You are on page 1of 27

Presentación

Nombres y matriculas:

Asignatura:
Vida en comunidad

Profesor:
Juan Rodriguez Santana

SECCION:
26

FECHA:
17/04/2018

Índice

Introducción…………………………………………………………… 3
Biografía de Gregorio Luperón………………….…………………. 4

Biografía de Juan Pablo Duarte……………………………………. 7

Biografía Francisco Caamaño……………………………………… 11

Biografía de El Che…………………………………………………… 13

Biografia de Maximo Gomez………………………………………… 17

Biografia de Emiliano Zalasar………………………………………. 19

Conclusión……………………………………………………………… 27
Introducción

A continuación se hablara de la vida de varios revolucionarios de


notable importancia la cual adquirieron debido a sus logros y su lucha
incansable por sus creencias, lograron cambios radicales, grandes
revolucionarios han sido también grandes maestros de la retórica y la
planeación, que lograron que de una forma u otra las masas humanas
atrapadas por su carisma le siguieran. Una revolución es un cambio
radical, y un revolucionario. Si hablamos de revoluciones hablaremos
de cambios respecto al pasado.

A continuación se detalla la vida y obras de estos grandes


revolucionarios como son: Gregorio Luperón, Juan Pablo Duarte,
Francisco Caamaño, El Cheguevara, Maximo Gomez, Emilio Zapata.

Gregorio Luperón
Biografía
De orígenes humildes, Gregorio Luperón tuvo que trabajar desde niño para
colaborar en la economía familiar. A la edad de catorce años encontró empleo a
las órdenes de Pedro Eduardo, un comerciante establecido en Puerto Plata a
quien algunas fuentes biográficas atribuyen la paternidad del muchacho. Conocía
bien la lengua inglesa (su madre era una inmigrante de color de las islas
británicas), tenía dotes para la oratoria y en la biblioteca de su patrón pudo iniciar
una sólida formación autodidacta.

Comprometido con la causa independentista, una pelea contra partidarios de la


anexión española le llevó en 1862 a la cárcel, de donde escapó para buscar
refugio primero en Haití y después en los Estados Unidos. En 1863 regresó de
forma clandestina a la República Dominicana para participar en varios
movimientos de insurrección; las tropas rebeldes le concedieron el grado de
general.

El autoproclamado Primer Gobierno Restaurador de Pepillo Salcedo, con sede en


Santiago, valoró pronto su patriotismo y su capacidad combativa y le encargó la
Jefatura Superior de Operaciones en la provincia de Santo Domingo, con la misión
de enfrentarse al ejército anexionista comandado por Pedro Santana. Cumplió con
su cometido y consiguió desarrollar una guerra de guerrillas que desgastó
severamente las fuerzas militares españolas. Finalmente, España entregó el país
a los independentistas el 11 de julio de 1865. Luperón aceptó la vicepresidencia de
la Junta Gubernativa de Santiago y, restaurada la República, regresó a Puerto
Plata, donde sus paisanos le recibieron como a un auténtico héroe nacional.
La Segunda República
Después del triunfo de la Restauración, dos tendencias se diputaron el poder. La
primera agrupaba a los comerciantes e importadores, criollos y extranjeros, en
connivencia con la vieja guardia de hateros encabezada por Buenaventura Báez,
todos ellos procolonialistas. La segunda reunía a los soldados de la Restauración,
respaldados por el campesinado joven, los intelectuales y los comerciantes
provenientes del Cibao, quienes seguían una línea nacionalista y liberal, orientada
por Gregorio Luperón y Ulises Francisco Espaillat, entre otros.

Los primeros conformaron el partido conservador o rojo, y los segundos el liberal


o azul, denominados así por el color de la cinta que amarraban a los sombreros
para distinguirse en los combates. Pero no debe olvidarse el papel que jugaron
numerosos caudillos locales, en su mayoría analfabetos, que con el título de
generales se dedicaron a pelear entre sí o contra el gobierno de turno movidos
sólo por intereses personales y el afán de enriquecimiento. Fue tal el estado de
anarquía y de fragmentación política, que desde 1865 hasta 1899 hubo en el país
más de setenta revueltas, alzamientos y asonadas militares que dieron por
resultado veinticinco gobiernos de mayor o menor duración.
Desde su ciudad natal, Gregorio Luperón impulsó una severa oposición al régimen
de Buenaventura Báez, que en diciembre de 1865 se había hecho de nuevo con el
poder, y encabezó el triunvirato (Luperón, Pimentel y García) que en 1866
consiguió derrocar al gobierno y ejercer el poder ejecutivo entre los meses de
mayo y agosto de aquel año. Disuelto el nuevo órgano gubernamental en favor de
la constitucionalidad, asumió la presidencia el general José María Cabral (1866-
1868).

Pero Báez derrocó nuevamente al gobierno de Cabral en 1868, y Luperón se vio


obligado a abandonar la República. Durante el llamado gobierno de los Seis Años
(1868-1873), Báez negoció la anexión del país a los Estados Unidos; Gregorio
Luperón desplegó desde el exterior una intensa campaña de oposición al gobierno
e incluso preparó una expedición revolucionaria que no consiguió resolver con
éxito. No cejó en su empeño de impedir la anexión a los Estados Unidos y elevó
repetidas protestas ante el Senado estadounidense que finalmente evitaron la
incorporación de la isla a la superpotencia del norte.

Los baecistas siguieron gobernando tres años más sin su caudillo, a quien
depusieron para evitar que el partido azul los desplazara del poder por medio de
una revolución. Ésta se produjo en 1876 y, por sugerencia de Luperón, se acordó
presentar como candidato a la presidencia a Ulises Espaillat, eminente ciudadano
y político de ideas democráticas que ganó en las elecciones de marzo de dicho
año. Luperón aceptó el cargo de ministro de Guerra y Marina en el nuevo
gabinete. Pero apenas siete meses después, la presión de los baecistas forzó la
renuncia de Espaillat y devolvió el poder a Buenaventura Báez, el eterno enemigo
político de Luperón, quien, una vez más, tuvo que exiliarse.

