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Corazón Que No Siente

El sol lucía espléndido. La gente paseaba por la calle disfrutando de


aquel verano que al fin, había llegado llevándose con él las copiosas
lluvias de invierno. Le encantaba Milán en esa época del año, de
todas las veces que había ido, esa época era la que más le gustaba.

Sentada en una terracita tomaba un capuccino mientras hablaba por


teléfono, reía al escuchar las palabras al otro lado de la línea y
contestaba con la misma picardía que escuchaba.

- Aún no puedo creer que te hayas ido a Milán precisamente este


fin de semana que llegaba yo a Madrid, eres perversa conmigo
– le decía – y me lo cobraré…

- Jajaja, no te preocupes, en cuanto llegue, si aún sigues en la


ciudad, ten por seguro que te llamaré para que cobres tu deuda
– contestaba del mismo modo – pero he de decir en mi defensa
que no me avisaste y cariño, tenía que renovar mi fondo de
armario.

- Ya… está claro que me cambias por unos cuantos trapitos – dijo
haciéndose la enfadada.

- No son unos simples trapitos – contestó – Armani y Gucci no


pueden, nunca, ser calificados de trapitos – contestó fijando la
vista en una morenaza que acaba de sentarse dos mesas más
adelante y quien había sacado un libro con el que leer –
además… sabes lo mucho que me gusta venir a Milán – dijo sin
dejar de mirar a aquella chica.

- Está visto que me quedaré sin poder verte este fin de semana –
escuchó que decía dándose por vencida - ¿Cuándo volverás?

- Ummm – pensó – no lo sé aún – decía sin dejar de mirar a


aquella chica que en un momento dado había cruzado la mirada
con ella – todo depende de si encuentro algo que me guste –
dijo mordiéndose el labio.

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- ¿Sabes qué? Mejor ya me llamas tú cuando llegues y si sigo en


Madrid quizás nos veamos – terminó de decir viendo que no le
daría una respuesta.

- Estupendo, te llamaré – afirmó – un beso preciosa – dijo


colgando el teléfono.

Se mantuvo en su posición, fingiendo seguir leyendo el periódico


mientras no dejaba de echar miraditas a aquella mesa donde un
camarero servía una taza de café a la chica que había llamado su
atención. Observó minuciosamente, buscando algo que le dijera que
tenía posibilidades. En sus manos no había alianza alguna, por lo que
supuso no estaba casada. Con algo de dificultad pudo leer el título del
libro que leía en esos momentos “Mi Exaltada Siciliana” tradujo.
“¡Bingo!” pensó, “por esto me encanta Milán”, sonrió para sus
adentros mientras volvía la vista al periódico.

Dejó pasar un tiempo prudencial, haciéndose la interesante y


observando como de vez en cuando, aquella chica llevaba la vista
hacia ella, cuando pensó que era el momento indicado, dejó el diario
sobre la mesa, se levantó y se acercó a ella.

- Disculpa – dijo con un toque de vergüenza que le daba un aire


más inocente – es usted… ¿Daniela Catecci Verdad? ¿La
modelo? – la chica la miró algo sorprendida – perdone que la
aborde de este modo pero… ¿sería tan amable de firmarme un
autógrafo?

- Eh… verá… creo que se equivoca – dijo la chica – no soy Daniela


Catecci y mucho menos modelo.

- ¿En serio? – se sorprendió – vaya… discúlpeme – guardó el


bolígrafo – aunque… bueno perdone…

- No, dígame – dijo con curiosidad – ¿Aunque qué?

- Pues que… parece usted toda una modelo, con todos mis
respetos…

- Gracias – contestó adulada.

- Bueno… será mejor que vaya a mi mesa – dijo de nuevo –


disculpe la equivocación – sin darle opción a contestar se dio la

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vuelta y volvió a su mesa mientras una sonrisa maliciosa se


instalaba en su rostro. Se sentó y tomó de nuevo el periódico…

- Disculpe – “Voi la” pensó.

- ¿Sí? – dijo levantando la cabeza.

- Siento si se ha llevado una decepción.

- Ah, no, para nada, no ha sido ninguna decepción – la chica la


miró algo interrogante – no tiene usted nada que envidiarle a
Daniela Catecci.

- Gracias – dijo sintiéndose alagada.

- ¿Quiere sentarse? – señaló la silla – la invito a un café.

- Claro – contestó sentándose frente a ella – No es usted Italiana


¿verdad?

- No, española – respondió – he venido por cuestiones de trabajo


y… bueno, estaba un poco saturada de tanta reunión – dijo con
total descaro, para lo único que había viajado a Milán era para
irse de compras, pero eso no se lo diría a una chica con la que
quería ligar, sabía que era algo demasiado superficial.

- Imagino – sonrió - ¿Conoce Milán? – le preguntó.

- La verdad es que no… - contestó siendo aquello totalmente


falso – lo único que conozco es el hotel y bueno… hoy he venido
a ver las tiendas, una amiga me pidió que le comprara algún
detalle.

- Ya veo – dijo viendo un par de bolsas al lado de su silla – si le


apetece podría enseñarle algo de la ciudad…

- Me encantaría – contestó mirándola con ojos seductores.

Terminado el café, fueron a dar un paseo por la cuidad, la chica le iba


mostrando lugares en los que ya había estado más de una vez y que
sin embargo le hacía ver que acababa de conocerlos… cuando ya caía
la noche, llegaron al hotel donde se alojaba.

- Muchas gracias por el paseo – le dijo – me ha encantado todo.

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- Me alegro de que así haya sido – contestó.

- ¿Te apetece una copa? – le preguntó acercándose a ella


levemente.

- Bueno… creo que es un poco pronto para que el bar del hotel
esté abierto – contestó sintiendo su cercanía.

- Nadie ha dicho que sea en el bar – dijo sugerente – podemos


tomarla en mi habitación – terminó de decir en un susurro
embriagador.

- Claro… - contestó sin pensárselo.

Obviamente, aquella copa nunca se la tomaron, pero lo que sí


hicieron fue disfrutar de una noche de sexo que a ambas las dejó
exhaustas en la cama.

Llegó a Barajas con un nombre más que añadir a su ya larga lista.


Aquella chica había resultado ser todo un volcán, había pasado una
noche estupenda y sin ningún tipo de promesa absurda se habían
despedido para volver cada una a su vida.

- ¡Eh! ¡Tú! ¡Pendón! – escuchó una voz familiar que la llamaba, no


pudo más que sonreír ante su forma de gritarle.

- ¿Se puede saber qué haces aquí? – preguntó llegando hasta ella
– y encima llamándome de esa forma tan…

- ¿Vulgar? – terminó de decir por ella – será vulgar o lo que


quieras pero una realidad como una casa…

- A veces te odio – protestó.

- Ya, tanto como yo a ti – sonrió – menudo recibimiento, encima


que vengo a buscarte al aeropuerto para que no tengas que
esperar taxis ni nada…

- Gracias tonta – sonrió y le dio dos besos – te he traído un regalo


– dijo ya comenzando a andar.

- Lo imaginaba, por eso he venido a buscarte – continuó – interés


puro y duro, amiga.

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- Ya sabía yo… - dijo ya entrando en el coche.

- Bueno, y dime – hablaba mientras encendía el motor y tomaba


camino a la ciudad - ¿qué tal Milán?

- Preciosa como siempre – sonrió maliciosamente.

- ¿Cómo se llama? – preguntó.

- ¿Cómo se llama quien? – se hizo la loca.

- Pues la chica con la que te habrás acostado, que nos


conocemos.

- Marcela – contestó sin darle más largas – una morenaza italiana


que me ha enseñado lo mejor de Milán…

- Ya me puedo imaginar lo que te ha enseñado – murmuró –


bueno ¿y a esta le has dado tu teléfono o le has dado el
sustituto?

- No, le he dado el mío de verdad – contestó – por si viene alguna


vez a España… no sé, lo pasamos bien.

- Claro… - no dijo nada más, sabía como era su amiga y no quería


preguntar nada más – bueno, ¿qué quieres hacer ahora?

- Pues ir a casa, darme una buena ducha, llamar a la oficina a ver


como va todo y… no sé, podríamos salir ¿no? – la miró

- Pues ahora vemos cuando lleguemos – terminó de decir


siguiendo su rumbo.

Llegaron a aquel bloque de lujosos apartamentos, los más caros de la


ciudad, dejaron el coche y subieron hasta el piso dejando las bolsas
en la entrada, la chica se sentó en el sofá, mientras su amiga decidía
ir directamente a darse una buena ducha. Diez minutos después, salía
de nuevo e iba hacia uno de los paquetes para entregárselo después.

- A ver si te gusta – le dijo mientras tomaba otras bolsas – yo voy


a dejar esto en la habitación, luego te enseño todo lo que me he
comprado.

- Vale, a ver – decía abriendo el paquete - ¡Joder! – se sorprendió


– ¡me encantan! – dijo yendo hasta la habitación – son
chulísimas.

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- Me alegro que te gusten – sonreía mientras sacaba la ropa – las


vi y dije, son para ella.

- Te han tenido que costar un pastón – dijo mirando aquellas


gafas de sol.

- Nah – negó – no eran tan caras – “trescientos sesenta euros, no


son tan caras” pensó para sí.

- Olvidaba que estaba hablando con doña riqueza – sonrió.

- Oye, que si no te gustan me las quedo yo – dijo medio


haciéndose la ofendida.

- De eso nada, ¡me encantan! – dijo poniéndoselas – me quedan


bien ¿no?

- Estupendas – afirmó cogiendo el teléfono – sabía que te


gustarían.

- Sabes la debilidad que tengo por las gafas de sol… así que lo
has tenido fácil – seguía mirando aquel regalo cuando la miró -
¿a quién llamas?

- A Celia – contestó – me llamó el sábado que estaba en Madrid…


quizás aún sigue aquí y… bueno, ya sabes.

- ¡Por dios! – alzó la voz – eres… eres… eres un autentico pendón


– repitió el mismo “insulto” que había dicho en el aeropuerto.

- Pero aún así me quieres – sonreía mientras esperaba a que le


descolgaran el teléfono – no lo coge… en fin… otra vez será –
dejó el teléfono en su lugar - ¿vamos a cenar? Yo invito.

- Entonces no me puedo negar – sonrió – eso sí… si pretendes


luego irte con alguna chica, será mejor que llamemos a alguien
más, no quiero terminar la noche sola – rió.

- Menudo concepto tienes de mí – dijo haciéndose la ofendida.

- Chica, qué quieres, las dos sabemos como terminará la noche…


así que más vale prevenir que curar.

- Está bien – rió – llama a Adela a ver si le apetece venir.

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- ¡Eres lo peor! – dijo dándole con un cojín.

- Jajaja – reía – venga, llama que nos vamos en diez minutos, el


tiempo que termine en arreglarme…

Dicho esto, volvió al baño donde terminó de arreglarse para aquella


noche en la que le apetecía pasar un buen rato entre amigas y porqué
no… si se daba la ocasión… pasar un buen rato con alguna chica…

Se levantó sin querer hacer ruido, no le apetecía que aquella chica de


la que a penas se acordaba del nombre se despertara. Salió de la
cama y comenzó a vestirse, estaba ya sonriendo creyéndose
victoriosa en su huída que no sintió como aquella rubia se movía y
llegaba hasta ella besando su espalda. Cerró los ojos algo frustrada y
suspiró.

- Buenos días – dijo la chica - ¿no pensabas despertarme?

- Tenías un sueño profundo – contestó “o eso creía” – no me


parecía correcto hacerlo.

- Ya… pues, ya ves que no era tan profundo… - la abrazó


comenzó a besar su cuello - ¿por qué te has vestido?

- Tengo que irme a trabajar – contestó poniéndose una de las


botas.

- ¿Y no puedes quedarte? – preguntó mimosa – ¿un ratito?

- Imposible – se separó de ella – tengo una reunión importante en


una hora…

- Está bien – se dejó caer de nuevo en la cama, dejándole ver su


pecho - ¿Me llamaras?

- Sí, claro – contestó rápidamente – yo te llamo – dijo cogiendo el


bolso y llegando a la puerta.

- ¿Como piensas llamarme si no me has pedido mi teléfono? –


dijo algo molesta.

- Eh… perdona, perdona – sonrió forzada – mira hacemos una


cosa, mejor llámame tú – apuntó en un papel el primer número
que se le pasó por la cabeza – yo voy a estar liada estos días, tú
me llamas y quedamos – le dio el papel – hasta luego, guapa –

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dijo regalándole una sonrisa y saliendo corriendo de allí – puff…


menuda nochecita…

Llegó a su coche, se montó y conectó el manos libres para poder


llamar a la oficina y decir que llegaría un poco tarde, nada más salir
de aquel piso se había encontrado con un gran atasco que la tendría
retenida más tiempo del que disponía.

Fue a casa, se duchó y se arregló para ir a trabajar. Esta vez, debido


al intenso tráfico, decidió dejar su Audi en el garaje y coger su moto.
De ese modo, pudo llegar con tan solo media hora de retraso. Nada
más llegar a aquel edificio de oficinas saludó al conserje y tomó el
ascensor hasta la quinta planta. Una vez allí se cruzó con un par de
empleados que la saludaron con educación. Ella contestó a los
saludos y puso rumbo a su despacho.

- Buenos días – dijo mirando a una chica que no había visto antes
y a la que le hizo toda una señora radiografía - ¿tú eres…?

- Su… su nueva secretaria – contestó algo avergonzada.

- ¿Ah sí? – sonrió – vaya… encantada – dijo con ojitos - ¿Cómo te


llamas?

- Elsa – contestó.

- Muy bien, Elsa – seguía mirándola – luego hablamos ¿si? Llego


tarde a la reunión – continuó – hazme un favor – le pidió – haz
copias de estos informes y me los llevas a la sala de juntas ¿si?

- Claro – dijo diligente – ahora mismo.

- Bien, te espero.

Dicho esto esperó a que la chica saliera en dirección a la


fotocopiadora para poder volver a hacerle otra radiografía “me
encanta mi jefe de personal” pensó para sí misma y luego puso
camino hacia la sala de juntas donde le esperaba una de esas
reuniones aburridas y duraderas…

Más o menos una hora y media más tarde, volvía a su despacho


seguida de aquella nueva secretaria que le alegraba bastante la vista.
Tras pedirle un café y un par de cosas más, se dispuso a seguir con el
trabajo que tenía. En esas estaba cuando el teléfono sonó.

- Macarena Wilson, dígame – contestó esperando una respuesta.

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- Maca… soy Alfonso – escuchó – Luisa acaba de morir… - dijo


dejándola totalmente helada.

En el tanatorio, una Maca bastante afectada se ocultaba tras unas


gafas de sol mientras recibía las condolencias y las palabras de
ánimos de los allegados. Ella no podía dejar de mirar aquel féretro
caoba que se mostraba ante ella como diciéndole que aquello era
simplemente un sueño y sin embargo sentía y sabía que era una
realidad.

Por su mente comenzaron a pasar momentos en los que, por


cualquier cosa, no se había parado a pensar demasiado. Días en los
que aun siendo niña la llevaba a aquel parque en Cádiz, su preferido,
“El Parque Genovés” donde los árboles formaban distintas figuras,
donde corría queriendo asustar a las palomas mientras Luisa, su
abuela, iba tras ella intentando que no se cayera. Recordaba cuando
se sentaban frente al estanque de los patos y su abuela sacaba una
bolsa de “pan duro” que tirarles.

En su memoria, los recuerdos lejanos pero aún latentes de esa


viejecita adorable que cada noche se sentaba junto a ella en la cama,
con un vaso de leche en una mano y una sonrisa en los labios y como
buena cristiana, la hacía rezar una oración para, como ella decía,
ahuyentar a los malos sueños. Aquella frase antes de apagar la luz
“que sueñes con los angelitos para que consigan sus alas”.

Sonreía al recordar como cuando tenía miedo, cuando se despertaba


en mitad de la noche, solo le hacía falta elevar la voz y sacar de su
garganta un “abuela” para que Luisa llegara a su habitación, la
abrazara y se quedara con ella hasta que volviera a dormirse.

En el tanatorio, venían a ellas todos los recuerdos de su infancia y no


había uno, ni uno solo en los que no apareciera su abuela… siempre
con su sonrisa, con sus ojos llenos de ilusión cuando le daba un beso.
Siempre dispuesta haciéndola sentir única.

Recordaba aquellas tardes en el casco antiguo de Cádiz, paseando


por el Baluarte de la Candelaria, por la Plaza San Antonio y siempre,
siempre parándose a tomar ese helado en “Los Italianos” de La Calle
Ancha, “un helado de Limón” recordó que pedía siempre.

Aquellos disfraces que tejía ella sola para su que su nieta se viera
perfecta en los Carnavales, y que tanto le gustaban a Maca…

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Y ahora, estaba ahí… inerte, sin vida… pero con más vida en su
corazón que nunca… y atendía a los presentes intentando mostrar
una sonrisa, como sabía que le gustaba a ella, “sonríe cada día,
porque no hay fuerza más grande en el mundo que la sonrisa” y eso
hacía, sonreía entre lágrimas, sabiendo que ahora, como siempre
había creído, estaba en un lugar mejor…

A: Maca – dijo Alfonso sacándola de sus pensamientos - ¿Cómo estás?

M: Bien… bien – contestó.

A: He hablado con el notario – le comunicó – mañana será la lectura


del testamento.

M: Vale, gracias – dijo a modo de respuesta pues lo último que le


apetecía era hablar de testamentos o de algo que tuviera que ver con
aquello.

EL entierro fue sencillo, familiar, tranquilo. Llevándola a descansar


donde ella quería, al lado de su ya por varios años difunto marido.
Dejándola en paz en un lugar donde solo eso, la Paz, era lo que se
respiraba.

Se quedó mirando aquella lápida unos minutos. Sonrió por algún


nuevo recuerdo, volvió a ponerse sus gafas de sol y salió de allí con la
sensación de que a partir de ese día, algo le faltaría para siempre…

Como bien le había comunicado Alfonso, la tarde siguiente, a las


cuatro en punto se presentaba en el despacho de aquel notario donde
se haría la lectura del testamento de su abuela.

N: Bien, estamos todos – dijo mirando a Maca y su abogado –


procedamos – comenzó a leer los documentos

“Yo, Luisa Wilson, en pleno uso de mis facultades mentales declaro


que, todas mis posesiones, acciones en la empresa Bodegas Wilson,
así como todas mis cuentas corrientes e inmuebles, pasen a ser única
y exclusivamente de mi nieta Macarena Fernández Wilson. – Maca
asintió – siempre y cuando – continuó leyendo el abogado – contraiga
matrimonio en el plazo de un año – levantó la cabeza totalmente
sorprendida “¿Qué?” pensó – y conviva con su mujer durante al
menos tres años – miró a su abogado de manera estupefacta – no
será válido un matrimonio de conveniencia, ni un contrato
matrimonial. Si no se cumplen estas condiciones todo mi patrimonio
pasará a manos de diferentes asociaciones benéficas.”

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N: Esto es todo – terminó de leer – adjunta una nota – se la extendió a


Maca.

“Maca, cariño, te quiero muchísimo. Sé que te habrá sorprendido lo


que acabas de escuchar, pero creo que es hora de que sientes la
cabeza, y como sé que no será con un hombre… pues que sea con
una mujer. Te quiero pequeña. Luisa”

Sin poder creérselo aún, no terminaba de reaccionar ante lo que


acababa de leer y escuchar… Adoraba a su abuela, ¡Pero debía
haberse vuelto completamente loca! ¿¡Como iba a casarse ella!?

Daba vueltas y vueltas por aquella habitación. Bufando sobre lo que


había ocurrido, protestando por la idea de su abuela, muchas veces le
había dicho que debía formar una familia pero nunca se hubiera
imaginado que esa sería su ultima voluntad.

Casarse… casarse… ¡Por favor! ¡Si solo de pensar en la palabra


matrimonio ya le daba alergia! ¿Cómo se le había podido ocurrir
semejante idea a su abuela? ¿Y ahora qué debía hacer? Se
preguntaba una y otra vez.

A: Maca – dijo Ana sentada en el sofá del salón – me haces el favor de


sentarte un rato.

M: No puedo – contestó – es que no sé en qué estaría pensando…

A: Pues en ti, en tu futuro… - le dijo con tranquilidad.

M: Muy bien, pues podía haber dicho… no sé, que… que estudiara
otra carrera, pero caa…caa… ¡Ni siquiera puedo decirlo! – decía
totalmente fuera de sí.

A: Ayss… Maca, no es tan terrible – continuó – el matrimonio no tiene


por qué ser tan malo.

M: Ya, claro – la miró – por eso tú no te has casado nunca.

A: Bueno, no ha llegado la persona indicada… - contestó dando un


trago a su café.

En ese momento Maca la miró, como si se hubiera encendido una


bombilla en su cabeza “¡Claro! ¡Es genial!” pesó para sí… se sentó
junto a su amiga y la miró con ojitos, Ana la vio de reojo pero intentó
ignorarla, viendo que Maca no se movía dejó la taza sobre la mesa.

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A: No – soltó de repente – ni se te ocurra.

M: Venga ya, ¡sería genial! – le dijo.

A: Que no, Maca, que no – seguía negándose.


M: Pero ¿por qué? – insistió – piénsalo… podríamos casarnos, nadie
sospecharía que es una farsa, llevamos años siendo amigas…
podríamos decir que teníamos una relación secreta o algo así – decía
medio atropelladamente – y que ahora hemos decidido dar el paso…
todo el mundo se lo creería.

A: No – dijo rotunda – no pienso casarme contigo – le dijo con


seguridad.

M: Venga Ana… solo son tres años… - insistía – y no tendríamos que


comportarnos como un matrimonio… simplemente seguimos
comportándonos como hasta ahora, solo que de cara a la galería nos
queremos un montón.

A: ¡Pero estamos todos locos o qué! – soltó – Maca, no pienso casarme


contigo…

M: Dame un motivo para no hacerlo – le pidió.

A: No me gustan las mujeres – dijo tajante.

M: Vale, es salvable – contestó – no tendremos sexo – Ana la miraba


incrédula – aunque déjame decirte que no sabes lo que te pierdes.

A: Todo el mundo sabe que no me gustan las mujeres – continuó como


otro motivo más.

M: También es salvable, puedes haber decidido salir del armario justo


en este momento – sonreía.

A: Vale… pues a Ti te gustan demasiado las mujeres – dijo como otro


argumento.

M: ¿Y eso qué quiere decir? – preguntó fuera de juego.

A: Pues que no estoy dispuesta a ser la señora cornuda de Macarena


Wilson – contestó – y reconócelo Maca, no te pasaras tres años sin
acostarte con nadie… vamos no puedes ni pasar tres semanas…

M: Eso no es así – dijo algo molesta.

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A: Ya, claro – contestó sin creerla – a ver Maca, ¿tú realmente crees
que casándote conmigo podrás estar tres años sin mantener
relaciones con una mujer? – preguntó.

M: Pero ¿Y a ti qué más te da? – dijo en su defensa – a mi no me


molestaría que tu tuvieras relaciones con hombres en ese tiempo.

A: Entonces eso se convertiría en un matrimonio de conveniencia, que


es lo que no quería tu abuela – le recordó.

M: ¡Joder Ana! – protestó de nuevo – piensa en las posibilidades…


nadie tendría por qué enterarse de nuestra vida privada… podrías
hacer lo que te diera la gana…

A: Que no, Maca – la cortó – que yo te quiero mucho pero no me voy a


casar contigo…

M: Estupendo – dijo malhumorada – pues entonces no me caso, ya


está.

A: Sí, claro… y perderlo todo ¿no? – dijo llamando de nuevo su


atención – Venga ya… te gusta demasiado tu vida… tu empresa… tu
dinero…

M: Mierda – soltó una vez más… - al final voy a tener que casarme –
afirmó…- pero no pienso renunciar a mi vida por casarme con alguien.

A: pues tú verás como lo haces – dijo dándole un trago a su café.

M: Pues sí… ya veré como lo hago – contestó sentándose de brazos


cruzados como si de una niña enrabietada se tratara…

Un par de días después, Maca salía de casa de una chica con claros
síntomas de cabreo, enfado con ella misma por sentirse tan imbécil
como se sentía en esos momentos. Todo había empezado bien, había
salido, había conocido a una chica y tras un par de palabras habían
acabado en el sofá de su casa, comiéndose a besos y casi
arrancándose la ropa. Hasta que cometió el mayor error que podía
cometer en un momento así. Y es que debido a la desesperación que
sentía desde que se había dado lectura al testamento no se le ocurrió
otra cosa que, mientras atrapaba uno de los pechos de aquella chica
decir:

M: Cásate conmigo.

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En ese instante la chica paró, haciéndolo ella también al darse cuenta


de lo que había dicho. Aquella chica la miró totalmente sorprendida,
ella se levantó, se vistió y salió de allí maldiciendo su suerte.

Así que ahí estaba, de nuevo en aquel bar donde Ana aun permanecía
tomando algo unos amigos. Nada más verla, pidió una copa en la
barra y se sentí junto a ella.

A: ¿Ya estás aquí? – Preguntó sorprendida – cada vez más rápido,


Maquita.

M: Mejor que no preguntes – contestó seriamente dando un trago a su


copa.

No duraron mucho más en aquel bar, puesto que la incomodidad y el


enfado de Maca ahuyentaron a todo aquel que se acercaba. De ese
modo, fueron hasta casa de Maca donde Ana se quedaría no
sintiéndose en condiciones de conducir hasta la suya.

Una vez dentro del piso, Maca le relató el porqué de su enfado y su


rápida vuelta a aquel bar. Ana reía, debido a lo cómico de la situación
aumentada por su ingesta de alcohol.

M: ¿Podrías dejar de reírte? – decía molesta – esto es serio… acabo de


pedirle a una tía que no conozco que se case conmigo en pleno
momento sexual y claro, al final me he quedado con las ganas.

A: Jajaja – reía – es que solo a ti se te ocurre.

M: Vete a la mierda – le soltó, haciendo que las carcajadas de Ana


resonaran más fuertes - ¿es que no vas a parar?

A: Jajaja, hija, es que… no me negarás que es gracioso – reía – con la


alergia que te da le matrimonio ya le has pedido a dos tías que se
casen contigo… es irónico ¿no?

M: Yo no sé para qué te cuento nada – dijo molesta.

A: Tengo una idea – soltó haciendo que Maca la mirara alzando una
ceja – en serio, ven – la invitó a sentarse, con protestas Maca lo hizo –
Vamos a hacer una lista con las chicas con las que has estado y
buscamos una posible candidata…

M: ¿Tu estás tonta no? – preguntó, pues aquella idea no le gustaba


nada.

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A: ¿Por qué? Es buena idea… a ver – pensó – ¿qué te parece esta con
la que estuviste liada un mes? La chica que era abogada…

M: Demasiado aburrida – contestó con una negativa.

A: Aburrida… vale – siguió pensando – ya sé, la que era camarera, que


trabajó en el pub “Aquí te pillo”.

M: Oh no, por favor – contestó rauda – está buena, pero es


demasiado… ligerita de cascos – Ana alzó una ceja como diciendo “¿Y
tú no?” – además… está casada.

A: ¿Y la policía? – siguió enumerando.

M: Demasiado lista – contestó – lleva la investigación en las venas…

A: ¿Y? – quiso saber sin entender a qué se refería.

M: Pues que me descubriría enseguida – le dijo como si fuera obvio –


no podría hacer mi vida… estaría totalmente controlada – la miró –
ella era una máquina controladora andante… ¿o no te acuerdas lo que
tuve que inventarme para librarme de ella?

A: Sí, cierto – dijo recordando aquella época en la que Maca casi no


podía dar un paso sin que la chica se enterara…

M: Mira, está claro… - siguió diciendo – tengo que encontrar a alguien


que quiera casarse conmigo pero que al mismo tiempo no controle
todo lo que hago y así yo pueda… ya sabes…

A: Seguir tirándote todo lo que se te ponga por delante – terminó de


decir.

M: Cuando lo dices tú suena fatal – le dijo.

A: Ya, pero hablemos claro, Maca – contestó – tú lo que quieres es


alguien que te deje seguir con tu vida tal y como la tienes ahora y
eso, incluye todas tus noches de sexo desenfrenado… y para que
conste – apuntó – me parece fatal que hagas eso.

M: Ya… a mi me parece fatal tener que casarme, así que… dejemos el


tema – se levantó – me voy a dormir – dijo saliendo de allí queriendo
terminar con aquella conversación.

Su mal humor no había remitido tras aquella noche de “descanso


obligado” así que ese día, en su moto, mientras se dirigía a la oficina,

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no prestaba demasiada atención al tráfico, por lo que no vio a un


peatón que cruzó la calzada por donde no debía. En el último
momento pudo esquivarlo pero cayó al suelo sin poder evitarlo.

- ¿Se encuentra bien? – dijo el chico preocupado al ver la caída –


lo siento… lo siento yo…

M: Joder – protestó sintiendo un fuerte dolor en el brazo izquierdo.

- Lo siento – repetía el chico – lo siento de verdad… no te vi…

M: Mierda… ¡Joder! – Seguía maldiciendo dolorida – creo que me he


roto el brazo.

- Dios… lo siento – volvía a disculparse el chico – mire, hay un


hospital aquí cerca, el Central – le indicó – la acompaño -
terminó de decir ayudándola a levantarse y comenzando a
andar hacia el lugar indicado.

Maca casi creía ver las estrellas del fuerte dolor en el brazo cuando al
fin entraron por las puertas de urgencias del Hospital Central.
Acompañada de aquel chico que ya empezaba a agobiarla con tanta
disculpa llegaron al mostrador donde una mujer entrada en años les
dijo no muy contenta que debían esperar a que un médico quedara
libre, por lo visto aquel día estaban algo desbordados.

Así que ahí estaba, en la sala de espera de aquel centro médico


apretando los labios a causa del dolor que sentía y maldiciendo las
esperas de la sanidad pública. Seguramente esto no hubiera pasado
en la clínica privada y súper cara a la que siempre había acudido
cuando requería atención médica.

Al poco tiempo de espera, aunque para ella había sido todo un siglo,
la llamaron haciéndole saber que ya había llegado su turno.
Despidiéndose del chico una vez lo convenció de que no hacía falta
que se quedara, siguió a aquel celador que la llevó a cortinas.

- Buenos días – dijo una chica alta y morena que obtuvo al


instante toda la atención de Maca – soy Claudia, ¿qué le ha
pasado?

M: Me he caído con la moto – le explicó al tiempo que la observaba


todo lo que su postura le dejaba “está muy buena” pensó para sí –
creo que me he roto el brazo.

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C: A ver, déjeme ver – dijo palpando el brazo dañado – sí, creo que sí
– decía mientras rellenaba un informe – vamos a hacerle unas placas
– le informó - ¿se ha dado algún golpe en la cabeza?

M: No, llevaba casco, pero aún así, no me he dado en al cabeza –


continuó.

C: Vale, pues avisaré al traumatólogo – continuó.

M: ¿No me atiende usted? – preguntó al instante no queriendo


desprenderse tan pronto de aquellas vistas…

C: No, lo siento – contestó – yo soy neuróloga… solo que hoy estamos


algo desbordados, por eso la he atendido yo en primeras instancias.

M: Ah, vaya… una pena – murmuró, Claudia ni se enteró.

C: en seguida viene el médico que llevará su caso – le regaló una


sonrisa y tras dejar el informe sobre la bandeja de al lado se marchó.
Maca estiró su cuello todo lo que pudo para poder mirarla.

M: No sabía yo que en la seguridad social había estos monumentos –


dijo para sí misma.

Su visión se vio interrumpida por otra ni mucho menos tan agradable


como la anterior pues el médico que llego, un tal Gimeno, no le
alegraba la vista para nada…

Fue llevada a rayos donde se confirmó la rotura del hueso,


afortunadamente sin desplazamiento, por lo que una vez de vuelta a
cortinas le informaron que solo necesitaría una escayola durante unos
quince o veinte días y que no hacía falta intervención quirúrgica, cosa
que la alivió bastante.

Gimeno tuvo que marcharse a atender a otro herido y ella quedó en la


camilla a la espera de que alguien viniera a ponerle la maldita
escayola… sí, aquel hospital podía tener médicos que estaban
realmente bien, pero en cuando la rapidez… al menos ese día, dejaba
mucho que desear.

Dr: Esther, necesito que le saques sangre al de la cortina 2 – escuchó


que decía uno de los médicos a una chica que en esos momentos
aparecía en mitad de aquella rotonda con unas bandejas en las
manos, con cierta cara de agobio e incluso diría que sin saber donde
ir.

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E: Sí, voy – contestó haciendo amago de dar media vuelta.

Dr2: Eh, chica nueva – escuchó que al otro lado la llamaba otro
médico – pide turno en tac y ponle una vía a este chico – le pidió.

E: Claro, en seguida – contestó diligente, sin saber muy bien qué


debía hacer en ese momento. Desde su posición Maca la miraba con
una media sonrisa bastante divertida en su rostro.

G: Esther – la volvieron a llamar, sonrió más ampliamente y la vio


como respiraba profundamente – la chica de la cortina cuatro necesita
una escayola ¿puedes preparalo?

E: Eh… tengo que… - se intentó excusar, aun con aquellas bandejas


en las manos las cuales no tenía ni idea de donde soltar.

G: Vale, te encargas tú, ahora voy – terminó de decir saliendo de allí,


dejándola plantada.

- Esther – apareció otra chica, más joven que ella pero que se la
veía mucho más segura en su papel – anda, ve a hacer lo que te
ha dicho Gimeno, yo me encargo del resto – dijo amable.

E: Gracias, Alicia – contestó.

Dicho esto dejó las bandejas sobre el mostrador y se acercó a su


cortina mientras se ponía unos guantes, miró el informe y comenzó a
prepararlo todo.

M: ¿Un día duro? – preguntó con diversión al ver que no decía ni una
sola palabra y ni tan siquiera la miraba.

E: Duro no, horrible – contestó mientras seguía a sus cosas – es mi


primer día y… estoy bastante agobiada… no sé donde está nada… no
sé a qué pacientes tengo que atender ni… - se cortó a sí misma
dándose cuenta de lo que estaba diciendo – perdone… no debería
decir esto…

M: Tranquila – le dijo sin borrar aquella sonrisa, era una situación de lo


más cómica – los primeros días siempre son malos.

E: Ya… dímelo a mí… - murmuró.

C: Esther – llegó Claudia de nuevo, lo que hizo que Maca prestara


toda la atención a la neuróloga – cuando acabes aquí, necesito que

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vengas conmigo al box – la enfermera asintió - ¿la atienden bien? – le


preguntó a Maca.

M: Perfectamente – dijo mirándola con profundidad, Claudia pareció


ignorarla.

E: Esto ya está – dijo una vez terminó – voy a avisar a Gimeno.

C. Vale, te espero allí – Señaló los boxes y se marchó.

E: Enseguida viene el médico a ponerle la escayola – le dijo a Maca.

M: Gracias – la miró y sonrió – por cierto, lo ha hecho muy bien para


ser su primer día – dijo con una sonrisa dulce, a la que Esther sonrió
sonrojándose. “Interesante” pensó Maca.

E: Gracias… - dijo bajando la cabeza – Tampoco era tan grave lo que


usted tenía, para ser mi primer paciente.

M: ¿Soy su primer paciente? – Esther asintió – vaya… todo un honor.

E: Eh… bueno yo… tengo que irme – dijo ruborizada.

M: Claro – sonrió de nuevo, mirándola como lo había hecho con


Claudia “no está mal” se dijo – espero que su día se arregle.

E: Sí, gracias – dijo de nuevo – hasta luego.

M: Adiós – contestó viendo como se marchaba.

Gimeno volvió para ponerle la escayola y tras esto se marchó de


nuevo para buscar su alta. Mientras esperaba, pudo ver como Claudia
y la enfermera que la había atendido salían de lo que supuso sería un
box. Se pararon frente a Gimeno que estaba rellenando unos
informes, intercambiaron un par de palabras, los tres rieron por algo.
Maca no le quitaba ojo a la neuróloga cuando vio como ésta se
acercaba al médico y dejaba un beso en sus labios “joder” pensó,
momentos después, Esther se acercaba a su camilla, mientras
Claudia y Gimeno se marchaban conversando algo.

E: Su alta – le dijo entregándole el papel – El doctor dice que tendrá


que estar con la escayola veinte días. Luego vaya a su ambulatorio a
que se la quiten… y bueno, ya le dirán allí si necesita rehabilitación.

M: Vale – contestó levantándose de la camilla – muchas gracias,


Esther – dijo mientras hablaban - ¿Te puedo llamar Esther?

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E: Sí, claro – respondió con naturalidad.

M: Pues… encantada de conocerte – dijo extendiendo su mano y


mirándola como lo había hecho con Claudia, solo que ésta vez, la
enfermera parecía ponerse algo nerviosa.

E: Igualmente – contestó desviando su mirada.

M: Bien, pues ya nos veremos – terminó de decir.

E: Sí, hasta luego – se despidió para salir de allí.

Maca, de nuevo, miró las puertas que se cerraban tras la enfermera.


Sonrió, no estaba mal la chica, parecía inteligente y buena persona,
un poco desubicada aún en su trabajo, y diría que algo inocente…
“Interesante” volvió a pensar mientras guardaba su alta y salía de
aquel hospital…

Pese a que con el brazo en ese estado no podía hacer mucho en la


oficina tampoco le apetecía quedarse en casa por lo que como si no
hubiera pasado nada salía del ascensor dirigiéndose a su despacho.
Su secretaria nada más verla llegar se levantó de su mesa
acercándose a ella.

M: Buenos días Elsa – le dijo al tenerla ya frente a ella.

El: Buenos días, ¿Cómo se encuentra? – preguntó.

M: Bien, bien, un poco incómoda pero bastante bien – contestó


abriendo la puerta de su despacho - ¿Hay algo para mí?

El: Eh, sí, ha llegado el informe de ventas del trimestre – dijo


dejándolo sobre la mesa – ha llamado su amiga Ana, dijo que le
contestara la llamada en cuanto llegara y el correo – también lo dejó
sobre la mesa.

M: Muy ben – sonrió - ¿Podrías ayudarme a quitarme la chaqueta? – le


pidió.

El: Claro – dijo acercándose a ella y ayudándola con lo que le había


pedido. Maca no pudo evitar mirarla tan cerca a ella.

M: ¿Puedo preguntarte una cosa, Elsa? – le dijo cambiando el timbre


de voz por otro más suave.

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El: Por supuesto – contestó mirándola un segundo para tirar de la otra


manga.

M: ¿Qué perfume usas? – soltó, dejando un tanto sorprendida a su


secretaria por aquella pregunta.

El: Eh pues… ninguno en especial, la verdad.

M: Pues sea el que sea, huele de maravilla – dijo insinuante.

El: Gracias – contestó mirándola.

M: ¿Tienes novio, Elsa? – preguntó separándose de ella y sentándose


en su asiento.

El: No, no tengo – le dijo algo fuera de juego por aquellas preguntas.

M: Vaya, pues no será porque no quieres – la miró de arriba abajo,


Elsa quedó callada sin saber como tomarse aquello – vamos a trabajar
– continuó haciéndole saber que podría volver a su puesto.

Nada más irse Elsa, Maca se mordió el labio, le gustaba aquella chica,
seguramente podrían pasárselo muy bien juntas… el teléfono sonó
haciendo que saliera de sus pensamientos y tras cogerlo y explicarle
a Ana lo que le había pasado quedaron para comer.

Pasó la mañana intentando hacer algo más que mirar las musarañas,
llamando a Elsa de vez en cuando simplemente para deleitarse la
vista con su cuerpo, una vez llegada la hora salió de allí para llegar al
lugar fijado con Ana.

Ya en el restaurante, ambas conversaban sobre lo que había pasado,


la mala pata de Maca a la hora de caerse y romperse el brazo…

M: Bueno, no todo fue malo – dijo elevando las cejas.

A: ¿Por? – preguntó aun sabiendo por donde saldría su amiga.

M: Pues he descubierto que en ese hospital tienen unas doctoras


realmente guapas – continuó.

A: Maca, por favor – decía pareciendo escandalizada – ¿ni en esa


situación pudiste dejar de hacer eso?

M: Yo no tengo la culpa de que se me aparezcan todas las tías buenas


de Madrid – contestó a modo defensivo.

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A: ¿Sabes Maca? – llamó su atención – a veces hablas y te juro que


pareces un tío y además salido.

M: ¿Perdona? – dijo ofendida.

A: Nada, déjalo – contestó desviando la conversación – bueno… ¿qué


vas a hacer en cuanto a la herencia?

M: Puff… no tengo ni idea… supongo que si quiero heredar tendré que


hacer lo que quería mi abuela… así que… pues nada, me casaré – dijo
como si aquello no fuera nada del otro mundo.

A: ¿Así que vas a sentar cabeza de una vez? – preguntó totalmente


incrédula.

M: Algo así – contestó – aún no tengo candidata pero…

A: ¿Pero…? – la invitó a seguir.

M: Había una enfermera… - contestó – una chica que… bueno que


podría servir para… ya sabes.

A: Ya… mira, ¿sabes que? – La cortó – mejor no me lo cuentes… no


quiero saber nada.

M: Pues entonces no preguntes – dijo un tanto borde – que siempre


haces lo mismo.

A: Solo preguntaba para saber si habías cambiado de idea – contestó


– no creo que esa sea la solución.

M: ¿Y según tú cual es la solución? – preguntó algo curiosa

A: Pues no sé, Maca… ¿de verdad no te has planteado nunca dejar la


vida que llevas, casarte, pero de verdad y formar una familia?

M: Ana… ¿quieres que me siente mal la comida? – protestó – porque


lo estás consiguiendo.

A: Pues lo siento pero alguien tendrá que hacerte ver las cosas… -
siguió – no puedes seguir yendo por la vida como vas… sin importarte
nada ni nadie… solo tú y tu disfrute personal… hay gente que lo pasa
mal ¿sabes?

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M: Mira, vamos a dejarlo – terminó de decir cogiendo su bolso –


definitivamente me has jodido la comida – la culpó – hablamos otro
día.

A: Como quieras – contestó sin decir nada más viendo como se


marchaba de allí.

En cierta manera, las palabras de Ana dejaron un resquicio de


remordimiento en su cabeza, que borró esa misma noche al conocer a
una rubia con la que pasar el rato.

Durante los días siguientes, continuó con su vida con total


normalidad, haciendo lo que quería, cuando quería y con quien
quería, pero teniendo en mente la idea de casarse y de encontrar la
“candidata perfecta” para ello.

En principio pensó en Elsa, una chica joven, guapa, alegre,


inteligente… pero lo descartó en un instante. Elsa era su secretaria, si
se casaba con ella tendría que verla las 24 horas del día, tanto en
casa como en el trabajo y eso era demasiado. Además, no podría
concertar citas si se daba el caso porque sería Elsa quien lo hiciera y
claro… siendo su esposa… como que no. Por otra parte, lo que
buscaría de Elsa, si se diera el caso sería una noche de sexo sin
condiciones y nada más, cosa que le encantaría que sucediera… pero
no, no la veía como la mujer con la que tendría que compartir tres
años de su vida.

Luego vino a su cabeza aquella enfermera morena y algo perdida del


hospital. Podría ser una solución. Sí… si había acertado en su primera
impresión, parecía una chica inocente, tímida y tierna con la que
podría hacer su vida tal y como la tenía ahora…

M: Buenos días – le dijo a aquella recepcionista de la primera vez –


estoy buscando a… una enfermera…

T: Esto es un hospital – dijo un tanto arisca – tenemos un montón de


enfermeras.

M: Ya… claro – sonrió – la que yo busco se llama… Esther – recordó.

T: Esther… sí – la miró intrigada - ¿para qué la busca?

M: Bueno, tengo que quitarme la escayola – enseñó su brazo – y ella


me atendió así que…

T: ¿Pero no le dijeron que tendría que ir a su ambulatorio?

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M: Ehh… sí… sí – contestó buscando la manera de camelarse a


aquella señora – pero… bueno, es que verá, ustedes han sido tan
amables que… no me fiaría de otro lugar que no fuera este hospital…

T: Ya… - Maca sonrió para sus adentros – pues lo siento, pero va a


tener que ir a su ambulatorio… - y Maca quedó totalmente chafada.

En ese momento la puerta de urgencias se abría dejando paso a una


Esther que llegaba con varias altas hasta el mostrador.

E: Teresa, te dejo las altas de la 4 y la 2 – le dijo extendiéndole los


papeles.

M: Perdona – llamó su atención – Esther… ¿verdad? – sonrió


ampliamente.

E: Sí… ¿tú eres…?

M: Maca – contestó sin dejar de sonreír – tu primer paciente,


¿recuerdas?

E: Ah, sí, claro – sonrió ella también - ¿Cómo estás?

M: Bien… bastante bien – contestó – venía a ver si me podíais quitar


la escayola – Esther miró su brazo – ya sé que me dijisteis que tendría
que se en mi ambulatorio pero… bueno… pensé que siendo tú quien
me trataste y además siendo tu primer paciente deberías ser tú quien
me la quitara… - seguía diciendo sin dejarle opción a contestar –
además, seguro que no encuentro otra persona tan profesional como
tú en todo Madrid…

E: Gracias, pero no fue para tanto – contestó halagada.

M: Para mí sí – la miró - ¿Entonces…?

E: Anda, ven conmigo – dijo sonriendo, sin saber porqué aceptaba


llevándola a la sala de curas donde le pidió que esperara para avisar
a Gimeno y de ese modo poder ver la evolución de su brazo una vez
le quitaran la escayola.

M: Pues gracias una vez más – le agradeció una vez salían de nuevo
hacia recepción – has sido muy amable conmigo, Esther.

E: No pasa nada – sonrió – y bueno esto estaba hoy muy tranquilo así
que…

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M: Aún así… muchas gracias – repitió – de verdad.

E: Vale – se sonrojó, más que nada por la mirada que le había echado.

M: Estoy pensando… ¿te apetecería comer conmigo? – Le soltó


haciendo que Esther quedara algo sorprendida por la petición – para
agradecerte tus atenciones – finalizó.

Esther la miró un segundo bastante descolocada. Lo último que


esperaba de ella era esa invitación. Maca esperaba que respondiera
afirmativamente, mirándola apremiante para que de una vez hablara
y no dejar la respuesta en el aire.

M: ¿Y…? – dijo al ver que no abría la boca.

E: Bueno yo… te lo agradezco, pero no – dijo dejando a Maca parada.

M: ¿No? ¿Por qué? – Preguntó insistentemente – solo es una comida…


te has portado muy bien conmigo y…

E: Ya… verás es que… no acostumbro a salir con pacientes – dijo a


modo de excusa.

M: Técnicamente ya no soy tu paciente – contestó derribando su


excusa.

E: Tampoco salgo con gente que no conozco – continuó.

M: Razón de más para que aceptes – dijo – así nos conocemos.

E: Es que… yo…

M: Venga, Esther – siguió insistiendo – solo una comida… de verdad


que de algún modo tengo que agradecerte lo que has hecho por mí.

E: No he hecho nada, solo mi trabajo – dijo quitándole importancia.

M: Vale… esta bien – contestó cambiando el gesto por uno apenado –


no insistiré más… yo solo quería darte las gracias pero… ya veo que
tú no quieres… - la miró y supo que aquellas palabras victimistas
estaban logrando su cometido – en fin… hasta otra entonces – dijo
dándose la vuelta “uno… dos… tres… cuatro… y…”

E: Maca, espera – “¡Bingo!”

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M: ¿Sí? – se dio la vuelta borrando la sonrisa triunfal que había


esbozado antes de volverse.

E: Que… aún me queda una hora para terminar el turno, pero… luego
quizás… si te apetece, podríamos ir…

M: Me encantaría – sonrió ahora más abiertamente – Pasaré por ti


¿vale? – Le dijo y sin darle opción a réplica ni arrepentimiento se
despidió de ella – hasta luego.

Una hora después Maca volvía al punto de encuentro, Esther ya


estaba lista y la esperaba en la puerta mirando a todos lados, desde
lejos le pareció nerviosa, inquieta, casi diría que podría salir corriendo
en cualquier momento, así que para evitar que eso pasara, aceleró su
paso y se plantó frente a ella.

M: Hola – saludó, Esther se dio la vuelta al escucharla.

E: Hola – dijo algo sonrojada.

M: ¿Nos vamos? – preguntó dejándole pasar delante de ella – tengo el


coche aparcado aquí al lado.

E: No deberías conducir aún – le comentó mientras caminaban.

M: Bueno, llevo 20 días sin hacerlo y me encanta… no podía esperar –


continuó abriéndole la puerta para que pasara.

Se adentraron en el tráfico madrileño. Iban casi en silencio, sin saber


qué decirse ni de qué hablar. A la enfermera se la notaba nerviosa y
casi un tanto incómoda. Maca más relajada ponía en orden sus ideas
para lograr que de esa comida saliera otra…

M: Es aquí – dijo una vez dejaron el coche aparcado y llegaron a la


puerta de un pequeño restaurante – no es gran cosa pero… está bien
y es tranquilito.

Al entrar, Esther pudo ver un lugar pequeño pero acogedor, con las
luces bajas velas en las mesas que hacían del ambiente algo más
íntimo. Aunque en un principio a cualquiera pudiera haberle dado la
impresión de ser un sitio idóneo para “ligar”, a Esther le pareció
bonito y tranquilo.

M: ¿Te gusta? – preguntó siguiendo al camarero hasta su mesa.

E: Sí, me encanta – contestó mirando todo a su alrededor.

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M: Perfecto entonces – se sentó tras hacerlo Esther – bueno… pues


aquí estamos…

E: Sí… aquí estamos – seguía mirando el lugar.

M: Cuéntame algo de ti, Esther – le pidió viendo que desviaba la


mirada hacia otro lado que no fuera ella.

E: Bueno… no sé – dijo elevando los hombros – no sé qué quieres que


te cuente así de sopetón… - sonrió tímidamente.

M: Cualquier cosa, mujer – sonrió ella también – la finalidad de esta


comida era conocernos…

E: Claro – dijo sintiéndose algo estúpida por la autosuficiencia que


demostraba Maca y la poca que demostraba ella.

M: Por ejemplo… - siguió diciendo – empecemos por lo fácil… ¿Eres de


Madrid, Esther? – preguntó, mirándola y sintiendo cada vez más
acertada su decisión en cuando a la enfermera y es que la
inseguridad que parecía mostrar le daba a ella más seguridad en sus
planes.

E: No, de Madrid capital no, de un pueblo cercano – contestó – ¿y tu?

M: No, yo soy del sur, aunque me vine a Madrid hace muchos años ya
– le dijo, con naturalidad - ¿por qué quisiste ser enfermera? – siguió
preguntando – te viene de vocación o…

E: Es vocacional, sí – contestó – y bueno… mi madre tuvo también


mucha culpa – continuó, Maca en un movimiento de cabeza le
preguntó el por qué – verás… mi padre murió cuando era pequeña y
mi madre siempre ha estado con problemas de salud… así que decidí
que estudiaría enfermería y sería yo quien la cuidaría… vine a Madrid,
hice la carrera, pero volvía los fines de semana y las fiestas la pueblo
con ella… luego terminé y empecé a trabajar en el ambulatorio del
pueblo, mientras seguía cuidando a mi madre… - bajó la cabeza –
hasta que murió y… me vine a Madrid… ya no tenía que hacer nada
allí y mi hermano y su mujer viven aquí así que…

M: ¿Tienes un hermano? – se interesó

E: Ajá – sonrió – dos años mayor que yo y… bueno, un poco sobre-


protector conmigo.

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M: Es normal – contestó dándole un trago a la copa de vino que el


camarero había llevado a la mesa hacía unos minutos – siendo él el
hombre de la casa… - terminó de decir “nota personal, si esto sigue,
evitar al hermano” pensó para sí misma.

E: Sí, supongo – dijo elevando los hombros - ¿Y tú? – quiso saber.

M: Pues yo… bueno trabajo en unas bodegas y… nada… mis padres


murieron en un accidente de tráfico cuando yo tenía diez años – decía
sin querer ahondar en ese tema demasiado – así que me crió mi
abuela… y… bueno ella, murió hace poco…

E: Lo siento – dijo llevando su mano a la de Maca en señal de apoyo.

M: Tranquila – sonrió – estoy bien – continuó – creo que… es hora de


pedir – dijo mirando la carta, no quería seguir hablando de ese tema -
¿qué te apetece? – le preguntó escondiéndose tras el menú…

La comida terminó entre conversaciones amenas, básicamente cosas


superficiales y con una serie de “notas mentales” en las que Maca iba
apuntando todo aquello que le parecía interesante para abordar en
las sucesivas “citas” con el fin de crear en la enfermera ganas de
volver a verla más veces.

M: Bueno, pues ya estamos aquí… me lo he pasado bien – dijo una


vez frente a la casa de Esther.

E: Sí, yo también – contestó dándole la razón – gracias por la comida.

M: No, gracias a ti – rebatió – has hecho que pasara un buen rato – la


miró – hacía tiempo que no me sentía así de bien con alguien.

E: ¿Ah sí? – Contestó - ¿Y eso?

M: No sé – elevó los hombros – nadie me ha dado tanta confianza


como me has dado tu desde el principio, Esther – halagó – y… bueno,
haces que todo sea agradable.

E: Me alegro entonces – sonrió – yo también lo he pasado bien –


repitió.

M: ¿Quiere decir eso que repetirías? – preguntó mirándola con algo de


picardía.

E: Es posible – sonrió – sí, claro que repetiría – dijo ahora más


seriamente – me has caído muy bien, Maca.

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M: Estupendo – “Bien, bien, bien…esto marcha” – entonces te llamaré


en esta semana, si quieres, y quedamos ¿vale? – sacó su teléfono –
dame tu número.

E: Sí, espera que apunto el tuyo yo también – contestó sacando su


móvil.

Tras intercambiar teléfonos se despidieron con dos besos, Esther salió


del vehículo y al llegar a su puerta se paró para mirar hacia atrás,
donde Maca la miraba despidiéndose antes de volver iniciar la
marcha.

Mientras conducía de regreso a casa, repasaba mentalmente aquella


comida, no había estado mal, para empezar, había sido una buena
toma de contacto con ella. Sí, definitivamente había encontrado a la
candidata perfecta para convertirse en su mujer…

Cuando Esther entró en su piso, lo hacía con una sonrisa en los labios.
Debía reconocer que en un principio se había sentido algo incómoda e
intimidada con Maca pero con el paso de los minutos se logró relajar y
disfrutar de esa chica que le había causado una muy buena
impresión.

Llegó a su casa y lo primero que hizo fue darse una buena ducha, tras
esto, con unos pantaloncitos cortos y una camiseta de tirantes cogió
el teléfono y marcó los números que se sabía de memoria. Esperó un
par de tonos hasta que la vos familiar de Ana contestó al otro lado de
la línea.

M: ¿Sigues enfadada conmigo? – preguntó poniendo voz de pena.

A: Conmigo esos tonos no ¿eh? – dijo a modo de respuesta – que a mí


no me la das, Macarena.

M: Vale, está bien – rió - ¿pero sigues o no enfadada conmigo? – volvió


a preguntar.

A: Depende… ¿qué has hecho hoy? – quiso saber.

M: Nada… he ido a comer fuera y he llegado a casa hace un ratito – le


explicó – no he sido una niña mala… me he portado bien – decía con
inocencia.

A: Ya… y yo voy y me lo creo – no se creía nada – a ver… ¿qué


quieres? – preguntó dejando el tema a un lado.

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M: Saber si te apetecería salir a tomar algo esta noche.

A: No puedo, Maca – le dijo – tengo una reunión a primera hora de la


mañana y yo no soy la dueña de la empresa, por lo que no puedo
llegar tarde o mi jefe me mata…

M: ¿Ni si quiera una copa? - insistió – no me apetece nada quedarme


en casa hoy…

A: Una copa, para ti quiere decir volver a las tantas si es que vuelves
a tu casa… así que no, lo siento, Maca, pero tengo que dormir y
además, no quiero quedarme sola en mitad de la noche…

M: Está bien… - dijo resignada – te llamo mañana entonces ¿vale?

A: Sí, hasta luego – se despidió - ¡y pórtate bien! – dijo antes de


colgar.

M: Pues nada, Maca… - se dijo a sí misma una vez colgó el teléfono –


toca salir sola…

Salió de aquel piso sin hacer ruido dejando a aquella chica aún
dormida, tenía el tiempo justo para volver a su casa, darse una
ducha, vestirse e ir a la oficina. Así que sin dejar ni siquiera una nota
cogió sus cosas y montó en su moto. Una hora y media más tarde
aparecía en la oficina quitándose las gafas de sol y sacando su
seductora sonrisa al encontrarse a su eficiente y preciosa secretaria
esperándola en su puesto de trabajo.

M: Buenos días, Elsa – saludó parándose frente a ella - ¿Te has hecho
algo en el pelo? – preguntó mirándola.

El: Sí, ayer me lo corté y…

M: Pues te queda estupendamente – la cortó – estás muy guapa – le


dijo mirándola de arriba abajo.

El: Gracias – contestó sin bajar su mirada.

M: Bueno, vamos a ponernos a trabajar – continuó – tráeme cuando


puedas el informe de exportaciones de este mes y… conciértame una
reunión con el distribuidor ¿si?

El: Claro, en seguida – dijo diligente.

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M: Ah y… si tienes planes para comer… será mejor que los anules – le


dijo – creo que hoy tenemos un día ajetreado, si no te importa
comeremos juntas aquí mismo ¿vale?

El: No tenía planes, así que vale – dijo antes de que Maca entrara en
su despacho.

M: Bien… pues vamos a ello – se dijo dejando su chaqueta en el


perchero y su maletín junto a la silla – pero antes… - cogió su teléfono
y buscó en la agenda – vamos allá.

E: ¿Sí? – contestó Esther al otro lado de la línea.

M: ¿Esther? Hola, soy Maca – saludó.

E: Hola, Maca ¿qué tal? – dijo sorprendida por aquella llamada tan
temprana.

M: Hola, veras… tengo dos entradas para una obra de teatro y… he


pensado que tal vez te gustaría acompañarme esta noche – soltó de
seguido.

E: ¿Esta noche? – preguntó – no sé si voy a poder… había quedado


para cenar con mi hermano…

M: Ya… - “mierda” – ¿No podrías quedar con él otro día? – dijo


poniendo voz apesadumbrada – me ha costado mucho conseguirlas
y… como ayer dijiste que te gustaba mucho el teatro pensé que… que
te gustaría venir conmigo.

E: Sí pero es que… - siguió.

M: Venga, Esther – insistió – puedes quedar con tu hermano mañana…


ya tengo las entradas, sería una pena tener que tirarlas…

E: Vale… deja que hable con él y te llamo más tarde ¿vale? – dijo
queriendo acompañarla pero sin querer dejar tirado a su hermano.

M: Estupendo – dijo más contenta – te estaré esperando, hasta luego.

E: Hasta luego – se despidió antes de colgar.

A media mañana, Esther volvió a llamar a la empresaria para aceptar


su invitación, con lo que logró que le humor de Maca estuviera por las
nubes durante todo el día.

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A aquella obra de teatro le siguieron varias salidas más en las que


Maca iba tejiendo su tela para enredar a Esther en su vida. Fueron
conociéndose y cada vez quedaban más veces. Cuando comenzaron a
tener confianza suficiente, Maca comenzó a sacar su vena seductora
dejándole algunas pistas a Esther sobre su interés hacia ella más allá
de la amistad.

Mientras tanto, la empresaria continuaba con sus salidas nocturnas,


sus conquistas y su gran interés por su secretaria la cual parecía no
estar por la labor de entrar en su “juego”, cosa que hacía que Maca la
viera mucho más atractiva de lo que ya por sí la veía.

Aquel día había decidido que sería “el día” en el que atacaría más
directamente a Esther, había visto en ella algunos gestos que le
hacían saber que también parecía interesada en ella así que decidió
sacar la artillería pesada. Durante gran parte de la mañana estuvo
haciendo llamadas a varios lugares y tras dejarlo todo organizado
llamó a la enfermera.

M: Hola, preciosa – dijo con voz sugerente.

E: Hola, Maca – contestó ya poniéndose roja como un tomate como


siempre le pasaba.

M: ¿Te apetece comer conmigo? – propuso – hace días que no nos


vemos… te echo de menos…

E: Estoy trabajando, Maca – dijo bastante avergonzada.

M: ¿Y? Eso no quita para que te diga la verdad… - seguía con su papel
– además terminas ahora ¿no?

E: Sí, en media hora – contestó.

M: Pues la hora perfecta para quedar conmigo e irnos a comer –


continuó – conozco un restaurante francés para chuparse los dedos.
Venga… di que sí

E: Está bien – dijo sonriente, para qué negarlo, tenía ganas de verla –
¿Dónde quedamos?

M: Paso a recogerte – dijo triunfante – un beso.

E: Otro para ti – contestó antes de colgar.

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C: ¿Y esa sonrisa? – preguntó Claudia al verla parada en mitad de un


pasillo aún con el teléfono en la mano y sí, sonriendo tontamente.

E: Eh… nada, nada – dijo de nuevo colorada al saberse pillada y


saliendo de allí en dirección a cualquier cosa que la tuviera
entretenida hasta la hora de salida.
Cuando estaba terminando de cambiarse escuchó un pitido que le
hacía saber que acababa de recibir un mensaje así que tomando el
móvil se dispuso a leerlo: “Voy un poco tarde, un coche pasará a
recogerte ¿vale? Te espero. Un beso. Maca”. Miró la pantalla con
escepticismo, como si no estuviera demasiado segura de aquello.
Terminó de arreglarse y salió hacia la entrada de urgencias.

- ¿Esther García? – preguntó un chico parado en la puerta.

E: Sí, soy yo – contestó mirando a su alrededor.

- Me envía Macarena – le dijo – si me acompaña, por favor… -


pidió – el coche está aquí mismo.

E: Eh… sí claro – continuó diciendo siguiendo a aquel chico.

Un tanto insegura y algo desconfiada entró en el coche y se


tranquilizó al encontrarse un ramo de flores con una nota en la que
Maca volvía a pedirle disculpas por no haber sido ella quien la
recogiera. Sonrió con el gesto y oliendo las rosas se acomodó en el
asiento y esperó para llegar y verla.

Un rato después, el coche se paraba y el chico salía para abrirle la


puerta con caballerosidad. Ella quedó muy sorprendida al ver donde
se encontraban. Miró al chofer como preguntándole con la mirada y el
chico simplemente elevó los hombros en señal de no saber nada mas.

M: Hola, preciosa – escuchó que decía Maca tras ella – lo siento pero
me ha sido imposible ir a recogerte. Espero que Juan se haya portado
bien.

E: S… sí – dijo bastante perdida con todo aquello – ha sido muy


amable – terminó de decir.

M: Me alegro – tomó su mano y le regaló una sonrisa – vamos…


llegamos algo tarde – dijo tirando de ella.

E: Maca… Maca espera – la paró ya en la entrada de aquel enorme


lugar – esto… esto es el aeropuerto – dijo como si Maca no supiera
donde estaban.

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M: Sí, claro – contestó como si nada.

E: Pensé que… que íbamos a comer – decía totalmente alucinada.

M: Claro – sonrió – a eso vamos.

E: ¿En el aeropuerto? – dijo más sorprendida aún – ¿no decías que


conocías un restaurante francés o no sé qué?

M: Sí – decía orgullosa la saberla totalmente perpleja – claro que lo


conozco y vamos a ir – seguía diciendo mientras comenzaba a andar
tirando de ella para que la siguiera – En París – terminó de decir.

E: ¿En… en París? – Se quedó parada al escuchar aquellas palabras -


¿Cómo que en París?

M: París… Francia – decía como si fuera lo más normal del mundo –


restaurante Francés… ¿recuerdas?

E: Pero… pero… pero ¿pretendes que vayamos a Paris? – preguntó -


¿Ahora?

M: Esa es la idea – sonrió orgullosa – vamos, el avión nos está


esperando – volvió a tirar de ella.

E: Espera, espera, Maca – la volvió a parar – yo… yo no puedo ir a


Paris ahora – decía mucho más alucinada de lo que recordaba haberlo
estado nunca.

M: ¿Por qué no? – la miró impacientándose.

E: Pues porque yo mañana tengo que trabajar – contestó – y no he


traído ropa ni nada y…

M: No te preocupes por eso – le quitó importancia – solo vamos a


comer y dar una vuelta… esta noche estaremos aquí de nuevo.

E: Pero… ¿pero es que tú te vas a comer y “dar una vuelta” a otro


país? – no podía creerse lo que estaba oyendo.

M: Habitualmente, no – contestó pensando que su plan estaba


fallando – solo que quería llevarte a un sitio especial – tiró de
adulaciones para hacerla aceptar.

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E: Lo siento… pero yo no puedo ir – dijo soltando su mano y


quedándose totalmente quieta.

M: ¿Qué? ¿Por qué? – preguntó – no sabes lo que me ha costado


organizarlo en un día, Esther…

E: Pues porque me parece absurdo tener que irnos a otro país solo
para comer – le dijo poniéndose seria – además… lo siento pero… me
da pánico volar…

M: ¿Como? – preguntó, ahora sí, todo se había ido al garete - ¿te da


miedo volar?

E: Miedo no, terror – decía – nunca he sido capaz de subirme a un


cacharro de esos… una vez lo intenté y del ataque de ansiedad que
me dio, tuvieron que llevarme al hospital – le explicó.

M: Estás de coña – no podía creerlo.

E: Lo siento, Maca – dijo bajando la cabeza – será mejor que… que lo


dejemos para otro día…

M: Joder – murmuró para sus adentros – Espera… - la paró al ver que


ya iba hacia la puerta de salida – lo siento… pensé que te gustaría…

E: No, la que lo siento soy yo… ha debido costarte una fortuna todo
esto – decía con algo de remordimientos.

M: Por el dinero no te preocupes – contestó – lo que quiero es que no


te vayas… - dijo mirándola con gesto apenado - ¿qué te parece si
vamos a otro sitio a comer? Aunque no sea en París, realmente me
apetece mucho pasar la tarde contigo, Esther…

E: Está bien – dijo sin poder negarse a esa mirada – vamos…

M: Vamos – comenzó a andar hacia el aparcamiento algo mosqueada


por haber fastidiado sus planes…

E: Oye Maca… siento que te haya fastidiado el plan que tenías…


realmente me siento muy halagada… nadie había hecho algo así por
mí – le decía sin poder mirarla pues lo último que quería era que la
viera tan colorada como estaba – ha debido costarte dineral
prepararlo todo… y llego yo y lo estropeo…

M: Ya te he dicho que no te preocuparas por el dinero – dijo


mirándola.

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E: Ya pero… puff… no sé, no me explico como has podido hacerlo… ni


que fueras millonaria… - Maca quedó callada y Esther la miró - ¿Lo
eres? Porque con esto que has hecho tienes toda la pinta…

M: Eh… sí… bueno – dijo llegando al coche – lo soy… soy la duela de


Bodegas Wilson… - terminó de decir.

E: Pero… ¿entonces me mentiste cuando nos conocimos? Porque


dijiste que solo trabajabas en unas bodegas, no que fueras la dueña –
dijo confusa por todo aquello, mirando a Maca quien se sintió pillada
en aquella mentirijilla.

M: Verás – comenzó a decir – no me gusta decirle a la gente con la


que no tengo confianza que soy la dueña de Bodegas Wilson y mucho
menos decir que tengo dinero…

E: Ya – contestó cruzándose de brazos – claro…

M: Esther – la miró – te lo digo en serio – continuó – durante casi toda


mi vida la gente se acercaba a mí por mi dinero… muy pocas
personas lo hicieron desinteresadamente, te lo pensaba contar –
afirmó y quizás de todo lo que le había dicho hasta el momento eso
era lo más sincero que salía de sus labios – pero de otra manera…
quería que me conocieras sin saber que soy… millonaria… lo siento,
de verdad.

Esther la miró y durante unos segundos pensó en lo que le había


dicho. Si lo pensaba no era tan descabellado lo que decía, había
mucha gente interesada en el mundo y si tenía tanto dinero como
parecía era muy probable que tuviera esa desconfianza con
cualquiera.

M: ¿Me perdonas, Esther? – preguntó mirándola con ojos


preocupados.

E: Sí – dijo ensanchando una sonrisa que salía poco a poco – pero solo
si me invitas a comer, donde yo quiera – puntualizó.

M: Donde tú quieras – contestó sonriendo ella también.

E: Vale, vamos – dijo comenzando a andar hacia la salida.

Siguiendo las indicaciones de Esther, llegaron al centro y tras dejar el


coche y andar durante cinco minutos entraron al lugar donde la
enfermera había decidido que quería comer ese día. Maca arqueaba

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una ceja… un burguer no era para nada su idea de comida


“pseudoromántica” en la que empezar a tratar temas más íntimos.

M: ¿No prefieres ir a otro sitio? – preguntó una vez la enfermera se


puso en la cola.

E: Nop – negó con la cabeza mientras miraba los carteles de los


menús.

M: Pues nada… comida basura – murmuró dándose por vencida.

Mientras daban cuenta de sus menús, hablaban un poco de todo y de


una manera muy bien disimulada, Maca consiguió sacar el tema
“sentimentaloide” queriendo así saber qué pasaba en la mente y
corazón de la enfermera en esos momentos.

M: Entonces… solo has tenido una relación – le decía mientras bebía


un poco de su refresco.

E: Bueno… realmente no se le puede llamar relación – contestó – fue


en la universidad y… bueno como yo no estaba ni los fines de
semanas, ni las fiestas, ni nada pues… solo podíamos vernos en
clases y alguna tarde o noche, así que supongo que el no poder pasar
tiempo juntos pues… terminó por acabarse…

M: ¿Cuanto tiempo estuvisteis? – quiso saber

E: Pues… tres meses y medio – contestó haciendo memoria.

M: ¿Lo dejaste tú? – siguió preguntando.

E: No, él – contestó – recuerdo que dos días antes habíamos hecho el


amor por primera vez – Maca la miró con sorpresa – y bueno, ese fin
de semana yo volvía al pueblo y antes de marcharme me dijo que no
podía seguir conmigo porque no soportaba no poder verme tanto
como quisiera…

M: ¿Y tú le creíste? – preguntó totalmente alucinada.

E: Sí… ¿por qué no iba a creerle? – preguntó como si tal cosa.

M: Esther… ese tío lo único que quería era acostarse contigo – le


afirmó – Sino ¿Por qué esperó a que lo hicierais para justo después
dejarte?

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E: No creo, Maca – dijo quitándole importancia - ¿Siempre piensas así


de mal de las personas? – preguntó sin ninguna pretensión de ofensa.

M: ¿Y tú siempre piensas tan bien de ellas? - le devolvió la pregunta.

E: Bueno… suelo darle votos de confianza a la gente… pienso que


todo el mundo las merece…

M: Sí, claro – dijo dejando las patatas a un lado, de pronto se le había


quitado el hambre…

E: De todos modos, tampoco me dolió demasiado, no te creas –


continuó hablando sin inmutarse – me di cuenta de algo que… bueno,
que no había querido reconocer hasta ese momento.

M: ¿De qué? – quiso saber.

E: Pues… de que no eran los hombres precisamente los que me


gustaban – dijo poniéndose algo colorada y bebiendo de su vaso.

M: ¡Vaya! – “Genial” pensó pues ahora ya tenía la certeza de lo que


sospechaba anteriormente – Entonces si yo te dijera que soy lesbiana
tú…

E: Te diría que no me importa porque también lo soy – contestó


haciendo que Maca sonriera a más no poder.

M: Y si yo te dijera que me gusta alguien…

E: Me alegraría – seguía mirándola mientras bebía su refresco.

M: ¿Y si te dijera que me gustas tú? – preguntó sin dejar de mirarla a


los ojos y consiguiendo que Esther casi se atragantara con la bebida.

Quedó mirándola más sorprendida de lo que pensaba que podía


sorprenderse. ¿Maca estaba hablando en serio? Le parecía increíble
que una chica como tan guapa y bonita como Maca se hubiera fijado
en una chica como ella…

E: ¿Yo? – dijo una vez repuesta de la primera impresión - ¿Te gusto yo?

M: Eso he dicho, sí – contestó mirándola.

E: Pero… Maca, creo que estas confundiendo términos – soltó sin


saber siquiera lo que había dicho.

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M: No estoy confundiendo nada, Esther – le rebatió – me gustas, no


hay ninguna confusión en eso.

E: ¿Pero como te voy a gustar yo, Maca? A penas nos conocemos…

M: ¿Y? – dijo como si aquello no tuviera importancia – no me hace


falta más para saber que me gustas… eres una chica inteligente,
simpática, dulce, buena, guapa…

E: Ya… - bajó la cabeza ante tanto halago – mírate, Maca y mírame a


mí – dijo señalando a una y otra – si parecemos al bella y la bestia.

M: Gracias por llamarme bestia – dijo mirándola a los ojos.

E: Sabes perfectamente a lo que me refiero – seguía diciendo.

M: ¿Por qué te molesta tanto? – preguntó directamente – no sé ni por


qué te molesta, ni tampoco porque te sorprende.

E: Pues porque… porque… - no sabía cómo decirlo – no sé… tu eres


tan… tan…- cada vez se ponía más roja – y… yo no y…

M: Eso son tonterías – la cortó – porque yo te veo perfecta – siguió


“perfecta para mí”

E: Uff… esto no me lo esperaba la verdad – decía bebiendo de nuevo


de su refresco.

M: Esther – llamó su atención - ¿Yo no te gusto? – le preguntó y Esther


vio decepción en sus ojos - ¿Ni un poquito?

E: No… no es eso, Maca – contestó bajando la voz – es que… que…

M: ¿Qué? – la animó a seguir.

E: Pues que yo… bueno antes te dije que me gustaban las chicas
pero… nunca he tenido nada con ninguna y… que tú me digas tan
abiertamente que te gusto… no sé, me… me has dejado un poco…
fuera de juego.

M: Esther – cogió su mano por encima de la mesa – yo no quiero que


te sientas obligada a nada, ¿vale? y no tenemos prisa para nada…
iremos poco a poco – “ya meteremos el acelerador” pensó – hasta
que te sientas segura ¿sí?

E: Vale – contestó mirándola ahora ella a los ojos, eran tan bonitos…

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No tardaron mucho más en irse de aquel burguer. Esther tenía que


volver a casa pues debía volver al hospital para una guardia nocturna.
Maca la llevó y aparcó para acompañarla al portal, una vez allí, las
dos quedaron en silencio. La enfermera porque estaba tan nerviosa
que no sabía si le salían las palabras, Maca porque no sabía como dar
un paso más…

E: Pues…

M: Mañana te llamo y hacemos algo si te apetece, ¿vale? – dijo antes


que Esther hablara.

E: Mañana no sé si podré… seguramente estaré cansada de toda la


noche de guardia… - dijo un tanto asustada por todo lo acontecido
ese día.

M: Está bien… de todos modos yo te llamo y ya me dices – tomó su


mano – Esther…me gustaría mucho verte… me gusta pasar tiempo
contigo…

E: A mí también – confesó sacando una sonrisa.

M: Vale, pues mañana hablamos.

Se acercó a ella, lentamente, Esther pensó que besaría sus mejillas y


sin embargo Maca puso rumbo directo y sin frenos a sus labios, los
cuales besó lentamente durante unos segundos, sin profundizar para
nada el beso, haciendo que Esther tuviera que cerrar los ojos ante el
contacto.

M: Perdona – dijo separándose de ella – necesitaba hacerlo… perdona.

E: Tranquila – contestó en un susurro – hablamos mañana – y tan


pronto como lo dijo entró en el edificio con los nervios a flor de piel.

Canturreaba una canción de regreso a casa, todo estaba saliendo a


las mil maravillas, no podía ir mejor, había besado a Esther y
seguramente la había dejado con ganas de más, así que… aquello ya
no lo paraba nadie. Y como aquello iba viento en popa ya toda vela,
debía celebrar su éxito.

Llamó a Ana quien con la excusa de su trabajo declinó la invitación a


cenar, así que ahí estaba, en aquel bar donde muchas otras veces
había encontrado la compañía que quería bebiendo una copa en uno

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de los sofás algo menos iluminados de la sala mientras que una


morena de ojos verdes besaba su cuello con pasión.

M: Ven aquí – dijo dejando la copa en la mesa y cogiendo su cuello


para fundirse en un beso furioso con la chica, la cual ya más que
acelerada se sentó sobre sus piernas haciendo que más de una
mirada indiscreta se fijara en ellas.

Ch: Vamos a tu casa – le susurró al oído antes de morderle el lóbulo


de la oreja.

M: Espera – la separó de ella y vio como se mordía el labio – tomemos


otra copa…

Ch: Vale – dijo viendo que aún debería esperar un poco más – voy
yo… - se ofreció - ¿lo mismo?

M: Sí – contestó mirando a su escote – no tardes… - pidió mirándola


con bastante sugerencia.

Cuando la chica se fue tomó su bolso en un movimiento rápido y


buscando su teléfono comenzó a escribir un sms mirando de vez en
cuando a la barra para ver si su acompañante de esa noche volvía o
no…

Salía de uno de los boxes, era ya la tercera urgencia de la noche y


casi no había hecho más que empezar. Iba en dirección a rotonda
cuando sintió vibrar su móvil en el bolsillo, sacándolo miró la pantalla
viendo que había recibido un mensaje.

“Espero que tu guardia esté siendo tranquila… yo no he podido dejar


de pensar en ti en toda la tarde. Me gustas mucho y el beso de hoy
ha sido especial. Estoy deseando verte. No trabajes mucho. Un beso.
Maca.”

Quedó mirando la pantalla y no pudo evitar que la sonrisa se hiciera


enorme en su rostro. Maca le gustaba… sí, le gustaba y mucho…

Los días pasaban con bastante tranquilidad. Parecía que todo había
comenzado a estancarse entre Maca y Esther y es que por mucho que
la empresaria lo intentara no conseguía dar el paso definitivo para
afianzar la relación. Esther parecía algo cohibida con el tema, pese a
que le gustaba y quería intentarlo había algo que se lo impedía…
quizás su inexperiencia en el tema y al mismo tiempo el miedo a que
siempre se tiene a “lo desconocido”. Por eso en esos días Maca
pareció estar de mal humor, incluso había decidido dejar por un

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tiempo sus “salidas” para centrarse única y exclusivamente en Esther


pese a que había días en los que se le hacía bastante difícil…

M: Hola – dijo llegando al hospital donde esperó en la puerta a que


Esther por fin saliera.

