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(selección extraída del libro “El Midrash Dice” por Rabino Moshe Weissman, © Ed. Benei
Sholem)
Por veintiséis generaciones, desde la creación de Adám, Hashem había esperado transmitir
a la humanidad la preciosa Torá la cual había precedido la creación del universo. Finalmente,
El encontró un pueblo dispuesto a aceptarla. El grandioso momento de su Revelación fue
aguardado ansiosamente por el universo íntegro puesto que con ello se llevaría a cabo el
objetivo espiritual de la Creación.
Era Shabat de mañana, el seis de Siván, de 2448. Har Sinai (Monte de Sinaí) estaba
estremecido de excitación ante el trascendental evento a punto de tener lugar sobre él.
Todas las montañas estaban en un estado de agitación junto con él hasta que Hashem les
hizo recobrar la calma. Los Benei Israel estaban aún durmiendo porque la noche de verano
había sido corta. Ellos fueron despertados por truenos y relámpagos sobre Har Sinai y por
Moshé llamándolos, “¡El jatán (novio) está esperando que la Kalá (novia) arribe a la jupá!”
Moshé llevó al pueblo al Har Sinai como quien conduce a la kalá a la boda.
El pueblo Judío que estaba reunido al pie de Har Sinai, hombres y mujeres separadamente,
fueron unidos por todas las millones de almas no nacidas aún de sus descendientes y por las
almas de todos los guerim (conversos) quienes aceptarían la Torá en generaciones futuras.
Cuando Hashem descendió sobre Har Sinai en un estallido de fuego, rodeado por una
multitud de 22000 ángeles, la tierra se estremeció, y hubo tronar y relampagueo. Los Benei
Israel oyeron el sonido de un shofar tornándose continuamente más fuerte, creciendo en
intensidad hasta que alcanzó el más grande volumen que las personas podían soportar con
posibilidad. El fuego de Har Sinai se elevó hasta los mismos cielos, y la montaña humeó
como una caldera. El pueblo tembló de miedo.
Luego Hashem tomó Har Sinai y lo suspendió sobre el pueblo, indicando a ellos, “¡Si
vosotros aceptáis la Torá, bien, pero si no, seréis sepultados bajo esta montaña!” Hashem de
este modo forzó al pueblo a aceptar la Torá, a pesar de que ellos la habían aceptado
previamente. Una espesa Nube envolvió la montaña. Hashem inclinó los cielos hasta que
ellos alcanzaron Har Sinai y Su kisé hacabod (trono celestial) descendió sobre la montaña.
Es sorprendente el que la Torá no fuera entregada en medio de brillantes y deslumbrantes
luces pero sí en el medio de una montaña oscurecida por oscuras nubes. La razón para ello
puede ser entendida con la siguiente parábola:
Preparándose para la boda de su hijo, el rey decoró el palio nupcial con cortinas negras.
“¡Esto no es lo que es usualmente hecho para la boda de un hijo!” los miembros de la casa
real se quejaron. “¡La costumbre es colgar cortinas blancas!”
“Existe una razón para mi acción,” explicó el rey. “Los astrólogos predijeron que este
matrimonio se disolverá en cuarenta días. ¡No quiero que el pueblo piense que yo no era
consciente de esto por anticipado!”
Similarmente, Hashem no se reveló a Sí Mismo a K-lal Israel en medio de brillantes luces.
Más bien, El se presentó en oscuridad y fuego desde que El previó que cuarenta días
después de matán Torá, ellos harían el Becerro de Oro.
En ocasión de matán Torá, los Benei Israel no sólo escucharon la Voz de Hashem sino
realmente vieron las ondas sonoras como ellas emergieron de la boca de Hashem. Las
visualizaron como una ardiente sustancia. Cada Mandamiento que partió de la boca de
Hashem viajó alrededor del Campamento íntegro y luego regresó a todo Judío
individualmente, preguntándole, “¿Aceptas sobre ti mismo este Mandamiento con todas
las halajot (leyes) pertinentes a él?” Todo Judío respondió, “Sí,” después de cada
Mandamiento. Finalmente, la ardiente sustancia que ellos vieron, se grabó ella misma sobre
las lujot. A pesar de que los Benei Israel habían solicitado ver la Gloria de Hashem y
escuchar Su Voz, sus almas partieron de sus cuerpos cuando realmente experimentaron la
Revelación. La Voz de Hashem resplandeció con tal fuerza que quebró árboles de cedro,
hizo estremecer montañas, causó que las ciervas dieran a luz del shock, y descortezó
dejando pelados bosques enteros.
