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ARTÍCULOS CONSTITUCIONALES DESDE EL PUNTO DE VISTA PENAL

Buen día a todos, les ruego una disculpa ya que hasta el día de hoy eh podido publicar lo que eh
prometido en mi blog, espero que mi siguiente post sea de gran utilidad y este perfectamente
comentado, transcrito de la ley en unas partes y explicado por un servidor a lo que su poca
experiencia le da a entender de estos artículos constitucionales en materia penal. Si existe alguna
duda, sugerencia/corrección o comentario son bienvenidos.

Un saludo a todos y de antemano gracias por tomarse su tiempo en leer este blog.

De los siguiente artículos constitucionales 14, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 102 y 104, veremos
cuales aplican al procedimiento, en otros a juicio, al proceso o la instancia aplicable en materia
penal.

ARTICULO 14 CONSTITUCIONAL.

Daremos mención a los tres primeros párrafos del artículo, ya que en este consta el procedimiento
penal “Garantías de seguridad jurídica”.

-Garantía de irretroactividad de la ley.- Nos da a entender que la ley es completamente


irretroactiva cuando en su aplicación no se autoriza a hechos o derechos adquiridos en el pasado,
sin embargo de acuerdo al precepto jurídico, la ley se aplicara de manera retroactiva cuando sea
en beneficio del Inculpado.

-Garantía de audiencia.- En esta garantía se plasma el derecho de ser oído y vencido en juicio a su
defensa y aportando pruebas para ello, por lo que nos da a conocer el precepto legal, el cual dice:
“nadie podrá ser privado de la libertad o de sus propiedades, posesiones o derechos, sino
mediante juicio ante los tribunales”.

-Garantía de exacta aplicación de la ley penal.- En los juicios del orden criminal queda prohibido
imponer, por simple analogía, y aún por mayoría de razón, pena alguna que no esté decretada por
una ley exactamente aplicable al delito de que se trata. El principio fundamental NULLUM CRIMEN
SINE PREVIA LEGE POENALE SCRIPTA ET STRICTA (no hay delito sin previa ley penal escrita y
estricta) establece como la única fuente directa, inmediata y suficiente del mismo, a la ley, y este
principio es válido sólo en tanto que está establecido legalmente.

ARTICULO 16 CONSTITUCIONAL.

-Garantía de libertad personal.- Ningún ciudadano mexicano puede ser molestado en su persona,
familia, domicilio, papeles o posesiones, salvo algún mandamiento judicial donde contenga los
requisitos necesarios como: exista una denuncia o querella y que los hechos se actualicen con
forme a la ley descrita como delito (fondo y forma).

*Fondo = Derecho sustantivo, ejemplo: código penal


*Forma = Derecho adjetivo, ejemplo: código de procedimientos penales.

-Garantía de inviolabilidad del domicilio.- En este párrafo podemos ver que se establece que las
comunicaciones privadas son inviolables excepto cuando sean aportadas de forma voluntaria por
algunos de los particulares que este involucrada en ella, por lo que la ley sanciona penalmente a
cualquier que atente contra esta garantía. La excepción a esta garantía la posee la autoridad
judicial federal, a petición de la representación social, siempre y cuando contenga información
relacionada con la comisión de algún delito descrito en la ley y para ello deberá fundar y motivar
las causas legales a dicha solicitud.

ARTICULO 17 CONSTITUCIONAL.

-Nadie podrá hacer justa por propia mano y señala al estado para proveer de pronta, completa,
exacta e imparcial justicia y su servicio será de manera gratuita y prohibiendo las costas judiciales
“Mordidas”.

-También señala que en materia penal se debe de asegurar la reparación del daño y establecer los
casos en los que se requiera la supervisión judicial para su total cumplimiento en los
mandamientos judiciales.

-Señala también que se otorgara una defensoría de calidad al probable responsable.

-Nadie puede ser aprisionado por deudas de carácter puramente civil “nuestras leyes penales
Mexicanas no consideran delitos las deudas de carácter civil, aunque la excepción recae en el
fraude o la expedición de un cheque sin fondos, lo cual originan la pena de prisión, no por deuda
de dinero, sino por la conducta encaminada a procurarse una cosa mediante engaños”.

ARTICULO 18 CONSTITUCIONAL.

-Se establece que solamente por delito que merezca pena privativa de libertad habrá lugar a
prisión preventiva así como también se establece las reglas básicas del sistema penitenciario con
el objetivo de la reintegración del sujeto a la sociedad.

ARTICULO 19 CONSTITUCIONAL.

-Este articulo hace mención a que ninguna detención ante autoridad judicial podrá exceder del
plazo de setenta y dos horas (prisión preventiva), a partir de que el indiciado sea puesto a su
disposición, sin que se justifique con un auto de vinculación a proceso en el que se expresará: el
delito que se impute al acusado; el lugar, tiempo y circunstancias de ejecución, así como los datos
que establezcan que se ha cometido un hecho que la ley señale como delito y que exista la
probabilidad de que el indiciado lo cometió o participó en su comisión, a esto nos referimos con la
“Garantía” Litis cerrada (Por el contrario, una Litis cerrada implica que una vez determinada la
materia de la controversia, con la demanda y la contestación, el objeto de debate no puede
modificarse en forma alguna).

-La excepción se encuentra cuando el Ministerio Publico solicite al juez la prisión preventiva
cuando otras medidas cautelares no sean suficientes para garantizar la comparecencia del
imputado en el juicio.

ARTICULO 20 CONSTITUCIONAL.

-En este artículo nos señala las principales garantías procesales de las partes, donde especifica
que los juicios en materia penal siempre deberán ser regidos por los principios de publicidad,
contradicción, concentración, continuidad e inmediación, por lo que el proceso penal será
acusatorio y oral.
Del apartado A correspondiente a este artículo nos hace la mención a los principios generales de
los juicios orales por lo que transcribiré ya que resulta interesante como debe llevarse este
proceso ante el juzgado penal.

“A) De los principios generales:

I. El proceso penal tendrá por objeto el esclarecimiento de los hechos, proteger al inocente,
procurar que el culpable no quede impune y que los daños causados por el delito se reparen;

II. Toda audiencia se desarrollará en presencia del juez, sin que pueda delegar en ninguna
persona el desahogo y la valoración de las pruebas, la cual deberá realizarse de manera libre y
lógica;

III. Para los efectos de la sentencia sólo se considerarán como prueba aquellas que hayan sido
desahogadas en la audiencia de juicio. La ley establecerá las excepciones y los requisitos para
admitir en juicio la prueba anticipada, que por su naturaleza requiera desahogo previo;

IV. El juicio se celebrará ante un juez que no haya conocido del caso previamente. La
presentación de los argumentos y los elementos probatorios se desarrollará de manera pública,
contradictoria y oral;

V. La carga de la prueba para demostrar la culpabilidad corresponde a la parte acusadora,


conforme lo establezca el tipo penal. Las partes tendrán igualdad procesal para sostener la
acusación o la defensa, respectivamente;

VI. Ningún juzgador podrá tratar asuntos que estén sujetos a proceso con cualquiera de las
partes sin que esté presente la otra, respetando en todo momento el principio de contradicción,
salvo las excepciones que establece esta Constitución;

VII. Una vez iniciado el proceso penal, siempre y cuando no exista oposición del inculpado, se
podrá decretar su terminación anticipada en los supuestos y bajo las modalidades que
determine la ley. Si el imputado reconoce ante la autoridad judicial, voluntariamente y con
conocimiento de las consecuencias, su participación en el delito y existen medios de convicción
suficientes para corroborar la imputación, el juez citará a audiencia de sentencia. La ley
establecerá los beneficios que se podrán otorgar al inculpado cuando acepte su responsabilidad;

VIII. El juez sólo condenará cuando exista convicción de la culpabilidad del procesado;

IX. Cualquier prueba obtenida con violación de derechos fundamentales será nula, y

X. Los principios previstos en este artículo, se observarán también en las audiencias preliminares
al juicio.”

B) De los de la persona imputada.

-Presunción de inocencia.- El órgano acusatorio presumirá su inocencia mientras no se declare su


responsabilidad mediante sentencia emitida por el juez de la causa.

-Garantía de no auto incriminarse.- El imputado tiene el derecho de declarar o a guardar silencio.


-Garantía de seguridad jurídica.- Desde el momento de su detención se le harán saber los motivos
de la misma y su derecho a guardar silencio, el cual no podrá ser utilizado en su perjuicio. Por lo
que queda prohibida y será sancionada por la ley penal, toda incomunicación, intimidación o
tortura. La confesión rendida sin la asistencia del defensor carecerá de todo valor probatorio.

-Garantía de defensa.- A que se le informe, tanto en el momento de su detención como en su


comparecencia ante el Ministerio Público o el juez, los hechos que se le imputan y los derechos
que le asisten para poder formar su defensa. Tratándose de delincuencia organizada, la autoridad
judicial podrá autorizar que se mantenga en reserva el nombre y datos del acusador.

-La ley establecerá beneficios a favor del inculpado, procesado o sentenciado que preste ayuda
eficaz para la investigación y persecución de delitos en materia de delincuencia organizada.

-Garantía de audiencia pública.- Será juzgado en audiencia pública por un juez o tribunal. -La
publicidad sólo podrá restringirse en los casos de excepción que determine la ley: Por razones de
seguridad nacional, seguridad pública, protección de las víctimas, testigos y menores, cuando se
ponga en riesgo la revelación de datos legalmente protegidos, o cuando el tribunal estime que
existen razones fundadas para justificarlo.

-Garantía de defensoría adecuada.- Tendrá derecho a una defensa adecuada por abogado, al cual
elegirá libremente incluso desde el momento de su detención, por lo que queda a su completo
arbitraje decidir si esta siendo o no recibiendo una correcta y concreta asesoría legal y
complementa con el artículo 17 constitucional, donde da la base para una defensa de calidad.

