prácticas sociales

En este punto analizaré cómo las prácticas sociales configuran los procesos de
dominación / emancipación de las mujeres en contextos de violencia familiar. Para trabajar
este punto, retomo el análisis que realicé en el capítulo 6 y relaciono los distintos tipos de
prácticas de dominación, con los distintos tipos de prácticas de emancipación, con el fin de
236

ver cómo interactúan generando estos procesos en un sentido u otro, es decir, como
dominación o como emancipación.

Es evidente que estos dos procesos son interdependientes, ya que la emancipación


implica dominación y viceversa, aunque no en forma lineal sino contradictoria.
Fundamentaré aquí que estos procesos se dan al mismo tiempo en las mujeres y que no son
secuenciales sino dialécticos, porque uno se genera en el otro y viceversa. Además, no son
procesos acabados, ya que, por ejemplo, mientras se construye la dominación, también se
va construyendo la emancipación, como resistencia y rebeldía, que en algún momento
emerge en una acción concreta.

Tampoco hay procesos ininterrumpidos, ya que, iniciada por ejemplo la emancipación,


se puede volver a la dominación y luego volver a retomar aquélla. Es decir, se va y se
vuelve, se puede iniciar algo, pero al mismo tiempo se lo puede abandonar. Esto,
obviamente, torna muy difícil la comprensión de este complejo problema social. No es
para nada sencillo ni simple y muchos menos lineal o secuencial. Las propias mujeres no
perciben estas idas y vueltas permanentes, sino que simplemente intentan llevarlo a cabo.

Una de las prácticas que me parece muy ilustrativa para fundamentar esto es el trabajo.
En un sentido, el trabajo desde una edad muy temprana puede ser visto como explotación
infantil y puede generar sumisión y obediencia; pero, en otro sentido, puede ayudar a
enfrentar la vida de otra manera y valerse por si mismo.

Elsa trabajó desde muy pequeña, tanto en la casa de sus padres como en casa de familia
como empleada doméstica. En la casa de los padres, hacía incluso lo que ella llama
“trabajo de varones”, es decir, trabajo más pesado o que requiere mayor fuerza física.
¿Cómo operó luego esta experiencia en la relación con su pareja? De diversas maneras.

Por un lado, su trabajo le genera los ingresos necesarios para dar de comer a sus hijos,
porque su pareja no aporta a la alimentación familiar. Esto podríamos considerar como una
práctica de emancipación, que a su vez se transforma en dominación cuando ella sufre un
traumatismo de columna y cadera que le impide seguir trabajando, aunque de todas
maneras pone en marcha otras estrategias para conseguir algo de dinero para ella y sus
hijos.

Por otro lado, Elsa trabaja un tiempo como pasera, en un contexto de control aboluto, ya
que trabajaba con la familia de su ex pareja y a su vez éste la vigilaba a través del horario
237

que certificaba la madre de él. Esto podríamos considerar como una práctica de
dominación, que a su vez se transforma en emancipación al aprender el trabajo de pasera y
obtener ingresos con el mismo.

Soledad trabajó como empleada doméstica desde los siete años hasta los quince años en
una misma casa de familia. Podríamos considerar esto como trabajo infantil y práctica de
dominación, pero, al mismo tiempo, aquí aprende muchas cosas que ella lo resalta y lo
valora, por ejemplo, respetar a los mayores, manejar una casa, cumplir horarios, ser
reconocida por su patrona, ayudar con dinero a su familia, entre otras cosas.

En la relación con su ex pareja, Soledad utiliza esta experiencia laboral para conseguir
otros trabajos, que le permiten subsistir. Podríamos considerar esto como una práctica de
emancipación, pero, al mismo tiempo, todos los ingresos que ella percibe los entrega a su
ex pareja o son manejados por éste, es decir, se transforma en dominación. Además, esta
posibilidad de trabajar y conseguir ingresos es aprovechada por su ex pareja para ser
mantenido por ella sin trabajar.

A su vez, esta capacidad de trabajo de Soledad la lleva a tener varios trabajos al mismo
tiempo. Tiene posibilidad de tener ingresos y, por lo tanto, posibilidades de emancipación.
Sin embargo, de hecho llega a tener una cuáduple jornada laboral, tres remuneradas fuera
de su casa y la cuarta como ama de casa. Ella termina sucumbiendo ante el esfuerzo que
esto significa y ante el gasto descontrolado de su ex pareja.

Finalmente, su patrona termina ayudándola a salir de su situación de violencia. La


ayuda de varias maneras: manteniéndole el trabajo cuando la ex pareja de Soledad no la
dejaba trabajar, conteniéndola y orientándola cuando ella le cuenta su situación y,
finalmente, aceptando que ella vaya a trabajar con sus dos hijos luego de separarse de su ex
pareja.

Otra práctica muy ilustrativa es la crianza de los hijos. Por un lado, los hijos atan a las
mujeres y las llevan a soportar situaciones de violencia, por varios motivos: por no tener
adónde ir a vivir con ellos, por no querer que sus hijos se crien sin un padre, por la ficción
de querer tener un hijo para sentirse realizada como mujer, por la ficción de que los hijos
pueden hacer cambiar a sus parejas, por la ficción de la familia unida en torno a los hijos,
por creer que los hijos unen a las parejas y la pueden sostener, entre otros.
238

Por otro lado, los hijos pueden ser un factor decisivo en el proceso de emancipación de
las mujeres, por varios motivos: por no querer que sus parejas lastimen a sus hijos, por no
querer que sus hijos repitan la misma historia, por desear otra forma de vida para sus hijos,
por ser un motivo para no suicidarse y seguir luchando, por querer ver a sus hijos crecer en
paz, por querer protegerlos y acompañarlos, entre otros.

Verónica busca quedar embarazada, sin estar enamorada de su ex pareja. Ella soporta
muchos tipos de violencia y el embarazo incrementa la misma. Podríamos considerar esto
como una práctica de dominación. Sin embargo, ella comienza a reaccionar cuando la
violencia de su ex pareja pone seriamente en peligro a su hijo. Ella cae en una profunda
depresión, pero su hijo la mantiene viva y le da fuerza para seguir adelante. Se transforma
en su proyecto de vida y, por lo tanto, en un factor clave de emancipación.

Dina hasta el día de hoy sigue sometida al maltrato de su pareja. El tener escazo ingreso
económico e hijos que mantener, refuerzan su dependencia y el proceso de dominación.
Sin embargo, ella está conciente que de continuar en esta situación, sus hijos podrían
repetir la misma historia. Siente miedo de esto y este mismo temor constituye un fuerte
factor potencial de emancipación, ya que en cualquier momento ella va a tomar la decisión
de alejarse y alejar a sus hijos de la situación de violencia.

Tati se siente sola y cree que si su ex pareja la deja, ella se va a morir. Su embarazo es
el factor decisivo del proceso de dominación, ya que, por los mandatos familiares, se ve
obligada a casarse, sin querer hacerlo. Durante los meses de embarazo, soporta los insultos,
los golpes, el aislamiento y el control obsesivo de su ex pareja, que en realidad no quiere
tener ese hijo. Sin embargo, cuando Tati observa cómo su ex pareja, drogado, golpea a su
hijo recién nacido en la cabeza, para que no duerma, ella reacciona y planea la huida con la
ayuda de su madre, para alejarse y alejar a su hijo del peligro. Su hijo es el factor
desencadenante del proceso de emancipación.

Otra de las prácticas sociales que me parece muy ilustrativa para fundamentar las
afirmaciones anteriores, es la religión. Por un lado, las prácticas religiosas tienen un lugar
fundamental en la vida social. Éstas construyen y sostienen imaginarios, reproducen
ideologías, alimentan creencias y mitos, otorgan significaciones sociales, generan culpas,
dependencia, temor y subordinación, crean resignación, sostienen mesianismos, provocan
239

alienación, entre otras cosas. De esta manera, constituyen un factor decisivo en los
procesos de dominación.

Por otro lado, las prácticas religiosas generan contención, alimentan esperanza, crean
ilusión, posibilitan el encuentro con otros, construyen redes sociales, provocan sensaciones
de paz y felicidad, dan sentido a la existencia, sirven de refugio, llenan vacíos, frenan la
desesperación, reducen la incertidumbre y la angustia que ésta provoca, entre otras cosas.

Mariel es una mujer muy creyente. Es catequista y participa activamente en un grupo


juvenil parroquial. Tiene formación religiosa y esto la hace sentir muy orgullosa y feliz por
poder transmitir a otros lo que para ella significa un valor fundamental en su vida. Esto
podría considerarse como una práctica emancipatoria. Sin embargo, esto mismo constituye
una trampa mortal para ella, porque queda enredada en sus propias creencias y no puede
superar la pérdida de su virginidad, ya que para ella era su gran valor como mujer con
todas las cualidades, como ella misma se define a si misma.

Mariel tiene una fuerte carga de mesianismo religioso y se ve a si misma como una
elegida por Dios para salvar a quien violentamente la hace perder su virginidad mediante
una violación. Es más, atribuye a Dios haber conocido a ese muchacho puesto en su
camino para que ella pueda hacer un apostolado con él. Esto constituye un factor decisivo
en el proceso de dominación de Mariel. Sin embargo, al mismo tiempo comprueba que su
pareja no ve ni valora sus cualidades como madre, como mujer y como cristiana y esto la
lleva progresivamente a tomar la decisión de emanciparse.

Dina practica la religión en una iglesia evangelista. Se identifica con sus “hermanos”
como ella los llama, y con el pastor de su iglesia. Forma parte del coro y esto le produce
una sensación de paz y felicidad. Se siente contenida por el grupo, se refugia en la biblia y
concurre regularmente a las reuniones de su grupo. Esto puede considerarse una práctica
emancipadora.

Sin embargo, dentro de este mismo grupo religioso, conoce a su pareja y se siente
elegida por él entre muchas otras chicas que podrían estar en su lugar. Esto se transforma
en una trampa mortal para ella y en un factor decisivo en el proceso de dominación. Por el
qué dirán sus “hermanos” y “hermanas” si ella lo rechaza, se ve obligada a aceptarlo, a
pesar de que en su primera salida, en la primera semana como novios, él la humilla delante
de su familia y ella comprueba que ese hombre no era lo que ella quería para su vida.
240

A su vez, al quedar embarazada sin haberse casado con su pareja, Dina siente una
profunda vergüenza, ante Dios y ante los demás, porque eso era un pecado y no era
aceptado en su familia. Ella decide ocultar su embarazo y, a pesar de no estar enamorada,
acepta casarse con él. No obstante, no abandona la práctica religiosa, porque la hace sentir
muy bien en medio de la violencia que padece en su pareja. La religión mantiene en ella la
esperanza de poder superar su situación. Ella espera un milagro.

Si bien este hecho podría verse como un factor de emancipación, a su vez la espera de
un milagro la paraliza, porque ella no intenta ninguna estrategia por fuera del milagro que
ella espera que suceda: que él cambie. Ella apuesta a este cambio y su fe religiosa la
sostiene en la espera del milagro. Es como una especie de cárcel mental que ella se crea y
de la cual no puede salir. Esto puede considerarse un factor clave en el proceso de
dominación.

No se sabe en el caso de Dina si ella se encuentra en un proceso de dominación o de


emancipación. En realidad, se encuentra en los dos procesos al mismo tiempo, porque son
contradictorios o dialécticos. La religión la ha colocado en una cárcel física y mental.
Sigue esperando el milagro y también sigue atada a su pareja, pero, al mismo tiempo, ya
comenzó a enfrentarlo, a denunciarlo, a independizarse económicamente, a concurrir a los
grupos de autoayuda, entre otras acciones. Es decir, está en un proceso de dominación /
emancipación.

Se fundamenta de esta manera mi afirmación de que los procesos de dominación y


emancipación de mujeres en contextos de violencia familiar, son en realidad procesos de
“dominación / emancipación”, porque no se da una cosa sin la otra, ni separadamente y
tampoco son procesos concluidos ni acabados y mucho menos lineales o secuenciales. Son
procesos dialécticos, porque una cosa implica la otra.

2. Los discursos sociales

De igual manera que en el punto anterior, en éste analizaré cómo los discursos sociales
configuran los procesos de dominación / emancipación de las mujeres en contextos de
violencia familiar. Para trabajar este punto, retomo el desarrollo que realicé en el capítulo 7
y analizo cómo los distintos tipos de discursos pueden configurar, al mismo tiempo,
procesos de dominación y, dialécticamente, procesos de emancipación.
241

Un tipo de discurso que me parece muy ilustrativo para fundamentar lo expuesto, es el


destinado a humillar y descalificar a las mujeres en contextos de violencia familiar. En el
repertorio de este tipo de discurso, se incluyen palabras o frases como “basura”, “mierda”,
“puta”, “gorda”, “negra de mierda”, “peste”, “inmundicia”, “no servís como mujer”, “no
servís para nada”, “sos una porquería”, “vos no sos nadie”, “inútil”, “inservible”, “loca”,
entre otros.

Cualquiera de estas palabras o frases alcanzan de por si para denigrar lo suficiente a


alguien o socavar su autoestima, no sólo por su carga de humillación y descalificación,
sino -además- por la carga emocional que implica la cercanía, el afecto o la intimidad del
vínculo con quienes lo dicen. Además, son repetidas incesantemente a lo largo de muchos
años. Esto puede considerarse, y de hecho lo es, un eficaz proceso de dominación.

Sin embargo, la recurrencia de estos discursos, su carga de intensidad y su repetición


incesante, terminan generando en las mujeres a las que van destinados, una reacción
contraria a la deseada, como un efecto de boomerang o efecto no deseado. Las mujeres que
escuchan estos discursos, que taladran y machacan su subjetividad, su autoestima y la
configuración de su yo, en algún punto límite o momento de sus vidas, reaccionan e
inician, de muchas maneras, procesos de resistencia y emancipación.

Soledad padece este tipo de discurso durante varios años. Sufre en silencio, llora, se
aguanta. Por muchos años cree todo lo que su ex pareja le dice. Esto profundiza el proceso
de dominación de Soledad, pero a su vez va despertando en ella un profundo rechazo
silencioso pero progresivo. Comienza a sentir asco por su ex pareja, el hombre del cual se
había enamorado a primera vista y, a partir de este rechazo, comienza a enfrentarlo
verbalmente, es decir, inicia un proceso de emancipación. En el caso de Soledad, se aleja
de su ex pareja a los pocos meses de estos enfrentamientos verbales.

Dina también padece este tipo de discursos durante varios años. En realidad, siempre
fue humillada y descalificada por su pareja, desde que salieron la primera vez cuando hacía
una semana que se habían puesto de novios. Las descalificaciones a Dina son las más
espantosas y aberrantes que puede escuchar un ser humano. Es descalificada por su género,
su etnia y su religión.

Esto genera un profundo proceso de dominación de Dina, pero, a su vez, va


construyendo en ella una gran rebeldía que le permite tomar decisiones muy firmes, como
242

por ejemplo, salir a trabajar sin importarle lo que él le diga o sin darle explicación alguna.
Además, ella reconstruye muy rápidamente su yo y su autoestima. Es decir, transita por un
proceso de emancipación al mismo tiempo que se encuentra en un proceso de dominación.
Se da aquí también la dialéctica de la dominación / emancipación.

Otro tipo de discurso que también considero muy ilustrativo para fundamentar lo
afirmado anteriormente, es el destinado a crear una ficción. Los discursos crean una
“realidad” como ficción y las mujeres quedan atrapadas en esta ficción y no ven la
realidad, hasta que otros discursos les muestran esta realidad y ahí se produce el contraste y
el choque que les permite darse cuenta que estaban viviendo una ficción.

Natalia reconoce que por varios años estuvo viviendo en una “cajita de cristal”, como lo
llama ella. Su ex pareja le hace creer que la está protegiendo del mundo, pero en realidad la
aisla del mundo y la sumerge en una ficción. Este proceso de aislamiento hace más creíble
el discurso de su ex pareja, porque ella no tiene como contrastarlo con la realidad, ya que
su única “realidad” es la creada como ficción por el discurso. Se trata de un proceso de
dominación, no de protección.

Pero Natalia ya venía de un mundo idealizado. Cuando conoce a su ex pareja, cree


ingenuamente que es el príncipe azul que ella estaba esperando, porque había crecido en
una familia tranquila y tradicional de clase media, donde las mujeres viven la ficción del
amor romántico que desarrollé en el capítulo 3 de este trabajo. El príncipe azul es un
hombre perfecto que un día se casará con una mujer y vivirán felices por siempre.

Al darse cuenta que su pareja no era el príncipe azul, que ella creyó conocer en un
primer momento, Natalia se crea otra ficción, la ficción del tiempo, es decir, que con el
tiempo él volvería a ser el hombre ideal que ella creyó conocer. Es decir, que este hombre
que no la valora, no la respeta y la maltrata, con el tiempo y con el ejemplo de ella, se dará
cuenta de la situación y cambiará para volver a ser el hombre que ella idealizó.

No es la única ficción que tiene Natalia. Además, tiene la ficción de la familia unida. Su
ideal de familia es que las tres familias, la de él, la de ella y la que forman como pareja,
estén unidas y puedan compartir las fiestas familiares, los cumpleaños, que los abuelos
disfruten de los nietos, que los cuñados y concuñados estén juntos, es decir, como se ven
en los avisos publicitarios de la televisión o del cine.
243

Esto, que podría considerarse algo muy lindo y un proceso de emancipación, en Natalia
genera un efecto contrario, un proceso de dominación, porque ella sueña con este ideal y
tiene la esperanza de que algún día se haga realidad, y esto la hace aguantar lo
inaguantable, aceptar lo inaceptable y jusitificar lo injustificable. Además, la ficción resulta
eficaz por el mecanismo de la culpa. Natalia siente culpa de “romper” la familia y por eso
no se separa y planea hacerlo recién cuando cumpla 43 años y sus hijos sean mayores de
edad y puedan valerse por si mismos.

Tanto la ficción del tiempo, como la del príncipe azul y la familia unida, provienen de
un proceso social más amplio, histórico y cultural. Son significaciones sociales
imaginarias, según lo he desarrollado en el capítulo 1 de este trabajo. Estos discursos se
instalan en el imaginario social y éste se encarna en prácticas sociales concretas, como las
realizadas por Natalia. Ella reproduce un imaginario de su época, que tiene efectos
concretos en la realidad. Ella ordena su vida y su mundo a partir de estos discursos que
para ella son significativos.

En este marco sociocultural se inscribe, a su vez, la ficción creada por el discurso de la


ex pareja de Natalia. Él refuerza el imaginario y por eso ella cree firmemente en todo lo
que él le dice. Aunque lo quiera ver, ella no puede ver otro mundo, por dos razones: una
objetiva y otra subjetiva. La primera es el aislamiento social al que él la somete, mientras
que la segunda es el entramado de significaciones sociales imaginarias que operan a modo
de cárcel mental para Natalia. Está encerrada en estas dos cárceles.

¿Y cómo puede darse en estas condiciones un proceso de emancipación? Únicamente


por una acción discursiva externa, que permita ver y contrastar la ficción con otro mundo
posible, otra realidad que exista más allá de la ficción y del aislamiento físico. En el caso
de Natalia, este discurso externo proviene de sus dos amigas que la encuentran, encerrada
en una pequeña habitación, hablan con ella y la sacan rápidamente del contexto de
violencia donde se encontraba.

Esta acción discursiva de sus amigas, le permite a Natalia “descubrir” otro mundo y
contrastarlo con el que ella estaba viviendo. En su relato, ella afirma varias veces que lo
que estaba viviendo “era sólo una mentira”, que “el hombre perfecto” no existe, que nunca
se iba a concretar su sueño de “la familia unida”, es decir, la “cajita de cristal” estalla en
244

mil pedazos. Es lo que Stella Villarmea (2001) denomina “conciencia emancipatoria”. A


partir de esta ruptura, Natalia inicia un proceso de emancipación.

3. Las relaciones de poder

De igual manera que en los dos puntos anteriores, en éste analizaré cómo las relaciones
de poder configuran los procesos de dominación / emancipación de las mujeres en
contextos de violencia familiar. Para trabajar este punto, retomo el desarrollo que realicé
en el capítulo 8 de este trabajo y analizo cómo los distintos tipos de relaciones de poder
pueden configurar, al mismo tiempo, procesos de dominación y, dialécticamente, procesos
de emancipación.

Un tipo de relación de poder que me parece muy ilustrativo para fundamentar lo


expuesto, es el referido al estudio. Por un lado, no poder seguir estudiando limita las
posibilidades de las mujeres en contextos de violencia familiar y contribuye a reforzar los
procesos de dominación. Por otro lado, poder seguir estudiando abre las posibilidades de
estas mujeres y favorece los procesos de emancipación. Esto se da de diversas maneras:
mejora la autoestima y el posicionamiento social, abre posibilidades laborales, genera lazos
sociales, confronta discursos y realidades, entre otros.

Elsa quiere seguir la escuela secundaria, pero su padre se lo prohíbe y su madre se


adhiere a esta decisión, porque también vivía en un contexto de violencia familiar. Este
hecho marca profundamente la subjetividad de Elsa, porque estudiar era su pasión y su
sueño era ser maestra jardinera, como ella lo relata. Su padre actúa según las normas del
orden patriarcal, porque decide, sin consultar a nadie y como máxima autoridad, el destino
de su hija que, obviamente, se encamina hacia procesos de dominación.

Sin embargo, Elsa no renuncia a su sueño de estudiar y, estando casada, le plantea a su


ex marido su interés de hacer la secundaria en un colegio nocturno. Este proceso de
emancipación nuevamente se trunca, porque su ex marido no sólo no lo permite, sino que,
además, lo prohíbe, argumentando que era sólo para buscar a otros hombres. Esto refuerza
el proceso de dominación, porque era otra demostración del orden patriarcal que se repetía.

Elsa logra separarse de su ex marido, tras un largo proceso de violencia de todo tipo,
incluyendo una paliza que la deja con traumatismo de columna y cadera, que la impide
seguir trabajando. Subjetivamente, queda muy dañada, con un profundo cuadro depresivo,
245

dolores de cabeza, insomnio y mucho miedo. Ahora que está sola y podría seguir
estudiando, no lo puede hacer, porque no está en condiciones físicas y psicológicas. Esto
aumenta su nivel de frustración personal y ella lo siente como un estigma que marca su
destino.

Soledad tampoco puede seguir estudiando, a los catorce años, cuando termina la
primaria, porque su padre se lo prohíbe, con el argumento de que ya era muy grande y
debía ayudar en la casa. Lo que le quería decir su padre, en realidad, era que, como mujer,
su destino eran las tareas domésticas y la crianza de los hijos.

Soledad también quería ser maestra jardinera como Elsa. Este sueño tal vez le nacía de
haber cuidado a sus hermanitos desde muy chica o tal vez del imaginario social que asigna
a las mujeres ciertas profesiones consideradas sólo para ellas, entre las cuales están la
docencia, la enfermería, el trabajo social, entre otras. Hoy, ya separada de su ex pareja y
alejada de la pesadilla de la violencia, Soledad se dedica a escribir poemas por las noches,
mientras sus hijos duermen.

Otro tipo de relación de poder que considero muy significativo es la violencia física.
Esta forma de relación de poder es la más devastadora, porque siempre viene acompañada
de un profundo daño emocional en las mujeres. De las bases de poder que analicé en el
capítulo 1, la violencia física se basa en la coerción, pero también va acompañada de
amenazas de todo tipo, que generan miedo y terror.

En este tipo de relaciones de poder hay un peligro real y concreto. No hay ficciones,
como ocurre con los discursos, que comienzan y terminan en si mismos. Aquí, las mujeres
corren serios peligros de muerte o de quedar seriamente dañadas para toda la vida.
Obviamente, este tipo de relación de poder es la máxima expresión de la dominación
masculina.

No obstante, las mujeres no reciben pasivamente este tipo de violencia, sino que apelan
a diversos mecanismos para defenderse y bloquearla. Entre estos mecanismos se destacan:
hacer la denuncia, gritar, pedir ayuda, huir del agresor, responder a la agresión, protegerse
en la familia, entre otros. Además, existen otros mecanismos de defensa: negar la
violencia, olvidarse de ciertos episodios muy dolorosos, minimizar la situación,
racionalizar la violencia, entre otros.
246

Si bien los últimos mecanismos de defensa expuestos, ayudan a las mujeres a preservar
su subjetividad y protegerse psicológicamente de la violencia, también sirven para
profundizar los procesos de dominación, especialmente en los casos de negación o
minimización de la violencia. Es decir, que aquí también operan en doble sentido y de
manera dialéctica y contradictoria, favoreciendo los proceos de dominación, pero también -
al mismo tiempo- los procesos de emancipación.

El relato de Elsa es muy triste y uno de los más emblemáticos de este tipo de violencia.
Encontrándose de ocho meses de embarazo, recibe una brutal paliza de su ex marido, que,
según ella, le “marca” todo el cuerpo. Esta expresión de Elsa se refiere en realidad a toda
su existencia y subjetividad, además de su cuerpo. Es la “marca” de la violencia en su
significado más estricto: el atropello y la vulneración de los límites que protegen el
derecho del otro.

Elsa no queda sólo marcada por la paliza, sino que ésta le provoca un gravísimo
traumatismo de columna y cadera, entre otras secuelas. Esto sella su vida, porque no puede
seguir trabajando ni estudiando. Es decir, es condenada a vegetar toda su vida y a depender
de otros para poder subsistir. Esto le duele a Elsa, porque toda su vida trabajó y se ganó su
propio dinero. Por eso la afecta tan profundamente, que cae en un pozo depresivo y, en una
situación límite, quiere suicidarse.

Sin embargo, Elsa resiste y reacciona ante la violencia física, de muchas maneras:
realiza denuncias policiales, recurre al juzgado, grita, se refugia en los vecinos, sale
corriendo y actualmente, como sus hijos son más grandes, se apoya en ellos para
defenderse. En uno de los ataques de su ex marido, Elsa se defiende y le tira con agua
caliente. En fin, la intención de dominación de su ex pareja provoca en ella un intento de
emancipación, como procesos simultáneos y dialécticos.

Elsa es una mujer luchadora, que no se entrega. Desde chiquita, trabajó con su padre en
trabajos duros, luego como empleada doméstica y, finalmente, como pasera. Ella está
entrenada para luchar en la vida, siempre lo ha hecho. Por eso intenta una y otra vez
conseguir recursos económicos para su sustento y el de sus hijos. Hace lo que puede:
reclamar la cuota alimentaria, coser, tejer crochet de los pullovers que le dan los vecinos,
cuidar niños, acompañar a ancianos a hacer trámites, en fin, comer en el comedor
comunitario del barrio. Sobrevive como puede, en un proceso claramente emancipador.
247

Mariel es otro caso emblemático de este tipo de violencia como relación de poder. Se
casa con quien la había violado: un mecánico vial. Ella se recibe de maestra y se van a
vivir a Bernardo de Irigoyen, una población ubicada al Nordeste de Misiones, que limita
con Brasil. Los golpes comienzan al poco tiempo de vivir juntos. Ella pierde tres
embarazos por los golpes que recibe. En uno de sus embarazos, él la patea en la panza con
un borceguí con punta de acero: Una verdadera bestialidad humana.

A pesar de que hace siete años que Mariel está separada de su ex marido, éste aún la
persigue, amenaza e incluso, la atropella en su domicilio. Hasta el día de hoy, ella vive
aterrorizada por el miedo. Si bien se alejó de él y se emancipó en cierta medida, sin
embargo, como ella misma lo reconoce, aún no puede vivir en paz, porque él la sigue
amenazando y persiguiendo. Es decir, aparece de nuevo el proceso dialéctico de
dominación / emancipación.

Otra forma de relación de poder que me parece muy significativa es la violencia sexual.
En este tipo de abuso de poder, se dan varias formas: violación, abuso, extorsión,
humillación, descalificación, explotación sexual, entre otras. Este tipo de violencia no sólo
daña el cuerpo de las mujeres, sino también su subjetividad.

Este tipo de violencia deviene del patriarcado, como régimen que consagra la condición
de inferioridad de las mujeres en relación con los varones. En la modernidad se instala,
como representación en torno a las mujeres, la idea de sexo bello, adorno y objeto de
placer sexual. Esto refuerza los procesos de dominación sexual de las mujeres.

