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| REVISTA DE CULTURA J] ANOX NEO 2 PS AIL ANARRACION CINEMATOGRAFICA fe ay THOMPSON Y ANDERSON 6 Fy POLEWICA EN EL MARXISMO INGLES SINTESIS: NABOKOV, LOLITA Y LA POESIA: 11 paginas de- dicadas al autor de “Lolita” y su costado postico. NEOBARROCO EN LA ARGENTINA: cExiste un barroco modemo? iSe deja definir con el trabalen- quss de Severo Sarduy: “kitsch-comp-gay’”? NUEVA POESIA USA: “Autorretrato en un espejo convexo”, poema fundante del postmodernismo. AMO POETICO 87: Lo que viene. Y TODOS LOS CONCURSOS Consejo de direccion: Carlos Altamirano Aricé José M Sramuglio Juan Carlos Portantiero Hilda Sabato Beatriz Sarlo Hugo Vezzetti Suscripcién en el exterior: Espafia: 3000 pesetas. Otros parses: USS 20. (Cheques en pesetas 0 délares 2 la orden de Daniel Semoilovich.) PUNTO enel interior: Rio Cuarto! Libreria Lema, Sobremonte 617 General Roca: Qimhue Libros, Av. Roca 1594. Mar del Plata: Don Quijote Libros, Rivadavia 2409. Erasmo Libreria, San Martin 3303. ‘Cordoba: Libreria Rayuela, Colon 678 Catamarca: Libreria Rail Achival, Repiilica $16 San Luis: Libreria Mediterraneo, Pringles 1018. Tucumédn: Libreria Informacion Inoperante, Rivadavia 692, Rosario: Libreris Libro- Libre, Cérdoba 1773 Diagramacién: Carlos Tirabassi En la Argentina: un aio: A 2 En el exterior: seis nimeros por correo dereo: uSs 2S. 2 Ana Fokel Los ditujos que dlustran este nimero pertenec Punto de Vistz ecibe toda su comespondencia, cheques y gts anombre de Beatriz Serlo. Casilla de Correo 39, Sucural 49 (8), Buenos Aires, Argentina. Teléfono: 47-5082, Punta de Viste es improm on Talleror Grificos Litodar, Viel 1444, Buenos Altes, Hecho el depSsito que marca b Icy. Re ‘Bstz0 de la Propiedad Intelectual en trimite en el uruguay: ‘ Histribuidora A la Vista S.A., Parand 750, Montevideo. LOS GRAMSCIANOS ARGENTINOS No creo poder oftecer aqui un trazado satisfactorio ~todo lo provisional que se quiera, pero con las determ naciones suficientes para contomnear elfenomeno~ de lo que Tentativamente llamase a "geografia” de Gramsci en América Latina, Las razones de esta imposibilidad son de distinto or- den y todas ells plavsibles, Enunciaré algunas, no para de- rmandat de ustedes indulgencia, sino como 1un modo indiree- to de desbrozar ¢] camino que nos facilite construir el obje- 1 de nuestra indagacion. Indagacion que, a no dudar, e tuna de las preocupaciones del seminario que hoy nos convo- a Asi presentada, mi comunicacion deberia haber sido, en realidad, un resultado antes que una introduccién. Admiti- fmosla, por fo tanto, inicamente como una primera proxi mnacion y ;por qué no? el inicio de una bisqueda que sos pechamos de profundas implicaciones politicas ademas de teorieas. Una dificultad inicial est vinculads a la magnitud det propio fendmeno. El conocimiento de las obras de Gramsci Es de temprana data en el subcontinente y a traduccion y difusion en idioma espanol de sus excritos de la eircel ad Quirid dimensiones tales que seria dificil encontrar en otras Greas idiomaticas —excepto, claro esti, 1a de origen algo eauiparable. Basta consultar el repertorio bibliogrifico re Gactado por Flea Fubini en oportunidad del coloquio de Cagliari (1967) para advertir que fue precisammente en Amé fica Latina donde los Cuadernos de le cdrcel aparecieton por primera vez traducidos ya no slo al espail. sino po- fos afios después al portugues, €s posible pensar que la si tuacibn pudo haberse modificado luego de exa fecha, pero si zmi informacion es correcta slo dos editoriales. y una de lias latinoamericana (Ediciones Fra, de México) encarsron {a publicacion de una edicion critica de los Cuademos... Y rho creo cometer Una Injusticia 8 privilegio la significacion politico-cultural del proyecto mexicano respecto del fran- Bea, pussto que vso en el primero una expresion mas del fendmeno de difusion que estoy analizando, y el segundo ex cambio posiblemente se deba a razones menos puntua- Tes. Solo ast podria explicarse ese encuentro, hoy {an po- 0 usual, entre un investigador empefado en nadac contra fa vortiente y un editor capaz de privilegiar una obra de cuttura aun a riesgo de una desafortunada inversion. Si estuviéramos en condiciones de preseniar aqui un re- pertorio Iatinoamericano semejante al realizado por Bisa Fubini, nos sorprenderia advertir que no hay pricticamen- te pais alguno de América donde no = hayan pablicalo textos de Gramsci o comentarios sobre su obra. Y en ics de ellos, Argentina, México y Brasil. las ediciones son o fue on numerosas,reiteradas y de gran eirculacion. El pensador comunista italiano se ha introducido en la cultura latino- fmericana hasta un grado tal que muchas de aus eategorias ‘analiticas integran el discurso tedrico de los cientisias soc les, de los historiadores, criticose intelectuales en general. ¥ hasta penetraron, cai sierapre de manera abusiva, el lengia- je comin de las agregaciones politicas de izquierda o demo- riticas, ;Quien podria razonar sobre los grandes 0 peque- fos probiemss de nuestros paises sin apelar a palabras tales como begemonia, Bloque histonco, intelectuales orginicos, crisis ominica y revolucion pasiva, guctra de posicion o de movimiento, sociedad civil y sociedad politica, estado am- fliado, parlamentarismo negro, transformismo?... No es Que pretends con este senalamiento sostener Ta peregrina {ea de que exista entre nosotros una apropiacioa cabal ¥ critica del pensamiento de Gramsci, ¥ ni siquiers que exista ' Primera parte de 1s comunicacién presentada en ef Semunatio In- temnacional sobre "Lae transformaciones politicas de America Lati- fi ta presencia de Gramact en la caltura latinoamericans™. orgn ‘do por ol Instituto Gramsci en Ferrara, Italia, os dias 11. 12 y 13 de setiembre de 1985. Por razones dé espacio suprimimos las notae que acompafan este trabajo, pues aun cuando precinan he- ‘hos y aclaran citas, 8 exclusion no impide una comprension det 2/Punto de Visto tun conocimiento aceptable de sus hipétesis fundamentals, Pero es ianegable que la exirema proliferacion del vocabuls- rio gramsciano indica un fenémeno cultural que rebasa elm bito siempre restringido del mundo académico para involw- crar al més amplio de la politica y de sus lengvajes, Se puede comprender asi por qué tomase dificil trazar un mapa si tisfactorio de lar areas de difusidn del gramscismo sin dis poner de aquellos trabajos previos destinados a recoger y Didenar informaciones que, como las terminologicas, 500 fundamentales para este tipo de estudios. ‘Una segunda dificultad se desprende del origen politico, antes que académico, de tal difusion. Podria afirmar, sin temor de equivocarme al respecto, que la primera tentati- Ya en cierto modo “orginica” de incocporacion det pem mniento de Gramsci a la cultura politica de la izquierda sur- 26 en el interior del partido comunista argentino, Form parte de una propuests, runca claramente explicitada, de Fenovaciin ideolbgica y cultural que eacontrd en Agosti su ins inteligente y consciente impulsor. Pensador y ensay's ta de prestigio entre la intelectualidad tradicional argenti- nna, miembro conspicuo del grupo dirigente del comunismo, Hctor P. Agosti fue de hecho en los abos cincuents el pun- to de agregacion de un movimiento intelectual tendenciat- mente pramsciano. Las vicisitudes de la formacion y expan sion de este movimiento: sus coaflictivas relaciones con di- fecciones partidarias que bloqueaban por temor toda cir cculacion de ‘eas: su marginaci6n del mas minimo poder de decision aun sobre asintos referidos al propio campo de trabajo; su enfrentamiento y ruptura con el partido en los aos 60; las nuevas publicaciones y empresas culturales y politieas que contribuyo 4 generar: su fragmentacion y die Persion ulterior: en fin, toda esta complejatrama de un de- bate ideal y politice que condujo a la ruptura de una vineu- lacin historiea entre intelectuales radicalizados y partido comunista fue el terreno fértil en el que se implanto el co- ocimiento de Gramaci en Ia Argentina y en el que 12s tu ‘minaciones del pensador italiano contribuyeron a darle un perfil propio. EI Gramsci de los comunistas argentines 2. Para una primera aproximacin al problema podsiamos trazar una coordenada de la difusibn de Gramsci en Améri- 2 introduciendo dex fechas limites: desde la publicacion de las Cartas de la circel en Buenos Aires hasta el Seminario de Morelia sobre “Hegemonia y alternativas politicas en ‘América Latina” (Mexico, 1980), Poco antes, en setiem re de 1978, la Universidad Nacional Autonoma de México 2c3- baba de’ realizar un coloquio dedicado exclusivamente x Gramsci con la participacion de Christine BuctGlucksmann, Maria Antonieta Macchioechi, Giuseppe Vacca y Juan Car- los Portantiero. Pienso que ambas fechas son emblematicas porque ilustian el itinerario del pensamiento de Gramsci Reivindicado como propio por un sector de los comunistas argentinos, al cabo de treinta aitos se convierte en punto de referencia de cientistas sociales y de dirigentes politicos de izquierda que, reunidos en Morelia, acuerdan sobre la actua- idad y pertinencia de las categorias estratégicas gramsvianas para el analisis de las condiciones de cambio de las socied des americanas. No debe sorprender, en consecuencia, que colocado en ese plano de excepeién el pensamiento de Gramsci fuera por todos admitido como el instrumento pri- vilegiado para experimentar “una forma de trabajar en I teoria que sontribuyera a suturar Iz brecha abierta entre anilisis de la realidad y propuestas tedricas y politicas de ansformacisn™, Pero ;cuil fue, en realidad, el Gramsci de fos comunistas argentinos? Apenis la pregunta se planter no puede me- os que admitirse que se funda en un equivoco. Porque en sentido estricto nunca hubo una incorporacion de magnitud | tal que justficara plenamente la pregunta. La aceptaciin de su figura sélo se dio a expensas del virtual desconocimiento de la especificidad de su obra. Como comunista era conside- ado un marxista-leninista mas y la naturaleza singular de su {abajo te6rico, el modo particular en que asimil6 y reconsti- tuy6 el pensamiento de Marx, pero también el de Lenin, runca fue motivo de reflexidn en un onganismo que, coms el argentino, se caracterizd siempre por au enclaustramien- to en un doctrinarismo sin fisuras. En el momento en que hhubo un timido intento de emprender esta tarea de recono- simiento, la respuesta fue i clausura administrativa del de- bate y la sancion a les protagonisias. De ahi que con mayor Propiedad deberia sedalarse que la labor iniial de hacer co- nover a Gramsci fue, en realidad, una actividad ajena a la tradicién y 2 la cultura de lox comunistas argeatinos y solo ‘gomprometio a un sector muy limitado de sus intelectuales ‘Sin embargo, y aun dentro de esos limites, una experiencia semejante no hubiera podido producirse sin el estimulo ¥ respaldo de una personalidad como la de Agosti, Fue Agosti quien dirigié la publicacion de los Cuadernos dde la carcel pot la Editorial Lautaro y comprometiO a algu. nos de nosotros en la tarea de traducitlos, anotarlos o proto. 2arlos. Para todos nosotros fue, a este respecto, un precute 01. Hoy, al cabo de los aos, y una ver aquietadas lat pasio nes de wna ruptura que ae cridencid irreparable, no podtia mos desconocer la deuda intelectual que con él contrajimos. En fos ctiticos afos cincuenta pudimos acceder temprana mente a Gramsci -diria que en el momento mismo en que ‘os enteramos de si existencia porque Agosti Jesbrozd el terreno. Desde el inicio nos introdujo a una lectura de los cuaternos que en él fue siempre una “traduccion”, es decir, luna manera de vertiren un lenguaje nacional aquellos ins trumentos de interpretacion historico-politicos que se pre- sumian aptos para iluminar aspectos de nuestro pasado a tos que una crisis profunda hacia emerger. Su Echeverria constituye acaso el ejemplo mis acabado ~y visto desde e1 Presente. el mis emblematico- de una forma de proceder con fos textos gramscianos. Sus aciertos y sus errors tie- Ren en mi opinion la virtud de ilustrarnos acerca de cuiles fueron en sustancia los obsticulos que esta “traduccion” ‘nunca pudo superar. A travis de su labor como director de Cuadernos de eul- ‘ura —publicacion dedicada a los temas tedricos y coltura- les-, en su condicién de consejero de algunas editoriales de lzquierda vinculadas a la omganizacion partidaria, 0 como animador de une de las més interesantes experiencias perio. isticas enearada por los comunistas en una breve estacion de vigencia del estado de derecho en el pais (el semana. rio Nucxire palebra publicado en rotograbado entre los ahos 1958 y 1960), Agosti abri6 una ventana a la cultura marxista italiana. Es evidente que esta tarea de difusion acompaiié la notable “apertura” al mundo cultural italiano que en los afox cincuenta se produjo en el pais, al calor de Ja singular experiencia politica de la peninsula y de la viva. idad sorprendente de si literatura y de su cinematogra- fia. De todos modos, si analizamos en particular el caso Para nosotros emblemitico de Cuedemot de culture, po. demos recortar con bastante aproximacion el periodo de ‘81 mayor interés por Ia experiencia det marxismo italiano, ue son justamente los afios que van de la declinacién del Beronismo a la ruptura con lor intelectasles. gramacianos a mediados de los sesenta. Si bien nunca hubo una marcada disposicion a incluir exctitos del propio Gramsci, el sentido dde sus elaboraciones aparecia no obstante en materiales co- ‘nexos que lo presentaban, ademas, como la figura central, - ba en ambas obras elementos de valor como la afirmacion de que “la crisis de Ja cultura argentina es una crisis estricta del liberalismo argentino”, pero no dejaba de expresar el fastidio que le provocaba el hecho de que al utilizar catego- fas y términos “nacidos en cl pais y al calor de la lucha ne ional”, Agosti se sirviera necedad, pero de algin modo evidenciaba la escasa cons- deracion que despertaba por es0s afios el pensamiento de Gramsci, Una década después serin jovenes intelectuales peronistas, lectores entusiastas de las obras de Hemindee Arregui, los que intentarin una apropiacion de Gramsci en clave “nacionakpopular’ Esta propuesta de transformacién de la linea tradicio- ral de Ia cultura comunista nunca logro expandirse y, por el contrario, encontré al poco tiempo obsticulos insuperables into fucra come dentro del propio partido. En la medida fen que por distintas razones era incapaz de explicitar Iss consecuencias que ella tenia sobre la politica conereta de Jos comunistas, ni podia tampoco redefinir la matriz teori- a sobre la que se fundaba, estaba condenada a ser una mera construccion ideologica y no una lines de trabajo poli cultural, Sin poder expandirse al trabajo directamente poli tico, no podia ni siquiera mantener un dominio recortado al campo particular de la cultura, Y basta recordar un hecho para reconocer los fuertes condicionamientos que soports- ba, aun en momentos de liberalizaciOn, el debate tc6rico y politico entre los comunistas argentinos. El hecho esti referido directamente Gramsci y 2 lo que fue, tal vez, la primera polémica sobre su pensamiento que se produjo fuera de Italia, En 1962, y con motivo del ar- ticulo de Oscar del Barco “Notas sobre Antonio Gramsci y 1 problema de la objetividad” enviado a Cuadernos de Cul- ture para su publicacisn, se produjo en el ceno de Ia comb sin cultural del partido una ardva discusion. La comision acepta finalmente el ctiterio de Agosti y resuelve autorizar la inclusion del articulo en la revista, pero encarga 2 dos de sus miembros redactar una respuesta en la gue x explcite “la propesicion de Ia comision”, y por tanto del partido, sobre cl tema. El tema era, por supuesto, el concepte grams iano de objetividad —distinto, como sabemos, de las con- ‘cepciones filosificas de Lenin— y su relacion con las Tesis sobre Feuerbach de Marx, La vinculacion entre la cultura y la politica era tan estrecha en los comunistas, se habfan a tal prado aplastado sus esferas de autonomia que una discu- ‘sn literaria, © sobre los fundamentos filoséficos del mar- xismo, despertaba répidamente la suspicacia de una direc ‘cidn politica que pretendia, absurdamente, avanzar sin mo- dificarse. La politica de relativa liberalizacion de ciertas esferas de ts actividad partidaria, y de la cultura en primer lugar, fue a tal extremo la iniciativa de un niicleo reducido del grupo dirigente que pricticamente se evapord apenas debio en- frentarse 4 los complejos mecanismos ideoldgicos y politi- cos que fragmentaron a comienzos de los sesenta al movi- miento comunista mundial, La hipétesis de un proceso de disgregacion del peronismo que posibilitara a los comunis- tas resolver el histérico problema de la conquista de las ma- sas trabajadoras fue contradicho por los hechos. Como asi también Io fue la inconsistente confianzs, que siguié al fra- caso de la primera, en un eventual “giro a la izquierda” del peronismo. Si hasta se lleg6 a especular con la constilucion de un “partido Unico” de los trabajadores que reuniera lo que desde el 45 estaba separado, era logico que en el campo especifico de la cultura se impusiera poco a poco un ajuste de cuentas con una tradicién a la que la izquierda peronista condenabs como liberal, El derrambe de todas estas ilusiones, que si en 1956 te- nian algin viso de verosimilitud, en 1962 ninguno, ocurrid ‘en un momento de quicbra de la homogeneidad ideoldgica del mundo comunista (conflicto chino-sovistico, autonomi- zacion del PC italiano, etc.) y de expansion del castrismo y de la estrategia guertllera en América Latina. Frente a la altemativa de una renovacion ideologica y politica de re sultados finales inciertos para la suerte futura de la organi- idm. pues la colocaha ante los riesgos de uns fragmenta ‘cin que no pudiera controlar, la direceién del PC opts por encerrarse en la defensa a ultranca de las posiciones mis tra- ‘icionales. EI halo de herejia que siempre roded a Gramsci se extenderd en adclante a otras figuras del comunismo ita- liano y en particular al propio Togliatti. No debe sorpren= demos, entonces, que los comunistas argentinos se hayan siempre nezado a publicar su “Memorial de Yalta. al que su lamentada deceso apenas terminado de redactar elevd a la categoria de testamento, Cuando en 1963 el grupo de intelectuales cordobeses Que dio vida a la experiencia de Pasado y presente fue ex- Pulsado del partido, ¥ a esta sancidn le siguieran otrar que colocaron fuera del comunismo argentino