C) Derechos de la(s) victima(s) u ofendido(s).

I.-Derecho a recibir asesoría jurídica.

II.-Proporcionar todos los elementos o pruebas para ayudar al representante social con el
propósito de coadyuvar a que se desahoguen las diligencias y a intervenir en el juicio e interponer
recursos en términos que la ley señala.

III.-Recibir atención medica y/o psicológica de urgencia cuando lo requiera.

IV.-Derecho a que se le repare el daño causado en su patrimonio (La ley fijará procedimientos
ágiles para ejecutar las sentencias en materia de reparación del daño).

V.-Derecho al resguardo de su identidad y otros datos personales en los siguientes casos:

“Cuando sean menores de edad; cuando se trate de delitos de violación, secuestro o delincuencia
organizada; y cuando a juicio del juzgador sea necesario para su protección, salvaguardando en
todo caso los derechos de la defensa.”

ARTICULO 21 CONSTITUCIONAL.

– Este artículo corresponde a la intervención del representante social en todas las etapas
procesales de la investigación de los delitos. “El ejercicio de la acción penal ante los tribunales
corresponde al Ministerio Público”

ARTICULO 22 CONSTITUCIONAL.
-Garantía de seguridad jurídica.- Esta garantía nos habla sobre el derecho que tiene el inculpado
en cuanto a su integridad física y sobre sus bienes, ya que hace mención a que toda pena deberá
ser proporcional al delito que sancione y al bien jurídico afectado.

-Garantía de seguridad jurídica.- Quedan prohibidas las penas de muerte, de mutilación, de


infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquier especie, la multa excesiva, la
confiscación de bienes y cualesquiera otras penas inusitadas y trascendentales.

ARTICULO 23 CONSTITUCIONAL.

–Garantía de seguridad jurídica.- Nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito.

-El juicio de amparo no es la tercera instancia, ya que no tiene los mismos elementos subjetivos y
objetivos, por lo que estamos ante un juicio nuevo, distinto y autónomo de la Litis original.

-Prohíbe la práctica de absolver instancia, La excepción a que se dicte una sentencia condenatoria
o absolutoria, es cuando el reo muere durante el juicio o que el ministerio público se desista de la
acción penal, en estos casos el proceso se sobresee.

ARTICULO 102 CONSTITUCIONAL.

En este artículo describe los derechos, obligaciones y estructura orgánica del representante social
(Ministerio Público).

ARTICULO 104 CONSTITUCIONAL.

Hace mención al alcance de los Tribunales Federales, en cuanto a materia de competencia.

3 responses to “ARTÍCULOS CONSTITUCIONALES DESDE EL PUNTO DE VISTA PENAL”

 Newton Rodriguel
17/06/12 at 12:29 PM

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 maria elsa gonzález bonilla


