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MARCO CONCEPTUAL en el abordaje de la VIOLENCIA FAMILIAR :

   
 

Quienes trabajamos con Víctimas y Victimarios de la VIOLENCIA FAMILIAR la


entendemos como un fenómeno socio-cultural y el análisis que se hace a partir del
Modelo propuesto por URIE BRONFENBRENNER en “La ecología del desarrollo humano”
permite comprender a la persona en su entorno natural, esto es en su contexto socio-
cultural, institucional y familiar, donde la construcción de su subjetividad lo posicionará en
un lugar de mayor o menor vulnerabilidad, conforme a su historia de vida.
El Modelo Ecológico o Multimensional-sistémico nos remite a considerar simultáneamente
los distintos contextos en los que se desarrolla una persona. El contexto más amplio
(Macrosistema) nos permite identificar las formas de organización social, los sistemas de
creencias y los estilos de vida que prevalecen en una cultura o subcultura en particular.
Son patrones generalizados que impregnan los distintos estamentos de una sociedad,
ejemplo: la cultura patriarcal.
El segundo nivel de análisis es el Exosistema, que está compuesto por la comunidad más
próxima, incluye las instituciones mediadoras entre el nivel de la cultura y el nivel
individual: la escuela, la iglesia, los medios de comunicación, los ámbitos laborales, las
instituciones recreativas, los organismos judiciales y de seguridad.
El contexto del microsistema se refiere a las relaciones cara a cara que constituyen la red
vincular más próxima a la persona. Dentro de esa red juega un papel privilegiado la
familia, entendida como estructura básica del microsistema.
Bronfenbrenner propuso este modelo en el ámbito de la investigación del desarrollo
humano, con el objetivo de no aislar a la persona en estudio de sus entornos naturales.
Como también considerar las cuatros dimensiones psicológicas interdependientes:
-Dimensión cognitiva: comprende las estructuras y esquemas cognitivos, las formas
de percibir y conceptualizar el mundo que configuran el paradigma o estilo
cognitivo de la persona.
- - Dimensión conductual: abarca el repertorio de comportamientos con el que una
persona se relaciona con el mundo.
- Dimensión psicodinámica: se refiere a la dinámica intrapsíquica, en sus distintos
niveles de profundidad (desde emociones, ansiedades y conflictos concientes,
hasta manifestaciones del psiquismo inconciente).
- Dimensión interaccional: alude a las pautas de relación y de comunicación
interpersonal.
El marco cultural, creencias y mitos asociados al problema de la violencia familiar nos
permite definir e identificar el entorno más amplio, los espacios de socialización primarios
de una persona, modelos de crianza, incorporación del castigo como forma de
disciplinamiento interno en una familia, el modelo patriarcal, dentro de la cual el poder
conferido al hombre por sobre la mujer y a los padres sobre los hijos, es el eje de la
estructura familiar, a partir de la cual se sostienen los valores de una sociedad. El sistema
de creencias patriarcal sostiene un modelo de familia vertical, con un vértice constituido
por la figura de “jefe de hogar”, que siempre es el padre, y estratos inferiores donde son
ubicados la mujer y los hijos. Dentro de esa estratificación, el subsistema filial también
reconoce cierto grado de diferenciación basada en el GÉNERO, ya que los hijos varones
son más valorados y en consecuencia obtienen mayor poder que las hijas mujeres. Este
sistema de creencias va dando forma a los conceptos de roles familiares, derechos y
responsabilidades de los miembros de la familia. Así, por ejemplo, un hombre socializado
 

en un contexto patriarcal tiene la absoluta convicción de que le corresponde el derecho de


que sus deseos no sean contrariados en el ámbito familiar; cualquier “transgresión” a esa
regla justificará el uso de la fuerza para castigar a quién no la ha respetado. Las creencias
culturales acerca de lo que es un hombre incluye estereotipos de la masculinidad que
asocia al varón con la fuerza. Por lo tanto, se percibe como posible el uso de la fuerza
para la resolución de los conflictos. Desde niños los varones son alentados a resolver
problemas mediante actitudes competitivas y a imponerse a otros/as. En contrapartida la
mujer culturalmente es percibida como más débil y, por lo tanto, se la asocia a conceptos
tales como dulce, sumisa y obediente. En síntesis, las definiciones culturales acerca de lo
que significa ser mujer, varón o niño, junto con la concepción sobre la familia, tiene una
relación directa, en el nivel macrosistémico de análisis, con el problema de la violencia
familiar, ya que proporciona el marco más general en el cual transcurre el drama.
Los valores culturales no se encarnan directamente en las personas, sino que se hallan
mediatizados por una serie de espacios que constituyen en entorno social más visible: las
instituciones educativas, recreativas, laborales, religiosas, judiciales, etc.. La estructura y
el funcionamiento de tales entornos juegan un papel decisivo para favorecer la
realimentación permanente del problema de la violencia en la familia. En primer lugar
tenemos que considerar la denominada “legitimación institucional de la violencia”; esto
sucede cuando las instituciones reproducen en su funcionamiento el modelo de poder
vertical y autoritario, de alguna u otra manera, terminan usando métodos violentos para
resolver conflictos institucionales, lo cual se transforma en un espacio simbólico propicio
para el aprendizaje y/o legitimación de las conductas violentas en el nivel individual.
Los estudios realizados con familias que presentan problemas de violencia muestran un
predominio de estructuras familiares de corte autoritario, en las que la distribución del
poder sigue los parámetros dictados por los estereotipos culturales. Habitualmente, este
estilo verticalista no es percibido por una mirada externa, ya que la imagen social de la
familia puede ser sustancialmente distinta de la imagen privada. Esta disociación entre lo
público y lo privado, necesita muchas veces de cierto grado de aislamiento social, que
permite sustraer el fenómeno de la violencia de la mirada de los otros. Con sugestiva
frecuencia, los antecedentes que emergen de la historia personal de quienes están
involucrados en relaciones violentas muestran un alto porcentaje de contextos violentos
en las familias de origen, la recurrencia de tales conductas, percibidas a lo largo de la vida
le dan carácter de “normalidad”. Pensar el problema de la violencia familiar desde una
perspectiva multidimensional implica renunciar a la búsqueda de un factor causal, para
abrir la mirada al abanico de determinantes entrelazados que están en la base y raíz
profunda del problema. La comprensión del fenómeno no se agota en un interés
meramente teórico; sino que tiene profundas implicancias en lo que respecta a las
acciones e intervenciones que, en la práctica, pueden pensarse para dar respuestas al
problema.
DISPOSITIVO DE INTERVENCIÓN: Por lo expuesto precedentemente y por considerar
las profundas desigualdades que se generan en las familias, a partir de un cuadro de
Violencia familiar, es que se trabaja con cada una de las personas en espacios
diferenciados y es a partir de la intervención donde se comienzan a trabajar los distintos
aspectos que hacen a los modelos de socialización primaria y secundaria. La intervención
apunta a desnaturalizar lo que se ve como “natural”, a responsabilizar e introducir la
 

