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la sociedad. Y sin embargo, el estudio de la naturaleza del conocimiento y la relación entre la estructura
del conocimiento, tal como se ha desarrollado en la civilización contemporánea, y las herramientas del
bibliote-cario para tener acceso intelectual a ese conocimiento, casi no han recibido atención y
ciertamente ninguna exploración intensa.
Por eso hablamos aquí de la necesidad de una nueva disciplina epistemológica, de un nuevo cuerpo de
conocimiento sobre el propio conocimiento. La manera en que el conoci-miento se ha desarrollado y ha
sido aumentado, también ha sido sujeto de estudio desde hace mucho, pero los modos en que se coordina
y pone a trabajar el conocimiento, consti-tuyen, hasta la fecha, un campo de investigación casi no
reconocido. Han existido sistemas de lógica y formulaciones del método científico. El hombre sabe con
alguna exactitud la manera en que el conocimiento científico se acumula y transmite de una generación a
otra; los historiadores de la ciencia, por ejemplo, se han interesado cada vez más en el desarro-llo del
conocimiento científico. Muchos filósofos han especulado acerca de la naturaleza del conocimiento, sus
fuentes, métodos, límites de validez y relación con la verdad. Hasta tiempos relativamente recientes, la
epistemología era una rama de la filosofía especulativa, interesada en cómo conocemos. Sin embargo, la
evolución de la psicología dejó a la episte-mología relativamente pobre en cuanto a sustancia intelectual.
Hoy, la "epistemología científica, para emplear el término de Eddington, ha transformado el anterior
enfoque filo-sófico y especulativo, en un estudio científico y en gran parte teórico que se relaciona
primariamente con lo que el hombre no puede conocer, es decir, con los límites del conoci-miento
humano. En terminología cibernética se refieren a estos límites como las "restric-ciones” al
conocimiento. Tales restricciones pueden ser físicas, biológicas (o fisiológicas), psicológicas o
determinadas conjuntamente por el ambiente y la estructuración orgánica del cuerpo humano. Pero casi
invariablemente, el estudio de la epistemología se ha efec-tuado tomando en cuenta los datos esenciales
de los procesos intelectuales del individuo. Los psicólogos han llevado al laboratorio las especulaciones
de los filósofos y efectuado algunos progresos en la comprensión del comportamiento mental, pero
siempre del indivi-duo. Ni los epistemólogos ni los psicólogos han desarrollado un cuerpo de
conocimiento ordenado y comprensivo sobre la diferenciación intelectual y la integración del
conoci-miento dentro de una organización social compleja. Y aunque los sociólogos han dirigido su
atención hacia el comportamiento del hombre en grupos, han hecho poco caso de las fuerzas intelectuales
que configuran las estructuras y las instituciones sociales.
La nueva disciplina que aquí se considera (y para la cual por buscar un mejor nombre, Margaret E. Egan
ha originado la frase de epistemología social), tendría que suministrar un marco para investigar el
complejo problema de la naturaleza del proceso intelectual en la sociedad; un estudio sobre los modos en
que la sociedad como un todo logra una rela-ción perceptiva de su ambiente total. Tendría que elevar el
estudio de la vida individual, de aquél que es un escrutinio del individuo, a una investigación de los
medios por los cuales una sociedad, nación o cultura alcanza la comprensión de los estímulos que actúan
sobre ella. El enfoque de esta nueva disciplina debería ser sobre la producción, el flujo, la integración y
el consumo de pensamientos comunicados a todo lo largo del tejido social. Y de tal disciplina debería
emerger un nuevo cuerpo de conocimiento sobre, y una síntesis de, la interacción entre el conocimiento y
la actividad social. En años recientes han apare-cido dos importantes libros que apuntan en la dirección
de suministrar una base para el tipo de disciplina que indicamos aquí. Ninguno de ellos podría
apropiadamente designarse como "epistemología social" tal como aquí empleamos el término, pero
ambos enfrentan de cierto modo los problemas que le interesan a la 'epistemología social".
Hace pocos años que William Goffman, decano de la School of Library Sciense de la Case Western
Reserve University, ha empezado a trabajar con un enfoque matemático sobre la diseminación de las
ideas científicas y que, junto con el doctor Vaun Newill ex docente de la Escuela de Medicina de la
misma universidad, ha estado desarrollando una analogía entre la diseminación del conocimiento
científico y la expansión de una epi-demia.
Aunque la "epistemología social" debería contar con su propio cuerpo de conocimiento teórico, tendría
que ser realmente interdisciplinaria debido a su fuerte dependencia de muchos campos: sociología,
antropología, linguística, economía, la fisiología del sistema nervioso humano, la psicología, las
matemáticas y la teoría de la información, para sólo nombrar algunas de las áreas más conspicuas.
