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Pierre Bourdieu

Lección
sobre la lección
Traducción de "Flannas Kauf

EDITORIAL ANAGRAMA
13AncE1,0NA
fiado de /a 0(11C:Itill
Let;on sal la let,ion
c1) Les F.clitions de klinuit
Paris, 1982

Lección inani4inal dictada en el College de France


el riellICS 23 de abril de 1982

Una lección, aunque sea inaugural,


1)iserar de la colección: debería poder dictarse sin preguntarnos
Julio vivas
Ilustración: lirio de Pierre Bourdiett. 1.) Le Norme! Obseirateur con qué derecho: la institución está para
eso, para eliminar esta interrogación, y
la angustia ligada a la arbitrariedad que
se recuerda en los inicios. Rito de admi-
sión y de investidura, la lección inau-
gural, inceptio, realiza simbólicamente
el acto de delegación a cuyo término el
nuevo maestro queda autorizado a ha-
blar con autoridad y que instituye su pa-
1') EDITORIAL ANAGRAMA, S.A., 2002 labra en discurso legítimo, dictado por
Pechó de la Creo, 58
08034 Barcelona quien tiene derecho. La eficacia propia-
ISBN: 84-339.0175.6
mente mágica del ritual se sustenta en el
Depósito Legal: B. 22585-2002 intercambio silencioso e invisible entre
Printed in Spain el neófito, que ofrece públicamente su
Liherduple S.1. Ciinstii nein, 19, 08014 Barcelona palabra, y los sabios reunidos, que dan fe

7
con su presencia como cuerpo de que razón a quienes le consideran una espe-
esas palabra, al ser recibida así por los cie de inquisidor terrorista, disponible
maestros más eminentes, se vuelve uni- para todas las actuaciones de policía
versalmente válida, es decir, en el sentido simbólico. No se mete uno a sociólogo
fuerte, magistral. Pero más vale abste- sin romper las adherencias y las adhesio-
nerse de llevar demasiado lejos el juego nes mediante las cuales suele sentir-
de la lección inaugural sobre la lección se apegado a grupos, sin abjurar de las
inaugural: la sociología, ciencia de la ins- creencias que son constitutivas de la per-
titución y de la relación, afortunada o tenencia y sin rechazar cualquier vínculo
desafortunada, con la institución, presu- de afiliación o de filiación. Es decir que
pone y produce una distancia insupera- el sociólogo, hijo de lo que suele llamar-
ble, y algunas veces insoportable, y no se el pueblo y llegado a lo que suele lla-
sólo para la institución; acaba con el es- marse la elite, sólo puede acceder a la lu-
tado de inocencia que permite cumplir cidez especial que se asocia a cualquier
fe. lizmente las expectativas de la institu- especie de extrañamiento social si de-
ción. nuncia tanto la representación populista
Parábola o paradigma, la lección so- del pueblo, que sólo engaña a sus pro-
- bre la lección, discurso que se refleja a sí pios autores, como la representación eli-
mismo en el acto del discurso, poseería tista de las élites, perfecta para engañar
al menos la virtud de recordar una de las a ambos, tanto a los que pertenecen a
propiedades fundamentales de la socio- ella como a los que no.
logía tal corno yo la concibo: todas las Considerar que la inserción social del
proposiciones que esta ciencia enuncia sabio es un obstáculo insuperable para el
pueden y deben aplicarse al sujeto que. establecimiento de una sociología cientí-
hace la ciencia. Cuando no sabe intro- fica significa olvidar que el sociólogo en-
ducir esta distancia objetivadora, por lo cuentra armas para combatir los deter-
tanto crítica, es cuando el sociólogo da la minismos sociales en la propia ciencia

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que los pone de manifiesto, con lo que troducir, más directamente que ningún
por ende toma conciencia de ellos. La so- análisis reflexivo, las categorías de pen-
ciología de la sociología, que permite samiento impensadas que delimitan lo
movilizar en contra de la ciencia que se pensable y predeterminan lo pensado:
está estableciendo los conocimientos de baste con evocar el universo de presu-
la ciencia ya establecida, es un instru- puestos, de censuras y de lagunas que
mento imprescindible del método socio- toda educación superada con éxito hace
lógico: se hace ciencia —y sobre todo so- aceptar e ignorar, trazando el círculo
ciblogía— tanto contra sú formación como mágico de la suficiencia desnuda en la
con ella. Y sólo la historia puede librar- que las escuelas de elite encierran a sus
nos de la historia. Así es como la historia elegidos.
social de la ciencia social, siempre y No hay crítica epistemológica sin crí-
cuando se conciba a sí misma también tica social. Y para medir lo que nos se-
como una ciencia de lo inconsciente, en para de la filosofía clásica, basta con
la gran tradición de epistemología histó- observar que el autor de las «Formas pri-
rica ilustrada por Georges Canguilhem y mitivas de clasificación» nunca concibió
por Michel Foucault, es uno de los ins- la historia social del sistema de enseñan-
trumentos más poderosos para desgajar- za que proponía en la Evolución pedagó-
se de la historia, es decir del influjo de gica en Francia como la sociología gené-
un pasado incorporado que sobrevive en tica de las categorías del entendimiento
el presente o de un presente que, como el profesoral para la que sin embargo apor-
de las modas intelectuales, ya es pasado taba todos los instrumentos. Tal vez por-
en el momento de su aparición. Si la so- que al propio Durkheim, que aconsejaba
ciología del sistema dé enseñanza y del confiar la gestión de la cosa pública a los
mundo intelectual me parece primordial sabios, le costaba tomar, respecto a su
es porque también contribuye al conoci- posición social de maestro del pensa-
miento del sujeto de conocimiento al in- miento de lo social, la distancia necesa-

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imemiii001111111111»

ria para pensarla como tal. De igual esta interrogación crítica no ha de enten-
modo, sin duda sólo una histeria social derse como una concesión a la moda an-
del movimiento obrero y de sus relacio- tiinstitucional de los tiempos que corren.
nes con sus teóricos internos y externos Se impone en efecto como la única for-
podría permitir comprender por qué ma de no caer en este principio siste-
quienes hacen profesión de fe de marxis- mático de error que es la tentación de la
mo nunca han sometido realmente el visión soberana. Cuando se arroga el de-
pensamiento de Marx, y sobre todo los recho, que se le reconoce a veces, de es-
usos que se han hecho de él, a la prueba tablecer los límites entre las clases, las
de la sociología del conocimiento, cuyo regiones, las naciones, de decidir, con la
iniciador fue el propio Marx: no obstan- autoridad de la ciencia, si existen o no
te, sin esperar de la crítica histórica y clases sociales, y cuántas, si esta o aque-
sociológica que consiga alguna vez desa- lla clase social —proletariado, campesina-
lentar por completo la utilización teoló- do o pequeña burguesía—, si esta o aque-
gica o terrorista de los escritos canóni- lla unidad geográfica —Bretaña, Córcega
cos, debería al menos caber la esperanza u Occitania—, es una realidad o una fic-
de que pueda determinar a los más lúci- ción, el sociólogo asume o usurpa las
dos y a los más decididos a despertar del funciones del rex arcaico, investido, se-
sueño dogmático para poner en marcha, gún Benveniste, del poder de regere fines
es decir a prueba, en una práctica cientí- y de regere sacra, de establecer las fronte-
fica, teorías y conceptos a los que la ma- ras, los límites, es decir lo sagrado. El la-
gia de la exégesis siempre renovada con- tín, que cito también aquí homenajeando
fiere la falsa eternidad de los mausoleos. a Pierre Courcelle, posee otro término,
Por mucho que algo deba, evidente- menos prestigioso y más cercano a las
mente, a las transformaciones de la insti- realidades actuales, el de censor, para de-
tución escolar que autorizaba la certitu- signar al ostentador estatutario de este
do sui magistral de tiempos pasados, poder de constitución que pertenece al

