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FEDRO EDICION BILINGUE Platon, Introducci6n, traduccién, notas y comentario de Armando Poratti - . ; se P Cc HE Coleceién Fundaments n2 234 Sere gor de Ideas, diva por Felix Duque ‘Maqueta de portada: é Sergio Ramfeez Disefo imerior y/o cubiecta: RAG Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el articulo 270 del C6digo Penal, podtén ser eastigados con penas de multay prvacion de libertad quienes reproduzcan sin la preveptivaautorizacién o plagien, en todo 0 en parte, una obra literaria, asticao clentifica,fijada en cualquier tipo de soporte. © de ta introduccién, traduccidn, notas y comentario, ‘Armando Porati, 2010 © Biiciones Akal, S. A., 2010 Secior Forest, 28760 Tres Cantos Madrid - Espana ‘Tel: 918 061 996 Fax: 918 044 028, wovwnakal.com ISBN: 978-84-7090-474-5, Depdsit legal: M-847-2010 FTC * oan Impress Cieeh Fernéndez Cuda, 8. L Pinto (Mada) INTRODUCCION Los dos Platones Un tiempo de residencia en el nada simple pais de los didlo- {208 platénicos nos acostumbra a convivir con varios Platones. La filologia de los siglos x1x y comienzos del xx pudo aproximada- mente ubicar la obra de Platén en periodos cronolégicos, grasso ‘modo la juventud, la madurez y la vejez!. Los diélogos de juven- tud, como sabemos, son los més simples y breves en apariencia, aquellos en los que un Sécrates, a veces probleméticamente iden- tificado con su modelo hist6rico, inquieta a su interlocutor con preguntas que no se resuelven. Una simplificacién escolar diria que preparan la metodologfa y van poniendo, en el terreno ético, los primeros problemas. En los de la vejez, junto a Leyes y ala cosmologfa del Timeo, predominan los aspectos epistemol6gico, ' Sin embargo, no puede darse por resuelto el espinoso problema dela crono- logia, donde el relativo consenso logrado desde Ia época de la estilometefa corre el riesgo de no ser més que un espejismo. Puede verse un panorama actual de la ‘cuestiGn (sobre todo en el 4mbito anglosajén) en Smith (ed) (1998), vo. F. (Las referencias completas de las obras citadas se encuentran en la Bibliografia.] Con respecto al Fedo, su uicacién hacia el final del grupo medio yen el trtisto alos ‘idlogos de la vejez tiene suficiente consenso,y los desplazarientos a que puede someterlo la ertica no son mayores. 5 |e égico y ontolégico. Y en ambos grupos de didlogos ~también en los de la juventud~ brilla en todo su esplendor el genio filoséfico de Platén, su genio filos6fico discursivo, que lo convierte en uno de los pensadores més brillantes y complejos, y le permite hacer~ se presente en algunas discusiones académicas actuales sin mos- trar demasiadas arrugas. El otro Platén es el de los diglogos de la madurez, de alrededor de sus 40 afios, fundamentalmente Fedén, Fedro, Banguete, Repti- blica. Estos son los diélogos més conocidos, literariamente des- lumbrantes (Jos otros también Io son, pero en otro u otros estilos), y los podriamos caracterizar, con mayor seguridad, como metafisi co-politicos. Es en ellos, y s6lo en ellos, donde encontramos la lla- mada teorfa de las Ideas, y casi todas nuestras representaciones de sedimentaci6n cultural que responden al rétulo «Platén» provie- nen de allf. Es el Platén més discutible desde la discursividad fi- los6fica; de hecho, Platén mismo dedicé en buena medida su vejez a discutirlo, Pero es el Platén histdrico, histérico en sentido fuerte, esto es, el que ha constitnido metafisicamente a Occidente. Es por ello el Platén que tenemos dentro como nuestra misma estructura profunda, no discursiva, en mayor medida tal vez de lo que, pese a Jas advertencias de Nietzsche, nos damos cuenta. Platén erige tna ‘metafisica ~o la metafisica— en el sentido de una temiética que iba a ser denominada asf en la escuela de Aristoteles, y, sobre todo, en el sentido de la posicién de un furndamento ontol6gico de lo presen- te que se encuentra metd, «mis all» de lo presente. Politica y metafisica ___ Esa metafisica de Platén se construye desde una raft politica, 1 buen Didgenes Laercio (III 23) anota que, después de su tercer y Ultimo fracaso en Sicilia, renuncié a la politica activa, «aunque sus escritos muestran que era un politico». Plat6n esperé casi hhasta la vejez para tal renuncia. De hecho, su posible autobiogra- fia politica en la Carta VII y las otras fuentes biogrificas nos lo muestran intensamente, casi salvajemente, empefiado en la reali- zaciGn de sus ideas. El apasionado reftenamiento de su juventud y la renuncia a entrar en la vida politica inmediata (Carta VIT 325c-326b) se traducen en los intentos de convertir a los tiranos de Siracusa y en la actividad de la Academia, lugar de formacién 6 de dirigentes que logra éxitos en pequefia escala, como el de Erasto y Corisco y la conversién de Hermias (Carta V1)?. En ma- yor escala, el intento personal de Platén en Sicilia fracasa reitera- day lamentablemente. Peor atin resulta, ya en la vejez del filéso- fo, la expedici6n académica al mando de Didn que logra hacerse con el gobiemo de Siracusa y termina en un final s6rdido y en la destruccién del polo de poder construido por los Dionisios’. Por otra parte, la reflexi6n y la escritura sobre el problema politico unifican de punta a punta la obra plat6nica, desde la Apologia y el Critén hasta las Leyes. ‘Al recorrer a biografia atormentada de este personaje obse- sionado en la préctica y en Ia teorfa por meter mano en Ia crisis de la Ciudad, no parece ficil conjugarla con el mistico de los neopla- tGnicos antiguos y renacentistas, el distanciado ont6logo de la es- cuela de Tubingen o el decente colega de los anglosajones de tra- dicién analitica. Seguramente el violento y arbitrario panfleto de sir Karl Popper, filol6gica, histérica y, en buena medida, ideol6gi- camente insostenible, hubiera complacido a Platén mas que mu- + chos papers Esto no es el resultado contingente de la situacién social, los intereses o el temple filos6fico de Platdn. Tiene que ver con el ca- récter esencial de la filosofia griega y el lugar de Platén en ella. Por supuesto, la historiografia tradicional, basada en Aristoteles, adjudica a la «filosoffa», como primer objeto de especulacién, Ia «naturaleza». No es éste el lugar para mostrar que ello fue el re- sultado de una acumulacién de capas sobre la gran construccién aristotélica de Metafisica A, edificio analitico y sistemstico, no‘his- torico, ingenuamente convertido en un documento sobre el origen 2 Erastoy Corisco son dos j6venes de Escepsis, en la Trade, becados por ciudad para formarse en la Academia y a su vuelta redacar la eyes. Por ellos Platén entra en contacto con Hermis, ano dela vecina taro, que es ganado para el proyecto platénico. A la rverte de Patén, Jendfanes y AisGtles ira a su cont, y Arstteles se casaci con su sobina y escribird una elegéa cuando los persas lo deribeny eecuten. W. Jaeger (Aistdteles, 1923, cap. V [ed east: Mé- xico, ECE, 1946, p. 132-145) to hizo el héroe de na novela polilica y la clave due une la Academia, a wavés de Arstteles, con Alejandto. 2 Paténicos en funcisn politica en general de eae rescionario yen cieuns- tancias machas veces dramsticas, puldlan en las fuentes antiguas. Cle. P.M. Schuh, «Paton et activité politique de Académie», Rex. £t. Gre, 49-50 (1946 1947), pp. 46-53, ° sobre el Origen de la Razén misma, vamos y donde physis, que significa otra cosa, dio lugar luego a su traducci6n como «natura- leza» y, finalmente, cuando se ensay6 en el siglo xx una histo- riograffa madura, a su comprensiGn positivista y modernocéntri- ca. No es tampoco cuestidn de sustituir por una temiética politica por una temética cosmolégica. También la afirmacién, a la som- bra de Jean-Pierre Vernant, de que la racionalidad griega es «hija de la Ciudad», que en principio compartimos, no es ajena a la mi- tologia del Mito y el Logos. El Logos-Razén trae demasiado las- tre como para que pueda ser utilizado sin aviso, El pensamiento de fines de! siglo xx nos invit6 a sustituirlo por et Logos-Discur- so. Esto permitirfa cambiar el hiato entre lo que es y no es racio- nal por el seguimiento de una deriva de los discursos. Es tentador proceder sin més a este cambio, sobre todo en una consideracién del Fedro, cuyo tema es directamente el discurso. Salvo porque nos encontramos de inmediato con que los acon- tecimientos del discurso no son nunca puramente discursivos, y aqui vuelve a aparecer Ia politica. Esta, por supuesto, esté lejos en Grecia de ser la actividad limitada y desprestigiada de las socieda- des contemporéneas; y no puede compararse ni al ejercicio subor- dinado y representacional de las tardodemocracias, ni a los mode- los romidnticos y totalitarios del siglo xx. La emergencia de la polis (otra abstraccién con la que alguna vez habria que ajustar cuentas) fue el «origen» y el Ambito material y espiritual de lo que Hamamos «Grecian, y se confunde con la emergencia del l6gos, el Logos-Razén y/o el Logos-Discurso. El griego clésico se abre al mundo primariamente desde la Ciudad, tépos de gesti6n de fo humano y también de manifesta- cion de lo divino (que incluye a la «naturaleza»). Las peripecias de la Ciudad fueron las peripecias del 16gos, durante el periodo que va desde la época arcaica hasta el final del mundo griego cli- sico, hacia fines del siglo rv. La «realidad» emerge politicamen- te, y noes extrafio que para un Plat6n (pero s6lo hasta Plat6n), la politica sea el modo de hacerse cargo en forma prictica y especu- lativa del Mundo. No ineurrimos en esta maytiscula obsoleta por casualidad. Arist6teles ya desliza un cuchillo entre lo practico y “EI mundo «griego», limitado por un lado por el micénico y por otro por el helenfstico, se fue gestando desde el colapso dela cultura mieénics. Los poemas hhoméricos ya son, en buena medica, «politicos ae poo ° ah ac Jo te6rico, acota los espacios y regiones de la realidad, y les adju- dica un sistema jerérquico de disciplinas. La praxis politica (de la, que trata la Politica) debe ocuparse de producir el hombre capaz de alcanzar Ja cima te6rica, pero alcanzarla pertenece a una pra- xis distinta, Y los contemporéneos y condiscfpulos de Platén a quienes conocemos como «socréticos menores» ya son espit tualmente helenisticos, esto es, apoliticos. En Plat6n, la exacer- bacién de lo politico se debe a que encarna la crisis de su mundo. Plat6n es un episodio y a la vez una quiebra decisiva en esa his- toria profunda. Esa quiebra en el pensamiento puede explicarse insertindola en el curso de los acontecimientos, pero terminé transcendiendo absolutamente su momento hist6rico y se consti- tuy6 en el acontecimiento metafisico decisivo de Occidente. En ‘un resumen imposible, podrfamos nombrarlo como el pasaje de la ontologia del conflicto a la ontologta de la identidad. Lo que Hlamamos ontologfa del conflicto tiene en su base un conflicto empfrico, que no es la guerra abierta. Las primeras mani- festaciones del espiritu griego, como sucede en tantos pueblos, glorifican las gestas guerreras. Pero los poemas de Homero cantan acontencimientos remotos para auditorios de aristécratas que no cultivan ya la guerra en esas proporciones épicas. A lo largo de la sllamada Edad Oscura, luego del colapso micénico, venia prospe- rando lentamente una sociedad agricola, gobemnada por aristocra- as ligadas entre sf. Es probable que, después de varios siglos, el agotamiento de los suelos, provocado por ese mismo crecimiento, la haya puesto en crisis. La historia social y econémica puede indi- car este y otros motivos concomitantes para la efervescencia ‘que hhacia el temprano siglo vit desemboca en el periodo arcaico, que es el propiamente creativo de la historia de Grecia, Las respuestas a ese fendmeno tuvieron que hacerse cargo de las caracteristicas contradictorias propias de una crisis de crecimiento, Un profundo cambio en la produccién, la reapertura comercial del Mediterré- neo, la colonizaciGn, fueron los intentos materiales de superarlo, Pero también emergen los conflictos sociales, que dan lugar, ya adoptado el alfabeto, a la redaccién de leyes, la reestracturacién de las magistraturas, la aparicién del templo, la re-institucionaliz: ci6n del agora, las Olimpfadas y los festivales religiosos, la revo- luci6n hoplitica, las tiranias y los partidos: la polis. Nuestra percepcién histérica esta influida por las diversas idealizaciones modernas a que fue sometida Grecia desde que el Renacimiento convirtiera la Antigiedad en paradigma. Una de las mas abarcadoras y mistificadoras ha sido la que desde finales del xviit en adelante Tlevaron a cabo los alemanes, que vivian su frustraci6n de nacién nonata, y que hacfa de Grecia y de la pélis agtiega el lugar de la armonia estética (Winckelmann) o politica (Hegel). La pdlis no surge como resolucién armoniosa de los conflictos. Las aristocracias, vinculadas entre si, habjan logrado hacia los albores de Ia edad arcaica una suerte de equilibrio inter- nacional. Las situaciones de tensién se produjeron en el interior de las ciudades, y nuestra escasa informacién s6lo nos permite reconstruir tendencias tipicas. En cada caso, la pdlis no vino a terminar con una situacién inarménica sino a permitir que se de- sarrollara dentro de ciertos cauces. La actitud de los griegos en su vida de relacién es usuualmente rotulada como competencia, agén. La competencia agonal esti sostenida y limitada por un efrculo de reglas, que se derivan de la igualdad fundamental de los participantes y, por ello, de una suerte de amistad (philia) subyacente. Este esquema, con el que Jean-Pie- re Vernant explica la estructura de la pdlis aristocrética, y que Ia lis democratica simplemente heredarfa, no nos parece libre de la herencia idealizadora’, Por mas que vayamos hacia atrés, no hay testimonios de esa pdlis aristocratica que administra elegantemen te sus conflictos entre iguales. En todo caso, seria un reflejo de la situacién prepolitica que los distintos factores de desequilibrio vie- ‘nen a romper, En la vida politica, la igualdad de las partes nunca se presenta como un dato, ni menos como un dato originario. El dato mas bien es la profunda desigualdad de las partes en conflicto. La lis, que jamés fue armoniosa, se constituyé como un nudo de tensiones internas, de los estratos nobles entre sf y de étos con las clases populares. La pélis misma existe cuando existe la ley imper- Sonal escrita y el Ambito de Jo que hoy llamariamos lo pibico, gue son un emergente del conflicto entre clases y sectores. Este conflicto tensiona la Ciudad desde su origen porque constituye su origen. Los testimonios de inicios de la edad arcaica -Hesiodo y Solén sobre todo- apuntan en esa direccién. Las tensiones se re- montan tan atrés como queramos penetrar en la penumbra, ya ar- queolégica, en que desemboca nuestra documentaci6n. * Les origines de la pensée grecque, PUR, Paris, 1962, caps. Ly V fed. cast Buenos Aires, Eudeba, 1965, reeds) 10 El conflicto fue experimentado como nervio de la vida misma de la Ciudad emergente, que nace como intento de gestionarlo, El ahondamiento de la desigualdad hasta la ruptura y, finalmente, la ci6n del extremo més débil hubiera resultado en la domi- nacién muerta de un elemento sobre otro. Pero el milagro en la emergencia de la pdlis es el de haber logrado integrar en el juego mismo del conflicto a la parte mas débil sin destruirla, El juego se da entre partes no iguales, pero que tienden a ser equivalentes, y Ja unidad es un resultado que se logea a cada momento, siempre en el limite del desgarramiento puro. La racionalidad no es tanto el célculo operativo de las estrategias de gestién cuanto la légica que se descubre en el conflicto mismo. Es decir, una Igica que se descubre en la «cealidad» misma, una l6gica ontol6gica. En la poesia politica de Sol6n, la pélis es afirmada como unidad, des- garrada por las partes, los partidos, grupos o sectores sociales, los eupatridas y los campesinos despojados. La logica de la gran riqueza consiste en no ponerse limites y, por ello mismo, encon- trarlos, en forma de guerra civil y de Ia posible reaccién de la otra parte. El pueblo, con un tirano a la cabeza, descabezaria a los no- bles ¢ intentarfa quedarse, a su vez, con todo. El sabio Solén, le- gislador y estadista, pone limites y se pone él mismo como limi te precario en una tensi6n que sabe raigal e insuprimible®: Lo que tenemos expresado en la obra y la poesfa del legisla- dor arcaico de Atenas es 1o mismo que encontramos en Io que bastante después va a ser llamado filosofia: nuestras primeras li- reas. «filos6ficas» conservadas, el fragmento de Anaximandro, hablan de un proceso de lucha regulada. En ambos casos, el equi librio nace del exceso de las partes que tienden a sustituirse al todo, s6lo para encontrar su propio limite en la reaccién de la otra parte. Este juego de la retribucién y el orden inmanente en el de- sorden se ilama, tanto en Solén como en Anaximandro, dike y adikia. Dike no es la «justicia», sino esta logica de lo indefinido y lo finito, del todo y las partes, que constituye a la Ciudad y al Mundo. La historfe jénica la encuentra jugando no sélo en el dm bito de los mortales, en el ambito finito de la pélis ~que por ello, librada al juego, es desgarrada y perece’~ sino, sin mas, en el ém- ¢Solén, figs. 31W ID (Musas); 4W 3D (Eunomia}; 36W 24D; 5-6W = 5D; 37W 25D. *Solén, Eunomia bito de la totalidad, de «lo divino», donde dfke puede jugar libre y eternamente porque lo divino es «sin muerte y sin vejez»; y asf, dike es la sintaxis misma de las cosas®. Heréclito, que vive en la Jonia donde los factores de conflicto externo (Persia) ¢ interno se superponen, pone explfcitamente a dike, Ia pauta de la vida poli- tica, como éris, conflicto. ¥ esto equivale a pélemos, guerra, pero también a harmonte, conexién adecuads?. Dike es, en cierto modo, la matriz conceptual del periodo arcaico", «Grecia» no se constituye sobre el fondo de una tradicién maciza, Sino, material y espiritualmente, sobre un suelo fluctuante de transiciones y conflictos. La pélis «tradicional» es s6lo la idealizaci6n posterior de algunos de esos momentos. En Grecia, la tradicién es la crisis, y Occidente heredard esta movilidad, La Ciudad arcaica emerge como un juego que se sostiene a si mismo en sus tensiones. Frente a lo exterior, se preserva en la au- tosuficiencia (autdrkeia) y en la no dependencia, la «libertad» (eleutheria), En el comienzo del siglo v, Grecia, con las Guerras ‘Médicas, frena Ia amenaza externa del Imperio persa, que habia invadido por dos veces el territorio continental. Estas guerras son Ja culminacién gloriosa del mundo de la Ciudad y a la vez crean Jas condiciones para un desarrollo que va a producir otra altera- ci6n radical del mundo griego y que seré el siguiente acto del dra- ma de la pélis y el Jégos, Como consecuencia de las guerras, ya neutralizado el peligro exterior, surge el fendmeno de las concen- traciones de poder que transforman la politica entre las ciudadeseoy\" ~ en politica internacional imperial y de confrontacién de bloques. Esparta acentia sus caracteristicas de Estado militar y consolida su hegemonia sobre el Peloponeso. Atenas, que no habia sobresa- ido durante el periodo arcaico, desarrolla durante la guerra una estrategia naval y crea una flota que le permite convertirse luego en potencia maritima, tanto militar como comercial. Las Guerras Médicas le proporcionan dos batallas simblicas: Marat6n, cifra gloriosa de la polis de los «padres», y Salamina, que paris la polis Anaximandro, 12B1; Arist6teles Fisica IM 4,20306-15 = 12A 15, "20880, BS3, BS4. "Esto vale para la tradicién sticay j6nice, yen buena medida para la italic ‘Tampoco Parménides queda excluido. El «es parmenideo, lejos de ser inmutable ‘0 de ser puro pensamiento, concentra todas las tensiones dela realidad frente ala cemergencia de la