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LOM PALasa DE LA LENGUA YAMANA QUE SIGNI, SOL ante, Jaques Poles plc, democaia (et ines Jager ancte— IPod” Suge: LOM eens: 208 ps ILS «2 em (Coleen Singular pa) Rete 150120 | asta pois itl. Serie Dewey 100 —eat21 (Cer © RISSp Fuente: Agencia Catlin Chena © LOM Ediciones Primera edicin en Chile, 2006 ‘Tilo original: Aur Bord ce poiigue © La Fabrique-Editons, 1998 ISBN: 956-282-876-X Regs de Propiedad Intlochat N 160.120, Diseia esta coleceion: Tvomin Arrieta Diseho, Composicién y_Diagramacion Editorial LOM. Concha y Toro 23, Santiago ono: (56-2) 688 52 73 Fax: (56-2) 696 63 88 ‘web: www om el ‘email: lom@lomel Impreso en los talleres de LOM Miguel de Ater 2888, Quinta Normal Fonos: 716 9684 - 716 9695 / Fax: 716 8304 Impreso en Santiago de Chile Esteli, publica ene marco del Programa de Ayuda ale Publiacin (AP), J recbid l apoyo det Ministerio de Relaciones Exteriors de Francia, dea Enfjad de Francia en Chile y de! Instinto Chiko Francés de Seting, Jacques Ranciére pee) ita, emocracia ‘Traducei6n: ‘Tijoux Ivan Trujillo Presentacién En un momento de la democracia chilena en que el gobierno comienza a perder su “agenda’, en que el con- Senso prucba su obsolescencia ante las demandas sociales que él mismo ha generado, leer a Jacques Rancitre es to- mar contacto con lo esencialmente democritico de lo politico, a saber, con Io incalculable 1a democracia chilena quiso, tras su retorno, afianzarse mediante un conscnso basado en una retérica mds 0 me~ nos eficaz del pago de cuentas. Suministrando aqui y alli la medida de su posibilidad, al punto incluso de pasar a la ‘cuenta al “detenido desaparecido” en la forma de la admi- nistracién objetiva de su resto, la democracia chilena debia terminar por convencerse de que lo incalculable solo po- dla provenir de una mala maniobra suya de lo reprimido. Pero por una paradoja solo de la politica demoeritica, a lo calculable le es inherente lo incalculable, no ya la falta de cilculo, Pasard todavia mucho tiempo para que la de- tmocracia chilena sepa realmente lo que le sucede. Es en este contexto que la lectura de este texto de Rancitre po- dria ayudar al menos a que ella no pretenda ocultar su ignorancia con su falta de manejo. Para nosotros ha sido un agrado traducir nuevamente @ tun Ranciére del que hemos aprendido que solo en los bor- des de lo politico se puede saber que la cuestidn del compromise politico es también un compromiso con su incalculable, Una de las mayores dificultades de la traduc- cién dela palabra francesa disxensus, es que si no pudiésemos traducitla no podrfamos tomar contacto con el desacuer- do que rige la produccién de un mundo comin, Dos palabras sobre la presente traduccién: Mientras la segunda edicién francesa de Aux bords du politique (Ga- llimard, 2004) aumentaba su volumen, secretamente le cortaba la lengua a la edicién castellana (Editorial Uni- versitaria, 1994). La presente traduccién, sin pretender disimular ese corte, se ha propuesto retomar el volumen fen un nuevo reparto. Los textos aqui compilados de la edicién francesa co- rresponden al tercer capitulo de la primera parte titulada “Du politique & la politique”, al segundo y tercer capitu- lo de Ia segunda parte titulada “La communauté et son dchors” y al conjunto de la tercera parte titulada “Dix thises sur la politique”. ‘Agradecemos a Jacques Rancitre por la confianza que nos ha brindado desde el dfa en que nus dispusimos a tomarle la palabra y cuyo resultado presentamos aqu{ por nuestra propia cuenta y riesgo; por habernos dispensado lun contacto permanente, a pesar de sus miiltiples ocupa- ciones; finalmente, por haber escrito el prefacio que ha preparado especialmente para esta edicién chilena. Agradecemos la colaboracién de Sylvine Chancereul, a la Editorial LOM y muy especialmente al Instituto Chileno-Francés de Culeura, sin cuyo constante apoyo no habria sido posible la edicién de este libro, ‘Manta Ematia THOUX Ivan Trogto Santiago, junio de 2006 Prefacio Los textos que componen este libro fueron escritos entre 1991 y 1996, por tanto, en una coyuntura politica y tedrica post-1989. El giro de 1989 no significé simple- mente la cafda del imperio soviético. Significd, incluso para aquellos que desde hacia mucho tiempo habfan de- jado de identificar la esperanza de un mundo mejor con la dictadura so. a, el fin de un mundo visiblemente cortado en dos, estructurado por esta divisién. Escrito en 1994, el texto “Ia Causa del otro” marca la distancia con «ese tiempo en que los combates de la juventud europea y americana contra las guerras imperialistas se apoyaban en la evidencia de un claro reparto del mundo entre dos cam- pos, en una clara visibilidad de situaciones y de acontecimientos a la luz de este reparto, donde el prefi- cio de Sartre a Los condenados de la tierra de Frantz Fanon brinda una formulacién ejemplar. En el discurso de los hombres de Estado occidentales, exte fin de un mundo cortado en dos fue saludado como el triunfo histérico definitivo de la democracia. Para el discurso dominante de los intelectuales, esta fue la oca- sidn de proclamar el retorno de a politica. El fin del marxismo, entendido desde su punto de vista, era el fin de una época donde los concepts y los valores de la po- Iitica habfan sido recubiertos 0 desviados por la afirmacién. de las necesidades econémicas y de la lucha social. Por fin se iba a dejar de pensar en términos de necesidad econd- mica ¢ histérica, de lucha de clases y de redistribucién social. Volverfamos a encontrar el sentido del estar-jun- tos y las virtudes de la discusién del bien comin, recordando con Aristteles, Hannah Arendt y Leo Strauss que debian imponerse sobre las oscuras necesidades de la simple vida y la mezquindad de los fines utilitarios. Este acuerdo entre los himnos oficiales a las vireudes, de la democracia y las celebraciones intelectuales del re- tomo de la “verdadera” politica, no tardaba en confesar su inconsecuencia. Porque esta “democracia”, cuyos go- bernantes alababan sus méritos, adquiria en sus mismos propésitos, un rostro propio que limitaba seriamente la discusién sobre el bien comin. Ya en tiempos de la gue- tra fria, la simple oposicién de la democracia y el totalitarismo habfa permitido identificar la democracia con un cierto tipo de forma gubernamental, que recubrfa de hecho un sistema oligérquico cada vez mds alejado del poder del pueblo que le daba su legitimacién ltima. El fracaso econdmico del sistema soviético permitfa ademds identificar a contrario las vireudes de la democracia con las de la economia capitalista de mercado, Pero también la unificacién econémica del mundo permitia volver a poner en la cuenta de la “democracia’, asf redefinida, el primado marxista de la pecesidad econémica, afirmando que la politica democritica debia entenderse como la manera de armonizar los intereses globales de la