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SENTENCIA 2001-00860 DE 16 DE JULIO DE 2015

CONSEJO DE ESTADO

CONTENIDO:RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO POR LESIONES DE SOLDADO CONSCRIPTO. FRENTE A LOS PERJUICIOS
OCASIONADOS A SOLDADOS REGULARES, EN LA MEDIDA EN QUE SU VOLUNTAD SE VE DOBLEGADA POR EL IMPERIA DEL
ESTADO, AL SOMETERLOS A LA PRESTACIÓN DE UN SERVICIO QUE NO ES NADA DISTINTO A LA IMPOSICIÓN DE UNA CARGA O UN
DEBER PÚBLICO, RESULTA CLARO QUE LA ORGANIZACIÓN ESTATAL DEBE RESPONDER, BIEN PORQUE FRENTE A ELLOS EL DAÑO
PROVENGA DE I) UN ROMPIMIENTO DE LAS CARGAS PÚBLICAS QUE NO TENGA LA OBLIGACIÓN JURÍDICA DE SOPORTAR EL
SOLDADOII) DE UN RIESGO EXCEPCIONAL QUE DESBORDA AQUEL AL CUAL NORMALMENTE ESTARÍA SOMETIDO, Y QUE PUEDE
TENER ORIGEN EN EL RIESGO DE LA ACTIVIDAD O EN EL RIESGO DE LA COSA, O III) DE UNA FALLA DEL SERVICIO, A PARTIR DE
LA CUAL SE PRODUCE EL RESULTADO PERJUDICIAL.

TEMAS ESPECÍFICOS:RESPONSABILIDAD DEL ESTADO, FALTAS DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA, SOLDADO, DERECHOS DEL
SOLDADO, SOLDADO PROFESIONAL, SOLDADO VOLUNTARIO

