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MITO Y VIDA EN EDIPO REY, HIJO DE LA FORTUNA, DE

PIER PAOLO PASOLINI


(…) no hay que considerar feliz
a ningún mortal hasta ver su último día, hasta que no
alcance el límite de su vida, sin padecer dolor. 1

Introducción
A lo largo de la historia del cine, ha sido enorme la importancia y la productividad del
material mítico proveniente de distintas fuentes. La mitología griega sigue siendo uno de
los bebederos fundamentales para gran parte del arte cinematográfico desde el siglo
pasado.

En este caso, me interesa analizar la transposición de la tragedia Edipo Rey de Sófocles,


escrita alrededor del año 420 a.C., realizada por Pier Paolo Pasolini en 1967. Consideraré
los términos adaptar, trasladar o trasponer para referirme al hecho de experimentar una
obra en un lenguaje distinto a aquel en que fue creada originariamente (Sánchez Noriega,
2000), tratando de evitar inmiscuirme en el terreno pantanoso al que refiere Sergio Wolf
acerca de la “adecuación de formatos” a la que alude el término adaptación (Wolf, 2001).

La tragedia de Sófocles
Como señala Hugo Bauzá (Bauzá, 2004), Sófocles es el autor trágico por antonomasia,
dado que, entre otros factores, en el desenlace de sus obras no se restituye la armonía sino
que por lo irresoluble de sus problemáticas, resultan ser la expresión del espíritu trágico
griego. A diferencia de lo que sucede con Esquilo, por ejemplo, el conflicto planteado
por Sófocles no se resuelve, lo que implica la condensación del pesimismo trágico griego
expresado por el mito de Sileno y Midas, retomado por Friedrich Nietzsche en El
nacimiento de la tragedia2.

En el caso de Edipo Rey, la tragedia de su protagonista consiste en el mero hecho de


haber nacido, se trata de una “culpa inculpable”, heredada por su linaje, y por eso es
considerado un drama existencial. Este existencialismo característico de la época sofoclea
es el que permitió que esta obra fuera adaptada numerosas veces a lo largo del tiempo, ya
que habla del drama de la propia existencia humana.

1
Sófocles, Edipo Rey, vv. 1526-1530.
2
Nietzsche, Friedrich. El nacimiento de la tragedia. Buenos Aires, Losada, 2012. p. 44: “Cuenta una
vieja leyenda que durante mucho tiempo el rey Midas había intentado cazar en el bosque al sabio Sileno,
el acompañante de Dioniso, sin poder atraparlo. Cuando por fin cayó en sus manos, el rey pregunta qué es
lo mejor y la más preferible de todas las cosas para el hombre. El demonio calla, rígido e inmóvil; hasta
que, obligado por el rey, en medio de una risa estridente estalla en estas palabras: “Estirpe miserable de
un día, hijos del azar y de la pena, ¿por qué me fuerzas a decirte lo que para ti sería muy ventajoso no oír?
Lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, no ser nada. Y lo segundo
mejor para ti: morir pronto”.

1
Cabe recordar que el mito heroico de Edipo era parte del imaginario social e intelectual
de la época de Sófocles, por lo que este dramaturgo lo que hizo fue “reescribir” el mito a
su manera, apoyándose sobre los mitemas (Bauzá, 2004), es decir, los elementos mínimos
portadores de significado, para hablar de los dramas existenciales de su propio periodo
histórico.

Edipo rey, hijo de la fortuna


Pier Paolo Pasolini estrena este film en 1967, para el cual se ancló tanto en las tragedias
de Sófocles Edipo Rey y Edipo en Colono, como en el mito previo (recordemos que los
primeros documentos escritos sobre Edipo aparecen ya en la obra de Homero) y en la
teoría psicoanalítica del complejo de Edipo de Sigmund Freud.

