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Otro problema deriva de los cambios en el sector naviero, que provocarán una caída del precio del
combustible con alto contenido de azufre, lo que podría ser utilizado por las centrales eléctricas
para reemplazar sus fuentes de energía actuales. En consecuencia, “irónicamente”, este cambio en
el sector marítimo que busca evitar la contaminación provocaría a la postre que las “fuentes de
contaminación se trasladen de altamar a tierra”.
No obstante, la mayor complicación sería la caída de la producción de diesel y de gasoil, ya que la
mitad de las refinerías del mundo “no pueden producir combustible que cumpla con la nueva
regulación” de la IMO.
Un buque de carga cruzando el canal de Suez en Egipto, el 25 de julio de 2015. / Reuters
¿Qué efecto tendrán todos estos cambios? Para 2020, cuando esta regulación entre en vigor, el
precio del barril de petróleo se disparará, lo que tendrá varias consecuencias. “La actividad
económica caerá y, en algunos lugares, se detendrá. Los costos de los alimentos subirán, debido a
que los agricultores, que no podrán pagar el combustible, reducirán las plantaciones. Las entregas
de bienes y de materiales a fábricas y tiendas serán más lentas o se detendrán”, explica Verleger.
Las últimas explicaciones del especialista cierran el círculo de nefastas proyecciones, ya que “las
ventas de vehículos caerán en picado, especialmente las de utilitarios que consumen mucha
gasolina”, de tal forma que “uno o más de los principales fabricantes de automóviles de EE.UU.
irán a la bancarrota o incluso echarán el cierre”. “Las ejecuciones hipotecarias de viviendas
aumentarán en los EE.UU., Europa y otras partes del mundo, y millones se unirán a las filas de los
desempleados”, concluye.
NOTICIA N°2