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ETIAM

Revista Agustiniana de Pensamiento

Volumen VIII - Números 8/9 - Años 2013/2014

Buenos Aires
2014
ETIAM. Revista Agustiniana de Pensamiento: Volumen VIII, Números 8/9, Años
2013/2014 - Coordinado por José Demetrio Jiménez, OSA. 1ª ed. - Buenos Aires:
Orden de San Agustín – Religión y Cultura, 2014.
ISSN 1851-2682
1. Religión. I. Jiménez, José Demetrio, coord.
CDD 230

DIRECTOR
José Demetrio Jiménez, OSA

CONSEJO DE REDACCIÓN
Alberto Bochatey, OSA; José Guillermo Medina, OSA;
Emiliano Sánchez, OSA; Santiago Alcalde, OSA; Julio Daniel Ríos, OSA;
Gerardo García Helder; Luis Nos Muro, CM (†)

SECRETARIO
Pablo Daniel Guzmán

DIRECCIÓN, SECRETARÍA Y ADMINISTRACIÓN


Revista ETIAM
Biblioteca Agustiniana “San Alonso de Orozco”
Av. Nazca 3909 – C1419DFC Buenos Aires
Tel. 011 4572 2728 – Fax 011 4571 9574
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PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN ANUAL


Argentina: 50 pesos - América Latina: 25 USD
USA: 45 USD - Europa: 45 €

La revista no asume necesariamente las opiniones


expuestas por sus colaboradores

Hecho el depósito que prevé la ley 11.723


Impreso en Argentina
© 2014 José Demetrio Jiménez
ISSN 1851-2682
ÍNDICE

EDITORIAL

JOSÉ DEMETRIO JIMÉNEZ, OSA, Desafíos sociales y responsabilidades eclesiales

ESTUDIOS

FRANCISCO GARCÍA BAZÁN, El platonismo tardo-antiguo en la Iglesia de Alejandría y sus


proyecciones
ALBERTO MARTÍN ISIDORO, Iconostasio
AZUCENA A. FRABOSCHI (†), Un encuentro «doctoral»: san Agustín y santa Hildegarda de
Bingen
JULIETA CARDIGNI, La metáfora de la construcción pedagógica macrobiana: «Saturnalia» y
«Comnentarii in somnium Scipionis»
PABLO CAVALLERO, Imagen de un santo bizantino en la figura de Espiridón (Vida
atribuible a Leoncio de Neápolis)
JULIÁN BARENSTEIN, Discusión sobre la influencia de Nicolás de Cusa en la filosofía
italiana de la segunda mitad del s. XV

TEMAS DE ACTUALIDAD

CARLOS SAPORITI, El Sínodo que fue… Y el que no fue


MARÍA PAULA REY, La historia cultural en el ámbito historiográfico actual
JUAN ANTONIO SÁENZ DE RODRIGÁÑEZ, La parábola del sofista y los porqueros
asambleístas

TEXTOS Y GLOSAS

JULIÁN BARENSTEIN, Agustín contra la astrología. El argumento moral de la «Carta a


Lampadio»
JULIÁN BARENSTEIN, Cicerón o Agustín. El nuevo concepto de «amicitia» en la «Carta a
Marciano»
EMILIANO SÁNCHEZ PÉREZ, OSA, El Capítulo Provincial de la Provincia Agustiniana de
Chile de 1728 y el extrañamiento del P. Diego de Salinas
RINCÓN POÉTICO

LUIS NOS MURO, AM (1937-2013), In memoriam


JAIME ZAYAS, En el hospital

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

Obras de y sobre san Agustín

FERNÁNDEZ LUCIO, J. M., 365 días con Agustín de Hipona (Jesús Domínguez Sanabria)
PACIONI, V. (OSA), Agustín de Hipona, Perspectiva histórica y actualidad de una filosofía
(Julián Barenstein)

Orden de San Agustín y Espiritualidad Agustiniana

SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA, Obras Completas, tomos IV-VIII/1 (José Demetrio


Jiménez, OSA)
SÁNCHEZ PÉREZ, E., Biografías de los agustinos cuyanos (Emiliano Sánchez, OSA).
MARTÍNEZ, H., Hombre poético y músico (Hipólito Martínez, OSA)

Literatura Cristiana Antigua y Patrología

YOUNG, F. M., From Nicea to Calcedon. A guide to the Literature and its Background
(Julián Barenstein)

Filosofía y antropología

LILLA, S., Il silenzio nella filosofia greca (Julián Barenstein)


GIL DE ROMA (EGIDIO ROMANO), Los errores de los filósofos (Julián Barenstein)
POTESTÀ, G. L., El tiempo del Apocalipsis: vida de Joaquín de Fiore (Julián Barenstein)
FARAONI, A., Meditación humanizadora (Nota editorial)
GARCÍA HELDER, G., Mandalas cristianos (Nota editorial)

Biblia y cristología

ARMADA, M. A. (SDV), ¿Cómo seguir a Jesús en tiempos de conflictos? Las comunidades


eclesiales de Mateo (De la introducción del autor)
LEVORATTI, A. J., ¿Por qué tanto sufrimiento? Las preguntas de Job (De la introducción
del autor)
PAGOLA, J. A., Volver a Jesús. Hacia la renovación de las parroquias y comunidades
(José Demetrio Jiménez, OSA)
ALEIXANDRE, D.; MARTÍN VELASCO, J.; Y PAGOLA, J. A., Fijos los ojos en Jesús. En los
umbrales de la fe (José Demetrio Jiménez, OSA)
HERNANDO MORENO, P. (OSA), Cristo, Amor para ser creído, anunciado y amado. Claves
para la lectura de las «Cartas Católicas» (De la introducción del autor y la nota
editorial)
HERNANDO MORENO, P. (OSA), Sacerdocio de Cristo, sacerdocio de los cristianos. Claves
para la lectura de la Carta a los Hebreos (De la nota editorial)

Eclesiología y pastoral

SCHÖNBORN, CH., La escuela de vida de Jesús. Estímulos para ser sus discípulos (De la
Introducción, escrita por Hubert Philipp Weber)
KUHN, F., La Iglesia: servidora del proyecto de Jesús. Repensar la eclesiología hoy (De la
nota editorial)
PRIMER CONGRESO DE PASTORAL URBANA - REGIÓN BUENOS AIRES, Dios en la ciudad (De la
nota de Prensa y Comunicación - Editorial San Pablo)
RUIZ ARENAS, O., América Latina. Desafíos y esperanzas (José Demetrio Jiménez, OSA)
PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA, Reflexiones sobre la Nueva Evangelización en
América Latina. Desafíos y prioridades (José Demetrio Jiménez, OSA)
FERNÁNDEZ, V. M., El programa del Papa Francisco. ¿Adónde nos quiere llevar? Una
conversación con Paolo Rodari (José Demetrio Jiménez, OSA)

Libros recibidos

Revistas de intercambio

Revistas Agustinianas de intercambio permanente

ABREVIATURAS DE LAS OBRAS DE SAN AGUSTÍN

NORMAS DE PUBLICACIÓN
EDITORIAL

DESAFÍOS SOCIALES Y RESPONSABILIDADES ECLESIALES

José Demetrio Jiménez, OSA


Cafayate (Salta)
demetrio@sanagustin.org

En su obra ¿Qué fue de los intelectuales? Enzo Traverso, en diálogo con


Régis Meyran, dice: «Vivimos en un mundo en que la cultura y el imaginario se
moldean principalmente fuera de Europa. Durante la década de 1960, todavía
podía crearse en Europa una música popular que tuviera influencia en todo el
mundo, con los Beatles y los Rolling Stones. Ahora esto sucede con mucha
menos frecuencia. Por lo tanto, es inevitable que también se ponga en
discusión el eurocentrismo en el plano cultural» (Traverso, 2014: 93). ¿Tendrá
algo que ver con esto la percepción del Papa Francisco en su exhoratacion
apostólica Evangelii Gaudium (EG) en torno a «la necesidad de avanzar en una
saludable “descentralización”» de la Iglesia? (EG 16). ¿Qué comporta para
Latinoamérica?

UNA NUEVA PRIMAVERA

Durante el Convenio de los nuevos obispos, que tuvo lugar en Roma del
9 al 18 de septiembre de 2014, el denominado Círculo Latinoamericano fue
acompañado durante una de las sesiones por el Dr. Guzmán Carraquiry,
uruguayo, casado, padre de 4 hijos, abuelo de 8 nietos, Secretario de la
Comisión para América Latina (CAL). Su conferencia llevaba este título:
«Nuevas exigencias y responsabilidades para la Iglesia de América Latina».
Redacto a mi modo y resumo como recuerdo algunos de los aspectos que
consideró:
1° El nombramiento del Card. Jorge M. Bergoglio como Papa trae consigo
exigencias y responsabilidades para la Iglesia latinoamericana. En América
Latina se decide en parte el futuro de la Iglesia: en ella viven el 40% de los
católicos y hay 60 millones de hispanoparlantes en los Estados Unidos,
muchos de ellos miembros de la Iglesia Católica.
2° América Latina ha sido denominada el «Extremo Occidente mestizo», porque
en ella se da la novedad de la propuesta cristiana no sólo como reflejo de la
Primera Evangelización, sino como fuente de un modo peculiar de ser
cristiano. Francisco pertenece a este mundo latinoamericano. ¿Qué estará
obrando el Espíritu en la Iglesia a través de él?
3° Nos corresponde aplicar creativamente su propuesta de la Evangelii
Gaudium, programa para toda la Iglesia. La experiencia de Aparecida (2007) y
nuestra condición de latinoamericanos nos hace más cercana y familiar la
propuesta. Pero esto no es un mérito del que vanagloriarse, sino una
responsabilidad que asumir.
4° Es necesario promover un salto de calidad en la fe de nuestro pueblo y en
la conversión de sus pastores, que pasa por la renovación del encuentro con
Jesús. Tal como el Papa Francisco propuso a los obispos italianos (19 de mayo
de 2014), necesitamos preguntarnos todos: ¿Quién es para mí Jesucristo?
¿Cómo ha abarcado él mi historia? ¿Qué dice él de mí? Como ha repetido
frecuentemente el mismo Papa, no se comienza a ser cristiano por una opción
ética, intelectual o sociológica, sino por un encuentro con Jesús.
5° Somos pecadores mendicantes de la gracia de Dios. Por eso nuestra Iglesia
ha de crecer en caridad, misericordia, humildad. La reforma tiene que ver con
la conversión, que ha de ser también de los pastores. «Por ustedes comienza la
denominada conversión pastoral».
6° Hemos de pasar de una Iglesia conservadora a una Iglesia misionera: no
hay nada que guardar ni conservar, está todo para ser entregado, saliendo
constantemente al encuentro de quienes necesitan escuchar la Palabra para
encontrarse con Jesús.
7° No se puede partir a la misión desde los «no», sino desde los «sí»: sí a la vida
del pueblo, sí a la memoria profética, sí al sentido de pertenencia, sí al
llamado universal a la salvación, sí a la cercanía del Evangelio.
8° ¿Quiénes son los sujetos privilegiados de la misión? Los pobres, «segunda
Eucaristía de Cristo»; la familia, identidad frente a la disolución de la persona
y el individualismo; los jóvenes, respecto de quienes es necesario repensar y
reformular la pastoral, cifrada en la cercanía, la generación de espacios de
creatividad, el ensayo de caminos de responsabilidad; las mujeres,
generadoras de vida y custodias de la tradición, respecto de quienes han de
ser superados tantos prejuicios antiguos y modernos.
9° Como Iglesia latinoamericana nos corresponde dar desde nuestra pobreza,
ofrecer al mundo nuestras peculiares experiencias de pueblo de fe, que integra
la diversidad y responde creativamente a los conflictos.
10° Hemos de evitar el riesgo de refugiarnos en «minorías creativas», para lo
cual nos corresponde realizar la propuesta de la «caridad política», que se
fundamenta en la contemplación, la misión y la solidaridad, escuela de
encuentro y de fraternidad.
11° Los desafíos a veces vienen acompañados de desencantos. Por ello, no nos
dejemos encerrar en nuestros «otoños locales» cuando la Iglesia está en una
«nueva primavera». No nos encerremos en círculos eclesiásticos. No esperemos
en las instalaciones parroquiales a que la gente venga a nuestras reuniones:
no van a venir. ¡Salgamos a comunicar!

DISCERNIR DESDE LA FE

«Y como no podían acercarlo a Jesús a causa de la multitud, levantaron el techo


donde él estaba y por el boquete bajaron al paralítico en su camilla»
(Mc 2, 4).
El acto de fe no se programa. Brota por gracia de Dios en cualquier
momento. Podemos pensar que lo hemos puesto todo para que se dé y no
surge, y puede que surja cuando menos se espera, como la pesca milagrosa
(Mt 4, 18-22; Mc 1, 16-20). Igual que en cualquier otro tiempo y a tenor de los
desafíos de cada época, nos corresponde discernir humildemente estas
situaciones.
¿Quién es capaz de dar lecciones desde la cumbre de las certezas?
¿Garantiza esto el éxito pastoral? Pastoralmente hablando, ¿no será mejor
poner todo en el ensayo de propuestas que nos impliquen en el cambio que
decimos ha de darse? ¿En verdad queremos cambiar de posición? ¿O lo
asumimos resignadamente, refugiados en el hecho de que la opinión pública lo
muestra actualmente indispensable, a la espera de que se dé no tardando un
pasito hacia atrás?
Vivimos una situación inédita y esto parece que atemoriza, y en
ocasiones desespera a quienes no quieren mover su vida -ni su pensamiento,
ni su sentimiento- de lo ya vivido –pensado y sentido-, de lo visto y hecho así
desde siempre, considerando que «siempre» es desde que ellos están, a lo
sumo dos o tres generaciones, casi nada para la historia de la Iglesia,
infinitamente menos para la historia de la humanidad. ¿Abundarán entre
nosotros quienes nihilizan de un revés a los que no piensan como ellos y no
les toleran ni un error, como si no se aprendiese también equivocándose? ¿A
quienes no rezan como ellos, no visten como ellos, no ven el mundo como
ellos? Demos por asentado que en ningún caso se ha de añadir la humillación
al fracaso. ¿Qué techos habrá que levantar? ¿Qué boquetes tendremos que
abrir para acceder a quien nos libera de las parálisis? ¿Quiénes serán los que
porten la camilla?
Para preguntarnos coherentemente qué hacer, tal vez hayamos de
liberarnos de dilemas que absorben demasiadas energías y paralizan la
iniciativa. Esto es lo que sucede, por ejemplo, cuando suponemos que la
función de la norma es controlar la acción en lugar de promoverla, acomodarlo
todo a ella y no aplicarla a cada caso. La norma no antecede a la acción
pastoral. Históricamente lo primero ha sido la acción pastoral, cuya norma no
es otra que el Evangelio. Sea cual fuere nuestro pensar sobre los modos
disciplinares de la fe, la búsqueda del «gesto justo» siempre ha de estar en el
punto de mira de la acción. Y el gesto justo tiene que ver con la congruencia
de mi acción para el bien de la persona, no para la aplicación desencarnada de
la norma.
El Papa Francisco hace alguna propuesta interesante al respecto: «En
su constante discernimiento, la Iglesia también puede llegar a reconocer
costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas
muy arraigadas a lo largo de la historia, que hoy ya no son interpretadas de la
misma manera y cuyo mensaje no suele ser percibido adecuadamente. Pueden
ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio en orden a la transmisión
del Evangelio. No tengamos miedo de revisarlas. Del mismo modo, hay normas
o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas
pero que ya no tienen la misma fuerza educativa como cauces de vida. Santo
Tomás de Aquino destacaba que los preceptos dados por Cristo y los Apóstoles
al Pueblo de Dios “son poquísimos” (Summa Theologiae I-II, q. 107, art. 4).
Citando a san Agustín, advertía que los preceptos añadidos por la Iglesia
posteriormente deben exigirse con moderación “para no hacer pesada la vida a
los fieles” y convertir nuestra religión en una esclavitud, cuando “la
misericordia de Dios quiso que fuera libre” (Summa Theologiae I-II, q. 107, art.
4). Esta advertencia, hecha varios siglos atrás, tiene una tremenda actualidad.
Debería ser uno de los criterios a considerar a la hora de pensar una reforma
de la Iglesia y de su predicación que permita realmente llegar a todos» (EG 43).
Antes que cultivar la nostalgia pastoral, nos corresponde considerar
nuevamente la pastoral como un espacio de creatividad la fe, la esperanza y la
caridad. Darle vuelta a la siempre vetusta consideración de que una buena
pastoral es, en primer lugar, una «actuación brillante» del agente pastoral. A
veces esto tiene más que ver con el sometimiento que con el seguimiento, más
con la normativización de la vida que con la vida de fe, incluso con la
demagogia, también con la confusión que a veces se da entre profetismo y
mesianismo. El cristiano está llamado a ser portavoz (προφήτης – prophétes)
del Ungido (Χριστός - Christós). La propuesta es un llamado a congregar
(ἐκκλησιἀζω - ekklasiázo), no a someter; a proponer, no a imponer; a discernir,
no a confundir. «Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino
que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir
de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan
la luz del Evangelio» (EG 20).

LLAMADOS A SER CAUCE DE LA GRACIA

La Iglesia no es una reunión de personas que se han elegido entre sí en


función de sus afinidades. Tampoco un grupo que comparte las mismas
convicciones ideológicas o experimenta de idéntica manera las creencias1. No

1 Al contexto de referencia desde el cual alguien orienta su existencia e


identifica las situaciones de la vida, denominamos creencia. La creencia está siempre
mediatizada por elementos sociales, culturales, éticos, lingüísticos y afectivos. Hay
creencias sociales (p. ej.: la democracia es el mejor régimen de convivencia), éticas (p.
ej.: el bien es digno de ser obrado siempre), políticas (p. ej.: el sistema parlamentario
es el modo de representatividad popular más adecuado), religiosas (p. ej.: San
Expedito es la devoción que más me acerca a Dios), etc. Al mayor o menor grado de
adhesión a las creencias denominamos convicción. Uno puede adherirse al sistema de
vida democrático con mayor o menor intensidad y compromiso, o pensar que obrar
bien no siempre conviene, o dudar de la lealtad de los parlamentarios, o tener otras
devociones, etc. A la adhesión de la propia vida a la persona de Jesús como revelador
del Padre y cauce de su Espíritu, denominaremos fe. En la vida cristiana la persona de
Jesús es fundamental. La fe de la Iglesia ha sido plasmada por escrito en el Credo, que
transmite la experiencia de fe de la comunidad, el depósito o contenido esencial que
ha de ser transmitido fielmente a todas las generaciones. Lo demás está relacionado
con algún tipo de mediación cultural, lingüística, ética, afectiva, etc. Por eso estas
mediaciones pueden ser diversas y diferentes entre unos y otros, o uno mismo puede
sentirse más afín a unas que a otras durante distintas etapas de su vida. La religión
es un sistema de mediaciones, esto es, un modo concreto (social, cultural, lingüístico,
ético, afectivo) de vivir la fe, en el que está implicada la realidad humana en su
totalidad y en el que se manifiestan de un modo peculiar esos elementos sociales,
culturales, éticos, lingüísticos y afectivos. La fe se vive en la mediación. Lo que sucede
con frecuencia, sin embargo, es que la mediación se convierte en centro y reviste de tal
manera la fe que ésta queda disminuida, obnubilada, opacada, oscurecida. Como las
mediaciones tienen que ver con elementos sociales, culturales y afectivos, cuando son
presentados como centro de la vida religiosa, entonces obnubilan, opacan y oscurecen
es una familia unida por los vínculos de parentesco. Tampoco un colectivo
dirigido por un líder épico, que tiene por objetivo conquistar un imperio
espiritual a través de la identificación con un reglamento, sin el cual no se
entra a formar parte del mismo. Por otro lado, con frecuencia los más capaces
no acuden a la invitación que se les hace y acceden quienes se encuentran
orillados y en sendas perdidas: «buenos y malos» (cf. Mt 22, 1-14), «pobres y
lisiados, ciegos y rengos» (cf. Lc 14, 16-24). La única condición es acudir con
«traje de fiesta» (cf. Mt 22, 11).
Muchos de nosotros somos de éstos. San Pablo enfatiza que la elección
es inmerecida: «Hermanos, fíjense a quiénes llamó Dios. Son pocos los de
ustedes que pasan por cultos, y son pocas las personas pudientes o que
vienen de familias famosas. Pero Dios ha elegido lo que el mundo tiene por
necio, con el fin de avergonzar a los sabios; y ha escogido lo que el mundo
tiene por débil, para avergonzar a los fuertes. Dios ha elegido a la gente común
y despreciada; ha elegido lo que no es nada para rebajar a lo que es. Y así
ningún mortal ya podrá alabarse a sí mismo delante de Dios» (1 Cor 1, 26-29).
Sería incongruente, por ello, convertirnos en «impedidores» de que otros sean
invitados, no obstante sus cegueras, quebraduras, rengueras. Se trata de abrir
puertas. Y, si es necesario, levantar techos y hacer boquetes para que nadie se
halle privado del encuentro con el Mesías.
Al respecto el Papa Francisco hace también su propuesta: «La Iglesia
está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Uno de los signos
concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas
partes. De ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se
acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas puertas
cerradas. Pero hay otras puertas que tampoco se deben cerrar. Todos pueden
participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la
comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por
una razón cualquiera. Esto vale sobre todo cuando se trata de ese sacramento
que es “la puerta”, el Bautismo. La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de
la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso
remedio y un alimento para los débiles2. Estas convicciones también tienen
consecuencias pastorales que estamos llamados a considerar con prudencia y
audacia. A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no
como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde
hay lugar para cada uno con su vida a cuestas» (EG 47).

la fe. Por eso quienes no participan del tenor social, cultural, ético, lingüístico y
afectivo que las hizo surgir no descubren en ellas la fe de la que son o fueron
transmisoras. También por eso pueden darse errores en su interpretación y en la
apreciación de su verdad.
2 Cf. SAN AMBROSIO, De Sacramentis, IV, 6, 28: PL 16, 464: «Tengo que recibirle

siempre, para que siempre perdone mis pecados. Si peco continuamente, he de tener
siempre un remedio»; ibíd., IV, 5, 24: PL 16, 463: «El que comió el maná murió; el que
coma de este cuerpo obtendrá el perdón de sus pecados»; SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, In
Joh. Evang. IV, 2: PG 73, 584-585: «Me he examinado y me he reconocido indigno. A
los que así hablan les digo: ¿y cuándo seréis dignos? ¿Cuándo os presentaréis
entonces ante Cristo? Y si vuestros pecados os impiden acercaros y si nunca vais a
dejar de caer –¿quién conoce sus delitos?, dice el salmo–, ¿os quedaréis sin participar
de la santificación que vivifica para la eternidad?».
En la Iglesia uno decide estar porque ha sido llamado, convocado
(ἔκκλητος – ékkletos). Y la pregunta de algunos que estamos es si no habrá
más llamados y convocados que no están, por qué no están y qué tengo yo que
ver en ello. Y cuáles han de ser las vías de ejercicio de la misericordia y del
amor de mi parte para que no sean ni se sientan excluidos. La Iglesia es una
comunidad que nos invita a vivir y aprender juntos. Esto supone aceptar,
además de limitaciones y precariedades, que las opiniones de algunos no son
necesariamente el punto de vista de todos. Y que estos puntos de vista han de
ser considerados. No nos hemos elegido unos a otros, sino que nos hemos
encontrado por providencia. Y esto quiere decir que no podemos buscar
unilateralmente imponer un punto de vista, aunque haya sido reiterado y
pueda haber permanecido durante años. La experiencia es un grado, no un
lastre.; promueve la esperanza, no la anula.
Todo esto nos concierne, y puede hacerlo de modo creativo, edificante,
constructivo. La fe del peregrino es un camino a transitar. Trayecto en el que
también hay lugar para el reposo, para hacer noche, pero no para instalarse,
porque hay que continuar caminando por las noches y los días de la vida y del
espíritu, abiertos a la novedad del Evangelio, que nos sorprende
constantemente y que supone la autocrítica de quienes lo proponen como lo
que es, Buena Noticia, no mala; Buena Nueva, no «mala vieja».
Los peligros del camino de la vida ya no son denominados «demonio,
mundo y carne», pero ahí están, tal vez en metamorfosis: el individualismo
psicologista (me interesa casi exclusivamente la realización de lo que deseo
conseguir), la acomodación a ciertos estándares de vida (incluso heroicos, pero
que saturan el «ego» y tiranizan la existencia), el esperar que se me dé lo que
me corresponde entregar, esa vida que sólo se me concederá si dono la mía, si
me doy por entero, si entrego «ser» y no solamente cosas.
La tentación de cada uno a reducir el mundo a su universo personal es
grande. Pero la realidad es más rica que la imaginación. «Lo propio de lo real
es que uno no se lo imagina», escribió Lacan (2006: 90). Por eso no hay que
temer confesar cierta perplejidad intelectual, reconocer una ignorancia,
aceptar un error, pedir perdón por los pecados. La relación con la verdad
comporta aceptar que la realidad no cabe en mi cabeza y que es ésta la que ha
de abrirse a la realidad. Esto no es bajar el nivel de exigencia ni aceptarlo
todo. Es reconocer que ninguno de nosotros es norma de la verdad. Si pido a
los demás que consideren la posibilidad de estar equivocados cuando
razonablemente discrepo, esa misma exigencia he de proponérmela como
punto de partida a mí mismo. No es quien más grita quien tiene más razón,
sino quien logra mostrar las razones de su propuesta. No vence la
intimidación, sino la argumentación.
Pensar y creer tienen que ver con la vida. No gana la espectacularidad,
sino la autenticidad de una palabra viva que une lo diferente y libera de las
servidumbres. Es entonces cuando el mundo y los demás ya no resultan
extraños. Busquemos juntos la verdad, decía san Agustín, porque ninguno de
nosotros es su dueño (cf. en. Ps. 103, 2, 11). Hay mucho todavía por explorar.
Buscar el Reino de Dios y su justicia, lo demás vendrá, se nos dará (cf. Mt 6,
33).

CONCLUYENDO
«¡Renuncien al placer de rebajar lo grande!
¡No hablen de su felicidad!
¡No planten el cedro en sus recipientes de arcilla!
¡No tomen al Espíritu por siervo!
¡No intenten detener los corceles del sol
y dejen que las estrellas prosigan su camino!»
(Hölderlin, 1992: 34).

La diferencia entre la comunidad que quiere un fundamentalista y la


que pretende quien no lo es, entre un integrista (que piensa la fe moldeada por
su parecer) y quien no lo es (que piensa su parecer moldeado por la fe)-, es
que en aquélla éstos no tienen cabida: sólo la tendrán si «se convierten», si
piden perdón por pensar distinto y dejan de sentir diferente. Para subvertir la
situación, Gadamer apuntaba: «Que podamos dar la razón al otro, que
tengamos que aceptar nuestro error, en contra de nosotros mismos y en
contra de nuestros intereses, no es cosa fácil de entender» (Gadamer, 1996:
23, cit. en Meirieu, 2013: 108). Es esto, sin embargo, lo que quizá posibilite
que no nos instalemos en la conformidad: «Estoy contento como estoy. ¡Que no
se mueva nada que me inquiete!» (cf. Meirieu, 2013: 114).
¿Llegará e cristianismo a ser una fe de minorías? Sería una pena que de
ser así esa minoría fuese de élites épicas e ilustradas. A este grupo selecto
invitó el Señor a la boda de su hijo, a su cena, y no aceptaron. Los que
acudieron fueron rengos, ciegos, lisiados… Los machacados de la vida, entre
quienes solamente uno no llevaba traje de fiesta, de esperanza en la fe que
edifica la caridad.
La Iglesia no es el producto de la tiranía de una élite. Tampoco de una
demagogia populista. Como sugiere Meirieu a los docentes, nos corresponde
examinar la diferencia que hay entre los «profesionales del dominio» y los
«acompañantes de la libertad». No dejarnos arrastrar por la «estética de la
desesperanza» (Meirieu, 2013: 114), que excomulga al mundo pero no propone
nada convincente para que cambie. Con frecuencia asumimos el prestigio de
la disidencia, pero sin más alternativa que el retorno a un pasado que no
puede volver. Nos corresponde resistir el placer narcisista del pesimismo,
aceptar la diversidad como un valor y la heterogeneidad como un método (cf.
Meirieu, 2013: 115-119). Porque no estamos llamados a ser siervos del rigor,
sino hijos de la libertad.
No somos titanes. La fragilidad nos embarga. Es nuestra condición.
Quizá hoy más que nunca a los cristianos nos corresponda asumir
plenamente nuestros límites y aceptar que la situación nos supera, tanto
desde dentro como hacia fuera. El momento presente de la Iglesia tiene que
ver más que nunca con la fortaleza del Espíritu, que quiere manifestarse
privilegiadamente en cauces renovados y, por eso mismo, en la debilidad de
sus discípulos. Pablo de Tarso lo recuerda: «Llevamos ese tesoro en vasos de
barro, para que esta fuerza soberana parezca de Dios y no nuestra» (2 Cor 4,
7). La vida de fe se afirma en la gracia: «Cuando me siento débil, entonces soy
fuerte» (2 Cor 12, 10).
BIBLIOGRAFÍA

GADAMER, H.-G. (2000). La herencia de Europa: ensayos. Barcelona. Península.


HÖLDERLIN, F. (1993). «Poemas de juventud (1789-1794)»: Poesía completa. Barcelona.
Ediciones 29.
LACAN, J. (2006). El triunfo de la religión. Buenos Aires. Paidós.
MEIRIEU, PH. (2013). Carta a un joven profesor. Por qué enseñar hoy. Barcelona. Micro-
Macro Referencias.
TRAVERSO, E. (2014). ¿Qué fue de los intelectuales? Buenos Aires. Siglo XXI.
Estudios
EL PLATONISMO TARDO-ANTIGUO EN LA IGLESIA DE ALEJANDRÍA
Y SUS PROYECCIONES

Francisco García Bazán


CEN - ANCBA – CONICET
Buenos Aires

Resumen.-
Una vez más nos apoyamos en Plotino para poder avanzar en la propuesta que
encierra el título de la conferencia. Escribía Plotino en el año lectivo 259-260: «Platón
sabe, por tanto, que el Intelecto procede del Bien y que el Alma procede del Intelecto.
Tampoco estas doctrinas son nuevas ni de hoy, sino que han sido enunciadas desde
hace mucho tiempo implícitamente, y nuestras explicaciones actuales son las intérpretes
(exegetás) de aquéllas, las que están garantizadas de que son enseñanzas antiguas por
los testimonios escritos del mismo Platón. Pues bien, antes que él también Parménides
percibió una enseñanza semejante cuando unía lo que es y el intelecto y sostenia que el
ser no está en lo sensible, al decir “pues son lo mismo pensar y ser”...Pero al
denominarle “uno” en sus libros incurría en el reproche de que ese uno se descubría
siendo múltiple. El Parménides de Platón distingue más exactamente entre sí el primer
Uno, llamándole el Uno propiamente dicho, el segundo, llamándole uno-múltiple, y el
tercero, uno y múltiple. De este modo está igualmente de acuerdo con las tres
naturalezas...En conclusión, aquellos de los antiguos (arkhaíon) que tuvieron las
posiciones más próximas a los seguidores de Pitágoras y a sus sucesores y a los de
Ferécides se mantuvieron firmes en esta naturaleza; pero algunos de ellos elaboraron
totalmente la noción en sus escritos, otros no en escritos, sino en las reuniones de
escuela o la dejaron totalmente a un lado» (Enéada V, 1 [10], 8, 9-17; 22-26 y 9, 27-32;
cf. García Bazán, 1997b: 55/74, esp. 59 ss) .

¿QUÉ DICE PLOTINO EN ESTE TEXTO?

El pasaje de Plotino abarca al menos tres aspectos. Por una parte


determina con precisión la doctrina que profesa sobre la estructura de la
realidad: tres grados de realidad subsistentes o hipóstasis, relacionados
derivativamente entre sí (hen [ápollon], hen pollá, hen kai pollá), en relación
con República 509b y las tres primeras hipótesis de la segunda parte del
Parménides sobre el uno (Uno que no es, Uno que es, Uno que es y no es).
Estas hipóstasis están organizadas jerárquicamente por la Epístola II, 312e (cf.
García Bazán, 2011d: 326). Lo original de esta doctrina radica en que ella no
es simplemente expositiva o descriptiva, sino que enseña que el hombre,
asimismo de constitución trial en grados, experimenta realmente la trialidad
ascendente al filosofar. Esta dimensión esencial y realista del neoplatonismo
plotiniano Martín Heidegger no la ha tenido en cuenta en su evaluación y
crítica del esquema de planos objetivamente jerarquizantes de Plotino y su
influencia sobre el pensamiento de san Agustín (cf. García Bazán, 1999b: 35-
52).
En segundo lugar la afirmación, además, de que la enseñanza que
trasmite forma parte de una continuidad dentro del pensamiento heleno.
Y en tercer lugar algo de más difícil comprobación: la enumeración de
algunos de los eslabones de una sucesión de intérpretes que llevan hasta
Platón e incluso más allá, en la medida y forma en que la filosofía de Plotino se
autodefine como «platónica»3.
Nos debemos detener en estos dos puntos últimamente aludidos.
Se conocen las dificultades de continuidad y precisión doctrinal que
encierran para la historiografía sobre Platón, la Academia y los platónicos, los
años que van del 88 a.n.e., final institucional de la Nueva Academia, al
comienzo de las clases de Plotino en Roma, en torno al 244 (cf. Porfirio, Vida
de Plotino III, 24; cf. Igal, 1982: 15 y 133, n. 19).
Al comienzo de la década de los años setenta H. Dörrie dio a conocer un
artículo en el que trató de precisar conceptualmente el problema centrándolo
en Plotino (cf. García Bazán, 2000: 111-149)4. Más recientemente Jan
Opsomer ajustándose a los filósofos autodenominados «académicos»
posteriores al mantenimiento institucional de la Nueva Academia y
completando los trabajos anteriores de J. Glucker, J.C. Donini, H. Tarrant y C.
Levy, entre los más atinentes, ofrece estas conclusiones:
- Durante el período señalado a grandes rasgos, no existió un tipo uniforme de
platonismo. Pero se observa, a diferencia de las polémicas de legitimidad
platónica entabladas con anterioridad entre Filón de Larisa y Antíoco de
Ascalón, el surgimiento de diversos intentos de abordaje de la filosofía de
Platón ordenando sus textos y estudiándolos sistemáticamente bajo la forma
de comentarios, compilación de enseñanzas doxográficas y elaboración de
cursos para estudiantes, redactándose manuales al estilo del Didaskálikos de
Alcínoo (cf. Wittaker y Louis, 1990).
- En relación con la anterior iniciativa se hacen esfuerzos para despojar al
platonismo de influencias extrañas, bien hayan sido estoicas, como
aristotélicas (el ejemplo de Atico: Contra los que se lisonjean de interpretar a
Platón por medio de Aristóteles [frs. 1-9 de Eusebio]; cf. Des Places, 1977: 38-
69; Baudry, 1931: 1-33), o bien escépticas (el caso de Numenio: Sobre el
divorcio de los académicos de Platón [frs. 25-28]; cf. García Bazán, 1991: 258-
274)5.
- El platonismo aspira de este modo a recuperar y afirmar su propia identidad.
Desde este ángulo de visión se considera que el legado platónico se ha
sostenido a través de la Nueva Academia, el que se reivindica en las polémicas
contra estoicos y epicúreos. Este comportamiento explica que varios de los
autores enrolados en este modo de considerar a Platón se autodenominen
«académicos», como es el caso de Amonio, el maestro de Plutarco de Queronea,
el mismo Plutarco, el comentador anónimo del Teeteto y el contemporáneo

3 «Pero sobre la ciencia inteligible, a la que habiéndose referido precisamente

también Platón dice: “la que no es otra en otro”, pero cómo sea esto, nos lo ha dejado
investigar y descubrir a nosotros, si verdaderamente, entonces, decimos que somos
dignos de su nombre, será justamente lo mejor tomar de él el punto de partida»
(Enéada V, 8 [31], 4, 51-55).
4 En este punto p. 116, n. 13, que estamos siguiendo en esta primera parte.
5 Entendido que Numenio no encara en particular el neopirronismo de
Enesidemo, el que sería propiamente escéptico en el sentido moderno, sino la
infidelidad total de la Nueva Academia desde Arcesilao, al haber introducido la
«suspensión del juicio».
comprometido en la polémica del Octavio escrito por el apologista cristiano
Minucio Félix (5, 2-8, 2; 13 y 14, 5-7; cf. Plutarco, De E apud Delphos 387F; cf.
Bastianini y Sedley, 1995: 248).
- De este modo el llamado «platonismo medio» quedaría justificado en su
denominación propia al definirse por la aproximación sistemática que algunos
autores platónicos han hecho a la doctrina encerrada en los textos que
componen la obra de Platón y el uso simultáneo de interpretaciones anteriores
y contemporáneas dispersas para explicarlos.
- De acuerdo con los criterios precedentemente esbozados y los testimonios
que los sustentan, debe afirmarse que la Nueva Academia no se ha extinguido,
puesto que hay autores como los citados, e incluso otros posteriores, como
Proclo, que tienen en cuenta su propia doctrina como una forma de la filosofía
platónica que distingue los problemas e investiga de acuerdo con esto (una
filosofía aporética y zetética), y que por este motivo no objeta los dógmata, sino
que se ubica en un plano anterior y se somete con rigor al examen profundo
de las cuestiones (sképtomai) y consecuentemente a la suspensión del juicio
(epokhé) ante el asentimiento (sygkathátesis) y captación intelectual de los
datos perceptivos afirmada por parte de los estoicos (cf. Opsomer, 1998: 265-
269)6. El material resumido contiene precisiones convenientes, así como
concita a rastrear otras posiciones. Pero si nos ajustamos a la información que
proporciona Plotino y queremos indagar sobre ella, lo primero que se advierte
es que el platonismo al que se está refiriendo es diferente al cuestionado,
porque no se hace hincapié sobre la enseñanza de Sócrates, nombre
meramente usado por Plotino en ejemplos didácticos, pero sí sobre el
pitagorismo en el que éste es a veces incluido. En este sentido, sin embargo,
es apropiado señalar, que un autor que Plotino ha leído en sus cursos, que,
como hemos visto, ha tratado de hacer historia del «divorcio de los académicos
de Platón» y que se autoincluye sin reticencias en la corriente pitagorizante, es

6 Lo señalado sobre Proclo es en relación con sus Comentarios al Alcibíades y

al Parménides (cf. Steel, 1997: 67-92). De este modo la Academia Media encabezada
por Arcesilao, la Nueva instaurada por Carnéades e incluso la de Filón remontándose
a la Antigua y la ecléctica de Antíoco, quedarían liberadas del escepticismo radical que
transforma «la epoché de todas las cosas» en duda gnoseológica. Las obras de los
autores anteriormente citados son: Glucker, 1978; Donini, 1982; Tarrant, 1985; Levy,
1992. Es de lamentar que estos esfuerzos por la precisión no se hayan evaluado
convenientemente y que se sigan repitiendo formulaciones como las siguientes: «Una
interpretación medioplatónica del Timeo de Platón» (Brisson, 2005: 786); Zambon: «El
elemento que permite identificar al platonismo medio es esencialmente el intenso
trabajo de sistematización dogmática del pensamiento platónico, que se ha operado
por el camino de una seria confrontación no sólo entre las escuelas, sino también
entre las diferentes imágenes de Platón que circulaban en la época» (2002: 23-31, esp.
28). El platonismo imperial sigue de esta manera siendo un mosaico de corrientes, o
simplemente de categorías históricas validadas por la cronología y convencionales por
el contenido: una más definida, como el neoplatonismo, y otras dos indeterminadas,
como el platonismo medio, y otra subterránea, directamente, soslayada como el
gnosticismo y el hermetismo. En su posterior trabajo sobre Porfirio de Tiro (2012a:
1289-1468), confirma la misma postura, hasta llegar a escribir: «Porfirio es ante todo
un platónico. Él se ha formado en el platonismo tanto en la escuela de Longino como
en la de Plotino y es la mentalidad del platonismo la que informa la elaboración de
todo su pensamiento. También lo coloca plenamente en esta tradición su producción
literaria, como lo muestra el esquema de su Historia filosófica que culmina y concluye
con la exposición de la doctrina de Platón» (2012b: 1316).
Numenio de Apamea, el Pitagórico (floruit circ 160 de n. e.)7. Pero Numenio no
sólo difiere de Plotino en que su concepción de las hipóstasis es bastante
flexible, aunque acepte las tres realidades de origen socrático (cf. fr 24 [L 1];
García Bazán, 1991: 257), cultive la exégesis alegórica de Platón (cf. fr 23 [L
30]; García Bazán, 1991: 254) y una posición ante la Nueva Academia
duramente polémica (cf. frs 24, 25, 26, 27 y 28; García Bazán, 1991: 255ss),
mientras que Plotino simplemente la soslaya permaneciendo seguro en su
propia corriente de ideas, sino sobre todo, que Numenio afirma precisamente
la dualidad de principios contrapuestos e incluso condena la doctrina que
hace derivar del Uno (=Mónada-singularitas) la díada indefinida (duitas
indeterminata) (cf. fr 58 [Test. 30 L]; García Bazán, 1991: 293-294).
Resulta plausible admitir, entonces, que los platónicos extraños a la
Nueva Academia y que se vinculan a Pitágoras están divididos, y que entre los
no dualistas y con elementos afines a Plotino podemos congregar desde los
más próximos a los más alejados en el tiempo, desde su maestro inmediato,
Amonio Saccas8, hasta Espeusipo, el primer sucesor de Platón en la
Academia9, pasando por Moderato de Cádiz (cf. García Bazán, 1998b: 15-36),
Eudoro de Alejandría (cf. SIMPLICIO, In Phys 181,7 -191,17; cf. García Bazán,
2011d: 331-332), Nicómaco de Gerasa (cf. García Bazán, 1992: 53-83, esp. 75
y nn); 2011: 419-434) y algunos escritos de los neopitagóricos de la Magna
Grecia10. El lapso, empero, que va desde éstos últimos testimonios
mencionados (en torno al siglo II a. de n. e.) (cf. Thesleff, 1972: 59-102, esp. 73
y 83) hasta Espeusipo apenas se puede cubrir con exégesis sobre lo Uno y la
mónada11 y partes de la Epístola II, que es, sin embargo, de un autor
académico contemporáneo de Arcesilao (cf. Glucker, 1978: 33-47).

7 Numenio puede haber sido unos 15 ó 20 años mayor que Atico (floruit 176 n.
e.), influyó en éste literariamente igual que en su discípulo Harpocración. Es, por lo
tanto, posterior a los grandes gnósticos Basílides y Valentín y a los Oráculos Caldeos
(cf. García Bazán, 1991: 257). Según Porfirio Amelio había copiado la casi totalidad de
los escritos de Numenio y Plotino, su maestro, lo leía y comentaba en clase junto con
su «compañero» y «seguidor» Cronio, ambos «pitagóricos» (V.P. III, 44-45; XIV y XVII).
8 «Éste es el que buscaba (toûton ezétoun)» (PORFIRIO, Vida de Plotino III, 13, lo

que supone afinidad con el contenido e interpretación de una doctrina, y XIV, 14-16:
«Era original e independiente en sus reflexiones, aportando además en sus
explicaciones el espíritu de Amonio». La experiencia místico-contemplativa lo llevaba a
lo primero, y el acuerdo con la enseñanza de Amonio explica el Ammoníou phéron
noûn. Dice de modo equivalente Numenio refiriéndose a la escuela de Epicuro: «La
escuela epicúrea se asemeja a una república verdadera, que no está en lo más mínimo
agitada por sediciones, al tener un solo pensamiento y una intención única (koinón
héna noûn, mían gnóme echoúse)» (fr 24, García Bazán, 256) y ARNOBIO, Adv. Nat. II,
13: «Vosque ceteros, qui estis unius mentis et per easdem placitorum inceditis unitate».
Ver García Bazán, 1981: 15-16, en otro sentido.
9 Cf. nuestra tentativa de enlace en 1998a: 7-29, pero especialmente 2011:
434-473.
10 Se pueden facilitar los siguientes testimonios: Pseudo Arquitas, De princ. en

J. Estobeo I, 41, 2, 278-280 Wachsmutt (Thesleff, 19-20); Siriano, In metaph. (CAG


6.1), 166, 5ss y 183,1ss Kroll (Thesleff, 56); Alejandro, In metaph. (CAG 1), 821, 33ss
Hayduck (Thesleff, 56). Cf. García Bazán, 2011d: 328-331 y 402ss. Sobre la
aritmología antecedente y asimismo, cf. García Bazán, 2005.
11 Memorias pitagóricas expuestas por Alejandro Polihistor en Diógenes Laercio,
Vitae VIII, 25 (Hicks II, 341-342) y Vida de Pitágoras registrada por Focio en Biblioteca
Es posible sostener, por lo tanto, que la continuidad doctrinal de un
tipo de interpretación de la Academia Antigua detectable en Espeusipo y
visible en Plotino mantiene una cierta homogeneidad intermitente, que ha
hecho eclosión entre los pseudoepígrafos pitagóricos y que de ellos han sacado
sucesivamente material de instrucción los maestros seguidores de la «filosofía
tradicional» (Porfirio, Vida de Plotino XVI, al comienzo). Los datos de autores
extrahelénicos a partir de fines del siglo I a. n. e. son los que vienen a
confirmar la tesis.
Filón de Alejandría contrapone a Eudoro de Alejandría o a un
platonismo pitagorizante afín a él, el culto de los terapeutas, «Al que es, que es
superior al Bien, más puro que lo Uno y más primordial que la Mónada» y en
el mismo sentido sostiene que: «Dios está en el orden de lo Uno y de la
Mónada, pero mejor, la Mónada en el orden del Dios único; porque todo
número es más reciente que el mundo igual que el tiempo, y Dios es más
antiguo que el mundo y el creador» (FILÓN, Vit. contempl. 2 y Leg. alleg. II, 3;
además, De praem et poen. 40; Quaest. Ex. II, 68; cf. Dillon, 1977: 155-157).
Pero, por otra parte, maestros gnósticos conviven con Plotino en los cursos
que profesa Amonio Saccas12. La autodefensa de Plotino frente a los gnósticos
en la «gran tetralogía» (cf. García Bazán, 1981; 1997: 83-130) manifiesta de
este modo no sólo su sentido de fondo, sino asimismo la causa de su
virulencia y es al mismo tiempo de utilidad para conocer un poco más la
historia del platonismo preneoplatónico inmediato a Plotino y del
neoplatonismo posterior (cf. García Bazán, 2012: 4-26). De los dos maestros
gnósticos aludidos por Porfirio, Adelfio y Aquilino, poco sabemos. Del primero
se han perdido las huellas, pero con Aquilino parece que podemos ser más
afortunados. En efecto: 1º Aquilino debe haber asistido a algunas de las
reuniones de la escuela de Plotino en Roma igual que varios de sus alumnos,
probablemente entre los años 257-264, motivo por el que Eunapio informa que
fue condiscípulo de Porfirio (Vitae philosophorum ac sophistarum 457 [Wilmer
Cave Wright, 358]; cf. Garcia Bazan, 1974: 463-478; 1981: 320-321). 2º Sobre
la base principalmente del contenido refutativo del Tratado tripartito (NHC I, 5)
y el breve contenido de la información de Juan Lido (Liber de mensibus; cf.
García Bazán, 1981: 321-322), es posible conjeturar que el condiscípulo de
Porfirio sea el maestro valentiniano autor del escrito gnóstico e inspirador de
la ordenación de todo el códice I (cf. García Bazán, 1997a; 1999: 67-84, esp.
67-79; 2013: cap. V). 3º Aquilino posiblemente fue asimismo uno de los
concurrentes (phíloi) de la escuela de Amonio Saccas, como otros pensadores
conocidos, Longino, Erenio, ambos Orígenes y Plotino. Sobre la base de esta
última hipótesis percibimos que en la escuela alejandrina de Amonio se
congregaba un alumnado diverso, pero identificamos autores de al menos tres
líneas de la corriente pitagórica mayor (=«filosofía tradicional»): platónico-
pitagorizantes dualistas, cristianos gnósticos y platónicos pitagorizantes no
dualistas.
Los primeros aludidos representarán a las líneas divergentes del
platonismo pitagorizante de Numenio y Orígenes el Neoplatónico (cf. Weber,
1962; Brisson y Goulet, 2005: 804-807), los segundos a los representantes

249 (438B), R. Henry, VII, 126-128. Cf. García Bazán, 2011d: 326-328. Ver asimismo
las reflexiones de Centrone, 2000: 137-168.
En II, 9 (33),10 al comienzo: «phíloi», como cofrades o que han participado de
12

una misma escuela. Ver Atico, fr 4,6 (É. des Places, 1977: 51).
cristianos históricamente visibles en Alejandría (gnósticos) (cf. García Bazán,
2003) y los terceros a los neoplatónicos propiamente dichos, siempre fértiles
en Egipto hasta su traspaso al Oriente (cf. Wallis, 1972; Hadot, 1978).
Lo descripto permitiría explicar algunas noticias esparcidas:
a) Que los gnósticos se hayan considerado miembros de la gran corriente
pitagórica, una expresión de ella, pero que la excede, puesto que Pitágoras,
previo trámite de pasaje por los magos, también procede de Set, del que ellos
son los trasmisores puros (cf. Las tres estelas de Set [NHC VII, 5]; cf. García
Bazán, 1997c: 239-251).
b) Al planteo de Tertuliano «¿Qué tienen en común Atenas y Jerusalén? ¿La
Academia y la Iglesia?» (De Praescriptione haereticorum VII, 9; cf. Beierwaltes,
1998: 7ss), antes que los protocatólicos por medio de la arcaica doctrina
judeocristiana de las syzygía transformada y afirmada como teología
tipológica, responden los gnósticos afirmativamente: tienen que ver ambas
entre sí, puesto que a la Iglesia se debe la inspiración primordial de la
Academia (cf. García Bazán, 1999a: cap. VI).
c) Plotino, sin embargo, apoyándose en el rígido prejuicio antignóstico que
esmalta reiteradamente su enseñanza, responderá al planteo sosteniendo que
se trata de corrientes ajenas y que hay que afirmar la sola línea de la tradición
helénica de acuerdo con la universalidad de la razón y la experiencia
intelectual, contemplativa y mística, asimismo única y universal13. Numenio
de Apamea, sin embargo, deja el testimonio de que quedaba abierta la
posibilidad de que se debe investigar universalmente antes de limitarse a
afirmar la universalidad de lo helénico, y que incluso prestando atención al
fenómeno desde la perspectiva «arqueológica» compartida por muchos otros, el
Oriente no era culturalmente desdeñable (cf. Momigliano, 1989: 95-115;
Finley, 1964: 167-184; Droge, 1979: 1-11) e incluso que: «Platón es un Moisés
que habla ático». Por ese motivo los gnósticos debían ser tomados en serio, así
como los Oráculos de los caldeos e incluso la sabiduría de otros pueblos que
hablan del Bien (frs 1a [9a L], 1c [32 L], 8 [17 L]; cf. García Bazán, 2003: 231,
232 y 241-242). Esto llevará también a los cristianos ortodoxos a valorizarlo
cuando se trate de ganar a Platón para la causa evangélica como prefiguración
de la filosofía cristiana, una vez que se vaya imponiendo la concepción de la
historia como historia de la salvación o «historia de la Iglesia» (EUSEBIO DE
CESAREA, Preparación evangélica XI, 8-11; cf. García Bazán, 1998: 325-344,
esp. 336-341).
d) Numenio será también muy importante e influyente para Porfirio, aunque
no el eje del legado filosófico que sostiene constituido por Plotino y con
antecedentes pitagóricos como el de Moderato de Cádiz; pero asimismo con
inspiraciones de la «filosofía caldaica», que ya habían sido tenidas en cuenta
por Numenio. Pueden compararse al respecto los fragmentos 17 y 12 de la
obra numeniana, respectivamente, con Oráculo Caldeo 7: «Pues el Padre ha
concluido todas las cosas y las ha entregado al Intelecto segundo, al que
vosotros llamáis primero, en la medida en que pertenecéis a la raza humana» y

13 Cf. Enéadas V, 5 (10), 8 y II, 9 (33),6 y su reiterada remisión a los «arkhaîoi»

y «palaioí» (cf. Enéada II, 9 [33], 6,6 y Enéada V, 8 [31], 5 al final). Obsérvese que el
primer representante de la Nueva Academia, Arcesilao, cuando se transfiere del Liceo
a la Academia que rige Polemón, remonta la prosapia de la epokhé a Parménides,
Heráclito, Demócrito, Anaxágoras y Empédocles.
el Oráculo 5: «... Pues lo Primero, Fuego trascendente, no encierra su potencia
en la materia por sus operaciones, sino a causa del Intelecto. Porque el
artesano del cosmos ígneo es un intelecto de Intelecto» (cf. García Bazán,
1991: 214-215).

LA FILOSOFÍA EN ALEJANDRÍA

El Contra los cristianos escrito por Porfirio en Sicilia en torno al 270 (cf.
Ramos Jurado, 2006; Zambon, 2012a: 1419-1447; Dorival, 2005: 807-842), se
presentó como un desafío para la cultura cristiana alejandrina, la obra no sólo
pretendió desacreditar las creencias cristianas, una labor que con anterioridad
había llevado a cabo el platónico Celso, sino asimismo su pretendida filosofía,
frente a la griega y las creencias religiosas de los gentiles, antiguas,
tradicionales y venerables. La defensa de Eusebio de Cesarea en la Historia de
la Iglesia a la que han precedido la Crónica publicada en el 314, y la referencia
en la Preparación evangélica y, además, la condena constantiniana de los
seguidores de Porfirio al decidirse que «los arrianos deberían ser llamados
porfirianos», así lo demuestran (cf. Sirinelli y Des Places, 1974: 28-34 y X, 9,
12ss). Es precisamente Eusebio en las noticias que proporciona sobre
Orígenes el que escribe: «19.1. Testigos también del éxito de Orígenes en estos
estudios son, de los mismos griegos, aquellos filósofos que florecieron en su
tiempo y en cuyas obras encontramos mencionado a este hombre muchas
veces, unas porque les dedican sus propias obras, y otras porque le someten el
fruto de sus propios trabajos, como su maestro, para que los juzgue. 2. Mas
¿qué necesidad hay de decir esto cuando el mismo Porfirio, nuestro
contemporáneo, establecido en Sicilia, ha compuesto unas obras contra
nosotros, intentando con ellas calumniar a las Sagradas Escrituras y
menciona a los que las han interpretado? No pudiendo en modo alguno cargar
la menor acusación a cuenta de nuestras doctrinas y falto de razones, se
vuelve contra los mismos intérpretes para injuriarlos y calumniarlos, y más
especialmente a Orígenes. 3. A éste dice que lo conoció en su primera
juventud y trata de calumniarlo. Sin embargo, lo que realmente hace es
recomendarlo, sin saberlo, bien diciendo la verdad allí donde no le era posible
decir otra cosa, bien mintiendo en lo que pensaba que pasaría inadvertido, y
entonces unas veces lo acusa de cristiano, y otras describe su entrega a los
saberes filosóficos. 4. Escucha, pues, lo que textualmente dice: “Algunos, en
su afán de hallar, no el abandono, sino una explicación de la perversidad de
las Escrituras judaicas, se han entregado a unas interpretaciones que son
incompatibles y están en desacuerdo con lo escrito, por lo que ofrecen, más
que una apología a favor de lo extraño, la aceptación y alabanza de lo propio.
Efectivamente, las cosas que en Moisés están dichas con claridad, ellos
alardean de que son enigmas y les dan un aire divino, como de oráculos llenos
de ocultos misterios, y después de hechizar con el humo de su orgullo la
facultad crítica del alma, llevan a cabo sus interpretaciones”. 5. Después, tras
algunas otras cosas, dice: “Pero este género de absurdo lo han recibido de
aquel varón a quien yo también traté siendo todavía muy joven, que tuvo
enorme reputación y que aún la tiene por los escritos que dejó, de Orígenes,
digo, cuya gloria se ha esparcido ampliamente entre los maestros de estas
doctrinas. 6. Efectivamente, habiendo sido oyente de Amonio, el cual en
nuestros tiempos ha sido el que más ha progresado en filosofía, llegó a
adquirir de su maestro un gran aprovechamiento para el dominio de las
ciencias (tèn tôn lógon empeirían), pero en lo que atañe a la recta orientación
de la vida emprendió un camino contrario al de Amonio. 7. Porque Amonio era
cristiano y sus padres lo educaron en las doctrinas cristianas, pero cuando
entró en contacto con el pensar y la filosofía, inmediatamente se convirtió a un
género de vida conforme a las leyes. Orígenes, en cambio, griego y educado en
las doctrinas griegas, vino a dar en la temeridad propia de los bárbaros.
Dándose a ellas se corrompió él y corrompió su dominio de las ciencias. En
cuanto a su vida, vivía como cristiano y en contra de las leyes. Por lo que
hace a sus opiniones acerca de las cosas y de la divinidad, pensaba como
griego e introducía lo griego en las fábulas extranjeras. 8. Ya que él vivía en
trato continúo con Platón y frecuentaba las obras de Numenio, de Cronio, de
Apolófanes, de Longino, de Moderato, de Nicómaco y de los autores más
conspicuos de los pitagóricos. También usaba los libros del estoico Queremón
y de Cornuto. Por ellos conoció él la interpretación alegórica de los misterios
de los griegos y la acomodó a las Escrituras judías». 9. Esto dice Porfirio en el
libro III de los que él escribió Contra los cristianos. Dice la verdad en lo que
atañe a la educación y a la múltiple sabiduría de Orígenes, pero miente
claramente (¿porqué no había de hacerlo el adversario de los cristianos?) al
afirmar que éste se convirtió de las doctrinas griegas, mientras que Amonio
había caído en un género de vida gentil desde una vida conforme a la religión»
(Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica VI, 19, 1-9; cf. Velasco Delgado,
1973: II, 379-382; Schroeder,1987: 493-526, esp.494-509 y 517-522).
Deben hacerse dos observaciones en relación con el fragmento de
Porfirio y su transmisión por parte de Eusebio.
La primera es que la enemistad de Porfirio con los cristianos es ante
todo del orden de la creencia y que sobre ella se apoya la crítica científica:
errores filológicos, incoherencias históricas y sobre todo, doctrinas nuevas y
sin arraigo cultural en el mundo grecoparlante. A la inversa las doctrinas
filosóficas que él profesa se distinguen por su antigüedad y reconocimiento
cultural. Esto lo ha ido mostrando Porfirio en sus sucesivos choques contra
los cristianos desde su juventud (Sobre la filosofía sacada de los Oráculos y
Sobre las imágenes de los dioses). El fondo filosófico que otorga esta autoridad
es básicamente la tradición pitagórica de un platonismo pitagorizante teórico
en el que se apoya Porfirio, como antes Plotino.
Entonces es muy interesante analizar brevemente los autores con los
que se tiene afinidad para una buena formación filosófica y sobre los que
también se ha formado Orígenes. En orden de conocimiento: «Ya que él vivía
en trato permanente con Platón y frecuentaba las obras de Numenio, de
Cronio, de Apolófanes, de Longino, de Moderato, de Nicómaco y de los autores
más conspicuos de los pitagóricos. También usaba los libros del estoico
Queremón y de Cornuto. Por ellos conoció la interpretación alegórica de los
misterios de los griegos y la acomodó a las Escrituras judías». Numenio, en
tanto que pitagórico, se distingue de Moderato de Gades y de Nicómaco de
Gerasa como un pitagórico dualista, que acepta «los tres dioses» que ordenan
gradualmente la realidad y que coloca a la Mónada sobre todo, rasgos de
pitagorismo compartido, pero que no admite que la díada o materia, provenga
de la Mónada. Ésta es una distinción fundamental que lo separa de los otros
pitagorizantes, pero de la que también depende su enfoque filosófico con fuerte
influencia de los Oráculos Caldeos cuyas instancias más altas lo han influido
así como la teología irania. Dice el fr. 52 del libro Sobre el Bien conservado por
Calcidio: «Pero que algunos pitagóricos que no han comprendido rectamente la
significación de esta teoría dicen también que esta díada indeterminada y sin
medida es producida por la Mónada única una vez que ella alejándose de su
naturaleza única cambia al estado de díada (pero sería incorrecto que la que
era Mónada, que existía, dejara de ser, y la díada, que no existía, viniera al
ser, y que la materia tomara forma de Dios y la díada, sin medida e
indeterminada, de la Mónada, opinión que no corresponde ni a gente
modestamente educada)». Los otros dos son procesionistas respecto del
sustrato receptor o materia y de los sucesivos niveles de la realidad y, en este
sentido, precursores de Plotino. En una palabra, de lo simple e idéntico
proviene lo compuesto y diferente y para que esto sea universalmente posible,
es necesario que de lo simple surja lo otro que él, pluralidad indeterminada
(díada indefinida), sobre la que impone su simplicidad (díadas diversas). Este
modo de reflexión propio de la aritmología generativa pitagórica, Numenio lo
considera absurdo y mete en su concepción del universo un elemento de
irracionalidad activa coeterno con el primer principio que define su filosofía
decididamente dualista (cf. García Bazán, 1991: 197-308). Cronio suele
aparecer con Numenio. Longino es el famoso filólogo, maestro del mismo
Porfirio y de gran predicamento en el ámbito filosófico. Apolófanes, acaso sea
el discípulo de Aristón («quien distinguía nueve partes en el alma», citado por
Tertuliano (De anima 14; cf. Festa, 1935: 36), Queremón y Anneo Cornuto, son
asimismo pensadores estoicos de inclinación religiosa, el primero, maestro de
Nerón, se ha ocupado del Egipto y las ciencias ocultas (cf. PORFIRIO, De
abstinencia IV, 194-195). El último líder de la alegoría en el campo religioso,
autor del Compendio de teología griega (cf. Cornuto, 2003).
Del mayor interés asimismo es la alusión a que haya sido discípulo de
Amonio. Ha dicho Eusebio: «6. Efectivamente, habiendo sido oyente de
Amonio, el cual en nuestros tiempos ha sido el que más ha progresado en
filosofía, llegó a adquirir de su maestro un gran aprovechamiento para el
dominio de de las ciencias… Amonio era cristiano y sus padres lo educaron en
las doctrinas cristianas, pero cuando entró en contacto con el pensar y la
filosofía, inmediatamente se convirtió a un género de vida conforme a las leyes.
Orígenes, en cambio, griego y educado en las doctrinas griegas, vino a dar en
la temeridad propia de los bárbaros».
Sobre Amonio como maestro de Plotino, también escribe Porfirio: «Su
amigo… se lo llevó a la clase de Amonio, con quien no había probado todavía;
Plotino entró, oyó y dijo a su compañero: “Éste es el hombre que yo buscaba”;
y que permaneciendo con Amonio ininterrumpidamente a partir de aquel día,
adquirió una formación filosófica tan desarrollada que concibió el afán de
experimentar la filosofía que se practica entre los persas y la que florece entre
los indios… Había permanecido once años completos en la escuela de
Amonio… Y una vez que Filipo se hubo adueñado del trono, Plotino marchó a
Roma a la edad de cuarenta años… Erenio, Orígenes y Plotino, habían
concluido un pacto de no revelar ninguna de las doctrinas de Amonio,
concretamente las que ellos mismos habían extraído mientras él dictaba sus
clases… Plotino se atenía al pacto; se reunía con algunos de los que acudían,
pero mantenía arcanas las doctrinas recibidas de Amonio». Lo expresado es de
interés para el cotejo de informaciones. El Orígenes de que aquí se habla
ahora, es el Neoplatónico, el segundo que rompió el pacto de silencio -después
de Erenio- y autor de un tratado Sobre los démones y otro Sobre que el Rey es
el único Hacedor.
Cuando Plotino ingresa en la escuela de Amonio tenía 27 años, a los 38
viaja al Oriente y con 40 se instala en Roma, si nació en el 203, está con
Amonio desde el año 230 al 241 y llega a Roma en el 243. Orígenes el cristiano
nace hacia el 185 en Alejandría es dieciocho años mayor que Plotino, éste es
alumno de Amonio entre los 27 y 38 años. Orígenes durante esa época estaría
entre los 45 y 56 años. Ambos han asistido a los cursos del mismo maestro.
Pero, una cuestión añeja, ¿pueden haber sido condiscípulos? La probabilidad
parece escasa pues en el año 203 cuando nace Plotino, Orígenes con dieciocho
años ha sido puesto por el Obispo Demetrio al frente de la institución que se
denominará la Escuela Catequética de Alejandría y durante los años 230-241,
Orígenes, es ya un maestro famoso y había comenzado unos años antes a ser
invitado en el Oriente a profesar y en esta época está dedicado a fondo a
comentar los libros del Antiguo Testamento y desde el 220 convencido por su
amigo y mecenas Ambrosio ha comenzado a escribir el Comentario al Evangelio
de Juan en oposición al Comentario del Evangelio de Juan del valentiniano
Heracleón, quien ha escrito la primera exégesis conocida del cuarto Evangelio.
La estancia de Orígenes con Amonio debe haber sido por los años 208 o
próximos, bastante anteriores a la redacción de sus obras claramente
filosóficas como Sobre los principios y el Contra Celso14.
Los autores leídos en la Escuela de Plotino tenían alguna semejanza con
los que habían intervenido en la formación intelectual de Orígenes de acuerdo
con el testimonio leído de Eusebio de Cesarea, siguiendo a Porfirio. Porque
escribe Porfirio más tardíamente por el 290 en Vita Plotini XIV: «En los escritos
de Plotino están latentemente entreveradas las doctrinas estoicas y las
peripatéticas, y también está condensada la Metafísica de Aristóteles… En
clase se le leían los Comentarios o de Severo, o de Cronio o de Numenio, o de
Gayo o de Ático, y, de entre los peripatéticos, los de Aspasio, Alejandro,
Adraste y de los que cayeran en sus manos. Pero no tomaba nada de ellos sin
más ni más, sino que era original e independiente en sus elucubraciones,
aportando además en sus disquisiciones el espíritu de Amonio». Sobre la
expresión “el espíritu de Amonio» algo se ha dicho más arriba. Los autores
citados, como aclara J. Igal, son del siglo II o comienzos del III. Severo, Gayo y
Ático son platónicos; Numenio y Cronio pitagóricos enfrentados, Alejandro de
Afrodisia, peripatético.
De entre todos estos autores los que vale la pena seleccionar por
pertenecer a una misma orientación son los adherentes al platonismo
pitagorizante que siguen una línea doctrinal que remonta a la Academia
Antigua a Espeusipo, el sobrino de Platón, que como él mira a los pitagóricos y
pitagoriza. Esta línea fuertemente tradicionalista no pasa desapercibida para el
enfoque judío, externo a lo que va ser posteriormente la ortodoxia judía, el
rabinismo consolidado progresivamente con la escuela de Yabné o Jamnia
desde el último cuarto del siglo I de nuestra era (cf. Stemberger, 2011;
Boyarin, 2004). De este modo Filón de Alejandría, asumiendo conceptos
pitagóricos sobre la aritmología y otros, se opone en más de una oportunidad
a Eudoro de Alejandría. Es claro lo que hemos dicho más arriba, Filón de
Alejandría contrapone a Eudoro de Alejandría o a un platonismo pitagorizante
afín a él, el culto de los terapeutas, «Al que es, que es superior al Bien, más
puro que lo Uno y más primordial que la Mónada» y en el mismo sentido
sostiene que: «Dios está en el orden de lo Uno y de la Mónada, pero mejor, la

14 Entre el 229 y 230 la primera obra y 248 la segunda.


Mónada en el orden del Dios único; porque todo número es más reciente que
el mundo igual que el tiempo, y Dios es más antiguo que el mundo y el
creador» (Filón, Vit. contempl. 2; Leg. alleg. II,3; cf. De praem et poen. 40;
Quaest. Ex. II, 68; cf. Dillon, 1977: 155-157). Pero él mismo adopta la
terminología platónica y su interpretación platónico pitagorizante puesta al
servicio de su concepción judía de Dios. De este modo puede decir: «Como el
alma que Dios apacienta posee a lo Uno y solo [to hen kai mónon], de quien
dependen todas las cosas, es normal que nada otro necesite» (Agric. 54). «Dios
que es solo y uno en sí mismo [mónos kai katá autón heís], y nada hay
semejante a Él» (Leg. Alleg. II, 1), aquí la remembranza parece ser al uno de la
primera hipótesis del Parménides cuya simplicidad no admite ningún tipo de
relación interna o externa, entre ellas la semejanza, que presupone los géneros
de lo idéntico y de lo diferente. Es incluso más sugestivo este otro texto:
«Porque que lo que es realmente Uno, Solo y puro [to hen kai mónon kai
katherón óntos] ha engendrado de sí solo, sin hacer uso en absoluto de
ninguna materia» (Heres. 216), en este momento en referencia a Filebo 63B,
sin recurrir literalmente al texto, sólo por el sentido, ya que aquel dice:
«mónos, éremon, eilikrínes»15. Dos líneas se demarcan desde los comienzos del
siglo I: el pensamiento creacional que utiliza al platonismo y al pitagorismo y
los subordina y el platonismo pitagorizante que se conserva y desarrolla y del
que viene el neoplatonismo de Plotino, que como hemos comprobado es
diverso del de otro autor muy influyente, Numenio de Apamea, y cuyo uso de
la exégesis alegórica influirá fuertemente en Porfirio: El antro de las ninfas o
las Cuestiones homéricas. En la escuela de Amonio estos maestros tan
notables han aprendido filosofía a fondo: Longino, diez años menor que
Plotino, que no es un mero filólogo, no obstante la afirmación un poco
desdeñosa de Plotino; Numenio, de quien se dice sin fundamento que Plotino
lo plagiaba, el gran Orígenes y los gnósticos «cofrades de Plotino»,
posiblemente Basílides. Más tarde, después de la irrupción de Jámblico de
Calcis (240-325) en el platonismo ateniense y el fortalecimiento del
neoplatonismo teúrgico con Plutarco de Atenas, Siriano y Proclo, el cuadro
tomará nuevos colores. Efectivamente, Proclo (412-485) cursados los estudios
introductorios de filosofía en Alejandría, retorna a Atenas dirigiéndose
directamente a Siriano. Tiene 19 años. Siriano lo condujo personalmente a
Plutarco de Atenas, jefe de la Academia, y completa sistemáticamente su
preparación en Aristóteles, Platón y las tradiciones más secretas (órficas y
caldaicas).
La Escuela platónica de Atenas, establecida institucional y oficialmente
por Marco Aurelio conjuntamente con la peripatética, la estoica y la epicúrea,
desde los comienzos del siglo IV, es codiciada por «filósofos de afuera» según
la expresión de Juliano, y si bien los seguidores de Teodoro de Asinia
fracasaron en su intento, los adeptos de Jámblico tuvieron éxito. Plutarco el
Anciano, Nestorio el Mayor, Nestorio padre de Plutarco de Atenas, todos
anteriores a Siriano, son pensadores pertenecientes a una misma familia. La
continuidad de este renacimiento académico, se fractura con Siriano, que sólo
es escolarca de la Academia, pero se reconstruye con Proclo, quien al ser
recibido por Asclepigenia, la hija de Plutarco, recoge asimismo el depósito

15 Los pasajes citados han sido ya reunidos por Festugière, RHT IV, 20-21, en

relación con el mismo tema, aunque su interpretación difiere en varios detalles (cf.
García Bazán, 2011d: 312, n. 35).
iniciático que ésta había recibido de Nestorio y del progenitor. Se reúnen así
de nuevo en una misma persona las funciones teórica y práctica,
contemplativa y teúrgica, reactualizándose la línea de los filósofos íntegros o
hieráticos propugnada por Jámblico de Calcis. Efectivamente el elemento
teúrgico otorga al sistema de las hipóstasis, las tres plotinianas y sus
intermediarios, como lo ha desarrollado Jámblico (cf. García Bazán, 2000:
124-126), un dinamismo completo por el que las almas no sólo comprenden,
sino que asimismo siguen la voluntad de los dioses, uniéndose a ellos a través
de sucesivas potencias unificadoras. De este modo este neoplatonismo
pitagorizante ateniense seguidor de Jámblico, no sólo recupera en el ámbito
filosófico bajo otra luz, la efectividad práctica de la tradición mistérica, sino
que al mismo tiempo logrará resistir con relativo éxito al avance de la religión
cristiana.
Lo expresado se puede comprobar sintetizado en los fragmentos del
Comentario a la filosofía caldaica, conservados por M. Pselo, cuya tarea le
insumió a Proclo cinco años de su existencia. Se confirma de este modo como
tornando a Plotino (cf. Beierwaltes, 1991: 142-1999) teniendo en cuenta a
Jámblico, el alma se unifica paralelamente con el ejercicio sobre la unificación
del Intelecto. Pero «la flor del alma», no es «la flor del Intelecto», sino su
análoga, porque el alma es «sustancia una y múltiple, indivisible y divisible», la
presencia de Dios en el alma unificada es reflejo del Uno solo, unión divina
teúrgica, pero no toque de identidad como en Plotino (cf. Extractos del
Comentario de Proclo a la filosofía caldaica V, en García Bazán, 1991: 118-122;
Marino, Vita Procli XXVIII, 67-68, en Boissonade, 1814: 53-54). Se explica por
todo esto la influencia en bloque de Proclo y las enseñanzas de la Escuela de
Atenas en el Corpus dionysiacum, tanto en lo especulativo como en lo práctico,
facilitando el marco de jerarquías ontológicas y sagradas, pero en el cuadro de
la creación desde la nada y la historia, transformando, por lo tanto, el ex opere
operato teúrgico en sacramental, y esto tanto desde el punto de vista
pneumático e iniciático gnósticos, como litúrgicamente católico (cf. García
Bazán, 1993: 169-188; Trouillard, 1972: 171-189; Shaw, 1999: 573-599)16.
En Alejandría la Escuela neoplatónica, pese a serias dificultades y
desencuentros de naturaleza religiosa con el cristianismo local, pudo
continuar fiel a la misma orientación hierática, como se observa poco antes
(Hermias, Amonio de Hermias) y después del edicto de Justiniano de cierre de
la Academia de Atenas (circa 529 n. e.; cf. Cameron, 1971: 281-290).
Superados los excesos, la presión cristiana en Alejandría, empero, ha sido en
este caso beneficiosa tanto para la continuidad como para la prolongación sin
rupturas del neoplatonismo una vez que los escolarcas alejandrinos llegaron a
ser cristianos. El acuerdo de Amonio con el Patriarca de Alejandría Atanasio II
parece haber sido en este aspecto productivo (cf. Damascio, 351a 11-14, en
Focio, Biblioteca 242, 292)17 y las figuras de Asclepio y Olimpiodoro, como las
de Juan Filopono, por una parte, y Elías, David y Esteban (siglo VI y

16 Sobre la tradición de la Escuela de Atenas, cf. Saffrey y Westerink, 1968:

XXVI-XLVIII.
17 «Amonio, cuya avidez por la ganancia era vergonzosa y que lo observaba todo

bajo el ángulo de la utilidad, estableció un acuerdo con el que entonces era el obispo
de la creencia común». Ante el comentario sarcástico de Damascio, estilo que le es
habitual, seguimos la interpretación equilibrada Wolska, 1962: 149. Ver asimismo
MacCoull, 1995: 47-60 (esp. 52 y n. 29); Blumenthal, 1996: 39-40 y 50.
comienzos del VII), centrales para la adaptación y proyección del
neoplatonismo tanto en Oriente como en Occidente hasta nuestros días (cf.
Blumenthal, 1996: 38-51; Benakis, 1982, 75-86 y 248-249; Tempelis, 1997a:
207-217; Tempelis, 1997b: 310-327; Tempelis, 1998; Westerink, 1980: 93-99)
y el crecimiento del neoplatonismo alejandrino asimismo hierático y sus
choques con el cristianismo hasta su extinción o emigración al Oriente la
actividad filosófica no cristiana se habrá reducido al mínimo, pero la filosofía
cristiana habrá tomado definitivamente la posta. ¿Cómo fue esto posible?

LA IGLESIA DE ALEJANDRÍA Y LA FILOSOFÍA

Los orígenes del cristianismo alejandrino son oscuros, al punto de que dada la
presencia masiva de datos heresiológicos en Alejandría se ha llegado a
sostener que en esta ciudad las formas heréticas de la religión cristiana fueron
anteriores a la ortodoxia (cf. Bauer, 1934), una afirmación que ha quedado sin
fundamento. Lo que es cierto es que una diversidad de corrientes cristianas ha
convivido en el Delta, especialmente judeocristianas, protoortodoxas,
encratitas y gnósticas18. Pero aquí enseñaron Basílides y Valentín y otro de
sus contemporáneos, Carpócrates. Sobre Basílides y Valentín afirma Clemente
Alejandrino: «Ciertamente, la enseñanza del Señor durante su venida,
comenzada bajo el imperio de Augusto [del 30 a.C. al 14 d.C. –Jesús nace
dentro del 7 al 5, viviendo todavía Herodes el Grande que muere en el 5 a.C.–]
y de Tiberio César [14 al 37 –Jesús muere el 7 de abril del 30–], se termina
hacia la mitad del período de Tiberio, y la de sus apóstoles, al menos hasta el
ministerio de Pablo, termina en tiempos de Nerón [54-68 –martirio de Pedro en
Roma en el 64 y por las mismas fechas Pablo-]; en cambio, los que inventaron
las herejías han surgido bajo los tiempos del emperador Adriano [117-138] y
se alargaron hasta la mitad de la época de Antonino el Viejo [138-161], como
Basílides –aunque se atribuya como su maestro a Glaucias el íntérprete de
Pedro, como ellos mismos se vanaglorian–. Del mismo modo también dicen
que Valentín, ha sido discípulo de Teodas, habiendo sido éste íntimo conocido
de Pablo» (Strom. VII, 106, 4; cf. Merino, 2005: VII, 542-545; Orbe, 1955: 61,
n. 183; 1972: 25-26). Más adelante amplia Clemente su información siguiendo
a Justino de Roma e Ireneo de Lyon, pero tratando de precisar un punto
sugestivo en relación con Basílides y las tradiciones de Matías: «Ahora bien,
entre las herejías hay algunas que son mencionadas por un nombre, como la

18 Según Hch 6,7, hay judíos de Alejandría en Jerusalén cuando el martirio de


Esteban. La Epístola de Bernabé, el Apocalipsis de Pedro, los Hechos de Juan (entre
150-200), la predicación de Pedro (anterior al 115), el Evangelio de los hebreos, el
Evangelio de los egipcios, la Epistula Apostolorum y los Oráculos Sibilinos, judíos y
cristianos; pero asimismo, los antiguos manuscritos cristianos de comienzos y
mediados del siglo II, el Papyrus Rylands 457 – Jn 18, 31-33 recto y 18, 37-38 verso –
y el Papyrus Egerton 2 (cf. Jakab, 2004: 35-61). Son sus testigos también los escritos
apócrifos o edificantes que circulaban sin dificultades como el Evangelio de los hebreos
y el Evangelio de los egipcios, mencionados por Clemente Strom. II, 45, 5, V, 96, 3; III,
45, 3; 63, 1-2; 64, 1; 66, 1-2; 92, 2-93 y lo mismo por Orígenes. Ver asimismo lo
expresado en Homilía Pseudoclementina. I, 12, 3- 22,6 que coloca en Alejandría las
actividades de predicación de Bernabé proveniente de Palestina, desde donde éste
parte de nuevo para reencontrarse con Pedro en Cesarea (cf. Schneider y Cirillo, 1999:
82, n. 15; Jakab, 1991; Griggs, 1991).
de Valentín, la de Marción y la de Basílides, aunque (los de ésta) se jacten de
atraerse la fama de Matías, ya que una ha sido la enseñanza de todos los
Apóstoles, y del mismo modo la tradición» (Strom. VII, 108, 1; cf. Merino, 2005:
VI-VIII, 547; Hipólito, Elenkhos, VII, 20, 1).
El mismo Clemente, además, en sus Hypotyposeis I, 8, posterior a la
Stromata VII, según Eusebio escribe en Historia eclesiástica II, 1, 4ss daba, por
otra parte, noticias menos vacilantes y más incitantes para la búsqueda al
comentar: «A Santiago el Justo, a Juan y a Pedro, el Señor resucitado les
transmitió la gnosis. Éstos se la transmitieron a los demás apóstoles, y los
demás apóstoles, a los Setenta, de entre los cuales uno era Bernabé» (Orbe,
1955: n. 64; 1976: 518)19. En estas declaraciones no sólo se distinguen las
cabezas de tres grupos internos a los doce, las «columnas» de Gálatas 2,9, sino
que asimismo se fortalece con la mención a Bernabé la Epístola de Bernabé
como un documento del medio alejandrino, y se permite recordar la enseñanza
sobre la tradición apostólica basada en el Cristo Resucitado de dos fuentes
directas de Nag Hammadi: El Apócrifo de Juan al comienzo y la Epístola
Esotérica de Santiago a todo lo largo. Atendiendo a la coherencia de la obra
clementina, no se ofrece aquí una adhesión a la gnosis del gnosticismo, pero sí
un reconocimiento de que la enseñanza recibida en contacto con el «cuerpo de
resurrección» aumenta la profundización del conocimiento en la formación del
«verdadero gnóstico». Por otra parte, si nos ajustamos también a Basílides,
teniendo en cuenta los datos cronológicos adelantados, acerca de él precisaba
Eusebio de Cesarea en su Cronología que enseñó en Alejandría en la época de
Adriano (117-138) coincidiendo con Clemente, pero facilitando también un
dato más preciso al decir que había comenzado aquí su docencia en el año
133 (cf. Jerónimo, De viris illustribus, cap. 21)20. Los basilidianos se han
mantenido activos con continuidad en el Bajo Egipto al menos hasta el siglo
IV, pues también testimonia Clemente refiriéndose a la fiesta del bautismo de
Jesús: «Hay quienes con una curiosidad excesiva señalan no sólo el año, sino
también el día del nacimiento de nuestro Salvador [probablemente se refiera a
Sexto Julio Africano y seguidores], y afirman que tuvo lugar el día 25 del mes
de Pachón del año 28 de Augusto [o sea, el 25 de diciembre.del 3 a.C.]. Los
discípulos de Basílides también festejan el día de su bautismo, y pasan la
noche anterior leyendo en público. Afirman que aquel bautismo sucedió el año
décimo quinto de Tiberio César, el 15 del mes de Tybí [10 de enero del 28 ó
29]; en cambio, otros dicen que tuvo lugar el día undécimo del mismo mes [6
de enero]». O sea que Basílides que es un cristiano que procede de Antioquía,
ha profesado más tarde en Roma y que enseña en Alejandría por varios años
(Strom. I, 145, 6 y 146, 1-2, respectivamente, Merino, 2005: I, 347; cf. Ireneo,
Adv. Haer. I, 24, 1-2 vinculado a Saturnino y ver Pearson, 1991: 461-462 y
2007. 134-144), debe haber nacido en torno al año 80, para haber podido
recibir su enseñanza tanto de Glaucias el traductor de Pedro († en torno al

19 Sobre la posición literaria de las Hypotypóseis dentro de la obra clementina,


lo más posible es que haya sido redactada en cronología paralela o posterior con las
Stromateis. Ver Méhat, 1966: 519-Int., quien reconociendo las dificultades de una
solución, opta no obstante por su posterioridad (cf. asimismo Bucur, 2009: 313-335).
20Probablemente alejándose de Antioquía por las consecuencias riesgosas que
se podían anticipar del levantamiento de Bar Kokeba.
64), como de haber integrado el círculo de Matías y su escuela21, haberse
afirmado en Alejandría cuando era un maestro de edad madura y reconocido
autor de 24 libros de exégesis sobre el Evangelio (Exegetica, Fragm. 2 – Strom.
IV, 81,1- y fragm. 6 – Strom. VI, 53, 2 y asimismo Agripa Castor en Eusebio de
Cesarea, Historia Eclesiástica IV, 7, 5-8). Su doctrina fue seguida,
especialmente en el plano ético por su hijo Isidoro (cf. fragmentos 5, 6 y 7) y se
mantuvo floreciente por casi dos siglos, lo que explica no sólo la prematura
Refutación de Agripa Castor contra él (Eusebio de Cesarea, Historia
Eclesiástica IV, 7- 5-8), sino asimismo el empleo que hace de sus materiales
Hegemonio en sus Acta Archelai contra los maniqueos (cf. Fragm. 1, Acta
Archelai et Maneti 67, 4-12; García Bazán, 1976: 132-144), la existencia de
basilidianos que celebran anualmente el bautismo de Jesús, como hemos
dicho, y la presencia de alusiones al personaje en dos escritos del NHC VII, los
que coinciden con la peculiar representación del docetismo que le atribuye la
noticia de san Ireneo sobre Basílides en relación con Simón de Cirene (Adv.
Haer. I, 24, 4). Ambos aspectos de su enseñanza ratifican la doble vinculación
de la doctrina basílidiana: su énfasis sobre los rasgos docéticos en relación
con la cruxifición de Jesús que habría difundido en Roma en el pasaje entre
Antioquía y Alejandría, y el mayor fortalecimiento que ellos habrían recibido
en Alejandría en confrontación con las tradiciones alejandrinas de Marcos
(TratGSt 55, 15 – 56, 35 y ApPe 81, 1-25)22. Es asimismo posible que Basílides
haya sido un pensador cuya potente capacidad especulativa, haya gravitado
en la aproximación del platonismo pitagorizante al futuro neoplatonismo
contemplativo romano por su influencia en Numenio el Pitagórico, la presencia
de éste en la escuela de Amonio Saccas y el uso de sus escritos en la
enseñanza de Plotino y de Porfirio23.
Valentín, por su parte, egipcio de nacimiento, que ha visto la luz en
Frebonite del Delta en torno al 100 (Epifanio, Panarion, XXXI, 2, 2), ha tenido
conocimiento de las enseñanzas de Basílides en Alejandría24, ha recibido una
formación filosófica platónica (cf. Fragm. 8 de Hipólito, La gnosis eterna I, 162
y Tertuliano, De praescriptione haereticorum 7, 3 (Alcover, 2000: 253), ha
enseñado en esta misma tierra entre los diecisiete y cuarenta años y ha
llegado a Roma desde Alejandría en el año 139. Su magisterio en Roma ha

21 «Pues bien, Basílides e Isidoro, el hijo legítimo y discípulo de Basílides, dicen


que Matías les había dicho doctrinas secretas, que oyó del Salvador en enseñanza
privada; por lo tanto veamos cuán claramente Basílides e Isidoro y todo el círculo de
ambos calumnian francamente no sólo a Matías, sino también al mismo Salvador»
(Elenkhos VII, 20, 1; La gnosis eterna I, 129).
22 Epifanio de Salamina, que es de esta misma época, confirma que la herejía
de Basílides conserva su actualidad en el presente, en Panarion XXIV, 1,4. Cf. García
Bazán, La gnosis eterna I, 2003: 127-146, M. Tardieu, 1994: 84-89; Dubois, 2011. 19-
37; Jakab, 2004: 69-71. Sobre la tradición de Marcos en Alejandría en relación con la
Iglesia copta, véase Fernández Sangrador, 1994: 55ss. y 89ss.; Jakab, 2004: 45-49,
opta por atribuir esta tradición local, a su entender surgida a fines del siglo III, a una
tentativa de legitimación eclesiológica romana fundada en la derivación Pedro y
Marcos, su intérprete. Ver asimismo Martin, 2003: I, 105-119.
23 Cf. la noticia completa de Hipólito, Elenkhos, VII, 1, 14 y 19, 9 -27, 13; La
gnosis eterna I, 128-139; García Bazán, 1991 y Orbe, 1976a: 81-107 y 1976b: 251-
284. Ver también las sugerencias de Quispel, 2000: 152-154.
24Cf. lo dicho sobre ambos por Clemente, Strom. IV, 89, 1-3 y 4-5; cf. Pearson,
1991: 461-462 y Layton, 1987: 217 ss.
sido notable en el tiempo de Antonino Pío (139-161) y desde aquí frustrado en
la tentativa de extender la profundización de las creencias de la comunidad
eclesiástica romana con su mensaje religioso y al mismo tiempo en sus
aspiraciones episcopales, se ha visto obligado a retornar a la atmósfera
eclesiásticamente más flexible de Alejandría en donde ha proseguido con su
enseñanza. Es probable que su homilía original conocida como el Evangelio de
la Verdad (NHC I, 3), la haya pronunciado ante un grupo restringido de
seguidores en Alejandría antes del año 170 correspondiente a su muerte, igual
que otras piezas del mismo género, como «Sobre los amigos» de la que guarda
registro Clemente25. Asimismo la noticia conservada por el Pseudo Antimo de
Nicomedia en De sancta Ecclesia 9, acerca de la Trinidad (cf. Fragm. 9, La
gnosis eterna I, 163), mantiene sus ecos y un desarrollo más amplio en el
Tratado tripartito –NHC I,5–26, como oportunamente hemos demostrado, y es
posible que la corriente tomasiana o de seguidores de Dídimo Judas Tomás
difundida desde Jerusalén a Siria y desde aquí posteriormente a Alejandría
también lo haya influido de acuerdo con lo que dice Hipólito en Elenchos VI,
42, 2 -fragm 7- sobre «el niño pequeño» visto por Valentín, lo transmitido por
el Evangelio de Tomás en las sentencias 22 y 46, y así también el símbolo
desarrollado por el relato del Himno de la perla de los Hechos de Tomás sobre
el joven príncipe liberado de la serpiente (cf. Layton, 1987: 217ss). Los
discípulos de Valentín, Teodoto, Ptolomeo y Heracleón han estado asimismo
familiarizados con el gnosticismo alejandrino e incluso son oriundos de
Alejandría y asimismo Carpócrates perteneciente a los grupos arcaicos de
gnósticos y confusamente incluido entre los «gnósticos libertinos», ha sido de
Alejandría y enseñado en esta sede cristiana27.
Y ciertamente adeptos valentinianos como Teodoto y Heracleón
difundieron sus escritos y en esta zona de Alejandría se dio una escuela de
traductores al copto de libros gnósticos redactados directamente en griego
(biblioteca de Nag Hammadi, códices de Bruce y de Askew, Códice Tchacos
que incluye El evangelio de Judas, Papiro gnóstico de Berlín 8502). Aquí
mismo Clemente de Alejandría y Orígenes conocieron las muestras directas de
esta literatura gnóstica y la combatieron con el estilo de la cultura religiosa de
la Iglesia alejandrina, diverso de la tradición antioqueno-romana.
¿Qué se puede decir de estos desarrollos? En primer lugar se debe
distinguir entre el nacimiento y desarrollo de la filosofía cristiana en Roma
por la actividad individual de Justino Mártir, adherente de la línea eclesiástica

25 Alusiones a la primera obra en Ireneo, Adv. Haer. III, 11, 19 y el Pseudo


Tertuliano, Adv. omnes haer. IV. Ver asimismo Quispel, 2000: 233-263, en donde
también se reflexiona sobre el NHC I completo. Sobre el segundo escrito, ver en fragm.
6, Strom. VI, 52, 3-4, La gnosis eterna I, 162.
26 Ver Textos gnósticos I, 133-138 y García Bazán, 2010:
http://www.sihc.com.ar; y asimismo, 2011: 175-194.
27 «Este Epífanes, del que también se consiguen los libros, fue hijo de

Carpócrates y el nombre de su madre era Alejandra. Por la parte paterna era


alejandrino, y por la materna cefalonio. Vivió en total diecisiete años y se le venera
como un dios en Same de Cefalonia», Clemente, Strom. III, 5, 2, La gnosis eterna I, p.
149 y asimismo: «De donde también Marcelina que vino a Roma bajo Aniceto, puesto
que participaba de esta doctrina (la enseñada por Carpócrates), llevó a muchos a la
perdición. Empero se llaman “gnósticos”», Ireneo, Adv, Haer., I, 25, 6: La gnosis eterna
I, 149.
de pensamiento antioqueno-romana, atraído a la Ciudad Eterna por el papa
Higinio (138-142), según lo hemos tratado de mostrar en «Justino de Roma, el
primer filósofo católico» (García Bazán, 2011b: 11-34) y el cultivo de la filosofía
cristiana en Alejandría, lo que se lleva a cabo dentro de una escuela de
maestros que se basan en la sucesión, lo que es más ajustado a las escuelas
de filósofos de la época.
Ambos panoramas intelectuales se construye sobre la siguiente base de
ideas que son asimismo más amplias y completas de información en Eusebio
que en Justino e Ireneo de Lyón.
Abierto el hiato de desencuentro entre las comunidades eclesiásticas de
Antioquia y Jerusalén, la línea Antioquia-Roma se consolidará con el
reconocimiento del obispado monárquico como supervisor general de los
obispos sufragáneos de las iglesias domésticas en Antioquia por parte de los
obispos Evodio e Ignacio de Antioquia en contraposición con los
representantes del docetismo gnóstico y se fortalecerá posteriormente con el
reconocimiento del presbítero Clemente en su Carta a los corintios (año 96) del
carácter de «columnas» de los apóstoles Pedro y Pablo como fundadores de la
Iglesia de Roma (cf. García Bazán, 2006: cap. IX). Ireneo de Lión (180)
vinculándose a Policarpo de Esmirna, será especialmente cuidadoso en el
establecimiento de la línea de sucesión de los obispos de Roma (Pedro-Lino-
Anencletos-Clemente-Evaristo) en contraposición a la sucesión ficticia de los
heresiarcas con sus respectivas escuelas. De Justino Mártir tomará la
segunda interpretación basándose en su Tratado contra todas las herejías, y la
organización de las escuelas filosóficas; pero de Hegesipo la conformación de
su lista de obispos, combinando la sucesión de las escuelas filosóficas que
conservan la verdad de la enseñanza con la sucesión de los sumos sacerdotes
del judaísmo, que mantienen la autoridad y son garantía de la ortodoxia
(Williams, 2005: 85ss y 123ss).
San Ireneo tratará de imponer su punto de vista ortocrático y ortodoxo
asimismo en Alejandría (cf. Adv. Haer, I, Int.; Roberts, 1979: 23 y 53), pero el
personaje más influyente en esta geografía será Julio Africano el que tomando
elementos de Hegesipo, tratará en su Cronografía de formar listas de obispos
que beneficien al obispo Demetrio frente a Orígenes y el control de las
sucesiones de maestros de la Escuela Catequética por la diadokhé de obispos
(Williams, 2005: 123ss). La misma tarea frente a las doctrinas apocalípticas,
los intérpretes a ellas adherentes y la adhesión a la cultura griega de los
obispos Ceferino y Calixto cumplirá el anónimo autor de la Refutación contra
todas las herejías como aliado del pretendiente Hipólito de Roma (cf. Williams,
2005: 161ss)28.
Eusebio de Cesarea retomará este conjunto de informaciones en dos
oportunidades, en primer lugar en su Cronología que escribe inmediatamente
después del Edicto de Milán, en el 314, y que utiliza datos reunidos por Julio
Africano en su Cronografía y por Hipólito de Roma en su Crónica. Ofrece
cuatro sucesiones de Obispos, de Jerusalén, Antioquia, Alejandría y Roma y
su fin apologético será mostrar que la religión judía de la que el cristianismo
es la continuación, es más antigua que cualquier otra concepción religiosa.
También siguiendo la Historia de la Filosofía de Porfirio la trata de desacreditar

28 Esta solución sin refutar la original tesis de M. Marcovich agrega


importantes matices a su interpretación.
y superar por una producción más verosímil y así demoler su ataque a los
cristianos (el Contra los cristianos, que se ha tratado más arriba). La base de
esta transmisión es la sucesión de los obispos continuadores de los apóstoles,
que reeditan la sucesión de los sumos sacerdotes judíos siguiendo la
argumentación de Flavio Josefo, pero partiendo de Jesús Nazareno, el sumo
sacerdote que ascendió a los cielos. En las ediciones de la Historia eclesiástica
el Obispo de Cesarea retoma estos elementos y los perfecciona. Es cuidadoso
en prestar atención a las listas académicas de maestros que conocen la
Escritura y la exponen filosóficamente haciendo uso de la alegoría: Marcos, el
intérprete de Pedro, Panteno, Clemente, Orígenes, Heraclas y Dionisio.
Doctrinalmente conservan la tradición cristiana y la trasmiten. Para las
sucesiones de filósofos herejes también es cuidadoso el Obispo de Cesarea.
Retorna hasta Palestina tomando materiales de Hegesipo. Parte de las siete
sectas filosóficas (hairéseis) judías, desde las que llegaron doctrinas tóxicas al
cristianismo a partir de Tibutis y Simón Samaritano, rastreando desde ellos
las enseñanzas nocivas. Paralelamente con estos puntos de partida de las
herejías dañinas presenta las sectas pseudoproféticas, comenzando por los
montanistas.
Eusebio, por otra parte, en un alarde de rigor, como hemos ido
explicando, toma el modelo de las Antigüedades judías de Josefo sobre la
sucesión de los sumos sacerdotes judíos y lo aplica a las sucesiones
episcopales. Los obispos son los líderes espirituales que conservan la
identidad del pueblo cristiano y de este modo deben cuidar también la rectitud
de la investigación filosófica.
En resumen y manteniéndonos fuera del canon de las Escrituras cuyo
espíritu basado en la regla de fe todavía no se ha materializado. En Ignacio de
Antioquia y la I Epístola de Clemente −fines del siglo I− los obispos
monárquicos deben custodiar el orden de los presbíteros y de los supervisores
de las iglesias domésticas. La sucesión episcopal es garantía del orden más
abarcativo. En el siglo II Hegesipo e Ireneo conforman listas de sucesiones
episcopales para distinguir y garantizar las sucesiones auténticas de las falsas
y el control del orden eclesiástico y doctrinal frente a los gnósticos. En el siglo
III Julio Africano e Hipólito romano emplean las listas de obispos para afirmar
la autoridad episcopal frente a otros líderes eclesiásticos que pretenden
ocupar cargos que son tan respetables como las sucesiones de los sumos
sacerdotes del judaísmo, al pertenecer al «nuevo Israel». Esa autoridad ni se
debe contaminar ni permitir la aceptación de errores doctrinales de naturaleza
filosófica. En la segunda década del siglo IV, Eusebio de Cesarea en un primer
momento afirma la superioridad de la Iglesia cristiana frente a la rivalidad de
la cultura griega bajo la forma de la filosofía neoplatónica. Posteriormente
presenta en la Historia eclesiástica de manera completa una doble sucesión
episcopal y de filosofía religiosa para confrontar con un mundo cultural más
amplio con pruebas visibles de continuidad y coherencia.
Esta doble escala de la tradición cristiana alejandrina, reflejada en la
continuidad académica y episcopal, presenta una superior flexibilidad en
comparación con la tradición antioquena-romana. Esta última es académico-
catequética, mientras que la alejandrina ha procurado ser episcopal-
investigativa. La formulación de «la filosofía sierva de la teología», tiene su
origen en la escuela de Alejandría, en Clemente, Stromata I, 30, 1: «Al igual
que el ciclo de estudios (ta enkyklía mathémata) es útil para la filosofía, que es
su reina, así también la misma filosofía contribuye a la adquisición de la
sabiduría (sophía). La filosofía, pues, es una práctica de la sabiduría
(epitédeusis sophías); la sabiduría, en cambio es la ciencia (epistéme) de las
cosas divinas y humanas y de sus causas. La sabiduría es la señora de la
filosofía, como ésta lo es de la propedéutica» (Orbe, 1966: 244ss, con erudición
sobre el texto). E siendo literalmente fiel a Filón y a la superioridad de la
enseñanza bíblica frente a la platónico pitagorizante, «el amor al saber es
siervo de la Sabiduría»29. Este cuadro comparativo y controvertido que hemos
esbozado para ser completo exige que la cuarta pata de la mesa no sea dejada
en la oscuridad, sino traerla a la luz: la original y originante Iglesia de
Jerusalén.

