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86 dosé Manuel Sinchez Ron ‘estudios y visiones teolbgico-religiosas; Binstein probable- mente més un poeta de la religién, un hombre sensible con tun sentido —jsentimiento?— religioso intuitive. Newton aspiraba a alcanzar conocimiento mediante sus investiga- ciones hermenéuticas. Einstein nunca hizo ni pretend ‘semejantes cosas. No obstante, la visién de la naturaleza de ambos, y, por consiguiente, su fisica, se vio afectada por ‘sus respectivas visiones religiosas. Asf fue, y seria esttipido intentar juzgar ahora lo beneficioso 0 nocivo de tal com- portamiento. J.M.S.R. ENSAYO La intimidad de la ausencia: formas de la estructura epistolar Patrizia Violi Las cartas siempre me han parecido como la inmortalidad, porque gno esta en elas Ia mente sols, fin compalia corpives? Buy Dickeo [ie de os rasgos mas caracteristcos de la correspon dencia, y sin duda una de las principales razones de sa fascinacién, parece derivar de su cardcter de «umbral», de su colocacién en el ambiguo punto limite que separa la interaccién, el intercambio dialégico con el otro, dela soledad autocuficiente de la escritura, esa «mente sola, sin compafia corpérea» de que habla Emily Dickinson. Por eso trabajar sobre la correspondencia plantea inme- diatamente un problema de orden definicional: jqué asumi ‘mos como objeto privilegiedo de nuestra investigacién? {Es posible aislar una carta, 0 un epistolario como conjunto de cartaa escritas por una misma persona, independientemen- to del intercambio epistolar en que se inscriben? Si consid ramos In dimensién programética y cognitiva de la carta, asumiendo una porspectiva centrada sobre e} eje de la comunicacién, deberemos considerar los epistolarios como = Patrizia Violi formas especificas definibles dentro de ura tipologia mas amplia de la interaccién. En este caso ya no se podra hablar de la carta como texto aislado, ni tampoco como corpus de textos aislados caracterizados por la unicidad de su sujeto de enunciacién (el epistolario de X), sino que se tratard de considerar Ia secuencia interaccional, producida por el intercambio epistolar entre los dos sujetos de la comunicacién, secuencia que constituye el contexto comi- nicativo en que se sitéa esa carta-exto aislada, fuera del cual puede verse comprometida la propia posibilidad de Comprensién, (Los editores de epistolarios se enfrentan con frecuencia a este problema, al tener que completar el saber del lector con informacién que no se encuentra en el texto, sino que pertenece al extratexto constituido por las cartas del otro corresponsal que, menos famoso que el primero, no se ha visto incluido en la coleccién. Tenemos las cartas de Kafica, jpero dénde estén las respuestas de Milena y de Felice?) Desde este punto de vista es legitimo y posible ‘estudiar todos los rasgos que acercan Ja carta a la modali- dad interaccional de la conversacién ‘También la carta, como la apertura de una secuencia conversacional, determina, por el solo hecho de haber sido envieda, una obligacién de respuesta por parte del destina: tario, que si no tiene lugar reviste un valor anélogo al del silencio en la interacci6n cara a cara y permite anélogas inferencias pragmiticas (No habré oido», «No habré recibido mi carta», 0, mas paranoicamente, «Ahi esta, no quiere saber nada de mf»). Toda carta o fragmento aislado de una carta puede constituir actos ilocutivos especificos (preguntas, excusas, promesas, drdenes, ete.) y generar estrategias de comunicacién dé manera no diferente a 10 que ocurre con la conversacién. Pignsese, tan sélo a modo de ejemplo, en las estrategias comunicativas relacionadas con el uso del post scriptum, frecuentemente utilizado de forma anéloga a determinedas secuencias preclausura inmediatamente anteriores al par de clausura— de la con- versacién, para introducir el tema central de la interac- i6n, el verdadero «blanco» al que se queria llegar («A pro- La intimided de ta ausencia a ito, me habia olvidado de pedirte...»). Tanto el post ziti, main svidado 2 pti) Tat a et tun doble mecanismo estratégico: por un lado, de tipo argumentativo-persuasivo; por otro, de tipo estructural, ligado a