22/05/13 at 10:00 AM
OJEDA VELÁSQUEZ, Jorge, Derecho constitucional penal, México, Porrúa, 2005, 2 vols., 1249 pp.
El autor de esta extensa obra, que ve su primera edición en dos volúmenes, es licenciado en Derecho
por la Universidad Nacional Autónoma de México y ha realizado estudios de especialización,
maestría y doctorado en diversas instituciones mexicanas y extranjeras. Es autor de obras y artículos
jurídicos que han merecido el interés de numerosos lectores. Entre aquéllas cuenta con un Derecho
de ejecución de penas, que acreditó su constructiva preocupación por esta materia, insuficientemente
abordada entre nosotros, y un Derecho punitivo, publicados, ambos, por la misma casa editorial que
ha lanzado el libro al que dedico esta nota.
Jorge Ojeda Velásquez añade a su condición de catedrático e investigador, estudioso de las
Disciplinas penales y del derecho constitucional, el hecho de conocer de primera mano los temas a
los que dedica su producción bibliohemerográfica. Es, pues, un calificado teórico-práctico cuya
disertación puede ser muy enriquecedora para los lectores aplicados al conocimiento de estas
disciplinas. En efecto, ha sido secretario judicial y, como tal, formulador de proyectos de sentencias
penales, algunas de las cuales menciona o transcribe en esta obra; juez de distrito, y de esta forma
conductor de procesos penales en primera instancia; magistrado de tribunal unitario de circuito, al
que han llegado, en apelación, las causas criminales, y últimamente —hasta la fecha— magistrado
de tribunal colegiado de circuito, magistratura que le permite meditar de nueva cuenta sobre
cuestiones penales, desde la importante perspectiva del control de la legalidad, a través del amparo
directo.
Esta obra, que contiene muy abundantes referencias a la legislación y a la jurisprudencia, sea que
coincida con las fórmulas de aquélla y las decisiones de ésta, sea que difiera —razonadamente—,
inicia con un poema titulado "A el hombre del sur", que da testimonio de la inquietud literaria de Ojeda
Velásquez y del arraigo que tiene en su estado natal, Chiapas. Estos rasgos constituyen, a mi juicio,
datos favorables para el ejercicio de la judicatura, que se beneficia de la sensibilidad y la orientación
social de sus titulares. Sin mengua de la objetividad y de la imparcialidad, pueden constituir el gramo
que incline la balanza de la justicia como mejor convenga a la equidad, siguiendo así la enseñanza
de Piero Calamandrei que ilustra con belleza su Elogio del juez con una balanza en cuyos platillos
gravitan, con diverso peso, un libro y una flor.
Ojeda coloca el tema de su predilección en el marco de la ley suprema, entendida como un sistema
de principios y valores a los que se sujeta el orden jurídico. No extrae, pues, el ordenamiento punitivo
del ordenamiento constitucional —partes, los dos, de un solo conjunto, gobernado por el segundo—
, sino lo inscribe en éste y así desarrolla su exposición. Esto imprime sentido filosófico, político, ético
a una materia en la que resulta particularmente importante —mejor: indispensable— captar ese
sentido de la norma que regula la existencia, porque en el ámbito penal, lo reitero, se plantea el más
vivo y violento encuentro entre el poder del Estado y el derecho del ciudadano, cada uno con su
propia condición: el poder público, armado con el prestigio de la defensa de la ley y la seguridad; el
inculpado, desvalido por el desprestigio que le impone su condición de "enemigo social", agente de
riesgo o de daño para la sociedad que aguarda el enjuiciamiento y supone el castigo.
Este enlace entre sistema constitucional y régimen penal destaca cuando el autor de la obra
reseñada indica que en las normas supremas concurren dos órdenes de libertades: la que denomina
libertad-soberanía y la que designa libertad-individual (p. 20). La eventual colisión entre ambos
planos de la libertad, cada uno con sus propias condiciones y exigencias, pone de manifiesto la
elevada jerarquía del drama penal y la enorme relevancia de las soluciones que, en aras de la justicia,
no apenas de la seguridad, debe proveer el juzgador penal.
Ojeda Velásquez utiliza en su texto la expresión consagrada en la Constitución mexicana de 1917 y
acogida por la mayoría de los tratadistas de la materia —especialmente el profesor Ignacio Burgoa,
invocado por Ojeda—, que influyen en la sistematización de estas cuestiones. Conviene recordar
que la designación "derechos humanos" o "derechos del hombre", que hoy domina en la escena
internacional, fue característica de la Constitución de 1857, heredera de la tradición filosófico-política
adoptada por la Carta de Aptzingán, en seguimiento de las grandes declaraciones de su siglo. En
1917 ocurrió el giro hacia garantías individuales, con unos motivos y un sentido que no pretendo
examinar ahora.
Empero, el autor reconoce el significado instrumental de la garantía. Así, la define como "derecho
subjetivo elevado a la categoría de ley suprema para hacer exigible al gobernante mediante
instrumentos de control, a fin de restituir al agraviado en el goce de sus derechos violados por un
acto de autoridad" (p. 16). Es preciso retener el deslinde entre derechos y garantías, aquéllos como
materia del respeto y la protección, entrañados en la dignidad de la persona —sin ignorar, por
supuesto, las diferentes posiciones que al respecto sugieren las corrientes jusnaturalista y
formalista—, y las garantías como medios o instrumentos para asegurar la recuperación, la tutela, la
preservación o la eficacia de los derechos.
En esta reseña me limitaré a comentar algunos de los temas que enfrenta el doctor Ojeda Velásquez
en su obra. Sería imposible examinar todos, cuyo conjunto constituye una amplia revisión del
procedimiento penal a la luz de la Constitución. Entre las cuestiones que el tratadista destaca figura
el principio de legalidad, de tan eminente rango para el penalismo oriundo de las ideas liberales del
siglo XVIII. Afirma el autor "con prudente optimismo que todo el derecho penal está impregnado de
la garantía de legalidad o que ésta es una supergarantía que protege al gobernado de los actos de
autoridad" (p. 26). Ahora bien, conviene reflexionar sobre este aserto —que acaso podría
reconsiderarse como principio o garantía de juridicidad o normatividad— frente al imperio de la
costumbre como fuente del derecho en el common law y al avance de la jurisprudencia interpretadora,
pero también integradora del derecho.
El punto se examina específicamente al estudiar, en particular, la garantía de legalidad depositada
en el artículo 14 constitucional (pp. 178 y ss.), donde también se discute la aplicabilidad de la
analogía in bonam partem, que el autor objeta (en materia penal, sostiene, es inadmisible cualquier
versión de la analogía) y se analiza el interesante problema de la remisión de un ordenamiento a
otro para disponer la pena aplicable a cierta conducta ilícita. El problema reside en la inadecuación
o inespecificidad del ordenamiento al que se hace reenvío, a los fines de que el juez pueda saber
qué pena es la que debe aplicar. En este ejercicio de remisión, las posibilidades resultan amplias y,
por lo mismo, inciertas. Recordemos que, en la especie, la reflexión jurídica proviene de la
"animación política": el tema se suscitó a propósito de la declaratoria de procedencia para el
enjuiciamiento penal del ex jefe de Gobierno del Distrito Federal, en 2005, al que se imputaba la
comisión de cierto delito cuya pena no aparecía inmediatamente establecida —sino a través del
reenvío— por la norma incriminadora que se procuraba aplicar.
También se ocupa Ojeda Velásquez de la "federalización" de delitos del orden común, merced a la
estipulación contenida en la fracción XXI del artículo 73 constitucional (p. 30). El problema surge
merced a la incierta connotación de los delitos federales, cuyas características se pretendió recoger
en el texto mismo de la Constitución —en años pasados—, y a la federalización, como se suele decir,
de ilícitos comunes sin un claro marco normativo para llevar adelante esta conversión.
Evidentemente, la transferencia del orden común al orden federal afecta derechos individuales —
derecho a la exacta aplicación de la ley y al enjuiciamiento ante juez natural— y reconsidera el ámbito
de atribuciones de los integrantes de la Federación. ¿Pueden quedar éstas sometidas a la ley penal
secundaria que "federaliza" un delito?
El autor examina el tema de los tratados internacionales (p. 35 y otras): jerarquía, aplicabilidad,
resonancias en materia penal. Se trata de una cuestión de subido interés, sobre todo cuando se
piensa en la creciente importancia del derecho penal internacional, del derecho internacional penal
y del derecho internacional de los derechos humanos, más el derecho internacional humanitario. A
este respecto, parece claro que nuestra ley constitucional no ha establecido aún los "puentes" para
lograr el enlace entre el orden nacional y el internacional, más allá de dudas e interpretaciones
encontradas. Difícilmente podría suponerse, en las circunstancias del presente, que basta con el
mandamiento del artículo 133.
A propósito de la suspensión de garantías, un tema que durante muchos años —por fortuna— ha
permanecido en receso en nuestro país, a cambio de que en otros se haya actualizado con
inquietante frecuencia, el autor analiza el artículo 29 de la Constitución General de la República vis
a vis el artículo 27 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, de 1969, a la que México
se adhirió en 1981 y que establece una Corte Interamericana sobre Derechos Humanos, cuya
jurisdicción contenciosa reconocimos en 1998 (pp. 38 y ss.). En este punto alumbra también un
rezago evidente de la normativa mexicana. Hay diferencia entre esos preceptos, en cuanto a los
términos en que opera la suspensión y acerca de los derechos cuyo ejercicio puede quedar en
suspenso (p. 50). No sobra recordar que al adherirse México a la Convención Americana asumió —
en un acto de soberanía, debo subrayarlo, para salir al paso del frecuente y artificioso dilema entre
soberanía y compromiso internacional— el deber de adoptar medidas para conformar su legislación
interna a la regulación internacional que estaba asumiendo (artículos 1.1 y 2 del Pacto de San José).
Es interesante el examen que se hace en torno al fuero de guerra. El autor considera que el diputado
constituyente Mújica, uno de los forjadores de la carta de aquellos años, consideró que el fuero militar
no debería regir en tiempo de paz, sino sólo en circunstancia de guerra. No puedo acompañar al
autor de la obra en esta crítica. Es posible —y así sucede en algunos países— que el orden castrense
se repliegue aún más y sólo impere en condiciones de conflicto, dejando a la jurisdicción ordinaria el
enjuiciamiento de los militares —por materias del orden militar, inclusive— cuando prevalece la paz.
Por otra parte, el doctor Ojeda simpatiza con la tesis de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
adoptada en 1933, que remitió al tribunal común el conocimiento de delitos en los que civiles y
militares figuran como coinculpados (p. 84). Esto afirma el carácter principal o primordial de la justicia
ordinaria y asegura la continencia en manos del tribunal común, pero cuestiona la naturaleza
funcional de la jurisdicción militar. Evidentemente, el punto es controvertible.
Cuando analiza la retroactividad favorable al inculpado, Ojeda examina la naturaleza del derecho de
éste a la libertad. Plantea una interrogante, que la propia Suprema Corte ha estudiado: ¿se trata de
una cuestión sustantiva o de un tema procesal? Con la jurisprudencia del más alto tribunal, el
tratadista se pronuncia en el primer sentido, lo cual implica favorecer al inculpado cuando la ley
anterior concedía el beneficio de la libertad, que la ley posterior no otorga.
Es pertinente señalar que en varios lugares de su obra, Ojeda Velásquez destaca la importancia de
la libertad en el marco del orden penal y estudia diversos extremos que suscita el examen de ésta.
No se trata, por supuesto, sólo de leer y aplicar la regulación vigente. El punto reviste mayor hondura.
Dice, entre otras cosas, que "los problemas exegéticos que acarrea la salvaguarda de la libertad,
deben ser encuadrados en un contexto más bien histórico que normativo, evitando así que
configuraciones jurídicas pertenecientes a una época diferente condicionen las soluciones que los
constituyentes de 1917 dieron a una realidad interrumpida por el naciente siglo XXI" (p. 426).
Las formalidades esenciales del procedimiento —que el autor de la obra recoge bajo el gran
concepto de defensa— son "condiciones jurídicas que garantizan al gobernado una adecuada y
oportuna defensa previa al acto privativo de la vida, libertad, propiedad, posesiones o derechos" (p.
158). En el examen de esta materia, se refiere al debido proceso legal en el derecho anglosajón,
donde aquel concepto hunde su raíz. Agregaré que es preciso examinar las diversas acepciones
del due process of law, de las que se ha ocupado la jurisprudencia de los tribunales norteamericanos
y especialmente la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, sea como debido proceso
"adjetivo o procesal", sea como debido proceso "sustantivo", que involucra una cuestión de
constitucionalidad general de los actos legislativos.