Durante el siguiente trienio la República Dominicana vivió un periodo de


inestabilidad política y rápidas alternancias en el gobierno. Finalmente, en octubre
de 1879, los liberales tomaron el poder en firme. Luperón accedió a la presidencia
de un gobierno provisional que, con sede en Puerto Plata, estableció una política
encaminada a reconducir el país dentro de los patrones del liberalismo de la
época: instauró un régimen progresista, trató de reinstitucionalizar la República y
preparó el proceso electoral que, a finales de 1880, otorgó el poder a Fernando
Arturo Meriño (1880-1882), al que sucedieron algunos gobiernos liberales de
duración bianual.

Gregorio Luperón se retiró a Europa en calidad de enviado extraordinario y


ministro plenipotenciario. Cuando regresó al país, el ejecutivo de Francisco
Gregorio Billini (1884-1885) le nombró delegado del gobierno en el Cibao. Desde
su nuevo puesto se enfrentó al movimiento revolucionario de 1886 en Puerto Plata
y contribuyó a la llegada al poder, un año después, del presidente Ulises
Heureaux (1887-1899), antiguo lugarteniente de Luperón en la Guerra de
Restauración y destacada figura de los liberales. Heureaux trajo finalmente la
estabilidad a la República al precio de un radical giro ideológico: instauró una
corrupta dictadura personalista, fortaleció el ejército, reprimió duramente a la
oposición y arruinó las arcas públicas, dejando la nación en manos del capital
extranjero.

Decepcionado por las actitudes dictatoriales del nuevo líder, Gregorio Luperón
buscó sin éxito el apoyo del gobierno haitiano para combatirlo. Se encontraba en
la isla de Saint Thomas cuando, en 1897, enfermó de cáncer. Enterado, Heureaux
acudió personalmente en su ayuda. Después de escuchar serias recriminaciones
de su antiguo jefe y de aceptarlas calladamente, se reconciliaron. Luperón aceptó
regresar a la patria, para lo que abordaron el buque de guerra que había
transportado a Heureaux hasta la vecina isla, y retornaron a Puerto Plata.
Allífalleció el 20 de mayo de 1897.

Juan Pablo Duarte


Biografía
Nacido en el seno de una familia española de origen humilde, a la edad de quince
años fue enviado por sus padres a Inglaterra vía Nueva York para que completase
sus estudios; desde allí pasó a Francia y posteriormente a España.

En Europa, convulsionada en aquellos tiempos por el romanticismo, el liberalismo,


el nacionalismo y el socialismo utópico, se impregnó de los ambientes
revolucionarios de la época. Juan Pablo Duarte fue testigo de los nuevos
regímenes de libertades y derechos surgidos tras la Revolución francesa; mostró
especial interés por los cambios producidos en Alemania y en Francia, pero sobre
todo por los acontecimientos de España y las reformas que habían intentado
introducir las Cortes de Cádiz. De su etapa en España se sabe que residió en
Barcelona, donde es posible que estudiase derecho.

Fue entonces cuando comenzó a perfilarse su ideario político, en el cual el


nacionalismo y el liberalismo se fundían sobre un fondo romántico: Juan Pablo
Duarte entendió que el pueblo dominicano poseía una identidad propia y tenía
derecho a la independencia política. Alcanzada ésta, y conforme al pensamiento
liberal, la nación debía organizarse sobre la base del institucionalismo de la
democracia representativa. En 1833 regresó a su país dispuesto a llevar a la
práctica estas ideas.

La antigua isla de La Española, actualmente isla de Santo Domingo, había sido


colonizada por los españoles, que, poco interesados en ella, cedieron a finales del
siglo XVII la mitad occidental de la isla (el actual Haití) a los franceses. Los
movimientos independentistas, iniciados con el siglo XIX, habían sufrido
numerosos vaivenes. En 1821, cuando Duarte era todavía un niño, José Núñez de
Cáceres proclamó la independencia de la mitad oriental de la isla (actual
República Dominicana). Pero el nuevo estado fue ocupado y sometido un año
después por Jean-Pierre Boyer, presidente de Haití, que había alcanzado la
independencia de Francia muchos años antes.

La Trinitaria

A diferencia, pues, de otros libertadores, Juan Pablo Duarte no había de luchar


contra una metrópoli europea para lograr la independencia de la antigua parte
española de la isla, sino contra la dominación haitiana. Fue en el seno de la clase
media urbana donde los planteamientos de Duarte encontraron mayor eco. Pero,
por aquel entonces, casi toda la aristocracia y demás grupos dirigentes se
hallaban conformes con el régimen haitiano, razón por la cual fue imposible
obtener, en los primeros años, su cooperación.

A medida que iba ensanchándose el movimiento, Duarte comprendió que se hacía


imprescindible crear una organización que, siguiendo el modelo de las sociedades
europeas de los Carbonarios, asumiera la responsabilidad de dirigir las
actividades. Así surgió la sociedad La Trinitaria (1838), cuyo objeto era liberar al
país del dominio de Haití. El lema de esta sociedad fue "Dios, Patria y Libertad".
Luego surgió la sociedad La Filantrópica, que realizó una importante labor de
propaganda mediante la representación de piezas teatrales.

Entretanto, el presidente Jean-Pierre Boyer se había hecho enormemente


impopular por la elevación de los impuestos, cuyo destino era un pago exigido por
Francia para aceptar la independencia de Haití. En 1843 Juan Pablo Duarte apoyó
la revolución que logró derrocar a Boyer. Pero el objetivo de Duarte era la
independencia de la parte española de la isla, por lo que continuó su lucha tras la
caída del presidente. Perseguido por el nuevo gobierno haitiano, el 2 de agosto de
1843 tuvo que exiliarse en Caracas.