nada, 2 Je dcmocratica, ganada en el mar por el artero Temistocles. A la Liga, del Peloponeso instrumentada por Esparta, Atenas opone la Li- ‘ga de Delos, confederacién de numerosas ciudades con centro en In isla sagrada de Apolo y Artemisa, en principio con carfcter de prevenciGn militar ante el peligro persa. A poco andar, la liga cambia de cardcter, los aportes en hombres y barcos se convierten en aportes en dinero, la pertenencia a la liga se vuelve compulsiva, Jas sublevaciones se reprimen con desembarcos de los mariners y el establecimiento de enclaves militares y colanos atenienses, y jas ciudades sometidas son beneficiadas con la imposicin de la democracia. El tesoro es trasladado de Delos a Atenas, que dispo- ne de él sin rendir cuentas y asf financia su época gloriosa (el «Si- glo de Pericles») con los tibutos de los aliados. Es lo que los ate- nienses reconocieron como st «imperio» (arkhé = rule) y en los libros de historia se denomina usualmente el «imperialismo» ate- niense. El centro imperial ejerce la represién y el control politico, militar y econémico. La arqueologia atestigua, en esta época, la retracciGn del crecimiento de las citidades sometidas. Estas condi- ciones permiten, en lo interno, el desarrollo de la democracia ate- niense, que se nutre del mar también en su base social, el pueblo bajo de los remeros del Pireo. La polis «tradicional» ~pero la tradicién es la crisis-, el con- flicto regulado, ontoldgico-religioso, se disuelve en las concen- * traciones imperiales de poder. Y este poder es de otra indole que el de los imperios orientales o el de la polis arcaica: es un poder que quiebra lo «natural», en lo externo y en lo interno. El desen- canto, la racionalizacién del mundo, tanto como los fenémenos de concentracién de poder, hacen del siglo V a.C. griego el mas afin al siglo xx, Encontramos allf la misma comprensi6n ~quizé mas profunda y, en un Tucfdides, mds sincera del poder como creaci6n artificial y técnica, Las técnicas especificas de esta ope- raci6n serdn las diversas artes militares, por supuesto, y el gran descubrimiento de la época, la técnica de 1a palabra persuasiva, gue, como toda técnica, ¢s codificable y ensefiable. El nuevo jue- go seré el de la autosustentaci6n de la construccién artificial de poder, que tampoco necesitard de fundamento. ‘Atenas presenta por primera vez en la historia un fenémeno {que va a reaparecer en tiempos més recientes: la democracia iiter- na y el imperialismo como émbitos complementarios de ejercicio del poder. Esto ha servido de modelo para la consciencia contem- 13 pordnea'’. El enfrentamiento de los dos bloques de la Antigiiedad es un obvio paralelo de la Guerra Fria. Solo que en Grecia la si- tuacién se recalent6 y dio lugar a varios episodios de guerra abier- ta, unificados por el genio de Tucidides bajo un denominador co- iin, que culminaron al final del siglo con la derrota de Atenas. A diferencia de la época arcaica, el periodo clisico (sigios v-1v) es- tuvo casi siempre en armas, y sus guerras fueron especialmente sanguinarias. La lectura, en Tacidides, de las masacres como préic-* tica normal llega en algtin momento a asquear. El resultado dé la Guerra del Peloponeso no es la derrota de Atenas. Es el comienzo del fin de la Ciudad. La primera mitad del siglo 1v verd nuevas guerras y un tiempo de predominio de Esparta, luego de Tebas, el intento ateniense de reflotar la Liga, pero mucho antes de que ter- mine el siglo, la pétis, bajo la hegemonia macedénica, habré per- dido toda importancia, ‘Atenas, gracias a su papel de centro imperial, se convierte du- rante el siglo v, y en especial en el cuarto de siglo final ocupado por la guerra, en el eje de la cultura helénica. A diferencia de la cultura «internacional» de Jonia o la Magna Grecia, Atenas es el centro de una cultura «metropolitana». A su propia tradicién, enri- quecida durante el siglo con la tragedia, la comedia y la reflexién hist6rico-politica, va a sumar una pléyade de intelectuales ~H doto, Protigoras, Gorgias, Anaxdgoras, Aspasia— que la conviertert cn el lugar de encuentro de las corrientes del este y el oeste del mundo griego. Los poetas y los «sabios» (sophof), esto es, los sa- bios areaicos religioso-politicos, hasta alli nica autoridad social y educativa, ven aparecer la competencia de sophof de otro tipo, Ika- mados a veces, sin sentido peyorativo, sophistat. Estos, con sus riiltiples voces, son transeiintes de un territorio cultural donde si- guen circulando también poetas y politicos. El siglo 1v, con Platén y sobre todo Aristételes, acotard esta variada fauna en campos de- Finidos y los identificaré con r6tulos como sofistas, oradores, histo riadores, log6grafos, médicos, «fisicos»... Esta fecundacién produ- "sa complementariedad, disimulada en la scholarship britdnica més anti- ua es reivindicada sin ambages por Ia literatura norteamericana sobre relaciones intemacionales, que hizo de Tucidides un tema predilecto. Baste recordar, entre Jas tantas tesis doctorales que se le dedicaron, la de Henry Kissinger. Cf. M.T. ‘Clack, «Realism ancient and modern: Thucydides and international relations», Political Science & Politics 26 (1993), pp. 491-494. a cird en el Atica el primer «sabio» o «sofista» ateniense, que ya no sera ni lo uno ni lo otro: el primer «filésofo», Sécrates. Luego, a pesar 0 tal vez. a causa de la derrota, Atenas se proyectaré como punto de referencia cultural durante las épocas helenistica e impe- rial, y su cardcter simbdlico se perpetuard hasta hoy. ‘A pesar de la derrota... Ese final de época es el tiltimo episodio agriego de la historia de Ia Ciudad y el Idgos. Siesta historia siguié (y sigue), es otra cuestién. Su desarrollo en Grecia puede esque- matizarse en tres momentos: la polis arcaica, que descifra en si misma el conflicto como clave de la realidad, expresada por el L6- gos «divin» («Si escuchais al légos, y no a mi...»). El siglo v ma: duro, en que el Légos queda obliterado y los Jdgoi humanos, las miltiples palabras y discursos, ocupan el espacio de su ausencia. Y, tras el colapso, la percepci6n del vacio en el que los /égoi ya no son capaces de sostenernos y Ia necesidad de «dar raz6n>, didénai l6gon, la exigencia y la posicién de un fundamento. No casual- mente, el dltimo episodio se desarrolla en Atenas: la posicién del fundamento como ausencia (Gorgias). La consciencia de esa au- sencia como abismo y la consiguiente re-posicién del fundamento ‘como buscado (Sécrates-Platén). Y por tiltimo, la posicién-positi- va del fundamento (Platén). Platén, pensador de crisis ‘Toda lectura es arbitraria, y en el caso de Platén sobran las lec- turas divergentes ¢ igualmente legitimables. Blegimos una lectura politico-metafisica, distinta de pero no incompatible con lectu- ras metafisico-religiosas, ontoldgicas o cientificas. Y no elegimos, al clisico en quien culmina un largo desarrollo, sino al producto de una quiebra que trata de anticiparse al colapso mediante un re- comienzo. Plat6n nace, en el seno de la clase dirigente, poco antes, del inicio de la guerra y crece, se educa y madura durante su transcurso: en un sentido, él mismo «es» la crisis de Atenas y de la polis, Pero esto significa, inmediatamente, la crisis de la dind: mica que sostiene el Mundo. La actitud personal y filoséfica del ciudadano, del aristécrata y del filésofo Platén frente a la politica std contada en la Carta VI, si no de Platén mismo, seguraimen- te del cfrculo platénico fntimo. Esa relacién pasa por dos mo- ‘mentos: e] examen de los acontecimientos a la espera'de actuar, y 1s en la desilusi6n y el camino inditecto de Ia produccién del rey-fil6- sofo: intento de conversién de los tiranos, fundacién de la Acade~ ‘mia. Los acontecimientos narrados en la carta son secuelas vio- Jentas y trégicas que termina acarreando su actividad y que lo sorprenden en su vejez. Si Platén es el pensador que encama la crisis politica, hist6ri- ca y metafisica, dentro de su obra esa crisis se encama en Ia figura de Socrates. Ya sabemos que Platén es cualquiera, todos o ningu’ no de los personajes de sus dilogos, y Sdcrates no es necesaria- mente su portavoz, En algunos textos, Sécrates es el personaje do- ‘minante; en ottos el mensaje parece ser el conjunto de la accién dialégica; otros aun son verdaderas conferencias magistrales que ‘crates se limita a escuchar, En los didlogos de la vejez, Sécrates se va retirando hacia el transfondo, y en las Leyes se eclipsa, como si Platén lo hubiera agotado. Los sokratiko? l6goi (Aristételes, Poet, 1417420) son un género nuevo, la creacién colectiva de una generaci6n de discfpulos, Por cierto, descreo de la historicidad del Socrates platénico, no porque algunos elementos, tanto concep- tuales como idiosineréticos, no hayan podido pertenecerle (siem- pre en forma inverificable), sino porque desde el inicio, ya en los textos més tempranos y «socréticos», Ia figura de Sécrates forma parte de las intenciones filosdficas de Platén. Basdndose en una ‘muerte conspicua, Platén comenz6 a construir, desde su primera linea escrita, este su mito mas grande y eficaz, con todas las carac- 7" teristicas plasticas del mito y con un engafioso indice de verosimi- litud. Bs una tentaci6n pensar que Platén se construye para sus di- vversas necesidades un personaje Ilamado Sécrates, muy versétil, que cumple miiltiples funciones y es capaz también de pasar a segundo plano o salir de escena si es necesario, Es la tentacién de pensar a Socrates como artefacto. Sécrates en Platén es algo muchisimo mas esencial que un dispositivo itil. Sécrates es el rostro del pro- blema. La muerte de Sécrates es una muerte en la Ciudad y por eso es filos6ficamente escandalosa. La pélis, el ambito en que la reali- dad presente es promovida a su verdad, revela en esa muerte su cri- sis de sentido. La muerte de Sécrates absorbe el sentido de los he- cchos y lo devuelve como problema. No como sinsentido: lo més misterioso es que, aunque la realidad aparece injusta, algunas ac- ciones de los hombres nos permiten todavia vislumbrar ecos de la Justicia, rastros de sentido en la préctica y en las palabras. ;C6mo salvar esos vestigios de racionalidad, mas atin, cOmo reencontrar lo 16 op A n ° ort perdido? Esos rastros dejan pensar que la realidad, en el fondo, tie- ne una estructura inteligible. Pero dike como orden de una pluali- dad mévil y conflictiva se habia degradado en el juego democritico y en Ia afirmacién del poder factico imperial, que a su turno habfan colapsado. La verdad no estaba en ningsn momento del pasado. La Apologia de Sdcrates cuenta el drama de una resituacién det hombre frente a la verdad. Todos los sabios, sophof, que han prece- dido a Sécrates conocfan la verdad y la declaraban cada uno a su modo. Los sabios con los que Séorates convive, sophistaf, saben {que no hay «verdad» en el viejo sentido y saben también qué recur- 508 tienen el hombre y el ciudadano para moverse en el mundo mé- vil y fascinante del kairés. Sécrates, phildsophos, comparte con ellos Ia ausencia de la verdad, y con los viejos sabios la postulacion de que la hay. Pero después del fracaso, tanto de los sabios como de los sofistas, no se puede ser ingenuo. La verdad de aqueéllos se que- bbré y, por lo tanto, no era verdad; la méquina de producir opiniones de éstos ha dejado de funcionar y, por lo tanto, hay que ponerse a buscar la verdad en serio. Es la estructura del mito del oréculo en la Apologia: Apolo, ¢! dios veridico y la Verdad misma, se manifiesta ~existe-, pero se manifiesta en un acertijo, que nos resitia al decir- nos que el mas sabio de los griegos es el que sabe que no sabe. La indagacién socrética termina descubriendo la céscara vacia de Ia verdad tal como se da en los saberes de la pélis, pero de alli no se sigue su nulidad, sino el saber de su ausencia, En esa situacién de ccolapso, la realidad s6lo podia salvarse comprendiendo lo inmedia- tamente dado como algo con participacién en un universo racional, que, desde ya, no esté «aqut>, pero sdlo en referencia al cual puede ser posible, «aqui, una vida con sentido. ,Qué nos autoriza a ha- cerlo? Que nadie, y menos que ninguno Sécrates, sabe qué es el va- Jor o la justicia, y, sin embargo, conocemos nuestra ignorancia por- que sigue habiendo algo en las palabras y en los hechos que nos permite al menos empezar a hablar. Pero justamente porque «aqui» Ia verdad de la realidad no esté presente, hay que retrotraerla a otro plano ontolégico, para que desde «allé» (meta) pueda respaldar y salvar lo salvable aqui. Ese «allé» de la verdad manifesta, en la Apologia se llama «Apolo», cuyo apostolado Séerates abraza. Lo ‘que Sécrates, en su declarada ignorancia, sabia y no confesaba que sabia era lo decisivo, la indole de la verdad buscada. En el Sécrates de los didlogos «socréticos» se trata, en principio, de una tarea del mas ac, El personaje de esos didlogos tiene el sello dél siglo v. Es rd coparticipe del mundo de los sofistas, y su fe apolinea es una fe filo- séfica, que no le debe nada a aceptaciones no reflexionadas, aunque pueda tener un tono de religiosidad auténtica y profunda. Desde esta perspectiva, el Sécrates del joven Platén todavia puede sobre- nadar con cierta comodidad en la crisis que expresa. Pero ese Sécrates es el punto de partida de Platén. Cuando el fil6sofo, desengafiado, se aleja del ambito de la crisis ~la polis de Jos Atenienses~ para intentar su primera conversi6n (ni més ni menos que la del tirano de la ciudad més opulenta del mundo griego), también para Sécrates se abren nuevos horizontes. Antes de desembarcar en la gran ciudad siciliana de Siracusa, Platén y ‘Sécrates pasan por Tarento, en el sur de Italia, donde hacen amis- tad con el pitagérico Arquitas. Ya desde Zeller suele reconocerse a importancia de este contacto. Nuestra pobre informacién sobre el pitagorismo antiguo no nos permite decidir qué elementos in- corpora Plat6n y cules, en las doctrinas transmitidas por fuentes siglos y siglos posteriores, son el resultado de la larga platoniza- cién de una tradicién que siguié llaméndose pitagérica. Sea como fuere, a partir de allf Sécrates ~y el Plat6n maduro—intentan dar tuna «respuesta». Esa respuesta esté en el conjunto de documen- tos que conocemos como los diélogos del periodo medio, y esti centrada, en principio, en la Idéa. Pero la respuesta esta parida por su pregunta y asume la distancia que la pregunta habia pues- to. La «respuesta» platdnica lleva en sf el horizonte de carencia y anhelo que el Banquete definiré como erdtico. Sabemos desde ya que el Plat6n escolar de los «dos mundos» o de las Ideas mera- mente transcendentes es falso, pero si Platén mismo, en el Par- ‘ménides, tavo que tomarse el trabajo de decirlo, es que hay algin componente que inclina a esa lectura. Los didlogos medios esta- blecen un ambito de plenitud ontol6gica frente a la imperfeccién de lo inmediatamente presente que no logra sostenerse por sf mis- mo ni dar cuenta de sf desde si. Pero, por eso mismo, las Ideas no son un mero «més alld, antes bien, estén presentes en su misma ausencia, en la imperfeccién y en la tendencia a la nunca alcan- zable plenitud que funda el ser de lo inmediatamente presente. Esto, que puede leerse, como lo hizo Aristételes, como Ia subs- tancializaci6n de una hipdstasis, también puede leerse como una pura tensién entre dos polos inasibles. Esta lectura politico-metafisica, dijimos, no es incompatible con otras, entre ellas la lectura puramente metafisica, o mistico- 18 metafisica, neoplaténica, que hizo plastica La escuela de Atenas de Rafael, con su Plat6n sefialando hacia arriba. Pero la pasi6n politica de toda su vida nos muestra a un Platén desesperada- mente comprometido con lo que pasa «aqui» y con el destino de lo presente, en busca de una Verdad donde hacer pie para volver, con acciones muy concretas, al intento de ampliar la presencia de Ja verdad en el mundo. Ese intento tenia necesariamente que fra- casat. La crisis de su mundo era terminal, aunque él no lo sabia. Pero su fracaso tuvo el resultado inesperado de abrir, a larguisi- mo plazo, el horizonte ontolégico de Occidente como meta-fisi- co. Este Plat6n result6 el hist6ricamente decisivo. En el plano en que puso a las Ideas, las épocas fueron poniendo distintas formas ‘0 nombres del fundamento, Todavia estamos dentro de ese hori- zonte, asf sea ocupados con su (problemética) quiebra. Platén mismo no tardé en sentirse insatisfecho con la respues- ta que habfa encontrado su Sécrates, y en los textos que ubicamos, ¢n su tiltimo periodo la pone duramente en cuestién. De un modo sintomético, casi siempre son otros personajes los que llevan la ‘yor cantante, y la misma forma dialdgica a veces se empobrece hasta casi desaparecer. Esos personajes nuevos encarnan mas 0 ‘menos los distintos caminos que ensaya Plat6n, aunque nunca po- damos asegurar que Platén mismo esté en alguna parte. Es toda una discusién si el fil6sofo renuncia ahora a las Ideas. En la ma- yoria de los casos, la ontologia y la légica ontol6gica de estos tex- tos son ambiguas y permiten una lectura metafisicamente neutra. De todos modos, el Platén de Rafael, con su indice sefialando cl cielo, es una posibilidad, La escuela de Tubingen, luego divulga- da por Giovanni Reale, ha insistido en el «nuevo paradigms de lectura de Platén, centrado, con el soporte de un pérrafo del Fedro y otro de la Carta Vi, en los dgrapha dégmata, las «doctrinas no escritas» que nos legan sobre todo a través de Aristételes y otros testimonios, Sus conclusiones van muchas veces demasiado lejos, pero puede pensarse en un Platén que, de acuerdo con el Fedro, deja por escrito memoranda de investigaciones y discusiones aca- démicas -por cierto, muy dificiles-, mientras desarrolla en la es- cuela una ontologia muy abstracta y quién sabe si con algiin ribe- te mistico. Pero el Platén que muere redactando las Leyes-no habia perdido su pasién politica de toda la vida, aunque la més probable de sus encamaciones, el Ateniense, hable desde un dog- matismo muy lejano de los didlogos iniciales y aun de la misma 19 Repiiblica. «Sécrates» jamés se hubiera animado a establecer las siniestras disposiciones teol6gico-politicas del libro X de las Le- yes. Y, sin embargo, aun ellas pueden ser vistas como, y de hecho son, uno de los resultados contenidos en la pregunta inicial. El Fedro {Qué tiene que ver con el trégico pensador politico que hemos esbozado la radiante luminosidad pastoral del Fedro? {No es este texto acaso el momento excepcional en que Sécrates consiente en transpasar los muros de la ciudad para hacer discursos sobre cl amor, inspirado por dioses silvestres? ; Acaso durante la discusién posterior se trata de algo mas que de técnica rétorica y de la con- veniencia de la escritura y de sus usos para fines moralés 0 educa- tivos? Hasta la alusién a Pericles (269b, 270a) se conforma con la opinién corriente y no abre ningtin campo polémico. Es facil ver la trampa que esconde este «feliz dia de verano». Aunque los discursos despistaron a mas de un lector, desde la An- tigiiedad, el tema mayor y unificador del Fedro es Ia rot6rica, Ya sabemos, por el Gorgias, que es un tema politico si los hay. La pa- labra es un instrumento privilegiado para el ejercicio del poder de mocrdtico. Y también del poder filos6fico y la politica filoséfica que Platén se propone. Pero a diferencia del Gorgias, donde s@\° discute la indole misma de la tékhne ret6rica, el Fedro se ocupa de ‘su ensefianza. La educacién —Ia renovacién de una sociedad a tra- vés de las generaciones~ es un tema politico fundamental. Mis la paideia griega, que tiene consciencia de ello y se comprende a si misma como Ja formacién del guerrero primero, luego del ciuda- ic : dano y siempre del dirigente. En Tos tiempos arcaicos bastaba con Fe ,\ + los mentores, a veces erdticos, y los