Pasolini decide, a diferencia del Edipo de Sófocles, que comienza in media res, realizar
un prólogo que nos sitúa desde el momento del nacimiento del héroe, pero anclado en el
contexto de la Italia del siglo pasado: se trata de los años veinte en la ciudad italiana de
Sacile.
Podemos afirmar que el film consta de un prólogo, un desarrollo del mito propiamente
dicho y un epílogo. En el prólogo y en el epílogo estaría condensada parte de la teoría
edípica que planteó Freud, que afirma que durante su niñez, una persona manifiesta un
impulso sexual hacia el progenitor del sexo contrario, sumado a un sentimiento de
rivalidad hacia el progenitor de su mismo sexo. La mayor parte del epílogo carece de
diálogos, pero Pasolini utiliza el recurso de los intertítulos propios del cine silente, por
medio de los cuales establece un diálogo entre Edipo bebé y su padre, en este caso un
militar (igual que el padre de Pasolini), quien le dice “Tú estás aquí para robarme mi
puesto en el mundo, enviarme al vacío y robarme todo lo que tengo. Ella (Yocasta) será
lo primero que me robarás… la mujer que amo. Ya has robado su amor.” A partir de este
momento, que define y condensa toda la historia de Edipo, la rivalidad que se establece
entre el padre y Edipo es ineludible. En una escena posterior vemos que sus padres se
besan y bailan mientras Edipo, aun bebé, los observa en sombras a través del balcón,
llorando y estirando la mano hacia su madre.
Pasolini nos advierte, a partir de una sugerente utilización de la cámara y de la música,
de lo que ocurrirá en la historia, a partir de una carencia casi total de diálogos. Así, por
ejemplo, mediante un largo primer plano fijo de Yocasta que nos interpela con su mirada
a cámara, y con el acompañamiento de un dramático motivo musical de cuerdas, se nos
advierte de algo perturbador que parecemos percibir junto a la mujer, gracias a la
información emocional que nos transmite su mirada.

En la escena descrita anteriormente, en la cual el bebé observa a sus padres besarse desde
el balcón, Pasolini decide enfatizar el sentimiento de abandono de Edipo a partir de la
utilización de la cámara subjetiva desde el punto de vista del niño, que observa a sus
padres besarse mientras se tapa el rostro con la mano en un gesto de voluntaria ceguera.
Posteriormente, se introduce por primera vez el gran motivo musical del film, en el
momento en que vemos al padre acercarse a la cuna donde descansa Edipo y lo toma

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violentamente de sus característicos pies, que se enfocan en un primerísimo primer plano:
Edipo significa el de los pies hinchados. A partir de este plano cerrado sobre sus pies, y
mediante la ligazón de dicho motivo musical, la escena cambia rotundamente y comienza
el desarrollo del mito propiamente dicho, que se narra desde el abandono de Edipo en el
monte Citerón.

En esta parte del film se nos sitúa en un desierto –la película fue grabada en Marruecos-
que nos remonta a la prehistoria del mito. Vemos el abandono de Edipo y su posterior
rescate por parte del apiadado criado, que lo lleva a Corinto con sus nuevos padres
adoptivos, Pólibo y Mérope. Se produce entonces una elipsis que nos encuentra luego
frente a un Edipo ya adolescente, a quien uno de sus compañeros de juego, enojado le
dice “Hijo de la fortuna. Hijo falso de tu padre y de tu madre”. Luego a Edipo se le
presenta un sueño perturbador, que lo mueve a consultar, por primera vez, al oráculo de
Apolo en Delfos.

Al enterarse de la horrible profecía que le vaticina la pitonisa, Edipo pretende evadir su


destino, y para esto, sin saberlo, se hunde más en él. El héroe prefiere no retornar a Corinto
para evitar matar a su padre y casarse y procrear con su madre, pero desconoce que al
dirigirse a Tebas encontrará su vaticinio de igual manera. Como mencioné previamente,
lo único que podría haber salvado a Edipo es no haber nacido o morir pronto, ya que su
tragedia es ineludible.

