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La revolución nazi
Los nazis supieron insertar mejor que ningún otro partido el deseo de una
reforma social dentro del marco nacional, y cuanto más frenéticos eran sus
arrebatos, más decididos e intransigentes parecían. La gen te joven, las amas de
casa, e incluso los obreros industriales tenían la impresión de que los nazis
estaban del lado de la «justicia social»; estas palabras exactas aparecen
constantemente en las historias orales y en las entrevistas contemporáneas. [303] El
mensaje nazi era brutal, y muchos observadores lo consideraban demagógico y
propagandístico; no obstante, debe recordarse que miles de alemanes se sintieron
atraídos hacia el movimiento por idealismo, y que respondieron con un genuino
entusiasmo a la tarea de renovar la nación. En cuanto a los socialdemócratas, no
supieron responder con propuestas positivas propias. Con frecuencia, «su
marxismo los disuadía de remendar los defectos del capitalismo» [304] pero, por otro
lado, su riguroso racionalismo les impedía transformar sus valores sociales
indiscutiblemente humanos en una visión utópica más convincente. Como
consecuencia de esto, al menos medio millón de trabajadores alemanes,
incluyendo muchos antiguos socialdemócratas, votaron por el Partido Nazi para
fines de 1932.
A fines de 1932, los nazis eran el único partido aceptable para los votantes
no marxistas y no católicos, que constituían la mayoría de los votantes alemanes.
El hecho de que ningún otro partido de derecha haya podido ni remotamente
representar un desafío para los nacionalsocialistas indica sencillamente la
insistencia con la que los votantes parecían querer un cambio fundamental. Los
nazis no ganaron por ser similares sino por ser diferentes de sus competidores
dentro del redil burgués. Como declaró Hitler en reiteradas oportunidades: «Los
nacionalistas de derecha carecían de conciencia social, los socialistas de
izquierda carecían de conciencia nacional».[307] Esta postura reflejaba una genuina
fractura con las tradicionales instituciones políticas de Alemania. Primero los
Stahlhelm de forma tentativa y luego los nacionalsocialistas de forma mucho más
exitosa habían roto los estrechos límites de la política burguesa, no sólo
organizándose de una manera pública que se dirigía a los alemanes en tanto
individuos y ciudadanos más que como miembros de entidades cooperativas, sino
abriendo también sus filas a ciudadanos de clases inferiores, a conscriptos al igual
que a oficiales, a trabajadores y comerciantes, a empleados uniformados así como
a profesionales. Volvieron a imaginar a la nación como el sujeto fundamental de la
historia y respondieron tanto a los anhelos nacionalistas como a los impulsos de
reformas sociales que las experiencias de la época de guerra habían legitimado.
El nacionalsocialismo constituía así la culminación de un proceso de movilización
popular que se remontaba a 1914 y más allá aún, y no puede ser considerado
simplemente como la consecuencia de la catástrofe económica y el trauma social.
Aunque el nacionalsocialismo no era la culminación inevitable de tendencias
políticas originadas en la primera guerra mundial, era un heredero reconocible de
ellas.
Sin embargo, había un punto clave en la visión del mundo de Hitler que no
era compartido entusiastamente ni comprendido plenamente por la mayor parte de
los votantes: el lenguaje racista de su darwinismo social; su absoluto
antisemitismo, y la rigurosa administración eugénica que implicaban tales
convicciones tal vez hayan movilizado a los verdaderos creyentes pero no a los
simpatizantes del partido.[314] Los prejuicios antisemitas eran moneda corriente
entre los cristianos alemanes; sin duda alguna lo eran entre los Gebensleben,
quienes rutinariamente distinguían entre alemanes y judíos, en la creencia de que
separaban los buenos de los malos, pero eso no los predispuso a votar por Hitler
en lugar de por Hugenberg ni fue lo que inspiró fundamentalmente sus
entusiasmos políticos.[315] Decir que los alemanes votaron por el Partido Nazi
porque expresaba mejor un antisemitismo generalizado en la sociedad de Weimar
es perder de vista por completo los modos en los que los nazis se distinguieron de
los otros partidos y de esa manera dieron al electorado razones para votar por
ellos. La mayoría de los alemanes fue cambiando de preferencias políticas durante
la República de Weimar; el antisemitismo tenía poco que ver con esa versatilidad.
Sugerir lo contrario es despojar al fenómeno nazi de toda ideología. Sin embargo,
los términos brutales en los que todos los nacionalistas consideraban a los
enemigos de Alemania y la manera correspondientemente imperiosa en que
definían su futuro volvieron a la mayoría de los alemanes cómplices de los
crímenes del nazismo, llevándolos a aceptar el estado racial totalmente articulado
por Hitler después de 1933 y a hacer la vista gorda cuando las antipatías del
régimen adquirieron un carácter asesino.