La Primera República

Pese a ello, las ideas independentistas de Duarte habían calado y siguieron


ganando adeptos, y el 27 de febrero de 1844 sus seguidores declararon la
independencia del país. Bajo el liderazgo de Francisco del Rosario Sánchez, y tras
capitular las guarniciones haitianas en la capital y otras ciudades, la causa
independentista triunfó; los haitianos fueron expulsados a la antigua parte francesa
de la isla y se configuraron las fronteras actuales entre Haití y la República
Dominicana.
El 14 de marzo de 1844, Juan Pablo Duarte fue recibido por el nuevo gobierno
provisional (la Junta Central Gubernativa) como un héroe nacional y nombrado
general del ejército. El triunfo del movimiento independentista impulsó al nuevo
presidente haitiano Charles Hérard (1843-1844) a invadir la recién creada
República Dominicana con un ejército dividido en dos cuerpos, de los cuales uno
penetró por el norte y otro por el sur. Correspondió a Pedro Santana enfrentarse a
este último y lograr una resonante victoria en Azua, el 19 de marzo.

Así las cosas, la Junta Central Gubernativa ordenó a Duarte que se dirigiera a
Baní, con una fuerza militar organizada por Pedro Alejandrino Pina, a fin de llegar
a un acuerdo con Pedro Santana sobre la estrategia a seguir contra Haití. Al no
ser posible este acuerdo, Duarte requirió de la Junta la necesaria autoridad para
actuar por su cuenta. Pero la Junta estaba dominada por Tomás Bobadilla,
representante junto con Santana del sector denominado colonialista, que
consideraba inviable una república independiente y era partidario de someterse a
una metrópoli europea.

La Junta respondió ordenando a Juan Pablo Duarte que regresara con sus tropas
a la capital: el desacuerdo entre el sector colonialista conservador y el duartismo
liberal e independentista se hizo evidente, y acabó con el triunfo del primero.
Pedro Santana fue nombrado primer presidente de la República Dominicana
(1844-1848) y eliminó la facción rival declarando traidores y enviando al destierro
a Juan Pablo Duarte y a sus más significados seguidores, entre ellos Francisco del
Rosario Sánchez y Ramón Mella.
Del exilio a la Restauración

Tras un primer exilio en Hamburgo, Juan Pablo Duarte partió a la isla caribeña de
Saint Thomas; luego siguió rumbo a Venezuela, país en el que estuvo doce años.
Poco se sabe de la vida de Juan Pablo Duarte durante este período. Es muy
probable que no tuviera noticias del decreto de amnistía que, en favor de él y de
sus compañeros, había promulgado a principios de septiembre de 1848 el
gobierno de Manuel Jimenes (1848-1849), sucesor de Santana.
Durante la Primera República, los haitianos intentaron en numerosas ocasiones
recuperar el control sobre la parte dominicana de la isla, pero fueron derrotados
una y otra vez. El poder político pasó al grupo conservador de hateros y ex
funcionarios boyeristas afrancesados, gracias al control de la presidencia de la
Junta Central Gubernativa por Tomás Bobadilla y del Ejército Libertador por el
general Pedro Santana, quien gobernó dictatorialmente en varios períodos. La
alternancia en el poder de Pedro Santana y Buenaventura Báez, hatero y cortador
de madera del suroeste del país, más astuto y no menos anexionista que el
primero, caracterizó esta etapa.

Pedro Santana ejerció otras dos veces la presidencia: entre 1853 y 1856 y entre
1858 y 1861. Al final de este último mandato, el presidente Santana decidió
anexionar el país a España, poniendo fin a la Primera República Dominicana.
Pretendía con ello acabar con la amenaza haitiana y perpetuase en el poder, pues
aceptó a cambio el cargo de primer gobernador de la Provincia española de Santo
Domingo.

Estalló entonces la llamada Guerra de Restauración (1863-1865) entre los


partidarios de mantener la anexión a España y los independentistas, cuyo objetivo
era restaurar la República y que tuvieron en Gregorio Luperón su más capacitado
líder militar. Juan Pablo Duarte regresó a su patria el 25 de marzo de 1864 y fue
encargado de recorrer América del Sur en busca de ayuda para la causa
independentista.
En noviembre se hallaba ya en Venezuela, donde recibiría las noticias del triunfo
del gobierno restaurador y del nacimiento de la Segunda República Dominicana.
Pero, tras varios presidentes efímeros, el general José María Cabral se hizo cargo
del nuevo gobierno, y Juan Pablo Duarte fue nuevamente condenado al
ostracismo, esta vez por sus propios partidarios, que no supieron reconocer su
aportación a la causa independentista. Enfermo de cuerpo y alma, su vida se fue
apagando en su retiro forzoso de Caracas, donde falleció el 15 de julio de 1876.

Francisco Caamaño
(Francisco Alberto Caamaño Deñó; Santo Domingo, 1932 - San José de Ocoa,
1973) Militar y político dominicano. Dirigió el levantamiento constitucionalista de
1965 y ocupó la presidencia, pero hubo de entregar el cargo ante la intervención
de Estados Unidos, que impuso a García Godoy en el gobierno del país. Enviado
a Londres como diplomático (1966), al año siguiente se exilió en Cuba. En 1973,
las autoridades dominicanas anunciaron que había muerto al frente de un grupo
guerrillero.

Tras ingresar en la Marina de Guerra en 1949 y finalizar sus estudios navales en


1952, Francisco Alberto Caamaño Deñó realizó diversos cursos de capacitación
en Estados Unidos y Panamá y también en su propio país. En 1960, con el rango
de mayor, pasó a la Policía Nacional, donde fue designado jefe de adiestramiento
y comandante de los "cascos blancos", un cuerpo de efectivos antimotines. Debido
a un conflicto surgido con el jefe de la Policía, Caamaño fue destinado
nuevamente al Ejército.