En nuestro país, el debido proceso ha sido un concepto ajeno al texto constitucional —por supuesto,
la Constitución consagra una serie amplia de prevenciones con las que se construye un proceso
debido—, que acoge, como se sabe, la noción de formalidades esenciales. Empero, esta ausencia
ha cesado en la medida en que la más reciente reforma al artículo 18 constitucional, referente al
sistema integral de justicia para adolescentes que infringen la ley penal, dispone la observancia del
"debido proceso" en estos supuestos. Consecuentemente, la legislación que provenga de esa
reforma —una legislacion que avanza, en forma irregular y heterogénea, que no sirve al objetivo de
contar con un verdadero sistema nacional en esta materia— deberá atenerse a la noción de debido
proceso y fijar los datos que éste reclama. Para ello habrá de volver la mirada tanto a la tradición
procesal mexicana, que anida en la propia Constitución, como al sistema procesal comparado e
incluso al derecho internacional de los derechos humanos.
Ojeda Velásquez pone énfasis en el examen de los puntos de vista de Vallarta y Rabasa a propósito
de la fórmula del artículo 14 constitucional: "Nadie podrá ser privado de la vida, de la libertad o de
sus propiedades, posesiones o derechos... sino conforme a las leyes expedidas con anterioridad al
hecho". Tras revisar los pareceres de aquellos ilustres juristas (pp. 163 y ss.), formula una idea
propia, que me permitiré transcribir:
Hoy en día, nadie duda de que tanto el primer como el segundo párrafo del artículo 14 Constitucional es
aplicable a todas las materias (penal, civil, administrativa y laboral), y en nuestra particular visión, el último
complemento directo de dicho párrafo que establece "y conforme a las leyes expedidas con anterioridad al
hecho", no es reiterativo de la garantía de irretroactividad, sino que en correlación con el anterior período
gramatical establece la garantía de ser juzgado por tribunales ordinarios (preconstituidos por ley), y conforme
a leyes ordinarias (expedidas con anterioridad al hecho) en aquellos casos en que algún órgano de Estado prive
al gobernado de algunos de los bienes allí señalados. So, ni Vallarta ni Rabasa tuvieron razón (p. 169).
Sigamos conforme al orden de presentación de los temas en la obra. En el examen de la denuncia
anónima, invoca el artículo 16 constitucional —que no ha sido observado por quienes acogieron en
la legislación ordinaria y en la práctica institucional esa forma de denuncia, reprobada por la norma
constitucional mexicana—, y consecuentemente asegura que "una acción penal iniciada sobre la
base de una delación anónima adolece de nulidad, ya que el Ministerio Público iniciaría una acción
penal sobre la base de un acto que no tiene ningún valor probatorio" (p. 229). En mi concepto, el
examen de esta materia, con sus implicaciones negativas, debe alcanzar al inicio mismo de la
averiguación.
Existe debate acerca del cuerpo del delito. La reforma constitucional de 1993, que trajo consigo
indudables beneficios en diversos extremos del procedimiento penal, generó un problema donde no
lo había y falló en encontrar la solución que ese problema requería, no sólo desde la perspectiva
conceptual, sino desde la práctica, que abarca la regulación procesal secundaria y la actualización
de diversos actos procesales de gran relevancia: ejercicio de la acción —previa definición de la
materia de la averiguacion previa—, orden de aprehensión o de presentación o de comparecencia,
auto de formal prisión o de sujeción a proceso. El debate sigue y las soluciones no llegan de manera
definitiva y pacífica.
El autor considera que hubo un "gran salto penal a partir de 1993, cuando el constituyente
permanente para dar una mayor seguridad jurídica al gobernado exigió que tanto en la orden de
aprehensión como en el auto de formal prisión, existiesen datos que acreditaran los elementos que
integran el tipo penal y la probable responsabilidad del indiciado" (p. 241). Antes de esa reforma no
se exigía la comprobación del cuerpo del delito para emitir la orden de aprehensión. La reforma de
1999 al artículo 16 constitucional y los cambios consecuentes en la legislación procesal penal federal
"trastocaron aquel avance jurídico, toda vez que a través de una mixtura se regresó al antiguo
concepto de cuerpo del delito y de responsabilidad penal" (p. 244).
A mi modo de ver, es preciso considerar que la propia jurisprudencia y luego la ley procesal penal y
orgánica de la procuración de justicia supusieron que se comprobase el cuerpo del delito como
sustento de la consignación. Esto sucedió antes de 1993, y se manifestó en qué consistía el cuerpo
del delito: no sólo los elementos materiales de la infracción. La reforma realizada en 1999 no
correspondió al planteamiento formulado en la iniciativa autoritaria de 1997, que fue notablemente
moderada —por fortuna— en la Cámara de Senadores. Conviene recordar, por ejemplo, que la
reforma de 1993 y la intentada en 1997 pretendieron explícitamente "flexibilizar" el ejercicio de la
acción, lo cual ciertamente no significa garantía para el ciudadano.
Esta materia se examina también al analizar el artículo 19, concerniente a la formal prisión del
inculpado. En este punto procede recordar el extraño argumento recogido en la exposición de
motivos de la iniciativa de 1997 en el sentido de que las reformas de 1993 sobre este punto "no
correspondían «plenamente al desarrollo del derecho penal mexicano»" (p. 355). ¿Se quería poner
el tema en la cuenta del "subdesarrollo" penal del país, argumentación absurda para construir una
reforma constitucional, y se eludía la admisión lisa y llana del desacierto cometido?
A cambio de los cuestionables mandamientos en torno a los elementos del tipo penal, en los artículo
16 y 19 de la Constitución, la reforma de 1993 —que, como dije, produjo notables progresos en otros
extremos— avanzó también en lo que respecta al control judicial de la detención y la retención, en
forma consecuente con las mejores tendencias nacionales e internacionales, e incluso con los
compromisos de México en esta materia. De ello se ocupa el autor, quien ofrece ejemplos tomados
de sus propias resoluciones judiciales a propósito de este asunto (p. 267).
Coincido plenamente con Ojeda Velásquez en la apreciación que formula acerca del arraigo
domiciliario. El arraigo ha sido una medida cautelar personal que permite limitar la libertad de tránsito
del enjuiciado —o de otros participantes en el trámite procesal— para asegurar la buena marcha del
procedimiento. Sin embargo, esta medida precautoria sufrió una ostensible desviación y se convirtió
en una fórmula de detención encubierta, en abierta contradicción con la letra y la intención
constitucionales a propósito de la restricción de la libertad personal.
El autor de la obra que ahora comento considera inconstitucional el arraigo "domiciliario" establecido
por la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada, violatorio del artículo 16 de la ley suprema (p.
275). Digamos que esa figura aberrante no constituye un verdadero "arraigo" ni es realmente
"domiciliario". Sorprende que tan extravagante figura no haya sido denunciada por un amplio sector
de la opinión jurídica desde el momento mismo de su instauración, habida cuenta de su
inconsecuencia con el texto constitucional, y que se hayan manifestado tantas dudas y requerido
tanto tiempo antes de que surgiera una fuerte corriente que advirtiese la inconstitucionalidad del
arraigo creado por esa ley federal, que también dio pasos fuera de la Constitución en otros extremos.
La lucha contra la delincuencia organizada, que está generando en el mundo entero un sistema penal
paralelo al ordinario, con garantías acotadas o reducidas, trajo a nuestras leyes la intercepción de
comunicaciones privadas. Ésta ha existido de tiempo atrás en otras legislaciones, y conforma un
medio de injerencia en la esfera privada similar al cateo tradicionalmente previsto en la ley
fundamental. Acaso se pudo incorporar la intercepción al régimen del cateo, como lo entendió alguna
vez una sentencia de la Sala Auxiliar de la Suprema Corte de Justicia. Sea lo que fuere, constituye
una cuestión relevante en el enjuiciamiento que Ojeda Velásquez somete a estudio (p. 317). A este
respecto, cabría preguntarse si las hipótesis señaladas en la Ley de Seguridad Nacional de 2005
revisten excesiva amplitud y por ello pudieran abrir la puerta a intervenciones excesivas.
Hace algunos años fue reformado el Código Federal de Procedimientos Penales para permitir la
ampliación del plazo correspondiente a la emisión del auto de formal prisión, cuando esa extensión
fuese requerida por el inculpado en beneficio del derecho de defensa. Era obvia la brevedad
angustiosa del plazo de setenta y dos horas (artículo 19 constitucional), desde la perspectiva de la
defensa. Se trataba, por lo tanto, de ampliar los derechos del inculpado y mejorar su situación en el
proceso. No obstante el manifiesto carácter garantista de esa reforma dio lugar a cuestionamientos
a propósito de su constitucionalidad. Para sortearlos se optó por reformar el precepto de la ley
suprema, con expresiones que distan mucho de ser perfectas.
El autor de la obra analizada señala que la ampliación del plazo para la emisión de formal prisión no
contravenía, por sí misma, el mandamiento constitucional, dado que la ley suprema reconoce u
otorga al gobernado garantías mínimas, que pueden ser ampliadas sin que ello signifique menoscabo
para el Estado de derecho (p. 325). Para fortalecer esta posición es posible citar otro ejemplo de
extensión válida del texto constitucional a supuestos no previstos expresamente por éste: así, la
posibilidad, establecida desde 1971 en la ley procesal penal del Distrito Federal, de que el Ministerio
Público conceda al indiciado en determinados supuestos y a título de ampliación de garantías, la
libertad provisional bajo caución mientras se resuelve el ejercicio de la acción penal, en su caso. La
fracción I del artículo 20 constitucional sólo se refería a la libertad caucional dispuesta por el juzgador
en beneficio de quien se hallaba sujeto a procedimiento judicial, no así a favor del indiciado ante el
Ministerio Público, y en el año de la extensión mencionada no existía el texto constitucional que lleva
a la averiguación previa algunas garantías del proceso.
Ojeda estudia el cambio de clasificación del delito por decisión del juzgador, bajo el rubro que dedica
a la "formación de la litis y garantía de proceso indefectible". Rechaza la pertinencia de ese cambio:
"Nosotros —escribe— afirmamos que con ello se viola el principio de non reformatio in peius, que en
nuestro particular concepto es absoluto, pues debe comprender no sólo la prohibición de aumentar
la sanción impuesta, sino también la de cambiar el título del delito". También menciona el motivo que
se aduce para facilitar el cambio de clasificación por parte del juez con respecto a la determinación
esgrimida por el Ministerio Público cuando ejercita la acción penal: "por motivos de política criminal
al Ministerio Público se le perfecciona su consignación, a fin de que prepare la litis correctamente y
no quede ninguna conducta delictuosa impune, aun cuando desde el punto de vista procesal se le
supla las deficiencias técnicas" (p. 408).
El artículo 160 de la Ley de Amparo resuelve la admisibilidad del cambio de clasificación cuando sólo
se trata de diverso grado del mismo delito y el Ministerio Público ha reclasificado los hechos en las
conclusiones acusatorias, sin modificar éstos. El autor desestima dicha norma, porque considera que
no se ajusta a la armonía que existe —y que debe reflejarse sobre la ley secundaria y la
jurisprudencia— entre los artículos 19, párrafo tercero, y 14, párrafo tercero, de la Constitución (p.
420).
El extenso capítulo VI de la obra —con el que concluye el primer volumen— se dedica al artículo 20
constitucional y la garantía de seguridad jurídica penal. En este punto, Ojeda aporta una clasificación
de las garantías contenidas en aquel precepto (pp. 432 y ss.). Dice que hay garantías de construcción
procesal, "que se refieren a los límites temporales en que debe desenvolverse el proceso y la
detención del gobernado"; garantías de estructura procesal, que dan "un soporte funcional al
proceso", y garantías de arquitectura procesal, que "embellecen el proceso" (p. 433): van desde el
derecho del indiciado a la información sobre sus derechos constitucionales hasta la emisión de la
resolución sobre el delito cometido y sus consecuencias jurídicas.
En el estudio de las diversas garantías del artículo 20 se aborda, ante todo, la cuestión del juez
natural. Aquí habría que incluir el examen de los caracteres del juez o tribunal conforme al derecho
internacional de los derechos humanos adoptado por México: que sea independiente, imparcial y
competente, datos que en diversa forma se hallan contemplados en la obra del distinguido jurista
mexicano. En el estudio de estos temas, Ojeda adelanta una opinión desfavorable con respecto a la
constitucionalidad del artículo 10 del Código Federal de Procedimientos Penales (competencia
territorial de excepción). Censura en los siguientes términos, entre otros: decir que no se genera así
"un nuevo juez, porque ya estaba en función cuando se cometió el delito es un evidente truco (que)
mistifica el juicio escondiéndolo de la vista de su público y del juez el lugar en que se cometió el