SALA:CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO

SECCION:TERCERA

PONENTE:ANDRADE RINCÓN,HERNÁN

Sentencia 2001-00860/33465 de julio 16 de 2015


CONSEJO DE ESTADO
SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO
SECCIÓN TERCERA - SUBSECCIÓN A
Rad.: 52001-23-31-000-2001-00860-01(33465)
Consejero Ponente:
Dr. Hernán Andrade Rincón (E)
Actor: Milton Cortes
Demandado: Ministerio de Defensa - Ejercito Nacional
Ref.: Apelación sentencia - acción de reparación directa
Bogotá., D.C, dieciséis de julio de dos mil quince
Corresponde a la Sala resolver los recursos de apelación interpuestos por las partes contra la
sentencia que profirió el Tribunal Administrativo de Nariño, el día 6 de octubre del 2006, mediante la
cual se efectuaron las siguientes declaraciones y condenas:
“(…) 1. Declarase la responsabilidad administrativa y patrimonial de la Nación – Ministerio de
Defensa – Ejército Nacional (sic), por los perjuicios ocasionados a los actores por las lesiones
causadas al señor Edwin Cortés, en hechos ocurridos en los meses de febrero a diciembre de
1999, en el Batallón de Infantería de Marina Nº 2 del Ejército Nacional con sede en Tumaco.
2. Condenase a la Nación Ministerio de Defensa – Ejército Nacional (sic) a pagar por concepto de
perjuicios morales, las siguientes sumas:
Al ofendido señor Edwin Cortés Zambrano: la suma de veinticinco (25) salarios mínimos legales
mensuales vigentes, equivalente a la suma de diez millones doscientos mil pesos ($ 10.200.000).
A favor de los padres Milton Cortés y Carmen Isabel Zambrano y el hermano menor Andrés
Guillermo Cortés Zambrano la suma de DIEZ (10) salarios mínimos legales mensuales vigentes,
equivalentes a la suma de cuatro millones ochocientos mil pesos ($ 4’800.000), para cada uno.
3. Condenase a la Nación – Ministerio de Defensa – Ejército Nacional, (sic) por concepto de
perjuicios materiales a favor del señor Edwin Cortés Zambrano la suma de treinta y seis millones
seiscientos sesenta y cinco mil seiscientos noventa y tres pesos ($ 36’665.693.97).
4. Condenase a la Nación Ministerio de Defensa – Ejército Nacional (sic) a pagar por concepto de
perjuicios fisiológicos las siguientes sumas:
A favor de Edwin Cortés Zambrano: la suma de veinticinco (25) salarios mínimos legales
mensuales vigentes, equivalente a la suma de diez millones doscientos mil pesos ($ 10.2000.000)
(…)”(1).
I. Antecedentes
1. La demanda.
En escrito presentado el día 18 de julio de 2001, los señores Milton Cortés, Carmen Isabel Zambrano
Torres, quienes actúan en su propio nombre y en representación de su hijo menor Andrés Guillermo
Cortés Zambrano; María Teresa Cortés Zambrano, Miyi María Cortés Zambrano, Daysi Cortés
Zambrano, Segundo Milton Cortés Zambrano y Edwin Cortés Zambrano, a través de apoderado judicial,
formularon demanda en ejercicio de la acción de reparación directa, contra la Nación – Ministerio de
Defensa – Ejército Nacional, con el fin de que se le declarare administrativamente responsable por los
daños ocasionados a raíz de las lesiones e incapacidad laboral padecida por el último de los actores
mientras prestaba su servicio militar obligatorio.
Como consecuencia de la anterior declaración, solicitó la parte actora que se condenara a la entidad
pública demandada a pagar, por concepto de indemnización de perjuicios morales, el equivalente en
pesos a 1.000 gramos de oro para cada uno de los demandantes.
Así mismo, se solicitó por concepto de indemnización de perjuicios materiales en la modalidad de
lucro cesante, la suma de $ 200’000.000; por daño emergente solicitó la suma de $ 30’000.000, a favor
del señor Edwin Cortés Zambrano.
En igual sentido se solicitó por concepto de indemnización especial a favor del señor Edwin Cortés
Zambrano en razón de “la merma total de su goce fisiológico”, el equivalente a 4.000 gramos de oro.
2. Como fundamentos de hecho de la demanda, la parte actora narró que en el mes de febrero de
1999, el señor Edwin Cortés Zambrano fue reclutado con el fin de que prestara su servicio militar
obligatorio, razón por la cual fue adscrito al Batallón de Infantería de Marina Nº 2 del Ejército Nacional
con sede en Tumaco (Nariño).
Indicó que durante la prestación del servicio militar al señor Cortés Zambrano sus superiores le
ordenaron realizar actividades de soldadura, sin los debidos elementos de protección, razón por la cual,
como consecuencia de dicha labor, presentó molestias en sus órganos visuales, por lo que fue atendido
por los médicos especialistas del Hospital de San Andrés de Tumaco y del Dispensario del Batallón.
Indicó el líbelo que posteriormente al señor Cortés Zambrano se le diagnosticó que presentaba una
pérdida total de su visión en el ojo izquierdo y, con ello una disminución de su capacidad laboral del
80%(2).
3. Contestación de la demanda.
La Nación – Ministerio de Defensa – Ejército Nacional, contestó la demanda y sostuvo que quien
pretenda la acción resarcitoria por responsabilidad extracontractual del Estado debe demostrar los
siguientes elementos: i) un mal funcionamiento del servicio que corresponde a la administración; ii) que
se causó un perjuicio y iii) una relación de causalidad entre el perjuicio y el mal funcionamiento del
Estado.
Esgrimió que de la demostración de esos tres elementos pende que las pretensiones de la demanda
prosperen, por cuanto las partes intervinientes en un proceso no están exoneradas de la obligación de
probar, de acuerdo con lo preceptuado en el artículo 177 del Código de Procedimiento Civil.
Precisó que en el presente asunto, la parte actora demandó por las lesiones sufridas por el infante
de marina regular Edwin Cortés Zambrano durante la prestación del servicio militar obligatorio; sin
embargo, consideró que era imprecisa la causa de la demanda puesto que no determinó la fecha de la
ocurrencia de las lesiones, sino que las ubicó durante los meses de febrero a diciembre de 1999, razón
por la cual la demanda presentó una ineptitud de carácter “fundamental” al no permitir establecer el
término de caducidad de la acción(3).
4. Alegatos de conclusión en primera instancia.
4.1. La parte actora reiteró en esta oportunidad procesal los argumentos expuestos en la demanda (4).
4.2. Por su parte, la entidad pública demandada sostuvo que la parte actora había argumentado que
la enfermedad padecida por el demandante, se había debido a que el conscripto fue obligado a realizar
actividades de soldadura sin la debida protección para hacerlo y, para demostrar esa aseveración, se
recepcionaron testimonios, los cuales, de conformidad con las reglas de la sana crítica, no contaban
con valor probatorio, dada la similitud de sus dichos, que permitían concluir que sus exposiciones no
correspondían con la realidad, sino que eran producto de una “memorización”.
Indicó, asimismo que la parte actora reclamó el pago de perjuicios materiales en la modalidad de
lucro cesante, no empero que, al señor Edwin Cortés Zambrano se le había reconocido una
indemnización por la incapacidad laboral sufrida, razón por la cual no se produjo un detrimento
patrimonial de sus ingresos(5).
4.3. El Ministerio Público presentó su concepto en el sentido de que se debía condenar a la entidad
demandada pues entendía que el hecho de someter al conscripto a realizar un trabajo sin que contara
con los elementos de protección necesarios, llevaba a concluir que el daño ocasionado era “de carácter
objetivo”, tal y como lo ha sostenido la Sección Tercera del Consejo de Estado (6).
5. La sentencia apelada.
El Tribunal Administrativo de Nariño, mediante sentencia proferida el 6 de octubre de 2006, accedió
parcialmente a las pretensiones de la demanda.
Para arribar a la anterior decisión, el Tribunal Administrativo de primera instancia señaló que de
conformidad con el material probatorio obrante en el expediente, se hallaba acreditado que al señor
Edwin Cortés Zambrano, durante la prestación de su servicio militar obligatorio, se le ordenó realizar
actividades de soldadura sin que para ello contara con los elementos de protección adecuados, lo cual
ocasionó que, tiempo después de estar cumpliendo con el trabajo encargado, presentara molestias en
sus ojos, especialmente en el izquierdo, razón por la cual fue atendido por el médico del Batallón, quien
señaló que “presentaba irritación conjuntival moderada y ardor ocular por exposición a la luz de
soldadura eléctrica sin protección adecuada”.
Precisó que en el proceso se demostró el elemento de imputabilidad a la entidad pública demandada
y al servicio, lo cual resultaba corroborado por lo consignado en el acta de la junta médica según la cual
se había determinado que el señor Cortés Zambrano presentaba una incapacidad relativa permanente
y una disminución de su capacidad laboral del 27.5%.
Resaltó que cuando el soldado conscripto adquiere una enfermedad durante la prestación del
servicio militar obligatorio, es responsabilidad del Ejército Nacional suministrarle la atención médica
necesaria y el tratamiento correspondiente en tanto permanezca en el servicio y que si la enfermedad le
produce secuelas o no concluye su tratamiento, o el retiro tiene por causa la enfermedad adquirida
durante la prestación del servicio, se lo debe continuar suministrando hasta su curación, de
conformidad con lo que ha indicado el Consejo de Estado en su jurisprudencia.
Anotó que si bien es cierto que se presume la “afección” sufrida respecto del lesionado, sus padres y
hermano menor, no es así en cuanto a sus otros hermanos, máxime si se tiene en cuenta que son
mayores de edad, razón por la cual era a ellos a quienes les correspondía probar el dolor moral sufrido,
circunstancia que no se acreditó en el proceso, razón por la cual denegó el reconocimiento de
perjuicios morales a favor de los hermanos mayores del señor Edwin Cortés Zambrano (7).
6. Los recursos de apelación.
6.1. Inconforme con la anterior decisión, la entidad pública demandada interpuso recurso de
apelación a través del cual solicitó que la sentencia de primera instancia fuera revocada en su totalidad,
pues reiteró que el Tribunal Administrativo de primera instancia había resuelto condenar a la Nación
argumentando que la enfermedad padecida por la víctima del daño se había ocasionado porque el
conscripto fue obligado a realizar actividades de soldadura sin que para ello contara con la debida
protección, otorgándole pleno valor probatorio a los testimonios recepcionados en este proceso,
desconociendo que de conformidad con las reglas de la sana crítica aquellosno debían valorarse, dado
la similitud de las declaraciones, que permitían concluir que sus exposiciones no correspondían a la
realidad, sino que eran producto de una “memorización”.
Indicó que la sentencia objeto del presente recurso condenó a la entidad demandada al pago de
indemnización por concepto de perjuicios fisiológicos, desconociendo que éstos no fueron
demostrados, así como que la lesión sufrida por el demandante Edwin Cortés Zambrano le había
generado una incapacidad laboral “baja”, circunstancia que descartaba su reconocimiento.
Precisó que el Tribunal Administrativo de primera instancia condenó al pago de perjuicios morales a
los señores Milton Cortés, Carmen Isabel Zambrano y Andrés Guillermo Cortés Zambrano, quienes
concurrieron al proceso en calidad de padres y hermano, respectivamente, de la víctima de daño, pero,
se desconoció que los mencionados perjuicios no fueron acreditados en forma legal y que los mismos
no se presumen cuando se trata de lesiones leves (8).
6.2. La parte actora también interpuso recurso de apelación y sostuvo que se apartaba de la decisión
que adoptó el Tribunal Administrativo de primera instancia, pues en su proveído se desconocían los
criterios jurisprudenciales fijados por el Consejo de Estado en cuanto a la tasación de perjuicios
morales para el lesionado que ha sufrido una grave incapacidad, así como para sus padres y sus
hermanos. Manifestó que en la sentencia de primera instancia se debió reconocer a favor del señor
Edwin Cortés Zambrano un monto equivalente a 100 S.M.M.L.V y para sus familiares 50 S.M.M.L.V.
Agregó que el Tribunal Administrativo a quo excluyó a los hermanos mayores de la víctima del daño
pues consideró que en el proceso no se había acreditado su afectación moral, pero que tal
determinación no se compadecía con lo sostenido por el Consejo de Estado, según el cual en el caso
de los hermanos el perjuicio moral se presume siempre y cuando esté acreditado el parentesco, razón
por la que se debe modificar la sentencia de primera instancia y reconocer perjuicios morales a todos
los hermanos del señor Edwin Cortés Zambrano.
Añadió que no compartía la decisión del Tribunal Administrativo a quo, en cuanto había reconocido
un monto equivalente a 25 S.M.L.M.V., en favor del señor Edwin Cortés Zambrano por concepto del
perjuicio fisiológico sufrido, pues dicho reconocimiento resultaba inapropiado e injusto, teniendo en
cuenta la lesión grave que sufrió, por lo que solicitó que dicho monto fuera incrementado (9).
7. Alegatos de conclusión en segunda instancia.
Sólo el Ministerio Público intervino en esta etapa procesal y señaló que la sentencia de primera
instancia debía ser confirmada, pues no podía aceptarse que el riesgo de la actividad peligrosa debiera
ser asumido por los soldados conscriptos, dado que dicho servicio que ellos prestan implica asumir el
riesgo.
Añadió que el riesgo que se examina en el presente asunto como factor de imputación, no proviene
de una acción de defensa o combate, sino del desarrollo de una actividad peligrosa y que esa carga
excepcional impuesta viola el principio constitucional de la igualdad frente a las cargas públicas y, por
consiguiente, debe ser indemnizado el daño que por él se produjo (10).
II. Consideraciones
1. Competencia del Consejo de Estado.
El Consejo de Estado es competente para conocer del asunto citado en referencia, comoquiera que
se trata de sendos recursos de apelación interpuestos contra la sentencia proferida en primera
instancia(11) por el Tribunal Administrativo de Nariño.
2. Ejercicio oportuno de la acción de reparación directa.
Se encuentra que para el presente asunto se reportó a sanidad de la Armada Nacional que el señor
Edwin Cortés Zambrano presentaba una molestia en sus ojos en el mes de agosto de 1999, por lo
tanto, la demanda se formuló dentro los dos años siguientes al hecho que habría dado origen a la
presunta responsabilidad del ente demandado, comoquiera que se presentó el 18 de julio de 2001 (12).
3. Material probatorio susceptible de ser valorado.
Dentro de la respectiva etapa procesal y con el lleno de los requisitos legales, se recaudaron los
siguientes elementos de acreditación:
— Documento expedido por el jefe de Información y el Gerente del Hospital de San Andrés de
Tumaco el 1º de marzo de 2002, en el cual se consignó (13):
“(…) Le estoy contestando el oficio número 1008 referente al señor Edwin Cortés Zambrano.
No se envía fotocopia de la historia clínica del señor antes mencionado porque no se encuentra
registrado en los archivos que se llevan en la oficina de Estadística de esta Institución así: Rips de
Urgencias, Historia Clínica de Urgencias Libro de Hospitalización e historia clínica de
hospitalización”.
— Acta de la Junta Médico Laboral Nº 425, expedida por la Armada Nacional el 28 de noviembre de
2000, en la que se plasmó(14):
“(…) III Concepto de especialistas.
Oftalmología
Diagnóstico Atrofia óptica izquierda
Etiología Primaria.
Tratamientos verificados Ninguna.
Estado actual Visión de percepción luminosa no
recuperable
AV OD 20/20
OI – PL No mejora
Fondo de ojo

OD Polo posterior normal


OI Atrofia óptica
Pupila OI de Marcus Gunn

Neurología
Diagnóstico Neuritis óptica - Atrofia óptica

Etiología No conocida
Tratamientos verificados Ninguno
Estado actual Con secuelas definitivas

IV. Conclusiones.
A. Antecedentes – Lesiones - Afecciones – Secuelas.
1. Neuritis óptica izquierda que deja como secuela:
a) Atrofia óptica izquierda. La visión OD es de 20/20.
B. Clasificación de las lesiones o afecciones y calificación de capacidad para el servicio.
La anterior lesión le determina una incapacidad relativa y permanente. No apto para la vida militar.
C. Evaluación de la disminución de la capacidad laboral.
Presenta una disminución de la capacidad laboral de Veintisiete Punto Cinco Por Ciento (27.5%).
D. Imputabilidad del servicio.
De acuerdo al artículo 35 del Decreto 94/89, le corresponde el literal A (…)”.
— Folio de la hoja de vida del señor Edwin Cortés Zambrano en el cual se consignó (15):

Fecha Asunto Anotaciones


En la fecha se abre el
presente folio de vida
por ingreso a la Armada
10/02/1999 Apertura Nacional Como
Integrante del Primer
Contingente de 1999
(…).
01/08/2000 Cierre En la fecha se cierra el
presente folio de vida
por tiempo de servicio
militar cumplido”.