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discurso autorizado, capaz de hacer exis- de edad, clases sexuales o clases sociales.
tir en las conciencias y en las cosas La clasificación antropológica se distin-
las divisiones del mundo social: el cen- gue de las taxonomías zoológicas o bo-
sor, responsable de la operación técnica tánicas en que los objetos que coloca -o
-censos, censo- que consiste en clasificar recoloca- en su lugar son sujetos clasifi-
a los ciudadanos según su fortuna, es el cadores. Basta—Con imaginar lo que ocu-
sujeto de un criterio más próximo al del rriría si, como en las fábulas, los perros,
juez que al del sabio; consiste en efecto los zorros y los lobos tuvieran voz a la
-cito a Georges Dumézil- en «situar (a hora de establecer la clasificación de los
un hombre, un acto o una opinión, etc.) cánidos y los límites de variación acepta-
en el lugar jerárquico que le correspon- bles entre los miembros reconocidos de
de, con todas las consecuencias prácticas la especie y si la jerarquía de las caracte-
de esta situación, y ello mediante una es- rísticas consideradas para determinar los
timación pública justa». rangos en la jerarquía de los géneros y de
Si pretende romper con la ambición, las especies tuviera la facultad de fijar
que corresponde a las mitologías, de las posibilidades de acceso a la pitanza,
ajustar a razón las divisiones arbitrarias o a los premios de belleza. Resumiendo,
del orden social, y en primer lugar la di- para desesperación del filósofo rey, que,
visión del trabajo, y de dar así una solu- asignándoles una esencia, pretende obli-
ción lógica o cosmológica al problema garles a ser y a hacer lo que les corres-
de la clasificación de los hombres, la so- ponde por definición, los clasificados,
ciología ha de tomar como objeto, en vez los mal clasificados, pueden rechazar el
de enzarzarse en ella, la lucha por el mo- principio de clasificación que les otorga
nopolio de la representación legítima del el peor lugar. De hecho, y así lo muestra
mundo social, esa lucha de las clasifica- la historia, los dominados, casi siempre
ciones que es una dimensión de cual- guiados por pretendientes al monopolio
quier especie de lucha de clases, clases del poder de juzgar y de clasificar, a me-

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nudo a su vez mal clasificados, en algu- mún, quién tiene razón-, lo que significa
nos aspectos al menos, en la clasifica- identificar la objetividad con una distri-
ción dominante, pueden sacudirse el bución visiblemente equitativa de las
yugo de la clasificación legítima y trans- culpas y de las razones. Pero sí es el que
formar su visión del mundo liberándose trata de decir la verdad de las luchas
de esos límites incorporados que consti- donde se dirime -entre otras cosas- la
tuyen las categorías sociales de percep- verdad. Por ejemplo, en vez de zanjar en-
ción del mundo social. tre quienes afirman y quienes niegan la
O sea, es lo mismo descubrirse inevi- existencia de una clase, de una región o
tablemente implicado en la lucha por el de una nación, el sociólogo intenta esta-
establecimiento y la imposición de la ta- blecer la lógica específica de esta lucha y
xonomía legítima, y tomar como objeto, determinar, a través de un análisis del es-
pasando al segundo grado, la ciencia de tado de la relación de fuerzas y de los
esta lucha, es decir el conocimiento del mecanismos de su transformación, las
funcionamiento y de las funciones de las posibilidades de los diferentes campos. A
instituciones implicadas en ella, como el él le incumbe la tarea de construir un
sistema académico o los grandes orga- modelo verdadero de las luchas por la
nismos oficiales de censo y de estadística imposición de la representación verdade-
social. Pensar como tal el espacio de la ra de la realidad que contribuyen a hacer
lucha de las clasificaciones -y la posición la realidad tal como se presenta para su
del sociólogo en este espacio o en rela- consignación. Así procede Georges Duby
ción con él- no implica en modo alguno cuando, en vez de aceptarlo como instru-
el aniquilamiento de la ciencia en el rela- mento indiscutido de la labor de histo-
tivismo. El sociólogo ya no es sin duda el riador, toma como objeto del análisis
árbitro imparcial o el espectador divino, histórico el esquema de los tres órdenes,
único apto para decir dónde está la ver- es decir el sistema de clasificación me-
dad -o, hablando como el sentido co- diante el cual la ciencia histórica suele

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pensar la sociedad feudal; para descubrir ciencia social progresa, y que progresa
que este principio de división, que es a la su divulgación, los sociólogos deben con-
vez el envite y el fruto de las luchas entre tar con que encontrarán, cada vez más a
los grupos que aspiran al monopolio del menudo, realizada en su objeto, la cien-
poder de constitución, obispos y caba- cia social del pasado.
lleros, contribuyó a producir la realidad Pero si pensamos en el papel que las
misma que permite pensar. De igual mo- luchas políticas adjudican a la previsión,
do, el atestado que el sociólogo estable- o a la mera constatación, comprendemos
ce en un momento concreto del tiempo que por mucho empeño y rigor que pon-
respecto a las propiedades o a las opinio- ga el sociólogo en describir, siempre re-
nes de las diferentes clases sociales, in- caerá sobre él la sospecha de prescribir o
cluso los criterios de clasificación que de proscribir. En la vida corriente casi
debe utilizar para llevar a cabo este ates- nunca se habla de lo que es y menos aún
tado, son fruto de toda la historia de las para decir, por añadidura, que es confor-
luchas simbólicas que, como giran en me o contrario a la naturaleza de las co-
torno a la existencia y a la definición de sas, normal o anormal, que está admi-
las clases, han contribuido muy realmen- tido o excluido, bendito o maldito. Los
te a hacer las clases: el resultado actual nombres llevan acoplados adjetivos táci-
de estas luchas pretéritas depende en tos y los verbos adverbios silenciosos que
una parte en absoluto desdeñable del tienden a consagrar o a condenar, a insti-
efecto de teoría ejercido por las sociolo- tuir como digno de existir y de perseve-
gías del pasado y en particular por las rar en el ser o, por el contrario, a desti-
que han contribuido a hacer la clase tuir, a degradar, a desacreditar. Así que
obrera y, al mismo tiempo, las otras cla- no resulta fácil desgajar el discurso de la
ses, contribuyendo a hacerle creer y a ciencia de la lógica del proceso en la que
hacer creer que existe en tanto que prole- pretendemos hacerlo funcionar, ni si-
tariado revolucionario. A medida que la quiera para tomarnos la libertad de con-