delito, ya que dicho juzgador viene excluido de su conocimiento, como así lo prohibe la fracción VI
del artículo 20 constitucional" (p. 438).
Son relevantes los comentarios que hace Ojeda en lo que respecta al acceso desordenado de los
medios de comunicación al tribunal y a los expedientes, en aras del derecho a la información. No
impugna, por cierto, la libertad de expresión y el ejercicio del periodismo, pero recuerda los
problemas que el exceso en la práctica de estas facultades pueden acarrear para la buena marcha
de la justicia. No podemos desconocer que hay puntos insuficientemente resueltos —no obstante el
intenso análisis al que se les ha sometido— acerca del encuentro entre dos derechos de la más alta
relevancia: por un lado, el ejercicio de la libertad de información, con todo lo que ello implica, que no
es necesario ponderar ahora; y por otra parte, el acceso a la justicia, que supone la posibilidad e
inclusive la exigencia de que el proceso se desarrolle en condiciones de impecable objetividad y que
el juicio del tribunal no se vea mellado por el influjo de factores externos al proceso mismo.
El tratadista toma partido en un debate que se ha suscitado de tiempo atrás a propósito del defensor
del inculpado. Parece incuestionable que éste requiere una defensa adecuada —para emplear los
términos del propio artículo 20—, y que por principio de cuentas difícilmente se podría considerar
adecuada una defensa —si acaso merece tal nombre— ejercida con impericia, ignorancia, torpeza.
Esto ocurre cuando el supuesto defensor carece de los más elementales conocimientos para brindar
el servicio —un delicado servicio profesional— que de él se requiere, aunque posea otras cualidades
que pudieran ser relevantes para el inculpado: por ejemplo, la virtud de infundirle seguridad y
fortaleza de ánimo. Es así que se cuestiona al llamado "defensor de confianza" del justiciable, un
participante no letrado, y se sostiene la necesidad de que la defensa recaiga en conocedores del
derecho (p. 472).
Ojeda se refiere a la "garantía de inculpabilidad", que caracteriza, plásticamente, como "el color del
edificio". Señala que la presunción de inculpabilidad —una fórmula, principio o aspiración que ha
figurado, a título de conquista liberal eminente, de mucho tiempo atrás, en constituciones, tratados
internacionales y leyes penales— posee tres significados: garantía básica del proceso penal, regla
del tratamiento del imputado y regla de juicio en la sentencia (pp. 668 y 669). El indiciado, imputado
o procesado —sostiene nuestro tratadista— tiene en su favor, propiamente, una presunción de
inculpabilidad, no de inocencia; que se manifiesta hasta la emisión de la sentencia definitiva. "La
diferenciación —escribe— puede ser frágil bajo el perfil lógico, pero desde el punto de vista procesal
arroja una diferenciación gradual entre ambas": a partir de la averiguación preliminar y hasta llegar
a la sentencia (p. 671).
Los tratadistas de la materia constantemente hacen notar la paradoja de que no obstante las
presunciones que favorecen al inculpado, mientras no recibe sentencia de condena, se le apliquen
medidas severas que restringen sustancialmente sus derechos, especialmente el derecho a la
libertad. El autor considera que la presunción de inculpabilidad puede consentir la encarcelación
preventiva a condición de que se trate de delito grave y se respete la garantía de audiencia en un
juicio preinstructorio (p. 1090). También en este punto convendría traer a cuentas los desarrollos,
muy abundantes, que con respecto a la prisión preventiva, sus paradojas, su admisibilidad y sus
restricciones, aporta el derecho internacional de los derechos humanos.
Una propuesta relevante, polémica, que ofrece gran interés, formula el autor acerca de la legitimación
procesal de la víctima del delito, cuya debilidad en el proceso ha caracterizado tradicionalmente al
enjuiciamiento penal mexicano: sugiere que se le considere parte privada en los procesos penales.
Las características que ésta tendría corresponden a las de una coadyuvancia incrementada,
relevante, con abundantes derechos procesales (p. 698). Me permito plantear, en el desarrollo de la
línea que abre Ojeda Velásquez: ¿por qué no avanzar hacia una verdadera parte, al menos en
determinados delitos, tomando en cuenta que ya ha progresado la autocomposición, que es solución
sobre el fondo, en tanto la persecución es solución sobre la forma?
Aborda Ojeda, en otros apartados de su obra, el problema de la aplicación de sanciones, que
seguramente significa un tema crucial para el juzgador, punto de arribo de sus preocupaciones, pero
también punto de partida para otras inquietudes de difícil solución. Detalla esta materia a propósito
de las fases del iter criminis y la participación delictuosa. En el curso de estas reflexiones examina,
por ejemplo, el problema de la reincidencia, cuya regulación represiva combate. En contraste,
propone "volver a un derecho penal del hecho particular, de la culpabilidad, en que se condene al
delincuente por el hecho cometido" (p. 767). Guarda relación con este tema el estudio de cierta
jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia (contenida en la contradicción de tesis 16/2001), que
sigue invocando elementos de personalidad para aplicar la pena, no obstante el giro moderno
explícito que opta por instalar la pena sobre el dato de la culpabilidad (p. 769) (además, por supuesto,
de la gravedad del hecho perpetrado).
En posteriores capítulos de su obra, el autor expone parámetros y finalidades de la reacción estatal
frente al delito por parte de cada órgano del Estado. El Legislativo se ocupa en proveer la tutela del
bien jurídico, fija la punibilidad y atiende a la prevención general. El Judicial analiza la culpabilidad
individual, resuelve la punición y encauza la retribución. El Ejecutivo enfrenta la peligrosidad social
del reo, ejecuta la pena y se encamina a la readaptación social. El doctor Ojeda también destaca
que se está imponiendo, en la realidad, el criterio de seguridad sobre el de readaptación (p. 1036),
que aparentemente no comparte. Este concepto, acogido en el artículo 18 de la ley fundamental,
"constituye no ya la causa final de la pena, sino uno de los objetivos extrínsecos a la misma, por
haber sido vestida de una ideología extraña a su esencia y dictada en clave exquisitamente
sentimental y demagógica" (p. 1102). Mucho se podría discutir en torno a este asunto clave de la
política penal, pero el análisis extendería demasiado la nota bibliográfica. Por lo que toca a la
duración de la pena privativa de libertad, el criterio del autor es moderado: una pena de prisión
superior a quince años "destruye al ser humano" (p. 768).
La obra contiene apreciaciones sobre el esquema del procedimiento penal imperante en México y
sugiere cambios importantes. En este orden, analiza el ejercicio de la acción penal. Estima que el
sistema prevaleciente antes de la reforma al artículo 21 constitucionl de 1994 —sobre impugnación
del no ejercicio— otorgaba discrecionalidad al Ministerio Público en esta materia. No regía, en su
concepto, el principio de legalidad (p. 787). Propone, en cambio, que dicho ejercicio tenga carácter
obligatorio para el Ministerio Público y que sea el juzgador, no aquél, quien resuelva si el caso va al
archivo o se aloja en la reserva (p. 773). El anexo III de la obra, acerca de las garantías penales en
una nueva Constitución, plantea: "La acción penal debe ser ejercida obligatoriamente por el fiscal en
tratándose de delitos graves y de manera discrecional en lo concerniente a delitos leves" (p. 1243).
Otros cambios relevantes: si hay detenido, la averiguación y la preinstrucción se desarrollarán ante
el juez; un juzgador diferente recibirá las pruebas del Ministerio Público y de la defensa y resolverá
la situación jurídica del imputado, enviando el juicio a instrucción formal o archivando la acción; del
juicio conocerá otro juez. Si no hay detenido el juez preinstructor analizará la acción y remitirá el caso
al juez instructor, o bien, enviará el expediente al archivo (p. 812).
Entre las sugerencias de Ojeda Velásquez figura la encomienda del ejercicio obligatorio de la acción
al Ministerio Público —como antes mencioné—, que será un órgano independiente del Ejecutivo,
"quizás coordinado verticalmente a un órgano autónomo llamado Fiscalía de la Nación, cuyo titular
sea llamado a responder frente al parlamento, con lo cual se reafirmaría el carácter democrático del
Estado que estamos construyendo" (p. 775).
Como se ve, el autor milita en la línea prohijada desde hace tiempo —notoriamente, a raíz de la
famosa polémica entre Luis Cabrera y Emilio Portes Gil— por algunos estudiosos de esta materia,
con los que coincido, a fin de otorgar independencia orgánica, además de funcional —que legalmente
la ha tenido—, al Ministerio Público. Esta necesidad resulta manifiesta en los últimos tiempos. En mi
concepto, el Ministerio Público debiera reconstituirse como órgano constitucional autónomo,
sumándose al conjunto de instituciones de esta naturaleza que han aparecido en la ley fundamental:
Instituto Federal Electoral, Banco de México, Comisión Nacional (y locales) de Derechos Humanos,
Instituto de Estadística, Geografía e Informática y, de años anteriores, universidades autónomas
creadas por ley federal o estatal.
Ojeda considera adecuado instituir la caducidad de la acción cuando se prolonga demasiado el
periodo de averiguación previa, sin que se ejercite la acción penal (p. 1066). En este punto conviene
invocar las soluciones acertadas que recogieron los códigos procesales de Morelos y Tabasco, en
1996 y 1997, respectivamente. En otro orden de cosas, el autor describe el régimen de convenios
de entrega de inculpados entre entidades de la Federación, que sustituyó al antiguo sistema
constitucional que prevenía la existencia de una ley de extradición interna (pp. 1129 y ss.). Con
respecto a este régimen convencional, me permitiré comentar que es evidente la necesidad de contar
con medios expeditos para la entrega de justiciables en materia penal, cuando existe fundamento
para llevar adelante el proceso penal, pero difícilmente se podría aceptar que esta materia quede
sujeta a meros acuerdos entre autoridades administrativas, que suprimen garantías indispensables
en el procedimiento penal.
Al referirse a las sanciones por ilícitos administrativos —contravenciones a faltas de policía y buen
gobierno, como se les suele llamar—, Ojeda expresa preocupación por el hecho de que nuestra ley
fundamental no reafirme, en esta materia, las garantías de reserva de ley, taxatividad e
irretroactividad (p. 834). Coincido plenamente con esta crítica. Al respecto, existe incongruencia entre
el régimen de faltas que prevé el artículo 21 constitucional (reglamentos autónomos) y el instituido
en la misma materia por el 115, fracción II, segundo párrafo, por lo que corresponde a las entidades
federativas (reglamentos heterónomos).
El tratadista estudia el límite de 36 horas que fija el artículo 21 de la Constitución como duración
máxima del arresto administrativo por faltas del género examinado, lo considera aplicable a todas
las hipótesis de arresto (hipótesis que no tiene soporte literal en la Constitución) y critica una tesis
de la Suprema Corte de Justicia que autoriza mayor duración en esta forma de privación de libertad
cuando se trata de disciplina militar, lo cual significa una excepción al principio consagrado por el
propio artículo 21 (pp. 836 y 837).
El autor analiza el principio constitucional ne bis in idem desde el ángulo de las identidades
(examinadas por la jurisprudencia) que deben coincidir para la observancia o inobservancia de dicho
principio. A esta necesaria reflexión se podría añadir alguna otra consideración que me parece
pertinente en la actualidad: la evolución del enjuiciamiento, alentada por los desarrollos del derecho
internacional de los derechos humanos y el derecho penal internacional, que reprueban la impunidad
en el supuesto de muy graves delitos, obliga a revisar el tema de la cosa juzgada y,
consecuentemente, el principio ne bis in idem.
La valiosa obra del doctor Jorge Ojeda Velásquez, en la que los lectores encontrarán abundante y
útil información, reflexiones plausibles, sugerencias constructivas con proyección teórica y práctica,
contiene asimismo un amplio examen —que cubre más de cien páginas (pp. 837-977)— sobre la
Corte Penal Internacional. Incluye cuadros comparativos entre los preceptos constitucionales
mexicanos y el Estatuto de Roma. Hoy esta cuestión, que ya posee relevancia para el orden jurídico
mexicano —pendiente de normas aplicativas del Estatuto— se encuentra regida por una defectuosa
fórmula introducida forzadamente en el artículo 21, con el propósito de conciliar posiciones
discrepantes: "El Ejcutivo Federal podrá, con la aprobación del Senado, reconocer la jurisdicción de
la Corte Penal Internacional". Es notoria la improcedencia de este sistema de admisión casuística
del vínculo con la jurisdicción penal internacional, que pudiera suscitar diferencias innecesarias entre
la Corte Penal y el Estado mexicano.
Sergio GARCÍA RAMÍREZ*
* Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
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México, los principios del derecho porcesal penal y su aplicacion