También pueden esperarse de ellas resulta-dos prácticos, y una de sus aplicaciones más pragmáticas se
daría en la biblioteconomía, pues existe ahí una importante afinidad entre ella y el rol que desempeña el
bibliotecario en la sociedad. La biblioteconomía, aunque lo reconozcan o no sus practicantes, se basa en
fundamentos epistemológicos. El objetivo de la biblioteconomía, en cualquier nivel intelec-tual que
opere es, como hemos mostrado en capítulos anteriores de este libro, llevar a un punto de máxima
eficiencia la utilidad social de los registros gráficos humanos, inde-pendientemente de que el cliente al
que se sirve sea un niño absorto en su primer libro de imágenes, o el más avanzado investigador
comprometido con alguna investigación esotérica. Claramente, si el bibliotecario ha de convertirse en un
mediador efectivo entre el hom-bre y sus registros gráficos, la biblioteconomía debe ser mucho más que
un montón de técnicas que se enseñan en una escuela comercial para un determinado libro, en un estante
determinado, para un determinado cliente, con una determinada necesidad. Tales técnicas tienen un lugar
entre las habilidades del bibliotecario, pero éste hará mal su trabajo si no posee un verdadero dominio
sobre los medios que le permitan acceder al conocimiento registrado. Y tal dominio implica no sólo una
cabal comprensión de la naturaleza de ese conocimiento, sino también una apreciación del rol que
desempeña el conocimiento en esa parte de la sociedad en la que opera el bibliotecario. Si los sistemas de
información y bibliográficos del bibliotecario deben estructurarse para que se conformen tanto como sea
posible a los usos humanos del conocimiento registrado, los fundamentos teóricos de su profesión
deberán, a la larga, suministrar respuestas a preguntas tales como:
El problema de la cognición; cómo conoce el hombre. El problema de la cognición social; los modos por
medio de los cuales la sociedad conoce y la naturaleza del sistema sociopsicológico por medio del cual el
conocimiento personal se convierte en conocimiento social. El problema de la historia y del
conocimiento filosófico tal como se han desarrollado en el tiempo y en culturas diferentes. El
problema de los sistemas y mecanismos bibliográficos existentes, y el grado en que éstos son
congruentes con las realidades del proceso de comunicación y los hallazgos de la investigación
epistemológica.
Tradicionalmente, las herramientas y métodos del bibliotecario para controlar su colec-ción - sus
esquemas de clasificación, encabezamientos de materia, índices y otros instru-mentos para el análisis
temático de unidades bibliográficas- han estado basados sobre la suposición de que habrá relaciones
permanentes, o relativamente permanentes, entre las varias ramas del conocimiento. Así, los sistemas en
los que es encajada cada unidad de información tienden en gran parte a volverse inflexibles, cerrados,
fragmentados y no holís-ticos. En contraste, la estructura y la comunicación del conocimiento, forman un
sistema abierto que cambia en la medida en que las funciones y necesidades del individuo y la sociedad
se modifican para acomodar la creciente diferenciación del conocimiento, al igual que la consolidación
que resulta cuando dos o más de estas disciplinas se unifican.
Marjorie Grene, tomando como punto de partida su interpretación de la teoría del co-nocimiento
desarrollada por Michael Polanyi, ha avanzado la tesis de que la filosofía mo-derna está aprisionada por
la pretendida objetividad de la ciencia. Y de que por tanto, la filosofía no ha podido desarrollar una
adecuada teoría del conocimiento, pues ésta es una aventura de individuos vivientes que se esfuerzan por
darle sentido a su experiencia por medio de las limitadas dotaciones de su tiempo y espacio. Argumenta
que la filosofía en la tradición de Descartes y Newton no ha podido interpretar a la naturaleza viviente,
que hemos llegado al final del árido mundo del objetivismo y que estamos en mitad de una revolución
filosófica que está revisando drásticamente el concepto de conocimiento. Así, con base en su estudio de
las teorías del conocimiento sostenidas por Hume, Kant, el neo-darwinismo, Whitehead, Merleau-Ponty
y Polanyi, ella llega a la conclusión de que el conocimiento es inescapablemente conjetural.
LA NATURLEZA DEL CONOCIMIENTO
Así, uno es llevado a confrontarse cara a cara con el problema básico de qué es el conocimiento. La
tercera edición del Webster's registra no menos de doce definiciones, y todas ellas, salvo dos, dicen que
el término denota "hecho o condición". La compilación acepta siete términos (incluyendo al propio
conocimiento!) como sinónimos: ciencia, aprendizaje, erudición, saber, información y saber popular,
diciendo que éstos "concuerdan en que significa lo que es o puede ser conocido." Es interesante que la
definición de cono-cimiento como eso que es conocido, sea considerada por los corifeos de Springfield
como aplicable solamente a aquello que es conocido por la sociedad: "la suma total de lo que es
conocido: todo el cuerpo de verdades, hechos, informaciones, principios u otros objetos de la cognición
adquiridos por la humanidad."