libertad ceconémica con los intereses de las comunidades naciona- les. La gloriosa busqueda del bien comtin y de la esencia del vivir juntos se encontraba asf brutalmente devuelta a su verdad: la adaptacién realista a una nueva suerte de necesidad econémica ¢ histérica. La democracia triunfan- te se declaraba simplemente como el arte de lo posible. ¥ esta identificacién se daba un nombre: el consenso. Esta palabra no designaba solamente un humor del tiempo: la preferencia dada a los medios pacificos del didlogo por sobre las formas violentas del enfrentamiento entre clases 6 del enfrentamiento entre gobernantes y gobermados; més profundamente, el consenso significa el acuerdo sobre los datos sensibles de una situacién, sobre las maneras de interpretar las causas y de deducir las formas de accién posibles. La democracia se identificaba con una cultura de la paz civil. Esta misma cultura de la paz. civil se daba como fundamento la capacidad experta de dar una des- cripcién unfvoca de las situaciones y las posibilidades que clas oftectan, La cultura consensual reconocia a los gru- pos de interés o de opinién la posibilidad de elegir entre las distineas opciones que los datos objctives uutorizabatn, pero lo que negaba era la posibilidad de describir de otro modo los datos mismos. As{ la democracia de los gobernantes reducfa los d cursos enfiticos de los filésofos del “vivir juntos” y del “bien comiin’, dando una versién sublimada del consen- s0, pero también el aumento de la cultura del consenso cen las esferas politicas bien pensantes se acompafiaba de fendmenos que cantradecian las afirmaciones. La descom- posicién de la Yugoslavia socialista consegufa algo muy distinto al nacimiento de las democracias a lo occidental cen esta regién de Europa: se acompafiaba de un arranque de disputas étnicas y religiosas. Y en los mismos paises de Ja Europa “democratica” velamos desarrollarse poderosos movimientos racistas y xen6fobos. Velamos sobre todo de- sarrollarse una extrafia I6gica de connivencia entre la ‘cultura consensual y estos nuevos arranques identitarios. Cuando la extrema derecha francesa lanzaba sus grandes ‘campafias contra la inmigracién africana, los gobiernos de derecha y de izquierda propontan la solucién consen- sual: para impedir el racismo, habfa que actuar sobre su causa que era la inmigraciéns fijar los umbrales de tole rancia que no se debfa sobrepasar, la parte de la “ del mundo” que un pafs democrético podia acoger y aque- Ila que no se debfa sobrepasar, distinguir entre la buena y a mala inmigracién, etc. Pero muy répidamente afloraba {que la medicina propuesta participaba de la misma légica de la enfermedad que pretendia sanar. Fijar los umbrales 6 los cupos era transformar en razones objetivas las barre- ras reivindicadas por la pasién identitaria. Mas profundamente, aparecia que esta misma pasién identitaria era consecuencia de la cultura del consenso. 9 El consenso requerfa la racionalizacién de la politica bajo forma de arbitraje entre intereses de grupos bien identifi- cables. El consenso suponia dejar en el pasado el tiempo donde la “simple” gestidn de las cosas puiblicas quedaba borrada con la presencia de actores de dudosa identifica- cin: pueblo, clases, obreros. En el mismo momento, la desindrustrializacion comenzada significaba el debilita- miento y la pérdida de la visibilidad de ese mundo del trabajo que se habia afirmado como actor esencial de la configuracién del mundo comiin, Los contflictos y los ac- tores conflictivos de ayer, el conscnso queria sustituirlos por la clara objetivacién de los problemas planteados a la colectividad, por los medios existentes para resolverlos y Por los socios a concertar para dicha solucidn. Pero este reemplazo de los “fantasmas” conflictivos por identidades bien establecidas, encontraba su cumplimiento tlimo cen el furor identitario que conducia nuevamente el pue- blo politico a una comunidad de raza y de tradicién, Pretendiendo fundar una politica nueva con la supresién de sujetos incontables que se llamaban pueblo, obreros u otros, el consenso permigia comprender a contrario que la politica era justamente la esfera de actividad de esos suje- tos incontables, excedentarios y excesivos respecto de todo descuento de grupos de una poblacién, Lo que podta ur- gir del desvanecimiento de ese pucblo conflictivo, no eta tuna poblacién pacificada, era otro pueblo, definido por los caracteres desnudos de la diferencia étnica. Y lo que venia en lugar de la conflictividad politica no era la paz social, sino el retorno de una alteridad y de una violencia de la relacién con el otro, mds radicales. La contradiccién inherente al triunfo proclamado de 1a democracia o al festjado retorno de la politica, obliga- ba entonces a repensar esas mismas nociones. Obligaba a reactualizar la singularidad de ese “poder del demos” sig- nificado por la palabra democracia y la del demos mismo. Las pasiones identitarias nuevas recordaban que el demos politico se define primero en su diferencia con el ethnos 10 no solamente con la figura brutal del pueblo definido por su color de piel, su raza o sus origenes, sino con toda identificacién con la simple positividad de una pobla- cién. No hay pueblo sin separacién con lo “real” de una poblacién, no hay pueblo sin el suplemento de una cierta ficcién. Pero esta Ficcién no puede tampoco remitirse tinjcamente a la ficcién juridica de las constituciones que limita el poder del pueblo a los procedimientos electora- les, El desarrollo de a cultura consensual mostrabaw contrario 4que, para no arriesgar remitirse a la identidad érnica, el Pueblo de la democracia debia también defnirse come exceso reipecto de esta inclusién juridico-estatal. Si la palabra democtacia tiene un sentido, es el de un doble| exceso: un pueblo politico es una comunidad especifica que no puede remitirse a la cuenta de ninguna pobla- ci6n, Un “poder del pueblo” es un poder aberrante respecto! de la figura habitual del poder ejercido por hombres so- bre otros hombres en nombre de una capacidad especifica. El aller, la escuela, la Iglesia, estin gobernadas por aque- os a quienes la riqueza, el saber, la cleccién divina, les ddan titulo para ¢jercer ese gobierno. La pendiente natu- ral de las sociedades las empuja a ser gobernadas segiin cesta regla de ejercicio de una superioridad sobte una infe- tivridad. ¥ la pendiente nacural de los gobiernos, como de quienes legitiman su poder, es pensar la comunidad politica sobre este modelo: gran familia gobernada por sus ancianos, patrimonio de la divinidad confiada a aqu Hos que la divinidad ha elegido, gran empresa dir por los expertos en el manejo de las riquezas p cl céleulo de los flujos, reunién de alumnos medianament rantes o indéciles instruidos por los més sabios. A esta légica de adapracién que se quiere hacer pasar por la de la ramente ella quien tiende hoy dia a repartirsel mundo: entre los gobiernos de la riqueza ilustrada y los gobiernos fundados en la filiacién o en la religién. Si por tanto exis- te algo como la politica, es que, de través, en exceso respecto a es0s gobiernos naturales, ha venido ¢ plantearse u la extravagancia democrética: una extravagancia que mora en toda ldgica: para que la politica exist, es necesario que exista una forma de gobierno que no descanse sobre nin- uno de exos tftulos para gobernar.Y el tinico que cumple on esta condicién es el gobierno de ninguno y de todo el mundo, el gobiceno de quienes no tienen titulo patticu- lar para gobemnar, a saber, la democracia. Las Tess sobre la politica presentadas aqui tratan de sistematizar esta I6gica que hace de la democracia no una simple forma de gobierno, ni menos una forma de socie- dad; sino la separacién misma por la cual la politica existe en general. Lejos de toda banalizacién consensual, la de- ‘mocracia queda por redescubrirse en toda su violencia simbélica como la paradoja fundadora de la politica Come todo gobicino trabaja para hacer olvidar esta para. ® doja fundadora, la democracia jamés aseguta su existencia, salvo por la accién de esos sujetos politicos que constan~ femente vuelven a cuestionar la cuenta consensual de las partes de la sociedad y de las partes que pueden repartir- se. La politica solo existe, se dice en estas Tess, por la accién suplementaria de"esos sujetos que constantemente reconfiguran el espacio comiin, los objetos que lo puc- blan y las descripciones que pueden darse y los posibles que pueden ponerse en acto, La esencia de la politica es el disenso, que no es el conflcto de intereses, de opiniories y de intereses, nflicto de dos mundos sensibles, Dicho conflicto nada tiene que ver con ningdn reparto scopoltico del mundo en bloques antagénicos. Eset pre- sente en todas partes porque la misma légica desigual de los funcionamientos gubernamentales solo es posible so- bre la base de la paradoja igualitaria, cuando ella trabaja en todas partes por cerrar nuevamente esta brecha y que la accién politica debe siempre reabrirla. El disenso es el conflicto sobre la configuracién del mundo comin por el cual un mundo comin existe. Su desaparicién no pue- de significar nada mds que la desaparicién misma de la |_Polisica, el conflicro desnudo entre el poder “moderno” €12 de la riqueza experta y los poderes “arcaicos” del naci- miento y de la fil Los textos que siguen se comprometen a pensar las condiciones de existencia de la politica y las formas de existencia de sus sujetos. No constituyen por ello una teorfa o una filosofia de la politica, sino mas bien una serie de intervenciones que tratan de redibujar y redes- plegar el espacio. Una filosofia de la politica, de la ciencia © del arte le proporciona a la filosofia un poder de vuelo que le permitiela pensar cerritorios bien constituidos en sus fronteras. Pero precisamente esas actividades solo exis- en al precio de cuestionar permanentemente las fronteras donde se pretende ences, la misma flosfa forma parte de esta reconfiguracién permanente del mapa de lo visible, de lo pensable y de lo que puede hacerse. Ella se ‘ocupa mucho menos de lo eterno y del lugar que le oro ‘ga a cada divisién del saber, y mas de la circunstancia y la manera en que obliga a cuestionar el mapa existente de los territorios y los saberes. Estos textos son entonces tex- tos de circunstancia, 0 mds bien textos sobre la circunstancia. Cada uno puede ser visto como una esce- nificacién particular que apunta a reconfigurar un “problema del dia” para desprender lo que interesa a la idea misma de la politica como modo especifico del ac- tuar humano. En este sentido, estos textos se comprometen a reproducir el gesto mismo de la inter vencién politica, porque quizis es el todo de la politica trazar sobre la superficie continuamente ocupada por la gestién de los intereses econémicos y los equilibrios so- ciales, el contorno de los actos y de las apuestas que les son propias. Es asf como “Politica, identificacién, subjetivacién” nace de una invitacién en 1991 para intervenir en el de- bate norteamericano sobre el problema de las identidades. Era la época donde el multiculturalismo resplandecta ali ccon todas sus fuerzas. Era también la época cuando arrasa- ba en Francia la ideologia republicana, encarnizada 3 en Ilevar la politica a la lucha del Universal contra las particularidades. A esta manera de encerrar el debate en el conflicto de lo universal y de las identidades, opuse ‘otra topografia de las relaciones del mismo y del otro. Defint la politica como la accién, no de identidades cons- tituidas, sino de sujetos que siempre son separaciones entre identidades. Mostré que este trabajo de subjetiva- cién politica definfa un universal propio, un universal polémico, distinto del universal jurfdico-estatal de la ley. “La causa del otro” nacié de la circunstancia de un colo- quio franco-argelino, luego de un balance de las formas de subjetivacién que habia puesto en juego la lucha de descolonizacién. Volver en esta circunstancia sobre las for- mas de movilizacién anti-colonialista de la juventud francesa de los afios 1960, era un medio de analizar la presencia en toda subjetivacién politica, de una identil cacién imposible. Era atarse a definit la relacién propiamente politica de la alteridad en un tiempo donde |i ética comenzaba a imponerse como el pensamiento del Otro absoluto, dudando de toda justicia politica. “Lo in- admisible” nace del encuentro de dos circunstancias independientes. Una jornada de estudios consagrada a la obra de un filésofo amigo recientemente fallecido, Jean Borreil, autor de La Raison nomade, se habfa efectuado ‘en Paris justamente en uun momento en que en Francia se afirmaba ese consenso sobre la inmigracién que decia que Francia no podta acoger a “toda la miseria del mundo”. Mis que una indignacién demasiado facil, la circunstan- cia me parecié apropiada para la reflexién I6gica sobre esa “toda” que no era posible ineluis, ain al precio de algin desvio por la literatura y por la propiedad que posee en comtin con la politica, la de construir ficciones, sujetos y configuraciones sensibles inéditas que perturban la “bue- na” cuenta de los cucrpos y de sus propiedades. Las “Diez ‘Tesis sobre la politica’, con su apariencia axiomética y sus referencias a Homero, Aristételes o Platén, también de- penden de esta légica de circunstancia. Discutir tal pasaje de la Politica de Aristételes 0 de las Leyes de Platén no es “4 darle a un discurso actual sobre la politica la garantia de los grandes ancestros. Asi ocurre tanto con los textos de Jos antiguos como con las manifestaciones callejeras © con los autos quemados en los barrios. Ellos también son ob- jeto de una disputa constante, de un trabajo constante de interpretacién, de confiscacién o de reapropiacién. Los filésofos del “retorno de la politica” habfan