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De Sylvie Le Poulichet en esta biblioteca La obra del ti empo en psicoandlisis ‘Toxicomanias y psicoandlisis. Las nazcosis del deseo Sylvie Le Poulichet Amorrortu editores Buenos Aires Direetores de la biblioteca de psicologia y psicoanalisis, Jor ge Colapinto y David Maldavsky ‘Lioouure du temps en psychanalyse, Sylvie Le Poulichet © Baitions Payot & Rivages, Paris, 1994 ‘Traduccidn, Irene Agott Unica edicién en castellano autorizada por Editions Payot & Rivages, Paris, y debidamente protegida en todos los pai- ses. Queda hecho el depésito que previene la ley n® 11.723. ‘© Todos los derechos de Ja edicién en castellano reservados por Amorrortu editores 8. A., Paraguay 1225, 7? piso, Bue- ros Aires ‘La reproduccién total o parcial de este libro en forma idén- ca 0 modificada por cualquier medio mecénico 0 electré- nico, incluyendo fotocopia, grabacién o cualquier sistema de almacenamiento y recuperacion de informacién, no autori- zada por los editores, viola derechos reservados, Cualquicr utilizacién debe ser previamente solicitada. Industria argentina. Made in Argentina ISBN 950-518-561. ISBN 2-86930-890-2, Paris, edicién original Impreso en los Talleres Gréfiens Color Efe, Paso 192, Ave- Haneda, provincia de Buenos Aires, en mayo de 1996. ‘Tirada de esta ediein: 2,000 ejemplares. Indice general 11 Intreduccién 15 Primera parte 11. Bitiempo identificante 17 Ofelos tiempos de la trasferencia en la palabra 18 Un desgarramiento de la trama del tiempo 22. La presencia no es el presente y la historia no es el pasado 25 El tiempo que instaura el afuera y el adentro 28 Lo extrafo en el corazin de lo semejante 81 La repeticién da lugar a los objetos 83. Tiempo y trasferencia 89. 2, ELtiempo que pasa y el tiempo que no pasa 41 Logue pasa para nadie y no deviene pasado 44 De los acontecimientos que no cesan_ 47 La trasferencia actualiza lo que no cesa de llegar sin. ‘tener lugar 50 De los tiempos suspendidos 57. 3, Bl tiempo del suenio 58 El sofiante identificado con los tiempos del objeto 61. Dar figura a los lazos: el trabajo del tiempo en suetio 63 El acontecimiento del suekio no tiene fin 65. La conquista del lenguaje y de las imagenes sobre el cuerpo {87 El suefio compone wel mentir del goce 70. a LE 80 83 86 89 93 98. 6 98 107 108 412 16 121 125 128 138 El suefio encuaderna las hojas de identificacién del yo En el espejo moviente del suefio 4. El trabajo det tiempo reversivo «Eso que él encontré, todavia no lo tiene» La idea del cambio El no-lugar del origen Los efectos no cesan de recomponer sus propias casas Componer el origen en un tiempo reversivo 5, Elanudamiento de los tiempos en ta novela familiar La multiplieacin de los padres y la metifora del extratio Separarse, se parer, engendrarse [Le apertura de una novela familiar en la cura La detencidn sobre imagen como «sentencia de muertes 6. Bt instante eatastréfico «Bl espanto de la falta en el tiempo» La apertura del trauma La relacion de efraccion Elrapto y el instante suspendido Bl atravesamiento del instante catastrifico Delimitar lo imposible y hacer caer lo absoluto 7, El tiempo para que eso ceurra, el tiempo para desprenderse de eso y el momento dado Segunda parte 8. Texicomania: ia inveneién de una autocronia Bl exceso y el exilio ‘Trasferencia y alteracién 144 147 158 155 158 159 161 168 167 172 174 179 Desaparecer deviniendo Devenir el bien del Otro Un puro devenir circular Un cuerpo por rehacer todos los dias Una formacidn de masa de dos 9. La bulimia y el tiempo canibalico Hacerse alimento para el Otro La invitacion a desaparecer El eapejo oral Inventar figuras para los pasajes El trabajo de los tiempos del fantasma Producir su propio antecedente repitiéndolo Bibliografia Introduccién. Hoace algunos afios, al término de una cura lievada con ‘una analizante, me asalté de pronto un extrafio pensamien- to: el de los insélitos trayectos que nos habian conducido hhasta alli, hasta ese final, Se imponia de pronto una visisn, ‘totalmente nueva. Como si de golpe se hubiese hecho posi ble ver las espirales, los ritmos y los pliegues organizados por los rasgos ¥ el estilo propios de aquella experiencia ana- litica, El pensamiento parecia capaz de reunir en imagen la ogica y la singularidad de esos movimientos, De pronto, ver ese tiempo que nos habia desplazado de un modo totalmente ddistinto que en una eronologia. Pero es todo cuanto puedo decir sobre esto, porque el olvido se aduené répidamente de aquel pensamiento. Y sin duda ese olvido, ese momento imaprensible, fue la causa de esta Investigacion sobre los tiempos de Ia experiencia analitica: investigacién empren- ida como un intento de atrapar atin Jo que habia surgido alli y que, evidentemente, jamds recuperé. Esta pérdida caus, asi, todo un recorrido imprevisto. EI propio trayecto analitico habia desestabilizado va miltiples «detenciones sobre imagens en las que anterior mente la analizante se habia inmovilizado (recuerdos en- cubridores, identificaciones imaginarias. . .). Y este mo- ‘mento de fin venia a repetir, del lado de la analista, el ma- Jogro de una «detencién sobre imagen». El ver de repente fue malogrado por el olvido. El tiempo bruscamente capturado ‘en tna imagen habia borrado esta imagen. Un movimiento «sin