Los compiladores del Syntopicon of the Great Books of the Westem World, tras haber examinado el uso
del término que hacen de los estudios clásicos los autores del Hutchins-Adler, concluyen que el
"conocimiento, como el ser, es un término de gran alcance", y que su "comprensión es, de algún modo,
correlativa con la del ser." Pues la única cosa, argumentan, que no puede ser objeto del conocimiento,
sobre la cual no puede pensarse de ningún modo salvo negativamente, es aquella que no tiene ser de
ningún tipo, en breve: la nada Admitidamente, no todas las cosas pueden ser conocidas para el hombre,
pero las cosas que están más allá del conocimiento del hombre son cognoscibles. Así, la definición de
conocimiento se extiende a todas las cosas cognoscibles, a todo tipo de conocedores, a todas las
modalidades de conocimiento y a todos los métodos de este conocimiento.
Karl Deutsch sostiene que aunque el conocimiento es un concepto más amplio que “meros datos
adecuados para ser tabulados", el término incluye "datos y fórmulas cuantita-tivas" junto con una
comprensión de 'saber' qué esperar, cómo actuar y aun cómo orde-nar y manejar la mente de uno." E
incluye tanto al "conocimiento trágico" de filósofos tales como Karl Jaspers" como al conocimiento
intuitivo, "o lo que Pascal llama el 'esprit de finesse'. La adquisición de conocimiento, tanto analítico
como sintético, factual como abstracto, repetitivo como único, constituye "una parte del proceso del
crecimiento de todo niño, en tanto que ordena y recuerda su experiencia, y en tanto que empieza a
proyectar inferencias de esto en el futuro, y se convierte en la principal vocación de algunos adultos."
Similarmente, en el nivel social, el conocimiento es empleado por todo grupo humano para abstraer datos
"de sus experiencias y [usarlos] para guiar su comportamiento futuro."
Kenneth Boulding ha empleado el término Imagen para aquello que nosotros llamaríamos conocimiento.
Y así, en defensa de su terminología, escribe: "De lo que he estado hablando es del conocimiento.
Conocimiento no es quizá una buena palabra para esto. Quizá uno debería más bien decir Imagen del
mundo. El conocimiento tiene una implicación de validez, de verdad. Y de lo que yo estoy hablando es
de aquello que yo creo que es verdadero, mi conocimiento subjetivo. Es esta imagen la que gobierna en
gran parta mi comportamiento." Pero advierte que debe hacerse una cuidadosa distinción entre esta
Imagen y los mensajes que la alcanzan, pues "los mensajes consisten de información en el sentido de que
son experiencias estructuradas... El significado de un mensaje es el cambio que produce en la imagen."
En la gran mayoría de los encuentros entre mensaje e Ima-gen, esta última permanece sin cambio, es
decir, gran parte de la información recibida tiene poco impacto sobre el conocimiento. Pero el mensaje
puede alterar la Imagen de algún modo regular y bien definido, en cuyo caso puede decirse que la
información consti-tuye un aumento o una clarificación o sustanciación del conocimiento existente. En
otros casos, el mensaje - la información puede proyectar dudas sobre la Imagen y así minar la confianza
en algún aspecto del conocimiento, lo que a su vez puede estimular el deseo de contar con información
adicional; pues la inestabilidad en la Imagen engendra angustia emocional y una cierta pérdida de
orientación. De nuevo, la información puede provocar un cambio revolucionario en la Imagen: "A veces
un mensaje afecta algún tipo de núcleo o estructura de soporte de la Imagen, y toda la cosa cambia de un
modo bastante radical", tal como la obra de Darwin revolucionó su propio saber y el de las generaciones
sucesivas y provocó una drástica revolución en el conocimiento del hombre sobre sí mismo y sobre su
lugar en el universo.
Esta estructura de conocimiento subjetivo -la Imagen- incorpora un sistema de valores de acuerdo con el
cual ciertos tipos de información son evaluados con base en una serie de escalas que marcan "mejor que"
o "peor que" y que son determinadas por el individuo, la organización, la sociedad o la cultura. Estas
escalas de valores desempeñan un papel tan importante al determinar el efecto de la información sobre el
conocimiento, que uno po-dría, incluso, atreverse a decir que no existen "hechos" en el sentido absoluto;
sólo mensa-jes filtrados a través de un sistema de valores cambiable.
Seguimos a Boulding cuando distinguimos entre información y conocimiento a pesar de la propuesta de
Fritz Machlup "de que nos deshagamos de la duplicación 'conocimiento e información'... Podemos
ocasionalmente referirnos a ciertos tipos de conocimiento como 'información', pero evitaremos la
redundante frase conocimiento e información.'. Sin em-bargo, quien esto escribe ve una clara distinción
entre las dos, probablemente derivada de la terminología de los teóricos de la información es el insumo
del conocimiento, y siempre es recibida a través de los sentidos independientemente del número de
artefactos que pue-dan intervenir entre transmisor y receptor. La palabra información es un nombre
colectivo que le damos a una parte de la suma total de aquello que puede ser conocido y en nuestra
opinión es un empleo erróneo usarla para representar a todo el conocimiento.
