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Tania M. K. Rösing
(Coords.)
Prácticas de
lectura y escritura
L
La fascinación que despierta en el niño la voz
acompasada al son de una nana, lo acerca desde
su más tierna infancia al poder de las palabras.
Poco a poco esa “aventura de oír” (Pelegrín,
1984), ayudará a despertarle una tremenda
curiosidad por descifrar la magia que escon-
den las letras, esos símbolos que permanecen
inalterables en el espacio y en el tiempo. Así, a
medida que crece, la identificación de las gra-
fías en múltiples lugares de su entorno se con-
*
Universidad de Almería, qcabrera@ual.es
vierte en un juego que hace al niño partícipe del mundo de
los mayores. Si divertido es escuchar historias, también
lo será la posibilidad de entender ese código tan extraño
que reconoce en las páginas de los libros y en muchos otros
rincones de su vida.
La escritura es un hecho social, una destreza que nos
introduce en el mundo alfabetizado y que nos abre las puer-
tas de la integración. Diariamente convivimos con multitud
de mensajes acompañados por la palabra escrita. Es cierto
que la oralidad preside la mayor parte de las interacciones
entre los hablantes, pero también lo es que la relevancia
de los espacios reservados para la escritura la convierten
en una destreza fundamental. Mientras hablamos, las ac-
ciones más cotidianas nos ponen en contacto con ella de
un modo casi inconsciente; la lista de la compra, las ano-
taciones en nuestra agenda, los carteles informativos que
observamos a nuestro alrededor o el envío de un mensaje
de texto a través del teléfono móvil son un ejemplo del pa-
pel que la escritura representa para los hablantes. Se trata
de momentos que implican el uso escrito de la lengua con
un marcado carácter coloquial y lúdico en el que solemos
movernos con soltura. Cuentan estas tipologías textuales
con una carga creativa muy interesante, al igual que otras
muchas surgidas con la irrupción de las tecnologías de la
información y la comunicación, según mencionaremos más
adelante.
Ahora bien, existen otros contextos mucho más for-
males que exigen un uso comunicativo amoldado a pautas
discursivas con un mayor grado de elaboración y planifica-
ción. Son situaciones que nos hacen más vulnerables y nos
llevan a buscar una respuesta que explique ese miedo al
papel en blanco. Ese papel en blanco supone un reto para
Muestra 1
Muestra 2
Muestra 3
1
S. Gutiérrez, “Pragmática y disciplinas del código”, en A. Moreno y V.
Colwell, Perspectivas recientes sobre el discurso (Recent perspectives on dis-
course), León, AESLA, 2001, pág. 86.
2
Consúltense las aportaciones de F.N. Akinnaso, “On the differences bet-
ween spoken and written language”, Language and speech, 1982, 25, 97-
125 y Mª. J. Bedmar, “La Norma del texto oral y la norma del texto escrito”,
Revista de la Sociedad Española de Lingüística, 1989, 19, 1, p. 112-120.
Muestra 11 – Foro
Muestra 12 – Foro
3
El diminutivo se ha venido asociando de una forma estereotipada a la crea-
ción literaria preferida por los niños. En este sentido resulta interesante
la reßexión que nos ofrece Luis García Montero en sus Lecciones de poesía
para niños inquietos, Granada, Comares, 1999.
Muestra 21 – Adivinanza
Bibliografía
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LaHaye, T. (2008), La escritura en la pared, Madrid, Martínez
Roca.
Lectura y escritura en la
Universidad: un poco de teoría
L
Los miembros de una comunidad lingüística
compartimos formas lingüísticas, así como re-
glas y pautas culturales, lo que nos permite mo-
vernos en el ámbito social y comunicarnos con
cierta facilidad. Sin embargo, la pertenencia a
una determinada comunidad lingüística no ga-
rantiza el acceso pleno al ámbito académico.
*
Universidad de Cantabria.
Día a día, aumenta la conciencia de que los estudian-
tes que ingresan en la Universidad arrastran, en el ámbito
de las competencias lingüísticas, serias deficiencias, care-
cen de algunas herramientas imprescindibles y no dispo-
nen de conocimientos claros y sólidos. No se trata sólo de
las insuficiencias lingüísticas que consideramos generales,
sino de que es necesario alcanzar un nuevo nivel, ya que en
la formación superior se les exige leer de una forma muy
diferente a la que estaban acostumbrados y con bibliogra-
fía y tareas muy distintas.