E: Hola, ¿qué haces aquí? – preguntó sorprendida de verla allí.

M: Tenía ganas de verte – contestó con una sonrisa – pensé que te


apetecería que hiciéramos algo juntas…

E: La verdad es que estoy un poco cansada – confesó y era cierto, la


guardia había sido bastante larga.

M: Ya… bueno pues… te llevo a casa y descansas – se ofreció.

E: Me encantaría – contestó – pero no voy a casa, había quedado a


comer con mi hermano – le dijo.

M: Esther – la llamó - ¿No puedes quedar con él otro día? – preguntó –


tengo muchas ganas de pasar tiempo contigo… estos días a penas
nos hemos visto y…

E: Yo también tengo ganas de pasar tiempo contigo pero… es que


hace tiempo a que no veo a mi hermano – se excusó – y…

M: Vale – se dio por vencida – está bien… pero al menos deja que te
lleve ¿si? Así podré estar un poquito contigo…

E: Vale – sonrió – vamos.

Durante el trayecto no dejaron de hablar sobre lo que había sido esa


semana para ambas. Maca le contaba cosas de su empresa y Esther
hacía lo propio sobre sus guardias. Llegaron a su destino con la
sensación de no querer separarse aún.

M: Pues ya estamos aquí – dijo parando y apagando el motor –


llámame luego y nos vemos si quieres…

E: Estoy pensando… - la miró - ¿Por qué no subes?

M: ¿Subir? – dijo descolocada – ¿a donde?

E: Donde va a ser – dijo medio riendo – conmigo… a casa de mi


hermano…

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M: Esther… ¿qué pinto yo en casa de tu hermano? – decía fuera de


juego, lo ultimo que tenía previsto era pasar la tarde en casa del
hermano de Esther…

E: Pues estar conmigo – contestó – no sé, podríamos comer con él y


luego nos vamos… me gustaría que lo conocieras – dijo algo
avergonzada.

Algo reticente al principio, aceptó la invitación, pese a que si


intención no era ni mucho menos conocer a su hermano, pero si
quería conquistarla pensó que ese “trago” tendría que pasarlo en
algún momento.

E: Hola Diego – dijo Esther saludando con un abrazo a su hermano


que la recibió con una sonrisa encantadora.

D: Hola, peque – contestó él, mirando luego a su acompañante.

E: Ella es Maca – la presentó – él es Diego

M: Encantada – saludó extendiendo una mano.

D: Igualmente – dijo mirándola con algo de recelo.

E: ¿Y Paula? – preguntó Esther cortando el hielo.

D: Ha bajado a comprar el pan – contestó - ¿Hace mucho que os


conocéis?

M: Un par de meses – contestó – yo me rompí el brazo y Esther me


atendió en el hospital – continuó – es una enfermera excelente.

D: Es la mejor – dijo orgulloso de su hermana.

E: Bueno ya – les cortó – que me sacáis los colores – sonreía.

D: Solo decimos la verdad – siguió - ¿Y a qué te dedicas Maca? – quiso


saber.

M: Soy empresaria – dijo escuetamente.

Diego iba a seguir preguntando pero la llegada de Paula impidió que


siguieran hablando y se centraron en aquella comida donde Maca
“estudiaba” al hermano de Esther dándose cuenta que como bien le
dijo alguna vez parecía algo bastante “sobre-protector” con su
hermana.

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P: Bueno, voy a preparar café – dijo levantándose de la mesa.

E: Te ayudo – contestó haciendo lo mismo – Ahora vuelvo, ¿vale? – le


dijo a Maca en un susurro.

M: Claro, tranquila – contestó.

D: Ven, Maca – le dijo – sentémonos en el sofá – la invitó yendo hacia


allí.

M: Claro – le contestó acompañándolo hasta el sofá.

D: Bien… - se sentó y la miró - ¿Te gusta mi hermana, Maca? –


preguntó directo.

M: ¿Perdón? – le pilló de sopetón.

D: Que si te gusta mi hermana – dijo de nuevo.

M: Sí – contestó con seguridad – me gusta mucho.

D: Tú también a ella – afirmó – la conozco… le gustas mucho – Maca lo


miró sin saber qué decir, como esperando que siguiera como así pasó
al instante – Mira Maca… puede que te parezca demasiado directo –
continuó diciendo – pero mi hermana es una buenaza… es bastante
inocente… confía mucho en las personas y no me gustaría que le
hicieran daño…

M: Lo entiendo – dijo tragando saliva.

D: No sé qué es lo que hay entre vosotras y tampoco sé si lo habrá –


siguió diciendo – pero no le hagas daño, Maca – le pidió – no la hagas
sufrir… no se lo merece… - dijo haciendo que Maca quedara sin saber
qué decir ante aquello.

E: Ya estamos aquí – salió Esther junto a Paula de la cocina - ¿De qué


habláis? – les preguntó.

D: De nada, peque – sonrió – de trabajo, algo aburrido ¿verdad?

M: Sí – dijo reponiéndose de aquella “charla” con Diego que si bien


había sido amable, también le había dejado una sensación de
“advertencia” que no sabía como tomarse – muy aburrido, sí… -
terminó de decir sonriendo a la enfermera quien sonreía ampliamente
sentándose a su lado.

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Cerca de las cinco y media de la tarde, salían de casa de Diego tras


una sobremesa que se alargó más de lo que tenían planeado en la
que fueron Diego, Paula y Esther los que monopolizaron la
conversación y Maca se mantuvo bastante callada un interviniendo
mínimamente en alguna cuestión.

Aparcó el coche a dos calles del edificio de la enfermera y aunque


Esther le dijo que no hacía falta ella se empeñó en acompañarla. De
camino lo hacían en silencio, como si no supieran qué decirse o como
si realmente no tuvieran nada que decirse. Maca maldecía su suerte y
Esther parecía intentar pensar algún tipo de conversación.

E: No te ha caído bien mi hermano ¿verdad? – dijo de pronto ya casi


en la puerta.

M: ¿Por qué dices eso? – preguntó descolocada.

E: Porque has estado toda la comida callada, como ausente… como si


quisieras estar en cualquier otro lugar menos donde estabas, no soy
tonta, Maca, esas cosas se notan – contestó mirándola un segundo
antes de meter la llave en la puerta.

M: No es eso y no pienso que seas tonta – corrió a decir – es solo


que… me sentía un tanto fuera de juego… no les conozco Esther… es
normal que estuviera así.

E: Ya… no te tenía yo por una persona vergonzosa que no sabe de lo


que hablar – dijo medio en serio medio en broma.

M: Bueno… es que tu hermano impone… - dijo sonriendo levemente –


no me han caído mal, todo lo contrario… y me ha gustado ir a comer
con ellos, porque de ese modo, he podido estar contigo… y
sinceramente, lo único que quería era pasar un rato contigo y me
daba igual el sitio…

E: ¿Por qué me dices todas esas cosas? – preguntó poniéndose


colorada.

M: Porque no sé como hacerte ver claramente lo mucho que me


gustas Esther – dijo mirándola a los ojos y cogiendo sus manos – Me
gustas mucho, no sé como más decírtelo y… quiero estar contigo…
quiero que estemos juntas Esther…

E: Maca yo…

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M: Esther – pidió antes de que se cerrara la puerta – espera…


hablemos por favor.

Casi temblando la dejó entrar y Maca consciente de cómo la tenía se


posicionó muy cerca de ella, sonriendo para sus adentros cuando la
sintió temblar a su lado… en pocos segundos llegaron al piso de la
enfermera y como pensando en lo que pasaría a continuación,
entraron en él.

E: Necesito un poco más de tiempo – continuó con la conversación


que habían dejado a medias antes de entrar en el ascensor.

M: ¿Pero tiempo para qué Esther? – preguntó, pues tiempo,


precisamente, era lo que ella no tenía.

E: Tiempo para… para que deje de asustarme todo esto… - contestó


sincera.

M: Esther… - hizo que la mirara - ¿Yo te gusto? – preguntó, la


enfermera bajó la cabeza avergonzada – dime, Esther – levantó su
mentón - ¿Te gusto o no?

E: Sí – murmuró en un susurro como si de un secreto se tratara – me


gustas mucho…

M: ¿Entonces de qué tienes miedo? – quiso saber

E: Es que… yo no he estado nunca con…

M: Shhh – la calló – eso no importa… eso a mí no me importa… - dijo


sonriendo para darle algo de tranquilidad – no tengas miedo por eso…
por favor… no dejes que eso sea solo lo que no nos deje estar juntas –
decía casi rozando sus labios.

E: Es que Maca… yo… no sé si voy a ser lo que tu esperas…

M: Claro que eres lo que espero – decía acariciando sus mejillas – eres
lo que he estado buscando mucho tiempo, Esther… eres perfecta…

E: Pero…

M: Shhh – la volvió a callar – no digas nada – le robó un breve beso –


no digas nada – volvió a besarla brevemente, viendo, para su
satisfacción, que Esther ya tenía los ojos cerrados – no tengas
miedo… solo siente… solo déjate llevar…

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Y tras decir esas ultimas palabras volvió a besarla con más


profundidad, haciendo que Esther abriera sus labios para colonizar su
boca y comenzar a jugar con su lengua, en un beso que poco a poco
se iba haciendo más intenso…

Apretó sus brazos en su espalda haciendo que su cuerpo se apretara


más contra ella. Poco a poco Esther se relajaba e iba participando
más activamente en el beso, lo que hizo que Maca profundizara un
poco más...

“Bien, bien, bien, bien” Por fin Esther se había decidido, por fin todo
iba sobre ruedas y ahora ya, viento en popa y a toda vela… ahora
solo faltaba un poquito más de tiempo y…

E: Maca, te llaman por teléfono – le avisó Elsa tras llamar levemente a


la puerta.

M: Gracias, guapa – contestó con una sonrisa… esa que siempre le


tiraba a su secretaria con la que no podía dejar de intentar algo que
parecía se le resistía más que ninguna otra cosa – Dígame – dijo
cogiendo el auricular mirando como Elsa desaparecía tras la puerta.

A: ¿Sabes que me tienes bastante abandonada? – le preguntó al otro


lado de la línea.

M: Lo sé, he estado ocupada – contestó escuetamente.

A: No quiero saber en qué – bufó sin querer saber nada del tema –
bueno, a lo que llamaba, ¿Comemos juntas? – preguntó.

M: No puedo, Ana – se disculpó – he quedado a comer con Esther y…

A: Vale, no me lo cuentes – la cortó – no quiero saber lo que estás


haciendo con esa pobre chica, así que mejor no me hables del tema.

M: Ana…

A: Ana, nada – la cortó de nuevo – ya me llamas cuando tengas un


poquito de tiempo para tu mejor amiga.

M: Ana… ¿Ana? – escuchó que había colgado – genial…

Suspirando por la “mala leche” de su amiga, volvió a poner la cabeza


en el trabajo, pensando en la cita con Esther en la que pretendía
avanzar, por fin, algo más en esa naciente relación que sin haberse

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dado cuenta llevaba ya un mes… y es que en ese tiempo no había


podido acostarse con ella… La enfermera parecía reticente y ella
estaba bastante impaciente porque aquello pasara y es que en ese
mes… nada de nada…

Esther terminaba de meter en el horno la lasaña casera que ese día


había decidido hacer para su cita con Maca, quería sorprenderla,
había sido un mes estupendo en el que Maca y ella habían pasado
mucho tiempo juntas, quizás no tanto como el que le gustaría pero sí
perfecto a sus ojos… aunque si lo pensaba, había algo que realmente
no era tan perfecto… no había podido dar el paso de acostarse con
ella.

Escuchó el timbre sonar y su sonrisa iluminó su rostro. Mirando


nuevamente la mesa se acercó y abrió encontrándose con una Maca
que la miraba de arriba abajo.

M: Vaya, qué guapa – dijo insinuante y sin dejarla hablar la tomó por
las caderas y acercándose a ella la besó lentamente.

E: Tú… tú también – contestó una vez recuperó el aliento.

M: ¿A qué huele? – dijo entrando cuando Esther se apartó levemente


para que pasara.

E: Lasaña – informó – espero que te guste.

M: Me gusta – se dio la vuelta y volvió a tomarla por las caderas -


¿pero sabes lo que más me gusta? – preguntó robándole otro beso –
Tú… tú sí que me gustas.

Dicho esto la besó más profundamente, logrando que abriera sus


labios y comenzar a jugar con su lengua, sin darle opciones a Esther
para parar, la apretó más contra ella para sentirla mucho más. Esther
contestaba, sin saber muy bien qué hacer, comenzó a relajarse
cuando Maca acarició su espalda por encima de la ropa, continuó
besándola, sintiendo que la temperatura de su cuerpo aumentaba
varios grados en un solo segundo.

E: Maca – cortó el beso cuando la empresaria ya creía tenerla a punto


- ¿Tus… tus manos están en mi culo? – preguntó mirándola.

M: Eh… sí – contestó mordiéndose el labio.

E: Ya – bajó la cabeza y volvió a levantarla - ¿y por qué?

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M: Como que… ¿Cómo que por qué? – preguntó fuera de juego –


bueno… creí que te gustaría…

E: No es eso – corrió a decir – es solo que… que aún no estoy


preparada para esto – dijo logrando escabullirse de sus manos y
alejarse un poco de ella.

M: No lo entiendo – se dio la vuelta algo enfadada – joder es que no lo


entiendo – protestó más enérgicamente.

E: Maca… - dijo como avergonzada por su tonta reacción – yo…

M: Mira Esther – se dio la vuelta – no sé qué es lo que te pasa… no sé


porqué no me dejas que te toque… necesito tocarte, joder,
demostrarte de esa forma lo mucho que me gustas, pero parece que
tú estés todo el día rechazándome – decía ofendida.

E: Maca… no – contestó algo angustiada por su reacción – no te


rechazo es solo que no lo he hecho nunca y necesito tiempo… ¿No lo
puedes entender?

M: Lo único que entiendo es que no quieres estar conmigo – dijo


seriamente y cruzándose de brazos – eso es lo único que entiendo.

E: No, no, no es eso Maca – dijo rauda llegando hasta ella – quiero
estar contigo… claro que quiero… pero tengo miedo, Maca… tengo
miedo a no ser lo que tú esperas o… - bajó la cabeza – o a no saber
hacerlo…

M: No lo podrás saber si no lo intentas o me dejas que te lo enseñe –


volvió a decir.

E: ¿Qué quieres Maca? – dijo sorprendiendo a la empresaria – Te digo


que no estoy aún preparada y tú no haces más que atosigarme –
siguió - ¿Qué quieres? ¿Acostarte conmigo? ¿Eso es lo único que
quieres? ¿Qué follemos y ya está? – soltó y Maca quedó aún mucho
más impactada por aquella salida – por que eso es lo que parece…

M: Que… que eso… ¿Qué eso es lo que parece? – dijo de igual modo
que Esther - ¿Así que a ti todo esto te parece que es solo para que
nos acostemos? – decía indignada - ¿eso es lo que piensas? ¿Qué
estoy contigo solo para llevarte a la cama? – seguía enfadada – Estás
muy equivocada… pero ya me has dejado claro el concepto que
tienes de mí – dijo levantando los brazos – uno que yo no te he dado
motivos para tenerlo…

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E: Maca… Maca no he querido decir eso – contestó a modo de


disculpa… viéndola de ese modo se dio cuenta lo confundida que
creía estar…

M: Pero lo has dicho – contestó – y no sé de donde te has sacado esa


tontería… pero tranquila, ya sé lo que opinas de mí – dijo cogiendo el
bolso.

E: Maca, Maca, espera, no te vayas – corrió tras ella – quédate a


comer… hablemos… Maca, lo siento – se disculpó de nuevo viendo
como Maca parecía hacer oídos sordos.

M: Se me ha quitado el hambre – dijo abriendo la puerta – y tengo que


volver a la oficina – terminó de decir saliendo del piso de la enfermera
con bastante rabia – ¡Joder! – protestó una vez entró en el ascensor.

En el piso de Esther, ésta se había quedado parada frente a la puerta,


sin saber qué hacer, ni como se sentía… se había pasado con ella…
no tenía que haberle dicho algo así, Maca no le había dado motivos
para pensar algo como aquello… y ahora… ahora Maca no le iba a
hablar… ¿Cómo podría resistir que no le hablara?

Llegó a su casa con un considerable cabreo que le hizo tirar el bolso


de mala manera en el primer sitio que vio… estaba enfadada con
Esther por decir aquellas cosas, estaba enfadada con aquella
situación que sin darse cuenta comenzaba a escapársele de las
manos… pero sobre todo, enfadada con ella misma por como había
reaccionado en esa situación. Debería haberse relajado, pensar en
todo aquello y evitar sobre todo una discusión absurda como
aquella… sí, había salido algo airosa haciéndole creer a la enfermera
que ella había creado ese conflicto y sin embargo no se sentía bien…
algo en el estómago se le revolvía cada vez que lo pensaba…
¿remordimientos?… No debería haber reaccionado de aquella
manera… no debería haber dicho lo que dijo…

M: Mierda – protestó – eres gilipollas, Maca, gilipollas rematada.

Había caído ya la noche, y Esther permanecía sin saber como ni


porqué había comenzado aquella discusión… ella solo le había pedido
tiempo y Maca sin embargo no hacía más que agobiarla con el tema…
no había querido enfadarse, ni montar aquel numerito, simplemente
quería, necesitaba que la empresaria la entendiera y al final… sin
comerlo ni beberlo habían tenido la primera bronca…

La lasaña ya fría permanecía en la cocina, la mesa aún estaba puesta


y ella sentada en el sofá no dejaba de darle vueltas una y otra vez a

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todo aquello. El timbre de la puerta sonó haciendo que se


sobresaltara, miró el reloj, no esperaba a nadie, se acercó a la puerta
y vio un enorme ramo de rosas ocultando a su portador.

M: Lo siento – escuchó que decía la empresaria, bajando las flores


para dejarse ver – lo siento mucho – repitió, esperando que Esther
dijera algo, pero la enfermera estaba bastante sorprendida por
aquella visita, no la esperaba, aunque se había tirado toda la tarde
deseando que llamara e intentando llamarla ella – Esther, perdóname,
por favor – continuó – no debería haber reaccionado así…

E: Yo aún no sé lo que ha pasado – dijo entrando de nuevo a casa y


Maca decidió seguirla.

M: Lo que ha pasado es que soy una burra – contestó – que me he


comportado de una manera estúpida…

E: Maca… yo.

M: No, espera – la cortó – espera… mira, de verdad que no tengo


excusa para mi comportamiento. No sé qué me ha pasado… bueno sí
lo sé… - dijo con sinceridad – es que… Esther tú me gustas mucho y
te deseo – afirmó – y quiero demostrártelo pero… pero entiendo que
necesites tu tiempo y siento si te he atosigado o agobiado… de
verdad que lo siento.

E: Maca… deja de disculparte – sonrió levemente, a quien quería


engañar, solo con verla se le había pasado todo – yo también siento lo
que te dije.

M: Vale – ahora fue ella quien sonrió - ¿Lo olvidamos? – preguntó,


Esther dudó – te prometo que no volveré a intentar nada hasta que tú
estés preparada para hacerlo Esther, pero no me gusta estar
enfadada contigo…

E: A mí tampoco – dijo mirándola – no lo soporto…

M: Ven aquí, preciosa – tomó sus manos para acercarla


E: De todos modos Maca, deberíamos hablar de esto – dijo estando ya
pegada a su cuerpo.

M: ¿No íbamos a olvidarlo? – preguntó con una sonrisa.

E: Ya, Maca pero es que… - siguió diciendo – a ver… yo quiero que te


quede clara una cosa… - dijo llevándola hasta el sofá para sentarse –
tú me gustas y quiero estar contigo y… quiero que estemos bien…

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Maca me gustas muchísimo – le dijo – y… sé que podría enamorarme


de ti con facilidad – dijo sincera, Maca la miró con una sonrisa – y te
deseo… pero yo nunca he estado con una mujer y sinceramente
tampoco he estado con muchos hombres por lo que mi vida sexual es
muy limitada – decía totalmente colorada, sin saber como era capaz
de decir esas cosas – y… no quiero… no sé, defraudarte…

M: No vas a defraudarme ¿vale? – Dijo tomando su rostro – te aseguro


que no vas a defraudarme – la miró a los ojos – iremos a tu ritmo… no
te presionaré más – seguía mirándola – tú marcarás los tiempos… -
terminó de decir besando su cabeza y terminó de acercarla a ella,
enjaulándola en un abrazo que la reconfortó como no le habían
reconfortado nunca.

Durante las siguientes dos semanas, no hubo día en que no se vieran.


Cuando Esther terminaba su turno en el hospital, Maca estaba ahí
para recogerla, cosa que hacía que la enfermera no pudiera dejar de
sonreír.

Pasaron días hablando, conociéndose un poco más, haciendo planes,


queriendo llevar más allá su relación, afianzándola, haciéndola más
fuerte… Esther se enamoraba a pasos agigantados, lo notaba, lo
sentía… cada día se le hacía más difícil pasar tiempo separada de
Maca y sin embargo aún no era capaz de pasar a algo más íntimo.

El hecho de llevar un mes y medio sin sexo comenzaba a hacer mella


en la empresaria que como le había dicho a Ana en una de sus
conversaciones “estoy que me subo por las paredes” sin embargo y
con el precedente de aquella discusión, no se atrevía a dar el paso.
Aunque había momentos en los que no podía evitar ir un poco más
allá, como hacía un par de días, cuando en el sofá de la enfermera, se
dedicaban a besarse y la empresaria sentía como su sangre hervía,
como poco a poco se iba caldeando el ambiente y de ese modo
consiguió tumbarla en el sofá y quedarse sobre su cuerpo.
Profundizando aquel beso mucho más y apretando el abrazo que las
unía, dejó sus labios para pasar al cuello donde se perdió… los cuellos
eran su debilidad… Escuchaba a Esther respirar cada vez más fuerte,
por lo que llevó su mano a su trasero el cual acarició lentamente, la
enfermera parecía no molestarse… volvió a su boca mientras su
mano subía hasta su pecho colonizándolo… estaba a cien… lo sentía,
lo necesitaba…

E: Maca… Maca para, para, por favor – le había dicho Esther haciendo
que se dejara caer sobre ella algo frustrada – lo siento… lo siento – se
disculpaba por haberla cortado – aún no, Maca…

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M: Vale, vale – contestó derrotada…

Así que ese día su humor estaba totalmente agrio. En la oficina,


revisaba documentos intentando olvidarse un poco de todo, pero era
cierto que nunca había estado tanto tiempo sin sexo y aquello le
hacía estar bastante de mal talante. Escuchó como llamaban a la
puerta y le dio paso a una Elsa que con una falda y una camisa hacía
que Maca no pudiera dejar de mirarla y por qué no, alimentar su
imaginación al verla moverse de aquella manera… “Quieren
matarme, está claro” pensó.

M: Dime, Elsa – dijo sin dejar de mirarla.

El: La reserva del hotel y el billete – dijo dejándolo sobre la mesa –


primera clase, como me dijiste, el avión sale a las nueve de la
mañana.

M: Vale, gracias – agradeció viendo como Elsa llevaba su mano al


cuello y hacía un gesto de dolor - ¿Te duele?

EL: Un poco – contestó – he dormido mal y supongo que una mala


postura o algo.

M: Ven – dijo levantándose y haciendo que se sentara – deja que te de


un masaje.

El: No hace falta, Maca – se medio negó, aunque se sentó donde le


dijo.

M: No quiero que mi eficiente secretaria esté mal – decía apartándole


el pelo – verás que bien te sienta.

Comenzó un masaje lento y delicado, sintiendo la fina y tersa piel de


Elsa bajo sus dedos. Cerró los ojos deleitándose con aquel tacto,
apretando levemente donde sentía una pequeña contractura.

El: Ummm – escuchó a su secretaria – qué bien…

M: ¿Te gusta? – preguntó sugerente bajando para susurrarla al oído.

EL: Um, sí… me alivia – contestó.

M: Perfecto – dijo sin separarse para nada.

El tacto de su piel, los sonidos de placer que emitía, su cuello, el calor


que desprendía y todo el tiempo que llevaba sin estar con nadie

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hicieron que la excitación de Maca se disparara en segundos. Sus


manos comenzaron a acariciar el cuello de Elsa de una forma
diferente… su cuerpo se acercaba a ella, su boca iba directa a besar
aquella curva que tanto la atraía… cuando el teléfono sonó cortando
todo aquel clima sensual que se había creado en un segundo.

El: Despacho de Macarena Wilson – dijo Elsa descolgando tras


haberse levantado sin a penas percatarse de cómo estaba su jefa – un
segundo – se volvió hacia ella, Maca se había dado la vuelta para
recomponerse – Una tal Esther – dijo pasándole el teléfono.

M: Gracias – contestó cogiendo el aparato, suspirando hondamente y


haciéndole una señal para que la dejara sola, volvió a tomar aire y se
llevó el auricular al oído – hola, preciosa – saludó.

E: Hola cariño – contestó sorprendiendo un poco a Maca por ese


término - ¿Cómo va el día?

M: Pues… aburrido – le dijo – preparándolo todo para el viaje de


mañana.

E: No me lo recuerdes – protestó – que voy a estar sin verte cuatro


días.

M: Es importante para la empresa – dijo a modo de excusa – tengo


que ir.

E: Lo sé, lo sé – corrió a decir – pero bueno… ¿Cenamos juntas? Salgo


a las nueve – sugirió – así puedo despedirme de ti…

M: Claro que sí – sonrió – paso a recogerte y vamos a cenar – le


contestó – ahora tengo que dejarte, preciosa, que tengo mucho
trabajo.

E: Vale. Un beso - dijo a modo de despedida.

M: Otro – contestó antes de colgar – ufff… joder… - dijo recordando la


escena anterior a aquella llamada… sabiendo perfectamente lo que
habría pasado si Esther no hubiera llamado…

Salió a la terminal mirando a su alrededor y una sonrisa se instaló en


su rostro cuando la vio esperando, con el gesto algo fruncido
posiblemente por la espera debido al retraso del avión. Se acercó
lentamente a ella, que de espaldas miraba los carteles y dejando su
equipaje a un lado le tapó los ojos.

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M: ¿Te has perdido preciosa? – preguntó con picardía a su oído.

A: Mira que eres idiota cuando quieres – contestó Ana zafándose de


sus manos y dándose la vuelta - ¿qué tal el viaje?

M: Umm… Bastante bien – contestó sonriendo ampliamente – te he


traído un regalito.

A: Menos mal – le dijo – porque esto de tener que venir al aeropuerto


a recogerte cada vez que hagas un viaje tiene su precio – continuó
con una sonrisa – anda, vamos que estoy harta de Barajas.

M: Sí, que yo también quiero darme una ducha – afirmó volviendo a


coger su equipaje y andando junto a ella - ¿Ha pasado algo
interesante en mi ausencia? – seguía preguntando chistosa y de muy
buen humor.

A: La pregunta no es esa, amiga mía – dijo mirándola con recelo – la


pregunta es… ¿ha pasado algo interesante contigo durante tu viaje?

M: Pues… la reunión ha ido bien, he hecho turismo y… - sonrió


maliciosa – nada más.

A: Ya… ¿Era rubia, morena o fueron ambas? – preguntó haciendo que


Maca soltara una risotada - no sé como te aguanto de verdad – dijo
seriamente.

M: Porque te hago regalos caros – siguió bromeando.

A: Será por eso – dijo dejándola por imposible.

M: Bueno – llegaron al coche y tras guardar las maletas entraron en él


– pon el aire anda, que hace un calor…

A: Es lo que tiene el cambio de estación, ¿sabes?

M: ¿Estamos graciosas eh? – sonrió – voy a llamar a Esther – dijo


sacando su móvil, Ana simplemente se quedó callada pero la miró de
una manera que Maca supo lo que estaba pensando – Hola, preciosa –
dijo una vez contestó al otro lado de la línea.

E: Hola, cariño – contestó medio cantando y feliz por su llegada - ¿Ya


estás en Madrid?

M: Aja. Estoy saliendo del aeropuerto – le dijo – voy a casa, me doy


una ducha y paso por ti al hospital – informó – tengo ganas de verte.

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E: Yo también, Maca, muchas ganas – decía mientras entraba en el


vestuario de enfermeras para hablar con más calma – no sabes lo
largos que se me han hecho estos días…

M: Bueno, pues ya no tienes que esperar más – dijo mirando un


segundo a Ana que ponía los ojos en blanco – así que señorita, no
haga planes para hoy porque vas a pasar el día conmigo.

E: Estas contenta ¿eh? – Advirtió por el tono de su voz - ¿Ha ido bien
la reunión?

M: Estupendamente – afirmó - ¿Y tu guardia?

E: Puff… horrible… no paran de llegar heridos de n tráfico múltiple –


contestó resoplando – siento no haber podido ir a recogerte…

M: No pasa nada – le dijo – Ana ha venido por mí.

E: ¿Ana? – dijo sin saber quién era y sin poder evitarlo sintiendo unos
celos horribles cruzándole el pecho.

M: Sí, Ana… una amiga de la infancia – contestó sin darse cuenta de


su tono – ya te la presentaré – y Ana alzó una ceja ante aquello.

E: Ah, vale – contestó algo más tranquila. Una enfermera entró para
decirle que tenía que volver a urgencias – cariño, te tengo que dejar
que entra un herido.

M: Vale, luego paso por ti – dijo a modo de despedida.

E: Un beso – dijo antes de cortar la comunicación.

A: ¿Me la vas a presentar de verdad? – preguntó una vez la


empresaria guardó su móvil.

M: Sí… no sé, supongo que sería lo lógico ¿no? – dijo como si no fuera
nada excepcional – si voy a casarme con ella pues… tendría que
conocer a mi hermanita guapa ¿no?

A: Déjate de peloteos, Maca, que sabes perfectamente lo que me


parece esto – contestó con seriedad – así que será mejor que dejemos
el tema.

M: Pues sí, será mejor – le dio la razón – que estoy de muy buen
humor como para ponerme a discutir ahora.

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Pese a que habían dejado la conversación a medias, el ambiente se


volvió un poco más tenso durante todo el trayecto. Se despidieron
con dos besos y la promesa de quedar al día siguiente cuando se
hubieran calmado ambas, las dos sabían que si ahora seguían juntas
en un mismo lugar, la charla que habían dejado de lado volvería a
salir y acabarían discutiendo. Ambas se conocían demasiado bien
como para saber que eso sería exactamente lo que pasaría.

Terminó de arreglarse y salió de nuevo a la calle. Cogió su moto y


puso rumbo al hospital donde Esther ya tendría que estar acabando
su turno. En pocos minutos, debido a la facilidad de movimiento que
le daba la moto y al poco tráfico de esas horas llegó al hospital,
aparcó y se quitó el casco. No había terminado de ponerle el seguro a
su moto cuando notó unos brazos que la abrazaban por la cintura.

E: Hola – dijo apretándose contra ella – te he echado de menos


mucho, mucho, mucho – decía como una niña pequeña.

M: Hola – se dio la vuelta con una sonrisa y bajando para besarla


levemente - ¿qué tal estás?

E: Mal – dijo poniéndose seria de repente – cuatro días sin verte ¿Y


ese es el beso que me das? – preguntó poniendo carita de pena.

M: Estamos en el hospital, Esther – dijo separándose de ella – te


pueden ver…

E: ¿Y? – Dijo sin entender a qué venía aquello – no me importa que


me vean contigo – se volvió a acercar.

M: Vale… en ese caso… - dijo tomándola de nuevo por las caderas y


ahora sí, besarla más profundamente, hundiendo su lengua y jugando
con su homóloga, haciendo que Esther se abrazara más a ella para
alargar más tiempo ese momento - ¿mejor así?

E: Uff… mucho mejor – contestó con una enorme sonrisa - ¿Estás muy
cansada? – preguntó después de “recuperarse”

M: Para ti, no – afirmó.

E: Vale… porque me ha llamado mi hermano y me ha dicho que si nos


apetecía cenar con ellos hoy – dijo como si fuera lo más normal del
mundo, con ilusión por tener a Maca de vuelta, sin embargo, lo último
que quería la empresaria era irse a una cena con “Dieguito”

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M: Con tu hermano – repitió, Esther asintió sin borrar su sonrisa –


claro… me encantaría – dijo un tanto decepcionada.

E: ¿Seguro? – preguntó viendo que había algo que no le gustaba -


Maca, si estás cansada no tenemos por qué ir.

M: No, en serio, vamos – contestó de nuevo – si es verdad que estoy


un poco cansada pero vamos, si quieres vamos.

E: Vale – sonrió besándola – estás muy guapa – halagó abrazándola.

M: Tú también – contestó su sonrisa.

E: Bueno… pues, yo tengo que ir a mi casa, darme una ducha y


arreglarme… - comunicó - ¿Pasas por mí a las nueve?

M: No – contestó haciendo que Esther la mirara algo contrariada –


mejor te llevo y te espero, no quiero separarme de ti – terminó
diciendo en un susurro que hizo que Esther casi se derritiera allí
mismo.

E: Pues venga… - le quitó el casco que llevaba en las manos y se lo


puso a la espera de que Maca hiciera lo mismo, quien tardó unos
segundos más debido a aquella noticia no esperada.

Llegaron al piso de la enfermera y mientras ésta salía del salón para


dirigirse a su habitación, Maca quedaba mirando todo aquello, como
pensando en una forma de librarse de aquella cena, pese a que ya
había dicho que sí, tenía la esperanza de poder escabullirse.

Esther terminaba de vestirse sin poder dejar de sonreír, era algo que
no podía dejar de hacer mientras estaba Maca con ella. Cada día más
enamorada y no le daba miedo reconocerlo, no le importaba si era
demasiado pronto o demasiado rápido, ella se estaba enamorando de
Maca cada día mucho más. Terminó de ponerse los pendientes y
cogiendo su bolso salió al salón.

E: Maca ya est… - se cortó a sí misma al ver a la empresaria tumbada


en el sofá y plácidamente dormida – Maca – susurró llegando hasta
ella y quedándose a su altura – Maca, cariño – volvió a susurrar, la
pediatra se movió emitiendo un sonido que hizo sonreír a Esther de
nuevo – descansa, mi amor – le dijo quitándole un mechón de pelo de
la cara.

Eran cerca de las once de la noche cuando al enfermera quien ya


cambiada de nuevo y recogiendo lo que había usado para comer algo,

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escuchó como Maca emitía un nuevo sonido así que con una sonrisa
volvió al salón, donde la encontró moviéndose lentamente,
posiblemente despertando.

E: Hola – dijo poniéndose de rodillas a su altura.

M: Ummm… hola – contestó desperezándose – me he quedado


dormida…

E: Un poco – sonrió – menos mal que no estabas cansada…

M: Lo siento – dijo mirándola - ¿la cena con tu hermano?

E: Le llamé y le dije que lo dejábamos para otro día – afirmó – no


quería despertarte.

M: ¿Qué hora es?

E: Las once y diez – contestó y Maca abrió los ojos al ver lo tarde que
era.

M: Lo siento… - dijo de nuevo acariciando su mejilla.

E: No pasa nada – afirmó con una sonrisa tranquilizadora - ¿Has


dormido bien?

M: Umm, sí – contestó – tu sofá es muy cómodo – ambas sonrieron.

E: Venga – se separó de ella – voy a traerte algo de comer, tendrás


hambre.

M: Mucha, la verdad – sonrió.

Dicho esto Esther volvió a la cocina y le llevó algo para cenar a una
Maca que permanecía con cara de cansancio. Hasta ese momento no
se había dado cuenta de lo cansada que estaba realmente y sin
haberlo planeado le había salido la jugada redonda al haber evitado al
cena con Diego.

M: Será mejor que me vaya a casa – dijo levantándose del sofá.

E: ¿Qué? ¿Por qué? – se levantó con ella sin ganas ninguna de que se
marchara.

M: Estoy cansada, Esther y quiero acostarme – contestó buscando su


bolso.

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E: Pues nos acostamos – soltó y Maca elevó una ceja – quiero decir…
puedes… puedes quedarte a dormir aquí – dijo algo avergonzada – mi
cama es muy grande…

M: Ehh… ya – ahora fue ella la que bajó la cabeza – no creo que sea
buena idea…

E: ¿Por qué? – preguntó de nuevo.

M: Sinceramente… no creo que pueda dormir contigo en la misma


cama sin hacerte el amor – dijo con seguridad.

E: Maca… - pronunció bastante colorada.

M: Tranquila ¿vale? – dijo dejándole un leve beso y saliendo de allí –


todo está bien.

E: Pero yo quiero que te quedes – insistió – por favor…

Y no supo qué fue, ni qué le empujó a decirle que sí, pero de pronto
se vio, por primera vez en su vida, metida en la cama con una chica
sabiendo que no pasaría nada entre ellas. Esther se apoyó en su
pecho y ella quedó totalmente parada… nunca había dormido con
alguien sin tener sexo, nunca había imaginado que podría sentirse de
esa manera sin hacer nada de nada… nunca había estado en una
situación así e increíblemente se sentía bien… tranquila… extraña…

Esther despertó en mitad de la noche y quedó mirando a Maca dormir


a su lado, se habían movido durante el sueño y ahora la empresaria
quedaba tras ella dándole la espalda. Con su mano recorrió aquella
zona suavemente por encima de la ropa… la deseaba… realmente la
deseaba…

Mientras daban cuenta de un café hablaban con tranquilidad. Maca le


contaba lo que había pasado esa noche y su amiga, sinceramente, no
podía creerse lo que escuchaba. Aquello era lo más insólito que había
escuchado nunca, algo que jamás pensó que pudiera ocurrir… si era
lo que pensaba, definitivamente, Esther, iba a caerle muy, muy bien.

A: ¿Y tú qué hiciste? – preguntó.

M: Nada… me hice la dormida y la abracé – contestó ante la


perplejidad de su amiga.

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A: Espera, espera – decía ordenando ideas - ¿Me estás diciendo que


no solo duermes con una chica sin tocarla y que cuando ella parece
que se te insinúa en mitad de noche, tú no haces más que darte la
vuelta y abrazarla? – preguntó sin poder creerse lo que decía.

M: Sí, eso es lo que te estoy diciendo.

A: ¿Dónde está la trampa? – volvió a preguntar.

M: ¿Qué trampa? – dijo totalmente fuera de juego.

A: Pues la trampa, Maca, la trampa que debe haber en tu


comportamiento, porque sinceramente, no me lo creo… - la
empresaria simplemente se elevó de hombros haciéndole ver que no
sabía qué decirle – quiero conocerla – dijo con total convencimiento.

M: ¿Qué? – dijo sin esperarse esa “orden”

A: Que quiero conocerla – repitió – quiero conocer a la mujer que está


obrando el milagro.

M: ¿Qué milagro? ¿de qué estás hablando?

A: Pues de lo que está consiguiendo – dijo como si fuera obvio – te


está cambiando, Maca, está consiguiendo lo que nadie.

M: ¿Y según tú qué está consiguiendo? – preguntó de nuevo aun


sabiendo por donde irían los tiros.

A: Que sientas algo por ella – dijo a bocajarro – que no sea solo un
polvo para ti, está consiguiendo que por primera vez en tu vida
sientas algo, por alguien… te gusta, Maca, te gusta de verdad –
continuó – y lo que es mejor, está consiguiendo que te enamores…

M: No digas gilipolleces – contestó al instante, levantándose de su


asiento bastante incómoda… era una estupidez enorme lo que decía,
pues todo lo que hacía no era más que una treta para casarse con
ella.

Mientras tanto, en el hospital, Esther, hablaba con Claudia sobre lo


que le pasaba con Maca, pese a que durante toda la conversación, la
vergüenza de Esther a penas le dejaba hablar, había logrado
explicarle lo que le pasaba.

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E: Y esta noche… - seguía diciendo, roja como un tomate – no sé,


sentí la necesidad de… de hacerlo ¿sabes? Incluso me lancé, pero…
ella se movió, me abrazó y… me quedé parada…

C: Pero Esther – intentaba animar - ¿Cuál es el problema? – preguntó,


la enfermera no supo qué contestar - ¿No la deseas? ¿Es eso? ¿No
quieres acostarte con ella?

E: No es eso – decía bajando la cabeza – claro que… que la deseo y


quiero hacerlo con ella… - se cortó – no sé como te estoy contando
esto…

C: Es la cuarta vez que dices eso – reía – venga, anda, somos amigas,
si no lo hablas conmigo… no sé con quien – animó a seguir – va,
dime, cuál es el problema.

E: ¡Pues que no sé lo que tengo que hacer! – soltó de pronto – no sé…


como empezar y… me da cosa decepcionarla…

C: Pero Esther – rió - ¿Cómo vas a decepcionarla?

E: Pues sí porque… ¿Y si soy mala en… en la cama? – dijo bajando el


tono – ¡No te rías! – regañó – y si no le gusto…

C: A ver, cariño – tomó sus manos para tranquilizarla – solo tienes que
dejarte llevar… lo demás vendrá solo – animó.

E: Ya, claro, qué fácil lo ves – decía como una niña enrabietada.

C: Chica, pues no sé – rió – alquila una peli porno lésbica o busca algo
por internet que te ilustre sobre el sexo entre mujeres – soltó como
una broma que dejó a Esther completamente a cuadros.

- Claudia, te necesitan en el box – avisó una enfermera.

C: Voy – se levantó – en serio, Esther, no te comas la cabeza porque lo


único que vas a conseguir es obsesionarte con el tema – terminó de
decirle para salir rumbo al box.

E: Buscar en internet… - decía pensando en alto… y bebiendo de su


taza de café mientras veía como su amiga desaparecía por la puerta
de la cafetería.

Con lo excesivamente coñazo que se había puesto Ana con eso de


querer conocer a Esther, Maca no había tenido más remedio
(básicamente por no escucharla más) que concretar una comida las

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tres juntas. Así que aún sin tener ganas ninguna de que se conocieran
todavía, había ido a recoger a Esther al hospital y con ella,
literalmente de los nervios, se dirigían hacia ese restaurante carísimo
al que Maca había decidido llevarlas.

M: Esther, tranquilízate – decía ya un poco cansada al verla que no


podía dejar de moverse – solo es una comida con una amiga.

E: No es solo una comida con una amiga – rebatió – es una comida


con tu mejor amiga, Maca – puntualizó – con una persona muy
importante para ti… tú misma dijiste que es como tu hermana, así
que tengo que causarle buena impresión y ¡Mira como vengo! Ni
siquiera me has avisado y no me he arreglado como debería – decía
con rapidez, con una verborrea desbordante debido a sus nervios.

M: A ver… - la miraba queriendo calmarla, pues estaba poniéndola a


ella igual de alterada – vas muy bien, no te hace falta nada más y
seguro que a Ana le causas una buena impresión, así que cálmate.

E: Está bien… perdona – se disculpó al escuchar sus palabras, más


serias de lo habitual.

M: Bien, vamos – salió del coche cuando al fin aparcó.

Al entrar al restaurante, Esther se quedó bastante parada, aquello no


era un restaurante… eso debía ser el restaurante más caro del
mundo…impresionada miró a Maca que parecía como pez en el agua.
Decidió no decir nada… no quería parecer más histérica de lo que
parecía ya.

M: Tenemos una reserva a nombre de Macarena Wilson – le dijo a la


chica que llevaba las reservas.

Ch: Sí… ya están esperando – anunció – si me acompañan, por favor –


las invitó a seguirlas.

Tras aquella chica llegaron a la mesa donde Ana daba cuenta de una
copa de vino, al verlas llegar se levantó y le dio dos besos a Maca
mientras echaba una mirada a la enfermera, quien se sintió algo
“estudiada” por aquella mujer.

M: Esther, Ana – comenzó las presentaciones – Ana, Esther – señalaba


a una y otra mientras las nombraba.

A: Encantada – se acercó a la enfermera tras echarla una mirada


desaprobatoria a Maca por su escueta y algo seca presentación.

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E: Igualmente – contestó dándole los dos besos de rigor.

M: ¿Nos sentamos? – dijo viendo que no se movían.

A: Sí, claro – contestó haciéndole caso.

Durante gran parte de la comida, fueron Maca y Ana las que


monopolizaron la conversación, Esther se sentía un tanto cohibida,
pese a ello, se sentía a gusto por el simple hecho de estar con Maca.

A: Por cierto – dijo – no has reparado en gastos para esta comida ¿eh?
– dijo haciendo referencia al restaurante en el que estaban.

M: Bueno… ya que invito lo hago a lo grande – dijo con una sonrisa.

A: Di que sí – rió – que se note donde está el dinero -rió y Maca la miró
con seriedad – Así que enfermera, ¿no, Esther? – le preguntó.

E: Sí, en el Central – contestó con calma – llegué hace poco… de


hecho, cuando conocí a Maca era mi primer día – sonrió mirándola y
Ana no pudo evitar una sonrisa por la forma en que la miraba.

A: Sí, algo me contó – dijo mirando a su amiga.

El móvil de Maca comenzó a sonar haciendo que ambas se voltearan


a mirarla, la empresaria sacó el teléfono del bolso y tras mirar la
pantalla se levantó.

M: Disculparme – dijo – es del trabajo, ahora vuelvo – terminó de decir


alejándose de la mesa, cuando supo que ninguna la escuchaba
contestó - ¿Quién es? Hola, Maca, soy Valeria ¿Quién? Valeria… ¿no te
acuerdas de mí? Sí, ya sé quien eres ¿Cómo tienes este teléfono?
Cariño… soy recepcionista del hotel en que te hospedaste, ¿Cómo
crees que no tengo tu teléfono? Ya. ¿Qué quieres? Saber de ti… voy a
ir a España unos días y pensé que te gustaría que nos viéramos y…
bueno, ya sabes, pasar un buen rato ¿Cuándo vienes? Dentro de dos
semanas Vale, pues… llámame y veremos – terminó de decir
colgando el teléfono, Valeria había sido una de esas chicas con las
que pasar una buena noche de sexo, no le había dado su teléfono y
tampoco habían quedado en nada más, realmente no pensó que la
volvería a ver, pero… debía reconocer que habían pasado una buena
noche… ¿por qué no repetir?

Mientras tanto, en la mesa, Ana y Esther se habían enzarzado en una


conversación, donde, como no, Maca era el centro de atención.

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A: Te gusta mucho ¿verdad? – preguntó después de escucharla hablar


de ella.

E: ¿Cómo lo sabes? – dijo viéndose totalmente pillada.

A: Se te nota – contestó – tu forma de mirarla es…

E: Debo parecer tonta – bajó la cabeza.

A: No, para nada – hizo que se relajara – pero… - iba a decirle que
tuviera cuidado cuando Maca volvió a la mesa.

E: ¿Todo bien? – preguntó dejando una mano sobre su espalda.

M: Sí, sí – contestó rápidamente – nada, unos presupuestos que


estaba esperando y ya han llegado.

E: ¿Tienes que volver a la oficina? – quiso saber.

M: Sí, solo un rato esta tarde.

E: Vale – afirmó - ¿A qué hora saldrás? – preguntó de nuevo.

M: Pues no lo sé, Esther – contestó – cuando termine de revisar unas


cosas.

E: Perdona – se disculpó de nuevo al ver su seriedad.

M: No, perdona tú – corrió a decir – me he puesto un poco nerviosa –


se acercó para besarla – perdona preciosa…

E: Vale – sonrió ampliamente – pero avísame cuando salgas ¿vale?


quiero llevarte a un sitio.

M: Vale – afirmó.

E: Voy un segundo al servicio – dijo levantándose de la mesa –


perdonarme.

Cuando Esther se levantó y comenzó a alejarse, Ana miró a Maca


quien bebía de su copa de vino despreocupada, su amiga la observó…
la conocía y estaba realmente nerviosa, lo que no sabía, era por qué.

A: Así que esta chica es tu novia – soltó.

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M: ¿Novia? - dijo casi atragantándose con la comida – Ana, por


favor… no la llames así que suena demasiado formal – continuó – solo
es la chica con la que voy a casarme.

A: ¿Y eso te parece menos formal? – Preguntó totalmente asombrada


por aquella salida – Maca… esa chica es un encanto y le gustas
mucho y de verdad… no se merece que le hagas esto…

M: Dejemos el tema, Ana, que viene por ahí – la cortó viendo que
Esther volvía.

A partir de la vuelta de Esther, la conversación se centró en todo y


nada, hablando de cosas intrascendentes y aun sin ser nada
interesante Ana se dio cuenta de muchos detalles que revelaban lo
que la enfermera comenzaba a sentir por Maca y del mismo modo
aunque no podría afirmarlo enérgicamente diría que Esther no le era
tan indiferente a Maca… definitivamente, tendría que tener una seria
charla con la empresaria…

A: Drama, drama, drama – pensó para sí al ver aquella estampa en la


que Esther se había acercado a Maca para besarla levemente…

Eran cerca de las doce de la noche cuando en el coche, Esther


conducía con una sonrisa ante una Maca que no tenía ni idea de
donde iban. Cuando había salido de la oficina había llamado a la
enfermera y habían quedado en cenar algo rápido en algún lugar de
tapas y luego ir a ese lugar misterioso que Esther, con tanta ilusión,
quería llevarla. Así que ahí estaba, viendo como salían de la ciudad y
preguntando una y otra vez donde se dirigían mientras la enfermera
se negaba a contestarle diciéndole simplemente que “era una
sorpresa”. Dejó de intentarlo y se dedicó a mirar por la ventana.

Media hora después, se introducían en un paraje bastante oscuro, con


una carretera de tierra y sin más iluminación que las luces del coche.

M: Esther, en serio – dijo por enésima vez - ¿Dónde vamos?

E: Es una sorpresa, Maca – decía con una sonrisa al ver que por
primera vez en ese tiempo, era ella quien tenía a Maca intrigada con
una de sus salidas – solo te diré que es un sitio muy especial para mí.

M: Pero…

E: Aguanta un poco, por favor – pidió mirándola y cogiendo su mano –


llegamos enseguida…

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Dicho esto no volvió a insistir. Minutos más tarde, Esther aparcaba el


coche en una explanada donde, quitaba el contacto y salía haciendo
que la empresaria quedara dentro del coche sin atreverse a salir.

E: Va, Maca que no te van a secuestrar ni nada de eso – bromeó,


haciendo que su chica saliera a regañadientes del vehículo – espera –
dijo acercándose al maletero del coche – coge esto – le tendió una
linterna al tiempo que sacaba del maletero una bolsa y se la echaba
al hombro junto con una mochila que se colgaba del otro.

M: ¿Te ayudo con algo? – se ofreció al verla cargada.

E: No hace falta – sonrió agradecida – no pesa – informó – ven – dijo


extendiéndole la mano para que Maca entrelazara sus dedos con ella.

Anduvieron unos metros hasta llegar a un claro desde donde se podía


ver a lo lejos las luces de la ciudad en mitad de aquella oscuridad.
Esther parecía más feliz que una niña y Maca no sabía qué pintaba
ella en un lugar tan apartado como aquel.

E: Toma – le tendió la mochila – hay una manta, sácala y ponla sobre


el césped – le pidió mientras ella comenzaba a sacar cachivaches de
la otra bolsa.

M: ¿Y eso qué es? – preguntó viendo que Esther con total


conocimiento lo iba armando.

E: Un telescopio – dijo mirándola un segundo mientras continuaba


preparándolo.

M: ¿Me has traído a ver las estrellas? – preguntó algo alucinada, era lo
último que se esperaba, pasar la noche mirando estrellitas no era su
idea de diversión precisamente.

E: Sí – contestó sin darse cuenta de su tono – hoy es día 20 y todos


los días 20 de cada mes mi padre nos llevaba a mi hermano y a mí a
una pequeña colina que había cerca del pueblo y nos pasábamos
horas buscando estrellas, nebulosas, constelaciones… - recordaba –
era muy especial para nosotros… luego mi hermano dejó de venir,
pero yo continué siendo fiel a esa cita con mi padre cada mes. Y
cuando murió seguí yendo yo sola… es algo que me gustaba y en
cierta manera me hacía estar cerca de él… - la miró – puede ser un
poco ridículo pero… para mí es especial y quería compartirlo
contigo…

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M: Pues… - se acercó a ella y la abrazó por la cintura – me encanta la


idea – dijo al ver lo que aquello significaba para la enfermera.

E: ¿Seguro? – preguntó – lo mismo a ti este rollo astronómico no te


gusta o…

M: La verdad, es que nunca he tenido oportunidad de hacer esto, así


que tendrás que enseñarme – le dijo con una sonrisa.

E: ¡Vale! – contestó ilusionada – pues espera que termine de montarlo


todo y verás que cosas chulas vamos a ver.

Maca sonrió al ver la ilusión en sus ojos, debía reconocer que esa
faceta medio niña, medio adulta de Esther le encantaba… esperó
pacientemente sentada sobre la manta a que la enfermera terminara
de montar el telescopio y cuando lo hizo se abstrajo de todo mirando
la inmensidad del firmamento. Desde su posición Maca la miraba,
miraba al cielo y se preguntaba qué era lo que tanto le gustaba…
“solo son estrellas” pensó para sí misma. Hasta que Esther la llamó
para enseñarle diferentes imágenes que hicieron que hasta ella se
impresionara por la belleza que encontró.

Tras un buen rato observando la maravillosa vista de una pequeña


parte del universo y que Maca preguntara varias cosas a Esther
bastante curiosa por aquello que ella tanto ignoraba y que Esther
parecía saber al dedillo, decidieron tumbarse un rato en la manta y
seguir admirando las estrellas.

M: Me ha encantado – dijo con gran sinceridad – de verdad.

E: Me alegro – sonrió, acercándose a ella para que la abrazara como


así pasó instantes después - ¿Puedo contarte una cosa y me prometes
que no te ríes? – dijo sintiendo de nuevo como su vergüenza volvía a
su rostro.

M: Claro – dijo mirándola un segundo.

E: He… he estado… mirando cosas por… por internet – soltó.

M: ¿Cosas de qué? – preguntó intrigada.

E: Pues… de… de sexo… - se puso colorada, Maca abrió los ojos como
platos – de sexo entre… entre mujeres vamos – soltó de carrerilla.

M: ¿Qué has buscado qué? – preguntó más sorprendida que nunca.

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E: No me hagas repetirlo, Maca que bastante roja estoy ya – dijo


escondiéndose en su cuello.

M: Pero a ver, Esther – hizo que la mirara - ¿Por qué lo has hecho? –
preguntó.

E: Porque… porque quiero… quería saber como… - decía mirándola


bastante avergonzada – quería saber qué tengo que hacer para no
defraudarte – terminó de decir al fin.

Y Maca se enterneció ante aquello. No supo por qué pero le pareció lo


más tierno que le habían dicho nunca… la miró y la besó lenta y
profundamente, Esther correspondió al beso al instante, siendo ella la
que comenzara a jugar con la lengua de la empresaria. Siendo Esther
la que dando un salto al vacío subió sobre su cuerpo para quedarse
sobre ella. Maca introdujo sus manos bajo la camiseta acariciando la
espalda de Esther sin dejar su boca en un beso que le pareció el más
dulce del mundo.

M: Estás temblando – susurró en su oído.

E: Estoy un poco asustada – contestó mirándola a los ojos.

M: Shhh… tranquila – le dijo – tranquila – repitió – no tenemos que


hacer nada que no quieras – y ella misma se sorprendió al decir
aquello, jamás imaginó que diría algo como aquello en una situación
como esa.

E: Quiero hacerlo – le dijo más segura incluso que la mismísima


“devora-mujeres”

Rodó sobre la manta quedando sobre ella. Volvió a besarla, tan


delicadamente como nunca había besado a alguien. En otras
circunstancias la excitación y las ganas ya habrían hecho que le
arrancara la ropa a la chica con la que estuviera, sin embargo, con
Esther aquello no le salía. Tenía la sensación de querer hacerlo
despacio, tranquila e incluso delicadamente y así lo hizo.

Con lentitud, mirándola para darle tranquilidad comenzó a


desnudarla, acariciando con la yema de sus dedos la piel que iba
dejando expuesta y cerrando los ojos al tiempo que se mordía el labio
cuando llegó a su pecho, que excitado parecía llevar esperándola
demasiado tiempo ya.

La enfermera soltó un leve quejido al sentir como Maca pellizcaba su


pezón. La empresaria volvió a besarla, esta vez con más ganas al

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tiempo que hacía sus caricias más profundas. Bajó a su mentón el


cual mordió con dulzura y llegó al cuello donde se perdió. Esther
abrazaba su espalda, dejándole claro que no quería que se moviera.
Respiraba ya con dificultad y no había dejado de temblar en ningún
momento.

Cuando Maca dejó su cuello y bajó a su pecho, Esther creyó que se


moriría allí mismo. La empresaria besaba con delicadeza y lamía con
exquisitez logrando que Esther comenzara a perder la cordura y le
pidiera algo más que eso. Maca sonrió, volviendo a su boca y llevando
una de sus manos hasta sus piernas, las cuales comenzó a acariciar
de manera ascendente, haciéndole saber a donde se dirigían, hasta
que al fin llegó hasta sus braguitas, las cuales de la misma forma en
que la había desnudado se deshizo de ellas…

E: Ummm… - gimió con los ojos cerrados al sentir la primera caricia


en su sexo.

M: ¿Estás bien? – preguntó repitiendo la caricia y mordiéndole el labio


inferior.

E: Sí… ahh – decía entre gemidos.

M: Quiero que estés bien – susurró en su oído antes de morder el


lóbulo de su oreja – quiero que estés tranquila – seguía susurrando
mientras su mano se internaba más en su sexo en una dulce tortura
que estaba excitando mucho más a Esther – no te haré daño ¿vale? –
le dijo bajando de nuevo a su pecho, el cual había descubierto que le
gustaba bastante.

E: Maca… sigue – pidió apretando la cabeza de Maca contra ella –


sigue, por favor – gemía – no te pares…

Y Maca continuó en su caricias, conociendo cada pliegue del sexo


bastante excitado de Esther, saboreando sus labios, besándola por
todo el cuerpo… haciéndole el amor como no se lo había hecho a
nadie… y es que sus encuentros sexuales solo eran eso… encuentros,
algo rápido, pasional y bastante bueno, pero lo hacía con premura,
con desesperación… esta vez lo hacía lento, igual de pasional pero de
una forma algo más delicada… “es solo porque es su primera vez” se
repetía en su cabeza.

E: Yo también quiero tocarte – le dijo al oído y Maca gimió al


escucharla.

M: Tócame – contestó llevando una mano de Esther hacia su pecho.

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Y la enfermera comenzó a explorar el cuerpo que se le ofrecía


candente, a diferencia de Maca lo hacía con algo de miedo y bastante
inexperiencia. La empresaria sonrió enternecida… y la guió sobre ella
misma haciéndole ver qué y como le gustaba. Volvieron a rodar
quedando ahora Esther sobre ella, que comenzando a dejarse llevar y
sin casi darse cuenta llegó hasta su sexo.

M: Así… - gemía – muy bien, preciosa – cerraba los ojos al sentir sus
caricias – lo estás haciendo muy bien – hablaba entre gemidos – así…
así… uggfff genial, preciosa, genial… - llevó una de sus manos hasta
la de su amante e hizo que acelerara el movimiento – así, así ¿ves?
Un poco más rápido y mira como me tienes – no podía dejar de gemir,
Esther estaba se estaba convirtiendo en una pequeña fierecilla,
acelerando sus caricias, penetrándola por sorpresa – Aghgh qué bien
– gemía.

E: ¿Te gusta? – preguntó - ¿lo estoy haciendo bien?

M: Uff… de maravilla – y literalmente le comió la boca – lo haces de


maravilla.

Sintiendo que poco le quedaba para llegar al orgasmo, se irguió


haciendo que Esther parara sus movimientos, quedando sentadas
mirándose frente a frente. Maca se movió al igual que hacía que
Esther se moviera y sus sexos quedaran totalmente unidos. Ambas
cerraron los ojos ante el contacto y comenzaron a mover sus caderas.

El movimiento fue acelerándose al mismo tiempo que sus gemidos se


hacían más seguidos. Volvieron a besarse teniendo que cortar el beso
para tomar aire… la fricción de sus sexos se hacía cada vez más
intensa hasta que ocurrió.

Entre sus brazos Esther se tensó, elevando el pecho y echando la


cabeza hacia atrás. Maca admiró aquella imagen antes de volver a
hundirse en su pecho, y esta vez, con más rapidez, con más pasión,
con menos delicadeza volvió a besarla, lamerla y abrazarla al tiempo
que sus caderas se movían con más furia y sus gemidos hacían que la
enfermera entendiera que Maca también estaba llegando al orgasmo.

Quedaron tumbadas sobre la manta durante unos minutos,


recomponiéndose y recuperando la respiración. Maca abrazaba a
Esther quien no dejaba de sonreír. Se miraron y se besaron
lentamente, más pausadamente, de una forma diferente.

M: ¿Cómo estás? – quiso saber acariciando su pelo.

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E: Muy bien – contestó con una sonrisa - ¿Y tú?

M: En la gloria – sonrió antes de besarla de nuevo.

Estuvieron un rato más en aquel paraje, disfrutando del silencio y de


las estrellas, disfrutando del momento después. Esther acariciaba
lentamente el abdomen de Maca y la empresaria miraba al cielo
mientras se sumergía en sus pensamientos.

Cerca de las cuatro de la madrugada, Maca aparcaba el coche de


Esther frente a su piso. Bajaron del vehículo y la enfermera fue
directa a abrazarse a ella. Maca decidió que no debía desaparecer y
dejarla sola esa noche, por lo que había sido ella misma la que se
había autoinvitado a dormir en su casa… sabía que no debía dejar
que durmiera sola… sería una forma de estropearlo…

Cuando despertó aquella mañana lo hizo con una enorme sonrisa en


el rostro a pesar del cansancio que sentía en cada músculo de su
cuerpo. Se dio la vuelta en la cama y se encontró con Maca dormida
de cara a ella, su sonrisa se amplió, se acercó y hundió la cara en su
cuello para comenzar a besarla, haciendo que la empresaria se
removiera y emitiera murmullos guturales debidos al sueño. Ella
continuó con su idea de despertarla a base de besos, sonriendo con
malicia siguió metida en su cuello.

M: Aún es temprano – dijo sin moverse pero ya casi completamente


despierta - ¿no tienes más sueño?

E: No – dijo con contundencia.

M: Pues yo sí – contestó como una niña pequeña – anda… vamos a


dormir un poco más…

E: Jooo – decía medio protestando y sin dejar de besarla.

M: jajaja – rió por aquella expresión – anda, ven aquí – se movió para
dejarle espacio - ¿Qué te pasa eh?

E: Nada – dijo bajando la mirada hacia la camiseta de Maca.

M: ¿Estás juguetona o que? – preguntó moviéndola sobre ella.

E: Es posible – dijo con una media sonrisa.

M: Jumm… he creado un monstruo – bromeó.

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E: ¿Y no te gusta? – preguntó con alegría.

M: hombre… como gustarme… - dijo haciéndose la interesante – me


gusta bastante sí – afirmó después – pero creo que tenemos que
levantarnos.

E: No – dijo bajando de nuevo a su cuello.

M: Esther… tenemos que ir a trabajar – decía intentando pararla pero


sin lograr que las manos de la enfermera llegaran a su pecho – así no
vamos bien.

E: Yo creo que sí – sin hacerle caso y moviéndose para quitarse ella


misma su camiseta, Maca se preguntaba donde estaba la chica tímida
que había tan solo un día era Esther.

M: Esth… ufff – se quedó callada al ver que la enfermera hacía de sus


caricias más intensas.

E: ¿No quieres? Preguntó volviendo a erguirse – perdona… pensé que


– y toda la seguridad que había demostrado hasta ese momento se
había esfumado y había vuelto a la mujer tímida de siempre.

M: Claro que quiero – soltó besándola profundamente – después de


cómo me has puesto ni te pienses que iba a parar – dijo con
sinceridad escandalizando a Esther.

Y volvieron a hacer el amor, esta vez Maca no fue tan delicada como
la vez anterior pero tampoco podía ser calificada de brusca. La pasión
las hizo rodar en la cama varias veces hasta que fue la empresaria la
que tomó las riendas…

De ese modo su relación pasó a un nivel superior. El sexo había


conseguido que se asentara más, que se hiciera más seria la cosa. Al
menos así lo veía Esther. Maca estaba contenta por el rumbo que
había tomado todo. Ya habían pasado la barrera del sexo y ahora todo
iba totalmente encauzado hacia donde ella quería.

Esa noche Esther tenía guardia. Se habían despedido aquella tarde


después de comer y Maca había pasado bastante tiempo aburrida en
su casa hasta que una llamada de Valeria diciéndole que estaba en
Madrid y con ganas de verla hizo que se metiera en la ducha con la
idea de ir a su hotel y… disfrutar de las comodidades que le ofrecía.

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Antes de salir decidió llamar a Esther para darle las buenas noches…
así que se sentó en el sofá y mientras revisaba el bolso cogió el
teléfono para llamarla. La enfermera tardó algo más de lo habitual en
contestar y lo hizo justo cuando Maca estaba a punto de colgar.

E: Hola cariño – dijo la voz bastante apagada de Esther al otro lado de


la línea.

M: Hola, preciosa – contestó algo extrañada por esa voz - ¿Cómo va el


turno? Pareces cansada.

E: No… no estoy en el hospital – contestó con la misma voz apagada y


ahora Maca sí notó el tono quejicoso de su voz.

M: ¿Por qué? – preguntó desconcertada - ¿Qué ha pasado? ¿Qué te


pasa? ¿Estás bien?

E: Tengo fiebre… y me encuentro bastante mal – comunicó – voy


tomarme algo para la fiebre y a meterme en la cama… - informó.

M: No me habías dicho que te encontrabas mal esta tarde – contestó


dejando el bolso a un lado.

E: Bueno… no quería preocuparte y pensé que se me pasaría –


contestó con voz cansada – cariño… voy a acostarme, hablamos
mañana ¿vale?

M: Sí, claro… descansa – dijo antes de colgar el teléfono.

Dejó el aparato sobre la mesita que tenía justo en frente y quedó


unos segundos parada, Esther estaba enferma… y le asustaba, sobre
todo por el hecho de que la enfermera no dejaba su puesto de trabajo
a menos que se encontrara realmente mal.

Durante el camino, no podía dejar de pensar en la voz de Esther al


otro lado del teléfono… estaba mala… tenía fiebre y ella iba a un
hotel a tirarse a una tía que había conocido en un viaje por
casualidad… paró la moto, maldijo para sí misma por la cantidad de
cosas que tenía en la cabeza y reanudó la marcha.

Esther dormitaba de mala manera sobre la cama. Le dolía demasiado


la cabeza como para conseguir dormir y la fiebre parecía no bajarle
aún. Tenía calor y escalofríos al mismo tiempo. La nariz congestionada
y una terrible sensación de pesadez en los párpados… Daba una
vuelta nueva sobre la cama cuando escuchó el timbre de su puerta
sonar. Se levantó a duras penas y agarrándose a los muebles para no

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caerse por el mareo que sentía debido a la fiebre consiguió llegar a la


puerta y abrir sin tan siquiera preguntar…

M: Esther ¿Cómo estás? – dijo entrando preocupada al verla en ese


estado.

E: ¿Maca? – preguntó dudando de que fuera ella.

M: Sí, preciosa, soy yo – contestó acercándose a ella y cogiéndola por


la cintura – anda… vamos a la cama… te voy a preparar un caldo ¿si?
– decía mientras la guiaba – pero tienes que descansar.

E: ¿Qué haces aquí? – dijo al tiempo que llegaban a la habitación.

M: ¿Qué voy a hacer, Esther? – preguntó creyendo que era más que
obvio – venir a cuidarte…

E: Maca…- susurró mirándola embelesada y llevando una mano a su


mejilla.

M: Shh… venga, túmbate, voy a prepararte una buena sopa ¿si? – dijo
dándole un beso en la frente.

E: Vale – contestó dejándose hacer.

En la cocina, mientras preparaba el caldo, el móvil empezó a sonar,


se había olvidado por completo de Valeria, tomó el móvil entre sus
manos y efectivamente era ella quien llamaba… la estaba esperando
en aquella habitación de hotel… miró la pantalla y volteó hacia la
habitación. Volvió a mirar la pantalla… rechazó la llamada y apagó el
móvil. Esther la necesitaba mucho más que Valeria en esos
momentos…

Cuando terminó con la sopa, volvió a la habitación, donde Esther


parecía estar dormida. Dejó la bandeja en la mesita de noche y
rebuscó por la casa algún botiquín. Encontró en un cajón del salón un
montón de medicamentos junto con un termómetro, volvió a la
habitación y se sentó en la cama junto a la enfermera.

M: A ver – dijo susurrante intentando ponerle el termómetro. Esther se


movió quejicosa – Venga… shh, solo un momento – volvió a susurrar.

E: Maca… - abrió los ojos levemente mientras hablaba con


pesadumbre.

M: Estoy aquí preciosa – acarició su frente.

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E: No te vayas – le pidió abrazándose a ella.

M: No, no me voy – sonrió levemente – pero no te muevas que tirarás


el termómetro.

Minutos más tarde se asustó al ver la temperatura que marcaba el


mercurio. 39,2 grados… comenzó a ponerse bastante nerviosa, no
sabía lo que tenía que hacer. De medicina no entendía absolutamente
nada y Esther no estaba en condiciones de ayudarla.

Recordó una vez cuando era pequeña y estuvo mala, con fiebre
también alta y su abuela le había preparado un baño con agua
templada, no demasiado caliente, ni demasiado fría, pese a que a ella
le pudo parecer que estaba gélida, con eso había logrado que la
fiebre bajara y al menos se sintiera un poco mejor.

Rápidamente fue al baño y comenzó a llenar la bañera, volvió al


cuarto y con Esther casi sin poder moverse comenzó a quitarle la
ropa…

M: Venga, preciosa – decía quitándole la camiseta – ayuda un poco


¿si?

E: Mmm… Maca… no creo que pueda hacer el amor – dijo medio


dormida.

M: Anda tonta – no pudo evitar sonreír – solo vamos a darte un baño


¿vale?

E: Tengo frío – dijo intentando taparse con la manta.

M: Ya lo sé, pero tenemos que bajarte esa fiebre – seguía diciendo


mientras continuaba desnudándola – venga, vamos – la cogió como
pudo y logró llevarla al baño, el agua ya había llenado suficiente la
bañera, terminó de desnudarla y la metió dentro – así… verás que
bien.

E: Tengo… tengo frío – decía tiritando – tengo mucho frío…

M: Espera – se quitó la ropa y se metió con ella, abrazándola, estaba


preocupada, realmente preocupada – ven, abrázate a mí – la envolvió
en sus brazos notando que seguía temblando.

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E: Maca quiero nadar – dijo creyendo estar en una piscina, producto


de la fiebre seguramente – vamos a nadar – comenzó a dar
manotazos torpes y descoordinados.

M: Luego nadamos ¿vale? – La paró – ahora vamos a quedarnos aquí


tranquilitas.

E: Vale… pero yo quiero nadar – dijo obstinada.

Maca le siguió la corriente, prometiéndole que después nadarían todo


lo que quisieran. Minutos más tardes secaba el cuerpo de la
enfermera y volvía a vestirla pese a los intentos poco afortunados de
Esther por mantenerse desnuda.

E: Tengo calor – protestaba intentando quitarse la camiseta.

M: Pero tienes que vestirte – contestaba con paciencia, Esther podría


ser una buenísima enfermera pero era una muy mala enferma.

E: Tengo frío – protestó de nuevo, haciendo que Maca la mirada con


una ceja alzada.

M: ¿Tienes calor o frío? – no pudo evitar una sonrisa por sus


contradicciones.

E: No sé – contestó – las dos cosas…

M: Venga, verás como ahora te sientes mejor – la llevó de nuevo a la


cama – así, muy bien – la arropó – incorpórate un poco – le pidió –
tienes que tomarte eso – dijo acercándole la sopa y viendo que ya
estaba fría volvió a la cocina a calentarla – ahora sí, venga.

E: No tengo hambre – decía quitando la cara.

M: Ya lo sé, pero tienes que comer para tomarte esto – dijo mirando la
caja de antitérmicos que había encontrado, sacó el prospecto y leyó
la dosis para asegurarse.

A duras penas Esther se tomó la mitad de la sopa, tras esto la pastilla


que Maca le dio y volvió a tumbarse, bastante agotada en la cama. La
empresaria le puso de nuevo el termómetro. La fiebre había bajado un
poco pero aún era alta.

E: Maca… Maca – la llamó al ver que se había alejado de la cama.

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M: Estoy aquí – volvió a su lado con una toalla húmeda para pasársela
por la frente.

E: No te vayas, Maca… - pidió de nuevo en un sollozo…

M: No me voy – acarició su mejilla – duerme, anda… te hará bien.

E: Sí – dijo más contenta por aquella respuesta – Maca…

M: Dime.

E: Te quiero – dijo en un susurro apagado.

M: Duerme, preciosa – consiguió decir después de tragar saliva y


quedar mirándola unos segundos – duerme…

Pasó la noche velando su sueño, sin dejar de pasarle por la frente y


por el pecho aquella toalla húmeda hasta que vio que la fiebre
parecía remitir. En su mente las últimas palabras que había
pronunciado se repetían una y otra vez. ¿Habría sido producto de la
fiebre?

A las ocho de la mañana, con Esther aún dormida se preparó un café,


volvió a ponerle el termómetro, aún tenía algunas décimas y
probablemente la fiebre volvería a subirle durante aquel día. No
quería dejarla sola, pero tampoco podía quedarse… así que, pese a
que no quería enfrentarse a él, llamó a Diego para que se quedara
con su hermana.

D: ¿Cómo está? – preguntó una vez llegó a casa de su hermana.

M: Aún tiene algo de fiebre – decía cogiendo su bolso – y ha pasado


mala noche, se despertaba cada dos o tres horas – le informó.

D: Gracias por llamarme – dijo mirándola con algo de recelo.

M: Sí, bueno… Esther me dijo que estabas de vacaciones y yo tengo


que irme a trabajar – decía buscando sus llaves.

D: ¿Puedes sentarte cinco minutos? – preguntó viéndola bastante


nerviosa – creo que deberíamos hablar.

M: Tengo algo de prisa – se excusó

D: Seguro que por cinco minutos no te va a pasar nada – insistió –


además… eres la dueña ¿no? supongo que podrás llegar tarde.

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M: No me gusta desatender mis obligaciones – lo miró.

D: Ya… o tal vez es que no quieres quedarte a charlar conmigo – dijo


mirándola desconfiado - ¿Tienes algo que ocultar, Maca?

M: Por supuesto que no – soltó con vehemencia, pero sí que era cierto
que no quería quedarse a hablar con él. No quería una de esas
conversaciones transcendentales sobre su relación con Esther aquel
día a las ocho de la mañana y tras escuchar de los labios de la
enfermera que la quería… - tú dirás – aún así se sentó, no podía dejar
que pensara nada raro.

D: Lo que quiero saber es muy simple – dijo con seriedad - ¿qué


pretendes con mi hermana?

M: Creo que no es contigo con quien debería hablar de esto – intentó


escurrir el bulto.

D: Mira Maca… soy el hermano mayor de Esther, conozco a mi


hermana y es demasiado buena para ver la maldad de la gente –
Maca alzó las cejas – con esto no quiero decir que tú seas mala
persona, no te conozco, así que no lo sé. Lo que quiero decir, es que,
no voy a permitir que nadie le haga daño a mi hermana… así que si lo
que quieres es acostarte con ella, te aconsejo que desaparezcas de su
vida – terminó de decir con bastante solemnidad.

M: Pretendo casarme con ella – soltó con la misma seriedad que él, no
iba a achantarse ante Diego, no iba a dejar que quedara por encima
de ella.

D: Vaya – dijo con sorpresa – eso sí que no me lo esperaba – dijo


totalmente fuera de juego.

M: Lo imagino – siguió sin cambiar el tono – aún así, Diego, tu


hermana ya es lo suficientemente mayorcita para tenerte a ti de
niñera… y es con ella con quien debo hablar sobre esto, en su
momento – se volvió a levantar – ahora si me disculpas, llego tarde al
trabajo – dijo al fin saliendo de aquella casa, suspirando
profundamente una vez cerró la puerta… si la noche había sido
demasiado… “intensa”, el día no comenzaba de diferente manera.

Cuando Maca salió de allí, al fin pudo “respirar” con algo más de
normalidad. Pese a que en su mente, como si de una noria que no
deja de dar vueltas se tratara, las palabras de Esther junto con su
mirada no la dejaban en paz.

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Una hora y media más tarde, Esther aparecía en el salón,


encontrándose con la sorpresa de ver a su hermano sentado mientras
leía el periódico y tomaba un café. Se encontraba débil y aún le dolía
un poco la cabeza, pero al despertarse había recordado a Maca con
ella durante gran parte de la noche cuidándola y pese a que no tenía
ganas de levantarse de la cama quería saber si no había sido todo
producto de su fiebre.

D: Ey – dijo su hermano percatándose de su presencia – vuelva a la


cama, señorita, que aun está enferma – soltó levantándose con voz
de mando a la par que tierno.

E: Estoy mejor, Diego – contestó sin hacerle caso y llegando hasta el


sofá.

D: Aunque estés mejor, tienes que cuidarte – insistió – así que vuelve
a la cama, anda, mientras yo te preparo unas tostadas y te doy las
medicinas.

E: ¿Qué haces aquí? – preguntó ignorando su comentario.

D: Maca me llamó para decirme que estabas con fiebre – explicó – ella
tenía que irse a trabajar, así que he venido a cuidarte.

E: Ya… ha estado aquí toda la noche conmigo – dijo con una leve
sonrisa.

D: Sí, lo sé – contestó sentándose en el otro extremo del sofá, estaba


claro que su hermana no tenía intención de volver a la cama – te voy
a traer el termómetro.

Dicho esto salió del salón buscando el aparato y tras unos segundos
volvió con él, haciendo que fuera la misma enfermera quien se
tomara la temperatura, tan solo tenía unas décimas de fiebre.

D: Bueno… esto está mejor – decía algo más aliviado – tuviste fiebre
muy alta esta noche…

E: No me acuerdo de mucho… - dijo ladeando la cabeza – solo de mi


niña cuidándome – soltó con una sonrisa.

D: Tu niña… - murmuró.

E: ¿Qué pasa? – advirtió su tono.

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D: Nada.

E: Diego, que te conozco – insistió – así que dime lo que pasa, no me


encuentro con ganas de sacártelo con sacacorchos.

D: Está bien – dijo tomando aire – no creo que Maca sea la mujer
indicada para ti – soltó directamente.