Por otra parte, el conocimiento es aquello que "sabe" un individuo, un grupo o una cultura, y no puede
haber conocimiento sin un conocedor. Dicho de otro modo, el conoci-miento es todo lo que un ser ha
aprendido o asimilado - valores así como hechos o infor-mación - y organizado de acuerdo a aquellos
conceptos, imágenes o relaciones que ha podido dominar. Del universo de experiencia, el hombre
individualmente y la sociedad colectivamente, seleccionan lo que Margenau ha denominado componente
cognoscitivo; aquello que es "conocido" y, por tanto, la sustancia del conocimiento. El conocimiento
existe tan pronto como una persona "lo" ha adquirido por medio del descubrimiento, la invención o algún
otro medio. Pero no crece simplemente por el insumo de mensajes; existe dentro del individuo y dentro
de la sociedad un activo mecanismo de organización interna que conforma y moldea el insumo de tal
modo que el conocimiento se convierte en algo más que la suma de los estímulos que cada organismo
recibe.
El conocimiento es siempre de o sobre un objeto real o supuesto. Ledger Wood ha de-nominado a esta
característica la "trascendencia referencial" (es decir, el medio intelec-tual)," que en sí misma es una
característica indispensable de todo el conocimiento, y es responsable, sostiene Wood, de gran parte de la
estructura de lo que él llama situación-de-conocimiento. Esta trascendencia cognoscitiva puede ser o bien
perceptual, relacionada con una realidad exterior, o una realidad supuesta, ya sea presente o recordada; o
puede ser conceptual y dirigida hacia sistemas abstractos o universos. La trascendencia cognoscitiva,
misteriosa como es, le da al hombre el poder de conceptualizar. Se relaciona exclusiva-mente con los
contenidos conscientes y no caracteriza objetos extramentales. Estrictamente hablando, un objeto nunca
puede referir a otro objeto, aun cuando uno pueda significar al otro por virtud de la inclusión de ambos
en el mismo esquema referencial. La referencia es una característica sólo de la mente, y sólo la mente
puede referir un objeto a otro. Así, la situación-de-conocimiento, y especialmente el principio de
trascendencia cognoscitiva, yacen en el fundamento de todas las facetas de la biblioteca como un sistema
de información, en sus análisis temáticos y en sus operaciones de consulta.
El grado en que la biblioteca como un sistema de información está involucrada en la
situación-de-conocimiento no es accidental. El uso de la biblioteca y la situación-de-conocimiento están
genéricamente relacionadas en la medida en que la primera es una manifes-tación de la segunda. La
situación-de-conocimiento, o proceso de conocimiento, en una unidad de sujeto, vehículo y objeto.
Expresada en términos psicológicos, el sujeto es el yo (self), el que percibe; podría incluso entenderse
como el simple acto de conciencia. El vehículo abarca todo aquello que se le da al sujeto y a través de lo
cual conoce el objeto. El objeto es la meta última o el referente del conocimiento; es aquéllo de "lo que
trata" el conocimiento. Transferidos a la situación de la biblioteca, estos términos podrían ilustrarse así:
(sujeto) (vehículo
) (objeto)
De este modo, la biblioteca es más que un eslabón importante en la cadena de la comunicación; tal como
un sistema intelectual es parte de la situación-de-conocimiento total. El bibliotecario debe estar
interesado no sólo en aquello que es conocido, sino también en la condición intelectual o el estado del
conocimiento. Esta condición es tanto personal como social y el bibliotecario debe operar en dos mundos
a la vez, el microcosmos del individuo y el macrocosmos de la cultura en la que el individuo reside y
con la cual debe desarrolla una relación armoniosa.
LA CLASIFICACION DEL CONOCIMIENTO
La clasificación del conocimiento no es una forma de ejercicio mental perseguido mera mente para el
entretenimiento de los filósofos. La clasificación es una forma de análisis con frecuencia puede ser más
esclarecedora que una definición al establecer la naturaleza y función del conocimiento en la sociedad.
Pero la clasificación puede ser de poco valor menos que su propósito (o propósitos) se manifieste. Una
clasificación exhaustiva está cercanamente emparentada con una definición; una clasificación menos
refinada implica definiciones menos precisas; y una clasificación elemental sólo indica el alcance y la
variedad de aquello que se está clasificando. Aun una simple enumeración de los elementos
constituyentes puede ser de considerable valor el exponer abiertamente gran parte del significado del
término en cuestión.
