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Graciela Agnese
Rosario, 2011
Índice
PRÓLOGO........................................................................................................... 11
CAPÍTULO I
El Mal de O’Higgins ............................................................................................ 13
CAPÍTULO II
Como una mancha de aceite ................................................................................ 43
CAPÍTULO III
Entre controversias científico-médicas y movilizaciones populares .................... 65
CAPÍTULO IV
Maiztegui, Barrera Oro y una vacuna ................................................................. 85
CAPÍTULO V
El Mal de los Rastrojos ........................................................................................ 109
CAPÍTULO VI
De peones, médicos, investigadores y vacunas.................................................... 133
logando tanto con la historia interna de la virosis como con la historia externa. Para la
primera se ha tenido en cuenta las características, el marco teórico, la labor y los logros
de los equipos de investigación y de los médicos de la zona epidémica, que trabajaron
sobre la enfermedad, en particular lo referido al desarrollo de vacunas (XJ Clon 3 y
Candid I) con una mirada comparativa de las dos etapas en la historia de la virosis,
siempre atendiendo al contexto histórico-social en el que médicos e investigadores ac-
tuaron. Para la segunda se ha considerado el rol del Estado y las circunstancias políticas,
socio-económicas y geográficas condicionantes; la población afectada, condiciones de
vida y sus efectos en orden a la morbilidad y mortalidad; el impacto de la enfermedad
en la población de la zona endémica: imaginario de la fiebre hemorrágica argentina y
las prácticas sociales en las que se manifestó, considerando las permanencias y muta-
ciones en estas prácticas sociales a partir de un análisis comparativo con el imaginario
que se conformó durante la primera etapa; y análisis del rol de la prensa escrita (local y
nacional) en la conformación del imaginario y como factor de presión para el Estado.
Para contribuir a la comprensión de la historia de la fiebre hemorrágica argenti-
na el Capítulo I es una breve síntesis de la primera etapa, 1943-1962.
Deseo expresar mi reconocimiento, en primer lugar, al Dr. Prof. Abel Agüero y a
la Dra. Liliana Brezzo, quienes dirigieron mi tesis doctoral, en su carácter de Director
y Co-Directora, respectivamente, por sus precisas e inestimables sugerencias y per-
manente dedicación. A la Dra. Brezzo le debo haber suscitado en mí el interés por la
investigación histórica y mi formación en este campo. También hago extensivo este
reconocimiento a los Dres. Delia Enría, Directora del Instituto de Enfermedades Vira-
les Humanas “Dr. Julio I. Maiztegui”, Marta Sabattini y Julio Barrera Oro quienes me
acompañaron en este desafío con sus invalorables observaciones y asesoramiento. A
Karina Ramaciotti, quien, con gran generosidad, me vinculó al Departamento de Hu-
manidades Médicas e Instituto de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Buenos Aires.
Mi afectuoso agradecimiento a todas las personas que aportaron su testimonio
oral, especialmente al Dr. Ernesto Molinelli Wells quien depositó en mis manos su ar-
chivo personal.
CAPÍTULO I
El Mal de O’Higgins
Primera etapa en la historia de la enfermedad 1943 -1962
2 LOBATO, Mirta −editora− Política, médicos y enfermedades, Biblos – Universidad Nacional de Mar
del Plata, Buenos Aires, 1996, p. 11.
3 METLER, Norma Fiebre Hemorrágica Argentina: conocimientos actuales, Boletín Nº183, Organiza-
ción Panamericana de la Salud, Oficina Sanitaria Panamericana, Oficina Regional de la Organización
Mundial de la Salud, Washington, 1970, p. 1.
4 Informe de la Comisión de Estudio de la Epidemia del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires,
Departamento de Prensa y Publicaciones, Ministerio de Salud Pública, La Plata, 1958, p. 23.
14 Historia de la fiebre hemorrágica argentina
NOROESTE BONAERENSE
Partidos afectados en 1958
Malbrán; destacándose el importante respaldo con el que contó esta Comisión depen-
diente del Ministerio de Salud de la Nación. Apoyo que es testimonio de la política
frondizista de impulso a la ciencia. Este ministerio, además, envió medicamentos,
ropa de cama, películas radiográficas, laboratoristas con los equipos necesarios y un
cuerpo de enfermeras. Las visitas de funcionarios provinciales como los Dres Carlos
Alberto Castagnino, subsecretario de Salud Pública, y José Lavecchia, jefe de Medi-
cina Preventiva, se hicieron frecuentes.