Las naciones que presenciaron la conmoción pero no sabían su causa llegaron a Bilám quien
era famoso por su sabiduría y lo interrogaron, “¿Está Hashem a punto de traer
otro mabul (diluvio) sobre la tierra?”
“No,” Bilám tranquilizó a las naciones, “el mundo está en actividad porque Hashem está
entregando la Torá a Su pueblo.”
Los Benei Israel no experimentaron el impacto total de la Voz Divina. Más bien, cada
individuo la percibió de acuerdo con su inimitable capacidad para experimentar
la shejiná (Presencia Divina). No obstante, ellos murieron después de cada Mandamiento
dado que su nivel de profecía realmente excedió sus poderes de percepción. La Torá misma
suplicó a Hashem restituir vida a los Benei Israel, argumentando, “¿Cómo puede el universo
estar feliz al recibir la Torá si tus hijos mueren en el proceso? ¿Es una causa para
regocijarse si el rey que casó a su hija al mismo tiempo mata a los miembros de su casa?”
Hashem entonces salpicó el Rocío del Renacimiento sobre los Benei Israel. Este fue el
mismo Rocío con el cual El resucitará a los muertos en tiempos futuros. Los Benei Israel, no
obstante, todavía se sintieron débiles del shock que ellos habían experimentado. Hashem por
consiguiente llenó el aire con la fragancia de especias, y ellos se recuperaron. No obstante,
su temor de la Voz de Hashem fue tan grande que apresuradamente huyeron al fin del
Campamento, una distancia de doce mil (aproximadamente 1450 m.). Los ángeles de
Hashem tuvieron que transportarlos de regreso a sus posiciones anteriores al pie del Har
Sinai para escuchar el próximo Mandamiento.
Después de los dos primeros Mandamientos, los Benei Israel estaban tan asustados que
rogaron a Moshé transmitir el resto de los Mandamientos preferentemente a escuchar la Voz
de Hashem otra vez. A pesar de que Hashem había sabido de antemano que los Benei
Israel no serían capaces de sobrevivir al escuchar Su Voz, El no obstante concedió su
pedido original de escucharlo a El. El no quería que K-lal Israel alegara en el futuro, “¡Si sólo
El nos hubiera concedido una Revelación directa, nosotros nunca hubiéramos servido
ídolos!”
En Rosh Jodesh Siván – primer día del mes de Siván (que en aquel año, 2448, cayó en el
primer día de la semana), los Benei Israel arribaron al desierto de Joreb.
¿Por qué fue que Hashem no presentó a Su pueblo la Torá tan pronto como ellos
abandonaron Egipto? ¿Por qué El esperó siete semanas entre ietziat Mitzraim y matán
Torá (salida de egipto y entrega de la Torá)?
En el medio del año escolar, un joven muchacho cayó enfermo y fue obligado a permanecer
en su hogar. El tuvo que yacer en cama por muchas semanas. Cuando finalmente le fue
permitido levantarse, se sentía fatigado y lucía pálido. Un día después, el teléfono sonó en la
casa del muchacho. Era el director de la Ieshivá local quien dijo al padre, “Yo escuché que
vuestro hijo ya no está enfermo. ¡Es tiempo para él de regresar al colegio!”
“¡Imposible!” protestó el padre. “El muchacho no está listo para eso. Permítale permanecer
en casa por dos o tres meses para convalecer y volver a ganar su fuerza por medio de una
nutritiva dieta. ¡Luego él será capaz de asistir a la escuela!”