En 1964 se unió a la conspiración dirigida por el coronel Rafael Tomás Fernández


Domínguez, que aspiraba a derrocar el régimen de Reid Cabral y restaurar el
orden constitucional. Al iniciarse la revuelta militar de abril de 1965, Francisco
Caamaño emergió como héroe cuando hizo frente a los invasores
norteamericanos que desembarcaron para proteger al gobierno. Caamaño contó
con un gran respaldo popular y el apoyo del cuerpo de élite de la Marina
denominado "Hombres Ranas", comandado por el también coronel Manuel Ramón
Montes Arache.

Elegido presidente constitucional en mayo de 1965, Francisco Alberto Caamaño


hubo de firmar en septiembre del mismo año el Acta de Reconciliación
Dominicana, con la que finalizaba el enfrentamiento armado, y abandonó la
presidencia en beneficio de Héctor García Godoy, quien, al frente de un gobierno
provisional, preparó la cita electoral de 1966, en la que resultaría elegido Joaquín
Balaguer. Caamaño salió del país como agregado militar en Londres, como
marcharon otros militares constitucionalistas y del bando contrario hacia diversos
destinos.
En 1967 abandonó el cargo diplomático y partió a Cuba para recibir entrenamiento
guerrillero. En la isla organizó los llamados Comandos de Resistencia para
combatir el régimen de Joaquín Balaguer, a quien consideraba heredero del
dictador Rafael Leónidas Trujillo. El 3 febrero de 1973 desembarcó en playa
Caracoles con un grupo de nueve hombres, en una expedición armada cuyo
objetivo era derrocar el gobierno de Balaguer, que se había hecho en extremo
impopular. El 16 de febrero de 1973 fue asesinado en Nizaíto, San José de Ocoa,
junto a Heberto G. Lalane y Alfredo Pérez Vargas.

Che Guevara [Ernesto Guevara]


Biografía

Ernesto Che Guevara nació en una familia acomodada de Argentina, en donde


estudió medicina. Su militancia izquierdista le llevó a participar en la oposición
contra Juan Domingo Perón; desde 1953 viajó por Perú, Ecuador, Venezuela y
Guatemala, descubriendo la miseria dominante entre las masas de
Hispanoamérica y la omnipresencia del imperialismo norteamericano en la región,
y participando en múltiples movimientos contestatarios, experiencias que lo
inclinaron definitivamente hacia el marxismo.
En 1955 Ernesto Che Guevara conoció en México a Fidel Castro y a su
hermano Raúl Castro, que preparaban una expedición revolucionaria a Cuba.
Guevara trabó amistad con los Castro, se unió al grupo como médico y
desembarcó con ellos en Cuba en 1956. Instalada la guerrilla en Sierra Maestra,
Guevara se convirtió en lugarteniente de Fidel y mandó una de las dos columnas
que salieron de las montañas orientales hacia el oeste para conquistar la isla.
Participó en la decisiva batalla por la toma de Santa Clara (1958) y finalmente
entró en La Habana en 1959, poniendo fin a la dictadura de Fulgencio Batista.
El Che con Fidel Castro
El triunfo de la revolución, llevada a cabo con escasos medios, se vio facilitado por
la insostenible situación del país en aquellos años. Pese a registrar la más alta
renta per cápita de América Latina, la riqueza se concentraba en pocas manos;
este fortísimo desequilibrio social se repetía en los marcados contrastes entre el
campo y la ciudad. En el plano político, la corrupción, los mecanismos clientelares
y la inoperancia se habían acentuado hasta límites insospechados bajo el régimen
despótico y autoritario de Fulgencio Batista; su gobierno logró hacer coincidir en
su contra a los sectores más dispares de opinión e intereses. La economía
cubana, en extremo condicionada por la presencia de Estados Unidos, se basaba
en el turismo en las áreas urbanas y en una agricultura de carácter capitalista que
había generado un numeroso proletariado rural, determinante en el proceso
revolucionario.

De la revolución a la política

El nuevo régimen revolucionario concedió a Guevara la nacionalidad cubana y le


nombró jefe de la Milicia y director del Instituto de Reforma Agraria (1959), luego
presidente del Banco Nacional y ministro de Economía (1960), y, finalmente,
ministro de Industria (1961). En aquellos años, Guevara representó a Cuba en
varios foros internacionales, en los que denunció frontalmente el imperialismo
norteamericano. En un viaje alrededor del mundo se entrevistó con Gamal Abdel
Nasser, Jawaharlal Nehru, Sukarno y Josip Broz Tito (1959); en otro viaje conoció
a diversos dirigentes soviéticos y a los chinos Chu En-Lai y a MaoTse-Tung.
En la tarea de la construcción en Cuba de una nueva sociedad, y especialmente
en el campo de la economía, el Che Guevara fue uno de los más incansables
colaboradores de Fidel Castro. En la polémica económica que tuvo lugar en los
inicios del nuevo régimen se decantó por una interpretación original, creativa y no
burocrática ni institucionalizada de los principios marxistas. Buscando un camino
para la independencia real de Cuba, se esforzó por la industrialización del país,
ligándolo a la ayuda de la Unión Soviética, una vez fracasado el intento de
invasión de la isla por Estados Unidos y clarificado el carácter socialista de la
revolución cubana (1961).

Fragmento de un discurso de Guevara ante la ONU


(Nueva York, 11 de diciembre de 1964)

Su inquietud de revolucionario profesional, sin embargo, le hizo abandonar Cuba


en secreto en 1965 y marchar al Congo, donde luchó en apoyo del movimiento
revolucionario en marcha, convencido de que sólo la acción insurreccional armada
era eficaz contra el imperialismo.

En Bolivia

Relevado ya de sus cargos en el Estado cubano, el Che Guevara volvió a


Iberoamérica en 1966 para lanzar una revolución que esperaba que fuese de
ámbito continental: valorando la posición estratégica de Bolivia, eligió aquel país
como centro de operaciones para instalar una guerrilla que pudiera irradiar su
influencia hacia Argentina, Chile, Perú, Brasil y Paraguay. Al frente de un pequeño
grupo intentó poner en práctica su teoría, según la cual no era necesario esperar a
que las condiciones sociales produjeran una insurrección popular, sino que podía
ser la propia acción armada la que creara las condiciones para que se
desencadenara un movimiento revolucionario; tales ideas quedaron recogidas en
su libro La guerra de guerrillas (1960).

