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Señor
Haroldo Brito Cruz
Presidente de la Corte Suprema de Justicia
Presente.
De nuestra consideración:
Nos cuesta comprender cómo sujetos que no tienen consciencia de los crímenes
causados, no tienen consciencia del daño causado y justifican, hasta el día de hoy, la
comisión de crímenes de lesa humanidad, se encuentren corregidos y rehabilitados para su
incorporación a la vida en sociedad, como lo exige el artículo 1º del Decreto Ley Nº 321 de
1925, que establece y regula la libertad condicional. Para los jueces que concurrieron a las
decisiones cuestionadas, parece que aquellas constataciones -realizadas por funcionarios
públicos que evaluaron a estos sujetos, y en las cuales ahíncan sus fundamentos la
Comisión de Libertad Condicional de la Corte de Apelaciones de Santiago, para rechazar a
estos sujetos la libertad condicional-, son insulsas.
fueron cometidos por agentes del Estado, quienes se valieron de todo el aparataje estatal
para su comisión.
Denunciamos que los jueces de la Corte Suprema que concurrieron a estos fallos
expresan un afán de impunidad, en consonancia con las promesas del Presidente Sebastián
Piñera, quien entregó a la familia militar su palabra de dejar en libertad a los violadores de
graves, masivas y sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos.
Lo que la Corte Suprema nos está diciendo ante la impunidad y la libertad de estos
criminales, es legitimar los crímenes de lesa humanidad como mecanismo de resolución de
conflictos políticos, lo que es extremadamente grave, ante la falta de justicia histórica que
hemos vivido los familiares de las víctimas.
Creemos que ustedes, quienes integran la Corte Suprema, con este tipo de
decisiones, están profundizando la falta de verdad y Justicia, lo que constituye un grave
menoscabo para la convivencia y la paz social nacional.
La Justicia y la verdad ante actos tan deleznables como los crímenes de derecho
internacional cometidos durante la dictadura, deben ser un imperativo en nuestra sociedad.
Ustedes, en su calidad de garantes de la Justicia y encargados de tutelar los derechos
fundamentales de las personas -entre otros, los ya señalados derechos a la Justicia en el
plano penal y a la reparación-, con estas decisiones, no están promoviendo los valores
democráticos que deben imperar en nuestra sociedad.