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Buenos Aires
2014
ETIAM. Revista Agustiniana de Pensamiento: Volumen VIII, Números 8/9, Años
2013/2014 - Coordinado por José Demetrio Jiménez, OSA. 1ª ed. - Buenos Aires:
Orden de San Agustín – Religión y Cultura, 2014.
ISSN 1851-2682
1. Religión. I. Jiménez, José Demetrio, coord.
CDD 230
DIRECTOR
José Demetrio Jiménez, OSA
CONSEJO DE REDACCIÓN
Alberto Bochatey, OSA; José Guillermo Medina, OSA;
Emiliano Sánchez, OSA; Santiago Alcalde, OSA; Julio Daniel Ríos, OSA;
Gerardo García Helder; Luis Nos Muro, CM (†)
SECRETARIO
Pablo Daniel Guzmán
EDITORIAL
ESTUDIOS
TEMAS DE ACTUALIDAD
TEXTOS Y GLOSAS
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
FERNÁNDEZ LUCIO, J. M., 365 días con Agustín de Hipona (Jesús Domínguez Sanabria)
PACIONI, V. (OSA), Agustín de Hipona, Perspectiva histórica y actualidad de una filosofía
(Julián Barenstein)
YOUNG, F. M., From Nicea to Calcedon. A guide to the Literature and its Background
(Julián Barenstein)
Filosofía y antropología
Biblia y cristología
Eclesiología y pastoral
SCHÖNBORN, CH., La escuela de vida de Jesús. Estímulos para ser sus discípulos (De la
Introducción, escrita por Hubert Philipp Weber)
KUHN, F., La Iglesia: servidora del proyecto de Jesús. Repensar la eclesiología hoy (De la
nota editorial)
PRIMER CONGRESO DE PASTORAL URBANA - REGIÓN BUENOS AIRES, Dios en la ciudad (De la
nota de Prensa y Comunicación - Editorial San Pablo)
RUIZ ARENAS, O., América Latina. Desafíos y esperanzas (José Demetrio Jiménez, OSA)
PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA, Reflexiones sobre la Nueva Evangelización en
América Latina. Desafíos y prioridades (José Demetrio Jiménez, OSA)
FERNÁNDEZ, V. M., El programa del Papa Francisco. ¿Adónde nos quiere llevar? Una
conversación con Paolo Rodari (José Demetrio Jiménez, OSA)
Libros recibidos
Revistas de intercambio
NORMAS DE PUBLICACIÓN
EDITORIAL
Durante el Convenio de los nuevos obispos, que tuvo lugar en Roma del
9 al 18 de septiembre de 2014, el denominado Círculo Latinoamericano fue
acompañado durante una de las sesiones por el Dr. Guzmán Carraquiry,
uruguayo, casado, padre de 4 hijos, abuelo de 8 nietos, Secretario de la
Comisión para América Latina (CAL). Su conferencia llevaba este título:
«Nuevas exigencias y responsabilidades para la Iglesia de América Latina».
Redacto a mi modo y resumo como recuerdo algunos de los aspectos que
consideró:
1° El nombramiento del Card. Jorge M. Bergoglio como Papa trae consigo
exigencias y responsabilidades para la Iglesia latinoamericana. En América
Latina se decide en parte el futuro de la Iglesia: en ella viven el 40% de los
católicos y hay 60 millones de hispanoparlantes en los Estados Unidos,
muchos de ellos miembros de la Iglesia Católica.
2° América Latina ha sido denominada el «Extremo Occidente mestizo», porque
en ella se da la novedad de la propuesta cristiana no sólo como reflejo de la
Primera Evangelización, sino como fuente de un modo peculiar de ser
cristiano. Francisco pertenece a este mundo latinoamericano. ¿Qué estará
obrando el Espíritu en la Iglesia a través de él?
3° Nos corresponde aplicar creativamente su propuesta de la Evangelii
Gaudium, programa para toda la Iglesia. La experiencia de Aparecida (2007) y
nuestra condición de latinoamericanos nos hace más cercana y familiar la
propuesta. Pero esto no es un mérito del que vanagloriarse, sino una
responsabilidad que asumir.
4° Es necesario promover un salto de calidad en la fe de nuestro pueblo y en
la conversión de sus pastores, que pasa por la renovación del encuentro con
Jesús. Tal como el Papa Francisco propuso a los obispos italianos (19 de mayo
de 2014), necesitamos preguntarnos todos: ¿Quién es para mí Jesucristo?
¿Cómo ha abarcado él mi historia? ¿Qué dice él de mí? Como ha repetido
frecuentemente el mismo Papa, no se comienza a ser cristiano por una opción
ética, intelectual o sociológica, sino por un encuentro con Jesús.
5° Somos pecadores mendicantes de la gracia de Dios. Por eso nuestra Iglesia
ha de crecer en caridad, misericordia, humildad. La reforma tiene que ver con
la conversión, que ha de ser también de los pastores. «Por ustedes comienza la
denominada conversión pastoral».
6° Hemos de pasar de una Iglesia conservadora a una Iglesia misionera: no
hay nada que guardar ni conservar, está todo para ser entregado, saliendo
constantemente al encuentro de quienes necesitan escuchar la Palabra para
encontrarse con Jesús.
7° No se puede partir a la misión desde los «no», sino desde los «sí»: sí a la vida
del pueblo, sí a la memoria profética, sí al sentido de pertenencia, sí al
llamado universal a la salvación, sí a la cercanía del Evangelio.
8° ¿Quiénes son los sujetos privilegiados de la misión? Los pobres, «segunda
Eucaristía de Cristo»; la familia, identidad frente a la disolución de la persona
y el individualismo; los jóvenes, respecto de quienes es necesario repensar y
reformular la pastoral, cifrada en la cercanía, la generación de espacios de
creatividad, el ensayo de caminos de responsabilidad; las mujeres,
generadoras de vida y custodias de la tradición, respecto de quienes han de
ser superados tantos prejuicios antiguos y modernos.
9° Como Iglesia latinoamericana nos corresponde dar desde nuestra pobreza,
ofrecer al mundo nuestras peculiares experiencias de pueblo de fe, que integra
la diversidad y responde creativamente a los conflictos.
10° Hemos de evitar el riesgo de refugiarnos en «minorías creativas», para lo
cual nos corresponde realizar la propuesta de la «caridad política», que se
fundamenta en la contemplación, la misión y la solidaridad, escuela de
encuentro y de fraternidad.
11° Los desafíos a veces vienen acompañados de desencantos. Por ello, no nos
dejemos encerrar en nuestros «otoños locales» cuando la Iglesia está en una
«nueva primavera». No nos encerremos en círculos eclesiásticos. No esperemos
en las instalaciones parroquiales a que la gente venga a nuestras reuniones:
no van a venir. ¡Salgamos a comunicar!
DISCERNIR DESDE LA FE
la fe. Por eso quienes no participan del tenor social, cultural, ético, lingüístico y
afectivo que las hizo surgir no descubren en ellas la fe de la que son o fueron
transmisoras. También por eso pueden darse errores en su interpretación y en la
apreciación de su verdad.
2 Cf. SAN AMBROSIO, De Sacramentis, IV, 6, 28: PL 16, 464: «Tengo que recibirle
siempre, para que siempre perdone mis pecados. Si peco continuamente, he de tener
siempre un remedio»; ibíd., IV, 5, 24: PL 16, 463: «El que comió el maná murió; el que
coma de este cuerpo obtendrá el perdón de sus pecados»; SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, In
Joh. Evang. IV, 2: PG 73, 584-585: «Me he examinado y me he reconocido indigno. A
los que así hablan les digo: ¿y cuándo seréis dignos? ¿Cuándo os presentaréis
entonces ante Cristo? Y si vuestros pecados os impiden acercaros y si nunca vais a
dejar de caer –¿quién conoce sus delitos?, dice el salmo–, ¿os quedaréis sin participar
de la santificación que vivifica para la eternidad?».
En la Iglesia uno decide estar porque ha sido llamado, convocado
(ἔκκλητος – ékkletos). Y la pregunta de algunos que estamos es si no habrá
más llamados y convocados que no están, por qué no están y qué tengo yo que
ver en ello. Y cuáles han de ser las vías de ejercicio de la misericordia y del
amor de mi parte para que no sean ni se sientan excluidos. La Iglesia es una
comunidad que nos invita a vivir y aprender juntos. Esto supone aceptar,
además de limitaciones y precariedades, que las opiniones de algunos no son
necesariamente el punto de vista de todos. Y que estos puntos de vista han de
ser considerados. No nos hemos elegido unos a otros, sino que nos hemos
encontrado por providencia. Y esto quiere decir que no podemos buscar
unilateralmente imponer un punto de vista, aunque haya sido reiterado y
pueda haber permanecido durante años. La experiencia es un grado, no un
lastre.; promueve la esperanza, no la anula.
Todo esto nos concierne, y puede hacerlo de modo creativo, edificante,
constructivo. La fe del peregrino es un camino a transitar. Trayecto en el que
también hay lugar para el reposo, para hacer noche, pero no para instalarse,
porque hay que continuar caminando por las noches y los días de la vida y del
espíritu, abiertos a la novedad del Evangelio, que nos sorprende
constantemente y que supone la autocrítica de quienes lo proponen como lo
que es, Buena Noticia, no mala; Buena Nueva, no «mala vieja».
Los peligros del camino de la vida ya no son denominados «demonio,
mundo y carne», pero ahí están, tal vez en metamorfosis: el individualismo
psicologista (me interesa casi exclusivamente la realización de lo que deseo
conseguir), la acomodación a ciertos estándares de vida (incluso heroicos, pero
que saturan el «ego» y tiranizan la existencia), el esperar que se me dé lo que
me corresponde entregar, esa vida que sólo se me concederá si dono la mía, si
me doy por entero, si entrego «ser» y no solamente cosas.
La tentación de cada uno a reducir el mundo a su universo personal es
grande. Pero la realidad es más rica que la imaginación. «Lo propio de lo real
es que uno no se lo imagina», escribió Lacan (2006: 90). Por eso no hay que
temer confesar cierta perplejidad intelectual, reconocer una ignorancia,
aceptar un error, pedir perdón por los pecados. La relación con la verdad
comporta aceptar que la realidad no cabe en mi cabeza y que es ésta la que ha
de abrirse a la realidad. Esto no es bajar el nivel de exigencia ni aceptarlo
todo. Es reconocer que ninguno de nosotros es norma de la verdad. Si pido a
los demás que consideren la posibilidad de estar equivocados cuando
razonablemente discrepo, esa misma exigencia he de proponérmela como
punto de partida a mí mismo. No es quien más grita quien tiene más razón,
sino quien logra mostrar las razones de su propuesta. No vence la
intimidación, sino la argumentación.
Pensar y creer tienen que ver con la vida. No gana la espectacularidad,
sino la autenticidad de una palabra viva que une lo diferente y libera de las
servidumbres. Es entonces cuando el mundo y los demás ya no resultan
extraños. Busquemos juntos la verdad, decía san Agustín, porque ninguno de
nosotros es su dueño (cf. en. Ps. 103, 2, 11). Hay mucho todavía por explorar.
Buscar el Reino de Dios y su justicia, lo demás vendrá, se nos dará (cf. Mt 6,
33).
CONCLUYENDO
«¡Renuncien al placer de rebajar lo grande!
¡No hablen de su felicidad!
¡No planten el cedro en sus recipientes de arcilla!
¡No tomen al Espíritu por siervo!
¡No intenten detener los corceles del sol
y dejen que las estrellas prosigan su camino!»
(Hölderlin, 1992: 34).
Resumen.-
Una vez más nos apoyamos en Plotino para poder avanzar en la propuesta que
encierra el título de la conferencia. Escribía Plotino en el año lectivo 259-260: «Platón
sabe, por tanto, que el Intelecto procede del Bien y que el Alma procede del Intelecto.
Tampoco estas doctrinas son nuevas ni de hoy, sino que han sido enunciadas desde
hace mucho tiempo implícitamente, y nuestras explicaciones actuales son las intérpretes
(exegetás) de aquéllas, las que están garantizadas de que son enseñanzas antiguas por
los testimonios escritos del mismo Platón. Pues bien, antes que él también Parménides
percibió una enseñanza semejante cuando unía lo que es y el intelecto y sostenia que el
ser no está en lo sensible, al decir “pues son lo mismo pensar y ser”...Pero al
denominarle “uno” en sus libros incurría en el reproche de que ese uno se descubría
siendo múltiple. El Parménides de Platón distingue más exactamente entre sí el primer
Uno, llamándole el Uno propiamente dicho, el segundo, llamándole uno-múltiple, y el
tercero, uno y múltiple. De este modo está igualmente de acuerdo con las tres
naturalezas...En conclusión, aquellos de los antiguos (arkhaíon) que tuvieron las
posiciones más próximas a los seguidores de Pitágoras y a sus sucesores y a los de
Ferécides se mantuvieron firmes en esta naturaleza; pero algunos de ellos elaboraron
totalmente la noción en sus escritos, otros no en escritos, sino en las reuniones de
escuela o la dejaron totalmente a un lado» (Enéada V, 1 [10], 8, 9-17; 22-26 y 9, 27-32;
cf. García Bazán, 1997b: 55/74, esp. 59 ss) .
también Platón dice: “la que no es otra en otro”, pero cómo sea esto, nos lo ha dejado
investigar y descubrir a nosotros, si verdaderamente, entonces, decimos que somos
dignos de su nombre, será justamente lo mejor tomar de él el punto de partida»
(Enéada V, 8 [31], 4, 51-55).
4 En este punto p. 116, n. 13, que estamos siguiendo en esta primera parte.
5 Entendido que Numenio no encara en particular el neopirronismo de
Enesidemo, el que sería propiamente escéptico en el sentido moderno, sino la
infidelidad total de la Nueva Academia desde Arcesilao, al haber introducido la
«suspensión del juicio».
comprometido en la polémica del Octavio escrito por el apologista cristiano
Minucio Félix (5, 2-8, 2; 13 y 14, 5-7; cf. Plutarco, De E apud Delphos 387F; cf.
Bastianini y Sedley, 1995: 248).
- De este modo el llamado «platonismo medio» quedaría justificado en su
denominación propia al definirse por la aproximación sistemática que algunos
autores platónicos han hecho a la doctrina encerrada en los textos que
componen la obra de Platón y el uso simultáneo de interpretaciones anteriores
y contemporáneas dispersas para explicarlos.
- De acuerdo con los criterios precedentemente esbozados y los testimonios
que los sustentan, debe afirmarse que la Nueva Academia no se ha extinguido,
puesto que hay autores como los citados, e incluso otros posteriores, como
Proclo, que tienen en cuenta su propia doctrina como una forma de la filosofía
platónica que distingue los problemas e investiga de acuerdo con esto (una
filosofía aporética y zetética), y que por este motivo no objeta los dógmata, sino
que se ubica en un plano anterior y se somete con rigor al examen profundo
de las cuestiones (sképtomai) y consecuentemente a la suspensión del juicio
(epokhé) ante el asentimiento (sygkathátesis) y captación intelectual de los
datos perceptivos afirmada por parte de los estoicos (cf. Opsomer, 1998: 265-
269)6. El material resumido contiene precisiones convenientes, así como
concita a rastrear otras posiciones. Pero si nos ajustamos a la información que
proporciona Plotino y queremos indagar sobre ella, lo primero que se advierte
es que el platonismo al que se está refiriendo es diferente al cuestionado,
porque no se hace hincapié sobre la enseñanza de Sócrates, nombre
meramente usado por Plotino en ejemplos didácticos, pero sí sobre el
pitagorismo en el que éste es a veces incluido. En este sentido, sin embargo,
es apropiado señalar, que un autor que Plotino ha leído en sus cursos, que,
como hemos visto, ha tratado de hacer historia del «divorcio de los académicos
de Platón» y que se autoincluye sin reticencias en la corriente pitagorizante, es
al Parménides (cf. Steel, 1997: 67-92). De este modo la Academia Media encabezada
por Arcesilao, la Nueva instaurada por Carnéades e incluso la de Filón remontándose
a la Antigua y la ecléctica de Antíoco, quedarían liberadas del escepticismo radical que
transforma «la epoché de todas las cosas» en duda gnoseológica. Las obras de los
autores anteriormente citados son: Glucker, 1978; Donini, 1982; Tarrant, 1985; Levy,
1992. Es de lamentar que estos esfuerzos por la precisión no se hayan evaluado
convenientemente y que se sigan repitiendo formulaciones como las siguientes: «Una
interpretación medioplatónica del Timeo de Platón» (Brisson, 2005: 786); Zambon: «El
elemento que permite identificar al platonismo medio es esencialmente el intenso
trabajo de sistematización dogmática del pensamiento platónico, que se ha operado
por el camino de una seria confrontación no sólo entre las escuelas, sino también
entre las diferentes imágenes de Platón que circulaban en la época» (2002: 23-31, esp.
28). El platonismo imperial sigue de esta manera siendo un mosaico de corrientes, o
simplemente de categorías históricas validadas por la cronología y convencionales por
el contenido: una más definida, como el neoplatonismo, y otras dos indeterminadas,
como el platonismo medio, y otra subterránea, directamente, soslayada como el
gnosticismo y el hermetismo. En su posterior trabajo sobre Porfirio de Tiro (2012a:
1289-1468), confirma la misma postura, hasta llegar a escribir: «Porfirio es ante todo
un platónico. Él se ha formado en el platonismo tanto en la escuela de Longino como
en la de Plotino y es la mentalidad del platonismo la que informa la elaboración de
todo su pensamiento. También lo coloca plenamente en esta tradición su producción
literaria, como lo muestra el esquema de su Historia filosófica que culmina y concluye
con la exposición de la doctrina de Platón» (2012b: 1316).
Numenio de Apamea, el Pitagórico (floruit circ 160 de n. e.)7. Pero Numenio no
sólo difiere de Plotino en que su concepción de las hipóstasis es bastante
flexible, aunque acepte las tres realidades de origen socrático (cf. fr 24 [L 1];
García Bazán, 1991: 257), cultive la exégesis alegórica de Platón (cf. fr 23 [L
30]; García Bazán, 1991: 254) y una posición ante la Nueva Academia
duramente polémica (cf. frs 24, 25, 26, 27 y 28; García Bazán, 1991: 255ss),
mientras que Plotino simplemente la soslaya permaneciendo seguro en su
propia corriente de ideas, sino sobre todo, que Numenio afirma precisamente
la dualidad de principios contrapuestos e incluso condena la doctrina que
hace derivar del Uno (=Mónada-singularitas) la díada indefinida (duitas
indeterminata) (cf. fr 58 [Test. 30 L]; García Bazán, 1991: 293-294).
Resulta plausible admitir, entonces, que los platónicos extraños a la
Nueva Academia y que se vinculan a Pitágoras están divididos, y que entre los
no dualistas y con elementos afines a Plotino podemos congregar desde los
más próximos a los más alejados en el tiempo, desde su maestro inmediato,
Amonio Saccas8, hasta Espeusipo, el primer sucesor de Platón en la
Academia9, pasando por Moderato de Cádiz (cf. García Bazán, 1998b: 15-36),
Eudoro de Alejandría (cf. SIMPLICIO, In Phys 181,7 -191,17; cf. García Bazán,
2011d: 331-332), Nicómaco de Gerasa (cf. García Bazán, 1992: 53-83, esp. 75
y nn); 2011: 419-434) y algunos escritos de los neopitagóricos de la Magna
Grecia10. El lapso, empero, que va desde éstos últimos testimonios
mencionados (en torno al siglo II a. de n. e.) (cf. Thesleff, 1972: 59-102, esp. 73
y 83) hasta Espeusipo apenas se puede cubrir con exégesis sobre lo Uno y la
mónada11 y partes de la Epístola II, que es, sin embargo, de un autor
académico contemporáneo de Arcesilao (cf. Glucker, 1978: 33-47).
7 Numenio puede haber sido unos 15 ó 20 años mayor que Atico (floruit 176 n.
e.), influyó en éste literariamente igual que en su discípulo Harpocración. Es, por lo
tanto, posterior a los grandes gnósticos Basílides y Valentín y a los Oráculos Caldeos
(cf. García Bazán, 1991: 257). Según Porfirio Amelio había copiado la casi totalidad de
los escritos de Numenio y Plotino, su maestro, lo leía y comentaba en clase junto con
su «compañero» y «seguidor» Cronio, ambos «pitagóricos» (V.P. III, 44-45; XIV y XVII).
8 «Éste es el que buscaba (toûton ezétoun)» (PORFIRIO, Vida de Plotino III, 13, lo
que supone afinidad con el contenido e interpretación de una doctrina, y XIV, 14-16:
«Era original e independiente en sus reflexiones, aportando además en sus
explicaciones el espíritu de Amonio». La experiencia místico-contemplativa lo llevaba a
lo primero, y el acuerdo con la enseñanza de Amonio explica el Ammoníou phéron
noûn. Dice de modo equivalente Numenio refiriéndose a la escuela de Epicuro: «La
escuela epicúrea se asemeja a una república verdadera, que no está en lo más mínimo
agitada por sediciones, al tener un solo pensamiento y una intención única (koinón
héna noûn, mían gnóme echoúse)» (fr 24, García Bazán, 256) y ARNOBIO, Adv. Nat. II,
13: «Vosque ceteros, qui estis unius mentis et per easdem placitorum inceditis unitate».
Ver García Bazán, 1981: 15-16, en otro sentido.
9 Cf. nuestra tentativa de enlace en 1998a: 7-29, pero especialmente 2011:
434-473.
10 Se pueden facilitar los siguientes testimonios: Pseudo Arquitas, De princ. en
249 (438B), R. Henry, VII, 126-128. Cf. García Bazán, 2011d: 326-328. Ver asimismo
las reflexiones de Centrone, 2000: 137-168.
En II, 9 (33),10 al comienzo: «phíloi», como cofrades o que han participado de
12
una misma escuela. Ver Atico, fr 4,6 (É. des Places, 1977: 51).
cristianos históricamente visibles en Alejandría (gnósticos) (cf. García Bazán,
2003) y los terceros a los neoplatónicos propiamente dichos, siempre fértiles
en Egipto hasta su traspaso al Oriente (cf. Wallis, 1972; Hadot, 1978).
Lo descripto permitiría explicar algunas noticias esparcidas:
a) Que los gnósticos se hayan considerado miembros de la gran corriente
pitagórica, una expresión de ella, pero que la excede, puesto que Pitágoras,
previo trámite de pasaje por los magos, también procede de Set, del que ellos
son los trasmisores puros (cf. Las tres estelas de Set [NHC VII, 5]; cf. García
Bazán, 1997c: 239-251).
b) Al planteo de Tertuliano «¿Qué tienen en común Atenas y Jerusalén? ¿La
Academia y la Iglesia?» (De Praescriptione haereticorum VII, 9; cf. Beierwaltes,
1998: 7ss), antes que los protocatólicos por medio de la arcaica doctrina
judeocristiana de las syzygía transformada y afirmada como teología
tipológica, responden los gnósticos afirmativamente: tienen que ver ambas
entre sí, puesto que a la Iglesia se debe la inspiración primordial de la
Academia (cf. García Bazán, 1999a: cap. VI).
c) Plotino, sin embargo, apoyándose en el rígido prejuicio antignóstico que
esmalta reiteradamente su enseñanza, responderá al planteo sosteniendo que
se trata de corrientes ajenas y que hay que afirmar la sola línea de la tradición
helénica de acuerdo con la universalidad de la razón y la experiencia
intelectual, contemplativa y mística, asimismo única y universal13. Numenio
de Apamea, sin embargo, deja el testimonio de que quedaba abierta la
posibilidad de que se debe investigar universalmente antes de limitarse a
afirmar la universalidad de lo helénico, y que incluso prestando atención al
fenómeno desde la perspectiva «arqueológica» compartida por muchos otros, el
Oriente no era culturalmente desdeñable (cf. Momigliano, 1989: 95-115;
Finley, 1964: 167-184; Droge, 1979: 1-11) e incluso que: «Platón es un Moisés
que habla ático». Por ese motivo los gnósticos debían ser tomados en serio, así
como los Oráculos de los caldeos e incluso la sabiduría de otros pueblos que
hablan del Bien (frs 1a [9a L], 1c [32 L], 8 [17 L]; cf. García Bazán, 2003: 231,
232 y 241-242). Esto llevará también a los cristianos ortodoxos a valorizarlo
cuando se trate de ganar a Platón para la causa evangélica como prefiguración
de la filosofía cristiana, una vez que se vaya imponiendo la concepción de la
historia como historia de la salvación o «historia de la Iglesia» (EUSEBIO DE
CESAREA, Preparación evangélica XI, 8-11; cf. García Bazán, 1998: 325-344,
esp. 336-341).
d) Numenio será también muy importante e influyente para Porfirio, aunque
no el eje del legado filosófico que sostiene constituido por Plotino y con
antecedentes pitagóricos como el de Moderato de Cádiz; pero asimismo con
inspiraciones de la «filosofía caldaica», que ya habían sido tenidas en cuenta
por Numenio. Pueden compararse al respecto los fragmentos 17 y 12 de la
obra numeniana, respectivamente, con Oráculo Caldeo 7: «Pues el Padre ha
concluido todas las cosas y las ha entregado al Intelecto segundo, al que
vosotros llamáis primero, en la medida en que pertenecéis a la raza humana» y
y «palaioí» (cf. Enéada II, 9 [33], 6,6 y Enéada V, 8 [31], 5 al final). Obsérvese que el
primer representante de la Nueva Academia, Arcesilao, cuando se transfiere del Liceo
a la Academia que rige Polemón, remonta la prosapia de la epokhé a Parménides,
Heráclito, Demócrito, Anaxágoras y Empédocles.
el Oráculo 5: «... Pues lo Primero, Fuego trascendente, no encierra su potencia
en la materia por sus operaciones, sino a causa del Intelecto. Porque el
artesano del cosmos ígneo es un intelecto de Intelecto» (cf. García Bazán,
1991: 214-215).
LA FILOSOFÍA EN ALEJANDRÍA
El Contra los cristianos escrito por Porfirio en Sicilia en torno al 270 (cf.
Ramos Jurado, 2006; Zambon, 2012a: 1419-1447; Dorival, 2005: 807-842), se
presentó como un desafío para la cultura cristiana alejandrina, la obra no sólo
pretendió desacreditar las creencias cristianas, una labor que con anterioridad
había llevado a cabo el platónico Celso, sino asimismo su pretendida filosofía,
frente a la griega y las creencias religiosas de los gentiles, antiguas,
tradicionales y venerables. La defensa de Eusebio de Cesarea en la Historia de
la Iglesia a la que han precedido la Crónica publicada en el 314, y la referencia
en la Preparación evangélica y, además, la condena constantiniana de los
seguidores de Porfirio al decidirse que «los arrianos deberían ser llamados
porfirianos», así lo demuestran (cf. Sirinelli y Des Places, 1974: 28-34 y X, 9,
12ss). Es precisamente Eusebio en las noticias que proporciona sobre
Orígenes el que escribe: «19.1. Testigos también del éxito de Orígenes en estos
estudios son, de los mismos griegos, aquellos filósofos que florecieron en su
tiempo y en cuyas obras encontramos mencionado a este hombre muchas
veces, unas porque les dedican sus propias obras, y otras porque le someten el
fruto de sus propios trabajos, como su maestro, para que los juzgue. 2. Mas
¿qué necesidad hay de decir esto cuando el mismo Porfirio, nuestro
contemporáneo, establecido en Sicilia, ha compuesto unas obras contra
nosotros, intentando con ellas calumniar a las Sagradas Escrituras y
menciona a los que las han interpretado? No pudiendo en modo alguno cargar
la menor acusación a cuenta de nuestras doctrinas y falto de razones, se
vuelve contra los mismos intérpretes para injuriarlos y calumniarlos, y más
especialmente a Orígenes. 3. A éste dice que lo conoció en su primera
juventud y trata de calumniarlo. Sin embargo, lo que realmente hace es
recomendarlo, sin saberlo, bien diciendo la verdad allí donde no le era posible
decir otra cosa, bien mintiendo en lo que pensaba que pasaría inadvertido, y
entonces unas veces lo acusa de cristiano, y otras describe su entrega a los
saberes filosóficos. 4. Escucha, pues, lo que textualmente dice: “Algunos, en
su afán de hallar, no el abandono, sino una explicación de la perversidad de
las Escrituras judaicas, se han entregado a unas interpretaciones que son
incompatibles y están en desacuerdo con lo escrito, por lo que ofrecen, más
que una apología a favor de lo extraño, la aceptación y alabanza de lo propio.
Efectivamente, las cosas que en Moisés están dichas con claridad, ellos
alardean de que son enigmas y les dan un aire divino, como de oráculos llenos
de ocultos misterios, y después de hechizar con el humo de su orgullo la
facultad crítica del alma, llevan a cabo sus interpretaciones”. 5. Después, tras
algunas otras cosas, dice: “Pero este género de absurdo lo han recibido de
aquel varón a quien yo también traté siendo todavía muy joven, que tuvo
enorme reputación y que aún la tiene por los escritos que dejó, de Orígenes,
digo, cuya gloria se ha esparcido ampliamente entre los maestros de estas
doctrinas. 6. Efectivamente, habiendo sido oyente de Amonio, el cual en
nuestros tiempos ha sido el que más ha progresado en filosofía, llegó a
adquirir de su maestro un gran aprovechamiento para el dominio de las
ciencias (tèn tôn lógon empeirían), pero en lo que atañe a la recta orientación
de la vida emprendió un camino contrario al de Amonio. 7. Porque Amonio era
cristiano y sus padres lo educaron en las doctrinas cristianas, pero cuando
entró en contacto con el pensar y la filosofía, inmediatamente se convirtió a un
género de vida conforme a las leyes. Orígenes, en cambio, griego y educado en
las doctrinas griegas, vino a dar en la temeridad propia de los bárbaros.
Dándose a ellas se corrompió él y corrompió su dominio de las ciencias. En
cuanto a su vida, vivía como cristiano y en contra de las leyes. Por lo que
hace a sus opiniones acerca de las cosas y de la divinidad, pensaba como
griego e introducía lo griego en las fábulas extranjeras. 8. Ya que él vivía en
trato continúo con Platón y frecuentaba las obras de Numenio, de Cronio, de
Apolófanes, de Longino, de Moderato, de Nicómaco y de los autores más
conspicuos de los pitagóricos. También usaba los libros del estoico Queremón
y de Cornuto. Por ellos conoció él la interpretación alegórica de los misterios
de los griegos y la acomodó a las Escrituras judías». 9. Esto dice Porfirio en el
libro III de los que él escribió Contra los cristianos. Dice la verdad en lo que
atañe a la educación y a la múltiple sabiduría de Orígenes, pero miente
claramente (¿porqué no había de hacerlo el adversario de los cristianos?) al
afirmar que éste se convirtió de las doctrinas griegas, mientras que Amonio
había caído en un género de vida gentil desde una vida conforme a la religión»
(Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica VI, 19, 1-9; cf. Velasco Delgado,
1973: II, 379-382; Schroeder,1987: 493-526, esp.494-509 y 517-522).
Deben hacerse dos observaciones en relación con el fragmento de
Porfirio y su transmisión por parte de Eusebio.
La primera es que la enemistad de Porfirio con los cristianos es ante
todo del orden de la creencia y que sobre ella se apoya la crítica científica:
errores filológicos, incoherencias históricas y sobre todo, doctrinas nuevas y
sin arraigo cultural en el mundo grecoparlante. A la inversa las doctrinas
filosóficas que él profesa se distinguen por su antigüedad y reconocimiento
cultural. Esto lo ha ido mostrando Porfirio en sus sucesivos choques contra
los cristianos desde su juventud (Sobre la filosofía sacada de los Oráculos y
Sobre las imágenes de los dioses). El fondo filosófico que otorga esta autoridad
es básicamente la tradición pitagórica de un platonismo pitagorizante teórico
en el que se apoya Porfirio, como antes Plotino.
Entonces es muy interesante analizar brevemente los autores con los
que se tiene afinidad para una buena formación filosófica y sobre los que
también se ha formado Orígenes. En orden de conocimiento: «Ya que él vivía
en trato permanente con Platón y frecuentaba las obras de Numenio, de
Cronio, de Apolófanes, de Longino, de Moderato, de Nicómaco y de los autores
más conspicuos de los pitagóricos. También usaba los libros del estoico
Queremón y de Cornuto. Por ellos conoció la interpretación alegórica de los
misterios de los griegos y la acomodó a las Escrituras judías». Numenio, en
tanto que pitagórico, se distingue de Moderato de Gades y de Nicómaco de
Gerasa como un pitagórico dualista, que acepta «los tres dioses» que ordenan
gradualmente la realidad y que coloca a la Mónada sobre todo, rasgos de
pitagorismo compartido, pero que no admite que la díada o materia, provenga
de la Mónada. Ésta es una distinción fundamental que lo separa de los otros
pitagorizantes, pero de la que también depende su enfoque filosófico con fuerte
influencia de los Oráculos Caldeos cuyas instancias más altas lo han influido
así como la teología irania. Dice el fr. 52 del libro Sobre el Bien conservado por
Calcidio: «Pero que algunos pitagóricos que no han comprendido rectamente la
significación de esta teoría dicen también que esta díada indeterminada y sin
medida es producida por la Mónada única una vez que ella alejándose de su
naturaleza única cambia al estado de díada (pero sería incorrecto que la que
era Mónada, que existía, dejara de ser, y la díada, que no existía, viniera al
ser, y que la materia tomara forma de Dios y la díada, sin medida e
indeterminada, de la Mónada, opinión que no corresponde ni a gente
modestamente educada)». Los otros dos son procesionistas respecto del
sustrato receptor o materia y de los sucesivos niveles de la realidad y, en este
sentido, precursores de Plotino. En una palabra, de lo simple e idéntico
proviene lo compuesto y diferente y para que esto sea universalmente posible,
es necesario que de lo simple surja lo otro que él, pluralidad indeterminada
(díada indefinida), sobre la que impone su simplicidad (díadas diversas). Este
modo de reflexión propio de la aritmología generativa pitagórica, Numenio lo
considera absurdo y mete en su concepción del universo un elemento de
irracionalidad activa coeterno con el primer principio que define su filosofía
decididamente dualista (cf. García Bazán, 1991: 197-308). Cronio suele
aparecer con Numenio. Longino es el famoso filólogo, maestro del mismo
Porfirio y de gran predicamento en el ámbito filosófico. Apolófanes, acaso sea
el discípulo de Aristón («quien distinguía nueve partes en el alma», citado por
Tertuliano (De anima 14; cf. Festa, 1935: 36), Queremón y Anneo Cornuto, son
asimismo pensadores estoicos de inclinación religiosa, el primero, maestro de
Nerón, se ha ocupado del Egipto y las ciencias ocultas (cf. PORFIRIO, De
abstinencia IV, 194-195). El último líder de la alegoría en el campo religioso,
autor del Compendio de teología griega (cf. Cornuto, 2003).
Del mayor interés asimismo es la alusión a que haya sido discípulo de
Amonio. Ha dicho Eusebio: «6. Efectivamente, habiendo sido oyente de
Amonio, el cual en nuestros tiempos ha sido el que más ha progresado en
filosofía, llegó a adquirir de su maestro un gran aprovechamiento para el
dominio de de las ciencias… Amonio era cristiano y sus padres lo educaron en
las doctrinas cristianas, pero cuando entró en contacto con el pensar y la
filosofía, inmediatamente se convirtió a un género de vida conforme a las leyes.
Orígenes, en cambio, griego y educado en las doctrinas griegas, vino a dar en
la temeridad propia de los bárbaros».