en los procesos disciplinarios.
par Fernando Espinoza de los monteros  [*]

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Revue internationale de droit pénal
2003/3 (Vol. 74)

 Pages : 1169
 ISBN : 9782749203287
 DOI : 10.3917/ridp.743.1029
 Éditeur : ERES

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Delimitación del campo de análisis

n México, la aplicación de los principios del Derecho Procesal Penal en los

E
Procesos Disciplinarios, se relaciona con dos esferas del derecho Mexicano,
pertenecientes arnbas, al Derecho Público; la del Derecho Penal y la del Derecho
Administrativo, sin embargo, estas en cuanto a la aplicación de los principios, son
regidas por la Constitución General de la República, la que fija las garantías que
gozan los individuos y establece los principios de legalidad de toda clase de
procedimientos.
2

Son la legislación, la jurisprudencia y la literatura jurídica nacional herramientas de


utilización cotidiana, toda vez que las dos primeras de las enunciadas, son fuentes
directas del derecho, y regulan la conducta de los individuos, si embargo la
jurisprudencia se reconoce como una forma de interpretación al texto de las leyes,
cabe hacer mención de la forma como el reconocido Constituciónalista, Maestro
Emerito de la UNAM  [1][1] Universidad Nacionional Autónoma de
México. Noriega, define a la Jurisprudencia como "lo que dice la Corte yue dice la
ley"; ésta se forma para establecer un criterio definido en la decisión de
controversias Constituciónales, al resolver en el mismo sentido 5 casos en forma
análoga. En cambio, la literatura jurídica nacional, generadora de nuevas tesis,
receptora de los cambios sociales y eminentemente analista del derecho vigente,
propicia cambios en la legislación, señala defectos y rumbos a seguir en la vigente,
siendo fuente de información fundamental para el estudioso del derecho, el
legislador y los servidores Públicos.
3
Sin embargo, estas tres herramientas se utilizan tanto en el campo del derecho
procesal penal como en los procesos disciplinarios, aplicados respecto de
procedimientos especiales, como son el juicio de procedencia para el desafuero de
altos funcionarios públicos, los de justicia militar, en los procedimientos de
responsabilidad de funcionarios Públicos de menor jerarquia, para los menores
infractores, procedimientos para inimputables, enfermos mentales y en los
procedimientos para delincuencia organizada.

Fuentes del derecho

La Constitución General de la República, establece claramente la influencia que


tienen las fuentes internacionales en el derecho mexicano, ya que el artículo 133
Constituciónal que a la letra dice : "Esta constitución, las leyes del congreso de la
unión que emanen de ella y todos los tratados que estén de acuerdo con la misma,
celebrados y que se celebren por el Presidente de la República, con la aprobación del
Senado, serán la ley suprema de toda la unión. Los jueces de cada estado se
arreglaran a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en
contrario que pueda haber en las Constituciónes o leyes de los estados"
 [2][2] Constitución General de la Republica Mexicana.. Como puede verse el
mandamiento es claro y los tratados internacionales tienen fuerza de ley una vez que
han sido aprobados por el Senado, de ahí la influencia que los mismos tienen en ia
legislacion interna de nuestro pais, maxime que el Estado Mexicano ha celebrado un
buen numero de estos.
5

Respecto a la Constitución, ley fundarnental de nuestro derecho, de donde emanan


las leyes reglarnentarias, lo que hace que sea la fuente principal del derecho, no
solamente en el ámbito del proceso penal sino, que tarnbién en la de los procesos
disciplinarios, ya que esta ley fija los principios fundamentales sobre el
procedimiento, contenidos en los artículos 13,14,16 y 17, de donde se desprenden
las garantías de igualdad ante la ley, tribunales especiales, fueros y emolumentos,
tribunales militares, formalidades del procedimiento y retroactividad de la ley,
legalidad en el ámbito penal, la legalidad de los actos de la autoridad, privación de la
libertad por causa penal, intervención de comunicaciones privadas, visitas
domiciliarias, inviolabilidad de domicilio, jurisprudencia y precedentes, legalidad de
los actos de autoridad, fuimdamentación y motivación de los actos de autoridad,
prisión por deudas civiles, etc.
6

Dado el sistema Constituciónal que nos rige, ninguna autoridad puede dictar
disposición alguna que no encuentre apoyo en un precepto de la ley, así lo determina
el artículo 16 de la Carta Magna, y la Jurisprudencia al ser la interpretación de la ley
por el máximo tribunal, constriñe los actos de autoridad a ceñirse a la misma, sin
embargo existen criterios que no alcanzan dicha categoría, que posibilitan a los
jueces a seguirlos o contradecirlos a través de lo que se conoce con el nombre de
contradiccion de tesis, contradicciones que son resueltas en el seno del Pleno de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, la cual en un momento dado, debe fijar el
criterio a seguir, cabe destacar que tanto las tesis como sus contradicciones refieren
a sentencias significativas, que pueden impactar principios procesales en los campos
penales o disciplinarios en general.
7

En México se reconoce el poder reglarnentario, ya que todas las leyes tienen ese
caracter al emanar de la Constitución General de la República, por lo que no existe
la posibilidad de que en nuestra legislación el poder disciplinario sea ejercido en
procesos totalmente autonomos respecto del derecho nacional.

Relación entre sanciones y procedimientos disciplinarios

Las sanciones generalmente aplicadas por la vía de la disciplina, se dividen


fundamentalmente en dos, las que caen en el ámbito de responsabilidad
administrativa, son las siguientes : apercibimiento privado o público, amonestación
privada o pública, suspensión, destitución del puesto, sanción económica e
inhabilitación temporal para el desempeño de empleos, cargos o comisiones en el
servicio público y el desafuero  [3][3] Colin Sanchez, Guillermo, Derecho Mexicano
de Procedimientos....
9

Por su trascendencia las sanciones mas graves de entre las anteriormente citadas son,
sin lugar a dudas, la destitución del puesto y el desafuero, como puede verse dentro
del ámbito de la responsabilidad administrativa no existe la posibilidad de aplicación
de sanciones o medidas restrictivas de la libertad o incluso mas graves que esta,
como pueden ser la pena de muerte, las sanciones restrictivas de la libertad pueden
aplicarse en los procedimientos que se siguen por responsabilidad de los militares en
servicio y en los procedimientos en contra de los menores, en ambos casos, referidos
a tribunales especiales; cabe destacar que la penal capital prevista en el Código de
Justicia Miliar, no se aplica desde el año de 1960, y se conmuta por tiempo de
carcel.
10

Es necesario mencionar que en los procedimientos para menores, donde éstos


resultan responsables, se les impone como pena el pago de reparación del daño, la
cual deben cubrir sus padres o tutores.
11

En la esfera del derecho penal se prevén los tipos penales siguientes para los
servidores públicos : ejercicio indebido del servicio público, abuso de autoridad,
coalición de servidores públicos, uso indebido de atribuciones y facultades,
concusión, intimidación, ejercicio abusivo de funciones, tráfico de influencias,
cohecho, peculado y enriquecimiento ilícito.
12

En México, las penas restrictivas de la libertad en cuanto se refiere a menores y


militares en ejercicio de sus funciones, son impuestas por Tribunales Especiales; en
el caso de menores esto se hace por medio de un Consejo Técnico que hace las veces
de Juez, y en el caso de los militares, por un Consejo de Guerra.
13
Ahora bien, respecto de los procedimientos en materia disciplinaria, estos se rigen
sobre la base de dos generalizaciones cardinales que la propia ley introduce, a
saber : funcionarios que disfrutan de inmunidad, ya sean parlamentaria o, loto sensu,
como privilegio para ciertos funcionario, para no ser de persecuci6n penal, durante
el desempeño de sus cargos, sin ajustarse previamente al procedimiento que la ley
determina; y funcionarios y empleados desprovistos de inmunidad.
14

Existen en el país los siguientes procedimientos :


1. Procedimiento en el Juicio Político.
2. Procedimiento para funcionarios que disfrutan de inmunidad.
3. Procedimiento por responsabilidad administrativa.
4. Procedimiento por enriquecimiento ilícito.
15

Las normas jurídicas que regulan los procedimientos anteriormente mencionados


son las siguientes : Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Ley
de Responsabilidades de Servidores Públicos, Código de Procedimientos Penales
para el Distrito Federal y el Código Federal de Procedimientos Penales.
16