Las religiones también ordenan y disciplinan los cuerpos de las mujeres, haciéndolas
sentir pecadoras, impuras, sucias, casquivanas y limitándolas a la función reproductora de
la especie humana. Hasta el día de hoy, muchas mujeres no tienen derecho a decidir sobre
sus propios cuerpos.

Sin embargo, este proceso de descalificación de las mujeres, y de construcción social de


inferioridad y como objeto sexual, va generando en ellas un fuerte rechazo e impulsa
procesos de emancipación que implican todo tipo de acciones para frenar y contrarrestar la
dominación. No son pocas las luchas llevadas a cabo por las mujeres para revindicar el
derecho a decidir sobre sus propios cuerpos. Estas acciones también han generado leyes,
tratados, convenciones y políticas públicas con perspectivas de género, tal como lo
desarrollé en el capítulo 3 de este trabajo.
248

Soledad es la expresión más emblemática de la inocencia como mujer y, al mismo


tiempo, de la violencia sexual como relación de poder. Ella no tiene ningún tipo de
formación y educación sexual. No conoce su cuerpo ni su funcionamiento. Tampoco
conoce los cuerpos de los varones ni su funcionamiento.

Pierde su virginidad de manera muy traumática, con tan solo quince años. Ni siquiera
había menstruado por primera vez. Su ex pareja se aprovecha de ella y de su inocencia. La
somete a varios tipos de violencia sexual: se acuesta con otra mujer en la misma cama
donde Soledad se encontraba dormida, le hace ver películas pornográficas, anda desnudo
por la casa delante de sus hijos, la forcejea a tener relaciones sexuales anales, abusa de la
hermana de Soledad, entre otros tipos.

Estos actos sistemáticos de violencia sexual generan un profundo rechazo por parte de
Soledad. No soporta que su ex pareja la toque, siente asco, se niega a tener relaciones
sexuales con él, siente rechazo por los hombres en genral, odia recibir piropos de parte de
éstos y no quiere volver a formar otra pareja. Se siente bien estando sola, se siente en paz,
porque la violencia sexual le ha causado mucho daño y ella quiere recuperarse y
preservarse cuidándose a si misma, cuidando en adelante su cuerpo y disponiendo de él.
Esto constituye, evidentemente, un proceso de emancipación. Aquí aparece nuevamente el
carácter dialéctico de la relación dominación / emancipación.

Mariel pierde su virginidad como producto de una violación llevada a cabo por su ex
marido. Inicia su relación de pareja de la peor forma: la violencia sexual. Aquel hombre no
sólo desgarró su himen sino, por sobre todas las cosas, sus principios religiosos, sus
valores y su proyecto de casarse virgen un día “como Dios lo manda”. Siente terror de no
ser aceptada por otro hombre al no ser virgen y, por eso, se casa con su violador, que la
somete y controla en un contexto de violencia familiar donde todavía se encuentra Mariel,
a pesar de haberse separado de aquel hombre que hoy la sigue persiguiendo y acosando.
Esto configura un claro proceso de dominación.

Sin embargo, Mariel conoce a otro hombre y se enamora de él. Convive con este
hombre y tiene una hija con él. Esta experiencia la ayuda a superar totalmente el trauma de
la violación, porque se trataba de un hombre muy “tierno”, según ella lo relata. Como un
caso contrario al de Soledad, Mariel descubre el amor, se enamora, aprende a gozar del
sexo, no rechaza a los hombres, se arregla como mujer y tiene la ilusión de volver a formar
249

una pareja. Esto configura un claro proceso de emancipación, observándose aquí también
el carácter dialéctico y contradictorio de los procesos de dominación / emancipación.

4. Los procesos identitarios

Finalmente, de igual manera que en los tres puntos anteriores, en éste analizaré cómo
los elementos identitarios configuran los procesos de dominación / emancipación de las
mujeres en contextos de violencia familiar. Para trabajar este punto, retomo el desarrollo
que realicé en el capítulo 9 de este trabajo y analizo cómo los distintos elementos
identitarios pueden configurar, al mismo tiempo, procesos de dominación y,
dialécticamente, procesos de emancipación.

Un punto que me parece muy ilustrativo para fundamentar lo afirmado, es cómo se


definen a si mismas las mujeres en contextos de violencia familiar. Una cuestión
interesante, es el hecho de que la autodefinición de estas mujeres está fuertemente
condicionada por la definición atribuida por sus parejas o ex parejas. El hecho de que éstos
permanentemente ejerzan violencia psicológica hacia ellas, reiterándoles cotidianamente a
lo largo de muchos años que son taradas, putas, viejas, gordas, locas, enfermas, inútiles,
culpables, entre otros calificativos, termina autoconvenciendo a estas mujeres de que esto
es así. Estos discursos van construyendo la identidad de estas mujeres, de una manera sutil
e inconsciente. Ellas van internalizando estos discursos y los reproducen en sus propias
prácticas cotidianas, como si ellas fueran lo que los discursos dicen que son.

La sobredeterminación del “yo” de estas mujeres se ve reforzada y justificada por las


significaciones sociales imaginarias construidas respecto a las mujeres. Como lo desarrollé
en el capítulo 1 de este trabajo, la subordinación de las mujeres ha estado históricamente
condicionada por esta definición atribuida por los varones, que tiene su basamento en el
patriarcado y en el androcentrismo. En este orden, las mujeres “son” atentas, obedientes,
sacrificadas, dan todo por los demás, siguen a sus maridos “hasta que la muerte los
separe” (a veces literal y trágicamente), esperan al príncipe azul para “realizarse”.

Sin embargo, la autodefinición de estas mujeres también puede ser modificada por la
definición atribuida por otros sujetos que no sean sus parejas o ex parejas. Comienza así un
proceso de reconfiguración del “yo” de estas mujeres, es decir, un proceso de
250

emancipación, que se da, como lo vengo sosteniendo en este capítulo, en forma simultánea
con el proceso de dominación.

Natalia vive un proceso de dominación por su ex pareja. Él va configurando el “yo” de


Natalia con los discursos y las prácticas sociales. Ella cree todo lo que el le dice. La
imagen que ella tiene de si misma es lo que él construyó. Se modifica de tal manera su
subjetividad, que ni ella se reconoce a si misma. Vive en un estado de alienación.

Al mismo tiempo, ella va reconfigurando su “yo” con otras miradas: sus amigas, sus
padres y las mujeres que -como ella- concurren al grupo de ayuda mutua. Se siente bien
porque vuelve a ser lo que era antes, aunque no del todo, como ella lo relata. Comienza a
arreglarse, recupera sus proyectos y, fundamentalmente, se da cuenta que todo lo que vivió
con él era su mentira. Es un claro proceso de emancipación de Natalia.

Sin embargo, a pesar de haberse separado, hasta el día de hoy ella se mira en el espejo y
se pregunta si no era verdad todo lo que él le decía. Es decir, se dan en forma simultánea
los procesos de dominación y de emancipación, que, dialécticamente, se transforman en
dominación / emancipación.

El miedo constituye otro de los elementos identitarios significativos para fundamentar lo


afirmado anteriormente. No se trata de un solo miedo, sino de muchos miedos o, mejor
aun, de miedo a muchas cosas diferentes. Este punto asemeja entre si a las mujeres
entrevistadas, pero también las diferencia. Por ejemplo, algunas relatan sentir miedo a estar
solas, a no saber qué hacer sin sus parejas o a no saber desenvolverse frente a una
separación. Otras temen profundamente a sus parejas o ex parejas y a que éstas cumplan
con sus amenazas de diversos tipos. Otras sienten miedo por sus hijos o por lo que puede
ocurrirles. Otras sienten miedo de todo. Son ejemplos de claros procesos de dominación.

Sin embargo, el miedo también genera procesos de emancipación en estas mujeres. Por
miedo, denuncian a sus parejas o ex parejas y ponen en marcha los mecanismos judiciales
de protección. Por miedo, se separan y se alejan de sus parejas. Por miedo, buscan refugio
en sus familias de origen o recuperan sus amistades o los lazos sociales. Por miedo, se
defienden activamente ante la violencia de sus parejas.

Tati es un claro ejemplo de lo que el miedo puede llegar a provocar. Viviendo con su ex
pareja en Córdoba, ella siente miedo de quedarse sola. Llega a pensar que si él la dejaba
ella se moría. A pesar de la violencia, ella continúa con él, en un claro proceso de
251

dominación. Sin embargo, cuando Tati queda embarazada y nace su bebé, ella comienza a
sentir otro miedo: que él estando drogado le hiciera daño al bebé. Esto la hace reaccionar y
pone en marcha un proceso de emancipación. Se escapa con su bebé, hacia Posadas,
ayudada por su madre.

Estando separada y viviendo en Posadas con sus padres y su bebé, Tati siente otros
miedos: que su ex pareja cumpla con la amenaza de matarla o que le quite la tenencia de su
bebé. Cada mañana, cuando se va a trabajar, siente estos miedos y convive con ellos como
un fantasma muy real para ella. Es decir, sigue en el proceso de dominación, pero también
en un proceso de emancipación, ya que se aleja de su ex pareja, vuelve a trabajar, vive con
sus padres y con su hijo, se siente bien, retoma la pintura y sueña con tener una nueva
pareja, una casa, retomar sus estudios y vivir feliz. Se dan aquí en forma simultánea y
dialéctica, los procesos de dominación / emancipación.

La culpa constituye otro de los elementos identitarios significativos para fundamentar lo


afirmado anteriormente.de las mujeres entrevistadas. Al igual que con el miedo, las
mujeres manifiestan sentimientos de culpa muy diversos. Sienten culpa porque creen que
son ellas las que generan las situaciones de violencia o porque creen no haber hecho bien
las cosas o por haber elegido a sus parejas o por dejar que sus hijos vivencien y sean
testigos de situaciones de violencia o por no poder dejar a sus parejas o porque creen que
tienen un mandato divino y si dejan a sus parejas estarían en falta ante Dios. En estos
casos, se manifiestan claros procesos de dominación, pero también estos casos las puede
hacer reaccionar, desencadenando procesos de emancipación.

Natalia no puede dejar a su pareja porque siente que rompería la familia si lo hace. La
culpa la ata a su pareja. Ella es consciente de ello y, por eso, planea separarse recién
cuando ella cumpla 43 años y los chicos sean mayores de edad y puedan arreglarse solos.
No quiere dejar a los chicos sin su padre, siente culpa y por eso aguanta. Esto es un
proceso de dominación. No obstante, cuando Natalia es rescatada por sus amigas y
recupera sus lazos sociales, cae en la cuenta que ella no tiene razones para sentirse culpable
de romper una familia que en realidad ya estaba rota y destruida por la violencia.
Deconstruye la culpa e inicia un proceso de emancipación.

Los límites constituyen otro de los elementos identitarios significativos para


fundamentar lo que vengo sosteniendo. Estos límites pueden ser materiales, simbólicos,
252

discursivos, culturales, sociales e inclusive políticos e ideológicos. Se constituyen como


fronteras que separan a unos sujetos de otros. Para las mujeres en contextos de violencia
familiar, estos límites se establecen y sostienen fuertemente desde el poder y se basan en el
aislamiento, la manipulación, el miedo y las amenazas, entre otros. Esto implica profundas
modificaciones en la subjetividad de las mujeres, que las puede llevar a un estado de
angustia, alienación y pérdida de sentido tal, cuyo límite extremo es la muerte. Los
contextos de violencia pueden desembocar en homicidios o suicidios. Son claros procesos
de dominación.

Sin embargo, estos mismos límites pueden generar procesos de emancipación, porque
las fronteras que demarcan los mundos de vida de las mujeres en contextos de violencia
familiar, tienen intersticios, porosidades y filtraciones de “otros” mundos. Además, las
propias mujeres se autoprotegen a través de esos mismos límites, preservan su subjetividad
o bien aguantan hasta llegar precisamente a un “límite”, luego de lo cual, en algún
momento, rompen las cadenas.

Soledad es un claro ejemplo de esta dialéctica de los límites. Su padre le marcó los
límites y le prohibió estudiar. Luego, cuando forma pareja, soporta distintos tipos de
límites que él le impone: no la deja ir a los bailes, no la deja salir de noche con él, no la
deja trabajar, entre otros. Es decir, la somete a un claro proceso de dominación. No
obstante, todo eso fue generando en ella, a su vez, un proceso de emancipación. El “límite”
de Soledad fue cuando su ex pareja la ridiculiza ante todo el pueblo en el acto de colación
de su cuñada, volcando sobre su cabeza un vaso completo de cerveza. Este incidente la
lleva a tomar la decisión de separarse.

Los símbolos constituyen otro de los elementos identitarios significativos para


fundamentar lo afirmado anteriormente. Los símbolos se manifiestan en aspectos negativos
y positivos. Los primeros significan degradación, desvalorización y pérdida de autoestima,
entre otros, es decir, procesos de dominación. En cambio los segundos, significan
recuperación de la autoestima, superación del miedo y del sentimiento de culpa, entre
otros, es decir, procesos de emancipación.

Los primeros se expresan a través de estados de ánimo como depresión, no querer


bañarse, no querer arreglarse, no querer comer, comer en exceso, descuidar la salud,
automedicarse, entre otros. Los segundos también se expresan a través la ropa, el
253

maquillaje, los peinados, las actitudes, el caminar, la sonrisa, el tono de voz, la búsqueda
de trabajo, el inicio de cursos, verse como mujer, valorarse como ser humano, entre otros.

Verónica era una mujer que le gustaba vestirse bien, arreglarse, ir al gimnasio, estudiar,
trabajar, entre otros. A través de estos símbolos, expresaba sus ganas de vivir y su
autovaloración. A medida que va siendo sometida por su ex pareja, va cambiando su estado
de ánimo y su manera de ser. Los símbolos que expresan este proceso de dominación son:
dejar de estudiar, dejar el gimnasia, engordar 40 kilogramos con el embarazo y luego, en
un mes, bajar 15 kilogramos, dejar de bañarse, de cambiarse, de arreglarse, entre otros.
Cuando ella se separa, recupera sus ganas de vivir, de estudiar, de trabajar, entre otros. Es
decir, los nuevos símobolos expresan el proceso de emancipación.

Hasta aquí he analizado de manera integrada los procesos de dominación /


emancipación de mujeres en contextos de violencia familiar, basándome en las cuatro
dimensiones utilizadas en este trabajo: las prácticas sociales, los discursos sociales, las
relaciones de poder y los procesos identitarios. He fundamentado en este capítulo la
relación dialéctica que se da entre los procesos de dominación y emancipación de estas
mujeres, en cualquiera de las dimensiones abordadas.
254

CONCLUSIÓN

No me fue para nada fácil abordar el problema que estudié en este trabajo. No sólo por
la complejidad del mismo, sino por lo que provocaron en mí los relatos de las mujeres
entrevistadas. Lloré con ellas, me indigné, me sentí impotente. Muchas noches no pude
dormir pensando en ellas, en sus tristes historias, en sus miedos, en sus sueños rotos y en
sus vidas dañadas. Pero no me arrepiento en absoluto de nada de lo realizado y vivido,
porque estoy convencida que este trabajo puede significar un aporte, un granito de arena,
no sólo para la comprensión de este problema, sino fundamentalmente, para enriquecer, a
partir de dicha comprensión, la práctica profesional de muchas colegas, incluyendo la mía.

Así como las mujeres entrevistadas tienen sus sueños, yo tengo los míos y hoy estoy
concretando uno de ellos. Quería saber si yo era capaz de saber algo más y de aportar algo
más, no sólo al Trabajo Social o a la universidad pública, sino a miles de mujeres que están
en contextos de violencia familiar y que muchas veces son incomprendidas,
desvalorizadas, desacreditadas, humilladas, revictimizadas y, en el peor de los casos,
olvidadas como nudas vidas o desechadas como cosas sin valor.

Tuve este sueño y lo asumí como un desafío. Y si bien no me fue para nada fácil el
trabajo intelectual asumido, porque tuve momentos de mucha angustia, ansiedad, dudas,
miedos, tristezas, vacilaciones e implicó largas y duras jornadas de trabajo, de quitarle
tiempo a mis hijos, a mi pareja, a mis amigas, a mi misma como mujer, mis profundas
convicciones y el compromiso asumido fueron mucho más fuertes que todo esto.

Como lo expreso al comienzo de este trabajo, debo agradecer una vez más al Trabajo
Social por haber llenado de sentido mi vida y por haberme devuelto las ganas de vivir en
un momento de mi vida donde parecía que nada tenía sentido para mí. Y debe ser por este
motivo que elegí una maestría nada más y nada menos que en Trabajo Social. Hoy siento
que, al menos, algo le estoy devolviendo de todo lo que me dio.

Esta tesis no la escribí desde cualquier lugar ni de cualquier manera. Tampoco es un


mero logro personal. Por el contrario, siento un profrundo respeto y reconocimiento hacia
sus verdaderas autoras, que no soy yo, sino las mujeres que se animaron a contar sus
255

historias, porque hay que ser valientes y corajudas para hacerlo, y ellas lo han hecho. Estas
mujeres no sólo forman parte de este trabajo, sino también de mi vida.

Sólo investigué algunos aspectos de un problema complejo y profundo y por supuesto


que quedan más interrogantes que respuestas. ¿Se puede pensar la violencia hacia las
mujeres por fuera o al margen del patriarcado? ¿Emancipación o insubordinación de las
mujeres? ¿Sería más pertinente referirse a procesos subordinación/insubordinación, que
procesos de dominación/ emancipación? ¿Es pertinente la denominación “violencia de
género” para hacer referencia al problema de las violencia hacia las mujeres? ¿Deberíamos
abordar este problema desde la perspectiva de género o desde la perspectiva de la
diferencia sexual? Creo que es algo muy bueno tener más interrogantes que respuestas,
más dudas que certezas, si es que podemos hablar de tener alguna posibilidad de certeza en
un mundo plagado de incertidumbre. Creo que este tema merece seguir siendo investigado.

De este trabajo, surgen algunas conclusiones importantes que quisiera destacar. En


primer lugar, no se puede entender, explicar o comprender el problema de las mujeres en
contextos de violencia familiar, sin abordar las grandes categorías que configuran el
mismo: poder, patriarcado, género, identidad, imaginarios sociales, dominación,
emancipación, entre otras. Estas categorías permiten visibilizar el problema desde una
perspectiva político-ideológica que trasciende, obviamente, los enfoques psicologistas,
individualistas o funcionalistas con que habitualmente se abordó el mismo.

¿Por qué la importancia de este abordaje político-ideológico del problema? Porque se


trata de un problema que no existe por fuera de un sistema sociopolítico y cultural
históricamente construido, a partir del cual se establecieron jerarquías de género, se
ordenaron los cuerpos, se produjeron valores, se asignaron significados, se distribuyeron
espacios. El problema de la violencia hacia las mujeres es un emergente de este orden
social asimétrico, androcéntrico y de por si violento, cuya reproducción necesariamente
requiere dispositivos de poder y condiciones de opresión y dominación.

A pesar de sus limitaciones y de las críticas recibidas, el patriarcado y el género siguen


siendo categorías teóricas claves para abordar el problema de la violencia hacia las
mujeres. Considero importante destacar que las mismas no son intercambiables ni
reemplazables entre si, porque dicen y explican distintas dimensiones del problema. La
construcción del género, como ficción reguladora cargada de significaciones sociales y
256

culturales atribuidas a mujeres y varones, no se da por fuera del patriarcado, a partir del
cual se producen y reproducen dichas significaciones. En efecto, en este trabajo quedó
reflejado cómo los imaginarios sociales, construidos desde, por y para la reproducción del
patriarcado, siguen vigentes muchos de ellos a pesar de los siglos transcurridos,
encarnándose en prácticas de dominación social.

Este trabajo constribuye a desmitificar la idea de la pasividad de las mujeres en


contextos de violencia familiar. Por el contrario, las mujeres permanentemente realizan
acciones, movilizan recursos y utilizan diversas estrategias para intentar disminuir, evitar o
escapar de las situaciones de violencia, aunque no siempre lo logran. Esto se contrapone a
la postura victimista de algunos autores que abordan el problema. Considerar a las mujeres
sólo como víctimas cristaliza y reduce la identidad de éstas a una situación particular y
concreta que se da en un momento de sus vidas.

Es importante pensar la violencia desde la metáfora del drama. Me inclino por pensarla
como un drama y no como una tragedia, porque en el drama existe la posibilidad de
modificar el guión de la historia, el curso de la acción o las condiciones históricas, para
construir un final feliz. En cambio en la tragedia, irremediablemente mueren todos los
personajes. No hay ninguna posibilidad de poder modificar el curso trágico de la historia.
La violencia es indudablemente un drama que padecen millones de mujeres en todo el
mundo, implica sufrimiento, dolor, sueños rotos y vidas dañadas e incluso muertes. Sin
embargo, modificando las condiciones históricas que generan opresión y dominación de las
mujeres, se puede pensar en otro tipo de relación, más justa y humana.

Quiero destacar el papel de la ficción en la producción de la vida cotidiana, en este caso


de la producción y reproducción de la dominación. La ficción no permite ver la realidad y,
al no verla, no se puede salir de ella transformándose, en este caso, en una trampa mortal,
en una cárcel mental. He analizado en este trabajo un repertorio de ficciones: la familia
unida, el matrimonio cristiano, la ficción del tiempo, la ficción del hijo, la ficción del
príncipe azul y del amor romántico.

Para que se produzcan procesos de emancipación deben darse de manera simultánea


condiciones objetivas y subjetivas. Las primeras son externas a los sujetos y tienen que ver,
por ejemplo, con recursos económicos, lazos sociales y familiares, mecanismos
institucionales de ayuda y protección, entre otras. Las segundas tienen que ver, por
257

ejemplo, con la autoestima, la construcción del yo, las identidades, la capacidad de tomar
decisiones, la seguridad en si mismo, entre otras.

Por otra parte, considero importante destacar que la violencia no necesariamente se


manifiesta en forma cíclica ni sigue fases ordenadas o secuenciales. Se inscribe más bien
en procesos de dominación y emancipación no secuenciales sino simultáneos, no lineales
sino dialécticos, no acabados ni cerrados sino abiertos y en construcción permanente, no
independientes entre si sino mutuamente implicados, es decir, procesos de dominación /
emancipación.
258

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273

ANEXOS
274

ANEXO I

PRACTICAS SOCIALES

Entrevistada: Elsa
a) Procesos de dominación

Prácticas sociales Significados Categorías teóricas


1. Desde los 11 años trabajé ayudando a mi mamá. 1. Elsa ayuda a su mamá 1. Trabajo infantil.
Trabajaba en la casa de mi tía como empleada y en la tarea de Explotación del trabajo
después dejé porque yo trabajaba y mi mamá cobraba sostenimiento material de infantil. Conciencia de
la plata. la familia: alimentación, la explotación.
vestimenta, supervivencia.
2. Después tuve que empezar a ayudarle a mi mamá a 2. División sexual del
criar a mis hermanos…yo soy la más grande, la mayor 2. Elsa ayuda a su mamá trabajo doméstico
de las mujeres en la tarea de crianza de como mandato social.
los hijos, por ser la mayor
3. Y a mi papá le tenía que ayudar a hacer la casa, y por ser mujer. 3. Estereotipos de
hacer los pozos para la casa, siempre como un varón. género.
Hacía pozos con pala y pico en la construcción, todo, 3. Elsa ayuda a su papá
hasta los techos, los balcones, los tirantes, todo, yo le en las tareas que ella 4. Patriarcado.
pasaba a los techos, preparaba los clavos, todo. atribuye a los varones. 5. El sexo como tabú.
4. Yo después cumplí 15 años, a los 16 me festejaron. 4. Elsa no elije su pareja, Patriarcado. El
Ahí mi papá me presentó, ya iba a tener novio, yo no ni cuándo tenerla. Su matrimonio como
conocía tener novio, pero me presentaron así no más y papá decide las dos mandato social y
listo. cosas. Ella no tiene religioso.
opción. 6. El calvario tiene un
5. Yo no hablaba casi con mi mamá y mi mamá
tampoco conmigo casi. No me contaba nada de esas 5. Elsa atribuye su significado religioso
cosas, como quedar embarazada…Y bueno, cuando yo embarazo a que su mamá que implica sufrimiento,
me doy cuenta, yo ya estoy de tres meses, y ahí nos no le habló nada del sexo. llevar la propia cruz,
casó obligadamente…mi mamá y mi papá…por civil y Su embarazo no fue una estar condenado, etc.
por iglesia. opción. La mamá de Elsa Conciencia de
convalida la decisión del explotación. Ser
casarlos “señora de” es una
6. Nos fuimos a la casa de la mamá de él y ahí empezó
padre de
el calvario, vamos a decir, porque la mamá de él era obligadamente. Elsa no categoría social que
como yo digo muy metiche, yo tenía una forma de vida tiene opción. implica mayor status
y ellos tenían otra y ella quería medio que yo sea la que ser “esclava”,
esclava de él, no la señora de él…porque quería que le 6. Elsa atribuye a su como sinónimo de
tenga bien, que le limpie, que le atienda, que le atienda suegra el inicio de las “sierva”. Mandato
más a él que al hijo, al nieto que ya tenía. situaciones de violencia social y estereotipo de
que ella denomina género.
7. Cuando tenía 8 meses de embarazo de mi nene el “calvario”. Ella no tiene
mayor, que este año va a cumplir 17 años, él me pegó
opción, no elige dónde ir a 7. La violencia física
mucho con el cinto, me marcó toda…Ya veníamos vivir. Distingue ser como práctica para
pelando siempre, si no era por la hermana, era por la “esclava” y ser “señora resolver conflicto.
prima, por la mamá…Pero a los 8 meses me pegó de”. Su suegra le impone Patriarcado. El miedo
brutal, fue toda una marca en el cuerpo completo y yo como práctica de
tareas de “esclava”
tenía miedo y no sabía qué hacer. dominación.
7. Elsa destaca este
8. Yo tenía miedo, aguanté 2, 3 años, porque tenía hecho porque marca 8. La falta de recursos
miedo de salir con los chicos de esa casa y dónde profundamente no sólo su económicos como
voy…yo trabajaba, era pasera…yo hacía pasar cosas y cuerpo sino su condición objetiva y el
con eso ganaba yo también para comer…llevábamos
subjetividad. El miedo la miedo como condición
cosas de Posadas a Encarnación y después traíamos paraliza. Atribuye la subjetiva de la
275

de allá para acá, con la mamá yo trabajaba siempre, violencia a terceros. dominación. El trabajo
pero él igual nunca me creyó, porque él pensaba que yo fronterizo como medio
tenía otro y siempre el tema de los hombres, que uno 8. Elsa aguanta por miedo de subsistencia diaria.
tiene otro siempre, pero yo siempre trabajando con mi y por no tener dónde ir El control físico y la
suegra, con mi cuñada, con mi otra concuñada, con mi con sus hijos. Soporta el violencia como
cuñado, todos trabajan en eso, todos juntos, todo el día “calvario”. Trabaja en un prácticas de
y él nunca me cree, inclusive la madre le mandaba una contexto de control dominación.
esquelita diciéndole “acá ella se va recién en tal absoluto. A pesar de eso,
hora…Hasta ahora tengo un papelito que todavía por su ex-marido cree que ella
ahí anda, una esquelita donde la mamá le escribe a él tiene otro hombre e insiste
que yo me voy tarde, porque la mamá no sabe qué con este tema. La suegra
hacer para que no se enoje y nunca creía él en nada de certifica los horarios de
lo que yo decía, siempre él yo apenas llegaba ya a Elsa para que su ex-
veces me agarraba de los pelos y a veces llegaba un marido le crea y no se
poquito más tarde y me decía que yo estaba con otro, o enoje. Su ex-marido la
si venía muy temprano me decía “qué, ¿te largó muy maltrata por celo
obsesivo. Elsa queda 9. El aislamiento como
rápido el otro que venís temprano ahora?”, así siempre
discapacitada para práctica de
me tenía, siempre me pegaba, me maltrataba, me
trabajar como dominación.
golpeaba, hasta que llegó el punto que me lastimó tanto
que me agarró traumatismo de columna y de consecuencia de los
cadera…yo tenía casi 8 años, 9 años ya de casados. golpes. Hasta entonces,
ella había trabajado 10. El encierro y el
9. Yo tenía amigas que eran de mi escuela y después siempre para mantenerse aislamiento como
se iban a visitarme. Un día llegó él del trabajo y y mantener a sus hijos. prácticas de
estábamos tomando un tereré, era verano, teníamos el dominación.
balneario cerca, tenía que venir enseguida él, llegó del 9. Elsa no tiene opción y Estereotipo de género.
trabajo y le corrió a todas mis amigas. Desde ahí hasta pierde a sus amigas por Los hijos son cosa de
hoy en día mis amigas de soltera ni el saludo me dan, decisión de su ex marido. las mujeres.
no me quieren ver, hace ya 6 ó 7 años que estoy 10. El mundo de Elsa se Patriarcado. Mundo de
separada, igual la gente medio que se aparta de mí. limita al trabajo, la casa, al vida.
10. Me iba, trabajaba, venía, me encerraba en mi casa, marido y sus hijos. Los
miraba la tele, estaba con mis hijos, él no quería que hijos son cosas de ella, su
salga, no tenía amistades, no nada, nada, no podía salir ex marido no se hace 11. La sumisión, la
a pasear con mis hijos en la plaza, porque él decía que cargo. Su ex marido no le obediencia y la
yo iba a mirar a otro por ahí, le decía a él “vamos reconoce como pareja. subordinación como
juntos”, no quería salir tampoco y, si salía, cuando nos Elsa reconoce y diferencia prácticas de
íbamos a comprar a algo, él me decía “andate ya con que lo que ella vive no es dominación.
tus hijos adelante vos, yo ya me voy” o él se iba primero una vida en pareja. Patriarcado.
a una cuadra y yo con mis hijos atrás, nunca como 11. El ex-marido de Elsa
pareja, de la mano y con mis hijos, no. tiene derechos que ella no
11. Y sí, tenía que hacer lo que decía él y callarme la tiene. Ella no tiene opción,
boca y nada más, no podía tener amistad, no podía hace lo que él le dice.
tener nada y él sí tenía todas las amistades que quería.