— Documento que corresponde a una anotación en el libro minuta de sanidad de la Armada


Nacional, sin fecha pero allegado al expediente mediante oficio No. 0858 / CBEIM2 - ASJUR del 2 de
abril de 2002, suscrito por el Capitán de Fragata, Comandante de Entrenamiento de Infantería de la
Armada Nacional, en el cual consta lo siguiente (16):
“(…) Cortés Zambrano Edwin
Paciente que en el día de ayer tuvo exposición a luz de soldadura eléctrica sin protección
adecuada. Presenta irritación conjuntival, indicada, refiere ardor ocular
Plan. (ilegible) oftálmica un parche ocular (…)
Agosto 10/99
4 Cardona Rivera Carlos 18188579 Bininco (…)”.
— También se recepcionaron los testimonios de los señores Jorge Eduardo Obando y Fredy
Fernando Flórez, quienes dijeron conocer a la víctima directa del daño, pues pertenecían al mismo
contingente cuando prestaron el servicio militar obligatorio en el Batallón de Infantería de Marina del
Puerto de Tumaco y quienes, respectivamente, manifestaron:
“(…) Como compañeros que fuimos en el batallón me di cuenta que las lesiones sufridas en el ojo
izquierdo de Edwin se produjeron por cuanto él por órdenes del capitán David Múnera Múnera,
soldaba sin tener las gafas protectoras, ni casco ni overol, estos implementos no fueron
suministrados por el batallón lo hizo examinar por una sola vez por especialista sin que lograra
recuperar la visión del compañero Edwin. Fue atendido como repito por médico pero nada
pudieron hacer porque prácticamente el ojo izquierdo lo perdió en su visión (…)”.
“(…)
“(…) Lo que me di cuenta es que a Edwin lo pusieron a soldar sin las protecciones del caso, sin
gafas, casco, ni overol. A consecuencia de eso al cabo de los once meses él empezó a sentir
molestias en su ojo izquierdo, me decía que le dolía mucho, hasta el punto que perdió la visión
con él. La orden directa que recibía y quién le ordenaba soldar era el capitán de fragata David
Múnera Múnera, como también del teniente de fragata Pita Vargas Javier, que era el jefe de la
compañía de servicios generales. A Edwin lo atendió un especialista y por cuenta del Batallón por
una sola vez, pero nada se pudo hacer porque ya había perdido la visión. Por esta razón no ha
podido trabajar porque faltándole la visión nadie le da trabajo (…)” (Negrillas de la Sala).
4. Caso concreto.
De conformidad con el material probatorio allegado al proceso se encuentra acreditado el hecho
dañoso sufrido por los demandantes, consistente en las lesiones físicas padecidas por el señor Edwin
Cortés Zambrano como consecuencia de una neuritis óptica izquierda que le dejó como secuela una
atrofia óptica, la cual le generó una pérdida de la capacidad laboral del 27.5%, mientras prestaba su
servicio militar obligatorio.
A juicio de la Sala, el aludido daño le resulta atribuible a la entidad demandada, bajo un régimen
objetivo de responsabilidad, bajo el título de imputación de daño especial por las relaciones de especial
sujeción.
Al respecto, la Sala reitera la diferencia que existe entre el vínculo que se crea para el Estado frente
a los soldados conscriptos y la relación que surge para con los soldados voluntarios o profesionales; en
los primeros —soldados conscriptos— el vínculo surge debido al cumplimiento del deber constitucional
de defensa de la soberanía y la independencia de las instituciones públicas, el cual no detenta carácter
laboral alguno, en tanto que en el caso de los segundos (soldados profesionales) el ligamen se
establece en virtud de una relación legal y reglamentaria consolidada a través del correspondiente acto
administrativo de nombramiento y la consiguiente posesión del servidor o de la relación contractual
creada mediante la suscripción de un contrato laboral.
Por lo tanto, a diferencia de los soldados profesionales, que ingresan en forma voluntaria a las filas
del Ejército con el fin de prestar un servicio a cambio de una contraprestación y que gozan de una
protección integral de carácter salarial y prestacional, los soldados conscriptos se ven impelidos a
hacerlo por la imposición de una carga o gravamen especial del Estado. Así pues, los conscriptos no
gozan de protección laboral predeterminada frente a los riesgos a los cuales se les somete en
cumplimiento de su cometido constitucional, por cuanto la ley tan solo les reconoce algunas
“prestaciones”, las cuales de ningún modo pueden catalogarse como laborales y tampoco se asimilan al
régimen a for fait previsto por la ley para los soldados profesionales.
Ahora bien en cuanto al título de imputación aplicable a los daños causados a soldados conscriptos,
la Sala ha establecido que los mismos pueden ser i) de naturaleza objetiva –tales como el daño
especial o el riesgo excepcional–, y ii) por falla del servicio, siempre y cuando de los hechos y de las
pruebas allegadas al proceso se encuentre acreditada la misma.
Sobre el particular, la jurisprudencia de la Sección (17) puntualizó:
“Atendiendo a las condiciones concretas en las que se produjo el hecho, la Sala ha aplicado en la
solución de los casos, los distintos regímenes de responsabilidad. Así, ha decidido la
responsabilidad del Estado bajo el régimen de daño especial cuando el daño se produjo
como consecuencia del rompimiento de la igualdad frente a las cargas públicas (18); el de
falla probada cuando la irregularidad administrativa produjo el daño y, el de riesgo cuando
este proviene o de la realización de actividades peligrosas o de la utilización de artefactos
que en su estructura son peligrosos; pero, en todo caso, ha considerado que el daño no será
imputable al Estado cuando se haya producido por culpa exclusiva de la víctima, por fuerza mayor
o por el hecho exclusivo de un tercero, por rompimiento del nexo causal. En providencia de 2 de
marzo de 2000, dijo la Sala:
“(...) demostrada la existencia de un daño antijurídico causado a quien presta el servicio militar,
durante el mismo y en desarrollo de actividades propias de él, puede concluirse que aquel es
imputable al Estado. En efecto, dado el carácter especial de esta situación, por las circunstancias
antes anotadas, es claro que corresponde al Estado la protección de los obligados a prestar el
servicio militar y la asunción de todos los riesgos que se creen como consecuencia de la
realización de las diferentes tareas que a ellos se asignen. No será imputable al Estado el daño
causado cuando este haya ocurrido por fuerza mayor o por el hecho exclusivo de un tercero o de
la víctima, eventos cuya demostración corresponderá a la parte demandada” (19) (negrillas
adicionales).
En consecuencia, frente a los perjuicios ocasionados a soldados regulares, en la medida en que su
voluntad se ve doblegada por el imperium del Estado, al someterlos a la prestación de un servicio que
no es nada distinto a la imposición de una carga o un deber público, resulta claro que la organización
estatal debe responder, bien porque frente a ellos el daño provenga de i) un rompimiento de las cargas
públicas que no tenga la obligación jurídica de soportar el soldado; ii) de un riesgo excepcional que
desborda aquel al cual normalmente estaría sometido, y que puede tener origen en el riesgo de la
actividad o en el riesgo de la cosa, o iii) de una falla del servicio, a partir de la cual se produce el
resultado perjudicial (20).
Asimismo, en relación con los conscriptos, el principio iura novit curia determina que el juzgador
debe verificar si el daño antijurídico resulta imputable o atribuible al Estado con fundamento en uno
cualquiera de los títulos de imputación antes mencionados; además, no debe perderse de vista que, en
tanto la Administración Pública imponga el deber de prestar el servicio militar, debe garantizar la
integridad psicofísica del soldado en la medida en que se trata de una persona que se encuentra
sometida a su custodia y cuidado, pues en determinadas situaciones lo pone en una posición de riesgo,
lo cual, en términos de imputabilidad, significa que debe responder por los daños que le sean irrogados
en relación con la ejecución de la carga pública.
Respecto de la responsabilidad derivada de las obligaciones de especial sujeción que asume el
Estado frente a los conscriptos, la Sala, en providencia del 15 de octubre del 2008 (21), sostuvo:
“Además de lo anterior, se reitera, que el Estado frente a los conscriptos (…) adquiere no solo una
posición de garante al doblegar, en ambos casos, su voluntad y disponer de su libertad individual
para un fin determinado, sino que de igual manera, el Estado entra en una relación de especial
sujeción que lo hace sujeto responsable de los posibles daños que puedan padecer aquellos.
En conclusión, en cada caso concreto en los cuales se invoque la existencia de una causa extraña
por parte de la entidad demandada, es necesario analizar los detalles de tiempo, modo y lugar en
que se produjo el daño, por cuanto es posible que el Estado haya contribuido co-causalmente a la
generación del mismo, específicamente, al situar al conscripto en la situación de riesgo, o bien por
una ruptura de la igualdad ante las cargas públicas o por una falla del servicio.
No se puede, por consiguiente, afirmar de manera simple y llana, que la sola constatación de la
existencia de una aparente causa extraña como origen o fuente material o fenomenológica, en
relación con los daños ocasionados a conscriptos o reclusos, es suficiente para que estos sean
considerados como no atribuibles –por acción u omisión– a la administración pública. Se requiere,
además, en estos eventos, que la entidad demandada acredite que su actuación no contribuyó en
la producción del daño, motivo por el cual no le es imputable fáctica o jurídicamente. Lo
puntualizado, en la medida en que es posible que la causa directa, inmediata y material del daño
sea la actuación de un tercero o de la propia víctima, pero tal resultado perjudicial tenga una
relación mediata con el servicio que estaba desplegando el soldado conscripto, motivo por el cual
la entidad no puede desprenderse de su responsabilidad, por cuanto también puede serle
endilgable jurídicamente el daño”.
Lo anterior no obsta para que en este tipo de situaciones opere la causa extraña en sus diversas
modalidades, como causal exonerativa de responsabilidad, casos en los cuales, como resulta apenas
natural, la acreditación de la eximente deberá fundarse en la demostración de todos y cada uno de los
elementos constitutivos de la que en cada caso se alegue: fuerza mayor, hecho exclusivo de la víctima
o hecho exclusivo de un tercero, según corresponda; por consiguiente, no es procedente afirmar de
manera simple y llana que la sola constatación de la existencia de una aparente causa extraña como
origen o fuente material o fenomenológica, en relación con los daños ocasionados a soldados
conscriptos, resulte suficiente para que estos puedan considerarse como no atribuibles —por acción u
omisión(22)— a la Administración Pública(23)
Así pues, en cada caso concreto, en el cual se invoque la existencia de una causa extraña por parte de la entidad
demandada, deberán analizarse las circunstancias de tiempo, modo y lugar en las cuales se hubiere producido el
daño, por cuanto es posible que el Estado haya contribuido causalmente a la generación del mismo.