Sin embargo, su acción no prendió en las masas bolivianas. Desde un principio su


grupo, bautizado como Ejército de Liberación Nacional y compuesto por veteranos
cubanos de Sierra Maestra y algunos comunistas bolivianos, se encontró con la
falta de apoyo de los campesinos, ajenos por completo al movimiento. Sin ningún
respaldo popular en el mundo rural, y sin apoyo en las grandes ciudades por el
rechazo de las organizaciones políticas comunistas, las posibilidades de éxito
menguaron drásticamente.

Aislado en una región selvática en donde padeció la agudización de su dolencia


asmática, Ernesto Guevara fue delatado por campesinos locales y cayó en una
emboscada del ejército boliviano en la región de Valle Grande, donde fue herido y
apresado el 8 de octubre de 1967. Dado que el Che se había convertido ya en un
símbolo para los jóvenes de todo el mundo, los militares bolivianos, aconsejados
por la CIA, quisieron destruir el mito revolucionario, asesinándole para después
exponer su cadáver, fotografiarse con él y enterrarlo en secreto. En 1997 los
restos del CheGuevara fueron localizados, exhumados y trasladados a Cuba,
donde fueron enterrados con todos los honores por el régimen de Fidel Castro.
La imagen de Ernesto Che Guevara queda incompleta si no se consideran, junto a
la de revolucionario, sus facetas como ideólogo y teórico de la guerrilla, de la lucha
armada en pequeños grupos como única forma revolucionaria de actividad política
posible en los países subdesarrollados. Sus ideas se hallan expuestas en textos
como el famoso Mensaje a la Tricontinental (1967) y el ya citado libro La guerra de
guerrillas (1960).
Si bien escribió muchísimo, la mayor parte de su obra sigue inédita. La integran
manuscritos, cartas, discursos, proclamas y, sobre todo, artículos publicados
en Verde olivo, el órgano de las Fuerzas Armadas cubanas, en las que
el Che ostentaba el grado de comandante. Los más recordados son aquellos en
los que evoca la revolución cubana (Una revolución que comienza, 1959 y
siguientes) y los de política económica (Contra el burocratismo, 1963 y siguientes).
Del diario que Ernesto Guevara había ido escribiendo durante toda su vida, se
publicó póstumamente la parte referente a la guerrilla boliviana: Diario del Che en
Bolivia (1968).
Este último libro, que relata su lucha guerrillera en Bolivia hasta el día
inmediatamente anterior a su captura, constituye el más impresionante testimonio
de su personalidad. El Che describe el día a día de la guerrilla por dentro, en su
aspecto cotidiano; las mil dificultades prácticas, las debilidades, los errores y
litigios entre compañeros y su precario estado de salud dan lugar a un cuadro
nada idealizado. Pero es sobre todo el estilo casi distanciado de este diario,
incluso en los momentos más difíciles, lo que revela el lado humano del Che en el
último período de su vida: en su ánimo reinaban una enorme calma y una
profunda serenidad, debidas a la íntima convicción de lo justo de sus ideales y a la
razonada aceptación del riesgo de morir en la lucha.

Máximo Gómez
(Máximo Gómez Báez; Baní, República Dominicana, 1836 - La Habana, 1905)
Dirigente militar de los independentistas cubanos. Destinado a la carrera
eclesiástica, Máximo Gómez cambió la sotana por las armas al producirse la
invasión de Santo Domingo por Haití en 1855. En 1865 pasó a Cuba y se unió al
movimiento nacionalista contra la dominación colonial española. Cuando estalló la
primera guerra por la independencia cubana, la Guerra de los Diez Años (1868-
78), Gómez luchó junto a Carlos Manuel de Céspedes, ascendiendo gracias a su
experiencia militar hasta obtener el mando sobre las fuerzas de la provincia de
Oriente.

Máximo Gómez

Allí implementó una eficaz táctica de guerrillas que le dio el control de la región,
pero en cambio fracasó en su campaña para invadir la mitad occidental de la isla
(1875). Acuciado por disensiones internas, abandonó Cuba poco antes de firmarse
la Paz de Zanjón (1878). Refugiado en Honduras, donde fue nombrado general del
Ejército, Máximo Gómez apoyó un nuevo intento de insurrección en Cuba, que
también fracasó (la Guerra Chiquita de 1879-80).

En 1892 llegó a un acuerdo con José Martí y Antonio Maceo para organizar una
nueva insurrección, de la que Gómez sería jefe militar. Muerto José Martí al
comienzo de la Guerra de la Independencia (1895-98), Gómez y Maceo dirigieron
la ofensiva rebelde desde el este hacia el oeste de la isla (1895-96); pero fueron
derrotados por la enérgica política con la que respondieron los españoles bajo el
mando del general Valeriano Weyler.
La muerte de Antonio Maceo (1896) dejó solo a Gómez al frente del movimiento,
de nuevo confinado a la lucha guerrillera en las montañas orientales. A pesar de
su débil posición militar, se negó a todo compromiso con los españoles,
rechazando el plan de autonomía que ofreció el gobierno de Sagasta (1898). La
intervención de Estados Unidos expulsó a los españoles de Cuba en 1898 por la
fuerza de las armas; y la nueva República independiente tuvo en Máximo Gómez
a su héroe nacional, encarnación de la lucha revolucionaria. Sin embargo, Gómez
entró en conflicto con los nuevos dirigentes políticos y con el gobierno de
intervención norteamericano, y dimitió del mando del Ejército.

Emiliano Zapata

(San Miguel Anenecuilco, México, 1879 - Morelos, 1919) Revolucionario mexicano.