a la mayoria de ‘su sector universitario en Cordoba y a grupos de estudian- tes © imtclectuales de Buenos Aires, Rositio y Mendoza, se clausuré por largos afios la tenue y controvertida pre- sencia de Gramsci entre Jos comunistas, En odclante, siquiera seri mencionado. Y aunque ex posible afirmar que ‘nunca Agosti renego de la deuda intclectusl que habia reco- ocido tener con el pensador y revolucionario italiano, dejo si de manifestar la vocacion entusiasta de otrora. La experiencia de Pasado y presente 3. Al iniciar su publicaciim como revista trimestral de ideologia y cultura” en abril de 1963, Passdo y presente se Propuso ser la expresion de un centro de elaboracién cultu- ral relativamente auténomo de la estructura partidaria y un Punto de convergencia de los intelectuales comunistas con aquellos que provenian de otros seciores de la tzquierda ar- gentina. La revista, cuya primera serie concluye en setiem= bre de 1965, pretendia organizar una compleja labor de re- ‘cuperacién de ta capacidad hegeménica dela teoria marxise ta, sometiéndola ala prueba de las demandas del prescnte. En tal sentido, y aunque esto no fuera muchas veces clara- mente expucsto en sus contribuciones, rechazibames el “marxismo-leninismo" como patrimonio tedrico y politi- 0 fundante de una cultura dela transformacion. Recuerdo que en el editorial del primer niumero, que fue el texto por al cual concluumos siendo expulsados del portido, afirmaba- ‘mos con énfasis una conviecion que, al cabo de los aiios transcurridos, pienso que caracterizé ta verdadera y cabal ota distintiva de nuestra experiencia, en muchos sentidos semejante a la de algunas publicaciones de izquierda de ta €poca. Decfamos alli: “La autonomia y la originalidad ab- soluta del_marxismo se expresa también en su capacidad de comprender las exigencias a las que tesponden otras concepciones del mundo. No es abroquelindose en la de- fensa de las posiciones preconstituidas como se avanza en | bisqueda de la verdad, sino partiendo del criteno dialéc- tico que las posiciones adversarias, cuando no son meras construcciones, derivan de la realidad, forman parte de ella y deben ser reconsideradas por una teoria que las totalice”. Por una teoria, en fin, que pueda extraer de éstas “todo Io gue de verdad, de conocimiento™ efectivamente contengan, Y citabamos a un fildsofo italiano, comunista también él, Para recordar que “el marxismo triunfa usando las armas del propio adversario y enniqueciéndose de sus tesoros, no ‘como botin de guerra, sino como premio de una reconocida victoria” Esta conviecidn, que fue el principio metédico con el ue claborébamos nuestras hipotesis de trabaio, surpid del ‘modo en que considerabamos las raices del marxismo y de la influencia que sobre nosotros ¢jercian otros filones de la cultura europea a los que habiamos tenido acceso por razo- nes del todo ocasionales debidas a las historias personales de los distintos miembros del grupo. Estuvimos asi en cond- siones de analizar @ partir del marxismo corrientes tales co- mo el existencialismo surtreano, Husserl, Lévi-Strauss y el estmucturalismo, Braudel y la nueva historia, Freud y las corrientes analiticas modemas, porque encontribamos en el marxismo italiano, y en Gramsci en particular, un punto de apoyo, ef suelo firme desde el cual introducimnos, sin ab- jurar de nuestras ideas socialistas y de la confianza en la ca Pacidad critica del marxismo, en las mis disimiles de las ‘construcciones tedricas. Es verdad que estas nuevas corrien- tes Jel suber despertaron el interés de muchos intelectuales de formacion marxista y que otras revistas de izquierda pu- blicaron trabajos dedicados a analizarlas. Pero io insélito en nuestro caso em el hecho de que pudiéramos juntar en Pasado y presente ~para citar coneretamente el numero 9 ‘uno de los primeros trabajos en espanol sobre Lacan, unaen- ‘cuesta obrera de Marx yl anilisis del conilicto de los obreros de Fiat en Cordoba. Mencionando este hechons postulo ini iar una discusién sobre la legitimidad de estos cruces filo- Soficos y culturales, sino simplemente teconocer que esto fue posible precisamente en virtud de que nuestro punto de partida sustentabase en el pensamiento de un marxista ue admitia tales aperturas, En este sentido fuimos “grams. cianos" y como tales reivindicibamos nuestra ilentidad en el ambito de! debate argentino. Y si para la ortodoxia co- munista esa condicion cra en definitiva la prueba de nuestro “revisionismo”, para otros sectores de la izquierda expresa- ba un camino de bisqueda y una manera de encarar Ia dilu- ‘sidacion de los problemas teéricos y politicos que debia ser alentada, mis alls de la opinion que le merecieran nuestras osiciones politicas coneretas. En un articulo dedicado a comentar auestra actividad, y en el que por ver primera se os bautiza como los “gramscianos argentinos”, la revista Fequierda nacional hacia la siguiente reflexion: “El surgi- miento de una corriente intelectual de inspiracion grams ciana en la Argentina forma parte de este proceso de escla- recimiento que divide 2 Ia intelectualidad marxsta. Y pues- to que ta personalidad de Antonio Gramsci es una de las mis ricas del siglo, no seremos nosotros quienes desdefie: mos el valor de su produccién intelectual y 1a importancia de su influencia. Por el contrario, creemos necesario desta- car ei cardcter que deben asumir sus enselanzas en el campo especifico de nuestra realidad... El gramscianismoen nuestro pais se manifiesta mas en términos de autoconciencia del fracaw de la direccién del Partido Comunista, es decir, co- mo critica interna del mismo, que como aplicacin conse- cuente del eiemplo dado por Gramsci en Italia, Sin embar- 80, el cardcter que asume esta bifurcacion 0, mejor pensa- Jo, este soslayar el problema central del proceso revolucio- nario en la Argentina mediante Ia critica de las direcciones politicas de la izquierda tradicional, no tendrin las conse- cuencias que en el pasado debieron padecer algunos intclec- tuales, Las Viejas acusaciones... que debieron soportar varias generaciones, nada podrian en el presente. Irremediable- mente para ellos, la nueva generacion inicia una nueva etapa ¥, 2 lo sumo, podrin precipitar su incorporacion a las lu- ‘has coneretas en el terreno nacional”. El articulista Puntode Vises /7 (gpor qué me empscino en creer que xe trataba de Ernesto Laclau?) coincidia con los redactores de Pasado y presente en que el problema central a resolver era “el de una reinter- pretacion de todo el pensamiento argentino desde y con el marxismo”, y se preguntaba: “ZA donde van Jos jovenes gramscianos?”" Su respursta era en condicional: “Ello de- pende de la influencia que como grupo de opinion sean capaces de ejereer™ {Cuil fue la influencia real del grupo Pasado y Presente y de sus publicaciones? ;Qué prodajo en término de re- fsultados una experiencia cultural que mirada desde el pre jente parece ser muy vasta, aun cuando estuvo acompania~ Ga de grandes errores politicos, de impaciencias y equivo- cos, de notables limitaciones teéricas y de una evidente incapacidad de sostener con rigor y responsabilidad algu- nas de sus mis fértiles Intuiciones? El balance critico to- avia no ha sido hecho, pero se nos deberia imponer a no: sotros como una exigencia porque fuimos parte activa de ese proceso incontrolado que condujo a la sociedad argen- tina a una inimaginable espiral de violencia. Tal ve7 este feminario represente para nosotros, ¥ sin que sus organi- yadores s¢ 10 hayan conscientemente propuesto, un esti- imulo eficaz para encarar el reexamen critico de tna expe- encia que constituyo también un capitulo significativo de los avatares del gramscismo en América Latina Con esta finalidad me permito hacer aqui algunos sefa- lamientos con el tinico propésito de darles a conocer cier- tos elementos necesarics para la comprension de esa “ge0- grafia del gramscismo™ que me propuse esbozar. En primer jugar, debo recordar ta relativa disponibilidad de la cultura argentina para abrirse a la influencia de las comments. mo- vimientos y figuras de fa cultura italiana de posgucrrs. En Jos afos que siguieron a la caida del fascismo y al resque- brajamiento del control peronista sobre la libre eirculacion de los bienes culturales, pudimos accedcr y vompartir todo to que de micyo o renovado creabs en los dificiles anos de Ia reconstruceion nacional una cultura que se habia liberado de la opresion fascista y en ta que el marxisme tenia una pre sencia singular, para no decir hegeménica. Gramsci acom- pano cn cierto modo la invasion del neorreatismo filmic } 2 través de Cinema Nuovo seguimos los debates que pro- Youaron sus refleniones sobre los problemas estéticos ¥ cule turales. Leimos con pasion a Vittorini y pudimos conocer a través de Pratolint la tragedia que significé el fascismo para {1 mando popular subalterno, A través de las traducciones de Attilio Dabini descubrimos a Carlo Levi y su Cristo se Geturo en Ebalt nos erocd Ia existencia en nuestro propio pais de pueblos que s¢ aferraban con dignidad a su cultura Primigenia. AROS antes, el exilio provocado por las leyes raciales trajo al pais pensadores que, como Rodolfo Mor Uolfo 6 Renato Treves, nos hicieron conocer a Croce y al propio Francesco De Sanctis, Con Chiarini, Salinari y otros Criticos nos enteramos del debate sobre el realismo. En lax publicaciones periédicas dedicadas a Ia critica cinematogri- fica de Is época —que lamentablemente fenecieron sin nunca ser sustituidas- los nombres de Guido Aristarco y de Umberto Barbaro eran menciones casi obligadas. Y qué decir del descubsimiento de Pavese? Cuando en 1961 nuestro compaiero Portantiero se propuso analizar desde tina nucva perspectiva Ia tradicibn de Ja literatura de i ‘quicrda en el pais y la repercusidn del peronismo en las &+ tes intelectuales, hizo preceder su estudio —a modo de eso que hoy llamamos en la jerga académica “encuadre Teor co" de una extensa consideracion sobre el problema del realismo que usufructia del debate italiano. Yen Realidad y realismo en la narratira argentina, recuerdo que tno de sax Capitaos lleva precisamente un titulo que me parece indi cativa de lo que para nosotros fue la incorporacion de la cultura italiana y ¢l conocimiento de Gramsci en particu far: "La busqueda de la realidad”. Yo diria que ca cstas Palabras esti acotada [a significacion de un patrimonio fedrico y cultural que contribuys de manera decisiva @ reconducir la cultura marvista de filiacion comunista he ia lo concreto, hacia el encuentro de una realidad que, dolorosamente, ‘nos resullaba ajena. Podria adveirse. ¥ hhabria mucho de razon en eso, que no pucde dejar de sor~ prender el hecho de que un nlicleo de comunistas argent nos necesitasen de otro comunista italiano para descubrir ‘su" propia realidad. Pero zde qué otro modo podiamos afectar una tradicion desde lz que reconociamos al mun- do, y de la que comenzatamos a distanciarnos, salvo apo~ yandonos en alguien también participe de ella, pero con tuna mirada distinta? La izquierda socialista, o aun fa lama- da “nacional”, arrancaron de otras tradiciones YF ron caminos diferentes a los nuestros ~esto dicho sin abrir juicios sobre Jos resultados de su bisqueda—. Pero pars nosotros, comunistas argentinos, las opciones eran ese sas y es posible pensar que la que Gramsci nos ayudd a Sxcoger, con todo lo erronea que ella pudo ser. nos permi- tid mantener abierta la eriticidad de la perspectiva marxis ta y, oon ésta, la vocacion por escapar del doctrinarismo, La izquierda argentina, y mas en particular la comunista, nacid y crecid sin ta herencia de una gran travicibn teor- a nacional. No tuvimos en este campo figuras relovantes a las que en otros paises, escasos por cierto, dieron inicio aun itinerario propio, No las hubo tampoco en América Latina, ‘con la sola excepeidn de Mariitepui, pero aéste solo pudimos descubritio tardiamente y no tan paraddjicamente a través \ ESPACIOS DE CRITICA Y PRODUCCION ES UNA PUBLICACION DE LA SECRETARIA DE \ EXTENSION UNIVERSITARIA \ y BIENESTAR ESTUDIANTIL DE LA FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS (UBA). Suscripciones interior y exterior. M.T. de Alveor 2230, of. 102, Buenos Aires 8 /Punto ce Vista de Gramsci. Fin condiciones tales, ese era el camino que se 1nos ofrecia y lo tomamos. 4. La biisqueda de la realidad. Pero jcual era ess realidad que_buscébamos? Si recordamos que la revista se publicd en Cordoba, una ciudad del interior del pais ~caracteristica que tal ver no diga nada a nuestros amigos italianos, pero que entre nosotros tiene signifieaciones particulares. ;has- ta qué punto este hecho nos colocaba en cierto modo en la situacion de “triples 0 cvidruples provincianos” de ls hablaba Gramsci? Pienso que buena parte de la gravitacion que aleanzé a lograr la revista deriva de aqui. Un grupo de intelectuales y militantes de izquierda, comunistas y mo co- munistas, universitarios y no universitarios, protagonizaban luna experiencia insblita, Pensaba los problemas politicos y Teéricos de la izquienda desde un lugar de Ia provincia, esto es, desde un centro exdgeno al iinico lugar donde historica: mente se habia situado Ia funcign de pensar. En realidad, Cordoba era algo mis que una ciudad de provincia. Desde fines de los afios 20 y fundamentalmente en lox tiempos del gobierno peronista, fue el sitio de asentamiento y expansisn de la industria automotrie en tomo tres grandes comple- Jos que ocupaban a una parte significativa de su proletaria- do fabril. Un proletariado de reciente formacidn y que se nu- tria de jévenex provenientes de la universidad y de las excue- fas técnicas. A su ve2, la propia estructura de la ciudad, el trazado de sus lfneas de transporte urbano que obligaban al paso forzoso por el centro comereial y burocritico, donde en un pequeno radio estabsn alojados la Cass de Gobierno, = Yo en vex de “ese momento climstico, la Revolucion’? La inconmensuratilidad de las experiencias nacionales comprendia también el vocabulario sociologico; era equiv co asimilir con el término “aristocracia” lo que en Francia, cra un estamento y en Inglaterra una “gentry” capitalists De todos modos, esa aristocracia inglosa estaba lejos de ejer- cer ef dominio omnimodo que Anderson y Nairn le atr- buian. La prueba era el progresivo aburmiesamiento y buro- cratizacion de diversas instituciones y el consenso utlitarie {a (y no teverencial) que preside en ciertos casos la super vencin de las formas tradicionales. En cuanto al supuesto ve fo cultural e ideologico burgués, una ndmina concisa y ex- presiva lo refutaba: Iz herencia democritica del protestan- tismo, el desarrollo de la economia politica capitalista y la secular afirmacion de la ciencia natural; asociado a las alt- mas (y con Darvin como figura peradigmética), un ciemen to hisico de esa tradicion es el “idioma empitico™ de sus Practicantes, al que serfa abusivo confundir con la ideolo- Bia empirsta, No menos critico se mostraba Thompson con el manejo andersoniano del concepto de “hegemonia”, pero la discusim a este respecto era mis reveladora de las incer. tidumbres de su lectura (en un momento en que la izquier- dda inglesa comenzaba a conocer el legado gramsciano) que realmente esclarecedora de la carencia 0 no de vocacion he geminiga denunciada por Anderson en la clase obrera inglesa En la medids en que el conjunto de las censuras de Thompson estaba puntuado por frecuentes sarcasmos y for- ‘mulks descalifiatorias, su alegato suscilo una replica ain mis hiriente y demoledora. En “Socialism and Preudo- Empiricism”, publicado el ato siguiente por la NLR, Pe ry Andenon asumia la defensa global de los articulos in- criminador, presentindolos como el esbozo de una “teo- ‘iu integrada de la sociedad britanica del pasado y del pre- senate”. La principal contraacusacion a Thompson era, jus tamente, el mezquino desinterés que demostraba por el de- claredo proposito de esos textos —un intento de reconstmuir esquemticamente el pasado nacional con el fia de evaluar Ja “presente crisis"—; al leerios como interpretaciones hist ricas acabedas sin tener en cuenta si provisoriedad ni men- cionar su alcance contemporineo, distorsionabs el “signif ado total” de laempresa.** De todos modos, se consolidan Jos grandes temas de la controversia. Reforzando la argumentacion general que él y Naim habian desarrollado, Anderson insiste en las principa- les afirmaciones, partiendo ahora de las réplicas de Thomp- son. La nocion de una revolucién burguesa “epocal” no era sino “una hip6tesis ptolemaica” en virtud de la cual slo tuna burguesia clisica serfa el vehfculo del capitalismo. Me- diante la distincion “entre un orden econdmico y las clases sociales” que lo impulsan o subvierten, quedaba abareado el socialismo y su relaci6n aleatoria con un proletariado indus- tial victorioso; Japén y Brasil en el primer caso, China y Cuba on ol segundo, mostraban la necesidad de flexibiliza? la tipologis. Asi, en Gran Bretaha, debja reafirmarse el pa: pel primordial de 1a guerra civil del siglo XVII, aunque marzo no fuera plenamente el de una “revolucion burgue- sa". En cuanto a las conquistas culturales de ia burgues(a {nglesa, Anderson descarta que Ia obra de Darwin sea una de ellas (tanto por el cardcter relativamente “social” de las ciencias naturales como por el marco internacional en que se desarrollan), mientras que si se puede acreditar como “verdadero producto” suyo el detestable socialdarwinis- mo. Fero es el ejemplo de la economia politica el que per mite robustecer una de sus tesis principales, pues esa carsc- teristica disciplina burguesa esti en lor antipodas de un pensamiento social totalizedor. Por inspirarse mas en el pro- ‘ceso natural que en la accién humana consciente, y en con- tmaste con la fase heroica de la Hustracion, “Ia “mano ocul- a’ reemplazé a Ia ‘voluntad general” "; fue una exposicion “hipndtica, monocular” del sistema econémico, no una teoria total del hombre y la sociedad. Y las consecuencias ulteriores se aprecian en este siglo, cuando esun hecho que Ja historia intelectual britinica ha sido incapaz de confluir con alguna de las dos grandes tradiciones de “persamien- to social sintético”, el marxismo 0 a sociologia clisica Entre la: grandes naciones curopeas, Gran Bretaia es ia fini» que “no ha producido un Lenin, un Likacs, un Gram- ack, nl campoco un Weber, un Durkheim, un Pareto”. En la reconvencién thompsoniana sobre el uso del tér- mino “hegemonfa”. Anderson encuentra Ia ocasion de una de sus crfticas m&s impiadosas: al asimilar la heremonia con el poder estatal, Thompson habia revelado a “astro- nomics ignorancia” de 1a obra de Gramsct, & dudoso que haya lefdo una linea del eutor que invoca, pues sus aplo- mados “solecismos” son los de un hombre que “yano pie de aprender nada”. Lo nico que conoce del marxismo es la version economicista difundida en la Gran Bretaia de la ostguerra; es natural, pues, que careciendo de todo contac- to con un “universo marxista més amplio" no capte el sen tido de los trabajos de Anderson y Naim, tributarios de la “principal tradicion” del marxismo occidental.” Es ese limitado equipamiento tedrico el que le hace descubrir un Teduccionismo cconomicista alli donde es patente la des- viacion contraria; si “nuestras tesis” resultan vulnerables =sehala Anderson aceptando ura critica de James Hin ton, es por su sesgo general ideaiista (“primacia de los fac- ores. politicos ¢ ideoldgicos”).”