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LA ILÓGICA IMPLÍCITA DE LA ESTRUCTURA EMOCIONAL COGNITIVA

AUTOR: Francisco Martínez Pintor

Mientras que el objetivo de la investigación cognitiva se centra en la


necesidad de descomponer la actividad mental en sus elementos o unidades
más simples (operaciones), así como convertir estímulos en respuestas, se
pierde un tiempo precioso por culpa de la engorrosa maquinaria del proceso de
información. Si consideramos también que estas unidades de conocimiento se
representan por círculos, a través de ideas, conceptos, etc. y que a su vez
están conectadas por medio de dos tipos de conexiones: permanentes o
semipermanentes y activas o temporales, ¿cómo podemos desligar el alcance
de una respuesta a un simple estímulo, respecto de la naturaleza implícita de
una inteligencia perspicaz?. Claro que quien considere la inteligencia en
términos de una única capacidad básica como algo inamovible y autónoma, no
necesita relacionar la materia pensante ni contrastar nada. Otra cosa sería que
procuremos una atención sostenida de libre interpretación sobre las variables
analíticas por un lado, y al mismo tiempo procesar el pensamiento lateral, lo
cual no significa invertir los cauces habituales de la representación, sino
desarrollar, no una estructura ni concatenación de datos elaborados en cadena;
se trataría en todo caso de percibir la aliteración de los múltiples aspectos
irreflexivos (fuente latente de diferencias) que tácitamente discurren al margen
del pensamiento lineal (fuente unitaria de diferencias individuales),
naturalmente sin tener que recurrir al acceso del almacén léxico de la memoria,
ya que también coexisten en la experiencia sensorial e inclusive en el espectro
racional.

Afirmar que el factor estructural denominado factor “general g” (Spearman)


es la única entidad de control definido como un nivel individual de energía
mental puede ser arriesgado. ¿Quién me dice a mí que en la motivación de la
inteligencia, los aspectos intrapersonales son generadores de una respuesta
absolutamente lógica?, entendida siempre como inteligencia natural, porque
una cosa es realizar tareas puntuales que realizan los seres inteligentes y otra
muy diferente es ser inteligente. Es más, ni que decir tiene, que mientras que el
núcleo básico en la investigación de la Inteligencia artificial es emular la forma
de razonar, cuando nos enfrentamos a un escenario de carácter simbólico, los
procesos de raciocinio que tienen lugar en el neocórtex van muchas veces a la
zaga o en contra de los impulsos de la amígdala. Para Gardner por ejemplo, los
indicadores de inteligencia, como el coeficiente intelectual no explican
plenamente la capacidad cognitiva, como tampoco se puede afirmar que la
motivación se infiera o pueda ser observada, ni cuándo comienza y termina una
emoción.

Durante la asimilación, la persona impone la estructura propia que tiene al


estímulo que está procesando y utiliza mentalmente la asimilación pero no la
acomodación, su mente tendrá una categoría estable para manejar la
información que posee (Piaget), lo que no es igualmente cierto para los
procesos cognitivos centrales, ya que estos mecanismos sí están supeditados
a las necesidades del sujeto; por el contrario, los procesos operan sin tomar en
consideración los intereses inmediatos del individuo. Jensen define la
inteligencia en función de un factor general, porque demuestra ser la fuerza
más importante de diferencias individuales en todas las actividades cognitivas
que implican cierto grado de complejidad, lejos ya de la unicidad homogénea
de Plotino, que supone también una primacía de esta idea sobre las ideas de
“nous” y de “ser”, y que son las que precisamente abrirán las puertas a la
multiplicidad. Respecto a la naturaleza de la inteligencia, sigue estando
presente el problema de la unidad frente a la multiplicidad, si dicha unidad
radica en su materialidad, en que todos los objetos y fenómenos existentes
constituyen distintos tipos o propiedades de la materia en movimiento.

