Professional Documents
Culture Documents
La figura central de la política revolucionaria de Cuba era Fidel Castro y su liderazgo seguía
siendo carismático debido al convencimiento de que:
- tenía una misión que cumplir, de allí su frase «Condenadme, no importa, la historia me
absolverá».''
Esta forma de enfocar la política llevó a la revolución cubana al poder y empujó al gobierno
revolucionario a emprender actividades que dieron buenos resultados. Pero, también fue la
causa de algunos desastres y tragedias: los experimentos económicos y sociales de las fines de
la década de 1960 y numerosos proyectos menores que respondían los caprichos de Castro.
Desde 1959 los nuevos líderes de Cuba dijeron que habían liberado el país de un sistema político
terrorista, corrupto, abusivo e ilegítimo. Las habilidades oratorias de Fidel Castro se convirtieron
en una de las armas más poderosas de la revolución. Dominaba las ondas de la radio y la
televisión en un país donde ambos medios ya estaban muy arraigado. Se movía de forma
incesante por todo el país como profeta revolucionario.
En los años 70, los obreros organizaron una «huelga» general: al ser ilegales se las denominó
“absentismo a gran escala” ya que 400.000 trabajadores no acudían a trabajar.
Las elecciones en los sindicatos obreros de 1970 fueron las más libres y competitivas desde 1959:
se levantaron muchos controles, los nuevos líderes obreros eran nuevos en el cargo. Así, los
cambios de política que empezaron a hacerse en la primera mitad de los setenta respondieron
en parte al «papel de vanguardia del proletariado», comunicando con fuerza al gobierno que las
medidas radicales ya no eran aceptables para los trabajadores.
Al mejorar las condiciones de trabajo volvieron a imponerse controles políticos a los sindicatos,
reaparecieron las elecciones por aclamación de los candidatos únicos y se favoreció la
burocracia sindical. Los sindicatos podían expresar críticas específicas de cuestiones «concretas»
que iban mal, pero se esperaba de ellos que evitaran un comportamiento político más
autónomo.
A finales de los años setenta ya se había estabilizado la afiliación a las organizaciones de masas.
Desde mediados de los 70 las afiliaciones aumentaron proporcionalmente al crecimiento
demográfico y se hizo evidente que alrededor de un quinto de los cubanos adultos no quería
tener nada que ver con las organizaciones de masas.
La pertenencia a la organización de masas en los años 80 era un requisito previo para triunfar
en la vida en Cuba. Los cargos de responsabilidad estaban reservados para quienes se habían
integrado en el proceso revolucionario por estas organizaciones. Era probable que algunos no
apoyaran al régimen, sino que pertenecían a las organizaciones de masas para que su propia
vida les resultara más fácil. Especialmente los sindicatos obreros asignaban recursos: sólo las
personas a las que se juzgaba que habían sido trabajadores de vanguardia tenían derecho a
adquirir bienes de consumo duraderos (máquinas de coser, frigoríficos o televisores) y sólo ellas
tenían acceso prioritario a las escasas viviendas. Así, se transformaron en controladoras del
acceso a la buena vida... o, al menos, a una vida soportable.
Podría decirse que Cuba no tuvo un partido comunista gobernante, en funcionamiento, hasta
comienzos de los años 70, cunado empezaron los preparativos para este congreso.
1980: segundo congreso del partido se celebró en diciembre de 1980 y un tercero, en febrero
1986: tercer congreso del partido
Cada uno de ellos estudió, juzgó y ratificó las medidas tomadas durante el lustro anterior,
renovando los miembros de los organismos clave del partido y aprobando nuevas medidas
económicas (entre ellas los planes quinquenales segundo y tercero)
El principal cambio que experimentó la composición del Comité Central fue el descenso del
número de militares miembros. El aumento de representantes de la burocracia fue muy
constante hasta 1980. Lo que han perdido los militares lo han ganado los políticos.