la organizaci6n especifica de la secuencia conver- sacional el uno, a la organizacién discursiva.de la carta el otro, Fijémonos también en el papel metalingifetico de indicador de lecbira que puede asumir el post seriptum (Gemejante al formulating de los conversacionales) cuando se utiliza para sugerir una reinterpretacion de todo el toxto anterior («Naturalmente no debes tomarte en serio nada de Jo dicho hasta ahora»). No obstante, si es posible sefalar Jas analogias entre cartas y conversaciones ateniéndonos @ las estrategias comunes de comunicacién, la forma episto- lar no es totalmente reductible a la dimensién interaccio- nal. De hecho, la carta es, no cabe duda, una forma de didlogo, pero es siempre un didlogo diferido, un didlogo que tione lugar en ausenicia de uno de Ios dos interlocutores. Cuando eseribo el otro esté lejos, pero cuando reciba mi carta, ella le hablaré de mi lejania. ‘Ambos sujetos no estén jams presentes al mismo ia presencia real del uno tan sélo puede acompa- arse de la reconstruccién imaginaria del otro, en un tiempo y lugar distintos, munca compartidos. Se escribe ppara ese futuro en que la carta sea leida, pero cuando ello ocurra el futuro se habré convertido en pasado. El presente de la escritura tiende a desaparecer, continuamente negado por una anticipacin que se realizaré en el pasado, prefigu- racién de futuro que ya ha tenido lugar. Sin duda, en ningiin texto mejor que en la carta se cexhibe y se pone en préctica la dialéctica entre la realidad conereia del acto de enunciacién, su anclarse a la presen- cia de un sujeto real, y su transformacién en figuea de discurso, en un efecto del discurso que se da sélo en el lenguaje y que sélo dentro del lenguaje se hace representa ble. EI sujeto real es inasible, se coloca continuamente en ‘otro lugar sélo alcanzable en el simulacro de la escritura Por este motivo ver la figura del epistolario s6lo en enanto 90 Patrizia Violt forma de interaccién parece insuficiente, ya que no permite incluir algunas de las modalidades de organizacién interna de la escritura de la carta en cuanto objeto. La dimensién comunicativa, que se presenta inmediatamente como uno de los rasgos més especificos de la escritura epistolar, se caracteriza no s6lo por el reenvio a una situacién interac- cional externa al texto, sino sobre todo por las formas de su inscripcién textual, en'la modalidad especifica de organiza- ibn de la estructura discursiva. La especificidad del objeto carta no es tanto el estar destinada al intercambio comunicativo como la necesidad estructural de asumir interiormente el eje comunicativo (y de aqui las figuras de los actantes de la comunicacién y los, simulactos de sus determinaciones espacio-temporales). _Caracteristica de toda carta, independientemente de las diferencias especfficas que puedan articularse en una subtipologia interna del género, es la necosidad —de orden constitutivo— de exhibir las marcas de la propia situacién de la enunciacién y, a la vez, de la propia situacién de recepcién. La inscripcién dentro del texto de Ia estructura comunicativa es una especie de «marco», un frame de enunciacién que, independientemente de las diferencias de contenido, constituye la marca especifica, e imborrable, del género. Naturalmente, la referencia a la situacién de enunciacién y de recepcién, a la organizacién espacio- © temporal, variaré segdn el tipo de carta que vaya a estudiarse: tender a un maximo de certeza en las persona Jes, mientras que on las impersonales, oficios y circulares, se reducird extremadamente, e incluso se borrard totalmen- te, Pero aun en las cartas més impersonales las formulas de apertura y de clausura («Estimado sefior», «Atentamente suyo») garantizan la permanencia del frame de enunciacién que caracteriza a tales textos como textos epistolares. La funcién explicita de tal frame es la de constituir y establecer un claro contrato epistolar entre los interlocuto- res, un contrato que establece la relacién entre ellos y los Jegitima en tanto en cuanto que sujetos del intercambio epistolar, Tal contrato, que tiene por objeto el reconoci- La intimidad de la ausencia a miento de una relacién y 1a constitucién de Jos sujetos: definidos por esa relacién, es un elemento comin presente fen todo tipo de correspondencia epistolar: en Ias cartas de negocios los interlocutores serén definidos como sujetos de ‘una relacién econémica (Ia carta puede adquirir ademés el valor de un contrato legal, por el cual los Sujetos asumen reciprocamente unas ol ea Tent perneguible por la ley) en Ins cartas amor remitente B gefine por Ja revelacién de su sentimiento, pero al hacerlo no sélo modifica su propio estatuto, sino tam eldel Sipuemiet ir tupe tre de tal eae to no podrd seguir compor sdnocentemente>. 