b) Procesos de emancipación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1. Desde los 11 años trabajé…Yo no cobraba y yo 1. Elsa no se niega a 1. Conciencia de
quería algo de plata para comprarme unas cosas y no trabajar, pero se rebela explotación y rebeldía
me gustó y medio que me retobé para mi mamá y le dije cuando su mamá le saca ante la injusticia. El
no quiero irme más y no me fui más. todo lo que cobra, sin trabajo genera
dejarle algo y ella quería autonomía. Capacidad
2. La mayoría de mis embarazos, del primero yo trabajé
tener su plata. de decisión.
hasta los 8 meses, después no quise trabajar más, fue
por eso la pelea y ya no me sentía, me sentía muy 2. Elsa decide dejar de 2. Capacidad de
pesada, no quería trabajar más y bueno… trabajar por su avanzado decisión. Búsqueda de
embarazo y por esto autoprotección.
3. Desde el primer momento de que nos casamos, del
recibe una brutal paliza.
embarazo ese que me pegó, le hice un montón de Hasta este momento no 3. La visibilización de la
denuncias, todo, no le llevaron preso porque la mamá había sentido miedo de su violencia hacia las
siempre tiene plata y siempre pone un abogado y sale ex marido. mujeres. La denuncia.
libre. Búsqueda de ayuda en
3. Elsa no se calla. situaciones de
4. Siempre viviendo en la casa de mi suegra…después
276

de la pelea de traumatismo de columna y cadera, salí Denuncia desde el primer violencia.


del hospital, de estar internada, y fui a la defensoría y momento el maltrato que
ella me dio una orden, fui con los policías…después recibe. 4. Visibilización de la
fuimos otra vez y él me daba la casa, pero después vino violencia. Conciencia
la madre y me dijo que si yo no me quedaba con el hijo 4. Elsa pelea por sus de los derechos.
en esa casa, no me podía quedar, es de ella, que no y derechos y por sus hijos. Búsqueda de ayuda
yo le peleé y ella no, no y no, fuimos otra vez a la No sólo enfrenta a su ex institucional.
defensoría, ahí tuvimos que irnos a la casa de mi papá marido sino también a su
nomás como dijo la defensora. suegra. Utiliza los
dispositivos institucionales
5. Después del traumatismo de columna y cadera, yo fui con que cuenta.
a la casa de papá y él se fue pidiendo perdón de rodilla, 5. Búsqueda de ayuda
habló con mi papá de un montón de cosas y ahí yo 5. Elsa intenta liberarse familiar. Búsqueda de
pensé en mis hijos y como estábamos viviendo mal en de su situación de autoprotección. Los
la casa de mi papá, chorreaba todo cuando llovía y esas violencia, yéndose a la hijos como
cosas, volví. casa de su padre. Sin determinantes de las
embargo, por sus hijos y decisiones.
6. A los tres meses corrí porque se levantó malo y ante las carencias y
comenzamos a discutir…yo le dije no quiero discutir y necesidades que vivía en
salí afuera, me agarró del pelo y de los brazos y me la casa de su padre, 6. Búsqueda de
quemé acá con agua caliente y ahí fue la pelea porque decide volver con su ex autoprotección.
yo también me quise defender…ahí me trajo para marido. Búsqueda de ayuda en
adentro, para la pieza…yo salté la ventana, salté el situaciones de
6. Elsa se defiende ante la
tejido de la vecina y, por el patio ajeno, salgo y voy por
violencia física de su ex violencia. Conciencia
la otra cuadra y corro, él me corre, yo corro hasta la del peligro de muerte.
policía y ahí vuelvo, no estaba en la casa, vamos con la marido. Huye para
policía, agarré mis hijos, mis ropas, nada más y ahí me preservar su vida. Pide
fui. ayuda. Finalmente, decide
irse definitivamente de su 7. Lucha por los
7. Fui a la casa de mi papá, sólo con la ropa y desde casa. derechos. No
ahí anduvimos mal como 1 año más o menos, resignación. Conquista
dormimos en el piso, no me quería dar los colchones, 7. A pesar de las ante el reclamo.
no me quería dar la cama, no me quería dar nada, carencias y necesidades, Capacidad de
hasta que fuimos por defensoría y le dije a la defensora Elsa esta vez decide no resistencia.
y ahí la defensora le amenazó, bueno me dio un volver con su ex marido.
poquito, lo poco que tenía me dio, porque siempre Continúa luchando por
vende todo lo que tiene. mejorar su situación.
8. La denuncia social
de la violencia.
8. Siempre cuando me pegaba mucho, yo gritaba para 8. Elsa utiliza el grito
Capacidad de decisión.
que los vecinos me ayuden, para que alguien llame a la como práctica ante la
Conciencia
policía. Ningún vecino llamaba a la policía, nada, nadie violencia de su ex marido.
emancipatoria de las
se metía y por eso también tomé la decisión, la última, Decide irse ante la falta situaciones de
agarrar e irme…porque me di cuenta que no va a de ayuda de los vecinos y violencia.
cambiar nunca, si él no hace un tratamiento o algo porque se da cuenta que
así…el carácter de él hasta ahora sigue siendo el su ex marido no va a
mismo y me di cuenta cuando mi hijo se fue a vivir con modificar su práctica
él a los 13 años, el mayor, y mi hijo mismo volvió 9. Búsqueda de ayuda
violenta.
porque se peleó con el papá. profesional e
9. Elsa busca ayuda institucional.
9. Voy y vengo de mi tratamiento al hospital sola…sí, profesional para salir de Capacidad de lucha.
con el traumatólogo y la psiquiatra…me ayudó mucho, su depresión. Tiene
porque yo estaba muy deprimida, muy decaída, que ya conciencia de que sin
no tenía más ganas y ya estaba a punto de caer en un ayuda no puede salir de 10. Construcción de
pozo que no me iba a levantar más. su situación. Lucha para lazos sociales.
10. Tengo sólo una amiga, una señora también que salir adelante.
tiene muchos problemas como yo, y a veces por ahí nos 10. Elsa busca establecer
juntamos y salimos entre las dos, caminamos, vínculos sociales. Intenta 11. Estrategias de
hablamos y nos despejamos una a la otra. recuperar su vida. sobrevivencia. Vida
cotidiana y afectos.
11. Hago el desayuno para los chicos, lo que tengo, lo 11. Elsa intenta construir
que puedo hacer y crio mis gallinas y después les una vida cotidiana sin 12. Dispositivos
despierto a ellos, les doy de desayunar y riego mis violencia, apelando a la institucionales que
plantas, a veces planto, a veces no. naturaleza y a sus hijos. generan autonomía.

12. La última vez él me dijo que me va a depositar en el 12. Elsa busca estrategias
banco todo. Abrí la cuenta bancaria para no ir a pedirle para no depender de su 13. Estrategias de
ex marido. Intenta romper
277

yo a él. la dependencia y el sobrevivencia.


sometimiento. Dispositivos
13. Con la plata yo por ahí me voy a la casa de unos institucionales que
amigos…hay una bolsa solidaria acá, de la EBY, con 13. Elsa pone en marcha generan autonomía.
eso yo me mantengo…y el comedor comunitario, eso sí diversas estrategias de
todos los días. sobrevivencia. 14. La práctica de la
libertad. La búsqueda
14. Hoy sobretodo soy libre y estoy con mis chicos, 14. Elsa se siente libre de autonomía. La toma
empecé a tener amistades de vuelta, me hice amistades porque nadie controla ni lo de decisiones.
con la gente, ayudo a mucha gente con la que dice ni lo que hace.
política…había muchos abuelos que no tenían Toma sus propias
documento, que querían una cama, me iba al hospital y decisiones y utilizar
yo me anotaba, así también me mantenía, porque le diversas estrategias de
anotaba así a las personas y cuando le llamaban y si sobrevivencia. 15. Búsqueda de
podía entrar con la persona yo le retiraba todos los autonomía económica.
remedios, todo a mi nombre, era para ganar para mis Capacidad de lucha.
hijos no más, porque si no tenían documento no le
querían anotar en administración.
15. Elsa hace muchas
15. Los remedios, me ganaba 5, 6 o 7 pesos y así, a cosas para subsistir.
veces cuido bebés, una beba de una señora de allá, a
veces ella me pide que le acompañe al centro y por ahí
me da un poco de azúcar, harina, algo siempre para los
chicos…hago masajes, y cosas a croché, costuras…A
cambio de eso me dan una bolsa de mercaderías y un
poquito de plata, y así me mantengo.

Entrevistada: Verónica
a) Procesos de dominación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1 Él siempre me acompañaba viste, me esperaba a la 1 Desde un comienzo, 1 El control físico como
salida de la escuela, salía con otra gente de la iglesia Verónica fue controlada práctica de
porque era luterano, y bueno después fueron pasando por su ex marido. dominación.
los años, yo empecé a estudiar en el Dachary y él
empezó, el dejó de estudiar en el Paraguay para 2 El control físico como
empezar en el Dachary conmigo, dejó tercer año. práctica de
dominación.
2 Era obsesivo, ya con la facultad, no podía tener un 2 Verónica justifica que Aislamiento. Celos y
grupo de estudio donde él no esté, quería acaparar terminaba estudiando con obsesión.
todo, era una persona extremadamente inteligente, no su ex marido porque era 3 Mandato familiar. El
necesitaba ir a clases para aprender, yo terminaba muy inteligente.
estudiando con él, si yo me hacía otro grupo para matrimonio como
estudiar era todo un planteo. 3 Verónica si bien institución.
reconoce que busca Dependencia
3 Cambió el tema cuando quedé embarazada y me quedar embarazada, económica. La ficción
casé, pero yo quedé embarazada primero, lo buscamos admite que se tuvo que del hijo.
a Facu. No vivíamos juntos y mi mamá decía que había casar por mandato de su
que casarse para irnos a vivir juntos. No querían en mi madre. La convivencia sin 4 Invisibilización de la
casa, porque mi hermano mayor no había hecho eso, matrimonio estaba mal violencia hacia las
mi mamá se casó con el primer novio, con el único vista. Además, Verónica mujeres. El silencio
novio que tuvo y que fue el hombre de toda la vida, o dependía como práctica de
sea había que casarse. Tenías que casarte y después económicamente de sus dominación. El
te podías ir a vivir, porque aparte yo dependía porque padres. aguantar, el ocultar, el
estaba estudiando en ese momento, sino me tenía que sostener a cualquier
ir, no me decían nada, pero quedaba tácito, sino, 4 Verónica oculta la precio el matrimonio,
arréglate. violencia. El mandato como mandatos
familiar no le permitía que familiares.
4 Yo no le dije a nadie que me empujó, fue un accidente su hijo naciera sin un
le dije a mi papá, imaginate vivíamos ahí, se complicaba padre. Su madre le había
si me tenía que separar, iba a nacer el nene, todo con enseñado que había que
una crianza de que el padre y la madre tienen que estar aguantar.
juntos, yo aceptaba en el fondo, respetaba eso que me 5 La ficción de “la
habían dicho…lo que mi mamá me decía…había que 5 A pesar de lo que
278

aguantar. estaba padeciendo, familia”.


Verónica insiste en
5 Yo había cambiado en realidad porque estaba más mantener la familia unida. 6 El aguantar, el
vulnerable con el embarazo. Yo no quería tampoco que ocultar, el sostener a
se vaya, porque quería el tema de la familia. 6 Verónica decide cualquier precio el
aguantar la violencia de matrimonio, como
6 A mí lo que me hizo fuerte fue el tema del nene, si yo su ex marido, por su hijo y mandatos familiares. El
hubiese estado sola, le hubiese pateado, tampoco iba a por el fuerte mandato hijo como justificación
ser el único hombre, pero yo quería que el nene el día
familiar. de la dominación
de mañana tenga su papá, todo el tema de la familia.

b) Procesos de emancipación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1 Cuando yo vi que él no respetaba al nene, cuando 1 Verónica toma 1 Percepción del
empezó esa violencia con el nene, sin ser física, pero conciencia de la situación, problema de la
ya era una cuestión de no respetar, eso ya me había cuando la violencia violencia. Génesis del
decidido que no podía seguir así. comienza a afectar a su proceso de
hijo. emancipación.
2 ¿Yo gracias a qué zafé?, yo zafé gracias a él en
realidad, porque yo hubiese seguido con él, toda la vida 2 El propio agresor
iba a seguir en ese círculo, me hubiese muerto. En contribuye a la
realidad él después quiso volver, pero ahí yo ya no. Él 2 Verónica atribuye a su emancipación de su ex
me dio el motivo para irme, me dio el pie para irme, ex esposo su salida de la mujer
porque me echó en realidad. Se dieron varias cosas. Él situación de violencia
me echó a mí de la casa. 3 Visibilización de la
situación de violencia.
3 Entonces ahí yo le conté a mi mamá lo que pasaba, 3 Al contarle a su madre Revocación del
entonces mi vieja me dice no, ¡basta!, nosotros su situación, Verónica se mandato familiar.
queremos que termines de estudiar, vos no vas a estar
siente respaldada. Se da Ayuda familiar de
sola, nosotros te ayudamos con el nene y me dice cuenta que no está sola. carácter económico,
“sepárate, no podés aguantar más”. Ahí mi mamá me La madre decide revocar moral y afectivo.
ayudó, me dijo que sí, que me apoyaban, que me su mandato de aguantar. 4
hacían el aguante económico, moral y afectivo, no Proyecto de
estaba sola. 4 Verónica retoma sus realización personal.
estudios y recupera su Construcción de lazos
4 Yo esos meses seguí estudiando, empecé a retomar vida social. sociales.
compañeros que estaban rindiendo otras materias. Yo
había dejado pero estaba adelantada en la facultad.

Entrevistada: Mariel
a) Procesos de dominación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1 Después de esa primera vez que estuvimos juntos fue 1 Mariel utiliza el término 1 La virginidad como
ya carnal, ahora con el tiempo me doy cuenta que yo “carnal” para referirse a la virtud. El sexo como
nunca estuve enamorada de él, lo que paso fue que yo penetración sexual. pecado. Mandato
me quedé embarazada porque él no se cuidaba y yo me Queda embarazada social, familiar y
cuidaba con los días, y él me decía yo con vos no me porque no utiliza religioso. La ficción del
voy a casar y en Enero me quedé embarazada y bueno anticonceptivos por su hijo.
él me dijo bueno vamos a casarnos porque yo me había creencia religiosa.
quedado embarazada, yo me case porque me quedé Reconoce que no está 2 La división sexual del
embarazada y por la estructura familiar que yo tenía mis enamorada y que su ex trabajo doméstico y
convicciones, yo pensaba que nadie me iba a aceptar, marido no quería casarse estereotipos de género.
ahora digo que estúpida, con mi novio anterior también con ella. No obstante,
era tradicional que me iba a casar virgen. queda embarazada y se
casan por mandato
2 Nos casamos y nos fuimos a vivir a Bernardo de familiar y religioso.
Irigoyen porque él era mecánico vial y yo me había
recibido, así que nos fuimos a vivir al interior y toda la 2 A pesar de su 3 La división sexual del
responsabilidad de la casa caía sobre mí, yo estaba embarazo, Mariel se hace trabajo doméstico y
embarazada y me iba a hacer las compras a Brasil y cargo de todas las tareas estereotipos de género.
venía con los bolsos y con las contracciones que a del hogar. Patriarcado. El
veces me agarraban. aguantar y sostener a
3 Mariel destaca el
279

3 Después él tuvo hepatitis y me acuerdo que yo tenía sacrificio que tiene que cualquier precio el
que tener reposo absoluto pero igual le tenía que hacer para sostener el matrimonio, por
atender a él en la casa de los padres. Me acuerdo que matrimonio. Destaca que mandato religioso.
la madre le lavaba la ropa a él y yo tenía que lavar mi su primer hijo al ser varón
ropa porque dejaba a un lado…encima era el primer tenía mayor valor que si 4 La manipulación
nieto y encima varón, pero nada le consternaba de mi era mujer. como práctica de
persona y yo me aguanté y encima había que cuidarle a dominación. Ciclo de la
Raúl. 4 Mariel cree en el violencia conyugal.
arrepentimiento de su ex
4 Y él me regalaba tortas, fresita para brindar, hacía marido y lo perdona en 5 Estrategia ingenua.
todo para que le perdone y después empezaban otra muchas oportunidades. La ficción del “hijo”. La
vez los golpes. ficción del “tiempo”.
5 Mariel cree Fuerte mandato
5 Yo pensé que él iba a cambiar y yo dije que iba a ingenuamente que su ex religioso. Estereotipos
hacer todo lo posible para recuperar mi matrimonio, marido podría cambiar si de género.
bueno entonces yo volví y ahí me quedé embarazada ella hace todo lo que él
de Daniela y ahí peor empezó. Yo lo hacía para que quiere. Destaca las
cuando él llegara vea la casa limpia, la comida lista, virtudes de la mujer
pero el hombre no valora eso, mientras vos estés hacendosa, pero que los
pintada y le atiendas bien no importa cómo tengas la hombres no valoran.
casa.

b) Procesos de emancipación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1 En el segundo embarazo, una vez habíamos discutido 1 Por primera vez, Mariel 1 Contar lo sucedido,
y él me pegó un cachetazo, después vino un amigo de decide contar la situación comunicarlo a alguien,
él a Irigoyen, nosotros vivíamos solos, las pocas de violencia por la que como inicio de una
amistades que teníamos eran recientes, así que le atravesaba. Mariel práctica emancipatoria.
conté al amigo de él lo que había pasado con Raúl y el esperaba que le digan
amigo de él no me contestó nada, no me dijo está bien qué hacer ante esa
o está mal que hago algo, entonces yo deje pasar esa situación. 2 Visibilización de la
situación. violencia hacia las
2 Él me pega una patada con el borceguí porque es mujeres. Búsqueda de
mecánico vial. El borceguí tenía una punta de acero y 2 Mariel toma la decisión autoprotección.
me dio una patada. Entonces yo dije yo me voy y me fui de irse de su casa, ante Búsqueda de ayuda
con Fernando que era chiquito y me acuerdo que me fui un hecho de violencia familiar.
a la casa de una tía, él me buscó por todos lados y grave. Recurre a sus
después me fui a la casa de mi mamá. familiares pidiendo ayuda.

3 Cuando yo me separé tenía 11 meses Daniela, es 3 Mariel se separa 3 Capacidad de


como que nunca le quiso, él hizo tres meses de terapia, definitivamente. Intenta decisión. Emancipación
pero entre eso como yo estaba en un grupo juvenil, él recuperar su vida, sus económica.
digamos que los que eran mis amigos, él se acercó a actividades, sus amigos. Construcción de lazos
esa gente, yo dije bueno el necesita entonces yo cedí la Su ex marido se pone de sociales. Proyecto de
amistad de ellos durante el tratamiento, mi familia, mis novio y ella también con realización personal.
tíos, todos, y bueno él se puso de novio con una chica un compañero de trabajo. Formar otra pareja
de 16 años y yo empecé a salir con el que era mi Esto favorece la favorece la separación.
compañero, que en ese momento era el único al que le separación.
tenía confianza, eso es lo que me dijo mi vice que él fue 4 Autodeterminación.
la contención que yo necesitaba en ese momento, él
era separado y nos fuimos a vivir juntos, después él 4 Mariel no cede ante el Capacidad de decisión.
volvió con la mujer yo me quedé embarazada y me intento de su ex marido de Ausencia de culpa por
quedé sola. querer volver a estar la separación.
juntos. No siente culpa
4 Después se peleó con la chica y ahí empezó otra vez por la separación.
con que quería volver, yo digamos que ya había matado
el amor durante el matrimonio, yo dije bueno yo ya hice
5 Capacidad de
todo lo posible para salir de eso. 5 Mariel cierra una etapa decisión. Firmeza en la
5 Hace 7 años que estamos separados. Ahora él se de su vida con la decisión.
encarga de llorar, recorre todos mis vecinos, él le lloró a separación de su ex
mi vecina para que me convenza para que vuelva con él marido. No hay marcha
y yo ya me cerré y no quiero saber nada de esa época, atrás. Muestra decisión y
él fue, le lloró a mis parientes, a mi mamá, una vez no se conmueve ni siente
280

habíamos discutido, porque el acoso siempre fue culpa ante el llanto de él.6 Conciencia
constante, habíamos discutido y yo le dije “sabés qué, emancipatoria.
andate o yo voy a llamar a la policía”, cuando yo ya Utiliza varios recursos Capacidad de reacción.
vivía en el barrio docente, entonces me fui a la casa de para sostener su decisión. Conciencia de la propia
mi vecina para refugiarme. 6 Desde antes de dignidad.
6 Hace un año más o menos él me agarró de los separarse, Mariel se
brazos. Antes de separarnos que yo ya me arté de cansa de ser sometida y
someterme. Yo la última ya me empecé a defender y de se defiende ante la
última cuando vivíamos en el departamento en Villa violencia de su ex marido.
Cabello yo le tiraba de todo para frenarlo, pero No acepta seguir siendo
peleábamos todo el día, entonces él después decía en humillada por él.
la terapia que los dos éramos violentos y de esa vez
que nos agarramos yo dije que no iba a permitir que él
me rebaje.

Entrevistada: Dina
a) Procesos de dominación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1 Fuimos a la casa de la hermana de él y me acuerdo 1 Dina se siente 1 Machismo. La
que hicieron un guiso y ahí todos se sirvieron, yo no me ridiculizada por su marido ridiculización como
serví, le pedí a él que me sirva y me dijo “¿vos no te vas a tan solo una semana de práctica de
a servir?” y ahí yo le dije servime y me dijo “¿vos te iniciada la relación de dominación.
pensás que yo te voy a servir toda la vida o algo así, no noviazgo. Siente
tenés manos para servirte?...Me sirvió un montón, yo no vergüenza. Él fija el orden
sabía si pasaba más vergüenza dejando la comida en el de quién sirve a quién.
plato, porque no podía tragar de la vergüenza que tenía. Esto ocurre además en un
Era la primera vez, hacía una semana que nos contexto familiar vinculado
habíamos puesto de novios. a él. 2 Relación entre la
2 Volví a la casa de la señora donde yo vivía. Le dije 2 Dina se da cuenta que religión y las prácticas
“éste no es el hombre para mí”, así, así me hizo, y dijo este muchacho no es para sociales. Los varones
“bueno, dejale”, pero como yo le conocí en la iglesia ella, por el trato que había eligen a las mujeres.
evangélica y él era el único muchacho entre 11 chicas y tenido con ella. ¿Por qué Relaciones de género.
había una competencia de quién le iba ganar a él y él no lo deja? Porque la 3 El embarazo y la
me eligió a mí... relación se inició en una paternidad en
iglesia y ella fue “la contextos religiosos. El
3 Salimos tres meses y ahí nos casamos, por desgracia elegida" por él entre 11
me quedé embarazada. Ahí le llamo, me fui, busqué un chicas. No podía dar matrimonio como
trabajo y me fui. Ahí él fue a buscarme, porque me marcha atrás. institución. La
decía que tenía que asumir la paternidad. Y bueno, ahí trasgresión de los
dijo “vamos a casarnos” y nos casamos. Mi familia no 3 Dina considera el mandatos causa
sabía nada porque yo no podía contarle a mi mamá que embarazo como una vergüenza.
estaba embarazada, porque eso para mi familia era desgracia. No sólo era un 4 La discriminación
algo que no se debería hacer antes de casarse. Para mí hijo no deseado, sino que como práctica de
era una vergüenza, después igual se enteraron. ella siente que transgrede dominación social. Lo
una norma familiar. Siente malo y lo sucio en
4 Mi suegra no era de decir malas palabras, pero era vergüenza y “se va”. Ella
muy pelienta, muy cizañera. Era de mirar por la plata y no sentido religioso.
elige quedar División sexual del
la persona que no tiene plata no es gente, que no sea
embarazada y tampoco trabajo doméstico y
negro que tiene que ser rubio, que esto y que lo otro y elige casarse, sino que es
mi suegro es muy boca sucia, es desbocado, decía una decisión de él. estereotipos de género.
malas palabras y dice hasta ahora. Nosotros nos 5 Las condiciones
casamos y fuimos a vivir con él, porque mis suegros 4 Dina se siente económicas generan
estaban separados. Y él como no tenía nadie que le discriminada por su prácticas de
lave la ropa, que le planche, que le cocine, y todo tenía suegra. El que dice dominación social.
que hacerse él, entonces fuimos a vivir con él y yo le “malas palabras” es un
lavaba, le planchaba, le cocinaba, todo. “boca sucia”, como su 6 Matrimonio y
suegro. Se va a vivir con paternidad en sentido
5 Mi familia no quiere que yo siga viviendo con él, pero su suegro, para hacer las religioso.
cuando yo necesito una mano económica ellos no tareas de la casa que le
están, entonces opinar es fácil, cada uno tiene su corresponden por ser 7 La violencia y la
familia, tiene sus cosas, yo no puedo depender de ellos discriminación como
mujer.
tampoco, y yo en este momento para decir “me separo”, prácticas de
281

no tengo cómo vivir económicamente, no puedo. 5 Dina tiene conciencia de dominación.


su limitación económica.
6 No quiero sacarle el papá a ellos o sea separarme y Es realista. 8 Machismo.
que ellos vayan y que sientan esa falta. Entonces yo Relaciones de género.
estoy entre la espada y la pared. 6 Para Dina la paternidad La desvalorización y la
se reduce al matrimonio y humillación como
7 Él siempre fue agresivo, siempre, no es por la bebida, a la convivencia física. prácticas de
porque él ya viene, el papá es violento y nadie sirve dominación social. La
para ellos, son así todos. Y más porque yo soy 7 Dina reconoce que tiene
injusticia como cara
morocha, soy una negra. a su lado a un hombre visible de la
violento. No reduce la dominación social.
8 Él siempre fue de salir con mujeres. La familia de él violencia a la bebida.
siempre mandó más en mi casa que yo, o sea era él, la
familia de él y después yo. Los familiares de él iban y 8 Dina se siente
me insultaban de arriba abajo en mi casa, comían lo desvalorizada, humillada y
que yo cocinaba, me insultaban y se iban y yo me tenía relegada al último lugar.
que callar la boca y eso no es justo.

b) Procesos de emancipación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1 Yo trabajo, tengo una tienda en la casa de mi cuñado, 1 Dina trabaja para no 1 El trabajo genera
el hermano de mi marido y me dan ropa para vender. depender de su marido. autonomía. Búsqueda
Yo antes le daba mucha explicación de lo que yo hacía, Ya no da explicaciones a de autoprotección.
hace un mes más o menos que yo deje de darle su marido, como una Conciencia
explicaciones, porque él sale a desparramar por la forma de protegerse del emancipatoria.
familia de él y ellos se burlan y me critican, porque ellos ataque de la familia de él.
no quieren que yo prospere, quieren que yo toda la vida 2 Visibilización de la
esté debajo de los pies de mi marido, pidiéndole por 2 Dina intenta frenar la violencia hacia las
favor. violencia de alguna mujeres. Búsqueda de
manera. autoprotección.
2 Cada vez peor, como él me pegaba yo le denuncié y
esas cosas. Y el nombre de ellos quedó en la policía. 3 Dina se rebela ante la 3 Conciencia
discriminación y la emancipatoria.
3 Y siempre quiero mostrarle a la familia que yo no humillación de la familia Autonomía del sujeto.
necesito nada de ellos y que no quiero nada, pero nada de su marido y decide no
ni una aguja y mostrarles a mis hijos que yo puedo y depender de ellos en
que hay otra vida. nada.