Además, la enfermedad afectaba a trabajadores rurales en una de las zonas más
ricas del país, en época de cosecha, de modo que al reiterarse los brotes epidémi-
cos, la virosis fue adquiriendo impacto económico. Entre 1959 y 1962, el Ministerio
Provincial a través de la Comisión Científica bajo su órbita se ocupó de la atención
de los enfermos, creando salas especiales a cuyo frente nombró a un médico full-
time, contratando personal subalterno, proveyendo medicamentos, implementando
campañas de prevención y reorganizando y creando bancos de sangre.21 En 1959, el
subsecretario de Salud Pública, Dr. Castagnino, anunció la inversión de 3.000.000
de pesos22 destinados al estudio y tratamiento de los afectados y al saneamiento de la
región epidémica y la constitución de cuatro equipos para la lucha contra la enferme-
dad: el equipo asistencial que colaboraría con los médicos locales en el diagnóstico y
tratamiento, el equipo preventivo a cargo del saneamiento de la zona, el de epidemio-
logía destinado a la función estadístico-epidemiológica, y el de investigación, que
continuaría con los estudios iniciados en el año anterior.23
A comienzos de 1960 la Comisión Provincial resolvió coordinar una acción in-
tensiva sobre los centros de sangre de la zona afectada a fin de proveer una cantidad
suficiente de sangre y plasma normal y de convalecientes, al evaluar los buenos resul-
tados de este tratamiento, implementado desde fines de 1958. El ministerio provincial
destinó financiamiento y contribuyó, con el equipo científico, en la consecución de
los materiales y la agilización de los trámites. Se dotó de congeladoras y heladeras a
los centros que las poseían en deficiente funcionamiento, se proveyó de agua caliente
y refuerzo de red eléctrica a todos los centros, de sistema de calefacción a kerosén
donde la tensión de la línea de calle era baja, de agua de aljibe donde por exceso de
salinidad del agua era dificultosa la destilación de la misma, y de instrumental de vi-
drio y goma. Algunos centros, como los de Junín, Chivilcoy, Nueve de Julio y Carlos
Casares, fueron ampliados y se instalaron otros nuevos como en las localidades de
Los Toldos y Alberti. El envío de plasma se facilitó con la cooperación de la policía
Di Pietro, Bernabé Ferreira, Manuel A De León, Alberto Pfeifer, Lidia Martos, Matilde D’Empaire,
Teodomiro Vázquez, entomólogo, Luis Alberto Frugone, estudiante de medicina, y personal auxiliar.
Único equipo de investigadores que se instaló en forma permanente en la zona epidémica.
21 El único tratamiento adecuado para esta enfermedad es la transfusión de plasma de convalecientes.
22 Equivalente en la actualidad a $425.000, aprox.
23 La Prensa, Buenos Aires, 18 de febrero de 1959, p. 5.
Graciela Agnese 19
Los Médicos
Los primeros casos de fiebre hemorrágica causaron, en los facultativos de la zona,
desconcierto y preocupación. Los casos presentaban típicos síntomas de gripe: co-
menzaban en forma brusca con escalofríos, alta temperatura, cefaleas, dolores mus-
culares y con decaimiento intenso. Los síntomas respiratorios eran casi nulos en tanto
los enfermos que presentaban hemorragias, en algunos casos sangraban por nariz y
otros de las encías.27 Los infectados, en su mayoría jóvenes, alguno de los cuáles co-
nocían muy bien por ser vecinos, morían en poco tiempo por una causa desconocida.
Los caracteres de la enfermedad incrementaban la preocupación y los sentimientos
de impotencia. Así, el Dr. Pérez Izquierdo, de Junín, narró: “el tiempo de coagula-
ción, que normalmente es de tres o cuatro minutos, en ellos era de una hora o más.
A ello se agregaban convulsiones, trastornos neurológicos y profusas hemorragias.
Luego, inevitablemente, llegaba la muerte, nada podíamos hacer ante un mal sobre el
cual poco o nada conocíamos.”28 Según el testimonio del bioquímico Héctor Antonio
Milani, ver a los enfermos morir era pavoroso se trataba de “una enfermedad sumamen-
te peligrosa y angustiante”.
Se postulaban distintas hipótesis: algunos se inclinaron por pensar en estados
gripales graves, denominados vulgarmente como gripe maligna, otros en tifoidea, en-
cefalitis postgripal,29 leptospirosis o fiebre amarilla. El doctor Rodolfo Arribálzaga,
de Bragado, tenía la íntima certeza que se trataba de una enfermedad nueva, aún no
catalogada; pero para poder sustentar sus conclusiones se encontraba con la dificultad
que los pacientes, según sus palabras, no habían podido ser estudiados con la pro-
lijidad necesaria porque “la gran mayoría […] pertenecía a una zona rural donde el
examen exhaustivo era sumamente difícil”.30 Preocupado ante un problema sanitario
que desconocía y que ponía seriamente en peligro a sus pacientes, amigos y vecinos,
meditaba y sabía que necesitaba hacer, al menos, una necropcia que le permitiría con-
tar con información fundada. Pero esta práctica no se podía realizar sin orden judicial
o el consentimiento de los familiares. Enterado, en su calidad de Jefe de la Sala de
Infecciosos del Hospital Municipal, sobre la existencia de un fallecido, víctima de la
rara dolencia, que no tenía familia, optó por proceder. Pero, como suele acontecer, en
comunidades pequeñas, los secretos no existen. Así, fue llevado detenido a la comi-
saría local, por la práctica ilegal realizada, aunque rápidamente fue liberado, ya que
la palabra del doctor era suficientemente válida para aclarar la cuestión.