1h antral epstolar erea, pues, 18 propia lac, sancionando el derecho (y el deber) a la palabra de los interlocutores. Es, pues, la propia relacién lo que se pone fen juego en la correspondencia; es éste el verdadero «objeto-valor», el verdadero contenido del intercambio epistolar, més alld e independientemente de lo que se diga. edicts ‘no_es sélo una forma texwal que peruute intercambiar informacién; ademés de su contenido, ademas de lo que sefectivamente» dice, la carta siempre dice, contempordneamente, algo més: habla por: s{ misma, revela el acto de haber sido escrita, testimonia su propio ser en cuanto carta. E] contenido proposicional puede, por alti. ‘mo, disminuir 0 desaparecer totalmente, como ocurre con las tarjetas que tan sélo se firman, en que la autorrefencia- lidad aparece, por asf decirlo, en estado puro. : El frame de enunciacién que instaura Ja relacion episto- lar esté regulado, en su inscripcidn textual, por el mecanis- mo de la enunciacién que puede describirse a partir de la sintaxis discursiva, en sus eat de actorializa- ion, .cializacién y temporalizacién. Eno que atafe ala ‘actorializacién, los actantes de la comunicacion estén ambos inscritos y manifiestos en. el srandstias hguras de narrador y nacratario. El narrador es estructuralmente imprescindible; en la carta no se puede no decir «yo», y la firma garantiza la presencia y ‘constitu ye Ja huella mds concreta del sujeto de la enunciacién. 2 Patrizia Viol isto es vélido incluso en el caso de la carta anénima, en que la firma esté, no obstante, virtualmente presente, siendo desconocida tan sélo la idontidad del narrador, no su existencia) La figura del narrador es siempre complementaria y copresente de la del narratario: el «yo» que habla tiene nocesariamente que dirigirse a un «tin, el cual esté, en general, explicitamente inscrito, sea en la formula de apertura («Querido Fulanon), sea en la estructura pronomi- nal («Por la presente informo a usted de que...), El narratario de la carta, a diferencia de los narratarios que Podemos encontrar en otros textos, es a la vex més especifi- co y més caracterizado. Mas especifico porque no nos remite a una virtual clase abierta de «lectores modelo», sino a un individuo concreto, més caracterizado porque est dotado de una serie de competencias que también pueden ser altamente idiosincréticas, haciendo que el ‘dector modelo» del epistolario coincida con un solo lector empirico, el deatinaterio real. (De hecho, muchos epistulae ios se componen de informaciones que reconstruyen —pa- a e] nuevo lector modelo» del epistolario, que ya no es el originariamente previsto por la correspondencia— el con- junto de saberes y de competencias —la enciclopedia— necesario para la verdadera comprensién del texto.) No se da el caso de que las cartas estén protegidas por el secreto epistolar, ya que éste queda salvaguardado por la uunicidad del destinatario. En lo tocante a Ia localizacién espacio-temporal, ésta siempre tiene como punto de referencia el lugar y el tiempo de la situacién de enunciacién, goneralmente inscrita en el texto (fecha y lugar desde el cual se escribe), y, ademas, extratextualmente, por los datos relativos al selld postal y al matasellos, A partir de este anclaje espacio-temporal, la localizacién se desarrolla en el interior del texto mediante la deixis, que siempre se refiereval hic et nunc del acto de ‘enunciacién/narracién. Ademés, tanto el espacio como el tiempo pueden tematizarse explicitamente —sobre todo en el caso de la correspondencia personal—, convirtiéndose a intimidad de la ausencia 98 ‘en objeto de