banquetes (sympésia) aristo- craticos, donde el vino y la poesfa transmitfan los valores religio- s0-politicos a los j6venes. Las condiciones del tardo siglo v requi- rieron nuevos métodos formativos. De ello se encargaron los que Hamamos sofistas, inventores de la educacién superior. Ese era también el terreno natural para un Plain que nunca intents en se- rio la intervenci6n directa en la politica de Atenas y que acababa de padecer su primer fracaso en la conversiGn de un tirano. Por su- puesto, el aristécrata Platén no iba a sumarse a la oferta sofistica Ys por su parte, el fil6sofo Platén necesitaba algo més que una en- 20 cp p0OR* ° oP sefianza asistematica. La filosoffa ~su filosoffa— reclamaba una formacién gradual y fundada en un andamiaje matemiético y me- lafisico, y esto requerfa una organizaci6n, Pero Platén no inventa la educacién institucional. Ya unos afios antes, Isécrates habia abierto la primera escuela de formacién de dirigentes. El niicleo de su ensefianza era ret6rico. Por supuesto, el manejo de Ia pala- bra era fundamental en la politica y hasta en Ia vida diaria, en una sociedad con el sistema judicial y el espiritu de la ateniense, Hacfa décadas que existian maestros de las habilidades necesarias para el desempefio en los tribunales y la Asamblea. Su valor va a ser jjuzgado en el Fedro. Is6crates es otra cosa. Sus propésitos se su- perponen con los de Platén. También él evita la actividad politica inmediata, Ambos sufren con los destinos de Atenas, y por ello mismo se abren a horizontes que superan los Ifmites de su ciudad. Y para ello también Isécrates proyecta una incidencia a través de la ensefianza organizada y fundada filos6ficamente, Porque tam- bign €l llama filosofia a su actividad y se Hama fil6sofo a si mis- mo, ¥ denigra a sus adversarios, entre ellos, sin nombrarlo, Platén, llaméndolos sofistas. Nuestros habitos lingtifsticos nos hacen ol- vidar la durisima batalla espiritual y politica en la que se decidié cl sentido definitivo de estos términos. Su filosofia contiene con- ccepciones fuertes de la verdad, de la politica, de la moral y de la educacién, que findamentan su propuesta. Su instrumento inme- diato, como el de Platén, es la publicacién de la palabra escrita «que imita la palabra hablada —pero no la oralidad dial6gica sino la oralidad ret6rica. Platén se habfa hecho cargo del problema de la paidefa, de p00 "ina forma u otra, en casi todos los dilogos que levaba publica- dos, Ya en ellos habfa sistematizado, redefinido y juzgado Ia he- rencia educativa del siglo V, cuyo bien ms importante era el do- minio de la palabra. El resultado de ese operativo son dos grandes construcciones, una que tipifica y agrupa bajo el nombre de so- fistas a los reprobados, y un segundo conjunto constituido por un solo individuo, el enviadlo de Apolo, Sécrates. Pero luego, en Re- piiblica VI-VI, Plat6n define su propio proyecto paidético, que eva a la préctica con la Academia. La paidefa se convierte para al, desde ese momento, en el campo de batalla politico por exce- lencia, y pone en juego en ese frente todo su arsenal filos6fico. Y allf est el desafio de Isécrates. Esa era su préxima y necesaria batalla, y Ia da en el Fedro. El tema erstico de los discutsos, lejos 24 de romper la unidad temética o de ser accesorio 0 casual, es co- herente con los propésitos del texto. En ninguno de los discursos el amante se presenta sencillamente a sf mismo y trata de seducir al muchacho haciéndole ver los méritos que posee y las ventajas que le ofrece. En los tres, el muchacho es el trofeo de una com- petencia en la cual el orador tiene, antes que nada, que descalifi- car a los rivales (asf sea Sécrates contra sf mismo). Los enamora- dos compiten por a belleza del cuerpo y por la admiracién del muchacho. Séorates y Lisias -por cierto, en una atmésfera erdti- camente cargada~compiten por la psykhé de Fedro y la direcci6n de su vida; Plat6n e Isécrates, por la formacién de la juventud de la Hélade y, a través de ella, por el rumbo del mundo griego. Con esto arribamos al resultado no previsto de que el tema del Fedro es la paidefa. Fsto es, ni Eros de por sf (que lo ha sido del Ban- ‘quete) ni la ret6rica como tal (que es tema del Gorgias). Més en el fondo todavia, el ema del Fedro, y de todos los didlogos, es el ldgos. El légos es el héroe de los diflogos desde el comienzo, es lo que atraviesa y mata al personaje Séerates (Fedén), y después de esa ‘muerte ritual se independiza y busca nuevas encaraciones y desen- camaciones. En este terreno habrfa que pensar la cuestién de la es- critura, hacia el final del texto, que, aunque podria derivar del cues- tionamiento de la ret6rica isocratica, excede ese marco y se convierte en autorreflexin de la palabra politica y iloséfiea sobre su vehiculo ¢¢ y, eon ello, sobre su objetivo y su destino. & 1 El horizonte meta-fisico se establece, en la historia del légos, cuando la falta de suelo es percibida como una cafda que debe ser detenida. La pregunta socrética, que en el fondo es una respuesta a esa situaci6n, logra detenerla aferrando la realidad (y en primer lugar, la realidad humana y politica) a un fundamento que, nece- sariamente, no esta «aqui» sino «alld, «detrés». Bse horizonte es coneretado por la respuesta explicita del Plat6n maduro como idéa. Junto con la idéa, Plat6n debe poner, también, las mediacio- nes entre los dos planos. El movimiento mediador, que en los dia logos «socraticos» estaba dado por la bisqueda en comin y el didlogo, se llama filo-soffa. El agente de la mediacién, que se pone en movimiento gracias a un impulso cuyo nombre mas im- 2 portante es érés, es la psykhé, el «alma, y (Reptiblica), por me- dio del alma del gobernante, su homélogo la pdlis. De acuerdo a esto, en el Fedro aparecen tres temas especulativos, profunda- mente imbricados en su tema politico-paidético, Ia ret6rica: el alma, las Ideas, eros. Los tres pueden y deben ser lefdos al menos en el conjunto de los didlogos del periodo medio, pero el Fedro es con mucha probabilidad el tltimo de ellos y el punto desde el cual Plat6n comienza a moverse més alld de ese territorio, sin sa- lirse todavia de él, El Fedro es el momento de giro més abarcador de un filésofo que nunca se qued6 quieto en el mismo lugar Las Ideas El Platén escolar, el Platén de los manuales, esté identificado con la Hamada «teoria de las Ideas». Mal llamada, si por «teoria» entendemos una doctrina con un desarrollo orgénico y fundamen- tada adecuadamente, lo que no aparece en ningtin texto”. Juntando las piezas se puede armar una docitina coherente, pero limitada a los didlogos centrales de la vida y obra de Plat6n, $i queremos, po- demos leer los dislogos de juventud, los llamados «didlogos socrati- cos», como un encaminamiento hacia ella, Por otro lado, encontra- mos en los didlogos de la vejez una critica a la doctrina, seguramente evada a cabo en el seno de la Academia y recogida por el propio Platén en la primera parte del Parménides, y una reformulacién de Ja ontologia platénica. El hecho es que la doctrina de las Ideas «clésica» estd plenamente presente s6lo en los cuatro didlogos ad- Judicados a la madurez, de Platén, Fedro, Banguete, Fedon, Rept- blica, a los que puede agregarse el Cratilo, de ubicaciGn disputada ppero en general puesto cerca de este grupo. La obra de Platén y, dentro de ella, su metafisica y su ontologia, nada univocas, son més amplias, mds ricas y flexibles que la teorfa de las Ideas. Para peor, ya Arist6teles decide en buena medida el destino de las lectu- ras ulteriores al (re)interpretar la noci6n en forma més bien esque- matica, como hipéstasis de los universales, de lo que estamos lejos de habernos librado. "*Menos ada una expresiGn que larotue. Solamente en la Carta VII aparece in eidbn sophia, 3224, 2B ea Bs posible que el Sécrates de los didlogos de juventud no tu- viera en realidad respuesta a las preguntas que planteaba (ni Platén tal vez pensara inicialmente en darles una). Pero si sabia como pre~ guntar. Sécrates pregunta de una cierta manera: tf estin, «qué es» Platén lo pone a dialogar y le hace ir afinando su pregunta sin res- ponderla. Con s6lo la Apologia seria suficiente para saber que la pregunta es la respuesta, y ese «Sécrates» se cierra con ella. $i Pla- {6n s6lo hubiera escrito Ios dilogos de la primera'etapa, serfa ésa sin duda una obra filoséfica completa y coherente. «Qué es...» Nadie pregunta asf antes de Sécrates. La pregunta pregunta por una mismidad de la cosa, y asf apunta a acercarse a la sabiduria de Apolo. El Eutifrén es posiblemente el primer tex- to donde aparece el vocabulario técnico de las Ideas. Sécrates pregunta por Io que es lo piadoso en tanto piadoso, su eidos o ‘déa, su «aspecto» peculiar. Platén usaré idéa y, efdes en princi- pio como equivalentes, aunque con significados variables. Las dos palabras derivan de la raiz vid-, de «ver» (cft. video). El sen- tido usual es, en primer lugar, el aspecto fisico de una persona, Estas palabras ya estaban incorporadas al vocabulario cientifico, Eidos tiene un uso importante sobre todo en el corpus hippocra- eh por? ficum en los sentidos de «tipo» 0 «clase» (relacionado con el de «aspectom, p.e. de una enfermedad, como conjunto de sus sinto- mas), que Plat6n conservara! A? La presencia del efdos es aquello por lo cual la accidn del casg@O've. .¥* es piadosa, y es por eso sit «entidad» o su «ser, su ousta (Buti: ~ ‘fron 6d, L1a-b). La palabra ousia no es inocente. Es un nombre abstracto derivado del participio femenino del verbo ser (ofisa), y nego ser clave en Arist6teles. Su introductor en el vocabulario filoséfico téenico ha sido Platén's, que la toma del lenguaje co- PUL, 3.39 y 224, 5.787, 10316, ote. En Platén, Crm, 154 de, 158a, Prot 352a, Lis, 2046, ete, Ci. Else (1936), pp. 18-19, Allen (1970), pp. 28 s., D. Ross, Plato's Theory of Ideas, Oxford University Press, 1951, pp. 12-16. Otradireecion 4e esta etimologia es el sentido del perfect. «Ver» y haber visto» dan eomo re- sullado «conocer» (otda, Veda, wissen, wise) Else (1936), Gillespi (1912). éa ba sido una palabra decsiva también en Deméerito; VE. Alfieri, Azomos idea, Firenze, "1953, 1979: M, I. Santa Ceu2-N.L. Cordero, Las fldsofos prescerdticos I, Gredos, Mari, 1980 (BCG), pp. 205-206. ‘Filolao, 44B11, es seguramente tro, pese a su aceptacién por Maria Tim= ppanaro Cardini, Pitagorici Il, Firenze, 1958, p218 coa las remisiones, y, en forma Parcal, por el usualmentecxftico C. Eggers Lan, Pres. Mf cit, pp. 136 4 min, donde significa la «fortuna», los «bienes», en especial los bienes sdlidos y bienhabidos. Estos bienes son lo «mio», lo «pro- pio». Aunque no esté presente en forma directa, este sentido re- suena en el uso plat6nico: en tanto ousia, «entidads, la idéa sera como el respaldo ontolégico de las cosas, la «fortuna» o el haber que las cosas tienen por detrds y en lo que pueden apoyarse. El ef- dos 0 idéa, ala altura del Eutifrén, no es sino el cardcter distinfivo de las acciones piadosas mismas. Bl aspecto de algo se ofrece a la vista, y, silo hemos ubicado correctamente, puede ser mostrado a otros. Mostrado verbalmente: aqui y en otras partes Sécrates no pregunta «qué> 0 «cémo es», sino «cémo dices que es...». Sin em- bargo, no es labor sencilla determinarlo y exhibirlo como modelo (parédeigma) hacia el que hay que mirar pata reconocer lo que es no es piadoso, lo cual posibilitarfa el recto discurso sobre la cosa (6d-€). De hecho, el Eutifrén fracasa en el intento, En el Gorgias (49Te, 506c-d) y el Mendn (71a-72e), en general puestos entre los didlogos de transicién hacia el periodo medio, este vocabulario jjuega ya con fluidez', En estos pasajes pueden encontrarse los asgos de la doctrina de las Ideas —salvo un punto fundamental: la distancia entre la cosa sensible y Ia idéa*’-. Pero la fuerza causal y la fancién de paradigma del cardcter por el que en cada caso se pregunta exceden Ia mera biisqueda conceptual que Aristoteles'* atribuye a Sécrates, En Cratilo 389a, el artesano a quien se le ha quebrado la lanza- era no fabrica la nueva mirando hacia la que se ha roto, sino «ha- ccia Jo que es naturalmente apto para operar como una lanzadera» (toiotiton ti h6 epephykei kekrizein), . La funcién paradigms- tica del efdes ha madurado y tiende ahora a caer fuera de las cosas. El Cratilo se plantea el problema de la indole del lenguaje. Al final del dislogo, que entretanto no ha Jogrado resolverlo, se deja entre- ver una solucién que alude a las Ideas. En este dilogo, casi en lo "Si se acepta su autenticidad, podria agrogarse Hipias mayor 2899-24. "Che en especial Allen (1970). Met. A 6 987229, M4 1078b17-25, M9 1086b2-5. 25 oculto, el pensamiento de Platén da el salto decisivo. Como en los dialogos «socriticos», la pregunta planteada queda abierta, Pero en tuna visi6n final, «como en un stefion, Sécrates anuncia la tierra de. Jas respuestas'®, En la respuesta emerge un elemento nuevo: la dls- tancia ontoldgica entre la cosa sensible, por un lado, y aquello que es su entidad, su identidad y su paradigma, por el otro. Tal vez era. inevitable que la «teorfa» resultante, una vez. expresada, fuera por demas problematica. Platsn, tras presentarla en los diglogos medios ‘como un punto de llegada, tendri que discutirla y retomar un cami- no donde a veces parece perderla. Los dilogos medios asumen la doctrina de las Ideas sin funda- mentarla ni deducirla. El Feddn, en todo caso, considerado en ge- neral el primero de la nueva setie, hace una presentacién gradual”. El Banquete las reserva, como es previsible, para el discurso de Sécrates-Distima, Al final de la gran iniciacién en los misterios de Eros, la captacién de la Belleza misma nos hace transcender lo sensible y saltar al émbito de la Belleza en si. En Reptiblica la doctrina, ya completamente asumida, despliega todas las velas. Se la introduce cuando la politica platénica se ve obligada a exponer su base metafisica. El niicleo esté expuesto en los libros VI-VI, ue constituyen a la vez el manifiesto y el programa de estudios ideal de la Academia”, El fundamento de la realidad como tal es a la ver el fundamento mediato del edificio politico. El bien humano esté basado en el Bien en sf, supremo conocimiento (mdthema) del filésofo y gobemnante (504e, ofr. 506a), al que se accede después de una larga preparacién intelectual y personal. Por ello mismo el, texto no puede exponerlo sin més: ni los interlocutores ni los lecto- res estén preparados. Pero la distincién entre politica empitica y politica eidética obliga a Plat6n a dar al menos un esquema de su. metafisica madura. Tres célebres textos -e! Sol, la Linea y la Ca- ‘verna-constituyen ese dibujo, tnico en su obra. " Cratilo es uno de los didlogos de més controvertida cronologt, y su ubi- ccacién no es indiferente para la eomprensién general de Plein. Aqut lo tratamos ‘como inmediatamente anterior ala serie de los diflogos medi, sin comprome- ternos del todo, ® Ce. Grube (1935), Ap. Ip. 291 s ® Banquete no usa idéa o elds. Fed s6lo al final, en el dtimo argomento sobre In iamortalidad del alma, FM, Comfort, The Republic of Plato, Oxford University Press, 1941, reimprs,p. 211 26 La doctrina de las Ideas ha sido tradicionalmente lefda como dualista, De hecho, encontramos formulaciones muy explicitas de un dualismo ontolégico, cuyo eje divide lo sensible y lo inteli- gible®, aungue el discrimen profundo pasa por la identidad con- sigo mismo del ente. La identidad, es en principio, un comporta- ‘miento constante de la cosa con respecto a sf misma y, por lo tanto, una permanencia en la que esta antoidentidad pueda soste- nerse (Fedén 79d-80b). Las cosas del ambito sensible no coinci- den consigo mismas, y la condicién de su devenir es el tiempo. Enel Timeo, el presenie, que equivale al ser como presencia plena («es»), corresponde s6lo al Modelo intemporal. Las dimensiones del «fue» y el «ser» son propias del tiempo de lo sensible y cam- biante (37d-38c). Pero lo sensible y lo inteligible son dos mbitos, homélogos y comunicados, y Ia homologies, addemés, una salidad de lo inteligible en lo sensible. La doctrina de Ia reminis- cencia (Mendn, Fedén, Fedro) se basa en Ia semejanza ontologi ca entre Ideas y cosas, imperfecta pero real. Platén no pretende cortar las amarras entre los dos planos, sino, al contrario, anudarlas, lo mejor que pueda, Pero la relacién entre la Idea y la cosa sensible se convierte en la cruz del platonismo, y ya en el Fedén Sécrates, tiene que renunciar paladinamente a explicarla (Fedén 100d). Los problemas de la participacién aparecen cuando se mira la relacién desde arriba hacia abajo y nos preguntamos cémo puede estar presente la idéa en la cosa; asf son formulados en el Parménides, que abriré la serie de los didlogos tardfos con tn inventario de es- tos problemas. . Plat6n podria haber explotado para este problema crucial una generalizacién de su originaria experiencia politica, la de un mundo carenciado en el cual, sin embargo, la presencia de rastros de realidad lo moviliza hacia su posible origen. En el horizonte de la teorfa de las Ideas, ef mundo inmediato y sus cosas, proyec- tados contra la plenitud de la Idea, padecen una deficiencia cons titutiva. Pero esa plenitud también los tensiona y hace que el ser imperfecto de las cosas se convierta en una biisqueda permanen- % Fedén 194; Rep. S094, cl ugénero y luga inteligible» (noétds génos kat is pos) yel «visible» (horatds), Rep. VIL 508e, 517b. El mito del Pedro habla ta big de un «lugar» (tdpos) supraceleste, Las expresiones «mundo sensible» «mundo inteligible» (késmos aistherds, késmos noetds) s6lo aparecen en el pe sador judo platonizanteFilén de Alejandea, en el siglo 1 .C. 2 te de su propio ser, De este modo, las cosas «aspiran» a su Idea, la ! La cronologia del Thneo se convitié en quaestio disputata con el articulo de G. E. L. Owen, «The Place of the Timacus in Plato's Dialogues», Class. Qu [NS 3 (1953), pp. 79-95, que lo pone en el grupo de los didlogos medias, entren- lado por H. Cherniss, «he Relation of the Timacus to Plato's Later Dialogues ‘Aum. Jour Phil. 73 (1957), pp. 225-266, en defensa do su ubicacin tradicional en tre los eardios En Sof. 24%e-249a, los «amigos de las Meas», que sostienen la teoria de las Ideas del Feddn, deben admitir que son afectadas al ser conocidas por el alma; pero esta actividad del alma termina infectindolas de movimiento y vida a ellas mismas: «¥ no podemos creer que este mundo inteligible o sera est total- mente desprovisto de actividad, vida, alma, sabiduriae intelecton 29 Ja doctrina del amor y de la teorfa del conocimiento ligada a ella, basada en la reminiscencia. Las Ideas del mito se atienen a la doctrina de Fedén y Repiblica. Ocupan un «lugar» supraceleste, ¢s decir, suprasensible. La mediacién entre ambos lugares se rea” liza por el movimiento del alma, que se beneficia con la contem- placién de lo inteligible. La participacién de las cosas de la reali- dad sensible en las Ideas no es mencionada. En 249b-d, el atisbo prenatal de las Ideas da cuenta de Ia es- tructura légico-racional de la mente especificamente humana, constituida por una reminiscencia de ellas mds bien oscura, pero suficiente para permitir el pensamiento conceptual. Allf eidos tie- ne el sentido de «clase», que serd el de los didlogos posteriores”* El pasaje es importante porque muestra el nexo entre la metatisi- cade las Ideas y la logica ontol6gica de Sofista y Politico. El entra- ‘mado categorial de la comprensién humana en general es la articu- lacién de los géne, que, por lo demas, sigue las «articulaciones naturales» del ente, Pero, de acuerdo con este pasaje del Fedro, esto no es sino el grado cero de la reminiscencia, la base minima necesaria para constituir a una psykhé como racional y humana El pasaje, escrito en el momento en que Plat6n esté a punto