* Pero mas adelante rei indica la luckacsiana categoria de “otalidad” utilizada en su ensayo y' os de Nairn para entender la situacion pre- sente a partir de la historia anterior; lo importante era opo- ner una vision totalizante al fragmentarismo de la historia académica (en el que incurre su actual contradictor), Como via do scceso al presente, “cl pasado es demasi para dejirselo a los historisdores profesionales std en los andlisis politicos de Thompson (ultimo bianco del contraataque), donde el pasado solo sirve para “compa- raciones retoricas”. El juicio de Anderson sobre esos textos acumulabs las imputaciones més irreversibles del articulo; fen contraste con la imaginacién historica de Thompson, su aptitud como analista politico era una muestra de “pobre- za y abstraccion” que el critico no dejata de documentar y, en el tramo final, las denuncias se sucedfan en cascada “subjetivismo erritico”, “inflada ret6rica”, “tedioso popu: lismo”, “abstraccién lacrimosa”, “moralismo endémico”, “nacionalismo mesiénico”, “fosiizacién confesa”, eteé. tera Si bien en les cuarenta piginas de “Socialism and Pseu- do-Empiricism™ se podian hallar puntusles autocritices asi ‘como estimaciones positivas de algunos tramos de “The Pe- ‘culiarities of the English”, ellas no balanceaban la formi- dable requisitoria contra ei “tipo de cultura socialista” que definfa 4 Thompson y la “paranoia y mala fe” que habia guiado si lectura de los articulos de ta NER. *” Quince ‘aos después, Anderson lamentaria Ja “violencia indtil” de aquella réplice en un contexta zn el que razonaba las ba- ses de un nuevo entendimiento."* “Socialism...” no mere- i6 en su época una respuesta de Thompson, si se excep fRian algunac rencorosae alusiones posteriores (1973) en le “Open Letter to Leszek Kolakowski”; al reeditar este ulti- mo trabajo y “The Peculiarities..” (en The Poverty of Punco de Vitea 113 Theory and other esses), aclaro finalmente que no crey@ justificado comentar un texto que no contenfa argumen- 105 nuevos’ ‘Thompson y el althusserismo Entretanto, Ja sustentacion de un “intemacionalismo teorico"™ se habla convertido en una consigna de la New Left Review y en el criterio ostensible del catilogo de New Left Books. En los dos casos, el grupo editorial difundis “en entrevistas, articulos, volimenes~ el pensamiento de tun ampli contingente de autores marxistas (clisicos 0 contemporineos) de diversas corrientes. Pero una de éstas ‘se distingsirfa por su mayor repercusion en ¢l seno de Is izquierda inglesa y la dilatacibn de una influencia que dio jugar a un polo de referencia propio, ajeno al pluralismo programitico de la NLR. En los anos 70, el althusserisme habia adquirido en Gran Bretana un arraigo incuestionable {que reactivé las prevenciones de Thompson contra Jos ele: thentos alogenos en Is cultura socialista de su pais” Des. pués de denunciar en distintas ocasiones (y diferentes pai fee) la influencia “nefanda™™* de Ia corriente althusseriana, Thompson publicd en 1978 su demorado ataque frontal; éste, sin embargo, no tomaba mayormente en considers ion Ios maltiples trabajos inspirados por la escuela, sino Ja obra de su fundador, “el Aristoteles del nuevo idealis- mo marxista”. En generosa profusion, las imputaciones di gidas a Althusser abarcaban desde el cargo de olvidar la evi- dencia empirics hasta el de fundar una “policia ideologica”; y €1 althasserismo, caya base social era la “lumpeninteles- fualidad burguesa”, no constituia simplemente un ataque “ala razén misma” sino, con mas especificidad, “el stali- nismo teorizado como ideologia”. En cuanto a ts distri bucion inglesa de los productos de la “Fabrik althusse na", una responsabilidad especial le cabia a ta New Left Review por su empeho de “los ditimos quince, ates”; la escisign de 1963 mantenia m poder invocatorio. ‘La admiracién y Ia atraccién que suscitan las cualida- des litererias de The Poverty of Theory postergan, pero no cancelan, dos reservas importantes que se imponen al lec- tor. La primera se refiere 2 la oportunidad del ataque ant teoncista de 1978. La tesonancia de los trabajos de Altho: sser data de 1965, cuando éste da a conocer dos importan- tes recopilaciones: Pour Marx y Lire le Captal:™ en el de- cenio siguiente publica una serie de articulos y optisculos ‘que atentan o redefinen el énfasis epistemologico de los pri- imeros fextos, haciendo ahora manifiesto su carscter de “im tervenciones politicas” en la teoria;® finalmente, y dejan- do de lado los posteriores avatares de Ia posicion de Althu- ssser dentro del PCF (carentes de 1a misma repercusion), su produccién filosofica culmina hacia 1974, en medio de las, Expresivas sefales de su aclimatacion contradictoria. Ese ‘ho, en efecto, es indicativo porque en su trnscurso tanto los aportes como Jax debilidades de su original oewere son objeto de un triple y dilatado balance althusseriano: 1a com- placiente exéresis magna de Sail Karsz,% la acida mise au point de un aeolito de Ia primera hora, Jacques Ranciére,” ¥ la retrospectiva en forma de “autocritica” del mismo Al thusser."™ (La “Defensa de tesis en Amiens"? del aio si: guiente puede leerse como un desdoblamiento y conclust de esa fetrospectiva y consolida la impresion de una obra cumpliéa,) Cuando cuatro aos después Thompson retoma Ja cuestiOn ab inirio, hace tiempo que 1a unidad de 1a co- rriente althusseriana se ha roto y que la critica del absolu- tismo de la Teoria (acompafada por cl inicial propulsor de ésta\” ha morigerado el desafio inicial,*" por otra parte ‘ya neutralizado como propedéutica en las mis vaniadas dis- ‘Ciplinas universitanias. Miseria de la teoria parece, entonces, ‘ensaharse con un perro muerto. ‘La segunda reserva tiene que ver con el registro especiti- co en que se desplicga la escritura de Poverty. Desde las pri- 1 /Punto de Vista eras piginas (pero sobre todo en las iltimas), Thompson sume los supuestos agravios del teoricismo althusseriano en, luna primera persona excluyente que vuelve su lenguaje mis expresivo ¢ idiosincritico que realmente argumentativo. Es conocido el sesg0 subjetivo de las intervenciones de Thomp- son, asi como el frecuente componente autorreferencial de Sus eseritos (donde la experiencia politica o historiogrifica del autor resulta siempre dirimente); es0s rasgos pueden set 1 veces funcionales © congruentes con una prictica inteles- {ual antiacadémica, desmixtificatoria y centrada en un it- transferible compromiso personal. En este caso, sin embar £0, tratindose de las problematicas relaciones entre historia ¥ filosofia, los lectores que aspiren un examen racional y Dbjetive encontrarin dificil compartir el tono de muchos pasajes de Miseria... Ia pasion vindicativa, el anatema in- perioso, la advertencia apocaliptica-"* o siquiera entender sos desthogor, salvo como atributos (no de un tratamien- to critico del tema sino) del individuo Thompson. Igual mente thompsonianss (segin un anterior anilisis de st pro- Sa polémica) parccen ser Ia “incontrolable necesidad de ca- Heaturizar al oponente’” asi como “la tentacion de un vir tuosisma literario" que excede “toda proporcion 0 pruden- cia, de modo que, en sus alegatos, "el estilo impone el Contenido” En definitiva, descartada I redundancia de muchas de las imputaciones y el problematico alcance de tras. aprendemos menos de la teoria incriminada que de las convieciones del incriminador. Pues no ex casual que et texto gane en equilibrio y en densidad cuando el autor mar gna a Althusser del discurso y se ocupa de articular sus pro- pias posiciones en los campos. para él coordinados, de la istoriografiay det materialismo historico. El aspecto mas estridente de los ataques cruzados del ~antihumanismo tedrico” al “humanismo socialista”” y de éste a aquél ha sido siempre su opelacion al sarcasmo reduc tor. En ese reciproco ejercicio disolvente, resultan clisicas In lectura de John Lewis por Althusser y, shora, la de Al- thusser por F.P. Thompson. Sin embargo, en la medida en ‘que tal forma de aniquilacién supone una retorica media fhamente eficaz, €s notorio el desnivel entre las pesadas iro- rnias del comunista francés a costa de su colega britinico y €l sutil y variado juego satfrico al que se entrega Thompson con 10s textos de Althusser. De todos modes, Ia constante rovilidad de los recursot empleados en Miseria de la tee ria” parodia, caricatura, metaforzacién, teatralizacion, eee {era antes practicados, por ejemplo, en “Peculiarities” (donde Anderson y Nairn figuraban como “Frimeros Mar xistas Blancos” entre los ignaros aborigenes de Gran Breta- Ja) se clerce sobre una materia ya bastante configurada fn esa direccion. Las modalidades formales del discurso al- thusseriano ~su compacto idiolecto, su gestualidad claus- tral, sus evoluciones autisticas, su jerga siglitica, eteéten—, propendian, en su estado natura, al autorretrato parédy fo" Por eso, cuando Thompson se dedica a parodizar 4 ‘Althuster, el resultado no puede ser més que un cjercicio pleonistico. F1 problema es que tanto este divertimento como, en el,extremo opuesto, una demonizacién sin hu- mor aigino:* aparecen como sintomas de desinterés ceguera frente al contenido sustantivo de las ideas de At- thusser: es decir, lu apelacién a una teestructuracion de los estudios marcistas, con el consiguiente replanteo de diver- 0s problemas filosSficos y teérico-sociales. Cualquiera sea Ia opinion que merezca este aporte (y merecid innumera- bles}, es preciso formarsela teniendo a la vista el conjunto de Ia argumentacién y, por otro lado, el marco general de la cultura marxists, que Althusser, sin duds, contribuyd diversificar. De alli que tesulte dudosa gran parte de la ope- racion de Thompson, que consiste en escarnecer el texto de quel 2 partir de algunos segmentos disociados (dispositive siempre faciltador, pero mas comodo en este caso, pues el manierismo de la Teorfa es una evidencia superficial que basta transcribir) y en oponer 2 esas fracciones un contra: discurco humanista “cuyas conclusiones”, como diria el au- tor, ya “estin contenidas en sus premisas”.* En cualquier caso, queda por dilucidar Ia ocasién elegida por Thampson pura este ataque frontal. Poverty... es el estallido circunstanciado de un malestar del que Thompson habfa dado suficientes muestras en anos anteriores. Inicialmente subsumido en el rechazado lote de teéricos importadas por la nueva izquierda, Althusser so convirtié pronto para él en el epitome de la modernizacion aberrante del merxismo inglés. Tratado todavis con alguna condescendencia en la “Open Letter to Leszek Kolakows- ki de 1973 (el antecedente més importante del arreglo de cuentas con Ia nueva cultura marxista), Althusser ya repre- senta en 1976 “una excrecencia perfectamente desarrolla- a del idealismo”:*” La génesis de Poverty... esté en razon de las fases de aclimatacién del marxismo aithusseriano en Inglaterra. El momento decisivo fue seguramente Ia emer- gencia de un postalthusserismo provocative que Hevaba a Sus consecuencias finales la opcidn por la Teoria, desechan- do no sélo Ia posibilidad de una "Ciencia de la Historia” (la caracteristica apuesta de Althusser) sino el propio obje- 0 de Ia historia (relezado a un indecible juego de repre- sentaciones). El libro de Hindess y Hirst, que designaba co- mo “empresa contradictoria [...) 12 nocién de una historia manista”.* aparecio en 1975 y actud como un revulsivo del ya maduro resentimicnto de Thompson. Mis que un ac= to de agresion, The Porerty of Theory ~aclaré el autor en un debate de 1979 década de imputaci toriorrifica por él representada (los cargos que cita s ; *, ‘humanism’, ‘moralismo", “historicisino” vacuidad tedrica, eteétera”). Lo cierto es que. significativamente, en el mismo ako-en. que Thompson haria conocer su alegato, el historiader Ri- chard Johnson presentaba un panorama de tendencias en el marxismo inglés donde el althusserismo quedaba configu- rado como “segunda tradicién”, tan “naturalizada” ya en <1 pais como para desyirtuar su encuadramiento de mero “fenomeno parisino”.” En ese panorama. Thompson (proveniente de la antigua corriente historica dobbsiana, ahora acentuadamente diferenciads) era afiliado @ un “cul turalismo” antagénico al creciente asedio althusseriano. “Culturalismo” no es un rotulo que conforme « Thomp- son (lo ha rechazado con vehemencia);** de todos modos, el admitido Gnfasis que ha puesto en ta “cultura” (con su conera trama conceptual: modor y experiencias de vida, Pautas morales, organizacion de valores, etcétera) nos con- duce directamente al centro de su historiografia. No menos pertinente ~dada la caructeristica personalzacién de los en- fogucs thompsonianos~ es la reorientacién politica que im- puls6 al historiador en esa direccidn. Aqui la referencia cla- Ye es "1956" (fecha recurrente en sus excursus autobiogri- ficos y cuys mencion figura en las iltimas lineas de sus tres sustanciadas polémicas -en la ultima ya, como “deuda sal- dada"),"* es decir, el momento en que la invasion soviéti- ca a Hungria cancela, para muchos comunistas como ‘Thompson, las esperanzas de desestalinizacion despertadas por el reciente XX Congreso del PCUS, A fines del 56, y ain dentro del partido briténico, Thompson publico una requisitoria contra el estalinismo en ia que impugnaba tanto “la mecénica personificacion de fuerzas de clase inconscientes” como “ia climinacion de criterios mora les en os juicios politicos”. La profunda repugnancia que le inspird la praxis stalinista parece haber constituide desde entonces el nucleo movilizador de una filosofia alter nativa que sostiene, convergiendo o fusionindose, sus dos empefos mayores: la defensa de un “socialism humanis- ta” (entendido también como “comunismo libertario”)y Ia sonstrugcién de une historiografia antideterminista y dia- léctica Esta ditima, promotora de lo que se ha dado en llamar “historias desde abajo" o “historia del pueblo”, da su mayor relieve a la descripcién de las “experiencias” (el ‘momento insuprimible de la interiorizacién de las constric- fue “un contraataque™ luego de una ciones) asi como de las condiciones de un actuar humano (human agency) siempre erientado por valores. Estos vale es, sin embargo, son los que arraigan en las diferenciadas gulturas de clase y no los “valores” integrativos propios del “sstema” global que postula la sociologia parsoniana. El invencible disgusto de Thompson por la ciencia social fun- cionalists (y por su derivado operacionalismo) se une al t= chazo del marxismo determinista (provengs de Stalin o de Althusser) en la imputacion conjunta de promover “una identica reificacion del proceso” historico."* ‘Thompson inicid su obra historica (como miembro del buillante Historians'Group del Partido Comuinista)™* con an William Morrie que, en 1955, alojaba “algunss devociones stalinistas" y también “una ideg algo reverente del marxis- mo como ortodoxia aceptada”.*” Despues de la ruptura del $6, su reflexion tedrica y politica estard matcada por una acentuada preocupacion ena demarcacién de ércas y pre cesos~ de ta vida social resstentes a un tratamiento redue- Cionista y mediatizante. En esa via, su bachelardiano “obs téculo epistemologico” (0, en gs términas de Thompson, el heredado “pscudoproblema”)® estaba constituido por ia consensual distincion entre toe niveles de la babe y la super estructura, entendidos como articulaciones exhaustivas del todo social, Desde 1957, contrapuso a “la dicotomia base/ superestructura _y (a) ld nocion determinista...de que las acciones de los hombres no hacen mas que reflejar su set social!” una serie de reservas eriticar que aparecen de ma. neta episodica ¢ interstical en varios de sus escritos polém- £05. Uno de los puntos de ataque preferidos ha side el ca: récler figurativo de la dicotomia y su inadecusciOn pera un fructifero uso historiogréfico: la dicotomia fue denunciads como metifors inepta. “"mecinics".® incapaz de restituit “la dialéctica de un proceso social cambiante™" y tami como fuente de error que contaminaba “las discusiones so- bre ideologia, estétia, clase social” Size suprime esa dia \gctica —piensa Thompson-, se cae répidamente en los vi ios de un modelo que “explica” los hechos de un nivel en términos de un contexto causal extrinseco, El reduccionis- mo ¢s precisamente ese deslz en la logica histérica:su error no consiste en establecer intercouexiones sino en SUBCHR, Por ejemplo, que las ideas "son, en esencia, o mismo que el contexto causal”, que “pueden reducirse...a los ‘reales’ tereses de clase que expresan’”.® Desechada la dicotomta de base y superestructura ~y las relaciones de fuerza asimétricas que le vorresponden en la formulacién clisica-, el eanon de interpretacion thom nino tenderi a moverse dentro de Ia dupla més flexible de “ser socialiconciencia social”, apta para registrar los pasajes de la “experiencia” y el entielazamiento de determinacion material y apropiacién reflexiva. Esta esuna reiacion dial ica y, por tanto, “va en ambos sentidos”: en particular, Ja conciencia (presente bajo distintas formas culturales) cierce una accion “retroactiva” sobre el ser: “del mismo ‘modo que el seres pensado, cl pensamiento es vivido". Asi, para preservar el dinamismo interno a la relacion entre ef Ser social y la conciencia social —a: didlogo, interaccion 0 “‘intercambio diaiéctico"”-, Thompson desplazael sujeto de 4a determinacton originada en el ser social: es la “experien- ia transformads [I] dererminante” en el sentido de que ¢$ ella la que presiona sobre la conciencia social y Ia movil 2 plantedndole nuevas cuestiones. Thompson entiende la eterminacion como “jacion de limites"™ y no como im- poxicion necesuria © independiente de la yoluntad, optando asi entre las variantes seminticas que, hacia la misma época, ‘istinguia Raymond Williams®? (el estudiose inglés mis afin a sus enfoques y con el que comparte la perspectiva de un “materialimo cultural”).