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El presente informe tiene como objeto analizar, en base a los contenidos aprendidos en
la Cátedra de Ética del Trabajo Social, un dilema ético. Al mismo tiempo, se requiere la
presentación de alternativas de solución al conflicto expuesto que permitan reconocer
una integración teórica practica de los contenidos por parte de la estudiante.
La situación indicada por el entrevistado guarda relación no con un caso específico, sino
que un conflicto en cuanto a la institución en donde se desempeñaba. La institución es
un hogar de residencia para menores de edad que por situaciones graves de
vulneración de derechos han tenido que ser alejados de su núcleo familiar de forma
transitoria o permanente.
En este sentido, el análisis que se efectúa a continuación, esta dado por un marco legal
particular que regula las intervenciones del Estado con la familia cuando existen
menores de edad en situaciones de vulneración, como también, el sustento jurídico y
ético en el que se fundamenta el compromiso del Estado con la protección de niños,
niñas y adolescentes.
1) Descripción del dilema ético
La maduración y organización del cerebro y del sistema nervioso que se da en los primeros
años de vida, se encuentra directamente relacionado con las experiencias interpersonales que
vivenciamos. Los cuidados, estímulos, y afectos que recibimos de nuestros cuidadores nos
configuran a nivel biológico, psicológico y social.
En este mismo sentido, el desarrollo de competencias parentales, definidos como “una forma
semántica de referirse a las capacidades prácticas de los padres y madres para cuidar,
proteger y educar a sus hijos e hijas, y asegurarles un desarrollo sano” (Barudy & Dantagnan,
2005). puede verse afectado por contextos en los cuales las condiciones educativas, sanitarias,
materiales no son las adecuadas.
Según datos de la encuesta CASEN 2015, el 23% de las personas entre 0 a 17 años viven en
situaciones de pobreza multidimensional (Social, 2015). Los contextos de vulnerabilidad social
presentan diversas problemáticas que pueden arriesgar en gran medida el desarrollo
biopsicosocial óptimo de una persona, y, sobre todo, de la infancia.
La necesidad de hacer la infancia un proceso vital que requiere especial protección impulsó la
creación de la Convención de Derechos del Niño (CDN), un tratado internacional emanado por
la ONU el 20 de noviembre de 1989, que reconoce los derechos humanos de los niños y niñas,
estableciendo institucionalmente la voluntad de los Estados adscritos de otorgar vigencia y
operatividad a estos. El documento releva a partir del concepto “interés superior del niño” la
preocupación por la protección y el cuidado, distinguiendo las que son sus obligaciones
específicas y el detalle de los derechos que atañen a la acción pública.
Este tratado fue ratificado por Chile en 1990 y las obligaciones que de ahí emanan son
asumidas por el Estado a través del Servicio Nacional de Menores, cuyo sustento jurídico y
ético se encuentra en la CDN.
Para cumplir esta función, la institución cuenta dos tipos de residenciales, unas de
administración directa del Sename (CREAD) y otras administradas por Organismos
Colaboradores mediante subvención económica y supervisión del Servicio Nacional. Esto se
encuentra regido por el Decreto Ley 2465 que especifica y reglamenta la oferta del servicio en
las modalidades de intervención, cuya implementación compete a los organismos
colaboradores de la red privada. A ellos se transfieren, a través de procesos de licitación
pública, recursos para el financiamiento de los programas (DL 2465, 1979).
La Ley de Menores y sus actualizaciones otorgan el marco para la acción del servicio en
materia de protección. El detalle de las disposiciones se encuentra en el texto de la Ley 16.618,
en lo referido a las causales de protección que conciernen a la conducta de padres y adultos
responsables y en lo referido a las instancias de protección.