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29 «Y por cierto que, así como los estudios generales contribuyen a la

adquisición de la filosofía, así también la filosofía concurre a la adquisición de la


sabiduría. La filosofía, en efecto, es la búsqueda de la sabiduría, y la sabiduría es el
conocimiento de las cosas divinas y humanas y de las causas de ellas. Viene a ser,
pues, la filosofía la sierva de la sabiduría, así como la cultura general lo es de la
filosofía», Sobre la unión con los estudios preliminares 79, XIV (Treviño, 1976: III, 91).
Ver asimismo Martín 2012: vol. III, 223-281, con traducción y notas de M. Coria).
Decía pitagóricamente Nicómaco de Gerasa: «La filosofía es para nosotros, como lo he
dicho, el deseo de la sabiduría, la sabiduría es la ciencia de la verdad que está en los
seres, los seres son unos los propiamente dichos y los otros por homonimia…Seres
propiamente dichos y seres por homonimia, es decir, los inteligibles y los sensibles»,
Introducción a la aritmética I. II, 3-4. Glosa Jámblico en su Comentario 5-6 (Romano,
1995: 206-209): «Decíamos que fue Pitágoras el primero que usó el nombre de
“filosofía” y dijo que ésta es deseo (órexis) o una especie de amor (philía) a la sabiduría,
y que la sabiduría es ciencia (epistéme) de la verdad de los seres. Y con la palabra
“seres” se refería a los inmateriales (áula) y permanentes (aídia) que son también lo
sólo enérgico (drastiká) del ser…y de las cosas que no son por naturaleza objeto de
ciencia, tampoco es posible pensar que haya ciencia. La filosofía, por tanto, no puede
ser naturalmente deseo de una ciencia que no pueda existir, sino mejor de aquella que
es la ciencia de los seres propiamente dichos y que son siempre idénticos y del mismo
modo y coherentes siempre con su denominación de seres». Frente a este modo de
entender el nombre “filosofía” que retoma la arcaica enseñanza del mismo Pitágoras
según la opinión de Heráclides del Ponto transmitida por Plutarco y Cicerón, la
referida por Aecio –Placita I- que la remite a los estoicos: “Por consiguiente los estoicos
decían que la sabiduría es la ciencia de las cosas divinas y humanas, y la filosofía el
ejercicio de la técnica conveniente», o bien Sexto Empírico (Adv. Math. IX, 13: «Dicen
que la filosofía es la práctica de la sabiduría, y la sabiduría la ciencia de los hechos
(prágmata) divinos y humanos» (cf. von Arnim, 1924: II, 15, § 35 y 36), se aleja del
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ICONOSTASIO

Alberto Martín Isidoro


Historiador del Arte
Universidad de Buenos Aires
juansinn@gmail.com

Resumen.-
En el presente escrito se intentará abordar el elemento característico de la
arquitectura religiosa bizantina desde diversas perspectivas de análisis, buscando una
comprensión integral del mismo. Se establecerá un recorrido histórico, considerando
algunas de las teorías más significativas en relación a su existencia y a su evolución
formal. Luego, analizaremos la organización compositiva del iconostasio clásico y su
interacción con el resto de la iconografía interior del templo ortodoxo. Se profundizará su
utilización litúrgica en el rito bizantino, además de su funcionamiento en un lugar y
período paradigmático como es Santa Sofía de Constantinopla entre los siglos IX y XI.
También, se intentará establecer relaciones comparativas con estructuras similares
occidentales tales como el jubé. Por último, consideraremos un acercamiento perceptivo
al iconostasio desde la proxemia, esto es, desde las relaciones corporales y espaciales
entabladas por el creyente en este espacio pautado por la presencia del iconostasio.

EVOLUCIÓN COMPOSITIVA

Dar una primera definición de iconostasio implica comprender su


evolución estructural que hace de este elemento de uso cultual un
equipamiento nuclear del cristianismo ortodoxo.
El Imperio Bizantino desarrolló desde sus primeros tiempos -siglo IV
(Calzada Echevarría, 2003: 402)- la idea de separar físicamente el sancta
sanctorum o santuario de la nave. Hasta el siglo VI aproximadamente, sólo era
un cancel que no sobrepasaba la altura de la cintura, conformada por tableros
de mármol sujetos a pilastras (cf. Velmans, 2003: 133). Luego, este antepecho
se transformó en una barrera alta, denominada templon, constituida por
placas de cancel encastradas en postecillos - nivel inferior - que sostenían
columnas coronadas por un arquitrabe mientras que las cortinas permitían
cerrar el espacio de los intercolumnios. El conjunto del templon podía recibir
revestimiento de materiales preciosos que portaban, a veces, iconografía (cf.
Cutler y Spieser, 1996: 271; Ness, 1983: 15-26). Dicha iconografía -en un
principio, sólo de motivos vegetales y animales- gradualmente incorpora
representaciones de Cristo, la Virgen, ángeles y santos, formando parte, en
general, del material que le daba soporte (cf. Velmans, 2003: 133). Si había
iconos, estos no tenían una distribución precisa y, a lo sumo, se agrupaban
una serie de intercesores (cf. Belting, 2004: 291-292) en torno a una figura -
concepto de Deesis30-. La práctica de colocar iconos en los canceles se
extendió en Roma y Occidente desde fecha temprana -corroborable a fines del
siglo VII-, sin embargo, luego del concilio de Trento se despojó a las iglesias de
ellos (cf. Belting, 2004: 292) en busca de una mayor sencillez, claridad,
austeridad31. La presencia del templon, sin embargo, ya se la detecta en las
catacumbas, puesto que existe un monumento epigráfico del siglo III que se
conserva en el Museo Pio-Laterenense donde se ha representado un difunto
orando en el umbral de este tipo de tabicado (Cabrol y Leclercq, 1924: 31-32).
Ejemplos de este tipo de barrera se pueden ver aún en la Basílica de San
Marcos de Venecia, en la pequeña capilla tallada en el tufo volcánico en la
catacumba de San Javier de Nápoles sobre el flanco de un acantilado de Capo
di Monte.
Más tarde, entre los siglos XIII y XV, el concepto de templon fue
evolucionando hasta convertirse en iconostasio propiamente dicho, es decir,
un muro de imágenes organizadas rígidamente según determinadas reglas de
composición. El proceso de transformación había comenzado en Bizancio,
entre los años 843 y 1453 (cf. Velmans, 2003: 133), con la ubicación -bajo el
arquitrabe del templon y, luego, por encima de éste- de los íconos de los meses
que siguen el calendario de la iglesia o Menologium y los íconos de las fiestas
(cf. Ouspensky y Lossky, 1982: 59). Después de la iconoclastia, se impone un
esquema sencillo, con sentido litúrgico, de distribución iconográfica: un friso
de íconos sobre el entablamento, iconos colocados en los intercolumnios y,
figuras de cuerpo entero para el rito de postración, en los pilares exteriores
que contenían la estructura de este iconostasio primitivo (cf. Belting, 2004:
292). Esta sencillez compositiva, que ya evidencia registros a la percepción,
será el núcleo determinante para el crecimiento posterior en hileras. En
Torcello, Venecia, se conserva aún un templón del siglo XV donde las
imágenes de la Virgen rodeada de apóstoles están dispuestas en una hilera
sobre el arquitrabe de mármol (Figura 1). Otro ejemplo de esta primera etapa
de sencilla composición sería la iglesia del monasterio de Staro Nagoricino de
Macedonia -siglo XIV-. El problema de poder hacer una cronología más precisa
de la transformación del templon en iconostasio está dada porque la
decoración original de los templa no se conservó in situ (cf. Velmans, 2003:
134).
En Rusia, luego de la caída del Imperio Bizantino, es donde esta
pantalla de íconos alcanza su estructura canónica de cinco registros y
monumentalidad (Figura 2). Mientras que en Bizancio el templon se mantuvo
relativamente bajo como para poder ver la calota absidial, en Rusia y sus
territorios de influencia se eleva hasta ocultar completamente el santuario (cf.
Velmans, 2003: 134). Un ejemplo paradigmático sería el iconostasio de la
catedral de la Dormición del Kremlin, del siglo XVII -aunque está conformado
por algunos iconos más antiguos-. En Rusia, el proceso de crecimiento de la
pantalla de íconos comenzaría a partir de la Deesis -haya llegado a estas

30 Deesis o «Deisis es una palabra griega que significa Plegaria, Intercesión, y

que designa al trinitario (Trimorfon) formado por Cristo Juez, flanqueado a derecha e
izquierda por la Theotokos y el Prodromo (Precursor), es decir, en palabras latinas, por
la Virgen María y san Juan Bautista, el Precursor; quienes interceden, de rodillas, en
el perdón de los pecados» (Réau, 1996: 1/2, 754).
«... que no se advierta nada desordenado o dispuesto de cualquier modo y
31

confusamente...» (Garriga, 1982: 348).


tierras en forma de tríptico o no- colocada sobre la Puerta Real (cf. Ouspensky
y Lossky, 1982: 59). Entre los siglos XIII y XIV, Rusia ya poseía iconostasios
desarrollados mientras que, ya hacia los siglos XVII y XVIII, esta forma se
expandió desde aquí hacia los otros países ortodoxos Real (cf. Ouspensky y
Lossky, 1982: 59). La aceptación del iconostasio en su desarrollo ruso sería un
indicio no sólo de que este tipo de organización era un argumento espiritual-
estético persuasivo sino también que la hegemonía religiosa de la iglesia rusa
era un hecho al estar Grecia bajo dominación política turca (cf. Wharton
Epstein, 1983: 767-768).
Hay muchas teorías sobre las causas de su evolución:
- la necesidad de la afirmación de la imagen como reacción a la
iconoclastia (entre 730 y 843);
- etimológicamente (eikon = imagen, stásis = acción de poner) se
deriva del problema de no haber lugar más apropiado para colocar
las imágenes en el ámbito del santuario (cf. Calzada Echavarría,
2003: 402).
- específicamente, en Rusia, su tratamiento en altura hasta llegar a la
forma clásica de cinco niveles pudo haber sido dado no sólo por el
gran desarrollo de la arquitectura en madera sino también por ser el
iconostasio un elemento que se prestaba a cierta transformación en
cuanto a lo iconográfico sin perturbar la rígida distribución
bizantina del programa establecido para el interior de la iglesia.
Tampoco hay que descartar aquí la relación que se ha hecho de este
cambio con la introducción del ceremonial de Jerusalén durante el
período del metropolita de Rusia Cipriano (1375-1406) (cf. Velmans,
2003: 134). Así como, las expectativas escatológicas en torno al 700
del calendario bizantino (1592 en Occidente) que llevaría a la
aparición de la fila de los profetas (cf. Velmans, 2003: 124). O bien,
su posible relación con la emergencia de Moscú en el siglo XIV como
capital del nuevo estado ruso (cf. Wharton Epstein, 1983: 767-768).
Pero, en cuanto a su onticidad como espacio y su arraigo en la liturgia
oriental se podría plantear:
- el gusto por la compartimentación correspondiente a una concepción
espacial que desarrolla una cobertura no estructural (cf. Bettini,
1992, passim).
- el estricto programa iconográfico posticonoclástico donde al
iconostasio se le asignaría la función de ilustrar simbólicamente la
historia bíblica en su conjunto (vetero- y neotestamentaria) con su
mensaje de salvación. En un principio, se habrían colocado los
iconos de las fiestas y la Deesis.
- el recuerdo no sólo veterotestamentario del velo del Templo de
Jerusalén porque cumplía una función similar en cuanto a aislar el
Santo de Santos (cf. Velmans, 2003: 133) -Éxodo 26- sino también
neotestamentario por la comparación en Hebreos 10: 20 del velo con
la carne de Cristo. De hecho, Sofronio I de Jerusalén ya hacía este
tipo de exégesis en relación al templon (cf. Ozoline, 2004).
- el recuerdo de las doce columnas posiblemente arquitrabadas en la
zona del santuario de Santa Sofía en época de Justiniano (cf. Xydis,
1947: 1-24).
ORGANIZACIÓN COMPOSITIVA DEL ICONOSTASIO CLÁSICO

En los iconostasios canónicos o clásicos de cinco niveles, hay un


programa fijo por registro que ilustra simbólicamente la historia bíblica en su
conjunto, vetero- y neotestamentaria, sub lege y sub gratia (Figura 2). Sin
embargo, en las iglesias pequeñas y capillas, se encuentran frecuentemente
sólo de tres filas omitiendo las hileras de los patriarcas y profetas (cf. Kenna,
1985). En algunas iglesias de Grecia, hay iconos en las paredes laterales del
área congregacional pero éstos tienen una jerarquía menor a los del
iconostasio (cf. Kenna, 1985). Para la comprensión de un iconostasio clásico, a
partir de un ejemplo concreto, se tomará el de la Catedral de la Dormición en
el Kremlin de Moscú (Figura 3).
En el primer nivel, en el eje central, en las batientes de la Puerta Real se
dispone la anunciación y los evangelistas -en las otras puertas pueden
representarse arcángeles y diáconos mártires-; a la derecha de esta puerta
está Cristo Salvador y, a su costado, por norma, el ícono al que está dedicada
la iglesia, en este caso, la Dormición; a la izquierda de dicha puerta, la Madre
de Dios. El resto de las imágenes son de santos locales. Éste es el único nivel
que sufre variaciones por su naturaleza localista, deíctica. Algunos íconos
pueden adornarse -complementando el tema- con una podea que es una
cortina bordada (cf. Kenna, 1985). La segunda fila es la de la Deesis32 que,
propiamente dicha en su mínima expresión iconográfica, está compuesta por
Cristo Pantocrátor acompañado por la Virgen y Juan el Precursor aunque
suelen estar rodeados estos personajes de arcángeles (Gabriel y Miguel) y de
numerosos santos, colocados en modo simétrico; todos intercediendo en
plegaria ante Cristo por la humanidad. Ouspensky no sólo plantea que esta
fila es el cumplimiento de la iglesia del Nuevo Testamente en cuanto a su
aspecto escatológico - es decir, la prefiguración del Juicio Final - sino también
que el Cristo en Gloria es el centro del iconostasio en su totalidad (cf. Kenna,
1985). En el tercer registro, se ubican los iconos de las doce fiestas seguidas
por el calendario litúrgico ortodoxo, dispuestas en orden al mismo -
Anunciación, Navidad, Presentación de Cristo en el templo, Bautismo,
Resurrección de Lázaro, Transfiguración, Entrada a Jerusalén, Crucifixión,
Descenso al Limbo, Ascensión, Pentecostés, Muerte o Dormición de la Virgen-.
Sin embargo, este nivel puede presentar variaciones que dependen del tamaño
de la iglesia y el ancho del iconostasio (cf. Kenna, 1985).
En la cuarta hilera, los profetas sostienen un rollo con sus profecías
sobre el futuro Mesías vueltos hacia la Virgen con el niño que se haya en el
centro de la fila -habitualmente, suele ser la Virgen del Signo, es decir, la
Virgen en cinta del Emmanuel-. En el quinto orden se encuentran los
patriarcas desde Adán a Moisés con una organización similar a la cuarta fila -
pero, también podría estar, en el centro, el ícono de la Hospitalidad de
Abraham o Visión de Mamré (Gen 18), en vez del de la Virgen con el Niño-.
Como se ve, los dos últimos niveles están haciendo alusión claramente al
Antiguo Testamento, siendo el cuarto un vínculo explícito de la
correspondencia con el Nuevo Testamento. El conjunto suele estar rematado
con una cruz.

32 En griego, δέησις = ruego, suplica.


Por ello, el observador puede realizar lectura rápida de este dispositivo
para reconocer ante qué tipo de iconostasio se encuentra y cuál es el indicio
que lo delata en su aspecto local: primero, identificar la cantidad de hileras
con que cuenta para determinar su posición con respecto al modelo clásico;
luego, en el primer nivel, establecer el tema del icono que se encuentra al
costado del de Cristo Salvador -a la derecha Puerta Real- pues allí se coloca la
imagen a la que está dedicada la iglesia.

UBICACIÓN DE LA ICONOGRAFÍA EN EL INTERIOR DE UNA IGLESIA ORTODOXA

La iglesia como construcción es considerada desde lo simbólico cual


imagen de lo absoluto o como tendiendo hacia la divinidad en su
configuración. La raíz de este pensamiento está en la filosofía de carácter
emanacionista del Pseudodionisio Areopagita que determinó una concepción
estética en que el templo posee un triple simbolismo (cf. Tatarkiewiecz, 2002:
35): símbolo de Dios en su dogma trinitario - inferido de un Himno Siríaco del
siglo VI sobre la catedral de Edesa-; símbolo de los cimientos -apóstoles,
profetas y mártires- de la iglesia fundada por Cristo; símbolo del cosmos.
En San Vital de Ravenna (Figura 4), se observa de modo evidente su
adhesión al primer simbolismo de las tres personas hipostáticas en las
ventanas del ábside en el presbiterio33. En cuanto al segundo simbolismo, la
veneración de los santos -apóstoles, profetas y mártires- tiene un lugar de
privilegio en las iglesias ortodoxas por manifestar la emanación de la divinidad
(cf. Tatarkiewiecz, 2002: 34-35). En relación al tercer simbolismo, en Oriente
se solían construir las iglesias de acuerdo con la concepción mística que
tenían del mundo, es decir, como un cubo rematado por una semiesfera la
cual representaba la bóveda celeste (Figura 5). Por ello, una buena parte de las
iglesias bizantinas son como una gran estructura cúbica rematada por una
cúpula -y, en el caso de haber más de una cúpula, se subordinaban a la
central-.
Pero, el simbolismo del cosmos no se detiene en su aspecto exterior sino
que la distribución iconográfica al interior de una iglesia es fiel reflejo de ese
orden que es presentado en un programa de rígido ordenamiento casi
invariable. Entonces, «cada grupo de santos, cada ciclo de escenas ocupará en
el edificio sagrado un lugar especial, y jugará un rol netamente definido en la
gran demostración teológica que la iglesia está a cargo de poner ante los ojos
de los fieles; aún más, cada parte del edificio sagrado conformará así mismo
un dominio particular, que tiene su significación propia...» (Diehl, 1925: 486).
En la cúpula central de la cruz griega, en la parte más alta señoreando
todo este sistema decorativo, se localiza un Cristo Pantocrátor bendiciendo y
con el Evangelio, rodeado de arcángeles; más abajo, apóstoles o profetas en
banda concéntrica sosteniendo sus escritos sobre pergaminos desenrollados.
En el santuario, en la calota absidial, la Virgen -primera persona en la
jerarquía celeste después de Cristo- orando o con el Niño flanqueada por
arcángeles; santas personas -obispos, doctores, personajes del Antiguo

33 «Del mismo modo que una es la forma de la Santísima Trinidad. En el coro [o

presbiterio] brilla con única luz las tres ventanas que se abren allí. Anunciando el
misterio de la Trinidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Manzi, 1987: 25-30).
Testamento-, que unidas al misterio de la eucaristía sirven de modelo para el
oficiante de la misa, se distribuyen en el resto del santuario tanto en la zona
media del ábside y paredes circundantes como en la cúpula o bóveda delante
al ábside donde se puede encontrar la hetimasia, es decir, un trono vacío
donde en la Parusía Cristo dictará el Juicio Final, siendo el recuerdo de su
primera venida los instrumentos de la Pasión que lo rodean; en los
pastophoria o parabemata, locales de los costados del altar, se hallan escenas
del Antiguo Testamento prototípicas del sacrificio que se corresponden
tipológicamente con el misterio eucarístico como Daniel entre los leones o los
tres jóvenes hebreos en la hoguera. En las pechinas, los evangelistas uniendo
este mundo inteligible con el sensible. En la nave, el mundo sensible, santos
de todo tipo dispuestos según su jerarquía: cerca de la entrada, monjes y
ascetas; luego, mártires; más allá, diáconos y obispos; en los grandes arcos
que sostienen las cúpulas, santos guerreros. En la nave, antes de que el fiel
abandone el interior, se encuentra el Juicio Final. En el nártex, las grandes
fiestas (cf. Diehl, 1925: 486-495).
Como se puede ver en la distribución iconográfica general donde se
busca manifestar la jerarquía celeste y terrestre -el pueblo raso no tenia un
lugar en cuanto a representación-, el iconostasio se transforma, en su
evolución, un lugar de síntesis dogmática y litúrgica. Punto de unión entre
estos dos mundos y en diálogo explícito con el Juicio Final de la entrada a la
nave, no deja dudas al plan salvífico.
Cabe aclarar que, en los siglos V y VI, la iconografía tenía como fin
tanto el celebrar el triunfo de la iglesia como el educar en la historia
evangélica, dejando atrás el simbolismo naïf, pero aún no desarrollaba reglas
rígidas o intención dogmática. Sin embargo, a partir del siglo IX con el triunfo
sobre la iconoclatia, la decoración toma su sentido litúrgico y la iglesia como
expresión del dogma lo manifiestó en la distribución iconográfica bien
ordenada. Desde este momento, toda fantasía iconográfica y/o pretensión
profana desapareció o se relegó a un lugar secundario pues el fin de la imagen
era tanto iniciar a los fieles a los misterios de la fe dados por el dogma como
traducir las palabras y ritos litúrgicos; la teología tomó su lugar al interior del
templo, reemplazando la historia (cf. cf. Diehl, 1925: 495-496).

LITURGIA

En un principio, anterior a la fijación de la imagen en el espacio del


iconostasio, los íconos que se colocaban para la ceremonia del beso y la
posternación, durante la liturgia en este límite del presbiterio denominado
templon, iban rotando -salvo los santos titulares- conforme al calendario
festivo y santoral. Hacia los siglos XI-XII, los íconos están totalmente
integrados a la práctica litúrgica, a causa del desarrollo de su culto por parte
de los laicos y a pesar de la resistencia del alto clero y clero monástico (cf.
Belting, 2004: 280). Posiblemente, esta integración litúrgica de la imagen en el
espacio ya vedado a la mirada durante el rito para la potenciación del misterio
haya sido un cambio gattopardista para encausar la presión seglar por culto a
estas imágenes.
La liturgia ortodoxa, más precisamente el rito bizantino34, bajo
Justiniano tendrá su rasgo intrínseco en el protocolo imperial caracterizado
por lo procesional y su hieratismo. Según Robert Taft (1977: 8-30), bajo
Constantino, este rito sufre desde Constantinopla, cabeza del patriarcado, un
proceso de unificación con ritos locales de su área de influencia en base a
criterios selectivos y su impronta protocolar. Con Justiniano I se iniciará la
fase imperial de la liturgia que se extenderá hasta la ocupación de
Constantinopla por los francos ca.120435. Entonces, en el siglo VI, la
celebración eucarística36, adquiere formulas procesionales estructuradas que
favorecen al mismo tiempo no sólo una opulenta ritualización y jerarquización
de la divina liturgia sino también la participación del fiel en una mayor
complejidad ceremonial que antes se daba de modo menos simbólico y sin
palabras. Esta impronta determinará los futuros desarrollos de la liturgia la
cual no aceptará a partir de este momento que ninguna acción litúrgica o
gesto quede sin significación o simbolismo en la topografía religiosa del
templo.

FORMULAS PROCESIONALES ESTRUCTURADAS


(SIGLO VI)
MOMENTOS DE LA
PROCESIÓN RITUAL LITURGIA
ACOMPAÑADA DE SALMO PLEGARIA PRESIDENCIAL
CANTADO

Antes de las lecturas


bíblicas (Oficio de la
Entrada en la iglesia del
de entrada prothesis o de la
obispo con la asamblea
preparación ritual del
pan y del vino)
Entre la liturgia de la
Palabra y la anáfora
Traslado de los dones (oración eucarística)
del Ofertorio
(pan y vino) al altar (Liturgia de la
Eucaristía: Gran
Entrada)
Para la comunión En la comunión y
de acción de
despedida (Liturgia de
gracias/despedida
la Eucaristía)

34 Existieron y existen distintas liturgias en Oriente, de hecho, habría que

hablar de liturgias ortodoxas, las cuales fueron interactuando entre ellas y a lo largo
de la historia sufrieron modificaciones. Uno de los factores a considerar en esta
proliferación de liturgias es que en Oriente no había un libro litúrgico oficial como, por
ejemplo, en Occidente, el Misal o el Breviario.
35 Luego de la cuarta cruzada en 1204, el rito bizantino propiamente dicho, es

decir, el servicio eucarístico de Santa Sofía - establecido en el siglo X en el ámbito


catedralicio y, a posteriori, modificado por influencia monástica - es reemplazado por
otro que viene de los monasterios de Palestina (cf. Taft, 1977, 8-30).
36 En su forma estandarizada se compone de tres partes: el oficio de la

preparación ritual del pan y del vino o de la prothesis, la liturgia de la palabra o de los
catecúmenos y la liturgia eucarística o de los fieles.
Sin embargo, estas procesiones litúrgicas al interior del templo tendrían
un origen endogámico, es decir que el ámbito religioso buscaba con estas
prácticas emular la solemnidad imperial. Las iglesias de Constantinopla
formaban parte de un sistema de «estaciones» o «pasos procesionales» para la
celebración de las festividades determinadas por el calendario. En base a estos
ritos estacionales constantinopolitanos -también, habituales en ciudades como
Roma y Jerusalén- se han originado casi todos los agregados a la divina
liturgia desde Justiniano hasta la época posticonoclasta (cf. Taft, 1977: 8-30).
Un ejemplo paradigmático y muy conocido es la procesión denominada la
pequeña entrada, dentro de la liturgia de la palabra o de los catecúmenos,
cuyo origen es distintivo en el concepto estacional mismo reducido a una de
estas procesiones y será una de estas acciones litúrgicas que no quedará sin
significación. «Originariamente era la entrada del clero y el pueblo en una de
las iglesias de Constantinopla, aquella que servía de 'estación' para la
celebración de la festividad correspondiente. El patriarca salía de la iglesia de
Santa Sofía y, tras hacer un alto ante la columna de Constantino en el Foro,
entraba en la iglesia designada como estación» (Belting, 2004: 281). Cuando se
añaden al rito eucarístico de modo permanente estas costumbres que en
origen pertenecían únicamente a los ritos festivos o de tipo estacional de un
determinado tiempo y lugar, inevitablemente, pierden su conexión original con
la topografía religiosa que los había generado y, por ende, también su alcance
y significado original asumiendo una vida independiente de su pasado (cf.
Taft, 1977: 8-30). Esto es común en la historia litúrgica y, en especial en la
historia litúrgica estacional de ciudades como Roma, Jerusalén y
Constantinopla (cf. Taft, 1977: 8-30), sin embargo, sólo en esta última ciudad
estos «agregados» litúrgicos se orientaron para hacer foco exclusivamente
sobre uno de los elementos litúrgicos: el iconostasio.
La iglesia ortodoxa utiliza el iconostasio como una scaenae frons, es
decir, un elaborado decorado escenográfico para la dramatización litúrgica
(Figura 6). Este límite visual del santuario es el «punto focal del acontecer
litúrgico» (cf. Belting, 2004: 282), que se desarrolla delante y detrás de esta
pantalla de imágenes, y se vincula a partir de entradas y salidas del celebrante
y del diácono.
De hecho, la divina liturgia se estructura en torno a esta serie de
apariciones del celebrante desde atrás del iconostasio, de las cuales las más
importantes son los dos solemnes Introitus: la pequeña entrada y la gran
entrada. La pequeña entrada, en la liturgia de la palabra, es una procesión
con el evangelio que simboliza la venida de Cristo, mientras que la gran
entrada, en la liturgia de la eucaristía, es una procesión llevando al altar los
dones preparados durante el oficio de la prothesis prefigurando la venida de
Cristo en sacramento de las especies consagradas. Dichas entradas tienen su
clímax en otras dos apariciones: la primera, cuando el diacono con el
evangelio se dirige al ambón en procesión para la lectura; la segunda, la
procesión del celebrante para distribuir los dones consagrados. Sin embargo, a
pesar que la liturgia es de gran complejidad en lo ceremonial, no es esa su
esencia sino la plegaria, es decir que a cada expresión ritual -que siempre es
significativa- le corresponde una rogativa al Señor (cf. Taft, 1977: 8-30).
Además, nunca se debe perder de vista que el iconostasio con sus
imágenes es «un sustituto, una traducción de la realidad litúrgica, es decir, de
la presencia de Dios y los Santos» (Belting, 2004: 282). El estatuto de los
iconos toma su asidero teológico en el misterio de la encarnación (cf. Grabar,
1994: 144), pues: al ser la encarnación una de las misiones divinas que
manifiestan las propiedades de las personas hipostáticas (cf. Santa Sede,
1992: 66) -y Cristo por este acto no sólo reconcilia a la humanidad con Dios
sino también hace que participe de su naturaleza divina (Santa Sede, 1992:
107-108)- se le permite al hombre la posibilidad de volver a contemplar a Dios.
Por ello, las imágenes no son simple representación de supuestas apariencias
físicas al modo occidental sino que son signo de la naturaleza divina a la que
manifiestan. «Como dice Teodoro Studita, así como la impronta en el lacre está
comprendida en el sello con que se obtiene, y así como el objeto está en la
sombra que proyecta, igualmente cualquier icono de Cristo, de la Theotokos,
de un santo o de una santa, contiene en sí mismo una parcela de la energía o
de la gracia propia de esos personajes. La veneración que se le debe al icono
está justificada por la presencia en el de esa parcela de lo divino o de la
santidad, sin que eso nos haga olvidar, por otra parte, que ese culto se dirige
no al objeto material que constituye el icono, sino al ser divino o santo al que
debe su parte de inteligibilidad. Lo esencial en esta doctrina es [...] la noción
de la presencia en la figura de un elemento irracional que comparte con el
personaje que representa» (Grabar, 1994: 144-145).

FUNCIÓN. JUBÉ: ¿EQUIVALENTE OCCIDENTAL?

El iconostasio tiene una triple función (cf. Michel-Dansac, 2001: 68-69): 1°


Separar la nave -lugar de la palabra, la enseñanza y preparación para el reino
de Dios- del santuario -lugar de celebración del misterio eucarístico-; 2°
Comunicar los dos mundos, el celeste y el terreno, en función de la liturgia; y
3° Ofrecer un resumen iconográfico de la historia de salvación y de la iglesia37.
Para ejemplificar su funcionamiento que lo hace centro del rito en un
lugar y período paradigmático, es menester ubicarse en Santa Sofía de
Constantinopla -iglesia pública oficial del emperador- durante el bizantino
medio -es decir, entre los siglos IX y XI- donde su protagonismo ya es
indiscutible (Figura 7). Hay tres ocasiones particulares a considerar entre
muchas por su significación: la coronación imperial, la fiesta dominical y la
limpieza anual de los enseres sagrados en el sábado santo.
Durante la coronación, el emperador con su sequito entraba por el
portal sudoeste -Bellas Puertas- hacia el nártex donde lo esperaba el patriarca;
entraban a la nave por la puerta central llamada imperial y se dirigían por la
solea -camino elevado bordeado de balaustres que conecta el ambón y el
iconostasio - al santuario donde rezarban ante las puertas santas. Luego, se
regresaban hasta el ambón donde se había preparado para la ceremonia de
investidura la parafernalia -corona, chlamys y fibula- sobre el antimension -
mesa que habitualmente su utiliza para la distribución de la comunión-. Esta
ceremonia se llevaba a cabo durante la pequeña entrada y lo habilitaba al
emperador de aquí en más a participar de modo activo de la liturgia como en
la gran entrada e incluso la eucaristía en un ambiguo status intermedio entre

37 Ver apartado, Organización compositiva del iconostasio clásico.


clérigo y laico: por ejemplo, comulgaba, no en el altar al interior del santuario
sino en una pequeña mesa dispuesta ante este (cf. Majeska, 2004: 1-11).
La gran fiesta dominical comenzaba cuando el emperador atravesaba la
plaza llamada Augusteon entre aclamaciones estereotipadas de representantes
de los demes38. Antes de pasar por las Bellas Puertas, se le retiraba su corona
en un metatorion -espacio reservado al emperador- y, luego, era saludado en el
nártex por el patriarca y el clero. Besaba el evangelio y la cruz sostenidos por
asistentes religiosos; se besaba con el patriarca con el cual entraría de la
mano por las Puertas Imperiales, pero, antes sujetando una vela encendida
rezaba y hacía tres reverencias delante de dichas puertas -sobre ellas, se
representaba al emperador Leo VI, el Sabio, en Proskynesis ante Cristo
entronizado-. Durante la Proskynesis del emperador, el patriarca leía la
plegaria de la pequeña entrada -al finalizarla el emperador besaba nuevamente
el evangelio-. Por la solea, se dirigían hacia las Santas Puertas del iconostasio;
delante de ellas ambos rezaban. Entraba al santuario el patriarca y besaba el
altar; lo seguía el emperador haciendo lo mismo. Ambos sacaban el mantel
que cubría el altar y en su lugar el emperador colocaba uno nuevo, además de
una bolsa con monedas de oro llamada apokombion. También, besaba los
cálices y las patenas dispuestas sobre el altar, las vestiduras patriarcales que
representaban las de Cristo. Seguidamente, el patriarca incensaba el altar y el
ábside mientras el emperador lo acompañaba con una vela y rezaba ante la
gran cruz del ábside que incensaría. El emperador era acompañado por el
patriarca a la puerta sur del santuario y, previo intercambio de besos, aquél se
dirigía a otro metatorion en la esquina sudoeste de la nave donde
permanecería durante el resto de la divina liturgia. Durante la gran entrada, el
emperador y su sequito iban ante el ambón al encuentro de la procesión de
clérigos que portaban las especies hacia el altar; desde allí, el emperador, con
una lámpara, los guiaría por la solea hasta las puertas del iconostasio donde
lo aguardaba el patriarca. Ya en el interior, después de colocado el pan y el
vino sobre el altar, el patriarca y el emperador se hacían reverencias y éste
volvía al metatorion. En la ceremonia del beso de la paz, el emperador otra vez
con su sequito se allegaba a la puerta central del iconostasio y entraba para
besar al patriarca y al alto clero; inmediatamente, salía y en la nave hacía lo
mismo con senadores y altos oficiales, llevando la pax del altar al mundo laico;
retornaba al metatorion. Por último, en la comunión el emperador se acercaba
las santas puertas del iconostasio, allí, a la derecha, lo esperaba el
antimension; el patriarca traía las especies consagradas desde el santuario y
comulgaba: primero, el pan y después el vino. Volvía al metatorion y
desayunaría con sus oficiales más importantes hasta el final del servicio,
momento en que el patriarca se le uniría (cf. Majeska, 2004).
En la limpieza anual de los enseres sagrados en la mañana del sábado
santo, el emperador entraba desde el sudeste, es decir, en la entrada que está
en relación con el pozo sagrado donde prende una vela y reza; allí, iba a su
encuentro el patriarca y se besaban. Luego de atravesar la Puerta de los
Pobres, se dirigían hacia la puerta principal del iconostasio donde rezaban y
entraban -primero lo hará el patriarca-. El emperador colocaba un nuevo
mantel sobre el altar ya que el anterior había sido retirado el viernes santo,

38 Se denomina demes a cada una de las cuatro facciones en que se dividía el

circo en Constantinopla: Azules (Venetoi), Verdes (Prasinoi), Blancos (Leukoi) and Rojos
(Rousioi).
además de dos bolsas de oro -una grande a los pies del altar y una más
pequeña encima-; a posteriori, inciensaba el altar tres veces en forma de cruz.
Abandonaban el santuario por la puerta sur para ir al skeuophylakion -edificio
tesoro adyacente, ubicado en el sector norte, con funciones de sacristía-; allí,
el emperador, además de rezar con una vela en su mano e incensar los santos
vasos y reliquias, distribuiría entre los presentes aceite de nardo y piezas de
canela que se usarían para hacer el sagrado crisma en Semana Santa. Esta
ceremonia terminaba donde empezó con la bendición del patriarca (cf.
Majeska, 2004).
En cuanto al jubé39, según Dorothy W. Gillerman, su función era la de
separar a los laicos del espacio privilegiado de los clérigos (Figura 8). Esta
barrera reforzaba su sentido de identidad institucional, pues, no sólo les
generaba un espacio de escape congregacional del mundo sino que también
les daba una relación de exclusividad en lo tocante al ritual de la eucaristía.
Justamente, con respecto a la eucaristía, esta pantalla obstaculizaba desde lo
visual la participación del laico en este ritual y, además, desde lo iconográfico
mostraba una narrativa referida a las actividades litúrgicas llevadas a cabo
por los religiosos, señalando su posición de autoridad y poder (cf. Jung, 2000:
622-657). Por otra parte, Jacqueline E. Jung plantea que las funciones
litúrgicas del jubé estaban integradas e integraban a los laicos con el clero,
más allá de reforzar los roles distintivos de cada uno de ellos, ya que esta
barrera tenía un papel dual, paradojal que no sólo era el de funcionar como
espacio de transición sino también como espacio de pasaje, lo cual estaba
apoyado por la iconografía en cada lado (cf. Jung, 2000: 622-657).
Hasta aquí, se podría decir que el iconostasio comparte en rasgos
generales las mismas funciones que el jubé: dividir, transición, pasaje. Sin
embargo, los jubés cobijaban otras funciones de carácter secular que en
Oriente se desarrollaban en otros sitios: saludo a la congregación del nuevo
obispo electo o del rey recién coronado, impartir justicia tanto real como
eclesiástica, frente a esta estructura se enterraban donantes laicos o
religiosos, se colgaban escudos de armas o imágenes votivas y algo impensable
para Oriente como beber, dormir y hasta fornicar. Además, desde lo litúrgico,
en cuanto a los jubés: se realizaban las lecturas del Evangelio y la Epístola -
idea de lectorium-; la recitación de las horas canónicas; su estructura era
también utilizada para enmarcar el acto de visualizar la hostia consagrada
elevada por el sacerdote; los laicos podían entrar en ciertos rituales; servía
además de escenario para mostrar reliquias. Es decir, fueron más permeables
visual y físicamente que los iconostasios. También, los jubés tienen diferencias
desde lo estructural, puesto que no poseen una organización tan codificada y
rígida como el iconostasio y su altura en comparación es relativamente baja.
Por otra parte, la iconografía en los jubés en relación al espacio de los
laicos funcionaba como «... un modo visual análogo al lenguaje vernáculo y al
sermón con exempla» (cf. Jung, 2000: 622-657); «... la inserción de los exempla
en los sermones [fue realizada según Jacques de Vitry] “no sólo para la

39 La palabra jubé refiere a la fórmula requerida para la bendición previa a la


lectura del Evangelio Iube Domne [sic] benedicere (Jung, 2000: 622-657). Este tema de
la relación con el iconostasio es extensible a otros cerramientos de coro desarrollados
en Occidente a partir del primer tercio del siglo XIII como Kryptenlettner -cripta con un
elevado coro-, Kanzellettner -cancelas-, Hallenlettner -pantalla porche-,
Schrankenlettner -tabique-, ponte.
edificación sino también para el entretenimiento (non solum ad edificationem
sed ad recreationem) de los laicos y de la gente simple (laicis et simplicibus
personis), especialmente cuando, cansados y aburridos, ellos comenzaban a
dormirse”» (cf. Jung, 2000: 636). En el exemplum -es decir, la ejemplificación o
ilustración mediante anécdotas-, se busca no sólo la identificación y la
empatía que llevara a la subsiguiente autoreflexión sino también un recurso
para capturar y mantener la atención de la audiencia. La idea del exemplum -
de la anécdota-, que en los jubés era representada con escenas naturalistas,
podría analogarse en el iconostasio a la presencia de los santos locales de la
primera hilera. Pero, también, podría quizá hacerse extensible a toda la
iconografía del iconostasio, puesto que «Los primeros comentaristas o
practicantes de la predicación distinguieron entre verba -las palabras que
directamente definían los puntos doctrinales- y los exempla, los cuales las
ilustraban. [... De hecho] En el siglo XII, Guibert de Nogent (ca. 1124) conectó
el uso de los exempla específicamente a las imágenes, instando a los
predicadores a elaborar sus sermones con “historias y hechos de los
antiguos... precisamente como una imagen es adornada por diversos colores
(quasi ex diversis picturam coloribus adornare)”» (cf. Jung, 2000: 647).

PROXEMIA Y EL ICONOSTASIO ORTODOXO

Es fundamental considerar el acercamiento perceptivo al iconostasio no


sólo desde una concepción iconográfica e ideológica de lo bizantino, sino
también desde una lectura semiótica y proxémica, esto es, viendo a esta
estructura organizadora de íconos como una propuesta textual a decodificar
por parte del observador no únicamente desde el significado de las imágenes
que lo conforman sino también desde las relaciones corporales y espaciales
entabladas por el creyente.
La conducta proxémica, es decir, el comportamiento espacial humano
en su sentido relacional, está condicionada culturalmente. Las distancias que
se eligen en la interacción dependen del tipo de relación que se sostenga en
cada cultura, desarrollando espacios y actividades asociados a ellas. Edward
T. Hall categoriza los posibles tipos de relaciones humanas en: intima,
personal, social y pública. Además, plantea que «Si [...] se ve a los hombres
rodeados por una serie de burbujas invisibles que tienen una dimensión
mensurable, la arquitectura puede ser vista con una nueva luz. [...] es posible
concebir que la gente puede ser restringida por el espacio que tienen para
trabajar o vivir» (Hall, 1990: 129). Aplicar este razonamiento al espacio
bizantino da como resultado una potente herramienta para su comprensión.
En iglesias como la de Santa Sofía, las relaciones humanas que priman
serían la de la distancia pública lejana, es decir superior a los 7 metros
aproximadamente, donde sus espacios y actividades asociados determinan la
monumentalidad arquitectural y una distancia acorde a figuras de
importancia pública imperiales quienes deben actuar «exagerando» o
'ampliando' sus gestos. Sin embargo, en iglesias como la Ortodoxa Rusa de la
Santísima Trinidad de Buenos Aires la situación es muy diferente, puesto que
de dimensiones edilicias están acotadas entre medianeras a una distancia
promedio acorde a la ciudad (Figura 9). Su planta central lleva a sus feligreses
a interactuar en distancias sociales -entre 1,20 y 7 metros-, incluso
personales -50 cm. y 1,20 m.-, es decir, entre una distancia de carácter formal
dada por el ritual y una de un probable contacto corporal, respectivamente. Y
su iconostasio -que es un elemento determinante de este espacio bizantino y
es en sí mismo espacio- no es ajeno a esta realidad. Su cercanía -agregado a
esto su pequeño tamaño- genera en la comunidad de fieles una relación social
y personal, en lo referente a la limitación del espacio, que dista mucho de la
entablada en iglesias como la de Catedral de la Dormición en el Kremlin de
Moscú, donde este elemento es de carácter monumental y su distancia
pública.

CONCLUSIÓN

Se suele decir que un icono se escribe -no se pinta- y que se lee -no se
mira-, pues se lo define no como una pintura, sino como símbolo de un
espíritu que ha de promover en el alma del orante un acercamiento a Dios. Por
analogía, la organización en el iconostasio de estos iconos-textos implicaría
una lectura mayor y más compleja a modo de Suma teológica. Como todo texto
perteneciente a un determinado lenguaje, tiene sus reglas de lectura que, en
este caso, «acompañan» a las reglas de hechura o composición del mismo. Se
debe tener en cuenta que aunque en los primeros tiempos los íconos se fueron
sumando al iconostasio -así como los términos de un lenguaje se enriquecen
con la experiencia-, posteriormente se codificó fuertemente la ubicación en
registros por temáticas fijas, con una jerarquía y función distintiva. Por
ejemplo, en la primera fila se encuentran siempre los iconos más grandes y un
factor indicial -aquí y ahora- que dan a estos símbolos eternos un lazo firme
con este mundo, pues, aquí encontramos el icono que otorga la advocación al
templo -ícono de una festividad o un santo- e íconos de santos locales. Al
leerlos con estos datos, se conoce la especificidad de la iglesia que los alberga
y se puede deducir cuál es el santo más venerado en el lugar, ciudad o país
(Organización compositiva del iconostasio clásico).
Su lectura se ve complementada por una relación dialógica que realiza
el fiel con este espacio. En Bizancio, el programa iconográfico es rígido
motivado por la iconoclastia, donde no sólo la temática está anclada -icono
entendido como dogma y única exégesis permitida- sino también la ubicación
de la misma; hay una especie de topografía inmutable a respetar en la
colocación de las imágenes dentro de la iglesia (Ubicación de la iconografía en
el interior de una iglesia ortodoxa). El contemplador de un iconostasio debe
conocer estas reglas y, sobre todo, su historia (Evolución compositiva), antes de
intentar interpretarlo y atribuirle un significado a lo que está percibiendo.
Tampoco debemos dejar de lado que el iconostasio es inseparable de la liturgia
(Liturgia/Función. Jubé: ¿equivalente occidental?), así como también de la
arquitectura bizantina que le asigna a partir de ciertas formulas discursivas
un lugar dado. Sin embargo, una lectura de recomposición integral del
significado del iconostasio no puede dejar de lado las relaciones corporales y
espaciales entabladas por el creyente en este espacio pautado por la presencia
del iconostasio sino, al contrario, incluirlas para lograr el sentido total
(Proxemia: análisis de un iconostasio ortodoxo).
REFERENCIAS DE IMÁGENES

Figura 1.-
Templon de la Basílica de Santa Maria dell' Assunta en Torcello, Venecia.
(Fuente: http://moleskinearquitectonico.blogspot.com/2010/06/catedral-de-
torcello-venecia.html).

Figura 2.-
Esquema de la distribución iconográfica del iconostasio. (Fuente:
http://www.elarcadenoe.org/ortodoxia/ortodoxo13.htm).
Figura 3.-
Iconostasio de la Catedral de la Dormición en el Kremlin de Moscú. (Fuente:
community.webshots.com: 100886501FvDcYK_th.jpg).
Figura 4.-
La iglesia de San Vital de Ravenna.(Fuente:
http://artecom.blogspot.com.ar/2007/12/la-imagen-de-la-semana-pasada-fue-
san.html).

Figura 5.-
Universo como un tabernáculo según Topographia Christiana de Cosmas
Indicopleustes (siglo VI). Biblioteca Medicea Laurenziana, Florencia, Siglo XI,
Pl. 82.10, ff. 95v-96r (facsimile). Él veía el mundo como un cubo sosteniendo
la bóveda del cielo. (Fuente:
http://brunelleschi.imss.fi.it/galileopalazzostrozzi/object/CosmasIndicopleuste
sTopographiaChristiana.html).
Figura 6.-
Planta con el iconostasio destacado, Catedral de la Dormición en el Kremlin de
Moscú. (Fuente: ISIDORO, A. M. (2011). Bizancio: CÉSPEDES Y OTROS, El diseño
de interiores en la historia. Buenos Aires, Universidad de Palermo - Cuaderno
del Centro de Estudios en Diseño y Comunicación 37 [Ensayos], 2011. pp. 9-
155. ISSN 1668-0227. http://www.scielo.org.ar/scielo.php?pid=S1853-
35232011000300003&script=sci_abstract).
Figura 7.-
Planta de Santa Sofía de Constantinopla. (Fuente: ISIDORO, A. M. (2011).
Bizancio: CÉSPEDES Y OTROS, El diseño de interiores en la historia. Buenos
Aires, Universidad de Palermo-Cuaderno del Centro de Estudios en Diseño y
Comunicación 37 [Ensayos], 2011. pp. 9-155. ISSN 1668-0227).

Figura 8.-
Jubé de la iglesia de Santa María de Gelnhausen, Alemania. c1240. (Fuente:
JUNG. J. E. (2000). «Beyond the Barrier: The Unifying Role of the Choir Screen
in Gothic Churches»: The Art Bulletin, Vol. 82, No. 4 (Dec.), 622-657).
Figura 9.-
Iglesia Ortodoxa Rusa de la Santísima Trinidad, Buenos Aires. (Fuente: Foto
del autor).
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UN ENCUENTRO «DOCTORAL»:
SAN AGUSTÍN Y SANTA HILDEGARDA DE BINGEN

Azucena Adelina Fraboschi (†)


UCA – Buenos Aires

Resumen.-
El 7 de octubre de 2013 el Santo Padre proclamó Doctores de la Iglesia a san
Juan de Ávila, cuya fiesta celebramos hoy, y a santa Hildegarda de Bingen –religiosa
benedictina del siglo XII–, la cuarta Doctora de la Iglesia, junto a santa Catalina de
Siena, santa Teresa de Ávila y santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz (Teresita
de Lisieux). A partir de ese momento se ha despertado un gran interés por la vastísima y
multifacética obra de la nueva Doctora, obra que, según palabras de Barbara Newman,
es un obra llevada a cabo como en un multimedio: texto, iluminaciones, música,
contribuyen a enriquecer y comunicar un contenido de suyo variado, profundo y que nos
habla de la gran actualidad de esta mujer de más de novecientos años. Vayamos, pues,
a su encuentro, en el que procuraremos mostrar otro encuentro, cual es el de san
Agustín con la abadesa de Bingen.

No es tarea fácil, ya que sólo excepcionalmente hallamos en los escritos


de Hildegarda la referencia explícita a los autores que ha conocido y trabajado
en las muy bien provistas bibliotecas monásticas. Destacamos una ocasión,
única, en la que aparece la mención de cuatro doctores de la Iglesia –san
Agustín entre ellos–, verdadera cuadriga que se hace presente en la Exposición
de los Evangelios, en el comentario a Luc. 19, 41-44, pasaje en el que Jesús se
lamenta por los días aciagos que vendrán sobre Jerusalén, si bien la
interpretación de la abadesa se refiere tanto al momento histórico cuanto a los
últimos tiempos:

«Porque vendrán días sobre ti, esto es días de transformación y de


claridad, y te rodearán los sabios doctores del Nuevo Testamento con su
ciencia, como Gregorio, Ambrosio, Agustín, Jerónimo y otros tales; y te
cercarán apretándote por todas partes, esto es revirtiendo [la antigua
observancia] hacia la significación espiritual, y te echarán por tierra, o
sea que limpiarán de su soberbia tu culto hecho del sacrificio de
carneros y toros, y te humillarán, y a tus hijos que están dentro de ti,
esto es que en virtud del entendimiento espiritual guiarán hacia la
humildad las enseñanzas y las observancias carnales. Y no dejarán
piedra, esto es, ni una palabra, ni una letra, ninguna forma de culto,
sobre piedra, sin cambio; porque no conociste el tiempo de tu visitación,
porque no quisiste conocer el día primero en el que todas las creaturas
brillarán, así como otra luz refulgirá en tus hijos» (Expositiones
Euangeliorum 47 - HBOM, 2007: 312-313, líneas 12-24).
Después de esta cita podemos avanzar al encuentro de lo que, en mi
opinión, puede configurar un tácito punto de contacto entre Agustín e
Hildegarda.
En la primera obra de la gran trilogía hildegardiana –Scivias, El libro de
los merecimientos de la vida, y El libro de las obras divinas–, en la visión
quinta de la primera parte: «La Sinagoga», leemos: «La imagen era de gran
tamaño, como lo es la torre de una ciudad, y en su cabeza tenía como un
círculo semejante a la aurora» (Scivias 1, 5 – HS, 1978: 93). Y glosando el texto
dice más adelante: «La aurora se repliega ante la clara luz del sol» (Scivias 1, 5,
6 – HS, 1978: 97). Es aquí donde nos detenemos, y más precisamente en la
segunda frase.
Muchas son las realidades simbolizadas por la imagen de la aurora, de
entre las cuales mencionamos a Adán, el hombre caído designado como
amanecer antes de su caída, quien da paso a Cristo, el hombre restaurado; al
profeta Juan quien «no era la Luz sino quien debía dar testimonio de la Luz»
(Juan 1, 8), y decía: «Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de
Él. [...] Conviene que Él crezca y que yo disminuya» (Juan 3, 28-30); al pueblo
judío, que da lugar al cristiano, al universal pueblo de Dios;40 a la Sinagoga,
que cede ante la Iglesia. Finalmente, a María, quien luego de su auroral Fiat,
celebrado en el Magnificat, pronuncia su última palabra: «Haced todo lo que Él
os diga» (Juan 2, 5), y luego calla, porque la Palabra habla, la Luz de la Verdad
alumbra.
En esta última ecuación: Palabra – Luz – Verdad, podría hallarse ese
lugar de encuentro que buscamos. Por eso me ha parecido interesante traer
unos conceptos de San Agustín de Hipona en dos de sus sermones, dedicados
a san Juan Bautista, en los que trabaja explícitamente la relación entre la
Palabra-Cristo y la voz-Juan, pero queda dicho implícitamente que toda
palabra, en tanto «dice» al ser, en tanto significa la realidad, dice la verdad, es
verdadera, y en esa misma medida es luz que ilumina, verdad que alumbra:
Palabra.

«Yo soy la voz del que clama en el desierto. Dijo que es “voz”. Tienes que
Juan es la voz. ¿Qué otra cosa es Cristo, sino la Palabra? La voz es
enviada primero, para que luego se comprenda la Palabra. [...] La voz es
Juan, la Palabra es Cristo. [...] ¿Qué es la voz? ¿Qué es la palabra?
¿Qué son? [...] La palabra, si no tiene significado, no puede decirse
“palabra”. Pero la voz, aunque sólo suene, y de manera irracional
resuene vocinglera –como el sonido de quien grita y no de quien habla–,
puede llamarse “voz”, pero no puede llamarse “palabra”. [...] Mucho
puede la palabra, incluso sin la voz, pero la voz es inútil sin la palabra.
Expongamos la razón y expliquemos lo propuesto, si podemos. He aquí
que quisiste decir algo: esto mismo que quieres decir ya fue concebido
en tu corazón, se encuentra en tu memoria, decidido y dispuesto por tu
voluntad, vivo en tu inteligencia. Y esto mismo que quieres decir no es
propio de lengua alguna. La realidad misma que quieres decir,

40 «Despojaos del hombre viejo con sus obras y revestíos del hombre nuevo, que

se renueva hasta alcanzar el conocimiento según la imagen de Quien lo creó, donde no


hay griego ni judío, circuncisión e incircuncisión, bárbaro o escita, esclavo o libre, sino
que Cristo es todo y en todos» (Colosenses 3, 9-11).
concebida por tu corazón, no pertenece a una lengua determinada: ni
griega, ni latina, ni púnica, ni hebrea, ni de ningún otro pueblo. La
realidad concebida por el corazón está preparada para avanzar [...] a fin
de mostrarse al oyente. Por consiguiente, como es conocida para aquél
en cuyo corazón está, es palabra: conocida ya para quien ha de decirla
mas todavía no para quien ha de oírla. He aquí que la palabra ya
formada, íntegra, permanece en el corazón, busca progresar, ser dicha
al oyente. [...] Atiende a quién es dicha. ¿Es un griego?, se busca la voz
griega por la que se llegue al griego. ¿Es un latino?, se busca la voz
latina con la que se acceda al latino. ¿Es un cartaginés?, se procura la
voz cartaginesa con la que se llegue al cartaginés. Quita la diversidad de
oyentes y aquella palabra concebida en el corazón no es griega ni latina
ni púnica ni de lengua alguna. Busca tal voz para comunicarse según
sea su oyente. [...] He aquí que yo sé lo que quiero decir, lo tengo en el
corazón, procuro la ayuda de la voz; antes de que suene la voz en mi
boca ya tengo la palabra en mi corazón. Por consiguiente la palabra
precede a mi voz y en mí primero es la palabra, luego la voz; pero en
cuanto a ti, para que conozcas y entiendas, primero llega la voz a tu
oído, para que la palabra se haga presente en tu espíritu. Pues no
puedes conocer lo que había en mí antes de la voz, a no ser que se halle
en ti después de la voz.
[...] Pues todo hombre que anuncia la Palabra es la voz de la Palabra.
[...] ¡Cuántos predicadores hizo la Palabra mientras permanecía junto al
Padre! Envió patriarcas, envió profetas, envió tantos y tantos que La
precedieron anunciándola. La Palabra envió voces, y luego de tantas
voces que La precedieron la misma Palabra vino como en Su carro, en
Su voz, en Su carne» (s. 288, 2: PL 38, 1304-06).
«[...] Juan es la voz en el tiempo, Cristo es la Palabra eterna en el
principio. [...] El sonido de la voz conduce hacia ti el entendimiento de
la palabra; y una vez que esto hizo, el sonido mismo pasa, pero la
palabra que el sonido llevó hacia ti ya está en tu corazón, sin haberse
apartado del mío. Luego, una vez que la palabra ha ido hacia ti, ¿acaso
no te parece que el sonido mismo dice: Conviene que Él crezca, y que yo
disminuya?» (s. 293, 7: PL 38, 1328-29).

La aurora se repliega ante la clara luz del sol...

En la segunda obra de Hildegarda, El libro de los merecimientos de la


vida, obra en la que dialogan virtudes y vicios, encontramos en boca de la
Obediencia esta frase: «Pues estuve con Dios en el antiguo consejo; y a través
de mí Dios ordenó todo lo que quiso realizar. A la voz de Su Palabra resoné
como una cítara, porque soy Su precepto» (Liber Vite Meritorum 3, 10: HLVM,
1995: 130-131).
Dos consideraciones me parecen aquí interesantes. La primera de ellas,
la idea del «resonar» en relación con la creación. Dios dijo: «Hágase», y la
Obediencia recogió esa Voz y la hizo vibrar expandiéndola en los variados
sonidos, en las diversas obras de la creación, en la multiplicidad de los seres.
Así Honorio de Autun, contemporáneo de Hildegarda, dice:
«El supremo Artífice creó el universo como una gran cítara, en la cual
puso como diferentes cuerdas para producir múltiples sonidos,
distinguiendo en el edificio del universo dos partes contrarias entre sí.
Pues el espíritu y el cuerpo –al modo como un coro de varones y de
niños producen un sonido grave y otro agudo respectivamente–,
mientras difieren en su naturaleza, convienen en la esencia del bien.
Los órdenes espirituales mismos emiten diferentes voces: los Arcángeles
preceden en gloria a los Ángeles, las Virtudes trascienden a aquéllos en
honor, pero las Potestades las vencen en dignidad, y los Principados
son superiores a las Potestades. Las Dominaciones los superan en
gloria, pero no se equiparan a los Tronos en esplendor, y a éstos
oscurecen los Querubines en ciencia y los Serafines en sabiduría. Todas
esas voces resuenan a un tiempo con dulce armonía mientras,
amándolo, alaban de común acuerdo a su Creador; y a cada uno le
basta su propia gloria, sin que ninguno desee el don del otro. De la
misma manera los seres corporales imitan las diferentes voces cuando
se separan en diferentes géneros, en diferentes especies, en individuos,
en figuras y en números: todos los cuales resuenan en buena armonía
mientras observan la ley impresa en ellos como las voces claras en las
melodías» (Liber Duodecim Quaestionum 2: PL 172, 1179B-D).

Y este mismo texto de Honorio nos trae a la segunda consideración que


deseaba hacer, relacionada con la cítara, esto es, con la música en el
pensamiento de Hildegarda. Son innumerables los lugares en que la abadesa
se refiere al tema, porque para ella la música es un medio privilegiado: para
recrear la armonía que el hombre pierde muchas veces al día, para dirigir
nuevamente hacia el cielo los corazones que han perdido su camino, para
centrarlos en Dios como su punto de referencia. Al cantar y ejecutar música se
integran espíritu, corazón y cuerpo, se pacifican las discordias, se celebra la
vida y se tributa alabanza a Dios.
En la carta más importante de su vida, que escribió en 1179 a los
prelados de Maguncia ante la sentencia de interdicción dictada contra ella y
su monasterio, dada la negativa de la abadesa a exhumar el cadáver de un
noble sepultado en el cementerio de Rupertsberg –el hombre había sido
excomulgado, pero antes de morir se había reconciliado con la Iglesia y
recibido los sacramentos–, la abadesa les reprocha la medida tomada, y
expone su concepción de la música como medio para recuperar el paraíso
perdido y, en él, la voz de la alabanza a Dios. En dicha carta dice que «en la
voz de Adán, antes de su caída, residía el sonido de toda armonía y la dulzura
de todo el arte musical» (Epistula 23 –ad praelatos Moguntinenses- 1178-79 -
HBE, 1991: 63-65): la voz de Adán, bella y poderosa, era uno de los dones que
había recibido para la alabanza a Dios, en unión con los coros angélicos. Al
faltar a la obediencia debida a su Señor, la pérdida de la voz y de la alabanza
formaron parte de su castigo, pero los hombres se esforzaron, una y otra vez,
por recuperar la música –instrumental y vocal– que les volvía la memoria y el
corazón al Paraíso abandonado, recreando la armonía perdida. Pues la
música, la armonía, son esenciales a todo hombre, forman parte de su ser
mismo, creado a imagen y semejanza de Dios, esto es, del Verbo encarnado.
Porque en palabras de la abadesa de Bingen, «la palabra designa el cuerpo,
pero la música manifiesta el espíritu: porque la armonía celestial declara la
divinidad del Hijo de Dios, en tanto la palabra proclama Su humanidad»
(Scivias 3, 13, 12 – HS, 1978: 631). A nuestro entender se afirma aquí que
Dios mismo es armoniosa música, porque Adán fue creado a Su imagen y
semejanza: la Voz divina plasmó la voz humana.
Puede parecer ésta: que Dios mismo es armoniosa música, una
afirmación un tanto atrevida y sin fundamento; o bien, una hermosa imagen,
y nada más. Pero tal vez no sea así. Porque en el punto de partida de nuestro
razonamiento nos encontramos con la armonía del universo, con la belleza del
cosmos, con las perfectas proporciones de la creación divina, tal cual salió de
la Voz de Dios. Boecio, en su tratado Sobre la música, menciona una música
mundana o del cosmos, otra humana y una tercera instrumental. En cuanto a
la primera –la que es de nuestro interés en este punto– dice que, aunque el
oído humano no puede percibirlo, el movimiento de los cuerpos celestes
produce un sonido, porque no es posible que tan veloz movimiento de cuerpos
tan grandes, con cursos diversos en dirección y velocidad, carezcan de
medida, proporción y ritmo –los fundamentos matemáticos de la ciencia
musical–. También los elementos del mundo se combinan armoniosamente,
como asimismo lo hace la diversidad de los tiempos en el transcurso del año
(De musica 1, 2: PL 63, 1171D-72A). Pero «la consonancia, que rige y regula
toda modulación de la música, no puede existir sin el sonido. Y no es posible
producir el sonido a no ser por cierto toque o percusión41, el cual de ningún
modo puede darse sin que le preceda un movimiento» (De musica 1, 3, 1172D);
cuanto más veloz sea el movimiento, tanto más agudo será el sonido, y será
más grave cuando el movimiento se torne más lento. Por otra parte, la
consonancia requiere pluralidad de sonidos, de voces, porque es «la concordia
de las voces entre sí diferentes, reducidas a la unidad [...], mezcla de sonidos
agudos y graves que llega suave y uniformemente a los oídos».
Paradójicamente, la exigencia de movimiento para la producción del sonido, la
necesidad de la percusión y su expansión por el aire, y el requerimiento de
una pluralidad de voces para que hablemos de consonancia, todo ello
pareciera pronunciarse a favor de la imposibilidad del Dios-música. Pero por
otra parte, si decimos que la creación toda, esto es el cosmos material, el
mundo angélico y el hombre que los resume, es sinfónica, armoniosa música
de voces diversas que entonan la alabanza a su Creador; si la obra de Dios es
sinfónica, ¿puede no serlo Dios mismo? Y si lo es, ¿cómo es eso posible?
Tal vez la clave esté dada por el Logos, el Verbo, la Palabra creadora de
Dios. Y volvemos entonces nuevamente a san Agustín, quien en su Comentario
literal al Génesis se refiere a que «Dios dice eternamente todas las cosas por el
Verbo –unido siempre al Padre–, no con el sonido de la voz ni con el
pensamiento que se despliega en los tiempos de los sonidos, sino con la Luz
coeterna de la Sabiduría engendrada por Él» (Gen. litt. 1, 4, 9: PL 34). Y más
adelante añade: «La Sabiduría de Dios, por la Cual fueron hechas todas las
cosas, las conocía antes que fueran creadas. [...] Si, pues, las conocía, ¿dónde
las conocía sino en Él mismo, en Quien estaba el Verbo?» (Gen. litt. 5, 13, 19).
Y aún leemos, poco después y hablando de las palabras empleadas por Dios
en el sexto día de la creación: «No son palabras proferidas con una voz sonora
o sujeta a la duración de los tiempos, sino que son como la potencia creadora
que está en Su Verbo. Pero lo que Dios dijo sin sonidos temporales, no puede
decirse a los hombres a no ser mediante dichos sonidos» (Gen. litt. 8, 3, 7). Es

41«El sonido es la percusión o golpe ininterrumpido del aire hasta el oído» (De
musica 1, 3, 1173A).
decir que esa misteriosa Voz que es el Verbo divino, esa Palabra única de Dios
dice las múltiples voces, todas las palabras de la creación: las creaturas, que
son las sonoras voces de la Voz insonora, la armoniosa expresión de la Música
misma que resonaba en el Verbo antes que Sus notas y acordes fueran
escritos...
Finalmente y una vez más con la abadesa de Bingen, en la visión
primera de la tercera obra de la trilogía hildegardiana, esto es en El libro de las
obras divinas, leemos: «También soy la Racionalidad, que tiene en sí el Aliento
de la Palabra que resuena, por la que toda creatura fue hecha» (Liber
divinorum operum 1, 1, 2 – HBLDO, 1996: 48). Racionalidad que concibe,
Palabra que la expresa y Aliento de Vida, una clara alusión trinitaria en el
contexto de la actividad creadora «por la que toda creatura fue hecha». Pero el
Aliento no sólo da vida, sino que lo hace porque es en Él que la Palabra
creadora resuena, produciendo su efecto de causalidad eficiente y formal
ejemplar. ¿Cómo no ver aquí un claro anticipo de la doctrina de la
participación que tan inspiradamente formulará Santo Tomás de Aquino poco
después? ¿Y cómo no reconocer, en la obra sinfónica de Dios, la fontal Música
participada?
Y nuevamente en El libro de las obras divinas leemos:

«Yo, Quien soy sin principio pero de Quien procede todo cuanto lo tiene;
Yo, Quien soy el Anciano de días, digo: Yo soy por Mí mismo el Día que
jamás vino del sol, pero de Quien el sol mismo ha tomado su luz. Yo soy
también la Razón [el Logos, la Palabra] no proferida por otro, pero de
Quien recibe aliento toda racionalidad. Para contemplar Mi rostro hice
espejos en los que veo todas las maravillas de Mis tiempos pasados,
maravillas que jamás cesarán. Y dispuse esos mismos espejos en una
sinfonía de alabanzas, porque tengo voz como de trueno42, con la que
muevo todo el orbe de la tierra en las sonoridades vivientes de todas las
creaturas» (Liber divinorum operum 1, 4, 105) – HBLDO, 1996: 248).

El Anciano de días, el Padre de Quien todo procede, el Día de Quien el


astro luminoso mismo recibe su luz, es también el creador de los múltiples
espejos –las creaturas– de las maravillas de Su ser eterno, en los que
contempla con amor y deleite las múltiples formas de participación de Su
perfección suprema. Su voz como de trueno –sonoridad y poder– reverbera en
Sus creaturas, que así le devuelven una perenne sinfonía de laudatoria
celebración.
La sinfonía, también, de un encuentro entre dos Doctores de la Iglesia,
dos voces, dos palabras resonando en una única Palabra, en una sola Verdad,
encuentro que hemos honrado en este día…

BIBLIOGRAFÍA

42 En la tradición bíblica el trueno es la voz de Dios: Éxodo 19, 16-19, el

episodio de la promulgación de las tablas de la Ley, es uno de los más claros ejemplos.
Pero también Job 37, 2-5, que presenta el trueno, la voz de Dios, obrando maravillas.
HBE (1991) - Hildegardis Bingensis Epistolarium. Ed. Lieven van Acker. Turnhout.
Brepols. 230 pp. Corpus Christianorum. Continuatio Mediaevalis, 91.
HBLDO (1996) - Hildegardis Bingensis Liber Divinorum Operum.
Cura et studio
Albert Derolez et Peter Dronke. Turnhout. Brepols. 501 pp. CCCM
92.
HBOM (2007) - Hildegardis Bingensis Opera Minora. Ediderunt Peter Dronke,
Christopher P. Evans, Hugh Feiss, Beverly Mayne Kienzle, Carolyn A. Muessig,
Barbara Newman. Turnhout. Brepols, 594 pp. CCCM 226.
HLVM (1995) - Hildegardis Liber Vite Meritorum. Ed. Angela Carlevaris O.S.B.
Turnhout. Brepols. 292 pp. CCCM 90.
HS (1978). Hildegardis Scivias. Ed. Adelgundis Führkötter O.S.B. collab. Angela
Carlevaris O.S.B. Turnhout. Brepols. CCCM 43.
LA METÁFORA EN LA CONSTRUCCIÓN PEDAGÓGICA MACROBIANA:
SATURNALIA Y COMMENTARII IN SOMNIUM SCIPIONIS

Julieta Cardigni
UBA – CONICET
jcardigni@yahoo.es

Resumen.-
El presente trabajo estudia la presentación de las metáforas en los Commentarii
y Saturnalia de Macrobio (siglo V d. C.) considerando que se trata de un recurso
didáctico que garantiza la eficacia pedagógica, ayudando a construir las nociones de
conocimiento y auctoritas al mismo tiempo. Asimismo la distribución complementaria del
tipo de metáforas y símiles -aplicadas al sentido de la vista en los Commentarii y a los
restantes en Saturnalia- nos instruyen sobre una camino gradual en la adquisición del
saber, que va desde lo más concreto hasta lo más abstracto.

En la composición de sus Commentarii y de Saturnalia, ambas obras de


carácter didáctico (cf. Kaster, 1988 y 1980; Flamant, 1977), Macrobio (siglo V
d. C.) pone en práctica una serie de recursos para construir y legitimar su
autoridad, esencial para garantizar la eficacia pedagógica de sus textos. El uso
de símiles y metáforas constituye uno de estos recursos43 que tanto en los
Commentarii como en Saturnalia contribuyen a caracterizar la noción de saber
que ambos textos buscan construir y transmitir.

INTRODUCCIÓN: LA METÁFORA, EL SÍMIL Y ALGUNOS PROBLEMAS METODOLÓGICOS

El problema de definir y caracterizar las metáforas a partir de una


teoría única es y ha sido una preocupación de la teoría literaria y de la
lingüística; nos situamos en este punto dentro de la perspectiva de Sovran
(1993) que superando los modelos interaccionistas propone una teoría
sistemática que permita dar cuenta de todos los tipos de metáforas
(lexicalizadas, cotidianas, poéticas). A pesar del alto grado de dependencia
contextual que las metáforas plantean, es posible percibir que aun dentro de
este sistema responden a las reglas semántico- gramaticales del contexto en el
que ocurren; en este sentido, se aplica la noción de gradación o
“predictibilidad” que permite la decodificación de las metáforas a partir del
contexto, entendido este en sentido amplio44. También Halliday a partir de su

43 Para el uso de las metáforas en los textos filosóficos, cf. García Jurado,

2007. Para la diferencia entre símil y metáfora, cf. Coulter, 1976.


44 Como también señala Sovran, el tenor y el vehículo comprometidos en una

metáfora pertenecen a campos semánticos diferentes, y esta incompatibilidad se


resuelve en un nivel más alto de abstracción. Así para Ricoeur la incongruencia que
una metáfora crea a nivel referencial se resuelve en otro nivel que involucra la
imaginación, los sentimientos y la cognición (cf. Ricoeur,1981). De esta forma, un
propuesta de «metáfora gramatical» liga este recurso al contexto y lo considera
una forma de generar cohesión; se trataría en este caso de la opción de
realización marcada de las funciones semánticas de la cláusula, y operaría
como una forma alternativa de expresión de significados; la decodificación de
la metáfora es por lo tanto, contextual (cf. Halliday, 1994).
A su vez, la relación que separa a la metáfora del símil puede verse
reflejada en la diferencia entre símbolo y alegoría (cf. Coulter, 1976: 68ss).
Mientras el símil y la alegoría se basan en una suerte de sistema de
correspondencias uno a uno basado en el parecido entre copia y modelo, el
símbolo y la metáfora crean el lazo a partir de una analogía entre los
elementos que unen, y se nos presentan en principio como enigmas. Las
metáforas mantienen así el mismo sentido misterioso que la representación
simbólica y obligan a un desciframiento que en el símil está explícito45. Es esta
suerte de incongruencia lo que genera la necesidad de reasignar el sentido
para resolver la metáfora, de la misma forma que ocurre a nivel de la
representación con el símbolo. En contraste el símil y la alegoría constituyen
desplazamientos pero previsibles y decodificables a partir de la similitud entre
los elementos que los conforman.
En el caso de los textos filosóficos y sus comentarios, la motivación para
el uso de las metáforas tiene que ver con dos cuestiones: una didáctica, puesto
que la imagen metafórica ayuda a comprender abstracciones; y otra
ontológica, dado que es una forma de nombrar y “crear” una realidad que
existe pero a la que no tenemos acceso desde nuestro lugar y desde nuestro
lenguaje: la metáfora puede romper las fronteras del lenguaje y decir lo
indecible (cf. Le Guern, 1985). Como estrategias pedagógicas, las
configuraciones metafóricas se filtran también en la escritura del comentario y
pasan a constituir un elemento formal característico del género, homologando
texto y comentario al participar a este último de la koiné cultural. En la
cadena discursiva, el comentarista es el encargado de echar luz sobre las
palabras de los filósofos, que intentan explicar la verdad trascendente. En
esencia, se trata de la misma tarea de exégesis, y la única diferencia es la
distancia que separa a uno y otro de esta verdad trascendente y última. Así, se
detectan en los comentarios antiguos cinco grupos de metáforas comunes al
género: la enseñanza como iniciación religiosa; la educación como viaje; la
analogía entre el maestro-estudiante y padre- hijo; la enseñanza como
iluminación y visión; y la idea de enseñanza como cura o sanación (cf. Sluiter,
1999).

dominio semántico reestructura el otro dominio semántico de acuerdo con su propia


estructura. El problema de las teorías interaccionistas es que este proceso como
fortuito y sujeto a ensayo y error; por el contrario, la propuesta de Sovran consiste en
un método sistemático para ascender en la escala de abstracción implícita en los
componentes significativos del tenor y del vehículo. Por otro lado, de esta manera se
resuelve también otro problema del cognitivismo, que no puede garantizar que la
reforma semántica se produzca; en contraste por medio de la inclusión del contexto y
de la predictibilidad puede explicarse por qué algunas metáforas funcionan y otras no.
45 No obstante también en la Antigüedad la alegoría (como figura) era

considerada una suerte de extensión de la metáfora (un tropo), cf. Quintiliano, Inst. 8.
6. 44: «allegoria (…) fit plerumque continuatis traslationibus», transformando la
diferencia entre ambas categorías en cuantitativa. El símil, a su vez, era considerado
en la forma como una explicitación de la metáfora.
LAS METÁFORAS DE LA LUZ Y LA ILUMINACIÓN EN LOS COMMENTARII DE MACROBIO

La metáfora del maestro/padre y alumno/hijo queda aquí anulada por


la simple razón de que Macrobio dedica la obra a su hijo Eustacio, quien se
hallaba en edad escolar, y al que parece estar dirigida esta introducción a
‘toda la filosofía’ que son los Commentarii. Tampoco encontramos en el texto
imágenes metafóricas sobre el viaje, la sanación o la iniciación religiosa46 para
referirse a la enseñanza o a la construcción de saber. Sí se encuentran
algunas imágenes metafóricas aisladas que aluden una al campo semántico de
la guerra, otra al de la agricultura y otra a los problemas como “nudos” que
hay que desatar47.
En contraste, resulta notable el hecho de que el único conjunto que se
haya utilizado profusamente y con variaciones y despliegues es el de las
metáforas de la iluminación y la visión48. Ciertamente no es extraño que un
neoplatónico opte por desarrollar su escritura sobre la base de las metáforas

46 Tratándose de un texto que se basa para su interpretación en preceptos

neoplatónicos, la idea de la enseñanza de la filosofía como iniciación está presente de


manera constante, pero no es referida por medio de metáforas.
47 Así, en el momento en que se prepara para defender al neoplatonismo de los

ataques aristotélicos, empresa que evidentemente requería un gran esfuerzo, Macrobio


recurre al verbo accingo, con el sentido de armarse, convirtiendo a la discusión
filosófica en un campo de batalla, a Aristóteles en el enemigo, y a la tradición
platónica en su propio ejército: «Contra has tam subtiles et argutas et veri similes
argumentaciones accingendum est secundum sectatores Platonis, qui inceptum quo
Aristoteles tam veram tamque validam definitionem magistri sauciare temptaverat
subruerunt». Si bien esta metáfora alude indirectamente al concepto de saber, no es
tan reveladora acerca de la tarea del comentarista, aunque anticipa el carácter hostil
de las relaciones entre Platón y Aristóteles, según la visión de Macrobio. Más
precisamente en relación con la idea de caracterizar su práctica como comentarista,
Macrobio utiliza una metáfora tomada del campo léxico de lo rural, al decir, en el
momento en que se prepara para exponer una completa explicación acerca de las
palabras ciceronianas: «hoc autem loco Cicero rerum quaerendarum iactis seminibus
multa nobis excolenda legavit.» A partir de esta idea del trabajo arduo que queda por
hacer para comprender a Cicerón se categoriza al comentarista ya no sólo como un
erudito sino como alguien laboriosus, y el comentario como un proceso trabajoso pero
al mismo tiempo productivo. Por último también Macrobio usa la metáfora del n u d o,
que constituye una metáfora compleja que ayuda a construir la noción de problema y
que da origen por lo tanto al de solución que el saber proveerá: «Ac priusquam somnii
verba consulamus, enodandum nobis est a quo genere hominum Tullius memoret vel
irrisam Platonis fabulam vel ne sibi idem eveniat non vereri».
48 Es notable pero no curioso, dado que, por ejemplo, ya Gelio —fuente
principal de Macrobio para Saturnalia— utiliza las imágenes de la luz y la iluminación
para caracterizar la erudición, como podemos observar desde el mismo título de su
obra, Noctes Atticae. García Jurado (2007: 295) señala que el mismo título de la obra
de Gelio puede leerse en términos metafóricos a partir de la idea de que «el saber es
luz», y noctes debe entenderse a partir de lucubratio, es decir, el trabajo intelectual a la
luz del candil llevado a cabo de noche. Lucubrum es l á m p a r a y de ahí toma su
nombre la actividad nocturna lucubratio. De esta forma, noctes o vigiliae constituyen
términos cercanos motivados por una sinécdoque del contenido total expresado por
lucubratio.
de la luz, tan frecuentes y prestigiadas en la tradición del platonismo; se trata
a su vez de una imagen dinámica, que permite gradaciones, oposiciones y que
de alguna manera vuelve manipulable y caracterizable a la realidad abstracta
que implica el saber. Asimismo, no es improbable pensar que en su afán
pedagógico Macrobio creyera que sería mejor limitar el uso de las metáforas a
una sola serie, que le permitía expresar matices, opuestos y juegos léxicos con
una correlación precisa en el campo intelectual.
Recordemos que el sentido de la visión -que para los romanos era
«táctil»- era privilegiado sobre los otros para acceder al saber49. Saber y ver
tienen una larga historia juntos desde los tiempos más antiguos; si bien a
veces la vista es criticada por bloquear nuestra visión de las cosas eternas,
otras veces está ligada al conocimiento a partir de diversos términos que
manifiestan esta unión (theoria, reflexión, especulación, iluminación), y sobre
todo, a partir de la idea de mirar hacia adentro, se relaciona con el
conocimiento de uno mismo (cf. Bartsch, 2006). Ya en Platón el ascenso a la
verdad se da en términos visuales -puesto que se trata del paso de la visión
humana a ver con los ojos de la mente-, la actividad de la filosofía es la theoria
y el Bien está representado por el Sol50.
Desde esta perspectiva, resulta claro por qué nuestro comentarista se
dedica a desarrollar esta metáfora en sus Commentarii -mayormente a través
de sintagmas nominales, y en menor medida del uso verbal- y a definir el
saber a partir de esta propuesta. En los Commentarii este recurso se presenta,
en principio, de dos maneras. En primer lugar, las imágenes metafóricas de la
iluminación se aplican a otros pensadores o filósofos, que para nuestro autor
constituyen autoridades, y en cuyas filas discursivas pretende alinearse. En
segundo lugar, Macrobio se presenta él mismo en su tarea de comentarista
como dador de luz, con lo cual crea la simetría necesaria para situarse a la
altura de sus antecesores y, aun más importante, para elevar su comentario al
estatus de obra filosófica.

a) Metáforas de la iluminación aplicadas a Platón y a Porfirio

Es lógico que en este intento de situarse en una posición de simetría


con sus antecesores Macrobio recurra a la figura de Platón como máxima
auctoritas, y que sea el filósofo griego el primero caracterizado como dador de

49 Bartsch (2006: 3-4; 59) explica la consideración de la Antigüedad


grecorromana de un flujo material real que surge desde el ojo que hace contacto con el
objeto visto. La cultura grecorromana entendía así que la fuerza de la mirada era
táctil, y así como el acto de mirar podía despertar el deseo sexual, también podía
dañar. Las teorías de la Antigüedad sobre la visión, tanto aquellas ópticas como
atomistas, como Platón, Euclides y Ptolomeo enfatizan la naturaleza táctil de la vista,
y hablan en términos de penetración y contacto no metafórico sino literal. Bartsch
(2006: 59) considera que estos pensadores pueden dividirse en cinco escuelas: de
intromisión, de extromisión, Platón, Aristóteles y los estoicos.
50 Esta predominancia de la vista por sobre los otros sentidos admite otras

explicaciones, como por ejemplo el hecho de que, a partir de una apreciación de


sentido común, es el más informativo de los sentidos, presenta una simultaneidad que
otros sentidos no permiten, y por último no es limitada en su alcance, tal como nos lo
advierte Varrón en LL. 6. 80: «oculorum sensus vis usque pervenit ad stellas».
luz. Es por eso que en el inicio de los Commentarii, cuando Macrobio quiere
justificar la inclusión del episodio del sueño de Escipión al final de la
República ciceroniana, propone una comparación con los procedimientos
platónicos para demostrar la inmortalidad del alma, a los que caracteriza de la
siguiente manera: «sic in Phaedone inexpugnabilium luce rationum anima in
veram dignitatem propriae immortalitatis adserta (…)» (Macr., Comm. in Somn. Sc.
1. 1. 6)51. Está claro que el poder iluminador de Platón puede extenderse por
analogía a Cicerón, autor del Somnium, sobre todo en este pasaje en el que
Macrobio se halla comparando ambas obras, y planteando la República de
Platón como fuente del Somnium. Macrobio no puede atribuir directamente
esta cualidad «iluminadora» a Cicerón, puesto que tiene reservada para él la
atribución de cierta obscuritas -in re- sin la cual el comentario sería
injustificado.
En segundo lugar, otro «dador de luz» es Porfirio, a quien Macrobio hace
dos escasas alusiones, aunque sabemos bien que le debía más de lo que
reconoce explícitamente en su texto (cf. Henry, 1934). En el primer caso,
Macrobio cita las palabras de Porfirio para explicar la naturaleza del sueño
oracular; quien recurre a la imagen metafórica de la luz y las tinieblas para
referirse al descubrimiento y la visualización de la verdad:

«latet inquit omne verum. Hoc tamen anima cum ab officiis corporis somno
eius paululum libera est interdum aspicit, non numquam tendit aciem nec
tamen pervenit et cum aspicit tamen non libero et directo lumine videt sed
interiecto velamine quod nexus naturae caligantis obducit» (Macr., Comm.
in Somn. Sc. 1. 3. 18)52.

Además de los sintagmas nominales que indican matices y extremos de


luz y sombra (latet, lumine, caligantis, velamine), Macrobio hace uso de dos
verbos relacionados con el campo de la visión que refuerzan el contexto
sensorial- intelectual y permiten que la metáfora se interprete en términos
correctos: aspicio y video. Este último constituye la versión menos marcada
que indica el sentido del campo semántico de «ver»53, pero al mismo tiempo
expresa la dimensión de la capacidad visual, es por eso que el alma «la
contempla pero no puede verla», es decir, no tiene la capacidad de realizar esta
operación, a causa del velo que se interpone entre ella y el objeto. Por su parte
aspicio se refiere a otra dimensión del campo semántico de la visión,
relacionada con la intención visual del sujeto, que en el pasaje macrobiano
mira con la intención de ver (García Hernández, 1976: 30, 49, 54, 57). En el
segundo caso, Porfirio aparece asociado, según lo cita Macrobio, a la claridad

51 «Así, en Fedón, una vez devuelta el alma a la verdadera dignidad de su

propia inmortalidad, a la luz de argumentos irrebatibles…».


52 La cita de Porfirio parece corresponder a las Cuestiones Homéricas: «Toda

verdad está oculta, dice [Porfirio]. No obstante, el alma cuando se libera un poco de las
funciones corporales durante el sueño, a veces la contempla pero no la aprehende, y
cuando la contempla no puede verla, sin embargo, con una luz franca y directa, sino a
través de un velo interpuesto, que oculta y oscurece el entramado de la naturaleza».
53 En su exhaustivo estudio estructuralista sobre el campo semántico de «ver».

García Hernández (1976: 25) considera el verbo video como «archilexema» del campo
semántico de ver.
y la iluminación, en su función de comentarista: «hanc Platonicorum
persuasionem Porphyrius libris inseruit quibus Timaei obscuritatibus non nihil
lucis infudit» (Macr., Comm. in Somn. Sc., 2. 3. 15)54.
Así ambos exegetas, Platón de la verdad, y Porfirio de las palabras de
Platón, tienen como método la iluminación de la realidad -ya sea que esté
representada por la naturaleza o por los textos- para alcanzar de esta manera
la visión de la verdad.

b) Metáforas de la iluminación aplicadas a Macrobio

Este segundo grupo de metáforas se aplica al mismo Macrobio, quien de


esta manera pasa a ocupar su lugar como continuador en la serie discursiva
(filosófico- pedagógica) hasta ahora constituida por Platón, Porfirio y Cicerón.
Sobre todo en la introducción, en los parágrafos preliminares y en los que
cierran secciones, son muy frecuentes las alusiones a ‘aclarar’ o ‘echar luz’
sobre las palabras de Cicerón, y en todos los casos constituyen un recurso
para justificar la intervención del comentarista. Por la misma razón en estos
casos suelen aparecer los dos polos de la metáfora, dado que es la existencia
de la obscuritas lo que autoriza y casi exige una explicación o aclaración; así
en 1. 5. 4 Macrobio se halla explicando la primera cita del Somnium, referida a
la plenitud aritmética, e introduce su comentario con esta frase: «totum hoc ut
obscuritatis deprecetur offensam, paulo altius repetita rerum luce pandendum
est.» (Macr., Comm. in Somn. Sc., 1. 5. 4)55.
Hay también algunas menciones metafóricas más sencillas, del tipo «et
quia ex supra dictis omnibus (…) nitatur» (Macr., Comm. in Somn. Sc., 1. 5. 18)56 o
«pauca nobis praemittenda sunt quae simul utriusque intellegentiam faciant
lucidiorem» (Macr., Comm. in Somn. Sc., 2.2.2)57. La metáfora, desplegada hacia el
polo negativo de la obscuritas, es muy apropiada también para justificar la
alusión a las palabras de otros filósofos, estrategia muy frecuente en
Macrobio: «ex his quae Platonem quaeque Plotinum de voluntaria morte
pronuntiasse rettulimus nihil in verbis Ciceronis quibus hanc prohibet remanebit
obscurum» (Macr., Comm. in Somn. Sc., 1. 13. 20)58.
Finalmente, las alusiones a la oscuridad y a la necesidad de
iluminación aumentan en la primera parte del libro segundo, espacio que
Macrobio dedica a discutir sobre música y sus proporciones matemáticas, de
lo cual podemos deducir que probablemente le resultara un tema
particularmente escabroso. Así, por ejemplo, para comenzar a tratar el tópico,
Macrobio dice, refiriéndose a la exposición que sobre el tema hace Platón en

54 «Porfirio consignó esta convicción de los platónicos en aquella obra suya en

la que arrojó no poca luz sobre las oscuridades del Timeo».


55 «Para evitar la acusación de oscuridad, debemos explicar todo esto buscando

la luz de las cosas con mayor profundidad».


56 «Puesto que está claro, por lo arriba dicho…».
57«Debemos hacer unas consideraciones previas que harán más transparente
la comprensión de ambas explicaciones.»
58 «Gracias a estas lecciones que Platón y Plotino pronunciaron acerca de la

muerte voluntaria, y que acabamos de relatar, nada quedará oscuro en las palabras
de Cicerón en las que prohíbe el suicidio».
Timeo: «cuius sensus si huic operi fuerit adpositus, plurimum nos ad verborum
Ciceronis, quae circa disciplinam musicae videntur obscura, intellectum iuvabit.»
(Macr. Comm. in Somn. Sc., 2. 2. 1)59. Más adelante, después de una larga
disquisición sobre las proporciones numéricas que rigen los intervalos
musicales, Macrobio afirma: «ad inluminandam ut aestimo obscuritatem
verborum Ciceronis de musica tractatus succinctus a nobis qua licuit brevitate
sufficiet» (Macr., Comm. in Somn. Sc., 2. 4. 10)60. Y casi inmediatamente después
agrega, para excusar su propia brevitas: «quia in re naturaliter obscura qui in
exponendo plura quam necesse est superfundit addit tenebras, non adimit
densitatem.» (Macr., Comm. in Somn. Sc., 2. 4. 12)61.
Por medio del uso de estas imágenes metafóricas, Macrobio sitúa su
figura a la altura de Platón, pero también se alinea como comentarista con
Porfirio, que ha iluminado las palabras de Platón de manera análoga a lo que
él mismo hace con el texto ciceroniano. Construye así una imagen de
naturaleza doble, la de comentarista- filósofo, recuperando la idea plotiniana
de que la filosofía es básicamente exégesis de las doctrinas antiguas (Plot., Enn.
5. 1)62, y convirtiendo al comentario, en tanto práctica exegética, en un texto
filosófico.

c) Metáforas del falso saber

Más allá de utilizar la luz y la sombra en términos metafóricos,


Macrobio dedica un parágrafo a hablar de la situación del Sol y de la Luna, y
de cómo el Sol posee luz y calor propios, mientras que la Luna solo toma
prestada la luz del Sol, lo cual se evidencia en su incapacidad para transmitir
calor: «Luna vero quia sola ima sub sole est et caducorum iam regioni luce sua
carenti proxima, lucem nisi de superposito sole cui resplendet habere non
potuit.» (Macr., Comm. in Somn. Sc. 1. 19. 10)63.
El vocabulario relacionado con el campo semántico de la luz y la
iluminación está aquí utilizado de manera literal, por supuesto, para aludir a
las propiedades de ambos astros. Pero también la Luna es acreedora de una
nueva metáfora relacionada con el campo semántico de la luz y la visión, que
es la del espejo, ya que la Luna refleja la luz, no la posee; solo ilumina porque
detrás de ella está el sol, verdadera fuente de luz y calor: «rursus terra accepto
solis lumine clarescit tantum modo, non relucet; Luna speculi instar lumen quo

59 «Si se hubiera aplicado su interpretación a esta obra, sería de una gran

ayuda para entender las palabras de Cicerón, que acerca de la disciplina de la música
parecen oscuras.»
60 «Creo que esta discusión, abreviada cuanto nos ha sido posible, será

suficiente para iluminar la oscuridad de las palabras de Cicerón sobre la música.»


61 «Pues en una materia naturalmente oscura quien en su explicación se

extiende más de lo que es necesario, añade densidad a las tinieblas, no la quita.»


62 Para la noción de exégesis plotiniana, cf. Eon, 1976.
63 «En verdad la Luna , puesto que es la única que se encuentra por debajo del
Sol y está ya muy cerca de la región de lo efímero, que carece de luz propia, no pudo
tener otra luz que la del Sol cuando se coloca encima de ella, cuyos rayos refleja».
illustratur emittit.» (Macr., Comm. in Somn. Sc. 1. 19. 12)64. En este punto, es
difícil no recordar la analogía platónica del sol, metáfora en sí misma del
conocimiento verdadero a través de la analogía, y que Macrobio se encarga de
explicarnos al principio de su obra:

«sic Plato cum de [tagatho] loqui esset animatus, dicere quid sit non ausus
est, hoc solum de eo sciens quod sciri quale sit ab homine non possit,
solum vero ei simillimum de visibilibus solem repperit et per eius
similitudinem viam sermoni suo attollendi se ad non conprehendenda
patefecit» (Macr., Comm. in Somn. Sc. 1. 2. 15)65.

Así, es posible que aquellos que no investigan cuál es la naturaleza de


los símbolos, es decir, en lugar de qué se manifiestan para nosotros, consigan
un falso conocimiento, una especie de reflejo de la verdad:

«sic ipsa mysteria figurarum cuniculis operiuntur ne vel haec adeptis


nudam rerum talium se natura praebeat sed summatibus tantum viris
sapientia interprete veri arcani consciis contenti sint reliqui ad
venerationem figuris defendentibus a vilitate secretum» (Macr., Comm. in
Somn. Sc. 1. 2. 18)66.

El símbolo se transforma en un ente vacío, ya que como resultado de


esta incapacidad de lectura, ya no está en lugar de ninguna otra cosa; así el
hecho de que no se perciba su naturaleza Lunar- especular lo despoja de
sentido porque anula su relación con la verdad trascendente. La construcción
de este eje luz- oscuridad a lo largo de toda la obra guía la lectura de manera
casi unívoca hacia la conclusión inevitable: existe otro saber que, como la
Luna, no es la verdad sino que únicamente la refleja. Con la ayuda de las
metáforas de la visión, Macrobio refuerza el sentido del comentario, que busca
‘descorrer el velo’, como nos lo recuerda la cita virgiliana en los Commentarii:
«aspice, namque omnem quae nunc obducta tuenti/ mortales hebetat uisus tibi
et humida circum/ caligat nubem eripiam» (Macr., Comm. in Somn. Sc. 1. 3. 19)67

64 «La tierra, a su vez, cuando recibe la luz del sol, sólo clarea, no brilla; la

Luna, a modo de espejo, refleja la luz que la ilumina».


65 «Así Platón, resuelto a hablar acerca del Bien, no osó decir qué es, pues
acerca de este no conocía más que una cosa: que es imposible para el hombre conocer
su esencia; pero descubrió que sólo el sol, de entre los objetos visibles, era
verdaderamente similar a este, y por medio de esta analogía abrió a su discurso un
camino para elevarse hacia lo incomprensible».
66 «Así, los misterios mismos se encubren con los recovecos de los símbolos, de

modo que ni siquiera a los adeptos la naturaleza de tales realidades se les ofrece
desnuda sino que, mientras que los hombres eminentes y sólo ellos tienen
conocimiento, por medio de la sabiduría, de la verdad arcana, los demás se contentan,
para venerarlos, con los símbolos que protegen el misterio de la vulgaridad».
67 «Observa pues la nube que ahora cuando miras, vela y debilita tu mirada

mortal, y te envuelve con húmeda neblina, la disiparé por completo». La cita es de Aen.
2. 604- 606, y forma parte de las palabras que Venus le dirige a Eneas antes de
Nuevamente el verbo aspicio, unido ahora a tueor que también manifiesta la
acción de «mirar fijamente», y con el que comparte la indeterminación espacial
de la mirada. La propuesta del Comentario es entonces la de apostar por el
verdadero saber, aquel que se logra por medio del estudio de la filosofía, a la
cual el comentario es -dada, por analogía, su naturaleza filosófica también-
introducción y guía.

SATURNALIA Y LA PRESENCIA DE LAS METÁFORAS DE LOS SENTIDOS

En contraste, en Saturnalia encontramos una definición de saber


desarrollada por medio de una serie de símiles que construyen un saber
diferente al de los Commentarii, no opuesto sino complementario. Estos se
encuentran concentrados principalmente en la Praefatio, de carácter
programático, articulada sobre una serie de imágenes encadenadas que sirven
para describir qué entiende el autor por saber. Al respecto debemos destacar
que Macrobio ha abrevado de manera ostensible de la Epistula 84 a Lucilio de
Séneca, en la que el filósofo romano expone la utilidad de los viajes y las
lecturas para la recopilación de ideas, con el mismo objetivo final de que,
proviniendo de distintos lugares, se unan y conformen un todo armonioso. La
coincidencia en los pasajes es más que notable, como señalamos a
continuación68:

Macrobio Séneca

Sat., Praef. 5-6 Ep. 84. 2- 5


Apes enim quodammodo debemus Invicem hoc et illo commeandum est et
imitari, quae vagantur et flores alterum altero temperandum, ut
carpunt, deinde quicquid attulere quidquid lectione collectum est stilus
disponunt ac per favos dividunt et redigat in corpus. Apes, ut aiunt,
sucum varium in unum saporem debemus imitari, quae vagantur et
mixtura quadam et proprietate spiritus flores ad mel faciendum idoneos
sui mutant. Nos quoque quicquid carpunt, deinde quidquid attulere
diversa lectione quaesivimus disponunt ac per favos digerunt et, ut
committemus stilo, ut in ordinem Vergilius noster ait,
eodem digerente coalescat. Nam et in liquentia mella
animo melius distincta servantur, et stipant et dulci distendunt
ipsa distinctio non sine quodam nectare cellas.
fermento quo conditur universitas in
unius saporis usum varia libamenta De illis non satis constat utrum sucum
confundit, ut, etiamsi quid apparuerit ex floribus ducant qui protinus mel sit,
unde sumptum sit, aliud tamen esse an quae collegerunt in hunc saporem
quam unde sumptum noscetur mixtura quadam et proprietate spiritus
appareat: sui mutent. Quibusdam enim placet

mostrarle que los que verdaderamente están luchando en Troya son los dioses, pero
que los humanos no pueden verlos.
68 Remito al lector interesado a Granados Fernández (1986) en que la autora

realiza un estudio descriptivo de estos encuentros textuales. Las similitudes siguen a


lo largo del primer libro, al que no nos dedicaremos aquí.
non faciendi mellis scientiam esse illis
sed colligendi. Aiunt inveniri apud
Indos mel in arundinum foliis, quod
aut ros illius caeli aut ipsius arundinis
umor dulcis et pinguior gignat; in
nostris quoque herbis vim eandem sed
minus manifestam et notabilem poni,
quam persequatur et contrahat animal
huic rei genitum. Quidam existimant
conditura et dispositione in hanc
qualitatem verti quae ex tenerrimis
virentium florentiumque decerpserint,
non sine quodam, ut ita dicam,
fermento, quo in unum diversa
coalescunt.
Sed ne ad aliud quam de quo agitur
abducar, nos quoquehas apes
debemus imitari et quaecumque ex
diversa lectione congessimus separare
(melius enim distincta servantur),
deinde adhibita ingenii nostri cura et
facultate in unum saporem varia illa
libamenta confundere, ut etiam si
apparuerit unde sumptum sit, aliud
tamen esse quam unde sumptum est
appareat.

Sat., Praef. 6- 7 Ep. 84. 5- 6


quod in corpore nostro videmus sine Quod in corpore nostro videmus sine
ulla opera nostra facere ulla opera nostra facere naturam
naturam. Alimenta quae accipimus, (alimenta quae accepimus, quamdiu in
quamdiu in sua qualitate perseverant sua qualitate perdurant et solida
et solida innatant, male stomacho innatant stomacho, onera sunt; at cum
oneri sunt: at cum ex eo quod erant ex eo quod erant mutata sunt, tunc
mutata sunt, tum demum in vires et demum in vires et in sanguinem
sanguinem transeunt. transeunt).

Sat., Praef. 7 Ep. 84. 6-7


Idem in his quibus aluntur ingenia idem in his quibus aluntur ingenia
praestemus, ut quaecumque hausimus praestemus, ut quaecumque hausimus
non patiamur integra esse, ne aliena non patiamur integra esse, ne aliena
sint, sed in quandam digeriem sint. Concoquamus illa; alioqui in
concoquantur: alioquin in memoriam memoriam ibunt, non in ingenium.
ire possunt, non in ingenium.

Sat., Praef. 8 Ep. 84. 7


Ex omnibus colligamus unde unum fiat Adsentiamur illis fideliter et nostra
ex omnibus, sicut unus numerus fit ex faciamus, ut unum quiddam fiat ex
singulis. Hoc faciat noster animus: multis, sicut unus numerus fit ex
omnia quibus est adiutus abscondat, singulis cum minores summas et
ipsum tamen ostendat quod effecit: ut dissidentes conputatio una conprendit.
qui odora pigmenta conficiunt ante Hoc faciat animus noster: omnia
omnia curant ut nullius sint odoris quibus est adiutus abscondat, ipsum
propria quae condientur, confusura tantum ostendat quod effecit.
videlicet omnium sucos p6odoraminum
in spiramentum unum.
Sat., Praef. 9 Ep. 84. 9
ides quam multorum vocibus chorus Non vides quam multorum vocibus
constet: una tamen ex omnibus chorus constet? unus tamen ex
reddetur. Aliqua est illic acuta aliqua omnibus redditur. Aliqua illic acuta
gravis aliqua media, accedunt viris est, aliqua gravis, aliqua media;
feminae, interponitur fistula: ita accedunt viris feminae, interponuntur
singulorum illic latent voces, omnium tibiae: singulorum illic latent voces,
apparent, et fit concentus ex dissonis. omnium apparent.

Sat., Praef. 10 Ep. 84. 10


Tale hoc praesens opus volo: multae in Talem animum esse nostrum volo:
illo artes, multa praecepta sint, multae in illo artes, multa praecepta
multarum aetatum exempla, sed in sint, multarum aetatum exempla, sed
unum conspirata: in quibus si neque in unum conspirata.
ea quae iam tibi sunt cognita
asperneris, nec quae ignota sunt vites,
invenies plurima quae sit aut voluptati
legere aut cultui legisse aut usui
meminisse.

En ambos autores hay un mensaje común, que es el de generar una


unidad armoniosa de conocimiento a partir de diferentes elementos. En el caso
de Séneca, el alcance de las metáforas es más amplio, dado que abarca tanto
lecturas como viajes y otras experiencias que se unen para conformar un
saber unitario y general de la vida. En el caso de Macrobio las metáforas
tienen un alcance más acotado, puesto que nuestro autor las aplica
únicamente a la lectura de autores y textos de la tradición: «Nos quoque
quicquid diversa lectione quaesivimus committemus stilo, ut in ordinem eodem
digerente coalescat.» (Macr., Sat., Praef. 6)69. Conforme al espíritu que anima
su época, Macrobio reduce la experiencia de la vida a la información que
transmiten los libros70.