El hombre se hace cargo y configura su propia realidad, participa en la


construcción de su realidad, es por ello que Xavier Zubiri dice que la realidad
del hombre es "formal" y "reduplicativamente suya". Incluso denomina
personeidad al carácter estructural de la persona para diferenciarlo de la
personalidad, que en cambio se configura como resultado de los actos. Al
ejecutar sus actos, la persona se reafirma por tanto en su autopertenencia y
reactualiza el momento de subsistencia. El hombre es una consecución de sí
mismo, en el sentido de que se consigue una figura (vivir en secuencia) que
está "sobre sí", en el sentido de que está sobre sus actos en tanto tiene que
realizarse en una figura determinada. Esta condición de la suprastancia, es
decir, de la anterioridad en tanto ejecutora de actos respecto del contenido de
estos, pero sin llegar a ser dueño de sus actos. En la naturaleza se da una
multiplicidad infinita de niveles cualitativamente distintos, que al no ser realidad
más que en cuanto unidad, queda demostrado que la razón tiene que ver con
el hecho de que el universo es una estructura a la que conviene adaptarse. Sin
embargo Gregor Nickel señaló que la mente humana poseería un conjunto de
reglas y formas de funcionar que le serían propias “a priori”, en el sentido de
que no dependerían de la experiencia. No habrían surgido de un proceso
natural evolutivo dependiente de la experiencia, pero si es cierto que la
experiencia de las estructuras naturales inmediatas fundaría la apertura de la
mente humana hacia un horizonte de la creatividad, la imaginación y la libertad,
en la búsqueda de nuevas formas y estructuras. Walach por ejemplo, mostró
cómo el ser humano está abierto a una experiencia dual, pero complementaria,
de la realidad. Si Platón le dio al cerebro un lugar central en el cosmos, pero en
miniatura, Aristóteles en cambio lo menosprecia en relación al ama, situando al
ser humano en el ápice del mundo natural, con un alma equipada con
facultades que incluían la razón y la voluntad (mente), pero siempre menos
importante que la dimensión emocional del corazón. Este órgano cerebral como
sistema de enfriamiento, palabras del filósofo griego y sus estados del ama, sin
embargo no ha cejado en su empeño por demostrarle a Tomás de Aquino entre
otras cosas, que hay más de un órgano físico que podría producir la auto-
consciencia y por tanto, el pensamiento. Si hoy sabemos que una célula puede
secretar, no uno sino varios neurotransmisores, los transmisores pueden
interactuar entre ellas formando mosaicos de receptores heteroméricos, lo que
sin duda permite entender que las combinaciones racionales son prácticamente
infinitas, pero en un sentido y en el otro, lo que posibilitaría científicamente el
considerar una realidad dual y la coexistencia de la materia con otro tipo de
materia o dimensión.
Recordemos que ante todo el sujeto es «bio-psico-social» y es Sapiens y
Demens (Morin, 1999), reducido a su aspecto técnico de homo faber, donde el
auténtico hombre se halla en la dialéctica sapiens-demens. La filosofía de este
"realismo complejo", está fundamentada en la idea de que no hay una relación
necesaria ni inmediata entre lo que los hombres se proponen y el resultado, a
menudo insospechado, de sus actos, pues ve el mundo desde un "principio de
incertidumbre" según el cual, las últimas consecuencias de un acto dado no
son previsibles. El problema lo representa en cualquier caso el modo de
organización de nuestro saber en un sistema de ideas, teorías e ideologías,
porque las cosas no son objetos cerrados, sino entidades ligadas
inseparablemente a su entorno y que sólo podemos conocer de verdad si las
insertamos en su contexto. Parece que lo que "vemos demasiado claro" es a
menudo lo que nos dificulta mirar de una manera adecuada. La distorsión de lo
que sabemos en general, crea "zonas de sombra" que nos hacen insensibles a
lo inesperado, de tal forma que hay que preocuparse por desarrollar un
pensamiento de la complejidad, lo suficientemente reversible para percibir la
diferencia sin remitirnos a la comparación. En el caso que no haya nada simple,
sólo habría lo simplificado según Gaston Bachelard, que es como decir que
todo obedece a la ilógica de la lógica. El pensamiento que atañe a la
complejidad no es una apología del desorden, ni de lo excluido, solo pone en
cuestión las ideas de orden, de desorden y de organización, ya que el
desorden es también un momento de la organización, al igual que una nueva
convivencialidad, como decía Ivan Illich, con un mayor sentido de inclusión de
todos y para todos, con una mayor veneración en definitiva por la naturaleza.
Imaginemos la información sesgada, no desviada, llevaría a una distorsión y a
juicios inexactos, pero no sería del todo una interpretación ilógica, ya que las
atribuciones particulares pueden llegar a constituir un elemento disociado de la
verdadera naturaleza de la misma cosa. Yo devengo naturaleza en tanto en
cuanto decido su estructura. Algo que me exonera parcial y heurísticamente de
toda lógica. Podríamos incluso catalogar a la lógica de probabilidad formal o
atajos prejuiciados en nombre de la necesidad académica o institucionalizada.
Ya decía Elia Roca, que ser humano equivale a tener problemas emocionales,
y es que la lógica se quiera o no, hasta ahora ha destacado más por su
catadura emocional que intelectual, véase si no cuando vemos algo que nos
parece excitante, la primera área del cerebro que se acciona es la amígdala, el
estriado ventral, liberando dopamina, y el último recorrido que hace es la
corteza frontal medial, o sea que el deseo no se lo puede controlar en muchas
ocasiones, entonces somos más inconscientes que conscientes, como bien
argumenta el profesor Ledoux. El caso es que a pesar de que mente y cuerpo
son resultado de la evolución, con frecuencia suponen un inconveniente, sobre
todo para enfrentar la mayoría de los desafíos cotidianos. Nos queda pues,
recurrir a la atención, obviar la memoria y dinamitar la comprensión del
lenguaje, primero para depurar los automatismos congénitos y las costumbres
intrascendentes, en segundo lugar, dinamizando el cerebro (neuroplasticidad)
tanto como sea posible, antes de que los potenciales sinápticos oscurezcan la
neurona intuitiva, ¡vamos! que una sola neurona puede integrar entre 10.000 y
15.000 conexiones, si lo hace en el sentido de programar las sensaciones de
manera desinhibida y con el fin de vivenciar la experiencia como aprendizaje
simultáneo y la dehabituación, ya sea a base de la transmisión glutamatérgica
durante la sensibilización prolongada, o mediante la activación repetida de la
unión neuromuscular, es decir, con la facilitación sináptica, que conduce a que
se libere más neurotransmisor con cada potencial de acción sucesivo,
aumentando progresivamente el potencial de membrana terminal postsináptico
y los niveles de calcio en la terminación presináptica. Una descarga de alta
frecuencia de potenciales de acción presinápticos (tétanos) puede conducir a
una elevación incluso más prolongada de los niveles de calcio presinápticos, lo
que produce otra forma de plasticidad sináptica denominada potenciación
postetánica (PPT).