fin» vino a romper el espejo que queria reflejar el fin de- teniéndolo. Y el fin quedé abierto, en movimiento, pues ] ‘tiempo de la experiencia analitica no podia reducirse a un pasado: no se le podia otorgar el rostro de un pasado. Era en. si mismo el tiempo instaurador de un conjunto de pascjes presentes y venideros: vias abiertas para el pasafe de los pensamientos, u «éQué es, entonees, el tiempo? —preguntaba San Agus- tin. Sinadieme lo pregunta, lo sé; pero sime lo preguntan, ¥y quiero explicarlo, ya.no lo sé».1 Este no-saber engendrado or la cuestién misma del tiempo me parece fundamental en el campo psicoanalitico. Nunea seo podrd reabsorber del todo, cualquiera que sea la Suma tosrica que se produzca para responder a la pregunta. En efecto, cada experiencia, anolitics despliega un estilo singular de devenir que po- see su ritmo propio, mas alld de nuestra representacién del tiempo, En el encuentro dé un analista y un analizante se afirma un estilo de devenir propio de esia experiencia, que xno se puede reduc al ésquema de una progresisn lineal ni @ uni sola formula general de un tiempo légivo. Es preciso distinguir, sin embargo, ontre la dimensisn de lun tiempo instaurador y la dela duracién en el andlisis. La Guracidn instaurada por el «marco analitico» @uracién y maimero de las sesiones, duracién del andlisis mismo) en na- dda garantiza que vaya a haber experiencia analitica:es una condicién neossaria pero no suficiente, pues puede terminar siendo un tiempo muerto si no abre un tiempo instaurador de pasajes. No se puede pensar este tiempo instaurarior en ‘érminos de duraci6n, y tampoco espacializarlo: es ms bien un ritmo que da lugar a'un conjunto de lazos y de pasajes. Esta investigacion compromete también una eleccién, luna toma de partido con respecto a su objetivo: se trata de Pensar, dentro del campo de la experiencia analitiea, los ‘lompos instauradores eapaces do trasformar y de volver a poner en movimiento diferentes formas de «detenciones sobre imagen» producidas por los atolladeros narcisistas. Hay que plantearle igualmente al psicoanélisis la pre- gunta que Borgson le hacia a la flosofia: «Qué hace el tiem- 0%. Dicho en otros términos: Zqué hace el tiempo en el andlisie? En algdn momento desu travesia, analistas y ana- lizantes se ven necesariamente asaltados por este interro- gante. Bl andlisis no puede mantener la cuestion fuera de ‘su campo, delegando a las concepciones clisicas o floséficas la tarea de responderla. Si nos detenemos en una concep- ‘ion del tiempo como forma universal en la que estamos pa- sivamente iamersos, no podremos pensar lo que hace el | Sen Agustin, Les confessions If, Garner, 1950, pag. 195. 211 Bergson, Le pensde et le mouvans, PUR, 1998 12 ‘tiempo, En lo que concierne particularmente a la repeticin de las experiencias dolorosas, nos veriamos limitados a sus- cribir Ia opinién comin segiin la cual «se necesita tiempo ppara que paser o incluso: «ipasard con el tiempol». Justa- mente no con el tiempo, sino en los tiempos puestes en ac: cin por el andlisis, que no se rigen por los relojes sino por la ‘trasferencia. Se trata de abrir en el tiempo los tiempos de la frasferencia, que son tiempos de trasposicisn y de trasfor macidn. ‘Desafiando en cierto modo la visidn de un tiempo lineal, el analisis suscita tiempos de actualizacién y anacronismos ‘que frastocan la trama del tiempo dando lugar a los acon tecimientos psiquicos. Porque estos tiltimos no estan some- tidos a los relojes y no se comprenden en un tiempo lineal. ‘Bstos acontecimientos encuentran precisamente en la tras: ferencia su ligar y su tiempo propios. La trasferencia es un tiempo de consumacién de los acontecimientos psiquicos. ‘Les da presencia en todas sus resonancias temporales. {Lo mismo quo on una partitra musical eayasKnens se agrapan en pentagramas (portées, los tiempos del andlisis ea cnnsLinnas de referer qunconfleren todo eu olean ‘ce [portée alos acontacimientos, y que hacen sonar los acon: ‘tecimientos psiquicos en una composicién y en una sucesidn {uite] que los revela. Hechos sonar, e interpretados por lo ‘tanto en la trasferencia, estos acontecimientos encuentran su tiempo de cumplimiento y de trasformacin. ‘De modo que la pregunta «Qué hace el tiempo?» se tras forma en esta otra: équé hacen los tiempos de la trasferen- ‘ia? Ellos hacen ofr y realizan lo que permanecia suspen- dido en el tiempo. Ellos eseriben las partituras anacrénicas en las que se toca el deseo, poniendo asi en entredicho la tirdnica representacién de una fecha lineal del tiempo. He ‘aqui el tiempo abierto y multiplicado en los tiempos del si- Jencio, de la palabra o del suefo que consuman trasferen- cias, que trasponen los acontecimientos en sus tiempos psi quicos: alli donde resuenan, entre lenguaje y pulsidn, en combinaciones inesperadas. : Estos tiempos de la trasferencia cumplen una accién do ble: una cosa y su contrario, En efecto, engendran la repe- ticidn de lo Mismo, la netualizacidn de fuerzas pulsionales que persisten inalteradas, y simultdneamente esto Mismo deviene Otro al manifestarse en el tiempo. 