El conocimiento puede clasificarse de muchas maneras según una variedad de propósitos y de acuerdo
con el marco particular de referencia con el que es considerado. Para el bibliotecario así como para
muchos filósofos, la clasificación del conocimiento significa si estructuración formal de acuerdo con
ciertas relaciones reales o supuestas entre las varia disciplinas según fueron determinadas por su
respectivo contenido espiritual. El hombre ha desarrollado ciertos órdenes especializados para las
divisiones del conocimiento: un orden del desarrollo, u orden pedagógico, un orden pragmático y aún un
"orden de la naturaleza", que supuestamente representan el 'nodo en que las cosas son realmente según
fueron determinadas por un individuo o por lo que Bliss llamó "el consenso científico”. Tales enfoques
de la clasificación nos resultan irrelevantes para nuestra actual discusión, la cual tiene que ver con la
naturaleza y utilización del conocimiento más que con su contenido sustancial.
Como sucede con todos los intentos del hombre por clasificar los fenómenos, la clasificación del
conocimiento ha estado influida fuertemente por la necesidad de dicotomizar de bifurcar el conocimiento
en dos partes de un todo. Así algunos filósofos de la ciencia han distinguido entre conocimiento
"científico" e "histórico", donde el primero tiene que ver con la generalización y el segundo con los
hechos individuales y los sucesos únicos. Tal dicotomía confunde las distinciones válidas entre
conocimiento e información y fuerza, tan to en la ciencia como en la historia, un conocimiento extraño y
limitado. Otros han denominado a sus dos divisiones del conocimiento: "general-sistemático" o
"general-abstracto' y "particular-concreto". Para mejorar la discriminación de estas dos categorías
algunos epistemólogos han empleado una distinción de "universales lógicos necesarios", "universa-les
probables empíricos" y "particulares". De nuevo, dividir el conocimiento en aquello que es de valor
perdurable y aquello que es de valor sólo transitorio, parecería introducir juicios que son en sí mismos
efímeros y relativos para el individuo y para un tiempo y lugar dados. Sin embargo, si ha de clasificarse
el conocimiento según los usos que se le dan, debería haber cierto reconocimiento de una permanencia
relativa de esa utilidad, aunque tal permanencia no fuera en y para sí misma, una base para la
clasificación.
Friedrich Hayek ha marcado una línea clara entre "conocimiento científico" - el cono-cimiento de reglas
generales- y "el conocimiento de circunstancias particulares de tiempo y espacio." Y se lamenta de que
"hoy es casi una herejía sugerir que el conocimiento científico no es la suma de todo el conocimiento", y
que "está de moda hoy minimizar la importancia del conocimiento de las circunstancias particulares de
tiempo y espacio." "Debemos recordar", añade, "cuánto tenemos que aprender en cualquier ocupación
des-pués de haber completado nuestro entrenamiento teórico, qué parte de nuestro tiempo gastamos en
aprender trabajos particulares, y lo valioso que es para la gente la posesión de conocimiento en todos los
ámbitos de la vida en condiciones locales y en circunstancias especiales."
La distinción general que con frecuencia se hace entre "científico" y todas las otras formas de
conocimiento es de poco valor porque el término "científico" esta sujeto a una variedad de
interpretaciones y definiciones tan amplia como el propio término de conoci-miento. Las palabras
"básico" y "aplicado" sí sugieren ciertas relaciones funcionales del conocimiento, donde se puede decir
que el segundo se deriva del primero. Pero hay algu-nos ejemplos en los que una aplicación ha sugerido
indicios para el descubrimiento de conceptos básicos, y, por otra parte, la línea de demarcación entre
ambos conocimientos no siempre es clara. "Básico" y "aplicado" son con frecuencia sólo términos
relativos, y no es infrecuente que los dos existan en combinaciones en las que el grado de énfasis de cada
uno puede variar ampliamente, como la clasificación que del teatro hizo Polonio:
tragedia, comedia, historia, pastoral, pastoral-cómica, histórico-pastoral, trágico-histórica,
trágico-cómica histórica~pastoral, de escena indivisible o poema ilimitado.
La sociedad ha asignado vastos recursos para la producción de conocimiento práctico bajo la forma de
tecnología, para la cual es prerrequisito contar con un vasto almacén de conocimientos básicos, pero al
mismo tiempo existe mucho conocimiento práctico que no está basado en nada que pueda ser atribuido a
la ciencia o el saber de algún género. Cier-tamente, hay quienes creen que esta afirmación es cierta por lo
que toca a la tecnología bibliotecaria, y que sostienen que los procedimientos y procesos del bibliotecario
se han derivado de experimentación puramente ad hoc basada sólo en la prueba y el error, en
comparación con esas suposiciones insustanciales sobre los modos en que la gente consulta un archivo
bibliotecario o extrae información de un libro.