® La experiencia esl ine- luditie “ténnine medio"? entre el ser social y Ia concien- sia social, asi como entre In “presiGn determinante” del modo de produccibn y lax demi actividades. Cuando Thompson se refiere ala “experiencia”, no Ia entiende necesariamente con una adscripeién de clase, en Puntode Visio /15 1a medida justamente en que cievtos experienciat pueden configurar (0 no), en determinadas ciscunstancias, «ta c se misma. “Clase’" no e una cetogoria eetructural deduci- tie de une determinacion econdmica, sino una situation contingente cuya posibilidad de existencia depende de las formas en que se orpanice la agency; no denva directamen- te de las elaciones “objetivas” de produccin, sino de una eventual manera de experimentarlas. Cuando estes “expe- fencias comunes” llevan a algunos hombres a articular Ia identidad de sus propios intereses como “diferentes (y co- Tientemente opuestos) 2 los de otros hombres, se puede Secir que Ia clase “aparece” (ya que ésta “no eS una cost, es un acaecer”). A st ve7, la conciencia de clase esi incor- jporacién de ests experiencias en términos culturales: como Rfradiciones, sistemas de valores, ideas ¥ formas institucio- rales". La dimension relacionat del concepto ac fue acee {uando posteriormente. En la discusion con Anderson y Nairn, ademée de criticar la “imagineria antropomérfica" de su presentacion de las clases," Thompson remarca: “la tlase es una formacion social y cultural. que no se puede efnir abstracta 0 alsladaments, sino sélo on términos de relacidn com otras clases". El corolano de este énfasis seri la priotidad histonca y tebrica del concepto de lucha de clases sobre el de clase.quienes experimentan 1a explota tion ¢ identifian sus intereses como antagénicos con los prevalecientes “comienzan a luchar por estas cuestiones y En el proceso de lucha se descubren como clase”: la con- Siencia de clase cs ol descubrimiento de es: hecho. De es- fe modo, tanto la clase como la conciencia de clase “son siempre ias iltimas, no las primeras,fases del proceso his- terico real” La fandamentacion thompsoniana de las clases, con el visible deslizamiento del concepto al area multidimentio~ hal del “modo de vida", ha suscitado diversas citicas en el campo marxista;” con pocas variantes, todas ellas cen- fran Ia atencién en 1a negativa de Thompson a reconocer posiciones estructurales de clase que no den lugar a rela~ tlones intersubjetivas.”” Thompson razona como si esa ad- mision, supusiera automiticamente “que Ia clase os una cosa™® (por tanto, no una comunidad asumida y una ac- ion rexida por valores compartidos), idea a la que contra- pone el significado que rescals de las obras historicas de Marx. Si a esta preferencia se une su valoracion de Ia “di- mensién hisiorica”” de £1 capital (en detrimento del ané- tists ctitico de las categorias econémicas) y la recupera- cion del inicial proyecto mariano de aplicar el materia. lismo historico en todas las esferas de la vida social,” se advierte tanto el particular “camino hacia Marx” de Ed ward Thompson como al resultado de sv visita a lox tex tos: el imperativo de desechar la “tramp” de Ia Econo- mia Politica y prolongs, en cambio, el materialismo, sho- rahistbrico y cultural. En declaraciones muy ilustrativas sobre el modo en que cnmarca su propia obra dentro de la historiografia marxis- fa, Thompson ha manifestado situarse ante los textos mar- xdanos con Ia intencion explicita de cubrirsus lagunas y ar ticular To no dicho en exe discurso. En una especie de “lee fura sintomitica” invertida, observé que el ~ ‘vocabulario" de Marx estaba formado en parte por silencios: supuestos no articulades y reflexiones no conscientes”. Los mados fen que el ser humano esta “imbricaéo™ en las telaciones de pproduccion y las maneras en que “las experioncias materia- les se moldean en formas culturales”, la necesana comple- mentacion de los modos de produccién con tos sistemas de valores “consonantes", toda el drea, enfin, de la vida social interiorizada y de la conciencia moral y activa constituye para Thompson un pesado “silencio” del marxismo clésico, Desde The Making en adclante, su obra historica conforma ri, asi, la integracion de las partes ausentes (“intenté dar- Je vor a ese silencio”).”” ‘Si bien se ha puesto en cuestion la consistencia de estos encuadres con la perspectiva materalista de Marx, también ts cierto que la heterodoxia de Thompson es una eventua- 16 /Punto ve vista lided ng reluide, sino declarada (a veces, de manera esten trea).* No le’ preocupa una continuidad ideal con las srandes figuras fundadoras, sino un uso orientado y see tivo de su Obra. Haciendo pie en una frase de la correspon- dencia de William Morris, ha manifestado su ambigiedsd “To importante [es] que Marx esté de nuestro lado, ¥ no 20- sotros del lado de Marx”.” Pero aiin est anexi6n debe far damentarse, y Thompson ha vuelto continuamente sobre el tema. No, significativamente, en sis investigaciones his tories (con alguns excepcion)® —las pocas referencias a Marx en La formacion... son prescindibles—, sino en st escxitos polémicos, donde figuran diversas versiones del modo en que entiende la diseminacion del marxismo. La mas extendida de cllas se encuentra en la “Opes Lotter” dirigida a Kolakowski. AU distingne: 1) un mar xismo como doctrina autosaficiente, completa y pent mente realizada en los textos clésicos; la variante admite distintas ortodoxiss y lo que lo tipifica es un sectarismo, tn cada caso, exchiyente; 2) un marsismo entendide com método: acepeién potencialmente fructifera, pero que oom tione tanto Ia posibilidad de un deslizamiento a la variante anterior —por su necesidad de fundamentacion doctrine qia~ como, inversimente, la de dar una cobertura ampli 21 eclecticismo y el oportunismo; 3) un marxismo visto como Herencia: bésicareente, consistiris en Ia convertion de Marx a autor clisico; particularmente en Inglaterra, e- varia también a la inercia y al eclecticismo? 4) una alo- ma variante, superadora de los inconvenientes de las an- feriors: el marnismo como Tradicin. Esta orientacion, ala que Thompson se adseribe, permite “pensar en una pluralidad de voces en conflicto que, no obstante, arpi- mentan dentro de una tradicién comin”. La cuestion com siste menos en demarcar a esta itima que en “defini o- mo uno se aitéa dentro de ella”. La recuperacién del méto- do de analiss dialectic ("a intuicion [marx-engelsiana] ds doble aspecto de las cosas, de las contradicciones del pro- {2¢50"") aplicado sobre todo a las relaciones entre el ser so tial y la conciencia social, 1a sustituciGn de las marxianss “eyes” por una logica del cambio social y, en general, ef recurso a los controles empiricos (“intrinseco al método del materilismo histbrico") integran el credo marxists de Thompson.*? En Poverty... teformula y restringe las v= antes (en un sentido andlogo a a biparticion de “The Pe culianties of the English"): la contraposicin se da aho- ra “entre marcismo y tradicion marxiste”, concebido a primero como sistema conceptual clasurado que, en su ik fimo avatar ~al iéentiiearse con la “Ciencia” y Ia “practice tobrica™-, revela su rigor mortis, y entendida la segunds co- mo tradicién de basqueda abierta, empirica y mitocritice Con su obvia afilacion a esta iltima, Thompson encadent el tema de la especificidad de su trabajo en aquella irea de los “"silencios" de Marx que explicaria el modo en que It estructura se transmuta en proceso, una inteleccién solo ‘accesible con las mediaciones de la experiencia, el sentt iento, la moralidad y los valores. Cumpiida esta tarea de escate de lo que ~presente en el “capitilismo”, pero no fn el modo de producciOn capitalista— fue reprimido por Marx, “el sujeto vuelve a ingresar en la historia". Los argumentos de Anderson Asi, al margen de la empefiosa tarea de demolicion que motiva los desarrollos de Miseria..., éstos también dan cabi da a una valiosa actualizacion del pensamiento de Thomp- son en los momentos en que cl autor repasa las iineas de si edificio teérico. En el caso del libro de Anderson, mas defi nidamente articulado, su interés se distribuye entre el ex: men de la critica a Althusser y la apreciacién general de la obra de Thompson, evaluacién cuya amplitud y penetracion carece de antecedentes** al mismo tiempo, el texto contr ‘buye a fijar las preferencias te6ricas y las opciones estratégi: eas de Ia produccion andersoniana. Los Arguments procedea, segin la intencidn del autor, a un examen desdoblado: si, en primera instancia, se ocupan de determinar la validez de la impugnacion a Althusier, mis Jes importa cotejar el credo historiogrifico de Thompson =tal como aparece expuesto en Poverty... con su propia cobra de historiador. (EI tercer propésito tiene un alcani mis restringido: se trata de una nueva vuelta de tuerca a dilucidacion del entredicho que enfrent® a Thompson con la New Left Review. bésicamente, Anderson empareja les culpas y reformula con mayor precision y equilibrio las im putaciones de engonces en un intento de resolver “parte de la falsa division”® que afectd ala “nueva izquierda” en los aflos sesenta.) En cuanto al primer objetivo -el juicio sobre el ataque a Althusser, Anderson lo ssume manifiestamente “en au- sencia de candidatos més indicados” (son conocidas las re- servas que le merece Ia filesofia althusseriana),”” pero, en términos mas exactos, el impulso que lo mueve es la evaiue- in de una especial coyuntura: la confrontacion, primers de cierto aliento en el campo maraista, de un historiador in- aiés con una filosofia “continental”. Por cso, mediando en- tre los respectivos marcos tebricos ~y reconstruyendo sus contomos cada vez que lo vuelve necesario la doble circul ion del andlisis textual—, Anderson afirma un terreno de arbitraje que crocs dc inmediato sus propias preocupacio- nes de sintesis entre los problemas especificos de la histo- Fiografia y la consistencia filosAfica de loz concepios del materialismo historico. Para empezar, hay una bisica zona de acuerdo entre ¢! autor de los Arguments y el de Poverty... tanto en su ver- sién original como en las derivaciones independientes de al- gunot epigonos, Ia actitud del althusserismo frente a la prictica del historiador pone de manifiesto un perjudicial sesgo epistemoligico que diluye la autonomia de la “evr dencia empirica” con la que éste opera. En términos més senerales, el spinozismo residual de 1a epistemologia althu- sseriana (con su oclusién del problema de las “garantas del conocimiento) hace que el esquema de la “produccién de conocimientos desdefie peligrosamente Ia relevancia de los datos empirico:. Del mismo modo, son fallas de la cons- truccion de Althusser que un historiador profesional hace bbion en resaltar. El punto de mayor coincidencia de Ander- son con las protestas de Thompton radica en su comin dissusto por las derivaciones postalthuscerianas del teor cismo (es decir, la orientacion de HindessHist); reductio ‘ad absurdum ~dicen a1 unisono-, pero esa reducciin es, para Thompson, la de la (ogica althusseriana y, para Ander. son, s6lo la de “algunas ideas” de Althusser." En general, estas admisiones (espaciadas en el texto) le sirven a Anderson para sefalar la otra cara de la moneda: el aspecto ignorado o dewirtuado por el eritico, generalmen- te en virtud de una lectura impaciente o capcioss. :Cuil es, ‘en cada uno de los numerosos nudos problemiticos, el con- ceplo 0 esquema altemativo que ofrece Thompson? Los errores que éste denuncia (y también los que ignora) tienen, muchas veces, sv contrapartida en errores thompsonianos inversos. Si Aithusser reduce la experiencia a un puro enga- fio, Thompson la eleva a instancia irrevocablemente creado- ra: si para Althusser ta historia es un natural sin sujeto”, Thompson ve en ella s “agentes siempre frustrados y siempre renacientes de una prictica no domi nada” (formulas igualmente apodicticas y especulativas); en cuanto a las relaciones entre historia y teoria, 1a limita, da cultura historica de Althusser, a como su desdén por la historiogratia profesional, encuentran su viciada réplica en al recelo thompsoniano hacia los filésofos y en un visible ‘menosprecio por las innovaciones tedricas sobre el concep- to de historia, Desechando Ia unilateraliéad perniciosa de cada perspectiva, Anderson plantea con precision la razon de su mutua indispensatilidad: “a historiamarxista es impo- sible sin Ja constraccion formal de unos conceptos teéricos que no son los de la “historiograffa en general’: pero estoscon. ceptos blo producen verdadero conosimiento ise derivan de ‘una investigacion historicacontrolable y retoman a lia".** Mientras que, respecto al segundo requisito (conceptos + historia), Anderson indica la existencia de investigaciones marxistas que lo toman en cuenta, el primero (historia + conceptos) es el ie de su evahiaciéa de Thompton. Este ¢s un aporte valioso del libro de Anderson, pues sa analisis no apels a ningin reduccionismo o encasillamiento facilita- ‘dor. Hay que tener presente que lo habitual en los estudios titicos de la obra de Thompson ha sido subsumir a ésta “en compaiiia de Iz de Eugene Genovese y Raymond Wi- ams y, ocaonalmente, también de la corriente de los History Workshops-"* en un “culturalismo” cuyas prem- 438 se atacan desde un modelo antagonico fuertemente mar- c2to, por las prevenciones althasserianas y “estructuralis- tas".%" Anderton procede de otro modo: extracta algunay nociones bisicas de la historiograffa thompsonians y, lue- 40 de explorar su consistencia, coteia os supuestos en que se apoyan con las exigencias teéricas més amplias de todo un sector del conocimiento histérico o politico. El recha- 0 ~pleno 0 condicionado del tratamiento que da Thomp- son a sus temas no deriva tanto de Is impugnacién de un paradigma interpretative (culturslismo, historiciemo 0 cual- Quiet otro), como mas bien de su real inadecuseibn a los Principies explicatives de un tramo preciso del desarrollo historico. For exo —y vego de acredilar a Thompson una Preocupacion sin par (entre los historiadores marxistas) por enfrentar lor problemas conceptuales de la disciplina, Ar erson se demora en persuasivas distinciones seménticas y {ipologicas « proposito de términos thompsonianos tan deci- sos ~y enlazados— como “experiencia” y "agency asi, muestra deslizamientos de sentido o superposicionescatego- ‘alee queinvalidan gran partedelapolémica antialthusseriana. Pero el lugar obligado de cualquier valoracién de las po- siciones de Thompson es. sin duda, Thr Moking of the Ex ssluh Working Class: una parte considerable de la critica de Anderson versa sobre esta obra, E] examen, que se concen ‘va en la “estructura logica™ de la argimentacion all’ pre- sentada, no encuentra justificadas las principales tesis sobre la clase obrera ingles: la “codeterminacién” de ésta por la accion fazency] y el condicionamiento: la conciencia como base de la nocién misma y el afo 1832 como término de su “formacion” acabida. Anderson apela a a necesidad del control empirico de las postulaciones tebricas (el mismo re- clamo de Thompson @ los althumerianos, aunque la site- iia no sea explicita): Ia falta de “coordenadas objetivas” sobre el modo en que el capitalismo industrial conformé a la clase trabajadora y sobre la misma dimensiin de esta Gi- tima no resulta compensada por la brillante descripcion de Ja cultura obrera en el perfodo estudiado.” El comentario no alude a las explicaciones que dio Thompson respecto a Ja augencia, en sus escritos, de “andlisis econdmicos se pero lo cierto es que la raz6n alegada —a saber: ‘que una técita division del trabajo le permitia concentrarse en lo que hacia mejor no suprime la impresién de una sin- tess trunca, ya que The Making no incorpora ese otro cuet- po de datos como elementos de s1 propia explicacion. Lo gue reconstruye Ja “historia desde abajo thompsoniana es una experiencia subjetiva cuyo enlace con las determ® naciones materiales se postula, pero no se explicita. Por eso Anderson puede hablar de una gestacién de la clase obrera como resultado de la “simple dialéctica”” de suftimiento ¥ resistencia. Esto leva a la segunds cuestion, de alcance més general: som constitutivas de ln clase tas. expetiencias comunes (con su proyecciOn en 12 reivindicacion de intere- ses compartides)? El autor de los Arguments se une a 10s sriticos de tal concepcién (principalmente Cohen) ¥ miues: tua que cuando Thompson introduce, més adelante —en “La sociedad inglesa del siglo XVIII" Ia hicha de clases come “eoncepto previo y més universal”, deja inalterada la dfs cultad bisica inicial, que consiste en equiparar clase y con- ciencia de clase (Ia hucha de clases no seria mas que una fase previa a1 definitorio “autoconocimiento colectivo de 1a lase).