69«Todo lo que he encontrado en mis variadas lecturas lo reuniré igualmente


con mi pluma, de tal manera que se una en orden con lo mismo que lo ordena».
70 De manera análoga, en su propia Preafatio Gelio —que no es en este pasaje

la fuente directa de Macrobio pero sí es una de las principales de Saturnalia— utiliza


también metáforas para explicar cómo ha procedido en la elaboración de su obra: la
metáfora principal es la de las provisiones: «Vsi autem sumus ordine rerum fortuito,
quem antea in excerpendo feceramus. Nam proinde ut librum quemque in manus
ceperam seu Graecum seu Latinum vel quid memoratu dignum audieram, ita quae
libitum erat, cuius generis cumque erant, indistincte atque promisce annotabam eaque
En concreto Macrobio y Séneca comparten la metáfora de las abejas, la
del alimento en el cuerpo y la del coro; a su vez Macrobio intercala la del
perfume, que en Séneca está ausente. Con respecto a la primera, Séneca
introduce a su vez una cita de Virgilio (liquentia mella/ stipant et dulci
distendunt nectare cellas) de Aen. 1. 432- 33, en que el poeta mantuano
compara con las abejas la actividad de los Tirios, que cuando Eneas llega a
Cartago se encuentran trabajando en su ciudad, levantando murallas,
construyendo sus casas, y también ocupándose de los asuntos legales. La
comparación completa entre los Tirios y las abejas es la siguiente:

«Qualis apes aestate nova per florea rura


exercet sub sole labor, cum gentis adultos
educunt fetus, aut cum liquentia mella
Stipant et dulci distendunt nectare cellas»
(Virg., Aen. 1. 430- 433)71

De esta cita que introduce Séneca —y que por lo tanto resuena en


Macrobio— se deduce que se trata de acciones que apuntan a la construcción:
en los versos virgilianos, de la ciudad, en los textos de Séneca y Macrobio, del
conocimiento y por lo tanto del individuo. No se trata de una acumulación
mecánica sino de una organización de lecturas y saberes que se combinan de
manera ordenada para generar una unidad coherente; dice Macrobio:

«Apes enim quodammodo debemus imitari, quae vagantur et flores


carpunt, deinde quicquid attulere disponunt ac per favos dividunt et
sucum varium in unum saporem mixtura quadam et proprietate spiritus
sui mutant» (Macr., Sat., Praef. 5)72.

En segundo lugar, Macrobio usa el símil de los alimentos y el cuerpo


para reforzar la idea anterior:

«quod in corpore nostro videmus sine ulla opera nostra facere naturam.
Alimenta quae accipimus, quamdiu in sua qualitate perseverant et solida
innatant, male stomacho oneri sunt: at cum ex eo quod erant mutata
sunt, tum demum in vires et sanguinem transeunt. Idem in his quibus
aluntur ingenia praestemus, ut quaecumque hausimus non patiamur

mihi ad subsidium memoriae quasi quoddam litterarum penus recondebam, ut, quando
usus venisset aut rei aut verbi, cuius me repens forte oblivio tenuisset, et libri, ex quibus
ea sumpseram, non adessent, facile inde nobis inventu atque depromptu foret» (Gelio, N.
A., Praef. 2).
71 «Tal como en la primavera ejercitan las abejas su trabajo al Sol por los

campos floridos, cuando sacan los enjambres ya crecidos, o cuando labran la líquida
miel, o llenan sus celdillas con el dulce néctar».
72 «Pues debemos imitar a las abejas, que circulan y liban las flores; a

continuación organizan todo lo que han aportado y lo dividen por los panales, y
transforman un jugo variado en un solo sabor a partir de una cierta mezcla y
propiedad de su esencia».
integra esse, ne aliena sint, sed in quandam digeriem concoquantur:
alioquin in memoriam ire possunt, non in ingenium» (Macr., Sat., Praef.
6)73.

El saber, para que sea tal, debe experimentar un proceso de


transformación y asimilación por medio del cual quede ligado a nuestro
interior, y no permanezca en la superficialidad de la memoria; también en
Séneca la metáfora apunta a la misma conclusión. Esta propuesta está en
consonancia con la estética tardoantigua, en la que la transformación y la
conversión rigen como criterios generales para caracterizar las producciones
literarias de la época (Fontaine, 1977).
A continuación Macrobio introduce una metáfora que no figura en el
texto de Séneca; después de hacer unas consideraciones previas que sí toma
de su predecesor, nos dice:

«Ex omnibus colligamus unde unum fiat ex omnibus, sicut unus numerus
fit ex singulis. Hoc faciat noster animus: omnia quibus est adiutus
abscondat, ipsum tamen ostendat quod effecit: ut qui odora pigmenta
conficiunt ante omnia curant ut nullius sint odoris propria quae
condientur, confusura videlicet omnium sucos odoraminum in
spiramentum unum» (Macr., Sat., Praef. 8)74.

El saber es entonces construido y no se parece a nada de lo anterior


aunque está conformado por ello. La imagen de las fragancias explica muy
bien esta idea y suma a la serie el concepto de la «confusión» o «fusión». Es
curioso que Macrobio incluya esta metáfora y no reproduzca lo que Séneca
propone en ese pasaje del texto que nuestro autor viene siguiendo casi al pie
de la letra:

«Etiam si cuius in te comparebit similitudo quem admiratio tibi altius


fixerit, similem esse te volo quomodo filium, non quomodo imaginem:
imago res mortua est. 'Quid ergo? non intellegetur cuius imiteris
orationem? cuius argumentationem? cuius sententias?' Puto aliquando ne
intellegi quidem posse, si magni vir ingenii omnibus quae ex quo voluit

73 «Podemos ver que la naturaleza hace lo mismo en nuestro cuerpo sin ningún
esfuerzo por nuestra parte: los alimentos que consumimos, siempre que mantengan
sus propiedades y floten sólidos, constituyen una pesada carga para el estómago;
ahora bien, cuando se modifican, entonces se acaban trasladando a las fuerzas y a la
sangre. Consigamos lo mismo con lo que alimenta el talento, no toleremos que se
mantenga íntegro todo lo que hemos consumido, para que no nos sea ajeno; que se
cueza en algo parecido a una digestión, de lo contrario, podrá alojarse en la memoria,
no en el ingenio».
74 «Reunamos todo para conseguir uno solo, como un solo número es la suma
de varios. Que nuestro intelecto realice esto: que oculte todo aquello con lo que se ha
nutrido, pero muestre lo que ha conseguido. Del mismo modo, quienes fabrican
perfumes procuran por encima de todo que lo que aderezan no sea característico de
ninguna esencia; esto es, confundirán las notas de todas las esencias en un solo
aroma».
exemplari traxit formam suam inpressit, ut in unitatem illa conpetant»
(Sén., Ep. 84. 8)75.

Séneca, por medio de este símil, señala la diferencia entre la copia


estática de una imagen o de un objeto valioso, y la producción de algo que se
asemeje a un ser viviente, pero transformado, dado que sobre eso se imprime
la propia huella (formam suam). También hace así hincapié en la
transformación y en la impronta propia en la producción del saber. Macrobio
propone una suerte de «borrado» de la persona y de las fuentes, y con la
imagen del perfume se alude a una creación nueva, a una construcción propia
a partir de lo anterior. En esencia las ideas de Macrobio y de Séneca no
presentan diferencias significativas entre sí en cuanto al mensaje final que
transmiten.
Para cerrar esta sección de la Praefatio Macrobio utiliza la imagen del
coro, presente en Séneca también, de acuerdo con la cual muchos elementos
diferentes se reúnen en un único y armonioso sonido:

«Vides quam multorum vocibus chorus constet: una tamen ex omnibus


reddetur. Aliqua est illic acuta aliqua gravis aliqua media, accedunt viris
feminae, interponitur fistula: ita singulorum illic latent voces, omnium
apparent, et fit concentus ex dissonis» (Macr., Sat., Praef. 9)76.

Nuevamente el borrado de las individualidades en pos de una unidad


mayor que las supere parece ser el elemento que aporta la aplicación de esta
metáfora por parte de Macrobio; al mismo tiempo, tampoco el coro es tal sin la
presencia de cada una de las voces.
Cada una de las imágenes que hemos analizado responde a uno de los
sentidos del ser humano: las abejas al del tacto -estrictamente, al trabajo
físico, al labor-, la del cuerpo y los alimentos al del gusto, la del coro al del
oído y la del perfume al olfato; por otro lado, en general implican una actividad
social o que se realiza en conjunto, como las voces del coro o la tarea de las
abejas. Asimismo, implican en cada caso procesos materiales, ligados a la
percepción sensorial pero también al resultado de esa percepción, de carácter
material a su vez. En contraste, en los Commentarii las metáforas que se han
desplegado mayormente tienen que ver con la vista, a partir de las imágenes
relacionadas con la luz y la oscuridad, y apuntan a una actividad individual y
a un proceso intelectual más que material. En Saturnalia nuestro autor parece
«completar» este recorrido metafórico aludiendo a los otros sentidos cubriendo

75 «Y aunque aparezca en ti la semejanza con alguno que tú hayas admirado


profundamente, quiero que te parezcas a él como un hijo y no como una copia: la
copia es una cosa muerta. ¿Pues entonces? ¿No se ha de entender el estilo de quien
imitas o los razonamientos o las sentencias? Pienso que a veces no puede entenderse,
si la imagen es verdadera, porque ésta a todo lo que toma de su fuente, como de su
modelo, le imprime su propia forma para que tienda a la unidad».
76 «Puedes observar qué cantidad de voces compone un coro, sin embargo solo

se percibe una. Una es aguda por allí, otra grave, alguna media; a los hombres se
suman las mujeres, se intercala la flauta: así se oculta cada voz, aparecen las de
todos, y se produce la armonía desde la disonancia».
así la construcción del saber a partir de todas las posibilidades del ser
humano; asimismo en los dos casos en que aparece un verbo de visión se trata
del archilexema video (videmos en 6, vides en 9) aludiendo a la capacidad de
ver, pero no a la mirada reflexiva que aparecía en los Commentarii, ligada al
saber. Con los sentidos percibimos la unidad presente a nuestro alrededor: las
imágenes propuestas por Macrobio a la consideración del lector se refieren
todas a procesos dinámicos, cuyos resultados son perceptibles por alguno de
los sentidos. El hecho de que Macrobio, que sigue a Séneca casi al pie de la
letra, incluya una metáfora con la que completa la serie de los sentidos
muestra su especial interés en este tema y en marcar la diferencia entre
ambos textos. Lo que la vista construye y a lo que remite no es de carácter
material sino espiritual y, en última instancia, divino77.

CONCLUSIONES

Las configuraciones metafóricas funcionan en las obra de Macrobio


como recursos para la construcción del concepto de saber, que es un saber
unitario conformado a partir de lo múltiple; es un saber construido, al que nos
lleva un proceso individual; es un saber ordenado; y en Saturnalia es un saber
sensorial y que surge del trabajo o la acción conjunta entre los hombres. Los
sentidos, en principio, solo nos conducen a un cierto saber, que llega hasta la
tercera hipóstasis neoplatónica -el Alma- y que es aún objeto de lenguaje. En
contraste en los Commentarii, a partir del despliegue de la metáfora de la luz
ligada al campo semántico de la visión, se produce una especificación más: las
metáforas relacionadas con el sentido de la vista generan una serie de
imágenes analógicas con las que puede mencionarse –construirse- el
conocimiento que va más allá de lo sensorial. Mediante la introspección y el
ejercicio espiritual que supone el comentario, el acceso al saber puede
encontrar un camino.

77 Ya en Timeo 45b- 47c encontramos desarrollada la teoría platónica de la


visión, completada por un excursus sobre los colores en 67c-68b. Según Platón se
combina un rayo visual emanado del ojo, por afinidad, a un rayo de luz emanado del
Sol (del fuego); y este combinado se refleja al encontrarse con la luz de los objetos,
volviendo al ojo. Si bien Platón no se explaya mucho en las explicaciones acerca del
tema, es posible que esto se deba a que lo que le interesa es dejar sentado que el papel
fundamental en la visión no lo desempeña el ojo sino el alma. Los filósofos posteriores
a Platón tenderán a una neta separación entre los ejes psicológico y fisiológico (óptico)
de la visión, olvidando la dimensión teleológica que Platón le asignaba. El propio
Calcidio, si bien ligado en su exposición más al platonismo medio que al
neoplatonismo, considera que la visión no puede existir sin la participación de una
potencia más noble e incorpórea (260); la capacidad intelectiva no puede residir en los
rayos, en la luz, ni en los órganos de la visión, ni en el cuerpo, sino en el alma (261).
Calcidio explica también a continuación (262) los ocho movimientos del cuerpo
agrupados en cuatro pares: espaciales (traslación o circular), cualitativos (agregación y
disgregación), cuantitativos (incremento y disminución) y sustantivos (generación y
destrucción). Y también los dos movimientos del alma: el primero, que mueve otras
cosas pero no es movido por ninguna, y el segundo, que también mueve otras cosas
pero es movido por alguna otra cosa. Por ello, conviene analizar estos aspectos en su
orden natural, empezando por el primer movimiento del alma y así sucesivamente
(263). Para este examen precisamos de los sentidos porque refuerzan la comprensión y
el conocimiento (cf. Mir Sabaté, 2006).
Por otro lado no puede pasarnos desapercibido el hecho de que
metáfora y símil se reparten entre los Commentarii y Saturnalia
complementariamente. En el primer caso hay una intención de construcción y
develación del significado, dado que las metáforas de los Commentarii se nos
presentan como enigmas —si bien, claro está, son metáforas ya lexicalizadas,
cuyo sentido no es tan opaco— mientras que en Saturnalia se despliegan
símiles que no presentan ningún misterio, sino que se nos ofrecen ya
explicados y como recursos didácticos más directos. Así el uso de estas
imágenes metafóricas parece tener una función más didáctica en Saturnalia y
más ontológica en los Commentarii, indicando que la tarea del lector es
también diferente en cada caso: aprehender en el primero, construir en el
segundo.
Por si nos queda alguna duda acerca del poder explicativo y revelador
del lenguaje metafórico para hablar sobre lo Uno y otras cuestiones inefables,
el propio Macrobio nos lo comenta:

«cum de his inquam locuntur summo deo et mente, nihil fabulosum


penitus attingunt sed siquid de his adsignare conantur quae non
sermonem tandum modo sed cogitationem quoque humanam superant,
ad similitudines et exempla confuginnt. sic Plato cum de [tagatho] loqui
esset animatus, dicere quid sit non ausus est, hoc solum de eo sciens
quod sciri quale sit ab homine non possit, solum uero ei simillimum de
uisibilibus solem repperit et per eius similitudinem uiam sermoni suo
attollendi se ad non conprehendenda patefecit» (Macr., Comm. in Somn.
Sc. 1. 2. 13)78.

La construcción de conceptos metafóricos nos permite así acceder


adonde la alegoría y la ficción no pueden llegar; no se trata únicamente un
desplazamiento de sentido, sino que es la condición de posibilidad -no
suficiente, pero sí necesaria- del acceso a la verdad. De la visión habrá que
pasar a la introspección y al Intelecto, que hará posible el recogimiento hacia
la unidad. Ya lo dice el propio Macrobio en otro pasaje de los Commentarii:

«hinc illud a quodam inter alia seu festiva seu mordacia serio tamen
usurpatum est ‘de caelo descendit [gnothi seauton].’ nam et Delphici vox
haec fertur oraculi. consulenti ad beatitudinem quo itinere pervenerit: si te
inquit agnoveris. sed et ipsius fronti templi haec inscripta sententia est.
homini autem, ut diximus, una est agnitio sui, si originis natalisque
principii exordia prima respexerit, nec se quaesierit extra. sic enim anima
virtutes ipsas conscientia nobilitatis induitur, quibus post corpus evecta
eo unde descenderat reportatur, quia nec corporea sordescit vel oneratur

78 «cuando hablan de estas cosas, dios supremo e Inteligencia, no tocan nada

ficticio con profundidad sino que, si tratan de consignar algo acerca de estas
realidades que rebasan no sólo el lenguaje sino también el pensamiento humano,
recurren a analogías y ejemplos. Así Platón, dispuesto a hablar del Bien, no osó decir
qué es, pues acerca de este no conocía más que una cosa, que es imposible para el
hombre conocer su esencia. Pero descubrió que, entre los objetos visibles, solo el Sol
era completamente análogo a este, y por medio de esta analogía abrió en su discurso
un camino para elevarse hacia lo incomprensible»»
eluvie, quae puro ac levi fomite virtutum rigatur, nec deseruisse umquam
caelum videtur, quod respectu et cogitationibus possidebat» (Macr., Comm.
in Somn. Sc. 1. 9. 2)79.

Por medio del uso del verbo «respicio» Macrobio, haciéndose eco de
siglos de tradición platónica, une explícitamente ver y saber y especifica que la
actividad que el alma debe realizar para conocer es mirar hacia adentro80,
replegarse sobre sí misma para desandar el camino que la trajo a la Tierra y
encontrarse así con sus sedes celestes.
El saber de Saturnalia queda en un plano que no pasará más allá del
Alma, definido en el contexto social que manifiesta cada una de las metáforas
utilizadas; mientras que el de los Commentarii se eleva por encima de la
tercera hipóstasis y «ver» comienza a homologarse a «saber», en un camino que
es un ejercicio individual desde y hacia uno mismo.

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HALLIDAY, M. A. K. (1994). An introduction to functional grammar. London. Oxford
University Press.

79 «Por eso alguien, entre burlas y risas empleó, aunque en tono serio, la

siguiente fórmula: “Del cielo descendió el conócete a ti mismo”. Se dice además que
estas son palabras del oráculo de Delfos. A uno que le preguntaba por la senda que
conduce a la felicidad, el oráculo le respondió: Conócete a ti mismo. Pero además esta
máxima fue grabada en el frontispicio del propio templo. Ahora bien, el hombre sólo
tiene una forma de conocerse, como ya hemos explicado: si echa la mirada atrás hacia
los comienzos primeros de su origen y “no se busca fuera”. Pues es así cómo el alma,
consciente de su nobleza, asume aquellas virtudes que, una vez abandonado el
cuerpo, la elevan y devuelven al lugar de donde había descendido». La cita es de
Juvenal, Sat. 11. 27, ya citado previamente por Macrobio en 1. 8. 9.
80 El verbo respicio tiene un sentido direccional complementario al de prospicio;

excepto la dirección frontal que corresponde a este, aquel es capaz de indicar


cualquiera de los otros puntos cardinales; en un sentido más amplio, significa
también desviar la mirada de su fuente natural, sin precisar el sentido de la dirección
(García Hernández, 1987: 63-64). Asimismo, implica en un sentido más específico una
transferencia a otros campos diferentes del de la visión, en este caso al intelectual, en
una operación de prolongación muy usual que a menudo indica un uso análogo de
ambos campos en el mismo verbo. En este punto, respicio significa «considerar
retrospectivamente, reflexionar». En el uso macrobiano podemos apreciar la doble
función del verbo, que es sin duda reflexionar, pero por medio de una mirada que va
hacia atrás, hacia el origen del alma, que se encuentra en su interior.
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IMAGEN DE UN SANTO BIZANTINO EN LA FIGURA DE ESPIRIDÓN
(VIDA ATRIBUIBLE A LEONCIO DE NEÁPOLIS)

Pablo A. Cavallero
UBA/UCA/CONICET

Resumen.-
La llamada Vida II publicada por P. van den Ven, entre los textos referidos a
Espiridón de Chipre, puede ser atribuida a Leoncio de Neápolis, hagiógrafo de la prime-
ra mitad del siglo VII.
En esta escrito se estudia cómo es presentado el protagonista del relato: a) a
través de adjetivos y sustantivos o giros con que el autor se refiere a él; b) por medio de
afirmaciones del mismo relator; c) a través de palabras y discursos del personaje; d)
mediante los milagros y anécdotas relatados.
Todo ello permite identificar a este santo patrón como un «pastor», material y
espiritual, un «médico» imitador de Cristo, cuya vida y taumaturgia corresponden a los
tópoi habituales de la hagiografía pero tienen a la vez ciertas particularidades: sus mila-
gros incluyen resucitaciones y su vida es la de un Obispo que comparte quehacer ur-
bano con tarea rural y que sirve como modelo inspirador al laico y al jerarca.

Espiridón fue un obispo chipriota del siglo IV, uno de los santos más fa-
mosos de su patria y del mundo bizantino. Lo prueban no solo la difusión de
su nombre, los numerosos íconos y templos dedicados a él, sino también el
hecho de que se conserven varios relatos de su vida. Aparentemente, todos
derivan, de una u otra manera, de un poema perdido debido a san Trifilio,
contemporáneo y amigo de Espiridón, que habría sido escrito en trímetros y
que Paul Maas intentó reconstruir al menos parcialmente (cf. van den Ven,
1953: 115ss). Según el editor Paul van den Ven, hay una Vida I debida a
Teodoro de Pafo, que data de c. 656 y fue publicada en 1901 por Sp.
Papageorgios (cf. van den Ven, 1953: 125*); una Vida II que él considera
anónima; una Vida III que se trataría de una metáfrasis anónima derivada de
la obra de Pafo; y una Vida IV, abreviación del mismo relato de Teodoro. Hay,
además, otro relato, debido a Simeón Metafrastes (BHG 1648) que van den
Ven no edita. Tuvo este texto una versión latina publicada por A. Lipomano
(Venecia, 1556). Todo esto demuestra la importancia que tuvo este personaje.
Nosotros creemos que la Vida II conservada en el ms. florentino Laur. XI
981 es la debida a Leoncio de Neápolis, como anticipó Garitte (1955) y apoyan
Déroche (1995: 19-20) y Longo (2004: 218). A raíz de la nueva edición y
estudio que estamos elaborando con un equipo de colegas, voy a concentrarme
aquí en la presentación del protagonista del relato y cómo es caracterizada su
imagen.

81 Del año 1021. Hay una copia, posiblemente hecha por Daniel Papebroch, en
el códice Bruxellensis Bibliothecae Regiae 8232-33, del siglo XVII.
Espiridón es personaje histórico, aunque poco se sabe de él. El historia-
dor Sócrates (HE I 8.12; Cf. Rufino, HE I 5 PL 21: 471-72) dice que Espiridón
participó del Concilio de Nicea (año 325), aunque no figura entre los signata-
rios, junto con colegas chipriotas, Cirilo de Pafo y Gelasio de Salamine (cf.
Gelzer, 1898: 46-49, 69, 75). Según parece, tuvo importancia su participación
en la solución del conflicto relativo al Credo, provocado por el arrianismo (cf.
Zorbas-Nocolaides, 1999: 88). Espiridón, pastor y casado, habría nacido en
Asquiá y vivido aproximadamente entre 270 y 350. Fue Obispo de Trimitunte,
localidad de Chipre donde se construyó una iglesia dedicada a san Espiridón.
Debido a la invasión musulmana, las cenizas de Espiridón fueron trasladadas
a Constantinopla en el siglo VIII y a Corfú en 1460, isla de la que es santo pa-
trono, como también lo es de los pastores. Su fiesta se celebra el 12 de diciem-
bre.
Como buen griego, el autor del relato caracteriza al personaje mediante
el λόγος y el ἔργον; pero esto en dos sentidos: por una parte, los términos y
anécdotas que el autor emplea para referirse al personaje; y, por otra, las pala-
bras que pronuncia y los hechos que emprende el personaje mismo.
Desde el prólogo aparecen adjetivos y sustantivos que caracterizan al
santo:
- τοῦ τρισµάκαρος καὶ ἀοιδίµου πατρὸς ἡµῶν (104: 4)82: «tres veces biena-
venturado y celebrado padre nuestro»; la forma superlativa destaca el
nivel del personaje (Cf. 115: 9); además, se señala que es centro del
relato, merecedor de elogio y que es «padre» espiritual; κύριον καὶ
πατέρα, «señor y padre» (105: 29) lo llama el autor cuando se trata del
vínculo del santo con su hija Irene; asimismo lo califica como «padre
puro» πατρὸς ἁγνοῦ (105: 33). Pero también le dice «sabio padre» σοφῷ
πατρὶ (106: 31) el campesino necesitado, de modo que Espiridón es
«padre espiritual» pero, como un padre de familia, provee de lo
necesario a sus hijos también en lo material; asimismo, el autor lo
llama «el padre» τοῦ πατρὸς (112: 19), cuando Espiridón anima a la ra-
mera, a la que éste llama «hija»; el personaje Artemidoro le dice πάτερ
cuando Espiridón le pide consejo (117: 9); el autor mismo lo llama ὁ
ὅσιος πατὴρ (122: 13; 123: 4, 125: 2); ὁ εὔσπλαγχνος πατὴρ (122: 18);
«gran padre» τοῦ µεγάλου πατρὸς (124: 20); y Trifilio también le dice
πάτερ al reconocer su clarividencia y pedirle su intercesión (123: 5, 12,
15);
- τοῦ ἐπισκόπου τοῦ ἁγίου καὶ θαυµατουργοῦ (104: 5) «el obispo santo y
taumaturgo» frase que lo define en su rol episcopal, que comparte con el
autor de la fuente (Trifilio) y, pensamos, con el autor de este escrito (si
es Leoncio); lo define también como obrador de milagros. De ahí que
estos milagros tendrán gran peso en el relato y en la caracterización del
personaje;
- ὁ ἅγιος (104: 17), «el santo», incluido en ese inicio, es un calificativo sus-
tantivado muy frecuente para referirse al personaje (Cf. 105: 20; 106: 7;
112: 8; 115: 20; 116: 15; 117: 27; 127: 13); puede calificar a un sustan-
tivo (116: 15) o acompañar al nombre propio en 126: 21 τοῦ ἁγίου
Σπυρίδωνος;

82 Cito por la paginación de van de Ven.


- ἄγροικος (104: 18), «campesino, rústico»; el llamar así a Espiridón deja
abierta la interpretación de «rústico» como «hombre de campo» pero
también como «tosco»;
- ὁ ποιµήν «el pastor» (104: 24; 105: 22, 31; 106: 21; Cf. 106: 31; 108: 21,
119: 7; 124: 8; 108: 29; 125: 29), oficio que apunta a la doble función,
la real-material de criar ovejas y la metafórica-espiritual de acompañar
a los fieles para hacerlos crecer en la fe. Obviamente, la metáfora se re-
monta al Evangelio mismo, en el que Cristo se definió como «el buen
pastor» (ὁ ποιµήν ὁ καλός, Juan 10: 14), denominación que aparece
aplicada a Espiridón como ὁ καλὸς ποιµήν (109: 21; 116: 26; Cf. τοῦ
καλοῦ ποιµένος 106: 24-25;); también se usa ὁ ὅσιος ποιµήν «el piadoso
pastor» (110: 22 etc); ὁ ὅσιος ποιµὴν Σπυρίδων (113: 19), ὁ ἅγιος ποιµὴν
Σπυρίδων «el santo pastor Espiridón» (116: 15; 121: 14), ὁ δὲ πραΰς καὶ
µέγιστος καὶ ὅσιος ποιµὴν Σπυρίδων «el manso y grandísimo y piadoso
pastor Espiridón» (119: 19-20), ὁ ὅσιος καὶ σοφὸς ποιµήν «el piadoso y
sabio pastor» (126: 4), τῷ µεγάλῳ ποιµένι «el gran pastor» (126: 9),
ποιµένος εὐσπλάγχνου «pastor de buena entraña» (127: 32), atributo ya
aplicado a «padre» (122: 8);
- διδάσκαλος «maestro», aparece como «maestro de sabios» en 104: 21 y
combinado por «pastor» en 105: 23 para destacar su función docente,
que ejerce con la palabra pero también con el ejemplo, como se había
dicho en el prólogo. Cf. διδάσκων (105: 15, 17; 113: 21), διδασκαλία
(127: 33);
- «amigo y servidor de Dios» es llamado el santo: τῷ φίλῳ αὐτοῦ καὶ θερά-
ποντι (106: 9); sin duda, ambos términos apuntan a pasajes neotesta-
mentarios en los que se señala la amistad de Cristo con los hombres
(Cf. Juan 11: 11; 15: 13-15; 1 Timoteo 6: 2; Santiago 2: 23) o se hace re-
ferencia a la condición de «esclavos» que, si bien han de ser «servidores»
de Dios y de los demás, cambian de estatus al pasar a ser «amigos» de
Cristo (Cf. Mateo 20: 27, Romanos 8: 15; Juan 15: 15)83;
- «profeta y justo» προφήτου (...) καὶ δικαίου (107 : 16); la cualidad de «jus-
to» aplicada a Espiridón reaparece treinta y dos veces84; también en los
giros ὁ πιστὸς καὶ δίκαιος «el fiel y justo» (109: 25), «justo y sabio» ὁ
δίκαιος Σπυρίδων καὶ σοφὸς (124: 21), τὸν δίκαιον τοῦ Θεοῦ Σπυρίδωνα,
«Espiridón el justo de Dios» (125: 23);
- «prelado» προστάτου (107: 20);
- es hombre de lengua pura y de palabra irreprochable (116: 23);
- «el piadoso» ὁ ὅσιος (diecinueve usos)85, que ya vimos combinado con
«pastor» y con «padre» y que aparecerá con «servidor», es también muy
recurrente; a veces incluye el nombre propio como apósito «el piadoso

83 La idea de «amigo» aparece nuevamente en 107: 31, 108: 31,109: 18.


84 109: 19; 110: 2, 13, 26, 32; 111: 5; 112: 3, 6; 113: 21; 114: 16, 33; 115: 30,
32; 118: 4, 5, 9, 10, 17, 26, 30; 119: 1, 3, 10, 13, 30; 121: 23; 122: 30; 123: 25; 126:
20, 31; 127: 2, 9.
85 108: 8; 109: 20; 110: 33; 112: 9, 25; 113: 22; 114: 11, 33; 115: 28; 116: 14,
15, 18; 117: 9, 17; 118: 7; 122: 18; 125: 8, 15, 21.
Espiridón» ὁ ὅσιος Σπυρίδων 117: 23, 118: 1 y, en algún caso, se destaca
el Objeto de su piedad: ὁ δὲ ὅσιος τοῦ Θεοῦ Σπυρίδων «Espiridón, el
piadoso de Dios» (120: 5);
- en 123: 27 le dice «portador de Dios y piadoso Espiridón» τῷ θεοφόρῳ
καὶ ὁσίῳ Σπυρίδωνι;
- ὁ µέγας καὶ θαυµαστὸς ἐκεῖνος ἀνήρ «aquel hombre grande y admirable»
(108: 22);
- ἀγαθὸς καὶ φιλάνθρωπος «bueno y amante de la humanidad» (109: 8);
- «varón excelente» τοῦ ἀρίστου ἀνδρός (111: 9) le dice a Espiridón el go-
bernante que exime de castigo al amigo condenado;
- «grandísimo médico» ὦ µέγιστε ἰατρέ (112: 11) le dice la ramera que quie-
re convertirse. La metáfora del médico, que también se aplica a Cristo
(116: 21)86, es tradicional por cuanto Cristo es el physicus que hace cu-
raciones (corporales y espirituales) y sus santos son discípulos que imi-
tan al Maestro; de ahí que el autor diga «Estos son los remedios
salvadores del gran médico y realmente imitador del Amo»87. Cf. 112:
16. Espiridón es llamado «médico» nuevamente en 112: 28 τὸν ἰατρὸν;
113: 15 ὁ µέγας ἰατρὸς «el gran médico»; 119: 24-5 ὦ τῆς φύσεως τῶν ἀν-
θρώπων ἰατρός, ὦ φαρµάκων εἶδος διδεῖν τῶν παθῶν λυτήριον «¡Oh,
médico de la naturaleza de los hombres!, ¡oh imagen de los remedios
para dar solución a las pasiones!»;
- «imitador de Dios» µιµητής lo llama el autor (112: 24);
- «el buenísimo operario» ὁ κάλλιστος ἐργάτης (117: 1) destaca que Espiri-
dón es intermediario, es intercesor, es un servidor de Dios; ἄξιον ἐργά-
την dice en 126: 13; sinónimos de esta idea son οἰκέτης (119: 26),
«sirviente»; δοῦλος «esclavo»: (120: 11); θεράπων, «servidor» 106: 9, 123:
27, 126: 19, a veces aclarando que lo es de Dios: 116: 27, 127: 23, 128:
15; ὑπηρέτου Θεοῦ καὶ τῶν θείων ἐντολῶν πληρωτοῦ «sirviente de Dios y
cumplidor de los divinos mandamientos» (127: 24-25); σύµπονος
«colaborador» (125: 15);
- por alusión se lo llama «sacerdote», pues dice el relator «qué fiel al rete-
ner las llaves de Dios y al liberar y aprisionar las cosas» ὡς πιστικὸς
Θεοῦ τὰς κλεῖς κατέχων καὶ λύων καὶ δεσµεύων τὰ πράγµατα (119: 27-8),
donde se alude a Mateo 16: 19; 18: 18, es decir, a la función asignada
por Cristo a los sacerdotes;
- esta función se indica expresa y más extensamente en este giro: «al
amigo y compañero de fatigas y liturgo de Dios y al sacerdote de modos
iguales a los ángeles mismos»88 y otros similares (121: 3; 125: 15; 127:
13; 113: 1).

86 «no sólo médico de reyes sino también de todos» (οὐ µόνον γάρ ἐστιν βασιλέων
ἰατρός... ἀλλὰ καὶ πάντων).
87 ταῦτα τοῦ µεγάλου ἰατροῦ καὶ ὄντως τὸν δεσπότην µιµουµένου τὰ σωτήρια

φάρµακα (112: 23-24).


88 τὸν φίλον καὶ σύµπονον καὶ λειτουργὸν τοῦ Θεοῦ καὶ αὐτοῖς τοῖς ἀγγέλοις ὁµότρο-
πον ἱερέα (120: 33 - 121: 1).
Por otra parte, además de los calificativos y sustantivos, el autor da da-
tos concretos a modo de relator omnisciente:

1. Espiridón nació «en la región llamada Asquiá, en la provincia de


Chipre»89; es decir, es chipriota, un santo local;
2. «amante de la vida tranquila, se hizo ciudadano del desierto, uno
que huye de demonios y un maestro de sabios»90; esta declaración
hace pensar necesariamente en Antonio abad, en tanto el anacoreta
busca la tranquilidad del desierto, aprende a huir del demonio y,
sin aislarse, se hace maestro de otros imitadores;
3. «cumpliendo la ley del matrimonio, llevó una vida conyugal»91. Que
haya estado casado no extraña, porque hasta Justiniano no era
obligatorio el celibato de los Obispos.
4. «Mas después de esto, acogió la gracia del sacerdocio»92, es decir,
antes de ser ordenado, enviudó. Sabremos luego que Espiridón
tenía una hija, Irene, pero esta también fallece, de modo que el
santo no tiene responsabilidades familiares que obstaculicen su
desempeño.
5. A pesar de esto, Espiridón trabaja: es pastor de cabras durante la
noche, cuando entona salmos, mientras que de día es pastor de
hombres porque predica el Evangelio (cf. 105: 1-4).
6. Practica «tal hospitalidad» τοιαύτην δὲ φιλοξενίαν (105: 6) que se ocu-
pa de buenos y malos por igual.
7. El ejemplo del obrar precede e ilustra sus palabras, de modo tal que
su opinión tiene autoridad: «Era grande en todo sentido, pues inclu-
so anteponía sus obras a las palabras y su firme sentir era ley ina-
movible para todos, al proveerles de vida por medio de sí»93.
8. Enseña el dogma de la Santísima Trinidad y ejerce las tres virtudes
teologales, aceptando los dones de Dios: «Y a todos les mandaba el
rayo del conocimiento de Dios al enseñar ortodoxamente la Tríada
mediante el consejo de Dios y también obrando y enseñando la
tríada de las virtudes, la cual es fe, esperanza y caridad; y al imitar
al divino Pablo, siendo perfecto, como perfectos toma de Dios
también los dones»94.

89 ἐν χωρίῳ Ἀσκίᾳ καλουµένῳ... εἰς τὴν Κυπρίων ἐπαρχίαν (104: 19-20).


90γέγονεν ἐρηµοπολίτης τὸν ἡσύχιον ἀγαπήσας βίον δαιµόνων φυγαδευτὴς καὶ
σοφῶν διδάσκαλος (104: 20-21).
91 τὸν νόµον τοῦ γάµου πληρώσας ἠγάγετο σύµβιον· (104: 22-23).
92 µετὰ δὲ ταῦτα τὴν ἱερωσύνης ἐπεδέξατο χάριν (104: 23-24).
93ἦν δὲ µέγας πάντοθεν, καὶ γὰρ τὰ ἔργα αὐτοῦ ἀντὶ λόγων εἶχεν καὶ ἡ σταθερὰ αὐτοῦ
γνώµη νόµος ἀκίνητος ὑπῆρχεν πᾶσιν δι’ ἑαυτοῦ παρέχων ζωήν (105: 12-14). Cf. 113: 24-
26.
94 καὶ τὴν ἀκτῖνα τῆς θεογνωσίας πᾶσιν ἐξέπεµπεν τὴν τριάδα ὀρθοδόξως διδάσκων
διὰ τῆς συµβουλίας, καὶ τὴν τριάδα δὲ τῶν ἀρετῶν ἥτις ὑπάρχει πίστις, ἐλπίς, ἀγάπη ποιῶν
9. Es también, además de pastor, hortelano o chacarero, dado que di-
ce el comienzo del Cap. 6: «Estaba una vez cosechando en el campo
el piadoso...»95. Lo acompañaban entonces otros hombres; no se
sabe, empero, si son peones suyos o si Espiridón está ayudando a
otros.
10. No quiere tener riquezas y prefiere repartirlas a los soldados del em-
perador (Cap. 8, 115: 28 ss.).

Una etopeya hace el relator al final del capítulo 12, cuando exclama
líricamente:

«¡Oh, justa amistad de justas fatigas! ¡Oh, ángel, co-ministro entre los
hombres! ¡Oh, victoria radiante que da testimonio con la acción,
orgullosa ante Dios! ¡Oh, útil incienso de su familiaridad ante Dios! ¡Oh,
designio de Dios existente como ley sin tener artificio humano sino
gracia, sin tener [el santo] palabra ineficaz ni fatiga pesada (pues las
esperanzas respecto de Dios le mostraban fáciles todas las cosas), sin
tener filo como una espada sin uso pero sin ser tampoco de dulce boca
para engaño de los que escuchan, sin risa inoportuna ni enojo sin
razón, sino otorgando gozoso gracias a todos, teniendo merced de parte
de Dios y concediendo merced a los que la piden!»96

Donde se destaca la amistad con Dios, expresada como φιλία y como


παρρησία, que lo hace ser su colaborador victorioso mediante una acción
testimonial; también destaca que el santo actúa por gracia de Dios, con
palabra eficaz y fácil, ni agresiva ni débil, ni risueña ni violenta, sino con
actitud bondadosa. Este cuadro se completa al final del Cap. 15, cuando el
personaje lamenta que su predicción se haya cumplido97 y, entonces, el relator
aclara que su palabra dictamina lo justo sin discriminación:

«Oh palabra realmente como espada de doble filo que sabe amputar todos
los males y tiene la ley de la gracia celestial, sin saber éste discriminar a
nadie ni pobre ni rico, sino cortando justamente lo justo —de acuerdo

καὶ διδάσκων καὶ τὸν θεῖον Παῦλον µιµούµενος τέλειος ὢν τέλεια παρὰ Θεοῦ λαµβάνει καὶ
τὰ δωρήµατα (105: 15-19).
95 Ἦν δὲ θερίζων ποτὲ ἐν τῷ ἀγρῷ ὁ ὅσιος (111: 16).
96 ὦ φιλίας δικαίας δικαίων πόνων, ὦ τοῦ συλλειτουργοῦ ἐν ἀνθρώποις ἀγγέλου, ὦ
νίκη φαιδρὰ µαρτυροῦσα τῇ πράξει καύχηµα ἔχουσα πρὸς Θεόν, ὦ χρηστὸν θυµίαµα τῆς
πρὸς Θεὸν παρρησίας, ὦ βουλὴ Θεοῦ νόµος ὑπάρχουσα οὐ τέχνην ἀνθρωπίνην ἔχουσα ἀλλὰ
χάριν, οὐ λόγον ἔχων ἀργὸν οὔτε δὲ πόνον βαρύν (πάντα γὰρ αὐτῷ ἐλαφρὰ ἐδείκνυον αἱ πρὸς
τὸν Θεὸν ἐλπίδες), οὐκ ἀποτοµίαν ἔχων ὥσπερ ῥοµφαίαν ἄχρηστον, ἀλλ’ οὔτε γλυκοστοµῶν
πρὸς ἀπάτην τῶν ἀκουόντων, οὐκ ἄκαιρον γέλωτα οὐδὲ ὀργὴν ἄλογον, ἀλλὰ χαίρων διδοὺς
πᾶσιν χαρίσµατα, δωρεὰν ἔχων παρὰ Θεοῦ καὶ δωρεὰν τοῖς αἰτοῦσι δωρούµενος (121: 1-
12).
97 «No juzgaré desde ahora, puesto que tengo la palabra de los labios como un

puñal, como cosas que cortan y que mandan a la muerte» Οὐ µὴ δικάσω ἀπὸ τοῦ νῦν,
ἐπειδὴ ἔχω ξίφος ὥσπερ τέµνοντα τὸν λόγον τῶν χειλέων καὶ παραπέµποντα τῷ θανάτῳ,
125: 9-10.
con la Escritura—y teniendo como acompañante de las palabras el voto
de lo alto, como un sacerdote piadoso y colaborador de Dios»98.

Asimismo, añade el relator otras características de su protagonista


(simplicidad, mansedumbre, misericordia para enseñar), al comentar
líricamente al final del Cap. 17:

«¡Oh alma adornada con simplicidad, venerabilidad de carácter que vence


con exceso toda sabiduría humana! ¡Oh mansedumbre para no hablar
por encima de lo humano pero, en efecto, imitadora de la mansedumbre
de Moisés y que, por esto, disfruta como él de la divina familiaridad! ¡Oh
pastor de buena entraña que, con divinas enseñanzas, domesticas lo
indisciplinado de los rebaños racionales y das provisiones a las
necesidades corporales con mucho amor a los hombres!»99.

Estos términos caracterizadores y estas declaraciones generales se


hacen concretos mediante ejemplos, que son los dichos y los milagros del
santo. En cuanto a sus palabras, cuando el santo le responde a la prostituta
«Coraje hija, tus pecados te son perdonados; ya no peques, para que no te
ocurra algo más»100, se erige en discípulo de Cristo, a cuyas palabras alude (cf.
Juan 5, 14; 8, 11; Mateo 9, 22; Lucas 5, 21). El hecho de que Espiridón
comente, acerca del emperador, «Veo solamente un hombre, al que dices
emperador, que no tiene nada más que los hombres en la región»101, lo presen-
ta como audaz a la vez que centrado en lo esencial: por más ornato y corte que
tenga el emperador, es un hombre como los demás y, de hecho, está enfermo
sin poder curarse. Y en la recomendación que le hace al emperador se muestra
predicador, pues lo exhorta a ayudar al prójimo, ser humilde y glorificar a
Dios102; y luego le da una enseñanza sobre la Trinidad y el desprecio de las ri-

98ὦ λόγος ὄντως ὡς µάχαιρα δίστοµος εἰδὼς ἀποτέµνειν ἅπαντα τὰ κακὰ καὶ νόµον
ἔχων οὐρανίας χάριτος, οὐκ εἰδὼς οὗτος πρόσωπον λαµβάνειν τινὸς οὔτε πένητος οὔτε
πλουσίου, ἀλλὰ κατὰ τὴν γραφὴν δικαίως τὸ δίκαιον τέµνων καὶ ἔχων ἐπακoλουθοῦσαν τοῖς
ῥήµασιν ὡς σύµπονος Θεοῦ καὶ ὅσιος ἱερεὺς τὴν ἄνωθεν ψῆφον.
99 ὦ ψυχῆς ἁπλότητι µὲν κεκοσµηµένης, πάσης δὲ ἀνθρωπίνης σοφίας τῇ ὑπερβολῇ
νικώσης τῆς τοῦ ἤθους σεµνότητος. ὦ πραΰτης ἵνα µὴ λέγω ὑπὲρ ἄνθρωπον, ἀλλ’ οὖν τὴν
Μωϋσέως µιµουµένη πραότητα καὶ διὰ τοῦτο ὥσπερ ἐκεῖνος τῆς θείας παρρησίας
ἀπολαύουσα. ὦ ποιµένος εὐσπλάγχνου τὰ ἀτακτοῦντα τῶν λογικῶν προβάτων θείαις διδασ-
καλίαις ἐξηµεροῦντος καὶ ταῖς σωµατικαῖς δὲ χρείαις διὰ πολλὴν φιλανθρωπίαν
ἐφοδιάζοντος. (127: 27-128: 1)
100 Θάρσει, θύγατερ, ἀφέωνταί σου αἱ ἁµαρτίαι· µηκέτι ἁµάρτανε, ἵνα µὴ πλέον τί

σοι γένηται (112: 19-20).


101 Ἄνθρωπον µόνον ὁρῶ ὃν λέγεις βασιλέα, οὐδὲν πλέον ἔχοντα τῶν ἐν τῇ χώρᾳ ἀν-

θρώπων (114: 9-10).


102 Ἰδοὺ ἃ ᾔτησας ἔλαβες, ἀλλὰ καὶ σὺ διδόναι θέλε πᾶσι τοῖς αἰτοῦσι τὴν σωτηρίαν·

κρούων ἤνοιξας τὴν οὐρανίαν χάριν, κρούουσιν αὐτὸς καὶ θλιβοµένοις µὴ κλείσῃς. πάρεχε
πᾶσιν τὴν τροφὴν καὶ τὰ ἐνδύµατα· γίνωσκε ἑαυτὸν ἄνθρωπον ὄντα καὶ µακάριος ἔσῃ. µόνον
Θεὸν κήρυσσε βασιλέα καὶ δεσπότην, ὃς ἠθέλησεν ἔχειν σε τοῦτο τὸ κράτος (114: 33 – 115:
5): “He aquí que has recibido lo que pediste, pero desea también tú dar la salvación a
todos los que la piden. Golpeando, abriste la gracia celestial; no les cierres tú a los que
golpeen y estén atribulados. Provee a todos del sustento y las vestimentas; reconoce
quezas103. Asimismo, cuando sabe qué piensa Trifilio, le hace una exhortación
a valorar los bienes celestiales eternos y no preocuparse por los terrenos (122:
30 - 123:3; 123: 19-22). También exhorta a la misericordia al marido enga-
ñado (123: 21-2) y hace atender delicadamente al mensajero (125: 31); amo-
nesta con suavidad a los ladrones de ganado que mantiene atrapados y los lla-
ma «hijos míos» τέκνα µου (127: 3), los suelta sin reproche por el asalto y, ade-
más, les regala un cordero.
En otro lugar hemos clasificado estos ἔργα maravillosos (θαύµατα) así
(cf. Cavallero, 2012a, con algunas modificaciones):

«El relato de estos milagros es el cuerpo principal del texto, por cuanto
ellos por una parte, muestran los intereses del accionar de Espiridón y,
por otra, prueban su santidad y justifican el culto generado en la
localidad. Esta versión de su vida reseña diecisiete milagros, que vamos
a clasificar de este modo:
a) los que alteran el curso natural de los hechos para beneficiar a
otra persona (...)
b) los que revelan un don especial concedido por Dios al santo, el
cual actúa a la vez como recurso admonitorio, ya para la
conversión de las personas, ya para destacar la prioridad de
las cosas divinas».

De tal manera, hay en Espiridón milagros de clarividencia, tanto de lo


contemporáneo como de lo futuro, milagros de curación y de resucitación,
milagros que implican un dominio de las fuerzas naturales, incluso la modifi-
cación molecular de ciertos objetos, milagros que verifican un dominio del
cuerpo ajeno y el contacto con los difuntos; estos ἔργα suelen producirse
inmediatamente, de ahí la reiteración de adverbios como παραχρῆµα (114: 28;
121: 19; 125: 4), εὐθέως (106: 8; 114: 17, 29), εὐθύς (106: 18; 119: 10), el
empleo del adjetivo ταχύς (107: 30)104 y la indicación expresa de que en
Espiridón actúa una palabra «performativa», como en «Cuando el piadoso pa-
dre dijo esta palabra, la palabra se hizo ley»105 o cuando se alude a Mateo 8, 8

que tú eres hombre y serás bienaventurado. Solamente proclama a Dios como Rey y
Amo, el cual quiso que tú tuvieras esta fuerza”.
103 ἦλθον γὰρ ἐγὼ περάσας θαλάσσια κύµατα καὶ πνοὰς ἀνέµων, ὅπως ἴδω σε καὶ
διδάξω τὴν τέχνην οὐ δοῦναι χρυσὸν ἀχρησίµως ἀνθρώποις, ἀλλὰ Θεὸν φοβεῖσθαι
ὀρθοδόξως, ὡς πρέπει γνῶναι πατέρα ἐνυπόστατον Θεόν, υἱὸν δὲ ὁµοίως καὶ πνεῦµα ἅγιον,
τριάδα ὁµοούσιον Θεὸν ἕνα καὶ µόνον. µὴ οὖν µοι δώσῃς χρυσὸν ὃν οὐδὲ προσβλέψαι θέλω·
ῥίζα γάρ ἐστι πάντων τῶν κακῶν (115: 13-20): «Pues vine yo tras cruzar los oleajes
marinos y los soplos de vientos, para verte y enseñarte que el arte no da oro
inútilmente a los hombres, sino que teme a Dios correctamente, porque es conveniente
conocer al Padre como Dios enhipostático e igualmente al Hijo y al Espíritu Santo,
Trinidad coesencial, Dios uno y único. En efecto, no me des oro, que ni siquiera quiero
mirarlo, pues es la raíz de todos los males».
104 Cf. 106: 32-3 λήµψῃ βρώµατα ὅσα θέλεις ταχέως “tomarás cuantos alimentos

quieras prontamente”, dice Espiridón al prever lo que ocurrirá con el granero del rico
egoísta.
105 ὡς δὲ τοῦτον εἶπεν τὸν λόγον ὁ ὅσιος πατήρ, νόµος ὁ λόγος ἐγένετο (125: 2).
y la mujer le dice a Espiridón: «Di una palabra y será curada tu niña»106, o
cuando se insiste en la curación inmediata del emperador: «Junto con la frase,
el emperador, en ese mismo momento, estuvo a salvo del padecimiento»107, o
cuando Espiridón hace callar al diácono y dice el relato: «dijo al que oraba, te-
niendo por obra las palabras: “-Cierra la boca, tú, operador de la
desobediencia». Y sucedió de inmediato como dijo el justo»108, donde el giro
«teniendo por obra las palabras» indica que se las da por hechas por sólo
decirlas. Ya en el capítulo 2 advierte el relator «cómo obligó el pastor al cielo
con la palabra», en función de la amistad del santo con Dios109; y eso porque
Cristo «está dispuesto a procurar sin tardanza al servidor sus pedidos»110. Por
supuesto, el autor señala ortodoxamente que quien realiza el milagro es Dios
mismo: «Enseguida, el Amigo y Dios y Señor accedió a la petición de su amigo
y servidor»111; «el Dios y Amo del universo hace cesar de ahí en más la lluvia y
muestra enseguida puro el aire»112; Cf. 111: 27-29; 122: 15-6; 122: 30. El
santo es un intercesor que logra el milagro como premio a su virtud113 y, como
indica el texto, «porque dijo esto [la petición] con fe»114, idea que se repite en
boca de Artemidoro: «el regalo es cosa de la fe»115. Por esta fe es que «La gracia
no tuvo dilación ni hizo alharaca»116. Es la forma cristiana del oráculo clásico,
cuyo enunciado predecía algo que iba a ocurrir indefectiblemente: la palabra
hace la realidad (cf. Détienne, 1986: 63). Además de la inmediatez del milagro,
también se señala el efecto instantáneo que éste produce en los testigos y/o
beneficiarios: 107: 28 ss.; 111: 4 ss.; 118: 30 ss. 123: 4 s.
Esta acción milagrosa que se cumple instantánea y que tiene efectos in-
mediatos parece actualizar de un modo cristiano la «automaticidad» de bienes
que se verificaba en la Edad de Oro o en el Paraíso terrenal (cf. Cavallero,
2013). Todo ello se vincula con la fama de santo taumaturgo, por la que
Espiridón es venerado. Ante tales milagros, el hombre testigo y/o beneficiado
no puede sino asombrarse (109: 32-33).
En síntesis, Espiridón aparece caracterizado como: bienaventurado, dig-
no de celebración, santo, señor, puro, sabio, piadoso, misericordioso, grande,
conocedor de lo oculto, portador de Cristo, campesino / rústico, pastor («buen
pastor»), hortelano, manso, amigo y servidor de Dios, profeta, justo, fiel, porta-

106 εἰπὲ λόγῳ καὶ ἰαθήσεται ἡ παῖς σου (112: 13).


107 ἅµα δὲ τῷ λόγῳ ἦν ὁ βασιλεὺς σῶος τοῦ πάθους κατ’ αὐτὴν τὴν ὥραν (114: 32-3).
108 εἶπεν τῷ εὐξαµένῳ, ἔργον ἔχων τοὺς λόγους· «Φιµώθητι σύ, τῆς παρακοῆς ἐργάτα»

(119: 11-12).
109 ὦ φιλίας συνθήκη, ὦ πῶς ὁ ποιµὴν ἔδησεν λόγῳ τὸν οὐρανὸν (106: 20-21), “oh,

acuerdo de amistad; oh, cómo obligó el pastor al cielo con la palabra”.


110 ἕτοιµός ἐστιν ἀόκνως τὰς αἰτήσεις τῷ θεράποντι παρέχων (117: 13-14).
111 εὐθέως δὲ ὁ φίλος καὶ Θεὸς καὶ Κύριος τῷ φίλῳ αὐτοῦ καὶ θεράποντι παρέσχεν
τὴν αἴτησιν (106: 8-9).
112 παύει εὐθὺς λοιπὸν ὁ τῶν ὅλων Θεὸς καὶ δεσπότης τὸν ὄµβρον καὶ δείκνυσιν εὐ-

θὺς καθαρὸν τὸν ἀέρα (106: 18-19).


113 Cf. 107: 20 τῇ τοῦ προστάτου πρεσβείᾳ “por la intercesión del prelado”.
114 ὡς δὲ ταῦτα µετὰ πίστεως εἶπεν (106: 17).
115 πίστεως τὸ χάρισµα (117: 16).
116 οὐ χρόνον ἔσχεν ἡ χάρις οὐδὲ θόρυβον (106: 23).
dor de Dios, varón admirable, bueno, amante de la humanidad, médico (=
cura corporal y espiritual), imitador de Cristo, sacerdote, no rencoroso,
amante de la vida tranquila, consejero, hospitalario, coherente entre palabra y
obra, cumplidor de los mandamientos, maestro, rechazador de las riquezas
materiales; hombre de palabra performativa, delicado pero firme, atento a lo
esencial, padre, obispo, predicador tenaz, taumaturgo a quien Dios da gracias
que son frecuentes en la hagiografía (cf. Festugière, 1960) (dominio de las
fuerzas naturales, clarividencia, curación) pero además el don mucho menos
frecuente de la resucitación y el de la evocación de difuntos –obsérvese que el
autor destaca que la joven Irene responde παραδόξως (105: 29),
«extraordinariamente», y que la resucitación es παράδοξον θαῦµα «paradójico
milagro» (117: 23)–; todo ello en premio a su fe y su virtud pero también a su
«ardor» por la transmisión del Evangelio y su puesta en práctica (de ahí que
señala el autor que el santo, cuando el campesino le cuenta la actitud del rico
codicioso, se hallaba ζέων τῷ πνεύµατι «hirviendo en su espíritu») y, asimismo,
en premio a su amor y compasión por el prójimo (de ahí que llore para pedir la
resucitación).
Cabe indicar, finalmente, que el nombre Σπυρίδων, si bien histórico,
puede ser considerado también «nombre parlante», dado que el autor señala
que en el sueño del emperador (Cap. 8, 114: 12-14) éste ve a alguien «que
llevaba en manos un bastón de pastor y en la cabeza una capucha acabada en
frutos de palmas, como en una canasta, y a la vez, otra cosa, como un
frasquito angosto colmado de aceite»117 y reconoce a Espiridón como tal; en esa
descripción aparece una canasta (σπυρίς), término que tiene la misma raíz que
el nombre propio: la imagen onírica parece asimilar la capucha clerical a las
palmas de las virtudes, contenidas como en una canasta, que sería la corona
de santidad. De tal modo, el nombre podría aludir a esta santidad y a los
frutos abundantes que se desprenden de ella. Esa canasta aparece en varios
íconos del santo.
Dice Brown que en las villas del Mediterráneo oriental el santo aparece
como un patrón rural y como un ombudsman carismático (cf. Brown, 1983:
10). Tal es el caso de Espiridón. Pero también dice que el santo suele tener un
«aislamiento espléndido», porque su perfección es una renuncia al mundo y,
psicoanalíticamente, se hace así una «idealización» que da al santo el carácter
sacro que no tiene por naturaleza. Ciertamente, Espiridón y todos los santos
renuncian a muchas cosas del mundo, sobre todo comodidades y placeres
corporales, lo cual los hace una «espléndida isla» en medio de los demás; pero
no viven necesariamente aislados, separados: ni como pastor de cabras ni
como pastor de hombres vive Espiridón aislado. La «idealización» es construida
por los testigos a partir del grado heroico de la virtud del santo, grado que no
se da ingénito sino por ascesis continua.
Espiridón, al igual que Juan el limosnero, es un Obispo; por ello tiene
una responsabilidad mayor en tanto jerarca de la Iglesia y, por lo tanto, tam-
bién tiene mayor alcance en sus acciones. Por una parte, enseña que el ser
Obispo no lo exime del ejercicio de las virtudes en beneficio del prójimo en tan-
to que sigue siendo cristiano con su propia vida personal. Por otra parte, sus

117 βακτηρίαν ἔχοντα ἐν χερσὶ ποιµενικὴν κάλυµµα ἐπὶ κεφαλῆς ἀπὸ βαΐων φοι-

νίκων ὥσπερ ἐπὶ σπυρίδος τετελεσµένον, ἄλλο δὲ πάλιν ληκύθιον ὥσπερ στενὸν ἐλαίου
πεπληρωµένον.
deberes públicos añaden otro nivel. En primer lugar, el trato con sus pares y
con las autoridades políticas: Espiridón va con otros Obispos a Antioquía y allí
cura al Emperador e incluso rechaza dar uso personal a la retribución que
éste le asigna; también destaca la importancia del culto divino, conmoviendo a
todo el pueblo mediante el canto de ángeles y el desborde de óleo, pero
también le muestra con su ejemplo de vida y con los milagros el ejercicio de
las virtudes, la solidaridad, la honestidad, la caridad.
En fin, la imagen ejemplar de este santo medieval exhorta a todos, al
clero, a los fieles laicos y a los gobernantes a encarar su vida personal con cri-
terios evangélicos como base necesaria para poder enseñar a otros y beneficiar
a la sociedad, no como meros philánthropoi, al modo de los faraones helenísti-
cos, sino como personas cuya vida político-ciudadana está sostenida por la ca-
ridad, es decir, por un principio que re-liga con la Divinidad haciéndose fuente
y razón de las actitudes personales y cívicas. Si bien el santo es «extraño»
frente al común de la gente, se torna modelo para todos, en tanto es un
«héroe» (cf. Cavallero, 2012b).

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DISCUSIÓN SOBRE LA INFLUENCIA
DE NICOLÁS DE CUSA EN LA FILOSOFÍA ITALIANA
DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XV

A PROPÓSITO DE LA REIMPRESIÓN DE LA OBRA


DE LA EDAD MEDIA AL RENACIMIENTO
DE EUSEBI COLOMER (1975-2012)

Julián Barenstein
(UBA-CONICET)
aneleutheroi@yahoo.com.ar

Resumen.-
En este trabajo nos proponemos poner por escrito algunas observaciones en
torno de la reimpresión del célebre libro de Eusebi Colomer, De la Edad Media al
Renacimiento. Ramón Llull-Nicolás de Cusa-Juan Pico della Mirandola (2012). Así
pues, las reflexiones que aquí se presentan, efectuadas a partir de un texto que fue
publicado por primera vez en 1975 y plasmadas a modo de advertencia para los futuros
lectores de la obra, apuntan a contextualizar y actualizar algunos de los puntos de vista
expresados por Colomer. Entre estos, el que presenta a Nicolás como un autor que llegó
a influenciar a los filósofos italianos más prominentes del siglo XV, entre ellos, a
Giovanni Pico. Resta decir que lo largo de nuestro trabajo no examinaremos cada uno de
los artículos contenidos en la obra, sino que nuestro objetivo es vislumbrar el grado de
asentimiento que el lector culto debe conceder a la tesis central del libro, y ello a la luz
de las opiniones de Eugenio Garin y Kurt Flasch.

1. PROLEGÓMENOS: RELACIONES E INTERPRETACIONES

El célebre De la Edad Media al Renacimiento de Eusebi Colomer,


publicado por primera vez en 1975, tiene el sugestivo subtítulo de Ramón Llull-
Nicolás de Cusa-Juan Pico della Mirandola. El lector ingenuo —y también aquél
que no lo es tanto— podrá interpretar, y así se ha hecho, que el autor señala
con éste, que su libro trata sobre el pasaje de una época a otra y que ese
pasaje ha sido orquestado, por así decir, por los tres insignes pensadores.
Esta interpretación del título completo, que, por cierto, es la primera que nos
sale al encuentro, debe ser descartada por simplista, aunque, insistimos, no
son pocos los investigadores que la han asumido sin demasiadas
consideraciones. Algunos de ellos, lo suficientemente serios como para que
nos detengamos en el asunto. Por nuestra parte, nos parece necesaria la
referencia a otras obras que nos traen puntos de vista más actuales sobre esta
cuestión. Y antes de entrar en materia, nos interesa dejar en claro que si el
pasaje de la Edad Media al Renacimiento, i. e., a una nueva forma de pensar,
escribir, y a una nueva cultura filosófica en general, se percibe en los tres
filósofos mencionados, tal pasaje se trasluce en los sistemas de cada uno de
ellos individualmente y no en una vista de conjunto de las obras de los tres.
Afirmamos esto atendiendo, sobre todo a que la relación entre el Cusano y
Pico aun es tema de debate.
Por una parte, sabemos, pues, que Nicolás leyó a Llull con una pasión y
atención pocas veces vista118, al punto que algunas obras lulianas sobreviven
solo en las copias que el gran Cardenal tenía en su biblioteca, p. e., el De arte
electionis (1299)119. Por otra, sabemos que Pico conocía algunas obras de Llull,
i. e., el Ars generalis ultima (1308) y el Ars brevis (1308) (cf. Garin, 1936: 106-
116), las cuales estaban en los anaqueles de su biblioteca. Con todo, el
Mirandolano no poseía ninguna obra de Nicolás. Es indudable que el joven
filósofo hubo escuchado hablar de él y que conoció de oído algunos principios
de su pensamiento, entre ellos, quizás, el postulado de la coincidentia
oppositorum, pero no hay elementos para afirmar categóricamente que Pico
haya llevado a cabo una lectura de primera mano de las obras del Cusano.
Sea de ello lo que fuere, el debate tiene tantas aristas que debemos
contentarnos con retomar aquellas opiniones que consideramos más
importantes en tanto sintetizadoras, a saber, las de Eugenio Garin y Kurt
Flasch.

2. NICOLÁS DE CUSA Y LOS FILÓSOFOS ITALIANOS DEL QUATTROCENTO:


ENCUENTROS Y DESENCUENTROS

Oponiéndose a toda una gama de historiadores que querían ver una


influencia decisiva de Nicolás de Cusa en la filosofía del quattrocento, hacia
fines de los 60’s Garin afirmaba que:

«Quienes desde la década de los 30’ han refutado la tesis de Cassirer [de
1927] acerca del papel central jugado por el Cusano en el Renacimiento
italiano, han intentado hacerlo —y lo han conseguido— observando que
no tiene ningún sentido considerar que la obra de Cusano es
componente decisivo en la formación del pensamiento de Ficino y Pico
(por no decir de la fábula de Duhem —puesto que no es más que una
fábula— que habla de su influencia sobre Leonardo). La verdad es, y
nadie hasta ahora ha conseguido refutarlo, que el Cusano filósofo
comienza a influir en pleno s. XVI, como efecto, y no como causa, de los
neoplatónicos florentinos, entre el escepticismo fideísta de Gian
Francesco Pico, los movimientos neolulianos y prerreformadores
franceses y la compleja física naturalista elaborada por Bruno. Al unir
la obra del Cusano a la de Copérnico, Bruno hizo de aquél un elemento
decisivo de su nueva y revolucionaria concepción del mundo, pero en

118 En total se calcula que Nicolás poseía alrededor de 70 obras de Llull,


veintitantas de las cuales copiadas por su propia mano (cf. Carreras y Artau, 1939-
1943: 2, 197ss).
119Se trata del Codex Cusanus 83, f. 47v-48r, descubierto en 1937 por Matin
Honecker en la biblioteca de Sankt Nicolaus Hospital, publicado por primera vez por
Hägele y Pukelsheim junto con una traducción inglesa en su artículo «Llull´s writings
on electoral systems» (2001: 3-38), y más tarde, por los mismos autores en
http://www.math.uni-augsburg.de/stochastik/lull/ junto con una traducción al
alemán, en colaboración con Albert Soler.
un clima completamente distinto al que se respiraba en el s. XV,
cuando el gran cardenal aparecía por encima de todo como campeón de
una concordia religiosa universal y extraño valedor de una matemática
mística» (Garin, 1981: 284-285).

Y, como si esto fuera poco, en una nota al pie agregaba, parafraseando


un texto de F. Battaglia («Politica e Religione in Niccolò da Cusa»), que los
«platónicos» italianos no solo no se habían inspirado en Nicolás sino que
apenas lo conocían (cf. Garin, 1981: 285, n. 10).
Haciendo a un lado los trabajos de unos cuantos intelectuales, el
debate, que Garin presenta como cerrado, será retomado en el 2001 por Kurt
Flasch en su tercer libro sobre Nicolás de Cusa (2001 y 2003). En este trabajo,
dedicado enteramente al De Beryllo, una obra que el Cusano consideraba
como una introducción a su sistema, Flasch abre la discusión subrayando que
Nicolás habría tenido admiradores fuera de las universidades, para declarar a
continuación que las investigaciones en torno de su influencia en la Italia del
400’ han cambiado de perspectiva a lo largo de los últimos veinte años. Inicia
así un recorrido a través de una caterva de autores que apunta a poner de
manifiesto este cambio.
El primer autor mencionado es Pierre Duhem y su monumental trabajo
en 10 volúmenes, Le Système du Monde. Histoire des Doctrines cosmologiques
de Platon à Copernic (1909), al que también se refería Garin, aunque Flasch no
muestra ánimo expreso de crítica: «creyó —dice Flasch— que podía definir una
escuela de cusanianos en torno al matemático Pacioli» (Flasch, 2003: 211),
amigo entrañable de Leonardo y autor del De divina proportione.
Sigue en la lista Ernst Cassirer, quien en un artículo de 1906
identificaba al Cusano, siguiendo las sugerencias de otros investigadores
alemanes, Rudolf Eucken y Rudolf Flackenberg, como el fundador de la
moderna teoría del conocimiento. Unos años más tarde, con la publicación del
texto de Duhem, sigue Flasch, Cassirer confirmaría plenamente sus puntos de
vista, expuestos en la más célebre de sus obras, Individuum und Kosmos in der
Philosophie der Renaissance (1927). En ella, enarbolaba a Nicolás como el
ideólogo de toda la situación intelectual de la segunda mitad del s. XV,
asumiendo que Ficino, Pico y otras figuras menores de la filosofía del
quattrocento, se habían inspirado en el Cusano, un filósofo, siempre a juicio de
Cassirer, que se había adelantado en todos los temas que preocuparon a los
dos más grandes filósofos de ese siglo.
Como anticipándose a evidentes objeciones, Flasch apunta que la
convicción que guiaba a Cassirer, aquella que lo llevó a imaginar a Nicolás,
primero como fundador de una nueva metodología y, después, de una visión
total y nueva del universo, no se fundaba en la conciencia de la superioridad
de la ciencia alemana, anticipada al s. XV italiano, sino más bien en el respeto
a los resultados de las investigaciones minuciosas de Duhem. De ahí que
asignara finalmente al cardenal una influencia crucial en la vida intelectual
desde mediados del s. XV hasta, por lo menos, la década de 1520.
Ahora bien, si la posición de Cassirer —a la que podríamos sumar la del
propio Flasch— no está libre de cierto sabor nacionalista, tampoco lo
estuvieron las primeras respuestas que recibió el autor de Individuum und
Kosmos…, que vinieron precisamente de parte de los eruditos italianos. A
estos, la evidencia de la ausencia de Nicolás en la Italia del s. XV se les
presentaba como arrasadora: no habían encontrado manuscritos del Cusano
en ninguna universidad italiana, solo algunas vagas menciones en Ficino y ni
siquiera una mención en Pico. Además, Leonardo, que se llamaba a sí mismo
«uomo senza lettere», no tenía el temple para ser discípulo de un teólogo y
místico alemán. Todo esto, señala Flasch, lo expuso Eugenio Garin a modo de
compendio en 1962 y, agregamos, lo repitió por más de veinte años.
Llegados a este punto, conviene tener en cuenta que el texto de Garin
que hemos citado más arriba, inserto en La Revolución cultural del
Renacimiento, forma parte de una colección de trabajos compilados y
traducidos por Miguel Ángel Granada en 1982. Por lo demás, el texto original
procede de 1967 y fue reproducido, cuanto menos, hasta 15 años más tarde
con la revisión y el permiso del propio Garin. Por su parte, Flasch se remite a
la citada tesis de Garin, como ya madurada en 1962; un dato que nos permite
extender el total de 15 años a 20 sin contar el tiempo de gestación, que podría
retrotraerse hasta su primera obra publicada: Pico della Mirandola. Vita e
Doctrina (1936). Por todo esto podemos afirmar que el autor italiano no solo no
abandonó la tesis por muchos años sino que, al menos durante un largo
tiempo, la sostuvo con renovados argumentos, hasta que finalmente, como
sostiene Flasch, la abandonó, si es que así lo hizo:

«Durante los años 70’ e incluso más tarde, colaboré [escribe Flasch]
estrechamente con Eugenio Garin, en Florencia y en la Scuola Normale
Superiore de Pisa. Pensé haber descubierto durante los años que,
mediante una comparación minuciosa de los textos, puede probarse
que Pico della Mirandola estudió a Nicolás de Cusa. Yo sabía que de
este modo tenía que ir contra la opinión de una persona erudita, con
quien mantenía una relación de amistad desde hacía bastante tiempo [i.
e., Garin]. Para ofrecerle una ocasión de manifestarse, quise enviarle mi
breve estudio para que lo leyera antes de enviarlo a la imprenta. Pero
me respondió sonriendo: “hágalo imprimir usted con toda tranquilidad.
Yo he cambiado entretanto mi opinión, basándome en otros
argumentos”. Mi estudio se publicó luego en la colección Mitteilungen
und Forschungsbeiträgen der Cusanusgesellschaft (Flasch, 1980). Halló
el asentimiento de todos los importantes investigadores y se encuadra
hoy día en una serie de investigaciones que prueban que el
pensamiento de Nicolás de Cusa estuvo también presente en Italia
durante el período de 1460 a 1550» (Flasch, 2003: 214).

Para confirmar sus dichos, Flasch trae a colación una serie de


reflexiones que se sucedieron después de su publicación. Primero, un trabajo
de Stephan Meier-Osser de 1989 en el que se adopta su mismo punto de vista
y, además, se sugiere que Pico se habría inspirado en Nicolás para la
exaltación de la dignidad del hombre y que el Mirandolano quería defender
públicamente, aunque no sabemos ante qué público ni cuando, la doctrina de
la coincidentia oppositorum. Segundo, alega que Cesare Vasoli habría
descubierto cierta proximidad entre el pensamiento de Ficino y el del cardenal
principalmente en su De christiana religione y el opúsculo De raptu Pauli.
Tercero, que el propio Vasoli junto con Garin, comenzaron a investigar algunos
personajes que habrían oficiado de contacto entre el Cusano y Pico, como el
médico Pierleone da Spoleto, a la sazón, el médico de la familia Médici y
miembro de la academia florentina, que murió bajo extrañas circunstancias
tras la muerte de Lorenzo. Se sabe, pues, que Pierleone tenía algunas obras de
Nicolás y que mantuvo estrechos contactos con el Mirandolano, según se lee
en alguna de sus cartas, p.e., en la que Pico se dirige a Marsilio Ficino en
1486 después del llamado «incidente de Arezzo». Sobre la relación entre
Pierleone y Pico se ha ocupado más recientemente Franco Bacchelli en su
Giovanni Pico e Pierleone da Spoleto. Tra filosofia dell’amore e tradizione
cabalistica (2001), un texto que Flasch no menciona en su trabajo, pues
quizás todavía no había sido publicado120.
A partir de su recuento de investigaciones, Flasch concluye que Lèfevre
d’Etaples, Charles de Bovelles y demás intelectuales agrupados bajo el rótulo
de «platónicos franceses» que pasan por ser los introductores del pensamiento
cusano en Italia, no fueron los primeros ni, por tanto, los únicos en dar a
conocer las obras de Nicolás a los italianos. Dichas obras, recordemos, fueron
publicadas por primera vez en Francia, en 1514, precisamente a instancias de
estos platónicos.
Como corolario de su exposición, el historiador alemán trae todo un
anecdotario de autores de finales del s. XV que, según él, conocieron la obra
de Nicolás y hasta al propio cardenal Cusano. Entre otros, Paolo del Pozzo
Toscanelli, que, desde la postura esencialmente matemática que siempre lo
caracterizó habría criticado las elucubraciones numérico-místicas del
cardenal, a las que tenía por especulaciones exageradas. En la misma línea se
habría expresado, de acuerdo con Flasch, otro contemporáneo de Nicolás, el
matemático Georg Peuerbach. Por último y por contraposición, Flasch
menciona algunos humanistas alemanes de esa misma época que tuvieron
opiniones favorables sobre el pensamiento cusano, como Johan Reuchlin,
Johan Thritemius y Beatus Rhenanus.

3. PARA FINALIZAR: HACIA UNA LECTURA DE DE LA EDAD MEDIA AL RENACIMIENTO

Nicolás fue conocido en la Italia del s. XV, no nos cabe la menor duda.
Con todo, dudamos que sus trabajos hayan sido estudiados a conciencia como
sugiere Flasch. Por lo demás, no alcanzamos a comprender cómo la lista que
propone de los humanistas alemanes que sí conocieron su pensamiento en las
postrimerías s. XV ayudaría a probar que las obras del cardenal hayan sido
leídas también por los filósofos italianos de ese siglo. Es sumamente probable,
en esto coincidimos con Flasch, que en 1438/1439, Plethón y el Cusano
hicieran en la misma nave la travesía desde Bizancio a Venecia para asistir al
concilio unionista de Ferrara-Florencia, pero es a través del filosofo bizantino
que llega a la ciudad del lirio el pensamiento de Proclo y Hermes Trismegistos,
no de Nicolás. Así pues, no hay lugar tampoco para establecer ni siquiera una
incidencia indirecta del Cardenal en la filosofía italiana del s. XV. Por lo
demás, el único texto del Cusano con tradición manuscrita en la Italia
quattrocentesca es el De Beryllo. No habría, así, una línea de continuidad que
fuera desde Cusa, Ficino y Pico hasta los platónicos franceses. De alguna

120Ambos trabajos, el de Bacchelli y el de Flasch fueron publicados en el


mismo año, 2001.
manera, hacia la segunda mitad del s. XVI, Nicolás se volvió un pensador
familiar para algunos filósofos extraordinarios como Giordano Bruno (1544-
1600), pero si nos atenemos a estas fechas, se abre casi un siglo entre la
muerte de Nicolás (1464) y la influencia decisiva de sus obras en Italia.
Es significativo, por cierto, que Eugenio Garin, a quien el propio Flasch
tiene como «el mejor conocedor de la filosofía del s. XV en Italia», haya
mantenido su postura por más de veinte años y, más aun, que no sepamos
por sus propios puño y letra que llegó a modificarla, ni mucho menos a
abandonarla completamente. Asimismo, la extensa producción de Garin
durante esos años es una prueba contundente de que la influencia del Cusano
en los filósofos italianos del quattrocento, si es que la hubo, es irrelevante para
comprender a fondo la mentalidad de los autores del período121.
Quien quiera, pues, leer hoy De la Edad Media al Renacimiento122, un
trabajo que refleja el punto de vista de Cassirer antes que el de Garin, tendrá
que hacerlo con todo esto en mente, a modo de vacuna. Dejo al lector este
trabajo.

BIBLIOGRAFÍA

BACCHELLI, F. (2001). Giovanni Pico e Pierleone da Spoleto. Tra filosofia dell’amore e


tradizione cabalística. Firenze. Olschki.
CARRERAS Y ARTAU, T. Y J. (1939-1943). Historia de la filosofía española: Filosofía
cristiana de los siglos XIII al XV. Madrid, Adelcoa, 2 vols.
CASSIRER, E. (1951). Individuo y cosmos en la filosofía del Renacimiento. Buenos Aires.
Emecé.
COLOMER, E. (2012). De la Edad Media al Renacimiento. Ramón Llull-Nicolás de Cusa-
Juan Pico della Mirandola. Barcelona. Herder.
FLASCH, K. (2001). Nicolaus Cusanus. München. Verlag C. H. Beck oHG.
FLASCH, K. (2003). Nicolás de Cusa, Barcelona. Herder.

121 Entre 1962 y 1982, Garin ublicó nueve libros: La cultura italiana tra

Ottocento e Novecento (1962), Scienza e vita civile nel Rinascimento italiano (1965), Ed.
de Leon Battista Alberti, Intercenali inedite (1695), Ritratti di umanisti (1967), Dal
Rinascimento all'Illuminismo (1970), Intellettuali italiani del XX secolo (1974), Rinascite
e rivoluzioni, Laterza (1975), Lo zodiaco della vita, Laterza (1976) y Filosofia e scienze
nel Novecento, Laterza (1978).
122 Los diez artículos contenidos en el volumen son en sí mismos excelentes, e

incluso algunos de ellos, que aun no han sido superados, conservan plena actualidad.
Con todo, se ha de tener en cuenta que el trabajo consiste en una compilación de
artículos y no en un trabajo articulado dedicado enteramente a poner en claro las
relaciones entre ramón Llull, Giovanni Pico y Nicolás de Cusa. Los artículos son los
siguientes: «Autorretrato de Ramón Llull» (1965), «Las artes liberales en la concepción
científica y pedagógica de ramón Llull» (1969), «El ascenso a Dios en el pensamiento
de Ramón Llull» (1961), «Doctrinas lulianas en Heimeric van den Velde» (1959),
«Heimeric van den Velde entre Ramón Llull y Nicolás de Cusa» (1963), «Nicolás de
Cusa, un pensador en la frontera de dos mundos» (1964), «Ramón Llull y Nicolás de
Cusa» (1961), «Modernidad y tradición en la metafísica del conocimiento de Nicolás de
Cusa» (1964), «Pico della Mirandola ayer y hoy» (1964), «Individuo y cosmos en Nicolás
de Cusa y Juan Pico della Mirandola» (1964).
GARIN, E. (1936). Pico della Mirandola. Vita e Doctrina. Firenze. Ariani.
GARIN, E. (1982). La Revolución cultural del Renacimiento. Barcelona. Crítica.
HÄGELE, G. Y PUKELSHEIM, F. (2001). «Llull´s writings on electoral systems»: Studia
Lulliana 41, 3-38- Más tarde, por los mismos autores en http://www.math.uni-
augsburg.de/stochastik/lull/
TEMAS DE ACTUALIDAD
EL SÍNODO QUE FUE... Y EL QUE NO FUE

Carlos A. Saporiti
Buenos Aires
carlos.saporiti@gmail.com

Resumen.-
El 10 de octubre de 2014 comenzó en Roma la III Asamblea General
Extraordinaria del Sínodo de los Obispos de la Iglesia Católica cuyo tema era «Los
desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la Evangelización».
Esta Asamblea Extraordinaria fue, quizás a causa de los temas a tratar, la más
«mediática» de todas las asambleas sinodales (13 Asambleas Ordinarias y 3
Extraordinarias desde su creación) (cf. Pablo VI, Motu Proprio Apostolica sollicitudo, 15
de septiembre de 1965). Se han escrito muchos artículos, reportajes y hasta libros que
han creado una imagen de esta «primera parte», de un Sínodo que tiene dos, quizás
distorsionada. Por eso el título de estas reflexiones.

«¿Cómo anunciar a Cristo a estos chicos y chicas? ¿Cómo anunciar a Cristo a


una generación que cambia? Es necesario estar atentos a no suministrarles una
vacuna contra la fe» (Papa Francisco) (Spadaro, 2014)123.

1. ¿QUÉ ES EL SÍNODO?

Para despejar dudas, lo mejor es empezar por el principio y poner en


claro qué es el Sínodo de los Obispos.
El Sínodo de los Obispos fue creado por el Papa Paulo VI, de acuerdo
con lo planteado en el Concilio Vaticano II, mediante el Motu proprio Apostolica
sollicitudo del 15 de septiembre de 1965 e incorporado al Código de Derecho
Canónico (CIC) en los cánones 342–348 y en el canon 46 del Código de los
Cánones de las Iglesias Orientales.
Básicamente: «El Sínodo de los Obispos es una asamblea de Obispos
escogidos de las distintas regiones del mundo, que se reúnen en ocasiones
determinadas para fomentar la unión estrecha entre el Romano Pontífice y los
Obispos, y ayudar al Papa con sus consejos para la integridad y mejora de la fe
y costumbres y la conservación y fortalecimiento de la disciplina eclesiástica, y
estudiar las cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo»
(CIC 342).
De los documentos de creación y reglamentación del Sínodo, sobre los
cuales no vale la pena abundar acá, surge claramente que su misión no es la
de producir definiciones dogmáticas sino propuestas que hacen a la

123 Las citas del Vatican Information Service (VIS) que se incluyen en el texto se

pueden buscar en la página web del VIS:


http://www.vis.va/vissolr/index.php?lang=es
problemática de la vida de la Iglesia y, en ese aspecto, «asistir» al Papa que es
quien decide la temática y la publicación de sus resultados.
La confusión resultante sobre lo que se podía esperar de esta primera
parte del Sínodo debida a opiniones, fruto quizás, del desconocimiento de la
naturaleza y la mecánica sinodal, generó expectativas que no fueron -y no
podían serlo- satisfechas.

2. CRONOLOGÍA DEL SÍNODO

El 5 de noviembre de 2013, en la Sala de Prensa de la Santa Sede, el


Cardenal Péter Erdö (Relator General de la III Asamblea Extraordinaria), el
obispo Lorenzo Baldisseri (Secretario General del Sínodo de los Obispos) y el
arzobispo Bruno Forte (Secretario especial de la III Asamblea Extraordinaria)
presentaron el Documento Preparatorio de la III Asamblea General
Extraordinaria del Sínodo de los Obispos e informaron que:

«La temática de este Sínodo [...] se inserta en una ruta de trabajo en dos
etapas: la primera es, precisamente, la Asamblea General
Extraordinaria de 2014 cuyo propósito es precisar el status quaestionis
y recoger testimonios y propuestas de los obispos para anunciar y vivir
el Evangelio con credibilidad para la familia; la segunda es la XIV
Asamblea General Ordinaria, prevista para 2015, cuyo fin es individuar
las líneas operativas para la pastoral de la persona humana y de la
familia».

El Documento preparatorio incluía un «Cuestionario»124 que pasaba


revista a diversos temas, desde la preparación para el matrimonio y la
evangelización de los cónyuges y de sus familias, a las uniones de hecho sin
reconocimiento religioso o civil, a la situación de los divorciados católicos que
se han vuelto a casar o a las uniones entre personas del mismo sexo, pasando
por los procedimientos de nulidad matrimonial.
En la presentación, el arzobispo Forte aclaró que el enfoque es el que
Juan XXIII anotaba en su diario poco antes de la apertura del Concilio
Vaticano II: «Mirar todo a la luz del ministerio pastoral, es decir: almas que
salvar y que construir». Y agregó:

«No se trata, en definitiva, de debatir asuntos de doctrina [...] La


invitación que deriva para toda la Iglesia es escuchar los problemas y
expectativas que están viviendo hoy en día tantas familias, mostrarse
cerca de ellas y ofrecerles de forma creíble la misericordia de Dios y la
belleza de la respuesta a su llamada».

124 Punto III del Documento Preparatorio formado por 39 preguntas ordenadas

en 9 acápites. El Cuestionario fue enviado a todas las Conferencias Episcopales


Nacionales para ser respondido por el «Pueblo de Dios» y no sólo por los Obispos u
otros dirigentes.
El 26 de junio de 2014 se presentó el «Instrumentum Laboris». El 9 de
septiembre, en la presentación sobre la «Nueva Metodología» hecha por el
Cardenal Baldisseri (VIS, 9 de septiembre de 2014) se dijo:

«[...] El objetivo del encuentro es proponer al mundo de hoy la belleza y


los valores de la familia, que emergen del anuncio de Jesucristo que
disipa el miedo y sostiene la esperanza […] En la dinámica de renovación
de la Iglesia que el Papa Francisco quiere, la actualización de la
institución sinodal se manifiesta especialmente en el proceso preparatorio
y en la dinámica de las asambleas. […] Prosiguiendo se darán los pasos
necesarios para enmendar normas o eventualmente poner en marcha una
reestructuración verdadera y propia del organismo sinodal».

Nuevamente, el 3 de octubre, el Cardenal Baldisseri (VIS, 3 de octubre


de 2014) informa que entre los 191 Padres sinodales hay 61 Cardenales, 1
cardenal patriarca, 7 patriarcas, 1 arzobispo mayor, 67 arzobispos
metropolitanos 47 obispos, 1 obispo Auxiliar, 1 sacerdote prelado y 6
religiosos. A ellos se unen como invitados 16 expertos, 38 auditores y
auditoras y 8 delegados fraternos. También destacó que se ha prestado una
especial atención a las parejas casadas, a los padres y madres y a los cabezas
de familia, que suman en total 12 personas y que entre los expertos habrá una
pareja casada.
A continuación habló de la voluntad del Santo Padre de:

«[...]emprender un camino sinodal innovador y original, que se


articula en dos partes, la primera con esta asamblea extraordinaria:
“Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la
evangelización” y la segunda con la asamblea ordinaria del próximo
año, que tendrá por objeto: “La vocación y la misión de la familia en
la Iglesia y en el mundo contemporáneo”».

Refiriéndose a la fase de preparación señaló que en ella:

«[...] resonó la voz de todo el pueblo de Dios. […] la amplitud del


material recibido es, ciertamente, índice de la apertura y la libertad
con la que se llevó a cabo la consulta».

Continuando con la mecánica a aplicar, la Secretaría General pidió a los


Padres sinodales que envíen sus contribuciones por adelantado. Estos textos
fueron tomados en cuenta en la elaboración de la Relatio ante disceptationem.
La apertura de cada congregación general incluiría la intervención de
un matrimonio de auditores que ofrecerían a los Padres sinodales su
testimonio de la vida familiar.
Finalmente, la Relatio post disceptationem sería la base para los
trabajos de la segunda semana en los llamados «círculos menores» en los que
se prepara el documento final, la Relatio Synodi que será entregada al Santo
Padre.
Asimismo, cada día habría una sesión informativa en la Oficina de
Prensa de la Santa Sede con la participación de algunos Padres sinodales y la
información del día sería publicada en el boletín de la Oficina de Prensa.
El 6 de octubre tuvo lugar la primera Congregación General en la que el
Papa Francisco, se dirigió a los participantes (VIS, 6 de octubre de 2014):

«[...] Hablad claro. Que nadie diga: “Esto no se puede decir; pensarán
de mí esto o lo otro... Hay que decir todo lo que se siente con parresía
[...] (os pido) hablad con parresía y escuchad con humildad. […] el
Sínodo se desarrolla siempre “cum Petro et sub Petro” [...] Queridos
hermanos, colaboremos todos para que se afirme con claridad la
dinámica de la sinodalidad».

En esa ocasión, el Cardenal Péter Erdö presentó la Relatio ante


disceptationem.
El 13 de octubre (VIS, 13 de octubre de 2014), el Cardenal Péter Erdö y
el Arzobispo Bruno Forte presentaron la Relatio post disceptationem.
El 14 de octubre (VIS, 14 de octubre de 2014), el Director de la Oficina
de Prensa de la Santa Sede aclaró que la Relatio post disceptationem era un
documento de trabajo y no uno conclusivo, aclaración considerada necesaria
por la Secretaría del Sínodo ante las repercusiones periodísticas del
documento.
El 18 de octubre (VIS, 18 de octubre de 2014), con la participación de
los cardenales Raymundo Damasceno Assis, arzobispo de Aparecida (Brasil),
Presidente delegado; Gianfranco Ravasi, Presidente del Pontificio Consejo para
la Cultura, Presidente de la Comisión para el Mensaje y Oswald Gracias,
arzobispo de Bombay (India), se presentó el «Mensaje de la III Asamblea
Extraordinaria del Sínodo de los Obispos dedicada a “Los desafíos pastorales
de la familia en el contexto de la evangelización”» al que pertenecen las
siguientes citas:

«[…] Se asiste así a no pocas crisis matrimoniales […]. Los fracasos


dan origen a nuevas relaciones, nuevas parejas, nuevas uniones y
nuevos matrimonios, creando situaciones familiares complejas y
problemáticas para la opción cristiana […] el padre o la madre sin
trabajo, impotentes frente a las necesidades aun primarias de su
familia, o los jóvenes que transcurren días vacíos, sin esperanza [...]
la multitud de familias […] prófugas que migran sin esperanza [...]
que son perseguidas […] que son golpeadas por la brutalidad de las
guerras y de distintas opresiones […] en las mujeres que sufren
violencia […] en los niños y jóvenes víctimas de abusos también de
parte de aquellos que debían cuidarlos y hacerlos crecer en la
confianza».
«También está la luz que resplandece […] en el compromiso nupcial
de los cónyuges […]. El amor conyugal, único e indisoluble, persiste a
pesar de las múltiples dificultades del límite humano, y es uno de los
milagros más bellos, aunque también es el más común […] la familia
se presenta como una auténtica Iglesia doméstica. […] Por otra parte,
los cónyuges cristianos son llamados a convertirse en maestros de la
fe y del amor para los matrimonios jóvenes».
«La cima que recoge y unifica todos los hilos de la comunión con Dios
y con el prójimo es la Eucaristía dominical [...]. Por eso, en la primera
etapa de nuestro camino sinodal, hemos reflexionado sobre el
acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos de los
divorciados en nueva unión».

El 19 de octubre 2014 (VIS, 19 de octubre de 2014), al final de la última


congregación general y una vez acabadas las votaciones, el Papa Francisco
dirigió un discurso a los Padres Sinodales. Del mismo destacamos lo siguiente.
Los participantes habían vivido una experiencia de «sínodo», un
recorrido solidario, un «camino juntos». En este camino hubo momentos de
tentación de las que mencionó cinco:
1. La del endurecimiento hostil, cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no
dejarse sorprender por el Dios de las sorpresas (el espíritu);
2. La del «buenismo» destructivo, que a nombre de una misericordia
engañosa venda las heridas sin primero curarlas;
3. La de transformar la piedra en pan para romper el largo ayuno y de
transformar el pan en piedra y tirarla contra los pecadores, los débiles y
los enfermos;
4. La de descender de la cruz, para contentar a la gente, y no cumplir la
voluntad del Padre;
5. La de descuidar el «depositum fidei», considerándose no custodios, sino
propietarios y patrones, o por otra parte, la tentación de descuidar la
realidad utilizando una lengua minuciosa y un lenguaje pomposo para
decir tantas cosas y no decir nada.
A continuación afirmó que le hubiera preocupado y entristecido mucho
si todos hubieran estado de acuerdo o taciturnos en una paz falsa y quietista.
Esa era la Iglesia, que no tiene miedo de derramar el aceite y el vino
sobre las heridas de los hombres; que no mira a la humanidad para juzgar y
clasificar a las personas y que era la Iglesia compuesta de pecadores,
necesitados de la misericordia divina. La Iglesia que tiene las puertas abiertas
para recibir a los necesitados, los arrepentidos y no sólo a los justos o aquellos
que creen ser perfectos.
La Iglesia es de Cristo y todos los Obispos en comunión con el Sucesor
de Pedro, tienen la tarea y el deber de custodiarla y de servirla, no como
patrones sino como servidores.
Finalmente recordó que todavía tenían un año para madurar las ideas
propuestas y encontrar soluciones concretas.

3. EL LADO OSCURO DE «LA FUERZA»125

125Esta referencia a la saga Star Wars de George Lucas no parece «académica»,


sin embargo me pareció una referencia muy clara.
En el viaje de retorno de la Jornada Mundial de la Juventud de Río de
Janeiro, el Papa habló con los periodistas y tuvo expresiones que instalaron
los dos temas más controversiales del Sínodo (aunque a «diferentes
velocidades»)126.
Ante la pregunta de Gianguido Vecchi del Corriere della sera:

«A propósito del acceso a los sacramentos de los divorciados vueltos a


casar, ¿hay posibilidad de que cambie algo la disciplina de la Iglesia?»

El Papa respondió:

«[...] La misericordia es más grande que el caso que usted platea.


Creo que éste es el tiempo de la misericordia […] Con referencia al
problema de la comunión a las personas en segunda unión […] Creo
que es necesario verlo desde el conjunto de la pastoral matrimonial.
Y por eso es un problema. Pero también ―hago un paréntesis― los
ortodoxos tienen una praxis diferente. Ellos siguen la teología de la
economía, como dicen ellos, y dan una segunda oportunidad, lo
permiten […] Y también el problema judicial de la nulidad de los
matrimonios, esto se debe revisar, porque los Tribunales eclesiásticos
no bastan para esto».

La última pregunta la formula Ilze Scamparini:

«[...] ¿cómo Su Santidad pretende afrontar toda la cuestión del lobby


gay?»

y el Papa responde:

«[...] Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad,


¿quién soy yo para juzgarla? El Catecismo de la Iglesia Católica
explica esto de una manera muy hermosa; […] El problema no es
tener esta tendencia; […] El problema es hacer el lobby de esta
tendencia […] Éste es el problema más grave para mí»

Si bien los temas de la conferencia de prensa fueron dos, el debate


posterior se centró en la comunión a los separados en nueva unión.
El 23 de octubre de 2013 se publicó en L’Osservatore Romano un
artículo del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Mons.
Gerhard Ludwig Müller, con el título: Testimonio a favor de la fuerza de la
gracia. Sobre la indisolubilidad del matrimonio y el debate acerca de los
divorciados vueltos a casar y los sacramentos (Müller, 2013: http). En este
artículo, que ya había sido publicado años antes, Mons. Müller reafirma la

126 XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, Conferencia de prensa del Santo


Padre Francisco durante el vuelo de regreso a Roma 28 de julio de 2013.
doctrina vigente en la Iglesia sobre el matrimonio, incluyendo la negativa a
participar de la Eucaristía a los separados en nueva unión. La mayor parte de
los católicos ni se enteraron de esta publicación aunque fue ampliamente
difundida por los círculos tradicionalistas (y en algunos casos opuestos al
Pontífice).
El 20 de febrero de 2014, el Cardenal Walter Kasper inauguró con una
ponencia el Consistorio Extraordinario (cf. Kasper, 2014)127. Nos vamos a
detener a analizar más detalladamente esa ponencia por su trascendencia
hacia el Sínodo.
Tras un profundo análisis de la Familia desarrollado en los cuatro
primeros puntos, en el quinto: «El problema de los divorciados vueltos a casar»,
el Cardenal Kasper pone el dedo en la llaga de uno de los problemas
pastorales más acuciantes y provoca una llamarada de reacciones cuando
dice:

«Si se piensa en la importancia de las familias para el futuro de la


Iglesia, el número rápidamente creciente de las familias disgregadas
parece una tragedia más grande todavía. […] tenemos necesidad de
un cambio del paradigma […] (y debemos) considerar la situación
también desde la prospectiva de quien sufre y pide auxilio».

Tras esta potente introducción avanza:

«[...] la cuestión de los matrimonios de personas divorciadas y vueltas


a casar es un problema complejo y espinoso. No se lo puede reducir a
la cuestión de la admisión a la comunión. Tiene que ver con toda la
pastoral matrimonial y familiar».
«[...] Muchos cónyuges abandonados dependen, por el bien de los
hijos, de una nueva relación y de un matrimonio civil, al que no
pueden renunciar sin nuevas culpas. A menudo, después de las
amargas experiencias del pasado, estas relaciones les hacen sentir
una renovada alegría, incluso a veces se las percibe como un regalo
del cielo».
«¿Qué puede hacer la Iglesia en esas situaciones? […] La
indisolubilidad de un matrimonio sacramental y la imposibilidad de
un nuevo matrimonio durante la vida del otro cónyuge forma parte
de la tradición de fe vinculante de la Iglesia. […] Debido a la fidelidad
misericordiosa de Dios no existe situación humana que esté
absolutamente privada de esperanza y de solución. No importa cuán
bajo pueda caer el hombre, nunca podrá caer más abajo de la
misericordia de Dios».

A partir de estas consideraciones, analiza dos propuestas de solución,


bien cimentadas, que tratan de iniciar el debate del cambio de paradigma:

127 Las citas han sido tomadas del texto italiano y traducidas por el autor de
este artículo a quien pertenecen, también, los resaltados.
«[...] Primera situación [...] El matrimonio, al ser un sacramento, tiene
carácter público, la decisión sobre su validez […] es obligación de los
tribunales eclesiásticos […] nos preguntamos a veces si la vía judicial
debe ser la única vía para resolver el problema o si no serían posibles
otros procedimientos más pastorales y espirituales».
«[...] Segunda situación […] Muchos divorciados no quieren una tal
declaración de nulidad. Dicen: hemos vivido juntos, hemos tenido
hijos; esto era una realidad, que no puede declararse nula, a menudo
sólo en razón de falta de forma canónica del primer matrimonio».
«[…] si los enviamos a la vía de salvación extra sacramental, ¿no
ponemos quizás en discusión la estructura fundamental sacramental
de la Iglesia? […] ¿No es quizás una instrumentalización de la persona
que sufre y pide auxilio si la hacemos un signo y una advertencia para
los otros? ¿La dejamos sacramentalmente morir de hambre para que
los otros vivan?».
«[...] En las iglesias locales existía el derecho consuetudinario en base
al cual los cristianos que, si bien aún vivía el primer cónyuge, vivían
una segunda relación, después de un tiempo de penitencia tenían a
disposición no una segunda nave, no un segundo matrimonio, sino
que, a través de la participación en la comunión, una tabla de
salvación».
«[...] De hecho, cuando los hijos de padres divorciados vueltos a casar
no ven a sus padres acercarse a los sacramentos por lo general no
encuentran el camino hacia la confesión y la comunión. ¿No
tomamos en cuenta que perderemos también la próxima generación
y, quizás también, la que le sigue? […] La vida no es sólo blanco o
negro, de hecho hay muchos matices».

En los días sucesivos los medios hablaron de la «propuesta del Cardenal


Kasper de darle la comunión a los separados en nueva unión» lo que confirma:
(i) mis dudas acerca de los mecanismos mediáticos de síntesis y (ii) que leer no
es lo mismo que entender lo que se lee.
En poco tiempo, el Papa mencionó la teología de Kasper llamándola
«teología de rodillas» y alabando su ponencia en el Consistorio.
La intervención de Kasper fue una bocanada de aire fresco en un debate
que parecía, una vez más, dirigirse hacia una reafirmación de las doctrinas
«conservadoras» y caer en la intrascendencia. Centrando el tema en los
auténticos problemas pastorales frente a los divorciados vueltos a casar, abrió
las puertas a una discusión enriquecedora que, salvando las distancias, se
puede asimilar a la «rebelión» de los jóvenes teólogos (Ratzinger, Küng, Congar,
Danielou) −frente al «diktat» del Santo Oficio− que nos dio el Concilio Vaticano
II.
Sólo le faltó mencionar un problema mayúsculo y que es la diversidad
de actitudes del clero -mayormente fruto de la ignorancia teológica- que, ante
el problema, puede ir desde una pseudo misericordia facilista hasta la mayor
rigidez doctrinaria contribuyendo eficientemente al desconcierto del Pueblo de
Dios.
La reacción no se hizo esperar.
El primero fue el Cardenal Carlo Caffarra, Arzobispo de Bologna, a
través de un reportaje de Matteo Matzuzzi (cf. Caffarra, 2014)128.
Ante la pregunta del periodista sobre la propuesta del Cardenal Kasper
al «segundo caso», el Cardenal Caffarra responde:

«[...] ¿Qué pasa con el primer matrimonio rato y consumado? […] La


solución explorada lleva a pensar que el primer matrimonio
permanece, pero que hay una segunda forma de convivencia que la
Iglesia legitima. Por consiguiente, hay un ejercicio de la sexualidad
humana extra conyugal que la Iglesia considera legítima».

En su respuesta, el Cardenal Caffarra marca claramente cuál es el nudo


central de la opinión de algunos «conservadores». El problema no es el
matrimonio sino la sexualidad.
La percepción de la sexualidad paulina:

«En cuanto a las preguntas que me hicieron en su carta contesto: es


mejor que el hombre no tenga relaciones con la mujer (1 Cor 7, 1) […]
pero si no pueden contenerse, que se casen: más vale casarse que
vivir consumido en malos deseos (1 Cor 7, 9)».

Ha marcado durante siglos la teología del matrimonio.