En ese orden de ideas, resulta dable concluir que para que tales eximentes de responsabilidad
tengan plenos efectos liberadores respecto de la responsabilidad estatal, resulta necesario que la
causa extraña sea la causa exclusiva, esto es única, del daño y que, por tanto, constituya la raíz
determinante del mismo.
Pues bien, del material probatorio antes relacionado se tiene acreditado que:
— El señor Edwin Cortés Zambrano se vinculó a las Fuerzas Militares – Armada Nacional el 10 de
febrero de 1999 para prestar el servicio militar obligatorio y su retiro de la institución se produjo el 1º de
agosto de 2000.
— El demandante se presentó al Departamento de Sanidad de la Armada Nacional porque presentó
una “irritación conjuntival” y “refiere ardor ocular”, dado que el día anterior estuvo expuesto a la luz de
soldadura sin la protección necesaria. Aunque el documento en el que consta lo anterior no tiene fecha
de elaboración, se entiende que la valoración del demandante fue el 9 de agosto de 1999, por cuanto la
anotación siguiente que registra el aludido documento corresponde al 10 de agosto de 1999 y en el
informe médico se indicó que el soldado Edwin Cortés Zambrano acudió el “día de ayer”.
— El 28 de noviembre de 2000, la Junta Médica Laboral de las Fuerzas Armadas de Colombia
determinó que el señor Edwin Cortés Zambrano presentaba una neuritis óptica en su ojo izquierdo, la
cual le dejó como secuela una atrofia óptica y una disminución de su capacidad laboral del 27.5%.
— Los testimonios practicados en este proceso son coincidentes en afirmar que durante la
prestación del servicio militar obligatorio al señor Edwin Cortés Zambrano sus superiores le ordenaron
realizar actividades de soldadura y que esa labor la efectuó sin la protección debida, cuestión que le
significó molestias en sus ojos y de ello, el actor dio noticia al departamento de sanidad.
En ese orden de ideas, la Sala encuentra acreditada la existencia de un hecho dañoso, así como el
nexo causal entre este y la prestación del servicio militar obligatorio por parte del señor Edwin Cortés
Zambrano, razón por la cual la entidad demandada resulta administrativa y patrimonialmente
responsable por los daños ocasionados a la parte actora.
No obstante que los testigos incurren en algunas imprecisiones al sostener que su compañero perdió
la visión y que no pudo seguir laborando a partir de ese hecho, esas manifestaciones no le restan
credibilidad a las versiones de los declarantes, en la megdida en que esos aspectos realmente apuntan
a cuestiones distintas a la manera en la cual se produjo el daño, dado que se trata de aspectos
accesorios y frente a los cuales, además, no tuvieron un conocimiento preciso, como sí lo tuvieron en
relación con la causa del daño, esto es que su compañero fue objeto de una orden de realizar labores
de soldadura sin la protección debida.
De otro lado, cabe precisar que esta Subsección, ante un caso que en apariencia sería similar a
este, denegó las súplicas de la demanda con base en lo siguiente.
“(…) En tal sentido, la Sala considera que no existe nexo causal entre la enfermedad sufrida por
Deimer Betancurt de los Ríos y la prestación del servicio militar obligatorio, como quiera que no
obra en el proceso ninguna prueba que permita siquiera inferir que esta pudo tener origen
en una acción u omisión de las autoridades militares, o en el desarrollo de actividades
propias del servicio militar; por lo tanto, la responsabilidad del daño no puede ser imputable a la
entidad accionada, pues si bien está probado que la lesión se adquirió en el tiempo en el que
estuvo presentando el servicio, no está acreditado que haya sido por causa y razón del mismo
(…)”(24) (Se destaca).
En este asunto y no obstante que el dictamen médico legal determinó que la lesión padecida por el
aquí demandante fue en el servicio pero sin ocasión del mismo, lo cierto es que en este proceso sí
existen medios de acreditación, como los testimonios antes descritos y el informe del dispensario de
sanidad del batallón, que permiten no solo inferir, sino establecer que el daño padecido por el señor
Cortés Edwin Cortés Zambrano sí ocurrió en el ejercicio de su actividad castrense al acatar una orden
impuesta por sus superiores.
Finalmente, la Sala no puede pasar por alto el hecho de que tanto la anotación del departamento de
sanidad y los testigos señalaron que al señor Cortés Zambrano se le ordenó desarrollar labores de
soldadura sin la protección necesaria lo cual podría traducirse en una irregularidad constitutiva de falla
en el servicio, sin embargo, en este caso en particular esos medios de prueba no cuentan con la
virtualidad necesaria para declarar la responsabilidad de la entidad demandada, bajo ese título,
cuestión que no impide que se haga tal declaratoria, pero bajo un régimen objetivo derivado de la
aplicación de las relaciones de especial sujeción, descrito en precedencia.
Por consiguiente se confirmará la sentencia apelada, en cuanto declaró la responsabilidad
patrimonial de la entidad pública demandada.
6. Indemnización de perjuicios.
6.1. Perjuicios morales.
El Tribunal a quo condenó a la entidad demandada a pagar la suma equivalente en pesos a 20
SMLMV, a favor de la víctima directa y 10 SMLMV a favor de los padres y el hermano menor del señor
Edwin Cortés Zambrano; denegó el reconocimiento a favor de los demás demandantes.
En su apelación, la parte actora solicitó el incremente de esos montos y que se acceda al
reconocimiento a favor de todos los demandantes.
En cuanto a los daños causados por las lesiones que sufre una persona resulta necesario precisar
que si bien estas pueden dar lugar a la indemnización de perjuicios morales, su tasación dependerá, en
gran medida, de la gravedad y entidad de las mismas, pues hay situaciones en las cuales estas —las
lesiones sufridas—, son de tal magnitud que su ocurrencia alcanza a tener una entidad suficiente para
alterar el curso normal de la vida o de las labores cotidianas de una persona, por manera que la
cuantificación de los perjuicios morales que se causen en virtud de unas lesiones personales, se
definirá en cada caso por el juez, en proporción al daño sufrido y a las circunstancias particulares de las
causas y consecuencias de la lesión.
De igual forma, resulta claro que la tasación de este perjuicio, de carácter extrapatrimonial, dada su
especial naturaleza, no puede ser sino compensatoria, por lo cual, corresponde al juzgador, quien con
fundamento en su prudente juicio debe establecer, en la situación concreta, el valor que corresponda,
para lo cual debe tener en cuenta las circunstancias, la naturaleza, la gravedad de las lesiones sufridas
y sus secuelas, de conformidad con lo que se encuentre demostrado en el proceso.
Así pues, es lo común, lo esperable y comprensible, que los seres humanos sientan tristeza,
depresión, angustia, miedo y otras afecciones cuando ven disminuidas su salud y sus facultades
físicas, tal y como ocurrió en el sub lite, pues el señor Edwin Cortés Zambrano sufrió una afectación en
su ojo izquierdo que le ocasionó una pérdida de la capacidad laboral del 27.5%, lo cual le produjo, sin
duda, una afección moral que debe ser indemnizada, por lo tanto, se modificará en este punto la
sentencia objeto de recurso y se le reconocerá una indemnización equivalente a 40 SMLMV a su favor,
tal y como lo discurrió la Sección Tercera en un caso similar al que ahora se debate (25).
De otra parte, frente al reconocimiento de perjuicios solicitados a favor de los hermanos de la víctima
del daño, la Sala en esta oportunidad reiterará su jurisprudencia en el sentido de indicar que el
reconocimiento de perjuicios se desprende de la condición personal de damnificado con el daño sufrido
y que el parentesco resulta ser un elemento probatorio adicional que indica la existencia de una
relación familiar consolidada. Al respecto la Sala ha razonado de la siguiente manera:
“Ha dicho la jurisprudencia, en forma reiterada, que en estos procesos de responsabilidad la
indemnización de perjuicios la piden o solicitan los damnificados de la persona fallecida o herida
por causa de la falla del servicio, no en su carácter de herederos de esta, sino por el perjuicio que
les causó esa muerte o esas lesiones, con prescindencia del mismo vínculo parental que gobierna
el régimen sucesoral. En otras palabras, la parte demanda porque fue damnificada y no porque es
heredera.
“Tan cierto es esto que con alguna frecuencia se niega en estos procesos indemnización al padre,
al cónyuge, a los hijos o hermanos, pese a la demostración del parentesco, porque por otros
medios se acredita que no sufrieron daño alguno. El caso, por ejemplo, del padre o madre que
abandona a sus hijos desde chicos; o del hijo que abandona a sus padres estando estos enfermos
o en condiciones de no subsistir por sus propios medios.
“En otros términos, lo que se debe probar siempre es el hecho de ser damnificada la persona
(porque el hecho perjudicial afectó sus condiciones normales de subsistencia, bien en su esfera
patrimonial o moral) y no su carácter de heredera.
“El equívoco se creó cuando la jurisprudencia aceptó, para facilitar un tanto las cosas, que el
interés de la persona damnificada resultaba demostrado con la prueba del vínculo de parentesco
existente entre la víctima y el presunto damnificado.
“Esta idea, de por sí bastante clara, creó el equívoco, hasta el punto de que se confundió el interés
del damnificado con el del heredero.
“Lo anterior hizo que los demandantes se contentaran simplemente con acompañar al proceso las
pruebas del parentesco. Y esto, en la mayoría de los casos es suficiente porque la jurisprudencia,
por contera, terminó aceptando la presunción de hombre o judicial de que entre padres e hijos o
cónyuges entre sí se presume el perjuicio por el solo hecho del parentesco.
“Pero fuera de que se han limitado a esas pruebas del estado civil, las han practicado mal o en
forma incompleta, lo que ha impedido en muchos eventos reconocer el derecho pretendido porque
no se acreditó bien el interés en la pretensión” (26).
Así las cosas, la valoración probatoria que debe hacer el juez para acceder al reconocimiento de los
perjuicios morales no puede entenderse en forma alguna como una simple verificación de la relación de
parentesco de los demandantes, sino que es deber del fallador hacer acopio de todos los elementos
probatorios obrantes de manera que verifique la existencia de criterios o referentes objetivos para su
cuantificación tales como: “las características mismas del daño, su gravedad y extensión, el grado de
afectación en el caso a cada persona, vale decir, el conjunto de elementos o circunstancias de hecho
que enmarcan la situación del demandante afectado, para, por vía del análisis de conjunto,
debidamente razonado, llegar a concretar un monto indemnizatorio determinado” (27).
Con fundamento en lo anterior, concluye la Sala que la lesión padecida por el señor Edwin Cortés
Zambrano produjo un padecimiento moral a sus padres y hermanos. Se reitera que es lo común, lo
esperable y comprensible, que los seres humanos sientan tristeza, depresión, angustia, miedo y otras
afectaciones de los sentimientos, cuando un ser querido sufre lesiones graves, como son las que su ojo
izquierdo presentó.
Así las cosas se tiene que respecto del grupo familiar que demandó por la incapacidad laboral del
señor Edwin Cortés Zambrano, integrado por sus padres y hermanos, se allegaron los siguientes
medios de prueba: i) copia del registro civil de nacimiento (28) del señor Edwin Cortés Zambrano, el cual
demuestra que es hijo de los también demandantes Carmen Isabel Zambrano Torres y Milton Cortés; ii)
copia de los registro civiles de nacimiento(29) de los actores María Teresa Cortés Zambrano, Miyi María
Cortés Zambrano, Daysi Cortés Zambrano, Segundo Milton Cortés Zambrano y Andrés Guillermo
Cortés Zambrano (hermanos).
Así las cosas, se modificará la sentencia de primera instancia y se les reconocerá o los actores
Carmen Isabel Zambrano Torres y Milton Cortés, un monto equivalente a 40 salarios mínimos legales
mensuales vigentes para cada uno de ellos y para los señores María Teresa Cortés Zambrano, Miyi
María Cortés Zambrano, Daysi Cortés Zambrano, Segundo Milton Cortés Zambrano y Andrés Guillermo
Cortés Zambrano, la suma equivalente a 20 salarios mínimos legales mensuales vigentes para cada
uno.
6.2. Perjuicios materiales.
6.2.1. Daño emergente.
Comoquiera que este punto no fue objeto del recurso de apelación, la Sala no realizará
pronunciamiento alguno al respecto.
6.2.2. Lucro cesante.
El Tribunal Administrativo de primera instancia condenó a la entidad demandada a pagar la suma de
$ 36’665.693.97 a favor del señor Edwin Cortés Zambrano, sin embargo, este punto tampoco fue objeto
apelación, razón por la cual únicamente se actualizará la suma reconocida de la siguiente manera:

En consecuencia, se modificará la sentencia apelada y se reconocerá a favor del señor Edwin Cortés
Zambrano, la suma de $ 51’331.970 por concepto de perjuicios materiales, en la modalidad de lucro
cesante.
6.3. Daño o perjuicio fisiológico.
El Tribunal Administrativo a quo reconoció a favor del señor Edwin Cortés Zambrano el equivalente a
25 S.M.L.M.V., como consecuencia del perjuicio fisiológico a él ocasionado, aspecto que fue objeto de
la impugnación de la parte actora en la búsqueda de que sea incrementado.
Resulta pertinente referirse a las consideraciones de la Sala Plena de la Sección Tercera, en punto al
contenido del perjuicio solicitado y su identificación con el daño a la salud como una tipología de
perjuicio autónomo. Expuso la Sección(30):
“En otros términos, un daño a la salud desplaza por completo a las demás categorías de
daño inmaterial como lo son la alteración grave a las condiciones de existencia —antes
denominado daño a la vida de relación— precisamente porque cuando la lesión antijurídica tiene
su génesis en una afectación negativa del estado de salud, los únicos perjuicios inmateriales
que hay lugar a reconocer son el daño moral y el daño a la salud.
Es así como la doctrina, sobre el particular señala:
“Hecha esta identificación, entre el daño corporal y el daño a la salud, vemos que también se
identifica con el perjuicio fisiológico; terminología que impera en la doctrina francesa para referirse
al daño en la esfera funcional, como sinónimo del daño a la integridad física y psíquica de la
persona; se denomina así porque afecta, como decimos, la esfera funcional con independencia de
la pérdida de rentas que pueda ocasionar.
“Pero esta terminología es peligrosa porque se desliza hacia una realidad diferente. Como se ha
precisado por la doctrina italiana, hay que matizar que, si bien a veces se utiliza como sinónimo
del llamado daño biológico, la doctrina italiana más especializada, ha señalado que este último, es
un concepto médico – legal, mientras que el daño a la salud es un concepto jurídico,
normativo, que se encuentra consagrado en el artículo 32 de la Constitución (…)”(31) (Se
destaca).
En esa perspectiva, se insiste, la noción de daño a la vida de relación que sirvió al Consejo de
Estado para indemnizar los perjuicios inmateriales sufridos por el sujeto, diferentes al moral, no es
más que un concepto que ya no es utilizado por la doctrina y jurisprudencia italianas, en la medida
en que se ha reconocido independencia entre el perjuicio biológico o fisiológico–relacionado con la
órbita psicofísica del individuo– y otros perjuicios que afectan valores, derechos o intereses de la
persona que, en la actualidad, en Italia, serían indemnizados bajo la panorámica del daño
existencial (v.gr. la tranquilidad del ser humano, la seguridad, las condiciones de existencia, entre
otros)(32), sin que esta última categoría se encuentre lo suficientemente decantada en otras
latitudes, razón para rechazar en esta instancia su adopción en el derecho colombiano, máxime si
de manera reciente fueron proferidas cuatro sentencias de la Sección Unida (Sala Plena) de la
Corte de Casación Italiana, en la que se recoge el daño existencial dado, precisamente, de la
amplitud y falta de delimitación conceptual que implicaba (imposibilidad de objetivización) (33).
Desde esa panorámica, los daños a la vida de relación o a la alteración de las condiciones
de existencia, no podrán servir de instrumento para obtener la reparación del daño a la
salud, es decir, son improcedentes para reparar las lesiones a la integridad psicofísica
puesto que parten de confrontar, o mejor de un parangón entre la esfera individual y la externa o
social; el primero en la carga relacional del sujeto (relaciones sociales) lo que llevó a que fuera
considerado en Italia como un daño subjetivo, inequitativo e desigualitario —dado que una
persona puede tener una vida social o relacional más activa que otra, sin que eso suponga que
deba indemnizarse diferente el daño—, y el segundo, por referirse a una alteración grave y
significativa del proyecto de vida, es decir, a los planes y objetivos de la persona hacia el futuro.
Entonces, como se aprecia, el daño a la salud gana claridad, exactitud y equidad donde los
precisados perjuicios la pierden, puesto que siempre está referido a la afectación de la integridad
psicofísica del sujeto, y está encaminado a cubrir no solo la modificación de la unidad corporal
sino las consecuencias que las mismas generan, razón por la que, sería comprensivo de otros
daños como el estético, el sexual, el psicológico, entre otros, sin que existiera la necesidad de
ampliar en demasía la gama o haz de daños indemnizables, con lo que se conseguiría una
sistematización del daño no patrimonial(34).
En otros términos, se insiste, en Colombia el sistema indemnizatorio está limitado y no puede dar
lugar a que se abra una multiplicidad de categorías resarcitorias que afecten la estructura del
derecho de daños y la estabilidad presupuestal que soporta un efectivo sistema de
responsabilidad patrimonial del Estado, motivo por el que, se itera, cuando el daño se origine en
una lesión psíquica o física de la persona el único perjuicio inmaterial, diferente al moral
que será viable reconocer por parte del operador judicial será el denominado “daño a la
salud o fisiológico”, sin que sea posible admitir otras categorías de perjuicios en este tipo
de supuestos y, mucho menos, la alteración a las condiciones de existencia, categoría que
bajo la égida del daño a la salud pierde relevancia, concreción y pertinencia para
indemnizar este tipo de afectaciones.
En ese orden de ideas, el concepto de salud comprende diversas esferas de la persona, razón por
la que no solo está circunscrito a la interna, sino que comprende aspectos físicos y psíquicos, por
lo que su evaluación será mucho más sencilla puesto que ante lesiones iguales corresponderá
una indemnización idéntica(35). Por lo tanto, no es posible desagregar o subdividir el daño a la salud
o perjuicio fisiológico en diversas expresiones corporales o relacionales (v.gr. daño estético, daño
sexual, daño relacional familiar, daño relacional social), pues este tipo o clase de perjuicio es
posible tasarlo o evaluarlo, de forma más o menos objetiva, con base en el porcentaje de invalidez
decretado por el médico legista.
De allí que no sea procedente indemnizar de forma individual cada afectación corporal o social
que se deriva del daño a la salud, como lo hizo el tribunal de primera instancia, sino que el daño a
la salud se repara con base en dos componentes: i) uno objetivo determinado con base en el
porcentaje de invalidez decretado y ii) uno subjetivo, que permitirá incrementar en una
determinada proporción el primer valor, de conformidad con las consecuencias particulares y
específicas de cada persona lesionada.
Así las cosas, el daño a la salud permite estructurar un criterio de resarcimiento fundamentado en
bases de igualdad y objetividad, de tal forma que se satisfaga la máxima “a igual daño, igual
indemnización”(36).
En consecuencia, se adopta el concepto de daño a la salud, como perjuicio inmaterial
diferente al moral que puede ser solicitado y decretado en los casos en que el daño
provenga de una lesión corporal, puesto que el mismo no está encaminado al
restablecimiento de la pérdida patrimonial, ni a la compensación por la aflicción o el
padecimiento que se genera con aquél, sino que está dirigido a resarcir económicamente —
como quiera que empíricamente es imposible— una lesión o alteración a la unidad corporal
de la persona, esto es, la afectación del derecho a la salud del individuo.
Por lo tanto, cuando el daño tenga origen en una lesión corporal (daño corporal), solo se
podrán reclamar y eventualmente reconocer los siguientes tipos de perjuicios —siempre
que estén acreditados en el proceso—:
i) los materiales de daño emergente y lucro cesante;
ii) y los inmateriales, correspondientes al moral y a la salud o fisiológico, el primero tendiente a
compensar la aflicción o padecimiento desencadenado por el daño, mientras que el último
encaminado a resarcir la pérdida o alteración anatómica o funcional del derecho a la salud y a la
integridad corporal(37).
Desde esa perspectiva, se insiste, el daño a la salud comprende toda la órbita psicofísica del
sujeto. En consecuencia, la tipología del perjuicio inmaterial se puede sistematizar de la siguiente
manera: i) perjuicio moral; ii) daño a la salud (perjuicio fisiológico o biológico); iii) cualquier otro
bien, derecho o interés legítimo constitucional, jurídicamente tutelado que no esté comprendido
dentro del concepto de “daño corporal o afectación a la integridad psicofísica” y que merezca una
valoración e indemnización a través de las tipologías tradicionales como el daño a la vida de
relación o la alteración grave a las condiciones de existencia o mediante el reconocimiento
individual o autónomo del daño (v.gr. el derecho al buen nombre, al honor o a la honra; el derecho
a tener una familia, entre otros), siempre que esté acreditada en el proceso su concreción y sea
preciso su resarcimiento, de conformidad con los lineamientos que fije en su momento esta
corporación.
Es decir, cuando el daño antijurídico radica en una afectación psicofísica de la persona, el daño a
la salud surge como categoría autónoma y, por lo tanto, desplaza por completo denominaciones o
tipos de perjuicios abiertos que han sido empleados en otras latitudes, pero que, al igual que en
esta ocasión, han cedido paso al daño corporal como un avance jurídico que permite la reparación
efectiva y objetiva del perjuicio proveniente de la lesión al derecho constitucional y fundamental a
la salud.
Ahora bien, el hecho de sistematizar el daño a la salud (integridad corporal, psicológica, sexual,
estética), mientras se deja abierta la estructura de los demás bienes o derechos jurídicos,
garantiza un esquema coherente con los lineamientos conceptuales, teóricos y prácticos del
resarcimiento del daño, como quiera que no se presta para generar una tipología paralela al daño
a la salud que produzca los mismos efectos perjudiciales que acarrearon las nociones abiertas e