% Esta segunda objecién forma sistema con le ante- Punto de Visto 17 Hier, pues lo que Anderton veis como “eodeterminacién”” no demostrada de accion y condicionamiento se comple- menta shora con una definiciSn unidimensional que deia inexplicado el status teorico de los agrupamientos sociales carentes de “cultura” o tradiciones de lucha clasistas. En Coanto al muy expecifico tercer punto —Ia fiaciom de 1832 como culminacion del proceso “formative” de la clase obrera inglesa, el autor recuerds que el mismo Thompson elativizo theliamente esa fecha (en el epflogo de 1908 2 The Making) al reconocer que la unificacién cartista de la fase qued® anulade on el perfodo siguiente. En este con- texto, hace notar que ya “The Peculiarities of the En- lish" (1965) se distanciaba de The Making (1963) en la Feduccion del margen de iniciativa obrera y en la subsun- ibn de ta experiencia inglesa dentro del marco general de los paises industealizados. La evaluacion de la principal obra de Thompson es uno de Jos motivos principales de los Arguments: otros son lt discusion de la teoria marxista y la apreciacion del pensa- miento politico de William Mors. ‘Para situar la polfmica con Ia version thompsoniana del legado marxista, hay que tener en cuenta que esta altima se ‘basa en una singular lectura de los textos de Marx que care ce de antecodentes, ya sez en le corriente principal a la que ‘Thompson se adscribe, 1a historiogratfa marxista inglesa, 0 en ef materialismo cultural de Raymond Williams, su refe rente conceptual mis asiduo. Ni en uno ni en otro (cf... por ejemplo, ef trabajo que efectia Hobsbawm con la nocion de “conciencia de clase”, Rudé con “ideologia™, Williams con “‘determinacion”) Ia inspeccion de categorias marxia- tas supane el rescate de un paradigma perdido o erce debi Iitado un proyecto intelectual por incompatibilided con sus Jogros més maduros. Esta paradoja es original de Thomp- son, quien, de hecho, invierte cl guién althusseriano de 13 odisea de Marx: cuanto mis lejos de las obras de “ruptura”, ‘nde proximo al universo de su rival ideoldtico. Asf. mien- tras en Ia dézada de 1840 el esbozo del materialismo his- torico cra altamente prometedor, en los afios siguientes Marx. quedd enviscado en 1o que al comienzo imagin6 una estacién transitoria: 1a economia politica (que debfa ser ripidamente demolida) lo atrapé en el circuito infemal de sus categorias shistoricas y el program inicial quedo como un conjunto de hipotesis gencrales. Fl traspié de Mare, perfectamente localizable, consistio en ignorar la “tinea conceptual invisible" més allé de Ta cual las abstrac- siones del “capital” (un objeto sectorial) carecen de per- tinencia para el andlisis del “capitalismo™” (el proceso glo- bal), De alli que Thompson no participe del consenso que ve admirativamente en los Grundrisse la trame maltiple de enfoques criticos e innovadores imperfectamente repre sentada en £! capital. En su opinion, ta abigarrada urdim- bre de aquellos borradores constituy® para Marx una tram- pa mortal de lz que a ultimo momento lo salvaron (pero 36- Io en parte) cl inspirador antiteleologismo de Darwin 1859: El arigen de las especies y la inserciOn, en su tex- to —como fructifero contrapeso~, de hipdtesis historicas: no obstante, dividido entre la viciada Logica de las catero- ras econamicas y el dislocado injerto de historia concreta, {ET capital result® “wna iaconsistencia monumental”.?> Eas es la razon de que el legado mas firme de Marx no esté en aquellas partes de su obra con yocacion de “sistema”, sino en los principios generales del acercamiento materialista 4 un estudio plural de Ia sociedad: sigutendo Ia primera i nea, se asriba a.un marxismo érido y falas (cuya represen tante egregio es Althusser); prolongando la segunda, se edi fiea una “tradicion” marxista de investigaciones histéricas ala que caracteriza el permanente didlogo entre conceptos provisionales y datos empiricos. En definitiva, Is vis thomp- Foniana leva a identificar el materialismo hist6rico con una autocortectiva prictica historiogréfica. = ‘Le replica de Anderson no se demora en la reivindica- cidn del proyecto maduro de Marx —la critica de la econo tia politics. Sin eludirla, le basta recordar 2 Thompson 18 /Punte de Visto 1a pertinencia del area donde se concentrd el trabajo de quel y el caricter que, en ese marco, revste el modo de produccion capitalista como “nucro objeto histrico”. Radeon y Thompson coinciden en rechazar el prin- tipio de autoridad, Si, 2 peur de su declarado desinte- res en escrutar Ta letra de Marx, Thompson se deja amas. frar a continuas y densas citas de éste (y de Engels), An- derson, por su parte, deja de lado lecturas altemativas, Un singular contraste existe en el sosiego martolégico de Jos Arguments, que asumen una matriz clisica evocada con bastante Taconismo, y la reiterada invocacion de pésinas marvengelsianas en’ un texto que impugna el fundamen- talismo doctrinario: de hecho, Poverty... las moviliza para hacer patente les tergiversaciones de Althusser. Moderado tn la refutacion de esta denuncia, Anderson, en cambio, « enfitico en la defensa de las innovaciones —conceptuales ¥ terminologicas— de la escuela atocadaz “nallargos mal ticos”” come la combinacion de elementos invaniables (pro- ductor, no productor, medios de producci6n) y relaciones bisices (apfopiacion, propiedad) ‘aparecen como avances decisivos —y perfeccionables (cf. Ja referencia 1 Cohen) por “el ripo de clarificacion conceptual sistemitica™”* que introducen en los estudios sociales. Contra el escepticismo de Thompson, esis conquistas reales han permitido impul- Sar importantes investigaciones empiricas; Anderson exhibe ia productividad Jel althusceismo citando los trabajos de Poulantzas, Aglictta, Therborn, Establet-baudelot, Wright, Rey, cteétera, en un esfuerzo por convencer al critico de lo infundado de-sis anatemas (Ia “plaga para el esprit” cl ataque a “Ia razin misma”, eteétera). En un desarrollo mis especifico en tomo 3 ta vevata quaestio de “base/superestructura™, Anderson muestra que las laboriosis revisiones de la metifora ~su sustitucién por otra “wegetativa’, u “orginica”, eteétera— no pueden can ccelar Ia distintiva nota de la asimerria de los niveles una ver {que se ha aceptado a primacia de las determinaciones ceo omicas en la historia, Thompson se encuentra en el caso de {que no nicga es2 primacfa, pero se impacienta con tos “mal- toe nivel”? que Ta ponen de manifiesto. De esta mane: ra, olvida la insistente demarcacion de Althusser entre el objeto de conocimiento y el objeto real. FI ejemplo que ale- {2 para desharatar In construcci6n althuseriana ~1a ubieui ad del Derecho en ta Inglaterra del siglo XVIM— revela Ia presencia efcctiva del Derecho en distintas esferas en 1a $0 Fiedad, pero no suprime ta necesidad de conceptualizario como ‘nivel especifico de Ta formacién social: 1s misma enumeracion que hace Thompson (resumiendo Tos resul fados de st Whigs and Hunters) indica el predominio in- euestionable del Derecho como sistema ideolgico. Con fu caracteristico trabajo de cotejo y enlace entre descrip- tiones historicas y puntualizaciones tebricas, Anderson onecta Ia riqueza empirica de los hallazgos de Thosipson (y de Douglas Hay) con los enunciados programiticos de Althusser y Poulantzas Donde, en cambio, ex mis visible el apartamiento del enfoque de Thompson de una posible integracion con los Conceptos althusserianos ~y aun marxistss~ 2 en fos tpi cos culturalistas centrados en la experiencia y la apelacién f valores. En particular, la tematica de la moralidad —uno de los principales Enfasis de Poverty... conduce a Thom son, en algunas ocasiones, a entender 1a historia como re uento de opciones moratcs individuales que el presente de bbe reasumir 0 condenar. Lacontraposiciin de Swift y Wal pole, presentada tanto en ese libro como en Whigs and Hun fers, da ocasidn a Anderson para evaluat los retratos del es Griter y-del politico y matizar criticamente sus perfiles Pero ta figura histonics que Thompson admira por 9 “ape lacién 2 1a conciencia moral como agente vital del cambic social” et William Moms, de,guien compuso una gran bic frafia intelectual y politica Los capitulos finales det li bro de Anderson (posteriores a la refutaci6n del supuesto “Stalinismo”” de Althuser y a 1a dlucidacion del diferend entre Thompson y el grupo de la New Left Review) tiene ‘como sje una apreciacién del socialismo y cl utopismo de Mortis. Fartiendo de las opiniones del biégrafo, el examen ‘Se extiende a una vision general del papel de la utopia en el pensamiento socialista, asociando este tema con el mis amplio de la estrategia politica. Fara Thompson, la trayectoria socialsta de Mortis y su desaprovechada herencia ejemplifican el desencuentro de dos tradiciones intelectuales: 1a critica romantica del capi- talismo (moralmente fundada) y la politica del marxismo ortodoxo (basada en el socialismo cientifico). La imposil lidad de su fructifera unién estaba inscripta en la naturaleza del aporte morrisiano: una fundamentacibn moral de la pric tica transformadora para la cual el socialismo partidario solo podia demostrar indiferencia w hostilidad. La significacion ile esa ocasion perdida se revela plenamente en el desarrollo histérico posterior: no solo el marxismo carecio de una di- mension moral para sostener su prictica revolucionaria sino que, en el plano tedrico, demostré su ceguera ante el papel de los valores, la imaginacién y el sentimiento en la accion Social. Citando aprobstorianente (en el epilogo a lac idm revisada de William Morris) al ensayista francés Miguel Abensour, autor también de una obra sobre el utopista in- 8lés, Thompson hace hincapié en Ia temitica del deseo co- ‘mo un niicleo de la perspectiva morrisiana absolutamente inasimilable para un marxismo irreversiMlemente cieatista En resumen, como “no se puede reducir el desco al cono- simiento”,”" el marxismo deberia abandonar sus preten- siones omhicomprensivas y aceptar que un amplio segmen- to de la cultura le estard siempre vedado, FI juicio de Anderson sobre estas tesis encadenadas se articula en sucesivos momentos analiticos a partir de la ob- servacién liminar de que las relaciones entre Morris y el marxismo deben dar lugar a una explicacion histériea y no ‘ontolbgica. Thompson ha revelado poco discemimiento al adoptar, con el topice del deseo, las turbias resonancias de una moda caracteristica del “irracionalismo parisino’ (Hay una sutil ironia en este reproche al furibunde denox- tador de las modas de ese origen: recuérdese la nube de lan- Rostas “provenientes de Paris" que cruzaba el canal de Ia Mancha y “cn um instante” devastaba el paisaje cultural ine glés.)'°"" En particular, ta oposicion entre deseo y conoci- ‘miento tiende a clausurar una inspeceién racional del com. tenido de Ja utopia. Mientras, en este terreno, Thompson relepa a la ciencia y la teoria politica frente 2 la imakin, cin y la literatura creadora, Anderson cree posible superar ese veto y reconstruir histérica y politicamente los marcos del pensamiento utépico de Morris: y también, cntcndet 1a escasa huells de tal pensamiento en el socialismo del siglo XX. Por eso, le resulta més instructiva la lectura del otro li- bro importante sobre Morris aparecido en los fos 70: una obra de! comunista francés Paul Meier (traduccion, William Morris, the Marxist dreamer) descalificads por Thompson sin mayor fundamento. Como el trabajo de Meier es un estudio detallado de Ia principal novela utdpica de aquél, Noticias de ningune par. fe, €$ posible —siguiendo al autor~ evaluar los principales rasgos de Ia imaginada sociedad futura y cotejarios con las ideas (explicitas 0 deducibles) de Marx y de Engels, El re- sultado es muy ilustrativo, pues mientras algunos aspectos (la abundancia material ‘permitida por una tecnologia avanzada; 1a desapariciOn del Estado, el derecho y ias fron- eras. nacionales; la extendida igualdad y la autorregula- cin de la vida social) parecen compatibles con la prospec- tiva marxengelsians, otros se distancian de ésta considera. blemente. F1 renacimiento del trabajo artesanal, la cristali- zaciOn de las fuerzas productivas, 1a insulanidad de la cien- ia, 1 desmantelamicnto de 2 educacion, la falta de inte- rés por Ia historia y la literatura, etcétera, contrastan con las deducciones tebricas y las preferencias tacitas de los fandadores del matcrialismo historico y, por otro lado, contribuyen a precisar la singularidad de la fantasia de Norris. Dos rasgos, sobre todo, muestran las limitaciones de su genio: una inclinacién a invertir, en terminos rigidos. 1a presente valoracién del trabajo manual y el trabajo men- tal, elevando abruptamente al primero y degradando o ma sinando al segundo; y, en particular, la “Tepresion” de la historia del capitalismo, fundads en un rechazo de las pro- dueciones de la civilizacién burguesa que excede atin las Prevenciones de Ia tradicién romantics a la que Morris per- fenccia. En este punto, sepiin Anderson, resde el equivoco de Thompson cuando juzgs que un comunismo como el de Mortis, derivado de la logica de esa tradiciin, necesariamen- te prodaciria un utopismo politicomoral inaceesible al marxismo. Pues lo que hace la novela de Morris (declara- damente eserta contra el futurismo neotenthamista de Bellamy en Looking backward) es reproducit una antino- mia ~entre romanticismo y utilitarismo, exaltacion de la la- hor artesanal o paraiso de la organizacion industrial que cl materialismo histérico se propuso superar, fomentando las condiciones que leven a su comin “muerte piadosa™ (segiin fa frase de los Grundrisse), En cuanto al ulterior destino del utopismo de Morris slausurado, segiin Thompson, por un marxisino host a a1 contenido moral, debe entenderse ~en la dptica de Anderson por Is excentricidad de sus rasgos quietistas en una epoca dominada por los problemas cientificos © industriales © directamente, como en la URS, por el ob- Jetvo de un crecimiento economico acelerado. Pero un 3%. ecto central de ese utopismo -el enlace del ideal social con la prictics transformadora— reaparecerd, sin embargo, en la nueva “relacién entre politica utopica y politica co: tidiana’""®? que propone en nuestros dias Rudolf Bahro, ‘cuya Alternatira supone (al revés de Mortis) el desarrollo de ia ciencia modema y la complejidad creciente de la s0- cicdad industrial, mientras por otro lado (y a diferencia del marxismo elisico) concede a la politica un papel rele. ante en la gestion social. Mientras Thompson paradigmatiza 2 Morris como et ‘topista genial en quien el impulso ético y las facultades imaginatives proponen un modelo inalcanzable paras! plimbeo socialismo partidatio, Anderson se extienle mis en la valoracion de la otra mitad de su pensamiento pol. tico, inexplicablemente descuidada por cl bidgrafo en sus articulaciones significativas. Asi, en una innovadora recapi- tulocion de la reflexion extrategica momisians, pone de te lieve en el marginado socialista inglés una capacidad de pe- netracion politica unida a.una hicida intransigencia revolu cionaria que, para su époce, son absolutamente originales: fen la historia del marcismo, las exhortaciones y pronuncia- mientos de Morris constituyen “el primer combate frontal con el reformismo”."®? Et juicio es importante, porque ad- judica a Morris un discemimiento superior al quc mostrazon Marx y Engels a propésito de la tase politica que sustents- ba la moderacién del movimiento obrero britinico. Mis fs. miligrizado con el bastion de las ihisiones reformistas —“el Parlimento democratico y burgués"—, Morris pudo contem- Plar “al reformismo cara a cara, mientras que Mary y Ene gels meramente to atisbaban con el rabillo del 90"? y su denuncia de tales expoctativas figura en una serie de cart 408 de los afios 80, una década antes de que el debate sobre Jas posturas reformistas se generalizara en tomo a la polém!. ‘ca del “revisioniamo"”. Asimismo, sus programas 0 conjetu- tas revolucionarias atestiguan una imaginacion historica (en 1887, por ejemplo, propicia un “doble poder” que solo se hard realidad en este siglo) cuyos alcances no son menores 4 Jos de su imaginacida utopica: incluso en la novela de ese caricter —Noricias..~, el “gran cambio" evocado retrospec- tivamente es, de hecho, el desemboque exitoso de una vero- simil lucha de clases. Cotejado con el de Thompson, cl acercamiento de Perry Anderson 2 Ig obra de Morris parcce ilustrar la distancia en- fre un “énfasis en la cultura’”y un “énfass en el poder”, se- Bin el sefalamiento que hizo! mismo Thompson para con. ddensar las diferencias de orientaciGn entre él y Williams por un lado, y Anderson por otro.'°* La distincin, aceptada ~con algunos matices~ en las paginas finales de'los Argu- Punto de Via /18 ments,2° puede servir para recordar la permanencia de un niicleo movilizador en los dirersos trabajos de! autor. Pero sonviene 1a afntesis de Thomepon: el “énfasis fen el poder” propio de Anderson y la New Left Review ha consistido, més exactamente, en la apelacién a una re flexion historica y politica capaz de sostener una recupera cin contemporénes del pensamiento estratéxico como cen {to dindmivo dela tcorizacién marxista. La misma naturale za del empeto reclamaba una inspeccién critica de las di ‘versas herencias transmitidas, asf como Is afirmacion de una perspectiva internacional en la eaptacion de los problemas y Ge las situaciones. Fijado ese horizonte, los enlaces me- Giadores podian retrotraer considerablemente la atencién hacia elementos formativos de la sociedad moderna inmer sos en un pasado imperfectamente discernido hasta enton- ces. En todo caso, tal propésito conectaba la preocupacion politica por la historia con una lectura histérica del pre- Sente politico. En la obra en curso de Anderson, tributaria de exe pro- ‘erama, pueden distinguirse tres zonas de interés (que a ve~ ‘ces solapan sus contenidos): 1) la excepcionalidad politico- celnaril ingles: 2) deamon te eseats niente eta Teoria marxista; 3) la premisas politicas y los lapsos de consolidacion de las revoluciones (burguesas y socialistas). 1) Uno de los tempranos raskos de la analitica anderso- niana ha sido el comparatismo, la conviecibn de que el ac- fee50 al objeto en examen esti mediado por Is aprehension Ge Ia estructura que 10 abarca: el conocer por las diferen- tias. Los trabajos que, en los aiios 60, focalizaban el con- trarte de la sociedad y la cultura inglesas con otros paises de Europa, participaban del enfoque opuesto al que Ander son llamari més tarde “parroquial”.'®” El movil de es0s ex Tudios fue la urgencia politica de comprender un presente poco alentador. la sociedad britinica de este siglo consti- fufa un “cato Gnico” entre las principales aaciones euro- peas por su incapacidad de generar “"un movimiento socia- Tista de masas o un partido revolucionario significativo”.""