compuesto, tuna filosofia antigua que colocaba las sublimidades del “bien comiin’ al servicio de las simplezas del consenso. Las Diez Tesis querian, contrariamente, hacer sentir, al centro de tesis aparentemente muy Hlanas que dan asie 10.2 la “filosofia politica’, el vertigo de los abismos lgicos y de la guerra civil al borde del cual esos pensamientos se sostienen y de donde extraen su. potencial para nosotros: su capacidad de ser todavia hoy provocadores, todavia hoy disponibles para scr subvertidos. Estos vértigos, entonces, solo se dejaban percibir a tra- vés de esos arranques identitarios y de esas guerras étnicas {que la sabiduria consensual querfa todavia considerar como retrasos o deslices marginales sobre la via triunfal del mer- ‘cado mundial y de la democracia planetaria. El perfodo abierto con el 11 de septiembre destruyé en los sostene- dores del consenso esta hermosa serenidad. Pero ciettamente esa no es para despertar el sentido de la sin- gularidad democritica, es, por el contrario, para despertar las teologias de la lucha planetaria del bien contra el mal (0 de Ia barbarie contra la civilizacién. Es también para acusar més crudamente la separacién entre la légica oli- Los intelectuales que antes cantaban las virtudes del vivir jun- irquica dominante y la idea misma de democraci tos democritico, descubrieron desde entonces que la democtacia era el reino de individuos consumidores egois- tas € ignorantes cuyo frenes{ amenazaba no solamente el buen funcionamiento de los gobiernos, sino la ci cién misma. Ayer objeto de un amor algo sospechoso, la democracia deviene hoy dia, en los Estados mismos que se llaman todavia “las democracias”, el objeto de un odio 15 cada vex mas abierto, No hay manifestacién popular que ‘no sea estigmatizada por las elites autoproclamadas con el nombre de “populismo” y asociada sea al retraso de las clases tornadas hacia el pasado, sea al egoismo del consu- midor democratico ignorante del bien comin. El pensamiento democritico se encuentra asf atrapado entre tun “liberalismo” oficial, que ha vuelto a tomar a cuenta del mercado mundial la fe marxista en la necesidad eco- némica y el sentido irreversible de la historia y un catastrofismo intelectual que nos anuncia que la demo- cracia es el mal secreto que atruina los principios mismos de la filiacién y de la tradicién humanas, Este doble furor de los tecnécratas del progreso y los profetas de la deca- dencia es la ocasién para reencontrar el sentido original escandaloso del gobierno de todos y de nadie, Mi deseo es que las paginas que siguen ayuden también a volver a tomarle el gusto. 1. Politica, identificacién, subjetivacién {Qué es lo politico? se nos pregunta. Responderé bre- vemente: lo politico es el encuentro de dos procesos heterogéneos. El primero es el del gobierno. Este consis- te en organizar la reunién de los hombres en comunidad y su consentimiento, y descansa en la distribucién jerdr- {quica de lugares y funciones. A este proceso le daré el nombre de p El segundo es el de la igualdad. Este consiste en el juego de pricticas guiadas por la presuposicién de la igual- dad de cualquiera con cualquiera y de la preocuy por verificarla. El nombre més apropiado para designar este juego es emancipacién. A pesar de los anslisis de Lyotard, nno veo lazo necesario entre la idea de emancipacién y el gran relato de un dafio y una victima universales. Es exac- to que el tratamiento de un dafio es la forma universal del encuentro entre el proceso policial y el proceso igualita- rio. Pero este mismo encuentro es problem: Es posible, efectivamente, argiiir que toda policia niega la igualdad y que ambos procesos son inconmensurables entre si, Es la tesis del gran pensador de la emancipacién inte- lectual Joseph Jacotor, que desarrollé en El maestro ignonante. Segiin , solo es posible Ia emancipacién intelectual de los individuos. Eso quiere decir que no hay escena politi; ‘ca. Hay solamente ley de policia y ley de igualdad. Para ‘que esta excena exista, debemos cambiar la formula. En lugar de decir que toda policia niega la igualdad, diremos * Jacques Rancite, Lemaitre ignoant, Fayatd, Pats, 1987. Vein castllana: El mace ignorante, Cinco leconer wre a emancipacin Intcletual, Barcelona, Laeres, 2003. 7 que toda policta dafa la igualdad, Diremos entonces que lo politico es la escena donde la verificacién de la igual- dad debe tomar la forma del tratamiento de un dati? ‘Tenemos entonces tres términos: la polica, la eman- cipacién y lo politico. Si queremos insistir en su entrelazamiento, podemos darle al proceso de emanci- pacién el nombre de Ja politica. Distinguiremos entonces la policta, da politica y lo politico. Lo politico seri el terreno del encuentro entre la politica y la policfa en el tratamiento de un daiio, De ahi se saca una importante consecuencia: la politica no ¢s la actualizacién del principio, de la ley 0 de lo “pro- pio” de una comunidad. La politica no tiene arkhé. En sentido estticto es andrquica. Es lo que indica el nombre mismo de democrucia, Como lo ha recalcado Plat6n, la de- mocracia no tiene arlé, no tiene medida, La singularidad del acto del demos, un dratein en lugar de un arkbein, ates- tigua de un desorden o equivocacién originaria, El demos es al mismo tiempo el nombre de la comunidad y el nombre de su divisién, el nombre del tratamiento de un dafio. Mas alld de todo litigio parficular, la “politica del pueblo” dafia ‘a distribucién policial de lugares y de funciones, porque el pueblo es siempre més y menos que él mismo. Es el poder de uno-de-mds que enrarece el orden de la policia. El actual atolladero de la reflexién y la accién politicas se debe, segiin yo, a la identificacién de la politica con la ‘manifestacién de lo propio de una comunidad, Esto puede ser la gran comunidad o las pequefias. Esto puede ser la identificacién del principio del gobierno con lo propio de 1a comunidad a titulo de lo universal, de la ley o del Esta- do de derecho. Esto puede ser, inversamente, la de la identidad de las “winorfas” contra la hegemonfa de la cultura y la identidad dominantes. La ‘gran comunidad y las pequefias pueden intercambiar acu- saciones de “tribalismo” de “barbatie”. Una y otra pueden tener razén en sus acusaciones y dafio en sus pretensiones. lca 18 No digo que unas y otras son equivalentes © que sus con- secuencias son parecidas. Digo simplemente que descansan sobre la misma identifcacién discutible. Porque es princi- pio de la policta presentarse como la actualizacién de lo propio de la comunidad y transformar las reglas del go- biemo en leyes naturales de la sociedad. Pero si la politica difiere de la policfa, no puede descansar sabre tal ident cacién, Se objetaré probablemente que la idea misma de cemancipacién se haya presentado hist6ricamente como for- ma de la auto-emancipacién de los trabajadores. Pero én se sabe que el gran eslogan de esta “autoemanci- pacién” ha sido la lucha contra “el egofsmo”. No es solamente un asunto de moral la devocién del individuo a la comunidad-. Es también un asunto de Iégica: la po- Utica de la emancipacién es la politica de un propio impropio. La légica de la emancipacign es una beteroleghe. Expresémoslo de otro modo: el proceso de emancipa- ccién es la verificacién de la igualdad de cualquier ser hablante con cualquier otro. Siempre est4 implementado cen nombre de una categoria a la que se le niega el princi- pio de esta igualdad 0 su consecuencia -trabajadores, mujeres, negros u otros-. Pero la implementacién de la igualdad no por eso es manifestacién de,lo propio o de los arrihuros de la categoria en cuestién| El nombre de tuna categorfa victima de un dafio y que invoca sus dere- chos es siempre el nombre del anénimo, el nombre de cualquiera. = As{ es como podemos salir del debate sin salida entre universalidad e identidad. El Gnico universal politico es |a igualdad. Pero no es un valor inscrico en la esencia-de la hnunatiidad o de la razén. La igualdad existe y causa cfec- to de universalidad por mucho que esté en acto, No es un valor que se invoque, sino un universal que debe presupo- nerse, verificarse y demostrarse en cada caso. La universalidad no es el principio de la comunidad a la que opondriamos situaciones particulares. Es un operador de demostraciones. El modo de eficacia de la universalidad 19 en politica, es la construccién, discutsiva y préctica, de tuna verificacién polémica, un caso, una demostracién. El lugar de la verdad no es la del fandamento 0 de lo ideal. Es siempre un zopos, el lugar de una subjetivacién en un jento de argumentacién. Su lenguaje siempre ¢s idiomético. Pero lo idiomético no es lo tribal. Es lo contrario, Cuando los grupos victimas de una injusticia entran en el tratamiento de un dafio, se refieren general- mente a la humanidad-y-a-sus derechos, Pero la universalidad no reside en conceptos invocados de este modo. Reside en el proceso argumentativo que demiucs- tra sus consecuencias, que dice lo que resulta del hecho que el obrero es un ciudadano, el Negro un ser humano, etc. El esquema légico de la protesta social, en general Puede resumirse asi: gpertenecemos © no a tal categorfa ~ Siudadanos, hombres, ete.— y qué es lo que resulta de «30? La universalidad poli td en hombre 0 en. cin- dadano, Est& en el “qué es lo que resulta de es0?", en su implementacién discursiva y préctica. Esta universalidad puede desarrollarse con la media- cidn de categorfas parttculares. Por ejemplo, en la Francia del siglo XIX, los obreros pueden construir su huelga en forma de pregunta: zlos obreros franceses pertenecen a «ste conjunto, a los franceses quc la Constitucién declara iguales ante la ley? La pregunta puede volverse atin mds paradéjica. Por ejemplo, las primeras militantes femi tas francesa, pueden formularla ast: guna francesa es un francés? Esta formulacién puede parecer absurda 0 escan- dalosa, Pero frases “absurdas” de este tipo pueden ser mucho més productivas, en el proceso de igualdad, que 1a simple afirmacién de que los obteros son obreros y las mujeres, mujeres. Dichas frases no solamente permiten manifesta: una misma falla légica que devela las vueltas de la desigualdad social. Permiten articular también esta falla como una relacién, transformar el no-lugar légico en lugar de una demostracién polémica. La construccién de ‘estos casos de la igualdad no es la obra de una identidad 20 cen acto o la demostracién de valores especificos de un grupo. Es un proceso de subjetivacién, > {Qué es un proceso de subjetivacién? Es la formacién \ de un uno que no es un sf, sino la relacién de un sf con | otro. Es lo que puede mostrarse ejemplarmente con el | nombre aparentemente identitario de “proletario". Unas de sus primeras ocuerencias en la Francia moderna es el proceso de Auguste Blanqui en 1832. A la pregunta del procurador sobre su profesién, Blanqui responde: “Prole- tario”, El procurador objeta: “Esa no es una profesién”. Y Blanqui, responde a su ver: “Es la profesién de la mayorla de nuestro pueblo, que esté privada de derechos poli cos", Desde el punto de vista policial, el procurador tenfa razén, Proletatio no ¢s un oficio, y Blanqui no era lo que habitualmente se llama trabajador. Pero desde el punto de vista politico, es Blanqui quien tenfa razén: proletario no es el nombre de un grupo social sociolégicamente iden- tificable. Es el nombre de un fuera-de-cuenta, de un outcast. En latin, proletarii quiere decir solamente: los que se re- producen, los que simplemente viven y se reproducen sin poscer ni transmitir un nombre, sin ser contados como parte en la constitucién simbélica de la polis. Proletari, entonces, era un nombre propio conveniente para los tra- bajadores, como nombre de cualquiera, nombre de los ‘outcasts, entendiendo con esto no a los parias, sino a quie- nies no pertenecen al orden de las clases y por eso mismo son la disolucién virtual de este orden (la clase, disolu- ccién de todas las clases, decia Marx). Un proceso de subjetivacién ¢s asf un proceso de desidentificacién o de desclasificacién. - : En otras palabras, un sujeto es un in-between, un en- tre-dos. Prolearios fue el nombre “propio” de gentes que estaban juntas, por mucho que estaban entre: entre varios nombres, estatus o identidades; entre la humanidad y la inhumanidad, la ciudadania y su negacién; entre el es- tatus del hombre de la herramienta y el del ser hablante a Y pensante. La subjetivacién politica es el act dad -o el tratamiento de un dafior de gentes que estén juntas, por mucho que estén entre” ES un cruce de-iden- tidades que descansan sobre un cruce de nombr: nombres que ligan el nombre de un grupo o de una clase cen nombre de lo que esté fuera-de-cuenta, que ligan un ser a un no-ser o a un ser-por-venin, Esta red tiene una notable propiedad: siempre admite luna identificacién imposible, una identificacién’ que no puede encarnarse en aquellos o aquellas que la enuncian, “Somos los condenados de la tierra", es el tipo de frase ue ningiin condenado de la tierra pronunciard jamés, Més cercano a nosotros, la politica, para mi generacién, descans6 sobre una identificacién imposible, una identi, ficacién con los cuetpos de los argelinos golpeacios 2 muerte y lanzados al Sena por la policia francesa, en nombre del Pueblo francés, en octubre de 1961. No podtamos iden- tificarnos con esos argelinos pero pod{amos cuestionar ‘nuestra identificacién con el “pueblo francés” en nombre del cual habsan sido asesinados, Podfamos entonces ac- tuar como sujetos paliticos en el intervalo o en la fala entre dos identidades sin poder asumir ninguna. Este Proceso de subjetivacién no tenia nombre propio, pero probablemente encontrd su “verdaders” nombre en cl ex, logan de 1968: “Todos somos judios alemanes” ~identificacién errénea, identificacién imposible frente a aquellos que se