Llegados a este punto es lícito el preguntarse hasta qué punto, la existencia


es pura química y si la materia tan solo es un eufemismo de la misma, con lo
cual la aparente realidad sería esa piel superficial y adaptativa a un medio
ambiente degenerativo, pero ostentoso y contradictorio a veces. Ahora bien,
¿la plasticidad del cerebro es química?. El cerebro cambia como respuesta a la
estimulación ambiental, lo que significa que no está completamente
determinado desde el inicio, pero tampoco está determinado que la química lo
esté. La plasticidad implica periodicidad y sin embargo es integrada, resulta de
la conjugación entre posibilidades y límites biológicos, así como de
posibilidades y límites relacionados con la mencionada experiencia vital, ¡acaso
la química no es copartícipe con dicha experiencia!. La plasticidad y lo químico,
tienen una doble dimensión: por una parte, están condicionadas por naturaleza,
sin embargo no están en absoluto determinadas por la genética; habría que
considerar su esencialidad adaptativa y relacional, ya que ninguna estaría
aislada, ni necesariamente destacada. Ambas sostienen aspectos universales
que bien podrían ser objeto de atención en este mundillo globalizado, por lo
pronto serían material ineludible como refuerzo sináptico, aunque si es evidente
que mientras que las posibilidades y límites que implica la plasticidad neuronal
no son más que el reflejo de las restricciones, condiciones o límites a los que
están sujetas la naturaleza y existencia humana, químicamente no se pueden
establecer esos límites ni su autonomía. De todas formas, no importa tanto la
fuente, el sentido o la manera de estar en el mundo, si partimos de la condición
neurogenésica de nuestras células, lo interesante es saber qué hacer con ellas,
si aceptamos de manera inmanente la soberanía de una célula madre o
sobreexplotamos las posibilidades de nuevos recursos cognitivos a través de la
plasticidad del pensamiento. En ese sentido una experiencia de aprendizaje
intuitivo resultaría gratificante, por ejemplo, aprender utilizando juegos
interactivos es especialmente útil para potenciar la plasticidad cerebral., de
hecho, se ha demostrado que esta forma de aprendizaje incrementa la
actividad del córtex prefrontal (PFC). El entrenamiento cognitivo parece ideal
para la inducción de la plasticidad cerebral, sobre todo porque necesita
remodelar las conexiones de las neuronas, o sea, poner a punto el motor
cognitivo y predisponernos a la praxis previsible o improvisada. Cuando
utilizamos la inteligencia cristalizada incurrimos ilógicamente en recurrir al
abuso de una memoria condicionada de por sí y sin nada que aportar,
prácticamente. Por eso sería lógico usar la inteligencia fluida y el pensamiento
simultáneo, para resolver mejor los problemas y sobre todo, adquirir destrezas
y habilidades cada vez más complejas y con relativa claridad. Cada vez que el
cerebro aprende algo nuevo se modifican las fuerzas de las conexiones entre
las células y de alguna manera, se organiza según las necesidades, siendo
muy maleable, de manera que las diferentes partes del mismo se ayudan en
las funciones que deben realizar. Nuestro cerebro es moldeable, tiene una gran
capacidad para adaptarse en función de nuestro entorno y experiencia, se
continúa desarrollando durante toda la vida y en realidad es más importante el
número de conexiones entre neuronas o sinapsis que concretamente el número
de neuronas en sí.