El 16 de junio de 1955 Arribálzaga en una comunicación en El Día Médico,31
realizó la primera descripción científica de la enfermedad. Este médico rural, con-
tando con métodos rudimentarios, hablaba de una nueva enfermedad epidémica a
germen desconocido a la que denominaba hipertermia nefrotóxica, leucopénica y
enantemática, (es decir, con fiebre por encima de lo normal, con un proceso tóxico a
nivel de riñón, disminución de glóbulos blancos y erupciones de mucosas y conjun-
tivas). En sus conclusiones expresaba:
27 FAIN BINDA, Juan Carlos El mal salió del rastrojo. Historia de una enfermedad, su tiempo y su
gente, 2004, UNR Editora, Rosario pp. 103-104
28 La Razón, Buenos Aires, 18 de mayo de 1970, s/f.
29 Archivo Milani, MILANI, Héctor A. “Variación de las…”, cit., p. 5.
30 ARRIBÁLZAGA, Rodolfo “Una Nueva Enfermedad...”, cit., pp. 1204-1210.
31 ARRIBÁLZAGA, Rodolfo “Una Nueva Enfermedad...”, cit., pp. 1204-1210.
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“Es muy posible que nos encontremos, pues, frente a una afección epidémica
distinta de las conocidas habituales, producida por un agente etiológico diferente a
los estudiados hasta la fecha [...] Por las dificultades de su aislamiento, por su resis-
tencia a los antibióticos, por la aparición hacia el otoño, produce clínicamente la im-
presión de que nos encontramos frente a un virus.”32 Y señalaba la posibilidad de que
se convirtiera en un problema sanitario de índole nacional. El artículo no encontró
eco en los ámbitos científicos o de Salud Pública.
Ante la reiteración de los brotes epidémicos médicos, enfermeras y farmacéuti-
cos no se dieron tregua. Se ocupaban de los pacientes sin dejar de levantar las histo-
rias clínicas con minuciosidad, material que resultaría fundamental en el trabajo de
los investigadores. Atendían a los enfermos en sus domicilios o en la pequeña sala de
primeros auxilios del pueblo. Algunos no contaban con personal auxiliar, de manera
que con sus autos particulares buscaban a los afectados en el campo y los trasladaban,
mientras que sus esposas oficiaban de enfermeras. Durante la epidemia de 1958, una
vez colmada la capacidad de las salas o de los hospitales, habilitaron, como espacios
de internación, las fondas de los pueblos o atendieron gratuitamente en sanatorios de
su propiedad. Paralelamente, ante el número de enfermos y, debido a la gravedad de
la mayoría de los casos, los pacientes comenzaron a ser derivados a Junín, por contar
con un Hospital Regional.
El 8 de junio de 1958, bajo iniciativa del Círculo Médico de Junín, y por deci-
sión del Dr. Rodolfo Weskamp Irigoyen, Director del Hospital Regional, se habilitó
una sala especial destinada a la investigación y tratamiento, que se convertiría en el
Centro de Investigación y Tratamiento de la Fiebre Hemorrágica Argentina en el que
se desempeñaron, bajo la dirección del Dr. Héctor A. Ruggiero, los doctores Alberto
Cintora y Clemente Magnoni, a cargo del pabellón de emergencia, Fernando Pérez
Izquierdo, integrante del cuerpo médico, y el bioquímico Héctor Antonio Milani,
jefe de Laboratorio. Este Centro fue el organismo de mayor envergadura abocado,
especialmente, al tratamiento de los enfermos y a la prevención durante el período
1958-1962.
En cuanto a la terapéutica comenzaron empleando sustancias antibióticas de
amplio espectro para abarcar, en lo posible, a todos los gérmenes patógenos, pero sin
resultados. Y, también suero glucosado y fisiológico en cantidades suficientes, para
obtener una buena hidratación. En las postrimerías del brote epidémico de 1958 los
doctores Cintora y Magnoni ensayaron un tratamiento con suero de convalecientes, al
que usaron en forma similar a la que se prescribía en otras enfermedades infecciosas,
observando que los enfermos mejoraban notablemente; pensaron que la transfusión
33 MARTÍNEZ PINTOS, Ismael Mal de los Rastrojos…, cit., p. 114. ÁLVAREZ AMBROSETTI, Enri-
que et al. “Observaciones Clínicas”, en El Día Médico, Nº 10, La Técnica Impresora, Buenos Aires, 5
de marzo de 1959, p. 234. MARTÍNEZ PINTOS, Ismael et al. “Nuestra Experiencia en el tratamiento
del “Mal de los Rastrojos”, en La Semana Médica, Tomo 118, Nº 21, Buenos Aires, 24 de abril de
1961, p. 856.