la propia narracién. En lo relativo al tiempo, éste puede asumir Ia forma de una explicitacién del tiempo de la narraci6n (val comenzar esta carta, empez6 a llover»), ‘gue viene a dar color a la historia de los acontecimientos arrados y da lugar a aquello que Genette define como qarracién intercaladay. No es en absoluto infrecuente, por cjemplo, que en las cartas se sefialen explicitamente las interrupciones del plano de la narracién. (“Iros una semana de interrupcién, continto con mi carta»). Es interesante observar c6mo en estos casos la referencia al tiempo de la narraciOn tienden a superponerse y coincidir con las Teferencias al tiempo (real) de la escritura, que en otros géneros narrativos deja de ser pertinente y rara vez ‘aparece tematizado. En la carta, en cambio, el tiempo de la narracién y el de la escritura tienden confundirse, y las referencias al primero son a la ver referencias al segundo. Puede, de esta forma, haber situaciones en las que la distancia entre narracién y escritura, por un lado, y 1a listoria, por otxo, aca minima (evoy 2 contarte lo que me acaba de pasar»); puede ocurrir también que ambas coinci- dan, siento simuliéneo lo vivido y lo reflexionado (sme ito qué estoy pensando en este momento», ste digo lo FE ee narracién y el acto de Ia escritura parecen coexistir en un {inico momento, en una especie de relato «en directo». ‘Tal coincidencia tiene, entre otras cosas, determinadas consecuencias respecto de la focalizacién toxtual: 1a focali- zacién recae, de hecho, o sobre el yo narrante o sobre el yo narrado. Ambas personas, si bien coineidentes en el plano referencial, son distintas en el textual. La focalizacién sobre el narrador desplaza el texto del nivel diegético al extradiegético, Esto no se produce, no obstante, en las situaciones epistolares arriba examinadas en las que la focatizacién sobre el narrador es a la vez focalizacién sobre wrotagonista. - On io que respacta a In localzacién espacial, cabe observar que en las cartas el lugar también puede temati- zarse explicitamente, convirtiéndose en objeto de una m Patrizia Vioti referencia normalmente ausente en cualquier otro texto narrativo, en que el lugar de la narracién «deja de ser pertinente», en palabras de Genette. Por el contrario, en la carta puede hacerse esencial, como en el caso de ln carta 48 de Les liaisons dangereuses, escrita por el vizconde de Valmot, toda ella estructurada sobre el juego de alusiones, al lugar de la narracién. «La propia mesa sobre la que te escribo, consagrada por primera ver a este uso, se convier- te para mi en el sagrado altar del amor, jtanto mas bella ite mis ojos! {Sobre ella escribi el juramento de amarte que en realidad no es otra cosa que la lementos considerados hasta ahora como relacionados con la inscripcién textual de la situacién de la enunciacién y de la figura del enunciador dan lugar a determinados efectos de sentido. En general, la explicita- cién del acto de enunciacién transmite la presencia de defcticos y de referencias a la localizacién espacio-tempo- ral, prodtice un efecto de realidad en el interior del texto, Esta requiere, de hecho, una actualizacién de la situacign de enunciacién por parte del lector que reconstruya, través de un proceso de interpretacién a partir de los elementos textuales, la estructura enunciativa del remiten- te, evidentemente distinta de la del destinatario, Esta actualizacién produce un efecto de presencia o realidad particularmente notorio en la escritura epistolar. Tal efecto de sentido no habfa pasado inadvertido a Goethe, quien, exaltando las posibilidades expresivas de la novela epistolar, sostenia que «las cartas conservan la inmediatez de la existencian. En realidad, las cartas no «conservan> ninguna inmediatez, sino que més bien producen, a través del conjunto de estrategias textuales que acabamos de describir, un efecto de inmediatez. Pero hay algo mas importante todavia, En la escritura epistolar el efecto de inmediater’o presencia va acompaita- do de un efecto paralelo y complementario que llamaré de distancia, distancia que se produce a partir de la inscrip- cién en el texto no s6lo de la situacién de narracién, sino a intimidad