Sobre Amonio como maestro de Plotino, también escribe Porfirio: «Su
amigo… se lo llevó a la clase de Amonio, con quien no había probado todavía;
Plotino entró, oyó y dijo a su compañero: “Éste es el hombre que yo buscaba”;
y que permaneciendo con Amonio ininterrumpidamente a partir de aquel día,
adquirió una formación filosófica tan desarrollada que concibió el afán de
experimentar la filosofía que se practica entre los persas y la que florece entre
los indios… Había permanecido once años completos en la escuela de
Amonio… Y una vez que Filipo se hubo adueñado del trono, Plotino marchó a
Roma a la edad de cuarenta años… Erenio, Orígenes y Plotino, habían
concluido un pacto de no revelar ninguna de las doctrinas de Amonio,
concretamente las que ellos mismos habían extraído mientras él dictaba sus
clases… Plotino se atenía al pacto; se reunía con algunos de los que acudían,
pero mantenía arcanas las doctrinas recibidas de Amonio». Lo expresado es de
interés para el cotejo de informaciones. El Orígenes de que aquí se habla
ahora, es el Neoplatónico, el segundo que rompió el pacto de silencio -después
de Erenio- y autor de un tratado Sobre los démones y otro Sobre que el Rey es
el único Hacedor.
Cuando Plotino ingresa en la escuela de Amonio tenía 27 años, a los 38
viaja al Oriente y con 40 se instala en Roma, si nació en el 203, está con
Amonio desde el año 230 al 241 y llega a Roma en el 243. Orígenes el cristiano
nace hacia el 185 en Alejandría es dieciocho años mayor que Plotino, éste es
alumno de Amonio entre los 27 y 38 años. Orígenes durante esa época estaría
entre los 45 y 56 años. Ambos han asistido a los cursos del mismo maestro.
Pero, una cuestión añeja, ¿pueden haber sido condiscípulos? La probabilidad
parece escasa pues en el año 203 cuando nace Plotino, Orígenes con dieciocho
años ha sido puesto por el Obispo Demetrio al frente de la institución que se
denominará la Escuela Catequética de Alejandría y durante los años 230-241,
Orígenes, es ya un maestro famoso y había comenzado unos años antes a ser
invitado en el Oriente a profesar y en esta época está dedicado a fondo a
comentar los libros del Antiguo Testamento y desde el 220 convencido por su
amigo y mecenas Ambrosio ha comenzado a escribir el Comentario al Evangelio
de Juan en oposición al Comentario del Evangelio de Juan del valentiniano
Heracleón, quien ha escrito la primera exégesis conocida del cuarto Evangelio.
La estancia de Orígenes con Amonio debe haber sido por los años 208 o
próximos, bastante anteriores a la redacción de sus obras claramente
filosóficas como Sobre los principios y el Contra Celso14.
Los autores leídos en la Escuela de Plotino tenían alguna semejanza con
los que habían intervenido en la formación intelectual de Orígenes de acuerdo
con el testimonio leído de Eusebio de Cesarea, siguiendo a Porfirio. Porque
escribe Porfirio más tardíamente por el 290 en Vita Plotini XIV: «En los escritos
de Plotino están latentemente entreveradas las doctrinas estoicas y las
peripatéticas, y también está condensada la Metafísica de Aristóteles… En
clase se le leían los Comentarios o de Severo, o de Cronio o de Numenio, o de
Gayo o de Ático, y, de entre los peripatéticos, los de Aspasio, Alejandro,
Adraste y de los que cayeran en sus manos. Pero no tomaba nada de ellos sin
más ni más, sino que era original e independiente en sus elucubraciones,
aportando además en sus disquisiciones el espíritu de Amonio». Sobre la
expresión “el espíritu de Amonio» algo se ha dicho más arriba. Los autores
citados, como aclara J. Igal, son del siglo II o comienzos del III. Severo, Gayo y
Ático son platónicos; Numenio y Cronio pitagóricos enfrentados, Alejandro de
Afrodisia, peripatético.
De entre todos estos autores los que vale la pena seleccionar por
pertenecer a una misma orientación son los adherentes al platonismo
pitagorizante que siguen una línea doctrinal que remonta a la Academia
Antigua a Espeusipo, el sobrino de Platón, que como él mira a los pitagóricos y
pitagoriza. Esta línea fuertemente tradicionalista no pasa desapercibida para el
enfoque judío, externo a lo que va ser posteriormente la ortodoxia judía, el
rabinismo consolidado progresivamente con la escuela de Yabné o Jamnia
desde el último cuarto del siglo I de nuestra era (cf. Stemberger, 2011;
Boyarin, 2004). De este modo Filón de Alejandría, asumiendo conceptos
pitagóricos sobre la aritmología y otros, se opone en más de una oportunidad
a Eudoro de Alejandría. Es claro lo que hemos dicho más arriba, Filón de
Alejandría contrapone a Eudoro de Alejandría o a un platonismo pitagorizante
afín a él, el culto de los terapeutas, «Al que es, que es superior al Bien, más
puro que lo Uno y más primordial que la Mónada» y en el mismo sentido
sostiene que: «Dios está en el orden de lo Uno y de la Mónada, pero mejor, la
15 Los pasajes citados han sido ya reunidos por Festugière, RHT IV, 20-21, en
relación con el mismo tema, aunque su interpretación difiere en varios detalles (cf.
García Bazán, 2011d: 312, n. 35).
iniciático que ésta había recibido de Nestorio y del progenitor. Se reúnen así
de nuevo en una misma persona las funciones teórica y práctica,
contemplativa y teúrgica, reactualizándose la línea de los filósofos íntegros o
hieráticos propugnada por Jámblico de Calcis. Efectivamente el elemento
teúrgico otorga al sistema de las hipóstasis, las tres plotinianas y sus
intermediarios, como lo ha desarrollado Jámblico (cf. García Bazán, 2000:
124-126), un dinamismo completo por el que las almas no sólo comprenden,
sino que asimismo siguen la voluntad de los dioses, uniéndose a ellos a través
de sucesivas potencias unificadoras. De este modo este neoplatonismo
pitagorizante ateniense seguidor de Jámblico, no sólo recupera en el ámbito
filosófico bajo otra luz, la efectividad práctica de la tradición mistérica, sino
que al mismo tiempo logrará resistir con relativo éxito al avance de la religión
cristiana.
Lo expresado se puede comprobar sintetizado en los fragmentos del
Comentario a la filosofía caldaica, conservados por M. Pselo, cuya tarea le
insumió a Proclo cinco años de su existencia. Se confirma de este modo como
tornando a Plotino (cf. Beierwaltes, 1991: 142-1999) teniendo en cuenta a
Jámblico, el alma se unifica paralelamente con el ejercicio sobre la unificación
del Intelecto. Pero «la flor del alma», no es «la flor del Intelecto», sino su
análoga, porque el alma es «sustancia una y múltiple, indivisible y divisible», la
presencia de Dios en el alma unificada es reflejo del Uno solo, unión divina
teúrgica, pero no toque de identidad como en Plotino (cf. Extractos del
Comentario de Proclo a la filosofía caldaica V, en García Bazán, 1991: 118-122;
Marino, Vita Procli XXVIII, 67-68, en Boissonade, 1814: 53-54). Se explica por
todo esto la influencia en bloque de Proclo y las enseñanzas de la Escuela de
Atenas en el Corpus dionysiacum, tanto en lo especulativo como en lo práctico,
facilitando el marco de jerarquías ontológicas y sagradas, pero en el cuadro de
la creación desde la nada y la historia, transformando, por lo tanto, el ex opere
operato teúrgico en sacramental, y esto tanto desde el punto de vista
pneumático e iniciático gnósticos, como litúrgicamente católico (cf. García
Bazán, 1993: 169-188; Trouillard, 1972: 171-189; Shaw, 1999: 573-599)16.
En Alejandría la Escuela neoplatónica, pese a serias dificultades y
desencuentros de naturaleza religiosa con el cristianismo local, pudo
continuar fiel a la misma orientación hierática, como se observa poco antes
(Hermias, Amonio de Hermias) y después del edicto de Justiniano de cierre de
la Academia de Atenas (circa 529 n. e.; cf. Cameron, 1971: 281-290).
Superados los excesos, la presión cristiana en Alejandría, empero, ha sido en
este caso beneficiosa tanto para la continuidad como para la prolongación sin
rupturas del neoplatonismo una vez que los escolarcas alejandrinos llegaron a
ser cristianos. El acuerdo de Amonio con el Patriarca de Alejandría Atanasio II
parece haber sido en este aspecto productivo (cf. Damascio, 351a 11-14, en
Focio, Biblioteca 242, 292)17 y las figuras de Asclepio y Olimpiodoro, como las
de Juan Filopono, por una parte, y Elías, David y Esteban (siglo VI y
XXVI-XLVIII.
17 «Amonio, cuya avidez por la ganancia era vergonzosa y que lo observaba todo
bajo el ángulo de la utilidad, estableció un acuerdo con el que entonces era el obispo
de la creencia común». Ante el comentario sarcástico de Damascio, estilo que le es
habitual, seguimos la interpretación equilibrada Wolska, 1962: 149. Ver asimismo
MacCoull, 1995: 47-60 (esp. 52 y n. 29); Blumenthal, 1996: 39-40 y 50.
comienzos del VII), centrales para la adaptación y proyección del
neoplatonismo tanto en Oriente como en Occidente hasta nuestros días (cf.
Blumenthal, 1996: 38-51; Benakis, 1982, 75-86 y 248-249; Tempelis, 1997a:
207-217; Tempelis, 1997b: 310-327; Tempelis, 1998; Westerink, 1980: 93-99)
y el crecimiento del neoplatonismo alejandrino asimismo hierático y sus
choques con el cristianismo hasta su extinción o emigración al Oriente la
actividad filosófica no cristiana se habrá reducido al mínimo, pero la filosofía
cristiana habrá tomado definitivamente la posta. ¿Cómo fue esto posible?
Los orígenes del cristianismo alejandrino son oscuros, al punto de que dada la
presencia masiva de datos heresiológicos en Alejandría se ha llegado a
sostener que en esta ciudad las formas heréticas de la religión cristiana fueron
anteriores a la ortodoxia (cf. Bauer, 1934), una afirmación que ha quedado sin
fundamento. Lo que es cierto es que una diversidad de corrientes cristianas ha
convivido en el Delta, especialmente judeocristianas, protoortodoxas,
encratitas y gnósticas18. Pero aquí enseñaron Basílides y Valentín y otro de
sus contemporáneos, Carpócrates. Sobre Basílides y Valentín afirma Clemente
Alejandrino: «Ciertamente, la enseñanza del Señor durante su venida,
comenzada bajo el imperio de Augusto [del 30 a.C. al 14 d.C. –Jesús nace
dentro del 7 al 5, viviendo todavía Herodes el Grande que muere en el 5 a.C.–]
y de Tiberio César [14 al 37 –Jesús muere el 7 de abril del 30–], se termina
hacia la mitad del período de Tiberio, y la de sus apóstoles, al menos hasta el
ministerio de Pablo, termina en tiempos de Nerón [54-68 –martirio de Pedro en
Roma en el 64 y por las mismas fechas Pablo-]; en cambio, los que inventaron
las herejías han surgido bajo los tiempos del emperador Adriano [117-138] y
se alargaron hasta la mitad de la época de Antonino el Viejo [138-161], como
Basílides –aunque se atribuya como su maestro a Glaucias el íntérprete de
Pedro, como ellos mismos se vanaglorian–. Del mismo modo también dicen
que Valentín, ha sido discípulo de Teodas, habiendo sido éste íntimo conocido
de Pablo» (Strom. VII, 106, 4; cf. Merino, 2005: VII, 542-545; Orbe, 1955: 61,
n. 183; 1972: 25-26). Más adelante amplia Clemente su información siguiendo
a Justino de Roma e Ireneo de Lyon, pero tratando de precisar un punto
sugestivo en relación con Basílides y las tradiciones de Matías: «Ahora bien,
entre las herejías hay algunas que son mencionadas por un nombre, como la
BIBLIOGRAFÍA
Resumen.-
En el presente escrito se intentará abordar el elemento característico de la
arquitectura religiosa bizantina desde diversas perspectivas de análisis, buscando una
comprensión integral del mismo. Se establecerá un recorrido histórico, considerando
algunas de las teorías más significativas en relación a su existencia y a su evolución
formal. Luego, analizaremos la organización compositiva del iconostasio clásico y su
interacción con el resto de la iconografía interior del templo ortodoxo. Se profundizará su
utilización litúrgica en el rito bizantino, además de su funcionamiento en un lugar y
período paradigmático como es Santa Sofía de Constantinopla entre los siglos IX y XI.
También, se intentará establecer relaciones comparativas con estructuras similares
occidentales tales como el jubé. Por último, consideraremos un acercamiento perceptivo
al iconostasio desde la proxemia, esto es, desde las relaciones corporales y espaciales
entabladas por el creyente en este espacio pautado por la presencia del iconostasio.
EVOLUCIÓN COMPOSITIVA
que designa al trinitario (Trimorfon) formado por Cristo Juez, flanqueado a derecha e
izquierda por la Theotokos y el Prodromo (Precursor), es decir, en palabras latinas, por
la Virgen María y san Juan Bautista, el Precursor; quienes interceden, de rodillas, en
el perdón de los pecados» (Réau, 1996: 1/2, 754).
«... que no se advierta nada desordenado o dispuesto de cualquier modo y
31
presbiterio] brilla con única luz las tres ventanas que se abren allí. Anunciando el
misterio de la Trinidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Manzi, 1987: 25-30).
Testamento-, que unidas al misterio de la eucaristía sirven de modelo para el
oficiante de la misa, se distribuyen en el resto del santuario tanto en la zona
media del ábside y paredes circundantes como en la cúpula o bóveda delante
al ábside donde se puede encontrar la hetimasia, es decir, un trono vacío
donde en la Parusía Cristo dictará el Juicio Final, siendo el recuerdo de su
primera venida los instrumentos de la Pasión que lo rodean; en los
pastophoria o parabemata, locales de los costados del altar, se hallan escenas
del Antiguo Testamento prototípicas del sacrificio que se corresponden
tipológicamente con el misterio eucarístico como Daniel entre los leones o los
tres jóvenes hebreos en la hoguera. En las pechinas, los evangelistas uniendo
este mundo inteligible con el sensible. En la nave, el mundo sensible, santos
de todo tipo dispuestos según su jerarquía: cerca de la entrada, monjes y
ascetas; luego, mártires; más allá, diáconos y obispos; en los grandes arcos
que sostienen las cúpulas, santos guerreros. En la nave, antes de que el fiel
abandone el interior, se encuentra el Juicio Final. En el nártex, las grandes
fiestas (cf. Diehl, 1925: 486-495).
Como se puede ver en la distribución iconográfica general donde se
busca manifestar la jerarquía celeste y terrestre -el pueblo raso no tenia un
lugar en cuanto a representación-, el iconostasio se transforma, en su
evolución, un lugar de síntesis dogmática y litúrgica. Punto de unión entre
estos dos mundos y en diálogo explícito con el Juicio Final de la entrada a la
nave, no deja dudas al plan salvífico.
Cabe aclarar que, en los siglos V y VI, la iconografía tenía como fin
tanto el celebrar el triunfo de la iglesia como el educar en la historia
evangélica, dejando atrás el simbolismo naïf, pero aún no desarrollaba reglas
rígidas o intención dogmática. Sin embargo, a partir del siglo IX con el triunfo
sobre la iconoclatia, la decoración toma su sentido litúrgico y la iglesia como
expresión del dogma lo manifiestó en la distribución iconográfica bien
ordenada. Desde este momento, toda fantasía iconográfica y/o pretensión
profana desapareció o se relegó a un lugar secundario pues el fin de la imagen
era tanto iniciar a los fieles a los misterios de la fe dados por el dogma como
traducir las palabras y ritos litúrgicos; la teología tomó su lugar al interior del
templo, reemplazando la historia (cf. cf. Diehl, 1925: 495-496).
LITURGIA
hablar de liturgias ortodoxas, las cuales fueron interactuando entre ellas y a lo largo
de la historia sufrieron modificaciones. Uno de los factores a considerar en esta
proliferación de liturgias es que en Oriente no había un libro litúrgico oficial como, por
ejemplo, en Occidente, el Misal o el Breviario.
35 Luego de la cuarta cruzada en 1204, el rito bizantino propiamente dicho, es
preparación ritual del pan y del vino o de la prothesis, la liturgia de la palabra o de los
catecúmenos y la liturgia eucarística o de los fieles.
Sin embargo, estas procesiones litúrgicas al interior del templo tendrían
un origen endogámico, es decir que el ámbito religioso buscaba con estas
prácticas emular la solemnidad imperial. Las iglesias de Constantinopla
formaban parte de un sistema de «estaciones» o «pasos procesionales» para la
celebración de las festividades determinadas por el calendario. En base a estos
ritos estacionales constantinopolitanos -también, habituales en ciudades como
Roma y Jerusalén- se han originado casi todos los agregados a la divina
liturgia desde Justiniano hasta la época posticonoclasta (cf. Taft, 1977: 8-30).
Un ejemplo paradigmático y muy conocido es la procesión denominada la
pequeña entrada, dentro de la liturgia de la palabra o de los catecúmenos,
cuyo origen es distintivo en el concepto estacional mismo reducido a una de
estas procesiones y será una de estas acciones litúrgicas que no quedará sin
significación. «Originariamente era la entrada del clero y el pueblo en una de
las iglesias de Constantinopla, aquella que servía de 'estación' para la
celebración de la festividad correspondiente. El patriarca salía de la iglesia de
Santa Sofía y, tras hacer un alto ante la columna de Constantino en el Foro,
entraba en la iglesia designada como estación» (Belting, 2004: 281). Cuando se
añaden al rito eucarístico de modo permanente estas costumbres que en
origen pertenecían únicamente a los ritos festivos o de tipo estacional de un
determinado tiempo y lugar, inevitablemente, pierden su conexión original con
la topografía religiosa que los había generado y, por ende, también su alcance
y significado original asumiendo una vida independiente de su pasado (cf.
Taft, 1977: 8-30). Esto es común en la historia litúrgica y, en especial en la
historia litúrgica estacional de ciudades como Roma, Jerusalén y
Constantinopla (cf. Taft, 1977: 8-30), sin embargo, sólo en esta última ciudad
estos «agregados» litúrgicos se orientaron para hacer foco exclusivamente
sobre uno de los elementos litúrgicos: el iconostasio.
La iglesia ortodoxa utiliza el iconostasio como una scaenae frons, es
decir, un elaborado decorado escenográfico para la dramatización litúrgica
(Figura 6). Este límite visual del santuario es el «punto focal del acontecer
litúrgico» (cf. Belting, 2004: 282), que se desarrolla delante y detrás de esta
pantalla de imágenes, y se vincula a partir de entradas y salidas del celebrante
y del diácono.
De hecho, la divina liturgia se estructura en torno a esta serie de
apariciones del celebrante desde atrás del iconostasio, de las cuales las más
importantes son los dos solemnes Introitus: la pequeña entrada y la gran
entrada. La pequeña entrada, en la liturgia de la palabra, es una procesión
con el evangelio que simboliza la venida de Cristo, mientras que la gran
entrada, en la liturgia de la eucaristía, es una procesión llevando al altar los
dones preparados durante el oficio de la prothesis prefigurando la venida de
Cristo en sacramento de las especies consagradas. Dichas entradas tienen su
clímax en otras dos apariciones: la primera, cuando el diacono con el
evangelio se dirige al ambón en procesión para la lectura; la segunda, la
procesión del celebrante para distribuir los dones consagrados. Sin embargo, a
pesar que la liturgia es de gran complejidad en lo ceremonial, no es esa su
esencia sino la plegaria, es decir que a cada expresión ritual -que siempre es
significativa- le corresponde una rogativa al Señor (cf. Taft, 1977: 8-30).
Además, nunca se debe perder de vista que el iconostasio con sus
imágenes es «un sustituto, una traducción de la realidad litúrgica, es decir, de
la presencia de Dios y los Santos» (Belting, 2004: 282). El estatuto de los
iconos toma su asidero teológico en el misterio de la encarnación (cf. Grabar,
1994: 144), pues: al ser la encarnación una de las misiones divinas que
manifiestan las propiedades de las personas hipostáticas (cf. Santa Sede,
1992: 66) -y Cristo por este acto no sólo reconcilia a la humanidad con Dios
sino también hace que participe de su naturaleza divina (Santa Sede, 1992:
107-108)- se le permite al hombre la posibilidad de volver a contemplar a Dios.
Por ello, las imágenes no son simple representación de supuestas apariencias
físicas al modo occidental sino que son signo de la naturaleza divina a la que
manifiestan. «Como dice Teodoro Studita, así como la impronta en el lacre está
comprendida en el sello con que se obtiene, y así como el objeto está en la
sombra que proyecta, igualmente cualquier icono de Cristo, de la Theotokos,
de un santo o de una santa, contiene en sí mismo una parcela de la energía o
de la gracia propia de esos personajes. La veneración que se le debe al icono
está justificada por la presencia en el de esa parcela de lo divino o de la
santidad, sin que eso nos haga olvidar, por otra parte, que ese culto se dirige
no al objeto material que constituye el icono, sino al ser divino o santo al que
debe su parte de inteligibilidad. Lo esencial en esta doctrina es [...] la noción
de la presencia en la figura de un elemento irracional que comparte con el
personaje que representa» (Grabar, 1994: 144-145).
circo en Constantinopla: Azules (Venetoi), Verdes (Prasinoi), Blancos (Leukoi) and Rojos
(Rousioi).
además de dos bolsas de oro -una grande a los pies del altar y una más
pequeña encima-; a posteriori, inciensaba el altar tres veces en forma de cruz.
Abandonaban el santuario por la puerta sur para ir al skeuophylakion -edificio
tesoro adyacente, ubicado en el sector norte, con funciones de sacristía-; allí,
el emperador, además de rezar con una vela en su mano e incensar los santos
vasos y reliquias, distribuiría entre los presentes aceite de nardo y piezas de
canela que se usarían para hacer el sagrado crisma en Semana Santa. Esta
ceremonia terminaba donde empezó con la bendición del patriarca (cf.
Majeska, 2004).
En cuanto al jubé39, según Dorothy W. Gillerman, su función era la de
separar a los laicos del espacio privilegiado de los clérigos (Figura 8). Esta
barrera reforzaba su sentido de identidad institucional, pues, no sólo les
generaba un espacio de escape congregacional del mundo sino que también
les daba una relación de exclusividad en lo tocante al ritual de la eucaristía.
Justamente, con respecto a la eucaristía, esta pantalla obstaculizaba desde lo
visual la participación del laico en este ritual y, además, desde lo iconográfico
mostraba una narrativa referida a las actividades litúrgicas llevadas a cabo
por los religiosos, señalando su posición de autoridad y poder (cf. Jung, 2000:
622-657). Por otra parte, Jacqueline E. Jung plantea que las funciones
litúrgicas del jubé estaban integradas e integraban a los laicos con el clero,
más allá de reforzar los roles distintivos de cada uno de ellos, ya que esta
barrera tenía un papel dual, paradojal que no sólo era el de funcionar como
espacio de transición sino también como espacio de pasaje, lo cual estaba
apoyado por la iconografía en cada lado (cf. Jung, 2000: 622-657).
Hasta aquí, se podría decir que el iconostasio comparte en rasgos
generales las mismas funciones que el jubé: dividir, transición, pasaje. Sin
embargo, los jubés cobijaban otras funciones de carácter secular que en
Oriente se desarrollaban en otros sitios: saludo a la congregación del nuevo
obispo electo o del rey recién coronado, impartir justicia tanto real como
eclesiástica, frente a esta estructura se enterraban donantes laicos o
religiosos, se colgaban escudos de armas o imágenes votivas y algo impensable
para Oriente como beber, dormir y hasta fornicar. Además, desde lo litúrgico,
en cuanto a los jubés: se realizaban las lecturas del Evangelio y la Epístola -
idea de lectorium-; la recitación de las horas canónicas; su estructura era
también utilizada para enmarcar el acto de visualizar la hostia consagrada
elevada por el sacerdote; los laicos podían entrar en ciertos rituales; servía
además de escenario para mostrar reliquias. Es decir, fueron más permeables
visual y físicamente que los iconostasios. También, los jubés tienen diferencias
desde lo estructural, puesto que no poseen una organización tan codificada y
rígida como el iconostasio y su altura en comparación es relativamente baja.
Por otra parte, la iconografía en los jubés en relación al espacio de los
laicos funcionaba como «... un modo visual análogo al lenguaje vernáculo y al
sermón con exempla» (cf. Jung, 2000: 622-657); «... la inserción de los exempla
en los sermones [fue realizada según Jacques de Vitry] “no sólo para la
CONCLUSIÓN
Se suele decir que un icono se escribe -no se pinta- y que se lee -no se
mira-, pues se lo define no como una pintura, sino como símbolo de un
espíritu que ha de promover en el alma del orante un acercamiento a Dios. Por
analogía, la organización en el iconostasio de estos iconos-textos implicaría
una lectura mayor y más compleja a modo de Suma teológica. Como todo texto
perteneciente a un determinado lenguaje, tiene sus reglas de lectura que, en
este caso, «acompañan» a las reglas de hechura o composición del mismo. Se
debe tener en cuenta que aunque en los primeros tiempos los íconos se fueron
sumando al iconostasio -así como los términos de un lenguaje se enriquecen
con la experiencia-, posteriormente se codificó fuertemente la ubicación en
registros por temáticas fijas, con una jerarquía y función distintiva. Por
ejemplo, en la primera fila se encuentran siempre los iconos más grandes y un
factor indicial -aquí y ahora- que dan a estos símbolos eternos un lazo firme
con este mundo, pues, aquí encontramos el icono que otorga la advocación al
templo -ícono de una festividad o un santo- e íconos de santos locales. Al
leerlos con estos datos, se conoce la especificidad de la iglesia que los alberga
y se puede deducir cuál es el santo más venerado en el lugar, ciudad o país
(Organización compositiva del iconostasio clásico).
Su lectura se ve complementada por una relación dialógica que realiza
el fiel con este espacio. En Bizancio, el programa iconográfico es rígido
motivado por la iconoclastia, donde no sólo la temática está anclada -icono
entendido como dogma y única exégesis permitida- sino también la ubicación
de la misma; hay una especie de topografía inmutable a respetar en la
colocación de las imágenes dentro de la iglesia (Ubicación de la iconografía en
el interior de una iglesia ortodoxa). El contemplador de un iconostasio debe
conocer estas reglas y, sobre todo, su historia (Evolución compositiva), antes de
intentar interpretarlo y atribuirle un significado a lo que está percibiendo.
Tampoco debemos dejar de lado que el iconostasio es inseparable de la liturgia
(Liturgia/Función. Jubé: ¿equivalente occidental?), así como también de la
arquitectura bizantina que le asigna a partir de ciertas formulas discursivas
un lugar dado. Sin embargo, una lectura de recomposición integral del
significado del iconostasio no puede dejar de lado las relaciones corporales y
espaciales entabladas por el creyente en este espacio pautado por la presencia
del iconostasio sino, al contrario, incluirlas para lograr el sentido total
(Proxemia: análisis de un iconostasio ortodoxo).
REFERENCIAS DE IMÁGENES
Figura 1.-
Templon de la Basílica de Santa Maria dell' Assunta en Torcello, Venecia.
(Fuente: http://moleskinearquitectonico.blogspot.com/2010/06/catedral-de-
torcello-venecia.html).
Figura 2.-
Esquema de la distribución iconográfica del iconostasio. (Fuente:
http://www.elarcadenoe.org/ortodoxia/ortodoxo13.htm).
Figura 3.-
Iconostasio de la Catedral de la Dormición en el Kremlin de Moscú. (Fuente:
community.webshots.com: 100886501FvDcYK_th.jpg).
Figura 4.-
La iglesia de San Vital de Ravenna.(Fuente:
http://artecom.blogspot.com.ar/2007/12/la-imagen-de-la-semana-pasada-fue-
san.html).
Figura 5.-
Universo como un tabernáculo según Topographia Christiana de Cosmas
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Pl. 82.10, ff. 95v-96r (facsimile). Él veía el mundo como un cubo sosteniendo
la bóveda del cielo. (Fuente:
http://brunelleschi.imss.fi.it/galileopalazzostrozzi/object/CosmasIndicopleuste
sTopographiaChristiana.html).
Figura 6.-
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Moscú. (Fuente: ISIDORO, A. M. (2011). Bizancio: CÉSPEDES Y OTROS, El diseño
de interiores en la historia. Buenos Aires, Universidad de Palermo - Cuaderno
del Centro de Estudios en Diseño y Comunicación 37 [Ensayos], 2011. pp. 9-
155. ISSN 1668-0227. http://www.scielo.org.ar/scielo.php?pid=S1853-
35232011000300003&script=sci_abstract).
Figura 7.-
Planta de Santa Sofía de Constantinopla. (Fuente: ISIDORO, A. M. (2011).
Bizancio: CÉSPEDES Y OTROS, El diseño de interiores en la historia. Buenos
Aires, Universidad de Palermo-Cuaderno del Centro de Estudios en Diseño y
Comunicación 37 [Ensayos], 2011. pp. 9-155. ISSN 1668-0227).
Figura 8.-
Jubé de la iglesia de Santa María de Gelnhausen, Alemania. c1240. (Fuente:
JUNG. J. E. (2000). «Beyond the Barrier: The Unifying Role of the Choir Screen
in Gothic Churches»: The Art Bulletin, Vol. 82, No. 4 (Dec.), 622-657).
Figura 9.-
Iglesia Ortodoxa Rusa de la Santísima Trinidad, Buenos Aires. (Fuente: Foto
del autor).
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UN ENCUENTRO «DOCTORAL»:
SAN AGUSTÍN Y SANTA HILDEGARDA DE BINGEN
Resumen.-
El 7 de octubre de 2013 el Santo Padre proclamó Doctores de la Iglesia a san
Juan de Ávila, cuya fiesta celebramos hoy, y a santa Hildegarda de Bingen –religiosa
benedictina del siglo XII–, la cuarta Doctora de la Iglesia, junto a santa Catalina de
Siena, santa Teresa de Ávila y santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz (Teresita
de Lisieux). A partir de ese momento se ha despertado un gran interés por la vastísima y
multifacética obra de la nueva Doctora, obra que, según palabras de Barbara Newman,
es un obra llevada a cabo como en un multimedio: texto, iluminaciones, música,
contribuyen a enriquecer y comunicar un contenido de suyo variado, profundo y que nos
habla de la gran actualidad de esta mujer de más de novecientos años. Vayamos, pues,
a su encuentro, en el que procuraremos mostrar otro encuentro, cual es el de san
Agustín con la abadesa de Bingen.
«Yo soy la voz del que clama en el desierto. Dijo que es “voz”. Tienes que
Juan es la voz. ¿Qué otra cosa es Cristo, sino la Palabra? La voz es
enviada primero, para que luego se comprenda la Palabra. [...] La voz es
Juan, la Palabra es Cristo. [...] ¿Qué es la voz? ¿Qué es la palabra?
¿Qué son? [...] La palabra, si no tiene significado, no puede decirse
“palabra”. Pero la voz, aunque sólo suene, y de manera irracional
resuene vocinglera –como el sonido de quien grita y no de quien habla–,
puede llamarse “voz”, pero no puede llamarse “palabra”. [...] Mucho
puede la palabra, incluso sin la voz, pero la voz es inútil sin la palabra.
Expongamos la razón y expliquemos lo propuesto, si podemos. He aquí
que quisiste decir algo: esto mismo que quieres decir ya fue concebido
en tu corazón, se encuentra en tu memoria, decidido y dispuesto por tu
voluntad, vivo en tu inteligencia. Y esto mismo que quieres decir no es
propio de lengua alguna. La realidad misma que quieres decir,
40 «Despojaos del hombre viejo con sus obras y revestíos del hombre nuevo, que
41«El sonido es la percusión o golpe ininterrumpido del aire hasta el oído» (De
musica 1, 3, 1173A).
decir que esa misteriosa Voz que es el Verbo divino, esa Palabra única de Dios
dice las múltiples voces, todas las palabras de la creación: las creaturas, que
son las sonoras voces de la Voz insonora, la armoniosa expresión de la Música
misma que resonaba en el Verbo antes que Sus notas y acordes fueran
escritos...
Finalmente y una vez más con la abadesa de Bingen, en la visión
primera de la tercera obra de la trilogía hildegardiana, esto es en El libro de las
obras divinas, leemos: «También soy la Racionalidad, que tiene en sí el Aliento
de la Palabra que resuena, por la que toda creatura fue hecha» (Liber
divinorum operum 1, 1, 2 – HBLDO, 1996: 48). Racionalidad que concibe,
Palabra que la expresa y Aliento de Vida, una clara alusión trinitaria en el
contexto de la actividad creadora «por la que toda creatura fue hecha». Pero el
Aliento no sólo da vida, sino que lo hace porque es en Él que la Palabra
creadora resuena, produciendo su efecto de causalidad eficiente y formal
ejemplar. ¿Cómo no ver aquí un claro anticipo de la doctrina de la
participación que tan inspiradamente formulará Santo Tomás de Aquino poco
después? ¿Y cómo no reconocer, en la obra sinfónica de Dios, la fontal Música
participada?
Y nuevamente en El libro de las obras divinas leemos:
«Yo, Quien soy sin principio pero de Quien procede todo cuanto lo tiene;
Yo, Quien soy el Anciano de días, digo: Yo soy por Mí mismo el Día que
jamás vino del sol, pero de Quien el sol mismo ha tomado su luz. Yo soy
también la Razón [el Logos, la Palabra] no proferida por otro, pero de
Quien recibe aliento toda racionalidad. Para contemplar Mi rostro hice
espejos en los que veo todas las maravillas de Mis tiempos pasados,
maravillas que jamás cesarán. Y dispuse esos mismos espejos en una
sinfonía de alabanzas, porque tengo voz como de trueno42, con la que
muevo todo el orbe de la tierra en las sonoridades vivientes de todas las
creaturas» (Liber divinorum operum 1, 4, 105) – HBLDO, 1996: 248).
BIBLIOGRAFÍA
episodio de la promulgación de las tablas de la Ley, es uno de los más claros ejemplos.
Pero también Job 37, 2-5, que presenta el trueno, la voz de Dios, obrando maravillas.
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Christopher P. Evans, Hugh Feiss, Beverly Mayne Kienzle, Carolyn A. Muessig,
Barbara Newman. Turnhout. Brepols, 594 pp. CCCM 226.
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Turnhout. Brepols. 292 pp. CCCM 90.
HS (1978). Hildegardis Scivias. Ed. Adelgundis Führkötter O.S.B. collab. Angela
Carlevaris O.S.B. Turnhout. Brepols. CCCM 43.
LA METÁFORA EN LA CONSTRUCCIÓN PEDAGÓGICA MACROBIANA:
SATURNALIA Y COMMENTARII IN SOMNIUM SCIPIONIS
Julieta Cardigni
UBA – CONICET
jcardigni@yahoo.es
Resumen.-
El presente trabajo estudia la presentación de las metáforas en los Commentarii
y Saturnalia de Macrobio (siglo V d. C.) considerando que se trata de un recurso
didáctico que garantiza la eficacia pedagógica, ayudando a construir las nociones de
conocimiento y auctoritas al mismo tiempo. Asimismo la distribución complementaria del
tipo de metáforas y símiles -aplicadas al sentido de la vista en los Commentarii y a los
restantes en Saturnalia- nos instruyen sobre una camino gradual en la adquisición del
saber, que va desde lo más concreto hasta lo más abstracto.