34 MARTÍNEZ PINTOS, Ismael, Mal de los Rastrojos…, cit., p. 87.
35 Testimonio oral de Celestino y Jorge Maraggi en La Razón, Buenos Aires, 26 de junio de 1963, p. 4.
36 MARTÍNEZ PINTOS, Ismael, Mal de los Rastrojos…, cit., p. 27.
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fue dada por la población de la zona epidémica, que confió exclusivamente en estos
médicos y no por una intervención del Estado en este sentido.
Los Investigadores
Durante el gobierno peronista (1946-55) muchos docentes universitarios e investi-
gadores debieron dejar sus puesto de trabajo luego de haber sido afectados −a partir
de 1946 con las intervenciones a las altas casas de estudios− por jubilaciones de
oficio, cesantías y afiliaciones obligatorias al Partido Peronista.37 El derrocamiento
de Perón significó para muchos de estos docentes e investigadores la posibilidad de
volver a sus cátedras. La gestión frondizista se caracterizó por el impulso al desa-
rrollo de la investigación científica a través de substanciales aportes presupuestarios
a las Universidades, al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET) y al respeto por la libertad de cátedra. También reflejo de esta nueva
política científica fue la renovación que se llevó a cabo en el Instituto Malbrán, con
la conducción del Dr. Ignacio Pirosky, quien había sido designado director en 1957.
Este investigador realizó reformas administrativas, mejoras edilicias y convocó a
concursos destinados al nombramiento de personal jerárquico de dedicación exclu-
siva. Esta gestión significó la apertura del Instituto a gran cantidad de investigadores
jóvenes, caracterizándose, también, por el envío de numerosos becarios al exterior
con la finalidad de formar escuelas de trabajo científico.
La gravedad de la epidemia de 1958 movió a los médicos de Junín a solicitar
la colaboración de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Una
mañana de marzo muy temprano, en una calle cercana a la Facultad, Héctor Ruggie-
ro, oriundo de Junín, quien se desempeñaba en la Sexta Cátedra de Medicina Interna,
interceptó al virólogo Armando Parodi y le propuso ser el descubridor del agente de
una nueva enfermedad. Parodi recientemente se había incorporado a la Cátedra de
Microbiología y Parasitología, luego de haber pasado por un exilio en Uruguay, y
estaba abocado a formar un grupo dedicado a la virología, inexistente en nuestro país.
Con la colaboración del Dr. Daniel Greenway, Profesor Titular de la Cátedra citada
y de Humberto Rugiero, profesor titular de la Cátedra de Enfermedades Infecciosas,
conformaron un equipo de trabajo denominado Comisión de la Facultad de Medicina
de Buenos Aires.38 Éste fue el primer grupo científico en iniciar trabajos de investiga-
ción vinculados con la fiebre hemorrágica argentina a partir del mes de mayo.
37 MAEDER, Ernesto “La Universidad” en Nueva Historia de la Nación Argentina – Academia Nacio-
nal de la Historia, Tomo IX, Planeta, Buenos Aires, 2002, p. 476. TORRE, Juan Carlos Nueva Historia
Argentina, Tomo X: Los años peronistas, Sudamericana, Buenos Aires, 2002, pp. 504-505. CEREIJI-
DO, Marcelino La nuca de Houssay − La ciencia argentina entre el Billiken y el exilio, FCE, Buenos
Aires, 1990, p. 91.
38 Este equipo estaba integrado, además, por los Dres. Marcelo Frigerio, Norma E. Metler, Félix Garzón,
Marta Boxaca, Lucía de Guerrero, Nora R. Nota, Enrique Rivero y José María de la Barrera, todos miem-
24 Historia de la fiebre hemorrágica argentina
bros de la Cátedra de Parasitología y Microbiología. Y por los Dres. Laura Astarloa, Carlos González
Cambaceres, Francisco Maglio, Guido Squassi, Enrique Libonatti, Diana Fernández y la Dra. Giacosa,
entre otros miembros de la Cátedra de Infecciosas.
39 Resolución Ministerial Nº 299 de 1958 del Ministerio de Salud de la Provincia.
40 FRATTINI, J. “Investigaciones del Medio Interno” en El Día Médico, Nº 10, La Técnica Impresora,
Buenos Aires, 5 de marzo de 1959.
41 MUHLMANN, Miguel “Veinticinco años de la primera denuncia del Mal de O’Higgins − Fiebre He-
morrágica Argentina: su historia” en Boletín Anual de Medicina, Vol. 61, Buenos Aires, 1983, p. 211.
42 REIG, Osvaldo Excelencia y Atraso, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1992, p. 13.
43 Decreto Ley N° 1291
44 Testimonio oral de los Dres. Julio Barrera Oro, Ernesto Molinelli Wells, Marta Boxaca y Nora Nota.
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49 PARODI, Armando et al. “Sobre la Etiología del Brote Epidémico de Junín.” (nota previa), en El Día
Médico, La Técnica Impresora, Buenos Aires .4 de septiembre de 1958, Nº 62, p. 23.
50 Testimonio oral de las Dras. Marta Boxaca y Nora Nota.
51 Testimonio oral de las Dras. Marta Boxaca y Nora Nota.
52 La Razón, Buenos Aires, 2 de octubre de 1958, p. 13.
53 Testimonio oral de los Dres. Julio Barrera Oro y Ernesto Molinelli Wells, miembro de la Comisión
Nacional Ad Hoc.