En el complejo desarrollo de la Revolución mexicana de 1910, los llamados líderes
agraristas recogieron las justas aspiraciones de las clases rurales más humildes,
que se habían visto abocadas a la miseria por una arbitraria política agraria que
los desposeía de sus tierras. De todos ellos, Emiliano Zapata sigue siendo el más
admirado.

Emiliano Zapata

Frente a la ambición sin escrúpulos o la inconsistencia ideológica de Pancho Villa


o Pascual Orozco, y frente a una idea de revolución más ligada a la guerra por el
poder que a la transformación social, Emiliano Zapata se mantuvo fiel a sus
ideales de justicia y dio absoluta prioridad a las realizaciones efectivas.
Desgraciadamente, esa misma firmeza y constancia frente a los confusos vientos
revolucionarios determinaron su aislamiento en el estado de Morelos, donde
acometió fecundas reformas desde una posición de virtual independencia que
ningún gobierno podía tolerar. Su asesinato, instigado desde la presidencia,
conllevó la rápida disolución de su obra y la exaltación del líder, que entraría en la
historia como uno de los grandes mitos revolucionarios del siglo XX.

Biografía

Miembro de una humilde familia campesina, era el noveno de los diez hijos que
tuvieron Gabriel Zapata y Cleofás Salazar, de los que sólo sobrevivieron cuatro.
En cuanto a la fecha de su nacimiento, no existe acuerdo total; la más aceptada es
la del 8 de agosto de 1879, pero sus biógrafos señalan otras varias: alrededor de
1877, 1873, alrededor de 1879 y 1883. Emiliano Zapata trabajó desde niño como
peón y aparcero y recibió una pobre instrucción escolar. Quedó huérfano hacia los
trece años, y tanto él como su hermano mayor Eufemio heredaron un poco de
tierra y unas cuantas cabezas de ganado, legado con el que debían mantenerse y
mantener a sus dos hermanas, María de Jesús y María de la Luz.

Su hermano Eufemio vendió su parte de la herencia y fue revendedor, buhonero,


comerciante y varias cosas más. En cambio, Emiliano permaneció en su localidad
natal, Anenecuilco, donde, además de trabajar sus tierras, era aparcero de una
pequeña parte del terreno de una hacienda vecina. En las épocas en que el
trabajo en el campo disminuía, se dedicaba a conducir recuas de mulas y
comerciaba con los animales que eran su gran pasión: los caballos. Cuando tenía
alrededor de diecisiete años tuvo su primer enfrentamiento con las autoridades, lo
que le obligó a abandonar el estado de Morelos y a vivir durante algunos meses
escondido en el rancho de unos amigos de su familia.

Una de las causas de Revolución mexicana fue la nefasta política agraria


desarrollada por el régimen de Pofirio Díaz, cuya dilatada dictadura da nombre a
todo un periodo de la historia contemporánea de México: el Porfiriato (1876-1911).
Al amparo de las inicuas leyes promulgadas por el dictador, terratenientes y
grandes compañías se hicieron con las tierras comunales y las pequeñas
propiedades, dejando a los campesinos humildes desposeídos o desplazados a
áreas casi estériles. Se estima que en 1910, año del estallido la Revolución, más
del noventa por ciento de los campesinos carecían de tierras, y que alrededor de
un millar de latifundistas daba empleo a tres millones de braceros.

Tal política condenaba a la miseria a la población rural y, aunque era un mal


endémico en todo el país, revistió particular gravedad en zonas como el estado de
Morelos, donde los grandes propietarios extendían sus plantaciones de caña de
azúcar a costa de los indígenas y los campesinos pobres. En 1909, una nueva ley
de bienes raíces amenazaba con empeorar la situación. En septiembre del mismo
año, los alrededor de cuatrocientos habitantes de la aldea de Zapata, Anenecuilco,
fueron convocados a una reunión clandestina para hacer frente al problema; se
decidió renovar el concejo municipal, y se eligió como presidente del nuevo
concejo a Emiliano Zapata.

Tenía entonces treinta años y un considerable carisma entre sus vecinos por su
moderación y confianza en sí mismo; pasaba por ser el mejor domador de
caballos de la comarca, y muchas haciendas se lo disputaban. Como presidente
del concejo, Zapata empezó a tratar con letrados capitalinos para hacer valer los
derechos de propiedad de sus paisanos; tal actividad no pasó desapercibida, y
posiblemente a causa de ello el ejército lo llamó a filas. Tras un mes y medio en
Cuernavaca, obtuvo una licencia para trabajar como caballerizo en Ciudad de
México, empleo en el que permaneció poco tiempo.

De regreso a Morelos, Emiliano Zapata retomó la defensa de las tierras


comunales. En Anenecuilco se había iniciado un litigio con la hacienda del
Hospital, y los campesinos no podían sembrar en las tierras disputadas hasta que
los tribunales resolvieran. Emiliano Zapata tomó su primera decisión drástica: al
frente de un pequeño grupo armado, ocupó las tierras del Hospital y las distribuyó
entre los campesinos. La atrevida acción tuvo resonancia en los pueblos cercanos,
pues en todas partes se daban situaciones similares; Zapata fue designado jefe de
la Junta de Villa de Ayala, localidad que era la cabeza del distrito al que pertenecía
su pueblo natal.

La Revolución mexicana
La política agraria y las abismales desigualdades sociales que trajo consigo el
Porfiriato figuran entre las causas profundas de la Revolución mexicana, pero su
detonante inmediato fue la decisión de Porfirio Díaz de presentarse a las
elecciones de 1910. Tales "elecciones" eran en realidad una farsa
pseudodemocrática para prolongar otros seis años su mandato; el viejo dictador,
tras reprimir y eliminar la libertad de prensa y cualquier atisbo de disidencia
política, mantenía el formalismo de hacerse reelegir periódicamente.