El ingreso en los estudios universitarios supone entrar
a formar parte de una comunidad discursiva, la académica,
la que, a su vez, según la carrera elegida, implica partici-
par de un ámbito específico de conocimiento y de lenguaje
que tiene sus propias convenciones discursivas y genéri-
cas. El estudiante se encuentra sometido, entonces, a rea-
lizar actividades y evaluaciones propias de la disciplina y
el campo elegidos en los que debe insertarse. De este modo,
para poder hacer frente a la información variada, cada día
más abundante, manejarla con eficiencia y dar respuestas
funcionales dentro de la interacción comunicativa, los es-
tudiantes universitarios deben alcanzar un dominio pleno
de la lectura comprensiva y de la producción textual.
Entendemos la lectura comprensiva como un proceso
complejo en el que intervienen factores diversos que han
sido descritos por varias disciplinas (la Lingüística, la Teo-
ría Semiótica, la Psicología Cognitiva, la Historia Social,
entre otras). Los trabajos de Vigostsky (1988) fueron pio-
neros en la idea de la lectura como una práctica social y
como un proceso interactivo y dinámico en el que el lector
dialoga con un autor a través de un texto. En este proceso
intervienen, por una parte, el contexto en el que se lleva a
2 - Ponencia y Taller:
“PASOS PARA ESCRIBIR TEXTOS ACADÉMICOS” del Dr.
Teodoro Álvarez Angulo. Universidad Complutense de Ma-
drid.
Fecha: jueves 6 de noviembre de 2008.
3 - Ponencia y Taller:
“RESUMIR PARA COMPRENDER Y ESCRIBIR”, del Dr. Teo-
doro Álvarez Angulo. Universidad Complutense de Madrid.
Fecha: viernes 7 de noviembre de 2008.
4 - Ponencia y Taller:
“LA CALIDAD DE LA EXPRESIÓN ESCRITA”, del Dr. Eloy
Martos Núñez.
Universidad de Extremadura.
Fecha: jueves 13 de noviembre de 2008.
U
Uno de los temas centrales de una agenda en
torno a la lectura y la escritura como experien-
cia en la Universidad es el lo que podríamos
llamar “zonas de pasaje”, entendiendo a estos
como los momentos de tránsito que hacen los
estudiantes de un nivel educativo a otro. La
ausencia de articulación entre niveles suele
ser una de las características de nuestros sis-
temas educativos nacionales genera un im-
pacto negativo en las trayectorias de los estu-
diantes. La escuela media o secundaria, como
parte del subsistema de escolaridad básica con
*
UBA-UNLP-UNSAM.
sus propios desarrollos didácticos en el campo de la di-
dáctica de la lectura y la escritura, se presenta como la
antesala de los desafíos que planteará el nivel superior y
universitario. En este sentido, la contigüidad de niveles ha
naturalizado la idea de que es el nivel superior y univer-
sitario el que le pide una “rendición de cuentas” al nivel
precedente respecto de lo que han logrado en términos de
logros en lectura y escritura los estudiantes en tránsito.
Parece que el “nivel superior” evalúa en definitiva al “nivel
medio” respecto de la calidad de su tarea.
Por supuesto que, pedagógica y políticamente, las co-
sas son más complejas. En cada país, en cada tiempo his-
tórico, la brecha, distancia o diferencia entre los modos de
atravesar las prácticas de lectura y escritura en cada nivel,
plantea diferentes modos de resolverse; en todo caso, se
trata de aceptar y trabajar con esta diversidad de situa-
ciones como desafíos problemáticos propios de las zonas
de pasaje.
El trabajo con las prácticas de lectura y escritura
en estos lugares de paso, cruciales, suelen ser los cursos
de ingreso, de apoyo, de articulación a las Carreras de la
Universidad o las primeras materias de cada una de ellas
supone asumir un campo problemático específico que pro-
pone desafíos muy interesantes a la propia pedagogía uni-
versitaria.
El primer desafío a la hora de volver a pensar en las
prácticas de lectura y escritura en estas zonas de pasaje, es
el de revisar las representaciones más comunes acerca de
lo que los jóvenes, los adolescentes “saben” o “pueden” en
relación con estas prácticas. Para ello, es necesario evitar
cualquiera de las generalizaciones habituales de contenido
diagnóstico que se expresan con frases estereotípicas como:
Gustavo Bombini
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dajes específicos para cada uno de estos géneros a lo largo
de la formación académica, anticipar en el ingreso o en las
primeras materias de las carreras “dosis de tipología” de
estos textos, normas de escritura, ejemplos modelados no
es garantía de resultados inmediatos en las prácticas de
lectura y escritura de los estudiantes que ingresan al nivel
superior y universitario.