E: ¿Y eso por qué? – preguntó poniéndose algo tensa.

D: No sé, solo es una sensación – contestó como simple excusa.

E: No te cae bien – afirmó bajando al cabeza desilusionada. Que a su


hermano no le gustara Maca era algo que la ponía triste.

D: No es eso – dijo viendo su rostro – es que… No sé Esther, hay algo


que… que no me gusta en todo esto… - advirtió – creo que quizás
estáis yendo demasiado rápido – dijo recordando las palabras que le
había dicho la empresaria “pretendo casarme con ella” ¡si solo
llevaban unos meses juntas!

E: Mira quien habla – contestó – te recuerdo que lo tuyo con Paula no


fue precisamente a paso de tortuga.

D: Tienes razón – soltó viendo que había tirado por tierra su


argumento principal – pero aún así, creo que deberías pensar un
poco, Esther – le pidió – Maca y tú… sois de mundos diferentes… sois
como… como el aceite y el agua, totalmente distintas… y no quiero
que te haga daño.

E: Maca nunca me haría daño – contestó enérgicamente.

D: Solo estoy diciendo que tengas un poco de cuidado, nunca te había


visto tan lanzada con alguien.

E: Será que nunca he querido a nadie como la quiero a ella – y de


nuevo, por segunda vez en un mismo día, Diego se quedó a cuadros y
sin poder decir absolutamente nada.

D: ¿La quieres? – consiguió decir tras unos instantes – a penas la


conoces…

E: La conozco lo suficiente como para saber que la quiero, Diego – dijo


poniéndose seria.

D: Pero…

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E: Diego, por favor – le cortó – estoy cansada, he pasado una noche


horrible, tengo fiebre y me duele la cabeza, no quiero discutir
contigo… - siguió – y no sé por qué me da que acabaremos
discutiendo – conocía a su hermano y sabía que así sería – y no tengo
ganas…

D: Solo digo que…

E: Basta, Diego – lo volvió a cortar – ya basta… llevas toda la vida


igual, ninguna persona por la que me he interesado te ha gustado…
siempre acabas diciéndome lo mismo… estoy cansada de terminar
siempre igual y no voy a consentir que digas nada de Maca…

D: No quiero que te hagan daño…

E: Maca no me va a hacer daño – contestó con seguridad – y la


quiero… y lo siento si no te gusta, pero me da igual, voy a estar con
ella, quiero estar con ella, ¿Es tan difícil de entender? – preguntó
retóricamente – así que por una vez, deja que sea yo quien decida,
deja que me sienta tan feliz como me siento por tenerla a mi lado…
por una vez Diego, deja de ejercer de hermano superprotector y
simplemente dame un beso y alégrate por que sea feliz… - terminó
de decir, mirando a su hermano que se había quedado totalmente
callado ante tanta seguridad en sus palabras… tal vez Esther tenía
razón, tal vez para él, nunca habría nadie lo suficientemente bueno
para ella…

Semanas después, Esther había vuelto al trabajo ya totalmente


recuperada. Esa noche había tenido guardia y terminaba de trabajar
bastante cansada, lo único que le apetecía era irse a casa y dormir un
buen rato, ni siquiera se acordaba del día que era. Firmó el parte de
salida pensando en lo que tardaría en pasar el autobús. Su coche una
vez más estaba en el taller…

M: Buenos días, preciosa – dijo esperándola en la puerta con una taza


de café.

E: ¡Maca! – se sorprendió de verla allí - ¿qué haces aquí? – quiso saber


aun contenta de verla.

M: sabía que salías ahora y yo hasta dentro de una hora no tengo que
estar en la oficina, así que me he dicho… voy a recoger a la niña y le
doy una sorpresa – sonreía viendo a Esther hacer lo mismo.

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E: Me encanta la sorpresa – se abrazó a ella – te quiero – dijo entre


sus brazos, desde aquella vez con fiebre se lo había repetido varias
veces, no podía dejar de hacerlo…

M: Venga, que te llevo a casa – se separó de ella, cada vez que


escuchaba decirle eso se sentía bastante incómoda… como si algo le
dijera con una vocecita en su interior lo rastrera que estaba siendo
con ella… pero siempre lograba apagarla – por cierto – se paró frente
a ella tomando sus mejillas – feliz cumpleaños…

E: Gracias Maca – contestó besándola lentamente – muchas gracias…

M: Venga, ahora sí, vamos que tendrás que estar descansada para la
cena – dijo llegando hasta el coche, uno que a Esther la dejó con la
boca abierta. Un Audi S3 spotback en azul metalizado les esperaba
bien aparcadito a unos cinco metros de ellas. La empresaria accionó
el cierre automático para que se abriera luego miró a Esther con una
sonrisita - ¿quieres conducirlo? – la enfermera la miró – toma – le pasó
las llaves – que lo estás deseando.

E: ¿Cuándo te has comprado este coche? – quiso saber ya sentada en


el asiendo del piloto y mirando todo su interior.

M: Me lo dieron ayer – contestó – viene con todos los extras… ¿te


gusta?

E: Me encanta – dijo arrancando – es muy bonito Maca y muy


manejable.

M: Bueno, pues me alegro que te guste – sonrió de lado.

Durante el trayecto hablaron de cómo le había ido la guardia a Esther


y de la hora a la que habían sido citados los compañeros de la
enfermera para la cena de esa noche. Una vez llegaron a casa de
Esther, aparcó el coche y salió de él echándole una ultima mirada.

E: Toma – dijo devolviéndole las llaves.

M: Ehh… no, será mejor que te las quedes tú – sonrió más


ampliamente.

E: ¿Yo? ¿Por qué yo? – preguntó descolocada.

M: Pues porque… el coche es tuyo – Esther alucinó – es el primero de


mis regalos de cumpleaños, así que… ¡felicidades!

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E: ¿Qué? – dijo totalmente alucinada - ¡Maca como vas a regalarme un


coche!

M: Pues así – contestó – regalándotelo.

E: Pero… no puedo aceptarlo, Maca…

M: Si no lo haces me harás un feo – dijo poniendo morritos – y ya me


has dicho que te encanta así que…

E: Pero es un regalo carísimo – siguió de nuevo.

M: El dinero no es problema.

E: Puede que para ti no lo sea, pero para mí sí – soltó dejando a


cuadros a Maca.

M: Genial – protestó – yo llevo días comiéndome la cabeza por buscar


algo que regalarte y se me ocurre comprarte un coche porque sé la
de tiempo que pasa el tuyo en el taller y ahora resulta que no te
gusta… genial. – decía entre desilusionada y enfadada – pues nada,
¿no lo quieres? Pues ya veré lo que hago con él.

E: Maca no te pongas así – pidió algo parada por su reacción – es


solo… Maca que a mí no me hace falta que me regales cosas tan
caras… me parece algo excesivo y… a mi me basta con estar
contigo…

M: Y a mí contigo – dijo acercándola a ella y tomándola por las


caderas para unir su boca a la de la enfermera en un beso tibio.

E: Perdona – se disculpó – no quise que te pusieras así.

M: No pasa nada – contestó – pero… no me negarás que el coche es


chulo.

E: Lo es – sonrió.

M: Entonces no me hagas el feo de no quedártelo ¿vale? – Pidió – me


hace ilusión regalártelo.

E: Me encanta el coche – la besó una vez más – y me encantas tú –


volvió a besarla más efusivamente.

Eran las once de la noche y la “fiesta” de cumpleaños estaba siendo


todo un éxito. Esther estaba disfrutando como una niña con zapatos

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nuevos. Por fin había podido presentar a Claudia y Maca y parecían


que se llevaban bastante bien. Las había visto hablar un buen rato
mientras ella lo hacía con Ana o su hermano. Luego había observado
como Maca parecía discutir con Ana y había enarcado una ceja
preguntándole si le pasaba algo a lo que la empresaria había
contestado negativamente y sonriéndole para tranquilizarla.

C: Es bastante guapa y muy simpática, Esther – le había dicho Claudia


en un momento de la noche.

E: Es la mujer de mi vida – contestó Esther desbordante de felicidad –


la quiero Claudia, la quiero muchísimo.

C: No sabes cuanto me alegro por ti – dijo dándole un abrazo


cariñoso.

M: Creo que voy a ponerme celosa – bromeó Maca llegando hasta


ellas – deja que te la robe un segundo Claudia – dijo tomando de las
manos a Esther y alejándola un poco de todos - ¿Qué tal estas? ¿Lo
pasas bien?

E: Muy bien – decía con una sonrisa - ¿y tú? Me ha parecido verte


discutir con Ana.

M: No, tranquila – contestó quitándole importancia – solo era un


intercambio de opiniones – dijo a modo de excusa, pues realmente sí
que estaban discutiendo. Ana había intentado persuadirla una vez
más y ella había zanjado el tema con un “déjame en paz” más brusco
que nunca.

E: ¿Seguro? Se la ve bastante seria – observó a Ana al otro extremo


de la sala con una copa de vino y el rostro bastante juicioso.

M: No pasa nada, de verdad – contestó de nuevo – escucha… que


tengo algo más para ti – dijo cambiando de tema. Lo ultimo que
quería era hablar de Ana.

E: ¿Más? Maca con el coche es mucho más que suficiente.

M: No lo creo – dijo sacando algo del bolsillo de su pantalón – verás…


se me ha ocurrido algo… y quiero saber qué te parece – Esther
miraba bastante extrañada a Maca, parecía mucho mas nerviosa de lo
que la había visto nunca – como idea ¿vale? A ver qué opinas tú – los
invitados, disimuladamente las miraban - ¿Qué te parecería si… nos
casamos? – dijo abriendo la cajita y sacando un anillo espectacular,
tomando la mano de Esther y mirándola a los ojos - ¿qué me dices? –

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preguntó viendo como a la enfermera se le humedecían los ojos


ilusionada - ¿Te casas conmigo, Esther? – preguntó directamente.

Esther se quedó mirando aquel anillo mientras sus lágrimas


comenzaban a resbalar por su mejilla, era un sueño. Tenía que ser un
sueño del que pronto despertaría y se daría de bruces con una
realidad en la que a ella nunca le pasaban esas cosas, en una realidad
en la cual ella nunca era la princesa del cuento sino tan solo un
personaje secundario que brillaba por pasar inadvertido ante los ojos
de todo el mundo. Sin embargo, no era un sueño, aquello era la vida
real y ella era por primera vez en su vida aquella princesa de cuento
que encuentra al amor de su vida. Se sintió tan feliz, tan importante…
Maca conseguía eso, hacerla sentir importante, segura, guapa, alta,
todo en ella se magnificaba gracias a Maca… y ahora como
culminación le pedía que se casara con ella… demasiado pronto
quizás… pero ¿qué importa?

E: Sí – consiguió decir en un hilo de voz, tan bajo que nadie excepto


ella misma lo escuchó, acongojada por la felicidad casi no le salían las
palabras.

M: ¿Qué has dicho? – pregunto sin poder borrar la sonrisa de la cara,


sintiendo como le temblaba todo.

E: Que sí – repitió, subiendo la cabeza para mirarla y colgarse de su


cuello – sí, me caso contigo – dijo derramando lágrimas felices – te
quiero – la besó – te quiero muchísimo – la volvió a besar.

Los invitados comenzaron a aplaudir. Claudia casi daba saltos de


alegría al ver la felicidad en el rostro de su amiga, Diego, un tanto
más receloso terminó también aplaudiendo, su hermana tenía razón,
no podía seguir buscándole tres pies al gato en cada persona en la
que se fijaba ella y Maca, al fin de cuentas, había cumplido con las
palabras que le dijo de casarse con ella. En cuando a Ana… Ana negó
con la cabeza, dio seriedad en su rostro y sabiendo que todo el
mundo estaba más pendiente de la pareja que de ella, se sirvió una
copa de vino con el fin de morderse la lengua y no desenmascarar a
su amiga…

Entre la algarabía y las felicitaciones de todos, Esther no dejaba de


sonreír y de derramar alguna que otra lágrima mostrando el anillo
que Maca había puesto en su dedo, de nuevo extrañamente
temblorosa, antes de besarla una vez más y volver con los invitados,
definitivamente, ese había sido el mejor cumpleaños de toda su vida.

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M: ¿A dónde vas? – interceptó a Ana quien tras unos segundos y


felicitar algo secamente a la pareja, había tomado su bolso y se
dirigía fuera de aquella casa.

A: Me voy a mi casa, Maca – contestó sin un ápice de cordialidad – no


pienso quedarme ni un minuto más aquí viendo como prosigues con
esta farsa y destruyes la vida de una chica inocente y la tuya de paso
– terminó de decir con dureza.

M: ¿Qué estás queriendo decir? – preguntó, algo asustada por la


posibilidad de que aquello significara el fin de una amistad que había
sobrepasado los límites convirtiéndolas en casi hermanas.

A: Como si no lo supieras – intentó dar un quiebro y zafarse de ella.

M: Ana, por favor – pidió tomando su brazo.

A: Suéltame, Maca – ordenó con una intensa rabia en los ojos – no


quiero ser partícipe de esto, se acabó.

M: Ana, no me hagas esto – dijo tomando un tono igual de serio que el


de ella, poniéndose a la defensiva, ocultando su miedo a perder a su
hermana en una capa dura de frialdad – si te vas olvídate de que
alguna vez fuimos amigas.

A: Francamente, Maca, en estos momentos lo último que quiero es ser


amiga tuya – dijo soltándose del brazo con brusquedad y saliendo de
aquella casa dejando atrás una amistad de años, podría no estar de
acuerdo con lo que Maca estaba haciendo, pero le dolía que todo
entre ellas terminara de esa forma… aunque quizás, esto le pudiera
hacer reaccionar…

Maca quedó parada frente a la puerta, viendo como ésta se cerraba


tras Ana, sintió ganas de llorar, romperlo todo y sin embargo, lo único
que hizo fue inspirar hondo, muy hondo, encajando el golpe que
tantas otras veces había encajado, reduciendo la amistad con Ana a
esa que tantas veces había tenido con gente interesada más en su
dinero que en ella misma y lo hizo para que no le doliera tanto, lo hizo
para que la idea de perder a Ana, su confidente, su única amiga real,
no fuera tan dolorosa como realmente era.

Desde que había perdido a sus padres en aquel fatídico accidente su


vida había cambiado radicalmente, era una niña que tan solo tenía a
una viejecita adorable que le consentía en todo lo que quería. Había
tenido todo lo que había querido, cuando había querido y como había
querido, pero siempre tuvo un vacío enorme, nunca había tenido

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amigos, los que tenía tan solo buscaban de ella una cosa, su dinero,
sus influencias… y cuando conseguían lo que querían se marchaban
por donde habían venido dejándola sola con todo ese cariño que ella
empezaba a sentir por cada una de esas personas.

Cada vez que se abría a alguien acababa defraudándola, acababa


sacándole las imposibles entradas para algún concierto, o las
innumerables escapadas al extranjero que ella misma preparaba… y
luego, cuando confiaba en ellos, cuando comenzaba a quererlos,
todos se esfumaban una vez satisfecho sus propósitos.

Era solo una adolescente cuando tomó consciencia de que ser


millonaria y la hija de una de las familias influyentes del país no era lo
maravilloso que todos creían ver. Sonreía ante cualquiera, sí, pero no
era capaz de confiar en nadie. Sus padres habían sido los primeros en
“abandonarla” muriendo en ese estúpido accidente y dejándola sola.
Luego todos sus “amigos”, su primer amor, el cual una vez logró
sacarle todo lo que pudo también se marcho, convirtiéndola en lo que
era ahora mismo…

Hasta que apareció Ana, la única amiga de verdad, la única persona


real que había conocido, que llegó por casualidad y que le demostró
una tras otra que no le interesaba lo más mínimo su dinero, la que
había estado allí siempre, la que nunca se había marchado, su
hermana. La única persona a la que le permitía, muy, muy, muy de
vez en cuando ver su parte vulnerable, la única persona que tenía
licencia para decirle verdades a la cara. La única persona en la que
confiaba de verdad…

E: Cariño ¿Estás bien? – dijo llegando hasta ella, interrumpiendo sus


pensamientos, abrazándola por la cintura y percatándose de las
lágrimas que corrían por su mejilla, Maca ni tan siquiera se había
dado cuenta.

M: Sí, claro – contestó de nuevo acorazada.

E: Estas llorando – acarició su mejilla interrumpiendo el curso de una


de esas lágrimas.

M: No estoy llorando – dijo separándose un poco de ella. “yo no lloro


nunca” pensó “mucho menos delante de la gente” – es solo que se
me ha metido algo en el ojo – dijo restregando uno de ellos con las
manos para hacerlo más coherente.

E: ¿Seguro? – insistió no muy convencida.

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M: Seguro – dijo sacando una sonrisa para tranquilizar a Esther - ¿Te


he dicho lo guapa que estás?

E: ¿Y yo te he dicho lo guapa que estás tú? – le devolvió la pregunta.

M: Venga – la besó un instante – vamos con esta gente que nos


estarán esperando.

E: Sí – anduvieron cogidas de la cintura – a quien no veo es a Ana.

M: Ha tenido que irse – contestó con naturalidad – tenía una reunión o


no sé qué.

E: Ah… - soltó bastante confusa por aquella escapada de la mejor


amiga de su novia – un poco raro que se haya ido así ¿no? sin
despedirse, me refiero.

M: Sí. Bueno, lo que pasa es que la han llamado – mintió – algo


importante y me ha pedido que te diga que lo siente y que… que se
alegra mucho por nosotras – dijo tragándose el nudo en la garganta
que se le había formado tras la marcha de Ana.

Cuando ya todo el mundo se había marchado, Esther terminaba de


recoger algunas copas mientras que Maca se quedaba aún con la
suya totalmente llena en el sofá y mirando al infinito. No debería
haberle dicho eso a Ana, lo sabía y se arrepentía por ello, pero de la
misma manera no había podido evitarlo, había sentido como su mejor
amiga parecía darle la espalda y aquello literalmente la había dejado
bastante tocada.

E: Cariño – dijo con cuidado Esther sentándose a su lado - ¿Estás


bien? – preguntó – Pareces distraída.

M: Estoy bien – contestó dejando la copa en la mesa y mirándola –


solo pensaba.

E: ¿Qué ha pasado con Ana? – quiso saber – has estado muy distante
desde que se ha ido… y no me digas que nada… sé que habéis
discutido – apuntó sorprendiendo a la empresaria.

M: ¿Cómo lo sabes? – preguntó pues creía que Esther no se había


dado cuenta de lo que había pasado.

E: Porque te lo noto – sonrió levemente quitándole un mechón de pelo


– empiezo a conocerte más de lo que piensas ¿sabes? – presumió,

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Maca la miró enarcando una ceja – y porque también os vi de refilón y


parecíais discutir…

M: No ha pasado nada, de verdad – continuó acariciándole la mejilla –


solo que… se tenía que ir, le pedí que se quedara y no pudo… solo
eso – sonrió para tranquilizar a Esther al tiempo que pasaba el dedo
pos sus labios recibiendo un beso de la enfermera – Estás muy guapa
hoy, ¿Te lo había dicho?

E: No, pero no importa – sonrió nuevamente – tú también estás muy


guapa – volvió a sonreír.

M: Tienes la sonrisa más bonita que he visto nunca – dijo con total
sinceridad.

E: ¿Estás intentando sacarme los colores? – bromeó – porque lo estás


consiguiendo – se acercó más a ella - ¿Seguro que estás bien?

M: Seguro – susurró besándola levemente - ¿y tú? ¿Te lo has pasado


bien? – preguntó tras el beso mientras continuaba acariciando su
mejilla.

E: Sí – afirmó – ha sido el mejor cumpleaños de mi vida – dijo


colgándose de su cuello – sobre todo porque… porque te tengo a ti y
nos vamos a casar… - terminó d decir emocionada.

M: Aja – afirmó – nos vamos a casar…

Sin decir nada más, tal vez sin poder decirlo, Maca se acercó a la
enfermera y la envolvió en un abrazo profundo al tiempo que la
besaba con lentitud, aumentando la presión de sus labios con el fin
de dar paso a sus lenguas que se encontraron gustosas.

Sin decir nada más, se levantó, la tomó de la mano y la llevó al


dormitorio donde hicieron el amor hasta altas horas de la madrugada,
cuando quedaron dormidas, con el testigo único de la luna colándose
entre las rendijas de las persianas…

Elsa terminó de organizar las reuniones que tenía su jefa esa misma
semana, por orden de maca le había pedido que retrasara dos de
ellas, lo cual le llevó a reubicar las restantes en horas diferentes.
Cuanto finalizó la última llamada, cogió algunos de los informes que
tenía sobre la mesa y llamando a la puerta del despacho esperó a que
Maca le diera la invitación para entrar.

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Una vez dentro se quedó parada en mitad del despacho a la espera


de que Maca terminara de hablar por teléfono, mientras apuntaba
algo sobre una libreta que tenía frente a ella.

M: Sí… pues… unos siete u ocho días – decía a su interlocutor – aún


no lo tengo asegurado… bien… sí, sí, claro, siempre se podría ampliar
la estancia una vez allí ¿no? – continuó – Estupendo ¿entonces ningún
problema? … genial, sí… - seguía escuchando – perfecto … le haré
una transferencia … sí, apunto – apuntaba varios números sobre la
libreta – muy bien, gracias. Hasta luego – colgó el aparató – dime Elsa
– dijo mirándola como lo hacía siempre.

El: Ya están todas las reuniones con el nuevo horario – le comunicó – y


te dejo aquí los informes que me pediste.

M: Gracias – sonrió – eres un encanto – halagó.

El: ¿Nerviosa? - pronunció mirándola, Maca levantó la cabeza de sus


papeles - Te casas en diez días… supongo que estarás nerviosa –
explicó.

M: Ehh… sí, sí, me caso… y bueno… ¿nerviosa? No, no estoy nerviosa


– dijo, pese a que realmente llevaba unos días más intranquila que de
costumbre.

El: Ya… eres de las que conservan la calma hasta el último momento
¿no? – se sentó frente a ella con una sonrisa que a Maca le dejó
parada.

M: Podría decirse que sí – dijo apoyando una de las manos en su


mentón - ¿y tú? ¿Te pones nerviosa con facilidad?

El: Digamos que conservo la calma hasta que me hacen perderla –


contestó con un tono que a Maca le pareció sugerente - ¿Tienes ya
organizada tu despedida de soltera? – preguntó cambiando de tema.

M: Lo cierto es que no – contestó – no lo había pensado…

El: Mala cosa ¿eh? Las despedidas de solteras son un paso importante
antes del matrimonio – le dijo – es una costumbre que nadie debería
dejar de hacer, al fin de cuentas, es la última noche como mujer libre
que pasarás… una en la que no sé… hacer lo que sabes que no vas a
volver a hacer tras la boda – Y ahora sí, captó totalmente el tono
sugerente de su propuesta.

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M: Supongo que debería organizar algo – contestó – no se deben


perder las buenas costumbres…

El: No puedo estar más de acuerdo – dijo al tiempo que quedaba


mirándola con intensidad.

El teléfono sonó haciendo que ambas dejaran ese “juego” para otro
momento, Elsa descolgó levantándose de la silla y apoyándose sobre
el escritorio dejando a la vista de su jefa su escote, fue imposible
para Maca no llevar sus ojos a aquel lugar.

El: Es Esther – informó con cierto fastidio.

M: Gracias – cogió el teléfono al tiempo que veía como Elsa salía del
despacho – Hola, preciosa.

E: Hola, mi amor – saludó medio cantando - ¿qué tal va el día? – quiso


saber.

M: Muy bien, trabajando y organizando algunas cosas – siguió – tengo


que dejarlo todo atado antes de la boda.

E: De eso te quería hablar – dijo desde el otro lado de la línea – que


me tienes que confirmar lo de Ana, cariño, sé que estáis enfadadas
pero… sois amigas desde siempre… creo que deberías hablar con
ella, a las dos os vendría bien ¿no?

M: Lo sé – contestó con el mismo tono cansado que había contestado


las veces que Esther sacaba el tema, en ese tiempo, no habían vuelto
a hablar, pese a que Maca la había llamado un montón de veces para
disculparse y Ana no había devuelto sus llamadas, pese a la tristeza
que sentía al haber perdido a su única amiga, no había habido forma
de intentar hablar con ella – sabes que lo he intentado…

E: Aún no entiendo porqué estáis así – repitió una vez más - ¿Por qué
no me cuentas lo que os pasó? A lo mejor puedo ayudarte, mi amor.

M: Te lo agradezco, pero ya te lo he dicho – contestó – ha sido una


tontería, nada importante pero que con el paso de los días se ha
hecho más grande… la llamaré… no te preocupes ¿vale?

E: Vale – se dio por vencida una vez más.

M: ¿Qué tal tu guardia? – Cambió de tema radicalmente – ¿mucho


jaleo?

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E: Pues no mucho – contestó – estamos aquí Claudia y yo que


llevamos como una hora sin hacer nada.

M: Miedo me dais las dos – bromeó sonriendo después de un buen


rato sin hacerlo.

E: ¡Eh! Que no hacemos nada malo.

M: Ya, claro… nada malo excepto ponerme verde a mí – siguió con la


broma.

E: De eso nada, yo nunca haría eso, con lo que yo te quiero a ti – dijo


mimosa.

M: ¿Estás tontita hoy? – preguntó dulcificando el tono.

E: Un poco, tengo muchas ganas de verte y te hecho de menos –


contestó – podrías haberte quedado a dormir ayer en mi casa.

M: Tenía una reunión importante a primera hora, y si me quedaba


seguro que llegaría tarde…

E: Ya lo sé – dijo con el mismo tono de antes – pero hoy te quedas


¿no?

M: Sí, hoy sí – dijo haciendo que Esther sonriera ampliamente – te


tengo que dejar, preciosa, que tengo que seguir trabajando.

E: Vale, un beso mi amor – dijo a modo de despedida.

M: Otro para ti – contestó.

E: Te quiero – terminó de decir sin saber si Maca lo había escuchado,


pues ya escuchaba el sonido que le decía que la comunicación se
había cortado, mientras la empresaria quedaba mirando el teléfono al
haber escuchado las ultimas palabras de Esther.

Cl: Eoo – dijo Claudia sacando a la enfermera de sus pensamientos -


¿Pasa algo?

E: No, no claro que no – volvió a poner una sonrisa – nada, que al final
sigue sin decirme si Ana vendrá o no a la boda.

Cl: ¿Aun no lo sabe? – Se sorprendió – pues solo quedan diez días, no


sé a qué espera.

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E: Están enfadadas – Le explicó – no se hablan desde hace algún


tiempo y cada vez que le pregunto me cambia de tema – decía
lamentándose – no sé lo que les ha pasado pero sí sé que le afecta
muchísimo… cada vez que intento hablarlo con ella se cierra y no
consigo nada… y lo que me fastidia es que sé que quiere que Ana
venga a la boda… es un día importante para las dos y necesita a su
hermana…

Cl: Ya… ¿y por qué no hablas tú con ella? – preguntó.

E: Acabo de decirte que cuando lo intento me cambia de tema – dijo


como si fuera obvio.

Cl: Hablo de Ana – corrigió – digo, que por qué no vas tú a hablar con
Ana y así intentas que se reconcilien.

E: ¿Yo con Ana? – dijo sorprendida por no haberlo pensado antes – No


sé, no quiero que Maca se enfade si se entera… o que se lleve otra
desilusión si no consigo nada.

Cl. Primero, no entiendo porqué tendría que enfadarse… al fin y al


cabo lo haces por ella – contestó – y segundo, si no consigues nada,
con no decírselo a ella… así no se llevaría la decepción y por el
contrario, si logras que Ana al menos quiera escucharla… seguro que
le das una alegría, ¿no crees? – terminó de decir viendo como Esther
pensaba en sus palabras y por su cara supo que seguramente estaría
sopesando, muy seriamente y con seguridad de hacerlo, la
posibilidad de ir ella misma a hablar con Ana.

Cuando llamó al timbre sintió ganas de salir corriendo… ¿qué hacía


ella allí? ¿De verdad había sido buena idea? Ir a visitar a Ana para
intentar arreglar las cosas entre ella y Maca al principio le parecía una
estupenda, sin embargo, ahora que estaba allí, no le parecía tan
buena idea… no sabía por qué pero parecía estar fuera de lugar.

A: ¡Esther! – Se sorprendió Ana abriendo la puerta, justo cuando la


enfermera se daba la vuelta – qué sorpresa, ¿qué haces aquí?

E: Yo… quería hablar contigo, siento venir a estas horas pero, acabo
de salir del hospital – dijo agarrando con fuerza su bolso, como si de
esa forma se diera ella misma más fuerza y mirando el reloj, eran
cerca de las once de la noche – espero que no estuvieras durmiendo
ya.

A: No, tranquila, pasa… - le cedió el paso.

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E: Verás… yo… quería pedirte que hablaras con Maca – soltó


directamente.

A: Siéntate, Esther – la invitó al tiempo que lo hacía ella, nada más


verla había intuido el por qué de esa visita.

E: Gracias – contestó – y perdóname que sea tan directa pero… Maca


lo está pasando mal, ha intentado hablar contigo y… bueno… sé que
eres importante para ella y… me gustaría que vinieras a la boda.

A: Supongo que Maca no sabrá que estás aquí – dijo aun sabiendo
que Esther quería otra respuesta.

E: No, no lo sabe – contestó – creo que las dos sabemos que se


enfadaría si supiera que estoy aquí.

A: Sí – sonrió levemente – no le gustan los intermediarios.

E: Lo sé – le devolvió la sonrisa – es un poco cabezota.

A: Mucho – dijo con seguridad.

E: Pero, Ana – insistió de nuevo en el tema – ella… bueno, te


necesita… y a las dos nos gustaría que estuvieras en la boda…

A: La boda… - murmuró para sus adentros - ¿realmente la quieres eh?


– Preguntó mirándola – la quieres mucho…

E: Muchísimo – dijo con seguridad – si no la quisiera no me casaría


con ella… y tampoco estaría aquí, supongo.

A: Imagino – contestó con sentimientos encontrados… por un lado


Maca, a la que le unía una amistad de años y su sentido de la lealtad
no le dejaba decir nada, por otro Esther, a quien veía tan enamorada,
tan ilusionada que no se atrevía a decir nada por no dañarla – ¿Ella te
quiere? – preguntó arrepintiéndose al instante de aquella pregunta,
para su suerte, Esther no captó el tono interrogativo de la pregunta y
creyó escuchar una afirmación.

E: Lo sé – contestó – aunque le cuesta mucho decirlo… - dijo con una


sonrisa, pensando que Maca aun no había pronunciado esas palabras,
pero… ella sabía que la quería, así lo sentía y… ¿qué más le daba si
no se lo había dicho? Al fin de cuentas, muchas veces no hace falta
decirlo para demostrarlo…

A: Sí que le cuesta, sí – contestó.

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E: Ana… ¿Hablarás con ella, por favor? – Insistió en la pregunta – yo


solo quiero que ella sea feliz… y sé que le haces falta para ser
totalmente feliz, ¿sabes? Y no sé qué os ha pasado… Maca no me lo
cuenta, pese a todo… creo que todo en esta vida es perdonable… que
todo puede hablarse y arreglarse…

A: ¿Eso piensas? – Preguntó - ¿piensas realmente que todo se puede


perdonar?

E: Todo el mundo tiene derecho a ser perdonado… - contestó – todo el


mundo puede equivocarse y… si nosotros no perdonamos esos
errores… ¿en qué nos convertimos?

A: Creo que eres una persona demasiado buena, Esther – continuó


diciendo – pocas personas piensan como tú… - “y quien sabe si no
cambias de idea con el tiempo” pensó para sí misma.

E: Soy así – elevó los hombros – mi hermano dice que a veces de


buena parezco tonta, pero… no sé ser de otra manera.

A: Te voy a dar un consejo, Esther – dijo poniéndose seria – en esta


vida hay que ser un poco mala… no se puede confiar tantísimo en las
personas, luego podrías llevarte un disgusto.

E: ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó sin entenderla - ¿Intentas


decirme que no confíe en Maca? ¿Es eso?

A: Intento decirte que tal vez necesites un poco de desconfianza…


pueden hacerte mucho daño.

E: Ana, puede que lo parezca pero no soy tonta – dijo poniéndose


igual de seria – si tienes algo que decirme, hazlo directamente…
porque me estás asustando… - terminó de decir bastante inquieta.

A: No… tranquila – y ganó la batalla su lado leal, ese lado que le hacía
imposible decir algo que dañara a esa chica que estaba totalmente
enamorada de su amiga, y sabía que se podría arrepentir al no decir
nada, pero simplemente se vio incapaz de ser ella quien le hiciera
daño – es solo una observación… pero tranquila – repitió sonriendo
para calmarla – llamaré a Maca ¿sí?

E: Gracias – dijo aliviada – seguro que… que le hará bien hablar


contigo.

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Maca se encontraba en uno de los pub que solía frecuentar. Al salir de


trabajar no le apetecía nada quedarse en casa, así que se había ido a
cenar algo y tras eso había caminado hasta uno de los bares que
acababan de abrir, se había sentado en la barra y había intentado
comenzar una conversación con la camarera.

M: Oye, chica-guapa-de-la-barra-no-quiero-nada-con-nadie – le dijo a


la chica que parecía reponer una de las neveras haciendo alusión al
hecho de haberla “rechazado” con anterioridad - Ponme otro chupito
de tequila – pidió una vez se acercó.

- Es el cuarto en menos de media hora – le advirtió la camarera –


Y es bastante pronto ¿no crees?

M: ¿Sabes qué? – preguntó – por si no lo sabes tú eres la camarera y


yo la clienta… así que si te pido otro chupito, pues tú me lo pones…
tú ganas dinero y yo gano sentirme a gusto… ganamos las dos ¿no te
parece? – soltó del tirón – además… estoy de celebración – le
comentó – es mi despedida de soltera…

- ¿Estás de despedida? – dijo la chica mirando a su alrededor -


¿tú sola? – preguntó con la confianza que Maca le había dado
nada más entrar e ignorando el todo lo anterior.

M: Síp – afirmó – yo sola… total, no tengo amigos – dijo como


autocompadeciéndose – venga… ponte tú otro tía buena – soltó
dejando claro que los chupitos estaban haciendo su efecto.

- Eso ha sido bastante vulgar por tu parte – le advirtió.

M: Vaaale, perdooona – le dijo – pero solo he dicho la verdad… estás


muy buena… - dijo dándole un repaso a la chica – venga… brindemos
por mi boda ¡yuhu!

La camarera, dándose la vuelta y mordiéndose la lengua para no


contestarle se dispuso a poner los dos chupitos que Maca le había
pedido. Brindaron y de un tirón se lo tragaron. La empresaria pidió
otro para ella y la camarera, no queriendo ser diana de nuevos
comentarios se lo puso aunque en lugar de seguir dándole
conversación, se dio la vuelta para atender a la gente que empezaba
a llegar.

Un buen rato y varias mezclas de whisky y tequila después, Maca ya


estaba bastante borracha. Había dejado por imposible a la camarera
que terminó mandándola, con educación, directamente a la mierda,
así que se encontraba en la pista mirando a una de las chicas que

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bailaban con una mirada tan sumamente lujuriosa como le permitía el


alcohol.

M: Bailas muy bien – dijo acercándose a ella – deberías ser bailarina.

Ch: Gracias – contestó - ¿Tú no bailas? Te he visto todo el rato ahí –


dijo señalando la pared en la que anteriormente estaba apoyada
Maca.

M: Umm… no, yo prefiero bailar en horizontal – le contestó – es


mucho más interesante ¿No te parece?

Ch: Bastante más – contestó con una risotada – Y dime… ¿Estás sola?

M: Estoy en mi despedida de soltera – soltó mordiéndose la lengua


por su torpeza, ya se le había estropeado el ligue – mi chica hoy tenía
que trabajar así que… he decidido celebrarla hoy

Ch: Vaya… - la miró de arriba abajo – entonces ella debe ser una
chica afortunada…

M: No… la afortunada te aseguro que soy yo – contestó –


sinceramente… no me la merezco – seguía diciendo sin saber ni lo
que decía – es demasiado buena para mí…

Ch: Algo bueno tendrás tú cuando quiere casarse contigo ¿no? –


preguntó.

M: Sep… dinero… muuucho dinero – contestó – pero parece que a ella


eso no le importa…

Ch: Entonces será por otra cosa…

M: Pos no teeenngo ni idea… ya ves que yo venía a intentar ligar


contigo…

Ch: Pues lo has hecho bastante mal si a la primera de cambio me


hablas de tu novia… - contestó riendo, no quería ligar con ella, pero le
hacía gracia esa situación.

M: Es imposibile no hablar de Esther… - le dijo – ella es taaann


mona…

Ch: Jajaja – rió la chica – la quieres ¿eh?

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M: ¿Qué qué? – Dijo mirándola con terror – quita, quita… yuyu,


yuyu…. – dijo como asustada por lo que acababa de escuchar y
haciendo la señal de la cruz con los dedos como ahuyentando a algún
vampiro – ale, ya no me gustas… - se dio la vuelta y se marchó
andando con bastante dificultad.

Salió a la calle, de pronto las ganas de fiesta se habían ido totalmente


al traste y lo único que quería era llegar a casa y meterse en su
cama. Rebuscó entre su bolso las llaves que por alguna extraña razón
habían decidido irse en busca de aventuras a algún lugar lejano, o
eso quiso pensar ella al no encontrarlas, por lo que sin más opciones
paró se subió a un taxi y le dio la dirección, ¿por qué esa tía había
tenido que hacer esa pregunta?

Paula terminaba de peinar a una Esther que sin dejar de sonreír


dejaba ver todos sus nervios, con un traje de gasa verde manzana
lucía esplendorosa ante los ojos de cualquiera. Claudia entró en la
habitación al mismo tiempo que la enfermera terminaba de pintarse
los labios mientras su cuñada aún peinaba los últimos mechones de
pelo.

Cl: Estás guapísima, Esther – dijo con una sonrisa de oreja a oreja –
Joder, es que… nunca te había visto tan guapa – siguió halagando.

E: ¿Te gusta? – dijo mirándose en el espejo.

Cl: ¿Qué si me gusta? – preguntó retóricamente – Maca va a quedarse


alucinada cuando te vea… a ver date la vuelta que te vea – dijo
haciendo que Esther lo hiciera – te queda genial…

E: Uff… estoy atacada – decía moviendo las manos nerviosamente.

Cl: Pues tú tranquila que todo va a salir bien – le dio un beso – venga,
te veo en los juzgados, que solo quería pasar a verte un momento y
estos ya deben estar allí – le dijo despidiéndose de ellas – no tardes
¿eh?

E: Claro que no – sonrió viéndola marchar al tiempo que suspiraba


hondamente mirándose en el espejo – me caso… - decía con una
sonrisa – hoy me caso…

En otro punto de Madrid. Maca se peleaba con su cabello por no


conseguir lo que pretendía. Las ondulaciones que intentaba hacerse
no le salían con la facilidad que lo hacían normalmente, le sudaban
las manos y llevaba con un nudo en el estómago desde que se había
despertado y que no había experimentado nunca antes en su vida.

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M: Joder – protestó tirando las tenacillas lejos de ella - ¿qué coño te


pasa, Maca? – se preguntó mirándose al espejo - ¿por qué estás tan
nerviosa eh? – se regañaba a sí misma – tranquilízate…

En esas estaba cuando el sonido del timbre sonó haciéndola mirar


extrañada hacia la puerta. Con desgana se levantó y legó hasta ella
abriéndola y sorprendiéndose al ver de quién se trataba.

A: ¿Aún estás así? – preguntó viendo que no había terminado de


arreglarse.

M: No soy capaz de peinarme sola – confesó mirándola con tremendo


alivio – las tenacillas me han declarado la guerra.

A: Vamos anda – entró – te ayudo.

Sin decir nada más entraron en el piso y fueron directamente hacia la


habitación. Ana comenzó a peinarla mientras Maca la miraba por el
reflejo del espejo.

M: Lo siento – dijo con real sinceridad – siento lo que pasó… - Ana


paró en su tarea – me pasé… me pasé mucho contigo… e intentado
llamarte pero no me cogías el teléfono… Ana… perdóname, por favor
– se dio la vuelta para mirarla – perdona si te hice daño con lo que
dije… - Ana la miraba – no era cierto… eres mi única amiga, Ana y no
quiero perderte…

A: Date la vuelta, anda o llegaremos tarde – contestó haciendo amago


de seguir peinándola.

Maca así lo hizo, sabiendo que esa era la forma de aceptar sus
disculpas, sabiendo que Ana, pese a no compartir sus ideas las
respetaba y estaría con ella, sonrió agradecida.

A: No le hagas daño, Maca – dijo cruzando la mirada con la


empresaria – no se lo merece… es una buena persona y sobre todo,
te quiere con locura…

Maca no dijo nada, simplemente bajó la cabeza. Sintiendo unas


increíbles ganas de llorar en ese instante… al mismo tiempo que
sentía que una nueva calidez la envolvía.

Contra todo pronóstico fueron ellas las que llegaron antes. De un lado
a otro andaba Maca mirando hacia todos lados, intentando no

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morderse las uñas al ver que aún no habían llegado ¿y si le daba


plantón?

A: Maca, ¿puedes parar? – pidió acercándose a ella.

M: No va a venir – dijo con ojos angustiados – no va a venir, Ana, me


va a dejar aquí tirada como una imbécil.

A: ¿Pero que coño estás diciendo? – decía totalmente fuera de juego


¿esa era Maca, su amiga, doña seguridad en sí misma? - ¿Qué te
pasa?

M: Que estoy atacada de los nervios – contestó – eso es lo que me


pasa… que me va a dar un ataque y Esther que no llega…

A: Vamos a calmarnos ¿vale? – dijo tomándola de las manos – así…


muy bien, respira – lo hacía con ella – ahora, vamos a entrar y a
esperar tranquilamente… Esther solo se retrasa cinco minutos…

M: Me va a dejar – repetía – me va a dejar aquí plantada… y sola…

A: Maca mírame – dijo clavando la mirada en sus ojos, la conocía,


sabía que debía haber algo más… - Tú de verdad quieres casarte
¿no? – preguntó, Maca no supo a lo que se refería – quiero decir…
que… no haces esto por… por la herencia – dijo bajando el tono – te
casas porque quieres casarte…

M: No digas tonterías – y de pronto todo pareció cambiar en Maca,


como si aquello hubiera sido un golpe de realidad, convirtiéndola de
nuevo en la mujer segura y decidida de siempre.

A: Maca… ¡Maca! – la llamó, no sabía porqué pero algo había raro en


todo aquello.

- Ahí llega Esther – dijo alguien al ver que el coche llegaba.

Del brazo de su hermano, Esther salía de aquel coche con ojos


brillantes y sonrisa reluciente, encontrándose con una Maca que la
miraba de una forma diferente. Saludaba a todos los que se le
cruzaban hasta llegar a ella.

E: Hola – susurró casi temblando.

M: Estás preciosa – le dijo sin dejar de mirarla.

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E: Tú también – contestó acercándose a ella para robarle un breve


beso.

D: Chicas, eso luego – soltó Diego al verlas de esa guisa – ahora toca
casaros…

Tomadas de la mano y con pasos lentos se encontraron frente al juez


que las casaría. Los invitados comenzaron a sacar fotos del momento,
cuchicheando unos con otros, Diego y Ana de testigos al lado de las
novias escuchaban lo que decía el juez mientras que ellas parecían
estar en otro mundo.

Esther no dejaba de mirar a Maca. Maca miraba a Esther. Sus manos


entrelazadas se apretaban. Los nervios cesaban y las sonrisas volvían
a aparecer en sus rostros mientras los ojos se buscaban con
complicidad.

J: Macarena, ¿consientes en contraer matrimonio con Esther? –


preguntó el juez.

M: Sí, consiento.

J: ¿Eres consciente de que lo contraes en este acto?

M: Sí – contestó mirando al juez. Esther sonrió mirándola a ella.

J: Esther, ¿consientes en contraer matrimonio con Macarena? –


preguntó el juez.

E: Sí – apretó la mano de Maca

J: ¿Eres consciente de que lo contraes en este acto?

E: Sí, claro – contestó con una amplia sonrisa.

J: Por el poder que me otorga el cargo que ostento. Yo os declaro,


legalmente casadas – terminó de decir el juez.

Se miraron, apretaron una vez más sus manos y junto con el aplauso
y los vítores de los invitados sus labios se unieron sellando aquel
comienzo de… ¿su vida juntas?…

La celebración comenzó con la llegada de las novias al lugar de la


fiesta, entraron de la mano y accedieron a la petición de besarse
cuando los invitados jalearon por ello. Los camareros comenzaron a

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pasar con aperitivos y algunas copas de vino, ellas sin soltar sus
manos saludaban a los invitados hablando unos segundos con ellos.

Al: Enhorabuena – dijo Alfonso llegando hasta ellas.

M: Gracias – contestó mirándolo – Esther, él es Alfonso, mi abogado –


le presentó.

E: Encantada – dijo dándole dos besos.

Al: Igualmente – sonrió – y felicidades – volvió a felicitar - ¿Te la


puedo robar un segundo, Esther? – preguntó mirando a Maca.

E: Sí, claro – Soltó la mano de Maca – No tardes ¿vale? – le dijo al oído


antes de besarla una vez más.

M: En seguida vuelvo – contestó alejándose unos pasos de ella para


hablar con Alfonso.

D: Hermanita – la llamó Diego – ven aquí y dame un abrazo – dijo


abriendo los brazos - ¿Eres feliz? – le preguntó mirándola.

E: Muy feliz- dijo con una enorme sonrisa – nunca he sido tan feliz,
Diego.

D: Me alegro – contestó con orgullo - ¿Y tu mujer?

E: Allí, hablando con su abogado – dijo mirando hacia el lugar donde


se encontraban, aún hablando, Maca gesticulaba con las manos y
Alfonso afirmaba con la cabeza.

D: Maca no ha invitado a mucha gente ¿no? – dijo mirando a su


alrededor – la mayoría son compañeros o amigos tuyos…

E: Lo sé – también miró la sala – Está Ana… su abogado… su


contable, algún socio y… poco más la verdad…

D: Sí, lo veo – contestó – pero bueno… lo importante es que vosotras


estéis bien – le quitó importancia.

El: Hola – los interrumpió una Elsa que llegaba con una copa de vino –
Soy Elsa, la secretaria de Maca – se presentó – encantada… y
enhorabuena.

E: Igualmente y gracias – dijo mirándola con una sonrisa – hemos


hablado un par de veces por teléfono ¿no?

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El: Sí, así es – contestó con aires de superioridad – al ser la secretaria


de tu mujer… yo soy quien coge las llamadas.

E: Sí, claro – se sintió algo estúpida – te imaginaba de otra manera…

El: ¿Sí? – preguntó con una sonrisa de autosuficiencia – supongo que


la mayoría de la gente se hace una idea equivocada de una persona a
la que solo conoces por el timbre de su voz.

E: Es cierto, sí – contestó - ¿Llevas mucho trabajando con ella?

El: Umm… unos seis meses – dijo haciendo memoria – es una jefa
estupenda – dijo girándose para mirar a Maca.

M: ¿Está todo claro no? – le preguntó a su abogado, girando su rostro


para mirar donde se encontraba Esther, viendo qué compañía tenía
en ese momento – Luego te veo, Alfonso – dijo dejándolo allí y
comenzando a andar hacia su mujer – ya estoy aquí – pasó el brazo
por su cintura - ¿Qué tal, Elsa?

El: Bien, bien – contestó – estaba presentándome a tu esposa –


sonrió.

M: Ella es…

E: Tu secretaria, sí – le cortó – me lo acaba de decir, estábamos


hablando de las veces que hemos hablado por teléfono y sin embargo
no nos conocíamos formalmente.

M: Sí, bueno – miró un segundo a Elsa que la miraba con una sonrisa
pícara oculta tras su copa – es lógico que no os conocierais, no habéis
coincidido.

El: Bueno… si me disculpáis, voy a ir un segundo al servicio – les dijo


mirando una vez más a su jefa “¿eso era un invitación? No, claro que
no, debía estar muy loca si lo hubiese sido”

M: Claro – contestó al ver como se marchaba – ¿Estás bien? – le


preguntó a Esther.

E: Perfectamente – sonrió de oreja a oreja – ¿y tú?

M: Ajá – se contagió de su sonrisa – Alfonso estaba un poco pesado


pero me he librado de él.

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E: Mejor – sonrió – porque no quiero que te separes de mí en todo el


día.

Durante el banquete charlaron animadamente con el resto de


comensales, brindaron y bromearon sobre muchas cosas. Maca creía
sentir la mirada de Elsa en una de las mesas colindantes, ella la
miraba de vez en cuando para cerciorarse de que era cierto y sin
embargo cuando lo hacía la encontraba entretenida hablando con
algún compañero de mesa.

Terminada la comida comenzó la fiesta de verdad, todos los invitados


pasaron al salón de baile donde la música comenzó a ser idónea para
moverse desinhibidos al tiempo que el alcohol ayudaban bastante a
que aquello fuera más divertido.

En mitad de la pista, Maca y Esther bailaban abrazadas, con el efecto


del alcohol ya recorriendo sus venas, la empresaria comenzó a besar
el cuello de su mujer que sonreía algo avergonzada por el tono que
estaban tomando sus besos.

E: Maca… - dijo medio parándola – Maca que nos están mirando…

M: Que miren – contestó siguiendo escondida en su cuello – ya se


cansarán…

E: Maca – reía al sentir que le hacía cosquillas – mi amor… va, por


favor…

M: Vámonos – le dijo en un susurro – vámonos ya…

E: Pero cariño – la miró – estamos en nuestra fiesta…

M: Sí pero quiero estar a solas contigo ya – contestó – anda… vamos a


despedirnos y nos vamos…

E: Maca…

M: Es que… - la miró – quiero… - se acercó a su oído y le susurró algo


que solo Esther pudo escuchar.

E: ¡Maca! – se escandalizó por lo que había oído.

M: ¿Qué? – dijo como si no hubiera roto un plato nunca – no he dicho


nada malo… solo lo que quiero hacerte en este momento – esto
ultimo volvió a decirlo en su oído con un tono muy sensual.

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E: uff…- sintió que un fuerte calor la recorría de pies a cabeza.

M: Y eso… es solo el principio – seguía susurrando – porque luego… -


y de nuevo bajó el tono para que solo fuera Esther quien la escuchara
al tiempo que apretaba más su abrazo obligándola a quedar pegada
totalmente a ella - ¿Qué te parece? – la miró - ¿No quieres? – dijo con
una media sonrisa maliciosa, bajando hasta sus labios para atraparlos
en un beso húmedo.

E: Umm… - suspiró sonrojada - ¿Nos vamos? – preguntó sin poder


remediarlo.

M: Nos vamos – afirmó.

La suite más lujosa de uno de los hoteles más caros de la ciudad se


abrió dejando paso a una pareja que literalmente se comían a besos.
La pasión se había desatado y las ganas de sentirse habían llegado a
los extremos. Maca tomaba de la cintura a Esther apretándola contra
ella al tiempo que llevaba una de sus manos hasta su trasero,
haciendo que la enfermera no pudiera más que gemir al sentirla tan
apasionada.

La empresaria casi le arrancó la ropa en un arrebato de pasión


descontrolada. Esther se dejaba hacer, sorprendida por aquella
necesidad, por su propia excitación. Los besos deformaban sus labios
y las manos no sabían qué parte de la piel abarcar, moviéndose con
rapidez y diría que casi brusquedad intentaban llegar a cuanta piel
quedaba expuesta.

E: Maca… - susurró – ¡Dios! Maca – exclamó casi ahogada cuando la


empresaria llegó a su pecho y comenzó a besarlo con urgencia.

Ni siquiera llegaron a la cama, Maca la levantó haciendo que Esther


cruzara sus piernas en su cintura y la llevó hasta la mesa del
recibidor, donde tirándolo todo de un manotazo hizo que se sentara al
tiempo que ella continuaba con su tortura. De la boca al cuello, del
cuello al pecho de nuevo a la boca y volver a empezar. Las manos no
se quedaron quitas, buscando entre sus piernas aquello que deseaba
sentir, encontrándolo y emitiendo un gemido al ver que la enfermera
se encontraba igual de excitada que ella.

M: Me encanta – dijo antes de atrapar sus labios una vez más.

E: Ufff – no podía respirar ante tanto apasionamiento, Maca estaba


desbocada, nunca al había tocado de esa forma, urgente, casi dura…
ardiente – Ahh…

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M: Umm sí – salió de su cuello al escucharla – quiero oírte – y sus


manos se adentraban más entre sus pliegues – quiero escucharte
gritar – mordió su cuello.

E: Ahh ¡Maca! – y Esther gimió mucho más alto al sentir que Maca la
penetraba con fuerza y jadeó mucho más con sus embestidas… la
estaba volviendo loca… totalmente loca… - Más… Maca, más – le
pidió moviendo sus caderas involuntariamente.

La empresaria sonrió para sus adentros, sabía que la estaba


enloqueciendo y le encantaba, le encantaba ver lo que provocaba, los
jadeos de Esther más la descontrolaban a ella, más la excitaban y
más quería escucharlos.

Cuando sintió que su mujer casi estaba al borde del orgasmo paró, la
miró, la besó nuevamente tras regalarle una sonrisa canalla y
tomándola de nuevo por la cintura la consiguió llegar con ella a la
cama, donde una vez más atacó aquel cuerpo que le estaba haciendo
perder el norte.

Esther no quiso quedarse atrás, desnudó a duras penas a la


empresaria quien acabó siendo ella la que se desvistió, paseó las
manos de Esther por su cuerpo, haciéndole ver qué y donde quería
ser acariciada y cuando llegó a su sexo no lo pensó, miró a la
empresaria quien la miraba con un deseo ardiente y la invitó a
penetrarla al tiempo que ahora era ella la que soltaba un fuerte
suspiro.

Movía las caderas con frenesí, llevando sus manos a los pechos de su
amante su boca se perdía de nuevo en la curvatura de su cuello,
jadeaba cada vez con mayor intensidad. Esther se incorporó con la
misma fuerza que lo hacía Maca y unió su boca al pecho de su
amante, de una forma loca, como lo había estado haciendo su mujer
minutos antes. La empresaria sonrió complacida y con algo de
dificultad por la escasez de oxígeno.

M: Eres una fierecilla – jadeó sintiendo un mordisco al lado de su


pezón que le hizo soltar un gemido aún mayor – aggh joder qué
bueno – la animó cuando Esther cambió el ritmo de sus dedos en su
interior.

Sintiéndose demasiado cerca del orgasmo quiso retrasar el momento,


así que en un movimiento consiguió hacer que Esther dejara lo que
estaba haciendo y volviera de nuevo a tumbarse sobre la cama. Maca
la miró, sonrió y comenzó a besarla nuevamente, dejando su boca

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para ir bajando por su cuerpo. Pasó por su pecho una vez más donde
se deleitó en caricias y siguió bajando. Repartió sensuales besos por
su vientre, haciéndole adivinar a la enfermera cual era su meta.

Cerrando los ojos, Esther apretó las manos contra las sábanas cuando
Maca se hundió entre sus piernas, cuando sintió los primeros besos
en su sexo y de nuevo se volvió loca… emitiendo jadeos
incontrolables, curvando su espalda y tensando todo el cuerpo. Maca
sonrió para sus adentros, reptó por su cuerpo y encajando sus centros
comenzó una fricción a un ritmo enardecido…

Cayó sobre su cuerpo intentando tomar aire… se escondió en su


cuello mientras volvía la normalidad a su respiración. Besó con
lentitud su garganta mientras Esther también recuperándose del
orgasmo que acababa de sentir le acariciaba el pelo y la abrazaba
queriendo que no se alejara nunca.

E: Te quiero – le susurró al oído.

Maca levantó la cabeza, la miró, sonrió, hizo amago de decir algo y


quedó callada metida en sus ojos. La enfermera sonrió quitándole un
mechón de pelo de la cara, esperando… Maca bajó hasta su boca y
una vez más volvió a besarla, esta vez, con lentitud, con más
dulzura… con miedo...

Esther dormía a su lado mientras ella fijaba la vista en la carretera…


ocho días de descanso para ambas en una casita en la playa… le
hubiera gustado otro tipo de viaje, acostumbrada como estaba a esos
lejanos parajes, fuera del país y con todas la comodidades que su
dinero podría proporcionarle… pero Esther tenía miedo a volar… así
que ahí estaba, conduciendo su coche para llegar a la costa…

Miró a su lado, la enfermera estaba apoyada en el respaldo con el


rostro mirando hacia ella, los ojos cerrados y la respiración pausada,
total y absolutamente dormida… sonrió, ¿Cómo no hacerlo ante
aquella estampa? Recordó la noche anterior, un escalofrío recorrió su
cuerpo al acordarse de las caricias recibidas… otro más fuerte aún
cuando rememoró ese “te quiero” que Esther estaba siempre
dispuesta a regalarle y ella… ella no contestaba.

Sacudió la cabeza y de nuevo fijó la vista en la carretera… aquello se


le estaba complicando por momentos y era demasiado consciente de
ello, solo que intentaba ignorarlo, no pensar en ello y limitar su mente
en lo que le había llevado hasta allí. Sin embargo, era cierto que por
momentos se olvidaba totalmente de eso… pero no, no podía ser, no
podía pasar… no, a ella no.

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E: ¿En qué piensas que tienes el ceño fruncido? – preguntó casi


sobresaltándola, Maca giró la cabeza y la vio despierta.

M: ¿Has dormido bien? – dijo ignorando su pregunta.

E: Ummm… bueno… no tan bien como lo haría contigo… - contestó


con una sonrisa - ¿Estás bien? – insistió – pareces tensa…

M: Solo estoy un poco cansada – soltó a modo de excusa – creo que


vamos a parar a tomarnos algo y estirar las piernas.

E: Vale – se puso recta en el sillón y cogió la mano de Maca que


reposaba en la palanca de cambios – si quieres luego puedo conducir
yo un poco – propuso.

M: Tranquila – sonrió – puedo seguir yo, solo necesito un café.

Pararon el tiempo suficiente para estirar las piernas, tomarse un café


e ir al baño y de vuelta al coche Maca se empeñó en seguir siendo
ella quien condujera, según ella, quería sorprender a Esther. La
enfermera no dijo nada, se sentó ene l asiento del copiloto y estuvo
todo el tiempo pendiente de su mujer.

A media tarde llegaron a su destino. Una casa a pie de playa que se


erguía con majestuosidad. Esther quedó mirándola desde fuera
mientras Maca sacaba las maletas, al verla allí quieta dejó lo que
estaba haciendo y acercándose a ella pasó las manos por su cintura
quedando apoyada en su hombro.

M: ¿Te gusta?

E: Me encanta – contestó girando la cabeza para besarla.

M: Me alegro – se separó de ella – ven – extendió su mano para


entrelazar sus dedos – vamos a verla por dentro.

Por dentro era incluso más perfecta de lo que era por fuera. Un salón
bastante amplio presidía toda la parte baja, la concina también
espaciosa estaba decorada de un modo rústico a la par que moderno,
con todas las comodidades y los lujos a los que Maca tanto estaba
acostumbrada (puede que no se fueran a uno de esos super-viajes,
pero tampoco iba a rechazar la opción de tener algo parecido) en la
parte superior se encontraba el cuarto principal, amplio, luminoso,
con una cama enorme donde, según Esther, cabrían cuatro más
iguales que ellas, un baño con una bañera con jacuzzi y una ducha

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independiente. Un cuarto al otro lado del pasillo un poco más


pequeño pero igual de amplio. La decoración modernista al mismo
tiempo que elegante le daba a la casa un tono de elegancia que hacía
de toda ella mucho más atractiva y junto con el aprovechamiento del
espacio por la ubicación de los muebles parecía incluso más grande
de lo que era.

M: Vamos a dejar las cosas, cenamos algo y nos acostamos ¿te


parece? – le preguntó – estoy un poco cansada.

E: Claro que sí, mi amor – la abrazó – que vaya tute de conducir te


has dado… cabezota – reía – que eres una cabezota no dejándome
conducir a mí.

M: Me gusta… me relaja y tú estabas cansada también – la besó


levemente.

E: Venga, voy a ver qué hay en la cocina para preparar algo, tú date
una ducha que verás que bien te quedas.

Dicho esto salió de la habitación para llegar a la cocina y ver como


todo estaba perfectamente cuidado, no faltaba nada de comida y la
nevera estaba a rebosar. Preparó algo ligero y puso la mesa, veinte
minutos después bajaba Maca con unos pantalones cortos, una
camiseta de tirantes y el pelo aún húmedo.

M: ¿Cómo va eso? – preguntó - ¿Te ayudo?

E: No, ya casi está – la miró de arriba, abajo – te ha sentado bien la


ducha ¿eh?

M: Me he quedado como nueva – sirvió agua en los vasos.

E: ¿No vas muy ligerita de ropa? – preguntó acercándose por detrás y


besando el hombro tras bajar algo el tirante.

M: Venga, anda – sonrió – vamos a cenar – le dijo.

Terminada la cena y tras quedarse un rato hablando de todo y de


nada, decidieron acostarse. Realmente el viaje había sido bastante
cansado. El calor sofocante y la caravana que se encontraron al llegar
a la costa había hecho que sus cuerpos se resistieran por las horas
sentadas y las malas posturas del coche.

Tumbadas en la cama, Esther se acercó a su mujer quien la abrazó sin


tan siquiera pensarlo acariciando su espalda por debajo de la

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camiseta, mirando al techo, con la mirada perdida y sin saber poner


en orden todo lo que le estaba pasando…

E: ¿Estás dormida? – preguntó sin moverse de su sitio.

M: No – contestó con un murmuro – solo pensaba.

E: ¿En qué pensabas? – quiso saber.

M: En nada… - besó su cabeza – tonterías, venga, duerme que estas


cansada.

E: Maca… - ahora sí movió su cabeza para mirarla a los ojos - ¿puedo


hacerte una pregunta?

M: Claro – dijo tras cruzar la mirada con ella y tragar saliva, no supo
por qué pero presentía que la pregunta no iba a ser fácil de contestar.

E: ¿Por qué yo? – soltó haciendo la pregunta que se había estado


cuestionando en su mente casi desde el mismo día en que Maca la
invitó a comer por primera vez y nunca se había atrevido a preguntar.

M: ¿Qué quieres decir con por qué tú? – preguntó en n intento por
darse a sí misma el tiempo para pensar en su respuesta.

E: Pues… que por qué te fijaste en mí – explicó – Maca tú podrías


tener a cualquiera que quisieras y… sin embargo te fijaste en mí…

M: ¿Y este ataque de inseguridad repentino? – preguntó nuevamente.

E: Sabes de sobra que soy una persona insegura – dijo con sinceridad
– y también sabes que hay mil chicas más guapas que yo y que
podrías estar con cualquiera de ellas.

M: Eso es una tontería – soltó – y sinceramente, me molesta que


pienses eso porque a mí me deja en bastante mal lugar.

E: No te lo tomes así, porque no voy por ahí, Maca – dijo separándose


de su cuerpo y quedando sentada a su lado con la espalda en el
respaldo de la cama – solo me gustaría saber qué te atrajo de mí –
repitió – mírame Maca y mírate a ti – las señaló – si parecemos la
Bella y la Bestia.

M: Menuda gilipollez – soltó levantándose de la cama.

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E: Mi amor – la miró desde su posición – no te pongas así… solo es


una pregunta, simple curiosidad.

M: Una curiosidad que a mí me deja a la altura del betún – contestó –


porque dices que podría haberme fijado en una super-modelo o algo,
lo que conlleva una connotación de superficialidad en mí que por
ahora no te he demostrado, pero parece que es lo que piensas de
mí… así que dime, ¿de qué otra manera quieres que me lo tome?

E: No he pretendido que pareciera eso – dijo bajando la cabeza –


solo… no sé Maca yo siempre he sido así de insegura y que te fijaras
en mí es lo mejor que me ha pasado nunca y… - decía mirando sus
manos – solo me gustaría saber qué te atrajo… solo eso…

Maca la miró, vio que de pronto se había entristecido, vio una mirada
asustadiza y no pudo soportar que se sintiera así, no soportaba verla
de aquella manera, le superaba... Dulcificó la mirada, le enterneció su
forma de expresarse… suspiró, se acercó a la cama y la abrazó con
fuerza.

M: Ven aquí – dijo besando su cabeza - ¿quieres saber lo que me


gustó de ti? – Esther asintió – pues… a ver… lo primero que me hizo
fijarme en ti fue esa cara de agobio tan linda que tenías la primera
vez que te vi, yendo de un lado para otro en el hospital sin saber
donde estaba nada – decía recordando aquel día – me gustó tu
manera de sonreírme cuando te acercaste a mi camilla – acariciaba
su pelo – me gustan esos ojos que miran con la ilusión de un niño…
me encanta tu sonrisa cuando te sonrojas – sonreía ella mirándola –
me encanta que tiembles cuando te abrazo… me gusta tu forma de
caminar, cuando vamos por la calle y agarras mi mano – seguía
diciendo mirando al infinito, como rememorando los momentos que
estaba relatando, sintiendo cada palabra que decía, olvidándose de
todo lo demás – me gustó la forma en que me besaste por primera
vez… me gustó y me gusta sentirme como me siento contigo, cariño –
ni ella misma se dio cuenta de cómo la había llamado, Esther sin
embargo la miró con más intensidad al escucharla – como si fuera la
única persona en el mundo – siguió sin percatarse…

E: Es que para mí no existe nadie más que tú – dijo haciendo que


Maca volviera a la realidad, mirándola y viendo una sonrisa
emocionada en sus labios.

M: Ejem – carraspeó intentando aclarar su garganta – anda, vamos a


dormir, es tarde – sugirió queriendo darle fin a aquella conversación,
que sin darse a penas cuenta había tomado un cariz demasiado
emotivo…

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E: Sí – se acurrucó en sus brazos con una sonrisa enorme en el rostro,


aquella conversación y la manera en la que se había referido a ella,
con ese “Cariño” espontáneo, le había hecho sentirse más dichosa de
lo que ya era – buenas noches, mi amor – murmuró cerrando ya los
ojos.

M: Descansa – dijo en un susurro acariciando su pelo, quedando ella


con los ojos abiertos mirando el techo, pensando en lo que había
dicho… no había mentido, todo lo contrario, había sido infinitamente
sincera… si bien es cierto que se fijó en ella por otras cosas, lo que
había dicho era una realidad como una catedral… y le seguía dando
pavor… seguía sintiendo un intenso miedo que la obligaba a encerrar
todo aquello tras una enorme muralla donde solo existía una herencia
de la que sin quererlo y sin poder evitarlo se olvidaba cuando la
miraba dormida sobre su pecho y le invadía una paz nunca antes
conocida…

Con todo lo necesario para pasar un día en la playa salieron de la


casita y anduvieron los pocos metros que las separaban de la arena.
Maca agarró la mano de Esther y entrelazó los dedos haciendo que su
mujer la mirara con una sonrisa enorme que fue devuelta
inmediatamente por la empresaria. Colocaron las cosas sobre la
arena eligiendo un lugar ni muy cerca de la orilla ni muy apartada de
ésta.

Esther comenzó a quitarse la ropa dejando ver un bikini que sin ser
excesivamente pequeño a Maca le pareció terriblemente sexy, por lo
que dejó lo que estaba haciendo y se concentró en disfrutar de la
vista que le ofrecía su mujer. La enfermera al darse cuenta de su
mirada quedó parada algo avergonzada.

E: Deja de mirarme así, cariño, me pones nerviosa – dijo con una


sonrisa.

M: Es que… para no mirarte, Esther – contestó – ese bikini te queda


de muerte – se mordió el labio.

E: Qué bien se está – dijo intentando ignorar su tono tumbándose en


la toalla.

Maca la imitó, quitándose los pantalones y la camiseta y tumbándose


a su lado, de costado y mirándola. Al no percibir movimiento alguno
en su esposa se movió ella quedando más cerca, pasando la mano
por su abdomen y acariciando su piel, estaba a gusto, bastante
relajada, como si nada pudiera enturbiar ese momento, disfrutando

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del tiempo con ella, como transportada a otro lugar muy distante de
la realidad.

E: Como me quede la marca de tu mano, verás – dijo en tono


bromista volviendo al cara hacia ella.

M: ¿Y qué me vas a hacer eh? – preguntó acercándose más para


besar su cuello.

E: Maca… mi amor, que nos pueden ver – intentó separarla al ver que
había algunas personas alrededor

M: Si no hago nada – contestó inocentemente – ven anda, que estás


muy lejos – intentó que se acercara más a ella, logrando quedar
totalmente abrazada a ella, a escasos centímetros de sus labios, por
lo que aprovechó para besarla – umm… que rico.

E: ¿Sabes qué he pensado? – dijo tras el beso.

M: Qué – la invitó a seguir robándole otro.

E: Esta noche podríamos ir a cenar y luego a algún sitio a tomarnos


algo y bailar un poco – sugirió - ¿te parece?

M: Mmm… yo no sé bailar.

E: ¿No sabes bailar? – Maca negó con la cabeza – no te creo – sonrió –


seguro que bailas mejor que nadie.

M: En serio, cariño – soltó de nuevo inconscientemente – soy un pato


mareado cuando bailo.

E: jajaja – rió, haciendo que Maca sonriera al verla reír de esa forma –
pues entonces sí que vamos a ir… eso no me lo pierdo.

M: Muy bonito, sí, me parece muy bonito – se separó de ella – quieres


ir a bailar para reírte de mí – dijo haciéndose la ofendida.

E: No es para reírme de ti, ven aquí – intentó que volviera a la


posición anterior.

M: No, ahora no quiero nada contigo – dijo levantándose – es más, me


voy a darme un baño – decía haciendo que Esther supiera que su
“enfado” no era tal y comenzando a andar hacia la orilla.

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La enfermera se apoyó en sus codos elevando su cabeza para verla


andar hacia el agua, como hipnotizada por el movimiento de sus
caderas, la vio darse la vuelta y regalarle una sonrisa coqueta para
seguir andando después. Se levantó y corrió hacia ella agarrando su
cintura y haciendo que Maca tuviera que hacer un esfuerzo para no
caer sobre la arena.

M: jajaja ¿qué haces loca? – rió con una carcajada, como hacía tiempo
que no lo hacía – jajaja Esther que nos vamos a matar – siguió riendo
cuando la enfermera se subió sobre su espalda.

De esa guisa consiguieron entrar ene la gua y cuando Maca vio que
ya habían avanzado bastante se dejó caer hacia atrás riendo al ver
como Esther emergía del agua tras el chapuzón.

E: Eres muy mala, Maca – dijo elevando un dedo en señal de regañina


– podría haberme hecho daño.

M: Sabía que no pasaría nada – intentó acercarse.

E: No, ni se te ocurra acercarte – reía nerviosa al ver el avance de su


mujer - ¡Maca!

M: Ven aquí – consiguió cogerla y acercarla a su cuerpo, entrelazando


sus dedos tras la espalda de la enfermera para que no se escapara –
solo quiero darte un besito.

E: Pues no sé si te lo mereces – decía ahora ella haciéndose la


ofendida – que casi me ahogas.

M: Anda tonta – se acercó – tú también me lo quieres dar así que no


puedes negarte.

Sin decir nada más atrapó los labios de su mujer y la besó primero
lentamente para ir profundizando después. Esther se colgó de su
cuello al tiempo que ella llevaba las manos a sus piernas para hacer
que las cruzara por su cintura quedando ahora mucho más unidas
mientras el beso ganaba en profundidad.

M: Mmm – bajó a su cuello - ¿Nunca lo has hecho en el agua?

E: Maca… - intentó separarla – cariño…

M: Nadie nos ve – dijo mirando hacia fuera donde los pocos turistas
estaban entretenidos en sus cosas - ¿No te apetece? – preguntó

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acariciando su espalda – podemos hacerlo sin que se note nada –


volvió a su cuello.

E: ¿Por qué siempre me haces esto? – preguntó apenada.

M: ¿Hacerte qué? – sacó su rostro del cuello de Esther para mirarla -


¿Qué pasa? – preguntó preocupada por su mirada y quitándole un
mechón de pelo de la cara.

E: Jo, pues que sabes lo vergonzosa que soy y no haces más que
sacarme los colores…

M: Ya, cariño, pero es que lo que yo quiero es quitarte esa


vergonzonería que tienes – soltó – porque luego… no eres nada
vergonzosa que lo sepas – dijo sugerente haciéndole saber a Esther
por su tono, a qué momentos se refería.

E: Eres mala – repitió dándole un palo en el hombro.

M: Sí, qué le voy a hacer – dijo siguiendo la broma – soy una mala
persona.

E: No lo eres – dijo ahora ella poniéndose seria – eres una persona


maravillosa…

M: Tú sí que eres maravillosa – contestó mirándola a los ojos,


perdiéndose en ellos antes de volver a besarla…

Estuvieron un buen rato prodigándose besos en el agua y alguna


caricia sumergida, hasta que comenzaron a tener frío y decidieron
salir para tumbarse ambas en la arena, donde de nuevo abrazadas
disfrutaron la una de la otra con una naturalidad que salía fácilmente
cuando estaban juntas.

Tras cenar en un pequeño pero acogedor restaurante de comida


casera tradicional habían decidido entrar en uno de los pubs que se
encontraron. La música, estaba bastante alta y había mucha más
gente de la que se podría esperar desde la calle. La barra a rebosar a
penas les dejaba espacio para pedir las copas y la pista repleta de
gente no invitaba para nada al baile.

Como pudieron, entre gritos y algún que otro empujón consiguieron


pedir sus bebidas y con el refunfuño de Maca se alejaron como
mínimamente pudieron del tumulto de la gente…

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E: Pues sí que está lleno – decía mirando a su alrededor – no lo


parecía…

M: Supongo que será el local de moda – contestó alzando la voz para


ser escuchada al igual que había hecho Esther anteriormente.

E: Pero aún así el sitio está bien – siguió diciendo bebiendo un sorbo.

M: ¿Qué? – preguntó acercándose a ella.


E: ¡Que aún así, el sitio está bien! – repitió alzando la voz un poco
más.

M: Un poco ruidoso para mi gusto, pero sí, no está mal – contestó


mirando a su alrededor – se queda una mesa libre – dijo viendo como
los que estaban en ellas se marchaban – corre, vamos – cogió su
mano y la arrastró hasta ella.

Llegaron antes que un grupo de chicas y rieron sin poder evitarlo por
aquella carrera improvisada, dejaron los vasos sobre la mesa y se
sentaron en los taburetes. Esther comenzó a mirar a la pista y Maca
la miró a ella, sonrió, y en un arrebato de “lo que fuera” que no quiso
pensar, se acercó hasta ella para besarla en el cuello tomando por
sorpresa a su mujer, quien volviendo el rostro la miró y recibió un
breve beso que le dejó con una sonrisa en los labios.

E: Ven – dijo levantándose y haciendo que Maca la imitara quedando


junto a la mesa – vamos a bailar.

M: Esther que yo no sé bailar – se quejó.

E: Venga, mi amor – la miró poniéndole ojitos tiernos – inténtalo…


hazlo por mí…

M: Vale per si te piso no quiero quejas – dijo “amenazándola” con un


dedo.

Con el ritmo de la música, comenzaron a moverse sin dejar de


mirarse, acoplando sus caderas para hacer más íntimo el contacto.
Maca reveló que no solo sí sabía bailar sino que además lo hacía
bastante bien, por lo que comenzó a dirigir a la enfermera con sus
movimientos. Esther la miró con sorpresa y la empresaria volvió a
regalarle esa sonrisa pícara que tanto gustaba a su mujer.

Estuvieron bailando y riendo durante un par de canciones hasta que


decidieron sentarse de nuevo y darle un buen trago a sus copas.

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E: Menos mal que no sabías bailar – le dijo con ironía – porque llegas a
saber y no sé… ganas un concurso o algo…

M: En realidad lo gané – contestó haciendo que Esther abriera los ojos


como platos – bueno… cuando era pequeña… mi abuela me apuntó a
clases de salsa, hicieron un concurso y gané…

E: ¿En serio? – preguntó alucinada.

M: Sí… y no lo sabe nadie, así que si dices algo… me enfadaré – dijo


sonriendo tras decir aquello.

E: Tu secreto está a salvo conmigo, mi amor – dijo acercándose para


darle un leve beso – voy un segundo al servicio, no te muevas de aquí
– terminó de decir alejándose de la mesa.

La miró marcharse y no pudo reprimir una sonrisa que no sabía de


donde salía. Esther se perdió entre la gente y ella quedó mirando a su
alrededor. Tomó un nuevo trago de su copa y miró el reloj, a penas
eran las dos de la mañana…

Ch: Hola – dijo una rubia tras ella - ¿te aburres? – preguntó, Maca la
miró tan solo un instante.

M: No mucho la verdad – dijo sonriendo levemente - ¿Tú sí?

Ch: Hasta ahora, bastante – sonrió haciendo amago de sentarse – Me


llamo Vero.

M: Maca – dijo con amabilidad.

V: Y… ¿Te han dejado solita? – preguntó, antes de que Maca


contestara, ella siguió – no deberían hacer esa tontería… cualquiera
podría venir e intentar secuestrarte.

M: ¿Cualquiera como tú? – le devolvió la pregunta.

V: Podría ser… - dijo con coquetería - ¿te dejarías?

Mientras Vero terminaba de formular aquella proposición más que


pregunta, Maca divisó a Esther justo en la barra hablando con un
chico que parecía más interesado en ligar con ella que en otra cosa.
El chico en cuestión se acercó al oído de Esther a decirle algo y Maca
sintió una oleada de rabia cruzándole el estómago.

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M: No, no me dejaría – contestó todo lo borde que pudo ser – si me


disculpas – se levantó tomando su bolso y el de su mujer.

Cruzando todo lo que pudo la sala, se presentó delante de ellos con


los brazos cruzados, a la espera de que aquel “capullo integral” se
alejara del espacio vital de su mujer. Viendo que parecía no querer
dejarlo y sin percibir la incomodidad de Esther decidió tomar cartas
en el asunto.

M: ¿Os divertís? – preguntó haciendo que el chico la mirara incómodo.

- ¿Y tú eres…? – preguntó.

M: Su mujer – contestó retándole – Así que si no te importa, te


agradecería que la dejaras en paz.

E: Maca… - dijo viendo que estaba realmente enfadada – solo


estábamos hablando…

M: Tú hablabas, el manoseaba – apuntó – y no me apetece ver a un


tío intentando sobar a mi mujer – dijo cruzándose de brazos.

E: Cariño… - intentó cortar.