54 Testimonio oral de las Dras. Marta Boxaca y Nora Nota.
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A pesar de los anuncios, la cuestión leptospira versus virus continuó con los Dres.
Renella y Savino sosteniendo la postura leptospirósica. En un artículo científico, en el
que criticaban a la Comisión Nacional por anunciar sus conclusiones en una conferencia
de prensa, afirmaban que la Cátedra de Microbiología (Greenway, Parodi) había aislado
leptospiras en un preparado que habían mostrado al Dr. Rennella, quien también había
realizado la individualización.55 Los miembros de la cátedra lo negaron, por las com-
probaciones científicas realizadas y, porque además contaban con pruebas concluyentes
de laboratorio del error de Rennella, que no expusieron ante la negativa del Dr. Parodi,
por consideración al científico.56 Asimismo, continuaron con la posición leptospirósica
la Comisión y el Ministerio de Salud Provincial. Las posturas parecían irreductibles.
El 19 de diciembre de 1958 se realizó una sesión científica conjunta de las Cá-
tedras de Microbiología y Parasitología y de Clínica de Enfermedades Infecciosas en
la Escuela de Medicina de la Facultad de Buenos Aires con la coordinación del Dr.
Greenway. A la misma fueron invitados todos los investigadores que participaban en
estudios sobre la enfermedad. Los miembros de la Comisión de esta Facultad junto a
médicos de la zona, Dres. Magnoni, Milani, Cintora y el Dr. Frattini, de Sanidad del
Ejército, expusieron, en una mesa redonda, conceptos sobre características clínicas, mi-
crobiológicas, anátomo-patológicas, de laboratorio, de tratamiento y etiológicas. Luego
de algunas consideraciones se desarrolló una tensa discusión entre el Dr. Rennella quien
insistió con que había identificado leptospiras en un preparado de la cátedra y el Dr.
Marcelo Frigerio, quien, lógicamente, lo negó.57 Esta disputa llevó al Dr. Barrera Oro
a tomar una importante y arriesgada decisión.
Julio Barrera Oro ingresó al Instituto Malbrán en 1954 iniciando su especializa-
ción en bacteriología. Fue uno de los primeros científicos en abordar la cuestión de la
fiebre hemorrágica cuando acompañó a una comisión liderada por el Dr. Diego Itu-
rralde, su maestro, también en el 54, retomando esta temática en 1958 como miembro
de la Comisión Nacional Ad Hoc.
Luego de haber contribuido al aislamiento del virus realizado por el Dr. Pedro
Martini y Luis Gutman Frugone, continuaba con sus trabajos de laboratorio sobre
la virosis. Francisco Lomban también se desempeñaba en el Instituto Nacional de
Microbiología. No era profesional, pero tenía grandes conocimientos. Para demostrar
su teoría sobre la etiología de la enfermedad −la acción de pesticidas−, se estaba in-
58 Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados... cit, p. 1972. Testimonio oral del Dr. Julio Barrera
Oro.
59 Requisitos para establecer que un determinado microorganismo produce una determinada enferme-
dad. Las condiciones son las siguientes: 1. El microorganismo debe encontrarse en todos los casos
de la enfermedad; 2. El microorganismo debe poder ser aislado y crecer en un medio de cultivo puro;
3.Los microorganismos del cultivo puro, inoculado a un animal sensible, deben reproducir la enfer-
medad; 4. El microorganismo debe ser reconocible y aislable a partir del animal enfermo.
60 Testimonio oral del Dr. Julio Barrera Oro.
61 Testimonio oral del Dr. Julio Barrera Oro.
Graciela Agnese 29
[...] de la virosis hemorrágica del noroeste bonaerense”.62 El Dr. Ernesto Molinelli Wells,
al informar sobre la decisión del científico al Director Interino del Instituto Nacional de
Microbiología, expresó: “es un deber y un honor destacar la nobilísima acción de Julio
Guido Barrera Oro, quien, sin titubear ni detenerse ante la vigencia de claros deberes y
obligaciones personales, no ha vacilado en hacer holocausto de su vida al servicio del
supremo interés de la ciencia”.63
En la segunda quincena de febrero de 1959 la prensa nacional dio a conocer el
experimento convirtiendo a Julio Barrera Oro en una figura pública. El Dr. Bernardo
Houssay, en una emisión de radio El Mundo, destacó al científico expresando que
era “un magnífico ejemplo de amor a la ciencia, de abnegación y espíritu de sacrifico
en bien de la humanidad [...].Reconforta ver cómo un joven científico argentino,
modestamente y sin ostentación nos da un alto ejemplo de abnegación, inspirado
en los más nobles preceptos morales, en el elevado concepto del deber y el honor
de su profesión”.64 El presidente Arturo Frondizi decidió recibirlo en una entrevista
a la que, por decisión del Dr. Pirosky, concurrieron varios miembros del equipo.