En el momento del film en que el oráculo le informa a Edipo de su futuro, irrumpe otra
vez el leit motiv sonoro, y tenemos nuevamente una transición que nos interpela e
identifica con el héroe, ya que la cámara es móvil, y nos permite acompañar al personaje
en toda su perturbación. Sentimos, a través del penetrante sonido de la flauta, una
sensación de ceguera y ensordecimiento, que a nivel visual la notamos en los sucesivos
planos de carácter casi onírico, en los que, por momentos vemos gente detrás de un Edipo
en primer plano, y luego, se utiliza un plano más general, en el que las personas alrededor
desaparecen y Edipo se encuentra solo en toda su pequeñez. Asimismo, se intercalan
ciertos planos subjetivos desde el punto de vista de Edipo, a los que el director les imprime
otra coloración, tornándolos de cierto tono sepia y de falta de nitidez, y esto nos lleva
junto al personaje a sentir la identificación. Edipo se tapa nuevamente los ojos con la
mano, como si eso lo ayudara a eludir su tragedia.
Varias veces el héroe intenta dejar al azar decidir por él, pero cada vez, el destino elegido
es Tebas, es decir, su hundimiento.

Como sabemos, en su camino a Tebas asesina sin saberlo a su padre Layo, momento en
el cual comienzan a cumplirse los vaticinios. Es así que, luego de un aparentemente largo
viaje, arriba a Tebas, donde la peste sacude a la población y Edipo se encuentra con el
mensajero de la ciudad. Éste le advierte de la existencia de la esfinge y le cuenta que la
peste no acabará a menos que alguien la destruya. Es entonces que Edipo se precipita y
corre hacia la esfinge para enfrentarla pero, a diferencia de lo que sabemos por el mito y
lo que se alude en Sófocles, Edipo no resuelve un enigma presentado por la esfinge, sino
que ésta le advierte que “es inútil, el abismo al que me arrojas está dentro tuyo”, a lo cual

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Edipo hace caso omiso y termina casándose con Yocasta, el premio por su “triunfo”.
Silvestra Mariniello advierte la carga psicoanalítica de este pasaje y, citando a Naomi
Greene, resalta que esta negación de las palabras de la esfinge se trata de una represión
del propio inconsciente (Mariniello, 1999).

Pasado cierto tiempo desde el casamiento con Yocasta, la peste vuelve a azotar a los
ciudadanos de Tebas, y Edipo, ahora rey de Tebas, es interpelado por la población para
actuar en consecuencia. Edipo ha enviado a Creonte, su cuñado, para consultar el oráculo
de Apolo, que le vaticina que la peste acabará cuando se encuentre al culpable del
asesinato de Layo.

A partir de esto, comienza la búsqueda de la verdad por parte de Edipo, que a cada paso
e indicio en su investigación se encuentra más cerca de enfrentarse con la verdad de su
propia existencia trágica.

Al no encontrar una solución inmediata a la peste, Edipo decide consultar al anciano


adivino Tiresias. Éste, luego de negarse a transmitir lo que sabe, termina cediendo a las
inquisidoras palabras de Edipo y le advierte que el asesino que busca es él mismo.
Mientras tanto, Yocasta observa y escucha todo desde el interior del castillo. Edipo se
enoja con Tiresias, lo acusa de mentiroso y de conspirador junto a Creonte. En este
momento, el leit motiv sonoro irrumpe nuevamente en boca del mensajero –o ángelos-
que toca la flauta, hasta que Tiresias sigue pronunciando palabras intolerables, que Edipo
no puede soportar, por lo que golpea y maltrata al anciano. Sin embargo, éste se aleja
diciéndole que aquél a quien Edipo busca es alguien a quien todos consideran extranjero
pero que en realidad es tebano, padre y hermano de sus hijos al mismo tiempo, hijo y
marido de su madre, y asesino de su propio padre.

En las escenas sucesivas, vemos a Edipo que sigue intentando encontrar la verdad, cada
vez más cerca de entender su desgracia, con ayuda de Yocasta, que por el momento
también desconoce que se casó y procreó con su propio hijo. Yocasta le comenta que
cuando Layo fue asesinado, uno de sus escoltas logró escapar, y que al ver que Edipo
ocupaba el lugar de Layo, escapó de Tebas. A medida que va acumulando más
información sobre la muerte de Layo, todos los indicios parecen indicar que Edipo es el
culpable, por lo que éste desespera y entra en cólera. Sin embargo, un mensajero
proveniente de Corinto llega a Tebas para informarle a Yocasta de una supuesta buena
noticia: Pólibo, el rey de Corinto y “padre” de Edipo, ha muerto, lo que desmentiría la
profecía del oráculo. Luego de esto, Edipo va en busca de aquel escolta que logró
sobrevivir durante el asesinato de Layo, para inquirir sobre el momento de la muerte del
rey tebano. Allí, por medio del relato de este servidor, Edipo toma conciencia finalmente
de su identidad y de todos los errores cometidos involuntariamente. Al regresar a Tebas,
encuentra a Yocasta ahorcada, que por haber entendido todo antes que Edipo, acaba con
su vida. Edipo, al no poder tolerar el suicidio de Yocasta, se arranca los ojos con los
prendedores de su ropa. Al salir del castillo con el rostro ensangrentado, el mensajero le
avienta la flauta que él mismo toca, y comienzan a caminar a la par.