M: Tú deja de ser tan amable con todo el mundo - dijo bastante


rabiosa.

E: Pero si… ¡si yo no he hecho nada! – se defendió.

- Ella no hacía nada – intervino el chico intentando echarle un


cable a Esther.

M: A ti nadie te ha dado vela en este entierro – le dijo mucho más


furiosa aún – y te agradecería que no te metieras en conversaciones
ajenas – Nos vamos, Esther – dijo cogiendo su mano y llevándola
fuera del bar.

E: ¿Se puede saber qué te pasa? – dijo enfadándose ahora ella – y


suéltame, que sé andar sola – dijo sacando un genio que sorprendió a
Maca.

M: ¿Te parece normal? – preguntó cruzándose de brazos – ¿dejar que


un tío te toquetee de esa forma?

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E: Para empezar, no me estaba toqueteando - contestó – Solo me


estaba preguntando si era de aquí – le explicó - y no he hecho nada
malo como para que te pongas así.

M: Estaba intentando ligar contigo – dijo de nuevo.

E: ¿Y qué, Maca? – preguntó haciendo que su mujer la mirara – te


aseguro que a mí me da igual si quería o no ligar conmigo porque no
iba a conseguir nada.

M: Pues a mí no me gusta – contestó cerrando los ojos.

E: ¿Qué te pasa eh? – dijo acercándose a ella, intentando abrazarla y


como si fuera una niña enrabietada Maca se alejó - ¿Estás celosa?

M: ¿Yo celosa? – la miró – ¿de ese imbécil sin cerebro? No digas


tonterías.

E: Estás celosa – contestó sacando una sonrisa divertida.

M: Esther, que no – soltó – que yo no soy celosa… no lo he sido


nunca.

E: Vale – no dejaba de sonreír, sin creer nada de lo que decía – lo que


tú digas, mi amor – se acercó a ella – anda… dame un beso.

M: Que te lo de tu amigo el cromañón – dijo volviendo la cara.

E: ¡Pero no seas tonta! – reía más – ven – se acercó a ella – que te voy
a decir una cosa – la abrazó – yo solo quiero que me beses tú, que me
abraces tú, no quiero nada más porque a la única persona que yo
amo es a ti – dijo consiguiendo llegar a sus labios.

M: Vamos a casa – contestó con un nuevo súbito cambio en su actitud


– estoy cansada ya.

E: Vale – dijo, comenzando a andar una vez lo había hecho Maca,


achacando aquel ultimo comportamiento a aquellos celos que tanto le
había gustado sentir en su mujer.

Mientras se dirigían al coche, Maca no fue capaz de decir una sola


palabra… era absurdo lo que acababa de pasar, tan absurdo como el
estúpido numerito que había montado… ¿a qué había venido? ¿Cómo
había podido hacer una cosa así? Claro que no eran celos… ¡menuda
tontería…!

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Los siguientes días pasaron demasiado rápido para ambas. Playa,


relajación, risas, bromas, cenas y momentos pasionales bajo las
sábanas. Por momentos Maca se mostraba receptiva, cariñosa, atenta
y sin embargo, en otras ocasiones estaba distante y ausente. Esther
por su parte, vivía en su limbo de felicidad, nunca había sido tan feliz
como en esa etapa de su vida, nunca había pasado tanto tiempo con
la sonrisa en la boca, y no era capaz de borrarla.

Estaba en la ducha después de un buen día de playa, el agua casi fría


debido el calor hacía de ese momento más apetecible. Estaba
enjuagándose el pelo y no se dio cuenta que tenía compañía. Sonrió
cuando sintió sus brazos acariciar su cintura y abriendo los ojos se dio
la vuelta mirándola con una sonrisa.

E: ¿Qué haces aquí gamberra? – dijo abrazándola ella también.

M: Una de esas cosas que no se pueden dejar pasar – contestó


besándola – y bueno… tenía mucho calor… y aquí se está muy
fresquita…

E: Ya – afirmó con la cabeza – pues si lo que quieres es estar


fresquita… yo casi he terminado así que… - hizo ademán de salir.

M: Tú no te vas de aquí – la abrazó nuevamente haciendo que Esther


sonriera y besándola con más profundidad, cuando las manos ya
comenzaban a vagar por sus cuerpos y los gemidos empezaban a
escucharse fuera de aquel baño.

Habían terminado en la cama disfrutando de un intenso momento de


pasión y desenfreno. Tumbadas ya una sobre la otra se relajaban con
caricias lentas y besos ahora ya tranquilos. Con los ojos cerrados
Esther disfrutaba de los mimos que su mujer le daba, pasando la
yema de sus dedos por toda su espalda de manera inconsciente…

E: Maca… - dijo llamando su atención - ¿Puedo preguntarte algo?

M: Claro – la miró un instante esperando que siguiera.

E: ¿Por qué nunca hablas de tus padres? – quiso saber…

M: No hay mucho que contar – dijo poniéndose algo tensa – murieron


cuando era niña.

E: Ya, cariño pero… - la miró sabiendo que había tocado un tema


delicado – ¿No recuerdas nada de ellos?

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M: No demasiado – contestó del mismo modo que antes.

E: ¿Por qué te pones así de tensa? – preguntó una vez más – no es


malo hablar de ello, Maca… - la miró.

M: Es que no tengo mucho de lo que hablar – dijo poniéndose


súbitamente triste – casi no los recuerdos… a penas puedo
reconocerlos en las fotos que mi abuela me dejó… ellos murieron…
me dejaron sola cuando era una niña…

E: Te enfadaste – siguió ella.

M: Mucho… nunca había estado tan enfadada con nadie como con
ellos por dejarme sola – dijo sintiendo como las lágrimas se
agolpaban en sus ojos.

E: Es normal, mi amor – acarició su rostro – es lógico que sintieras


eso…

M: Supongo – dijo como ausente.

E: No te pongas así – continuó advirtiendo su tristeza – no quería que


te pusieras así… solo que a veces me gustaría que compartieras
cosas conmigo…

M: Comparto cosas contigo – se defendió – pero hay cosas de las que


no me gusta hablar…

E: Está bien – dijo dándose por vencida en ese momento, pero


pensando retomar la conversación más tarde…

M: ¿Por qué me has preguntado eso? – quiso saber, sin dejar el tema
como habría querido.

E: Por que creo que te vendría bien hablar de ellos… tengo la


sensación de que por mucho tiempo que haya pasado aún sigues
enfadada con ellos – soltó Maca cerró los puños… ¿De pronto se había
convertido en una persona transparente? – creo que no has sacado
todo lo que llevas dentro con respecto a tus padres, cariño… y
supongo que solo quiero ayudarte…

M: No estoy enfadada con ellos – dijo a la defensiva – fue un estúpido


accidente, ellos no tuvieron la culpa… así que no tengo derecho a
estar enfadada con ellos – soltó pese a que Esther tenía razón, pero
no era capaz de reconocer que sin darse cuenta, Esther comenzaba a
conocerla más que ella misma…

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E: Vale… - dijo de nuevo dejando el tema a un lado, Maca no se


abriría a ella en cuanto a ese tema ese día, pero cuando la viera
mínimamente receptiva a hablar de sus padres volvería a intentarlo…
tenía que sacar la rabia y el dolor que llevaba dentro en cuando a ese
accidente…

Quedaron en silencio durante un buen rato. Maca se había metido en


sus pensamientos, en sus recuerdos y Esther se lamentaba de haber
sacado un tema un tanto escabroso en la vida de su mujer…

Se levantaron cuando el hambre les hizo saber que necesitaban algo


consistente en sus estómagos. Hicieron la cena en un halo de
extrañeza, Maca parecía más ausente que en otros momentos y
Esther lo notaba con tan solo mirarla.

E: Siento si te he incomodado – pronunció.

M: No pasa nada – dijo en un susurro.

E: Es que no me gusta verte así – la miró.

M: Estoy bien – dijo en un tono un tanto cansado.

E: Vale, perdona…

M: No, perdona tú – pidió dándose cuenta que tal vez había sido un
poco brusca – es solo que este tema me pone bastante tensa – se
excusó.

E: No insistiré más ¿vale? – dijo acercándose a ella – cuando quieras


hablar de ello lo harás – terminó de decir con la esperanza de que
fuera cierto.

Terminada la cena se sentaron en el sofá y pusieron un rato la tele,


dejando a un lado la conversación anterior se relajaron entre caricias
lentas y algún que otro beso robado. Maca dejó su ausencia para
concentrarse en Esther…

En un momento dado la televisión les enseñó un anuncio de bebes y


la enfermera quedó embobada mirando a aquellos niños con una
sonrisa tierna en los labios.

E: Qué lindos – pronunció sin quitar la mirada – mira qué monadas,


Maca…

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M: Sí… - dijo con algo de indiferencia – muy monos, sí.

Esther la miró advirtiendo su tono, frunció el ceño, haciendo que


Maca al darse cuenta sonriera y la besara con la intención de hacer
que cambiara aquella expresión. La enfermera contestó al beso y
quedaron tumbadas en el sofá.

E: Seguro que nuestros niños serán más guapos – soltó haciendo que
Maca saliera de su cuello para mirarla sorprendida.

M: ¿Quieres tener hijos? – preguntó abriendo los ojos.

E: ¿Tú no? – le devolvió la pregunta con miedo a la respuesta…

M: Ehh… sí, bueno, como… como todo el mundo, claro – dijo


entrecortadamente.

E: No todo el mundo quiere tener hijos – contestó advirtiendo cierto


negativismo en su tono – y por tu respuesta diría que estás dentro de
ese porcentaje – terminó de decir levantándose para sentarse frente a
ella - ¿No es así?

M: Sí… digo no – se corrigió corriendo.

E: Ya – bajó la mirada – o sea, que no quieres tener hijos…

M: No he dicho eso – intentó arreglarlo – es solo que es algo que no


me he planteado nunca… y, no sé, me haces esa pregunta tan de
repente que me pillas por sorpresa.

E: Tampoco es muy complicada de contestar – continuó – sí o no, no


es tan difícil.

M: Lo sé, Esther, pero estas cosas hay que pensarlas bien… no


podemos plantear algo así de esta forma – daba su punto de vista –
yo no lo había pensado nunca… y por lo que veo tú lo tienes muy
claro.

E: Por supuesto que lo tengo claro – dijo manteniendo la calma – es


algo que he querido desde siempre… siempre he soñado con algún
día casarme y formar una familia, tener hijos… y ahora resulta que
me caso y mi mujer no tiene ni siquiera el planteamiento de tenerlos.

M: No te lo tomes así – pidió – solo me ha pillado de sorpresa – repitió


– y que yo no me lo haya planteado no quiere decir que no quiera
tenerlos…

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E: Ya pero no te haría ilusión – seguía diciendo.

M: Bueno… supongo que en el momento en que lo decidamos me


hará ilusión…

E: ¡Genial! – se levantó, Maca la miró preguntándose qué había dicho.

M: ¿Por qué te enfadas? – fue tras ella – Esther no he dicho nada


malo…

E: No, claro que no – dijo seria – si no hace falta que me digas nada,
me has dejado bien clara tu postura…

M: Te he dicho que cuando queramos tenerlos me hará ilusión ser


madre – rebatió.

E: Puedes decir misa, Maca, porque solo con tu reacción, me has


dejado bastante claro que no quieres tener hijos – dijo llenando un
vaso de agua.

M: Pero es que – decía comenzando a frustrarse un poco por su


reacción – no es lo que piensas.

E: ¿¡Y qué quieres que piense!? – preguntó – te pregunto si quieres


tener hijos y reaccionas como si te hubiera propuesto detonar una
bomba atómica en el centro de Madrid – exageró – y se supone que
tengo que poner buena cara y aceptar el hecho de saber que contigo
mi sueño de ser madre no se va a cumplir.

M: Yo no he dicho eso – volvió a decir defendiéndose – pero tampoco


creo que ahora mismo sea el momento de planteárnoslo.

E: ¿Y eso por qué? – preguntó cruzándose de brazos.

M: Pues porque nos acabamos de casar, Esther – dijo mostrando su


argumento – no llevamos ni diez días casadas y ya me hablas te tener
hijos… y creo que primero deberíamos disfrutar la una de la otra,
establecernos como pareja, tener tiempo para nosotras y luego ya
plantearnos lo de los niños…

E: Maca, que yo no te he propuesto que tengamos un hijo ahora –


decía – solo te he preguntado si te gustaría tenerlos, obviamente
conmigo – apuntó – no he dicho que sea ahora ni dentro de un mes,
pero sí me gustaría saber si te gustaría o no – dijo terminando de

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beber – pero da igual – bajó los hombros como derrotada – no quiero


discutir.

M: Esther, escúchame – intentó pararla.

E: He dicho que no quiero discutir – la cortó con bastante seriedad -


Estoy cansada – la esquivó – me voy a dormir – dijo saliendo del salón
dejándola a ella parada allí en medio…

“Tener hijos” pufff… pues sí que le estaba saliendo bien la cosa…


desde luego todo, absolutamente todo estaba tomando un rumbo que
ella no había ni tan siquiera llegado a imaginar… “tener hijos… una
Esther en pequeñito” ¿En qué momento se le ocurriría a ella meterse
en ese berenjenal en el que estaba? “Una Esther de tres años que la
llamaba mami” ¿Por qué había tenido que complicarse la vida de esa
forma? “Tal vez un pequeño terremoto que no dejaría de pedirle que
jugara con él al futbol” Ella que había sido toda su vida la chica-anti-
compromisos, ahora estaba casada y su mujer le planteaba la
posibilidad de tener hijos ¡Qué locura! ¡Ella con hijos! “quizás fuera
una princesita a la que mimar… o lo mismo resultaba ser un niño
travieso que solo quería llamar su atención” Su vida ahora mismo no
estaba como para tener descendencia, por supuesto que no. “Llegar
a casa y encontrarse con Esther cantándole una nana al bebé para
que durmiera y que el rey o la reina de la casa se quedara mirándola
a la espera de un beso” ¿Cómo iba a tener ella hijos si su proyecto de
futuro era continuar con su vida tal y como la conocía? “Colgar un
dibujo en la nevera en el que tres monigotes los representaban a
ellos ante la mirada ilusionada de su hija o hijo” Y encima Esther se
enfadaba por no haberle sabido contestar… ¡pues sí que estaba
bien! “Ver las lágrimas de felicidad en el rostro de Esther cuando
tuviera a su bebé en brazos” “Llevarlo al cole por primera vez,
mientras protestaba por no querer separarse de sus madres” “Leerles
un cuento y ver como sus ojitos se van cerrando al escuchar su voz”
Tenía que intentar arreglar aquella absurda situación creada por un
caso hipotético y que de momento no iba a llegar… mal empezaban
si no lo arreglaba…

M: ¡Joder! – protestó levantándose del sofá y yendo hasta la


habitación, donde su mujer parecía dormir – Esther – dijo con cautela
– cariño, ¿estás dormida?

E: No – contestó secamente – solo pensaba.

M: Escúchame – pidió tumbándose a su lado y pasando el brazo por


su cintura – lo siento, ¿vale? ya te he dicho que me ha pillado por
sorpresa – le dijo una vez más – y que no me lo había planteado

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nunca pero… - tragó saliva por lo que iba a decir – si lo pienso… sí


que me haría ilusión tener hijos contigo – terminó de decir, sin querer
saber cuanta verdad había en sus palabras.

E: ¿De verdad? – preguntó dándose la vuelta.

M: De verdad – sentenció – me haría mucha ilusión – repitió – pero…


si es cierto que creo que deberíamos esperar un tiempo antes de… de
dar el paso… es lo que intentaba decirte antes…

E: Sí – le dio la razón – siento haberme puesto así… ni siquiera te he


dado opción a explicarte…

M: Estás sacando tú mucho carácter, ¿eh? – dijo medio bromeando.

E: Ya… mi hermano dice que cuando me enfado debe haber un


terremoto en algún lugar del mundo por lo mucho que me irrito – dijo
con una sonrisa.

M: Pues intentaré no enfadarte nunca – contestó acariciando su


mejilla - ¿Me das un beso?

E: Ven aquí – dijo agarrando su nuca y acercándola a ella para


comenzar a besarla… un beso que empezó suave y terminó
llevándolas a pasar una nueva noche de juegos amatorios…

Durante lo siguientes tres días, disfrutaron como niñas, dejando a un


lado las posibles “peleas” y decidiendo pasar los últimos días de su
luna de miel como se merecían. Hablando mucho y riendo más. Maca
descubría en Esther una vis cómica que hacía no poder para de reír y
Esther hacía que la empresaria sacara su lado más payaso a base de
bromas y tonterías…

El ultimo día mientras, Maca se dedicaba a hacer su maleta mientras


Esther veía como algo muy divertido el sacarle toda la ropa y no
dejarla terminar, lo que las llevaba a protestas cariñosas y besos
robados.

M: Cariño, por favor – protestó una vez más – que así no terminamos
nunca…

E: Pues no terminamos – contestó – nos quedamos aquí a vivir para


siempre.

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M: No podemos… las dos tenemos que trabajar – dijo volviendo a


doblar un par de camisetas que Maca había sacado – y ve tú a hacer
tu maleta.

E: Voooy – dijo sin moverse – ahora cuando tú termines.

M: Pues entonces no la haces nunca – dijo dándole un palo en la


mano cuando intentó sacar otra prenda – estate quieta Esther – pidió
sacando luego una sonrisa.

E: Bueno, ya que veo que no soy bienvenida en esta habitación – dijo


dramatizando – iré a darme una ducha

M: Pero mira que eres tontita – sonrió acercándose a ella – venga,


señorita, salga de aquí – la empujó hacia le baño.

Quince minutos después, Maca estaba terminando de cerrar la maleta


cuando Esther entró solo con una toalla y haciendo gala de una
repentina osadía la dejó caer dejando a un lado la vergüenza y
haciendo que la empresaria abriera los ojos como platos.

M: Eso es provocar… provocar muchísimo – se acercó a ella para


abrazarla

E: No – quitó las manos – nada de tocar… tú no me has dejado


divertirme así que tú tampoco te divertirás.

M: Cariño, no puedes hacerme esto – intentó atacar de nuevo – ven…


que solo te voy a dar un besito – consiguió abrazarla y llevar su boca
al cuello desnudo de su mujer – umm qué bien hueles…

E: Maca, va que tengo que vestirme y hacer mi maleta – contestó


sintiendo como Maca hacía sus caricias más profundas.

M: Tenemos tiempo – murmuró mordiendo su mentón – y tú me has


incitado…

E: No he hecho nada – sonrió intentando guardar la compostura.

M: sí que lo has hecho – siguió a lo suyo, llegando a su pecho –


aparecer desnuda delante de mi es provocarme… umm – besó su
pezón – qué buena estas cariño…

E: Uff… Maca… - y se dejó hacer, dejó que Maca la llevara a la cama e


hicieron el amor una vez más y por ultima vez en aquella casita de la
playa…

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En el coche, Maca conducía mientras Esther se dedicaba a poner algo


de música. Intentando buscar algún disco que les gustara a ambas
pues habían descubierto que en cuanto a gustos musicales no
coincidían en nada…

M: Esto no, Esther por favor – dijo intentando quitar lo que acababa
de poner.

E: No entiendo porqué no te gusta, anda que no es bonita ni nada la


canción – contestó

M: Es muy ñoña, demasiado ñoña.

E: Ya… pues a mi me gusta…

M: Es que tu eres muy ñoña, cariño – bromeó.

E: ¡Oye! – le dio un palo en el hombro.

M: ¡Esther que estoy conduciendo!

E: Pues solo por haber dicho eso, voy a dejar esta canción y te
aguantas – dijo amenazante…

A base de bufidos tuvo que escuchar la música “ñoña” de Esther a


pesar de hacerlo con una leve sonrisita, la enfermera se acomodó en
el asiento y miró la carretera, concentrándose en la conducción, Maca
la imitó lo que las llevó a permanecer en silencio durante un ratito.

E: Estoy pensando que deberíamos haber terminado mi mudanza


antes de irnos – comentó – no me apetece nada ponernos hoy con
eso…

M: Bueno… llevamos muchas de tus cosas antes de la boda –


contestó – así que podemos dejar el resto para dentro de unos días…

E: Sí… pero aún así, si lo hubiéramos hecho antes ya no tendríamos


que hacerlo – volvió a decir.

M: No pasa nada… mira, mañana llamo a una empresa de mudanzas


y que se encarguen ellos – sugirió – nosotras nos quedamos
tranquilas y ya está.

E: ¿Cuándo tienes que volver a la oficina? – quiso saber.

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M: Pasado mañana – contestó – y temblando estoy – Esther la miró


extrañada – no quiero ni pensar la de trabajo que tendré al volver.

E: Dímelo a mí – dijo ella pensando en lo que se encontraría en el


hospital…

Durante el resto del viaje lo pasaron de la misma manera, hablando


de lo que harían al llegar, de lo que se encontrarían en sus
respectivos trabajos y de varios temas más que hizo de ese trayecto
más ameno del que fue la ida.

Llegaron a Madrid pasadas las siete de la tarde… dejaron las maletas


a la entrada y se tumbaron en el sofá… “De vuelta a la rutina” pensó
Maca, viendo como Esther se abrazaba a ella “una rutina diferente”
apuntó su pensamiento.

No tardaron mucho en irse a dormir… tras cenar algo ligero se


acostaron, fue Maca quien se abrazó a Esther y ésta, con una sonrisa
en los labios acarició su pelo haciendo que la empresaria quedara
dormida casi al instante… En esos días había aprendido que
acariciarle el pelo cuando estaba así de relajada, conseguía que se
durmiera en cuestión de segundos. Quedó mirándola dormir, no podía
dejar de sonreír y sus ojos destilaban ilusión “Comienza nuestra vida
juntas” pensó para sí misma antes de besarla en la cabeza y dejar
que Morfeo la llevara al mundo de los sueños.

Durante las siguiente dos semanas, se dedicaron a “acoplarse” la una


a la otra en lo que a la convivencia se refería, viendo qué manías
tenía cada una, qué cosas de le gustaban, intentando conocerse
mucho más de lo que ya se conocían.

Volvieron ambas al trabajo, y fue bastante diferente para cada una…


Esther llegó al hospital y nada más entrar una Teresa emocionada le
pidió que le contara todo lo que habían hecho, como se lo habían
pasado y donde habían estado. La enfermera contestaba con una
sonrisa emocionada, enseñando las fotos que se habían hecho, pero
sobre todo sin dejar de sonreír. Luego vino sesión con Claudia donde
se explayó mucho más que con Teresa, donde la neuróloga no dejaba
de sonreír ya que Esther no podía borrar la suya de sus labios.
“Hemos pasado unas días perfectos, Claudia” le había dicho “Cada
día que pasa la quiero más… y… he descubierto que es celosilla” le
había comentado con una leve risita “Han sido los días más
maravillosos de mi vida”.

Por su parte, Maca cuando entró en la oficina recibió las escuetas


felicitaciones de sus empleados, a los que saludó con educación y se

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dirigió directamente a su despacho donde una sonriente y creía que


más sexy que nunca, Elsa, la esperaba para darle un corto abrazo y
dos besos de bienvenida que dejaron parada a Maca. En esas dos
semanas, Maca pudo ver como Elsa en ocasiones se le insinuaba y
luego parecía una persona totalmente distinta haciéndole creer una
ignorancia hacia su persona que la dejaba bastante descolocada.
Aquella situación le hacía permanecer a la espectativa y por otra
parte le incitaba… siempre le había gustado tenerlo todo bajo control
y parecía que con Elsa no tenía el mando sino que era la secretaria
quien mandaba…

Con Esther le pasaba algo diferente al igual que parecido, pues con
ella también sentía que perdía las riendas de la situación, que no
podía evitar ciertas cosas que la hacían sentirse mejor que nunca,
que no era capaz de no pensar en ella cuando menos lo esperaba…
con Esther todo estaba cambiando a pasos agigantados, su propósito
a la hora de casarse con ella se le olvidaba en los momentos en que
la miraba y a lo único que atinaba era a volver la cara hacia otro lado
y no pensar en todo aquello… no quería pensarlo, le daba pánico
pensarlo…

Esther entraba en casa tras un turno bastante ajetreado, un accidente


múltiple había colapsado las urgencias. Nada más entró se encontró
con una maleta en la puerta y frunció el ceño extrañada. Anduvo
hasta la habitación donde Maca terminaba de cerrar una pequeña
bolsa de viaje.

M: Hola, cariño – dijo acercándose a ella para dale un beso – no te he


oído llegar.

E: Hola – miraba a su alrededor - ¿Y esa maleta? – preguntó


señalando la puerta.

M: El viaje, Esther – contestó haciéndole recordar la conversación que


habían tenido el día anterior – la reunión con los distribuidores en
Londres.

E: Ah, sí – se acordó – es verdad, perdona…

M: ¿Qué te pasa? – la miró mientras revisaba que todo estuviera en


regla.

E: He tenido un día horrible, mi amor – dijo sentándose al borde de la


cama.

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M: ¿Sí? – dejó lo que estaba haciendo para volverse a ella - ¿me lo


quieres contar?

E: Ha habido un accidente y han venido un montón de heridos –


comenzó a relatar – y había… un niño… - sus ojos se aguaron –
estaba muy mal, Maca…

M. Venga cariño – la abrazó – anda… venga que no me gusta verte así


– dijo mirándola y besándola lentamente.

E: ¿A qué hora salía tu vuelo? – preguntó intentando cambiar la


conversación, si seguía hablando de aquello acabaría llorando y no
quería…

M: A las nueve – contestó – pero voy a llamar a la oficina y voy a decir


que retrasen el viaje…

E: ¿Cómo que lo retrasen? – preguntó sorprendida.

M: Pues que retrasen la reunión… la haré la semana que viene o yo


que sé, pero no me voy a ir estando tú así – dijo sin pensar en nada
más y se dio cuenta al instante que en una situación “normal” nunca
habría dicho tal cosa… ¿qué estaba pasando ahí?

E: No digas tonterías, cariño – contestó agradecida – es importante


esa reunión… no puedes retrasarla así por así.

M: No sé… me da cosa… irme dejándote triste – quitó un mechón de


pelo de la cara.

E: Estoy bien – la besó – solo es un momento de bajón… se me pasará


antes de que te vayas mañana.

M: ¿Segura? – Esther asintió – ¿Segura… segura? – preguntó con una


minisonrisa acercándose a sus labios.

E: Sí – dijo antes de besarla…

M: Vale – volvió a besarla – venga ve a darte una ducha que yo


termino aquí y preparo la cena…

E: Un beso – pidió antes de levantarse recibiéndolo al instante.

Se acostaron temprano, Esther estaba realmente cansada y Maca


debía levantarse algo antes para llegar al aeropuerto. Sin embargo no
pudo dormir demasiado. Sentía un nudo en la boca del estómago que

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no la dejaba cerrar los ojos… sentía que algo iba mal encaminado,
que aquello no era lo que ella había planeado… y solo había pasado
un mes desde la boda si contaban con los días de “Luna de miel”.
Decidió que tal vez aquel viaje a Londres le viniera bien para pensar
en todo y tomar perspectiva de las cosas, tal vez necesitaba ese
pequeño alejamiento aunque fueran solo tres o cuatro días, pensar en
lo que le estaba pasando y volver con las pilas puestas y sin “cosas
raras” en la cabeza.

Llegó al aeropuerto con tiempo de facturar y sentarse a tomar un


café, sonreía al recordar que había dejado a Esther dormida y que ni
se había inmutado de su salida, decidió que la llamaría cuando
llegara a Londres. Estaba ya en la cafetería, sentada mientras miraba
un informe cuando algo llamó su atención. Una chica, alta y morena,
vestida con unos pantalones bastante estrechos y una camiseta que
dejaba ver un agradecido escote, casi corría por la terminal con unas
carpetas en la mano. Se levantó y fue a interceptarla, quedando
delante de ella, cuando la chica en cuestión miraba hacia todos lados
buscando a alguien.

M: ¿Qué haces aquí? – preguntó sorprendida.

El: Ayer me di cuenta que te dejaste estos informes en la oficina –


decía tomando aire – supongo que los vas a necesitar – explicó su
secretaria haciendo que Maca la mirara con una ceja alzada.

M: A ver – los tomó mirándola un segundo antes de cogerlos – pues…


sí, sí que me hacen falta si…

El: Menos mal que he llegado a tiempo – sonrió – menuda carrera.

M: Gracias Elsa, tú siempre tan eficiente – halagó.

El: Siempre que mi jefa lo necesite, seré muy eficiente – contestó con
insinuación.

- Pasajeros del vuelo 707 con Destino Londres, pueden empezar


a embarcar.

M: Es mi avión – dijo sin poder quitar la mirada de ella.

El: Sí – contestó – pásalo bien y… nos vemos a tu vuelta – dijo


acercándose a ella y sorprendiendo a Maca le dejó un breve beso en
los labios – échame de menos – dijo de nuevo insinuante antes de
darse la vuelta y comenzar a andar hacia la salida.

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Maca quedó parada en el sitio… no se lo esperaba… no podía creer lo


que acababa de hacer. Elsa, la había besado, ya no había dudas de
que se le estaba insinuando todo el tiempo, no eran imaginaciones
suyas, no era algo creado por su mente por las ganas que desde que
la conoció había tenido de llevársela a la cama… no, era totalmente
cierto… Elsa se lo había dejado bastante claro…

Impaciente, se movía de un lado a otro, miraba el reloj una y otra vez,


queriendo que los minutos pasaran rápidos, miraba a su alrededor y
volvía la vista al frente con una sonrisa en los labios cuando al fin
aquellas puertas comenzaron a abrirse.

Irguió el cuello intentando ver sobre los demás, la había echado de


menos… demasiado, solo habían sido cuatro días pero ya estaba
deseando poder verla y abrazarla. Se puso de puntillas al no ver nada
y estirando un poco más el cuello al fin la vio aparecer, arrastrando
su maleta y poniéndose las gafas de sol en el pelo.

E: ¡Maca! – la llamó casi pegando saltitos, la empresaria no había


terminado de alejarse de sus compañeros de vuelo cuando se vio
obligada a soltar la maleta e impedir que ambas cayeran al suelo
debido al ímpetu de Esther al abrazarla – Hola – la besó – hola – la
volvió a besar – hola, mi amor – beso – hola, hola, hola – y con cada
repetición de aquel saludo un nuevo beso que hacía que Maca no
pudiera más que sonreír – te he echado de menos – dijo sin soltarse
de su cuello.

M: Se nota, cariño – contestó medio en risas – se nota.

E: ¿Tú a mí no? - preguntó.

M: Ummm… un poco sí – dijo ampliando la sonrisa – sí, tontita, claro


que te he echado de menos – terminó de decir haciendo que Esther
también ampliara la sonrisa.

E: ¿Qué tal ha ido todo? – preguntó una vez se separó lo necesario de


ella como para poder andar y salir de la terminal.

M: De maravilla – contestó agarrándola por la cintura – han firmado el


contrato así que ampliaremos la distribución en Londres – dijo
contenta de que la reunión hubiera salido como ella esperaba, ¡Como
le gustaba que las cosas le salieran bien!

E: Me alegro – la besó una vez más – Y ¿has hecho turismo?

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M: Muy poco – contestó – casi no he tenido tiempo… además – añadió


mirándola de reojo queriendo ver su expresión – estando solita me
aburría mucho – le dijo, Esther la miró y ella sonrió aún más – sin ti no
tenía sentido hacer turismo… no podía comentar nada con nadie….

De ese modo y Maca contándole como había ido el viaje, se


internaron en el tráfico de Madrid en dirección a su piso. El trayecto
pese a que duró algo más de lo habitual debido a la cantidad de
coches que colapsaban la ciudad fue bastante ameno…

Llegaron a casa y la empresaria se metió directamente en la ducha


mientras Esther preparaba algo de picar. Minutos más tarde la
empresaria regresaba al salón aún con el pelo mojado y con ropa
cómoda, se sentó a su lado y la enfermera no tardó en sentarse a
horcajadas sobre ella.

M: ¿Y tú qué has hecho mientras no he estado eh? – le preguntó con


las manos en su espalda.

E: Pues… salí a cenar con las chicas – le dijo – te lo comenté por


teléfono que no tenía muchas ganas pero al final me decidí.

M: Sí, verdad – recordó – ¿No ligarías, no? – dijo alzando una ceja
viendo como Esther sonreía por su gesto – mira que me enfado…

E: ¿Cómo voy a ligar teniéndote a ti? – contestó sonriendo - ¿Y tú? – le


devolvió la pregunta – no habrás ligado con ninguna inglesa ¿no?

M: Bueno… - contestó claramente bromeando – había una que… -


Esther le dio un palo en el brazo – es broma, tonta…

E: Te llamó Ana esta mañana… que la llamaras cuando llegaras – le


comunicó.

M: Vale… luego la llamo – se acercó a besarla – ahora tengo


pendiente una cosita – bajó a su cuello, haciendo que Esther supiera
qué “cosita” era esa.

E: ¿No estás muy cansada? – preguntó.

M: Mmm… para nada – dijo besándola con profundidad, haciéndole


saber que el cansancio era lo último que sentía en esos momentos.

Cuando a la mañana siguiente llegó a la oficina se encontró con una


sorpresa que no esperaba. Elsa no estaba en su puesto y en su lugar
una mujer bastante entrada en años que para nada causaba en ella lo

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que causaba su anterior secretaria… frunció el ceño y terminó de


acercarse.

M: Buenos días – dijo mirándola con extrañeza – Soy Macarena


Wilson… ¿usted es?

- Me llamo Julia – contestó – estoy sustituyendo a Elsa – le


informó.

M: ¿Qué le ha pasado? – quiso saber.

J: Creo que está ha tenido que salir de viaje por un problema personal
– le dijo – ha pedido unos días libres – siguió diciendo.

M: Ya… - contestó y no supo si se sintió chafada o aliviada ante


aquella nueva situación.

J: De todos modos, me dijo Gutierrez, de recursos humanos que le


avisara en cuanto usted llegara y le daría más información – le dijo
viendo que se había quedado un tanto… parada.

M: Sí, bien – contestó – por favor, llámele y dígale que venga a mi


despacho.

J: Ahora mismo – terminó de decir viendo como Maca entraba en su


oficina, dándose la vuelta para tomar el teléfono y hacer lo que le
había pedido.

Los días comenzaron a caer en el calendario sin que a penas se diera


cuenta. Maca intentaba amoldarse a la forma de trabajar de Julia, una
bastante diferente a Elsa con la que había conseguido congeniar a la
perfección en cuanto a trabajo se refería. Esther seguía viviendo en
su mundo de colores donde lo más grande que tenía era el amor que
sentía por su mujer y las demostraciones de amor de Maca hacia
ella…

Ana había cenado con ellas un par de veces y aprovechando la


ausencia de la enfermera para algo había intentado sonsacarle a
Maca qué había pasado en el ultimo viaje que había hecho.
Extrañamente, no consiguió nada, por lo que una de dos: O Maca
realmente no había echo nada con nadie, o se lo callaba por primera
vez en mucho tiempo, pues a Ana se lo contaba todo por poco que le
gustara escucharlo.

Se dedicaba por entero a Esther cuando estaba con ella y se


agobiaba alguna vez que otra cuando pensaba en la herencia y los

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tres años que aún quedaban para cobrarla, pero si era cierto que
incluso ella misma había notado un cambio y cuando se le hacía real
y patente intentaba solventarlo y engañarse diciéndose que aquello
no era nada…

Precisamente ese había sido uno de esos días en los que lo que sentía
le había hecho estar de mal humor durante gran parte del tiempo. En
la oficina casi nadie se atrevía a hablarle y ella había permanecido
encerrada en su despacho. Sumado al hecho de que una huelga del
sector de transporte había trastocado todos los envíos de esa
semana, su desesperación era mayor que de costumbre.

M: ¿Diga? – dijo con autoridad y tono serio al descolgar el teléfono.

E: Ho… hola, cariño – saludó con cautela por su tono de voz - ¿Te pillo
mal?

M: Pues un poco, Esther – contestó – estoy bastante ocupada.

E: Vale… perdona – le dijo – solo quería saber si te apetecía cenar con


mi hermano, me acaba de llamar y…

M: Pues no lo sé, Esther – la cortó – no sé cuando saldré de la oficina,


hay una huelga de transportistas y los pedidos no llegan donde tienen
que llegar – decía frustrada, enfadada, agobiada…

E: Ya pero no te vas a quedar ahí hasta las tantas, mi amor – intentó


suavizar.

M: Si me tengo que quedar, me quedaré – dijo de igual modo que


antes – para algo soy la dueña, así que no, Esther, no sé si podré ir a
cenar con tu hermanito – y el término diminutivo reveló lo “bien” que
le caía Diego.

E: Ma…

M: No te pongas pesadita – la cortó – no tengo tiempo para esto


ahora mismo…

E: Muy bien – dijo siendo ahora quien se enfadara – pues cuando a la


señora le de la gana o se le pase el estúpido cabreo que no sé por
qué tengo que ser yo quien lo pague, me llamas… o mejor, no me
llames – siguió – haz lo que quieras, Maca, yo me voy a cenar con mi
hermano…

M: Muy bien – seguía en sus trece.

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E: Estupendo – continuó ella.

M: Genial – dijo

E: Bien – contestó no queriendo que fuera ella quien diera la última


palabra y antes de dejar que dijera algo más, colgó el aparato con
fuerza – joder – protestó.

Cl: ¿Estás bien? – dijo Claudia llegando a su lado, desde una de las
mesas de la cafetería del hospital había escuchado como discutía por
teléfono

E: Perfectamente – contestó con seriedad.

CL: Vale… vale, fiera – dijo intentando apaciguarla

E: Perdona, Claudia – se excusó al ver que estaba perdiendo los


papeles con su amiga – es que cuando se pone así, me saca de mis
casillas – protestó.

Cl: ¿Problemas en el paraíso? – preguntó.

E: No sé qué le pasa – dijo pasándose las manos por la cara


totalmente frustrada – últimamente tiene un humor muy cambiante…
- siguió diciendo – por momentos está cariñosa, atenta y al segundo
siguiente como si algo saltara en su cabeza se pone tensa y no sé…
como si se alejara…

Cl: ¿Os ha pasado algo o…? – preguntó algo preocupada.

E: No… bueno no lo sé – dijo bajando la cabeza – sé que tiene


problemas en la oficina por una huelga y está alterada y además con
Julia, la sustituta de Elsa – le explicó – que parece que no se
entienden al trabajar y no sé…

Cl: Estará estresada, Esther – continuó.

E: Ya pero no entiendo porqué tengo que pagarlo yo… además sin


venir a cuento – seguía diciendo – mira, anteayer – recordó –
estábamos tranquilas en el sofá… hablando de nosotras, de lo bien
que estamos y de todas esas cosas ¿sabes? – Claudia asintió – Y no sé
qué le pasó… de pronto como si le hubiera dado un calambre se
levantó y dijo que estaba cansada y se iba a acostar…

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Cl: Verás como no es nada – intentó animar – seguro que será una
tontería…

E: Ya… lo sé, luego en la cama me buscó… vamos que… ya sabes –


dijo elevando las cejas para hacerla saber de qué forma la había
buscado.

Cl: Entiendo – contestó.

E: Pero hay algo que… - se cortó porque su móvil comenzó a vibrar


sobre la mesa, miró la pantalla y al ver el nombre elevó la vista hacia
Claudia que entendiendo que quería privacidad se levantó y se alejó
dejándole una caricia de ánimo en el brazo - ¿qué quieres?

M: Lo siento – escuchó al otro lado de la línea a Maca algo abatida – lo


siento, cariño – repitió – siento haberme puesto así… pero estoy muy
agobiada ahora mismo… y… sé que no tenía que haberlo pagado
contigo… ¿Me perdonas?

E: ¿Me cuentas qué te pasa? – le devolvió la pregunta.

M: Ya te lo he dicho… esto es un caos… hay huelga de transportistas


y no sé como lo voy a solucionar… - se excusó – y cuando me has
llamado acababa de tener una bronca con el responsable de
contabilidad y… - se cortó – lo siento Esther…

E: Vale… - contestó – no pasa nada…

M: No te oigo muy convencida – dijo haciendo que Esther suspirara –


mira, vamos a hacer una cosa… - pensaba – voy a intentar salir
pronto y… nos vamos a cenar tú y yo por ahí… solas ¿vale? Algo
romántico… como a ti te gusta.

E: ¿Y mi hermano?

M: Quedamos con él mañana o pasado… Esther… esta noche quiero


estar contigo a solas… por favor… necesito estar contigo… solitas –
dijo con ese tono dulce que derretía a Esther - ¿vale? cenamos… si
quieres vamos a bailar y… luego nos vamos a casita y nos
acurrucamos ¿Quieres?

E: Vale – dijo ahora ya con una sonrisa.

M: Bien – contestó también sonriendo – pues voy a intentar terminar


esto y nos vemos en casa… un beso, cariño.

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E: Un beso, mi amor – contestó – te quiero – dijo justo antes de que se


cortara la comunicación sin escuchar la réplica al otro lado de la línea.

La noche fue preciosa, romántica, tierna, bromista, perfecta, eso fue,


una noche perfecta que disfrutaron las dos por igual. Cuando llegaron
a casa hicieron el amor de una forma lenta y tranquila, disfrutando de
los besos y las caricias que se regalaban mutuamente… quedando
dormidas y abrazadas…

A la mañana siguiente Maca despertó con una sonrisa tatuada en los


labios, despertó a Esther pues tenía turno de mañana y tras
arreglarse y desayunar algo juntas salieron cada una en dirección a
sus trabajos.

Cuando la empresaria entró en el edificio aún no habían llegado todos


sus empleados, ni siquiera Julia estaba aún en su puesto de trabajo,
miró el reloj, quedaban todavía diez minutos para que llegara… entró
en su despacho y encendió el ordenador, sacó un par de informes de
su maletín y se quitó la chaqueta cuando alguien llamó a la puerta.

M: Pasa, Julia – dijo mirando las carpetas.

E: No soy Julia – contestó abriendo la puerta con una sonrisa en los


labios.

M: Obviamente no – la miró – no lo eres – Elsa entró en la oficina


cerrando la puerta tras de sí - ¿Vuelves a tu puesto? – se sentó
invitándola a hacer lo mismo.

El: Me encantaría – dijo mirándola – pero no… de hecho… vengo a


presentar mi dimisión.

M: Vaya… - contestó – bueno… en cierta manera me lo esperaba…


¿Cómo está tu hijo?

El: Igual… no mejora y… - bajó la cabeza algo abatida – en fin…


quiero estar con él, además mi marido no puedes estar más tiempo
solo con él…

M: Normal, supongo – contestó.

El: Quería… quería venir personalmente a entregarte la carta de


dimisión – dijo mirándola – bueno… en realidad, quería verte antes de
volver a Teruel – comentó – Esperaba que aceptaras cenar conmigo
esta noche – le dijo directamente – para despedirnos y… eso…

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M: Cenar – repitió mirándola de arriba abajo…

El: Ajá – contestó – me encantaría pasar una divertida velada contigo


– dijo mirándola – realmente me haría bastante bien… necesito…
olvidarme un poco de todo…

M: Ya…así que quieres divertirte conmigo – dijo levantándose de su


silla y quedando tras ella…

El: Hablando claro, Maca – se levantó – ya que he dejado de ser tu


secretaria y no te debo el respeto que debería tenerle a una jefa –
hizo una pausa mordiéndose el labio de forma sugerente – lo que
quiero es… que echemos un buen polvo – dijo haciendo que una frase
soez como aquella en sus labios y con el tono que le dio, resultara en
Maca demasiado excitante…

M: ¿Por qué ahora? – preguntó mirando con deseo sus labios – quiero
decir – Elsa se acercó a ella tomándola de las caderas – no es ningún
secreto que me insinué a ti cuando llegaste… pasaste de mí… ¿por
qué ahora?

El: Por que ahora estás casada – contestó con toda la naturalidad del
mundo – y me ponen mucho más las mujeres casadas que las
solteras… - dijo a pocos centímetros de sus labios – y sé que tú
también estás deseándolo…

M: Ajá – fue lo único que dijo…

El: Te esperé esperando esta noche en mi piso – susurró – no me


falles – terminó de decir rozando sus labios con mucha sugerencia y
saliendo del despacho tal y como había llegado…

Durante todo el día Maca estuvo ausente y pensativa… la proposición


de Elsa era muy tentadora… era como si la fruta prohibida hubiera
caído sobre sus manos, algo casi imposible de ignorar, comió en casa
y pese a que Esther la notó igual de rara lo achacó a aquella huelga
que la tenía de tan mal humor… no preguntó e intentó hacerla sentir
bien durante toda la comida…

Volvió a la oficina por la tarde… no se sentía capaz de quedarse con


Esther mientras no dejaba de pensar en la propuesta de Elsa, no fue
capaz de concentrarse en el trabajo… era algo superior a ella… había
estado mucho tiempo queriendo llevársela a la cama y ahora se le
presentaba la oportunidad en bandeja… algo fácil, simple, satisfacer
sus deseos, aceptar su proposición, cumplir su fantasía y no volvería

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a verla… lo había hecho un montón de veces… ¿qué había cambiado


ahora? Nada… no había cambiado nada…

E: Hola, mi amor – saludó Esther descolgando el teléfono - ¿Vienes


ya? Estoy preparando una cena buenísima.

M: No – contestó con toda la tranquilidad que pudo poner… no


demasiada para su desgracia – me ha surgido una reunión de ultima
hora con el representante de la empresa distribuidora… se hará
tarde… seguramente cenaremos algo mientras intentamos buscar
alguna solución sobre la huelga.

E: ¿Ahora? – preguntó desilusionada – Maca son casi las nueve de la


noche – dijo mirando el reloj.

M: Lo sé… pero no ha podido ser antes… yo he estado toda la tarde


de reunión en reunión y parece que él también… - cerró los ojos… -
intentaré llegar temprano ¿vale?

E: Vale – dijo aceptando lo que le decía.

M: NO hace falta que me esperes… acuéstate si estás cansada – le


dijo pasando su mano por la frente.

E: Sí, tranquila – contestó – pero intenta no llegar muy tarde… sabes


que me preocupo.

M: Sí, un beso – dijo a modo de despedida.

E: Te quiero – soltó antes de colgar… Maca ya había colgado.

Algo le decía que saliera de allí. Que se diera la vuelta, bajara los dos
pisos que la separaban de la calle, cogiera de nuevo su moto y se
alejara de aquel edificio… algo intentaba gritar que no lo hiciera, que
ya bastantes errores había cometido para añadir uno nuevo en su
lista. Una vocecita repelente y osada intentaba gritarle que
recapacitara, aceptara sus sentimientos y dejara el miedo a un lado…

Ella simplemente movió la cabeza, acalló aquella estúpida conciencia


y tocó el timbre. Necesitaba hacerlo, quería demostrarse que aún
seguía siendo la de siempre, que no sentía nada por nadie, que nada
había cambiado en ella… que todo aquel caos en su cuerpo no era
más que una sugestión creada por un ambiente cálido y familiar que
se creaba cuando estaba con Esther y quería sentirse ella, ella con
todas sus consecuencias, quería dejarse claro a sí misma que

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continuaba siendo una persona libre de sentimientos… y Elsa… Elsa


era quien le haría ver que todo seguía tal y como era siempre…

La exsecretaria abrió la puerta con una sonrisa pícara, ataviada con


una falda demasiado corta y una camisa que dejaba ver más de lo
necesario, casi transparente dejando claro que no llevaba sujetador,
con el pelo suelto cayendo sobre sus hombros y una mirada
penetrante y deseosa… estaba claro qué quería que pasara esa
noche.

El: Sabía que no me fallarías – dijo abriendo la puerta para dejarla


pasar.

M: Hubiera sido un delito no venir – contestó con la coraza levantada


nuevamente, con la careta de mujer-fatal, sintiendo casi orgullo de sí
misma al ver que seguía siendo la Maca de siempre – Estás muy… - la
miró de los pies a la cabeza, paseando la mirada por sus piernas, por
su pecho… hasta llegar de nuevo a sus ojos…

El: ¿Guapa? – se encargó ella misma de halagarse.

M: Iba a decir sugerente… pero también estás guapa – contestó


sonriendo.

El: Digamos que esta noche se merece este atuendo – dijo con la
misma sonrisa, acercándose a ella peligrosamente.

M: ¿Cenamos? – cortó antes de que terminara de acercarse.

El: Claro – contestó algo contrariada… ¿pero qué más daba? Si… –
tenemos toda la noche… - dijo en voz alta sacando sus pensamientos
de su cabeza.

Eran las once y media de la noche cuando Esther apagó el televisor y


se levantó llevando hasta la cocina el resto de aquel sándwich que no
se había terminado. Bebió un vaso de agua y tras recoger lo que
había utilizado fue hasta la puerta para cerrar con llave. Volvió al
salón y cogiendo su móvil apagó las luces para tomar rumbo a su
habitación.

Se metió entre las sábanas, mirando el lado que ocupaba Maca


normalmente y que estaba vacío. Suspiró, cogió de nuevo el móvil y
miró la pantalla. La empresaria no había dado señales de vida por lo
que supuso que aún estaría reunida. Sopesó la posibilidad de llamarla
pero si estaba en mitad de una reunión no creía que fuera lo correcto,
así que suspirando una vez más, cogió el despertador para poner la

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alarma y dejando le móvil sobre la mesita de noche se dio la vuelta e


intentó dormir…

Habían terminado de cenar bajo un velo de tensión extraña,


intentando sacar absurdas conversaciones que le dieran a ese
momento un significado diferente, cualquier otro que no fuera el real,
que simplemente estaban allí para una sesión de sexo esporádico y
sin importancia.

Maca estaba sentada en el sofá, con una copa de vino y sintiendo la


mirada casi lascivia de Elsa, le dio un trago a su copa en un intento
por apagar aquel nudo en la garganta… sintió movimiento a su lado,
desvió la cabeza hacia allí y toda aquella sensación de malestar
desapareció al ver como la que fuera su secretaria abría uno a uno los
botones de su camisa mientras se pasaba la lengua por los labios en
una autentica provocación.

Se acomodó en el sofá, dejando la copa a un lado y decidida a


disfrutar del espectáculo. Elsa más suelta que nunca se levantó y
ante los ojos de su exjefa se quitó totalmente la camisa dejando ver
sus atributos femeninos. Sonriendo al ver la cara de Maca avanzó
cual felino hasta el sofá, anclando una rodilla a cada lado de la
empresaria y sentándose en sus piernas.

Maca, como si no tuviera conciencia de sus movimientos llevó sus


manos hasta la cintura de Elsa y cerró los ojos cuando ésta, decidió
que era un buen momento para ocultar el rostro en su cuello, dejando
besos y algún sensual lametón que consiguió que Maca cerrara los
ojos…

E: Maca – cortó el beso cuando la empresaria ya creía tenerla a


punto - ¿Tus… tus manos están en mi culo? – preguntó mirándola.

M: Eh… sí – contestó mordiéndose el labio.

E: Ya – bajó la cabeza y volvió a levantarla - ¿y por qué?

M: Estoy cansada, Esther y quiero acostarme – contestó buscando su


bolso.

E: Pues nos acostamos – soltó y Maca elevó una ceja – quiero decir…
puedes… puedes quedarte a dormir aquí – dijo algo avergonzada – mi
cama es muy grande…

Y no supo qué fue, ni qué le empujó a decirle que sí, pero de pronto
se vio, por primera vez en su vida, metida en la cama con una chica

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sabiendo que no pasaría nada entre ellas. Esther se apoyó en su


pecho y ella quedó totalmente parada… nunca había dormido con
alguien sin tener sexo, nunca había imaginado que podría sentirse de
esa manera sin hacer nada de nada… nunca había estado en una
situación así e increíblemente se sentía bien… tranquila… extraña…

Abrió los ojos al instante… preguntándose a qué había venido


aquello. Casi desorientada, aturdida, sintió las manos de Elsa
intentando llegar a su pecho con una pasión desbordante… molesta
por lo que acababa de pasar intentó dejarse llevar de nuevo…
Cuando la secretaria la besó, Maca cerró de nuevo los ojos…

A: Te está cambiando, Maca, está consiguiendo lo que nadie.

M: ¿Y según tú qué está consiguiendo? – preguntó de nuevo aun


sabiendo por donde irían los tiros.

A: Que sientas algo por ella – dijo a bocajarro – que no sea solo un
polvo para ti, está consiguiendo que por primera vez en tu vida
sientas algo, por alguien… te gusta, Maca, te gusta de verdad –
continuó – y lo que es mejor, está consiguiendo que te enamores…

E: Maca…

M: Dime.

E: Te quiero – dijo en un susurro apagado.

Una vez más abrió los ojos, y sabía que Elsa intentaba desnudarla,
sentía que la besaba, que intentaba llegar más allá… ella, sin
embargo, no podía moverse… sentía una fuerte opresión en el pecho,
sentía nauseas, se mareaba… aquello no podía estar pasando… era
una locura…

M: verás… se me ha ocurrido algo… y quiero saber qué te parece…


como idea ¿vale? A ver qué opinas tú ¿Qué te parecería si… nos
casamos? ¿qué me dices? – preguntó viendo como a la enfermera se
le humedecían los ojos ilusionada - ¿Te casas conmigo, Esther? –
preguntó directamente.

E: Sí, me caso contigo – dijo derramando lágrimas felices – te quiero –


la besó – te quiero muchísimo – la volvió a besar.

E: Ha sido el mejor cumpleaños de mi vida – dijo colgándose de su


cuello – sobre todo porque… porque te tengo a ti y nos vamos a
casar… - terminó d decir emocionada.

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M: Aja – afirmó – nos vamos a casar…

Y la mirada enamorada de su mujer, cruzó su pecho como un puñal


destrozándole el corazón… derrumbando murallas, derruyendo todo
aquello que ella misma se había construido durante toda su vida. Y
Elsa se impacientaba por la poca acción de Maca… la había
imaginado más fogosa, más activa… no tan sumisa y tan… ¿ida?

E: Te quiero
Quería dejar de pensar, dejar de recordar, dejar de verla cada vez
que cerraba los ojos… la finalidad de aquella cena era demostrarse
que aún seguía siendo la misma, que todo seguía como siempre, que
su matrimonio seguía siendo tan solo por una herencia…

E: Te quiero

A: Maca mírame – dijo clavando la mirada en sus ojos, la conocía,


sabía que debía haber algo más… - Tú de verdad quieres casarte
¿no? – preguntó, Maca no supo a lo que se refería – quiero decir…
que… no haces esto por… por la herencia – dijo bajando el tono – te
casas porque quieres casarte…

E: Eres una persona maravillosa…

M: Tú sí que eres maravillosa – contestó mirándola a los ojos,


perdiéndose en ellos antes de volver a besarla…

Besó a Elsa, intentando ahuyentar en ese beso todos sus fantasmas,


todos sus remordimientos, pero sintió que sus labios no le gustaban,
que les faltaba algo… les faltaba todo…

E: ¿Qué te pasa eh? – dijo acercándose a ella, intentando abrazarla y


como si fuera una niña enrabietada Maca se alejó - ¿Estás celosa?

M: ¿Yo celosa? – la miró – ¿de ese imbécil sin cerebro? No digas


tonterías.

De nuevo se separó de su secretaria, mirándola, reconociendo lo que


no quería reconocer, asumiendo lo que no había querido asumir en
ese tiempo…

E: Te quiero
E: Te quiero
E: Te quiero

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Y ocurrió lo increíble, lo más insospechado, lo menos imaginado…


ocurrió lo que jamás pensó que pasaría… lo que había querido
apartar de su mente con todas sus fuerzas… pasó lo que nunca quiso
que pasara… no quería estar ahí… no podía estar ahí…

M: No puedo – susurró mientras Elsa continuaba en su batalla por


quitarle la ropa – no puedo… - dijo una vez más con el corazón
encogido, con ganas de llorar durante siglos, con la caía de rodillas
ante la derrota en esa lucha con el amor… - No puedo, Elsa – y la
paró… la paró haciendo que la secretaria quedara más que
sorprendida, la apartó de su cuerpo sintiéndose la persona más sucia
y rastrera del universo… se levantó con el mayor sentimiento de
culpa que jamás había experimentado – lo siento… pero no puedo
hacerlo…

El: ¿Pero qué te pasa? – preguntó bastante seca y algo molesta por
aquel corte…

M: La quiero – susurró afrontando la realidad, la verdad de aquello…


aunque no quisiera… se había enamorado de ella – quiero a mi
mujer…

Entró en casa sintiendo una profunda decepción de sí misma… había


dejado a Elsa con un enfado de tres pares de narices, había salido de
aquella casa y sintiéndose casi incapaz de volver a la suya por tantos
y tantos remordimientos que sentía que había estado dando vueltas
por Madrid pensando en todo lo que había pasado, sintiéndose la
peor persona del universo al darse cuenta de lo que había estado
haciendo… Esther no se merecía una persona como ella, no merecía
todo lo que le había hecho… y cuanto más lo pensaba peor se
sentía…

Llegó a la habitación, quedó parada en el quicio de la puerta mirando


hacia la cama. Esther dormía y parecía que profundamente. No podía
apartar la vista de ella… la quería… la quería demasiado, la amaba
como jamás en su vida había amado… sonrió levemente cuando la
vio moverse, quería estar con ella durante el resto de sus vidas,
poder ver aquella imagen cada vez que quisiera, acostarse a su lado
y dormir abrazada a su cuerpo… pero por sobre todas las cosas,
quería hacerla feliz… y ahí, en el umbral de la puerta, a escasos
metros de ella se juró a sí misma que haría de ella la mujer más
dichosa del planeta, que borraría sus errores haciendo que su mujer
sonriera cada día, logrando que se sintiera la mujer más especial del
universo. Se prometió, que no habría día que no le dijera que la
quería, que no dejaría que nada le hiciera daño, que viviría solo para
y por hacerla feliz a ella…

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Sin hacer ruido se acercó, acarició su rostro y con una sonrisa


enamorada fue hasta el baño donde se dio una ducha intentando que
el agua se llevara con ella toda esa parte de su ser que en esos
momentos odiaba. Borrando el rastro de Elsa, de Clara, de Celia, de
Marcela… Paula… borrando el rastro de todas aquellas mujeres que
habían estado con ella y dejando tan solo el de Esther… sin darse
cuenta un par de lágrimas salieron de sus ojos mezclándose con el
agua, lágrimas producidas por el arrepentimiento profundo y sincero
de no haber sabido darle lo que merecía desde el primer día que la
conoció… y una vez más volvió a prometerse que no cometería más
errores, que a partir de ese día… nacía una nueva Maca cuyo fin en la
vida era hacer de Esther la mujer más feliz del mundo.

Salió del baño y llegó a la cama, metiéndose bajo las sábanas buscó
su cuerpo con necesidad, abrazándola y oliendo el perfume de su
piel, cerró los ojos y la sensación de haber llegado a casa se instaló
por fin dentro de su alma… apretó el abrazo y Esther se removió
entre sueños. Ella sonrió, besando su cuello, queriendo llenarse de
ella… necesitándola… amándola…

E: Umm Maca – escuchó la voz adormilada de su mujer y le pareció el


más hermoso canto a los Dioses…

M: Sí, mi amor – dijo con la voz sobrecogida – estoy aquí…

E: ¿Qué hora es? – preguntó moviéndose lentamente.

M: Las dos – contestó mirando el reloj – siento haber llegado tan tarde
– y no se refería a la hora que marcaba el reloj, sino que con esa frase
quiso decirle cuanto sentía haber tardado tanto en darse cuenta de lo
mucho que la quería.

E: ¿Cómo ha ido la reunión? – quiso saber abriendo mínimamente los


ojos.

M: Umm… mañana hablaremos de eso – contestó – ahora solo quiero


abrazarte…

E: ¿Estás bien? – dijo preocupada.

M: Ahora sí, mi vida – la miró a los ojos y Esther sonrió sin poder
evitarlo ante aquella forma de referirse a ella – ahora sí – y bajó a sus
labios, comenzando un beso profundo y sincero, el más sincero que le
había dado.

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E: qué rico – sonrió tras el beso.

M: Ven aquí – dijo abrazándola más para pegarla a su cuerpo.

Y volvió a besarla, haciendo que Esther respondiera sin esperar, y la


acarició con el corazón… le quitó la ropa sin dejar de mirarla a los
ojos… la besó con el alma… y le hizo el amor… con todas las letras,
con toda la pasión… Por primera vez, Macarena Wilson hacía el amor
estando enamorada, conociendo una nueva forma de acariciar,
aprendiendo una nueva manera de besar… le hizo el amor poniendo
el corazón y el alma en cada beso en cada caricia, en cada
embestida…

Esther se sentía aturdida, le faltaba el aire, sentía a maca sobre ella


más entregada que nunca, no es que Maca no se entregara cuando
hacían el amor pero ese día era distinto, había algo distinto, algo que
hacía que su corazón se llenara de gozo… se sentía al borde del
orgasmo, sabía que estaba a punto de llegar.

M: Mírame – le pidió ahogadamente – mi amor, mírame – dijo


besándola un instante – quiero verte…

Y la miró, clavó los ojos en su mirada y Maca se volvió loca, Esther


perdió la cordura y pasó, un escalofrío recorrió sus cuerpos por
entero, un calambre las atravesó de piernas a cabeza, y todo fue
igual y diferente a la vez y quizás el tiempo siguió su curso, tal vez la
Tierra siguió girando, quizás nadie cambió su vida ni el universo
quedó suspendido… pero para ellas, para ellas ese momento lo borró
todo a su alrededor… en ese instante, cuando sus almas se tocaron,
cuando se perdieron en sus miradas, en ese instante y solo en ese
instante no había nada más en el mundo que ellas…

M: Te quiero – susurró tan bajito que la voz no salió de aquella


habitación, sin embargo, Esther lo escuchó tan alto y claramente que
su corazón casi explotó de alegría – Te quiero – volvió a repetir,
dándose cuenta cuando había necesitado escucharlo su mujer, pues
sus ojos se cristalizaron en un segundo – Te quiero – dijo una vez más,
sonriendo levemente, haciendo que Esther temblara – Te quiero – y
podría haber seguido diciéndoselo, declarando su amor por aquellas
otras veces que no se lo había dicho, pero no pudo, Esther la besó
con fuerza, con ganas con necesidad creando un beso profundo y
definitivo donde se perdieron durante toda la noche…

Entró en la habitación intentando que no se le callera nada de lo que


llevaba en las manos. Sonriendo al ver como Esther había ocupado
gran parte de la cama una vez ella se había levantado. Dejó la

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bandeja en la mesita de noche y se tumbó a su lado acariciando con


la yema de los dedos su espalda desnuda.

M: Mi amor – susurró viendo que su mujer no hacía ni el mínimo


esfuerzo por despertarse – cariño… - bajó hasta su espalda besándola
de modo ascendente – dormilona… es hora de despertarse…

E: Umm… ¿qué hora es? – preguntó adormilada y sacando una


sonrisa al sentir los besos de Maca en su cuello.

M: Las diez y media – contestó sin dejar de besarla – hola, mi amor…

E: Hola – se dio la vuelta recibiendo al instante los labios de Maca en


su boca - ¿Qué haces aún aquí? – preguntó ya más despierta – es
muy tarde, Maca…

M: Lo sé – contestó sin dejar de besarla – pero… he llamado a la


oficina y he dicho que retrasen todo lo que tengo para esta tarde… -
Esther sonrió – quiero pasar la mañana contigo las dos metidas en la
cama y sin dejar de besarnos – lo hizo una vez más – luego comemos
juntas, te llevo al hospital y ya iré a trabajar yo.

E: Me encanta la idea – sonrió abiertamente.

M: Vale, pues vamos a empezar el día con un buen desayuno en la


cama – dijo dándose la vuelta para coger la bandeja y ponerla sobre
ella – Esto para ti – tomó una rosa que había puesto justo al lado de
uno de los platos.

E: Es preciosa – la miró intensamente.

M: No tanto como tú pero… - dijo en tono sugerente mientras una de


sus manos llegaba a su pecho.

E: Maca… cariño – la paró – no es que no me apetezca, que me


apetece, mucho – la empresaria sonrió – pero… tengo hambre…

M: Bueno pues lo dejaremos para luego – se sentó más cómodamente


– a ver… tenemos café, zumito, tostadas, bollitos – con este ultimo
término miró a su mujer pícaramente – ¿qué te apetece?

E: Una tostada – decía mirando como Maca iba haciéndolo todo sin
dejar que ella se moviera.

M: Muy bien, pues una tostadita para mi niña guapa – untaba la


tostada - ¿Mermelada de melocotón o de fresa? De fresa – se contestó

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ella sola – a la princesa le gusta de fresa – miró a Esther quien la


miraba a los ojos ilusionada - ¿Qué?

E: Nada… te miro – contestó.

M: Me miras… me miras… pues como sigas mirándome te voy a


comer a ti ¿eh? Y no te voy a dejar desayunar, te lo advierto.

E: ¿Qué te pasa hoy? – preguntó, Maca elevó las cejas en señal de no


entender a qué se refería – Estás rara, cariño – sonrió – no es que me
queje… pero… no sé…

M: Bueno… a ver – le dio la tostada mientras se acomodaba tras ella,


pasando las manos por su abdomen y abrazándola – lo que pasa… es
que me he dado cuenta de algunas cosas… entre ellas que te he
tenido un poco desatendida – besó su pelo – y eso no puede ser… así
que a partir de hoy van a cambiar muchas cosas… - Esther volvió la
cabeza para mirarla y ella le robó un beso – te quiero y voy a hacerte
la mujer más feliz del mundo.

E: Ya soy la mujer más feliz del mundo – afirmó

M: Pues más feliz aún – sonrió – mucho más – sentenció volviendo a


besarla – qué bien sabes… - sonrió.

Terminaron de desayunar y se centraron en otros temas… entre risas


se hicieron el amor, nunca antes se había reído haciendo el amor
como lo hacía con Esther, peleando por llevar le control al final no
pudo resistirse a que fuera Esther quien tomara las riendas de la
situación, disfrutando de un amanecer perfecto, simplemente
perfecto.

Salieron de la cama para entrar en la ducha donde siguieron


agasajándose con caricias y besos, indudablemente volvieron a la
cama, donde una vez más, se amaron hasta perder el aliento…

Consiguieron salir de la habitación cuando ya comenzaba a hacerse


tarde y debían hacer la comida… mientras se picaban la una a la otra
y se robaban besos conseguían hacer una ensalada de pasta, en esas
estaba cuando una llamada de Julia hizo que Maca se ausentara de la
cocina.

Esther la escuchó casi discutir con su secretaria, frunció el ceño y


dejando lista la ensalada salió en su busca. En el salón maca andaba
de un lado a otro intentando que julia hiciera las cosas tal y como ella

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quería, la enfermera se acercó y dejó un beso intentando


tranquilizarla al tiempo que la abrazaba.

M: bien, pues ponme la reunión con Sánchez a las seis - decía a su


secretaria – sí, eso es, bien… luego nos vemos – colgó – no sé como
voy a hacer para entenderme con esta mujer.

E: Bueno, cariño – intentó quitarle importancia – ya queda poco,


seguro que Elsa vuelve dentro de nada…

M: Ehh… no – tragó saliva- Elsa no va a volver – Esther la miró


sorprendida – su hijo está enfermo y se va a Teruel para estar con él –
le comentó.

E: Vaya… pobre mujer – dijo y Maca se sintió mucho más rastrera de


lo que ya se sentía – debe ser horrible ver a tu hijo mal.

M: S… sí – contestó como pudo.

E: Aunque por otra parte… a mí me deja más tranquila – Maca la miró


sorprendida por aquella declaración – no me mires así… es verdad…

M: Y… y… ejem - carraspeó intentando calmarse - ¿Por qué dices


eso?

E: Porque no soy tonta – y Maca se temió lo peor – quiero decir… vi


como te miraba en la boda y como te hablaba… creo que le
gustabas… - la empresaria pareció empalidecer – jajaja, ¡qué cara has
puesto! – rió dejando claro que le estaba tomando le pelo, Maca
respiró.

M: … ¿Comemos? – fue lo único que consiguió decir – se te hará tarde


para ir al hospital.

E: Claro – la siguió hasta la cocina – ven aquí – la tomó de las caderas


acercándola a ella – Aún no te he dicho que te quiero – declaró.

M: Y yo a ti – contestó haciendo que Esther sonriera – te quiero


muchísimo… - terminó de decir besándola y haciendo que se
olvidaran de todo y de todos…

Salió de urgencias y llegó hasta recepción donde Teresa la entregaba


el parte de salida con una sonrisa en los labios. La miró
preguntándose de qué se reía tras un turno bastante duro, la
recepcionista simplemente elevó los hombros y haciéndole un gesto
con la cabeza le indicó que debía mirar hacia atrás…

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T: Hija, que gusto – dijo una vez vio que Esther sonreía abiertamente –
ya querría yo que mi Manolo fuera así.

E: No te quejes de él que bien bueno que es – contestó – hasta


mañana Teresa – dijo despidiéndose y acercándose a su mujer que en
la puerta de entrada la esperaba con un gran ramo de rosas – Hola –
saludó con un beso - ¿Y esto?

M: Me apetecía – contestó besándola una vez más – vamos, que te


tengo una sorpresa.

E: ¡Qué miedo me das! – exclamó sin dejar de sonreír tomando su


mano y andando hasta el coche.

M: Señora – dijo abriéndole la puerta para dejarla pasar.

La empresaria entró en el asiento del piloto y tras regalarle una


sonrisa picarona arrancó y se perdió en el tráfico de Madrid. Esther
preguntaba de vez en cuando hacia donde iban, Maca se negaba a
decirle nada, pero tampoco hizo falta preguntar mucho más, cuando
vio el camino que tomaba ya sabía cual era su destino.

E: Me encantas, ¿sabes? – dijo acercándose a ella teniendo ya


totalmente claro donde iban.

M: Algo había oído – contestó con una sonrisa – pero me gusta


escuchártelo a ti.

Llegaron sin problemas, Maca sacó las cosas del maletero y Esther la
ayudó. Accionó la linterna y se adentraron en aquel paraje hasta
llegar al claro. La empresaria extendió la manta dejando que fuera
Esther quien montara el telescopio. Como todos los días 20, solo que
ese en particular era más especial que ninguno.

M: He traído algo de comer – le dijo sacando lo que llevaba en la


mochila – supuse que no habías cenado nada en el hospital.

E: la verdad es que me muero de hambre – contestó siguiendo con el


telescopio.

M: Bien, pues ahora nos sentamos y comemos algo – se levantó


acercándose para darle un breve beso.

Tumbadas ya en la manta, se dedicaban, como aquella primera vez, a


mirar el infinito, pidiendo algún que otro deseo cuando de pronto

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pasaba una estrella fugaz, besándose levemente disfrutando de


aquella noche…

M: Es increíble, ¿no? – Esther la miró curiosa – hace hoy justamente


un año… te hice el amor por primera vez… justo aquí.

E: Sí – sonrió – y fue precioso.

M: Umm, sí que lo fue, sí – sonrió con malicia – y ahí descubrí la


fierecilla que llevas dentro – bromeó.

E: Maca…

M: jajaja, es que no sé como a esta alturas aun te sigues poniendo


roja cuando hablamos de sexo.

E: Pues porque soy así – contestó fingiéndose ofendida.

M: Y a mí me encantas que seas así – la besó – porque luego…


desaparece esa vergüenza que tienes y me vuelves loca – susurró
sugerente en su oído.

E: Cariño…

M: Jajaja – volvió a reír – ¿ves? Si es que eres adorable…

E: ¡Pero no te metas conmigo! – le dio un palo en le brazo – te gusta


verme así…

M: Umm sí – besó su cuello – pero lo que más me gusta es… - le dijo


algo al oído haciendo que Esther cerrara los ojos y se mordiera el
labio – eso me encanta…

E: Eres mala – susurró.

M: ¿Por qué? – preguntó sin dejar de sonreír cuando sus manos ya


comenzaban a indagar bajo la ropa.

E: Porque no me puedes decir esas cosas – se dejaba hacer y


comenzaba ella también a acariciarla – y esperar que me quede
parada…

M: Es que precisamente lo que menos espero es que te quedes


parada – contestó – pero no haré nada hasta que no me lo pidas – dijo
parando en sus caricias.

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E: No hagas eso… - contestó intentando besarla – va, Maca… no me


hagas esto…

M: Dímelo – dijo poniéndose sobre ella – pídemelo… - le mordió el


labio inferior.

E: Hazme el amor – susurró en su oído con voz tomada antes de


morderle el lóbulo de su oreja…

Y así lo hizo, acatando la petición de su mujer, Maca le hizo el amor


con pasión, con lentitud, con amor, reviviendo aquella primera vez y
como tantas otras veces, poniendo el corazón en cada beso y en cada
caricia…

Tumbadas sobre la hierva y tapadas por una manta, abrazadas se


dedicaban a besarse al tiempo que volvían una vez más la vista al
cielo, donde aquel manto de estrellas las arropaba en aquella noche
tan especial para ellas.

M: Ven, levanta – dijo haciendo que se pusieran en pie.

E: Maca… que hace frío – protestó.

M: Un segundo – tiró de ella para que se levantara y las tapó a ambas


con la manta creando un cálido abrazo – tengo que pedirte un favor.

E: Dime – la miró.

M: ¿Puedes buscar estas coordenadas con el telescopio? – dijo


enseñándole un papelito donde estaban escritas las coordenadas que
quería.

E: Claro – tomó el papel y llevó la vista hacia la mirilla - ¿qué es?

M: Una estrella que he encontrado en Internet – contestó – dicen que


es la estrella más bonita que se puede ver sobre la Tierra.

E: Aja - dijo mientras continuaba fijando el objetivo – pues aquí está –


pronunció tras unos minutos - ¿Cómo se llama?

M: Esther García – contestó sin dejar de mirarla, la enfermera elevó la


vista ara fijar sus ojos en ella – es tuya… - dijo algo cortada.

E: ¿Mía? ¿Cómo que mía? – preguntó muy sorprendida - ¿Me has


comprado una estrella?

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M: Le he puesto tu nombre a una estrella, sí. Así que en cierta manera


te la he comprado… - contestó – Era para compensar, ¿sabes? –
seguía diciendo – yo ya tengo mi estrella, que eres tú – sonrió – así
que tú debías tener la tuya…

E: Es… es el mejor regalo y el más original que me han hecho nunca –


dijo abrazándola – gracias…

M: Tonta – susurró antes de besarla…

Durante un rato bastante grande Esther no pudo dejar de mirar esa


estrella del firmamento que llevaba su nombre, para cualquier otra
persona aquello podría ser insignificante, pero para una amante de la
astrología como era ella, aquel regalo era mejor que cualquier otro…

Era increíble como había cambiado todo para Maca, con el paso de
los días, los meses, todo parecía teñirse de un mundo de colores que
jamás había conocido. Estar con Esther era lo mejor que le había
pasado nunca… y así se lo había hecho saber a Ana en una de las
cenas que dieron en casa, mientras su mujer hablaba de algo
referente al hospital con Claudia.

M: La quiero, Ana – le había dicho – jamás he sentido algo como lo


que siento por ella y lo único que me importa ahora es hacerla feliz.

Su amiga se había alegrado por aquello, viendo como la empresaria


estaba totalmente irreconocible, había dejado de un plumazo sus
salidas y cuando lo hacía era en compañía de Esther, casi no viajaba
puesto que ella misma había ascendido a uno de sus empleados a
“representante de Bodegas Wilson en el extranjero”, el chico había
aceptado encantado, un enamorado del viaje y además con un
aumento de sueldo considerable y la casi todo a gastos pagados.
Maca solo viajaba cuando era estrictamente necesario y solo se
quedaba el tiempo justo para una reunión, incluso si era posible
volvía en el mismo día…

Esther, quien no podía negar que aquel cambio en su esposa en un


primer momento le extrañó, decidió no pensar en ello y disfrutar,
Maca era de las personas que necesitan su tiempo para adaptarse a
nuevas situaciones y darlo todo de sí misma, y sentía que eso estaba
haciendo. Su mujer le daba todo, la hacía feliz como sabía nadie
podría hacerlo así que simplemente decidió disfrutar de su vida, una
vida total y absolutamente plena al lado de la mejor persona que
podría tener…

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Viento en popa y a toda vela el matrimonio seguía su curso, con sus


enfados y sus broncas como todas las parejas, con sus interminables
noches de pasión o simplemente noches pasándola en vela hablando
de todo, de nada, de cualquier cosa…

M: Cariño – dijo entrando en casa – ya estoy aquí, sal un segundo que


quiero enseñarte una cosa.

E: ¡Voy! – gritó saliendo de la ducha – hola cariño – apareció con una


toalla cubriendo su cuerpo - ¿qué tal el día?

M: Umm mejora por momentos – dijo besándola - ¿tú qué tal?

E: Bien, he tenido un turno muy tranquilo – contestó.

M: Me alegro – afirmó, dándose la vuelta – mira lo que te he


comprado – dijo abriendo una bolsa de donde salía un vestido
precioso, en verde pálido, largo hasta las rodillas, de una tela sedosa
y suave, un escote no demasiado pronunciado y de tirantes – a ver
qué te parece – decía mostrándolo – te va a quedar estupendo…

E: Es… es muy bonito – decía mirándolo – Pero… ¿Por qué me lo has


comprado, Maca? Sabes que no me gusta que gastes el dinero de
esta forma…

M: Bueno… es para la cena de esta noche – decía algo desilusionada


por aquella respuesta – es la presentación del nuevo vino y hay que ir
de gala… pensé que te gustaría…

E: Y me encanta – corrió a decir – solo que… no sé, ha debido costarte


una fortuna…

M: ¿Y qué importa cuanto me he gastado? – preguntó – lo hago con


gusto si sé que es para ti…

E: Sabes que no hace falta que te gastes tanto dinero en mí –


contestó – y no me digas que no te has gastado mucho… la bolsa es
de Dolce&Gavana así que te ha tenido que gastar una fortuna…

M: Lo sé, Esther… pero sabes como son esas fiestas… todo el mundo
va a ir vestido de etiqueta y… quería que tú fueras la más guapa de
todas… ¿No puedes simplemente probártelo? Te prometo que si no te
gusta lo devuelvo…

E: Vale – afirmó, realmente el vestido le encantaba…

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Y el vestido le sentaba como un guante, Esther estaba simplemente


maravillosa con él, Maca así se lo dejó ver en la mirada que le echó y
la enfermera no pudo negar que le encantaba aquel vestido…

De la mano entraron en aquel salón donde habían congregado a un


montón de invitados y algo de prensa para la presentación del ultimo
vino rosado de Bodegas Wilson. Maca saludaba a los presente y se los
presentaba a Esther que poco dada a aquellas reuniones sociales se
encontraba un tanto fuera de juego, pero su mujer, atenta siempre a
ella no dejó que se sintiera incómoda.