Como respuesta a la felicitación del primer mandatario el bacteriólogo contestó “he
cumplido con mi obligación en el sentido de haber sido consecuente a mi modo de
pensar. He hecho lo que creí que debía hacer. En último caso, podría decir que me di
el gusto.”65
Poco después de la publicación científica de la Comisión Nacional, el equipo
de Parodi también informó sobre observaciones realizadas en una persona que vo-
luntariamente se había autoincoulado con el agente aislado por esta comisión.66 La
misma se había negado terminante a que se diera a publicidad su nombre. Se trataba
de Francisco Lomban. Muy enojado con Barrera Oro por no haber cumplido con lo
acordado −inocularse en forma conjunta−, convencido que el agente causal no era un
virus y temeroso de no poder controlar fehacientemente la experiencia del joven bac-
teriólogo, se ofreció como voluntario a la Comisión de la Facultad de Medicina. El
Doctor Daniel Greenway, en una carta abierta publicada en El Día Médico, expresó:
“la persona motivo de nuestra experiencia humana [...] se ha negado terminantemen-
te a dar su nombre a publicidad. Cumplo un deber de conciencia al testimoniarlo,
pues su alto espíritu de abnegación se ennoblece por su decisión de quedar en el
anonimato.”67 Francisco Lomban era, según el testimonio del Dr. Barrera Oro, “un
personaje quijotesco.”68
Los equipos, bajo la conducción de Parodi y Pirosky, continuaban con sus pes-
quisas. Sin contar con los recursos técnico-científicos más avanzados, en pocos me-
ses de trabajo, y en los albores de la virología en el ámbito mundial, durante el año
1958 –como hemos narrado− lograron aislar el virus Junín, y observar el curso de la
virosis a través de la inoculación experimental del agente viral por ellos aislado. Am-
bos grupos realizaron, también, estudios sobre la evolución clínica, la patogenia de la
enfermedad y comenzaron a desarrollar modelos experimentales animales en ratón,
cobayo y mono. Además, establecieron los caracteres anatomoclínicos de la virosis,
efectuaron observaciones epidemiológicas del brote epidémico e investigaciones vi-
rológicas. La actividad de la Comisión de la Facultad de Medicina de la Universidad
de Buenos Aires está reflejada en numerosos artículos científicos en El Día Médico,
La Prensa Médica Argentina, y en la Revista de la Sociedad Argentina de Biología.
Por su parte, la Comisión Nacional Ad Hoc publicó un importante volumen, Virosis
Hemorrágica del Noroeste Bonaerense, editado por el Instituto Nacional de Micro-
biología, a principios de 1959, y artículos en Orientación Médica.
El grupo liderado por Armando Parodi se vinculó con los médicos de Junín
nucleados en el Centro de Investigación y Tratamiento de FHA. Estos facultativos
les proporcionaban material de enfermos y fallecidos, los investigadores los conside-
raron parte del equipo, realizando, además publicaciones en conjunto. La terminante
concepción de la distancia existente entre el trabajo médico y del científico de los
integrantes de la Comisión Nacional y las posteriores críticas que estos investigado-
res realizaron al tratamiento con plasma de convaleciente establecieron una relación
distante que derivó en un enfrentamiento con los médicos lugareños.
A partir del aislamiento del agente etiológico, la Comisión Nacional Ad Hoc se
abocó a desarrollar una vacuna con virus específico muerto por formol, empleando
cerebro de ratón. La preparación de una vacuna figuraba como prioridad en el Pro-
grama de trabajo de la citada Comisión para el año 1959.69 La idea, como él mismo
lo testimonió, había sido del propio Pirosky.70 El 20 de julio de 1959 el Ministro de
Salud, Noblía, anunció a los periodistas, como un gran triunfo de la ciencia argen-
tina, la obtención de una vacuna preventiva. Informó que ya se había realizado una
experiencia de campo con más de quinientas personas vacunadas en la zona de la en-
fermedad. Según sus expresiones, las pruebas de laboratorio y experiencias realiza-
67 GREENWAY, Daniel “Carta Abierta”, en El Día Médico, La Técnica Impresora, Buenos Aires, 5 de
marzo de 1959, Nº 10, p. 234.
68 Testimonio oral del Dr. Julio Barrera Oro
69 PIROSKY et al. Virosis Hemorrágica del …, cit., p. 143.
70 La Opinión, Pergamino, 26 de agosto de 1977, entrevista al Dr. Pirosky, p. 21.
Graciela Agnese 31
71 La Razón, Buenos Aires, 21 de julio de 1959, p. 9. La Nación, Buenos Aires, 21 de julio de 1959, p.
7. Clarín, Buenos Aires, 21 de julio de 1959, s/f.
72 El Dr. Ignacio Pirosky en su libro 1957-1962 Progreso y Destrucción del Instituto Nacional de Micro-
biología expone los ensayos de preparación de la vacuna y los ensayos de inmunización empleando
ratones, presentando gráficos y tablas de datos; pero esta publicación es de 1986.