nombraban de este modo como de aque- Si el movimiento comenzé con esta su ocaso puede emblematizarse en la contraafirma- enunciada algunos afios ms tarde por el titulo de tun articulo publicado por uno de sus antiguos portavo- ces: “No nacimos todos proletatios”. Ciertamente no lo somos. Pero qué e lo que resulta de cv? Lo que resultaba all era la imposibilidad de sacar las consecuencias de un “ser” que era un no-ser, una identificacién con un cual- quiera sin cuerpo. Pero la demostracién de la igualdad siempre anuda la légica silogtstica del 0 bien/o bien 2 (Gomos © no ciudadanos, sees humanos, etc) con la lig «a paratéctica de un “lo somos y no lo somos”. Asi, una légica de la subjetivacién police una be terologfa, una Iégica del otto, segiin tres determinaciones dels aheridad, Semen nunca es la simple afirma- cidn de una identidad, es siempre al mismo tiempo, negacién de una identidad impuesta por otro, fjada por la légica policial. La policia quiere efectivamente nom bres “exactos", que marquen la asignacién de la gente en su lugar y en su trabajo. La politica, ella, es asunto de nombres “impropios”, de misnomers que articulan una filla y manifiestan un dafio. Segundo, es una demostracién, y tuna demostracién supone siempre otro a quien ella se dirige, incluso si este otro desecha la consecuencia. Ella es constitucién de un lugar comin, incluso si ese lugar no es de un dislogo 0 de una biisqueda de consenso al modo habermasiano, No hay consenso ni comunicacién sin perjuicio, no hay reglamento del dafio. Pero hay un lugar comin polémico para el tratamiento del daiio y la dlemostracién de la igualdad. Tercero, la Iigica de la sub- jetivacin siempre admite una identificacién imposible. Ss necro destnde le compli de oa gin nara upouer el pasado de lus grandes velawws y de ka viet rene cal presente de los pequefios relatos. El mismo pretendido gran relato del pueblo y del proleta- riado estaba hecho de una multiplicidad de juegos de lenguaje y de demostraciones. Y el concepto mismo de relato es tan discutible como el de cultura. Ambos llevan una intriga argumentativa a una vor y esta vor ala mani- festacién de un cuerpo. Pero la vida de la subjetivacién politica esté hecha de la distancia de la vor. con el cuerpo, del intervalo entre las identidades. Los jennceptia de rela- to y de cultura llevan la subjtivacin a una identificacin. EI proceso de la igualdad es el de la dit rencia. Pero la diferencia no es la manifestacién de una identidad di- ferente o el conflicto entre dos instancias identitarias. 2B Fl lugar de manifestacién de la diferencia no es lo “pro- pio” de un grupo o su cultura. Es el topos de un argumento, Y el lugar de exposicién de ese tapos es un intervalo, Fl lugar del sujeto politico es un intervalo o una falla estar junto como estar-entre: entre los nombres, las identi dades o las culturas. Con seguridad es una posicién incémoda. Y lo incd- modo da lugar al desarrollo del discurso metapolitico, La ‘metapolitica es la interpretacién de la politica desde el punto de vista de la policia. Ella tiende a interpretar la hererologia como ilusién, los intervalos y las falas como signos de no-verdad. El paradigma de la interpretacién metapolitica es la interpretacién marxista de la Declana- «ién de los derechos del hombre y del ciudadano, que hace de |a diferencia del hombre ysdel ciudadano el signo misma ddel engafio. Detris de la identidad celeste del ciudadano std Ia identidad terrestre del hombre, es decir del pro- pictario. En nuestros dias la metapolitica razona mds bien a Ia inversa. Nos dice que el hombre y el ciudadano se confunden en la figura del individuo liberal, que goza naturalmente de los,valores universalistas de los derechos del hombre, encarnados en las instituciones de nuestras democracias. La politica de la emancipacién rechaza una ¥ otra asimilacién, Afirma que la universalidad de las de- claraciones de los derechos es la de las argumentaci que autorizan. Pero étas se posibilitan, en el caso francés, por el intervalo mismo que separa los dos términos de hombre y de ciudadano, autorizando ast el recurso de tuno al otro, la escenificacién de innumerables demostra- ciones de derechos, incluyendo los derechos de aquellos © aquellas que no son contados o contadas ni como hom- bres ni como ciudadanos, De aqui podemos sacar conclusiones contrastadas res- Pecto al presente. Por un lado, no quedamos encerrados en la alternativa del universalismo o del identitarismo, La al- ternativa esté més bien entre subjetivacién e identifcacin, 4 No opone universalismo y particularismo, sino dos ideas de la multiplicidad. El discurso universalista también puede revelarse tan “tribal” como el discurso comunita- ‘Asf es como en tiempos de la guerra del Golfo, més dde-un dignatario del universalismo se transformé en dig- trio del militarismo, de armas “limpias” y de muerte detalle, La verdadera oposicién separa mds bien lo tri- bal y lo idiomético, La politica “idiomatica” construye tun lugar de lo universal, un lugar de demostracién de la igualdad. Separa el dilema sin esperanza que opone la gran comunidad y las pequefias en provecho de una co- munidad de los intervalos. Pero salir de este dilema es también medir con exacti tud las nuevas formas del racismo y de la xenofobia. En Francia, sobre todo, é:tas no pueden colocarse en la sim ple cuenta de problemas sociales objetivos nacidos del crecimiento de las poblaciones inmigradas. Més bien son efecto de un desmoronamiento de la heterologfa pol Hace treinta afios, todos éramos “judios alemanes”, es d cir que portabamos nombres “impropios’, en Ia cultura politica del conflicto, Hoy dia tenemos “buenos” nom- bres: somos europeos y xen6fobos. Es el fracaso de la forma politica, polimérfica, de la alteridad que deja el lugar a tuna nueva figura infra-politica del otro. Objetivamente, no tenemos més inmigrantes que hace treinta afios. Subj tivamente, tenemos muchos més. Es porque entonces tenfan otro nombre, un nombre politico: eran proletarios. Desde entonces han perdido ese nombre que depende de Ia sub- jetivacién politica para retener su tinico nombre “objetivo”, cs decir identitario. Este otro que no tiene otro nombre se vuelve entonces puro objero de odio y de rechazo. El “nuevo” racismo e¢ el odio del otro-que ocupa el terreno cuando la polémica politica se borra. La cultura politica del conflicto puede haber provocado consecuen- cias decepcionantes. Pero también ha sido un medio para regular lo que se mantiene por fuera de la politica: 25 Ia identificacion de la figura del otro con el objeto de odio, La pasién identitaria es asunto de miedo: el mie- do indeterminado que encuentra en el cuerpo del otto su objeto. La puesta en escena politica, heterolégica del otro, ha sido también un medio de civilizar este miedo. Los resurgimientos presentes del racismo y de la xeno- fobia significan entonces un desmoronamiento de