13 ‘Soin Freud, en el andlisis la repeticion ae acompafia de tun proceso de reelaboracida (perlaboration] que permite li- berarse del dominio de la repeticién, integrando las inter- pretaciones y superando las resistencias que suscitan. Re- peticiin y reelaboracién marcan la acciGn del tiempo en el andlisis, que Freud opone a la inmediata abreaceién produ- cida bajo hipnosis, que no permite a la rememoracidn alean- zar efecto duradero, Freud observa que «nombrar la resis- tencia no puede producir su cose inmediato, Es preciso dar Siempo al enfermo para enfrascarse en Ia resistencia, no con- sabida para él; para reelaborarla, vencerla prosiguiendo 1 ‘trabajo en desatio a ella y obedeciendo a la regla analitica fundamentals.® Esta referencia al tiempo sigue siendo, no obstante, muy general: «lis preciso dar tiempo. ..», Es ver- ‘iad y, sin embargo, ése trata solamente de eso? Freud se estd refiriendo a un proceso que se cumple en el tiempo y ara el cual hace falta tiempo, pero no ha deslindade la dimensién de un trabajo del tiempo, como cuando postulé la existencia den «trabajo del suefio» y den «trabajo de due- lo». Y aqui reside justamente una de las apuestas de esta ‘investigaciOn, a saber: si es analiticamente pertinente pen- sar en el proceso analitico unos tiempos que por si mismos \lesignen un trabajo, unos ritmos de trasformacién, que no serian simplemente el tiempo. No ge trata de ignorar la veferencia a una cronologia, sin la cual no podria concebirso andlisis ninguno, pero éno existe acaso en el andlisis un trabajo especifico de los tiempos de la trasferencia? 1. Froud, «Remémoration, répétition, perlaborations (1914), en La. fechnique psychanalytique, PUF, 1977, pag. 114 [eRecord repetiry reslaborars, en Sigmund Freud, Obras completas, Buenos Aves Ame. ‘rortu edhtores, ol, 12, pi. 197, Bn lo micesive las cites do Sigimund Fraud en castellano remitens caditores AE} dictin de Obras completa de Amornorta 4 Primera parte 1, El tiempo identificante Oir los tiempos de la trasferencia en la palabra. Un analizante toma la palabra. Lo que oimos no es un sentido, tampoco un contrasentido, y ni siquiera sélo un doble sentido, sino una serie de temporalidades que atra- ‘viesan esta palabra en todos los sentidos. Entonces nuestra ‘escucha es, en efecto, eflotanter, porque flota entre varios ‘tiempos; ne sélo como una «fantasia» que, a juicio de Freud, flota entre tres tiempos! presente, pasado y futuro, sino también como una atencién prestada al orden de las suce- siones, continuamente abierto y desplegado en simultanei- dados. Yen todo instante, eada fragmento de habla puede cruzarse con otro fragmento aparentemente heterogéneo, informarloy trasformarlo, Nos haliamos entorices, parcialmente, «fuera del tiem- po», y sin embargo mds que nunea en tos tiempos. .. Esta red cambiante y dilatada podria contraerse de golpe en un solo punto mas brillante, como en e] suefio en que las in- tensidades psiquicas se «trasfieren» sobre una sola figura’ figura que se recorta y se impone a veces al analista, por ‘ejemplo como una , agregaremas noso- tros, aunque las suficientes para desconcertamnos, st4 pri: ‘mero el tiempo real y destructor, que censiona la muerte, y hhasta la muerte del olvido. ¥ luego el tiempo, «sin embargo (..)elmismo, que por esta accion destructora nos da tam: ‘ign lo quenos quita, ¢infinitamente mas, ya que nos ofrece Jas cosas, los acontotimientos y los seres én una presencia ‘real que los eleva hasta ese punto en que nos conmueven. Pero esto:no os todavia mas que la felicidad de los recuerdos espontaneos.? ‘Sdlo lo que resulta en cierto modo retirado podra sernos ado: tal la paradoja que marca la accidn del tiempo, Pero! tiempo es capaz de un giro més extraio, dice Blanchot cuan: do evocs el paso de Proust que tropieza contra los adonuine de Guiermantes y que es de pronto el mismo que tropezs contra las baldosas desiguales del Batisterio de San Mar- 08. El tiempo parece abolido, ya que estos dos instantes separados por toda una duracion pueden ahora coincidi. 1 instante de Venecia y el instante de Guermantes no son un pasado y un presente sino una misma presencia. Un juego del tiempo parece sbolir el tiempo. ¥ Blanchot nos dice: «Tal ‘episodio insignificante, que ocurrié en un momento preciso, porJo tanto pasado, olvidado, y no solamente olvidado, sino inadvertido, he aqui que et curso del tiempo lo devuelve, ¥ zno como un recuerdo, sino como un hecho real y que acaece 4e nuovo, en otro momento del tiempo (...) episodio infimo, conmovedor, que desgarra la trama del tiempo y mediante este desgarramiento nos introdace en otro mmundo».* Se trata aqui del destino de un episodio insignificante y otrora inadvertido, que por lo tanto no fue re-conacido ni aplicado sobre la «pantalla» del recuerdo. ..Y es ustamente este tipo de episodio que subrepticiamente impresions la 2M, Blanchot, Le livre venir, Gallimard, 1959, pég. 19, [Vorcién en cuot: BI libro que vendrd, Caracas: Monte Avila Rdtares, 1069, pax. 18.) 