Los alemanes han distinguido desde hace mucho entre wissen y konnen, o el "saber qué" y el "saber
cómo" de Gilbert Ryle, mientras que Michael Polanyi ha desarrollado el con-cepto de la "dimensión
tácita" y el "conocimiento tácito", con lo cual quiere decir que un ser humano sabe más de lo que puede
decir. Pero una clasificación que es marcadamente superior que las simples dicotomías mencionadas es
la diseñada por Max Scheler, quien ha distinguido tres clases de conocimiento: herrschaftswissen,
conocimiento que busca la ac-ción o el control; bildungswisssen, conocimiento que busca la cultura no
material, y erlo-sungswissen, conocimiento que busca la salvación. Estas tres categorías han sido
interpre-tadas por Fritz Machlup como conocimiento instrumental, conocimiento intelectual y
co-nocimiento espiritual respectivamente. Scheler negó la existencia del conocimiento por el
conocimiento mismo: "No hay tal cosa como el conocimiento solo por el conocimiento mismo", escribió,
y añadió que "el propósito del conocimiento intelectual es la libre auto-satisfacción de todas las
capacidades mentales del individuo y del continuo crecimiento de su mente." Machlup critica el esquema
de Scheler porque no prevee el conocimiento transitorio o efímero, aunque concede que tal conocimiento
podría estar incluido en el conocimiento instrumental. Y ha dudado seriamente si "la mayoría de
nuestras películas o series televisivas, o nuestros libros y revistas" podrían ser acomodados siguiendo las
no-ciones de Scheler, pero aquí de nuevo encontramos el problema de definir el conocimiento y de
diferenciarlo de información o de la mera percepción o estimulación sensorial.
Benjamin Bloom y sus asociados en el estudio de la taxonomía de los objetivos educati-vos han
desarrollado también una división tripartita del conocimiento:
la fuerza invisible en la que radica el conocimiento, uno se da cuenta de que los pensamientos y las ideas
no son el resultado de la inspiración aislada de los grandes genios. Aun debajo de la profunda visión del
genio, yace la historia de las experiencias colectivas del grupo. Pero esta influencia del grupo no debe
confundirse con la popular noción de "la mente grupal". Implícito en el conocimiento humano existe no
sólo meramente un complejo de experiencia colectiva con una tendencia exclusiva; para cualquier
individuo, el mundo del conocimiento se desarrolla a partir de muchas orientaciones diferentes porque
existen muchas tendencias de pensa-miento simultáneas y mutuamente contradictorias y de valor
desigual en competencia la una con la otra y cada una de ellas con su interpretación diferente de lo que es
una "expe-riencia común”.
La historia sociológica del arte ha mostrado de manera bastante clara que las formas de arte pueden ser
fechadas definitivamente de acuerdo con su estilo, puesto que cada forma se ha desarrollado a partir de
ciertas condiciones históricas dadas y por lo tanto revelan la característica de su época. Y lo que es cierto
para el arte lo es también para el conocimien-to. Así como las formas de arte pueden fecharse sobre la
base de su asociación con períodos particulares de la historia, así también en el conocimiento podemos
detectar con con-siderable exactitud la perspectiva atribuible al marco histórico. La palabra perspectiva
tal como está empleada aquí, significa el modo en que uno considera a un segmento particular del
conocimiento, lo que se percibe en él y cómo está construido en el pensamiento. La perspectiva es algo
más que una mera determinante formal del pensamiento; y es cualitati-va porque se relaciona con los
rasgos por medio de los cuales se puede caracterizar al conocimiento en cualquier etapa dada; la
naturaleza de los conceptos empleados, la ausen-cia o presencia de sinónimos o contraconceptos, los
niveles de abstracción y la reestructu-ración de los conceptos. Así, la sociología del conocimiento nos
revela muy claramente la distinción entre información y conocimiento, pues la información no deja lugar
a la pers-pectiva sociológica. La afirmación de que dos más dos es igual a cuatro, para citar el ejem-plo
más simple, no da ningún indicio sobre cuándo, dónde y quién la formula. La perspectiva se vuelve
importante cuando la validez de la información está en duda. Aquí no pode-mos involucramos con una
consideración sobre la naturaleza de la verdad, pero es impor-tante registrar que es en este punto de
validación en el que la información pasa la barrera y se convierte en conocimiento. "El conocimiento es
información subjetiva", dice Heilprin, "que no es meramente comunicada, sino comparada y encontrada
idéntica por un grupo de científicos o sabios que comparten estos conceptos. Es, sobre todo, un producto
social que depende del acuerdo entre un grupo de técnicos que desempeñan las operaciones
caracte-rísticas de su campo. Y es Lina función de tiempo puesto que cualquier miembro del grupo puede
desafiar su consenso."
Cada cultura, como ha mostrado Boulding, produce una "transcripción", un registro en una forma más o
menos permanente, que puede ser pasado de generación a generación. En sociedades primitivas no
alfabetas, esta transcripción toma la forma de rituales, leyen-das, mitos, poemas y ceremonias, todos
ellos verbales y cuya transmisión de generación en generación es uno de los principales intereses del
grupo. La invención de la escritura mar-có el principio de un grado de disociación entre el comunicador y
aquello que se comuni-ca.
En las culturas primitivas donde la transcripción es tradición oral y la transmisión es difícil, existe una
gran resistencia y aun miedo a cambiar una vez que la transcripción ha sido “aprobada" por la sociedad.