Francisco I. Madero, fundador del Partido Antirreeleccionista (formación política


que aspiraba precisamente a interrumpir esa perpetuación), había presentado su
candidatura a la elecciones de 1910, pero fue perseguido y obligado a exiliarse.
Comprendiendo la inutilidad de la vía democrática, Francisco Madero lanzó desde
el exilio el Plan de San Luis, proclama política en la que llamaba al pueblo
mexicano a alzarse en armas contra el dictador el 20 de noviembre de 1910, fecha
de inicio de la Revolución mexicana. La clave del éxito de su llamamiento en las
zonas rurales radicaba en el punto tercero del Plan, que contemplaba la restitución
a los campesinos de las tierras de que habían sido despojados durante el
Porfiriato.

En Morelos, muchos se sumaron de inmediato a la insurrección; no fue el caso, sin


embargo, de Zapata. No confiaba plenamente en las promesas del Plan de San
Luis, y quería previamente ver reconocidos y legitimados con nombramientos los
repartos de tierras que había efectuado al frente de la Junta de Villa de Ayala.
Para la dirección del levantamiento en Morelos, Francisco Madero escogió a Pablo
Torres Burgos; tras ser nombrado coronel por Pablo Torres, Zapata se adhirió al
Plan de San Luis y en marzo de 1911, a la muerte de Torres, fue designado «jefe
supremo del movimiento revolucionario del Sur».

Con ese rango tomó en mayo la ciudad de Cuautla, punto de partida para extender
su poder sobre el estado, y procedió a distribuir las tierras en la zona que
controlaba. En el resto del país, mientras tanto, se extendía y triunfaba
rápidamente la Revolución: el ejército del dictador fue derrotado en apenas seis
meses. En mayo de 1911, Porfirio Díaz partió al exilio después de traspasar el
poder a Francisco León de la Barra, que asumió interinamente la presidencia
(mayo-noviembre de 1911) hasta la celebración de las elecciones.

El Plan de Ayala

Tras la caída de la dictadura de Porfirio Díaz, y ya durante la presidencia interina


de León de la Barra, surgieron prontamente las discrepancias entre Zapata, quien
reclamaba el inmediato reparto de las tierras de las haciendas entre los
campesinos, y Francisco Madero, que por su parte exigía el desarme de las
guerrillas. Finalmente, Zapata aceptó el licenciamiento y desarme de sus tropas,
con la esperanza de que la elección de Madero como presidente abriera las
puertas a la reforma.

Pero, pese al triunfo revolucionario, buena parte de la maquinaria del régimen


seguía en manos de antiguos porfiristas (comenzando por León de la Barra), que
ocupaban altos cargos en la administración y en el teóricamente vencido ejército.
Cuando, en julio de 1911, gran parte de los zapatistas habían entregado las
armas, empezó el acoso del ejército sobre los campesinos y luego sobre el propio
Zapata, que escapó por poco a su detención; a lo largo de aquel verano, las tropas
gubernamentales echaron por tierra la obra de Zapata, pero su acción unió en su
contra a los campesinos que, tomando de nuevo las armas, recuperaron
posiciones y resultaron a la postre fortalecidos.

En noviembre de 1911, Francisco I. Madero resultó elegido y accedió a la


presidencia (1911-1913). Zapata esperaba que el nuevo gobierno asumiría sus
compromisos en materia agraria; pero Madero, sometido a la presión del ejército y
de los sectores reaccionarios, hubo de exigir de nuevo la entrega de las armas.
Ante el fracaso de nuevas conversaciones, Zapata elaboró en noviembre del
mismo año el Plan de Ayala, en el que declaraba a Madero incapaz de cumplir los
objetivos de la revolución (particularmente, la reforma agraria) y anunciaba la
expropiación de un tercio de las tierras de los terratenientes a cambio de una
compensación, si se aceptaba, y por la fuerza en caso contrario. Los que se
adhirieron al plan, que eligieron como jefe de la revolución a Pascual Orozco,
enarbolaron la bandera de la reforma agraria como prioridad y solicitaron la
renuncia del presidente.

El resultado de ello fueron nuevos y continuos enfrentamientos armados; las


fuerzas gubernamentales obligaron a Zapata a retirarse a Guerrero; el gobierno
controlaba las ciudades, y la guerrilla se fortalecía en las áreas rurales. Pero ni la
brutalidad inicial ni los gestos reformistas encaminados a restarle apoyo lograrían
debilitar el movimiento zapatista.

Contra Huerta y Carranza


Atrapado entre los revolucionarios agraristas y los porfiristas reaccionarios, e
incapaz de satisfacer a nadie, el presidente legítimo difícilmente podía sostenerse
durante mucho tiempo. Madero cayó víctima de la traición de un antiguo militar
porfirista, Victoriano Huerta, general de su confianza prestigiado por su victoria
sobre Pascual Orozco. En febrero de 1913, con el apoyo de Estados Unidos,
Huerta derrocó a Madero (al que mandó ejecutar) e instauró una férrea dictadura
contrarrevolucionaria (1913-1914). Con Huerta en el poder, los ataques del ejército
gubernamental sobre los zapatistas se recrudecieron, pero sin éxito. Nombrado
jefe de la revolución en detrimento de Orozco, que había sido declarado traidor,
Emiliano Zapata frenó la ofensiva huertista y fortaleció su posición en el estado de
Morelos.
Mientras tanto, en el resto del país, la traición del usurpador Huerta suscitó el
unánime rechazo de los revolucionarios. El gobernador de Coahuila, Venustiano
Carranza, se erigió en el líder de los constitucionalistas, cuyo primer objetivo era
expulsar a Huerta y restablecer la legalidad constitucional; Carranza obtuvo el
apoyo de Pancho Villa, que lideraba a los revolucionarios agraristas del norte.
Entre ambos lograron derrotar a Victoriano Huerta en julio de 1914.
El apoyo de Zapata había sido más tácito que efectivo, pues exigía a Carranza la
aceptación del Plan de Ayala, que no llegó a producirse. Por otra parte, las
campañas contra Huerta habían provocado numerosas fricciones entre figuras de
tan distinto ideario y condición como Venustiano Carranza, un político procedente
de la abogacía, y Pancho Villa, un popular bandolero convertido en revolucionario.
Vencido Huerta, el país quedaba en manos de tres dirigentes escasamente afines.