73 PIROSKY, Ignacio et al. “Virosis Hemorrágica del Noroeste Bonaerense: la vacuna específica y la
vacunación “ en Apartado de Orientación Médica, Tomo 8, Buenos Aires, 1959, p. 743.
74 Testimonio oral del Dr. Erensto Molinelli Wells a cargo de la ejecución del estudio.
75 Testimonio oral del Dr. Conrado Storani.
32 Historia de la fiebre hemorrágica argentina
76 SUTCLIFFE Jenn y DUIN, Nanci Historia de la Medicina, desde la prehistoria hasta el año 2020,
Blum, Barcelona, 1993, p. 143.
77 Testimonio oral de Eder Ober Pagano y Rosa de Finamore, habitantes de O’Higgins en el período
1958-1962.
78 Clarín, Buenos Aires, 27 de julio de 1959, p. 28.
79 La Razón, Buenos Aires, 3 de agosto de 1959, p. 4. El Mundo, Buenos Aires, 4 de agosto de 1959, p. 6.
En su testimonio oral, el Dr. Julio Barrera Oro recordó que Matilde D’Empaire y Lidia Martos habían
contraído la virosis.
80 La Nación, Buenos Aires, 4 de agosto de 1959, pag. 4
Graciela Agnese 33
81 El Tiempo, Pergamino, 24 de agosto de 1964: el periódico cita la respuesta de la Oficina Sanitaria Pa-
namericana ante una consulta de la Comisión Nacional Coordinadora para el Estudio y Lucha contra
la FHA, organismo dependiente del estado nacional, p. 5.
82 CORBIÈRE, Emilio “Ignacio Pirosky y el Instituto Malbrán”, en Todo es Historia, Nº 211, Buenos
Aires, 1984, p. 79.
83 El Dr. Ernesto Molinelli, uno de los responsables de esta vacunación, sostuvo, en su testimonio oral,
que fueron muchas las personas vacunadas en Junín y los departamentos vecinos. El director del
Hospital de Chacabuco, Dr. Mario Villanueva, y el jefe de Sala de Virosis, Dr. César Fredi Vaninetti,
informaron sobre muchas personas que había recibido distintas dosis y que, inclusive, los médicos de
la zona habían sido vacunados en MUHLMANN, Miguel “Veinticinco años de...”, cit., p. 219.
84 METLER, Norma Fiebre Hemorrágica Argentina…, cit., p. 31 y 32.
85 R.B. “César Milstein y la destrucción del Instituto Malbrán” en Todo es Historia, Nº 211, Buenos
Aires, noviembre 1984, p. 77 y 80.
34 Historia de la fiebre hemorrágica argentina
quiátrico fueron esgrimidas para justificar la destitución del Dr Ignacio Pirosky −en
tiempos en que el desarrollo científico-tecnológico no permitía probar de manera
irrefutable el experimento realizado−, ocultando así la verdadera intencionalidad po-
lítica de la medida con el objetivo de desplazar a una destacada figura identificada
con el Frondizismo.
Población e Imaginario
En la década de 1950, el paisaje del Noroeste bonaerense se caracterizaba por grandes
extensiones de campo donde podían observarse las típicas viviendas rurales construi-
das con adobe, pisos y patios de ladrillo o de tierra, tejados de madera o zinc donde
se utilizaba como material aislante el barro con paja, siendo muy poco frecuentes las
construcciones de concreto. A unos metros de la casa, se encontraban la letrina, insta-
lada sobre un pozo negro, una bomba, donde se obtenía el agua potable; y cobertizos
de hojalata, gallinas y pocilgas. Estas casas y campos abiertos estaban separados por
alambrados, cañizos o arbustos que no servían de barrera a los roedores silvestres
algunas de cuyas especies son transmisoras de la enfermedad.86 El panorama se com-
pletaba con pequeños poblados que no contaban con calles pavimentadas, servicio
de agua corriente ni alcantarillado y, las distancias entre las ciudades mayores, con
instalaciones sanitarias más adecuadas, eran bastantes considerables. La región for-
ma parte de la Pampa Húmeda, zona agrícola por excelencia y la más rica del país.87
De los 260 enfermos censados por la Comisión Nacional durante esta epidemia,
223, el 86%, tenían domicilio rural; en cuanto a la actividad laboral, 155 cosechaban
maíz a mano y 241, de un modo u otro, estaban directamente vinculados con el am-
biente rural.88 Estas cifras eran coincidentes con las de la Comisión de la Provincia
de Buenos Aires: de 283 enfermos, el 70% vivían y habían enfermado en el campo y,
de éstos el 53% con tareas exclusivas de juntador de maíz; un 25% vivía en la ciudad
pero sus tareas de desarrollaban en chacras o campos.89 En orden a la morbiletalidad,
la incidencia mayor se verificó en adultos jóvenes, entre 21 a 30 años. El 60% de los
afectados eran los denominados peones golondrina.
86 Las especies de cricétidos Calomys laucha, Calomys musculinus y Akodon azarae son los huéspedes
naturales del virus Junín.