El planteo es simple: el estado ideal del hombre es el celibato, el
problema de que si lo hubieran cumplido estrictamente todos los cristianos la
Iglesia habría desaparecido hace casi dos milenios no parece formar parte del
razonamiento teológico. El matrimonio es, para una cierta visión doctrinaria, un
remedio a la debilidad del hombre que no resiste el celibato o la tentación de la
concupiscencia.
Pocos días antes del comienzo del Sínodo (primero de octubre) aparece
simultáneamente en Italia y los EEUU un libro: «Permanecer en la verdad de
Cristo. Matrimonio y comunión en la Iglesia Católica», que reúne trabajos de los
Cardenales Gerhard Müller, Walter Brandmüller, Raymond Burke, Carlo
Caffarra y Velasio De Paolis, y de los especialistas Robert Dodaro, Paul
Mankowski, John Rist y Cyril Vasil, actuando como coordinador Robert
Dodaro OSA, Presidente el Instituto Partrístico «Agustinianum», de la Pontificia
Universidad Lateranense (cf. Dodaro, 2014).
En este libro, los autores reafirman la doctrina de la Iglesia sobre el
matrimonio y responden al Cardenal Kasper con una negativa neta a su tesis.
Dodaro, al final de la introducción afirma: «Los autores de este volumen
están unidos en el sostener firmemente que el Nuevo Testamento nos muestra
a Cristo que prohíbe sin ambigüedad el divorcio y sucesivas nuevas nupcias
en base al plan original de Dios sobre el matrimonio dispuesto en Gen. 1:27 y
2:24».

128 Las citas han sido tomadas del texto italiano y traducidas por el autor de
este artículo a quien pertenecen, también, los resaltados.
Luego la respuesta al punto central: «La solución “misericordiosa” al
divorcio, sostenida por el Cardenal Kasper no era desconocida en la Iglesia
antigua pero, de hecho, ninguno de los autores que nos han llegado y que
consideramos que tienen la suficiente autoridad, la defiende. Más aún, cuando
la tratan es más bien para condenarla como contraria a la Escritura».
Y, finalmente: «La práctica ortodoxa oriental actual de la oikonomia en
los casos de divorcio y segundas nupcias tiene origen a lo sumo en el segundo
milenio y surge en respuesta a la presión política de los emperadores
bizantinos sobre la Iglesia».
Como se puede ver, una clausura sin apelaciones. Además, junto a la
referencia al «non possumus» la otra imagen recurrente es la del adulterio,
representado por un matrimonio civil que sigue al divorcio, lo que hace
imposible recibir la eucaristía a menos que la pareja practique la continencia
sexual (vida de hermanos) (cf. Calabro, 2014).
Era inevitable, entonces, que se instalara una potencial división entre
los participantes del Sínodo, supuestamente entre «conservadores» y
«progresistas».
Queda en el aire una pregunta: ¿Alguien puede pensar que tal conjunto
de Cardenales podía publicar un libro similar sin autorización pontificia? La
respuesta es sí. La intención era clara, plantear una incompatibilidad entre la
doctrina y cualquier posible «apertura» a una solución a los divorciados en
nueva unión y, de paso, hacer un «tiro por elevación» a lo que parece un
Papado demasiado «de avanzada», que tras los años de restauración del Status
quo ante Concilium, volvía a la senda del cambio y lo simbolizaba
abiertamente, de palabra y obra, por ejemplo: retomando, para su toma de
posesión de la Diócesis romana (7 de abril de 2013), la Férula que algunos
llaman de Paulo VI o del Concilio129.

4. EL SÍNODO QUE FUE… Y EL QUE NO FUE

De los 62 puntos que integran la Relatio Synodi, 59 obtuvieron la mayoría


necesaria de dos tercios y 3 obtuvieron la mayoría absoluta (más del 50% de
los votos) pero no lograron los dos tercios. Se trata de los puntos 52 (104 si -
74 no), 53 (112 si - 64 no) y 55 (118 si - 62 no). El 52 trata del acceso a la
Eucaristía de los divorciados y vueltos a casar, el 53 era la alternativa al 52
(Comunión espiritual) y, finalmente, el 55 se refiere a los gay:

«Algunas familias viven la experiencia de tener en su seno personas


con orientación homosexual. Al respecto, la Asamblea se interrogó
sobre qué atención pastoral es oportuna frente a esta situación,
refiriéndose a lo que enseña la Iglesia: “No existe ningún fundamento
para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las
uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la
familia” (Congregación para la doctrina de la fe, 2003: #4). No

129 El primero de noviembre de 2014, el Papa Francisco «estrenó» una Férula

hecha por el escultor romano Maurizio Lauri y regalo del «Grupo de investigación
sobre materiales éticos», vinculado al Cardenal Rodríguez Madariaga.
obstante, los hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben
ser acogidos con respeto y delicadeza. “Se evitará, respecto a ellos,
todo signo de discriminación injusta” (Catecismo de la Iglesia Católica
Nº 2358)».

Ante la votación sobre este punto uno de los padres, estupefacto,


exclamó: «¡Hay 62 padres que han bochado al Catecismo y al Cardenal
Ratzinger!» (Vecchi, 2014).
El Papa, permitió que se publicaran todos los puntos con los votos que
obtuvieron.
El Sínodo que no fue es el de las expectativas de cambio, de
pronunciamientos doctrinales, de nuevas praxis pastorales con relación a los
temas más espinosos en torno a la Familia, los divorciados en nueva unión y
los gays.
El Sínodo que no fue es aquel en el que las luces mediáticas no se
posaron sobre los otros temas que causan dolor y desesperanza a muchas
familias, como: la pobreza, la falta de empleo, las migraciones forzadas, la
violencia sobre las mujeres y los hijos, la persecución religiosa...
El Sínodo que no fue es el de los que pensaban que todo estaba ya
reglado por una doctrina que consideran inamovible y que interpretan al pie
de la letra.
El Sínodo que no fue es el de los que esperaban poder «mostrarle los
dientes» a un Pontificado que consideran demasiado progresista, por no decir
poco ortodoxo. Algo de eso hubo, ya que el punto 52 no sólo se refería a lo
expuesto por el Cardenal Kasper sino que trataba (junto con el 55) lo que el
mismo Papa había mencionado a su vuelta de la Jornada Mundial de la
Juventud de Río de Janeiro. Quisieron exhibir su capacidad de «bloquear los
cambios» y lo lograron, pero quedaron expuestos ante la opinión de quienes se
ocupan de la vida de la Iglesia: para unos como una bandada de héroes de la
«tradición» y para otros como un grupúsculo de inmovilistas que se arrogan el
derecho de juzgar la «catolicidad» de los demás.
El Sínodo que fue es el de tratar temas candentes en la Iglesia sin
tapujos, hablando claro, sin temor a decir algo por el «qué dirán» de los otros,
el de la parresía, el de restaurar una sinodalidad en la Iglesia a la que deben
habituarse todos.
En esto, el Papa ha tenido el mayor de los éxitos, a pesar que muchos
obispos tendrán que retornar a sus diócesis a tratar de explicar lo que pasó,
en particular los que han hablado durante mucho tiempo de «valores no
negociables».
El Sínodo que fue es el que le señaló a los padres sinodales que también
deberán aprender que el lugar del debate es el Aula y no los artículos y libros,
que en general pocos leen. Esto es válido tanto para conservadores como
progresistas. La doctrina y la tradición no pueden (ni deben) conservarse o
modificarse a cualquier precio.
De aquí en más, si al Papa le alcanza el tiempo para solidificar estas
reformas, todos deberán justificar sus posturas con referencia a los Evangelios
y no con relación a «ensaladas» teológicas o sociológicas (cf. Melloni, 2014).
El Sínodo que fue es el del nacimiento de una sinodalidad católica cuyos
primeros resultados se verán en el Sínodo Ordinario de 2015 para el que este
Sínodo Extraordinario ha sido la base. Un año de escuela espiritual para quien
quiera aprender (imprudentes que no aprenden bajo ninguna circunstancia
hay demasiados).

5. CONCLUSIÓN

En este comienzo del siglo XXI la Iglesia tiene muchos problemas que
encarar, los que se han tratado en el Sínodo son, quizás, sólo un puñado del
conjunto.
Entre ellos podemos mencionar la ignorancia doctrinal de la feligresía
en general y muchas veces del propio clero. En los países de «tradición
católica», es decir, Europa Occidental, Hispanoamérica y, en las últimas
décadas los Estados Unidos de América, hay cada vez menos «anuncio», la
catequesis se mantiene en niveles de gran pobreza y el testimonio es lo único
que se sostiene (y a medias).
En medio siglo la Iglesia ha visto la sangría de fieles, que no se van a
otras confesiones, sino que mayoritariamente dejan lisa y llanamente de creer.
Los sacerdotes, demasiado ocupados en las tareas administrativas de
sus parroquias o en la ayuda social (Iglesia ONG), apenas tienen tiempo para
ejercer su ministerio sacerdotal -en lo que son irreemplazables-. Los laicos que
participan en la vida activa de la Iglesia, afectados en su mayoría de un
clericalismo infantilista, lo único que aportan es buena voluntad cuando no
una enfermiza pasión por «figurar en algo».
La Iglesia, incapaz de hacer las paces con el mundo moderno, pierde
feligreses y cada vez más su antigua capacidad de ser maestra de la moral y
las costumbres. Nuestras sociedades antes católicas se van descristianizando
y no siempre es culpa del secularismo, sino de la efectiva actividad negativa de
muchos católicos.
No hace mucho me detuve voluntariamente a escuchar durante dos
horas, en una esquina de Buenos Aires, la predicación que me dirigían dos
«misioneros» de una confesión no católica. Yo les dije que no me iban a
convertir pero, ya que ellos solían recorrer las calles de la ciudad en una
misión permanente (cosa que los católicos no solemos hacer), quería oír su
mensaje. Después de oírlos me convencí que ninguna confesión le «roba» a la
Iglesia sus fieles, es la misma Iglesia quien los pierde por el camino.
Los bautismos de los que entienden lo que significa son los menos, el
resto responde a costumbres, compromisos familiares o cuestiones puramente
sociales y el signo más evidente es el de los padrinos que eligen. No sólo eso,
pensamos que con una hora de charla dada por «gente de buena voluntad» y
escasa formación se va a producir el milagro. Lo mismo con la catequesis de
primera comunión (aunque insuma más horas) y de perseverancia (cuando
asisten). Ni hablar de la insensatez de pensar que unas cuantas horas de
«curso de inmediata preparación» al matrimonio, cuando hace tiempo que la
pareja convive o ya tiene toda la parafernalia social en marcha (iglesia
reservada, salón y fiesta contratados, participaciones impresas), es suficiente
para lanzarlos al sacramento y, si fracasan, decirles muy sueltos de cuerpo: el
matrimonio es indisoluble.
Después de dar durante quince años los cursos de inmediata
preparación he visto el dolor de aquellos que decían: si hubiera sabido lo qué
era el matrimonio nunca me hubiera casado con esa persona.
Siempre se ha dicho que un gran momento catequético es la homilía en
la Misa. Parece ser más una expresión de deseos que una realidad evidente.
Cuántas veces se padecen homilías para las que la única actitud sana es
¡quedarse dormido!
La Pastoral parroquial y diocesana, signadas por la repetición año a año
de actividades y propuestas que ya no dan resultado y nadie puede decir que
lo darán en el futuro, que parece que se actúa más para que no se diga que no
se hace nada que para lograr algo. Dependientes del humor del Párroco o del
Obispo, hay quienes logran que algunas parroquias y diócesis sean
florecientes y activas y otras parezcan geriátricos con escasa participación de
los fieles.
Una Iglesia en la que la gente comulga y pocos se confiesan y que
algunos (por no decir muchos) divorciados en nueva unión, sin decirle nada a
nadie, se acercan a recibir la Eucaristía. Y no es que se haya perdido el
sentido de la comunión, sino que lo que se ha perdido es la «sensación» de
pecado. Estos «trasgresores» pueden llegar a pensar que violan algunas
disposiciones disciplinarias de la Iglesia, lo que no sienten es que estén
cometiendo un pecado. Tantos teólogos y pastores preocupados de darle a la
Iglesia dimensión humana o convertirla en «rigorista» y que parece que lo único
que han logrado es hacer olvidar la centralidad de su dimensión divina.
Finalmente, para no extendernos más, el gran pecado de la Iglesia
clerical en la ligereza con la que se distribuyen muchos sacramentos. Esa
confianza casi mágica en la acción de la Gracia. Es cierto que la Gracia es
abundante, persistente y obra milagros, pero la Gracia no penetra en el
corazón del hombre si el hombre no le abre la puerta de su corazón.
A nuestra Iglesia le falta un largo camino que recorrer para ser
plenamente la sponsa verbi.
Quiera Dios que este nuevo camino sinodal sea el modo en que el
Espíritu Santo nos vuelve a dar una oportunidad hablándole a nuestros
corazones. Sólo queda que humildemente lo escuchemos y nos dejemos llevar
por Él.

«Busquemos ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos» (Papa Francisco)
(Spadaro, 2013).

BIBLIOGRAFÍA

CAFFARRA, C. (2014). «Da Bologna con amore: fermatevi»: Il Foglio Quotidiano, 15 de


marzo de 2014.
CALABRO, M. A. (2014). «”No alla comunione ai divorziati”. Cinque cardinali contro le
apertura»: Corriere della sera, 17 de septiembre de 2014.
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE (2003). Consideraciones acerca de los
proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales.
Roma, 3 de junio de 2003.
DODARO, R., OSA (ED.) (2014). Permanecer en la verdad de Cristo. Matrimonio y
comunión en la Iglesia Católica. Madrid. Ediciones Cristiandad.
KASPER, W. (2014). «Bibbia, Eros e Famiglia»: Il Foglio Quotidiano, XIX/51, 1° marzo
2014.
KASPER, W. (2014). El Evangelio de la Familia. Santander-Madrid. Sal Terrae, Madrid.
MELLONI, A. (2014). «La Chiesa in ascolto che nasce dal Sinodo»: Corriere della sera, 21
de octubre de 2014
MÜLLER, G. L. (2013). Testimonio a favor de la fuerza de la gracia. Sobre la
indisolubilidad del matrimonio y el debate acerca de los divorciados vueltos a
casar y los sacramentos -
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/muller/rc_con_cfaith
_20131023_divorziati−risposati−sacramenti_sp.html
PABLO VI (1965). Motu Proprio Apostolica Sollicitudo (15 de septiembre de 1965).
SPADARO, A., S.I. (2014). «”¡Despierten al mundo!” Diálogo del Papa Francisco sobre la
vida religiosa»: La Civiltà Cattolica I, 3-17 (texto original en italiano - traducción
al español por el P. Guillermo Ortiz S.I. de Radio Vaticano).
SPADARO, A., SJ (2013). «Entrevista exclusiva con el Papa Francisco»: La Civiltà
Cattolica, Roma, 19 de agosto 2013 (Versión en español publicada en Razón y
Fe)
VECCHI, G. G. (2014). «Così i tradizionalisti hanno resistito su gay e comunione per i
divorziati»: Corriere della sera, 19 de octubre de 2014
XXVIII Jornada Mundial de la Juventud - Conferencia de prensa del Santo Padre
Francisco durante el vuelo de regreso a Roma 28 de julio de 2013.
LA HISTORIA CULTURAL EN EL ÁMBITO HISTORIOGRÁFICO
ACTUAL: TENDENCIAS, DESARROLLO E INSTITUCIONALIZACIÓN
EN DISTINTOS ESPACIOS GEOGRÁFICOS

María Paula Rey


FFyL- UBA
mariapaularey88@hotmail.com

Los últimos años han sido testigos del vigor de la «Nueva Historia
Cultural», que ha logrado imponerse como una corriente dinámica dentro del
ámbito académico. A diferencia de la historia cultural «clásica» –denominada
así por Peter Burke (cf. 2006)-, dedicada al estudio de las grandes
manifestaciones artísticas y estéticas del hombre con el objetivo de captar el
«espíritu de una época», la llamada Nueva Historia Cultural es amplia en su
definición, y su caracterización, metodología, genealogía y delimitación como
corriente historiográfica pueden resultar complejas y poco precisas (cf.
Chartier, 2007: 34).
La denominación «New Cultural History» adquirió visibilidad en 1989, a
partir de la publicación del famoso trabajo editado por Lynn Hunt, The New
Cultural History, que compilaba una serie de colaboraciones de historiadores
que encaraban sus estudios con un enfoque crítico y novedoso, influido por la
antropología simbólica –fundamentalmente en su redefinición del concepto de
«cultura»130- y la crítica textual, donde «the deciphering of meaning (…) rather
than the inference of causal laws of explanation, is taken to be the central task
of cultural history (…)» (Hunt, 1989: 12). Este giro crítico dentro de la práctica
historiográfica comenzó a acrecentarse desde mediados de la década del 70’,
consolidándose en las décadas posteriores, producto de la «crisis de la
historia» y de la necesidad de alternativas teóricas y metodológicas a las
corrientes consolidadas, principalmente la historia social y política, y, más
adelante, como respuesta y revisión al desafío que supuso el giro lingüístico a
la historia científica (cf. Iggers, 1995: 82-96). Ampliando el concepto de
cultura para entenderla como el marco de referencia y significado en el que se
inserta la actividad humana en su proyección histórica, estas nuevas
tendencias abordaban, entre otras cosas, el análisis de las representaciones,
la relación del mundo social y los símbolos, la sociología de los textos y la
articulación entre prácticas y discurso (cf. Chartier, 2007: 29).
La innegable proliferación de trabajos académicos que adscriben, de
una u otra forma, al campo de la nueva historia cultural es el elemento más
visible que pone de manifiesto la creciente legitimidad que esta corriente ha
alcanzado. Sin embargo, persisten dudas respecto a la coherencia de su
campo, ya que se manifiesta una tendencia a abarcar tópicos cada vez más
amplios (cf. Chartier, 2007: 43), muchas veces con una generalidad que revela

130 Se destaca la obra del antropólogo norteamericano Clifford Geertz, cuya

propuesta conceptual y metodológica implican concebir la cultura como un conjunto


de tramas de significación que el hombre crea y dentro del cual se inserta. A partir de
esto, se interpreta la práctica analítica de la misma no como la búsqueda de leyes,
sino como la interpretación en busca de significaciones (cf. Geertz, 2003).
cierta ambigüedad teórica. En este sentido, los trabajos de autores como Lynn
Hunt, Peter Burke, Philippe Poirrier y Roger Chartier -entre otros-, han
aportado durante los últimos veinte años elementos al debate, con el objetivo
de precisar la definición y contribuir a la difusión de la nueva historia
cultural, cuya progresiva internacionalización ha permitido entender el
fenómeno como un «giro» a nivel mundial, aún a pesar de las diferentes
tradiciones historiográficas nacionales.
Partiendo de la constatación de este fenómeno de internacionalización,
el trabajo que presentamos aquí, La Historia Cultural, ¿un giro historiográfico
mundial? (Poirrier, 2012), plantea el interrogante acerca de la posibilidad de
hablar de un «giro cultural», y propone el objetivo de presentar el estado de los
estudios de historia cultural en distintos ámbitos geográficos, poniendo
énfasis en la idea de una pluralidad de «historias culturales» en reemplazo de
una categoría unívoca, para articular las diferentes temáticas y metodologías
que adscriben a este nuevo paradigma historiográfico. La obra, de iniciativa
francesa, editada por Philippe Poirrier y publicada por primera vez en 2008,
fue traducida al italiano en 2010, en una edición ampliada que incorporaba
dos casos nacionales más. Esta versión italiana, más completa, es la que ha
sido recientemente traducida al castellano y publicada por la editorial de la
Universidad de Valencia, proporcionando al público de habla hispana un
material de referencia actualizado realizado por especialistas en la temática.

***
La Historia Cultural, ¿un giro historiográfico mundial? propone una
aproximación crítica y comparativa al proceso de paulatina
internacionalización de la historia cultural, destacando las formas en que cada
historiografía nacional se ha apropiado de las nuevas tendencias, evaluando
tanto el grado de institucionalización y legitimidad académica como los
criterios que habilitan –o no- la posibilidad de hablar de la historia cultural
como un «giro historiográfico» a nivel mundial.
La estructura del libro es sencilla. Una breve Presentación a la edición
española, escrita por Justo Serna y Anaclet Pons, nos introduce en la temática
y contextualiza la publicación en castellano de este trabajo. Le sigue la
Introducción original de la edición francesa, realizada por Philippe Poirrier, que
explica las motivaciones de la realización de la obra, expone la noción de «giro
cultural», y presenta los argumentos que le dan entidad. A continuación,
organizados sin un criterio explícito, se suceden catorce artículos que abarcan
la situación y características de los estudios culturales en distintos ámbitos
geográficos, redactados por especialistas de cada país: Gran Bretaña (Peter
Burke), Francia (Philippe Poirrier), Italia (Alessandro Arcangeli), Estados
Unidos (Edward Berenson), Escandinavia (Palle Ove Christiansen), Australia
(Martyn Lyons), Suiza (Francois Vallotton y Nora Natchkova), Bélgica (Paul
Aron y Cécile Vanderpelen-Diagre), Canadá (Carl Bouchard), Rumania
(Ecaterina Lung), España (Anaclet Pons y Justo Serra), Brasil (Andréa Daher);
y los dos últimos agregados en la edición italiana, dedicados a Alemania
(Xenia von Tippelskirch) y los Países Bajos (Herman Roodenburg). El libro
finaliza con un Epílogo escrito por Roger Chartier, que analiza con precisión
los alcances y límites de la obra.
El valor de este trabajo consiste en su utilidad como aproximación
genérica a las diferentes situaciones historiográficas nacionales, por su valor
descriptivo, por las extensas referencias bibliográficas contenidas en cada uno
de los artículos y, es necesario destacarlo, por el nivel académico de los
historiadores involucrados en su redacción. En relación con esto, los artículos
dedicados a la historiografía cultural británica y francesa, escritos por Peter
Burke y Philippe Poirrier respectivamente, y la conclusión, a cargo de Roger
Chartier, otorgan a la obra en conjunto una seriedad y legitimidad
inestimables.
Sin embargo, el objetivo comparativo que se plantea en la introducción
queda parcialmente inconcluso. La composición de cada una de las secciones
que componen la obra no es homogénea, y es fácilmente perceptible que no
responden a un criterio de elaboración previamente unificado. Así, algunos
autores eligen ponderar aspectos diferentes en su análisis del fenómeno de la
historia cultural en sus países, destacando los aportes interdisciplinarios en la
génesis de la Nueva Historia Cultural, la influencia de otras tradiciones, la
relación entre historia de la cultura y el fenómeno nacionalista en la génesis
de la tradición cultural, el grado de desarrollo institucional y legitimidad
académica de esta tradición, etc. Como consecuencia de esto, los capítulos
incluidos son cualitativamente distintos en su aporte.
Los dos primeros artículos introducen los casos de Gran Bretaña y
Francia, sin duda los ámbitos historiográficos más influyentes en materia de
historia cultural. En estos artículos, se aborda la génesis del giro cultural en
relación a la tradición historiográfica e interdisciplinaria de cada uno de los
países en particular: la antropología cultural británica, la historia de las
mentalidades y la polémica con la historia social en Francia. En el caso
británico, se analiza la influencia de historiadores marxistas cuyas obras
pueden ser consideradas aportes fundamentales para la historia cultural,
como Raymond Williams, Edward Thompson y Joseph Needham, y se
enumeran algunas de las publicaciones fundamentales que inauguraron la
tendencia creciente en materia cultural, como Man and the Natural World, de
Keith Thomas; Languages of Class, de Gareth Jones; Imagined Communities,
de Benedict Anderson; y The Invention of Tradition, ensayos compilados por
Eric Hobsbawm y Terence Ranger. Para el caso francés, donde la historia
cultural es considerada la «hija emancipada de la historia de las mentalidades»
(2012: 35), Poirrer sintetiza la trayectoria de tres historiadores franceses que
han contribuido con su obra a consolidar y a caracterizar la historia cultural
en Francia: Roger Chartier, Alain Corbin y Jean-François Sirinelli; analiza el
impacto del Linguistic Turn en el ámbito francés, y la escasa recepción que
recibieron los llamados Cultural Studies británicos –con excepción de algunos
trabajos destacados y tardíamente traducidos al francés-; y finaliza con una
reflexión acerca de la relación y el debate entre la historia cultural y la historia
social –aún predominante en el ámbito historiográfico francés-, que gira
fundamentalmente en torno a la legitimidad metodológica de la historia
cultural y al cuestionamiento teórico –indirectamente crítico de la historia
social- que constituye su razón de ser.
Un tercer capítulo dedicado a la historia cultural en Italia analiza
algunas de las variantes que ésta ha adoptado allí: la historia de la lectura y
de la escritura, representada por la obra de Armando Petrucci, de la
circulación de los textos, la historia del cuerpo –principalmente en relación a
la historia de las mujeres y de género-, de las relaciones entre culturas y su
ambiente y la historia de la sensibilidad religiosa. Se destaca, por último, el
aporte de Italia al desarrollo de la microhistoria, donde se destaca
especialmente la obra paradigmática de Carlo Ginzburg131. Si bien el
responsable de esta sección, Alessandro Arcangeli, insiste en la relativa
marginalidad de los estudios culturales en el espacio académico italiano, la
influencia de algunos de los historiadores mencionados en el ámbito
internacional es innegable.
Los restantes capítulos que completan la obra realizan sus balances, en
menor o mayor medida, en relación a cuatro aspectos. En primer lugar, a las
tradiciones nacionales que han contribuido a caracterizar las primeras
producciones locales en materia de historia de la cultura. En segundo lugar, y
particularmente en el caso de los países europeos, se pondera el desarrollo y la
influencia de la definición primigenia de la historia cultural como historia de
las manifestaciones artísticas e intelectuales, o bien como un fenómeno
historiográfico que acompañó el desarrollo de los nacionalismos característicos
de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. En tercer lugar, algunos de los
artículos debaten el desarrollo institucional y académico de la historia cultural
en términos cualitativos y cuantitativos, evaluando la cantidad de institutos
de investigación, departamentos universitarios, publicaciones y tesis que
adscriben a la historia cultural –entendiendo por ello un grupo heterogéneo de
elementos, desde una definición temática hasta otra de tipo metodológico-. En
cuarto y último lugar, la mayor parte de los capítulos evalúan el grado de
recepción y la influencia de otras tradiciones historiográficas, particularmente
la francesa y británica, en el desarrollo del campo historiográfico cultural.
Dentro del ámbito angloparlante, el capítulo escrito por Edward
Berenson, dedicado a la Historia Cultural norteamericana, indaga
específicamente sobre aquella producción dentro del ámbito de la historia
cultural que ha recibido influencia directa de la tradición francesa o que se ha
dedicado al estudio de la historia de Francia. Se destaca, asimismo, la riqueza
que el descubrimiento de la antropológía simbólica significó para la
historiografía norteamericana, y se realiza un balance del impacto y desarrollo
del denominado «giro lingüístico» en las temáticas más desarrolladas dentro
del ámbito de la historia cultural en Estados Unidos: la relación entre historia
y memoria, entre análisis del discurso y técnica literaria, y entre el lenguaje y
la experiencia humana, por mencionar sólo algunas.
También dentro del grupo de países angloparlantes, el capítulo
consagrado al caso historiográfico australiano subraya la fuerte influencia de
la tradición británica, y la actual apertura hacia nuevas tendencias
internacionales, que han colaborado en revitalizar las perspectivas
historiográficas ortodoxas -preocupadas durante todo el siglo XX por
establecer los caracteres de una identidad nacional específica-, colaborando
de esta manera en la superación de una perspectiva «australocentrista» en la
producción historiográfica académica.
Un párrafo aparte merecen los apartados dedicados a Bélgica y Canadá,
donde se constata una influencia mixta de la historiografía anglosajona y la
francesa. El capítulo que aborda el caso de Bélgica focaliza particularmente en
las características de la investigación actual dentro de los márgenes
universitarios, los debates y ambigüedades de la historiografía belga, y la
relativa marginalidad de la historia cultural, producto de la falta de una

131Es notoria la ausencia de una referencia a la contribución del trabajo de


Giovanni Levi.
definición teórica y hermenéutica. Sin embargo, se destacan las ventajas de la
historia cultural como herramienta para articular las tradiciones
historiográficas de las dos comunidades lingüísticas belgas, una más influida
por la tradición anglosajona y otra por la francesa. A continuación, Carl
Bouchard analiza la situación de la historia cultural en Canadá, que se
distingue por los trabajos en torno a la formación de las identidades
colectivas, el multiculturalismo y la convivencia de culturas. Como afirma el
autor, dada su singularidad histórica, «Canadá es en sí mismo un laboratorio
cultural» (2012: 143). Esta singularidad promueve y facilita la articulación de
las tradiciones historiográficas en historia cultural tanto francesas como
inglesas.
Dentro del espacio geográfico europeo general, exceptuando los casos ya
mencionados, el primer artículo que aparece es el dedicado a Escandinavia,
donde se afirma que el «redescubrimiento» actual de la historia cultural por las
nuevas generaciones resulta de la influencia de las tendencias historiográficas
internacionales, más antropológicas y microhistóricas, que dialogan con una
tradición más antigua relacionada a los estudios sobre la vida cotidiana, el
folclore y las manifestaciones culturales rurales y locales, y la historia de las
mentalidades.
El capítulo escrito por François Vallotton y Nora Natchkova se titula
«Entre el esplendor y el repliegue, la historia cultural en Suiza». Allí, los
autores constatan que el desarrollo de la historia cultural se debe a dos
procesos de índole socio-política: por un lado, el discurso histórico orientado a
la construcción de una identidad nacional; por otro lado, la tradición federal
suiza, que ha tenido como resultado la proliferación de historias cantonales,
que apelan al pasado como criterio de definición de lo local. Los autores están
de acuerdo en afirmar que la revitalización de la tradición cultural es producto
de la influencia francesa, revitalización fuertemente marcada en los estudios
de historia medieval y moderna a partir de la década del 70’.
El artículo de Anaclet Pons y Justo Serna aborda la situación de la
historia cultural en España. Centrado en la influencia de la tradición cultural
francesa, y destacando principalmente la injerencia de la obra de Roger
Chartier y de Peter Burke en ese país –aunque la presencia del primero sea
más importante-, se afirma la preeminencia de los trabajos sobre la
producción libresca dentro de la historiografía cultural española, y los
estudios dedicados al período moderno o medieval. Por otro lado, y
fundamentalmente entre los contemporaneístas, se percibe la importancia
creciente de los estudios culturales como reacción contra la historia socio-
política.
Los capítulos trece y catorce abordan los casos de Alemania Occidental
–es necesario advertir que no se menciona la situación de la Alemania
soviética- y Países Bajos respectivamente. Xenia von Tippelskirch constata el
auge editorial considerable de la historia cultural alemana, y su alto grado de
institucionalización, así como la importancia del giro cultural en el estímulo a
la reflexión teórica y metodológica de la práctica historiográfica. La autora
emprende una genealogía de la historia cultural germana desde el siglo XIX,
donde la emergencia de la nueva historia cultural en el ámbito académico
deben situarse en la décadas del sesenta y setenta del siglo XX, con los
primeros cuestionamientos a la Historia Social dominante. Esta nueva historia
cultural, influida por la microhistoria italiana, la antropología social
anglosajona y los estudios franceses, se afianzó durante los noventa como
enfoque metodológico particular.
En el caso de los Países Bajos, Herman Roodenburg analiza lo que él
llama la historia cultural en su «variedad antropológica», para diferenciarla de
la historia cultural tradicional, a partir de su aparición en la década del
ochenta, caracterizada por una fuerte influencia de la historiografía francesa,
inglesa y norteamericana. Como particularidad holandesa, se hace referencia a
la recuperación de la obra de Norbert Elias, y a la obra histórica pionera de
Johan Huizinga, de inspiración antropológica, que habían sido relativamente
marginadas en el mundo académico. Se destaca la labor de historiadores como
Willem Frijhoff, y de un grupo no formalmente institucionalizado de
historiadores culturales que, a lo largo de la últimas décadas, han lograron
afianzar los estudios con aportes en materia de historia de la justicia criminal,
de la brujería, el folclore histórico, las memorias y autobiografías, la historia
del cuerpo, de la lectura, de las ciencias y de la homosexualidad, entre otros.
Una mención aparte requiere el capítulo diez, el único que analiza la
situación de la historia cultural en Europa Oriental. Dedicado al caso
historiográfico rumano, la autora, Ecaterina Lung, parte de la constatación de
la novedad de la historia cultural allí, producto entre otras cosas del largo
aislamiento académica e intelectual durante el período soviético. De manera
similar a otros artículos, se enumeran distintos momentos dentro de la
historiografía rumana en relación a la historia cultural, donde el período
comunista es entendido como un paréntesis en el que se produce una
reducción hacia un marxismo doctrinario. Si bien se constata una relativa
apertura durante la década del sesenta, no es sino hasta los 90’ que la
historiografía rumana entra en contacto con las tendencias historiográficas
occidentales e inicia un proceso de revitalización de su producción académica.
Finalmente, un solo apartado aborda el estado de la historia cultural en
Latinoamérica, dedicado al caso de Brasil. Escrito por Andréa Daher, se
analiza el fenómeno de la historia cultural desde la perspectiva de su relación
con la historia de la educación. Este recorte parcial del tema permite a la
autora un análisis más acotado de los aspectos académicos e institucionales
en los que se ha desenvuelto la historia cultural. Se destaca, teniendo
presente la política de traducción de las editoriales, la influencia de la
tradición francesa, fundamentalmente de la mano de Chartier, pero también
de la tradición inglesa, con una fuerte presencia de Peter Burke –no resulta
anecdótico en este punto señalar su matrimonio con María Lucía Pallares,
historiadora brasileña-.
El epílogo, a cargo de Roger Chartier, formula un balance final de la
obra donde se enfatiza su utilidad como aproximación al estado actual de la
historia cultural en cada ámbito nacional. Sin dejar de mencionar la relativa
fragmentación del campo, perceptible en los ensayos incluidos, Chartier
presenta algunas conclusiones extraídas de la lectura de los artículos que
componen la obra. En primer lugar, se percibe la dificultad que representa
realizar una definición y delimitación satisfactoria de lo que se entiende por
«historia cultural», producto entre otras cosas, de las acepciones que encierra
el término –como dominio de lo estético e intelectual, o en su definición
antropológica- (2012: 247). De esta manera, de acuerdo con Chartier, algunos
autores oscilan entre privilegiar una definición que considera como «historia
cultural» a aquellos trabajos cuyos autores definen como adscriptos a esta
categoría; o bien se prefiere una delimitación del campo de la historia cultural
a partir de un criterio conceptual y metodológico que la distinga de otras
corrientes (2012: 246-247). Otra conclusión derivada de la lectura de los
artículos que componen el libro, es que debe entenderse que la historia
cultural presenta características distintivas en cada espacio nacional,
producto de la imbricación de elementos de la tradición historiográfica,
política e intelectual nacional, y la influencia de propuestas metodológicas
más innovadoras (2012: 248). Por último, se destaca el éxito innegable que ha
tenido la historia cultural en ámbitos historiográficos tan variados, si se tienen
en cuenta el número de publicaciones, investigaciones, seminarios y coloquios
que han aparecido en los últimos años. Esto no se traduce, sin embargo, en
una institucionalización universitaria extendida, o en la inmunidad de la
historia cultural a diferentes críticas, particularmente en relación a la
indefinición de su objeto y su método (cf. 2012: 251).

***
El auge creciente de la historia cultural es, sin duda, incuestionable, ya
que ha contribuido a revitalizar los presupuestos teóricos y metodológicos de
la práctica historiográfica, en parte como alternativa a la historia social
dominante, en parte como respuesta a los desafíos planteados por tradiciones
teóricas postmodernas a la historia científica durante las últimas décadas del
siglo XX (Iggers, 1995). La introducción que la historia cultural ha hecho de
nuevos interrogantes y nuevas perspectivas de abordaje ha contribuido a
consolidar su posición como una alternativa historiográfica de gran relevancia
a nivel mundial.
La respuesta a la pregunta planteada en el título del libro, «¿un giro
historiográfico mundial?» es, en principio, afirmativa. El fenómeno de la
historia cultural se ha hecho presente, en menor o mayor medida, en todos los
ámbitos historiográficos analizados en la obra, y en muchísimos otros que no
han sido abordados aquí. Pero no debemos tratar de ver en ello el reemplazo
de un paradigma de la investigación histórica por otro. Vivimos en una época
de «pluriparadigmas» teóricos que rigen la práctica historiográfica, una
multiplicidad de estrategias de investigación que afirman el tratamiento
científico de la historia desde perspectivas de abordaje diferentes y más
flexibles (cf. Iggers, 1995: 109-112). De esta manera, la constatación de este
«giro cultural» no debe entenderse como un fenómeno homogéneo. Como se
desprende de la obra, la nueva historia cultural se ha afirmado e
institucionalizado en algunos ámbitos mejor que en otros; ha sido herramienta
de renovación y oposición a ejes historiográficos dominantes en algunos
lugares más que en otros; y ha adoptado formas temáticas predominantes en
cada país de acuerdo a las diferentes tradiciones historiográficas, sociales, y
políticas locales. Por otro lado, si bien el aumento de la producción académica
que adscribe a temáticas o metodologías que entran en la categoría de
«historia cultural» es notorio, esto no significa que sean dominantes en todos
los ámbitos historiográficos, ni que otras alternativas historiográficas, como al
historia social, hayan perdido su vigor. Este giro historiográfico mundial
presenta, en cada contexto nacional, características disímiles y particulares
que convierten a las manifestaciones de la historia cultural en un fenómeno
heterogéneo -cualitativa y cuantitativamente-, dinámico, flexible y rico en
materia interdisciplinaria.
Finalmente, debemos destacar que el trabajo articulado por Philippe
Poirrer cumple el objetivo de exhibir un panorama general amplio del estado
de la historia cultural en diferentes espacios geográficos, donde los distintos
criterios de elaboración de los artículos ponen de manifiesto la diversidad
intrínseca del fenómeno cultural a nivel historiográfico. La obra constituye un
excelente material introductorio de consulta, y una herramienta de
aproximación a los lineamientos principales de un fenómeno que goza de gran
vitalidad.

BIBLIOGRAFÍA

BURKE, P. (2000). Formas de Historia Cultural. Madrid. Alianza Editorial.


BURKE, P. (2006). ¿Qué es la Historia Cultural? Barcelona. Paidós.
CHARTIER, R. (1996). «La historia hoy en día: dudas, desafíos, propuestas»: Olábarri y
Caspistegui, 1996: 21-33.
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GAYOL, S. Y MADERO, M. (EDS). Formas de Historia Cultural. Buenos Aires. Prometeo.
GEERTZ, C. (2003). La interpretación de las culturas. Barcelona. Gedisa.
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I GGERS, G. (1995). La ciencia histórica en el siglo XX. Barcelona. Labor.
OLÁBARRI, I. Y CASPISTEGUI, F. J. (DIRS.) (1996). La «Nueva» Historia Cultural: la influencia
del postestructuralismo y el auge de la interdisciplinariedad. Madrid. Editorial
Complutense.
POIRRIER, P. (ED.) (2012). La historia cultural, ¿un giro historiográfico mundial? Valencia.
Universitat de València.
LA PARÁBOLA DEL SOFISTA
Y LOS PORQUEROS ASAMBLEÍSTAS

Juan Antonio Sáenz de Rodrigáñez


Madrid
JASADEROMA@telefonica.net

«Hizo Yavé Dios brotar… en el medio del jardín el árbol de la vida y el


árbol de la ciencia del bien y del mal» (Génesis 2, 9).

«La verdad es verdad, dígala Agamenón o su porquero.


Agamenón.- Conforme.
Porquero.- No me convence» (Antonio Machado).

Al anciano sabio acude el porquero que aspira a ocupar un puesto en


la magistratura del Estado. Convenida la cantidad, el sabio instruye al
discípulo en el arte de la oratoria o de cómo orientar los apetitos, pasiones y
fantasías de los asambleístas. Como miembro de la escuela, el aspirante a
magistrado adquiere la convicción de que él y la comunidad de los porqueros
son la «medida de todas las cosas; de lo que es y de lo que no es; que es la
opinión de una comunidad, la verdadera… y durante el tiempo que se lo
parece».
El pueblo soberano, en la convicción de ser él como comunidad la
autoridad que establece el criterio de lo que es y de lo que no es, así como de lo
que debe ser y no debe ser, decide en asamblea hacerse cargo del alma
enferma del anciano maestro y aliviarle del mal que le aqueja. Así, el sabio ve
cómo la comunidad quema «sus obras en el ágora, después de haberlas
recogido de todos aquellos que las poseían mediante un bando público», y a él
le condena al destierro (o a la pena de muerte, según otras fuentes), porque su
posición en materia teológica no coincide con «la opinión de la comunidad».
En nuestro pasado inmediato y en nuestro presente la tragedia del
sofista la han sufrido y sufren millones de personas. Hasta ahora, nuestra
civilización se asienta sobre tres pilares. Son éstos la vida, la verdad y la
libertad. Si el sabio y su porquero renuncian a este legado, la «vida» tendrá el
valor que la comunidad determine; se tendrá como «verdad» la opinión de
quien ejerza el poder; la «libertad» disfrutada lo será sólo como obediencia
ciega. Y llegada esta situación, es fácil prever que sea bien Auschwitz bien el
Gulag el destino al que irán a parar ambos, uno como preso, otro como
vigilante.
Ahora, una vez conocida la sentencia de la comunidad, es el sofista
quien, necesitado del medio en el que huir, acude a su porquero. Éste, libre de
todo remordimiento y con una conciencia laxa de lo que debe ser y no debe
ser, vende su barca en mal estado al anciano maestro.
Ya en alta mar la barca comienza a zozobrar. No sabemos la altura de
ánimo con la que el sofista afronta el último momento de la vida. Es posible
que se pregunte por qué su porquero, reunido en asamblea, no se opone al
despotismo de la comunidad. Cabe también la posibilidad de que, en este
instante, el de la soledad del hombre que afronta «la hora», comprenda que el
naufragio de su vida es la consecuencia inevitable del relativismo profesado.
El final trágico del sofista pone también de manifiesto que, cuando el
Estado -la comunidad- no reconoce al individuo como sujeto moral,
democracia y régimen de libertades no son sino realidades antagónicas.
Justamente es ésta la realidad social de la Grecia Clásica, donde la
democracia no deja de ser un régimen despótico semejante a los otros dos
(tiranía y oligarquía), y cuyos representantes demócratas rivalizan con los
representantes de los otros dos movimientos por hacerse con el control y
gobierno de las instituciones.
El sofista bracea en la milla marítima del Egeo Occidental, del
Mediterráneo Oriental.
TEXTOS Y GLOSAS
AGUSTÍN CONTRA LA ASTROLOGÍA:
EL ARGUMENTO MORAL DE LA CARTA A LAMPADIO

Julián Barenstein
(UBA-CONICET)
aneleutheroi@yahoo.com.ar

«…erit profecto astrología omni recto indicio profligata,


quam et prudentísimo legum laores exterminarunt,
et doctissimi philosophorum confutavernt,
et viri divini atque sanctissimi abominati sunt»
(Giovanni Pico, Disputationes adversus astrologiam divinatricem, I.13)

Descontando unos pocos casos excepcionales como el de Marsilio


Ficino, la mayoría de los filósofos desde Filón de Alejandría (siglo I) hasta
Giordano Bruno (siglo XVII), por lo menos, se opusieron a los iudicia de los
astrólogos132 tácita o expresamente. Vale esta afirmación, sobre todo, para los
filósofos cristianos y, entre ellos, particularmente para los padres de la Iglesia,
que encontraron en las predicciones astrológicas algunos aspectos que
chocaban de lleno con los andamios del dogma, aun en construcción.
Ahora bien, de todos los puntos conflictivos entre la ciencia de los
mathematici, como se llamaba a los astrólogos antiguamente, y el incipiente
cristianismo, hubo uno que merece nuestra especial atención: aquél que
opone el determinismo astral a la voluntad humana. Si, en resumidas
cuentas, quisiéramos formular este problema como una pregunta, lo
expresaríamos así: ¿la continua sucesión de acciones humanas, es producto
de una determinada conjunción de los planetas y su influjo o en cada caso el
hombre es libre de elegir qué curso de acción tomar?
Se trata de una cuestión que la filosofía cristiana no podía evitar, toda
vez que en el seno de la Iglesia desde sus inicios había crecido un problema de
alcance similar. Éste incluía como polos de la diatriba no ya al determinismo
astral y a la voluntad humana, sin más, sino a la presciencia divina y al libre
albedrío, en donde este último le es dado al hombre por Dios y puede ser o no
concebido como una suerte de libre voluntad. Sea de ello lo que fuere, ambos
problemas remiten a la antítesis general entre libertad y necesidad y, aunque
uno es, por así decir, exótico desde una óptica estrictamente eclesiástica y el
otro, endógeno, no es poca la confusión que sus solas menciones han
generado hasta hoy, tanto entre los intelectuales como entre el vulgo creyente.
De hecho, los argumentos con los que podríamos resolver uno de ellos, nos
ayudarían, sin duda, a solucionar el otro.

132
Conviene aquí hacer una aclaración: con el término «astrología», desde
tiempos antiguos se designó tanto a lo que hoy entendemos por astronomía como por
astrología. Los autores latinos de entre los siglos I y XVII, utilizaban «astrología», sin
más, para referirse a la primera y «astrologia divinatrix» o «iudicaria» para señalar a la
segunda. El ataque de Agustín, como es evidente, apunta a ésta última disciplina.
En resumen y para acercarnos al tema de la carta que aquí
presentamos, la cuestión que hemos reseñado en los párrafos anteriores pone
en evidencia la necesidad, primero filosófica y después cristiana, de
determinar si el hombre es libre y hasta que punto lo es. Tras una lectura de
conjunto de las obras de Agustín133, su respuesta se vuelve obvia: el hombre
posee una voluntad libre, pero solo pone en acto su libertad cuando ha
orientado su amor hacia aquello cuya posesión puede proveerle la verdadera
felicidad: Dios. En el Deum habere, pues, el hombre encuentra el único bien
que no se le puede arrebatar en contra de su voluntad134.
Ateniéndonos a esta base interpretativa, debemos ubicar el recurrente
interés del Hiponense por solucionar, bajo una perspectiva homocéntrica, lo
que desde ahora podríamos llamar la «cuestión astrológica». En este sentido,
una de sus argumentaciones más sobresalientes se encuentra en el libro V del
De Civitate Dei, escrito hacia el 415. En medio de referencias generales a la
oposición entre el Hado y la Providencia, se expone allí el célebre argumento
de los gemelos, que es dable sintetizar como sigue: si dos personas nacen el
mismo día, el mismo año, a la misma hora y de los mismos madre y padre, y si
se asume, more mathematicis, que las influencias de los astros son, por lo
dicho, idénticas, entonces cómo podría explicarse que estas dos personas,
gemelas, pudieran ser diferentes, como de hecho lo son a menudo. Agustín
corona su argumentación analizando dos casos: el que comprende la
existencia de gemelos de distinto sexo y el que entraña una diferencia de
temperamento entre ellos, poniendo como ejemplo a los bíblicos Jacob y Esaú
(cf. ciu. 5, 1-11). Empero, haciendo a un lado esta jugosa argumentación que
no podemos repetir aquí en sus elementos más finos, debemos retrotraernos
hasta el año 400, en el que escribe sobre el tema a su amigo Lampadio. En la
carta, como hizo antes y hará después, el ya obispo de Hipona arremete contra
la astrología y los astrólogos para poner en evidencia la libertad del hombre,
pero lo hace desde otro punto de vista y con argumentos diferentes. Veamos,
pues, cuáles son, mientras examinamos el contenido de la epístola.

ESTRUCTURA Y CONTENIDOS

La carta está dividida en tres párrafos. En el primero de ellos, Agustín


plantea el problema desde la perspectiva de Lampadio, que según se deduce
del texto, le habría enviado una epístola en la que manifestaba su
incertidumbre acerca del problema «del destino (fatum) y el azar (fortuna)». El
Hiponense atribuye esta perplejidad de su amigo, casi en un tono de
recriminación, al hecho de haber seguido ciegamente las opiniones vulgares

133
Cabe destacar que en su juventud Agustín se sintió atraído por la astrología,
según se lee en las Confessiones. Se trató de una atracción tal que algunos de sus
amigos intentaron convencerlo, sin éxito, de que abandonara esta afición. (cf. conf. 4,
3, 4).
134
Esta concepción que recorre toda la obra de Agustín encuentra una de sus
primeras expresiones en el De beata vita es retomada más tarde en De libero arbitrio. y
en los textos antipelagianos que escribió hacia el final de su vida. (Cf. beata u., I et
passim. Cf. también lib. arb, I et passim y Iul., III, 102-103. Para un desarrollo
exhaustivo de la relación entre felicidad y libertad me remito al excelente trabajo de la
prof. Diana Fernández (2007), especialmente las secciones II.1 y II.2.
(perversae opiniones). Pero esto no es todo: el problema puntual y personal
que motiva la misiva de Lampadio gira en torno de la responsabilidad humana
por los pecados cometidos (1.1-2). Debemos, pues, imaginarlo turbado,
molesto y hasta contrariado por una cuestión que su espíritu irresoluto en
términos intelectuales, no podía llevar hasta sus últimas consecuencias.
En clave agustiniana, el pecado -es preciso que lo recordemos aquí-
entra al mundo por la voluntad; así, Agustín argumentará en el cuerpo de la
carta a partir de este supuesto y a favor, insistimos, de la libertad humana.
Así, ya en el segundo párrafo, el Hiponense entra de lleno en los
razonamientos, partiendo de lo general para terminar en lo particular. Pone,
aquí, de relieve que todo lo que hace a una buena regulación de las relaciones
entre seres humanos, i.e., leyes, castigos, recompensas, y, en general, la
justicia en todas sus formas, carecería de sentido si la voluntad no se
considerara como causa del pecado (2.3-4), para luego, acotando del círculo de
sus afirmaciones, atacar directamente a los astrólogos. De este modo,
abriéndose paso con una retórica impecable, da inicio a la parte más filosófica
y sustancial de la carta. Despliega allí, como jugando, el hipotético caso de un
astrólogo que vuelve a su casa después de haber vendido solemnes
predicciones. Éste, al sorprender a su mujer mirando indiscretamente por la
ventana -y entiéndase deleitándose con la belleza de algún muchacho al que
ve pasar-, arremete contra ella con una sarta de improperios y profiriéndole,
además, algunos golpes. Ahora bien, sin importar el motivo por el que el
astrólogo hace esto, lo que a Agustín le interesa señalar es que no se debería
castigar a nadie por lo que hace, sea lo que sea que haga, si se asume que es
impelido a ello por el destino y no por los designios de su propia voluntad. Es
decir, no hay ninguna causa para hacerlo, pero aun así, el astrólogo del
ejemplo, olvidándose de esto y de que precisamente él y sus colegas son los
que sostienen, contra los cristianos, el determinismo de las acciones
humanas, lo hace (2.5-6).
Para rematar el asunto, en el tercer párrafo Agustín alega que si alguien
acusara al astrólogo de haber actuado mal al castigar a su mujer, éste
seguramente aludiría a que su mal comportamiento fue producto del destino,
de su temperamento y de las influencias astrales, etc. (3.7-8) Se vislumbra
ahora el objetivo del razonamiento agustiniano: el Hiponense hace que el
astrólogo hipotético, que ahora es lícito que nos lo figuremos como real, caiga
en una contradicción o, para ser más precisos, en una suerte de hipocresía en
tanto que lo que hace y lo que dice se oponen (3.9). En suma, la “cuestión
astrológica” se despacha aquí con un argumento ético o moral, por el cual se
pone en evidencia el flagrante error lógico en el que caen los astrólogos; se los
condena, pues, al silencio. Así se cierra la carta, con la esperanza de que
Lampadio reciba algún fruto de los argumentos expuestos (3.10-11).

TRADUCCIÓN

Presentamos aquí la traducción de la carta de Agustín a su amigo


Lampadio; se trata de aquella que en todas las ediciones modernas lleva el
número CCXLVI. En la traducción hemos intentado reflejar el estilo del autor,
respetando la elegancia y el uso de los términos clave que se leen en el
original. En pro de esto último, hemos agregado algunas notas en las que se
mencionan los términos latinos vertidos al castellano a fin de que el lector
pueda comparar los textos y extraer sus propias conclusiones, así como otras
destinadas a explicar el significado de algunos pasajes o las referencias que el
texto supone. Por lo demás, hemos prescindido de los títulos y los subtítulos
con los que los editores modernos dividen el contenido de la epístola.
El texto latino utilizado para nuestra traducción, cuyos párrafos y
oraciones hemos numerado, corresponde a PL 33 vol. 4. Asimismo, hemos
cotejado nuestra traducción con la de Carrozzi (1960: 354-361).

Carta de Agustín a Lampadio

1. [1] Por tus cartas he sabido ahora más fácilmente y con mayor
certeza que cuando estuve contigo, que tu espíritu se agita -y no poco- por
causa del problema del destino y el azar135. Debo, por consiguiente,
responderte de manera exhaustiva. Confío136 en que el Señor me concederá el
resolvértelo de modo tal que pueda137 coadyuvar138 a la salvación de tu fe. [2]
No es, pues, un mal pequeño el dejarse llevar por falsas opiniones, no solo a
consumar el objeto139 del deseo140, sino también a rechazar el remedio de la
confesión, una vez cometido el pecado.

2. [3] Conocerás la solución cuanto antes, completa y brevemente: todas


las leyes y todos los principios de conducta,141 las alabanzas, las reprensiones,
los miedos, los premios, los castigos, todas las cosas por las que se esfuerza142
el humano linaje y aquellas por las que éste es gobernado,143 resultan
profundamente trastocadas144 y subvertidas, al punto que no queda en ellas ni
el más mínimo dejo de justicia, si no se considera que la voluntad es la causa
del pecado. [4] ¿Cuánto, pues, desaprobamos con más razón y justicia145 los
errores de los astrólogos146 que las leyes divinas, y sin embargo, <cuánto más>
nos vemos impelidos <por estos que por aquellas> a abandonar el cuidado de
nuestras posesiones147, cosa que ni los mismos astrólogos hacen? [5] En
efecto, cualquiera de éstos, luego de haber vendido destinos extravagantes148 a

135
fatum et fortuna.
136
Agustín no utiliza el verbo «confído», pero el uso del subjuntivo «explicem»,
nos habilita para darle a nuestra traducción un matiz desiderativo.
137
novit.
138
conguere.
139
blandimentum.
140
voluptas.
141
instituta disciplinae.
142
administratur.
143
regitur.
144
labefactari.
145
licentius et aequius.
146
mathematici.
147
domorum nostrarum.
148
Juego de palabras: fata (destinos)-fatua (extravagantes).
hombres adinerados, ni bien vuelve al gobierno de su casa y a las ocupaciones
cotidianas, como el ojo por la tablilla de marfil149, corrige a su esposa no solo
con gritos, sino también con golpes. No digo, pues, por haberla encontrado de
juerga a la muy descarada150, sino tan solo mirando indiscretamente151 por la
ventana. [6] Pero si ella le dijera: «¡Por qué me pegas, a Venus pégale, si
puedes, pues por ella he sido obligada a hacer esto!»152, entonces él no tiene en
cuenta las vanas predicciones que profiere para engañar a los extraños, sino
que se preocupa de imponer «justos» azotes para corregirlos a los suyos.

3. [7] Luego, pues, cada uno de estos, cuando comienza a ser


desaprobado153, transforma la causa <de tal desaprobación> en destino y
pretende, por eso, no ser culpable, alegando que aquello de lo que se le acusa
lo ha hecho obligado por el destino. Que éste reflexione sobre sí mismo, que
aplique esto a los suyos, que no castigue a su siervo si es ladrón, que no se
queje de su hijo si lo avergüenza, que no lance amenazas al vecino malvado.
[8] ¿Por qué, pues, al hacer algo de esto, dice que lo hace con justicia, si todos
los que le provocan injurias son empujados a hacerlas por el destino mismo y
no por su propia culpa? [9] Ahora bien, si por propio derecho y celo de
paterfamilias, a todos los hombres que, por un tiempo tiene bajo su mando,154
los exhorta al bien, los aparta del mal, les impone su voluntad para que le
obedezcan, honra a los que le obedecen ante la más mínima señal, reprocha a
los que no cumplen sus órdenes, recompensa las buenas acciones con
beneficios y desprecia a los ingratos, ¿Acaso habré de esperar yo que
arremetan contra el destino cuando he argumentado no tanto según sus
palabras, sino de acuerdo con sus acciones que todos los cabellos que los
astrólogos tienen sobre sus cabezas parecen caerse155 por sus propias manos?
[10] Si no ha sido satisfecha tu avidez con estas exiguas palabras y
aguardas algún libro en el que trate con más detalle este asunto, tendrás que

149
El sentido de esta expresión es derecho, i. e., lo primero que hace. El pasaje
nos remite a las tablillas de cera que se utilizaban desde la Antigüedad para realizar
diferentes inscripciones, p. e., era común ver este dispositivo, que hacía las veces de
nuestros cuadernos de apuntes, en las manos de los alumnos en sus clases, en las de
los comerciantes, en las de los funcionarios públicos, etc. Hay testimonios del uso y la
fabricación de estas tablillas, que por cierto en la mayoría de los casos no eran de
marfil, hasta bien entrado del siglo XVIII.
150
petulantius.
151
immoderatius.
152
La referencia a Venus nos indica que Agustín consideraba la astrología como
una disciplina pagana. Si así lo era en su época, ello se debe a que el cristianismo aun
no se había extendido, como lo hará en los siglos inmediatamente posteriores a la
muerte del Hiponense, hasta formar parte del entramado cultural de Occidente como
una suerte de memoria profunda. Este proceso que podríamos llamar de
«asentamiento» del cristianismo posibilitó el florecimiento de astrólogos cristianos que,
entre sus muchas tareas, tendrían la de configurar las cartas natales de papas y
obispos.
153
Agustín se refiere, como hemos indicado en la presentación, al momento en
que alguien lo acuse de haber actuado mal cuando golpeó a su mujer.
154
Se refiere a los hijos que no han alcanzado aun la edad adulta.
155
frangere.
esperar con paciencia hasta que tenga un tiempo libre y rogar a Dios para que
se digne a concederme el ocio y la fuerza para saciar tu espíritu en lo referido
a esta cuestión. [11] Empero, estaré más animado <para ello> si no tuvieres
reparo en recordarme tu caridad por medio de continuas cartas y me
mostrares lo que te haya parecido esta epístola, contestándomela.

BIBLIOGRAFÍA

Nota: No nos limitamos aquí a la bibliografía citada,


sino que agregamos también la que hemos consultado
para la realización de este trabajo.

Fuentes

CARROZZI, L. (ED.) (1960). S. Aurelio Agostino. Lettere Scelte, vol. II. Torino. Società
Editrice Internazionale.

Bibliografía secundaria

BECK, R. (2007). A Brief History of Ancient Astrology. Malden-Oxford-Victoria. Blackwell


Publishing.
BROWN, P. (2006). Augustine of Hippo, Berkeley-Los Angeles. University of California
Press.
CHARTIER, R. Y CAVALLO, G. (EDS.) (1997). Historie de la lecture dans le monde occidental.
Paris. Éditions du Seuil.
FERNÁNDEZ, D. A. (2007). «Esse Beatum». Agustín y la miseria del tiempo. Buenos Aires.
UBA.
FITZERALD, A. D. (DIR.) (2001). Diccionario de San Agustín. Burgos. Monte Carmelo.
HEGEDUS, T. (2007). Early Christianity and Ancient Astrology. New York. Peter Lang.

Recursos digitales

Augustinus Hiponensis Opera omnia - www.augustinus.it


CICERÓN O AGUSTÍN:
UN NUEVO CONCEPTO DE AMICITIA
EN LA CARTA DE AGUSTÍN A MARCIANO

Julián Barenstein
(UBA-CONICET)
aneleutheroi@yahoo.com.ar

«… verum enim amicum qui intuetur tamquam exemplar aliquod sui»


(Cicerón, Laelius, VIII.23).

De todos los escritores anteriores a Agustín que nos han dejado algún texto
acerca de la amistad, cuatro son los que merecen nuestra atención. Nos
referimos, pues, a Platón, Aristóteles, Cicerón y Séneca. Lo que nos lleva a
tomar en cuenta los puntos de vista de estos autores no estriba sólo en el
hecho de que se trate de filósofos, y más aun, de los más importantes entre los
griegos, de un lado, y entre los latinos, de otro, sino en que el obispo de
Hipona no construye su concepto de vera amicitia sobre la nada. Lo hace
apoyado en los hombros de estos gigantes, cada uno de los cuales remite, a su
vez, a los que le precedieron, ya sea por continuación o contraposición. Ahora
bien, si es posible rastrear ciertas ideas de los cuatro autores en toda la obra
de Agustín, en la epístola que aquí presentamos, el único de ellos mencionado
explícitamente es Cicerón. Al Arpinate le debe, pues, su conversión a la
filosofía, su lenguaje exquisito y, en general, su impecable manejo de la lengua
latina. Se lo debe a la distancia, pero a una tal reducida por el arduo estudio y
el asiduo contacto con las obras del filósofo republicano. Y más aun: si casi
cinco siglos separan a Cicerón del Hiponense, ambos se sirvieron de los
mismos cánones lingüísticos, sino para hablar, pues es dable pensar que el
latín coloquial sufrió algunas modificaciones cualitativas durante esos
cuatrocientos y tantos años, cuanto menos para escribir. El bello estilo de la
prosa ciceroniana se encarnó en el pecho de Agustín, y con ella, además, llegó
a palpitar allí todo lo que aquél gran orador podía tener de cristiano. De un
cristianismo, desde ya, avant la lettre, uno tal que también y más fácilmente
Agustín adivina en Séneca. Empero, abstengámonos de decir ahora algo más.
Veamos, sin dilación, qué dijo sobre la amistad cada uno de estos filósofos.
Platón dedicó uno de sus primeros diálogos enteramente al tema, el
Lisis. En éste, como en sus trabajos mas célebres, el filósofo ateniense analiza
el significado de una palabra, «ϕιλία». Se trata de un término mucho más
amplio que el latino «amicitia», que incluye, según atestigua el uso de autores
contemporáneos, todo tipo de relaciones humanas que implique alguna
cercanía, ya sea laboral, sanguínea, intelectual, etc. En resumen, con «ϕιλία»
se designa una clase de amor diferente del erótico (ἔρος) y del completamente
desinteresado (ἀγάπη), que en latín se llama «caritas».
El Lisis es el primer documento literario en el que se lleva a cabo una
investigación acerca de la amistad en donde se superan, además, algunas
concepciones tradicionales, como la que rezaba que la amistad se basaba en la
utilidad, o en el placer, o en la camaradería, o en los vínculos sanguíneos, es
decir, todo el diálogo es un intento de redefinir «ϕιλία» como un vínculo de
amor, en sentido amplio, entre seres humanos. Así pues, a lo largo del texto,
cuatro jóvenes, Lisis, que da su nombre al diálogo, Menéxeno, Hipotales y
Ctesipo discuten en presencia de Sócrates, que los guía con sus preguntas. Y
si, como en los demás diálogos de platónicos del período juvenil, hacia el final
del texto los participantes se muestran incapaces de descubrir qué es ser
amigo156, el precedente ha quedado marcado: el ir y venir de la dialéctica
platónica abre el camino para las investigaciones de los que vendrán, entre
ellos, Aristóteles, quizás el más brillante discípulo de Platón.
El Estagirita dedica a la amistad los libros VIII y IX de su Ética
Nicomaquéa y otros tantos de su Ética Eudemia. Desde el comienzo, después
de señalar que la amistad es necesaria para la vida, que nadie querría vivir sin
amigos aunque tuviera todos los bienes, y de recorrer -siguiendo en esto a su
maestro- las concepciones naturalistas de Empédocles y Heráclito así como la
del trágico Eurípides, llega a la conclusión de que ésta no consiste sino en un
tipo de amor. Y, sigue, como las cosas se aman por uno de tres motivos, a
saber, por ser útiles, por ser agradables, o por ser buenas, entonces tres serán
también las clases de amistad, en todas las cuales hay cierta reciprocidad.
Aquellos que se hacen amigos por utilidad, no buscan sino lo que no pueden
obtener por sí mismos; de modo que la amistad no florece allí por el valor
intrínseco de los hombres, sino por conveniencia. Los que basan su amistad
en el mutuo agrado, soportan su relación en el placer, que por ser tan
inestable como la utilidad, no logra mantener el reciproco amor por mucho
tiempo. Tales amistades, comunes entre los jóvenes, son fáciles de disolver,
pues al cesar la utilidad o el agrado, cesa todo vínculo y se rompe la amistad.
La amistad perfecta, por su parte, es la de los hombres buenos e iguales en
virtud (ἀρετή). Ésta es estable, perenne, pero -concluye Aristóteles algo
desanimado- rara, porque hay pocos hombres así157.
Con toda la herencia de la filosófica Grecia sobre sus hombros, Cicerón
escribe un diálogo sobre la amistad, el Laelius de amicitia. No podía evitar el
tema aquél que ya en vida era considerado un no menos excelente orador que
filósofo. Modelo de elegancia y facundia para todas las generaciones de
latinistas, en un estilo que recuerda al de Platón, revuelve las aguas profundas
para decir sobre una cuestión trillada, algo nuevo.
El texto ciceroniano, está hilvanado, como otros de sus escritos
filosóficos, alrededor de la figura de un sabio de una generación anterior, Lelio.
La obra, cuyos protagonistas son Quinto Mucio Escévola, Cayo Fanio y el
propio Lelio, es un continuo ir y venir desde el pasado hasta el presente, en
busca del significado de la amistad; no ya de la palabra «amicitia», sino más
bien del hecho de ser amigo. Así, entremedio de juegos retóricos y giros
estilísticos propios de un profundo erudito, el Arpinate le da la palabra al
anciano Lelio cada vez que se produce una evolución en la investigación que
constituye toda la acción del diálogo. La amistad, dice Cicerón en boca de
Lelio, es el acuerdo absoluto y benevolente en todos los asuntos, tanto
humanos como divinos. En el clímax del debate, el sabio anciano exhorta a los

156
Cf. Lisis, 223b.
157
Cf. Ética Nicomaquéa, 1155a 5-1156b 30
jóvenes, que lo escuchan con atención, a que por sobre todas las cosas
humanas, prefieran la amistad. Nada hay -exclama bellamente- tan conforme
a la naturaleza, tan conveniente en las circunstancias adversas y en las
favorables158. ¿Cómo puede ser digna de ser vivida, se pregunta, siguiendo en
esto al poeta Ennio, una vida que no reposa en la buena voluntad compartida
por un amigo? ¿Qué será más agradable que tener alguien con quien atreverse
a hablar de todo como ante uno mismo? ¿Quién se alegraría en las
circunstancias felices si no tuviera alguien que se alegrara igual que uno
mismo? Pero, dejando a un lado todas las ventajas de la amistad,
innumerables por cierto, la más importante, remata, es que proyecta una luz
de esperanza hacia el futuro y no permite que los ánimos se debiliten ni
decaigan. En una palabra, sin los amigos se hace imposible sobrellevar los
males y sin ellos tampoco es posible ser feliz. Con todo, si el ritmo de las
palabras del Arpinate tiene a cada momento la solemnidad de un final, todavía
no lo ha dicho todo. Hay un factor psicológico de gran importancia para tejer
una verdadera amistad: la proyección del yo. El que contempla, pues, a un
verdadero amigo contempla –dice-, a un doble de sí mismo. La verdadera
amistad no consiste sino en trasladar el amor propio a otra persona, como si
se tratara de un segundo yo; ello, según él, explica cómo es posible que los
amigos ausentes estén presentes159.
Pero si Cicerón deja a un lado la amistad por utilidad para adentrarse
por el camino de la interioridad hacia la que se basa en el mutuo afecto,
Séneca, escrutador de los recónditos laberintos del alma, irá más lejos. En sus
célebres Epistulae Morales ad Lucillium, el más estoico de los latinos define,
pues la amistad como la unión de dos espíritus por la sincera voluntad de
amarse. Se trata de un postulado que lo lleva a afirmar la comunión en todo,
aun en la adversidad: no solo la alegría y tristeza reclaman por igual el vínculo
de los amigos, sino también el más neutro de los ἀδιάϕορα o «indiferentes», el
conocimiento, no tiene valor alguno si no se comparte.
Yo rechazaría la sabiduría -escribe como gritando- si se me diera con la
única condición de mantenerla encerrada y no poder compartirla. En su
espíritu, pues, nada es agradable si no se puede compartir con un amigo160.
Pero si la amistad nace por el compartirlo todo, esto es una parte nada más.
Tan solo es digno de ser llamado «amigo» aquél en quien uno tiene la misma
confianza que deposita en uno mismo. Así, aclara, antes de la amistad se debe
juzgar, después de ella, se debe ser fiel161 y no huir cuando la prueba se
presenta162. Por consiguiente, antes de a buscar amigos, invita a Lucilio a
hacerse amigo de sí mismo; quien en ello se empeña, sentencia, nunca estará
solo y será amigo de todos los hombres163.
Por lo visto, no tenía Agustín pocos textos a la mano si pretendía buscar
en ellos el significado de amicitia. Y si no es posible afirmar que hubiera leído
el Lisis ni la Ética Nicomaquéa, sin dudas tuvo en sus manos los textos de

158
Cf. Lelio, V.17
159
Cf. Ibíd., VIII. 23 et passim.
160
Cf. Epístolas morales a Lucilio, I.VI.4
161
Cf. Ibíd., I.III.2-3.
162
Cf. Ibíd., I.IX.9.
163
Cf. Ibíd., I.VI.7.
Cicerón y de Séneca, que suponían aquellos otros. Pero, a sabiendas de que a
estos filósofos les faltaba la fe en el Dios cristiano, su concepto de amistad, de
anclaje pagano, romano y, sobre todo, ciceroniano, representa un paso más en
la línea evolutiva: el obispo de Hipona es el primero en proponer una teoría de
la amistad cristiana. En efecto, si los autores anteriores se han investigado
desde la amistad por utilidad hasta, sorteando los matices intermedios,
aquella que se asienta en la interioridad, Agustín habrá de buscar en la gracia
divina, el más poderoso ligamento entre los amigos. Si se lo quisiera expresar
esta evolución en términos estrictamente agustinianos, diríamos que el
recorrido histórico del concepto de amistad tal como lo hemos delineado, va
desde la distentio a la extentio, con el paso obligado por la intentio. Son estos
tres momentos los que marcan la escritura de Agustín, al tiempo que las
etapas de su vida (cf. conf. 11, 29, 39). Con todo, debemos detenernos aquí si
no queremos decir más de lo que él mismo dice; analicemos, sin más vueltas,
el contenido de la epístola a Marciano.

ESTRUCTURA Y CONTENIDOS

La carta está dividida en siete párrafos. En el primero de ellos, que hace


las veces de prólogo, después de dar cuenta de su falta de tiempo libre,
Agustín encara el tema, diciéndole a Marciano que no fue en realidad amigo
suyo hasta que no lo llegó a ser en Cristo (1.1). Retoma a continuación la
definición de amicitia de Cicerón, es decir, la que reza que es el acuerdo
absoluto en todos los asuntos, tanto humanos como divinos, para advertir que
antes de la conversión, tan solo concordaban en cuestiones humanas y, por
consiguiente, no había entre ellos una verdadera amistad (1.2-5). Así, en el
segundo párrafo, después de recordar el vínculo de amistad que los unía y el
tipo de concordancia que había entre ellos antes de sus conversiones al
cristianismo (2.6-8), alega que ahora sí hay un acuerdo entre ellos en ambos
tipos de asuntos (2.9). Pero esto último lo lleva a darse cuenta de algo más:
solo a la luz de los asuntos divinos es posible juzgar correctamente los
humanos. De este modo, la concordancia en los asuntos humanos que los
unía antiguamente ni siquiera alcanzaba a conformar una sombra de amistad
(2.10-14). Previendo el enojo de Marciano ante semejante declaración, el
Hiponense se sumerge en su interioridad para afirmar que lo dicho no implica
un menosprecio de su, ahora, verdadero amigo, sino de sí mismo antes de
entregarse enteramente a Cristo. En efecto, aquella vida, lejana y licenciosa,
redefinida después de la conversión, no estaba sino una basada en el
desprecio de sí mismo. Y, siguiendo otra vez al Arpinate, aunque ahora
tácitamente, escribe entre citas de los salmos que si más bien se odiaba y no
se amaba a sí mismo, como antes creía, entonces no podía proyectar el amor
propio en otra persona, pues no había en él tal amor, sino iniquidad y
desprecio (3.15-17). No obstante, esta tormenta del alma, si es lícito que así lo
expresemos, ya ha pasado; tiene, pues Agustín la clave para la vera amicitia: el
cumplimiento del precepto evangélico “Ama a Dios, tu Señor, con todo tu
corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y ama a tu prójimo como a ti
mismo” (4.18-23). Exhorta entonces a Marciano a cumplirlo para que sea
perenne entre ellos una amistad digna de tal nombre, así como también a
recibir los sacramentos de la fe católica, pues, aunque converso, Marciano aun
no había sido bautizado (5.24).
Entre nuevas referencias a las múltiples ocupaciones, saludos y buenos
augurios, la carta se cierra con algunos versos de poetas paganos,
puntualmente de Terencio y Virgilio (5.25-7.32), en las que se vislumbran los
principios de una incipiente theologia poetica, es decir, la disciplina que busca
en autores no cristianos, en especial en poetas griegos y latinos, los
lineamientos de un cristianismo anterior a Cristo, que lo anuncia y abre los
espíritus para comprender su mensaje. Repite así lo que líneas antes había
hecho con las palabras de Cicerón.
Es importante señalar, por último, que la presencia de autores paganos,
esencial en la estructura de la epístola, podría deberse a que su receptor,
Marciano, es aun, en sentido estricto, i.e., institucional, un pagano.

TRADUCCIÓN

Presentamos aquí la traducción de la carta de Agustín a su amigo


Marciano; se trata de aquella que en todas las ediciones modernas lleva el
número CCLVIII. En la traducción hemos intentado reflejar el estilo del autor,
respetando la elegancia y el uso de los términos clave que se leen en el
original. En pro de esto último, hemos agregado algunas notas en las que se
mencionan los términos latinos vertidos al castellano a fin de que el lector
pueda comparar los textos y extraer sus propias conclusiones, así como otras
destinadas a explicar el significado de algunos pasajes o las referencias que el
texto supone. Por lo demás, hemos prescindido de los títulos y los subtítulos
con los que los editores modernos dividen el contenido de la epístola.
El texto latino utilizado para nuestra traducción, cuyos párrafos y
oraciones hemos numerado, corresponde a PL 33 vol. 4. Asimismo, hemos
cotejado nuestra traducción con la de Carrozzi (1960: 364-375).

Carta de Agustín a Marciano

1. [1] Me he llevado, o mejor, me he escapado furtivamente y hasta


cierto punto como arrebatado a mí mismo164 de mis múltiples ocupaciones
para escribirte, viejo amigo, a quien como tal no te tenía hasta que no te tuve
en Cristo. [2] Sabes, por cierto, como ha definido la amistad <Cicerón>, y
también que alguien ha dicho de él “Tulio es el más grande de los oradores

164
Los dos primeros verbos que Agustín utiliza en este pasaje -abripui (he
llevado) y obripui (he escapado furtivamente)- presentan una aliteración al tiempo que
abren un juego de significados. En efecto, entre el primero y el segundo verbo hace su
aparición el componente volitivo, cosa que será maximizado con el tercero -furatus
sum (he sido arrebatado)-: como indica, pues, el prefijo ob, el obispo de Hipona refiere
con obripui al hecho de haberse arrastrado casi contra su voluntad, un sentido que es
ajeno al abripui, y, al instante, como si se corrigiera a sí mismo, alega haber sido
arrebatado, es decir, como señalando con el furatus sum que sin concurso alguno de
su voluntad se vio obligado a dejar a un lado sus deberes como ministro cristiano para
escribir la presente epístola.
romanos”.165 [3] Así la definió, pues, y con razón: «la amistad consiste en la
concordancia en cuanto a las cosas humanas y divinas con benevolencia y
caridad»166. [4] Pero tú, queridísimo amigo, alguna vez concordabas conmigo
tan solo en referencia a los placeres humanos, cuando esperaba disfrutar de
ellos a la usanza del vulgo. Y <tu> me inflabas las velas para granjearme tales
placeres, de los que ahora me avergüenzo, pero no solo <inflabas> las velas de
mis deseos sino que entre mis amigos más queridos eras uno de los
principales que agitaban, además, los vientos con tus alabanzas. [5] Lejos
estaba de los asuntos divinos, de los que en aquél tiempo no me llegaba la luz
de la verdad. Nuestra amistad, por sobre todo, era defectuosa en la mayor
parte de su definición; estaba, pues, tan solo ligada por asuntos humanos, no
por los divinos, aunque había en ella una concordancia de benevolencia y
caridad.

2. [6] Y después de que dejé de desearlos167, tú, ciertamente,


perseverando en la benevolencia168, insistías169 en que yo fuera salvo por una
salvación mortal y feliz por la prosperidad de las cosas que el mundo
acostumbra elegir. [7] Y había aun entonces una gran concordia, benévola y
amorosa entre tu y yo. [8] Pero ahora, ¿con qué palabras habré de expresar lo
mucho que me gozo contigo, toda vez que a aquél a quien además de haber
tenido por mucho tiempo como amigo, lo tengo ya como amigo verdadero? [9]
Se sumó, pues, la concordancia en los asuntos divinos, puesto que tu, que en
el pasado compartiste170 conmigo una vida mundana171 con amena
afabilidad172, has concebido ahora conmigo la esperanza de una vida eterna.
[10] Pero, además, no hay entre nosotros ninguna discordia en cuanto a los
asuntos humanos, porque los consideramos a la luz de los divinos y no los
tenemos en más de lo que, con justicia, merece su condición. Y ello sin
dirigirles menosprecio alguno, para no hacer injuria a su Creador, que es
Señor de las cosas celestes y terrestres. [11] Así sucede que entre los amigos
que no se da una concordancia en los asuntos divinos, no puede tampoco
darse una <concordancia> plena y verdadera en los asuntos humanos. [12]
Es, pues, necesario que, de otro modo, quien estime lo que concierne a los
humanos, desestime los divinos: no sabrá como amar perfectamente al
hombre nadie que no ame al que hizo al hombre. [13] Con esto no digo que
ahora eres un amigo más pleno y que antes lo eras solo en parte, sino que de
acuerdo con lo que indica la razón, no lo eras ni siquiera en parte, puesto que

165
Se trata de una cita textual de Lucano, Pharsalia, VII, vv 62-63: «…Romani
maximus auctor/Tullius eloquii…».
166
A diferencia de la cita anterior, esta no es textual. Agustín refiere al texto del
Laelius de amicitia, VI, 20: “Est enim amicitia nihil aliud nisi omnium divinarum
humanarumque rerum cum benevolentia et caritate consensio…”.
167
Se refiere al abandono de los placeres mundanos.
168
Es decir, con buenas intenciones. No obstante, se ha de entender que la
benevolencia de la que habla aquí Agustín, es una benevolencia, por así decir,
errónea.
169
cupiebas.
170
duxisti.
171
temporalem vitam.
172
iucundissima benignitate.
no tenías conmigo una verdadera amistad ni en cuanto a los asuntos
humanos. [14] Lo cierto es que, a la luz de los asuntos divinos, por causa de
los cuales se consideran los humanos correctamente, todavía no eras ni un
conocido, y ni siquiera eso, puesto que ni yo mismo estaba ocupado en ellos.
Después, cuando comencé a tomar consciencia, de alguna manera tú sentías
una gran aversión hacia ellos.

3. [15] Pero no quiero que te enojes porque <considere que> en aquél


tiempo, cuando me perdía yo en las vanidades de este mundo, tú aun no eras
mi amigo, aunque hubiera parecido que te amaba en gran manera, sino más
bien, mi enemigo. Lo cierto es que amaba la iniquidad. Es, pues, sentencia
verdadera y divina aquella que está escrita en los Libros sagrados: «El que ama
la iniquidad, odia su alma»173. [16] Si entonces odiaba mi alma, ¿cómo hubiera
podido tener un amigo verdadero, mientras anhelaba174 para mí cosas por las
que yo mismo me padecía como mi propio enemigo? [17] Y una vez que la
benignidad y la gracia de nuestro Salvador me iluminó175 -no por causa de mis
méritos sino de su misericordia- ¿cómo podrías haber sido mi amigo, tú, que
eras extraño a todo esto, tú, que ignorabas completamente cómo se llega a ser
beato y no me amabas por lo que yo ya había comenzado a amarte como
amigo?

4. [18] Gracias a Dios por esto, que finalmente se dignó a convertirte en


verdadero amigo mío. [19] Hay, en efecto, ahora entre nosotros una
concordancia en cuanto a cuestiones humanas y divinas a través de nuestro
Señor Cristo, nuestra más verdadera paz. [20] Él condensó todos los preceptos
divinos en dos sentencias cuando dijo: «Ama a Dios, tu Señor, con todo tu
corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y ama a tu prójimo como a ti
mismo»176. [21] En estas dos sentencias se encuentra toda la Ley y los
Profetas. [22] La primera se refiere a la concordancia de los asuntos divinos
con benevolencia y caridad, la segunda, a la de los asuntos humanos. [23] Si
junto conmigo las observas fielmente, nuestra amistad será verdadera y
sempiterna, y no sólo nos unirá a nosotros, sino también <a nosotros> con el
Señor.

5. [24] Para que esto así sea, hago un llamado a tu severidad y


prudencia para que recibas cuanto antes los sacramentos de nuestra fe; es
conveniente a tu edad y concuerda, según creo, con tus costumbres. [25]
Recuerda que cuando estabas a punto de marcharte, ¿te acuerdas?, me
recitaste un verso de Terencio, que a pesar de ser cómico,177 es muy apto y de
la mayor utilidad:

173
Sal., X, 6.
174
optantem.
175
illuxit.
176
Cf. Mt 22, 37-39 y Mr 12, 30-3.
177
Se refiere al verso de Terencio, no a Terencio.
[26] «…en este día se impone otra vida, exige otras costumbres»178.

6. [27] Por lo que si lo recitaste convencido, cosa que no debo dudar de


ti, vives ya, por cierto, de modo tal que eres digno de recibir el bautismo, de
recibir el perdón de tus pecados. [28] No hay, pues, en absoluto, a excepción
de Cristo, nuestro Señor, alguien ante quien el género humano pudiera decir:

[29] «Si subsistieran algunas huellas de nuestros crímenes, bajo tu guía


serán borradas, y <liberada>179 la tierra desgraciada de su terror
perpetuo»180.

7. [30] Dice Virgilio que extrajo esto del Cumaeo, es decir, de la profecía
de la Sibyla, puesto que, quizás, también ella habría escuchado en su espíritu
algo sobre el único Salvador, cosa que necesariamente tuvo que revelar a los
poetas.181
[31] Aunque estoy muy ocupado, he escrito estas cosas para ti, mi
hermano más amado y estimado en Cristo, concebidas como un servicio para
el Señor. Quizá sean pocas o quizá muchas. Ansío recibir tu respuesta y saber
muy pronto si has inscripto tu nombre entre los que habrán de bautizarse182 o
estás a punto de hacerlo. [32] Que nuestro Señor, Dios, en quien has creído, te
conserve en esta y en la futura vida, mi hermano más amado y estimado en
Cristo, y que <tu vida> sea concebida como un servicio para el Señor183.

BIBLIOGRAFÍA

178
Terencio, Andria, I, 2.
179
Virgilio utiliza solo un verbo, «solvent», que da la idea de liberar, resolver,
borrar, etc.
180
Virgilio, Ecloga IV, 13-14.
181
En este pasaje, de singular importancia para la arqueología de la theologia
poetica, se hace referencia a los oráculos sibylinos y en especial, a la profetiza llamada
“Sibyla de Cumas” en pro de que aunque nacida en Jonia, de padre humano y madre
ninfa, habría vivido en Italia, en la Campania (en latín, «Cumae»). Según la leyenda, la
Sibyla, siendo ya muy anciana vendió algunos de los libros que contenían sus
profecías a Tarquino el Soberbio, a la sazón, el último rey de Roma (s. VI a. C.). Los
libros fueron guardados en el templo de Júpiter y, consultados sin interrupción ante
las cuestiones de difícil resolución, cayeron víctimas del fuego en el año 83 a. C. Los
sacerdotes que los habían frecuentado compaginaron, con lo que de ellos recordaban,
otros libros llamados también «sibilinos», pero hacia el año 400 de nuestra Era
desaparecieron, quizás como los anteriores, ante la ferocidad de nuevas llamas. Sea de
ello lo que fuere, tuvieron una gran influencia en cuestiones religiosas y su prestigio
estaba tan extendido que muchos cristianos llegaron a afirmar o, como Agustín, a
sugerir, que en ellos había profecías acerca del Mesías.
182
competentes.
183
Tanto en [31] como en [32], Agustín utiliza la fórmula «…domine merito
suscipiende, et in Christo dilectissime ac desideratissime frater». Como es evidente,
para salvar el sentido del texto la hemos vertido al castellano con algunas leves
variantes.
Nota: No nos limitamos aquí a la bibliografía citada,
sino que agregamos también la que hemos consultado
para la realización de este trabajo.

Fuentes

CARROZZI, L. (ED.) (1960). S. Aurelio Agostino. Lettere Scelte vol. II, Torino, Società
Editrice Internazionale.
ARISTÓTELES (1985). Ética Nicomaquéa, Ética Eudemia. Madrid. Gredos, (traducción de
J. Pallí Bonet).
CICERÓN (2004). Tratados Filosóficos I. Buenos Aires. Losada (traducción de M. T.
Mainero).
PLATÓN (1982). Diálogos I. Madrid. Gredos (traducción de J. Calonge Ruiz, E. Lledó
Iñigo y C. García Gual).
SÉNECA (20063). Cartas a Lucilio. Barcelona. EJ (traducción de L. A. López Soto).

Bibliografía secundaria

BRITTAIN, CH. (2011). «Augustine as a Reader of Cicero»: Tolle Lege: Essays on


Augustine and Medieval philosophy in honor of Roland J. Teske, SJ.
Winsconsin. Marquette University Press, 81-114.
BROWN, P. (2006). Augustine of Hippo. Berkeley-Los Angeles. University of California
Press.
FERNÁNDEZ, D. A. (2007). «Esse Beatum». Agustín y la miseria del tiempo. Buenos Aires.
UBA.
FITZERALD, A. D. (DIR.) (2001). Diccionario de San Agustín. Burgos. Monte Carmelo.

Recursos digitales

Augustinus Hiponensis - Opera omnia - www.augustinus.it


EL CAPÍTULO PROVINCIAL DE LA PROVINCIA AGUSTINIANA DE
CHILE DE 1728 Y EL EXTRAÑAMIENTO DEL P. DIEGO DE SALINAS

Emiliano Sánchez Pérez, OSA


Rosario (Santa Fe)
onailimes@yahoo.com

Resumen.-
Este trabajo ofrece solamente parte y la inicial documentación sobre la actuación
de la Audiencia de Chile, provocada a petición de un grupo de religiosos agustinos,
numéricamente nada representativos, en la elección del P. Provincial en el Capítulo
Provincial de 1728, celebrado en el Convento Casa Grande de San Agustín en Santiago
de Chile, y que llegó a desterrar al anterior P. Provincia P. Diego Salinas, por no acceder
a ese oficial y grave atropello de la autoridad civil. En esta primera parte incluimos las
primeras órdenes de la Real Audiencia y las declaraciones de varias personalidades
sobre este contencioso.

Se ofrece a continuación la primera parte de la abundante


documentación existente sobre este Capítulo Provincial, tristemente famoso,
que sucedía al trienio, que como Provincial, había terminado el P. Diego
Salinas, un provincialato fructífero y cargado de méritos, pero que de nada le
servirían, ante el acoso que recibió, de resultas de las ambiciones de una
facción de religiosos, que en este Capítulo de 1728, pretendían que no saliera
elegido el P. Francisco de Aranívar, relevante religioso, joven y prometedor, que
eclipsaba a todos los demás. Esto provocó el que una facción, de entre
prestigiosos religiosos de la Provincia, para evitar la elección de dicho P.
Aranívar, buscaron una alternativa que pudiera anularle. El recurso para sus
innobles ambiciones fue proponer el P. José de Roco y Covarrubias, cuyos
únicos méritos consistían en ser descendiente de los primeros fundadores de
Santiago de Chile. Pero ese dato, añadido a los recursos económicos de su
familia y a las grandes influencias de que disponía, parecía que iban a hacer
realmente sombra al referido P. Aranívar. Sin embargo, el P. Aranívar, es el
que fue elegido Prior Provincial, lo que provocó oscuras actuaciones en la Real
Audiencia, decretando el destierro del ex P. Provincial, Diego de Salinas.
Es este un caso más del grave peligro, que implicaba para la vida
religiosa, la intervención en la vida de la misma, de la autoridad civil, que en
modo alguno iba dirigida a dignificarla, sino a proteger los intereses de las
familias poderosas locales, con escasos escrúpulos sobre los medios a usar,
lícitos e ilícitos, en orden a que los miembros de las mismas, ocuparan cargos
de gobierno, en las respectivas Órdenes religiosas. Pero si estos lamentables
comportamientos, no fueron infrecuentes, tenemos que añadir que, muchas
veces, eran los mismos religiosos quienes los provocaban, al buscar en esos
poderes civiles, apoyo para sus privadas causas. Este fue el fondo del
problema, que aquí se plantea, y del que se ofrecerá, en sucesivas entregas, la
abundante documentación conservada sobre el mismo. (AGI, Chile 158, ff. 1 a
572).
El protagonista es el P. Diego de Salinas y Cabrera, nacido el 4 de mayo
de 1691. Era descendiente de uno de los conquistadores del Paraguay, D.
Jerónimo Luis de Cabrera. Fue un religioso precoz, a la hora de obtener, tanto
los máximos títulos académicos, propios de la Orden, como de ocupar los
máximos cargos de gobierno, dentro de la Provincia de Chile, como de la
misma Orden. En 1719 fue nombrado Definidor General y Discreto para el
Capítulo General, que tuvo lugar en Roma en 1721, y con 33 años fue elegido
Provincial por unanimidad. Por segunda vez asistió, como Definidor General,
al Capítulo General celebrado en 1733 también en Roma, D.de fue nombrado
Asistente General, dignidad muy raramente concedida a un criollo. En 1742
fue promovido al obispado de Panamá, que renunció, recibiendo en 1744 de
manos de Benedicto XIV, los honores y título de ex General de la Orden.
Regresado a Chile en 1759, fue nombrado Examinador Sinodal y Consultor de
dicha asamblea, falleciendo el 18 de agosto de 1764 (cf. Sánchez Pérez, 2013:
130-139; 2012: 85-90).
Aquí no se hace ninguna interpretación, ni ningún tipo de análisis o
estudio comparativo sobre el presente tema, sino simplemente dejar, que los
distintos personajes, civiles y religiosos, hablen sobre el mismo, por medio de
sus comentarios escritos, de modo que el historiador pueda sacar
directamente sus conclusiones. Tenemos que decir que esta interesante
documentación, no ha sido usada hasta el presente, por ningún historiador. El
P. Víctor Maturana, afamado historiador agustino chileno, no la empleó en
absoluto, a pesar de la extensión que en su magna obra (cf. Maturana, 1904:
II, 267ss) da a este triste asunto. Sí usó la documentación del Archivo General
de la Orden en Roma, lo mismo que la del Archivo de la Provincia de Chile,
ambos muy importantes, pero que adolecen de esta rica aportación, ubicada
en el Archivo General de Indias, y que ahora, con esta publicación, tratamos
de subsanar.
En la transcripción, se ha adaptado esta, a la grafía actualmente en
uso, aunque hay que reconocer, que no ha sido necesaria en gran medida, ya
que no tiene una grafía significativamente diferente a la actual. Como hay
varios redactores, el nivel cultural de cada uno de ellos manifiesta una mayor
o menor cercanía con los moldes gráficos y de redacción actual. Respecto a la
puntuación, no han sido muchas las adaptaciones, pero sí se ha practicado
principalmente, para reducir la excesiva extensión de grandes párrafos, en los
que al usar fundamentalmente la partícula copulativa, resultaba incómoda y
difícil su intelección. Lo mismo se debe decir de la ortografía, habitualmente
muy dispar con la actual, de la separación de palabras que aparecen unidas, o
del uso de mayúsculas y minúsculas con nombres propios, comunes, de
instituciones, etc. En todos estos supuestos, se persiguen criterios actuales.
Las abreviaturas, son también escasas y, normalmente, fáciles de entender. La
foliación viene por duplicado, una del amanuense inicial, y otra de o de los
copistas posteriores, lo que conlleva dos clasificaciones distintas. La primera
parte, por no disponer ahora de las fotocopias, va sin indicación ninguna, que
sí lleva la segunda y más moderna de las dos, en la sucesión de los
documentos transcritos. Estos también van refrendados por la cronología
reflejada por las fechas de los distintos documentos.

Documentación
Expedientes sobre el Capítulo Provincial de Religiosos Agustinos y
extrañamiento de Fr. Diego de Salinas. Años de 1700 a 1740184

Santiago de Chile, a 13 de Febrero de 1728, recibida en 10 de Octubre de


[1]729.
Santiago de Chile, a 13 de Febrero del [1]728, recibida en 10 de Octubre de
[1]729.
La Audiencia informa con autos, el extrañamiento que ha hecho de la persona
de Fr. Diego Salinas, Provincial de aquella Provincia del Orden de San Agustín,
refiriendo muy pormenor, el estado en que se halla aquella Provincia por su
inobediencia, con dos provinciales electos, y lo que sucede sobre el auxilio,
que cada uno ha pedido, para hacerse obedecer; punto en que ha consultado
al Virrey, que con la resolución de este, dará cuenta con auto, expresando lo
que le parece conveniente, para que las elecciones se hagan, y los súbditos no
sean opresos.

Documento I

La Audiencia de Chile informa a Vuestra Majestad con auto, el extrañamiento,


que se ha visto precisada [a] hacer, de la persona del Mtro. Fr. Diego Salinas,
Provincial de aquella Provincia del Orden de San Agustín, refiriendo, muy por
menor, el estado en que se halla aquella Provincia, por su inobediencia, con
dos Provinciales electos, y lo que sucede sobre el auxilio, que cada uno ha
pedido, para hacerse obedecer, punto en que ha consultado al Virrey, que con la
resolución de este dará cuenta con auto, expresando lo que le parece
conveniente, para que las elecciones, se hagan sin escándalo y los súbditos no]
sean opresos.

Santiago, 13 de Febrero de 1728

Señor:

El día 30 de Enero pasado, víspera de él en que se habían de empezar


los actos capitulares para la elección de Provincial de la religión de San
Agustín, se presentó el Fiscal de esta Real Audiencia en ella [la Sala], con una
Cédula, por Vuestra Majestad despachada en 23 de Abril de 1703, al
Provincial de la misma religión, en que le avisa Vuestra Majestad, [que] tenía
encargado la ejecución de los Breves Apostólicos, de nuestros muy santos
predecesores Paulo V y Clemente VIII, para la reformación de conventos.

184 En la parte superior izquierda viene escrito «Secretaría del Perú» y en la

parte superior derecha leemos una abreviatura que interpretamos como «Eclesiástico».
En el margen izquierdo vienen también en abreviatura, sin formar parte de texto del
documento, sino de la ubicación archivística, y en abreviatura «Estante nº, Caja nº,
Legajo nº».
Suprimiendo unos [conventos], y agregando otros, conforme fuese más
conveniente, y mandando que todos los que no tuviesen ocho religiosos de
continua asistencia, en cuyo número ponía la razón formal y constitutiva de
conventualidad, no se tuviesen por tales, ni sus prelados gozasen el derecho
de la voz activa de votar en los Capítulos Provinciales. Y por lo que mira a esto
último, pidió se exhortase al Provincial de San Agustín para que en el Capítulo
proxime celebrando, guardase los Breves Apostólicos y órdenes de Vuestra
Majestad.
Y con esta ocasión pasamos a registrar (no pareciéndoos posible que
Vuestra Majestad hubiese dejado de avisar a la Audiencia la providencia
expresada) los libros en que se archivan las Reales Cédulas. Y hallamos una
de la misma fecha, en que nos manda Vuestra Majestad, auxiliemos a los
obispos y cuidemos atienda el Fiscal a su observancia, pero considerando que
la inmediación del Capítulo, hacía poco oportuna la coyuntura, y que pudiera
discurrirse, haciéndoseles saber en aquel tiempo, que por hecho nuestro se
perturbaba la paz, porque habían de recibir con novedad esta providencia,
tuvimos por más conforme a las reglas de prudencia, suspender por entonces,
aunque conocimos ser la más saludable disposición para que se observe
conventualidad. Y así lo acordamos, como consta del testimonio que remitimos
a Vuestra Majestad, del acuerdo escrito, en el libro del secreto, para que
conozca que procuramos, no dar motivo de escándalo.
El día siguiente, se presentaron tres horas antes de recibirse, el
Presidente de Capítulo, siete PP. Mtros. y otro Presentado ex Provincial,
pidiendo la ejecución del citado despacho. Y por otro sí, dijeron haber
entendido, que en los libros de Cédulas del gobierno del Presidente, se hallaba
otra que es más moderna, fecha en 31 de Julio de 1713. Y con efecto, se
encontró más dilatada, por ser sobrecartada, y en que Vuestra Majestad
insiste, con mayor conocimiento de causa, en mandar a los Virreyes,
Presidentes, Audiencias y Gobernadores, hagan guardar, cumplir y ejecutar,
precisa y puntualmente, los ya expresados Breves de Paulo V Clemente VIII.
Y habiendo entonces dado cuenta a Vuestra Majestad el Presidente de
su recibo, y quedar notificada al Vice Provincial de San Francisco por otra de
15 de febrero de 1718, le extra[ña]ría [a] Vuestra Majestad, no le informe con
más individualidad; concluyéndose, de esta reiteración y permanencia de
Vuestra Majestad, en mandar los mismo, que su Real ánimo es, se ejecute lo
determinado. En cuya inteligencia, sin caer en la inobediencia, quedamos sin
arbitrio, y necesitados a hacerle saber al Provincial, lo que Vuestra Majestad
tiene mandado, para la observancia de los Breves Apostólicos, en esta materia.
Y porque por otro sí, pidieron la asistencia del tribunal, que ha sido muy
frecuente en este Reino, a los Capítulos, para evitar los disturbios, pasamos al
Convento, y en la celda del Provincial actual Mtro. Fr. Diego Salinas, le
prevenimos que, pues era hora, podía mandar tocar a Capítulo para recibir al
Presidente de él, porque la Audiencia tenía que hacerle saber algunas
providencias, a que replicó se debían entender con él, por hallarse con la
jurisdicción, y, aunque se procuró persuadirle, que eran peculiares del
Presidente de Capítulo, no cedió; y fue necesario manifestarle la Real
deliberación de Vuestra Majestad, y que era forzosa la ejecución, que le
pareció no tenía lugar entonces, porque antecedentemente no se le había
hecho saber, ni era practicable, pues no quedaría Provincia, por no poderse
completar los conventos, del número de religiosos que se prefinían, hallándose
la Provincia con sólo ochenta sacerdotes.
Pasó esta conferencia en presencia de los Mtros. y mucha parte de la
Comunidad, que procuraron defender podía subsistir, y a la excusa de no
habérsele antes notificado, le respondimos: lo primero, que no presumíamos lo
ignoraba, porque la Cédula había venido al Provincial de aquel tiempo, y era
duplicado. Con que tenían dos, y si las callaron, no se había dejado de pecar
en algo. Lo segundo, que siempre era tiempo, pues a ninguno se coartaba el
efecto de los Breves, ni las Reales disposiciones. Y sobre si había o no
religiosos para completar los conventos, se le convenció aritméticamente, por
su misma confesión, sin atender a lo que algunos Mtros. dijeron, que había
más de ochenta sacerdotes, pues sólo con este número se situarían siete con
ocho sacerdotes, y el de esta ciudad [de Santiago] con veinte y cuatro,
quedándole por repartir todos los coristas y diez y seis legos, que tienen, con
lo que, sin dispensación de número de conventos, tendrían los ocho que
constituyen Provincia. En lo que se gastó inútilmente hasta las seis de la
tarde, que se le exhortó tocase a Capítulo y recibiese al Presidente de él, como
lo ejecutó, pero entrando al acto declaró por excomulgados a siete de los que
firmaron el escrito, y no a los ocho, porque se dudó en uno, el consentimiento
para la firma, que se hallaba suya, en el escrito, aunque verbalmente dijo que
pedía se ejecutase.
Con este movimiento se suspendió la recepción, y pasó el Provincial,
Mtros. y demás de la Comunidad a la Sala, D.de estaba el Acuerdo,
manifestando los excomulgados, la violencia que ejecutaba con ellos, sin más
causa que la de haber ocurrido, a que asintió el Provincial, y que había
obrado, no condenando, sino declarando en conformidad de Bula de Clemente
VIII, inserta en la tercera parte de las Constituciones. Más los Mtros. insistían
en la violencia, y negarle la facultad para declarar. Y es así que expresamente,
en el Bimestre se lo prohíbe al Capítulo privado la constitución, sea por
sentencia condenatoria o declaratoria, de que se infiere, que no podrá sólo
hacerlo, cuando se le prohíbe, con la mayor autoridad, que tiene con el
Capítulo privado. Y sería inconsecuencia clara, que pudiese más con menos
autoridad, fuera de que es menester culpa para incursión, y no era
comprensible la más leve, por haber pedido el amparo de las determinaciones
Apostólicas, terminantes al cato de la elección, por los mismos interesados en
ellas, y que debieron tener como propias Constituciones para arreglarse, y que
se arreglasen los demás, sin que fuese razón de fundar en el Provincial, el
recurso al tribunal secular, cuando por esta mano llegaron amparadas las
disposiciones Pontificias, y no mudaron el curso de la dependencia. Lo otro,
porque temieron la opresión, que naturalmente hubieran padecido, y
manifestó bien la repugnancia del Provincial a la ejecución; y, sobre todo,
podrán convencer justo este temor, con la experiencia de haber encarcelado,
ahora nueve años, a tres Definidores. Y hubieran hecho lo mismo con los
Mtros. si no se hubieran asegurado en la Merced. Y, finalmente, si la presencia
del tribunal, no contuvo al Provincial, sin ella, se deja entender hubiera
procedido con mayor rigor.
Por estos motivos nos pareció, que la fuerza era notoria, y se debía
declarar entendida, aún sin interpelación de parte, como se declaró a su
pedimento y se le exhortó para que absolviese, a que se negó pertinazmente,
con lo que se pasó al prolijo remedio y trabajoso, en la estrechez del tiempo de
la provisión ordinaria, y sobre cartas prevenidas por la ley, hasta llegar a
declararle por incurso en las temporalidades185, y a ejecutar, porque ningunos
medios de suavidad, prudencia, amonestación, consejos y razones de los
inconvenientes, que hoy se tocan, fueron poderosos a hacerle deponer el
dictamen, que sin duda formaba, no la conciencia, sino el capricho , con que
quedamos de pasarle los mismos oficios con el Mtro. Fr. Próspero del Pozo, a
quien en el Bimestre toca la Prelacía, como a Provincial inmediatamente
absuelto186, en caso de muerte o impedimento del actual, quien como unido
por amistad, sangre y por la conveniencia de mantener el mando con el Mtro.
Fr. Diego Salinas, resistió absolver, hasta la notificación de la cuarta, con lo
que lo ejecutó y pasó a recibir el Presidente de Capítulo, acto en que se volvió
a ofrecer dificultad, porque los citados Mtros. que recurrieron, pretendieron
que el Presidente de Capítulo, Fr. Nicolás Salinas, hermano del Provincial,
primer Definidor, Fr. Juan Becerra, tío de Fr. Nicolás y de Fr. Diego, y primo
de Fr. Próspero, segundo Definidor, y el tercero Fr. Fulano (sic) de Arrué,
pariente también de los mismos, no lo podían ser, el último por demente, y los
otros dos por ausentes de la Provincia, pues Fr. Nicolás Salinas, lo había
estado catorce años en Lima, y Fr. Juan Becerra más de veinte, en las
Provincias del Tucumán187, [y] que uno y otro se eligieron Definidores, no
estando en la Provincia. Y habían venido, Becerra doce días había a este
Convento, y nueve meses al Reino Fr. Nicolás Salinas, novedad que obligó a
venir al Mtro. Fr. Próspero al Acuerdo, a quien se le oyó como a Prelado, y a
uno de los Mtros., por su parte, pero advirtiendo a Fr. Próspero, [que] no
queríamos saber delitos, contentándoos con entender que en el Capítulo
antecedente, fueron electos, y, en todo el trienio, no contradichos, y que la
misma Constitución, que favoreció a los Mtros. para la absolución, por no
poderse en el Bimestre privar votos, debía correr a favor de los Definidores,
aunque en realidad lo que los Mtros. alegaban, era verdad, y así, se declaró,
debían mantenerse y usar de sus oficios y facultades. Si el Mtro. Fr. Diego
Salinas, no hubiera, con menos caridad, hecho juicio de que la Audiencia iba
a quitarle estos votos, que es lo primero que se propone, desentendiéndose de
sus violencias, tenemos por cierto, no hubiera llegado al extremo de la
inobediencia, persuadióselo empero su recelo, y el temor de no quedar
desairado, perdiendo la elección, y que la ganaran los que él había menos
atendido.
Con estas providencias, puesta la materia en estado, y asegurado el
Presidente de Capítulo en su oficio, se le exhortó para la ejecución de las
Reales Cédulas, cuya obediencia fue pronta; hasta aquí, corrieron los auto del
extrañamiento del Mtro. Fr. Diego Salinas, por lo que verá Vuestra Majestad,
conforme este informe, a los hechos expresados, en la manera que hacen
conocer la verdad, aunque sin las formalidades que en otros lances pudieran

185 Eran los frutos o cualquier cosa o propiedad profana, de la que los

eclesiásticos percibían sus beneficios o prebendas.