La Ley de Tribunales de Familia, N° 19.968, del 30 de agosto del 2004, nace con el espíritu de
crear una judicatura especializada para la materia de Familia, en función de la celeridad de los
procesos y el interés superior de los NNA. La ley define las competencias de los tribunales, la
relación de su quehacer en este ámbito, e instruye respecto de las implicancias judiciales de las
medidas de protección de los derechos para los niños, niñas y adolescentes. (Ley N° 19.968,
2004)
Con todo, el resguardo del bienestar de los menores de edad que se encuentran
institucionalizados, se rige por la ley 20.032, artículo 17: “Los Tribunales de Menores podrán
prohibir, mediante resolución fundada, la continuación de las acciones de asistencia o
protección de menores, realizadas por personas naturales o por entidades públicas o privadas,
con o sin personalidad jurídica, cuando existan indicios graves de que la forma en que las
desarrollan puede poner en peligro material o moral a esos menores.
Se faculta al Juez de Menores para actuar de oficio y se concede acción pública para denunciar
ante ellos la existencia de hechos que pudieren justificar la prohibición a que se refiere el inciso
anterior.” (Ley N° 20.032, 2005)
El ejercicio profesional del Trabajo Social se relaciona constantemente con la ética y la moral.
La naturaleza de la profesión se encuentra íntimamente ligada con la intervención en el área de
lo social, donde se trabaja con la complejidad de las acciones humanas.
Por esta razón, se hace imprescindible que dentro de la formación se encuentre incluida la
entrega de bases filosóficas relacionadas a los temas éticos y morales.
Para pronunciarnos acerca de si un acto es bueno o malo, recurrimos a los juicios morales,
aquellos en los que valoramos un hecho determinado. Nuestra capacidad para emitir juicios
morales es posible por el desarrollo de nuestro sentido moral, este se refiere al conjunto de
esquemas, pautas de conducta, normas y reglas que hemos adquirido a través de nuestra
educación, familia, medio ambiente y que mantenemos al momento de emitir un juicio moral.
La gran cantidad de información respecto al mundo que recibimos desde los núcleos sociales
de los que nos rodeamos van desarrollando nuestra moral. Frente a la transmisión de normas,
tradiciones, valores que nos entregan, las personas pueden tomar distintas actitudes;
aceptarlas, ser indiferente a ellas o rechazarlas.
Nuestro sentido moral, y por ende, nuestra escala valórica, están en constante cambio, estas
se transforman en función de nuestra propia madurez y de las experiencias que vivimos a lo
largo de nuestra vida, es por esto que los juicios morales no son definitivos ni inmutables, más
bien se caracterizan por ser provisionales y transitorios.
En este sentido, uno de los aportes más significativos que buscan explicar cómo las personas
nos convertimos en agentes morales autónomos es la Teoría del desarrollo moral de Kohlberg.
Esta plantea tres niveles que se subdividen en seis etapas:
3) Nivel posconvencional: es el nivel más alto de desarrollo moral. En este nivel, la acción está
enfocada a satisfacer el cumplimiento de normas universales, autónomas y en términos de
imparcialidad que resguarden el bien común. Este nivel representaría la autonomía moral del
sujeto, es decir, su capacidad para tomar decisiones libres de cualquier coacción o control
externo.
Desde la psicología individual, las personas presentan dos maneras de percibir y actuar ante
elecciones morales: la perspectiva individual y la relacional. Estas a su vez se relación con
tradiciones éticas:
Ética de la justicia: esta perspectiva se identifica con la idea del yo autónomo, esto significa una
concepción del ser humano anterior a las relaciones sociales. Se fundamenta en el respeto de
los derechos formales e individuales de los demás, en donde es fundamental mantener una
postura de imparcialidad en la que se considera a los otros como un otro genérico,
prescindiendo de las particularidades de este y su contexto. Esto se logra a través de
establecer principios morales abstractos que funcionan como reglas mínimas de convivencia en
sociedad; la responsabilidad por otros se entiende como una limitación de la acción.
Ética del cuidado: esta perspectiva parte de la base de un yo relacional, es decir, los seres
humanos “somos” a partir de que existen “otros”. Por esto, se fundamenta en la responsabilidad
por los demás y de intervenir cuando alguien es necesitado de ayuda, la acción por omisión, o
no actuar cuando habría que hacerlo, también es considerado un problema. Los juicios desde
esta perspectiva son más contextuales, toman en cuenta los puntos de vistas particulares de
los otros.