Los menores, son sometidos bajo el amparo de la Ley para el Tratamiento


corresponda para de Menores Infractores, a un procedimiento ante un órgano
denominado Comité Técnico y Disciplinario, que tiene la facultad de solicitar al
Área Técnica Biopsicosocial del Menor, y emitir el Dictamen Técnico que los
efectos de valuación respecto de las medidas de orientación, protección y
tratamiento conducente a la adaptación social del menor, así como conocer el
desarrollo de las medidas impuestas, durante el procedimiento, el menor debe ser
tratado con humanidad de respeto, y gozará de las garantías siguientes : mientras no
se compruebe plenamente su participaciñn en la comisión de infracciones que se le
atribuyan gozará la presunción de ser ajeno a los hechos constitutivos de la misma,
se dará aviso inmediato a sus representantes legales, puede designarse un Abogado
de su confianza para que lo asista o el Estado asignara un defensor del menor, se
debe hacer saber en forma clara y precisa el nombre de las personas que han
declarado en su contra y la naturaleza de la infracción que se le atribuye, así como
su derecho a no declarar, se le recibirán testimonios y demás pruebas que se
ofrezcan con el objeto de esclarecer los hechos, será careado con las personas que
hayan declarado en su contra y una vez hecho lo anterior se dictará una resolución
inicial respecto de los hechos con los que se le relaciona, una vez dictada la
resolución inicial, en la segunda etapa se dicta una resolución definitiva, y en el caso
que resulte acreditada la existencia de la infracción así como la participación del
menor, se le sujetara a la aplicación de medidas con base en informes que rinde
previamente la Unidad Administrativa encargada de la prevención y tratamiento de
éstos, quedando la libertad del menor sujeta al Consejo Unitario, quien tiene la
facultad de modificar las medidas o mantenerlas hasta que se cumpla el
procedimiento.
17

Los militares gozan de un fuero Constituciónal, para el caso que se cometan


infracciones u omisiones al Código de Justicia Militar, serán juzgados en el seno de
un Tribunal Especial, el cual tiene la facultad de imponer sanciones por los delitos
cometidos del orden rnilitar, pero estos en ningún caso pueden extender su
jurisdicción sobre personas que no pertenezcan al ejercito, en caso de que participe
una persona que no pertenece al ejercito, la competencia le corresponde a los
Tribunales de fuero común, por lo que el fuero de guerra solamente subsiste para los
delitos y faltas contra la disciplina militar cometidos por militares, es decir, no basta
que haya sido cometido por un militar, sino que debe de haber infringido éste en
forma directa la disciplina militar, o haber actuado contra la seguridad o la
existencia del ejercito.
18

Los casos de justicia para menores y militares constituyen una excepción a la regla
general prevista por el artículo 13 Constituciónal; nuestro país ha caminado de un
sistema de fueros y privilegios, lo que se dio desde la época pre-colonial, mas no en
la actualidad, ya que sólo persisten el fuero para militares y altos funcionarios
públicos.
Garantías fundamentales relativas al desarrollo del
proceso y su aplicación

19

Con anterioridad hice referencia que el artículo 13 Constituciónal contiene la


garantía de igualdad ante la ley, obligatorio no sólo a los órganos jurisdiccionales
para que se respeta la igualdad de las partes durante el proceso, o a las autoridades
administrativas para impedir que otorguen privilegios o hagan discriminaciones que
atenten en contra de dicho principio, sino también al legislar para que no se expidan
leyes que establezcan un trato desigual para personas que se encuentren en las
mismas condiciones o que pertenezcan a la misma categoría, ni se establezca un
trato igual para personas que se encuentran en condiciones muy distintas y
pertenezcan a muy distintas categorías, éste es el caso de los Tribunales
Administrativos del Trabajo, en razón de que las partes que intervienen no se
encuentran en el mismo plano, unos son trabajadores y los otros son patronos, de
modo que se busca el equilibrio procesal a través de imponer menos cargas
procesales a la parte trabajadora, lo que no implica violación de garantías
individuales porque el artículo 123 dela propia Constitución consagra derechos
minimos para los trabajadores.
20

En el caso del reconocimiento del principio de presuncion de inocencia, éste no se


encuentra reconocido en forma totalmente expresa en las leyes penales mexicanas,
sin embargo se encuentra implícito en el texto Constituciónal tal y como lo establece
la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el criterio que a continuación se cita :
Novena Época Instancia : Pleno Fuente : Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta Tomo : XVI, Agosto de 2002 Tesis : P. XXXV/2002 Pagina : 1 4
PRESUNCIÓN DE INOCENCIA. EL PRINCIPIO RELATIVO SE CONTIENE DE
MANERA IMPLICITA EN LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. De la interpretacion
armónica y sistemática de los artículos 14, párrafo segundo, 16, párrafo primero, 19,
párrafo primero, 21, párrafo primero, y 102, apartado A, párrafo segundo, de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se desprenden, por una
parte, el principio del debido proceso legal que implica que al inculpado se le
reconozca el derecho a su libertad, y que el Estado sólo podra privarlo del mismo
cuando, existiendo suficientes elementos incriminatorios, y seguido un proceso
penal en su contra en el que se respeten las formalidades esenciales del
procedimiento, las garantías de audiencia y la de ofrecer pruebas para desvirtuar la
imputacion correspondiente, el Juez pronuncie sentencia definitiva declarandolo
culpable; y por otra, el principio acusatorio, mediante el cual corresponde al
Ministerio Público la funcion persecutoria de los delitos y la obligacion (carga) de
buscar y presentar las pruebas que acrediten la existencia de éstos, tal y como se
desprende de lo dispuesto en el artículo 19, párrafo primero, particularmente cuando
previene que el auto de forrnal prision debera expresar "los datos que arroje la
averiguacion previa, los que deben ser bastantes para comprobar el cuerpo del delito
y hacer probable la responsabilidad del acusado"; en el artículo 21, al disponer que
"la investigacion y persecucion de los delitos incumbe al Ministerio Público"; asi
como en el artículo ] 02, al disponer que corresponde al Ministerio Público de la
Federacion la persecucion de todos los delitos del orden federal, correspondiéndole
"buscar y presentar las pruebas que acrediten la responsabilidad de éstos". En ese
tenor, debe estimarse que los principios constitueionales del debido proceso legal y
el acusatorio resguardan en fonna implicita el diverso principio de presuncion de
inocencia, dando lugar a que el gobernado no esté obligado a probar la licitud de su
conducta cuando se le imputa la comision de un delito, en tanto que el acusado no
tiene la carga de probar su inocencia, puesto que el sistema previsto por la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos le reconoce, a priori, tal
estado, al disponer expresamente que es al Ministerio Público a quien incumbe
probar los elementos constitutivos del delito y de la culpabilidad del imputado.
21

Amparo en revision 1293/2000.15 de agosto de 2002. Once votos. Ponente : Sergio


Salvador Aguirre Anguiano. Secretarios : Eduardo Ferrer Mac Gregor Poisot y
Arnulfo Moreno Flores.
22
El Tribunal Pleno, en su sesion publica celebrada el quince de agosto en curso,
aprobo, con el número XXXV/2002, la tesis aislada que antecede; y determinó que
la votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial. México, Distrito Federal, a
dieciséis de agosto de dos mil dos.
23

Lo anterior es aplicable a los procedimientos para los menores y para los militares,
asi eomo también en los juicios de procedeneia para el desafuero de altos
funeionarios públicos como son, el presidente de la República, diputados federales,
senadores, gobernadores, diputados locales, y munícipes, de acuerdo a las lineas
trazadas por las convenciones y jurisdicciones internacionales de derechos humanos
como puede verse, se garantiza el principio de inocencia en los procedimientos
disciplinarios así como el tiempo razonable de duración del proceso.
24

No existen relaciones formales entre las autoridades con capacidad para imponer
sanciones disciplinarias y las que pueden desencadenar el procedimiento
disciplinario, la regla de separación esta perfectamente delimitada, en razón de que
unas pertenecen al derecho público administrativo y las otras al penal, lo que genera
la confusión de que existen dos poderes en las mismas manos, ya que los tribunales
administrativos estan de acuerdo a la Ley de la Administración Pública en el seno de
las atribuciones del Poder Ejecutivo, y los demás Tribunales son parte del Poder
Judicial, la confusión se ve en la justicia administrativa, laboral, de responsabilidad
de funcionarios públicos, para menores y militares.
25

En todos los casos una persona inculpada de una infracción disciplinaria por
mandato Constitucional tiene derecho a ser oído y a presentar sus medios de
defensa, de tal manera que no se puede iniciar ningún procedimiento sin cumplir las
formalidades establecidas en el mismo, y a groso modo, se le pone en conocimiento
de la iniciación del procedimiento, se le otorga un término para que comparezca el
mismo, haciendo valer sus defensas y presente pruebas y alegatos, posteriormente se
dictará la resolución correspondiente, imponiendo o no una sanción, lo anterior
queda establecido en el artículo 14 y 16 Constitucionales.
26

También se asegura para el inculpado en rnateria disciplinaria de la asistencia


efectiva de un abogado, mismo que el particular puede elegir en el exterior, o bien
en caso de no tener medios para pagar uno, el Estado a través de la defensoria de
oficio le proporcionara la asistencia legal requerida a través de un abogado de oficio,
pero en ningún caso se permite que el particular se quede sin asesoramiento.
27

Respecto de la prueba, se garantiza que el inculpado presente pruebas en su


descargo, igualmente el que acceda a los datos guardados por el titular del poder
disciplinario, de acuerdo a la recientemente promulgada Ley Federal de
Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental; el inculpado tiene
derecho a interrogar a los testigos de acusación y a carearse con ellos.
28

No hay ningún caso en que un procedimiento disciplinario se desarrolle total o


parcialmente en secreto, todos deben de ser públicos y cualquier persona tiene
acceso a presenciarlos.
29

Las decisiones disciplinarias por mandato Constitucional deberán de estar


debidarnente fundadas y motivadas, lo anterior obliga al poder disciplinario a que
cite los preceptos legales en los que se basa y realice las argumentaciones lógica-
jurídicas para enlazar las norrnas con los hechos, de tal manera que toda resolución
deberá estar ajustada a lo anterior. Las resoluciones son silogismos, ya que
contienen los resultados de las actuaciones del proceso, las consideraciones legales y
lógicas en las que se funde la misma y una parte propositiva o resolutiva, tanto para
aplicar una sanción o no hacerlo.
30

El particular siempre deberá ser notificado con las formalidades establecidas en el


procedimiento, y las decisiones pueden ser publicitadas, salvo en los casos en que
alguna de las partes se oponga a lo anterior.
31
La publicidad, se garantiza cuando particulares ajenos al procedimiento pueden
obtener la información respecto de todas las resoluciones dictadas dentro del
procedimiento.
32

En toda clase de resoluciones el inculpado tiene el derecho de hacer revisar la


declaración de culpabilidad y la condena disciplinaria que se le impuso, a través de
recursos como la revisión, apelación y posteriorrnente el Juicio de Garantías
denominado Juicio de Amparo.
33

Pueden tomarse medidas provisionales, coercitivas y de conservación como pueden


ser el sometimiento al procedimiento, la suspensión de funciones, la restricción de la
libertad para el caso de menores y militares.