3 Ibid, pag. 19 (ode: 18). ‘Thi, pag 20 (pa. 18) 13 superticie perceptiva sin quedar xarchivado» en ella ni reci- bir estampilla el que tiene el poder de atravesar los tiempos ede incSgnitos para desencadenar de repente una presencia ‘nueva donde no se la esperaba. Esta irrupcicn de la presen- ‘la, que aleanza al cuerpo de una manera sensible, no surge sino en tanto la huella érrante de un primer episodio viene ‘ coincidir de manera brusca con una segunda huella en- lazada a un episodio actual. Por lo tanto, entre otras cosas, 5 la simultaneidad de incompatibies la que engendra esta sacudida de un euerpo subitamente afectado. Ese momento de abolicién del tiempo es también, pa- valelamente, un momento privilegiado de su afirmacién, por- que tal no significa aqui «parecerse a» ni dlegar a ser comon alguien: hay que entender que dos instantes se identifican mutuamente en el sentido pleno del término, es decir que se confieren reciprocamente identidad a través de {on aconvecimiento que aleariza al cuerpo. Miis alld de los re- ‘cuerdos, las costumbres y las cortezas, se identifican hue- \las entre si sin que entre en juego un sujeto previo. Aqui ya no se trata de recobrar la memoria, sino de ser encontra- do por ella donde no se la esperaba: mais exactamente, se producen tan solo identificaciones mutuas de hiuellas. Ado- ms, este tipo de identificacién se realiza haciendo surgir wn lugar vacioe o un intervalo entre dos instantes separa- dos aunque bruscamente superpuestos. Una identificacién semejante tendria precisamente el poder de engendrar un lugar que acogiera la presencia del acontecimiento. En esta referencia a los dos instantes que se identifican mutuamen- le 0 que se confieren reciprocamente identidad, se funda él ‘thie, pig 20 (pe. 19 20 concepto de tiempo identificante, Este tiempo identificante que engendra un lugar para un acontecimiento psiquico constituye sin duda una experiencia temporal y no un dato espacial entendido como identificacién con una imagen. ‘Todavia no estamos en el campo del inconciente freu- iano; a lo sumo, podriamos suponer la actién de procesos preconcientes o la investidura de huellas inconcientes no reprimidas. Sin embargo, on este mismo nivel es posible deslindar la dimensién de las identificaciones temporales que dan lugar al cuerpo, 6 el trabajo del tiempo que engen- Gra los lugares del cuerpo: lugares de resonancia y no mora- das familiares, El lugar es aqui «orrelativo de una funcion del lenguajer® y no deberia confundirselo con el espacio:? stener lugar» significa llegar, suceder o producirse, y no queda congulado en un espacio. Asi conjuugado, el lugar es indisociable de un proveso y pertonece @ este proceso, es decir, a un conjunto de fendmenos, activos y organizados en el tiempo. La elaboracién progresiva de este concepto de tiempo identificante, esencial en el campo de la experiencia clinica, ccuparé de aqui en més las reflexiones expuestas en ‘ecto capitulo, La lectura de Blanchot permite, pues, «retornary al cam- ‘po psicoanalitico mdagando en esta dimensin de las iden- tificaciones temporales que dan lugar al cuerpo. Sin pro pésito de espacializar l tiempo, se tratard aqui, a través de este concepto de tiempo identificante, de pensar juntos las superficies pulsionales y-el tiempo. Concretamente, se tra- tard de pensar el tiempo instaurador de las superficies pul- sionales a fin de bosquejar una concepeién de las identifi- eaviones movientes que permita abordar el tiempo interno Seguin a expresiin de Pierre Pédida, quien expone una reflex sobre sol ongendramiento temporal de logares en ol andlisise, expecialmente en ‘su artiolocaLe ngage &'neumre dae a figurer, en Ler chs Tempe 17 air dire, Minuit, 1988, pigs. 2-2. “ial rerpecta, Pierre Pédida excribe: «A través del modelo éptico del aparato psiquice, Proud introdujo en pricoandlisis una teoria de fos fc ares (...)Elretormo laden de Ingar(s) presenta el indudsble interes de ‘cuestionar una Uendencia que no ces6 de expandizse en los vllimos 08 y ‘que conssto on cobrestimar la feromenologia do una metifera del espacio: 0a en la nocion do espacio peiquice, de espacio transicionsl, de espacio ‘rasferencial,y hasta de “continents”. Hablar de lugar(es) no elo mismo aque hablar de eepacior, on «Théorie des liouas, Peyehanalyoe 4 [Univer- itd, val. 14, 8°53, enero do 1989, nag. 8. de la experiencia analitica. Bl concepto de tiempo identifi- cante queria rendir cuenta de la dinamica temporal de donde procede la experiencia analitica misma, alli donde los anacronismos y desgarramientos de la trama del tiempo oeasionan Ja apertura de pasajes entre los diferentes tiem- pos que conjugan el cuerpo en el lenguaje. Se trata de un ‘aspecta esencial del trabajo del tiempo en el analisis, desde ‘el momento en que una serie de desgarramientos en la tra- ‘ma del tiempo lineal es capaz de volver a dar al cuerpo sus tiempos en el Lenguaje. La presencia no es el presente y la historia no es el pasado: No bien se abrié el campo psicoanalitico, Freud debia vlaborar una teoria de los «lugares psiquicos» atravesados y producidos por operaciones temporales, de tal suerte que la propia experiencia psicoanalitiea fuese realizable, Porque solo lo que se habia supuesto al comienzo podia ser revelado posteriori, en el campo mismo de les procesos desplegados a traves de la cura analitiea. Una teoria de los lugares psi- juices debia poner en entredicho, desde el inicio, Ia idea de ‘un tiempo lineal y de una fiel memoria, para que pudiesen ser oidas las formaciones psiquicas, bn 1806, Freud ya senalaba que «nuestro mecanismo psiquico se ha generado por superposicién de capas porque de tiempo en tiempo el material existonte de huellas mné- ‘micas experimenta un reordenamiento segin nuevas con- ‘cernencias, una inscripcidn, Lo esencialmente nuevo en mi teoria es entonces Ja tesis de'que la memoria no preexiste de manera simple, sino multiple, registrada en diferentes va- riedades de signos».