Entrevistada: Tati
a) Procesos de dominación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1 Cuando empecé a salir con mi ex, en ese momento 1 Tati tiene conciencia de 1 El aislamiento como
no me di cuenta de algunas cosas, el hecho de que su ex marido pone en práctica de dominación
aislarme, yo tenía un grupo de chicos amigos, porque marcha distintas social.
en la facultad había muy pocas mujeres. Me fue estrategias para aislarla y
apartando de los varones y me decía que me miraban el apartarla de sus amigos y
culo, que andaban atrás mío y cosas así, que no vaya a amigas. 2 División sexual del
la casa de los chicos, porque hacíamos los trabajos trabajo doméstico y
prácticos y me decía que no vaya y eran mis estereotipos de género.
compañeros de facultad, mis amigos. Y los otros se 2 Tati reconoce que si Imaginario social
fueron apartando, me quede sin amigos. Después bien ella se encargaba de respecto a las mujeres.
empezó con las chicas, la estrategia era decir que las toda la tarea doméstica,
chicas estaban atrás de él. Su grupo de amigos eran para su ex marido seguía 3 Patriarcado. El
varones, eran cerrados, yo no podía entrar, no me siendo una mala mujer compromiso como
integraba a sus amigos. porque no se ocupaba de práctica de dominación
él. social. Mandato
2 Yo hacía todo en la casa. Cuando nos mudamos al religioso y familiar. El
departamento, me reprochaba sobre todo por la comida, 3 Tati reconoce que si matrimonio como
porque yo no estaba. Me decía que no le cocinaba, que bien estaban institución. Las
no le cocía un botón de la camisa, que era una mala “comprometidos”, se prácticas culturales
mujer digamos, que no me ocupaba de él. casaron en realidad por la como prácticas de
presión familiar, religiosa
282

3 El me pidió compromiso cuando estaba todo bien y y social, ante la situación dominación social.
teníamos planeado casarnos en abril de ese año y de embarazo.
como me quede embarazada y que se yo, me case por
la presión familiar. En mi casa son muy religiosos y lo
veían como algo que no estaba bien. Yo en un
momento pensé en no casarme y ahí pensé en el qué
dirán.

b) Procesos de emancipación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1 Las cosas ya estaban muy mal y nos peleábamos 1 Tati intenta separarse 1 Intentos de
muchas veces. Yo una vez le dije que nos separemos y varias veces. Tiene emancipación.
estuve por volver a mi casa varias veces y me quedé conciencia que su
por el bebé. matrimonio está en crisis. 2 El trabajo como
generador de
2 Ahora me siento re bien, porque tengo proyectos 2 Tati recupera su autonomía. Autonomía
míos, hacer cosas, comprar cosas para Ignacio, ahora autonomía y sus del sujeto. Proyectos
que tengo mi plata voy a empezar a planificar. Volver a proyectos y esto la hace de vida. El arte como
pintar me hizo sentir mejor, más relajada y estuve sentir muy bien. expresión de
pintando en óleo, ahora estoy pintando un cuadro y lo autonomía.
quiero poner en el sanatorio.

Entrevistada: Claudia
a) Procesos de dominación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1 Yo no podía quedar quieta, pasaba todo el día 1 Claudia reconoce que 1 División sexual del
corriendo, ordenando, limpiando, pendiente de él, no su vida es su ex marido y trabajo doméstico y
salía si no era con él, no me iba a la esquina si no era las tareas domésticas. estereotipos de género.
con él, ni al médico a llevar a mi hijo. Yo no Está controlada y no Mundo de vida
reaccionaba. reacciona androcéntrico.
2 Yo era la mujer que estaba en la casa, la que 2 Claudia no reconoce 2 Invisibilización del
limpiaba, la que cocinaba, la que planchaba, la que le como “trabajo” todo lo que trabajo doméstico
tenía las cosas listas, la que tenía que cuidar el hijo y él ella hace en la casa. Su como práctica de
era el que trabajaba, que venía y salía cuando quería, ex marido es el proveedor dominación social.
que hacía lo que quería, vos no podías preguntar nada. y esto le da derechos y División sexual del
autoridad. trabajo doméstico.

b) Procesos de emancipación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1 Cuando ya mi hijo era un poquito más grande, 1 Claudia a pesar de 1 Conciencia
empecé a trabajar de empleada doméstica otra vez, sentirse acorralada, se da emancipatoria. El
luchando para salir de ahí. Por ahí eso me ataba, cuenta de la situación de trabajo como práctica
porque siempre pensaba yo decía por qué tengo que opresión y comienza a de emancipación.
aguantar esto, por qué tengo que permitir si sabía que cuestionarse. Para salir
él salía con otras mujeres, que no le importaba en sí, de su situación, comienza
gastaba toda la plata y a veces no teníamos ni siquiera a trabajar. 2 El abandono por
para comer y la madre me venía con un plato de
comida, me compraba pañales, ropa para mi hijo y todo 2 Claudia se separa parte de los agresores
lo que me hacía falta. Yo pensaba por qué tengo que porque él se va de la opera como dispositivo
casa. de emancipación de las
aguantar. Aunque yo no tenga a nadie, no tengo por mujeres.
qué aguantar esto. Entonces trataba de que salir de ahí.3 Claudia reconoce su
2 Cuando volví de mi trabajo un día al mediodía, llegué separación como 3 Conciencia
definitiva. emancipatoria.
a casa, se había llevado toda su ropa y se había ido y Capacidad de decisión.
bueno a partir de ahí no tuve ningún tipo de contacto 4 Para Claudia
despertarse significa 4 Conciencia
283

con él. tomar conciencia de su emancipatoria. La


situación. No quería que violencia como
3 Después de 11 años de convivencia, hace nueve su hijo repitiera el modelo problema ético.
meses que estoy separada definitivamente.
del padre.
5 Estrategia de
4 El motivo que me despertó fue mi hijo, el que me 5 Claudia es conciente emancipación. El
hacia aguantar. Yo pensaba “mi hijo va a crecer con esa que para salir adelante trabajo y el estudio
misma actitud, va a crecer viendo eso, va a hacer lo tiene que hacer algo por como proyectos de
mismo que está haciendo el padre y va a creer que todo
ella y por su hijo. Apela vida y generadores de
lo que él hace está bien”. entonces al trabajo y el autonomía.
5 Mi objetivo es poder trabajar a la mañana y poder estudio como
instrumentos. 6 Mundo de vida. El
estudiar a la tarde, recibirme de algo, lo que sea, pero valor de la paz.
hacer algo. Poder sacar bien adelante a mi hijo y seguir
6 Claudia valora la paz
para adelante. porque padeció muchos
6 Yo logré hoy por hoy la paz, no hay nada que yo haya años de violencia. Su hijo
hecho mejor que tener a mi hijo y la paz que tengo hoy es lo único que tiene en la
por hoy, que haya logrado llegar a esa tranquilidad y vida y se aferra a eso
que él no me persigue, o sea dentro de todo le doy para salir adelante.
gracias a Dios.

Entrevistada: Marta
a) Procesos de dominación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1 El maltrato que él tenía no era físico sino psicológico. 1 Marta oculta y silencia 1 Invisibilización de la
Por ahí pasaban dos semanas en que él no me su situación de violencia. violencia hacia las
hablaba, venía, entraba, comía, se bañaba, se iba a Para ella, eso significa mujeres. Minimización
dormir y no me decía una palabra. Era totalmente “aguantar”. de la violencia física.
indiferente. Yo me tenía que aguantar, por el simple
hecho de no preocuparle a nadie porque yo no contaba
a nadie, me guardaba, me comía todo el garrón solita. 2 Marta atribuye a su 2 La discriminación
2 El problema fue cuando vinimos a vivir a Oberá. La suegra su situación de racial como práctica de
mamá se empezó a meter en nuestra vida. Son una violencia. dominación.
familia de alemanes bastante racistas, yo para ellos soy
una negrita con todas las atribuciones malas.
3 Marta rechaza el papel 3 División sexual del
3 La mamá me decía que yo le tenía que servir, que él que le atribuye su suegra trabajo doméstico y
no tenía que hacer nada, para eso estaba yo, para eso por ser mujer, la de servir estereotipos de género.
era mujer. a su pareja.
4 Él estaba podrido, entonces tuvimos una discusión y
me dijo “yo hoy voy a salir” y “¿a dónde te vas a ir?” le 4 La violencia física
dije, “eso es asunto mío, me voy a ir a una cena”, y le 4 Marta recuerda con como práctica de
digo “¿cena de qué?” y “me voy a ir”, y “me voy a ir”. mucho detalle el episodio dominación.
Entonces, yo me enojé. Me acuerdo que estaba en donde él le pega por
acostada en la cama y me di vuelta y no le di bolilla, y él primera vez.
me dice “¡te estoy hablando!”, y yo no me daba vuelta,
“¡te estoy hablando!” me dice, y entonces, como no me
5 La privación de
di vuelta, vino y se puso encima de mí, me apretó
libertad como práctica
contra la cama y me decía “¡te estoy hablando!” y me
5 Marta a pesar de los de dominación.
pegaba.
golpes y el encierro, no se
5 Él agarró, salió y me dejó encerrada. En ese cuestiona ni se plantea
entonces, nosotros vivíamos en una pieza re chiquita, dejarlo. Por el contrario,
donde compartíamos el baño. Él agarró, puso el actúa como si nada
candado del lado de afuera, me dejó encerrada y se hubiera pasado.
fue. Si yo necesitaba algo no podía salir afuera. Me dejó
encerrada hasta las cuatro de la mañana y ahí agarró,
vino, me dijo que no tenía ganas de hablar conmigo,
estuvo así como tres, cuatro días que no me hablaba,
bueno yo hacía como que no pasaba nada, iba y venía,
por ahí yo le hablaba, pero él simplemente me miraba y
me ignoraba.
284

6 Estábamos por comer en ese momento el agarró


tenía un vaso y yo me levanté y me di vuelta cuando me
di cuenta, me rozo el vaso, me tiro el vaso contra la 6 Marta relata una nueva 6 Violencia ambiental
pared, yo le dije que él estaba loco, o sea sos un práctica violenta de su
enfermo le digo yo, no te das cuenta las cosas que pareja: hacia los objetos.
haces, y ahí estaba mi tabla de planchar se levantó y le
pegó una piña a mi tabla de planchar y tiró a la mierda,
agarró y se fue.
7 Entonces agarró y empezó a tirarme todas las cosas y
me dijo que no vuelva más, que si me quería ir que me
vaya, pero que le deje de joder a él. Cuando yo
comencé a tener problemas en el embarazo, mi 7 A pesar de los golpes,
sobrinita me había regalado un santito que era el divino Marta no sentía el dolor, 7 Violencia física y
niño. Ella me dijo “guardá esto, este santito te va a pero sí siente y la afecta violencia ambiental
cuidar a vos y a mi primito y no te va pasar nada”. Él el hecho de que él le haya
sabía que el santito que me había regalado mi sobrina roto un objeto de mucho
tenía mucho valor sentimental para mí, entonces agarró valor sentimental para
y me dijo “tanto creés en Dios, tanto creés en Dios”, me ella.
dijo, “ahí está tu Dios”, dijo, “mirá como te tiene”, me
dice, agarró y estampilló mi santito contra la pared y ahí
sí entré a enloquecerme y ahí él agarró y me empujó. 8 Marta circunscribe su
Cuando me volvió a empujar, yo le volví a pegar una vida a su casa y su 8 El aislamiento como
cachetada para que no me siga empujando. Y ahí sí, él trabajo. Hay un proceso práctica de dominación
me agarró y me pegó. Ni sentí el dolor. de pérdida de lazos social. Mundo de vida
sociales. androcéntrico.
8 Durante todo un año era de mi trabajo a mi casa y no
me relacionaba con nadie. Vivía encerrada y hablaba
solamente con una chica que vivía al lado. Yo no tenía
9 El aguantar para
otra relación que no sea él, o sea no me relacionaba 9 Marta sostiene la
relación por su hijo. sostener la pareja y la
más que con él.
Decide aguantar. Sostiene paternidad a cualquier
9 Si yo no puedo estar con él aunque sea voy a intentar la creencia de que un hijo precio. La ficción de “la
de llevarme bien, porque no quiero que mi hijo crezca tiene que tener un padre a familia”. Imaginario
sin un padre sin una madre, entonces aguantaba. Lo cualquier precio. social.
único que quería era que mi hijo tenga un padre.

b) Procesos de emancipación

Prácticas sociales Significados Categorías teóricas


1 No tenía sentido que ahora yo sea esclava de él, 1 Marta rechaza la idea 1 Conciencia
aparte yo no nací para ser esclava ni servirle a nadie, le de servir como una emancipatoria.
digo yo, y ella me decía que no, que yo era una esclava a su pareja y Rechazo a la sumisión
maleducada y le dije “bueno, usted tómelo como quiera, enfrenta a su suegra. y al servilismo.
pero yo no, no voy hacer lo que usted quiere”
2 Marta ve como una 2 La denuncia como
2 Yo hice la exposición que después pasó a ser una conquista que a través de prácticas de
denuncia. La cuestión que a la semana van y le sacan la denuncia recupera emancipación. Defensa
todas las cosas que él había llevado, llevan al juzgado, todas sus cosas, que su de los derechos.
el juez me llama y me entrega todo. Nosotros estuvimos pareja había llevado al
separados dos meses. abandonarla.

Entrevistada: Natalia
a) Procesos de dominación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1 Él estaba en ingeniería yo en artes y se dio la amistad 1 Natalia idealiza la 1 Ficción de “la
tres años. Era una ovejita, dulce, compañero, caballero. relación con su ex pareja familia”, del “príncipe
Había diálogo, siempre había un tema para charlar y a él. Forma parte de una azul” y del “hijo”.
horas, re bien, perfecto. Nos pusimos de novios, ficción respecto a la Estereotipos de
tuvimos un lapso corto de noviazgo, pero ya nos familia que ella desea. género. El aislamiento
conocíamos anteriormente, entonces fue como cerrar Atribuye el inicio de la como práctica de
285

ese círculo. Comenzamos a vivir juntos, al principio todo situación de violencia al dominación.
bien, perfecto, re bien, nos ayudábamos a cocinar, a la embarazo de su primer
limpieza, salíamos juntos. Todo, compartíamos todo, y hijo, que su ex pareja
hasta que apareció Mariano y ahí empezaron los rechaza. Si bien Natalia
obstáculos, el nunca, nunca se puso en el rol de papá y reconoce que él seguía
de pareja, de marido. Como que no se animaba a saliendo y comenzó a
asumir la responsabilidad. Seguía saliendo, seguía alejarla de sus amistades,
estando con sus amigos, a mí me empezó a prohibir lo acepta por su condición
todo eso, como yo me tengo que hacer cargo y él no, de madre.
como que a mí no me costó, ya sos mamá y no sé, de
una te acomodas a eso, lo incluís a tu hijo en tu vida y
seguís para adelante y él no, dijo que quería abortar y
después hablando, hablando, y con los profesionales,
intenté convencerlo hasta que aceptó y siguió, pero no
del todo convencido, porque te das cuenta en sus 2 El aislamiento como
actitudes, que no lo hacía con amor, no lo hacía con práctica de
afecto, no lo hacía bien, lo hacía como por obligación. 2 Natalia siente necesidad dominación.
de contar su situación de Patriarcado y
2 Mis padres se enteraron cuando ya casi iba a tener el embarazo, pero su ex estereotipos de género.
bebe, porque él no quería hablar ni con sus padres ni pareja le prohíbe,
con los míos y yo respeté su decisión, porque quería coartando esta
estar con él. Pero no, yo quería charlar, pero él no posibilidad. Pierde
quería. Y le quería contar al médico, y él no quería, contacto con su familia
hasta que sí, empecé a ir al médico, todas las veces iba porque es sometida a 3 Autoritarismo.
sola, mes a mes, llegó el último mes, mis padres a cambios continuos de Violencia física y
través de citaciones policiales después me encontraban domicilio. verbal. Minimización de
donde estaba, porque me ocultaba, me cambiaba de la violencia.
sitio. Después nos fuimos a vivir con sus padres en
Alem y ahí seguía como que todo se tapaba. No
3 Natalia minimiza la
querían reconocer los padres muchas cosas, tampoco
violencia física y verbal de 4 Ciclo de la violencia
me dejaban ver a mi familia.
su ex pareja. conyugal. La
3 La violencia comenzó cuando empecé a contradecirlo, manipulación como
cuando no le llevaba el apunte enseguida, durante el práctica de
primer mes de embarazo. Ahí eran apretones de brazo, 4 Natalia describe el ciclo dominación. La
cachetadas e insultos. Era eso nada más. de la violencia conyugal y desvalorización del otro
reconoce que nada como práctica de
4 Después se ponía mal, venía, te pedía perdón, te ve dominación.
justifica la violencia. Se
mal y llora junto, y trata de consolarte, pasa un tiempo y
siente despreciada y
está todo bien, como una reconciliación, como una luna
desvalorizada
de miel digamos. Y después de nuevo, una excusa
absolutamente como
tonta era suficiente para pelear, suficiente para que te
mujer.
quiera pegar, es suficiente para que te insulte, para que 5 El aislamiento y la
te rebaje como mujer, para que te diga que vos no valés dependencia
nada, para que no valore lo que vos haces, para que no económica como
valore lo que vos dejaste y el lugar que estás prácticas de
asumiendo, cada cosa que hacía todo estaba mal, todo 5 Natalia está aislada y dominación.
estaba mal, nada encontraba sentido, nada valoraba. Y sin dinero.
él, sus errores, nunca los asumía, nunca. 6 Las estrategias
ingenuas favorecen la
5 En ese entonces él no trabajaba, nos mantenía el dominación. La ficción
padre, porque no dejaron que mi familia se acerque, se 6 Natalia reconoce que su del “tiempo”
cerró, se cerró. creencia de que él va a
cambiar por el mero 7 El silencio y el
6 Yo decía él con el tiempo va cambiar, con el tiempo transcurso del tiempo es aguantar como
va a entender, si yo le doy el ejemplo y me quedo al falsa. prácticas de
lado de él como mamá, como mujer, él un día se va a dominación. La ficción
dar cuenta, va a madurar, va a recapacitar y va a 7 Natalia soporta en de la “familia unida”.
entender, pero no, es peor todavía. silencio las situaciones de Patriarcado.
violencia porque Sometimiento.
7 Yo nunca fui de hacerle la contra, constantemente me ingenuamente busca la Servidumbre.
callé, a mi suegra no le dije nada. Me aguante, me “unión de la familia” Aislamiento. Abandono
aguante en silencio, llore en silencio, porque yo quería
de personas.
unir, no separar, no lo que él quería, yo quería unir a la
Naturalización de la
familia.
violencia como práctica
8 Yo era una sometida total, porque lo atendía, lo 8 Natalia reconoce su de dominación.
286

cuidaba, le cocinaba, le lavaba la ropa, le cuidaba, le situación de sometimiento


brindaba afecto, cuidaba a sus hijos, la casa, todo, y no y servilismo. Naturaliza la
salía, de vez en cuando lo llevaba al médico, porque violencia hacia ella y la
tenía que ir al médico y no siempre porque a lo último acepta, pero rechaza la
todo un abandono, mi último embarazo fue un violencia hacia sus hijos.
abandono total, casi lo pierdo, nació con bajo peso,
tenía probables traumatismos, porque en las
discusiones no le importaba que yo le estaba dando de
amamantar, caí varias veces con él y no le importó, ni
siquiera que los nenes estén presentes, a tus hijos no le
podés pegar como a mí. 9 El sacrificio como
9 Yo no quería romper la familia. Y me quedaba. Había inmolación y entrega de la
días que yo me echaba tan atrás que decía “yo voy a propia vida por los demás. 9. La ficción de “la
sacrificar mi vida por los hijos y por él, voy a llegar a los Natalia está dispuesta a familia”. La inmolación
43 años que es más o menos cuando ellos serían cualquier sacrificio u de la propia vida.
mayor de edad y ellos puedan decidir qué hacer de su ofrenda por la causa de
vida. En todo caso, en aquel momento rompo la familia, “la familia” y “los hijos”.
pero ahí ya estarían crecidos, ya estarían criados, ya
tendrían otra forma de ver las cosas”

b) Procesos de emancipación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1 Voy a empezar una carrera corta nuevamente. Voy a 1 Natalia tiene sueños y 1 Proyectos de vida. El
seguir estudiando, quiero retomar eso, porque es retoma sus proyectos. estudio como práctica
importante incorporar conocimientos, para enseñar a los
Quiere transmitir a sus de emancipación.
nenes y para mí, yo me siento bien. hijos el valor del estudio.
2 La búsqueda de
2 Sé que con las denuncias me puedo cuidar. Ya hice 2 Natalia comienza a autoprotección
una denuncia, una exposición y ahora tengo que utilizar estrategias para
esperar. protegerse.

Entrevistada: Soledad
a) Procesos de dominación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1. A los 14 años, cuando salí del colegio, conocí a un 1. Soledad demuestra una 1. Procesos de
chico que tenía 17 años. Creo que me enamoré a enorme inocencia e socialización que no
primera vista, fue mi primer novio. Fue mi primer ingenuidad como mujer. favorecen la libertad ni
hombre en toda mi vida hasta el día de hoy. A los 10 Es una niña inocente que la autonomía de los
meses de novios recién le di el primer beso, porque yo siente miedo ante lo sujetos.
no sabía, mamá nunca me había dicho. Cuando me desconocido. No fue
besó la primera vez, de sorpresa, yo le pegué un grito a preparada para ser mujer
mi papá, le digo “papá, yo estoy embarazada”. Me dijo ni por su familia ni por la
“vos no estás embarazada mi hija”. Me puse a llorar. No escuela.
podía entender que no era verdad.
2. Pasó seis meses y “nos casamos” directamente. Él
fue a buscarme un domingo, así no más, una decisión 2. Soledad no elige
rápida. Yo no había planeado irme con él todavía. Él casarse, no está 2. El casamiento como
tomó la decisión de “casarse”. Me fue a buscar a mi preparada para hacerlo. institución patriarcal
casa y me dijo “mirá, yo vine a buscarte, ¿vos querés ir Tiene sólo 15 años. Su
conmigo o no?, porque si vos no te vas ahora, yo me novio la presiona con
voy a Buenos Aires y no te voy a ver más, yo te quiero abandonarla si no se va
mucho, quiero que seas mi mujer”. Yo me quedé triste, con él.
porque yo ya lo había aprendido a querer, como él me
respetaba y era tan atencioso, le dije que sí. Yo tenía 15
años y tres meses.
3. Fuimos a vivir a Los Helechos. Yo vivía en Florentino
Ameghino con papá. A la semana me quedé 3. Soledad acepta y se
embarazada. La segunda semana de “casados”, él me somete a las condiciones 3. Patriarcado.
287

dijo un jueves “yo voy a salir, tengo un baile, vengo de vida que le impone su
mañana” y yo le dije “bueno, está bien, andá tranquilo” y pareja. No elige tener un
me dejó cinco pesos. Volvió el lunes a la nueve de la hijo, sino que “queda
mañana. Cuando yo vi que él venía, salí corriendo y lo embarazada”.
abracé. El otro fin de semana de vuelta, dijo que iba a
volver el sábado y vino el domingo.
4. Bueno, todos los fines de semana él salía y así pasé
todo el embarazo, yo me quedaba, lloraba, lloraba y 4. Soledad sufre en
lloraba. Me tragaba todo, llegaba y yo no le decía nada. silencio el abandono y la 4. Aguantar en silencio
la dominación del
5. Yo le dije “yo me voy, no me voy a quedar más sola soledad, pero acepta y varón.
acá, ¿por qué no me llevás con vos?, llévame con vos”. calla su dolor.
Él me dijo “no, porque la mujer no es para el baile, es 5. Ella siente miedo de
para la casa”. “Yo sé que es cierto eso -le digo- porque quedarse sola, pero 5. Mandato familiar.
mi mamá siempre me dijo que cuando uno se casa, la acepta el mandato de su Estereotipos de
mujer no puede ir al baile, el derecho de la mujer es mamá de que “la mujer es género. El miedo como
quedarse en la casa y cuidar a su marido, pero yo tengo para la casa y para cuidar forma de dominación
miedo de quedarme sola acá”. a su marido”.
6. Yo le quería mucho, mucho, mucho, mucho, yo no le
decía más nada porque tenía miedo que él me eche de
la casa, que yo me fuera, y yo sabía que mi papá no me 6. Soledad reafirma una y
iba a aceptar de vuelta y él también lo sabía…yo tenía otra vez que quiere a su 6. La subordinación de
siete meses de embarazo. pareja, pero en realidad las mujeres como
tiene miedo, está mandato social. El
7. Yo tenía muchas ganas de trabajar, estaba muy embarazada y no tiene miedo como forma de
aburrida, sola siempre los fines de semana, no salía a adónde ir. dominación.
ningún lado. No hacía nada, no tenía televisión, radio,
nada. Yo tenía un nudo en la garganta, no podía decir
nada a nadie, porque yo no conocía a nadie, no tenía 7. Soledad se siente como
confianza con nadie, entonces me tragaba yo sola. recluida en una cárcel sin
7. El aislamiento y el
8. Él ganaba su plata y yo trabajaba por la comida. Él lo poder hacer nada. Tiene
miedo como formas de
que ganaba podía comprar algunas cosas para la casa, miedo.
dominación.
porque nosotros no teníamos casi nada solo algunas
cositas. Después la señora me empezó a pagar. Él
gastaba la plata, no sé, él se iba a los bailes y en vez de 8. Soledad trabaja para
traer plata, él llevaba cincuenta, sesenta pesos y me poder comer. Sueña con
dejaba diez pesos para la mercadería. Se iba y gastaba amoblar su casa, pero su 8. La subordinación
todo en el baile, venía seco y él decía que iba a tocar en pareja no la acompaña. económica como forma
el baile y si iba a tocar tenía que traer plata, porque de dominación.
seguramente lo pagaban.
9. A eso de las tres de la mañana, escuché que mi nene
lloraba, abrí mi ojo y él estaba con ella al lado, en mi 9. Su pareja tiene otra
cama. Yo me quedé quietita en la cama, no me moví, mujer, con quien obliga a 9. La humillación como
no podía respirar. Soledad a compartir la forma de dominación.
misma cama.
10. Yo le ayudé a comprar un Fiat 128, él cargaba siete,
ocho mujeres y su mamá, los fines de semana y les 10. Soledad ayuda
llevaba al baile, donde sea. Él me hacía levantar de ingenuamente a su pareja
noche, a las diez de la noche, a empujar el auto con a tener un auto, para 10. La humillación
todas las mujeres adentro. Yo lo hacía porque le seguía divertirse con mujeres y como forma de
queriendo. humillarla. dominación.
11. Todos los fines de semana era eso, cuando nos
invitaban a un cumpleaños, a un casamiento, yo me iba
con él. Siempre me hizo pasar papelón. Yo hablaba con 11. Su pareja la humilla y
la señora y él le decía “ya está mintiendo”, lo decía la descalifica en cuanta
ocasión se presente. 11. La humillación
fuerte para que todo el mundo escuche.
como forma de
12. Cuando nos mudamos, vinimos a alquilar en el dominación.
pueblo. Yo agarre dos trabajos, lo mantuve cuatro 12. Soledad mantiene
meses, él sin trabajar un solo día y así mismo yo lo económicamente a su
daba plata el fin de semana para que él vaya al baile. pareja, incluso su
No sé por qué yo lo hacía, no quería que él se vaya. diversión los fines de 12. Estrategia ingenua.
13. Me dolía en el alma cuando llegaban las chicas a mi semana, para que no se
288

casa, yo no podía decir nada, porque yo era una vaya y la deje.