indefinidas del daño a la vida de relación y de alteración a las condiciones de existencia.
En consecuencia, el daño moral satisface la indemnización de la órbita interna y aflictiva del ser
humano; el daño a la salud garantiza un resarcimiento más o menos equitativo y objetivo en
relación con los efectos que produce un daño que afecta la integridad psicofísica de la persona; y,
por último, será oportuno que se analice la posibilidad por parte de esta corporación –siempre que
los supuestos de cada caso lo permitan– de que se reparen los demás bienes, derechos o
intereses jurídicos de la víctima directa o de los perjudicados que logren acreditar efectivamente
que padecieron ese daño autónomo e independiente, sin que quede cobijado por la tipología antes
delimitada (v.gr. el derecho al buen nombre). La aplicación de esta tipología del daño garantiza la
reparación estática y dinámica del perjuicio, esto es los efectos internos y externos, subjetivos y
objetivos, individuales y colectivos que la lesión antijurídica o injusta desencadena en el sujeto y
las personas que constituyen su entorno.
No obstante lo anterior, es preciso recalcar que en nuestro país no existe un sistema abierto y
asistemático del perjuicio inmaterial, puesto que estos esquemas atentan contra el entendimiento
del derecho de la responsabilidad, motivo por el cual, será la jurisprudencia de esta corporación la
encargada de definir la posibilidad de reconocer otras categorías o tipos de daños distintos al daño
a la salud, pero siempre que el caso concreto permita la discusión y se afronte la misma a través
de la búsqueda de una metodología coherente que contenga el abanico resarcitorio a sus justas
proporciones sin que se desdibuje el contenido y alcance de la teoría del daño resarcible.
Esta es, precisamente, la importancia del daño a la salud, ya que como se ha explicado permite
reconducir a una misma categoría resarcitoria todas las expresiones del ser humano relacionadas
con la integridad psicofísica, como por ejemplo las esferas cognoscitivas, psicológicas, sexuales,
hedonísticas, etc., lo que evita o impide que se dispersen estos conceptos en rubros
indemnizatorios autónomos.
Así las cosas, el daño a la salud posibilita su reparación considerado en sí mismo, sin
concentrarse de manera exclusiva y principal en las manifestaciones externas, relacionales o
sociales que desencadene, circunstancia por la cual este daño, se itera, gana concreción y
objetividad en donde las categorías abiertas la pierden y, por lo tanto, permite garantizar los
principios constitucionales de dignidad humana y de igualdad material.” (Destaca la Sala)
Así mismo, esta Sección determinó, los parámetros de liquidación y valoración del daño a la salud,
en cuanto a sus contenidos objetivo (estático) y subjetivo (dinámico); en dicha oportunidad se
estableció(38):
Conforme al precedente citado, el daño a la salud se repara con base en dos componentes, uno
objetivo y otro subjetivo o dinámico, cuya valoración debe atender a los principios de reparación
integral y equidad (artículo 16 de la Ley 446 de 1998) e igualdad, y observar los criterios técnicos
actuariales(39), de conformidad con lo dispuesto en el artículo 178 del Código Contencioso
Administrativo, postulados estos cuya importancia resulta de mayor relevancia cuando se trata de
la indemnización de un perjuicio que, por la naturaleza de este, no puede ser restitutoria ni
reparadora, sino simplemente compensatoria, eventos en los cuales la jurisprudencia ha
reconocido:
“En efecto, la suma establecida no se ajustará nunca al monto exacto del perjuicio, pero buscará,
de alguna manera, restablecer el equilibrio roto con su ocurrencia. Se impone al juez, entonces, el
ejercicio de una cierta discrecionalidad, que, sin embargo, debe encontrarse suficientemente
razonada y fundada en las probanzas que, en el proceso, obren sobre la existencia del perjuicio y
su intensidad. No se trata, en efecto, de una facultad arbitraria; por ello, en su desarrollo, debe
buscarse también la garantía del principio de igualdad, lo que hace necesaria la comparación de la
situación debatida con otras ya decididas, con fundamento en el análisis de los diferentes
aspectos que determinan aquélla y estas, dentro de los cuales deberá tomarse en cuenta, por
supuesto, el valor real de la indemnización”(40).
Bajo este propósito, la Sala determinará (41) el contenido del elemento objetivo con base en la
calificación integral de la invalidez, que debe constar en el dictamen emitido por la Junta de
Calificación, que a su vez tiene en cuenta componentes funcionales, biológicos, psíquicos y
sociales del ser humano, entendidos en términos de las consecuencias de la enfermedad, el
accidente o la edad, y definidos por el Decreto 917 de 1999, esto es, bajo los conceptos de
deficiencia, discapacidad y minusvalía:
“a) Deficiencia: Se entiende por deficiencia, toda pérdida o anormalidad de una estructura o
función psicológica, fisiológica o anatómica, que pueden ser temporales o permanentes, entre las
que se incluyen la existencia o aparición de una anomalía, defecto o pérdida producida en un
miembro, órgano, tejido u otra estructura del cuerpo humano, así como también los sistemas
propios de la función mental. Representa la exteriorización de un estado patológico y en principio
refleja perturbaciones a nivel del órgano.
b) Discapacidad: Se entiende por discapacidad toda restricción o ausencia de la capacidad de
realizar una actividad en la forma o dentro del margen que se considera normal para un ser
humano, producida por una deficiencia, y se caracteriza por excesos o insuficiencias en el
desempeño y comportamiento en una actividad normal o rutinaria, los cuales pueden ser
temporales o permanentes, reversibles o irreversibles, y progresivos o regresivos. Representa la
objetivación de la deficiencia y por tanto, refleja alteraciones al nivel de la persona.
c) Minusvalía: Se entiende por Minusvalía toda situación desventajosa para un individuo
determinado, consecuencia de una deficiencia o una discapacidad que lo limita o impide para el
desempeño de un rol, que es normal en su caso en función de la edad, sexo, factores sociales,
culturales y ocupacionales. Se caracteriza por la diferencia entre el rendimiento y las expectativas
del individuo mismo o del grupo al que pertenece. Representa la socialización de la deficiencia y
su discapacidad por cuanto refleja las consecuencias culturales, sociales, económicas,
ambientales y ocupacionales, que para el individuo se derivan de la presencia de las mismas y
alteran su entorno”.
Con base en lo anterior, la Sala dispone que deberá estudiarse la vertiente objetiva y subjetiva del
daño a la salud, en el caso concreto.
En este orden de ideas se tienen como medios probatorios el acta de la Junta Médica Laboral Nº 425
del 28 de noviembre de 2000, en donde se determinó que el señor Edwin Cortés Zambrano presentó
una disminución de su capacidad laboral del 27.5% (42).
Debe señalarse que en los casos en que las lesiones revisten mayor gravedad, esto es una
incapacidad superior al 50%, se ha concedido por daño a la salud el equivalente a 100 salarios
mínimos mensuales vigentes. Por lo tanto se le reconocerá al señor Edwin Cortés Zambrano por este
concepto el valor de 40 salarios mensuales legales vigentes, por lo cual, el monto de la indemnización
resulta proporcional con la lesión sufrida, esto de conformidad con los parámetros jurisprudenciales que
han sido trazados sobre la materia, teniendo en cuenta la gravedad de la lesión y, por lo tanto, la
magnitud del perjuicio que supone una significativa variación en el estado de salud del demandante
principal.
Por consiguiente, se modificará la sentencia de primera instancia y se reconocerá a favor del señor
Edwin Cortés Zambrano el equivalente a 40 S.M.L.M.V.
7. Condena en costas.
Comoquiera que no se evidencia temeridad, ni mala fe de las partes, la Sala se abstendrá de
condenar en costas de conformidad con lo reglado en el artículo 171 del CCA, modificado por el artículo
55 de la Ley 446 de 1998.
En mérito de lo expuesto, el Consejo de Estado, en Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección
Tercera, Subsección A, administrando Justicia en nombre de la República de Colombia y por autoridad
de la ley,
FALLA:
1. Modificánse los numerales segundo, tercero y cuarto de la sentencia recurrida, esto es la
dictada por el Tribunal Administrativo de Nariño el día 6 de octubre de 2006, los cuales quedarán así:
“Segundo. Condenase a la Nación Ministerio De Defensa – Ejército Nacional a pagar por concepto
de perjuicios morales, las siguientes sumas:
Al ofendido señor Edwin Cortés Zambrano la suma de 40 salarios mínimos legales mensuales
vigentes.
A favor de los padres Milton Cortés y Carmen Isabel Zambrano la suma de 40 salarios mínimos
legales mensuales vigentes para cada uno de ellos.
Y para los señores María Teresa Cortés Zambrano, Miyi María Cortés Zambrano, Daysi Cortés
Zambrano, Segundo Milton Cortés Zambrano y Andrés Guillermo Cortés Zambrano la suma de 20
salarios mínimos legales mensuales vigentes, para cada uno de ellos.
Tercero. Condenase a la nación – Ministerio de Defensa – Ejército Nacional, por concepto de
perjuicios materiales en la modalidad de lucro cesante a favor del señor Edwin Cortés Zambrano
la suma de $ 51’331.970.
Cuarto. Condenase a la Nación Ministerio De Defensa – Ejército Nacional a pagar por concepto de
perjuicios fisiológicos las siguientes sumas:
A favor de Edwin Cortés Zambrano: la suma de 40 salarios mínimos legales mensuales vigentes”.
2. CONFIRMAR en lo demás, el fallo apelado.
3. Sin condena en costas.
4. CÚMPLASE lo dispuesto en esta providencia, en los términos previstos en los artículos 176 y 177
del Código Contencioso Administrativo.
5. EXPÍDANSE a la parte actora las copias auténticas con las constancias de que trata el artículo
115 del Código de Procedimiento Civil.
6. Ejecutoriada esta providencia, DEVUÉLVASE el expediente a su Tribunal de origen.
Cópiese, notifíquese y cúmplase.
Magistrados: Hernán Andrade Rincón—Carlos Alberto Zambrano Barrera.
1 Fls. 153 A 172 c ppal.