Se hace necesario poner en discusión cierto carácter
prescriptivo que han asumido en la didáctica de la lengua
las descripciones de los tipos de textos y el supuesto subya-
cente de una concepción meramente funcional del lenguaje
y mecanicista de su enseñanza. Suele afirmarse que si des-
de todas las Cátedras les damos a los alumnos el mismo
modelo para la escritura de una monografía, los problemas
con la escritura de monografías se superará. Se trata de
una ilusión de intervención remedial, a la manera de un
antídoto científico sobre las “malas prácticas” o las “bajas
competencias”.
Las relaciones de los sujetos – y de los jóvenes en par-
ticular – con las prácticas de lectura y escritura podrían
describirse de manera más compleja. Por lo pronto, pone-
mos en discusión los supuestos homogeneizantes al respec-
to ya sean de corte psicologista (todos los alumnos desarro-
llan los mismos procesos en la lectura y en la escritura) o
de corte lingüístico normativo (solo se trata de seguir unos
modelos). Un acercamiento empírico a las prácticas enten-
didas en términos de tareas cotidianas que los alumnos
desarrollan en las aulas permiten reconocer continuidades
y rupturas en las formas de apropiación del conocimiento
en las que se ponen en juego la diversidad de subjetivida-
des de los alumnos. Se trata de entender que cuando los
jóvenes leen y escriben lo que se juega en esas prácticas
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Giroux, que se invita a enseñar y aprender considerando
que la lectura y la escritura: “Ofrece a los estudiantes la
oportunidad de reescribir los textos de la cultura dominan-
te cargándolos, no simplemente de sus propias experien-
cias, sino de una conciencia teórica perfectamente afinada.
Pues es en el proceso de escribir donde se dan las posibili-
dades de que los alumnos entiendan cómo están inmersos
en el lenguaje, qué significa volver a escribir el lenguaje
como acto de compromiso crítico, y aprendan cómo escribir
en diversas formas de alfabetización.”1
Una de las tareas posibles a la hora de recuperar la
singularidad de los modos de apropiación y de dar cuenta
de las particularidades de las prácticas específicas que se
producen en las aulas, es que sobre cada jornada de traba-
jo alumnos y docentes narren las prácticas que llevaban a
cabo en el taller. En el formato de diarios de docentes y de
alumnos habrán de registrar sus impresiones del recorrido
por el curso y focalizarán su mirada en momentos intere-
santes, críticos, exitosos y no tanto pero en todo caso reve-
ladores, con un valor de indicio, de dato a ser interpretado.
Este dispositivo permite construir un espacio de reflexión
para los propios actores de la práctica a la vez que resultan
materiales de inmenso valor para indagar sobre las formas
de apropiación de la cultura escrita a partir de la lectura
y escritura y para sopesar de qué modo esas experiencias
ponen en suspenso las representaciones que de manera
simplificadora objetivan a los alumnos de la escuela media
que desean ingresar a la universidad en posiciones de “po-
breza cultural y lingüística”.
En este sentido, la mirada acerca de la práctica que se
propone en esta experiencia supone el desafío de reconocer
a la práctica en su heterogeneidad y a cada escena de lec-
Gustavo Bombini
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malo, correcto o incorrecto, fue algo que la mayoría de los
diarios señalan.
Dice uno de esos diarios:
En la clase del día de hoy se leyó un cuento y las personas que
estábamos dimos diferentes opiniones acerca de lo leído y de
otros temas de la actualidad. En encuentro fue muy distinto a
los del colegio.
Y otro:
Me gusta mucho la puesta en común que hacemos al respecto
de lo que pensamos nosotros del texto que leímos. Dar nuestro
punto de vista. Y no me incomoda equivocarme con mis pro-
ducciones”
Leemos:
La clase me parece favorable, me parece positivo que nos den
un espacio para la lectura y su análisis ya que por mi misma yo
no le dedico el tiempo, creo que no lo valoraba lo suficiente.
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*
Las actividades a las que se hace referencia se han
desarrollado en el marco de una experiencia de ar-
ticulación entre Universidad y Escuela Secundaria
realizada entre el Ministerio de Educación de la
Nación de Argentina, los Ministerios de Educación
de algunas provincias y las respectivas universida-
des nacionales. Se trató de un Curso de Apoyo que
se dictó de manera gratuita y que tenía entre sus
contenidos la lectura y la escritura de textos lite-
rarios y no literarios. (desde el año 2004 y sigue).
Agradezco a los profesores Carolina Cuesta y Ser-
gio Frugoni el acompañamiento en este proyecto y
en algunas de las reflexiones que realizo en este
artículo.
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