186 Con esta expresión, se refieren al P. Provincial anterior, que había

terminado el período de su mandato.


187 En las Provincias del Tucumán, incluye a los dos únicos conventos
agustinianos, entonces existentes, en las fronteras de la actual Argentina: en San
Juan y Mendoza, ubicados ambos en la provincia de Cuyo, donde consta la
conventualidad y cargos que el P. Juan Becerra desempeñó, pero no, como dice el
documento, en la provincia del Tucumán, porque la Orden carecía de conventos en la
misma. Es un manifiesto error de percepción geográfica.
contenerse. Pero la instancia del tiempo, que es de poco más de veinte y
cuatro horas, prefijó para la elección, lo dilatado que son las sobre cartas, y la
continua interpelación de unos y otros religiosos, que se ofrecen, no permite
circunstanciarlos más que con los testimonios de los hechos, que no negaron
las partes, asegurando a Vuestra Majestad, que desde el sábado 31 de Enero,
no quitamos las garnachas ni pudimos reclinar la cabeza, hasta el domingo a
las ocho de la noche, que salimos del Convento, lo que padecemos
frecuentemente en las elecciones de las Religiones, y es mayor, señor, la fatiga
del espíritu, versándose en materias tan peligrosas, en que ningún escrúpulo
es demasiado y más dolor, que así padeciendo. Y rogándoles por su bien,
jamás se consigue el fin, porque ninguno quiere perder parte de sus ideas. Y
este caso lo acredita, pues después de todas las referidas diligencias, con que
se cerraron los autos, que remitimos cerrados y sellados con el Mtro. Fr. Diego
Salinas, que se ha de conducir en partida de Registro a la Casa de
Contratación de Sevilla, empezó mayor incendio en la elección, dándose a
conocer lo preparado que estaban los ánimos de los Mtros. Fr. Diego y Fr.
Próspero, para elegir Provincial a su modo, aunque no fuese del decoro
correspondiente a la Provincia.
Entraron con estos designios a la elección, y en la elección, uno de los
escrutadores, que fue el Mtro. José de Soto, al tiempo que reconocía los votos,
los quemó, y causó nuevo alboroto, publicando que lo hacía por excusar un
cisma, revolviese el congreso, y desamparando la Sala Capitular, D.de
habíamos oído algunas voces, sin entender el punto sobre que recayesen, se
vinieron a la sala D.de estaba el Acuerdo, y preguntando el motivo de la
turbación y acción tan extraña, en una función tan seria, entendimos no lo
que eran los votos, porque no lo preguntamos, ni otra cosa que mirase al
secreto de la elección, y sólo supimos lo que nos quisieron decir, siendo
bastante lo que prorrumpió el fervor, fue la causa entenderse en la Sala, que
corría la elección a la persona del Regente Fr. Francisco de Aranívar, de edad
de treinta años, clientulo y adicto del Provincial, y de Fr. Próspero, y los Mtro.,
con esta sospecha, contradijeron la voz pasiva en su persona, y apelaron de
quererse hacer la elección en él, dando por causa, le faltaba la edad requisita
por la Constitución, que pide cuarenta años. Esta misma contradicción y
apelación la repitieron ante el tribunal, y en presencia de todos los Mtros., y
con especialidad el Mtro. Fr. Fr. Agustín de Leiva, refiriendo el caso, no
dudado por ninguno, que le sucedió ahora doce años, que teniendo los vocales
a su favor, por faltarle un año para los cuarenta, se le opuso esta erección
(sic), y fue poderosa para embarazársela. El P. Mtro. Fr. Próspero, defendió
que podía recaer en sujeto de menos de cuarenta años, porque la
Constitución, aunque los pedía, no irritaba el acto. Y se le respondió que por
acta declaratoria de su General, lo estaba. Y en esto hubo alteración, pero el
mismo Fr. Agustín [Leiva] y los Mtros., prorrumpieron sincerando su
intención, que únicamente se enderezaba a que la elección recayese en sujeto
digno, y que para prueba de su legalidad el Mtro. Fr. Próspero, con los de su
séquito, pusiesen nombre a alguno de su satisfacción, en quien no se
encontrase defecto. Y nombraron algunos que todos ellos le votarían y
reconocerían, que no había otro fin ni deseo en la contradicción. Y nosotros,
valiéndoos de esta ocasión, pasamos a persuadirlos, no perdiesen la que se les
ofrecía de quedar y proceder en paz, a una buena elección, haciéndoles
patentes los efectos de aquella protesta, contradicción y apelación, que serían
muy perniciosos a la Religión, y escandalosos al pueblo, que por su Instituto
debían detestar con otras razones enderezadas, a concordarlos, que oídas por
el Mtro. Fr. Próspero, respondió al Acuerdo preguntando si se debían gobernar
por las Constituciones antiguas o modernas, porque en las últimas estaba la
cláusula irritante, y no en las primeras. Y se le respondió que aquella duda no
[la] podíamos resolver, y que se arreglasen a sus Constituciones, con lo que se
despidió diciendo iba a consultar con los suyos. Y a breve rato, tocó a Capítulo
y consecutivamente hizo la elección, y se publicó, en Fr. Francisco de Aranívar
con trece votos, callando siete que llenaban el número de los veinte vocales
que asistían. Y reconvenido por uno de los vocales, sobre si otro no había
sacado votos, dijo que no debía publicar más que la mayor parte, y que el
Mtro. Fr. José Roco, había sacado cinco, de que resultó que los Mtros.
proclamasen esta elección por legítima, resistiendo dar la obediencia al
Regente Aranívar. Y separados con el Mtro. Roco, se vinieron hacia nosotros.
Refirieron el caso, y aseguraron tenerle por su Provincial, y pasaron
aceleradamente delante del Presidente de esta Real Audiencia, aunque se lo
prohibió, a dar la obediencia al Mtro. Roco, con lo que quedó dividida la
Provincia, con notable escándalo de este pueblo, efectos todos [no] de la
tenacidad, sino de la ambición. Pero el Presidente de la Audiencia, tan
cerciorados de los hechos, hallamos inconveniente en reconocer alguno de los
dos provinciales, con lo que nos despedimos, previniéndoles no alterasen las
materias ni redujesen la Religión a más lastimoso estado, cuando en tan
deplorable la habían puesto.
De este modo de proceder conocerá Vuestra Majestad, lo poco que los
religiosos atienden su Real representación, empeñados en sus Capítulos, y que
mientras no hubiese juez competente y con jurisdicción delegada, para
contenerles y corregirles, no se conseguirá el fin de sus fundaciones, ni el
arreglamiento con que deben vivir, para que sean útiles en las Repúblicas
Cristianas, y no abrasen con su ejemplo las conciencias de los seculares
escandalizados, ni siembren en las familias la semilla de la discordia, como al
presente, proponiendo a la expectación, dos sujetos de las primeras de esta
ciudad, que es preciso se interesen cada una por el que les toca, y los efectos
no habrá juicio humano, que no conozca dañosos al estado público.
En fuerza de pretender cada uno posesionarse en el Provincialato por
legítimamente electo, se presentaron en la Real Audiencia el Presidente de
Capítulo, pidiendo auxilio para hacer obedecer a Aranívar, a quien tenía
confirmado, y el Mtro. Roco pidiéndole también para ser obedecido. Y
habiendo corrido los escritos de contradicción mutuamente, con varios
testimonios, que se han presentado, ya en estado, determinamos se remitiesen
al Virrey, a quien debía consultarse, mandándolo así la ley 63, tit. 14, lib.1º de
las Recopiladas de Indias. Y porque habrá sesenta años, con poca diferencia,
que sucedido el mismo caso en esta Religión, se ocurrió al Virrey, quien dio la
providencia, y encargamos al Presidente de la Audiencia, que por el peligro,
que ofrecía la corta dilación de venir de Lima la resolución, procurase aquietar
[a] estos PP. Y preguntándoos, qué medios podía proponerles, le respondimos,
que si no querían esperar determinación de Lima, podrían elegir árbitros, pues
no faltaban sujetos de literatura y virtud en las Religiones, pero que si se
determinaban a esperar, era lo legal, que los dos electos se conviniesen en la
nominación de un sujeto, que en ínterin gobernase, porque teniéndose ambos
por legítimos, y debiéndose presumir que en alguno cayó la elección,
cometiendo sus veces conjuntos a uno, aquel sería legítimo Vicario; porque
este no era el caso de la providencia de su constitución, que pretende
Aranívar, para que recaiga en el Mtro. Fr. Próspero, como inmediatamente
absuelto; ni de la nueva disposición, que por acta confirmada, tiene esta
Provincia y la de Lima, para elegir Rector Provincial por ciertos vocales, porque
una y otra providencia miran al caso de la muerte; o impedimento perpetuo
del Provincial actual, que hace muerte civil, y el que hoy se ofrece es mere (sic)
temporal, y de aquellos que se suplen con el nombramiento de Vicario
Provincial, porque de otra suerte, nunca se verificaría esta facultad, tan
conocida en todos. Más esto no ha sido posible percudírselo jurídico y queda
en estado (como indeciso) de producir más disturbios, porque sólo se atiende a
mantener la dominación, y si no es así, nos disculpará de proferirlo la clara
razón, que tenemos para pensarlo. Estos auto, que son separados de los del
extrañamiento, remitiremos a Vuestra Majestad, luego que se concluyan con
la determinación del Virrey.
Pero por lo que puede a Vuestra Majestad instruir, no hemos querido
omitir, cuando estimamos que todas estas revoluciones, le harán conocer el
estado a que estaba reducida la posesión de esta Provincia, en que
precediendo en dos capítulos, que se celebraron, el uno ahora doce años, en
que fue acérrimo pretendiente el Mtro. Fr. Fernando de Oyarzun, ya difunto, y
el otro, ahora nueve, en que continuó y consiguió la pretensión, con grandes
alborotos vejaciones, de sujetos graves ad efectum electionis, no ha salido el
mando de Provincial ni Priores, de esta Casa, ni de Mendoza, que son las
considerables de la familia y dependientes, sucediéndose en el Provincialato y
Prioratos, unos a otros, lo que justificadísimamente tiene prohibido los
derechos, detestando este género de perpetuidad, contraria a la distribución, a
que son acreedores los méritos.
La parte de los Mtros., aunque su allanamiento pudiera persuadirnos,
que procedía por el mejor estado de la Religión, no la calificamos, ni dejamos
de sospechar, que el deseo de entrar, en parte, corrobore la contradicción.
Pero lo cierto es que la disposición de los Breves Pontificito e instancia de
Vuestra Majestad, sobre su ejecución, son tan santas como propias
deliberaciones de PP. universales, en lo espiritual y temporal, porque estos
conventos, sólo tienen el nombre, y juzgamos serán únicos, los de esta ciudad
y la Concepción, los que pueden tener coro y demás funciones regulares y de
observancia, puesto que a los otros, apenas se señalan tres sujetos, que no
son capaces de llevar la distribución. Y como para ellos no hacen falta, pocas
veces se encontrarán en los claustros, y muchas sin conventualidad, como es
notorio, esparcidos en la campaña, por las haciendas y minerales, pues, o por
no tener qué darles, que es lo más cierto, o por no darles lo que en alguna
parte será posible, se franquean las licencias, de que resulta que la falta de
religiosos, no es la que imposibilita poblar los conventos, sino la pobreza o el
desorden. Y por lo que toca al convento de Mendoza, es gravísimo, porque
hasta esta última vez, que fue Fr. Fernando de Oyarzun188, que le gobernó

188 El P. Fernando de Oyarzun y Lartaun del Pozo y Silva, fue Prior del

convento Santa Mónica de Mendoza en 1693. En 1695 desempañaba el mismo cargo,


con el título de Vicario Provincial, en 1701, Definidor y Vicario Prior y Vicario
Provincial en el mismo convento de Mendoza. Nuevamente en 1704, Prior y Vicario
Provincial, y de nuevo y por última vez en 1716 Prior de Mendoza y Vicario Provincial
(cf. Maturana, 1904: II, 960-961). Los datos que ofrece a continuación el documento
en cuestión, desmitifican la idea de grandeza edilicia y de servicios de este convento, lo
mimo que de riqueza de la comunidad, existente en el desde mediados del S. XVII.
muchas veces, no se vio cercado, ni con más habitación, que tres o cuatro
cuartitos, casi a la vista de la calle, la iglesia y sacristía, sin el menor adorno.
Y tiene este Convento la mayor viña de aquella ciudad, siendo la hacienda de
más utilidad allí, por el trajín de los vinos a Buenos Aires. Un olivar grande,
que no desperdician, y más de ciento y cuarenta esclavos, de ambos sexos,
que aplican al trabajo, alquilando unos, y ocupando otros en fábrica de jabón,
efecto que se trafica de aquella Provincia, que se tiene por comodidad. Y los
religiosos que más tiene, son de ordinario tres. Con que sólo este Convento
pudiera muy en Religión, en tierra tan barata, ocupar veinte, y está tan
destituido como el más pobre. Y averiguándose las rentas, y posesiones de
todos, será fácil conocer la posibilidad de cada uno, para subsistir por sí, o
agregarse a otro.
No pasamos a creer que aunque sin conventualidad, tanto religioso viva
con rota conciencia, ni falte alguno a las obligaciones de cristiano, pero ni es
posible negar, que no cumplen con las de religiosos, aunque esto no será
damnable, si les precisa la necesidad de buscar, por este medio, lo necesario
para su manutención, ni podemos excusar el temor de que puedan olvidarse
de su obligación, por no acostumbrados a los ejercicios de la Religión.
Ver y tocar todo lo que referimos a Vuestra Majestad, nos pone en la
constitución de juzgar materia gravísima, disimular en nada, sobre la
ejecución de los Breves Pontificios y órdenes de Vuestra Majestad, en este
punto, teniendo por medio eficaz, de que habiten los conventos, privarles el
voto, para que a lo menos, el respeto a las elecciones, sea incentivo para que
se contengan dentro de los claustros, porque la pena hará vigilantes a los
prelados, que tanto aman hacer elecciones.
Practicar las reglas convenientes a este fin, es reformar los desórdenes
y abusos que con dispendio de la disciplina regular, florecen y requiere
jurisdicción, porque sin ella, no se pueden comprimir, los que los causan,
como los que experimentamos en los más capítulos, dando luego con puntos
de jurisdicción, en que es necesario proceder, retirándoos, para no caer en las
censuras. Y reconocemos inevitablemente, en estas funciones, padecer a los
súbditos sin recurso, porque no es capaz le siga a Roma un miserable
religioso, para lo que parece sería muy del servicio de Dios y bien de las
Repúblicas, que Vuestra Majestad deliberase, que en los obispos, residiese
jurisdicción delegada, para conocer de todas las cosas y casos de capítulos,
pues aunque Vuestra Majestad tiene dadas, tantas [y] bien acordadas
providencias, como todas provengan de la razón protectiva, que en Vuestra
Majestad reside, es su práctica de gran tiento, y este poco aprovecha, cuando
los religiosos se hallan empeñados en seguir sus dictámenes. Vuestra
Majestad hará en todo lo que juzgue más conveniente, teniendo entendido que
en este negocio, hemos procedido con particular aplicación, a hacer lo que sea
más conforme a su Real intención, como objeto único de nuestras
operaciones.
Guarde Dios a Vuestra Majestad como la Cristiandad a menester.

También tenemos que decir que, en estos dos conventos cuyanos, dada la frontera
natural que representaba la Cordillera Andina, desde el mismo inicio de los mismos,
se instituyó la figura de Vicario Provincial para los dos, que hacía las veces del Prior
Provincial, por la dificultad de trasladarse este desde Santiago de Chile para visitar a
ambos Conventos.
Santiago y Febrero 13 de 1728.

D. Gabriel Cano [rubricado]


D. Juan Próspero de Solís [rubricado]
Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera [rubricado]
Martín de Recabarren [rubricado]
D. Juan del Corral Calvo de la Torre [rubricado].

Documento II

Auto del Capítulo del convento San Agustín

Santiago de Chile, año 1728

Mi Presidente [y] señor

El Fiscal, en la mejor forma que haya lugar en derecho, y por el


cumplimiento de la real cédula, expedida en Madrid a 26 de de Abril del año
de 1703, que consta a fojas 230 del tomo segundo, parece ante Vuestra Alteza,
y pide, que se ha de servir de mandar le exhorte al Presidente de Capítulo y
Provincial del señor San Agustín, de esta ciudad, juntos y congregados todos
los Capitulares, que estuvieren para celebrar la elección, que están de próximo
a ejecutar aquella Real Cédula, que presento en debida forma, se guarde,
cumpla y ejecute, en todo el contexto de ella. Y en cuanto a que excluya de la
votación del próximo Capítulo, a todos los superiores de las casas
conventuales, en que no hubieren el número de ocho religiosos, conforme al
Real Despacho, que se refiere y funda en el Breve de nuestro Santo P. Paulo
V, y de la Santidad del señor Clemente VIII, y debe hacerse así, con la
inserción de la Cédula presentada, que habla y se termina, con el Provincial de
la dicha Religión, y en los términos de ella misma, como consta con toda
claridad y distinción, sin que quede la menor razón de dudar, si sólo
experimentándose los inconvenientes de la inobservancia, de los citados
Breves Apostólicos, y de la contravención, a dicho Real Despacho. Por tanto,
A Vuestra Alteza pide, así lo mande y es justicia. Santiago de Chile y Enero 30
de 1728.
Dr. Jáuregui [rubricado].

Otro sí, se ha de servir Vuestra Alteza, de mandar, que esta providencia,


sea general a todas las demás Religiones, que comprende el Real Despacho,
que consta a la foja citada, que es ut supra. [Rúbrica].

Documento III
Los PP. Mtros contrarios al resultado del Capítulo presentan una Real
Cédula y piden cierta resolución

Santiago de Chile, año 1728.

Mi Presidente [y] señor.

Los PP. Mtros. y de Provincia, que abajo firmamos, del Orden de


Ermitaños de nuestro P. San Agustín, como más haya lugar, y en aquella vía y
forma que nos permiten nuestras Constituciones, y sin que sea visto
oponernos a ellas en manera alguna, parecemos ante Vuestra Alteza y
decimos, que a nuestra noticia ha llegado, como por el año pasado de [mil]
setecientos y tres, se expidió el Real Despacho, que presentamos, fundado en
los Breves de nuestros Santísimos Papas Paulo V y Clemente VIII189, en que se
previene y da por regla fija, después de otras resoluciones, que los Prelados de
los conventos y casas de dichas Religiones, en que no hubiere ocho o más
religiosos, de continua asistencia, no han de tener voto en los Capítulos
Provinciales. En consecuencia de lo dispuesto por la Santidad de Clemente
VIII, que deniega el voto a dichos Superiores, de suerte que esta disposición,
no sólo está auxiliada con la legal del Príncipe, sino también con la Pontificia,
sobre que no puede recaer prescripción, en el corto término que ha corrido,
después que se obedeció dicho real rescripto, prescindiendo de la noticia o
ignorancia que [ha] habido de dicho despacho. Y porque no pueden subsistir
méritos, que embaracen la ejecución y cumplimiento de dicha real voluntad, y
de dichos Breves Apostólicos, y que en el superior tribunal de Vuestra
Audiencia, reside especial facultad, para su observancia, se ha de servir
demandar, debajo de las protestas fechas, que dicho Real Despacho se guarde,
cumpla y ejecute, según y en la manera, que en él se expresa, y que en su
conformidad, se exhorte al Presidente de Capítulo y R. P. Provincial, sobre la
ejecución de dicha Real Cédula, y en cuanto excluya de la votación del
próximo Capítulo, a los Superiores de las casas conventuales, que no tuvieren
el número de ocho religiosos. Por tanto,
A Vuestra Alteza pedimos y suplicamos, que habiendo por presentada
dicha Real Cédula, se sirva de mandar hacer, como llevamos expresado, que
es justicia, etc.
Otro sí, y decimos, que de la providencia, que le diese en cuanto al
cumplimiento del Real Despacho, que tenemos presentado, serán tales las
discordias, que hubiere entre los Capitulares, que podían resultar de ellas,
iguales y aún mayores escándalos. Y lo otro, podía suceder, que no se ejecute;
y para que se evite cualquier grave daño, que dimanase, como también para
embarazar las violencias, que indispensablemente han de resultar del
pedimento, que se ha de hacer, sobre el amparo de nuestras Constituciones,
se ha de servir Vuestra Alteza, de asistir a dicho convento el día de hoy, a las
cuatro de la tarde, que es la hora en que han de quedar calificados los votos y
vocales, que han de concurrir al Capítulo Provincial. Y de otra suerte, fuera

189 En estos documentos vienen escritos como «Quinto» y «Octavo» y que se


transcribe según la numeración romana usual.
ilusorio, cualquiera recurso, respecto de que en el conflicto, de términos tan
breves, no es posible salir fuera del dicho Convento, y las más veces, aún falta
el tiempo, para formar pedimentos in scriptis190, y es preciso dar providencias
verbalmente. Por tanto,
A Vuestra Ilma. Pedimos y suplicamos, se sirva de mandar hacer, como
llevamos expresado.

Mtro. Fr. Francisco Franco[rubricado]


Ex Provincial
Fr. José Hevia [rubricado]
Fr. Antonio Vergara [rubricado]
Fr. Juan de Aguiar [rubricado]
Fr. José de Soto [rubricado]
Mtro. Fr. Agustín Leiva [rubricado]
Fr. José Roco [rubricado]
Fr. Pedro Híjar [rubricado]

Otro sí, a Vuestra Alteza pedimos, se sirva de mandar se exhorte al R.


P. Provincial, no proceda contra algún Capitular, si no existe [ilegible]191.
Otro sí, decimos, que en Libro de Cédulas, del tiempo que fue en esta
Real Audiencia D. Andrés de Ustariz, que se halla una a F.289, sobre el
presente campo, en que individualmente se intiman las razones y puntos a su
inobservancia, y porque el tiempo no da lugar a que se saque el exhorto de
ella, se ha de servir Vuestra Alteza de tenerla presente para la resolución, que
tenemos pedida, en lo principal. Por tanto, a Vuestra Alteza pedimos, así lo
mande, que es justicia, ut supra. Fr. José Roco [rubricado].
Póngase este escrito con el del Sr. Fiscal, presentado el día de ayer, en
el Real Acuerdo y auto. Y para la determinación, así de lo pedido por el Sr.
Fiscal, como por los PP. de Provincia y Mtros., contenido en este escrito, se
traigan luego a la vista. Así, la Real Cédula, que se halla en el Archivo de esta
Real Audiencia, en el tomo segundo de las encuadernadas, como la del Libro
de Cédulas, aquí citado, inserto en la Secretaría de Gobierno. [Vienen seis
rúbricas, sin nombre].
Proveyeron el decreto leído los Sres. Presidentes y Oidores192 de esta
Real Audiencia, estando en el Real Acuerdo de Justicia, en la ciudad de
Santiago de Chile, en treinta y uno de Enero de mil setecientos veinte y ocho

190 «Por escrito» [T. A.].


191 Es un documento, de poco más de una foja, en muy mal estado de
conservación.
192 Oidor era la denominación de los jueces miembros de las Reales Audiencias
o Cancillerías, tribunales colegiados originarios de Castilla, que se convirtieron en los
máximos órganos de justicia dentro del Imperio español. Su nombre proviene de su
obligación de escuchar (oír) a las partes en un proceso judicial, particularmente
durante la fase de alegatos.
años. Y lo señalaron el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano Caballero, del Orden de
Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos,
del Consejo de Su Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino y
Presidente de esta Real Audiencia, y Oidores de Audiencia D. Juan Próspero
de Solís Vango, Caballero del Orden de Calatrava, D. Francisco Sánchez de
Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan del Corral
Calvo de la Torre, asimismo del Consejo de Su Majestad, Oidores y Alcaldes
de Corte de dicha Real Audiencia, de que doy fe. Presente el Sr. Fiscal.
Cuadros [rubricado].

Documento IV

Al Provincial de la Orden de San Agustín de Chile, de lo que ha de


ejecutar en cuanto a la supresión de conventos de aquel Reino.

Santiago de Chile, año 1728

El Rey:

Venerable y devoto P. Provincial, de la Orden de San Agustín, en las


Provincias de Chile. Aunque por el Breve de la Santidad de Paulo V, de veinte
y tres de Diciembre de mil seiscientos y once, se encargó a los Arzobispos de
Lima y México, que aquellos conventos en que no hubiere el número de ocho
religiosos, se suprimiesen y extinguiesen, y que los religiosos residentes en
ellos, pasasen a otros conventos de su Religión, y se les agregasen sus bienes
y alhajas, en cuya conformidad se despacharon cédulas, en aquel tiempo, a
ambos Reinos. Considerándose que desde entonces ha crecido tanto el
número de conventos, en que no hay el prefinido número de religiosos, para
que se celebren en ellos los divinos oficios con la debida solemnidad, y que se
observe la clausura y conventualidad, y en ese Reino con especialidad, de D.de
he sido informado, con papeles e instrumentos, del excesivo número de
conventos que hay con sólo uno o dos religiosos, incluso sin las licencias, que
por leyes reales demando. Y vístose en mi Consejo, todos los papeles de esta
dependencia, y oído al Fiscal de él, he tenido por conveniente, rogar y encargar
a los obispos de las ciudades de Santiago y la Concepción (como se hace por
despacho de la fecha de este), el cumplimiento y efecto del mencionado Breve,
en todos aquellos conventos, en que no hubiere el número de ocho religiosos, y
en que concurriere al mismo tiempo, la circunstancia de haberse erigido y
fundado sin la licencia y facultad que, por Leyes Reales, está ordenado.
Porque aquellos en los que se verificare la falta de estas dos calidades, se han
de extinguir y suprimir, pasándose los religiosos de ellos, a otros conventos de
su Religión, a que se han de agregar y aplicar sus bienes, ornamentos y
alhajas, pero que en aquellos conventos en que se hallare la residencia de
ocho religiosos de Comunidad, aunque se hayan fundado sin las licencias
necesarias, suspenda la ejecución del referido Breve, informándome lo que le
pareciere conveniente, sobre que se mantengan, o dejen de mantenerse sus
fundaciones, y si tienen rentas suficientes para el sustento de los ocho o más
religiosos, que en ellos hubiere de continua asistencia, o se hallaren en paraje
o situación en que puedan subsistir a expensas de limosnas, pues por otro
despacho de la fecha de este, ordeno al Presidente y Oidores de la Real
Audiencia, de ese Reino, me informen, lo que sobre este punto, se les ofreciere.
Y que si hubiere conventos, fundados con despachos legítimos, aunque no
tengan el número de ocho, se han de mantener, sin hacer novedad, pero con
la advertencia y moderación, de que los Prelados de ellos, no han de tener voto
en los Capítulos Provinciales, en consecuencia del Breve de la Santidad de
Clemente VIII, en que se ordena no tengan voto en el Capítulo Provincial los
Superiores de ellos. Pero que ha de observar, después de todo lo referido, el
que la supresión de conventos y agregación de religiosos, no se ha de
practicar, cuando se hallaren con el cargo y obligación de administrar
misiones o doctrinas, en que para poderlo hacer, es necesario vivan
separadamente en los conventos, uno o dos religiosos, o los más que se
necesitaren en las misiones, sin que por esto, se les deba dispensar el que
tengan voto en el Capítulo, los Superiores de las casas. Y que en la ejecución
de todo lo referido, obre con aquella gran prudencia, que su celo y aplicación
le dictare, al mayor servicio de Dios, y sin que causen disturbios, ni falte a la
quietud pública y sosiego de esos vasallos. Y que si necesitare favor y ayuda
para la ejecución de lo referido, se le impartirán, el Presidente y Oidores de la
dicha mi Audiencia, de que he querido participaros, para que en inteligencia
de ello, concurran por vuestra parte, y en lo que pertenece a vuestra Religión,
como os lo ruego y encargo, a la más puntual observancia y cumplimiento de
lo que queda expedido, que en ello me daré por bien servido. Fechas en Madrid
a veinte y seis de Abril de mil setecientos y tres años. Yo el Rey.
Por mandado del Rey nuestro señor, Antonio García de Calo Mondragón
[rubricado]. Duplicado, [tres rúbricas] Corregido.
Al Provincial de la Orden de San Agustín de Chile, dice lo que se ha de
ejecutar en cuanto a la supresión de conventos, de aquel Reino. Corregido.

Documento V

Imprevista intervención de la Real Audiencia de Chile contra el P.


Provincial Diego Salinas
Santiago de Chile, año 1728

Diligencia: En la ciudad de Santiago de Chile, en treinta y un días del mes de


Enero de mil setecientos veinte y ocho años, los Sres. Presidente y Oidores de
esta Real Audiencia, habiendo visto el pedimento de los Sres. Fiscal y el de los
PP. Mtros. desalojados [ilegible], pasaron al Convento Grande de nuestro P.
San Agustín, como a las dos de la tarde, poco más. Y habiendo llegado a la
portería de entrada en dicho convento, y a la celda del R. P. Provincial, que
salió a recibir[los] a la portería, estando todos juntos, y presente yo, [a]
elecciones a Conventuales, propusieron que, para ciertas providencias, que
tenían que dar en orden a la celebración del próximo Capítulo, en conformidad
de diversas órdenes, cédulas, despachadas a distintos tiempos al R. P.
Provincial, que por el año de [mil] setecientos y cuatro, se dirigió con fecha de
veinte y seis de Abril de mil setecientos y tres, y, con la misma fecha, se
participó a esta Real Audiencia, el contenido de su Majestad. Y asimismo, otra
de treinta y uno de Julio de [mil] setecientos y trece, de quince de Febrero del
año de diez y ocho, dirigidas al Excmo. Sr. Presidente General, Capitán
General de este reino, las cuales, por no haberse podido sacar sus
testimonios, se llevaran encuadernadas, como se hallan en sus libros, según
lo que aquí se responde. Y se propuso al dicho P. Provincial, dijese quien era el
Presidente de Capítulo, a que respondió que lo ignoraba, porque aún, por ser
temporal y estar rezando vísperas, no se había recibido. Y que él era Prelado
legítimo, a quién se le debía proponer cualquiera materia. Y aunque se le
repugnó, asegurándole que era preciso pasar las diligencias con el Presidente
de Capítulo, por ser a quien inmediatamente tocaba, se mantuvo en que debía
ser cualquier diligencia con él, por hallarse todavía con la jurisdicción. Y se
pasó a hacerle manifiestas las dichas cédulas, y su contenido. Y reconocido,
que se [de]terminaba a que todos los Priores de los conventos (que tenían el
número de ocho religiosos, no fuesen votados, por estar así prevenido por
Breves citados, en los reales despachos de Paulo V y Clemente VIII, y que
presenció doce mandados por su Majestad, precisamente [a] guardar, cumplir
y ejecutar, sin interpretación, empezó a disputar sobre su cumplimiento, con
el motivo de no habérsele hecho saber dichos despachos antecedentemente, a
que se le replicó por el Real Acuerdo, que era tiempo hábil, y siendo ejecutivos,
tenían o debían tener efecto cumplido. Y se hizo el repaso de que el presentado
por los religiosos, se dirigió al Prelado de su sagrada Religión, y que según su
anotación acostumbrada, en todos los duplicados, lo era este, y no se debía
presumir la ignorancia. Y pasó a asentar, que si se practicaba, no quedaba
Provincia, y que no lo siendo, no había elección que hacer. Y después de varias
réplicas, de una y otra parte, concluyó, en que sólo tenía la Provincia, ochenta
religiosos sacerdotes. Y se le dijo que con estos podía haber ocho conventos,
los suficientes, cada uno con ocho religiosos, fuera de los legos y coristas, y
veinte y cuatro sacerdotes, que quedaban para este Grande [de Santiago]. Y
estando en esto, se ofreció la cuestión, suponiendo que siempre se negó a lo
mandado por su Majestad, se ofreció querer reconocer la petición presentada
por los PP Mtros. Y se formó la duda, de si las firmas del Mtro. Fr. Juan de
Aguiar y Fr. José de Soto, eran de los susodichos. Y como expuso, se calificó,
que la del primero, no lo era. Y reconociendo al Mtro. Fr. Antonio de Vergara,
que contra de esto, resultaba delito de falsedad, pidió al P. Presentado Fr.
Antonio, deje esto [en] un papel del dicho P. Mtro. Fr. Juan de Aguiar, en que
condolido de lo que el P. Provincial quiere ejecutar en la elección de sujetos,
que no le parecían dignos, le decía qué otro podría por él firmar, pensando
poderse ver. Y certificó ser suyo dicho papel en presencia del Real Acuerdo y
[la] mayor parte de la Comunidad. Y más, de que doy fe, y el P. Mtro. Fr. José
dejó dicho, no ser suya la firma. Y los PP. Mtros. Vergara y Fr. Francisco
Franco, ex Provincial, se mantuvieron que les había dado orden para que lo
firmasen, lo que negó. Y en este estado fui enemigo de la controversia, pidió el
cumplimiento de las cédulas, diciendo que se ejecute[n], y ofreciéndose que la
controversia, no producía el efecto, a que se había venido, se mandó despejar,
y solos dichos PP., quedaron confiriendo; y resultó la providencia, que consta
de f.10. Y debo aclarar, que D.de se dijo, que el papel del Mtro. Fr. Juan de
Aguiar, decía que firmase otro, por él, no es así, sino que dijo, si convendría
que uno solo lo firmase por todos. Y para que conste, doy el presente, de orden
verbal, del dicho Real Acuerdo, de que doy fe. Miguel de Cuadros [rubricado].
En atención a que esta Real Audiencia, en conformidad de las reales
cédulas de su Majestad, tiene sobre su cumplimiento, que hacen saber al R. P.
Presidente de Capítulo y Capítulo Provincial, [y] al R. P. Provincial pasara el R.
P. Provincial a dar las providencias, que según su Constitución, se previenen
en orden a la recepción del P. Presidente. Y en caso de que para este
ministerio, haya letras del Reverendísimo P. Ministro General, se trasmitirán
al Real Acuerdo de su reconocimiento, y, admitido dicho P. Presidente, se le
hará saber no pase, a función ni acto alguno Capitular, hasta que por este
Real Acuerdo, se le remitan las providencias que tiene deliberadas, y para ello
se despache, por ahora, exhorto en forma. [Hay cuatro rúbricas].
Proveyeron el decreto, de suso, los Sres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia, en Santiago de Chile en treinta y uno de de Enero de mil
setecientos y veinte y ocho años. Y lo señalaron, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano
Caballero, del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General
de los Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad, Gobernador y Capitán
General de este Reino y Presidente de esta Real Audiencia, y Oidores Reales D.
Juan Próspero de Solís Vango, Caballero de del Orden de Calatrava, D.
Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y
D. Juan del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su Majestad, Oidores y
Alcaldes de corte de dicha Real Audiencia, estando presente el Sr. Fiscal, de
que doy fe. Cuadros [rubricado].
En la ciudad de Santiago de Chile, en primero de Febrero de mil
setecientos y veinte y ocho años, hicieron saber este decreto al P. Definidor
Mayor Fr. Nicolás de Salinas, Presidente actual de este Capítulo Provincial,
estando con toda la Comunidad en la Sala Capitular, y en su virtud los Rvdos.
PP. Mtros, que no habían dádole la obediencia, se la dieron, de que doy fe.
Cuadros [rubricado].
Decreto: A los Presidentes y Oidores de la Audiencia y Cancillería Real
que por mandado del Real nuestro señor, está y reside en esta ciudad de
Indias, de las Provincias de Chile, etc. Porque en virtud del pedimento
presentado en este Real Acuerdo, por el Sr. Fiscal, de esta Real Audiencia, y R.
PP. Mtros, de esta Provincia del señor San Agustín, proveímos un decreto del
tenor siguiente:
En atención a que en esta Real Audiencia, en conformidad de las reales
cédulas de su Majestad, tiene sobre su cumplimiento, que hacer saber al R. P.
Presidente de Capítulo y Capítulo Provincial, pasara el R. P. Provincial a dar
las providencias, que según su Constitución se previenen, en orden a la
recepción del P. Presidente, y en caso de que para este ministerio, haya letras
del Reverendísimo Definitorio, pues se remitirán al Real Acuerdo, para su
reconocimiento, y admitido dicho P. Presidente, se le hará saber, no pase a
función ni acto alguno capitular, hasta que por este Real Acuerdo, se le
remitan las providencias, que tiene deliberadas, y para ello se despache, por
ahora, escrito en forma.
Decisión: En cuya conformidad, de parte de su Majestad, que Dios
guarde, exhortamos y requerimos, y de la nuestra merced, rogamos y
encargamos al muy R. P. Mtro. Fr. Diego Salinas, Ministro Provincial, de esta
santa Provincia, dé cumplimiento a dicho Decreto, que es fecho en la ciudad
de Santiago de Chile, en treinta y uno de Enero de mil setecientos y veinte y
ocho años.
D. Juan Próspero de Solís [rubricado]
D. Francisco Sánchez de Barreda [rubricado]
D. Martín de Recabarren [rubricado]
D. Juan del Corral Calvo [rubricado].

Por mandado de los Sres. Presidente y Oidores de la Real Audiencia. Cuadros


[rubricado].
Y hago, in continenti193, saber el escrito con firma al R. P. Mtro. Fr.
Diego de Salinas, Ministro Provincial, y en su cumplimiento, dijo que lo
obedecía y que pasaba a recibir al Presidente de Capítulo, de que doy fe.
Cuadros [rubricado].
Y habiendo pasado el dicho R. P. Provincial a la Sala Capitular, a la
elección de Presidente, a poco rato, encontró el Real Acuerdo, como asimismo
con los miembros de la Comunidad, y dijo que los Rvdos. PP. Mtros, no le
obedecían, porque querían entrar a la elección de dicho P. Presidente,
habiéndolos excomulgado y que daba esta razón al dicho Real Acuerdo. Y
todos los dichos PP. Mtros excomulgados dijeron verbalmente, [que]
vin[di]caban el recurso, sobre la fuerza, que dicho P. ex Provincial les hacía, y
que el haberlos excomulgado, fue por haber ocurrido a la Real Audiencia, a
pedir el auxilio, sobre el cumplimiento del Breve de la Santidad de Paulo V,
mandado por su Majestad, en repetidas cédulas, guardar, cumplir y ejecutar.
Y para que conste, lo pongo por diligencia, de orden verbal del dicho Real
Acuerdo, de que doy fe. Cuadros [rubricado].
Despáchese exhorto, para que el R. P. Mtro. Provincial Fr. Diego de
Salinas absuelva a los Rvdos. PP. Mtros, que tiene excomulgados, por razón
del recurso, que consta de la diligencia de arriba. Y le ejecute luego y sin
dilación alguna, sin dar lugar a segundo exhorto. Presente el P. Provincial.
[Seis rúbricas].
Proveyeron el decreto de suso, los Sres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia en Santiago de Chile, en treinta y uno de Enero, como a las
seis de la tarde del año de mil setecientos y veinte y ocho años. Y lo señaló el
Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara, Comendador de
Mayorga, Teniente General de los Ejércitos, del Consejo de su Majestad,
Gobernador y Capitán de este Reino y Presidente de su Real Audiencia y
Oidores Dr. D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero del Orden de
Calatrava, Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín
de Recabarren, D. Juan del Corral Calvo de la Torre, miembro del Consejo de
su Majestad y demás alcaldes de dicha Real Audiencia, presente el Sr. Fiscal,
de que doy fe. Cuadros [rubricado].
Decreto: Nos, el Presidente y Oidores de la Audiencia y Chancillería, que
por nuestro mandado, está y reside en la ciudad de Santiago, de las Provincias
de Chile, etc. Porque en virtud de lo pedido verbalmente por los Rvdos. PP.
Mtros, de esta sagrada Religión, en el recurso que intentaron al Real Acuerdo,
por haberles excomulgado el R. P. Mtro. Fr. Diego de Salinas, Provincial, se
proveyó el decreto del tenor siguiente: Despache exhorto para que el R. P.

193 Del latín in continenti, adv. de tiempo: prontamente, al instante, al punto,


sin dilación. Es una expresión de uso habitual en este tipo de documentación.
Provincial Fr. Diego de Salinas absuelva a los Rvdos. PP. Mtros, que tiene
excomulgados, por razón del recurso que consta de la diligencia de arriba, y lo
ejecute luego y sin dilación alguna, sin dar lugar a nuevos exhortos.
Decisión: En cuya conformidad, de parte de su Majestad, que Dios
guarde, exhortamos y requerimos, y de la nuestra rogamos y encargamos, al
muy R. P. Prior Provincial Fr. Diego de Salinas, dé cumplimiento al dicho
decreto, absolviendo a los dichos Rvdos. PP. Mtros, que es fecho en esta
ciudad de Santiago de Chile, en treinta y uno de Enero de mil setecientos y
veinte y ocho años, como a las seis de la tarde.

Cano [rubricado]
P. Solís [rubricado]
Dr. Barreda [rubricado] Recabarren [rubricado]
del Corral [rubricado].
Por mandado de los Sres. Presidente y Oidores de dicha Real Audiencia.
Cuadros [rubricado].

Y luego, in continenti, hice saber el decreto de suso al Mtro. R. P. Mtro.


Fr. Diego Salinas, Prior Provincial. Y dijo que lo obediencia, como mandado de
su Rey y señor, pero que en orden al particular de la absolución de los
contenidos, no tiene facultad, por estar reservada dicha absolución a su
Santidad, como consta de la Bula que empieza ad tolendum abusum, que está
inserta en nuestra Constitución, tertia parte, capítulo dieciséis, al fin, de que
doy fe. Cuadros [rubricado].
Respondo de la inobediencia del R. P. Provincial al exhorto, despachado
por este Real Acuerdo, sobre absolver a los religiosos, que tiene declarados con
censuras. Se despacha la primera carta de ruego y encargo, en la forma
ordinaria. [Seis rúbricas].
Proveyeron el decreto de suso, los Sres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia, en Santiago de Chile en treinta y uno de Enero de mil
setecientos veinte y ocho años, como a las seis y media de la tarde, y lo
señalaron el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara,
Comendador de Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo
de su Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de
su Real Audiencia, y Sres. Oidores, D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero
del Orden de Calatrava, D. Juan Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D.
Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre. Asimismo, del
Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de Corte de dicha Real Audiencia,
estando en su Real Acuerdo, en este convento del señor San Agustín, presente
el Sr. Fiscal de su Majestad, de que doy fe. Cuadros [rubricado].

D. Gabriel Cano [rubricado]


D. Juan Próspero de Solís [rubricado]
Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera [rubricado]
Martín de Recabarren [rubricado]
D. Juan del Corral Calvo de la Torre [rubricado].
Escribano de Cámara y de su Majestad, de que doy fe. Cuadros
[rubricado].
Real Provisión y primera carta de ruego y encargo, en la forma
ordinaria, para que el muy R. P. Mtro. Fr. Diego de Salinas, Prior Provincial del
Orden de Ermitaños del señor San Agustín, cumpla con el decreto aquí
inserto, absolviendo a los RR.. PP. Mtros, que tiene, y no dados, de su
notificación, al escribano de Cámara de esta Real Audiencia, para que la haga
a dicho R. P. Provincial, solas penas aquí contenidas. [Una rúbrica].

Documento VI

Legislación del Rey Felipe V sobre este contencioso

Santiago de Chile, año 1728

Decreto: D. Felipe V, por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de


Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo,
de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de
Córcega, de Murcia, de Jaén de los Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las
Indias Orientales y Occidentales, y la Tierra Firme, del mar Océano,
archiduque de Austria, duque de Borgoña, de Brabante y Milán, conde de
Tours, de Flandes, señor de Rosellón y Barcelona, señor de Vizcaya y de
Molina, etc., a vos el R. P. Mtro. Fr. Diego Salinas, Prior Provincial de la
Provincia de Chile, salud y gracia. Sabed que en la Audiencia y Chancillería
Real, que por nuestro mandado está y reside en la ciudad de Santiago, de las
Provincias de Chile, y ante el nuestro Presidente y Oidores de ella, se llevó en
relación el exhorto y respuesta dada por vos, sobre que absolvieseis a los PP.
Mtros, y con vista de ello, los dichos nuestro Presidente y Oidores, a petición
de nuestro Fiscal, proveyeron y se decretó, que su tenor es a la letra, respecto
de la inobediencia del R. P. Provincial, al exhorto despachado por este Real
Acuerdo, sobre absolver a los religiosos, que tiene, y no dados, con censuras,
se despache la primera carta de ruego y encargo, en la forma ordinaria.
Proveyeron el decreto de suso, los Seres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia, en Santiago de Chile en treinta y uno de Enero de mil
setecientos y veinte y ocho años, como a las seis y media de la tarde. Y lo
señalaron, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara,
Comendador de Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo
de su Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de
su Real Audiencia, y Sres. Oidores, D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero
del Orden de Calatrava, D. Juan Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D.
Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre. Asimismo, del
Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de Corte de dicha Real Audiencia,
estando en su Real Acuerdo, en este convento de del señor San Agustín,
presente el Sr. Fiscal de su Majestad, de que doy fe. Cuadros.
En cuya conformidad y para que lo contenido en el decreto de suso
inserto, tenga cumplido efecto, y los dichos nuestro Presidente y Oidores,
visto, fue acordado que debíamos demandar y despachar esta real carta y
provisión real, primera carta de ruego y encargo, por la cual os rogamos y
encargamos deis luego cumplido efecto al dicho decreto y exhorto, con
apercibimiento de que se os despachará la sobre carta en la dicha razón, y
mandamos al nuestro escribano de Cámara de dicha Real Audiencia, vos la
notifique e intime, pena de doscientos pesos, aplicados por mitad para la
nuestra Cámara y Reales estrados194, sobre lo cual mandamos a cualquiera
nuestro escribano, vos la notifique y asiente, como notificación, al pie de esta
nuestra carta. Y que el dicho nuestro escribano de Cámara, al pie de ellas,
ponga por diligencia su real respuesta, para que asimismo, de ello conste y
sepamos, cómo se cumple nuestro ruego y encargo. Dada en la ciudad de
Santiago de Chile, en treinta y uno de Enero de mil setecientos y veinte y ocho
años.
[Viene una notificación del Secretario de Cámara Miguel de Cuadros,
cuyo texto resulta ilegible por una gran mancha de tinta que cubre el mismo].
Y luego, in continenti, se envía esta real provisión de su Majestad al
muy R. P. Mtro. Fr. Diego de Salinas, Prior Provincial, y dijo que la obedecía,
como carta y mandato de su Rey y señor natural, y la cogió, besó y puso
sobre su cabeza, y dijo que por lo que toca a la absolución de los PP. Mtros,
que tiene excomulgados, no tiene que decir más, que lo que respondió al
primer exhorto, de que doy fe. Cuadros [rubricado].
En atención a continuarse la inobediencia del R. P. Provincial, despaché la
sobre carta.
[Seis rúbricas].
Proveyeron el decreto de suso, los Sres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia, en Santiago de Chile, en treinta y uno de Enero de mil
setecientos veinte y ocho años, como a las seis y media de la tarde. Y lo
señalaron, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara,
Comendador de Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo
de su Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de
su Real Audiencia, y Sres. Oidores, D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero
del Orden de Calatrava, D. Juan Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D.
Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre. Asimismo, del
Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de Corte de dicha Real Audiencia,
estando en su Real Acuerdo, en este convento de del señor San Agustín,
presente el Sr. Fiscal de su Majestad, de que doy fe. Cuadros [rubricado].

D. Gabriel Cano [rubricado]


D. Juan Próspero de Solís [rubricado]
Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera [rubricado]
Martín de Recabarren [rubricado]
D. Juan del Corral Calvo de la Torre [rubricado].
Escribano de Cámara y de su Majestad D. Miguel de Cuadros [rubricado].

194Sala o asiento de los tribunales de justicia donde suben los testigos o los
acusados para declarar.
Real Provisión, sobre carta, de ruego y encargo, en la forma ordinaria,
para que el muy R. P. Mtro. Fr. Diego de Salinas, Provincial de esta Provincia
de Chile, con lo expresado en ella, y el decreto aquí inserto, cometida su
notificación al escribano de Cámara, con las penas aquí contenidas. [Una
rúbrica].
D. Felipe V por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, de
las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia,
de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de
Murcia, de Jaén de los Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las Indias
Orientales y Occidentales, y la Tierra Firme, del mar Océano, archiduque de
Austria, duque de Borgoña, de Brabante y Milán, conde de Tours, de Flandes,
señor de Rosellón y Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, etc., a vos el
devoto P. Provincial Fr. Diego Salinas, Provincial de la Provincia que está y
reside en las Provincias y ciudad de Santiago de Chile, salud y gracia. Sabed
que en la Audiencia y Chancillería Real, que por nuestro indicado está y reside
en la dicha ciudad, se libró y despachó la primera carta y provisión real para
que absolvierais de las censuras, en que teníais declarados por incursos a los
PP. Mtros, contenidos en el decreto de fojas, de que intimado, díctese la
respuesta que se halla puesta al pie de dicha real carta, sobre que por el
dicho nuestro Presidente y Oidores, se le pidió decreto, en que por vuestra
inobediencia, se mandó despachar la sobre carta, como todo consta de la
primera provisión intimatoria y su respuesta, cuya lectura es como sigue: D.
Felipe V por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos
Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de
Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de
Murcia, de Jaén de los Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las Indias
Orientales y Occidentales, y la Tierra Firme, del mar Océano, archiduque de
Austria, duque de Borgoña, de Brabante y Milán, conde de Tours, de Flandes,
señor de Rosellón y Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, etc., a vos el R.
P. Mtro. Fr. Diego Salinas, Prior Provincial de la Provincia de Chile, salud y
gracia. Sabed que en la Audiencia y Chancillería Real, que por nuestro
indicado está y reside en la ciudad de Santiago, y ante el nuestro Presidente y
Oidores de ella, se llevó el escrito y respuesta dada por ellos, sobre que
absolviese a los PP. Mtros. Con vista de ello, los dichos nuestro Presidente y
Oidores, a pedimento de nuestro Fiscal, proveyeron el decreto, que su tenor es
a la letra.
Decreto: Respecto de la inobediencia del R. P. Provincial al exhorto,
despachado por este Real Acuerdo, sobre absolver a los religiosos que tiene
declarados con censuras, se despache la primera carta de ruego y encargo, en
la forma ordinaria. Proveyeron el decreto del uso los Sres. Presidente y Oidores
de esta Real Audiencia, en Santiago de Chile, en treinta y uno de Enero de mil
setecientos y veinte y ocho, como a las seis y media de la tarde y le señalaron
el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara, Comendador
de Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo de su
Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de su
Real Audiencia, y Sres. Oidores, D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero
del Orden de Calatrava, D. Juan Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D.
Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre. Asimismo, del
Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de Corte de dicha Real Audiencia,
estando en su Real Acuerdo, en este convento de del señor San Agustín,
presente el Sr. Fiscal de su Majestad, de que doy fe. Cuadros [rubricado].
En cuya conformidad y para que lo contenido en el decreto de suso
inserto, tenga cumplido efecto, por los dichos nuestro Presidente y Oidores,
todo fue acordado, que debíamos de mandarla y despachar esta nuestra carta
y provisión real, primera carta de ruego y encargo. Por lo que os rogamos y
encargamos, dese luego cumplido efecto, al dicho decreto y exhorto, con
apercibimiento de que sea despachada la sobre carta, en la dicha razón. Y
mandamos a nuestro escribano de Cámara, de dicha Real Audiencia, se la
notifique e intime, para que debiendo ser aplicados por mitad, para la nuestra
Cámara y reales estrados, sobre la cual mandamos, a cualquier nuestro
escribano, vos lo notifique y asiente la notificación al pie de esta nuestra carta.
Y que el dicho nuestro escribano de Cámara, al pie de ella, ponga por
diligencia vuestra respuesta, para que así, en vista de ella, conste y sepamos
cómo se cumple nuestro ruego y encargo.
Dado en la ciudad de Santiago de Chile, a treinta y uno de Enero de mil
setecientos y veinte y ocho años. Yo D. Miguel Cuadros, escribano de Cámara
y de su Majestad, para el Rey nuestro señor, la que escribí por su mandado,
con acuerdo de su Presidente y Oidores. Presidente Canciller D. Miguel
Cuadros. Por registro D. Miguel Cuadros. D. Gabriel Cano y D. Juan Próspero
de Solís Vango, D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, D. Martín de
Recabarren, Licenciado D. Juan del Corral Calvo de la Torre.
Diligencia: Y luego, in continenti, hice saber esta Real Providencia al
muy R. P. Mtro. Fr. Diego Salinas, Prior Provincial. Y dijo que la obedecía
como carta y mandato de nuestro Rey y señor natural, y la cogió, besó y puso
sobre su cabeza, y dijo que por lo que toca a la absolución de los PP. Mtros,
que tiene excomulgados, no tiene que decir más, que lo que ha respondido al
primer exhorto, de que doy fe. Cuadros.
En atención a continuarse la inobediencia del R. P. Provincial, se
despache la sobrecarta. Proveyeron el decreto de suyo los Sres. Presidente y
Oidores de esta Real Audiencia en su Real Acuerdo de justicia, como a las
siete y tres cuartos de la noche. En la ciudad de Santiago de Chile, en treinta y
uno de Enero de mil setecientos y veinte y ocho años. Y lo señalaron, el
Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara, Comendador de
Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad,
Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de su Real
Audiencia, y Sres. Oidores, D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero del
Orden de Calatrava, D. Juan Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D.
Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, del dicho
Consejo, de que doy fe. Cuadros. Y vista por los dichos nuestro Presidente y
Oidores, fue acordado que debíamos mandar dar esta sobrecarta en las dichas
razones. Tuvímoslo por bien, por la cual os rogamos y encargamos a vos, al
dicho P. Provincial, que siendo requerido por parte del dicho nuestro escribano
de Cámara, con ella la dicha nuestra primera carta, suso inserta, y el decreto
últimamente proveído. Y los dichos nuestro Presidente y Oidores, y de suso
incorporado, lo guarden, cumplan y ejecuten en todo y por todo, según y cómo
en ella se contiene y declara, y contra su tenor y forma, no van ni pasan por
vía ni manera alguna, sin embargo de la respuesta a ella dada, ni otra que se
deba dar, pena de la vuestra merced. Y al perder la naturaleza y
temporalidades que han se de tener en los nuestros Reinos y Señoríos, y de
ser habido por ajeno, y este de ellos. Y mandamos al nuestro escribano de
Cámara, sola pena arriba impuesta, os lo notifique y requiera con ello,
poniendo al pie vuestra respuesta. Y cualquier otro escribano, lo notifique al
dicho escribano de Cámara, para que conste y se sepa cómo se cumple
nuestro ruego y encargo. Dada en la ciudad de Santiago de Chile a treinta y
uno de Enero de mil setecientos y veinte y ocho.
Yo D. Miguel de Cuadros, escribano de Cámara y de su Majestad por el
Rey nuestro señor, la firmé y entregué por su mandado, con acuerdo de su
Presidente y Oidores, por el Canciller. Por el registro D. Miguel de Cuadros.
Y luego, in continenti, hice saber esta Real Provisión al muy R. P. Mtro.
Fr. Diego Salinas, Prior Provincial de esta Provincia del señor San Agustín, la
que dijo que obedecía como carta y mandato de nuestro Rey y señor natural,
y que no tiene más que decir, que lo que ha dicho en las diligencias
antecedentes, y que está pronto y apercibido para salir luego, a D.de su Alteza
mandare y fuere servido. Y de ello doy fe. Cuadros [rubricado].
Por cuanto intimada la sobre carta al R. P. Mtro. Provincial Fr. Diego
Salinas, desiste contumaz en el obedecimiento a la carta, por vuestra carta
que se la han despachado, como a las once de la noche, por este Real Acuerdo,
se libre la tercera con las temporalidades. [Seis rúbricas].
Proveyeron al decreto de suso los Sres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia en Santiago de Chile, a treinta y uno de Enero de mil
setecientos y veinte y ocho años, como a las once de la noche, y lo señalaron el
Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara, Comendador de
Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad,
Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de su Real
Audiencia, y Sres. Oidores, D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero del
Orden de Calatrava, D. Juan Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D.
Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, asimismo del
Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de corte de dicha Real Audiencia,
en este convento del señor San Agustín. Cuadros [rubricado].

D. Gabriel Cano [rubricado]


D. Juan Próspero de Solís [rubricado]
Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera [rubricado]
Martín de Recabarren [rubricado]
D. Juan del Corral Calvo de la Torre [rubricado].
Escribano de Cámara y de su Majestad D. Miguel de Cuadros [rubricado].

Real Provisión y tercera carta de ruego y encargo, para que el R. P.


Mtro. Fr. Diego Salinas, Provincial, cumpla con lo mandado, a que contestó, y
su notificación al escribano de Cámara, solas penas aquí contenidas. [Una
rúbrica].
D. Felipe V por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, de
las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia,
de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de
Murcia, de Jaén de los Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las Indias
Orientales y Occidentales, y la Tierra Firme, del mar Océano, archiduque de
Austria, duque de Borgoña, de Brabante y Milán, conde de Tours, de Flandes,
señor de Rosellón y Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, etc., a vos el R.
P. Mtro. Fr. Diego Salinas, Prior Provincial de la provincia de la ciudad de
Santiago de Chile, salud y gracia. Sabed que en la Audiencia y Chancillería
Real, que por nuestro mandado está y reside en la dicha ciudad, y que el
nuestro Presidente y Oidores, se vio, en la segunda carta de ruego y encargo,
dicha respuesta, que a ella desistís, manteniéndoos inobediente. Y con vista de
todo, los dichos nuestro Presidente y Oidores, mandaron despachar la tercera
real providencia, con la declaración de las temporalidades. Que ambas
provisiones, con sus decretos y respuestas, son del tenor siguiente: D. Felipe
V por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias,
de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de
Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de Murcia, de Jaén
de los Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las Indias Orientales y
Occidentales, y la Tierra Firme, del mar Océano, archiduque de Austria, duque
de Borgoña, de Brabante y Milán, conde de Tours, de Flandes, señor de
Rosellón y Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, etc., a vos el R. P. Mtro.
Fr. Diego Salinas, Prior Provincial de la provincia de la ciudad de Santiago de
Chile, ante el nuestro Presidente y Oidores de ella, se llevó en relación, el
exhorto y respuesta dada por vos, sobre que absolvierais a los PP. Mtros, y con
vista de ellos, los dichos nuestros Presidente y Oidores, a pedimento de
nuestro Fiscal, proveyeron un decreto, y su tenor es a la letra:
Decreto: Respecto de la inobediencia del R. P. Provincial al exhorto
despachado por este Real Acuerdo, sobre absolver a los religiosos, que tiene, y
no dados, con censuras, se despache la primera carta de ruego y encargo, en
la forma ordinaria. Proveyeron el decreto del uso los Sres. Presidente y Oidores
de esta Real Audiencia en Santiago de Chile, en treinta y uno de Enero de mil
setecientos y veinte y ocho años, como a las seis y media de la tarde. Y lo
señalaron, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara,
Comendador de Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo
de su Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de
su Real Audiencia, y Sres. Oidores, D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero
del Orden de Calatrava, D. Juan Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D.
Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de
su Majestad, Oidores y Alcaldes de corte de dicha Real Audiencia, estando
presente el Sr. Fiscal, de que doy fe. Cuadros [rubricado].
Decisión: En cuya conformidad, para que lo contenido en el decreto
suso inserto, tenga cumplido efecto de los dichos nuestro Presidente y
Oidores, visto, fue acordado, que debíamos de mandar dar y despachar esta
nuestra carta y provisión real primera, carta de ruego y encargo, por la cual os
rogamos y encargamos, deis luego cumplido efecto al dicho decreto y exhorto,
con apercibimiento de que se os despachará la sobrecarta y la dicha razón. Y
mandamos al nuestro escribano de Cámara de dicha Real Audiencia, vos la
notifique, intime, pena de doscientos pesos, aplicados por mitad [a] Cámara y
reales estrados. Sobre la cual mandamos, a cualquier nuestro escribano, vos
lo notifique y asiente la notificación al pie de esta nuestra carta, y que el dicho
nuestro escribano de Cámara, al pie de ella, ponga por diligencia, real
respuesta, para que asimismo, de ella conste y sepamos, cómo se cumple
nuestro mandato, digo nuestro ruego y encargo. Dado en la ciudad de
Santiago de Chile, en treinta y un días del mes de Enero de mil setecientos y
veinte y ocho años. D. Miguel de Cuadros escribano de Cámara y de su
Majestad por el Rey nuestro señor la hice escribir por mandado de nuestro
Presidente y Oidores, por el Canciller D. Miguel de Cuadros. Por el registro de
su Majestad D. Miguel de Cuadros. D. Gabriel de Cano, Dr. D. Juan Próspero
de Solís Vango, Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Martín de
Recabarren, Licenciado D. Martín de Recabarren, digo D. Juan del Corral
Calvo de la Torre, escribano de Cámara y de su Majestad D. Miguel de
Cuadros.
Diligencia: Luego, in continenti, hice saber esta Real Provisión, de tres
fojas, al muy R. P. Mtro. Fr. Diego Salinas, Prior Provincial, y dijo que la
obedecía como carta y mandato de su Rey y señor natural, y la cogió, besó y
puso sobre su cabeza, y dijo que por lo que toca a la absolución de los PP.
Mtros, que tiene excomulgados, no tiene que decir más, que lo que ha
respondido al primer exhorto. De que doy fe. Cuadros.195
D. Felipe V por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, de
las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia,
de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de
Murcia, de Jaén de los Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las Indias
Orientales y Occidentales, y la Tierra Firme, del mar Océano, archiduque de
Austria, duque de Borgoña, de Brabante y Milán, conde de Tours, de Flandes,
señor de Rosellón y Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, etc., a vos, el
devoto P. Provincial Fr. Diego Salinas, Provincial de la provincia que está y
reside en las provincias y ciudad de Santiago de Chile, salud y gracia. Sabed
que en la Audiencia y Chancillería Real, que por nuestro mandado está y
reside en la dicha ciudad, se libró y despachó la primera carta y provisión real,
para que absolvieseis de las censuras en que tenías declarados por incursos, a
los PP. Mtros, contenidas en el decreto de fojas, de que intimado, disteis la
respuesta, que se halla puesta al pie de dicha real carta, sobre que por el
dicho nuestro Presidente y Oidores, se expidió decreto, en que por vuestra
inobediencia, se mandó despachar la sobre carta, como todo consta de la
primera provisión intimación, y su respuesta, que a la letra, es como se sigue:
Otra: D. Felipe V por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de
Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo,
de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de
Córcega, de Murcia, de Jaén de los Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las
Indias Orientales y Occidentales, y la Tierra Firme, del mar Océano,
archiduque de Austria, duque de Borgoña, de Brabante y Milán, conde de
Tours, de Flandes, señor de Rosellón y Barcelona, señor de Vizcaya y de
Molina, etc., a vos el muy R. P. Fr. Diego Salinas, Prior Provincial de la
provincia de Chile, salud y gracia. Sabed que en la Audiencia y Chancillería
Real, que por nuestro mandado está y reside en la ciudad de Santiago, de las
provincias de Chile, y ante el nuestro Presidente y Oidores de ella, se llevó el
exhorto y respuesta dada por vos, sobre que absolvieseis los PP. Mtros. Y en
vista de ello, los dichos nuestro Presidente y Oidores, a pedimento del nuestro
Fiscal, proveyeron el decreto, del tenor siguiente:
Decreto: Respecto de la inobediencia del P. Prior Provincial al exhorto
despachado por este Real Acuerdo, sobre absolver a los religiosos, que tenía
declarados con censuras, se despachó la primera carta, de ruego y encargo, en
la forma ordinaria. Proveyeron el decreto desuso los Sres. Presidente y Oidores
de esta Real Audiencia, en Santiago de Chile, en treinta y uno de Enero de mil
setecientos y veinte y ocho años, como a las seis y media de la tarde, y lo

195 En el margen izquierdo vienen unas palabras imposibles de leer, pero que
se quieren entender como «despachada esta carta».
señalaron el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara,
Comendador de Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo
de su Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de
su Real Audiencia, y Sres. Oidores, D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero
del Orden de Calatrava, D. Juan Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D.
Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de
su Majestad, Oidores y Alcaldes de corte de dicha Real Audiencia, de que doy
fe. Cuadros [rubricado].
Decisión: En cuya conformidad, y para que lo contenido en el decreto
suso inserto, tenga cumplido efecto, de los dichos nuestro Presidente y
Oidores, visto, fue acordado que debíamos de mandar dar y despachar esta
nuestra carta y provisión real. Mandamos y encargamos deis luego cumplido
efecto, al dicho decreto y exhorto, con apercibimiento de que despachará la
sobre carta, en la dicha razón. Y mandamos a nuestro escribano de Cámara,
de dicha Real Audiencia, vos la notifique e intime, pena de doscientos pesos,
aplicados por mitad para la nuestra Cámara y reales estrados, sobre la cual
mandamos, a cualquier nuestro escribano, vos la notifique, y habiente la
notificación, al pie de esta nuestra carta, y por el dicho nuestro escribano de
Cámara, al pie de ella, ponga por diligencia, vuestra respuesta, para que
asimismo, de ello conste y sepamos, cómo se cumple nuestro ruego y encargo.
Dada en la ciudad de Santiago, en treinta y uno de Enero de mil setecientos y
veinte y ocho años. Yo, D. Miguel de Cuadros, escribano de Cámara y de su
Majestad, por el Rey nuestro señor, la hice escribir por su mandado, con
acuerdo de su Presidente y Oidores. Por el Canciller D. Miguel de Cuadros. Por
el registro D. Miguel de Cuadros. D. Gabriel de Cano, Dr. D. Juan Próspero de
Solís Vango, Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Martín de
Recabarren, Licenciado D. Martín de Recabarren, digo D. Juan del Corral
Calvo de la Torre.
Diligencia: Y luego, in continenti, hízose saber esta Real Provisión al
muy R. P. Mtro. Fr. Diego Salinas, Prior Provincial, y dijo que la obedecía,
como carta de su Rey y señor natural. Y la cogió, besó y puso sobre su cabeza,
y dijo que por lo que toca a la absolución de los PP. Mtros, que tiene
excomulgados, no tiene que decir más, que lo que ha respondido al primer
exhorto, de que doy fe. Cuadros.
Prosigue: En atención a continuarse esta inobediencia del R. P. Prior, se
despacha la sobre carta. Proveyeron el decreto de suyo, los Sres. Presidentes y
Oidores de esta Real Audiencia, en la ciudad de Santiago de Chile, en treinta y
uno de Enero de mil setecientos veinte y ocho años, como a las siete y tres
cuartos de la noche, y lo señalaron el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero
del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General de los
Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad, Gobernador y Capitán General
de este Reino, y Presidente de su Real Audiencia, y Sres. Oidores, D. Juan
Próspero de Solís Vango, caballero del Orden de Calatrava, D. Juan Sánchez
de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan del Corral
Calvo de la Torre, del Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de corte de
dicha Real Audiencia, de que doy fe. Cuadros.
Decreto: Y visto por los dichos nuestro Sres. Presidente y Oidores, fue
acordado que debíamos de mandar dar esta sobrecarta en la dicha razón, en
que tuvímoslo por bien, por lo que vos rogamos y encargamos, a vos el dicho
P. Provincial, que siendo requerido por parte del dicho nuestro escribano de
Cámara, con ella, la dicha nuestra primera carta, suso inserta, y el decreto
últimamente proveído, por los dichos nuestros Presidente y Oidores, de suso
incorporado, la guarden y cumplan y ejecuten, en todo y por todo, según y
cómo en ella se contiene y declara. Y contra su tenor y forma, no vayáis ni
paséis, por vía ni por manera alguna, sin embargo de la respuesta a ella dada,
ni otra que se deba dar, pena de la nuestra merced, y de perder la naturaleza
y temporalidades, que habéis de tener en los nuestros reinos y señoríos, y de
ser habido por ajeno y extraño de ellos. Y mandamos al nuestro escribano de
Cámara, sola pena arriba expuesta, os la notifique y requiera con ella,
poniendo al pie vuestra respuesta. Y a cualquier otro escribano la notifique el
dicho escribano, para que conste y se sepa, cómo se cumple nuestro ruego y
encargo. Dada en la ciudad de Santiago de Chile, en treinta y uno de Enero de
mil setecientos y veinte y ocho años. Yo, D. Miguel de Cuadros, escribano de
Cámara y de su Majestad, por el Rey nuestro señor, la hice escribir por su
mandado, con acuerdo de su Presidente y Oidores. Por el Canciller, D. Miguel
de Cuadros. Por el registro D. Miguel de Cuadros.
Diligencia: Luego, in continenti, hice saber esta real provisión al muy R.
P. Mtro. Provincial Fr. Diego Salinas, Prior Provincial de esta Provincia de
nuestro P. San Agustín, la cual dijo que obedecía, como carta y mandato de
nuestro Rey y señor natural, y que no tenía más que decir, que lo que ha
dicho, en las diligencias antecedentes, y que está pronto y apercibido, para
salir luego, y a D.de su Alteza mandare y fuera servido. Y de ello doy fe.
Cuadros.
Decreto: Porque intimada la sobrecarta al R. P. Mtro. Provincial Fr.
Diego Salinas, persiste contumaz en el obedecimiento a la carta y sobrecarta,
que se le han despachado, por este Real Acuerdo, se libra la tercera con las
temporalidades. Proveyeron el decreto de suso, los Sres. Presidentes y Oidores
de esta Real Audiencia, estando en su Real Acuerdo, en la ciudad de Santiago
de Chile, en treinta y uno de Enero de mil setecientos y veinte y ocho años,
como a las once de la noche. Y lo señalaron, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano,
caballero del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General
de los Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad, Gobernador y Capitán
General de este Reino, y Presidente de su Real Audiencia, y Sres. Oidores, D.
Juan Próspero de Solís Vango, caballero del Orden de Calatrava, D. Juan
Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan
del Corral Calvo de la Torre, asimismo del Consejo de su Majestad, Oidores y
Alcaldes de corte de dicha Real Audiencia, presente el Sr. Fiscal, de que doy fe.
Cuadros.
Decisión: Y visto fue acordado por nuestro Presidente y Oidores, que
debíamos mandar dar esta nuestra tercera y provisión real, con la dicha
razón, y tuvímoslo por bien, porque vos rogamos y encargamos, veáis las
dichas nuestras reales provisiones, carta y sobrecarta suso insertas, y sin
embargo, de las respuestas en ellas dadas, las guardéis y cumpláis, luego y
sin dilación alguna, y no lo haciendo así, vos libraremos y despacharemos, la
cuarta carta y provisión real, declarándoos por ajeno, extraño de estos reinos y
señoríos, para que no volváis ni entréis en ellos, sin nuestra licencia, orden y
mandato, con orden que daremos al nuestro alguacil mayor de esta ciudad,
por no hallarse en ella, el decirle, para que os saquen de los dichos nuestros
reinos. Y mandamos al dicho nuestro escribano de Cámara, vos la intime y
haga saber, debajo de la pena impuesta a estos antecedentes, y que cualquier
escribano vos la notifique, a vos el dicho escribano de Cámara, poniendo por
diligencia una y otra al pie de esta real carta, para que de ella conste, cómo
dejamos, cómo se cumple nuestro ruego y encargo. Dada en la ciudad de
Santiago de Chile, en treinta y uno de Enero, de mil setecientos y veinte y ocho
años. Yo, D. Miguel de Cuadros, escribano de Cámara y de su Majestad, por el
Rey nuestro señor, la hice escribir por su mandado, con acuerdo de su
Presidente y Oidores. Por el Canciller, D. Miguel de Cuadros. Por el registro D.
Miguel de Cuadros. [Varias firmas rubricadas ilegibles].
Y luego, in continenti, hice saber esta real provisión al muy R. P. Mtro.
Fr. Diego Salinas, Provincial de la Provincia del señor San Agustín, y dijo que
la obedecía como carta y mandato de nuestro Rey y señor natural, y que la
ponía sobre su cabeza, y que por el capítulo citado de la Constitución, y por
otra protesta de nuestro Reverendísimo P. General Fr. Juan Bautista Aste,
expedida para estas partes de las Indias, no puede absolver a los dichos PP.
excomulgados, sin incurrir en grave inobediencia y excomunión, reservada a
Su Santidad. Y que debajo de este imposible, no tiene arbitrio para el
obedecimiento, pues fuera por ceder a la elección con los vocales
excomulgados; y aunque tienen otras penas que les impiden el ingreso, y las
tuviera su Paternidad Reverenda, siendo nula la elección. Y todas las
consecuencias de ese vicio, se le recargarán. Por lo cual vuelve a suplicar, se
alce cualquier apercibimiento para la absolución, por no ser facultativa a su
autoridad, como lleva dicho, y de lo contrario, pide se le dé testimonio de todo
lo actuado, resignando su persona, a la obediencia de la suprema facultad, en
todo lo que no fuere en dispendio de la observancia regular, sobre que
reproduce los ejemplares repetidos, en contra de sus semejantes, y
especialmente, el ejecutado con los R. P. Fr. José y Fr. Agustín de Leiva, con
quienes fueron declarados por excomulgados y privados, sólo por semejante
recurso, sin que la Real Audiencia, D.de ocurrieron, insistiese en la
absolución. Y se reservó para el Reverendísimo P. General, quien aprobó todo
lo obrado en la materia, y sólo por una carta misiva pide que, caritativamente,
le dispensen, aplicándoles alguna pena saludable, y hecho a instancias
especiales de su Paternidad, el dicho P. Provincial. Y lo firmó, de que doy fe.

Fr. Diego de Salinas [rubricado]


Cuadros [rubricado]

Documento VII

Comunicaciones de la Real Audiencia al P. Diego Salinas

Santiago de Chile 1728

En la ciudad de Santiago de Chile, en primero de Febrero de mil


setecientos y veinte y ocho años, los Sres. Presidente y Oidores de esta Real
Audiencia, estando en su Real Acuerdo, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano,
caballero del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General
de los Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad, Gobernador y Capitán
General de este Reino, y Presidente de su Real Audiencia, y Sres. Oidores, D.
Juan Próspero de Solís Vango, caballero del Orden de Calatrava, D. Juan
Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan
del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de
corte de esta dicha Real Audiencia, proveyeron que por cuanto habiéndose
despachado las tres reales provisiones, carta sobrecarta, y la tercera con el
apercibimiento de las temporalidades, al muy R. P. Mtro. Fr. Diego de Salinas,
Provincial actual de esta Provincia de Ermitaños de nuestro P. San Agustín,
sobre que absolviese a los PP. Mtros de ella, de las censuras con que los ha
grabado, y que intimado de ellas, por el presente escribano de Cámara, se
halla tan resistente, que aún habiéndole hecho comparecer ahora en el Real
Acuerdo, [a]demás de la que contiene su respuesta, al pie de la dicha tercera
Real Provisión, dijo en presencia de dichos señores, y ante el presente
Escribano de Cámara, que teniendo hecho dictamen de conciencia, no podía
cumplir con el tenor de las dichas reales cartas, en orden a absolver de dichas
censuras a dichos PP. Mtros, y que estaba pronto a salir de este reino, con su
breviario, para D.de por esta Real Audiencia, se lo ordenase. Y que no eran ya
necesarias [más] provisiones, que las libradas, porque aunque se despachase
cuarta y quinta carta, respondería lo mismo, y que las daba por despachadas,
y justificado con esto, la tenaz resistencia a su obedecimiento. En cuya
conformidad, y que según estaba prevenido, por la ley ciento y cuarenta y tres,
tabula quince, libro segundo de las de Indias, ha llegado el caso del despacho
de la cuarta carta, en que se declaren las temporalidades y extrañamiento del
dicho religioso. Le declararon por extraño y ajeno de estos reinos, para no
volver ni entrar en ellos sin expresa licencia de su Majestad, que Dios guarde,
en cuya virtud se exhorte a los religiosos de esta santa Comunidad, no tengan
por Prelado de ella ni de esta Provincia al dicho P. Mtro. Fr. Diego Salinas,
sobre cuya expulsión, se dan providencias en la provisión ordinaria última de
decreto de las temporalidades, y que en cumplimiento de la misma ley, antes
de ejecutarla, se hará comparecer en este Real Acuerdo, al dicho P. Mtro.,
usando de los medios de providencia y cordura que convengan. Y para que al
presente escrito se le dé el testimonio y testimonios que pidiere para usar de
sus recursos con citación del Sr. Fiscal, quien se halla presente y así lo
proveyeron y señalaron dichos señores. [Seis rúbricas].
Ante mí Miguel de Cuadros [rubricado], escribano de Cámara.
Yo, el presente escribano de Cámara, testifico que todo lo expresado en
este auto, hice en presencia del Real Acuerdo, al muy R. P. Mtro. Fr. Diego
Salinas, Provincial de esta Provincia, y para que conste lo pongo por diligencia,
de orden verbal del dicho Real Acuerdo, de que doy fe. Cuadros [rubricado]196.

D. Gabriel Cano [rubricado]


D. Juan Próspero de Solís [rubricado].
Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera [rubricado].
Martín de Recabarren [rubricado]
D. Juan del Corral Calvo de la Torre [rubricado].
Sr. Escribano de Cámara y de su Majestad D. Miguel de Cuadros [rubricado].

196 En el margen izquierdo y con la misma grafía, se quiere leer «fue a las
[ilegible] de la noche» [rúbrica].
Real Provisión de ruego y encargo para que el R. P. Mtro. Fr. Diego
Salinas, Provincial de esta Provincia, se tenga por extraño de estos Reinos, en
caso de no obedecer lo que en el Auto aquí inserto se expresa y se le tiene
exhortado. Y asimismo, para que se haga saber el dicho Auto a los R. PP.
Mtros y demás religiosos de esta sagrada Comunidad, y que le tengan por
extraño de estos reinos, desde el escribano de casación al escribano de
Cámara, solas penas aquí contenidas. [Hay una rúbrica].
D. Felipe V por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, de
las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia,
de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de
Murcia, de Jaén de los Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las Indias
Orientales y Occidentales, y la Tierra Firme, del mar Océano, archiduque de
Austria, duque de Borgoña, de Brabante y Milán, conde de Tours, de Flandes,
señor de Rosellón y Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, etc., a vos el R.
P. Mtro. Fr. Diego Salinas, Prior Provincial, salud y gracia. Sabed que en la
Audiencia y Chancillería Real, que por nuestro mandado está y residen en la
ciudad de Santiago, de las Provincias Chile, y por el nuestro Presidente y
Oidores de esta, se vio la última respuesta que disteis a nuestra tercera carta,
y con vista de ella y de lo demás obrado, proveyeron un Auto, que es de este
tenor siguiente:
En la ciudad de Santiago de Chile en primero de Febrero de mil
setecientos y veinte y ocho los Sres. Presidente y Oidores de esta Real
Audiencia, estando en su Real Acuerdo el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano
Caballero, del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General
de los Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad, Gobernador y Capitán
General de este Reino y Presidente de esta Real Audiencia, y Oidores Reales D.
Juan Próspero de Solís Vango, Caballero de del Orden de Calatrava, D.
Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y
D. Juan del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su Majestad, Oidores y
Alcaldes de corte de dicha Real Audiencia, dijeron que por cuanto habiéndose
despachado las tres reales previsiones, carta sobrecarta, y la tercera con el
apercibimiento de las temporalidades al muy R. P. Fr. Diego de Salinas,
Provincial actual de esta Provincia de Ermitaños de nuestro P. San Agustín,
sobre que absolviese a los PP. Mtros de ella, de las censuras con que los ha
grabado, y que intimado de ellas por el Presidente escribano de Cámara, se
haya tan resistente, que aún habiéndole hecho comparecer ahora en el Real
Acuerdo, [a]demás de lo que contiene su respuesta, al pie de la dicha tercera
real provisión, dijo en presencia de dichos Sres. y ante el Presidente Escribano
de Cámara, que teniendo hecho dictamen de conciencia, no podía cumplir con
el tenor de las dichas reales cartas, en orden [a] absolver de dichas censuras a
dichos PP. Mtros, y que estaba pronto a salir de este reino, con su breviario,
para D.de por esta Audiencia se le ordenase, y que no eran ya necesarias más
providencias que las libradas, porque aunque se le despachase cuarta y
quinta carta, respondería lo mismo, y que las daba por despachadas, y
calificado con esto la tenaz resistencia a su obedecimiento. En cuya
conformidad, y que según lo prevenido por la ley ciento y cuarenta y tres,
título quince, libro segundo de las Indias, ha llegado el caso del despacho y la
cuarta carta, en que se declaren las temporalidades y extrañamiento del dicho
religioso. Le declararon por extraño y ajeno de estos reinos, para no volver ni
entrar en ellos, sin expresa licencia de su Majestad, que Dios guarde. En cuya
virtud, se exhorte a los religiosos de dicha Comunidad, no tengan por Prelado
de ella, ni de esta Provincia, al dicho P. Mtro. Fr. Diego Salinas. Sobre esta
expulsión, se dará providencia en la provisión ordinaria última de secuestro de
las temporalidades. Y que en cumplimiento de la misma ley, antes de que en
carta, se haga comparecer en este Real Acuerdo al dicho P. Mtro., usando de
los medios de prudencia y cordura, que convengan, y que por el Presidente
Escribano se le dé el testimonio y testimonios, que pidiere, para usar de sus
recursos, con citación del Sr. Fiscal, quien se halló presente. Y así lo
proveyeron y señalaron dicho señores. Ante mí D. Miguel de Cuadros,
Escribano de Cámara y de su Majestad.
Diligencia: Yo, el presente Escribano de Cámara certifico que todo lo
expuesto en este auto, [lo] dijo en presencia del Real Acuerdo el muy R. P.
Mtro. Fr. Diego Salinas, Provincial de esta Provincia. Y para que conste lo
pongo por diligencia, de orden verbal del dicho Real Acuerdo, de que doy fe.
Cuadros. En cuya conformidad, y para que lo contenido en dicho Auto, suso
inserto, tenga cumplido efecto, por los dicho nuestro Presidente y Oidores,
visto fue [y] acordado, que debíamos de mandar dar y despachar esta nuestra
carta, y cuarta provisión real en la dicha razón, que nos tuvímoslo por bien,
por la cual vos exhortamos, rogamos y encargamos a vos, el dicho P. Mtro. Fr.
Diego Salinas, Provincial de dicha Provincia, os tengan por extraño de estos
reinos, no cumpliendo con su contenido, con lo que se os ruega y encarga,
como yo os tengo, por ajeno de ellos, sin que podáis volver sin expresa licencia
mía. Y para la real efectiva ejecución, mandaremos a nuestro Alguacil Mayor
de ciudad, os extraiga y os saque de ella, para remitiros a la ciudad de los
Reyes197, a nuestro Virrey del Perú, a que os haga conducir a los nuestros
reinos de España, con testimonio de los Auto para que resuelva con su vista lo
que me pareciere conveniente. Y asimismo exhortamos, rogamos y
encargamos, a los Rvdos. PP. Provinciales absueltos, Mtros y demás religiosos,
de esa sagrada Religión, os hayan y tengan por tal religioso extranjero, y se os
darán el testimonio y testimonios que tenéis pedido y mandado dar por el
nuestro Presidente y Oidores y con citación del nuestro Fiscal. Y mandamos al
nuestro escribano vos lo notifique e intime, con los dichos Reverendos PP.,
pena de doscientos pesos, de ocho reales, aplicados por mitad para la nuestra
Cámara y reales estrados, sobre que mandamos al otro nuestro escribano, la
notifique al dicho de Cámara, y asiente como real orden, al pie de esta nuestra
carta, para que de este asunto citado, sepamos cómo se cumple nuestro
mandato en esta ciudad de Santiago, a treinta y uno de Enero de mil
setecientos y veinte y ocho años. Yo, Miguel de Cuadros, Presidente de Cámara
y de su Majestad, por el Rey nuestro señor, la que escribí por su mandado,
con acuerdo de cumplir el decreto. Por el Canciller Real y por el Registro.
Miguel de Cuadros [rubricado]198.

197 Así denomina a la capital del Virreinato del Perú, Lima, fundada por el
conquistador Francisco Pizarro el 18 de Enero de 1535, como la Ciudad de los Reyes
muy pronto conocida como Lima. Se cuenta que ese nombre fue otorgado por la
festividad que conmemora la llegada de los Reyes Magos a Belén. Sin embargo, la
historiadora María Rostworowski indica que el nombre se otorgó en honor a Carlos V
de Austria y I de España y de las Indias, y de su madre, la reina Juana. Cfr.
http://www.yachay.com.pe/especiales/lima/index.htm;
http://portal.perueduca.edu.pe/
198 Viene duplicada la firma rubricada.
Y luego, in continenti, hice saber esta real provisión al muy R. P. Mtro.
Fr. Diego Salinas, el cual dijo que como ha obedecido las demás, como carta y
mandato de nuestro Rey y señor, la obedece, y que se ratifica en lo que tiene
dicho. Y que no puede absolver los dichos PP., por tener hecho dictamen de
conciencia, y que desde luego saldrá cuando se lo manden, de que doy fe.
Cuadros [rubricado].
Y luego, in continenti, habiéndose juntado en la Sala Capitular toda la
sagrada Religión, hice saber a los dichos Reverendos PP. lo contenido en esta
Real Providencia, de que doy fe. Cuadros [rubricado].
Y luego, in continenti, antes de notificarla al R. P. Mtro. Fr. Diego
Salinas, se la hice saber al muy R. P. Mtro. Fr. Próspero del Pozo, para que en
lo posible, convenciese a dicho P. Mtro. Fr. Diego, por ser amigos y parientes, y
me lo mandó así verbalmente el Tribunal, de que doy fe. Cuadros [rubricado].
Por cuanto habiéndose notificado al R. P. Mtro. Fr. Diego de Salinas, las
cuatro provisiones reales, prevenidas por la ley, de ruego y encargo, para que
quitase las censuras y alzase la fuerza absolviendo a los siete R. PP. Mtros,
que el día de ayer, al tiempo de querer recurrir al Presidente de Capítulo, les
excomulgó, hallándose en la respuesta, que ha dado a las notificaciones de
todas, hasta la cuarta, en que se lo declaró por incurso, en las
temporalidades, sin embargo, de que pasaron todos los oficios de su ciudad, y
porque denota la prudencia, para reducirle a la debida obediencia, con
ninguna se pudo conseguir, en cuyo tenor, y habiéndose visto todas las
diligencias, mandaron despachar la quinta provisión, cometida al capitán de
Audiencia de su Majestad, Alcalde ordinario de esta ciudad, para que en
cumplimiento de lo mandado, pase a la celda de dicho Reverendo P.. Y
sacándole de ella, como a extraño de estos Reinos, con la decencia
correspondiente a su dignidad y persona, y con cuatro hombres de guardia, le
condujeron a la primera chacra, de las que se hallan en el camino de
Valparaíso, D.de parará hasta que estén con comodidad, para que de allí, en
conformidad con las órdenes, que previenen el modo de practicar estas
pendencias, se remita a la casa de la Contratación de Sevilla, en partida de
registro, con los testimonios de los Auto, el primero de Febrero, como a las
seis de la mañana. [Seis rúbricas]199.
Proveyeron el decreto de suso, los Sres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia, en Santiago de Chile, en primero de Febrero de mil setecientos
y veinte y ocho años, como a las seis de la mañana. Y lo señalaron, el Excmo.
Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara, Comendador de
Mayorga, Teniente General de los Ejércitos, del Consejo de su Majestad,
Gobernador y Capitán de este Reino y Presidente de su Real Audiencia y
Oidores Dr. D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero del Orden de
Calatrava, Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín
de Recabarren, D. Juan del Corral Calvo de la Torre, miembro del Consejo de
su Majestad y demás alcaldes de dicha Real Audiencia, estando en su Real
Acuerdo presente el Sr. Fiscal, de que doy fe. Cuadros [rubricado].

Documento VIII

199 En el margen izquierdo viene escrito «1º Febrero a las 6 de la mañana».


Carta del P. Diego Salinas al Presidente de la Real Audiencia

Santiago de Chile, año 1728

Mi Presidente [y] señor:

El Mtro. Fr. Diego de Salinas y Cabrera, Prior Provincial de esta


Provincia de Chile, del Orden de Ermitaños de nuestro P. San Agustín, aunque
indigno, parezco ante Vuestra Alteza, en la mejor forma, que haya lugar en
derecho, y digo, que por cuanto se me ha notificado carta de extrañamiento de
estos Reinos, por no haber absuelto (por defecto de facultad para ello), a siete
religiosos, que declaré incursos en la excomunión, que pone el Breve de
Clemente VIII, que empieza ad tolendus abusum200 inserto en el cuerpo de
nuestras Constituciones, tertia p[arte], c[apítulo] 16, in fine201. Y una patente
de nuestro Reverendísimo P. Mtro. General Fr. Juan Bautista Aste202, expedida
para esta materia, contra los religiosos de cualquier grado, que con cualquier
pretexto o color recurren, van o apelan a los tribunales seculares, sin tentar
primero los recursos que previene nuestro derecho municipal, cuya carta de
extrañamiento estoy pronto a obedecer, como de facto obedezco, precediendo
el que se me dé testimonio, en forma, de todo lo en este particular obrado,
según y cómo tengo pedido, para usar de mis recursos. Por tanto, a Vuestra
Alteza pido y suplico, provea y mande se me dé el testimonio, que tengo
pedido, que es justicia, etc.
Otro sí, digo, que por cuanto este movimiento ha tenido origen de una
cédula de su Majestad, que prohíbe el que sufraguen en los Capítulos
Provinciales los Priores, que no tuviesen ocho religiosos de familia, roborando
varios Breves pontificios, acerca de esta materia, se ha de servir Vuestra
Alteza, darme testimonio de no habérseme hecho saber dicha cédula, para
darle el debido cumplimiento, sino que en el mismo acto de recibir Presidente,
y proceder a las demás funciones capitulares, se me notificó dicha cédula,
procediendo simul[táneamente] a la expulsión de los Priores, que no habían
tenido los ocho conventuales, en que pido justicia, ut supra.

Fr. Diego Salinas [rubricado].

Denle al R. P. Mtro. Fr. Diego de Salinas el testimonio autorizado en


pública forma y manera, que haga fe de la íntegra de los autos, conjuntamente
del Sr. Fiscal, en que se comprende la cédula de su Majestad, y las demás
traídas a la vista, para la resolución de esta materia, como lo pide en el otro sí
de este ejercicio. [Seis rúbricas].

200 «Para suprimir los abusos» [T. A.].


201 «Al fin» [T. A.]
202 Fue Prior General de 1608 a 1614 (cf. Lazcano, 1995: 133-134).
Proveyeron el decreto de suso los Sres. Presidente y Oidores de
esta Real Audiencia en Santiago de Chile en primero de Enero de mil
setecientos veinte y ocho y lo señalaron el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano
Caballero, del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General
de los Reales ejércitos, del Consejo de Su Majestad, Gobernador y Capitán
General de este Reino y Presidente de esta Real Audiencia, y Oidores de
Audiencia D. Juan Próspero de Solís Cano, Caballero del Orden de Calatrava,
D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren
y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, asimismo del Consejo de Su Majestad,
Oidores y Alcaldes de Corte de dicha Real Audiencia, estando presente el Sr.
Fiscal, de que doy fe. Cuadros [rubricado].
En dicho día notifiqué, y se le pasó su contenido, al muy R. P. Mtro. Fr.
Diego Salinas, en su persona, de que doy fe. Cuadros [rubricado].

Documento IX

Carta del P. Diego Salinas al Presidente de la Real Audiencia


Santiago de Chile, año 1728

Fr. Diego Salinas, Prior Provincial de esta Provincia de Chile, como más
haya lugar en derecho, parezco ante Vuestra Alteza y digo, que por cuarta vez
se me ha exhortado para que absuelva a los Rvdos. PP. Mtros, y porque esta
absolución supone recurso pendiente, siendo cierto en derecho, que no todo
recurso ante superior Tribunal de Vuestra Alteza, es lícito a los religiosos, para
que informado de su naturaleza, pueda decir lo que hiciere a mi favor, se ha
de servir Vuestra Alteza de hacerme saber el referido recurso. Por tanto, a
Vuestra Alteza pido y suplico, se sirva de mandar hacerlo así, que es Justicia
que pido y juro en lo necesario, etc.

Fr. Diego Salinas [rubricado].


Prior Provincial

Respecto de que el principal recurso de los PP. Mtros, le entendió hacer


el Mtro. Fr. Diego de Salinas, y se controvirtió sobre la ejecución de los Breves
Apostólicos, mandados guardar por diferentes cédulas, sobre que se disputó y
controvirtió por espacio de más de dos horas en presencia de este Real
Acuerdo y mayor parte de la Comunidad. Y lo mismo sucedió con el segundo,
sobre la fuerza que hacía en haber pasado a declarar por excomulgados a los
siete PP. Mtros, exceptuando solo de los contenidos, en el escrito, al Mtro. Fr.
José de Soto; y no permitir, por su naturaleza, estas causas, revisiones ni
otros recursos, que la misma inspección del proceso y conocimiento de los
hechos, ha sentado por las partes conformes en ellos, no ha lugar, y porque
hallándose extrañado de estos reinos, el Mtro. Fr. Diego Salinas no puede
obtener la dignidad de Prior Provincial, el escribano de Cámara, testará este
título, que se halla al pie de la firma y cabeza de este escrito. [Seis rúbricas].
Proveyeron el decreto de suso los Sres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia de Santiago de Chile, en primero de Febrero de mil setecientos
y veinte y ocho años. Y lo señalaron los tenedores D. Gabriel Cano Caballero,
del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General de los
Reales ejércitos, del Consejo de Su Majestad, Gobernador y Capitán General
de este Reino y Presidente de esta Real Audiencia, y Oidores de Audiencia D.
Juan Próspero de Solís Cano, Caballero del Orden de Calatrava, D. Francisco
Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan
del Corral Calvo de la Torre, asimismo del Consejo de Su Majestad, Oidores y
Alcaldes de Corte de dicha Real Audiencia, estando en su Real Acuerdo, y en
virtud de lo mandado, testé las palabras que en él se manda, de que doy fe.
Cuadros [rubricado].
Y luego, in continenti, notifiqué el decreto de suso al R. P. Mtro. Fr.
Diego Salinas, en su persona, de que doy fe. Cuadros [rubricado].
Respecto que por el extrañamiento que se ha hecho del Mtro. Fr. Diego
Salinas, Prior Provincial, que fue de esta Provincia de San Agustín, por la
inobediencia en que se ha mantenido a cuatro provisiones, que se han
despachado de ruego y encargo, para que absuelva a los Mtros Fr. Francisco
Franco, ex Provincial, Fr. José de Hevia, Fr. Antonio Vergara, Fr. Juan de
Aguiar, Fr. Pedro Yánez, ex Provincial, Fr. Agustín Leiva, Fr. José Roco, y que
por esta causa, según las sagradas Constituciones del orden y acta del
Capítulo Provincial, confirmado por el Reverendísimo Mtro. General Fr.
Adeodato Nuzzi203, sub intra el Reverendísimo P. Fr. Próspero [del Pozo], ex
Provincial inmediato, se le notificara la primera carta de ruego y encargo,
como si para dicho Reverendo P. fuese dirigida. [Seis rúbricas].
Proveyeron el decreto de suso los Sres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia en Santiago de Chile en primero de Febrero como a las siete y
media del año de mil setecientos veinte y ocho, y lo señalaron el Excmo. Sr. D.
D. Gabriel Cano Caballero, del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga,
Teniente General de los Reales ejércitos, del Consejo de Su Majestad,
Gobernador y Capitán General de este Reino y Presidente de esta Real
Audiencia, y Oidores de Audiencia D. Juan Próspero de Solís Cano, Caballero
del Orden de Calatrava, D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados
D. Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, asimismo del
Consejo de Su Majestad, Oidores y Alcaldes de Corte de dicha Real Audiencia,
presente el Sr. Fiscal, de que doy fe. Cuadros [rubricado].
Y luego, in continenti, hice saber este decreto y real provisión en el
citada, al muy R. P. Mtro. Fr. Próspero del Pozo, Rector Provincial204, y dijo que
la obedecía como carta y mandato de nuestro Rey y señor natural, y que no

203 Fue Prior General en el sexenio 1705-1711 (cf. Lazcano, 1995: 154-155).
204 Entendemos que la nefasta actuación de la Real Audiencia creó un grave
vacío de poder en la Provincia Agustiniana de Chile, por lo que tenemos que entender
aquí el título y actuación como Prior Provincial, por parte del P. Próspero del Pozo,
como Provincial interino, al salir desterrado el P. Diego Salinas, último Provincial
hasta esa fecha, y sucesor del P. Próspero del Pozo. El P. Próspero del Pozo, solamente
fue elegido como tal Provincial en los trienios de 1722-1725, 1731-1734 y en 1737-
1740, y no en 1728, como aquí aparece. Sin embargo, nada sabemos de la forma cómo
retomó de nuevo el cargo de Provincial, que creemos fue en detrimento del Vice
Provincial, durante el Provincialato del P. Diego Salinas (cf. Maturana, 1904: II, 965).
teniendo más facultad que la que la que residía en el R. P. Provincial,
reproduce la respuesta del dicho Reverendo P.; y respecto de que en virtud de
los exhortos, se ha de proceder al extrañamiento de la persona, para poder
sobre este punto alegar, pide que su Alteza se sirva de mandar se le entreguen
los auto. Y lo firmó, de que doy fe.

Fr. Próspero del Pozo y Lemos [rubricado]


Cuadros [rubricado]

Entréguensele al R. P. Rector Provincial los autos, por el término de una


hora, atento a la grande urgencia del riesgo. [Seis rúbricas].
Proveyeron el decreto de suso los Sres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia en Santiago de Chile, en primero de Febrero de mil setecientos
y veinte y ocho años, como a las siete y media de la mañana. Y lo señalaron
los Sres. Dr.es D. Juan Próspero de Solís Vango, Caballero del Orden de
Calatrava, D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de
Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, asimismo del Consejo de
Su Majestad, Oidores y Alcaldes de Corte de dicha Real Audiencia, presente el
Sr. Fiscal, de que doy fe. Cuadros [rubricado].
Y luego, in continente, notifiqué el decreto de suso Al R, P. Rector
Provincial Fr. Próspero del Pozo, como a las siete y media, como lo demuestra
el reloj, de que doy fe. Cuadros [rubricado].