M: Luego vamos a bailar ¿vale? – le dijo al oído una vez se alejaron de


un par de hombres que quisieron saludar a la anfitriona.

E: ¿Vas a bailar delante de todos estos? – preguntó consciente de lo


poco que a Maca le gustaba bailar.

M: Sí – sonrió – pero solo por ti y algo lento… - sonrió – ven quiero…

- Macarena Wilson – escucharon que decían tras ellas – no me lo


puedo creer…

M: Eh… Perdona… ¿Tú eres…? – dijo mirándola sabiendo que le


sonaba de algo pero no tenía ni idea de qué…

- ¿No te acuerdas de mí? – dijo mirándola – bueno… no sé de qué


me sorprendo – Maca se incomodó, Esther miró
alternativamente a la chica y a su mujer – Lourdes…

M: Lourdes… - intentaba recordar – perdona, sé que te conozco… me


suena tu cara pero… es que ahora mismo no caigo.

- Ya… te daré una pista – dijo sacando una sonrisa socarrona –


Nos presentó mi primo hace… como unos dos años, Jorge es mi
primo.

M: Ah… Lourdes – Recordaba a Jorge, hacía tiempo que no sabía nada


de él, pero ella seguía sin saber bien quien era – perdona… hace
tiempo ya de eso…

L: Yo lo recuerdo como si fuera ayer… - la miró haciéndole una total


radiografía – nos lo pasamos muy, pero que muy bien – Maca se
tensó, Esther no sabía donde mirar, alucinada como estaba – aunque
no me llamaste…

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M: No… eh… no sé a qué te refieres – y de pronto se puso nerviosa,


como si en un segundo hubiera recordado quien y de qué la conocía,
Un hotel… una noche… una piscina… y dos cuerpos abrasados por la
lujuria… - Perdona… - tomó la mano de Esther para acercarla más a
ellas - Te… te presento a mi mujer – dijo intentando que no se le
notara – Esther, ella es Lourdes.

E: Encantada – contestó mirando manteniendo la compostura.

L: ¿Su mujer? – preguntó mirando a Esther – vaya, vaya… esto sí que


es toda una sorpresa… no te hacía casada para nada… - dijo ahora
volviendo la vista a Maca.

M: Pues ya ves, como cambian las cosas – contestó algo más seria – si
nos disculpas… nos están esperando – terminó de decir antes de
comenzar a andar y hacer que Esther la siguiera. La enfermera no
dijo una sola palabra durante la media hora siguiente. Maca se
empeñaba en presentarle gente, ella era amable con todo el mundo
pero podía ver claramente como su mujer intentaba evitar cruzarse
una vez más con esa tal Lourdes - ¿Por qué estás tan callada? –
preguntó temiendo la respuesta.

E: ¿Te acostaste con ella? – dijo con seriedad, viendo como Maca
cerraba los ojos, y haciéndole saber a Esther que eso, era una
afirmación.

M: Fue hace mucho tiempo – contestó a modo de defensa – no puedes


enfadarte por eso, mi amor, ni siquiera te conocía.

E: No me enfado porque te acostaras con ella – le dijo – obviamente


podías hacer lo que quisieras, lo que me enfada… no, enfadarme
tampoco es la palabra… más bien molestarme – decía impacientando
a Maca – es que… que ni siquiera te acordaras de su nombre…

M: ya te he dicho que hace mucho de eso… simplemente se me ha


olvidado – contestó.

E: O sea, que tú te acostabas con una chica y luego simplemente


desaparecía de tu mente y no lo recuerdas…

M: No es eso – continuó intentando que aquella tontería no pasara a


mayores – fue algo de una noche, no tuvo importancia y hace mucho
tiempo que no sabía nada de ella…

E: ¿Y esto lo hacías muy a menudo? – preguntó cruzándose de brazos


– es decir, te acostabas con una tía y luego si te he visto, no me

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acuerdo… ¿lo hacías mucho? Porque es que no puedo llegar a


entender como te entregas a alguien y luego ni siquiera sabes su
nombre…

M: A ver, cariño – dijo con tranquilidad – hay cosas en mi vida de las


que no me siento orgullosa, pero también te digo que en ese tiempo
yo no estaba con nadie y no sé… surgió así – continuó – luego ella se
fue y yo volví a trabajar, no he sabido nada de ella durante años –
siguió – es normal que no me acuerde… y tampoco creo que a ti te
gustase que me acordara de las chicas con las que he estado – Esther
la miró – al igual que a mí no me gustaría nada que tú recordaras a
las personas que han estado contigo.

Esther la miró. Realmente tenía razón, era absurdo ponerse así por
algo que pasó hacía ya cuatro años, cuando ni siquiera ellas se
conocían. Si bien era cierto que Esther no entendía muy bien como
podía estar con alguien y olvidarla de esa forma tan radical, hasta el
punto de ni tan siquiera recordar que habían sido amantes, pero
también era cierto que Maca por ese tiempo era libre, podía acostarse
con quien quisiera y ella no tenía derecho a enfadarse, por muchos
celos que sintiera.

E: Vale… perdona – la miró – siento haberme puesto así – sonrió


mínimamente.

M: Escúchame – tomó su rostro para que la mirara – no hay nadie más


en mi vida que tú – dijo mirándola con intensidad – y todo lo que hice
antes de ti, se ha borrado ¿vale? – Esther asintió – te quiero, te quiero
a ti y solo a ti.

E: Y yo a ti – contestó acercándose a ella para besarla levemente.

Aquella conversación, aun habiendo acabado bien y sin más


repercusiones sí que dejó algo en sus mentes. Maca porque vio más
latente la posibilidad de que en cualquier otro momento apareciera
cualquiera de las chicas con las que había estado dejándole ver a
Esther una parte de ella de la que ahora se avergonzaba. Para la
enfermera porque había visto algo que no le había agradado
demasiado. Ella no entendía como podía olvidarse así de algo que
para ella era importante, sin embargo no quiso darle demasiada
importancia, al fin y al cabo ella era su mujer y la quería, lo sentía y
así se lo había demostrado.

AÑO Y MEDIO MÁS TARDE

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Esther dormitaba en el sofá, había llegado de trabajar y estaba


bastante cansada. Esperaba que Maca no demorara demasiado,
había tenido que ir a una reunión importante y aun no había vuelto,
así que tras preparar algo de picar se había tumbado para descansar
un rato antes de que su mujer llegara.

Maca entró con una sonrisa en los labios, viendo como su mujer se
movía levemente en el sofá, se acercó a ella y le prodigó varios besos
logrando así que despertara, cuando lo hizo una sonrisa se instauró
en su rostro.

E: Me he quedado dormida – declaró al verla pegada a ella.

M: Ya lo veo – sonrió - ¿has tenido un turno duro?

E: Mucho… - contestó – estoy agotada…

M: Bueno pues comemos algo y te acuestas otro rato ¿vale? – dijo


peinando su pelo.

E: Sí… ¿tú reunión qué tal? – quiso saber.

M: Pues bien… tengo que mirar un par de cosas que me he traído


para ver si el contrato que nos han ofrecido es viable o no – le
comentó – pero no sé si cambiar ahora de distribuidores es algo
bueno para la empresa…

E: Los que tenéis siempre han sido muy buenos, Maca – contestó
levantándose.

M: Sí, lo sé – pensaba en voz alta – pero bueno, ahora miraré esto con
calma – le ofreció la mano para que se levantara – venga, vamos a
comer.

Comieron entre charlas sobre el trabajo, las dudas de Maca con los
distribuidores y las prestaciones que les daban los otros, Esther
intentaba aconsejarla como buenamente podía, sin inmiscuiré
demasiado pero haciéndole ver que, como siempre, estaba a su lado
para lo que necesitara.

Sentada en la mesa del salón, la empresaria se dedicaba a mirar


informes mientras Esther se había tumbado de nuevo intentando
dormir algo aunque sin éxito ninguno. Esa mañana Claudia le había
dicho algo que no podía dejar de pensar. Levantó la mirada y vio a su
mujer totalmente concentrada y sin poder evitarlo soltó lo que
llevaba dándole vueltas en la cabeza.

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E: ¿Sabes que Claudia está embarazada? – soltó haciendo que Maca


la mirara – me lo ha confirmado esta mañana… - seguía diciendo –
yo… sabía que quería tener hijos y se decidió ha hacerse una
inseminación… está muy contenta.

M: Me alegro muchísimo por ella – dijo con alegría por la amiga de su


esposa.

E: Sí… está feliz… como… como en otro planeta… - y Maca detecto


un tono extraño en aquella afirmación.

M: ¿Qué pasa eh? – dijo dejando los informes a un lado y acercándose


a ella.

E: Pues que… es que me ha hecho pensar y…

M: Y… - la invitó a seguir con una sonrisa.

E: Pues que… no sé, yo siempre he querido ser madre, ya lo sabes… y


me gustaría que tuviéramos un hijo pero… no sé si tú…

M: Ajá – sonrió tumbándose junto a ella - ¿sabes qué? – dijo haciendo


que la mirara – me parece que nos vamos a mudar – Esther la miró
fuera de juego y con los ojos abiertos – sí… porque este piso se nos
va a quedar pequeño… - sonrió, a la enfermera se le iluminaron los
ojos – Vamos a comprar una casita más grande… con más
habitaciones, con jardín…

E: ¿Quieres decir que…? – preguntó sin poder reprimir su alegría.

M: Quiero decir que estoy deseando tener un hijo contigo – corroboró


sus pensamientos – que te quiero – la besó – y que nada me haría
más feliz que tener un hijo y criarlo juntas… - terminó de decir
haciendo que Esther la besara una vez más, serían madres… las dos
querían ser madres…

El tratamiento de hormonas al que se sometió Maca fue rápido pero


bastante pesado, básicamente por los efectos secundarios, con
continuos cambios de humor, dolor de senos, malestar general… pero
todo valió la pena en el momento en que donó sus óvulos para que
uno de ellos fuera inseminado e implantado en el útero de su mujer.
Lo habían hablado mucho y así habían decidido que fuera, la mejor
manera de hacer que ese hijo fuera de las dos, Esther tenía muchas
ganas de quedarse embarazada y para que fuera algo mutuo el ovulo
sería de la empresaria. La especialista les recomendó guardar dos o

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tres óvulos por si la primera inseminación no funcionaba. Ellas lo


hicieron por guardarse las espaldas aunque ninguna de las dos
contemplara esa idea. Para ambas, la primera sería la definitiva y con
esa ilusión vivieron todo el proceso.

M: Buenas tardes, Teresa – saludó con amabilidad a la recepcionista.

T: Hola hija – contestó regalándole una sonrisa - ¿Y eso que vienes a


esta hora?

M: He salido temprano de la oficina y he dicho, voy a recoger a la


niña y así nos vamos a cas prontito.

T: Pues la tienes en quirófano – le comunicó – les falta un poco aún,


creo – Maca miró el reloj – puedes esperarla en cafetería o en el
gabinete.

M: Mejor en el gabinete ¿vale? – terminó de decir antes de adentrarse


en el hospital que ya conocía de otras muchas veces que había
pasado a recoger a Esther. Entró en gabinete donde se encontró sola,
así que sentándose en el sofá, cogió una revista y la ojeó por encima,
no entendía nada de lo que allí se decía pues, como no podía ser de
otra manera, la revista era de medicina.

C: Estaré aquí si me necesitáis – le decía Claudia a alguien en la


puerta – avísame cuando lleguen las pruebas – terminó de decir
dándose la vuelta y encontrando a Maca – ¡Hola!

M: Hola Claudia – Se levantó para darle dos besos - ¿Qué tal estas?

C: Bien, bien – sonrió – si no fuera por las nauseas que tengo gran
parte del día – sonrió encantada de la vida – por cierto… ¡Felicidades!
– dijo con alegría – que ya me ha dicho Esther que os implantaron el
embrión la semana pasada.

M: Sí – dijo con una sonrisa enorme – Y de momento todo va bien –


continuó – bueno de momento y después también va a ir bien – decía
totalmente feliz por la nueva condición.

C: Seguro que sí – sonrió – y me alegro mucho por vosotras… ahora


ya sabes, a cuidar a Esther ¿eh?

M: No te quepa duda – afirmó con convicción.

Esther entró con cara de cansada y nada más verla se acercó a ella y
la abrazó quedando apoyada en su hombro. Maca sonrió enternecida

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y Claudia no pudo hacer lo contrario. La empresaria besó el pelo de


su mujer y la arropó entre sus brazos.

E: Llévame a casa, Maca… estoy muy cansada – dijo con voz de niña
pequeña.

M: Pues nos vamos – sonrió mirando a Claudia – hasta luego… y


cuídate ¿eh?

C: Lo haré – afirmó – nos vemos mañana Esther – dijo despidiéndose


de su amiga.

Maca accionó la puerta del garaje para meter el coche, una vez
dentro, salió y fue corriendo hasta la puerta del copiloto para abrir la
de su mujer quien la miró con una sonrisa en los labios.

E: Estás tontita ¿eh? – dijo saliendo y abrazándola – tenía ganas de


llegar a casa, menos mal que has venido a recogerme…

M: Pues ya estamos aquí – contestó mientras cruzaban el jardín y


abrían la puerta de entrada – ahora te tumbas en el sofá y yo preparo
la cena ¿vale?

E: Mmm… te quiero – dijo dándole un beso en los labios.

M: Claro, porque te trato como una reina – bromeó dejándola en el


sofá y yendo a la cocina para preparar algo de cenar.

Cenaron mientras se contaban mutuamente como había sido su día.


La empresaria no paró de decirle que dejara de trabajar tanto, que
ahora tenía que cuidarse y Esther no paraba de contestarle que ser la
jefa de enfermeras, puesto que le habían dado hacía escasamente
dos meses, requería de ella más responsabilidades de las anteriores.

E: Cariño – dijo viendo que Maca había quedado callada y algo seria –
tranquila, me estoy cuidando y además, las chicas están siempre
detrás de mí por si necesito algo…

M: Vale… - contestó – pero hazme el favor de tomártelo todo con


calma.

E: Sí, mi amor – dijo levantándose para ir a sentarse en sus rodillas –


como se preocupa ella por mí…

M: No, si quieres me preocupo por la vecina.

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E: ¡Ni se te ocurra eh! – exclamó bromistamente – que no te vea yo


mirando a otra.

M: jajaja – rió – venga, ve al sofá, que voy a recoger todo esto.

E: No, Maca, te ayudo – hizo el amago de coger los platos.

M: Chh señorita, al sofá – dijo en tono autoritario.

Sin poder negarse Esther fue hasta el sofá mientras Maca recogía los
restos de la cena, una vez terminó, volvió a su lado para quedarse
semi-tumbada junto a ella, comenzando una batalla de tiernos besos
que las hacía sonreír a ambas.

M: ¿Sabes qué? – Esther la miró haciendo un gesto para que


contestara – hoy he estado mirando por internet unas cositas
preciosas para niños… no he podido resistirme y he encargado una
moto de estas eléctricas – sonreía ante la cara de asombro de Esther
– llegará en un par de días.

E: Pero mi vida – decía sin poder evitar sacar una sonrisa - ¿ya te has
puesto a comprar cosas? – Maca asintió mordiéndose el labio – ¡Y una
moto! No pienso dejar que mi hija ande en moto desde pequeña…
sabes que me dan miedo.

M: ¿Hija? ¿Cómo hija? – preguntó – va a ser un niño, Esther y montará


en moto si quiere, además, es de esas que casi no andan, es un
juguete.

E: Ya, ese tipo de juguetes que proyectan en el niño una gran


adoración por las motos y cuando sea mayor querrá que le
compremos una – decía sorprendiendo a Maca – además, va a ser
niña.

M: Será niño – sonrió.

E: De eso nada, será niña – seguía en sus trece.

M: Que no, niño – continuaba ella - ¿Verdad que sí? – dijo haciendo
que Esther riera cuando vio a Maca bajar hasta su barriga - ¿Verdad
cariño que vas a ser un niño? – dejó un beso en ella y subió de nuevo
- ¿Ves? Dice que sí, que va a ser un niño.

E: Pero qué payasa eres – reía – anda… vamos a la cama que tengo
ganas de hacer algo – dijo mordiéndose el labio sugerente.

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M: Vamos – contestó levantándose sin pensárselo un segundo,


cogiendo la mano de Esther y llevándola al dormitorio, donde dormir,
precisamente dormir, no dormirían…

Pero todo se tiñó de un oscuro gris que no esperaban. Ese día estaba
amaneciendo, aun el sol se despertaba dejando ver los primeros
despuntes mientras la luna se resistía a marcharse. Ni siquiera había
sonado el despertador cuando ella abrió los ojos asustada. Algo no
iba bien, sabía que algo no iba bien, lo sentía. Se levantó con cuidado
de no despertar a su mujer, llegó al baño y una vez allí, vio,
impotente como sus temores se confirmaban.

E: ¡Maca! – gritó aterrada - ¡MACA!

M: ¿Qué? – llegó hasta el baño aún dormida y asustada por aquellos


gritos - ¿Qué? ¿Qué pasa?

E: Estoy sangrando – anunció con lágrimas en los ojos.

M: ¿Qué? – soltó en un tono agudo y angustioso, mientras quedaba


impactada sin saber qué hacer - ¡Joder! – reaccionó tras unos
segundos – vale… vale, tranquila, cariño – se movía nerviosa – no te
muevas – dijo haciéndole un gesto con las manos – voy a llevarte al
hospital – salió corriendo para ponerse algo encima - ¡Tranquila! –
gritó desde el cuarto mientras ella realmente estaba de los nervios -
¡tranquila, mi amor, veras que no es nada!

Una vez vestida volvió al baño, cogió a Esther en brazos a quien las
lágrimas se le escapaban del mismo modo que Maca intentaba
aguantarse el llanto.

E: Tengo que tener las piernas cerradas, Maca – gimió – no dejes que
las abra…

Y La empresaria, muerta de miedo y angustia la tomó entre sus


brazos haciendo presión en sus piernas evitando que se abrieran.
Todo lo rápido que pudo llegó al coche y como si fuera un piloto de
carreras puso rumbo rápido hacia el hospital.

Llegaron a urgencias, Maca no dejaba de pegar gritos doloridos para


llamar la atención de alguno de los médicos. Héctor, que aun no
había terminado el turno llegó hasta ellas en dos zancadas y
tumbando a la enfermera en una camilla las llevó hacia el box.

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Nerviosa, sintiéndose realmente perdida, dejando, ahora sí, que las


lágrimas salieran de sus ojos, Maca andaba de un lado a otro fuera de
aquel box donde su mujer, perdía al bebé que esperaban…

H: Lo siento mucho – dijo Héctor saliendo para hablarle – lo ha


perdido…

M: No… no puede ser… - contestó tapándose la cara con las manos.

H: Parece que el embrión no se ha agarrado bien a las paredes del


útero… - explicaba – solo era cuestión de tiempo, Maca, lo siento…

M: Joder… joder… joder… - protestaba una y otra vez - ¿Esther como


está?

H: Pues… creo que será mejor que entres – dijo dándole paso.

Entró y se encontró con una Esther algo ida, mirando al infinito, ella
se acercó lentamente, limpiándose el resto de lágrimas que aún
brotaban de sus ojos, la enfermera la miró y le tendió la mano para
que se acercara, ella no tardó en hacerlo.

M: ¿Cómo estás? – preguntó bajito, besando su mano.

E: Lo hemos perdido, Maca – susurró, sintiendo una lágrima recorrerle


la mejilla.

M: Shh… ya está mi amor – acarició su cara – ya está…

Horas después, entraban en casa de manera silenciosa, un silencio


que extrañamente se había instalado entre ellas, como si cualquier
palabra pudiera romper más lo que ya se había roto. Esther se acostó
en la cama y Maca intentando sacar una fortaleza que no tenía fue a
la cocina a prepararle algo de comer.

M: Esther… cariño – dijo con cautela – anda, tómate esto.

E: No tengo hambre – contestó con voz queda.

M: Lo sé, pero tienes que comer… - insistió, la enfermera a duras


penas le dio un pequeño mordisco al sándwich que había preparado
su mujer – Esther… sabíamos que esto podía pasar – intentó hablarle,
Esther la miró – lo intentaremos otra vez…

E: No tengo ganas de hablar… - dijo dándose la vuelta en la cama.

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M: Vale… descansa… - dijo acariciando su pelo y dejándola dormir.

Cuando salió de la habitación, toda su rabia, toda su tristeza salió en


forma de llanto ahogado. Era cierto que sabían que aquello podía
pasar, pero eran tantas las ilusiones que se había hecho… ella que
antes nunca había querido tener hijos, ahora se sentía destrozada por
la pérdida de aquel que ya no nacería…

Había estado aguantándose por no llorar delante de Esther, porque


no la viera tan asustada y tan destrozada que ahora no podía dejar de
hacerlo… y aunque a ambas les habían advertido que era una
posibilidad que debía contemplarse, ella no había querido ni pensarla,
y ahora que se había presentado tan dura y fuertemente, sentía una
opresión en el pecho que nunca antes había sentido… y no quería
que Esther la viera así…

Un buen rato después, cuando el llanto parecía haber remitido, se


limpió la cara y tomando fuerzas, se levantó y fue hacia la habitación.
Miró a Esther que parecía dormir… se cambió de ropa y se tumbó a su
lado. Al instante, el cuerpo de su mujer la buscaba y la abrazó con
fuerzas… ambas despiertas, ambas abrazadas y de nuevo en ese
silencio que no le gustaba nada…

Cuando ocurre algo doloroso, fuerte y casi traumático, el ser humano


puede actuar de varias maneras distintas. 1. Llorar hasta quedarse
sin lágrimas, sumirse en una depresión y autocompadecerse durante
mucho tiempo, teniendo incluso que llegar a pedir ayuda. 2. Caer al
suelo y levantarse a base de esfuerzo, seguir adelante aun
manteniendo una pena en el alma, apoyarse en los que se quieren y
crear un vínculo de unión más fuerte. 3. Actuar como si no hubiera
pasado nada, como si nada hubiera ocurrido. Intentar borrar de un
plumazo el dolor causado intentando creer que el causante del dolor
nunca ha existido, que no ha pasado nada, mostrarse fuerte, segura y
en buen estado ante los demás, para así, mentirse a sí mismo
diciendo que todo está perfecto, que nada ha pasado y no escuchar
consejos ajenos, ni impertinentes preguntas de todo el mundo. Ésta
ultima opción, causa entre los demás un estado de confusión que les
hace actuar de la misma manera, fingiendo que nunca ocurrió nada,
que todo sigue como siempre.

De ese modo se comportaba Maca, un día se levantó como si nada


hubiera pasado, como si aquello no hubiera ocurrido. La enfermera,
por el contrario, había pasado un par de meses sumida en la tristeza,
pese a todo, supo levantarse y salir adelante, haciéndoles ver a todos
que era mucho más fuerte de lo que pensaban. Incluso había sido ella

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la primera en plantearse volver a intentarlo y cuando lo habló con


Maca, ésta pareció receptiva…

E: No sé, Claudia – le había dicho a su amiga – se comporta normal,


como si… como si no hubiera pasado y a veces me pone nerviosa.

C: ¿Has intentado hablar con ella? – preguntó.

E: Claro que sí, pero evita el tema y cuando lo saco… simplemente lo


evita – contestó – a veces pienso que le da igual… Y sé que no es así
– corrió a decir – ella estaba tan ilusionada como yo con lo de ser
madres… pero… se está tragando todo esto ella sola… ni siquiera Ana
ha conseguido hacerla reaccionar.

C: Pues no sé qué decirte… ni qué puedes hacer – decía preocupada


por su amiga.

E: El otro día hablamos de volver a intentarlo y… - le dijo – dijo que sí,


que le encantaría… pero fue raro… no fue como la primera vez.

C: También es normal ¿no? – la miró – quiero decir, os ilusionasteis


mucho y os llevasteis un gran palo… tal vez ella no quiera volver a
ilusionarse… - decía acariciando su ya abultada barriga.

E: Lo sé, pero yo también pasé por eso… yo fui quien perdió el bebé –
contestó – bueno, las dos…

C: Lo que demuestra que tú eres más fuerte que ella – cortó – que tú
has sabido seguir adelante… ella simplemente ha barrido el tema
hacia otro lado…

E: Sí, lo sé – contestó – pero… me preocupa…

C: Es normal que te preocupe – siguió diciendo – pero ya verás como


todo se arregla…

E: Eso espero – dijo con un susurro al aire.

Pero no pareció arreglarse, Maca continuaba actuando de la misma


manera… sin descuidar su matrimonio, mostrándose cariñosa y
atenta pero tal vez algo más distante que antes… Para Maca aquello
había sido un grandísimo golpe que aún no era capaz de encajar, sin
embargo, haciendo gala de su personalidad, evitaba que nadie la
viera mal, actuaba con normalidad, como siempre y de la misma
forma, Esther la notaba muy diferente…

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Pasaron los días y aquella pseudonormalidad pasó a ser una rutina


extraña en sus vidas. Se mantenían unidas pero quizás había un
resquicio de tensión en el ambiente que hacía que todo aquello les
diera más miedo y en consecuencia se mostraran algo más
intranquilas…

Volvieron a hablar de volver a intentarlo, Maca se mostró afirmativa,


diciéndole a Esther que sí le gustaría, lo que hacía que la enfermera
sonriera con el corazón, sin embargo no se mostraba ni ilusionada ni
preocupada por repetir el proceso, básicamente, lo hablaban, lo
decidían y todo quedaba en el aire…

Aquel día era quizás, el más especial de todos. Su aniversario de


bodas, justo ese día se cumplían tres años de matrimonio, tres
intensos y maravillosos años… por eso, al salir del hospital había
corrido a casa para prepara una comida especial, con la ilusión de un
niño y el que sería el mejor regalo que pudiera darle a su esposa.

Maca estaba aún en la oficina, había tenido uno de esos días en los
que las reuniones parecían hacerse eternas y no veía la hora de salir
de allí. Esther la había llamado hacía unos minutos y había insistido
en que intentara salir antes, pues tenían que celebrarlo, ella prometió
hacerlo y se dispuso a terminar lo que estaba haciendo para poder
marcharse cuanto antes a casa…

Mientras tanto, Esther sacaba del horno la lubina que había decidido
cocinar, sabiendo que era el plato favorito de su mujer, canturreaba
una canción al tiempo que bebía un poco de agua y seguía
disponiéndolo todo en la mesa. En esas estaba cuando el sonido de la
puerta la hizo parar y mirar su reloj… O Maca había volado con la
moto, o le había dicho que tardaría más para sorprenderla llegando
antes…

E: ¿Hola? – saludó extrañada al no reconocer muy bien quien estaba


en su puerta.

Al: ¡Hola! – contestó al saludo – Soy Alfonso, no sé si me recuerdas, el


abogado de Maca, nos presentaron en vuestra boda – decía el hombre
– querría hablar con ella… ¿Está en casa? – preguntó viendo como
Esther se había quedado algo parada, seguramente intentando
acordarse de él.

Al fin terminaba de revisar aquellos malditos informes. Miró el reloj y


se sorprendió de lo tarde que se le había hecho “Esther me va a
matar” pensó para sí misma mientras apagaba el ordenador y se
levantaba de su escritorio.

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M: Julia – le dijo a su secretaria abriendo la puerta y volviendo al


perchero para coger su chaqueta y su bolso – me voy ya que Esther
me estará esperando – seguía diciendo.

J: Eh… Perdona, Maca – entró la secretaria al despacho – hay alguien


que quiere verla.

M: Pues… dale cita para mañana, ahora tengo que irme – contestó.

J: Dice que es importante – continuó – es su abogado.

M: ¿Mi abogado? – preguntó bastante extrañada, la secretaria asintió


– está bien, dile que pase.

Alfonso entró con una sonrisa en los labios satisfecho por saber que
había hecho bien su trabajo. Apretaron sus manos en señal de saludo
y Maca le invitó a que se sentara.

A: Me alegro de verte - le dijo.

M: Sí, yo también – contestó sin saber qué hacía allí – ha pasado


tiempo… - Alfonso asintió - ¿Y esta visita? – Preguntó.

A: Bueno – dijo sonriente – venía a decirte que ya está hecho.

M: ¿Hecho? ¿Qué está hecho? – no tenía ni idea de lo que le estaba


diciendo.

A: Lo que me pediste – contestó – aquí están los papeles del divorcio,


firmados ya, como acordamos, así que ¡felicidades! Vuelves a ser una
mujer libre y el cobro de la herencia se hará efectivo mañana por la
mañana.

Al escuchar aquellas palabras Maca se quedó blanca como la pared.


¿Divorcio? ¿Qué divorcio? Y de pronto como riéndose de ella los
recuerdos vinieron a su mente, atormentándola y creando en ella un
estado de ansiedad bastante fuerte.

“Al: Enhorabuena – dijo Alfonso llegando hasta ellas.

M: Gracias – contestó mirándolo – Esther, él es Alfonso, mi abogado –


le presentó.

E: Encantada – dijo dándole dos besos.

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Al: Igualmente – sonrió – y felicidades – volvió a felicitar - ¿Te la


puedo robar un segundo, Esther? – preguntó mirando a Maca.

E: Sí, claro – Soltó la mano de Maca – No tardes ¿vale? – le dijo al oído


antes de besarla una vez más.

M: En seguida vuelvo – contestó alejándose unos pasos de ella para


hablar con Alfonso.

Cuando vieron que podían hablar con tranquilidad, Alfonso la miró


esperando que dijera algo, como no parecía arrancar decidió ser el
quien rompiera el hielo.

A: Me alegro de que al final decidieras seguir el consejo de tu abuela


– le había dicho – seguro que vais a ser muy felices…

M: Sí… sí, lo que tú digas – dijo con indiferencia – escúchame…


dentro de tres años, este mismo día, quiero que vengas a casa y me
traigas los papeles del divorcio…

A: ¿Como? – preguntó sorprendido – no entiendo nada.

M: no hace falta que lo entiendas – contestó con rudeza – tú solo haz


lo que te he dicho, ven a casa en tres años y trae los papeles… no
voy a estar casada mucho más tiempo.

A: Pero… Maca no puedo hacer eso… - intentó persuadir.

M: Tú solo hazlo – contestó – si no lo haces tú te aseguro que


contrataré a otro abogado – siguió – así que en tres años, cuando se
haya cumplido la maldita clausula de la herencia vienes a casa, haré
que ella firme el divorcio, yo cobraré mi herencia y se acabó esta
pantomima…

A: ¿Panto… pantomima? – se sorprendía – ¿me estás diciendo que


esto es todo una farsa? Sabes perfectamente que eso incumple las
órdenes que dejó tu abuela.

M: Y nadie más lo sabe - contestó – y si mantienes la boca calladita y


haces lo que te he dicho te aseguro que te compensaré muy, pero
que muy bien…

A: Yo…
M: ¿Está todo claro no? – le preguntó a su abogado cortándolo,
girando su rostro para mirar donde se encontraba Esther, viendo qué
compañía tenía en ese momento – Luego te veo, Alfonso – dijo

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dejándolo allí y comenzando a andar hacia su mujer – ya estoy aquí –


pasó el brazo por su cintura - ¿Qué tal, Elsa?”

M: Alfonso… Alfonso… - decía muerta de miedo – dime… dime que no


has ido a mi casa… dime que no has visto a Esther y que no le has
dicho nada…

A: Bueno… sí – contestó fuera de juego – hice lo que me pediste y…


pensé que ella ya lo sabía, aunque… - pensó un segundo – he de
reconocer que me ha parecido un tanto sorprendida…

M: ¡Eres imbécil! – soltó levantándose corriendo - ¡Joder! – protestaba


mientras cogía sus cosas…

A: ¿Pero qué pasa? – preguntó alucinando.

M: Tengo que ir a verla… - decía para sí misma con angustia – joder,


joder, joder… ahora no… joder – terminó de decir saliendo ya del
despacho y dejando a Alfonso sin saber qué había sido eso.

Mientras tanto, en otro lugar de Madrid, Esther bajaba del autobús


con una maleta en la mano y arrastrando el alma, sintiendo como el
corazón se rompía en mil pedazos y las lágrimas recorrían su rostro
sin que a penas las sintiera… de hecho, no sentía nada,
absolutamente nada.

Llamó al timbre intentando no derrumbarse, intentando mantenerse


fuerte, pero cuando la puerta se abrió, cuando su hermano la miró de
esa manera, no pudo más que romper a llorar como si volviera a
tener cuatro años, cayendo en brazos de su hermano que asustado
por su estado la tomó en brazos al tiempo que le preguntaba qué era
lo que había pasado.

E: ¿Puedo… puedo que… quedarme aquí… unos días? – preguntó con


voz entrecortada, sintiendo de nuevo como todo el mundo caía bajo
sus pies, arrastrando su corazón y su alma al más oscuro de los
agujeros…

Llegó a casa como una exhalación, con los nervios a flor de piel y el
miedo metido en cada poro de su cuerpo. Abrió la puerta y atravesó
el jardín corriendo, se le cayeron las llaves en la puerta principal y
temblando las alcanzó y rebuscó la adecuada. Del mismo modo,
temblando aún, consiguió abrir y entró sin preocuparse de cerrar.

M: ¿¡Esther!? – gritó, deseando encontrarla, poder hablarle y decirle


que la amaba, que la perdonara que… No sabía qué iba a decirle, lo

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único que tenía claro es que necesitaba verla… verla y explicarle… -


¿Esther? – dijo parando al no escuchar movimiento alguno, la mesa
estaba puesta, como riéndose de ella unas velas se consumían y sus
miedos parecían hacerse realidad - ¿Esther? ¡Mi amor, por favor! –
rogó al tiempo que subía las escaleras para llegar a la planta superior.
Donde de nuevo se encontró con la soledad que le decía que la
enfermera no estaba allí.

Entró al fin en la habitación y lo que vio la dejó clavada en el sitio.


Ropa desperdigada por toda la habitación. El armario a medio vaciar,
los cajones sacados y desordenados… miró a su alrededor, viendo
como todo se hacía más real, más latente, más doloroso… una
fotografía de ambas, una que hasta ese día había reposado sobre la
mesita de noche, ahora estaba en el suelo y con el cristal roto en
varios pedazos.

Como si fuera otro quien estuviera viviendo aquella situación, tomó el


marco entre las manos y se dejó caer en la cama derrotada… Esther
se había ido… la había dejado y solo quedaba de ella algo de ropa y
esa fotografía ahora rota. Levantó la cabeza mirando a su alrededor.
Nunca se había sentido tan perdida en toda su vida, nunca había
sentido tanto dolor acumulado…

Y unas lágrimas rodaron por su rostro, reprochándole su


comportamiento, reprochándole haberse olvidado de aquella maldita
orden que le había dado a Alfonso… reprochándose haber sido tan
estúpida, tan imbécil… tan cruel… de nuevo miró la fotografía algo
arañada por los cristales y se concentró en su sonrisa… en su
mirada, en esos ojos que la habían enamorado hasta ser capaz, por
primera vez en su vida, de regalarle su vida a otra persona… y de
nuevo sintió los remordimientos comiéndole por dentro, haciendo
más grande aquella herida. Sus lágrimas caían y ni siquiera le daba
tiempo a limpiarlas… necesitaba verla… tenía que verla, explicarle y
decirle que la amaba, que la amaba de verdad…

“El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura” Aquella


fue toda la respuesta que tuvo cuando marcó su número y pese a
saber que volvería a escuchar lo mismo lo volvió a intentar, una y
otra y otra vez… mientras su corazón se iba rompiendo un poquito
más en cada llamada…

Sentada en el sofá, conseguía tomarse la tila que Paula había


preparado mientras su hermano intentaba, con palabras cariñosas,
calmarla un poco más. Ella no había dejado de llorar desde que había
entrado sintiéndose tan pequeña como una hormiga en un mundo de
maldades en donde hasta su mujer… la persona en la que más había

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confiado se había convertido en un monstruo que le había partido el


alma en dos.

D: A ver, cariño – decía su hermano – venga… cuéntanos que ha


pasado… queremos ayudarte Esther…

E: … - levantó la mirada, una mirada vacía que se clavó en el alma de


su hermano – Tenías razón ¿sabes? – dijo muy bajito, tan bajito que
casi no lo escucharon… - tú tenías razón…

D: ¿En qué? – preguntó acariciando su pelo – no te entiendo, Esther…

E: Con Maca… - y algo le atravesó al pronunciar su nombre – tú tenías


razón… - lloraba – no me… no me quiere… nunca me ha querido…

D: ¿Qué ha pasado, Esther? – preguntó una vez más, algo más serio
que antes…

“E: ¿Hola? – saludó extrañada al no reconocer muy bien quien estaba


en su puerta.

Al: ¡Hola! – contestó al saludo – Soy Alfonso, no sé si me recuerdas, el


abogado de Maca, nos presentaron en vuestra boda – decía el
hombre – querría hablar con ella… ¿Está en casa? – preguntó viendo
como Esther se había quedado algo parada, seguramente intentando
acordarse de él.

E: No está ahora – contestó sin saber a qué había ido a su casa – Está
en el despacho, pero no creo que tarde mucho en llegar – abrió la
puerta – ¿si quieres esperarla?

Al: Claro – sonrió entrando, Esther cerró la puerta y le acompañó


hasta el salón – Vaya – dijo mirando la mesa - ¿celebración eh?

E: Sí – medio sonrió – es un día importante.

Al: Ya lo creo – Esther se extrañó – Ya se han cumplido los tres años –


Esther asintió – es para celebrarlo – continuó – seguro que tú también
te vas a llevar una buena parte ¿eh? – dijo chistoso.

E: ¿Perdón? – preguntó sin saber a qué se refería.

Al: Tranquila, tranquila – dijo con amabilidad – conmigo no tienes que


disimular ¿eh? Lo sé todo – Esther cada vez estaba más extrañada –
de hecho he venido a traeros los papeles del divorcio.

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Y la enfermera no supo como reaccionar ¿De qué estaba hablando


ese hombre? ¿Qué papeles ni qué divorcio? Debía haberse
confundido, estaba claro…

E: ¿Divorcio? – preguntó de nuevo.

Al: Sí, claro – dijo y efectivamente sacó unos papeles de su maletín


en el que Esther leyendo tan solo la primera frase dedujo que eran
esos – tienes que firmar aquí – señaló la parte baja – como ves ya
está la firma de Maca, así que cuando lo hagas, volveréis a ser las
dos mujeres libres que erais… eso sí, todos un poquito más ricos –
decía sin advertir el desconcierto de la enfermera.

Esther quedó con los papeles en la mano, creyendo que aquello debía
ser una absurda broma que alguien quería gastarle, pero según leía,
veía los papeles tan reales como lo que parecía estar pasando y no
entendía nada, no era capaz de entender nada de lo que allí pasaba.

Al: Desde luego – siguió hablando ajeno a lo que estaba provocando


en la enfermera – cuando el día de la Boda, Maca me dijo que viniera
justo este día con los papeles del divorcio, en un primer momento, no
estuve muy de acuerdo… pero claro – continuaba, Esther mientras lo
escuchaba sentía que todo se nublaba – conociendo a Maca… jaja era
de esperar que hiciera contigo este tipo de pacto… y además, me
prometió una buena cantidad si lo hacía… no podía negarme… -
Esther escuchaba todo y parecía estar viviendo su peor pesadilla –
Quien lo hubiera dicho… al final, habéis aguantado los tres años ¿eh?
Nadie se ha dado cuenta de la farsa de vuestro matrimonio… y como
recompensa, la herencia… os ha salido bordado…

Quedó callado un segundo mirando como la enfermera no había


vuelto a levantar la cabeza de los papeles, como si se hubiera
transformado en una estatua, no se movía, no parecía leer, incluso
parecía haber dejado de respirar…

E: La… la herencia – pronunció en un hilo de voz.

Al: Sí, la herencia de la abuela de Maca… ya sabes… la clausula esa


de casarse y hacer vida matrimonial durante tres años – continuó…
podría ser buen abogado, pero le faltaban luces por todos sitios –
sinceramente, cuando me enteré que os casabais, supe que era una
maniobra de Maca para poder cobrarla… y supongo que te habrá
prometido a ti también una buena cantidad… - seguía hablando,
logrando que Esther llegara casi a marearse – en fin… tienes que
firmar – dijo viendo que aun no había movido ni un ápice de su
cuerpo – aquí – señaló de nuevo tendiéndole un bolígrafo.

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Por inercia, sin saber siquiera qué ni donde estaba firmando, con la
cabeza, la mente, el alma y el corazón muy lejos de allí, Esther dibujó
su firma con el pulso tembloroso… podría haber firmado su sentencia
de muerte que ni siquiera se habría dado cuenta…

Al: ¿Te encuentras bien? – dijo ahora sí, percatándose del estado de la
enfermera…

E: Yo… yo… tengo que… - y sin decir nada más subió escaleras
arriba, dejando al abogado parado en el salón, quien algo
sorprendido por aquella reacción pero sabiendo que había cumplido
con su trabajo, recogió los papeles y salió de allí.

En la habitación, Esther se mantenía en pie sin entender nada… las


palabras del abogado retumbaban en su cabeza al tiempo que un
montón de imágenes de una Maca distante y ausente aparecían en
su mente como si de una película de terror se tratara.

Y entonces lo entendió… entendió que Maca nunca la había querido,


entendió porqué aquellas prisas de la empresaria al empezar su
relación, entendió porqué quiso casarse con tan poco tiempo de
noviazgo, entendió sus largas reuniones, sus viajes, su poca
atención… su alejamiento… lo entendió todo… Maca no la amaba… al
contrario, simplemente la había utilizado para cobrar una herencia…
solo se había casado con ella para poder cobrar una herencia…

Necesitaba salir de allí, de pronto todo aquello le ahogaba, todo le


aturdía… con prisas buscó una maleta y metió en ella todo cuando
pudo. Quedó parada mirando una foto que había sobre la mesita, una
en la que ambas salían abrazadas y sonrientes y le pareció la sonrisa
más cínica del mundo la que lucía Maca… tomándola entre las manos
la miró y con un grito ahogado y una intensa rabia creciendo en su
interior la estampó contra el suelo… cogió sus cosas y salió de allí,
con lágrimas en los ojos y sintiendo una profunda opresión en el
pecho.”

D: ¡Valiente hija de puta! – soltó con una ira descomunal Diego una
vez escuchó lo que su hermana acaba de contarle.

El timbre de la puerta sonó sobresaltanto a todos. Diego se levantó


hecho una autentica furia y al abrir se encontró con el foco de su
rabia.

M: Necesito hablar con tu hermana – dijo nerviosa y angustiada -


¿Está aquí?

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D: Hija de puta – soltó, haciéndole saber a Maca que ya lo sabía -


¿Cómo se te ocurre venir aquí? ¡Lárgate! – soltó intentando contener
su cólera.

M: Tengo que hablar con ella – intentó pasar pero Diego se lo impidió

D: Lárgate de aquí, antes de que me olvide que eres una mujer y te


de una paliza, hija de puta – repitió.

M: Tengo que…

D: ¡Fuera! – gritó más alto - ¡Y no se te ocurra volver a buscar a mi


hermana! ¡Te enteras!

M: ¡Esther! – ahora era ella quien gritaba, pese a las amenazas de


Diego, pese a saber que se merecía todo lo que le dijeran necesitaba
hablar con ella.

D: ¡He dicho que te largues! – dijo cogiéndola del brazo para intentar
sacarla de allí.

E: Diego, suéltala – soltó Esther haciendo que ambos quedaran


parados.

D: Esther, no creo que…

E: Déjala entrar – le dijo a su hermano.

D: Pero…

E: Diego, déjala entrar – repitió con un tono que ninguno de los dos
había oído jamás, rudo, fuerte, seco, odioso… - y dejarnos a solas –
pidió dándose la vuelta ante la cara de estupor de Diego y el miedo
de Maca…

Con pasos titubeantes, Maca entró en el salón, viendo como Esther


estaba de espaldas a ella mirando hacia la ventana. Ahora que la
tenía delante, no era capaz de decir una sola palabra, el miedo que
tenía a perderla la hacía sentirse muda… la miró, vio como su cuerpo
parecía rígido, como si de una tabla se tratara, sin movimiento
ninguno, sin vida… y su culpabilidad más crecía al verla de aquella
manera, sabiendo que le había hecho daño, que había destruido algo
importante… lo sabía… le dolía… le dolía demasiado.

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E: Ni se te ocurra – soltó Esther sin moverse cuando Maca intentó dar


un paso al frente y acercarse a ella y ahí, con esa simple frase que
decía mucho más de lo que pretendía, por el tono en que lo dijo, por
la dureza de su voz, en ese instante, supo que no había nada que
hacer… que dijera lo que dijera no serviría de nada, que la había
perdido y que ella y solo ella tenía la culpa…

M: Esther yo…

E: Cállate – ordenó, mirando aún por la ventana, cerrando los ojos al


escuchar su voz… tomando fuerzas para enfrentarse a ella… respiró
profundamente y por fin se dio la vuelta…

Cuando la vio, cuando descubrió su rostro, cansado, dolido, marcado


por las lágrimas, Maca creyó que todo se derrumbaba sobre ella, que
quedaba sepultada bajo los escombros de un mundo que ella misma
se había encargado de destrozar… y era tal su dolor al verla así, que
sintió que le faltaban las fuerzas.

E: Yo creía en ti – soltó Esther, con rabia, con sufrimiento – ¡creía en


ti! – repitió más enérgicamente llevando la furia a sus ojos.

M: Cariño… deja…

E: ¡Que te calles! – gritó, no quería escucharla, no quería oírla, hasta


su voz le partía más el corazón – Debes estar contenta ¿verdad? –
Siguió ella hablando – has conseguido engañarme como una imbécil…
la buena de Esther… la estúpida de Esther… - dijo sin mirarla – la que
es fácil de engañar y manipular… así soy ¿no? Por eso me elegiste
¿no? – Maca intentó contestar pero Esther no la dejó hablar – te
casaste conmigo por una herencia… ¡Por una estúpida herencia!
¿¡Sabes en qué me convierte eso!? ¿¡Lo sabes!? ¡En tu puta, Maca!
¡En eso me convierte! ¡En tú imbécil y estúpida puta! – soltó y la
empresaria no supo encajar el golpe, aquello era lo peor por lo que
había pasado en su vida… y tampoco podía decir mucho… ella era
quien lo había provocado.

M: Yo… yo… - no era capaz de decir más… aquella opresión en el


pecho no la dejaba…

E: Y yo creyendo que me querías – rió cínicamente – enamorada de ti


como la tonta que soy – siguió – obviando tus ausencias… ¡creyendo
que te ibas de viaje para trabajar! Que imbécil – seguí – seguro que te
has tirado a todo lo que se te ponía por delante…

M: …

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E: ¿No es así? – Preguntó, Maca cerró los ojos – ¿A cuantas? – se cruzó


de brazos a la espera de una respuesta, la empresaria no era capaz
de contestar - ¿¡A cuantas, Maca!? – le gritó.

M: No… no lo… no lo sé… - soltó, y Esther pareció derrumbarse un


poco más cuando escuchó aquella respuesta que daba una afirmación
a sus sospechas… Maca, viendo que Esther no hablaba, sacó fuerzas
de donde no las tenía e intentó hablar – escúchame – dijo, Esther no
contestó – eso solo fue al principio ¿vale? – Y la enfermera cerró los
puños con fuerza – reconozco que… que hubieron algunas chicas –
soltó, ya no podía seguir mintiendo, no quería seguir mintiendo –
pero… pero luego todo… todo eso se acabó – dijo deseando con todas
sus fuerzas que la creyera… la sonrisa hipócrita de Esther le enseñó
que no la creía – te lo juro… te juro que no volví a hacerlo… cuando…
cuando me di cuenta que… que me había enamorado de ti – le dijo –
te quiero… te amo de verdad….

E: Jajaja – rió con cinismo – me quieres… ¡Tú no quieres a nadie! –


soltó – no quieres ni respetas a nadie – siguió – ni a mí, Ni si quiera te
quieres a ti misma – dijo con dureza, con odio en la mirada y Maca
recibió un nuevo golpe en el pecho – ¡Y mucho menos querías o
respetabas a tu abuela! – dijo con la clara intención de hacerle daño y
lo logró… claro que lo logró.

Esther estaba siendo dura… demasiado, demasiado, escupía veneno


por la boca, pero no podía actuar de otra manera, no cuando el daño
que pretendía hacer no era ni la mitad del que sentía ella… Y Maca
estaba sintiendo como sus palabras la destruían, como el daño se
hacía más fuerte, como dolían las palabras, los gritos… peor se lo
merecía… sabía que se lo merecía… Esther estaba siendo cruel…
pero ella lo había sido antes…

E: Ahora entiendo muchas cosas ¿sabes? – siguió diciendo, y Maca


creía que se caería redonda al suelo en cualquier momento – ahora
entiendo tus cambios de humor… tus malas palabras… ahora
entiendo lo poco que te importó que perdiera al niño… ahora lo
entiendo… tú no querías tener hijos – soltó y Maca sentía que se caía
– ni siquiera lo querías… - y ambas aguantaban como podían
mientras todo a su alrededor se derrumbaba – solo necesitabas
tenerme contenta hasta que se cumplieran estos malditos tres años –
continuó dura, implacable, pero qué importaba ¿No se había
comportado Maca también así durante todo ese tiempo? – y claro…
que perdiera el niño fue lo mejor que te pudo pasar – y Maca sentía
como en pocos segundos empezaría a llorar – ahora sé por qué

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actuaste de aquella forma… como si no hubiera pasado nada… para


ti fue mejor así…

M: No… no digas eso… - soltó en un hilo de voz, claro que no era así…
ella deseaba ese hijo y perderlo fue un durísimo golpe del que aún no
se había recuperado – yo no…

E: ¡No estoy diciendo mentiras! - siguió – ¡tú no querías tener hijos! –


gritó – una vez me lo dejaste muy claro… así que enhorabuena – dijo
con rencor – te salió perfecta la jugada… me tuviste contenta a mí y
luego todo quedó en nada… felicidades – empezó a aplaudir – te ha
salido todo perfecto… seguro que te fuiste a celebrarlo con alguna de
tus amiguitas…

M: ¿Cómo puedes decir eso? – ahora sí lloraba abiertamente – yo te


quiero, Esther… y claro que quería que ese niño naciera…

E: Deja de llorar, ¿quieres? – dijo con indiferencia ante sus lágrimas,


aunque fuera casi la primera vez en todo ese tiempo que la veía
llorar, que la veía así – ya no tienes que fingir más… - le dijo como si
fuera un secreto – ya tienes lo que querías… disfrútalo Maca… porque
ha tenido que ser un calvario para ti todo esto ¿no? tener que fingir
que me querías… que estabas enamorada de mí – seguía implacable
– ha tenido que ser un infierno hacer el amor conmigo… pero todo
vale ¿no? Ya tienes tu estúpido dinero…

M: ¡No quiero el dinero! – soltó – ¡te quiero a ti!

Y con rabia, con furia, con una ira descontrolada, Esther dio dos pasos
hacia delante y le cruzó la cara en una bofetada que a ambas las dejó
paradas. Nunca habría imaginado que le levantaría la mano a alguien,
nunca creyó que fuera capaz de agredir físicamente a una persona…
¿En qué la había convertido?

E: Nunca vuelvas a decir eso – soltó amenazante.

M: Esther… - gimió como si fuera su ultimo aliento antes de morir…


porque así se sentía, sentía que moría por dentro…

E: Mira en lo que me has convertido, Maca – dijo elevando las manos


mostrándose ante ella – mira lo que has conseguido – siguió diciendo
dolorosamente – ya puedes ir a celebrarlo…

La miró… la miró y vio lo que le mostraba, vio lo que le había hecho y


no fue capaz de hacer nada… no fue capaz de decir nada… la había

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destruido… la había destrozado… le había partido el alma… y se


sintió más rastrera, más mezquina y miserable que en toda su vida…

Y supo que no tenía derecho a nada… que después de todo lo que


había hecho, no podía pretender un perdón que no se merecía, que
no podía hacer nada, absolutamente nada por recuperarla… que no
era merecedora de ella… nunca lo fue… desde el mismo día que la
conoció y urdió aquel estúpido plan, no era digna para estar con
ella… que no podía ni tan siquiera intentarlo… no tenía derecho a
intentarlo… y comprendiendo aquello, cogió su bolso y arrastrando su
corazón hecho pedazos se dio la vuelta para marcharse…

E: No quiero volver a verte – escuchó que decía cuando llegó a la


puerta – esta ciudad es lo suficientemente grande para no volver a
cruzarnos nunca, así que no quiero volver a verte… no quiero que me
llames, ni que me busques… no quiero que estés… no quiero que
existas…

M: Como tú quieras – dijo derrotada, acatando sus deseos, consciente


de que era lo que debía hacer… por mucho que a ella se le acabara la
vida…

Cuando Maca desapareció. Esther se dejó caer en el sofá,


comenzando a llorar… dejando aflorar todo el dolor que había estado
convirtiendo en furia el tiempo que Maca había estado frente a ella…
derrotada y cansada…

Por su parte, Maca salió de aquel piso como si un huracán hubiera


pasado sobre ella destruyéndolo todo a su paso… su corazón, su alma
entera había perdido... sabiendo y sintiendo que la única culpable de
todo era ella… y sentía que tendría que vivir con ello durante el resto
de su vida… que esa sería su condena… vivir sabiendo que ella se
había encargado de destrozarlo todo… y que había perdido a la única
persona que había amado…

Un rato después. Diego entró en la habitación de Esther donde la


enfermera tumbada en la cama había dejado de llorar aunque aún
seguían brotando algunas lágrimas de sus ojos. Con la mirada perdida
y el rostro pálido parecía ausente del mundo…

D: Esther – dijo su hermano con cautela – cariño, tómate esto – le


tendió una tila…

E: No puedo – contestó con un hilo de voz – no puedo.

D: Venga, Esther, haz un esfuerzo – pidió de nuevo.

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E: No puedo, Diego – contestó – no me pasa nada…

D: Tienes que hacerlo, Esther – insistió – inténtalo… estás


embarazada, Esther… tienes que cuidarte…

DOS AÑOS DESPUES.

Las persianas estaban subidas dejando paso a la luz del día. En el


salón, los restos de comida aún continuaban en la mesa y por el
pasillo, se dejaba ver un rastro de ropa desperdigada… desde el
cuarto principal salían gemidos cada vez más intensos y en la cama,
dos cuerpos cabalgaban al unísono, mordiéndose, arañándose,
llegando al orgasmo en cuestión de segundos…

Quedó sobre su cuerpo unos segundos antes de separarse y alejarse


hacia el lado. tomó el móvil y lo miró, las cinco y media de la tarde…
lo volvió a dejar sobre la mesilla cuando sintió que su cuerpo se
abrazaba a ella.

- Ha estado genial – dijo con una sonrisa en los labios.

- Sí, no ha estado mal – contestó ella sonriendo al ver como


levantaba la cabeza con el ceño fruncido.

- Pero serás – le dio un palo divertido en el hombro – ha estado


de maravilla…

- Vale, vale – dijo para que parara – ha estado muy bien – sonrió
besándola lentamente.

- Eso está mejor – contestó volviendo a tumbarse sobre su pecho.

Estuvieron unos segundos en aquella posición. Todo lo que ella


aguantó, tras eso, logró escabullirse de sus brazos y levantarse
mientras buscaba su ropa y se la iba poniendo.

- ¿Por qué no te quedas un rato más? – preguntó algo mimosa


mientras salía de la cama envuelta en una sábana.

- Sabes que no puedo, Sandra – contestó un poco cansada de


siempre la misma historia.

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S: Ya… - contestó no muy convencida – A veces me gustaría que te


quedaras más tiempo – dijo abrazándola por la cintura.

- Tengo cosas que hacer – contestó intentando escabullirse.

S: He estado pensando en algo – volvió a abrazarla, ella puso los ojos


en blanco.

- Miedo me das – dijo sin reírse, pese a que Sandra había


sonreído.

S: Mañana podríamos ir a algún sitio juntas… - le sugirió – no ser,


pasar el día entero juntas y…

- No puedo – cortó algo incómoda – tengo que trabajar.

S: Pero… dijiste que tenías esta semana libre – dijo con algo de
confusión.

- Ya… - se dio cuenta que sí que lo había dicho – de todos modos


no puedo… tengo muchas cosas que hacer.

S: Claro – contestó cruzándose de brazos - ¿Qué pasa? – preguntó -


¿Por qué siempre que intento organizar algo para estar más tiempo
contigo reaccionas así?

- No reacciono de la ninguna manera Sandra – contestó cansada.

S: Ya, claro… entonces… ¿Por qué no me presentas a tu hijo de una


vez, Esther? – preguntó haciendo que la enfermera dejara lo que
estaba haciendo.

E: No es el momento – dijo como simple respuesta.

S: ¿Y cuando lo va a ser? – quiso saber – Llevamos juntas tres meses


Esther… creo que va siendo hora ¿no?

E: No lo sé – la miró – mira Sandra… eres una chica estupenda pero…


no creo que debamos seguir viéndonos – soltó dejando a la chica
bastante sorprendida.

S: ¿Qué? ¿Por qué? – preguntó sin esperarse lo que había escuchado –


Esther, no… ¿dejarlo? Estamos bien juntas… estamos muy bien

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juntas… nos lo pasamos bien… yo te quiero Esther – soltó y la


enfermera quedó mirándola con tristeza…

E: Ese es el problema – dijo con un tono dulce acariciando la mejilla


de la chica que la miraba con estupor – te mereces a alguien que te
quiera de verdad… y yo no soy esa persona…

S: ¿Qué quieres decir? – volvió a preguntar con miedo – Tú me


quieres, Esther – se dijo a sí misma, como autoconvenciéndose de
aquello.

E: No… yo no te quiero – contestó… - y te mereces a alguien que sí lo


haga – siguió diciendo – por eso no podemos seguir juntas – dijo y
antes de que Sandra dijera algo, Esther la calló poniendo un dedo en
sus labios – es mejor así… créeme – dijo antes de salir de aquella
habitación y de aquel piso.

Llegó a casa, sabiendo que había hecho lo correcto… lo había


decidido hacía días y había ido a comer con ella con la intención de
dejarlo y que no pasara nada… pero no había podido evitarlo y habían
acabado en la cama… y no estaba nada orgullosa de ello… porque no
quería haberla dejado de esa forma… pero no había tenido más
opción y era mejor así, dejarla antes de hacerle más daño… hacía
semanas que Sandra estaña insistiendo en llevar la relación a otro
nivel diferente y ella simplemente, no quería aquello…

Entró en casa y su rostro pasó del agobio a la sonrisa amplia al


encontrarse con aquel pequeño terremoto de casi año y medio, con
su lengua de trapo jugando con Adela, la canguro, nada más verla, el
pequeño de la casa se levantó y con pasos algo titubeantes pero cada
día más firmes llegó a los pies de su madre y alzó las manos para que
lo cogiera.

P: ¡Mama! – la llamó.

E: Hola campeón – dijo levantándolo del suelo y llenándolo de besos -


¿Qué tal está mi niño eh?

P: Ah jale paaala labala – dijo con ese vocabulario tan suyo que nadie
más que el entendía.

E: ¿En serio? – contestó como si lo entendiera todo, mirando a Mónica


con una sonrisa – muy bien cariño – le dio un beso y el niño se
acurrucó en su hombro - ¿Qué tal la tarde Adela? – preguntó a la
canguro que se había levantado ya del suelo.

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A: Muy bien – le dijo con una sonrisa – ha estado muy tranquilo, ha


comido bien y ahora estábamos jugando… no ha querido dormir la
siesta…

E: Ya… por eso está ahora que se cae rendido – dijo mirando al
pequeño que con el dedo en la boca empezaba a cerrar los ojos en
brazos de su madre – Toma, mi amor – le puso el chupete para que
dejara el dedo.

A: Bueno… yo me voy a ir que quiero pasarme por la biblioteca antes


de que cierren…

E: Vale, que te vaya bien – se despidió.

A: Adiós, Pedrito – dijo acariciando la mejilla del niño.

E: Di adiós, cariño - cogió la mano del pequeño – adiós, adiós –


cantaba como si lo dijera él – pobre… esta muerto de sueño.

A: Sí… - sonrió – hasta luego

E: Hasta luego – cerró la puerta tras la canguro y volvió al salón con el


niño en brazos – Vamos a dormir, mi vida – seguía diciendo mientras
se dirigía al cuarto – ya pesas lo tuyo ¿eh? – sonrió. Lo cambió de ropa
y lo acostó en su cuna… quedándose un rato mirándolo como
siempre hacía… Pedro… su hijo…

Sentada en un banco miraba a su alrededor con una sonrisita


melancólica en los labios. Veía como los niños jugaban junto a los
columpios, como sus madres los vigilaban a unos metros.
Ensimismada en los pequeños y como no podía ser de otra manera,
de nuevo le asaltaron los recuerdos de aquellos días. Cuando Esther
estaba embarazada… cuando ella iba a ser madre…

Ahora su hija, porque seguro que habría sido niña como Esther
quería, tendría algo más de dos añitos y sería ella quien la llevara al
parque y la vigilara como hacía alguna de aquellas mujeres. Ella se
encargaría de subirla al tobogán, cogerle las manos y hacer que
resbalara por él… ella sería quien la cogiera en brazos y la llenara de
besos mientras su pequeña princesita reía con alegría…

Cada día le pasaba lo mismo… desde hacía tiempo, al salir de


trabajar, iba a aquel parque, se sentaba en el mismo banco y
quedaba mirando a aquellos niños imaginando que el bebé que
perdieron había nacido y que ahora eran ellas las que paseaban con
su hijo…

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Vio como uno de los pequeños, un futuro escalador, caía al suelo


desde poca altura, pero igualmente comenzaba a llorar. Su madre
corría hasta él y tras mirarle la herida lo alzaba en brazos y lo llevaba
con ella para acariciarle la cabeza, llenarle de besos y conseguir que
se calmara… sonrió ampliamente cuando el pequeño escalador, una
vez había olvidado el golpe volvió al mismo sitio, como si su
cabezonería no le permitiera dejar las cosas a medias y tuviera que
llegar a la cima. Su madre tras el, intentaba que no volviera a caerse.

De nuevo se imaginó a sí misma haciendo lo que había hecho aquella


chica, abrazando y mimando a su hijo… porque seguramente sería la
madre que más mimara al pequeño…

- Perdone – escuchó una vocecita que se acercaba – ¿me da la


pelota?

M: Claro – sonrió cogiéndola y acercándose para ponerse a su altura –


ten cuidado ¿eh? – le dijo con cariño – no vayas a caerte…

- Zoy grande, no me caigo – contestó el crío.

M: Vale, toma – se la dio – mete muchos goles ¿eh?

- Zi, graciaz – dijo el niño antes de irse corriendo.

Volvió a sentarse y durante un rato más estuvo allí, observando y


llenándose con las risas de los niños, con la ilusión inocente de los
pequeños… sintiendo una profunda pena por aquel que no nació…
por aquel que iba a ser su hijo y que nunca llegó a vivir… su hijo…
cada vez que lo pensaba sentía una fuerte opresión en el pecho… una
vez estuvo a punto de ser madre… una vez… hacía ya mucho
tiempo… su vida era totalmente completa…

En el piso de Esther, ésta jugaba con su hijo sobre una mantita


cuando sonó el timbre de la puerta. Levantándose y mirando que el
niño quedaba entretenido abrió encontrándose con una sonriente
Claudia y dos pequeños terremotos que entraron casi sin saludar.

Cl: Vosotros dos, venir aquí ahora mismo – les dijo a los niños

E: Déjalos, Claudia – contestó haciendo que se relajara - ¿Qué tal?

Cl: Puff… pues hoy están de un revoltoso que no puedo con ellos –
contestó entrando - ¿tú qué tal?

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E: Bien, Pedro se ha levantado hace un ratito y estábamos jugando –


dijo sonriendo a su hijo que ya estaba con los hijos de Claudia,
quienes habían entrado derechitos a jugar con él – aunque creo que
ya no querrá jugar conmigo – decía mirando al niño.

Cl: Bueno… a ver cuanto tardan en hacer de las suyas… - contestó


mirando a sus hijos, que de momento parecían relajados - ¿bueno
cuéntame… hablaste con Sandra?

E: Sí – bajó la cabeza – hemos roto…

Cl: Ya… ¿y como estás? – quiso saber.

E: Pues no lo sé… sinceramente… creí que me sentiría… yo que sé,


mejor o…

Cl: No es fácil dejar a alguien, Esther – contestó intentando animarla.

E: Lo sé y se que era lo que tenía que hacer… era mejor ahora que
después… no quiero hacerle daño… y yo no soy la persona que ella
merece…

Cl: Creo que debes volver a empezar a confiar en la gente, Esther –


contestó – tú no eras así.

E: ¿Quieres café? – preguntó cambiándole el tema totalmente.

Cl: Esther… - dijo haciendo que se quedara quieta – hemos hablado


de esto un montón de veces… no va a pasarte lo mismo…

E: Dejemos el tema, Claudia por favor – le pidió.

Cl: pero…

E: Por favor, no quiero hablar de eso – contestó cortándola algo más


seca.

Cl: Como quieras – dijo mirando a los niños, centrándose en Pedro,


que reía abiertamente con algo que hacían sus hijos – cada día está
más guapo.

E: Sí – sonrió ampliamente – y más trasto también.

Cl: ¿No crees que va siendo hora de que se lo digas? – preguntó un


tanto a bocajarro.

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E: ¿Decirle qué a quien? – Dijo poniéndose a la defensiva.

Cl: A Maca… - contestó sabiendo como se pondría su amiga – es su


madre, Esther… tiene derecho a saber que tiene un hijo.

E: No – soltó contundentemente.

Cl: Esther…

E: He dicho que no – contestó de nuevo – Pedro no es nada suyo… es


mi hijo, solo mío – sentenció enérgicamente haciéndole ver a su
amiga que ese tema estaba más que decidido.

Días después, Esther había recibido la visita de su hermano que hacía


las delicias de Pedro con sus carantoñas y sus mimos. Habían salido a
dar una vuelta con el peque de la casa y aprovechando el paseo,
entraron en un supermercado a comprar algunas cosas que le hacía
falta a la enfermera.

E: Esa no, Diego – le dijo a su hermano al ver que cogía una crema
que no le gustaba.

D: ¿Y por qué? – preguntó – me han dicho que es muy buena.

E: Sí, pero le irrita la piel – contestó dejándola a un lado y tomando


otra del lado contrario.

D: Bueno… entonces con Sandra nada ¿no? – preguntó, su hermana


suspiró.

E: Pues no – contestó empujando el carrito donde su hijo se


entretenía con un sonajero que Diego se había encargado de abrir –
aunque realmente hice las cosas muy mal… - decía – no tenía que
haber dejado que las cosas fueran tan lejos… yo… no quería hacerle
daño ¿sabes?

D: Ya… pero Esther, tampoco puedes pasarte toda la vida así…

E: Lo sé… si además no me gusta nada ser así – se lamentaba – no…


no quiero ser así… pero cuando… cuando veo que todo empieza a
ser algo más serio… pues… solo tengo ganas de huir… y… no sé, a
veces pienso que no seré capaz de… - no quiso continuar, porque
hacerlo le daba mucho más miedo.

D: Ey… venga – la animó – verás como todo cambia, en cuanto


conozcas a la persona adecuada todo cambiará.

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E: Sí… claro – dijo sin creérselo demasiado.

D: Oye… Paula me dijo que una nueva compañera del trabajo…


pues… ya sabes – dijo elevando los ojos.

E: No, Diego, ni de coña – le cortó viendo sus intenciones.

D: ¿por qué no? – dijo mirándola – no sé, tal vez… pues… os gustéis…
quien sabe…

E: Que no, Diego – contestó de nuevo.

D: Esther, es guapa, es simpática… inteligente – enumeraba las


cualidades que le había dado Paula

E: Diego, acabo de dejarlo con Sandra, no creo que sea muy ético por
mi parte tener otra cita, además, que no me apetece – dijo mientras
llegaban a la cola de la caja del supermercado.

D: Bueno… como tú quieras – contestó – pero que sepas que está


disponible.

E: Gracias – le dijo a la chica que le había cobrado – lo que tu digas,


hermanito, lo que tú digas…

D: Pues nada… otra vez será – dijo mirando a su sobrino – ¿y tú qué


gamberro? – le preguntó, el niño prestó atención a su tío - ¿No quieres
que mamá tenga citas?

P: ajeliluje jairuepa – dijo el niño.

D: Sí, yo también estoy de acuerdo – contestó alzándolo en brazos –


pero qué grande estás ya… - seguía diciendo mientras salían del
supermercado – tengo el sobrino más guapo del planeta a que ¿sí? –
le decía al crio haciéndole cosquillas.

P: Jajajajejajeje – reía dando saltitos en brazos de Diego.

D: Venga superman – dijo haciendo un movimiento en el que parecía


que el niño volaba – uauuu – cantaba viendo como el niño no dejaba
de reír.

El claxon del coche trasero la sacó de su ensimismamiento. Tardó aun


unos segundos en quitar la vista del que reconoció como Diego y
Esther a su lado. Sorprendida de verlos después de tanto tiempo no

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atinó con el acelerador y el embrague y el coche se caló haciendo


que el impaciente conductor que le seguía volviera a tocar el claxon.
Bastante sorprendida consiguió arrancar y retomar su camino,
mirando por el retrovisor como cerciorándose de que eran ellos.

Tocó el timbre con algo de insistencia y tras esperar unos segundos


escuchó pasos al otro lado de la puerta, una vez ésta se abrió pasó
casi sin decir una palabra hasta llegar al salón donde dejó el bolso
tirado sobre el sofá.

M: Pasa, Ana, no te cortes – dijo Maca mientras cerraba.

A: No te vas a creer a quien he visto – dijo con nerviosismo.

M: ¿Qué tal estás? Yo muy bien ¿y tú? Bien, también… ¿te he


interrumpido? Pues la verdad es que sí, estaba trabajando, tengo que
revisar unos informes para la reunión de accionistas de mañana y voy
un poco justa de tiempo – dijo imitando la voz de Ana mezclada con la
suya.

A: Sí, sí, lo que tú quieras – contestó quitándole importancia a todo


aquello – Pero no te imaginas a quien he visto.

M: A quien has visto, a ver… - dijo sentándose en el sofá.

A: Vale… pero antes prométeme que no te pondrás como te pones


siempre – pidió antes de decir nada.

M: No sé como me pongo siempre, pero sea como sea, no sé si me


pondré así porque aun no me has contado a quien has visto – soltó
aunque comenzaba a imaginarse, por como hablaba, de quien se
trataba.

A: Pues… venía yo de casa… - comenzó a relatar – iba a pasarme por


el teatro para ver si había entradas para la obra esa que te comenté
en la que salía una amiga del chico este que me gusta del trabajo –
relataba, haciendo que Maca pusiera los ojos en blanco – Bueno el
caso es que… estaba casi llegando y se puso un semáforo en rojo…
total que paré y claro yo en mi mundo que me pongo a mirar a la
gente que va pasando cuando me dio por mirar hacia la derecha, que
había un supermercado…

M: Al grano, Ana que tengo que seguir trabajando – la cortó.

A: Que sí, que sí, que ya va – contestó – bueno, ¿A que no adivinas


quien salía justo en ese momento del supermercado? – La empresaria

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la miró haciéndole ver que obviamente no tenía ni idea de quien


podría ser – Diego y Esther – soltó.

Maca se quedó algo parada… ese día precisamente había estado


acordándose mucho de ella y por eso había decidido meterse de lleno
en el trabajo para no seguir pensando e imaginando las mil maneras
diferentes de hacer las cosas para no perderla… y ahora Ana le venía
con aquello…

M: Ya… ¿como… como están? – preguntó mirando una fotografía en la


que salía Esther, una de las tantas que permanecían repartidas por
toda la casa de Maca…

A: Bueno… los he visto de lejos, pero se les veía bastante bien –


contestó viendo el rostro de su amiga y pensando que tal vez no
había sido demasiado bueno contarle aquello, pero ya que había
empezado no iba a parar – Diego ha engordado un poco pero sigue
igual y… Esther se… se ha cortado el pelo…

M: Seguro que estaba guapísima – susurró.

A: Sí… ¡ah! Y Diego es papá – le dijo, haciendo que Maca levantara la


cabeza con sorpresa – iba con un niño… rubito, y se le veía muy
contento…

M: Pues… me alegro muchísimo por él – contestó imaginándose lo


realmente contenta que tenía que estar Esther al haberse convertido
en tía – esto… tengo que trabajar, Ana – le dijo queriendo volver a
dejar de pensar.

A: ¿Por qué no la llamas? – preguntó.

M: Me dejó muy claro que no quería que la llamara nunca – contestó


con bastante tristeza – y… cambió su número…

A: Maca… ha pasado mucho tiempo – siguió diciendo intentando


animarla – tal vez…

M: Déjalo, Ana – le pidió – es mejor así… - se levantó – lo siento pero


tengo que seguir trabajando… hablamos mañana ¿vale?

A: Lo que tú digas – dijo algo decepcionada… cuando había ido a su


casa había pensado que la noticia de haber visto a Esther haría que
su amiga quisiera llamarla, sabía que necesitaba hablar con ella,
verla aunque fuera una vez más… en esos dos años no había seguido
adelante, no había continuado con su vida… ni siquiera se había

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planteado rehacerla con otra persona y es que, Maca, se había


anclado en el recuerdo de lo que fue su matrimonio con Esther y vivía
de los recuerdos que, sabía, rememoraba a cada instante.

La noche hacía rato que había cubierto la ciudad. Incapaz de dormir y


harta de dar vueltas en la cama, había subido a la azotea. Miraba por
el telescopio la inmensidad del cielo, concentrándose en una sola
estrella, solo una, la que para ella era la más hermosa de todas, la
más brillante…

Rememorando los días en aquel paraje alejado de las luces de la


ciudad se dedicaba a mirar por aquel aparato como si de esa forma
pudiera estar más cerca de ella.

Recordó las palabras que Ana le había dicho aquella tarde… se


alegraba por Diego… claro que lo hacía… y seguramente sería un
buen padre… pero sobre todo se alegraba por Esther, sabiendo que
estaría disfrutando como una enana en su papel de tía…

Volvió a mirar al cielo y como si hubiera descubierto entre las


estrellas el secreto del universo recordó que Paula, en algún
momento de su relación con Esther, les había comentado que por
desgracia no podía tener hijos… si recordaba un poco más, podía ver
con claridad en su mente el día que su cuñada llegó a casa y con
tristeza les relató el resultado de las pruebas a las que se había
sometido… Entonces… ¿Diego y Paula lo habían dejado y ahora él
tenía un hijo con otra? Ana había visto a Diego junto a Esther… y si
Paula no podía ser madre y suponiendo que siguiera con Diego…
¿Entonces ese niño era de Esther? ¿¡Esther había tenido un hijo!?
¿Cuando? ¿Como? Y sobre todo, la gran pregunta… quizás la más
importante… ¿Con quien?

Removió la cabeza quitándose aquellas ideas… simples suposiciones


que aunque pudieran ser ciertas, tal vez no lo fueran… podría ser que
aquel niño fuera uno de los hijos de Claudia a quien estaba cuidando,
o tal vez Diego había adoptado y sí, quizás Esther había decidido ser
madre… sola o con alguien… por eso tampoco quería pensarlo,
porque solo la sola idea de imaginarse que Esther pudiera estar con
otra persona, abría una herida que no había terminado de cicatrizar…

Esther miraba a su pequeño que dormido a su lado, en la cama, tenía


un rostro relajado y una respiración pausada. Lo miraba y acariciaba
si rostro con delicadeza… se parecía a ella… tenía muchos rasgos
suyos y aquello la atormentaba… sabía que tal vez cometía un gran
error al no decirle que tenía un hijo, pero la rabia aun continuaba
latente en su corazón… y aún seguía sintiendo dolor cada vez que

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pensaba en ella… además… ¿Realmente Maca merecía saberlo?


Después de todo, Maca nunca quiso tener hijos… al menos eso era lo
que recordaba… ¿qué cambiaría? Las preguntas se repetían una y
otra vez… y aunque una parte de ella le gritaba que debía decírselo,
en esos momentos aun ganaba el dolor y el rencor que aun sentía.

Varios días después, Maca llegó a la oficina con unas gafas de sol
ocultando sus ojeras… si antes dormía mal, desde que sabía la
posibilidad de que Esther hubiera tenido un hijo, dormía peor. Muchas
veces había estado tentada a llamarla y siempre rechazaba la idea
recordando las duras palabras que la enfermera le dijo la ultima vez
que la vio… “No quiero que me llames, no quiero que me gustes, no
quiero que estés, no quiero que existas” Esas habían sido sus
palabras… las recordaba tan nítidamente que aún le dolían…

J: Buenos días, Maca – saludó Julia desde su puesto de trabajo.

M: Buenos días – contestó sin ganas - ¿Me traerías un café? –


preguntó abriendo la puerta de su despacho.

J: Claro – contestó ofreciéndole una mirada maternal… en ese tiempo,


habían estrechado algo más su relación, pasando a ser algo más
“íntima” y no tan profesional y Julia había cogido gran cariño a
aquella mujer que tanto la había visto sufrir durante su divorcio…

Entró en el despacho, se quitó la chaqueta la dejó junto con el bolso


colgado en una percha y se sentó en el escritorio… abrió el primer
cajón y quedó mirando aquella fotografía que guardaba, una de
Esther sacándole la lengua a la cámara… sonrió, melancólica, triste…
acarició el marco y volvió a dejarla en su sitio.

Estaba en recepción revisando el pedido de farmacia, Teresa metida


entre archivos ni cuenta se dio que el teléfono sonaba insistente.
Suspirando y negando Esther dio la vuelta y se acercó al auricular con
el objetivo de ser ella quien atendiera la llamada.

E: Hospital central, ¿Dígame? – contestó a la espera de respuesta…


pero ésta no se produjo - ¿Hola? – preguntó de nuevo, y como
segundos antes nadie contestó al otro lado de la línea – Oiga esto es
un hospital y no estamos para bromas – dijo antes de colgar.

En el despacho, Maca colgaba el auricular con temblor en las


manos… escuchar la voz de Esther después de tanto tiempo había
sido bastante duro… no sabía porqué había llamado, simplemente
había sido un impulso y supuso que no sería ella quien contestara y
no le pasarían la llamada… sin embargo sí había contestado la

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enfermera y ella había perdido hasta la capacidad del habla al


escucharla…

A media mañana, metida entre informes y el recuerdo de la voz de


Esther, el teléfono sonó y Julia le pasó la llamada al instante.

