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DE JUGAR EN LA TIERRA A JUGAR CON COMPUTADORAS

Por Monserrat Irazoqui

Por muchos años la sociedad mexicana ha creado un cierto ideal de lo que debe ser una
persona que vive en este país. Cómo actuar, hablar, vestirse y soñar son determinados por
dónde naciste y en qué nivel socioeconómico. Puede ser difícil romper con estos ideales
viviendo en un país tan tradicionalista como lo es México. Pero, existe gente con talento,
sueños y aspiraciones que van más allá de lo que la sociedad les ha inculcado a querer.
Este grupo de gente, aunque es reducido, va creciendo y busca derribar barreras que nos
hemos creado en nuestras mentes y corazones para poder llevar a nuestro país en alto,
donde se merece estar.

Personalmente, he tenido el honor de conocer y trabajar con este tipo de gente día a día en
la empresa Swapwink principalmente, con su CEO y fundador, Alan Irazoqui, mi hermano.
He tenido la oportunidad de conocerlo por 24 años y su historia me ha inspirado a
compartirla para que más gente de nuestro pueblo mexicano se sienta motivada a romper el
molde y seguir sus sueños.

Ticul, Yucatán fue el hogar de nuestra familia por muchos años. Mis hermanos tuvieron una
infancia divertida, jugando como lo solían hacer los niños antes de la era tecnológica. Mis
papás siempre han trabajado mucho por darnos una buena vida y educación para que
nunca nos faltara nada. Ticul es un pueblo pequeño en Yucatán en el que mis papás tenían
un supermercado y mis hermanos asistían a una escuela de gobierno. Por lo que me cuenta
mi familia, mi hermano Alan se aburría en sus clases de kinder; siempre con una sed
insaciable de aprender, kinder era muy fácil y aburrido para él a sus 3 años porque quería
saber más. Mi mamá habló con una maestra y decidieron adelantarlo 2 años el siguiente
ciclo escolar. Entonces, mi hermano entró a la primaria a los 4 años.

El siguiente año, Alan quería algo más; algo que un pueblo tan chiquito no le podía aportar.
Por lo que, siendo un niño muy persuasivo, convenció a mis papás de mudarse a Mérida
cuando yo era apenas una bebé. Nuestros padres siempre han buscado que tengamos la
mejor educación, así que nos inscribieron en una de las mejores escuelas de la ciudad. Al
principio, le costó un poco adaptarse al nivel académico pero, determinado a dar lo mejor de
sí, se esforzó hasta ser de los niños con mejores promedios.

Al cabo de unos años, se dió cuenta que necesitaba un reto nuevo. Un país e idioma
diferente, un cambio de ambiente y una educación con un nivel más alto fue lo que le
llamaron la atención de ir a estudiar a Canadá. Después de haber tenido que adaptarse a
Mérida, tuvo que volver a pasar por un proceso de readaptación en Winnipeg, Canadá.
Haberse expuesto a una cultura y forma de pensar diferente lo ayudó a abrir su mente y
empezar un proceso de transformación que lo llevaría al momento de su vida en el que se
encuentra ahora. Creyendo que le faltaba aprender más de Canadá se quedó un año más.

Mi hermano regresó a Mérida, se graduó del bachillerato y empezó a estudiar su carrera en


Finanzas y Contaduría Pública. Como la mayoría de los jóvenes en la universidad, empezó
a interesarse en todo menos en su carrera. Las fiestas, las apariencias, nuevas
experiencias lo distrajeron de lo que era realmente importante para él. Hasta él mismo
admite que se preocupaba más por complacer a los demás y ser la idea de los demás de lo
que es un joven “exitoso” que ser quién realmente es. Años más tarde, aprendió que lo
realmente valioso para uno es poder ser genuinamente quién uno es y luchar por sus
sueños e ideales sin dejar que nada ni nadie se interponga en el camino.

Nuestra familia siempre ha estado llena de espíritu emprendedor. Mis papás han empezado
varios negocios en diferentes industrias a lo largo de su matrimonio; no todas fueron
exitosas pero siempre aprendieron mucho de cada experiencia. Ellos nos han contagiado a
mis hermanos y a mí el mismo deseo de emprender y liderar un grupo hacia una meta
común. Después de vender el supermercado que teníamos en Ticul, mi papá y Alan
decidieron empezar una empresa que hacía horchata light endulzada con Splenda. Dada la
gran capacidad e inteligencia de mi hermano, mis papás decidieron que él sería el director
general de esta empresa. Alan considera ahora que estaba todavía muy joven para estar al
frente de la empresa familiar y el estrés fue tan grande que terminó 2 veces en el hospital
durante ese periodo de tiempo. Eventualmente, la empresa no fue exitosa pero, con mucha
resiliencia, seguimos adelante.

Un tiempo después, mi hermano decidió invertir en alguna franquicia o cadena de


restaurantes. Después de hacer un poco de investigación por la ciudad, encontró un
restaurante japonés llamado Shogun con gran potencial de crecimiento en el cual decidió
invertir. Se volvió propietario de la marca y la convirtió en franquicia. Alan consideraba que
este restaurante tenía comida muy buena y pensó “Si más gente supiera de nuestro
producto, más gente vendría”. Dándole vueltas a este pensamiento, se le ocurrió la idea de
crear Swapwink. En ese momento, también era socio de una agencia de publicidad llamada
Endor y empezó a desarrollar la idea con esta empresa. Se apasionó tanto por este
proyecto que dejó todo por dedicarse a hacerlo realidad y así nació Swapwink en
septiembre del 2015.

Tras haber experimentado ser propietario de una Pyme, se dio cuenta cuánta ayuda
necesita quien está a cargo de una para hacerla exitosa. Es por eso que Swapwink
recientemente pasó de una idea de ofrecer cupones en línea a ser una plataforma de
marketing que ofrece diversas herramientas a las Pymes: Cupón (cupones digitales),
Contest (concursos en redes sociales), Ask (encuestas digitales) y Rewards (premios para
los clientes).

Empezó con un equipo de 5 personas hasta ser un equipo multidisciplinario de 20 el día de


hoy. La oficina principal está ubicada en Mérida pero también hay una oficina en Nashville,
Tennessee.

Después de haber vivido varios años en una ciudad tan llena de ideas y acciones fuera de
lo convencional, como lo es San Francisco, tenía el temor de experimentar una gran
frustración en mi regreso a Mérida. Pero, en la empresa que lidera mi hermano he
encontrado esa misma esencia. Gente que piensa y actúa diferente a lo normal, sin temor a
compartir ideas y proyectos nuevos, y, lo que considero más importante, que sueña sin
límites y cree firmemente que lo van a lograr.

Es una empresa que ha creado herramientas de gran tecnología en una ciudad en la que no
es normal empezar empresas tecnológicas. Es un grupo de gente que se atreve a ser
diferente en un lugar que alienta a ser iguales que los demás. Es un set de ideales y valores
universales al cual cualquier persona de cualquier religión, género, edad y profesión se
sentirá orgulloso de seguir. Todo esto es lo que hace a Swapwink grande y la ha llevado a
estar en la mira de una empresa de tecnología reconocida a nivel mundial para asociarse. Y
todo esto nació de un niño que empezó jugando en la tierra en un pueblo pequeño de
México que pasó a jugar con computadoras en una ciudad bastante tradicional. Que la
historia de mi hermano te lleve a creer firmemente que sin importar de dónde vienes, no hay
límites para hacer cosas grandes por el mundo.

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