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Respetables directores de los distintos centros educativos, maestros y

maestras, estudiantes tengan todos muy buenos días.


En esta mañana

Es un honor para mí hablarles acerca de la vida de un hombre que defendió


los derechos humanos de los menos privilegiados y este hombre fue
Monseñor Romero.
Oscar Romero era hijo de Santos Romero y Guadalupe Galdámez, ambos
mestizos; su padre fue de profesión telegrafista. Estudió primero con
claretianos, y luego ingresó muy joven en el Seminario Menor de San Miguel,
capital del departamento homónimo. De allí pasó en 1937 al Colegio Pío
Latino Americano de Roma, donde se formó con jesuitas. Fue en 1942
cuando en Roma, aunque no llegó a licenciarse en teología, se ordenó
sacerdote. Trabajador y tradicionalista, solía dedicarse a atender a los pobres
y a los niños huérfanos.
En 1974 fue nombrado obispo de Santiago de María. En 1975, el asesinato de
varios campesinos que regresaban de un acto religioso por la Guardia
Nacional le hizo atender por primera vez a la grave situación política del país.
Así, cuando el 8 de febrero de 1977 fue designado arzobispo de El Salvador,
las sucesivas expulsiones y muertes de sacerdotes y laicos lo convencieron de
la inocuidad del gobierno militar del coronel Arturo Armando Molina.
En sus homilías dominicales en la catedral y en sus frecuentes visitas a
distintas poblaciones, Monseñor Romero condenó repetidamente los
violentos atropellos a la Iglesia y a la sociedad salvadoreña.
Finalmente, el 23 de marzo de 1980, Domingo de ramos, Monseñor Romero
pronunció en la catedral una valiente homilía dirigida al Ejército y la policía.
Al día siguiente, hacia las seis y media de la tarde, durante la celebración de
una misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, fue asesinado en
el mismo altar por un francotirador. El crimen se atribuyó a grupos de
ultraderecha, afirmándose que la orden de disparar habría sido dada por el
antiguo mayor Roberto D’Aubuisson.
Monseñor Romero nos dejó muchas enseñanzas, entre ellas la de luchar por
lo que pensamos correcto, denunció en sus homilías dominicales numerosas
violaciones a los derechos humanos y manifestó públicamente su solidaridad
hacia las víctimas de la violencia política del país. Su asesinato provocó la
protesta internacional en demanda del respeto a los derechos humanos en El
Salvador.
Esto nos enseñó que todas las personas podemos ser defensoras de los
derechos humanos, desde Monseñor Romero con su íntegra lucha contra la
milicia opresora, hasta el grito pacífico que la ciudadanía emite en las calles
contra atropellos serviles. Desde periodistas con su voz de denuncia hasta
servidores públicos que enaltecen sus deberes, desde pueblos indígenas
hasta movimientos campesinos, desde el ejemplo de niños y niñas hasta, los
menos visibles, migrantes y privados de libertad, desde la fortaleza de
personas con discapacidad hasta los familiares de víctimas de violaciones de
derechos humanos.

Intentaron callar la voz de Romero, pero despertaron a un pueblo cansado de


sufrir.

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