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denarlo. Es decir que la descripción cien- ciencia ejercen inevitablemente una efi-
tífica de la relación que los más pobres cacia política que puede no ser la que el
culturalmente mantienen con la cultura sabio querría ejercer.
erudita tiene todos los números para ser Sin embargo, lamentar el pesimismo
comprendida bien como una forma avie- desencantador o los efectos desmovili-
sa de condenar al pueblo a la ignorancia, zadores del análisis sociológico cuando
bien, a la inversa, como una forma disi- éste formula por ejemplo las leyes de la
mulada de rehabilitar o exaltar la incul- reproducción social, tiene más o menos
tura y demoler los valores de cultura. ¿Y el mismo fundamento que reprochar a
qué decir de los casos en los que el em- Galileo haber desalentado los sueños de .1
peño por dar razón, ,y en eso consiste volar estableciendo la ley de la caída de
siempre la tarea de la ciencia, corre el los cuerpos. Enunciar una ley social como
peligro de ser interpretado como una la que establece que el capital cultural
manera de justificar, incluso de discul- va al capital cultural, significa brindar la
par? Ante la servidumbre del trabajo en posibilidad de introducir entre las cir-
cadena o la miseria de las chabolas, por cunstancias que contribuyen al efecto
no hablar de la tortura o de la violencia que la ley prevé —en el caso que nos ocu-
de los campos de concentración, el «así pa, la eliminación escolar de los niños
es» que puede pronunciarse, con Hegel, más pobres en capital cultural— los «ele-
contemplando las montañas, adquiere el mentos modificadores», como decía Au-
valor de una complicidad criminal. Por- guste Comte, que, por muy leves que
que nada hay menos neutro, cuando se sean en sí mismos, pueden bastar para
trata del mundo social, que el hecho de transformar en el sentido deseado el re-
enunciar el ser con autoridad, es de- sultado de los mecanismos. Debido a que
cir con el poder de hacer ver y de hacer el conocimiento de los mecanismos per-
creer que confiere la capacidad reconoci- mite, en este caso como en otros, deter-
da de prever, las constataciones de la minar las condiciones y los medios de

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una acción para poder dominarlos, el re- ve sometido el estatuto de ciencia de la
chazo del sociologismo que trata lo pro- sociología, en primer lugar, evidente-
bable corno un destino se justifica en mente, por todos aquellos que necesitan
cualquier caso; para eso están los movi- las tinieblas del desconocimiento para
mientos de emancipación, para probar ejercer su comercio simbólico.
que ciertas dosis de utopismo, esta nega- Nunca se impone de forma tan abso-
ción mágica de lo real que en (piro caso luta la necesidad de repudiar la tenta-
cabría tachar de neurótica, puede inclu- ción de regalía como cuando se trata de
so contribuir a crear las condiciones po- pensar científicamente el propio mundo
líticas de una negaCión práctica de la científico o, más ampliamente, el mundo
constatación realista. Pero, sobre todo, el intelectual. Si ha sido necesario revisar
conocimiento ejerce de por sí un efecto de arriba abajo la sociología de los inte-
—que me parece liberador— en todas las lectuales es porque, debido a la impor-
ocasiones en que los mecanismos cuyas tancia de los intereses en juego y de las
leyes de funcionamiento establece deben inversiones acordadas, resulta extrema-
parte de su eficacia al desconocimiento, damente difícil, para un intelectual, no
es decir en todas las ocasiones en que caer en la lógica que hace que cada cual
afecta a los fundamentos de la violencia ejerza de buen grado de sociólogo —en el
simbólica. Esta forma particular de vio- sentido más brutalmente sociologista-
lencia Sólo puede ejercerse en efecto so- de sus adversarios, y al mismo tiempo de
bre sujetos cognoscentes, pero cuyos ac- ideólogo propio, según la ley de las ce-
tos de conocimiento, por parciales y gueras y de las lucideces cruzadas que
Falseados, contienen el reconocimiento rige todas las luchas sociales por la ver-
tácito de la dominación implicada en el dad. Sin embargo, sólo si percibe el jue-
desconocimiento de los verdaderos fun- go como tal, con los envites, las reglas o
damentos de la dominación. Se com- las regularidades que le son propias, con
prende la reiterada discusión a la que se las inversiones específicas que se engen-

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dran en él y con los intereses que en él se vas entre los grupos. Significa descubrir,
satisfacen, podrá simultáneamente des- pOr añadidura, que, dejando en la igno-
gajarse de él por y para la distancia cons- rancia el propio juego que los constituye
titutiva dé la representación teórica y en competidores, los adversarios cómpli-
descubrir que está implicado en él, en un ces se ponen de acuerdo para seguir
lugar determinado, con unos envites y ocultando lo esencial, es decir los intere-
unos intereses determinados y determi- ses ligados al hecho de participar en el
nantes. Cualesquiera que sean sus pre- juego y la colusión efectiva resultante de
tensiones científicas, la objetivación está ello.
abocada a seguir siendo parcial, por lo Salta a la vista que no hay que espe-
tanto falsa, mientras ignore o se niegue a rar del pensamiento de los límites que dé
ver el punto de vista á partir del; cual se paso al pensamiento sin límites, lo que
enuncia, es decir el juego en su conjunto. equivaldría a resucitar bajo otra forma la
Establecer el juego como tal, es decir ilusión, formulada por Mannheim, de «la
corno un espacio de posiciones objetivas intelligentsia sin ataduras ni raíces», es-
que está en el origen, entre otras cosas, pecie de sueño de despegue social que es
de la visión que los ocupantes de cada el sustituto histórico de la ambición del
posición puedan tener de las demás posi- saber absoluto. Lo que no quita que cada
ciones y de sus ocupantes, significa do- nueva incorporación al bagaje de la so-
tarse del medio para objetivar científica- ciología de la ciencia tienda a reforzar la
mente el conjunto de las objetivaciones ciencia sociológica incrementando el co-
más o menos brutalmente reductoras en nocimiento de los determinantes sociales
las que incurren los agentes implicados del pensamiento sociológico, por lo tanto
en la lucha, y tomarlas por lo que son, la eficacia de la crítica que cada cual
estrategias simbólicas que tratan de im- puede oponer a los efectos de estos de-
poner la verdad parcial de un grupo terminantes sobre su propia práctica o
corno la verdad de las relaciones objeti- sobre la de sus competidores. La ciencia

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se refuerza siempre que se refuerza la es decir de un campo social como el de
crítica científica, es decir, inseparable- la física o el de la biología actuales. En
mente, la calidad científica de las armas otras palabras, la ciencia social puede
disponibles y la necesidad, para triunfar dar razón del progreso paradójico de una
científicamente, de utilizar las armas de razón completamente histórica y sin em-
la ciencia y sólo éstas. El campo cientí- bargo irreductible a la historia: si una
fico es, en efecto, un campo de luchas verdad hay, es que la verdad es un envite
como cualquier otro 'pero donde las dis- de luchas; pero es ésta una lucha que
posiciones críticas suscitadas por la sólo puede conducir a la verdad siempre
competencia sólo tienen alguna posibili- y cuando obedezca a una lógica que hace
dad de encontrar satisfacción si pueden que uno sólo puede imponerse a sus ad-
movilizar los recursos científicos acumu- versarios empleando contra ellos las ar-
lados; cuanto más avanzada está una mas de la ciencia y colaborando así en el
ciencia, por lo tanto dotada de un bagaje progreso de la verdad científica.
colectivo considerable; más la participa- Esta lógica también es válida para la
ción en una lucha científica presupone la sociología: bastaría con que pudiera exi-
posesión de un capital científico conside- girse prácticamente de todos los partici-
rable. De lo que resulta que las revolu- pantes y de todos los pretendientes el do-
ciones científicas no son cosa de los más minio del bagaje —ya inmenso— de la
pobres sino de los más ricos científi- disciplina para que desaparecieran del
camente. Estas sencillas leyes permi- universo determinadas prácticas que des-
ten comprender que productos sociales calificaban a la profesión. ¿Pero a quién,
transhistóricos, es decir relativamente en el mundo social, le interesa la existen-
independientes dé sus condiciones socia- cia de una ciencia autónoma del mundo
les de producción, como las verdades social? En cualquier caso, no a los más
científicas, puedan surgir de la historici- pobres científicamente: estructuralmente
dad de una configuración social singular, propensos a buscar en la alianza con las