empleada en la casa, peor que una empleada. El me
decía que yo no servía para nada, que yo me calle que 13. Soledad no entiende
yo no sabía nada. Las chicas se reían y yo me quedaba lo que pasa, cree que es
re triste, re mal. Yo no podía entender en qué yo fallé. su culpa. Es humillada y 13. La reificación como
tratada como una cosa forma de dominación.
14. Yo lo quiero, yo, yo no podía pensar en otra cosa, por su pareja.
no, no podía pensar en los demás, yo pensaba sólo en
mis hijos y en mi marido, yo quería que él cambie,
inclusive me arrodillaba delante de él, decía “por favor 14. El mundo de Soledad
cambiá”. es su casa, su pareja y
15. Yo tenía la cabeza atormentada, tenía tan mal la sus hijos. Pretende 14. Mundos de vida.
cabeza que, llegaba a mi trabajo, hacía lo que tenía que ingenuamente que su
hacer y así ir a mi casa. Si perdía el colectivo, volvía pareja comparta con ella
caminando, porque yo llegaba cinco minutos tarde y me este mundo.
decía “¿con cuál vos estabas, dónde estabas?”. Me 15. Su pareja la atormenta
llamaba a mi celular, yo estaba trabajando, me quedaba y controla obsesivamente
un poquito, estaba haciendo una pintura un día en el porque ella es una “cosa” 15. El control físico
barrio Krause, me quedé hasta tarde, hasta las ocho de que le pertenece. Ella como forma de
la noche, me dice por mensaje “¿dónde estás puta de misma, y lo que ella hace, dominación.
mierda?”. “¿Dónde estás?, aunque vos estés clavando no valen nada para él.
con otro hombre, yo igual te quiero”, me dice. Y yo
trabajando para llevar el pan para mis hijos y para él.
16. Y después quiso prender fuego la casa, agarró un
bidón de nafta de dos litros, un jarro blanco con
manguitos, puso nafta adentro y lo prendió, llevó a la
cama donde estaban los chicos y yo durmiendo, yo vi
esa claridad, se clareó toda la casa y me despierto y
veo que él está intentando incendiar el colchón donde
estamos, me levanto rápido y le digo “¿qué estás 16. Su pareja intenta
haciendo?”, dijo “yo quería probar a ver si prende el hacer desaparecer lo que
colchón donde ustedes están durmiendo y se reía”. Yo tiene valor para ella: su
logre sacarle a él, lo empujé y la nafta cayó sobre el casa, ella misma y sus
piso. Empezó a prender fuego la ropa que estaba en el hijos. Él desprecia todo 16. Violencia
piso. Yo le ahogué con la frazada que estaba arriba de eso y por eso lo quiere ambiental.
la cama, saqué de arriba de los chicos, tiré todo el destruir.
fuego, yo ahogué al fuego.
17. Él se levantó de ahí, agarró un puñal grande que
tenía, fue a la cama donde yo estaba y me dice
“Soledad, yo quiero hacerte una pregunta, ¿cuál es la
cosa que vos más querés de acá?”. Yo le contesté “mis
nenes, es lo que yo más quiero, más que mis nenes no
hay nada en el mundo que yo más quiera” y él me dijo
“yo voy a matar al que vos más querés. ¿Cuál de los
gurises vos más querés?” y yo le dije “yo no tengo 17. Su pareja intenta
preferencia por ninguno, porque los dos son iguales, por destruir lo que ella más
favor guardá ese cuchillo, ¿vos estás loco, qué te quiere. Quiere que ella se 17. Violencia
pasa?” y él me dice “no, yo quiero saber cuál vos le sienta totalmente ambiental.
querés más y yo le voy a matar” y fue para el lado de mi indefensa en sus manos y
cama y yo agarré y lo empujé. Él se cayó contra una que la vida de ella y de
silla y yo lo agarré del puño y le saqué el cuchillo, lo sus hijos dependa
puse debajo del ropero para que él no vea y escondí solamente de su voluntad.
todos los cuchillos, machetes, lo que había de cortante, Él se siente dueño de
lo escondí todo y al otro día me traje conmigo a los todo, como Dios.
chicos a trabajar.
18. En la recepción de mi cuñada yo compré el traje
18. Soledad intenta una y
completo para mi marido, para mí, pagué la tarjeta para
otra vez cambiar a su
estar bien con él. Después él se empedó y eso que me 18. La humillación
pareja y conservarlo a su
decía que me amaba, que me quería, que todo, se como forma de
lado con sus hijos. Es su
empedó con plata de su mamá por supuesto, me pidió dominación. Estrategia
único mundo, pero él la
plata a mí y le di con mucho cariño, porque yo quería ingenua.
desprecia y humilla.
estar bien. Nos sacamos fotos, con la hermana de él,
Finalmente, con la última
289

con su mamá, con toda su familia. Se empedó y en la humillación, cae en la


primera oportunidad que él tuvo de ofenderme él lo hizo cuenta que él no va a
de vuelta, agarró un vaso de cerveza y me lo echó en la cambiar.
cabeza delante de 400 personas. Eso fue lo último y me
bastó para saber que no va a cambiar mas, todo lo que
yo hice por el no fue nada para él, yo lo respeté, lo
quería, aun ahora hace un año que no lo quiero, pero lo
respeto igual.

b) Procesos de emancipación
Prácticas sociales Significados Categorías teóricas
1. A los siete meses de embarazo, empecé a trabajar 1. Soledad encuentra en 1. El trabajo como
afuera. Salía a las ocho de la mañana de casa y volvía el trabajo una posibilidad forma de
a las siete de la tarde. Traía todo para comer. Yo venía concreta de modificar su emancipación.
contenta porque traía un pollo o traía la comida. mundo de vida.
2. Y ahí le encontré al abuelo de él y le conté. Me 2. El abuelo de su pareja 2. Contar lo que está
preguntó “¿no tenés donde ir?”, yo le dije “a la casa de y su tío le ayudan a pasando y aceptar la
papá yo no voy a ir” y ahí me dijo el abuelo “está loco
Soledad. Cuenta lo que le ayuda de otros como
polaco, qué le está pasando”, y ahí yo vine acá, mi tío pasa y comienza a perder formas concretas de
me mandó acá, lo de la señora Marga y ahí yo le el miedo. emancipación.
comenté todo a Marga y ahí empezó el tema de que
acá ellos me ayudaron. Y ahí yo me fui desahogando,
contándole todo lo que me había sucedido y me
ayudaron muchísimo, yo logré sacarme ese miedo de
hablar, me hizo mucho bien, trabajé con más
tranquilidad. Ahora estoy alquilando una pieza chiquita
pero yo voy a salir adelante con los nenes, tengo fe en
eso.
3. Cuando pasó lo del fuego y el cuchillo, yo le hice la
denuncia y fuimos al juzgado. La jueza nos había dicho 3. Soledad denuncia a su 3. La denuncia, las
que la próxima vez que nosotros íbamos para allá, ella pareja y esto provoca una instituciones sociales y
nos iba sacar los chicos, porque de esa forma los interveción judicial que los hijos como
chicos no pueden vivir. Y eso es verdad, de esa forma resulta clave para su elementos claves del
no pueden vivir, entonces tomé la decisión, porque los emancipación, ya que proceso de
chicos no pueden vivir entre el papá y la mamá tiene miedo de perder a emancipación.
peleando de esa forma, aunque yo de ese año para acá sus hijos.
yo disimule todo, todo, todo lo que yo podía.
4. Yo quería ser maestra jardinera y no lo logre. Ahora
quiero, quiero con muchas ganas y voy a poder, voy a
trabajar unos años. Quiero construir mi casa para mis
nenes y al lado si tengo un lugar en mi terreno quiero 4. Soledad descubre que 4. Los proyectos de
hacer un comedor. Y junto con el comedor para darle a puede hacer cosas, por vida como elementos
los chicos la comida y la merienda, quiero hacer un aula ella y por los demás. Se claves del proceso de
de costura y voy enseñar a cualquier chico. Me gusta siente libre y socialmente emancipación.
tejer, coser…voy a enseñar lo poco que se y quizás útil. Tiene proyectos.
aprendo más. Quizás enseñando uno aprende más.
290

ANEXO II

DISCURSOS SOCIALES

Entrevistada: Elsa Discursos de dominación

Discursos Significados Categorías teóricas


1. Y cuando, bueno, no hablaba casi con mi mamá y 1. Elsa no recibe El sexo como tabú.
mi mamá tampoco conmigo, no me contaba nada de información ni formación Lo “no dicho” en el
esas cosas, de cómo quedar embarazada. sexual alguna. discurso.
2. Porque los padres de él, la mamá le dijo, el papá 2. Elsa no nombra en El discurso crea y
falleció, no tenía, él hasta el día de hoy me reclama toda la entrevista a su otorga identidad al
que yo le arruiné la vida a él. ex. Lo llama “él”. sujeto.
3. El siempre me amenazaba, me decía que yo sin él 3. La amenaza de su 3. El discurso del
no iba hacer nada, que si yo me iba, iba ir abajo de un pareja atemoriza y miedo. El miedo
puente, que nadie nunca más me iba a mirar, que paraliza a Elsa, que no como estrategia de
nunca iba a salir adelante, me maldecía de todo, de ve salida por ningún dominación. El
todo me decía… Y yo tenía miedo si, aguante dos, tres lado a su situación. Se miedo paraliza.
años, porque tenía miedo de lo que él me decía y yo siente acorralada.
tenía miedo de salir con los chicos de esa casa y
dónde iba a ir.
4. Con la mamá yo trabajaba siempre, pero él igual 4. Elsa vive bajo la 4. Celo obsesivo.
nunca me creyó, porque pensaba que yo tenía otro y desconfianza de su Baja autoestima.
siempre salía el tema de los hombres, que uno tiene pareja.
otro siempre.
5. Él nunca creía en nada de lo que yo le decía, 5. Haga lo que haga, 5. Celo obsesivo.
apenas yo llegaba a veces me agarraba de los pelos, Elsa sufre el reproche y Humillación como
a veces yo llegaba un poquito más tarde y me decía la humillación de su mujer.
que yo estuve con otro o si venía muy temprano me pareja.
decía “qué, ¿te largó muy rápido el otro que venís
temprano ahora? así siempre me decía. 6. Persecución y
6. Elsa se siente tortura psicológica.
6. El decía que no iba a ser más así, que iba a
cambiar, pero nunca cambió. Yo me iba a trabajar de perseguida y torturada
pasera y después en casa de familia y él siempre me por su pareja.
seguía por el camino, me encontraba y siempre me
torturaba psicológicamente. Hablaba y me dejaba mal 7. Discurso
antes de ir a mi trabajo. 7. Elsa es humillada por humillante. Violación.
su ex pareja y obligada
7. El empieza a basurearme, que yo soy una puta, que a prostituirse.
soy una basura, que soy una sucia, que si quiero plata
tengo que acostarme con él, que si no, no me va a dar 8. Resistencia a la
y si quiero el salario de los chicos, que el a veces terapia y
8. Elsa intenta que su ex sobreactuación del
trabaja en empresas, tengo que hacer lo que él quiere
pareja haga terapia, varón.
sino no me va a dar, hasta hora es así siempre.
pero él se muestra
8. Él dice que está bien, que no le hace falta ninguna autosuficiente y
ayuda, que él está consciente de lo que dice y de lo sobreactúa con ella.
que sabe. Después dice que él no se daba cuenta,
que estaba borracho, pedía perdón, pero yo estaba 9. Doble fachada del
toda lastimada, toda golpeaba así tenía que ir a 9. El padre de Elsa no hombre violento. La
291

trabajar igual. se da cuenta de la violencia como una


actuación de su ex cuestión etaria.
9. Papá siempre me decía que piense, que piense pareja y la madre
bien si me quedaba o que me vaya, que el hombre
minimiza la violencia
lloraba y yo le decía que no quería volver más, porque como cosa de jóvenes.
era demasiado lo que él me hizo. Yo aguantaba y mi 10. Discurso
mamá siempre me decía antes de fallecer que el humillante.
hombre va a cambiar, que era joven todavía, que los Machismo.
dos éramos jóvenes, que él iba a cambiar, pero nunca 10. Elsa es humillada
cambió ni va a cambiar. por su ex pareja.

10. Era muy machista. Me decía que había muchas


mujeres mejores que yo. Un tiempo llegué a creer y
después le empecé a decir pero si hay tantas mujeres
mejores que yo por qué no me dejás, por qué no te
vas y él me decía: “no, yo no te voy a dejar, si te
querés ir vos te vas a ir vos, te vas a ir a vivir debajo
de un puente, yo no te voy a dar nada”.

Entrevistada: Verónica Discursos de dominación


Discursos Significados Categorías teóricas
1. El me cuestionaba todo, desde cómo tenía las 1. Verónica minimiza el 1. Discurso obsesivo
cejas, me decía “qué largas tenés las cejas, mirá cómo celo obsesivo y el y controlador.
te vestís, cómo te parás, cómo caminás, lo que decís”, control de su ex pareja. Complejo de
yo no le hacía caso, no me molestaba. inferioridad.
2. No nos hubiésemos casado. Después que nació
Facundo, él me dice “pero vos me enganchaste con 2. Verónica reconoce
él”, le digo “escuchame, anduviste diez años detrás que su ex pareja no 2. Justificación del
mío pidiéndome casamiento de cincuenta formas quería casarse y mandato familiar del
distintas y me decís que yo te enganché”, él decía lo minimiza la violencia del casamiento.
que él quería, gritaba, hacía y yo nunca le contestaba. discurso. Discurso violento.

3. Las compras las hacían mi papá y mi mamá “para 3. Los padres de 3. Casarse para
que no se peleen, porque en el matrimonio hay que Verónica sostienen aguantar.
aguantar” decían, “vamos a ayudarlos, porque en económicamente la
realidad no pueden”. relación.
4. Humillación de la
4. En el embarazo fue feo, teníamos muchas 4. Verónica reconoce su mujer con el
discusiones muy violentas, yo subí 40 kilos, él mismo abandono como mujer y
es humillada por su ex. discurso.
me decía que era una bola de grasa.
5. Tortura
5. Después empezó el tema del destrato psicológico, 5. Verónica reconoce psicológica y
que es peor. Ya era una tortura, “vos no servís para que es torturada
desconfianza hacia
nada”, “mirá cómo quedaste”, porque yo me quedé re psicológicamente por su la mujer.
gorda. Él es de familia alemana y el nene nació ex pareja y que éste no
morocho, porque ellos son todos alemanes, rubios de reconoce su hijo.
ojos claros y el nene salió morocho. 6. Violencia verbal.
6. A mi sí, no hay lo que no me haya dicho, me dijo de 6. Verónica es humillada Discurso humillante.
todo. Me decía que no servía para nada y que en y desvalorizada como
realidad no podía ni llamarme mujer porque no servía mujer.
para nada. No tenía ganas y cada vez era peor…
7. El estaba ofendido conmigo y si yo le preguntaba 7. Generar culpa con
qué le pasaba me decía “en realidad, vos nunca me 7. Verónica se siente el discurso.
quisiste; en realidad, eso pasó porque vos nunca me culpable de quedar
quisiste, no querías estar conmigo”. Yo sentía que la embarazada.
culpa era mía en realidad, que hizo eso porque yo no
quería estar con él, re lloré.

Entrevistada: Mariel Discursos de dominación


Discursos Significados Categorías teóricas
292

1. Yo decía él va a cambiar a lo mejor es porque viene 1. Mariel justifica la 1. Justificación de la


nervioso o porque somos jóvenes. violencia de su pareja. violencia.
2. Por ahí me decía, “sí, porque vos sos una puta igual 2. Mariel es humillada y 3. Clasificación de la
que tu mamá”, a ese nivel digamos, siempre me decía descalificada por su ex mujer.
gorda, yo siempre fui gordita para él, me decía loca de pareja.
mierda, que era gorda, linda no era para él.
3. Mariel justifica la
3. Yo siempre fui impulsiva y él decía que dentro de mi violencia de su ex 3. Justificación de la
impulsividad yo provocaba. pareja. violencia.

4. Después durante todo el embarazo Raúl se encargó 4. Mariel es humillada 4. Clasificación de la


de decirme que yo era una puta, que era una mierda. por su ex pareja. mujer.

Entrevistada: Dina Discursos de dominación


Discursos Significados Categorías teóricas
Él me dijo “vos te podés pudrir negra de mierda, morite Dina es humillada y Clasificación de la
y pudrite”. Claro, así él me trata, “hija de puta, la puta descalificada totalmente mujer. Humillación.
que te parió, demonio, satanás, inmundicia, plaga del por su ex pareja. Discriminación
diablo”, eso yo escucho todos los días y les grita a los social.
chicos “negrada de mierda, peste, inmundicia,
basuraje”, de todo.

Entrevistada: Tati Discursos de dominación


Discursos Significados Categorías teóricas
1. No le gustaba nada, me decía que estaba fea. Con 1. Tati es descalificada 1. Clasificación de la
el tiempo me llegué a creer súper fea, me decía por su ex pareja y pierde mujer. Humillacion.
horrible, después del embarazo peor. autoestima. El discurso modifica
la subjetividad.
2. Él me decía que yo me embaracé para engancharle. 2. Hay un embarazo no
deseado, con culpa. 2. Discurso acusador

Entrevistada: Claudia Discursos de dominación


Discursos Significados Categorías teóricas
1. Me decía “porque vos te buscaste, porque vos no 1. Justificación de la 1. Culpabilización de
tenés que protestar, vos no tenés que preguntar”. violencia. la mujer.
2. Decía “vos no sos nadie, vos te crees gran cosa 2. Claudia es 2. Manipulación del
pero no sos nadie, fíjate de dónde vos saliste, que tu desvalorizada y discurso.
familia a vos ni siquiera te quiere, tu familia no te da ni humillada por su ex Desvalorización de
bolilla”, que tu mamá es tal cosa, él sabía la situación pareja. la mujer.
como era, eso era lo que me afectaba, él sabía que
ése era el punto. 3. Claudia pide ayuda 3. Justificación de la
pero su ex pareja la violencia. Acusación
3. Me decía “vos te dejás guiar porque estás loca y si acusa de loca. a la mujer.
vos querés yo te voy a internar, porque vos estás loca
ya”.

Entrevistada: Natalia Discursos de dominación


Discursos Significados Categorías teóricas
1. Me llegó a decir basura, mierda, puta. Yo no salía a 1. Natalia es humillada y 1. Clasificación de la
ningún lado, vivía para mis hijos. Después me decía descalificada por su ex mujer. Discurso
que era una inservible, una inútil, me agredía pareja. humillante.
físicamente, me decía que había otras mujeres que Justificación de la
eran mejores, que era gorda, que te falta bastante violencia.
volumen, me comparaba todo el tiempo.
2. Uno se da cuenta pero se deja llevar a veces. Te
293

mienten y te mienten y te dan explicaciones de su 2. Natalia cree todo lo 2. Régimen de


mentira y vos le terminás creyendo. Y ahora veo que que le dice su ex pareja verdad. El discurso
eran mentiras y que todo era mentira y que todo lo que y vive una ficción. construye la realidad
yo viví era sólo una mentira.
3. Viví en una mentira. Esto es la vida, mucha gente
alrededor cada uno con su problema. Trabajando con 3. Natalia vive aislada 3. Ficción y realidad.
sus metas y con sus proyectos, con su familia, con por su ex pareja. Vive El poder del
enfermedades, con salud, sin salud, tristes no tristes, una ficción construida discurso. El mundo
pero esto es la vida, no esa casa de cuatro por cuatro por su ex pareja y no de vida.
donde yo vivía, esa cajita de cristal que dice que él me conoce la realidad.
estaba preservando del mundo, de mi familia, que más
y no, eso no es la vida, hay mucho más, y hay cosas
que ni conozco y que las voy hacer.

Entrevistada: Soledad Discursos de dominación


Discursos Significados Categorías teóricas
1. Yo le dije “yo me voy, no me voy a quedar más sola 1. Soledad se siente 1. Discurso patriarcal
acá, ¿por qué no me llevás con vos?, llévame con sola, pero acepta el El casamiento como
vos”. Él me dijo “no, porque la mujer no es para el lugar que su pareja y su mandato social y
baile, es para la casa”. “Yo sé que es cierto eso -le madre le asignan como familiar. Estereotipos
digo- porque mi mamá siempre me dijo que cuando “mujer casada”. de género.
uno se casa, la mujer no puede ir al baile, el derecho
de la mujer es quedarse en la casa y cuidar a su
marido, pero yo tengo miedo de quedarme sola acá”. 2. Soledad sufre las 2. Negación del
2. Siempre me decía que yo no tenía que decirle nada, consecuencias de la discurso a la mujer.
porque yo era la mujer de la casa, que él no tenía que subordinación a su ex Subordinación de la
darme explicaciones. Y yo, como estúpida, no conocía pareja y el lugar mujer. Mundo de
nada. Me quedaba quieta y me tragaba, pero eso me asignado como “mujer vida.
dolía el alma, el corazón, porque yo lo quería mucho. de la casa”
3. Discurso
3. Él me decía que yo no servía como mujer, que yo 3. Soledad es humillada humillante para la
no servía para nada, que yo era una porquería y yo por su ex pareja. Ella mujer. Construye
me lo creía. cree lo que él le dice. subjetividad.
294

ANEXO III

RELACIONES DE PODER

Entrevistada: Elsa
Procesos de dominación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. Ahí mi papá me presentó, ya iba a tener novio, yo no 1. El padre decide la 1. Patriarcado
conocía tener novio, me presentaron así nomás y pareja y la vida de Elsa,
listo…y bueno, ahí ya venía a casa como novio,
seguimos así hasta los seis meses…y bueno, cuando yo
me doy cuenta, yo ya estoy de tres meses, y ahí nos
casó obligadamente. 2. Patriarcado
2. La pareja de Elsa
2. Nos fuimos a la casa de la mamá de él y ahí empezó decide dónde y cómo
el calvario…ella quería medio que yo sea la esclava de vive la pareja. 3. Violencia física
él, no la señora de él.
3. Elsa es golpeada por
3. Cuando tenía 8 meses de embarazo de mi nene el su ex pareja
mayor, me pegó mucho con el cinto, me marcó toda…ya 4. Control físico.
veníamos pelando siempre
4. Pero yo siempre trabajando con mi suegra, con mi 4. Elsa está totalmente
cuñada, con mi otra concuñada, con mi cuñado, todos encerrada y controlada.
trabajan en eso, todos trabajaban con el, todos juntos,
todo el día, y el nunca me cree, inclusive a veces la
madre le mandaba una esquelita diciéndole aca ella se 5. Poder de
va recién en tal hora tal hora. compensación.
5. Los recursos
5. Desde el primer momento, de que nos casamos, del económicos de la madre
embarazo ese que me pegó, un montón de denuncias protegen a la ex pareja
todo, no le llevaron preso, porque la mamá siempre de Elsa y goza de
tiene plata y siempre pone un abogado y sale, o sea impunidad. 6. Aislamiento.
sale libre, siempre hizo lo que quiso, hasta ahora en día
6. Elsa no tiene el apoyo
no puedo sacarle una mantención, no le puedo sacar
de su familia para
nada, porque pone abogado.
separarse. Está sola y
6. Ellos se enojaban, pero nunca se metían, o sea tiene miedo. 7. Control del dinero.
nunca me dijeron déjale y veni a quedarte acá, ninguno
de mis hermanos, todos se enojaban, pero nadie me
decía déjale y vamos con tus hijos, nada, nada, por eso 7. La ex pareja de Elsa
yo me sentí sola, tenía miedo, no quería salir. controla el dinero.
8. Aislamiento
7. No, el me daba lo que el se le antojaba, porque yo
siempre trabajaba, me daba lo que el quería, y hacia lo
que el quería con la plata…yo trabajaba, con mi plata
para comer. La plata de el siempre se gastaba más, en 8. La ex pareja de Elsa
droga, tenía la junta de el que se juntaba, yo no podía la aísla de sus amigas. 9. Maternidad.
decir nada porque sino me pegaba, siempre encerrada
en una pieza con los chicos.
10. Aislamiento.
8. No tenía amigas porque a el no le gustaba. Le corrió
a todas mis amigas, desde ahí hasta hoy en día, mis 9. Elsa aguanta por sus
amigas de soltera ni el saludo no me dan, no me quieren hijos.
ver, hace ya 6, 7 años ya que estoy separada igual la 11. Acoso contínuo.
gente ya no, medio que se aparta de mi. 10. El aislamiento
295

9. No le creía, pero me aguantaba por mis hijos, porque familiar recrudece la


a los 15, 20 días volvía hacerme lo mismo otra vez. violencia.
10. Después cuando nos cambiamos la vivienda, si ya 11. Elsa sufre el acoso y
estuve muy lejos de mis parientes y ahí si que y ahí se la obsesión de control
empeoró la cosa. de su ex pareja. 12. El dinero como
11. Después de separados, sí los primeros tiempos sí, forma de poder.
hasta intento...él iba a la casa de papá y a veces yo no
quería ni verle, a veces iba borracho y de noche, ya no
es hora de visita y de nada, a veces yo no salía y tiraba 12. La ex pareja de Elsa
piedras por la casa así y siempre tuvimos quilombo le niega la cuota 13. Patriarcado.
hasta que así y me encontraba en el camino me hacía alimentaria y controla el
quilombo, me corría, me retaba. dinero.
12. Ahí me pegó también en la empresa Juan Pablo
Quinto que esta por el Parque Paraguayo y ahí me fui y
ahí fue cuando, me sentía mal yo y me fui y le pedí 13. Los padres deciden 14. Patriarcado.
plata, casi 1 año que cobraba el y yo le dije vos estas con quién se casan sus
cobrando salario y ahí me dijo que no me iba a dar nada hijos.
que siempre le molesto en cada empresa que el trabaja
y no puede trabajar tranquilo en ninguna empresa, no es
que yo voy a molestarle. 14. El padre de Elsa no
le deja estudiar. La
13. Él quería casarse con otra chica no conmigo, porque mamá refuerza esta
yo me quede embarazada, igual que mi papá a el lo decisión.
obligaron y bueno se tuvo que casar obligatoriamente 15. Patriarcado.
14. Siempre quise estudiar y mis padres no me dejaron
todo Porque mi papá supuestamente termine el 7mo
grado y me dijo que, que iba a estudiar en la secundaria, 16. Extorsión sexual.
que eso es ir para ir a joder no más, que no voy a
estudiar, los vecinos todos me apoyaron me querían que 15. Elsa quiere seguir
ellos me iban a pagar todo la cuota mensual si mi mamá estudiando pero su ex
no podía, mi mamá quería pero como mi papá decía no pareja le traba.
bueno mamá decía que no y así perdí. Conmigo no
más, porque con las otras que me siguen a mí ya no 16. La ex pareja de Elsa
porque falleció mi mamá en ese tiempo y ellos todos la extorsiona con el
eran todavía chiquitos, estudiaron sí, pero no llegaron a dinero.
terminar porque ya no quisieron ellos por ellos no más.
15. Donde vivíamos allá tenía para terminar la
secundaria en tres años una nocturna tres horas, le
decía el que me lleve, vamos a estar junto conmigo vos
te sentas al lado mió, si tenes tanta desconfianza yo
quiero estudiar yo quiero terminar… me decía que no
porque es para ir a buscar otro macho no más,
directamente así me decía
16. Si, porque si viene, viene tomado, te da una
monedita y se va. Me deja re traumada, re mal.