Ch: ¿Macarena Wilson? – preguntó la voz de una chica al otro lado de


la línea.

M: Soy yo – contestó.

Ch: Le llamamos de la Clínica de Fertilidad “Niños y vida” – informó


dejando a Maca un tanto descolocada – usted tiene con nosotros un
contrato por el que nos comprometimos a guardar su óvulos
fecundados criogénicamente durante dos años prorrogables – seguía
diciendo la chica – el plazo vence en un mes y queríamos saber si
usted quiere el embrión que aún tenemos nosotros siga bajo las
mismas condiciones del contrato original o si por el contrario nos lo
cedería para investigaciones científicas…

Maca había quedado parada durante un segundo, parecía que todo se


confabulaba para llevarle los recuerdos de Esther sin darle tregua…
ella misma, Ana y lo que había visto y ahora eso…

M: Dis… disculpe, no entiendo que… - dijo aunque había escuchado


perfectamente lo que había dicho.

Ch: Sí, verá, el contrato que teníamos con usted vence el mes que
viene y queríamos saber si nos donaría el embrión que aún tenemos
en nuestro banco para la investigación.

M: Eh… sí… supongo que sí – contestó algo aturdida.

Ch: Estupendo – dijo la chica con algo de énfasis - ¿Podría pasarse por
aquí para firmar un par de papeles? Lo siento si le meto prisa pero…
ya sabe, cosas de la ciencia – dijo la chica algo más efusiva – cuanto
antes comencemos a investigar, mejor…

M: Sí… me… me pasaré… mañana si puede ser – contestó como una


autómata.

Ch: Bien, pues nos veremos mañana, que pase un buen día – dijo la
chica a modo de despedida…

M: Espere – la paró antes de que colgara dándose cuenta de algo –


¿ha dicho… un embrión?

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Ch: Así es – afirmó la chica – nos consta un embrión suyo en nuestro


banco.

M: No… perdone pero… había… había dos – dijo con voz temblorosa.

Ch: ¿Dos? – preguntó algo extrañada – un segundo, deje que lo


compruebe.

Mil cosas pasaron por su cabeza en cuestión de segundos,


escuchando la chica tecleando algo en lo que supuso un ordenador y
mil imágenes, mil palabras y mil pensamientos cruzaron su mente
como si del spring final de una carrera se tratara.

Ch: Disculpe – escuchó que volvía a decir aquella chica – tenemos


solo un embrión en nuestro banco, el segundo fue implantado con
éxito a Esther García… su mujer…

M: ¿Qué? – dijo agudamente, muy sorprendida… y todo aquello que


pensó días atrás… se hacía realidad en forma de llamada telefónica y
con una persona que no conocía.

Ch: Sí… - continuó la chica creyendo haber metido la pata por la


forma en que había escuchado a Maca – el embrión fue implantado el
día 25 de septiembre de 2007 – continuó – según el seguimiento con
bastante éxito… - repitió.

M: Gra… gracias – dijo antes de colgar, con la mirada perdida, las


manos temblando y el nerviosismo colonizando cada parte de su
ser… Aquel niño sí era hijo de Esther… más que eso, era su hijo…
tenía un hijo…

Sentada en el asiento de su coche intentaba calmarse, respiraba


profundamente y movía las manos en un intento desesperado porque
dejaran de sudar. Miraba hacia aquella puerta y no se atrevía a bajar
del vehículo… llevaba allí como veinte minutos viendo a gente entrar
y salir, algo tan simple como eso, cruzar una puerta y llegar a
recepción… para ella de simple no tenía nada… tras aquella gran
puerta se ocultaba Esther, la única persona en el mundo con la
capacidad de llevarla a ese estado de nervios en que se encontraba
con el simple hecho de saber que estaba cerca.

Inspiró de nuevo con profundidad, había ido allí por una razón, una
razón de peso… tenía un hijo y solo saberlo la había transportado a
otro lugar, donde una nueva ilusión había crecido dentro de ella…
tenía un hijo… al final resultaba, que ese sueño de ser madre que se

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inició cuando Esther apareció en su vida se había hecho realidad… y


no tenía ni idea… tomando fuerzas, intentando mantenerse serena y
con el claro propósito de hacer las cosas bien, salió del coche y
cerrándolo con el mando comenzó a andar, con pasos inseguros
aunque pareciera, a ojos ajenos, que lo hacía con la más grande de
las seguridades.

M: Buenas tardes, Teresa – y con aquel saludo se transportó a otro


tiempo, cuando en muchas ocasiones había ido a recogerla, solo que
esta vez, no recibió la sonrisa de la recepcionista, sino su rostro
sorprendido que en un segundo se volvió serio.

T: Lo serán para usted – contestó muy, muy seca – el mío acaba de


agriarse.

M: Tan simpática como siempre – dijo con sarcasmo - ¿Podrías avisar


a Esther que quiero verla?

T: Está operando – contestó sin tan siquiera mirarla – como mínimo


tardará unas cuatro horas… será mejor que no la espere.

M: Ya… - dijo sin creérselo demasiado – Teresa… Podrías por favor,


decirle que quiero verla – repitió – es importante.

T: A mí, plín – elevó los hombros – ya le he dicho que está operando –


continuó – y si no fuera así, no la llamaría… no dejaría que usted,
señora – el ultimo término lo pronunció con desdén – volviera a verla.

M: Esperaré aquí – dijo con seriedad – todo el tiempo que haga falta.

Teresa se elevó de hombros, como si no le importara pero estuvo un


rato mirándola por encima de las gafas, disimulando que se
entretenía con algún informe, esperaba que se cansara de esperar
antes de que Esther saliera, estuvo vigilándola un buen rato, la veía
pasear por delante suya, la veía leer algún cartel, parecía no poder
dejar de moverse, diría que estaba frenética.

Sin embargo, los deseos de Teresa no se cumplieron… veinte minutos


después, Esther aparecía frente a la recepcionista quien asustada
miró a Maca que parecía bastante entretenida con su móvil.

T: Esther, Esther – la llamó en susurros – ¿No estabas operando? –


preguntó llevándola hacia una zona en la que creía no sería vista por
la empresaria.

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E: Ha venido Lucía a sustituirme – contestó algo extrañada por la


actitud de la recepcionista – mi turno acaba en diez minutos y…

T: Vuelve dentro y no salgas hasta que yo te diga – dijo cortándola y


mirando por encima del hombro de Esther a una Maca que aún seguía
con su móvil.

E: ¿Qué dices Teresa? – preguntó extrañada

T: Hazme caso – insistió – vuelve dentro y hasta que yo te diga, tú no


salgas…

E: Pero ¿qué tonterías estás diciendo? ¿Qué pasa Teresa? – preguntó.

M: Creo que quiere evitar que me veas - Teresa cerró los ojos al verse
descubierta.

Sintió un escalofrío recorrerle de pies a cabeza. Todo un torbellino de


emociones traspasarle el cuerpo. Cerró los ojos, no… no había
escuchado su voz… no podía ser… no podía ser Maca… pero todo así
se lo decía. El rostro desencajado de Teresa, su propio cuerpo se lo
gritaba… el estremecimiento de su piel y el golpeteo rápido y fuerte
de su corazón le decían que sí que estaba allí… después de dos años,
Maca volvía a aparecer en su vida.

Expectante, Maca miraba la espalda de una Esther que aún no se


había dado la vuelta… la había escuchado y todo su mundo había
vuelto a tener sentido al ver su silueta “date la vuelta” pensó
“Necesito verte” se decía… y era tal el deseo, las ganas, eran tantos
los sentimientos que se agolpaban en su corazón que no era capaz de
moverse.

Cuando se dio la vuelta sus ojos se cruzaron un instante… una


fracción de segundo, lo suficiente para que algo estallara, para que
algo las dejara sin aliento… después de tanto tiempo, sus ojos volvían
a mirarse… sin decirse nada, sin dejar ver ni un resquicio de su alma,
pero el simple hecho de mirarse, las hizo perder la cordura de
nuevo…

E: Seguridad – dijo Esther apartando la mirada, dura, fría como el


hielo, haciendo que uno de los chicos que velaban por la seguridad
del personal sanitario se acercara – acompañe a la señorita a la
puerta…

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M: Esther tenemos que hablar – logró articular con bastante premura,


al tiempo que aquel chico la “invitaba amablemente a irse” Y Esther
desaparecía por las puertas perdiéndose de nuevo en urgencias.

Entró en la sala de enfermeras intentando tomar aire, uno que sentía


que no llegaba a sus pulmones por mucho que lo intentara… estaba
allí. La había visto, después de tanto tiempo, después de tantas
lágrimas, de tantos sueños rotos, después de todo, la había tenido de
nuevo frente a ella y algo había golpeado fuertemente en su
corazón…

Esperó un tiempo prudencial, esperaba que Maca hubiera captado la


indirecta/directa y se hubiera marchado. No sabía para qué había ido
a buscarla pero tampoco quería pensarlo. Lo último que quería era
verla, aún dolía… demasiado, aún dolía demasiado.

Salió del hospital una vez consiguió reponerse a ese fugaz


reencuentro, recuperando la calma y evitando las ganas de llorar. Con
la cabeza bien alta salió por urgencias, “ya se habrá marchado”
pensó, y tomó rumbo hacia el parking.

M: Tenemos que hablar – dijo a su espalda, haciendo que Esther


parara sus pasos un segundo al escucharla.

E: No tenemos nada de qué hablar – contestó enérgica, sin darse la


vuelta ni siquiera para mirarla y continuó su camino apretando
fuertemente el bolso.

M: Quiero conocer a mi hijo – soltó y ahora sí logró que Esther se


detuviera en seco. Y vio como se tensaba, como apretaba más el
bolso y como su mano izquierda se cerraba…

Suspiró profundamente y con lentitud se dio la vuelta, descubriendo


unos ojos que la miraban suplicantes mientras ella no se permitía
quitarle dureza a su mirada, la retó con los ojos, alzando algo más el
mentón en señal de superioridad… y casi se sorprendió cuando Maca
no respondió a su reto, cuando permaneció tal y como estaba, parada
frente a ella, con claros síntomas de cansancio y nerviosismo, con la
mirada perdida y diría que bastante triste, pero a ella eso no le
importaba… para nada.

E: No sé a qué te refieres – contestó como ultimo cartucho para no


tener que meterla de nuevo en su vida.

M: Esther… - suspiró y la enfermera logró no reaccionar al volver a


escuchar su nombre en los labios de Maca – sé que tenemos un hijo…

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sé que te quedaste embarazada antes del divorcio y sé que ese hijo


es mío – contestó – tanto como tuyo… solo quiero conocerlo.

E: ¿Cómo te has enterado? – preguntó viendo que no podía seguir


fingiendo no saber de qué hablaba.

M: No importa – siguió – lo que importa es que lo sé… - continuó,


“aunque no por ti” pensó dolorosamente, pero se quedó en eso, en
un pensamiento… no quería discutir ni decir nada con lo que poder
herirse más.

E: ¿Y ahora qué quieres? – preguntó, a ella no le importaba hacerle


daño, de hecho, aún tenía la necesidad de hacérselo por muy mal que
pudiera sentirse después - ¿para qué quieres conocerlo? Tú nunca
quisiste tener hijos… ¿qué pasa? ¿Tienes una nueva herencia que
cobrar y solo lo lograrás si tienes un hijo o qué?

M: Esther… por favor – mantuvo la calma, aun sintiendo todo e rencor


que todavía guardaba la enfermera – tengo derecho a conocerlo…

E: ¡Tú no tienes ningún derecho a nada! – gritó, sin poder controlarse,


sin poder evitarlo, Maca cerró los ojos al escucharla.

M: Es mi hijo, Esther – contestó en un susurro – solo quiero…


conocerlo… verlo…

E: No – dijo cruzándose de brazos – lo siento pero no – continuó – no


pienso permitir que te acerques a MI hijo – recalcó el posesivo – es
más no voy a permitir ni siquiera que lo veas de lejos.

M: soy su madre, tengo derechos y…

E: Tú no tienes nada – la cortó – y no voy a dejar que destroces la vida


de mi hijo como has hecho con todas las personas que se han
acercado a ti – dijo con odio y Maca de nuevo, sintió un nuevo golpe
en su alma ya bastante herida.

M: Esther… quiero hacer esto bien – dijo intentando mantener la


compostura – quiero hacerlo de una manera civilizada… he venido
porque quiero que seas tú misma la que me dejes ver a mi hijo… -
Esther negó con la cabeza – pero si no quieres hacerlo así… entonces
no me quedará más remedio que poner esto en manos de mis
abogados – continuó y Esther súbitamente la miró – no quiero hacerlo
así… pero sí quiero conocer a mi hijo… - repetía y por un instante, a
la enfermera le pareció que Maca se le llenaba la boca cuando decía
“mi hijo” como si estuviera realmente ilusionada con ello – y no me

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voy a quedar de brazos cruzados – continuó hablando – así que


piénsalo… hagamos las cosas bien por una vez… piénsalo y
llámame… cuantos antes mejor, por favor – dijo antes de darse la
vuelta.

Esther quedó mirando como se marchaba… lo que tanto había temido


ocurría, Maca se enteraba que existía un niño que llevaba sus
genes… algo con lo que había estado luchando desde el día que
decidió no decirle nada… y Maca tenía razón, era su madre y tenía
derecho a saber que tenía un hijo, y durante ese tiempo había sentido
remordimientos al no decirlo, remordimientos que desaparecían tan
pronto recordaba lo que Maca había hecho con ella…

Maca llegó al coche y respiró profundamente… había imaginado un


sinfín de encuentros con Esther y ninguno de ellos se asemejaba en
nada con el que acababan de tener. Estaba tan cambiada… tenía
tanto odio hacia ella… que sintió como una parte de su corazón moría
un poco más. Sabía que le había hecho daño, lo tenía presente y lo
recordaba cada día, fustigándose, condenándose… pero verla, ver su
rabia, su odio… había sido más duro de lo que creyó…

En otro tiempo, tal vez Maca ni siquiera hubiera ido a hablar con ella,
quizás habría montado en cólera por haberle ocultado a su hijo,
habría puesto todo directamente en manos de un juez y posiblemente
había pedido la custodia total de aquel niño… pero todo eso habría
sido en otro tiempo… quizás si no la amara tanto como lo hacía, si la
odiara aunque fuera mínimamente… tal vez en esas circunstancias
habría actuado sin condescendencia… pero hoy no, ahora no,
después de todo no podía actuar así, ni tampoco quería hacerlo, lo
único que quería era hacer las cosas bien por una vez en su vida,
hacer algo a derechas y sin errores y para ello tenía que hacer las
cosas con calma, sin peleas, sin imposiciones… y si era cierto que le
había dicho que pondrías todo en manos de un abogado, pero no para
herirla, no para intentar hacer daño sino porque simplemente quería
conocer a su hijo… en esos momentos era lo único que le importaba,
conocer a su hijo, porque sabía que intentar un perdón de Esther era
imposible, porque aun sentía que no lo merecía… y su hijo… era lo
único que tenía…

Salió del despacho y en lugar de tomar rumbo a casa, no supo porqué


algo la llevó al centro comercial, donde se centró en tiendas para
bebés, donde estuvo mirando e imaginándose a su hijo con cada cosa
que veía. No pudo resistirlo y comenzó a comprar un montón de
cosas con una ilusión renovada, con unas ganas locas de verlo, de
tenerlo en brazos de ejercer de madre.

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Le dijeron que a media tarde llevarían todo lo adquirido a casa así


que cogiendo el coche y con algunas bolsas que ella misma llevaba
en el maletero llegó a casa y sin perder tiempo comenzó a arreglar
esa habitación vacía que tenía en casa…sacó todo lo que no servía,
limpió de arriba abajo la habitación. Cogió varios cubos de pintura
que había comprado y ataviada con un viejo chándal comenzó a
pintar de colores pastel aquella habitación que sería la de su hijo… la
decoraría con motivos infantiles, le compraría un montón de juguetes,
la cuna la pondría junto a la ventana… no, tal vez un poco alejada de
ella… una mecedora junto a la cuna, donde se sentaría para cantarle
antes de dormir o contarle algún cuento o para darle de comer…
estanterías con muñecos, libros infantiles para leerle cuando fuera a
dormir, un bonito mueble para la ropita… una lamparita junto a una
pequeña mesita de noche donde pondría el intercomunicador…
estaba metida tanto en aquellos pensamientos que casi se veía con el
niño en brazos durmiéndolo, jugando con él… siendo madre…

En el piso de la enfermera, la situación era bastante diferente. Había


acostado a Pedrito hacía una hora y no había podido olvidar el
encuentro con Maca… no quería que lo viera, no quería que formara
parte de su vida pero sabía que era algo que ya, no podría evitar…
estuvo mirando dormir a su hijo con nerviosismo, como si pensara
que en cualquier momento se lo quitarían y no volvería a verlo…

Diego había llegado hacía unos quince minutos y tras contarle lo que
había pasado la tarde anterior con la empresaria, Diego tomó una
postura que dejó a Esther bastante descolocada… incluso llegó a
irritarle…

D: No estoy diciendo que esté de parte de ella, Esther – dijo viendo


que su hermana comenzaba a alterarse – por supuesto que no lo
estoy y si por mí fuera jamás tendríais que verla – continuó – pero las
cosas no son así… y Maca, en esto, tiene razón… lo quieras o no
también es madre de ese hijo…

E: ¿Y qué tengo que hacer? Llevarle al niño y decirle, Maca, aquí no


ha pasado nada vamos a criar a nuestro hijo juntas y vamos a ser
felices – soltó con ironía – ¡Y una mierda!

D: Nadie ha dicho eso – contestó de nuevo – pero sí es cierto que


Maca es la madre biológica de Pedro y que tiene el mismo derecho
que tú a verlo… lo siento pero es así, y me jode que sea así, pero
cualquier juez dirá lo mismo que yo… incluso… - quedó callado al
darse cuenta de la mirada asustadiza con la que le miró su hermana.

E: Incluso qué… - pronunció para que lo dijera.

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D: Incluso podrían darle la custodia… - soltó, viendo como su


hermana casi enrojecía, como temblaba de miedo ante aquella
posibilidad.

E: ¡Soy yo quien lo ha tenido durante nueve meses dentro de mí! ¡No


pueden quitarme la custodia! – soltó.

D: Sí pueden Esther – continuó – por desgracia sí pueden… y el que le


ocultaras la existencia de Pedro durante este año y medio le da más
puntos a su favor – dijo haciéndole ver la realidad de las cosas… pese
a que le jodiera, pese a que él también habría querido mantenerla
alejada de ellos… la realidad era que Maca tenía derechos…

E: ¿Entonces qué? – dijo elevando los hombros – voy a tener que


hacerlo ¿no?

D: Yo te aconsejo que sí – soltó – que lo hagas de esta forma… Esther,


no creo que un juicio por la custodia sea bueno para ti… creo que
deberías dejar que lo conozca… que lo vea… intenta no causarte un
problema mayor…

E: ¡Joder! – protestó sabiendo que su hermano tenía razón… debía


hacerlo, Maca tenía el mismo derecho que ella a ver a su hijo…

Realmente era lo mejor, si lo pensaba, era lo que debía hacer y lo que


tal vez debería haber hecho hacía tiempo… si lo pensaba, tal vez
dejaría de sentirse tan mal con ella misma como se había estado
sintiendo ese tiempo sabiendo que había estado privando a una
madre de su hijo por muy mal que se hubiera comportado ésta.
Siendo sincera con ella misma, pese a todo, pese al odio y la rabia
que sentía, ella siempre había sabido que había estado actuando mal
pero siempre se había escudado en lo que Maca hizo primero… tal
vez ahora, dejaría de sentirse así…

Metida de nuevo en su despacho, se comenzaba a desesperar…


habían pasado tres días desde aquel encuentro con Esther y aún no
tenía noticias de ella. Empezaba a pensar que la enfermera se
negaría a ver a su hijo, que jamás le dejaría verlo y que aquello se
convertiría en una lucha de juicios por él niño… y no quería, no quería
hacerlo así… no quería entrar en una guerra de la que seguramente
ambas saldrían más destruidas de lo que ya estaban y Esther ya
había sufrido demasiado por su culpa… no sería ella quien volviera
hacerle daño…

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J: Maca tienes una llamada – dijo Julia entrando en el despacho –


Diego García.

M: Gracias – dijo con rapidez cogiendo el teléfono – dígame, soy


Maca.

D: Esta tarde, en el Retiro, junto al estanque de las campanillas, a las


cinco en punto. Como llegues a las cinco y un segundo me voy – dijo
tajante, sin dejarla hablar, sin querer ni tan siquiera escucharla.

M: Allí estaré – soltó con rapidez antes de que Diego cortara la


comunicación.

Quedó mirando un segundo el aparato… iba a verlo… Esther la


dejaba verlo, tomó su agenda y frenéticamente comenzó a hacer
llamadas, tenía que cambiar varias reuniones que tenía para esa
tarde, pero valía la pena… ¡claro que valía la pena!

Eran las cinco menos diez, andaba de un lado para otro junto a aquel
estanque, miraba el reloj insistente, ¿el tiempo no avanzaba o qué?
Cada vez que lo miraba siempre quedaban diez minutos… no dejaba
de mirar a su alrededor intentando buscar ese rostro conocido.
Cuando le parecía escuchar un niño se volvía rápidamente creyendo
que ya estaban allí y se llevaba una decepción al ver que no habían
llegado…

Intentó serenarse y lo único que logró fue ponerse más nerviosa… la


bolsa que llevaba en las manos casi se le había caído al suelo como
unas tropecientas veces ya, y una vez más el reloj le decía que aún
tenía que esperar nueve minutos…

Decidió sentarse, sacó un paquete de tabaco que no sabía desde


cuando llevaba en el bolso y encendió un cigarrillo, dándole una
calada y apagándolo al segundo, no quería que lo primero que
percibiera de ella su hijo fuera un olor a humo que pudiera sentarle
mal… ocho minutos… ¿Es que el era una broma?

Se levantó de nuevo y se apoyó en la barandilla, dejando la mirada


en el agua de aquel estanque… dejando la mente vagar por sus
recuerdos, por sus ilusiones y quiso verse con Esther paseando con su
hijo por aquel lugar, quiso verse agarrada de su mano, deseó sentir
sus labios sobre los suyos mientras el pequeño corría intentando
llamarles la atención… quiso tantas cosas…

D: Buenas tardes – sonó una voz conocida y seca.

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Maca tembló, cerró los ojos, inspiró profundamente… ya estaban allí,


lentamente, como si de una película ralentizada se tratara se dio la
vuelta quedando de frente a Diego que la miraba serio y un cochecito
destapado donde un niño, rubio, vestido con unos pequeños vaqueros
y una camiseta con la cara de una rana, con un chupete en la boca y
un muñeco en la mano mirando a su alrededor… su hijo…

M: Ho… hola – saludó sin apartar la mirada de Pedro, sintiendo que


los ojos se cristalizaban, embriagada por las emociones.

Sonrió… como hacía tiempo que no lo hacía, como había necesitado


hacerlo desde hacía tiempo… dejó una lágrima salir de sus ojos que
llegó a sorprender a quien una vez fue su cuñado. No se atrevía a
moverse… aquello era la sensación más bonita y más grande que
había experimentado jamás… su hijo… aquel pequeño de pelo rubio
era su hijo…

M: ¿Pu… Puedo? – Preguntó a Diego con la voz entrecortada, éste


asintió con un poco de distancia, Maca dio dos pasos, se acercó al
cochecito y se agachó para quedar frente al niño – Hola, cariño – le
dijo al niño que miró a su tío como preguntándole quién era esa mujer
– hola, mi amor – repitió dejando fluir las lágrimas, queriendo
acariciarlo… queriendo tenerlo entre sus brazos… - ¡Se parece a mi
padre! – exclamó con una intensa emoción

D: A ver campeón – dijo Diego, viendo que el niño parecía un poco


descolocado, se puso frente a él, haciéndose espacio entre el carrito y
Maca y lo sacó cogiéndolo en brazos – mira… ella es Maca… Dile hola,
Pedro…

Y Maca desvió la mirada del niño y la clavó en Diego, sorprendida,


halagada, avergonzada también… incrédula y sobre todo un poco
más feliz.

M: ¿Pedro? – le preguntó a Diego – así se llamaba mi…

D: Sí, bueno – la cortó – simple casualidad… a Esther le gustaba ese


nombre.

M: Ya… - dijo mirando de nuevo al pequeño que se entretenía


mirando a su alrededor en brazos de su tío – bueno yo… le… le he
traído algo – dijo sacando algo de la bolsa que llevaba consigo – es
un… un muñeco… poyocó o algo así – decía mientras lo sacaba – la
chica de la tienda dice que es lo que más les gusta a los niños de
ahora…

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D: Pocoyo – corrigió el nombre del muñeco – y sí… le encanta.

P: ¡Oyoyo! – Exclamó Pedro al ver el muñeco – ¡oyoyo! – dijo


estirando sus manitas intentando cogerlo.

M: ¿Te gusta? – preguntó al niño acercándole el muñeco – es para ti,


mi vida, toma – se lo dio. Quedó mirándolo un instante, viendo como
toda la atención del niño ahora iba hacia ese muñeco que acababa de
adquirir – ¿Puedo cogerlo? – le preguntó a Diego quien la miró un
instante y suspiró.

D: ¿Te vas con ella Pedro? – le dijo al niño sin contestar a Maca –
venga, ve con ella – continuó acercándole al niño a Maca.

Cuando lo cogió en brazos, cuando lo sintió cerca de su cuerpo… todo


pareció saltar por los aires, liberando un sinfín de emociones juntas,
dejando una vez más que las lágrimas salieran… tener a su hijo en
brazos, sentirlo, tocarlo, olerlo, fue algo increíble, algo que aunque lo
intentara, jamás Maca conseguiría describir. Acercó su rostro al de su
pequeño y con los labios temblorosos, dejó un beso en su mejilla al
tiempo que cerraba los ojos y una nueva lágrima recorría su cara… un
beso lento que repitió hasta tres veces… estrechándolo contra su
cuerpo… creando una necesidad de él inmensa.

D: Estaré por aquí – dijo alejándose un poco, viendo que sobraba en


aquel lugar… no había cambiado nada su cabreo, no había trastocado
para nada su manera de ver a Maca, pero sí era cierto que aquella
reacción, no era propia de alguien que nunca quiso tener hijos…

Maca ni siquiera se dio cuenta de aquello. Seguía mirando a su hijo


que jugaba con ese muñeco que le había llevado. Sobre sus brazos,
no dejaba de mirarlo, sonreía por sus gestos, por sus “palabras” que
no entendía. Se le iluminó el alma cuando escuchó que reía y rió con
él… quiso parar el tiempo para disfrutar más de ese momento…

P: Aje oyoyo ta pahaje tate – decía el crío mirando a Maca quien no


hacía más que sonreír… al ver que no obtenía respuesta Pedro buscó
con la mirada a su tío y al no encontrarlo comenzó a ponerse nervioso
– ahh – hacía pucheros – iooo – lo llamó.

M: Shh… ¿qué pasa mi amor? – preguntó sin saber qué le pasaba.

P: Ahhauuhuu – comenzó a llorar.

M: ¿Qué? ¿Qué ocurre? – decía comenzando a ponerse nerviosa -


¿Quieres agua? – preguntó acercándose al coche - ¿Te duele algo?

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P: ¡Ioooo! Ahhh – seguía llorando, mientras lo buscaba.

M: Ahora viene, cariño – al fin lo entendió – ahora viene… - decía


mirando a su alrededor, viendo como Diego quien se había percatado
de todo ya volvía hacia ellos – se… se ha puesto nervioso cuando no
te ha visto.

D: Sí… - contestó alzándolo – ya estoy aquí, campeón – dijo viendo


como el niño volvía a quedarse tranquilo – es normal que reaccionen
así – pronunció sin poder evitarlo.

M: Supongo – contestó algo decepcionada.

D: Bueno… tenemos que irnos – dejó al niño en el carrito de nuevo.

M: ¿Ya? Pero… - dijo intranquila… no podían irse ya, casi acababan de


llegar – es… es muy pronto y… a… a penas he estado con él yo…

D: Hay que darle la merienda y tiene que dormir la siesta – pronunció


con seriedad, sin mirarla siquiera, como recordando quien era Maca y
haciéndole saber a ésta que no había discusión posible…

M: Claro… - contestó un tanto decaída – ¿cuando… cuando podré


volver a verle? – preguntó con cautela.

D: En cuanto Esther me diga te llamaré – contestó con sequedad.

M: Vale… ¿podrías darle las gracias de mi parte? – pidió aunque Diego


no contestó. se agachó de nuevo para quedar a la altura de su hijo –
adiós mi amor – dijo sacando una sonrisa aún sintiendo unas terribles
ganas de llorar – pórtate bien ¿eh? – le peinó el pelo con la mano -
¿Me das un besito? – preguntó y Pedro acercó la cara para que Maca
se lo diera – hasta pronto, cariño – se despidió.

Diego ni tan siquiera le dijo adiós. Ella quedó allí, viendo como se
alejaban… como desaparecían de su campo de visión y no pudo
hacer más que echarse a llorar… de felicidad, de tristeza, de alegría y
de pena a la vez… con un montón de sentimientos contradictorios…
con la risa de su hijo clavada en lo más profundo de su corazón… En
un lugar privilegiado… junto a la sonrisa de Esther…

Cuando al fin llegaron a casa, Esther los esperaba como agua de


mayo. Había pasado gran parte del tiempo impaciente, queriendo
saber qué estaría pasando, si Pedro estaría bien, si Maca había

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asistido a aquella cita o había decidido no presentarse. Si Diego había


hablado con ella… quería saberlo todo.

E: Hola, cariño – dijo tomando al niño en brazos – Hola, Diego, ¿qué


tal se ha portado?

D: Muy bien, ha sido todo un hombrecito, ¿verdad? – dijo haciéndole


una carantoña al niño.

E: Habéis tardado mucho – siguió diciendo mientras llegaban al salón.

D: Había mucho tráfico a la vuelta – contestó sentándose, mirándola y


esperando la pregunta que sabía formularía en cualquier momento.

E: ¿Cómo ha ido? – preguntó.

D: Bien… - le contestó – ha ido bien… el niño se ha portado bien… y


bueno… Maca… Maca ha estado algo… rara…

E: ¿Rara por qué? Es lo que quería ¿no? – le dijo mirando al pequeño.

D: Sí… no sé… está… algo… no sé, rara… - Esther lo miró


interrogante queriendo que se explicara mejor – no sé Esther…
sinceramente, su reacción ha sido de alguien que nunca ha querido
tener hijos, se puso a llorar cuando lo vio – le soltó.

E: ¿Llorando? Obviamente serían lágrimas de cocodrilo – contestó con


algo de desden.

D: Seguramente – dijo de un modo un tanto automático.

E: ¿Y ese muñeco? – preguntó al ver el muñeco que había quedado en


el carrito.

D: Se lo ha traído ella – informó.

E: Todo un detalle por su parte – ironizó – bueno, voy a darle un baño


a este grandullón.

D: Vale, yo voy a irme, Paula me estará esperando – se levantó, le dio


un beso a su sobrino y otro a Esther – ah… me ha preguntado que
cuando podrá volver a verlo… le dije que lo hablaría contigo.

E: Vale, pues ya veré yo cuando lo ve – soltó – hasta luego Diego –


dijo antes de marcharse hacia el baño.

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Pero habían pasado dos días y Maca no tenía noticias de Diego… y


pasaba las horas delante del teléfono esperando una llamada que no
llegaba… dos días y no había tenido más contacto con su hijo que
aquella escasa media hora… dos días que no sabía nada de ellos y
sentía que poco a poco la ilusión que había crecido enormemente al
conocerlo iba desapareciendo poco a poco en su interior…

Sentada en el sofá de su casa miraba de nuevo el teléfono que no


emitía sonido alguno, mientras Ana la miraba con algo de
preocupación. El día que conoció a Pedro la había llamado envuelta
en lágrimas, y desde ese día no había dejado de hablar de él, de todo
lo que había llenado su corazón al verlo, de todo lo que había sentido
al tenerlo entre sus brazos y de lo increíblemente mal que se sentía
por no poder estar a su lado… por no poder compartir sus días con
Esther y su hijo…

A: Maca… llámala tú – le dijo – pídele que te deje verlo otra vez.

M: Bueno… Diego dijo que…

A: Ya sé lo que Diego dijo, pero tú te mueres por verlo y no te


quedarás tranquila hasta que hables con ella o con Diego, con quien
quieras y quedes con ellos para verlo…

Maca lo pensó dos veces y se decidió… no perdía nada por


intentarlo… y necesitaba mucho ver a su hijo… tenerlo con ella
aunque fuera otra media hora como la del primer día…

Tomando la guía telefónica buscó el número de Esther, sabiendo que


hacía mucho que había cambiado los teléfonos, buscó su nombre y lo
encontró subrayado con un rotulador amarillo, ella misma lo había
coloreado alguna vez que lo había buscado en esos dos años… tomó
el teléfono y marcó mordiéndose las uñas. Desde su posición, Ana le
daba ánimos.

E: ¿Sí? ¿Dígame? – escuchó y se puso tan nerviosa al oírla que no fue


capaz de contestar - ¿Hola?

M: Es… Esther – dijo al fin, carraspeando para aclararse la voz – soy…


soy Maca.

E: Ya… Maca – contestó quedándose parada un segundo - ¿qué


quieres? – preguntó tomando una postura muy a la defensiva.

M: Bu… bueno yo, quería preguntarte si… si puedo ver a Pedro – dijo
con prudencia

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E: Creí que llegaste al acuerdo con mi hermano de que sería él quien


te llamara – soltó seria.

M: Sí… pero… hace dos días ya y… quiero verlo, Esther…

E: Sí y yo quiero un pasado mejor del que tengo y me tengo que joder


– escupió sin miramientos.

M: Esther… - cerró los ojos encajando el golpe – por favor… hagamos


esto de manera civilizada…

E: Ja, mira Maca, lo siento pero no tengo tiempo de hablar contigo


ahora – soltó – mi hermano te llamará…

M: No, Esther – contestó - tenemos que…

E: llego tarde al trabajo, Maca – la cortó – y no encuentro canguro así


que tengo que dejarte.

M: Espera… espera – la paró, rogando que no le colgara - ¿No tienes


canguro?

E: Claro que la tengo – dijo mordiéndose el labio por su metedura de


pata.

M: Has dicho que no tenías… que tenías que buscarla – contestó.

E: ¿Y a ti qué más te da? – preguntó sin achantarse.

M: ¿Cómo que qué más me da? – soltó empezando a enfadarse – pues


claro que me da… tienes que trabajar y en lugar de llamarme a mi
que soy su madre estás buscando una canguro – le dijo y Ana la miró
pidiéndole calma – yo puedo quedarme con él – dijo más
pausadamente

E: ¿Tú? – miró a su hijo un segundo - ¿Qué pasa Maca, que esta noche
no tienes que ir a follarte a nadie? - volvió a atacar – porque esa es
tu especialidad… y no quiero que arruines esos planes maravillosos
que tendrás por quedarte con el niño.

M: Le diré a Ana que pase por él, si no quieres verme – dijo omitiendo
su comentario, aunque le había llegado muy dentro, rasgando un
poco más su alma – pero deja que me quede con él.

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Esther lo pensó, no tenía canguro, en la agencia le habían dicho que


todas las chicas estaban ocupadas, Diego tenía la cena de aniversario
con Paula y no tenía con quien dejar a Pedro… así que solo le
quedaba Maca… no le gustaba la idea pero… no tenía más opciones.

E: Que esté aquí en media hora – contestó – tendré al niño preparado.

M: Bien, gra… - y el gracias se le quedó en la boca porque Esther ya


había colgado… quedó mirando el teléfono y apenada lo colgó en su
sitio… ¡Como le gustaría que las cosas fueran distintas y cuando se
culpaba por como eran!

Cuando Ana llegó de nuevo a casa de la empresaria pudo ver como


se le iluminaba la cara al ver a aquel pequeño en su carrito. Se
deshizo en arrumacos y besos con el niño y a penas prestó atención a
su amiga.

Estuvo un rato enorme jugando con Pedro hasta que éste, con
bastante sueño ya, comenzó a inquietarse y casi comenzando a llorar
llamaba a su madre.

M: Shh… Estoy aquí cariño – decía Maca intentando que durmiera –


venga… a dormir que mi niño está cansadito.

P: Mama ahhjaaaa – lloraba en brazos de Maca.

M: Mamá está aquí – contestó dándole un beso en la frente – aquí


contigo – susurraba.

Poco después lograba que se calmara y Pedro quedó dormido al


instante. Lo llevó a la habitación que días antes había terminado de
decorar y lo metió en la cuna arropándolo y mirándolo con adoración.
Estuvo un rato velando su sueño hasta que se acordó que Ana aún
seguía en el salón.

M: Ya se ha dormido – dijo con una sonrisa amplia.

A: Estás feliz ¿Eh? – sonrió ella también.

M: puff… sí – afirmó – negarlo sería mentir, así que sí, estoy feliz por
tenerlo conmigo… al menos por hoy… tengo que disfrutar de estos
momentos, no sé cuando Esther me dejará volver a verlo.

A: He intentado hablar con ella antes – aprovechó la coyuntura – pero


no ha servido de nada…

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M: umm… me lo supongo – contestó mirando al infinito – y no es para


nada reprochable.

A: Ya, Maca, pero tampoco puedes estar a expensas de que a ella le


apetezca o necesite que te quedes con el niño – contestó ella – vale
que lo hiciste todo fatal – Maca la miró como agradeciéndole que se lo
recordara una vez más – no me mires así… te lo he dicho mil veces,
te portaste muy mal con ella Maca, pero eso tampoco le da derecho a
ella a privarte de tu hijo… - soltó - ¿Qué no quiere verte? Que no lo
haga, pero no puede pretender que tu no estés con Pedro…

M: Ana… ya – la cortó – no tengo ganas de hablar del tema ahora…

A: Pues alguna vez vas a tener que hablarlo – contestó – y no


conmigo, Maca… con ella es con quien tienes que hablarlo, por el
bien de ese niño que está durmiendo.

Maca contestó desviando el tema hacia otros lados, no quería


hablarlo y mucho menos pensarlo, si era cierto que en algún
momento debería hablar con Esther sobre el tema pero le daba miedo
hacerlo… no quería una nueva discusión, no quería entrar en guerra
con ella…

Ana se fue dejándola con sus pensamientos. Se levantó del sofá y


puso rumbo a la habitación de su hijo. Quedó parada frente a la cuna
mirándolo, llenándose de él, de su respiración pausada, de sus gestos
y sus movimientos entre sueños… no sabía cuando volvería a verlo,
no sabía cuando Esther dejaría que lo viera pero lo que sí tenia claro
es que no podía dejar que pasara mucho tiempo… quizás Ana tenía
razón y había llegado la hora de intentar hablar con ella sobre el
tema.

Eran las ocho de la mañana cuando el ruido proveniente de la cuna


de Pedro la despertó. Se levantó de la mecedora que reposaba a
medio metro del niño y se acercó hasta él, tomándolo en brazos y
besándolo levemente.

M: ¿Qué hace mi pequeñín despierto ya eh? – preguntó al pequeño


que parecía algo desubicado.

P: Mama – llamó - ¿Mamá? – dijo mirando a su alrededor.

Maca lo miró, sabiendo que a ella no la reconocía como madre y


sintiéndose un poco más insignificante. Volvió a besarlo y lo abrazó
algo más fuerte, intentando transmitirle todo lo que sentía por mucho

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que supiera que Pedro continuaría sin saber quién era ella… no si tan
solo la veía una vez cada no sabía cuanto tiempo…

M: Vamos a desayunar, cariño – dijo tras un susurro llevándolo hasta


la cocina - ¿sabes qué? He llamado a la oficina y he dicho que no voy
a ir… quiero pasar todo el tiempo que pueda con mi principito – le
decía con una sonrisa.

Le preparó el desayuno y se lo dio sin dejar de mirarlo, peinándolo y


descubriendo todo cuando Pedro le mostraba… parecía más calmado
y ya no llamaba tanto a Esther aunque de vez en cuando no hiciera
otra cosa que buscarla.

Con tristeza terminó de arreglarlo. Se acercaba la hora en que Pedro


debía volver con Esther… supuso que Diego iría a recogerlo y
recordando las palabras de Ana, se vistió ella también y tomando el
carrito salió de casa sin importarle si Diego pasaba o no por allí. Ella
necesitaba pasar más tiempo con su hijo y así lo haría.

Esther salía con Claudia del hospital, ambas habían tenido turno de
noche y aunque había sido bastante tranquila la realidad era que
estaban algo cansadas. Firmando el parte de salida fueron caminando
hasta el aparcamiento mientras comentaban algún caso de la noche
anterior. Claudia había notado a Esther algo distante y distraída
durante gran parte del turno y cuando quiso preguntarle, la
enfermera se salió por la tangente dejándole claro que no iba a
hablar del tema.

P: ¡Mamá! – escucharon ambas a la espalda y sorprendidas se dieron


la vuelta. Frente a ellas Maca con Pedro en brazos las miraba
mientras le niño extendía los brazos en dirección a la enfermera.

E: Pero… - pronunció sorprendida acercándose hasta ellos – hola mi


amor – lo tomó sin tan siquiera mirar a Maca - ¿Qué tal estás?

P: ¡Mama! Jajejaje – reía contento de estar en brazos de su madre.

M: Hola – saludó mirándola con una sonrisa al verla con Pedro.

C: Eh… Hola, Maca – intervino Claudia cuando vio que Esther ni tan
siquiera iba a devolverle el saludo.

M: Hola – contestó - ¿Qué tal Claudia? ¿Cómo estás? – preguntó


educadamente.

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C: Bien, muy bien – le dijo – cansada del turno de noche pero bien…
deseando llegar a casa.

M: Ya, lo supongo – contestó recordando aquellos días donde Esther


había tenido un turno de noche y llegaba a casa para cobijarse n su
brazos… - ¿Cómo están tus hijos?

C: Enormes – sonrió – y hechos unos gamberros.

E: Mi hermano iba a ir a recoger al niño, no hacía falta que vinieras –


soltó cortando aquella cordial conversación en un tono frío y seco.

M: Ya… no me costaba nada traerlo – contestó – además… quería


hablar contigo.

E: ¿Cómo ha pasado la noche? – se interesó.

M: Bien, bien… ha dormido muy bien… es… es muy tranquilo –


acarició la mejilla del niño y Esther se apartó viendo su cercanía.

E: Bien. Pues nos vamos – soltó dándose la vuelta para marcharse sin
dejar si quiera que Maca se despidiera de Pedro.

M: Espera, Esther – la llamó saliendo tras ella, Claudia las miraba con
bastante preocupación – quiero comentarte una cosa.

E: Tengo prisa y ninguna gana de hablar contigo – soltó sin


indulgencia alguna.

M: Es sobre Pedro – siguió diciendo – quiero pedir la custodia


compartida – le dijo haciendo que Esther al igual que aquel primer día
en que volvió a aparecer en su vida se parara en seco ante aquellas
palabras.

E: Claudia, por favor, llévate al niño un segundo – habló por fin a su


amiga, sin darse aún la vuelta.

La neuróloga la miró y vio que no había discusión posible, así que


cogiendo a Pedro en sus brazos se alejó de allí en dirección al coche
de la enfermera dejándolas a solas. Maca esperaba impaciente,
mirando a Esther que tomaba aire bastante crispada.

E: ¿Tú de qué vas? – preguntó girándose y acercándose a ella - ¿¡De


qué vas!? – repitió de nuevo – ¿no te basta con aparecer después de
haberme jodido la vida que ahora quieres quitarme a mi hijo o qué te
pasa?

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M: Yo no quiero quitarte al niño, Esther – contestó haciéndole un


gesto con las manos para que se calmara – solo quiero verlo más,
formar parte de su vida.

E: No te hagas la inocente conmigo, Macarena que nos conocemos –


siguió diciendo en el mismo tono anterior – sé lo que pretendes…
pretendes quitarme a mi hijo, alejarlo de mí… porque no te ha sido
suficiente lo que ya has hecho ¿no?

M: Jamás alejaría a Pedro de tu lado – contestó más enérgicamente


que antes – eres su madre, Esther, por supuesto que no quiero
quitártelo… solo quiero estar más tiempo con él.

E: ¿Para qué? ¿Para qué quieres estar con él? ¿Para hacerlo como tú?
¿Para convertirlo en alguien como tú? – preguntó con rabia, haciendo
daño – no voy a permitirlo.

M: Yo… solo quiero formar parte de su vida… - dijo sintiendo unas


terribles ganas de llorar por el odio que bien merecido veía en sus
ojos – solo quiero… ser su madre.

E: He pasado mucho tiempo viviendo un infierno por tu culpa, me he


convertido en una persona que detesto por tu culpa – decía elevando
la voz, dejando salir muchas cosas… demasiadas - ¿Y ahora vienes
pretendiendo que yo haga algo por ti? Vienes poniendo cara de
inocente, esa que tan bien se te da, dando pena al mundo entero,
¡intentando darme pena a mí! ¡Pretendiendo que yo te aplauda
porque de pronto has descubierto que quieres ser madre!

M: Esther… entiende que…

E: ¿¡Qué yo entienda qué, Maca!? ¿Acaso tú has entendido algo de


todo esto? – la cortó – ¡Es que no te das cuenta de lo que me has
hecho!

M: ¡Claro que me doy cuenta! ¡Me doy cuenta cada día y lo recuerdo
a cada instante! – replicó ella – no hay ni un solo día de mi vida en
que no me arrepienta de todo lo que hice, no hay ni un segundo en
que no me maldiga por como fui contigo, por todo lo que pasó… no
existe ni un solo minuto en que no me castigue a mí misma… vivo
sabiendo que he dañado a la única persona que he amado y me odio
a mi misma con toda el alma hasta el punto de querer borrarlo todo
de un plumazo – sintió que las lágrimas salían de sus ojos – no puedes
imaginarte cuanto duele ver ese odio en tu mirada y saber que lo

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tengo más que merecido… y te juro que daría mi vida por cambiar las
cosas, por hacerlo todo de diferente forma…

E: ¿Cómo puedes seguir diciendo que me quisiste? – preguntó


sintiendo una fuerte presión en el pecho - ¿Cómo puedes ser tan
cínica?

M: ¡Por que sí te quise! – contestó – te quise y te sigo queriendo,


como sé que jamás volveré a querer a nadie…

E: Claro – dijo con una sonrisa sarcástica – ¡hasta que metas en tu


cama a cualquiera que se te cruce por delante!

M: No he vuelto a estar con nadie desde entonces… - reveló – no he


vuelto a tocar a nadie después de ti, porque simplemente no quiero ni
puedo hacerlo… - dijo bajando la cabeza.

E: Vaya… ¿quieres que te aplauda? ¿Te hago la ola? ¿O te pongo un


pin? – soltó.

M: Yo…

E: ¡Qué es lo que quieres! – soltó - ¿A qué viene decirme eso?


¿Pretendes que caiga a tus pies? ¿Qué te lo agradezca o qué?

M: No pretendo nada – le dijo – no pretendo nada ¡porque no tengo


derecho a nada! – siguió – soy consciente de mi culpa, no sabes hasta
qué punto… tanto que me avergüenzo de mí… ¡Tanto que ni siquiera
soy capaz de mirarte a los ojos!

Quedaron calladas, como si alguien desde alguna parte pidiera una


tregua, un minuto de calma… ninguna de las dos se había dado
cuenta que lloraba, ninguna de las dos era capaz de entender en ese
instante cuanta repercusión tendrían sus palabras…

M: Tú no eras así…- siguió en tono algo más pausado, pero lleno de


dolor – eras… eras la mujer más increíble del mundo y yo la destruí…
la convertí en una persona llena de rencores y… y siento que… que
me muero a cada segundo sabiendo que… que yo tengo toda la
culpa… no hace falta que nadie me lo diga… yo me basto y me sobro
para sentirme así… y nadie entenderá nunca como me siento…

E: ¡Tú no eres la victima Maca! – soltó – ¡tú no eres la que ha sentido


como todo en lo que creía se destruía de la mano de la persona que
querías! – siguió atacando… porque su única defensa era un ataque,

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porque no podía permitirse dejarse vencer – ¡Tú no tienes ni idea de


lo que es odiar a quien más amaste y saber que nunca te quiso!

M: ¡Te quise! ¡Te quiero! – gritó.

E: ¡No sigas mintiendo! – increpó dando un paso la frente, haciendo


que ambas quedaran de nuevo paradas…

Y fue una locura, un acto irracional, quizás un error más que apuntar.
Fue algo que no pudo detener, una fuerza increíble que se adueñó de
cada poro de su piel, fue lo menos sensato que pudo hacer… Quiso
repetir que la quería, quiso demostrarle que la amaba. Cuando Esther
dio aquel paso… quiso hacerle ver que era sincera y se equivocó…
una vez más se equivocó. Porque sabía que ella no quería, porque
sabía que no debía… porque no era justo… Y aún así lo hizo, de una
manera lenta y algo fiera a la vez, la tomó de las caderas, la acercó a
su cuerpo, la miró tan solo un instante y sabiendo que se arrepentiría
la segundo siguiente… simplemente la besó.

Aún podía sentir su mano clavarse ruda en su mejilla, aún sentía el


picor y el quemar del golpe, aún veía sus ojos teñidos de un color
rojizo por la furia, varios días después podía sentir con total y
absoluta claridad el sabor de sus labios, el roce de su lengua… la
calidez de su cuerpo junto al suyo… Sí, se había llevado un buen
tortazo y aún le dolía la cara pero… la había besado. Había vuelto a
sentir el temblor involuntario de su cuerpo… fue tan solo un segundo
pero valió la pena… claro que valió la pena…

En su casa, Esther no había dejado de protestar y bufar una tras otra


vez tras aquel beso. Su humor más irascible y huraño que antes no
dejaba títere con cabeza… todos a su alrededor soportaban como
podían aquella ira de Esther y solo Pedro lograba que estuviera algo
calmada… Se había quedado a gusto después de cruzarle la cara
pero había sentido una sensación de vulnerabilidad que aún le
perduraba y sobre todo la cabreaba mucho más de lo que había
estado antes… ¿qué se creía? ¿Qué podía besarla de esa manera y
que ella le contestaría? ¡Por supuesto que no! y aunque tenía claro
aquello, una parte de su corazón se había sentido cálido entre
aquellos brazos que la habían atrapado contra su voluntad… y más le
fastidiaba, más se enfadaba… más la odiaba…

Después de mucho insistir Claudia había logrado que Esther asistiera


a esa cena con algunos compañeros del hospital. Intentando que su
humor cambiara, que se riera un poco y se olvidara de todo había
logrado arrastrar a la enfermera a aquel restaurante donde ahora
daban cuenta de varios platos y alguna que otra botella de vino…

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Por momentos Esther se mostraba ausente y bebía con lentitud de su


copa, en otros parecía tomar parte en alguna conversación pero su
mente estaba lejos de allí… en un aparcamiento, en un beso que sin
poder evitarlo había despertado en ella más de lo que quisiera…

Cuando terminaron la cena decidieron ir a un pub cercano a tomar


una copa, Esther declinó la idea alegando estar cansada y tras mucho
insistir sin conseguir nada Claudia y los demás vieron como la
enfermera tomaba rumbo contrario a ellos y se dirigía a casa.

Sentada en el sofá miraba unas fotos que le había hecho a Pedro el


día anterior cuando Diego lo había llevado al parque para estar con
ella. Parecía que el pequeño, cada vez que se veían se mostraba más
a gusto, habían reído y habían jugado y Maca, sin olvidar la cámara
había sacado un montón de instantáneas de aquel principito que la
traía loca.

Levantó la mirada de una de las fotografías para encontrarse con otra


de Esther, de hacía ya algunos años e instintivamente se llevó la
manos a los labios, repasándolos. Cerró los ojos pudiendo percibir
cada una de las sensaciones que había experimentado en el instante
en que la había besado de nuevo.

El timbre de la puerta sonó haciéndole mirar el reloj extrañada. Dejó


las fotos sobre la mesilla y dio un trago al vaso de agua que reposaba
justo al lado. Levantándose y acercándose hacia la entrada para abrir
llevándose una de las sorpresas más fuertes en mucho tiempo.

M: Ho… hola – saludó muy atónita.

E: ¿Pu… puedo pasar? – preguntó mirándola de manera extraña.

M: Claro – dijo cediéndole el paso y cerrando la puerta tras ella - ¿Le


ha pasado algo a Pedro? – preguntó preocupándose

E: Tranquila, Pedro está bien… está con Diego – sonrió levemente al


ver su rostro algo miedoso – vengo en son de paz – afirmó
regalándole una sonrisa algo más amplia que la anterior.

M: Ya… yo… bueno siento lo del otro día – soltó – no debí besarte así.

E: ¿Por qué? – preguntó haciendo que Maca la mirara mucho más


sorprendida que antes - ¿Acaso no quisiste besarme?

M: Eh… sí, claro – dijo muy fuera de juego – pero… volví a cagarla…

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E: No, Maca – Y la empresaria no sabía a qué venía aquello – ese beso


me ha abierto los ojos ¿sabes? Me ha hecho darme cuenta que…

M: Qué… - la invitó a seguir.

E: Que aún te quiero – soltó haciendo que el corazón de Maca diera


un enorme vuelvo – sabes yo… te he odiado… o creí odiarte… me
hiciste mucho daño Maca – continuó – y aún así… después de ese
beso yo… no he podido dejar de pensar en ti.

M: Yo… yo tampoco he podido dejar de pensar en ti – dijo con una


gran esperanza… ¿Estaban firmando la paz? – No sabes… lo mucho
que siento lo que pasó… lo que te hice fue… horrible – sintió que una
vez más los ojos se llenaban de lágrimas – horrible – repitió.

E: Shh – dijo acercándose a ella – no digas nada Maca – bajó el tono


tomándola de la cintura – mírame – lo hizo - ¿Me quieres? – preguntó -
¿Aún me quieres?

M: Con toda mi alma – declaró con todo el corazón – nunca he dejado


de quererte… te quiero más que a nadie en este mundo…

E: Y yo a ti – dijo haciendo que Maca no pudiera creerse lo que estaba


escuchando – no he podido olvidarte por más que lo he intentado y
cuando me besaste en el aparcamiento me di cuenta que tampoco
quiero olvidarte… y me da igual lo que nos haya pasado… me da
igual lo… lo que hicimos en el pasado, Maca… porque ahora mismo
solo… solo quiero… - dejó de hablar para mirar sus labios y morderse
los suyos.

M: ¿Queé… qué quieres? – preguntó necesitando que se lo dijera, ya


había metido muchas veces la pata, no volvería a equivocarse por
mucho que quisiera hundirse en esa boca que la llamaba.

E: Quiero tenerte… - susurró cerca de su oído y Maca cerró los ojos


como si estuviera en un sueño – quiero volver a estar contigo…
quiero que hagamos el amor – seguía susurrando, incitándola,
acariciándola lentamente por encima de la ropa – te quiero a ti –
terminó de decir.

Y Maca la miró, la miró y entre lágrimas, casi sin poder creérselo la


besó poniendo su vida entera en ese beso, regalándole el alma, el
corazón, su cuerpo… sus sueños… regalándole todo su ser…
sintiendo que la amaba más que nunca… prometiéndose no volver a
cometer errores y vivir solo para hacerla feliz…

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Esther correspondía al beso, perdonándola, queriéndola, llevándola


hasta el cielo tan solo con un roce… devolviéndole la vida en un
segundo…

Y se dejaron llevar por aquel sueño hecho realidad, Maca entre


lágrimas y risas nerviosas la tomó en brazos y puso rumbo al
dormitorio…

La desnudó con delicadeza, creyendo que si no tenía cuidado se


desvanecería como el humo de un cigarro, la besó con una pasión
repleta de ternura, la acarició llenándose con cada textura… Esther
correspondía a cada una de sus caricias, haciéndolas más profundas,
más reales… se besaba cada vez con más rapidez… se acariciaban
como si nunca lo hubieran hecho antes…

Cayeron en la cama entre besos robados y susurros ahogados,


dejándose llevar por la pasión desbordada, regalándose gemidos,
miradas y leves sonrisas cortadas por la necesidad de tomar aire…

M: Te quiero – le susurró Maca una y mil veces mientras no dejaba de


acariciarla, de besarla por todo el cuerpo…

La enfermera la miraba, sonreía y volvía a besarla, hundiendo la


lengua en su boca y creando un beso desgarrador… moviendo sus
caderas con más rapidez al sentir como las caricias de la que un día
fue su mujer la seguían excitando como el primer día.

M: Te amo – declaró la empresaria llegando a su pecho, jugando con


el pezón al tiempo que una de sus manos se perdía entre los pliegues
de su sexo, casi llorando de felicidad al sentirla de nuevo temblar
bajo su cuerpo… - te amo… no sabes cuanto te amo – decía en el
mismo tiempo en que sus sexos se unían en una comunión y armonía
perfecta.

Sus movimientos se hicieron más precisos, más rápidos, más


intensos, llevándolas a alcanzar el cielo, llevándolas a tocar las
estrellas en una noche que siendo real pareció el más dulce de los
sueños.

No había abierto todavía los ojos y su rostro lucía una amplia sonrisa.
Desnuda sobre la cama rememoraba los hechos de la pasada noche.
La llegada de Esther, los besos, las caricias y sobre todo ese perdón
que había hecho de ella la mujer más feliz del planeta. No sabía como
ni porqué pero lo que sí sabía era que Esther la había perdonado, que

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se habían amado como lo hicieran antaño y que de ahora en adelante


todo tenía sentido para ella.

Se dio la vuelta en la cama necesitando verla, abrazarla, volver a


amarla y se sorprendió al ver el otro lado del colchón vacío y frío.
Frunció el ceño ligeramente y de nuevo sonrió con amplitud. Estaría
en la ducha, seguro.

M: ¡Mi amor! – dijo elevando la voz para hacerse oír - ¡mi vida ven a la
cama que es muy temprano! – la llamó de nuevo queriendo pasar con
ella más tiempo disfrutando la una de la otra.

Pero Esther no contestó y Maca pensando que estando bajo el agua


de la ducha no se enteraría decidió ir a buscarla. Con una sonrisa
cómica y una camiseta que le cubría, salió de la cama y anduvo hasta
la puerta del baño. Extrañada al no escuchas el sonido del grifo abrió
encontrándose con que allí no había nadie. De nuevo cerró la puerta y
volvió sobre sus pasos hasta el dormitorio, donde se percató que la
ropa de Esther no estaba por ningún lado. “Habrá ido a comprar algo
para desayunar” pensó para sí misma, pese a que en su interior un
fuerte miedo se hacía presente, pero ¿A qué tener miedo? Si la propia
Esther había dicho que la amaba… que la perdonaba… que volverían
a estar juntas.

Decidió preparar café, si Esther había salido a comprar seguro que no


tardaría en llegar, así que pensó que tal vez le diera una sorpresa al
encontrarlo ya todo preparado para un desayuno especial. Puso la
mesa organizándolo todo con mucho cuidado. Salió a la terraza e
inclinándose un poco llegó a cortar unas flores de una de las macetas
de la vecina y sonriendo por su “gamberrada” las colocó al lado del
plato que había dispuesto para Esther. La cafetera le avisaba que el
café ya estaba terminado, miró el reloj de la cocina… ¿Por qué
tardaba tanto? Sirvió sendas tazas y se dispuso a esperar.

Diez minutos después y comenzando a preocuparse en demasía


decidió llamarla al móvil, cuando cogió el teléfono para marcar, se dio
cuenta que no tenía su número. Se maldijo a sí misma y sopesando la
posibilidad de ir a buscarla dio con algo en lo que no se había fijado
en todo el tiempo. Sobre la mesita baja del salón una nota esperaba
por ser leída. Dejando el teléfono en su lugar se acercó y tomó aquel
papel entre sus manos, seguramente Esther había ido a trabajar y
aquella era su forma de darle los buenos días… recordó que eso era
lo que solían hacer durante su matrimonio cuando una de las dos
tenía que irse antes que la otra despertara. Con ilusión… irradiando
felicidad a quilómetros, desdobló el papel para leer lo que había
escrito en ella.

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“Ahora sabrás lo que se siente”

Sin entender lo que quería decir, releyó una y otra vez aquella
escueta, corta, fría y dura frase y todo a su alrededor pareció volver a
hundirse. Todo su mundo volvió a caer al vacio dejando una sensación
de soledad, dolor y angustia creciendo en su interior con toda la
fuerza de un huracán… Cuando entendió lo que aquellas palabras
guardaban su alma volvió a romperse en trozos demasiado pequeños
como para poder ser recuperados…

Cuando Esther llegó a casa lo hacía con un nudo en el estómago. Se


sentía mal, realmente mal… cuando había salido del piso de Maca, a
hurtadillas, como un delincuente y le había dejado aquella nota algo
dentro se había movido, haciéndole sentir mal con ella misma…

Entrando en el salón se encontró con Diego quien dormía en el sofá,


dejó el bolso y la chaqueta sobre la mesa y sin hacer ruido con los
tacones tomó rumbo a la habitación de Pedro. El pequeño dormía en
su cuna con tranquilidad. Lo miró, lo arropó, lo acarició levemente y
sin poder evitarlo comenzó a llorar.

Lloró sin consuelo, sintiendo remordimientos de conciencia, sabiendo


que se había pasado. En un primer momento, cuando aquella idea se
había pasado por su cabeza por primera vez le pareció algo con lo
que se sentiría mejor, algo con lo que vengarse por lo que Maca le
hizo y sin embargo sentía que algo había muerto dentro de ella.
Sentía rabia por ella misma, por su modo de comportarse.

No podía negar que había sido mágico, que Maca le había hecho el
amor como nunca… demostrándole que de verdad la amaba y quizás
eso era lo que más le atormentaba, aceptar que Maca sí la amaba…
siempre había creído que era más fácil si pensaba que nunca la quiso,
de ese modo se escudaba en aquello para alimentar su odio… pero
estaba claro que Maca la quería, había sentido como esa noche Maca
la había amado más que nunca… y cuanto más lo pensaba más
lloraba…

Su malestar era demasiado fuerte, sus lágrimas no dejaban de salir


de sus ojos… tenerla de nuevo entre sus brazos había sido algo que
jamás pensó volvería a ocurrir, y sin embargo ella misma había
provocado aquello, viendo sinceras las caricias de Maca, sus lágrimas,
sus gemidos… y peor se sentía… porque ella no era así… realmente
ella no era así… y en el fondo de su corazón, oculto, perdido,
ignorado y disfrazado de odio, sabía que, de un modo absurdo e

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insensato y a pesar de todo… ella también la quería… y por quererla


la odiaba…

En el piso de la empresaria, en el suelo, hundida, destrozada, Maca


lloraba con aquel papel entre sus manos. Había tocado un sueño con
las manos y se había desvanecido en una hoja de papel, en una sola
frase.

Sentía su cuerpo temblar, sentía que las fuerzas se escapaban por la


ventana y solo quedaba ese llanto amargo que no podía parar. Quería
gritar y ni la voz le salía. Estaba perdida, más perdida que nunca… la
sensación de abandono volvía a instalarse en su cuerpo como la
primera vez que la sintió siendo una niña, con la diferencia de que
ésta vez sabía que ella había sido la que provocó todo aquello hacía
ya casi seis años… cuando decidió que Esther sería su esposa,
cuando quiso cobrar esa maldita herencia.

Pero ya lo había pagado… lo había pagado, perdió a Esther, no estuvo


al lado de su hijo cuando nació y vivía con la culpa de saber que la
había herido… ya lo había pagado, mucho más después de esa noche
donde todo volvió a romperse de nuevo y sí, sabía que se lo había
ganado a pulso pero… ya estaba hundida, ya estaba sufriendo lo
indecible, ya había pagado sus errores.

De nuevo miró aquella nota, las palabras se clavaban como dagas


afiladas “Ahora sabrás lo que se siente” “ahora sabrás lo que se
siente” “Ahora sabrás lo que se siente” una y otra vez aquellas
palabras que no dejaban de decirle que tenía que aceptar que Esther
ya no la quería, que realmente la odiaba y que nada podía hacer
contra eso…

Y las lágrimas dejaron de caer, quedando en un estado ausente, ido,


con la mente muy lejos de allí, sintiendo que se había quedado sin
corazón, que su capacidad de sentir se había esfumado, que ya nada
tenía sentido… que ya nada podía hacer… que todo se había acabado
entre ellas.

Pedro jugaba en su manta mientras Esther, sentada en el sofá, lo


vigilaba al tiempo que bebía una taza de té. Su mente parecía bien
lejos de allí y sus ojos mostraban las ojeras y el cansancio acumulado,
llevaba dos noche sin poder conciliar el sueño, dos noches en que las
mismas imágenes se presentaban ante ella como una película cada
vez que cerraba los ojos.

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El sonido del timbre hizo que dejara la taza sobre la mesa y mirando
un segundo a su hijo llegó a la puerta, sin mirar de quien se trataba
abrió sin pensarlo demasiado.

M: Hola – saludó con voz queda.

E: Hola – contestó del mismo modo.

M: ¿Podemos hablar? – preguntó sin moverse de su posición.

E: Pasa – dijo abriéndole la puerta para que entrara… realmente


tenían una conversación pendiente.

P: ¡Aca! – soltó Pedro al verla entrar, alzando los brazos para que lo
cogiera.

M: Hola mi amor – saludó alzándolo en brazos y besándolo


levemente, ante una Esther que se quedó parada al ver por primera
vez esa escena - ¿Cómo estás campeón? – preguntaba con tristeza
mientras lo volvía a besar.

E: Ehh… Maca yo… - pronunció después de unos minutos atenta a la


escena.

M: No – la cortó con calma, dándose la vuelta aún con el niño en


brazos y quedando frente a ella – Por favor, Esther no… no
comencemos una conversación que pueda seguir dañándonos… por
favor – casi suplicó y Esther asintió con la cabeza, quizás era mejor
así, quizás las cosas debían ser así – solo he venido para decirte que
he pedido la custodia compartida y – miró al pequeño – quería pedirte
que la aceptaras… será más fácil así. Si las dos estamos de acuerdo
no tendremos que ir a juicio y, todo será más rápido.

E: Ya – y no podía apartar la vista de aquella imagen, descubriendo


que posiblemente sería la última vez que la viera.

M: He hablado con Ana – seguía – ella hará de intermediaria por mi


parte y supongo que Diego lo hará por la tuya… así evitaremos
vernos – continuó haciendo reales los pensamientos de Esther.

E: ...

M: Dadas las circunstancias, Esther, creo que será mejor así – siguió
diciendo ante el silencio de la enfermera – ya nos hemos hecho
suficiente daño como para seguir rasgando la herida y está claro que

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verme… vernos – se corrigió – no hace más que destruirnos un poco


más y… creo que ya ha sido suficiente.

E: Sí, supongo que es mejor así – contestó dándole la razón.

M: Ahora lo único que debe interesarnos es el bienestar de Pedro –


continuó – creo que en eso ambas estamos de acuerdo – Esther
asintió.

E: Él es ahora lo importante, tienes razón – contestó.

Quedaron mirándose un instante, sabiendo que aquella conversación


era una despedida necesaria por ambas partes. El final de un capítulo
de sus vidas, a veces amargo y otras dulces, pero le final de una
historia que a ambas las había marcado, que las había cambiado.

M: Será mejor que me vaya – dijo haciendo amago de irse – espero


que seas feliz, Esther – declaró con total sinceridad – de todo corazón
espero que seas feliz.

E: Tú también – contestó con un nudo en la garganta.

M: Sí, claro – dijo sintiendo que se le quebraba la voz.

E: Maca – la paró viendo que ya llegaba a la puerta, la empresaria se


dio la vuelta para mirarla – yo… - quedó callada un segundo, mirando
aquellos ojos que habían sido su vida entera – estoy de acuerdo con
lo de la custodia – dijo exhalando todo el aire que tenía en sus
pulmones.

M: Gracias – susurró clavando la mirada en ella.

Toda su vida en común pasó por sus ojos, viéndose casi reflejadas en
la mirada de la otra. Los buenos momentos, los malos… todo pasó
entre ellas, sabiendo que aquello era el final, que aunque se quisieran
o no, se habían hecho demasiado daño como para intentar poner
remedio.

M: Adiós, Esther – pronunció antes de abrir la puerta.

E: Adiós, Maca – contestó viendo que ya salía.

Era extraño, era difícil, pero era lo que tenía que ser. Habían
cometido, ambas, muchos errores, en momentos distintos, de formas
distintas pero ya se habían provocado demasiadas lágrimas la una a
la otra… Era lo mejor que podían hacer, poner distancia, alejarse la

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una de la otra, sin descuidar a Pedro, el único nexo de unión entre


ellas que siempre estaría uniendo sus vidas, desde ahora separadas…
¿y quien sabía? Quizás el tiempo curara heridas, quizás el tiempo las
hiciera olvidar, tal vez el paso de los días, de los meses, de los años,
lograra borrar los malos momentos, lograra curar sus almas, tal vez
solo así conseguirían estar en paz con ellas mismas, quizás el paso
del tiempo fuera el único que podría lograr que fueran felices… o
quizás no.

CUATRO AÑOS MÁS TARDE

Salía del coche quitándose las gafas de sol, acercándose a la puerta


para elevar la mirada sobre los demás a la espera de verlo. Sonrió
ampliamente cuando lo vio salir, con su mochilita cargada al hombro
y su chaqueta en la mano. Se acercó más entre la gente y cuando
Pedro la vio, salió corriendo hacia ella que se agachó y abrió los
brazos para esperar su embestida.

P: ¡Mami! – gritó el niño ya a escasos metros de ella – ¡has venido por


mi, mami qué bien! – decía contento de verla.

M: Claro que sí, mi amor – sonrió elevándolo en brazos y besándolo –


que te toca hoy conmigo, ¿te acuerdas?

P: Sí, ¡jo, mami que bien! – repitió el pequeño.

M: Venga, campeón, vamos al coche – lo dejó en el suelo tomando su


manita - ¿Quñe tal el cole cariño? – preguntó.

P: Súper bien, mami – decía contento – he metido tres goles – le


contaba

M: ¿¡Tres!? ¿Tantos? – preguntó con una enorme sonrisa una vez


llegaron al coche y lo abrió para que Pedro entrara a la parte trasera -
¿Y quien hacía de portero?

P: Luís – le seguía diciendo mientras su madre lo acomodaba en la


silla y le ponía el cinturón – pero es muy malo – explicaba – todo el
mundo le marcaba, pero yo el que más.

M: Claro que sí – lo besó – si es que mi niño es el mejor.

P: ¿Y sabes qué, mami? – Maca ya estaba arrancando el coche – que


Alberto va a tener un hermanito o hermanita.

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M: ¿Sí? – contestó poniendo atención a todo lo que le decía su hijo –


estará contento ¿no?

P: Sí, dice que le va a dejar todos sus juguetes y que lo va a cuidar


porque va a ser su hermano mayor y que tiene que enseñarle muchas
cosas.

M: Claro, mi amor, es que eso hacen los hermanos mayores – sonreía


mirando a su hijo por el retrovisor.

P: ¿Yo puedo tener un hermanito mami? – preguntó haciendo que


Maca lo mirara detenidamente.

M: Pues no sé, cariño – contestó – a lo mejor algún día si tu mamá


quiere tener otro hijo o yo… no sé.

P: Ya… ¿Y un perrito? – preguntó con tranquilidad - ¿Puedo tener un


perrito mami?

M: Pedro… eso ya lo hemos hablado – contestó.

P: Jo mami pero yo quiero un pero – repitió – porfa, porfa, porfa –


pedía.

M: Ya veremos ¿vale? – le dijo sabiendo que poco podía negarle a su


hijo – lo pensaré.

P: Vale – contestó – pero le voy a llamar coco.

M: Como tú quieras, pero aún no he dicho que sí – le advirtió con una


sonrisa.

P: Vaaaleee.

Al cabo de unos quince minutos de intensa conversación con su hijo,


sobre como quería que fuera su futuro perro, llegaron al fin a casa.
Bajando a Pedro del coche lo tomó de la mano y subieron en el
ascensor, nada más entrar por la puerta Pedro dejó caer su mochila y
corrió a su cuarto. Maca se agachó para recogerla y sonriendo fue a
llevarla hacia la habitación.

M: Pedro no saltes en la cama – le dijo al ver que como siempre, había


ido corriendo para ponerse a botar sobre el colchón.

P: Es que está guay – decía como si fuera la cosa más normal del
mundo.

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M: Sí pero no se hace – contestó haciendo que se parara – y me voy a


enfadar si vuelves a hacerlo.

P: No mami que te pones muy fea – decía abrazándose a ella.

M: ¡Pero bueno! – protestó – anda, trasto, vamos a preparar la comida


– se levantó de la cama, dejando paso a Pedro que como buen niño
inquieto fue directo a la cocina a “ayudar” a su madre.

P: ¿Podemos ir luego al parque? – preguntó.

M: Si te portas bien, sí – contestó haciendo un gesto de advertencia –


pero antes vamos a ir a ver a la tita Ana que tiene ganas de verte.

P: Vale, pero luego al parque – repitió.

M: Sí, luego al parque – lo cogió para sentarlo en la mesa – y ahora a


comer, campeón – dijo dándole un beso cariñoso y disponiéndolo todo
para comer y sonriendo a más no poder, como siempre hacía cuando
tenía a su hijo con ella.

Cuando Esther entró en casa lo hacía con el rostro cansado tras un


duro turno en el hospital, lo único que le apetecía era comer algo y
tumbarse en el sofá a descansar un poco. Dejó la chaqueta en el
perchero y al entrar en el salón no pudo más que sonreír.

E: ¿Y esto? – preguntó mirando a su alrededor.

- ¡Ey! – salió de la cocina – ya estás aquí – llegó a su lado y la


besó – hola, cariño.

E: Hola – contestó al beso sonriendo - ¿Y todo esto? – preguntó


mirando todo lo que había organizado. Los cojines del sofá estaban
en el suelo alrededor de un mantel con varios platos de comida, dos
copas y vino ya abierto, un par de velas, la luz bajada y la música
suave conseguía un ambiente relajado y romántico.

- Esto es para que te relajes – la besó una vez más – porque sé


que has tenido un día duro y aprovechando que Pedro no está
pues… he dicho, voy a prepararle algo tranquilo a mi chica.

E: Me encanta – sonrió besándola una vez más – y me encantas tú –


sonrió haciendo que Raquel sonriera también.

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R: Me alegro – contestó – ven, siéntate aquí – dijo haciendo que se


sentara en uno de los cojines – y… a ver, prueba esto – dijo llevándole
a la boca un poco de algo que había en uno de los platos.

E: Umm… - lo saboreó – me encanta.

R: Ahora un poco de vino – dijo sirviendo su copa y dándosela para


que tomara un sorbo – y… - la besó hundiendo la lengua en su boca,
Esther correspondió al instante.

E: Esto sí que está bueno – susurró volviendo a atrapar sus labios –


ven aquí…

R: No, no – se alejó juguetona – luego, ahora vamos a comer.

E: Eres perversa – le dijo con una sonrisa amplia.

R: Sí, pero aún así me quieres – contestó con chulería - ¿Qué tal el
trabajo?

Comenzaron a hablar de trabajo, de cómo había ido el día a cada una


de ellas. Esther le explicó el fatídico turno que había tenido y Raquel,
siguió intentando relajar a su chica. Terminada la comida, Raquel no
dejó que la enfermera se levantara y fue ella quien recogió todo lo
que había preparado. Esther permanecía sentada entre cojines y
disfrutando de su copa de vino mientras cerraba los ojos escuchando
la música.

R: ¿Estas bien eh? – decía mirándola desde la puerta de la cocina.

E: Estoy en el cielo ahora mismo – sonrió hablando con los ojos


cerrados.

R: Aún hay otra cosita, así que no te acomodes – le advirtió haciendo


que la enfermera abriera los ojos para mirarla – ven – le tendió la
mano y Esther la cogió al instante.

E: Eres un encanto – dijo abrazándose a ella – y te quiero.

R: Y yo a ti – contestó besándola, sintiendo como Esther profundizaba


el beso y buscaba algo más – eh, eh – la paró – quieta señorita que
aún no hemos llegado a esa parte.

E: Con lo que te gusta a ti esa parte – sonrió pícara.

R: Luego – susurró en su oído – ahora vamos a darnos un buen bañito.

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Dicho esto abrió la puerta del baño dejando ver un montón de velas
que fue encendiendo al tiempo que Esther entraba y miraba la
bañera ya preparada. Se quitaron la ropa mutuamente y entraron en
la bañera quedando Esther de espaldas a Raquel, quien la abrazó y
comenzó repartir caricias por su cuerpo.

E: Umm… qué gusto – decía totalmente relajada.

R: Aja – afirmó de igual modo - ¿Sabes que la semana que viene


tengo unos días libres? – preguntó después de un silencio cómodo

E: Sí, me lo dijiste – contestó afirmando con la cabeza.

R: Y he pensado que podríamos irnos a algún sitio – besó su cuello –


tú y yo… las dos solitas… a Pedro le toca con Maca ¿no? – preguntó
queriendo saber si no estaba equivocada.

E: Sí… le toca con ella – contestó con naturalidad – pero no sé si


podré pedir los días en el hospital…

R: Anda – insistió cariñosa – eres la jefa… seguro que puedes –


continuó – va… imagínatelo, pasar tres días solas… sin niño… sin
nadie alrededor… disfrutando de nosotras – mientras decía todo esto
no dejaba de besarla por el cuello y susurrar en su oído mordiendo su
lóbulo, al tiempo que sus manos, bajo el agua hacían más sugerentes
sus caricias – di que sí… anda… di que sí – siguió diciendo sintiendo
como Esther se estremecía con sus caricias.

E: Vale – contestó en un gemido – iremos donde tú quieras – terminó


de decir dándose la vuelta con urgencia para fundirse en un beso
profundo que fue el preludio de lo que pasaría después.

Eran las nueve de la noche cuando Pedro, una vez había terminado
de cenar se fue directo al salón con la intención de ver una vez más
su película favorita. Pese a estar bastante cansado con el día que
habían pasado junto a Ana en el parque, no podía evitar siempre
hacer lo mismo. Maca saliendo de la cocina mientras recogía todo vio
como su hijo introducía el disco en el DVD y se paró dejando lo que
estaba haciendo.