de la ausencia 8 ign de Ta situacién —diferida en el tiempo y en al Elpucio-— de recepcién o lecture. Toda correspondencia {nsoribe en su interior no sélo al que escribe, sino también al destinatario ausente a quien se escribe, ou tiempo futuro ¥ eu espacio diferente. En el estilo epistolar latino el lugar } el tiempo del destinatario se asumfan como punto de Teferencia que organizaba el sistema temporal y deictico, hhaciendo que toda Ia perspectiva se deslizara hacia el momento de la recepcién; se sustituia el presente de la escritura por el pasado del acto de lectura. Pero, aunque no Se veriique este delizamionto explicito hacia ol destinat Ho, su tiempo y su espacio pueden aparecer 6 frevuontemente lo hacen-— en la correspondencia a través de la utilizacidn de futuros y de referencias localizadoras (cuando leas este carta yo 3a habré rnueron, «7 ‘ii ahora, Teer estas Hineas, pensards que...) SUES" Gistaneia que sopara a emitente y destinataio, virtualmente presente en todos los textos narrativos como Instancia ebstracta implicita en todo acto de escritura, 8¢ concreta en la forma epistolar, anclindose en una distan- cia extratextual precisa, el décalage temporal y espacial {ue separa a ambos interlocutores, lo que determina, dentro del texto, un doble tiempo y lugar de referencia, articulado sobre un doble nivel de ltic et nunc. ‘Si bien por un lado se puede hablar de efectos de presencia, ligados a la actualizacion de la situacién de enunciacién, por otro la asuncién del eje comunicativo romitente-destinatario produce un efecto paralelo y com: plomontario de distancia; evidentemento la comunicacion em Jda y no puede osummirse en ol texto més a or Seemy tga dco ne ‘otra parte, un estatuto ambiguo: en el ee comunicativo Teal, éste se refiere a un individuo empirico determinado, pero en el momento en que el eje comunicativo se asume en {a eceritura, el destinatario empirico no puede ser tomado sino como figura textual. De ahi viene su doble efecto de presencia y ausencia; el otro esta siempre presente en el texto, pero su presencia nos remite constantemente a oo. Patrizia Violi ‘Toda carta, por el mero hecho de dirigirse a alguien ausente, lejano en el espacio ¥ con quien aélo nos comuni- caremos en un tiempo diferido, leva en si esta posibilidad de distancia. Esta duplicidad puede explicar los efectos de sentidos aparentemente opuestos sogtin prevalezca ufo otro polo. Si bien ciertas cartas —piénsese en las persona- Jes y las amorosas— permiten la maxima expresién de la ssubjetividad en la forma de osta presencia, en otros casos la carta puede utilizarse precisamente para conseguir el efecto contrario. Porque si bien es verdad que la carta Presupone estructuralmente una distancia, puede también. servir para producirla justamente cuando no la hay. Piénsase en la funcién «distanciadoran que tienen deter. minadas cartas, como Ins comunicaciones oficiales, espe. cialmente entre superiores y subalternos, incluso en casos en que la comunicacién oral directa seria posible. La funcién de la carta en estos casos no esté determinada por fines pricticos, sino por el efecto de distanciamiento que puede producir. La posibilidad de disfrutar de esa distancia propia de la escritura epistolar est maravillosamente ejemplificada én Los endemoniados de Dostoievski, donde Verjovenski, que vive en la misma casa que la sefiora Stavrogin, quien le Proporciona trabajo y con quiéh mantiené una’ relacion ambigua y dificil, le escribe dos cartas al dia en vez de dirigirle la palabra." Elegir la escritura en vez de la palabra representa en este caso una forma ce modificar el estatuto de interlocutor de la mujer, imponiéndole una distancia que sélo la carta hace posible. Fi otro aparece asf alejado, y en el espacio que deja vacio su presencia puede sustraerse a la constr cci6n que impone la relacién directa. Sin duda, la fascinacién més sutil de la carta. esté precisamente en su dialéctica de proximidad y distancia, de Dresencia y ausencia; la carta evoca la presencia del otro y al mismo tiempo Jo coloca en un lugar que es, por defini- ‘cin, inaleanzable: si escribo es porque el otro no esté aqui ©, si lo est4, es precisattiente