Procesos de emancipación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. Y quería que vaya a la casa, que me iba a dar plata y 1. Elsa se resiste a la 1. Resistencia a la
qué sé yo. Yo le decía que él me traiga nomas la plata, extorsión sexual de su extorsión sexual.
que no hace falta que yo me vaya, hasta hoy en día ésa ex pareja.
es la pelea, porque él me dice “vos querés plata, andate
en casa” y yo no me quiero ir, porque me voy y
sinceramente tengo que pasar por cosas malas.
2. Resistencia a la
2. Él sigue viniendo y esta vez no dejé que 2. Elsa se resiste a la extorsión sexual.
me…después me llevó para el fondo, fuimos, “vamos a extorsión sexual de su
hablar” me dijo, quería tener relaciones y yo no quería ex pareja.
porque me indispuse y no, no, yo le dije que amistad
296

quiero tener, pero por los chicos, no, no más conmigo. 3. Los hijos como
protección de las
3. Parece que mi hijo me leyó la mente porque el fue a 3. Elsa se apoya en su mujeres.
San Ignacio y yo le llamaba a mi hijo que venga, porque hijo para resistir a la
ya no aguantaba más de los nervios y justo llegó mi hijo extorsión sexual.
y ahí el se tranquilizó un poco y quedó tranquilo
4. Los hijos como
4. El mayor por lo menos no quiere saber nada, el protección de las
mayor a veces agarra y sale afuera o se va a la casa 4. Elsa se apoya en sus mujeres.
del amigo, los otros se quedan o sino el mayor queda hijos para resistir la
por ahí por la esquina o sino se acuesta, se acuesta y violencia de su ex
escucha que dice el padre por si me quiere pegar o algo pareja. 5. Formar nueva
por si el dice el te llega a tocar otra vez como antes yo pareja como recurso
veía que te pegaba yo le salto. de las mujeres.
5. Elsa forma nueva
5. Me acompañé después de 2 año de separada, yo me pareja para defenderse
acompañé con el, más me acompañé para que el papá de la violencia de su ex.
de los chicos no me joda más… Sí, hasta ahora digo 6. Las instituciones
eso si tengo a alguien que me defienda no me va a joder como recurso de las
más, no va a venir a molestar ni a mi ni a mis chicos 6. Elsa reclama la cuota mujeres.
hasta ahora digo eso. alimentaria y hace
6. Yo reclame muchas veces ya cambié como 7, 8 múltiples gestiones para
veces ya en la defensoría muchas veces ya y no pasa ello.
nada vamos a decir así, no sé, el firma el dice que sí 7. Las instituciones
que me va a dar tengo ahí el papel pero que me va dar como recurso de las
el 30% me va… La última vez el me dijo me va a 7. Elsa gestiona una mujeres.
depositar en el banco todo, abrí la cuenta bancaria para pensión por
no ir a pedirle yo a el. incapacidad.
8. La lucha por tener
7. Pero me ayudó un poco la discapacidad que me dio la
condiciones de vida.
doctora, que me dieron para hacer una pensión. No
8. Elsa lucha por tener
todavía no cobro, estoy esperando a ver si entran o no
los servicios mínimos
los papeles, estoy esperando aca en la delegación de
para vivir con sus hijos.
Garupá.
8. Tengo luz porque vino era medio un jefe de EMSA,
llegó un día a la mañana y salí, me retó, me dijo vos 9. La lucha por tener
tenés enganchada la luz. Yo le dije no puedo pagar, yo condiciones de vida.
estaba pagando cuando trabajaba y después del
traumatismo no puedo pagar. Me dijo bueno por esta 9. Elsa lucha por su
vez te perdonamos hasta que vos cobres eso y vivienda.
soluciones y arregles todo. Y el agua, sigue viniendo la
cuenta del agua. 10. La lucha por la
supervivencia.
9. Yo luché mucho, allá en el lugar donde nosotros
vivíamos yo nací, y fueron los fiscales, fueron los 10. Elsa lucha por
abogados, todos los de la EBY nos querían sacar de ahí conseguir recursos
nos dieron una orden de desalojo y no salimos le económicos para vivir
presentamos las partidas de nacimiento que en la rivera con sus hijos.
del Paraná ahí yo nací hace 32 años.
10. Hoy sobre todo soy libre y estoy con mis chicos, eh
empecé a tener amistades de vuelta, me hice amistades
con la gente, ayudo a mucha gente. Yo le retiraba todos
los remedios, me ganaba 5, 6, 7 pesos. A veces cuido
bebes, una beba que hay allá la señora, a veces ella me
pide que le acompañe a ella al centro y así por ahí me
da un poco de azúcar, harina, algo siempre para los
chicos y muchos lados así que me llaman. Hago masaje
también sí, y hago cosas a croché y hago costura con
ropa con costura en croché, en el invierno hago mucha
ropita de bebe, de un pulóver que se pueda desatar de
ese le desato y hago otra cosa y así y a cambio de eso
me dan una bolsa de mercadería y un poquito de plata y
así me mantengo.
297

Entrevistada: Verónica
Procesos de dominación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. Cuando me fue a vivir con él, ahí fue como una 1. Verónica deja su vida 1. Los recursos
película de terror, la convivencia, yo me fui de mi casa al cómoda con sus padres económicos como
departamento que él había alquilado y todo era de él. y va a vivir con su ex fuentes de poder.
Imaginate, yo acostumbrada a tener todas mis cosas, pareja dependiendo
porque tenía todas mis cosas, tenía mi auto, tenía mi totalmente de él y sin
pieza, con mi aire, mi computadora, todo, e ir allá y ahí derecho a nada.
fue una invasión, él enseguida estuvo mal, fue al otro
día que fue otra persona, te juro, fue de terror, porque
no me dejaba ni que toque la heladera, ni el equipo de
música, que eran de él. Yo no tocaba nada, porque se
enojaba. 2. Uso de los hijos
como recurso para
2. El problema fue cuando él empezó a llevarlo a 2. La ex pareja de controlar a la pareja.
Facundo a partir de los tres años. Él no le daba ni cinco Verónica uso al hijo de
a Facundo y empezó a llevarlo a la casa, empezó a ambos para recuperarla.
llevarlo porque en realidad se quería acercar a mí y yo
3. Doble fachada.
le corté, le cerré la persiana.
3. Verónica es aislada Aislamiento.
3. No tenía amigos, me había alejado de un montón de por su ex pareja y queda
gente, porque teníamos amistades en común y nadie involucrada en el mundo
me creía, porque él tenía una forma de ser con los que él construye.
demás y una forma de ser conmigo. El tipo era el mejor
amigo, el más bueno. A los pocos que les dije, él les 4. Los hijos como
decía que yo estaba loca. rehenes y objetos de
4. La ex pareja de canje y extorsión.
4. Él se dio cuenta que mi debilidad era Facundo. Yo por Verónica usa como
Facundo tenía una debilidad tan grande porque es un rehén al hijo de ambos
hijo, el hombre no calcula, más que es el primer hijo. para extorsionarla.
Cuando él se dio cuenta me lo daba sucio y lastimado.
Como él vio mi desesperación y que yo le imploraba que
me lo traiga, me cortaba el teléfono. Él ahí se sentía
como un rey, porque yo jamás le había implorado,
nunca me vio así, yo nunca había estado así delante de
él. Se sintió con poder, encima es el padre.

Procesos de emancipación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. A mí me ayudaron mucho mis viejos y volver a la 1. Los padres le ayudan 1. Los padres como
facultad. Mi papá le compraba los zapatos a Facundo, la a Verónica a salir recursos para la
ropa, no me faltó nada a mí. Por eso también pude adelante. emancipación.
zafar. Si yo no hubiese tenido a mis viejos, hubiese
tenido que seguir con él, porque ¿qué iba hacer?, ¿qué
iba a darle de comer a Facundo?, encima no había 2. Elsa destaca el apoyo 2. Revocación del
terminado de estudiar y psicológicamente estaba mal. de su madre para mandato familiar del
2. A mí la que me ayudó a salir fue mi vieja. Mi mamá separarse de su ex casamiento y la
me ayudó, me dijo que sí, que me apoyaban, que me pareja. familia.
hacían el aguante económico, moral y afectivo, no
estaba sola.

Entrevistada: Mariel
Procesos de dominación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. Después terminé el último año del magisterio y me 1. Mariel es violada y 1. Violación. Poder
298

encontré con Raúl, le volví a ver porque él era un pierde su virginidad con físico coactivo.
compañero del secundario. Yo tenía 23 años y nunca su ex pareja. Esto la
había tenido contacto con nadie. Yo me fui y ahí ya me traumatiza, porque fue
apalabró y a los dos o tres días, cuando yo me di cuenta el momento más horrible
él me estaba sacando la ropa y yo le dije no, no y él de su vida.
como que me forzó. Yo quise retroceder en ese
momento y digamos que me forzó y fue el momento
más horrible de mi vida y lo más frustrante. Después,
con los años, cuando yo me separe, el psicólogo me dijo
que no fue mi primera relación sexual sino que fue una
2. Violencia física.
violación, porque hubo forcejeo y yo no quería. 2. El golpe como
2. Cuando me pegó, yo estaba embarazada. Ese recurso de poder.
embarazo lo perdí y el segundo también. 3. Control de los
recursos.
3. Todo lo que yo ganaba tenía que dejar para la cuota 3. Mariel paga el placer
del auto, un Duna a full que era el mejor en ese y despilfarro económico
momento porque él quería y apenas alcanzaba para de su ex pareja.
pagar el auto, a mi no me alcanzaba para comprarme ni
una ropa, las ropas que yo tenía era porque mi mamá
me compraba aparte de engordar y todo eso el me
dejaba que las cuentas yo administre y tampoco 4. Opresión y
escatimaba en gastos, se endeudaba con la tarjeta, 4. La ex pareja de Mariel dominación.
gastaba mucho. le coarta la posibilidad
de desarrollarse.
4. Para él todo lo que yo hacía estaba mal, por ejemplo
si yo hacía un curso, para qué hacía el curso, por eso yo
tengo pocos cursos hechos, porque él no me dejaba 5. Extorsión
hacer cursos, le molestaba que planificara 5. La ex pareja de Mariel económica.
constantemente. la manipula con el
dinero, buscando
5. Él me pidió que le dé una chance para ser amigos, construir una buena
digamos que yo le di esa chance para poder ser amigos, imagen y quedar bien
porque él me pasa la cuota alimentaria, pero el gana por ante los demás.
semana y me pasa $500, es como que a él le sobra la
plata para lo que sea, con eso me manipula. Para 6. Miedo.
comprarle algo a ellos yo tenía que ir a Paraguay con él Manipulación.
porque supuestamente él no sabe elegir, pero de todas
las cosas que el facturaba, no hacía gratuitamente, 6. Mariel siente miedo
después él se encargaba de decir a toda mi familia que de su ex pareja, por eso
yo le usaba. Aparte constantemente busca ganarse el no lo puede rechazar.
7. Acoso.
cariño de ellos para manipularme.
Manipulación.
6. Con el tiempo yo ya le encontré el punto, cuando yo 7. Mariel no puede
más le rechazo, por ej. no le llamo por teléfono, él más cortar la relación con su
loco queda, entonces por miedo a que él se descontrole ex pareja. Se siente
y vuelva a la violencia, atiendo el teléfono y estoy ahí. acosada y manipulada.
7. Pero digamos que yo estoy bien sola, a mi lo que me
martiriza es no estar tranquila y Raúl es el que me
impide estar tranquila, por eso los otros días yo le dije si
yo quiero puedo conseguir uno mejor que vos y Juan
juntos, pero no quiero, yo estando sola estoy bien, lo
que yo me doy cuenta es que pasaron 7 años y no hubo
ese corte definitivo. Me dice que si nosotros no estamos
juntos se va a matar.

Procesos de emancipación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. Mi mamá me dijo no te cases, yo te voy a acompañar, 1. Mariel se casa a 1. Autodeterminación
porque él ya tenía medio fama de ser tiro al aire con pesar del consejo de su
respecto a las responsabilidades y mi hermano también mamá y su hermano.
ya le conocía, bueno la cuestión que nosotros nos
casamos.
2. La memoria como
299

2. Yo las cosas negativas traté de anular de mi mente, recurso. 2. Bloqueo mental.


por eso muchas cosas no me vienen a la memoria, por
eso no me acuerdo de por qué discutíamos.
3. Me acuerdo que él me agarro contra una pared de los 3. El grito como recurso 3. Denuncia.
pelos y me tenía golpeándome contra la pared y yo le contra la violencia.
dije sabes que si vos no me soltas yo grito, y ahí yo 4. El trabajo como
empecé a gritar para que los vecinos escucharan. estrategia de poder. 4. Trabajo.

4. Yo trabajaba doble turno, tenía dos interinatos, dentro


de la docencia estaba trabajando bien. 5. Autodeterminación
5. Mariel opta por irse
5. Entonces mi mamá le echó a él y estaba la madre y con su ex pareja.
entonces él me dijo bueno Mariel vos te vas conmigo o
te quedas con tu mamá, y yo le dije no, me voy con vos, 6. Alejarse.
y yo de 5 meses me fui con él. 6. La familia como
6. Él me pega una patada con el borceguí porque es recurso y estrategia.
mecánico vial. El borceguí tenía una punta de acero y
me dio una patada. Entonces yo dije yo me voy y me fui
con Fernando que era chiquito y me acuerdo que me fui
a la casa de una tía, él me buscó por todos lados y 7. Matrimonio.
7. Mariel niega la
después me fui a la casa de mi mamá.
violencia porque quiere
7. Después mi mamá me dijo “pero Mariel, él te pega, “salvar” su matrimonio. 8. Pedir ayuda.
porque yo siempre voy a defender el matrimonio pero si
8. Mariel pide ayuda a
él te pega vos decime”, y yo le dije “no, no me pega”.
un amigo y a una
8. Había un colega en la escuela que era un amigo, institución.
porque yo en la secundaria tuve un amigo que era como
un hermano y empezó una amistad con ese colega,
cuando era verano yo andaba con campera y fue al
único al que confié, ese día me baje la campera y le
mostré mi brazo negro y lastimado, y ahí fue como que
mi colega asumió que él podía matarme en cualquier
momento, y él casi todos los días me llamaba para
saber cómo estaba y bueno yo llamé al 102.

Entrevistada: Dina
Procesos de dominación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. Cuando tenía 16 ó 17 años, vine a trabajar acá en 1. Prohibición de 1. Opresión.
Oberá pero ahí sí, tuve que dejar de trabajar, él no trabajar para no contar Patriarcado
quería, nunca quiso que yo trabaje. con recursos.
2. Yo nunca tuve la suerte de sentarme con mi marido 2. Dina no maneja los
en 16 años y que me diga “mirá, yo este mes hice tanto recursos ni decide su 2. Control de los
o tengo tanta plata, qué vamos hacer”, él hace y destino. recursos.
deshace y yo no sé nada, porque él no es de compartir.
3. Cuando el está con gente, delante de un abogado, un
juez, que sé yo, es la persona más normal, es una 3. Dina no puede evitar
persona que nadie va decir que es así. Eso me da rabia, la manipulación del 3. Doble fachada.
yo le odio, le odio cuando fuimos citados los dos juntos discurso, la búsqueda
para la audiencia. Él mintió, mintió, mintió, mintió, a la de imagen y la ficción
abogada, delante de la jueza, me dejó como que si yo que construye su ex
soy la trastornada mental, que le hago la vida imposible, pareja para quedar bien
que él hace changa, trabaja y hace de todo para que yo ante los demás.
tenga lo mejor, para darme lo mejor y yo soy una
malagradecida y que él me da de todo y por eso él se
largó a tomar así, poquito, y mi marido toda la vida
tomó, toda la vida, pero toda. 4. Opresión.
4. De vez en cuando voy a la iglesia. Antes iba los 4. Dina no puede
miércoles a la noche, los domingos a la mañana, refugiarse en la religión.
domingo a la noche, siempre iba los jueves, tenía
300

ensayo de coro, iba al coro. Y por los problemas de la


casa, porque mi marido involucraba mucho a la iglesia,
que el pastor y los hermanos me llenaban la cabeza,
que yo iba a calentar banco, que esto y lo otro, entonces
yo dejé de ir.

Procesos de emancipación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. Yo fui en la casa de la mujer a pedir ayuda si me 1. Dina pide ayuda y
podían conseguir un préstamo, algo. Después, vine y busca alternativas para
expliqué mi situación y de acá me llevaron al juzgado, salir de su situación. 1. Pedir ayuda.
hice la denuncia, todo, porque justo mi marido me había
pegado. En Noviembre del año pasado comencé a venir
al grupo de autoayuda, cada vez que puedo. 2. Dina se refugia en la 2. Religión.
2. Yo iba a la iglesia, uno escucha esos himnos, esos religión.
cánticos que te llega, que te da paz y te saca toda esa
angustia.

Entrevistada: Tati
Procesos de dominación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. Empecé la nueva carrera y cuando empecé a trabajar 1. „Demasiado mujer” 1. Opresión. Control
me di cuenta que le molestó que estudie y trabaje a la implica contar con de los recursos.
vez y ahí empezó a maltratarme, porque me creía recursos y decidir sobre
demasiado mujer y todo eso. los mismos.
2. Trabajaba en un gimnasio y era secretaria y el trató 2. La ex pareja de Tati 2. Opresión. Control
de competir conmigo yo me quería poner las pilas, en la no acepta que ella de los recursos.
facultad siempre me fue re bien y a él le molestaba pero progrese, que tenga sus Estrategia de
no me lo decía directamente. Yo promocionaba todas recursos, que pueda manipulación.
las materias y él decía “bueno, no tenés que estudiar. Entonces la
promocionar tantas materias”, o sino yo iba todos los manipula, para
días a la facultad y el fin de semana trabajaba y estaba desanimarla y
re cansada y él quería que salgamos, que nos controlarla.
acostáramos tarde y bueno era como que tenía que
cumplir con él y si no lo hacía me hacía sentir como que
era un bajón estar conmigo y lo mismo cuando estaba
3. Aislamiento y
embarazada que no me sentía bien y no quería salir.
3. Tati queda encerrada reclusión.
3. Después nos fuimos a vivir a un departamento de los en el ámbito familiar de
padres de él y ahí empezaron los problemas. El primer su ex pareja y no puede
día todo bien, espectacular y después empezó “esto disponer ni tiene
tuyo molesta, esto molesta”. Venia la hermana y me derecho a nada.
hacían sentir como que yo estaba demás, como que no 4. Control emocional
era mi casa. 4. La ex pareja de Tati
busca dañar su
4. Desde que empezamos a vivir juntos, empezó a subjetividad para poder 5. Inculpar para
romper cosas mías, era con mis cosas siempre, tiraba controlarla. debilitar y controlar
mis cosas.
5. Como quiere evitar
5. Me hacía sentir mal, es como que él daba vuelta todo. que ella estudie y
Pasó de ser celoso a culparme que yo buscaba…En trabaje, la ex pareja de 6. Manipulación del
realidad yo trabajaba, estudiaba y nos veíamos a la Tati apela a la culpa. trabajo.
noche nomás.
6. La ex pareja de Tati
6. Por el embarazo, dejé de trabajar y a él lo alegro eso. manipula la posibilidad
Al tiempo, me ofrecieron para trabajar en una oficina y él que ella trabaje. Le
me dijo que no y después, apenas nació el bebé, él interesa controlarla.
quería que empiece a trabajar para dejar el bebé.
301

Procesos de emancipación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. Mi mama quería que yo vuelva, mi papa y mi 1. Los familiares de Tati 1. Proceso de
hermano también, más allá del casamiento y eso…Y mi apoyan la separación de subjetivación. Apoyo
mama se quedo unos días y yo no vine con ella. su ex pareja, pero ella familiar.
no se anima todavía.
2. Mi familia estaba todo el tiempo conmigo por teléfono,
incluso mi papa viajó y estuvo un día y se tuvo que ir por 2. Es muy fuerte en Tati
él. Ahí yo dije no, con mi familia no voy a permitir que se el tema de la familia. 2. Lazos familiares
metan, hasta acá llegó. ¿Qué familia voy a tener con él? Cuando ella ve que con
Así, con mi familia no, conmigo sí, pero así siento que su ex pareja no va a
no estoy completa. Hable con mi hermano. A él le poder tener “su” propia
molestaba que yo hablara mucho con mi hermano, que familia, entonces decide
le pedía consejos. Hablé con mi hermano y le dije “mirá, volver con su familia de
me está pasando algo así, ¿vos decís que puede origen. Siente miedo,
cambiar?” Y mi hermano me dijo que las relaciones así pero da el paso y
nunca terminan bien y van a terminar mal. Entonces yo finalmente se aleja de
le digo ya está, si él está mal yo no lo voy a poder su ex pareja,
ayudar, él tiene un problema y no depende de mí ni soy acompañada por su
la culpable. Entendí eso y no quería estar así, no quería mamá.
que mi bebe se crie en un ambiente así, no quería estar
en esa casa. Entonces hable con mi mama y ella me
dijo que me iba a ir a buscar, todo con miedo, a
escondidas, y después me fue a buscar mi mama y él
nunca se enteró, él se entero cuando yo ya estaba acá,
yo le pedí a él que se vaya del departamento y él no
quiso y había que cortar de alguna forma y como él no
se iba… bueno me fui yo…

Entrevistada: Claudia
Procesos de dominación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. Sí el motivo que me atajaba siempre era el 1. La falta de recursos 1. Control de los
económico. El tema irme, decir “bueno, yo me voy”, pero limita a Claudia. recursos.
¿dónde?
2. Claudia sufre la falta 2. Control de los
2. Entonces empezamos no quería ayudarme de recursos económicos recursos
económicamente, esa fue la etapa más difícil.

Procesos de emancipación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. Yo estaba decidida a ir a denunciarle y los padres me1. Claudia está decidida 1. Tomar decisiones.
decían “si vos lo denuncias, él va a perder el trabajo, él
a dejar a su ex pareja Denunciar.
ya no va a volver a hacer más” y bueno, me trataron de pero escucha consejos
calmar y le hablaron. antes de decidir.
2. Me solté, le dije “vos podés más que yo, pero si yo 2. Claudia amenaza con 2. Amenaza de
todavía me puedo mover, me puedo levantar, salgo de denunciar a su ex pareja denuncia.
acá y te meto preso, así que vos decidís si me vas a para frenar la violencia.
seguir pegando”, entonces intervinieron los padres y le
agarraron. A partir de ese momento, él nunca más logró
tocarme físicamente, así de pegarme, pero teníamos 3. Subjetividad.
discusión.
3. Claudia hace terapia
3. Yo voy a un grupo de autoayuda y me hace bien.

Entrevistada: Marta
Procesos de dominación
302

Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas


1. Cuando me fue a pegar tantas veces por la cara yo 1. Marta es encerrada 1. Control físico.
reaccioné, yo también agarré y me defendí. Le di uno y en su pieza por su ex
el agarró salió y me dejó encerrada, en ese entonces pareja.
nosotros vivíamos en una pieza re chiquita donde
compartíamos, el agarró puso el candado del lado de
afuera y me dejó encerrada y se fue. 2. Marta no decide 2. Control de los
recursos.
2. Hace cuatro años que vivimos juntos y yo no sé sobre los recursos.
cuánto él gana. 3. Marta vive encerrada. 3. Aislamiento.
3. Él no me dejaba a que yo me relacione o que salga
más allá de lo que era él.

Procesos de emancipación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
Les conté a mi mamá y a mi papá lo que estaba Los padres le aconsejan Lazos familiares
pasando. Ellos me dijeron que no querían que vuelva a Marta que se aleje de
más con él, que ellos querían que me quede en Puerto su ex pareja. Ella acepta
Rico, yo le dije que está bien, que iba a volver, pero que y está decidida a ir a
iba a venir hablar en mi trabajo, iba pedir la renuncia y vivir a Puerto Rico.
que me iba a volver.

Entrevistada: Natalia
Procesos de dominación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
Yo me levantaba todos los días y decía “me voy, me Natalia vive aterrorizada Amenaza de muerte.
voy”, y pasaba el tiempo y reflexionaba: “no, pero por por su ex pareja, que la Miedo. Terror.
ahí cambia, por ahí le hago daño todavía”, todavía yo sigue amenazando de
pensaba que le iba hacer daño a él. Por ahí lo voy a muerte a ella, a sus
lastimar o por ahí comete alguna estupidez, se quiere hijos y a su familia de
suicidar o viene y me lastima a mí o realmente cumple origen.
con todas las amenazas. Me decía que si yo me iba, los
nenes volvían y yo no, que me iba a matar, que a mis
padres si yo me acercaba los iba matar, a mi papá le
levantó una barreta de hierro en una de las
oportunidades, a mi hermana, a mis hermanos, a todos
nos amenazó, porque en distintas conversaciones el fue
amenazando a cada uno. Yo le tenía miedo, todavía le
tengo, todavía miro la ventana y no duermo, estoy
sentada mirando a los nenes si están durmiendo o no,
porque él conoce mi casa, sabe cómo entrar, conoce los
movimientos, ya entró una vez, rompió la cerradura. Hay
rejas, todo, pero igual.

Procesos de emancipación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. Pude salir por unas amigas que cada tanto nos 1. Natalia apela a unas 1. Pedir ayuda.
comunicábamos por mensaje de texto, ya que él me amigas para alejarse de Alejarse.
cambió el chip, para que pierdan el contacto. La última su ex pareja. Se
información que tenían era que yo estaba viviendo sola, comunica con ellas por
porque nos habíamos mudado y empezaron a averiguar mensaje de texto.
si había una chica rubia con dos nenes que era de tal
lugar, que estaba estudiando. Los vecinos me conocían
y llegaron donde yo estaba. Eran dos amigas, una la
madrina del nene mayor, que hacía un año que no la
veía. A lo último me había prohibido que ella venga, y
ahí yo reaccioné, era el colmo, la madrina no le hizo
303

nada. La otra chica hacía tres años que no la veía, pero


éramos amigas ya de la infancia. Me vieron donde vivía,
que era en condiciones deplorables, una pieza cuatro
por cuatro para cuatro personas era hacinamiento total,
sin mueble, y me dicen vos prepara un mate y vamos a
charlar, cuando entraron me dijeron “¿Natalia vos vivís
acá?, no te puedo creer, no es por menospreciar pero
esto no es lugar para una familia ni para una persona”.
Fueron uniendo la historia y me dijeron “nos vamos de 2. Pedir ayuda.
acá, vamos, llévate los documentos y listo”. Y me
2. Natalia pide ayuda.
ayudaron a juntar todo, busque un flete rápido y no
conseguí. Entonces deje las cosas ahí y me vine con los 3. Autoprotección.
nenes en colectivo. Al escuchar la palabra “vamos, que
estamos con vos”, aproveché el momento. 3. Natalia vuelve con
sus padres para
2. Yo todavía estoy confundida por lo que me pasó. Ayer protegerse y proteger a
empecé una terapia en un grupo. Y me gustó, pero me sus hijos.
encantaría hablar con otras personas también.
3. Actualmente, estoy viviendo con mis padres, por el
temor a estar sola, que se me acerque esta persona y
otra vez me quiera manipular o me haga daño por todas
las amenazas. Porque quería seguir sola, hacerme
cargo, pero no voy a poder. Conociéndolo, por el bien
de los nenes, y para preservar mi salud y la de los
nenes.

Entrevistada: Soledad
Procesos de dominación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. Cuando tenía 14 años salí del colegio porque mi papá 1. El padre frena el 1. Opresión
me obligó a salir de noveno año. Según él, yo era muy desarrollo de Soledad. Patriarcado
grande y tenía que ayudar más en la casa.
2. Y bueno, ahí empezamos nuestra vida de matrimonio.
Yo no le acepté el primer día, tampoco el segundo 2. Soledad no tiene 2. El sexo como tabú
porque yo tenía miedo, mamá no me había explicado. Él ninguna información ni
se puso furioso y me dijo “¿por qué quisiste venir formación sexual.
conmigo entonces?” y yo le dije “qué sé yo, ¿qué querés
que te diga? yo te tengo miedo”. 3. Miedo. Patriarcado
3. Soledad está
3. Yo le quería mucho, mucho, mucho, mucho, yo no le embarazada y
decía más nada porque tenía miedo que él me eche de acorralada entre su
la casa, que yo me fuera, y yo sabía que mi papá no me papá y su ex pareja.
iba aceptar de vuelta y él también lo sabía…yo tenía
4. Soledad no decide 4. Abuso sexual.
siete meses de embarazo.
sobre su cuerpo.
4. Cuando yo menstruaba, él quería hacer igual. Yo le
pedía que no, le decía que no podía, que me respetara, 5. Amenaza e intento
al menos esos días, igual lo quería y lo hacía. 5. La ex pareja de de muerte.
5. Me decía “te voy a prender fuego a vos y a los Soledad intenta matarla
chicos”. Siempre me decía así. Hacía amenaza de a ella y a sus hijos.
muerte pero jugando, nunca pensé ni me podía imaginar 6. Opresión. Control
que él lo iba a intentar. de los recursos.
6. Su ex pareja no le
6. Él me obligó a dejar el trabajo en muchas ocasiones, deja trabajar y al mismo
diciendo que los chicos necesitaban que yo esté con tiempo somete al
ellos. Yo dejaba mi trabajo dos semanas y no había qué hambre a Soledad.
comer en casa, porque en ese entonces ya habíamos 7. Manipulación de
cerrado el kiosco ya. Él me obligó a cerrar el kiosco y yo 7. Utilización de los hijos los hijos.
lo cerré. para controlar a la
pareja.
7. Él a propósito le decía a Hilario “decile a mami que
me dé un beso” y él sabía que yo no quería y yo le daba
304

adelante de los chicos para que ellos no digan nada.