Similarmente, Hashem no consideró a los Benei Israel aptos para recibir la Torá
inmediatamente después de su partida de Egipto. El dijo, “Ellos aún sufren de los efectos
posteriores del trabajo esclavizado Egipcio. Dejemos que permanezcan en el desierto por
unos pocos meses, coman del man (alimento espiritual que Hashem entregó a los judíos en
el desierto) y de las codornices, y beban el agua del Manantial. Cuando se hayan
recuperado, Yo les entregaré la Torá.”
Además de eso, cuando los Benei Israel abandonaron Egipto, mucha rivalidad y contienda
era hallada entre el pueblo. Ellos abandonaron la ciudad de Sucot teniendo discusiones, y
cuando acamparon en su próximo destino, Etam, la discordia aún prevalecía. Hashem no
podía otorgar Su Torá a personas que no estaban en paz entre sí. Finalmente, al arribar en el
desierto de Sinai, ellos pusieron fin a todas las disputas y se unieron. Dijo Hashem, “¡La Torá
de Paz les puede ser ahora entregada puesto que han aprendido a vivir en armonía entre sí!”
Cuando entraron al desierto de Sinai también hicieron teshuvá por su pecado anterior de
haber descuidado el estudio de Torá en el lugar Masa Umerivá.
En el día de su arribo a la montaña, que fue el segundo día de la semana, Hashem no se
dirigió al pueblo porque ellos estaban aún débiles del viaje. Ellos descansaron en el lado este
de la montaña.
En el tercer día de aquella semana, Hashem convocó a Moshé a la cima de la montaña y le
dio las siguientes instrucciones relativas al método de preparar a los Benei Israel para matán
Torá: “Habla a las mujeres aún antes que a los hombres; dirígete a ellas dulcemente y dáles
los principios generales. Los hombres, por el contrario, deben ser enseñados de una manera
severa y deben estar bien versados en todos los intrincados detalles de las halajot (leyes).”
¿Por qué Hashem ordenó que las instrucciones concernientes a matán Torá fueran dadas
primero a las mujeres y sólo después de ello a los hombres?
Existen varias razones:
1. Así como las mujeres se vuelven obligadas a observar mitzvot a los doce años de edad,
un año antes de que los hombres lo estén, así a ellas les fueron dadas las mitzvot primero
en matán Torá.
2. Si las mujeres fueran de tal modo distinguidas, ellas ejercerían el más grande esfuerzo
para proveer a sus hijos de una educación de Torá.
3. Hashem dijo, “Cuando Yo di la primera mitzvá a Adám y no a Javá, ella en consecuencia
pecó. Ahora a todas las mujeres les será dirigida la palabra primero para que no crean que
sus transgresiones de las mitzvot son menos serias que aquéllas de los hombres.”
4. Serles dirigida la palabra primero fue también un honor especial para las mujeres. Les fue
concedido porque los Benei Israel fueron redimidos de Egipto en el mérito de las rectas
mujeres.
Hashem predijo a Moshé, “Yo Me presentaré a ti en una densa Nube y todo el pueblo
escuchará cuando Yo te hable, para que ellos todos crean en ti y en los profetas que te
sucederán por todo el tiempo después.” (Las palabras de Hashem implicaban que en Har
Sinai, todo K-lal Israel escucharían cómo Hashem se dirigía a Moshé. Esto los convencería a
ellos de la verdad, que Moshé era verdaderamente el mensajero de Hashem.)
En aquel mismo día, Moshé también recibió el mandamiento de fijar límites para el pueblo al
pie de la montaña. Moshé retornó a los Benei Israel al anochecer y transmitió las palabras de
Hashem a los Ancianos en la presencia del pueblo íntegro. Subsecuentemente, él les
describió el gran castigo por transgredir las mitzvot y la recompensa por cumplirlas. Todo K-
lal Israel estaban deseosos de aceptar la Torá y contestaron, “Naasé – todo lo que Hashem
dijo, nosotros haremos.”
A pesar de que el pueblo accedió a permanecer dentro de los límites fijados para ellos al pie
de Har Sinai, no estaban enteramente satisfechos con el mensaje que Moshé había confiado.