Documento X

Carta del P. Próspero del Pozo al Presidente de la Real Audiencia

Santiago de Chile, año 1728

Mi Presidente [y] señor205:

El Mtro. Fr. Próspero del Pozo y Lemos, Rector Provincial de esta


Provincia, parezco ante Vuestra Alteza y digo: que como inmediato Prelado que
fui, se me exhortó por Vuestra Alteza, que atento a no haber condescendido
con las cuatro cartas expedidas al R. P. ex Provincial Fr. Diego Salinas, sobre
la absolución de los Rvdos. PP. Mtros, que se declararon por incursos en las
penas de nuestras Constituciones, las impartiese yo, a beneficio de dicha
absolución, y hablando debidamente, dando nulidad de dicha providencia; lo
primero porque esta absolución, no me es facultativa, por cuanto no es ab
homine sino a iure, y la absolución está reservada a su Santidad, por expresa
Constitución y Bula preinserta. Y cuando de facto los absolviera, fuera eludir
con los beneficios sagrados, dejando a los excomulgados con el mismo vínculo,
y obligado a él, con grave pecado, quedando con imponderable reato de

205 En la parte superior derecha queremos leer «súplica entre testimonios».


nulidad, la elección y todo el ejercicio de jurisdicción espiritual. Lo segundo,
porque ya este punto, idéntico del recurso de religiosos excomulgados, por el
ádito de la curia secular, se halla resuelto en esta misma providencia y en esta
Real Audiencia, en la excomunión de los Rudos. PP. Mtros, Fr. José de Leiva y
Fr. Agustín Leiva, por el P. Mtro. Fr. Francisco Franco, sin otros méritos, que
la presentación a la Real Audiencia, en materia de Capítulo. Y se declaró por
Vuestra Alteza, no se haría fuerza, ejecutándose la privación por excomunión,
según nuestras leyes, sobre que se expidió ejecutorial de nuestro General,
ratificando todo lo obrado, de que se infiere que, en caso idéntico, D.de no
haya variación de circunstancia, no puede declararse la fuerza, sin vulnerar lo
juzgado, y más cuando en estos puntos, no hay revista. Y si bien las
resoluciones a un expediente, no sólo son ejemplares los que autorizan mi
pretensión, sino incontroversos príncipes, porque según las leyes de Castilla,
que dan regla para estos recursos, y el mejor sentir de los prácticos, no se ha
conocido otro, no dando recurso de fuerza, que o ha denegado apelación
legítima, interpósita, o por la fuerza de que el Juez eclesiástico conozca la
causa sin jurisdicción, por ser profano. Y el caso presente, no se adecua a una
ni a otra hipótesis, porque es tan evidente la jurisdicción, que tuvo nuestro P.
Provincial, para la excomunión, que no cabe en entendimiento humano, la
duda de atentado, por ser ajeno al punto de su Prelacía, ni menos el segundo
caso de apelación denegada, pudo contribuir al recurso, porque ni esta, sin
saber, puso, según consta, ni caso denegado, que se hubiese interpuesto,
podía correr el auxilio de fuerza, porque ni la declaración de la ley, como es
nuestra Constitución es apelable, ni las causas de corrección de regulares,
tienen apelación en el efecto suspensivo, porque se siguiera el total desorden
de la observancia, ni cuando fueren apelables, se conformaba con el recurso
de refuerza, según la ley 1ª, tít. 5, libro 2 de Castilla y la uniforme
consonancia de los prácticos. Y las razones, porque como cualquier recurso,
tenga la inteligencia que se le quiere dar, siempre se opone a la corrección y
régimen de religiosos, que son los dos polos en que estaba su observancia, no
puede subsistir sin total dispendio de ella, originándose los demás
inconvenientes de fracción de secreto, y de dosificación del pueblo, que son los
más recomendables por derecho.
Y aunque algún autor, quiso ampliar este recurso, interpretando la ley
con el motivo de que se exceda o no el modo de corrección, esta no es
interpretación, sino destrucción, porque jamás hubiera agraviado por superior
regular, que no autorizase su clamor con el especioso título de exceso; fuera
de que la ley de Castilla, quita toda averiguación de proceso, y prohíbe se
lleven los auto de estas correcciones a la curia secular; y en este supuesto, de
negase la inspección del proceso, es imposible verifiquen los señores jueces, si
se excede o no el modo de corrección, con que así es muy punible dicha
interpretación, por los autores de mejor nota, que entienden la ley, sin
interpretación alguna, según el texto literal. Por todo lo cual, a Vuestra Alteza
pido y suplico, se sirva declarar por nulo dicho decreto, haciendo como llevo
pedido, que es justicia, etc.
Otro sí, a Vuestra Alteza pido y suplico, que para la resolución de este
punto, se tenga presente lo acordado por esta Real Audiencia, en la causa que
intentaron los Reverendos PP. Mtros Leiva, y que se ponga en estos ciertos
testimonios, del recurso de dichos PP., y del decreto en que se declaró por esta
Real Audiencia no hacer fuerza al Prelado de mi Religión, en conocer contra
dichos PP., que es justicia ut supra.
Fr. Próspero del Pozo y Lemos [rubricado]
[Otra firma ilegible].

Póngase con los autos, y visto, guárdese lo proveído por el decreto de f.


43, respecto de que yo doy los fundamentos jurídicos, a quien deducidos por el
muy R. P. Mtro. Fr. Próspero del Pozo, Rector Provincial de esta santa
Provincia, en diversos casos y materias, las que se han controvertido, en este
negocio, y no manifiestan los mismos auto, sin embargo de la nulidad
deducida, y siempre interpuestos, ya que se declara no haber lugar. Y se le
intime la segunda provisión y sobrecarta librada para con el R. P. Mtro. Fr.
Diego Salinas, entendiéndose con dicho R. P. Mtro. Fr. Próspero, como si con
él se hubiesen entonces despachado, por la instancia del tiempo. Y al otro sí,
no ha lugar por ahora y con testimonio de los autos, y todo lo que hasta aquí
se ha actuado, se dará fe a su Majestad por esta Real Audiencia. [Seis
rúbricas].
Proveyeron el decreto de suso, los Sres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia, en Santiago de Chile, en primero de Febrero de mil setecientos
y veinte y ocho años. Y lo señalaron, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano Caballero,
del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General de los
Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad, Gobernador y Capitán General
de este Reino y Presidente de esta Real Audiencia, y Oidores Reales D. Juan
Próspero de Solís Vango, Caballero de del Orden de Calatrava, D. Francisco
Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan
del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de
corte de dicha Real Audiencia, estando presente el Sr. Fiscal, de que doy fe.
Cuadros [rubricado].
Y luego, in continenti, hice saber la segunda sobrecarta de estos autos,
según y cómo en ella se contiene, al muy R. P. Mtro. Fr. Próspero del Pozo,
Rector Provincial; y dijo que la obedecía como carta y mandato de su
Majestad, que Dios guarde, como de su Rey y señor natural, y que suplica esta
determinación, por las razones expresadas en su escrito de fojas. Y persiste en
que, para mejor proveer, se ponga en estos autos un tanto de los que se
siguieron en esta Real Audiencia sobre el recurso, intentado por los
Reverendos PP. Leiva; y que por ese mismo efecto, se ponga en los mismos
autos, un tanto del Real Rescripto, despachado a esta Real Audiencia, en se
reprobó por su Majestad, que Dios guarde, el extrañamiento de los Reverendos
PP. de la Orden de San Francisco Fr. Tomás Moreno, Fr. José, Fr. Vicente
Segura y Fr. Servando de Alvarado. Y lo firmó dicho P. Mtro., de que doy fe.

Fr. Próspero del Pozo y Lemos [rubricado]


Cuadros [rubricado]

Guárdese lo proveído, sin embargo de la respuesta dada por el R. P. Fr.


Próspero del Pozo, Rector Provincial, y se le notifique la tercera real carta; y en
cuanto al testimonio que pide de los autos, que se siguieron contra los PP.
Leiva, se guarde asimismo lo proveído. Y por lo que mira al testimonio de auto
seguido con los PP. franciscanos, estos se hallarán en el Real y supremo
Consejo de las Indias. Y el rescripto se pondrá. Y en testimonio del que sobre
esta materia se halla en los libros de Cédulas, que se dirigen a esta Real
Audiencia, para que de ellos se desmembrase el que está en su rescripto, y de
que pide testimonio el R. P. Fr. Próspero. [Seis rúbricas].

Proveyeron el decreto de suso los Sres. Presidente y Oidores de esta


Real Audiencia en Santiago de Chile, en primero de Febrero de mil setecientos
y veinte y ocho años. Y lo señalaron, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano Caballero,
del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General de los
Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad, Gobernador y Capitán General
de este Reino y Presidente de esta Real Audiencia, y Oidores Reales D. Juan
Próspero de Solís Vango, Caballero de del Orden de Calatrava, D. Francisco
Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan
del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de
corte de dicha Real Audiencia, estando presente el Sr. Fiscal, de que doy fe.
Cuadros [rubricado].

Y luego, in continenti, hice saber este decreto y la real provisión, en el


citado al muy R. P. Mtro. Fr. Próspero del Pozo, Rector Provincial. Y dijo que la
obedece como carta y mandato de su Rey y señor natural, y que para
responder al exhorto, pide que su Alteza declare cual es la absolución del
exhorto, si es absoluta o ad reincidentiam, según la ley décima tituló décimo,
libro primo de la Recopilación de Indias. Y lo firmó dicho R. P. Mtro., de que
doy fe.
Fr. Próspero del Pozo y Lemos [rubricado].
Cuadros [rubricado].

Declárase que estando en distintos términos, y no sujeta la revocación y


confirmación de lo proveído por el juez ordinario eclesiástico, en la instancia
de la apelación, de que ha de conocer el juez y metropolitano, en cuyo caso
sólo ha lugar la absolución ad reincidentiam, [y] debe conceder el beneficio de
la absolución, el R. P. Rector Provincial, a los PP. Mtros, y no dada absoluta.
[Seis rúbricas].

Proveyeron el decreto de suso los Sres. Presidente y Oidores de esta


Real Audiencia, en Santiago de Chile, en primero de Febrero de mil setecientos
y veinte y ocho años. Y lo señalaron, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano Caballero,
del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General de los
Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad, Gobernador y Capitán General
de este Reino y Presidente de esta Real Audiencia, y Oidores Reales D. Juan
Próspero de Solís Vango, Caballero de del Orden de Calatrava, D. Francisco
Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan
del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de
corte de dicha Real Audiencia, estando presente el Sr. Fiscal, de que doy fe.
Cuadros [rubricado].

Y luego, in continenti, hice saber este decreto y la real provisión. En el


cita al muy R. P. Mtro. Fr. Próspero del Pozo, Rector Provincial, y dijo que la
obedece como carta y mandato de su Rey y señor natural, y que estaba pronto
a la absolución ad reincidentiam, arrogándose a las leyes de Indias, por ser su
decisión general, y que en caso necesario, suplica de la cualidad de ser
absoluta dicha absolución, por ser repugnante a todos los derechos, y más
claro el superior tribunal, en causa espiritual, y los méritos de ella, cual es la
absolución absoluta, pero que sin embargo, le insistiere por su Alteza en dicha
absolución absoluta, está por esto, en la última declaración, que pide en esta
instancia.

Fr. Próspero del Pozo y Lemos [rubricado].


Cuadros [rubricado].

En atención a las repetidas frívolas excusas, ni se admiten ni se deben


practicar con un tribunal, cuya representación, es tan seria, y que miran a
buscar la dilación en el tiempo, tan estrecho, que no le permite, sin embargo
de las súplicas que interpone, a que se declare no haber lugar, siguiendo lo
proveído sobre la absolución, y sobre todo lo contenido en las citadas,
intimadas reales provisiones. Y se pase a notificar la cuarta, y el escribano de
Cámara no admita escrito ni representación alguna, que no sea en orden al
cumplimiento y obediencia de lo resuelto en las reales provisiones. [Cuatro
firmas].

Proveyeron el decreto de suso los Sres. Presidente y Oidores de esta


Real Audiencia, en Santiago de Chile, en primero de Febrero de mil setecientos
y veinte y ocho años. Y lo señalaron, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano Caballero,
del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General de los
Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad, Gobernador y Capitán General
de este Reino y Presidente de esta Real Audiencia, y Oidores Reales D. Juan
Próspero de Solís Vango, Caballero de del Orden de Calatrava, D. Francisco
Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan
del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de
corte de dicha Real Audiencia, estando presente el Sr. Fiscal, de que doy fe.
Cuadros [rubricado].

Y luego, in continenti, hice saber el decreto y la real provisión citada al


muy R. P. Mtro. Fr. Próspero del Pozo, Rector Provincial, y dijo que desde
luego la obedecía, y que estaba pronto a absolver [a] los PP. Mtros
excomulgados, compareciendo a la firma ordinaria con la protesta que la sabe
en conciencia. Y lo firmó, de que doy fe.

Fr. Próspero del Pozo y Lemos [rubricado]


Cuadros [rubricado]

Documento XI
Carta del P. Próspero del Pozo al Presidente de la Real Audiencia
comunicándole la elección de un abogado

Santiago de Chile, año 1728

Mi Presidente [y] señor:

El Mtro. Fr. Próspero del Pozo y Lemos, Rector Provincial de esta


Provincia, parezco ante Vuestra Alteza y digo, que tengo suplicado cierto
exhorto, y para la relación que se hiciere de mi súplica, conviene a mi derecho
asista mi abogado, que lo es el Sr. D. Tomás de Azua, quien se halla pronto,
luego que se le avise la hora de la relación. Y que, por lo mismo, se ejecute en
las demás providencias, que ocurrieren. A Vuestra Alteza pido y suplico así lo
mande, que es de justicia, etc.

Fr. Próspero del Pozo y Lemos [rubricado].

El Licenciado D. Tomás de Azua, abogado de esta Real Audiencia,


comparezca luego y sin dilación alguna, en el Real Acuerdo, para el efecto que
requiere esta parte. [Seis firmas].

Proveyeron el decreto de suso los Sres. Presidente y Oidores de esta


Real Audiencia, en Santiago de Chile, en primero de Febrero de mil setecientos
y veinte y ocho años. Y lo señalaron, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano Caballero,
del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General de los
Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad, Gobernador y Capitán General
de este Reino y Presidente de esta Real Audiencia, y Oidores Reales D. Juan
Próspero de Solís Vango, Caballero de del Orden de Calatrava, D. Francisco
Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan
del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de
corte de dicha Real Audiencia, estando presente el Sr. Fiscal, de que doy fe.
Cuadros [rubricado].

D. Gabriel Cano [rubricado]


D. Juan Próspero de Solís [rubricado]
Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera [rubricado]
Martín de Recabarren [rubricado]
D. Juan del Corral Calvo de la Torre [rubricado].
Escribano de Cámara y de su Majestad D. Miguel de Cuadros [rubricado].

Real Provisión en la forma ordinaria cometida al Mtro. de Campo D.


Fernando Zumaeta, Alcalde ordinario de esta ciudad, para que luego y sin
dilación alguna, cumpla y ejecute lo expresado en el decreto aquí inserto, y su
notificación al escribano de Cámara, para que se la notifique, así solas penas
aquí contenidas. [Una rúbrica].
D. Felipe V por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, de
las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia,
de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de
Murcia, de Jaén de los Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las Indias
Orientales y Occidentales, y la Tierra Firme, del mar Océano, archiduque de
Austria, duque de Borgoña, de Brabante y Milán, conde de Tours, de Flandes,
señor de Rosellón y Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, etc., a vos el
Mtro. de Campo D. Fernando de Zumaeta, nuestro Alcalde ordinario, a quien
cometemos la ejecución y cumplimiento de lo que de suso se contendrá. Salud
y gracia. Sabed que en la Audiencia y Chancillería Reales de Santiago, de las
Provincias de Chile, y por el nuestro Presidente y Oidores de ella, se libraron
cuatro provisiones de ruego y encargo, para que el P. Mtro. Fr. Diego de
Salinas, absolviere como Provincial a los PP. Mtros, que tenía excomulgados. Y
por no haber obedecido su contenido, los dichos nuestro Presidente y Oidores,
con vista de las diligencias y sus respuestas, proveyeron un decreto, que su
tenor es a la letra:
Decreto: Por cuanto habiéndose notificado al P. Mtro. Fr. Diego Salinas
las cuatro provisiones reales, prevenidas por la ley, de ruego y encargo, para
que quitase las censuras y alzase la fuerza absolviendo a los siete Reverendos
PP., que el día de ayer, al tiempo de querer recibir al Presidente de Capítulo,
les excomulgó, hallándose en las respuestas, que ha dado, a las notificaciones
del día, hasta la cuarta, en que se le declaró incurso en las temporalidades,
sin embargo de que se pasaron todos los oficios de suavidad, y porque dicta la
prudencia a reducirlo a la debida observancia, con número que se pudo
conseguir. En cuyos testimonios, y habiéndose visto todas las diligencias,
mandaron despachar la quinta provisión, cometida al Capitán D. Fernando
Zumaeta, Alcalde ordinario de esta ciudad, para que en cumplimiento de lo
mandado, pase a la celda del dicho Reverendo, y sacándolo de ella, como
extraño de estos reinos, con la decencia correspondiente a su dignidad y
persona, y con cuatro hombres de guardia, le conducirá a la primera chacra,
de las que se hallan en el camino de Valparaíso, D.de pasará, hasta que
cambie con comodidad, para que de allí, en conformidad con las reales
órdenes, que previenen el modo de practicarse estas diligencias, se remita a la
Casa de la Contratación de Sevilla, en partida de registro, con testimonio de
los autos.
Proveyeron el decreto de suso los Sres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia, en Santiago de Chile, en primero de Febrero de mil setecientos
y veinte y ocho años. Y lo señalaron, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano Caballero,
del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General de los
Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad, Gobernador y Capitán General
de este Reino y Presidente de esta Real Audiencia, y Oidores Reales D. Juan
Próspero de Solís Vango, Caballero de del Orden de Calatrava, D. Francisco
Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan
del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de
corte de dicha Real Audiencia, estando presente el Sr. Fiscal, de que doy fe.
Cuadros [rubricado].
Decisión: En cuya conformidad, y para que lo contenido en el decreto
suso inserto, tenga cumplido efecto, por los dichos nuestro Presidente y
Oidores visto, fue acordado, que debíamos demandar y despachar esta
nuestra carta y provisión real; en la dicha razón, estos tuvimos por bien, por lo
cual vos mandamos a vos el Mtro. de Campo D. Antonio Zumaeta, nuestro
Alcalde ordinario, que luego que con ella sea requerido por el nuestro
escribano de Cámara, vean el dicho decreto, y en su ejecución y cumplimiento,
ejecutareis luego y sin dilación alguna, lo que en él se manda puntualmente.
Todo lo cual haced cumplir y ejecutad, vos el dicho nuestro Alcalde, sin
ir ni venir contra ello en manera alguna, ni que consintáis ir ni pasar contra
su tenor y forma, so pena de la nuestra merced y de doscientos pesos de a
ocho reales, aplicados por mitad para la nuestra Cámara y reales estrados,
sobre la cual mandamos al dicho nuestro escribano de Cámara, vos la
notifique y asiente la notificación, al pie de esta nuestra carta, para que de
hecho conste, y nos sepamos cómo se cumple nuestro mandado. Dada en la
ciudad de Santiago de Chile, en primero de Febrero de mil setecientos y
veintiocho años.
Yo, D. Miguel Cuadros escribano de Cámara y de su Majestad, por el
Rey nuestro señor, la hice escribir por su mandado, con acuerdo de su
Presidente y Oidores. Por el Canciller D. Miguel de Cuadros. Por el registro D.
Miguel de Cuadros.

Miguel de Cuadros [rubricado]

Y luego, in continenti, notifiqué esta real provisión al Mtro. de Campo


D. Antonio Zumaeta, Alcalde ordinario, quien dijo que la obedecía como carta
y mandato de nuestro Rey y señor (que Dios guarde), y que en su
cumplimiento, pasaba luego a poner en ejecución, lo que en ella se manda. Y
yo, el presente escribano de Cámara, doy fe, que en mi presencia, sacó al muy
R. P. Mtro. Fr. Diego Salinas, para seguir su viaje. Cuadros [rubricado].

Diligencia: Doy fe cómo el Real Acuerdo a primero de Febrero de [mil]


setecientos y veinte y ocho años, como a las siete de la mañana, más o menos,
me mandó verbalmente saliese a la calle y reconociese para D.de iba el R. P.
Mtro. Fr. Diego Salinas y los religiosos que le acompañaban. Y habiéndome
puesto en medio de la calle, vi un tumulto de gente, en la cuadra que llaman
de Quiroga; y habiendo preguntado que qué era aquello, me respondieron
varias personas, que era el acompañamiento del P. Provincial extrañado. Y
para que conste, lo pongo por diligencia. Cuadros [rubricado].

En la ciudad de Santiago de Chile en primero de Febrero de mil


setecientos y veinte y ocho años, los Sres. Presidente y Oidores de esta Real
Audiencia, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara,
Comendador de Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo
de su Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de
su Real Audiencia, y Sres. Dres D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero del
Orden de Calatrava, D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D.
Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, asimismo, del
Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de Cortes de dicha Real Audiencia,
presente el Sr. Fiscal: Habiendo comparecido en este Real Acuerdo el muy R.
P. Mtro. Fr. Próspero del Pozo y Lemos, ex Provincial de esta santa Provincia
de Ermitaños del señor San Agustín, y R. P. Mtro. Fr. José de Soto, a
representar el uno, la nulidad de la Presidencia de este Capítulo, conferida por
la Definitoria Mayor, en la elección de este trienio, respecto de hallarse
implicado en el crimen de apostasía, a que se satisfizo, por el dicho muy R. P.
Mtro. Fr. Próspero del Pozo y Lemos, sobre lo siniestro del discurso, en esta
materia, por diversos fundamentos. Como en orden a otros defectos,
deducidos contra dichos dos electos Definidores, el uno por él mismo crimen,
y el otro por fatuidad, declararon no haber hecho fuerza alguna el dicho muy
R. P. Mtro. Fr. Próspero Lemus206, en haber dado la posesión de dicha
Presidencia a dicho religioso, y asimismo la obediencia. Y que le sobrevino
Presidente de este Capítulo, como asimismo la de los otros dos Definidores, y
que en esta virtud, así el dicho R. P. Mtro. Fr. José de Soto, como los demás
PP. Mtros, le tengan por tal, y no habiéndole dado la obediencia, se la den,
sobre que se les ruega y encarga en conformidad de lo prevenido por las leyes
reales. Y así lo proveyeron y señalaron dichos señores, estando en su Real
Acuerdo. [Seis rúbricas].
Ante mí, Miguel de Cuadros [rúbrica].

Luego, in continenti, hice saber este auto a todos los Reverendos PP.
Capitulares y Presidente de Capítulo, estando en la Sala Capitular, de que doy
fe y de que la dieron los Mtros citados en la obediencia. Cuadros [rubricado].

En la ciudad de Santiago de Chile en primero de Febrero de mil


setecientos y veinte y ocho años, los Sres. Presidente y Oidores de esta Real
Audiencia, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara,
Comendador de Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo
de su Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de
su Real Audiencia, y Sres. Oidores D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero
del Orden de Calatrava, D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados
D. Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, asimismo, del
Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de Cortes de dicha Real Audiencia,
presente el Sr. Fiscal, dijeron que por cuanto por las reales cédulas de veinte
y seis de Abril de mil setecientos y tres, la una dirigida a esta Real Audiencia,
y la otra al R. P. Provincial del Orden de Ermitaños de esta santa Provincia, y
otras dos de los años de setecientos y tres y setecientos y dieciocho, dirigidas a
los señores gobernadores de este Reino, se encarga a los señores Arzobispos y
Obispos de las Indias, y asimismo se ordena a dichos tribunales, el exacto
cumplimiento de los dos Breves de las Santidades de Paulo V y Clemente VIII,
sobre que en todos los conventos de las sagradas Religiones207 de las Indias, en
que no hubiere el número de ocho religiosos, y en que concurrieren, al mismo
tiempo, las circunstancias de haberse erigido y fundado sin la licencia,
facultad que por las leyes reales está ordenado, porque todos en que se
verificare la falta de estas dos calidades, los Prelados de ellas, no han de tener
voto en los Capítulos Provinciales, por los justos motivos que en dichas reales

206 Este como ya se ha visto es su segundo apellido, y no el primero, como se


lee aquí, y que además trae como Lemus, cuando siempre ha sido considerado como
Lemos.
207Como vemos en estos documentos, con la palabra «Religión», se referían a
las Órdenes religiosas.
cédulas se expresan. Y respecto de que es ahora preciso su ejecución y
cumplimiento, y más cuando por dichos PP. Mtros, contenidos en el escrito de
fojas dos, se pidió en este Real Acuerdo lo mismo, y por el Sr. Fiscal de su
Majestad en su escrito. En esta atención, mandaron se despache exhorto al R.
P. Presidente de Capítulo Fr. Nicolás Salinas208, para que arreglándose a los
dichos Breves, de los dos referidos Sumos Pontífices, y encargos de su
Majestad, que Dios guarde, no admitan a la votación del presente Capítulo, a
Prior alguno que lo haya sido, este trienio, de convento, [en que] no se
hubieren hallado de conventuales los ocho religiosos prefinidos en dichos
Breves y Reales Cédulas, debajo de apercibimiento, para cuyo efecto se
despacha luego escrito con inserción de este auto, haciéndoseles saber en la
Sala Capitular el escribano de Cámara. Y así lo proveyeron y señalaron dichos
señores, estando en su Real Acuerdo. [Seis rúbricas].
Ante mí, Miguel Cuadros [rubricado].
Despachose [rúbrica].

Nos, el Presidente y Oidores de la Audiencia y Chancillería Real, que por


nuestro mandado, está y reside en la ciudad de Santiago de las Provincias de
Chile, etc. Por cuanto en virtud de las Reales Cédulas, expedidas para la
ejecución de los dos Breves de la Santa Sede Apostólica, sobre los Prelados
que no pueden tener voz ni voto activa en los Capítulos Provinciales,
proveímos un auto del tenor siguiente:
Auto: En la ciudad de Santiago de Chile en primero de Febrero de mil
setecientos y veinte y ocho años los Sres. Presidente y Oidores de esta Real
Audiencia Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara,
Comendador de Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo
de su Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de
su Real Audiencia, y Sres. Dres. D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero
del Orden de Calatrava, D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados
D. Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, asimismo, del
Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de Cortes de dicha Real Audiencia,
dijeron, que por cuanto por las reales cédulas de veinte y tres de Abril de mil
setecientos y tres, la una dirigida a esta Real Audiencia y la otra al R. P.
Provincial del Orden de Ermitaños de esta santa Provincia, y otras dos de los
años de setecientos y trece y setecientos y dieciocho, dirigidas a los señores
gobernadores de este Reino, se encarga a los señores Arzobispos y Obispos de
las Indias y asimismo se ordena a dichos Tribunales el exacto cumplimiento
de los dos Breves de sus Santidades Paulo V y Clemente VIII, sobre que en
todos los conventos de las sagradas Religiones de las Indias, en que no
hubiere el número de ocho religiosos, y en que concurrieren al mismo tiempo
las circunstancias, de haberse erigido y fundado sin la licencia [y] facultad,
que por leyes reales está ordenado, por cuanto todos, en que se verificare la
falta de estas dos calidades, los Prelados de ellas no han de tener voto en los

208 Era hermano del P. Diego Salinas (cf. Sánchez Pérez, 2013: 136; Maturana,
1904: II, 975; Verdaguer, 1931: I, 263-264). No hace más que transcribir literalmente
al P. Maturana, aunque no lo cite. Nada dicen aquí ambos de la toma de hábito en San
Juan, como tampoco de su hermano el P. Diego, en la breve biografía que el P.
Maturana ofrece a continuación de la de Nicolás, su hermano de sangre.
Capítulos Provinciales, por los justos motivos, que en dichas reales cédulas, se
expresan. Y respondo que es ahora preciso su ejecución y cumplimiento, y
más cuando por ocho PP. Mtros, contenidos en el escrito de f.2, se pidió en
este Real Acuerdo, y lo mismo por el Sr. Fiscal, por su escrito f.1. En esta
atención, mandaron se despache exhorto al R. P. Presidente de Capítulo Fr.
Nicolás de Salinas, para que arreglándose a los dichos Breves, de los dos
referidos Sumos Pontífices, y encargos de su Majestad, que Dios guarde, no
admita a la votación del presente Capítulo, a Prior alguno, que lo haya sido
este trienio de convento, [D.de] no se hubieren hallado de conventuales, los
ocho religiosos prefinidos, en dichos Breves y Reales Cédulas, debajo de
apercibimiento. Para cuyo efecto, se despache luego exhorto, con inserción de
este Auto, haciéndosele saber en la Sala Capitular, por el escribano de
Cámara. Y así lo proveyeron y señalaron dichos señores, estando en su Real
Acuerdo.
Decisión: En cuya conformidad, de parte de su Majestad, que Dios
guarde, y de la nuestra, exhortamos, rogamos y encargamos al muy R. P.
Presidente de Capítulo, de esta santa provincia del señor San Agustín, dé
cumplimiento al dicho auto, que es hecho en la ciudad de Santiago de Chile,
en primero de Enero de mil setecientos y veinte y ocho años.
D. Gabriel Cano [rubricado]
D. Juan Próspero de Solís [rubricado]
Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera [rubricado]
Martín de Recabarren [rubricado]
D. Juan del Corral Calvo de la Torre [rubricado]209
Por mandado de los Sres. Presidente y Oidores de esta Real Audiencia,
Miguel de Cuadros
Secretario de Cámara y de su Majestad.

Y luego, in continenti, pasé a la Sala Capitular y en presencia de todos


los Reverendos PP. Vocales, hice saber este exhorto al R. P. Fr. Nicolás
Salinas, Presidente de Capítulo, que en su cumplimiento, hizo salir de dicha
Sala a los PP. Priores, que no tenían voto, por la razón dicha en dicho exhorto.
Y lo hice saber por enfermedad del escribano de Cámara, de que doy fe.

Fernando Mendaca [rubricado].


Escribano Público, de Cabildo y Real

En atención a estar extrañado de los Reinos de España el P. Mtro. Fr.


Diego Salinas, del Orden de Ermitaños del señor San Agustín, y mandado
remitir a la Casa de la Contratación de Sevilla, en conformidad de la ley, el
Preboste general lo llevará a Puerto de Valparaíso, y entregará al Gobernador
de él, a quien se escribirá en la primera ocasión, con testimonio de los autos,

209 Aunque en las distintas firmas que ofrecemos de estos representantes reales

vienen con diferencias respecto a incluir o no nombre y apellidos, preferimos usar


siempre todos los datos, para evitar posibles interpretaciones equivocadas.
de los que debe ejecutar. Y la comunicación dada, se entiende con dicho
Preboste, en caso de legítimo embarazo, de alguien más de esta ciudad.
D. Gabriel Cano [rubricado]
D. Juan Próspero de Solís [rubricado]
Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera [rubricado]
Martín de Recabarren [rubricado]
D. Juan del Corral Calvo de la Torre [rubricado]

Proveyeron el decreto de suso los Sres. Presidente y Oidores de esta


Real Audiencia en Santiago de Chile en tres de Febrero de mil setecientos y
veinte y ocho años, y lo señalaron el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano Caballero, del
Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General de los Reales
ejércitos, del Consejo de Su Majestad, Gobernador y Capitán General de este
Reino y Presidente de esta Real Audiencia, y Oidores de Audiencia D. Juan
Próspero de Solís Vango, Caballero del Orden de Calatrava, D. Francisco
Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan
del Corral Calvo de la Torre, asimismo del Consejo de Su Majestad, Oidores y
Alcaldes de Corte de dicha Real Audiencia, estando en su Real Acuerdo,
presente el Sr. Fiscal, de que doy fe. Cuadros [rubricado].

Documento XII

Carta del Presidente del Capítulo P. Nicolás Salinas al Presidente de la Real


Audiencia

Santiago de Chile, año 1728

Mi Presidente [y] señor:

El Mtro. Fr. Diego Salinas, ex Provincial de esta Provincia de los


Ermitaños de nuestro P. San Agustín, parezco ante Vuestra Alteza y digo, que
tengo entendido, cómo por habérseme extrañado, en resulta del Capítulo de
mi sagrada Religión, a instancia o representación del P. Mtro. Fr. José de
Roco, se ha mandado por Vuestra Alteza, que luego, in continenti, salga para
Valparaíso, desde la chacra de campo en que me hallo, para que en partida de
registro, vaya mi persona en cumplimiento de mi extrañamiento, y respecto de
que no estoy en vía, para ejecutarlo, sin otra inspección, que obedecer las
reales órdenes, habiéndome sólo detenido, esperando los auto íntegros del
Capítulo, que es el fundamento de mi extrañamiento, y que se me deben
entregar, según la expresa ley de Indias 18, tit. 8, lib. 1, D.de se ordena, que
cuando se extrañare alguno de las Indias, y para presentarse ante nos,
puédala ejecutar el Gobernador, y dele los auto cerrados y sellados, y por otra
vía, no se envíe copia para que seamos informados, y que esta resolución, no
sea sin muy gran causa210. De que se infiere, que sin entregárseme el proceso
íntegro original, no puedo cumplir con mi expreso del Reino, porque de otra
suerte, se vulneran las reales órdenes, y no tengo yo motivo alguno de pasar a
dicha Provincia, ni se comparecer ante la Real Persona, porque son patentes
de Prelado, me discurrirán por apóstata y prófugo, y sin recados de mi
extrañamiento, que los debo llevar conmigo, pues ser[í]a intempestiva mi
salida, aún equívoca a [ilegible], que el sacrificio que he hecho por mis
Constituciones sin llanto. A Vuestra Alteza pido y suplico, lo mandé ayer, que
es justicia.
Fr. Nicolás de Salinas [rubricado]
Azua [rubricado]

Guárdese la providencia dada hoy día de la dicha orden, a que el P.


Mtro. Fr. Diego Salinas, pase al Puerto Valparaíso, y se la entregue al
Gobernador de él, D.de se remitirá el testimonio de auto, que pide; y el
alguacilmiento (sic) de esta ciudad, la ejecutará y cumplirá, como está
mandado, y en su defecto el Preboste General.
D. Gabriel Cano [rubricado]
D. Juan Próspero de Solís [rubricado]
Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera [rubricado]
Martín de Recabarren [rubricado]
D. Juan del Corral Calvo de la Torre [rubricado]

Proveyeron el decreto de uso, los Sres. Presidente y Oidores de esta Real


Audiencia, en Santiago de Chile, en tres de Febrero de mil setecientos y veinte
y ocho años, y lo señalaron el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano Caballero, del
Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General de los Reales
ejércitos, del Consejo de Su Majestad, Gobernador y Capitán General de este
Reino y Presidente de esta Real Audiencia, y Oidores de Audiencia D. Juan
Próspero de Solís Vango, Caballero del Orden de Calatrava, D. Francisco
Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan
del Corral Calvo de la Torre, asimismo del Consejo de Su Majestad, Oidores y
Alcaldes de Corte de dicha Real Audiencia, de que doy fe. Cuadros
[rubricado].
En dicho día, mes y año, lo hice saber el decreto de la foja de enfrente,
al R. P. Mtro. Fr. Diego Salinas, Provincial que fue de esta Provincia del señor
San Agustín, como a las diez y media de la noche, en su persona, de que doy
fe.
D. Cristóbal Zamudio de Torres [rubricado].

Documento XIII

Cédula Real de Felipe V de mil setecientos y tres

210 El subrayado es del original.


El Rey:

Por cuanto en diez y seis de Febrero de mil setecientos y tres mandé dar
y di la Cédula del tenor siguiente: El Rey por cuanto por Cédulas de siete de
Noviembre de mil setecientos y noventa y tres, y once de Marzo de mil
setecientos y noventa y ocho, se dio la firma en que se había de practicar el
Breve de la Santidad de Paulo V, de veinte y tres de Diciembre de mil
setecientos y once, sobre que los conventos de las Religiones de las Indias
hubiesen de tener al menos ocho religiosos de actual asistencia, para
conservarse con los privilegios de conventualidad, y que las casas y conventos
que no los tuviesen no gozasen del privilegio de conventos, ni que se nombrase
en ellos cabeza que las gobernase. Y se ordenó a los Virreyes, Presidente y
Audiencias de las Provincias de las Indias, y rogó y encargó a los Arzobispos y
Obispos, que en ejecución del citado Breve de Pabilo V, y los demás Breves
Pontificios, que daban la forma del número de religiosos, de que deben constar
los conventos, para llamarse y tenerse por verdaderos conventos, y que luego
que por parte de la Religión de San Francisco, se presentase dicha Cédula de
once de Marzo de [mil] setecientos y noventa y ocho años, [y] ordenasen que
inviolable y precisamente, sólo pudiesen tenerse y llamarse verdaderos
conventos, los que fuesen cabeceras de las doctrinas de esta Religión, [y] los
que se hallasen erigidos con licencia de los Reyes, mis predecesores. Y que
para hacer dichos conventos cabeceras, tenidos por tales y gobernados por
superior guardián, no pudiesen tener menor número, que el de ocho religiosos
de continua asistencia. Y para que se logre este fin, se uniesen y agregasen a
dichos conventos cabeceras, las demás doctrinas, que hubiese de la religión,
según el distrito, aunque se hubiesen erigido, con licencias y despachos
legítimos, de que filiándose los religiosos doctrineros al convento de la
cabecera principal, que quedase, y se conservase con nombre y título de
convento, [y] reconociesen superior regular, sin otro nombre, graduación ni
voto, que el de doctrineros, y como tales, sujetos a mi Real Patronato, y en las
culpas y excesos inoficiosos, filiciando sujetos a los Prelados diocesanos. Y
que para la separación y forma de la ejecución y práctica de lo referido,
hubiese de concurrir precisamente el Virrey y Presidente, o bien Patrono, con
el Arzobispo y Obispo y Provincial de cada Provincia, procurando cada uno el
cumplimiento de su cargo, para que todo se ejecutase y practicase
inviolablemente, como se expresaba en dichas Cédulas y Breves, sin alterarlas
ni interpretarlas con motivo ni pretexto alguno, que pudiese ofrecerse. Y
habiéndose presentado la referida cédula de once de Marzo de mil setecientos
y noventa y ocho, y celebrándose la junta, que en ella se prefinía, en que
concurrió D. Gil de Cabrera Dávalos, Gobernador y Capitán General del nuevo
Reino de Granada, y Presidente de mi Audiencia del211, D. Francisco Ignacio
de Urbina, Arzobispo de la Iglesia Metropolitana de la ciudad de Santa Fe, y el
Provincial Fr. Antonio de Cháves, con asistencia de Fr. Miguel de Mora,
Comisario General de las Provincias del Perú, teniéndose presente
representaciones212 y alegatos, que se habrían hecho por parte de la dicha

211 Así de claro lo leemos, sin ninguna duda, pero que se entiende que está

incompleto, y sospechamos es del copista.


212 Así hemos transcrito lo que claramente leemos como «represcutaciones».
Provincia de Santa Fe, y constando que, de los veinte y tres conventos, en que
se elegían guardianes, había cinco que cada uno tenía tan solamente un
religioso, en quien se proveían los oficios de guardián predicador y Rector de la
Orden Tercera, y los demás oficios del convento. Y que había otros muchos
conventos, de hasta dos, tres, cuatro y hasta cinco religiosos, por auto que
proveyó dicha junta en veinte y seis de mil setecientos y noventa y nueve, [y]
dijo que no debían tenerse ni poderse llamar verdaderos conventos, aquellos
que de los que se asentaban, estar fundados con licencias, quedasen sin el
número de ocho religiosos de continua asistencia, ni los guardianes de ellos,
se pudiesen considerar por tales, faltándoles este número. Y que a los
conventos elegidos por cabeceras, los que se conservasen con la prefinida
formalidad, se habían de agregar las doctrinas de su inmediación, porque los
religiosos, que las sirviesen, pudiesen reconocer, inmediatamente, legítimo
regular Prelado al guardián del convento cabecera, que, para el efecto, erigiese
con el número de dichos ocho religiosos, de actual asistencia, cuya elección,
así de los conventos cabecera, como la agregación y fijación a ellos de las
doctrinas213, debiéndose hacer con conocimiento de las Provincias, partidos y
distancias, se podría ejecutar, con mayor puntualidad, por el superior Prelado
de la religión, contra quien asistía la práctica de los territorios, sus términos y
jurisdicciones. Y que para que a la Religión le constase la real voluntad y cuan
de ella era la observancia del Breve citado, y que se tengan presentes sus
disposiciones en los Capítulos Provinciales, se hiciese saber la expresada
Cédula al Definitorio, entregándose copia autorizada de ella y del auto
referido. Y después, habiéndose suplicado por dicha resolución de Santiago, y
alegándose diferentes fundamentos, se confirmó, por otro de quince de marzo
de mil setecientos. Y uno, con calidad de que, por haber muerto el Provincial,
que asistió a la junta antecedente, a quien se le había encargado la elección
de los conventos cabecera, que habían de quedar, y doctrinas que se habían
de agregar, se hiciese saber dicha Cédula, Breve y Auto al Capítulo Provincial,
que estaba para celebrarse en nueve de Abril de aquel año, para que se
practicase, por el Superior Prelado y nuevo Definitorio. Y que ejecutándose
así, se nombrasen guardianes en los conventos fundados con licencias, que
quisiesen tener y conservar a lo menos ocho religiosos de continua asistencia,
y que de la expresada resolución, se diese luego cuenta a la junta, para que
esta me la diese, cuyo auto se hizo saber al Definitorio, por quien se consintió
en lo favorable y en lo perjudicial, suplicó a su Consejo de las Indias, que sólo
se admitió en lo devolutivo. Y habiéndose celebrado el Capítulo citado, se
nombraron en él guardianes, condicionalmente, para los conventos que no
tenían el número de los ocho religiosos, con el nombre de Presidentes de
aquellas casas, en el ínterin que se llenaba. Y habiéndose vuelto [a] haber en
dicha Junta, en veintisiete de Abril del mismo año, se declaró, que para el
Capítulo intermedio, se estuviese en la fija inteligencia de lo acertado y
resuelto, en virtud de las expresadas Cédulas y Breves Pontificios, lo cual se
había hecho saber al Definitorio, y ahora, Fr. Francisco de Ayeta, Procurador
General de la Religión de San Francisco, por las Provincias de las Indias, me
ha representado los motivos y las razones que asisten a su Religión, para que
se sobresea, esto ejecutado y mandado observar, por aquella junta, en fuerza

213 Reconocemos que es una redacción confusa, pero es la que claramente

leemos en el documento. Como ya hemos visto en otros, hay una gran diferencia en la
claridad con que están redactados.
de lo dispuesto por las expresadas Cédulas y Breves Pontificios, suplicándome
fuese servido de mandarlo así, para que no se vulnere la práctica, que han
tenido, en el nombramiento de guardianes y de más oficios.
Y habiéndose visto en mi Consejo de las Indias, con los autos,
instrucciones y Breves papeles de la materia, y lo que dijo y pidió mi Fiscal,
en el he venido en aprobar, como por la presente apruebo, lo resuelto por
dicha Junta, en los expresados autos, de veinte y ocho de Septiembre de mil
seiscientos y noventa y nueve, y quince de Marzo de setecientos y uno, de que
la doy las gracias, por haberse arreglado a las Cédulas y Breves de Paulo V, y
mando de todas la providencias convenientes, a fin de que en los Capítulos
Provinciales Intermedios o Congregaciones, no se haga novedad, en lo proveído
en dichos autos, ni que en los conventos fundados, con licencia de los Reyes,
mis predecesores, y mías, se elijan guardianes, sin que conste haber en ellos a
lo menos, ocho religiosos de continua actual y precisa asistencia y habitación,
y que no falten ni puedan faltar a ella, con pretexto ni motivo alguno, por ser
como es, según los citados Breves y decisiones canónicas, el número (al menos
de los ocho religiosos, de continua y actual asistencia en cada convento), la
razón formal y el constitutivo de convento, y el fin último de la conventualidad,
para la asistencia de las horas canónicas, y el cumplimiento del culto y oficios
divinos, a que no se debe faltar, entendiéndose que, en dichos ocho religiosos,
no se incluyen ni deben incluir, los que se hallaren sirviendo las doctrinas y
curatos de sus territorios, porque estos, como párrocos, tienen y deben tener
actual, continua y efectiva asistencia en sus doctrinas, parroquias y pueblos, y
de que no pueden ni deben adaptarse, en fuerza del propio oficio de párrocos,
según reglas conciliares y canónicas. Y los dichos ocho religiosos, que van
referidos, son los que precisamente han de estar de continua, real y actual
asistencia, en cada convento, porque de no verificarse, a lo menos este
número, de ocho religiosos, se ha de ejecutar indispensablemente la
incorporación y unión de dichos conventos, con la calidad de que de no
incorporarse y de no constar de los ocho religiosos de actual y continua
asistencia, no se goce de los privilegios de conventualidad. Y los religiosos
queden sujetos a los Prelados ordinarios, así en las correcciones y excesos
personales, como en las visitas de ellos y de sus casas y habitaciones, según el
citado Breve de Paulo V y los decretos de las Santidades de Gregorio XV y
Urbano VIII, expedidos a consultas de la Sagrada Congregación de cardenales
del santo Concilio de Trento super celebratione Misarum214 de veinte y uno de
Junio de mil setecientos y veinte y cinco, y novísimamente confirmados y
mandados observar por la santidad de Inocencio XII, en su Breve de tres de
Enero de [mil] seiscientos y noventa y nueve, porque por diferentes
resoluciones mías, he mandado dar el paso, y que se observe y guarde en esos
mis Reinos y señoríos.
Decisión: Y porque mi voluntad es que lo dispuesto y mandado por los
Breves y Cédulas expresadas y por los autos referidos de la Junta hecha en
Santa Fe, en veinte y seis de Septiembre de [mil] seiscientos y noventa y nueve
y quince de Mayo de [mil] setecientos y uno, tengan el debido cumplimiento,
como lo determinado en este mi despacho, y demás que van referidos, mando
generalmente a mis Virreyes, Presidentes, Audiencias y Vive Patronos de las
Provincias del Perú y Nueva España, y ruego y encargo a los Arzobispos y
Obispos y Prelados de las Religiones de ellas, guarden, cumplan y ejecuten lo

214 «Sobre la celebración de la Misa» [T. A.].


dispuesto con los citados Breves y Cédulas, Auto de la Junta y expresado en
esta mi Cédula, sin contravenir con ningún motivo, pretexto ni interpretación
alguna, que así es mi voluntad, por lo que conviene al servicio de Dios y
nuestro. Fecha en Madrid a diez y seis de Febrero de mil setecientos y tres
años. Yo el Rey. Por mandado del Rey nuestro señor, D. Domingo López de Cal
Mondragón. Y ahora, el Obispo de la Iglesia Catedral de la ciudad de Santiago,
de las Provincias de Chile, en carta de veinte y cuatro de Enero de mil
setecientos y diez, refirió los inconvenientes que tienen los conventos de
religiosos, que están repartidos por todo aquel obispado, en corto número de
sujetos, y no haber llegado [a] aquel Reino la Cédula preinserta, suplicándome
fuese servido mandarla remitir a él, para que se ejecute su contenido. Y
habiéndose visto en mi Consejo de las Indias, con lo que dijo mi Fiscal en el,
he tenido por bien mandar sobre carta dicha Cédula, para que se observe,
cumpla y ejecute, precisa y puntualmente, lo que en ella se expresa, que así es
mi voluntad. Fecha en Madrid a treinta y uno de Julio de mil setecientos y
trece. Yo el Rey. Por mandado del Rey nuestro señor, D. Bernardo Inajeno de
la Escalera.
Obedecimiento: En la ciudad de Santiago, en cinco días del mes de Mayo
de mil setecientos y diez y seis años, habiendo recibido el día once de Abril de
este presente año, la Real Cédula de su Majestad de estas ocho fojas, el Sr. D.
Julio Andrés de Ustariz, caballero del Orden de Santiago, del Consejo de su
Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de su
Real Audiencia, la cogió en sus manos, besó y puso sobre su cabeza, y dijo
que la obedecía y obedeció, como carta y mandato de su Rey y señor natural, y
mandó a mí, el presente escribano, se lo haga saber al R. P. Provincial de la
Orden de nuestro PP. San Francisco, para que cumpla y ejecute, conforme su
Majestad en ella manda. Y así lo proveyó, mandó y firmó su Señoría, de que
doy fe. Gaspar Valdés, Escribano Público.
En la ciudad de Santiago de Chile, en diez y ocho días del mes de Mayo,
de mil setecientos y diez y seis años, en cumplimiento de lo mandado, yo el
Escribano, hice saber la Real Cédula, de estas ocho fojas, al muy R. P. Lector
Jubilado Fr. Domingo Fierres, Vicario Provincial del Orden del señor San
Francisco, P. perpetuo de esta Provincia, a quien se le leyó de verbo ad
verbum215, en su persona, de que doy fe. Gaspar Valdés, Escribano Público.
Concuerda con la Real Cédula, que se halla en un libro de gobierno, de
fojas doscientas y ochenta y cuatro, a que en lo necesario me refiero. Y para
que conste, doy el presente, en virtud de lo mandado, por los Sres. Presidente
y Oidores de esta Real Audiencia, la cual se halla con cuatro rúbricas. En la
ciudad de Santiago de Chile, en seis de Febrero de mil setecientos y veinte y
ocho años. Y en fe de ello lo firmé. Miguel de Cuadros. [Rubricado].

El Rey:

Presidente de mi Audiencia de la ciudad de Santiago, en las provincias


de Chile, en Cédula de treinta y uno de Julio de [mil] setecientos y trece, se
previno que no se tuviese por convento él en que no hubiese (sic) el número de
ocho religiosos de continua y actual asistencia. Y que celase yo sobre su

215 «Literalmente» [T. A.].


cumplimiento, a que responden en carta de veinte y cuatro de Octubre del de
[mil] setecientos diez y seis, haberla hecho notoria al Vicario Provincial de la
Orden de San Francisco, como parece del testimonio que acompañáis. Pero no
he podido dejar de extrañar, que no expreséis el número de religiosos de que
se compone así dicho convento, como lo demás de ese Reino, según mandé por
la citada Cédula, para que me hallase enterado, si se observa lo dispuesto por
las Bulas, santos Concilios y órdenes mías, expresadas en ella, de que estaréis
advertido, para darme cuenta en la primera ocasión, de la forma en que se
cumple, lo que está mandado a este fin, y de todo lo demás, que conduce a su
puntual observancia. De Madrid a quince de Febrero de mil setecientos diez y
ocho. Yo el Rey. Por mandado del Rey nuestro señor, D. Francisco de Arana.
Obedecimiento: En la ciudad de Santiago de Chile, en veinte y uno de
octubre de mil setecientos diez y ocho años, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano de
Aponte, caballero del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente
General de los Reales Ejércitos de su Majestad, Gobernador y Capitán General
de este Reino y Presidente de su Real Audiencia, visto la Real Cédula de su
Majestad de la foja antecedente, la cogió en sus manos, besó y puso sobre su
cabeza, y dijo que la obedecía y obedeció como carta y mandato de nuestro
Rey y señor natural, que Dios guarde, como la Cristiandad ha menester. Y así
lo proveyó, mandó y firmó. D. Gabriel Cano. Ante mí José Álvarez de
Hinestrosa, Escribano Público y Real Hacienda.
Concuerda con la Real Cédula, que se halla en el libro de gobierno, a
que en lo necesario me refiero. Y para que conste, doy el presente en la ciudad
de Santiago de Chile, en seis de Febrero de mil setecientos y veinte y ocho
años. Y se hallan cuatro rúbricas. Y en fe de ello, lo firmo, Miguel de Cuadros
[rubricado].

El Rey:

Presidente y Oidores de mi Audiencia de la ciudad de Santiago, en las


Provincias de Chile. Aunque por el Breve de la Santidad de Paulo V de veinte y
tres de Diciembre de mil seiscientos y once, se encargó a los Arzobispos de
Lima y México, que aquellos conventos, en que no hubiese el número de ocho
religiosos, se suprimiesen y extinguiesen, y que los religiosos residentes en
ellos, pasasen a otros conventos de su Religión, y se les agregasen sus bienes
y alhajas, en cuya conformidad se despacharon Cédulas en aquel tiempo a
ambos Reinos, considerándose que desde entonces ha crecido tanto el número
de religiosos, digo de conventos, en que no hay el prefinido número, para que
se celebren en ellos los divinos oficios, con la debida solemnidad, y que se
observe la clausura y conventualidad. Y en ese Reino, con especialidad de
D.de he sido informado con papeles e instrumentos, del excesivo número de
conventos, que hay con sólo uno o dos religiosos, y que se han fundado sin las
licencias, que por leyes reales está prevenido, y vístose en mi Consejo todos los
papeles de esta dependencia, y oído al fiscal de él, he tenido por conveniente,
rogar y encargar a los obispos de esa ciudad, la de la Concepción, como se
hace en despachos de la fecha de este, el cumplimiento y ejecución del
mencionado Breve, en todos aquellos conventos, en que no hubiere el número
de ocho religiosos, y en que concurriere, al mismo tiempo, la circunstancia de
haberse erigido y fundado, sin la licencia y facultad, que por leyes reales, está
ordenado, porque todos los que en que se verificare la falta de estas dos
calidades, se han de extinguir y suprimir, pasándose los religiosos de ellos a
otros conventos de su Religión, a que se han de agregar y aplicar sus bienes,
ornamentos y alhajas, pero que en aquellos conventos, en que se hallare la
residencia de ocho religiosos de comunidad, aunque se hayan fundado sin las
licencias necesarias, suspender la ejecución del referido Breve, informándome
lo que les pareciere ser más conveniente, sobre que se mantengan o dejen de
mantenerse sus fundaciones, y si tienen rentas suficientes para el sustento de
los ocho o más religiosos, que en ellos hubiere de continua asistencia, o si se
hallaren en paraje o situación en que puedan subsistir a expensas de
limosnas. Y que si hubiere conventos fundados con despachos legítimos,
aunque no tengan el número de ocho, se han de mantener sin hacer novedad,
pero con la advertencia y moderación, de que los Prelados de ellos, no han de
tener voto en los Capítulos Provinciales, en consecuencia del Breve de la
Santidad de Clemente VIII, en que se ordena no tengan voto, en el Capítulo
Provincial, los superiores de ellos, cuyo cumplimiento encargo a los
Provinciales de esas Provincias, pero que han de observar, después de todo lo
referido, el que la supresión de conventos y agregación de religiosos, no se ha
de practicar, cuando se hallaren con el cargo y obligación de administrar
misiones o doctrinas, en que para poderlo hacer, es necesario vivan
separadamente en los conventos, uno o dos religiosos, o los más que se
necesitaren en las misiones, sin que por esto no se les deba dispensar, el que
tengan voto en el capítulo, los superiores de las casas, cuyo cumplimiento
también encargo a los Provinciales. Y que en la ejecución de todo lo referido,
obren con aquella gran prudencia, que su celo y aplicación les dictare, al
mayor servicio de Dios, y sin que se causen disturbios, ni falte a la quietud
pública y sosiego de sus vasallos, de que he querido daros noticia, para que lo
tengáis entendido y me informareis de lo que se os ofreciere, sobre el punto de
mantenerse o no, los conventos que se hallaren fundados sin licencia. Y
juntamente os ordeno, que si los dichos Obispos, necesitaren de favor y ayuda
para la ejecución de los referidos, se lo impartáis y hagáis, [y] que el Fiscal de
esta Audiencia, atienda y cuide de su más puntual observancia y
cumplimiento, pidiendo [a]cerca de ello, lo que fuere más conveniente. Fecha
en Madrid a veinte y seis de Abril de mil setecientos y tres años. Yo, el Rey. Por
mandado del Rey, nuestro señor, D. Domingo López de Calo Mondragón.
Obedecimiento: En la ciudad de Santiago de Chile, en nueve días del
mes de Febrero de mil setecientos y cuatro años, los Sres. Presidente y
Oidores de esta Real Audiencia, habiendo visto la Real Cédula de las dos fojas
antes de esta, dijeron que la obedecían y obedecieron, como carta y mandado
de nuestro Rey y señor, que Dios guarde, y la besaron y pusieron sobre sus
cabezas. Y mandaron que se guarde, cumpla y ejecute, según y cómo en ella
se contiene. Y así lo proveyeron y señalaron los Sres. Sargento General de
batalla D. Francisco Ibáñez de Peralta, Comandante Gobernador y Capitán
General de este Reino y Licenciado D. Lucas Francisco de Bilbao la Vieja, D.
Diego de Zúñiga y Tovar, caballero del Orden de Santiago, Dr. D. José Blanco
Rejón, del Consejo de su Majestad, Oidores de esta Real Audiencia. Ante mí D.
Valeriano MalD.ado, Escribano de Cámara.
Concuerda con la Real Cédula original que para en el segundo tomo de
Reales Cedulas a fojas doscientas y treinta, a que en lo necesario me refiero. Y
para que conste, doy el presente en la ciudad de Santiago de Chile, en cuatro
días del mes de Enero de mil setecientos y veinte y ocho.
Y en fe de lo dicho, lo firmo Miguel de Cuadros. [Rubricado].
El Rey:

Presidente y Oidores de mi Real Audiencia de la dicha ciudad de


Santiago, en las Provincias de Chile, por parte de D. Lucas Francisco Bilbao,
D. Diego de Zúñiga, D. Álvaro de Quirós, D. José Blanco Rejón y D. Gonzalo
Ramírez de Baquedano y Oidores y Fiscal que fueron de esa Audiencia. Se me
ha representado individualmente las legítimas causas que concurrieron para
proceder a las temporalidades y extrañamiento de los PP. Fr. Tomás Moreno,
Fr. Fernando de Alvarado, Fr. José y Fr. Vicente de Cubero, religiosos de la
Orden de San Francisco, de esa Provincia, sobre las inquietudes que se
ocasionaron [a]cerca del cumplimiento de diferentes Cédulas, patentes y
recursos, que se habían introducido sobre la validación de un Capítulo
Provincial, que se celebró el año de mil seiscientos y veinte y seis,
suplicándome que atendiendo a que las providencias que dieron, fueron
arregladas a lo prevenido por derecho, y a la obligación de su ministerio. Y
mirando a la quietud común de esa República y [a] atajar a las discordias, que
se habían ocasionando en ella, fuese servido mandar, en vista de los papeles e
instrumentos, que presentaba en su justificación, que la Cédula de cuatro de
Mayo de mil setecientos y tres, en que manifesté mi desagrado por lo que
obraron en esta materia, y se sentó en el libro de acuerdos de esa Audiencia y
Protocolo del oficio del escribano, ante quien se actuó dicho expediente, se
borre y cancele, y que se les restituya la multa de mil pesos, que se le sacó a
cada uno de dichos ministros. Y habiéndose visto en mi Consejo de las Indias,
contó qué dijo y pidió mi Fiscal en el, he resuelto ordenaros y mandaros
(como lo hago), que luego que recibáis esta orden, volváis y restituyáis a poder
de mi infrascrito secretario, la Cédula citada de cuatro de Mayo de mil
setecientos y tres, y que contéis y entresaquéis, de los libros de acuerdo de esa
Audiencia y Protocolo del escribano de la dependencia, la foja o fojas en que
se sentó, y en caso de que, en alguna de ellas, se hallare escrito algo sobre
otra dependencia, haréis se pase y copie en otra hoja. Y estaréis advertidos,
que por lo que mira a las multas, se queda viendo en mi Consejo de las Indias,
para proveer lo que tuviere por más conveniente. Y del recibo de este
despacho, y de lo que en cumplimiento ejecutáredes, me daréis cuenta en la
primera ocasión que se ofrezca. Fecha en [palacio del] Buen Retiro, a cuatro de
Septiembre de mil setecientos y ocho. Yo el Rey. Por mandado del Rey nuestro
señor, D. Bernardo Inajero de la Escalera.
Obedecimiento: En la ciudad de Santiago de Chile, en veinte y nueve de
Abril de mil setecientos y diez años, los Sres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia, habiendo visto esta Real Cédula y lo que en ella ordena su
Majestad, la obedecieron, besaron y pusieron sobre sus cabezas, como a
mandato de nuestro Rey y señor natural, que Dios guarde muchos años, para
bien y aumento de la Cristiandad, y en su cumplimiento, mandaron que la
Real Cédula, en ella inserta, que se remitió a esta Real Audiencia, para el
efecto que se refiere, la cual se puso en los libros del Real Acuerdo, que se
halla a fojas trescientas y setenta y cinco y trescientas y setenta y seis, se
desmembre, arranque del dicho libro, y rompa, y que se anote en él, el motivo
por qué se arrancaron dichas fojas. Y que esta Real Cédula, nuevamente
despachada, se inserte en el mismo libro de Acuerdo, para que en todo tiempo
conste la real aceptación de su Majestad, a los servicios y justificación con que
procedieron los Sres. Ministros de esta Real Audiencia, mencionados en el
Real despacho, en las providencias de los tumultos de los religiosos del señor
San Francisco, de esta corte, sobre las elecciones de sus Capítulos, y que se
dé cuenta a su Majestad de haberse así ejecutado. Y que el presente
escribano de Cámara interinario, ponga por fe, la extracción de dichas dos
fojas, del libro de Acuerdos, a continuación de este obedecimiento, y cómo él
mismo las sacó y arrancó. Y para que se tenga noticia de la nueva resolución
de su Majestad, se lea el Real despacho y este obedecimiento en audiencia
pública. Y así lo proveyeron y firmaron D. Juan Andrés de Ustariz, del Orden
de Santiago, del Consejo de su Majestad, Presidente Gobernador y Capitán
General de este Reino, y los Sres. Licenciados D. Julio del Corral Calvo de la
Torre, del Consejo de su Majestad, Oidor y Alcalde de corte de esta Real
Audiencia, que se halla solo en ella, y auditor del agente de guerra, de esta
ciudad, por su Majestad, y D. Baltasar José de Lerma y Salamanca, Fiscal de
dicha Real Audiencia. D. Julio Andrés de Ustariz, Lic. D. Julio del Corral Calvo
de la Torre, Lic. D. Baltasar José de Lerma y Salamanca. Ante mí Gaspar
Valdés, Escribano Público y de Cabildo.
Anotación: Yo, Gaspar Valdés, escribano Público y de Cabildo, de esta
ciudad de Santiago de Chile, certifico y doy fe, en cuanto puedo y ha lugar en
derecho, cómo hoy, que se cuentan veinte y nueve de Abril de este presente
año de mil setecientos y diez, estando los Sres. Presidente y Oidores, de esta
Real Audiencia, en el Real Acuerdo de justicia, es a saber, el Sr. D. Julio
Andrés de Ustariz, Caballero del Orden de Santiago, del Consejo de su
Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de esta
Real Audiencia, y los Sres. Licenciados D. Julio del Corral Calvo de la Torre,
del Consejo de su Majestad, su Oidor y Alcalde de corte de esta Real
Audiencia, que se halla solo en ella, y D. Baltasar José de Lerma y
Salamanca, Fiscal d su Majestad, para efecto del obedecimiento de las Reales
Cédulas, que se han recibido. Y habiendo sido llamado por los dichos Sres.,
yo, el presente escribano, y entrando a la Real Sala del Acuerdo, para el efecto
referido, en cumplimiento de lo mandado por la Real Cédula de las dos fojas,
antes de esta, su fecha, en Buen Retiro, a cuatro de Septiembre del año
pasado de mil setecientos y ocho, me mandaron sacar el libro secreto de
Acuerdos de esta Real Audiencia, y a fojas trescientas y setenta y cinco, y
trescientas y setenta y seis, estaba inserta la Real Cédula, que su Majestad
refiere en este despacho, y que arrancase y desmembrase del dicho libro, este
instrumento, como con efecto le arranqué, y desmembré del dicho libro,
entregando dichas dos fojas, a dichos señores. Y por orden suyo inserté esta
Cédula, con esta diligencia, en el mismo libro de Acuerdo, a fojas doscientas y
veinte y cuatro, y doscientas y veinte y cinco. Y para que conste, de mandado
de los dichos señores, doy el presente en dicho día, veinte y nueve de Abril de
mil setecientos y diez años. Y en fe de ello, lo signo y firmo. En testimonio de
verdad, Gaspar Valdés, escribano Público y Cabildo.
Concuerda con su original, que para en el libro de Cédulas de esta Real
Audiencia, en el Tomo Cuarto, a fojas cuarenta y tres, cuarenta y cuatro y
cuarenta y cinco, a que en lo necesario me refiero. Y para que conste, doy el
presente en la ciudad de Santiago de Chile, en seis días del mes de Febrero de
mil setecientos veinte y ocho años. Y está la dicha Crédula con ocho rúbricas.
Y en fe de ello, lo firmo, Miguel de Cuadros, escribano de Cámara
[rubricado].
Documento XIV

Carta del P. Diego Salinas al Presidente de la Audiencia

Santiago de Chile, años 1728

El Mtro. Fr. Diego Salinas, ex Provincial de esta Provincia de Ermitaños


de nuestro P. San Agustín, parezco ante Vuestra Alteza, y digo: que me hallo
en vía para obedecer el extrañamiento acordado por Vuestra Alteza, y siendo
los autos obrados en esta razón, con la íntegra de todas sus circunstancias, la
regla y requisito esencial de mi conducta a la Corte, y presentación a su
Majestad (sobre que tengo hecha instancia de su entrega en conformidad de
las Leyes Reales 18, tít. 8, lib. 1, de Indias y demás concordantes), se ha de
servir Vuestra Alteza de mandar que luego y sin dilación, se me entreguen
dichos autos, para la secuela de mi viaje, por cuanto la urgencia del navío, que
está para salir, impele a esta precisión. A Vuestra Alteza pido y suplico mande
al escribano de Cámara, me dé testimonio de las circunstancias en que me
halló Vuestra Alteza, el día treinta y uno de Enero a la tarde próxima a la
elección, que fue en el Coro rezando con toda nuestra Comunidad, con suma
desprevención de este lance, porque no había preparación de él en el
Convento. Y que en la misma forma, certifique si en los tres años de mi
gobierno de Provincial, se ha oído el menor rumor de queja, ni agravio de
religioso alguno en la regular observancia, en que se ha mantenido con suma
paz y edificación del pueblo, o si alguno de los religiosos, de suprema
observancia o baja esfera, ha ocurrido al Tribunal de Vuestra Alteza, por algún
gravamen o agravio.
A Vuestra Alteza pido y suplico, se me dé por duplicado dicho testimonio, a la
continuación de este escrito, que es justicia.

Fr. Diego Salinas [rubricado]

El R. P. Mtro. Fr. Diego Salinas, como se haya mandado, por esta Real
Audiencia, ejecutara su viaje al Puerto de Valparaíso, en cumplimiento de su
extrañamiento, a D.de se remitirán los autos que dieron causa a ello, para que
se conduzca con ellos, en partida de registro, y entregue al Excmo. Sr. Virrey
de estos Reinos, en conformidad de lo prevenido por la ley Real de Indias. Y al
otro sí, el presente escribano de Cámara, certifique sobre lo en el contenido,
según lo que vio y oyó en el Convento de San Agustín, el día treinta y uno de
Enero, y lo acaecido en la votación del día primero de Febrero, como también
en lo que ha oído y entendido, sobre el gobierno en su trienio, de dicho P. Fr.
Diego, insertándose la certificación a continuación de dichos autos. Y así se le
hará saber. [Tres rúbricas].

Proveyeron el decreto de suso los Sres. Presidente y Oidores de esta


Real Audiencia, en Santiago de Chile, en nueve de Febrero de mil setecientos
y veinte y ocho años. Y lo señalaron, el Excmo. Sr. D. Juan Próspero de Solís
Vango, caballero del Orden de Calatrava, Licenciados D. Martín de
Recabarren, D. Juan del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su Majestad,
Oidores y Alcaldes de corte de dicha Real Audiencia, presente el Sr. Fiscal, de
que doy fe. Cuadros [rubricado].
Certificación: Yo, D. Miguel de Cuadros, escribano de Cámara de esta
Real Audiencia, en cumplimiento de lo mandado por el decreto de suso,
certifico y doy fe, la necesaria en derecho, cómo habiendo pasado con los Sres.
Presidente y Oidores de esta Real Audiencia, el día treinta y uno de Enero, de
este presente año, como a las dos y media, poco más o menos, de la tarde, al
convento del señor San Agustín; y habiendo entrado a la portería los dichos
señores, en D.de estuvieron un poco de tiempo, estaban rezando Vísperas los
religiosos en la iglesia, de aD.de salió, habiéndole avisado, el muy R. P. Mtro.
Fr. Diego Salinas, Provincial, trayendo en la mano el breviario, quien dijo al
Real Acuerdo, que sentía mucho ver a su Alteza en su Convento, porque no
había ningún motivo, y que los religiosos estaban sosegados, y que de ello era
muestra el que estaban rezando, para pasar a celebrar Capítulo en paz, y que
ignoraba la causa y más, cuando no había llamado a su Alteza, siendo Prelado
Superior. Y dicho P. Provincial, fue acompañando al Real Acuerdo a su celda,
y se quedó prosiguiendo el rezo la Comunidad. Y por lo que toca a que si se ha
oído en el tiempo de tres años, que ha gobernado dicho R. P. Mtro., algún
rumor opuesto a su religiosa vida y buen gobierno, no he oído cosa en
contrario, antes sí, muchos aplausos, así en lo general de esta Ciudad, y a
varios religioso de dicho Orden, con grandes expresiones.
Y para que conste, doy la presente en Santiago de Chile, en nueve de
Febrero de mil setecientos y treinta y ocho años. Y en fe de ello, lo firmo.
Miguel de Cuadros [rubricado]
Escribano de Cámara y de su Majestad

Documento XV

El obispo de Santiago de Chile informa a Vuestra Majestad el estado de


la Religión de San Agustín con el motivo de haber ocurrido vuestra Audiencia
con su Presidente personalmente a la celebración de su Capítulo Provincial.

Santiago de Chile, 7 de Abril de 1728

La constitución trabajosa de la sagrada religión de San Agustín, es


accidente que embarga la voluntad, no hallando sendas el entendimiento para
el dictamen, pues habiéndose juntado para la elección de Provincial y demás
Prelados, el día 30 y uno de Enero, y salido elegido Provincial el P. Regente Fr.
Francisco Aranívar, desde ese día, hasta el día de la fecha, se halla suspenso
el ejercicio de su Prelacía, e incoado el Capítulo, sin pasar su Presidente a las
demás elecciones, por haberle, vuestro su Real Acuerdo, remitido orden
verbal, para que parase en dichas sus funciones capitulares, como también
para que suspendiese la misa de acción de gracias, que estaba para celebrarse
el día dos de Febrero, con la asistencia de los Prelados de las demás religiones,
que se hallaban presentes.
Este accidente tuvo origen y raíz de haber ocurrido, [porque] cinco o
seis PP. Mtros particulares [fueron] a pedir auxilio a vuestro Real Acuerdo,
sobre el cumplimiento de vuestra Real Cédula, en que se da orden de ocho
conventuales en cada casa, para que su Prelado tenga sufragio activo en
Capítulo. Y sin haberse intimado a dicha religión, ni practicádose en otra
alguna de este Reino de Chile, pasó vuestro Real Acuerdo, con su Presidente, a
la Religión, a las tres de la tarde, poco más o menos, hallando en el coro
rezando las horas canónicas, [a] su Provincial actual, Mtro. Fr. Diego de
Salinas, ajeno de este recurso, no habiéndoselo prevenido dichos religiosos, ni
permitiéndole lo pacífico de su gobierno, luz para discurrir este accidente, que
tuvo por justificado para declarar a los dichos religiosos, por incursos en una
censura Pontificia, inserta en sus mismas Constituciones. Y sobre la
diferencia de esta materia, la noche misma del día treinta y uno de Enero,
despachó vuestro Real Acuerdo, todas las cartas del extrañamiento,
escribiéndose y actuándose todas dentro del mismo [recinto] sagrado, como
pudiera en la propia Sala de su Real Acuerdo. Y a la mañana siguiente, sin
prevención de bestia en que montar, salió a pie, extrañado, quedando la
religión guarnecida de gente armada, así la primera noche como todo el día
siguiente, entregándose a los soldados las llaves de su clausura, la juventud
religiosa esparcida por las calles, expuesta a los accidentes de su propia
libertad. Y ejecutado el dicho extrañamiento, se recibió el Presidente de
Capítulo, para iniciar sus funciones Capitulares, autorizadas con la asistencia
regia de vuestro Real Acuerdo con su Presidente, que se mantuvo en dicha
clausura, hasta la elección de Provincial, que se hizo, con más de las dos
partes de votos, en el P. Regente Fr. Francisco de Aranívar, publicada y
confirmada por su Presidente de Capítulo, y, en su consecuencia, obedecido
de toda la Provincia, menos de los cinco o seis vocales referidos, que no
satisfechos, fuera de la dicha Sala, de autoridad privada, dieron la obediencia
al Mtro. Fr. José Roco, sin que por entonces se apreciase esta acción por
vuestro Real Acuerdo, hasta que el día siguiente, dos de Febrero, se mandó al
Presidente de Capítulo, no sólo parar en las funciones Capitulares, sino
también en la misa de acción de gracias, que estaba para celebrarse, con toda
la asistencia de los Prelados de todas las Religiones, convidados a este fin.
Esta suspensión de funciones capitulares, como la del ejercicio de la Prelacía,
se conserva hasta hoy, con no pequeño detrimento de la observancia regular,
siendo el único fundamento para esta providencia que ha dado, y en que
únicamente ha entendido vuestra Real Audiencia, no tener cuarenta años, que
pide la Constitución, el P. Fr. Francisco Aranívar, estando esta provincia en
posesión de la práctica contraria en cuatro Provinciales, que sin esa edad, han
gobernado pacíficamente, sin contradicción, ni de adentro ni de afuera, siendo
de estos los dos últimos los Mtros Fr. Próspero del Pozo y Fr. Diego de Salinas,
obedecidos de la Provincia y de los seis Mtros, que hoy se hallan contrarios. Y
al primero de los otros dos, que lo fue el Mtro. Fr. Diego de Araya, confirmó en
su Provincialato como Presidente de Capítulo al P. Fr. Pedro Yánez, y sin
recuerdo de esta confirmación, que ejecutó, está hoy por la parte contraria.
Este mismo inconveniente, halla la Religión en Vuestra Real Audiencia, pues
privándoles ocho Priores por la falta de los ocho conventuales, el día primero
de Febrero, celebrando a los veinte días su Capítulo la Religión de San
Francisco, no se tuvo presente Vuestra Cédula Real, para que no votasen los
Guardianes, que padecían la misma inopia, de no tener ocho conventuales,
que los Agustinos.
Embarazado así el ejercicio de la Prelacía del P. Regente Fr. Francisco
de Aranívar, padeció la misma repulsa, por Vuestra Real Audiencia, el Mtro.
Fr. Próspero del Pozo, que por Provincial inmediatamente absuelto, parece
debía ser llamado al gobierno, según su Constitución. Y puesta la Religión en
estado, que ninguna providencia de sus leyes les favoreciese, tomó acuerdo
Vuestra Real Audiencia, de que llegaba el caso de que debía estar sujeta al
Ordinario, y con este asunto me lo participó vuestro Presidente, a que
responden, según el dictamen de conciencia, que tengo formado, uno y otro
testimonio. Con la relación de lo acaecido, pongo en la Real y Católica
compresión de Vuestra Majestad, para que sus reales órdenes, sean el
antídoto de tan irregular accidente.
Guarde Dios la real católica persona de Vuestra Majestad muchos años,
como la cristiandad necesita.
Santiago y Abril 7 de 1728 años.

El obispo de Santiago de Chile [rubricado].

Santiago de Chile a 7 de Abril de 1728, recibida en 4 de Febrero.

El Obispo informa el estado en que está la Religión de San Agustín y lo


ocurrido con la obediencia sobre el Capítulo Provincial de la Orden.

Excmo. señor:

Sírvase Vuestra Excelencia de participarme los justificados medios en


que se ha desvelado su ardiente celo, mirando la paz y quietud turbada por la
elección de Provincial, que celebró la Religión de San Agustín, en la cual me
refiere, se suponen dos Provinciales electos. Uno el Regente Fr. Francisco
Aranívar y el otro el Mtro. Fr. José Roco, y de estar sin ejercicio la jurisdicción
del legítimo Prelado, hasta que venga la resolución del Excmo. Sr. Virrey del
Perú, a quien se remitieron los recursos intentados por los dichos PP., en
conformidad de la Ley recopilada. Y que se han puesto varios medios, a fin de
mantener la paz en dicha Religión, y, en especial, el de que dichos PP. electos
conviniesen en un individuo tercero, que gobernase en inter la Provincia, sin
más fruto que el de la infelicidad de no haber tenido efecto alguno sus
vigilantes y celosas diligencias, de que se ha suscitado nueva cuestión entre
los PP. Mtros Fr. Francisco Franco y Fr. Próspero del Pozo, fundando ambos
el derecho, que les suministran sus Religiones, para el ingreso en la Prelacía,
por el impedimento, que se supone del Provincial actual. Y que llevada esta
materia, por voto consultivo, al Real Acuerdo, fueron de parecer dos señores
Ministros, que el único medio de proveer sujeto, que gobernase, era la
concordia de dichos PP., Mtro. Roco y Regente Aranívar, de nombrar un
tercero, por no ser terminante la disposición de la Constitución que llama al
inmediatamente absuelto del Provincialato, para el caso presente, ni el de la
Acta revocatoria de esta Constitución, que manda se elija Rector Provincial,
por hablar una y otra en caso de muerte, u otro impedimento equivalente, y
ser el presente meramente temporal. Y que no conviniendo los PP. electos, en
el medio propuesto, quedaba la Religión sin Prelado legítimo, y la jurisdicción
devuelta al Obispo, fundando este derecho devolutivo, en el capítulo octavo De
Reformatione, de la sección veinte y una del santo Concilio de Trento, y en el
octavo De Regularibus, de la sesión veinte y cinco del citado Concilio. Esta es,
en suma, la relación que difusamente contiene la carta de Vuestra Excelencia.
Y siendo preciso expresar mi dictamen, en esta materia, me ha de permitir lo
diga con la sinceridad, que profeso. Descendiendo pues al primer punto de la
elección del Provincial, siendo dos los aclamados, como se supone, se dice que
el ejercicio del Provincial legítimo, está suspenso, por acuerdo remitido al
Excmo. Sr. Virrey del Perú, y no diciendo cual sea este Provincial, debe
inferirse, que lo es, el que fue canónicamente electo, con exceso de votos,
publicada la elección, y confirmada por el Presidente del Capítulo, Prelado en
quine existe la omnímoda potestad, para este caso, que en el Reverendísimo de
la Orden, y en su consecuencia es público, que a este rectamente electo, se le
dio la obediencia por toda la Provincia, menos cinco o seis votos, que
inclinaron a la parte contraria, a la cual ni confirmó ni publicó el dicho
Presidente de Capítulo. Y en estos términos, tengo hecho dictamen, de que el
dicho Presidente de Capítulo, debió compeler con los apremios, que le
permiten sus leyes, a los cinco o seis individuos, que negaron la obediencia, a
que la diesen, siendo esto estilo observado en todas las Religiones, sin
embargo de cualquiera contradicción o protesta de nulidad, dejándoles su
derecho a salvo, en caso de protestarla, que no debieron, sabiendo que en
dicha su sagrada Religión se hallan, y han visto, cuatro Provinciales con el
mismo impedimento, que se atribuye al presente. A todos cuatro conocí,
siendo el primero de estos, el R. P. Mtro. Fr. Diego Arcaya (sic)216, y el segundo,
el Reverendísimo Fr. Miguel Gamboa, y los dos últimos, los presentes
Reverendísimos Fr. Próspero del Pozo y Fr. Diego Salinas. Y habiendo algunos
de los vocales presentes, que se hallaron en los tiempos pasados, la
consecuencia legítima es, o que entonces no obraron según sus leyes, o que de
presente, faltan a su regular observancia. Y caso que en la presente elección,
se hallase algún vicio, la subsana y dirime la Bula del señor Inocencio XI,
dirigida a la misma Religión, y a sus Provincias de Indias, D.de expresamente
subsana su Santidad, cualquiera defectos sustanciales, así de derecho, como
de facto, en Provincial electo y confirmado por el Presidente del Capítulo,
obrando en tan santa providencia, como verdadero P., sólo a fin de aquietar
las conciencias, para evitar los riesgos en las materias del gobierno espiritual,
accidentes que de facto, debían llorar dichos religiosos, por haber admitido tan
santa medicina.
El segundo punto es la competencia, que se levantó entre los dichos
Mtros Fr. Francisco Franco y Fr. Próspero del Pozo, sobre pretender cada uno
el ingreso de la Prelacía, en caso de estar impedida la jurisdicción del
Provincial actual, y que, en estos términos, hallándose la Provincia sin
Prelado, se devolviera la jurisdicción al Obispo, iure devoluto217, al de esta
ciudad, por lo que mira a los conventos, sitos en su jurisdicción, y al Ilmo. de

216 Así lo leemos claramente, aunque pensamos que se refiere al P. Diego


Araya.
217 La misma frase anterior nos da ya el significado de esta expresión jurídica

en lengua latina, que podemos acuñar en lengua castellana, «por devolución de


derecho».
la Concepción, por los tocantes a su territorio, por no ser determinante la
Constitución citada, para el Presidente de Provincia, inmediatamente absuelto.
Y si en esto, se halla inconveniente para un gobierno temporal, como el
presente, siendo terminante dicha Constitución, para el caso de muerte, u otro
impedimento equivalente, como no hallara el Obispo dificultad en los
Capítulos citados del Concilio, que el octavo de la sesión veinte y una, habla
sólo de la visita anual, que deben hacer los obispos, cuando falta la regular
observancia, en los Prelados de la Religión, terminando el dicho capítulo, que
en ese caso debe ser amonestado de los obispos, para la observancia de sus
leyes y constituciones, y que si dentro de seis meses, no visitaren los dichos
superiores y corrigieren los defectos, entonces, y no en otro caso, los obispos,
como delegados de la Sede Apostólica, los corrijan y visiten. Y siendo este, todo
el contexto de dicho Capítulo, ya se ve, no tiene lugar en el caso presente, en
que los Prelados regulares no han sido amonestados, ni al Obispo se le dice, a
qué Prelado debe amonestar. Y en estos términos, no habiendo [ad]monición,
tampoco puede correr el término de los seis meses, que da por prefijo el dicho
capítulo del Concilio, para que el Obispo tenga ingreso en su corrección y
visita. Menos adapta a la presente Constitución, el capítulo octavo De
Regularibus218, de la sesión veinte y cinco, de dicho santo Concilio, por
[de]terminarse, todo el dicho capítulo, sólo a los monasterios no sujetos a
Capítulos Generales, ni a Obispos, que carecen de visitadores regulares
ordinarios, por estar sólo sujetos a la protección inmediata de la Sede
Apostólica. Y de estos dice que estén obligados dentro de un año, después de
finalizado dicho Concilio, y en adelante, cada trienio, a congregarse, según la
forma dada en la Constitución de Inocencio III, de elegir ciertas personas, que
deliberen y determinen la erección de sus Congregaciones, su modo, orden y
cumplimiento que han de tener sus estatutos. Y si en lo referido fueren
negligentes, en ese caso le sea lícito al Metropolitano, como delegado de la silla
Apostólica, a convocarlos para este efecto. Y asignada la facultad, que han de
tener los electos, les manda el dicho Concilio, visiten con frecuencia los
monasterios de su Congregación, y pongan cuidado en la reforma, observando
todo lo que en los sagrados cánones y concilios está dispuesto. Y si instando el
Metropolitano, no cuidaren se ejecute lo mandado, queden sujetos a los
obispos, en cuya jurisdicción estuvieren los monasterios, como a delegados de
la Sede Apostólica. Con esta prudencia y con tamaña lentitud, y por los grados
referidos, dispone el santo Concilio, que los obispos metan sólo la voz de su
jurisdicción en la sagrada mies de las religiones, por ser tan asentados sus
privilegios y exenciones, dimanados de la Sede Apostólica, en remuneración de
los singulares servicios, que han hecho y hace cada una a la Iglesia universal,
como se ve en el maremágnum de privilegios, indultos y gracias, que a todas y
a cada una, tienen concedidos los sumos Pontífices. Y si en el caso de la
Constitución, en que se halla la sagrada Religión Agustiniana, no se verifica el
dicho Capítulo, por ser innegable, que se han congregado para sus elecciones
de Provincial, no hallándose negligencia por su parte, y, por consecuente, no
habiendo [ad]monición alguna, como podrá persuadirse el obispo, a que le
toca su gobierno por dicho Capítulo, sabiendo que hay Provincial rite electo219,

218 «Sobre los Regulares» [T. A.]. Se dicen regulares, a las Órdenes religiosas

que vivían según el régimen de vida contenida en una Regla, que contenía el espíritu y
carisma de vida de dicha Orden religiosa.
219 «Correctamente elegido» [T. A.].
confirmado por su Presidente de Capítulo y obedecido de toda la Provincia,
quitados cinco o seis vocales, y que sólo tiene suspenso el ejercicio de su
jurisdicción por la remisión, que se ha hecho al Excmo. Sr. Virrey del Perú, de
cuyo justificado dictamen, se espera la providencia, y en la que discurría
Vuestra Excelencia, de que en el caso presente, tocaba el gobierno de dicha
Religión, iure devoluto, al obispo de Santiago, por lo que toca a los conventos
de su jurisdicción, y el Ilmo. de la Concepción, por los sitos en aquel su
territorio, parece deja en el mismo escollo, y se encontraba el mismo
inconveniente de los dos Provinciales, en una sola Provincia, pues era muy
posible, que los dictámenes de estos dos Prelados, no conviniesen en un
individuo, para el superior gobierno, y, desde luego, se debía temer este
accidente, no dando lugar la distancia de más de cien leguas, para conferir la
materia, y concordarse en un sujeto, que pacificase la Provincia, siendo
consecuente, que no concordando los dictámenes, se levantase mayor
incendio, en los individuos de dicha sagrada Religión, por los auxilios que
cada parcialidad solicitase, para fomento de sus discordias, o rédito de sus
dictámenes, siendo posible, que el dicho incendio pasase a mover alguna
discordia en los dos Prelados, que cuando no quemase, no dejara de trinar el
crédito de alguno, y esta fuera a criar nuevas discordias en personas, que por
su dignidad, deben profesar una total unión y hermandad. Estos motivos e
inconvenientes, me motivan y obligan al dictamen, que tengo formado, de que
no me toca el dicho gobierno, en virtud de los Capítulos citados del santo
Concilio de Trento. Y puesto, Excmo. señor, que en los primeros pasos, de esta
materia, no hubo recuerdo ni atención a mi dignidad, no digo para gobierno,
ni para voto decisivo, en ninguno de los puntos, que se han suscitado y
ejecutado, pero ni para consultivo o interlocutor, que mediase en las primeras
diferencias, para concitar la paz que se debía esperar, y por juzgarla
totalmente extraña de esta materia, desde luego convengo, en el acertado
dictamen de Vuestra Excelencia, que continuará con su dicha providencia, la
mejor y más acusada decisión, que necesita la Constitución de la dicha
sagrada Religión, que esperamos aplaudir sus Capellanes.
Nuestro Señor guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Santiago y
marzo nueve de mil setecientos y veinte y ocho años. Excmo. señor, besa la
mano de Vuestra Excelencia su siervo y capellán, Alonso, obispo de Santiago.
Excmo. señor Presidente, Gobernador y Capitán General D. Gabriel
Cano.
Concuerda con el duplicado de la carta original, que para esta copia me
manifestó el Ilmo. Sr. Obispo de esta santa Iglesia, de cuyo mandato doy la
presente en la ciudad de Santiago de Chile, a siete de Abril de mil setecientos
y veintiocho años.
Y en fe de ello lo firmo
José Álvarez de Hinestrosa,
Notario Mayor y Apostólico. [rubricado]

Damos fe que José Álvarez de Hinestrosa dejó este instrumento. Parece


va firmado del tal Notario Mayor y Apoderado, como se nombra. Y aunque
semejantes y demás despachos, que ante el suyo dicho, hayan pasado y pasan
siempre, se les ha dado y da entera fe y crédito judicial y extrajudicialmente.
Y para que conste damos la presente en la ciudad de Santiago de Chile,
en cinco de Mayo de mil setecientos y veinte y ocho años.

Lorenzo Leyton [rubricado]


Secretario Mayor Público

Pedro Aguilar [rubricado]


Secretario

D. Juan de la Mata [rubricado]


Notario Público y Real

Documento XVI

El Prelado de la Orden de Predicadores de Santiago de Chile informa a


Vuestra Majestad lo que ha precedido en el Capítulo de los religiosos de San
Agustín de esta ciudad.
Santiago de Chile, 30 de Abril de 1728

Señor:

Hallándose esta Provincia de Ermitaños de nuestro P. San Agustín,220 de


este Reino de Chile, en suma paz y gran observancia, debida al religioso celo
con que la ha gobernado de Provincial el R. P. Mtro. Fr. Diego de Salinas, con
la ocasión de celebrarse su Capítulo Provincial, que se esperaba fuese
correspondiente a la tranquilidad que gozaba, se halla en notable quebranto,
así con el extrañamiento que hizo esta Real Audiencia, en el mismo día de la
elección del dicho R. P. Provincial, por no haber absuelto algunos PP. Mtros,
que por haber ocurrido al tribunal secular, contra su ley, declaró por incursos
en censura reservada. Como por la división en que se halla fomentando esta
Real Audiencia, el derecho que ha intentado el P. Mtro. Fr. José Roco al
Provincialato, por haber sufragado por su persona cinco vocales, contra la
mayor parte de los electores, que eligió en Provincial al R. P. Regente de los
estudios Fr. Francisco de Aranívar, a quién confirmó el Presidente del Capítulo
y dio la obediencia su Comunidad, alegando nulidad a la dicha elección, por
no tener cuarenta años, sobre que la dicha Real Audiencia remitió al Virrey del
Perú el auxilio, según ley de Indias, de D.de se espera la providencia. Y porque
con este ejemplar, se ofrecerán en todos los capítulos semejantes turbaciones,
porque nunca faltan pretextos aparentes, en la menor parte, y suspenso el
legítimamente electo, se expone a notable disipación la observancia regular.

220 Le dan este apelativo cariñoso, que encontramos en otros documentos

redactados por personas seglares, quizá más bien porque en este caso, la Orden de
Predicadores o de Santo Domingo, tenía y tienen también la Regla de San Agustín, lo
mismo que los Agustinos.
Por el empleo en que me hallo de Prior de este Convento Grande de
Predicadores, suplico rendidamente a Vuestra Majestad, se sirva de atender la
dicha elección con la benignidad, que acostumbra, a la paz y quietud de esta
Provincia, previniendo en los casos ocurrentes, se auxilie al electo con la
mayor parte, y confirmado por el Presidente, en quien reside la autoridad del
General, no obstante cualquier recurso, que en estos casos no se niegan, para
los superiores, pues en esta gran distancia, en que nos hallamos, de los
Superiores y del Real Patrocinio de Vuestra Majestad, será abrir campo, a que
las más veces, esté perturbada la observancia, con los demás inconvenientes,
que representará la dicha Provincia a Vuestra Majestad, cuya Católica Real
persona guarde nuestro Señor muchos años, que necesitan estos dominios.
Santiago y Abril 30 de 1728.

Fr. José Godoy [rubricado]

Santiago de Chile a 28 de Abril de 1728, recibida en 4 de Febrero de


1729.

El Prelado de la Orden de Predicadores Fr. José Godoy, informa sobre


lo que precedido en el Capítulo de los religiosos de San Agustín de aquella
ciudad.

Documento XVII

El Prelado de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes de Santiago


de Chile informa a Vuestra Majestad lo que ha precedido en el Capítulo de los
religiosos de San Agustín de esta ciudad.
Santiago de Chile, 30 de Abril 30 de 1728

Señor:

Habiendo gozado esta Provincia de Ermitaños de nuestro P. San


Agustín221, de este Reino de Chile, de suma paz, unión y concordia, por largos
tiempos, y de gran observancia, en este tiempo, que la ha gobernado de
Provincial el R. P. Mtro. Fr. Diego Salinas, como es notorio a toda esta ciudad,
en esta ocasión, ofreciéndose la elección de su Capítulo Provincial, que
esperábamos fuese con gran quietud, se halla en notable turbación; por haber
los ministros de esta Audiencia extrañado de estos Reinos al dicho Provincial
Mtro. Fr. Diego Salinas, en el mismo día de la elección, por no haber absuelto
a unos religiosos Mtros, que por haber ocurrido, contra su ley, al tribunal
secular, declaró por incursos en censura reservada. Y habiendo la Provincia en
medio de este quebranto, procedido a su elección, y electo en Provincial al R.

221También esta orden mendicante aceptó como estilo de vida el marcado por
la Regla de San Agustín.
P. Mtro. Regente Fr. Francisco de Aranívar, con la mayor parte de los
electores, y confirmádose por el Presidente del Capítulo y obedecido por toda
su Comunidad, ha patrocinado esta Audiencia una división en la Provincia,
amparando al Mtro. Fr. José Roco, por haber sufragado cinco de los electores
por su persona, con el pretexto, de que no teniendo cuarenta años, el electo,
con la mayor parte debe, prevalecer la elección de la menor parte.
Remitiendo al Virrey del Perú la resolución del auxilio, según ley de
Indias, de D.de se espera la providencia, y porque con esta regla se ofrecerán
en todos los capítulos de las Religiones, semejantes turbulencias, que nunca
faltan apariencias de la menor parte; y con la suspensión del electo, se expone
a gran inquietud y a notable quiebra, la observancia regular, por la
representación de mi empleo de Comendador de este Convento Grande de
Nuestra Señora de Mercedes. Suplico rendidamente a Vuestra Majestad, se
sirva de atender dicha elección, con la benignidad que acostumbra,
previniendo en los casos ocurrentes, se auxilie al electo con la mayor parte,
con la confirmación del Presidente, que tiene las veces del General, no
obstante cualquier recurso, que reservará, sin perjuicio, de la mantención del
Prelado, pues en la distancia en que nos hallamos, de Superiores y de la Real
protección, fuera a abrir la puerta, a que por cualquier obstáculo, se
suspendieran las elecciones, gobernando los trienios los interinos, contra las
Constituciones regulares, con las demás inconveniencias, que representará
dicha providencia a Vuestra Majestad, cuya Católica Real Persona guarde
nuestro Señor muchos años, que necesitan estos dominios.
Santiago y Abril 30 de 1728.

Fr. Bernardo Goicoechea [rubricado].

Santiago de Chile a 30 de Abril de 1728. Recibida en 7 de Febrero de


1729.

El Prelado de la Orden de la Merced, informa de lo precedido en el


Capítulo Provincial de la Religión de San Agustín.

Documento XVIII

El Cabildo, Justicia y Regimiento de esta ciudad de Santiago de Chile


informa a Vuestra majestad por la persona del R. P. Mtro. Fr. Diego de Salinas,
de su religiosidad y obediencia a sus Prelados.
Santiago de Chile, 27 de Julio de 1728

Señor:

Por parte del R. P. Mtro. Fr. Diego de Salinas, del Orden de Ermitaños,
Regla de San Agustín, P. perpetuo de esta Provincia, se nos ha pedido
informemos a Vuestra Majestad de su religiosidad y tareas en que la
obediencia de sus Prelados le han ocupado. Y siendo tan justo su pedimento,
puede asegurar el Cabildo, Justicia y Regimiento, que lo hemos visto ocupado
regentando cátedra en su Religión y en el púlpito de su Iglesia y Catedral, de
esta ciudad, predicando en días festivos con gran aplauso de los oyentes, y
que, obedeciendo a sus Superiores, pasó a la Curia Romana, en prosecución
de las cosas de su Religión y, devuelto de tan dilatado viaje, a su convento, se
celebró Capítulo y fue electo Provincial. Y en el trienio de su gobierno,
mantuvo [a] sus religiosos en toda paz y quietud. Y en sus claustros edificó lo
que hoy permanece y está de manifiesto, hasta el último día de su gobierno,
que celebró Capítulo, y estando en la ejecución de él, salió extrañado. La
causa, manifestaron los auto de su extrañéz (sic). Todo lo referido, es público y
notorio, de que podemos informar a Vuestra Majestad, de este religioso. Y
quedamos pidiendo a Dios, por la Real y Católica persona de Vuestra
Majestad, a quien mantenga en los mayores Reinos, que sus leales vasallos
deseamos.
Santiago de Chile y Julio 27 de 1728.

D. Diego de la Cerda [rubricado] [ilegible]


Irureta [rubricado]
José Prado [rubricado]
Antonio de Zumeta [rubricado]
D. Juan Barberá de Silva [rubricado]
D. Benito de Camas [rubricado]
D. Juan de Apaulazas
D. Diego Martín de Morales.

Santiago de Chile, a 27 de Julio de 1728.


Recibida en 4 de Febrero de 1729.

La Ciudad informa las buenas circunstancias de Fr. Diego de Salinas


del Orden de San Agustín.

El P. Diego de Salinas solicita informes sobre su gobierno en el trienio de


su Provincial

Muy R. P. nuestro Provincial:

El Mtro. Fr. Diego Salinas, de los Ermitaños de nuestro P. San Agustín,


ex Provincial de la Provincia de Chile, parezco ante Vuestra Majestad Real,
como más haya lugar, y digo: que aunque ante la Real Audiencia del Reino de
Chile, tengo pedido testimonio de la paz, tranquilidad y unión, que mantuve
en la Provincia, durante el trienio de mi gobierno; y que asimismo no se vieron
religiosos, de alta ni baja esfera, que en dicho Tribunal, se quejasen de
agravios o violencias, que por mi se les hubiese hecho. El cual testimonio se
me mandó dar: que conviene a nuestro derecho, que vuestra Majestad Real a
uno de los Notarios Apostólicos, me dé testimonio del modo de mi gobierno, de
la paz y concordia que mantuve en toda la Provincia; si procuré cumplir con la
obligación del empleo, visitándola dos veces, aún siendo tan dilatada, y si en
todo mi gobierno se me oyó palabra que se [de]terminase a la sucesión del
Gobierno, y por alguna inclinación, que se reconociese [a] algún sujeto más
que a otro, durando en mí esta indiferencia, hasta el mismo día en que había
de reconocer al Presidente, y aún hasta el punto en que, por los señores
Oidores, fui extrañado y sacado del Convento, que todo hace y conduce para
los efectos, que me convengan.
A vuestra personal Majestad Real pido y suplico así lo provea y mande,
que es justicia, y juro en lo necesario, etc.
Otro sí: A vuestra personal Majestad Real pido, mande se me dé
testimonio de no haberse notificado a la Provincia, en ningún tiempo, por los
señores de esta Real Audiencia, la Célula de Su Majestad, que se [de]termina a
los ocho conventuales. Y asimismo, de no haberse sabido en la Provincia,
hubiese cédula despachada por su Majestad, [de]terminada a la dicha nuestra
Provincia, sobre el mismo asunto, la cual hubiese llegado [a] alguno de mis
predecesores, que conviene a mis derechos.

Fr. Diego de Salinas [rubricado].