43 Para el uso de las metáforas en los textos filosóficos, cf. García Jurado,
considerada una suerte de extensión de la metáfora (un tropo), cf. Quintiliano, Inst. 8.
6. 44: «allegoria (…) fit plerumque continuatis traslationibus», transformando la
diferencia entre ambas categorías en cuantitativa. El símil, a su vez, era considerado
en la forma como una explicitación de la metáfora.
LAS METÁFORAS DE LA LUZ Y LA ILUMINACIÓN EN LOS COMMENTARII DE MACROBIO
«latet inquit omne verum. Hoc tamen anima cum ab officiis corporis somno
eius paululum libera est interdum aspicit, non numquam tendit aciem nec
tamen pervenit et cum aspicit tamen non libero et directo lumine videt sed
interiecto velamine quod nexus naturae caligantis obducit» (Macr., Comm.
in Somn. Sc. 1. 3. 18)52.
verdad está oculta, dice [Porfirio]. No obstante, el alma cuando se libera un poco de las
funciones corporales durante el sueño, a veces la contempla pero no la aprehende, y
cuando la contempla no puede verla, sin embargo, con una luz franca y directa, sino a
través de un velo interpuesto, que oculta y oscurece el entramado de la naturaleza».
53 En su exhaustivo estudio estructuralista sobre el campo semántico de «ver».
García Hernández (1976: 25) considera el verbo video como «archilexema» del campo
semántico de ver.
y la iluminación, en su función de comentarista: «hanc Platonicorum
persuasionem Porphyrius libris inseruit quibus Timaei obscuritatibus non nihil
lucis infudit» (Macr., Comm. in Somn. Sc., 2. 3. 15)54.
Así ambos exegetas, Platón de la verdad, y Porfirio de las palabras de
Platón, tienen como método la iluminación de la realidad -ya sea que esté
representada por la naturaleza o por los textos- para alcanzar de esta manera
la visión de la verdad.
muerte voluntaria, y que acabamos de relatar, nada quedará oscuro en las palabras
de Cicerón en las que prohíbe el suicidio».
Timeo: «cuius sensus si huic operi fuerit adpositus, plurimum nos ad verborum
Ciceronis, quae circa disciplinam musicae videntur obscura, intellectum iuvabit.»
(Macr. Comm. in Somn. Sc., 2. 2. 1)59. Más adelante, después de una larga
disquisición sobre las proporciones numéricas que rigen los intervalos
musicales, Macrobio afirma: «ad inluminandam ut aestimo obscuritatem
verborum Ciceronis de musica tractatus succinctus a nobis qua licuit brevitate
sufficiet» (Macr., Comm. in Somn. Sc., 2. 4. 10)60. Y casi inmediatamente después
agrega, para excusar su propia brevitas: «quia in re naturaliter obscura qui in
exponendo plura quam necesse est superfundit addit tenebras, non adimit
densitatem.» (Macr., Comm. in Somn. Sc., 2. 4. 12)61.
Por medio del uso de estas imágenes metafóricas, Macrobio sitúa su
figura a la altura de Platón, pero también se alinea como comentarista con
Porfirio, que ha iluminado las palabras de Platón de manera análoga a lo que
él mismo hace con el texto ciceroniano. Construye así una imagen de
naturaleza doble, la de comentarista- filósofo, recuperando la idea plotiniana
de que la filosofía es básicamente exégesis de las doctrinas antiguas (Plot., Enn.
5. 1)62, y convirtiendo al comentario, en tanto práctica exegética, en un texto
filosófico.
ayuda para entender las palabras de Cicerón, que acerca de la disciplina de la música
parecen oscuras.»
60 «Creo que esta discusión, abreviada cuanto nos ha sido posible, será
«sic Plato cum de [tagatho] loqui esset animatus, dicere quid sit non ausus
est, hoc solum de eo sciens quod sciri quale sit ab homine non possit,
solum vero ei simillimum de visibilibus solem repperit et per eius
similitudinem viam sermoni suo attollendi se ad non conprehendenda
patefecit» (Macr., Comm. in Somn. Sc. 1. 2. 15)65.
64 «La tierra, a su vez, cuando recibe la luz del sol, sólo clarea, no brilla; la
modo que ni siquiera a los adeptos la naturaleza de tales realidades se les ofrece
desnuda sino que, mientras que los hombres eminentes y sólo ellos tienen
conocimiento, por medio de la sabiduría, de la verdad arcana, los demás se contentan,
para venerarlos, con los símbolos que protegen el misterio de la vulgaridad».
67 «Observa pues la nube que ahora cuando miras, vela y debilita tu mirada
mortal, y te envuelve con húmeda neblina, la disiparé por completo». La cita es de Aen.
2. 604- 606, y forma parte de las palabras que Venus le dirige a Eneas antes de
Nuevamente el verbo aspicio, unido ahora a tueor que también manifiesta la
acción de «mirar fijamente», y con el que comparte la indeterminación espacial
de la mirada. La propuesta del Comentario es entonces la de apostar por el
verdadero saber, aquel que se logra por medio del estudio de la filosofía, a la
cual el comentario es -dada, por analogía, su naturaleza filosófica también-
introducción y guía.
Macrobio Séneca
mostrarle que los que verdaderamente están luchando en Troya son los dioses, pero
que los humanos no pueden verlos.
68 Remito al lector interesado a Granados Fernández (1986) en que la autora
«quod in corpore nostro videmus sine ulla opera nostra facere naturam.
Alimenta quae accipimus, quamdiu in sua qualitate perseverant et solida
innatant, male stomacho oneri sunt: at cum ex eo quod erant mutata
sunt, tum demum in vires et sanguinem transeunt. Idem in his quibus
aluntur ingenia praestemus, ut quaecumque hausimus non patiamur
mihi ad subsidium memoriae quasi quoddam litterarum penus recondebam, ut, quando
usus venisset aut rei aut verbi, cuius me repens forte oblivio tenuisset, et libri, ex quibus
ea sumpseram, non adessent, facile inde nobis inventu atque depromptu foret» (Gelio, N.
A., Praef. 2).
71 «Tal como en la primavera ejercitan las abejas su trabajo al Sol por los
campos floridos, cuando sacan los enjambres ya crecidos, o cuando labran la líquida
miel, o llenan sus celdillas con el dulce néctar».
72 «Pues debemos imitar a las abejas, que circulan y liban las flores; a
continuación organizan todo lo que han aportado y lo dividen por los panales, y
transforman un jugo variado en un solo sabor a partir de una cierta mezcla y
propiedad de su esencia».
integra esse, ne aliena sint, sed in quandam digeriem concoquantur:
alioquin in memoriam ire possunt, non in ingenium» (Macr., Sat., Praef.
6)73.
«Ex omnibus colligamus unde unum fiat ex omnibus, sicut unus numerus
fit ex singulis. Hoc faciat noster animus: omnia quibus est adiutus
abscondat, ipsum tamen ostendat quod effecit: ut qui odora pigmenta
conficiunt ante omnia curant ut nullius sint odoris propria quae
condientur, confusura videlicet omnium sucos odoraminum in
spiramentum unum» (Macr., Sat., Praef. 8)74.
73 «Podemos ver que la naturaleza hace lo mismo en nuestro cuerpo sin ningún
esfuerzo por nuestra parte: los alimentos que consumimos, siempre que mantengan
sus propiedades y floten sólidos, constituyen una pesada carga para el estómago;
ahora bien, cuando se modifican, entonces se acaban trasladando a las fuerzas y a la
sangre. Consigamos lo mismo con lo que alimenta el talento, no toleremos que se
mantenga íntegro todo lo que hemos consumido, para que no nos sea ajeno; que se
cueza en algo parecido a una digestión, de lo contrario, podrá alojarse en la memoria,
no en el ingenio».
74 «Reunamos todo para conseguir uno solo, como un solo número es la suma
de varios. Que nuestro intelecto realice esto: que oculte todo aquello con lo que se ha
nutrido, pero muestre lo que ha conseguido. Del mismo modo, quienes fabrican
perfumes procuran por encima de todo que lo que aderezan no sea característico de
ninguna esencia; esto es, confundirán las notas de todas las esencias en un solo
aroma».
exemplari traxit formam suam inpressit, ut in unitatem illa conpetant»
(Sén., Ep. 84. 8)75.
se percibe una. Una es aguda por allí, otra grave, alguna media; a los hombres se
suman las mujeres, se intercala la flauta: así se oculta cada voz, aparecen las de
todos, y se produce la armonía desde la disonancia».
así la construcción del saber a partir de todas las posibilidades del ser
humano; asimismo en los dos casos en que aparece un verbo de visión se trata
del archilexema video (videmos en 6, vides en 9) aludiendo a la capacidad de
ver, pero no a la mirada reflexiva que aparecía en los Commentarii, ligada al
saber. Con los sentidos percibimos la unidad presente a nuestro alrededor: las
imágenes propuestas por Macrobio a la consideración del lector se refieren
todas a procesos dinámicos, cuyos resultados son perceptibles por alguno de
los sentidos. El hecho de que Macrobio, que sigue a Séneca casi al pie de la
letra, incluya una metáfora con la que completa la serie de los sentidos
muestra su especial interés en este tema y en marcar la diferencia entre
ambos textos. Lo que la vista construye y a lo que remite no es de carácter
material sino espiritual y, en última instancia, divino77.
CONCLUSIONES
«hinc illud a quodam inter alia seu festiva seu mordacia serio tamen
usurpatum est ‘de caelo descendit [gnothi seauton].’ nam et Delphici vox
haec fertur oraculi. consulenti ad beatitudinem quo itinere pervenerit: si te
inquit agnoveris. sed et ipsius fronti templi haec inscripta sententia est.
homini autem, ut diximus, una est agnitio sui, si originis natalisque
principii exordia prima respexerit, nec se quaesierit extra. sic enim anima
virtutes ipsas conscientia nobilitatis induitur, quibus post corpus evecta
eo unde descenderat reportatur, quia nec corporea sordescit vel oneratur
ficticio con profundidad sino que, si tratan de consignar algo acerca de estas
realidades que rebasan no sólo el lenguaje sino también el pensamiento humano,
recurren a analogías y ejemplos. Así Platón, dispuesto a hablar del Bien, no osó decir
qué es, pues acerca de este no conocía más que una cosa, que es imposible para el
hombre conocer su esencia. Pero descubrió que, entre los objetos visibles, solo el Sol
era completamente análogo a este, y por medio de esta analogía abrió en su discurso
un camino para elevarse hacia lo incomprensible»»
eluvie, quae puro ac levi fomite virtutum rigatur, nec deseruisse umquam
caelum videtur, quod respectu et cogitationibus possidebat» (Macr., Comm.
in Somn. Sc. 1. 9. 2)79.
Por medio del uso del verbo «respicio» Macrobio, haciéndose eco de
siglos de tradición platónica, une explícitamente ver y saber y especifica que la
actividad que el alma debe realizar para conocer es mirar hacia adentro80,
replegarse sobre sí misma para desandar el camino que la trajo a la Tierra y
encontrarse así con sus sedes celestes.
El saber de Saturnalia queda en un plano que no pasará más allá del
Alma, definido en el contexto social que manifiesta cada una de las metáforas
utilizadas; mientras que el de los Commentarii se eleva por encima de la
tercera hipóstasis y «ver» comienza a homologarse a «saber», en un camino que
es un ejercicio individual desde y hacia uno mismo.
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79 «Por eso alguien, entre burlas y risas empleó, aunque en tono serio, la
siguiente fórmula: “Del cielo descendió el conócete a ti mismo”. Se dice además que
estas son palabras del oráculo de Delfos. A uno que le preguntaba por la senda que
conduce a la felicidad, el oráculo le respondió: Conócete a ti mismo. Pero además esta
máxima fue grabada en el frontispicio del propio templo. Ahora bien, el hombre sólo
tiene una forma de conocerse, como ya hemos explicado: si echa la mirada atrás hacia
los comienzos primeros de su origen y “no se busca fuera”. Pues es así cómo el alma,
consciente de su nobleza, asume aquellas virtudes que, una vez abandonado el
cuerpo, la elevan y devuelven al lugar de donde había descendido». La cita es de
Juvenal, Sat. 11. 27, ya citado previamente por Macrobio en 1. 8. 9.
80 El verbo respicio tiene un sentido direccional complementario al de prospicio;
Pablo A. Cavallero
UBA/UCA/CONICET
Resumen.-
La llamada Vida II publicada por P. van den Ven, entre los textos referidos a
Espiridón de Chipre, puede ser atribuida a Leoncio de Neápolis, hagiógrafo de la prime-
ra mitad del siglo VII.
En esta escrito se estudia cómo es presentado el protagonista del relato: a) a
través de adjetivos y sustantivos o giros con que el autor se refiere a él; b) por medio de
afirmaciones del mismo relator; c) a través de palabras y discursos del personaje; d)
mediante los milagros y anécdotas relatados.
Todo ello permite identificar a este santo patrón como un «pastor», material y
espiritual, un «médico» imitador de Cristo, cuya vida y taumaturgia corresponden a los
tópoi habituales de la hagiografía pero tienen a la vez ciertas particularidades: sus mila-
gros incluyen resucitaciones y su vida es la de un Obispo que comparte quehacer ur-
bano con tarea rural y que sirve como modelo inspirador al laico y al jerarca.
Espiridón fue un obispo chipriota del siglo IV, uno de los santos más fa-
mosos de su patria y del mundo bizantino. Lo prueban no solo la difusión de
su nombre, los numerosos íconos y templos dedicados a él, sino también el
hecho de que se conserven varios relatos de su vida. Aparentemente, todos
derivan, de una u otra manera, de un poema perdido debido a san Trifilio,
contemporáneo y amigo de Espiridón, que habría sido escrito en trímetros y
que Paul Maas intentó reconstruir al menos parcialmente (cf. van den Ven,
1953: 115ss). Según el editor Paul van den Ven, hay una Vida I debida a
Teodoro de Pafo, que data de c. 656 y fue publicada en 1901 por Sp.
Papageorgios (cf. van den Ven, 1953: 125*); una Vida II que él considera
anónima; una Vida III que se trataría de una metáfrasis anónima derivada de
la obra de Pafo; y una Vida IV, abreviación del mismo relato de Teodoro. Hay,
además, otro relato, debido a Simeón Metafrastes (BHG 1648) que van den
Ven no edita. Tuvo este texto una versión latina publicada por A. Lipomano
(Venecia, 1556). Todo esto demuestra la importancia que tuvo este personaje.
Nosotros creemos que la Vida II conservada en el ms. florentino Laur. XI
981 es la debida a Leoncio de Neápolis, como anticipó Garitte (1955) y apoyan
Déroche (1995: 19-20) y Longo (2004: 218). A raíz de la nueva edición y
estudio que estamos elaborando con un equipo de colegas, voy a concentrarme
aquí en la presentación del protagonista del relato y cómo es caracterizada su
imagen.
81 Del año 1021. Hay una copia, posiblemente hecha por Daniel Papebroch, en
el códice Bruxellensis Bibliothecae Regiae 8232-33, del siglo XVII.
Espiridón es personaje histórico, aunque poco se sabe de él. El historia-
dor Sócrates (HE I 8.12; Cf. Rufino, HE I 5 PL 21: 471-72) dice que Espiridón
participó del Concilio de Nicea (año 325), aunque no figura entre los signata-
rios, junto con colegas chipriotas, Cirilo de Pafo y Gelasio de Salamine (cf.
Gelzer, 1898: 46-49, 69, 75). Según parece, tuvo importancia su participación
en la solución del conflicto relativo al Credo, provocado por el arrianismo (cf.
Zorbas-Nocolaides, 1999: 88). Espiridón, pastor y casado, habría nacido en
Asquiá y vivido aproximadamente entre 270 y 350. Fue Obispo de Trimitunte,
localidad de Chipre donde se construyó una iglesia dedicada a san Espiridón.
Debido a la invasión musulmana, las cenizas de Espiridón fueron trasladadas
a Constantinopla en el siglo VIII y a Corfú en 1460, isla de la que es santo pa-
trono, como también lo es de los pastores. Su fiesta se celebra el 12 de diciem-
bre.
Como buen griego, el autor del relato caracteriza al personaje mediante
el λόγος y el ἔργον; pero esto en dos sentidos: por una parte, los términos y
anécdotas que el autor emplea para referirse al personaje; y, por otra, las pala-
bras que pronuncia y los hechos que emprende el personaje mismo.
Desde el prólogo aparecen adjetivos y sustantivos que caracterizan al
santo:
- τοῦ τρισµάκαρος καὶ ἀοιδίµου πατρὸς ἡµῶν (104: 4)82: «tres veces biena-
venturado y celebrado padre nuestro»; la forma superlativa destaca el
nivel del personaje (Cf. 115: 9); además, se señala que es centro del
relato, merecedor de elogio y que es «padre» espiritual; κύριον καὶ
πατέρα, «señor y padre» (105: 29) lo llama el autor cuando se trata del
vínculo del santo con su hija Irene; asimismo lo califica como «padre
puro» πατρὸς ἁγνοῦ (105: 33). Pero también le dice «sabio padre» σοφῷ
πατρὶ (106: 31) el campesino necesitado, de modo que Espiridón es
«padre espiritual» pero, como un padre de familia, provee de lo
necesario a sus hijos también en lo material; asimismo, el autor lo
llama «el padre» τοῦ πατρὸς (112: 19), cuando Espiridón anima a la ra-
mera, a la que éste llama «hija»; el personaje Artemidoro le dice πάτερ
cuando Espiridón le pide consejo (117: 9); el autor mismo lo llama ὁ
ὅσιος πατὴρ (122: 13; 123: 4, 125: 2); ὁ εὔσπλαγχνος πατὴρ (122: 18);
«gran padre» τοῦ µεγάλου πατρὸς (124: 20); y Trifilio también le dice
πάτερ al reconocer su clarividencia y pedirle su intercesión (123: 5, 12,
15);
- τοῦ ἐπισκόπου τοῦ ἁγίου καὶ θαυµατουργοῦ (104: 5) «el obispo santo y
taumaturgo» frase que lo define en su rol episcopal, que comparte con el
autor de la fuente (Trifilio) y, pensamos, con el autor de este escrito (si
es Leoncio); lo define también como obrador de milagros. De ahí que
estos milagros tendrán gran peso en el relato y en la caracterización del
personaje;
- ὁ ἅγιος (104: 17), «el santo», incluido en ese inicio, es un calificativo sus-
tantivado muy frecuente para referirse al personaje (Cf. 105: 20; 106: 7;
112: 8; 115: 20; 116: 15; 117: 27; 127: 13); puede calificar a un sustan-
tivo (116: 15) o acompañar al nombre propio en 126: 21 τοῦ ἁγίου
Σπυρίδωνος;
86 «no sólo médico de reyes sino también de todos» (οὐ µόνον γάρ ἐστιν βασιλέων
ἰατρός... ἀλλὰ καὶ πάντων).
87 ταῦτα τοῦ µεγάλου ἰατροῦ καὶ ὄντως τὸν δεσπότην µιµουµένου τὰ σωτήρια
Una etopeya hace el relator al final del capítulo 12, cuando exclama
líricamente:
«¡Oh, justa amistad de justas fatigas! ¡Oh, ángel, co-ministro entre los
hombres! ¡Oh, victoria radiante que da testimonio con la acción,
orgullosa ante Dios! ¡Oh, útil incienso de su familiaridad ante Dios! ¡Oh,
designio de Dios existente como ley sin tener artificio humano sino
gracia, sin tener [el santo] palabra ineficaz ni fatiga pesada (pues las
esperanzas respecto de Dios le mostraban fáciles todas las cosas), sin
tener filo como una espada sin uso pero sin ser tampoco de dulce boca
para engaño de los que escuchan, sin risa inoportuna ni enojo sin
razón, sino otorgando gozoso gracias a todos, teniendo merced de parte
de Dios y concediendo merced a los que la piden!»96
«Oh palabra realmente como espada de doble filo que sabe amputar todos
los males y tiene la ley de la gracia celestial, sin saber éste discriminar a
nadie ni pobre ni rico, sino cortando justamente lo justo —de acuerdo
καὶ διδάσκων καὶ τὸν θεῖον Παῦλον µιµούµενος τέλειος ὢν τέλεια παρὰ Θεοῦ λαµβάνει καὶ
τὰ δωρήµατα (105: 15-19).
95 Ἦν δὲ θερίζων ποτὲ ἐν τῷ ἀγρῷ ὁ ὅσιος (111: 16).
96 ὦ φιλίας δικαίας δικαίων πόνων, ὦ τοῦ συλλειτουργοῦ ἐν ἀνθρώποις ἀγγέλου, ὦ
νίκη φαιδρὰ µαρτυροῦσα τῇ πράξει καύχηµα ἔχουσα πρὸς Θεόν, ὦ χρηστὸν θυµίαµα τῆς
πρὸς Θεὸν παρρησίας, ὦ βουλὴ Θεοῦ νόµος ὑπάρχουσα οὐ τέχνην ἀνθρωπίνην ἔχουσα ἀλλὰ
χάριν, οὐ λόγον ἔχων ἀργὸν οὔτε δὲ πόνον βαρύν (πάντα γὰρ αὐτῷ ἐλαφρὰ ἐδείκνυον αἱ πρὸς
τὸν Θεὸν ἐλπίδες), οὐκ ἀποτοµίαν ἔχων ὥσπερ ῥοµφαίαν ἄχρηστον, ἀλλ’ οὔτε γλυκοστοµῶν
πρὸς ἀπάτην τῶν ἀκουόντων, οὐκ ἄκαιρον γέλωτα οὐδὲ ὀργὴν ἄλογον, ἀλλὰ χαίρων διδοὺς
πᾶσιν χαρίσµατα, δωρεὰν ἔχων παρὰ Θεοῦ καὶ δωρεὰν τοῖς αἰτοῦσι δωρούµενος (121: 1-
12).
97 «No juzgaré desde ahora, puesto que tengo la palabra de los labios como un
puñal, como cosas que cortan y que mandan a la muerte» Οὐ µὴ δικάσω ἀπὸ τοῦ νῦν,
ἐπειδὴ ἔχω ξίφος ὥσπερ τέµνοντα τὸν λόγον τῶν χειλέων καὶ παραπέµποντα τῷ θανάτῳ,
125: 9-10.
con la Escritura—y teniendo como acompañante de las palabras el voto
de lo alto, como un sacerdote piadoso y colaborador de Dios»98.
98ὦ λόγος ὄντως ὡς µάχαιρα δίστοµος εἰδὼς ἀποτέµνειν ἅπαντα τὰ κακὰ καὶ νόµον
ἔχων οὐρανίας χάριτος, οὐκ εἰδὼς οὗτος πρόσωπον λαµβάνειν τινὸς οὔτε πένητος οὔτε
πλουσίου, ἀλλὰ κατὰ τὴν γραφὴν δικαίως τὸ δίκαιον τέµνων καὶ ἔχων ἐπακoλουθοῦσαν τοῖς
ῥήµασιν ὡς σύµπονος Θεοῦ καὶ ὅσιος ἱερεὺς τὴν ἄνωθεν ψῆφον.
99 ὦ ψυχῆς ἁπλότητι µὲν κεκοσµηµένης, πάσης δὲ ἀνθρωπίνης σοφίας τῇ ὑπερβολῇ
νικώσης τῆς τοῦ ἤθους σεµνότητος. ὦ πραΰτης ἵνα µὴ λέγω ὑπὲρ ἄνθρωπον, ἀλλ’ οὖν τὴν
Μωϋσέως µιµουµένη πραότητα καὶ διὰ τοῦτο ὥσπερ ἐκεῖνος τῆς θείας παρρησίας
ἀπολαύουσα. ὦ ποιµένος εὐσπλάγχνου τὰ ἀτακτοῦντα τῶν λογικῶν προβάτων θείαις διδασ-
καλίαις ἐξηµεροῦντος καὶ ταῖς σωµατικαῖς δὲ χρείαις διὰ πολλὴν φιλανθρωπίαν
ἐφοδιάζοντος. (127: 27-128: 1)
100 Θάρσει, θύγατερ, ἀφέωνταί σου αἱ ἁµαρτίαι· µηκέτι ἁµάρτανε, ἵνα µὴ πλέον τί
κρούων ἤνοιξας τὴν οὐρανίαν χάριν, κρούουσιν αὐτὸς καὶ θλιβοµένοις µὴ κλείσῃς. πάρεχε
πᾶσιν τὴν τροφὴν καὶ τὰ ἐνδύµατα· γίνωσκε ἑαυτὸν ἄνθρωπον ὄντα καὶ µακάριος ἔσῃ. µόνον
Θεὸν κήρυσσε βασιλέα καὶ δεσπότην, ὃς ἠθέλησεν ἔχειν σε τοῦτο τὸ κράτος (114: 33 – 115:
5): “He aquí que has recibido lo que pediste, pero desea también tú dar la salvación a
todos los que la piden. Golpeando, abriste la gracia celestial; no les cierres tú a los que
golpeen y estén atribulados. Provee a todos del sustento y las vestimentas; reconoce
quezas103. Asimismo, cuando sabe qué piensa Trifilio, le hace una exhortación
a valorar los bienes celestiales eternos y no preocuparse por los terrenos (122:
30 - 123:3; 123: 19-22). También exhorta a la misericordia al marido enga-
ñado (123: 21-2) y hace atender delicadamente al mensajero (125: 31); amo-
nesta con suavidad a los ladrones de ganado que mantiene atrapados y los lla-
ma «hijos míos» τέκνα µου (127: 3), los suelta sin reproche por el asalto y, ade-
más, les regala un cordero.
En otro lugar hemos clasificado estos ἔργα maravillosos (θαύµατα) así
(cf. Cavallero, 2012a, con algunas modificaciones):
«El relato de estos milagros es el cuerpo principal del texto, por cuanto
ellos por una parte, muestran los intereses del accionar de Espiridón y,
por otra, prueban su santidad y justifican el culto generado en la
localidad. Esta versión de su vida reseña diecisiete milagros, que vamos
a clasificar de este modo:
a) los que alteran el curso natural de los hechos para beneficiar a
otra persona (...)
b) los que revelan un don especial concedido por Dios al santo, el
cual actúa a la vez como recurso admonitorio, ya para la
conversión de las personas, ya para destacar la prioridad de
las cosas divinas».
que tú eres hombre y serás bienaventurado. Solamente proclama a Dios como Rey y
Amo, el cual quiso que tú tuvieras esta fuerza”.
103 ἦλθον γὰρ ἐγὼ περάσας θαλάσσια κύµατα καὶ πνοὰς ἀνέµων, ὅπως ἴδω σε καὶ
διδάξω τὴν τέχνην οὐ δοῦναι χρυσὸν ἀχρησίµως ἀνθρώποις, ἀλλὰ Θεὸν φοβεῖσθαι
ὀρθοδόξως, ὡς πρέπει γνῶναι πατέρα ἐνυπόστατον Θεόν, υἱὸν δὲ ὁµοίως καὶ πνεῦµα ἅγιον,
τριάδα ὁµοούσιον Θεὸν ἕνα καὶ µόνον. µὴ οὖν µοι δώσῃς χρυσὸν ὃν οὐδὲ προσβλέψαι θέλω·
ῥίζα γάρ ἐστι πάντων τῶν κακῶν (115: 13-20): «Pues vine yo tras cruzar los oleajes
marinos y los soplos de vientos, para verte y enseñarte que el arte no da oro
inútilmente a los hombres, sino que teme a Dios correctamente, porque es conveniente
conocer al Padre como Dios enhipostático e igualmente al Hijo y al Espíritu Santo,
Trinidad coesencial, Dios uno y único. En efecto, no me des oro, que ni siquiera quiero
mirarlo, pues es la raíz de todos los males».
104 Cf. 106: 32-3 λήµψῃ βρώµατα ὅσα θέλεις ταχέως “tomarás cuantos alimentos
quieras prontamente”, dice Espiridón al prever lo que ocurrirá con el granero del rico
egoísta.
105 ὡς δὲ τοῦτον εἶπεν τὸν λόγον ὁ ὅσιος πατήρ, νόµος ὁ λόγος ἐγένετο (125: 2).
y la mujer le dice a Espiridón: «Di una palabra y será curada tu niña»106, o
cuando se insiste en la curación inmediata del emperador: «Junto con la frase,
el emperador, en ese mismo momento, estuvo a salvo del padecimiento»107, o
cuando Espiridón hace callar al diácono y dice el relato: «dijo al que oraba, te-
niendo por obra las palabras: “-Cierra la boca, tú, operador de la
desobediencia». Y sucedió de inmediato como dijo el justo»108, donde el giro
«teniendo por obra las palabras» indica que se las da por hechas por sólo
decirlas. Ya en el capítulo 2 advierte el relator «cómo obligó el pastor al cielo
con la palabra», en función de la amistad del santo con Dios109; y eso porque
Cristo «está dispuesto a procurar sin tardanza al servidor sus pedidos»110. Por
supuesto, el autor señala ortodoxamente que quien realiza el milagro es Dios
mismo: «Enseguida, el Amigo y Dios y Señor accedió a la petición de su amigo
y servidor»111; «el Dios y Amo del universo hace cesar de ahí en más la lluvia y
muestra enseguida puro el aire»112; Cf. 111: 27-29; 122: 15-6; 122: 30. El
santo es un intercesor que logra el milagro como premio a su virtud113 y, como
indica el texto, «porque dijo esto [la petición] con fe»114, idea que se repite en
boca de Artemidoro: «el regalo es cosa de la fe»115. Por esta fe es que «La gracia
no tuvo dilación ni hizo alharaca»116. Es la forma cristiana del oráculo clásico,
cuyo enunciado predecía algo que iba a ocurrir indefectiblemente: la palabra
hace la realidad (cf. Détienne, 1986: 63). Además de la inmediatez del milagro,
también se señala el efecto instantáneo que éste produce en los testigos y/o
beneficiarios: 107: 28 ss.; 111: 4 ss.; 118: 30 ss. 123: 4 s.
Esta acción milagrosa que se cumple instantánea y que tiene efectos in-
mediatos parece actualizar de un modo cristiano la «automaticidad» de bienes
que se verificaba en la Edad de Oro o en el Paraíso terrenal (cf. Cavallero,
2013). Todo ello se vincula con la fama de santo taumaturgo, por la que
Espiridón es venerado. Ante tales milagros, el hombre testigo y/o beneficiado
no puede sino asombrarse (109: 32-33).
En síntesis, Espiridón aparece caracterizado como: bienaventurado, dig-
no de celebración, santo, señor, puro, sabio, piadoso, misericordioso, grande,
conocedor de lo oculto, portador de Cristo, campesino / rústico, pastor («buen
pastor»), hortelano, manso, amigo y servidor de Dios, profeta, justo, fiel, porta-
(119: 11-12).
109 ὦ φιλίας συνθήκη, ὦ πῶς ὁ ποιµὴν ἔδησεν λόγῳ τὸν οὐρανὸν (106: 20-21), “oh,
117 βακτηρίαν ἔχοντα ἐν χερσὶ ποιµενικὴν κάλυµµα ἐπὶ κεφαλῆς ἀπὸ βαΐων φοι-
νίκων ὥσπερ ἐπὶ σπυρίδος τετελεσµένον, ἄλλο δὲ πάλιν ληκύθιον ὥσπερ στενὸν ἐλαίου
πεπληρωµένον.
deberes públicos añaden otro nivel. En primer lugar, el trato con sus pares y
con las autoridades políticas: Espiridón va con otros Obispos a Antioquía y allí
cura al Emperador e incluso rechaza dar uso personal a la retribución que
éste le asigna; también destaca la importancia del culto divino, conmoviendo a
todo el pueblo mediante el canto de ángeles y el desborde de óleo, pero
también le muestra con su ejemplo de vida y con los milagros el ejercicio de
las virtudes, la solidaridad, la honestidad, la caridad.
En fin, la imagen ejemplar de este santo medieval exhorta a todos, al
clero, a los fieles laicos y a los gobernantes a encarar su vida personal con cri-
terios evangélicos como base necesaria para poder enseñar a otros y beneficiar
a la sociedad, no como meros philánthropoi, al modo de los faraones helenísti-
cos, sino como personas cuya vida político-ciudadana está sostenida por la ca-
ridad, es decir, por un principio que re-liga con la Divinidad haciéndose fuente
y razón de las actitudes personales y cívicas. Si bien el santo es «extraño»
frente al común de la gente, se torna modelo para todos, en tanto es un
«héroe» (cf. Cavallero, 2012b).
BIBLIOGRAFÍA
Julián Barenstein
(UBA-CONICET)
aneleutheroi@yahoo.com.ar
Resumen.-
En este trabajo nos proponemos poner por escrito algunas observaciones en
torno de la reimpresión del célebre libro de Eusebi Colomer, De la Edad Media al
Renacimiento. Ramón Llull-Nicolás de Cusa-Juan Pico della Mirandola (2012). Así
pues, las reflexiones que aquí se presentan, efectuadas a partir de un texto que fue
publicado por primera vez en 1975 y plasmadas a modo de advertencia para los futuros
lectores de la obra, apuntan a contextualizar y actualizar algunos de los puntos de vista
expresados por Colomer. Entre estos, el que presenta a Nicolás como un autor que llegó
a influenciar a los filósofos italianos más prominentes del siglo XV, entre ellos, a
Giovanni Pico. Resta decir que lo largo de nuestro trabajo no examinaremos cada uno de
los artículos contenidos en la obra, sino que nuestro objetivo es vislumbrar el grado de
asentimiento que el lector culto debe conceder a la tesis central del libro, y ello a la luz
de las opiniones de Eugenio Garin y Kurt Flasch.
«Quienes desde la década de los 30’ han refutado la tesis de Cassirer [de
1927] acerca del papel central jugado por el Cusano en el Renacimiento
italiano, han intentado hacerlo —y lo han conseguido— observando que
no tiene ningún sentido considerar que la obra de Cusano es
componente decisivo en la formación del pensamiento de Ficino y Pico
(por no decir de la fábula de Duhem —puesto que no es más que una
fábula— que habla de su influencia sobre Leonardo). La verdad es, y
nadie hasta ahora ha conseguido refutarlo, que el Cusano filósofo
comienza a influir en pleno s. XVI, como efecto, y no como causa, de los
neoplatónicos florentinos, entre el escepticismo fideísta de Gian
Francesco Pico, los movimientos neolulianos y prerreformadores
franceses y la compleja física naturalista elaborada por Bruno. Al unir
la obra del Cusano a la de Copérnico, Bruno hizo de aquél un elemento
decisivo de su nueva y revolucionaria concepción del mundo, pero en
«Durante los años 70’ e incluso más tarde, colaboré [escribe Flasch]
estrechamente con Eugenio Garin, en Florencia y en la Scuola Normale
Superiore de Pisa. Pensé haber descubierto durante los años que,
mediante una comparación minuciosa de los textos, puede probarse
que Pico della Mirandola estudió a Nicolás de Cusa. Yo sabía que de
este modo tenía que ir contra la opinión de una persona erudita, con
quien mantenía una relación de amistad desde hacía bastante tiempo [i.
e., Garin]. Para ofrecerle una ocasión de manifestarse, quise enviarle mi
breve estudio para que lo leyera antes de enviarlo a la imprenta. Pero
me respondió sonriendo: “hágalo imprimir usted con toda tranquilidad.