de comenzar la investigacién de los géneros, es el nexo entre estos y las Ideas de los didlogos medios. El ejercicio del fil6sofo, por si parte, lleva al recuerdo explicito de la Idea, recuerdo que en el mito se impulsa con el despertar erético del alma. La filosofia produce, pues, una verdadera deificacién del hombre, ya que las Ideas son «lo divino» por excelencia (Fedén 81a), y es gracias a cllas que «el que es dios es divino» (249c, ofr. 247d). Elalma La metafisica de Platén termina estableciendo un hiato que no debe llegar a ser ruptura. Su filosofia estar dedicada, casi conde- nada, a ensayar puentes y mediaciones entre los bordes. Platén es 2 Cr. Rep. 596a, «acostumbramos poner un dinico efos para cada pluralidad ‘Ja. que aplicamos el mismo nombre», Enel text, ka” eidos legdntenan, que ta dacimos como «lo expresado conceptualmenten, esté bien explicado por Gil: («J lo que el alma comprende inmediatamente son formas conceptuales, y no las palabras que son el mero vehiculo sensible de la expresida de les ideas» (Gil (19561, p. 322), 30 clfilésofo del «entre», de la méthexis. El vinculo entre la Idea y Jo sensible se resiste a ser explicado, pero lo podemos recorrer, yendo de un dmbito a otro, Esta actividad es propia de un tercer tipo de entidades, un zertium genus que, en definitiva, constituimos noso- tros mismos. Las Ideas reciben en el Fedro un tratamiento tangen- cial, pero la tematica de la psykhé pasa a primer plano, tanto en la metafisica del mito, que incluye a las psykhat de los dioses, como en Ia psicologfa aplicada de la segunda parte. Esta preeminencia es, por completo coherente con el tema del diglogo, la ret6rica, defini da-en él como una «conduccitn de las almas», una psicagogia. No hay una doctrina del alma en Platén, Al menos, no hay una doctrina definitiva, y menos tinica. Si algo en su pensamiento re- sulta fluctuante hasta el final, es este «tema». Porque, entendémo- nos, no es un tema, sino ~a Ja vez~ una articulacién fundamental entre los planos de la realidad, un problema irresuelto, una doctri- nna que termina bordeando la creencia, y uno de los productos de su pensamiento de més largo y pesado aicance histérico. Si tenemos en cuenta sus antecedentes, las dudas y fluctuaciones no son de ex- tsailar. Plat6n es el lugar donde distintas concepciones que de al- gin modo coincidfan en la denominacidn psykhé, y también otras (amadas nodis, daimdn), se coagutan en 1a nocién de «alma», aun- ‘que para que esa mezcla termine de fraguar hardin falta todavia al- ‘gunos siglos. El acontecimiento decisorio sucede en el Fedén, an- tes del cual es imposible traducir psykhé por «alma» en ningtin sentido que resulte inteligible desde las metafisicas y teologias posteriores. Pero aun el Fedén es un primer esbozo, hecho con ele- ‘mentos que no encajan del todo entre sf. Para nosotros es casi im- posible no leer la palabra alma desde su traduccién cristiana o des- de la perspectiva de Ia subjetividad modema, ni esquivar las distintas representaciones del ego, del si mismo, Selbst o self; de la «personalidad», la consciencia intelectual o moral, Ja «mente». Psykhé es el «aliento» 0 «exhalacién», el hilito célido que se hos escapa con la muerte, la vida, Segtin un articulo célebre de Bru- no Snell sobre «la imagen homérica del hombre», el hombre ho- ‘mérico no posee ni cuerpo ni alma. No tiene palabras para designar el conjunto unitario de nuestra corporeidad orgénica ni de nuestras funciones y acontecimientos mentales, sino para aspectos, fun » Die Enideclung des Geistes, Hambargo, Classen, 1963, 1. 31 nes aisladas o partes funcionales. Dentro de estas representaciones, ‘soma y psykhé tienen un lugar determinado, Segiin la observacién de Aristarco, en Homero sdma no significa «cuerpo» sino «cadé- ver». Psykhé es el timo aliento, que se nos va por la boca o por las heridas, y no es usado nunca en referencia al hombre vivo. Sma y psykhé se constituyen en el momento de separarse. Psykhé es la vida cuando nos abandona, y «hay» psykhé s6lo al expirar®®. No deja de ser inquietante que las palabras que después significarfan «cuerpo» y «alma» provengan del vocabulario de 1a muerte. Pero psykhé no es sino el alia, anima, como «animaciGn», principio de la vitalidad y del movimiento en los seres vivos, y como tal sera re- cogida por la filosofia, hasta el De anima aristotélico, y después. La psykhé fue reuniendo en sf Ios dos rasgos propios de la vida, a sen- sibilidad y ef movimiento. Esta «alma» es una categoria biol6gica, cuyo estudio coronard la «fisica». Psykhé, como animacién y vida, no pierde su conexién original con la muerte: es la vida de las eria- turas mortales hombres, animales, plantas~ pero no de los tes inmortales, de los doses, iPr El hombre arcaico responde a una antropologia monist{ Aukt * \ en la muerte, lo que importa es el destino del sma, del cadaver™, El hombre vivo se reconoce en su cuerpo, en la mayor o menor disposici6n de fuerza, salud y belleza, que para el agathds, el noble, se prolonga en sus posesiones, relaciones y familia, Paralelamente, encontramos un conjunto de representaciones prefilos6ticas y filo- séficas en las religiones mistéricas, el orfismo, los pitagéricos o Empédocles-, vinculadas a la transmigraci6n, en las cuales hay una entidad que posee cierta independencia y permanencia a tra~ vés y més all del cuerpo y de las individualidades™. Tales entida- des s6lo excepcionalmente conservan alguna memoria, al menos mientras estan encarnadas, y en rigor no podrian considerarse un «Yo», pero con su caricter semidivino poseen Ia independencia y el valor que la psykhé homérica no tiene. 2 Nussbaum (1972), pp. 1-2 > Wid, n.4. » Ibid, pp. 153-154, * Cir. O. Gigon, Grundprobleme der antiken Philosophie, Berna, A. Francke, 1959 [ed. cast: Problemas fundamentales de la Flosofta antigue, Buenos Aires, Fabril, 1962, pp. 207-219 («La doctrina del alma») y 219-230 («La doctring del del lina convierte su tripasticién en permanente y to pone en la linea de Leyes X. 38 a jntuitiva del alma. La pregunta misma que se formula (hofon mén es- tin) es «cudb> 0 «c6mo es>, no «qué es». Descartada tna respuesta adecuada y «divina> a la pregunta, se procede a una comparacién, la célebre imagen del carro con su auriga y los caballos alados. Nos representamos esta imagen como un agregado de sus ‘componentes. Sin embargo, se Ia introduce con la frase «Se pare~ cea cierta fuerza naturalmente compuesta de una yunta alada y su auriga» (246a), La traduccién no hace justicia a la fuerza reunien- te del sym- en symphytai (2466) = «que se ha desarrollado reu- nigndolos en unidad natural», y que da la idea de una reunién fF orwénica y no mecénica. La imagen, pues, subraya Ia unidad al menos tanto como la pluralidad de componentes. En esta descrip- 98 :6n inicial no se enumera el carro entre las partes «naturalmente> unidas. El Timeo utiliza varias veces (4le, 44e, 69c) dkhema para el cuerpo (fisico) de los astros y los seres humanos. Pero las almas, (bumanas) del Fedro usan su vehiculo también en sus evoluciones centre una vida encarnada y otra. El carro es el imprescindible ele- ‘mento que retine y unifica las partes, y sugerirfamos que puede ser interpretado como su «unién natural» misma. Pero la imagen, y las abreviaturas usuales como «mito del ca- 170 alado», tienden a oscurecer ademas que aquello a que se com- para propiamente la psykhé es una dynamis, y no sé si la palabra haa sido suficientemente subrayada”. Dynamis es una fuerza, po- tencia, capacidad de actuar. La psykhé queda entonces desde el primer momento remitida no tanto a la imagen de una cosa 0 sus- tancia que esté o puede estar en movimiento sino a algo definido por su energia. Mlis que un compuesto, aun «natural», de partes,es una unidad dinémica que actiia 0 puede actuar en distintas direc- ciones 0, conflictivamente, en varias a la vez. Estas direcciones, en principio, estarian representadas por el auriga y los caballos. La pregunta «qué es el alma», evitada en él texto, proyecta ya técitamente el horizonte de la cosidad. Pero la psykhé no respon- de aclla. Aun la psykhé «pitagérica» de los didlogos medios, que es sin duda «algo», alguna suerte de «cosan, soporte de la inmor- talidad, es siempre un individuo Gnico, una existencia (aunque, como el daémon de Empédocles, pasa por distintas vidas, niveles Cie, Ostenfeld (1992), aunque la idea esté oscurecida por su lectura aristo- ‘eli, que le da el euerpo como sustrato necesari. 39 y formas). No hay un «género» alma, por lo menos no en el mis- ‘mo sentido que los géneros «triéngulo» o «mesa». Sobre todo, el alma no es esa clase peculiar y privilegiada de «cosa» que es Ia idéa. La misma afinidad del aima con las Ideas, subrayada sobre todo en Fedlén pero no ausente en otros texios, impide asumir sin mis que el alma es una Idea. Justamente, su afinidad o parentes- ‘co marca la proximidad y a la vez el limite infranqueable que la separa de la naturaleza de la Idea. Tampoco hay una Idea de alma, de la que participarian las almas individuales. Los indivi- duos ~Sécrates, Fedro, Fedén- participamos en distintas Ideas, pero nuestra psy-khé no esta en nosotros como «lo alto» o «lo fuerte». No hay Idea de alma porque, si bien el alma participa de los earacteres de lo inteligible, no es algo inteligible sino ~diga- moslo ast inteligente. Psykhé es el término griego para apuntar a lo que modemamente es traducido como «subjetividad> y, en tanto griego, ¢s tan intraducible como [égos 0 pélis"®, La psykhé del Fedro vuelve a aproximarse a la de los didlogos tempranos y es, antes que nada, un centro de actividad, un movimiento, La de~ finicién (/dgos) del nombre (énoma) «alma» propuesta en Leyes X 895e-896a, es «el movimiento capaz de moverse a si mismo>. La tendencia a sustituir la triparticién del alma por una bipar- ticién entre lo racional-inmortal y lo irracional-mortal que encon- tramos en Rep. X y Timeo no esta ausente del Fedro, pese a la imagen que nos presenta un alma netamente tripartita, tanto cuan- do esté encarnada como en las peripecias del mito®. Los caballos estdn en el lugar de las partes inferiores del alma de Rep. IV y de las partes mortales de Timea, pero ahora asumidas en la inmortali- dad. Los dioses tienen también una psykhé tripartita, aunque sin conflictos internos. La triparticién ontol6gica es sustituida por una bipartici6n funcional por lo tanto, de distinto nivel— que rea- grupa los elementos de una forma distinta que en esos didlogos. En Repitblica, en especial, es claro que, en lo psicolégico al igual que en lo politico, el elemento energético 0 fogoso, en sf mismo irracional, debe ser educado y disciplinado por la raz6n para po- nerlo a su servicio y para que no ceda a la tentacién permanente ® Griswold (1986), p.2. ® Contra Guthrie, «Plato's Views on the Nature ofthe Sout», reimpr. en Pla ‘0. Collection of Critical Essays I, ed. G. Viastos, Nueva York, Anchor Books, 1971; y HGP IV, pp. 421-425, bien refutado en Bett (1986), p.20-n 31. 40 -OTGCOPLADORA reise de alinearse con los apetitos inferiores*. En el mito del Fedro, su equivalente, el caballo «bueno», parece siempre dispuesto a obe- decer al cochero y, en cambio, éste asume en persona la funcién represiva. Por su parte, el caballo «malo», a diferencia de sus equivalentes psicolégico y politico de Repiiblica, es intrinseca- mente desobediente y s6lo se somete por el dolor y el miedo. ‘Todo parece reducirse a un didlogo entre las partes superior ¢ in- ferior; didlogo violento por parte de la razén y Ileno de astucias por parte de los apetitos. El caballo bueno es un partiquino que apenas cumple la funcién de hacer pendant al caballo malo: los protagonistas son los otros dos. La linea, entonces, no separa al cochero de los caballos, sino que deja de un lado al cochero y al caballo noble, y del otto al caballo insolente. La anomalia es importante, pero no modifica la cuestién ce fondo: Ia existencia de una parte noética y de otras dos més ligadas a lo somatico, que ahora se han vuelto inmortales*’. La patte racional, encarnada en el auriga, ha udquirido ademas fuerza muscular para hacer cumplir ella misma su diteccién sobre el conjunto. ;Le servirfa esta fuerza para moverse por si sola y, en el limite, prescindir de la traccién de los animales? La respuesta es no, y estd sugiriendo una cuestién nueva. En otros textos, las par- tes inferiores del alma son necesarias para los requerimientos del alma encarnada, En el Fedro, ademés, se requiere fuerza e impul- so para el ascenso del alma desencarnada, Esta nueva necesidad std representada en la imagen con la figura del al © Rep. 4408 dice literalmente que Ia parte fogosa es siempre aliada de ka razon, Peto 44La introduce la condicin de no estar Corrampici por una mala pa dea; slo asf poded ser «servidor y aliado» dla raasn (444e) (eft. Robinson 1995, pp. 4 s.). EI grueso del proyecto paidtico-politico de Republica esti en funcidn de contener los impulsos de Ie clase guerrera, equivalente politico del sys, Tim. 692-70e no habla de desobediencia de Ia parte «guerrera», aunque su posibiidad no es excluida y queda en el pérafo como en suspense. "Ce Hall (1963) y [a cftca de Bet (1986), p, 20 n, 31. Hall ve comectamen te (p. 64) que el alma inmoralreducida a pura razén es incompatible Gon la inmor- talidad individual y la éicaplaténia. Ya redactads esta itroduccion le el atculo dde Eva M. Buccion’ (1992), que desvincula la imagen de Republica e interpres el caballo blanco como los valores comunitaros y el negro como impulsos asociales y ‘egoistas, peo positives si estin bien dirigidos, mientras que el auriga no es sin mis cel nods, Cada uno de estos elementos ejerce las tes Funciones de Replica. * En los mitos escatal6gicos de los ottosdilogos las amas van y vienen por todos los niveles de la terra, el cielo y os submundos sin necesidad de volar al i RE Esta cuestiGn puede ser introducida desde un punto de exége- sis aparentemente menor, que la critica remite a una nota a pie de ‘pigina: cudles de los elementos de la imagen tienen alas y cudles, no. La frase de 246a habla de una yunta alada, aunque no es gra- maticalmente imposible que el adjetivo califique también al auri- ga. Pero el auriga tiene necesidad de ambos caballos para todas sts evoluciones, sobre todo para elevarse, y la fuerza muscular que le acabamos de reconocer es usada s6lo para dirigitlos y con- trolarlos: el auriga no anda ni vuela por sf mismo, El carro no es mencionado en la frase y, si fuera alado, el texto no lo omitiria®. Pero os caballos, que son la propulsién dindmica del conjunto, son alados fuera de toda duda. No olvidemos que también el caballo «amalo» tiene que contribuir al ascenso y 2 los movimientos uranios. En los posibles antecedentes de Ia imagen plat6nica (246a n.), s6lo Jos caballos poseen alas. La critica suele aducir Ia psykhé «alada por todas partes» de 251b7 para adjudicarle alas al menos también al auriga™. La frase de 251b aparece en el pasaje que describe la «fisiologia» del amor (249e~253c), cuyos actores son dos seres humanos tertenalmente vivos". Es obvio que lo que se nos presenta ante la vista es, en primer lugar, Ia figura del amante, excitado «en cuerpo y alma» por la vision de la belleza del erdmenos. Su psykhé esté mentada ‘como una unidad e interiorizada en el cuerpo. La figura compues- ta del carro, que ya tiene adems un elemento antropomérfico, re- sultaria antinatural, y es técitamente suspendida y sustituida por otra, 1a figura unitaria del alma como un péjaro (efi. 24947) o, ‘mejor, un polluelo. Luego se retoma Ia imagen del catto (253c) para un relato pleno de dinamismo, en el que no podemos evitar identificar al auriga con la persona del amante, lidiando con sus, impulsos. En algtin momento la imagen humana y la del carro se superponen como una transparencia. Ast vemos (255e-256a) a los amantes tendidos uno junto al otro y, a la vez, la actividad de las partes de sus psykhaf. Inmediatamente (256b-e) se nos habla del destino posterior de las dos mejores categorias de amantes y, aun- # Bn 246e5 el adjtivo walado» eaifica a hdvma, que podea ser ecaro (de serra), pero que alle refer al tronco o yunta de Zeus (FHackforth,p. 70 3) “4 Hackforh,p. 69 1, p.77; Rowe. 24636-7 “®Cfr ef Comentario. A. Cook (1985), p. 436, considera el pasaje de 250-253, un nuevo mito 2 sa que se trata de almas ya desencarnadas, vuelve a imponerse una tacita representacién antropomérfica: s6lo podemos pensar en dos personas que van unidas, aladas en un caso y en otro caminando sin alas bajo el cielo. Esto nos recuerda, ademés, que la psykhé es alada por naturaleza, pero sélo lo es efectivamente cuando ha lo- ‘grado desarrollar sus capacidades metafisicas, y esta encarnacién terrena es, en principio, el estado opuesto, al que el alma va a pa- rar cuando pierde sus alas y en el cual debe recuperarlas. «Ala» pareciera ser lo opuesto a «encarnacién> y a «cuerpo terreno». Y sin embargo... El ala (0 plumaje) és descrita (246d-e), por o pronto, como «corporal». Su funcidn es Hevar hacia arriba «lo pesado» ~esto es, también lo corporal--acercéndolo a los dioses y a lo divino. El ala es, pues, la direccién de lo somtico hacia lo divino. En la direccién inversa, hacia abajo, las alas se quiebran y caen. El ala logra participar en lo divino y «se alimenta y crece» con ello", El «ala» es la posibilidad y la necesidad que tiene el alma de ascender, inseparable de la posibilidad contraria del des- censo, Por Io tanto, que el alma sea «alada» indica un estado connnatural de encarnacién y somatizacion, aunque no sea nece- sariamente en un «cuerpo de tierra» (246c3-4). Lo «alado», es decir, los caballos, son las partes «sométicas», que ponen la fuer- za necesaria tanto para ir hacia arriba como para tironear en la d recci6n contraria, dentro de una unidad originaria de la que el au- riga no puede desprenderse. El auriga solo, el puro nots (247c), serfa el alma filos6fica del Fedén, que va hacia lo divino sin més peripecias, totalmente des-somatizada, y a la que no podemos tampoco representamos antropomérficamente. Pero el Fedro can- cela esta posibilidad y envia a un ciclo (posiblemente eterno) a un alma ahora radicalmente somatizada. Los dioses poseen un cuerpo eterno, en el que sus almas resi- den en forma permanente. El problema se presenta con el alma humana, que en el relato mitico pasa periodos desencarnada y puede llegar a alcanzar una especie de «salvacién» al parecer no “ Segin 24Gd-e, el ala es aquella parte de lo corporal que ha logrado partici pat (kekoindnéke) en cierto modo (péi) en lo divino, en mayor medida que el res- tode lo corporal. El verbo koindné® es tSenicu para la participacién de lo sensible eno inteligible. Pero no es seguro que aqut «lo divino»signifique sin mis elo in eligible»; puede ser el mbito de los dioses, desde el cual se posbilitael acceso el nots lo ineligible 43 definitiva’”. Si es paradéjico que el alma humana desencarnada conserve la triparticién y esté fuertemente somatizada aun en au- sencia del «cuerpo de tierra», en otro sentido serfa més paradéji- co que en ese estado fuera pura raz6n, pues resultarfa més pura y pertecta que la de los dioses. El problema tiene dos aspectos. Uno es el de Ia energia necesaria para que el alma cummpla sus funciones. El segundo es el de su purificacién. El segundo problema es el més ficil. La purificacién del alma es una constante en los textos platénicos, con raices éticas en los didlogos «socréticos» juveniles, que se incorpora a Ja concepcién medura del alma con resonancias soteriol6gicas. El séma, en el sentido de las inclinaciones ligadas al alma encamada, es algo a superar, Por supuesto, esto no se logra con la mera supresi6n del cuerpo (el Fedén prohibe el suicidio). Esas inclinaciones no se identifican sin mas con el cuerpo fisico, y la muerte de éste no produce por sf misma ninguna purificacién del alma, en ningdn texto platénico. El Fedén cierra los argumentos preliminares so- bre la inmortalidad con una disertaci6n sobre el destino ulterior de las dlstintas almas (80e-84b). El alma fitos6fica, preparada para la muerte, purificada ya en vida, queda desligada de las pasiones hu- manas. Pero la psykhé que se ha cuidado del cuerpo y ha cedido a sus deseos y pens, se ha vuelto connatural con el cuerpo y «cree (que no hay otra cosa verdadera que lo corpéreo> (81b), que le proporciona el goce sensible. Con humor, el texto indica que, ya que lo corpéreo se le ha hecho connatural, esa alma huye del Ha- des (lo «invisible») y ronda las tumbas como fantasma: saturada de lo visible, ella misma permanece visible y terminara buscando tun nuevo cuerpo. ¥ la reencarnacién no va a hacerse en hombres, sino en animales adecuados al modo de vida que se ha llevado*. El Platén del Fedlén, antiguo discipulo de Sécrates, sabe que la psykhé es, antes que nada, la actividad de la existencia humana ‘vuelta hacia la verdad metafisica y ética, Esa reorientaci6n genera su otro polo, la existencia vuelta hacia To sensible, que la psykhé ex- * Cf Bet (1986), p21. Ostenfeld (1992), que sostione una encarmacisn somti- tico-sensible coma sustrato del movimiento del alma, drectamente ignora estos pe riodos, remitgndose en répida nota a las rencarnaciones (ftp. 327, esp. 10) "La encarnacién en animales aparece en Fedén, el mito de Rep. X, el Fedro {(248e-249e) y Timeo 42c, 91¢-92b; eft. C. Sehlam, «Platonia in the Metamor- hoses of Apuleius», Tr Am. Phil. As. 101 (1970), p. 480. 