Por presentada y el R. P. Presentado Fr. Juan de Arrué, Notario


Apostólico de los testimonios que pide nuestro muy R. P. Mtro. Fr. Diego
Salinas, ex Provincial de esta Provincia.
Fr. Francisco de Aranívar [rubricado].
Prior Provincial

En este Convento Grande de nuestra Señora de Gracia de Santiago de


Chile, en diez y seis días del mes de Junio de mil setecientos y veintiocho
años, nuestro muy R. P. Jubilado Fr. Francisco de Aranívar, proveyó el decreto
del uso, de que doy fe.
Por mandado de su Paternidad muy Reverenda,
Fr. Juan de Arrué [rubricado].
Secretario nombrado

Yo, el Presentado Fr. Juan de Arrué, de los Ermitaños de nuestro P. San


Agustín, de esta Provincia de Chile, Notario Apostólico, en virtud del decreto
de la vuelta, certifico y doy fe, la necesario en derecho, cómo desde el día en
que fue electo en Provincial, nuestro P. Mtro. Fr. Diego de Salinas, con suma
vigilancia, caridad y celo de religión, procuró llenar y cumplió de facto, con las
obligaciones del empleo, manteniendo la observancia regular con sumo crédito
y ejemplo de la ciudad, pues siempre siguió personalmente las asistencias de
Coro, en todas sus horas y distribuciones regulares, como son de refectorio,
clases y demás actos de Religión, habiendo sido en ellos infatigable, como así
mismo P. para todos; pues en el discurso de su trienio, no se oyó la menor voz
de queja, por ninguno de todos los religiosos, ni de alta ni de baja esfera,
antes, si fue el consuelo universal de todos, así en este Convento Grande de
Santiago como en todos los de la Provincia, por los cuales anduvo en dos
visitas, que ejecutó personalmente (aún siendo de casi treinta leguas la
longitud de la Provincia), sin que su celo atendiese ni a las destemplanzas de
inviernos, ni a los ardores del verano, para haber sido, en el cumplimiento de
esta obligación, incansable, mirando sólo el mantener la paz religiosa, y la
concordia y unión en toda la Provincia. Como asimismo, el que creciesen y se
aumentasen en lo material todos los conventos, (como así se ha visto y yo, el
presente Notario, doy fe de haberlos visto, con grandes aumentos), y en
especial, este Convento Grande de Santiago, en las obras materiales, que
emprendió, que son las de más costo y lustre, que se ven; como también lo
que se esmeró en el culto divino, pues pasan de cinco mil pesos, las alhajas
así de plata, como de ternos, casullas y albas, que dejó en esta Iglesia su
fervoroso celo, todo notorio y público, en esta ciudad de Santiago de Chile.
Habiendo sido su anhelo sólo extender el crédito y buen nombre de nuestro
estado.
Y por lo que mira a la suma indiferencia e independencia, con que hubo
en su gobierno de futura sucesión, certifico asimismo y doy fe, que fue tan
notoria, que en toda la Provincia que no se oyó nunca, tratara palabra, que ni
indirectamente se [de]terminase a Capítulo, ni a sucesión de Gobierno,
habiendo mantenido esta precisión, hasta el mismo día de la elección de nuevo
Provincial, aún en el cual día, no se había declarado ni manifestado
inclinación ninguna, por algún sujeto. Cuando los señores de esta Real
Audiencia le extrañaron y sacaron de los claustros, pues habiéndole
acompañado la Comunidad hasta una cuadra, fuera de los claustros, al
despedirse de dicho nuestro P. Provincial Mtro. Fr. Diego Salinas, y los más de
los vocales, que lo acompañaron, oí en mi presencia que le preguntaron, si
tenía alguna disposición para la elección. A que respondió, con la misma
indiferencia, sin mentar ni declarar sujeto, sino sólo encargando la paz y
aumento de la Provincia. Y así se despidió de toda la Comunidad, y prosiguió
obedeciendo el mandato de la Real Audiencia. Todo lo cual certifico pasó en mi
presencia. Y en cuanto a no haberse notificado en toda la Provincia la real
cédula de su Majestad, ni haber habido noticia de otra, que inmediatamente
se [de]terminase a esta nuestra Provincia, asimismo certifico, y doy fe, la
necesaria, no haberse hecho saber a la dicha nuestra Provincia, en ningún
tiempo, ni por los señores de esta Real Audiencia, ni por ninguno de los
Rvdos. PP. Provinciales predecesores, (caso que alguna real cédula de su
Majestad hubiese venido dirigida a algunos de dichos Rvdos. PP. Provinciales,
porque hasta el tiempo presente, ni se ha visto, ni se ha oído decir en la
Provincia, hubiese llegado; y sólo se hizo notorio el real mandato de su
Majestad, en el mismo día del Capítulo, que todos los señores de esta real
Audiencia, se entraron a los claustros, con mucha gente armada, a hacerlo
obedecer. Y para que todo conste D.de convenga, y por la autoridad
Apostólica, que tengo, doy la presente, en diez y seis días del mes de Junio de
mil setecientos y veintiocho años.
En testimonio de verdad
Fr. Juan de Arrué [rubricado].
Notario Apostólico
Los Notarios Apostólicos, que aquí firmamos, certificamos y damos
signado al R. P. Presentado Fr. Juan de Arrué, de quien este instrumento
parece va ligado y firmado, este Notario Apostólico, como se nombra, fiel, legal
y de el da confianza, y a más semejantes y demás despachos, que ante el suso
dicho han pasado y pasan siempre, se les ha dado y da entera fe y crédito
judicial y extrajudicialmente. Y para que conste, le damos la presente en la
ciudad de Santiago de Chile, en nueve de Agosto de mil setecientos y
veintiocho años.
En testimonio de verdad.
José Álvarez de Hinestrosa [rubricado]
Notario Apostólico
En testimonio de verdad.
Fr. Antonio Pizarro [rubricado]
Notario Apostólico

Documento XIX

La Real Audiencia de Santiago de Chile informa a Vuestra Majestad con


auto lo que precedió sobre el auxilio que el Regente Fr. Francisco de Aranívar y
el Mtro. Fr. José Roco le pidieron para hacerse obedecer Provinciales de la
Religión de San Agustín de este Reino con el motivo de haberse dividido los
votos y recaído en los sobredichos. Y cómo remitió la Audiencia esta
determinación en virtud de la ley Real al Virrey del Perú que determinó
debérsele a Aranívar que ejecutó la Audiencia y lo que sobre esto ha pasado222.
Santiago de Chile, 14 de Septiembre de 1728

Señor:

En carta de 13 de Febrero de este año, dimos cuenta a Vuestra


Majestad, de lo que acaeció el día 30 de Enero con el Mtro. Fr. Diego Salinas,
Provincial de San Agustín, sobre la resistencia de absolver a siete Mtros, que
aquel día se habían presentado en el Real Acuerdo, pidiendo la observancia
de los Breves Pontificios de las Santidades de Paulo V y Clemente VIII223, la que
Vuestra Majestad tenía encargada por distintas Cédulas, al Provincial, a esta
Real Audiencia y al Presidente de ella, cuya ejecución pidieron los referidos PP.
Mtros y el Fiscal de Vuestra Majestad. Y por este recurso, declaró por incursos
y privados de voz activa y pasiva, violencia que nos pareció notoria, así por la
naturaleza de la causa, como por la falta de jurisdicción en el Provincial, para
declararlos, según su Constitución en el Bimestre, siendo a la hora de recibir
el Presidente de Capítulo, para celebrarle nuevo. Y porque su inobediencia
permaneció, fue forzoso declararle por incurso en las temporalidades, como se

222 En la parte superior derecha viene escrito «1728.09.14».


223 En el original vienen con numeración árabe, que nosotros trasladamos a
romana.
ejecutó, remitiéndole con los autos, en conformidad con la ley Real. Y en ellos
se contiene también lo sucedido, hasta que se recibió el Presentado Fr.
Nicolás Salinas, de Presidente de Capítulo, y obedeció las Reales Cédulas de
Vuestra Majestad, conformes a los Breves Pontificios, excluyendo de la
votación [a] los Priores de los conventos, que no tenían ocho religiosos de
continua asistencia.
Participamos a Vuestra Majestad el estado en que esta Provincia estaba,
el de sus conventos y la falta de observancia regular, la frecuencia de estos
disturbios, en todas las elecciones, y la necesidad, que materia tan grave y de
tanta importancia a la quietud pública, tenía de remedio, pareciéndoos era el
más eficaz, que en estas partes residiese alguna potestad eclesiástica
delegada, con jurisdicción bastante para estas ocurrencias, por ser muy difícil
satisfacer los tribunales seculares con sólo la facultad protectiva. Y
últimamente referimos el estado de la elección, que siguió, como consecuencia
necesaria a estos antecedentes, dividida la Provincia por la obediencia, que
unos daban al Regente Fr. Francisco Aranívar, y otros al Mtro. Fr. José Roco,
y el auxilio que uno y otro nos pidió, para ser obedecido. Cuya determinación
remitimos, en conformidad de la ley real, al Virrey del Perú, reservando avisar
a Vuestra Majestad, el éxito de la dependencia, con su determinación. Esta fue
ordenarnos auxiliásemos al Regente Fr. Francisco de Aranívar, cuya ejecución
fue prontísima, en cuanto estuvo de nuestra parte, pero de la de los religiosos
no faltaron alborotos, a que dio motivo la protesta del Mtro. Roco y los demás
que le obedecían, de seguir la nulidad del Capítulo y apelación ante su
General, queriendo que en el mismo acto de la obediencia, juntamente se
asentase esta protesta, y el que se les había de conceder licencia para que dos
religiosos pasasen a esos Reinos, a la prosecución de la causa, de lo que distó
el Provincial. Y pretendiendo la obediencia sin estas protestas, pasó a
conminaciones, que produjeron la alteración y salir de los claustros los
religiosos, a buscar el auxilio contra este modo de proceder. Pero brevemente
se le puso en consideración al Provincial, que lo que pretendían era justo, con
que conviene el ser obedecido debajo de estas protestas, dejando a salvo el
derecho del Mtro. Roco, ofreciendo dar la licencia a los religiosos, que
nombraba, como todo consta por testimonio de lo que en esta materia obró el
Licenciado D. Juan del Corral Calvo de la Torre, a quien la Audiencia dio la
comisión.
Y aunque parece estaba todo concluso, sin registrarse ocasión de nuevo
recurso, le dio el Provincial estos días, negando la licencia al Lector Fr. José de
Araya y Presidente Fr. Alonso de Soto, elegidos por el Mtro. Roco, para la
prosecución de la causa, desatendiendo la promesa que de ella hizo, al tiempo
de su recepción, y no embarazándole el respeto que entonces interpuso la
Audiencia, ni previniendo que pudieran volver las cosas a la inquietud, del día
que pretendió la obediencia sin protesta. Y ha sido necesario el tribunal a
volver a exhortarle, y aún a despachar la primera real provisión, para que la
dé, como lo ha ejecutado. Pero del tenor, que Vuestra Majestad reconocerá,
cuando en su Real y Supremo Consejo la presenten los Procuradores. Y no
dudamos que del estilo de ella misma, y del testimonio de autos, que de todo
ellos remitimos a Vuestra Majestad, conozca parte del afán, en que
frecuentemente nos traen los religiosos, y del modo con que tratan las
materias más sagradas de su Instituto. Nosotros, de los quiebros en que
vemos esta Provincia, hayamos necesita de una Visita, cometida a sujeto de
religión, caridad, desinterés, justicia y celo, que la restituya a estado de
Religión y observancia, y una los individuos con el vínculo de amor fraterno.
Vuestra Majestad dispondrá lo que más convenga a su real servicio.
Guarde Dios a Vuestra Majestad como la cristiandad ha menester.
Santiago de Chile y Septiembre 14 de 1728.

Dr. D. Juan Sánchez de Barreda y Vera [rubricado]


Martín de Recabarren [rubricado]
Lic. D. Juan del Corral Calvo de la Torre [rubricado]
Dr. D. [¿Antonio?] Gregorio de Jáuregui y Ollo [rubricado]

Santiago de Chile, a 14 de Septiembre de 1728. Recibida en 12 de Julio


de 1729.

La Audiencia informa con auto, de lo sucedido sobre el auxilio que el


Regente Fr. Francisco de Aranívar y el Mtro. José Roco, la pidió para que
hiciese obedecerles, por Provinciales de la Religión de San Agustín, de aquel
Reino, con motivo de haberse dividido los votos y recaído en ellos, y de cómo
remitió la Audiencia esta documentación al Virrey del Perú, en virtud de la
Ley Real, el que determinó debérsele a Fr. Francisco Aranívar y lo que ejecutó
la Audiencia , y los disturbios y alborotos.
[En el margen izquierdo viene] Conocido en 14 de Julio de 1729. Véalo
el Sr. Fiscal. [rúbrica]

[El documento siguiente, es muy similar al anterior y viene en el margen


superior izquierdo]224.

Pasado de [1]728 de lo acaecido el día 30m de Enero del mismo año con
el Mtro. Fr. Diego Salinas Provincial de San Agustín, sobre la resistencia de
absolver a siete Mtros de su Religión, y prosigue en darla de lo que ocurrió
sobre el auxilio que Fr. Francisco de Aranívar y el Mtro. José Roco, pidieron
para hacerse obedecer por Provinciales, cuya determinación remitió al Virrey
del Perú, que determinó deberse dar a Aranívar, como con más individualidad
se expresa esta carta, en que conduce la Audiencia, diciendo se necesita de
una Visita cometida a sujeto que restituya a aquella Provincia a estado de
Religión, y una los individuos, y, al mismo tiempo, para que se tenga presente
el modo con que ha dado el Provincial licencia a dos religiosos, nombrados por
Procuradores, para el seguimiento de esta causa, de que se vendrá en
conocimiento de las inquietudes, que causan las parcialidades de estos
religiosos.
Y en su vista debe decir el fiscal, que con la determinación del Virrey,
quedó decidido lo principal, y puesto en posesión a Aranívar. Y aunque para la
apelación interpuesta, sobre la nulidad del Capítulo, parece vienen dos
religiosos, usarán estos de este derecho, como les conviniere. Y siendo el fin de
esta representación y remisión de auto, para que se tengan presentes al

224 Tiene distinta grafía y parece una extrapolación.


tiempo de su llegada, parece que en presentándose, se podrá ejecutar así, y en
vista también de lo que estos alegaren y justificasen, se podrá[n] tomar las
providencias que convinieren, para la quietud y sosiego de estos religiosos.
Fecha de 17 de Septiembre 1729. [Rúbrica].
Se conoció 26 de Septiembre de 1729, como lo oí al Sr. Fiscal.
[Rubricado].

Documento XX

Oficio que han pasado entre los religiosos

Santiago de Chile, 14 de Septiembre de 1728 recibida en 12 de Junio de 1729


La Audiencia Consejo en 14 de julio de 1729. Véalo el Sr. Fiscal. [rúbrica]
El fiscal ha visto esta carta de la audiencia de Chile con el testimonio que la
acompaña en que refiere haber dado cuenta en carta de 13 de Febrero del a
[?].

Informa con autos de lo sucedido sobre el auxiliar y el regente Fr. Francisco de


Aranívar y el Mtro. Fray Joseph Roco les pido para que hiciere obedecerles por
provinciales de la Región de San Agustín de aquel reino, con motivo de
haberse dividido los votos y recaído en ellos y de cómo remitió la Audiencia
esta determinación al Virrey del Perú en virtud de la Ley Real el que determinó
develar a Fray Francisco de Aranívar, lo que ejecutó la audiencia y los
disturbios y alborotos. [f. 116]225.

Muy poderosos Señor: El P. Mtro. fray José Roco como más haya lugar
parezco ante Vuestra Alteza y digo, que el día primero de este presente mes
fue electo por Provincial de esta Provincia de ermitaños de Nuestro P. San
Agustín con sus votos. Dada la obediencia por mucha paz de la Religión, la
resisten otros con el pretexto de que el P. Rector fray Francisco de Aranívar
sacó en la elección trece votos de veinte, que con este motivo ha pasado no
sólo a denominarse Provincial sino también a ejercer actos de prelado
legítimo. Y hallándome en este conflicto así por la discordia en que se ha
puesto [f. 117] la Religión como por los escándalos que de ella se originaran
precisamente con dos prelados que la gobiernen, lo cual es impracticable, en
cuyos términos parece a la potestad regia al amparo y auxilio para reducir a
dichos reverendos PP. a la obediencia que me han denegado, y obviar de este
modo el gravamen que dentro de la religión no pueden tener remedio alguno,
lo cual parece conforme a razón, y para ello se propondrán los fundamentos
que constituyen la legitimidad de la prelación en mi persona. Y aunque el
Tribunal Real no toca la declaración de prelado legítimo, pero debe tener

225 La numeración de las fojas va colocada al final de cada una de ellas. Hay

que advertir que las fojas, unas van con una columna y otras divididas en dos, sin
cambiar la numeración.
presentes y conoce saltim indirecte226 de ella para de prestar o negar el auxilio
a la manera que denegada la apelación por el juez eclesiástico, he interpuesto
el curso de fuerza ante el Tribunal Real de Vuestra Alteza. Para declararla es
indispensable se instruya de los méritos del proceso en lo principal de la
causa, y pasando a fundar la legitimidad de mi elección y la nulidad de la otra
estriba lo uno por que por ley municipal de mi Religión está expresamente
prohibido que se haga elección de provincial en sujeto que no tenga edad de
cuarenta años y faltando este indispensable requisito como que es disposición
legal a la elección hecha en el dicho P. tutor Francisco de Aranívar. Respecto
de no haber cumplido treinta y un años [f.118], quedó esta por la naturaleza
írrita y nula, y la mía firme y legítima, aunque hubiese sacado menos votos
que los que llevo referidos. Pues aquellos pretendieron derogar la ley
contravinieron a ella, sin embargo de la contradicción hecha antes de la
elección y apelación impuesta para ante nuestro Reverendísimo P. General. Y
al contrario, los votos con que salí electo en Provincial, tuvieran presente la
obediencia de nuestras leyes y el caso práctico que con asistencia de Vuestra
Alteza no ha muchos años sucedió sobre que se guardase y cumpliere dicha
Constitución, y quedó efectivamente excluyendo el P. Mtro. fray Agustín de
Leiva en fuerza de dicha Constitución, siendo así que sólo le faltaba un año
para el cumplimiento de los cuarenta, que prescribe la ley. Parece destruirse
cualquiera dubitación que pudiera haber en el asunto, y este hecho como
consta manifiestamente a Vuestra Alteza, no hay necesidad de justificarlo
extrínseca probanza.
Lo otro, porque según parece de las Actas del Capítulo Provincial
celebrada el año de siete, en ellas se previene y manda por nuestro Reverendo
P. General fray Adeodato Nuzzi [1705-1711] (Lazcano, 1995: 154-155), lo
mismo que en la citada ley de nuestras Constituciones, en que pone la
clausula irritante y declara por nula e invalida la elección que [119] se hiciere
en el sujeto que al menos tenga los cuarenta años. Por tanto, a Vuestra Alteza
pido y suplico se sirva de mandar, que el Escribano de Cámara, como que se
halló presente, certifique lo que expresó el Presidente de Capítulo en cuanto al
número de votos que saqué en dicha elección. Y también sobre la
contradicción que se hizo antes de ella por los Reverendos PP. Mtros para que
se eligiere sujeto que no tuviese la edad que pedía dicha Ley, y de la apelación
que se interpuso para ante nuestro Reverendísimo P. General de la elección
que se pretendiese hacer en el sujeto que tuviere aquel defecto. Y que dicha
certificación se haga in continenti, y con vista de ella, resolver sobre lo que
llevo expresado, que es justicia ut supra, Fray José Roco.
Decreto. Autos al Acuerdo con los demás papeles de esta materia.
Proveyeron el decreto de suso los Señores Presidente y Oidores de esta real
Audiencia en Santiago de Chile en tres de Febrero de mil setecientos y veinte y
ocho años, de que doy fe. Cuadros.
Decreto. El Escribano de Cámara certifica que, como por esta parte se
pide [120]. Proveyeron el decreto de suso los Señores Presidente y Oidores de
esta Real Audiencia en Santiago de Chile en seis de Febrero de mil setecientos
y veinte y ocho años, y lo señalaron los Señores Dr.es D. Francisco, digo D.
Juan Próspero de Solís Rango, Caballero del Orden de Calatrava D. Francisco
Sánchez de Barreda y Vera, licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan del

226 «Al menos indirectamente» [ T. A.].


Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de
corte de dicha Real Audiencia, de que doy fe. Cuadros.
Petición. Muy poderoso Señor: El Mtro. fray José Roco, Provincial electo
de esta provincia de Chile, del Orden de Nuestro P. San Agustín, en
consecuencia del derecho que tengo alegado por escrito, que ayer presenté
sobre que Vuestra Alteza se sirva de impartirme el auxilio para la pacifica
posición de mi Gobierno, y que Vuestra Alteza debe hacerlo en atención a que
es mi pedimento, por vía, que se ejecute la ley de la manera que por algún
caso en el litigio de causas entre religiosos, debe Vuestra Alteza pedir la Ley y
con vista de ella mandar que se obedezca., digo que siendo la nuestra como
tengo alegado, que menos de cuarenta años ninguno pueda ser electo en
provincial, y esto nuevamente declarado por nuestro Reverendísimo P. General
[f. 121], en qué demás de declararlo así últimamente, que sea nula la elección.
Por lo tanto, habiendo recaído la que se hizo en el P. Lector fray Francisco de
Aranívar en sujeto inhábil por no tener los dichos cuarenta años, que por
naturaleza pide la elección de provincial entre nosotros, no obstante que se
hubieren publicado más votos por su parte, siguiese que siendo yo sujeto
hábil por dicha Ley, soy el legítimamente electo y a quién debe Vuestra Alteza
impartirle el auxilio que pide. Y esto sin que haga fuerza cualquier razón, que
por otro P. Lector se alegue, principalmente de haber sido otros electos en
Provinciales no obstante de no haber tenido la edad cumplida, a que le
responde que/ ha sido de común consentimiento de toda la Provincia y sin
contradicción de alguno ni por juicio de tercero, conformándose con la Bula
que para en nuestro Libro de Provincia de Nuestro Santísimo P. Inocencio, en
que pasado los seis meses de la elección de provincial, si no ha sido
interpuesta reclamación, suple los defectos, nulidades e invalideces de los
sujetos, para que con esto quede asegurada la jurisdicción espiritual, la cual
nunca sea aseguraba ni podría recaer en dicho P. Lector por la manifiesta
reclamación y protesta que se hizo para que no se eligiere por la inhabilidad de
los años, que manda dicha Nuestra Ley. Todo lo cual corrobora la otra cédula
presentada ante [122] Vuestra Alteza, y conforme a los decretos de Nuestros
Santísimos PP. allí citados, que quitan el voto a los Priores que no tiene a lo
menos ocho religiosos de familia, lo cual por no haberse contradicho ha
pasado y se han admitido de ordinario los Priores en todos los capítulos
provinciales, los cuales en este presente fueron excluidos, por haberse
contradicho y pedido su exclusión. Luego, si lo mismo pacifica en nuestro
caso, sílguese que hecha la contradicción, débese guardar dicha nuestra Ley,
con la diferencia que debe Vuestra Alteza premeditar que de la ejecución de la
cédula, no se siguen los daños espirituales que proceden, por no ejecutarse la
ley de que se halla supuesta la protesta de la inhabilidad, por no caer la
elección en sujeto capaz de jurisdicción espiritual respecto de ser nula dicha
elección. Y si Vuestra Alteza se sirvió de mandar, que se ejecutase dicha
cédula, con mucha más razón debe mandar que se ejecute. Asimismo la Ley,
por ser en materia de jurisdicción, que ejecutada me toca, sin controversia
alguna, el ejercicio del provincialato, por recaer en mi la elección como en
sujeto hábil y apto, y que no se me interpuso contradicción de nulidad que
interpongan nuestras leyes. A que se alega que habiendo mandado Vuestra
[123] Alteza, que votásemos los Capitulares según nuestras leyes, no se
conformaron los otros con esta ley, siendo tan necesaria que anula la elección,
por el defecto de edad, y más habiéndoseles propuesto por nosotros que se
convirtiesen en sujeto independiente y apto, y que no fuese el dicho P. Lector.
Luego si los que votaron por mí se conformaron con ella, estos hicieron
elección y no los otros, con que fueron perdidos sus votos, de la manera que si
hubieran votado por cualquiera que no podía ser electo. En atención a lo cual
y a lo alegado en mi primer escrito, debe Vuestra Alteza mandar se ejecute
dicha ley, y en virtud del mandamiento mandar asimismo que se me imparta
el auxilio que pido, que es justicia. Por tanto, a Vuestra Alteza pido y suplico
se sirva etc. Fray José Roco.
Decreto. Autos y al Acuerdo con los demás de esta materia. Proveyeron
el decreto de suso los Señores Presidente y Oidores, de esta Real Audiencia en
Santiago de Chile en cuatro de Febrero de mil setecientos y veinte y ocho años,
de que doy fe. Cuadros.
Petición. Muy poderosos Señor. El P. Presentado fray Nicolás Salinas,
del Orden de los Ermitaños de nuestro P. San Agustín, Presidente de Capítulo
en el de Provincial que se celebró el día primero del corriente y está para
serrarse en la demás de los oficios restantes, parezco ante Vuestra Alteza y
digo, [124] que habiéndose elegido por otro capítulo que presidí por provincial
al Reverendo P. Lector fray Francisco de Aranívar con trece votos de veinte que
se regularon y calificaron, resultando lo dicho por escrutinio secreto,
publicada la elección y confirmada por mí como Presidente, según nuestras
Constituciones, se le dio la obediencia por toda la Comunidad excepto sólo los
Mtros fray Franco, fray Joseph Roco, fray Juan de Aguilar, fray Antonio
Vergara, fray Agustín de Leiva y el Presentado fray Pedro Yáñez. Y estando
prevenido por la ley ochenta y cuatro título catorce libro primero de Indias se
auxilie a los Prelados para que reduzcan a la obediencia a los súbditos
rebeldes a su obligación, siéndolo yo de mi sagrada Religión. Por ahora hasta
la conclusión del Capítulo, se ha de servir Vuestra Alteza de impartirme otro
auxilio pues tanto se necesita comprimir a los vagabundos, que es la especie
de la ley como para sujetar a los intra claustra [que] se niegan a dicha
obediencia. Y porque tengo entendido que por parte de dichos Mtros se ha
ocurrido a Vuestra Alteza pidiendo se declare por prelado legítimo el P. Mtro.
fray José Roco por suponer que cinco vocales le sufragaron, y que debe
prevalecer esta elección a la de mayor parte por haber recaído en religioso que
no tiene cuarenta años [125] de edad, o que a lo menos por la turbación que
asientan en la Provincia, se dé medio para que un tercero la gobierne hasta el
regreso de nuestro Generalísimo, para que se conozca la debilidad de estos
pretextos. Y sin embargo de ellos se me dé el auxilio pedido, será conducente
se presenten los hechos y derechos alegados de contrario para negarse al
indispensable vínculo de la obediencia. Lo primero, suponen dichos Mtros, que
después de haber exclamado de la elección, que no se terminase a sujeto de
cuarenta años de edad. Pendiente esta duda, se procedió a celebrarla en el
Capítulo, sacando la mayor parte de votos el otro Reverendo P. fray Francisco,
y la menor el otro P. Mtro. fray José. Y en esta relación se confunde la
voracidad de circunstancias que precedieron, porque en toda la serie del
Capítulo no se hallara haberse publicado sufragios algunos por otro P. Mtro.
fray José, porque según el testimonio pedido por esta Real Audiencia al
Secretario del Capítulo, consta que publicada la mayor parte de votos, que
fueron trece de veinte regulados, las siete cédulas restantes se quemaron,
según nuestras Constituciones, que previenen se juramente el secreto de los
sufragios, que no contribuyen a la mayor parte del electo. Y siendo esto así, se
ignora el fundamento, porque [126] / se asevera, aunque sea la menor parte
de votos a favor de dicho P. Mtro. fray José lo segundo se publica, tiene dicho
P. Mtro. la mayor parte de Religión que lo aclama por Prelado, siendo así que
según el testimonio que presentó toda la Provincia que se hallaba en el
Capítulo, dio la obediencia a dicho Reverendo P. fray Francisco con suma
aclamación de regocijo, a que ha concurrido lo más del pueblo, manifestando
igual complacencia en la celebración, de la misma suerte se quiere fundar
una tumultuosa alteración en la Provincia para que sobre ella recaiga el
segundo expediente en que se insiste de que atento a la división de Provincia
con el nombre de sisma, que quieren darle, se delibere el medio de tercero que
gobierne, pendiente el recurso a nuestro Generalísimo. Y en esta relación, no
hay otro consonante que la misma inquietud de los dichos Mtros, con lo cual
quieren autorizar el rebelión y que resulte por la particular inquietud el
improperio de sisma en todo el gremio de la Provincia, siendo así que por parte
de todo el resto del Capítulo, excepto dichos Mtros, no [ha] habido la menor
inquietud, pues todo el aparato del tumulto lo han ocasionado otros seis
Mtros, o sino reconózcase el testimonio de lo operado [f. 127] en el Capítulo, y
se hallará justificada mi aserción, pues de él consta que el día treinta y uno
de enero, en que se había de reconocer el Presidente de Capítulo, pasa Vuestra
Alteza a representación de otros PP. a nuestro Convento Grande, D.de estaba
el Reverendo P. fray Diego Salinas, actual Provincial, en el coro con su
Comunidad, para reducir al Presidente de Capítulo. Y enterado su Paternidad
de la asistencia de Vuestra Alteza, que era poner en ejecución una Real
cédula de su Majestad, que Dios guarde, para que no votasen los Priores que
no tuvieren ocho conventuales, reconociendo el prelado, que aunque al
principio que pidió al Señor Fiscal obedecimiento a este despacho, por ser
anticuado con la práctica en contra, se acordó por Vuestra Alteza se volviere a
informar a su Majestad en la materia, y que sin hacerse cargo de tan
justificada procedencia, se habían presentado otros Mtros en el Superior
Gobierno pidiendo el absoluto cumplimiento de este despacho, sobre que
recayó el obedecimiento llano, replicó en el asunto con varias razones de la
práctica y nulidad de elecciones en todas las religiones, en que todos los
prelados gobiernen con los votos de provincia, que no han tenido ocho
súbditos, como también por ser a prevención del [f. 128] Capítulo el
cumplimiento de esta cédula, sin que en veinte y tres años que ha que se
recibió circular a todas las religiones ni se haya pedido su observancia, porque
fuera destruir todas las provincias, que por derecho requieren a lo menos ocho
conventos con prelado, que tenga voz activa, ni menos se los haya puesto el
óbice de de mala fe por la recepción de otro despacho. Y en resulta de todo
deliberó otro Reverendo P. fray Diego declarar el Incurso de Descomunión sic)
y privación por el recurso a tribunales similares a los dichos PP. Mtros. según
expresa constitución sobre que recayeron los exhortos hasta la última carta
de extrañamiento. Y habiéndose repetido estas con el Prelado que le sucedió
fray Próspero del Pozo como inmediato Provincial absuelto, a la tercera carta
absolvió a los excomulgados, entraron en Capítulo y recibido el Presidente se
apreció nueva duda, acusando a tres definidores de delitos caiminosos (sic), y
con lo que Vuestra Alteza deliberó en el asunto por el auxilio que imploraron
otros PP., se declaró no hacia fuerza para que votasen, en cuyas
circunstancias se repitió exhorto para que se expeliesen de la Sala Capitular a
dichos Priores [f. 129] que no tenía ocho conventuales, en conformidad de la
cedula citada. A que se obedeció por mi parte con toda resignación y con la
misma sujeté a la declaración de Vuestra Alteza, la duda que excitaron dichos
PP. Mtros, sobre que no debía ser electo el que no tuviere cuarenta años, a que
se sirvió Vuestra Alteza de expresar su dictamen de que no le era facultativa
esta declaración sino reservada a los superiores del orden, con lo cual se
procedió a dicha elección con todas las formalidades necesarias, saliendo
electo con trece votos, seis más de la mitad, el dicho Reverendo P. fray
Francisco Aranívar. Y confirmada por mí por la representación de mi empleo,
se le dio la obediencia en la forma insinuada el día domingo por la noche,
hasta que el lunes dos del corriente, estándose para celebrar la Misa de
Gracia, suspendió con toda la procesión del Capítulo por el recaudo del
Excmo. Señor Presidente de estos hechos, que son tan notorios, al mismo
tribunal. Y constan de el citado testimonio, quien podrá negar que toda la
ocasión del tumulto caso, que alguno precediese. La dieron dichos PP. Mtros y
que en el Reverendo P. fray Próspero, ni en mi con todo el Capítulo, hubo el
menor motivo de inquietud en disconformidad de los reales ordenes, porque en
realidad en cada lance que se ofrecía por investigación de dichos PP., tuvo
bastante materia la resignación de nuestro [f.130] respeto a tan superiores
mandatos. Porque lo primero se recibieron al capítulo los ocho votos de los
Mtros, siendo así que estaban privados por nuestra misma regla por el ádito
(sic) a tribunal secular, y esta pena que fue ipso jure227, y declarados por el
Reverendo P. fray Diego Salinas, no tuvo expiación ni revocación alguna.
Porque una cosa fue la absolución que exhortó Vuestra Alteza por sus
prove(n)ciones, y otra y muy distinta la privación de voz activa y pasiva en
que estaban incursos, para cuya habilitación no se entendieron los exhortos. Y
sin embargo, por no reiterar inquietudes me conformé con el silencio. Lo
segundo resigne a la disposición de Vuestra Alteza la privación de los ocho
priores, que no tenían ocho conventuales, no obstante la eficaz influencia de
razones que militaban para lo contrario, especialmente el no ser intravimestre
(sic) esta privación, según nuestras reglas. Con lo demás que va referido, alegó
nuestro P. fray Diego lo tercero. Puse así mismo en manos de Vuestra Alteza el
otro recurso de fuerza de los PP. Mtros sobre privar a los tres primeros
definidores por causas ignominiosas, que se sirvió de repulsarlas, como
también repetí mi conformidad con todo el Capítulo en la otra diferencia sobre
la edad del elegido, sobre que declaró Vuestra Alteza no tener facultad para
esta [f.131] declaración. Y, finalmente, concluida la elección de Provincial con
tan geminados actos de condescendencia, la ratificó el nuevo Provincial electo,
subscribiéndose a los superiores órdenes del gobierno, para no pasar a otro
acto alguno de Capítulo, ni aún a la Misa de acción de gracias, que debe ser
inmediata al día de la elección. Sin nuevo orden de estos hechos, parece no
puede haber deducción, algún que funde la menor alteración en nuestro
deseo, que sólo se ha terminado a la paz y quietud de esta Provincia. Pues
una vez que Vuestra Alteza declaró la fuerza en el recurso de la absolución de
otros PP. fue consiguiente la omnímoda sujeción a lo que resolviese este
Superior Tribunal, pues solo el ingreso de este recurso era en el que pudiera
vacilar nuestra obediencia, según los principios legales que se han deducido
en este asunto. De todo lo cual se colige que, tan lejos está de que haya
turbación o inquietud en la Provincia, que antes resalta lo contrario, según los
lances mencionados. Y que toda la protervidad (sic) consiste en la tenaz
resistencia de dichos Mtros, que con abandono imponderable se ha desviado
de todas las Constituciones de nuestra santo Instituto.
Fundados y deducidos los hechos que resultan de este recurso, hemos
de venir a tratar de las cuestiones de derecho que de ello se infieren. Y la

227 «Por el mismo derecho, por pleno derecho» [T. A.].


primera que resulta es investigarse el recurso por vía de fuerza a la Real
Audiencia [f.132] sobre la elección del Provincial por la mayor parte del
Capítulo y confirmación del Presidente de él, sea legítimo y tenga ingreso legal
en esta Real Audiencia. Y aunque en lo absoluto del Capítulo al primer
aspecto parece estar decidida esta materia con los ejemplares precisos a la
elección, en los cuales tuvo muy inmediata intervención la Real Audiencia,
habilitando algunos vocales y privando a otros, y tenga la misma identidad la
investigación de la capacidad del eligiente, que fueron los Capitulares que la
de él, eligiendo cual es la edad. Pero la acertada reflexión de Vuestra Alteza, en
haberse abstenido de esta segunda declaración, reservándola al Superior de la
Religión, me ponen en la condición de que se diferencia uno y otro caso y que
semel (sic)228 hecha la elección en el menor de cuarenta años, pueden correr
sin reparo los argumentos contra el recurso a la Real Audiencia en causas de
regulares. Y el primero y más autorizado consiste en la misma declaración de
Vuestra Alteza, que no expresó no serle facultativa la decisión de este punto. Y
si argumenta así, no puede dudarse que en el caso presente el recurso de
fuerza o estriba en la apelación o en el conocer y proceder por el eclesiástico
en causa mere [puramente] profana, o por el extraordinario ádito, de que se
[f.133] exceda por el prelado regular en el cumplimiento de sus constituciones,
lo cual pudiera moderar el auxilio de fuerza, y difiriendo por ahora las dos
primeras sendas, que son las trilladas para refutarlas en adelante. Por lo que
toca a la tercera, que pudiera ser más adecuada al caso, no puede instruirse
otro recurso, porque ya Vuestra Alteza con suma consideración acordó no le
tocara interpretar la Constitución que requiere la edad de cuarenta años para
Provincial, y queda sólo reservada al Superior esta deducción. Y siendo esto
así, es incontroverso (sic) por la cédula de esta determinación, que Vuestra
Alteza debe repulsar este recurso, porque como se presidie en especularse, el
prelado religioso se conforma o no con sus reglas, y en la sujeta materia de
edad, se haya resuelto la reserva al General, o que no tiene arbitrio esta Real
Audiencia en esta inteligencia de Regla, está sin duda alguna resuelto el
auxilio contra la intención de dichos PP. Mtros. Pero dado y no confesado, que
todavía residiese en Vuestra Alteza esta facultad de internar en la dicha Regla,
no obstante la precisión referida, son insuperables los convencimientos
contra la nulidad ipso jure que quieren fundar dichos Padres. Y para ello es
necesario traer a la memoria las dos Constituciones y Acta del General, que
trata en el punto [f.134] la Constitución antigua, que esta que se observa,
porque la segunda, [que] se suplicó en virtud de una Real cédula de su
Majestad, sólo dice que el Provincial que se ha de elegir haya de tener
cuarenta años de edad, sin otra cláusula irritante, y por eso, este defecto de
edad no influye nulidad alguna, porque sólo son cláusulas directivas y de
congruencia, por cuya omisión no se vicia el acto. Y así, tratando los autores
de la edad que deben tener los señores obispos, que son treinta años por
derecho canónico, los más eximios teólogos asientan, que aún de veinte y
cinco puede ser electo un eclesiástico en prelado y príncipe de la Iglesia, y la
razón que da es bien proporcionada de caso de que quienes por derecho se
requiriese la edad para algún cargo, no es por requisito sustancial sino por
congruencia y mejor dirección en el mejor manejo de el empleo. Pero si el
reparo de la edad se funda en las segundas Constituciones, que añaden la

228 Parece que quiere decir simul=igualmente.


cláusula de la irritatis electio229 tampoco obsta por estar suspenso el
obedecimiento de estas Constituciones en lo que fueren adversativas a las
primeras, D.de no se halla tal circunstancia con que necesariamente hemos de
venir a poner todo el peso de la consideración en la Acta de muestro General,
que conformándose con las Constituciones nuevas pide la edad de cuarenta
años en el Provincial, con las mismas voces de que [f. 135] alioquim irrita sit
electio230. Pero todavía ésta cláusula no funda nulidad ipso iure, sino que sólo
es fundamento para que nuestro General, a quién se remiten las Actas de
Capítulo, la declare por sentencia que es el asunto de nuestra pretensión, lo
cual se persuade con el sentir más autorizado de los autores, que tratan de
nulidad de elecciones por cláusula irritante, porque distinguen dos modos en
su expresión: el uno se dice el superior, que por falta de algún requisito o
cualidad es nulo ipso facto231, digo ipso jure la elección, y el otro sino dice por
palabras de presente de indicativo, que es nulo el acto sino que sea irrito, que
son palabras de presente de subjuntivo o de futuro, como si dijese será nula la
elección, porque, en el caso primero, se tiene por cierto que no necesita de
declaración del Superior la nulidad, porque quiso que por falta del requisito
previsto fuese nula ipso jure, sin remitir al tiempo de subjuntivo o futuro la
declaración de dicha nulidad, lo que no milita cuando se usa del tiempo, sea o
del futuro, sea porque con él no se conforma la nulidad pronta e instantánea,
como con el presente es nula. Si no sólo se da fundamento para que el
Superior por sentencia haga actualidad de presente de indicativo lo que en la
conminación de la ley se terminó a lo futuro con el verbo sea de subjuntivo, y
así adaptando tan claras doctrinas al caso (que sin duda se versan [f. 136]
igualmente en lo jurídico en todos los apercibimientos conminatorios de penas
y multas que necesitan de declaración para el incurso), se hallará que aún
tomando las estrechas cláusulas sobre el requisito de la edad para provincial
de la Constitución moderna y Acta de nuestro General, sólo dicen alioquim
irrita sit electio, más no que es ipso iure nula la elección por defecto de dicha
edad en el electo, con que viene [a] acomodarse la expresión de dicha
Constitución y Acta al sentir de otros autores, de que siendo la cláusula la
irritante explicada con el presente de subjuntivo, sea írrita no se privará ipso
jure la elección, sino per sententiam. No menos contribuyen los ejemplares de
todos los / Capítulos, los inmediatos en que fueron electos dos Provinciales
sin la dicha edad de cuarenta años, con otros anteriores capítulos, de que se
tiene presente el del Mtro. fray Miguel de Gamboa. Y enterado nuestra
Generalísimo de la falta de edad, como fue en el P. Mtro. fray Diego Salinas.
Por haber estado y dándose a conocer en la Curia romana cuando no tenia
treinta y un años, no obstante poco después de un año fue electo Provincial, y
cuando se remitieron las Actas, no sólo no se extrañó la elección sino que se
confirmó por la práctica usitada (sic) en la Europa de no repararse en este
defecto, pues en el Capítulo General tuvieron votos varios provinciales de
poco más de treinta años [f. 137]. Y si acaso se quiere estrechar la materia a la
mayor restricción de la generalidad de algunos autores, hacen recaiga lo
penal entre los PP. Mtros que la promueven, porque es cierto que si el defecto
de la edad es substancial en el electo, de suerte que por falta de este requisito
es ipso jure nula la elección, lo volverá incapaz, y, por consiguiente, según

229 «Elección irritante-inválida» [T.A.].


230 «Por lo demás la elección sea írrita-inválida» [T. A.].
231 «En el acto» [T. A.].
Constituciones todos los vocales que sufragaron por el menor de edad de
cuarenta años, serán privados in posterum del sufragio, por ser esta la pena
del que vota por el incapaz. Y como todos los PP. Mtros, que hoy ventilan el
caso, hubiesen concurrido a la elección de los dos provinciales inmediatos,
que fueron / los Reverendos PP. fray Próspero del Pozo y fray Diego Salinas,
sin que alguno de ambos tuviese los cuarenta años, es consiguiente que
dichos Mtros, por esta votación, quedaron perpetuamente privados de voto,
pues la misma nulidad que se quiere fundar en el electo, ha de ser en la voz
activa del eligiente. Así, no vendrán a tener influjo en el presente Capítulo,
sino sólo los votos de Provincia que no le tuvieron en los antecedentes. Pero
como este argumento de nulidad prueba tanto, como es la nulidad de todo lo
actuado por dos Provinciales y privación de vocales, viene a no probar cosa
alguna. Pero si el recurso de fuerza se mira con consideración a lo que tratan
con auto [f. 138] autores en puntos de elecciones y excesos de religiosos, está
tan conforme en el sentir de todos su repulsa, que fuera muy difusa relación
inmoral en las razones con que lo refutan, porque siempre concluyen en la Ley
Real de Castilla cuarenta, título cinco libro segundo, en que se niega este ádito
de fuerza a las Reales Audiencias en causas de religiosos, y sólo se reserva al
Real Consejo proveer en caso necesario. Pero por esta reserva, nunca se
confiesa la regla general de que por dicho Real Consejo se pidan autos de
excesos de religiosos para moderar la corrección de sus prelados, sobre que se
recogen varios ejemplares que videri posset apud232 autores, siendo la razón de
todo. Porque la causal de la ley en eximirse de este conocimiento se funda en
no mezclarse en la jurisdicción eclesiástica y religiosa, no perturbar el
gobierno regular. Y que los excesos o delitos de religiosos no se pongan en la
publicidad de una Audiencia o Consejo en escándalo del pueblo y
desedificación del estado, lo cual es unívoco en todos los Tribunales Reales.
Pero aún permiso el caso de que el Real Consejo en la palabra proveer, de que
usa la ley reservase el conocimiento por vía de fuerza en causas de religiosos,
todavía no era transcendental esta facultad a las Reales Chancillerías233 [f.
139] de Indias, porque por expresa ley municipal, que es la setenta y dos,
título catorce libro primero de Indias, se previene que aunque los prelados
regulares castiguen a sus súbditos con las penas de destierro y galeras, no se
introduzcan las Reales Audiencias a examinar los procesos, mandando se
guarde el Santo Concilio de Trento por el grave inconveniente que resulta, de
que los delitos de religiosos se publiquen en los tribunales seculares, habiendo
sido necesaria esta prevención, por cuanto con el motivo de ejecutar las
sentencias, penas, se pedían los procesos, de cuya decisión se infiere, lo
primero estar prohibido a las Reales Audiencias de Indias el pedir procesos de
eclesiásticos de regulares y aunque sea con el motivo de moderar lo acervo de
penas de destierros y galeras, de que se colige que con mayor razón estará
prohibida la inspección de otros autos en que pueden contenerse dichos
excesos regulares, como son las diligencias de capítulos cuando no amenaza
en ellos mayor opresión de las penas dichas, y por consiguiente, que no están
comprehendidas estas Reales Audiencias en la excepción de la dicha ley
cuarenta de Castilla, cuando está prohibido por ley del reino. Por la misma
identidad de razón el conocimiento y examen de dichos autos de regulares y de

232 «Que puede ser visto ante» [T. A.].


233 Eran tribunales superiores de justicia en el territorio que el poder real les
asignaba.
la citada ley de Indias, se infiere otro convencimiento a la inteligencia que
quisieron dar algunos autores poco considerados [f. 140] a la dicha ley
cuarenta, de que debe entenderse cuando no exceden los prelados en la
corrección. Porque fuera de que esta inteligencia es destructiva de la ley,
porque si se niega al examen del proceso absolutamente, no se puede
reconocer si hay o no exceso en la corrección, según repulsan ese sentir varios
autores. Pero la acertada ley de Indias setenta y dos convence más
terminantemente esta inteligencia, porque no puede haber más acerba
corrección que la de galeras y destierro, y no obstante ni hacen so color de
este exceso, se pueden pedir los autos de regulares. Pero si el recurso de
fuerza se funda en lo que puede ser más usual y menos violento ¿cuál es el
motivo de denegarse la apelación de la confirmación de elección? Tiene menos
dificultad porque es doctrina tan general y conforme entre todos los más
canonistas, que pocos o ningunos conceden la apelación en lo suspensivo en
las elecciones. Principalmente siendo de regulares y en Indias se hace más
recomendable esta opinión, y sobre todo, se hace incontroversa esta
denegación, si en las elecciones se procede extrajudicialmente, como en el
caso presente en que la confirmación y demás Actos de Capítulo se hacen
nulo[s] compilato procesu234, pues entonces, ni razón de dudar se ofrece en que
la apelación no tiene efecto suspensivo, y aunque [f. 141] con la otra estaba
bastantemente satisfecha, la intención contraria cautelando no se ofrezcan
otras débiles disputas, con que se intrinque [complique] la materia, sea
precaucionar. Asimismo no ser óbice para la elección el que no se haya puesto
in scriptis235 al presente. Lo primero porque la escritura de dicha elección no es
de substancia de ella, sino sólo para que conste, según la general aserción del
derecho canónico y de lo demás del título de los De electione. Y aunque en
algunos capítulos de dicho título se hallan las palabras de que electio ine
scripturam [electio in scrituram] rediga lacse (sic)236, se entienden estas palabras
de los sufragios que se dan por cedulas in scriptis237, más no a la misma
elección, fuera de que, el no haberse puesto las Actas solemnes de Capítulo en
el Libro de Provincia, es porque dicho Capítulo no se ha cerrado, faltando
todas las demás elecciones fuera de la del Provincial, en que regularmente se
consumen ocho días. Y cerrando entonces dicho Capítulo, se asienta la íntegra
de él, según nuestras Constituciones y practica invariable. Y esta delación no
ha nacido culpable, porque celebrada la elección de Provincial el Domingo en
la noche, lunes por la mañana se nos interpeló por el superior gobierno se
procediese adelante, además de que el P. Mtro. fray José Roco con insólita
violencia, retiene [f. 142] el Libro de Provincia, sin que haya medio eficaz para
que lo entregue al Presidente y Secretario Capítulo. Y así, el testimonio por los
apuntes de dicho Secretario ha sido la más factible diligencia en la situación
de las cosas. Pero cuando los dichos PP. Mtros convenciesen de cualquier
nulidad dicha elección, de hecho o de derecho, aunque fuese por defectos
substanciales, todas las veces que constare que la elección se hizo por la

234 «Por despojo del proceso» [T. A.].


235 «Por escrito» [T. A.].
236«La elección por escrito restituye...» [T. A.]. La última palabra es desconocida
y las primeras están mal escritas, según criterios actuales. No es infrecuente que estos
amanuenses no sepan latín.
237 Es el voto que se hacía por medio de cédulas secretas escritas por el propio
votante.
mayor parte de votos por escrutinio secreto, que se publicó y confirmó la
elección por el Presidente de Capítulo, no hay arbitrio para dejar de obedecer
al Prelado electo en esta forma, no obstante cualquiera propuesta, digo
protesta de apelación o nulidad, que no suspenden la obediencia, so pena de
excomunión y privación, según parece de una Bula de la Santidad de
Inocencio XI238 año de setenta y ocho, que se halla[n] muchos, ha copiada en
el Libro Provincial de que pido se ponga testimonio a la letra, por la cual
parece que estando combatida la Provincia de Quito de nuestra Orden de
varias tribulaciones de capítulos (cf. Sánchez Pérez, 2010: 9-141; 2011: 161-
419), y que aún contra el electo por la mayor parte y confirmado se suscitan
diversas inquietudes, que turbaban las conciencias con escrúpulos por la
jurisdicción del Prelado y recurso al Generalísimo, declaró su Santidad que
sólo con que constase la elección de [la] mayor parte por escrutinio secreto y
que fuese publicada y confirmada [f.143] por el Presidente del Capítulo, del
Capítulo se le debía al Prelado en esta forma electo la obediencia, so pena de
privación y excomunión, sin embargo, de que se le apelase o protestare la
nulidad por cualquier defecto substancial de hecho o derecho, porque todos
los suplió la benignidad Apostólica hasta la resulta del Generalísimo,
manteniendo en la posición al electo. Y esta Bulla expedida a instancias a la
Provincia de Quito fue general a todas las Indias, según su tenor. Y al poco
tiempo de su data se obedeció en dicha Provincia, y en la nuestra ha más la de
cuarenta años que está inserta por Acta de Capítulo en el Libro Provincial,
que pido se traiga a la vista en caso necesario, protestando, si la urgencia lo
pidiere, presentar otro tanto239 de la Bula, sin que se le pueda poner el óbice
del pase240 del Real Consejo, pues se debe suponer que obedecida en Quito e
inserta en nuestros Libros tantos años ya, se completaría con este requisito en
el original. Además que en materias espirituales y que conciernen a
dispensación, no se necesita del pase de los breves apostólicos, y mucho
menos cuando se dirigen al gobierno interior intra claustra como se ordena en
cuanto a las patentes de los generales por la ley cincuenta y cuatro, por los
títulos catorce libro primero de Indias, en las [f.144] cuales sólo se requiere el
pase del Real Consejo241 en aquellas patentes que se dirigen a extinguir
Provinciales y conventos o criarlos de nuevo, y remisión de prelados y
religiosos a Indias, más no en las órdenes que tocan al gobierno interior y
espiritual, como es el asunto de dicha Bula, y es argumento muy terminante
el que se hace de las patentes de Generales en cuanto a no necesitar de pases
a los Breves Apostólicos. De todo lo dicho se infiere, que ni hay recurso legal
alguno, ni fundamento de sedición, o cisma en la Religión para la práctica del
medio que se desea por dichos PP., de que se ponga un prelado medio de
presidente para que las leyes de Indias setenta y ocho del título de religiosos
son la cuarenta y nueve, y cincuenta, título tercero libro tercero, que encargan
a la Audiencia sin algún influjo de entereza. La interposición en sedición de

238 El beato Inocencio XI (Como, 16 de mayo de 1611 - Roma, 12 de agosto de

1689) fue el papa n. 240 de la Iglesia católica entre1676 y 1689.


239 Copia de un documento oficial.
240 Era el Pase Regio o Regium exequatur que en 1539 el emperador Carlos V
exigió para que las peticiones de los obispos a la Santa Sede pasasen por su mano,
imponiendo el pase real (pase regio o regium exequatur) a los documentos pontificios
para poder ser ejecutados (cf. http://es.wikipedia.org/wiki/Patronato_regio).
241 Se refiere al Real Consejo de Indias.
regulares, no adjuntar este medio, ni era fácil de persuadirse porque si el
prelado que se había de poner, no tenía jurisdicción ordinaria, porque no se
derivaba de nuestra constitución ni delegada, porque el delegante que lo
ponía, no era capaz de ella, era incompatible esta creación de Prelado. Y
cuando la urgencia lo pidiese por nuestra regla en cualquier impedimento del
actual Provincial entra el inmediato absoluto. Aunque al presente no ha
llegado este caso, hay mas turbación que la que dichos PP. Mtros fomentan, si
esto fuere bastante para [f.145] cisma, ninguna elección estuviera libre de ella,
porque regularmente hay menos parte postergada en los capítulos, y por eso y
por todos derechos prevalece la mayor, por tanto, A Vuestra Alteza pido y
suplico se sirva de mandar se traiga el dicho libro para reconocer la dicha
Bula, y en resultado de todo se me imparta el auxilio para reducir a la
obediencia de nuestro Provincial a dichos PP. Mtros, que son los únicos que la
resisten, que es justicia y para ello etc. Azua. Fray Nicolás de Salinas,
Presidente.
Cargo. Hoy cuatro de febrero de mil setecientos veinte y ocho años como
a las tres y media de la tarde se presentó este sujeto, de que doy fe. Cuadros.
Decreto. Póngase con los autos de la materia y se traiga a la vista el
Libro de Provincia en que está la Bula, que expresa atento a la urgencia del
tiempo, y así mismo teniéndose entendido que ahora cincuenta o sesenta
años se dio en la misma Provincia elegirse dos Provinciales a un tiempo, caso
que debió determinarse y se determinó, para mejor proveer, será bien se traiga
a la vista, el Libro D.de constare la dicha determinación, para cuyo efecto le
remitirá al Real Acuerdo242 el P. Presidente de Capítulo. Proveyeron el decreto
de suso los Señores Presidentes y Oidores de esta Real Audiencia, en Santiago
de Chile en cuatro de febrero de mil setecientos y veinte ocho años, y la
señalaron los Señores Dr.es con Juan Próspero de Salisvango, Caballero del
Orden de Calatrava D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados
[f.146]
D. Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, del
Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de Corte de dicha Real Audiencia,
a que doy fe. Cuadros. En dicho día hice saber el decreto de suso
[mencionado] al muy Reverendo P. definidor fray Nicolás Salinas, Presidente
de Capítulo, de que doy fe. Cuadros.
Petición. Muy poderosos Señor el P. Mtro. Fray José Roco, del Orden de
Ermitaños de Nuestro P. San Agustín, como más haya lugar parezco ante
Vuestra Alteza y digo, que ayer, que se contaron trece del corriente, pedí se
sirviese Vuestra Alteza de impartir el auxilio pedido en el motivo de que siendo
Prelado legítimo de dicha mi Religión según la elección hecha, se me denegaba
la obediencia por algunos de los religiosos sin otro pretexto, que el de haber
sacado el P. Fray Francisco de Aranívar en dicha elección trece votos, e
insistiendo en el referido auxilio y en lo demás que tengo insinuando en el

242 El Real Acuerdo fue una institución consultiva y de gobierno del Imperio

español en América. Estaba formada por el virrey, que junto con los oidores de la Real
Audiencia y constituía la máxima autoridad colegiada en el virreinato en América,
aunque siempre estuvo subordinada al virrey. Así, después de haber tratado una
cuestión el virrey pedía a los oidores que para dar fundamento jurídico al dictamen
que se hubiera alcanzado por mayoría o por unanimidad lo redactaran por escrito, al
que se llamó real acuerdo. Así fue como el Real Acuerdo acabó convirtiéndose en la
máxima institución consultiva de los virreinatos de Indias.
citado pedimento, se ha de servir Vuestra Alteza de tener presente, para la
resolución que se hubiese de dar, los fundamentos siguientes. El primero, que
por los Reverendos PP. Mtros, anteriormente a dicha elección, se contradijo lo
que se quiere hacer de Provincial en persona que no tuviere los cuarenta años,
que dispone la ley municipal de dicha mi Religión. Y lo que más es que se
interpuso in continenti el recurso de apelación [f. 147] de elección facienda
[hecha] en sujeto que padeciese aquella inhabilidad, según constará de las
certificaciones que, en conformidad de mi pedimento, habrán dado los
Escribanos de Cámara y de Cabildo, que se hallaron presentes, a otra
contradicción y apelación que se interpuso para nuestro Reverendísimo P.
General, y, en caso de no haberse ejecutado, lo vuelvo a pedir de nuevo, sin
embargo de haber pasado esta circunstancia en presencia de Vuestra Alteza y
del numeroso concurso que había en la ocasión, de que se infiere y está
patente lo atenuado de otra elección en la persona de otro P. fray Francisco, y
la que se hizo en mi persona, aunque por menor número de votos, es la
legítima, y la que debe subsistir, sin que obste la extrajudicialidad de los
recursos, porque para lo judicial no se necesita de que aquellos sean
inscriptos, sino que la contradicción verbal empieza a ser judicial ultra, de
que todas las veces que consta de gravamen y lato, y de la justicia de la
apelación, como que terminase al cumplimiento de la ley, no difiere la
apelación extrajudicial de la judicial. Y esta resulta todas las veces que
precede contradicción a futuras elecciones, de suerte que si no obstante
aquella se ejecuta, causa atentado en su efecto, y pendiente la apelación en
semejantes causas, de modo sea de re gravi243, quedan las cosas en el estado
que tenían antes de la apelación. Todos estos son principios tan triviales, que
no se impugnan sin expresa contravención [f. 148] a los primeros rudimentos
de la jurisprudencia canónica ilegal, que habla en términos del caso presente.
Y como quiera que sea innegable, que precedió a la elección la contradicción y
apelación a futura elección en la persona que no tuviese cumplidos los años,
que previene la ley, debió suspenderse y no practicarse dicha elección en el
dicho P. fray Francisco, en perjuicio de la Jurisdicción del Juez Superior, a
quién debió pasar el conocimiento de dicha causa en virtud de dicha
apelación. Y con estos defectos importa tanto la posesión o confirmación del P.
Presidente del Capítulo, como si no la hubiese, y lo que más, es que no debe
ser mantenido en ella, ni podía haber méritos pare que obtuviere el premio el
que contravino a la ley y quedasen penados los que sólo desearon su
observancia, ni puede obstarle la dicha confirmación, porque lo que por su
naturaleza y por la ley es nulo, no admite confirmación. Y es la razón, porque
como el Auto primero, que es la elección, se invalida, falta el fundamento sin
el cual el acto subsecuente no puede ser válido, y más cuando preservó dicha
contradicción y a dicho P. Presidente de Capítulo se le interpuso el recurso de
apelación. Lo otro, porque la confirmación no da cosa alguna de nuevo a la
elección, sino sólo corrobora lo que se dio y adquirió, con que si la elección fue
nula, como que contravino a la ley, también lo fue la confirmación, y si no
valió lo principal, como fue la elección, tampoco vale lo accesorio, que es la
confirmación. Y es desestimable el decir que en la citada [f. 149] Ley de
nuestra Constitución, no se explica ni se pone en ella la cláusula irritante,
porque es cierto que prohíbe que se haga la elección de Provincial en persona
que no tenga cumplidos los dichos cuarenta años, y es doctrina, aunque la ley

243 «De materia grave» [T. A.].


pura y simple que prohíbe algún acto, aunque no añada otra cosa, se entiende
que la irrita, a la manera que la leyes eclesiásticas prohíben el matrimonio
entre los consanguíneos. Y lo mismo se halla en los decretos antiguos, que
prohíben el matrimonio a los religiosos, hasta el tiempo que gobernó la iglesia
la Santidad de Inocencio XI y los dichos decretos no tenían palabras irritantes,
fuera de la pura y simple prohibición; lo otro porque la citada ley se explica
con palabras negativas y no con afirmativas, y son muy vulgares los principios
de derecho sobre que la negativa, como que es malignantis [¿malignitatis?]
naturae244, niegue más que la afirmativa afirma; ultra [además] de que estando
y declarando la voluntad del Superior, según parece de las Actas que tengo
manifestadas, no hay razón de controversia, pues en aquellas se ve manifiesta
la cláusula irritante, en caso de contravenirse a la citada ley municipal. Y su
decisión es tan clara, que sin otra declaración que lo literal de ella, se practicó
con el P. Mtro. fray Agustín, de Leiva faltándole sólo algunos meses para
completar los cuarenta años, que pide la ley. Y esto con [f.150] interpelación
de los religiosos, y ahora se pretende que con diez años menos de los que se
requieren, pueda hacer ingreso en la Prelacía y Provincialato de dicha mi
Religión contra la ley y su Constitución. Y si una u otra vez ha habido elección
en persona que no tuviere cumplidos los dichos cuarenta años, no ministra
derecho alguno el abuso de la ley y constitución, ultra de que, en los
ejemplares que se traerán, no hubo contradicción ni quien reclamarse. Y así
como no pudo embarcar la ejecución del real despacho, que hizo practicar la
justificación de Vuestra Alteza el reparo de que, en los años atrasados,
hubiesen sufragado los Priores de los conventos, a quienes faltaba el número
del dicho, digo de ocho religiosos, tampoco sirviera de impedimento para que
se practique nuestra Constitución y la ley de la Religión, habiendo partes que
clamen que en una o en otra ocasión se contraviene a ello.
El segundo fundamento estriba en la descripción de los votos y
computación previa de unos a otros, por cuya causa también padece el vicio
de nulidad de dicha elección, pues no se escribieron los dichos votos entre
Presidente y Escrutadores, y lo otro, que se omitió la publicación de dicha
elección, según consta a todos los vocales, y podrán dar testimonio los
escribanos, que se hallaron presentes. Y sólo publicó el P. Presidente al de su
facción, pasando en silencio los demás, que sacaron en dicha elección los
votos que faltaban al cumplimiento de dichos vocales. Y es cierto que la
publicación de dicha elección es como la forma y último complemento [f.151]
substancial, y por su defecto, quedó también dicha elección y yo legitimo
Prelado con los que sufragaron a mi favor. Por tanto, a Vuestra Alteza pido y
suplico se sirva de mandar hacer como llevo expresado, que es Justicia etc.
fray José Roco.
Decreto. Póngase con los autos sobre todo. Proveyeron el decreto de
suso los señores Presidente y Ordenes de esta Real Audiencia, en Santiago de
Chile en cuatro de Febrero de mil setecientos y veinte y ocho, a los de que doy
fe. Cuadros.
Petición. Excmo. Señor: Ayer tres del corriente como a las nueve de la
noche recibo una de Vuecelencia (sic) en que me previene necesita el Real
Acuerdo testimonio de la elección de Provincial, para la duda que ocurre en
dicho Real Acuerdo, cuyo orden hice poner luego en ejecución, mandando dar

244 «De perversidad de la naturaleza» [T. A.].


al Secretario de Capítulo el testimonio pedido arreglándose a tal Constitución,
en que se hallan hoy las materias de Capítulo. Por estar suspensa su
conclusión de orden de Vuestra Excelencia, no se ha integrado la Acta en los
Libros de Provincia, como más largamente se contiene en el adjunto
testimonio, en que deseo se manifieste el aprecio de mi obediencia a las
Superiores órdenes de Vuestra Excelencia, a quien guarde Dios etc. Excmo.
Señor, besa la mano de Vuestra Excelencia su rendido subacto [súbdito]. Fray
Nicolás de Salinas. Excmo. Señor Presidente D. Gabriel Cano y Aponte.
Santiago y Febrero tres de mil setecientos y veinte y ocho años. Por
cuanto por carta del Excmo. Señor Presidente se me expresa necesitan los
Señores de la Real Audiencia para la definición de las dudas del Capítulo,
testimonio de la elección hecha el día primero del corriente, no habiéndose
está concluido en todas [f. 152] las demás formalidades de capítulo como son
definitorio elección de visitadores de Priores y demás incidencias del Capítulo,
que es cuando se ponen in scriptis a las integras Actas en los Libros de
Provincia, los que así mismo retiene en sí el Reverendo P. Mtro. Fray José de
Roco, el presente Secretario de Capítulo, de los apuntes que tiene preparados
de la elección, dará testimonio puntual de todo cuanto ocurrió en dichas
elecciones, desde el día treinta y uno de Enero hasta el día dos de Febrero por
la mañana, que por recaudo del Excmo. Señor Presidente se suspendieron
todas las disposiciones de Capítulo, hasta la Misa de acción de gracias, que
estaba para celebrarse. Fray Nicolás de Salinas.
Prosigue. Presidente de Capítulo. En la ciudad de Santiago de Chile en
tres días del mes de Febrero de mil setecientos / veinte y ocho años en
conformidad de lo mandado por el Decreto de la vuelta, yo el P. Presentado
Fray Juan de Arrué, Secretario de Capítulo y Notario Apostólico, certifico y doy
fe en cuanto puedo y ha lugar y derecho, cómo en los apuntes que tengo de la
elección de Provincial para sacarlos en limpio en el Libro de Provincia cuando
esté concluido el Capítulo, que se ha suspendido después de la elección de
nuestro P. Provincial, sin pasar otra formalidad de esta celebración, por
recaudo del Excmo. Señor Presidente el día inmediato a la elección de
Provincial se hallaron todos los lances y circunstancias fielmente apuntados
en la manera siguiente: El día citado treinta y uno de Enero de este presente
año a las tres de la tarde un poco más, estando el Provincial Mtro. fray Diego
de Salinas rezando en el Coro [f.153] para, conforme a nuestra Constitución,
acabado el rezo, tocar la campana para reconocer Presidente y proceder a las
demás funciones capitulares, entró al convento la Real Audiencia con su
Presidente el Excmo. Señor D. Gabriel Cano de Aponte, a quienes el dicho
Reverendo P. Provincial salió del coro a recibir. Y traídos a la celda de su
morada e informándose de su Alteza a que efectos se dirigía la venida, no
habiendo sido llamados por el Prelado legítimo, que los Reverendos PP. Mtros,
conviene a saber Fray Francisco Franco, Fray José Hevia, Fray Agustín de
Leiva, Fray José Roco, fray Juan de Aguiar, fray Antonio Vergara y Presentado
Fray Pedro Yáñez, ex provincial de esta Provincia, presentaron un escrito, el
cual se hizo patente delante de la Comunidad, pidiendo se ejecutase una
Cédula de su Majestad que junto con el Breve de la Santidad de Alejandro VIII
piden que los priores de los conventos, que no tiene ocho conventuales, no
votasen en los capítulos, y habiendo variamente conferido con el Provincial los
Señores el cumplimiento de la Cédula, y el Provincial, da[n]do varias razones
sobre qué no se debe practicar, quedando en su celda los señores, tocó la
campana el Reverendo P. Provincial para reconocer Presidente para el Capítulo
y juntar la Comunidad antes de proceder con los exhortos, como previene
nuestra Ley, para que se entreguen letras patentes de nuestro P. General, si
las hay, notifica un Auto a la Comunidad, declarándolos por incursos a los
dichos PP. Mtros y la censura de la Santidad de Clemente VIII inserta en
nuestra Constitución, contra lo que, por cualquier motivo, acudieren a
tribunales seculares. Y mandándoles saliesen [f. 154] / de la Sala, como
excomulgados, para reconocer Presidente, resistieron en salir. Por serio motivo
salió el dicho Reverendo P. Provincial con toda la Comunidad de la Sala
Capitular, [y] volviendo a la celda D.de se hallaban el Real Acuerdo, se expresó
el motivo de la dicha excomunión, por lo cual comenzó a despachar cartas
exhortatorias el Acuerdo al dicho P. Provincial sobre que absolviese este. Y
negándose a la dicha absolución por todas las cuatro cartas, con la pretexto
de obedecer como leal vasallo de su Majestad, más en orden a la absolución
reservada a su Santidad. Y así prosiguió hasta ser extrañado de estos Reinos
para los de España, en los que se gastó el día sábado hasta el domingo
primero de Febrero a las seis de la mañana, y pasando llamado por el Acuerdo
el Reverendo P. Mtro. Fray Próspero del Pozo y Lemus como Provincial
absoluto a ser Rector Provincial, como el inmediato llamado por la
Constitución por cualquier defecto del Provincial actual, se prosiguieron los
exhortos para que absolviese hasta la tercera carta en que absolvió a los
dichos excomulgados, y luego después de absueltos, el día Domingo como
entre tres o cuatro de la tarde el Reverendo P. Rector Provincial mandó tocar la
campana para reconocer Presidente. y juntos todos los religiosos en la Sala
Capitular, comenzó a exhortar a la Comunidad por primera vez con precepto
formal de obediencia, que si en alguno de los religiosos había letras patentes
de nuestro Reverendísimo P. General para presidir en la presente elección, las
manifestase, y a esta primera manifestación se levantó el Reverendo P. Mtro.
fray José de Roco y presentó un escrito firmado de los religiosos Mtros en que
acusaba [f. 155] de delitos criminales a los tres Definidores más antiguos, con
ánimo de no dar obediencia a ninguno de ellos de Presidente de Capítulo, lo
cual reconocido por el Reverendo P. Rector Provincial, no quiso leer el escrito y
prosiguió con las otras dos Moniciones. Y no habiendo letra de nuestro
Reverendísimo P. General dio la obediencia de Presidente de Capítulo al
Reverendísimo P. Presentado fray Nicolás Salinas, como definidor más
antiguo, al que obedeció toda la Comunidad, menos los PP. Mtros. Dada así la
obediencia por toda la Comunidad, pasaron los Maestra a querellarse del
Rector Provincial al Real Acuerdo, que no les había querido leer el escrito, y el
Acuerdo hizo llamar al Rector Provincial, y le arguyó sobre no haber leído el
escrito y que lo debía leer, a lo cual respondió el Rector Provincial que el dicho
escrito no estaba presentado / en tiempo. Respecto de que siendo acusación
de delitos criminales era necesario formar proceso para verificarlos y esto no lo
podía hacer en el bimester [bimestre], ni menos iniciada la elección por defecto
de facultad, que para salvar la libertad de los electores hay ley, que las causas
graves que inducen privación de voz activa y pasiva se remitan al Definitorio
de nuestro Provincial. Llamó el Real Acuerdo a uno a los Mtros para que
alegue a su favor, y compareció el Reverendo P. Mtro. fray José de Soto, quien
alegó algunas razones sobre que el escrito se debía proveer por el Rector
Provincial, para excluir de Presidentes a los dichos PP. definidores más
antiguos. Alegó el P. Prior Provincial, fundado en ley y haciendo patente la
inocencia de los PP. Definidores en los crímenes que se les imputaban.
Entonces el Real Acuerdo despachó decreto a la Sala Capitular en que,
declarando el Rector Provincial no haría fuerza obedecerlo [f.156] los Mtros al
Presidente recibido, Presentado fray Nicolás de Salinas dieronle la obediencia
los referidos Mtros. Y estando en la Sala Capitular todos los vocales, vino
nuevo escrito del Real Acuerdo para [que] el P. Presidente expeliese a ocho
priores, que no tenían ocho conventuales de súbditos, según la Real cedula de
su Majestad, y con efecto por este escrito fueron repulsados (sic) los dichos
ocho priores, quedando sin voto con los demás. Luego prosiguió las funciones
Capitulares, eligió Jueces de Causas y los confirmó, nombró los
Escudriñadores y los confirmó, calificó los votos para proceder a la elección de
Provincial, y calificado, procedió a la votación de Provincial, y al empezar a
votar protestaron los Mtros de nulidad de la elección, si se hiciere en alguno
de menos de cuarenta años, citando para esto una Acta de nuestro
Reverendísimo P. General y reconociendo la decencia con que los PP. Mtros
iban, manda / el P. Presidente se suspendiese la elección, hasta que por el
Real Acuerdo se determinase aquella duda, que se ofrecía, y haciéndose
cuando las pocas cédulas que se habían escrito para [que] el P. Presidente
informara al Real Acuerdo, que aquella Acta, que lo PP. Mtros citaban, no
tenían fuerza de ley respecto de ser relativa a la Constitución nueva, la cual
por cédula de nuestro Rey y Señor D. Carlos II, notificada en esta Comunidad,
se manda no se obedezca en su dominio de las Indias por ser en sus
adicciones alterativa de los usos y costumbres de estas provincias, y que la
Constitución antigua, que seguíamos, no traía en el capítulo de elecciones
Provinciales en todas las calidades que pide en el sujeto, ninguna cláusula
irritante. Y que así mismo estaba la Provincia en posición de elegir en
Provinciales de menos de cuarenta años, como se ve en los dos antecedentes,
y que, fuera de todo lo alegado, el dicho decreto de nuestro Reverendísimo P.
General, en que los Mtros fundaban el querer anular la elección, no era
despachado a petición de la Provincia, ni estaba recibido ni aceptado por ella.
Y también certificó [que] retiene el Libro de Provincia el P. Mtro. Fray José
Roco, [que] no ha querido exhibirlo, y el Real Acuerdo respondió, que no le
tocaba determinar sobre el punto y que procedieren a su elección, según la
Constitución que observaban. Y que dada esta respuesta por el Real Acuerdo,
procedió el Presidente a la elección de nuevo Provincial, y echa la votación
secreta se pasó al escrutinio, y acabado y quemadas las cédulas245, como
manda la Constitución, pasó el Reverendo P. Rector Provincial, como
escudriñador más antiguo, a publicar la elección. Y publicó por Provincial,
como en quien recaen la mayor parte de los electores, al mismísimo Reverendo
P. Lector Jubilado Fray Francisco de Aranívar. Y preguntando los Mtros si no
había votos para otro, respondió el dicho Rector Provincial que no habían (sic),
arreglando a la Constitución, que no se dice se publiquen los otros votos
pedidos. Y dada esta respuesta, se le pasó la Capa de coro al dicho Reverendo
P. Lector Jubilado Fray Francisco de Aranívar, como al Provincial electo,
cantando el Te Deum laudamus, se llevó en procesión a la Iglesia, dónde fue
confirmado por el P. Presidente. Y dada la obediencia por toda la Comunidad
en el Presbiterio, excepto los PP. Mtros, que por su protesta no le dieron la
obediencia, la cual fue el día Domingo Listado como a las ocho de la noche. El
día lunes subsiguiente por la mañana, como a las diez y media u once del día,
estando para celebrar la Misa de acción de gracias, que se acostumbra el día
de la Purificación, se recibía el recaudo de su Excelencia dirigido [f. 158] a
nuestro P. Provincial, electo Fray Francisco de Aranívar, para que suspendiera

245 Aquí tienen el significado de votos secretos.


esa dicha Misa de gracias y demás actos concernientes a Capítulo, como así se
ha ejecutado, estando todo suspenso hasta la resolución de la Real Audiencia,
con la cual se cerrará el dicho Capítulo, poniendo las Actas íntegras de dicho
Capítulo en el Libro de Provincia, como se acostumbra en las demás
elecciones, en las cuales hasta los ocho primeros días, después de la elección
de Provincial, en que se cierra la de los demás oficio, se pone en los Libros. Y
para que conste, lo pongo por fe, remitiéndome a los papeles borradores en
los cuales están dichos apuntes. En testimonio de verdad, fray Juan de Arrué,
Notario Apostólico y Secretario de Capítulo.
Petición. Muy poderoso Señor: El P. Presentado Fray Nicolás Salinas, de
los Ermitaños de nuestro P. San Agustín, parezco ante Vuestra Alteza, y digo
que, habiéndome presentado en Real Audiencia pidiendo auxilio para que se
obedeciese el Capítulo que presidí en la elección de Provincial, se sirvió
Vuestra Alteza de mandar se trajese el Libro de Provincia para el
reconocimiento de una Bula de la Santidad de Inocencio XI que se citaba por
mi parte, y porque en la inspección de dicha Bula se ofrecen otras
inspecciones, digo otras consideraciones dignas de la superior atención
vuestra Alteza, no se excusa notar que la referida Bula se insertó en nuestro
Libro de Provincia habrá tiempo de cuarenta años, en virtud de una Acta de
Capítulo por expresa definición del Definitorio y Provincial, y debajo de estas
condiciones es indubitable por nuestro derecho municipal, que cuando dicha
Bula no tuviese todo aquel peso de autoridad, que se ha fundado para hacer
nuestras regla y nivel de elecciones, el haberse contenido su definición de Acta
de Capítulo por el Provincial y Definitorio pleno, se le dio todos el esfuerzo
[f.159] posible para el vínculo de nuestra observancia, por ser la acta de
capítulos provinciales, el archivo de nuestras leyes, y D.de se establecen, con
que estando dicha bulla inserta con la ratificación de cuarenta años en que ha
permanecido dicho Libro con el destino de su práctica en los casos ocurrentes,
se hace inalterable su disposición, y más cotejándose con una carta de
nuestro General, en que se expresa deba tener el Provincial cuarenta años,
con la calidad alioquin irrita sit electio, que es todo el Aquiles de los PP. Mtros
para impugnar nuestra elección, porque como la Constitución antigua que
observamos no tenga esta clausula írrita sino la moderna, y esta, en lo que
alteró la anterior Constitución, está suspendido su obedecimiento por Real
cedula de su Majestad, se viene a refundir todo el obstáculo de la edad en
dicha carta de nuestro General, la que se refiere a la irritación de la segunda
Constitución, y se comprueba que antes de dicha carta no había tal cláusula
irritante en práctica, pues se necesita la declaración de nuestro General, lo
cual supuesto se deben reparar los óbices de dicha carta en cuanto a la
irritación, que previene, aunque per sentenciam, según se han fundado.
Porque lo primero, se refiere a la Constitución moderna, no se ha recibido, y la
autoridad del referente toda se refunde en el relato, según derecho. Lo
segundo, que dicha carta se expidió, sólo que la mera relación de una carta
misiva de nuestro P. Fray León Yáñez, siendo Provincial, sin que precediesen
Actas de Capítulo de Definitorio para esta postulación, que es el modo de
exigir nuestras leyes, según Constituciones. Lo tercero, porque si el único
óbice que puede ponerse a la bula inserta de nuestras Actas es el pase del
Real Consejo, sin embargo de que sobre este punto tiene otras satisfacciones,
con cuanta más razón será eficaz este [f. 160] obstáculo a la dicha patente,
que tiene los defectos propuestos, que no se ha obedecido, según la práctica
contraria de otras elecciones, y que inmediatamente se dirigía a recibir un
capítulo de la Constitución moderna, que estaba suspensa por Real cédula,
que es la circunstancia más estrecha para que necesitase dicho pase, según
leyes reales. Y así, si no repasa en dicha patente en esta circunstancia de
pase, aún debajo de las reflexiones dichas, menos subsistirá este óbice en la
referida Bula, y así, si queda está en su vigor para que, sin tal fecha, la
elección por mayor parte de votos y confirmada por el Presidente, no puede
haber protesta, nulidad ni apelación que la suspenda, y más cuando dichos
PP. concurrieron a otras dos elecciones de personas menores de cuarenta
años, por lo cual han aprobado el hecho que hoy impugnan, y según derecho
no se admite apelación de aquel acto que se ha aprobado por el Apelante,
como también / porque la elección confirmada tiene fuerza de cosa juzgada,
contra la que no se admite recurso alguno. Por tanto, a vuestra Alteza pido y
suplico se sirva de proveer en la forma que pido, que es justicia.
Otro sí. Digo que pudiere ofrecerse discordia en este punto, y en la
instancia remisión al Señor Fiscal vulnerarse mi derecho, por cuanto se ha
mostrado parte, en las preparaciones de este Capítulo, pidiendo el
obedecimiento de la Real cédula dirigida a la privación de Priores, que no
tengan ocho conventuales, con otras incidencias de su cargo sobre el
obedecimiento de varias provisiones reales, para cuyo reparo a Vuestra Alteza
pido y suplico se sirva de tener presente lo referido, para evitar esta remisión
de discordia, y que otra cualquiera se haga con mi citación, que es justicia.
Fray Nicolás Salinas, Presidente de Capítulo.
Decreto. Auca. Póngase con los autos. Proveyeron el decreto de suso los
Señores Presidente [f.161] y Oidores de esta Real Audiencia, en Santiago de
Chile en cinco de febrero de mil setecientos y veinte y ocho años, de que doy
fe. Cuadros.
Petición. Muy poderoso Señor: El P. Presentado fray Nicolás Salinas, de
los Ermitaños de Nuestro P. San Agustín, Presidente de Capítulo en las
presentes elecciones, en los autos sobre el auxilio pedido, para que algunos
pocos religiosos que restan den la obediencia a nuestro P. Provincial electo
fray francisco de Aranívar y demás deducido, digo que antes de la inspección
de autos y de reconocer la razón de duda contraria, se vaciló por mi parte en
refutar aquellas reglas generales del recuso de los que han denegado la
obediencia a dicho Reverendo P. fray Francisco, y ocurrido a Vuestra Alteza.
Más hoy, que por punto fijo se advierte que toda la contradicción de cuatro
Mtros que contradicen a dicha elección, se funda en querer persuadir, hicieron
Provincial al Reverendo P. Mtro. Fray José Roco con cinco votos, y que esta
elección debe prevalecer contra la mayor parte, por haber recaído en sujeto
inhábil por el defecto de edad, se le forzará con más terminante eficacia las
razones que militan contra este fundamento, que todas concluyen en hacer un
cotejo de estos sujetos en quienes recayeron los votos, para ver el que tendrá
más auxiliar justificación por nuestra Constitución y Reglas. El dicho P. Mtro.
Fray José, dicen sus parciales, tubo cinco o seis votos, cuando por el
escrutinio secreto no parece sacó alguno ni que se publicó tal votación. Si se
confirmó por el Presidente de Capítulo ni [se] aclamó por la Comunidad,
excepto los pocos vocales que dicen le sufragaron. Y solo se halla con el auxilio
de la edad, con que se quiere compensar los demás defectos expresados, y, al
contrario, nuestro P. fray Francisco, fuera del óbice de dicha edad,
concurrieron a su elección trece votos, que resultaron del escrutinio secreto de
los veinte que se cuantificaron. Se publicó su elección, se confirmó por mí,
como su Presidente de Capítulo y se le dio la obediencia en la procesión que se
estila por toda la Comunidad, excepto dichos cinco vocales, con toda la
aclamación del Pueblo en esta [f.162] circunstancia, combinada una como otra
elección, preguntan ¿cuál será más conforme a derecho y a nuestras
Constituciones, y que defectos de ambas serán más factibles de suplir para
que una de ellas subsista? Esta duda que viene a ser la final investigación,
tiene tan fácil decisión a favor de la elección de dicho fray Francisco, que todos
los derechos contribuyeron a su prevalencia, porque es cierto que concurrió en
su Paternidad la mayor parte de votos y más sana, resultado del escrutinio
secreto. Fue publicada y obedecida, que son los requisitos esenciales, no sólo
por derecho canónico en el título De electione, con cuya regla se deben
conformar las de regulares, según los autores, si no es por nuestras
constituciones, que a cada paso repiten so cargo de nulidad, los requisitos
dichos, y con mayor adecuación al caso la referida bula de la Santidad de
Inocencio XI, en la cual inclinándose la indulgencia Apostólica a subsanar
cualquier defecto substancial de elecciones de regulares de nuestra Orden,
para aquietar escrúpulos turbativos de la obediencia. Supone primero, que el
electo en Provincial ha de ser sufragado por el escrutinio secreto por la mayor
parte y confirmada por el Presidente, por manera que cuando dados los demás
defectos, son dispensables por a dicha Bula, como de facto lo suple su
Santidad. Sólo el mayor número de votos y confirmación del Presidente, no se
sujetan a suplemento. Por todo lo cual, se consigne que si en dicho P. Mtro.
Fray José, no concurrieron los expresados requisitos de sufragios secretos,
que después se publicasen, ni la mayor parte de votos, ni confirmación de
Presidente, que son indispensables según las reglas citadas, no puede
prevalecer, sólo por la edad a todas estas calidades, que igualmente
concurrieron en nuestro electo. Y aunque con respecto a los pocos vocales que
dicen votaron a nuestro P. Mtro., hay otras nulidades, porque han publicado,
por si sus sufragios contra nuestra regla y por el mismo hecho de haber
votado en otros capítulos, que los de menor edad, que en su sentir es
inhabilidad indispensable, la contrajeron dichos Padres. Por todo lo cual, y
demás se esforzara ver la mente. A Vuestra Alteza pido y suplico se sirva
proveer [f.163] en la forma pedida, que es justicia, etc. Fray Nicolás de Salinas,
Presidente de Capítulo. Azua.
Decreto. Póngase con los autos de que se está haciendo relación y se
prosiga con él. Proveyeron el decreto de suso los Señores Presidente y Oidores
de esta Real Audiencia, en Santiago de chile en seis de Febrero de mil
setecientos veinte y ocho años, de que doy fe. Cuadros.
Petición. Muy Poderoso Señor: El Mtro. Fray José Roco, de los
Ermitaños de Nuestro P. San Agustín, de esta provincia de Chile, en los autos
sobre que se me imparta el Real auxilio para que me obedezca alguna parte de
la Provincia, que me tiene suspensa por ser su Provincial legítimo, y de lo
demás deducido, digo que a Vuestra Alteza se manda traer a la vista el Libro
de Provincia, a D.de se halla una Bula de su Santidad, en que funda su
derecho el P. Lector Fray Francisco de Aranívar. Y aunque la dicha Bula toda
es a mi favor, respecto a que al mismo tiempo es llagada a mi noticia, que el
abogado de la / parte contraria por su defensa ha fundado su derecho con
algunas doctrinas que necesitó de satisfacerlas por no haber tenido ningún
abogado, que se halla hallado en la relación justicia, mediante se ha de servir
Vuestra Alteza de mandar se me entreguen los autos para alegar en derecho
en el título referido, por tanto, a Vuestra Alteza pido y suplico se sirva de
mandarlo así, que es justicia, costas, juro en forma y en lo necesario etc. Fray
José Roco.
Petición. Póngase este escrito con los autos. Proveyeron el decreto de
suso los Señores Presidente y Oidores de esta Real Audiencia, en Santiago de
Chile en seis días del mes de Febrero de mil setecientos veinte y ocho años y lo
señalaron los Señores Dr. D. Juan Próspero de Salisvango, Caballero de la
Orden de Calatrava, Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera y Licenciado
D. Martín de Recabarren del Consejo de su Majestad y Alcalde de Corte de la
Real Audiencia, de que doy fe. Cuadros. Respecto de que por la ley sesenta y
tres título catorce [f.164] libro primero de los de Indias y por Real cédula dada
en Buen Retiro246 a catorce de mayo de mil setecientos cincuenta y dos años,
está ordenado que los Presidentes y Oidores de todas las Audiencias Reales,
cuando se ofrezcan diferencias entre las religiones sobre las elecciones que se
hicieron de Provincia, no den auxilio a ninguna de las partes sin consultarlo
con el Señor Virrey de estas Provincias. En consecuencia de lo cual, digo de
dichas Reales ordenes se haga la consulta al dicho Excmo. Señor Virrey, con
testimonio de los autos que se sacará con citación de los interesados, los
cuales podrán ocurrir ante dicho Señor Virrey a deducir los derechos y
razones que tuvieron, y se dé noticia al Excmo. Señor Presidente de esta
resolución, para que en el ínterin que por su Excelencia el Señor Virrey se
manda lo que debemos ejecutar. Su Excelencia, por todos los medios que le
parecieren proporcionados, en virtud de las facultades que le están
concedidas, procuren la paz y edificación religiosa. Proveyeron el decreto de
suso los Señores Presidente y Oidores de esta Real Audiencia, en Santiago de
Chile el seis de febrero de mil setecientos y veinte y ocho años, y lo señalaron
los Señores Dr. D. Juan Próspero de Salisvango, Caballero de la Orden de
Calatrava, D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciado D. Martín de
Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su
Majestad, Oidores y Alcaldes de Corte de esta Real Audiencia, estando, en su
Real Acuerdo de Justicia, presente el Señor Fiscal, de que doy fe. Cuadros. Y
luego in continenti conmigo el presente Escribano de Cámara para el Real
Acuerdo a hacer saber este decreto al Excmo. Señor Presidente, Gobernador y
Capitán General de esta Reino, al cual se le leyó, de que doy fe. Cuadros.
Certificación. Certifico y doy fe la necesario en derecho, cómo el Decreto
de suso hoy día de la fecha, el Excmo. [f.165]Señor D. Gabriel Cano de Aponte
Gobernador y Capitán General de este Reino y Presidente de su Real
Audiencia, y el Señor Licenciado D. Martín de Recabarren, ambos del Consejo
de su Majestad, Oidores y Alcalde de Corte de esta Real Audiencia, se lo
hicieron saber a los Reverendos PP. Mtros Fray José Roco y Lector Fray
Francisco de Aranívar, quienes dicen tener derecho al Provincialato de esta
Provincia de San Agustín. Y para que conste y lo firmé. Cuadros.
Testimonio. Nos, D. Miguel de Cuadros, Escribano de su Majestad y de
Cámara, de esta Real Audiencia y D. Bartolomé Mendaca, Escribano Público
Real y de Cabildo, en cumplimiento del mandato del muy Reverendo P. Mtro.

246 Se refiere al Palacio del Buen Retiro de Madrid, que fue un conjunto
arquitectónico de grandes dimensiones diseñado por el arquitecto Alonso Carbonel (h.
1590–1660) y construido por orden de Felipe IV como segunda residencia y lugar de
recreo (de ahí su nombre). Se edificó en lo que entonces era el límite oriental de la
ciudad de Madrid. Hoy en día lo conocemos por los escasos vestigios que quedan de él
y por los jardines del mismo, que hoy conforman el Parque del Retiro.
fray José Roco, del Orden de Ermitaños del Señor San Agustín, quien dice ser
Provincial de esta Provincia, según sus sagradas Constituciones. Certificamos
que damos fe en cuanto podemos y ha lugar en derecho, cómo el día primero
del corriente entre seis y siete de la tarde, estando en el Convento de dicha
sagrada Religión los Señores Presidentes y Oidores de esta Real Audiencia a la
elección de Provincial, habiéndose tocado la campana y congregado a los
vocales a la Sala Capitular, y habiéndose hecho Jueces de Causas y empezado
la elección, salieron de dicha Sala Capitular el muy Reverendo P. Mtro. Fray
Agustín de Leiva con el muy Reverendo P. Mtro. fray Francisco Franco, ex
Provinciales, y otros Reverendos PP. Mtros, y fueron al Real Acuerdo, a quien
dijeron que temían entendido que querían votar algunos vocales por un
religioso, que no tenía cuarenta años de edad, y que había contradicho dicha
la elección por ser contra su sagrada Constitución y Acta Provincial. Y que
había apelado para su General y que sólo hacían saber [f.166] a su Alteza y
que protestaban la falencia [carencia] y nulidad de la elección, y que el dicho
P. Mtro. Fray Agustín de Leiva, por no haber tenido la edad de cuarenta años,
faltándole sólo uno, no había sido Provincial por haberle puesto esta
excepción, y que había sacado con todos los votos. Y que había sacado con
todos los votos que tenía al dicho Reverendo P. Mtro. Fray Francisco Franco,
quien estando presente confesaba ser cierta la relación del dicho P. Mtro. Fray
Agustín de Leiva. Y para que se viese que sólo deseaban la paz y que no
querían escándalos y alborotos en su Religión, que el muy Reverendo P. Mtro.
Fray Próspero del Pozo y Lemos, ex Provincial, que asimismo con el Reverendo
P. Definidor Fray Nicolás de Salinas, Presidente, estaban presentes, pusiesen
los ojos en otro sujeto que tuviera edad competente, arreglándose a sus
sagradas Constituciones todos le seguirían y sacarían provincial en paz. Y en
este estado el dicho Reverendo P. Fray Próspero y Reverendo P. presidente
Fray Nicolás Salinas y dichos PP. Mtros movieron la disputa sobre si podían o
no elegir Provincial sin tener cuarenta años de edad, como lo habían sido el
dicho Reverendo P. Mtro. Fray Próspero del Pozo y el Reverendo P. Mtro. Diego
Salinas, y que la Constitución antigua no anulaba la elección, sino la
moderna. Y preguntando el dicho Reverendo P. Mtro. Fray Próspero al Real
Acuerdo qué Constituciones se decían gobernar, a que se le respondió se
arreglasen a las de su Orden, porque al Acuerdo no tocaba, y los dichos PP.
Mtros que contradijeron la elección, alegaron que cuando fueron electos por
Provinciales los dichos Reverendos PP. Mtros Fray Próspero del Pozo y Fray
Diego Salinas, no se contradijeron las elecciones. Y como tenían dicho desde
luego se comprometían en el dicho el Reverendo P. Mtro. Fray Próspero del
Pozo a que pusiese nombre o eligiese [f.167] persona hábil, ¿cómo no fuese el
P. Lector Fray Francisco de Aranívar, por quién quieren votar, por no tener la
edad de cuarenta años y que le seguirían todos? A que respondió el dicho
Reverendo P. Mtro. Fray Próspero lo comunicaría con sus vocales. Y con esto
se retiraron dichos PP., y tocaron por segundo la campana y entraron a la
dicha Sala Capitular e hicieron la elección en el dicho P. Lector Fray Francisco
de Aranívar. Y luego que se publicó, salieron de dicha Sala los dichos
Reverendos PP. Mtros Fray Francisco, Fray Agustín de Leiva, Fray Juan de
Aguiar, Fray Antonio Vergara y Fray Pedro Yáñez, ex Provincial, con el
Reverendo P. Mtro. José Roco, y fueron al Real Acuerdo y dijeron a él, todos a
una voz, cómo habían elegido al dicho P. Fray Francisco de Aranívar por
Provincial, y que era sujeto inhábil y según la protesta que tenía hecha antes
de la elección, contradiciéndola no era legítimo Prelado, y que según sus
dichas sagradas Constituciones lo era el dicho Reverendo P. Mtro. Fray José
Roco por haber salido con cinco votos. Y a esto el dicho P. Mtro. Fray
Francisco Franco y los demás, dijeron que le daban la obediencia y le fueron
abrazando en señal de ella. Y dijo el Señor Licenciado D. Martín de Recabaren,
del Concejo de Su Majestad, Oidor y Alcalde de Corte de dicha Real Audiencia,
al Excmo. Señor Presidente Gobernador y Capitán General de este Reino:
Señor Excmo., Vuecelencia (sic) no permita eso. Y sin embargo de esta
prevención, procedieron los dichos PP. a dar la obediencia, y dijo el dicho P.
Mtro. Fray Agustín de Leiva, que sobre el caso iría a Roma. Y a esto llegó el P.
Predicador Fray Ramón Manfe y dijo que asimismo iría a Roma en seguimiento
de su Prelado el Reverendo P. Mtro. Fray José Roco, de que aquí mismo le dio
la obediencia. [f.168] Y estando en esto, salió de la dicha Sala Capitular la
Comunidad, acompañando al dicho P. Lector Fray Francisco de Aranívar a la
Iglesia cantando el Te Deum Laudamus, quien después de haberse acabado la
función, vino con toda la Comunidad y Presidente de Capítulo al Real Acuerdo.
Y se quedaron los dichos PP., como dicho que es, PP. Mtros en él, hablando
sobre sus derechos. Y yo, el presente Escribano de Cámara, luego me retiré a
mi casa por estar enfermo. Y así mismo doy fe cómo el día cinco del corriente,
estando haciendo relación en la Real Audiencia sobre el auxilio pedido por
dicho P. Mtro. Fray José Roco y Lector Fray Francisco de Aranívar, presenté
cuatro Mtros de los ya citados, y el Reverendo P. Mtro. Fray Próspero del Pozo,
me llamó el Real Acuerdo y me preguntó si no había pasado todo lo que se
expresa en esta certificación, como de que había salido el dicho P. Mtro. Fray
José Roco con cinco votos, a lo cual dije verbalmente que todo era cierto y
ninguno de dichos religiosos lo contradijo. Y porque me dijo el Real Acuerdo en
dicha ocasión verbalmente en presencia de los susodichos y de muchas
personas, lo previese. Por fe la doy, y para que conste damos la presente en la
ciudad de Santiago de Chile en seis días del mes de febrero de mil setecientos
veintiocho años, y yo el dicho Escribano de Cabildo me hallé presente de todo
lo dicho, menos cuando fueron los Reverendos PP. Mtros a dar la obediencia
delante del Real Acuerdo al Reverendo P. Mtro. Fray José Roco, por haber
pasado a la Iglesia, y luego que le diesen en ella, antes de sentarse en la silla,
me retiré otra vez en D.de estaba el Real Acuerdo, fecho Ut supra. Y en fe de
ello lo firmamos, D. Miguel de Cuadros, Escribano de Cámara y de Su
Majestad, Bartolomé Mendaca, Escribano Público de Cabildo y Real. [f. 169].
Decreto. Respecto de que en conformidad ante la Ley Real se proveyó
decreto sobre el pretendido auxilio por los PP. Mtros Fray José Roco y Regente
Fray Francisco de Aranívar para hacerse obedecer en el oficio de Provincial,
para que se remitiesen los autos al Señor Virrey del Perú, lo que se ha diferido
por el embarazo que los mismos PP. ponen en la providencia que se debe dar
de Prelado en el ínterin, lo que ocasiona dilación notable, perjudicando al
estado perturbado en que estaba la religión. Para que se evite en todo lo que
se pueda, se remitan los autos originales cerrados y sellados al dicho Excmo.
Señor Virrey con informe en el navío del Santi Cristo próximo, y detenido por
esta razón en partida de registro, quedando un tanto de ellos en el Archivo. Y
se haga saber esta providencia a los dichos PP. Mtros Fray José Roco y
Regente Fray Francisco de Aranívar, para que usen de su / derecho como les
pareciere, ocurriendo por sí o sus apoderados. Proveyeron el decreto de suso
los Señores Presidente y Oidores de esta Real Audiencia, en Santiago de Chile
y nueve de febrero de mil setecientos y veintiocho años, y los señalaron el
Excmo. Señor Gabriel Cano de Aponte, Caballero del Orden de Alcántara,
Comendador de Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos de Su
Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino y Presidente de su Real
Audiencia, y Señores Dr. D. Juan Próspero de Solisvango, Caballero de la
Orden de Calatrava, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan del Corral
Calvo de la Torre, asimismo del Concejo de Su Majestad, Oidores y Alcaldes de
Corte de dicha Real Audiencia, estando en Real Acuerdo, del que doy fe.
Cuadros.
Decreto. En dicho día hice saber el decreto de suso a los Reverendos PP.
Mtros Lector Fray José Roco y Lector Fray Francisco de Aranívar, [f.170] del
Orden de los Ermitaños del Señor San Agustín en su persona, de que doy fe.
Cuadros.
Fe. Nos, D. Miguel Cuadros, Escribano de Cámara de esta Real
Audiencia y de Su Majestad. y Bartolomé Mendaca, Escribano Público de
Cabildo y Real de esta ciudad de Santiago de Chile, Certificamos y damos fe en
cuanto podemos alegar en derecho, cómo el día primero del corriente, después
de haberse hecho la elección de Provincial de esta Provincia del Señor San
Agustín, estando en el Real Acuerdo los Reverendos PP. Mtros Fray Francisco
Franco, Fray Agustín de Leiva, Fray Juan de Aguiar, Fray Antonio Vergara,
Fray Pedro Yáñez y Fray José Roco, y el muy Reverendo P. Mtro. Fray Próspero
del Pozo y Fray Nicolás Salinas, Presidente de Capítulo, y el Reverendo P.
Lector Fray Francisco de Aranívar, Regente y Provincial, que dice ser electo, y
alegando sobre la nulidad de la elección, y por la otra parte sobre que era
legítimo por las razones que constan del testimonio dado por Nos el día seis
del corriente, instando el dicho P. Mtro. Fray José Roco de que había salido
con cinco votos, se confesó por uno de los Reverendos PP., que no afirmamos
si fue por el dicho P. Mtro. Fray Próspero del Pozo o por el P. Fray Nicolás
Salinas, Presidente de Capítulo, haber salido con ellos a instancias del dicho
P. Mtro. Fray José Roco y del P. Mtro. Fray Agustín de Leiva. Y para que
conste, damos la presente en virtud de lo mandado por el decreto de fojas, en
la ciudad de Santiago de Chile el nueve de febrero de mil setecientos
veintiocho años. Y en fe de ello lo firmamos, D. Miguel de Cuadros, Escribano
de Cámara y de Su Majestad, Bartolomé Mendaca Escribano Público, de
Cabildo y Real.
Petición. Muy poderoso Señor: el P. Lector Jubilado Fray Francisco de
Aranívar, Provincial de esta Provincia de Ermitaños de Nuestro [f.171] P. San
Agustín, parezco ante Vuestra Alteza y digo que, para el recuso del Excmo.
Señor Virrey son necesarios los autos, y porque la previsión del navío es muy
estrecha a su partida, sin que haya otra vía, se ha de servir Vuestra Alteza de
mandar se me dé el tanto íntegro de los autos; y porque tengo entendido que el
P. Mtro. Fray José Roco y demás religiosos, que le siguen, quieren argumentar
el proceso con volumen de papeles y escritos, que hicieron más trabajosa la
compulsa, no teniendo fin ni efecto alguno esta pretensión por la reserva del
Excmo. Señor Virrey, que es D.de pueden y deben preparar sus alegatos, por
tanto a Vuestra Alteza pido y suplico se sirva de mandar se me dé dicho tanto
de autos, mandándose se incorporen a ellos los escritos que se me dirigen
para Lima, por no estar la causa en estado de admitir los [de] aquí, que es
justicia, etc. Fray Francisco de Aranívar. En conformidad de lo mandado por
esta Real Audiencia, se dará por el presente Escribano de Cámara al P.
Regente Fray Francisco de Aranívar el testimonio de los autos para el recuso al
Excmo. Virrey de estos reinos. para el auxilio pedido por el susodicho y por el
Reverendo P. Mtro. Fray José Roco sin incorporarse en ellos ni acumularse los
escritos presentados en la orden a las providencias sobre la elección de sujeto
para prelado interino, y así se hará saber. Proveyeron el decreto de suso los
Señores Presidentes y Oidores de esta Audiencia, en Santiago de Chile en
nueve de [f.172] febrero de mil setecientos y veintiocho años. Y lo señalara los
Señores Dr. D. Juan Próspero de Solisvango, Caballero de la Orden de
Calatrava, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de
la Torre, del Concejo de Su Majestad, Oidores y Alcaldes de Corte de esta Real
Audiencia, de que doy fe. Cuadros.
Comunicación. En dicho día hice saber el decreto de suso al Reverendo
P. Lector Fray Francisco de Aranívar, Provincial, de que doy fe. Cuadros.
Concuerda con su original que se remitió al Excmo. Señor Virrey del Perú, en
conformidad del decreto de fojas, a que en lo necesario me refiero, y para que
conste, doy el presente en la ciudad de Santiago de Chile, en diez de febrero de
mil setecientos veintiocho años. Y en fe de ello, lo firmé, D. Miguel de Cuadros
Escribano de Cámara y de Su Majestad.
Petición. Excmo. Señor: El P. Lector Jubilado Fray Francisco de
Aranívar, Provincial de esta Provincia de Ermitaños de nuestro P. San Agustín,
parezco ante Vuestra Excelencia y digo que, en los autos del auxilio a la Real
Audiencia se puso el testimonio de lo acaecido en la elección, y porque la
celeridad que se formó hizo omitir algunas circunstancias [f.173] que
precedieron, como fue la providencia del P. Presidente a la apelación verbal
interpuesta contra la dicha elección, que fue conceder sólo en lo devolutivo y
no en lo suspensivo, el número de trece votos con que salía electo en
Provincial, constando la elección de veinte, y juntamente no haberse publicado
voto alguno del Reverendo P. Fray José Roco, en conformidad de lo que
previene nuestra Constitución, que previene sólo se publique aquel en quien
recayó la mayor parte de los electores con el número de votos que por él
sufragaron, como también la brevedad del tiempo en que se despacharon las
cartas del Real Acuerdo para el extrañamiento del Reverendo P. Mtro. Fray
Diego Salinas Provincial de esta Provincia, que lo era, y asimismo la
circunstancia y haber absuelto al Reverendo P. Mtro. Fray Próspero del Pozo y
Lemos, Rector Provincial que entró a ser por dicho extrañamiento, a los
Reverendos PP. Mtros excomulgados, al tercer exhorto el Real Acuerdo le
despachó, para que absolviese, la cual absolución de facto confirmó, por evitar
mayores daños, que previo pudieran acaecer en esta Provincia. Todo lo
referido pongo en la Superior consideración de Vuestra Excelencia, para que
con estas advertencias se instruya el proceso y se agreguen estas
circunstancias al dicho testimonio, según el aditamento adjunto, y se
conformen así el que se haya en los autos como el que por mi parte le
presentaré en el Superior Gobierno de Lima o a D.de más me convenga. A
Vuestra Alteza pido y suplico mándeseme este aditamento en los autos, que es
justicia. Fray [f.174] Francisco Aranívar.
Otro sí. A Vuestra Alteza pido y suplico se sirva de mandar que el
Escribano de Registro del Partido de Valparaíso, meditando de la partida en
que se remiten dichos autos al Superior Gobierno de Lima, y por cuanto estas
dirigencias eran las previas para el viaje y estaba que se concluyese, no se
podía disponer se sirva Vuestra Excelencia de suspender el despacho un día
más, para la última licencia del navío, porque si ésta la llevara ahora un
correo ligero, estando el navío pronto, no se podrá alcanzar por más brevedad
que se hubiere en el viaje, que es justicia etc.
Otro sí. Digo que tengo entendido que el tanto de autos remitidos se
compone de los escritos sobre el auxilio, con él testimonio en relación del
Escribano de Capítulo, y porque en esta forma van diminutos, pues la
providencia del auxilio de Lima ha de recaer sobre la entrega de lo actuado en
punto de Capítulo, del que el Señor Fiscal se presentó en esta Real Audiencia,
pidiendo el obedecimiento de cierta Real Cédula, por tanto, A Vuestra pido y
suplico se sirva demandar se comprueben los autos íntegramente hasta este
escrito, y se proveyera que en caso necesario, se costeara por mi parte dicho
tanto, que es justicia. Fray Francisco Aranívar.
[Decreto].Santiago y febrero diez de mil setecientos veinte y ocho,
remítese este escrito e instrumento que le acompaña al Real Acuerdo, D.de
tocan. Cano. Valdez. Por presentada la certificación, y póngase con los autos
de la Notaría este escrito, para que con ellos se transporte, añadiéndole al
testimonio que queda, para que conste al primero otro, si no ha lugar, porque
con la remisión de los autos se satisface a la ley, y al segundo otro, si
asimismo no ha lugar, que sean autos inconexos, independientes los del
extrañamiento. Proveyeron el decreto de suso los Señores Presidente y Oidores
de esta Real Audiencias, en Santiago de Chile, en diez de febrero de mil
setecientos y veintiocho años, y lo señalaron los Señores Dr.es D. Juan [f.175]
Próspero de Solisvango, Caballero de la Orden de Calatrava, D. Francisco
Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan
del Corral Calvo de la Torre, del Concejo de Su Majestad, Oidores y Alcaldes de
Corte de dicha Real Audiencia, que doy fe. Cuadros. Y luego in continenti hice
saber el decreto de suso al muy Reverendo P. Rector Fray Francisco de
Aranívar, Provincial de esta Provincia en su persona, de que doy fe. Cuadros.
Petición. El P. Presentado Fray Juan de Arrué, Secretario de Capítulo,
certifico en cuanto puedo y ha lugar, cómo en el testimonio de las elecciones
de Provinciales, se omitió la expresión de que habiéndose protestado la
nulidad de ella en quien no tuviere cuarenta años, nuestro P. Presidente
concedió el recurso en lo devolutivo y no en lo suspensivo, como no haberse
publicado voto alguno por el Mtro. Fray José Roco por ser regla que no se
publique la menor parte. Y asimismo certifico haberse concluido el
extrañamiento con la brevedad que consta de las reales provisiones, y que la
obediencia / de nuestro P. Mtro. Fray Próspero tenia la tercera carta expedida
por evitar mayores escándalos, según protestó ante mí. y para que conste, lo
firmé de mandado de nuestro P. Presidente Fray Juan de Arrué, Notario
Apostólico y Secretario de Capítulo. Concuerda con su original, que acumulé a
los autos originales remitidos al Excmo. Virrey del Perú. Y para que conste,
doy el presente para acumularle al tanto que queda en esta Secretaría.
Santiago y Febrero diez de mil setecientos y veinte y ocho años. Y en fe de ello,
lo firmó D. Miguel de Cuadros, Escribano de Cámara y de su Majestad.
[Petición]. Muy poderoso Señor: El Escribano de Cámara de esta Real
Audiencia, parezco ante Vuestra Alteza y digo que, de orden de esta Real
Audiencia se han compulsado los autos del extrañamiento del Reverendo P.
Mtro. Fray Diego Salinas y los del Auxilio, pedido por los Reverendos PP. que
dicen ser Provinciales de esta Provincia del Señor San Agustín. Y porque
ambas tienen ciento y sesenta y seis fojas y seis están debiendo a los
amanuenses, quienes las sacaron con sumo trabajo velando algunas noches
por la precisión de ellas, se ha de servir V. A. de mandar se libre la cantidad
competente, que parece ser su precio. Por tanto, a V. A. pido y suplico así lo
provea y mande, que es Justicia etc. D. Miguel de Cuadros.
[Decreto]. Llévense los autos al [Tasado] General para que se haga
constar que esta parte no fue haciendo parte separada de los autos del
extrañamiento del Reverendo P. [f.176] Mtro. Fray Diego de Salinas y de los
seguidos por parte del P. Mtro. Fray José Roco y Regente Fray Francisco de
Aranívar, y hecho, se traiga. Proveyeron el decreto de suso los Señores
Presidente y Oidores de esta Real Audiencia, en Santiago de Chile en catorce
de febrero de mil setecientos veinte y ocho años, y lo señalaron los Señores
Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martin de
Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su
Majestad, Oidores y Alcaldes de Corte de esta Real Audiencia, de que doy fe.
Mendaca.