Yo he cambiado entretanto mi opinión, basándome en otros
argumentos”. Mi estudio se publicó luego en la colección Mitteilungen
und Forschungsbeiträgen der Cusanusgesellschaft (Flasch, 1980). Halló
el asentimiento de todos los importantes investigadores y se encuadra
hoy día en una serie de investigaciones que prueban que el
pensamiento de Nicolás de Cusa estuvo también presente en Italia
durante el período de 1460 a 1550» (Flasch, 2003: 214).
Nicolás fue conocido en la Italia del s. XV, no nos cabe la menor duda.
Con todo, dudamos que sus trabajos hayan sido estudiados a conciencia como
sugiere Flasch. Por lo demás, no alcanzamos a comprender cómo la lista que
propone de los humanistas alemanes que sí conocieron su pensamiento en las
postrimerías s. XV ayudaría a probar que las obras del cardenal hayan sido
leídas también por los filósofos italianos de ese siglo. Es sumamente probable,
en esto coincidimos con Flasch, que en 1438/1439, Plethón y el Cusano
hicieran en la misma nave la travesía desde Bizancio a Venecia para asistir al
concilio unionista de Ferrara-Florencia, pero es a través del filosofo bizantino
que llega a la ciudad del lirio el pensamiento de Proclo y Hermes Trismegistos,
no de Nicolás. Así pues, no hay lugar tampoco para establecer ni siquiera una
incidencia indirecta del Cardenal en la filosofía italiana del s. XV. Por lo
demás, el único texto del Cusano con tradición manuscrita en la Italia
quattrocentesca es el De Beryllo. No habría, así, una línea de continuidad que
fuera desde Cusa, Ficino y Pico hasta los platónicos franceses. De alguna
BIBLIOGRAFÍA
121 Entre 1962 y 1982, Garin ublicó nueve libros: La cultura italiana tra
Ottocento e Novecento (1962), Scienza e vita civile nel Rinascimento italiano (1965), Ed.
de Leon Battista Alberti, Intercenali inedite (1695), Ritratti di umanisti (1967), Dal
Rinascimento all'Illuminismo (1970), Intellettuali italiani del XX secolo (1974), Rinascite
e rivoluzioni, Laterza (1975), Lo zodiaco della vita, Laterza (1976) y Filosofia e scienze
nel Novecento, Laterza (1978).
122 Los diez artículos contenidos en el volumen son en sí mismos excelentes, e
incluso algunos de ellos, que aun no han sido superados, conservan plena actualidad.
Con todo, se ha de tener en cuenta que el trabajo consiste en una compilación de
artículos y no en un trabajo articulado dedicado enteramente a poner en claro las
relaciones entre ramón Llull, Giovanni Pico y Nicolás de Cusa. Los artículos son los
siguientes: «Autorretrato de Ramón Llull» (1965), «Las artes liberales en la concepción
científica y pedagógica de ramón Llull» (1969), «El ascenso a Dios en el pensamiento
de Ramón Llull» (1961), «Doctrinas lulianas en Heimeric van den Velde» (1959),
«Heimeric van den Velde entre Ramón Llull y Nicolás de Cusa» (1963), «Nicolás de
Cusa, un pensador en la frontera de dos mundos» (1964), «Ramón Llull y Nicolás de
Cusa» (1961), «Modernidad y tradición en la metafísica del conocimiento de Nicolás de
Cusa» (1964), «Pico della Mirandola ayer y hoy» (1964), «Individuo y cosmos en Nicolás
de Cusa y Juan Pico della Mirandola» (1964).
GARIN, E. (1936). Pico della Mirandola. Vita e Doctrina. Firenze. Ariani.
GARIN, E. (1982). La Revolución cultural del Renacimiento. Barcelona. Crítica.
HÄGELE, G. Y PUKELSHEIM, F. (2001). «Llull´s writings on electoral systems»: Studia
Lulliana 41, 3-38- Más tarde, por los mismos autores en http://www.math.uni-
augsburg.de/stochastik/lull/
TEMAS DE ACTUALIDAD
EL SÍNODO QUE FUE... Y EL QUE NO FUE
Carlos A. Saporiti
Buenos Aires
carlos.saporiti@gmail.com
Resumen.-
El 10 de octubre de 2014 comenzó en Roma la III Asamblea General
Extraordinaria del Sínodo de los Obispos de la Iglesia Católica cuyo tema era «Los
desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la Evangelización».
Esta Asamblea Extraordinaria fue, quizás a causa de los temas a tratar, la más
«mediática» de todas las asambleas sinodales (13 Asambleas Ordinarias y 3
Extraordinarias desde su creación) (cf. Pablo VI, Motu Proprio Apostolica sollicitudo, 15
de septiembre de 1965). Se han escrito muchos artículos, reportajes y hasta libros que
han creado una imagen de esta «primera parte», de un Sínodo que tiene dos, quizás
distorsionada. Por eso el título de estas reflexiones.
1. ¿QUÉ ES EL SÍNODO?
123 Las citas del Vatican Information Service (VIS) que se incluyen en el texto se
«La temática de este Sínodo [...] se inserta en una ruta de trabajo en dos
etapas: la primera es, precisamente, la Asamblea General
Extraordinaria de 2014 cuyo propósito es precisar el status quaestionis
y recoger testimonios y propuestas de los obispos para anunciar y vivir
el Evangelio con credibilidad para la familia; la segunda es la XIV
Asamblea General Ordinaria, prevista para 2015, cuyo fin es individuar
las líneas operativas para la pastoral de la persona humana y de la
familia».
124 Punto III del Documento Preparatorio formado por 39 preguntas ordenadas
«[...] Hablad claro. Que nadie diga: “Esto no se puede decir; pensarán
de mí esto o lo otro... Hay que decir todo lo que se siente con parresía
[...] (os pido) hablad con parresía y escuchad con humildad. […] el
Sínodo se desarrolla siempre “cum Petro et sub Petro” [...] Queridos
hermanos, colaboremos todos para que se afirme con claridad la
dinámica de la sinodalidad».
El Papa respondió:
y el Papa responde:
127 Las citas han sido tomadas del texto italiano y traducidas por el autor de
este artículo a quien pertenecen, también, los resaltados.
«[...] Primera situación [...] El matrimonio, al ser un sacramento, tiene
carácter público, la decisión sobre su validez […] es obligación de los
tribunales eclesiásticos […] nos preguntamos a veces si la vía judicial
debe ser la única vía para resolver el problema o si no serían posibles
otros procedimientos más pastorales y espirituales».
«[...] Segunda situación […] Muchos divorciados no quieren una tal
declaración de nulidad. Dicen: hemos vivido juntos, hemos tenido
hijos; esto era una realidad, que no puede declararse nula, a menudo
sólo en razón de falta de forma canónica del primer matrimonio».
«[…] si los enviamos a la vía de salvación extra sacramental, ¿no
ponemos quizás en discusión la estructura fundamental sacramental
de la Iglesia? […] ¿No es quizás una instrumentalización de la persona
que sufre y pide auxilio si la hacemos un signo y una advertencia para
los otros? ¿La dejamos sacramentalmente morir de hambre para que
los otros vivan?».
«[...] En las iglesias locales existía el derecho consuetudinario en base
al cual los cristianos que, si bien aún vivía el primer cónyuge, vivían
una segunda relación, después de un tiempo de penitencia tenían a
disposición no una segunda nave, no un segundo matrimonio, sino
que, a través de la participación en la comunión, una tabla de
salvación».
«[...] De hecho, cuando los hijos de padres divorciados vueltos a casar
no ven a sus padres acercarse a los sacramentos por lo general no
encuentran el camino hacia la confesión y la comunión. ¿No
tomamos en cuenta que perderemos también la próxima generación
y, quizás también, la que le sigue? […] La vida no es sólo blanco o
negro, de hecho hay muchos matices».
128 Las citas han sido tomadas del texto italiano y traducidas por el autor de
este artículo a quien pertenecen, también, los resaltados.
Luego la respuesta al punto central: «La solución “misericordiosa” al
divorcio, sostenida por el Cardenal Kasper no era desconocida en la Iglesia
antigua pero, de hecho, ninguno de los autores que nos han llegado y que
consideramos que tienen la suficiente autoridad, la defiende. Más aún, cuando
la tratan es más bien para condenarla como contraria a la Escritura».
Y, finalmente: «La práctica ortodoxa oriental actual de la oikonomia en
los casos de divorcio y segundas nupcias tiene origen a lo sumo en el segundo
milenio y surge en respuesta a la presión política de los emperadores
bizantinos sobre la Iglesia».
Como se puede ver, una clausura sin apelaciones. Además, junto a la
referencia al «non possumus» la otra imagen recurrente es la del adulterio,
representado por un matrimonio civil que sigue al divorcio, lo que hace
imposible recibir la eucaristía a menos que la pareja practique la continencia
sexual (vida de hermanos) (cf. Calabro, 2014).
Era inevitable, entonces, que se instalara una potencial división entre
los participantes del Sínodo, supuestamente entre «conservadores» y
«progresistas».
Queda en el aire una pregunta: ¿Alguien puede pensar que tal conjunto
de Cardenales podía publicar un libro similar sin autorización pontificia? La
respuesta es sí. La intención era clara, plantear una incompatibilidad entre la
doctrina y cualquier posible «apertura» a una solución a los divorciados en
nueva unión y, de paso, hacer un «tiro por elevación» a lo que parece un
Papado demasiado «de avanzada», que tras los años de restauración del Status
quo ante Concilium, volvía a la senda del cambio y lo simbolizaba
abiertamente, de palabra y obra, por ejemplo: retomando, para su toma de
posesión de la Diócesis romana (7 de abril de 2013), la Férula que algunos
llaman de Paulo VI o del Concilio129.
hecha por el escultor romano Maurizio Lauri y regalo del «Grupo de investigación
sobre materiales éticos», vinculado al Cardenal Rodríguez Madariaga.
obstante, los hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben
ser acogidos con respeto y delicadeza. “Se evitará, respecto a ellos,
todo signo de discriminación injusta” (Catecismo de la Iglesia Católica
Nº 2358)».
5. CONCLUSIÓN
En este comienzo del siglo XXI la Iglesia tiene muchos problemas que
encarar, los que se han tratado en el Sínodo son, quizás, sólo un puñado del
conjunto.
Entre ellos podemos mencionar la ignorancia doctrinal de la feligresía
en general y muchas veces del propio clero. En los países de «tradición
católica», es decir, Europa Occidental, Hispanoamérica y, en las últimas
décadas los Estados Unidos de América, hay cada vez menos «anuncio», la
catequesis se mantiene en niveles de gran pobreza y el testimonio es lo único
que se sostiene (y a medias).
En medio siglo la Iglesia ha visto la sangría de fieles, que no se van a
otras confesiones, sino que mayoritariamente dejan lisa y llanamente de creer.
Los sacerdotes, demasiado ocupados en las tareas administrativas de
sus parroquias o en la ayuda social (Iglesia ONG), apenas tienen tiempo para
ejercer su ministerio sacerdotal -en lo que son irreemplazables-. Los laicos que
participan en la vida activa de la Iglesia, afectados en su mayoría de un
clericalismo infantilista, lo único que aportan es buena voluntad cuando no
una enfermiza pasión por «figurar en algo».
La Iglesia, incapaz de hacer las paces con el mundo moderno, pierde
feligreses y cada vez más su antigua capacidad de ser maestra de la moral y
las costumbres. Nuestras sociedades antes católicas se van descristianizando
y no siempre es culpa del secularismo, sino de la efectiva actividad negativa de
muchos católicos.
No hace mucho me detuve voluntariamente a escuchar durante dos
horas, en una esquina de Buenos Aires, la predicación que me dirigían dos
«misioneros» de una confesión no católica. Yo les dije que no me iban a
convertir pero, ya que ellos solían recorrer las calles de la ciudad en una
misión permanente (cosa que los católicos no solemos hacer), quería oír su
mensaje. Después de oírlos me convencí que ninguna confesión le «roba» a la
Iglesia sus fieles, es la misma Iglesia quien los pierde por el camino.
Los bautismos de los que entienden lo que significa son los menos, el
resto responde a costumbres, compromisos familiares o cuestiones puramente
sociales y el signo más evidente es el de los padrinos que eligen. No sólo eso,
pensamos que con una hora de charla dada por «gente de buena voluntad» y
escasa formación se va a producir el milagro. Lo mismo con la catequesis de
primera comunión (aunque insuma más horas) y de perseverancia (cuando
asisten). Ni hablar de la insensatez de pensar que unas cuantas horas de
«curso de inmediata preparación» al matrimonio, cuando hace tiempo que la
pareja convive o ya tiene toda la parafernalia social en marcha (iglesia
reservada, salón y fiesta contratados, participaciones impresas), es suficiente
para lanzarlos al sacramento y, si fracasan, decirles muy sueltos de cuerpo: el
matrimonio es indisoluble.
Después de dar durante quince años los cursos de inmediata
preparación he visto el dolor de aquellos que decían: si hubiera sabido lo qué
era el matrimonio nunca me hubiera casado con esa persona.
Siempre se ha dicho que un gran momento catequético es la homilía en
la Misa. Parece ser más una expresión de deseos que una realidad evidente.
Cuántas veces se padecen homilías para las que la única actitud sana es
¡quedarse dormido!
La Pastoral parroquial y diocesana, signadas por la repetición año a año
de actividades y propuestas que ya no dan resultado y nadie puede decir que
lo darán en el futuro, que parece que se actúa más para que no se diga que no
se hace nada que para lograr algo. Dependientes del humor del Párroco o del
Obispo, hay quienes logran que algunas parroquias y diócesis sean
florecientes y activas y otras parezcan geriátricos con escasa participación de
los fieles.
Una Iglesia en la que la gente comulga y pocos se confiesan y que
algunos (por no decir muchos) divorciados en nueva unión, sin decirle nada a
nadie, se acercan a recibir la Eucaristía. Y no es que se haya perdido el
sentido de la comunión, sino que lo que se ha perdido es la «sensación» de
pecado. Estos «trasgresores» pueden llegar a pensar que violan algunas
disposiciones disciplinarias de la Iglesia, lo que no sienten es que estén
cometiendo un pecado. Tantos teólogos y pastores preocupados de darle a la
Iglesia dimensión humana o convertirla en «rigorista» y que parece que lo único
que han logrado es hacer olvidar la centralidad de su dimensión divina.
Finalmente, para no extendernos más, el gran pecado de la Iglesia
clerical en la ligereza con la que se distribuyen muchos sacramentos. Esa
confianza casi mágica en la acción de la Gracia. Es cierto que la Gracia es
abundante, persistente y obra milagros, pero la Gracia no penetra en el
corazón del hombre si el hombre no le abre la puerta de su corazón.
A nuestra Iglesia le falta un largo camino que recorrer para ser
plenamente la sponsa verbi.
Quiera Dios que este nuevo camino sinodal sea el modo en que el
Espíritu Santo nos vuelve a dar una oportunidad hablándole a nuestros
corazones. Sólo queda que humildemente lo escuchemos y nos dejemos llevar
por Él.
«Busquemos ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos» (Papa Francisco)
(Spadaro, 2013).
BIBLIOGRAFÍA
Los últimos años han sido testigos del vigor de la «Nueva Historia
Cultural», que ha logrado imponerse como una corriente dinámica dentro del
ámbito académico. A diferencia de la historia cultural «clásica» –denominada
así por Peter Burke (cf. 2006)-, dedicada al estudio de las grandes
manifestaciones artísticas y estéticas del hombre con el objetivo de captar el
«espíritu de una época», la llamada Nueva Historia Cultural es amplia en su
definición, y su caracterización, metodología, genealogía y delimitación como
corriente historiográfica pueden resultar complejas y poco precisas (cf.
Chartier, 2007: 34).
La denominación «New Cultural History» adquirió visibilidad en 1989, a
partir de la publicación del famoso trabajo editado por Lynn Hunt, The New
Cultural History, que compilaba una serie de colaboraciones de historiadores
que encaraban sus estudios con un enfoque crítico y novedoso, influido por la
antropología simbólica –fundamentalmente en su redefinición del concepto de
«cultura»130- y la crítica textual, donde «the deciphering of meaning (…) rather
than the inference of causal laws of explanation, is taken to be the central task
of cultural history (…)» (Hunt, 1989: 12). Este giro crítico dentro de la práctica
historiográfica comenzó a acrecentarse desde mediados de la década del 70’,
consolidándose en las décadas posteriores, producto de la «crisis de la
historia» y de la necesidad de alternativas teóricas y metodológicas a las
corrientes consolidadas, principalmente la historia social y política, y, más
adelante, como respuesta y revisión al desafío que supuso el giro lingüístico a
la historia científica (cf. Iggers, 1995: 82-96). Ampliando el concepto de
cultura para entenderla como el marco de referencia y significado en el que se
inserta la actividad humana en su proyección histórica, estas nuevas
tendencias abordaban, entre otras cosas, el análisis de las representaciones,
la relación del mundo social y los símbolos, la sociología de los textos y la
articulación entre prácticas y discurso (cf. Chartier, 2007: 29).
La innegable proliferación de trabajos académicos que adscriben, de
una u otra forma, al campo de la nueva historia cultural es el elemento más
visible que pone de manifiesto la creciente legitimidad que esta corriente ha
alcanzado. Sin embargo, persisten dudas respecto a la coherencia de su
campo, ya que se manifiesta una tendencia a abarcar tópicos cada vez más
amplios (cf. Chartier, 2007: 43), muchas veces con una generalidad que revela
***
La Historia Cultural, ¿un giro historiográfico mundial? propone una
aproximación crítica y comparativa al proceso de paulatina
internacionalización de la historia cultural, destacando las formas en que cada
historiografía nacional se ha apropiado de las nuevas tendencias, evaluando
tanto el grado de institucionalización y legitimidad académica como los
criterios que habilitan –o no- la posibilidad de hablar de la historia cultural
como un «giro historiográfico» a nivel mundial.
La estructura del libro es sencilla. Una breve Presentación a la edición
española, escrita por Justo Serna y Anaclet Pons, nos introduce en la temática
y contextualiza la publicación en castellano de este trabajo. Le sigue la
Introducción original de la edición francesa, realizada por Philippe Poirrier, que
explica las motivaciones de la realización de la obra, expone la noción de «giro
cultural», y presenta los argumentos que le dan entidad. A continuación,
organizados sin un criterio explícito, se suceden catorce artículos que abarcan
la situación y características de los estudios culturales en distintos ámbitos
geográficos, redactados por especialistas de cada país: Gran Bretaña (Peter
Burke), Francia (Philippe Poirrier), Italia (Alessandro Arcangeli), Estados
Unidos (Edward Berenson), Escandinavia (Palle Ove Christiansen), Australia
(Martyn Lyons), Suiza (Francois Vallotton y Nora Natchkova), Bélgica (Paul
Aron y Cécile Vanderpelen-Diagre), Canadá (Carl Bouchard), Rumania
(Ecaterina Lung), España (Anaclet Pons y Justo Serra), Brasil (Andréa Daher);
y los dos últimos agregados en la edición italiana, dedicados a Alemania
(Xenia von Tippelskirch) y los Países Bajos (Herman Roodenburg). El libro
finaliza con un Epílogo escrito por Roger Chartier, que analiza con precisión
los alcances y límites de la obra.
El valor de este trabajo consiste en su utilidad como aproximación
genérica a las diferentes situaciones historiográficas nacionales, por su valor
descriptivo, por las extensas referencias bibliográficas contenidas en cada uno
de los artículos y, es necesario destacarlo, por el nivel académico de los
historiadores involucrados en su redacción. En relación con esto, los artículos
dedicados a la historiografía cultural británica y francesa, escritos por Peter
Burke y Philippe Poirrier respectivamente, y la conclusión, a cargo de Roger
Chartier, otorgan a la obra en conjunto una seriedad y legitimidad
inestimables.
Sin embargo, el objetivo comparativo que se plantea en la introducción
queda parcialmente inconcluso. La composición de cada una de las secciones
que componen la obra no es homogénea, y es fácilmente perceptible que no
responden a un criterio de elaboración previamente unificado. Así, algunos
autores eligen ponderar aspectos diferentes en su análisis del fenómeno de la
historia cultural en sus países, destacando los aportes interdisciplinarios en la
génesis de la Nueva Historia Cultural, la influencia de otras tradiciones, la
relación entre historia de la cultura y el fenómeno nacionalista en la génesis
de la tradición cultural, el grado de desarrollo institucional y legitimidad
académica de esta tradición, etc. Como consecuencia de esto, los capítulos
incluidos son cualitativamente distintos en su aporte.
Los dos primeros artículos introducen los casos de Gran Bretaña y
Francia, sin duda los ámbitos historiográficos más influyentes en materia de
historia cultural. En estos artículos, se aborda la génesis del giro cultural en
relación a la tradición historiográfica e interdisciplinaria de cada uno de los
países en particular: la antropología cultural británica, la historia de las
mentalidades y la polémica con la historia social en Francia. En el caso
británico, se analiza la influencia de historiadores marxistas cuyas obras
pueden ser consideradas aportes fundamentales para la historia cultural,
como Raymond Williams, Edward Thompson y Joseph Needham, y se
enumeran algunas de las publicaciones fundamentales que inauguraron la
tendencia creciente en materia cultural, como Man and the Natural World, de
Keith Thomas; Languages of Class, de Gareth Jones; Imagined Communities,
de Benedict Anderson; y The Invention of Tradition, ensayos compilados por
Eric Hobsbawm y Terence Ranger. Para el caso francés, donde la historia
cultural es considerada la «hija emancipada de la historia de las mentalidades»
(2012: 35), Poirrer sintetiza la trayectoria de tres historiadores franceses que
han contribuido con su obra a consolidar y a caracterizar la historia cultural
en Francia: Roger Chartier, Alain Corbin y Jean-François Sirinelli; analiza el
impacto del Linguistic Turn en el ámbito francés, y la escasa recepción que
recibieron los llamados Cultural Studies británicos –con excepción de algunos
trabajos destacados y tardíamente traducidos al francés-; y finaliza con una
reflexión acerca de la relación y el debate entre la historia cultural y la historia
social –aún predominante en el ámbito historiográfico francés-, que gira
fundamentalmente en torno a la legitimidad metodológica de la historia
cultural y al cuestionamiento teórico –indirectamente crítico de la historia
social- que constituye su razón de ser.
Un tercer capítulo dedicado a la historia cultural en Italia analiza
algunas de las variantes que ésta ha adoptado allí: la historia de la lectura y
de la escritura, representada por la obra de Armando Petrucci, de la
circulación de los textos, la historia del cuerpo –principalmente en relación a
la historia de las mujeres y de género-, de las relaciones entre culturas y su
ambiente y la historia de la sensibilidad religiosa. Se destaca, por último, el
aporte de Italia al desarrollo de la microhistoria, donde se destaca
especialmente la obra paradigmática de Carlo Ginzburg131. Si bien el
responsable de esta sección, Alessandro Arcangeli, insiste en la relativa
marginalidad de los estudios culturales en el espacio académico italiano, la
influencia de algunos de los historiadores mencionados en el ámbito
internacional es innegable.
Los restantes capítulos que completan la obra realizan sus balances, en
menor o mayor medida, en relación a cuatro aspectos. En primer lugar, a las
tradiciones nacionales que han contribuido a caracterizar las primeras
producciones locales en materia de historia de la cultura. En segundo lugar, y
particularmente en el caso de los países europeos, se pondera el desarrollo y la
influencia de la definición primigenia de la historia cultural como historia de
las manifestaciones artísticas e intelectuales, o bien como un fenómeno
historiográfico que acompañó el desarrollo de los nacionalismos característicos
de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. En tercer lugar, algunos de los
artículos debaten el desarrollo institucional y académico de la historia cultural
en términos cualitativos y cuantitativos, evaluando la cantidad de institutos
de investigación, departamentos universitarios, publicaciones y tesis que
adscriben a la historia cultural –entendiendo por ello un grupo heterogéneo de
elementos, desde una definición temática hasta otra de tipo metodológico-. En
cuarto y último lugar, la mayor parte de los capítulos evalúan el grado de
recepción y la influencia de otras tradiciones historiográficas, particularmente
la francesa y británica, en el desarrollo del campo historiográfico cultural.
Dentro del ámbito angloparlante, el capítulo escrito por Edward
Berenson, dedicado a la Historia Cultural norteamericana, indaga
específicamente sobre aquella producción dentro del ámbito de la historia
cultural que ha recibido influencia directa de la tradición francesa o que se ha
dedicado al estudio de la historia de Francia. Se destaca, asimismo, la riqueza
que el descubrimiento de la antropológía simbólica significó para la
historiografía norteamericana, y se realiza un balance del impacto y desarrollo
del denominado «giro lingüístico» en las temáticas más desarrolladas dentro
del ámbito de la historia cultural en Estados Unidos: la relación entre historia
y memoria, entre análisis del discurso y técnica literaria, y entre el lenguaje y
la experiencia humana, por mencionar sólo algunas.
También dentro del grupo de países angloparlantes, el capítulo
consagrado al caso historiográfico australiano subraya la fuerte influencia de
la tradición británica, y la actual apertura hacia nuevas tendencias
internacionales, que han colaborado en revitalizar las perspectivas
historiográficas ortodoxas -preocupadas durante todo el siglo XX por
establecer los caracteres de una identidad nacional específica-, colaborando
de esta manera en la superación de una perspectiva «australocentrista» en la
producción historiográfica académica.
Un párrafo aparte merecen los apartados dedicados a Bélgica y Canadá,
donde se constata una influencia mixta de la historiografía anglosajona y la
francesa. El capítulo que aborda el caso de Bélgica focaliza particularmente en
las características de la investigación actual dentro de los márgenes
universitarios, los debates y ambigüedades de la historiografía belga, y la
relativa marginalidad de la historia cultural, producto de la falta de una
***
El auge creciente de la historia cultural es, sin duda, incuestionable, ya
que ha contribuido a revitalizar los presupuestos teóricos y metodológicos de
la práctica historiográfica, en parte como alternativa a la historia social
dominante, en parte como respuesta a los desafíos planteados por tradiciones
teóricas postmodernas a la historia científica durante las últimas décadas del
siglo XX (Iggers, 1995). La introducción que la historia cultural ha hecho de
nuevos interrogantes y nuevas perspectivas de abordaje ha contribuido a
consolidar su posición como una alternativa historiográfica de gran relevancia
a nivel mundial.
La respuesta a la pregunta planteada en el título del libro, «¿un giro
historiográfico mundial?» es, en principio, afirmativa. El fenómeno de la
historia cultural se ha hecho presente, en menor o mayor medida, en todos los
ámbitos historiográficos analizados en la obra, y en muchísimos otros que no
han sido abordados aquí. Pero no debemos tratar de ver en ello el reemplazo
de un paradigma de la investigación histórica por otro. Vivimos en una época
de «pluriparadigmas» teóricos que rigen la práctica historiográfica, una
multiplicidad de estrategias de investigación que afirman el tratamiento
científico de la historia desde perspectivas de abordaje diferentes y más
flexibles (cf. Iggers, 1995: 109-112). De esta manera, la constatación de este
«giro cultural» no debe entenderse como un fenómeno homogéneo. Como se
desprende de la obra, la nueva historia cultural se ha afirmado e
institucionalizado en algunos ámbitos mejor que en otros; ha sido herramienta
de renovación y oposición a ejes historiográficos dominantes en algunos
lugares más que en otros; y ha adoptado formas temáticas predominantes en
cada país de acuerdo a las diferentes tradiciones historiográficas, sociales, y
políticas locales. Por otro lado, si bien el aumento de la producción académica
que adscribe a temáticas o metodologías que entran en la categoría de
«historia cultural» es notorio, esto no significa que sean dominantes en todos
los ámbitos historiográficos, ni que otras alternativas historiográficas, como al
historia social, hayan perdido su vigor. Este giro historiográfico mundial
presenta, en cada contexto nacional, características disímiles y particulares
que convierten a las manifestaciones de la historia cultural en un fenómeno
heterogéneo -cualitativa y cuantitativamente-, dinámico, flexible y rico en
materia interdisciplinaria.
Finalmente, debemos destacar que el trabajo articulado por Philippe
Poirrer cumple el objetivo de exhibir un panorama general amplio del estado
de la historia cultural en diferentes espacios geográficos, donde los distintos
criterios de elaboración de los artículos ponen de manifiesto la diversidad
intrínseca del fenómeno cultural a nivel historiográfico. La obra constituye un
excelente material introductorio de consulta, y una herramienta de
aproximación a los lineamientos principales de un fenómeno que goza de gran
vitalidad.
BIBLIOGRAFÍA
Julián Barenstein
(UBA-CONICET)
aneleutheroi@yahoo.com.ar
132
Conviene aquí hacer una aclaración: con el término «astrología», desde
tiempos antiguos se designó tanto a lo que hoy entendemos por astronomía como por
astrología. Los autores latinos de entre los siglos I y XVII, utilizaban «astrología», sin
más, para referirse a la primera y «astrologia divinatrix» o «iudicaria» para señalar a la
segunda. El ataque de Agustín, como es evidente, apunta a ésta última disciplina.
En resumen y para acercarnos al tema de la carta que aquí
presentamos, la cuestión que hemos reseñado en los párrafos anteriores pone
en evidencia la necesidad, primero filosófica y después cristiana, de
determinar si el hombre es libre y hasta que punto lo es. Tras una lectura de
conjunto de las obras de Agustín133, su respuesta se vuelve obvia: el hombre
posee una voluntad libre, pero solo pone en acto su libertad cuando ha
orientado su amor hacia aquello cuya posesión puede proveerle la verdadera
felicidad: Dios. En el Deum habere, pues, el hombre encuentra el único bien
que no se le puede arrebatar en contra de su voluntad134.
Ateniéndonos a esta base interpretativa, debemos ubicar el recurrente
interés del Hiponense por solucionar, bajo una perspectiva homocéntrica, lo
que desde ahora podríamos llamar la «cuestión astrológica». En este sentido,
una de sus argumentaciones más sobresalientes se encuentra en el libro V del
De Civitate Dei, escrito hacia el 415. En medio de referencias generales a la
oposición entre el Hado y la Providencia, se expone allí el célebre argumento
de los gemelos, que es dable sintetizar como sigue: si dos personas nacen el
mismo día, el mismo año, a la misma hora y de los mismos madre y padre, y si
se asume, more mathematicis, que las influencias de los astros son, por lo
dicho, idénticas, entonces cómo podría explicarse que estas dos personas,
gemelas, pudieran ser diferentes, como de hecho lo son a menudo. Agustín
corona su argumentación analizando dos casos: el que comprende la
existencia de gemelos de distinto sexo y el que entraña una diferencia de
temperamento entre ellos, poniendo como ejemplo a los bíblicos Jacob y Esaú
(cf. ciu. 5, 1-11). Empero, haciendo a un lado esta jugosa argumentación que
no podemos repetir aquí en sus elementos más finos, debemos retrotraernos
hasta el año 400, en el que escribe sobre el tema a su amigo Lampadio. En la
carta, como hizo antes y hará después, el ya obispo de Hipona arremete contra
la astrología y los astrólogos para poner en evidencia la libertad del hombre,
pero lo hace desde otro punto de vista y con argumentos diferentes. Veamos,
pues, cuáles son, mientras examinamos el contenido de la epístola.
ESTRUCTURA Y CONTENIDOS
133
Cabe destacar que en su juventud Agustín se sintió atraído por la astrología,
según se lee en las Confessiones. Se trató de una atracción tal que algunos de sus
amigos intentaron convencerlo, sin éxito, de que abandonara esta afición. (cf. conf. 4,
3, 4).
134
Esta concepción que recorre toda la obra de Agustín encuentra una de sus
primeras expresiones en el De beata vita es retomada más tarde en De libero arbitrio. y
en los textos antipelagianos que escribió hacia el final de su vida. (Cf. beata u., I et
passim. Cf. también lib. arb, I et passim y Iul., III, 102-103. Para un desarrollo
exhaustivo de la relación entre felicidad y libertad me remito al excelente trabajo de la
prof. Diana Fernández (2007), especialmente las secciones II.1 y II.2.
(perversae opiniones). Pero esto no es todo: el problema puntual y personal
que motiva la misiva de Lampadio gira en torno de la responsabilidad humana
por los pecados cometidos (1.1-2). Debemos, pues, imaginarlo turbado,
molesto y hasta contrariado por una cuestión que su espíritu irresoluto en
términos intelectuales, no podía llevar hasta sus últimas consecuencias.
En clave agustiniana, el pecado -es preciso que lo recordemos aquí-
entra al mundo por la voluntad; así, Agustín argumentará en el cuerpo de la
carta a partir de este supuesto y a favor, insistimos, de la libertad humana.
Así, ya en el segundo párrafo, el Hiponense entra de lleno en los
razonamientos, partiendo de lo general para terminar en lo particular. Pone,
aquí, de relieve que todo lo que hace a una buena regulación de las relaciones
entre seres humanos, i.e., leyes, castigos, recompensas, y, en general, la
justicia en todas sus formas, carecería de sentido si la voluntad no se
considerara como causa del pecado (2.3-4), para luego, acotando del círculo de
sus afirmaciones, atacar directamente a los astrólogos. De este modo,
abriéndose paso con una retórica impecable, da inicio a la parte más filosófica
y sustancial de la carta. Despliega allí, como jugando, el hipotético caso de un
astrólogo que vuelve a su casa después de haber vendido solemnes
predicciones. Éste, al sorprender a su mujer mirando indiscretamente por la
ventana -y entiéndase deleitándose con la belleza de algún muchacho al que
ve pasar-, arremete contra ella con una sarta de improperios y profiriéndole,
además, algunos golpes. Ahora bien, sin importar el motivo por el que el
astrólogo hace esto, lo que a Agustín le interesa señalar es que no se debería
castigar a nadie por lo que hace, sea lo que sea que haga, si se asume que es
impelido a ello por el destino y no por los designios de su propia voluntad. Es
decir, no hay ninguna causa para hacerlo, pero aun así, el astrólogo del
ejemplo, olvidándose de esto y de que precisamente él y sus colegas son los
que sostienen, contra los cristianos, el determinismo de las acciones
humanas, lo hace (2.5-6).
Para rematar el asunto, en el tercer párrafo Agustín alega que si alguien
acusara al astrólogo de haber actuado mal al castigar a su mujer, éste
seguramente aludiría a que su mal comportamiento fue producto del destino,
de su temperamento y de las influencias astrales, etc. (3.7-8) Se vislumbra
ahora el objetivo del razonamiento agustiniano: el Hiponense hace que el
astrólogo hipotético, que ahora es lícito que nos lo figuremos como real, caiga
en una contradicción o, para ser más precisos, en una suerte de hipocresía en
tanto que lo que hace y lo que dice se oponen (3.9). En suma, la “cuestión
astrológica” se despacha aquí con un argumento ético o moral, por el cual se
pone en evidencia el flagrante error lógico en el que caen los astrólogos; se los
condena, pues, al silencio. Así se cierra la carta, con la esperanza de que
Lampadio reciba algún fruto de los argumentos expuestos (3.10-11).
TRADUCCIÓN
1. [1] Por tus cartas he sabido ahora más fácilmente y con mayor
certeza que cuando estuve contigo, que tu espíritu se agita -y no poco- por
causa del problema del destino y el azar135. Debo, por consiguiente,
responderte de manera exhaustiva. Confío136 en que el Señor me concederá el
resolvértelo de modo tal que pueda137 coadyuvar138 a la salvación de tu fe. [2]
No es, pues, un mal pequeño el dejarse llevar por falsas opiniones, no solo a
consumar el objeto139 del deseo140, sino también a rechazar el remedio de la
confesión, una vez cometido el pecado.
135
fatum et fortuna.
136
Agustín no utiliza el verbo «confído», pero el uso del subjuntivo «explicem»,
nos habilita para darle a nuestra traducción un matiz desiderativo.