Ellos deseaban escuchar a Hashem Mismo y no meramente ser dados prueba del hecho que
Moshé era Su mensajero. “¡Quien aprende algo de un mensajero no es lo mismo al que lo
escucha del Rey!” exclamaron. “Nosotros queremos ver a Hashem y escuchar las palabras
de Su boca.” En aquel tiempo, no eran conscientes del impacto aterrador que la revelación
de la shejiná tendría sobre ellos. Más tarde lamentaron su pedido original y solicitaron a
Moshé continuar hablándoles en lugar de Hashem.
En la temprana mañana del cuarto día de la semana, Moshé retornó al Cielo para informar a
Hashem de su réplica. (En verdad, Hashem no tenía la necesidad de escuchar la respuesta
de Moshé. Moshé demostró por su conducta que es correcto para un mensajero llevar una
respuesta a alguien quien encargó tal respuesta.) El confió en que mientras el pueblo había
accedido a permanecer al pie de la montaña, ellos habían expresado su deseo de ser
dirigidos la palabra directamente por El. Hashem respondió a Moshé, “Yo concederé su
petición. Yo Mismo descenderé sobre Har Sinai a la vista de la totalidad de K-lal Israel.” En
aquel día, Moshé fue solicitado de instruir al pueblo a prepararse ellos mismos para matán
Toráseparándose de sus esposas, tevilá (inmersión), y lavando sus vestimentas. Estas
purificaciones debían durar dos días, y en el tercer día, Hashem les entregaría la Torá.A
pesar de que Hashem había designado sólo dos días de purificación, Moshé entendió Su
verdadera intención – que era correcto añadir un tercer día como una precaución especial. El
por consiguiente ordenó al pueblo prepararse para matán Torá durante un período de tres
días. Al retornar al pueblo al anochecer del cuarto día de la semana, él les ordenó a ellos,
“Preparáos vosotros mismos hoy y también en el quinto y sexto día, porque en Shabat, la
Torá os será entregada.”
Hashem concordó con la decisión de Moshé.
Después de haber pronunciado la palabra naasé (nosotros haremos) y purificarse ellos
mismos por tres días, los Benei Israel parecían ángeles. Ellos alcanzaron nuevamente el
nivel de Adám antes de que él pecara y estuvieron listos para recibir la Torá. Antes de matán
Torá, Hashem curó todos los defectos físicos de K-lal Israel. Hashem examinó a los Benei
Israel quienes partieron de Egipto y los encontró imperfectos. Algunos de ellos eran rengos,
ciegos, o impedidos de otro modo. Dijo Hashem, “¿Cómo puedo Yo entregar Mi perfecta
Torá a una nación que es imperfecta? Con todo, en lugar de esperar a que la próxima
generación crezca y demorar matán Torá, ¡Yo curaré a este pueblo!” Hashem entonces curó
a todos sus ciegos, un hecho el cual es derivado del pasuk (versículo) respecto a matán
Torá, “el pueblo íntegro vio” (Shemot 20:18). El curó a aquéllos que eran sordos, como está
enunciado que todos contestaron “todo lo que Hashem diga nosotros haremos y oiremos”
(íbid. 24:7). Todos aquéllos quienes eran rengos fueron también curados, como está
enunciado, (íbid. 19:17), “y ellos estaban parados al pie de la montaña.” Asimismo Hashem
los curó de toda otra incapacidad. Todos ellos tenían que estar en posesión de todas sus
facultades para una perfecta aceptación de la Torá, porque si algunos de ellos no hubieran
visto u oído a la shejiná (Presencia Divina), su experiencia de matán Torá hubiera sido
incompleta.
Cuando Hashem seleccionó la montaña sobre la cual la Torá iba a ser entregada, una
discusión estalló entre las montañas. Cada una insistía, “La Torá será entregada sobre
mí.” Har Tabor vino saltando desde Beit Eilam y Har Carmel desde Aspamia, clamando,
“¡Soy yo la que Hashem quiere!” Hashem, no obstante, las rechazó a ellas todas, diciendo,
“¿Montañas, por qué vosotras discutís? Sóis todas defectuosas. Idolos fueron erigidos sobre
la cima de cada una de vosotras. Har Sinai es bajo y por consiguiente nunca sirvió como un
lugar de adoración de ídolos. Por lo tanto, es digno de recibir a la shejiná.” Hashem
consecuentemente descendió sobre Har Sinai.