® A través de una serie de diversos registros e inscripcio- nes, las huellas se integran asi en una red de asociaciones en movimiento que podemos calificar de memoria plural. 4 ca tno dl 19 on Le ween Oh esc PUP, 1979, pies nat Sigman Freud, Caria & Mein Pip br 100, Suter ee amc caer wee oe pte 261 Jamas puede esta dar lugar al registro tinico y fel de un ‘acontecimiento vivido. Y si esta memoria plural no es otra cosa que una red en la que cada elemento cbtiene su valor “inieamente por su relacién con los demés, entonces nada en ella se conserva idéntico: en cuanto un elemento entra en la, ‘memoria, su tinico recurso para subsistir seria ligarse en tanto huella— a otras huelias, lo cual implica la posibilidad de que se desplace por este dispositivo anaerdnico en ¢] que «dluyer la excitacién. Tal dispositive anacrénico deviene en- tonces el paradigma de las condiciones de escucha en le cura analitica, Lo ilustra particularmente la ficeién de apa- ‘rato psiquico que Freud presenta en el capitulo VII de La interpretaciGn de los suertos, segxin la cual las huellas mné- micas viajan por um lugar psiquicor (que nada tiene que ver con In anatomia) donde diferentes sistemas las hacen resonar en asociaciones diversas, entre percepcidn y con- iencia, ‘La experiencia analitica dela rememoracién a partir del Juego de las asociaciones libres no es idéntiea, evidentemen- te, a la experiencia proustiana de la reminiscencia, ya que ‘en el primer easo no puede tratarse de un procedimiento es- ‘tétion, Sin embargo, tal como Freud sefalé en diferentes ceasiones, con gran frecuencia los poetas y novelistas expo- nen con maximo acierto intuiciones que nosotros mismos ebemos edificar laboriosamente. En los dos émbitos de ex- pperiencia, el tiempo es més activo precisamente cuando pa- rece en cierto modo abolido. Bs un tiempo curiosamente li: bberado de ia duracién, quese afirma, por ejemplo, en la pre- sencia simultinea de dos acontecimientos separados, Le flecha del tiempo lineal, que distingue un pasado, un pre- sente y un futuro, resulta bruscamente impugnada por esa presencia que pone en juego la asociacién de las huellas ‘mnémicas. ¥ justamente cuando se manifiesta esa presen: cia mediante la superposicién de las huellas de un aconte- cimiento presente y de un acontecimiento pasado, este pa- sado puede resultar, precisamente entonces, historizado, subjetivado. Se necesitaba un acontecimiento nuevo para que 61 acontecimiento antiguo resuene y acceda a la pre- sencia. Ya estaba alli, y sin embargo oeurre de pronto, Es un yarahi que no toma cuerpo sino a posteriori. En el campo sicoanalitico, esta temporalided organiza no solamente la ‘constitucidn del sintoma en el a posteriori por la via dela re 23 presién, sino también la historizacién del pasado en el pre- sente, Dicha historizacién no es homologable, en efecto, ala busqueda de un pasado sepulto que se estancaria a cierta, profundidad cual depésito inconciente, A este respecto, Lacan apuntaba en su Seminario sobre Tos esoritos técnicas de Freud que «la historia no es el pa- sado. La historia es el pasado historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasa- do». También en el propio movimiento por el que se apre- hende y se cuenta como mortal, el sujeto hace ingresar su pasado en la dimension de la historia. La historia, pues, no puede ser confundida con el pasado, y tampooo con lo vivido. Y segtin Lacan, esto plantea precisamente el problema del nivel en el que éscuchamos: por ejemplo, escuchar a un ni hho, Mas que la cuestidn de lo que ha vivido, el nifo se plan- tea Ia de su destino, que podriamos formular asi: «{Cudl es mi lugar en Ja historia, dénde se me reconoce?», El nifio mira mis a la reconstruccidn de una autobiografia y al sentido de Ja historia que al inventario de lo que ViVvis, «Qué significa mil historias: este seria, a juicio de Lacan, el nivel en el que se debe oir la pregunta, porque es jnstamenterespondiendo en este nivel como el analista contribuye a la resolucién del. sintoma, mais alld de que no pueda desconocer la dimensi de lo vivido, Pero la historia misma no puede ser revelada si no se ‘cuenta con la presencia del deseo. Esta presencia, que no es el presente, hace resonar juntos «pasado, presente y futu- ro», que «son como las eventas de un collar engarzado por el deseo», semtin dijo Freud en «Bl creador literario y el fan- taseoo. 9 No se puede confundir, en efecto, la presencia del deseo con el presente: la presencia del deseo mezela los tres éxtasis» del tiempo que son el presente, el pasado y el fu- ‘turo. ¥ la presencia del deseo seria revelada finalmente por el tiempo identificante, 1a identificacién mutua de las hue- las que afecta bruscamente al cuerpo. En La interpretacion de los suefios, Freud ya conside- vaba el deseo como el movimiento de investidura resultante Pst Lacan, Le Séminaire Livre I, Les rite techniques de Freud, Seu, 1975, pag. 19. [Version en exst: SI Seminario de Jacques Lacan, Libro 1 Los cocritostenicoe de Freud, Barcelona: Balcones Pass, 1981, pg. 27. 