Cada individuo posee, por naturaleza, su propio límite y su propio margen de


calidad de vida posible» (García Carrasco, 2007), así como vemos que cada
neurona tiene un código de actividad vinculado a su eliminación o refinamiento
durante el proceso de desarrollo cerebral. La inercia que se produce en el
adiestramiento cognitivo-emocional implica prepararse mejor para manejarse
correctamente a niveles emocionales altos, si llevamos a cabo las conductas ya
aprendidas por motivaciones sociales como el afecto, la facilitación social o la
consecución de metas sociales, y no por motivaciones puramente individuales,
estimulamos el condicionamiento asociativo u operante. Pero no se trata de
buscar el estado emocional correcto para la integración social de las acciones
ya entrenadas, pues el cambio de etapa puede afectar al estado emocional
construido previamente. La cosa no siempre es tan objetiva, desde la
psicología, Kihlstrom por ejemplo usó el término “inconsciente cognitivo” para
referirse a los procesos ocultos, considerando que mucho de lo que realiza la
mente sigue existiendo fuera de la consciencia, aunque esto no respondería a
si las emociones estuvieran tan separadas de la cognición como se afirmaba.
Los representantes del New Look demostraron mediante experimentos que los
sujetos producían respuestas del sistema nervioso autónomo ante los
estímulos de índole emocional sin tener conocimiento consciente de ellos, no
es extraño que se crea que existen dos mecanismos de memoria y de
naturaleza contradictoria, uno que interviene en la formación de recuerdos de
experiencias que pueden ser evocados conscientemente (explícito declarativo
“recuerdo de una emoción”), y otro que actúa fuera de la consciencia y controla
la conducta sin el conocimiento explícito del aprendizaje pasado (recuerdo
implícito “memoria emocional”). Es curioso, los absolutos no existen en este
universo y sin embargo pensamos en categorías extremas, incluso se repiten
los mismos hechos infinidad de veces y los actores no se quieren comparar con
las máquinas. Esta falta de sentido es propio de un ser que se cree dueño de
un planeta que de por sí, eventualmente se autofragela por causas ilógicas y
antinaturales.
A medida que ha crecido, el sujeto de la psicología cognitiva se ha hecho
menos lógico, más difícil de formalizar; quizá, más impredecible y divertido
también» (Riviére, 1987). Pero decidimos arbitrariamente que un hecho es
culpa nuestra aun cuando no seamos responsable de él, seguramente en
circunstancias de relativa frivolidad, y en cambio se puede ostentar auténtica
necedad sobre el prójimo, ya sea en ocasiones éticas, quizás porque nos
recuerda demasiado a nosotros y no queremos percibirnos. Acaso la vida solo
puede concebirse dentro de una relación, aunque genere dolor e insatisfacción,
dado que no puede colmar las necesidades emocionales irresueltas o produce
sentimientos de inseguridad, de tal manera que las personas con dependencia
emocional poseen un perfil distintivo por el cual interpretan los hechos de
manera diferente, orientados a cubrir sus necesidades emocionales
insatisfechas (Castelló, 2005; Lemos & Londoño, 2006). La distorsión del
pensamiento, nos ayuda también a alejarnos de la realidad cuando ésta se
vuelve insoportable, pero el cerebro no está dispuesto a aceptar el caos, tanto
que nuestro cerebro está tan entrenado para dar significado a lo que percibe
que no puede aceptar las percepciones sin orden ni sentido y que si lo que ve o
siente no lo tiene, nuestro cerebro lo crea. Como el hombre es más racional
que irracional, el desequilibrio emotivo psicológico se produce por la manera de
pensar irracional e ilógicamente, a pesar de todo, está predispuesto al
pensamiento irracional.

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