Relaciones entre procedimientos disciplinarios y procesos


penales

34

El que se abra un proceso penal por los mismos hechos de un proceso disciplinario
no obliga a que se suspenda el proceso disciplinario, ya que las acciones son
autónomas, solamente en el caso de responsabilidad de altos funcionarios públicos
no se podrá abrir el proceso penal en razón de que estos gozan del fuero de
inmunidad, siendo necesario primero que se declare sobre la procedencia del
desafuero del funcionario por el Congreso, para posteriormente proceder en su
contra, ejercitando una acción penal, toda vez que el funcionario perdió la
inmunidad.
35

En los demás casos, en tratandose de funcionarios públicos de menor jerarquía, un


hecho puede permitir a la autoridad las dos clasificaciones, es decir, abrir un
procedimiento disciplinario y ejercitar a través del Ministerio Público, acción penal,
las sanciones impuestas en los procedimientos anteriormente establecidos por ser de
diferente indole no se acumulan, ya que una tiene efecto en el campo penal y la otra
en el campo administrativo, la primera restringe la libertad a través de la sanción, y
la segunda refiere a una sanción puramente administrativa de las que hice mención
anteriormente.
36

Las decisiones disciplinarias son autónomas a las sanciones penales impuestas por el
mismo hecho. Las medidas provisionales, coercitivas y de conservacion a que se
puede someter a un inculpado en un procedimiento como pueden ser la suspensión
de funciones, la restricción de libertad para el caso de menores y militares, si bien
puede tener por supuesto alguna influencia sobre el ejercicio de los poderes penal o
disciplinarios, en forma temporal al momento de emitirse la resolución final, la
misma puede oponerse a la medida tomada con anterioridad. En ningún caso se
permite el reenvío a juicio.
37

Con referencia a las pruebas, es posible que se utilicen indistintamente las pruebas
obtenidas en un procedimiento disciplinario o penal en uno o en otro, por lo tanto lo
anterior posibilita al Juez disciplinario o al Juez penal a utilizar las pruebas en su
procedimiento sin importar que estas hayan sido obtenidas en el otro.
38

Tratándose de procedimientos disciplinarios seguidos a altos funcionarios públicos,


menores y militares, el inculpado siempre tendrá el derecho a no ser obligado a
declarar, su silencio no precisamente se hace para o verse sometido a una acusación
de caracter penal, sino que se lleva a cabo por estrategia de la defensa, a fin de que
se prueba la causa por a cual se le esta sometiendo al proceso, correspondiendo la
carga de la prueba al poder disciplinario.
39

Esta es una garantía establecida en el artículo 20 Constitucional fracción Il, la cual si


bien esta contemplada para el proceso penal, es aplicada también en el proceso
disciplinario por mandato a fin de asegurar el equilibrio en el proceso y la legalidad
del mismo.

Consideraciones finales
40

Existe en el país una Comisión Nacional de Derechos Humanos que tiene


competencia en todo el territorio nacional, quién conoce de las quejas relacionadas
con presuntas violaciones a los derechos humanos, cuando estas fueren imputadas a
autoridades y servidores públicos de carácter federal, con excepción de los del Poder
Judicial de la Federación, además se cuenta con Comisiones Estatales en cada uno
de los estados de la federación.
41

En un Estado de Derecho como al que aspira ser México, por supuesto que es
deseable que en ámbito de los procedimientos disciplinarios se de una mas amplia
aplicación de los principios fundamentales del proceso penal en vigor, si bien es
cierto que existe un organismo encargado de vigilar los principios intemacionales
aprobados para los derechos humanos, las comisiones instaladas están limitadas ya
que no podrán conocer de violaciónes en el campo jurisdiccional, lo anterior,
conlleva a buscar la ampliación de la competencia de ias comisiones en este campo,
y como consecuencia seria deseable que además de cuidar la observancia de los
derechos humanos en los procedimientos judiciales, se velara por el cumplimiento
de los principios fundamentales procesales como son la inmediatez, concentración y
rapidez.
42

También es deseable que el principio de presunción de inocencia tenga un


reconocimiento expreso en la ley y no implícito como existe en la actualidad.

Bibliografia
 1. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
 2. Garantfas Constituciónales del Proceso. José Ovalle Favela. Ed. Oxford
 3. Derecho Constituciónal Mexicano. Felipe Tena Ramirez. Editorial Porrua
 4. Curso Elemental del Juicio de Amparo. Luis Bazdresch. Ed. Universidad de
Guadalajara.
 5. Derecho Mexicano de Procedimientos Penales. Guillermo Colin Sanchez
 6. Codigo Federal de Procedimientos Penales
 7. C 6digo Penal de Procedimientos Penales
 8. Ley de Responsabilidades para los Servidores Públicos
 9. Ley de la Comision Nacional de Derechos Humanos

Notes

[*]

Profesor, Presidente del Grupo Nacional Mexicano de la AIDP, Guadalajarra, México.


[1]

Universidad Nacionional Autónoma de México.


[2]

Constitución General de la Republica Mexicana.


[3]

Colin Sanchez, Guillermo, Derecho Mexicano de Procedimientos Penales, Ed. Porrua, Pag.
756

https://www.cairn.info/revue-internationale-de-droit-penal-2003-3-page-1029.htm
Lo primero que debemos saber es que una conexión a Internet por
sistema Wifi, es una conexión que mediante una red inalámbrica nos
permite navegar en Internet sin la necesidad de cables.

La seguridad de las wifi es de hecho muy vulnerable, ya que la captación


de la información de Internet se realiza a través de ondas, parecidas a las de
un radio o una televisión ya que en su extensión espacial, al no estar
limitadas a un cable, se expanden y son accesibles desde cualquier punto
de su radio de cobertura.

Cuando contratas una señal de Internet por lo general vienen configuradas


por el proveedor del servicio sin contraseña de acceso, para que puedas
configurar una contraseña o encriptación de seguridad de tu elección, esto
para evitar intromisiones o la posibilidad de que un tercero no autorizado
obtenga la señal y por consecuencia reduzca la velocidad de carga de datos.

Si se accedes a Internet por medio de una señal wifi sin la aprobación del
titular que contrato, habiendo obteniendo sus datos de acceso por diversos
medios, o captando su señal, cargándole así el consumo y disminuyéndole
su velocidad de acceso contratada, puede ser apreciado como “robar wifi”.

En el caso de México e incluso en muchos países, la tecnología y su extenso


mal uso siguen todavía sin ser en su mayoría tipificados en los códigos
penales correspondientes.

El Código Penal Federal mexicano en su artículo 211 bis 1 al bis 7


menciona los delitos de este tipo, aunque son muy limitadas las
circunstancias que castiga.

Algunos países han creado policías tecnológicas o cibernéticas, el Gobierno


Mexicano cuenta con la suya desde hace más de 10 años y que actualmente
es conocida como la Dirección General de Prevención de Delitos Cibernéticos,
dependiente de la Comisión Nacional de Seguridad. En el caso de la CDMX
creó la propia en el año 2013 así como otros estados han venido haciendo
esfuerzos similares.

Como resultado de una encuesta realizada por Derecho Mexicano nos arrojó
que las causas más comunes del robo de una señal WiFi con código de
acceso según los encuestados son:

1.- Porque hoy en día los smartphones, si no están conectados a Internet


de nada sirven.

2.-Porque las compañías telefónicas ofrecen un costo muy alto de los planes
de datos tanto en móviles como en ordenadores.

3.- Porque suponen que es un acto que afectará poco al dueño de la señal e
Incluso no falto quien respondiera que el acceso a Internet es ya un derecho
humano y por lo cual obtener una señal WiFi con código por el medio que
sea es totalmente valido.

Lamentablemente para los que pagamos un servicio de internet, el robo de


la señal y la contraseña sigue sin ser delito en México y otros países como
Perú, lo cual es toda una invitación a la ilegalidad, más no es así en países
como España, EE.UU o Reino Unido en donde está contemplado este delito
en su Código Penal.

Por lo que podemos concluir que mientras la mayoría de las ilegalidades


cibernéticas o informáticas habituales no profesionales siguen sin ser
penalizadas en México, el buen proceder y los valores de las personas son
las que determinarán al final, el número de ilegalidades que se cometen y el
impacto de las mismas.

Lamentablemente en México es común creer que estas supuestas e


insignificantes acciones o pequeños pecados cívicos, como le quieran llamar,
no abonan a la impunidad y corrupción de un país. Robar la señal de Internet
al vecino, sabiendo que hacemos mal, tal vez nos merece un momento de
reflexión para analizar su impacto en nuestras vidas y en el desarrollo de un
país como sociedad.

http://derechomexicano.com.mx/delito-obtener-la-contrasena-senal-wifi-vecino-sin-autorizacion/

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