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potencias externas, cualesquiera que sean, sean su desaparición. Las exigencias so-
un refuerzo o un desquite contra las im- ciales van siempre unidas a presiones,
posiciones y los controles producto de la imperativos o seducciones y el mayor fa-
competencia interna, siempre pueden re- vor que quepa hacer a la sociología tal
currir a la denuncia política como susti- vez consista en no exigirle nada. Paul
tuto fácil de la crítica científica. Tampo- Veyne observaba que «se reconoce de le-
co a quienes ostentan un poder temporal jos a los grandes nostálgicos del pasa-
o espiritual, para los que una ciencia so- do por algunos textos que no escriben».
cial realmente autónoma sólo puede ser ¿Qué decir de los sociólogos incitados de
considerada la más temible de las com- continuo a sobrepasar los límites de su
petencias. Tal vez sobre todo cuando, re- ciencia? No resulta fácil renunciar a las
nunciando a la ambición de legislar, y de gratificaciones inmediatas del profetis-
ahi la heteronomía, reivindica una auto- mo cotidiano, tanto más cuanto que el
ridad negativa, crítica, es decir crítica de silencio, condenado por definición a pa-
sí misma y, por implicación, de todos los sar desapercibido, deja el campo libre a
abusos de ciencia y 'de todos los abusos la clamorosa inanidad de la falsa ciencia.
de poder que se cometen en nombre de Así, algunos, por no repudiar las ambi-
la ciencia. ciones de la filosofía social y los hechizos
Se comprende que' la existencia de la del ensayismo que, presente por doquier,
sociología como disciplina científica esté tiene respuesta para todo, pueden pasar-
continuamente amenazada. La vulnera- se la vida entera situándose en ámbitos
bilidad estructural, que resulta de la po- donde, en su estado actual, la ciencia es
sibilidad de hacer trampas con los impe- derrotada de antemano. Otros, en cam-
rativos científicos mediante el juego de bio, utilizan estos excesos como una ex-
la polarización, hace que casi tenga tan- cusa para justificar la renuncia que las
to que temer de los poderes que esperan prudencias irreprochables de la minucio-
demasiado de ella como de quienes de- sidad ideográfica implican a menudo.

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La ciencia social sólo puede consti- específicos de sus productores, lejos de
't'irse rechazando la demanda social de estimular el prejuicio de reducción y de
instrumentos de legitimización o de ma- demolición, deleite y solaz de la acritud y
nipulación. El sociólogo -y a veces lo la- de la amargura, sólo está tratando de
menta- no tiene mandato, ni misión, sal- facilitar el medio para despojar de su im-
vo los que él mismo se asigna en virtud pecabilidad objetiva y subjetiva el rigo-
de la lógica de su investigación. Quienes, rismo, incluso el terrorismo del resent'-
mediante una usurpación esencial, se miento; empezando por el que nace de la
e
sienten con el derecho , o se imponen el transmutación de un deseo de revancha
deber de hablar por el pueblo, es decir social en reivindicación de un igualitaris-
en su favor, pero también en su lugar, mo compensatorio.
aunque sea, como me ha ocurrido a mí A través del sociólogo, agente históri-
alguna vez, para denunciar el racismo, el co históricamente situado, sujeto social
miserabilismo o el populismo de quienes socialmente determinado, la historia, es
hablan del pueblo, en realidad también decir la sociedad en la que la historia so-
hablan por ellos mismos; o, por lo me- brevive a sí misma, se vuelve un momen-
nos, siguen hablando de sí mismos, con to sobre sí, medita sobre sí misma; y, a
lo que tratan, en el mejor de los casos través de él, todos los agentes sociales
-pienso en Michelet, por ejemplo-, de pueden saber un poco mejor qué son y
anestesiar el sufrimiento ligado a la frac- qué hacen. Pero ésta es precisamente la
tura social imaginándose ser pueblo. Pero última tarea que desean confiar al soció-
he de abrir aquí un paréntesis: cuando, logo todos aquellos que están confabula-
como acabo de hacer, , el sociólógo ense- dos con el desconocimiento, con la dene-
ña a relacionar los actos o los discursos gación, con la negativa a saber, y que
más «puros», los del científico, el artista están dispuestos a reconocer como cien-
o el militante, con las condiciones socia- tíficas, con toda la buena fe, todas las
les de su producción y con los intereses formas de discursos que no hablan del

30 31
mundo social o que hablan de él de vez desvelada, choca con los mecanis-
modo tal que no hablan de él. Esta exi- mos de defensa colectivos que tienden a
gencia negativa no necesita, salvo excep- imponer una verdadera denegación, en
ción, manifestarse en censuras expresas: el sentido de Freud. Como la negativa a
en efecto, debido a que la ciencia riguro- reconocer una realidad traumatizante es
sa implica rupturas decisorias con las proporcional a los intereses defendidos,
evidencias, basta con dejar vía libre a las se comprende la violencia extrema de las
rutinas del pensamiento común o a las reacciones de resistencia que suscitan,
tendencias del sentido común burgués entre los poseedores de capital cultural,
para obtener las consideraciones infalsi- los análisis que ponen de manifiesto las
fi cables del ensayismo planetario o los condiciones de producción y de repro-
saberes de medio pelo de la ciencia ofi- ducción denegadas de la cultura: a per-
cial. Una buena parte de lo que el soció- sonas acostumbradas a concebirse bajo
logo se empeña en descubrir no está el distintivo de lo único y de lo innato,
oculto en el mismo sentido que lo que las sólo les hacen descubrir lo común y el
ciencias de la naturaleza tratan de desve- bagaje adquirido. En este caso, el cono-
lar. Un buen número de las realidades o cimiento de uno mismo constituye efec-
de las relaciones que pone de manifiesto tivamente, como anhelaba Kant, «un des-
no son invisibles, o sólo lo son en el sen- censo a los Infiernos». Semejantes a las
tido de que «están a la vista», de acuerdo almas que, según el mito de Er, deben
con el paradigma de l la carta robada tan beber el agua del río Ameles, portadora
querido por Lacan: pienso por ejemplo de olvido, antes de regresar a la tierra
en la relación estadística que une las para vivir las vidas que ellas mismas han
prácticas o las preferencias culturales a escogido, los hombres de cultura sólo de-
la educación recibida. El empeño nece- ben sus más puros goces culturales a la
sario para poner de manifiesto la verdad amnesia de la génesis que les permite vi-
y para conseguir que se la reconozca una vir su cultura como un don de la natura-