* En “Components of the National Culture”, escrito poco después de 10s articulos sobre los que gird la polémica con ‘Thompson (a su vez centrados en la excepcionalidad brité- nica), Anderson retom6 y desarroll6 algunos de sus esque- mus, preocupado ahora (gramscianamente) por Ia carencia Ge una cultura revokicionaria auténoma y-la falta de una matriz intelectual que representase “‘una altemativa decisive y hegemdnica frente al statu quo cultural”. En la medida en ‘que lo urgente era disefiar Iz “cartografia™ del terreno don- dde se empeharian los combates, el articulo buscaka fila la estructura de la cultura biitinica, pasando revista a una se fe de disciplinas (desde la historia al psicoandlisis) qu. Constitufan, slobelmente, un “complejo superestructural’ y, Por tanto, un factor de hegemonia. En cada iso, la “experiencia comparativa”” con otras ‘cultures nacionales exhibia la reiterads insularidad y clau- Sura del pensamiento inglés, incapaz de articular sintesis originales 0 de incorporer productivamente otras_sjenas. Puesto que el inmovilismo y el conformismo cultural se correspondian con la legitimacion del statu quo social y el Culto a fa tradicion, la génesie rocial del paicaje intelectual brithnico debia buscarse en las falencias historicas de la burmuesta inglesa (sobre las que versaba “Origins of the Present Crisis”). Al denstir de una temodelacion comple ta de ls sociedad, esa burguesia habia carecido del impul- 30 para producir una sintesis reflexiva, un sistema concen tual globolizador (como los que se insinusron en el Siglo de las Luces). Ninguna réplica de la sociologia clisica —Ia teorfa global por excelencia— florecio en Inglaterra, cay cultura, debido a esa laguna, se caracterizaba por tener Slim centro cusente™. Mis ain: “una profunds ¢ instinti- va aversion a la categorie de totalidad”” marco la trayecto- ‘Ha de Ia burmesia: cuando ésta buscd integrarse al orden Social, tal categoria resultaba supertlua y, tueg, cumndo yo se habia fusionado con la aristocracia agraria, pensar en ‘Yérminos de “totalidad” era peligroso. De ese momento da- 20 /Punto ae Visca tabs una configuracibn sistemética del campo cultural diri- gida contra cualquier pensamiento critico; la misma inmi- gracion “blanca” recibida (ya que la “roja”” —Marcuse, Brecht, etcétera— se desplaz6 a otros paises), 2 pesar de haber enriquecido ese campo, reforzé (y teoriz6) sus limi- taciones y prejuicios caracteriaticos: la “mistica del sentido comin” de Wittgenstein, el “individualismo metodologico” de Popper, la ahistorica teoria politics de Berlin, eteétera, consolidaron la ortodoxia reinante, mientras la productii- dad de sus creadores compensaba el decaido impetu de la intelligentsia nacional.!% El balance negativo de Anderson rescata, sin embargo, dos disciplinas que se han scrvido del concepto de totali- dad. Con la antropologia funcionalista (de todos modos, fundada por un extranjero: Malinowski), la sociedad bri tanica, renuente a pensarse a través de ese concepto, 10 des- plizd a los pueblos colonizados; el resultado fue una “teo- ria auténtica”, aunque no invulnerable (Leach serfa el po- Iémico renovador de la disciplina). Pero, sobre todo, la cr tica literaria fue un “refugio” tipicamente inglés de la no- cibn de totalidad: slo en Inglaterra esa especialidad conci- id, con Leavis, Ia ambicién de convertirse en el centro de los estudios humanisticos. Actuando, en est sentido, conio tun sucedineo de las ciencias que deberian haber asumido una perspectiva globalizante, la critica literaria produjo, fi- nalmente, con Raymond Williams, un “pensamiento socia- lista, totalizador™ que permitio enfrentar al utilitarismo y al fabianismo laboristas. La significacién de este juicio debe medirse, a si vez, en relacion con otra postulacion de An- derson (una de las que habjan irritado a Thompson): el Uesarraigo del marxismo en la cultura inglesa, complemen- tario de la ausencis de una sociologia clésica. Mientras, fue ra de sus fronteras, estas dos tradiciones tenian su natural terreno de confrontacién tebrica, Gran Bretafa estaba exen ta de esa tension: “es el nico pais importante”, dive An- ‘que no ha producido un colo pensador maris- 2) La necesidad de revertir la marginacion de la izquier- 4a inglesa respecto a la evolucion del marxismo en el ait mo medio siglo, asi como Ia intencién de establecer un Imbite intemacional de discusién socialista orientaron a mediados de la década del 60, la labor editorial de la reno» vada New Left Review: 90 proposito constructive se resume tn la posterior siatesis de Anderson: “*no crefamos en el marxismo ea un solo pais”.'!! Pero la continuidad del em- peho de la NLR revelo también que las carencias nacionales. fn ese terreno (denunciadas en “Components” no eran ex- Glusivas de Gran Bretaia. Las Consideraciones sobre marximo occidental (1974-76) fueron una “continuaci6n el tratamiento del caso inglés en una escala europea, con cl fin de arribar a una “mayor equidad de juicio”''* res pecto al destino internacional del marxismo contempors Reo. Un antecedente del uso de la fOrmula “marxismo oc Ciental” para indicar la diseminacidn hisiorica de cocrien tes antagonicas a le matriz clisica figuraba ya en los articu- los que, desde 1966 on adelante, hizo conocer Sebastiano Timpanaro,? un pensador estimado por Anderson.!* Pe- ro los temas y, sobre todo, el comparatismo articulador de Tas Consideraciones van mis alla de Ia perspectiva del autor italiano. Particndo de una amplia escansion entre la tradicién cli- sica (extinguida con e| encumbramiento de Stalin) y las Orientaciones marxistas que arrancan de los afios 20, el en- foque de Anderson se organiza en torno a dos ejes enlace: dos: el vinculo entre teoria y prictica y el tipo de produc: (Gion intelectual que caracteriza a las diferentes figuras est- diades. Respecto al segundo punto, el “marxismo occiden- tal”, globalmente considerado, invierte la trayectoria de Marx, pues regresa de la economia y la politica pars afin- carse en la filosofia. En cuanto a la firme unidad de teo- Ha y prictica que tipificé 2 los “clisicos" —dirigentes po Liticos, paslamentarios w hombres de Estado, ademis de pensidotes creativos~, ella solo subsiste durante un breve interregno en los generadores del “modelo” futuro (Grams ci, Lukacs y Korsch); después de su encarcelamiento 0 exi- lio, el signo perdurable del marxismo occidental seré cl di- vorcio entre produccién tebrica y prictica politica (en una época en que “Ia unidad revolucionaria entre teoria y préc- tical” tampoco existia dentro del comunismo orgnizado). Una de las consecuencias de ese divorcio fue 1a sustitucion de sus términos por una nuevé relacion (“de asimilacion y rechazo, préstamo y critica”) entre cl marxismo y las teo las burguesas. Los interlocutores o inspiradores de Luckacs (Weber, Simmel), Gramsci (Croce), Sartre (Heidegger, Hu- sserl), Althusier Bachelard), etcétera, delimitaron, asi, en gran medida el marco de sus reflexiones. Otra consecuen- ia fue que Ia remision a los fundadores de! materialismo historico tendid a diversificarse: mientras se rechazaba la herencia filosbfica de Engels, se buscaba un linaje adecuado ara Marx: las propuestas - que iban desde Spinoza( Althu- sser) hasta Kant (Colletti) se unian generalmente a un én- fais epistemoldgico que desembocaba en un “metodologis- mo obsesivo”, ya que un supuesto comiin era la necesidad de precisar el descubrimiento marxiano de las reglas de la investigacion social. Entre los demds rasgos, brevemente enumerados, figuran’ la exacerbacién del tecnicismo filo- séfico, el predominio de la estética o las superestructuras culturales como objeto de estudio, la inclinacion al pesi mismo: “el método como impotencia, el arte como con suelo y ol pesimismo como quictud".* Uno de los atractivos de Consideracioncs reside cn el Pormenor de su tecorrido a través de autores y obras: lor inesperados diagramas de correspondencias y_afinidades (Althusser-Adorno, ColletiSartre, Sartre-Althusscr) o Ia in- icacion de la significacién polivalente de un grupo de pen- sadores (Spinoca, Hegel, Nietzsche, Freud, Bachelard ) para fel marxicmo occidental, van unidos a un sefalamiento criti co de las dicotomizaciones abusivas que practicaron algunos filbsofos ( Althusser y Colletti) en toro a la presencia de Hegel en los marxismos distintos del propio. El enfasis ge nctal del libro, sin embargo, apunta a la correlacion entre los contenidos de! marxiame occidental y las condiciones histOricas que lo produjeron (revoluciones fallidas, con- quistas fascistas, consolidacién stalinista) En la situacion Presente —confia el autor, teniendo a la vista el ejemplo del mayo francés , parece visible una reunificacion de la teorfa y de la prictica, con la consiguiente “transfonna- cion™ del_marxismo yuna vitalizacion del pensamiento sstratéxico. En una prevision mis modests, referida a las desigualdades internacionales de desarrollo de 11 produc cidn teorica marxista, Anderson auguraba también un in- ‘eremento de la cultura marxista en los paises anglosajoncs. Unos diez anos después de la redaceién de Considera ions, Anderson publico in the Tracks of Historica! Mate~ rialivm, serie de conferencias pronunciadas en Estados Uni dos. La mas significativa de elias indaga en el eclipse del marxismo francés (considerado representativo y orientador del_marxismo latino europeo), correlative del extendide predominio del pensamiento “estructuralisia”, analizando el je filoséfico comin a ambas corrientes bajo el par “es- tructura y sujeto". Anderson propone, discute y rechaza la hhipotesis de que en tomo a estas cateporias se hubiese en blado un real debate tedrico en cl que el estructuralismo (0 su prolongacion con el prefijo “post )habria terminado or veneer al marxismo en su propio terreno. Pero sf com signa la dimisin de los principales filbsofos marxistas ante el desafio estnicturalista: Sartre deja sin respuesta el ata- que lévistraussiano a sus posiciones (en Et pensamiento sal- vaje) y Althusser acepta una “fatal c intima dependen- cia”!"® respecto a una coriente que lo precede y lo sobre- vive; on el caso de Sartre, ademis, su mayor obra marxista (Critica de ta razén dialéctica )se frustra por el congel miento del proceso de descstalinizacion. que constituia el concreto referente histérico de la prosecucién del traba- jo.'"” En definitiva, el desencadenante epocal de Ia ensis latina del mersismo fue, segin el autor, el fracaso de las iniciativas eurocomunistas y el consecutivo desaliento (unido al suscitado por 1a disipicién del espejismo de la Revolucion Cultural china) en los infelectuales de esos paises. En cuanto a la discusion de ls filosofia francess preva- leciente, Anderson considera sobre todo las producciones de Foucault, Derrida, LéviStrauss y Lacan, tratando de co- trelacionar el corte politico del 68 con la emergencia de tun “post""estructuralismo. Sin embargo, las menciones tex- tuales que cita para fandamentar las diferencias de tono y erspectivas resultan poco convincentes: 0 bien. descuida el hecho de que sus fuentes son anteriores al 68 0, cuando lo ‘admite, consigna esas referencias como “anticipatorias” de tendencia futura. En cualquier caso, son de interés las pun- tualizaciones criticas que establece ( después de otros}* a Propésito de la “absolutizacion del lenguaje”'!? que ca- racterizé masivamente a la produccién intelectual del pe- iodo. Anderson contrasta estos desbordes con el trati- miento det lenguaje y la comunicacién en la filosofia de Habermas, cuya afinidad con las preocupaciones del es ‘tructuralismo francés sehala en otra seccién. Las conferencias luego recogidas ea In the Trac se proponian confrontar las tendencias de la produccién manrista de os iltimos anos con los pronosticos adelan- tador en las Consideraciones... En este sentido, It apre- cciacion de Anderson es matizada: si bien, contra las expec- tativas de entonces, no surgld un pensamtento estrategico revolucionario (y mis que de “miseria de 1a teoria” habria que hablar de tna “miseria de la ertrategia"),!"° er, cambio se vio ampliamente coafirmada la prediccion de una expan- sién de la cultura marxista en el drea anglosajona y, asi mismo, la que augurata un regreso al énfasis clisico en los ‘estudios econdmicos y politicos. Las nominas que acomps- fan el registro de este hecho son realmente probatotigs Wel fuerte impulso adquirido por los estudios marxistas en Ingla- terra y, subsidiariamente, en Estados Unidos durante los anos 76 y SO. (Al margen del cOmputo de Anderson, 1a pre- sencia ostensible de las orientaciones marxistas en Ia dis cusién académica norteamericana ha sido repistrada, en el sector de la ciencia politica, por un destacado representan- te de su establishment, David Easton). Esta comproba- cidn, que por lo demis se amplia (con menor espectacula- ridad) al area germana, le permite a Andersoa confinar la Validez de la publicitada (por Time, entre otros) “crisis del marxismo” a los paises latinos, entre los cuales Francia fue el escenario de una “verdadera Jébandade" de antiguos acblitos. Cabe agregar que, como lo prueba el mismo inter. cambio Thompson-Anderson, ese inflexible sintagma carece de resonancia en Inglatera: en toda su discusion sobre el marxismo, los polemistas nunca lo evocan, ni siquicra para desecharlo. En el epflogo agregado al texto de las conferenciss, An derson discute las relaciones entre marxismo y socialismo (en una época en que la obviedad del enlace ha sido cues- tionada desde diversos frentes: feminismo, utopismo, et- cétera) y concluye que el marxismo debe conservar "su fa vorable punto arquimédico: la promocién de acciones sub- jetivas capaces de estrategias cficaces para desplazar las e=- ‘tructuras objetivas”. 122 3) La tercera area de interés (que, en algunos sentidos, abarca a {as anteriores) esté representada por un dilatade examen del pensimiento politico de Gramsci (“Las anti nomiss de Antonio Gramsci") y, wsimismo, por el cons derable trabajo de sistematizacion de los rasgos que dife- rencian intermamente. e individualizan a escala mundial, al atsolutismo europeo (£1 Estado absolutista)." La atraccion ejercida por las innovaciones teéricas de Grams- ‘el acompano ~y fundo, en gran medida~ los analisis polt- ticos de la sociedad inglesa que produjo Anderson (acom- panando a Naim) en los afr 60: mée adelante, las Cons deraciones... registraron el valor de sus contribuciones ¥ la singularidad de su trayectori en el marco del “marxismo Occidental”, pero solo en “Las antinomias...” aparece un Punto de Vista /21 ‘estudio circunstanciado de sus ideas politicas caracteristi- ‘cas. Este estudio, segiin el tipico tributo que rinde laNLR a los marxistas (0 socialistas) de relieve, toma Ia forma de ‘un anilisis critico, en este caso del aporte de Gramsci a la estrategia revolucionaria en Occidente. Mediante un dete. Mado examen de la cambiante fancién del concepto de he- wemonia en los Cuadernos de la cércel (segiin la cuidada edicién de Gerratana), Anderson indica las aporias a las que conducen las oposiciones gramscianas y los riesgos de luna lectura reformista de las tesis del autor, a contramano de su inspiracion y propotitos. A pesar de su acercamiento filoldgico a los textos estudiades, “Las antinomias...” tras- ciende ef andlisis inmanente para situar historica y politica- mente las propuestas de Gramsci: tanto reconduciéndolas ‘a os debates anteriores y contemporineos a Ia redacci6n de los Cuadernas..., como proyectindolas a las exigencias presentes de un pensamiento estratégico. ‘No menos gramsciana ha side la inspiracion de £7 Estado absolutista, aunque esta ginesis resulte velada por la locali- zacidn historica remota del objeto de estudio, FI libro cons- tituye un ambicioso intento de andlisis comparado de las cestructuras y funciones de los Estados que rigieron a las so- ciedades en transiciOn al capitalismo, enfatzando la distri- bucién geogrifica en la que habia asentado Gramsci sus te- sis sobre las diferentes relaciones entre el Estado y la socie~ dad civil: Oriente y Occidente.'?* Mis allé de los logros es pecificos de esta obra ~ varias de cuyas tesis han sido resis- tidas (por ejemplo, fa postulacion de Ia dependencia juridi- ca como constitutive de los modos de produccion precapita- listas o la derivacidn del modelo de organizacion estatal del absolutismo a partir del carécter modificado de la extrac: ccion del excedente)'?* 1o significativo es que cl libro cons- tituye ol remanente (frondosamente expandido) de un abandonado proyecto de discusion ue 1a estrategia revolu- cionaria en Occidente, diagramado en la tpoca del mayo francés'** Anderson ha aceptado la sugerencia de que las “mplicaciones tedricas y politicas™ de tos argumentos de la obra (aludidas, pero no especificadas en su prologo) con- ducian a un estudio andlogo de la temporalidad de constitu- ibn de Jas sociedades fas y su respectivo tipo de Estado.'” Por lo demés, en una ponencia “Acerca de las relaciones entre el socielismo existente y el Sociatismo posible™*** et mismo Anderson presenté un esquema comparativo de las transiciones at capitalismo y al socialismo (a escala mun- dial), donde la atencidn recaia en los Iapsos histéricos que perry Anderson: Arguments within English Marion, NLB/Ver~ so Waltons, Londres. 1980. Version castellana: Teoris, politica Jistoria. Un debate con EP. Thompson, Siglo XX1 de Fspaha, Madrid, 1985, debe mancjarse con sumo recelo esta traduccion, prodiga en crratas, omisiones ¥ terpivercacionse (almunas de las Sipecialmente peligrosis figuran cn pags, 15, 17, 30, 40, 55, $8, 183, 110, 114, 424, 132, 136, 139, 181, 157, 173, 181, 311,217. 2b, 223, 2 E.R, Thompson: “The Poverty of Theory: or an Orery of Fors (en: The Poverty of Theory and other exays. Metin Press, Londres, 1978), Version costellana: Miseria dele cori, Critical Griaibo, Raredona, 1981" ly tradyccin, en general coreet, deja ferder a veces algunas izonfas del autor (cuando Thompson cita Ta formacion histirica de k clase obrers La ideoloria alemane, Ie ince come obras de autor anima). Rot lo demas ediciin no reproduce la liminas del original (el motor de is historia, por ejem: Fo), ctrativar det “planetario™ althuscriano mencionado en el fabticab, 3 CL, “The Peculiaities of the English” y “An Open Letter to Leszek Kolakowski”, en The Sociglist Register de 1963 y 1973. respectivamente. Reedltados en The Poverty... it. © Publicacién que en 1960 lo comté como cofundidor y de ta cual, pocos afos después, se considerd excluido al reestructurarse 1h dircecign. La version thompsoniona de este alejamiento figura en 22 [Punto de Vices mediaban enitre el derrocamiento de un regimen y el este Dlecimiento pleno de la nueva forma politica “tipica”. La generalizacion de la democracia burguesa, en 10s anos s+ guientes a la Segunda Guerra Mundial, era posterior en cus _ ro siglot al inicio de lar revoluciones burguesas; en el caso de las revohiciones proietarias de este siglo, y a pesar de li “tremenda aceleracion del tiempo histérico” que suponit su desarrollo, también se insinuaba un prolongado procest hasta arribar al socialismo “tal como lo definiera Marx”. Perder la esperanza en el destine de estas revoluciones by: sindose en Ia actual “ausencia de democracia socialista”” en! como lamentar Ia falta de democracia burguesa en 1630 y concluir que “la Revuelta de los Paises Bajos no tuvo nadi que ver con el capitalismo genuino”."