Procesos de emancipación
Recursos y Estrategias Significados Categorías teóricas
1. Yo cobraba poco, no cobraba mucho, trabajaba en 1. Soledad trabaja y 1. Trabajo.
dos casas, después cuando cumplimos un año acá, yo controla los recursos Autonomía
consigo un trabajo mejor, puse un kiosco y saqué un económicos. económica.
préstamo de 1.000 pesos en el PROMUJER. Me armé el
kiosco, dos meses funcionó de maravilla porque yo no le
permitía tocar la caja, yo llaveaba el kiosco cuando salía
para mi trabajo.
2. Un día mi patrona se cansó y me dijo “Soledad, yo
quiero que vos me digas la verdad, qué te anda 2. Soledad pide ayuda y 2. Pedir ayuda.
pasando, vos fuiste siempre mi mejor empleada en todo cuenta a otros su Construir coraje.
el año, nunca conseguí una empleada como vos, qué te situación.
anda pasando y quiero que me digas ya”. Y ahí le conté
todo, solté que él no me dejaba ir y, cuando necesitaba,
sí me mandaba. Yo seguía viniendo acá, al grupo de
autoayuda, y me fue dando coraje para asumir que yo sí
podía.
305

ANEXO IV

PROCESOS IDENTITARIOS

Entrevistada: Elsa
Procesos de dominación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. Mi infancia de chiquita fue ver como mi papá y mi 1. Crecer en la 1. Violencia pasiva
mamá se peleaban, eso me quedó como un trauma, como violencia
una cosa, y después seguían peleando ellos y yo ya no
me hallaba en mi casa. 2. Estereotipos de
2. Después tuve que empezar a ayudarle a mi mamá a 2. Encargarse de los género.
criar a mis hermanos. Yo soy la más grande, la mayor de hijos como mujer.
las mujeres. 3. Trabajar como un
3. Estereotipos de
3. A mi papá le tenía que ayudar a hacer la casa, hacer varón. género.
los pozos para la casa, siempre como un varón. 4. Embarazo no
4. Educación sexual.
4. Como quedé embarazada, tenía miedo, no sabía qué deseado, inocencia y Castigo físico.
hacer. Mi mamá me pegó mucho. castigo.
5. Marcas de la
5. Me pegó brutal, fue en mi embarazo, fue toda una 5. La paliza marca identidad
marca en el cuerpo completo y yo tenía miedo y no sabía profundamente la
qué hacer. subjetividad de Elsa.

6. Tenía miedo de estar durmiendo en el brazo de él, de la 6. Vivir con miedo. 6. Miedo
vida, no sé, tenía mucho miedo, no sabía qué me pasaría,
hasta hoy en día.
7. Sentirse sola sin 7. Soledad
7. Después falleció mi mamá cuando yo tenía 23 años. Mi la mamá.
nena tenía 1 año y ahí me quedé más sola parece, hasta
ahora a veces digo me hace falta mi mamá ahora que yo
8. Soledad
estoy mal así. 8. Sentir lástima y
8. Siento lástima, porque a pesar de todo lo que me hizo, bronca ante la
que me dejó destruida y que ya no puedo trabajar más soledad. 9. Frustración
ahora, me da bronca, ganas de llorar, porque él viene y 9. No poder estudiar
dice que se siente solo, quiere que volvamos con él. ni ser lo que uno
9. Yo quería ser maestra jardinera y no me dejaron, digo más desea.
que no me dejaron porque yo quería y lloraba, quería y no 10. Límites de la
me dejaron. identidad
10. Encerrarse en si
10. Después que me pasó todo eso, empecé a ser más misma y vivir
cerrada. No hablaba con nadie, me encerraba, me iba, encerrada.
trabajaba, venía, me encerraba en mi casa, miraba la tele,
estaba con mis hijos. Él no quería que salga, no tenía 11. La muerte como
amistades, no tenía nada, nada, no podía salir a pasear límite final.
11. Motivos para vivir
con mis hijos en la plaza, porque él decía que yo iba a
y para morir. Elsa no
mirar a otro por ahí.
se siente querida.
11. Alguna vez pensé en suicidarme. Me iba a la plaza del 12. Soledad interior y
fondo de la última manzana, me sentaba ahí y después exterior.
pensaba en mis hijos y me decía a mi misma: “por qué 12. Soledad y
pensás así si ahora tenés una casa, tenes tus hijos, tarde tristeza profunda.
Elsa siente
306

o temprano alguien te va a querer”. necesidad de hablar 13. Daño subjetivo.


con alguien.
12. Me levanto triste, a veces me levanto temprano a
veces me levanto más tarde, a veces no puedo dormir de 13. Elsa ya no puede
noche, me siento sola, me levanto les miro a mis 4 chicos estudiar porque se
míos, les acaricio a ellos, estoy con ellos, pero me voy a siente mal física y
mi cama y no tengo con quien hablar. psicológicamente.
14. Autolimitación.
13. Muchas veces ya me ofrecieron para estudiar, pero
como yo a veces estoy bien y a veces no estoy bien de mi
cabeza, no quiero comprometerme porque por ahí justo 14. Elsa cierra toda
cuando yo me levanto no estoy bien. Tengo miedo, justo posibilidad de nueva
ponele que mañana tengo una materia y amanezco mal, pareja.
porque de un día para otro amanezco mal.
14. Yo por mis hijos trato, no quiero hacer más pareja
porque ya están grandes y medio que ya vieron lo que me
pasó con el papá y después lo que me pasó con el otro.

Procesos de emancipación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. Me di cuenta que él no va a cambiar nunca si no se
hace un tratamiento o algo así. El carácter de él hasta
ahora sigue siendo el mismo y me di cuenta cuando mi 1. Elsa descubre los 1. Límites del cambio
hijo mayor se fue a vivir con él a los 13 años y volvió límites del cambio.
porque se peleó con el papá.
2. Pero él no se ubica, él no se pone en el lugar de padre, 2. Elsa distingue
él se pone en el lugar de patrón, él quiere que los chicos muy bien un padre 2. Conciencia de la
trabajen y le mantengan a él y que hagan todo lo que él de un patrón. injusticia.
dice como esclavos y los chicos se cansaron y volvieron
solos otra vez volvieron todos acá conmigo. 3. Elsa quiere
trabajar y no puede. 3. Identidad religiosa
3. Soy católica, leo la Biblia, leo mucho la Biblia y pido a Le pide a Dios un
Dios que me ayude, porque bueno yo no puedo trabajar, milagro.
no, no es porque yo no quiera, yo quiero trabajar y eso es
4. Liberarse de la
lo que me da bronca, porque no puedo.
violencia.
4. A las mujeres que están pasando por la situación que 4. Alejarse del
yo viví, les diría que no aguanten, que tomen una decisión hombre golpeador.
y salgan adelante y dejen eso atrás, que les va a llevar a 5. Identidad de
un pozo sin salida. El hombre que les pegó una vez no les género.
va a dejar de pegar nunca más. 5. Defender a la
madre.
5. Con mi papá me agarré dos o tres veces, porque le
pegaba a mi mamá, yo le defendía a mi mamá siempre, 6. Los “otros”.
fue la única forma que yo me enfrenté con mi papá.
6. Deseo de felicidad
6. A veces me sentaba en la plaza y miraba a las parejas y frustración.
con los hijos felices y yo decía siempre cómo me gustaría
estar a mí así, pero nunca pudo ser. Me pone triste que 7. Soledad.
me haya pasado todo esto y hasta el día de hoy no lo 7. Elsa todavía se
puedo superar. ilusiona con tener
una pareja.
7. Y si Dios quiere, como dicen, a lo mejor por ahí
encuentro una pareja que me entienda. Sí, porque todavía 9. Los límites de la
no encontré una pareja que este conmigo, alguien con dominación.
quien tomar un mate, un tereré, salir a caminar, salgo a 9. Tomar una
caminar sola, ando sola, voy y vengo de mi tratamiento al decisión que cambie
hospital sola. la situación.

9. Yo tenía miedo, no hablaba con nadie, no salía, tenía


miedo a la vida, a lo que podría pasarme afuera en la
calle, no sé, con mis hijos, mis parientes ya no me
apoyaban, no sabía para dónde correr, para dónde ir,
tenía miedo, hasta que un día me decidí y cambié.
307

Entrevistada: Verónica
Procesos de dominación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. Mi hermano me lleva ocho, no tanto pero bueno ocho 1. Verónica crece 1. Configuración del
años y seis mi hermana. Yo era súper protegida, sobreprotegida y yo.
demasiado protegida. esto no le ayuda.
2. Nosotros no teníamos esa viveza. A mi me costó 2. Ingenuidad de
mucho el tema de las amistades. Yo era siempre de dar Verónica. 2. Configuración del
todo. A veces me dice ¿vos sos o te haces? por el tema yo.
de que ingenuidad.
3. Mi vieja hacia todo en la casa, todo, absolutamente 3. Verónica es 3. Configuración del
todo y nunca dejó que hagamos nada. Me costó por atendida totalmente yo.
ejemplo poder extender la cama al levantarme. Mi mamá por su madre.
era de carácter fuerte, imaginate mi papá no estaba. 4. Desarraigo e 4. Configuración del
yo.
4. Nunca me gustó Misiones en realidad, me costó mucho inapatación.
adaptarme a la idiosincrasia, porque nosotros nos criamos
en Entre Ríos. 5. Configuración del
5. Encierro en su
5. Yo me pasaba leyendo, no salía, era rara. Después casa. ¿De qué le yo.
empezó a venir, llegó un momento todos los días, cuatro, quiere salvar su ex
cinco veces al día. Un día me dijo “yo te voy a salvar a pareja?
vos”, eso me quedó grabado. Pensaba que yo tenía algún
problema. Después siguió insistiendo, yo tenía 16 años.
6. La maternidad
6. Yo nunca estuve enamorada de él, siempre lo respeté 6. Tener un hijo como configuración
mucho pero nunca estuve enamorada, lo quise libremente sin estar el yo.
muchísimo, es más, yo quise tener un hijo o sea nosotros, enamorada.
no fue un accidente. Él estuvo muchos años queriendo
salir conmigo y yo le decía que no. 7. La culpa como
7. Sentir culpa. configuración del yo.
7. Se ponía compungido, me daba a entender dentro de Maltrato. Depresión.
Negación de la
su tristeza que la culpa era mía. Pero yo lo consolaba Ocultar la violencia.
realidad.
porque tampoco quería que esté mal, me sentía culpable.
Después que nació Facundo, yo caí en una depresión, no 8. Configuración del
me quería ni bañarme, era tanto el maltrato y no quería
8. Doble fachada. nosotros. Los “otros”.
que se den cuenta mis viejos en realidad, porque tenía
miedo de que se sientan mal.
8. Yo no quería que se vayan las visitas, porque él era 9. El discurso como 9. Configuración del
distinto, parecía como era antes, cuando yo lo conocí. configuración de la yo. Autoestima.
subjetividad.
9. Verbalmente cada vez era peor, el insulto y el
desprecio era de terror. Él me hacía entender que 10. La culpa como
cualquiera era mejor, más linda, más todo, más inteligente configuración del yo y
que yo. Encima yo no había terminado de estudiar, un 10. La culpa de tener del nosotros.
montón de cosas, re mal. un hijo.

10. El estaba ofendido conmigo y si yo le preguntaba qué


le pasaba me decía “en realidad, vos nunca me quisiste; 11. Acostumbrarse al 11. El maltrato como
en realidad, eso pasó porque vos nunca me quisiste, no maltrato. El maltrato configuración del yo y
querías estar conmigo”. Yo sentía que la culpa era mía en como constitución de del nosotros.
realidad, que hizo eso porque yo no quería estar con él. la pareja.
11. Yo en realidad me daba cuenta que fueron muchos 12. El “yo” envejecido
años, no estaba enamorada, pero estaba re encariñada, o
sea acostumbrada al trato, también al maltrato. ¿Qué iba 12. Envejecimiento. 13. Configuración del
a ser de mi vida si no me estaban diciendo inútil todo el 13. Proceso de yo.
día? subjetivación por el
12. Cuando me separé, yo sentía que tenía 30 años más. discurso del “otro”
14. La maternidad
13. Y a los pocos que les dije, él les decía que yo estaba 14. Sobreprotección como configuración
loca. Yo también creí que estaba loca, llegó un punto que del hijo. Verónica
308

dije “no, me debe parecer”. reproduce su propia del yo.


sobreprotección.
14. Sentía pánico, pero no por mí. Miedo a dormirme y
que le haga algo al nene cuando estábamos viviendo
juntos. Yo tenía tan baja mi autoestima que si me hincaba
una espada yo iba a decir que estaba bien, pero no el
nene. Una cosa era yo y otra cosa el nene.

Procesos de emancipación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. Antes de casarme, yo tenía mi auto, me arreglaba todo 1. ¿Sobreprotección 1. Configuración del
el tiempo, me gustaba andar vestida de cuero, me iba al o independencia? yo.
gimnasio, tenía otra forma de ser, re independiente.
2. Sentirse “hija” y 2. La filiación como
2. Después, yo me enganché con la facultad de nuevo, buscar protección configuración del yo y
empecé a ser hija, o sea, era madre pero era hija también, siendo “madre”. del nosotros.
estaba protegida con mis viejos. Eso me re ayudó.

Entrevistada: Mariel
Procesos de dominación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. En mi casa el único problema que había era el de la 1. Mariel reconoce
bebida. Mi papá, de lunes a viernes no tomaba pero sí el en sus padres los
fin de semana. Mi mamá siempre fue abnegada, una valores de una 1. Identidad familiar.
buena madre, se dedicaba a la limpieza, a estar con familia patriarcal.
nosotros, mi papá también era de controlar la tarea.
2. ¿Qué cualidades 2. Configuración del
2. Tuve un novio que salí 6 meses que también era súper tiene Mariel? ¿Súper yo.
religioso y quería que llegáramos al casamiento, así que religiosa, demasiado
era un franeleo nomás, nunca llegamos a nada. Yo era buena o
reestructurada, tenía todas las cualidades, yo era reestructurada?
demasiado buena y él no quería lastimarme y se alejó de
mí. 3. La violencia sexual
3. La pérdida como configuración
3. Después terminé el último año del magisterio y me del yo.
encontré con Raúl, le volví a ver porque él era un violenta de su
compañero del secundario. Yo tenía 23 años y nunca virginidad marca
había tenido contacto con nadie, al tercer día cuando yo profundamente la
subjetividad de 4. La virginidad como
me di cuenta, él me estaba sacando la ropa, yo le dije no
Mariel. configuración del yo.
y él me forzó…fue el momento más horrible de mi vida…
4. Y yo que era re estructurada, que tenía el sueño que 4. El sueño de
me iba a casar con él, por la formación religiosa, porque pureza de Mariel se 5. La configuración
yo era catequista. esfuma.
mesiánica del yo.
5. Cuando yo empecé a salir con él los padres lo habían 5. El apostolado
echado de la casa, así que estaba en plan de victima y como misión de
ahí fue cuando yo dije Dios me puso a este muchacho, yo Mariel. Se siente 6. La virginidad como
pensé que mi misión era tener un apostolado con él, yo en elegida por Dios configuración del yo.
ese momento pensé, como el estaba mal en la vida, yo para una misión.
dije bueno Dios me puso a él en la vida. 6. La virginidad es
7. Configuración del
6. Yo pensaba que nadie me iba a aceptar, ahora digo constitutiva de Mariel “nosotros”.
que estúpida, con mi novio anterior también era como mujer.
tradicional, me iba a casar virgen, yo dije quien me va
aceptar a mi después. 8. Configuración del
7. Doble fachada
7. Después, las cosas se fueron agravando cada vez más. como pareja. yo.
Eran peleas más fuertes sin motivos, pero nosotros 9. Identificación.
delante de los demás éramos una pareja ideal. Diferenciación. La
8. Yo como persona me había descuidado mucho, había 8. Baja autoestima. culpa como
engordado mucho, no me arreglaba. Abandono personal configuración del yo.
309

9. Yo era de familia digamos, nunca tuve una actitud 9. Mariel es obsesiva 10. El padecimiento
incorrecta, porque yo era muy de la casa, que estuviera del orden y la como configuración
todo en orden, limpio. Yo me creía todo lo que me decía, limpieza. Siente del yo. Sostener un
cuando él me pegaba, me hacía sentir que yo tenía la culpa. “nosotros” a cualquier
culpa, que yo provocaba esa situación. precio.
10. Mariel aguanta
10. Yo de aguantar las cosas llegué a tener stress, tenía para salvar su
vómitos, mareos, me hice un análisis de embarazo y me matrimonio. Cree
salió positivo, de sangre encima, me acuerdo que lloré un que puede agradar a 11. La violencia como
día entero y se habían equivocado y yo tenía miedo de su pareja y evitar la configuración del
decirle que estaba embarazada para que él no se enojara. violencia. “nosotros”

11. Sentía miedo. Una vez me llegó a lastimar los brazos, 11. Aumento de la 12. El miedo como
tenía todo raspado los brazos y las piernas. Después me violencia y amenaza configuración del “yo”
decía “no, pero yo no te hice eso, yo no te pude haber de muerte. y del “nosotros”
hecho eso”, ahí me di cuenta que él estaba perdiendo la 13. La violencia como
cabeza y me podía llegar a matar. reconfiguración del
12. Cuando me separé, yo no sentí culpa, pero hasta el 12. Sentir miedo “yo”.
día de hoy cuando yo discuto con Raúl, llaveo las rejas permanentemente.
durante las 24 horas por ese temor a la reacción de él. 13. La violencia es
13. Yo era una persona de carácter fuerte, de imponer mis un proceso de 14. La violencia como
reconfiguración del
ideas y ahora soy muy sumisa. Por ejemplo, no puedo subjetivación del otro “yo”. La ingenuidad
cortar la relación con mi segunda pareja. Él fue una como “marca”.
persona que me lavó las heridas, pero también soy de
perdonarle demasiado. 14. La violencia
como proceso de
14. Cuando yo me estaba por separar, me di cuenta que subjetivación. Mariel
me estaba volviendo violenta, me estaba volviendo cree ingenuamente 15. La búsqueda de
histérica. En la escuela nunca nadie se dio cuenta, sólo que su pareja va a reconocimiento del
ese colega porque yo le conté, los momentos que yo cambiar. “otro” en la familia.
estuve mal nunca nadie se dio cuenta, porque yo pensé Búsqueda de una
que él iba a cambiar. Como decían, yo le embarro a él, identidad familiar.
después él cambia y nos arreglamos y cómo va a quedar 15. Mariel creció
él delante de mi mamá y mi papá. buscando valoración,
15. Yo con mi mamá no podía contar. Lo que pasa es que reconocimiento y
nunca confié en ella, podía confiar en otras personas, admiración de su
16. La muerte como
pero no en ella. Hasta el día de hoy ella no está de mamá. Se volvió
perfeccionista y “límite” final.
acuerdo con mi divorcio, porque las veces que yo le
decía, ella siempre vio mis defectos, digamos que nunca obsesiva.
resaltó lo que yo hago de positivo. Yo era súper exigente,
era muy inflexible. Yo era una persona muy nerviosa y
con poca paciencia, era muy estricta con mis hijos. 16. Intento de 17. Nueva
suicidio. Pérdida de configuración del “yo”
16. Yo me acuerdo que una vez fuimos a Brasil en las identidad y crisis de
vacaciones de julio y cuando estaba caminando por la sentido. y de un nuevo
playa con Fernando y Daniela se me cruzó por la cabeza “nosotros”.
meterme en el mar con ellos, matarme con los dos. Me fui
metiendo cada vez más adentro, hasta que ellos se
17. Una nueva
empezaron a mojar y me dijeron “mami, nos estamos
pareja transforma a
mojando” y ahí yo reaccioné y retrocedí.
Mariel, pero también
17. Aparte de la segunda relación no tuve otra. Con el la hunde más en la
papá de mi nena no me puedo desenganchar. Digamos desilusión como
que de ahí quedó mi secuela psicológica, como fue él mujer.
quien me ayudó a superar mi situación, se volvió como
algo enfermizo. Encima, seguimos trabajando juntos,
estamos constantemente hablando, seguimos siendo
amigos. Cuando él se fue, me dijo que, cuando seamos
viejos, vamos a estar juntos.

Procesos de emancipación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. Ahora, no siento nada por él, o sea para mí es un 1. Sentir asco, 1. Reconfiguración
310

extraño y el solo hecho de pensar que él me pueda repulsión o rechazo del “yo” y del “otro”.
gustar, es una sensación de asco, de repulsión, porque por el “otro”. Ya no Desaparición del
por ahí él se quiere hacer el amoroso y tocarme, pero queda nada de la ex “nosotros”.
para mí es un rechazo total. pareja.
2. Y con los demás hombres bien, 10 puntos. Yo creo que 2. Mariel cambia un
lo que me ayudó fue mi otra pareja, porque él es la hombre violento por 2. Reconfiguración
ternura personificada. Digamos que me ayudó a superar alguien que le brinda del “yo” y del “otro”.
eso, por ahí me quedaron muchos conflictos, pero en esta ternura y paz. Construcción de un
parte masculina no tengo rencor. Raúl cree que yo no le Cambia su nuevo “nosotros”.
perdoné por orgullo o por rencor, pero no es nada de eso, subjetividad y su
no siento nada por él, yo hice un proceso interno de valoración por los
perdonarle todo lo que él hizo. hombres.
3. Yo nunca me sentí depresiva, nunca paré, siempre fui
una persona muy exigente en todo. Antes yo bordaba, 3. Cambio de
limpiaba la casa y no necesitaba de empleada, hacía 3. Mariel se
transforma de subjetividad y de
todo, no me cansaba, tenía pilas siempre. Pero ahora configuración del “yo”
pienso diferente. Ahora pienso en mí, en comprarme una “sierva” y “ama de
casa” en “sujeto El fantasma del “otro”
crema o lo que sea. Leo libros por ejemplo de autoayuda.
Pienso en mí, tengo ganas de arreglarme y me permito mujer”, pero sigue
comprarme cosas y hacer cosas por mí. Estoy mejor, atada a su ex pareja
aunque voy a poder rehacer mi vida el día que Raúl me que sigue acosando
deje tranquila por completa, que no me moleste más, el y persiguiendo.
día que él rehaga su vida y se olvide de mí.

Entrevistada: Dina
Procesos de dominación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. No me animé a dejarle por miedo o vergüenza de lo 1. Dina siente miedo 1. Configuración del
que digan las otras chicas, “ay, ella no sirvió, ella es mala” y vergüenza de los “yo”. Los “otros”. La
o qué sé yo, por miedo, siempre, yo siempre pensé en los demás. Esta mirada “marca” de los “otros”
demás…qué iban a decir los otros, qué iba a decir la de los demás la
gente, nunca pensé en mí misma, en lo que yo sentía y condiciona y
desde esa noche empecé a sentir un rechazo, pero igual determina su pareja.
seguí.
2. La violencia como
2. La violencia te va aplacando, es como poner un ladrillo
sobre otro en la espalda de uno y llega un momento que 2. La violencia es un reconfiguración del
proceso de “yo”.
uno no puede ni con la vida de uno. Hubo un cambio en
mí, soy histérica, exploto por cualquier cosa, no tengo ni subjetivación.
siquiera paciencia para terminar una conversación. 3. Miedo a que se 3. El miedo como
3. Todo me angustia, más mis hijos. Tengo una hija de 15 repita en los hijos la configuración del “yo”
años y el papá la trata muy mal. Tengo miedo que en la misma historia de
desesperación busque a alguien parecido con el papá y violencia.
termine como yo. Ese es mi miedo.

Procesos de emancipación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. Yo vengo de una familia no violenta. Se hablaba, se 1. Dina creció en una 1. La no violencia
charlaba. Yo la primera vez que vi a mi papá y a mi mamá familia no violenta. como configuración
discutir, yo tenía 13 años y a mí se me hizo que el mundo del “yo” y del
se venía abajo y se terminaba todo, pero fue una “nosotros” familiar.
discusión y después se arregló, fue lo único que yo vi. 2. Dina reconoce
2. Mi sueño es estar en paz, llegar en casa, poder hablar como su máximo
despacio, no que los vecinos escuchen, despacio, entre valor la paz, está 2. La paz como
nosotros, estar en paz. No importa que no haiga manjares cansada de los gritos configuración del “yo”
para comer, pero estar en paz, que lo que se coma, se y de la falta de y del “nosotros”
intimidad familiar. familiar.
311

coma en paz. 3. Dina tiene un 3. La configuración


buen recuerdo de del “yo” y del
3. No sé si algún día va cambiar, no sé. A veces pienso sus padres. “nosotros” familiar.
en mis hijos, todo hijo quiere, o sea, me pongo en el lugar
de ellos, yo sé lo que yo sentía cuando era chica, mi papá 4. Dina quiere 4. La no violencia
y mi mamá eran mis ídolos. mostrar otra forma como configuración
de vida a sus hijos, del “yo” y del
4. A veces pienso que si yo sigo estando con el papá para que no “nosotros” familiar.
empeoro las cosas, porque él nunca va a cambiar. Ellos
reproduzcan la
nunca van a ver y van a aprender que hay otra cultura, violencia.
otra educación, otra forma de vivir, van a seguir siendo
siempre y van a buscar de formar su familia de la misma
manera y hay otra forma de vida. 5. La etnia como
5. Dina es
5. El color de la mamá de ellos y el color de mi papá es el discriminada por la configuración del “yo”
mismo color, ni uno era más blanco que otro, y mi mamá familia de su ex y del “nosotros”
es rusa, mi abuelo vino de Rusia en la guerra, vino con 4 pareja, por su color familiar.
años y entonces tengo más sangre de alemán y ruso que de piel, pero ella
ellos, sangre de polaco, porque vaya a saber con cuántos tiene en claro su
años vino él, porque yo creo que el abuelo, bisabuelo, origen étnico.
todos ya nacieron acá, así que si vamos a hablar de 6. La configuración
sangre y de raza, yo soy más polaca o tengo más sangre del “nosotros” como
de gente blanca que ellos. 6. Dina es conciente pareja.
6. Él no sabe definir entre el bueno y el estúpido. Yo fui de la manipulación
buena y él creyó que yo era estúpida, pero el bueno tiene de su ex pareja.
un límite y él no se fijó en mis límites, fue cargando de
gota en gota hasta que rebalsó el vaso y ahora no le doy
7. Dina cambia de 7. La configuración
más explicaciones de todo.
estrategia. Ya no del “nosotros” como
7. Yo siempre le decía las cosas y él se enojaba. Para pide perdón cuando pareja.
que él no esté con la cara larga o qué sé yo, entonces yo dice la verdad y ya
iba y le pedía perdón de la verdad que yo le había dicho. no corre detrás de su
Y después empecé a decir no, si yo pido perdón por una ex pareja. 8. El cuerpo como
verdad, entonces quiere decir que yo aprecio la mentira y configuración del “yo”
yo no aprecio la mentira, para mí las cosas son así o son 8. Dina decide sobre y del “nosotros” como
así. Y bueno, ahí yo dejé de pedirle perdón, dejé de correr su cuerpo y tiene en pareja.
atrás de él. claro lo que vale y lo
que puede como
8. En las relaciones sexuales nunca me forzó. Yo tomo la mujer.
decisión si quiero o no quiero. A veces me dice “entonces, 9. El trabajo, los
yo voy a buscar a otra y no te quejés” y ahí yo le digo “no recursos materiales y
importa, yo también puedo encontrar otro, no te 9. El trabajo y los la fe en Dios como
preocupes”, él me dice “quién te va querer a vos” y yo le ingresos significan configuración del “yo”
digo “eso es lo que vos creés”. independencia y
9. Yo sé quién soy. Me empezaron a afectar menos las autonomía personal.
cosas, desde que yo empecé con el negocio. Empecé Dina confía en Dios.
como a tener una personalidad más fuerte. Me ayudó a
tener autonomía y dinero, a defenderme a mí misma, mis
valores y lo que soy. Voy a salir adelante y pido a Dios
que me ayude, porque sin la ayuda de Dios uno no puede.