32 33
leza. En esta lógica, bien conocida del ciencia, que más que nunca es el de la
psicoanálisis, no retrocederán ante. la Aufklárung, de la desmistificación, cabría
contradicción para defender el error vital limitarse a invocar un texto de Descartes
que es su razón de ser y salvar la integri- que Martial Guéroult solía citar: «No
dad de una identidad basada en la conci- apruebo en absoluto que uno trate de en-
liación de los opuestos: recurriendo a gañarse alimentándose de falsas imagi-
una forma del paralo g ismo del caldero naciones. Debido a lo cual, viendo que es
tal como lo describe Freud, podrán así cosa más perfecta conocer la verdad, aun
reprochar a la objetivación científica a la cuando resulte en contra nuestra, que ig-
vez su carácter abstirdo y su evidencia, norarla, confieso que más vale ser menos
es decir su banalidad, su vulgaridad. feliz y tener más conocimiento.» La so-
Los adversarios de la sociología están ciología pone al descubierto la self-de-
legitimados para preguntarse si una acti- ception, el autoengaño colectivamente
vidad que supone y próduce la negación mantenido y alentado que, en cualquier
de una denegación colectiva debe existir; sociedad, sustenta los valores más sagra-
pero nada les autoriza a poner en tela de dos y, con ello, toda la existencia social.
juicio su carácter científico. Es induda- Enseña, como decía Marcel Mauss, que
ble que no existe, en propiedad, ninguna «la sociedad se engaña a sí misma con
demanda social de• un saber total sobre sus propios sueños». Es decir que esta
el mundo social. Y sólo la autonomía re- ciencia iconoclasta de las sociedades ya
lativa del campo de producción científica viejas puede contribuir al menos a que
y los intereses específicos que se engen- nos volvamos, por poco que sea, dueños
dran en él pueden autorizar y propiciar y señores de la naturaleza social hacien-
la aparición de una oferta de productos do progresar el conocimiento y la con-
científicos, es decir, las más de las veces, ciencia de los mecanismos que originan
críticos, que se anticipan a Cualquier for- todas las formas de fetichismo: pien-
ma de demanda. A favor del partido de la so por descontado en lo que Raymond

34 35
Aron, que tanto ilustró esta enseñanza, do social sin conocer sus mecanismos se
llama la «religión secular», este culto de expone a sustituir por otra violencia, a
Estado que es un culto al Estado, con veces más inhumana, la «violencia iner-
sus fiestas civiles, sus ceremonias cívicas te» de los mecanismos que la ignorancia
y sus mitos nacionales o nacionalistas, pretenciosa ha destruido.
siempre predispuestos a suscitar o a jus- La sociología es una ciencia que tiene
tificar el desprecio o la violencia racista, la particularidad de la dificultad particu-
y que no es privativo de los Estados tota- lar que presenta para convertirse en una
litarios; pero pienso también en el culto ciencia como las demás. Y ello porque,
al arte y a la ciencia, que, a título de ído- en vez de oponerse, el rechazo de saber y
los de sustitución, pueden contribuir a la la ilusión del saber infuso cohabitan per-
legitimación de un orden social ,en parte fectamente, tanto para quienes investigan
basado en la distribución desigual del ca- como para quienes practican. Y sólo una
pital cultural. En cualquier caso, cabe es- disposición rigurosamente crítica puede
perar de la ciencia social que por lo me- disolver las certidumbres prácticas que
nos haga retroceder la tentación de la se insinúan en el discurso científico a
magia, esta hybris de la ignorancia igno- través de los presupuestos inscritos en el
rante de sí misma que, expulsada de la lenguaje o de las preconstrucciones inhe-
relación con el mundo natural, sobrevive rentes a la rutina del discurso cotidiano
en la relación con el mundo social. El sobre los problemas sociales, a través de
desquite de lo real es despiadado con la la neblina de palabras que se interpone
buena voluntad mal ilustrada o el volun- sin cesar entre el investigador y el mun-
tarismo utopista; y para eso tenemos el do socialiDe formé general, el lenguaje
trágico destino de las empresas políticas expresa con mayor. facilidad 1as cosas
que tomando como bandera una ciencia que las relaciones, los estados que los
social presuntuosa, para recordar que la procesos. Decir por ejemplo de alguien
ambición mágica de transformar el mun- que tiene poder, o plantearse quién, hoy

36 37
en día, ostenta realmente el poder, signi- realidades sociales, grupos o institucio-
fica pensar el poder como una sustancia, nes, a artefactos teóricos sin realidad ob-
como una cosa que algunos ostentan, jetiva y un realismo sustancialista que
conservan, transmiten; significa pedir a reifica abstracciones.
la ciencia que determine «quién gobier- Sólo la pregnancia de las oposiciones
na» (según el título de un clásico de la del pensamiento corriente, con toda la
ciencia política) o quién decide; signi- fuerza de las oposiciones que se expre-
fica, admitiendo que el poder, como san en ella, puede explicar la extraor-
sustancia, esté situado en alguna parte, dinaria dificultad del trabajo necesario
plantearse si viene de arriba, como exige para superar estas alternativas científica-
el sentido común, o, mediante un vuelco mente demoledoras; y que sea ésta una
paradójico que deja incólume la doxa, de tarea que incesantemente haya que vol-
abajo, de los dominados.. Lejos de opo- ver a empezar, contra las regresiones
nerse, la ilusión cOsista y la ilusión per- colectivas hacia modos de pensamiento
sonalista corren parejas. Y, ya puestos, más comunes, porque están fundados y
nunca acabaríamos de inventariar los alentados socialmente. Es más fácil tra-
falsos problemas que se engendran en la tar los hechos sociales corno cosas o per-
oposición entre el individuo-persona, in- sonas que como relaciones. Así, estas dos
terioridad, singularidad, y la sociedad- rupturas decisivas con la filosofía espon-
cosa, exterioridad: los debates eticopo- tánea de la historia y con la visión co-
líticos entre quienes otor gan un valor mún del mundo social que representaron
absoluto al individuo, a lo individual, al el análisis, con Fernand Braudel, de los.
individualismo y quienes confieren la fenómenos históricos de «larga dura-
primacía a la sociedad, a lo social, al so- ción» y la aplicación, con Claude Lévi-
cialismo se sitúan en el telón de fondo Strauss, del modo de pensamiento es-
del debate teórico, que renace sin cesar, tructural a objetos tan rebeldes como los
entre un nominalismo que reduce las sistemas de parentesco o los sistemas

38 39
simbólicos, han desembocado en discu- sea del artista, del científico o del gober-
siones escolásticas referidas a las relacio- nante, ya sea del obrero o del funciona-
nes entre el individuo y la estructura. Y, rio subalterno, no es un sujeto que se en-
sobre todo, la influencia de las antiguas frente a la sociedad como a un objeto
alternativas ha llevado a relegar al mero constituido en la exterioridad. No reside
acontecer, a lo contingente, o sea, fuera en la conciencia ni en las cosas, sino en
del ámbito de la ciencia, todo aquello de una
. relación entre dos estados de lo so-
lo que trataba la historia a la antigua, en cial, es decir entre la historia objetivada
vez de incitar ,a superar la antítesis de en las cosas, bajo forma de instituciones,
la historia infraestructural y la historia y la historia encarnada en los cuerpos,
del acontecer, de la macrosociología y la bajo la forma de este sistema de disposi-
rnicrosociología. A menos que se deje a ciones duraderas que yo llamo habitus.
merced del albur o del misterio todo el El cuerpo está en el mundo social, pero
universo real de las prácticas, hay que el mundo social está en el cuerpo. Y la
buscar en efecto en una historia estruc- incorporación de lo social que lleva a
tural de los espacios sociales en los que cabo el aprendizaje es el fundamento de
se engendran y se efectúan las disposi- la presencia en el mundo social que su-
ciones que hacen a «los grandes hom- ponen la acción socialmente ejecutada
bres», campo del poder, campo artístico, con éxito y la experiencia corriente de
campo intelectual o campo científico, el este mundo como evidente.
medio de colmar el abismo entre los len- Sólo un profundo análisis del caso
tos e insensibles movimientos de la in- concreto, pero que requeriría una larguí-
fraestructura económica o demográfica y sima exposición, podría poner de mani-
la agitación de superficie que registran fiesto la ruptura decisiva con la visión
las crónicas cotidianas de la historia po- corriente del mundo social que determi-
lítica, literaria o artística. na el hecho de sustituir la relación inge-
El principio de la acción hiStórica, ya nua entre el individuo y la sociedad por