10S, Broud, Le enéntourlittraire ot la fantaiionop. el, pg. 99. [6E] ‘rendar literario y a fantaseos, en AB, wil. 8, pig. 190 24 de la puesta en relacién de dos inseripeiones mnémicas: el nifio que tiene hambre grita desesperadamente y su situa tin sélo cambiar cuando adquiera una «vivencia [expé- rience] de satisfaccidn», a conseezencia de una intervencisn, ajena. Pero un componente esencial de esta vivencia es la aparicién de una cierta percepeién (la mutricién, en nuestro ejemplo) cuya imagen mnémica queda, de ahi en adelante, asociada a la huella que dojé en la memoria la excitacisn producida por la necesidad. La proxima ver que esta dltima sobrevenga, merced al enlace asi establecido se suscitara tuna mocién psiquica limpulsion (Regung)] que querré in- vestir de nuevo la imagen mnémica de aquella percepeisn y producir otra ver la percepeién misma, vale decir, en ver- nd, restablecer Ia situacién dela satisfaccicn primera. Una ‘odin de esa indole es Io que llamamos deseo» 1! Sin embargo, esta primera actividad peiguica que tiende una didentidad de percepeisne, oa la actualizacién dé una idéntica percepeién, puede culminar simplemente en una satisfaccién alucinatoria, Y la presencia como tal no se ma- nifiesta todavia por euanto no revela aqui la dimension de Ja ausencia. Hay que seguir ademés el ehilo» de las proposi- clones freudianas relativas a las primeras experienclas per coptivas do los «gritos» para tratar de despejar las carac- teristicas de un tiempo identificante correlative de la pre- sencia del deseo, y para situar la hechura de los lugares de! cuerpo. El tiempo que instaura el afuere y el adentro Una distinta versién de la experiencia primordial de los gritos permitird situar el advenimiento de ia presencia y de Ja ausencia como fundamento de la terporalided psiquica. Esta vez se trata de un extracto de El malestar en la cultu- ra: «Bl lactante no separa todavia su yo de un mundo exte- ior como fuente de las sensaciones que le afluyen. Aprende a hacerlo poco a poco, sobre la base de incitaciones diversas, 2 Braud, Lintrpritation des réves (1900), PUR, 1978, pig. «81. (La Intarpretacin de los suet, on AB, vol. 5, pégs. 657-8] 25 ‘Tiene que eausarle la més intensa impresién el hecho de que muchas de las fuentes de excitacidn en que mas tarde discernird a sus Srganos corporales pueden enviarle sen- saciones en todo momento, mientras que otras —y entre ellas la més anhelada: el pecho materno— se le sustraen temporariamente y sélo consigue recuperarlas berreando en reclamo de asistencia. De este modo se contrapone por primera vez al yo un “objeto” como algo que se encuentra “afuera” y sele mediante una accion particular es esforzado a aparecers.! “Tomo este pasaje del toxto freudiano para otorgar a esa experiencia valor de matriz de! tiempo identificante y de la presencia del deseo. En efecto, en el «poco a poco» de estas primeras experiencias se esboza el movimiento mismo de la subjetividad. Lo que se agota periédicamente es el prototipo del objeto y del afuera. Bl agotamiento, la interrupcién, y la accion de fos gritos que vuelve a traer lo que habia desa- parecido, dan lugar aun afuera y a un objeto, Ellos abren la vacancia en la que el objeto se alojard, Ellos ponen en juego la ausencia que funda el afuera. ¥ justamente este afuern, como Lal, hace surgir la perspectiva de un adentro. Este pro: ‘ceso, que haria al fundamento de la temporalidad psiquica, hhuce udvenir lu presencia sobre fondo de ausencia y al mis- ‘mo tiempo le oposicidn simbélica entre afuera y adentro. La, experiencia temporal precede y funda la estructuracisn del espacio. | adyenimiento de la temporalidad psiquica se mani- esta de entrada, pues, bajo la forma de un tiempo identifi- ‘ante’ la repeticion de sincopas, o de agotamientos, causard Jn identifieacién rmutua de dos objetos compuestos: gritos y ppecho, cual dos elementos que entran simultneamente en. resonancia y en diferencia, dando lugar a un nuevo recorte ‘en el mundo, en ese yo-mundo [moi-monde] original aludido por Freud, Puede parecer curiosa esta mencién conjunta de una identificacién y un recorte a propésito del mismo proceso; ‘ero exe es precisamente el trabajo del tiempo identificante, que es primero trabajo de elaboracion de oposiciones rect roca (presencia-ausencia, afuera-adentro), correlativo de "2S, Freud, Mofaise dans ia civilisation (1920), PUR, 1971, pégs. 8-9, estar en a cultura, en AB, vol. 23, pgs. 67-8) 26 tun proceso de sondeo, separacién ¢ identificacién mutua de los objetos internos y externos. Lo que se egota periddica- ‘mente o lo que desaparece periédicamente serd separable de un primer yo-mundo indiferenciade que comprende to- das las fuentes de excitacisn, por lo mismo que los gritos se separan a su vez, yendo al encuentro del pecho, de nuevo y de nuevo, Repeticion de encuentros, coincidencias actuadas ‘que engendrardn una presencia y que constituirdn en cierto modo una primera «interpretacién> de lo real. Esta repeti- cién de encuentros en un tiempo identificante da lugar a la composicién de los objetos. Y mas alld de los encuentros pri- ‘vllegiados del pecho y los gritos, o de las heces y la voz, se elaboran de manera singular para cada uno composiciones de objetos, gracias a repeticiones de encuentros. Oquedades y plétoras, ruidos, olores o colores