para alejarlo, i La intimidd de ta ausencia a scribe siempre buscando una presencia: para hacer- se presnte al otro, pera que se acuerdo de nosots, per, por encima de todo, para que el otro se nos haga presente & hosotros mismos. Ge escribe pare evocar. Y, no obstante, justo en el momento en que se lo evoca, el otro parece Alejarse atin més yu musencia se hace més real. {Pero no es precisamente la ausencia lo que hace posible una intimidad que le presencia del otro frecuente- mente impide? TAs plieg en blanco de una cata potemosrecrear Je imagen ‘del que esté lejos con una libertad y una intonsidad que no se ve constrefida por Ia imprescindible realidad de su ejercicio, Estamos solos con nuestra eseritu- ra y esa soledad nos hace més libres; quiz& por esto también ‘ef otro munca es tan presente y tan, cor de como euiando lo evocamos en la ausencia, noi toda escritura se lleva a eabo en soledad, prosupo niendo y estableciendo sl mismo tiempo una distancia brtre quien wscriby 9 st prop objeto, la carta parece proponerse como la forma de escritura que asume m Seencialmente esta distancia. Y es precisamente por esto por lo que, en fa tradicién epistolar, la carta siempre ba Sito sobre todo carta de amor. Porque el amor, © mejor Gicho la expresién del antor —por lo menos tal y como éste se configura en uno de los grandes mitos de la cultura fecidental-—, se basa bastante ms sobre la ausencia que sabre la presencia, Para hacerse palabra, el amor requiere ha dsc, une ausenci: I iad no we cuenta, vive; sélo el deseo esis Como Katka eceribia a Felice: «La paz no necesita cartes. [~-] Estards asombreda viendo cémo me convierto, apenas prometido, en ecritor de cartas cortas, pero puny tales. Hay lazos cada vez mis fuertes frente a los cuales las cartaa son ridiculas» ; ee ‘Yino bstante, Kalin siempre volvi a eats eile ue sélo en ollas era posible una ilusion de cts, aap le a Jone tscribir cartas y lo hubiora emplesdo en viajar a Berlin, re 8 Patrizia Vioti estaria a tu lado y podrfa mirarte a los ojos. En cambio, estoy aguf lenando cartas de tonterfas, como si la, vida durara eternamente, sin que se nos ‘sustraiga ni un minuto» Porque la carta, en su posibilidad de construir una presencia en el plano de lo imaginario, unida 2 una ausencia en el de lo real, se convierte en la forma en que la dialéctica amorosa se expresa mejor a sf misma, su capaci- dad, si no su necesidad, de sustituir la realidad por la Madame de Mertreuil cuando sostenia que escribir cartas de amor es «una verdadera puerilidad», porque gpara qué serviria conmover por carta no estando alli para aprove- char la emocién producida? Pero si con esto demostraba haber entendido casi todo sobre el cardcter diferido de la comunicacién epistolar, revelaba irremediablemente no saber nada del amor, ni de lao cartas de amor. Las cartas emorosas no entran en la légica del inter cambio, no exigen un equivalente, no buscan un resultado, su gratuidad es absoluta, su placer incorpéreo; nuestra propia palabra volverd @ nosotros. reconocida y hecha verdadera por los ojos del ser amado. La «verdad» de estas cartas estd en el espacio de nuestra mente, en la relacién que éstas persiguen, la de nuestras imagenes. Evidente- mente también por ésto muchas veces las cartas de amor no dicen nada, no comunican nada aparte del hecho de haber sido escritas; se dicen a sf mismas. Pero si la carta amorosa siempre nos remite a una imagen, al pensamiento de una ausencia, ésta parece sustituirse a posteriori, con su propia materialidad, con el fantasma de aquel cuerpo ausente, aludiendo a su fisicidad Greconocer una caligrafia, inconfundible entre todas las demés, no es evidentemente iin placer fisico?), haciéndose instrumento de contacto metonimico, extensién casi de nuestro propio cuerpo: e) otro, el ser amado, tocaré esas hojas. a intimidad de ta ausencia 9 Goethe escribia: «;Por qué recurro de nuevo a la eseritu: xa? No es necesario, querida mfa, hacerse preguntas tan coneretas. Porque,‘en realidad, nada tengo que decirte: tus manos que tanto quiero recibirdn, no obstante, esta nota.» PV. ‘Treductora: Consuelo Vazquez de Parga

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