44 “Wed aS vaoawrac JLOS cluye de si, considerdndose a sf misma, en su orientacién hacia la verdad, el verdadero «si mismo» y llamando séma al sentido inver- so. Ese Plat6n postula que, al cabo de su conversién, el alma podté superar definitivamente al sma —en la muerte, El Platén del Fedro sigue creyendo que no hay que ceder a esas tendencias, pero reco- rnoce algo que antes negaba: que no pueden ser suprimidas, sino sélo contenidas y sublimadas, porque son también la fuerza motriz ‘que impulsa hacia Ja verdad. El Fedén redefinta la nocién comin , la referencia constante de lo inteligible a To sensi- ble y de lo sensible a lo inteligible, y por ello la actividad ligada a adel gran dafmon Eros es una actividad privilegiada. En el vo- cabulario de la filosofia del siglo xx, dirfamos que en el Fedro Platén ha reconocido fa finitud. Y no ha podido suprimirla, slo eternizarla. Los caballos —los dos caballos- estan siempre ahi, ti- roneando del carro en todas direcciones. El auriga, para bien o para mal, tiene que contar con ellos, porque por sf solo nada pue- de. El discipulo de Platén, Aristételes, escribird después (Etica Nicomaquea 1139236), didnoia auté oudén kinef, éel pensamien- to por si solo no mueve nada». Pero ya el mismo Platén habfa ma- tado a la paloma. Eros y la metafisica de la identidad En algunos casos es conveniente para Ia estrategia plat6nica hacerle decir a Sécrates que no sabe nada, Por supuesto, Sécra- tes-Plat6n siempre sabe, esto es, siempre sabe lo fundamental. Si es obvio que no domina un tema en particular, otal vez si hay que criticar posiciones que se le hicieron sostener anteriormente, sabe ceder la palabra, pero ésa es otra cuestiGn. Solamente con respecto a un tema declara taxativamente que sf sabe: en varios lugares del Banquete™ se presenta (con la aceptacién de los otros personajes) como experto en una cuestién determinada, Para no desmentir su profesada ignorancia, dice haberlo aprendido de luna persona que, por su vinculaciGn iniciética con la sabiduria Bl exteemo positivo que alcanza el Fildsofo y el puramente negativo, cuyo ‘acquetipo seta el Trano. Los mitos escatol6gicos conocen la conclena eterna (Fe ‘din U3e, eft. Rep. X 615d-6162). La inagotable herencia platnica incluye tam- bin et inferno, 1774, 1936, 1984, 2014. La misma afirmacién aparece en el pseudoplats- nico Teages 1280 y en Jenofoate Mem. 2.6.28. En Liss 2Mbc, Sécrates contras- ‘acon su torpeza general la capacdad de descubric a quienes aman y son amades. 46 del dios, resulta ser sabia. Sécrates sabe «las cosas de Eros», erotikd, que ha aprendido de la mujer sabia de Mantinea. Que Sccrates, el astuto y disimulado sabedor del fundamento, diga que esto es lo tinico que sabe, indica la fundamentalidad de éros en el Plat6n profundo. Porque £@ erotiké pueden ser adjudi- cados al dmbito de las relaciones humanas, en especial al «amor», al amor sexual y, en este contexto, al amor filoséfico de Jos machachos. Se pueden discutir distintos aspectos de la con- cepcién platOnica del amor, su funcién paidética y politica, el sentido de la homosexualidad, etc. Ta erotikd serfan, asi, una ccuestién que habria que ubicar, en tiltimo término, en alguna pro- vincia entre Jo psicol6gico y 10 antropoldgico. Esto es cierto, pero més allé de ello, la metafisica de Plat6n puede ser entendida como una erética. Por eso érds no es propiamente un «tema», aunque su lugar textual de privilegio sea el poliédrico Banguete que le esta dedicado. Su tratamiento en el Fedro amplia, tal vez corrige, seguramente completa las perspectivas de ese didlogo. ‘Socrates, en el Banquete, le ha hecho confesar a Agatén que Eros es carencia. Pero la carencia lisa y Mana se ignora a s{ misma yy no produce ningtin movimiento. La pura carencia ni siquiera es carencia. En cambio, Eros, damon y no dios, intermediario por na- turaleza, es carencia que se sabe, carencia que engendra el deseo. Erds, tal como nos lo presenta Sécrates en el Banquete (199d-200a), tiene una estructura intencional. Ama en Ta forma de apetecer algo (epithymei te kai erai, 2025-6). ¥ como apetencia y deseo, es amor y deseo de aquello de que carece, de adquirirlo y de perdurar en su posesiGn (200c-d). La carencia se constituye temporalmente porque el deseo tiene una tinica dimensién, el futuro. ‘Toda pose- sin es puntual y contingente. El deseo tiende hacia su continua- cién y su permanencia, Si estoy enfermo, desco la salud. Si soy fuerte y sano, quiero seguir siéndolo, hoy, mafiana y siempre. Pero ‘el deseo es equivoco. Por lo pronto, aquello de lo que se carece puede ser alo otro», alguien o algo distinto del careciente, o bien «clo mismo» que él. De acuerdo con esto, a erética de la carencia se desarrolla segtin dos modelos. El Banguete esta teméticamente dedicado a éras, y no tenemos que recortar el discurso de Sécrates- Digtima como la tinica voz autorizada de Platén. La temética de la carencia ya estaba puesta én discursos anteriores. De uno de sus, modelos tenemos un ejemplo en el discurso de Eriximaco. El mé- ico Eriximaco esté en la tradicién del pensamiento-hipocratico, 47 ‘que se conecta con la especulacién jénica c itélica y se basa en el Juego de los opuestos: lo desemejante desea y ama lo desemejante. ‘A veces no los relaciona el deseo sino la exclusi6n: los opuestos juegan un juego de amor y odio (186d). El segundo modelo Io presentan las extrafias criaturas divididas de Aristéfanes ~que somos nosotros. La mitad busca la otra mitad, su otra mitad; no s6lo busca lo mismo: se busca a sf mismo. El en- tero no tenfa ni necesitaba tener relaciones sexuales. El deseo se- xual y su transitoria satisfaccién expresan eso inefable que es el ver~ dadero objeto del deseo: «se llama eros al apetito (epithymia) y la persecusién del todo (toi hdloiij> (192¢-193a)°". Arist6fanes es también una de las voces de Plat6n. Ya en el Lisis la nocién proxi- ma y més amplia de philia aparece como el deseo de lo oikefas, de lo que nos es «propio» (224e-222d), Didtima, que en principio ha- bla desde la posicién metafisica a la que acostunibramos dar el nombre de Platén, se contrapone en forma explicita al discurso de Aristofanes (205¢-e, oft. 200e)°?. Aquello de que carezco y que ne- cesito no es parte de mi, «ni la mitad ni el entero». Por ejemplo, hay partes mfas que estarfa dispuesto a cortar si me dafian. Sin embargo, los ejemplos de posibles cosas deseadas que Sécrates habia ut zado previamente son signiticativos: ser alto, fuerte, rapido, sano (2004 ss.), éstos son momentos de Ta excelencia y Ia plenitud somé- ticas, es decir, de «mf mismo». No se ama lo propio, salvo, aclarars Didtima, que lo propio sea to bueno (205e-206a). Y en efecto, en 20de1-2 lo bello sera sustituico como objeto del deseo por lo bue- no, Lo que se ama es el bien, poseerlo, y poseerlo siempre. Importa tener en cuenta que «bien» no es en primer lugar un término ético, sino que designa una plenitud ontolégica. Asf pues, aun si el deseo no es de una «parte» de mi, no deja de ser deseo de lo bueno, y el bien es siempre lo mas propiamente mio, porque es la intensifica- ci6n de lo que soy. Frente a la carencia, la posesién perpetua de lo bueno se presenta como una plenitud. Por ello (204e-205a), st po- sesiGn da lugar a la felicidad, que es un fin tiltimo, Repaiblica pone el Bien en la cima de la jerarquia ontolégica y teleol6gica. En el Banguete s6lo se menciona la Belleza, y en el 5 Cle. Halperin (1985), pp. 74-77 * Tan explicta, que curiosamente Didtima habeia refutado con as de aati- cipacin lo que Aristofanes acaba de decir. (K. J. Dover, «The Date of Plato's Symposium», Phe. 10 [1965], p. 14.) FOTOCOPIADORA 48 GC. B.bP.A. Fedro no hay jerarquias. Dada su equivalencia en el Banquet, po- demos preguntarnos si son lo mismo el Bien y lo Bello. Por lo pronto, los encontramos acoplados en la expresién de la més alta valoraci6n social, kalds kai agathds. Kalds, que no es un término estético, tiene que ver primariamente con la excelencia funcional del cuerpo humano. Homero Jo une a la grandeza corporal (kalds te mégas te, Il. 21.108, etc.). La belleza es la manifestaci6n de la fuerza propia de la aptitud guerrera y de la excelencia gimnéstica que, incluida su aura erstica, es parte esencial de la kalokagath(a®. Expresa las ideas sociales y morales de «nobleza» y «excelencia», yy su versiGn mas aproximada, antes que «bello», seria «bueno» o ‘enoble». La bondad del «bueno» —por ejemplo, la excelencia del buen guerrero~ s6lo existe en su ejercicio y en su reconocimiento pablico. Transpuestos como términos ontol6gicos, kaldn indica et aspecto con que se presenta la manifestacién de lo «bueno». Plat6n recoge la equivalencia de agathdn y kaldn de las rafces rmismas de su transfondo Tingiifstico y cultural, y ya esto nos incli- naria a suponer su identidad metafisica. Pero la equivatencia® no es identidad, Bien le{do, el texto del Banquete los distingue cuida- dosamente. Bs cierto que aproxima y hasta propone sustituir antilogias. La verdadera dimensién de la doctrina del fiomo © DL IX 51, DK 80 B60, eft. A20. 7 ‘mensura no es epistemolégica sino politica (Teet. 166d ss., «Apologfa de Protigoras»). Lo que a la Ciudad le parece justo, es justo, Pero hay un sabio, no el que conoce la verdad todos so- ‘mos medida y estamos en la verdad— sino e] que conoce Io stil, Este es el sofista, formador de politicos. En este marco adquicre sentido la otra doctrina que Arist6teles adjudica al rétor en Reté rica, citéndolo: «convertir el légos més débil en el més fuerte>. La frase recala en la Apologia de Sécrates, pasada por el filtro de las Nubes de Arist6fanes, para condensar la quintaesencia de la inmoralidad sofistica®. La antilogia también est4 conectada con Io justo y lo injusto en Fedro 261¢-d. Sin embargo, «hacer mas fuerte al Jdgos més débib> es el auténtico cometido del sabio, que ve lo que otros no ven, la conveniencia oculta para la ciudad, y se la hace entender a ésta, mostrando la oportunidad y la racional dad de un 1égos que la ciudad no tena en cuenta, Esto no oblite- ta el [dgos contratio: ambos opuestos son verdaderos. Protégoras es un heraeliteo auténtico. La operacién que Platén lleva a cabo sobre Protégoras es im- placable e impecable. El hombre-medida se convierte enseguida ‘en el puro fluir, que no es Heréclito sino, como sabemos por Ati (Gteles (Mer. 1010a10-15), Cratilo, El juego antilégico del lengua- je y de la realidad misma es traducido al relativismo y al «todo vale. Platén, desde la ética, Ia politica y la ontologfa untvocas del ien, puede organizar una respuesta coherente a Protigoras. Protagoras, el Sofista por antonomasia, esta todavia en el hori- zonte arcaico, El mito que Platén le atribuye lo muestra confiado en que el juego de los opuestos puede manejarse con el conoci- miento de la justicia. El rétor Gorgias esta vuelto hacia adelante; es un sobreviviente de la crisis y un contemporsneo espiritual de Socrates y, en cierto sentido, hasta cronolégico, de Plat6n. El te- rreno en que ambos se encuentran es la consciencia de la quiebra y el descubrimiento det fundamento ausente. Platdn ve el mticleo de la ensefianza de Gorgias en la sustitu- cién de lo verdadero por lo verosimil (Gorgias, Fedro), en vista de una persuasi6n que, en tiltimo término, pretende una victoria en el terreno de las disputas de poder. Identificar esta estrate- gia con el engafio y la mentira, o al menos con la indiferencia por © Aristteles, Ret. 140282! 883-5 (y 8.) DK Bob; Plan, Ap, 19e; Arist6fanes, Nude 58 la verdad, no seria correcto, y es una injusticia que Platén no co- mete, Desde un punto de vista, taripoco Gorgias esté diciendo nada nuevo. Suponer que la era de la sofistica destruye una tradi- cin de costumbres estables y conocimientos ciettos por tn rela- tivismo més o menos sinverglienza, es un espejismo del desarro- lo de la cultura europea, cuya tradicién, que se remonta a la Edad Media, est cimentada en una religién con bases teol6gicas y metafisicas platénicas. Si nos remontamos en una supuesta ‘«radicin» helénica, siempre encontramos concepciones que su- brayan lo complejo de las cosas y la debilidad de la comprensi6n y la accién humanas. Este reconocimiento forma parte de la mo- destia del hombre ante los dioses. La politica, la moral y la cien- cia arcaicag no ofrecen una certeza tradicional o intelectual. Mas bien la verdad es Ia inestabilidad del mundo y el conflicto de las opiniones y los deberes. Esto no impide algunas convicciones, reglas y firmeza de cardcter. Pero en este marco la capacidad de persuadir, no separada de la capacidad de discernir en lo inesta- ble, es legitimamente apreciada y honrada. La persuasion es un don sagrado de Jas musas (Hesfodo) y testimonia que la palabra que la posee proviene de una fuente inspirada, A lo largo del siglo V esta fuente de verdad «inspirada» se va ‘obturando, pero el /dgos desacralizado no son las certezas racio- rales modemas sino el reconocimiento de la propia debilidad del Jégos ante una realidad que en su estructura misma es insegura. La capacidad de abrirse al kairés es su criterio de verdad. En un mundo librado a la mera opinién (Helena), la potencia persuasi- va de la poesia pasa a la técnica de los ldgoi. Gorgias da por des- contada la moral usual y admitida (Gorg. 457a-c, 460a). A Gor- gias no le interesa la ética. El imparte una ensefianza técnica especifica: forma gente hAbil/terrible en el hablar (Mendn 95 82A2I, légein...deinoiis), rétores (Gorg. 4492). El Gorgias plato. nico indica con total lucidez. que el objeto de la retérica queda de- finido suficientemente como el mero producir persuasién en el nimo de los oyentes (452d-453a). Esta persuasién se ejerce so- bre la multitud (pléthos) y permite dominar en la ciudad. Su am- bito es preferentemente el juridico-politico: tribunales, Consejo, ‘Asamblea y toda reuni6n de ciudadanos (politikas sylogos), don- de por supuesto se delibera sobre temas de justicia, y en los cua- les se busca la «persuasién [...] sobre lo que es justo.e injusto» (454b). No hay ninguna pretensiGn de alcanzar la eseticia. Sécra- 0 tes ataca desde tas distinciones entre ciencia y ereencia, ser y pa- recer justo, y Gorgias se retira pronto de la discusién. No porque quede entrampado en Ia dialéctica de Sécrates. Ese didlogo lo fastidia un poco, y Sécrates obtiene un triunfo fécil sobre alguien que no esté interesado, Gorgias elude a Sécrates ateniéndose, con una modestia para- déjica, a su deslumbrante y casi omnipotente pero en el fondo acotada funcién de orador y profesor de ret6rica. Para entender esta displicencia hay que ir, por detrés de Platén, a Gorgias mis- mo y asus textos. La antiontologia del Acerca del no-ser sostie- ne las célebres tres tesis: nada es; si algo es, no es pensable; si algo es y es pensable, no es comunicable. Las tesis no dicen que nada existe ni son «nihilistas», s6lo atacan, desde su mismo inte- rior, el sentido eledtico del verbo set. El supuesto nihilismo se re- suelve en los discursos, Helena y Palamedes, que a partir de In ausencia de la verdad maciza consagran la autonomtfa de Ia pala- bra verosimil, productora de efectos de realidad que son, abierta © disimuladamente, efectos de poder™. La antiontologia ret6rica, que priva de base a 1a moral, abre ne~ cesariamente a una politica. La palabra verosimil se convierte en instrumento de poder en forma inevitable, porque el poder tiende siempre a desplegarse. Por eso el Gorgias se desliza desde Gorgias hasta Calicles. En el Helena, el ejercicio politico de la palabra no es mencionado entre los varios dmbitos el erstico, el de la creencia in- telectual, el juridico... en que se ejerce el lenguaje persuasivo. ;La delimitaciGn politico-juridica de la retérica en el Georgias es na extensién y un énfasis que tenemos que adjudicar a un Platén ob- sesionado por el poder? Vedmoslo de otro modo. La definicién del § 9 del Helena, «considero y llamo a toda poesfa un 4dgas con me- dida», no nivela Ia poesfa con los demas modos det fdgos, sino que Helena sugerivia que ta eealidads se resuelve en produccién de efectos. ‘Algunas de las fuentes de esa produceién son aldgicas et destino a violence), per el discurso es su fuente prvilegiada CH. B. Casin, Lefer sophistigue, Pars, Gallimard, 1995, I* partie, «De onologie Bla logologie, esp. pp. 66-74 Cassin habla dei wefecto-mundds, sin insist especialmente en la tomes del podet El Palamedes adit la verdad Fetes, pro su incomanieabildad la yuel- ‘eimpotentey la hace desaparece bao la verosilitd Ce J. A. Coulter, «The Relation of the Apology of Socrates to Goaas' Defense of Palemdes and Plato's Critique of Gorgianie Rhetoric», Hare St. Class. Phil 68 (1968), pp. 269-303, cp seein IV 60 so 903 yyoavide’ adjudica al Jgos, como tal, los poderes del Jdgos postico. Este po- det no es ahora una revelacién de la Musa, sino la seduccién cuasi exética de la palabra, la apdte desacralizada’. Puede parecer que la creacién pottica se diferencia de otros usos del lenguaje en que es tun juego gratuito, en el que es sabio, placentero y sin consecuen- cias dejarse engafiar y seducir™. Esa gratuidad se deberia a que la poesia se desconecta del poder. Esto es equivocado y esquiva jus- tamente lo terrible del mensaje de Gorgias. EI lenguaje poético es modelo de todo lenguaje. El poder mismo es de indole poética, y con el lenguaje se puede hacer mundo, en la «tealidad> como en la tragedia. En el juego politico las apuestas pueden ser mas o menos pesadas. Pero no obedecerdin ni a las exigencias de la verdad ni a Jas reglas de lo util protagéreo, La sombra de Gorgias proyecta una nocidn del poder muy distinta de las modemas: un poder cuya fn- dole ttima es hidica. El poder no es ni un medio ni, estrictamente hablando, un fin en si mismo, sino un juego que se juega. La frase epocal para el experto en la palabra es deinds légein, «habil/temible/terrible al hablar». La palabra habil es temible por- que es poderosa, y también es terrible. Si, en el fondo, toda cons- truccién de poder es gratuita, lo gratuito es lo mas cruel, Nueva- mente: no es que la tragedia se parezca al juego ret6rico, sino que el juego ret6rico es trégico, La gratuidad de la operatoria, puesta en obra en la politica, en Ia «realidad, la exime de responsabili- dad por las consecuencias. ,Quién se harfa cargo? Es paradéjico que para Gorgias, como para Sécrates, nadie hace el mal volunta- riamente'”, pero Helena es la antitesis del si mismo socratico. La «realidad es mera produccién de efectos, y Helena es el émbito 6 J. de Romilly, «Gorgias et te pouvoir de la possien, Jour Hell. St. 93 (1973), pp. 155-162, M. Detienne, Las maestros de veniad en la Grecia arcaiea, Madiid, Taurus, 1985, esp. cap. VI, #La opcidn: altheia o aparé (sil, que re- prociuee «Simonide de Céos ou la sécularisation de la podsies, Rew. Bt. Gree. 77 (1964), pp. 405-419. ‘© Plutarco, De gloria Athenicnsiwn 348¢ = 82823: «La tragedia orecié y fue famosa, pues era algo admirable de of y contemplar para los hombres de en tonces, y proporcionabs, mediante historias y pasiones, “un engafio", como dice Gorgias, con el cual “el que engaia es més justo que el que no engafa, y el enga- Fado mis sabio que el que no es engafado™, Pucs el que engaia es ms justo por- {ue hace lo que prometi6,y el engafindo mas sabio, pues quien no es insensible se ‘deja atrapae por el placer de ls palabras © G. Calogero, «Gorgias and the Socratic Principle Nemo sua sponte pecar, Jour. Heil. St.71, [ (1957), pp. 12-17 61 a donde esos efectos se producen: efectos de la violencia, de los lioses y el destino, del amor®, en especial de los Idgoi. El «si mismo» responsable esté disuelto en déxai débiles (Helena 11 in ‘fine, Palamedes 24), efectos de los efectos de 1a realidad inexis- tente. EI texto es el elogio y la apologfa de Helena y se concentra, en el sujeto pasivo de la persuasi6n, pero podemos legitimamente preguntarle qué pasa con el sujeto activo. ;Acaso el seductor ret6- rico, Paris, es més consistente que Helena? 