2 Fls 1 a 11 c 1.

3 Fls. 35 a 39 c 1.

4 Fls. 129 a 135 c 1.

5 Fls. 136 a 141 c 1.

6 Fls. 143 a 148 c 1.

7 Fls. 700 a 743 c ppal.

8 Fls. 179 a 181 c ppal.


9 Fls. 189 a 193 c ppal.

10 Fls. 198 a 219 c ppal.

11 La cuantía del proceso supera la exigida para que esta corporación pueda conocer en segunda instancia de un
proceso de reparación directa, de conformidad con la Ley 954 de 2005 - 500 S.M.L.M.V., que equivalía a $ 143’000.000
teniendo en cuenta que la demanda se presentó en el año 2001 y el salario mínimo para ese año se fijó en la suma de $
286.000; por perjuicios materiales en la modalidad de lucro cesante se solicitó la suma de $ 200’000.000.

12 Fls. 1 a 11 c 1.

13 Fl 60 c 1.

14 Fls. 88 y 89 c 1.

15 Fls. 96 a 100 c 1.

16 Fl 106 c 1.

17 Al respecto, consultar por ejemplo, Consejo de Estado, S.C.a., Sección Tercera, sentencias del 30 de julio de 2008,
Exp. 18725, C.P. Ruth Stella Correa Palacio y del 15 de octubre de 2008. Exp. 18586 C.P. Enrique Gil Botero.

18 En sentencia de 10 de agosto de 2005, Exp. 16205, la Sala al resolver la demanda instaurada con el fin de obtener la
indemnización de los perjuicios causados por las lesiones sufridas por un soldado, quien en cumplimiento de la orden
proferida por su superior jerárquico, de realizar un registro de área en horas de la noche, al saltar un caño se cayó y golpeó
contra una piedra, consideró: “(...) la causación de los daños material, moral y a la vida de relación tienen sustento, en este
proceso, en el actuar de la administración de sometimiento del soldado conscripto a una carga mayor a la que estaba
obligado a soportar, cuando en el cumplimiento de la misión conferida a él por el Comandante del Escuadrón B de
Contraguerrillas de registro del área general del Municipio de Paz de Ariporo dentro del servicio y con ocasión de él, se
tropezó cayendo contra la maleza, lesionándose el ojo derecho”.