la politica, el retorno del tratamiento politico del dafio al odio primordial. El problema entonces no es simple- mente enfrentar un “problema politico”. Es reinventar 1a politica, = 6 2. La causa del otro Hablar de la causa del otro es, aparentemente, remi- tir la politica a lo que ella no quiere ser y que tiene raa6n de no querer set, a saber, la moral. Pero quisiera mostrar que hay una inclusién politica del otro que no cs la de la moral y que tampoco es su opuesto, pero que justamente desmiente la oposicién demasiado simple en- tre la politica concebida como asunto de conservacién de s{ de una comunidad y la moral concebida como prin- jo de un respeto del otro trascendiendo los intereses icos. poli Hablaré entonces de la manera en que un “otro” privi- legiado, el argelino, pudo antes modificar el sentido del adjetivo “francés” y separar de él mismo el sujeto politico “francés”. Se tratard entonces aqui de aquello que puede sin provocacién llamarse la Argelia “francesa’, de la ma- nera como el nudo estatal anudado y desanudado entre los dos términos pudo provocar una nebulosa politica de los términos mismos, una disposicién especifica de rela- cciones entre los términos de ciudadano, francés, pueblo, hombre o proletario. Trataré de mostrar cémo esc nudo pudo determinar un régimen de alteridad, una relacién particular del mismo y del otro en el centro mismo de nuestra ciudadanfa: una preocupacién del otro, no ética sino propiamente politica. Por esto mismo, se tratard también de reflexionar so- bre la relacin entre ese pasado reciente y nuestro presente, de comparar dos disposiciones de relaciones entre el mis- mo y el otto, el nacional y el extranjero, el incluido y el cexcluido. La consideracién del nudo franco-argelino pue- de ayudarnos efectivamente a analizar la disposicién actual 7 dd las figuras de Ia aletidad (SDF, inmigrado, exch do, integrista, hombre y humanitario) que define Pusstro campo o nuestra ausencia de campo politico, nes impone mucho la apariencia de un corte redical gntie dos cosmoogis do politico: dos sistemas de telaciones entre mundo, historia, verd Imani que definen la racionalidad de lo ole, ee hoy dia los escritos de quienes sostentan en 1960 la ius de los argeinos, nos choca ver que el filsofo Jean. Paul Sartre, comentando las tesis de Frantz Fanon, y el ‘ocidlogo Pierre Bourdieu, hablando a partir de sw-ex- Periencia de terreno, razonen desde categorlas de uns inisma cosmologia, La guerra aparece como un lengusje Y un lenguaje quesdice la verdad de un proceso hiswne so. ¥ exe proceso de verdad se asimila a un sistemy levelada y devuelta de la opresién !a guerra remata"Ia obra de ruptura con la identided Primera. Al término de la negacién colonial, la guerra vale como negacién de la negacién. Al término de ana alicuacign radical, se opera la conquista de un si que es nuevo, que no puede volver a los particularismos anti, Buos pero desemboca en una ciudadania nueva de lo univers. “Tal una méquina infernal’, este por seme plo Picsre Bourdieu, “la guerra hace tabula reer de he ldes sociales; tritura, desordena las comunidades tradicionales, pueblo, clan’o familia. la mass nec sina que oponia una tradicién y un conservadurinng vivaces a las innovaciones Propuestas par el Occidente, s vio arrastrada por el torbellino de la violencia nag viene a abolir los vestigios del pasado”, ‘ 2 Sin domo fp". de te), "rr Bourde, “Revoluién en la revaacdn” Epi, Pay, enero 1961, 28 Asi, la voz del militante y la del hombre de ciencia, como Ia del fildsofo universalista y la del cientifico espe- cializado, podian sintonizarse porque sus enunciados remitian a un mismo sistema de referencias, En ese siste- mma, la guerra es la constitucién de un devenir-pueblo; el devenir-pueblo se identifica con la voz propia de una ver dad; la guerra es un tiempo de la verdad que confirma la clausura de una forma histérica (el colonialismo) a través del devenit-vor y el devenir-pueblo del sujeto que ella le hhabja arrancado a él mismo. Seguramente, este sistema de relaciones entre verdad, tiempo, identidad y alteridad est muy lejos de aquellos que hoy gobiernan los andlisis. Basta, para convencernos, escuchar a un socidlogo con- temporineo del Islam, describienos ¢ interpretarnos un fenémeno de “desarraigo” del mismo orden. Vemos aqut efectivamente, como Bruno Etienne nos explica hoy, el crecimiento del islamismo radical: “El Estado-nacién des- truye las estructuras comunitarias, acelera el éxodo rural, sin proponer un modo creible de hacerse cargo del indi- viduo, vuelto ciudadano anénimo. Las estructuras de acogida de las comunidades piadosas, en tanto comuni- dades espirituales, permiten trascender este desarraigo y sublimar esta frustracién”, Este texto nos describe un proceso de corte con la tra- dicién semejante al que Bourdieu o Sartre alegaban treinta afos antes. Pero la manera como asigna la causa y como deduce las consecuencias, revierte la relacién entre politi- cay verdad que sostenfa la palabra de los primeros: la relacién entre lo que el saber puede atestiguar del mundo y lo que la politica puede aprehender, La causa del “des- igo” ya no es la opresin y la liberacién. Es el resultado ‘equivalente de una y otra: el Estado-nacién, forma tipica de la modernidad como modalidad del lazo social. Lo que el desarraigo produce entonces no es més una uni- versalidad de la desapropiacién devuelta como apropiacién de lo universal. Es una simple pérdida de identidad ‘lamisme radial, Hachewe, Pes, 1987, p. 142 * Beano Brienne, 29 y la necesidad de reencontrar una, a lo cual responde la comunidad espiritual. De este modo, el mismo proceso que hace treinta afios suponia forjar al hombre revolucio- nario, supone actualmente forjar al hombre que aspira a la transformacién de la ley religiosa en ley del mundo politico. Esta inversién de las consecuencias es una inver- sién del estatus politico del objeto de la ciencia social: en lugar de la historia como proceso que hace verdad de la alienacién, solamente quedan las comunidades del kizo y de la creencia. Lo social ya no es la instancia del “mani- fiesto", el lugar donde la verdad adquiere sentido como movimiento politico. Es nuevamente la instancia de lo oscuro. Pero este oscuro de la creencia que hace lazo apa- rece nuevamente como lo que solo confiere el sentido, como lo que da al mismo tiempo a la ciencia social su materia y su modo de validez, la relatividad que la separa de las teleologias filosdficas de lo verdadero, “Es porque ¢s necesaria 1a cohesién en los grupos con el fin de que sobrevivan, que haya sentido, y no al revés”, escribe nue- vamente Bruno Etienne’. Podriamos conformarnos con tomar acta de este cam- bio de mundo, de la imposibilidad de anudar hoy dia los ‘cuatro términos de la historia, de la verdad, del pueblo y de lo universal en un proceso de hacer-mundo de lo ver- dadero. Constatariamos asi que una posibilidad de constitucién de objetos y de enunciados politicos estaba ligada a una cosmologia y a un régimen de verdad que se nos han vuelto extranjeros. Estariamos entonces condena- dos a hablar solamente de esta configuracién politica desde cl punto de vista del historiador. Creo, sin embargo, que podemos definir otro angulo de ataque que mantendela el problema en términos de la politica. La hipétesis de base seria esta: la creencia en un régimen de verdad es al menos tanto el efecto como la causa de un modo dado de subje- tivacién politica. Entonces ya no se trataria solamente de comparar las ilusiones y los desencantos de la relacién * Did p18. 