Venustiano Carranza aspiraba a asumir la presidencia y continuar la labor


reformista de Madero. Consciente de las dificultades, convocó una convención en
busca de acuerdos, pero sólo logró unir, momentáneamente, a los agraristas: en la
Convención de Aguascalientes (octubre de 1914) se concretó la alianza de Zapata
y Pancho Villa, representantes del revolucionarismo agrario, contra Carranza, de
tendencia moderada. Carranza no tuvo más remedio que abandonar la
recientemente ocupada Ciudad de México y retirarse a Veracruz, donde estableció
su propio gobierno.

Poco después, en noviembre de 1914, Zapata y Villa entraron en la capital, pero


su incapacidad política para dominar el aparato del Estado y las diferencias que
surgieron entre los dos caudillos, a pesar de que Villa había aceptado el plan de
Ayala, alentaron la reacción de Carranza. La ambición de Villa produjo la ruptura
casi inmediata de su coalición con Zapata, el cual se retiró a Morelos y concentró
su acción en la reconstrucción de su estado, que vivió dieciocho meses de
auténtica paz y revolución agraria mientras luchaban villistas y carrancistas.

El aporte de algunos intelectuales, como Antonio Díaz Soto y Gama y Rafael


Pérez Taylor, dio solidez ideológica al movimiento agrarista, y ello permitió a los
zapatistas organizar administrativamente el espacio que controlaban. En este
sentido, el gobierno de Zapata creó comisiones agrarias, estableció la primera
entidad de crédito agrario en México e intentó convertir la industria del azúcar de
Morelos en una cooperativa. William Gates, enviado de Estados Unidos, destacó
el orden de la zona controlada por Zapata frente al caos de la zona ocupada por
los carrancistas.

Últimos años

Sin embargo, la guerra proseguía; en 1915, la derrota de Villa permitió que


Carranza centrara sus ataques contra Zapata, que por su dedicación exclusiva a
Morelos carecía de proyección nacional. En febrero de 1916, Zapata autorizó
conversaciones entre representantes suyos y el general Pablo González, a quien
Carranza había encomendado la recuperación de Morelos. Estas conversaciones
terminaron en fracaso y, al frente de sus tropas, González se adentró en Morelos.
En junio de 1916 tomó el cuartel general de Zapata, el cual reanudó la guerra de
guerrillas y logró recuperar el control de su estado en enero de 1917.

Tras esta nueva victoria, Zapata, que preveía erróneamente la inmediata caída de
Carranza, llevó a la práctica un conjunto de avanzadas medidas políticas, agrarias
y sociales, tanto para incrementar su base en Morelos como para buscar apoyos
en el resto de México. En diciembre de 1917, Carranza ordenó a Pablo González
una nueva ofensiva, que tomó ahora otro talante, buscando la negociación y la
aceptación de las nuevas leyes del gobierno, pero los avances fueron exiguos.

Ante la imposibilidad de acabar con el movimiento y la amenaza que Zapata


suponía para el gobierno federal (en la medida en que radicales de otros estados
podían seguir su ejemplo), Carranza y González urdieron un plan para asesinar a
Zapata. Haciéndole creer que iba a pasarse a su bando y que les entregaría
municiones y suministros, el coronel Jesús Guajardo, que dirigía las operaciones
gubernamentales contra él, logró atraer a Zapata a un encuentro secreto en la
hacienda de Chinameca, en Morelos. Cuando Zapata, acompañado de diez
hombres, entró en la hacienda, los soldados que fingían presentarles armas lo
acribillaron a quemarropa.

Pablo González trasladó el cuerpo a Cuautla y ordenó fotografiar y filmar el


cadáver para evitar que se dudase de su muerte. Pero, igualmente, muchos de
sus paisanos y correligionarios no creyeron que hubiera muerto. Unos decían que
era demasiado listo para caer en la trampa y que había enviado a un doble; otros
encontraban a faltar una característica en el cadáver exhibido.

Genovevo de la O sucedió al fallecido líder al frente del movimiento, pero la


guerrilla perdió de inmediato su fuerza e independencia política al apoyar a Álvaro
Obregón, que derrocó a Carranza y asumió la presidencia (1920-1924). Aunque
varios de los principios del movimiento zapatista fueron formalmente recogidos en
las primeras legislaciones revolucionarias mexicanas (empezando por la
Constitución de 1917), ni Venustiano Carranza ni sus sucesores, que ejercerían la
presidencia a la sombra del influyente Plutarco Elías Calles, los llevarían a sus
últimas consecuencias; hubo que esperar a la llegada de un estadista de la talla
de Lázaro Cárdenas(1934-1940) para asistir a decididas políticas de redistribución
de la propiedad agrícola.
Conclusión

Es importante conocer la historia, las cosas por las que se paso para
llegar a el estado de vida con el que se vive hoy en día la lucha de sus
antepasados de esta manera se evitan los errores que llevaron a estos
revolucionarios a dedicar su vida a la lucha por los derechos, no se
debe olvidar el cómo somos hoy en día, porque muchas personas del
pasado lucharon para que hoy podamos disfrutar de lo que tenemos.

El propósito de esta realización, no es mas que para refrescar lo que


por muchos años se ha estado estudiando. Además para que otros
conozcan una pequeña parte de la historia
Al realizar este trabajo se tuvo bien en cuenta de que las
informaciones hayan sido bien coordinadas, para así poder conseguir
una mayor compresión por quien tenga la oportunidad de nutrirse de
estas valiosas informaciones, acerca de la de la vida de estos héroes,
estos revolucionarios a los que les debemos nuestra libertad.

You might also like