“¡No mataréis!”
Uno que vierte sangre mutila a la shejiná. (Presencia Divina)
El emperador ordenó que estatuas de sí mismo fueran erigidas en su recientemente
conquistada provincia y que monedas llevando su imagen debían ser acuñadas. El
populacho demostró su desprecio por el nuevo conquistador derribando las estatuas
representándolo y destruyendo las monedas que llevaban su grabado.
Similarmente, cuando uno mata a un ser humano quien fue creado a imagen de Hashem, es
como si él hubiera dañado a Hashem Mismo.
El castigo Celestial para un asesino es que será asesinado por algún otro. (Bereshit 9:6). Es
una forma de asesinato avergonzar a otro ser humano (causando a la sangre irse de su
rostro).
El Séptimo Mandamiento: No Cometer Adulterio
“¡No cometeréis adulterio!”
Hashem castiga la transgresión de adulterio lo más severamente, porque El es paciente en el
caso de cualquier pecado excepto aquél de inmoralidad. Nuestros Sabios incluyeron en esta
prohibición a uno que se lleva la parnasá ( medios de vida) de otro Judío abriendo un
negocio competitivo en una vecindad que solía ser el dominio del otro. Nuestros Sabios así
explican el pasuk (Iejézkel 18:6), “… y él no deshonró a la esposa de su semejante.” Esto
está dicho en alabanza de alguien quien no privó a otro de parnasá comprometiéndose en el
mismo oficio.
El Octavo Mandamiento: No secuestrar a un Judío
“¡No robaréis!”
La prohibición de robar en los Diez Mandamientos se refiere a robar seres humanos.(Hurto
de propiedad está prohibido por el pasuk en Vaikrá 19:11) Alguien que rapta a un Judío y lo
vende o lo utiliza como esclavo está sujeto al castigo capital por el Beit Din (Tribunal de
justicia).
El Noveno Mandamiento: No Prestar Falso Testimonio
“¡No prestaréis falso testimonio en contra de vuestro semejante!”
Prestar falso testimonio conduce a la destrucción de la civilización. Causa a las víctimas ser
castigadas por crímenes los cuales nunca cometieron. También permite a las personas
robar, asesinar, y oprimir a otros y luego escapar al castigo por falso testimonio. Uno que
testifica falsamente de tal modo trae destrucción al mundo. También niega la Providencia del
Creador.
El Décimo Mandamiento: No Intentar Traer dentro de la Posesión de Uno lo Que
Pertenece a Otro
“¡No codiciaréis la casa de vuestro semejante, ni a su esposa, ni a sus sirvientes, ni cualquier
cosa que pertenezca a vuestro semejante (y, como resultado, idearéis planes para
obtenerlo)” Está prohibido hacer cualquier intento para obtener algo que pertenece a otro
porque uno mismo desea poseerlo. Esta prohibición incluye convencer a alguien para
vendéros una cosa la cual no desea vender pero que vos le presionáis a vender. Esto está
prohibido aún si le pagáis en un pago total. Tampoco está permitido desear aún en el
corazón de uno las posesiones que pertenecen a otro (Devarím 5:18). El mal rasgo de
desear las posesiones de otras personas causa a una persona volverse un criminal, porque
en su ansia de obtener el objeto de su deseo, está expuesto a tornarse violento si le es
negado. Puede estar preparado incluso a asesinar al propietario del objeto que ansía.
Mientras los primeros cinco Mandamientos mencionan el Nombre de Hashem, él es omitido
de los últimos cinco. Hashem dijo, “Que Mi Nombre no sea asociado con asesinos, adúlteros,
ladrones, falsos testigos, y personas codiciosas.”
Rabino Moshe Weissman