137
novit.
138
conguere.
139
blandimentum.
140
voluptas.
141
instituta disciplinae.
142
administratur.
143
regitur.
144
labefactari.
145
licentius et aequius.
146
mathematici.
147
domorum nostrarum.
148
Juego de palabras: fata (destinos)-fatua (extravagantes).
hombres adinerados, ni bien vuelve al gobierno de su casa y a las ocupaciones
cotidianas, como el ojo por la tablilla de marfil149, corrige a su esposa no solo
con gritos, sino también con golpes. No digo, pues, por haberla encontrado de
juerga a la muy descarada150, sino tan solo mirando indiscretamente151 por la
ventana. [6] Pero si ella le dijera: «¡Por qué me pegas, a Venus pégale, si
puedes, pues por ella he sido obligada a hacer esto!»152, entonces él no tiene en
cuenta las vanas predicciones que profiere para engañar a los extraños, sino
que se preocupa de imponer «justos» azotes para corregirlos a los suyos.
149
El sentido de esta expresión es derecho, i. e., lo primero que hace. El pasaje
nos remite a las tablillas de cera que se utilizaban desde la Antigüedad para realizar
diferentes inscripciones, p. e., era común ver este dispositivo, que hacía las veces de
nuestros cuadernos de apuntes, en las manos de los alumnos en sus clases, en las de
los comerciantes, en las de los funcionarios públicos, etc. Hay testimonios del uso y la
fabricación de estas tablillas, que por cierto en la mayoría de los casos no eran de
marfil, hasta bien entrado del siglo XVIII.
150
petulantius.
151
immoderatius.
152
La referencia a Venus nos indica que Agustín consideraba la astrología como
una disciplina pagana. Si así lo era en su época, ello se debe a que el cristianismo aun
no se había extendido, como lo hará en los siglos inmediatamente posteriores a la
muerte del Hiponense, hasta formar parte del entramado cultural de Occidente como
una suerte de memoria profunda. Este proceso que podríamos llamar de
«asentamiento» del cristianismo posibilitó el florecimiento de astrólogos cristianos que,
entre sus muchas tareas, tendrían la de configurar las cartas natales de papas y
obispos.
153
Agustín se refiere, como hemos indicado en la presentación, al momento en
que alguien lo acuse de haber actuado mal cuando golpeó a su mujer.
154
Se refiere a los hijos que no han alcanzado aun la edad adulta.
155
frangere.
esperar con paciencia hasta que tenga un tiempo libre y rogar a Dios para que
se digne a concederme el ocio y la fuerza para saciar tu espíritu en lo referido
a esta cuestión. [11] Empero, estaré más animado <para ello> si no tuvieres
reparo en recordarme tu caridad por medio de continuas cartas y me
mostrares lo que te haya parecido esta epístola, contestándomela.
BIBLIOGRAFÍA
Fuentes
CARROZZI, L. (ED.) (1960). S. Aurelio Agostino. Lettere Scelte, vol. II. Torino. Società
Editrice Internazionale.
Bibliografía secundaria
Recursos digitales
Julián Barenstein
(UBA-CONICET)
aneleutheroi@yahoo.com.ar
De todos los escritores anteriores a Agustín que nos han dejado algún texto
acerca de la amistad, cuatro son los que merecen nuestra atención. Nos
referimos, pues, a Platón, Aristóteles, Cicerón y Séneca. Lo que nos lleva a
tomar en cuenta los puntos de vista de estos autores no estriba sólo en el
hecho de que se trate de filósofos, y más aun, de los más importantes entre los
griegos, de un lado, y entre los latinos, de otro, sino en que el obispo de
Hipona no construye su concepto de vera amicitia sobre la nada. Lo hace
apoyado en los hombros de estos gigantes, cada uno de los cuales remite, a su
vez, a los que le precedieron, ya sea por continuación o contraposición. Ahora
bien, si es posible rastrear ciertas ideas de los cuatro autores en toda la obra
de Agustín, en la epístola que aquí presentamos, el único de ellos mencionado
explícitamente es Cicerón. Al Arpinate le debe, pues, su conversión a la
filosofía, su lenguaje exquisito y, en general, su impecable manejo de la lengua
latina. Se lo debe a la distancia, pero a una tal reducida por el arduo estudio y
el asiduo contacto con las obras del filósofo republicano. Y más aun: si casi
cinco siglos separan a Cicerón del Hiponense, ambos se sirvieron de los
mismos cánones lingüísticos, sino para hablar, pues es dable pensar que el
latín coloquial sufrió algunas modificaciones cualitativas durante esos
cuatrocientos y tantos años, cuanto menos para escribir. El bello estilo de la
prosa ciceroniana se encarnó en el pecho de Agustín, y con ella, además, llegó
a palpitar allí todo lo que aquél gran orador podía tener de cristiano. De un
cristianismo, desde ya, avant la lettre, uno tal que también y más fácilmente
Agustín adivina en Séneca. Empero, abstengámonos de decir ahora algo más.
Veamos, sin dilación, qué dijo sobre la amistad cada uno de estos filósofos.
Platón dedicó uno de sus primeros diálogos enteramente al tema, el
Lisis. En éste, como en sus trabajos mas célebres, el filósofo ateniense analiza
el significado de una palabra, «ϕιλία». Se trata de un término mucho más
amplio que el latino «amicitia», que incluye, según atestigua el uso de autores
contemporáneos, todo tipo de relaciones humanas que implique alguna
cercanía, ya sea laboral, sanguínea, intelectual, etc. En resumen, con «ϕιλία»
se designa una clase de amor diferente del erótico (ἔρος) y del completamente
desinteresado (ἀγάπη), que en latín se llama «caritas».
El Lisis es el primer documento literario en el que se lleva a cabo una
investigación acerca de la amistad en donde se superan, además, algunas
concepciones tradicionales, como la que rezaba que la amistad se basaba en la
utilidad, o en el placer, o en la camaradería, o en los vínculos sanguíneos, es
decir, todo el diálogo es un intento de redefinir «ϕιλία» como un vínculo de
amor, en sentido amplio, entre seres humanos. Así pues, a lo largo del texto,
cuatro jóvenes, Lisis, que da su nombre al diálogo, Menéxeno, Hipotales y
Ctesipo discuten en presencia de Sócrates, que los guía con sus preguntas. Y
si, como en los demás diálogos de platónicos del período juvenil, hacia el final
del texto los participantes se muestran incapaces de descubrir qué es ser
amigo156, el precedente ha quedado marcado: el ir y venir de la dialéctica
platónica abre el camino para las investigaciones de los que vendrán, entre
ellos, Aristóteles, quizás el más brillante discípulo de Platón.
El Estagirita dedica a la amistad los libros VIII y IX de su Ética
Nicomaquéa y otros tantos de su Ética Eudemia. Desde el comienzo, después
de señalar que la amistad es necesaria para la vida, que nadie querría vivir sin
amigos aunque tuviera todos los bienes, y de recorrer -siguiendo en esto a su
maestro- las concepciones naturalistas de Empédocles y Heráclito así como la
del trágico Eurípides, llega a la conclusión de que ésta no consiste sino en un
tipo de amor. Y, sigue, como las cosas se aman por uno de tres motivos, a
saber, por ser útiles, por ser agradables, o por ser buenas, entonces tres serán
también las clases de amistad, en todas las cuales hay cierta reciprocidad.
Aquellos que se hacen amigos por utilidad, no buscan sino lo que no pueden
obtener por sí mismos; de modo que la amistad no florece allí por el valor
intrínseco de los hombres, sino por conveniencia. Los que basan su amistad
en el mutuo agrado, soportan su relación en el placer, que por ser tan
inestable como la utilidad, no logra mantener el reciproco amor por mucho
tiempo. Tales amistades, comunes entre los jóvenes, son fáciles de disolver,
pues al cesar la utilidad o el agrado, cesa todo vínculo y se rompe la amistad.
La amistad perfecta, por su parte, es la de los hombres buenos e iguales en
virtud (ἀρετή). Ésta es estable, perenne, pero -concluye Aristóteles algo
desanimado- rara, porque hay pocos hombres así157.
Con toda la herencia de la filosófica Grecia sobre sus hombros, Cicerón
escribe un diálogo sobre la amistad, el Laelius de amicitia. No podía evitar el
tema aquél que ya en vida era considerado un no menos excelente orador que
filósofo. Modelo de elegancia y facundia para todas las generaciones de
latinistas, en un estilo que recuerda al de Platón, revuelve las aguas profundas
para decir sobre una cuestión trillada, algo nuevo.
El texto ciceroniano, está hilvanado, como otros de sus escritos
filosóficos, alrededor de la figura de un sabio de una generación anterior, Lelio.
La obra, cuyos protagonistas son Quinto Mucio Escévola, Cayo Fanio y el
propio Lelio, es un continuo ir y venir desde el pasado hasta el presente, en
busca del significado de la amistad; no ya de la palabra «amicitia», sino más
bien del hecho de ser amigo. Así, entremedio de juegos retóricos y giros
estilísticos propios de un profundo erudito, el Arpinate le da la palabra al
anciano Lelio cada vez que se produce una evolución en la investigación que
constituye toda la acción del diálogo. La amistad, dice Cicerón en boca de
Lelio, es el acuerdo absoluto y benevolente en todos los asuntos, tanto
humanos como divinos. En el clímax del debate, el sabio anciano exhorta a los
156
Cf. Lisis, 223b.
157
Cf. Ética Nicomaquéa, 1155a 5-1156b 30
jóvenes, que lo escuchan con atención, a que por sobre todas las cosas
humanas, prefieran la amistad. Nada hay -exclama bellamente- tan conforme
a la naturaleza, tan conveniente en las circunstancias adversas y en las
favorables158. ¿Cómo puede ser digna de ser vivida, se pregunta, siguiendo en
esto al poeta Ennio, una vida que no reposa en la buena voluntad compartida
por un amigo? ¿Qué será más agradable que tener alguien con quien atreverse
a hablar de todo como ante uno mismo? ¿Quién se alegraría en las
circunstancias felices si no tuviera alguien que se alegrara igual que uno
mismo? Pero, dejando a un lado todas las ventajas de la amistad,
innumerables por cierto, la más importante, remata, es que proyecta una luz
de esperanza hacia el futuro y no permite que los ánimos se debiliten ni
decaigan. En una palabra, sin los amigos se hace imposible sobrellevar los
males y sin ellos tampoco es posible ser feliz. Con todo, si el ritmo de las
palabras del Arpinate tiene a cada momento la solemnidad de un final, todavía
no lo ha dicho todo. Hay un factor psicológico de gran importancia para tejer
una verdadera amistad: la proyección del yo. El que contempla, pues, a un
verdadero amigo contempla –dice-, a un doble de sí mismo. La verdadera
amistad no consiste sino en trasladar el amor propio a otra persona, como si
se tratara de un segundo yo; ello, según él, explica cómo es posible que los
amigos ausentes estén presentes159.
Pero si Cicerón deja a un lado la amistad por utilidad para adentrarse
por el camino de la interioridad hacia la que se basa en el mutuo afecto,
Séneca, escrutador de los recónditos laberintos del alma, irá más lejos. En sus
célebres Epistulae Morales ad Lucillium, el más estoico de los latinos define,
pues la amistad como la unión de dos espíritus por la sincera voluntad de
amarse. Se trata de un postulado que lo lleva a afirmar la comunión en todo,
aun en la adversidad: no solo la alegría y tristeza reclaman por igual el vínculo
de los amigos, sino también el más neutro de los ἀδιάϕορα o «indiferentes», el
conocimiento, no tiene valor alguno si no se comparte.
Yo rechazaría la sabiduría -escribe como gritando- si se me diera con la
única condición de mantenerla encerrada y no poder compartirla. En su
espíritu, pues, nada es agradable si no se puede compartir con un amigo160.
Pero si la amistad nace por el compartirlo todo, esto es una parte nada más.
Tan solo es digno de ser llamado «amigo» aquél en quien uno tiene la misma
confianza que deposita en uno mismo. Así, aclara, antes de la amistad se debe
juzgar, después de ella, se debe ser fiel161 y no huir cuando la prueba se
presenta162. Por consiguiente, antes de a buscar amigos, invita a Lucilio a
hacerse amigo de sí mismo; quien en ello se empeña, sentencia, nunca estará
solo y será amigo de todos los hombres163.
Por lo visto, no tenía Agustín pocos textos a la mano si pretendía buscar
en ellos el significado de amicitia. Y si no es posible afirmar que hubiera leído
el Lisis ni la Ética Nicomaquéa, sin dudas tuvo en sus manos los textos de
158
Cf. Lelio, V.17
159
Cf. Ibíd., VIII. 23 et passim.
160
Cf. Epístolas morales a Lucilio, I.VI.4
161
Cf. Ibíd., I.III.2-3.
162
Cf. Ibíd., I.IX.9.
163
Cf. Ibíd., I.VI.7.
Cicerón y de Séneca, que suponían aquellos otros. Pero, a sabiendas de que a
estos filósofos les faltaba la fe en el Dios cristiano, su concepto de amistad, de
anclaje pagano, romano y, sobre todo, ciceroniano, representa un paso más en
la línea evolutiva: el obispo de Hipona es el primero en proponer una teoría de
la amistad cristiana. En efecto, si los autores anteriores se han investigado
desde la amistad por utilidad hasta, sorteando los matices intermedios,
aquella que se asienta en la interioridad, Agustín habrá de buscar en la gracia
divina, el más poderoso ligamento entre los amigos. Si se lo quisiera expresar
esta evolución en términos estrictamente agustinianos, diríamos que el
recorrido histórico del concepto de amistad tal como lo hemos delineado, va
desde la distentio a la extentio, con el paso obligado por la intentio. Son estos
tres momentos los que marcan la escritura de Agustín, al tiempo que las
etapas de su vida (cf. conf. 11, 29, 39). Con todo, debemos detenernos aquí si
no queremos decir más de lo que él mismo dice; analicemos, sin más vueltas,
el contenido de la epístola a Marciano.
ESTRUCTURA Y CONTENIDOS
TRADUCCIÓN
164
Los dos primeros verbos que Agustín utiliza en este pasaje -abripui (he
llevado) y obripui (he escapado furtivamente)- presentan una aliteración al tiempo que
abren un juego de significados. En efecto, entre el primero y el segundo verbo hace su
aparición el componente volitivo, cosa que será maximizado con el tercero -furatus
sum (he sido arrebatado)-: como indica, pues, el prefijo ob, el obispo de Hipona refiere
con obripui al hecho de haberse arrastrado casi contra su voluntad, un sentido que es
ajeno al abripui, y, al instante, como si se corrigiera a sí mismo, alega haber sido
arrebatado, es decir, como señalando con el furatus sum que sin concurso alguno de
su voluntad se vio obligado a dejar a un lado sus deberes como ministro cristiano para
escribir la presente epístola.
romanos”.165 [3] Así la definió, pues, y con razón: «la amistad consiste en la
concordancia en cuanto a las cosas humanas y divinas con benevolencia y
caridad»166. [4] Pero tú, queridísimo amigo, alguna vez concordabas conmigo
tan solo en referencia a los placeres humanos, cuando esperaba disfrutar de
ellos a la usanza del vulgo. Y <tu> me inflabas las velas para granjearme tales
placeres, de los que ahora me avergüenzo, pero no solo <inflabas> las velas de
mis deseos sino que entre mis amigos más queridos eras uno de los
principales que agitaban, además, los vientos con tus alabanzas. [5] Lejos
estaba de los asuntos divinos, de los que en aquél tiempo no me llegaba la luz
de la verdad. Nuestra amistad, por sobre todo, era defectuosa en la mayor
parte de su definición; estaba, pues, tan solo ligada por asuntos humanos, no
por los divinos, aunque había en ella una concordancia de benevolencia y
caridad.
165
Se trata de una cita textual de Lucano, Pharsalia, VII, vv 62-63: «…Romani
maximus auctor/Tullius eloquii…».
166
A diferencia de la cita anterior, esta no es textual. Agustín refiere al texto del
Laelius de amicitia, VI, 20: “Est enim amicitia nihil aliud nisi omnium divinarum
humanarumque rerum cum benevolentia et caritate consensio…”.
167
Se refiere al abandono de los placeres mundanos.
168
Es decir, con buenas intenciones. No obstante, se ha de entender que la
benevolencia de la que habla aquí Agustín, es una benevolencia, por así decir,
errónea.
169
cupiebas.
170
duxisti.
171
temporalem vitam.
172
iucundissima benignitate.
no tenías conmigo una verdadera amistad ni en cuanto a los asuntos
humanos. [14] Lo cierto es que, a la luz de los asuntos divinos, por causa de
los cuales se consideran los humanos correctamente, todavía no eras ni un
conocido, y ni siquiera eso, puesto que ni yo mismo estaba ocupado en ellos.
Después, cuando comencé a tomar consciencia, de alguna manera tú sentías
una gran aversión hacia ellos.
173
Sal., X, 6.
174
optantem.
175
illuxit.
176
Cf. Mt 22, 37-39 y Mr 12, 30-3.
177
Se refiere al verso de Terencio, no a Terencio.
[26] «…en este día se impone otra vida, exige otras costumbres»178.
7. [30] Dice Virgilio que extrajo esto del Cumaeo, es decir, de la profecía
de la Sibyla, puesto que, quizás, también ella habría escuchado en su espíritu
algo sobre el único Salvador, cosa que necesariamente tuvo que revelar a los
poetas.181
[31] Aunque estoy muy ocupado, he escrito estas cosas para ti, mi
hermano más amado y estimado en Cristo, concebidas como un servicio para
el Señor. Quizá sean pocas o quizá muchas. Ansío recibir tu respuesta y saber
muy pronto si has inscripto tu nombre entre los que habrán de bautizarse182 o
estás a punto de hacerlo. [32] Que nuestro Señor, Dios, en quien has creído, te
conserve en esta y en la futura vida, mi hermano más amado y estimado en
Cristo, y que <tu vida> sea concebida como un servicio para el Señor183.
BIBLIOGRAFÍA
178
Terencio, Andria, I, 2.
179
Virgilio utiliza solo un verbo, «solvent», que da la idea de liberar, resolver,
borrar, etc.
180
Virgilio, Ecloga IV, 13-14.
181
En este pasaje, de singular importancia para la arqueología de la theologia
poetica, se hace referencia a los oráculos sibylinos y en especial, a la profetiza llamada
“Sibyla de Cumas” en pro de que aunque nacida en Jonia, de padre humano y madre
ninfa, habría vivido en Italia, en la Campania (en latín, «Cumae»). Según la leyenda, la
Sibyla, siendo ya muy anciana vendió algunos de los libros que contenían sus
profecías a Tarquino el Soberbio, a la sazón, el último rey de Roma (s. VI a. C.). Los
libros fueron guardados en el templo de Júpiter y, consultados sin interrupción ante
las cuestiones de difícil resolución, cayeron víctimas del fuego en el año 83 a. C. Los
sacerdotes que los habían frecuentado compaginaron, con lo que de ellos recordaban,
otros libros llamados también «sibilinos», pero hacia el año 400 de nuestra Era
desaparecieron, quizás como los anteriores, ante la ferocidad de nuevas llamas. Sea de
ello lo que fuere, tuvieron una gran influencia en cuestiones religiosas y su prestigio
estaba tan extendido que muchos cristianos llegaron a afirmar o, como Agustín, a
sugerir, que en ellos había profecías acerca del Mesías.
182
competentes.
183
Tanto en [31] como en [32], Agustín utiliza la fórmula «…domine merito
suscipiende, et in Christo dilectissime ac desideratissime frater». Como es evidente,
para salvar el sentido del texto la hemos vertido al castellano con algunas leves
variantes.
Nota: No nos limitamos aquí a la bibliografía citada,
sino que agregamos también la que hemos consultado
para la realización de este trabajo.
Fuentes
CARROZZI, L. (ED.) (1960). S. Aurelio Agostino. Lettere Scelte vol. II, Torino, Società
Editrice Internazionale.
ARISTÓTELES (1985). Ética Nicomaquéa, Ética Eudemia. Madrid. Gredos, (traducción de
J. Pallí Bonet).
CICERÓN (2004). Tratados Filosóficos I. Buenos Aires. Losada (traducción de M. T.
Mainero).
PLATÓN (1982). Diálogos I. Madrid. Gredos (traducción de J. Calonge Ruiz, E. Lledó
Iñigo y C. García Gual).
SÉNECA (20063). Cartas a Lucilio. Barcelona. EJ (traducción de L. A. López Soto).
Bibliografía secundaria
Recursos digitales
Resumen.-
Este trabajo ofrece solamente parte y la inicial documentación sobre la actuación
de la Audiencia de Chile, provocada a petición de un grupo de religiosos agustinos,
numéricamente nada representativos, en la elección del P. Provincial en el Capítulo
Provincial de 1728, celebrado en el Convento Casa Grande de San Agustín en Santiago
de Chile, y que llegó a desterrar al anterior P. Provincia P. Diego Salinas, por no acceder
a ese oficial y grave atropello de la autoridad civil. En esta primera parte incluimos las
primeras órdenes de la Real Audiencia y las declaraciones de varias personalidades
sobre este contencioso.
Documentación
Expedientes sobre el Capítulo Provincial de Religiosos Agustinos y
extrañamiento de Fr. Diego de Salinas. Años de 1700 a 1740184
Documento I
Señor:
parte superior derecha leemos una abreviatura que interpretamos como «Eclesiástico».
En el margen izquierdo vienen también en abreviatura, sin formar parte de texto del
documento, sino de la ubicación archivística, y en abreviatura «Estante nº, Caja nº,
Legajo nº».
Suprimiendo unos [conventos], y agregando otros, conforme fuese más
conveniente, y mandando que todos los que no tuviesen ocho religiosos de
continua asistencia, en cuyo número ponía la razón formal y constitutiva de
conventualidad, no se tuviesen por tales, ni sus prelados gozasen el derecho
de la voz activa de votar en los Capítulos Provinciales. Y por lo que mira a esto
último, pidió se exhortase al Provincial de San Agustín para que en el Capítulo
proxime celebrando, guardase los Breves Apostólicos y órdenes de Vuestra
Majestad.
Y con esta ocasión pasamos a registrar (no pareciéndoos posible que
Vuestra Majestad hubiese dejado de avisar a la Audiencia la providencia
expresada) los libros en que se archivan las Reales Cédulas. Y hallamos una
de la misma fecha, en que nos manda Vuestra Majestad, auxiliemos a los
obispos y cuidemos atienda el Fiscal a su observancia, pero considerando que
la inmediación del Capítulo, hacía poco oportuna la coyuntura, y que pudiera
discurrirse, haciéndoseles saber en aquel tiempo, que por hecho nuestro se
perturbaba la paz, porque habían de recibir con novedad esta providencia,
tuvimos por más conforme a las reglas de prudencia, suspender por entonces,
aunque conocimos ser la más saludable disposición para que se observe
conventualidad. Y así lo acordamos, como consta del testimonio que remitimos
a Vuestra Majestad, del acuerdo escrito, en el libro del secreto, para que
conozca que procuramos, no dar motivo de escándalo.
El día siguiente, se presentaron tres horas antes de recibirse, el
Presidente de Capítulo, siete PP. Mtros. y otro Presentado ex Provincial,
pidiendo la ejecución del citado despacho. Y por otro sí, dijeron haber
entendido, que en los libros de Cédulas del gobierno del Presidente, se hallaba
otra que es más moderna, fecha en 31 de Julio de 1713. Y con efecto, se
encontró más dilatada, por ser sobrecartada, y en que Vuestra Majestad
insiste, con mayor conocimiento de causa, en mandar a los Virreyes,
Presidentes, Audiencias y Gobernadores, hagan guardar, cumplir y ejecutar,
precisa y puntualmente, los ya expresados Breves de Paulo V Clemente VIII.
Y habiendo entonces dado cuenta a Vuestra Majestad el Presidente de
su recibo, y quedar notificada al Vice Provincial de San Francisco por otra de
15 de febrero de 1718, le extra[ña]ría [a] Vuestra Majestad, no le informe con
más individualidad; concluyéndose, de esta reiteración y permanencia de
Vuestra Majestad, en mandar los mismo, que su Real ánimo es, se ejecute lo
determinado. En cuya inteligencia, sin caer en la inobediencia, quedamos sin
arbitrio, y necesitados a hacerle saber al Provincial, lo que Vuestra Majestad
tiene mandado, para la observancia de los Breves Apostólicos, en esta materia.
Y porque por otro sí, pidieron la asistencia del tribunal, que ha sido muy
frecuente en este Reino, a los Capítulos, para evitar los disturbios, pasamos al
Convento, y en la celda del Provincial actual Mtro. Fr. Diego Salinas, le
prevenimos que, pues era hora, podía mandar tocar a Capítulo para recibir al
Presidente de él, porque la Audiencia tenía que hacerle saber algunas
providencias, a que replicó se debían entender con él, por hallarse con la
jurisdicción, y, aunque se procuró persuadirle, que eran peculiares del
Presidente de Capítulo, no cedió; y fue necesario manifestarle la Real
deliberación de Vuestra Majestad, y que era forzosa la ejecución, que le
pareció no tenía lugar entonces, porque antecedentemente no se le había
hecho saber, ni era practicable, pues no quedaría Provincia, por no poderse
completar los conventos, del número de religiosos que se prefinían, hallándose
la Provincia con sólo ochenta sacerdotes.
Pasó esta conferencia en presencia de los Mtros. y mucha parte de la
Comunidad, que procuraron defender podía subsistir, y a la excusa de no
habérsele antes notificado, le respondimos: lo primero, que no presumíamos lo
ignoraba, porque la Cédula había venido al Provincial de aquel tiempo, y era
duplicado. Con que tenían dos, y si las callaron, no se había dejado de pecar
en algo. Lo segundo, que siempre era tiempo, pues a ninguno se coartaba el
efecto de los Breves, ni las Reales disposiciones. Y sobre si había o no
religiosos para completar los conventos, se le convenció aritméticamente, por
su misma confesión, sin atender a lo que algunos Mtros. dijeron, que había
más de ochenta sacerdotes, pues sólo con este número se situarían siete con
ocho sacerdotes, y el de esta ciudad [de Santiago] con veinte y cuatro,
quedándole por repartir todos los coristas y diez y seis legos, que tienen, con
lo que, sin dispensación de número de conventos, tendrían los ocho que
constituyen Provincia. En lo que se gastó inútilmente hasta las seis de la
tarde, que se le exhortó tocase a Capítulo y recibiese al Presidente de él, como
lo ejecutó, pero entrando al acto declaró por excomulgados a siete de los que
firmaron el escrito, y no a los ocho, porque se dudó en uno, el consentimiento
para la firma, que se hallaba suya, en el escrito, aunque verbalmente dijo que
pedía se ejecutase.
Con este movimiento se suspendió la recepción, y pasó el Provincial,
Mtros. y demás de la Comunidad a la Sala, D.de estaba el Acuerdo,
manifestando los excomulgados, la violencia que ejecutaba con ellos, sin más
causa que la de haber ocurrido, a que asintió el Provincial, y que había
obrado, no condenando, sino declarando en conformidad de Bula de Clemente
VIII, inserta en la tercera parte de las Constituciones. Más los Mtros. insistían
en la violencia, y negarle la facultad para declarar. Y es así que expresamente,
en el Bimestre se lo prohíbe al Capítulo privado la constitución, sea por
sentencia condenatoria o declaratoria, de que se infiere, que no podrá sólo
hacerlo, cuando se le prohíbe, con la mayor autoridad, que tiene con el
Capítulo privado. Y sería inconsecuencia clara, que pudiese más con menos
autoridad, fuera de que es menester culpa para incursión, y no era
comprensible la más leve, por haber pedido el amparo de las determinaciones
Apostólicas, terminantes al cato de la elección, por los mismos interesados en
ellas, y que debieron tener como propias Constituciones para arreglarse, y que
se arreglasen los demás, sin que fuese razón de fundar en el Provincial, el
recurso al tribunal secular, cuando por esta mano llegaron amparadas las
disposiciones Pontificias, y no mudaron el curso de la dependencia. Lo otro,
porque temieron la opresión, que naturalmente hubieran padecido, y
manifestó bien la repugnancia del Provincial a la ejecución; y, sobre todo,
podrán convencer justo este temor, con la experiencia de haber encarcelado,
ahora nueve años, a tres Definidores. Y hubieran hecho lo mismo con los
Mtros. si no se hubieran asegurado en la Merced. Y, finalmente, si la presencia
del tribunal, no contuvo al Provincial, sin ella, se deja entender hubiera
procedido con mayor rigor.
Por estos motivos nos pareció, que la fuerza era notoria, y se debía
declarar entendida, aún sin interpelación de parte, como se declaró a su
pedimento y se le exhortó para que absolviese, a que se negó pertinazmente,
con lo que se pasó al prolijo remedio y trabajoso, en la estrechez del tiempo de
la provisión ordinaria, y sobre cartas prevenidas por la ley, hasta llegar a
declararle por incurso en las temporalidades185, y a ejecutar, porque ningunos
medios de suavidad, prudencia, amonestación, consejos y razones de los
inconvenientes, que hoy se tocan, fueron poderosos a hacerle deponer el
dictamen, que sin duda formaba, no la conciencia, sino el capricho , con que
quedamos de pasarle los mismos oficios con el Mtro. Fr. Próspero del Pozo, a
quien en el Bimestre toca la Prelacía, como a Provincial inmediatamente
absuelto186, en caso de muerte o impedimento del actual, quien como unido
por amistad, sangre y por la conveniencia de mantener el mando con el Mtro.
Fr. Diego Salinas, resistió absolver, hasta la notificación de la cuarta, con lo
que lo ejecutó y pasó a recibir el Presidente de Capítulo, acto en que se volvió
a ofrecer dificultad, porque los citados Mtros. que recurrieron, pretendieron
que el Presidente de Capítulo, Fr. Nicolás Salinas, hermano del Provincial,
primer Definidor, Fr. Juan Becerra, tío de Fr. Nicolás y de Fr. Diego, y primo
de Fr. Próspero, segundo Definidor, y el tercero Fr. Fulano (sic) de Arrué,
pariente también de los mismos, no lo podían ser, el último por demente, y los
otros dos por ausentes de la Provincia, pues Fr. Nicolás Salinas, lo había
estado catorce años en Lima, y Fr. Juan Becerra más de veinte, en las
Provincias del Tucumán187, [y] que uno y otro se eligieron Definidores, no
estando en la Provincia. Y habían venido, Becerra doce días había a este
Convento, y nueve meses al Reino Fr. Nicolás Salinas, novedad que obligó a
venir al Mtro. Fr. Próspero al Acuerdo, a quien se le oyó como a Prelado, y a
uno de los Mtros., por su parte, pero advirtiendo a Fr. Próspero, [que] no
queríamos saber delitos, contentándoos con entender que en el Capítulo
antecedente, fueron electos, y, en todo el trienio, no contradichos, y que la
misma Constitución, que favoreció a los Mtros. para la absolución, por no
poderse en el Bimestre privar votos, debía correr a favor de los Definidores,
aunque en realidad lo que los Mtros. alegaban, era verdad, y así, se declaró,
debían mantenerse y usar de sus oficios y facultades. Si el Mtro. Fr. Diego
Salinas, no hubiera, con menos caridad, hecho juicio de que la Audiencia iba
a quitarle estos votos, que es lo primero que se propone, desentendiéndose de
sus violencias, tenemos por cierto, no hubiera llegado al extremo de la
inobediencia, persuadióselo empero su recelo, y el temor de no quedar
desairado, perdiendo la elección, y que la ganaran los que él había menos
atendido.
Con estas providencias, puesta la materia en estado, y asegurado el
Presidente de Capítulo en su oficio, se le exhortó para la ejecución de las
Reales Cédulas, cuya obediencia fue pronta; hasta aquí, corrieron los auto del
extrañamiento del Mtro. Fr. Diego Salinas, por lo que verá Vuestra Majestad,
conforme este informe, a los hechos expresados, en la manera que hacen
conocer la verdad, aunque sin las formalidades que en otros lances pudieran
185 Eran los frutos o cualquier cosa o propiedad profana, de la que los
188 El P. Fernando de Oyarzun y Lartaun del Pozo y Silva, fue Prior del
También tenemos que decir que, en estos dos conventos cuyanos, dada la frontera
natural que representaba la Cordillera Andina, desde el mismo inicio de los mismos,
se instituyó la figura de Vicario Provincial para los dos, que hacía las veces del Prior
Provincial, por la dificultad de trasladarse este desde Santiago de Chile para visitar a
ambos Conventos.
Santiago y Febrero 13 de 1728.
Documento II
Documento III
Los PP. Mtros contrarios al resultado del Capítulo presentan una Real
Cédula y piden cierta resolución
Documento IV
El Rey:
Documento V
Cano [rubricado]
P. Solís [rubricado]
Dr. Barreda [rubricado] Recabarren [rubricado]
del Corral [rubricado].
Por mandado de los Sres. Presidente y Oidores de dicha Real Audiencia.
Cuadros [rubricado].
Documento VI
194Sala o asiento de los tribunales de justicia donde suben los testigos o los
acusados para declarar.
Real Provisión, sobre carta, de ruego y encargo, en la forma ordinaria,
para que el muy R. P. Mtro. Fr. Diego de Salinas, Provincial de esta Provincia
de Chile, con lo expresado en ella, y el decreto aquí inserto, cometida su
notificación al escribano de Cámara, con las penas aquí contenidas. [Una
rúbrica].
D. Felipe V por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, de
las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia,
de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de
Murcia, de Jaén de los Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las Indias
Orientales y Occidentales, y la Tierra Firme, del mar Océano, archiduque de
Austria, duque de Borgoña, de Brabante y Milán, conde de Tours, de Flandes,
señor de Rosellón y Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, etc., a vos el
devoto P. Provincial Fr. Diego Salinas, Provincial de la Provincia que está y
reside en las Provincias y ciudad de Santiago de Chile, salud y gracia. Sabed
que en la Audiencia y Chancillería Real, que por nuestro indicado está y reside
en la dicha ciudad, se libró y despachó la primera carta y provisión real para
que absolvierais de las censuras, en que teníais declarados por incursos a los
PP. Mtros, contenidos en el decreto de fojas, de que intimado, díctese la
respuesta que se halla puesta al pie de dicha real carta, sobre que por el
dicho nuestro Presidente y Oidores, se le pidió decreto, en que por vuestra
inobediencia, se mandó despachar la sobre carta, como todo consta de la
primera provisión intimatoria y su respuesta, cuya lectura es como sigue: D.
Felipe V por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos
Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de
Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de
Murcia, de Jaén de los Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las Indias
Orientales y Occidentales, y la Tierra Firme, del mar Océano, archiduque de
Austria, duque de Borgoña, de Brabante y Milán, conde de Tours, de Flandes,
señor de Rosellón y Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, etc., a vos el R.
P. Mtro. Fr. Diego Salinas, Prior Provincial de la Provincia de Chile, salud y
gracia. Sabed que en la Audiencia y Chancillería Real, que por nuestro
indicado está y reside en la ciudad de Santiago, y ante el nuestro Presidente y
Oidores de ella, se llevó el escrito y respuesta dada por ellos, sobre que
absolviese a los PP. Mtros. Con vista de ello, los dichos nuestro Presidente y
Oidores, a pedimento de nuestro Fiscal, proveyeron el decreto, que su tenor es
a la letra.
