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INDICE
Me sumerjo en la oscuridad
Tan lejos de los dioses
La espera
Pablo Picasso
Desde el café
Fuente con uvas y peras
La mansa travesía
Fonda del bajo
Ligazón
Posta del resuello
Ofrenda
Despedidas
Por eso
Pastizales amarillos
Mi miedo
Siesta
El tigre
Verde y azul
El abrazo
Epitafio
Convalecencia
Quiero esa fe de los pájaros
Me sumerjo en la oscuridad o en el
agua
con el cálido temor de emerger en otro
lado.
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LA ESPERA
El tiempo se ha trabado en la
herrumbre de mi espera.
La vertical del sol
sin una sola sombra.
Las ansias en el toro que no embiste:
las cuatro patas negras
clavadas en la arena.
Los siglos que ya lleva
sin parpadear la esfinge.
El David sepultado en la cantera
esperando que llegue Miguel Angel.
Calma chicha en un lago de la puna,
el indio masca coca allí en la proa,
la vela desmayada cuelga inerte,
el agua como un vidrio.
Los soldados aqueos respirando
en lo oscuro del vientre del caballo.
El áspero silencio que da el disco
cuando va a comenzar la sinfonía.
Sombreros en el aire.
Un picaporte inmóvil.
El invierno goteando en el pasillo.
El tiempo de las grutas y los zapatos
huecos.
Los gestos detenidos en los cuadros.
Y esperarte en esta mesa yerma,
esperar a que se abra aquella puerta
para que entres y gire el engranaje
y entonces sople el viento, embista el
toro,
recobren el aliento las estatuas,
y en los cuadros la vida continúe
y caigan los sombreros
y la lluvia,
y el tiempo se destrabe con su música.
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PABLO PICASSO
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DESDE EL CAFE
Revuelvo mi café
y le doy fuerza al día con lentas
espirales.
Se echan a andar las horas
desde ese sol formado en el impulso.
Gira la espuma tibia del alba de las
calles,
gira el amplio fragor en la mañana,
doblan los colectivos de colores
que viajan hacia el centro
del negro remolino,
rodean el azúcar y las plazas,
toman la curva, suben las mujeres
con sus ojos enormes y se bajan
perdiéndose en la rueda de los vientos.
Se desenrosca así la madrugada,
desde la taza arranca
para mezclar las vidas,
los pálidos oficios que pesan en las
manos
por la ciudad redonda, gira y gira
y la espiral se expande
desde el café, la luz del movimiento
que enreda la jornada
da vueltas alejando la sombra de la
tierra,
hace rodar los astros,
un gesto circular
que inicia la torsión del universo,
revolver el café, dar cuerda a la
galaxia.
¿Acaso la cuchara de Dios indiferente
gira en el zumo oscuro del espacio?
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LA MANSA TRAVESIA
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noche
y despacio comulga con la vida.
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LIGAZON
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Yo sé de la luz blanda de tu
departamento,
de siestas como un tímido suicidio.
Libros de anatomía con dibujos
de brazos otorgando sus arterias,
con voces como sacro, laringe, línea
alba.
O puntos del espacio
donde dormí tranquilo,
pozos de mí cual trampas
en los que caes a veces y me extrañas.
La cola de tu gata dirigiendo
la música barroca de tus actos:
abrir una ventana, hojear un libro,
bañarte con el agua como un río
que baja por la tierra.
Unas monedas dentro de una caja
guardando griteríos entre hermanos.
La tenue aspiradora desmayada
en un rincón detrás de la mañana.
Nostálgicos idiomas, fragores europeos,
que emanan de tus fotos escondidas.
Toda la claridad, toda tu casa,
dulce guarida, posta del resuello.
Pueden llevarme allí como dormido
un colectivo diáfano de barrios,
un místico ascensor, un par de llaves.
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OFRENDA
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DESPEDIDAS
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POR ESO
y te buzo y me perlas
y te campo y me flores
por eso yo te viento y tú me crines
por eso te crepúsculo y me auroras
por eso yo te cielo y tú me golondrinas
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PASTIZALES AMARILLOS
acuesta?,
¿sobre qué pastizales amarillos?
La fuga de la música en la ruta,
los tristes horizontes
y todos los crepúsculos de enero
se quedan en los íntimos espacios sin
estrellas,
en la virginidad de la memoria.
¿Pero, cómo convocarlos cuando
falten?
La risa de los hombres,
¿cómo se recupera desde el miedo?
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MI MIEDO
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SIESTA
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EL TIGRE
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VERDE Y AZUL
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EL ABRAZO
y en el abrazo oscuro
en la navegación ventral después rocío
la sombra en tu cabello acariciando
las flores de tu sombra
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EPITAFIO
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CONVALECENCIA
Querida mía:
hoy vinieron a visitarme
los pescadores evangélicos,
los que me hallaron ahogado
en la rompiente de los sueños.
Vino un caballo muy viejo
que aún nos recordaba
abrazados entre los girasoles.
Ya estoy mucho mejor:
la cama aquí en el abra del pajal
es lo que más me alivia.
Dos mujeres cretenses vinieron hoy
temprano;
en los pechos desnudos trajeron vino
rojo
y un toro lejano en las pupilas.
Tal vez porque no hay sombra
nadie se queda mucho.
La etérea familia de saltimbanquis
pasó como a las tres,
dejaron más azul que nunca el cielo.
Si vieras, querida, las golondrinas,
las iguanas a la siesta en la baranda de
mi cama.
Ayer vino desnudo tu recuerdo
y me pidió con señas que le trenzara el
pelo.
Voy a sanar,
lo sé porque al crepúsculo
se echan junto a mí los animales.
Son tan lindos los días, tan enormes.
De vez en cuando puedo cerrar los
cielos
y unas sogas de luz de música serena
consiguen remontarme hasta quién
sabe dónde,
sin sábanas, mi vida, sin memoria.
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