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La escena siguiente marca el comienzo del epilogo, que abarca los últimos minutos de
film. Pasolini nos vuelve a situar en lo que, según se puede inferir por la arquitectura y la
vestimenta de los transeúntes, es una industrializada ciudad de Italia en los años sesenta.
El que antes era el mensajero de Tebas, ahora es Angelo, Pasolini parece hacer un juego
de palabras entre el nombre del personaje y su significado en la lengua griega -ἄγγελος,
ángelos, “mensajero”-, que acompaña a Edipo, ciego, hasta el final de la película. El leit
motiv suena ahora silbado por Ángelo, y luego tocado por Edipo en una flauta dulce.

En las últimas secuencias, los dos personajes pasean por la ciudad y pasan frente al
edificio donde vimos, en el prólogo, a través de la ventana el nacimiento de Edipo. Luego
se dirigen al prado donde la madre de Edipo, cuando él era bebé, corría con sus amigas.
Nuevamente se realiza un paneo de los árboles con cámara en mano igual al del prólogo
mientras el bebé amamantaba. Si bien Edipo ahora está ciego, este plano nos hace
identificarnos con su punto de vista. Pasolini nos presenta una clausura simétrica con
respecto al prólogo, mientras Edipo pronuncia las palabras “la vida termina donde
empieza” y se escucha de fondo la misma marcha que escuchábamos en el inicio del film,
Edipo parece haber encontrado el lugar para morir en paz.
En esta secuencia podemos advertir una novedad que introduce Pasolini con respecto a
la tragedia sofoclea. En Edipo en Colono, Edipo, ya ciego se marcha al exilio con su hija
Antígona. En el film de Pasolini, no encontramos ninguna mención de la descendencia de
Edipo, y el héroe se marcha, como se dijo, junto a Angelo hacia un exilio a una nueva
temporalidad y espacialidad, en la cual termina su vida.

Palabras finales
Para concluir, creo importante señalar que el análisis aquí expuesto no pretende ser
exhaustivo, dadas las infinitas posibilidades de revivificación y resignificación que nos
proveen los mitos y que el cine, y no sólo el de un director tan prolífico como Pasolini,
tiene la posibilidad de enriquecer aún más. Por otro lado, resulta interesante pensar, como
destacó el propio director, el carácter autobiográfico de este film (Mariniello, 1999) -que
dada la extensión del presente trabajo no me es posible reponer-, y la forma en que
Pasolini consigue aunar la popularidad de un relato mítico con la historia de su propia
intimidad.

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Bibliografía
Primaria:
-Sófocles, Edipo Rey. Buenos Aires, Ed. Biblos, 2006

Secundaria:
-Bauzá, Hugo F., El mito del héroe. Morfología y semántica de la figura heroica, Buenos
Aires-México, Fondo de Cultura Económica, 2ª. Ed. 2004.
-Mariniello, Silvestra, Pier Paolo Pasolini, Madrid, Cátedra, 1999.
-Nietzsche, Friedrich. El nacimiento de la tragedia. Buenos Aires, Losada, 2012.

-Sánchez Noriega, José Luis, De la literatura al cine. Teoría y análisis de la adaptación,


Barcelona, Paidós, 2000.
-Wolf, Sergio, Cine/Literatura. Ritos de pasaje, Buenos Aires, Paidós, 2001

Filmografía:
-Bini, A. (productor) y Pasolini, P.P. (director) (1967). Edipo rey, hijo de la fortuna.
Italia: Arco Film Somafis.

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