Los ex miembros del PSP que siguieron siendo leales a Fidel Castro gozaron de especial influencia
en los años 70. Blas Roca se encargó de redactar una constitución nueva y otras leyes básicas,
así como de supervisar su puesta en práctica. Hizo aportes decisivos a la institucionalización en
los años setenta. Rodríguez fue el arquitecto intelectual del cambio en la política económica
interna e internacional; las relaciones con Estados Unidos y la política ante las artes y las letras.
La CONSTITUCIÓN DE 1976:
Crea una nueva asamblea nacional con poderes legislativos (antes ejercidos por el Consejo
de Ministros). La Asamblea Nacional elegiría el Consejo de Estado para que funcionase fuera del
período de sesiones de la Asamblea.
El presidente del Consejo de Estado sería también el jefe del Estado y haría de jefe del
gobierno (presidente del Consejo de Ministros). Fidel Castro sustituyó a Osvaldo Dorticós en el
puesto de jefe del Estado.
A diferencia de otras constituciones socialistas, la de Cuba requiere que el jefe del Estado y
el jefe del gobierno sean la misma persona, lo cual es una pauta típica de América Latina.
En 1976 también entró en vigor una nueva división política y administrativa del territorio
nacional: en lugar de las seis provincias del siglo XIX habría catorce y 169 municipios.
La ley electoral reforzó el control del partido sobre los cargos superiores: las listas de
candidatos las preparaban comisiones de nombramiento dirigidas por el partido, los delegados
provinciales y los diputados de la Asamblea Nacional no tenían que elegirlos directamente el
pueblo, las comisiones de nombramiento podían proponer a cualquier persona a la que juzgaran
merecedora de ello.
En la Asamblea Nacional los debates eran más libres y tenían cierta repercusión si se
referían a problemas ajenos a la política macro-económica o a la política exterior y militar. En
cuestiones tales como la delincuencia común, la protección del medio ambiente y las leyes
relativas a la familia, los diputados ejercían cierta influencia sobre el contenido de los proyectos
de ley.
Las quejas de los ciudadanos y la satisfacción de algunas demandas señalaron una diferencia
fundamental entre la política de los primeros quince años de gobierno revolucionario y los
posteriores.
- En los primeros años las protestas habían sido limitadas y la movilización de masas
era el único modo de participar en política que estaba permitido. Luego, el régimen
usa procedimientos más sutiles.
- En el nivel local se permitía pero se limitaba la libertad de asociación en todos los
niveles.
- Otros límites a la libertad de expresión política se daban porque desde 1960 todos
los medios de comunicación social estaban en manos del Estado.
- Un poco mayor, aunque todavía limitada, era la libertad de expresión que permitía
publicar materiales artísticos y académicos. Sin embargo se usaba la frase «Dentro
de la revolución, todo; fuera de la revolución, nada». (el material contrario a la
revolución no se publicaba; los homosexuales fueron objeto de la máxima hostilidad
a finales de los años sesenta y nuevamente en 1980.
- Había cierta libertad de expresión para quienes apoyaban a la revolución
políticamente y escribían sobre temas ajenos a la política contemporánea.
- En los años 70 el gobierno daba preferencia a los autores que se centraban en «la
realidad socialista», pero la autocensura se convirtió en la principal limitación de la
libertad de expresión artística e intelectual.
- después de los años 70 se buscó difundir el conocimiento teórico más abstracto de
los clásicos marxistas-leninistas por medio de las escuelas y publicaciones del
partido y de las investigaciones y los escritos en las universidades y en los medios
de comunicación social. El principal diario nacional, Granma, órgano oficial del
Partido Comunista solía dedicar una página a artículos que trataban asuntos teóricos
e históricos. El marxismo-leninismo se convirtió en una asignatura obligatoria en las
universidades para todas las profesiones.
Desde mediados de los años 80 se piensa en la necesidad de delegar más: aparecen nuevos
niveles de líderes donde predominaban los especialistas en organización, a diferencia de los
generalistas que ocupaban la cumbre. Se especializaban en asuntos económicos de carácter
técnico, cuestiones militares o del partido, pero estaban menos entrelazados.