30 de la historia con la verdad que definen las posibilidades de enunciacién de la politica. Se trataria de comparar las posiciones de la relacidn politica de lo mismo y de lo otro, Jas cuales determinan la fe en tal régimen de verdad 0 de no-verdad de la historia. Propondré entonces un cierto desplazamiento: de un andlisis “historial”, centrado en la relacién guerralverdad y en la causa de lo universal producida por la doble nega- cién de la alteridad del otro, a un andlisis politico, centrado sobre lo que aqui ha podido inscribir la lucha contra la guerra en una préctica politica, a saber una cier- ta causa del otro, entendida no como preocupacién moral que limita los derechos de la politica, sino como elemen- to de un dispositivo politico de subjetiv La pregunta por la lucha contra la guerra de Argelia, contra la manera en que era llevada por los gobiernos fra ceses, planteaba efectivamente muy concretamente ese dilema: en qué podia la causa de los argelinos ser nuestra causa, que no fuera sobre el plano moral? Recordemos el prefacio de Sartre a Las condenados de la tierra de Franta” Fanon. Este prefacio era paradéjico, puesto que nos pre- sentaba un libro advirtiéndonos que este libro no nos estaba dirigido. La guerra de liberacién de los coloniza- dos es la suya, nos decia Sartre. Este libro se dirige a ellos. No tiene nada que ver con nosotros mismos, especial- mente con nuestras protestas de bellas almas humanistas. Estas son la tiltima forma de la mentira colonial que la guerra hace estallar en pedazos, a la que la violencia opo- ne su verdad. La verdad de la guerra se planteaba, de este modo, como la denuncia de la mentira de la moral. La paradoja de esta afirmacién anti-moral es que excluyendo tuna causa de la otra, definia de hecho una relacién pura- mente moral y puramente individual con Ia guetta como tal. Asf, el desertor Maurice Maschino entregaba como legitimacién de su accién, la moral de la libertad la responsabilidad absolutas fundada por el mismo Sartre en El Ser y la Nada: *Si estoy movilizado en una guerra, 31 cesta guerra es mi guerra, est hecha a mi imagen, y yo la merezco”, Se conjugaban asi dos sartrismos opuestos: un pensamiento de la historia-verdad que desahucia cual- quier moral de la preocupacién del otro, y un pensamiento de la libertad que hace de la guerra del Estado un asunto propio de cada uno en tanto tal, La posibilidad de una movilizacién propiamente politica, rompiende el dnico didlogo de la guerra y de la moral, estaba ligada entonces con la posibilidad de una enunciacién tercera, una enun- ciacién que dice: esta guerra es nuestra guetta y no es nuestra guerra, ‘Trabajos de los historiadores nos han recordado recien- temente que el punto de partida de las grandes manifestaciones del fin de la guerra de Argelia habia sido la jornada del 17 de octubre de 1961: de aquella manifes- tacién parisina de los argelinos al lamado del FLN, marcada por una represién salvaje y un black-oue total so- bre el ntimero de victimas. Dicha jornada, con su doble aspecto manifiesto y oculto, efectivamente fue un momen- to crucial, un momento donde las aporfas éticas de la relacién entre lo mio y el otro se transformaron en subje- tivacién politica de una relacién de inclusién de la alteridad. Ahora bien, lo que fue capital en el resultado de esta jornada es Ia manera como los problemas de vi dad y de invisibilidad de la represién estuvieron mezclados ccon las tres relaciones en juego: entre los milicantes arge- linos y el Estado francés; entre el Estado francés y nosotros; centre los militantes argelinos y nosotros’. Desde el punto de vista del Estado francés, esta manifestacién era la apa- ricién de los argelinos en lucha como interventores politicos en el espacio piblico francés, de una cierta manera, como ciudadanos franceses. Este intolerable tuvo el resultado que sabemus: lus golpes y los ahogamientos salvajes; en suma, una limpieza policial del espacio pablico, sustra- yendo, por el black-out de la informacién, la visibilidad ‘"Novotos", en f continuacidn de ee rr, designs impemente a una generacién politia comprendida en su plbaldad 32 misma de su operacién, Para nosotros, eso queria decir que algo habia ocurrido en nuestra casa, en nuestro: nom- bre, algo que nos era doblemente sustraido. La misma cuenta de los desaparecidos en la época fue imposible. Lo que signified esta doble desaparicién podemos compren- derlo de cierto modo a contrario, a partic de una frase de Sartre en su prefacio a Los condenados de la tierra: “Hoy dia, el deslumbrante sol de la tortura esté en su apogeo, ilumina todo el pais”. Pero, en verdad, este sol destum- brante nunca iluminé nada. Los cuerpos marcados y supliciados no iluminan. Pudimos verifcarlo recientemen- te ante ef muestrario de imigenes que llegaron de Bosri de Ruanda o de otros lugares. Lo menos que esta expo: cién produce es indignacién moral, un dolor de lo que le ‘ocurre al otto, un odio al vacto contra el torturador; més secretamente a menudo eso produce el sentimiento de seguridad de no estar en el pellejo de ese otro; algunas ién contra quienes nos recuerdan indis- veces, una irs cretamente la existencia del sufrimiento. El temor y la piedad no son afectos politicos. Entonces lo que iluminé aqui una escena politica no es ese sol deslumbrante, Es més bien, contrariamente, una invisibilidad, una sustraccién producida por la ope- racién de la polica. Pero la policia, antes de ser una fuerza de represién fuerte, es en primer término una forma de intervencién que prescribe lo visible y lo invisible, lo de- cible y lo indecible. Y es respecto a esta prescripcién que la politica se constituye. La politica no se declara en rela- cién a la guerra, concebida en verdad como aparicién de tun propio de la historia. Ella se declara en relacién a la fa, concebida como ley de lo que aparece y de lo que se escucha, de lo que se cuenta y-no se cuenta. Pero hay que acordarse que la guerra de Argelia, oficialmente, no cera una guerra. Era una operacién de policfa a gran escala * Frame Fanon, Les dann de le tere, Maspéto, Pats, 1960. p. 26. Versién estan Lor condonader de le vier, Fondo de Cultura Ezondai ea, Madrid, 1997, 33

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