M: Pedro, anda, deja eso que ya es tarde y tienes que dormir – dijo
acercándose a él.

P: Un ratito, porfi – pidió.

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M: No, nada de un ratito que tienes que ir a la cama – apagó la


televisión y sacó de nuevo el disco para dejarlo en su caja – mañana
antes de que venga tu tío Pedro a recogerte te la pongo un rato pero
ahora a la cama – dijo cogiéndolo en brazos.

P: Jo, no tengo sueño – protestaba el pequeño.

M: Anda que no – sonreía – si casi te quedas dormido con la cena –


llegó a la habitación y lo dejó en la cama, Pedro cansado, se metió
bajo las sábanas – así, muy bien, mi amor.

P: Mami – dijo ya tumbado del todo.

M: Qué – se sentó a su lado.

P: ¿Por qué mamá y tú no vivís juntas como los padres de Alberto? –


preguntó, pese a que ya alguna que otra vez había hecho la misma
pregunta, tanto a Esther como a ella.

M: Pues… porque un día, mamá y yo nos dimos cuenta que no


éramos felices juntas y no te podríamos hacer feliz a ti – contestó con
paciencia – así que decidimos que era mejor vivir en casas distintas y
de ese modo poder ser felices cada una por nuestro lado, y tu mamá
ahora es feliz con Raquel y yo también lo soy, pero sobre todo
queremos que tú estés contento y seas muy, muy feliz.

P: Ya… - decía como pensando – yo estoy contento mami – dijo con


una sonrisa – porque tengo dos mamás, dos casas, dos cuartos… es
guay.

M: Pues eso es lo importante, mi amor – contestó dándole un beso –


venga, a dormir que es tarde.

Cuando vio que Pedro se dormía salió de la habitación y regresó al


salón terminando de recoger lo que allí quedaba. Cuando acabó, se
sentó en el sofá a ver un poco la tele pero no había nada que le
interesara. Fijó su vista en una fotografía y suspirando cogió el móvil
y buscó en la agenda su número.

M: Hola – saludó una vez descolgaron – soy yo… siento lo del otro
día… ya, ya lo sé… ¿puedes venir y hablamos? … No, es que tengo a
Pedro hoy y acabo de acostarlo… Vale, te espero… Irune que… vale –
suspiró – ahora hablamos.

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Colgó el teléfono y quedó mirando la pantalla. Su relación con Irune


de un tiempo a esta parte hacía aguas por todos lados, pero tenía que
intentarlo, quería salvar lo que tenían y… tenía que intentarlo…

Un rato después unos golpes en la puerta le dijeron que ya estaba


allí, siempre precavida Irune prefería no llamar al timbre para no
despertar a Pedro. Dejó los informes que se había puesto a repasar y
fue a la puerta para abrir y encontrarla frente a ella. Se miraron un
instante y esbozaron una sonrisa. Maca abrió más la puerta para que
pasara y la chica entró quedando a un lado.

M: Hola – saludó acercándose a ella para besarla.

I: Hola – contestó tras el beso - ¿Cómo estrás?

M: Bien… bueno, algo cansada – sonrió – ya sabes como se pone


Pedro cuando vamos al parque… he tenido que salir corriendo tras él
unas cuantas veces.

I: Sí – sonrió levemente – es un terremoto tu hijo.

M: Ya… - la miró mientras entraban en el salón – ha preguntado por ti


esta tarde, le dije que tenías que trabajar.

I: He salido tarde hoy – contestó – me hubiera pasado su hubiera


podido.

M: Lo sé.

Quedó mirándola durante un instante, ninguna de las dos sabía qué


decir y ambas tenían claras muchas cosas. Irune se movió en el sofá
y Maca se tomó sus manos, se acercó para besarla y la chica no
opuso resistencia. Se besaron lentamente, con calma, saboreando sus
labios con paciencia…

I: Maca… - dijo separándose un poco de ella.

M: Irune… yo lo siento – contestó – Siento como me puse el otro día…


estaba muy liada en la oficina y… la empresa no va muy bien –
declaró – intento que todo vuelva a ser como antes pero… me está
costando más de lo que creía.

I: Lo sé, Maca y… te entiendo ¿vale? – dijo con calma – pero las dos
sabemos que ese no es el problema – terminó de decir acariciando su
rostro – hace tiempo que estamos mal, Maca… y no es problema de
tu empresa o de mi trabajo…

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M: Ya… - dijo bajando la cabeza – pero… todas las parejas tiene crisis,
cariño – continuó – podemos superarla y…

I: No… - la cortó – no podemos… lo hemos intentado ya varias veces,


Maca pero… esto no funciona – terminó de decir.

M: Haremos que funcione, Irune… por favor – le pidió – yo te quiero y


sé que tú me quieres…

I: Sí… te quiero y también sé que me quieres – afirmó – pero no de la


forma en que deberíamos – siguió – cariño – acarició de nuevo su
mejilla – hemos pasado juntas más de un año y ha sido maravilloso,
pero desde el principio las dos sabemos que faltaba algo…

M: Yo…

I: No – la cortó una vez más – tú no tienes la culpa – le dijo – las dos


tenemos parte de culpa, porque siendo sinceras Maca, ni tú ni yo nos
hemos implicado al cien por cien – continuó – por las razones que
sean… lo que falta en esta relación, sea lo que sea, falta por ambas
partes, no solo por la mía o por la tuya…

M: No puedo hacer nada ¿verdad? – preguntó, luchar por algo que


estaba acabado, que ella tenía tan claro, sabiendo que se daría de
bruces con una negativa… ¿serviría de algo? – No puedo hacer nada
por… por hacer que te quedes a mi lado… - dijo sintiendo ganas de
llorar.

I: Lo siento – contestó bajando la cabeza – hay… hay veces que… que


no se puede hacer nada… Y tú lo sabes…

M: Lo sé – afirmó – y supongo que tengo que dejarte marchar… -


decía con tristeza – no he conseguido hacerte feliz…

I: No digas eso – volvió a levantarle el rostro para que la mirara – he


sido muy feliz contigo… - afirmó – pero no podemos dar más de lo
que nos hemos dado… y mejor… mejor dejarlo ahora, Maca e intentar
ser amigas – afirmó – yo no quiero dejar de verte… no quiero
estropear la amistad que teníamos antes…

M: Lo siento – decía dejando escapar una lágrima – lo siento.

I: Shh… es mejor así ¿vale? – Maca asintió con la cabeza –


escúchame… me tendrás aquí siempre que me necesites… pero
como amiga…

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M: Tú a mí también – afirmó limpiándose esa osada lágrima que caía


por su rostro y mirándola con una sonrisa – Te quiero ¿sabes?

I: Lo sé – afirmó – yo también te quiero – contestó, dándole un abrazo


cariñoso… sabiendo las dos que aquello había terminado, que su
relación se terminaba en ese punto para dejar paso a una amistad
fuerte, como siempre debió haber sido por mucho que ellas se
empeñaron en convertirlo en algo mayor.

Habían pasado dos semanas desde que hicieran aquella escapada


donde habían disfrutado la una de la otra. Un fin de semana en la
sierra, donde se dedicaron a hablar sobre ellas y sobre el futuro…

El futuro… últimamente no pensaba en él. Se limitaba a vivir día a día


con su hijo, a estar bien con Raquel, a… a ser feliz. Pero el futuro no
era un tema que tocaran demasiado y pensaba que ella tampoco lo
hacía, sin embargo ese fin de semana le había demostrado que sí que
pensaba en ello y mucho más de lo que creía.

“R: ¿Y si nos vamos a vivir juntas?”

Aquella pregunta tenía claro que un día llegaría pero no pensaba que
fuera tan pronto…bueno, tal vez pronto no era lo más correcto de
decir, pero sí tan de repente, sin tan siquiera haberlo sopesado
antes… no, Raquel se había limitado a dejarlo caer como quien habla
de cualquier cosa y ella simplemente la había mirado sin saber qué
contestar…

“R: Piénsalo – le había dicho – no tienes que contestar ahora”

Y no había contestado, necesitaba pensarlo un poco más… aunque ya


llevaba días dándole vueltas y sabía que su chica comenzaba a
ponerse nerviosa al ver que la respuesta no llegaba.

Aparcó el coche y miró a su alrededor… hacía tanto que no iba por


allí… dejó de ir porque aquel lugar se había convertido en algo que le
hacía daño y ahora volvía sintiendo como esa herida había dejado de
sangrar. Cuatro años después, Esther volvía a esa “cita” con las
estrellas.

Sintió el frescor del césped bajo sus pies y comenzó a andar


inspirando fuertemente el aire menos contaminado de la ciudad. Se
alejó del coche adentrándose en aquel paraje que tan especial fue
una vez y que aún seguía guardando muchos secretos…

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Llegó al claro y quedó parada por la imagen que se presentó ante sus
ojos. A unos metros más adelante, un telescopio montado esperaba
que alguien mirara por él, a su lado, una manta resguardaba de la
tierra la silueta de una mujer que reconocería en cualquier parte.

Miraba el cielo dejando volar sus pensamientos, preguntándose una y


otra vez por qué no había funcionado aquella relación con Irune
teniendo muy clara la respuesta. Vio pasar una estrella fugaz y cerró
los ojos pidiendo un imposible. Cuando los abrió, escuchó pasos tras
ella y se levantó algo asustada quedando parada ante una Esther que
la miraba desde lejos.

En esos cuatro años se habían visto tan solo en contadas ocasiones.


En alguna charla de padres en el colegio de Pedro o en la última
actuación de fin de curso. Siempre rodeadas de gente y siempre sin
cruzar más que un educado saludo y dos o tres palabras más.
Ninguna de las dos había propiciado un acercamiento en solitario ni
había hablado con la otra de algo que no estuviera relacionado con
Pedro. Eran Diego y Ana los que se encargaban de transmitir lo
necesario sobre las visitas o si el niño estaba malo o como
organizarían las vacaciones. Y ahora ahí estaban, una frente a la otra,
solas, en aquel lugar donde un día se entregaron la una a la otra sin
medidas.

M: Yo… yo ya me iba – dijo levantándose del todo y yendo hacia el


telescopio.

E: Puedes quedarte – contestó con tranquilidad – no me molestas.

La miró un segundo y se volvió a sentar en su lugar. Esther anduvo


unos pasos y quedó a su lado. Mirándola por el rabillo del ojo sacó sus
cosas de la mochila que portaba y se sentó a su lado. Ninguna decía
nada, ni siquiera se miraban y sin embargo había algo en el ambiente
que las hacía sentirse terriblemente bien.

M: ¿Pedro? – preguntó aún sin mirarla.

E: Diego se ha quedado con él – contestó con tranquilidad.

De nuevo en silencio, debían reconocer que algo incómodo. No


habían estado tanto tiempo juntas en mucho tiempo y no habían
hablado mucho en cuatro años. Ahora, de nuevo ahí, solas, una al
lado de la otra, debían reconocer que existía cierta incomodidad.

E: Siento que lo tuyo con esa chica… - dijo para romper un silencio
que no aguantaba

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M: Irune – pronunció al ver que Esther no seguía.

E: Eso, Irune – continuó – siento que no saliera bien.

M: Sí… - contestó mirando al cielo – se veía venir… no te creas –


contestó, ella tampoco podía soportar aquel silencio.

E: Pensé que os iba bien – contestó – Bueno… según lo que decía


Pedro…

M: Ya… - dijo mirándola un segundo – no iba tan bien como parecía…


no estábamos enamoradas… nos queríamos y nos queremos pero…
no estábamos enamoradas.

E: Lo siento – contestó mirándola tan solo un instante.

M: ¿Tú con Raquel? – preguntó.

E: Bien, bien – contestó con rapidez – me ha… me ha pedido que


vivamos juntas – Esther bajó la cabeza, Maca la miró súbitamente.

M: Vaya eso… eso es bueno sí – contestó bajando ella echándose


sobre la manta y mirando el cielo.

E: Sí, sí lo es – contestó imitando su gesto.

M: Me alegro – le dijo mirando al cielo – de verdad me alegro.

E: Gracias – contestó mirando las estrellas.

M: ¿Cómo lo hiciste? – preguntó sin mirarla haciendo que Esther la


mirara a ella - ¿Cómo has logrado que salga bien?

E: No entiendo – dijo volviendo al vista al cielo.

M: Yo… he tenido dos relaciones desde que… - la miró – bueno, desde


aquello… y… no he conseguido… no he logrado que salieran bien, no
consigo hacer que funcionen.

E: Tal vez no has encontrado la persona adecuada – dijo volviendo la


mirada y la empresaria la miró con profundidad.

M: ¿Raquel lo es? – preguntó, aunque más bien quiso afirmar.

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Ante aquella pregunta, Esther volvió la vista una vez más al cielo, no
sabía qué buscaba entre las estrellas y tampoco sabía como contestar
a esa pregunta. Era extraño, hacía cuatro años que casi no se habían
visto y mucho menos hablado, la última vez que lo hicieron fue
demasiado doloroso y ahí estaban, hablando de ellas mismas, no
había rencores, no había reproches y sin embargo no llegaban a estar
del todo cómodas.

E: ¿El trabajo qué tal va? – cambió de tema radicalmente y aunque


Maca lo notó, lo aceptó sin muchos reparos, también ella necesitaba
cambiar de tema.

M: Bueno… no muy bien – de nuevo habían perdido la vista en el cielo


– la crisis nos está dando algún problema…

E: Seguro que lo solucionas – intentó animar – y si no… bueno…


supongo que sigues teniendo la herencia ¿no? – soltó y una vez más,
Maca volvió la vista hacia su exmujer. Y Esther se arrepintió de haber
dicho aquello al instante… no pretendía que sonara así, no pretendía
que sonara a reproche, no había querido volver a aquel tema…

Suspiró y volvió a quedar mirando al cielo. Ahora veía la oportunidad


de aclarar algunas cosas, de aclarar aquello que quedó sin resolver
en su momento, y quizás ya no tenía sentido pero ahora que por fin,
después de tanto tiempo hablaban con tranquilidad, pensó que sería
el momento de decir las cosas claras.

M: La herencia… - repitió dejando salir el aire de sus pulmones – la


herencia la doné al completo a distintas asociaciones benéficas –
Esther la miró, aquello no se lo esperaba – bueno… todo no, solo
conservé la empresa… fue lo único de lo que no pude desprenderme
y está todo a nombre de Pedro…

E: ¿La donaste? – preguntó casi sin creérselo - ¿Cuando?

M: Al día siguiente de recibirla – contestó sin mirarla.

E: Pero… - no sabía muy bien qué decir - ¿Por qué Maca? Si… hiciste
todo lo que hiciste por esa herencia, ¿por qué luego la donaste?

M: Por que no la quería – contestó – yo… cuando te conocí era


estúpida… - le dijo – muy estúpida… una niñata que no había
madurado y que solo quería una cosa y era conservar mi vida tal y
como la tenía… y siempre creí que no… que no me importaría nada –
Esther cerró los ojos casi dolida – pero… no pude ¿sabes? – decía sin
ser capaz de mirarla – me enamoré de ti – declaró – te quise de

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verdad… con toda mi alma y… me olvidé de la herencia, de esa


cláusula, me olvidé incluso de avisar a Alfonso para que rompiera los
malditos papeles del divorcio – continuó, la miró un segundo sin
encontrarse con su mirada – solo quería estar contigo y simplemente
me olvidé de todo y me centré en la felicidad que sentía a tu lado…
así que… cuando… cuando recibí la herencia… todo había
cambiado… tú hiciste que cambiara y yo lo único que quería era
tenerte a ti, no esa herencia – dijo quedando callada.

Esther quedó callada sin mirarla… no sabía como tomarse todo


aquello, era algo que alguna vez, muy superficialmente había
sopesado pero siempre se había quitado aquellas ideas de la cabeza,
solo eran ilusiones suyas…

M: Una vez dijiste una cosa en la que tenías toda la razón… - siguió
ella diciendo al ver que Esther no decía nada – dijiste que no
respetaba a mi abuela y… Tenías razón – declaró sintiendo un nudo
en el estómago – porque… no respeté su voluntad, no hice lo que ella
quiso…. Así que por ti, por ella, y por mí misma no podía aceptar esa
herencia…

E: No puedo creer que renunciaras a la herencia – decía sin asimilar lo


que aquello significaba.

M: Puedes comprobarlo cuando quieras – contestó mirándola un


segundo – Esther… yo no quería dinero, no quería cinco o seis casa,
no quería nada… solo te quería a ti, aunque fuera debajo de un
puente… te quería a ti y quería a ese niño que no llegamos a tener…
- dijo mirándola – aunque no lo creas siempre quise tener hijos
contigo – continuó – y perder a aquel niño fue… horrible…

E: También para mí lo fue – continuó.

M: Lo sé – la miró – lo sé… y tampoco estuve a la altura entonces… -


dijo bajando la mirada – me… me cerré y quise pensar que no ocurrió.

E: Yo tampoco estuve a la altura… y nunca debí ocultarte lo de Pedro


– dijo ahora ella – pero estaba tan enfadada… tan dolida contigo…

M: No tienes que disculparte – la cortó – lo entiendo ¿sabes? Entiendo


porqué lo hiciste… pero bueno – dijo intentando recomponerse –
afortunadamente Pedro es un niño feliz y nosotras… también lo
somos ¿no? - De nuevo sus ojos se encontraron ¿Realmente eran
felices? – aunque yo ahora no esté pasando por un buen momento…
pero bueno… tú sí eres feliz y… eso es lo importante… que Pedro y tú
seáis felices.

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De nuevo un silencio intenso entre ambas. Esther asimilaba aquella


nueva información. Maca la quiso, la quiso hasta el punto de
renunciar a aquello que siempre habría creído ser su prioridad. La
quiso… de verdad la quería…

La empresaria, por su parte, miraba al cielo una vez más, no había


pretendido nada con aquellas palabras, porque ya era tarde para
pretender algo, pero al menos le había dicho lo que pasó y tal vez,
Esther la odiara un poco menos…

E: ¿Por qué has venido aquí? – preguntó tras un buen rato de silencio
más cómodo que antes.

M: Es día 20 – contestó como si fuera obvio.

E: Ya… - dijo mirando a la nada.

M: Suelo venir todos los días 20 siempre que puedo – le informó.

E: Yo… es la primera vez que vengo en mucho tiempo – contestó ella.

M: Lo sé – continuó “Hasta eso te quité” pensó para sí misma.

Un nuevo silencio, parecían que ahora lo buscaban, sin saber qué


decirse, como si todo estuviera dicho ya pese a que quedaban
muchas cosas en el aire. Pero ese silencio que se instauraba entre
ellas se había vuelto cómodo, reconfortante, como si les dieran una
seguridad que no tenían… y en mitad del mutismo compartido,
resonó una risa algo inquieta. Esther miró una vez más a su lado, y
vio a Maca riéndose sin tapujos.

E: ¿Y ahora de qué te ríes? – preguntó casi contagiándose de su risa.

M: He… he recordado una cosa jaja – reía.

E: ¿Qué? – sonreía contagiada.

M: ¿De verdad miraste por internet como se hacía el amor con una
chica? – preguntó entre risas.

E: ¡Por favor! – contestó recordando aquello – sí, lo miré jaja – reía –


quería… quería saber como… bueno nada.

M: Tranquila – dijo dejando de reír – al final… fue bastante bien – le


dijo mirándola – bueno… mucho más que bien…

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E: Sí – contestó con una leve sonrisa.

En aquel paraje, bajo aquel cuadro de estrellas, de noche, solas y


cuando por primera vez habían hablado con calma, no era el mejor
momento de hablar de aquellas cosas… no, claro que no lo era… así
que Esther se irguió quedando sentada, Maca la imitó preguntándose
porqué justo en aquel momento había recodado aquello.

E: Creo que voy a irme – le dijo – ya es tarde.

M: Claro – contestó mirándola – Esther que… me ha alegrado que


hayamos podido hablar…

E: Sí… - contestó escuetamente recogiendo sus cosas.

M: Parece que… después de tanto tiempo… somos capaces de hablar


con calma… incluso somos capaces de reírnos juntas – dijo sacando
sus pensamientos.

E: Sí… ya no duele – le dijo mirándola a los ojos.

M: No, ya no duele – contestó ella del mismo modo.

La enfermera terminó de recogerlo todo y se alejó de allí con la


mochila al hombro. Respirando con profundidad y obligándose a no
mirar hacia atrás. Maca la miraba desde su posición y cuando la
perdió de su vista volvió a tumbarse mirando al cielo… había sido una
conversación tranquila, pausada… en la que habían aclarado algunas
cosas pese a que aún tendrían que aclarar más… y como había dicho
Esther… ya no dolía… lo cual significaba que ya, Esther debía haberla
olvidado.

Maca había llegado a Madrid a primera hora de la mañana después


de tres días de intensas reuniones, una en Barcelona, otra en Londres
y una tercera y de última hora en Lyon. Había pasado más horas en
un avión que en tierra durante esos días y aun queriendo llegar a
casa a descansar no podía hacer más que meterse en la oficina y
continuar intentando arreglar el desaguisado en el que parecía
haberse convertido su empresa.

La crisis económica, como a todos, también le afectaba a ella. Las


ventas habían bajado casi en un 40% y habían tenido que abaratar
costes para conseguir mantener el 60 % restante. Su jefe de
contabilidad le había recomendado un recorte de personal al que no
estaba dispuesta. Así que debía buscar soluciones y hacerlo con

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urgencia. De ahí que hubiera tenido que ser ella de nuevo quien se
encargara personalmente de todas las reuniones tanto nacionales
como en el extranjero y conseguir así mantener los clientes que ya
tenían y que comenzaban a dar visos de querer prescindir el contrato.

Estaba cansada, ojerosa y le dolía la cabeza. Quería darse un buen


baño, meterse en la cama, descansar un rato y ver a su hijo al cual no
había podido ver en varios días, pero ahí estaba, con la mesa llena de
informes y con los jefes de sección esperándola en la sala de juntas
para una nueva reunión.

Casi no había tenido tiempo de pensar y si era sincera, casi mejor así.
Porque pensar en lo que había hablado con Esther, en la forma en
que la había mirado no hacía más sino descubrirle que una parte de
ella… una gran parte de ella aún la quería, aún la seguía a mando y
precisamente por eso era por lo que ninguna de sus relaciones habían
funcionado. Lo sabía, lo tenía claro y también era consciente que
pese a todo, las cosas estaban como estaban y no iban a cambiar.
Esther tenía una vida en la que ella ya no entraba, en la que ella tan
solo era su exmujer… la que le hizo tanto daño… quizás un mal
recuerdo…

Lo que ella no sabía, era que Esther había pasado unos días confusos
y un tanto ausentes… como si lo que pasara a su alrededor no tuviera
nada que ver con ella y tan solo tuviera en la cabeza una cosa: Maca
había renunciado a esa herencia porque de verdad la quería. Aquella
confesión que en su momento no quiso asimilar, con el paso de los
días se había convertido en el único pensamiento que reinaba en su
cabeza. No lo había hablado con nadie, no se lo había contado a
nadie, quizás porque hacerlo le haría sentirlo más real de lo que era…
además, ella estaba con Raquel, la cual por cierto, estaba un tanto
mosqueada con aquel ausentismo repentino de Esther y Maca ya no
formaba parte de su vida…

Pedro que disfrutaba de sus vacaciones, se mantenía inquieto, para


él, era raro no ver a su madre en tantos días y eso lo tenía más
nervioso que de costumbre. Solo se calmó, más bien poco, cuando
Maca llamó desde el despacho para hablar con él. Sin embargo, tras
el primer momento de tranquilidad, Pedro fue corriendo a su madre
quien en el sofá, intentaba poner en orden su cabeza, como le venía
pasando desde esa noche en la que Maca y ella, al fin, habían
hablado con sinceridad.

P: Mamá, mamá – llegó el niño sacándola de sus pensamientos –


mami ya está aquí.

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E: Sí, lo sé cariño – contestó prestándole atención a su hijo y


acariciando su pelo.

P: Sí y dice que me ha traído un regalo – continuó el niño con ilusión


renovada - ¿podemos ir a verla mamá? – preguntó el crío mirándola
con ojos casi suplicantes.

E: Está trabajando, mi amor – contestó con tranquilidad – además, el


tito Diego no puede llevarte y la tita Ana tampoco está.

P: ¿Y por qué no vamos los dos? – siguió diciendo Pedro.

E: Pues porque no puede ser – contestó, ir a verla… no, no estaban


las cosas como para ir a verla – está trabajando, cariño y no puedes
molestarla.

P: Pero no importa – insistió – ella me lleva algunos días y Julia me da


caramelos y mami me deja sentarme en su silla grande y jugamos los
dos allí.

E: Ya, cariño, pero no es buena idea – volvió a decir.

P: Por fi, mamá – volvió a pedir – quiero verla por fi, vamos, mamá,
por fa – seguía insistiendo.

Insistente como nadie Pedro logró que su madre, casi a


regañadientes, se vistiera para salir. Dando saltos de alegría salía de
la mano de Esther hacia el coche, al tiempo que ésta se repetía una y
otra vez que aquella era la idea más estúpida de todas las ideas que
había tenido de un tiempo a esta parte.

Sorprendentemente, el tráfico de Madrid era fluido y despejado, por


lo que llegaron a aquel edificio mucho antes de lo que pensaron.
Ilusionado, Pedro volvió a salir del coche con una sonrisa enorme y
tirando de la mano de Esther quien intentaba quedarse rezagada
llegaron al ascensor, subiéndose a el y restando las distintas plantas
que les quedaban para llegar a su destino.

El ascensor se abrió y Pedro casi salió corriendo por auqle pasillo en


dirección al despacho de Maca. Esther corrió tras él y cuando llegó
junto a Julia, ésta la miraba como si hubiera visto un fantasma.

E: Hola Julia – saludó con cordialidad.

J: Ho… hola – dijo sin creerse aún a quien tenía delante.

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E: Perdona que vengamos sin avisar, pero Pedro se ha empeñado en


ver a su madre – decía algo nerviosa.

P: Hola Julia – saludó con una enorme sonrisa.

J: Hola – dijo con alegría – cada día estás más grande ¿eh? ¿me das
un beso?

P: Sí – se lo dio - ¿Tienes caramelos?

E: Pedro… - le riñó por el descaro.

J: Tranquila, no pasa nada – dijo quitándole importancia – tengo por


aquí algunos – decía mientras rebuscaba.

E: Bueno… yo me voy a ir – se bajó para quedar a la altura de su hijo


– dile a mami que te traiga a casa para cenar ¿vale?

P: ¿No te quedas? – preguntó mirándola.

E: No, cariño – le dio un beso – tengo que volver a casa, pero tú


pórtate bien, ¿vale?

P: Sí – afirmó convencido.

J: ¿No va a esperar a que avise a Maca? – le dijo viendo que se


marchaba.

E: No, lo siento, se me hace tarde – dijo con premura – te lo dejo aquí


– señaló al niño – espero que no os de mucha guerra.

Sin esperar una respuesta Esther se dio la vuelta en dirección de


nuevo al ascensor. Julia mirando como se marchaba y sin poder hacer
nada, dio dos pasos hasta la puerta de su jefa.

J: Maca, perdona, tienes una visita – dijo medio abriendo la puerta,


con una media sonrisa.

M: Dile a quien sea que venga más tarde – escuchó que decía la
empresaria sin separar la vista del ordenador – estoy muy liada.

J: Ya, verás, es que… no creo que pueda venir más tarde – decía
sintiendo como Pedro casi la empujaba para hacerse paso.

P: ¡Mami! – lo logró ante la sonrisa de la secretaria y el asombro de su


madre.

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M: ¡Pero cariño! – dejó todo lo que estaba haciendo para levantarse e


ir hacia su hijo - ¿qué haces aquí? – decía sonriente.

P: Sorpresa mami – contestó el crío – quería verte…

M: Y yo a ti mi amor – decía dándole un montón de besos – te he


echado mucho, mucho, mucho de menos.

P: Y yo, mucho, mucho también – contestó en sus brazos.

M: ¿Quién te ha traído cariño? – preguntó mirando hacia fuera viendo


que allí no había nadie.

P: Mamá – contestó, Maca lo miró interrogante – dice que me lleves a


casa para cenar.

M: ¿Has venido con mamá? – preguntó de nuevo.

P: Sí.

M: ¿Y donde está? – preguntó bajándolo y saliendo fuera del


despacho.

J: Acaba de marcharse – contestó Julia – Dijo que tenía cosas que


hacer… - miró a Maca sacando una sonrisa – tal vez aún la pillas en el
ascensor.

Dejando a Pedro un segundo con Julia, Maca salió casi corriendo hacia
donde había dicho su secretaria y allí, pulsando repetidas veces el
botón, Esther esperaba a que llegara el ascensor para poder
marcharse.

M: Por mucho que aprietes no llegará antes – dijo con una leve
sonrisa y la enfermera cerró los ojos de espaldas a ella - ¿Ni siquiera
ibas a saludarme? – preguntó viendo que no se movía – Esther…

E: Tengo cosas que hacer, Maca – contestó llamando de nuevo.

M: ¿Y no pueden esperar? – preguntó una vez más – no será mucho


tiempo… solo… un café por… por aquello de compensarte por haber
venido hasta aquí para traerme a Pedro… - dijo con el deseo oculto
de una respuesta afirmativa – va Esther, solo un café… - pidió de
nuevo viendo que la enfermera no contestaba, haciendo que Esther
sonriera al pensar de donde había sacado su hijo esa insistencia que
le caracterizaba – solo quince minutos… ¡cinco! – continuó, y Esther

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se dio la vuelta para mirarla haciendo que Maca sonriera esperando


que dijera que sí.

Viendo la súplica en sus ojos aceptó aquel café simplemente con un


movimiento de cabeza y comenzando a andar hacia el despacho de
nuevo. Maca que casi no se creía lo que estaba viendo sonrió
ampliamente y aceleró el paso para alcanzarla.

M: Gracias – dijo una vez a su lado.

Sin contestar llegaron a la oficina donde Pedro comenzó a dar saltitos


de alegría, era la primera vez que estaba con sus dos madres juntas y
para él era todo un acontecimiento. Ellas sonreían mirándolo y tras
unos segundos Maca volvió al ordenador.

M: Un segundo que termino esto y estoy von vosotros – decía


mientras guardaba los archivos.

P: ¿Mami, podemos ir a tomar un helado? – preguntó Pedro.

E: No, cariño – contestó antes de que lo hiciera Maca – mami tiene


que trabajar y nosotros nos iremos en seguida.

M: Bueno… podrá tomarse ese helado si quiere – contestó ella – esto


lo dejo listo y sigo luego…

E: Ya pero…

M: No estaremos mucho tiempo, lo prometo – dijo cortándola con


suavidad.

Escasos minutos después, cuando Maca terminó de organizar algunas


cosas, salían del edificio hacia una cafetería cercana. Se mostraban
nerviosa, Esther preguntándose qué hacía allí y Maca queriendo que
aquel escaso rato fuera especial para la enfermera.

P: Quiero ese mamá – le dijo Pedro a Esther señalando uno de los


helados que promocionaba un cartel.

E: ¿Ese? – lo señaló ella - ¿No es muy grande Pedro? Mejor este,


cariño – señaló otro más pequeño.

P: No, ese – volvió a decir.

M: Déjale que pida el que quiera, Esther – sonrió yendo hacia la barra
- ¿tú qué vas a querer? ¿Café con leche?

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E: Sí… - dijo viendo como Maca ya pedía al chico que las atendía.

Con el pedido hecho, fueron a una de las mesas, Pedro no dejaba de


mirar hacia la barra a la espera de su helado. Maca miraba a Esther y
ésta se entretenía mirando por la ventana, sintiéndose observada por
la empresaria que no quitaba la mirada de ella.

M: ¿Qué tal todo? – preguntó viendo que Esther no estaba por la labor
de empezar una conversación.

E: Bien… bien – contestó mirándola un segundo – últimamente todo


está tranquilo por el hospital.

M: Me alegro – afirmó - ¿Y con Raquel? – se atrevió a preguntar - ¿Vais


a vivir juntas?

E: Maca… - pronunció mirándola - ¿De verdad quieres que hablemos


de nuestras cosas como si fuéramos dos viejas amigas? – dijo
haciendo que Maca se pusiera algo seria por su respuesta.

M: Bueno, podríamos intentarlo – contestó tras unos segundos.

E: Pedro, cariño – dijo a pequeño - ¿Por qué no vas a pedirle al


camarero un vaso de agua?

P: Vale – contestó Pedro levantándose y andando hacia la barra bajo


la atenta mirada de sus madres.

E: A ver, Maca – dijo tras un suspiro – la conversación que tuvimos el


otro día… fue reveladora y sí, hasta nos reímos – Maca asentía – pero
eso no quiere decir que de la noche a la mañana tú y yo podamos ser
amigas – declaró.

M: Ya… - desvió la mirada - ¿Tan malo fue? – preguntó y viendo que


Esther no contestaba volvió a preguntar – nuestro matrimonio… ¿tan
malo fue para ti?

E: Uff… no es eso – le dijo – pero nos hicimos mucho daño.

M: También fuimos felices ¿no? – insistió.

E: Maca… - pidió – mira, hubieron muchas cosas buenas y sí,


llegamos a ser felices… pero todo lo que pasó después, todas las
mentiras, todo lo malo que hicimos las dos, porque las dos cometimos
errores, casi eclipsaron los buenos momentos – continuó – y que el

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otro día hablásemos, fue… bonito, fue… esclarecedor en algunos


sentidos, pero tú y yo no podemos ser amigas…

M: ¿Por qué? – preguntó – si ni siquiera lo intentamos no lo


sabremos…

E: Porque yo aún no confío en ti – soltó, haciendo que Maca quedara


bastante parada ante aquella afirmación – tú lo dijiste una vez… ya
no soy la que era y me cuesta confiar en la gente… contigo me
cuesta mucho más – declaró.

M: ¿Entonces… aquí se acaba todo? – preguntó sintiendo ganas de


llorar – ¿solo nos une Pedro?

E: No lo sé – contestó, realmente no lo sabía, porque una parte de ella


quería mucho más, pero sí era cierto lo que le había dicho…– yo…
nosotras – se corrigió – rompimos casi lo más fundamental, Maca y es
la confianza en otra persona… recuperarla no es fácil, muchas veces
no se consigue y… yo… yo no sé si…

M: Voy a demostrarte que puedes confiar en mí – la cortó. Era


impensable que todo acabara ahí, no quería que terminara ahí, la
quería, había aceptado que aún la amaba y aunque supiera que tal
vez nunca volvieran a estar juntas, al menos quería ser parte de su
vida, aun siendo solo como una amiga - voy a demostrarte que he
cambiado y… voy a ganarme esa confianza y volver a…

P: Mamá, el camarero me ha dado mi helado – dijo contento llegando


hasta ellas, haciendo que Maca se cortara en lo que estaba diciendo y
que Esther agradeciera la llegada del pequeño terremoto que había
sido como una tabla de salvación en una conversación de la que no
quería saber el final.

Una semana más tarde, después de mucho pensarlo, de darle mil


vueltas, de sopesar todos los pros y contras, de rechazar la idea y
volver a retomarla, de ilusionarse y sentir que estaba haciendo las
cosas mal, Esther al fin se decidió: Le diría a Raquel que aceptaba
irse a vivir con ella.

Era lo más sensato, lo más lógico, lo más normal tras un buen tiempo
de relación, era lo que tocaba, lo que debía ser, lo que… quería. Así
que ahí estaba, compaginando su turno en el hospital con la maraña
de pensamientos que se agolpaban en su mente queriendo hacerse
fuerte mientras ella intentaba realizar su trabajo como bien podía.

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Raquel le daba estabilidad, le daba cariño, amor. Confiaba en ella,


sabía que no le fallaría, la quería… así que lo mejor era terminar con
ese absurdo embobamiento que sufría, acabar con aquella locura
transitoria que le estaba haciendo más mal que bien y reorganizar su
vida, reencauzar su vida con la que había sido su compañera, su
amiga, su confidente, su amante durante ese tiempo. Raquel era su
mujer y lo más natural era dar un paso más en esa relación y por
supuesto, la última conversación con Maca, no tenía absolutamente
nada que ver con aquella decisión.

Terminaba un turno lento y tranquilo. Salía de vestuarios con el móvil


entre las manos mientras le mandaba un mensaje a su chica
quedando con ella cuando ésta saliera de trabajar. Con un “tenemos
que hablar, nos vemos en mi casa cuando acabes. TQ” le daba a la
tecla de envío cuando ya Teresa le sacaba el parte de salida para que
lo firmara.

T: Parece que te esperan – dijo con algo de seriedad volviendo la vista


hacia la puerta.

E: Maca… - susurró – hasta luego Teresa – se despidió dirigiéndose


hacia allí – Hola… ¿qué haces aquí?

M: Venía a invitarte a comer – sugirió.

E: ¿Y Pedro? – preguntó – le tocaba contigo.

M: Está con Ana – contestó – lo he dejado un momento con ella para


venir a recogerte… pensé que podríamos comer los tres juntos –
decía de carrerilla – como le hizo tanta ilusión estar con las dos el otro
día.

E: Ya… - “A Pedro, a ti… a… Céntrate Esther” – pues… es que no sé si


voy a poder.

M: Bueno, no estaremos mucho tiempo – continuó – el necesario para


comer juntas y…

EL teléfono móvil de Esther comenzó a sonar haciendo que la


conversación se cortara, sacando el móvil del bolso miró la pantalla y
por un instante miró a Maca dudando si cogerlo o no. La empresaria
nada más ver la cara que se le había quedado supo quien llamaba así
que con un movimiento de manos le instó a que contestara.

E: Hola, cariño – se dio la vuelta y Maca bajó la cabeza – no, acabo de


salir, aún estoy aquí… no, no, no es nada malo – sonrió y Maca sintió

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la ira de los celos recorriéndole por entero, pero se contuvo, se los


tragó, como había hecho siempre desde que Raquel apareciera en la
vida de Esther, manteniéndose calmada y ecuánime – sí, nada, solo
quería decirte algo… no seas tontita – continuó – luego te lo digo…
vale. Luego te veo. Un beso cariño… y yo… - colgó y volvió a girarse –
Era…

M: Raquel, sí – terminó de decir por ella – lo he notado – dijo sacando


una sonrisa de donde no la tenía – bueno… esto… ejem… - se aclaró
la voz - ¿comemos juntas o…?

E: No creo que…

M: Por favor – pidió – solo es una comida… no va a pasar nada…

E: No, Maca, de verdad – continuó – además he quedado con Raquel


después de comer en casa y no quiero que se me haga tarde.

M: Vale – se dio por vencida – pero al menos deja que te lleve.

E: Eres igual de insistente que tu hijo – sonrió – pero he traído mi


coche.

M: Sabes no sé como… como voy a poder ganarme de nuevo tu


confianza si no dejas que me acerque a ti ni para invitarte a comer o
a un café – dijo decepcionada, muy decepcionada, durante esa
semana la había llamado un par de veces encontrando siempre
negativas y comenzaba a desesperarse.

E: Ya te lo dije… no puedes pretender que todo sea de un día para


otro – contestó.

M: Y no pretendo que lo sea – rebatió – y sé que es un proceso lento y


no me voy a dar por vencida – continuó – quiero que vuelvas a confiar
en mí y lo voy a conseguir – Esther la miró – sabes lo cabezota que
puedo llegar a ser y que tengo claro que si no quieres verme hoy, si
no quieres que te invite a comer o que te lleve a tu casa, no lo haré,
no insistiré más y te dejaré ir… - hizo una pausa para mirarla con
profundidad a los ojos – pero mañana volveré aquí, estaré esperando
a que salgas y volveré a intentarlo, volveré a invitarte… y así hasta
que consiga que me des una oportunidad… solo una… porque te juro
Esther que si me la das, no pienso desaprovecharla…

E: Vas a presentarte todos los días a las puertas del hospital para
invitarme a comer – repitió sacando una sonrisa, le había hecho

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ilusión verla tan convencida de algo, le hacía gracia verla como


antaño…

M: Cada día – corroboró con seguridad – hasta que… hasta que


aceptes.

E: ¿Y si no acepto nunca? – preguntó sin poder dejar de sonreír.

M: No importa, seguiré viniendo – dijo sonriendo ella también “al


menos de ese modo te veré” quiso decir y se guardó sus palabras –
seguiré viniendo todos los días hasta que sea viejecita y tengan que
traerme mis nietos en una silla de ruedas…

Esther la miró, viendo la certeza en sus ojos, sabiendo que Maca


volvería al día siguiente si decía que no, y el siguiente y el otro y
todos los días hasta que aceptara, sabía que Maca lo haría, y no pudo
reprimir una sonrisa…

E: Nada de burguer – le dijo en forma de amenaza y Maca no pudo


más que ampliar su sonrisa y llevar la ilusión a sus ojos – que sé que
Pedro pedirá ir al burguer y seguro que tú le dices que sí.

M: Nada de burguer – repitió ella – prohibido – dijo con solemnidad.

E: Vale… pues vamos – continuó – Pero eso sí – soltó con un tono un


pelín de advertencia – no puedo volver muy tarde a casa… he
quedado con…

M: Lo sé – la cortó – lo sé, cuando tú digas nos iremos – aceptó pese a


que le hubiera gustado pasar la tarde con ella, la tarde, la noche, el
día siguiente y la siguiente tarde y la noche siguiente y la otra… y
todas las tardes y las noches del resto de su vida…

La comida estaba resultando mucho más amena y relajada de lo que


podían haber imaginado al principio, sin duda, gracias a Pedro y Ana
quien había sido la invitada de ultima hora y la que se encargaba de
sacar conversaciones no demasiado comprometidas y de darle otro
cauce cuando veía que podía desembocar en un aire incómodo.

Pedro también ayudaba a ello contando sus mil y una peripecias, sus
nuevos descubrimientos en el colegio y lo mucho que le gustaba
jugar al futbol con sus amigos. De esa forma, lograron centrarse en
cosas tal vez algo intrascendentes pero que al mismo tiempo las
había llevado a pasarlo bien y casi olvidarse del mundo exterior.

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Hablaron casi y sobre todo del trabajo, de cómo le iba a Esther en el


hospital, de las virguerías que tenía que hacer para cuadrar las
vacaciones de sus chicas ya que por lo visto, todas querían cogerlas
el mismo mes…

E: Puff… es que no hay manera – seguía diciendo – si le doy a Laura la


primera quincena resulta que viene Olga y se queja porque ella
quería también esa quincena – medio protestaba – total, que ahí
estoy, intentando hacerlo al gusto de todos.

A: Tampoco puedes pretender que todo el mundo esté contento – le


rebatió – porque siempre alguien se seguirá quejando.

M: Sí, y además, no sé – continuaba ella – porque si lo haces así,


¿Cuándo te tomas tú las vacaciones?

E: Pues no sé… - la miró – cuando pueda – contestó – cuando tenga


cuadrados sus turnos entonces decidiré yo los míos.

M: Tendrás que avisarme – continuó – para ver como lo hago yo y


organizarnos con Pedro.

E: Lo sé – dijo como si fuera obvio – espero que en un par de días


pueda tenerlo resulto, así que ya te diré algo.

M: Vale – continuó más conforme.

E: ¿Y tú Ana? – preguntó - ¿Tienes pensado donde vas a ir?

A: Aún no – le dijo – yo también estoy esperando a ver qué hace aquí


mi amiga – Esther miró a Maca.

M: Es que quiero llevar a Pedro a Dysney y… Ana se ha apuntado

P: ¡Dysney! – dijo el crio ilusionado a la vez que alucinado - ¿Vamos a


ir a Dysney?

M: Si te portas bien sí – le dijo – así que ya sabes lo que tienes que


hacer.

P: Sí, mami, me portaré bien – contestó convencido - ¡Que guay!


Verás cuando se lo cuente a Alberto – miró a Esther - ¿A qué es guay
mamá?

E: Sí, cariño – contestó sonriéndole al niño – muy guay.

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M: Puedes venirte tú también si quieres – la miró

E: Sabes que nunca me subo a un avión – contestó.

M: Sí, Es verdad – recordó lo que pasó aquella primera y única vez


que intentó sorprender a Esther llevándola a comer a Paris y que al
final todo salió fatal puesto que Esther tenía pánico a volar – solo a mí
se me pudo ocurrir – soltó.

E: Sí, solo a ti – contestó sonriendo al recordarlo – nunca te


pregunté… ¿porqué querías llevarme a comer a Paris? – dijo haciendo
que Ana quedara mirando aquella conversación en la que ni ella ni
Pedro tenían cabida, sonriendo al verlas así de relajadas aunque un
tanto a alerta por si tenía que volver a saltar para cambiar de tema.

M: Quería impresionarte – dijo con sinceridad – aunque no salió nada


bien.

E: Bueno… impresionarme sí que me impresionaste – continuó – solo


que… no se necesitan ese tipo de cosas para impresionar a alguien…

M: Eso lo aprendí después – seguía mirándola con intensidad –


alguien me lo enseñó, entre otras muchas cosas – dijo refiriéndose a
ella.

E: ejem… - desvió la mirada tomando un sorbo de su café - ¿Has


pensado ya en lo que vas a hacer en la empresa? – fue ella quien
cambió de tema, sin esperar que lo hiciera Ana.

M: No… - contestó – aún estoy sopesando varias opciones – siguió –


pero tengo que estudiarlo mejor.

A: ¿Por qué no vendes parte de tus acciones, Maca? – preguntó


interviniendo en la charla.

A partir de ahí la conversación volvió a dirigirse a temas


profesionales. Al mismo tiempo, Pedro quien hacía ya un rato había
terminado su postre comenzaba a aburrirse sobre manera en aquel
restaurante, mientras sus madres y su tía parecían muy entretenidas
en esa charla de mayores de la que él no entendía absolutamente
nada.

E: ¿Pedro donde vas? – preguntó viendo que se levantaba de la mesa.

P: Es que me aburro mamá – soltó el crío - ¿Podemos ir al parque? –


preguntó mirando a sus dos madres.

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E: Pues… - miró el reloj - ¡Dios! – dijo alucinada - ¿Mi reloj está mal
verdad? No pueden ser las cinco de la tarde.

A: Sí, sí que lo son – contestó ella mirando el suyo – y por lo que veo
somos las únicas que quedamos y el camarero nos mira con ganas de
que nos marchemos.

E: Mierda – protestó mientras sacaba el móvil del bolso – ¡joder!

P: Anda mamá has dicho una palabrota – dijo tapándose la boca con
las manos.

M: Shh… ven con mami, cariño – contestó dándose cuenta de lo que


le pasaba a Esther.

E: Estoy sin batería, ¡joder! – se maldecía.

M: Esther, el niño – le advirtió.

E: Me tengo que ir – dijo cogiendo sus cosas rápidamente – luego te


veo cariño – le dio un beso a su hijo – hasta luego – y salió corriendo
de aquel restaurante, llegaba tarde, muy tarde y ni siquiera se había
dado cuenta… ¿Cómo podía haberse olvidado de Raquel cuando
estaba a punto de pedirle que fueran a vivir juntas?

En el restaurante, Maca miraba la puerta por la que había


desaparecido Esther, con Pedro sentado en sus piernas le dio un beso
en la cabeza al tiempo que deseaba que Esther volviera a entrar.

P: ¿por qué se ha ido mamá? – preguntó a Maca.

M: Tiene cosas que hacer, cariño y se le ha hecho tarde – miró a Ana


quien le respondió a la mirada dándole tranquilidad.

P: ¿Y cuando vamos a volver a estar los tres juntos? – preguntó de


nuevo – me gusta que estemos juntos.

M: Y a mí, cariño – contestó – a mí también… - dijo aun sabiendo que


aquello no era posible.

Llegó a casa con los nervios a flor de piel y la sensación de


culpabilidad por haberse olvidado de ella haciéndola sentir mal con
ella misma. Abrió y cuando dejó la chaqueta escuchó ruido en la
cocina lo que le dijo que Raquel ya estaba allí. Suspiró hondo,
esperando ver su rostro enfadado y su mal humor, seguro que le

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había sentado como un tiro que se olvidara de aquella cita y ahora


estaba segura que tendrían una bronca… Raquel no entendería que
hubiera ido a comer con Maca y no le hubiese avisado… no, no lo
entendería… se enfadaría, la decepcionaría…

R: Hola, cariño – saludó Raquel con un beso en los labios, una sonrisa
y sin ningún gesto que hiciera ver que estaba enfadada - ¿Cómo
estás? ¿Cansada?

E: Ehh… s…sí, un, un poco – dijo mirándola extrañada – siento haber


llegado tarde… al final…

R: Sí, ya me ha contado Teresa – le dijo cortándola con tranquilidad y


haciendo que Esther estuviera aún más fuera de juego - ¿Has
comido? – quiso saber – seguro que no te ha dado ni tiempo…

E: He comido sí – contestó andando tras ella mirándola sin saber qué


pasaba allí - ¿Cómo… como es que has hablado con Teresa?

R: Al llegar y ver que no estabas me preocupé – le contestó con


tranquilidad – así que llamé al hospital y me ha contado lo que ha
pasado… - siguió - ¿Estás muy cansada? ¿De verdad que has comido?
– repitió – pero comer, comer… no eso de un sándwich en cinco
minutos entre operaciones…

E: Sí, sí que he comido – continuó diciendo, ¿Qué le había dicho


Teresa?

R: Bueno… te creeré – dijo sonriendo – y cuéntame, ¿como han ido las


operaciones? ¿Habéis conseguido salvar al niño? – siguió preguntando
ante una Esther que no tenía ni idea de lo que le estaba diciendo –
Teresa me dijo que había entrado muy, muy mal… menos mal que
aun no te habías ido – continuó – eres la mejor enfermera del
mundo…

E: S… sí… sí que, que lo salvamos - la miró aún extrañada, tendría


que hablar con Teresa… ¿A qué había venido aquello? Y lo más
importante ¿Por qué ella no la sacaba de su error?

R: Me alegro – la besó – si es que mi chica vale millones – continuó

E: Y… ¿y tú como has pasado el día? – quiso saber, tragando saliva.

R: Bien, bien – contestó – aunque me has dejado con el come, come


por saber de qué querías hablarme.

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E: Ya… esto… bueno era sobre… - carraspeó – ejem… sobre lo de… lo


de irnos a vivir juntas – soltó haciendo que Raquel al mirara
esperando que siguiera – verás yo… creo que… que ha llegado el
momento – dijo tal y como lo había ensayado varias veces, haciendo
que su chica no pudiera más que sonreír – vamos que, que quiero que
vivamos juntas – soltó.

R: ¿De verdad? – preguntó con una enorme sonrisa.

E: Sí – contestó contagiándose de ella – de verdad.

R: ¡Dios! – exclamó – creí que me dirías que no… tenía tanto miedo –
dijo abrazándola y Esther se dejó abrazar… así debían ser las cosas,
era lo normal en una relación tan larga - ¿Sabes qué? – volvió a
mirarla – vamos a buscar una casa para los tres – le dijo – una que
nos guste y… la decoraremos juntas y haremos de ella nuestra casa…
- terminó de decir.

E: Nuestra casa – repitió.

R: Sí, mi amor – decía besándola – nuestra… tuya y mía… nuestro


hogar…

Mientras Raquel hablaba, imaginaba, se ilusionaba, Esther no hacía


más que preguntarse una y otra vez porqué no le había dicho la
verdad sobre aquella comida, porque había dejado que la excusa de
Teresa le sirviera de tapadera… no había estado haciendo nada malo,
solo había ido a comer con su hijo, una amiga y la que un día fue su
mujer pero que ya no era nada en su vida ni lo sería… se sentía mal,
realmente mal y sin embardo dejó pasar los minutos, las horas, los
días sin decirle la verdad.

Había pasado una semana, habían visto unos cuantos pisos y no les
gustaban ninguno… el primero tenía poca luz. El segundo era
demasiado pequeño. El tercero tenía demasiada luz y el cuarto era
demasiado grande para tres personas. Todos parecían tener fallos,
todos parecían no ser los idóneos para ellas… y de una manera
inconsciente era Esther la que le sacaba los fallos haciéndole ver a
Raquel por qué no podían irse a alguno de ellos y logrando que ésta,
tras pensarlo un poco le diera la razón.

Durante esa semana, Maca había seguido llamándola, intentando


quedar con ella, siendo atenta con ella e incluso facilitándole las
cosas cuando necesitaba que se quedara con Pedro por alguna
cuestión. La empresaria, cuando se enteró que estaban buscando un
piso había quedado bastante tocada pero aún así no desistió, sabía

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que iba a pasar, lo tenía claro desde que Esther le contó la posibilidad
de aceptar y… se había estado preparando para ello… al fin y al cabo,
la enfermera tenía su vida formada con Raquel.

Pedro había insistido varias veces tanto a Maca como a Esther en


verse de nuevo todos juntos y pasar un rato en el parque o en algún
lugar. Por suerte para la enfermera, las veces que había hecho
referencia a aquella comida, Raquel no estaba con ellos, por lo que su
“mentira” seguía sin descubrirse… y no podía dejar de quitárselo de
la cabeza… los remordimientos no dejaban de atormentarla cada vez
que lo pensaba y cuando veía a Raquel sentía la necesidad de decirle
la verdad, era una tontería ocultarle algo como aquello, con eso solo
lograba darle más importancia de la que tenía, convertirlo en algo
malo cuando no había sido para nada algo reprochable… aún así,
callaba y no se lo contaba, al fin y al cabo, pensaba, si no se lo había
dicho el primer día ¿qué sentido tenía hacerlo ahora?

Esa tarde, Maca se había presentado de nuevo en el hospital con el


fin de invitar a Esther a tomar un café, la enfermera había declinado
la invitación y por mucho que Maca insistió no logró una respuesta
afirmativa, así que bajando los hombros y sintiéndose decepcionada
subió a su coche y tras echarle una ultima mirada a la enfermera se
fue adentrándose en el intenso tráfico de Madrid.

Por su parte, Esther una vez la empresaria había desaparecido de su


campo de visión, suspiró algo aliviada. No debía quedar con ella, no
debía entrar en aquel juego, no quería hacerlo. Iba a vivir con Raquel,
estaban buscando piso y tenía que centrarse en eso. Así que una vez
más, dio una respuesta negativa a su invitación y sintiéndose
agobiada entró en su coche y puso rumbo a casa.

Una vez en casa se encontró con la luz bajada. Las persianas echadas
dejando fuera el sol. Una música suave y relajante y un aire
romántico que le encantaba. Raquel sentada en el sofá la esperaba
con una sonrisa en los labios y una copa de vino entre las manos.

R: Hola, mi amor – dijo sensual levantándose y acercándose a ella –


espero que no vengas muy cansada – decía mientras la tomaba por
las caderas – porque… lo que te tengo preparado, requiere hacer
bastante ejercicio…

E: ¿Y esto? – contestó con una sonrisa acariciando la cintura que


dejaba al descubierto el pequeño top que llevaba puesto su chica.

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R: Sorpresa – susurró en su oído antes de morderle el lóbulo de la


oreja – hoy tenemos toda la tarde y la noche para nosotras – decía
con sensualidad – así que vamos a aprovecharla…

E: Tengo que… que ir a recoger a Pedro – soltó sin ganas ninguna de


moverse de allí.

R: No, no – contestó llegando al cuello – he llamado a Diego y le he


pedido que se quede con él – continuó – necesitamos intimidad –
siguió diciendo – hace exactamente… cuatro días que no hacemos el
amor – seguía mordiendo su cuello, al tiempo que comenzaba a
meter las manos bajo la ropa – así que…

E: Así que… - sonrió ella empujándola con parsimonia para llevarla


hasta el sofá.

R: Umm – soltó cuando ahora fue la enfermera la que comenzó a


besar su cuello, para llegar escasos segundos después a su boca y
besarla hundiendo la lengua en ella.

Comenzaron un beso fiero, dejando que la pasión se hiciera más


fuerte, dejando a sus manos vagar por sus cuerpos mientras se iban
despojando de la ropa con urgencia. Raquel tomó a Esther de las
caderas y en un movimiento absolutamente lujurioso la tumbó en el
sofá y sobre ella comenzó a besarla por todos lados haciendo que la
enfermera perdiera el aliento…

E: Ummm…. Cariño – soltó en forma de gemido cuando Raquel


empezó a indagar bajo sus braguitas.

R: Uff… ¿te gusta? – dijo mirándola y viendo como cerraba los ojos
totalmente entregada.

E: Me encanta – contestó con un movimiento involuntario de sus


caderas.

Viéndola de esa guisa, Raquel se excitó mucho más, sabiendo que


Esther estaba totalmente entregada a ella, a sus caricias, comenzó a
darle movimiento a su mano, sonriendo al ver como Esther buscaba
más contacto. Besando su pecho con ímpetu, acelerando más las
caricias en su sexo, encendiéndose ella al verla disfrutar como lo
hacía.

E: Uff… más rápido – pedía con los ojos cerrados y sintiendo que le
faltaba el aliento – más rápido, cariño… - y Raquel aceleró más sus
caricias - así… así… sigue… sigue… sigue Maca…

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Sus ojos se abrieron como platos, sus movimientos pararon al


instante y su cuerpo se tornó rígido en una fracción de segundo ¿Qué
había dicho? ¿había nombrado a Maca en una situación como esa?
Miró a Raquel, quien como ella se había quedado petrificada en el
sitio. La miraba con una mezcla de enfado, decepción, dolor y rabia
que casi daba hasta miedo.

E: Ra… Raquel – consiguió articular aún sin haberse repuesto de


aquella sorpresa que ni ella misma se había esperado.

Raquel no contestó. Desvió la mirada y en un segundo cerró los ojos,


se despegó de su cuerpo y sin decir absolutamente nada comenzó a
vestirse. Sin hablarle, sin tan siquiera mirarla ni un instante, recogió
sus cosas y se dirigió a la puerta.

Nerviosa, confusa, impactada, Esther consiguió ponerse algo de ropa


y salió corriendo tras ella. La encontró abriendo la puerta, así que en
dos pasos llegó para lograr cerrarla de nuevo, Raquel quedó parada
mirando la madera.

E: Cariño…

Con un movimiento brusco Raquel evitó que llegara a tocarla. Esther


bajó la vista, aún preguntándose como había pasado algo como
aquello. Espero unos instantes a que Raquel, al menos, la mirara, sin
embargo no lo hizo y la enfermera más parecía perder los nervios.

E: Raquel, por favor – dijo sintiendo como sus ojos se aguaban – no…
no sé lo que me ha pasado… escúchame por favor…

R: Ya hablamos – la cortó – en este momento lo único que quiero es


escucharte – terminó de decir intentando abrir de nuevo la puerta.

E: No… no espera por favor – volvió a pararla – por favor no quería


decir eso… por favor, Raquel hablemos…

R: Esther… - inspiró profundamente – es mejor que no hablemos


ahora.

E: Pero no puedes irte así… - continuó – no es lo que piensas…

R: ¿Y qué se supone que tengo que pensar? – preguntó dolida – Te


hago el amor y tú nombras a tu ex… ¿Qué es lo que tengo que
pensar?

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E: Ha sido… ha sido un error… yo – no sabía como disculparse porque


realmente no tenía excusa – no sé qué me ha pasado.

R: Ja – rió irónica - ¿No sabes qué te ha pasado? – dijo elevando el


tono - ¿No lo sabes? Porque está bastante claro – decía como si fuera
obvia la respuesta.

E: No… no es lo que estás pensando de verdad – repitió de nuevo.

R: No repitas eso más – dijo mirándola con rabia – está claro lo que ha
pasado – siguió – para ti la que te estaba follando era ella ¿no? Eso
pensabas… ¡estabas imaginando que era ella la que te estaba
follando no yo!

E: No… claro que no… - dijo sin argumento alguno.

R: Por favor, Esther – contestó cabreada – deja de negar lo evidente.

E: Es que no es así… solo…

R: Mira Esther, ¿sabes qué? – la miró – se acabó.

E: Raquel, no, no por favor, no digas eso…

R: Se acabó – repitió – esto se terminó… está claro que tú aún sientes


algo por ella… joder si hasta la nombras cuando YO te estoy haciendo
el amor – recalcó el yo – y no estoy dispuesta a soportar eso…

E: Pero… - intentó intervenir.

R: No…digas…nada – dijo con rabia haciendo pausas entre cada


palabra – no digas nada – repitió más rápidamente – mejor ve a
tirártela que es lo que estás deseando.

E: Raquel… por favor – pidió de nuevo sintiendo ganas de llorar.

R: Déjame salir, Esther – le pidió si no salía de allí iba a explotar y no


quería.

E: Escúchame, cariño – ignoró su pedido – te quiero…

R: Vete a la mierda – continuó diciendo sin poder evitar su enfado –


quítate de la puerta, Esther – decía perdiendo la paciencia.

E: No, habla conmigo, por favor.

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R: ¡Que te quites joder! – dijo con locura y con un movimiento muy


brusco la empujó para que se apartara y abriendo la puerta salió de
allí como alma que lleva al diablo, sin ver como Esther se empotraba
contra uno de los muebles de la entrada golpeándose la espalda.

Días después, Maca, bastante preocupada miraba a su hijo el cual


casi no había dicho ni una sola palabra desde que había ido a
recogerle al colegio. Su profesora al verla le había comentado que
había estado bastante retraído e incluso enfadado con todo el mundo.
Sentada en el sofá, lo miraba colorear un dibujo que había
comenzado a pintar nada más llegar a casa.

Había llamado a Esther, quería hablar con ella y saber qué había
pasado. Sin embargo, la enfermera no había contestado a ninguna de
sus llamadas, cosa que por otra parte también la tenía algo triste,
pues parecía que con ella daba un paso adelante para luego
retroceder cuatro más.

M: Pedro – lo llamó haciendo que el pequeño levantara la cabeza un


segundo para volver a su dibujo – Pedro – volvió a llamarlo – ven,
anda, ven conmigo.

Pedro dejó de pintar y se levantó andando con rostro serio y triste


hacia el sofá, la empresaria lo tomó en brazos y lo sentó en su
regazo. El niño quedó mirando hacia el suelo y Maca lo besó en la
cabeza y acarició su pelo.

M: A ver… ¿qué le pasa a mi campeón eh? – le preguntó, Pedro se


encogió de hombros – ¿no me lo quieres contar?

P: No sé – dijo levemente.

M: ¿Y por qué estás así umh? – insistió.

P: No quiero que te enfades – dijo triste.

M: Yo no me voy a enfadar, mi amor – hizo que la mirara - ¿Por qué


crees eso?

P: Porque mamá está enfadada – contestó.

M: ¿Mamá está enfadada? – preguntó mirándolo extrañada, el niño


asintió - ¿Y no sabes por qué?

P: No – le dijo – pero grita… - continuó diciendo haciendo que Maca se


preocupara bastante – y llora en su cuarto – siguió.

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M: ¿Llora? – decía inquieta.

P: Sí – afirmó – y yo no quiero que esté enfadada. Quiero que esté


como siempre – le dijo de nuevo bajando la cabeza.

M: Pedro – levantó su mentón para que volviera a mirarla - ¿llora


mucho?

P: Sí – volvió a decir – y grita… el otro día le gritó mucho al tito Diego


– contestó – y tiró el móvil al suelo y se rompió y se fue a su cuarto a
llorar… - siguió diciendo tristemente.

M: Ya… - no sabía que decirle, lo abrazó fuerte y lo besó en la cabeza


mientras no era capaz de pensar en otra cosa que no fuera lo que le
había dicho su hijo… ¿qué le pasaba a Esther?

Muy, pero que muy preocupada, decidió llevar ella misma a Pedro a
casa de Esther y así ver por sus propios ojos qué era lo que pasaba.
Quería hablar con ella, saber qué le había ocurrido para que hasta el
niño se diera cuenta y le afectara del modo que le estaba afectando.

Llegaron y llamaron a la puerta, esperando un par de minutos hasta


que a fin escucharon ruido tras la madera. A los pocos segundos una
Esther con muy mala cara abría la puerta medio sonriendo a su hijo y
clavando una seria mirada en Maca.

E: Hola, cariño – dijo agachándose para darle un beso.

P: Hola – contestó entrando.

E: ¿Qué haces aquí? – preguntó levantándose y disimulando un gesto


de dolor.

M: Quiero hablar contigo – le dijo con algo de seriedad.

E: Pues yo no quiero hablar contigo – contestó intentando cerrar la


puerta.

M: Esther – la paró – por favor – le dijo – quiero saber qué te pasa… el


niño me ha dicho que…

E: Lo que a mí me pase, Maca, no tiene nada que ver contigo – la


cortó, lo único que quería era que se fuera, por ella estaba como
estaba y no quería verla.

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M: Si tiene que ver conmigo cuando está afectando a nuestro hijo –


contestó – así que vamos a hablar, por favor – dijo acercándose a ella
y de modo inconsciente puso su mano en la espalda de Esther para
dejarle pasar delante de ella…

E: Auu ¡Joder! – protestó con un gesto de dolor.

M: ¿Qué… qué pasa? – preguntó con preocupación al ver su gesto -


¿qué tienes ahí?

E: Nada – se alejó – no tengo nada.

M: Esther, ¿qué tienes ahí? – volvió a preguntar acercándose – déjame


ver – intentó levantarle la camiseta.

E: No tengo nada, Maca, déjame – intentó esquivarla.

M: Estate quieta – pidió levantando al fin la camiseta – ¿pero que…?


¿Qué te ha pasado? – dijo mirando aquel enorme morado que tenía
en la espalda.

E: Nada – se alejó.

M: Esther, ¿qué es lo que está pasando? – dijo creando mil películas


en su mente.

E: No pasa nada, Maca, por favor, márchate y déjame sola… - pidió –


no quiero verte Maca.

M: No pienso marcharme hasta que no hablemos – dijo con seguridad


sentándose en el sofá a la espera de que Esther hiciera lo mismo –
pienso quedarme aquí hasta que me cuentes qué es lo que está
pasando – sentenció, y Esther supo que no se iría… y una parte de
ella misma se lo agradeció, esa parte que le decía que la
necesitaba… sin embargo, otra le decía que la echara que por su
culpa Raquel se había marchado… que de nuevo volvía para
fastidiarle la vida… esta vez, tan solo con su presencia…

Esther se sentó a su lado y comenzó a jugar con el filo de su camisa.


Maca la miraba esperando que dijera algo pero ella no sabía por
donde empezar. Estaba tan enfadada, tanto… con Maca por aparecer,
con Raquel por dejarla pero sobre todo con ella misma, con ella por
no haberla podido olvidar, por necesitarla, por desearla, por
quererla… por no ser capaz de confiar en ella… por no poder seguir
con su vida…

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M: Esther – dijo Maca sacándola de sus pensamientos – estoy


montándome un montón de películas y ninguna buena, así que por
favor – decía seria – dime qué te ha pasado.

E: Nada, me di con el mueble de la entrada – contestó.

M: Ya… - la miró de lado - ¿Raquel ha tenido algo que ver? – preguntó


y Esther levantó la mirada súbitamente - ¿Te lo ha hecho ella?

E: Claro que no – dijo con seriedad – Raquel nunca me haría algo así –
seguía diciendo – nunca me ha tocado, no vuelvas a insinuar eso.

M: Vale… perdona – contestó algo más aliviada.

E: Bien… ahora ya te lo he dicho, ya puedes marcharte – siguió.

Maca se levantó, haciéndole creer que se iría, sin embargo y para


sorpresa de Esther tomó rumbo al baño donde buscó el botiquín, de
ese modo, volvió con una pomada al salón y se sentó tras ella.

M: A ver, déjame ver – dijo levantándole levemente la camiseta.

E: ¿Qué haces? – preguntó mirándola por encima del hombro.

M: Voy a ponerte esto – le enseñó la pomada – estate quieta no quiero


hacerte daño.

E: Un poco tarde para eso – susurró, por suerte Maca no la escuchó y


Esther se arrepintió de decirlo en un segundo – au – se quejó cuando
sintió los dedos de Maca extender la pomada.

M: Perdona – separó los dedos un segundo para volver a masajear la


zona afectada – solo es un momento… - la miró, viendo que Esther
cerraba los ojos ante aquella caricia. Estaba tan bonita así… tanto –
Pedro dice que… que estás triste – dijo tras un silencio prolongado
mirándola un segundo para volver la vista al morado.

E: Raquel me ha dejado – dijo sin mirarla.

M: Lo siento – soltó.

Estuvieron en silencio durante unos segundos más, como asimilando


la nueva información. Esther sentía alivio por las caricias de Maca y
cerraba los ojos sintiendo sus dedos en la espalda. Maca por su parte,
no sabía qué hacer o decir. La miraba intentando buscar palabras

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adecuadas y no encontraba ninguna que hiciera que algo entre ellas


mejorara.

M: Esto… esto ya está – dijo separándose de su cuerpo. La enfermera


se dio la vuelta y la miró - ¿Cómo estás? – dijo quedamente
apartándole un mechón de pelo de la cara.

E: Bien… - susurró – no me duele.

M: No… no me refiero al hematoma – la miró a los ojos.

E: He estado mejor – medio sonrió.

M: Ya… - un nuevo silencio entre ellas y el deseo profundo de besarla


lo ahogó dentro de su alma - ¿por qué lo habéis dejado? – se atrevió a
preguntar.

E: Supongo que… que hay cosas que no… que no…

M: Vale – dijo viendo que Esther no era capaz de seguir - ¿Tiene


arreglo? – preguntó.

E: No lo creo – continuó sincera.

La tentación era demasiado grande como para ignorarla pero sabía


que no era el momento, Esther seguramente la rechazaría. Y aunque
sus deseos por besarla, estrecharla entre sus brazos y amarla era lo
más fuerte que había sentido en mucho tiempo ahora sabía que no
era el momento idóneo para ello.

E: Siento haberte preocupado – habló incapaz de quedarse callada


por más tiempo.

M: No importa – sonrió.

Hizo amago de acercarse y se separó de nuevo, no podía hacerlo…


Esther estaba demasiado vulnerable y además estaba convencida
que Esther ya no quería tener nada con ella… y ella tampoco
soportaría tenerla o besarla para a la mañana siguiente encontrarse
de nuevo sola.

M: Será mejor que me vaya – dijo sabiendo que si no se marchaba


cometería una locura.

E: Sí… - afirmó sabiendo lo que le decían sus ojos…

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M: Esther yo…

E: No, por favor – la calló – no digas nada.

M. Vale – dijo bajando la cabeza y levantándose - ¿Puedo… puedo


llamarte?

E: Maca…

M: Déjame intentarlo Esther – pidió.

E: ¿Qué es lo que quieres intentar, Maca? – preguntó, tal vez era hora
de poner las cosas claras.

M: ¿No es evidente? – le devolvió la pregunta, volvió a mirarla – dime


una cosa, Esther… hay… hay alguna posibilidad de… - Esther la miró
– quiero decir… ¿Si lo intento…? – preguntó.

E: No lo sé, Maca – dijo con una leve sonrisa – ahora mismo yo no…

M: Vale – puso un dedo en sus labios haciendo que callara – no lo


digas – le pidió – no me dejes sin esperanzas… por favor – le pidió y
no supo por qué Esther no le negó nada – me voy – dijo sin separarse
de ella – te… te llamaré.

Quedaron mirándose una vez más, como si sus ojos fueran imanes
que se atraían sin remedio. Maca dio un paso al frente y Esther quedó
paralizada. Posó las manos en su cadera y sin apartar los ojos de los
de la enfermera se fue acercando lentamente. Esther la veía
acercarse, sentía sus manos dejando leves caricias en su cintura y su
boca cada vez más cerca. Maca sonrió, miró sus labios y en el último
segundo cambió de dirección, dejando un beso en su mejilla, no era el
momento, aún no.

M: Hasta luego – susurró en su oído separándose al fin y dejando a


una Esther que intentaba recuperar el aliento…

Había dejado pasar un tiempo más que prudencial para dar un paso
más. No había querido agobiarla y queriendo darle tiempo se limitaba
tan solo a llamarla y mantener alguna que otra charla tranquila con
ella. Sin invitarla a nada, sin insistir en verla demasiado, si Esther
decía que no, era que no y ella se limitaba a no atosigarla. Pero ese
día, al fin, había logrado que aceptara cenar con ella. Todo un logro y
por ello estaba eufórica, andando como en una nube, sonriendo a
cada instante y organizando la mejor cena del mundo.

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Estaba en su despacho, haciendo la reserva del restaurante, nada


demasiado estrambótico, sabiendo lo poco dada que era la enfermera
a sitios lujosos, así que el restaurante “A la Carta” le pareció un lugar
perfecto. Algo intimo sin ser excesivo, un lugar acogedor y pequeño a
la par que elegante y muy bien organizado.

La dueña del restaurante le confirmó la reserva para las diez de la


noche y a petición de Maca, les reservó una mesa que estando algo
apartada no quedaba aislada del resto. Tras realizar la reserva llamó a
una floristería encargando un ramo de rosas blancas, las preferidas
de Esther y las hizo llevar al hospital con una nota en la que se leía
“Gracias por aceptar” escueta y simple, quizás algo demasiado
impersonal pero lo suficientemente personal para el punto en el que
se encontraban en ese instante.

Radiante, terminó con sus llamadas y comenzó a sumergirse en los


informes que tenía sobre la mesa, esperando que le tiempo se
apiadara de ella y pasara más rápido de lo que normalmente hacía.

En el hospital, Esther andaba de un lado para otro asistiendo a los


médicos que la requerían. Había aceptado esa cena con Maca porque
le apetecía y porque ya era hora de descubrir si realmente la
empresaria había cambiado tanto como decía. Cuando llegó a
recepción Teresa olía las flores que acababan de llegar y mirando
hacia todos lados intentaba leer la tarjeta que traían.

E: ¿Quién te manda flores, Teresa? – preguntó con una sonrisa.

T: No son para mí – contestó – sino para ti.

E: ¿Para mí? – dijo sintiéndose halagada - ¿De quien?

T: Pues no sé – contestó tendiéndoselas – pero traen una tarjeta.

E: A ver – la buscó y la leyó – Maca… - susurró.

T: Esther – lo había oído - ¿Tú estás segura de lo que estás haciendo?

E: ¿Y qué estás haciendo? – quiso saber.

T: Hija… no hay que ser muy lista para saberlo – dijo señalando las
flores – a Raquel tuve que mentirle aquella vez porque te habías ido
con Maca… te llama cada día y ahora te manda flores… blanco y en
botella…

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E: Ya – dijo mirando las rosas – mira Teresa… a estas alturas no estoy


segura de nada – contestó – pero quiero ver si… si es sincera… algo
me dice que es sincera – siguió diciendo – y quiero ver si ha cambiado
de verdad, si aún hay algo por lo que… por lo que luchar – terminó de
decirle.

T: ¿Entonces aún la quieres? – preguntó mirándola y consiguiendo que


Esther la mirara a ella.

Terminaba de revisar las ventas de aquel mes, bastante más bajas de


lo que en un principio habían pensado. Resopló, aquello parecía que
no terminaría y cada vez que creían haber solucionado los problemas
surgían otros que les decía que debían permanecer alerta. En ello
estaba cuando la puerta se abrió y Julia pidió paso algo nerviosa.

M: ¿Qué pasa Julia? – preguntó al ver su cara – más problemas no, por
favor… - le pidió ante la cara de circunstancia de su secretaria.

J: Ehh… bueno, verás, ha llamado el representante de bodegas Wilson


en Lyon… - decía moviendo las manos – quieren tener una reunión
contigo – le informó.

M: Uff… otra vez – decía algo cansada de tanto viaje – vale, espera
que mire la agenda… - dijo mientras la sacaba para mirarla.

J: La quieren mañana a primera hora – continuó haciendo que Maca


levantara la cabeza.

M: ¿Cómo mañana a primera hora? – preguntó – ¿y lo han decidido


ellos?

J: Sí… bueno, parece importante – siguió, sabiendo que aquella


reunión trastocaría todos los planes de Maca.

M: Muy bien, será importante – continuó comenzando a alterarse –


pero no pueden concertarla de un día para otro – le dijo – ni siquiera
para qué quieren que nos reunamos.

J: Dicen que enviarán un fax a lo largo de la mañana – siguió – según


me han dicho por encima, es por algo sobre los costes de los envíos y
el contrato…

M: ¡Joder! – Protestó soltando con fuerza la agenda sobre la mesa - ¿y


no pueden esperar? – Julia negó con la cabeza – vale… ponme con
Pierre Dubois – le pidió – quiero saber a qué viene tanta urgencia.

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Dicho esto, Julia le comunicó con el tal Pierre con el que estuvo
hablando y discutiendo durante varios minutos para después colgar
de un golpe el teléfono… tenía que viajar sí o sí…

M: Julia – la llamó – búscame un vuelo para Lyon y un hotel por favor –


le pidió desilusionada – me cago en la leche – bufaba mientras
telefoneaba de nuevo – Tenía que ser hoy, joder – marcaba los
números – precisamente hoy.

T: ¿Hospital Central, dígame? – respondió Teresa al otro lado de la


línea.

M: Teresa… soy… soy Maca… ¿podrías pasarme con Esther, por favor?
– contestó bastante nerviosa.

Teresa no tardó demasiado en pasarle la llamada a la enfermera que


nada más cogerlo se alejó un poco de la recepcionista.

E: Hola – contestó e inevitablemente una sonrisa salió de sus labios.

M: Hola… ¿Cómo estás? – preguntó haciendo tiempo para buscar el


mejor modo de decirle lo que tenía que decirle.

E: Bien, aquí, mirando unas flores que me han mandado – dijo


mirando a Teresa y haciéndole un gesto para que se apartara – y con
Teresa de parabólica, claro.

M: Ya… ¿Te han gustado? – quiso saber.

E: Sabes de sobra que son mis flores favoritas – contestó – así que sí,
me han gustado.

M: Me alegro – sonrió, al menos algo, ese día, le había salido bien.

E: ¿Y tú qué tal? – preguntó ahora ella.

M: Pues… hasta hace unos veinte minutos bien – dijo jugueteando


con un papel que tenía delante – pero me han fastidiado el día.

E: ¿Por? – preguntó con el ceño fruncido.

M: Verás… lo de la cena de esta noche… - cerró los ojos, apretó los


labios y se llevó la mano al pelo – no… no va a poder ser… me… me
ha surgido una… una reunión en Lyon y tengo que salir esta noche
hacia allí – terminó de decir, temiendo como se lo podría tomar

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Esther… pues varias veces antes había puesto esa misma excusa en
el pasado, varias veces había tenido una “reunión sorpresa” que no
eran tales… y aunque esta vez era totalmente cierto… Esther podría
tomárselo por otro lado y eso le hacía sentirse aterrada.