Entrevistada: Tati
Procesos de dominación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. Vivía con mi hermano y la novia. Como le caía mal a la 1. Tati creció
novia de mi hermano, me fui a vivir sola. Estaba mal sobreprotegida por
porque me sentía sola, pero me sirvió estar sola, a ser sus padres, pero 1. Vivir sola y trabajar
más independiente, a buscar un trabajo. Empecé a descubre que le como configuración
trabajar. Viví casi tres años sola, pero él siempre estaba hace bien vivir sola y del “yo”.
en mi casa. trabajar.
2. La primera vez que me golpeó, yo le pedí un tiempo 2. Tati es inmadura y 2. La familia como
para pensar y como en ese momento no sabía y estaba busca protección. Se configuración del
312

sola volví con él. Siempre fue así, muy pendiente de si me siente sola e “yo”. El “otro” como
faltaba algo. Se volvió como una necesidad para mí. Si insegura sin su sustituto de la familia.
necesitaba algo, él me facilitaba las cosas. Aparte, por el familia. Su pareja
hecho de estar lejos de mi familia, me hacía sentir segura, sustituye a su
protegida. Y bueno, después volvió, volvía, hasta que familia. 3. La familia y el
decidí reiniciar la relación. discurso del “otro”
3. Tati teme estar
3. No le gustaba nada, me decía que estaba fea. Con el sola, porque no se como configuración
tiempo me llegué a creer súper fea, me decía horrible. construyó como del yo.
Después del embarazo peor. Yo pensaba que si él me sujeto sin su familia. 4. La costumbre
dejaba me moría, porque me iba a quedar sola. Cree todo lo que le como configuración
dice su ex pareja. del “nosotros”.
4. Me acostumbré a estar con él…
5. Tati es moldeada 5. La configuración
5. Cuando salíamos, era otra cosa, era re atento, re totalmente por su ex
adorable, sobre todo con la gente del trabajo. Incluso yo pareja, como una social del “yo”.
tenía que ser de determinada forma. Él me decía cómo arcilla. Ella cree que 6. El “otro” como
ser, me obligaba a ser de cierta forma con la gente de él. determinante del
es el príncipe azul.
6. Yo tenía que hacer todo lo que él quería para que esté 6. Tati se amolda “yo”.
contento. Si yo tenía sueño, me la tenía que bancar totalmente a su ex 7. Los “otros” como
despierta, no le podía decir nada. pareja. configuración del
7. A mi todo el mundo me decía que era una mamá muy “yo”.
7. Tati es admirada
linda, que tenía una panza linda y él me decía que era por los demás y 8. El “otro” como
gorda, me hacía sentir fea y que estaba horrible. desvalorizada por su configuración del “yo”
8. Yo iba cambiando mi manera de vestir, dejé de usar ex pareja. y del “nosotros”.
tacos. Tenía que hacer otras cosas, vestirme de otra 8. Su ex pareja
forma. Cuando estaba embarazada, me hacía sentir que
transforma a Tati 9. La configuración
no encajaba, que era patética. Yo me fui machacando totalmente.
sola, me fui descuidando, dejando estar. ingenua del “yo”.
9. Tati espera 10. La familia como
9. Yo tenía la esperanza de que él cambie… ingenuamente un configuración del “yo”
10. Con mi familia no, conmigo sí, pero así siento que no cambio en su pareja.
estoy completa. 11. El “otro” como
10. Tati no existe determinante del “yo”
11. Tenía miedo hasta de hacer terapia, porque me iba a como sujeto sin su
tratar de loca. Hasta llegué a creer que estaba loca, familia. 12. Las amenazas y
estaba mal y confundida. el miedo como
11. La violencia configuración del
12. Me costó la adaptación, me vine a vivir con mi familia, transforma la “yo”.
ahora más adelante tengo pensado ir a vivir sola, pero subjetividad de Tati.
sigo sintiendo miedo. Capaz que es una fabulación mía, 12. Tati siente miedo
que nunca pase nada, pero él siempre me amenazó,
porque cree en las
inclusive la última vez me amenazó. amenazas de su ex.

Procesos de emancipación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. Me acuerdo cuando íbamos de vacaciones a Córdoba 1. Tati recuerda una 1. La infancia feliz
porque mi papa nació en Córdoba. Mi mamá tenía una infancia muy feliz como configuración
boutique para damas y mi papá tenía una distribuidora y con sus padres y sus del “yo”.
yo siempre andaba jugando por ahí y ellos trabajando. Me hermanos. No tuvo
acuerdo que cuando nació mi hermanita fue el día más sobresaltos en su
feliz de mi vida, yo la cuidaba, yo era la mamá. Yo tenía 6
vida, hasta que se
o 7 años y después nació mi hermanito. casó en Córdoba.
2. Las cosas como
2. La separación de él no me costó, yo afectivamente ya 2. Tati no amaba a configuración del
estaba distante. A veces lo extrañaba. Lo que sentí sí es su ex, pero lo “yo”.
la facultad, mis amigos, mis cosas, por irme así, pero no extraña sólo por
sufrí porque me separé de él. costumbre.
3. Yo vine y empecé a hacer terapia. Ahí me di cuenta 3. La terapia coloca 3. El proyecto de vida
que yo me sentía culpable y que no era mi culpa, que no a Tati en la realidad como configuración
estaba loca. Ahora estoy re bien, estoy trabajando, estoy y le devuelve un del “yo”.
viviendo con mis papás y el gordito se queda con ellos
313

cuando voy a trabajar. No tengo tristeza. A mí me gustaría proyecto de vida.


tener mi casa, vivir con mi hijo y formar una pareja.

Entrevistada: Claudia
Procesos de dominación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. Fui criada por mi abuela. Mi abuela me decía “vos estás
conmigo porque yo te estoy criando, tu mamá te regaló
para mí, porque a tu mamá le gustaba salir mucho, vos 1. Claudia fue criada 1. Configuración del
tenés dos hermanas más”. Nuestra madre nos por su abuela, “yo”, sin madre ni
abandonaba, salía. Era casada, pero mi papá no aguantó abandonada por su padre. Las “marcas”
y se fue de casa, tomaba mucho. Cuando mi papá se fue, mamá y su papá. de la infancia.
ella estaba embarazada de mí. 2. Con sus dos
2. Mi madre trabajaba y los fines de semana salía. Ella hermanitas se
quedaban solas y los 2. Configuración del
salía tres días de seguido y nosotras nos quedábamos “yo” y del “nosotros”
solitas los tres días. Quedábamos al azar. Los vecinos se vecinos las
cuidaban. Sufrían con las hermanas.
acercaban si algo pasaba, denunciaban, venían, nos Las “marcas” de la
llevaban al médico si estábamos enfermas. Mi abuela me todo tipo de
enfermedades. infancia.
cuenta que teníamos enfermedades, heridas en el
cuerpo…
3. Vivíamos en la casa de mi abuela. Cuando estábamos 3. Claudia era la más 3. Configuración del
mejor, nuestra madre nos llevaba otra vez y así chica y por orden de “yo” y del “nosotros”
quedábamos otra vez en la misma situación, hasta que el un juez se quedó con la abuela. Las
juez le intimó; entonces ella decidió que como yo era la con su abuela. “marcas” de la
más chica, la más vulnerable, que siempre estaba más infancia.
enferma, eligió que me quedara yo con mi abuela y mis 4. Conoce a su
otras hermanas se quedaron con ella, ahí nos separaron. mamá a los 7 años y
a los 14 a su papá, 4. Los padres como
4. Cuando yo tenía 7 años, ella vino una vez a mi casa, que era alcohólico y “otros” de sus hijos.
entonces supe que era mi mamá. Cuando tenía 14 años, muere 3 meses La “marca” del
aparece un señor en casa y me dice “yo soy tu papá”. Era después. A los 13 trabajo.
una persona alcohólica. Intentamos sacarle de la bebida termina la escuela
con mi abuela. Estuvo dos meses en casa y se estaba primaria y comienza
recuperando, pero se fue y al mes llegó un telegrama que a trabajar como
había fallecido por sobredosis de alcohol y medicamento. empleada
Yo hice la primaria, terminé cuando tenía 13 años y tuve doméstica. 5. La esclavitud como
que empezar a trabajar como empleada doméstica. configuración del
5. Conoce a su “yo”. La “marca” de la
5. La historia con él se fue empeorando. Yo era sometida, pareja y se somete a tristeza.
siempre estaba, lustraba sus zapatos, preparaba su él como esclava por
uniforme, el mate. Yo le tenía miedo, porque en una de miedo. Todo fue
esas estupideces, él podía hacerle algo a mi hijo o algo a tristeza.
mí. Creo que un año fui feliz, el resto fue una cadena de 6. La pareja como el
tristeza, de llegar al punto tal que yo me subía a un “otro” que determina
colectivo y me corría lágrimas de los ojos y no me podía el “yo”. La “marca”
6. Claudia cree todo del discurso.
controlar. Lloraba sin querer. lo que dice su
6. Yo siempre fui de arreglarme, pintarme, pero era tan pareja, que la
sometida que todo lo que él me decía yo creía que era. desvaloriza
7. La enfermedad
Me decía “vos estás loca” y yo pensaba “¿será que yo totalmente.
como configuración
realmente no estoy loca? ¿será que él no tiene razón y del “yo”. La muerte
soy yo la enferma?” y todas esas cosas que uno cree de como “límite” final.
tanto que te dice. 7. Vive enferma y sin
alegría. Intenta
7. Yo vivía enferma, con dolor de cabeza, enferma del suicidarse, pero se
hígado. Prácticamente él me volvió inservible, una sobrepone por su
persona que no tenía alegría. Quise suicidarme, tomar hijo.
remedio y después de otra forma, pero creo que no lo hice
por mi hijo. Llegué a un punto tal de depresión de no
comer nada. Pero me impulsaba mi hijo.

Procesos de emancipación
314

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1. Con la madre de él fuimos a parar presas, porque le 1. Claudia reacciona 1. Los “límites” de la
golpeamos a la chica que salía con él y nos denunció. ante la traición de su violencia.
Entonces ahí se me cayó la ficha, yo dije “acá tengo que pareja y busca Reconfiguración del
hacer algo para salir de esta situación, porque ni yo ni mi alternativas. “yo”.
hijo nos merecemos”.
2. Claudia toma una 2. Los “límites” del
2. Un día, de tanto que me quedé llorando, cuando se fue decisión ante la padecimiento.
dije “no, a partir de hoy jamás voy a volver a llorar”, o sea indiferencia de su Reconfiguración del
se terminó, porque él no veía que yo sufría. pareja: no llorar más. “yo”.
3. Hoy gracias a Dios me siento bien, me siento en paz. 3. Claudia valora la 3. La paz y la
En mi casa hay paz. No tenemos muchas cosas, pero hay paz y la tranquilidad tranquilidad como
tranquilidad. Hoy puedo dormir tranquila. A veces viene como lo máximo que configuración del “yo”
alguien a casa, tengo amigas. Antes a las 8 de la noche le puede pasar. y del “nosotros” con
yo me iba a dormir, pero ahora es la una de la madrugada Disfruta del tiempo y el hijo.
y estamos sentados afuera con mi hijo, comiendo un de su hijo
pancho, tomando un jugo, escuchando música. Es lindo
tener paz, es algo muy lindo.

Entrevistada: Marta
Procesos de dominación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. Mi papá tenía problema de alcoholismo. Recuerdo que 1. La violencia 1. Configuración del
hasta los 10 años, mi papá le golpeaba mucho a mi familiar marca “yo” en la infancia. La
mamá. Nosotros nos íbamos de la casa, pedíamos ayuda profundamente la “marca” de la
y nunca tuvimos respuesta. Yo no entendía cómo mi infancia de Marta. violencia familiar.
mamá podía aguantar tantos golpes, tanto maltrato.
2. Marta trata de 2. Poner “límites” a la
2. Me encerraba de todo ese ambiente en el cual nos preservarse de la violencia. El rencor
criamos. Yo crecí con rencor hacia mi padre, no lo quería, violencia, pero siente como configuración
yo decía que si él estaba muerto para mí era lo mejor. rencor hacia el padre del “yo”.
3. Fueron traumas que me costó mucho superar. Eso fue 3. La violencia 3. Las “marcas” de la
uno de los temas por lo cual yo decidí estudiar la carrera traumatiza a Marta y violencia.
de trabajo social. decide su carrera. Configuración del yo
4. Lo que más me marcó fue que yo hablé cuando cumplí 4. Un intento de 4. Las “marcas” de la
21 años recién, que yo tuve un intento de abuso sexual abuso sexual afecta violencia sexual.
por parte de un familiar. Nunca me animé a contarle a profundamente a Configuración del yo.
nadie. Eso me reprimió mucho en mi etapa de Marta, la reprime y
adolescente. Tenía miedo de tener novio, de estar con genera miedo.
una persona, tenía miedo de contar y que se entere mi
mamá o mi papá.
5. La facultad 5. El secreto familiar
5. Yo caí en un poso depresivo cuando llegué a cuarto configura el
año en la facultad. Se removió mi pasado y opté por remueve el pasado
de Marta y la “nosotros”.
contarlo a mi mamá y a mis hermanos. Mi mamá lo único Configuración del yo.
que me pidió fue que me calle y no le diga a nadie, porque deprime, pero ella
esa persona era mi hermano mayor. No es hijo de mi decide contar. Hay
padre sino de mi madre soltera. Entonces, para un secreto familiar.
resguardar a su hijo, mi mamá me pidió que no abra la
boca. Yo por mi mamá me callé. 6. Configuración del
6. Marta aguanta su yo. La configuración
6. Cuando empezamos a ser novios yo pasé las mil y una falta de identidad como pareja. Los
con él, porque ante la sociedad yo no era nada, no existía. como pareja. “otros”.
Vivíamos juntos. Toda la familia de él y mi familia sabían
que éramos pareja, pero ante la sociedad y sus amigos él
decía que no, entonces no éramos nada y así estuvimos 7. El mundo de
7. Los “límites” de las
viviendo un año. Yo me aguanté. Marta es su pareja. identidades.
7. Él no dejaba que yo me relacione o que salga más allá
8. Configuración del
de lo que era él.
8. Marta siente yo y del nosotros.
8. Me daba vergüenza volver a mi casa, decirles que vergüenza de volver Los otros. Las
315

estaba sola y que iba a traer un hijo al mundo. Sentía a su mundo familiar marcas.
vergüenza de mi familia, de qué iban a decir los demás. como madre soltera.
Para mí era una vergüenza volver a mí pueblo,
embarazada, sola, e iba ser reproche todo el tiempo, no
sé si tanto de mi mamá o de mi papá, pero por ahí de mis 9. Marta quiere tener
hermanos, de los otros familiares, de los amigos. un hijo y consigue 9. El hijo como

9. Yo veía que cada vez se iba desgastando más y me quedar embarazada, configuración del yo y
pero esto no del nosotros.
deprimía. A mí me había quedado la idea de que no podía
tener hijos. El doctor me dijo que recién en dos años entusiasma a su
podía quedar embarazada. Me quedé embarazada antes pareja.
de tiempo, al mes que comencé un tratamiento. Cuando le
conté, muy contento no quedó. Me dijo “los dos sabíamos 10. Configuración del
que no te podías quedar embarazada”, pero yo le digo 10. Marta se encierra yo. Los límites del
“ahora ya está, por algo pasan las cosas, vamos a tratar y deja todo lo que a nosotros. Los
de salir adelante”. su pareja no le símbolos de la nueva
agrada, pero le culpa identidad.
10. Dejé de lado mis amistades, dejé de salir. El hecho de por no haberse
pintarme a él no le gustaba, dejé de pintarme, cambié recibido.
totalmente la forma de vestirme. Él logró que haya una
11. Configuración del
distancia entre mi familia y yo. Por él me di cuenta que
“nosotros” familiar.
dejé todo y a veces pienso que “no vale la pena”. Un día 11. Marta tiene
Los “límites” de las
le reproché que si no hubiera estado con él, ya a esta miedo de hablar con
identidades.
altura hubiese estado recibida, hubiera tenido otro. sus padres sobre la
11. A mí me cuesta contarles a mis padres lo que me está violencia que sufre.
pasando. Por todas las cosas que ellos vivieron y por la 12. Los miedos y las 12. La configuración
mentalidad que tiene mi mamá. Mi mamá no se bancaria contradicciones de del yo. Las marcas
eso. Ella me dice “el día que yo me entere que el marido Marta no le permiten que producen
le pega a mi hija, soy capaz de ir a matarle, porque yo no liberarse de su identidades.
tolero que mi hija pase por todo lo que yo pasé”. pareja.
12. Yo sé que a mí me va a costar mucho volver a
empezar una relación, comenzar de cero, por miedo a
volver a pasar exactamente por lo mismo. Es
contradictorio, a veces siento que lo quiero y a veces
siento que lo odio.

Procesos de emancipación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. No tenía sentido que ahora yo sea esclava de él, aparte 1. Marta no se siente 1. Configuración del
yo no nací para ser esclava ni servir a nadie. Mi suegra esclava ni sierva de “yo”. Identificación y
me dijo que yo era una maleducada y yo le contesté su pareja. Se rebela diferenciación.
“usted tómelo como quiera, pero yo no voy hacer lo que contra su suegra.
usted quiere”.
2. Reconoce la
2. Yo me doy cuenta que no me vendría mal ir a un necesidad de terapia 2. Reconfiguración
psicólogo, hablar con un psicólogo, hacer un tratamiento y para superar sus del “yo”.
por ahí tratar de superar todas las etapas que me cuesta traumas. 3. El “otro”. Los
superar, porque hay cosas que me afectan muchísimo. “límites” identitarios.
3. Ya no tiene miedo.
3. Yo no tengo miedo, no le tengo miedo a él.

Entrevistada: Natalia
Procesos de dominación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. Querés tanto a esa persona, que le terminás creyendo, 1. Creer y aceptar el 1. El discurso del
cosa por cosa, aunque sepas que está mal, parece que te discurso del otro “otro” como
convencés. como válido. configuración del “yo”
2. Dejé de salir, estar con mis amigos, ir a la facultad. Yo 2. Natalia cumple la 2. La configuración
316

quería terminar mi carrera y tener un trabajo. Podría voluntad de su ex del “yo” y del
haberlo hecho si hay tantas mujeres solteras que están pareja y cierra su “nosotros” como
con sus padres, trabajan, estudian, tienen muchas más mundo. pareja. Los límites.
actividades y pueden. Dejé porque él no quería.
3. Dejé de arreglarme porque una vez justo tenía que ir a
sacar un turno para ir al médico. Eran dos cuadras, yo me 3. Celos obsesivos 3. La mirada del
había maquillado, vio que me maquillé y me hizo un de su ex pareja. “otro”. Los “otros”.
escándalo “vas a provocar”, me dijo.
4. Me fue bajando la autoestima. Todavía no salgo de 4. Proceso de 4. Configuración del
eso, esta semana me empecé a arreglar, pero ya no me subjetivación. “yo”. Los símbolos.
importaba, era alpargata, chinela, lo que sea, así no más,
ni maquillaje, ni aritos, nada.
5. Pensé en suicidarme. Llegué a caminar una avenida 5. Intento de suicidio 5. La muerte como
entera a la madrugada, pero pensaba “voy a abandonar a “límite” final.
mis hijos, cómo me voy a ir, y ellos, ellos van a crecer en 6. Configuración del
ese ambiente” y volví. 6. Proceso de “yo”.
subjetivación.
6. Yo ahora no me siento así, me empecé arreglar, pero
por ahí me miro en el espejo y digo “¿será, será cierto lo 7. Creer y aceptar el
que él me decía?” y no me puedo sacar eso de la mente. discurso del otro 7. El discurso del
como válido. “otro” como
7. Uno se da cuenta pero se deja llevar. Te mienten y te configuración del “yo”
mienten y te dan explicaciones de su mentira y vos le
terminas creyendo. Ahora veo que eran mentiras, todo era
mentira, todo lo que yo viví era sólo una mentira.

Procesos de emancipación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. Yo vengo de una familia normal, sana sobre todo. Papá 1. Natalia viene de 1. La configuración
trabajaba, venía a casa, estaba con mamá, colaboraba, una familia sana, con familiar del “yo” y del
los dos se ayudaban en todo, eran compañeros. Si salían, costumbres sanas. “nosotros” familiar.
salían juntos, siempre nos incluían a nosotros en sus Su experiencia
actividades, en sus proyectos, siempre todos juntos, había familiar es feliz.
diálogo, se celebraban las fiestas.
2. Yo quería algo así, lealtad hacia tu pareja, 2. Los sueños como
compañerismo, ayudarse en todo, afecto, cariño y no se 2. Natalia sueña con
una pareja y una configuración del “yo”
me dio. Podría esta recibida, trabajando y cuidando a mis
hijos de otra manera. Y bueno, pero las decisiones que familia así para ella,
uno toma tienen consecuencias y hay que hacerse cargo. pero no se da.
3. La violencia como
3. Es sólo un sueño, ahora frustrado, porque no va pasar 3. La violencia configuración del “yo”
eso. La violencia no tiene marcha atrás, es un círculo. genera procesos de
Ahora que salí veo mis problemas, salí del nudo de la subjetivación.
tormenta y veo en qué caí, veo cómo cambié de carácter, 4. Reconfiguración
cómo me adapté y me fui amoldando a él. del “yo”. Los “otros”.
4. Salir de la
4. Ahora volví a lo que yo era antes, aunque no del todo. violencia implica
Encontré amistades que no podía ver y me están nuevos procesos de
5. Proceso de
contando cosas, la señora que nos alquilaba me está subjetivación.
resubjetivación y de
contando cosas y yo no quiero que él vuelva.
5. Natalia recupera reconfiguración del
5. Si quiero formar otra pareja, va a tener que aceptar su autoestima y sus “yo”.
muchas cosas, cómo soy yo, mis hijos…No voy a dejar convicciones.
más mi carrera, no voy a dejar más a mis padres, nunca
más voy a resignar nada.

Entrevistada: Soledad
Procesos de dominación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
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1. Mi infancia fue buena, digamos en parte, porque mi 1. Soledad tuvo 1. La configuración


papá tomaba mucho y le pegaba a mamá, a mí, a todos experiencia de familiar del “yo” y del
nosotros. Era malo sólo cuando tomaba. Mi mamá violencia familiar, “nosotros” familiar.
trabajaba. Eran muy buenos conmigo, nunca me dejaron pero lo que la afectó
faltar nada. De mi mamá y mi papá no tengo nada que fue no poder seguir
decir. Sólo sentí cuando me sacaron del colegio. estudiando.
2. Yo trabajé en una casa de familia desde los 7 hasta los 2. El trabajo marcó la 2. La vida familiar
15 años. La señora me enseñó a respetar a los mayores, vida de Soledad. como configuración
a toda clase de gente, buena o mala. Traía toda la plata a Trabajó para su del “yo”. Los
casa, nunca fui a un baile, ni a la casa de mis amigas. Del familia y nunca hizo “símbolos” de la
colegio me iba a mi trabajo. Llegaba de mi trabajo e iba a algo para ella o identidad.
tarefear. En casa, picaba leña para mi mamá, carreaba disfrutó de algo
agua de lejos y cuidaba a mis hermanitos más chicos. personal. 3. El “otro” como
configuración del
3. Él me decía que yo no servía como mujer, que yo no 3. Proceso de “yo”.
servía para nada, que yo era una porquería y yo le creía. subjetivación.
4. Los hijos como
4. Yo no tenía en quién confiar, me sentía muy sola, tenía 4. Soledad se siente configuración del
miedo por mis hijos, yo iba al trabajo pensando qué va a responsable de sus “yo”.
ser de mis hijos si yo no voy a trabajar, qué van a comer. hijos.
5. Configuración del
5. Lo que más me duele es que él nunca me valoró y que 5. Soledad se siente “yo”. El “otro”.
él haya hecho todo delante de los chicos. desvalorizada y
quiere proteger a sus 6. Configuración del
6. No quiero tener otro marido. No deseo y no creo que hijos. “yo”. Los “otros”. Las
pueda, porque siento que va a ser lo mismo. Tengo pavor “marcas”.
del que me dice “qué linda que sos”. Es como si me dijera 6. Soledad rechaza a
“qué asquerosa que sos” y siento rechazo. los hombres.

Procesos de emancipación
Elementos identitarios Significados Categorías teóricas
1. Yo terminé la primaria con 14 años. Me encantaba ir a 1. Soledad quería 1. Los sueños como
la escuela. Mi pasión era estudiar. Yo quería ser alguien, estudiar para ser configuración del
quería ser maestra jardinera, porque me encantaban los alguien y no pudo. “yo”. Los “límites”.
chicos, eran mi pasión.
2. La terapia grupal 2. “Mecanismos de
2. Yo seguía viniendo acá, al grupo de autoayuda, y me le da coraje para cohesión” y procesos
fue dando coraje para asumir que yo sí podía. liberarse de su ex. de “identificación”.
3. En esos años yo le dejé de querer, de querer de verdad 3. La violencia 3. Configuración del
como lo quería antes. Yo no sé qué era, pero no quería transforma el amor “yo”. El “otro”. Los
que él me toque. No quería, sentía rechazo. Y cuando me en repulsión. “límites”.
quería hacer el amor ¡Dios mío! yo no podía, no podía.
4. Yo le empecé a tener asco, desprecio. Ese día me
encontró y me preguntó por qué le mentía. “¿Vos querés 4. Soledad se cansa 4. Los “límites” de la
saber la verdad?” le dije “¿vos pensás que soy tu y decide liberarse de dominación.
empleada? yo me cansé y no te quiero más, de acá en la dominación de su
adelante, voy a hacer lo que yo quiero, vos no me vas aex pareja.
dominar más, se acabó, me cansé”. 5. La terapia grupal 5. “Mecanismos de
cohesión” y procesos
5. Yo traté de olvidar, gracias al grupo de autoayuda. le ayuda a olvidar la de “identificación”.
Estoy tranquila, estoy feliz de haberme separado y no violencia y mirar
siento rencor por él. hacia adelante.

6. Mis hijos me fortalecen, me dan ánimo. Yo los quiero y 6. Soledad fue 6. “Mecanismos de
estoy viviendo por ellos, por eso aguanté tanto tiempo, ganando coraje para cohesión” y procesos
porque yo quería sentirme segura de poder darles lo liberarse de la de “identificación”.
mejor a ellos. Hace un año atrás yo no me sentía segura. violencia.
Aunque yo mantenía casi sola la casa, no me sentía
segura de poder, ahora sí. 7. El arte como
7. Se refugia en la configuración del “yo”
7. Ahora les doy la cena a ellos, ellos se duermen y yo me en la poesía para
quedo un rato más escribiendo en cualquier pedazo de sentirse bien y
papel. Me gusta escribir. Escribo muchos poemas. Me superar la violencia.
8. “Mecanismos de
318

hace sentir muy bien, saco las malas ondas del pasado. 8. Recupera su cohesión” y procesos
orgullo y autoestima de “identificación”.
8. No me voy a dejar pisotear por nadie más. Me siento como mujer y decide
demasiada mujer. Mucha gente me dice lo mismo,
no ceder nunca más.
inclusive tengo un amigo, que nunca me faltó el respeto y
me dice “sos una mujer muy linda y agradable”, pero yo 9. Soledad quiere 9. La configuración
casi no les creo a los hombres, les creo más a las mujeres que otras mujeres del “nosotros” como
que tienen la misma mujeres.
9. A las mujeres que están pasando por la misma
experiencia sepan
situación, yo les digo que no se dejen manipular por los que es posible salir
hombres y que no se sientan disminuidas como mujer, por de la violencia y que
más que estén sufriendo. Piensen que pueden, que son ella lo pudo hacer.
fuertes, más de lo que piensan y se imaginan. Yo
pensaba que no iba a poder, que no servía para nada,
que era una basura, pero no es así, tengo mucho valor,
cada una tenemos mucho valor.

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