40 41
la relación establecida entre estos dos nor más singular de su singularidad his-
modos de existencia de lo social, el habi- tórica, como los historiadores más minu-
tus y el campo, la historia hecha cuerpo ciosos, pero construyéndolos de forma
y la historia hecha cosa. Para resultar que se pueda percibir en ellos un «caso
plenamente convincente y constituir en particular de lo posible», en términos de
crónica ló g ica la cronología de las rela- Bachelard, o, más sencillamente, una
ciones entre Monet, Degas y Pissarro o configuración entre otras de una estruc-
entre Lenin, Trotski, Stalin y Bujarin o tura de relaciones. Lo que presupone,
también entre Sartre, Merleau-Ponty y una vez más, estar atento a las relaciones
Camus, habría que dotarse en efecto de Pertinentes, las más de las veces invisi-
un conocimiento suficiente de estas dos bles o imperceptibles a primera vista, en-
series causales parcialmente indepen- tre las realidades directamente visibles,
dientes que constituyen por una parte las como las personas individuales, designa-
condiciones sociales de producción de das por nombre propios, o las personas
los prota gonistas o, mejor dicho, de sus colectivas, a la vez nombradas y produci-
disposiciones duraderas, y por la otra, la das por el signo o la sigla que las consti-
ló g ica específica de cada uno de los cam- tuye como personalidades jurídicas. De
pos de competencia en los que invierten este modo podrá pensarse determinada...
estas disposiciones, campo artístico, cam- polémica situada en un tiempo y un es-
po político o campo intelectual, sin olvi- pació concretos entre un crítico de van-
dar, por descontado, las imposiciones co- guardia y un acreditado catedrático de li-
yunturales o estructurales que inciden teratura como una forma particular de
sobre estos espacios relativamente autó- una relación de la que la oposición me-
nomos.. dieval entre el auctor y el lector, o el anta-
Pensar cada uno de estos universos gonismo entre el profeta y el sacerdote,
particulares como campo significa dotar- son otras manifestaciones. Cuando se
se del medio para penetrar en el porme- rige por un principio de pertinencia que

42 43
permite construir lo dado para la compa- da que se extienden», puede aprehender
o
ración y la generalización, hasta la lectu- un número cada vez más extenso de ob-
ra del periódico puede convertirse en un jetos con un número cada vez más redu-
acto científico. Poincaré definía la mate- cido de conceptos y de hipótesis teóricas.
mática corno «el arte de poner el ¡mismo -'El pensamiento en términos de cam-
nombre a cosas diferentes»; .dé igual po exige una conversión de toda la pers-
modo, la sociología —los matemáticos me pectiva corriente del mundo social que
permitirán la osadía de esta asimilación— se aplica sólo a las cosas visibles: al indi-
es el arte de pensar cosas fenomenal- viduo, ens realissimum al que nos une
mente diferentes como iguales en su es- una especie de interés ideológico primor-
tructura y en su funcionamiento, y de dial; al grupo, que aparentemente sólo se
transferir lo que se ha establecido a pro- define por las relaciones, temporales o
pósito de un objeto construido, por ejem- duraderas, informales o institucionaliza-
plo el campo religioso, a toda una serie das, entre sus miembros; incluso a las re-
de objetos nuevos, el campo artístico, o laciones entendidas como interacciones,
el campo político, y, así sucesivamente. es decir como relaciones intersubjetivas
Esta especie de inducción teórica, que realmente efectuadas. De hecho, del mis-
posibilita la generalización basada en una mo modo que la teoría newtoniana de la
hipótesis de la invariancia formal dentro gravitación, que sólo ha podido cons-
de la variación material, nada tiene que truirse rompiendo con el realismo carte-
ver con la inducción o con la intuición siano que se negaba a reconocer cual-
de base empírica con la que a veces se la quier modo de acción física que no fuera
identifica; gracias a la utilización razo- el choque, el contacto directo, la noción
nada del método comparativo al que de campo supone una ruptura con la re-
confiere su plena eficacia, la sociología, presentación realista que lleva a reducir
como las demás ciencias que, en pala- el efecto del medio al efecto de la acción
bras de Leibniz, «se concentran a medi- directa que se efectúa en una interac-

44 45
ción. Es la estructura de las relaciones planteados por nadie, sin ser por ello cie-
constitutivas del espacio de! campo lo gos ni aleatorios, resultan así ordenados
que impone la forma que pueden adop- en relación con un propósito que ya no
tar las relaciones visibles de interacción es el de un creador concebido como per-
y el contenido mismo de la experiencia sona, sino el de un grupo y una institu-
que los agentes pueden tener de él. ción que funciona como causa final ca-
Estar atento al espacio de relaciones paz de justificarlo todo, y con el menor
en el que se mueven los agentes implica coste, sin explicar nada. Pero se puede
una ruptura radical con la filosofía de la demostrar, recurriendo al famoso análi-
historia inscrita en el uso corriente
, o se- sis de Norbert Elias, que esta visión teo-
miculto del lenguaje corriente o en los lógico-política ni siquiera se justifica
hábitos de pensamiento asociados a las en el caso aparentemente más adecuado
polémicas de la política donde es impres- para confirmarla, el de un Estado mo-
cindible encontrar responsables, tanto de nárquico que presenta en grado sumo,
lo mejor corno de lo peor. Resultaría una para el propio monarca —«el Estado soy
tarea interminable inventariar los erro- yo»—, los rasgos del «Aparato»: la socie-
res, los falseamientos o las místicas que dad cortesana funciona como un campo
se engendran en el hecho que las pala- de gravitación en el que el propio osten-
bras que designan instituciones o gru- tador del poder absoluto está atrapado,
pos, Estado, Burguesía, Patronal, Iglesia, aun cuando su posición privilegiada le
Familia, Escuela, pueden ser constitui- permite retirar para sí la mayor parte de
das en sujetos de proposiciones de la for- la energía engendrada por el equilibrio
ma «el Estado decide» o «la Escuela eli- de fuerzas. El principio del movimiento
mina», y con ello, en sujetos históricos perpetuo que agita el campo no reside en
capaces de plantear y de realizar sus pro- algún motor primo inmóvil —en este caso
pios fines. Procesos cuyo sentido y finali- el Rey Sol—, sino en las tensiones que,
dad no son en propiedad pensados ni producidas por la estructura constitutiva