E: Ya – contestó sin más – pues nada… lo dejamos para otro día.

M: Esther – conocía ese tono de voz – esto ha sido algo inesperado…


tenía muchas ganas de cenar contigo, de verdad.

E: Vale – dijo de nuevo – ya hablamos Maca.

M: Esther no te enfades – pidió sabiendo que a la enfermera no le


había sentado nada bien.

E: No me enfado – contestó.

M: Te conozco, Esther y sé que te has enfadado – siguió diciendo.

E: Maca, no pasa nada – continuó – no has podido hacer nada así que
ya está…

M: Esther…

E: Ya está, Maca – la cortó, más que enfadada estaba decepcionada –


ya hablamos cuando vuelvas.

Sin dejarla contestar colgó el teléfono, miró a Teresa quien le devolvió


una mirada de circunstancia y sin mediar palabra fue hacia dentro
para continuar con su trabajo.

Maca colgó el aparato y quedó mirándola, sabiendo que a Esther no


le había sentado nada bien todo aquello. Suspiró, cogió el fax que
acababa de llegar y leyéndolo volvió a tomar el teléfono para una vez
más llamar por teléfono.

Varios malabarismos después, tras una nueva discusión y la amenaza


de rescindir el contrato que tenían. Después de buscar
desesperadamente un vuelo y anular la reserva del hotel, Maca
conseguía salir del trabajo casi a media tarde.

Llegó a casa, preparó lo necesario para viajar y se metió en la ducha


para arreglarse. Cuando terminó dejó todo en el maletero del coche y
se introdujo en el tráfico madrileño. Veinte minutos después,
aparcaba junto al edificio y suspirando salió del coche y anduvo los
escasos pasos que la separaban de la puerta.

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Sin necesidad de llamar al timbre, ya que una señora salía en ese


momento entró y subió las plantas que la separaban del piso de la
enfermera. Una vez allí, llamó a la puerta y esperó a que Esther
abriera.

M: Hola – dijo mirándola, ataviada con ropa cómoda y con sorpresa en


los ojos.

E: ¿Qué haces aquí? – preguntó – creí que tenías que coger un avión.

M: Sí… pero… he conseguido aplazar la reunión unas horas – contestó


– tenemos tiempo para ir a cenar si aún quieres.

E: Creí que esa super-reunión no se podía aplazar – le dijo cruzándose


de brazos.

M: Esther – suspiró – he pasado mucho tiempo peleándome con


medio mundo para poder retrasar la reunión unas horas, con la chica
de la agencia para anular un avión y reservar otro, y te aseguro que
no ha sido nada agradable… - la miró – pero no podía permitir que
pensaras que no quiero cenar contigo, porque es lo único que me
apetece en este momento.

E: Pero dijiste…

M: Sé lo que dije – la cortó – y posiblemente me traerá problemas, los


franceses estos son demasiado intransigentes para algunas cosas y
es muy probable que la reunión de mañana vaya mal, pero no me
importa – dijo con sinceridad mirándola a los ojos – yo te prometí que
iba a hacer todo lo posible por volver a… recuperar tu confianza y si
eso me supone perder un cliente lo voy a perder…

E: Pero, Maca…

M: Me da igual – dijo acercándose a ella – todo me da exactamente


igual, lo único que me importa ahora es poder ir a cenar contigo… si
tú aun quieres venir – dijo mirándola con algo de suplica en sus ojos.

Esther la miró, la miró y vio que realmente había cambiado, la otra


Maca no habría hecho lo que le había contado, simplemente había
anulado la cena y se habría ido de viaje sin importarle más que su
empresa, y ahora, verla ahí, saber los malabarismos que había tenido
que hacer y soportar incluso saber que podía perder uno de sus
clientes más importantes era algo que le hacía que realmente Maca

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estaba bastante implicada en lo que quería y lo que quería era… a


ella.

E: Deja que me cambie – dijo regalándole una sonrisa – ¿Podrías


llamar a mi hermano para que venga a quedarse con Pedro?

M: Claro que sí – contestó ampliando ella su sonrisa, viendo como


Esther entraba a cambiarse y entrando tras ella…

Nada más entrar en el restaurante, una chica las guió hasta su mesa
y les entregó la carta del menú. Mientras Esther le echaba un vistazo,
Maca no podía apartar la mirada de ella, la enfermera sabiéndolo
intentaba ocultarse tras la carta con rubor en sus mejillas, hacía
tiempo que no se ruborizaba por algo como una simple mirada, De
hecho, la última vez que le pasó, fue en una situación parecida… en
un restaurante y con la misma compañía.

E: Deja de mirarme así – pidió sin levantar los ojos del menú.

M: ¿Cómo te miro? – preguntó con una sonrisa pícara.

E: como lo estás haciendo y sabes que me pones nerviosa – le


contestó mirándola tan solo un instante.

M: ¿Te gusta el sitio? – quiso saber satisfecha de saber que había


cosas que no cambiaban y sabiendo lo que había provocado en su ex.

E: Sí, está muy bien – dijo mirando a su alrededor – no lo conocía.

M: Yo tampoco – continuó ella – pero dicen que se come muy bien.

E: Enseguida lo sabremos – afirmó.

Una camarera llegó para pedir nota de las bebidas y fue Maca quien
se encargó de pedir el vino, una vez la chica se marchó, volvió a
mirar a Esther quien parecía bastante distraída en la decoración del
local.

M: ¿Estás bien? – preguntó queriendo comenzar una conversación y


sin saber muy bien como.

E: Sí – contestó mirándola.

M: ¿Te sientes a gusto? – volvió a preguntar – con… conmigo, me


refiero.

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E: Bueno… sinceramente, estoy un poco a la expectativa – contestó


queriendo ser sincera – no sé qué quieres de esta noche

M: Ya… - bajó la cabeza – no busco nada en concreto – le dijo –


simplemente que pasemos un rato agradable juntas.

E: Entonces por ahora vas por buen camino – le dijo regalándola una
sonrisa amplia que a Maca le supo a gloria.

La camarera llegó con el vino y tras probarlo, Maca le dio pie a que
siguiera sirviendo. Bebieron un sorbo mirándose a los ojos y sonrieron
ante aquella situación tan extraña como cómoda y grata.

Comenzaron una conversación no demasiado trascendental, para


romper el hielo. Hablaron del hospital, de Claudia y sus niños, del
trabajo de Maca y por supuesto de Pedro. De cómo le iba en el colegio
y qué tal se llevaba con sus compañeros…

E: Ya lo has visto – continuaba diciendo – él encantado de que Diego


se quede con él esta noche.

M: Sí – sonrió – lo quiere mucho.

E: Lo adora – corroboró – es como… como si ídolo.

M: Sí – afirmó ahora ella – y es un buen ejemplo para Pedro – dijo


halagando a Diego – es un buen hombre y no es porque sea tu
hermano – puntualizó – siempre me ha parecido un buen tío, aunque
yo nunca le haya caído muy bien.

E: ¿Por qué dices eso? – preguntó bebiendo de su copa.

M: Esther… no hay más que verle – dijo como si fuera obvio – vamos,
al miradita que me ha echado hoy no ha sido precisamente amable.

E: Ya… supongo que él aun no… aun no confía en ti.

M: Sí… y lo entiendo – continuó – es normal, supongo… después de


todo…

Quedaron mirándose un segundo que pareció una eternidad. La


camarera llegó de nuevo para pedirles nota de los platos y una vez
decidieron lo que comerían volvieron a quedarse a solas.

M: ¿Y tú? – preguntó dejando a Esther algo fuera de juego - ¿Confías


algo más en mí?

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E: Umm… - sopesó las palabras – Aún tienes que ganarte muchas


cosas – siguió con sinceridad – pero vas ganando puntos – dijo
queriendo darle un aire chistoso a todo aquello.

M: Genial – contestó un poco más tranquila aunque no sabía muy bien


como tomarse aquello.

E: ¿Tú confías en mí? – preguntó ahora ella.

M: Por supuesto – dijo convencida - ¿Por qué preguntas eso?

E: Bueno… después de la ultima vez que estuvimos juntas… - dijo


haciéndole recordar aquella mañana en que despertó con aquella fría
y dura nota de papel – sería normal que también hubieras perdido la
confianza.

M: … - se tomó un segundo para responder – me dolió – comenzó a


decir – me… me dolió mucho despertar y no encontrarte… después
de haberte tenido y de sentirte… de… de tocarte y de… de amarte… -
quedó callada – pero… bueno tenías tus razones para hacer aquello.

E: Te… te has vuelto muy comprensiva – dijo tras una pausa alargada
y mirándola como si estuviera descubriendo una persona diferente
ante sus ojos.

M: Alguien me enseñó a entender el por qué de algunas cosas, de


algunos actos – contestó – alguien me… me enseñó que hay que, que
tener en cuenta las circunstancias y… que las personas no son tan
malas – la miraba con devoción – que las cosas pueden perdonarse…
que todo el mundo merece una segunda oportunidad.

E: Ya – bajó la cabeza reconociendo en esas palabras a una Esther


antigua, una Esther de hacía años… suspiró, elevó de nuevo la
mirada y se encontró con esos ojos color miel que la hipnotizaban
antaño y que inexplicablemente seguían haciéndolo – no fue mentira
– susurró.

M: ¿Qué? – no la escuchó.

E: Aquella noche – dijo elevando un poco más el tono de voz – no fue


mentira… - la empresaria quedó mirándola a la espera de que
siguiera – es cierto que… que quise vengarme, estaba muy, muy,
dolida y muy enfadada y tú me habías besado y yo sentía que la rabia
me comería así que… pensé que si te hacía lo mismo que tú… - Maca
bajaba la mirada – quiero decir… si, si me acostaba contigo y

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desaparecía pensaba que… que dolería menos, que dejaría de


sentirme como me sentía – continuó – así que… fui a tu casa y… te
hice el amor – Maca no la miraba – luego me levanté, escribí aquella
nota y me marché… creyendo que si… si te devolvía algo de dolor yo
sufriría menos.

M: Esther… - dijo como una súplica, no quería escuchar aquello,


estaban allí para averiguar si podrían tener un futuro, no para
remover el pasado.

E: Pero no fue mentira – repitió – no… no fingí lo que sentí – Y Maca


levantó la cabeza para mirarla – esa noche… hice lo que realmente
me pedía el corazón… yo… te quise esa noche, te amé esa noche con
toda mi alma, te hice el amor porque necesitaba tenerte de nuevo
entre mis brazos… porque… porque aún te quería – declaró – y una
parte de mi quiso quedarse para siempre contigo ¿sabes? – Maca la
miraba intentando que las lágrimas no salieran de sus ojos – de
hecho… una parte de mi se quedó contigo…

La miró, perdiéndose en su mirada… aquella noche, la noche de su


venganza Esther la había amado de verdad… ella que siempre pensó
que no había significado nada, que Esther esa noche simplemente se
limitó a “follarla” y sin embargo, le había hecho el amor, con todas las
letras… la quería… en ese momento la quería… la pregunta era… ¿la
seguía queriendo ahora?

M: Y aho…

- Aquí tienen – llegó la camarera con los platos – esperamos que


les gusten – dijo sirviéndoles – que aprovechen.

E: Ejem – carraspeó aclarándose la garganta – gracias – dijo mirando


su plato y levantó la vista a Maca – tiene muy buena pinta.

M: Ehh… sí – volvió en sí – sí que la tiene… - terminó de decir


sabiendo que aquella pregunta que se había quedado a medias debía
esperar algo más de tiempo, cuando Esther estuviera preparada para
contestar y ella estuviera realmente preparada para preguntar, pero
sobre todo, para escuchar cualquier respuesta.

Tras la cena, decidieron ir a un pub cercano. Entraron y se


encontraron con un ambiente relajado y tranquilo. La música invitaba
al baile pero pocos eran los que se atrevían. Grupos de amigos,
sentados en alguna mesa o en la misma barra hablaban entre risas
mientras daban cuenta de sus copas. Llegaron a la barra y pidieron

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algo de beber, cuando la camarera les dio sus consumiciones se


alejaron de ella dando un primer sorbo y mirando a su alrededor.

E: No hay demasiada gente – apuntó Esther.

M: Sí… bueno, mañana todo el mundo trabaja – le contestó – supongo


que eso influye bastante.

E: Sí – dijo comenzando a moverse al ritmo de la música casi sin


darse cuenta – me gusta esta canción – comentó mirando un segundo
a Maca.

M: Ya lo veo – contestó mirándola, la enfermera poco a poco se


dejaba llevar por los acordes, lo que hacía que Maca no pudiera
apartar la vista de ella – ven – tomó su mano y con la otra dejó el
vaso en una mesa cercana, casi sin importarle si había gente o no en
ella.

Sin decir más palabras llegaron al centro de la pista. Esther sonreía y


Maca la miraba sin reparos. Posó las manos en las caderas de la
enfermera y la atrajo hacia su cuerpo. Comenzando una danza lenta
que con el paso de la música fue convirtiéndose en un baile algo
provocador.

La empresaria guiaba a Esther en sus pasos, dejándole ver a todo el


mundo lo que tanta vergüenza le daba, su forma increíble de bailar.
Las manos pasaban con delicadeza por el cuerpo de la enfermera que
sin poder remediarlo se estremecía con cada movimiento. Algunas
personas las miraban, casi convirtiéndose en el centro de atención,
sin embargo, a ellas les parecía que estaban solas en aquel pub.

El ritmo invitaba a movimientos más cercanos, más sensuales y a la


vez armónicos. Esther se dejaba llevar, casi rendida a los pasos de
Maca, quien movía sus caderas pegándose al cuerpo de Esther.

En un cambio de ritmo giró a Esther sobre sí misma y quedó pegada a


su espalda. Pasando las manos por su cintura y realizando
movimientos a la par. No podía evitar que las manos se movieran por
su vientre al mismo tiempo que su cabeza se ahogaba en su cuello,
oliendo su perfume, respirando de su piel, logrando que Esther
cerrara los ojos y se mordiera el labio.

Hay quien piensa que se puede hacer el amor en un baile, ellas


parecían lograrlo, el suave y también candente vaivén de sus
caderas, las profundas respiraciones y las leves caricias que dejaban
sus manos así lo describían. Completándose la una a la otra,

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compenetrándose con el ritmo de la música, haciendo que de ese


baile casi una provocación.

De nuevo un cambio de ritmo y una vez más frente a frente, sintiendo


el chocar de sus respiraciones, el latir fuerte de sus corazones y un
aire de deseo envolviéndolas con demasiada fuerza. Juntaron sus
frentes al tiempo que sus piernas se entrelazaban y cerraron los ojos
ante el cosquilleo que ambas sentían.

La gente las miraba, susurraban a su alrededor, algunos alucinaban,


otros las miraban con envidia, unos pocos las miraban con desagrado
pero ellas continuaban en esa burbuja donde no había nadie más,
donde solo existía la música, y sus cuerpos rozándose con el deseo a
flor de piel.

Maca llevó una de sus manos a la rodilla de Esther e hizo que


entrelazara la pierna en su cadera, logrando así más contacto, más
sensualidad, más calor…

Esther hipnotizada, ausente del mundo entero, como en otra


dimensión, acarició la espalda de su compañera con la yema de sus
dedos, sabiendo lo que ese gesto producía en Maca quien tembló y le
regaló una sonrisa nerviosa. Cuando aquella mano llegó al final de su
espalda se detuvo, quizás con miedo a seguir… pero con una gran
sed de hacerlo.

Los ojos chispeaban en abundante deseo, las manos comenzaban a


ponerse nerviosas por no poder continuar en sus exploraciones y sus
labios casi se rozaban. Las caderas se apretaban buscando más
contacto y el movimiento les parecía abrasador, sabían que podría
pasar cualquier cosa en esa situación que habían provocado ambas,
sabían que aquello podría terminar de una sola manera y parecía que
ninguna de ellas quería pararlo…

La burbuja se rompió cuando la música cambió y algunas personas


comenzaron a vitorearlas, ellas, aturdidas y algo avergonzadas
miraron a su alrededor, Maca sonrió ruborizara y Esther no sabía
donde meterse. Así que intentando recomponerse volvieron a por sus
copas y las dos, dieron un gran trago necesitando de algo frío que
bajara la temperatura…

Un nuevo aire de incomodidad se extendió entre ellas, tal vez aquel


baile no había sido demasiado bueno en su situación, pero no habían
podido evitarlo y si lo pensaban, tampoco habían querido evitarlo…

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La empresaria miraba a su exmujer, intentando escudriñar en su


mente y saber qué estaba pensando, buscando su mirada ahora
huidiza y con la alegría de saber que Esther había sentido lo mismo
que ella… cuando se baila de esa forma, cuando alguien se deja
llevar de esa manera, implicándose de aquel modo en un simple
baile, no pude mentir… no puede fingir la excitación creada y Maca
supo en ese momento que aún había mucho por lo que luchar, pese a
que Esther intentara negarlo, ese momento, durante ese baile, se
habían dicho muchas cosas que por el momento querían seguir
callando…

La noche terminó con una pequeña tensión entre ellas, aquel baile
había hecho mella y la sensación de sentir de nuevo sus cuerpos tan
unidos aun permanecía presente. Así que se dijeron un simple
“Buenas noches”, evitaron besarse para no tentarse y Esther bajó del
coche de a empresaria que quedó mirando como desaparecía en el
portal. La enfermera se volvió una vez entró y tras el cristal, pese a la
oscuridad de la noche sus ojos volvieron a encontrarse.

M: Sé que aún me quieres – susurró para sí misma – y te voy a


recuperar – se prometió.

E: ¿Cómo lo consigues? – se preguntaba Esther al otro lado de la


puerta sin apartar la mirada del coche de la empresaria - ¿Cómo
logras que aún me estremezca de esta manera? – seguía pensando
viendo como Maca, tras unos segundos más, volviera a poner en
marcha el vehículo para desaparecer entre el tráfico nocturno.

En el aeropuerto, con unas gafas de sol que le tapaban las ojeras un


café en la mano y una enorme sonrisa en los labios, Maca esperaba
para embarcar en el avión. A penas había dormido, por no decir que
no había dormido nada de nada, simplemente porque la felicidad que
sentía en esos momentos no la dejaba conciliar el sueño. Cerraba los
ojos y revivía aquella noche y era incapaz de dormir ni tan siquiera
cinco minutos.

Por su parte, Esther terminaba de hacer café, quedaba media hora


para que tuviera que despertar a Pedro y llevarlo al colegio. Mientras
esperaba a que la cafetera hiciera su trabajo no dejaba de pensar en
la noche anterior, cuando había sentido a Maca tan cerca… tan… tan
todo…

D: Buenos días – dijo Diego entrando en la cocina.

E: Buenos días – contestó sirviendo un par de tazas - ¿Cómo se portó


Pedro anoche?

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D: Muy bien – le dijo – estuvimos jugando un rato y luego se acostó


sin rechistar – la miró - ¿Y cómo se portó Maca anoche? – le devolvió
la pregunta.

E: Lo pasamos bastante bien – contestó.

D: Ya – continuó diciendo – y…

E: Diego, no – lo cortó antes de que dijera algo – no. – repitió más


contundentemente.

D: No he dicho nada – levantó los hombros en señal de inocencia.

E: Pero lo piensas – contestó.

D: Ya… a ver Esther – se sentó en la mesa de la cocina y esperó a que


su hermana se sentara – ven, siéntate – dijo viendo que no se movía.

E: Diego… déjalo ya – empezó a decir ella – yo… te agradezco que


quieras cuidarme y protegerme y todo eso, pero ya soy mayorcita y
que deberías no estar tan pendiente de mi, de mis líos ni de quien me
conviene más o menos.

D: Escucha, Esther – intentó hablar.

E: No, Diego – lo cortó de nuevo – yo sé que Maca me hizo mucho


daño y que no te escuché cuando me advertiste, y no sé qué pasará
entre ella y yo, tal vez no vuelva a pasar nada, quizás no volvamos
nunca a estar juntas y solo logremos recuperar la amistad o la
cordialidad o…

D: Deberías darle una oportunidad – soltó dejando a su hermana


totalmente fuera de juego.

E: ¿Qué has dicho? – preguntó como si no se creyera lo que acababa


de escuchar.

D: Que deberíais daros una oportunidad – dijo ahora hablando en


plural – mira, Esther – se acercó a ella – sabes que Maca no ha sido
santo de mi devoción, que aún estoy algo cabreado por lo que te hizo
pero… tu la quieres – acarició su mejilla – se te nota… la quieres y,
ella también te quiere – contestó – y sé que quizás necesitas tiempo
pero también sé que Maca ha cambiado – afirmó – se nota que ha
cambiado… yo lo sé y tú también lo sabes – dijo mirándola a los ojos.

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E: Yo… sé que ha cambiado – contestó – lo sé, pero… tengo miedo


Diego – dijo con sinceridad – mucho miedo.

D: Lo sé, pequeña – habló con cariño – lo sé – sonrió – pero… no creo


que debas seguir teniendo miedo de Maca… he visto como te mira…
como se preocupa por ti… por Pedro… como aun estando con Irune
seguía teniendo fotos tuyas en casa… las vi cuando le llevaba a Pedro
alguna vez… ella te quiere Esther y estoy seguro que lo ultimo que
desea es volver a hacerte daño – terminó diciendo.

E: Lo sé… es solo que… necesito más tiempo – contestó.

D: Tómate el tiempo que quieras – sonrió – estoy seguro que no va a ir


a ningún lado… - la miró con una leve sonrisa - ¿Y tú tampoco la vas a
dejar ir eh?

E: ¿Desde cuando te cae tan bien? – preguntó con una sonrisa más
amplia.

D: Bueno… no me cae bien, bien, bien… - le dijo – pero es la única


que puede hacerte realmente feliz.

E: Gracias Diego – contestó abrazándolo, a pesar de renegar, de que


siempre se enfadara cada vez que actuaba algo más protectoramente
que otras, a pesar de todo aquello, una parte de ella, la parte de
hermana pequeña necesitaba la “aprobación” de su hermano mayor.

Habían pasado dos semanas desde aquella conversación con su


hermano y Esther aun parecía no ser capaz de dar un paso hacia
adelante con respecto a Maca. Se habían visto bastante, se sentían
cómodas juntas, habían logrado recuperar la complicidad, las risas,
las “confidencias”, siendo casi más amigas de lo que habían sido
nunca pero aún así, una parte de la enfermera aún estaba reticente a
intentar algo con ella.

En uno de esos días, en los que Maca estaba en la oficina y ella tenía
día libre en le hospital, mientras Pedro estaba en el colegio, decidió
hacer algo que debería haber hecho días atrás y que por vergüenza,,
por miedo no se había atrevido a hacerlo. Pero sabía que era algo que
debía hacer, cerrar ese capítulo de una manera algo menos mala a
como había acabado. Así que se presentó en casa de Raquel,
esperando que estuviera allí. Cuando llamó a la puerta su ex abrió y
quedó algo parada al verla.

Estuvieron hablando bastante rato, aclarando algunas cosas y si bien


sabían que la relación no mejoraría, al menos no de momento, que no

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se convertirían en amigas para toda la vida, al menos, dejaron las


cosas claras y se dijeron muchas verdades. “Lo peor de todo Esther,
es que siento que mientras estuviste conmigo siempre has seguido
queriéndola a ella” le había recriminado en algún momento de la
conversación y la enfermera no pudo decir una palabra en su
defensa. Raquel tenía razón. A pesar de todo, a pesar de las
circunstancias, del dolor, de las lágrimas, Esther no había dejado
nunca de querer a Maca. La había ocultado y cerrado a cal y canto en
algún lugar de su corazón pero no la había olvidado. Y Raquel lo
sabía, se había dado cuenta de ello y quizás eso fue lo que más daño
le hizo.

Cuando salió de su casa lo hacía con un sabor amargo. Sabiendo que


le había hecho daño, que no había actuado todo lo bien que debió y
que por ello una persona había salido herida. Y aunque aquella
conversación, tal vez a destiempo, había logrado su objetivo, cerrar
ese capítulo para poder continuar con uno nuevo. Bien sabía ella que
el tiempo curaba heridas y esperaba que cicatrizara las de Raquel
como una vez hizo con las suyas para que ella también pudiera
encontrar alguien que sí la mereciera.

Esa misma noche, Maca se presentó en casa con unas pizzas, un


ramo de flores y la excusa de querer quitarle el trabajo de hacer la
cena. Con una sonrisa en los labios la invitó a pasar y Pedro, nada
más ver a su madre se abalanzó sobre ella contento por ver como
una vez más y cada vez con más asiduamente veía a sus madres
juntas y disfrutaba de aquello como lo que era, un niño que quería a
su familia unida.

P: Ya no quiero más mami – dijo el pequeño después de haberse


comido unos cuantos trozos de pizza.

M: Pues ya está – le dijo – que te has comido tu solo media pizza – rió
– venga campeón, vamos a ponernos el pijama ¿si? – miró a Esther -
¿Te importa si…?

E: No, claro – sonrió – yo voy recogiendo esto.

P: ¿Podemos ver una peli mamá? – preguntó Pedro no queriendo irse


tan pronto a la cama estando las dos con él allí.

E: Pero solo un ratito que tienes que acostarte, mañana tienes cole –
le advirtió.

P: Vale – dijo contento.

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Cuando regresaron una vez Pedro cambiado se sentaron en el sofá a


ver esa película que quería el niño. Por supuesto una película de
dibujos que el niño se encargó de elegir. Se acomodaron en el sofá,
Maca, Pedro y Esther, por ese orden y durante los primeros diez
minutos parecieron atentas a la pantalla. El niño se acomodó en los
brazos de su madre y ésta le pasó el suyo por los hombros, quedando
las manos muy cerca de las de su exmujer. Maca al verla, con un
movimiento lento acarició los dedos haciendo que Esther la mirara un
instante. Sus ojos se cruzaron y sendas sonrisas aparecieron en sus
labios.

Estuvieron de ese modo, jugando con sus manos durante un rato


más, hasta que Pedro cayó rendido y Esther se levantó para llevarlo a
su habitación. Cuando regresó, quedó en el quicio de la puerta viendo
a una Maca que parecía más nerviosa que nunca.

E: Ni se ha enterado – habló haciendo que la empresaria la mirara.

M: Ya… estaba muerto de sueño – contestó - ¿Tú qué tal estás?

E: Algo cansada, pero bien – afirmó sentándose a su lado – al final no


me contaste lo que pasó en la reunión esa…

M: Ah… bueno… ahí estamos – continuó – intentando llegar a algo


que nos beneficie a todos – le dijo – pero no es momento de hablar de
eso.

E: ¿Y de qué quieres hablar entonces? – preguntó sabiendo por donde


iría.

M: Pues… de nosotras – corroboró sus pensamientos – no sé… de todo


esto… - la miró – yo creo que necesito saber a donde nos está
llevando todo esto, Esther.

E: Ya… - dijo bajando la cabeza.

M: No quiero presionarte y – continuó ella diciendo – tampoco quiero


que me digas algo que no quieras decir o que no sientas, pero…

E: Lo sé – afirmó, tenía razón, era hora de poner algunos puntos – es


solo que… hay veces que aun no me siento segura.

M: Ya... – ahora fue ella quien bajó la cabeza – yo tampoco sé qué


más tengo que hacer – dijo abatida – te juro que no lo sé.

E: Quizás es que no tienes que hacer nada más – contestó ella.

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M: ¿Entonces? – la miró con miedo.

E: No lo sé…

M: Vale… a ver – dijo pensando en como hacer para derrumbar


totalmente aquella muralla de desconfianza que aún permanecía algo
levantada en el corazón de Esther – contéstame a una pregunta… - le
pidió - ¿Qué pasaría si yo te dijera que estoy enamorada de otra
persona? – soltó haciendo que Esther la mirara súbitamente.

Cuando sus ojos se cruzaron Maca no pudo descifrar lo que decía su


mirada, claro que no era cierto, no estaba enamorada de nadie más
que no fuera ella, pero necesitaba saber la respuesta de Esther,
necesitaba que le dijera algo, algo que hiciera por fin seguir adelante
con todo aquello.

La enfermera, por su parte, sintió algo removerse en su interior,


quería creer y creía que aquella pregunta tan solo era un suposición…
¿pero y si ocurría de verdad? ¿Y si Maca se cansaba de esperar y
decidía no seguir luchando por ella? ¿Y si se enamoraba de otra
persona? ¿Qué haría ella?

E: Su… supongo que… que si te enamoras o estás enamorada de otra


persona yo – decía con el corazón encogido – te desearía lo mejor –
siguió diciendo – te desearía que… que fueras feliz – terminó de decir
aunque sus palabras no hubieran sonado para nada convincentes.

Y Maca sintió que aquello era mentira. Sonrió, quietándole un mechón


de pelo que caía sobre su rostro y acercándose un poco más a ella.
Esther tembló por la cercanía y cerró los ojos con fuerza.

M: ¿Estás segura? – preguntó - ¿No sentirías nada?

E: Yo… - dijo abriendo los ojos para mirarla – no lo sé.

M: Mírame – clavó la mirada en ella – ¿te quitarías un peso de encima


si estuviera enamorada de otra persona? – preguntó una vez más

E: ¿Lo… lo estás? – Dijo temblando por el miedo a que fuera algo real
y no hipotético.

M: ¿Y si así fuera? – repitió, necesitaba una respuesta, pero una real y


dicha con el corazón, no una respuesta diplomática como había
sonado la anterior.

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E: Yo… - volvió a clavar los ojos en ella – no lo soportaría – susurró


quedamente.

Y Maca sonrió, sonrió como hacía tiempo no lo hacía… aquella


respuesta era “LA RESPUESTA”, la que decía y escondía todo lo que
sentía Esther por ella y su dicha no podía ser más grande. Esther la
quería, la quería de verdad y eso era lo mejor que le había pasado en
la vida.

E: ¿Estás enamorada, Maca? – preguntó ahora ella.

M: Sí – contestó regalándole una tierna sonrisa y acariciando su


mejilla – mucho – siguió – pero de ti – le confirmó, aunque ambas
sabían la respuesta, sabía que Esther necesitaba escucharlo – solo de
ti.

Esther la miró, tembló, sonrió, sintió ganas de reír y llorar a la vez. El


miedo parecía evaporarse y la confianza de un modo mágico quiso
instalarse de nuevo entre ellas. No dejaban de mirarse, perdidas en la
mirada de la otra, donde siempre quisieron quedarse.

M: ¿Y tú? – preguntó ahora Maca, en un susurro - ¿Estás tú


enamorada?

Y ahora fue Esther quien elevando la mano llegó a su rostro


acariciándolo levemente, haciendo que la empresaria se mordiera el
labio sin dejar de mirarla, la otra mano se entrelazó con la de Maca y
apretaron fuerte, como si aquella unión fuera el símbolo de unión de
sus almas.

E: Yo a pesar de todo – le dijo – nunca he dejado de estarlo.

Sonrieron, dejaron escapar las lágrimas y se abrazaron fuerte. Se


estrecharon la una contra la otra uniendo sus cuerpos y sintiendo
como sus corazones latían a mil por hora. Se separaron escasos
centímetros, los suficiente para mirarse de nuevo. Maca avanzó
pausadamente hacia su rostro y cuando Esther creyó que iba a
besarla cambió el rumbo y besó sus mejillas, luego pasó a la frente,
de ahí a la nariz, el mentón, de nuevo ambas mejillas pero no llegaba
a sus labios.

E: Maca… - pidió.

M: ¿Qué? – dijo separándose un poco de ella, acomodándose más en


el sofá para quedar más cerca de su cuerpo.

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E: Nada – peinó su pelo, con una enorme sonrisa.

M: ¿Nada? Seguro que era algo – sonrió – y yo sé qué es – le afirmó.

E: ¿Sí? – preguntó – y por qué no…

M: Porque no voy a hacerlo – la cortó, logrando que Esther frunciera el


ceño – hasta que tú me lo pidas – sonrió – y cuando lo hagas no
dejaré de besarte durante el resto de nuestras vidas.

E: Llevo pidiéndotelo mucho tiempo – dijo repasando sus labios con


los dedos – no me hagas esperar más.

No lo hizo, la besó con ganas, con ternura, acariciando sus labios con
lentitud para luego hacer de esa caricia un beso más profundo,
pidiendo permiso para colarse en su boca y sintiendo un escalofrío
que las cruzó a ambas en el momento en que sus lenguas, después
de tanto tiempo, entraban de nuevo en contacto, sellando una nueva
era en su relación, un nuevo comienzo que esta vez, sí sería para
siempre.

M: ¿Sabes qué? – dijo separándose de sus labios un momento.

E: Umm, qué – contestó robándola un nuevo beso.

M: Que vas a tener que echarme a patadas de aquí si quieres que me


vaya – dijo entre sonrisas – porque yo no pienso moverme.

E: Pues… tenemos un problema – le dijo mordiéndose el labio inferior


– porque yo sí quiero que te muevas – dijo sugerente, haciendo que
Maca la mirase con intención.

M: ¿Ah sí? – preguntó con el mismo tono que había usado Esther - ¿Y
para qué quieres que me mueva?

E: Pues… para muchas cosas – dijo pícara el tiempo que llevaba una
de sus manos bajo la camisa de Maca acariciando su espalda – la
primera de ellas es para… ir a la habitación…

Sin contestar volvió a besarla, esta vez poniendo más pasión en sus
labios, haciendo presión con su cuerpo y comenzando a acariciar su
piel. Sus lenguas jugaban ansiosas y la ropa comenzaba a sobrarles,
en el salón, semi tumbadas en el sofá comenzaban una lucha por
llevar el control que no hacía más sino incrementar las ganas que
tenían por sentirse.

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La enfermera logró levantarse y sin separarse demasiado guió a Maca


hacia la habitación sin dejar de sentir las manos de la empresaria por
todo su cuerpo. Se arrancaron la ropa con hambre voraz, se besaron
con más profundidad y cayeron en la cama entre caricias fuertes y
nerviosas.

M: Espera, espera – se separó de ella, mirándola un segundo y


acariciando su brazo - ¿estás segura de esto no? – preguntó con algo
de miedo – quiero decir – comenzó a explicarse al ver el rostro algo
confuso de Esther – esto es para siempre… - le dijo – no quiero volver
a separarme de ti… no quiero volver a perderte y quiero que esto sea
para siempre. Quiero que las dos estemos seguras.

E: Te quiero – le declaró – y estoy muy segura de esto – afirmó


levantando el torso para volver a besarla.

M: Sí, pero – cortó de nuevo el beso – no… ¿no estamos yendo muy
rápido?

E: ¿Te parece que vamos rápido? – la miró confusa - ¿no quieres


hacerlo? – preguntó acariciando con la yema de sus dedos toda la
espalda de Maca, haciendo que ésta sintiera un escalofrío.

M: Ufff… claro que quiero – la miró – pero…

E: ¿Pero qué uhm? – dijo con una sonrisa pícara al saber que la estaba
provocando cuando una de sus piernas hizo presión sobre el centro
de la empresaria, quien cerró los ojos al sentir el contacto – jajaja – rió
divertida - ¿Qué te ha pasado, cariño?

M: Eres mala – dijo en un susurro ahogado – pero me encanta.

E: Ven aquí – contestó tirando de ella para de nuevo fundirse en un


profundo beso.

Rodaron por la cama, deshaciéndose en caricias, en besos,


arrancándose gemidos y perdiendo la respiración al contacto de sus
manos. Consiguieron romper la barrera de la ropa interior haciendo
que la locura se instalara de nuevo en sus cuerpos.

Maca dejó a un lado el nerviosismo que extrañamente sentía y se


dejó llevar por la respiración agitada de Esther, bajando a su pecho y
excitándolo a base de besos y algún que otro mordisco logrando que
la enfermera gimiera un poco más alto.

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M: Vas a despertar a Pedro – dijo llegando al otro pecho donde repitió


la acción.

E: Umm… duerme como… uff, como un tronco – consiguió contestar.

La empresaria sonrió mirándola un segundo a los ojos y deslizando


una de sus manos llegó al sexo de Esther que la esperaba con ansias.
Con la primera caricia emitió un gemido mucho más alto y Maca
gimió a su vez al sentir la humedad que ella misma estaba
provocando.

M: Como te quiero – susurró besándola en el momento en que su


mano se internaba más entre sus pliegues.

E: Déjame tocarte – contestó ella intentando llegar a su centro –


quiero tocarte.

M: Haz lo que quieras conmigo, mi amor – susurró en su oído cuando


Esther llegó por fin a su destino.

Las manos se perdieron entre caricias, las caderas comenzaron a


moverse de manera autómata, los besos se repartían cada vez con
más intensidad, las respiraciones se incrementaban y toda su piel se
erizaba con cada movimiento.

Esther logró colocarse sobre el cuerpo de Maca y hundiendo la lengua


en su boca la penetró sintiendo como la empresaria se tensaba,
teniendo que romper el beso para tomar aire. Se miraron un segundo,
tan solo un instante. Esther comenzó a reptar por su cuerpo,
dejándola libre de caricias y protestando por ello. Protesta que acalló
cuando vio hacia donde se dirigía.

Miró al techo, respiró profundamente y cuando sintió la primera


caricia de aquella lengua viperina cerró de nuevo los ojos con un
gemido aún mayor. Esther la miraba desde su posición con una
mezcla de satisfacción y placer que la volvía loca. Continuó
explorando con su lengua todos sus pliegues hasta que Maca la llamó
de nuevo con ansiosa necesidad.

M: Te vas a enterar – le “amenazó” haciendo que giraran de nuevo.

Y Esther creyó morir cuando la vio bajar hacia su centro, tomando su


mano y entrelazando sus dedos en el momento en que Maca hundió
la cabeza entre sus piernas. Sintiendo que le faltaba oxígeno, que no
podría soportarlo y al mismo tiempo deseando que no acabara nunca.

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E: Uff… sigue, sigue, ahgg Maca sigue – gemía con cada caricia.

Continuó allí durante unos minutos más, sabiendo que poco quedaba
para que acabara y subiendo de nuevo, las hizo quedar sentadas y
acopló su sexo al de Esther. Dejaron de respirar por un instante, se
miraron a los ojos prometiéndose mil cosas a la vez. Volvieron a
besarse y comenzaron una danza lenta. Moviendo sus caderas con
sincronía total, sabiendo que poco quedaba para llegar al orgasmo.

Las manos no quedaron quietas en ningún momento. Acariciaron,


tocaron, arañaron toda la piel que tenían a su alcance, sus caderas
aumentaron la velocidad del movimiento y los gemidos a penas las
dejaban tomar aire.

M: Mirahh… mírame – pidió entrecortadamente.

Esther la miró, perdiéndose en sus miradas en el momento exacto en


que sintieron la electricidad cruzándoles de pies a cabeza.
Temblando, vibrando al mismo tiempo. Sintiendo la sacudida del
orgasmo transportándolas a otra dimensión.

M: Te quiero – articuló besándola con lentitud, cayendo de nuevo en la


cama. exhaustas, cansadas y sin poder evitar que una lágrima cayera
por sus mejillas.

E: Te quiero – contestó Esther en su oído, abrazándola fuertemente


contra su cuerpo, fundiéndose en un abrazo arrebatador, perdidas en
las sensaciones que solo ellas eran capaces de provocarse.

El sol se colaba por las persianas haciéndoles saber que un nuevo día
comenzaba. En la cama, dos cuerpos desnudos se movían entre risas.
Esther daba una carcajada al tiempo que Maca emergía bajo las
sábanas quedando muy cerca de su rostro, mordiéndose el labio y
sonriendo con amplitud.

E: jajaja – reía – estás tonta.

M: Un poco, pero tengo razón – le contestó.

E: No, de eso nada – continuó ella diciendo siguiendo con aquel juego
que habían comenzado hacía un buen rato.

M: Claro que la tengo – seguía ella – y puedo volver a demostrártelo si


quieres – dijo mordiéndose el labio.

E: No sé a qué esperas – tentó.

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M: Ahora verás – dijo volviendo a sumergirse bajo las sábanas


logrando que Esther volviera a reír por lo que estaba haciendo.

E: Eso no vale – se quejó cuando sintió un lametón de Maca en su


pecho – eso es jugar sucio.

M: Todo vale – contestó bajo las sábanas acariciándola – y así te


demuestro que yo tenía razón y… - mientras hablaba más bajaba y
Esther de nuevo comenzaba a excitarse al tiempo que su mano no
dejaba de acariciar sus pechos – no me hace falta mucho para
excitarte…

E: Umm – suspiró – eres perversa.

M: Y a ti que te encanta, tonta – subió de nuevo peinándose el pelo y


atrapando sus labios – ¡ey! – protestó cuando Esther le dio un pellizco
en el trasero.

E: Ah, se siente – dijo como si no hubiera roto un plato – tu lo has


hecho peor.

M: Eres muy vengativa – decía mordiendo su cuello, la mano de


Esther delineó su columna vertebral con una sonrisa canalla – uff…
eres muy mala – dijo comenzando a moverse sobre ella, con una de
sus piernas haciendo presión sobre el sexo de Esther y el muslo de la
enfermera haciendo lo mismo en el suyo.

E: Mira quien fue a hablar – contestó dejándole espacio para que


besara con más fruición su cuello – y esto… - repitió la acción viendo
como el deseo se instalaba en el rostro de la empresaria - es para que
veas que yo también sé excitarte en un segundo.

M: Sí – contestó dándole la razón, haciendo sus movimientos algo


más acelerados – uff… nadie me ha excitado como tu – le dijo
mirándola a los ojos y haciéndole ver que era verdad lo que decía.

E: Ni a mi nadie me ha puesto como me pones tú – decía desinhibida,


llevando las manos a sus glúteos y apretando logrando con eso más
contacto.

M: Me encanta cuando te pones fiera – susurró, perdidas ya por el


deseo, dejándose llevar una vez más por la pasión, como habían
estado haciendo durante casi toda la noche.

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En la cocina, Esther terminaba de servirle el desayuno a un Pedro que


tardaba más de lo habitual en tomarse los cereales, mientras hacía
algo de café para las dos. Sirvió un par de tazas y miró a su hijo que
no paraba de darle vueltas a la leche.

E: Pedro, venga – le dijo – termínate el desayuno que llegamos tarde.

P: No quiero ir a cole – contestó el crío mirando a su madre.

E: ¿Y eso por qué? – lo miró – si te encanta le cole.

P: Tengo mucho sueño, mamá – protestó – quiero quedarme en la


cama.

E: Y yo también, pero yo tengo que ir a trabajar y tu al cole – le dijo


revolviéndole el pelo.

P: Jo – protestó de nuevo – qué rollo.

M: ¿Qué le pasa a mi niño? – entró Maca ya vestida y terminando de


secarse el pelo con una toalla.

P: ¡Mami! – se levantó de la mesa y fue hasta ella haciendo que la


empresaria tuviera que dejar lo que estaba haciendo para levantarlo -
¿has dormido aquí?

M: eh… - miró a Esther que sonrió – sí, he dormido aquí – contestó.

P: Qué guay mami – soltó el niño feliz por verla allí - ¿Y vas a dormir
más veces?

M: Pues no lo sé – sonrió de nuevo mirando a la enfermera que daba


un sorbo de su taza – si mamá me invita sí.

P: Mamá – se giró hacia Esther – ¿mami va a dormir más veces aquí?

E: ¿Tú quieres que duerma aquí? – le preguntó al pequeño.

P: Sí – contestó convencido – me gusta mucho que estemos los tres


juntos.

E: Bueno… pues entonces mami se quedará a dormir todas las veces


que quiera – le dijo dándole un beso a su hijo – y ahora termina el
desayuno que tenemos que ir al cole.

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P: Vale – dijo contento sentándose de nuevo en la mesa y sin


protestar más siguió tomándose su desayuno.

M: Así que las veces que quiera – dijo poniéndose al lado de Esther
con una sonrisa al tiempo que ésta le tendía su taza de café.

E: Aja – contestó mirándola un segundo.

M: Tentador – dijo con una voz pícara y Esther se dio cuenta de lo que
estaba pensando – bueno, me voy que llego tarde – dijo tras un
momento de silencio – cariño, dale un beso a mami que me voy.

P: Adiós, mami – le dio el beso.

M: Hasta luego, mi amor – le dijo – no le des mucha lata a tu madre.

Dicho esto salió de la cocina para llevar la toalla a su lugar y terminar


de peinarse, saliendo a los pocos minutos en busca de su bolso y
encontrándose con Esther esperándola ya en la entrada.

E: No trabajes mucho ¿vale? – dijo tendiéndole el bolso y acercándose


para besarla.

M: Tú tampoco – contestó – luego te llamo ¿si?

E: Sí -. Abrió la puerta – te quiero – dijo antes de volver a besarla.

M: y yo a ti – contestó saliendo ya de casa.

En el ascensor, pensó en las palabras de Esther durante el desayuno


“Mami se quedará a dormir todas las veces que quiera” ¿quería decir
con eso que podía instalarse ya en su casa y no separarse de ellos
nunca más? ¿O eso sería ir demasiado rápido?

Un par de días después, Maca llegaba a casa de la enfermera con un


ramo enorme de rosas y una sonrisa en los labios. Llamó al timbre y
su hijo la recibió con un abrazo que casi hace tirar las flores.
Sonriendo entraron en el salón y dejando las rosas sobre la mesa se
sentó junto a su hijo que no hacía más que llamar su atención.

M: A ver, mi amor – lo sentó en sus rodillas - ¿qué tal ha ido el cole?

P: Bien, mami, vamos a hacer una función y la profe dice que yo


puedo hacer de leñador – decía contento.

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M: Ala, que chuli ¿no? – contestó – pues tendremos que buscarte un


buen disfraz de leñador.

P: Sí – contestó – mamá dice que Claudia tenía uno de Carlos – le


contestó – que también hizo de leñador en el cole el año pasado y se
lo va a pedir.

M: Muy bien – aseguró – y si no, pues lo hacemos nosotras ¿vale?

P: Vale – dijo contento.

M: ¿Y mamá? – preguntó viendo que Esther no salía.

P: Está en la ducha – contestó – se ha quedado dormida.

M: Vale – sonrió mirando hacia el pasillo – quédate aquí, cariño, que


ahora vuelvo.

Dicho esto se levantó y caminó hacia la puerta del baño, donde pudo
escuchar el ruido de la ducha sonar tras la madera. Abrió la puerta
lentamente y entró viendo la silueta de Esther tras la mampara. Se
mordió el albio y quedó apoyada en la pared mirándola. A los pocos
segundos el grifo se cerraba y la enfermera sacaba la mano buscando
la toalla. Maca la cogió antes y se la tendió.

E: ¿Qué haces aquí, loca? – preguntó con una sonrisa cuando la vio.

M: Pues… a parte de alegrarme la vista – dijo mirando su cuerpo –


venir a saludarte – se acercó cubriéndola con la toalla y bajando a sus
labios para besarla – vamos a llegar tarde – le dijo robándole otro
beso más.

E: Uff… estaba cansadísima y me he quedado dormida – contestó.

M: Ya me ha dicho Pedro – la abrazó – umm qué bien hueles.

E: Cariño… - reía – venga anda… que si no me dejas entonces sí que


se nos hará tarde.

M: Vaaale – dijo a regañadientes separándose de ella – voy a ver si


llega tu hermano.

E: Estará al caer – contestó metiéndose ya en el cuarto.

Como dijo Esther, Diego llegó pocos minutos después y pese a que su
relación aún era algo tirante, sí era cierto que cada vez se

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comportaban con algo más de naturalidad. Pedro acaparó la atención


de los dos y esperando a Esther se dedicaron a jugar con el niño.

E: ya estoy – dijo saliendo y dejando a Maca totalmente embobada.

P: Ala, mamá, qué guapa – exclamó el pequeño mirando a su madre.

E: Gracias cariño – sonrió - ¿nos vamos? – miró a Maca quien parecía


no salir de su limbo.

M: ¿Eh? Ah, sí, claro – dijo volviendo a la realidad – hasta luego.

D: Hasta luego.

E: Pedro, pórtate bien – le pidió y el niño asintió.

Salieron de casa y Maca continuaba sin decir palabra, Esther sonreía


para sus adentros. En el coche, la empresaria se introdujo en el
tráfico de Madrid y puso rumbo a su destino.

E: ¿No vas a decirme nada? – le preguntó en un semáforo viendo que


no había dicho ni media sílaba.

M: Uf… es que me has dejado sin habla – la miró – estás preciosa.

E: Tú también – dijo acercándose a ella para besarla – umm… guapa.

M: Dame otro, anda – pidió poniendo morritos. Esther se lo dio – otro –


riendo la enfermera volvió a dárselo – otro…

E: El semáforo está en verde – le dijo haciendo que volviera a


concentrarse en el tráfico – No me has dicho donde vamos.

M: No, no te lo he dicho – sonrió.

E: ¿Y donde vamos, Maca? – preguntó.

M: De momento al teatro – la miró un segundo – he conseguido


entradas para la obra esa de la actriz esta que tanto te gusta.

E: ¿La de Fátima Baeza? – la miró ilusionada.

M: Ajá – afirmó – eso si – dijo advirtiéndole con un dedo – como la


mires más de lo normal nos vamos.

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E: jajaja mira que eres tonta – le dio un palo en le hombro – pues


como tu la mires más de lo normal, esta noche te quedas sin premio.

Durante la función, ninguna de las dos pudo quitar los ojos de la


protagonista. Una por que desde hacía tiempo la admiraba, la otra
porque advertía un buen parecido físico con la enfermera. Así que
abstraídas y metidas en la trama de la obra pasaron gran parte de la
función.

E: Te he visto mirarla mucho – dijo una vez salían del teatro.

M: Es que… cariño… - la miró – se parece a ti – le dijo.

E: ¿A mí? ¿Qué se va a parecer a mí? – preguntó.

M: En serio – le dijo bastante seria – os parecéis mucho – la miró –


pero… para mí tú eres más guapa y además yo estoy muy pero que
muy enamorada de ti.

E: Zalamera que eres – dijo cogiendo su mano – anda, vamos a cenar


algo.

EN el restaurante mientras esperaban la comida, hablaban y reían


sobre cualquier cosa. Sabiendo que la complicidad había vuelto al
completo, que cada día que pasaba se sentían más y más unidas, que
todo iba tomando el camino que debió tomar hacía ya casi cerca de
diez años.

M: Esther… yo… quería decirte algo – dijo con cautela.

E: Dime – la miró dejando su copa sobre la mesa.

M: Verás el… el otro día, dijiste que… que podría ir a dormir todas las
veces que quisiera.

E: Sí…

M: Ya… el caso es que yo… quiero dormir contigo siempre – le soltó –


todas las noches… despertarme contigo cada día…

E: Maca… cariño, ¿no me estarás proponiendo que vivamos juntas


verdad? – preguntó haciendo que la empresaria tragara saliva –
porque… no sé, es un poco pronto ¿no? – le dijo dejando a Maca sin
saber qué decir.

M: Ya – bajó la cabeza sin saber qué decir.

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E: Maca… cariño, mírame – le pidió y Maca lo hizo tras un instante –


entiéndelo, mi amor, creo que tenemos que estar seguras de esto –
soltó haciendo que la expresión de Maca cambiara.

M: ¿No estás segura? – preguntó - ¿es eso? – siguió diciendo – porque


la otra noche fui yo la que intentó parar y tú la que dijiste que no
íbamos para nada rápido y que…

E: Sé lo que dije – la cortó – pero una cosa es volver a estar juntas y


otra muy distinta es irnos a vivir juntas ahora mismo – continuó
explicando – Maca… nos han pasado muchas cosas y creo que
debemos esperar un tiempo.

M: No estás segura – afirmó.

E: No es eso.

M: No, claro que no – continuó diciendo algo sarcástica – lo que pasa


es que tú aún crees que esto es un juego – soltó y ahora fue Esther
quien la miró con la sorpresa reflejada en el rostro – aún piensas que
voy a… a…

E: Yo no pienso eso – la cortó – pero creo que no es el momento de


irnos a vivir juntas.

M: ¿Por qué? – preguntó.

E: Por que no, Maca – le dijo – por que tenemos que volver a
conocernos… cariño, las dos hemos cambiado en este tiempo y creo
que debemos hacer lo que hacen las parejas normales, como si
estuviéramos empezando de cero…

M: Pero Esther, es que tú y yo no empezamos de cero – rebatió – ya


pasamos por un noviazgo, nos casamos, nos divorciamos, tuvimos un
hijo – le enumeraba – no podemos empezar de cero como si nos
acabáramos de conocer.

E: Ya lo sé – continuó ella diciendo – sé que para nosotras es


imposible pero no creo que debamos precipitarnos yéndonos a vivir
juntas tan pronto… Maca, acabamos de reconciliarnos – le dijo.

M: Está bien – contestó – está claro que tú no quieres que vayamos a


vivir juntas y yo no puedo obligarte a nada – dijo con cierto tono
dolido – así que nada… seguiremos como hasta ahora.

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E: Pero no te lo tomes así, Maca – le pidió – entiende que…

M: Lo entiendo – la cortó – lo entiendo ¿vale? – repitió pese a que


realmente no entendía nada – no pasa nada… solo ha sido una idea
quizás algo estúpida.

E: No es estúpida – dijo – solo algo precipitada.

M: Vale – contestó volviendo la mirada al plato – terminemos de cenar


anda…

Bajo un aire más serio y un tanto tenso terminaron la cena y tras ella,
tal y como estaba el ambiente decidieron que lo mejor era irse a
casa. Maca no tenía muchas ganas de nada más y Esther la miraba
con la sensación de saber que la empresaria no había entendido lo
que había querido decirle y que tal vez ni ella misma se entendía.

Paró el coche frente al portal pero no hizo el intento de buscar


aparcamiento. La enfermera la miró y esperó a que Maca hiciera o
dijera algo pero ésta, se mantenía con las manos en el volante y la
mirada fija en la nada.

E: ¿No vas a subir? – le preguntó viendo que no se movía.

M: No – contestó tras un suspiro – creo que me voy a ir a casa… estoy


cansada y mañana se me hará tarde para pasar por casa para
recoger unos informes que necesito llevar a la oficina y que no los
tengo aquí.

E: Ya… por los informes – dijo sabiendo que no era más que una
excusa barata.

M: Sí – contestó pese a que tenía claro que Esther se había dado


cuenta de su excusa.

E: Maca… - dijo en un susurro – por favor… no te pongas así.

M: No me pongo de ninguna manera – contestó en un tono tenso a la


vez que intentó ser relajado – estoy cansada, no me hagas caso.

E: Como quieras – soltó bajando la mirada - ¿me das un beso? –


preguntó mirándola.

M: Ven aquí – dijo acercándose a ella y besándola lentamente,

E: Te quiero – afirmó acariciando su mejilla.

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M: Y yo a ti.

E: Hablamos mañana – le dijo sabiendo que por mucho que insistiera


Maca no se quedaría esa noche con ella.

M: Sí, mañana hablamos – suspiró viendo como Esther salía del


coche, esperó a que entrara en el portal y de nuevo reanudó la
marcha.

Esa noche ninguna de las dos fue capaz de dormir. La enfermera no


dejaba de darle vueltas a lo mismo. ¡Claro que quería que vivieran
juntas! Pero creía que era demasiado pronto… necesitaba más
tiempo… “Lleváis casi diez años dando vueltas, Esther ¿No te parece
suficiente tiempo?” le recriminaba su conciencia, y sabía que en
cierta forma tenía razón… Pero sí era cierto que tenía demasiado
miedo a que saliera mal una vez más como para arriesgarse de nuevo
y volver a sufrir. Si lo pensaba, esa era la única razón por la que había
dicho que no… porque el miedo la tenía bastante paralizada.

Maca por su parte, había decidido salir de la cama y había encendido


el ordenador con el fin de trabajar un poco, no podía dormir, no
quería pensar y lo mejor era mantener la mente ocupada… una parte
de ella entendía lo que Esther le había dicho pero otra parte, mucho
más grande, ganaba la batalla haciendo que sus ganas por estar con
ella durante el resto de su vida aumentaran con cada segundo que
pasaba. Pero Esther no quería… aún no quería dar un paso más y
pese a que se negaba a creerlo, algo le decía que aquello se debía a
que por mucho que la enfermera le dijera, aún no estaba segura de
ella… que aún no confiaba del todo en ella.

Pese a que en un principio se había creado cierta tensión entre ellas,


con el paso de los días se fue disipando y volvieron a la normalidad.
Cerca de mes y medio después de aquella conversación continuaban
cada una viviendo a caballo entre una casa y otra. Maca había
decidido no insistir, acoplarse a lo que Esther quería y dejarse llevar
por sus tiempos. Con ella la presión no era buena y también entendía
que necesitara de ese tiempo.

Por su parte Esther no dejaba de darle vueltas al tema pero aún así
no se atrevía a dar el paso. Maca tampoco había vuelto a hablar de
ello y aun sabiendo que lo hacía por darle tiempo a ella, tampoco
quería sacar el tema. El miedo a que no saliera bien, a que con el
paso del tiempo, con la de cosas que habían pasado hubieran
cambiado tanto como para no ser capaces de vivir juntas era algo

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que le paralizaba, por mucho que una parte de ella le dijera que
estaba preparada…

Maca había salido temprano ese día. Tenía una reunión importante y
al haberse quedado esa noche allí, tuvo que salir antes por la
mañana. Ella se arregló, preparó el desayuno para Pedro y tras ir a
despertarlo y arreglarlo, lo llevó al colegio para luego volver a casa.
Ese día no tenía turno, así que se decidió a hacer un poco de vida
hogareña.

Recogió la cocina y fue a poner una lavadora, dándose cuenta que la


mitad de la ropa que allí había era de Maca. Sonrió, puso en marcha
el electrodoméstico y cuando llegó al baño pudo ver su cepillo de
dientes junto al suyo y sus cremas al lado de las suyas. Salió del baño
para ir a la habitación donde se dio de bruces con más ropa de Maca
en el armario, el cargador de su móvil estaba en la mesita de noche y
algunas cosas más desperdigadas por la casa.

Salió al salón, encontrándose con unos informes sobre la mesa. Maca


había estado trabajando allí la tarde anterior y debía haberse
olvidado de alguno… miró de nuevo a su alrededor. La empresaria
pasaba allí más tiempo que en su piso. Gran parte de su armario
estaba allí, sus efectos personales estaban allí. Desayunaba, comía
cenaba y dormía casi cada día con ellos. Trabajaba allí, incluso casi se
había hecho dueña del pequeño despacho que tenían, incluso alguna
que otra vez, por no decir la mayoría de las veces, la llamaban de la
empresa a casa de la enfermera… ¿No estaban ya viviendo juntas? Si
no fuera porque el correo llegaba a su apartamento, porque de vez en
cuando dormían en su casa y porque tenía que ir a regar las plantas a
su piso, ninguna otra cosa le diría que no vivían juntas.

Suspiró, entendiendo que sin darse cuenta, poco a poco y sin oponer
resistencia, Maca había logrado lo que quería y ella ni siquiera se lo
había cuestionado… y ese miedo que había estado sintiendo se burló
de ella haciéndole ver que no era tanto, que tan solo era un reflejo de
lo que había sido hacía mucho tiempo. Que siendo sinceras ya no
había miedo a nada… Sonrió, porque conocía a Maca, por eso no
había insistido. Sonrió porque la empresaria, a su manera, sutil y casi
escondida lo había conseguido.

El teléfono sonó sacándola de sus pensamientos, mirando todo a su


alrededor dejó las carpetas que tenía en la mano y se acercó hacia el
aparato descolgándolo al instante.

E: ¿Diga? – contestó.

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M: Hola, mi amor – saludó al otro lado de la línea provocando una


sonrisa en Esther a este lado.

E: Hola – contestó mirando el reloj - ¿No tenías que estar en una


reunión? – preguntó extrañada.

M: Sí, por eso te llamaba – le dijo – que la he tenido que retrasar


media hora… se me ha olvidado un informe en cas… en tu casa – se
corrigió y Esther no pudo más que sonreír – está sobre la mesa del
despacho, la carpeta azul, al lado del ordenador.

E: Espera – dijo yendo hacia donde le había dicho - ¿La que pone
contrato de publicidad? – preguntó una vez la tomó entre sus manos.

M: Esa – soltó con alivio de saber que estaba allí - ¿Podrías traérmela?
– preguntó – me hace falta y…

E: Vale, ahora te la llevo – contestó – por cierto – dijo llamando su


atención - ¿Te queda algo de ropa en tu casa? – quiso saber
poniéndole rintintín al tono.

M: Ehh… sí – dijo dudando un poco – claro… ¿por qué lo dices?

E: No, por nada – obviamente el tono sonó a “no me creo nada” y


Maca lo notó – es que como tienes tanta ropa aquí… y tantas cosas…
no sé, solo preguntaba.

M: ¿Te… te molesta? – preguntó. – Esther… no quiero que te sientas


agobiada, simplemente es una cuestión práctica… paso mucho
tiempo en tu casa – esta vez no se equivocó y pronunció el posesivo a
conciencia.

E: Ya… cuestión de practica – decía sonriente pero haciéndole creer a


la empresaria que no sonreía tanto – ahora hablamos, Maca, te llevo
la carpeta – dijo terminando con la conversación.

M: Va… vale, cariño – susurró – te quiero – Esther respondió y colgó,


la empresaria quedó mirando el aparato un segundo y suspiró con
algo de agobio – puff… me parece que me la he ganado… no le ha
debido sentar nada bien…

Cuando Maca ya empezaba a desesperarse porque la enfermera no


llegaba y se le echaba la hora encima, Julia avisó de su llegada y
segundos más tarde, Esther entró y sin mediar palabra dejó la
carpeta sobre la mesa, se cruzó de brazos y la miró.

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E: ¿Pensabas que no iba a darme cuenta? – preguntó.

M: No… - dijo mirándola un segundo para luego bajar la mirada – no


es eso… solo que no quería agobiarte…

E: Ya… pues para no agobiarme bien que te has instalado en mi casa


– continuó intentando que la sonrisa no se le escapara.

M: No me he instalado… simplemente he ido dejando cosas allí – se


defendió.

E: Sí… todas tus cosas – afirmó.

M: Cariño… ya te lo he dicho, para mí es más práctico así – volvió a


decirle lo mismo que había dicho por teléfono – si estoy tanto tiempo
en tu casa… pues…

E: Ya, práctica – dijo moviendo la cabeza.

M: Sí… pero vamos – se dio la vuelta algo dolida – no te preocupes


que sacaré mis cosas de tu casa…

E: Maca… - dijo relajando el tono viendo como se había puesto la


empresaria.

M: Ya está – la cortó – no pasa nada, lo has dejado muy claro… no


quieres que vivamos juntas y no quieres mis cosas en tu casa… pues
no pasa nada…

E: Exacto – soltó – no quiero que vivamos juntas y no quiero tus cosas


en mi casa – Maca suspiró hondamente apretando la carpeta que
acababa de coger – lo que quiero es tus cosas en nuestra casa –
enfatizó en “nuestra”, Maca se dio la vuelta entre sorprendida e
ilusionada – y lo que quiero es que nos casemos… - y la empresaria
creyó que se caería de la emoción.

M: ¿Qué… qué… qué has dicho? – logró preguntar.

E: Pues que… - sonrió ampliamente, acercándose a ella – que ya


basta de hacer el tonto – posó las manos en sus caderas – que te
quiero… que no tengo miedo… que quiero pasar el resto de mi vida
contigo… y que… que si te quieres casar conmigo – la miró con una
leve sonrisa – otra vez – apuntó cómicamente.

M: ¿En serio? – no se lo creía.

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E En serio - afirmó robándole un beso.- ¿quieres o no?

M: ¡Claro que quiero! – exclamó fuera de sí por la felicidad que sentía,


elevándola del suelo y dando una vuelta sobre sí misma – te quiero –
la besaba – te quiero – la volvió a besar- te adoro – Esther reía – te
amo.

E: Y yo a ti, tonta – dijo una vez Maca paró, mirándose a los ojos y
fundiéndose en un beso tierno y lento que ninguna de las dos quería
parar – cariño – dijo sintiendo que Maca no pararía – mi amor – sonrió
sintiendo a la empresaria bajar por su cuello – tu reunión…

M: ¿Qué reunión? – preguntó sin hacerle caso – ¡joder, la reunión! – se


separó de ella nerviosamente – llego tarde – dijo mirando el reloj y
yendo hacia la puerta – un beso – volvió hacia ella – te quiero – la
besó una vez más.

E: ¡Maca! – la paró viendo que se marchaba – el informe – dijo


entregándoselo.

M: El informe, sí – de nuevo volvió hacia ella para coger la carpeta –


ummm te quiero – de nuevo se fundió en un beso con ella - ¿Es en
serio no? – preguntó – Nos casamos.

E: Sí – reía al verla de esa guisa – nos casamos – afirmó acariciándole


la mejilla – anda, ve, que te están esperando…

M: Sí, sí – afirmaba sin querer separarse de ella – ¡Guapa! – soltó


antes de abandonar por fin el despacho y poner rumbo a la sala de
conferencias no sin antes y tomando por sorpresa a Julia besarla en la
mejilla haciendo que la enfermera no pudiera más que soltar una
carcajada. Le había pedido que se casaran… y sentía que era lo mejor
que podría haber hecho en la vida.

Entre varios padres que como ella esperaban a que salieran sus hijos,
Maca miraba hacia la puerta con una sonrisa en los labios. Poco
tardaron las puertas en abrirse y su sonrisa se amplió mucho más al
verlo aparecer. Corriendo con su mochila al hombro se acercaba a ella
como un terremoto. La empresaria se acuclilló y lo esperó, recibiendo
un abrazo enorme y un beso más fuerte aún.

M: ¿Cómo ha ido el cole, mi amor? – dijo levantándolo en el aire.

P: Bien – dijo el crío contento - he hecho un dibu.

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M: ¿Sí? – lo miró – pues ahora cuando lleguemos a casa nos lo


enseñas ¿vale?

P: Sí – contestó convencido.

M: Pues venga, que mamá tiene que estar al llegar y tengo que
terminar la comida – le dijo a su hijo, al tiempo que llegaban al coche
y subía a su hijo en la sillita.

Durante el trayecto, Maca escuchaba lo que su hijo le iba contando


con una sonrisa en los labios. Siendo partícipe en la conversación con
varias preguntas que el niño contestaba con alegría. Llegaron por fin
a casa, abriendo con el mando, la puerta del garaje se abrió y al
meter el coche se dio cuenta que el de Esther ya estaba aparcado, así
que aceleró sus movimientos y de la mano del niño entraron en casa.

M: Mi amor, ya estamos aquí – dijo haciéndole saber que ya habían


llegado.

P: Mami – llegó Pedro a su lado para saludarla con un beso – habéis


tardado mami – le dijo – mamá ya estaba protestando.

M: Es que tu madre es muy rápida cariño – lo besó – anda, vamos a


ver qué está haciendo.

Los tres entraron en la cocina y nada más verla, Pablo, el pequeño de


la familia fue hacia ella acelerando sus pasos. Esther al sentirlo, se
dio la vuelta con una enorme sonrisa y cogiéndolo en brazos lo llenó
de besos.

E: ¿Cómo está mi niño eh? – le preguntó aun entre sus brazos.

Pa: Bien – afirmó – traigo un dibu – le dijo tal y como lo había hecho
con Maca anteriormente.

E: Pues ahora cuando comamos lo ponemos en la nevera, ¿vale? – lo


bajó.

Pa: Vale – contestó ya en el suelo.

M: Pues venga chicos – les dijo – lavaros las manos que vamos a
comer.

P: Vamos Pablo – dijo cogiendo a su hermano de la mano y saliendo


de la cocina ante la sonriente y atenta mirada de sus madres.

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M: ¿Y tú como estás uhm? – se acercó a su mujer y tomándola de la


cintura la besó.

E: Echándote de menos – dijo melosa apretando el abrazo – habéis


tardado.

M: Ya mi amor, es que había mucho tráfico – contestó sin soltarla -


¿has hablado con la profesora de Pedro? – le preguntó ya
separándose de ella y terminando de poner la mesa.

E: Sí y dice que va bien – contestó ella – bueno, que falla en


matemáticas… yo creo que deberíamos buscarle un profesor
particular o algo ¿no?

M: Umm… es una opción… - decía sopesando la idea – podríamos


esperar un poco a ver si remonta y sino pues buscamos a alguien.

E: Vale – aceptó – por cierto… Ana te acaba de llamar y he quedado


con Diego que vendrá con Paula a recoger a los niños a eso de las
ocho – la miró - ¿Dónde me vas a llevar? – preguntó con una sonrisa

M: Sorpresa – dijo besándola - Voy a cambiarme de ropa ¿vale?

E: No tardes que esto ya está – le dijo – y dile a los niños que vengan
a sentarse anda, que seguro se han puesto a jugar.

Dicho y hecho los niños llegaron en cinco minutos y se sentaron a


comer en su sitio. Poco después llegó Maca y entre ella y Esther
sirvieron la comida. Durante un buen rato estuvieron escuchando a
sus hijos y lo que les gustaba más del cole. Pasando como siempre un
buen rato en familia.

Pe: Mamá, ¿Por qué vamos hoy a casa del tío Diego? – preguntó
Pedro.

E: Pues porque mami y yo tenemos que hacer algo esta noche y os


tenéis que quedar con él – le contestó.

Pa: ¿Y no podemos ir? – quiso saber el pequeño de la casa.

E: No mi amor – dijo acariciando su pelo sabiendo que Maca la miraba


con esos ojos que la enamoraban cada día – es que se hará muy
tarde.

Pe: ¿A que yo sé donde vais? – soltó Pedro, cada día más grande, más
avispado y más inteligente…

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M: ¿Sí? ¿Tú lo sabes? – le preguntó y Pedro afirmó con la cabeza -


¿Dónde vamos?

Pe: Vais a celebrar vuestro aniversario – dijo haciendo que sus madres
sonrieran – y ha hacer cosas de mayores por eso queréis estar solas y
nosotros no podemos ir.

M: jajaja – rió - ¿Cosas de mayores?

Pe: Sí – soltó de nuevo – mi amigo Luís me dijo que cuando sus padres
le dicen que se vaya a casa de su tía es porque van a hacer cosas de
mayores – les explicó.

Pa: ¿Y qué son esas cosas de mayores mami? – preguntó Pablo que
dejaba ver su lado más curioso.

E: Pues… - miró a Maca quien se había quedado callada con una


mirada pícara – pues…

Pe: Os daréis mucho besitos ¿a que sí? ¿A que esas son las cosas de
mayores? – dijo Pedo como si tuviera toda la razón del mundo.

M: Sí cariño – soltó.

Pa: Pero ya os dais muchos besitos – dijo el pequeño - ¿por qué os


vais?

M: Pues porque… - no supo como contestarle, ya que sabía que si


contestaba posiblemente llegaría otra pregunta y tras ésta otra más
hasta dejarlas en una situación en la que no sabrían como salir – que
te lo explique tu madre que yo voy a recoger – dijo levantándose y
dejando a Esther de piedra, escabulléndose así de las preguntas de
su hijo.

E: ¡Maca! – protestó.

M: ¡Te quiero! – medio gritó desde la cocina sonriendo al saber como


debía haberse quedado Esther.

Pa: ¿Por qué mamá? – preguntó de nuevo el niño haciendo que Esther
le mirara sin saber qué o como contestarle “esta me la pagas” pensó
para sí misma.

Había sido una noche de sorpresas. La primera de ellas fue el regalo


que Maca había querido hacerle a su mujer. En aquel paraje, alejada

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de las luces de la ciudad, en un lugar tan especial para ellas se


levantaba una pequeña casita…

M: Compré el terreno hace casi un año y mandé construir esta casa –


le dijo a su mujer tomándola por la cintura – no te dije nada porque
sabía que no me dejarías pero… quería hacerlo, no me regañes.

E: Me encanta – dijo mirando hacia el frente – tú me encantas.

M: Ven, vamos a verla por dentro.

El interior era igual o más bonito que el exterior, con una decoración
rústica a la par que elegante, sin sobrecargos y con todo lo necesario
para pasar allí algún tiempo. En el dormitorio principal una terracita
las invitaba a salir y disfrutar de la noche y allí, en uno de los
laterales, un magnífico telescopio se hacía el rey del lugar.

M: Ahora vamos a brindar por nosotras – dijo con una copa de cava
en las manos – señora – se la tendió.

E: Cava… velas… un lugar maravilloso por todo lo que representa –


decía mirando a su alrededor – te has convertido en toda una
romántica ¿eh? – bromeó

M: Todo es poco para ti – dijo acercándose – por ti, mi amor – brindó.

E: Por las dos – corrigió antes de brindar.

Disfrutaron de una cena relajada, Maca lo había preparado todo hasta


el milímetro, así que solo tuvieron que sentarse y disfrutar de ellas
mismas y de aquella noche maravillosa que se cernía sobre ellas.

Tras la cena vinieron los besos, las caricias, haciendo que de nuevo el
juego amatorio se adueñara de sus cuerpos. Volviendo a rendirse
entre caricias y besos, como siempre, como nunca…

Tumbadas en aquella terracita, bajo la brisa de la noche y con una


manta sobre ellas. Esther permanecía tumbada sobre el pecho de su
mujer mirando el cielo al tiempo que la empresaria acariciaba su
abdomen y bebía un nuevo sorbo de su copa. Besó su cuello y respiró
su aroma dejándose llevar por los recuerdos, por todo lo que había
pasado en ese tiempo. Pensando en como había cambiado su vida
desde el mismo momento en que la conoció. Rememoraba momentos
ya vividos, sonriendo por lo que le hacía sentir cada uno de ellos.

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M: Estás preciosa – le dijo delante de todos sus compañeros, a las


puertas de aquel juzgado donde por segunda vez y para siempre se
darían de nuevo el “sí, quiero”

E: Tú también – contestó dándole un beso antes de tomar su mano y


entrar.

Pedro había sido el encargado de entregarles los anillos, haciendo


sonreír a todos cuando el pequeño, metido en su mundo no se dio
cuenta que había llegado su “momento de gloria” y Maca tuvo que
llamarle la atención cariñosamente.

M: Sí, quiero – había contestado al juez mirando a su mujer.

E: Sí, quiero – dijo ella de la misma manera, con los ojos aguados por
la emoción.

La fiesta había durado hasta altas horas de la madrugada. Ellas sin


embargo y como ocurriera le primera vez, se habían marchado mucho
antes para celebrarlo a su manera y sin publico delante.

Se habían mudado a una casita a las afueras de la ciudad. Una casa


coqueta y elegante y aunque para ir al trabajo debían salir de casa
antes, no podían negar que aquella casa las había “enamorado desde
un principio”.

La vida les había regalado una segunda oportunidad que no


desaprovechaban. Vivían en lo que parecía una eterna luna de miel.
Con alguna que otra pelea, como en todos los matrimonios y
sumándole el hecho que ambas tenían bastante carácter. Pero todo
se olvidaba cuando se miraban y se sonreían con timidez, volviendo a
ese estado de bienestar que solo conseguían estando juntas.

La llegada de Pablo, menos de un año después de la boda fue otro de


los momentos memorables de su relación. Después de hablarlo más
de una vez, Maca quedó embarazada utilizando el óvulo de su mujer.
Como ocurrió aquella primera vez donde, en ese caso, fue la
empresaria quien donó el ovulo a Esther.

M: Cariño… - decía desde la cama - ¿Podrías traerme un poco de


cereales con zumo? – decía desde su posición con una barriguita ya
bastante considerable y haciendo que su mujer, e desesperara por los
tantísimos antojos que tenía Maca…

E: Cereales con zumo – decía preparándolos – pero qué cosas más


raras pide… ella no podía ser como todo el mundo y tomárselos con

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leche… no, con zumo… puff… yo no sé como puede tomarse esto –


decía llevándoselo.

M: Te he oído – advirtió una vez Esther llegó a la habitación.

E: Ya, cariño, pero es que yo no sé como puedes tomarte esto.

M: Está buenísimo – contestaba devorándolos.

Pocos minutos después, dejaba el cuenco vacío sobre la mesita de


noche y cuando Esther quiso levantarse para llevarlo a la cocina,
Maca lo evitó tomándola del brazo y tumbándola a su lado.

M: Tengo otro antojo – decía poniendo esa mirada que volvía loca a
su mujer.

E: Cual… - sonrió mínimamente.

M: Tengo antojo de ti – le dijo metiéndole mano – mucho antojo de ti.

Las noches de pasión no habían cambiado en nada. Siempre tan


intensas, tan llenas de sentimientos, tan sensuales… bajo las sábanas
se desinhibían, se exponían sin líminte y se entregaban la una a la
otra sin reservas.

E: ¿Estás bien? – preguntaba a su mujer que despertaba en ese


momento, acariciando su rostro y con la sonrisa más bonita del
mundo.

M: Cansada – contestó mirándola emocionada - ¿El niño?

E: Ahora lo suben – susurró – es precioso, mi amor.

M: como tú - contestó.

E: Me has hecho muy feliz – le dijo besándola con cuidado – te quiero


muchísimo.

M: Te amo – contestó atrayéndola hacia sí misma para besarla una


vez más.

Una enfermera llamó a la puerta haciendo que se separaran y


sonriendo a ambas entró con la cunita del pequeño Pablo. Esther lo
cogió entre sus brazos con lágrimas en los ojos y se lo entregó a Maca
quien como ella no pudo evitar llorar.

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Cuatro años después del nacimiento de Pablo, ahí estaban,


celebrando un aniversario más, un nuevo año de amor y felicidad.

E: Maca… cariño – escuchó que le decía su mujer.

M: ¿Qué? – la miró un segundo.

E: Que te has quedado callada de repente – le dijo - ¿Estás bien?

M: Mas que bien – contestó mirándola un segundo.

E: ¿En qué pensabas? – quiso saber.

M: En ti – la besó – y en lo mucho que te quiero.

E: Yo también te quiero mi amor – contestó con una sonrisa,


acurrucándose más en su cuerpo.

M: Gracias – susurró con tal sinceridad que Esther se estremeció.

E: ¿Gracias por qué?

M: Por aparecer en mi vida – contestó – por quererme… por hacerme


feliz cada día… por haberme dado esta segunda oportunidad… -
seguía diciendo – por… por convertirme en la persona que soy ahora.
Por ser tú.

E: Te quiero – fue lo único que pudo decir abrumada por sus palabras
y por la intensidad con la que fueron dichas.

M: Te quiero – contestó, fundiéndose en un beso eterno. Bajo aquel


manto de estrellas testigos siempre de los momentos más
importantes de sus vidas. Testigos de un amor capaz de vencer los
obstáculos, uniendo sus vidas para siempre.

FIN

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