87 METLER, Norma Fiebre Hemorrágica Argentina…, cit., p. 8.
88 PIROSKY, Ignacio et al. Virosis Hemorrágica del…, cit., p. 18-19.
89 Informe de la Comisión…, cit., p. 43.
Graciela Agnese 35
DISTRIBUCIÓN DE LA MORBILETALIDAD
POR GRUPOS DE EDADES
Nº de Casos
65
60
55
50
45
40
35
30
25
20
15
10
5
0
0 - 10 10 - 20 20 - 30 30 - 40 40 - 50Más de
50
Grupos de edades
Morbilidad Mortalidad
Estos peones no tenían ningún tipo de cobertura de salud ni seguros de vida y, si bien
en los hospitales se les brindaba atención médica gratuita, ante el fallecimiento, sus
familias quedaban sometidas al más absoluto desamparo. Incluso no podían trasladar
a las víctimas fatales a su lugar de origen y eran los gobiernos municipales los que,
por pedido de los médicos, disponían el enterramiento en el cementerio local. Esta
94 BURATOVICH, Tadeo “La juntada de maíz”, [en línea] Asociación Museos de la provincia de Santa
Fe − Trabajos, Publicaciones y Notas de Asesoramiento.
95 LAVECCHIA, “Informe de Epidemiología del Mal de O’Higgins” en Informe de la Comisión de
Estudio…, cit., pp. 13, 46, 49.
96 LAVECCHIA, “Informe de Epidemiología del Mal de O’Higgins” en Informe de la Comisión…, cit.,
p. 13, 46, 49.
38 Historia de la fiebre hemorrágica argentina
97 Agro Nuestro, Federación Agraria Argentina, Rosario, Nº44, año V, julio 1964, p. 15.
98 Testimonio de Oscar Venini en Agro Nuestro, Federación Agraria Argentina, Rosario, Nº 44, año V,
julio 1964, p. 15.
99 La Nación, Buenos Aires, 14 de julio de 1958, p. 3.
100 Censo Nacional de Población 1960, Tomo III, Poder Ejecutivo Nacional − Secretaría de Estado de
Hacienda, Dirección Nacional de Estadísticas y Censos, Buenos Aires, 1960, p. 330.
101 Testimonio oral de Jorge Guillermo Maraggi, oriundo de O’Higgins, contaba con 41 años cuando se
produjo la epidemia de 1958. Testimonio de un distribuidor de leche, vecino de Salto (NE Bonaeren-
se), ciudad afectada por un brote epidémico en 1963, en el que se refiere a la enfermedad como la peste
en La Razón, Buenos Aires, 10 de junio de 1963, p. 5. Agro Nuestro, Federación Agraria Argentina,
Rosario, Nº 44, año V, julio 1964, en el artículo se informa que los pobladores de Rojas llaman a la
virosis La Peste maldita, p. 11.
Graciela Agnese 39
102 ÁLVAREZ AMBROSETTI et al. “Observaciones Clínicas”, en El Día Médico, Nº 10, Buenos Aires,
5 de marzo de 1959, p. 232.
103 Testimonio oral de Jorge Maraggi, Juan Bautista Ceci, Eber Pagano y Rosa de Finamore, habitantes
de O’Higgins en 1958.
104 DÍAZ, Esther −editora− La ciencia y el imaginario social, Biblos, Buenos Aires, 1996, p. 244.
40 Historia de la fiebre hemorrágica argentina
Rastrojos 111, ámbito en el que se encontraban los nidos de estos animales y donde
había más posibilidades de contraer la afección. Este ha sido el nombre popular más
difundido de la virosis.
Los médicos locales la catalogaron como hipertermia nefrotóxica, leucopéni-
ca y enantemática [Arribálzaga 1955], gripe italiana o gripón [en Bragado], Fiebre
Maligna o gripe maligna epidémica o Enfermedad del Sello [en Alberti], debido a
que los síntomas de un paciente se parecían a los que ofrecía otro enfermo como
las impresiones obtenidas con un sello, y leptospirosis gripo-tifosa [Duva-1956].112
La Comisión Nacional, en 1959, la denominó “virosis hemorrágica del noroeste bo-
naerense”. El grupo Parodi la designó como “fiebre hemorrágica epidémica de la
Provincia de Buenos Aires” y la Comisión de la Provincia de Buenos Aires “fiebre
hemorrágica epidémica del noroeste de la Provincia de Buenos Aires”. El Dr. Hum-
berto Rugiero aludiendo a los síntomas característicos como la fiebre y una tendencia
a las hemorragias y a que se localiza únicamente en nuestro país113 la denominó fiebre
hemorrágica argentina.
115 VANELLA, José María et al., “Evidencia de laboratorio de actividad del virus Junín en el sudeste de
Córdoba: hipótesis sobre su epidemiología”, en El Día Médico, La Técnica Impresora, Buenos Aires,
9 de abril de 1964, p. 291.
116 Decreto 4299/1964 del Poder Ejecutivo Nacional.