El énfasis se pone en la cosa "correcta" y en el tiempo 'apropiado" una vez que esta corrección y
momento apropiado han sido socialmente de-terminados. El advenimiento de una transcripción registrada
aceleró el crecimiento del conocimiento al liberar a la mente de la necesidad de retener la tradición, de
manera que la energía mental podía gastarse en la innovación.
La sociedad alcanza su conocimiento por medio de dos canales, la experiencia directa y el registro o
transcripción; y las áreas de conocimiento y las diferentes culturas varían en su proporción de
dependencia sobre la una ola otra. La historia, por ejemplo sólo, puede ser conocida a través de la
transcripción, pero los principios de la física tienen su origen prin-cipalmente en la experiencia directa,
aunque la transcripción transmite esa experiencia. Sin embargo, es importante recordar que el sistema de
valores de una cultura tiene también su efecto en la transmisión. Un sistema de valores que le da gran
peso a esos mensajes que se conforman a la tradición, es decir, a la transcripción, tenderá a suprimir o
rechazar aque-llos mensajes que no se conforman. El sistema de valores de la ciencia puede ser tan
des-piadado como el del hombre primitivo cuando censura mensajes que amenazan al sistema; piénsese
en el lento avance de la innovación científica que hicieron las corporaciones ce-rradas que eran las
academias. El sistema de valores de tina cultura ejerce una fuerte in-fluencia sobre la comunicación del
conocimiento dentro de una sociedad y sobre los modos en que la sociedad utiliza el conocimiento. Así,
como en el mundo biológico uno se da cuenta sólo de los mutantes que sobreviven, así en una sociedad
existe, sin duda, una suma sustancial de conocimiento que fracasa en la despiadada competencia por la
aceptación. Naturalmente no hay ninguna garantía de que la capacidad para sobrevivir sea una prueba
confiable de validez, sin embargo no hay ningún sustituto de la competencia y sin ésta una cultura o se
volvería un caos o se hundiría en el estancamiento.
Es muy poco lo que se conoce sobre la apariencia y el destino último del mutante en el conocimiento. A
veces el clima intelectual parece apropiado para la innovación y no hay ningún innovador; otras, hay un
innovador que le habla sólo a oídos sordos. Uno no se atreve a insistir demasiado en el determinismo
histórico; sin la existencia de San Pablo la historia del cristianismo hubiera sido sumamente diferente, y
Lutero tuvo que hallar a su príncipe y Newton a su Royal Society. Y sin embargo, pese al poder del azar
y al carácter mutacional de las alteraciones en el conocimiento que posee la sociedad, luego de
conside-rar el largo curso de la historia registrada uno no puede evitar tener la impresión de que existe un
desarrollo ordenado del conocimiento público tal como lo registran las transcrip-ciones de civilizaciones
y sociedades sucesivas. De la concepción del hombre sobre sí mis-mo como el centro de una pequeña
localidad tridimensional, a su conciencia del universo relativo de cuatro dimensiones donde el espacio y
el tiempo no son el continuo que alguna vez él creyó que eran - aunque el registro tiene sus
extravagancias, callejones sin salida y períodos de decadencia - el desarrollo global parecería no ser ni
casual ni azaroso. Con frecuencia el conocimiento antiguo puede reconocerse como un caso especial de
aquello que ha venido después. El álgebra generalizó las operaciones de la aritmética tal como el cálculo
generalizó algunas operaciones del álgebra; y la economía keynesiana es una gene-ralización del sistema
clásico de Adam Smith.
Puesto que el conocimiento se alimenta de valores sociales, como cualquier otro orga-nismo se mueve
inevitablemente hacia la parte de un posible campo de acción donde los valores y las recompensas
parecen ser los más altos. La sociedad, guiada por su propio sentido de los valores, abre sus esclusas para
irrigar ciertos campos y las cierra a otros. El crecimiento del conocimiento público es una parte esencial
del crecimiento y la organiza-ción de la sociedad. "Cuando observamos toda la gama de las culturas
humanas," escribe Margaret Mead, "y seguimos los tipos de evolución multilineal... las potencialidades
evolu-tivas de la cultura humana parecen ciertamente muy altas. Así también cuando seguimos el
desarrollo cultural que ha tomado lugar en alguna parte del mundo sobre un período de tiempo
relativamente largo... es sorprendente la potencialidad más bien monótona para que la civilización se
desarrolle en una dirección." Pero también añade que "mientras más bajo nos movemos en la escala de la
evolución cultural... mayor es la posibilidad de que una cultura caiga en un callejón sin salida, como
cuando un pueblo llega a preocuparse obsesivamente por un ritual, o encuentra una solución provisional
al problema de la ali-mentación, o construye una institución políticamente limitante como la cacería de
cabezas.