vienen al encuentro de los ‘esfuerzos» [poussées] corporales, dando lugar a estilos sin- sgulares de composicién del afuera y ol adentro. ‘Estamos lejos de un simple modelo de aprendizaje por adquisiciones progresivas. Estas repeticiones, que engen- dean wna matriz.de alteridad por composiciones de objetos, dan lugar a montajes pulsionales que interpretan Jo real de ‘una manera que nada tiene de preformada. He aqui un as- pecto fundamental de las identificaciones termporales que dan lugar al cuerpo, 0 de ese tiempo identificante que com- pone los lugares pulsionales. De cuanto se ha sefialado hasta ahora resulta entre ‘otras cosas que, desde el punta de vista de la temporalidad psiquica, nuestro cuerpo no sdlo es homologable a la imagen del cuerpo tal como se elabora por la experiencia del espeio, sino que este cuerpo se conforma en la precipitacién de pre- sencias sobre fondo de ausencia. Ni siquiera es el adentro ‘puesto al afuera sino, en rigor, una constelacidn singular de compuestos afuera/adentro, cayo principio de constite cidn ya indieaba Freud al presentar el juego del fort-da en su texto Mais alld del principio de placer. Los lugares del cuerpo, en los que se manifiesta de mane: +ra abschutamente primitiva la presencia del deseo, resultan asi engendrados por experiencias temporales. Concreta~ mente, un lugar pulsional seria entre otras cosas el pro- ducto de una identificacién temporal; a través de la expe- riencia de los gritos mencionada por Freud, ese lugar resul- taria dela repeticidn de encuentros y de avances reciprocos entre gritos y pecho. Entre el cuerpo del nifio y el cuerpo de Ja madre se actdan coincidencias ¢ inadecuaciones que po- en en juego la alternaneia de la presencia y la ausencia. Estos compuestos afuera-adentro son enire dos. Este cuerpo. ‘gue se elabora en el tiempo no coincide extactamente con el cuerpo en el espacio, El euerpo no esté allen si mismo, sino mas bien, como veremos, en el intervalo entre lo Mismo y lo Ota im la Fenomenologia de la percepeiin, Merleau-Ponty Sefala que «la subjetividad no és la identidad inmévil con- sigo misma: le es esencial, como al tiempo, para ser subje- tividad, abrirse hacia lo Otro y salir de siv.!8 iPero debe agregarse que el sino estaba antes de salir de si, porque sélo se recibe desde afueral Nose trata de un sujeto constitui- do que descubre un afuera y un objeto, sino, en rigor, de-un tiempo constituyente de compuestes afuera-adentro, Asi, el tiempo identificante no implica ninguna instauracién ni restauracién de un si auténomo y preformado: el trabajo de igazon ¥ composicién que consuma permite mais bien el sur- imiento de lo diverso y lo extrafio. El advenimiento de la alteridad es aqui la condicién para la elaboracion de identi- Ficaciones mutuas, Lo extrano en el corazén de lo semejante Pare abordar mejor este advenimiento de la alteridad en «l tiempo, ain es precise indagar en la funcién primordial de los gritos, esos gritos que hacen resonar el silencio y que, de manera privilegiada, introducen el cuerpo en la dimen- sién del tiempo. Los gritos también pueden venir del otro y ofrecen entonces la posibilidad de aprehender conjunta- mente su proximidad y su extratieza, En este sentido pode- ‘mos mencionar un tercer aspecto y una teroera version de la ‘experiencia precoz de los gritos a través de lo que Freud 19M. Mestenu-Ponty, Phénoménologie de lz perception, Gallimard, 1945, pag. 481. [Teuserito de Ia versidn en east: Fenomenologia de la ‘Bereepcién, México: Fondo de Cultura Beondasica, 1957, traduccion de Emitio Urenes, pig. 407] En este primer perfodo de los enceiton de Mer lenu-Fonty, sulsiste Ia consopeién de un mijeta come centro do individua- ‘35, wun si este no es otra cosa que un ager en el tempor 28 denomina «complejo del préjimo» (Nebenmensch). Bsta ver- sign proviene del «Proyecto de psicologian, a sea que os ante- Fior a las otras dos versiones citadas, y segiin ella las pr ‘tisras percopclones de un semejanta por un futuro sujet se ‘organizan en dos partes. Dicho de otra manera, nos encon ‘ramos en el nivel de una experiencia de percepcicn del otro como tal y ya no solamente en Ia relacién con un afuera y on un objeto que se separa. Pero esta experiencia es cori Pleja desde el inicio porque se organiza en dos partes: en ella el otro esta inmediatamente dividido en una parte seme- Jante y en una parte extraia. En primer lugar, una parte de esta experiencia percep- tiva se estructura de entrada gracias tuna actividad mane. ménica y se conjuga en una red de impresiones referidas al ‘cuerpo del nitio: asi los gritos del semejanto «despertardn el recuerdo del gritar propio —dice Froud— y, con ello, de vi- vencias propias de dolor».14 A titulo de comentario, cabe pensar que, én tun tiempo inaugural y mitico de encuentro con el semejante, la cria de hombre se recordar por pri- mira vez a si misma. ¥ esta afirmacién de Freud respecto Ge las primeras experiencias perceptivas deja considerar el instante de una precipitacién de memoria en el marco de la imagen narcisista, alli donde memoria y espejo se superpo- ‘nen y articulan: el grito del semejante le da acceso a sus propios gritos del pasado. Sin embargo, este proceso representa tan sélola primera parte del complejo perceptive, pues simulténeamente la eroepcicn inviste una segunda parte diversa, nueva y no ‘comparable a otra cosa, que sigue siendo de alirin modo ex: tralia y se impone por «in aparato constante que se man- tiene reunido como Cosa (als Ding)».