*” Er, otro lugar, Am derson ha evocado el diferimiento del “cambio de poder” politico respecto a una “revolucion socioeconémica” ar terior, a propésito de la analogis que establece Trotsky (en 1936) entre Ia futura “revolucion politica” antibure- critica en la URSS y el desplazamiento de las formaciones dirigentes en la Francia de 1830 y 1848 (Este suponia Revolucion de 1789 como aguélla la de 1917)! La convicci6n de Anderson, en definitiva, es que no s puede abordar el problema de las revoluciones socialistas y de los Estados que ellas originaron sin una penetracioa ‘realmente solida” en la naturaleza de las revoluciones y Es: tados anteriores; “en esta perspectiva, se puede Hlegar tan~ bign a una posicion politica més serena y equilibrada que lx que es habitual hoy en dfa”."?" Em los Argumencs hay us ‘eco de esta Gltima postura cuando, en la discusion sobre d stalinismo, Anderson reivindica la necesidad de “una mine ciosa investigacion histOrica 0 sociologica™ de las sociedadct “del Este” que supere las limitaciones de la “critica moral” de Thompson."?? ero una dimension crucial en la real ever Tucién de esas sociedades es el contexto internacional y le relaciones de fuerza que en él se establecen: dentro de este Ambito mis amplio, lz presencia protaginica de Thompson cen Ia campaia curopea por el desarme nuclear ha suscitado el elogio sin reservas de Anderson, quien, en esta ocasion, celebra un ““Jiderazgo moral y politico” que en aquél va acompafado por el, pleno uso de sus facultades “como ted- rico e historiador™."*? En el mismo ano en que aparecieron os Arguments, Thompson acepto la mano tendida por Ar derson al final de su libro: con la publicacién de un impor- tante articulo sobre el avance del “exterminismo™, demos tro él también su voluntad de “explorar juntos nuevos pro- blemas”!™ en el ambito de la New Left Review." la “Open Letter” cit.: The Poverty... pigs. 101-108: ta de Andst son, en tos Arguments, pigs. 135-140 (version castellana: pap. 149-155). No son las dis tnicas versiones. In fa Introduccion de Paola Splendore 2 si traduccién de The Lone Revolution so pus: de ker: "A propésito del estructuralismo y de los ataques de Althe ‘set al humtanismo marxsta, suieron en Inglaterra vivuccs pokm- eas; en su transeutso, aktunos intelectuales de relieve mis ligados af Partido: Comunists inglés, como EP. Thompeoa [Jie], tomaton distancia de la New Left Review, en tanto que Williams manturo posiciones mi abiertae y concifiadorss". CY. Raymond Williams: Lat tanga Hvoluzione. Varlasione cultwale ¢ iradicione democrats in Inghitterea {ori 1961}, 3 cura di Paola Splendore, Officina Fd ion, Roma, 1979, pig. 5 perry Andersoa: “Socialism and Picudo-Lmpiticsm™. New Left Review. No. 35, Londres, enerorfebrero 1966, * Teoria, politics e historia (en adelante: Teoria) pie. 1 7 bt estudio histbrco mis ambcioso de Pery Anderson, que ves sobre fas etracturasy rspos diferencias dl Estado absalutsta, se Sitda declamdamente cn an “ninel sovundario”reopecto ala historo- tuafia propiamente dicha. Tanto ET Estodo ebsolusta (Siglo XI, México, 1979, of. 1974) como su “prélogo", Transiciones de Antiqued at feast (Sieh0 XXI, México, 1999; ori. 1974) on Wistes por el autor menos como “vewdaderes esettos de histori» (pues fee falta “ls erndicién y el rigor academico™ del especaista) que como andiists basados “simplemente en la lectura de las obras disponibles de los histeriadores modernon. lo que es un asunto muy diferente”. Cf. Transiciones, pigs. 12:61 Estado absolutista, pig. 2. 3 wa flosofia puede -y debe supervsar, nar y auxin ls cconversacin fentre las dsciplina). Pero a deamor que ls los tate de abstract los conceptosrespecto de ls prdcleasy construya 4 parte de ellos un Hogar paral Teoria Independiontemente de tan y ademas lejos de todo dsdogo con el objeto de a oor, enton- ‘oo fendremos.. jel teatTo de Athsser"™ Cf, Maeno de ls teorie (Go adelante: Mera), pe. 76 9 Ademis de su» estudion lstérices de mayor allento (ef. n. 7, Perry Anderson ha producide monografias sobre el colonialiane portuzués, la conformacisn historica de las clases en Inglaterra, 1a ‘cultura nacional britinica, las tendencias de largo plaza de la pro duccion tedrica marxbta, ta historiogratia del Partido Comunista ‘britinico, el pensamienta de Gramsci, las orientaciones fioudficas el Partido Comunista italiano, la critics tos erigenes del “moderniano' etectera ademas ue amalias politicos coyunturaes (hr izquicrda ef los afos 50, el wibonisme, etedtora) "C4, Pery Anderson: 1 Ertado absolutita, cit. pig. 1: Considers stones sobre of maarstsma accidental (oie. 1970} SIO XIE T- aa. Madrid. 1979, pivs. 133-135: Teoria, pigs. 72-73: In the Tracks of Historical Materiatiom, Verso ditions, Londres. 1983. ies. 20-22 (versign castellanz: Tras la hella del materiaizmo his. inien, Siglo XXI de Fspafa, Madrid, 1986), EXP. Thompson: The Making of the English Working Class, Vie~ tor Gollanz Ltd. Londres, 1963: reed. con un epilogo: Penguin. Harmondsworth. 1968 (verstin eastllana: La formacton histories de ta clase obrera. Inglaterra: 1780.1832, 3 %., Lala, Barcelona, 1977 306 Raphael Samuel: “History amd theory” People’s Histors and Socialist Theory. Rout Londres, 1981, ples: NVXVE eas: and Kegan Pal, “3 perry. Anderson: “Les origines de ta crise présente”, Les Temps Modernes, aio 20: No. 219-22), Paris, weosto-eticmbre, 1968. ee. 248. (Orig: “Ongins of the Present Crisis. Vew Left Review. No. 23. enerofebreto 1964), Los articuke de Ta Political Mite”. “The Unglish Working Class” y Latour Party” aparecicton ea Tox némeros 2 NIR (1968). *9 Les onigines.c* cit, pigs. 407. 412. ** Vin de tos participantes del postetior defate, Nicos Poukint2as, cuestionari desde su consolidads posicion antihisioricista tanto 1 utilizaciin “acstica™ de tos conespon sartteanos como, sobre to. do ia versén Tuctacstana de fa hegemonta (= “conciencia de clase”) «que encuentra en lo» anilss de Anderson y Naim. CT. N. Poulant: zax: Hegemonia dominaciin en el Ettado modem, Cuadernos 8s Pasada y Present, No, 48, Cérdobs, 1969, pigs 112115, 123-126, {Une apreciacin de conjanto de la polémica puede encontratus om fy “Introduesion'” de Emexto Laclau a Perry Anderson: La cultura re presive, Elementor de le cultura nacional brtinica, Anagram, Bate celona, 197 Corts: 1968). 171d, pip 425-429, #9 -F, Thompton: “The Pecullarties of the English” ci Jante: “Pecuiaities"y, pigs. 35,37 (en ade- 1d. pies. 48.47.78. 2 ide, pigs. 47-48, 32°54, 57-61, 72-14, 32. Anderson: “Soviatism and Pudo-tmpinckmn”. nis 78 id. pies. 9.41 1, pigs. 19.20, 22, * J, pigs. 2731. Fata tradicién cs objeto de una digrsién cuyo tema ser retomado y ampliado posteriormente (en las Considerseto- ‘nes sobre el marxismo occidental). Para Anderson, tos momentos de= sisivos de ese marxismo estuvieron marcados por espuesias dialect «28.2 diversas formas de idealismo: en el pnmer Lakacs, en Gramsci- sn Sartre, resuenan los ecos de sus interlocatores 0 ancestros eis. tas: slo en el presente (1966) esti apareciendo tenos de una com tratendencia: “ls obra de Althusser sontienc est promest™ (a pest de su adseripcién parcit a fa pauta general) “Socialism.” pa. 32 2* Jams Hinton: “The Labour Anstocrcy”™ New Left Review, ‘No. 32, pig. 77. Cit. po Andcrson: “Socialism... pi, 30. catism.", pg. 33-38, 37, 39 2, ples 34.3. * Teoria, pig. 158 24.8, Thompson: The Poverty of Theory and other eseys, cit, pie. 399. La otra faziin fue que sus “amigos politicos” dessienta ton tat “pokémica divisomista” (bd). * Teoria, pie. 165 % Su vehiculo eran “Ios francOtiles brtinicos que, durante unos itince Ron han venlde promoviendo ua sapusto. "emecct del marxismo’ em este pate”, CF Miseri pip. 300. ° tatctaet Merrill: “Una entrevista con 1.P, Thompson” (en ae lunte: “Entrevista” en: U.P. Thompson: Tradicién, revuclta » com ‘iencia de clase. Estudios solve lo ersis de ly sociedad premdustral Citica/Grijalbo, Barcelona, 1979, pig. 311, (La entrevista xe feb 26 y_ publics en Nueva York en 1976: of. Relea! History Review, ms) % sticeria, pips. 12-14, 209,280, 300, ™ Mospero, Paris. Pour Mare aerups articulos de Althusser de los ios 19404 1968 (ersion eastellna: Le revolcion tedrce de Mors. Sinko XX1, MEdo, 1967). Les dos tos Ge Lire fe Capital comprenien exposcionespreintads 6 1965 en la Ecole Normale Sapcricure (Paro) por | Attusies.1- Walibr, ) Ranciere Het y P. Macherey. La version castellina reproduce ta edicin de Maspero de 1967, que a6lo conserva Tox texto (modificados) de los dios primero: er ler BY Copia, Sig XX, MAb, 1969, * Entre otros: Lénine et la philosophie, “Bulletin de la Société Frangaise de Mhiosoplic’, ao 62, No. 4, Paris, octubtealickmbre 1968: Reponse @ John Lewis. Maspero, Paris, 1973. (Version casto- lana: Lenin sb fllosfia, Vrs, México, 1970. Pare una eriticn de la prictiea tetrice. Respuesta a John Lewis, Siglo XX1, Buenos Ai es, 1974.) % Sail Karsz: Théorie et politique: Louis Althusser, Vayard, Pa rh, 1974. “Un souci constant de définition Vanime”, informa ta Sontratapa dot libre 97 Jucaucs Ranciére: Le lecon d'Althuster. Gallimard. Paes, 1974. (Wersién castelina: Le leecin de Althusser, Galema. Bucnos Ai- tes, 1975) ** Louis Althuser: Elément d‘autoeritique, Hachette, Paris, 1974 (Netsidn castellna: Flemenios de autocrtiea, Lata, Barvelona, 1975.) 2? “Defensa de tests en Amiens (unio 1975), en Louie Althusser: Posiciones (1964-1975), Grijalvo, México, 1977 (orig: 1976). La “déviation théoriclste™ en el Jeinmatir de ta autocritca de AF thusser en los Elément... it ** Que esos raspos también eran vilidos en Gran Bretafia ‘s¢ despren- de de las consieraciones ceticat de Stuart Hall (quien, por Ip de ‘mis, fuera el primer dvetor de ln NER, on 1960-51) x ropealto de 1s oportunidad de a polemic antiteorcists de Thompson, CES. Hal: "In Defence of Theory”, en R: Samuel (ed): People's Hist yn St paE 3D. Punto de Vista /73 2 temple: “Debemon therar mucstras mentee ahons mica: ssa tdeolopia fiega famis a revindiear su participacign en el poder, se- ‘demasiado tarde": “esta nocibn de Teoria es como una plaza que Se ha ahatido sobre cl espiitu”. Miserig, pigs. 248, 254, ‘expensas deta verdad” (iid. con tos afios, Heed puntualmente al chibi del sine ‘bro de Sail Kars (cn. 36), in una ipida amaleama, Thompson susere «jac un “infer feeoe™ como 41 de Camboya pude contar, entre sus fusates, con tina “dows de stron athaweriona. Cie Misia, pas 287- 288, me 8 1d. ig. 107. itrevista" pl. 311 °C, Barry Hinde, Paul O- precapitalstas orig.” 1973), Peninsala, Barssiona, 1979, Lox moxdos de produccin 3 491 Thompson: "The Poles uf Theory”, on R_ Samuel (ed) Perple’s Hintary... eit. pag. 401. 11 texto es a version ampliads && tuna intervencton de diciembre de 1979, CF. tambiga Miseria. pz. 10. 5 ichard Johoson: “Iduard Thompron, Husene Genovese. and Sovialistllumanist History", Uistorv" Workshop Journal, No. 6, ‘tuto 1978. pak. 79. *°1 1 Thompson: “Th Paities af Theory Miser, pie. 260. crt, pigs. 396-80, Be, Miner. pis. ‘An Open Rotter". eit pie. 197 clitities, pie. 88 #4 P. Thompuon. “Throuzh the Smoke of Budapest”, The Reo: rier, Nov nuviemsbee 1986, Cit, en Bryan D. Palmore: The Making OF Es. Tampsent Marxism, Humanism, end Motory. New Woe: mn Brow University of Toromta, Toroat, FRI. pags 37 ¥ 51 foc", pigs. 7879: “An Open Let "pie, 317: Miserda, pags. 1S-17%, 5 tiseria, pigs 130-131. = (na evaluactin de eonjunio de te historia, interes y opin «kt rap puede encontearse on Bill Schwarz: " “The People’s in Hotory: The Comunist Party Historians’ Group. 1946-86", en R. Johinson, Gr McLennan, B. Schwar7, D. Sutton (68s): Mokine Ms: tures. Shudies ia Mistory-Writine an! Politics (publizaciio det Cone tre for Contemporary Cultural Sadie) Hutchinson, Londres, 1982, ris, Runwentic: to Revelutionsry. 1976, pig. 169 Las expreiones eo ‘eta versin revisada del Tibro de ie ane 574%, Thompson: sliem Pantheon Books, Nucta Yor Act: “peculiarities, pi. 79. 5 .D. Palmer: The Making of EP. Thompson, ct. pig. 88, ur, So. 16, julioaposte. 1961. pag. 28 C 126. hompwon: “The Long Revolution, I", New het Review in Open Letter 1120, Thompson tana metitors de ide bs consteuccio imetifores biolisicas, ofpanieas, vitlista, senoratvas, aunque Inn Gxt son deficioates, puck “exeluyen fy dimenskin fnumana™, . "Pecaliarities". pap. 79 y “An Open Letter..." pit. 11 © pecaliariies”, pi. 80. Cf, Miseria, pig. 21. FV otto “diilogo” 4 da entee la teoria y lo» datos empirico: (Miser, pigs 33, 67,69), La epistemologia de AF 26 /unto de visto thusser resultaria incapaz de comprender “ios dos “dislogos' | ia, pag. $8). 5 Cf, Miseria, pg. 20-21: “Peculiaites”. rig. 79. © ¢4, Miseria, pig, 172: La sociedad inglesa del sigto XVII: cha de clases sin elases?™, en EP, Thompson: Tradicin, renal 7 ‘conciencia de clase, cit, pip. 38. Raymond Williams: Kevwords, A Voubulary of Culture Soviets, Osford University Press. Nueva York. 1976, pies, $751 (wor "Datermine”): pero, sobre todo, ef. del mismo autor. Mert imo ¢ leiterature (orig: 1977), Laterea, Basi 1979, pies. 110-18 (cap. “Determinazione”), FH signifieads descchads por Thompon ‘vel qu Willans adjudica al “determinismo abstrocto”, \teunas promists y desartotlos comunes # bs obras de son ya! Willams (la deconstruccign de “buse/superestructura" Teticencis sobre fos concepts de Wcolosia y fal conciencis, Central gnfasisen La experiencia. ef sentimicnte (ecting) y tos vl: fess fx recuperacién de la critica cial romintica: bo sensibilidad 3 Tentimonio “epocal” de poctas y excitons: Is matizada evaluat lr cultura politica obrera, eteéter) merscerian ser objeto de ddscrimmade estudio contextual. Fste deteria mostrar is razencs GE mmyor velneratitidad dst manejo Hhompsonian de kos Dropios del materiaisie cultural, quizis come comecuencis de tina civtarisidez del propio marco inteksctual que no se encucnt on Wilms. Ur vasto documento de kt permeabibidad de ests tins GT cuestionamiento de distintox aspectox: de st) amplia obta y. pot Tinto, unignucstra ds su eptitud astocrities, pase encontrar ce Phlities aud Letters. ntervicus wlth New Left Review. New Lett Boks, Londtes, 1979. Anilogamente, un acabado oem jlo del convtante impulse de Willams a volver vole «propos fextos con unt mirada evaluativa y un proposito de reforrmubs © aetualizacion, e& Towards 2000 (Chatto and Windus, Lo 1983). donde ke retiospeetivamente The Lome Revolution to en 1989 y- progede a "su ditecta recomsidcrachia y. [el su tadical emtemstin y- revisit” Uno de lox apictin tv la “perspectiva “nacional” de_aqucl emeayo. “demasiads tie Gha incluso. pata entender by nacién en cuestion”. CLR, Will cia claney 2000, Crit Cajal, Barevhona, 1984, pgs. 30-21 Sn © Cr, Miser, pig. 160. 71 Fy tos articulos de Anderson y day de oy “utnibutos de Mentidad person comeicntes y cualidades morales” La ste y en otros huzanes extg. Thompson repite ‘aeibn que efectuara a mismo eeelanns histor ste ae “hase Y SUNN inta de us Hos proces amido en sintess fiuratiran 0 (Gtoras persomalizada: "When, in discussing IF too Frequently commencing sentences with Sineselt under some historical suntrol., To reduce claws tan idea ty i to forget exactly where azeney Hie, not in class but in mens Ch “Wculiaiios™, pigs 69.y 85-86, 7 cf, peculiarities, pai 86: asoctedtad imgkes det silo XVIE rt. pie. 37) Soviaitt funn Tye necowsy of 2 Richard Johmon: “Thompson. Genovese ond History, elt pags, 20-91 9, 98-98: Paul Hint theory, Economy Gad Society, vol 8, Ne. 4, nriembee 1979, nex A293: Sturt Hall: a Defence of Theory” «cit, pag. 384: Ke inst absolution’. rig. 302: Gregor McLennan: “IP. Thompson and the dneipline of Context” en Johnson, MeLennan, Schis fez. Sutton (cds.): Moking Mistorcs. it, pigs. 10113: GA, Cr Ihen: Kor! Morx's, Theory of History. A Defence, Clarendon Pres 1d, 1978. pigs. 13-77: Petty Andeson: Arguments, mies. 3h 3843, 4649 (Torta, pps. 3435, 42-47, $1-54). Por otro tad, pucde encontrar una imidizente defen de ts posiciia de Thome Com en el articule de Fllen Metksins Wood "11 co TP. Thompson”, Cuadernos politicos, No, 36, México D.V abi junio 1983 (oris. en Studies in Political Econ 1982, La autora integra st vonwjo de redaceion de ta New Left Review dle 1984). fa Johnson (4979),¢l aisogo propciado tro wa momento culminante en fen trevstnafa que ls WER efectué al esrtor Politics and Letters, it.) Foro anicso después de ella, Anderson evoss en diferentes oportunt- fades el testimonio de Willams. En los Arsuments, por ejemplo, ps- fe oponce, con ventsj #9 sceptacién del “ensanchamiento de la it. 143) als partiors que e- forbabun une ectited andloga en Thompson: y en un anterior parora- tna de la "cura nacional”, para eximir a'ou Cgura del agobiante ‘Detamen que hacia ecacr bre ésta: Wiliams habia siéo "el hom bre capa de cfea un pensamiento socialist totazante™ en medio Ae una culture que, “en fodos sus sectors, reprinia Ia ea de iad ya acttud de ia razén erica” (P. Andetion: La eure re presve, cite, pig. 122. Hay otra vesion espaol de este texto, ap3- feeido originuente en Ia NLA, No. 50, Jaloagosto 1968 y aiafo ‘Sgucmte en lrecopiscion Student Power) Cf. P. Anderson: “Com ponentes de b cultura nacional, en Alexander Cockburn y Robin Blackburn (eds) Poder eitudionil Problemas. diagwéstieos, ac tos, Tiempo Nuevo, Caracas, 1970. ©” sin mencionar a Williams, Anderson reconoce que ia “distribu ciém del peso” de cada tipo de interés, diferia, en efecto, de uno 3 Sto, 31 bien Thompson tenia'su propia concepetén del poder y, por ‘tro lao, las cuestionex culturaes estaban presentes entre ls temas ela NER. CF, Teorie, pig. 227. Woy efecto, los estudioe monogrificos limitados a un pais fre~ cuentemente tienden a pastt por alto precisamente lo que e> mis propio de ellos, es decir la differentia specifica que tos distingue de ‘Sus vecinos, una especificidad que s6lo es posible captar estudiando tana pluralidad de cmos mis que un caso singular.” CT, P. Anderson “Remarks on History and Sociolory”. comunieacion presentada en cl colequio sobre “Fxploracién de las conexiones entre la historia y tas demis disiplinas de las ciencias sociales", Unesco/Flacso, Mex 60, DF, 20-28 de abril, 1980: mimeo, paps. 12-13. 1 Peoria, pig. 6S. % p. Anderson: Le culture represvo, cit, pigs. 25, 27, 30,42, 58, 0 p4, pigs. 37,40, 105, 111, 12: 1 Teoria, pig. 165. 12 Cansidereciones sobre el marxiemo occidental cit, pie. 33 Los articulos fueron luogo reunidos en Sul materiaismo (1970). ‘Vernon castellana: Praxts, motericismo ) estructuratismo, Fontanc- Ils, Barcelona, 1973. Tn fo que se refiere al marxismo ocetlental actual”, el autor enumera: “marnistas gramscianos y togliatanos, TET ERLE ciatae, marutas neopostvizantes, freudanizantes, estucturalizantes..” (pig. 1 M4 gems de las referencias en tas Consideraciones (pigs. 77. 