Decreto: Respecto de la inobediencia del R. P. Provincial al exhorto,
despachado por este Real Acuerdo, sobre absolver a los religiosos que tiene
declarados con censuras, se despache la primera carta de ruego y encargo, en
la forma ordinaria. Proveyeron el decreto del uso los Sres. Presidente y Oidores
de esta Real Audiencia, en Santiago de Chile, en treinta y uno de Enero de mil
setecientos y veinte y ocho, como a las seis y media de la tarde y le señalaron
el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara, Comendador
de Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo de su
Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de su
Real Audiencia, y Sres. Oidores, D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero
del Orden de Calatrava, D. Juan Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D.
Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre. Asimismo, del
Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de Corte de dicha Real Audiencia,
estando en su Real Acuerdo, en este convento de del señor San Agustín,
presente el Sr. Fiscal de su Majestad, de que doy fe. Cuadros [rubricado].
En cuya conformidad y para que lo contenido en el decreto de suso
inserto, tenga cumplido efecto, por los dichos nuestro Presidente y Oidores,
todo fue acordado, que debíamos de mandarla y despachar esta nuestra carta
y provisión real, primera carta de ruego y encargo. Por lo que os rogamos y
encargamos, dese luego cumplido efecto, al dicho decreto y exhorto, con
apercibimiento de que sea despachada la sobre carta, en la dicha razón. Y
mandamos a nuestro escribano de Cámara, de dicha Real Audiencia, se la
notifique e intime, para que debiendo ser aplicados por mitad, para la nuestra
Cámara y reales estrados, sobre la cual mandamos, a cualquier nuestro
escribano, vos lo notifique y asiente la notificación al pie de esta nuestra carta.
Y que el dicho nuestro escribano de Cámara, al pie de ella, ponga por
diligencia vuestra respuesta, para que así, en vista de ella, conste y sepamos
cómo se cumple nuestro ruego y encargo.
Dado en la ciudad de Santiago de Chile, a treinta y uno de Enero de mil
setecientos y veinte y ocho años. Yo D. Miguel Cuadros, escribano de Cámara
y de su Majestad, para el Rey nuestro señor, la que escribí por su mandado,
con acuerdo de su Presidente y Oidores. Presidente Canciller D. Miguel
Cuadros. Por registro D. Miguel Cuadros. D. Gabriel Cano y D. Juan Próspero
de Solís Vango, D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, D. Martín de
Recabarren, Licenciado D. Juan del Corral Calvo de la Torre.
Diligencia: Y luego, in continenti, hice saber esta Real Providencia al
muy R. P. Mtro. Fr. Diego Salinas, Prior Provincial. Y dijo que la obedecía
como carta y mandato de nuestro Rey y señor natural, y la cogió, besó y puso
sobre su cabeza, y dijo que por lo que toca a la absolución de los PP. Mtros,
que tiene excomulgados, no tiene que decir más, que lo que ha respondido al
primer exhorto, de que doy fe. Cuadros.
En atención a continuarse la inobediencia del R. P. Provincial, se
despache la sobrecarta. Proveyeron el decreto de suyo los Sres. Presidente y
Oidores de esta Real Audiencia en su Real Acuerdo de justicia, como a las
siete y tres cuartos de la noche. En la ciudad de Santiago de Chile, en treinta y
uno de Enero de mil setecientos y veinte y ocho años. Y lo señalaron, el
Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara, Comendador de
Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad,
Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de su Real
Audiencia, y Sres. Oidores, D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero del
Orden de Calatrava, D. Juan Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D.
Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, del dicho
Consejo, de que doy fe. Cuadros. Y vista por los dichos nuestro Presidente y
Oidores, fue acordado que debíamos mandar dar esta sobrecarta en las dichas
razones. Tuvímoslo por bien, por la cual os rogamos y encargamos a vos, al
dicho P. Provincial, que siendo requerido por parte del dicho nuestro escribano
de Cámara, con ella la dicha nuestra primera carta, suso inserta, y el decreto
últimamente proveído. Y los dichos nuestro Presidente y Oidores, y de suso
incorporado, lo guarden, cumplan y ejecuten en todo y por todo, según y cómo
en ella se contiene y declara, y contra su tenor y forma, no van ni pasan por
vía ni manera alguna, sin embargo de la respuesta a ella dada, ni otra que se
deba dar, pena de la vuestra merced. Y al perder la naturaleza y
temporalidades que han se de tener en los nuestros Reinos y Señoríos, y de
ser habido por ajeno, y este de ellos. Y mandamos al nuestro escribano de
Cámara, sola pena arriba impuesta, os lo notifique y requiera con ello,
poniendo al pie vuestra respuesta. Y cualquier otro escribano, lo notifique al
dicho escribano de Cámara, para que conste y se sepa cómo se cumple
nuestro ruego y encargo. Dada en la ciudad de Santiago de Chile a treinta y
uno de Enero de mil setecientos y veinte y ocho.
Yo D. Miguel de Cuadros, escribano de Cámara y de su Majestad por el
Rey nuestro señor, la firmé y entregué por su mandado, con acuerdo de su
Presidente y Oidores, por el Canciller. Por el registro D. Miguel de Cuadros.
Y luego, in continenti, hice saber esta Real Provisión al muy R. P. Mtro.
Fr. Diego Salinas, Prior Provincial de esta Provincia del señor San Agustín, la
que dijo que obedecía como carta y mandato de nuestro Rey y señor natural,
y que no tiene más que decir, que lo que ha dicho en las diligencias
antecedentes, y que está pronto y apercibido para salir luego, a D.de su Alteza
mandare y fuere servido. Y de ello doy fe. Cuadros [rubricado].
Por cuanto intimada la sobre carta al R. P. Mtro. Provincial Fr. Diego
Salinas, desiste contumaz en el obedecimiento a la carta, por vuestra carta
que se la han despachado, como a las once de la noche, por este Real Acuerdo,
se libre la tercera con las temporalidades. [Seis rúbricas].
Proveyeron al decreto de suso los Sres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia en Santiago de Chile, a treinta y uno de Enero de mil
setecientos y veinte y ocho años, como a las once de la noche, y lo señalaron el
Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara, Comendador de
Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad,
Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de su Real
Audiencia, y Sres. Oidores, D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero del
Orden de Calatrava, D. Juan Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D.
Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, asimismo del
Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de corte de dicha Real Audiencia,
en este convento del señor San Agustín. Cuadros [rubricado].
195 En el margen izquierdo vienen unas palabras imposibles de leer, pero que
se quieren entender como «despachada esta carta».
señalaron el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara,
Comendador de Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos, del Consejo
de su Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino, y Presidente de
su Real Audiencia, y Sres. Oidores, D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero
del Orden de Calatrava, D. Juan Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D.
Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de
su Majestad, Oidores y Alcaldes de corte de dicha Real Audiencia, de que doy
fe. Cuadros [rubricado].
Decisión: En cuya conformidad, y para que lo contenido en el decreto
suso inserto, tenga cumplido efecto, de los dichos nuestro Presidente y
Oidores, visto, fue acordado que debíamos de mandar dar y despachar esta
nuestra carta y provisión real. Mandamos y encargamos deis luego cumplido
efecto, al dicho decreto y exhorto, con apercibimiento de que despachará la
sobre carta, en la dicha razón. Y mandamos a nuestro escribano de Cámara,
de dicha Real Audiencia, vos la notifique e intime, pena de doscientos pesos,
aplicados por mitad para la nuestra Cámara y reales estrados, sobre la cual
mandamos, a cualquier nuestro escribano, vos la notifique, y habiente la
notificación, al pie de esta nuestra carta, y por el dicho nuestro escribano de
Cámara, al pie de ella, ponga por diligencia, vuestra respuesta, para que
asimismo, de ello conste y sepamos, cómo se cumple nuestro ruego y encargo.
Dada en la ciudad de Santiago, en treinta y uno de Enero de mil setecientos y
veinte y ocho años. Yo, D. Miguel de Cuadros, escribano de Cámara y de su
Majestad, por el Rey nuestro señor, la hice escribir por su mandado, con
acuerdo de su Presidente y Oidores. Por el Canciller D. Miguel de Cuadros. Por
el registro D. Miguel de Cuadros. D. Gabriel de Cano, Dr. D. Juan Próspero de
Solís Vango, Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Martín de
Recabarren, Licenciado D. Martín de Recabarren, digo D. Juan del Corral
Calvo de la Torre.
Diligencia: Y luego, in continenti, hízose saber esta Real Provisión al
muy R. P. Mtro. Fr. Diego Salinas, Prior Provincial, y dijo que la obedecía,
como carta de su Rey y señor natural. Y la cogió, besó y puso sobre su cabeza,
y dijo que por lo que toca a la absolución de los PP. Mtros, que tiene
excomulgados, no tiene que decir más, que lo que ha respondido al primer
exhorto, de que doy fe. Cuadros.
Prosigue: En atención a continuarse esta inobediencia del R. P. Prior, se
despacha la sobre carta. Proveyeron el decreto de suyo, los Sres. Presidentes y
Oidores de esta Real Audiencia, en la ciudad de Santiago de Chile, en treinta y
uno de Enero de mil setecientos veinte y ocho años, como a las siete y tres
cuartos de la noche, y lo señalaron el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano, caballero
del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General de los
Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad, Gobernador y Capitán General
de este Reino, y Presidente de su Real Audiencia, y Sres. Oidores, D. Juan
Próspero de Solís Vango, caballero del Orden de Calatrava, D. Juan Sánchez
de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan del Corral
Calvo de la Torre, del Consejo de su Majestad, Oidores y Alcaldes de corte de
dicha Real Audiencia, de que doy fe. Cuadros.
Decreto: Y visto por los dichos nuestro Sres. Presidente y Oidores, fue
acordado que debíamos de mandar dar esta sobrecarta en la dicha razón, en
que tuvímoslo por bien, por lo que vos rogamos y encargamos, a vos el dicho
P. Provincial, que siendo requerido por parte del dicho nuestro escribano de
Cámara, con ella, la dicha nuestra primera carta, suso inserta, y el decreto
últimamente proveído, por los dichos nuestros Presidente y Oidores, de suso
incorporado, la guarden y cumplan y ejecuten, en todo y por todo, según y
cómo en ella se contiene y declara. Y contra su tenor y forma, no vayáis ni
paséis, por vía ni por manera alguna, sin embargo de la respuesta a ella dada,
ni otra que se deba dar, pena de la nuestra merced, y de perder la naturaleza
y temporalidades, que habéis de tener en los nuestros reinos y señoríos, y de
ser habido por ajeno y extraño de ellos. Y mandamos al nuestro escribano de
Cámara, sola pena arriba expuesta, os la notifique y requiera con ella,
poniendo al pie vuestra respuesta. Y a cualquier otro escribano la notifique el
dicho escribano, para que conste y se sepa, cómo se cumple nuestro ruego y
encargo. Dada en la ciudad de Santiago de Chile, en treinta y uno de Enero de
mil setecientos y veinte y ocho años. Yo, D. Miguel de Cuadros, escribano de
Cámara y de su Majestad, por el Rey nuestro señor, la hice escribir por su
mandado, con acuerdo de su Presidente y Oidores. Por el Canciller, D. Miguel
de Cuadros. Por el registro D. Miguel de Cuadros.
Diligencia: Luego, in continenti, hice saber esta real provisión al muy R.
P. Mtro. Provincial Fr. Diego Salinas, Prior Provincial de esta Provincia de
nuestro P. San Agustín, la cual dijo que obedecía, como carta y mandato de
nuestro Rey y señor natural, y que no tenía más que decir, que lo que ha
dicho, en las diligencias antecedentes, y que está pronto y apercibido, para
salir luego, y a D.de su Alteza mandare y fuera servido. Y de ello doy fe.
Cuadros.
Decreto: Porque intimada la sobrecarta al R. P. Mtro. Provincial Fr.
Diego Salinas, persiste contumaz en el obedecimiento a la carta y sobrecarta,
que se le han despachado, por este Real Acuerdo, se libra la tercera con las
temporalidades. Proveyeron el decreto de suso, los Sres. Presidentes y Oidores
de esta Real Audiencia, estando en su Real Acuerdo, en la ciudad de Santiago
de Chile, en treinta y uno de Enero de mil setecientos y veinte y ocho años,
como a las once de la noche. Y lo señalaron, el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano,
caballero del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General
de los Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad, Gobernador y Capitán
General de este Reino, y Presidente de su Real Audiencia, y Sres. Oidores, D.
Juan Próspero de Solís Vango, caballero del Orden de Calatrava, D. Juan
Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan
del Corral Calvo de la Torre, asimismo del Consejo de su Majestad, Oidores y
Alcaldes de corte de dicha Real Audiencia, presente el Sr. Fiscal, de que doy fe.
Cuadros.
Decisión: Y visto fue acordado por nuestro Presidente y Oidores, que
debíamos mandar dar esta nuestra tercera y provisión real, con la dicha
razón, y tuvímoslo por bien, porque vos rogamos y encargamos, veáis las
dichas nuestras reales provisiones, carta y sobrecarta suso insertas, y sin
embargo, de las respuestas en ellas dadas, las guardéis y cumpláis, luego y
sin dilación alguna, y no lo haciendo así, vos libraremos y despacharemos, la
cuarta carta y provisión real, declarándoos por ajeno, extraño de estos reinos y
señoríos, para que no volváis ni entréis en ellos, sin nuestra licencia, orden y
mandato, con orden que daremos al nuestro alguacil mayor de esta ciudad,
por no hallarse en ella, el decirle, para que os saquen de los dichos nuestros
reinos. Y mandamos al dicho nuestro escribano de Cámara, vos la intime y
haga saber, debajo de la pena impuesta a estos antecedentes, y que cualquier
escribano vos la notifique, a vos el dicho escribano de Cámara, poniendo por
diligencia una y otra al pie de esta real carta, para que de ella conste, cómo
dejamos, cómo se cumple nuestro ruego y encargo. Dada en la ciudad de
Santiago de Chile, en treinta y uno de Enero, de mil setecientos y veinte y ocho
años. Yo, D. Miguel de Cuadros, escribano de Cámara y de su Majestad, por el
Rey nuestro señor, la hice escribir por su mandado, con acuerdo de su
Presidente y Oidores. Por el Canciller, D. Miguel de Cuadros. Por el registro D.
Miguel de Cuadros. [Varias firmas rubricadas ilegibles].
Y luego, in continenti, hice saber esta real provisión al muy R. P. Mtro.
Fr. Diego Salinas, Provincial de la Provincia del señor San Agustín, y dijo que
la obedecía como carta y mandato de nuestro Rey y señor natural, y que la
ponía sobre su cabeza, y que por el capítulo citado de la Constitución, y por
otra protesta de nuestro Reverendísimo P. General Fr. Juan Bautista Aste,
expedida para estas partes de las Indias, no puede absolver a los dichos PP.
excomulgados, sin incurrir en grave inobediencia y excomunión, reservada a
Su Santidad. Y que debajo de este imposible, no tiene arbitrio para el
obedecimiento, pues fuera por ceder a la elección con los vocales
excomulgados; y aunque tienen otras penas que les impiden el ingreso, y las
tuviera su Paternidad Reverenda, siendo nula la elección. Y todas las
consecuencias de ese vicio, se le recargarán. Por lo cual vuelve a suplicar, se
alce cualquier apercibimiento para la absolución, por no ser facultativa a su
autoridad, como lleva dicho, y de lo contrario, pide se le dé testimonio de todo
lo actuado, resignando su persona, a la obediencia de la suprema facultad, en
todo lo que no fuere en dispendio de la observancia regular, sobre que
reproduce los ejemplares repetidos, en contra de sus semejantes, y
especialmente, el ejecutado con los R. P. Fr. José y Fr. Agustín de Leiva, con
quienes fueron declarados por excomulgados y privados, sólo por semejante
recurso, sin que la Real Audiencia, D.de ocurrieron, insistiese en la
absolución. Y se reservó para el Reverendísimo P. General, quien aprobó todo
lo obrado en la materia, y sólo por una carta misiva pide que, caritativamente,
le dispensen, aplicándoles alguna pena saludable, y hecho a instancias
especiales de su Paternidad, el dicho P. Provincial. Y lo firmó, de que doy fe.
Documento VII
196 En el margen izquierdo y con la misma grafía, se quiere leer «fue a las
[ilegible] de la noche» [rúbrica].
Real Provisión de ruego y encargo para que el R. P. Mtro. Fr. Diego
Salinas, Provincial de esta Provincia, se tenga por extraño de estos Reinos, en
caso de no obedecer lo que en el Auto aquí inserto se expresa y se le tiene
exhortado. Y asimismo, para que se haga saber el dicho Auto a los R. PP.
Mtros y demás religiosos de esta sagrada Comunidad, y que le tengan por
extraño de estos reinos, desde el escribano de casación al escribano de
Cámara, solas penas aquí contenidas. [Hay una rúbrica].
D. Felipe V por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, de
las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia,
de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de
Murcia, de Jaén de los Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las Indias
Orientales y Occidentales, y la Tierra Firme, del mar Océano, archiduque de
Austria, duque de Borgoña, de Brabante y Milán, conde de Tours, de Flandes,
señor de Rosellón y Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, etc., a vos el R.
P. Mtro. Fr. Diego Salinas, Prior Provincial, salud y gracia. Sabed que en la
Audiencia y Chancillería Real, que por nuestro mandado está y residen en la
ciudad de Santiago, de las Provincias Chile, y por el nuestro Presidente y
Oidores de esta, se vio la última respuesta que disteis a nuestra tercera carta,
y con vista de ella y de lo demás obrado, proveyeron un Auto, que es de este
tenor siguiente:
En la ciudad de Santiago de Chile en primero de Febrero de mil
setecientos y veinte y ocho los Sres. Presidente y Oidores de esta Real
Audiencia, estando en su Real Acuerdo el Excmo. Sr. D. Gabriel Cano
Caballero, del Orden de Alcántara, Comendador de Mayorga, Teniente General
de los Reales Ejércitos, del Consejo de su Majestad, Gobernador y Capitán
General de este Reino y Presidente de esta Real Audiencia, y Oidores Reales D.
Juan Próspero de Solís Vango, Caballero de del Orden de Calatrava, D.
Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y
D. Juan del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su Majestad, Oidores y
Alcaldes de corte de dicha Real Audiencia, dijeron que por cuanto habiéndose
despachado las tres reales previsiones, carta sobrecarta, y la tercera con el
apercibimiento de las temporalidades al muy R. P. Fr. Diego de Salinas,
Provincial actual de esta Provincia de Ermitaños de nuestro P. San Agustín,
sobre que absolviese a los PP. Mtros de ella, de las censuras con que los ha
grabado, y que intimado de ellas por el Presidente escribano de Cámara, se
haya tan resistente, que aún habiéndole hecho comparecer ahora en el Real
Acuerdo, [a]demás de lo que contiene su respuesta, al pie de la dicha tercera
real provisión, dijo en presencia de dichos Sres. y ante el Presidente Escribano
de Cámara, que teniendo hecho dictamen de conciencia, no podía cumplir con
el tenor de las dichas reales cartas, en orden [a] absolver de dichas censuras a
dichos PP. Mtros, y que estaba pronto a salir de este reino, con su breviario,
para D.de por esta Audiencia se le ordenase, y que no eran ya necesarias más
providencias que las libradas, porque aunque se le despachase cuarta y
quinta carta, respondería lo mismo, y que las daba por despachadas, y
calificado con esto la tenaz resistencia a su obedecimiento. En cuya
conformidad, y que según lo prevenido por la ley ciento y cuarenta y tres,
título quince, libro segundo de las Indias, ha llegado el caso del despacho y la
cuarta carta, en que se declaren las temporalidades y extrañamiento del dicho
religioso. Le declararon por extraño y ajeno de estos reinos, para no volver ni
entrar en ellos, sin expresa licencia de su Majestad, que Dios guarde. En cuya
virtud, se exhorte a los religiosos de dicha Comunidad, no tengan por Prelado
de ella, ni de esta Provincia, al dicho P. Mtro. Fr. Diego Salinas. Sobre esta
expulsión, se dará providencia en la provisión ordinaria última de secuestro de
las temporalidades. Y que en cumplimiento de la misma ley, antes de que en
carta, se haga comparecer en este Real Acuerdo al dicho P. Mtro., usando de
los medios de prudencia y cordura, que convengan, y que por el Presidente
Escribano se le dé el testimonio y testimonios, que pidiere, para usar de sus
recursos, con citación del Sr. Fiscal, quien se halló presente. Y así lo
proveyeron y señalaron dicho señores. Ante mí D. Miguel de Cuadros,
Escribano de Cámara y de su Majestad.
Diligencia: Yo, el presente Escribano de Cámara certifico que todo lo
expuesto en este auto, [lo] dijo en presencia del Real Acuerdo el muy R. P.
Mtro. Fr. Diego Salinas, Provincial de esta Provincia. Y para que conste lo
pongo por diligencia, de orden verbal del dicho Real Acuerdo, de que doy fe.
Cuadros. En cuya conformidad, y para que lo contenido en dicho Auto, suso
inserto, tenga cumplido efecto, por los dicho nuestro Presidente y Oidores,
visto fue [y] acordado, que debíamos de mandar dar y despachar esta nuestra
carta, y cuarta provisión real en la dicha razón, que nos tuvímoslo por bien,
por la cual vos exhortamos, rogamos y encargamos a vos, el dicho P. Mtro. Fr.
Diego Salinas, Provincial de dicha Provincia, os tengan por extraño de estos
reinos, no cumpliendo con su contenido, con lo que se os ruega y encarga,
como yo os tengo, por ajeno de ellos, sin que podáis volver sin expresa licencia
mía. Y para la real efectiva ejecución, mandaremos a nuestro Alguacil Mayor
de ciudad, os extraiga y os saque de ella, para remitiros a la ciudad de los
Reyes197, a nuestro Virrey del Perú, a que os haga conducir a los nuestros
reinos de España, con testimonio de los Auto para que resuelva con su vista lo
que me pareciere conveniente. Y asimismo exhortamos, rogamos y
encargamos, a los Rvdos. PP. Provinciales absueltos, Mtros y demás religiosos,
de esa sagrada Religión, os hayan y tengan por tal religioso extranjero, y se os
darán el testimonio y testimonios que tenéis pedido y mandado dar por el
nuestro Presidente y Oidores y con citación del nuestro Fiscal. Y mandamos al
nuestro escribano vos lo notifique e intime, con los dichos Reverendos PP.,
pena de doscientos pesos, de ocho reales, aplicados por mitad para la nuestra
Cámara y reales estrados, sobre que mandamos al otro nuestro escribano, la
notifique al dicho de Cámara, y asiente como real orden, al pie de esta nuestra
carta, para que de este asunto citado, sepamos cómo se cumple nuestro
mandato en esta ciudad de Santiago, a treinta y uno de Enero de mil
setecientos y veinte y ocho años. Yo, Miguel de Cuadros, Presidente de Cámara
y de su Majestad, por el Rey nuestro señor, la que escribí por su mandado,
con acuerdo de cumplir el decreto. Por el Canciller Real y por el Registro.
Miguel de Cuadros [rubricado]198.
197 Así denomina a la capital del Virreinato del Perú, Lima, fundada por el
conquistador Francisco Pizarro el 18 de Enero de 1535, como la Ciudad de los Reyes
muy pronto conocida como Lima. Se cuenta que ese nombre fue otorgado por la
festividad que conmemora la llegada de los Reyes Magos a Belén. Sin embargo, la
historiadora María Rostworowski indica que el nombre se otorgó en honor a Carlos V
de Austria y I de España y de las Indias, y de su madre, la reina Juana. Cfr.
http://www.yachay.com.pe/especiales/lima/index.htm;
http://portal.perueduca.edu.pe/
198 Viene duplicada la firma rubricada.
Y luego, in continenti, hice saber esta real provisión al muy R. P. Mtro.
Fr. Diego Salinas, el cual dijo que como ha obedecido las demás, como carta y
mandato de nuestro Rey y señor, la obedece, y que se ratifica en lo que tiene
dicho. Y que no puede absolver los dichos PP., por tener hecho dictamen de
conciencia, y que desde luego saldrá cuando se lo manden, de que doy fe.
Cuadros [rubricado].
Y luego, in continenti, habiéndose juntado en la Sala Capitular toda la
sagrada Religión, hice saber a los dichos Reverendos PP. lo contenido en esta
Real Providencia, de que doy fe. Cuadros [rubricado].
Y luego, in continenti, antes de notificarla al R. P. Mtro. Fr. Diego
Salinas, se la hice saber al muy R. P. Mtro. Fr. Próspero del Pozo, para que en
lo posible, convenciese a dicho P. Mtro. Fr. Diego, por ser amigos y parientes, y
me lo mandó así verbalmente el Tribunal, de que doy fe. Cuadros [rubricado].
Por cuanto habiéndose notificado al R. P. Mtro. Fr. Diego de Salinas, las
cuatro provisiones reales, prevenidas por la ley, de ruego y encargo, para que
quitase las censuras y alzase la fuerza absolviendo a los siete R. PP. Mtros,
que el día de ayer, al tiempo de querer recurrir al Presidente de Capítulo, les
excomulgó, hallándose en la respuesta, que ha dado a las notificaciones de
todas, hasta la cuarta, en que se lo declaró por incurso, en las
temporalidades, sin embargo, de que pasaron todos los oficios de su ciudad, y
porque denota la prudencia, para reducirle a la debida obediencia, con
ninguna se pudo conseguir, en cuyo tenor, y habiéndose visto todas las
diligencias, mandaron despachar la quinta provisión, cometida al capitán de
Audiencia de su Majestad, Alcalde ordinario de esta ciudad, para que en
cumplimiento de lo mandado, pase a la celda de dicho Reverendo P.. Y
sacándole de ella, como a extraño de estos Reinos, con la decencia
correspondiente a su dignidad y persona, y con cuatro hombres de guardia, le
condujeron a la primera chacra, de las que se hallan en el camino de
Valparaíso, D.de parará hasta que estén con comodidad, para que de allí, en
conformidad con las órdenes, que previenen el modo de practicar estas
pendencias, se remita a la casa de la Contratación de Sevilla, en partida de
registro, con los testimonios de los Auto, el primero de Febrero, como a las
seis de la mañana. [Seis rúbricas]199.
Proveyeron el decreto de suso, los Sres. Presidente y Oidores de esta
Real Audiencia, en Santiago de Chile, en primero de Febrero de mil setecientos
y veinte y ocho años, como a las seis de la mañana. Y lo señalaron, el Excmo.
Sr. D. Gabriel Cano, caballero del Orden de Alcántara, Comendador de
Mayorga, Teniente General de los Ejércitos, del Consejo de su Majestad,
Gobernador y Capitán de este Reino y Presidente de su Real Audiencia y
Oidores Dr. D. Juan Próspero de Solís Vango, caballero del Orden de
Calatrava, Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín
de Recabarren, D. Juan del Corral Calvo de la Torre, miembro del Consejo de
su Majestad y demás alcaldes de dicha Real Audiencia, estando en su Real
Acuerdo presente el Sr. Fiscal, de que doy fe. Cuadros [rubricado].
Documento VIII
Documento IX
Fr. Diego Salinas, Prior Provincial de esta Provincia de Chile, como más
haya lugar en derecho, parezco ante Vuestra Alteza y digo, que por cuarta vez
se me ha exhortado para que absuelva a los Rvdos. PP. Mtros, y porque esta
absolución supone recurso pendiente, siendo cierto en derecho, que no todo
recurso ante superior Tribunal de Vuestra Alteza, es lícito a los religiosos, para
que informado de su naturaleza, pueda decir lo que hiciere a mi favor, se ha
de servir Vuestra Alteza de hacerme saber el referido recurso. Por tanto, a
Vuestra Alteza pido y suplico, se sirva de mandar hacerlo así, que es Justicia
que pido y juro en lo necesario, etc.
203 Fue Prior General en el sexenio 1705-1711 (cf. Lazcano, 1995: 154-155).
204 Entendemos que la nefasta actuación de la Real Audiencia creó un grave
vacío de poder en la Provincia Agustiniana de Chile, por lo que tenemos que entender
aquí el título y actuación como Prior Provincial, por parte del P. Próspero del Pozo,
como Provincial interino, al salir desterrado el P. Diego Salinas, último Provincial
hasta esa fecha, y sucesor del P. Próspero del Pozo. El P. Próspero del Pozo, solamente
fue elegido como tal Provincial en los trienios de 1722-1725, 1731-1734 y en 1737-
1740, y no en 1728, como aquí aparece. Sin embargo, nada sabemos de la forma cómo
retomó de nuevo el cargo de Provincial, que creemos fue en detrimento del Vice
Provincial, durante el Provincialato del P. Diego Salinas (cf. Maturana, 1904: II, 965).
teniendo más facultad que la que la que residía en el R. P. Provincial,
reproduce la respuesta del dicho Reverendo P.; y respecto de que en virtud de
los exhortos, se ha de proceder al extrañamiento de la persona, para poder
sobre este punto alegar, pide que su Alteza se sirva de mandar se le entreguen
los auto. Y lo firmó, de que doy fe.
Documento X
Documento XI
Carta del P. Próspero del Pozo al Presidente de la Real Audiencia
comunicándole la elección de un abogado
Luego, in continenti, hice saber este auto a todos los Reverendos PP.
Capitulares y Presidente de Capítulo, estando en la Sala Capitular, de que doy
fe y de que la dieron los Mtros citados en la obediencia. Cuadros [rubricado].
208 Era hermano del P. Diego Salinas (cf. Sánchez Pérez, 2013: 136; Maturana,
1904: II, 975; Verdaguer, 1931: I, 263-264). No hace más que transcribir literalmente
al P. Maturana, aunque no lo cite. Nada dicen aquí ambos de la toma de hábito en San
Juan, como tampoco de su hermano el P. Diego, en la breve biografía que el P.
Maturana ofrece a continuación de la de Nicolás, su hermano de sangre.
Capítulos Provinciales, por los justos motivos, que en dichas reales cédulas, se
expresan. Y respondo que es ahora preciso su ejecución y cumplimiento, y
más cuando por ocho PP. Mtros, contenidos en el escrito de f.2, se pidió en
este Real Acuerdo, y lo mismo por el Sr. Fiscal, por su escrito f.1. En esta
atención, mandaron se despache exhorto al R. P. Presidente de Capítulo Fr.
Nicolás de Salinas, para que arreglándose a los dichos Breves, de los dos
referidos Sumos Pontífices, y encargos de su Majestad, que Dios guarde, no
admita a la votación del presente Capítulo, a Prior alguno, que lo haya sido
este trienio de convento, [D.de] no se hubieren hallado de conventuales, los
ocho religiosos prefinidos, en dichos Breves y Reales Cédulas, debajo de
apercibimiento. Para cuyo efecto, se despache luego exhorto, con inserción de
este Auto, haciéndosele saber en la Sala Capitular, por el escribano de
Cámara. Y así lo proveyeron y señalaron dichos señores, estando en su Real
Acuerdo.
Decisión: En cuya conformidad, de parte de su Majestad, que Dios
guarde, y de la nuestra, exhortamos, rogamos y encargamos al muy R. P.
Presidente de Capítulo, de esta santa provincia del señor San Agustín, dé
cumplimiento al dicho auto, que es hecho en la ciudad de Santiago de Chile,
en primero de Enero de mil setecientos y veinte y ocho años.
D. Gabriel Cano [rubricado]
D. Juan Próspero de Solís [rubricado]
Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera [rubricado]
Martín de Recabarren [rubricado]
D. Juan del Corral Calvo de la Torre [rubricado]209
Por mandado de los Sres. Presidente y Oidores de esta Real Audiencia,
Miguel de Cuadros
Secretario de Cámara y de su Majestad.
209 Aunque en las distintas firmas que ofrecemos de estos representantes reales
Documento XII
Documento XIII
Por cuanto en diez y seis de Febrero de mil setecientos y tres mandé dar
y di la Cédula del tenor siguiente: El Rey por cuanto por Cédulas de siete de
Noviembre de mil setecientos y noventa y tres, y once de Marzo de mil
setecientos y noventa y ocho, se dio la firma en que se había de practicar el
Breve de la Santidad de Paulo V, de veinte y tres de Diciembre de mil
setecientos y once, sobre que los conventos de las Religiones de las Indias
hubiesen de tener al menos ocho religiosos de actual asistencia, para
conservarse con los privilegios de conventualidad, y que las casas y conventos
que no los tuviesen no gozasen del privilegio de conventos, ni que se nombrase
en ellos cabeza que las gobernase. Y se ordenó a los Virreyes, Presidente y
Audiencias de las Provincias de las Indias, y rogó y encargó a los Arzobispos y
Obispos, que en ejecución del citado Breve de Pabilo V, y los demás Breves
Pontificios, que daban la forma del número de religiosos, de que deben constar
los conventos, para llamarse y tenerse por verdaderos conventos, y que luego
que por parte de la Religión de San Francisco, se presentase dicha Cédula de
once de Marzo de [mil] setecientos y noventa y ocho años, [y] ordenasen que
inviolable y precisamente, sólo pudiesen tenerse y llamarse verdaderos
conventos, los que fuesen cabeceras de las doctrinas de esta Religión, [y] los
que se hallasen erigidos con licencia de los Reyes, mis predecesores. Y que
para hacer dichos conventos cabeceras, tenidos por tales y gobernados por
superior guardián, no pudiesen tener menor número, que el de ocho religiosos
de continua asistencia. Y para que se logre este fin, se uniesen y agregasen a
dichos conventos cabeceras, las demás doctrinas, que hubiese de la religión,
según el distrito, aunque se hubiesen erigido, con licencias y despachos
legítimos, de que filiándose los religiosos doctrineros al convento de la
cabecera principal, que quedase, y se conservase con nombre y título de
convento, [y] reconociesen superior regular, sin otro nombre, graduación ni
voto, que el de doctrineros, y como tales, sujetos a mi Real Patronato, y en las
culpas y excesos inoficiosos, filiciando sujetos a los Prelados diocesanos. Y
que para la separación y forma de la ejecución y práctica de lo referido,
hubiese de concurrir precisamente el Virrey y Presidente, o bien Patrono, con
el Arzobispo y Obispo y Provincial de cada Provincia, procurando cada uno el
cumplimiento de su cargo, para que todo se ejecutase y practicase
inviolablemente, como se expresaba en dichas Cédulas y Breves, sin alterarlas
ni interpretarlas con motivo ni pretexto alguno, que pudiese ofrecerse. Y
habiéndose presentado la referida cédula de once de Marzo de mil setecientos
y noventa y ocho, y celebrándose la junta, que en ella se prefinía, en que
concurrió D. Gil de Cabrera Dávalos, Gobernador y Capitán General del nuevo
Reino de Granada, y Presidente de mi Audiencia del211, D. Francisco Ignacio
de Urbina, Arzobispo de la Iglesia Metropolitana de la ciudad de Santa Fe, y el
Provincial Fr. Antonio de Cháves, con asistencia de Fr. Miguel de Mora,
Comisario General de las Provincias del Perú, teniéndose presente
representaciones212 y alegatos, que se habrían hecho por parte de la dicha
211 Así de claro lo leemos, sin ninguna duda, pero que se entiende que está
leemos en el documento. Como ya hemos visto en otros, hay una gran diferencia en la
claridad con que están redactados.
de lo dispuesto por las expresadas Cédulas y Breves Pontificios, suplicándome
fuese servido de mandarlo así, para que no se vulnere la práctica, que han
tenido, en el nombramiento de guardianes y de más oficios.