reflexión y el cuestionamiento de lo aprendido. A visibilizar el daño en la salud, a generar


nuevas respuestas ante situaciones de conflicto, etc.. Con cada situación se realiza una
instancia de Admisión, en cuyo proceso se evalúa cronicidad y riesgo, grado de
aislamiento social y familiar, antecedentes, problemáticas asociadas al cuadro de
violencia familiar, etapa del ciclo vital de la familia, indicadores de riesgo, etc.
Esta etapa es fundamental en el trabajo con víctimas, ya que es a partir de la Admisión
donde comienza el trabajo de fortalecimiento, asesoramiento, y potenciación de aspectos
que le permitan activar mecanismos de protección para si y para sus hijos/as; es en esta
instancia donde se comienza a romper el aislamiento, donde se le devuelve credibilidad y
confianza, dónde debe dimensionar los recursos existentes y comenzar a visibilizar sus
capacidades y sus derechos.

DISPOSITIVO GRUPAL: Son grupos psico-educativos o socio-terapéuticos, coordinados


por una Psicóloga y una Trabajadora social, son grupos abiertos, de una sesión semanal
y de dos horas por sesión.
Con mujeres son espacios de soporte emocional y social, dónde cada una comienza a
visibilizar las experiencias ajenas y las alternativas que cada una va implementando en la
resolución del problema. La circularidad de lo grupal permite entrelazar historias,
experiencias, potenciar la palabra que les ha sido negada, una escucha activa dónde la
palabra y el pensamiento circula. De ésta forma el Grupo se convierte en un espacio de
socialización importante: es a partir de allí que se pone en cuestionamiento lo vivido, lo
aprendido, lo incorporado desde lo social y desde las subjetividades de cada una; es a
partir del espacio Grupal dónde se empiezan a pensar personas, sujetas de derechos,
mujeres, trabajadoras y también madres.

Con varones: la intervención apunta a la responsabilización de la conducta, al


cuestionamiento del modelo aprendido, a la conexión emocional, a la puesta en palabras
de los malestares y de los enojos, a la conexión con la historia de origen (que en muchos
casos permanece negada), a la reformulación y decodificación de esquemas y fórmulas, a
la visibilización de la Ley (como un nuevo patrón social), a la revisión de los estereotipos
de género tradicionales, a la función de padre, a la protección y al afecto.
Consideramos que el Grupo permite y se resignifica como un espacio de aprendizaje,
dónde hay un otro/a que interpela, dónde se ponen en cuestionamiento las
masculinidades, los modelos y los aprendizajes. Es una instancia de desaprender y de
encontrarse.

¿Porqué no es aconsejable la intervención de pareja o familiar, en una primera etapa?


Fundamentalmente porque es desconocer la mirada de género, la asimetría de poder en
las relaciones y el grado de indefensión en las víctimas. Porque a partir de la intervención
se debe trabajar en pos de la autonomía de las personas y cuándo ellas se encuentren en
condiciones de decidir en un plano de igualdad habrá otras instancias y alternativas para
ofrecer y ellas estarán en condiciones de decidir si las toman o no. Porque se debe evitar
la Victimización Secundaria, entendiendo la misma a las diferentes formas mediante las
cuales una persona, que está siendo victimizada en el contexto familiar, vuelve a ser
victimizada cuando recurre a instituciones o profesionales en busca de ayuda.
Habitualmente los profesionales y las instituciones, impregnados de mitos y estereotipos
 

culturales en torno del tema de la violencia familiar, dan respuestas inadecuadas a


quienes piden ayuda, por ejemplo, buscando culpabilidad en la víctima o restando
importancia al problema. Las intervenciones erróneas, lejos de ser neutras, tienden a
agravar la situación de quiénes están en riesgo, poniendo muchas veces en peligro sus
vidas.
Igualmente es importante observar que las diferentes áreas del Servicio de Prevención en
Violencia Familiar, trabajan interconectadamente, es decir el trabajo en equipo permite
una mirada integral de la situación y es a partir de ese plano que se piensa la
intervención y se dirimen las estrategias de trabajo.
Espacios de Monitoreo y Entrevistas en domicilio: Son intervenciones que permiten
atender otros aspectos presentes en las relaciones familiares atravesadas por cuadros de
violencia familiar, tales como: ubicación geográfica del hábitat, interacción con el entorno
inmediato, distribución de los ambientes, dinámica familiar, roles y funciones, aspectos de
la comunicación, etc..

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