En el último nivel de la pirámide política alrededor de una quinta parte de la población adulta se
veía excluida de participar realmente en las organizaciones de masas por ser consideradas —
tanto por ellas mismas como por las autoridades— adversarios del régimen. Aunque los niveles
de represión política contra estas personas disminuyeron sensiblemente en el decenio de 1970,
volvieron a aumentar a finales de 1979 y en 1980. El puesto de Sergio del Valle como ministro
del Interior lo ocupó su predecesor, Ramiro Valdés, que restauró, aunque no plenamente,
algunas de las severas medidas de seguridad interna de los primeros años de gobierno
revolucionario. En el mismo periodo también fueron sustituidos el ministro de Justicia, el fiscal
general y el presidente del Tribunal Supremo. Eran los responsables del ejercicio más
«indulgente» del poder policial y judicial en los comienzos de los setenta; eran más «liberales»
dentro del contexto de un régimen autoritario. En 1979-1980 el gobierno volvió a poner de
relieve la supremacía de su poder frente a los disidentes sociales y políticos. (Valdés fue
destituido de su cargo de ministro del Interior en diciembre de 1985 y del Buró Político en
febrero de 1986.)
En los niveles intermedios, los administradores gozaban ahora de mayor discreción en el lugar
de trabajo para contratar, despedir y disciplinar a los trabajadores. Adquirieron una autoridad
nueva, pero limitada, para disponer de los beneficios empresariales, y empezaron a exigir más
atribuciones. Las organizaciones de masas comenzaron a mostrar algunos de los rasgos propios
de los grupos de interés, sobre todo el grupo de presión ANAP en nombre del campesinado con
propiedad privada, pero también, aunque de modo menos efectivo, la FMC, es decir, la
Federación de Mujeres Cubanas. En semejante sistema político cada vez más jerárquico, los
sectores habituados al ejercicio de la política organizativa, por ejemplo las fuerzas armadas,
podían reclamar una parte creciente y desproporcionada de los recursos nacionales, alegando a
modo de justificación no sólo las misiones «internacionalistas» adquiridas en la segunda mitad
de los años setenta, sino también las nuevas amenazas de Estados Unidos en los ochenta.
Uno de los efectos de la revolución en el decenio de 1960 fue romper la correlación entre el
origen social y el poder político. Muchos de los poderosos de antaño habían muerto, estaban en
la cárcel o habían emigrado. Muchos de los poderosos de ahora eran gente de origen humilde;
la revolución aceleró de modo espectacular la circulación de élites en los primeros años sesenta.
Sin embargo, al llegar los ochenta, cada vez era mayor la evidencia de que existían correlaciones
entre ocupar puestos de poder y la categoría social, y de que el gobierno revolucionario
institucionalizado disminuía en gran medida la circulación de élites. Los líderes revolucionarios
que eran jovencísimos —alrededor de treinta años de edad— cuando se hicieron con el poder
en 1959 habían envejecido, pero sus identidades habían cambiado poco. El promedio de edad
del Comité Central había aumentado a razón de un año por año. Los nuevos miembros del
Comité Central tendían a pertenecer a la misma generación y a tener el mismo tipo de orígenes.
Había poca renovación auténtica.
El presidente Castro dijo al segundo congreso del partido que la demanda de orden jamás
debería descuidarse en una revolución." Con estas palabras resumió la respuesta de su gobierno
a los tumultuosos acontecimientos de 1980: la crisis económica, la oposición y la represión
políticas y la emigración en masa. Castro también señaló la mayor importancia que los líderes
daban ahora a la estratificación y el orden políticos. El interrogante que debería resolverse en
años venideros sería si las nuevas demandas de orden en la revolución competían, superaban o
excluían a las demandas de una revolución dentro de la revolución: la gran consigna de finales
de los sesenta. Los sueños de finales de los cincuenta, los que habían transformado la revolución
en una epopeya nacional para muchos cubanos, ¿se harían realidad mediante el aumento de la
estratificación política y social? La Cuba del futuro, ¿respondería más al orden o a la revolución?