0 ese sujeto activo es otra forma de Helena, es Helena misma, que puede acceder, cur- vandose sobre sf, a la capacidad técnica de articular /égoi y gene- rar la apdte ~y por detrés de la retorica no hay nada? El poder creador y destructor de la perstasiGn es un juego poético, «estéti- co», y por eso terrible, que podria lanzarse (hasta desinteresada- mente) a una exploracién a ciegas de lo posible e imposible. ‘No podemos evitar leer a Gorgias con los ojos de nuestra época (es literalmente lo nico que podemos hacer), pero por detrés de esas resonancias se intuye lo que Platén no pudo hacer conlcontra él. Gorgias abre un ambito trégico por la via parad6jica de quitarle peso ala accién y las decisiones. Platén puede hacer frente a Protigoras, ‘poniendo una ontologia de la identidad a la ontologfa del conllicto ¥ un si mismo univoco -medido por el dios al hombre medida. Es dudoso que logre lo mismo con respecto a Gorgias. Acerca del no ser ha superado 0 neutralizado de antemano tanto el heraclitismo —demoecritico, discursive y positivo- de Protigoras como todo dis- curso que, como el plat6nico, obtiene su verdad a partir de un funda- mento. Hemos puesto un nombre compuesto, Sécrates-Platén, al descubrimiento de la ausencia y la necesidad del fundamento, es de- cir, al descubrimiento de una auwsencia que postula su presencia, Hay que agregar el nombre de Gorgias, que descubre la ausencia del fun- damento ~y Ia afirma-. Gorgias presenta puros efectos de un funda- ‘mento inexistente, y cualquier «sf mismo» ético posible queda di- suelto en ellos y sélo se articula sobre el seducir/ser seducido del enguaje. El retérico ~no sofistase retira de la discusi6n con Sécra- tes, aceptando con cortés ironfa las apresuradas contradicciones en ‘que se deja enlazar. Sabe que Sécrates no puede alcanzarlo y que sus golpes se pierden en un material que, para esos golpes, es nebuloso. *G. Casertano, «L'amour entre logos et pathos. Quelques considérations sur Helene de Gorgias», en B. Cassin (ed), Positions de la sophistique, Pais, Vin, 1986, pp. 211-220, 62 ss Pero Platén sf acusa el impacto. El Sécrates del Gorgias con- dena a la retérica en nombre de la verdad; el del Fedro utiliza la ‘verdad para perfeccionar la ret6rica. Es cierto que, al final, el ob- jetivo del discurso seré agradar a los dioses y escribir légoi in- nortales en el alma del discipulo, pero el giro es demasiado brus- ‘co para ser convincente. ; Plat6n sabe qué hacer con la poesia, pero se siente inemodo con la retorica. Hay un pasaje crucial del Fedro que pasa inadver- tido en la transicién hacia el segundo discurso: las citas de los dos poetas arcaicos (242c-d, 243a-b), entre los cuales se dirime el didlogo. Por un lado, la cita de Ibico sostiene toda la arquitec- tura, El verso de Ibico expresa el temor de agradar a los hombres ccon acciones (palabras) que son una falta contra los dioses, Esto ts retomado en el lejano giro de 273¢ «... el sabio debe esforzar- se en ello [en lograr el arte ret6rica}, no con el fin de hablar a los hombres y de actuar entre ellos, sino para poder decir cosas agrada- __ cbles a los dioses y, en todo y en cuanto pueda, para actuar agra~ & ¢ dandoles». La cita de {bic es verdaderamente piadosa. Todo el X inejoramiento técnico de la ret6rica que se lleva a cabo en ta se- < O gunda parte del didlogo seria perfectamente amoral sin estas dos & _> frases, que sostienen todo el arco manifiesto del didlogo. Br "La cita de Estesicoro parece ir en el mismo sentido. El poeta 4 cegado por una diosa se desdice de su blasfemia, declara menti- © G 1080 a su primer discurso y lo cambia por otro, que necesaria- © J mente tendrfa que ser verdadero. El problema es Helena. Helena es mis y menos que una diosa. Bs una diosa y también es una ‘mujer. Es una bisagra, Al comentar este texto, mencionamos las Helenas de Homero, Hesfodo, Estesfcoro, Gorgias, Euripides ‘Aristéfanes, Plat6n, Is6crates, Plutarco, Pausanias... y las que po- drfan agregarse. La identidad fluctuante de Helena consiste mas que lade nadie en ser dicha®. Los lugares y ciudades multiplican sus historias”, El destino de Helena es ser narrada, condenada y justificada, reinventada y rehecha hasta que la «verdad» poética ticlena es el no ser es lo que se dice de ela el efecto del lfgosefieaz (Cas- sia, p. 75). : © N, a243a-b. La historia de la curacisn de Bstesicoro, segin Pausanias, es ccontada spor los de Crotona y los de Himera». En el mismo lugar, 3.19.9-10, Pausanias registra ota historia, que se cuenta en Rods, de una extrana Helena perseguida, deserrada, ahoread y convertida en diosa del drbol. j 6 de la diosa viene a sustituir en forma escandalosa a la verdad fac- tual, «hist6rica», de la adiiltera. Sobre todo, Helena es argumentada. Los légoi de que esta teji- da culminan en los grandes Elogios de Helena de Gorgias ¢ Is6cra~ tes", El de Gorgias es anterior al Fedro y es imposible que Platén no lo tuviera presente. El pasaje del Fedro muestra movimientos inesperados si se lo ilumina desde el texto inagotable de Gorgias. El Logos, el gran dinasta, es un phdrmakon"*; Fedro, portador del logos de Lisias y padre de discursos, ha «drogado» a Sécrates. EI ldgos pone a Socrates en el lugar de Helena, en el lugar del erd- menos seducido. Pero, por un efecto paradgjico, no es Séerates sino su boca, emisora de palabras, la que ha sido «drogada» por Fedro (242e1 y n.). La seduccién lo ha convertido en erastés, en orador erdtico-rel6rico, Sécrates-Helena, seducido y seductor a la vez, ha caido en el espejeante juego del légos, ha gozado sinuosa-* mente como erastés y como erdmenos, y se ha asustado de su pro- pio gozo al parecer inmanejable. Quiere salvarse de los remolinos del [dgos clamando por la balsa del /4gos filoséfico, anclado en la verdad, en lo s6lido”. Alli aparece Helena como dea ex machina para aleanzérselo, Pero Helena es la confusa divinidad del Idgos y su insoportable belleza erética. Como hizo con Estesicoro, tiende luna mano a Sécrates después de haberlo cegado. Sécrates se arre- piente de su palabra blasfema, la declara falsa y se dispone a decir la verdad. Pero lo que ofrece y pide Helena no es la verdad sino un artilugio retérico, Ia inversién de las afirmaciones, los argumentos que siempre terminardin consagrando su seducci6n inescapable, los Elogios de Helena. Para escapar de la seduccién, caemos en ella; para evadir el espejeo retérico y aferramos a la Verdad, juramos la verdad del fantasma de Helena. ,Esta Sdcrates mis ciego que el poeta, y no lo ve?" Helena triunfa siempre, y nadie nos ha asegu- rado que sus triunfos sean «buenos». 7 séerates, Hel 15 én fine, pada suger que habia otros Elogiasaclemés del de Gorgias, y el limo pardgrafo lo convierte en un género abierto a los sucesores. 7 Helena 14, Derrida (1972), passim. 7 Fedén 85c4, ct. 94-e, 107. 8 Quign sabe. Estesicro entiende su falta porque es mis mousikes (2434) ‘que -jnada menosi~Homero, ¥ Séerates ha invocado alas musas, que pueden re- ‘elar la verdad, pero también decir mentras (Hesiodo Teog. 27-28), al comienzo de su primer discurso, justamente el discurso «ret6rico» y «mentiroso». 6 El Fedro Gok Titulo y subtitulos El Fedro, como los demas didlogos de Plat6n, nos llega con un titulo complejo: el nombre de un personaje de Ia accién dramética como titulo principal’, un subtitulo 0 segundo titulo temitico, en el caso «Sobre lo bello», y, por tiltimo, una clasificacién filoséti- ca, «ético». Esta titulaci6n y clasificacién de los didlogos aparece en Didgenes Leercio 3.56-61, atribuida a un tal Trasilo, a quien Didgenes atribuye también la ordenacién de los didlogos en tetra- logfas que nos ha egaclo, Hubo otras ordenaciones, entre las cua- les DL menciona (3.61-62) una en trilogias, que adjudica al gran erudito alejandrino Aristéfanes de Bizancio (siglos m-n aC.) ‘Trasilo es un personaje de la corte de Tiberio, sobre quien tiene in- fluencia como astrélogo”, y se le puede suponer una compleja personalidad y un perfil intelectual alto”, Habria escrito una obra sobre la filosofia plat6nica”. Priicticamente todas las ediciones reproducen los titulos y subtitulos, y muchas (como el texto cané- nico de Burnet) mantienen la ordenacién en tetralogias. Usua mente se adjudican los titulos a Platén, y los subtitulos y Ja distr bacién en tetralogfas a Trasilo. Segiin DL, éste afirmaba que el mismo Plat6n habfa publicado sus disllogos como tetralagias, a imitacién de las trégicas. La primera cumple con este programa, ya que recorre el juicio, cétcel y muerte de Sécrates: Eutifrén, Bs el caso mis frecuente, pero con numnerosas excepeiones: Banguete, So {ft, Police Repdbiea, Lees 9 slgunos expires o dudes, ams dsl nom ‘bre genérico Apologia para el vinico texto no dramatic. °°] subtitulo «Sobre lo bello» pertenoce la wadiciéa manuseritas en Did- genes, el dro esti subtitulado «sobre el amor» (3.58). 745i efectivamente el eruditoy el astrélogo coinciden, de lo que a veces se ha \dudado. Hay varias versiones de una histori fantistica sobre el origen de st in- ‘uencia sobre el futuro emperador. (Tito 6.20-22, Suetonio Tb 14.4, Dign Ca- sio Hist, LV.AL, -2B eft. AH. Keappe, «Tiberis and Trasyllus», Am. Jour Pd 48 (1927, pp. 359-366; R. P. Oliver, «Thrasyllus in Tactas (Aun, 621)», lin (Class, St. 5 {1980}, pp. 130-188) 4 Escolio a vena (6, 576) ™ Porlrio, Vda de Plosino 20.75 65 Apologia, Critén, Fedén. Alguna otra recoge lo que pudo haber ‘sido una serie proyectada por Plat6n®®, y las restantes presentan entre los dilogos vinculos muy débiles o ninguno. Hay consenso en que los elementos de esta compleja clasifi- cacién son anteriores a Trasilo. Ya Dercilides (ca. mitad del siglo 1 a.C.) habria organizado los diglogos en tetralogias*!. La eritica rastrea el origen de estos elementos desde el siglo 1 .C. hasta el siglo tv aC., el Peripato y la misma Academia‘. La existencia de titulos alternatives 0 segundos titulos esté testimoniada, en algu- ros casos, muy tempranamente™, Autenticidad La autenticidad del Fedro no ha sido puesta en duda. Bastan para confirmarta las referencias expresas de Aristételes, ReiSrica TIL7, 140819-20, con mencidn del titulo, y Tépicos V1.3, 140 3s; Met. 6, 1071 b, 31-33, 37 s.,con mencién del nombre de Plat6n"*. 7a mt ta wi na i ae ac 66 FWIULUPLADORA C.E.LP.A, Composicidn y estilo El Fedro retorna en un sentido a la simplicidad de los dilo- gos platénicos de juventud, que suelen ser una puesta en escena directa de dos personajes, Sécrates y un interlocutor. Otros didlo- ‘208, en cambio, reconstruyen en forma narrativa una conversa- Gin anterior*®. Por supuesto, la amplitud del texto no es compa- rable a la de Jos didlogos juveniles. Platén ha sido el tnico autor de didlogos filos6ficos con personajes vivientes. Sus imitadores a lo largo de los siglos s6lo han logrado escribir tesis dialogadas. Como todos tos dilogos de in madurez ~y en buena medida tam- bién los juveniles— la calidad dialégica del Fedro es muy alta Los del tercer periodo, en cambio, se aproximaran a veces ala di sertacién. No tiene el pathos dramiético del Fedén o Ia vivacidad dialéctica de Repiiblica I, pero, por supuesto, ello se debe a que Platén ha clegido una clave amable, creando, en cierto modo, el género pastoral®., La puesta en escena es muy cuidada, El lugar tiene una importancia decisiva y, en realidad, es el tercer agoni ta de la acci6n dramética. Junto con el Banquete y a poca distancia de él, marca el spi- ce de la maestria absoluta del prosista Plat6n. Los huesos y las, articulaciones de Ia reflexién filos6fica técnica, que en Fedén y Repiiblica estén a la vista, aguf se disimulan bajo el brillante manto del paisaje encantador y del artebato mitico-ret6rico de Socrates. Sin embargo, se los puede palpar por debajo de la piel Pudo dar Ja falsa impresién de que se trata de una obra ligera, en parte consagrada modernamente por la frase de Wilamowitz «un feliz dia de verano»*?. Ahora bien, ninguna obra de Platén es inocente, ni siquiera los mas simples didlogos juveniles. Menos axin una obra cuya complejidad ha despistado hasta el punto de que durante sigios se discutiera su unidad o su temitica, De cualquier modo, la Antigiiedad misma no dejé de sentir una leve molestia y, menos embobada que siglos posteriores, nos ha transmitido més de un eco critico con respecto al estilo. El peri- * Plténabandona este proceimiento en pleno Parménides, queen 137 pasa ela garracin a didlo directo, y renunciafornalmente acl en Teer, 3b-< ‘Murey (1940); algunos precedestes mencionades en pp. 283-284. #'U, von Wilamowit Mosllendoct,Plton. Sein Leben wns seine Werke, Bel 958, p. 359. 67 patético Dicearco calificaba el estilo del Fedro de phortikon, «vulgar». Dionisio de Halicarnaso también critica el estilo de Platén y la hinchazén postica, y el De lo sublime recoge criticas junto a muchos elogios. Ya Aristételes reconocia que ciertos ras- ‘gos del Fedro, equiparables al discurso entusiasta 0 a la poesia inspirada (éntheon), eran irénicos®. FOTOCOPIADORA Gren ae El Fedro tiene un luger peculiar en la historia de la datacién de Jos didlogos. En la Antigiiedad tardfa-se lo vio con frecuencia ‘como el primer escrito del autor, en parte por su irradiacién juve- nil, pero también por estos defectos estilisticos. DI. 3.38 califica el asunto (problema) del dislogo como «juveni> (meirakiddes) Otimpiodoro (siglo vi d.C.) adjudica al cardcter ditirémbico del texto la opinién (Ads légetai) de que se trata de la primera obra de Platén®®. Cicerén, en cambio (Orator, 1341-42), traduce la pro- fecia sobre Isécrates (Fedro 278e-279b1) e indica que Platén la esta refiriendo al hombre adulto del que es contemporanco, Esto pondria a Platén al menos por encima de sus cuarenta afios™, La nnocién del Fedro juvenil e inicial llega, en el umbral del x1x, has- ia Schleiermacher, padre de los estudios platénicos contemporé neos, que habla del Fedro como aquel rapto de inspiracién juvenil que traza desde ya el programa de una vida: los didlogos irfan de~ satrollando puniualmente lo anunciado en el Fedro y saldrian de 1 como los rayos del cubo de la rueda. La filologia del xix volvi6 a dividirse entre los partidarios de la fecha temprana y Ia tard?" Fecha de composicién *piceareo en DL 3.38; Dion, Hal, De Demosthenis dictione 5-7, Ps. Longi- no Pei Iyfpseds IV, 4y 6; XXIX 1; XXXL 7. Acstteles Rer 17 in fine © Vida de Plat6n Il = In Platonis Alcibiadem 2.65-69, y escolios al Pedro ‘27a. Probalslemente las opiniones originales de as que éstas derivan se refer‘an al estilo, sin intencidn de datato (eft. Jaeger Paid. p. 982 n.2, De Vries pp. 7-8). 0 eSderates profetizs esto del joven, pero Plat6n lo esribié del hombre mayor {ule seniare),y, escribiendo coma contemporineo (et scribit aequalis) y, por certo, team eftico de todos Ios retsres slo a éste admiram» Cl. Thomson p. XY: senior no se aplica a nadie por debajo de cincuenta, y la diferencia de edad entre Platn & Teerates es de unos ocho ss. ‘! Usener llega & ponero en los 25 aos, antes de Ia muerte de Sécrates. is Saoger, Paid, pp. 9825, ¥. Lafance, #F. Schleiermacher, lecteur du Phere de Plax 68 | i A fines de ese siglo la estilometria, con su enfoque en principio objetivo y mAs sobrio, dibuja los grandes blogues (juventud-ma- durez-vejez) de la obra platénica y ubica el Fedro hacia el final del periodo medio, ya en el camino hacia el siguiente y en las cercantas del Teereto. Con diferencias de detalle, la critica lo ha mantenido allf, aun dentro de las turbulencias que la scholarship introdujo en ta cronologfa platGnica desde mediados del siglo xx y la renovaci6n, hacia fines de siglo, de los estudios estilométri: os gracias a la informatica”. El contenido filos6fico, como en otros casos, parece confirmar el andlisis estilfstico-estadistico. Los grandes temas de la metafisica pla- ténica la psykhé y las Ideas~ y la metodologia de su pensamiento apazecen grosso modo en el Fedro en un estadio evolutivo coherente cone lugar de transiciGn que se le asigna, o por lo menos plantean un problema con sentido, Las alusiones internas al Banguete lo ubicarian después de este didlogo, en muchos aspectos afin, y la cuestién del alma, la pruebas de su inmortalidad y el mito acerca de sus destinos pa recen presuponer en ocasiones y en otras ir mas alld de Fedén y Repit- blica. El método diairético, que anuncia el pleno desarrollo en los pos- teriores Sofista, Politico y Filebo, cancels 0 al menos posterga el o los métodos de hipstesis que aparecen en Mendin, Fedén y Repriblica® También se ha intentado ubicar el Fedro en el contexto polémico epocal, baséndose en a las alusiones cruzadas entre Plat6n ¢ Is6cra- ton enL Rose (192), pp. 209-23 Krier (199) dst ls postions "Tibinge,submyael earce Ravel dea ier del Fede gan Contin dal paige aitonal ea lectrn de Platine pp hs gar Popa a eslomerta masa ee verse us as desirD, Rot cent. rp? Laan demayores crests en el orden seco dels dilogos fa seararente de GL Oven (cen 20, ante la Chal did amar paro es tos les © cciparon os Pn desde cr toca. Cron Ron el) (1992), Mr Rebinon, ce Relate Dang of tc Timeus and Pads pp. 23-0, C-). Rowe, Java dl Felon pr 31°39 La nor estlomett rane on at dot dL Brandwond (1959)y $e desaola hci atin dda dl siglo con sn tabs poston 9 ls de Ugery The enge oto, la vex hay sn recoocimen de os sd edo en i auorcono neste del pace y dos cambios dest. Un pamrana stil psd encore santas ride on Sh ed) (198) 1 (pata a ubicacign de} Ferro, eft et capitulo de Debra Nails, 1995), . Sb IHX, poe a gmp dub dl et sad nfo contenido, ts aslones yt resapsiciones els dloge, Sobre Itrecdn Bangucte-Fed eb, Moor, Dillon, en Moraese(ed) (973) ‘esp. la extensa n. 1, pp. 69-70, para la historia de lu cuestién. " Co tes, algunas bastante probables y otras menos™, y en el Acerca de los sofistas de Alcidamas, pero esto agrega el problema suplemen- tario de la cronologia de estos autores, En lineas generales, la fecha del Fedo tiende a ubicarse ca. 370 a.C., corriéndose més bien hacia Ja década del 360, antes del segundo viaje de Platn a Sicilia’ Los personajes Sécrates en el Fedro El Sécrates del Fedro tenia menos posibilidades que el de Apo- logia 0 Fed6n para incorporarse a ta imagen més o menos edifi- cante de Socrates que tuvo vigencia hasta hace no tanto tiempo, pero, en su decorado ristico, podia contribuir con una faceta ama- ble y «encantadora». Dejando esto por fo que valga, no cabe duda de que, filoséficamente, la voz. de Plat6n aqui es ya la tinica, y el Sécrates hist6rico puede ser dejado de lado sin culpa. En el Fe- dro, Sécrates representa su papel platénico de manera brillante. Puede decirse que algunos datos y pasajes famosos forman parte de su anecdotario garantizado, por ejemplo no viajar, cestificado también en Critdn, aunque la gran contribuci6n del Fedro a su fi- gura ha sido Ia observacién acerca de no salir nunca al campo”. Junto a estos rasgos, hay otros que su imagen tradicional ha repeli- do, en primer lugar su papel de prima donna ret6rica, La figura del Socrates cbueno» no asimil6 a este diabstico virtuoso de la tékhne. Y sin embargo, es un rasgo de tal importancia en el personaje, que reclams todo el Menexeno para recitar la oraci6n fiinebre adjudica- acon i ironfa a Aspasia FOTc. CB % Howland (1931), erticado on Hackforth, pp. 6-7; Cole (1991), p. 74. 