* Esta lectura del com plejo del préjimo (Webenmensch), basada en la traduccion ropuesta por Lacan, permite considerar el modo en que la ‘prehension de lo extra en el eorazén mismo de lo seme~ 4S, Froud, La naissance dela prychanalyse, op cit, pg. 248, -Prayec: to de peiologiay, on AE, vl. pg. 877.) * [Teaducido directamente del original francés, dub « ta referencia = In traduccién do Lacan qua efechia la autora. Bi texto correspondiente ala ‘dicién dl «Proyecto de peicologiae an eastallano ce que cl complejo del projime 49 separa on dos companentas, uno de los cuales ae sxpane «por ‘una onsambladura eanstante, e mantiene reunida como una cosa det ‘undo... (vl 1 pag. 87D. (de a7) 29 jante engendra una forma de separacidn. Y, segin Lecan, la dimension del Otro radicalmente extraiio o la dimension verdindera de la alteridad aparecen en este lugar de la Cosa diversa y ne comparable. Bsta parte extrafia surge en el co rrazén mismo de la experiencia de la semejanza antes men cionada, experiencia que pone en movimiento la red de las hhuellas mnémieas, Para decirlo de otra manera, esa Cosa representa la constitucion do un primer exterior en el cora- 25n de lo familinr, Cosa irreductible alrededor de la cual gra~ vitan las eadenas significantes y «se organiza todo el andar del sujet! Por cnantoen Ja experiencia de percepeién del semejante se elaboran en red huellas mnémicas sobre fondo de imagen para fundar Jo memorable, una parte de desconocido es- capa, a saber: lo que esas huellas nunca podrén asimilar ni asumir: ese resto masimilable seria el prototipo de a alteri- dad radical, un fundamental «agujero de memoria» en el ‘corazén de lo memorable, Habria que situar chor, pues, la matris del tiempo identificante en la apertura de esa distan- Cia entre lo semejante y lo extrafto,o en esa no coincidencia, centre la Cosa ylo que intenta cernirla. En efecto, este doble surgimiento de lo memorable y de lo deseonocido en el en- ‘cuentra con el semejante engendra la dimensién dela alte- ridad que abre el tiempo. El tiempo supone precisamente sta relacidn con el otro en la que se juega la tensién entrelo ‘Mismo y lo Otro, El tiempo se entiende entonces como «rela~ «ion con lo que permanete absolutamente afuerar,!® ycomo relacién con lo que atin no se dx como semejante. Le Séminaire. Livre VIE Lthique de la peychanaiyee, Soil, (65 y 76 [Version en eat: BI Seminorio de Jaogues Lacon, iow del psieeandlisis, Buenos Aires: Paidés, 1988, pigs, 68y 78.) lo que stale a asta relaciin entre el tiempo ylaalteridad, ewada ote» campo, ae Propuestas eodians on To dud, or €lnoalaliele, sbsolutainente ots no oe dajeris aa por Ia experiencia, 0 eon lo que, por ai inf (-)Iimposibilided de coincide, in-adecus plemente negatives, ino que tienen un a ‘ovncidencia que we da on la diacronin dl tempor, en Le tompe et Tautre ‘conlsreneias pronunciadas en 1948 y 1947 en el Colegio flosétice), PUR, 1983, pags. $10. 20 Desde un punto de vista psicoanalitico, la matriz. del tiempo identificante puede verse referida asia esta no coin- ‘tidencia” que causa la division de la experiencia perceptiva en dos partes. Hsta divisién funda la distancia entre lo se- ‘ejante y lo extrafio, entre lo Mismo y lo Otro, de tal modo que el futuro sujeto jams podra reunirse exactamente ni ‘oincidir consigo mismo: Ia astilla de lo extraio ser plan: ada desde el inicio en el corazén de su memoria, como si ademas ninguna memoria pudiese elaborarse fuera de esta relacién oon lo extratio en lo semejante. Si sélo fuera el mis~ mo, el otro seria inmediatamente captado en la percepcisn ¥ coineidiria conmigo fuera del tiempo. Que el reflejo del yo ‘en lo semejante esté fisurado por lo extratio seria tambien la condicisn para que el tiempo se ponga a contar, y para que elacto mismo de percepeién se produzca en la tensién de un atin no, de un atin no adecuado. En efecto, a causa de una imposible adecuacién (0, en términos freudianos, a causa de ‘una inhibicion de la investidura psiquica conducente a una total identidad de percepcién) se dispara el tiempo psiquico de la repeticién. Justamente en la distancia abierta entre lo Mismo y lo Otro surge la dimensién propia del tiempo human en el movimiento del deseo como fundamento de la identidad por Ja alteridad. La matriz del tiempo identificante se entiende ‘asi como tensién de la alteridad en le identidad, en la aper- tura de una distancia irreductible que impide toda coinci- dencia del sujeto consigo mismo y que lo precipita hacia ade- ante, a dar el no/paso [pas] del atin no [pas encore]." En este no/paso iré al encuentro de lo que él no es. La repeticion da lugar a los objetos Entre lo semejante y lo extratio se instaura tna inade- cuacién, una distancia en la que vendrén a alojarse los obje- tos pulsionales, mareas del sujeto entre lo Mismo y lo Otro, Para Froud, en el Proyecto, ser tidurss oie egeset are * [Juego de palabras intreducible, barado on In multivocided de pas: ‘om (ndverbo de negaciin), y también spasoe(gustantive).(N. de la 7) 31

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