Y habiéndose visto en mi Consejo de las Indias, con los autos,
instrucciones y Breves papeles de la materia, y lo que dijo y pidió mi Fiscal,
en el he venido en aprobar, como por la presente apruebo, lo resuelto por
dicha Junta, en los expresados autos, de veinte y ocho de Septiembre de mil
seiscientos y noventa y nueve, y quince de Marzo de setecientos y uno, de que
la doy las gracias, por haberse arreglado a las Cédulas y Breves de Paulo V, y
mando de todas la providencias convenientes, a fin de que en los Capítulos
Provinciales Intermedios o Congregaciones, no se haga novedad, en lo proveído
en dichos autos, ni que en los conventos fundados, con licencia de los Reyes,
mis predecesores, y mías, se elijan guardianes, sin que conste haber en ellos a
lo menos, ocho religiosos de continua actual y precisa asistencia y habitación,
y que no falten ni puedan faltar a ella, con pretexto ni motivo alguno, por ser
como es, según los citados Breves y decisiones canónicas, el número (al menos
de los ocho religiosos, de continua y actual asistencia en cada convento), la
razón formal y el constitutivo de convento, y el fin último de la conventualidad,
para la asistencia de las horas canónicas, y el cumplimiento del culto y oficios
divinos, a que no se debe faltar, entendiéndose que, en dichos ocho religiosos,
no se incluyen ni deben incluir, los que se hallaren sirviendo las doctrinas y
curatos de sus territorios, porque estos, como párrocos, tienen y deben tener
actual, continua y efectiva asistencia en sus doctrinas, parroquias y pueblos, y
de que no pueden ni deben adaptarse, en fuerza del propio oficio de párrocos,
según reglas conciliares y canónicas. Y los dichos ocho religiosos, que van
referidos, son los que precisamente han de estar de continua, real y actual
asistencia, en cada convento, porque de no verificarse, a lo menos este
número, de ocho religiosos, se ha de ejecutar indispensablemente la
incorporación y unión de dichos conventos, con la calidad de que de no
incorporarse y de no constar de los ocho religiosos de actual y continua
asistencia, no se goce de los privilegios de conventualidad. Y los religiosos
queden sujetos a los Prelados ordinarios, así en las correcciones y excesos
personales, como en las visitas de ellos y de sus casas y habitaciones, según el
citado Breve de Paulo V y los decretos de las Santidades de Gregorio XV y
Urbano VIII, expedidos a consultas de la Sagrada Congregación de cardenales
del santo Concilio de Trento super celebratione Misarum214 de veinte y uno de
Junio de mil setecientos y veinte y cinco, y novísimamente confirmados y
mandados observar por la santidad de Inocencio XII, en su Breve de tres de
Enero de [mil] seiscientos y noventa y nueve, porque por diferentes
resoluciones mías, he mandado dar el paso, y que se observe y guarde en esos
mis Reinos y señoríos.
Decisión: Y porque mi voluntad es que lo dispuesto y mandado por los
Breves y Cédulas expresadas y por los autos referidos de la Junta hecha en
Santa Fe, en veinte y seis de Septiembre de [mil] seiscientos y noventa y nueve
y quince de Mayo de [mil] setecientos y uno, tengan el debido cumplimiento,
como lo determinado en este mi despacho, y demás que van referidos, mando
generalmente a mis Virreyes, Presidentes, Audiencias y Vive Patronos de las
Provincias del Perú y Nueva España, y ruego y encargo a los Arzobispos y
Obispos y Prelados de las Religiones de ellas, guarden, cumplan y ejecuten lo
El Rey:
El Rey:
El R. P. Mtro. Fr. Diego Salinas, como se haya mandado, por esta Real
Audiencia, ejecutara su viaje al Puerto de Valparaíso, en cumplimiento de su
extrañamiento, a D.de se remitirán los autos que dieron causa a ello, para que
se conduzca con ellos, en partida de registro, y entregue al Excmo. Sr. Virrey
de estos Reinos, en conformidad de lo prevenido por la ley Real de Indias. Y al
otro sí, el presente escribano de Cámara, certifique sobre lo en el contenido,
según lo que vio y oyó en el Convento de San Agustín, el día treinta y uno de
Enero, y lo acaecido en la votación del día primero de Febrero, como también
en lo que ha oído y entendido, sobre el gobierno en su trienio, de dicho P. Fr.
Diego, insertándose la certificación a continuación de dichos autos. Y así se le
hará saber. [Tres rúbricas].
Documento XV
Excmo. señor:
218 «Sobre los Regulares» [T. A.]. Se dicen regulares, a las Órdenes religiosas
que vivían según el régimen de vida contenida en una Regla, que contenía el espíritu y
carisma de vida de dicha Orden religiosa.
219 «Correctamente elegido» [T. A.].
confirmado por su Presidente de Capítulo y obedecido de toda la Provincia,
quitados cinco o seis vocales, y que sólo tiene suspenso el ejercicio de su
jurisdicción por la remisión, que se ha hecho al Excmo. Sr. Virrey del Perú, de
cuyo justificado dictamen, se espera la providencia, y en la que discurría
Vuestra Excelencia, de que en el caso presente, tocaba el gobierno de dicha
Religión, iure devoluto, al obispo de Santiago, por lo que toca a los conventos
de su jurisdicción, y el Ilmo. de la Concepción, por los sitos en aquel su
territorio, parece deja en el mismo escollo, y se encontraba el mismo
inconveniente de los dos Provinciales, en una sola Provincia, pues era muy
posible, que los dictámenes de estos dos Prelados, no conviniesen en un
individuo, para el superior gobierno, y, desde luego, se debía temer este
accidente, no dando lugar la distancia de más de cien leguas, para conferir la
materia, y concordarse en un sujeto, que pacificase la Provincia, siendo
consecuente, que no concordando los dictámenes, se levantase mayor
incendio, en los individuos de dicha sagrada Religión, por los auxilios que
cada parcialidad solicitase, para fomento de sus discordias, o rédito de sus
dictámenes, siendo posible, que el dicho incendio pasase a mover alguna
discordia en los dos Prelados, que cuando no quemase, no dejara de trinar el
crédito de alguno, y esta fuera a criar nuevas discordias en personas, que por
su dignidad, deben profesar una total unión y hermandad. Estos motivos e
inconvenientes, me motivan y obligan al dictamen, que tengo formado, de que
no me toca el dicho gobierno, en virtud de los Capítulos citados del santo
Concilio de Trento. Y puesto, Excmo. señor, que en los primeros pasos, de esta
materia, no hubo recuerdo ni atención a mi dignidad, no digo para gobierno,
ni para voto decisivo, en ninguno de los puntos, que se han suscitado y
ejecutado, pero ni para consultivo o interlocutor, que mediase en las primeras
diferencias, para concitar la paz que se debía esperar, y por juzgarla
totalmente extraña de esta materia, desde luego convengo, en el acertado
dictamen de Vuestra Excelencia, que continuará con su dicha providencia, la
mejor y más acusada decisión, que necesita la Constitución de la dicha
sagrada Religión, que esperamos aplaudir sus Capellanes.
Nuestro Señor guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Santiago y
marzo nueve de mil setecientos y veinte y ocho años. Excmo. señor, besa la
mano de Vuestra Excelencia su siervo y capellán, Alonso, obispo de Santiago.
Excmo. señor Presidente, Gobernador y Capitán General D. Gabriel
Cano.
Concuerda con el duplicado de la carta original, que para esta copia me
manifestó el Ilmo. Sr. Obispo de esta santa Iglesia, de cuyo mandato doy la
presente en la ciudad de Santiago de Chile, a siete de Abril de mil setecientos
y veintiocho años.
Y en fe de ello lo firmo
José Álvarez de Hinestrosa,
Notario Mayor y Apostólico. [rubricado]
Documento XVI
Señor:
redactados por personas seglares, quizá más bien porque en este caso, la Orden de
Predicadores o de Santo Domingo, tenía y tienen también la Regla de San Agustín, lo
mismo que los Agustinos.
Por el empleo en que me hallo de Prior de este Convento Grande de
Predicadores, suplico rendidamente a Vuestra Majestad, se sirva de atender la
dicha elección con la benignidad, que acostumbra, a la paz y quietud de esta
Provincia, previniendo en los casos ocurrentes, se auxilie al electo con la
mayor parte, y confirmado por el Presidente, en quien reside la autoridad del
General, no obstante cualquier recurso, que en estos casos no se niegan, para
los superiores, pues en esta gran distancia, en que nos hallamos, de los
Superiores y del Real Patrocinio de Vuestra Majestad, será abrir campo, a que
las más veces, esté perturbada la observancia, con los demás inconvenientes,
que representará la dicha Provincia a Vuestra Majestad, cuya Católica Real
persona guarde nuestro Señor muchos años, que necesitan estos dominios.
Santiago y Abril 30 de 1728.
Documento XVII
Señor:
221También esta orden mendicante aceptó como estilo de vida el marcado por
la Regla de San Agustín.
P. Mtro. Regente Fr. Francisco de Aranívar, con la mayor parte de los
electores, y confirmádose por el Presidente del Capítulo y obedecido por toda
su Comunidad, ha patrocinado esta Audiencia una división en la Provincia,
amparando al Mtro. Fr. José Roco, por haber sufragado cinco de los electores
por su persona, con el pretexto, de que no teniendo cuarenta años, el electo,
con la mayor parte debe, prevalecer la elección de la menor parte.
Remitiendo al Virrey del Perú la resolución del auxilio, según ley de
Indias, de D.de se espera la providencia, y porque con esta regla se ofrecerán
en todos los capítulos de las Religiones, semejantes turbulencias, que nunca
faltan apariencias de la menor parte; y con la suspensión del electo, se expone
a gran inquietud y a notable quiebra, la observancia regular, por la
representación de mi empleo de Comendador de este Convento Grande de
Nuestra Señora de Mercedes. Suplico rendidamente a Vuestra Majestad, se
sirva de atender dicha elección, con la benignidad que acostumbra,
previniendo en los casos ocurrentes, se auxilie al electo con la mayor parte,
con la confirmación del Presidente, que tiene las veces del General, no
obstante cualquier recurso, que reservará, sin perjuicio, de la mantención del
Prelado, pues en la distancia en que nos hallamos, de Superiores y de la Real
protección, fuera a abrir la puerta, a que por cualquier obstáculo, se
suspendieran las elecciones, gobernando los trienios los interinos, contra las
Constituciones regulares, con las demás inconveniencias, que representará
dicha providencia a Vuestra Majestad, cuya Católica Real Persona guarde
nuestro Señor muchos años, que necesitan estos dominios.
Santiago y Abril 30 de 1728.
Documento XVIII
Señor:
Por parte del R. P. Mtro. Fr. Diego de Salinas, del Orden de Ermitaños,
Regla de San Agustín, P. perpetuo de esta Provincia, se nos ha pedido
informemos a Vuestra Majestad de su religiosidad y tareas en que la
obediencia de sus Prelados le han ocupado. Y siendo tan justo su pedimento,
puede asegurar el Cabildo, Justicia y Regimiento, que lo hemos visto ocupado
regentando cátedra en su Religión y en el púlpito de su Iglesia y Catedral, de
esta ciudad, predicando en días festivos con gran aplauso de los oyentes, y
que, obedeciendo a sus Superiores, pasó a la Curia Romana, en prosecución
de las cosas de su Religión y, devuelto de tan dilatado viaje, a su convento, se
celebró Capítulo y fue electo Provincial. Y en el trienio de su gobierno,
mantuvo [a] sus religiosos en toda paz y quietud. Y en sus claustros edificó lo
que hoy permanece y está de manifiesto, hasta el último día de su gobierno,
que celebró Capítulo, y estando en la ejecución de él, salió extrañado. La
causa, manifestaron los auto de su extrañéz (sic). Todo lo referido, es público y
notorio, de que podemos informar a Vuestra Majestad, de este religioso. Y
quedamos pidiendo a Dios, por la Real y Católica persona de Vuestra
Majestad, a quien mantenga en los mayores Reinos, que sus leales vasallos
deseamos.
Santiago de Chile y Julio 27 de 1728.
Documento XIX
Señor:
Pasado de [1]728 de lo acaecido el día 30m de Enero del mismo año con
el Mtro. Fr. Diego Salinas Provincial de San Agustín, sobre la resistencia de
absolver a siete Mtros de su Religión, y prosigue en darla de lo que ocurrió
sobre el auxilio que Fr. Francisco de Aranívar y el Mtro. José Roco, pidieron
para hacerse obedecer por Provinciales, cuya determinación remitió al Virrey
del Perú, que determinó deberse dar a Aranívar, como con más individualidad
se expresa esta carta, en que conduce la Audiencia, diciendo se necesita de
una Visita cometida a sujeto que restituya a aquella Provincia a estado de
Religión, y una los individuos, y, al mismo tiempo, para que se tenga presente
el modo con que ha dado el Provincial licencia a dos religiosos, nombrados por
Procuradores, para el seguimiento de esta causa, de que se vendrá en
conocimiento de las inquietudes, que causan las parcialidades de estos
religiosos.
Y en su vista debe decir el fiscal, que con la determinación del Virrey,
quedó decidido lo principal, y puesto en posesión a Aranívar. Y aunque para la
apelación interpuesta, sobre la nulidad del Capítulo, parece vienen dos
religiosos, usarán estos de este derecho, como les conviniere. Y siendo el fin de
esta representación y remisión de auto, para que se tengan presentes al
Documento XX
Muy poderosos Señor: El P. Mtro. fray José Roco como más haya lugar
parezco ante Vuestra Alteza y digo, que el día primero de este presente mes
fue electo por Provincial de esta Provincia de ermitaños de Nuestro P. San
Agustín con sus votos. Dada la obediencia por mucha paz de la Religión, la
resisten otros con el pretexto de que el P. Rector fray Francisco de Aranívar
sacó en la elección trece votos de veinte, que con este motivo ha pasado no
sólo a denominarse Provincial sino también a ejercer actos de prelado
legítimo. Y hallándome en este conflicto así por la discordia en que se ha
puesto [f. 117] la Religión como por los escándalos que de ella se originaran
precisamente con dos prelados que la gobiernen, lo cual es impracticable, en
cuyos términos parece a la potestad regia al amparo y auxilio para reducir a
dichos reverendos PP. a la obediencia que me han denegado, y obviar de este
modo el gravamen que dentro de la religión no pueden tener remedio alguno,
lo cual parece conforme a razón, y para ello se propondrán los fundamentos
que constituyen la legitimidad de la prelación en mi persona. Y aunque el
Tribunal Real no toca la declaración de prelado legítimo, pero debe tener
225 La numeración de las fojas va colocada al final de cada una de ellas. Hay
que advertir que las fojas, unas van con una columna y otras divididas en dos, sin
cambiar la numeración.
presentes y conoce saltim indirecte226 de ella para de prestar o negar el auxilio
a la manera que denegada la apelación por el juez eclesiástico, he interpuesto
el curso de fuerza ante el Tribunal Real de Vuestra Alteza. Para declararla es
indispensable se instruya de los méritos del proceso en lo principal de la
causa, y pasando a fundar la legitimidad de mi elección y la nulidad de la otra
estriba lo uno por que por ley municipal de mi Religión está expresamente
prohibido que se haga elección de provincial en sujeto que no tenga edad de
cuarenta años y faltando este indispensable requisito como que es disposición
legal a la elección hecha en el dicho P. tutor Francisco de Aranívar. Respecto
de no haber cumplido treinta y un años [f.118], quedó esta por la naturaleza
írrita y nula, y la mía firme y legítima, aunque hubiese sacado menos votos
que los que llevo referidos. Pues aquellos pretendieron derogar la ley
contravinieron a ella, sin embargo de la contradicción hecha antes de la
elección y apelación impuesta para ante nuestro Reverendísimo P. General. Y
al contrario, los votos con que salí electo en Provincial, tuvieran presente la
obediencia de nuestras leyes y el caso práctico que con asistencia de Vuestra
Alteza no ha muchos años sucedió sobre que se guardase y cumpliere dicha
Constitución, y quedó efectivamente excluyendo el P. Mtro. fray Agustín de
Leiva en fuerza de dicha Constitución, siendo así que sólo le faltaba un año
para el cumplimiento de los cuarenta, que prescribe la ley. Parece destruirse
cualquiera dubitación que pudiera haber en el asunto, y este hecho como
consta manifiestamente a Vuestra Alteza, no hay necesidad de justificarlo
extrínseca probanza.
Lo otro, porque según parece de las Actas del Capítulo Provincial
celebrada el año de siete, en ellas se previene y manda por nuestro Reverendo
P. General fray Adeodato Nuzzi [1705-1711] (Lazcano, 1995: 154-155), lo
mismo que en la citada ley de nuestras Constituciones, en que pone la
clausula irritante y declara por nula e invalida la elección que [119] se hiciere
en el sujeto que al menos tenga los cuarenta años. Por tanto, a Vuestra Alteza
pido y suplico se sirva de mandar, que el Escribano de Cámara, como que se
halló presente, certifique lo que expresó el Presidente de Capítulo en cuanto al
número de votos que saqué en dicha elección. Y también sobre la
contradicción que se hizo antes de ella por los Reverendos PP. Mtros para que
se eligiere sujeto que no tuviese la edad que pedía dicha Ley, y de la apelación
que se interpuso para ante nuestro Reverendísimo P. General de la elección
que se pretendiese hacer en el sujeto que tuviere aquel defecto. Y que dicha
certificación se haga in continenti, y con vista de ella, resolver sobre lo que
llevo expresado, que es justicia ut supra, Fray José Roco.
Decreto. Autos al Acuerdo con los demás papeles de esta materia.
Proveyeron el decreto de suso los Señores Presidente y Oidores de esta real
Audiencia en Santiago de Chile en tres de Febrero de mil setecientos y veinte y
ocho años, de que doy fe. Cuadros.
Decreto. El Escribano de Cámara certifica que, como por esta parte se
pide [120]. Proveyeron el decreto de suso los Señores Presidente y Oidores de
esta Real Audiencia en Santiago de Chile en seis de Febrero de mil setecientos
y veinte y ocho años, y lo señalaron los Señores Dr.es D. Francisco, digo D.
Juan Próspero de Solís Rango, Caballero del Orden de Calatrava D. Francisco
Sánchez de Barreda y Vera, licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan del
242 El Real Acuerdo fue una institución consultiva y de gobierno del Imperio
español en América. Estaba formada por el virrey, que junto con los oidores de la Real
Audiencia y constituía la máxima autoridad colegiada en el virreinato en América,
aunque siempre estuvo subordinada al virrey. Así, después de haber tratado una
cuestión el virrey pedía a los oidores que para dar fundamento jurídico al dictamen
que se hubiera alcanzado por mayoría o por unanimidad lo redactaran por escrito, al
que se llamó real acuerdo. Así fue como el Real Acuerdo acabó convirtiéndose en la
máxima institución consultiva de los virreinatos de Indias.
citado pedimento, se ha de servir Vuestra Alteza de tener presente, para la
resolución que se hubiese de dar, los fundamentos siguientes. El primero, que
por los Reverendos PP. Mtros, anteriormente a dicha elección, se contradijo lo
que se quiere hacer de Provincial en persona que no tuviere los cuarenta años,
que dispone la ley municipal de dicha mi Religión. Y lo que más es que se
interpuso in continenti el recurso de apelación [f. 147] de elección facienda
[hecha] en sujeto que padeciese aquella inhabilidad, según constará de las
certificaciones que, en conformidad de mi pedimento, habrán dado los
Escribanos de Cámara y de Cabildo, que se hallaron presentes, a otra
contradicción y apelación que se interpuso para nuestro Reverendísimo P.
General, y, en caso de no haberse ejecutado, lo vuelvo a pedir de nuevo, sin
embargo de haber pasado esta circunstancia en presencia de Vuestra Alteza y
del numeroso concurso que había en la ocasión, de que se infiere y está
patente lo atenuado de otra elección en la persona de otro P. fray Francisco, y
la que se hizo en mi persona, aunque por menor número de votos, es la
legítima, y la que debe subsistir, sin que obste la extrajudicialidad de los
recursos, porque para lo judicial no se necesita de que aquellos sean
inscriptos, sino que la contradicción verbal empieza a ser judicial ultra, de
que todas las veces que consta de gravamen y lato, y de la justicia de la
apelación, como que terminase al cumplimiento de la ley, no difiere la
apelación extrajudicial de la judicial. Y esta resulta todas las veces que
precede contradicción a futuras elecciones, de suerte que si no obstante
aquella se ejecuta, causa atentado en su efecto, y pendiente la apelación en
semejantes causas, de modo sea de re gravi243, quedan las cosas en el estado
que tenían antes de la apelación. Todos estos son principios tan triviales, que
no se impugnan sin expresa contravención [f. 148] a los primeros rudimentos
de la jurisprudencia canónica ilegal, que habla en términos del caso presente.
Y como quiera que sea innegable, que precedió a la elección la contradicción y
apelación a futura elección en la persona que no tuviese cumplidos los años,
que previene la ley, debió suspenderse y no practicarse dicha elección en el
dicho P. fray Francisco, en perjuicio de la Jurisdicción del Juez Superior, a
quién debió pasar el conocimiento de dicha causa en virtud de dicha
apelación. Y con estos defectos importa tanto la posesión o confirmación del P.
Presidente del Capítulo, como si no la hubiese, y lo que más, es que no debe
ser mantenido en ella, ni podía haber méritos pare que obtuviere el premio el
que contravino a la ley y quedasen penados los que sólo desearon su
observancia, ni puede obstarle la dicha confirmación, porque lo que por su
naturaleza y por la ley es nulo, no admite confirmación. Y es la razón, porque
como el Auto primero, que es la elección, se invalida, falta el fundamento sin
el cual el acto subsecuente no puede ser válido, y más cuando preservó dicha
contradicción y a dicho P. Presidente de Capítulo se le interpuso el recurso de
apelación. Lo otro, porque la confirmación no da cosa alguna de nuevo a la
elección, sino sólo corrobora lo que se dio y adquirió, con que si la elección fue
nula, como que contravino a la ley, también lo fue la confirmación, y si no
valió lo principal, como fue la elección, tampoco vale lo accesorio, que es la
confirmación. Y es desestimable el decir que en la citada [f. 149] Ley de
nuestra Constitución, no se explica ni se pone en ella la cláusula irritante,
porque es cierto que prohíbe que se haga la elección de Provincial en persona
que no tenga cumplidos los dichos cuarenta años, y es doctrina, aunque la ley
246 Se refiere al Palacio del Buen Retiro de Madrid, que fue un conjunto
arquitectónico de grandes dimensiones diseñado por el arquitecto Alonso Carbonel (h.
1590–1660) y construido por orden de Felipe IV como segunda residencia y lugar de
recreo (de ahí su nombre). Se edificó en lo que entonces era el límite oriental de la
ciudad de Madrid. Hoy en día lo conocemos por los escasos vestigios que quedan de él
y por los jardines del mismo, que hoy conforman el Parque del Retiro.
fray José Roco, del Orden de Ermitaños del Señor San Agustín, quien dice ser
Provincial de esta Provincia, según sus sagradas Constituciones. Certificamos
que damos fe en cuanto podemos y ha lugar en derecho, cómo el día primero
del corriente entre seis y siete de la tarde, estando en el Convento de dicha
sagrada Religión los Señores Presidentes y Oidores de esta Real Audiencia a la
elección de Provincial, habiéndose tocado la campana y congregado a los
vocales a la Sala Capitular, y habiéndose hecho Jueces de Causas y empezado
la elección, salieron de dicha Sala Capitular el muy Reverendo P. Mtro. Fray
Agustín de Leiva con el muy Reverendo P. Mtro. fray Francisco Franco, ex
Provinciales, y otros Reverendos PP. Mtros, y fueron al Real Acuerdo, a quien
dijeron que temían entendido que querían votar algunos vocales por un
religioso, que no tenía cuarenta años de edad, y que había contradicho dicha
la elección por ser contra su sagrada Constitución y Acta Provincial. Y que
había apelado para su General y que sólo hacían saber [f.166] a su Alteza y
que protestaban la falencia [carencia] y nulidad de la elección, y que el dicho
P. Mtro. Fray Agustín de Leiva, por no haber tenido la edad de cuarenta años,
faltándole sólo uno, no había sido Provincial por haberle puesto esta
excepción, y que había sacado con todos los votos. Y que había sacado con
todos los votos que tenía al dicho Reverendo P. Mtro. Fray Francisco Franco,
quien estando presente confesaba ser cierta la relación del dicho P. Mtro. Fray
Agustín de Leiva. Y para que se viese que sólo deseaban la paz y que no
querían escándalos y alborotos en su Religión, que el muy Reverendo P. Mtro.
Fray Próspero del Pozo y Lemos, ex Provincial, que asimismo con el Reverendo
P. Definidor Fray Nicolás de Salinas, Presidente, estaban presentes, pusiesen
los ojos en otro sujeto que tuviera edad competente, arreglándose a sus
sagradas Constituciones todos le seguirían y sacarían provincial en paz. Y en
este estado el dicho Reverendo P. Fray Próspero y Reverendo P. presidente
Fray Nicolás Salinas y dichos PP. Mtros movieron la disputa sobre si podían o
no elegir Provincial sin tener cuarenta años de edad, como lo habían sido el
dicho Reverendo P. Mtro. Fray Próspero del Pozo y el Reverendo P. Mtro. Diego
Salinas, y que la Constitución antigua no anulaba la elección, sino la
moderna. Y preguntando el dicho Reverendo P. Mtro. Fray Próspero al Real
Acuerdo qué Constituciones se decían gobernar, a que se le respondió se
arreglasen a las de su Orden, porque al Acuerdo no tocaba, y los dichos PP.
Mtros que contradijeron la elección, alegaron que cuando fueron electos por
Provinciales los dichos Reverendos PP. Mtros Fray Próspero del Pozo y Fray
Diego Salinas, no se contradijeron las elecciones. Y como tenían dicho desde
luego se comprometían en el dicho el Reverendo P. Mtro. Fray Próspero del
Pozo a que pusiese nombre o eligiese [f.167] persona hábil, ¿cómo no fuese el
P. Lector Fray Francisco de Aranívar, por quién quieren votar, por no tener la
edad de cuarenta años y que le seguirían todos? A que respondió el dicho
Reverendo P. Mtro. Fray Próspero lo comunicaría con sus vocales. Y con esto
se retiraron dichos PP., y tocaron por segundo la campana y entraron a la
dicha Sala Capitular e hicieron la elección en el dicho P. Lector Fray Francisco
de Aranívar. Y luego que se publicó, salieron de dicha Sala los dichos
Reverendos PP. Mtros Fray Francisco, Fray Agustín de Leiva, Fray Juan de
Aguiar, Fray Antonio Vergara y Fray Pedro Yáñez, ex Provincial, con el
Reverendo P. Mtro. José Roco, y fueron al Real Acuerdo y dijeron a él, todos a
una voz, cómo habían elegido al dicho P. Fray Francisco de Aranívar por
Provincial, y que era sujeto inhábil y según la protesta que tenía hecha antes
de la elección, contradiciéndola no era legítimo Prelado, y que según sus
dichas sagradas Constituciones lo era el dicho Reverendo P. Mtro. Fray José
Roco por haber salido con cinco votos. Y a esto el dicho P. Mtro. Fray
Francisco Franco y los demás, dijeron que le daban la obediencia y le fueron
abrazando en señal de ella. Y dijo el Señor Licenciado D. Martín de Recabaren,
del Concejo de Su Majestad, Oidor y Alcalde de Corte de dicha Real Audiencia,
al Excmo. Señor Presidente Gobernador y Capitán General de este Reino:
Señor Excmo., Vuecelencia (sic) no permita eso. Y sin embargo de esta
prevención, procedieron los dichos PP. a dar la obediencia, y dijo el dicho P.
Mtro. Fray Agustín de Leiva, que sobre el caso iría a Roma. Y a esto llegó el P.
Predicador Fray Ramón Manfe y dijo que asimismo iría a Roma en seguimiento
de su Prelado el Reverendo P. Mtro. Fray José Roco, de que aquí mismo le dio
la obediencia. [f.168] Y estando en esto, salió de la dicha Sala Capitular la
Comunidad, acompañando al dicho P. Lector Fray Francisco de Aranívar a la
Iglesia cantando el Te Deum Laudamus, quien después de haberse acabado la
función, vino con toda la Comunidad y Presidente de Capítulo al Real Acuerdo.
Y se quedaron los dichos PP., como dicho que es, PP. Mtros en él, hablando
sobre sus derechos. Y yo, el presente Escribano de Cámara, luego me retiré a
mi casa por estar enfermo. Y así mismo doy fe cómo el día cinco del corriente,
estando haciendo relación en la Real Audiencia sobre el auxilio pedido por
dicho P. Mtro. Fray José Roco y Lector Fray Francisco de Aranívar, presenté
cuatro Mtros de los ya citados, y el Reverendo P. Mtro. Fray Próspero del Pozo,
me llamó el Real Acuerdo y me preguntó si no había pasado todo lo que se
expresa en esta certificación, como de que había salido el dicho P. Mtro. Fray
José Roco con cinco votos, a lo cual dije verbalmente que todo era cierto y
ninguno de dichos religiosos lo contradijo. Y porque me dijo el Real Acuerdo en
dicha ocasión verbalmente en presencia de los susodichos y de muchas
personas, lo previese. Por fe la doy, y para que conste damos la presente en la
ciudad de Santiago de Chile en seis días del mes de febrero de mil setecientos
veintiocho años, y yo el dicho Escribano de Cabildo me hallé presente de todo
lo dicho, menos cuando fueron los Reverendos PP. Mtros a dar la obediencia
delante del Real Acuerdo al Reverendo P. Mtro. Fray José Roco, por haber
pasado a la Iglesia, y luego que le diesen en ella, antes de sentarse en la silla,
me retiré otra vez en D.de estaba el Real Acuerdo, fecho Ut supra. Y en fe de
ello lo firmamos, D. Miguel de Cuadros, Escribano de Cámara y de Su
Majestad, Bartolomé Mendaca, Escribano Público de Cabildo y Real. [f. 169].
Decreto. Respecto de que en conformidad ante la Ley Real se proveyó
decreto sobre el pretendido auxilio por los PP. Mtros Fray José Roco y Regente
Fray Francisco de Aranívar para hacerse obedecer en el oficio de Provincial,
para que se remitiesen los autos al Señor Virrey del Perú, lo que se ha diferido
por el embarazo que los mismos PP. ponen en la providencia que se debe dar
de Prelado en el ínterin, lo que ocasiona dilación notable, perjudicando al
estado perturbado en que estaba la religión. Para que se evite en todo lo que
se pueda, se remitan los autos originales cerrados y sellados al dicho Excmo.
Señor Virrey con informe en el navío del Santi Cristo próximo, y detenido por
esta razón en partida de registro, quedando un tanto de ellos en el Archivo. Y
se haga saber esta providencia a los dichos PP. Mtros Fray José Roco y
Regente Fray Francisco de Aranívar, para que usen de su / derecho como les
pareciere, ocurriendo por sí o sus apoderados. Proveyeron el decreto de suso
los Señores Presidente y Oidores de esta Real Audiencia, en Santiago de Chile
y nueve de febrero de mil setecientos y veintiocho años, y los señalaron el
Excmo. Señor Gabriel Cano de Aponte, Caballero del Orden de Alcántara,
Comendador de Mayorga, Teniente General de los Reales Ejércitos de Su
Majestad, Gobernador y Capitán General de este Reino y Presidente de su Real
Audiencia, y Señores Dr. D. Juan Próspero de Solisvango, Caballero de la
Orden de Calatrava, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan del Corral
Calvo de la Torre, asimismo del Concejo de Su Majestad, Oidores y Alcaldes de
Corte de dicha Real Audiencia, estando en Real Acuerdo, del que doy fe.
Cuadros.
Decreto. En dicho día hice saber el decreto de suso a los Reverendos PP.
Mtros Lector Fray José Roco y Lector Fray Francisco de Aranívar, [f.170] del
Orden de los Ermitaños del Señor San Agustín en su persona, de que doy fe.
Cuadros.
Fe. Nos, D. Miguel Cuadros, Escribano de Cámara de esta Real
Audiencia y de Su Majestad. y Bartolomé Mendaca, Escribano Público de
Cabildo y Real de esta ciudad de Santiago de Chile, Certificamos y damos fe en
cuanto podemos alegar en derecho, cómo el día primero del corriente, después
de haberse hecho la elección de Provincial de esta Provincia del Señor San
Agustín, estando en el Real Acuerdo los Reverendos PP. Mtros Fray Francisco
Franco, Fray Agustín de Leiva, Fray Juan de Aguiar, Fray Antonio Vergara,
Fray Pedro Yáñez y Fray José Roco, y el muy Reverendo P. Mtro. Fray Próspero
del Pozo y Fray Nicolás Salinas, Presidente de Capítulo, y el Reverendo P.
Lector Fray Francisco de Aranívar, Regente y Provincial, que dice ser electo, y
alegando sobre la nulidad de la elección, y por la otra parte sobre que era
legítimo por las razones que constan del testimonio dado por Nos el día seis
del corriente, instando el dicho P. Mtro. Fray José Roco de que había salido
con cinco votos, se confesó por uno de los Reverendos PP., que no afirmamos
si fue por el dicho P. Mtro. Fray Próspero del Pozo o por el P. Fray Nicolás
Salinas, Presidente de Capítulo, haber salido con ellos a instancias del dicho
P. Mtro. Fray José Roco y del P. Mtro. Fray Agustín de Leiva. Y para que
conste, damos la presente en virtud de lo mandado por el decreto de fojas, en
la ciudad de Santiago de Chile el nueve de febrero de mil setecientos
veintiocho años. Y en fe de ello lo firmamos, D. Miguel de Cuadros, Escribano
de Cámara y de Su Majestad, Bartolomé Mendaca Escribano Público, de
Cabildo y Real.
Petición. Muy poderoso Señor: el P. Lector Jubilado Fray Francisco de
Aranívar, Provincial de esta Provincia de Ermitaños de Nuestro [f.171] P. San
Agustín, parezco ante Vuestra Alteza y digo que, para el recuso del Excmo.
Señor Virrey son necesarios los autos, y porque la previsión del navío es muy
estrecha a su partida, sin que haya otra vía, se ha de servir Vuestra Alteza de
mandar se me dé el tanto íntegro de los autos; y porque tengo entendido que el
P. Mtro. Fray José Roco y demás religiosos, que le siguen, quieren argumentar
el proceso con volumen de papeles y escritos, que hicieron más trabajosa la
compulsa, no teniendo fin ni efecto alguno esta pretensión por la reserva del
Excmo. Señor Virrey, que es D.de pueden y deben preparar sus alegatos, por
tanto a Vuestra Alteza pido y suplico se sirva de mandar se me dé dicho tanto
de autos, mandándose se incorporen a ellos los escritos que se me dirigen
para Lima, por no estar la causa en estado de admitir los [de] aquí, que es
justicia, etc. Fray Francisco de Aranívar. En conformidad de lo mandado por
esta Real Audiencia, se dará por el presente Escribano de Cámara al P.
Regente Fray Francisco de Aranívar el testimonio de los autos para el recuso al
Excmo. Virrey de estos reinos. para el auxilio pedido por el susodicho y por el
Reverendo P. Mtro. Fray José Roco sin incorporarse en ellos ni acumularse los
escritos presentados en la orden a las providencias sobre la elección de sujeto
para prelado interino, y así se hará saber. Proveyeron el decreto de suso los
Señores Presidentes y Oidores de esta Audiencia, en Santiago de Chile en
nueve de [f.172] febrero de mil setecientos y veintiocho años. Y lo señalara los
Señores Dr. D. Juan Próspero de Solisvango, Caballero de la Orden de
Calatrava, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de
la Torre, del Concejo de Su Majestad, Oidores y Alcaldes de Corte de esta Real
Audiencia, de que doy fe. Cuadros.