114). «f. In the Tracks of Historical Materiatism. cit.,donde Anderon ad judica a Timpanaro (junto a Peter Dews) Ia “imspiracion general” de fu tratamiento de ls escuelas estructuralstas (pig. 8). 45 Consideraciones, cit, pigs. 29, 41, 69, 72, 115-116. En ese pano~ rama, Gramiei, tnbutario de algunas notas distintivas del marxismo ‘occidental, se aparia de olras en algunos aspecios centrales: no fue ton fisofo, extudié cientificamente un material empirico, dedico 2 [i reflexién politica todas sus energias y, cuando se ocups de las superestructuras culturales, lo hizo —a contramano de Ia tendenctal referencia por las claboraciones estéticss— para entender su eficacia fn cl orden social, es decir. también como un problema politico, Pe- 10, sobre todo, fue el Ginico de los “marxistas occidentales” que vin- ‘culé sus preocupaciones » algunas tipicss de la tradiciin clisca: “cl ‘anilisis de Ia maquinaria politica del Estado burgués y la estrategia de la hucha de clases necesaria para dersibarla” (id, pig. 59). Su no- ‘iin de hegemonii es, asf, primera y mis importants de las “in- ‘novaciones tematicas" de los autores considerados. © ty the Tracks... cit, pig. 38. "7 anderson, que desde su juventud siruid con “obsesivo™ interés la obra de Sartte (°Didlogo", cit. en n. 124), favo fuez0 acceso a los manusctitos del segundo tomo (inédito) de la Critica. Cf. In the Tracks, pig 10: Teoria, pies. 5759. 1 Jy the Tracks, pig. 4S 28 /Puntode View 19 Ip the Tracks, pie. 45. 12a, pig. 28. 121 gun reciente panorama de las tendencias de ta ckencia politics ‘en EE.UU., Easton se teffete al “revival of Marxist thinking” prods: Sido en fa déeada del 70zeste “Yenacimiento americano™ rel, # So vee, a fragmentacion del marxismo europeo ¥. POF e505 et ‘Menttan “representadas todas las escuclas marnistas: bt teori cit Se" humanista, la cultural, la estructuml, asi como ba ortodoxa"s fo desarrolisron Althusser y Poolsntzas”. Cf. David Easton: “Polit: ‘fal Ssence in the United States, Past and Present", Internation Political Science Review (Srgano de la International Political Seem ‘ce Asiociation), vol 6, No. 1, 1985, pigs. 144-145. %2 in the Trecks, pigs. 32, 105-106, 12 perry Anderson “The Antinomics of Antonio Gramsci, Now Left Review, No. 100, noviembre 1976-enero 1977, pags. $-78 (ve ‘a castellona: Lat antinomias de Antonio Gramsci, Fontamary, Barcelona, 1978); £1 Estado absolutista, cit. 188 propinito de tn pénesie de BI Estado absoluriste, explicd Ate dorson. "Mi problema inicial eran las famosas piginas de Grams Sobre el Estado en Oriente y Occidente, que siempre me imprest Raton muchisimo... Como exphcar Ia diferencia entre estas Jos 2 as de Fruropa? Tra una euestion, para mi, sunamente, dircetamer- te politica, ese fue mi punto de partida. Lntonces, comencéa ete: Uist retronpectivanente Is historia del continente para ver en qoé momento erstaliza esa diferencia." (Dilogo del autor con Pett ‘Anderson, julio 1982:en adelante, “Dislogo"), Fl Exado absolutista, cit pigs. 12-15, $14, 440-442. La po mors tosis fue discutida por G.A. Cohen en Kerl Marx's Theory of Mistory, cit, pags. 247-248; la segunda, por Theda Skocpol en Sis fie rivolusione social. Un‘enaist comparata di Frencia, Rusia « Cina (orig. mg. 1979), 12 Mulino, Rollonia, TORI. pies. 92-93. 1% 14 redacciSn del esbozo completo abarcaba las siguientes seo iones: ef Istado absolutista: fas revoluciones bureworas; fo Vat Gos capitabstas, Ine revoluciones socilistas: los Estados obreros “pero una vez que eseribi esto, senti la nccesidad de profundizae ccada seein, geet mis locturas, repemar too es0 y entonees be fquodado. solamente con cl primer capitulo, que ibe alargindow incontrolablemente."("Dislozo™. cit.) 127 opistogo”, cit 7 Fstado absolutiste. pag. 8. 12 pesentada ca el coloquie “Socialismo real, seciaisme pos ble", organizade por cl Movimiento al Sociatsme (MAS) veneze Jane's Caracas, mayo de 1981 3 porencia citada, pigs. © perry Anderson: “Trotsky’s Interpretation of Stalinism” (tex to de una conferencia en Paris, 1982), New Left Review. No. 139 mayojunio 1983, yop. 54, En cuanto af paralelo puntual de te dos clelos revolucionarias, Anderson recompone fibremente us ‘mencién que figura en La revoluciom traicionada: Proveso [Buenos Aites}, 1964, pigs. 24 31 piste ct "2 Teoria, pig. 133. "2, pie 229 sts uci anon “Postseriptum ald cin ego) "*1d., pig. 228. 9 ¢ p. Thompson: “Notes on Exterminism, The Laxt Stage of Cv lization”, New Left Review, No, 121, mayo-junio 1980. Elarticu fue incluido te en ia sin de temas det rism caricter Zero option (1982), Version castellana: “Notas sobre et Tetminismo, la ditima etapa de la civilzacién”, en E.P. Thompsoa Opeidn cero, Critica/Gryalbo. Barcelona, 1983, pigs. 72-119. L aceptacion explita del autor la invitacion de Anderson figure ta pig. 111, ANDREAS HUYSSEN ~ GUIADEL POSTMODERNISMO SIAR, PUNTO DE NIST Este articulo fue publicado en New German Critique, nimero 33, otofio de 1984. Versiones an teriores fueron presentadas en el XVII Congreso Mundial de Filosofia en Montreal, agosto de 1983 y en una conferencia sobre postmodernismo, organizada en la Cornell University por Michael Hays abril de 1984. La traduccion es de Segunda Epigonalli. Un cuento nel verano de 1982, visité Docu- menta 7, en Kassel, Alemania; se trata de una exposicion periddica que reine las dltimas tendencias del arte contemporineo, cada cuatro o i i hijo Daniel, que en- tonces tenia cinco, me acompaiid y, sin quererlo, logré lanzar ante mf el Gltimo grito del postmodernismo. Al acerearnos al Fridericianum, mu- seo que albergaba la exposicion, vi- mos una enorme pared de piedras, que parecian azarozamente amonto- nadas junto al museo. Se trataba de una obra de Joseph Beuys, figura cla- ve de la escena postmoderna en la il- tima década. Al aproximarnos, nos dimos cuenta de que miles de piedras basilticas estaban dispuestas en una formacién triangular, cuyo Angulo mas agudo apuntaba hacia un arbol recién plantado: lo que Beuys deno- mina una escultura social y que, en términos més tradicionales, podria denominarse arte aplicado, Beuys habia realizado un llamamiento a los ciudadanos de Kassel, una liigubre ciudad de provincia reconstruida en cemento después de su destruccion por los bombardeos de la altima gue- ra, a fin de que plantaran un arbol con cada una de las siete mil ‘piedras de plantar’ que é habia colocado alli, El llamamiento, por lo menos al principio, habia sido acogido con en- tusiasmo por sectores populares que, Por lo general, no se interesan en las liltimas bendiciones del mundo del arte. A Daniel le encantaron las pie- dras y comenzé a subir, bajar y ca- minar sobre e] muro. {Esto es arte?, me pregunté al pasar. Le hablé dela politica ecologica de Beuys y tam- bién de la muerte lenta que amenaza los bosques alemanes a causa de la lluvia dcida. Mientras se movia entre las piedras y me escuchaba mas 0 me- nos distraido, expuse algunos con- ceptos simples sobre el arte como produccién, la estultura como mo- numento y antimonumento, el arte Para trepar y, por fin, el arte para desvanecer, ya que las piedras, des- pués, desaparecerian a medida que la gente comenzara a plantar los arboles. Mas tarde, en el museo, las cosas sucedieron de manera diferente. En la primera sala vimos una columna dorada, en verdad un cilindro de me: tal totalmente recubierto de hojas doradas (se trataba de una obra de James Lee Byars), y una larga pared también dorada, de Kounellis, con una percha que sostenia un traje y un sombrero. ;EI artista, como un Wu Tao-Tse de los uiltimos dias, ha- bria desaparecido en la pared, me- tiéndose en su obra y abandonando fuera el traje y el sombrero? Con to- da la sugestion que emanaba de la yuxtaposicion de la percha, banal, y la preciosidad de esa brillante pared sin aberturas, algo parecia claro: “am Golde hangt, zum Golde drangt die Postmoderne” En otra sala, encontramos la mesa espiral de Mario Merz, hecha con vi- drio, acero y arenisca, de cuyo pard- metro. sobresalian tronquitos con apariencia de arbustos. Sin duda, era otro ejemplo del intento de mezclar los materiales duros, tipicos del mo- derismo, con otros mas ‘naturales’, en el caso, arena y madera. Tenia connotaciones que evocaban a Sto- nehenge y al ritual, todo ello domes- ticado y puesto en escala de living- room. Quise abarcar al mismo tiem- po el eclecticismo de materiales de Merz, el eclecticismo nostalgico dela arquitectura postmoderna y el pasti- che expresionista de la pintura neuen Wilden, exhibida en otro edificio de Documenta. Traté, en una palabra, Seperate /i jPunto de Vato de encontrar un hilo conductor en el laberinto del postmodernismo. Y, de repente, las pautas aparecieron con claridad: cuando Daniel trato de to- car la superficie irregular de la obra de Merz, los laterales de las piedras y las planchas de vidrio, un guardian se acercé corriendo y gritando: jNo to- ques! jEsto es arte! Poco después, cansado de tanto arte, Daniel quiso sentarse sobre los sdlidos cubos de madera de Carl André, pero se lo im- pidicron porque ol arte no esta para sentarsele encima. Entonces, nuevamente, el viojo concepto de arte: no tocar, no pisar. El mus era un templo, el artista su profeta, la obra una reliquia objeto de culto: el aura habia sido restaura- da. Los guardianes, por supuesto, se- guian las instrucciones de Rudi Fuchs, organizador de Documenta: “Liberar al arte de las diversas presio- nes y perversiones sociales que sopor- ta”! Los debates de los ultimos quince o veinte afios sobre los modos de ver y experimentar el arte moder- no, sobre la construceién de las ima- genes y los nexos entre arte de van- guardiz, iconografia de los medios de comunicacién y la publicidad, pare- cian haber sido barridos: el espacio estaba expedito para un nuevo ro- manticismo. Todo concuerda dema- siado bien con la celebracién de la palabra profética de Peter Handke, con el aura de lo ‘postmoderno’, en la escena artistica neoyorquina, con Ia autoestilizacién del cineasta como autor en Burden of dreams, el recien- te documental sobre la filmacién de Fitzcarraldo, de Werner Herzog. Fiénsese en las imagenes finales de Fitzcarraldo, esa 6pera cantada en un * Catalogo, Documenta 7, Kassel, Paul Dierichs, 1982, p- XV. arco, sobre el Amazonas. Los organi zadores de Documenta por un mc mento pensaron ponerle como titulo a la exposicion Bateau lore. Pem mientras que el vapor deteriorado de Herzog era, en verdad, un bateau ivre (una dpera en la selva, un barco atre vesando montaiias), Kassel era un be teau ivre que tendria a ponerse sobria por su pretenciosidad. Veamos este parrafo extraido de la introduccién de Fuchs al catalogo: “Con todo, el artista es uno de los iltimos practi cantes de una individualidad distint- va". Y, de nuevo, el Originalton de Fuchs: “Aqui, entonces, comienz nuestra exposicion; aqui esti la eu- foria de Holderlin, la silenciosa log ea de T.S. Eliot, el inconcluso sueio de Coleridge. Cuando el viajero fran- cés que descubrio las cataratas del Niigara volvid a Nueva York, ning no de sus sofisticados amigos queria creer su historia fantéstica. Le pre guntaron como podia probarla. La prueba, respondid, es que las he visto”.* Las cataratas del Nidgara y Docu- menta 7: también nosotros las hemos visto antes. La naturaleza como arte, el arte como naturaleza. El aura que Baudelaire perdié en un populoso boulevard ha sido reencontrada y ol vidamos a Baudelaire, a Marx y a Benjamin. El gesto es abiertamente antimoderno y antivanguardista. Sin duda, podria argumentarse que, ct tando a Coleridge, a Eliot y a Hol derlin, Fuchs trata de revivir el dog ma modernista, pero seria una ma de las nostalgias postmodernas, otra viaje sentimental hacia una época en que el arte era todavia arte. Lo que distingue, en verdad, a esta nostalgia y, en diltima instancia, la convierte en ? pid. antimoderna, es la pérdida de ironia, reflexividad y duda, su alegre aban- dono de toda contiencia critica, su ostentosa autoconfianza y la puesta en escena de la conviccién (visible in- cluso en Ia disposicion espacial del Fridericianum) de que debe existir un reino de pureza artistica, un espa- cio donde se superen esas “desdicha- das presiones y perversiones sociales” que el arte se ha visto obligado a so- portar.? Esta iltima senda en la trayectoria del postmodernismo, corporicada a mi juicio en Documenta 7, descansa en una total confusion de codigos: es antimoderna y fuertemente ecléctica, pero se viste como para retornar a Ia tradicion moderna; es antivanguar- dista porque ignora la preocupacién, crucial para la vanguardia, acerca de ‘un arte nuevo en una sociedad dife- rente, pero pretende ser de vanguar- dia cn su presentacion de las iltimas cortientes; y, en un cierto sentido, en anti-postmoderna en su abandono de toda reflexion sobre los proble- mas planteados por el agotamiento del modernismo, problemas que el arte postmoderno, en sus mejores ejemplos, habia tratado de abordar estética e incluso politicamente. Documenta 7 es el perfecto simulo- crum: eclecticismo facil, mezclado con amnesia estética e ilusiones de grandeza. Representa el tipo de estauracién postmoderna de un mo- dernismo domesticado, que parece ® Esta no es, por supuesto, una evaluacion ‘correcta’ de la exposicion ni de todas las obras exhibidas. Debe quedar claro que me interesa aqui a dramaturgia de la exposi cidn, la forma en que x conceptualizé y fue presentada al publico. Para una dis- cusion mas amplia de Documenta 7, vease: Benjamin H.D. Buchloh, “Do- cumenta 7: A Dictionary of Received Ideas”, October, 22, 1982, pp. 105-126. ganar terreno en la era de Kohl- ‘Thatcher-Reagan y repite los ata- ques conservadores a la cultura de los afios 60, que ahora han crecido en violencia y cantidad. El problema i esto fuera todo lo que pudiers lecirse sobre el postmodernismo, no valdria la pena hablar. Me deten- dria en este punto para unirme al formidable coro de los que se lamen- tan por Ia pérdida de calidad y pro- claman la decadencia del arte desde 1960. Trataré, sin embargo, de argu- mentar de manera diferente. El re- ciente fanatismo de los mass media por el postmodernismo en arquitec- tura y arte ha levado al fendmeno a un primer plano, tendiendo a oscu- recer una historia larga y compleja. Mucho de lo que sigue se basa en la Premisa de que lo que, en un nivel, parece la iltima chifladura, un espec- taculo vacio y publicitario, es parte de una lenta transformacion cultural en las sociedades occidentales, un cambio en la sensibilidad, que el tér- mino ‘postmoderno’, por el momento describe adecuadamente. La profun- didad y naturaleza de tal transforma- ciGn pueden ser objeto de debate, pe- YO es preciso reconocer que se trata de una transformacién. No estoy pensando en Ia existencia de un pa- radigma terminado de cambio cultu- tal social y econémico;* ello seria insostenible. Pero, en sectores impor- * Sobre el punto, véase Fredric Jameson, “Postmodernism or the Cultural Logic of Capitalism”, New Left Review, 146, 1984, pp. 53-92, ‘cayos intentos de identificar @ postmodemismo con un mt evo estadio de desarrollo de la logica capitalsta, siento ‘exagerados. Seporets i 1 /Pumio de Vite tantes de nuestra cultura se ha pro- . ducido un cambio notable en la sen- sibilidad, en las formaciones discursi- vas y practicas, que puede caracteri- zarse como conjunto de supuestos, experiencias y propuestas postmo- dernos. Lo que todavia debe inves- tigarse es si esta transformacion ha producido formas estéticas realmen- te nuevas o si sdlo recicla técnicas y estrategias del mismo modernismo, reinscribiéndolas en un contexto cul- tural diferente. Hay, por supuesto, buenas razones para explicar por qué el intento de considerar seriamente lo postmoder- no encuentra tantas resistencias. Re- sulta tentador descartar muchas de las manifestaciones del postmoder- nismo como engafios perpetrados so- bre la avidez del piblico, por el mer- cado de arte neoyorquino, en el que se construyen y se hunden los presti- gios mis rapidamente de lo que los artistas pintan: testigo de ello, la celada enloquecida de los nuevos ex- presionistas. También es facil detec- tar que una zona importante de la cultura interarte, mixed-media y de performance, que parecid tan vital, esta dando vueltas sobre si misma y causando la impresion de la eterna recurrencia del déjé vu. Tenemos buenas razones para permanecer es- cépticos ante el revival del Gesomt- kunstwerk wagneriano como espec- taculo postmodemo en Syberberg o Robert Wilson. El actual culto a Wagner puede en verdad ser fruto de la feliz. colusion entre la megalo- mania postmoderna y la de un pre- moderno al borde de la modemi- dad. Sigue la busqueda de! Graal. Pero es demasiado sencillo ridi- culizar el postmodernismo de la escena artistica neoyorquina o de Documenta 7. Un rechazo total nos tornaria ciegos ante el poten- cial critico del _postmodemismo, que, en mi opinién, también exis- te, aunque sea dificil identifica lo La nocién de obra de arte co- mo critica esté presente en algunas de las més reflexivas condenas al postmodernismo, acusado de haber abandonado Ia actitud critica que ca racteriz6 al modernismo. Sin embar- go, las conocidas ideas sobre el arte critico (Parteilichheit y vanguardis- mo, art engagé, realismo eritico, es tética de la negatividad, rechazo de la representacion, abstraccién, re flexividad) han ido perdiendo gran parte de su poder explicativo y nor mativo en las iltimas déeadas. Este ¢s precisamente el dilema del arte en la era postmoderna. No obstante, no encuentzo razones para rechazar to- talmente la idea de un arte critico. Las presiones para hacerlo no son nuevas; fueron gigantescas desde el romanticismo y, si la postmodei- dad hace que sea extremadamente ificil defender 1a vieja nocion del arte como critica, nos espera la te rea de redefinir les posibilidades de critica en términos postmodernos en vez de relegarla al olvido. Si se diseute al postmodemismo como condicién historia y no s6lo como estilo, es posible liberar el momen- to critico presente en la postmoder- nidad misma, agudizar sus filos, que a primera vista parecen romos. Lo que no va mis es la apologia o la ri- diculizacion. El postmodernismo de be ser rescatado de sus campeones y de sus detractores. El presente en- sayo intenta contribuir en ese sem tido. En grandes zonas del debate sobre * Para una diferenciacion entre postme- demnismo critico y afirmativo, véase la introduccin de Hal Foster a The Anti ‘Aesthetic, Washington, Bay Press, 1984. Hay traduccion castellana.

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