12 ° Rowe lo lleva considerablemente mas adelante, p. 14. Dusanic (COQ 1992), . 354, ef, id. en Roseti (ed.) (1992), p. 231, hace entrar en juego al rey hist6ri- {0 Thamus 0 Tachos, que astime el poder en Egipro como cogobernante de Nec- tanebo | en 366/365, para situar el Fedro en el otofio-invierno de 365, En cambio, Rosenmeyer (1962), p. 4.2, ve esta salida fuera de fos moros ‘camo una indicacign de que el Sérates del didlogo es un Sderates platonizado, 70 1 Fedro y la fecha dramética del didlogo Fedro, hijo de Pitocles, del demos de Mirrinunte, figura en el Protégoras, el Banquete y en este su didlogo homénimo. En el Pro- sdgoras esti, junto a Brixfmaco, escuchando a Hipias de Elis, que responde sobre fisica y astronomtfa (315c). En el Banguete, cuya fe- cha dramftica es probablemente 416, es un hombre de més de trein- taafios. La acci6n del Protdgoras, donde es tn adolescente, se ubi- ca lo més tarde hacia 433/432 (Hackforth p. 8); por lo tanto, su rnacimiento puede ubicarse circa 450-447. Es pobre o qued6 empo- brecido por circunstancis de las que no fue responsable (Lisias 19.15, eft. Fedro 228a). Una obra con stt nombre del comico Alexis (CAF'IL, 245-6 Knock) pone en su boca una parodia del discurso de Sécrates-Didtima y la afirmacién de que «sus males y stt pobreza» faporia) lo llevaron a la filosofia. Un descubrimiento arqueolégico, en 1936, permitié identifi- ‘car a nuestro Fedro con el mencionado por el orador Andécides centre los implicados con Alcibiades en la parodia de los misterios de Fleusis®. Sus bienes fueron confiscados, Fedro huy6 para evi- tar ser condenado a muerte y no volvi6 a Atenas antes de la am- tia general decretada al reinstaurarse 1a democracia en 403. No sabemos demasiado sobre su destino ulterior y el momento de su muerte”, Robin, Banguete (ed. Budé), p. XXXVI, trazé6 una memora- ble semblanza de su carécter, varias veces citada y que no me abstengo de traducir: «Precupado por la salud, cuidadoso de su régimen de vida, leno de fe en los tedricos de ka medicina y tain- én de la retdrica o de la mitologia, curioso por saber pero ca~ BI nuevo fagmentn, 7 35, dal nombre de Fedo completo. B. D. Meri Greek Insertions (14-27, Hesperia 8 (1939, pp. 69-76; W. Kendsck Pitcher “The ati tela, Hesperia 2 (1953), pp. 225-311; Dover (1968, pp. 28s. Andé ides, Sobre los Bfiseres(), 15. En 413, poco ates de la gran expen a Sicilia ‘xgonizada por Alibies, los era, busts de Heaaes sabre ua pil iiélico pro tectoes de los limites, aparecieron mutilados en toda la ciudad. A estos sum la ddenucia sobre los misters, 1 opinin relaciond ambos hechos con Akibiades (de Romilly 106.) Andéeides, 133, moncioa tambien a Exximaco en relacion al «380 de los hermea PP A parecer, se hariaeasado (Lsias XIX 15; ef XXXIL M4 y Hataeld 1939, pp. 314-316). Que nase lo meacione entre ls presenes en Ia muerte de Séerats no indica nada (Robi, p. XID. 1 rente de juicio, superficial en sus curiosidades e ingenuo en la ex- presién de sus sentimientos, admirador ferviente de las reputa- ciones debidamente catalogadas y consagradas». Su cultura un tanto snob lo aleja de la credulidad piadosa del comtin y podsfa ha~ cer crefble su participacién en la parodia de los misterias (sobre cuyo verdadero carécter y gravedad, por supuesto, no tenemos nin- guna cesteza). Vale la pena su caracterizaci6n por Ferrari (pp. 4s.) ‘como impresario intelectual, promotor de competencias oratorias. No es un buen candidato a ser un auténtico discipulo de Sécrates, y las admisiones que va haciendo vienen més del movimiento de la conversacién que de un convencimiento profundo. Su «conver- sin» a la filosofia, que se quiere encontrar en distintos momentos del didtogo, es mas bien de labios para afuera y, al retirarse de es- cena, Fedro sigue siendo el mismo dilettante del principio. Por otra parte, el algo mediocre Fedro no es wn Protégoras ni un Calicles, pero de ninguna manera es una de esas marionetas dialécticas ado- lescentes que Sdcrates u otros manejan en forma unilateral. Su in- tervencidn es constante y activa, y el texto explota hasta sus mis- ‘mas limitaciones para hacerla compleja. La luminosidad del Fedro y el erotismo de su ambiente se re- flejaron en el personaje, que fue tradicionalmente considerado un jovencito’®. Parmentier Io puso en duda y ubicé ta accién en el 410; pero los datos arqueolégicos volvieron imposible esta fe= ccha®, aunque la relativa madurez. de Fedro siguié siendo acepta- da, Robin, basdndose en que el Fedro presupone el Banquete, le da mas de 35 afios (p. XIII). Las expresiones 0 neania (257¢8, «jovencito»), 5 pat (267c6, «muchacho»), se explican por la dife- rencia de edad entre los personajes y ¢l tono de broma con que Sécrates y Fedro simulan una relacién amorosa. No hay vinculo erdtico real entre él y Sécrates. Ni siquiera ficticio. Fedro no asu- me el papel del erdmenos en 243¢7-8. El «muchacho» sigue sien- © Aun con posteriovidad, Nussbaum (1986), p- 278, postila un Fedroatrativo y talentoso, por lo dems, objeto de un efectvo interés exGtico por pare de Liss y S6- rates, eft pp. 269,275 n. LO, También Asmis (1986), p. 163, lo considera eldest taro de los discursos de Séeraes. La Antolagfa Palatina stibuye a PltGn un epi ‘ma (WII 100) que sugiee una relacign suya con Fedo. Esto es imposible (ct. De ‘Vries, p. 6), peto el autor tiene que haber sido sensible al lima eréico del dialog. L. Parmenter «lige de Phédee dans le diatogue de Platon>, Bull. de 1'Ass. 6. al Con Ss 16) Hektor igor sevens equals 71 sigue susiend 98 a POTOCOPIADOR’ 2 C.E.LPA- a do alli la sombra literaria proyectada por el discurso de Lisias, que puede hacerse presente «cuando Sécrates quiera. ‘La fecha dramatica es dificil de precisar. La accin transcurre antes de la tiranfa de los Treinta, que ejecuta a Polemarco en 404. Fedro estuvo exiliado entre 415/414 y al menos 404/403. Lisias, que se habia establecido en Turios, vuelve a Atenas, segiin se ad- mite en 412/411. Dover (1968), pp. 41-43, supone que este regre- so puede adelantarse en diez afios y admite 418-416 como fecha posible de Ja accién del Fedro. Puede aceptarse, con Robin, que la accién est «fuera de toda historia», aunque sf alejada de los afios sombrios de la derrota'® y Ia inminencia del proceso de Sécrates. Lisias El padre de Lisias"®', Céfalo, era siracusano. Sabemos por el mismo Lisias que se establece en cl Atica a instancias de Pericles, donde vive unos treinta afios (Contra Erat. 4), instalado en el Piteo con una fébrica de armas. Es, pues, en todo sentido, un personaje gad a los proyectos de Ia democracia de Pericles. Tiene varios {jos, entre ellos Lisias y Polemarco. Rep. I da un annable retrato de Cétalo, muy anciano, que acaba de cumplir un to piadoso, pone en ‘marcha Ja conversacién con una sosegada consideracién sobre Ia vejez y se retira de la escena antes de que el debate se vuelva vio- lento", La fecha del establecimiento de Céfalo en el Atica y la del nacimiento de Lisias no son féciles de precisar. sta titima ha osci- lado, grosso modo, entre el 460 y el 430, Parece haber muerto ena ancianidad y seguramente antes de Ta redacci6n del Fedro "0 Hatafeld (1939), p. 316. ot Nuestras fuentes para la biografia de Lisias son, en primes lugar, Listas mis ‘mo: Contra Eratdstenes (XI); Contra Hipoterses (tims 200 lneas ex P. Oxy. 1606, f. 1-6 col. IE); [Deméstenes} Contra Necra 21-23; el escrito que le dediea Dionisio de Halicarnaso y las Vidas de fos dies oradores del Ps.-Plutarco. Cit en ‘general Dover (1968), "© Polemarco, Lisias, otro hetmano, Eutidemio y Céfalo estén en la casa del primero en el Piteo, escenario de la conversacion (328). Esta eleccidn no es ca Sal: fd el desarrollo de Republica procede segtn la imagen de la Caverna, ¥€] Piteo, limite politico de la Ciudad (recudrdeseel cult semibérbaro que se celebra esa noche), apertura al mar y al imperi, barrio de la chusma marinera que es la base de la democracia, cumple la funcidn del punto de partida. Estos colores se ‘eflejan en el Lisias del Fro y en su concepcisn de la oratoria. B ‘Tanto Céfalo como sus hijos son metecos, esto es, extranjeros residentes, sin derechos politicos, aunque con casi todas las obli- gaciones inherentes a Ia ciudadanfa. Las actividades y la situa- cin de la familia asegurardn a su hijo importantes contactos dlen- tro del partido democrético. Muy joven, Lisias se traslada con sus hermanos a Turios, en el sur de Italia, colonia panhelénica funda- dda en 446/445 por inspiracién de Pericles y bajo direccién ate- niiense, verdadero experimento de racionalismo politico’, cuya ciudadanfa habria obtenido. Las alternativas de la Guerra del Pe~ Joponeso obligardin a Lisias a volver a Atenas, donde se hace car- g0, con Polemarco, de la empresa familiar. Luego hard carrera como logégrafo y tal vez. por un tiempo como maestro de retéri- ca (Cicerén, Brutus 48). Derrotada Atenas en la batalla naval de Egos Pétamos en 405, Ja oligarquia, respaldada por Esparta, toma el poder en 404, con la tiranfa de los Treinta, El momento es malo para la familia, y Polemarco es obligado a beber la cicuta. Lisias se refugia en Me~ gara y lego apoya con armas y dinero la restauraci6n democrati- ca de Trasibulo. Este concede la ciudadania a los extranjeros que han ayudado su causa, pero Ia medida es objeto de un proceso por ilegalidad (graphé paranémos) por un vicio de forma en su aprobacién, Tal vez Lisias haya disfrutado de la ciudadanfa un breve tiempo. De hecho, al afio siguiente, 403, pronuncia en per- sona —por Gnica vez! el gran discurso contra quien habia lleva- do a su hermano a la muerte, Bratéstenes. Este era un miembro de los Treinta que se habia acogido a la amnistfa decretada por Jos demécratas y hacia valer su relacién con Teramenes, jefe de la fraccién moderada de los oligarcas, oportunamente ejecutado por sus compafieros, cuya figura gozaba de cierto prestigio, Es probable que Lisias no ganara su causa ‘Su produccién fue abundante, y en la Antigiledad corrfan hasta 233 discursos considerados auténticos. De ellos nos Hlegan 35 (in- cluido el Erético del Fedro), algunos incompletos, y varios segura- ‘mente apScrifos. También la papirologia ha recuperado fragments. "2 Poricles encarga su constitucién a Protégoras y su urbanizaci6n a Hipoda- mo de Mileto, padre del trazado urbano en cuadricuia y, coherentemente, de una ttopfa politica (Aristteles, Pol 118 1267622-1269028). "HRs posible también que lo hiciera en su calidad de ésorelés. La isorlia era la equiparaci6n impositivacoa los ciudadanos y tenfa connotaciones honortics. 4 En sus discursos para los tribunales, Lisias va abandonando los re- cursos attificiosos de su modelo Gorgias y adopta el tono Ilano del habla cotidiana, con un lenguaje muy puro y manejado con flexibi- lidad. Sobresale en adaptarse a la personalidad y condicién del cliente, y logra imagenes de la vida dtica que se aproximan al rea- lismo de la comedia. Cultivé tambien los grandes discursos de apa- rato, pronunciados en ocasiones civicas especiales, aunque este gé- nero no parece haber sido su fuerte. De los que conservamos, la Oracién Olimpica (XXXII) es de atribuci6n segura; fue pronuncia- da en 388 y, se dice, provocé una revuelta contra Dionisio I de Sira- cusa. Segtin DL II 40-41, habria ofrecido a Sécrates un discurso de defensa que éste habria rechazado. Podria tratarse de una de las va- rias respuestas que suscité Ia publicacién de un fora tes contra Sécrates, despues de Ja muerte de eu ode Piers Gur FOTOCOPIADOR C.EU.PLA. Isdcrates Isécrates nace en 436", Su padre, Teodoro, era fabricante de flautas y tenia una buena posicién. Tuvo trato con Séerates y se menciona a Prédico como su maestro. En el transcurso de la gue- rra viaja a Tesalia para tomar lecciones de Gorgias. A su retorno se encuentra con un patrimonio disminuido y se dedica a escribir discursos por encargo, pero hacia 393 abre una escuela que le proporcionard prestigio y dinero, y reniega de su antigua profe- si6n de logégrafo, Su escuela es el primer establecimiento de en- sefianza superior, y cuando Platén abre la Academia, la encuentra ya establecida La similitud de los objetivos y la disparidad de los métodos e ideas los convierte en rivales algo ms que circunstan- ciales, y la longevidad del orador incluira a Aristétcles en el en- frentamiento. Su concepcién de la oratoria y de la formaci6n de dirigentes es heredera a la vez de la retérica de Gorgias y de una "adres cia Acai de Scrat Bus digi cone Pola 1s donde repos habe echo mis en 6 log (6, Lis eps lp Motexson te hls noe od Eggers an, Eos lini en Mat, poli de Sorts Eades Bu ‘nos Aires, 1971 y reeds. eee as fens para biogas de sérates on Dionisio de Hlicamas Plot, clade pa Lins uns dante eee SL 15 base moral socritica. De voz débil y cardcter timido, no se anima entrar en la politica activa y expresa sus ideas publicando gran- des discursos epidicticos sobre cuestiones de alta politica. Sus con- cepciones son de gran amplitud, y su gran preocupacién es la po- Iitica panhelénica. De un patriotismo nunca desmentido, predica la realizacién de este ideal, primero por una Atenas resurgida, y Juego ~con clara consciencia de las nuevas circunstancias~ por él reciente poder de Filipo. Hacia 356 sufre un proceso de «cambio de patrimonio» (antédosis), que le entabla un cierto Megacles, y al parecer lo pierde"”. Isécrates muere casi centenario en 338, poco después de la batalla de Queronea, que consagra la supremacia maced6nica. FOTOCOPIADOR ‘Tematica y unidad del didlogo"’ 7 - CE. 1. PA. ~ ‘Hay una discusi6n clisica sobre el tema, la unidad y la estruc- tura de este didlogo al parecer, tan barrocamente construide que se remonta a la Antigiiedad. El amor, la ret6rica, el alma, el bien, lo bello primero, lo bello en general, fueron propuestos como temas (Hermias 8-12), También caus6 perplejidad que la obra que enun- cia el fundamental principio de Ta organizacién del discurso como tun cuerpo vivo (264c) parezca no cumplirlo. Con la mayoria de los intérpretes modernos, creemos que el tema es sin duda Ia ret6rica, de la que se trata desde la primera hasta la tiltima Iinea'™. Los dis- cursos, cuyo tema erdtico es familiar a las précticas escolares, son presentados como ejemplos de virtuosismo ret6rico, y como tales sirven de material a la critica de la Hamada «segunda parte» del didlogo. Es verdad, por otra parte, que la extension, brillo y pro- fandidad del segundo discurso de Sécrates parecen desequilibrar el conjunto. Esta anomalia no es necesaria para los andlisis siguientes y la refundaci6n de Ia ret6rica que va a proponerse. La hipertrofia "© La antidosis podia ser entablada por un ciudadano a quien se imponia una liturgia o carga piblica (en est caso, el equipamiento de un barcode guerra), ale= gaando que le correspondia a otro de mayor fortuna. Este, si pera el proceso, de bia hacerse cargo de la lituegia 0 Io que en la préctica no sucedi~ cambiar sus bienes con los del acusador. La experiencia dio a IsGerats la idea de escribir un ‘logio integral de su persona en forma de una andfdosis ficticia (tt. Anti. 6-8) et Griswold (1986) construye su comentario alrededor dela tesis del autoco- rocimiento como tema unificador dl texto, p. 2 y passim 16 del segundo discurso, creemos, tiene que ver con el giro en varios frentes del pensamiento de Platén que apunta en el diflogo y que esté en busca de su expresi6n. ‘La divisi6n usual y tradicional entre una primera y una segun- da parte, luego que Sécrates termina su gran discurso (257b-c), es completamente aceptable. En la primera, junto con la situacién, quedan planteados el tema y Jos ejemplos que Ia segunda elabora en forma critica, Marcan dos movimientos de tono muy distinto, uno de creciente entusiasmo y el otro, un anticlimax analitico. La puntuacién del texto es facil de seguir a grandes rasgos: una Intro- duccién que Heva a la lectura del discurso de Lisias y, con los correspondientes pasajes de transicién, a los dos de Sécrates. El ppasaje a la segunda parte, que culmina en el pequefio mito de Tas cigarras, plantea las cuestiones relacionadas que se respondersin en el resto del didlogo: la conveniencia de escribir discursos y cudles son los discursos «bien» pronunciados o escritos (257b1-259d9). Esta tiltima se descompone en dos: en primer lugar, el aspecto téc- nico, que incluye la necesidad de conocer la verdad y la dialéctica ‘como fundamento de la oratoria (hasta 266c5) y la critica de los, manuales y la técnica al uso, y su reformulacién en términos mu- cho més exigentes. Luego, en forma inesperada, se pasa de la téc- nica a la finalidad del discurso (273e5). La nueva perspectiva tifie a respuesta a la cuestién de la escritura (desde 2746), con el mito de su invencién por Teuth y la comparacién entre el discurso escri- toy la ensefianza oral. Se sacan las conclusiones (27746-27903) y, tras una plegaria, los personajes parten. Nuestra traduecién Fedro y Banquete son las obtas maestras de Plat6n desde el punto de vista literario, y estamos hablando, dijimos, del que ha sido tal vez el mayor prosista de Occidente. Casi no hay tecnicis- mos filos6ficos (s6lo la prueba de Ia inmortalidad del alma, 245c5-246a2; el parrafo de 249b7-c4; la presentacién de la dialéc- tica en 265d3-266c1). El tono va desde la exaltacién himnica has- ta el didlogo coloquial'” y la broma, todo permeado por una iro- ' Marley (1940) p. 287 esp, 1 nia a veces evidente y a veces potenciada por su mismo disimulo. Hemos renunciado de antemano a imitar la amplitud de estilo y las miiltiples sutilezas del texto, en parte por nuestras limitacio- nes, en parte porque es en si misma una empresa desesperada, con riesgo de desembocar en el kitsch. Preferimos el criterio de cefiir- nos en Io posible al texto, a cambio de un brillo literario que, so- bre todo en las lenguas romances, puede resolverse en oropel. En algunos casos ponemos entre paréntesis las palabras que exige el gio castellano y que no tienen correspondencia en el texto, sobre todo en pasajes de interpretacién dificil o con aleance filoséfico. “Tal vez, parezca innecesario, pero lo preferimos a despistar al lec~ tor no helenista, que no puede diseriminar cul palabra de las que lee tiene un respaldo textual inmediato y cudl no, En castellano disponfamos de algunos trabajos de mucha calidad: la excelente traduccién pionera de Marfa Araujo!” y la de Emilio Lled6 en la BCG'", Mencién aparte merece la edicién y traducci6n, con los articulos que la acompafiaron, del maestro Luis Gil Ferndindez, un trabajo de primerisimo nivel filolégico que desde el momento de su apariciGn se ubicé enire las referencias obligadas de la scho- larship internacional. Estando este libro en'prensa, apareci6 el va~ lioso trabajo de M.