Comunicación. En dicho día hice saber el decreto de suso al Reverendo
P. Lector Fray Francisco de Aranívar, Provincial, de que doy fe. Cuadros.
Concuerda con su original que se remitió al Excmo. Señor Virrey del Perú, en
conformidad del decreto de fojas, a que en lo necesario me refiero, y para que
conste, doy el presente en la ciudad de Santiago de Chile, en diez de febrero de
mil setecientos veintiocho años. Y en fe de ello, lo firmé, D. Miguel de Cuadros
Escribano de Cámara y de Su Majestad.
Petición. Excmo. Señor: El P. Lector Jubilado Fray Francisco de
Aranívar, Provincial de esta Provincia de Ermitaños de nuestro P. San Agustín,
parezco ante Vuestra Excelencia y digo que, en los autos del auxilio a la Real
Audiencia se puso el testimonio de lo acaecido en la elección, y porque la
celeridad que se formó hizo omitir algunas circunstancias [f.173] que
precedieron, como fue la providencia del P. Presidente a la apelación verbal
interpuesta contra la dicha elección, que fue conceder sólo en lo devolutivo y
no en lo suspensivo, el número de trece votos con que salía electo en
Provincial, constando la elección de veinte, y juntamente no haberse publicado
voto alguno del Reverendo P. Fray José Roco, en conformidad de lo que
previene nuestra Constitución, que previene sólo se publique aquel en quien
recayó la mayor parte de los electores con el número de votos que por él
sufragaron, como también la brevedad del tiempo en que se despacharon las
cartas del Real Acuerdo para el extrañamiento del Reverendo P. Mtro. Fray
Diego Salinas Provincial de esta Provincia, que lo era, y asimismo la
circunstancia y haber absuelto al Reverendo P. Mtro. Fray Próspero del Pozo y
Lemos, Rector Provincial que entró a ser por dicho extrañamiento, a los
Reverendos PP. Mtros excomulgados, al tercer exhorto el Real Acuerdo le
despachó, para que absolviese, la cual absolución de facto confirmó, por evitar
mayores daños, que previo pudieran acaecer en esta Provincia. Todo lo
referido pongo en la Superior consideración de Vuestra Excelencia, para que
con estas advertencias se instruya el proceso y se agreguen estas
circunstancias al dicho testimonio, según el aditamento adjunto, y se
conformen así el que se haya en los autos como el que por mi parte le
presentaré en el Superior Gobierno de Lima o a D.de más me convenga. A
Vuestra Alteza pido y suplico mándeseme este aditamento en los autos, que es
justicia. Fray [f.174] Francisco Aranívar.
Otro sí. A Vuestra Alteza pido y suplico se sirva de mandar que el
Escribano de Registro del Partido de Valparaíso, meditando de la partida en
que se remiten dichos autos al Superior Gobierno de Lima, y por cuanto estas
dirigencias eran las previas para el viaje y estaba que se concluyese, no se
podía disponer se sirva Vuestra Excelencia de suspender el despacho un día
más, para la última licencia del navío, porque si ésta la llevara ahora un
correo ligero, estando el navío pronto, no se podrá alcanzar por más brevedad
que se hubiere en el viaje, que es justicia etc.
Otro sí. Digo que tengo entendido que el tanto de autos remitidos se
compone de los escritos sobre el auxilio, con él testimonio en relación del
Escribano de Capítulo, y porque en esta forma van diminutos, pues la
providencia del auxilio de Lima ha de recaer sobre la entrega de lo actuado en
punto de Capítulo, del que el Señor Fiscal se presentó en esta Real Audiencia,
pidiendo el obedecimiento de cierta Real Cédula, por tanto, A Vuestra pido y
suplico se sirva demandar se comprueben los autos íntegramente hasta este
escrito, y se proveyera que en caso necesario, se costeara por mi parte dicho
tanto, que es justicia. Fray Francisco Aranívar.
[Decreto].Santiago y febrero diez de mil setecientos veinte y ocho,
remítese este escrito e instrumento que le acompaña al Real Acuerdo, D.de
tocan. Cano. Valdez. Por presentada la certificación, y póngase con los autos
de la Notaría este escrito, para que con ellos se transporte, añadiéndole al
testimonio que queda, para que conste al primero otro, si no ha lugar, porque
con la remisión de los autos se satisface a la ley, y al segundo otro, si
asimismo no ha lugar, que sean autos inconexos, independientes los del
extrañamiento. Proveyeron el decreto de suso los Señores Presidente y Oidores
de esta Real Audiencias, en Santiago de Chile, en diez de febrero de mil
setecientos y veintiocho años, y lo señalaron los Señores Dr.es D. Juan [f.175]
Próspero de Solisvango, Caballero de la Orden de Calatrava, D. Francisco
Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martín de Recabarren y D. Juan
del Corral Calvo de la Torre, del Concejo de Su Majestad, Oidores y Alcaldes de
Corte de dicha Real Audiencia, que doy fe. Cuadros. Y luego in continenti hice
saber el decreto de suso al muy Reverendo P. Rector Fray Francisco de
Aranívar, Provincial de esta Provincia en su persona, de que doy fe. Cuadros.
Petición. El P. Presentado Fray Juan de Arrué, Secretario de Capítulo,
certifico en cuanto puedo y ha lugar, cómo en el testimonio de las elecciones
de Provinciales, se omitió la expresión de que habiéndose protestado la
nulidad de ella en quien no tuviere cuarenta años, nuestro P. Presidente
concedió el recurso en lo devolutivo y no en lo suspensivo, como no haberse
publicado voto alguno por el Mtro. Fray José Roco por ser regla que no se
publique la menor parte. Y asimismo certifico haberse concluido el
extrañamiento con la brevedad que consta de las reales provisiones, y que la
obediencia / de nuestro P. Mtro. Fray Próspero tenia la tercera carta expedida
por evitar mayores escándalos, según protestó ante mí. y para que conste, lo
firmé de mandado de nuestro P. Presidente Fray Juan de Arrué, Notario
Apostólico y Secretario de Capítulo. Concuerda con su original, que acumulé a
los autos originales remitidos al Excmo. Virrey del Perú. Y para que conste,
doy el presente para acumularle al tanto que queda en esta Secretaría.
Santiago y Febrero diez de mil setecientos y veinte y ocho años. Y en fe de ello,
lo firmó D. Miguel de Cuadros, Escribano de Cámara y de su Majestad.
[Petición]. Muy poderoso Señor: El Escribano de Cámara de esta Real
Audiencia, parezco ante Vuestra Alteza y digo que, de orden de esta Real
Audiencia se han compulsado los autos del extrañamiento del Reverendo P.
Mtro. Fray Diego Salinas y los del Auxilio, pedido por los Reverendos PP. que
dicen ser Provinciales de esta Provincia del Señor San Agustín. Y porque
ambas tienen ciento y sesenta y seis fojas y seis están debiendo a los
amanuenses, quienes las sacaron con sumo trabajo velando algunas noches
por la precisión de ellas, se ha de servir V. A. de mandar se libre la cantidad
competente, que parece ser su precio. Por tanto, a V. A. pido y suplico así lo
provea y mande, que es Justicia etc. D. Miguel de Cuadros.
[Decreto]. Llévense los autos al [Tasado] General para que se haga
constar que esta parte no fue haciendo parte separada de los autos del
extrañamiento del Reverendo P. [f.176] Mtro. Fray Diego de Salinas y de los
seguidos por parte del P. Mtro. Fray José Roco y Regente Fray Francisco de
Aranívar, y hecho, se traiga. Proveyeron el decreto de suso los Señores
Presidente y Oidores de esta Real Audiencia, en Santiago de Chile en catorce
de febrero de mil setecientos veinte y ocho años, y lo señalaron los Señores
Dr. D. Francisco Sánchez de Barreda y Vera, Licenciados D. Martin de
Recabarren y D. Juan del Corral Calvo de la Torre, del Consejo de su
Majestad, Oidores y Alcaldes de Corte de esta Real Audiencia, de que doy fe.
Mendaca.
BIBLIOGRAFÍA
Querido Luis,
me llegó tarde la noticia de tu fallecimiento. Me extrañaba no recibir
respuesta a mis mensajes por correo electrónico. Con frecuencia la tecnología
no responde ni a la vida ni a la muerte. Y a la distancia uno no se da cuenta.
Algo de nosotros se va tras el paso de los nuestros. Nos hicimos amigos
allá por 1992, cuando comenzamos juntos el Máster en Ciencias de la Religión
de la Universidad Pontificia Comillas en Madrid. Me queda lo mucho que diste
en vida y que compartí.
Publicaste cosas hermosas en Etiam. En este último tomo bajo mi
responsabilidad, quisiera rendirte este sencillo homenaje. Gratitud que no
llega a igualar tu generosidad.
El poema Querido Dios me lo enviaste en febrero de 2003. Me parece
muy bueno, aunque en alguna ocasión comentabas que le faltaba algo. No sé
si se lo pusiste. Para mí que está bien así. Lo comparto para dar gracias a Dios
por tu vida y amistad, por tu piedad osada, por tu obediente rebeldía.
Demetrio.-
EN EL HOSPITAL
Jaime Zayas
Bocigas de Perales (Soria – España)
jzayas08@hotmail.com
Aquí, en el hospital.
Una mano retorcida de dolor
y otra paralizada de resignación.
Aquí, en el hospital.
Un enfermo mimado en su juventud
y un viejo ignorado en su senectud.
Aquí, en el hospital.
Una vida que ha parido una ilusión
y una muerte que ha dejado helado a más de un corazón.
Aquí, en el hospital.
Los ayes lastimeros del dolor
y la guerra fría del sudor.
Son los humanos corazones
los que piden comprensión,
los que piden amor.
Aquí, en el hospital.
Cuatro lagrimones malhumorados de cocodrilo
para una «carga» que se ha ido
y una herida en las entrañas del alma
en aquel que ha perdido lo que ama.
Aquí, en el hospital.
Señora, buena señora,
si ya no le quedan lágrimas de dolor
¿para qué gastar agua de convención?
Señora, buena señora,
llore usted un poco más,
que creo le gusta a Dios.
Aquí, en el hospital.
Hay un corazón que siente
y otro piensa.
¿Cuál saldrá vencedor?
Señor,
el que está en medio de los dos.
Aquí, en el hospital.
Una vida que espera
y una mente que también espera
una nueva vida
y una nueva mente.
Aquí, en el hospital.
Una voz angustiada
y un silencio pavoroso.
Una voz dulce de un amigo
y un silencio clamoroso de una esposa.
Aquí, en el hospital.
Estertores de muerte
y lloriqueos de vida.
Con lloriqueos de muerte
y dolores de vida.
Aquí, en el hospital.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
OBRAS DE Y SOBRE SAN AGUSTÍN
FERNÁNDEZ LUCIO, J. M., 365 días con Agustín de Hipona. San Pablo. Madrid 2012, 520
pp.
Escrito originalmente en italiano, el presente trabajo merece ser leído por todos
los interesados en la filosofía y el pensamiento patrísticos. En efecto, a diferencia de
mayoría de los libros dedicados a Agustín en los últimos veinte años, el texto de
Virgilio Pacioni, de la Orden de San Agustín, aborda un sinnúmero de cuestiones y
aspectos del pensamiento del Hiponense para conformar un todo homogéneo, ágil,
amable para con el lector y, por todo ello, sumamente didáctico.
El contenido del volumen, muy difícil de resumir en unas pocas líneas, abarca
desde elementos biográficos y contextuales hasta teológicos en el desarrollo de los
cuales el autor define y resuelve los problemas metodológicos, gnoseológicos,
antropológicos, éticos y políticos del sistema agustiniano. Se trata, pues, de un trabajo
excepcional en tanto que nos trae, como pocos, una imagen diáfana de la figura y obra
de Agustín y, por sobre todo, porque lo hace de manera completa y general en un
momento en el que el afán de especialización, algo propio de las ciencias exactas,
amenaza con arrasar en el campo de las humanidades. Así, el trabajo puede incluso
concebirse como una suerte de manifiesto contra aquellos autores que se complacen
en recortar el espíritu movidos por la búsqueda de una falsa objetividad.
De fácil lectura y gran profundidad, el texto de Pacioni, que resultará útil a
legos e iniciados, está coronado por un apéndice y una lista exhaustiva de bibliografía
actualizada. El apéndice (pp. 255-278) está destinado a exponer las principales líneas
de interpretación del pensamiento de Agustín a lo largo de la historia, así como a
presentar algunos trabajos insoslayables para el estudio de dichas interpretaciones. El
recorrido va desde la Edad Media hasta la filosofía analítica, pasando por el
Renacimiento, la Modernidad y el giro lingüístico. La lista de bibliografía (pp. 279-307)
con la que se cierra el trabajo incluye repertorios, obras misceláneas y de Agustín,
ediciones, enciclopedias, traducciones y ensayos.
Julián Barenstein
MARTÍNEZ, H. (OSA), Hombre poético y músico. Religión y Cultura. Buenos Aires 2013,
184 pp.
YOUNG, F. M., From Nicea to Calcedon. A guide to the Literature and its Background.
SCM Press. London 2010, 406 pp.
Julián Barenstein
FILOSOFÍA Y ANTROPOLOGÍA
Julián Barenstein
GIL DE ROMA (EGIDIO ROMANO), Los errores de los filósofos [traducción del texto latino,
introducción y notas de Rafael Ramón Guerrero con la colaboración de Laura Llamas
Fraga]. Trotta. Madrid 2013, 105 pp.
Breve pero densísimo, tal es el texto que nos ha llegado bajo el título de
Tractaus de erroribus philosophorum. Atribuido, entre idas y vueltas, al fraile agustino
Egidio Romano (1243-1316), el opúsculo condensa lo más propio de una tendencia
que en pleno s. XIII reaccionaba ante el avance del Aristóteles recién descubierto y sus
comentadores árabes y hebreos. El autor, más conocido por su pensamiento político y
sus célebres De reginime principiorum (1292) y De ecclesiastica potestate (1301), nos
deja entrar a través del Tractatus, en otro aspecto de su biografía intelectual.
El texto de esta enumeración de errores de Egidio, en la que figuran los del
Estagirita, los de los árabes Averroes, Avicena, Algazel, Alkindi y los del más
renombrado filósofo judío, Maimónides, encuentra su razón de ser en el contexto
inmediato de su producción: ese siglo cenital de la Edad Media que es el XIII asiste, en
efecto, a una serie de condenas animadas por espíritu reaccionario. Es conveniente,
pues, que las recordemos.
La primera censura al «aristotelismo» se produce en el concilio de Sens en la
temprana fecha de 1210. Se prohíbe allí la lectura pública y privada de los Libri
naturales de Aristóteles, rótulo bajo el que se incluía no solo la Física, sino también la
Metafísica y del De anima, junto con los trabajos de Amaury de Bène y David de
Dinant, que pasaba por ser el introductor del aristotelismo en la universidad de París,
aunque en la versión de Alejandro de Afrodisias. La segunda condena, estrechamente
ligada a la anterior, no se hizo esperar demasiado. En 1215, con la promulgación del
estatuto de la Universidad parisina, el cardenal-legado Robert de Courçon, en ocasión
de la reestructuración de los estudios en dicha universidad y a instancias del papa
Inocencio III, renovó la prohibición, pues, tanto las obras mencionadas de Aristóteles
como las de Amaury y David, seguían formando parte de las lecturas elegidas por
maestros y estudiantes. Tras no pocos años de idas y venidas, y de disputas no
siempre intelectuales, el obispo de París, Étienne Tempier, establece una tercera
prohibición: condena en 1270 trece tesis de origen aristotélico, para en 1277 redoblar
la apuesta en una prohibición más general que alcanzó doscientas diecinueve
proposiciones, algunas de ellas, sostenidas por autores de incuestionable ortodoxia,
como, p.e., de Santo Tomás y del propio Egidio.
Entremedio de las tercera y cuarta condenas, los avatares del aristotelismo en
la universidad de París son tortuosos y hasta difíciles de seguir. Basta con decir que
las autoridades advierten una y otra vez sobre los peligros de la lectura de las obras
del Estagirita, mientras que los maestros y estudiantes hacen oídos sordos a las
advertencias; que se extiende, en 1245, la condena de 1215 a la universidad de
Toulouse; que en la misma línea condenatoria se alzan las voces de los franciscanos
Buenaventura y Gilbert de Torunai renovando el rechazo del peripatetismo a ultranza,
mientras que a favor de Aristóteles se levantan también las de otros franciscanos,
como, p. e., Roger Bacon, etc. El panorama es complejo. Con todo, se ha de advertir
que todos los gritos condenatorios provenían de la facultad de teología, mientras que
los de defensa portaban el espíritu de la facultad de artes. En el fondo, la contienda
ponía de manifiesto un conflicto entre tradición y renovación, por una parte, y entre
teología y filosofía, por otra, en donde esta última disciplina se presentaba como
autónoma y, por tanto, separada de las exigencias de la teología, a la que los más
reaccionarios —junto con otros que no lo eran tanto— se figuraban como la
culminación y cúspide de todo el saber humano, dejando a la filosofía el poco ilustre
título de «ancilla theologiae», esto es, «sierva de la teología».
Sea de ello lo que fuere, entre 1270 y 1277 se configura un verdadero hervidero
de opiniones contrapuestas en torno de Aristóteles, sus obras y sus comentadores. Y
es, precisamente, en 1270 cuando aparece el Tractaus de erroribus philosophorum.
Haríamos mal, pues, no solo en leerlo como un documento aislado, sino también en
tomarlo como un manifiesto contra el aristotelismo sin más. Pero, de más está decirlo,
el enfoque, en definitiva, corre por cuenta del lector, que está destinado a ver en el
texto aquello que su capacidad y conocimiento le permita..
Por lo demás, nos interesa señalar que el traductor, Rafael Ramón Guerrero, de
la universidad Complutense de Madrid y eximio arabista, presenta el texto de manera
polémica, mostrando la influencia del pensamiento árabe en la Europa continental del
s. XIII. Más específicamente, en las líneas introductorias el prof. Ramón Guerrero se
contrapone a la reciente tesis de Sylvain Gougenheim, expuesta en su Aristote au Mont
Saint-Michel: Les racines grecques de l’Europe chrétienne (2008), donde niega que los
pensadores árabes hayan aportado el saber griego al pensamiento europeo, dejando
recaer el mérito de esta transmisión en los cristianos orientales. La postura, conviene
mencionarlo, tiene el sabor de aquella, ya dada por tierra, que sostenía Asín Palacios
en la primera mitad del s. XX, cuando en su El Islam cirstianizado (1931) afirmaba que
el Islam le debía todo al cristianismo oriental. Con todo, volviendo a la polémica
inserta en el texto, el prof. Ramón Guerrero esgrime no pocas pruebas irrebatibles
para sostener su punto de vista, el cual —huelga decirlo— coincide con el de la
mayoría de los especialistas en la materia. En nuestra opinión, la posición de
Gougenheim, como antes la de Asín Palacios, responde a concepciones ideológicas de
fondo no completamente explicitadas. Pero, a fin de cuentas, la cuestión no estriba en
presentar argumentos ad hominem; abstengámonos de decir algo más, pues, la
intentio auctoritas es algo sobre lo que siempre se puede especular y hasta cuestionar,
pero raras veces afirmar categóricamente. Además, no son necesarios tales
argumentos cuando la erudición de Ramón Guerrero alcanza y sobra para refutar la
hipótesis de Gougenheim en unas pocas páginas.
En lo que hace a cuestiones formales, el trabajo es impecable. El lector
encontrará en las primeras páginas una exhaustiva introducción al Tractatus de
Egidio, de orientación polémica, como hemos dicho, y confeccionada a partir de una
extensa bibliografía actualizada. En estas líneas iniciales, que ocupan más espacio
que la traducción, se asiste a un verdadero compendio historiográfico del aristotelismo
de los s. XII y s. XIII, que incluye, entre otras cosas, una lista de las traducciones
latinas de las obras del Estagirita y de los demás autores atacados por Egidio. En este
sentido, no podemos dejar de insistir en que la excelsa formación de su autor, como
arabista y medievalista, hacen de la sección introductoria un documento único, difícil
de superar en varios aspectos.
En cuanto a la traducción, por último, la hemos cotejado con el texto crítico
latino, establecido por Josef Koch y publicado en 1944 junto con una traducción
inglesa a cargo de John Riedl. Lo hemos encontrado exacto: el texto español se ajusta,
pues, al latino, es respetuoso de su sintaxis, elegante y transparente en cuanto a su
sentido. A modo de ejemplo, veamos la compleja tesis nº 7 de capítulo IV (De
compilatione errorum Averrois), en donde se alude al comentario (Tafsîr) de Averroes a
la Metafísica de Aristóteles.
Texto latino (Giles of Rome, Errores philosophorum, critical text with notes and
introduction bay Josef Koch, english translation by John O. Riedl, U.S.A., Marquette
University Press, 1944, p. 20 de la edición):
«Ulterius erravit negans trinitatem in Deo esse, dicens in dicto XII quod aliqui
“putaverunt trinitatem esse in Deo et voluerunt evadere per hoc et dicere quod
sun tres et unus Deus, et nesciverunt evadere, quia cum subtantia fuerit
numerate, congregatum erit unum per unam intentionem abditam”.
Propter quod secundum ipsum, si dues esset trinus et unus, sequeretur quod
esset compositus. Quod est inconveniens».
Dejo a cargo del lector el cotejo minucioso de estos textos, palabra por palabra.
Ya hemos expresado nuestra opinión al respecto.
Tan solo resta decir que el trabajo, prolijo, consciente y polémico que hemos
reseñado, está coronado por una extensa bibliografía, que incluye tanto títulos
clásicos como contemporáneos, a la que puede recurrir quien quiera iniciarse o
profundizar en el conocimiento del aristotelismo del s. XIII, en la filosofía de Egidio
Romano o bien, en la historia de las relaciones entre el pensamiento árabe y
occidental en la cultura universitaria medieval.
Julián Barenstein
POTESTÀ, G. L., El tiempo del Apocalipsis: vida de Joaquín de Fiore [traducción del
italiano de David Guixeras]. Trotta. Madrid 2010, 452 pp.
Julián Barenstein
Nota editorial
GARCÍA HELDER, G., Mandalas cristianos. AMICO. Buenos Aires 2010, 59 pp.
Nota editorial
BIBLIA Y CRISTOLOGÍA
LEVORATTI, A. J., ¿Por qué tanto sufrimiento? Las preguntas de Job. Editorial
Guadalupe. Buenos Aires 2011, 63 pp.
Ningún escrito de la Biblia está tan lleno de preguntas como el libro de Job.
Job lucha con Dios: su campo de batalla es el problemático escenario de su propia
existencia y sus armas de combate son las preguntas; unas preguntas que brotan, de
mil maneras y en mil tonos distintos, de su alma y de su cuerpo doloridos, y que no
dejan de suscitar, en aquel que las escucha, los interrogantes más fundamentales.
¿Por qué hay tanto mal y tanto sufrimiento en el mundo? ¿Qué puede esperar el justo
cuando se ve enfrentado con una calamidad inmerecida? ¿Cómo relacionarse con Dios
en el fracaso de todo éxito y de toda realización humana? Estas preguntas pasan a
veces de largo como ráfaga fugaz; y otras veces golpean con insistencia, y el que choca
con ellas puede sentirse tocado hasta en lo más íntimo de su ser o desecharlas como
una intromisión intempestiva y molesta.
ALEIXANDRE, D.; MARTÍN VELASCO, J.; Y PAGOLA, J. A., Fijos los ojos en Jesús. En los
umbrales de la fe. PPC. Buenos Aires 2012, 198 pp.
HERNANDO MORENO, P. (OSA), Cristo, Amor para ser creído, anunciado y amado. Claves
para la lectura de las «Cartas Católicas». Editorial Guadalupe, Buenos Aires 2012, 87
pp.
Las llamadas «cartas católicas» del Nuevo Testamento –las dos Cartas de Pedro,
las tres Cartas de Juan, una Epístola de Santiago y una de Judas Tadeo- son los siete
escritos primordiales de la Iglesia…
En rigor de verdad, no son «cartas» propiamente dichas, sino «homilías».
Presentadas como textos escritos, abordan todas ellas temas e inquietudes de los
testigos presenciales (o de sus más cercanos colaboradores) de los momentos
trascendentales de la vida de Jesús de Nazaret.
Son cartas que nos llaman, como a los primeros cristianos, a florecer nuestra
fe en obras, a abrazar una vida nueva y practicar la justicia. Su lectura nos sumerge
en los primeros tiempos de la Iglesia para arraigarnos en el presente histórico de
nuestra comunidad para renovarla en el Señor Jesús y proclamar lo que hemos visto y
oído.
De la nota editorial
ECLESIOLOGÍA Y PASTORAL
SCHÖNBORN, CH., La escuela de vida de Jesús. Estímulos para ser sus discípulos.
Herder. Barcelona 2014, 165 pp.
«Señor, ¿a quién vamos a ir?» Tras el discurso sobre el pan de vida en la
sinagoga de Cafarnaún, numerosos oyentes se van y dejan de seguir a Jesús. Esta
experiencia la hacen los cristianos una y otra vez, sobre todo cuando se preguntan por
el futuro de la Iglesia. Oyen a menudo la pregunta de Jesús: «¿También vosotros
queréis iros?». Y la respuesta de Simón Pedro es: «Señor, ¿a quién vamos a ir? ¡Tú
tienes palabras de vida eterna!» (Jn 6, 67-68).
La Archidiócesis de Viena se encuentra en una situación de profundo cambio,
al igual que tantas diócesis repartidas por el mundo. Las condiciones sociales ya no
son las mismas, la sociedad está cambiando, y también la Iglesia necesita una
renovación. A tal efecto, el cardenal Schönborn ha puesto en marcha el proceso «La
historia de los apóstoles». Un elemento esencial de este es el discipulado. Antes de
abordar cuestiones de índole estructural, conviene preguntarnos: ¿qué quiere Jesús
de nosotros? Él nos llama para que lo sigamos, para convertirnos en sus discípulos.
Pero ¿qué significa esto? ¿Cómo se puede llegar a ser un discípulo o una discípula de
Jesús? Este libro intenta contestar a estas preguntas. En el curso 2011-2012, el
cardenal Schönborn dedicó a este tema una catequesis específica, la cual sirve de base
al presente libro.
El libro discurre sobre la base de textos bíblicos, sobre todo los evangelios.
Intenta mostrar cómo el cambio radical propuesto por Jesús empezó en su escuela de
vida. Y, sin perder de vista este origen, se formula la importante pregunta: ¿cómo
están las cosas actualmente?
El camino de la catequesis es también una aventura consistente en buscar las
instrucciones concretas que nos dio el Señor. Relacionarse con Jesús y sus
instrucciones significa emprender un camino de aventura.
Finalmente, se trata de mirar con los ojos bien abiertos y con suma atención a
los signos de los tiempos. ¿Qué nos enseña Dios hoy en las realidades que vivimos? Si
nos convertimos al Señor, entonces cambiará no solo la Iglesia sino también la
sociedad.
KUHN, F., La Iglesia: servidora del proyecto de Jesús. Repensar la eclesiología hoy.
Claretiana. Buenos Aires 2010, 159 pp.
De la nota editorial
PRIMER CONGRESO DE PASTORAL URBANA - REGIÓN BUENOS AIRES, Dios en la ciudad. San
Pablo. Buenos Aires 2012, 248 pp.
El Primer Congreso Regional de Pastoral Urbana fue un encuentro de agentes
pastorales atraídos por el deseo de renovar la evangelización en la ciudad,
precisamente cuando pareciera que las motivaciones son escasas. Este real interés y
compromiso provocaron entre los participantes esperanza y entusiasmo para seguir
hallando los modos más adecuados para una Nueva Evangelización en los grandes
conglomerados urbanos en los que viven, luchan y sueñan millones de personas.
Los aportes teológico-bíblico-pastorales y –muy especialmente- la pedagogía y
la metodología de la «salida-encuentro» a distintos lugares de la urbe presentes en este
libro, muestran que una pequeña semilla se ha sembrado en la tierra-humus de la
comunidad eclesial. «Ahora es tiempo de espera paciente, mientras se realiza el
esfuerzo por brindar el servicio sencillo y humilde del riego fecundo».
El Congreso fue abierto con una conferencia del Cardenal Jorge Mario
Bergoglio. Los conferenciantes que animaron la reflexión fueron: Gerardo Söding,
Carlos María Galli, Virgina Azcuy, Jorge R. Seibold, Jaime A. Mancera Casas y Jorge
Eduardo Scheinig.
RUIZ ARENAS, O., América Latina. Desafíos y esperanzas. Pontificia Comisión para
América Latina, Ciudad de Vaticano 2010, 76 pp.
Con una Introducción (pp. 7-12) del Cardenal Marc Ouellet, Presidente de la
Comisión para América Latina, el libro presenta las ponencias de una Jornada de
reflexión dedicada por esta Comisión el 11 de noviembre de 2011 en torno al tema de
la XIII Asamblea Ordinaria del Sínodo Mundial de los Obispos sobre «La Nueva
Evangelización para la transmisión de la fe» (7-28 de octubre de 2012).
Las ponencias fueron estas: «La Nueva Evangelización a la luz del Magisterio
Pontificio», a cargo de Mons. Salvatore Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo
para la Promoción de la Nueva Evangelización (pp. 15-30); «De la evangelización de
Jesucristo a la Misión Continental como Nueva Evangelización», a cargo de Mons.
Santiago Silva Retamales, Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano
(CELAM) y Obispo Auxiliar de Valparaíso (Chile) (pp. 31-65); y «La Nueva
Evangelización hoy en América Latina: desafíos y prioridades, por el Prof. Guzmán
Carraquiry Lecour, Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina (pp. 67-
94). Un último capítulo denominado Recomendaciones (pp. 95-123) recoge los aportes
de muchos de los participantes en la Jornada. De éstos me parecen relevantes lo
siguientes:
- «En tiempos de encrucijadas de épocas, en la que la tradición católica queda
sometida a profundas interpelaciones y erosionada por nuevas condiciones
sociales y culturales emergentes, se plantea con especial urgencia y exigencia su
revitalización y su renovada propuesta, en nuevas formas, desatando corrientes
de santidad y nueva evangelización» (p. 99, recomendación 3).
- «La Nueva Evangelización coloca a toda la Iglesia en “estado permanente de
misión”» (p. 101, recomendación 5).
- «Además de la misión programática (constituida por eventos puntuales de
carácter misionero) está la misión paradigmática, que se refiere al “estilo” que
deben tomar las actividades apostólicas en la Iglesia… Las comunidades
eclesiales de toda índole deben “salir de sí” constantemente hacia las
“periferias existenciales” con el fin de anunciar el Evangelio» (p. 101,
recomendación 6).
- «Se debe evitar todo tipo de “autorreferencialidad”, que es la actitud contraria a
la del discípulo-misionero… La Nueva Evangelización es lo contrario a la
autosuficiencia y al repliegue sobre sí mismo, a la mentalidad del status quo y
a una concepción pastoral que considera suficiente continuar haciendo las
cosas como siempre han sido hechas» (p. 101, recomendación 7).
- «Es imprescindible recuperar el entusiasmo por la novedad inagotable del Reino
de Dios que es Jesucristo, el Señor y Redentor de los hombres. El encuentro
siempre renovado y actualizado con Él , que constituye la base de nuestra
experiencia de fe y que nos lleva desde y a la Iglesia, debe ser la fuente de una
renovada parresía que invita a los fieles a desinstalarse de la apatía, de la
indiferencia o del fatalismo. Sólo los evangelizados se convierten en
evangelizadores, quienes, a partir del encuentro con Jesucristo, cambian su
mentalidad, se convierten en discípulos del único Maestro y van
configurándose al Señor» (p. 103, recomendación 10).
- «La presencia de Cristo ha de ser percibida en el rostro y en la vida de los
cristianos. Es el testimonio fundamental. Tiene que transmitir la atracción de un
resplandor de verdad y promesa de felicidad» (p. 104, recomendación 11).
- «Se nos exigen nuevas lecturas de la realidad, nuevas respuestas a los
cuestionamientos de los laicos, así como una mayor exigencia por parte de los
pastores en coherencia y testimonio. El recurso a los medios de evangelización
debe estructurarse de forma cada vez más catequética, en torno al proceso
evangelizador con sentido misionero, de tal manera que se pueda responder a
las distintas situaciones de las personas y, de ser posible, de los grupos
sociales y culturales. En este contexto el kerigma va teniendo una mayor
importancia para ir conduciendo a los alejados a un proceso que llamamos de
“reiniciación cristiana”, ya que tiene la finalidad de revitalizar o fortalecer la
vivencia de los sacramentos en las personas que tienen una evangelización
deficiente» (pp. 106-107, recomendación 18).
- «La Iglesia tiene ciertamente que preocuparse por custodiar el legado y
patrimonio de la fe católica en los pobres y sencillos de América Latina, pero
tiene que ofrecerse también, sobre todo en las grandes ciudades, cada vez más
secularizadas, como un inmenso “patio de los gentiles”, lugar de oración,
búsqueda y diálogo para todos los que se plantean verdaderos problemas y
desafíos de la condición humana y de la convivencia social, especialmente
entre los políticos, intelectuales, académicos, comunicadores, artistas…» (p.
112, recomendación 25).
Contenidos y expresiones que muestran cercanía con la propuesta del Papa
Francisco en su exhortación apostólica La alegría del Evangelio (26 de noviembre
de 2013).
FERNÁNDEZ, V. M., El programa del Papa Francisco. ¿Adónde nos quiere llevar? Una
conversación con Paolo Rodari. San Pablo. Buenos Aires 2014, 111 pp.
Jorge Mario Bergoglio dijo ser un Papa que sus hermanos cardenales fueron a
buscar «casi al fin del mundo». ¿Adónde nos quiere llevar? Es la pregunta del libro, que
Rodari va haciendo explícita a medida que Víctor Manuel Fernández va respondiendo
a sus cuestiones. Quizá pueda ser ésta una sucinta síntesis de respuesta a la
pregunta:
- A concentrarnos en el «núcleo» del Evangelio, en su «corazón»: «la belleza del
amor salvífico de Dios expresado en Cristo Jesús» (p. 32).
- A asumir que su contexto es el kerygma, «la invitación a encontrarse con un
Dios que ama y que salva, y que por eso nos propone una vida mejor» (p. 36).
Es lo que hace «arder los corazones» (p. 36).
- A contemplar al Jesús del Evangelio: «su forma de tratar a los pobres, sus
gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su
entrega total, todo es precioso y le habla a la propia vida (EG 265)» (p. 41).
- A cultivar «el gusto espiritual de ser pueblo, porque “hace falta desarrollar el
gusto espiritual por estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de
descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por
Jesús, pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo” (EG 268)» (p. 54).
- A abrir las puertas para la celebración de la gracia de Dios: el Papa «llega a
decir que “tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una
razón cualquiera” y que la eucaristía “no es un premio para los perfectos, sino
un generoso remedio y alimento para los débiles” (EG 47)» (p. 58).
- A aceptar el desafío de «que la propuesta del evangelio es el Reino de Dios:
“Busquen ante todo el Reino de Dios y su justicia” (Mt 6, 33). Se trata de amar
a Dios que quiere reinar en el mundo, y «en la medida en que él logre reinar
entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz de
dignidad para todos (EG 180)» (p. 93).
«En este libro –dice Fernández casi al final-, hemos intentado discernir dónde
quiere llevarnos este Papa, pero aún me pregunto qué es lo que Dios quiso hacer.
Seguramente muchas cosas buenas que han devuelto la alegría a muchos católicos»
(p. 109).