EPISTEMOLOGíA SOCIAL Y LA BIBLIOTECA
La filosofía de la biblioteconomía delineada aquí no excluye la importante contribución que pueden
hacer las ciencias físicas al arsenal intelectual del bibliotecario. Puesto que una cultura, y las subculturas
de las que se compone, son una estructura social compleja creada por hombres que en sí mismos son
compuestos de fenómenos psicológicos, biológicos y físicos, tanto las ciencias físicas como las sociales
tienen relevancia en el problema global de la epistemología social. Y si la biblioteconomía ha de
interesarse - como debe hacerlo- en el problema epistemológico de la sociedad, también debe ser
interdisciplinaria. Creemos que muy pocos negarán que el uso humano de los registros gráficos de la
socie-dad (la transcripción social para usar el término de Kenneth Boulding) es un estudio
fun-damentado científicamente al cual pueden contribuir todas las ramas del conocimiento hu-mano. Y
como la biblioteconomía está interesada primariamente en el uso que le dan los seres humanos a la
transcripción social, es fundamentalmente una ciencia del comporta-miento, pero como los métodos y
hallazgos de las ciencias físicas y biológicas se están aplicando cada vez más al estudio del
comportamiento humano, la biblioteconomía debe ser "científica" incluso en el sentido clásico del
término. Por tanto un bibliotecario debe ser un científico, no sólo porque puede estarle distribuyendo
literatura científica a científi-cos y por fuerza tendrá que comunicarse inteligiblemente con sus clientes,
sino también porque la ciencia, en que su más amplio sentido, es parte de los cimientos del saber del
bibliotecario.
El enfoque interdisciplinario hacía el análisis de sistemas y las operaciones de investiga-ción tiene una
relevancia directa en cuanto a los procedimientos y la tecnología del biblio-tecario, y un significado
simbólico para el crecimiento del conocimiento en la sociedad. Así como el análisis de sistemas dirige su
investigación hacia las interrelaciones entre las partes componentes de un todo en operación, así la
epistemología social pone el énfasis en todo el hombre y toda la sociedad, y todos sus modos de pensar,
conocer, sentir, actuar y comu-nicarse. La ciencia en si es una gran empresa social ciertamente llevada a
cabo por indivi-duos, pero en la actualidad cada vez más por individuos que trabajan concertadamente
dentro del contexto o ambiente de organizaciones e instituciones educativas, de investiga-ción
industriales y gubernamentales.
Pero los bibliotecarios no sólo viven del pan de las matemáticas, ni del guiso de maíz y habas del análisis
de sistemas; decir que el análisis de sistemas es la esencia de la ciencia de la biblioteconomía es
mostrarse partidario de una visión muy estrecha y restringida. La responsabilidad del bibliotecario es el
manejo eficiente y efectivo de la transcripción, del registro gráfico de todo lo que la sociedad sabe sobre
sí misma y su mundo.
Heilprin ha resumido admirablemente la importancia del enfoque epistemológico para los problemas del
bibliotecario y su educación profesional en una revisión de una versión anterior de este capítulo:
Sí el bibliotecario (o más generalmente el científico de la información) es actualmente un importante
es-labón de servicio para optimizar el uso de la información registrada gráficamente, el éxito depende
en-tonces de la medida en que tal persona entienda este proceso. Debe verlo todo en un corte vertical;
cómo manufacturamos el conocimiento, a partir de impresiones sensoriales directas e incluyendo (en la
ciencia, cuando menos) una cuidadosa comparación de las abstracciones comunicadas. Habitualmente a
esto sigue una publicación en símbolos. Con frecuencia todo esto sucede antes de que el bibliotecario vea
el pro-ducto. Pero cada vez con mayor frecuencia debe tomar parte en el proceso de manufactura
suministrando algunos de los conceptos comunicados en diversos estados probados preliminarmente, con
evaluaciones de estos estados. Esto requiere tener experiencia sobre las materias, no solamente
referencias. También tenderá a ser más un científico y en particular tendrá que entender el modo en que
lo que una vez fue aceptado como objetivo tiende, con el avance del conocimiento, a retraerse a su
anterior estado de sub-jetividad. Si la epistemología abarca completamente este campo, incluyendo toda
la ciencia de la comu-nicación, se necesita claramente una gran expansión por lo que toca a los
antecedentes del científico de la información. Debe cuando menos estar consciente de todo el proceso del
conocimiento y de las principales restricciones y puntos débiles en cuanto a su comunicación. Y los
educadores deben elaborar cursos para guiar e instruir al científico de la información no pueden tener
menos amplitud de miras que aquéllos que están tratando de educar. Ser una maestro competente en este
campo será verdaderamente un desafío. Podemos concluir diciendo que quizá la razón principal por la
que la ciencia de la información h a progresado tan poco como ciencia es que no entendemos las
conexiones que estamos buscando a tientas por aquí. La falta de conocimiento epistemológico es quizá la
principal barrera que impide mejorar la biblioteca y la ciencia de la información.