46 47
del campo (las diferencias de rango entre Podría asimismo haber recurrido al
príncipes, duques, marqueses, etc.), tien- ejemplo del circo hipódromo de Cons-
den a reproducir esta estructura. Estriba tantinopla, del análisis, ya clásico, de
en las acciones y en las reacciones de los Gilbert Dagron. Sin duda no es casual
agentes que, salvo que se excluyan del que esta realización paradigmática del
juego, no tienen más elección que luchar campo político se presente bajo la forma
para conservar o mejorar su posición en de un espacio de juego socialmente insti-
el campo, contribuyendo así a que pesen tuido que transforma periódicamente al
sobre todos los demás las imposiciones, pueblo reunido en asamblea popular, in-
a menudo percibidas como insoporta- vestida del poder de impugnar o consa-
bles, que son fruto de la coexistencia an- grar ritualmente la legitimidad imperial.
tagonista. El espacio institucional, donde todos los
Debido a la posición que ocupa en el agentes sociales, el emperador, colocado
campo de gravitación del que es el sol, el en posición de árbitro, los senadores, los
rey no necesita querer, ni siquiera pen- altos funcionarios, pero también el pue-
sar, el sistema como tal para retirar para e
blo, en sus diferentes facciones, tienen
sí los beneficios de un universo estructu- sus lugares asignados, produce en cierto
rado de tal modo que todo gira en su be- modo las propiedades de quienes lo ocu-
neficio. De forma general, es decir tanto pan, y las relaciones de rivalidad y de
en el campo intelectual o en el campo re- conflicto que los enfrentan: en este cam-
ligioso como en el campo del .poder, los po cerrado, los dos campos, los Verdes y
dominantes son, mucho más a menudo los Azules, se enfrentan ritualmente se-
de lo que la ilusión teológica del motor gún una lógica que participa a la vez de
primo permite ver, quienes expresan las la lógica de la competición deportiva y
formas inmanentes del campo —lo que no de la lógica de la lucha política; y la au-
es poco— más de lo que las producen tonomía de esta lucha social, especie de
o dirigen. taxis instituida y, con ello, trascendente a

48 49
uno y otro campo, tagma, que es engen- en unas condiciones determinadas, a su
drada sin cesar, se afirma en el hecho transformación.
que «se presta a la expresión de conflic- Como siempre nos implicamos más o
tos de cualquier naturaleza», desalentan- menos en serio en alguno de los juegos
do los esfuerzos para encontrar por estos sociales ofrecidos por los diferentes cam-
antagonismos una base social o política pos, no se nos ocurre plantear por qué
precisa y constante. hay preferentemente acción en vez de
Como bien ilustra el caso de este jue- nada, lo que, salvo que se dé por supues-
go social absolutamente ejemplar, la so- ta una propensión natural a la acción o
ciología no es un capítulo de la mecáni- al trabajo, no resulta en modo alguno
ca, y los campos sociales son campos de evidente. Cada cual sabe por experiencia
Fuerzas pero también campos de luchas que lo que espolea al alto funcionario
para transformar o conservar estos cam- puede dejar al científico indiferente y
pos de fuerzas. Y la relación, práctica o que las inversiones del artista resultan
pensada, que los agentes mantienen con ininteligibles para el banquero. Lo que
el juego forma parte del juego y puede significa que un campo sólo puede fun-
dar pie a su transformación. Los campos cionar si encuentra individuos social-
sociales más diferentes, la sociedad cor- mente predispuestos a comportarse como
tesana, el campo de los partidos políti- agentes responsables, a arriesgar su di-
cos, el campo de las empresas o el cam- nero, su tiempo, a veces su honor o su
po universitario, sólo pueden fu ncionar vida, que pugnan por ganar y por conse-
en la medida en que hay agentes que guir los beneficios que propone y que,
invierten en él, en los diferentes signifi- desde otra perspectiva, pueden parecer
cados del término, que se juegan en ilusorios, cosa que siempre son también
él sus recursos, en pugna poi' ganar, con- puesto que se basan en la relación de
tribu yendo así, por su propio antagonis- complicidad ontológica entre el habitus
mo, a la conservación de su estructura o, y el campo que está en el origen del in-

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greso en el juego, de la adhesión al jue- cuando se aprehende el juego desde fue-
go, de la ra, desde la perspectiva del espectador
En la relación entre el juego y el sen- imparcial que nada invierte en el juego
tido del juego es donde se engendran en- ni en los envites. Esta perspectiva de ex-
vites y se constituyen valores que, aun- tranjero que se ignora lleva a ignorar que
que no existan fuera de esta relación, se las inversiones son ilusiones bien funda-
imponen, dentro de ella, con una necesi- das. En efecto, a través de los juegos so-
dad y una evidencia absolutas. Esta for- ciales que propone, el mundo social pro-
ma originaria de fetichismo está en el porciona a los agentes mucho más y otra
origen de cualquier acción. El motor --lo cosa que los envites aparentes, que los fi-
que a veces se llama la motivación- no nes manifiestos de la acción: la caza
está en el fin material o simbólico de la cuenta tanto como la presa, sino más, y
acción, como afirma el finalismo inge- hay un beneficio de la acción que excede
nuo, ni en las imposiciones del campo, los beneficios explícitamente persegui-
como afirma la visión mecanicista. Está dos, salario, premio, recompensa, trofeo,
en la relación entre el habitus y el campo título, función, y que consiste en el he-
que hace que el habitus contribuya a de- cho de salir de la indiferencia, y de afir-
terminar lo que lo determina. Sólo existe marse como agente actuante, que se
lo sagrado, para el sentido de lo sagra- toma el juego en serio, que está ocupado,
do que sin embargo encuentra lo sagrado habitante de un mundo habitado por el
como trascendencia plena. Lo mismo vale mundo, proyectado hacia unos fines y
para cualquier especie de valor. La illusio dotado, objetivamente, por lo tanto sub-.
en el sentido de inversión en el juego jetivamente, de una misión social.
sólo se vuelve ilusión, en el sentido origi- Las funciones sociales son ficciones
nario de acción de engañarse a sí mismo, sociales. Y los ritos de institución hacen
de diversión -en el sentido de Pascal- o a quien instituyen en rey, caballero, sa-
de mala fe -en el sentido de Sartre-, cerdote o catedrático, forjando su ima-

52 53

o
0
gen social, moldeando la representación petuar la eternidad de la función que le
que puede y tiene que dar como persona preexiste y le sobrevivirá —Dignitas non
moral, es decir corno plenipotenciario, rnoritur— y del cuerpo místico que encar-
mandatario o portavoz de un grupo. na, y del que participa, participando con
Pero también lo hacen en otro sentidó. ello en su eternidad.
Al imponerle un nombre, un título, que Aunque tenga que rechazar, para
lo define, lo instituye, lo constituye, le constituirse, todas las formas del biolo-
conminan a convertirse en lo que es, es gismo que siempre tiende a naturalizar
decir en lo que ha de ser, le ordenan las diferencias sociales reduciéndolas a
cumplir su función, entrar en el juego, en invariantes antropológicas, la sociología
la ficción, jugar el juego, la función. Con- sólo puede comprender el juego social en
fucio no hacía más que enunciar la ver- lo que éste tiene de más esencial si toma
dad de todos los ritos de institución en consideración algunas de las caracte-
cuando invocaba el principio de la «justi- rísticas universales de la existencia cor-
ficación de los nombres» exigiendo a poral, como el hecho de existir en estado
cada cual que se conformara con su fun- de individuo biológicamente separado, o
ción en la sociedad, que viviera confor- de estar confinado en un lugar y en un
me a su naturaleza social: «Que el sobe- momento, o también el hecho de estar
rano actúe corno soberano, el súbdito y de saberse destinado a la muerte, to-
corno súbdito, el padre como padre, y el das ellas propiedades archicomprobadas
hijo como hijo.» Entregándose en cuer- científicamente y que la axiomática de la
po y alma a su función, y, a través de antropología positivista nunca conside-
ella, al cuerpo constituido que la pone ra. Abocado a la muerte, este_ fin_ que no
entre sus manos, universitas, collegium, puede ser tomado como fin, el hombre
societas, consortium, como dicen los ca- es un ser sin razón de ser. Es la sociedad,
nonistas, el heredero legítimo, el funcio- y sólo ella, quien dispensa, en grados di-
nario, el dignatario, contribuye a per-. ferentes, las justificaciones. y _las razones