* Isabel Santa Cruz y M.* Inés Grespo''® que no pudimos tener en cuenta en nuestra edicién. : Eltexto ‘Tomamos como base el texto cansnico de Bumet, teniendo a la vista las ediciones de Robin, Gil y Moreschini. Los resultados de un siglo de investigaciGn, y nuestra propia interpretaci6n filol6gica y fi los6fica, nos han hecho optar en varias ocasiones por otras lecturas, {que introducimos en el texto, dando cuenta, en las Notas al texto agriego, del aparato critico correspondiente y de la leccién de Burnet. 1 lato, Fev, introducign y notas de Julién Maris, traduccién directa el stiego por Maria Araujo, col. Textos antados, Buenos Aies, Revista de Oc- iden Argentina, 1948. "M plat, Didlogos MI, Fdén, Ranquete, Fedro, raduciones, ntoduccio nes y notas por C. Garcta Gul, M. Martinez Hernndes y B. Lied {6ig0, Ma ‘ii, Gredos (BCG 93, 1986, reimprs. i1?Platén, Fer, tra. notas de M- Isabel Santa Cruz y M. Inés Crespo, Buenos Aires, Losada, ol. Griegos y Latinos, 2007 18 Notas y comentario Acompatiamos la traduccién con notas y con un Comentario casi permanente. Utilizamos este comentario para las informacio- nes que exceden el Ifmite de una nota, pero sobre todo para dlesa- rrollar las cuestiones hist6rico-filos6ficas més préximas a a mar- cha del texto. El propésito de nuestro trabajo en su conjunto no es aiiadir una tradueci6n a las muy buenas ya existentes, ni hacer una labor filol6gica original, que no es de nuestra competencia, sino ofrecer en castellano una interpretacién que pretende, al menos, orientarse filos6ficamente en el texto. El resultado puede no ser prolijo, pero si logra ser criticado e incita a rever un dilogo muy complejo, clave en el desarrollo platénico y en la historia de algu nos problemas, habré logrado su objetivo con creces. 7 FOTOCOP! C.EWLP En Ia actualidad no es tarea facil establecer una bibliografia con pretensiones de completitud, ni siquiera sobre temas relativa- mente restringidos. Consignamos los trabajos mas pertinentes al dislogo y, en general, los que hemos utilizado y citado, a sabien- das de que quedan fuera otros importantes, que desconocemos 0 alos que no tuvimos acceso. Las ediciones, traducciones y comen- tarios son también los que hemos consultado para nuesiro traba- jo. Las referencias abreviadas, por autor y afio (de la edicién 0 de Ia revista), remiten a esta bibliograffa. Los trabajos citados sblo una vez, con respecto aun tema puntual se consignan en los luga- res respectivos con la referencia completa. Bibliografia Ediciones, traducciones y comentarios Tuomson, W. H., The Phaedrus of Plato, with English Notes and Dissertations, Londres, Whittaker and Co., 1868, Nueva York, Amo Press, 1973. ‘ Platonis Opera. Recognovit brevique adnotatione critica instru-xit Joannes Burnet. Tomus II. Scrip. 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Tipbaye 8. BO. Aéyors div. : c PAL Kal jnip, & Baixpates, mpoorjKovaa yé 001 H : aicor}: 6 ydp TOL Abyos Fv, epi by BreTpiBoper, obK 6l8! byte temo epuruxds. yeypade yap Bi) 6 Av- Gis Tetpiuevsy twva TAY Kav, ObX bx” EpaaTod BE, AN adrd 8 Toro Kal KeKdqupevTat dye yap bs Xaploréow jth epvrt wadAov Hh épdvee, 20. "0 yevvdios. cide ypaiberev ts xpi mem pad- ov H movoiy, Kal mpcaBUrEpy A vewTepy, Kai Goa a Da éhioi Te mpboeoT Kai TIS WOMSKS Faw" F yep dv dori Koi Squwpedeis clev ot ASyoL. Eywy’ ob obrds emrediyinka dkotoat, or’ &év BaBiCov OLA ‘Tov mepimarov MéyapdBe kal xara HpdStxov mpooBas 79 retxer mELY drriggs, ob yr} cou dod pO. AL Tlag déyeis, & pédrLaTe Binpares; oler we, & Avolas ev TOG xpdny Kavi oXOAAY oUvENKE, Sewvdraros dv TOv ypddew, Tadra {Buity dvra 228 90 Sdcrates.- {Querido Fedro! ;Ad6nde vas y de dénde vienes? Fedro.- Vengo de ver a Lisias, Sécrates, el hijo de Céfalo, y voy a dar un paseo fuera de los muros, porque estuve alli mucho tiempo, sentado desde muy temprano. Y haciendo caso a nuestro comtin amigo Actmeno, hago mis paseos por los caminos, pues dice que son mas ‘onificantes que los que se hacen en los gimnasios. ‘Sécr- ¥ tiene raz6n, compafiero. ;Parece entonces que Lisias estaba en fa ciudad? Fedro.- Si, en casa de Epfcrates, la mansién esa cer- ca del (templo de Zeus) Olimpico, la Moriquia. Sécr.- ,¥ en qué pasabais el tiempo? Seguro que Li- sias os ofrecfa un banquete de sus discursos... Fedro.~ Te enterards, si tienes tiempo de acompafiar- me y escuchar. Socr.- ;Qué? {No crees que escuchar a qué os dedi- cabais ti y Lisias serfa para mf, como dice Pindaro, algo «por encima de cualquier ocupacién»? Fedro.~ Entonces, adelante. ‘Scr.- Si me cuentas. Fedro.- Sf, Séerates, y més porque lo que vas a oft te concierne, pues el discurso de que nos ocupiibamos tenfa que ver, no sé cémo, con el amor. En efecto, Lisias escri- bid sobre un lindo muchacho, solicitado, pero no por un ‘amante; y en esto justamente esti la sutileza, pues dice que hay que complacer al que no ama més bien que al que ama, Soer.- {Qué gran hombre! {Ojala escribiera que hay que complacer al pobre mas que al rico, al viejo mas que al joven, y demés condiciones que nos caben, a mf y ala mayorfa de nosotros! Serfan palabras urbanas y de utili- dad piblica. Por mi parte, tengo tantas ganas de ofrte, gue, si tu paseo Ilegase hasta Megara y volvieras tras su bir a la muralla, como recomienda Herédico, no me que- daria atrds. Fedro.- ,Cémo dices, excelente Sécrates? {Lo que Lisias, el mas habil de los escritores actuales, compuso con tranquilidad y toméndose su tiempo, crees que yo, profano en esto, lo recordaria de modo digno de é1? so a” drropwnpovetoery dking éxetvou; TOAD ye Béw" Kat ‘Tot ePovhdpny y' dv wadRov H wor TOAD xpuctov ye véoBau. BO. "0 daibpe, et Ey aiBpov dyvod, kai enav- ‘Tob EmAEnopat. dda yap ob8érepd Eon Tour eb oi8a Sr. Avotou Aéyov dkotuw éxetvos ob wovoy dak fikousev, ddd TOMAS enavadapBdvian éxédever of déyewv, 6 BE éneieTo mpoBijws. 76 8 OSE Tara fv ikavd, ddd TeXeuTav TapadaBdy 7d PLBALov & pddto~ Ta érebiper éreckdmel, kal toiro pau & éwOtvod Kadijuevos drrevmiv eis mepinaroy Het, ds Hev eyo olpat, vi} Tov Kiva, emoTdpevos Tov ASyou, et Lh mrdvy 11 Hy wakpés. énopevero 8° éxrds re(xous iva ueheTiin. dravrigas 8 TO voooovTL nepl ASyuw dor, ibav nev, [\Sdv], fja0n Bre Bor Tov aUyKopu- Bavrudvra, kal mpodyewr ééheve. Beop.évou 8¢ héyew Tod Tay Nbywv épacTod, eOpimreTo dds Bi ole ém- Cupdiv Meyer Tedeuvinv 88 Eyedde Kal el pr} THs éxiiv dobar Big épetv. ob otv, & daidpe, atirod Ser@qT. dmep Taxa navtws Tourer vin AEN Movely. PAL Eyol Gs Andis word Kpdroréy gon ottws Smug Svar reyew, dbs wor Boxeis ob of Bands pe ddyjoew nplv dv etmw duds yé mus. BN. Tldvu yép cor dn 0K. SAL, Obrwat toimw noufjow. 19 v7. yap, 6 Ds- pares, navtés waddov Td ye prwara otx ebéya8or" Ti névTo1 Bidévoway oxeBdv andvrn, ois en Brad- pew Ta TOD épdvtos H Ta TOU wn, ev Kedaralors ecaotov ébebiig Bier, dpEduevos dm Tod mpiirov BO. AciEas ye mpdrov, & duds, Th dpa ev TH dpiorepd éxeis ind 70 pari ronda ydp ¢ Exew Tav héyou atrév. el BE TOOTS EoTLY, obTwal SLavood repli éqo8, ds és ce navy pay Ad, napdvros 58 Kal Avoiou, éuavrév co. éupederav Tapéxew ob mdvu BEBowrau. GAN’ TOL, BetKrve. 92. | FOFOCOPLaDORA C.EWLP A, 1 esté Iejos de mi alcance y, sin embargo, lo prferinia a ‘obtener mucho oro. ‘Sécr.- jFedro, si yo no conozco a Fedro, también me he olvidado de mi mismo! Pero ni una cosa ni la otra. Sé muy bien que ése, si ofa un discurso de Lisias, no lo es- cuché una sola vez, sino que pedia que se lo repitieran, retoméndolo muchas veces, y el otro obedecia de buena gana. Pero eso no Ie bastaba, y finalmente tomé el rollo y Se puso a examinar lo que més le interesaba, y estuvo sentado, ocupado en esto, desde muy temprano, hasta que se cans6 y se fue a pasear, y, ;por el perro!, creo que sabigndose el discurso de memoria, si no era demasiado largo. Se iba fuera de los muros para recitarlo y ejercitar- Se, Se encontré con uno que tiene la enfermedad de oft discursos y, al verlo, encantado de encontrar quien com- partiera su rapto coribantico, lo invit6 a caminar con él Sin embargo, cuando el amante de los discursos le rog6 que lo pronunciara, se hacfa el dificil, como si en reali- dad no estuviera deseando hacerlo; pues al final, hasta lo hubiera recitado a Ia fuerza si no se lo escuchaba volun- tariamente. Pidele entonces ti, Fedro, que haga ya lo que de todos modos va a hacer en un momento, Fedro.- La verdad es que para mf serfa mucho mejor pronunciarlo como pueda, pues me parece que ti no me dejards ir de ninguna forma antes de que lo recite, se: como sea. 7 Sécr.- ¥ eso que te parece es la pura verdad. Fedro.- Bien, asf Jo haré. En realidad, Sécrates, no me aprendf bien de memoria las palabras. Pero te diré el sentido de casi todos los pasajes donde expuso las di- ferencias entre el que ama y el que no, resumiendo en orden cada uno de sus puntos principales, a partir del primero. Socr.- Sf, pero antes, querido, me mostrarés qué tienes bajo el manto en la izquierda, porque sospecho que es el. discurso mismo. Y si es asf, hazte a la idea de que yo te quiero mucho, pero que, si esté Lisias presente, de ningtin modo me voy a prestar para que practiques conmigo. Va- ‘mos, muéstramelo, 93 eee 229 AL. Tlade. exxéxpourds we edniBos, & Zebemar fw elyay ev ac Gs eyyuavacdpevos. GAG vod Bi Bother KadCopevor dvayvauer; - EO. Aedp” éxrpandpevor kara Tov ‘Thiody Loney, elra brov av 86Ey év jauxia KadiCnadueta. AL Els kaup6v, ds Eotxev, dvundinros By eruxov ob nev yap 88 det. Paotov obv fyily kara TO $dviov Boéxounr Tods TOBaG Lévat, Kal ob dnBés, Mus Te cai THpSe Ty dipav Tod Erous Te Kal THis Hhépas- BO. Tipdaye Bi, kal. cicérret dia Bou KaG.CnoSHeBa. OAL. Opds civ exetuny Thy Ubmotdry maravoys 30. Th prs —- ; OAL, ‘Exel anid 7’ oti kal mvedpa wérpLov, Kal iba Kabiectar F dv Bovdsipeda KaTarhivyvar. 2A. Tipodyous av. @AL Elné jot, d Zakpares, otk evdevb_ wevror odiv dd Tod "Dicod Myerar 6 Bopéas THY pel Suay dprdcat; BO. A€yerat yao. : . @AL.7Ap" otw évbevbe; xapievra yoiw Kat Kkadap’ kai Stahavf Ta Wdria daiverat, Kal EmerBera K6- pais TatGew nap’ aird. EA. Obk, Da kérwdev doov 86" tla oTaBta, F snpds 70 thie "Aypas BiaPaivoper" Kal mod Tis €o7T abrroth Bopéou. . real ob ‘rdvu vow dan’ elne mpds Ards, b Dakpares, cd toro TS prdoddynpa TetGy AdnPes lua; a BQ, "AA! el dmoroinv, Gonep ot Gaol, ob av Gromos etnp, elra gopiConevos painy abriv mvetua Bopéou kava TG Tnaiov TeTpav civ bappaxeia wal Covsar dioat, Kat obrw 8) Tedevriisagay hexOfivat br ‘ro Bopéou dvdpmagrov yeyoutvau—f 2& "Apetou md you" Neyerat yap ab ral. obros 8 Myos, tis xelOev AX’ otk avdév8e fiprdoGn, ey 6¢, & dalBpe, Ddws wey Te 4 229 b Fedro.- jBasta! Me has derribado y me has quitado la esperanza de ejercitarme contigo. ;Dénde quieres que nos sentemos a leerio? ‘S6cr.- Desviémonos por aqui y vayamos siguien- do el Tiso, y luego nos sentaremos donde te parezca tranquilo. Fedro.- Oportunamente, parece, me he venido des- calzo; ti, por cierto, lo estés siempre. Ast nos seré fé- ORS cil seguir el hilo de agua mojandonos los pies, y nada . desagradable, sobre todo en esta época del afio y a es- tahora. ‘Socr.- Adeléntate, entonces, y ve mirando por donde nos sentaremos. Fedro.- ;Ves aquel platano, tan alto? Sécr.- Sf, claro. Fedro.- Alli hay sombra y una brisa suave, y hierba para sentarnos, o para recostarnos, si queremos, ‘Sécr.- Vayamos, pues. Fedro.- Dime, Sécrates, {no es mas © menos por aqui, junto al Iliso, donde se dice que Boreas arrebaté a Oritia’? Sécr.- Asi se dice, en efecto. Fedro.- ;Tal vez de aqui mismo? Los hilos de agua parecen agradables y puros y transparentes, y apropia- dos para que las muchachas vengan a jugar junto ellos. : Sécr.- No, sino unos dos o tres estadios més abajo, por donde cruzamos hacia el (distrito) de Agras; también hay por alli un altar de Béreas. Fedro.- Nunca le presté atencién. Pero dime, Sécra- tes, por Zeus, tt erecs que esta historia es verdadera? ‘Socr.- Si fuera incrédulo, como los sabios, no seria nada original. Me harfa el sabihondo y dirfa que el vien- to Béreas la empujé de las piedras cercanas mientras ju gaba con Farmacia y que, por haber muerto asi, se dijo que fue raptada por Boreas ~o del Aredpago; pues tam: bién se cuenta la historia de este modo, que fue arreba- tada de allf y no de aquf. Por mi parte, Fedro, creo que estas explicaciones tienen su encanto, pero que requie~ 95 230 Tovadra xaplevra Hyotpat, Nav 8 Setvot Kal émimé- vou Kal of navy edruxois dvBpds, Kar’ @Xo nev ob6év, ‘br 8 abr dvdryKn pera Tobr0 10 Ty ‘InToKevratpay el8os éravoplotioba, Kal ais 7 Tis Xipatpas, Kal Emuppet BE Bxdos ToLobrw Popyévuv Kal Tiydotay Kat Dro dunxdvaw Taje’y te Kal éromia reparodSyav swiv dicew dis el Tis dmordv mpooBiPé kard 7 elxds ExaoTov, Gre dypolky TIA codla xpdpevos TOd\i}e cri7G aXONs, Betiget. uct BE mpds Ta ToLadra olBapiis 2am oxokr 7 88 alniov, & Gide, Toirou 16Be. oi Bévapal mw KaTd TO Aedbuxdy -ypdupa ywOvaL Eyaur6- yehotov Bf por galverar TobTo en. dy- vootvra Ta ddoTpLa oKomety. Bhev Bh Xalpetv édaas rabra, wetBouevos 8 TH vonrCouény epi adrav, 8 vil Edeyou, oKond ob Tatra ANN’ gnaurdv, etre TL Onpiov bv tTuyxdvw Tub’vos Tohvmonsstepov Kal HAMov EmreGyppévoy, etre fwepsirepsv Te Kal. dmov- orepov Ciiov, Betas Twvds Kai dribou nolpas dice. netéxov. dtdp, & érdipe, petaki Tay Mywy, Gp’ ob ‘TOBe Ty 1d BEvBpov eq’ dueep Fryes Has; AL. Torro pév obv até. 20. Ni thy “Hpay, xadt} ye H Karaywyy. f Te yap mdravos attra Ah’ dudidagyis Te Koi tpm\A, TOD Te Geyvov 7 thor Kal 7d Géaov méyKaho”, Kal ds diquiy exet Tiis dvéns, ds dv eduBéorarov mapéxot Tov TéTOU" i re ab amy xapteotdry ind THis Mhatdvou et ydda juxp0d bBatos, Gore ye 8 1o8k TemuripaoBaL. Nuwpav TE TWWww Kal "Axedgou Lepdv dd THY KOpaY Te Kai aryadpidru Eouxe elvat. el 8° ab Bother, 7 etmvow Tod ‘Tomou dis éryaaryrbv tel. oxp68pa BO Bepuuy ve Kea Nyy pov irmxel TY Terr yu xoph. mévTuw BE KopbSrarov 1) Tis mac, Br. €v Hpéua Tpoadvrer iKavh webuKE kaTaiwém. tiv Kepadiy maykdhus gxew. Gove dp.ord cor eEevdynran, & pire datbpe. 96 }COPIADORA lean: ren demasiada inteligencia y esfuerzo y son una ocupa- cin desafortunada, asi sea porque después habria que seguir enderezando el aspecto de los hipocentauros, y luego el de la Quimera, y se nos echarfa encima una tur- ba de seres de esta clase, Gorgonas y Pegasos y monto- nes de otras criaturas absurdas, inconcebibles y mons- ‘tuosas. Y si, por incredulidad, se quisiera con alguna sabidurfa réstica reducir cada uno de ellos a algo vero- simil, harfa falta mucho ocio. Pero a mi no me queda ocio en absoluto para esta clase de cosas, y la causa de ello, amigo, es que atin no soy capaz de conocerme a mi mismo, conforme a la inscripci6n délfica. Y, si todavia ignoro esto, me parece ridiculo ponerme a examinar lo que no me concierne. Por eso dejo estas cuestiones tran- uilas, me atengo sobre ellas a lo aceptado y, como de- fa, no las examino a ellas sino a mf mistno, a ver si no vengo a ser alguna bestia ms complicada y més hu- mneante de orgullo que Tifén un animal més domesti- cable y més simple, que participa por naturaleza de un destino divino y libre de orgullo. Pero, compafiero, en- tre tanta charla, gno era éste el arbol hacia el que’ nos conductas? Fedro.- Este mismo. Sécr.- Por Hera, hermoso sitio para detenerse! ¥ el platano éste, tan coposo y alto, la altura y la lindisima sombra del sauzgatillo, en plena floracién como para perfumar el lugar al méximo. ¥ Ia fuente, tan agradable, que mana debajo del plétano con agua muy frfa, como me indica el pic. Por las estatuillas e imagenes, parece estar consagrado a algunas ninfas y a Aqueloo. ¥ fijate ademés el buen aire del lugar, amable y gratisimo, que acompaiia con su agudo silbo estival al coro de las ciga- ras. ¥ lo més delicioso de todo, la hierba espesa, que crece en una subida suave, suficiente como para sostener con comodidad la cabeza del que se recuesta. Querido Fedro, eres el mejor guia para un forastero. Fedro.- ¥ ti, hombre asombroso, te muestras como alguien extrafiisimo. Pues, como dices, pareces simple- ‘mente un forastero a quien hay que guiar y no uno del ” 231 PAL DY BE ye, d Caypdare, dromirarés Tis daivy. drexvic yap, 8 éyets, Eevayounerw TW kai oik Enoxwpiy EorKkas* obtws ek ToD Goteos ott” eis Thy ‘mepopiay dmo8npeis, ob’ Ew tetxous Enorye Soxeis ‘7 mapdmrav e&tévat, DO. Duyylyvucké pot, & dprote. uropaBhs yap clue: 7a pev obv xupla Kal Th BévBpa obBEv jx’ EBEAEL BiBdoxew, of 8" év 79 datet évOpumor. ot pévrror 80- keis pot This épfis €&630v 7d dpuakov nupnkévar. Gomep yap of Ta TetwGvra Opeupara Oaddov F twa kapmdv mpoaetovres dyounw, ob enol Myous otra poretvuv ev BiBXlows Ty Te ‘ATTUXAY hairy TepLd- Eewv dmagay at Brot dv dAoge Bohn. viv 8 obv ev Ti Trapévt Bebp" ducduevos yO ev pot Boxid Ka- raxe(seotar, od 8 év droly oxrnaTt ole. Agora dvaricedbat, 708" Euevos dveriyHoore, od AL. “Axove 81) 2 Tlepi pav Tav endv npayndruv entoracat, Kai dg vonita cupdénetv fyiv Toorey yevouéver diciikoac GEG SE wh S14 ToOTO druxijoa Gv Séopat, br. ovk Epaariis Gy cou Tuyxdv. Os ekelvois ev Tote KeTa péder Gv dv eb roujouow, éneday tis émBupias Trasowyra.: Tals 8 ob €or. xpdvos év § werayvavar pomet. of yap tn’ dvdyans GAN’ exovres, bs dy dpiota mepi Ta olKketw PouketicawvTo. mpos Thy 86 vow Tiv abray eb moda. én 8 of yey épavTes oxorotaw & Te KaKiig 6.é8evT0 Tay airy Bi Tov Zpura kai & nenoujkacaw eb, Kal bv elxov névov pos ti@évres fryobvrat médat Thy dEiav éoBeBuxcévat xaplv Toig epauévois” Tos 8 [i épdiow offre viv TY cikeiwy dpéderay 61a TOOT ZoTw mpopacifeoBa, obre obs Tapeknawéras Mvous tmoRoyiCeoBat, obre Tas pds Tos MposTieavTas Biadopas aintdcacta.: dove -repippnjevav Toaotray kaKiin obBEv Omoheterat GN A rove mpodtwws dr dv abrois oluvrar mpdkavres 98 lugar; tanto que ni cruzas las fronteras de la ciudad ni, creo, sales fuera de Jos muros para nada, Socr.- Perdéname, excelente amigo. Me gusta aprender, y los campos y los drboles no quieren ense- fiarme nada, pero los hombres en las ciudades sf. Sin embargo, me parece que ti has encontrado el remedio para hacerme salir. Como a los animales hambrientos a Jos que se hace andar agitando delante de ellos una rama verde o algdn fruto, tii, poniéndome delante voltimenes con discursos, podrias llevarme, parece, alrededor de toda el Atica y por cualquier otro lugar que se te ocurra, Pero ya que hemos Ilegado aqui, creo que me voy a re- costar, y ti biiscate la posicién que te parezca més c6- moda para leer y, cuando te hayas acomodado, lee. Fedro.- Escucha entonces. «Estés al tanto de mi asunto, y ya oiste que, como ‘creo, nos conviene hacerlo. Y entiendo que no estar ena- morado de ti no es motivo para que mi pedido fracase. Porque los enamoradlos, cuando se les termina el deseo, se arrepienten de los beneficios que pudieron haber he- cho. Por el contrario, no es de esperar que los otros cam- bien de opinién en ningtin momento. Pues no actan bajo compulsiéa sino voluntariamente, considerando lo que conviene més a sus propios intereses para hacer sus ser- vieios de acuerdo a sus medios. Ademés, los amantes consideran los asuntos que administraron mal a causa del amor y los beneficios que hicieron, agregan el traba- jo que se tomaron, y piensan que ya han cumplido hace tiempo con la gratitud que debian a sus amados. Los no ‘amantes no puieden poner este pretexto para el descuido de sus asuntos, ni cargar en Ia cuenta las fatigas pasadas, ni hacerlos responsables de las disputas con los parien- tes; de modo que, quitados todos estos inconvenientes, no queda sino llevar a cabo de buena gana aquello con cuya realizacién crean que los complacerdn. Ademis, si hay que estimar en mucho a los amantes porque dicen tener el mayor afecto por los que aman, y estén dispues- tos a hacerse odiar por los dems con palabras y obras 99

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