19 Expediente 11401.

20 Consejo de Estado, S.C.A., Sección Tercera, sentencia del 15 de octubre de 2008. Exp. 18586, C.P. Enrique Gil
Botero.

21 Ibídem.

22 Si se tiene en cuenta que la comprensión mayoritaria —aunque deba darse cuenta de la existencia de pareceres
discrepantes— niega que las omisiones puedan ser causa, en un sentido estrictamente naturalístico u ontológico, de un
resultado, como lo han señalado, por vía de ejemplo, Mir Puig y Jescheck, de la siguiente manera: ―resulta imposible
sostener que un resultado positivo pueda haber sido causado, en el sentido de las ciencias de la naturaleza, por un puro no
hacer (ex nihilo nihil fit)‖ (énfasis en el texto original), sostiene aquél; ―La causalidad, como categoría del ser, requiere
una fuente real de energía que sea capaz de conllevar un despliegue de fuerzas, y ello falta precisamente en la omisión
(―ex nihilo nihil fit)‖, afirma este. Cfr. Mir Puig, Santiago, Derecho Penal. Parte General, 5ª edición, Reppertor, Barcelona,
1998, p. 318 y Jescheck, Hans-Heinrich, Tratado de Derecho Penal. Parte General, Bosch, Barcelona, 1981, p. 852, apud
Mir Puigpelat, Oriol, La responsabilidad patrimonial de la administración sanitaria, cit., pp. 241-242.
Sin embargo, la tantas veces aludida distinción categorial entre causalidad e imputación permite explicar, precisamente, de
forma mucho más coherente que si no se parte de la anotada diferenciación, la naturaleza del razonamiento que está
llamado a efectuar el Juez de lo Contencioso Administrativo cuando se le llama a dilucidar si la responsabilidad del Estado
debe quedar comprometida como secuela no ya de una actuación positiva, sino como consecuencia de una omisión de la
entidad demandada, pues aunque se admita que dicha conducta omisiva fenomenológicamente no puede dar lugar a la
producción de un resultado positivo —de un daño—, ello no significa, automáticamente, que no pueda generar
responsabilidad extracontractual que deba ser asumida por el omitente. Pero esa cuestión constituirá un asunto no de
causalidad, sino de imputación.
Y es que en los eventos en los cuales la conducta examinada es una acción, para que proceda la declaratoria de
responsabilidad resulta menester que exista relación de causalidad entre ella y el resultado, lo cual no es suficiente porque
debe añadirse que este sea jurídicamente atribuible o imputable a aquélla; pero, como señala Mir Puigpelat.
“(…) cuando la conducta es, en cambio, una omisión, la relación de causalidad no es solo insuficiente, sino, incluso,
innecesaria (…) Y existirá imputación del resultado cuando el omitente tenía el deber jurídico de evitar el resultado lesivo,
poseyendo la acción —debida— omitida capacidad para evitarlo. En el momento de comprobar esta última cuestión (la
capacidad evitadora de la acción omitida) se examina si existe relación de causalidad entre la acción omitida y el resultado
producido. Pero obsérvese bien: no es una relación de causalidad entre la omisión y el resultado, sino entre la acción (que,
a diferencia de la omisión, sí tiene eficacia causal) no realizada y el resultado; y, además, es una causalidad meramente
hipotética, entre una acción imaginada que no ha llegado a producirse y un resultado efectivamente acontecido. Los
problemas fundamentales que se plantean, pues, en sede de omisión (y que son problemas de imputación), son la
determinación de cuándo existe el deber jurídico de evitar el resultado (en definitiva, la determinación de cuándo se
encuentra la administración en posición de garante de la víctima) y la concreción del grado de capacidad evitadora del
resultado que exigimos a la acción omitida, partiendo de valoraciones normativas, para imputar el resultado a la omisión”.
Cfr. Mir Puigpelat, Oriol, La responsabilidad patrimonial de la administración sanitaria, cit., pp. 242-244.

23 Sentencia del 15 de octubre de 2008. Exp. 18586. M.P. Enrique Gil Botero.

24 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 23 de mayo de 2012. Exp. 24.535. M.P. Dr. Carlos Alberto
Zambrano Barrera.

25 Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, sentencia de unificación, exp. 31.172,
M.P. Dr. Olga Mélida Valla de De la Hoz.

26 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 1º de noviembre de 1991, Exp. Nº 6.469, criterio reiterado en
sentencia de 24 de mayo de 2001, Exp. 12.819, M.P. María Elena Giraldo.

27 Consejo de Estado. Sección Tercera. Sentencia de 23 de agosto de 2012. Exp 24392.

28 Fl. 18 c 1.

29 Fls. 14 a 17 y 19 c 1.

30 Sentencia de 14 de septiembre de 2011, expediente 38.222. C.P. Dr. Enrique Gil Botero.

31 Vicente Domingo, Elena “Los daños corporales: tipología y valoración”, Ed. Bosch, Barcelona, 1994, Pág. 139.

32 “Allí se define el daño existencial [se refiere a la sentencia de la Sala Plena de la Corte de Casación Italiana Nº 6572
del 24 de marzo de 2006] como todo perjuicio causado en el hacer no reditual del sujeto, susceptible de ser constatado de
manera objetiva, que altera sus hábitos y su modo de relacionarse, induciéndolo a alternativas de vida distintas, que inciden
en el despliegue y realización de su personalidad en el mundo exterior.” Koteich Khatib, Milagros “El daño extrapatrimonial”,
en “Diritto Romano Comune e America Latina”, Universidad Externado de Colombia, Pág. 259.

33 Ver: Corte de Casación Italiana, sentencia del 24 de junio de 2008, publicada el 11 de noviembre de 2008, Nº 26972.

34 Fruto del trabajo jurisprudencial en Italia, se llegó a establecer dentro de este orden que el concepto daño biológico
agrupa entre otros: el daño a la vida de relación, el daño estético, el daño a la esfera sexual y el daño a la incapacidad
laboral genérica, todo lo cual ha sido recogido y reconocido por la Corte Suprema de Casación de ese país. Ver entre otras,
las sentencias: 2761 de 1990, 1341 de 1991, 11133 de 1990, 9170 de 1994, y 7262 de 1991.

35 “Este estado de cosas no solo deja la sensación de desorden, sino que también crea desigualdades entre víctimas,
cuyos intereses aparecen, en igual medida, dignos de protección; así pues, el problema de fondo es el de establecer los
límites, que deben ser “límites razonables”, determinados sí, en términos jurídicos”. Cortés, Edgar Ob. Cit. Pág. 57.

36 “En el histórico fallo 184 de 1986 la Corte Constitucional italiana afirmó que el criterio de liquidación que debe
adoptarse para el resarcimiento del daño biológico “debe, de un lado, responder a una uniformidad pecuniaria de base (el
mismo tipo de lesión no puede valorarse de manera diferente para cada sujeto) y, de otro, debe ser suficientemente elástico
y flexible para adecuar la liquidación del caso concreto a la incidencia efectiva de la lesión sobre las actividades de la vida
cotidiana, por medio de las cuales se manifiesta concretamente la eficiencia sicofísica del sujeto perjudicado”. Rozo Sordini,
Paolo “El daño biológico”, Ed. Universidad Externado de Colombia, Bogotá, pág. 209 y 210.

37 “Se está en presencia de un nuevo sistema clasificatorio del daño que acepta la existencia de tres modalidades del
mismo: los patrimoniales, los morales y el biológico. Diferenciándose el biológico en cuanto al moral en la medida en que el
primero es la lesión en sí misma considerada, y otra diferente, son los sufrimientos, el dolor y los afectos que de dicha lesión
se pueden derivar, lo que constituiría el efecto o daño moral; sin embargo, ambos hacen parte del daño no patrimonial, esto
es, no susceptible de contenido económico”. Gil Botero, Enrique “Daño Corporal – Daño Biológico – Daño a la vida de
relación”, pág. 10.

38 Sentencia del 24 de julio de 2013, expediente 27155 C.P. Dr. Jaime Orlando Santofimio Gamboa.

39 Al respecto el artículo 178 del código Contencioso Administrativo (Dec. 01 de 1984) estableció que “la liquidación de
las condenas que se resuelvan mediante sentencias de la jurisdicción en lo contencioso administrativo deberá efectuarse en
todos los casos, mediante sumas líquidas de moneda de curso legal en Colombia y cualquier ajuste de dichas condenas
solo podrá determinarse tomando como base el índice de precios al consumidor, o al por mayor”. En atención a lo cual la
jurisprudencia de la corporación ha fijado las indemnizaciones por perjuicios inmateriales en salarios mínimos, por cuanto en
Colombia el salario mínimo legal mensual se fija atendiendo fundamentalmente la variación del índice de precios al
consumidor.

40 Sentencia del 6 de septiembre de 2001, expediente: 13.232 y 15.646 (acumulados).

41 Esta posición puede verse en sentencias de 11 de julio, expedientes: 28792, 36295 y 39548, entre otras.

42 Fls. 88 y 89 c 1.

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