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de existir; ella es la, que, al producir las tario profano, toda distinción produce su
posiciones o los asuntos llamados «im- vulgaridad y la rivalidad por la existencia
portantes», produce los actos y los agen- social conocida y reconocida, que salva
tes. considerados «importantes», para sí de la insignificancia, es una lucha a
mismos y para los demás, personajes ob- muerte por la vida y la muerte simbólica.
jetiva y subjetivamente seguros de su va- «Citar», dicen los cabilos, «es resucitar.»
lor y, con ello, a salvo de la indiferencia y El juicio de los otros es el juicio final;
de la insignificancia. Hay, por mucho y la exclusión social la forma concreta
que diga Marx, una filosofía de mise- del infierno y la maldición. Debido tam-
ria más próxima a la desolación de los bién a que el hombre es un Dios para
ancianos vagabundizados e irrisorios de el hombre, el hombre es un lobo para el
Beckett que al optimismo voluntarista hombre.
tradicionalmente asociado al pensamien- Los sociólogos, sobre todo cuando
to progresista. Miseria del hombre sin son los adeptos a una filosofía escato-
Dios, decía Pascal. Miseria del hombre lógica de la historia, se sienten social-
sin misión ni consagración social. En mente comisionados, y comisionados para
efecto, sin llegar tan lejos como Durk- dar sentido, dar razón, incluso para po-
heim, «la sociedad es Dios», dina con él: ner orden y asignar fines. O sea que no
a fin de cuentas, Dios no es otra cosa que son los mejor situados para comprender.
la sociedad. Lo que se espera de Dios la miseria de los hombres sin atributos
sólo se consigue de la sociedad, que es la sociales, trátese de la trágica resignación
única que tiene el poder de consagrar, de de los ancianos abandonados a la muerte
salvar de la facticidad, de la contingen- social de los hospitales y de los hospi-
cia, de la absurdidad; pero —y en eso cios, de la silenciosa sumisión de los de-
estriba sin duda la antinomia fundamen- sempleados o de la violencia desesperada
tal— sólo de manera diferencial, distinti- de los adolescentes que buscan en la ac-
va: todo lo sagrado tiene su complemen- ción reducida a la infracción un medio

56 57
de acceso a una forma reconocida de que no puede dar: el consentimiento a la
existencia social. Y sin duda porque tie- cosa misma y sin considerandos.» Si la
nen una necesidad demasiado prbfunda, sociología no gusta a los que están con-
como todo el mundo, de la ilusión de la fabulados con el orden establecido, cual-
misión social para confesarse cuál es el quiera que sea éste, es porque introduce
principio por el que se rige, les cuesta una libertad respecto a la adhesión pri-
descubrir el verdadero fundamento del maria que hace que la conformidad mis-
poder desorbitado que ejercen todas las ma adquiera tintes de herejía o de ironía.
sanciones .sociales de la importancia, Ésta habría sido sin duda la lección
todos los sonajeros simbólicos, conde- de una lección inaugural de sociología
coraciones, cruces, medallas, laureles o •dedicada a la sociología de la lección
bandas, pero también todos los soportes inaugural. Un discurso que se toma a sí
sociales de la illusio vital, misiones, fun- mismo como objeto llama menos la aten-
ciones y vocaciones, mandatos, ministe- ción sobre el referente, que podría susti-
rios y magisterios. tuirse por cualquier otro acto, que sobre
La visión lúcida de la verdad de todas la operación que consiste en referirse a
las misiones y de todas las consagracio- lo que se está haciendo y que sobre lo
nes no condena a la dimisión ni a la de- que la diferencia del hecho de hacer sen-
serción. Siempre se puede participar en cillamente lo que se hace, de estar, como
el juego sin ilusiones, con una resolución suele decirse, del todo por lo que se hace.
consciente y deliberada. De hecho, las Este vuelco reflexivo, cuando se realiza,
instituciones corrientes tampoco piden como aquí, en la situación misma, es un
tanto. Recuérdese lo que decía Merleau- tanto insólito, o insolente. Rompe el en-
Ponty a propósito de Sócrates: «Da razo- cantamiento, desencanta. Llama la aten-
nes para obedecer las leyes, pero tener ción sobre lo que el mero hacer trata de
razones para obedecer ya es mucho (...). olvidar y de hacer olvidar. Enumera los
Lo que se espera de él es precisamente lo efectos oratorios o retóricos que, como el

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hecho de leer con convicción en tono de ridad, para dar una lección pero una lec-
improvisación un texto escrito de ante- ción de libertad respecto a todas las lec-
mano, pretenden demostrar y hacer sen- ciones, sería sencillamente inconsecuen-
tir que el orador está del todo metido en te, incluso destructiva, si la ambición
lo que hace, que cree en lo que dice y misma de hacer una ciencia de la creen-
que se adhiere plenamente a la misión de cia no presupusiera la creencia en la
la que está investido. Introduce así una ciencia. Nada hay menos cínico, menos
distancia que amenaza con destruir, tan- maquiavélico en cualquier caso, que es-
to en el orador corno en su público, la tos enunciados paradójicos que enun-
creencia, que es la condición habitual del cian o denuncian el principio mismo del
buen funcionamiento de la institución, poder que ejercen. Ningún sociólogo es-
Pero esta libertad respecto a la insti- taría dispuesto a asumir el riesgo de des-
tución es sin duda el único homenaje truir el tenue velo de fe o de mala fe que
digno de una institución de libertad, des- constituye el encanto de todas las devo-
de siempre dedicada, como ésta, a defen- ciones a la institución, si no tuviera fe en
der la libertad respecto a las institu- la posibilidad y en la necesidad de uni-
ciones, que es la condición de cualquier versalizar la libertad respecto a la insti-
ciencia, y en primer lugar de una ciencia tución que proporciona la sociología; si
de las instituciones. Es también el úni- no creyera en las virtudes liberadoras de
co testimonio de agradecimiento digno lo que es sin duda el menos ilegítimo de
de quienes han querido acoger aquí una los poderes simbólicos, el de la ciencia,
ciencia poco apreciada y un tanto preca- especialmente cuando adopta la forma
ria, y entre los cuales tengo que hacer de una ciencia de los poderes simbólicos
mención especial de André Miguel. La capaz de devolver a los sujetos sociales el
empresa paradójica que consiste en recu- dominio de las falsas trascendencias que
rrir a una posición de autoridad para de- el desconocimiento crea y recrea sin cesar.
cir con autoridad qué es decir con auto-

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