BIBLIOGRAFÍA

AGI - Archivo General de Indias.


LAZCANO, R. (1995). Generales de la Orden de San Agustín. Biografías – Documentación
– Retratos. Roma. Institutum Historicum Augustinianum.
MATURANA, V. (1904). Historia de los Agustinos de Chile. Santiago de Chile. Imp.
Valparaiso de F. T. Lathorp, tomo II.
SÁNCHEZ PÉREZ, E. (2010). «La Audiencia de Quito y los problemas de la Provincia de
San Miguel de Quito en 1687»: Analecta Augustiniana LXXIII, 9-141.
SÁNCHEZ PÉREZ, E. (2011). «Libro Tercero de Actas de esta Provincia de Quito hecho
siendo Visitador General y Rector Provincial de ella nuestro muy Reverendo P.
Mtro. Fr. Francisco Montaño año de 1684»: Analecta Augustiniana LXXIV, 161-
419.
SÁNCHEZ PÉREZ, E. (2012). «Un gran sanjuanino injustamente olvidado. El P. Diego de
Salinas, en San Juan y el Bicentenario de la Revolución de Mayo»: Centro de
Genealogía y Heráldica de San Juan, Argentina, III/2012, 85-90.
SÁNCHEZ PÉREZ, E. (2013). Biografías de agustinos cuyanos Siglos XVII – XIX. Buenos
Aires. Religión y Cultura.
VERDAGUER, J. A. (1931). Historia Eclesiástica de Cuyo. Milano. Planeta, tomo I.
RINCÓN POÉTICO
LUIS NOS MURO, CM (1937-2013)
IN MEMORIAM

Querido Luis,
me llegó tarde la noticia de tu fallecimiento. Me extrañaba no recibir
respuesta a mis mensajes por correo electrónico. Con frecuencia la tecnología
no responde ni a la vida ni a la muerte. Y a la distancia uno no se da cuenta.
Algo de nosotros se va tras el paso de los nuestros. Nos hicimos amigos
allá por 1992, cuando comenzamos juntos el Máster en Ciencias de la Religión
de la Universidad Pontificia Comillas en Madrid. Me queda lo mucho que diste
en vida y que compartí.
Publicaste cosas hermosas en Etiam. En este último tomo bajo mi
responsabilidad, quisiera rendirte este sencillo homenaje. Gratitud que no
llega a igualar tu generosidad.
El poema Querido Dios me lo enviaste en febrero de 2003. Me parece
muy bueno, aunque en alguna ocasión comentabas que le faltaba algo. No sé
si se lo pusiste. Para mí que está bien así. Lo comparto para dar gracias a Dios
por tu vida y amistad, por tu piedad osada, por tu obediente rebeldía.

«Querido Dios: Escucha. Soy un caso.


Casi he visto a Su Majestad desnuda.
La mar besa tu cuerpo. Mi alma muda
de piel y de A.D.N. El sol, escaso,
no hizo falta. Una hoguera sin ocaso
alumbra el fuselaje. Larva-aluda,
felizmente alunizo, con tu ayuda,
sin alas fabulosas de Pegaso.
Después del brindis fervoroso, el vino,
lamiendo suavemente mis costados,
anima, quema, despabila, enfría.
No sé si pienso bien o desatino,
pero la aurora avista, a pleno día,
al uno con el dos trasustanciados».

De tu Lectura de mí mismo me gusta particularmente este:

«Si tú eres, Dios, la cepa y yo el injerto,


ascienda desde lo hondo hasta la hoja,
tu savia primordial, espesa, roja,
y vístame tu gracia con acierto.
Señor, yo quiero estar en ti arraigado.
Si me cortas, prefiero que te seques.
Si me aceptas, asume tú mi historia.
Ya sé que soy un gran desvergonzado.
Pero si peco, ¡quiero que tú peques!
Así seré tu infierno y tú mi gloria».

Y esta Oración por la paz, de reminiscencias proféticas:

«Toma, Señor, las espadas,


fúndelas en podaderas;
brille el trigo por las eras
y el amor en las miradas.
No queremos cuarteladas,
opresores ni oprimidos,
vencedores ni vencidos,
sino paz y convivencia,
puestos de trabajo, ciencia
y, a los pobres, promovidos».

Descansa en paz, Luis. Ya los instantes se te hicieron eternidad.


Nosotros continuamos tratando de vivir la eternidad en cada instante. Nos
vemos cuando Dios quiera.
Un abrazo.

Demetrio.-
EN EL HOSPITAL

Jaime Zayas
Bocigas de Perales (Soria – España)
jzayas08@hotmail.com

[Año 1991, en la primavera europea. E un centro sanitario en la ciudad de Aranda de


Duero (Burgos-España) un joven de 18 años cuida a un anciano enfermo. Y escribe…]

Aquí, en el hospital.
Una mano retorcida de dolor
y otra paralizada de resignación.

Aquí, en el hospital.
Un enfermo mimado en su juventud
y un viejo ignorado en su senectud.

Aquí, en el hospital.
Una vida que ha parido una ilusión
y una muerte que ha dejado helado a más de un corazón.

Aquí, en el hospital.
Los ayes lastimeros del dolor
y la guerra fría del sudor.
Son los humanos corazones
los que piden comprensión,
los que piden amor.

Aquí, en el hospital.
Cuatro lagrimones malhumorados de cocodrilo
para una «carga» que se ha ido
y una herida en las entrañas del alma
en aquel que ha perdido lo que ama.

Aquí, en el hospital.
Señora, buena señora,
si ya no le quedan lágrimas de dolor
¿para qué gastar agua de convención?
Señora, buena señora,
llore usted un poco más,
que creo le gusta a Dios.

Aquí, en el hospital.
Hay un corazón que siente
y otro piensa.
¿Cuál saldrá vencedor?
Señor,
el que está en medio de los dos.

Aquí, en el hospital.
Una vida que espera
y una mente que también espera
una nueva vida
y una nueva mente.

Aquí, en el hospital.
Una voz angustiada
y un silencio pavoroso.
Una voz dulce de un amigo
y un silencio clamoroso de una esposa.

Aquí, en el hospital.
Estertores de muerte
y lloriqueos de vida.
Con lloriqueos de muerte
y dolores de vida.

Aquí, en el hospital.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
OBRAS DE Y SOBRE SAN AGUSTÍN

FERNÁNDEZ LUCIO, J. M., 365 días con Agustín de Hipona. San Pablo. Madrid 2012, 520
pp.

Variedad y riqueza de pensamientos, de orientaciones, de vivencias, de


aclaraciones de la Palabra de Dios, de ricas experiencias del gran Converso, eminente
Doctor de la Iglesia, y gran escritor y Pastor de almas, San Agustín. El acierto de 365
días con Agustín de Hipona es la abundancia y calidad de textos, muy bien
seleccionados y ordenados, para vivir la fe y ser coherentes con el Evangelio, ofrecidos
de forma adecuada para ser meditados día a día, y durante todo el año civil. Como en
todos los tratados en los que se presenta y se hace una selección de textos de una
gran autor, como es San Agustín, que posee tan rico y amplio bagaje literario en la
temática teológica, escriturística, pastoral y espiritual, resulta muy difícil y opinable el
acertar. Pero, aun así, siempre es un éxito atreverse a escoger algunos de los muchos
que tiene, y ofrecerlos de forma breve, ordenada y apropiada para dejarse invadir por
su mensaje y su interpelante inquietud.
Es difícil acudir a todos los Libros escritos por San Agustín. Quizá la limitación
que podemos observar en esta obra que presentamos es que en su mayoría los textos
seleccionados pertenecen a las Confesiones del Obispo de Hipona (¡ciertamente un
libro clave y decisivo para el objetivo de esta obra!) y a La Ciudad de Dios, aun cuando
hace también aportaciones o breves sueltos de sus Sermones o de los Comentarios a
los Salmos o a los escritos atribuidos al Evangelista Juan.
Esto no obstaculiza el valor de la obra. Los textos que se ofrecen para cada día
del año –de una página cada uno o poco más– son suficientemente expresivos para
acceder a la estimulante e inquietante pasión de Agustín por ser fiel a su fe y a su
misión, y, particularmente meditándolos con la intención que él más pretendía con
sus escritos: hacer que quien lo lea alabe a Dios, siga mejor a Cristo y devenga en un
estilo de vida de fiel servidor de la Iglesia o amante de encamar su misión.
Un libro que no debe faltar al lado de quien en cualquier momento desee
estimular su fe cristiana, o encontrar una meditación apropiada para cualquier día del
año. (Aunque hubiera resultado más completo y más práctico, si al final del libro el
editor y seleccionador de los textos, nos hubiera colocado un índice de materias, que
ayudase a buscar la breve meditación que cada uno necesitase para un día
determinado; téngalo en cuenta para la próxima edición).

Jesús Domínguez Sanabria

PACIONI, V. (OSA), Agustín de Hipona, Perspectiva histórica y actualidad de una filosofía


[trad. Eguiarte Bendíguez, E. A. (OAR)-Sierra Rubio, S. (OSA)]. Religión y Cultura.
Madrid 2012, 307 pp.

Escrito originalmente en italiano, el presente trabajo merece ser leído por todos
los interesados en la filosofía y el pensamiento patrísticos. En efecto, a diferencia de
mayoría de los libros dedicados a Agustín en los últimos veinte años, el texto de
Virgilio Pacioni, de la Orden de San Agustín, aborda un sinnúmero de cuestiones y
aspectos del pensamiento del Hiponense para conformar un todo homogéneo, ágil,
amable para con el lector y, por todo ello, sumamente didáctico.
El contenido del volumen, muy difícil de resumir en unas pocas líneas, abarca
desde elementos biográficos y contextuales hasta teológicos en el desarrollo de los
cuales el autor define y resuelve los problemas metodológicos, gnoseológicos,
antropológicos, éticos y políticos del sistema agustiniano. Se trata, pues, de un trabajo
excepcional en tanto que nos trae, como pocos, una imagen diáfana de la figura y obra
de Agustín y, por sobre todo, porque lo hace de manera completa y general en un
momento en el que el afán de especialización, algo propio de las ciencias exactas,
amenaza con arrasar en el campo de las humanidades. Así, el trabajo puede incluso
concebirse como una suerte de manifiesto contra aquellos autores que se complacen
en recortar el espíritu movidos por la búsqueda de una falsa objetividad.
De fácil lectura y gran profundidad, el texto de Pacioni, que resultará útil a
legos e iniciados, está coronado por un apéndice y una lista exhaustiva de bibliografía
actualizada. El apéndice (pp. 255-278) está destinado a exponer las principales líneas
de interpretación del pensamiento de Agustín a lo largo de la historia, así como a
presentar algunos trabajos insoslayables para el estudio de dichas interpretaciones. El
recorrido va desde la Edad Media hasta la filosofía analítica, pasando por el
Renacimiento, la Modernidad y el giro lingüístico. La lista de bibliografía (pp. 279-307)
con la que se cierra el trabajo incluye repertorios, obras misceláneas y de Agustín,
ediciones, enciclopedias, traducciones y ensayos.

Julián Barenstein

ORDEN DE SAN AGUSTÍN Y ESPIRITUALIDAD AGUSTINIANA

SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA, Obras Completas, IV: Conciones 160-192: Tiempo de


Pascua y Pentecostés; V: Conciones 193-227: Domingos después de Pentecostés; VI:
Cocniones 228-261: Fiestas del Señor; VII: Conciones 262-292: Fiestas de la Virgen
María; VIII (1): Fiestas de Santos: San Agustín – San Juan Bautista, BAC, Madrid 2012
(tomo IV, 680 pp.; tomo V, 556 pp.; y tomo VI, 696 pp.) y 2013 (tomos VII, 680 pp.; y
VIII/1, 648 pp.) [Estudio preliminar, edición crítica e índices de Laureano Manrique,
OSA; Biografía de Javier Campos, OSA; Traducción de Isidro Álvarez, OSA. Aparato
crítico de José Manuel Guirau, OSA].

La Biblioteca de Autores Cristianos continúa la edición bilingüe y crítica de las


obras de santo Tomás de Villanueva (1486-1555) [Tomás García Martínez], religioso
agustino desde 1516, ordenado sacerdote en 1518 y arzobispo de Valencia desde
1544.
Denominado «padre de los pobres» por su caridad para con los necesitados, los
textos de estos tomos editados corroboran la expresión atribuida a Carlos I: «Este
Monseñor conmueve hasta las piedras». Conocedor de su responsabilidad en la
predicación de la Palabra de Dios, el obispo Tomás supo responder a las necesidades
del pueblo de Dios, uniendo la dulzura y el cariño con exposición diríamos hoy
«inculturada» a los humildes y a los niños, actitud propia de quien reza y medita lo
que dice.
Solícito también para con los sacerdotes, recomienda a los pastores de la
Iglesia tratar con todos, justos y pecadores, «aumentando con sus oraciones la
santidad de unos y solicitando con lágrimas el perdón de los otros» (Sermón sobre el
Evangelio del Buen Pastor).
Felicitamos una vez más a los agustinos españoles por su iniciativa. Y a la BAC
nuevamente por la cuidada edición de los textos, que hace honor a la vida y obra de
un hombre santo que supo unir en su persona ciencia y caridad.

José Demetrio Jiménez, OSA

SÁNCHEZ PÉREZ, E. (OSA), Biografías de los agustinos cuyanos. Religión y Cultura.


Buenos Aires 2013, 168 pp.

La publicación de estas biografías de agustinos cuyanos, mayoritariamente


sanjuaninos, incluye a noventa y dos biografiados. Son un buen exponente de la
sociedad sanjuanina, tanto en lo social, como en lo económico y cultural, formados
eclesiásticamente, los primeros en el Convento Casa Grande de Santiago de Chile, de
cuya Provincia religiosa formaban parte, y los segundos en el convento San José, de
San Juan, a partir de la erección en este convento del Noviciado y Casa de Estudios en
1647 por el P. Provincial sanjuanino José de Quiroga y Salinas. Esta fecha marca una
línea divisoria en el aspecto vocacional, pues a partir de ella creemos que las
vocaciones sanjuaninas a la Orden de San Agustín aumentaron, lo que no impide
reconocer que antes de esa fecha vivieron quizá los religiosos más prestigiosos de la
Provincia de Chile provenientes de San Juan, como el P. Diego de Salinas y Cabrera,
tío del P. Provincial referido. Este es sin duda el religioso más famoso de la Provincia
de Chile, dos veces asistente del General de la Orden en Roma, y que alguien ha
llamado el primer americano europeo, para gloria y honra de la ciudad de San Juan.
Esto nos lleva a pensar que en la Plaza principal de San Juan falta una tercera
estatua, la que de debía dedicar al P. Diego de Salinas y Cabrera.
Fue pues partir de 1746 cuando ya pudieron realizar todos sus estudios
eclesiásticos en San Juan. Pero tanto antes como a partir de esa fecha, muchos de los
miembros más prominentes de la Provincia agustiniana de Chile, salieron
precisamente de la ciudad de San Juan. En ella desempeñaron con éxito los cargos de
mayor influjo y responsabilidad, desde el gobierno de la Provincia y sus conventos,
hasta la docencia en universidades transandinas, sin olvidar la enseñanza primaria en
San Juan, tanto en la escuela pública de la ciudad como en la conventual, que
terminaron por abrir en los albores de la época patria. Igualmente, desde el púlpito y
en determinadas doctrinas, fueron ejemplares educadores de la sociedad sanjuanina.
Su colaboración al movimiento emancipador fue destacada, como relevantes
fueron sus intervenciones en la Cámara Legislativa de la Provincia y en el desempeño
de altos cargos civiles de toda índole. Un religioso agustino sanjuanino llegó a ser
miembro del Congreso Constitucional de 1824 en Buenos Aires, el P. Bonifacio Vera.
Esta presencia agustiniana no estuvo pues ausente en ninguno de los actos políticos
de aquellas transcendentales fechas históricas, que jalonaron las jornadas
independentistas, que dieron origen a la patria. Por eso, la historia sanjuanina de esos
años, sin la propuesta de publicación que aquí hacemos, continuaría sufriendo serios
vacíos, que la dejaría sensiblemente incompleta. Más aún, la misma historia
eclesiástica sanjuanina y nacional, recibirían aquí un relevante aporte.
Todos estos datos manifiestan claramente lo bien integrados que estaban los
agustinos cuyanos en la sociedad cuyana y sanjuanina, de la que formaban parte
sensible y destacada. El subsiguiente aprecio con que fueron gratificados por sus
paisanos y lo dignamente que en todos los momentos de su tranquila o azarosa
historia los representaron, así lo demuestran. De esta manera recibieron de ella su
mejor sabia y simultáneamente les retornaron lo más noble y elegante de sus
biografías.
Emiliano Sánchez, OSA

MARTÍNEZ, H. (OSA), Hombre poético y músico. Religión y Cultura. Buenos Aires 2013,
184 pp.

¿Título extraño -¡extravagante!- el de este libro? No sé si será posible


justificarlo. De hecho, en un primer momento estaba previsto editar «lo músico y lo
poeta”» por separado. Pero motivos prácticos y financieros aconsejaron aglutinarlos en
una sola publicación. Y me alegro, porque no sé hasta qué punto la música y la poesía
son separables, ya que se presentan como dos dimensiones y variables de un único
sujeto.
El hombre, por su manera de «estar» y asumir la vida, ha sido motejado, a
través de la historia, con diversas denominaciones, a cuál más peregrina: Homo
Neanderthalis, Homo Erectus, Homo Religiosus, Homo Sapiens, Homo Faber, Homo
Politicus, Homo Ludicus, Homo Oeconomicus, Homo Digitalis, etc., en cada expresión
como para definir una cultura y una época. Ojalá nuestra generación, twittera y
digital, mereciera pasar a la historia con el epíteto de «Homo Poeticus», «Homo
Musicus».
Porque pudiera acontecer que somos víctimas de muchas metáforas, pero poca
poesía, muchos ruidos, pero poca música. Y sin embargo, estoy convencido de que
también se mide la decadencia de una generación por su carencia de vibración
musical o su pasión poética. A pesar de todo, el hombre posmoderno, porque las lleva
en las entraña, porque las necesita más que el aire en sus pulmones, está felizmente
condenado a la poesía genuina y a la música verdadera.
Abrir una sangría luminosa en el alma del poeta y del músico que todos
llevamos dentro, es la apuesta de este libro que ahora queda en tus manos, con la
esperanza temblorosa de quien lo entrega. A manera de descanso en la secuencia de
los capítulos, me ha parecido oportuno intercalar algunas poesías que amenicen el
recitado del texto.

Hipólito Martínez, OSA

LITERATURA CRISTIANA ANTIGUA Y PATROLOGÍA

YOUNG, F. M., From Nicea to Calcedon. A guide to the Literature and its Background.
SCM Press. London 2010, 406 pp.

La presente es la segunda edición del trabajo de Frances Young, publicado por


primera vez en 1983. Esta nueva edición, aumentada y corregida por la propia autora,
nos presenta a modo de manual, todo el elenco de autores cristianos que escribieron
entre los concilios de Nicea (325) y Calcedonia (451). Se trata, pues, del primer concilio
ecuménico de la Iglesia y del cuarto, respectivamente. Entre medio de estos, que se
incluyen en el grupo de los llamados «concilios griegos», se suceden los de
Constantinopla (381) y de Éfeso (431). En el concilio de Nicea, conviene recordarlo, se
formula la primera parte del Símbolo de la fe, en la que se establece de la divinidad de
del Hijo de Dios, conocida desde entonces como el «credo niceno». En el de
Constantinopla, llamado hoy «Constantinopla I» para distinguirlo del celebrado en la
misma ciudad en 553, se formula la segunda parte del Símbolo de la fe, en la que se
establece la divinidad del Espíritu Santo, completando así el «credo niceno-
constantinopolitano». En el tercer concilio el tema central es la herejía nestoriana o
dúofisista, i.e., una postura que propugnaba la existencia de dos naturalezas en
Cristo. En el concilio de Calcedonia, por último, el tema central es la herejía contraria
al duofisismo, a saber, el monofisismo, también llamado «jacobismo», rechazado por la
Iglesia oficial al igual que nestorianismo. Así pues, los autores abordados a lo largo del
trabajo se cuentan entre los que participaron en estos cuatro concilios y que, por
supuesto, tuvieron un lugar protagónico en las controversias de la época.
El texto, escrito en lengua inglesa, está dividido en seis partes generales. En la
primera de ellas, dedicada al nacimiento de la historia eclesiástica como disciplina
independiente y a sus consecuencias en el aspecto doctrinal, Young se detiene en la
enorme figura de Eusebio de Cesarea, tanto en su vida como en sus escritos
apologéticos, políticos, cristológicos y exegéticos, para dar cuenta de las influencias
ejercidas en cuatro autores posteriores: Sócrates el historiador, Filostorgio, Sozómeno
y Teodoreto de Ciro. En la segunda, dedicada a Atanasio y a los autores que
defendieron la teología ortodoxa —esto es, nicena— se aborda la herejía arriana en su
contexto de surgimiento, a través de la figura del propio Arrio, para contraponerla a la
de Atanasio, a sus obras, a sus respuestas al arrianismo y a sus influencias. La
tercera parte, centrada en los «héroes de la fe», retoma la figura de Atanasio y el
Apophthegmata Patrum, es decir, Las enseñanzas (o máximas) de los Padres, i. e., de
los Padres del desierto. A partir, sobre todo, de esta última fuente, a la que se suman
las obras de otros autores del período, entre ellos, Dídimo el Ciego, Evagrio Póntico,
Macario y los mencionados en la Historia religiosa de Teodoreto de Ciro, se da cuenta
de la vida de los cristianos en el desierto así como también de las ascéticas
especulaciones que surgieron en ese medio. La cuarta parte está dedicada a los Padres
capadocios, i.e., a los llamados «grandes capadocios»: Basilio el Grande, Gregorio el
Teólogo, también conocido como Gregorio Nacianceno, y Gregorio de Niza. Junto a
estos, Young ubica otros autores menores, p.e., Eunomio y Apolinar. La quinta parte,
a saber, la más ecléctica de todo el trabajo incluye autores que no pueden ser
agrupados en una única categoría sin más. Estos son: Efrén de Siria, Cirilo de
Jerusalén, Juan Crisóstomo, Nemesio de Emesa y Sinesio de Cirene, discípulo de la
celebérrima Hypatia de Alejandría. A cada uno de estos autores, Young le dedica un
capítulo en el que presenta de manera esquemática su vida, sus escritos y las
controversias de las que se hicieron eco en éstos, p.e., en Efrén, la relación entre
lenguaje y teología, en San Juan Crisóstomo, la doctrina sacramental, en Nemesio, su
concepción del ser humano como una unidad de cuerpo y alma, y en Sinesio, su lugar
en la historia de la Iglesia como transmisor de la cultura pagana alejandrina y el
platonismo medio. La sexta parte, por último, aborda la literatura de controversias
cristológicas de la mano de seis autores, algunos de ellos ya abordados en otros
capítulos, a saber, Eustacio, Apolinar de Diodore, Teodoro de Mopsuestia, Nestorio,
Cirilo de Alejandría y el archinombrado Teodoreto.
El texto está rematado por una extensa de bibliografía (pp. 344-386), la cual
incluye tanto textos clásicos y ediciones antiguas como una lista exhaustiva de
trabajos modernos, y tres índices de gran utilidad, uno de materias y nombres (pp.
387-395), otro de autores modernos (pp. 396-404) y un último, de obras escritas en
griego (p. 405).
Por lo dicho, es evidente que el trabajo en su conjunto fue concebido como una
obra de consulta. Su estilo, que oscila entre el de un diccionario enciclopédico y el de
un manual de filosofía y teología patrística, hace su lectura un tanto escabrosa. Con
todo, se ha de advertir que el texto fue pensado para los iniciados en la materia.

Julián Barenstein
FILOSOFÍA Y ANTROPOLOGÍA

LILLA, S., Il silenzio nella filosofia greca (presocratici-Platone-giudeo-ellenismo-


ermetismo-medioplatonismo-oracoli caldaici-neoplatonismo-gnosticismo-Padri greci).
Galleria di ritratti e raccolta di testimonianze (Studia Ephemeridis Augustinianum 133).
Institutum Patristicum Augustinianum. Roma 2013, 186 pp.

Este trabajo de Salvatore Lilla, que constituye una ampliación de la conferencia


de apertura al congreso «Silenzio e parola» (Augustinianum, 6-8 de mayo de 2010),
reúne en unas pocas páginas y a modo de compendio un ingente cúmulo de
concepciones del silencio en la filosofía y, traicionando un poco el título de su libro,
también en la teología griega de los s. IV a. C-VII d. C.
Después de pasar revista a la extensa bibliografía contemporánea sobre
filosofía y silencio en la Edad Antigua y en los primeros siglos del cristianismo, el
autor identifica, a modo de marco teórico, algunas tendencias generales en cuanto a
las concepciones o usos del silencio en los autores del período. Dichas tendencias, que
sirven también de marco de referencia y guía de lectura para todo el texto, son
presentadas muy hábilmente en los nueve puntos que resumimos a continuación: (1)
el silencio como expresión de esoterismo, i.e., entendido como la exigencia de no
divulgar las más sublimes verdades teológicas y filosóficas a los profanos por cuanto
éstas deben permanecer como patrimonio absoluto de unos pocos iniciados; (2) el
silencio como norma moral, i.e., una severa y rígida regla de mantenimiento del
silencio, al menos por algunos años, regla que Lilla presenta como más característica
del pitagorismo; (3) el silencio como producto de una teología apofática, i.e., la
consciencia de la absoluta inefabilidad e inmutabilidad del primer principio y la
formulación conceptos negativos producto de una aplicación coherente del método de
las negaciones en la aproximación al Dios sumo, en donde el silencio y la ignorancia
representan una consecuencia natural e inevitable; (4) el silencio entendido como
norma de comportamiento exterior y respeto hacia Dios; (5) el silencio interior, i.e., un
silencio ligado a la tranquilidad del alma, a la práctica de la plegaria interior, a la
adoración de la divinidad, al retiro del alma hacia sí misma y a la suspensión de toda
actividad, ya sea sensorial o noética; (6) el silencio teorético, i.e., el silencio que
caracteriza a la mente humana cuando conoce o a la contemplación misma, tal como
aparece en Filón de Alejandría, Plotino y Proclo; (7) el silencio cósmico, más presente
en Plotino que en otros autores; (8) el silencio como hipóstasis, visible en Ignacio de
Antioquia, el pitagorismo, el Copus Hermeticum, la Liturgia de Mitra, los Oráculos
Caldeos, la gnosis valentiniana, el neoplatonismo tardío, Sinesio de Cirene y el Ps.
Dionisio Areopagita; y (9) el silencio como algo propio de la experiencia mística que
culmina en la ἔνωσις o unión en donde es representado como efecto de la inefabilidad:
se trata de un silencio teorizado por los Padres de la Iglesia como una forma de adorar
a Dios en la propia e inexpugnable interioridad, en la quietud del alma y en la
suspensión de toda actividad al punto tal que el silencio se vuelve idéntico a Dios.
Al amparo de estos nueve principios de teorización, por llamarlos de alguna
manera, Lilla, un gran especialista en la tradición patrística y sobre todo en Clemente
de Alejandría, aborda cronológicamente un número considerable de autores, textos y
corrientes de pensamiento. Por orden, son estos: Biante, el pitagorismo y el orfismo;
Parménides; Platón; los filósofos judeo-helenísticos: Aristóbulo, el autor del texto
conocido como Sapientia Salomonis y Filón; el Corpus Hermeticum y la Liturgia de
Mitra; el Platonismo medio: Plutarco, Alcinoo, Apuleyo, Máximo de Tiro, Numenio y
Celso; los Oráculos caldeos; Plotino; Porfirio; Jámblico; Proclo; Damascio; San Pablo; el
texto Martyrium Petri; la gnosis cristiana; Clemente de Alejandría; Orígenes; los Padres
capadocios: Basilio, Gregorio de Nissa y Gregorio de Nazianzo; Sinesio de Cirene,
discípulo de la célebre Hypatia; Juan Crisóstomo; el Ps. Dionisio; y, por último,
Máximo el Confesor.
El texto, a todas luces un trabajo espléndido, se cierra con un apéndice colosal
(pp. 69-123) en el que el autor recopila todos los textos de los autores mencionados en
donde éstos desarrollan su doctrina del silencio. Se trata de trescientos sesenta y un
textos que son la materia prima del trabajo de Lilla y un verdadero semillero de
futuras investigaciones. Pero eso no es todo, la compilación incluye los textos en su
original griego con una traducción al italiano. Se incluyen, además, algunos textos en
latín, aquellos cuya versión original en griego se ha perdido, como es el caso del De
Principiis de Orígenes y del De Providentia et Fato de Proclo y pasajes de los pocos
autores trabajados en el texto que escribieron en latín, nos referimos a Apuleyo e
Ireneo de Lyón.
A este compendio, que nos brinda una información, ciertamente, preciosa, se
suman, a modo de corolario, tres índices. El primero, de estudiosos modernos (pp.
127-129), el segundo, de temas y autores citados (131-138), y, el tercero, de términos
griegos (pp. 139-155). El lector interesado en el tema contará, además, con una
extensa bibliografía (pp. 160-170).

Julián Barenstein

GIL DE ROMA (EGIDIO ROMANO), Los errores de los filósofos [traducción del texto latino,
introducción y notas de Rafael Ramón Guerrero con la colaboración de Laura Llamas
Fraga]. Trotta. Madrid 2013, 105 pp.

Breve pero densísimo, tal es el texto que nos ha llegado bajo el título de
Tractaus de erroribus philosophorum. Atribuido, entre idas y vueltas, al fraile agustino
Egidio Romano (1243-1316), el opúsculo condensa lo más propio de una tendencia
que en pleno s. XIII reaccionaba ante el avance del Aristóteles recién descubierto y sus
comentadores árabes y hebreos. El autor, más conocido por su pensamiento político y
sus célebres De reginime principiorum (1292) y De ecclesiastica potestate (1301), nos
deja entrar a través del Tractatus, en otro aspecto de su biografía intelectual.
El texto de esta enumeración de errores de Egidio, en la que figuran los del
Estagirita, los de los árabes Averroes, Avicena, Algazel, Alkindi y los del más
renombrado filósofo judío, Maimónides, encuentra su razón de ser en el contexto
inmediato de su producción: ese siglo cenital de la Edad Media que es el XIII asiste, en
efecto, a una serie de condenas animadas por espíritu reaccionario. Es conveniente,
pues, que las recordemos.
La primera censura al «aristotelismo» se produce en el concilio de Sens en la
temprana fecha de 1210. Se prohíbe allí la lectura pública y privada de los Libri
naturales de Aristóteles, rótulo bajo el que se incluía no solo la Física, sino también la
Metafísica y del De anima, junto con los trabajos de Amaury de Bène y David de
Dinant, que pasaba por ser el introductor del aristotelismo en la universidad de París,
aunque en la versión de Alejandro de Afrodisias. La segunda condena, estrechamente
ligada a la anterior, no se hizo esperar demasiado. En 1215, con la promulgación del
estatuto de la Universidad parisina, el cardenal-legado Robert de Courçon, en ocasión
de la reestructuración de los estudios en dicha universidad y a instancias del papa
Inocencio III, renovó la prohibición, pues, tanto las obras mencionadas de Aristóteles
como las de Amaury y David, seguían formando parte de las lecturas elegidas por
maestros y estudiantes. Tras no pocos años de idas y venidas, y de disputas no
siempre intelectuales, el obispo de París, Étienne Tempier, establece una tercera
prohibición: condena en 1270 trece tesis de origen aristotélico, para en 1277 redoblar
la apuesta en una prohibición más general que alcanzó doscientas diecinueve
proposiciones, algunas de ellas, sostenidas por autores de incuestionable ortodoxia,
como, p.e., de Santo Tomás y del propio Egidio.
Entremedio de las tercera y cuarta condenas, los avatares del aristotelismo en
la universidad de París son tortuosos y hasta difíciles de seguir. Basta con decir que
las autoridades advierten una y otra vez sobre los peligros de la lectura de las obras
del Estagirita, mientras que los maestros y estudiantes hacen oídos sordos a las
advertencias; que se extiende, en 1245, la condena de 1215 a la universidad de
Toulouse; que en la misma línea condenatoria se alzan las voces de los franciscanos
Buenaventura y Gilbert de Torunai renovando el rechazo del peripatetismo a ultranza,
mientras que a favor de Aristóteles se levantan también las de otros franciscanos,
como, p. e., Roger Bacon, etc. El panorama es complejo. Con todo, se ha de advertir
que todos los gritos condenatorios provenían de la facultad de teología, mientras que
los de defensa portaban el espíritu de la facultad de artes. En el fondo, la contienda
ponía de manifiesto un conflicto entre tradición y renovación, por una parte, y entre
teología y filosofía, por otra, en donde esta última disciplina se presentaba como
autónoma y, por tanto, separada de las exigencias de la teología, a la que los más
reaccionarios —junto con otros que no lo eran tanto— se figuraban como la
culminación y cúspide de todo el saber humano, dejando a la filosofía el poco ilustre
título de «ancilla theologiae», esto es, «sierva de la teología».
Sea de ello lo que fuere, entre 1270 y 1277 se configura un verdadero hervidero
de opiniones contrapuestas en torno de Aristóteles, sus obras y sus comentadores. Y
es, precisamente, en 1270 cuando aparece el Tractaus de erroribus philosophorum.
Haríamos mal, pues, no solo en leerlo como un documento aislado, sino también en
tomarlo como un manifiesto contra el aristotelismo sin más. Pero, de más está decirlo,
el enfoque, en definitiva, corre por cuenta del lector, que está destinado a ver en el
texto aquello que su capacidad y conocimiento le permita..
Por lo demás, nos interesa señalar que el traductor, Rafael Ramón Guerrero, de
la universidad Complutense de Madrid y eximio arabista, presenta el texto de manera
polémica, mostrando la influencia del pensamiento árabe en la Europa continental del
s. XIII. Más específicamente, en las líneas introductorias el prof. Ramón Guerrero se
contrapone a la reciente tesis de Sylvain Gougenheim, expuesta en su Aristote au Mont
Saint-Michel: Les racines grecques de l’Europe chrétienne (2008), donde niega que los
pensadores árabes hayan aportado el saber griego al pensamiento europeo, dejando
recaer el mérito de esta transmisión en los cristianos orientales. La postura, conviene
mencionarlo, tiene el sabor de aquella, ya dada por tierra, que sostenía Asín Palacios
en la primera mitad del s. XX, cuando en su El Islam cirstianizado (1931) afirmaba que
el Islam le debía todo al cristianismo oriental. Con todo, volviendo a la polémica
inserta en el texto, el prof. Ramón Guerrero esgrime no pocas pruebas irrebatibles
para sostener su punto de vista, el cual —huelga decirlo— coincide con el de la
mayoría de los especialistas en la materia. En nuestra opinión, la posición de
Gougenheim, como antes la de Asín Palacios, responde a concepciones ideológicas de
fondo no completamente explicitadas. Pero, a fin de cuentas, la cuestión no estriba en
presentar argumentos ad hominem; abstengámonos de decir algo más, pues, la
intentio auctoritas es algo sobre lo que siempre se puede especular y hasta cuestionar,
pero raras veces afirmar categóricamente. Además, no son necesarios tales
argumentos cuando la erudición de Ramón Guerrero alcanza y sobra para refutar la
hipótesis de Gougenheim en unas pocas páginas.
En lo que hace a cuestiones formales, el trabajo es impecable. El lector
encontrará en las primeras páginas una exhaustiva introducción al Tractatus de
Egidio, de orientación polémica, como hemos dicho, y confeccionada a partir de una
extensa bibliografía actualizada. En estas líneas iniciales, que ocupan más espacio
que la traducción, se asiste a un verdadero compendio historiográfico del aristotelismo
de los s. XII y s. XIII, que incluye, entre otras cosas, una lista de las traducciones
latinas de las obras del Estagirita y de los demás autores atacados por Egidio. En este
sentido, no podemos dejar de insistir en que la excelsa formación de su autor, como
arabista y medievalista, hacen de la sección introductoria un documento único, difícil
de superar en varios aspectos.
En cuanto a la traducción, por último, la hemos cotejado con el texto crítico
latino, establecido por Josef Koch y publicado en 1944 junto con una traducción
inglesa a cargo de John Riedl. Lo hemos encontrado exacto: el texto español se ajusta,
pues, al latino, es respetuoso de su sintaxis, elegante y transparente en cuanto a su
sentido. A modo de ejemplo, veamos la compleja tesis nº 7 de capítulo IV (De
compilatione errorum Averrois), en donde se alude al comentario (Tafsîr) de Averroes a
la Metafísica de Aristóteles.
Texto latino (Giles of Rome, Errores philosophorum, critical text with notes and
introduction bay Josef Koch, english translation by John O. Riedl, U.S.A., Marquette
University Press, 1944, p. 20 de la edición):
«Ulterius erravit negans trinitatem in Deo esse, dicens in dicto XII quod aliqui
“putaverunt trinitatem esse in Deo et voluerunt evadere per hoc et dicere quod
sun tres et unus Deus, et nesciverunt evadere, quia cum subtantia fuerit
numerate, congregatum erit unum per unam intentionem abditam”.
Propter quod secundum ipsum, si dues esset trinus et unus, sequeretur quod
esset compositus. Quod est inconveniens».

Traducción del prof. Ramón Guerrero (p. 65):


«Ítem más, erró al negar que haya una trinidad en Dios, diciendo en el libro XII
que algunos “han pensado que la Trinidad está en Dios y han querido liberarse
de esta cuestión y decir que Dios es tres y uno, pero ellos no pudieron liberarse
de ella, porque cuando la sustancia es numerada, el agregado será uno por la
sola intención añadida”.
A causa de esto, según él, si Dios fuese trino y uno, se seguiría que estaría
compuesto. Lo cual es improcedente»

Dejo a cargo del lector el cotejo minucioso de estos textos, palabra por palabra.
Ya hemos expresado nuestra opinión al respecto.
Tan solo resta decir que el trabajo, prolijo, consciente y polémico que hemos
reseñado, está coronado por una extensa bibliografía, que incluye tanto títulos
clásicos como contemporáneos, a la que puede recurrir quien quiera iniciarse o
profundizar en el conocimiento del aristotelismo del s. XIII, en la filosofía de Egidio
Romano o bien, en la historia de las relaciones entre el pensamiento árabe y
occidental en la cultura universitaria medieval.

Julián Barenstein

POTESTÀ, G. L., El tiempo del Apocalipsis: vida de Joaquín de Fiore [traducción del
italiano de David Guixeras]. Trotta. Madrid 2010, 452 pp.

Erudito por donde se lo mire, tal es el trabajo de Gian Luca Potestà.


Magistralmente redactado, el autor despliega en él un entrevero de géneros literarios:
el de la biografía espiritual, el de los comentarios críticos de obras doctrinales de
teología y filosofía y hasta el de la fábula y la novela. Géneros todos que confluyen en
una cópula indisoluble para traernos un vivísimo cuadro de la vida y obra de Joaquín
de Fiore (1135-1202).
El extenso recorrido, que va desde las primeras experiencias religiosas del
místico calabrés hasta su muerte, se hilvana con una multiplicidad de información, si
no desconocida por los especialistas, cuanto menos nunca antes reunida en un solo
volumen. El texto aborda, pues, la relación entre revelación trinitaria e historia —
central en la cosmovisión joaquinita—, el encuentro entre judíos y cristianos, la
importancia de la liturgia, y los avatares de la lucha entre los poderes papal e
imperial, por citar tan solo algunos de los temas más relevantes, todos ellos tratados
desde la perspectiva de la obra y vida de ese profeta del Apocalipsis que fue Joaquín.
El tiempo del Apocalipsis, cuya versión original data del 2004, es un texto
destinado a los iniciados en la materia. Empero su lenguaje, áspero y técnico en
muchos aspectos, contrasta con una redacción ágil y tersa que invita al lector culto a
posar la vista en sus hojas, si no para leerlo de manera completa, cuanto menos para
convertirlo en una obra de consulta. Por su parte, el investigador interesado en el
tema, encontrará entre sus páginas una verdadera enciclopedia sobre Joaquín de
Fiore.
Resta decir que hacia el final del trabajo, extraordinario por donde se lo mire,
Potestà incluye algunas herramientas de estudio de gran utilidad. Nos referimos a
cinco elementos. Primero, una bibliografía muy completa con todos los textos más
relevantes para el tema (pp. 391-316). En segundo lugar, un apéndice de los textos
latinos citados en donde se incluyen no solo obras de Joaquín sino de todos los
autores mencionados en el trabajo (pp. 317-430). Y, por último, tres índices, uno de
pasajes bíblicos (pp. 431-434), otro de topónimos y manuscritos (435-438), un último
índice, de nombres (pp. 439-448).

Julián Barenstein

FARAONI, A., Meditación humanizadora. AMICO. Buenos Aires 2010, 39 pp.

El Padre Alberto Faraoni, nacido en el año 1928, es sacerdote salesiano desde


al año 1956. Con paciencia y optimismo ha reunido en estas páginas su amplia
experiencia con grupos de meditación.
Este sendero, que él comenzó en 1975, ha sido varias veces readaptado hasta
que en marzo de 2001 se conformó un grupo estable de meditación que continúa
reuniéndose, todos los primeros sábados de mes, hasta la fecha.
Aquí se ofrecen algunas pistas con el deseo de que otras muchas personas de
buena voluntad se beneficien con este sencillo método de «meditación humanizadora».
La meditación profunda en silencio es una hermosa sabiduría que humaniza y
que no se acaba de descubrir, sino que viene siendo practicada anónimamente desde
hace muchos siglos. Aquí se presenta una cristalización o concreción de esa práctica,
con el deseo de que muchos se animen a incorporarla a sus vidas.

Nota editorial

GARCÍA HELDER, G., Mandalas cristianos. AMICO. Buenos Aires 2010, 59 pp.

Los mandalas son dibujos, generalmente circulares, o al menos geométricos,


que representan distintas cosas y sirve como apoyo para la meditación. Son símbolos
metafórico-parabólicos que nos llevan de lo múltiple a lo uno, de la dispersión a la
concentración, y nos disponen a la iluminación o elevación. Aquí hablamos de
«mandalas cristianos» porque los 25 gráficos que se ofrecen tienen que ver con la
simbología cristiana.
Pintar mandalas es practicar meditación activa y nos ayuda a recorrer
figuradamente los tres pasos o «edades de la vida interior» que la tradición tomista
presenta como las vías purificativa, iluminativa y unitiva. Puede resultar una técnica
de relajación y concentración que está al alcance de cualquiera, ya que no exige al que
la usa que sea un experto en arte, diseño o espiritualidad. Además de ejercitar nuestra
paciencia, logra ser una herramienta útil para permitir que afloren pensamientos,
intuiciones y sentimientos que están más allá de nuestra propia conciencia: al
concentrarnos en pintar, nos relajamos y podemos ver, sentir y experimentar aspectos
de nuestra existencia que desconocemos.

Nota editorial

BIBLIA Y CRISTOLOGÍA

ARMADA, M. A. (SDV), ¿Cómo seguir a Jesús en tiempos de conflictos? Las comunidades


eclesiales de Mateo. Editorial Guadalupe. Buenos Aires 2011, 143 pp.

En este pequeño libro nos proponemos identificar y profundizar algunas


características de las Comunidades eclesiales de tiempos de Mateo, teniendo en
cuenta la pregunta movilizadora del título: ¿Cómo seguir a Jesús en tiempos de
persecución y conflictos? Buscaremos situar el mensaje de Jesús presente en este
Evangelio dentro del contexto socio-político y cultural, y su impacto en el auditorio de
las Comunidades destinatarias. El evangelista a través de su narración nos ofrece un
itinerario de formación de discípulas/os misioneras/os de Jesús, orientado no sólo a
las iglesias del s. I d. C. sino también a las de nuestro tiempo.

De la Introducción del autor

LEVORATTI, A. J., ¿Por qué tanto sufrimiento? Las preguntas de Job. Editorial
Guadalupe. Buenos Aires 2011, 63 pp.

Ningún escrito de la Biblia está tan lleno de preguntas como el libro de Job.
Job lucha con Dios: su campo de batalla es el problemático escenario de su propia
existencia y sus armas de combate son las preguntas; unas preguntas que brotan, de
mil maneras y en mil tonos distintos, de su alma y de su cuerpo doloridos, y que no
dejan de suscitar, en aquel que las escucha, los interrogantes más fundamentales.
¿Por qué hay tanto mal y tanto sufrimiento en el mundo? ¿Qué puede esperar el justo
cuando se ve enfrentado con una calamidad inmerecida? ¿Cómo relacionarse con Dios
en el fracaso de todo éxito y de toda realización humana? Estas preguntas pasan a
veces de largo como ráfaga fugaz; y otras veces golpean con insistencia, y el que choca
con ellas puede sentirse tocado hasta en lo más íntimo de su ser o desecharlas como
una intromisión intempestiva y molesta.

De la Introducción del autor


PAGOLA, J. A., Volver a Jesús. Hacia la renovación de las parroquias y comunidades.
PPC. Buenos Aires 2014, 124 pp.

El quehacer teológico-pastoral de José Antonio Pagola suscita actualmente


gran interés. La polémica censura de parte de la Comisión Episcopal para la Doctrina
de la Fe de la Conferencia Episcopal Española en 2008 a su libro Jesús. Aproximación
histórica (PPC, Madrid 2007, 544 pp.) provocó la reacción de un grupo relevante de
teólogos, quienes la entendieron provocada más por pereza intelectual que por atender
a la pureza de la fe, más por integrismo que por integridad de la doctrina.
El libro que presentamos es una invitación a la conversión pastoral que no se
queda en la constatación de la crisis en que se hallan sumidas las estructuras
parroquiales católicas, sino que hace su propuesta concreta para revitalizar la
experiencia de fe a través de los que denomina «Grupos de Jesús». «La renovación
evangélica de la Iglesia dependerá, en buena parte, del desarrollo de pequeños grupos
y comunidades que se comprometan a actualizar hoy la experiencia primera que vivió
junto a Jesús aquel primer grupo de discípulos y discípulas que escucharon su
llamada y le siguieron» (p. 109). En palabras del Papa Francisco: «necesitamos crear
espacios motivadores y sanadores […] lugares donde regenerar la propia fe en Jesús
crucificado y resucitado, donde compartir las propias preguntas más profundas y las
preocupaciones cotidianas, donde discernir en profundidad con criterios evangélicos
sobre la propia existencia y experiencia, con la finalidad de orientar al bien y a la
belleza las propias elecciones individuales y sociales» (EG 77).
Pagola constata que desde «los primeros días de su servicio, el papa ha
levantado su voz para sacudir la conciencia de una Iglesia a la que ve muy encerrada
en sí misma, paralizada por los miedos y demasiado alejada de los problemas y
sufrimientos que viven las gentes» (p. 5). E insiste: «El papa no está pensando sólo en
un aggiornamento o adaptación de la Iglesia a los tiempos de hoy. Tampoco se detiene
sólo en recuperar el horizonte, el espíritu y las líneas de fuerza del Vaticano II.
Francisco nos llama a una conversión más radical: “Volver a la fuente y recuperar la
frescura original del Evangelio»; volver a Jesucristo, que “puede romper los esquemas
aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante
creatividad” (EG 11)» (p. 6).
La propuesta se articula en ocho capítulos: «La renovación pastoral después del
Vaticano II» (pp. 11-20); «La renovación paralizada por el miedo» (pp. 21-28);
«Llamados a una renovación evangélica de la Iglesia» (pp. 29-48); «Volver a Jesús, el
Cristo» (pp. 49-62); «Liberar la fuerza el Evangelio» (pp. 63-75); «Recuperar el proyecto
humanizador de Dios» (pp. 77-93); «Reavivar el espíritu profético de Jesús en las
comunidades» (pp. 95-107); y «Una propuesta concreta: los “Grupos de Jesús”» (pp.
109-120). Un nuevo y relevante aporte teológico-pastoral de José Antonio Pagola a la
vida de la Iglesia.

José Demetrio Jiménez, OSA

ALEIXANDRE, D.; MARTÍN VELASCO, J.; Y PAGOLA, J. A., Fijos los ojos en Jesús. En los
umbrales de la fe. PPC. Buenos Aires 2012, 198 pp.

Reflexiones a propósito de la fe. Una propuesta resulta curiosa. Entre otras


cosas porque –como dice Juan Martín Velasco- «son muchos los ambientes en los que
la fe no es ni siquiera problemática, porque ha dejado de interesar, se es
perfectamente indiferente a ella» (p. 7). La cuestión más relevante es que la crisis de fe
en Dios está presente en el interior de la Iglesia. «No pocos cristianos actuales de
diferentes orientaciones –continúa el mismo autor- podríamos sentirnos reflejados en
esta observación del P. de Lubac en sus Paradojas: “Una fe puede debilitarse, tender a
cero, incluso sin haber sido sacudida por la duda, vaciándose, exteriorizándose,
pasando gradualmente de la vida al mero compromiso; puede incluso endurecerse y
tomar la apariencia de la fe más robusta porque la corteza se ha endurecido, pero en
un tronco que se ha quedado vacío”» (p. 12). La invitación es a reiniciarnos en el
camino de la fe, para lo cual Martín Velasco propone «una fenomenología de la actitud
creyente» (pp. 30-41) para «creer cristianamente» (pp. 41-53).
En esta dinámica, Dolores Aleixandre describe algunos «paisajes para la fe» (pp.
79-140). Y propone acercarse a los mismos «con respeto, como los peregrinos que
visitan los “santos lugares”. En ellos, hombres y mujeres que nos precedieron en el
camino creyente vivieron una experiencia de encuentro con el Señor. La historia de su
fe sigue siendo la nuestra» (p. 80): «Un encinar en Mambré» (pp. 81-83); «Una
propiedad en Gosén» (pp. 84-86); «Una tumba en Efratá» (pp. 87-89); «Un vado en el
mar de las cañas» (pp. 90-92); «Pan en el desierto de Sin» (pp. 93-95); «Una nube en el
Sinaí» (pp. 96-98); «Una cueva en el Horeb» (pp. 99-101); «Una alberca en Jerusalén»
(pp. 102-104); «Un camino en Anatot» (pp. 105-104); «En las afueras de Belén» (pp.
108-110); «Una casa sin tejado» (pp. 111-113); «Relatos de la habitación de arriba» (pp.
114-116); «Un cruce de caminos» (pp. 117-119); «Un cabezal en popa» (pp. 120-122);
«Despedida en Mileto» (pp. 123-125); «Una puerta cerrada» (pp. 126-128); «En la ladera
de la montaña» (pp. 129-131); «La puerta oeste de la muralla» (pp. 132-134); «Un
pasaje entre olivos» (pp. 135-137); «Galilea, luna nueva» (pp. 138-140).
La propuesta se completa con el aporte de José Antonio Pagola en su reflexión
«Con los ojos fijos en Jesús» (pp. 141-194), cuyo objetivo «es recuperar a Jesús, el
Cristo, como “autor de la fe”, el único que puede regenerar nuestra pequeña fe, débil y
vacilante, para hacernos renacer a la verdadera identidad de discípulos y seguidores
de Jesús» (p. 141). «Entrar en el camino abierto por Jesús» (pp. 142-144); «Volver a
Galilea» (pp. 144-146); «El Evangelio como nuevo comienzo» (pp. 146-148). Anunciar la
Buena Noticia de que Dios es «amigo de la vida» (pp. 150-153), «el Padre bueno de
todos» (pp. 153-156), reconocernos en la «parábola del padre bueno» (Lc 15, 11-32)
como «parábola para nuestros días» (pp. 156-158). Vivir, en fin, la fe desde el proyecto
del Reino de Dios (pp. 159-170), «proyecto humanizador» (pp. 160-163) que tiene «la
compasión como principio de acción» (pp. 163-165) en el que «los últimos han de ser
los primeros» (pp. 165-167), recuperando «el Padrenuestro como oración del reino» (pp.
167-170). Seguir, en fin, a Jesús, el Cristo escuchando su llamado al encuentro
personal (pp. 171-173), conociéndole a él, dejándonos conocer por él, viviendo al
servicio de su proyecto del Reino de Dios (pp. 170-175), para que su Iglesia se edifique
libre de miedos y servidumbres y salga al encuentro de los pedidos, haciéndose amiga
de los pecadores (pp. 175-177). Asumiendo que seguimos a «un Dios identificado con
las víctimas» (pp. 182-183) y que «un seguimiento sin cruz rápidamente se convierte
en una “religión burguesa” en la que se diluye la radicalidad del Evangelio y donde se
pone a Dios al servicio de nuestro bienestar» (p. 183). Es esto, precisamente, lo que
convierte al Resucitado en «misterio de esperanza» (p. 186). «Resucitando a Jesús, el
Padre ha confirmado su vida y su mensaje, su proyecto del reino de Dios y su
actuación entera. Lo que Jesús ha anunciado en Galilea sobre la compasión y la
misericordia del Padre es verdad: Dios es como lo sugiere Jesús en sus parábolas. La
manera de ser de Jesús y su actuación profética coinciden con la voluntad del Padre»
(p. 186). Entrar en esta «dinámica de resurrección» (p. 192) humaniza. «Apoyados en
Jesús resucitado, nos rebelamos con todas nuestras fuerzas contra que esa inmensa
mayoría de hombre, mujeres y niños que sólo han conocido en esta vida miseria,
hambre, humillación y lágrimas queden olvidados para siempre. Nos rebelamos contra
que tantas personas sin salud, enfermos crónicos, discapacitados físicos y psíquicos,
personas hundidas en la depresión, cansadas de vivir y de luchar, no conozcan jamás
lo que es vivir con paz y salud total. Un día escucharán las palabras del Padre, amigo
de la vida: “Entra en el gozo de tu Señor”» (p. 193).

José Demetrio Jiménez, OSA

HERNANDO MORENO, P. (OSA), Cristo, Amor para ser creído, anunciado y amado. Claves
para la lectura de las «Cartas Católicas». Editorial Guadalupe, Buenos Aires 2012, 87
pp.

Las llamadas «cartas católicas» del Nuevo Testamento –las dos Cartas de Pedro,
las tres Cartas de Juan, una Epístola de Santiago y una de Judas Tadeo- son los siete
escritos primordiales de la Iglesia…
En rigor de verdad, no son «cartas» propiamente dichas, sino «homilías».
Presentadas como textos escritos, abordan todas ellas temas e inquietudes de los
testigos presenciales (o de sus más cercanos colaboradores) de los momentos
trascendentales de la vida de Jesús de Nazaret.
Son cartas que nos llaman, como a los primeros cristianos, a florecer nuestra
fe en obras, a abrazar una vida nueva y practicar la justicia. Su lectura nos sumerge
en los primeros tiempos de la Iglesia para arraigarnos en el presente histórico de
nuestra comunidad para renovarla en el Señor Jesús y proclamar lo que hemos visto y
oído.

De la Introducción del autor y la nota editorial

HERNANDO MORENO, P. (OSA), Sacerdocio de Cristo, sacerdocio de los cristianos. Claves


para la lectura de la Carta a los Hebreos. Editorial Guadalupe, Buenos Aires 2012, 62
pp.

Un recorrido por la perla más preciada de la literatura cristiana, único escrito


del Nuevo Testamento que nos explicita ampliamente el sacerdocio de Cristo,
ayudándonos comprender el significado del sacerdocio dentro de la Iglesia, tanto el de
los ministros ordenados, como el sacerdocio universal de los fieles, e invitándonos a
hacernos auténticamente cargo de lo que somos: una comunidad sacerdotal a la
manera a Cristo que "no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate"
(Mc 10, 45).

De la nota editorial

ECLESIOLOGÍA Y PASTORAL

SCHÖNBORN, CH., La escuela de vida de Jesús. Estímulos para ser sus discípulos.
Herder. Barcelona 2014, 165 pp.
«Señor, ¿a quién vamos a ir?» Tras el discurso sobre el pan de vida en la
sinagoga de Cafarnaún, numerosos oyentes se van y dejan de seguir a Jesús. Esta
experiencia la hacen los cristianos una y otra vez, sobre todo cuando se preguntan por
el futuro de la Iglesia. Oyen a menudo la pregunta de Jesús: «¿También vosotros
queréis iros?». Y la respuesta de Simón Pedro es: «Señor, ¿a quién vamos a ir? ¡Tú
tienes palabras de vida eterna!» (Jn 6, 67-68).
La Archidiócesis de Viena se encuentra en una situación de profundo cambio,
al igual que tantas diócesis repartidas por el mundo. Las condiciones sociales ya no
son las mismas, la sociedad está cambiando, y también la Iglesia necesita una
renovación. A tal efecto, el cardenal Schönborn ha puesto en marcha el proceso «La
historia de los apóstoles». Un elemento esencial de este es el discipulado. Antes de
abordar cuestiones de índole estructural, conviene preguntarnos: ¿qué quiere Jesús
de nosotros? Él nos llama para que lo sigamos, para convertirnos en sus discípulos.
Pero ¿qué significa esto? ¿Cómo se puede llegar a ser un discípulo o una discípula de
Jesús? Este libro intenta contestar a estas preguntas. En el curso 2011-2012, el
cardenal Schönborn dedicó a este tema una catequesis específica, la cual sirve de base
al presente libro.
El libro discurre sobre la base de textos bíblicos, sobre todo los evangelios.
Intenta mostrar cómo el cambio radical propuesto por Jesús empezó en su escuela de
vida. Y, sin perder de vista este origen, se formula la importante pregunta: ¿cómo
están las cosas actualmente?
El camino de la catequesis es también una aventura consistente en buscar las
instrucciones concretas que nos dio el Señor. Relacionarse con Jesús y sus
instrucciones significa emprender un camino de aventura.
Finalmente, se trata de mirar con los ojos bien abiertos y con suma atención a
los signos de los tiempos. ¿Qué nos enseña Dios hoy en las realidades que vivimos? Si
nos convertimos al Señor, entonces cambiará no solo la Iglesia sino también la
sociedad.

De la Introducción, escrita por Hubert Philipp Weber

KUHN, F., La Iglesia: servidora del proyecto de Jesús. Repensar la eclesiología hoy.
Claretiana. Buenos Aires 2010, 159 pp.

La Iglesia, continuadora del anuncio del Reino, es cuestionada en la


actualidad. Para comprenderla los cristianos debemos conocer su historia y su vida.
Por eso, el autor nos ofrece un recorrido por la vida de la Iglesia, desde una mirada
actual y reflexiva, no sólo en su dimensión universal sino también local. Todo a la luz
de la Palabra de Dios y sus orígenes. Un verdadero acercamiento al misterio de la
Iglesia. «Iglesia servidora» nos invita a hacer un hermoso recorrido que comienza en la
Iglesia primitiva y nos conduce hasta la Iglesia de nuestros días. En sus humildes
orígenes se descubre que la Iglesia surgió como una comunidad de seguidores y
testigos del que estuvo muerto y ahora vive para siempre.

De la nota editorial

PRIMER CONGRESO DE PASTORAL URBANA - REGIÓN BUENOS AIRES, Dios en la ciudad. San
Pablo. Buenos Aires 2012, 248 pp.
El Primer Congreso Regional de Pastoral Urbana fue un encuentro de agentes
pastorales atraídos por el deseo de renovar la evangelización en la ciudad,
precisamente cuando pareciera que las motivaciones son escasas. Este real interés y
compromiso provocaron entre los participantes esperanza y entusiasmo para seguir
hallando los modos más adecuados para una Nueva Evangelización en los grandes
conglomerados urbanos en los que viven, luchan y sueñan millones de personas.
Los aportes teológico-bíblico-pastorales y –muy especialmente- la pedagogía y
la metodología de la «salida-encuentro» a distintos lugares de la urbe presentes en este
libro, muestran que una pequeña semilla se ha sembrado en la tierra-humus de la
comunidad eclesial. «Ahora es tiempo de espera paciente, mientras se realiza el
esfuerzo por brindar el servicio sencillo y humilde del riego fecundo».
El Congreso fue abierto con una conferencia del Cardenal Jorge Mario
Bergoglio. Los conferenciantes que animaron la reflexión fueron: Gerardo Söding,
Carlos María Galli, Virgina Azcuy, Jorge R. Seibold, Jaime A. Mancera Casas y Jorge
Eduardo Scheinig.

De la nota de Prensa y Comunicación


Editorial San Pablo

RUIZ ARENAS, O., América Latina. Desafíos y esperanzas. Pontificia Comisión para
América Latina, Ciudad de Vaticano 2010, 76 pp.

José Octavio Ruiz Arenas, Arzobispo Emérito de Villavicencio en Colombia, fue


nombrado en 2007 Vicepresidente de la Pontificia Comisión para América Latina y en
2011 Secretario del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. El
texto que presentamos fue escrito durante su labor como Vicepresidente de la
Comisión.
¿Cuáles son los desafíos, según su propuesta? Desde el punto de vista político,
la búsqueda de «caminos para una integración de sus países en los que, conservando
cada cual sus enormes y variadas riquezas, pueda lograr un desarrollo que permita no
sólo la superación de las enormes diferencias, sobre todo económicas, sino también el
florecimiento de un Continente que pueda tener mayor incidencia en los centros de
poder mundial» (p. 12); desde el punto de vista económico, pues, la superación de la
pobreza aún generalizada (pp. 10-22). Desde el punto de vista cultural, la creciente
homogenización de los pueblos producto de la globalización de la superficialidad y el
consumo; desde el punto de vista social, la inmigración del campo a la ciudad, la
violencia y el narcotráfico (pp. 23-34). Desde el punto de vista religioso, la educación
en la fe, particularmente la profundización kerigmática de la iniciación cristiana (pp.
35-42).
¿Cuáles son las esperanzas? Las patentes realidades eclesiales, uno de cuyos
signos relevantes son las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y
del Caribe, que muestran la evidencia de una «iglesia samaritana», «al encuentro de las
necesidades de los pobres y de los que sufren para crear las estructuras justas que
son condición sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad (cf. Documento
de Aparecida, 537)» (p. 51). El «crecimiento de los movimientos apostólicos, la
renovación pastoral, la presencia más cercana de los obispos y los agentes de pastoral,
la sed y la búsqueda permanente de Dios (cf. Documento de Puebla, n. 1309)», son
signos fehacientes de esta esperanza.
La tradición religiosa y la fe en Dios son, sin duda, un patrimonio de nuestro
pueblo (pp. 54-56), así como la presencia misionera renovada de carismas
tradicionales y nuevos (pp. 57-58). La relevancia adquirida por la centralidad de la
Palabra de Dios en las Comunidades Eclesiales de Base y los Movimientos (pp. 58-60),
el compromiso evangelizador y solidario concretado en la «opción por los jóvenes» y la
«opción preferencial por los pobres» (pp. 60-62), el substrato católico de la cultura
latinoamericana (pp. 62-63), la piedad popular (pp. 63-64), la relevante presencia y el
aporte de la Iglesia en la educación (pp. 64-65), la competente incursión en el mundo
digital (p. 65), el diálogo eclesial en el ámbito público, el aporte a la vida política (pp.
65-66) y el despertar de la conciencia ecuménica (pp. 66-67) son otros relevantes
signos ya presentes en nuestra Iglesia. A todo ello se une en la actualidad la creciente
conciencia ecológica y la búsqueda de la paz y el desarme (pp. 68-70).
Desafíos y esperanzas, sin duda, a las que ha de responder y atender la misión
continental propuesta desde Aparecida (2007), «de tal manera que, como lo han
sugerido las Conferencias de Medellín, Puebla y Santo Domingo, “se presente cada vez
más nítido en Latinoamérica el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera
y pascual”, que esté plenamente al servicio de la evangelización (cf. Documentos de
Medellín, 5, 15; Puebla, 197, 211, 306, 326, 327, 329, 411; Santo Domingo, 56)» (p.
71).

José Demetrio Jiménez, OSA

PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA, Reflexiones sobre la Nueva Evangelización en


América Latina. Desafíos y prioridades. Pontificia Comisión para América Latina.
Ciudad del Vaticano 2012, 233 pp.

Con una Introducción (pp. 7-12) del Cardenal Marc Ouellet, Presidente de la
Comisión para América Latina, el libro presenta las ponencias de una Jornada de
reflexión dedicada por esta Comisión el 11 de noviembre de 2011 en torno al tema de
la XIII Asamblea Ordinaria del Sínodo Mundial de los Obispos sobre «La Nueva
Evangelización para la transmisión de la fe» (7-28 de octubre de 2012).
Las ponencias fueron estas: «La Nueva Evangelización a la luz del Magisterio
Pontificio», a cargo de Mons. Salvatore Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo
para la Promoción de la Nueva Evangelización (pp. 15-30); «De la evangelización de
Jesucristo a la Misión Continental como Nueva Evangelización», a cargo de Mons.
Santiago Silva Retamales, Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano
(CELAM) y Obispo Auxiliar de Valparaíso (Chile) (pp. 31-65); y «La Nueva
Evangelización hoy en América Latina: desafíos y prioridades, por el Prof. Guzmán
Carraquiry Lecour, Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina (pp. 67-
94). Un último capítulo denominado Recomendaciones (pp. 95-123) recoge los aportes
de muchos de los participantes en la Jornada. De éstos me parecen relevantes lo
siguientes:
- «En tiempos de encrucijadas de épocas, en la que la tradición católica queda
sometida a profundas interpelaciones y erosionada por nuevas condiciones
sociales y culturales emergentes, se plantea con especial urgencia y exigencia su
revitalización y su renovada propuesta, en nuevas formas, desatando corrientes
de santidad y nueva evangelización» (p. 99, recomendación 3).
- «La Nueva Evangelización coloca a toda la Iglesia en “estado permanente de
misión”» (p. 101, recomendación 5).
- «Además de la misión programática (constituida por eventos puntuales de
carácter misionero) está la misión paradigmática, que se refiere al “estilo” que
deben tomar las actividades apostólicas en la Iglesia… Las comunidades
eclesiales de toda índole deben “salir de sí” constantemente hacia las
“periferias existenciales” con el fin de anunciar el Evangelio» (p. 101,
recomendación 6).
- «Se debe evitar todo tipo de “autorreferencialidad”, que es la actitud contraria a
la del discípulo-misionero… La Nueva Evangelización es lo contrario a la
autosuficiencia y al repliegue sobre sí mismo, a la mentalidad del status quo y
a una concepción pastoral que considera suficiente continuar haciendo las
cosas como siempre han sido hechas» (p. 101, recomendación 7).
- «Es imprescindible recuperar el entusiasmo por la novedad inagotable del Reino
de Dios que es Jesucristo, el Señor y Redentor de los hombres. El encuentro
siempre renovado y actualizado con Él , que constituye la base de nuestra
experiencia de fe y que nos lleva desde y a la Iglesia, debe ser la fuente de una
renovada parresía que invita a los fieles a desinstalarse de la apatía, de la
indiferencia o del fatalismo. Sólo los evangelizados se convierten en
evangelizadores, quienes, a partir del encuentro con Jesucristo, cambian su
mentalidad, se convierten en discípulos del único Maestro y van
configurándose al Señor» (p. 103, recomendación 10).
- «La presencia de Cristo ha de ser percibida en el rostro y en la vida de los
cristianos. Es el testimonio fundamental. Tiene que transmitir la atracción de un
resplandor de verdad y promesa de felicidad» (p. 104, recomendación 11).
- «Se nos exigen nuevas lecturas de la realidad, nuevas respuestas a los
cuestionamientos de los laicos, así como una mayor exigencia por parte de los
pastores en coherencia y testimonio. El recurso a los medios de evangelización
debe estructurarse de forma cada vez más catequética, en torno al proceso
evangelizador con sentido misionero, de tal manera que se pueda responder a
las distintas situaciones de las personas y, de ser posible, de los grupos
sociales y culturales. En este contexto el kerigma va teniendo una mayor
importancia para ir conduciendo a los alejados a un proceso que llamamos de
“reiniciación cristiana”, ya que tiene la finalidad de revitalizar o fortalecer la
vivencia de los sacramentos en las personas que tienen una evangelización
deficiente» (pp. 106-107, recomendación 18).
- «La Iglesia tiene ciertamente que preocuparse por custodiar el legado y
patrimonio de la fe católica en los pobres y sencillos de América Latina, pero
tiene que ofrecerse también, sobre todo en las grandes ciudades, cada vez más
secularizadas, como un inmenso “patio de los gentiles”, lugar de oración,
búsqueda y diálogo para todos los que se plantean verdaderos problemas y
desafíos de la condición humana y de la convivencia social, especialmente
entre los políticos, intelectuales, académicos, comunicadores, artistas…» (p.
112, recomendación 25).
Contenidos y expresiones que muestran cercanía con la propuesta del Papa
Francisco en su exhortación apostólica La alegría del Evangelio (26 de noviembre
de 2013).

José Demetrio Jiménez, OSA

FERNÁNDEZ, V. M., El programa del Papa Francisco. ¿Adónde nos quiere llevar? Una
conversación con Paolo Rodari. San Pablo. Buenos Aires 2014, 111 pp.

Jorge Mario Bergoglio dijo ser un Papa que sus hermanos cardenales fueron a
buscar «casi al fin del mundo». ¿Adónde nos quiere llevar? Es la pregunta del libro, que
Rodari va haciendo explícita a medida que Víctor Manuel Fernández va respondiendo
a sus cuestiones. Quizá pueda ser ésta una sucinta síntesis de respuesta a la
pregunta:
- A concentrarnos en el «núcleo» del Evangelio, en su «corazón»: «la belleza del
amor salvífico de Dios expresado en Cristo Jesús» (p. 32).
- A asumir que su contexto es el kerygma, «la invitación a encontrarse con un
Dios que ama y que salva, y que por eso nos propone una vida mejor» (p. 36).
Es lo que hace «arder los corazones» (p. 36).
- A contemplar al Jesús del Evangelio: «su forma de tratar a los pobres, sus
gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su
entrega total, todo es precioso y le habla a la propia vida (EG 265)» (p. 41).
- A cultivar «el gusto espiritual de ser pueblo, porque “hace falta desarrollar el
gusto espiritual por estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de
descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por
Jesús, pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo” (EG 268)» (p. 54).
- A abrir las puertas para la celebración de la gracia de Dios: el Papa «llega a
decir que “tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una
razón cualquiera” y que la eucaristía “no es un premio para los perfectos, sino
un generoso remedio y alimento para los débiles” (EG 47)» (p. 58).
- A aceptar el desafío de «que la propuesta del evangelio es el Reino de Dios:
“Busquen ante todo el Reino de Dios y su justicia” (Mt 6, 33). Se trata de amar
a Dios que quiere reinar en el mundo, y «en la medida en que él logre reinar
entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz de
dignidad para todos (EG 180)» (p. 93).
«En este libro –dice Fernández casi al final-, hemos intentado discernir dónde
quiere llevarnos este Papa, pero aún me pregunto qué es lo que Dios quiso hacer.
Seguramente muchas cosas buenas que han devuelto la alegría a muchos católicos»
(p. 109).

José Demetrio Jiménez, OSA


LIBROS RECIBIDOS
REVISTAS DE INTERCAMBIO

Anatéllei - Revista del Centro de Estudios Filosóficos y teológicos, Córdoba.

Anuario - Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segretti”, Córdoba.

Anuario Argentino de Derecho Canónico – Facultad de Derecho Canónico de la


Pontificia Universidad Católica Argentina, Buenos Aires.

Anuario de Estudios Bolivianos, Archivísticos y Bibliográficos - Archivo y Biblioteca


Nacionales, La Paz - Bolivia.

Anuario de Historia de la Iglesia Andaluza - Centro de Estudios Teológicos - Cátedra


“Beato Marcelo Spinola”, Sevilla.

Argos - Revista Anual de la Asociación Argentina de Estudios Clásicos, Buenos Aires.

Communio - Revista Católica Internacional (edición argentina), Buenos Aires.

Cuadernos Doctorales - Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, Pamplona.

Eadem Utraque Europa - Revista del Centro de Estudios en Historia Cultural e


Intelectual “Edith Stein” de la Escuela de Humanidades de la UNSAM, Buenos
Aires.

Edad de Oro – Revista del Departamento de Filología Española de la Universidad


Autónoma de Madrid.

Estudios de Historia de España – Revista del Instituto de Historia de España de la


Facultad de Filosofía y Letras de la Pontificia Universidad Católica Argentina,
Buenos Aires.

Humanidades - Revista de la Universidad de Montevideo..

Incipit - Seminario de Edición y Crítica Textual “Germán Orduna del CONICET,


Buenos Aires.

International Philosophical Quarterly - Fordham University, New York.

Itinerantes - Revista de Historia y Religión del Instituto de Investigaciones Históricas


“Prof. M García Soriano” de la UNSTA, San Miguel de Tucumán.

Nouvelle Revue Théologique - Faculté de Théologie de la Compagnie de Jésus,


Bruxelles.

Obradoiro de Historia Moderna - Universidade de Santiago de Compostela.

Patristica et Mediaevalia – Revista de la Sección de Estudio de Filosofía Medieval de la


Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Revista de la Facultad de Filosofía, Ciencias de la Educación y Humanidades -


Universidad de Morón, Buenos Aires.
Revista Teología - Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina,
Buenos Aires.

RIED. Revista Iberoamericana de Educación a Distancia, Universidad Técnica Particular


de Loja - Ecuador.

Sacris Erudiri. A Journal on the Inheritance of Early and Medieval Christianity -


Brepols, Turnhout – Bélgica.

Sapientia – Revista de la Facultad de Filosofía y Letra de la Pontificia Universidad


Católica Argentina, Buenos Aires.

Scripta Mediaevalia - Revista de Pensamiento Medieval de la Universidad de Cuyo,


Mendoza.

Studia Cordubensia - Revista de Teologia y Ciencias Religiosas de los Centros


Académicos de la Diócesis de Cordoba, España.

Studium – Revista de Filosofía y Teología de la UNSTA, San Miguel de Tucumán.

Temas Medievales – Revista del Departamento de Investigaciones Medievales del


Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas del CONICET,
Buenos Aires.

Verdad y Vida - Revista Franciscana de Pensamiento.


ABREVIATURAS DE LAS OBRAS DE SAN AGUSTÍN

acad. – De academicis (Contra los académicos).


adn. Iob – Adnotaciones in Iob liber unus (Anotaciones al libro de Job).
adult. coniug. - De adulterinis coniugiis (Las uniones adulterinas).
agon. – De agone christiano (El combate cristiano).
an. orig. - De anima et eius origine (Naturaleza y origen del alma).
bapt. – De baptismo (El bautismo).
beata u. – De beata uita (La vida feliz).
bono coniug. – De bono coniugali (El bien del matrimonio).
bono uid. – De bono uiduitatis (La bondad de la viudez).
c. Faust. – Contra Faustum manichaeum (Réplica a Fausto, el maniqueo).
c. Sec. – Contra Secundinum manichaeum (Respuesta al maniqueo Secundino).
cat. rud. – De catechizandis rudibus (La catequesis de los principiantes).
cath. fr. – Ad catholicos fratres (Carta a los católicos sobre la secta donatista – La
unidad de la Iglesia).
ciu. – De ciuitate Dei (La ciudad de Dios).
conf. – Confessionum (Confesiones).
cons. eu. – De consensu euagelistarum (Concordancia de los evangelistas).
corr. et gr. – De correptione et gratia (La corrección y la gracia).
Cresc. – Ad Creconium grammaticum partis Donati (Réplica al gramático Cresconio,
donatista).
d. an. – De duabus animabus contra manichaeos (Las dos almas).
diu. qu. – De diuersis quaestionibus octoginta tribus (Las 83 diversas cuestiones).
diu. qu. Simpl. – De diuersis quaestionibus ad Simplicianum (Cuestiones diversas a
Simpliciano).
doctr. chr. – De doctrina christiana (La doctrina cristiana).
donat. p. coll. – Ad donatistas post collationem (Mensaje a los donatistas).
duab. an. – De duabus animabus (Las dos almas).
duas ep. pel. – Contra duas epistolas pelagiani (Réplica a las dos cartas de los
pelagianos).
Dulc. qu. praef. – Respuesta a las ocho pregunta de Dulcidio.
en. Ps. – Enarraciones in psalmos (Comentarios a los salmos).
ench. – Enchiridion (Manual de fe, esperanza y caridad).
ep. – Epistula (Carta).
ep. fund. – Contra epistulam Manichei quam uocam fundamenti (Réplica a la carta de
Manés, llamada «del Fundamento»).
ep. gal.- Epistulae ad Galatas expositio (Exposición de la Carta a los Gálatas).
ep. Io. – In epistulam Ioannis ad partos (Tratados sobre la Primera Carta de san Juan).
ep. Rm. inch. - Epistulae ad romanos inchoata expositio (Exposición incoada de la Carta
a los Romanos).
exc. urb. – De Urbis excidio (La devastación de Roma).
Exp. prop. Rm. – Expositio quaerandam propositionum ex epistula ad Romanos
(Exposición de algunos textos de la Carta a los Romanos).
fid. et op. – De fide et operibus (La fe y las obras).
fid. et. symb. – De fide et symbolo apostolorum (La fe y el símbolo de los apóstoles).
fid. rer. – De fide rerum quae non videtur (La fe en lo que no vemos).
Gen. litt. – De genesi ad litteram (Comentario literal al Génesis).
Gen. litt. imp. - De genesi ad litteram opus imperfectum - Comentario literal al Génesis
(incompleto).
Gen. man.- De genesi contra manichaeos (Comentario al Génesis en réplica a los
maniqueos).
gest. Pel. – De gestis Pelagii (Actas del proceso contra Pelagio).
gr. et lib. arb. – De gratia et libero arbitrio (La gracia y el libre albedrío).
grat. Chr. – De gratia Christi et de peccato originali (La gracia de Cristo y el pecado
original).
Hept. – Quaestiones in Heptateuchum (Cuestiones sobre el Heptateuco).
imm. an.- De immortalitate animae (La inmortalidad del alma).
Io. eu. tr. – In Ioannis euangelim tractatus (Tratados sobre el Evangelio de san Juan).
Iul. – Contra Iulianum (Réplica a Juliano).
Iul. o. imp. – Contra Iulianum opus imperfectum (Réplica a Juliano - obra inacabada).
lib. arb. – De libero arbitrio (El libre albedrío).
mag. – De magistro (El maestro).
Max. – Contra Maximum haereticorum (Debate con Maximino, obispo arriano).
mend. – Contra mendatium (Contra la mentira).
mor. Eccl. – De moribus Ecclesiae catholicae (Las costumbres de la Iglesia católica y las
de los maniqueos).
mus. – De musica (La música).
nat. b. – De natura boni (La naturaleza del bien).
nat. et gr. – De natura et gratia (La naturaleza y la gracia).
nupt. et conc. – De nuptiis et concupiscentia (El matrimonio y la concupiscencia).
op. mon. – De opere monachorum (El trabajo de los monjes).
ord. – De ordine (El orden).
pecc. mer. – De peccatorum meritis et remissione (Consecuencias y perdón de los
pecados, y el bautismo de los niños)
perseu. – De dono perseuerantiae (El don de la perseverancia).
praed. sanct. – De praedestinatione sanctorum (La predestinación de los santos).
ps. Donat. – Psalmus contra partem Donati (Salmo contra la secta de Donato).
qu. an.- De quantitate animae (La dimensión del alma).
qu. Hept.- Quaestiones in Heptateuchum (Cuestiones sobre el Heptateuco).
reg.- Regula ad seruos Dei (Regla a los siervos de Dios).
retract. – Retractationum (Las Retractaciones).
s. – Sermo (Sermón).
s. dom. m.- De sermone Domini in monte (El sermón de la montaña).
sol. – Soliloquiorum (Soliloquios).
sp. et litt. – De spiritu et littera (El espíritu y la letra).
spec. – Speculum (Espejo de la Sagrada Escritura).
symb. – De symbolo ad catechumenos (Sermón a los catecúmenos sobre el Símbolo de
los apóstoles).
tr. – De Trinitate (La Trinidad).
uera rel. – De uera religione (La verdadera religión).
uirg. – De sancta uirginitate (La santa virginidad).
uita – Vita Augustini a Possidio scripta (Vida de San Agustín, escrita por San Posidio).
un. bapt.- De unico baptismo contra Petilianum (El único bautismo - Réplica a
Petiliano).
util. cred.- De utilitate credendi (La utilidad de la fe).
NORMAS DE PUBLICACIÓN

La Dirección de ETIAM comunica a los colaboradores las normas que han de


guiar la elaboración de los artículos en esta publicación.
1. Los autores interesados en publicar artículos enviarán sus trabajos a:
Biblioteca Agustiniana – Av. Nazca 3909 – C1419DFC Buenos Aires – R.
Argentina. También podrán ser enviados a la siguiente dirección de correo
electrónico: etiam@sanagustin.org, en formato electrónico Word. Se adjuntará
la biografía académica del autor.
2. El contenido de los trabajos ha de ubicarse en el área de las Ciencias
Humanas, principalmente pensamiento de san Agustín y de los Padres de la
Iglesia, teología, filosofía, exégesis, educación, espiritualidad, historia y
literatura.
3. Las citas bibliográficas han de atenerse a las siguiente normas:
a) Documentales:
- Las obras de san Agustín irán en el texto del artículo entre paréntesis,
del modo como se indica en el apartado Abreviaturas de las obras de
san Agustín de esta misma revista. Ej: “Nos hiciste, Señor, para ti, y
nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti» (conf. 1, 1, 1).
- Las obras de los Padres y Doctores de la Iglesia irán también entre
paréntesis en el texto del artículo. La cita puede ir completa, p. ej.: (De
Trinitate 9), si se refiere la obra en cuestión (en este caso de san Hilario
de Poitiers) y el nombre del autor se encuentra en el texto; o abreviada,
p. ej.: (STh I, q. 19, a. 9 ad 3), si se refiere la Summa Theologiae de
santo Tomás de Aquino. En favor de claridad para el lector, la
referencia completa puede ir en la bibliografía al final del artículo, tal
como se indica en el apartado c) de esta nota.
- Las citas archivísticas irán a pie de página en abreviatura. Ejs.: AGN,
Sala VII, Leg. 291, pieza 4540, foja 1, San Miguel de Tucumán, 9 de
octubre de 1614; AAS 98 (2006) 217-252. La referencia completa irá en
la bibliografía al final del artículo: AGN - Archivo General de la Nación;
AAS – Acta Apostolicae Sedis.
b) Bibliográficas: se insertarán en el texto, entre paréntesis y siguiendo el modelo
anglosajón (apellido del autor, año de edición de la obra y página). Ej.:
(Ratzinger, 1991:394). Si el nombre y el apellido del autor hubiesen sido
mencionados sin que medie la cita de otro autor, sólo se consignará entre
paréntesis el año y el número de página (1991:399).
c) La referencia completa de la bibliografía citada irá al final del artículo,
ordenada alfabéticamente, según los siguientes ejemplos:
- Libros: CÁCERES, A. M. (2005). Una ética para la globalización. Buenos
Aires. Religión y Cultura.
- Artículos de revistas: LANGA, P. (1999). “Hacia el rostro de Dios en clave
ecuménica”: Religión y Cultura, 208, 123-145.
- Artículos de compilaciones: GARCÍA-BARÓ, M. (2006). “San Agustín y la
actualidad de la filosofía de la religión”: JIMÉNEZ, J. D. (COORD.), San
Agustín, un hombre para hoy. Buenos Aires. Religión y Cultura, tomo II,
pp. 39-63.
4. El autor de cada artículo publicado recibirá de forma gratuita 2 ejemplares de
la revista.
Los originales publicados en ETIAM son propiedad de la revista, siendo necesario citar
la procedencia en caso de su reproducción parcial o total.
REVISTAS AGUSTINIANAS DE INTERCAMBIO PERMANENTE

Analecta Augustiniana. Revista del Instituto Histórico de la Orden de San Agustín,


Roma.

Archivo Agustiniano. Revista de Estudios Históricos de los Agustinos, Valladolid.

Augustinianum. Revista del Instituto Patrístico “Augustinianum”, Roma.

Estudio Agustiniano. Revista del Estudio Teológico Agustiniano, Valladolid

La Ciudad de Dios. Revista de los Agustinos de la Provincia Matritense, El Escorial-


Madrid.

Mayéutica. Revista de los Agustinos Recoletos, Marcilla, Navarra.


Religión y Cultura. Revista de los Agustinos de la Provincia «España», Madrid.

Revista Agustiniana. Revista de los Agustinos de la Provincia de Castilla, Madrid.


Rivista di Studi Culturali. Revista del Collegio Internazionale Agostiniano Santa
Monica, Roma.
ABREVIATURAS DE LAS OBRAS DE SAN AGUSTÍN

acad. – De academicis (Contra los académicos).


adn. Iob – Adnotaciones in Iob liber unus (Anotaciones al libro de Job).
adult. coniug. - De adulterinis coniugiis (Las uniones adulterinas).
agon. – De agone christiano (El combate cristiano).
an. orig. - De anima et eius origine (Naturaleza y origen del alma).
bapt. – De baptismo (El bautismo).
beata u. – De beata uita (La vida feliz).
bono coniug. – De bono coniugali (El bien del matrimonio).
bono uid. – De bono uiduitatis (La bondad de la viudez).
c. Faust. – Contra Faustum manichaeum (Réplica a Fausto, el maniqueo).
c. Sec. – Contra Secundinum manichaeum (Respuesta al maniqueo Secundino).
cat. rud. – De catechizandis rudibus (La catequesis de los principiantes).
cath. fr. – Ad catholicos fratres (Carta a los católicos sobre la secta donatista – La
unidad de la Iglesia).
ciu. – De ciuitate Dei (La ciudad de Dios).
conf. – Confessionum (Confesiones).
cons. eu. – De consensu euagelistarum (Concordancia de los evangelistas).
corr. et gr. – De correptione et gratia (La corrección y la gracia).
Cresc. – Ad Creconium grammaticum partis Donati (Réplica al gramático Cresconio,
donatista).
d. an. – De duabus animabus contra manichaeos (Las dos almas).
diu. qu. – De diuersis quaestionibus octoginta tribus (Las 83 diversas cuestiones).
diu. qu. Simpl. – De diuersis quaestionibus ad Simplicianum (Cuestiones diversas a
Simpliciano).
doctr. chr. – De doctrina christiana (La doctrina cristiana).
donat. p. coll. – Ad donatistas post collationem (Mensaje a los donatistas).
duab. an. – De duabus animabus (Las dos almas).
duas ep. pel. – Contra duas epistolas pelagiani (Réplica a las dos cartas de los
pelagianos).
Dulc. qu. praef. – Respuesta a las ocho pregunta de Dulcidio.
en. Ps. – Enarraciones in psalmos (Comentarios a los salmos).
ench. – Enchiridion (Manual de fe, esperanza y caridad).
ep. – Epistula (Carta).
ep. fund. – Contra epistulam Manichei quam uocam fundamenti (Réplica a la carta de
Manés, llamada «del Fundamento»).
ep. gal.- Epistulae ad Galatas expositio (Exposición de la Carta a los Gálatas).
ep. Io. – In epistulam Ioannis ad partos (Tratados sobre la Primera Carta de san Juan).
ep. Rm. inch. - Epistulae ad romanos inchoata expositio (Exposición incoada de la Carta
a los Romanos).
exc. urb. – De Urbis excidio (La devastación de Roma).
Exp. prop. Rm. – Expositio quaerandam propositionum ex epistula ad Romanos
(Exposición de algunos textos de la Carta a los Romanos).
fid. et op. – De fide et operibus (La fe y las obras).
fid. et. symb. – De fide et symbolo apostolorum (La fe y el símbolo de los apóstoles).
fid. rer. – De fide rerum quae non videtur (La fe en lo que no vemos).
Gen. litt. – De genesi ad litteram (Comentario literal al Génesis).
Gen. litt. imp. - De genesi ad litteram opus imperfectum - Comentario literal al Génesis
(incompleto).
Gen. man.- De genesi contra manichaeos (Comentario al Génesis en réplica a los
maniqueos).
gest. Pel. – De gestis Pelagii (Actas del proceso contra Pelagio).
gr. et lib. arb. – De gratia et libero arbitrio (La gracia y el libre albedrío).
grat. Chr. – De gratia Christi et de peccato originali (La gracia de Cristo y el pecado
original).
Hept. – Quaestiones in Heptateuchum (Cuestiones sobre el Heptateuco).
imm. an.- De immortalitate animae (La inmortalidad del alma).
Io. eu. tr. – In Ioannis euangelim tractatus (Tratados sobre el Evangelio de san Juan).
Iul. – Contra Iulianum (Réplica a Juliano).
Iul. o. imp. – Contra Iulianum opus imperfectum (Réplica a Juliano - obra inacabada).
lib. arb. – De libero arbitrio (El libre albedrío).
mag. – De magistro (El maestro).
Max. – Contra Maximum haereticorum (Debate con Maximino, obispo arriano).
mend. – Contra mendatium (Contra la mentira).
mor. Eccl. – De moribus Ecclesiae catholicae (Las costumbres de la Iglesia católica y las
de los maniqueos).
mus. – De musica (La música).
nat. b. – De natura boni (La naturaleza del bien).
nat. et gr. – De natura et gratia (La naturaleza y la gracia).
nupt. et conc. – De nuptiis et concupiscentia (El matrimonio y la concupiscencia).
op. mon. – De opere monachorum (El trabajo de los monjes).
ord. – De ordine (El orden).
pecc. mer. – De peccatorum meritis et remissione (Consecuencias y perdón de los
pecados, y el bautismo de los niños)
perseu. – De dono perseuerantiae (El don de la perseverancia).
praed. sanct. – De praedestinatione sanctorum (La predestinación de los santos).
ps. Donat. – Psalmus contra partem Donati (Salmo contra la secta de Donato).
qu. an.- De quantitate animae (La dimensión del alma).
qu. Hept.- Quaestiones in Heptateuchum (Cuestiones sobre el Heptateuco).
reg.- Regula ad seruos Dei (Regla a los siervos de Dios).
retract. – Retractationum (Las Retractaciones).
s. – Sermo (Sermón).
s. dom. m.- De sermone Domini in monte (El sermón de la montaña).
sol. – Soliloquiorum (Soliloquios).
sp. et litt. – De spiritu et littera (El espíritu y la letra).
spec. – Speculum (Espejo de la Sagrada Escritura).
symb. – De symbolo ad catechumenos (Sermón a los catecúmenos sobre el Símbolo de
los apóstoles).
tr. – De Trinitate (La Trinidad).
uera rel. – De uera religione (La verdadera religión).
uirg. – De sancta uirginitate (La santa virginidad).
uita – Vita Augustini a Possidio scripta (Vida de San Agustín, escrita por San Posidio).
un. bapt.- De unico baptismo contra Petilianum (El único bautismo - Réplica a
Petiliano).
util. cred.- De utilitate credendi (La utilidad de la fe).
NORMAS DE PUBLICACIÓN

La Dirección de ETIAM comunica a los colaboradores las normas que han de


guiar la elaboración de los artículos en esta publicación.
5. Los autores interesados en publicar artículos enviarán sus trabajos a:
Biblioteca Agustiniana – Av. Nazca 3909 – C1419DFC Buenos Aires – R.
Argentina. También podrán ser enviados a la siguiente dirección de correo
electrónico: etiam@sanagustin.org, en formato electrónico Word. Se adjuntará
la biografía académica del autor.
6. El contenido de los trabajos ha de ubicarse en el área de las Ciencias
Humanas, principalmente pensamiento de san Agustín y de los Padres de la
Iglesia, teología, filosofía, exégesis, educación, espiritualidad, historia y
literatura.
7. Las citas bibliográficas han de atenerse a las siguiente normas:
d) Documentales:
- Las obras de san Agustín irán en el texto del artículo entre paréntesis,
del modo como se indica en el apartado Abreviaturas de las obras de
san Agustín de esta misma revista. Ej: “Nos hiciste, Señor, para ti, y
nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti» (conf. 1, 1, 1).
- Las obras de los Padres y Doctores de la Iglesia irán también entre
paréntesis en el texto del artículo. La cita puede ir completa, p. ej.: (De
Trinitate 9), si se refiere la obra en cuestión (en este caso de san Hilario
de Poitiers) y el nombre del autor se encuentra en el texto; o abreviada,
p. ej.: (STh I, q. 19, a. 9 ad 3), si se refiere la Summa Theologiae de
santo Tomás de Aquino. En favor de claridad para el lector, la
referencia completa puede ir en la bibliografía al final del artículo, tal
como se indica en el apartado c) de esta nota.
- Las citas archivísticas irán a pie de página en abreviatura. Ejs.: AGN,
Sala VII, Leg. 291, pieza 4540, foja 1, San Miguel de Tucumán, 9 de
octubre de 1614; AAS 98 (2006) 217-252. La referencia completa irá en
la bibliografía al final del artículo: AGN - Archivo General de la Nación;
AAS – Acta Apostolicae Sedis.
e) Bibliográficas: se insertarán en el texto, entre paréntesis y siguiendo el modelo
anglosajón (apellido del autor, año de edición de la obra y página). Ej.:
(Ratzinger, 1991:394). Si el nombre y el apellido del autor hubiesen sido
mencionados sin que medie la cita de otro autor, sólo se consignará entre
paréntesis el año y el número de página (1991:399).
f) La referencia completa de la bibliografía citada irá al final del artículo,
ordenada alfabéticamente, según los siguientes ejemplos:
- Libros: CÁCERES, A. M. (2005). Una ética para la globalización. Buenos
Aires. Religión y Cultura.
- Artículos de revistas: LANGA, P. (1999). “Hacia el rostro de Dios en clave
ecuménica”: Religión y Cultura, 208, 123-145.
- Artículos de compilaciones: GARCÍA-BARÓ, M. (2006). “San Agustín y la
actualidad de la filosofía de la religión”: JIMÉNEZ, J. D. (COORD.), San
Agustín, un hombre para hoy. Buenos Aires. Religión y Cultura, tomo II,
pp. 39-63.
8. El autor de cada artículo publicado recibirá de forma gratuita 2 ejemplares de
la revista.
9. Los originales publicados en ETIAM son propiedad de la revista, siendo
necesario citar la procedencia en caso de su reproducción parcial o total.

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