En base a lo aprendido en la cátedra de Ética del trabajo social, existen diversos modelos de
resolución de dilemas éticos, que brindan un marco de referencia para los profesionales que
enfrentan este tipo de situaciones que no son poco frecuentes debido a la naturaleza de
nuestra profesión.
El modelo aprendido en clases plantea un exhaustivo análisis del dilema ético desde tres
dimensiones; el bien individual, el bien común y el bien profesional. A continuación, se
describirán brevemente cada una de estas aristas.
Bien individual: se refiere a los valores, situaciones, acontecimientos y efectos de las acciones
humanas que reportan beneficio directo de la persona que está involucrada en el dilema ético.
Esta persona involucrada puede ser tanto el trabajador social en un dilema institucional o
laboral, o bien, un usuario particular en el contexto de la intervención profesional.
El estado resguarda el bienestar de la infancia a través de sus organismos como SENAME, que
interviene en contextos familiares de posible negligencia o maltrato velando por el interés
superior del niño, niña o adolescente.
Las condiciones deficientes de cuidado que presentan no pocas de las residenciales que se
proponen otorgar protección a niños gravemente vulnerados en el ejercicio de sus derechos
tienen sus causas en diversos factores; la falta de recursos financieros o la mala distribución y
administración de estos, profesionales y técnicos no adecuados para el cargo, las lógicas
neoliberales de la licitación y externalización de los servicios, fiscalización deficiente, entre
otros.
La solución a estos dilemas éticos siempre debe ir en función del bien común, es decir, que
beneficie a las personas que rodean al sujeto involucrado, en este caso, los usuarios del hogar,
quienes son los mayores afectados por los hechos anteriormente relatados, puesto que ponen
en riesgo su salud física, psíquica y en general, los procesos de restitución de derechos
vulnerados se ven afectados por nuevas situaciones de violencia o negligencia.
Además, los funcionarios públicos tienen la obligación legal (y ética) de denunciar, en caso de
que los hechos hayan sido constitutivos de delito, Esta obligación emana de lo dispuesto en la
letra k) del artículo 61º del Estatuto Administrativo, y de la letra b) del artículo 175º del Código
Procesal Penal. Esta obligación emana de lo dispuesto en la letra k) del artículo 61º del
Estatuto Administrativo, y de la letra b) del artículo 175º del Código Procesal Penal.
Tanto la bibliografía como los contenidos revisados en la cátedra han brindado una base
teórica que permite comprender e identificar de manera más adecuada ciertos procesos a los
que se enfrentan los usuarios con los que trabajamos. El conocimiento teórico de la ética
facilita el diagnóstico y la comprensión de decisiones que toman los usuarios basadas en su
desarrollo moral.
La realización del presente informe permite la integración de los contenidos teóricos tanto de la
ética como de las ciencias sociales, generando una base sólida de fundamentación para la
solución de cualquier dilema ético.
La alternativa seleccionada para la resolución del dilema ético es la “a”, que se refiere a la
realización de una denuncia directa y formal en donde se indiquen las situaciones irregulares al
interior de la institución. Esta propuesta satisface los imperativos legales y éticos de un
profesional al tomar conocimiento de una situación de vulneración de derechos hacia niños,
niñas y adolescentes.
Se selecciona esta alternativa y no la otra puesto que el sujeto relata que “jefatura” estaba en
conocimiento de aquellas condiciones, pero que aparentemente la cercanía con la corporación
privada que administraba el hogar impedía de alguna manera que actuaran al respecto. Por
ende, existe un sentimiento de impunidad, injusticia y resignación por parte del entrevistado,
que lo lleva finalmente a desvincularse de la institución. No obstante, se mantiene la postura de
que la denuncia es un imperativo frente a este tipo de situaciones.
Bibliografía
Barudy, J., & Dantagnan, M. (2005). Los buenos tratos a la infancia Parentalidad,
apego y resiliencia.
https://www.bcn.cl/leyfacil/recurso/violencia-intrafamiliar
www.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/observatorio/casen/
2004